Sie sind auf Seite 1von 284

La Argentina y el desarrollo económico en el siglo XXI

¿Cómo pensarlo? ¿Qué tenemos? ¿Qué necesitamos?


José María Fanelli
A la Fundación OSDE, por muchos años de apoyo a la investigación en economía.
A Omar, por el impulso para escribirlo y la motivación intelectual.

1
Índice

Introducción. Enfoque y contenido

PARTE I: UN MARCO CONCEPTUAL PARA PENSAR LOS PROBLEMAS DEL DESARROLLO

1. Cooperación, conflicto y organizaciones

2. Anatomía del sistema económico y desarrollo

3. Software y fallas de cooperación

4. Hardware y crecimiento económico

PARTE II: LA ARGENTINA Y EL DESARROLLO: ¿DÓNDE ESTAMOS PARADOS?

5. Crecimiento y estabilidad macroeconómica

6. Desarrollo humano y distribución del ingreso

PARTE III: EL HARDWARE: ¿QUÉ RECURSOS TENEMOS? ¿PARA QUÉ LOS USAMOS?

7. Recursos naturales, geografía y población

8. Capital físico, capital humano y progreso técnico

9. Estructura productiva: heterogeneidad y competitividad

10. Transformación estructural y sectores productivos

PARTE IV: EL SOFTWARE EN ACCIÓN: ESTADO Y MERCADO

11. Mercados y disfuncionalidad: trabajo y finanzas

12. El Estado y las políticas económicas

Conclusión. Reflexiones finales sobre los desafíos del siglo XXI: ¿volvió el futuro o
más de lo mismo?

2
Introducción
Enfoque y contenido

El propósito de este libro es analizar el sistema económico de la Argentina con la


intención de contribuir a la reflexión sobre estrategias para promover el desarrollo.
Habrá cumplido con su cometido si resulta útil para construir marcos institucionales y
políticas públicas orientados a instalar un proceso de crecimiento sostenido con
inclusión social, democracia y afianzamiento de la calidad institucional.

Los debates sobre políticas públicas para el crecimiento y la inclusión involucran a


actores políticos, económicos y sociales de extracción diversa y que actúan en ámbitos
institucionales y organizacionales de características muy diferentes. Tomando en cuenta
este hecho, hemos escrito el libro de forma que pueda ser leído por un público amplio.

Nuestra estrategia para facilitar la lectura de los no especialistas fue organizar un texto
autorreferenciado. Se incluye tanto la información sobre la economía argentina
requerida para discutir la cuestión del desarrollo como los conceptos de economía
relevantes para interpretar esa información. La primera parte presenta un marco
conceptual conciso y ordenado de las nociones económicas imprescindibles para
discutir las cuestiones de crecimiento y desarrollo. El concepto central, que actúa como
pívot, es el de sistema económico. En las tres partes restantes del libro se analiza la
economía argentina a la luz de esta noción, presentando información exhaustiva sobre
los recursos materiales, la estructura productiva, los mercados y organizaciones, el
sector público, la inserción internacional y las variables sociales del país.

En una primera aproximación, el lector podría pensar que la parte conceptual es algo
extensa tratándose de un libro sobre economía aplicada. Pero hemos preferido
incrementar la extensión en aras de la claridad de los argumentos. En este sentido, se
trata de un libro donde lo conceptual tiene tanto peso como la evidencia que se analiza.
Por ello hemos incluido en el título “¿Cómo pensarlo?” al referirnos al desarrollo
argentino. Creemos que el tiempo que se invierta en leer la primera parte reportará una
comprensión más profunda del funcionamiento y los desafíos que enfrenta el sistema
económico argentino. Vale subrayar que el marco conceptual sintetiza una gran cantidad
de bibliografía específica muy actualizada y de alta relevancia, desconocida con
frecuencia fuera del ámbito de los especialistas, y que sin duda será de útil consulta para
quienes deseen profundizar.

Los marcos institucionales y las políticas públicas son el resultado, en última instancia,
de la interacción política de los actores sociales involucrados, y difícilmente esas
políticas se adopten e implementen a partir de una agenda escrita en un libro o
siguiendo las indicaciones de un gabinete de investigaciones en economía. Pero estamos
convencidos de que si los problemas económicos se plantean con rigurosidad analítica y
sobre la base de información sistematizada, la discusión sobre las metas, el diseño y la
implementación de políticas públicas se facilita enormemente y aumenta la probabilidad
de que la calidad de esas políticas mejore.

3
1. Sobre el enfoque

Hay cuatro dimensiones del enfoque utilizado aquí que es necesario destacar.

• La primera se refiere a la concepción del desarrollo. Si bien el centro de


atención del libro son las variables económicas y la identificación de los factores
que podrían restringir o promover el crecimiento, nuestra aproximación al tema
trata de evitar el economicismo. En particular, nuestro enfoque tiene muy en
cuenta que el crecimiento es una condición necesaria pero no suficiente para el
desarrollo. En línea con la literatura teórica y el enfoque aplicado que aportan
los reportes anuales las Naciones Unidas para medir el desarrollo humano,
nuestro estudio distingue claramente entre desarrollo y crecimiento y pone
especial cuidado en evaluar sus interacciones mutuas. Así, al estudiar los
factores que determinan el crecimiento el énfasis estará puesto en la evolución
del ingreso per cápita, pero al evaluar las implicancias para el desarrollo
tomaremos en cuenta variables relativas a la dimensión social, política e
institucional. Este enfoque es consistente con la evidencia disponible: mientras
la trayectoria histórica de los países desarrollados indica que sin crecimiento
sostenido no habrían podido alcanzar el nivel de ingresos que hoy muestran, se
puede también señalar una gran cantidad de casos en los cuales el crecimiento
no se tradujo en desarrollo y finalmente abortó, por la falta de avances en la
dimensión de lo social, lo institucional y lo político. América Latina ofrece
varios ejemplos (Fanelli, 2008).

• La segunda característica del enfoque es que coloca a la acción colectiva y las


instituciones en el centro de la escena. Se concibe el desarrollo como una tarea
colectiva que involucra movilizar y utilizar los recursos de la sociedad para el
logro de metas compartidas. La acción colectiva alimenta el desarrollo porque
las capacidades individuales se potencian a través de la cooperación. Pero no
hay cooperación sin que aparezcan dificultades de coordinación y conflictos
entre las partes que, cuando no se solucionan, frustran los intentos de actuar
colectivamente. Esto es lo que explica que las instituciones ocupen un lugar
central en nuestro análisis: la función esencial de ellas es proveer reglas de juego
para coordinar las acciones y procesar los conflictos. Resultará natural, por lo
tanto, que a lo largo de este estudio vayamos marcando la influencia crítica que
ejerce la calidad de las instituciones sobre dimensiones centrales del desarrollo
como la iniciativa privada y la innovación, la resolución de conflictos de interés,
la oferta de bienes públicos, la lucha contra la exclusión y la creación de
condiciones propicias para la movilidad social. Un sistema económico que
cuenta con instituciones de calidad resuelve conflictos y coordina de manera
más efectiva, por lo que tiene mayor probabilidad de capturar y explotar las
oportunidades de crecimiento que se presenten en el ámbito local y global y
mayor capacidad para responder eficazmente a los eventuales shocks agregados,
que suelen afectar no sólo el crecimiento sino también el empleo, la distribución
del ingreso y la estabilidad político-institucional.

• La tercera característica del enfoque es que se considera que desarrollo y


democracia están ligados de manera indisoluble. Esto está íntimamente
vinculado con el punto anterior: es difícil que las instituciones económicas sean

4
mejores que la política que las crea. El sistema político debe promover los
consensos básicos –en el plano de las ideas, los valores y las políticas– con los
cuales instaurar un conjunto de reglas de juego para la economía que sean
aceptadas como legítimas por la sociedad en su conjunto, respetadas en la
práctica y funcionales para crear un clima de confianza mutua en las
interacciones de los actores económicos entre sí y con el gobierno. Cuando las
reglas de juego y las políticas públicas se deciden sólo en función de intereses
específicos o la población no tiene información y comprensión adecuadas
respecto de cómo esas reglas y políticas afectan la evolución del bienestar,
suelen resultar inestables: o bien se terminan revirtiendo o bien al implementarse
no logran sus objetivos por la resistencia de los actores afectados. Hay que
considerar, en este sentido, que si la sociedad es democrática, la transparencia y
el bien común siempre desempeñan un papel: no es consistente esperar que la
ciudadanía cuente con el poder del voto y, simultáneamente, no cuente con el
poder de informarse e influir sobre las políticas que la afectan.1 Cuando los
debates se expresan en el parlamento y la prensa y no en cenáculos de intereses
económicos o políticos específicos, se hace necesario plantear las políticas
públicas sectoriales tomando en cuenta las consecuencias para los intereses
generales de la población. Cuando la perspectiva es la del bien común, la
obligación de mirar el bosque y no sólo los árboles es una condición ineludible.

• La última dimensión a resaltar de nuestro enfoque es su carácter sistémico. La


construcción de instituciones y el diseño de políticas son procesos complejos,
que requieren de escenarios políticos apropiados para negociar y compatibilizar
intereses y visiones particulares sin hacer peligrar el objetivo común del
desarrollo. De más está decir que intentar un análisis integral de esos procesos
nos llevaría bastante más allá de las fronteras de la economía. Creemos, sin
embargo, que el análisis económico puede ayudarnos a avanzar un buen trecho
si adoptamos una visión sistémica de la economía. Esto es, una visión de la
economía como un sistema cuyo propósito es organizar las actividades de
producción, distribución y consumo y que, para su funcionamiento, no sólo
demanda recursos y tecnología, sino también, reglas de juego institucional y
organizaciones adaptadas eficientemente al contexto socio-político específico en
que el sistema está inserto.

Por supuesto, si en estas primeras páginas hacemos referencia a las instituciones y las
políticas es porque consideramos que las dificultades para procesar conflictos y
transparentar las políticas públicas a través de un debate amplio han sido obstáculos de
peso en el camino de la Argentina hacia el desarrollo. Un problema habitual en el debate
económico ha consistido en extraer implicaciones incorrectas de la premisa básica
según la cual, en una sociedad democrática, la política no debe ser tributaria de los
intereses económicos. Aceptar esta premisa no implica que la política pueda operar sin
considerar las restricciones que impone la economía. Extraer esa implicación es incurrir
en el pecado de voluntarismo; pero, obviamente, tomar en cuenta esas restricciones
tampoco nos lleva a afirmar que las decisiones políticas deban dar prioridad
sistemáticamente a la eficiencia o la velocidad del crecimiento, sin observar las
consecuencias sobre la inclusión o las oportunidades de movilidad social de cada grupo.

1
Por supuesto, algunas economías crecen en un contexto no democrático, como es el caso actual de la China. Y
también hay casos en que la democracia no informa confiablemente, como ocurre con el INDEC en la Argentina. Hay
muchas maneras de no ser democrático, pero sólo una compatible con el voto y las prácticas de la democracia.

5
Siempre habrá, en definitiva, conflictos de objetivos –como los que plantea la clásica
dicotomía entre eficiencia y distribución–, y la forma democrática de encarar esos
dilemas es la deliberación pública y la búsqueda de consensos. Para esto último es vital
contar con información y conocimientos sobre la disponibilidad de recursos y el
funcionamiento del sistema económico. Este libro se propone realizar un aporte en
relación con esto.

2. La Argentina, el crecimiento y el desarrollo: ¿cuál es el problema?

El régimen de la Primera Globalización, que reinó en la economía internacional hasta la


crisis del treinta, fue benigno para la Argentina. El satisfactorio desempeño de su
economía en el período que va desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la crisis
del treinta le permitió al país explotar sus recursos naturales, atraer inmigrantes y
acumular una cantidad apreciable de capital físico y humano. Esto potenció
tempranamente el desarrollo y ubicó a la Argentina entre las naciones más ricas. Por
ello se esperaba que, una vez terminada la Segunda Guerra, el país retomaría la senda
del crecimiento con el mismo ímpetu que había mostrado durante la Primera
Globalización. Sin embargo, esa expectativa no sería corroborada por los hechos. Bajo
el régimen de Bretton Woods –que rigió internacionalmente luego de la Segunda Guerra
y hasta mediados de los setenta– el crecimiento del país fue muy mediocre, lo que le
hizo perder posiciones en el concierto de las naciones.

A mediados de los setenta, el régimen de Bretton Woods dejó paso a la Segunda


Globalización. Pero bajo el nuevo régimen internacional la evolución de la economía
argentina no mejoró. En realidad, empeoró, debido a la recurrencia de crisis
macroeconómicas profundas. El país experimentó colapsos de magnitud en 1975, 1981,
1989 y 2001; esto es, uno cada seis años y medio en promedio. Estas crisis tuvieron
consecuencias muy severas sobre la capacidad de crecimiento del país y,
particularmente, sobre la posición de los sectores más vulnerables de la sociedad. Así, a
las dificultades para crecer sostenidamente se sumó el problema de la exclusión y la
falta de movilidad social. Como consecuencia, la Argentina, que siempre se había
ufanado de contar con una distribución del ingreso y niveles de pobreza que la
acercaban a los países desarrollados, comenzó una rápida convergencia hacia los
indicadores típicos de América Latina, una región que se caracteriza por su marcada
desigualdad. No sorprende, en vista de esta trayectoria, que entre el fin de la Segunda
Guerra y la culminación del siglo XX el país perdiera buena parte de la ventaja relativa
que había ganado en cuanto a ingreso por habitante y acumulación de capital humano y
que se observara, paralelamente, una escasa dinámica de innovación tecnológica y
debilidades persistentes en el marco institucional de la economía.

Durante buena parte del siglo XX, la Argentina se había autopercibido como un país de
clase media con oportunidades para la movilidad social ascendente. Al comenzar el
siglo XXI, esta percepción dejó lugar a la de una economía de bajo crecimiento, volátil
y con alto niveles de exclusión social. En este contexto, la crisis de la convertibilidad en
2001 fue interpretada como una demostración definitiva de que la Argentina debería
posponer por un lapso prolongado sus aspiraciones a ser un país desarrollado.

6
La evolución de la economía en lo que va del siglo, sin embargo, no ha convalidado
esas expectativas, al menos en lo relativo a crecimiento económico, que, en la primera
década los dos mil, contrasta muy favorablemente con lo que fue la norma para la
Argentina desde el comienzo de la Segunda Globalización. Dos hechos resultan
reveladores en relación con esto. El primero es que la economía recuperó, a partir de
2003, la capacidad de crecer a tasas elevadas. La tasa de crecimiento promedio del PBI
per cápita entre ese año y 2010 fue de 5,2%; muy por encima del promedio de 1,5%
correspondiente a 1950-2000. El segundo es que, a pesar de la aceleración de la
inflación y las distorsiones de precios relativos, las fluctuaciones económicas se
suavizaron y no ha habido grandes crisis macroeconómicas. Merece destacarse, en
particular, que la turbulencia financiera internacional de 2008 sólo tuvo efectos
recesivos pasajeros.

¿Indica esta favorable trayectoria del crecimiento que la Argentina ha retomado la senda
del desarrollo? Cuando se aborda esta pregunta con una visión sistémica como la de este
libro, surgen varios interrogantes difíciles de contestar debido a que la evolución de la
economía muestra contrastes muy marcados.

Un primer contraste que genera incertidumbre es el que existe entre el remarcable


crecimiento posterior a 2002 y las dudas sobre su sostenibilidad, debido a que la
economía nacional fue muy ayudada por la evolución de la economía internacional. El
escenario posterior a la crisis de la convertibilidad fue generoso en oportunidades de
crecimiento para nuestro país. Sobresale, en este sentido, la favorable evolución de los
términos del intercambio así como la buena combinación de crecimiento y apreciación
del real en Brasil, que resultó muy conveniente para las exportaciones de origen
industrial. Una cuestión que nos ocupará en el libro es, justamente, en qué medida la
aparición de China en el escenario internacional y la evolución futura de Brasil –que
cuenta con recursos naturales de novedosa incorporación– pueden hacer que este
escenario perdure o no. También será clave, por supuesto, la evolución de los países
desarrollados, aquejados por la conjunción de crisis fiscales y financieras.

Un segundo contraste es que, por un lado, la situación social mejoró significativamente


con relación al momento poscrisis, de la mano del crecimiento y las políticas sociales
implementadas por los sucesivos gobiernos, pero, por otro, la herencia de exclusión que
dejó el magro desempeño de posguerra está lejos de haber desaparecido. La proporción
de pobres en la población sigue siendo alta (23%, según la UCA, 2010) y continúan
operando factores que crean exclusión social y escasas oportunidades de movilidad
ascendente. Como consecuencia, se está asentando en el país una sociedad dual:
mientras una parte de la población muestra indicadores de acumulación de capital
humano y bienestar hasta cierto punto comparables con los de economías de alto
desarrollo, al menos un tercio de la población enfrenta serias dificultades para salir de la
trampa de bajos ingresos asociada con la escasa acumulación de capital físico y
humano, la informalidad y la baja productividad. Para que el crecimiento sea inclusivo
no alcanza con políticas de transferencia para asistir a los sectores afectados, hay que
generar empleo productivo y oportunidades de emprendimientos para los sectores
excluidos. De aquí que a lo largo de estas páginas nos acompañará una pregunta: cómo
garantizar un mayor acceso de la población a los recursos educativos y financieros
necesarios para instalar la igualdad de oportunidades y reforzar la movilidad social
ascendente.

7
Como se verá, el desafío de invertir en los jóvenes y crear trabajo productivo para ellos
resulta clave en la Argentina de hoy, debido a que el país está transitando por la etapa de
oro de la transición demográfica: la etapa del bono demográfico, cuando la población
empleada es aún joven. El país debe aprovechar la oportunidad que le brinda el bono
para hacerse rico antes de hacerse viejo. Fallar es condenar el bienestar de las
generaciones futuras. Las implicancias del bono demográfico estarán muy presentes
cuando analicemos los recursos humanos con que cuenta la Argentina y los desafíos en
cuanto a inversión en la gente, en capital humano.

El tercer contraste es que mientras el nivel de ahorro de la sociedad se ha recuperado, se


observan importantes cuellos de botella en la infraestructura básica y energética, al
tiempo que el dinamismo de la competitividad y la innovación son insuficientes. Las
exportaciones siguen mostrando un perfil muy sesgado hacia productos con poca
agregación de valor y el país está perdiendo el superávit de divisas que mostraba en el
campo energético. Esto indica que la mayor disponibilidad de ahorro no está siendo
utilizada plenamente para financiar las inversiones productivas que necesita el
crecimiento para sostenerse. Es plausible conjeturar que las debilidades en el marco
institucional tienen un papel en relación con estas deficiencias: en la primera década de
los dos mil, la salida permanente de capitales devino un rasgo estructural de la
economía.2 Asimismo, las inversiones en infraestructura y energía se resintieron por la
falta de reglas de juego claras y estables para el sector.

Esta dinámica tiene un costo muy significativo a largo plazo ya que, de hecho, el país
está asignando los beneficios extraordinarios generados por el shock de términos del
intercambio a la importación de insumos de energía que podría producir internamente y
deja de importar los bienes de capital que no produce y que necesita para dinamizar la
competitividad y la innovación. El país cambia un recurso natural por otro; soja por
energía, como es el caso de economías exportadoras de productos primarios muy
rudimentarias. Es natural, entonces, que ocupe un lugar protagónico en nuestra reflexión
la cuestión de cómo utilizar el mayor ahorro para mejorar la dinámica de la
productividad y la competitividad por la vía de aumentar la inversión productiva,
reforzar la infraestructura y mejorar la capacidad de incorporar tecnología e innovar.

El último contraste que merece destacarse está dado por el hecho de que las autoridades
implementaron políticas de redistribución audaces y hubo mejoras en la distribución del
ingreso, pero, simultáneamente, las medidas de acción directa se han ido incorporando a
los reclamos sociales y sindicales como pauta permanente de comportamiento. Los
conflictos también se expresaron bajo la forma de derechos de propiedad poco estables
que afectaron a distintos estamentos de la sociedad, desde los trabajadores hasta las
empresas y el Estado.3 Es posible que los problemas en la asignación del gasto público
y el funcionamiento deficiente de los mecanismos de contralor con sus consecuencias
sobre la corrupción hayan sido relevantes. Pero, además de esto, parece importante

2
Durante el período de alto crecimiento de 2003-2010, la salida de capitales privados de la Argentina alcanzó los
70.000 millones: casi el 20% de lo que el país produce en todo un año. La contrapartida de la inversión no financiada
con ese ahorro son los puestos de trabajo que no se crearon y las personas que no tuvieron oportunidades de
inclusión social.
3
Los hitos en relación con los cambios en los derechos de propiedad estuvieron dados por el conflicto del campo en
2008, el cambio radical en el sistema de pensiones, la ocupación de tierras públicas y privadas en diferentes
localidades y los cambios en la normativa sobre reservas del Banco Central. Por otra parte, junto con la exacerbación
de la puja distributiva se creó un clima en que el diálogo político sobre cuestiones económicas se deterioró
significativamente. Así, por ejemplo, no fue posible consensuar un presupuesto en el Congreso para 2011.

8
preguntarnos por qué, en una economía que recibió un shock sustancial de términos del
intercambio, el nivel de conflicto no se redujo. Será natural, entonces, prestar atención
tanto a lo ocurrido con las políticas sociales como al análisis del funcionamiento de las
organizaciones y el Estado en un contexto de reglas de juego inestables y amenazadas
en su credibilidad por la falta de pericia de la sociedad para manejar sus conflictos. Un
punto que enfatizaremos es que los conflictos, al afectar el funcionamiento de las
instituciones, también afectan la función de coordinación que ellas cumplen, con
consecuencias muy negativas para la eficiencia y el crecimiento. La inflación es una de
las formas más visibles en que se manifiestan las fallas de coordinación, pero también
señalaremos otros fenómenos, como la falta de crédito y la dolarización del ahorro.

El resultado último de la acción de estas fuerzas contrapuestas ha sido que, durante los
últimos años, la economía evolucionó dentro de un contexto inédito que combina alto
crecimiento y cierta mejora distributiva con lastres estructurales e incertidumbre. Pero
este hecho no debería impedirnos apreciar lo que es central: en lo que va del siglo XXI,
la economía internacional abrió una ventana de oportunidad para la Argentina asociada
con los recursos naturales y el país tiene medios apropiados para aprovecharla: a pesar
de las crisis y el estancamiento en el último cuarto del siglo pasado, la Argentina aún
cuenta con suficiente acumulación de conocimiento organizacional, capital humano y
físico. El desafío estratégico consiste, entonces, en instaurar un régimen institucional y
de políticas públicas que permita canalizar hacia el desarrollo los recursos adicionales
que trajo el nuevo siglo. Urge encarar este desafío pues, como ocurre con toda ventana
de oportunidad, la que se abrió en la primera década de los dos mil no estará abierta
para siempre. La crisis internacional de 2008 fue un recordatorio en este sentido y,
además, la evolución de la economía global plantea más interrogantes que certidumbres
(FMI, 2011). Además, el bono demográfico está ocurriendo ahora.

Los conflictos distributivos y la inestabilidad de las reglas de juego de la economía han


constituido, sin dudas, obstáculos clave para la adopción de una agenda mínima de
políticas estratégicas. En democracia, los intereses contrapuestos se procesan a través de
una diversidad de instituciones –tanto formales como informales– que tienen por tarea
compatibilizar los intereses sectoriales y de diferentes estamentos sociales con los del
bien común y hacerlo de forma que resulte funcional para el desempeño de la economía.
Si la resolución de los conflictos insume una parte excesiva de las energías de la
sociedad, esas energías se restan al esfuerzo productivo y, de esa forma, a largo plazo el
conflicto se convierte en un peso muerto para el desarrollo.

La sociedad argentina ha estado actuando, en cierta medida, como si el objetivo fuera


utilizar los medios de la democracia para apoyar reclamos particulares y tratar de
establecer derechos sobre una porción mayor de los nuevos recursos y no como una
sociedad que concibe la vida en democracia como una oportunidad para organizar la
acción colectiva en pos de metas comunes, donde los intereses específicos se procesan y
armonizan en base a normas legales y culturales que priorizan la cooperación a través de
la coordinación y la construcción de confianza mutua. Estos hechos sugieren que la
Argentina podría estar mostrando síntomas de una enfermedad social que los
economistas denominan “maldición de los recursos naturales” (Auty, 1993) y que suele
aquejar a los países que cuentan con recursos naturales abundantes e instituciones
débiles, poco eficientes para encaminar las demandas de cada sector sin destruir las
bases para el desarrollo. Contraer la “maldición de los recursos”, no obstante, no es una
condena. La mejor demostración es el hecho de que haya países ricos en recursos

9
naturales que no experimentan la intensidad de los conflictos que nos aquejan y que
lograron desarrollarse en un marco de equidad, como son los casos de Noruega, Canadá
o Australia.

La amenaza de desaprovechar la oportunidad debido a la maldición de los recursos


naturales es uno de los motivos por los que adoptamos un enfoque sistémico. Para
diseñar estrategias de desarrollo bajo las circunstancias actuales se requiere no sólo
evaluar la disponibilidad de recursos materiales y técnicos, sino también las reglas de
juego –formales e informales o culturales– que coordinan las acciones colectivas tanto
en el nivel de las organizaciones (empresas, burocracia pública, sindicatos) como en el
de las instituciones de mayor nivel que rigen la vida económica (regulaciones,
legislación). Utilizando una analogía con el mundo de la computación, en este libro
argumentaremos que el estudio del crecimiento económico y el desarrollo en la
Argentina requiere que se tomen en cuenta no sólo los problemas de hardware (recursos
y técnicas) sino también los de software (reglas de juego, organizaciones y pautas
culturales relevantes para la conducta económica).4

Sobre la base de esta analogía, podemos resumir la hipótesis central que anima nuestro
análisis de la siguiente forma:

La Argentina ciertamente presenta limitaciones en su hardware económico; pero


su historia de crisis recurrentes, conflictos distributivos y oportunidades
desaprovechadas sugiere que tan importantes como las restricciones originadas
en el hardware son las que operan a través del software institucional.

Al poner el papel del software en primer plano, hay dos cuestiones que surgen
naturalmente. La primera es la necesidad de que la elite política y la sociedad en general
tomen conciencia de los efectos del conflicto y la desconfianza en la capacidad para
utilizar el hardware de forma eficiente y para explotar las oportunidades que existen y
que se están perdiendo. La segunda es la necesidad de elaborar propuestas estratégicas
para mejorar el paquete de software y, a partir de ello, las organizaciones de la
economía, desde los mercados a las empresas y el Estado. Esto es, adaptar las reglas de
juego (instituciones) de forma tal que la acción colectiva a través de las organizaciones
coloque a la economía en la senda del desarrollo. La tarea de construcción de software
es eminentemente política y un debate público de calidad puede ser de gran utilidad para
tener mejor política. El conocimiento es un insumo crítico para la búsqueda de
consensos políticos y el diseño de estrategias de cambio. En este sentido, este libro
pretende hacer un aporte a partir de analizar el hardware, el software y las
organizaciones de nuestra economía de forma de estar en mejores condiciones de
diseñar estrategias para aprovechar las oportunidades que hoy le brinda la economía
global a la Argentina y, a la larga, contar con mayor flexibilidad para adaptarse a shocks
negativos sin que ello implique pasar por experiencias límite, como lo fue la crisis de
2002 o las que la precedieron.

4
Según la RAE, hardware es el “conjunto de los componentes que integran la parte material de una computadora”, y
software, el “conjunto de programas, instrucciones y reglas informáticas para ejecutar ciertas tareas en una
computadora”.

10
3. Sobre el contenido y la estructura del libro

En nuestro país existe una producción de estudios de buena calidad sobre sectores,
problemas específicos de crecimiento y temas de alta relevancia para el desarrollo. Es
una producción que, sin ser abundante, tampoco es particularmente escasa y muchos de
los trabajos disponibles serán citados a medida que sean utilizados. Son mucho más
escasos, en cambio, los trabajos que interpretan los resultados de los estudios desde una
perspectiva sistémica. Una perspectiva así es vital para evaluar los hallazgos en
términos de tres dimensiones: oportunidades y restricciones para el crecimiento; efectos
distributivos asociados; y demandas de reglas de juego y de políticas públicas para
aprovechar oportunidades, superar restricciones y manejar conflictos distributivos.

La tarea de escribir este libro es bastante riesgosa desde el punto de vista intelectual ya
que obliga a lidiar con temas sectoriales que a veces están bastante alejados del hábitat
natural en el que el autor está acostumbrado a moverse como especialista. Pero los
beneficios justificarán el riesgo si logramos mostrar la importancia de observar los
problemas específicos desde una perspectiva sistémica cuando se debate sobre
crecimiento, inclusión y mejoramiento institucional de la democracia. Por otro lado, si
tenemos éxito en contribuir a reforzar el debate, seguramente contaremos con la ventaja
de que los errores en que incurramos al intentar una visión sistémica serán rápidamente
identificados y corregidos.

Este libro contiene doce capítulos, agrupados, a su vez, en cuatro partes. La Parte I,
como ya se anticipó, presenta el marco conceptual que fundamenta el análisis y sirve de
apoyo para organizar todo el estudio. Consta de cuatro capítulos. Dada la importancia
que le atribuimos al enfoque sistémico, es natural comenzar explicando qué se entiende
por sistema económico y cómo se articulan, en su interior, el hardware, el software y
las organizaciones, de forma de satisfacer las funciones que la economía cumple en la
sociedad. Se le otorga especial importancia a la definición de indicadores de desarrollo
y a identificar en qué sentido la estructura productiva y las instituciones son importantes
para él.

Las Partes II, III y IV contienen el análisis de la economía argentina. La Parte II


describe y analiza el contexto. La principal pregunta que se plantea es “¿Dónde estamos
parados?” y la contesta en base a dos dimensiones. El capítulo 5 se ocupa de evaluar
nuestro nivel de desarrollo sobre la base del ingreso por habitante y sitúa al país desde
una perspectiva tanto histórica como de ubicación actual en el concierto de las naciones.
El capítulo 6 complementa la visión analizando la distribución del ingreso y, sobre todo,
el nivel de desarrollo humano alcanzado en relación con otros países. Los datos
aportados en este capítulo están pensados para actuar como referencia y punto de
partida empírico de nuestra reflexión. Se pone especial cuidado en plantear las
oportunidades que la economía argentina enfrenta hoy, así como las restricciones.

La Parte III se ocupa del hardware. La pregunta clave, aquí, es: “¿Qué recursos tenemos
y como los usamos?”. Los capítulos 7 y 8 se dedican a estudiar los recursos de que
dispone la Argentina y que actúan como los inputs que se utilizan para construir la
estructura productiva de la economía. El capítulo 7 analiza la dotación de recursos
naturales, la geografía y la población, con particular énfasis en el bono demográfico. En
cuanto a recursos naturales, se evalúa la dotación de la Argentina en relación con el

11
resto del mundo en lo que hace a tierras, energía y demás recursos. El capítulo 8 se
ocupa de tres factores que la economía resalta como determinantes clave del potencial
de crecimiento: el capital físico, el capital humano y el progreso técnico. Al abordar el
capital físico se examina la dotación con que cuenta el país respecto de su fuerza de
trabajo y su producto, las fuentes de su acumulación y su composición, incluyendo la
infraestructura. Los aspectos tecnológicos se estudian sobre la base de la noción de
productividad total de los factores (PTF). Los capítulos 9 y 10 describen la estructura
productiva, que es el componente fundamental del hardware. Se le presta particular
atención al sector transable (que exporta o compite con importaciones) ya que, en un
mundo global, buena parte de la dinámica de la incorporación de tecnología y de la
innovación está determinada por el tipo de inserción internacional de la economía. Esto
hace que la cuestión de la competitividad ocupe naturalmente un lugar destacado.

La Parte IV tiene dos capítulos y su propósito es estudiar el software en acción. Como


se mostrará en el marco conceptual, las reglas de juego o instituciones contenidas en el
software ejercen su influencia sobre la economía en la medida que son un determinante
clave de la forma que toman las organizaciones, desde los mercados al Estado. El
capítulo 11 se ocupa de dos mercados que cumplen funciones de crítica importancia en
la asignación de recursos y la estabilidad macroeconómica: el financiero y el de trabajo.
El capítulo 12, analiza el Estado y las políticas económicas que éste implementa. El
libro cierra con un capítulo destinado a reflexionar sobre las implicancias de los hechos
analizados para encauzar el crecimiento en los rieles del desarrollo de forma de
aprovechar las oportunidades que se abrieron junto con el siglo XXI.

12
Parte I

Un marco conceptual para pensar los problemas del desarrollo

13
En esta parte presentamos y discutimos la noción de sistema económico, que, desde el
punto de vista conceptual, constituye la columna vertebral del análisis de la economía
argentina que se realiza en este libro. Si bien nuestro análisis del sistema económico
incluye los aspectos que habitualmente son de interés para la economía (disponibilidad
de recursos, tecnología, mercados), su característica distintiva es la importancia que le
asigna al marco institucional y las organizaciones de la economía. En el enfoque que
utilizamos, el rol del software del sistema es tan importante como el del hardware para
explicar el desempeño económico.

Aun cuando la intención es estudiar problemas de economía aplicada, hemos dedicado


esta primera parte a presentar el marco analítico, porque una de las tesis que sostenemos
es que, en cierta medida, los fracasos en el plano de la formulación e implementación de
políticas económicas y reformas estructurales en la Argentina se deben a una pobre
comprensión de qué es un sistema económico y las funciones que cumplen las
instituciones en él. Es habitual que se tomen iniciativas orientadas a atacar problemas
particulares –desde la deficiente distribución del ingreso a la excesiva intervención
estatal– sin tomar en cuenta dos aspectos cruciales: por un lado, las consecuencias de
medidas específics sobre el funcionamiento del sistema económico como un todo y, por
otro, si están dadas las condiciones institucionales para que las autoridades puedan
hacer cumplir las normas y regulaciones asociadas con las iniciativas a implementar.

Una visión sistémica e institucional obliga a considerar que es difícil redistribuir sin
afectar el clima de inversión o la eficiencia y que también lo es liberar mercados o
introducir cambios en los derechos de propiedad sin afectar el empleo, la distribución
del ingreso y la estabilidad macroeconómica. Una visión sistémica e institucional no
implica renunciar a incluir en el análisis la equidad distributiva o el papel de la
intervención estatal, pero implica sí tomar en cuenta que la funcionalidad sistémica
importa. Y que importa, antes que nada, para evitar que los “efectos colaterales” no
deseados en el plano institucional impidan que las políticas alcancen los resultados
económicos buscados; como ocurre cuando políticas distributivas o de liberalización
agresivas terminan en crisis macroeconómicas y destrucción del crecimiento y la
inversión o cuando se introducen regulaciones sin mecanismos de monitoreo efectivo de
la corrupción.

Esta primera parte conceptual consta de cuatro capítulos. Como ya se dijo,


probablemente, un lector ansioso por estudiar los problemas específicos del desarrollo
argentino considere algo excesivo leer cuatro capítulos antes de abordar el núcleo de
nuestro interés. ¿Cuáles son los beneficios? Primero, examinar los problemas
económicos y del desarrollo dentro de un marco conceptual evita que la discusión
devenga en una mera descripción o catálogo de problemas. Un marco conceptual les da
sentido a los problemas al mostrar las conexiones y relaciones de prioridad que existen
entre ellos. Así, el lector estará en condiciones de evaluar las propuestas de política que
están en debate en la arena pública. Segundo, se trata de una inversión que se amortiza
en varios frentes: el mismo marco conceptual se puede aplicar para entender los
desafíos que enfrentan otros países, sobre todo, países emergentes. Tercero, hemos
recurrido a bibliografía muy actualizada para elaborar este marco, y quienes tengan
curiosidad intelectual van a obtener mucha información sobre cuáles son los problemas
que le interesan a la economía como ciencia en nuestros días.

14
El propósito del capítulo 1 es explicar por qué son importantes las instituciones y las
organizaciones en la economía. Se muestra por qué la actividad económica, al basarse
en la cooperación a través de la división del trabajo y la especialización, necesita de
reglas de juego (organizaciones e instituciones) que resuelvan problemas de
coordinación, motivación y ejecución.

El capítulo 2 define el concepto de “sistema económico” y explica su funcionamiento.


El centro del capítulo es un esquema (véase figura 2.1) que simboliza el sistema
económico y constituye el núcleo del marco conceptual del libro. Se espera que el lector
utilice el esquema como referencia a medida que avance en la lectura de los capítulos
destinados a examinar el sistema económico de la Argentina. Toda la exposición del
libro está estructurada sobre la base de este esquema.

El esquema describe la anatomía del sistema económico y muestra cómo se articulan


sus dos partes centrales –el hardware y el software– para generar las organizaciones
tanto públicas como privadas que se encargan de llevar adelante las funciones
económicas. Asimismo, se analiza la relación entre el desarrollo y los tres indicadores
más utilizados para evaluar el desempeño de una economía: crecimiento económico,
estabilidad y distribución del ingreso. Se presentan argumentos que indican que el
crecimiento es un criterio muy estrecho para evaluar el funcionamiento de la economía
y que es necesario complementarlo con otras consideraciones. En particular, se
introduce la noción de desarrollo humano utilizada por Naciones Unidas (2011).

Los dos últimos capítulos de esta parte se dedican a estudiar con mayor detenimiento el
software y el hardware del sistema. El capítulo 3 se ocupa del software: cómo es que las
reglas de juego del marco institucional contribuyen a dar forma a las organizaciones de
la economía. Se discuten las fallas de cooperación que aparecen cuando las
organizaciones funcionan mal. Hasta hace muy poco era común que la economía se
centrara en las fallas de funcionamiento de un solo tipo de organización: el mercado.
Sin embargo, los avances teóricos de las tres últimas décadas han dejado en claro que la
falla de mercado no es la única forma en que se expresan las disfuncionalidades
organizacionales que llevan a fallas de cooperación. En línea con esto, se analizan,
además de las fallas de mercado, las fallas de gobierno, de la organización de las
empresas, e incluso las disfuncionalidades que pueden presentar las familias en el
cumplimiento de sus actividades económicas. En el caso del hardware, el capítulo 4
pone el énfasis en mostrar cómo los factores de producción tangibles (geografía, capital,
recursos naturales y humanos) se vinculan con los intangibles (conocimiento) para
formar una estructura productiva específica. Se discuten diferentes formas de clasificar
una estructura productiva y se argumenta que es clave tomar en cuenta que, en el caso
de países con el nivel de desarrollo de la Argentina, las estructuras son heterogéneas o
“duales”: los sectores con tecnología de punta conviven con sectores de “subsistencia”
de muy baja productividad. Se dedica cierto espacio a estudiar cómo se relaciona el
crecimiento con la distribución del ingreso y con la asignación de recursos a los sectores
de la economía con diferentes niveles de productividad. Cuando existen fallas de
cooperación es difícil separar la distribución del ingreso de la asignación de los recursos
–como era la práctica habitual en economía hasta los avances teóricos más recientes– y,
por ende, crecimiento y distribución quedan íntimamente vinculados. Esto, a su vez,
crea un vínculo inseparable entre instituciones y crecimiento, ya que una función central
de las instituciones es mediar en los conflictos distributivos. Finalmente, se argumenta

15
que estos hechos crean interacciones intensas entre el plano de la economía y el de la
política: hay que resolver simultáneamente cómo crecer y qué reglas utilizar para
distribuir –y este último es un problema que se dirime, en buena medida, en el ámbito
de las instituciones y la política.

16
1. Cooperación, conflicto y organizaciones

Ya hemos anticipado que nuestro enfoque de los problemas económicos tiene dos
características básicas: es sistémico y es institucional. Es posible justificar la relevancia
de ese enfoque partiendo de la observación de una serie de fenómenos organizacionales
que están presentes en todas las economías contemporáneas. La primera sección del
capítulo describe esos fenómenos.

En la segunda sección se caracteriza a la economía como una actividad que es, antes que
nada, cooperativa y que, por ende, no está libre de conflictos. Las organizaciones
económicas surgen, justamente, para ordenar las interacciones entre agentes que, si
desean cooperar, deben encontrar la forma de manejar los conflictos de manera
eficiente. Con un diagrama se describe el proceso que lleva a la aparición de las tres
formas de organización más importantes del capitalismo actual: el mercado, las
jerarquías y las familias.

La última sección estudia cómo surge el marco institucional de la economía a partir de


la necesidad de establecer reglas de juego para las organizaciones. Se muestra que,
además de aportar modelos para las organizaciones individuales, las instituciones
económicas actúan como una malla que articula las relaciones de las organizaciones
entre sí, contribuyendo a cimentar la funcionalidad del sistema económico como un
todo.
Este análisis nos llevará a definir el sistema económico como sigue:

Un sistema económico es una estructura de organizaciones cuyo fin es


facilitar el uso de recursos y las tareas de cooperación y de manejo de
conflictos que son inherentes a las actividades económicas; esas
organizaciones se articulan a través de un marco institucional que tiene
por fin garantizar la funcionalidad de las organizaciones y de la
estructura del sistema como un todo.

Hemos adelantado la definición de sistema económico a que arribaremos con el


propósito de que el lector sepa cuál es el objetivo central del análisis que sigue. Esta
definición será utilizada en el capítulo 2 para describir la anatomía del sistema
económico.

1. Seis observaciones sobre la actividad económica en una economía moderna

La actividad económica tiene por propósito central lidiar con dos limitaciones básicas
que enfrentan las personas a la hora de satisfacer los objetivos que se proponen: la
escasez de recursos y la ignorancia. Esto es así en cualquier sociedad. Las seis
características de las economías contemporáneas que discutimos a continuación tienen
que ver con la forma específica en que nuestras sociedades enfrentan esas dos
limitaciones.

17
a. La abrumadora mayoría de las actividades que llamamos económicas son
actividades de cooperación.

La cooperación permite resolver una enorme cantidad de problemas de escasez e


ignorancia de forma más eficiente que si se lo intenta en soledad. Hay cuatro razones
básicas que motivan la cooperación:5

• Explotación de economías de escala. En muchas actividades, realizar las tareas


en cooperación rinde mayores frutos para un colectivo de agentes que si cada
agente invierte igual cantidad de esfuerzos por separado. La cooperación hace,
literalmente, que el todo sea mayor a la suma de las partes. El fundador de la
economía, Adam Smith, llamó la atención sobre el potencial que tienen la
división del trabajo y la especialización para aumentar la productividad del
trabajo.6 Nuestra sociedad ha llevado la especialización –y, por ende, la
cooperación– a niveles nunca antes observados. Contamos con entidades muy
sofisticadas, que van de las empresas productivas a las compañías de seguros y
los entes estatales.
• Beneficios mutuos del comercio. Si una persona vive en soledad, no puede
realizar intercambios; pero si vive en sociedad, puede sacar provecho de ello
para aumentar su bienestar: como los individuos tienen gustos, recursos y
habilidades diferentes, se pueden beneficiar intercambiando lo que valoran
menos por lo que valoran más. Es una forma de cooperar muy práctica que
cuando se hace rutinaria da lugar a la formación de mercados más o menos
estables. Hoy contamos con estructuras de mercado muy densas y expandidas,
como lo muestra el fenómeno de la globalización.
• Manejo de riesgos. Las personas suelen tener aversión al riesgo en el sentido de
que prefieren evitar que sus ingresos varíen de manera inesperada debido a
accidentes o fenómenos meteorológicos como las sequías. Cuando los eventos
negativos afectan de forma independiente a personas diferentes (normalmente no
todos se enferman o mueren al mismo tiempo), por la vía de la cooperación es
posible formar un fondo de asistencia mutua, explotando la ley de los grandes
números. Las economías modernas muestran una gran cantidad de estos
instrumentos: seguros de vida, de salud, contra eventos climáticos; fondos de
pensión, seguros de desempleo, etc. Sin estas formas de cooperación, nuestro
bienestar sería muy inferior; ¿qué haríamos sin seguros de salud, sean estatales o
privados?
• Compartir conocimientos. Cuando dos agentes comparten información sobre
recursos, técnicas o gustos se reducen los costos de búsqueda y generación de
esa información. Nótese que la información posee una característica muy
positiva: como cualquier bien, tiene valor porque es útil, pero, a diferencia de un

5
Véase Heath (2006), que discute en detalle las razones para cooperar . Este autor agrega una quinta
razón: la necesidad de ayuda para el autocontrol, como cuando existen problemas de alcoholismo o
ansiedad, que representan una reversión temporal de la escala de preferencias del individuo. Para evitar
dañarse debido a esa reversión, el individuo necesita de otros que lo ayuden a controlarse.
6
La productividad del trabajo se define como la cantidad de producto o valor agregado que genera cada
hombre ocupado. El valor agregado mide la “producción neta”: a la producción total se le restan los
insumos que se utilizaron y que ya estaban producidos, de forma de saber exactamente cuánto valor
generó el trabajo en la actividad de que se trate. Véase el capítulo 4. Sobre definición de productividad,
OECD (2001).

18
sándwich, puede utilizarse más de una vez sin que se gaste. Esto facilita, en
principio, la cooperación para producir la información. Como veremos más
adelante, este hecho es de crítica importancia para el crecimiento económico.
Por ahora basta con decir que buena parte de la revolución en la productividad
actual tiene que ver con el enorme crecimiento de la industria de las TIC
(tecnologías de la información y la comunicación). Sin Internet ni
computadoras, nuestro nivel de vida sería muy diferente, debido a la
imposibilidad de procesar y transmitir información.7

La creciente importancia de la cooperación en nuestra economía tiene un resultado que


es necesario remarcar: la contraparte de la mayor cooperación es una
complementariedad también creciente entre las actividades de cada segmento de la
economía. Las partes de nuestro sistema económico son funcionalmente
interdependientes. Y no sólo en el nivel nacional: detrás de la globalización están la
expansión de la división del trabajo internacional y la interdependencia financiera –que
aparece de la mano del manejo del ahorro, la inversión y el manejo de riesgos a escala
global.

b. La cooperación no discurre sin conflictos.

Los conflictos son inherentes al proceso de cooperación (Williamson, 1989). Es usual


que los agentes tengan preferencias y visiones divergentes respecto de cómo hacer las
cosas y, además, no es fácil decidir cómo repartir los beneficios producidos de forma
colectiva, realizando actividades que son complementarias. Es importante señalar,
asimismo, que en algunos casos estos conflictos aparecen no tanto por razones
asociadas con la realización de tareas comunes, sino porque es económicamente
beneficioso que los agentes involucrados se abstengan de realizar ciertas actividades.
Por ejemplo, abstenerse de sobreexplotar recursos naturales compartidos, como es el
caso de los ríos en general y de nuestro Riachuelo en particular. Pero la abstención de
una acción puede también tomar formas más sofisticadas: evitar que los países
implementen medidas proteccionistas o cambiarias para “robarle” exportaciones al
vecino, como ocurre en el Mercosur (en 1999, devaluación brasileña; en 2000,
devaluación argentina; actualmente, trabas al comercio) y también en la economía
global: en el G-20, los Estados Unidos y otros países acusan a China de mantener
intencionalmente depreciada su moneda, para maximizar sus exportaciones.8
Por ende, no sorprende que, asociado a cada uno de los motivos para cooperar antes
mencionados, haya un motivo para el conflicto:

• Explotación de economías de escala: free riding. En las tareas que implican


acciones colectivas es común que los individuos traten de no contribuir con la
parte de esfuerzo que les toca, haciendo lo que es mejor para cada uno
individualmente y no para el grupo en su conjunto.9 Esto se conoce en la
literatura sobre acción colectiva como el fenómeno del free rider o “colado”, y
explica que las organizaciones que conocemos gasten una gran cantidad de

7
Sobre economía del conocimiento véase OECD (1996) y Stiglitz (2012) para quien vivimos en la
“sociedad del aprendizaje”.
8
Sobre estos problemas globales, Naciones Unidas (2009).
9
El ejemplo más conocido es el que la teoría de juegos llamado “dilema del prisionero”. Pero hay otros
juegos que también presentan el mismo problema: el de la caza del ciervo (stag hunt) o la “tragedia de los
comunes”; véase Dixit et al. (2009). Sobre el uso de recursos comunes véase Ostrom (1990 y 2005).

19
recursos para seleccionar el personal y monitorear las tareas asignadas.
Asimismo, se invierten recursos muy valiosos para controlar que las personas no
actúen en contra de los intereses del conjunto, desde el control de la corrupción
hasta el del medio ambiente.
• Manejo de riesgos: azar moral y selección adversa. En el caso de los seguros, el
conflicto de intereses aparece por dos razones. Primero, las personas pueden
mentir sobre su condición: tomar un seguro de salud cuando ya están enfermos.
Segundo, no tomar las precauciones debidas para evitar el siniestro asegurado:
dejar de recargar el matafuego luego de tomar un seguro contra incendios. Estos
dos problemas se conocen técnicamente como “azar moral” y “selección
adversa”. En ambos casos se perjudican los intereses colectivos debido a que los
participantes colocarán su dinero en el fondo mutuo pensando que la
probabilidad del evento asegurado es menor a lo que realmente es debido a la
mala condición de algunos participantes o a conductas negligentes.10 Si todos
supieran cuál es la realidad, el costo del seguro sería más alto. Cualquiera que
haya contratado un seguro sabe que las empresas invierten mucho dinero en
averiguar la verdadera condición del asegurado y, además, obligan a cumplir con
ciertas normas de seguridad.
• Beneficios mutuos del comercio: fraude y robo. Las fuentes de conflicto aquí se
relacionan con el fraude, la violación de las promesas de pago y el robo. Los
mercados, tal como los conocemos, simplemente no podrían funcionar si no
invirtiéramos en hacer respetar los derechos de propiedad castigando el robo,
combatiendo el fraude a través de la defensa del consumidor o manteniendo
regulaciones financieras que protegen al ahorrista y establecen derechos y
obligaciones de deudores y acreedores.
• Compartir conocimientos: mentira. Para que la información pueda transmitirse y
compartirse, los agentes económicos deben decir la verdad. Toda una red de
comunicación o de producción puede simplemente colapsar si en uno de sus
nodos la información transmitida es incorrecta o si, para favorecerse, un agente
miente. De ahí que existan normas y procedimientos respecto de cómo debe
transmitirse la información, y la sociedad trata de que los individuos internalicen
códigos de ética que ponderan la veracidad. A todos nos contaron el cuento del
pastorcillo y el lobo. Hacer respetar esas normas no es simple, como bien lo sabe
quien trata de averiguar cuál es exactamente la inflación en la Argentina.

Los conflictos pueden ser muy gravosos económicamente: negociar insume tiempo y
esfuerzos y los agentes pueden recurrir a métodos de acción directa costosos para saldar
sus diferencias. Las huelgas, el lockout y las manifestaciones en defensa de intereses
específicos son habituales en nuestra experiencia económica.

c. Los procesos de cooperación y de conciliación de intereses tienen lugar, de forma


rutinaria, en el seno de organizaciones muy diversas, que presentan grados variables
de complejidad interna.11

Para comprobar este hecho basta con que el lector piense con cuántas organizaciones se
relaciona sólo para alimentarse y educarse.

10
Sobre selección adversa y azar moral, véase Dixit et al. (2009).
11
Sobre organizaciones, véanse Milgrom y Roberts (1993) y Gibbons (2009). Sobre derechos de
propiedad y normas culturales para evitar el fraude, Widick (2008).

20
En el caso de una economía capitalista hay tres formas organizacionales que se
destacan: los mercados, las empresas y el Estado; pero están lejos de reflejar la riqueza
y sofisticación organizacional que se observa en la economía actual y que surgen en
respuesta a los requerimientos de ordenar las interacciones de los agentes en el proceso
de cooperación y resolución de conflictos: existen fundaciones, entes de gobierno con
niveles variables de autonomía, sindicatos, asociaciones de profesionales, cámaras
empresarias, organismos internacionales y, por supuesto, la familia, una organización
que ha exhibido históricamente continuas mutaciones en cuanto unidad económica.
Asimismo, los mercados pueden mostrar muy distintos grados de organización formal –
desde la Bolsa hasta la venta ilegal de drogas– y las empresas pueden ser de estructura y
tamaño muy variables –desde microempresas hasta multinacionales.

d. Las organizaciones tienden a desarrollar vínculos de complementariedad que, de


forma directa o indirecta, las convierten en funcionalmente dependientes.

La interdependencia funcional surge naturalmente del hecho de que cada organización


realiza tareas especializadas en el marco de la división del trabajo. Las relaciones de
cooperación, al cristalizarse en organizaciones, hacen que el sistema económico se
estructure como una red articulada de organizaciones funcionalmente complementarias
(Arthur, 1996; Matsuyama, 1995).

Un ejercicio mental simple alcanza para comprobar la relevancia empírica de este


punto. Cuando observamos una empresa cualquiera, nos resulta claro que sin una
jerarquía interna su organización no funcionaría. Pero también es cierto que esa empresa
tampoco podría funcionar con un mínimo de eficiencia si desaparecieran los mercados
donde se abastece de insumos, trabajo y crédito o si desaparecieran los medios de pago
que utiliza para realizar transacciones. De hecho, los medios de pago son emitidos por
dos organizaciones muy sofisticadas –el Banco Central y los bancos comerciales– cuya
tarea primordial no es producir sino facilitar los vínculos entre organizaciones distintas.
Las relaciones que priman en los vínculos entre organizaciones son de
complementariedad y no de sustitución: sería letal para el funcionamiento del sistema
económico que desaparecieran los bancos, o que el dinero no fuera confiable Para tener
una idea de lo que ocurre cuando el dinero no es confiable alcanza con recordar la brutal
caída en los ingresos que usualmente acompaña los episodios de hiperinflación o las
crisis financieras– (véase el capítulo 5, que ilustra este punto para la Argentina).

En gran medida, el sistema está organizado como una red que no puede prescindir de
una de sus partes sin perder una gran cantidad de eficiencia. Las redes son muy
ventajosas porque tienen la particularidad de generar rendimientos crecientes por la vía
de la complementación entre sus parte, pero también aumentan la vulnerabilidad en la
medida que la falla en una parte se ramifica en todo el sistema. Es algo similar a lo que
ocurre cuando el sistema eléctrico colapsa y se recurre a generadores individuales, de
costos unitarios mucho más altos.

e. Tanto las organizaciones como las vinculaciones entre ellas están regidas por un
conjunto de instituciones económicas o reglas de juego básicas.

Un sistema económico no puede prescindir de un conjunto de normas jurídicas básicas


que definan de manera general derechos, obligaciones y formas procesales para ordenar
la negociación y los vínculos entre agentes económicos. Son normas de aplicación

21
general a todas las organizaciones e individuos y que definen lo que se permite, se
prohíbe o se requiere en las actividades económicas en lo relativo a la cooperación y al
conflicto de intereses.

No existen economías en el mundo que funcionen sin definir derechos de propiedad (sea
esta privada, cooperativa o pública), normas sobre relaciones del trabajo, contratos y
procedimientos de resolución de controversias (como la Ley de quiebras). Asimismo, se
observa que, cuanto mayor es el nivel de desarrollo alcanzado por la economía, mayor
es la sofisticación de las instituciones económicas que la rigen. Se definen nuevos
formatos o modelos organizacionales para sociedades anónimas, sociedades sin fines de
lucro y entes del gobierno, así como reglas muy especializadas para la organización de
mercados específicos (Bolsas, mercados concentradores). Los modelos de organización
básicos, además, se suelen complementar con regulaciones particulares que buscan
adaptar los formatos a los requerimientos de actividades muy especializadas; por
ejemplo: Ley de entidades financieras y Carta Orgánica del Banco Central. Por otra
parte, en la práctica, las normas formales se complementan con normas informales que
también influyen sobre el funcionamiento de la organización. Son reglas de
comportamiento económico que los agentes se autoimponen, como las convenciones,
los usos y costumbres y las buenas conductas que tienen por propósito cimentar una
reputación; por ejemplo: los códigos de ética, la noción del buen hombre de negocios,
etc.

En línea con estos desarrollos observados en la economía moderna, la teoría económica


actual concibe a las instituciones económicas como un conjunto de normas formales e
informales establecidas por los agentes que influyen sobre el comportamiento de los
individuos en las organizaciones, las relaciones entre esas organizaciones y el sistema
económico como un todo.

Una aclaración: las instituciones son las reglas de juego y no los jugadores (North,
(1995); Aoki (2001), . Esto resulta motivo de confusión, porque en el lenguaje común
usamos las palabras “institución” u “organización” para referirnos tanto al régimen de
reglas de juego como a los jugadores que utilizan esas reglas para organizar sus
actividades; pero en economía se los distingue. Así, el formato organizacional (reglas
de juego que ordenan la interacción) es una cosa y la organización (conjunto de
individuos que aportan los recursos y conocimientos técnicos necesarios en la tarea de
cooperar para alcanzar los objetivos buscados), otra. Por ejemplo: la “sociedad
anónima” como forma organizacional es una institución, pero una sociedad anónima
como YPF es una organización: además de estar estructurada en base a reglas jurídicas
argentinas, esa empresa tiene recursos, conocimientos expertos, una reputación, etc.12

f. Las instituciones económicas funcionan bajo la égida de una superestructura de


instituciones políticas formales, que tienen en la cúspide la Constitución nacional.

Fuera del caso particular de las normas informales, aquellas que conforman el marco
institucional de la economía actual requieren de autoridades externas que las diseñen,

12
En la práctica, en economía se utilizan como sinónimos “forma organizacional” y “organización” o
“institución” –al igual que en el lenguaje común–, de forma que hay que estar atento al contexto para
comprender el significado. Sobre instituciones en economía, véanse Wydick (2008) y Dixit et al. (2009).
Aplicaciones muy interesantes a los problemas del desarrollo económico mediante un enfoque de juegos
pueden encontrarse en Wydick (2008).

22
las promulguen, las hagan cumplir y provean medios judiciales para la solución de
controversias específicas. Las instituciones, en este sentido, son tributarias de la política
y, por supuesto, es también fácil comprobar que esto es una fuente de nuevas
dificultades y conflictos per se: las instituciones políticas no pueden hacer cumplir las
reglas sin autoridad, pero la delegación de autoridad genera la posibilidad de que el
gobierno abuse del poder que se le delegó, para sacar ventajas económicas o políticas,
haciendo peligrar las actividades que debe proteger. Así, en las economías que
conocemos es frecuente que el Estado utilice la capacidad de coerción que le asigna la
sociedad para recaudar impuestos con fines no deseados por la sociedad. Esto
típicamente desincentiva el esfuerzo, la inversión y la confianza. La cuestión de los
procedimientos de control de la autoridad pertenece al plano de la política pero no por
eso deja de ser un factor determinante del desempeño de la economía.13

2. Cooperación, conflicto y reglas de juego

Se desprende de lo anterior que organizar la cooperación y manejar los conflictos son


los dos hechos esenciales que dan lugar a la formación de organizaciones y, en última
instancia, de las instituciones y los sistemas económicos que conocemos. Para que la
cooperación tenga sentido económico, los costos de organizarla deben ser menores a los
beneficios extra que reporte. Las tareas básicas en este sentido son: la negociación, la
coordinación y la motivación. Por lo tanto, un componente esencial de la cooperación
será la búsqueda de instrumentos para minimizar los costos de realizar esas tres tareas.
Las organizaciones y las instituciones son instrumentos que pueden cumplir esa función
con eficacia, de modo que no sorprende que sean omnipresentes en las economías
actuales, que han llevado la división del trabajo y la especialización a límites nunca
antes vistos.

El diagrama de la figura 1.1 permitirá establecer con mayor precisión cómo son los
caminos que van de la cooperación y el conflicto a las organizaciones y las
instituciones. El diagrama muestra que todo proceso de cooperación entre las partes
comienza con una negociación. El propósito de esa negociación es elegir un modelo de
organización para las tareas colectivas.14 El modelo deberá adaptarse a los objetivos de
la cooperación, especificar cómo se coordinarán las tareas para conseguir esos
objetivos, y establecer pautas respecto de cómo se remunerará el esfuerzo de cada uno
de forma de motivar la participación (ya que los intereses de cada una de las partes no
necesariamente estarán alineados).

Los esquemas de coordinación deberán garantizar que quienes participan estén


informados de cuál es su tarea y que los sistemas de comunicación entre las partes y de
procesamiento de datos funcionen correctamente. Las decisiones sobre remuneración
del esfuerzo tendrán obvios efectos en la distribución de la torta de beneficios y,
además, afectarán la eficiencia del emprendimiento: la remuneración esperada es
normalmente el incentivo más importante entre los que llevan a los agentes a colaborar
de manera adecuada en las tareas colectivas de la organización . Si las partes llegan a un

13
Sobre jerarquía institucional, véase Aoki (2001); Ostrom (2007) y sobre la relación entre economía y
política Drazen (2000).
14
Las referencias básicas sobre las cuestiones de esta sección son Milgrom y Roberts (1993) y
Williamson (1989).

23
acuerdo sobre qué modelo de organización utilizar para coordinarse, pero algunos
agentes tienen pocos incentivos para seguir las reglas de la organización o la
información no fluye correctamente, el resultado será una falla de cooperación: las
tareas colectivas no llegarán a buen puerto debido a que los agentes harán su parte
deficientemente.

Figura 1.1. Cooperación, conflicto y reglas de juego

Cooperación Conflicto

Negociación

Marco
Institucional Modelo de
Organización Recursos
• Jerarquías Económicos
• Mercados
• Familias

Coordinación Motivación

Incertidumbre
Ejecución

Resultados

24
Como la negociación sobre cómo organizarse abarca varias dimensiones de las
interacciones que se producen en el proceso de cooperar, los costos en pérdida de
tiempo y recursos serían enormes si hubiese que comenzar a negociar desde cero cada
vez que se hace necesario realizar actividades conjuntas. Por fortuna, hay una razón
esencial por la que esto normalmente no ocurre: las actividades económicas son
repetitivas y/o se parecen unas a otras y, en consecuencia, se prestan al desarrollo de
reglas que pueden utilizarse como modelo y aplicarse como guía del comportamiento en
situaciones que son similares, evitando nuevas negociaciones. Las reglas para
organizarse se pueden desarrollar tanto a partir de la práctica –de manera informal–
como a partir de estructuras diseñadas especialmente y que se corporizan en las rutinas
de la organización (Kreps, 1990; Gibbons, 2000). Los modelos de organización
resultantes tienen un enorme valor económico y pasan a formar parte del stock de
conocimientos de la sociedad. Buena parte de la riqueza de conocimientos de la
“sociedad del aprendizaje” de la que habla Stiglitz (2012) esta constituido por los
modelos de cómo organizarse. Es importante considerar, por otra parte, que no todos los
modelos de organización están codificados; existen conocimientos tácitos, que se
expresan y aprenden sólo a partir de participar en la organización (véase Polanyi, 1966,
sobre conocimiento tácito).

No existe un solo modelo organizacional que tenga validez universal. Esto es así porque
los problemas organizacionales no son independientes del contexto específico en el que
ocurren y muchos cambios evolutivos son irreversibles.15 Como consecuencia, el
proceso de conformación de un modelo de organización suele mostrar lo que se conoce
como “path-dependence” (Arthur, 1996; David, 1985) o dependencia de la trayectoria:
el resultado final del proceso está en función del sendero recorrido para llegar a él. Así,
cuando dentro de una organización se decide encarar un problema de coordinación o
motivación de una forma y no de otra, esa decisión determina en buena medida, a su
vez, qué opciones estarán disponibles en el futuro y cuáles no. Esto limita los grados de
libertad para elegir el modelo de organización.

Cuando el modelo organizacional elegido se convierte en una organización en


funcionamiento, el problema de cooperación/conflicto se transforma en un problema de
coordinación/motivación que se resuelve de forma rutinaria en el día a día, sin tener que
invertir costosos recursos en negociar antes de actuar. Como es inherente a una rutina
generar repetición y estabilidad, cuando se logra establecer una situación así, se dice
que se ha logrado un equilibrio cooperativo: las decisiones de cada uno serán
consistentes con las del resto y el resultado observado de la interacción será el esperado
por cada uno. Nótese que esto requiere no sólo que un actor se atenga a las reglas
formales e informales de la organización y las tome como dadas, sino también que ese
actor anticipe que el resto de los actores hará lo mismo.16 Cuando esto efectivamente

15
Véanse, sobre este punto, Gibbons (2000) y Greif y Kinston (2001).
16
Técnicamente, estos intercambios se pueden representar, por ejemplo, como interacciones habituales
(juegos repetidos) entre los agentes. Para que las reglas cumplan su función, los compromisos, las
promesas y las amenazas asociados a las reglas deben ser creíbles. Sólo si lo son podrán influir en la
conducta de los agentes en el sentido esperado. Las reglas pueden ser creíbles por tres razones diferentes:
a los agentes puede convenirles atenerse a ellas porque están naturalmente en línea con sus intereses;
puede ocurrir que lo hagan por una convicción ética (el deber ser) o siguiendo una costumbre aun cuando
deban actuar en contra de sus preferencias; o puede ser el caso que exista una autoridad con capacidad de
castigar de manera efectiva a quienes se apartan de las normas. Por supuesto, lograr la credibilidad de las
normas tiene costo cero o muy bajo en el caso en que los autores se autoimponen la norma por
conveniencia o convicción y es muy caro cuando se requieren tribunales y un poder de policía. Estos

25
ocurre, los actores establecen sus estrategias tomando en cuenta las del resto de los
actores y, de esta forma, las reglas de juego actúan al mismo tiempo como restricciones,
mecanismos de coordinación e información y fuentes de incentivo.

Concebir a la organización en términos de un equilibrio cooperativo no implica, sin


embargo, ignorar los fenómenos de desequilibrio: por un lado, los modelos de
organización “se descubren” a partir de un proceso de aprendizaje y durante ese período
habrá falta de coordinación entre las decisiones; por otro lado, los shocks
(desequilibrios macroeconómicos; nuevas tecnologías, conflictos políticos; crisis
financieras) que afectan el “habitat” producen desequilibrios organizacionales que crean
la necesidad de cambiar el modelo. Por supuesto, en la medida que las empresas
quiebran y los Estados desaparecen, nada garantiza que los intentos de adaptar el
modelo luego de un shock llevarán a buen puerto; a un nuevo equilibrio cooperativo. Al
analizar la economía argentina tendremos oportunidad de brindar ejemplos de cómo las
interacciones entre la organización y su hábitat pueden dar lugar a desequilibrios en los
esquemas de negociación, coordinación y motivación de magnitud tal que, a largo
plazo, devienen en serios obstáculos para el desarrollo organizacional tanto de las
empresas como del Estado.

En términos muy abstractos, es posible clasificar los modelos de organización sobre la


base de las tres categorías que aparecen en el rectángulo central de la figura 1.1: el
mercado, las jerarquías privadas o públicas y las familias. Estos modelos se diferencian
por las reglas que utilizan para resolver los problemas de coordinación y motivación y,
por lo tanto, producen equilibrios cooperativos con características diferentes. En cuanto
a la coordinación, las jerarquías y las familias se basan en esquemas que centralizan las
decisiones, al contrario de lo que ocurre en los mercados, donde las decisiones las toma
cada agente de manera descentralizada. En lo relativo a motivación, mientras el
mercado confía la tarea a los precios y el afán de lucro individual, los mecanismos
motivacionales utilizados en las jerarquías son muy variados. Abarcan desde el motivo
de lucro y la carrera dentro de una empresa hasta los incentivos burocráticos en la
administración pública. La familia es muy especial en este sentido, ya que los agentes
con poder de decisión (típicamente, los padres) no actúan sólo en función de sus
preferencias, y toman en cuenta e internalizan los intereses de otros miembros (hijos y
otros dependientes). O por lo menos así lo hacen en la mayor parte de los casos.

Más allá de la clasificación anterior, hay que considerar que hay también grandes
diferencias entre los equilibrios cooperativos creados por cada tipo específico de
mercado, jerarquía y estructura familiar. Cada uno de estos modelos de organización
cambia para adaptarse al contexto y la función que cumple. Pero aun así, ni las
jerarquías, ni los mercados, ni las familias solucionan los problemas de coordinación,
motivación y ejecución de manera ideal, a pesar de que es razonable suponer que los
agentes económicos tratarán de elegir una forma de organizarse que minimice los costos
de resolver esos problemas. Ya hemos mencionado, no obstante, que los equilibrios
cooperativos no están garantizados y que pueden aparecer fallas de cooperación;
situaciones de desequilibrio organizacional. Como la cooperación se organiza a través
de diferentes modelos, es lógico que haya diferentes tipos de falla organizacional: si
bien la economía siempre enfatizó las “fallas de mercado”, en las economías modernas

temas están planteados de forma muy clara en el excelente libro de Dixit et al. (2009). Para una visión
más avanzada sobre el origen de las reglas de juego, ver Kreps (1990).

26
es posible detectar también “fallas de gobierno”, “fallas de la empresa” y “fallas de la
familia”.

En muchos casos, las fallas se pueden enmendar mediante la intervención del Estado
por la vía de políticas públicas y regulaciones. Desde este punto de vista, las políticas
públicas son instrumentos para mejorar la acción colectiva en casos especiales en que
no pueden utilizarse los esquemas de negociación, coordinación o motivación que
proveen los mercados, las jerarquías privadas y las familias. Sin embargo, el sector
público mismo es una organización jerárquica, que muestra sus propios problemas,
como la corrupción o el oportunismo político. Únicamente una visión en extremo
ingenua de la naturaleza humana o la ignorancia respecto del rol de los problemas de
conflicto, coordinación y motivación pueden llevar a pensar que un solo tipo de
organización, sea el mercado, sea el Estado, podría resultar óptima para solucionar
todos esos problemas.

Como muestra la figura 1.1, una vez solucionados los problemas de coordinación y
motivación, las decisiones deben ejecutarse. La ejecución, sin embargo, puede no llevar
a los resultados buscados. La dificultad mayor en relación con esto es la existencia de
incertidumbre. Como ya dijimos, además de la escasez, la acción humana está limitada
por la ignorancia. En un mundo incierto siempre pueden ocurrir eventos que no estaban
en los planes de nadie. Al diseñar mecanismos de coordinación y motivación es muy
difícil prever todas las contingencias que podrían ocurrir. Y aun si ello fuera posible,
podría ser muy caro escribir un contrato que tomara en cuenta qué deberían hacer las
partes ante cada contingencia.

La incertidumbre puede tener su origen en dos tipos de causas: naturales (ejemplo: el


clima, un desastre natural) o estratégicas, relacionadas con el comportamiento de los
agentes. Este segundo tipo de incertidumbre se origina en la falta de certeza respecto de
cómo se comportarán los agentes al interactuar entre sí (véase Dixit, 2009). Y está claro
que es tan importante saber si va a llover como anticipar correctamente si los deudores
honrarán sus deudas o si el Estado respetará las reglas de juego.

Por supuesto, puede haber múltiples razones por las que alguien se comporte de forma
inesperada: equivocaciones, desinformación, mala fe, etc. La incertidumbre natural es
inherente al entorno físico dentro del cual el hombre actúa; la incertidumbre estratégica
es inherente a la condición social del hombre: Robinson Crusoe, solo en su isla, debía
enfrentar únicamente la incertidumbre asociada con la Madre Naturaleza. No contaba
con las ventajas de la cooperación, pero al menos no debía lidiar con los conflictos e
incertidumbres asociados con ella.

Al evaluar el papel de la incertidumbre es importante considerar, sobre todo en el caso


de las jerarquías, que puede mediar un largo camino entre la decisión y la ejecución, y
en cada etapa de ese camino pueden aparecer oportunidades no previstas para que el
ejecutor obre de acuerdo con sus intereses y no en función del interés de la organización
en que participa; este es el problema que en economía se conoce como el de “el agente y
el principal” (véase Milgrom y Roberts, 1993). “El agente” es a quien se contrata para
que haga la tarea y “el principal”, el interesado en que la tarea se ejecute según lo
pactado.

27
La distancia entre decisión y ejecución, en cambio, suele ser menor en el caso del
mercado: una vez que se llegó a un acuerdo, está en el interés de las partes realizar la
transacción lo más rápido posible y normalmente hay muy pocos pasos que cumplir.
Aunque, por supuesto, esto no es así en las transacciones de mercado que se expanden
en el tiempo o establecen un seguro, como en el caso de un crédito, un contrato de
provisión a largo plazo o un seguro de salud. De hecho, por este motivo resulta mucho
más difícil desarrollar los mercados de ese tipo de productos. Hay mercados de verdura
en todos lados, pero en muy pocos países hay mercados de crédito y seguros plenamente
desarrollados.

Como la economía puso mucho énfasis en un principio en estudiar los mercados más
que las jerarquías, y los mercados de transacciones instantáneas más que los de
transacciones a lo largo del tiempo y los financieros, se creó la tradición en la disciplina
de identificar decisión con acción. Sólo recientemente se ha puesto el énfasis en los
problemas de ejecución de las decisiones y las relaciones agente-principal. Por ello, aún
es fuerte el hábito de identificar decisión con acción, dejando de lado las complejidades
de la ejecución o implementación. Esto se aplica particularmente a las discusiones sobre
política económica, en las que el Estado actúa como el agente en representación de la
sociedad, que es el principal (veáse Drazen, 2000; Ostrom, 2007).

Los argumentos que estamos presentando sugieren que una buena parte del esfuerzo
creativo del emprendedor y del cuerpo de dirección se concentrará en buscar el mejor
modelo de organización y adaptarlo a las demandas de coordinación, motivación y
ejecución del emprendimiento específico de que se trate y que las decisiones de esos
agentes estarán siempre bajo la amenaza de resultar equivocadas debido a la
incertidumbre, tanto natural como estratégica.

De aquí se desprende que, cuanto más alta sea la calidad del “stock” de reglas de juego
–de modelos organizacionales– que la sociedad ponga a disposición de sus agentes
económicos, mayor será la probabilidad de que sus organizaciones sean de calidad, de
tal forma que los problemas de cooperación y conflicto se manejen con eficiencia,
poniendo a los agentes en mejor posición para explotar cooperativamente los recursos
materiales que tengan a su disposición. Como veremos más adelante, esto es
particularmente así cuando se trata de acotar la incertidumbre estratégica. El stock de
reglas al que estamos haciendo referencia es, justamente, lo que la ciencia económica
actual define como el marco institucional de la economía y que nosotros hemos
representado en la figura 1.1 mediante el rectángulo punteado sobre la izquierda. Está
claro que no podríamos realizar ninguna evaluación precisa respecto de la capacidad de
una sociedad para generar riqueza si conociéramos sus recursos materiales pero no
supiéramos qué calidad tiene su marco institucional y organizacional. En el capítulo que
sigue estudiaremos la anatomía del sistema económico con la intención de aclarar cómo
se dan las interacciones entre el software institucional, las organizaciones y el uso de los
recursos materiales del hardware.

28
2. Anatomía del sistema económico y desarrollo

Una vez identificados los vínculos que van de la cooperación y el conflicto a las
organizaciones y las instituciones, analizaremos ahora más detenidamente la forma que
adquieren esos vínculos en los sistemas económicos de la actualidad. Utilizaremos
como guía un esquema que representa la anatomía del sistema económico. El esquema
retoma los conceptos de software y hardware presentados en la introducción y muestra
cómo el software contribuye a estructurar las organizaciones económicas de forma que
la sociedad pueda extraer un mayor excedente utilizando cooperativamente los recursos
del hardware.

El capítulo está dividido en cinco secciones. La primera presenta el esquema del sistema
económico y las dos siguientes analizan sus principales componentes. La cuarta sección
explica cómo interactúan el software, el hardware y las organizaciones en el proceso
económico. La última sección está dedicada a discutir los criterios para evaluar el
desempeño de una economía, con especial énfasis en la noción de desarrollo humano
utilizada por las Naciones Unidas.

1. Esquema del sistema económico

El diagrama de la figura 2.1 brinda una visión estilizada de la anatomía del sistema
económico. El rectángulo de línea llena que enmarca a todo el diagrama simboliza el
sistema económico. Dentro de ese rectángulo aparecen, a su vez, dos rectángulos de
línea punteada que representan el hardware y el software. Estos actúan como soporte de
las tareas especializadas y complementarias que forman parte de las actividades
económicas que se realizan en el seno de organizaciones. El conjunto de las
organizaciones del sistema económico está representado por la forma geométrica de
contorno irregular que se encuentra en el centro de la figura 2.1. El propósito
fundamental del esquema es mostrar cómo se articulan el software y las organizaciones
de la economía para permitir que los recursos contenidos en el hardware puedan ser
utilizados en la consecución del desarrollo humano.

29
Figura 2.1Anatomía del Sistema Económico

Hardware Geografía

Recursos Naturales Capital Físico


Estructura Productiva
Recursos Humanos Conocimientos

Organizaciones Crecimiento
Organizaciones
Organizaciones Privadas Desarrollo
Distribució
istribución
Públicas Cooperació
Cooperación Humano
Conflicto
Mercados Estabilidad
Familias

Software Régimen de políticas públicas Formatos organizacionales

Derechos de propiedad Contratos Formales


Marco Institucional
Regulaciones de la Economí
Economía Contratos Relacionales

Base Jurídica Pautas Cultural es

Si bien el objetivo de la cooperación económica es producir un excedente por encima de


lo que cada agente podría conseguir por sí solo, maximizar el crecimiento del excedente
o valor agregado no es el propósito último del sistema económico. Ninguna sociedad
actual evalúa su desempeño sólo en base a un indicador de crecimiento. Como muestran
las tres flechas que aparecen sobre la derecha de la figura 2.1, además de la tasa de
crecimiento también se utilizan, como mínimo, indicadores de estabilidad y
distribución. La estabilidad es central pues de nada serviría maximizar el crecimiento si
el proceso no pudiera sostenerse en el tiempo. La distribución es relevante, a su vez,

30
porque si existiera gran desigualdad o altos niveles de pobreza, el crecimiento no sería
inclusivo y, por ende, no sería funcional para promover el desarrollo humano.17

Generar crecimiento inclusivo es particularmente arduo cuando la estructura productiva


es muy heterogénea. En los países emergentes es usual que exista un sector formal y
otro informal y no necesariamente el crecimiento beneficia a todos por igual. Es
frecuente observar procesos de mejoras en el bienestar que van acompañados de
incrementos en la desigualdad debido a que, si bien el crecimiento posibilita aumentos
salariales en el sector formal, no se crean al mismo tiempo empleos de calidad
suficientes como para absorber trabajadores del sector informal o de subsistencia. En
una sociedad democrática, cuando el proceso de crecimiento es no inclusivo, la
probabilidad de que no resulte sostenible aumenta: la exclusión provoca conflictos
sociales y políticos que terminan afectando la estabilidad macroeconómica, retardan el
mejoramiento de la calidad mano obra y debilitan los incentivos para la inversión
productiva. La cuestión se discute en la última sección de este capítulo y se explica por
qué es útil recurrir, además de los indicadores tradicionales de crecimiento, estabilidad y
distribución, a la noción de desarrollo humano de las Naciones Unidas, un criterio
universalmente utilizado para evaluar el grado de desarrollo.

2. Hardware

Como ya vimos, la actividad económica enfrenta dos restricciones básicas: la escasez


material y la incertidumbre o ignorancia respecto de las condiciones del entorno y de
cómo operar sobre él. De aquí que en el rectángulo del hardware que contiene los
recursos de la economía no sólo aparecen los recursos humanos y materiales –el capital
físico y los recursos naturales– sino también el stock disponible de conocimiento
(información y tecnología). Asimismo, en el caso de los recursos humanos nos
interesará saber con qué capacidad para procesar conocimientos y aprender de la
experiencia cuentan los agentes. Estos recursos, al combinarse dentro de un espacio
económico o geografía, dan lugar a la formación de una estructura productiva
específica, representada en la figura 2.1 por el rectángulo de línea más gruesa situado en
el centro del área correspondiente al hardware. Los recursos disponibles y la estructura
productiva existentes en cada momento son el resultado de la trayectoria seguida por la
economía en el pasado. Como no se pueden modificar instantáneamente, esos elementos
fijan los límites materiales de la actividad económica.

Históricamente, la teoría privilegió el análisis de la restricción de escasez material y, en


consonancia con ello, la economía se definía como el estudio acerca de cómo asignar
esos recursos materiales escasos a usos alternativos. Se le daba relativamente menos
importancia al factor conocimiento, aunque es cierto que Adam Smith (1958) enfatizó el
rol de la división del trabajo, que coloca en el cuadro la cuestión de la organización y la
tecnología. La mayor disponibilidad de capital físico o de recursos naturales mejora el
bienestar, pero mientras el capital puede producirse a partir del trabajo humano, no es
ese el caso de los recursos naturales, algunos de los cuales son renovables (como la

17
Los organismos internacionales suelen utilizar la noción de “crecimiento inclusivo”, cuyo objetivo es
complementar las mediciones tradicionales con indicadores de la igualdad de oportunidades en el acceso
a mercados, regulaciones y recursos. Véase Banco Mundial (2009); Ianchovichina y Lundstrom (2009);
International Policy Center for Inclusive Growth (2011).

31
tierra utilizada en la agricultura) y otros, no (como los combustibles fósiles o los
minerales).

El capital físico está conformado por bienes que se utilizan en la producción. En las
estadísticas se consideran los rubros “maquinaria y equipo”, “construcciones” (civiles e
infraestructura)” y “acumulación de stocks”. Para contar con capital es necesario,
obviamente, no consumir todo lo que se produce: se necesita ahorrar para estar en
condiciones de invertir en bienes de capital. De ahí que Smith afirmara que el ahorro es
la base de la riqueza de las naciones. La intensidad de la inversión se suele medir en
base al coeficiente de inversión (proporción invertida del PBI). ¿Qué ocurre si un país
desea invertir en bienes de capital y no cuenta con ahorro suficiente? En ese caso, debe
endeudarse en el exterior y ello se reflejará como un déficit de cuenta corriente
financiado con ahorro del resto del mundo. Por supuesto, esto supone que el resto del
mundo está dispuesto a prestar y no necesariamente ello es así: a veces los extranjeros
no tienen confianza o encuentran demasiado bajo el rendimiento y no prestan. Por otra
parte, si un país invierte menos de lo que ahorra, tendrá un superávit de cuenta corriente
y ello implica que le estará prestando al resto del mundo. Esto es de crítica importancia
para comprender los desafíos que enfrenta la Argentina. Nuestro país, como veremos,
pasó de generar déficit de cuenta corriente en los noventa a generar superávit en la
década de los dos mil y ello contribuyó a estabilizar la economía. Lamentablemente, ese
superávit en la actualidad se está evaporando, de la mano del creciente gasto en energía
importada (véase Parte III).

Como los recursos naturales no son reproducibles, su precio depende mucho de la


demanda. Cuando esta sube, el precio tiende a subir y produce rentas extraordinarias.18
Hoy, gracias al elevado crecimiento de China e India –grandes demandantes de materias
primas como soja y cobre–, América del Sur se está favoreciendo con este tipo de rentas
(Sinnot et al., 2010; Izquierdo y Talvi, 2011). Estas rentas se expresan en aumentos en
los términos del intercambio, que es la relación entre los precios de la canasta de
exportaciones (que subieron) y la canasta de importaciones (que no subieron o subieron
menos). Podría parecer que para disponer de recursos naturales no hace falta ahorrar
pues se trata de bienes no producidos y que, por ende, no reclaman ahorro. Sin embargo,
esto no es enteramente así: averiguar dónde están los recursos y extraerlos demanda
inversión en exploración e infraestructura. Asimismo, muchos de los recursos naturales
que hoy utilizamos tienen incorporadas tecnologías sofisticadas que, por ejemplo, los
transforman genéticamente. El desarrollo o adquisición de esas tecnologías demanda la
inversión de una parte de los ahorros de la sociedad. Este punto es básico para
comprender lo que está ocurriendo en la agricultura y en el sector energético en la
Argentina. Como veremos en la tercera parte, ha habido una revolución tecnológica en
agricultura y una aguda falta de inversión en exploración en gas y petróleo, que se está
reflejando en un desbalance creciente en la balanza energética.

La dotación de recursos humanos contenidos en el hardware depende de dos elementos


fundamentales. El primero es la demografía, que es un determinante central del tamaño

18
Estas rentas suelen llamarse ricardianas, por haber sido descubiertas por David Ricardo. En sentido
estricto, en el caso de los recursos naturales hay que distinguir entre estas rentas y las de Hotelling. En
nuestro estudio dejaremos esto de lado ya que no hilaremos tan fino. Sobre recursos naturales, véase
Banco Mundial (2011b) y Lederman y Maloney (2007).

32
y las características de la fuerza de trabajo o población económicamente activa (PEA)19.
El segundo elemento es el nivel de calificación de las personas que componen la PEA.
Dos países pueden tener idéntica cantidad de trabajadores y una capacidad productiva
muy diferente si la mano de obra tiene niveles dispares de capacitación. Para reflejar
este punto, la economía utiliza el concepto de capital humano (véase Psacharopoulos y
Patrinos, 2004).

Las variables esenciales que influyen sobre el capital humano son la educación, la salud
y la experiencia: la mano de obra es más productiva cuanto más educada y saludable y
cuanto más aprende a través de su experiencia en el proceso productivo. En parte, la
acumulación de este tipo de capital obedece a motivaciones pecuniarias, pero las
políticas públicas (salud, educación), las iniciativas de instituciones sin fines de lucro y
el comportamiento de las familias también son muy importantes. Un punto a destacar es
que el nivel de capital humano determina la inversión mínima necesaria no sólo para
mantener ese nivel sino, incluso, para que las nuevas generaciones puedan utilizar las
tecnologías existentes. Un niño que no lee encontraría muy difícil desenvolverse en la
sociedad moderna así como utilizar las tecnologías heredadas de sus padres. Lo mismo
le pasaría a un país que no mantuviera el paso con el resto del mundo y se atrasara en su
educación. Las formas más habituales de medir el capital humano de una sociedad son
la esperanza de vida y el promedio de años de escolarización alcanzados por la
población. También se utilizan indicadores como la incidencia de las enfermedades
típicas del subdesarrollo, la tasa de analfabetismo, y los niveles de cobertura del nivel
primario, secundario y universitario. Los indicadores de capital humano en la Argentina
serán revisados en la tercera parte del libro.

En lo relativo a la demografía, las variables relevantes son la cantidad de población, su


composición y su tasa de crecimiento. La evolución de estas variables influye sobre dos
determinantes clave del crecimiento: la oferta de trabajo disponible en cada momento y
la tasa de dependencia20. Hay que considerar, no obstante, que las variables
demográficas evolucionan de manera conjunta dentro de un proceso de largo plazo que
se conoce como transición demográfica. Esta transición se asocia con la
industrialización y la urbanización y en las primeras sociedades que la experimentaron
el proceso duró cerca de un siglo. Con posterioridad la transición se aceleró y hoy se
desarrolla en unas pocas décadas.

A lo largo de la transición demográfica la sociedad pasa de una situación de altas tasas


de natalidad y mortalidad a otra en que ambas tasas muestran valores bajos. La
natalidad y la mortalidad, sin embargo, no bajan de manera coordinada durante el
proceso y ello determina que la transición pase por distintas etapas. En una primera
etapa, cuando las sociedades disfrutan de incrementos en la productividad –debido, por
ejemplo, a la industrialización– mejoran las condiciones de vida, la mortalidad se reduce
y ello incrementa la tasa de crecimiento poblacional. Bajo tales circunstancias acumular
recursos se hace bastante arduo: como hay muchos niños por hogar, la tasa de
19
La PEA incluye tanto a los ocupados como a los desocupados y excluye a los inactivos: niños, jóvenes
que no están en edad de trabajar, ancianos y personas que voluntariamente deciden no participar en el
mercado de trabajo.
20
Esta tasa se define como la razón entre la población entre 0 y 14 años y de más de 65, por un lado, y la
población entre 15 y 64 años, por otro. Cuanto más alta esta tasa, mayor el peso de la población no activa
sobre la activa. Sería mejor utilizar la PEA en vez de la población entre 15 y 64 años en este indicador,
pues puede haber muchos inactivos voluntarios, pero por simplicidad esta variable se usa menos. Sobre
esto y otras cuestiones técnicas ver Naciones Unidas (2004) y Lee y Mason (2011)

33
dependencia es alta y es difícil ahorrar e invertir en educación. Esta etapa, no obstante,
es seguida por otra en que la tasa de natalidad se reduce marcadamente, lo que da lugar
a lo que se llama “dividendo o bonus demográfico” (Naciones Unidas, 2004). La caída
en la tasa de natalidad se traduce en un aumento en la relación entre la población que
está en condiciones de trabajar y la que no, en un contexto en que aún es baja la
proporción de ancianos. Esto favorece el crecimiento no sólo porque aumenta la oferta
laboral, sino también porque al caer la tasa de dependencia dentro de los hogares se
facilita el aumento del ahorro y de la inversión en el capital humano de los niños. Si el
ahorro se invierte correctamente, la productividad y la riqueza aumentan. A medida que
pasa el tiempo, no obstante, al ser más alta la expectativa de vida, la población envejece
y la tasa de dependencia, después de tocar un mínimo, comienza a crecer debido ahora a
la creciente cantidad de ancianos dependientes. Esto es lo que da lugar al fin del período
del dividendo. La ventana de oportunidad para el crecimiento, caracterizada por la alta
participación en la fuerza de trabajo y el alto ahorro, se cierra para dar paso al período
de envejecimiento. Habrá cada vez más ancianos inactivos pesando sobre la PEA y los
mecanismos de seguridad social21.

La Argentina en la actualidad está en la etapa del dividendo. En el capítulo


correspondiente a recursos humanos veremos las oportunidades y desafíos que esto
conlleva. Veremos, además, que para la Argentina es también importante lo que ocurre
con la transición demográfica en el nivel global y, particularmente, en el caso de socios
comerciales clave como China y Brasil. Por ahora, sólo deseamos llamar la atención
respecto de que, al estar diferentes regiones transitando diferentes estadios de la
transición demográfica, se crean asimetrías que pueden afectar a nuestro país tanto
positiva como negativamente.

El conocimiento es un componente del hardware en la medida que crea valor al reducir


el nivel de nuestra ignorancia. La característica esencial que lo diferencia de los otros
elementos es que se trata de un factor de la producción que es intangible. Por otra parte,
como ya se señaló en el capítulo anterior, el conocimiento puede estar codificado o ser
tácito. El primero es más fácil de transmitir y de enseñar en instituciones educativas, el
segundo está más asociado con la práctica y la experiencia, pero, por supuesto, es usual
que el conocimiento tácito pueda codificarse.

Cuando la economía trató de explicar en detalle a través de qué canales el conocimiento


aporta valor, se descubrió literalmente un mundo nuevo. Para nuestros objetivos, hay
dos cuestiones básicas a remarcar en relación con este mundo nuevo: por un lado, que
hay muchas formas de ser ignorante y, por otro, que el conocimiento no es un bien
como cualquier otro; no es lo mismo un automóvil que el teorema de Pitágoras y ello
tiene consecuencias para los incentivos.

En cuanto a las formas de ignorancia que son relevantes en economía, se pueden


clasificar en tres categorías generales:

1. Se pueden ignorar cosas: ¿dónde están los recursos? ¿Es eficiente este
postulante? ¿Ocurrió este hecho efectivamente? ¿Y cómo ocurrió? Llamaremos
a este el problema de la información. Si se dispone de mayor información, la
productividad de los factores aumenta.

21
Sobre la influencia de la demografía en la historia del capitalismo ver Galor (2005).

34
2. Se puede ignorar cómo funcionan las cosas, cómo se usan o para qué sirven; es
la dimensión del conocimiento técnico. Si las tecnologías disponibles mejoran,
la capacidad del trabajador para crear valor agregado aumenta.
3. Los seres humanos no saben con certeza qué eventos ocurrirán en el futuro; es el
problema de la incertidumbre. ¿Cuál es la probabilidad de que llueva y salga
bien la cosecha? ¿Cuál es la probabilidad de que un nuevo empleado sea
eficiente y responsable?

Tener en cuenta estas diferencias es relevante en la evolución de la productividad,


porque las actividades para informarse no son las mismas que hay que realizar para
reducir la incertidumbre, y ello debe tomarse en cuenta a la hora de realizar un
diagnóstico sobre qué traba el crecimiento. Por ejemplo, una economía puede ser rica en
recursos naturales pero pobre en reglas de juego creíbles. Bajo esas circunstancias, tener
información cierta sobre dónde se encuentran los recursos naturales tendrá poco valor
económico si existe incertidumbre respecto de si se respetarán los derechos de
propiedad sobre la explotación del recurso. Tampoco serviría de mucho saber dónde
está el recurso si no se cuenta con la tecnología para extraerlo.

En lo relativo a incentivos, el conocimiento se diferencia de manera sustancial de los


bienes y servicios ordinarios en dos dimensiones:

1. La información y los conocimientos técnicos se pueden utilizar muchas veces.


Por ejemplo, la fórmula para un medicamento: su aplicación en la preparación
de un compuesto no implica su desaparición, como sí ocurrirá con los
componentes farmacológicos, que desaparecerán cuando el medicamento se
consuma. Cuando un bien tiene esta característica, en economía se dice que se
trata de un bien que es no rival en el consumo. En cierto sentido, esto desafía la
noción tradicional de escasez.
2. Usualmente es difícil excluir al resto del uso de un cierto conocimiento. Por
ejemplo, si un especialista llegara a conocer determinada fórmula para preparar
un medicamento, sería complicado evitar que la utilizase otro experto; no
sorprende, por ende, que haya tanta controversia internacional relativa a las
patentes. Cuando alguien consume un medicamento, en cambio, en el mismo
hecho de consumirlo está implícita la exclusión automática de otras personas
enfermas.

¿Por qué son importantes estas dos características para la economía? Porque debido a
ellas es muy difícil diseñar esquemas de motivación apropiados para la producción de
conocimientos y, como vimos, la motivación es vital para cualquier formato
organizacional. La razón de esto es simple. Cuando es difícil excluir a otros del uso y lo
producido puede ser consumido por muchos sin que se “gaste”, se resienten los
incentivos para producir conocimiento: la firma que invierta sus recursos en investigar
las propiedades de una cierta combinación de drogas para curar una enfermedad, no
podrá apropiarse de los beneficios si tiene éxito ya que otros laboratorios podrían
“copiarse” y vender el medicamento sin haber invertido en investigar. Bajo estas
circunstancias, es muy probable que los laboratorios piensen que es más conveniente
esperar a que otro invierta esfuerzo en producir conocimiento para luego copiarlo. Si
todos piensan así, nadie tendrá incentivos para producir conocimiento. Esto se conoce

35
en economía como el problema del “free rider”,22 que mencionamos más arriba. Para
manejarlo, se suelen imponer reglas ad hoc como el copyright y las patentes, que le dan
al productor el poder de excluir del uso del conocimiento a otros. Claro que esto
también tiene riesgos: firmas oportunistas podrían corromper a los reguladores y definir
patentes sobre conocimientos ya existentes creando una restricción artificial para
incrementar sus beneficios. También hay involucrados problemas de equidad e, incluso,
éticos: por el afan de proteger los incentivos se podría privar de un medicamento a
sectores con menores ingresos.

Encontrar el balance justo entre estos elementos es extremadamente complejo. Debido a


esto, la producción de conocimiento es muy demandante de software: si no se imponen
reglas específicas, la información no se produce porque no hay incentivos para hacerlo,
en vista de los problemas de no exclusión y no rivalidad en el consumo, pero también
hay que evitar el fraude y atender consideraciones de equidad. Esto explica por qué las
actividades que son intensivas en la producción de conocimiento tienden a estar bastante
reguladas: los bancos, que producen información sobre la capacidad de pago de los
clientes; la producción de tecnología, que está protegida por patentes, etc. De cualquier
manera, diseñar el software apropiado no es fácil. Definir derechos de propiedad sobre
el conocimiento y hacerlos cumplir es muy caro y a veces imposible, como a veces
ocurre con los contenidos en internet. Otra forma de atacar el problema de los
incentivos en la producción de conocimiento es que el Estado o determinadas
fundaciones subsidien esa producción. Buena parte del conocimiento económico usado
en estas páginas es de acceso prácticamente gratuito en revistas y libros producidos con
subsidios de diverso tipo.

En síntesis, el hecho de que el conocimiento tenga características de no exclusión y no


rivalidad resiente los incentivos, hace difícil diseñar organizaciones para su producción
y uso y genera demandas de reglas de juego muy diferentes de las que plantea el uso de
la tierra o de una máquina en las tareas productivas. No sorprende, en este sentido, que
los mercados que involucran transacciones de información y conocimientos muestren
fallas importantes. Por ahora, los teóricos de la economía y los reguladores tienen
bastante para entretenerse con este tema.

Con esta discusión sobre el conocimiento hemos completado la descripción de los


elementos que conforman el hardware. Como ya se dijo más arriba al presentar la figura
2.1, esos elementos se combinan dentro de un espacio geográfico determinado
formando estructuras productivas que son específicas de cada economía. Como la
estructura productiva tiene múltiples dimensiones, no existe una sola forma de definirla
o caracterizarla y, en gran medida, la descripción que se haga de la estructura dependerá
del objetivo del análisis. En particular, se utilizan en nuestro estudio los siguientes
criterios para clasificar la estructura productiva.

22
Un ejemplo clásico de este problema son los llamados “bienes públicos”, como la defensa nacional.
Cuando el Estado financia al ejército para defender el territorio, sería difícil excluir del beneficio a un
ciudadano que se negara a poner su parte y, además, si ese ciudadano “consume” el servicio de ser
protegido no impide que otros también estén protegidos por el ejército. Conclusión: todos esperarían que
el otro pague por el servicio de defensa. Es por esto que el pago de impuestos no es optativo sino
obligatorio. Nótese, de paso, cómo aparece naturalmente el rol del software para solucionar un problema
de incentivos: el régimen de política tributaria impone reglas que todos deben cumplir.

36
• Según el tipo de actividad: sector primario (minería, agricultura,
ganadería, pesca), secundarios (industrial) y de servicios.
• Según la especialización en el comercio internacional. La división básica
será entre economías especializadas en la exportación de productos
primarios o en la de productos manufacturados. Para la clasificación se
utiliza como criterio básico la participación de productos primarios o de
productos industrializados en las exportaciones totales.
• Según el grado de exposición a la competencia internacional: se divide
la economía en ramas transables y no transables. Las primeras están
expuestas a la competencia internacional –como ocurre con los sectores
que exportan o que sustituyen importaciones– mientras que las segundas
no lo están –como ocurre con servicios como el estacionamiento o las
peluquerías.
• Según la propiedad del capital de la organización. Distinguiremos entre
sector público y sector privado y, en ocasiones, dentro del campo privado
distinguiremos entre capital nacional y multinacional.
• Según la región. En este caso, la clasificación se hace en función de la
localización y los fenómenos que se enfatizan son los subrayados por la
geografía económica, como la aglomeración, las economías de escala y
los acuerdos regionales (véase Venables, 2008a y 2008b).

Es importante subrayar que las interacciones entre los elementos del hardware es
central para explicar el crecimiento. En particular, los desarrollos teóricos más recientes
le dan gran importancia a la interacción entre la transición demográfica, el progreso
técnico y la acumulación de capital fisico y humano. Según Galor (2005), la evolución
de la humanidad estuvo en su mayor parte caracterizada por un estancamiento
malthusiano: el avance tecnológico y los recursos no eran suficientes para seguir el paso
del crecimiento de la población.23 El aumento del ingreso per cápita era minúsculo o
negativo en muchas regiones. Esto cambió radicalmente en las últimas dos centurias.
Hacia principios del siglo XIX, en ciertas regiones del mundo, los avances tecnológicos
y la industrialización generaron incrementos de la productividad que fueron suficientes
no sólo para sustentar una población creciente en un contexto de caída de la tasa de
mortalidad sino, también, para aumentar el ingreso promedio de esa población y
acumular capital físico por la vía del ahorro. A medida que el proceso de
industrialización se profundizó, en la segunda etapa del mismo, el capital humano
comenzó a ser cada vez más importante en el proceso productivo al tiempo que se
redujo la tasa de natalidad. Esto último, como ya vimos, dió lugar al proceso de
transición demográfica: al crecer menos la población y haber menos niños por hogar, se
hizo posible que cada uno de ellos acumulara más capital humano y los incentivos para
hacerlo se reforzaron porque la segunda etapa de la industrialización generó una mayor
demanda de mano de obra calificada. Se instaló, así, un círculo virtuoso de efectos de
retroalimentación que instauró un proceso de crecimiento sostenido. Este proceso, no
obstante, sólo involucró a una parte del planeta, dando lugar a lo que se llamó la “gran
divergencia”. El ratio del PBI per cápita entre la región más rica y la más pobre era de
sólo 1,1:1 en el año 1000 y de 2:1 en el año 1500. En el año 1820 había pasado a 3:1.
De ahí en más, en el curso de la gran divergencia, el ratio entre las ramificaciones más

23
Thomas Malthus (1846) sostenía que el crecimiento estaba limitado por una tendencia de la humanidad
a generar escasez debido a que la población crecía más rápido que los recursos para alimentarla. Afirmó
que la población crecía en progresión geométrica y los recursos, en progresión aritmética.

37
ricas de Occidente (Western offshoots: Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva
Zelanda) y la región más pobre del África creció de 3:1 en 1820 a 5:1 en 1870, 9:1 en
1913; 15:1 en 1950 y 18:1 en 2001. En el siglo actual, no obstante, se está dando una
incipiente reversión de la gran divergencia en la medida que China, India y el mundo
emergente están creciendo más que el grupo de países desarrollados.

La Argentina, como veremos en el capítulo 5, se benefició enormemente con la gran


divergencia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX al integrarse con el Reino Unido,
dentro del marco de la Primera Globalización, pero perdió impulso luego de la Segunda
Guerra. Entre los países de mayor tamaño, un gran perdedor en el proceso de la gran
divergencia fue China. Claro que en las últimas décadas este país parece empeñado en
descontar posiciones de manera espectacular. Nuestro país se benefició con este
despertar chino por las mismas razones por las que se había beneficiado en el siglo XIX:
el incremento en la demanda por productos de origen primario respecto de los cuales
cuenta con ventajas comparativas. En este sentido, la Argentina parece tener una
segunda oportunidad para subirse al tren del desarrollo, pero por supuesto para no tener
que descender en una estación intermedia deberá superar el obstáculo que le impidió
llegar al desarrollo en el pasado: invertir las rentas de los recursos naturales de forma de
integrar una estructura productiva capaz de hacer crecer la productividad en base a
actividades de alto rendimiento. En suma, cuanto mayor sea la disponibilidad de
elementos en el hardware, menor será la fuerza de las dos restricciones básicas –escasez
e ignorancia– y, por lo tanto, es natural asociar crecimiento sostenible con expansión
continua del hardware. Esto parece evidente. Sin embargo, la visión de Galor que
acabamos de comentar sobre la industrialización y la gran divergencia sugiere que, para
sustentar el crecimiento, es necesario asegurar que haya una expansión armoniosa de
todos los componentes del hardware, incluyendo el capital humano y el stock de
conocimientos. En el capítulo que sigue nos ocupamos más detenidamente de este punto
y en la Parte III discutiremos extensamente las razones por las cuales la Argentina ha
encontrado dificultades para expandir el capital humano y los conocimientos técnicos
aún cuando su riqueza de recursos le permitió alcanzar rápidamente un relativamente
alto nivel de ingresos a mediados del siglo XX.

Pasaremos, ahora, a describir los otros dos grandes componentes de la anatomía del
sistema económico que aparecen en la figura 2.1: el software y las organizaciones.

3. Software y organizaciones

El rectángulo que representa el software en la figura 2.1. tiene como componente


principal el marco institucional de la economía, cuya función es, como ya se vio,
proveer las reglas de juego que ordenan tanto las relaciones dentro de las
organizaciones como las interacciones entre ellas. Esas reglas de juego son: los
derechos de propiedad, las regulaciones, los contratos formales y relacionales, los
formatos organizacionales y el régimen de políticas públicas. El marco institucional de
la economía se asienta, a su vez, en dos pilares: la base jurídica general, que es provista
por el sistema político, y las pautas culturales que surgen de la interacción social dentro
de un proceso evolutivo (Greif y Kingston, 2011). Estos elementos guardan entre sí
relaciones jerárquicas. Analizaremos con mayor detenimiento cada uno de estos

38
componentes en el capítulo que sigue, donde estudiamos las causas de las fallas en las
organizaciones y su relación con las deficiencias en el marco institucional.

En el capítulo anterior arribamos a la conclusión de que las organizaciones que


observamos en la economía representan equilibrios cooperativos surgidos de la
interacción estratégica de una miríada de agentes y que modernamente las
organizaciones se estructuran sobre la base de modelos o formatos organizacionales que
son provistos por el marco institucional. También vimos que las organizaciones son
muy diversas y que los agentes, además, participan de manera simultánea en muchas
organizaciones de distinto tipo: lo hacen en todas aquellas (mercados, firmas, familia,
etc.) que les son útiles para procesar las tensiones entre conflicto y cooperación
asociadas con sus actividades económicas.

El proceso de estructuración de las organizaciones es en gran medida exógeno para cada


individuo particular. Se trata de un cambio evolutivo y social. Como ocurre con la
acumulación de capital físico de una sociedad, el stock de reglas de juego no puede
crearse de la noche a la mañana. Los marcos institucionales y su buen uso en las
prácticas organizacionales se desarrollan como un proceso social evolutivo; una
generación le va dejando como herencia a la que sigue un conjunto de reglas de juego –
de formatos organizacionales– que están en funcionamiento y sirven para organizar la
actividad económica. Desde este punto de vista, está claro que las instituciones
económicas son, para cada generación, un precioso legado de las generaciones
anteriores que refleja el conocimiento adquirido al tratar de solucionar los problemas de
negociación, coordinación, motivación y ejecución que enfrentaron a lo largo de un
proceso evolutivo.

Para el individuo que toma decisiones en un marco económico dado, sin embargo, el
hecho de que las instituciones que regulan las organizaciones sean creaciones sociales
es poco relevante. Esto es así porque, para el agente microeconómico que se
desenvuelve en el ámbito de las organizaciones, las reglas del marco institucional
existente actúan como restricciones que están dadas de antemano y a las cuales debe
atenerse al decidir. Así, por ejemplo, una persona en busca de empleo debe llevar
adelante una negociación muy acotada con una organización que ya existe y
básicamente todo lo que podrá elegir voluntariamente es si acepta o no los esquemas de
coordinación y motivación que ya están en funcionamiento. Lo mismo ocurre con un
ahorrista que compra acciones de una firma: si no tiene una participación mayoritaria,
su capacidad para influir sobre los objetivos y la forma de hacer las cosas de la empresa
será prácticamente nula; su voluntad sólo podrá expresarse en la decisión de comprar o
vender esas acciones. Así, la enorme ventaja de no tener que negociar desde cero
gracias a que ya existen organizaciones en funcionamiento tiene un costo: acota los
márgenes de acción de cada individuo.

¿Por qué es irregular la forma geométrica que representa a las organizaciones en la


figura 2.1? Lo es para subrayar un hecho: los problemas de negociación, coordinación y
motivación que es necesario resolver en el proceso de cooperación admiten para su
solución una gran variedad de modelos organizacionales. Es por ello que la forma
geométrica encierra cuatro óvalos que simbolizan las formas organizacionales
típicamente presentes en una economía capitalista moderna: los mercados, las
organizaciones privadas, las organizaciones públicas y las familias. La figura pequeña,
también de contorno irregular, que aparece superpuesta a estos cuatro óvalos simboliza

39
las tensiones entre cooperación y conflicto. Como ya se señaló en el capítulo anterior, la
necesidad de resolver esas tensiones es la que da nacimiento a las organizaciones y son
también esas tensiones las que hacen que la vida dentro de las organizaciones así como
las relaciones entre ellas sean muy dinámicas. No sorprende, por lo tanto, que las
organizaciones de la economía estén permanentemente bajo la influencia de factores
que las empujan tanto al cambio como al equilibrio.24

El mercado es un formato organizacional que descentraliza las decisiones –y también


las negociaciones– al dejar que cada cual decida qué transacción realizar en función de
lo que considera apropiado a sus intereses y sobre la base de la información parcial a la
que tiene acceso. La tarea de coordinar y motivar queda así a cargo de los precios, que
son fijados por “la mano invisible” de la oferta y la demanda (Smith, 1958). Los precios
coordinan y motivan al mismo tiempo porque si un productor especializado en un bien o
servicio produce más de lo necesario, el exceso de oferta hace caer los precios y crea
incentivos para que caiga la oferta o suba la demanda, y lo contrario ocurre si hay un
exceso de demanda. De esta forma, los precios se ajustan hasta igualar oferta y
demanda. En ese punto de “equilibrio”, las decisiones terminan estando coordinadas a
pesar de haber sido tomadas de forma descentralizada: cuando oferta y demanda son
iguales, no se produce ni más ni menos que lo necesario. Hay un equilibrio cooperativo
al que se llega sin que nadie lo busque explícitamente; de ahí la metáfora smithiana de
“la mano invisible”.

Las organizaciones privadas y públicas mitigan los costos de coordinar las decisiones
colectivas y ejecutarlas porque reducen la cantidad de personas que toman decisiones
por la vía de asignar el poder de decisión en función de una jerarquía de autoridades.
Para motivar el esfuerzo de las personas que ocupan los puestos más elevados en la
jerarquía, la remuneración se fija de manera acorde con la responsabilidad en la toma de
decisiones. Este método lo utilizan organizaciones de todo tipo. Por ello, desde el punto
de vista jurídico, las formas organizacionales jerárquicas son variadas e incluyen tanto
entidades privadas (empresas, ONG) como públicas; en este último caso, dan lugar a la
formación de burocracias.

En este contexto, poner la motivación y los incentivos dentro de la organización en un


primer plano no implica que los intereses materiales y egoístas sean los únicos que
importan para elegir el modelo de organización. En el caso del capitalismo, la empresa
con fines de lucro y el mercado juegan un rol protagónico. Pero están muy lejos de ser
las únicas organizaciones relevantes: muchas transacciones y actividades que son vitales
requieren formas de organización “a medida”; requieren de la creatividad del
emprendedor para encontrar el formato de organización que conviene utilizar. Está claro
que las transacciones de órganos para trasplantes o las acciones de beneficencia o la
defensa nacional y del medio ambiente se adaptan poco a los esquemas de coordinación
e incentivos de las organizaciones con fines de lucro. La actividad del emprendedor en
una sociedad compleja, en consecuencia, está lejos de limitarse a la figura tradicional
24
Olivier Williamson (1989) llama la atención sobre el rol del conflicto basándose en la tradición
institucionalista norteamericana. La tradición marxista también le dio protagonismo al conflicto en la
economía capitalista, aunque lo situó en el nivel de la acción colectiva de clase, que puede traducirse en
un cambio revolucionario de las instituciones (Marx y Engels, 1985). Hoy se entiende el conflicto como
un hecho a resolver todos los días y que involucra tanto a individuos como a organizaciones y grupos con
diferente capacidad para la acción colectiva. Los cambios de reglas de juego pueden ser radicales, como
en la visión marxista, o fruto de la evolución o las reformas y, además, pueden afectar a reglas de juego
de diferente nivel: desde las regulaciones en los mercados a los derechos de propiedad.

40
del empresario. Los emprendedores en los campos social, de la educación y cultural
suelen elegir, típicamente, formatos organizacionales como las sociedades sin fines de
lucro y las fundaciones.

Dicho esto, también está claro que sería difícil diseñar y gerenciar una organización –
cualquiera que sea su objetivo– sin tomar en cuenta que la intensidad del esfuerzo
puesto en la tarea por cada miembro estará muy influido por el premio esperado. La
necesidad de motivar genera una relación directa entre eficiencia y distribución: cuanto
mayor el premio, mayor el esfuerzo, pero también mayor la porción de la torta que se le
asigna al más eficiente. Esta relación entre eficiencia y distribución es una fuente de
dificultades y dilemas de política que aparecerán bajo distintas formas y ropajes en
nuestro análisis de la economía argentina.

La familia, en cuanto organización económica, está recibiendo una atención creciente


por su influencia sobre tres factores: la demografía, la acumulación de capital humano y
la formación de la identidad económica de los individuos. Este último punto se ha
comenzado a estudiar sólo recientemente y ha puesto de manifiesto que parte de las
reglas que influyen en el comportamiento están incorporadas en la identidad del
individuo y no en la organización. La identidad está dada por creencias compartidas o
esquemas cognitivos incorporados a través de procesos de socialización y aprendizaje
en organizaciones como la familia y la escuela. En la medida que provee códigos de
conducta, la identidad es un determinante del comportamiento estratégico y, por ende,
es relevante para la coordinación y la motivación. Como las personas forman su
identidad a través de la socialización e internalización de pautas culturales, puede
decirse que la identidad es el formato o modelo que el individuo utiliza para organizarse
a sí mismo.25 Ese formato de organización de la conducta individual se modela en base
a pautas culturales y estas forman parte del software, de manera que parte del software –
de las reglas de juego– está directamente incorporado en las personas a través de la
identidad. Esta conclusión refuerza la hipótesis de que al analizar el software es
necesario considerar no sólo las instituciones formales sino, también, las informales
aportadas por la cultura. De más está aclarar que el software sólo toma en cuenta las
pautas culturales relevantes para la economía.

Si la identidad se deja de lado, las predicciones de un modelo económico pueden ser


muy erradas. Una persona puede tener gran capacidad física y estar bien educada pero
decidir no participar de las tareas productivas por razones religiosas o, incluso,
cuestionar las reglas de juego en vigencia por tener una visión, digamos, pesimista de la
vida social. Por otro lado, la persona podría tener capacidades suficientes para participar
en una cierta actividad económica y desear hacerlo, pero ser discriminada debido a su
género o al grupo étnico al que pertenece: quienes participan en las tareas de
cooperación son, antes que nada, personas que siguen determinadas estrategias y que, al
decidir, evalúan cuál es la estrategia que esperan del otro.26 Por ejemplo, aun poseyendo

25
Según Akerlof y Kranton (2000), la identidad es relevante para la economía pues es un determinante de
las decisiones económicas: modela los gustos individuales y las expectativas respecto de cómo serán las
conductas de los otros y, por ende, reduce la incertidumbre estratégica. En las organizaciones que
funcionan bien, los empleados se identifican con su trabajo y su organización; sentir que se pertenece
influye sobre el desempeño. La identificación de padres, alumnos y profesores con la escuela, por
ejemplo, es central para el desempeño, ya que motiva para trabajar con un propósito.
26
A esto se lo llama “interacción estratégica”, siguiendo la terminología utilizada en teoría de juegos. Se
supone que los individuos persiguen metas en función de sus visiones e intereses y toman en cuenta la
conducta esperada de los otros individuos al decidir qué hacer. Véase Dixit et al. (2009).

41
calificación suficiente, es probable que una persona ni siquiera se presente para
competir por una vacante si sabe que la empresa que ofrece el trabajo la discriminará.
Este tipo de situación genera “trampas” de marginación ya que muchas veces las
personas consideran que no vale la pena capacitarse porque anticipan que serán
discriminadas y quienes las discriminan no hacen más que reafirmar sus prejuicios al
constatar que el grupo discriminado no muestra voluntad por capacitarse. El punto
esencial está en notar que el problema radica en la interacción social y en las
expectativas que sostienen un “mal” equilibrio; es un problema que se origina en la
interacción entre las personas y no en los recursos de que disponen (véase Wydick,
2008)27.

La noción de identidad es central para apreciar en su justa medida cuál es el sentido de


nuestra analogía con el software de una computadora. Las reglas de un programa de
software no necesitan tener adosado un esquema motivacional para que funcionen; las
reglas del software del sistema económico, sí. Para evitar que los objetivos individuales
interfieran en la acción colectiva, la sociedad podría proponerse socializar a sus
ciudadanos de forma tan perfecta y uniforme que sus identidades fueran un calco de las
reglas que se consideran más adecuadas desde el punto de vista de la eficiencia
económica. Pero está claro que esto no sólo sería insoportable desde el punto de vista de
los derechos de las personas sino que, además, sería tal vez equivocado para la
economía: las ideas innovadoras sobre cómo hacer las cosas surgen con frecuencia de
desvíos de las pautas establecidas.

4. Interacciones entre hardware, software y organizaciones

Uno de los mensajes centrales que pretende transmitir el concepto de “sistema


económico” que estamos desarrollando es que el desempeño de la economía resulta del
funcionamiento conjunto de cada uno de los tres componentes principales: hardware,
software y organizaciones. De aquí que en un enfoque sistémico es central comprender,
por un lado, cómo operan los canales de interacción entre el hardware, el software y las
organizaciones y, por otro, cómo esas interacciones terminan influyendo sobre el
desempeño, medido en base a indicadores como el crecimiento o la distribución del
ingreso. Los canales de transmisión de efectos entre las partes del sistema se simbolizan
en la figura 2.1 con las flechas de ida y vuelta que unen los rectángulos
correspondientes al software y el hardware con las organizaciones. Las flechas son
dobles para llamar la atención sobre posibles efectos de retroalimentación.

27
Estas trampas son muchas veces superadas por la acción de líderes que cuestionan con suficiente fuerza
las expectativas que sostienen el statu quo y logran demostrar que otro equilibrio es posible promoviendo
al mismo tiempo la capacitación e ideas antidiscriminatorias. Un liderazgo así puede surgir tanto de la
rebeldía de los discriminados como de la vergüenza del que discrimina. Lamentablemente, también es
cierto que ese tipo de trampa es utilizado por oportunistas que lucran con la desgracia ajena por la vía de
sacar ventaja del statu quo: le arrancan al discriminador algunas concesiones que favorecen al
discriminado y utilizan a estos últimos con objetivos políticos, con el argumento de que son ellos (los
oportunistas) los únicos capaces de mejorar en algo la situación de los discriminados. El clientelismo
político y el populismo encuentran campo fértil en las trampas de este tipo. Sobre todo cuando de entre
los discriminados no surgen buenos liderazgos y los que están en una mejor posición por su educación y
posición social sufren de un cierto adormecimiento político y espiritual que los lleva a aceptar el
clientelismo y el populismo como males necesarios. Es el paraíso de los oportunistas.

42
El canal que va desde el hardware hacia las organizaciones opera, usualmente, cuando
se descubren nuevos recursos naturales o se incorporan nuevas tecnologías que
demandan modificaciones adaptativas en las organizaciones públicas y privadas, los
mercados o las familias. Por ejemplo, Arthur (1996) remarca que el modelo de
organización basado en jerarquías rígidas se adapta bien a los procesos de la primera
fase de la industrialización, pero no se adapta a la moderna empresa productora de
conocimientos, donde tienden a primar relaciones jerárquicas más horizontales y donde
lo que es crítico es la calidad del aporte de cada uno al todo debido a que, cuando la
tecnología es muy compleja, una mínima falla puede tener consecuencias enormes sobre
la eficiencia. Kremer (1993) enfatiza este punto y lo llama la economía del “O ring”, en
alusión a la falla mínima en la calidad de un componente que hizo fracasar toda la
misión del transbordador espacial Challenger. Pero la causalidad puede operar también
en sentido inverso: cambios organizacionales pueden inducir modificaciones en
componentes del hardware: por ejemplo, si hay avances en la eficiencia de la firma
(mejor selección de recursos humanos, optimización en el manejo de la liquidez) o
regresión organizacional (por un aumento de los conflictos entre accionistas o de la
firma con los trabajadores) u organizaciones nuevas con poder de presión creciente
(ONG defensoras del medio ambiente), ello influirá sobre la velocidad de acumulación
de recursos materiales y sobre la capacidad para incorporar tecnología.

En cuanto a los canales de retroalimentación entre organizaciones y software, hay


infinidad de ejemplos. Si las organizaciones públicas o privadas son ineficientes o su
funcionamiento no está en línea con valores sociales –como cuidar el medio ambiente–,
ello típicamente da lugar a demandas de cambio en las reglas de juego incluidas en el
software; por ejemplo, demandas de cambio en la Ley de glaciares o el Código de
minería. Por otro lado, el canal que va del software a las formas de cooperación opera
frecuentemente por la vía de reformas promovidas desde el sistema político en el marco
institucional: se cambian las reglas de juego –leyes, regulaciones– para cambiar ciertas
conductas de los individuos y las organizaciones. Las reformas estructurales de los
noventa –privatizaciones, apertura económica–, inspiradas en el “Consenso de
Washington”, ilustran bien este punto (véase Fanelli, 2007). Asimismo, lo ilustran los
procesos de reversión de esas reformas en la década de los dos mil, como la estatización
del sistema jubilatorio. Los cambios en el software también afectan a las organizaciones
cuando se producen transformaciones en las pautas culturales. Por ejemplo, cambia el
rol de la mujer en la sociedad, lo cual incrementa su participación en el mercado de
trabajo y disminuye su contribución a las tareas rutinarias del hogar.

Este análisis de las dobles flechas busca destacar que el hardware y el software no
interactúan directamente entre sí sino con la mediación de las organizaciones y la
conducta de los individuos: una ley no puede acelerar o retardar la acumulación de
capital o la explotación de un recurso natural si no logra influir sobre la conducta de los
individuos y las organizaciones. Un recurso natural no se explotará si no se toman
decisiones para organizar su explotación.28 De aquí que el arte de introducir reformas
prodesarrollo consiste en gran medida en inducir interacciones virtuosas entre estas tres
dimensiones del sistema económico. Por ejemplo, cuando se afirma que Corea del Sur
tiene un sistema económico más exitoso que el de Corea del Norte, en gran medida se

28
Probablemente sea este un punto importante para comprender tres cosas: por qué la economía es una
ciencia social; por qué el voluntarismo político no funciona en economía y por qué la economía es distinta
de la ingeniería: los recursos económicos no significan nada, su significación económica es tributaria del
sentido que le asignan quienes los usan en un contexto social dado.

43
está diciendo que, partiendo de situaciones similares, los sistemas económicos de cada
país resolvieron los problemas de cooperar en las actividades económicas estableciendo
vinculaciones entre el hardware y el software que, en el primer caso, crearon círculos
virtuosos de interacción entre las partes del sistema y se tradujeron en crecimiento y
mayores oportunidades de movilidad social, mientras que en el segundo caso llevaron al
estancamiento (véase Banco Mundial, 1993). Las interacciones de doble vía que
involucran al software, el hardware y las organizaciones aparecerán de manera
sistemática en los argumentos que sostendremos respecto de la economía argentina.

Como las instituciones económicas son el resultado de un proceso evolutivo, es natural


esperar que aparezcan problemas de adaptación al entorno cuando este se modifica: las
organizaciones necesitan adaptarse a cambios no sólo en sus condiciones internas sino
también en otras organizaciones y, de hecho, los agentes que participan en diferentes
organizaciones suelen actuar como cadenas de transmisión. Por ejemplo, al
incrementarse la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, aparecieron
presiones para modificar las reglas de juego dentro de la familia. De esta manera,
cuando un shock crea nuevas oportunidades de cooperación y/o nuevas fuentes de
conflicto dentro de una organización, pueden requerirse cambios adaptativos tanto en
las reglas de juego internas de la organización afectada como, también, en las
vinculadas funcionalmente con ella. Cuando los shocks son de dimensión
macroeconómica y afectan a varios segmentos del sistema de forma simultánea, es fácil
imaginar que los cambios adaptativos tomarán el carácter de sistémicos y que, por ende,
además de los gerentes y emprendedores que se desempeñan en el ámbito de la
organización, también los actores políticos quedarán involucrados en la gestión de los
cambios organizacionales adaptativos.

La capacidad de los actores para manejar eficientemente las tensiones entre la necesidad
de mantener el equilibrio funcional del sistema y la de adaptarse a los cambios tiene un
papel que sería difícil de exagerar en el proceso de desarrollo económico. En el nivel
microeconómico, muchas veces ocurre que una organización que hizo aportes
fundamentales en un momento para utilizar de mejor manera el hardware deviene en un
obstáculo debido a su falta de adaptación a los cambios en el entorno. Por ejemplo, en la
Argentina, muchas organizaciones productivas que se habían adaptado con éxito a las
reglas de juego del modelo de sustitución de importaciones fracasaron una vez que se
abrió la economía de la mano de la globalización y el Mercosur. En el nivel
macroeconómico, las autoridades suelen enfrentar serios problemas para adaptar las
reglas de juego a circunstancias nuevas. Por ejemplo, la Argentina fue muy exitosa en
lograr una rápida cobertura en educación primaria, pero no tuvo el mismo éxito con el
siguiente paso: la educación secundaria. (Como veremos luego, las organizaciones y el
marco institucional de la enseñanza pública no se adaptaron bien al desafío de satisfacer
las demandas laborales del mundo de las TIC y ello se tradujo en deficiencias en un
componente clave del hardware: el capital humano.)

Es fácil conjeturar, entonces, que bajo ciertas circunstancias las reglas heredadas pueden
ser una fuente de inercia que dificulte la adaptación de los comportamientos sociales.
Ocurre particularmente así cuando se producen cambios significativos en la tecnología,
las ideas o los recursos.

Como las instituciones están dadas para cada individuo en particular, para cambiar las
reglas de juego –formatos organizacionales, regulaciones, etc.– los individuos necesitan

44
organizarse para actuar de forma colectiva. Esto se puede hacer de muchas maneras
pero todas involucran la acción política y, por lo tanto, pueden tener efectos que van
más allá de la economía. De aquí que la acción colectiva misma esté regulada por las
instituciones políticas de mayor nivel. En las sociedades democráticas el ámbito natural
para introducir reformas es el Congreso. Por ejemplo, un cambio en la ley de sociedades
anónimas o en las regulaciones financieras requiere típicamente de la sanción de una ley
(véase sobre este punto Greif y Kingston, 2011; Ostrom, 2007 y Sabatier, 2007).

Cuando hay que cambiar las instituciones, la sociedad enfrenta un desafío complejo:
reformar lo obsoleto sin destruir el acervo de conocimientos incorporados
evolutivamente en todo marco institucional. Las reformas mal diseñadas típicamente
violan esta condición: destruyen reglas esenciales para la coordinación y el manejo de
conflictos sin reemplazarlas con otras de similar eficiencia; como resultado, aparecen
fallas de coordinación en las acciones colectivas. Estas fallas se pueden manifestar de
muchas formas, las más dramáticas son las crisis (véase CEPAL, 2008b). No menos
dañinos, aunque menos espectaculares, son fenómenos como la fuga de capitales, que
suelen observarse en economías con instituciones económicas poco creíbles; o la
proliferación de conflictos laborales y sociales virulentos que fagocitan los beneficios
de la cooperación (véase Fanelli, 2008). La Argentina de posguerra tiene una larga lista
de fracasos en sus intentos de reformar las instituciones económicas para impulsar el
desarrollo, desde las reformas asociadas con el modelo de sustitución de importaciones
hasta el Consenso de Washington, pasando por varios intentos de reformas cuyo
objetivo prioritario era el de facilitar el ejercicio de la discrecionalidad económica por
las autoridades de turno con objetivos extraeconómicos como el autoritarismo, el
clientelismo y el populismo (ver Fanelli 2007).

4. Desempeño: el desarrollo humano como patrón

Los tres indicadores que se utilizan universalmente para evaluar el desempeño


económico son, como ya mencionamos, el crecimiento, la distribución del ingreso y la
estabilidad macroeconómica. Estas tres variables importan porque, a su vez, son
determinantes centrales de la evolución del desarrollo humano, que es la meta última de
la actividad económica.

Según Naciones Unidas (2011), el desarrollo humano es el proceso que lleva a ampliar
la capacidad de las personas para ejercer libertades sustantivas y, de esa forma, estar en
condiciones de optar entre diferentes alternativas de vida. El PBI, que es el indicador de
bienestar más utilizado, es excesivamente estrecho para reflejar qué ocurre con la
capacidad de ejercer libertades sustantivas. La medición de la expansión de las
capacidades, sin embargo, enfrenta una dificultad importante: las libertades sustantivas
pueden ser muy numerosas y no es posible elaborar un índice que las refleje
plenamente. La solución de Naciones Unidas fue elaborar un Índice de Desarrollo
Humano (IDH) que, sin ser complejo, toma en cuenta tres dimensiones clave para la
expansión de las capacidades:

• Salud, que trata de reflejar la capacidad para gozar de una vida larga y
saludable.

45
• Educación, que mide la capacidad de acceder al conocimiento necesario
para un buen desempeño laboral.
• Ingreso per cápita, que mide la capacidad para sostener un nivel de vida
digno.

Al tomar en cuenta estos tres aspectos, las Naciones Unidas buscaron reflejar la
influencia de los determinantes de largo plazo del desarrollo, más allá de factores
coyunturales. Para reflejar mejor la influencia de la distribución, las Naciones Unidas
han implementado recientemente un IDH corregido por desigualdad. En el caso de la
Argentina, en función de la regresión distributiva ocurrida en los últimos cuarenta años,
realizar esta última corrección es ciertamente necesario. El capítulo 6 está dedicado a
evaluar el nivel de desarrollo humano que ha alcanzado nuestro país sobre la base de
estos indicadores.

El IDH está inspirado en el enfoque de Amartya Sen, quien dedicó buena parte de sus
esfuerzos a criticar las valuaciones del bienestar exclusivamente basadas en criterios de
eficiencia.29 Como los resultados que arroja el sistema económico no necesariamente
están en línea con las metas de educación, salud e ingresos, las organizaciones del
Estado encargadas de esas áreas tienen asignado un papel protagónico en la consecución
del desarrollo humano. Según Sen (1999, 2000), la intervención del gobierno para
ayudar a quienes tienen menos capacidades no está reñida con el espíritu capitalista. El
ethos capitalista, lejos de basarse exclusivamente en el egoísmo y el espíritu de lucro,
depende críticamente de la cooperación, la confianza en el otro y el sentido de
responsabilidad en las tareas colectivas. Este punto debería estar claro luego de nuestra
discusión, en el capítulo anterior, sobre conflicto y cooperación.

De acuerdo con Sen (2000), los regímenes para las intervenciones del Estado deberían
regirse por tres principios:

1. Proteger la vida en libertad y en paz. El desarrollo humano busca,


justamente, reforzar la capacidad de elegir libremente qué vida vivir.
2. Las políticas públicas deben fortalecer la confianza y la responsabilidad
individual y social en una sociedad que es interdependiente. Nótese que
esta visión de Sen está en línea con la proposición de Akerlof y Kranton
(2010) respecto de que es importante tomar en cuenta la interacción entre
economía e identidad. Así, si bien la búsqueda del desarrollo humano
incluye la implementación de mecanismos de asistencia y seguro como el
seguro de desempleo, Sen insiste en que las políticas deben promover y

29
Para evaluar la eficiencia de un sistema económico en su conjunto, la economía se basa en el llamado
“criterio de Pareto”: una reasignación de recursos es eficiente sólo si es posible mejorar la situación de
algún agente sin empeorar la de ningún otro. Se trata de un criterio muy problemático desde el punto de
vista de la equidad, ya que si una persona posee casi todos los recursos y otras no poseen casi nada, una
medida que hiciera una mínima redistribución progresiva no sería eficiente ya que perjudicaría a los que
más tienen para favorecer a los excluidos. Bajo ciertas condiciones muy abstractas que tienen poca
relevancia práctica (por ejemplo, el modelo teórico no especifica cuál es el software) se puede demostrar
en la teoría que una economía de mercado es Pareto-eficiente. Si bien se lo utiliza muchas veces como un
arma ideológica, este resultado no pasa de ser un ejercicio intelectual brillante pero poco útil para las
economías actuales en las que la cooperación y el conflicto son la esencia y no el accidente y, por lo
tanto, deben lidiar con organizaciones complejas y con sus fallas. Sobre eficiencia véase Milgrom y
Roberts (1993). La economía política ha hecho aportes importantes recientemente para aclarar este punto,
véase por ejemplo: Drazen (2001).

46
no debilitar la capacidad de autoayudarse y, por lo tanto, hay que
considerar que todo mecanismo de ayuda tiene efectos colaterales sobre
la voluntad de esforzarse. Esta visión obliga a mejorar el diseño de las
políticas. Por ejemplo, este autor señala que el seguro de desempleo está
plenamente justificado, pero no es menos cierto que ese seguro puede
desalentar y quitar motivación para la búsqueda futura de empleo. Por
ello, propone destinar recursos a subsidiar el empleo, la capacitación y la
creación de oportunidades para quienes deseen seguir trabajando aun
pudiendo retirarse.
3. La sociedad debe llegar a decisiones colectivas basándose en el debate
previo (véase Sabatier, 2007). El debate es central para que las políticas
se orienten al desarrollo humano sin que el gobierno sea cooptado por
intereses de grupo o por el oportunismo político. En este sentido, Sen
argumenta que jamás un país con libertad política y libertad de prensa ha
sufrido hambrunas; ningún gobierno se atrevería a llegar a tal situación
por temor a no ser votado.

Estos argumentos sobre desarrollo humano no tienen por intención sugerir que las
sociedades pueden fijar de manera más o menos sencilla y directa qué metas seguir. Las
metas de desarrollo humano sólo pueden alcanzarse si se traducen en políticas y reglas
de juego capaces de inducir comportamientos de los agentes compatibles con esas
metas. Esto entraña dos dificultades críticas: por un lado, como acabamos de ver, los
canales de interacción entre el hardware, el software y las organizaciones son
complejos y la teoría económica no ha llegado aún a comprenderlos cabalmente. Por
otro, el proceso de formación de políticas públicas y fijación de reglas es esencialmente
político y depende no sólo de la voluntad de los actores, sino también de su capacidad
para la acción colectiva y de las características de las reglas de juego contenidas en el
software (Ostrom, 2007; Fanelli y Tommasi, 2012).

47
3. Software, fallas de organización y fallas de cooperación

Este capítulo analiza con mayor detalle la función del software en una economía
capitalista moderna. El propósito central es comprender más profundamente la relación
entre las debilidades en el marco institucional y las fallas en el funcionamiento de las
organizaciones y del sistema económico en su conjunto las cuales, en última instancia,
se traducen en trabas para cooperar en las actividades económicas. Las fallas pueden
manifestarse en diferentes niveles del sistema económico. En línea con lo que es
habitual en economía, aquí distinguiremos entre dos niveles básicos: el microeconómico
y el sistémico. En el nivel microeconómico, las fallas para cooperar suelen tomar la
forma de ineficiencia en el uso de los recursos dentro de organizaciones individuales;
por ejemplo: relaciones laborales conflictivas; uso de tecnologías o pautas
organizacionales obsoletas. Pero también pueden expresare como deficiencias en las
relaciones entre organizaciones; por ejemplo: falta de incentivos para coordinar
inversiones que son complementarias o para desarrollar cadenas de valor; escasa
colaboración entre empresas y universidades; ausencia del Estado en el desarrollo de
infraestructura. En el nivel sistémico las fallas de cooperación pueden exetriorozarse
como fluctuaciones cíclicas (rcesiones y expansiones); inestabilidad macroeconómica
(inflación, desequilibrios fiscales recurrentes) o crisis (colapsos financieros, corridas
cambiarias ). Cabe tener presente adicionalmente que, en algunos casos, los factores que
juegan a favor de la eficiencia en el nivel de la organización individual pueden ser
perjudiciales en el nivel del sistema. Por ejemplo, un banco en tanto organización podría
ser muy eficiente en aprovechar fallas en la regulación financiera con el objetivo de
ganar dinero, como ocurrió con la crisis sub-prime cuando los bancos les prestaron
dinero a agentes sin capacidad suficiente de repago. Este tipo de eficiencia es dañina
para el sistema en su conjunto: cuanto más eficiente el banco en colocar créditos, mayor
la crisis financiera subsiguiente. Por otra parte, los desequilibrios sistémicos (como la
inflación) también pueden dañar la eficiencia de la organización individual. Es muy
fácil encontrar ejemplos en países con larga tradición inflacionaria como el nuestro: por
ejemplo, en la Argentina la oferta de crédito para la inversión en bienes de capitla a
largo plazo es muy escasa porque nadie desea prestar, digamos, a diez años, si no puede
anticipar con cierta precisión cuál será la inflación. Esto deteriora la eficiencia porque
las firmas terminan invirtiendo menos de lo que desearían.

En lo que sigue, en primer lugar discutimos las relaciones de jerarquía entre los
diferentes conjuntos de reglas que conforman el marco institucional de la economía y la
forma en que influyen sobre las organizaciones. Este es un paso necesario ya que las
instituciones que son relevantes para explicar las disfuncionalidades que ocurren en el
nivel micro y macroeconómico suelen ubicarse en niveles distintos de la jerarquía.
Tomando como base ese análisis, en la segunda parte estudiamos diferentes fallas en el
funcionamiento de las organizaciones, como las fallas de mercado y de gobierno, que
atrajeron tradicionalmente la atención de los economistas. Por último, se discuten las
restricciones que condicionan los procesos de reforma orientados a mejorar las
instituciones económicas.

48
1. Las relaciones de jerarquía institucional

Ya hemos mencionado que el software contiene reglas de juego de jerarquía diferente.


Para reflejar el orden jerárquico dividiremos las reglas en dos clases: las que actúan
como un input del marco institucional de la economía y las que constituyen el output de
ese marco. Para facilitar la lectura, reproducimos aquí el segmento correspondiente al
software del esquema que muestra la anatomía del sistema económico.

Figura 3.1

Software Régimen de políticas públicas Formatos organizacionales

Derechos de propiedad Contratos Formales


Marco Institucional
Regulaciones de la Economí
Economía Contratos Relacionales

Base Jurídica Pautas Cultural es

El orden jerárquico entre los elementos del software se simboliza en la figura 3.1 con el
sentido de las distintas flechas que unen el marco institucional con los rectángulos más
pequeños. Si la punta de la flecha apunta al marco institucional, se trata de un input; si
la flecha va desde este último marco a un rectángulo menor, es un output. Vale aclarar,
no obstante, que las flechas son un recurso de exposición y no debe interpretarse que, en
la práctica, existe una jerarquía entre las instituciones que induzca un orden completo:
hay potenciales contradicciones entre diferentes cuerpos de reglas que pueden o no
materializarse en los hechos. Cuando las inconsistencias se materializan, pueden dar
lugar a conflictos que deben ser resueltos por el poder político con jurisdicción sobre el
caso. Naturalmente, cuanto mayor la jerarquía de las normas en conflicto, mayor la
potencial inestabilidad del marco institucional.

La figura 3.1 indica que los inputs del marco institucional son la base jurídica y las
pautas culturales, que representan respectivamente los componentes formal e informal
en que se asienta el marco institucional de la economía. La base jurídica es aportada por
las instituciones políticas y sus componentes fundamentales son la Constitución y las
leyes que estructuran el funcionamiento del Estado: el Congreso y los poderes Judicial y
Ejecutivo. Con el concepto de “Estado” nos referimos aquí al conjunto de reglas
jurídicas que le dan forma y que son el resultado de los equilibrios políticos dentro de la
sociedad. No nos referimos al Gobierno como ente (o “jugador”) que participa de la
economía siguiendo sus propias estrategias, que pueden o no reflejar los objetivos de la
comunidad (véase Aoki, 2001).

Dentro del output que genera el marco institucional conviene distinguir las siguientes
categorías

49
• Normas de aplicación general: son los derechos de propiedad y las que rigen
para la celebración de contratos formales. Estas normas tienen influencia directa
sobre las organizaciones y la economía porque afectan los incentivos. La
acumulación de capital necesita derechos de propiedad bien especificados y
protegidos. Difícilmente los agentes sacrificarán su consumo en el presente para
acumular bienes de capital o pondrán en riesgo ese capital con fines de lucro si
existe una alta probabilidad de que sean estafados por otro agente o si el Estado
puede expropiar o imponer tributos exagerados de manera discrecional. Los
contratos, por su parte, influyen en los incentivos porque cada una de las partes
en una transacción debe tener confianza en que la otra cumpla con lo
especificado en el contrato. Esto no es sencillo, por ejemplo, cuando las partes
están geográficamente alejadas, cuando una parte está más informada que la otra
o cuando se realiza una transacción de crédito en que una de las partes promete
devolver algo a la otra en el futuro. Muchas veces, si los compromisos no son
creíbles, las transacciones no se realizan porque una de las partes renuncia a
participar. O porque demanda un precio exagerado para hacerlo, como en el caso
en que se pide una tasa de interés excesivamente alta para cubrirse del riesgo de
no pago. Cuando una transacción potencialmente beneficiosa no se realiza
debido a este tipo de obstáculos –que tiene que ver con la incertidumbre
estratégica–, se frustra la cooperación. Como vimos en el capítulo 1, uno de los
motivos para cooperar es el propósito de explotar las ventajas mutuas del
comercio.
• Normas informales. En la figura, estas normas están representadas por los
contratos relacionales, basados en instituciones informales, en pautas culturales
y costumbres que surgen frecuentemente en el marco de organizaciones
formales. Cuando las partes siguen pautas informales, actúan autoimponiéndose
reglas que encuentran conveniente seguir cuando mantienen vínculos a largo
plazo. Ejemplos: normas tácitas de corrección de precios entre las firmas y sus
proveedores o ciertas pautas para el avance en las carreras dentro de la empresa.
Muchas veces, las fallas de mercado pueden atenuarse significativamente
utilizando este tipo de contratos para tratar de aprovechar las relaciones de
confianza o reputación que aparecen de la mano de las interacciones repetidas
entre las partes.
• Formatos organizacionales que determinan qué modelos de organización están
permitidos y regulaciones atinentes a actividades específicas. Existen variados
formatos que se adaptan a los diferentes tipos de organización que discutimos en
el capítulo anterior y, además, el gobierno interviene en la economía a través de
regulaciones que complementan esos formatos organizacionales. Los formatos y
regulaciones están usualmente contenidos en códigos, como el de comercio, el
naval o el aeronáutico y en leyes con objetivos específicos (Carta Orgánica del
Banco Central, Ley de entidades financieras, de sociedades anónimas, etc.).
• Régimen de políticas públicas. El gobierno usualmente implementa políticas
destinadas a corregir fallas de mercado y de organización, solucionar desajustes
en el nivel sistémico –como la inflación– o corregir sesgos en la distribución del
ingreso y la riqueza (véase Drazen, 2000). El propósito del régimen de políticas
públicas es acotar la discrecionalidad del gobierno y dar al resto de la sociedad
certidumbre sobre qué esperar respecto de la intervención del gobierno, lo cual
es vital para cimentar la confianza en las reglas de juego. El régimen debe
también estar en condiciones de limitar enfermedades sociales como la
corrupción, el clientelismo y la captura del Estado por intereses particulares.

50
Asimismo, debe pasar el examen de la consistencia: las distintas políticas
cubiertas por el régimen deben ser coherentes entre sí, evitando conflictos de
objetivos y luchas intestinas por el control de recursos e instrumentos.30

Cuando se observa el conjunto de reglas que constituye el output de reglas de juego


generado por el marco institucional, queda claro que algunas formas de organización o
contratos estarán permitidas y otras, no. Al organizar sus actividades, los agentes
deberán tener el cuenta esta restricción sobre las acciones y decisiones posibles. Son
restricciones de software que se agregan a las que provienen de los recursos y las
técnicas disponibles dentro del hardware. De aquí que Douglas North (1995) definiera a
las instituciones como las reglas de juego creadas por la sociedad para influir sobre el
comportamiento de los agentes económicos.

Para hacer operativas las reglas de juego del software y evitar las fallas de cooperación,
es necesario utilizar recursos del hardware, lo cual tiene costos para la sociedad. Son,
de alguna manera, los costos de hacer funcionar el sistema. Los economistas suelen
llamarlos costos de transacción, por analogía con los costos de realizar transacciones en
los mercados (Milgrom y Roberts, 1993).31 Desde el punto de vista de la eficiencia, el
problema es cómo minimizar los costos de transacción, lo que implica diseñar las
mejores reglas posibles para hacer funcionar el sistema, lograr que esas reglas se
apliquen y confiar en que la actividad de los emprendedores en las diferentes arenas
organizacionales –con y sin fines de lucro; públicas o privadas– se traduzca en la
elección del mejor modelo organizacional para solucionar los problemas de
coordinación, motivación y ejecución. Dada la complejidad de la tarea, no sorprende
que las fallas de cooperación en la economía moderna sean extremadamente comunes.

¿Por qué es beneficioso desde el punto de vista económico gastar recursos de la


sociedad en fijar restricciones sobre los comportamientos posibles? La incertidumbre
tiene el papel protagónico en la respuesta a esta pregunta. Como ya vimos, afecta la
relación entre decisión y ejecución y, mientras una parte de esa incertidumbre se explica
por factores naturales, otra parte muy importante tiene su origen en los vínculos
interpersonales que establecen los agentes en el proceso de cooperar. A esta
incertidumbre la habíamos llamado “estratégica”. Acotarla tiene valor económico
porque anticipar cómo se comportará la otra parte reduce los errores de decisión y
ejecución. Por ello parece lógico que la sociedad utilice recursos para financiar los
costos de instituir reglas. Las reglas contenidas en las instituciones económicas y las
organizaciones son, justamente, tecnologías inventadas por el hombre para manejar la
incertidumbre estratégica por la vía de hacer más predecible el comportamiento del otro.
Estar en condiciones de anticipar el comportamiento de la contraparte en las tareas
cooperativas es necesario para la coordinación. Cuando el gobierno está involucrado en

30
Estos conflictos y contradicciones en el marco de un régimen de políticas dado se traduce en un
fenómeno que se conoce técnicamente con el nombre de “dominancia de política”. La dominancia se
puede estudiar sobre la base del concepto de “espacio de política”: cuanto mayor este espacio, menor la
posibilidad de que se produzca la dominancia de una política sobre otra. En la Argentina, por ejemplo, es
frecuente que la política fiscal domine a la monetaria –como ocurre cuando el gobierno emite dinero para
financiar el déficit fiscal– o que la política financiera domine a la fiscal –como ocurre cuando los bancos
entran en crisis y el gobierno debe realizar costosos salvatajes–. Véase Fanelli (2010).
31
Probablemente sería mejor llamar a estos “costos de cooperación”, pues la palabra “transacción” parece
sugerir que la única forma de cooperar es por la vía del comercio. Además, algunos costos de transacción
se originan en la necesidad de prohibir algunas acciones, como cuando se desea que los agentes eviten
sobreexplotar los recursos compartidos.

51
las decisiones, es central que los agentes puedan anticipar correctamente las acciones
del gobierno ya que, si esas expectativas son equivocadas, los errores de coordinación
se multiplicarán en la medida que las políticas públicas afectan a muchos agentes al
mismo tiempo. De aquí que la calidad del régimen de políticas públicas tenga una
influencia tan determinante sobre la aparición o ausencia de fallas en el nivel sistémico.
Como subrayamos en el capítulo 1, las normas deben ser creíbles para ser efectivas en
resolver los problemas de coordinación y motivación. Por ejemplo, la confianza se
deteriora si las políticas macroeconómicas aceleran la inflación y de esa manera violan
los derechos de propiedad al hacer perder valor al dinero y cambiar el valor real de los
contratos que fijan el salario o los alquileres, lo cual suele afectar sobre todo a los
segmentos de menores recursos que tienen menos acceso a instrumentos financieros
para cubrirse del flagelo inflacionario. En las sociedades inflacionarias, las personas
dejan de usar el dinero del país y mantienen una buena parte de sus ahorros en otras
divisas. La dolarización de los portafolios que se observa en la Argentina no es
independiente de la falta de credibilidad del peso. También promueven la dolarización
medidas discrecionales como el “corralito”, que cambió los contratos existentes entre
los particulares y los bancos, quitándoles credibilidad a estos últimos. A veces la falta
de credibilidad toma la forma de falta de inversión. La manipulación de precios de la
energía en los últimos años, por ejemplo, se tradujo en una caída en las reservas de gas
y petróleo con relación a la producción, lo que representa una descapitalización de las
firmas, como estudiaremos en la tercera parte. Sobre la base de lo anterior se puede
concluir que el software de la economía tiene la función esencial de generar rutinas para
acordar, coordinar y motivar de forma de reducir la incidencia de la incertidumbre
estratégica sobre los resultados de la acción colectiva. Esto implica que saber cómo
organizarse es de una importancia similar a la de saber cómo hacer antibióticos. Las
instituciones son conocimiento. Aoki (2001) ha enfatizado el contenido de
conocimiento que tienen las instituciones.

Los gobiernos cuentan con armas muy poderosas para cambiar las reglas pero, cuando
las usan, deben tener en cuenta que ello puede afectar la credibilidad. Por supuesto, esto
no quiere decir que las reglas sean sacrosantas y que la sociedad deba renunciar a
ciertos objetivos para mantener las instituciones en un freezer. La implicancia central,
desde el punto de vista económico, es que todo cambio de reglas tiene un costo por
afectar la credibilidad y, por ende, es vital minimizar tal costo. Por eso, las sociedades
democráticas se atienen a las pautas establecidas por las instituciones políticas de
jerarquía superior para el cambio de políticas públicas. Es justamente la necesidad de
manejar la tensión entre confianza y cambio lo que llevó a las sociedades a establecer
jerarquías entre las normas, de forma que unas sean más difíciles que otras de cambiar.

Cuando se observan las instituciones con esta perspectiva es fácil entender por qué son
tan traumáticas las experiencias de crisis, algo muy frecuente en la Argentina: las crisis,
al ser sistémicas, destruyen gran cantidad de reglas de juego, desde contratos financieros
hasta sistemas jubilatorios y, en ese sentido, actúan como verdaderas usinas de
incertidumbre estratégica que se esparcen por el sistema y deterioran el funcionamiento
de las organizaciones en el nivel microeconómico. Un “corralito” no sólo representa una
expropiación, sino que al quebrar las reglas de juego tiene el costo adicional de dejar a
la sociedad sin una organización que es esencial en la economía moderna para coordinar
las actividades: los bancos. Cuando se destruyen instituciones, se destruye
conocimiento; es literalmente similar a quemar libros. Por ello no sorprende que las
crisis sean extremadamente costosas y disfuncionales económica, social y

52
políticamente: son eventos extremos de falla de cooperación que, al destruir reglas de
juego, erosionan el stock de conocimiento social que actúa como soporte de las
organizaciones.

Las crisis, no obstante, son circunstancias límite. Hay situaciones bastante habituales y
localizadas en las que las deficiencias en las reglas de juego llevan a la formación de
organizaciones disfuncionales que frustran la cooperación o deterioran su eficiencia.
Las fallas de organización pueden tomar diferentes formas. Esto es lógico si
consideramos que existen diferentes tipos de organización y, además, las organizaciones
deben adaptarse a diferentes contextos. A continuación, analizaremos un conjunto de
fallas de organización, que, como veremos en la tercera y la cuarta partes, son clave
para explicar los problemas económicos de la Argentina.

2. Fallas de organización y cooperación

Definimos como falla de organización a una situación en que las soluciones de los
problemas de negociación, coordinación, motivación y ejecución que brinda una
organización dada, bajo un determinado marco institucional, no son las adecuadas y
llevan a fallas en la cooperación. Hay tres situaciones diferentes que conviene distinguir
en relación con el tipo de fallas de cooperación (vease Dixit et al., 2009):

1. La solución al problema de cooperación es inadecuada y se podría llegar


a i una solución mejor pero los agentes involucrados no logran ponerse
de acuerdo para implementarla. Esto es, hay dos equilibrios cooperativos
posibles y uno es mejor que otro. Las trampas de pobreza debidas a la
baja acumulación de capital humano que hemos ya explicado son
ejemplos de este tipo de falla de cooperación: los trabajadores no se
capacitan porque no hay oportunidades de trabajo y las empresas no
invierten en tecnologías con personal calificado porque no hay oferta
disponible de ese personal. Estas trampas se rompen si las políticas
públicas u organizaciones privadas asumen el liderazgo y coordinan las
acciones. Por ejemplo, el gobierno podría promover la formación de
capital humano, creando incentivos para que las empresas inviertan en
tecnologías que demandan trabajo calificado. La positiva evolución de la
India, que ha desarrollado ventajas competitivas en servicios
relativamente sofisticados, es en cierta medida un ejemplo a gran escala
de esto. Otro ejemplo son los equilibrios cooperativos que involucran
cierto grado de corrupción:
las personas pagan sobornos a los funcionarios porque piensan que todas
las personas los pagan y un funcionario puede demandar el pago porque
sabe lo que el resto piensa. En cambio, si todos pensaran que la
corrupción está mal y coordinaran su acción colectiva para actuar en
consecuencia, el funcionario no se molestaría en pedir una “coima”
(Widick, 2008). Hay dos equilibrios posibles, uno con corrupción y otro
sin ella.
2. La solución observada puede es inadecuada debido al problema del free
rider, que ya hemos visto. En este caso, el marco institucional existente
da lugar a un equilibrio en el cual los agentes no cooperan debido a que

53
las reglas existentes no brindan incentivos para mejorar la situación. El
cuidado del medio ambiente plantea típicamente esta cuestión: si se
invirtiera para mejorar el medio ambiente (el Riachuelo), todo el mundo
saldría favorecido, pero el inversor no recuperaría la inversión a menos
que pudiera excluir a quien no pagase una tarifa por el disfrute del
beneficio (pescar en el Riachuelo). Ya hemos comentado que situaciones
similares se observan en el caso de la producción de conocimientos e
información. En este caso, para mejorar la solución es necesario cambiar
las reglas de juego, muy probablemente por la vía de la intervención
pública: limpiar el Riachuelo, prohibir que se arrojen desechos y
financiar todo con impuestos. El equilibrio sería mejor, pero hay que
cambiar el marco institucional.
3. Puede ser simplemente muy difícil arribar a cualquier solución
cooperativa, sea buena o mala. Los agentes no se ponen de acuerdo
respecto de ninguna rutina que los lleve a algún equilibrio cooperativo,
no encuentran cómo coordinarse y motivarse para cooperar. Este tipo de
situación es típico que se observe en el nivel sistémico cuando un evento
o shock destruye los equilibrios cooperativos que se habían logrado, sea
porque cambian sustancialmente los recursos contenidos en el hardware,
sea porque las reglas de juego establecidas dejan de respetarse (como en
el ejemplo de las crisis ya comentado). Al no llegarse a ningún
equilibrio, se trata de una situación de desequilibrio.
En ese caso, es imperativo reformar las reglas de juego de manera que la
sociedad pueda alcanzar algún equilibrio. Es “imperativo” porque las
fallas de cooperación pueden ser excesivamente costosas. Por ejemplo,
las grandes recesiones que acompañan las crisis conllevan altos niveles
de desempleo de recursos, tanto de capital como de trabajo, lo cual puede
tener consecuencias sociales insoportables. Entonces, surgen consignas
como “Que se vayan todos” o grandes segmentos de la población (sobre
todo, los jóvenes golpeados por el desempleo) se declaran “indignados” y
cuestionan la legitimidad del “sistema”. En términos de nuestra
discusión, esto simplemente quiere decir que aparecen demandas de que
la política se encargue de cambiar aquellas partes del marco institucional
de la economía que no están llevando a la sociedad a situaciones de
equilibrio cooperativo de buena calidad. Por ejemplo, hoy en Europa se
discute cómo cambiar las regulaciones de los bancos, cómo debe ser la
política fiscal (¿cuánto deben ajustar Grecia o España?), si el euro es
viable, si la unión monetaria debe ser también una unión fiscal, etc. Si el
lector repasa el cuadro del software, verá que el desafío político en
Europa es enorme simplemente porque es necesario realizar trabajos de
reingeniería institucional a una escala pocas veces vista.

Para que esta clasificación general de las fallas de cooperación tenga relevancia práctica
es necesario vincularla con las organizaciones concretas de una economía capitalista
Afortunadamente, los economistas han invertido gran cantidad de esfuerzo en analizar
las fallas de organización que se observan usualmente. En lo que sigue estudiamos,
primero, las fallas de cooperación en las organizaciones individuales (utilizamos la
categorización de la figura 2.1, que distingue entre mercados, organizaciones públicas y
privadas y familias) y luego identificamos las fallas que pueden aparecer en el nivel
sistémico.

54
Fallas de mercado32

El mercado es un formato organizacional con gran poder para resolver problemas de


coordinación y motivación, pero organizar un mercado tiene costos. Por lo tanto, la
ganancia a realizar en la transacción debe ser superior al costo de organizar el mercado
para que tenga sentido recurrir a este formato organizacional. Si los “costos de
transacción” son muy altos, habrá transacciones que, en principio, serán beneficiosas,
pero que no se concretarán porque el beneficio extra es menor al costo de comerciar.
Cuando esto ocurre, se hacen menos transacciones que las óptimas en el mercado bajo
consideración o, directamente, no se hacen transacciones y el mercado desaparece. En
cualquiera de los dos casos diremos que existe una falla de mercado, ya que la
organización no logrará cumplir con la función de facilitar todas las transacciones que
sean beneficiosas para que las partes exploten los beneficios mutuos del comercio. Esto
tendrá un costo económico, debido a que las partes cuya transacción se frustró se
quedarán con bienes que no deseaban tener y que podrían haber intercambiado por algo
que sí deseaban. Las “fallas de mercado” que los economistas identificaron y que son
relevantes para nuestra discusión posterior son las que siguen:

• Problemas de información. Como vimos en el capítulo 1, la información


asimétrica entre las partes da lugar a los fenómenos de selección adversa
y azar moral que frustran la cooperación. Estos fenómenos son frecuentes
en las transacciones de ciertos bienes y servicios complejos con
presencia masiva en nuestra economía y en las que una de las partes sabe
mucho más que la otra.33 Nos referimos a bienes y servicios como la
educación, el crédito, los seguros de retiro o de salud y los conocimientos
tecnológicos. Dentro de esta categoría entran también el proceso de
contratación de mano de obra y las relaciones entre empresas dentro de
una misma cadena de valor. Encontrar formatos organizacionales
eficientes (que tengan costos de transacción bajos) para estos mercados
es muy difícil. La información es también un obstáculo para el desarrollo
de los mercados cuando hay que gastar mucho dinero en encontrar a la
contraparte. En este caso, son los costos de búsqueda los que frustran la
transacción.
• Competencia imperfecta. Cuando una empresa tiene poder de mercado,
lo utiliza para colocar un precio superior al que sería socialmente óptimo.
Al ser el precio muy alto, se realizan menos transacciones que las que
serían convenientes para la sociedad. Una empresa puede hacer esto,
obviamente, cuando está protegida de la competencia y sus competidores
están impedidos de mejorar la oferta.34 Las barreras a la competencia se

32
Sobre fallas de mercado véase Milgrom y Roberts, 1993 o Dixit et al., 2009.
33
Al organizar las transacciones que involucran este tipo de bienes, servicios y factores, los demandantes
suelen tener problemas importantes para informarse y cubrirse de los riesgos correctamente: ¿cómo
entender a qué me compromete la letra chica del contrato?; ¿cómo confiar en que el personal que contraté
en la firma no revelará secretos comerciales o tecnológicos? ¿Cómo saber si este trabajador es
conflictivo? Los oferentes, por su lado, enfrentan dificultades para proteger los derechos de propiedad
sobre lo que producen: ¿cómo evitar que me copien el programa que desarrollé?; ¿cómo asegurar, siendo
una PyME proveedora de una firma con poder de mercado, que se me respete el contrato?
34
Las empresas suelen tener diferentes grados de poder de mercado: monopolio (una sola empresa tiene
todo el mercado), oligopolio (pocas empresas) y competencia monopolística (número grande de
empresas, pero que venden productos con cierta diferenciación que les da una autonomía limitada para
fijar el precio).

55
pueden originar en concesiones del gobierno, acceso privilegiado a
conocimientos tecnológicos y patentes, colusión entre los oferentes o
monopolios naturales. Estos últimos se forman cuando una empresa tiene
costos decrecientes a medida que produce más, como ocurre con muchos
de los servicios públicos.
• Externalidades. Este fenómeno ocurre cuando las acciones de un agente
favorecen o perjudican a otros sin tener que pagar o recibir un pago por
ello. El ejemplo típico es el daño al medio ambiente: no pagamos todos
los costos en que incurre la sociedad cuando utilizamos nuestro
automóvil particular. Otro ejemplo, en este caso positivo, se da cuando
alguien inventa un nuevo procedimiento para bajar costos y favorece a
otros que lo imitan. En este caso, los mercados fallan en la tarea de
motivación porque no están definidos los derechos de propiedad: si las
firmas se esfuerzan para bajar sus costos invirtiendo en investigación y
desarrollo y luego otros la imitan sin pagar, la empresa dejará de invertir
o invertirá poco por falta de incentivos. Cuando existen externalidades, el
problema del “colado” o free rider impide que el mercado haga bien el
trabajo de motivar. Para evitarlo, y proteger las innovaciones, se recurre
a regulaciones. Un ejemplo son las patentes, que excluyen forzosamente
del uso a quienes no invirtieron en generar la innovación.
• Bienes públicos. Estos bienes tienen dos características especiales,
similares a las del conocimiento (véase capitulo 2). No son rivales en el
consumo (que una persona consuma estos bienes no impide que también
otra persona los consuma) y es difícil excluir a otros del consumo35. El
mercado como organización también falla aquí en solucionar la cuestión
de la motivación, por el problema del free rider: los particulares evitarán
pagar por los bienes públicos (un parque, la defensa nacional, etc.) si
pueden disfrutar de ellos sin pagar. Esta falla de mercado se soluciona
mediante una institución: los impuestos. Los ciudadanos no deciden si
pagar impuestos, están obligados a hacerlo.

En el proceso de resolver los problemas que plantean estas transacciones, oferentes,


demandantes y Estado han ido desarrollando un cuerpo de software que opera “al
costado” de las transacciones en los mercados y las hace posibles. Es el caso de las
normas que resguardan la transparencia, la responsabilidad, la confianza y la reputación;
o de las leyes para la resolución de disputas y conflictos como las que regulan las
negociaciones salariales, los derechos del consumidor o las transacciones entre
depositantes y bancos. Esas reglas de “gobernanza” y esos formatos organizacionales
que tornan operativos los mercados son vitales para el funcionamiento de la economía
como sistema. Las reglas de gobernanza tanto pueden surgir espontáneamente de la
interacción de los agentes en los mercados como ser impuestas por el Estado. En
realidad, tanto en su origen como en su forma, las reglas de gobernanza tienden a
adaptarse al tipo de transacción, que, como vimos, puede ser muy compleja.

35
Los bienes que tienen estas características técnicas se clasifican como bienes públicos, pero no todos
los bienes que las presentan son producidos necesariamente por el sector público. Como vimos más
arriba, en el caso de las externalidades asociadas con la innovación también se presentan las
características de no rivalidad y no exclusión.

56
Fallas en las jerarquías privadas36

Cuando los costos de realizar las transacciones por la vía del mercado son excesivos, los
agentes recurren a otros mecanismos para reducir esos costos. Una forma de hacerlo es
internalizar la transacción dentro de la empresa. Esto ocurre, por ejemplo, cuando una
firma se integra verticalmente a los efectos de asegurarse la provisión de insumos. Pero
esto trae nuevos problemas, pues recarga las tareas de la jerarquía. Las causas de fallas
en las jerarquías se relacionan con:

• Los costos de comunicación entre las partes: tanto para transmitir las órdenes
como para informar a la cúpula de los problemas en las jerarquías menores. La
información está siempre descentralizada y localizada en diferentes segmentos
de la organización y ello crea asimetrías de información y costos de transmisión.
• El problema de las influencias. Una parte del esfuerzo de los participantes se
perderá en tareas orientadas a influir sobre sus jefes para conseguir ciertas
ventajas, que no tienen que ver con maximizar los logros del conjunto.
Asimismo, como vimos, los agentes pueden manipular la información (ocultarla,
destruirla) con el objetivo de mejorar su posición.

Las jerarquías nunca funcionan de manera perfecta: no alcanza con diseñar bien el
organigrama y asegurar que funcionen los canales de transmisión de información. En las
organizaciones reales se invierte gran cantidad de esfuerzos en diseñar incentivos para
que las personas sigan las reglas. Si esas reglas no están en línea con las estrategias de
los individuos, las acciones y decisiones de la organización no ocurrirán según el diseño
plasmado en su organigrama: las reglas deben ser efectivas en motivar los
comportamientos deseados. Tomar en cuenta la visión, intereses y preferencias de los
individuos es crucial a la hora de evaluar si el esquema de reglas de juego diseñado para
coordinar y motivar un cierto comportamiento funcionará o no en un contexto
específico: formatos organizacionales que son eficientes para coordinar y motivar en un
contexto podrían producir resultados opuestos en otro.

Las fallas de cooperación se pueden manifestar de diferentes formas. En las jerarquías


que tienen fines de lucro, un problema central es si los agentes (desde el CEO hasta los
empleados no jerárquicos) cumplen en maximizar el lucro del principal, que son los
accionistas. Cuando este punto falla, las firmas tienden a concentrar sus acciones en
pocas manos y grupos familiares, sacrificando eficiencia por un mayor control. La
dificultad para solucionar este problema es tan grave que muy pocas empresas logran
cotizar en una Bolsa debido a que no pueden garantizar ciertas pautas mínimas. Pero
incluso en las organizaciones jerárquicas sin fines de lucro las fallas de cooperación
pueden ser de magnitud debido a corrupción en las compras de bienes y contratación de
servicios, malas relaciones laborales, asignación de beneficios a personas relacionadas,
etc.

Disfuncionalidad familiar37

La familia también puede mostrar fallas en las funciones económicas que cumple. La
familia, como organización, toma decisiones cruciales con relación al ahorro, el gasto
36
Sobre fallas en las jerarquías véase Gibbons (2000).
37
Sobre este tema véase: World Bank (2007) y Lundberg y Pollak (2007).

57
de inversión física (vivienda, bienes durables) y en capital humano, cobertura de
riesgos, participación en el mercado de trabajo y tasa de natalidad. Para llegar a
decisiones correctas en relación con estas variables, las familias deben resolver
problemas de coordinación, motivación y ejecución, como ocurre en cualquier
estructura jerárquica. En la economía de las familias se utilizan modelos de toma de
decisiones que permiten diferentes grados de negociación pero en todos los casos un
problema central tiene que ver con lo motivados que estén los jefes de hogar para tomar
en cuenta los intereses de quienes dependen de ellos: los niños y, también, los ancianos.
Entre las fallas que son relevantes para nuestro estudio cabe mencionar las siguientes:

• Subinversión en capital humano. Entre las causas están el embarazo adolescente,


la falta de interés o información de los padres, desaliento por falta de
oportunidades.
• Negociación excesivamente costosa para manejar conflictos y llegar a decisiones
debido a relaciones dificultosas entre los miembros, lo que lleva a ineficiencia
en la asignación de recursos (ejemplo: madre como único sostén y padre
ausente).
• Socialización deficiente que se refleja en la formación de la identidad y da lugar
a dificultades para integrarse en el mercado de trabajo; provoca mala asignación
del gasto de consumo e inversión y manejo deficiente de riesgos (enfermedad,
vejez).

Las fallas de cooperación en la familia pueden tener consecuencias graves sobre el


funcionamiento del sistema económico. Por una parte, pueden dar lugar a la formación
de trampas de pobreza y falta de oportunidades de movilidad social. Por otra, pueden ser
la génesis de desequilibrios demográficos futuros. En particular, los países que, como la
Argentina, están pasando por el bono demográfico deben garantizar una tasa de
inversión suficiente en capital humano; de lo contrario, las generaciones futuras
enfrentarán problemas para financiar el consumo de los ancianos cuando llegue la etapa
de envejecimiento.

Fallas de gobierno38

El gobierno está compuesto por organizaciones que, como tales, actúan como agentes
económicos. El formato organizacional que utilizan los entes públicos se basa en
jerarquías. La burocracia pública es la organización jerárquica por excelencia. Algunos
de estos entes actúan como si fueran organizaciones privadas (bancos públicos,
empresas del Estado) y otros están especializados en la regulación de las actividades y
la implementación de políticas públicas, como es el caso por ejemplo del Banco Central,
los entes de regulación o la Secretaría de Hacienda. Las fallas de gobierno, por ende, se
asocian en gran medida con los problemas de las jerarquías ya descritos con
anterioridad.

Desarrollar entes públicos que estén libres de fallas es un desafío complicado. Por un
lado, el Estado debe contar con tecnología, recursos y una burocracia pública idónea en
un contexto en que el sector privado y el resto del mundo compiten por captar esos
mismos recursos. Por ejemplo, para el gobierno es difícil reclutar personal calificado en
un país que sufre de “fuga de cerebros” atraídos por mejores oportunidades en el

38
Sobre fallas de gobierno ver Drazen (2000) y Tabellini (2007).

58
exterior. Por otro, aun en los casos en que el Estado logra estructurar entes de
regulación y organizaciones con poder de policía, muchas veces es difícil delegar
autoridad y hacer cumplir las normas debido a la corrupción y la búsqueda de renta fácil
por la vía de conseguir privilegios del Estado. Una falla de gobierno muy grave se
produce cuando las agencias de regulación son capturadas por los intereses específicos
de aquellos que debe controlar. Cuando estos problemas son generalizados pueden dar
lugar a un sistema llamado “capitalismo de amigos”.

Las organizaciones del gobierno desempeñan un papel protagónico, pues, para que el
marco institucional esté en condiciones de inducir orden en las interacciones entre los
agentes se requiere un gobierno capaz de hacer cumplir las reglas de juego –jueces,
poder de policía, una burocracia pública–. Estos servicios sólo pueden ser provistos por
organizaciones del Estado. Ello es así porque, de otro modo, las reglas no serían creíbles
y, por ende, serían inefectivas para ordenar las negociaciones, coordinar y motivar.
Todos los agentes deben creer que se cumplirán los compromisos, las amenazas de
castigo si la conducta se desvía y los premios por actuar en línea con lo esperado. La
autoridad del Estado es central en este punto pues en ella descansa, en última instancia,
la tarea de hacer cumplir las leyes, incluyendo la tarea del Poder Judicial de proveer
justicia ante conflictos entre agentes económicos.

La cesión de poder al Estado, no obstante, plantea un problema adicional: una vez


cedido el poder, la autoridad podría tentarse y no cumplir con sus deberes. Por lo tanto,
es necesario que haya suficiente contrapeso como para controlar el uso de la autoridad.
En realidad, de forma algo paradójica, a un gobierno con poder excesivo le resultaría
difícil ser creíble. Este es un problema inherente a toda estructura de autoridad y es muy
difícil de resolver cuando la distribución del poder es muy asimétrica: quienes acumulan
poder suficiente como para violar sus promesas, no tienen forma de comprometerse
creíblemente a cumplirlas.

Que las autoridades no puedan comprometerse puede inducir serias fallas de


cooperación. Por ejemplo, si un gobierno con mucho poder y pocos controles
republicanos se compromete a no imponer tributos adicionales sobre la inversión, su
promesa no será creíble: los inversores anticiparán que, una vez realizada la inversión,
serán expropiados. Por lo tanto, no invertirán y la contrapartida será, por ejemplo, la
salida de capitales. También ocurre esto cuando el gobierno les reclama a los
asalariados que moderen sus reclamos para reducir la inflación y estos anticipan que una
vez negociados los salarios el gobierno no cumplirá con la promesa de reducir la
inflación debido a sus necesidades fiscales: para financiar el gasto emitirá más dinero
que el que sería compatible con la inflación comprometida.

Disfuncionalidad sistémica39

La disfuncionalidad en el nivel del sistema puede tomar las tres formas básicas
siguientes:

1. Fluctuaciones cíclicas. Es la manifestación más benigna de problemas en el nivel del


sistema económico como un todo y se trata de desequilibrios transitorios. Se
manifiestan como períodos en los cuales la economía crece por encima (expansión) o
39
Sobre disfuncionalidad sistémica con énfasis en los problemas de América Latina ver CEPAL (2008b)
y la bibliografía allí citada.

59
por debajo (recesión) de su capacidad de crecimiento potencial o de pleno empleo. El
nivel de crecimiento potencial del PBI es el que la economía puede mantener a largo
plazo. La tasa más alta de crecimiento durante la expansión no puede mantenerse
porque implicaría sobreutilizar los recursos del hardware de forma permanente y no
transitoria, mientras que una recesión permanente implicaría no utilizar nunca la
capacidad disponible en el hardware. Los gobiernos han desarrollado instrumentos de
política de cierta eficiencia para evitar las consecuencias de los desequilibrios de este
tipo, que toman usualmente la forma de desempleo en la parte recesiva del ciclo y de
presiones inflacionarias en la parte expansiva. Entre esos instrumentos sobresalen:

• Políticas monetarias anti-cíclicas. Si la actividad económica se debilita, los


bancos centrales suelen bajar las tasas de interés para que suban el consumo y la
inversión, y hacen lo contrario cuando se acelera la inflación.
• Políticas fiscales anti-cíclicas. Las autoridades pueden manipular el gasto
público y los impuestos para compensar fluctuaciones cíclicas. Incluso hay
mecanismos fiscales que actúan como estabilizadores automáticos; es el caso de
los seguros de desempleo: en la parte baja del ciclo, cuando la gente es renuente
a gastar y hay desempleo, el gasto público sube automáticamente al elevarse los
pagos por seguro de desempleo y ocurre lo contrario en las expansiones. Uno de
los problemas que tienen países como la Argentina en relación con esto es que
cuentan con pocos estabilizadores automáticos y ello obliga al gobierno a actuar
de forma más discrecional para estabilizar los ciclos En nuestro país, el seguro
de desempleo es insignifcante.
• Política cambiaria. Las autoridades, bajo ciertas circunstancias, apelan a la
depreciación o apreciación de la moneda nacional con objetivos anti-cíclicos.
Por ejemplo, una depreciación es útil para abaratar los productos locales,
incentivar las exportaciones y crear demanda por esa vía en la recesión. Un
problema que enfrenta el mundo luego de la crisis de 2008 es, justamente, que
todos los países afectados por la crisis están continuamente tentados de
depreciar, pero si todos lo hicieran al mismo tiempo, a ninguno le serviría para
nada ya que hay que devaluar en relación con alguna moneda. Sólo habría una
“guerra de monedas” que actuaría como un obstáculo para la coordinación
internacional. La guerra de monedas es un ejemplo de falla de cooperación, pero
en el nivel global. En este sentido, el G20 jugaría el rol del “gobierno” que debe
imponer reglas para llevar a la economía global a un equilibrio cooperativo
mejor que el representado por la guerra de monedas. Hay situaciones en las que,
por el contrario, las autoridades favorecen la apreciación de la moneda. Es
frecuente que se utilice esta estrategia para reducir la inflación: al apreciarse la
moneda las importaciones son más baratas y ello presiona los precios a la baja.

2. Inestabilidad macroeconómica. La inestabilidad macroeconómica es la manifestación


de fallas sistémicas graves. Si no se solucionan, pueden dar lugar a desequilibrios
macroeconómicos que, a diferencia de los cíclicos, pueden perpetuarse en el tiempo
generando una depresión económica, que siempre es acompañada por desempleo alto y
persistente. El ejemplo histórico más conocido es la crisis del treinta y en nuestro país
sobresalen la década del ochenta y la caída de la Convertibilidad. Los eventos creados
por las fallas sistémicas son típicamente las burbujas financieras y el exceso de
endeudamiento del sector público, como ocurrió en países como Irlanda o Grecia. En
estos casos, para evitar la depresión no alcanza con políticas fiscales o monetarias
anticíclicas. Se necesitan reformas en el marco institucional (contratos, régimen de

60
políticas públicas, derechos de propiedad) que permitan devolverles la solvencia a los
bancos y el sector público. Por ejemplo, el Estado puede declarar un default o negociar
una quita voluntaria de la deuda pública; ambas alternativas representan un cambio no
anticipado en los derechos de propiedad y típicamente requieren cambios en las
regulaciones financieras. A los procesos de reforma institucional de este tipo se los
conoce vulgarmente como “ajustes”. La palabra “ajuste” es impopular justamente
porque se refiere a un paquete de medidas cuyo objetivo explícito es inducir una
reasignación en la riqueza que favorezca a los bancos o al gobierno de forma que
vuelvan a ser solventes. Dicho de otra manera, los ajustes buscan establecer nuevos
equilibrios cooperativos que garanticen la funcionalidad futura del sistema (que
organizaciones clave como los bancos y el gobierno sigan operando) sin dañar la
credibilidad institucional. Los ajustes son intensivos en acción política porque un
ingrediente vital de todo ajuste exitoso es la percepción de legitimidad.

3. Bajo crecimiento. Un último tipo de desajuste sistémico tiene que ver con las trampas
de bajo crecimiento. En este caso, el problema es que existe una inconsistencia entre la
dotación de recursos contenida en el hardware y el desempeño de la economía en
términos de crecimiento. Si dos economías con dotaciones similares de recursos
muestran tasas de crecimiento muy diferentes, es razonable formular la hipótesis de que
las disfuncionalidades que explican ese hecho se ubican en el plano de las
organizaciones y el software. Hay una gran variedad de fallas de cooperación que
pueden llevar a este resultado. La literatura actual enfatiza las siguientes (véase
Acemoglu. 2008), :

• Cuando el marco institucional es débil, la incertidumbre de origen estratégico es


más alta y, por lo tanto es más difícil conocer las condiciones futuras de la
economía. Es difícil saber si se respetarán los derechos de propiedad, las
políticas pueden ser erráticas, etc. Esto desincentiva la inversión y el progreso
técnico porque los resultados de esas inversiones sólo se recogen a largo plazo.
• Las fallas en los mercados financieros son particularmente dañinas porque buena
parte de la inversión se financia con crédito. Los países con sistemas financieros
más pequeños crecen menos.
• Las fallas de gobierno afectan al crecimiento por un sinnúmero de vías. Las más
citadas: falta de inversión pública en infraestructura y en capital humano (salud
y educación); falta de desarrollo del sistema nacional de innovación que es vital
para el progreso técnico; corrupción y discrecionalidad excesiva.

En términos más generales, hay que considerar que la mala “elección” del modelo de
organización típicamente lleva a que la organización no persiga los objetivos primarios
que llevaron a su creación. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se elige una solución de
mercado para un problema que deben solucionar el Estado o una ONG, o se usa el
Estado para dar solución a un problema de mercado. También ocurre si la familia se
ocupa de problemas que puede manejar mejor la sociedad, como los seguros para la
vejez. El uso de las comillas en la palabra “elección” llama la atención sobre un hecho:
el carácter evolutivo de las organizaciones, los problemas de acción colectiva y las
restricciones sistémicas hacen que los grados de libertad para elegir sean muy reducidos
o, incluso, nulos.

61
5. Reformas40

Las sociedades económicamente más exitosas en alcanzar sus metas de desarrollo


humano son las que eligen el software que mejor resuelve los problemas de cooperación
asociados con la configuración del hardware y la evolución de las organizaciones
heredadas del pasado. Cuando el software no cumple su papel, aparece la necesidad de
introducir reformas en el marco institucional y, ante tal eventualidad, el desafío que
enfrenta el Estado es cómo mejorar el marco institucional de forma de dar solución a las
fallas de cooperación sin que el remedio sea peor que la enfermedad. Esto es, cómo
solucionar fallas de mercado, de organización o de coordinación sistémica sin reducir la
eficiencia de los arreglos de cooperación –las soluciones organizacionales– que los
agentes económicos se brindan a sí mismos de forma descentralizada y que pueden ser
muy eficientes. Típicamente, las actividades particulares requieren de conocimientos e
información muy complejos y de arreglos para manejar los riesgos de la actividad. Las
tecnologías y organizaciones son sofisticadas y generan conocimientos e información
específicos que se localizan en diferentes segmentos del sistema económico y requieren
de alta especialización y de capital humano. Asimismo, surgen demandas de
comunicación y motivación dentro y entre organizaciones que son difíciles de satisfacer
(véase Matsuyama, 1995).

Los intentos de reforma pueden involucrar diferentes niveles en la jerarquía


institucional representada en la figura 3.1. Pueden ir desde cambios “micro” en el nivel
de las organizaciones en un segmento específico del sistema hasta cambios “macro” que
tomen el carácter de reformas estructurales, como ocurrió en la Argentina de los
noventa y está ocurriendo en los dos mil (más allá de que, como es obvio, la orientación
de las reformas es muy diferente). El software siempre desempeña un papel
protagónico. En el caso de las reformas micro, la flexibilidad para realizar cambios en la
organización está acotada por el marco institucional; como ocurre, por ejemplo, cuando
las firmas deben respetar las normas laborales o medioambientales al realizar
reestructuraciones que busquen incrementar la eficiencia. En el caso de las reformas
macro, como ellas implican mudanzas en las leyes, regulaciones, etc., el software es
vital, porque por un lado la reforma debe ser compatible con el marco jurídico existente
y, por otra, las leyes se pueden cambiar sólo si se respetan los procedimientos que
imponen las instituciones políticas.

¿Es la reforma del marco institucional sólo un problema de diseño? Claramente no, por
una razón muy sólida: la mayor parte de las veces, las reformas en las reglas de juego
suelen tener efectos distributivos de relevancia y, por lo tanto, de ellas resultan
ganadores y perdedores. A nadie lo deja tranquilo que le expliquen que está perdiendo
posiciones en favor del logro de un mejor equilibrio cooperativo. Podría pensarse“la
gente es buena y comprenderá”. Pero aun concordando con el objetivo, las personas se
harán dos preguntas fundamentales primero, ¿cómo saber si la reforma que se propone
es la correcta para lograr el objetivo?; segundo, ¿cómo confiar en quienes implementen
las nuevas reglas? (véase Rodrik, 2003).

Estas preguntas se refieren tanto a la calidad técnica como a la credibilidad de las


instituciones y las políticas. Justamente porque estas preguntas no tienen respuesta
simple, queda involucrada la política: su rol es ayudar a seleccionar el mejor diseño

40
Sobre reformas ver Fanelli (2007) y Drazen (2000).

62
institucional y reforzar la credibilidad construyendo consensos y estableciendo
mecanismos de control. En una sociedad democrática, el Congreso es el ámbito del
debate, la búsqueda de consensos y el diseño institucional, mientras que al Poder
Judicial le cabe el rol de velar por la correcta aplicación de las reglas de juego y
fiscalizar la implementación, a cargo del Ejecutivo.

De lo anterior se sigue que las reformas serán en principio más fáciles de implementar
cuanto menores sean los efectos distributivos adversos que provoquen, menor poder
político tengan los grupos afectados y mejor funcionen las instituciones republicanas.
Por ejemplo, en el caso de las trampas de bajo crecimiento debería ser el más sencillo:
todos ganan si la sociedad se coordina para salir del equilibrio “malo” e ir al “bueno”.
Además, en principio puede hacerse sin cambios significativos de reglas. Esto explica
que sea muy difícil encontrar un país en que el Estado no invierta en educación
primaria: si la gente no supiera sumar y restar, la productividad sería realmente muy
baja. Son situaciones en que todos ganan. Probablemente, si una sociedad no soluciona
este tipo de problemas, es porque cuenta con una “elite de poder” extremadamente
mala.

Los casos del free rider y de los desequilibrios son más difíciles porque de ellos resultan
perdedores y ganadores y, por ende, más resistencia política al cambio de reglas de
juego. Basta comprobar el rol del Tea Party Movement en los Estados Unidos: una de
sus banderas es la resistencia al aumento de la presión tributaria sobre los ricos para
“pagar” los programas anticrisis de ayuda a los bancos y los desempleados.
Probablemente los desempleados pobres piensan algo distinto, y a los bancos les da lo
mismo, siempre que alguien financie el salvataje financiero… Por supuesto, los Estados
Unidos podrían hacerle pagar una parte de la crisis al resto de los países por la vía de
incrementar la inflación y licuar el valor de los dólares que están por todo el mundo y,
particularmente, en las reservas de China y otros emergentes. De aquí que las reuniones
del G20 están lejos de ser tea parties. Cuando los cambios en las reglas de juego tienen
impacto fuerte sobre la distribución, rápidamente el problema deja de ser sólo
económico para devenir político. La fuente principal de legitimación de las reglas de
juego está en el ámbito de la política, no en el de la economía.

La consecución de metas de desarrollo supone la acción colectiva. La sociedad no es un


individuo con volición propia y, por lo tanto, las reformas sólo pueden introducirse a
partir de acciones colectivas regidas por las normas del sistema político. El sistema
político entra naturalmente en el cuadro debido a que una condición necesaria para que
las reformas funcionen es que el marco institucional sea percibido como legítimo y
creíble. Ya hemos analizado por qué la credibilidad, que se gana a partir de la confianza
en las reglas de juego, es el factor que inmuniza a la sociedad contra el virus de la
incertidumbre estratégica. Aquí sólo deseamos subrayar que la credibilidad se nutre de
la vida institucional y de las organizaciones y estas sólo se desarrollan cuando el
sistema político es capaz de generar un Estado legítimo, con capacidad de compromiso.
Este hecho crea un vínculo indisoluble entre economía y política. Por ello, en última
instancia, las reglas del juego de la economía son el reflejo del equilibrio de poder entre
quienes participan en el sistema político. Los economistas tienden a modelar este
problema como un juego de orden superior –de orden político– cuya función es crear las
reglas que se usarán, a su vez, para ordenar la cooperación y el conflicto en la actividad
económica. Si el juego político es de mala calidad, las instituciones económicas y el
desempeño de la economía reflejarán ese hecho. Cuando la sociedad encuentra los

63
caminos para negociar sobre sus diferencias, deliberar sobre sí misma con criterio y
crear estructuras de poder con capacidad de comprometerse, ello puede considerarse una
bendición para la economía.

64
4. Hardware, estructura económica y crecimiento

En su conferencia Nobel, Simon Kuznets (1971) define el “crecimiento económico”


como el incremento a largo plazo de la capacidad de ofrecer bienes económicos de
diversidad creciente a la población sobre la base de avances tecnológicos y de la puesta
en práctica de los ajustes institucionales e ideológicos que el proceso usualmente
requiere. El crecimiento, afirma Kuznets, supone el cambio estructural de la economía
dentro de un proceso en el que se pasa del predominio de la agricultura a un mayor peso
relativo de la industria y finalmente al incremento en el aporte de los servicios. En su
visión, esas mudanzas en la estructura sectorial son acompañadas por incrementos en la
escala de producción y por cambios en las organizaciones: de las unidades familiares de
producción se pasa a organizaciones impersonales, con los cambios correspondientes en
el estatus laboral de las personas, las instituciones y la ideología. Este enfoque del
crecimiento económico está en línea con la noción de sistema que hemos presentado: en
ella cumplen una función tanto la capacidad de producción aportada por el hardware
como las organizaciones y las instituciones.

En las sociedades modernas, el indicador más utilizado para medir el crecimiento es el


ingreso o PBI per cápita. Ya hemos discutido sus limitaciones, pero, en la medida que
los gobiernos y la opinión pública lo utilizan como indicador central de bienestar, es
ineludible mantenerlo como referencia básica y complementarlo con otros indicadores
para evaluar en qué grado el crecimiento es inclusivo y compatible con el desarrollo
humano. No obstante, más allá de cómo se midan los resultados, no hay que perder de
vista que el crecimiento es, antes que nada, un proceso complejo de cambio social.

Dado que en capítulos anteriores hemos analizado el software y la cuestión de la


inclusión, en este nos concentramos en estudiar más a fondo el aporte del hardware al
crecimiento. El foco está puesto en analizar cómo las características de la estructura
productiva y su transformación determinan la capacidad de una economía para generar
crecimiento inclusivo y sostenerlo. Este capítulo tiene cuatro secciones: la primera
analiza los vínculos entre estructura económica y crecimiento sostenido; la segunda
examina los criterios para evaluar la calidad del crecimiento, con énfasis en la cuestión
de cómo generar rendimientos crecientes para sostener el aumento del PBI en el tiempo;
la tercera estudia la anatomía de una estructura económica heterogénea, del tipo de las
que se observan en países emergentes y la última presenta algunas reflexiones finales
sobre estructura económica y crecimiento.

1. Estructura económica y crecimiento sostenido

La figura 4.1 será útil para organizar los temas que trataremos en el capítulo. La figura
repite el segmento correspondiente al hardware de la figura 2.1, pero agregándole
algunas dimensiones que necesitamos incorporar al análisis.

65
Figura 4.1
Hardware, estructura económica y crecimiento sostenido

Hardware

Recursos Naturales Recursos Humanos Geografía Capital Físico Conocimientos

Estructura Productiva PBI

Acumulación de Actividades con


Creación de Empleo Productividad Competitividad
Recursos Rendimientos Crecientes

Cambio estructural

Crecimiento Sostenido

La idea central que pretende transmitir la figura es que los recursos representados por
los cinco rectángulos superiores son los insumos que contribuyen tanto a edificar la
estructura productiva como a generar la oferta global de productos. A esa oferta global
se la identifica con el PBI. En una economía capitalista, los agentes que participan de la
generación de la oferta reciben un ingreso por la tarea de agregar valor a los recursos.
Por ello el PBI, el valor agregado y la suma de todas las remuneraciones pagadas
coinciden y, en general, se utilizan los conceptos de valor agregado, ingreso y PBI como
sinónimos.41 Los productos que conforman el PBI, por otra parte, se destinan a
satisfacer la demanda global de bienes y servicios que la sociedad utiliza para satisfacer
sus necesidades de consumo y para invertir a los efectos de ampliar el tamaño del
hardware. De esta forma se produce una suerte de flujo circular: quienes participan en
generar la oferta contenida en el PBI reciben un ingreso por ello, que luego gastan en
los mismos bienes que contribuyeron a crear. Obviamente, sólo en economías muy
primitivas los productores consumen e invierten lo que ellos mismos crean. En las
economías modernas, los mercados y las organizaciones que examinamos en los
capítulos 2 y 3 son las encargadas de reasignar la oferta según los deseos y necesidades
particulares de los demandantes. Actúan como canales que redistribuyen la oferta hacia
distintos usos. De aquí que los servicios de distribución creen valor: ayudan a mejorar la
asignación de los recursos y, por ende, a usarlos mejor.

Típicamente, el PBI se mide de manera anual. Cuando se trata del crecimiento, no


obstante, evaluar el PBI o valor agregado por la economía en un año determinado
serviría de poco ya que el crecimiento es un proceso inherentemente dinámico. En este
41
Para una definición más precisa y técnica de estos conceptos, véase Naciones Unidas (2006).

66
sentido, hay dos preguntas clave respecto de la relación entre estructura productiva y
crecimiento. La primera es si la estructura productiva es capaz de hacer a la población
cada vez más rica, aumentando el PBI por habitante. Para esto, la generación de valor
agregado debe crecer más rápido que la población, y es difícil que eso ocurra sin
acumulación de recursos y sin progreso técnico. Las sociedades, de cualquier forma, no
se hacen ricas de un día para el otro; se trata de procesos de muy largo plazo. Por
ejemplo, la tasa de crecimiento del ingreso por habitante en Estados Unidos fue de 2%
por año en los últimos cien años. Por ello, una segunda pregunta relevante es si la
estructura productiva está en condiciones de generar crecimiento sostenido. Para
cumplir con este requisito, la estructura productiva debe ser flexible y acomodarse tanto
a los cambios externos como a los generados por su propia evolución: los agentes y las
organizaciones deben desarrollar capacidades para adaptarse, innovar e incorporar
tecnologías.

Justamente porque el crecimiento sostenido es crítico, los economistas han ido


desarrollando criterios adicionales a los del PBI para evaluar el desempeño de la
estructura productiva. Hemos representado esos criterios mediante los cinco rectángulos
del centro de la figura; a saber: productividad global de la economía; potencial para
acumulación de nuevos recursos; creación de empleo; capacidad para generar
rendimientos crecientes y competitividad internacional.

Una aclaración: a diferencia del PBI, que mide el bienestar y, por lo tanto, se refiere a
algo que tiene valor per se, los cinco criterios de desempeño productivo que hemos
mencionado no son objetivos en sí mismos, sino indicadores de la calidad del proceso
de crecimiento y de su sostenibilidad. Asimismo, estos criterios no son todos los que se
necesitan para evaluar la calidad: ya vimos en el capítulo anterior que el software tiene
funciones indelegables y que muy difícilmente la estructura productiva se adaptaría a
los cambios que demanda un proceso de crecimiento sostenido si la sociedad no
estuviera en condiciones de adaptar las reglas de juego en consonancia. No debemos
confundir, en este sentido, estructura productiva –que es un componente central del
hardware– con estructura económica, que incluye adicionalmente a las organizaciones
(empresas, familias, etc.).

La discusión que sigue se organizó en base a la figura 4.1. En la próxima sección


estudiamos los cinco criterios de desempeño que se aplican para evaluar el crecimiento
sostenido; en la sección subsiguiente, usamos esos criterios para mostrar de forma
simplificada cómo es la estructura económica de un país como la Argentina.

2. Criterios para evaluar la estructura productiva

a. Productividad42

No es posible aumentar el ingreso por habitante sin incrementar la cantidad de bienes y


servicios que la sociedad es capaz de producir con los recursos de que dispone. Los
economistas utilizan el concepto de productividad para captar este hecho. La
productividad busca medir qué volumen de producto es capaz de generar una economía

42
Un tratamiento más detallado sobre productividad puede encontrarse en OECD (2001).

67
(output) con un volumen dado de recursos (inputs). Cuanto menos inputs se utilizan por
unidad de output producido, más eficiente es la economía: a la sociedad le cuesta menos
esfuerzo conseguir un nivel dado de bienestar. Por lo tanto, para medir la productividad
necesitamos medir la relación entre el valor agregado o PBI que el país genera, por un
lado, y el conjunto de recursos que tiene en el hardware, por otro.

Realizar esta medición es muy difícil.43 Existen dos procedimientos alternativos:

• Tomar uno de los inputs como representativo del resto y medir la productividad
en relación con ese input. En el caso del crecimiento, el input privilegiado es el
trabajo. Por lo tanto, se toma la productividad del trabajo como representativa de
la productividad de la economía en su conjunto. La productividad laboral tiene
la virtud de ser fácilmente calculable, ya que surge de dividir el valor agregado o
producto generado por la economía por la cantidad de personas ocupadas.44
Cuanto más valor agregado genere cada trabajador, más eficiente será la
economía. Una ventaja adicional de este indicador es que, además de brindar una
idea de lo que ocurre con la eficiencia, también nos da indicaciones sobre el
bienestar: si el trabajador promedio produce más, tiene más bienes a su
disposición. De aquí en adelante, entonces, cuando decimos “productividad” nos
referimos a la productividad por hombre ocupado si no aclaramos lo contrario.
• Tomar en consideración la influencia del resto de los inputs. Para ello se
desarrollaron teorías acerca de cómo afectan los otros inputs a la productividad
laboral. Los argumentos esgrimidos por esas teorías irán quedando en claro a
medida que avancemos.

Como el concepto de productividad del trabajo se utiliza intensamente en el análisis de


la experiencia argentina que realizamos en los capítulos 5, 9 y 10, vale la pena llmar la
atención sobre el siguiente punto. Si el número de trabajadores aumenta (por ejemplo,
porque aumenta la población), para que la productividad del trabajo no caiga el PBI
total debe aumentar. Cada nuevo trabajador debe hacer un aporte al PBI total que sea, al
menos, igual al que estaban haciendo quienes ya estaban trabajando. Bajo estas
condiciones, la tasa de crecimiento del PBI total será igual que la tasa de crecimiento en
la cantidad de trabajadores y, en consecuencia, la productividad por hombre ocupado

43
Para medir la contribución del conjunto de inputs se necesita encontrar una forma de agregar todos
esos inputs en uno solo y, una vez hecho eso, calcular cuánto output producen. La dificultad es que no se
puede sumar una máquina más un hombre más una hectárea de tierra porque ello equivaldría a sumar
peras con manzanas. El método más intuitivo para agregar sería el de calcular cuánto valen la tierra, el
capital, etc., sumar todo, y llamar “input total” a ese valor. Pero no todas las cosas que usamos tienen
precio; hay inputs clave que no se comercian en el mercado porque son bienes públicos, como el servicio
de defensa. Además, algunos precios están distorsionados, como ocurre cuando hay monopolios privados
o cuando el Estado subsidia un producto. Estaríamos generando distorsiones en la medición si al calcular
el valor de las cosas usáramos esos precios. Por otro lado, lo que llamamos “capital” o “tierra” tiene
diferentes calidades y características técnicas y, por ende, enfrentamos el problema de tener que sumar
“peras” de distinta calidad. Necesitamos precios para cada calidad distinta de input y esos precios
tampoco están disponibles en su totalidad. Véase OECD (2001).
44
En las discusiones sobre crecimiento, lo correcto es tomar el “PBI potencial” o de “equilibrio de largo
plazo” para calcular la productividad. A corto plazo, la economía puede no estar en equilibrio debido a
fluctuaciones cíclicas. Por ejemplo, si la economía estuviera “recalentada”, se observaría un crecimiento
del PBI –y, por lo tanto, de la productividad– superior al sostenible en el largo plazo, y lo contrario
ocurriría en un período recesivo. Cuando la economía está en equilibrio, se dice que está generando su
“PBI potencial” o de “pleno empleo”. La dificultad, aquí, es desarrollar técnicas para medir el PBI
potencial, ya que lo que miden las estadísticas es el PBI efectivo. Véase Canova (1998).

68
quedará constante. La economía será más grande (PBI total más grande) porque habrá
más personas trabajando, pero el aporte promedio de cada una quedará igual (PBI per
cápita constante). China es una economía grande porque tiene muchos trabajadores,
pero no es rica como Estados Unidos porque la productividad promedio del trabajo es
más baja allí que en este último país. Conclusión: para que una economía haga cada vez
más rica a su gente es necesario que aumente la productividad del trabajo, de forma que
el PBI suba a una tasa superior a la tasa de crecimiento de la cantidad de trabajadores.
Está claro que si la cantidad de trabajadores y la población crecen a la misma tasa, la
productividad laboral y el PBI per cápita deberían moverse al unísono. Pero hay ciertas
circunstanciasen las que esto no ocurre, y al hacer los cálculos hay que tomarlo en
cuenta. El ingreso per cápita podría subir sin que aumentase la productividad de cada
trabajador si se incrementara la proporción de gente que trabaja en relación con la
población total, y lo contrario ocurriría si esa proporción bajara. Esto es simple de
comprender: si un trabajador potencial está inactivo, el valor agregado que produce es
cero, pero se lo contabilizará igualmente como habitante al calcular el ingreso per
cápita. Si ahora ese mismo trabajador pasa a generar valor, el PBI crecerá sin que crezca
la población, por lo que el ingreso por habitante se elevará.

Recordemos que al total de las personas que desean participar en el mercado de trabajo
se lo llama PEA (población económicamente activa). Ahora bien: ¿por qué podría
cambiar la relación entre la PEA y la población total? La participación de la mujer y la
proporción de niños y ancianos en la población son determinantes clave. También
influye en el deseo de participar en la fuerza de trabajo la expectativa de encontrar o no
un empleo. Como fruto de la transición demográfica, uno de los factores importantes
que está operando actualmente en el mundo desarrollado es el envejecimiento de la
población, a causa de lo cual aumentará el número de retirados. Ante este fenómeno,
una economía podría ver caer su nivel de bienestar aun cuando sus tecnologías, capital
acumulado, etc., no variaran: le jugaría en contra la reducción de la PEA. Como
consecuencia de este hecho, ha aumentado el interés en la demografía en tanto
determinante del crecimiento. De cualquier forma, como los cambios en la participación
suelen ser graduales, es una buena aproximación a la realidad decir que la riqueza de un
país depende de su productividad laboral. Para simplificar, supondremos en nuestra
discusión que la tasa de participación laboral no varía y lo haremos notar cuando no sea
este el caso. Con este supuesto, productividad laboral y PBI per cápita se mueven
juntos.

En suma, nuestro análisis de la productividad indica que si un país no logra mantener,


como mínimo, la productividad del trabajo constante, entrará en decadencia y perderá el
nivel de riqueza que ya hubiera alcanzado. Los aumentos de la participación de la
población en la oferta de trabajo (por ejemplo, participación de la mujer) pueden jugar a
favor durante un período, pero está claro que para el hacedor de política la regla general
es ocuparse de la productividad. ¿Cómo hacer, entonces, para que crezca la
productividad del trabajo de forma que el ciudadano promedio sea cada vez más rico?
O, lo que es lo mismo: ¿cómo hacer para que la tasa de crecimiento del PBI sea mayor
que la tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo? Es justamente aquí donde comienzan
a desempeñar su papel las teorías que explican cuáles son los factores que elevan la
productividad laboral, dando lugar a los criterios de desempeño representados en la
figura 4.1. Analizamos esto a continuación.

69
b. Acumulación de recursos45

Una estrategia que parece razonable para hacer crecer el valor agregado a mayor
velocidad que la oferta de trabajo es la de aumentar la cantidad de recursos que cada
trabajador tiene a su disposición. Además, como en el hardware hay varios recursos
para elegir, lo lógico sería concentrar el esfuerzo en acumular aquel o aquellos que
hagan aumentar el valor agregado más rápidamente. Esta estrategia podría tomar dos
formas básicas. Una es aumentar un input por vez y dejar constante el resto; la otra es
aumentar todos los inputs de manera simultánea.

Empecemos con un input por vez. Si en una organización productiva se aumenta el uso
de un recurso que no sea el trabajo (capital, recursos naturales, etc.) y se dejan los
demás recursos constantes, y si como consecuencia, el valor agregado aumenta aun
estando fija la cantidad de trabajadores, la productividad de esos trabajadores en
promedio habrá aumentado. Esto se observa en la práctica: la productividad media del
trabajo es más alta en las ramas que tienen más capital por hombre ocupado. Ejemplos
típicos de ramas intensivas en capital son la refinación de petróleo o los
emprendimientos mineros. Un hecho que complica el panorama, no obstante, es que la
adición de recursos no tiene siempre igual impacto sobre el valor agregado: en muchas
actividades, cuando se incrementa la intensidad en el uso de, digamos, el capital, lo que
aporta cada unidad adicional de ese recurso al valor agregado –y, por ende, a la
productividad del trabajo– va decreciendo. Debido a esto, se llega normalmente a un
punto en que deja de ser conveniente seguir concentrando el esfuerzo de acumulación
en el recurso en cuestión. De esto se sigue que sería difícil lograr el crecimiento
sostenido de la productividad laboral sólo sobre la base de la acumulación de factores
cuyo aporte a la productividad decrece en el tiempo.46

En vez de ir aumentando la intensidad de un recurso por vez, cuando una planta ya está
trabajando a pleno, los productores podrían tomar la decisión de construir una nueva
planta. Esto requiere aumentar el uso de todos los recursos al mismo tiempo: una nueva
planta requiere un lote de tierra, maquinaria y nuevos trabajadores. Si, como
consecuencia de incrementar el uso de todos los recursos en igual proporción, el valor
agregado sube en idéntica proporción, se dice que la unidad productiva muestra
“rendimientos constantes a escala”: cada nueva planta construida produce lo mismo que
las anteriores. Si el valor agregado crece más que proporcionalmente, los rendimientos a
escala son crecientes y, por supuesto, son decrecientes si ocurre lo contrario.47

45
Los modelos de crecimiento basados en la acumulación de recursos se estudian en detalle en Sala-i-
Martin (2000).
46
Por otra parte, si el recurso que se incrementa es la cantidad de trabajo y el resto de los recursos
permanece sin cambios, la prueba es más exigente en lo que hace a productividad laboral: para que esta
aumente en promedio al agregar un trabajador más, ese trabajador adicional debería realizar un aporte
mayor que el que venían realizando en promedio los trabajadores que ya estaban ocupados. Esto puede
ocurrir, por ejemplo, cuando los trabajadores aprenden a trabajar mejor a medida que pasa el tiempo y le
enseñan al recién llegado cómo ser más productivo.
47
Nótese, sin embargo, que no haría falta volver a “inventar” la tecnología utilizada en la planta debido a
que el conocimiento, como vimos, es especial: se puede “consumir” sin que desaparezca. Por supuesto, si
se invirtiera en desarrollar nuevas tecnologías, la planta nueva no sería un clon de la antigua, como
estamos suponiendo en el texto y podría ser más productiva. Cuando se da esta circunstancia, los cambios
tecnológicos se convierten en una fuente adicional de rendimientos crecientes (véase Carlaw y Lipsey,
2001).

70
Si es la estructura productiva como un todo la que exhibe rendimientos constantes a
escala, la productividad del trabajo de esa economía será siempre la misma y su
producto por habitante se estancará. En efecto, en esa economía, a medida que crezca
naturalmente la población, se necesitará que suban en igual proporción el resto de los
recursos del hardware para que los nuevos trabajadores encuentren plantas productivas
adicionales en las cuales trabajar y, si ello ocurre, el PBI subirá en proporción a los
recursos adicionados para construir las plantas, dado que hay rendimientos constantes a
escala. Así, la productividad quedará constante porque la cantidad de trabajadores y el
valor agregado estarán subiendo a la misma tasa. Todos los habitantes serán igual de
ricos que antes, pero no más. Obviamente, la situación sería mucho peor si la economía
mostrara rendimientos decrecientes a escala: entraría en decadencia porque el nuevo
valor agregado generado al adicionar recursos a medida que la población crece no sería
suficiente para satisfacer los requerimientos del aumento poblacional. Esto quiere decir
que para ser cada vez más rico se necesitaría encontrar la forma de obtener rendimientos
crecientes al aumentar la escala en que se usan los recursos.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que no todos los recursos se pueden incrementar
de manera conjunta, de forma de ganar escala. Los recursos naturales no se reproducen
y algunos se agotan. El factor trabajo, a su vez, se reproduce en función de decisiones
que pertenecen más al campo de la demografía que al de la economía. Asimismo, la
acumulación de conocimiento depende en cierta medida de la creatividad y de la
disponibilidad de capital humano y estos factores pueden no estar presentes48.

La conclusión general que se sigue de estos argumentos es que sería muy difícil basar la
estrategia de crecimiento sólo en acumular factores a medida que la población crece, de
a uno por vez o aumentando la escala en el uso de todos al mismo tiempo. Para que cada
habitante sea cada vez más rico hay que encontrar la forma de que los rendimientos no
se estanquen o decaigan. La respuesta a esto está en gran medida asociada con un
componente del hardware que hemos dejado un poco de lado: el factor conocimiento,
que influye tanto en la tecnología de productos y procesos como en la organización.

c. Rendimientos crecientes49

Los economistas han identificado una diversidad de mecanismos para obtener


rendimientos crecientes a escala y será bueno tomar en cuenta los siguientes casos, en
función de nuestros objetivos.

En primer lugar, las denominadas economías de escala estáticas. En este caso aparecen
rendimientos crecientes debido a que el volumen óptimo de utilización de una planta o
una obra de infraestructura es muy elevado, como en el caso de, digamos, una nueva
autopista. A diferencia del caso de los rendimientos decrecientes, cuando se construye
una nueva autopista y aumenta la cantidad de vehículos que la utilizan, caen los costos
unitarios. La razón es simple: los costos fijos de construcción de las grandes obras de
infraestructura caen al aumentar la cantidad de usuarios. Los costos caen porque está
aumentando la productividad en la utilización del capital invertido.50

48
Sobre acumulación de recursos naturales ver Sinnot et al. (2010); sobre demografía Lee y Mason
(2011) y sobre conocimiento técnico Carlaw y Lipsey (2001).
49
Los temas discutidos aquí pueden profundizarse en Aghion y Howitt (1994) y Venables (2008a y b).
50
Pero este beneficio no viene sin dificultades por el lado del software: los costos decrecientes dañan a la
competencia por dos vías. Por un lado, puede ocurrir que la firma de alta escala desplace a sus

71
De cualquier forma, cuando las economías de escala son estáticas, se registran
rendimientos crecientes sólo durante un tramo de la producción, hasta que se utiliza toda
la capacidad. El punto importante para el crecimiento económico, sin embargo, es que
puede pasar mucho tiempo antes de que esto ocurra. Las grandes obras de
infraestructura suelen dar un gran empuje al crecimiento del PBI, aumentando la
probabilidad de que aumente por encima del crecimiento poblacional durante un
período largo. En el caso de la infraestructura, usualmente el impulso se debilita debido
a fenómenos como la congestión, que obligarán a nuevas inversiones.

Hay situaciones, no obstante, en que las economías de escala estáticas pueden dar lugar
a impulsos muy prolongados, sobre todo si tomamos en cuenta el comercio
internacional. Un país puede ganar escala en, digamos, la producción de automóviles y
ello haría que sus costos fueran inferiores a los del resto del mundo. Comenzaría, por
ende, a exportar ganando mercados que pueden ser muy amplios, lo que le permitiría
construir plantas aun mayores, bajar más los costos y afirmarse en las exportaciones.
Las ganancias de productividad que pueden realizarse por esta vía son enormes y
también lo son, en consecuencia, las ganancias en nivel de vida ya que estaría
aumentando del ingreso per cápita. No en vano existe, como veremos, una correlación
positiva entre productividad, competitividad y salarios reales de los trabajadores.51 En
los dos mil, la industria automotriz argentina estuvo en condiciones de explotar las
economías de escala en ciertos segmentos de la rama a partir de la integración con
Brasil (véase capítulo 10).

Un segundo caso de rendimientos crecientes ocurre cuando los costos caen con la escala
de producción debido a que los trabajadores y empresarios aprenden a hacer mejor las
cosas a partir de la experiencia (learning by doing). Esta alternativa tiene la ventaja de
que los rendimientos crecientes no tienen por qué desaparecer en el tiempo: la
posibilidad de aprender no tiene un límite. En este caso, se dice que las economías de
escala son dinámicas: los trabajadores están en condiciones de extraer cada vez más
producto de un hardware dado gracias a que aprenden a utilizar los recursos con
eficiencia cada vez mayor. Nótese que los argumentos sobre escala y ganancias en el
comercio internacional se aplican también en este caso. Aunque el riesgo aquí es que el
competidor imite y también gane escala (no olvidemos que el conocimiento es especial
en este sentido).

La posibilidad de ganar competitividad por la vía de la escala –sea estática o dinámica–


da lugar al fenómeno de la “industria naciente”, que suele ser utilizado para justificar el
proteccionismo como instrumento para la industrialización. La idea es proteger el
mercado local, hacer que las empresas ganen escala por la vía estática o de aprendizaje
y, una vez que los costos hayan bajado lo suficiente, dejar que vayan a competir con el

competidores fácilmente si estos tienen una escala menor y, por ende, sus costos son mayores. Por otro
lado, si la inversión inicial en la planta es muy grande, sólo quienes tienen recursos suficientes podrán
participar y ello actuaría como una barrera a la entrada que deterioraría la competencia. Se pueden
formar, así, los llamados “monopolios naturales” o, menos dramáticamente, situaciones en que el
mercado es dominado por unas pocas empresas, como suele pasar en el mercado de automóviles. Cuando
las empresas pueden ejercer poder de mercado, suelen necesitarse regulaciones para proteger el bienestar
del consumidor. También ocurre que el Estado se haga cargo de las grandes obras de infraestructura. Esto
motiva demandas para el software (regulaciones, formatos organizacionales) que pueden no ser fáciles de
satisfacer cuando el marco institucional es débil o la corrupción es elevada.
7
Un buen manual para analizar el rol de la escala en el comercio internacional es Krugman y Obstfeld
(2006).

72
resto del mundo. El argumento es perfecto, pero llevarlo a la práctica es muy difícil: es
muy demandante de reglas de juego. Esto es así porque la industria protegida podría no
aprender ni ganar escala, pero cooptar la agencia de aplicación del gobierno de forma de
prolongar indefinidamente la protección sin hacerse competitiva. Esto obliga a los
consumidores y las firmas a pagar eternamente más por lo que podrían comprar más
barato afuera. No sorprende que los países que lograron sacar provecho de la industria
naciente sean aquellos que se las arreglaron para instalar un software adecuado.52 La
Argentina, como veremos en la cuarta parte, tiene una larga historia de intentos de
diseñar un software apropiado para explotar las industrias nacientes, donde hay
probablemente más para aprender de los errores que de los aciertos (que por supuesto
también los hubo).

En tercer lugar, la economía puede generar rendimientos crecientes gracias a un mayor


progreso técnico que lleve a que los recursos existentes sean más productivos. Es
justamente la búsqueda de beneficios extraordinarios mediante la identificación de
actividades con rendimientos crecientes lo que incentiva a las empresas a invertir en
investigación y desarrollo de nuevos productos y procesos. No es tan sencillo, sin
embargo, generar tales incentivos debido a las características del conocimiento que ya
discutimos (no rivalidad en el consumo y difícil exclusión): las empresas pueden no
invertir si anticipan que sus competidores copiarán sus métodos. De aquí que se
requieran reglas de juego para proteger estas inversiones, como es el caso de las
patentes de medicamentos o los derechos de autor. Esta cuestión también es muy
demandante de software apropiado pues es muy complejo encontrar el equilibrio entre
los intereses de la sociedad y los incentivos particulares. Una alternativa es que el
gobierno destine recursos para investigación y desarrollo y genere conocimiento que
luego pueda ser utilizado libremente o que subsidie en parte la investigación de las
firmas privadas o de las ONG. Al entramado de organizaciones públicas y privadas que
participan de estas actividades se lo suele denominar “sistema nacional de innovación”
(SNI).53 La Argentina cuenta con un SNI débil, pese a algunos logros en el campo
científico y tecnológico (PNUD, 2009).

En cuarto lugar, los rendimientos crecientes pueden crearse a partir de las interacciones
entre unidades productivas cuyas actividades resultan complementarias. Esto puede
ocurrir de diferentes formas; para nuestra discusión serán relevantes los fenómenos de
aglomeración, las redes y las cadenas de valor.54

En la aglomeración, los beneficios surgen del hecho de que las firmas se localizan en un
mismo lugar y se benefician de ello. Por ejemplo, porque aprenden unas de otras o
porque se benefician del hecho de que acudan trabajadores con calificaciones que se
adaptan a sus necesidades. La urbanización es uno de los fenómenos de aglomeración
más importantes. A escala menor, Sillicon Valley es otro ejemplo.

Sin embargo, la aglomeración enfrenta un problema de coordinación: si bien todos se


beneficiarían si se establecen en la misma localidad, se necesita una masa crítica para
que el efecto se produzca y hasta que la masa crítica no esté, a nadie le resulta rentable

52
Sobre las políticas industriales seguidas por los países asiáticos exitosos, véase, por ejemplo, Banco
Mundial (1993); y Gill y Kharas (2007).
53
Sobre tecnología y productividad, véanse Aghion y Howit (1998) y OECD (2001); sobre sistema
nacional de innovación, Lundvall (1992).
54
Sobre estos fenómenos, véanse Strange (2008), Lariviere (2008) y Bloch (2008), respectivamente.

73
ser el primero en establecerse en una localidad dada. Típicamente estos fenómenos
ocurren de forma más o menos accidental. Pero los gobiernos que tienen políticas
públicas de calidad muchas veces se encargan de la coordinación, por ejemplo,
formando parques industriales o tecnológicos.

Las cadenas de valor son más fáciles de crear porque suelen formarse a partir de una
firma líder que establece relaciones cuasijerárquicas con el resto de las firmas de la
cadena y coordina las actividades de estas como proveedores o unidades tercerizadas.
Son más fáciles porque la firma líder, que suele tener el activo estratégico de la cadena
(como el dominio de una tecnología o un mercado de distribución del producto), es
capaz de internalizar buena parte de los beneficios generados.

A diferencia de una cadena de valor, las redes suelen ser más horizontales, con menos
relaciones cuasijerárquicas en su interior. Pero por la misma razón enfrentan más
problemas de coordinación e incentivos.

El punto central a tener en cuenta, en definitiva, es que cuando existen


complementariedades pueden aparecer fenómenos de retroalimentación positiva entre
las organizaciones (aprender unas de otras, organizar cadenas densas de insumo-
producto) que se traduzcan en rendimientos crecientes para toda una región, industria o
actividad específica (Carlaw y Lipsey, 2001). El potencial de la aglomeración, las redes
y las cadenas de valor para hacer subir la productividad del trabajo y el ingreso per
cápita es enorme. Como estos fenómenos involucran relaciones entre organizaciones
productivas, son difíciles de detectar y analizar en el nivel de la unidad productiva: se
hace necesario un enfoque que tome la estructura productiva como unidad de análisis.
Este es justamente el enfoque que adoptamos en los capítulos 9 y 10, donde veremos
que la estructura productiva de la Argentina se benefició enormemente de las redes (en
el sector agrícola) y las cadenas de valor (en el sector agrícola y servicios) en los dos
mil, pero que muestra poca capacidad para generar encadenamientos.

Un último factor que puede devenir en una fuente de rendimientos a escala son las
instituciones.55 Las reglas de juego contenidas en el software actúan como bienes
públicos que entran como insumos en la producción de todas las organizaciones
productivas y contribuyen a moldear las relaciones que establecen entre ellas. En este
sentido, el software económico desempeña una función muy parecida a la del software
en el mundo de la computación: una vez desarrollado el programa, puede ser utilizado
por una enorme cantidad de usuarios con sólo una inversión mínima, y, cuanto mayor el
número de usuarios, más fácil amortizar el costo fijo de desarrollar el programa.

Es fácil ver, a esta altura, por qué la literatura sobre crecimiento actual les asigna una
función tan importante a las instituciones (y por qué nosotros le dedicamos cierto
espacio al análisis del software).

• Es necesario que las unidades productivas perciban que sus derechos de


propiedad están protegidos para que haya incentivos para acumular capital o
invertir en la exploración de recursos naturales.

55
Sobre este punto y las instituciones, véase Aoki (2001) y Acemoglu (2008).

74
• Si los costos decrecientes se registran en una actividad que genera monopolios
naturales o empresas con poder de mercado, la calidad de las regulaciones será
crítica en determinar los beneficios para el crecimiento.
• Cuando los rendimientos crecientes aparecen en las relaciones entre empresas
por la vía de las complementariedades, es necesario coordinar las inversiones y
las decisiones. Por ejemplo, los autopartistas invierten si hay una terminal, y la
terminal puede no localizarse en el lugar porque no hay autopartistas. Esto
demanda insumos del software bajo la forma de políticas públicas que ayuden a
coordinar decisiones productivas. Por ejemplo, los gobiernos deben invertir en
parques industriales para conformar clusters dentro de los cuales se aprovechen
las complementariedades entre firmas.
• Las políticas industriales orientadas a explotar los beneficios de la industria
naciente deben estar contenidas en un régimen de políticas públicas que evite la
mala asignación y la corrupción.
• Cuando se descubre una nueva actividad con rendimientos crecientes, los
recursos deben fluir hacia ella. Pero puede ocurrir que los canales estén
obstruidos por debilidades en el software: por ejemplo, si un emprendedor tiene
una idea, debe contar con capital para ponerla en práctica y si no lo tiene, debe
pedirlo prestado. Si por ser un emprendedor no tiene mucha historia crediticia, el
banco no le dará el crédito, el proyecto no se hará y la sociedad perderá una
oportunidad. Una razón esencial por la que las finanzas no se desarrollan son los
problemas de regulación y de defensa de los derechos de propiedad de los
acreedores. En el capítulo 11 veremos que el subdesarrollo financiero es uno de
los obstáculos más importantes que enfrenta la Argentina para crecer
sostenidamente.

d. Competitividad

En el punto anterior enfatizamos que la productividad es vital para aumentar la riqueza.


Esto es siempre cierto. Sin embargo, en una economía globalizada como la nuestra es
vital tomar en cuenta que los países no viven aislados: al tomar decisiones, los
productores y los hacedores de política necesitan siempre tener un ojo puesto en lo que
está haciendo el vecino (y los no tan vecinos también, por supuesto). Por ejemplo, un
país podría tener mucho éxito en aumentar la productividad en una actividad
determinada y, en principio, ello aportaría al crecimiento de su bienestar. Pero, ¿qué
ocurriría si el vecino aumenta aun más la productividad en esa actividad específica?
Bajo estas circunstancias, los costos del vecino serían más bajos, los consumidores
comprarían el producto en el exterior y la actividad nacional específica tendería a
deprimirse al caer la demanda de sus productos. Esto ocurriría aun cuando la actividad
hubiera tenido éxito en aumentar la productividad, y redundaría en daños para los
empresarios y los trabajadores al perderse las inversiones de capital y los empleos. En
conclusión: habría sido mejor no invertir allí.

Por supuesto, si una actividad falla en el examen competitivo, los recursos se


reasignarán a otras actividades que sí sean competitivas con relación al resto del mundo.
Actividades en las cuales el país goce de lo que David Ricardo –y los economistas a
partir de ahí– llaman “ventajas comparativas”. Pero la cuestión no es, por supuesto, tan
simple. No es tan fácil encontrar actividades competitivas y, además, el proceso de
prueba y error puede ser penoso: cada error implica pérdidas de recursos y desempleo.
Más allá de esto, lo que guía el proceso de incremento de la competitividad es la

75
búsqueda de beneficios: tomando como dato los precios externos, las firmas locales
buscan aumentar la productividad para bajar sus costos y, de esa forma, ganar dinero
vendiendo en el exterior o desplazando a las importaciones en la economía nacional. El
éxito competitivo puede dar lugar a círculos virtuosos si la firma reinvierte los
beneficios y las nuevas inversiones permiten incrementar la productividad y reducir
costos con relación a la competencia internacional. Las firmas probablemente
preferirían aumentar sus beneficios aumentando los precios en vez de esforzarse para
reducir los costos; pero para fijar los precios en el mercado internacional deberían tener
poder de mercado, algo muy difícil de lograr en la arena global, donde existen tantos
competidores, sobre todo para firmas de países emergentes.

Podemos extraer una conclusión muy importante de estos argumentos: el examen de la


competitividad es más difícil de aprobar que el examen de la productividad. Para
mantener la primera, hay que lograr que la segunda evolucione como mínimo a una tasa
igual a la que se observa en los países competidores. Esta es la regla general y por ello
es difícil ser competitivo: se debe imprimir un gran dinamismo a la productividad, y el
proceso para lograrlo puede ser penoso.

Esta regla general tiene dos excepciones. Ambas son de gran importancia para el caso
argentino y ambas tienen que ver con los precios. La primera es que las autoridades
nacionales, bajo ciertas condiciones, pueden manipular los precios internos de forma de
hacer subir los beneficios de las firmas que compiten con el exterior. La segunda es que
a veces los países tienen suerte y los precios internacionales de lo que venden aumentan.

En cuanto a la manipulación de los precios internos, hay dos estrategias para hacerse
competitivo, aun teniendo una productividad menor que los competidores externos:

• Vender más barato reduciendo los costos internos y, particularmente, los costos
laborales. Esto es lo que hacen los países que deprecian el valor de su moneda a
los efectos de ser competitivos. Si se logra que el tipo de cambio (pesos por
dólar) aumente más que los salarios en pesos, los salarios medidos en dólares
caerán y, como los precios internacionales en dólares están dados, aumenta el
beneficio de las firmas nacionales que compiten con el exterior: reciben la
misma cantidad de dólares, pero los salarios que pagan representan menos
dólares. Por ejemplo, los Estados Unidos acusan a China de ganar
competitividad de esta forma. Cuando un país hace esto, es literalmente como si
tuviera siempre a sus trabajadores en oferta de fin de temporada. Por supuesto
no es gratis: se sacrifica bienestar nacional para ganar competitividad. Los
trabajadores argentinos sufrieron muchas veces caídas fuertes de sus salarios en
dólares por efecto de devaluaciones (ejemplos: 1981; 1989; 2002). Sin embargo,
todo gobierno con sesgo más o menos oportunista siempre tendrá la tentación
opuesta: revaluar la moneda para aumentar los salarios en dólares y crear una
sensación ficticia de mayor bienestar a corto plazo (ejemplos: la “plata dulce” de
1978-80; la convertibilidad). Estas políticas se autodestruyen debido a que la
economía deviene muy poco competitiva y experimenta problemas en su sector
externo: comienzan a faltar dólares por la caída de las exportaciones y el
aumento de las importaciones. El final es siempre la depreciación de la moneda.
Conclusión: es fundamental aumentar la productividad del trabajo para no tener
que poner los trabajadores en oferta como único medio de ganar competitividad.

76
• Colocar barreras proteccionistas: prohibir importaciones o fijarles altos
aranceles. Esto evita que actúe la competencia externa y, bajo tales condiciones,
las empresas locales pueden subir sus precios y aumentar sus beneficios sin
temer que los extranjeros les quiten porciones del mercado. Una consecuencia
positiva de esta estrategia proteccionista es que impide el desempleo y las
pérdidas empresarias en la rama afectada por la competencia externa. Pero
también tiene un costo: todos los consumidores del país pagarán más caro un
producto que podrían conseguir más barato afuera: de hecho, se le pide a la
población que subsidie el empleo y las ganancias en sectores que no están en
condiciones de aprobar el examen competitivo. De más está aclarar que las
empresas protegidas seguirán sin poder competir en cualquier otro mercado que
no sea el nacional.

Si se busca ser competitivo devaluando o protegiendo el mercado interno, se sacrifica


bienestar a favor de la competitividad al bajar el nivel de vida, sea abaratando el trabajo,
sea aumentando artificialmente los precios internos. ¿Vale la pena? Si esta fuera toda la
historia, probablemente la respuesta sería “no”. Por ejemplo, ¿por qué una parte de la
sociedad debería subsidiar a otra? ¿No debería el sistema político decidir cuál es el
mejor uso del subsidio? ¿Qué ocurre si el producto protegido lo producen trabajadores
muy bien pagados que para proteger su empleo y los beneficios de su empleador venden
productos de consumo masivo caros que consumen los más pobres?

Siendo esto así, ¿por qué podría justificarse el uso de la devaluación o la protección? Ya
hemos dado una respuesta: a veces, quienes participan de una actividad pueden reducir
los costos a medida que incrementan el volumen de producción y ventas. Cuando esto
ocurre, suele decirse que la actividad está desarrollando ventajas competitivas
“dinámicas”. Al ayudar a aumentar las ventas y reducir los costos, la devaluación o una
protección temporal podrían poner en movimiento un círculo virtuoso si, incentivadas
por los mayores beneficios, las firmas invierten más, dinamizando la productividad. Las
empresas nacionales tendrían, así, una oportunidad para incrementar la productividad
más rápido que el vecino. Si la aprovecharan, la devaluación o la protección devendrían
en instrumentos para el “descubrimiento” de ventajas comparativas. Parece un buen
negocio: sin generar desempleo ni pérdidas, se logra ganarle mercados a la competencia.
Sin embargo, hay un riesgo asociado a esta estrategia: podría ocurrir que quien recibiese
el subsidio temporal vía devaluación o protección no hiciera los deberes, no invirtiera y
no se preocupase por incorporar tecnología y, en consecuencia, desaprobase el examen
competitivo. Incluso esto podría ocurrir no por desidia de los emprendedores sino
porque la política industrial no se complementa con otras medidas básicas para crear un
buen clima de inversión. Cuando esto ocurre, las firmas suelen pedir fecha para un
“recuperatorio”; esto es, piden posponer el examen y seguir siendo financiadas por el
resto de la sociedad. Si los funcionarios públicos son muy condescendientes o son
corruptos, asignar nuevas fechas de recuperatorio será la regla y no la excepción. Esto
sugiere que, para que el esquema procompetitivo funcione, las reglas de juego deben ser
transparentes y estrictas. O, para ponerlo en términos de nuestro análisis del sistema
económico: si el software es de buena calidad, estas políticas pueden funcionar; de lo
contrario, serán simplemente un canal para repartir subsidios.

¿Por qué son beneficiosos para la competitividad los aumentos de precios


internacionales? Porque mejoran los beneficios de las firmas locales competitivas al
igual que en el caso anterior; pero hay una gran diferencia: ahora el incremento no surge

77
de ninguna manipulación artificial. Bajo estas circunstancias, si las firmas invierten los
beneficios adicionales, es probable que se ponga en marcha un círculo virtuoso. Este
mecanismo es central para países como Chile o el nuestro, cuyas exportaciones tienen
un gran componente de recursos como el cobre o la soja. Cuando este es el caso, sin
embargo, también hay riesgos y, en función de nuestro estudio, hay que resaltar dos:

• Contraer la “enfermedad holandesa”.56Esto se produce cuando un país descubre


un recurso natural, la actividad se hace más rentable y, por lo tanto, se produce
una reasignación de factores –en particular, trabajo y financiamiento– en favor
de la explotación de recursos naturales. Esto detrae recursos de otras actividades
transables, y puede llevar a la desaparición de muchas de ellas. En el ejemplo
típico, se trata del descubrimiento de recursos minerales, con una localización
específica y de carácter no renovable. El rol del sector transable perjudicado lo
desempeña la industria; como fue el caso en Holanda en la experiencia que
inspiró estos modelos, pero muchas veces también lo desempeña la agricultura.
Esto es así cuando se realizan descubrimientos, digamos, de minería o petróleo
en un país que cuenta con ventajas en la exportación de café como Colombia. El
sector no transable entra también en el cuadro. Al incrementarse la base de
recursos se produce un efecto tanto de riqueza como de liquidez que incrementa
la demanda agregada. Como el sector no transable sólo puede aumentar su oferta
a costos crecientes, se elevan los costos internos (salarios y otros) también para
el sector transable. Si el precio de los no transables sube con relación a los
transables, la economía pierde competitividad. Además, si las actividades
transables como la industria o la agricultura pierden peso en favor de la minería,
la economía queda, probablemente, más expuesta a shocks externos. Por una
parte, al reducirse la diversificación de la canasta exportadora, la oferta de
divisas será más dependiente de pocos productos; por otra, habrá una mayor
penetración de las importaciones si las actividades que compiten con las
importaciones se debilitan por el empuje de los costos. Y si el recurso natural es
una commodity de precio volátil, la economía será más volátil
macroeconómicamente.
Se puede ejemplificar con el caso de Brasil, un país semiindustrializado que ha
descubierto grandes cantidades de petróleo. Si Brasil exporta petróleo y el precio
internacional de este sube, aumenta la entrada de dólares en Brasil y al haber
más dólares el real se aprecia y el valor de los salarios brasileños en dólares
sube. Las firmas que exportan petróleo no tienen problemas para enfrentar
mayores costos laborales pues sus precios subieron, pero la industria
manufacturera que debe competir con China, sí: el resultado final es que el país
pierde competitividad y muchas industrias podrían debilitarse y fenecer,
víctimas de la enfermedad holandesa.

• Caer bajo la llamada “maldición de los recursos naturales”,57 que se da cuando la


abundancia de recursos naturales atrasa el crecimiento. Podría aparecer en este
contexto por lo siguiente: al incrementarse las ganancias de las firmas petroleras,

56
Las bases para analizar la “enfermedad holandesa” fueron establecidas por Corden y Neary (1982) y
Corden (1984). En la literatura a que dio origen este trabajo, los autores enfatizaron sobre todo el aspecto
de la competitividad. Para una versión más reciente aplicada a países en desarrollo véase Van der Ploeg y
Venables (2010). Sobre el ejemplo de Brasil que se desarrolla más abajo, véase Albrieu y Fanelli (2011).
57
La relación entre recursos naturales y crecimiento ganó espacio a partir del trabajo de Sachs y Warner
(1995); véase también Van der Ploeg y Venables (2010).

78
se desata un conflicto si otros grupos sociales tratan de apropiarse de esas rentas
extraordinarias; y las firmas favorecidas podrían no invertir, por temor a ser
expropiadas o porque el gobierno se apropia de la renta extraordinaria
aumentando la presión impositiva. En tal caso, el círculo virtuoso que va de los
aumentos de precios a los beneficios y a la inversión podría no operar y, por
ende, no habría incrementos en la productividad. La “maldición” se relaciona
estrechamente con los conflictos por apropiación de las rentas y la ineficiencia
de las instituciones para procesarlos.

La Argentina no está inmunizada contra ninguna de las dos dolencias que acabamos de
comentar, como veremos en el capítulo 8.

En vista de estas consideraciones, no sorprende que los hacedores de política le asignen


tanta importancia a la cuestión de la competitividad. Una estrategia fallida para
desarrollar ventajas comparativas dinámicas puede ser extremadamente dañina para el
crecimiento sostenido: al proteger al sector equivocado desviando los recursos hacia él,
se perjudica de hecho a otros sectores que podrían tener gran potencial para impulsar la
productividad laboral de la economía. La devaluación, asimismo, hace recaer en los
salarios parte del esfuerzo procompetitivo.

Si un país renunciara a llevar adelante políticas procompetitivas, esa podría ser una
decisión también fatal para el crecimiento sostenido: ese país podría condenarse a
explotar sólo sus ventajas comparativas estáticas sin “autodescubrirse” por la vía de
buscar activamente nuevas oportunidades (Hausmann y Rodrik, 2002). Por supuesto, se
podría confiar en que los agentes económicos espontáneamente encontrarán nuevas
ventajas competitivas. Pero este argumento es débil: por empezar, si otros países
implementan políticas pro-competitivas agresivas, ese hecho no puede ignorarse (como
en el ejemplo de China). Además, la acumulación de conocimientos técnicos es crítica
para desarrollar ventajas competitivas y, como vimos, la producción de conocimiento
tiene características que hacen fallar los mecanismos tradicionales de motivación por la
dificultad de definir derechos de propiedad. Se necesitan reglas de juego adaptadas a
estas circunstancias, y pueden requerir un diseño muy sofisticado. También se necesitan
políticas bien diseñadas para ayudar en la coordinación de las decisiones privadas
(parques industriales, etc.), para evitar la enfermedad holandesa y para manejar los
conflictos asociados con la maldición de los recursos.

Sin duda, las tareas de construcción de reglas de juego para una economía competitiva
van mucho más allá de la simple implementación de barreras proteccionistas o de
mantener una moneda depreciada. No es exagerado decir, en relación con esto, que el
marco institucional es un insumo crítico de la competitividad. Es difícil que haya
crecimiento sostenido sin mejoras en la calidad del software.

e. Creación de empleo y economía de subsistencia58

Hasta aquí supusimos que todos los que quieren trabajar pueden hacerlo. Sin embargo, a
corto plazo esto no ocurre, ya que en las recesiones la tasa de desempleo aumenta. Pero
también es cierto que la demanda de trabajo suele superar a la oferta en las expansiones.
Esto llevó a los economistas a pensar que, a largo plazo, cuando las fluctuaciones
58
Sobre la importancia de generar empleo productivo en economías duales para hacer inclusivo el
crecimiento ver Ianchovichina y Lundstrom (2009).

79
cíclicas transitorias se disipan, puede considerarse que la economía está en promedio
siempre en pleno empleo. Más allá de que esto no es necesariamente cierto en ningún
lugar, en los países emergentes es normalmente falso. En estos países existe lo que se
conoce como problemas estructurales de empleo. En efecto, es típico observar que, por
un lado, existe un núcleo duro de desempleo que no desaparece ni cuando la economía
está en expansión y, por otro, muchas personas están empleadas en trabajos precarios o
están subempleadas.59

El empleo de baja calidad se caracteriza por la informalidad y la muy baja


productividad; dos hechos que no son independientes ya que si pagaran impuestos,
muchas de las actividades que crean empleos informales no serían rentables. Por eso, a
este segmento se lo llama, con un toque de dramatismo, “de subsistencia”. En este
trabajo adoptaremos esa convención para enfatizar que la productividad es tan baja que
no permite la aparición de un excedente suficiente para acumular los recursos –en
particular, capital físico y humano– necesarios para aumentar la productividad. Estas
condiciones iniciales tan malas crean círculos viciosos o “trampas” de pobreza: como
las personas son pobres, no pueden alcanzar un umbral mínimo de acumulación de
recursos, y como no tienen suficientes recursos, son pobres (Widick, 2008).

Analizar el tamaño y las características del sector de subsistencia es central para el


crecimiento en general y para el crecimiento inclusivo en particular. Si dos países
enfrentan oportunidades económicas similares, el que tenga la mayor cantidad de
población atrapada en el sector de subsistencia crecerá menos y será más desigual. Por
otro lado, si un país se las ingenia para liberar a sus trabajadores de la trampa de
pobreza, puede dar lugar a un período (que puede ser muy largo) durante el cual la
economía goce de rendimientos crecientes del trabajo y, por ende, se acelere el
crecimiento de la productividad laboral, dado que trabajadores empleados en puestos de
muy baja productividad pasarían a producir en empleos con productividad alta. Este es
uno de los secretos del gran crecimiento de China: al comenzar su despegue a fines de
los setenta, contaba con una gran cantidad de trabajadores agrícolas ocupados en tareas
de subsistencia que luego fueron incorporados al trabajo urbano.60

Además, al romperse una trampa suelen darse fenómenos de retroalimentación positiva


entre las variables. Ejemplo: se implementa una política agresiva orientada a facilitar el
acceso a la educación y la salud, complementada con la construcción de infraestructura
física para regiones carenciadas. Como consecuencia, los trabajadores acumulan más
capital humano y consiguen empleo de mayor productividad. Asimismo, la mayor
disponibilidad de infraestructura abre posibilidades de negocios, aprovechadas por los
emprendedores que estaban “presos” de la trampa de pobreza. Si los recursos
movilizados mediante las políticas son suficientemente amplios, se observará un “salto”
en la productividad laboral promedio de la economía y el crecimiento se acelerará. A su
vez, esos trabajadores tendrán ahora posibilidad de ahorrar y de educar mejor a sus
hijos, lo que a su turno reforzará la productividad. Si los trabajadores y emprendedores
expulsados del sector de subsistencia comenzaron la acumulación desde muy abajo,
como se espera que sea el caso, habrá un largo trecho a recorrer antes de que los
rendimientos de los nuevos recursos que se van acumulando se hagan decrecientes.

59
Una persona se encuentra subempleada si tiene empleo pero trabaja involuntariamente menos de la
duración normal de la jornada de trabajo para la actividad correspondiente, y busca un trabajo adicional.
60
Los números son impactantes: en 1978 sólo un 18% de la población vivía en zonas urbanas, mientras
que en 2009 ese porcentaje asciende a 47%. Sobre China véase Eichengreen et al.,2011).

80
Hace décadas que las tasas de crecimiento en China orillan el 8% anual sobre la base de
crear empleo de mejor calidad para cientos de millones de trabajadores muy pobres. La
experiencia de crecimiento de la India es también un ejemplo de alta relevancia.

Los problemas que debe resolver la Argentina no tienen la magnitud de los de la China
o la India, pero de todos modos no podrá instalar un proceso de crecimiento inclusivo si
no logra crear empleo de calidad para el tercio de trabajadores que, como veremos más
adelante, están en el sector de subsistencia o muy cerca de él.

Más allá de esto, a esta altura debería estar claro por qué la creación de empleo se
considera un objetivo valioso en sí mismo. Y hasta podría darse el caso de que fuera
muy rentable desde el punto de vista del crecimiento a largo plazo generar empleo para
el sector de subsistencia aun si ese empleo fuera de productividad aparentemente menor
que un empleo adicional en el sector más moderno. Esto podría ser así si un nuevo
empleo en el sector de subsistencia liberase fuerzas de acumulación reprimidas y diera
lugar a efectos de retroalimentación positiva, algo que probablemente no ocurriría con
tanta intensidad en el sector formal. Es un error común de las políticas industriales
focalizar el esfuerzo en crear empleos de “alta productividad” en el sector moderno
porque, en teoría, se trata de actividades con tecnología de punta y que generan
complementariedades. Pero en la práctica estas actividades podrían tener que enfrentar
una competencia externa muy difícil y fracasar si no se las subsidia permanentemente.
A veces es más sencillo apostar a lo seguro, crear empleos más “simples” pero que
resultan efectivos para romper el umbral de la pobreza y crear círculos virtuosos de
aumentos de la productividad. En estos casos se aplica la recomendación de mirar el
bosque (la estructura productiva en su conjunto) y no tanto los árboles (actividades
específicas).

***

Con este punto sobre la creación de empleo hemos completado el análisis de los cinco
criterios que sirven para evaluar la calidad del crecimiento y, particularmente, para
identificar los factores que lo hacen sostenible. Dos conclusiones surgen nítidamente.
La primera es que el incremento sostenido de la productividad laboral es el motor del
crecimiento. La segunda es que los factores que influyen en la productividad son muy
diversos y pueden operar dentro de la unidad productiva, entre unidades (en el nivel
estructural) y a través de elementos del software. Esto último es una razón adicional
para adoptar un enfoque sistémico del problema del crecimiento. Más específicamente,
en función de lo que hemos aprendido sobre la anatomía del sistema económico es
posible afirmar que la productividad puede reforzarse mediante:

a) Incrementos en la cantidad de RECURSOS MATERIALES del hardware: cada


trabajador produce más si tiene a su disposición más recursos; como los
rendimientos pueden ser decrecientes, es difícil sostener el crecimiento
de esta forma.
b) Incrementos en el stock de CONOCIMIENTOS contenidos en el hardware
por mayor disponibilidad de información, progreso tecnológico o
aprendizaje por la experiencia (learning by doing); estos factores son una
fuente de rendimientos crecientes y generan por ende crecimiento
sostenido.

81
c) Mejoras en la ORGANIZACIÓN; estas mejoras pueden ocurrir dentro de una
organización productiva o pueden darse a partir de vínculos entre esas
organizaciones; en este último caso se hace posible explotar
complementariedades vía: redes; cadenas de valor o efectos de
aglomeración –elementos con gran capacidad para producir rendimientos
crecientes y, consecuentemente, sostener el crecimiento–. Asimismo, si
la organización facilita la inversión en grandes proyectos con
rendimientos de escala estática, puede ayudar a sostener el crecimiento
de la productividad.
d) PROGRESO INSTITUCIONAL que eleva la calidad software; esto potencia
los rendimientos al allanar la cooperación y reducir el conflicto; es
particularmente importante porque 1) facilita la coordinación entre
organizaciones cuando la motivación individual fracasa por fallas de
mercado y 2) suple los mecanismos de mercado en la asignación de los
recursos, sobre todo en el plano de la creación de empleo de calidad y el
financiamiento de proyectos productivos.

Si bien ha habido enormes avances en el plano conceptual, la economía está aún muy
lejos de poder medir cuantitativamente el impacto de cada uno de estos factores sobre la
productividad. En el plano cuantitativo, el enfoque más popular es la denominada
“contabilidad del crecimiento”, que mide los aportes al incremento de la productividad
por hombre ocupado separando los factores en dos grandes grupos: por un lado, el
incremento en la productividad debido a la acumulación de recursos –causas tipo a)–;
por otro, el originado en otros factores –causas tipo b), c) y d)–. La influencia de este
segundo conjunto de factores se agrupa en lo que se denomina algo pomposamente,
“productividad total de los factores” (PTF).61 Con esta descomposición del aumento de
la productividad entre lo que se debe a la acumulación de recursos y lo que se debe a la
PTF, a veces es posible echar luz sobre estrategias alternativas para crecer dando
prioridad a diferentes factores. Utilizaremos esta descomposición para evaluar la
evolución de la Argentina, aunque con la advertencia de que sólo proporciona una
forma aproximada de medir el rol de los factores que operan más allá de la mera
acumulación de recursos.

3. La heterogeneidad de la estructura productiva y el cambio estructural62

Las oportunidades para explotar actividades con rendimientos crecientes y ganar


competitividad no están igualmente repartidas entre todos los sectores y firmas y, si la
oportunidad depende de la cooperación entre organizaciones, las dificultades para
coordinarse pueden hacer que se pierda. Por ello, una estrategia común para aumentar la
productividad es recurrir a la simple acumulación de recursos de capital físico y
humano: se impulsa la productividad del trabajo poniendo más recursos a disposición
del trabajador, aun cuando ese impulso vaya perdiendo fuerza en el tiempo debido a los

61
A veces se afirma, de manera irónica, que “PTF” es el nombre que los economistas le pusieron a la
ignorancia respecto de los factores que generan crecimiento, más allá de la acumulación de recursos como
el capital y el trabajo. Sobre el rol de la PTF en el crecimiento véase Sala-i-Martin (2000)
62
Si bien el estructuralismo tiene una larga tradición en América Latina, recientemente ha habido un
renacer del interés por este enfoque; véase: Lin (2012); Stiglitz (2012); Rodrik y McMillan, (2011);
Nallary et al. (2011).

82
rendimientos decrecientes. En el caso de los países donde el sector de subsistencia es
amplio, un elemento que les resta atractivo a las estrategias basadas sólo en la
acumulación es que la capacidad de acumulación de ese sector suele ser limitada o nula.
Es fácil imaginar, entonces, que si la única opción disponible fuera la acumulación de
capital, podría pasar mucho tiempo antes de que la economía estuviera en condiciones
de absorber una parte sustancial de los trabajadores de baja productividad y, además,
debido a los rendimientos decrecientes, el impulso de la acumulación podría llegar a ser
tan débil que el crecimiento se “acabaría”.

Afortunadamente, la evidencia sobre el crecimiento de muy largo plazo que aportan las
economías con altos niveles de desarrollo indica que esto no ha estado ocurriendo: hubo
una espectacular acumulación de recursos y, aun así, el ingreso per cápita aumentó de
manera continua. Tal cosa no habría sido posible si la productividad del trabajo no
hubiese estado aumentando también; lo cual no implica, obviamente, que no se hayan
observado períodos de estancamiento e incluso caída del producto per cápita. Hay
consenso en que los factores que hemos analizado, relacionados con los rendimientos
crecientes, son clave para explicar estos hechos. De aquí el creciente interés de la teoría
del crecimiento por entender cuáles son los factores de coordinación y motivación que
operan retrasando o acelerando el progreso técnico, organizacional e institucional; esto
es, que impulsan o atrasan la marcha de la PTF (véase Carlaw y Lipsey, 2001;
Matsuyama, 1995).

De hecho, en la organización y en las instituciones se producen, en determinados


períodos históricos, avances tecnológicos que potencian la acción de las fuerzas del
rendimiento creciente en varias actividades a la vez, dando lugar a períodos de
“aceleración” del crecimiento (Hausmann et al., 2004). La aceleración puede ocurrir,
también, porque se descubren nuevos recursos naturales que liberan a la sociedad de la
restricción que impone la oferta fija o decreciente de recursos naturales, como fue el
caso con la incorporación de tierras de cultivo en la Argentina o Estados Unidos. Otra
causa de aceleración puede ser un cambio en la distribución de la riqueza en favor del
sector de subsistencia o un aumento en la eficiencia del gasto público que ayude a ese
sector a acumular capital humano y a contar con una mejor infraestructura construida a
partir de la obra pública. Como ya vimos, si a consecuencia del avance en el sector de
subsistencia se produjera una reasignación masiva de trabajadores con empleos de baja
productividad hacia empleos de productividad sensiblemente más alta, el crecimiento se
aceleraría porque la productividad global de la economía recibiría un impulso muy
fuerte, como en el caso de India o China. Por supuesto, también podría haber períodos
de desaceleración debidos, por ejemplo, a errores en la asignación de los recursos, como
ocurre cuando los capitales fluyen a sectores que ex ante parecen muy competitivos y ex
post no demuestran serlo, revelando que hubo sobreinversión. Este tipo de situación
suele llevar a crisis macroeconómicas y financieras que retrasan el crecimiento al
provocar largos períodos de alto desempleo que dañan la productividad del trabajo y el
capital. Las crisis sub-prime y griega son buenos ejemplos. La de la convertibilidad en
nuestro país, también.

Cuando los rendimientos crecientes no están distribuidos de manera uniforme en las


diversas actividades y hay períodos de aceleración y desaceleración del crecimiento, el
cambio y la heterogeneidad caracterizan la estructura productiva. Esto es así en la
medida que, en cada momento, haya una “mezcla” dada de actividades con
rendimientos tanto decrecientes como constantes o crecientes que, por ende, tendrán

83
distinto potencial para aportar al crecimiento y para sobrevivir en un mundo
competitivo. Dentro de una estructura productiva con estas características, en todo
momento habrá fuerzas operando para transformarla: desde la competencia
internacional hasta la aparición de tecnologías, los descubrimientos de recursos, las
políticas públicas y las crisis. Es de esperar que el cambio sea más la regla que la
excepción y que el crecimiento se beneficie de ese cambio si las transformaciones se
traducen en una mayor participación de los sectores capaces de producir rendimientos
crecientes en relación con sectores de rendimientos decrecientes o atrapados en
actividades de subsistencia.

En línea con esta visión, al analizar la estructura productiva y su cambio en el caso de la


Argentina, resultará conveniente concebirla como compuesta por tres sectores:
moderno, tradicional y de subsistencia. Estos tres sectores se diferencian en el nivel de
productividad media del trabajo y en su capacidad para hacerla crecer de manera
sostenida.

La figura 4.2 resume las características salientes de cada uno de los tres sectores. Se
presentan en forma sintética, para cada uno, el tipo de rendimiento de sus actividades
económicas, así como el tipo de organización (mercados, empresas, etc.) que
típicamente utilizan. Las razones por las cuales hemos asignado a cada sector las
características que aparecen en la figura deberían resultar evidentes a partir del análisis
del hardware, las organizaciones y el software que hemos realizado en este capítulo y
en los dos anteriores. Nótese que el rectángulo superior de la figura se refiere a la
estructura económica en su conjunto. Esto es así porque la figura incluye no solamente
los tres segmentos que conforman la estructura productiva (moderno, tradicional y de
subsistencia) sino también las organizaciones que proveen los mecanismos de
coordinación y motivación necesarios para limitar las fallas de cooperación.

84
Figura 4.2
Heterogeneidad estructural y crecimiento

Estructura Econó
Económica

Segmento de Segmento Segmento


Subsistencia Tradicional Moderno

Trampas de baja productividad Rendimientos constantes / decrecientes Rendimientos crecientes


• Escaso capital físico y humano y/o • Acumulación de capital físico y/o • Acumulación de conocimiento y/o
• Exclusión y discriminación frecuentes • Abundancia recursos naturales • Explotación de economías de escala/aglomeración

Organización Organización Organización


ƒ Mercados: informales y acceso muy limitado a • Mercados formales con diversos grados de • Mercados formales con diversos grados de
mercados formales de crédito; trabajo y seguros imperfección en crédito y seguros imperfección en crédito y seguros.
ƒ Empresas: cuenta propia; microempresas; pymes; • Empresas formales basadas en jerarquías, • Empresas: formales con jerarquía mas horizontal,
trabajo familiar monitoreo y control con importancia de clusters y redes globales
ƒ Familias: disfuncionalidad en socialización, • Familias: formación de capital humano; identidad • Familias: formación de capital humano; identidad
formación de capital humano y cobertura de riesgos con sesgo pro movilidad social con sesgo emprendedor e innovador
ƒ Estado: servicios limitados; asistencia estatal con • Estado: provisión de facilidades; asistencia estatal • Estado: provisión de facilidades, apoyo estatal y
asignación influida por clientelismo y permeabilidad a influencias del sector permeabilidad a influencias del sector

Factores de Aceleración Factores de Aceleración Factores de Aceleración


ƒ Absorción por el segmento tradicional ƒ Descubrimiento de recursos ƒ Innovación y aprendizaje en las firmas
ƒ Acumulación de capital humano ƒ Shock de precios internacionales ƒ Explotación de complementariedades
ƒ Políticas de inclusión ƒ Nuevos mercados y acuerdos regionales ƒ Más calidad/cantidad de capital humano
ƒ Políticas de empleo ƒ Incorporación a cadenas globales ƒ Mejoras en la oferta de bienes públicos

Los tres rectángulos de la parte inferior de la figura listan los factores que podrían
actuar como aceleradores del crecimiento en cada sector. El sector moderno tiene gran
capacidad para generar rendimientos crecientes, tanto dentro de las empresas como a
partir de vínculos entre las organizaciones productivas y, por ende, cuenta con un gran
potencial para acelerar el crecimiento. Sin embargo, los otros sectores presentan
también factores que podrían actuar como aceleradores del crecimiento. Durante mucho
tiempo, el sector moderno se identificó con la industria manufacturera, de ahí que a las
políticas orientadas a impulsarlo se las conoce como “políticas industriales”. Las
investigaciones más recientes han puesto de manifiesto, no obstante, que las actividades
con rendimientos crecientes pueden aparecer también en el sector primario o en el de
servicios. La Argentina, como veremos, está lejos de ser una excepción en relación con
esto, sobre todo por la incorporación de tecnología en la agricultura (Bisang y Pontelli,
2011).

85
Cuando existe una heterogeneidad estructural marcada, surge naturalmente la pregunta
de si existen mecanismos en la economía que operen de forma que los recursos fluyan
hacia las actividades de mayor potencial para acelerar el crecimiento. Es una pregunta
muy pertinente, ya que aun una mirada rápida a la figura 4.2 indica que son muchos los
elementos de la estructura organizacional que podrían operar de forma incorrecta,
creando fallas de cooperación. Justamente, un propósito importante del enfoque
sistémico que adoptamos en nuestro marco conceptual es llamar la atención sobre dos
hechos:

• No alcanza con estudiar lo que ocurre dentro de cada organización productiva


individual: hay fenómenos que sólo se captan en el nivel de la estructura
productiva. Entre estos, ya hemos subrayado los efectos de derrame de
conocimiento y complementariedad entre empresas y sectores.
• Deben operar los canales encargados de llevar los recursos de un “lugar” de
actividades de bajo rendimientos dentro de la estructura a otro de alto
rendimiento, permitiendo así que los recursos fluyan de los sectores no
competitivos a los competitivos o del sector de subsistencia al tradicional y al
moderno. Las fallas en este sentido, pueden clasificarse en tres categorías:

1. Los canales de asignación de los recursos entre diferentes actividades


están obstruidos o simplemente no existen.
2. Los instrumentos para la coordinación entre actividades complementarias
son deficientes o no se desarrollan.
3. En ausencia de buenos canales de reasignación, las actividades dependen
en gran medida de financiamiento propio y, por esa vía, la distribución
del ingreso se constituye en una restricción para el crecimiento.

4. Reflexiones finales

En la teoría económica hay una tradición muy influyente que considera que, si el Estado
garantiza los derechos de propiedad privada y la provisión de algunos bienes públicos
esenciales (justicia, defensa), la asignación de los recursos entre sectores no es nunca un
problema (Coase, 1960; Krueger, 2012). Con libertad absoluta para moverse y competir,
los agentes pondrían sus recursos donde el beneficio fuera mayor, los recursos fluirían
naturalmente hacia las actividades donde la productividad es más alta. De este modo,
los trabajadores se mantendrían en un mismo trabajo sólo en la medida en que no les
fuera posible mejorar su salario y lo mismo se aplicaría a los beneficios capitalistas. Si
consideramos que la suma de salarios y beneficios conforma el valor agregado, de lo
anterior se sigue que el valor alcanzado por el PBI de la sociedad sería el máximo
posible. Las decisiones descentralizadas de los agentes producirían, así, un orden
espontáneo que generaría el crecimiento máximo sostenible, guiado por la mano
invisible del mercado.

Por otra parte, sería un mundo sin conflictos distributivos. Con los derechos de
propiedad bien definidos, todos los recursos y sus frutos tendrían dueño: luego de pagar
los salarios y las rentas de la propiedad (alquileres, intereses sobre el crédito), los

86
empresarios tendrían derecho a quedarse con el excedente. No habría nada que
discutir.63

En una economía que funcionara de esta forma, no habría diferencias importantes en la


productividad con que podrían usarse los recursos que se fueran acumulando: si esas
diferencias existieran, los agentes las aprovecharían rápidamente pasando sus recursos
de una actividad donde tuvieran baja productividad a otra donde fuera alta, de forma de
obtener mayores beneficios. En consecuencia, sería imposible observar una estructura
productiva heterogénea, donde coexistieran actividades modernas con otras de
subsistencia. Se trataría de un mundo liso.

Como las estructuras productivas, sobre todo en el mundo emergente, son heterogéneas;
hay básicamente tres opciones posibles para dar cuenta de las rugosidades que hacen
que el mundo económico no sea liso:

• Los agentes no tratan de explotar las actividades que muestran mayor


productividad y que les darían el máximo de remuneración. Esto podría
ocurrir si se tratara de una sociedad sin emprendedores, acostumbrados a
modos de producción precapitalistas (hipótesis que sostuvieron algunos
economistas, sobre todo para América Latina64). Pero la experiencia asiática
de explosión de crecimiento en sociedades “milenarias” le quitó fuerza al
argumento. Lo más razonable es pensar que si las oportunidades no se
aprovechan es porque el software no funciona bien. Hay dos motivos
básicos: Por un lado, puede no haber seguridad jurídica. Ya vimos que si los
contratos o los derechos de propiedad no se respetan, no se arriesgará el
capital porque el riesgo será excesivo. En este caso, lo que impediría
aprovechar las oportunidades sería el exceso de riesgo de tipo estratégico y
no la miopía de los agentes. Por otro lado, como vimos, los proyectos de
inversión que involucran a un conjunto de entidades productivas demandan
coordinación entre las partes; por ejemplo, para formar una red o un cluster y
aprovechar economías de aglomeración. En estos casos, las políticas
públicas suelen estar a cargo de la coordinación y, si el régimen de políticas
públicas es malo, la tarea de coordinación será deficiente. Asimismo, puede
haber fallas de gobierno que atenten contra la implementación de las
políticas industriales contenidas en el régimen de políticas.

• No existen o están obstruidos los canales para reasignar recursos entre


actividades. Las fallas en los mercados de trabajo, financieros y de

63
¿Qué ocurre si la distribución del ingreso que resulta de esta regla no es aceptada por alguna de las
partes y se produce un conflicto político a partir de que las personas descontentas intentan cambiar las
reglas de juego a través de la acción colectiva? Es una pregunta difícil de contestar desde esta visión, pues
cuestionar la distribución del ingreso equivale a cuestionar los derechos de propiedad definidos y el
Estado no debería permitirlo. Claro que esto último no será fácil: los descontentos también tratarán de
utilizar el Estado para cumplir con sus objetivos de redistribución y, de tal forma, la disputa por el control
de los instrumentos del Estado llevará a que el conflicto distributivo se convierta en un conflicto político.
Algunos economistas, fascinados por lo bien que funciona este mundo ideal, quedaron tan complacidos
intelectualmente que olvidaron introducir en el modelo los costos de hacer funcionar el Estado y sus
leyes; imaginaron un mundo de software libre. Pero no vivimos en un mundo así: en la vida real, de vez
en cuando la gente se “indigna” y hay que gastar recursos en llegar a consensos políticos para reformar el
software y evitar que los conflictos desalienten la cooperación (véase, por ejemplo, Rodrik, 1998).
64
Sobre cuestiones relacionadas con este punto ver Krugman (2002).

87
tecnología pueden constituirse en escollos muy difíciles de superar en
relación con esto. Una breve discusión sobre las fallas en los mercados de
crédito y de capitales será útil para ilustrar el punto. La calidad de la
intermediación financiera es de alta relevancia para el crecimiento debido a
que su rol principal es tomar los recursos de quienes tienen exceso de ahorro
pero no cuentan con buenos proyectos de inversión y asignarlos a quienes
están en la posición contraria (véase Levine, 2004; Fanelli (2010b). Cuando
los mercados de crédito funcionan perfectamente, la distribución de la
riqueza es irrelevante para la productividad de la economía y, por ende, para
el crecimiento sostenido. En efecto, si un agente no cuenta con recursos
propios pero tiene un buen proyecto de inversión, ni él ni la sociedad
perderán esa oportunidad: el agente recibirá un préstamo para llevar adelante
el proyecto. Esto es así porque los agentes con recursos propios pero sin
buenos proyectos de inversión prestarán su dinero: depositarán sus ahorros
en bancos o fondos de inversión y estos, a su vez, los prestarán a los agentes
que tengan los mejores proyectos de inversión, deseosos de pagar un interés
más alto. Cuando los mercados funcionan bien, la distribución de los
recursos no importa para la eficiencia: los buenos proyectos siempre
encuentran quien los financie. Esto no implica que la distribución del
bienestar que resulte será igualitaria o equitativa; el punto es que no hay
pérdida de eficiencia. Cuando los mercados de crédito tienen fallas, por el
contrario, ya no es posible separar entre eficiencia y distribución: los canales
de asignación de crédito no funcionarán y quienes tengan exceso de ahorro
no podrán prestarles a los que tengan buenos proyectos de inversión y,
probablemente, el ahorro se destinará a usos menos eficientes, como invertir
en propiedades suntuosas en vez de financiar a los emprendedores. Los
emprendedores estarán limitados por su propia disponibilidad de ahorro, que
es una función de su riqueza.
En contextos así, cobran importancia las políticas públicas orientadas a
paliar las fallas de mercado, como el desarrollo de bancos de fomento, el
otorgamiento de avales públicos o la asignación directa de subsidios a
determinados proyectos. La limitación, aquí, es la posible existencia de fallas
de gobierno: si estas son importantes, los recursos terminarán también mal
usados, pero en este caso porque algún político o burócrata se apropió de
ellos. En cualquier caso, la eficiencia se resiente. Una alternativa que los
países emergentes están probando de manera sistemática en las últimas
décadas es impulsar el desarrollo de los mercados financieros privados. Se
trata de una tarea intensiva en diseño de regulaciones que puede insumir
décadas. La experiencia chilena es muy instructiva en relación con esto
(véase Magendzo y Titelman, 2008).

• Los agentes no están en condiciones de identificar qué opciones son las


mejores. Es fácil que esto ocurra cuando se trata de actividades con
rendimientos crecientes; asociadas a la incorporación de progreso técnico y
organizacional o a la coordinación de actividades de varias organizaciones.
Típicamente esta falla está presente cuando la inversión en investigación y
desarrollo de las firmas es muy débil o no están dadas condiciones de
contexto (deficiente sistema nacional de innovación, por caso). También es
frecuente que el capital humano sea muy escaso e impida el desarrollo de
actividades intensivas en incorporación de conocimientos y en learning by

88
doing. Otro factor que hace difícil la identificación de oportunidades es la
incertidumbre macroeconómica. La inestabilidad de precios y el exceso de
volatilidad pueden desincentivar el crédito a largo plazo y, en general, la
asunción de riesgos por los emprendedores y las firmas establecidas con
buenos proyectos de inversión y liquidez para realizarlos.

En la cuarta parte de este libro tratamos de identificar las trabas más importantes que
obstruyen los canales de asignación de recursos en la Argentina. Apoyándonos en los
elementos que aparecen en la figura 4.2, es posible dar cuenta de cuatro hechos
estilizados65 de mucho peso en los países emergentes que justifican la preocupación
que estamos expresando sobre la eficiencia de los canales de asignación de recursos, la
distribución del ingreso y la incertidumbre.

El primer hecho es que es frecuente que existan actividades con rendimientos crecientes
a escala muy fuertes el nivel de firmas individuales, pero que no producen efectos de
retroalimentación positiva importantes en el nivel de la estructura. Las economías de
escala con baja complementariedad tienen como paradigma el síndrome del enclave
exportador. La debilidad de las estrategias basadas en enclaves es que, si bien las firmas
involucradas tienen gran capacidad para crear economías de escala en tramos muy
amplios de la producción, reducir los costos y exportar exitosamente, no suelen generar
retroalimentación o complementariedad para otras actividades de la estructura
productiva, más allá de incentivar, digamos, la construcción de un puerto para la
exportación (véase Rodrik y McMillan, 2011).

Así, la debilidad del enclave no se expresa en el nivel de la firma sino en el de la


estructura. No habría que renunciar a la explotación de un enclave sino construir los
canales para que parte de los excedentes que se crearan fluyera hacia otros sectores con
mayores posibilidades de generar complementariedad o empleo en el sector de
subsistencia o el tradicional.

El segundo hecho típico es que hay algunas actividades que pueden tener rendimientos
constantes o decrecientes en el nivel de la firma pero generan relaciones de
complementariedad significativas en la estructura. La fortaleza en este caso no se
expresa tanto en el nivel de la firma como en los efectos de retroalimentación sobre la
estructura Es el caso de actividades de investigación y desarrollo o de innovación que
pueden mostrar rendimientos decrecientes pero crear oportunidades de negocios para
una miríada de otras empresas. Carlaw y Lipsey (2001) brindan el ejemplo de los
ferrocarriles, que pueden no dar beneficios excesivos a los inversores pero habilitan la
explotación de grandes extensiones de tierras. La educación, por su parte, podría tener
rendimientos no crecientes y, sin embargo, habilitar nuevas oportunidades para absorber
tecnología.

El tercer hecho estilizado es que el crecimiento está íntimamente ligado con fenómenos
de cambio estructural. Como ya argumentamos, crecimiento no es sinónimo,
simplemente, de acumulación de capital físico o humano. El crecimiento se potencia
con el avance de las actividades productivas con mayor capacidad para crear
rendimientos crecientes a escala en el nivel de la firma, complementariedades en el
nivel del sistema y empleos de calidad para absorber trabajadores del sector de
65
Un hecho estilizado constituye una generalización que se realiza a partir de la evidencia empírica y el
estudio de casos. La noción fue introducida por Kaldor (1961).

89
subsistencia. Esto no puede ocurrir sin que haya transformaciones significativas en la
estructura productiva.

El cambio estructural es un problema en sí mismo y plantea enormes desafíos de


coordinación, tanto en el nivel organizacional como en el de las políticas. Por ejemplo,
los sectores que muestran rendimientos crecientes de escala y potencian el crecimiento
suelen generar poco empleo. Esto es un problema en cualquier economía, pero mucho
más en una que tenga un sector de subsistencia importante donde las trampas de pobreza
impidan la acumulación de capital humano: si la oferta de capital humano es escasa,
tarde o temprano la expansión del sector moderno se estancará, ya que las actividades
que se realizan en él son típicamente intensivas en el uso de mano de obra calificada.
Asimismo, si un sector importante de la economía se encuentra en una trampa de
pobreza, será difícil potenciar la demanda agregada si no es por la vía de las
exportaciones, lo que puede originar un enclave. Si el sector tradicional puede crear
empleo, su valor como activo para el crecimiento se potencia en contextos en que el
sector de subsistencia es grande.

Otra fuente de desequilibrios estructurales es que la construcción de infraestructura


física en energía, transporte y comunicaciones a veces no sigue el ritmo del proceso
global de crecimiento y deviene en un cuello de botella. De más está decir que la
transformación en la estructura también demanda cambios en la organización y el
software, como contratos que se respeten a largo plazo en las concesiones. Nótese, en
este sentido, que una sociedad con alta creatividad en el sector moderno y pocas
habilidades para manejar cambios de estructura podría estar en el peor de los mundos:
produciría permanentemente cambios que no puede manejar.

El cuarto hecho estilizado es que en el mundo emergente, el sector de subsistencia tiene


aún mucho peso en la estructura productiva. Para acelerar el desarrollo humano, el
proceso de transformación estructural debe ir acompañado de una disminución del peso
relativo del sector de subsistencia a los efectos de evitar la reproducción de la dualidad
estructural y las trampas de pobreza. Ya señalamos que el crecimiento no es
incompatible con la aparición de enclaves. Este es el caso, en gran medida, de las
economías que se basan en la maquila en Centroamérica, que han encontrado
dificultades para expandir las actividades de ensamblaje de exportaciones en las zonas
francas. También enfrentan problemas para crear empleo de calidad en el sector
tradicional y el moderno las economías exportadores de recursos naturales y sus
subproductos en varios países de América del Sur, aun cuando cuentan con estructuras
productivas mucho más diversificadas (CEPAL, 2008a). Sin duda, crear empleos de
calidad es una bendición: soluciona al mismo tiempo varios problemas del desarrollo al
hacer inclusivo el crecimiento.

En suma, cuando nos alejamos del mundo ideal y liso de los mercados perfectos y nos
acercamos a las rugosidades del mundo real, aparecen tres preguntas clave:

• ¿Cómo diseñar políticas y reglas de juego para mejorar el


desempeño de la economía, si no podemos dar por garantizado
que las decisiones descentralizadas de cada agente económico
llevarán a un orden espontáneo y eficiente que explote todo el
potencial para el crecimiento sostenido?

90
• Si la asignación de los recursos no es independientes de la
distribución de la riqueza y ello establece un vínculo fuerte entre
crecimiento sostenido y conflicto distributivo, ¿cómo hacer para
que el conflicto no destruya el crecimiento y, mejor aún, para que
distribución y crecimiento se muevan en igual sentido, como
cuando se crean empleos de calidad para el sector de
subsistencia?
• ¿Cómo resolver el dilema de que, por un lado, necesitamos de la
acción del Estado para implementar políticas públicas capaces de
lidiar con las dos cuestiones anteriores y, por otro, existen fallas
de gobierno y del software que pueden llevar a que el poder
asignado a las autoridades sea utilizado con fines espurios?

No hay respuestas simples y a veces ni siquiera hay respuestas. En las páginas que
siguen, la única guía con que contaremos para enfrentarnos con estos problemas en el
caso de la Argentina es lo que acabamos de discutir en estos capítulos conceptuales.
Bienvenidos al fascinante mundo adulto de la economía.

91
Parte II

La Argentina y el desarrollo: ¿dónde estamos parados?

92
En esta parte evaluamos el nivel de desarrollo alcanzado por la Argentina. La intención
es brindar una noción de cuánto nos falta para graduarnos como país desarrollado que
pueda ser utilizada como punto de referencia para la lectura de las partes siguientes del
libro, en las cuales examinamos los recursos con que cuenta el país y las características
de su estructura económica. La evaluación incluye el nivel de desarrollo humano
alcanzado y las tres dimensiones del desempeño que, como vimos, ejercen una
influencia decisiva sobre él: crecimiento, distribución y estabilidad. El capítulo 5 está
dedicado al análisis del crecimiento y la estabilidad macroeconómica; el capítulo 6, a
los indicadores de desarrollo humano y la distribución. Para enfatizar el carácter
sistémico de nuestro enfoque del desempeño, reproducimos más abajo la figura que
representa al sistema económico y marcamos en gris los temas a estudiar en esta parte.

Hardware Geografía

Recursos Naturales Capital Físico


Estructura Productiva
Recursos Humanos Conocimientos

Organizaciones Crecimiento
Organizaciones
Organizaciones Privadas Desarrollo
Distribució
istribución
Públicas Cooperació
Cooperación Humano
Conflicto
Mercados Estabilidad
Familias

Software Régimen de políticas públicas Formatos organizacionales

Derechos de propiedad Contratos Formales


Marco Institucional
Regulaciones de la Economí
Economía Contratos Relacionales

Base Jurídica Pautas Cultural es

Para realizar la evaluación se necesitan patrones de comparación. Utilizaremos los


habituales en los estudios de economía aplicada: la evolución de largo plazo de la
economía y los parámetros que aporta la experiencia internacional. La información para
las comparaciones internacionales se extrajo de bases de datos globales elaboradas por
organizaciones como las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI y otras entidades
privadas, como el Conference Board. Son bases de acceso fácil a través de Internet y el
lector se beneficiará prestando atención a las referencias, ya que podrá en el futuro ir
actualizando la información que se presenta aquí en temas específicos que sean de su
interés.

El PBI per cápita (medido en términos de “paridad de poder adquisitivo” o “PPP”) es la


variable más utilizada en las comparaciones internacionales de niveles de desarrollo66 El

66
La sigla PPP para referirse a la paridad del poder adquisitivo deriva del inglés (Purchasing Power
Parity). Al medir el PBI (o cualquier otra variable) en términos de este índice se corrigen las diferencias

93
Banco Mundial recurre a esa variable para clasificar a los países como de desarrollo
bajo, medio o alto.

El papel protagónico del PBI per cápita es bastante lógico. En el marco teórico ya vimos
que esta variable da una visión sintética de dos dimensiones fundamentales. Por un lado,
refleja la productividad promedio de la economía y, por otro, se puede interpretar como
una medida de la cantidad de bienes y servicios disponibles para cada habitante y, por lo
tanto, es un indicador del bienestar alcanzado por el ciudadano promedio. Además,
como representa el ingreso medio, es útil para dar una idea de la capacidad de pago de
un país, dato fundamental para evaluar su capacidad de endeudamiento. En función de
estas virtudes, el PBI per cápita permite realizar comparaciones internacionales entre
economías de tamaños muy diferentes, ya que lo que se compara es lo que ocurre con el
habitante promedio.

En el capítulo 6 el PBI per cápita le cede el centro de la escena al Índice de Desarrollo


Humano (IDH) elaborado por Naciones Unidas, que permite realizar comparaciones
internacionales tomando en cuenta dimensiones como la educación y la salud y que, por
lo tanto, complementan las basadas en el PBI per cápita. En ese capítulo también
recurrimos a indicadores de pobreza y de desigualdad (coeficiente de Gini).

Esperamos que el diagnóstico que haremos, siempre en términos del marco analítico ya
presentado, nos permita identificar un conjunto de problemas que sirvan de guía para
“interrogar” e interpretar los datos que iremos aportando en las partes tercera y cuarta.
En particular, nos interesa identificar si las dificultades tienen origen en el hardware o
en el software y cómo ello afecta el funcionamiento de las organizaciones y el
crecimiento de la economía.

de precios relativos entre países de forma tal que, después de la corrección, un dólar compraría la misma
cantidad de bienes en cualquier lugar del mundo. Véase <www.conference-
board.org/data/economydatabase>.

94
5. Crecimiento y estabilidad macroeconómica

En este capítulo estudiamos el desempeño de la economía en lo relativo a crecimiento y


estabilidad macroeconómica. Está dividido en tres secciones. En la primera ubicamos a
la economía argentina en el mundo con la intención de evaluar la significación del nivel
de ingresos que muestra el país en la actualidad y cuánto nos falta para alcanzar al grupo
de países desarrollados. La segunda sección examina la trayectoria de crecimiento
argentino. Se contextualiza el análisis sobre la base de un doble patrón: histórico e
internacional. La tercera sección aborda la cuestión de la volatilidad macroeconómica,
con foco en la inestabilidad y las crisis. Un objetivo importante es discutir por qué la
inestabilidad puede afectar al crecimiento y el bienestar, sobre todo de los sectores
menos favorecidos.

1. La Argentina en la economía global: ¿dónde estamos parados?

Empezaremos por ubicar a la economía argentina en el mundo en función de su tamaño


relativo. Si tomamos en consideración las estimaciones del Banco Mundial en términos
de PBI medido en PPP, la economía argentina representa el 0,9% de la economía
mundial y se sitúa en el puesto 21, justo detrás de Holanda. Esto implica que, por
tamaño, la economía del país está en una ubicación mejor que el puesto que le
corresponde según la población (puesto 32), pero bastante más atrás del correspondiente
a tamaño del territorio (puesto 8).

Gráfico 5.1
La economía argentina en el mundo
16.000.000

14.000.000

12.000.000

10.000.000

8.000.000

6.000.000

4.000.000
Argentina: 642,255 (#21)
2.000.000

0
Argentina

Niger

Grenada
Rusia
Indonesia

Oman
Líbano

Gambia,
Cabo verde

Tonga
Bhutan
Marruecos

Botswana
Uruguay
Nepal
Rep. Checa
Pakistan
HK
Singapur
Israel

Sri Lanka
Azerbaijan

El Salvador

Senegal
Mozambique

Namibia
Guinea
Mexico

Brunei

Togo
Mali
US

Ecuador

Macao
Filipinas

Antigua y barbuda

Fuente: Elaborado con datos del Banco Mundial.

¿Cómo se ubica la Argentina en función de su ingreso per cápita actual? En 2010, a


cada habitante de la Argentina le correspondieron 10400 dólares corrientes. Esto

95
significa que una familia de cuatro miembros tiene en promedio disponibles bienes y
servicios por unos 40 000 dólares por año, o 3333 dólares mensuales por todo concepto.
Para tener referencia de qué significan estas cifras, téngase en cuenta que el valor de la
línea de pobreza para una familia argentina tipo se ubicaba en alrededor de 498 dólares
mensuales hacia fines de 2010. Estas cifras sugieren que el país no debería encontrar
dificultades insalvables para eliminar la pobreza: con el 16% del producto por persona
alcanza para garantizar un bienestar mínimo a cada habitante. Los trabajadores formales
de la industria están bastante lejos de esta línea: el salario promedio industrial de los
trabajadores formales era de 1334 dólares mensuales en ese mismo año.67

Para comparar este nivel de bienestar con el de otros países se puede recurrir a los datos
aportados por la base del Banco Mundial, que presenta los valores en términos de
paridad del poder adquisitivo. En la clasificación del Banco Mundial, la economía
argentina está en el grupo de países de ingreso medio alto y más cerca del límite
superior que del inferior: nuestro PBI per cápita medido en PPP es de 14.090 dólares68 y
el promedio de la categoría de ingresos medios altos es de 12.440 dólares. Para tener
una idea de qué significa estar entre los países de clase media alta es muy informativo
preguntarse cuál es la proporción de la población mundial que vive en países que tienen
un ingreso mayor al de la Argentina. La respuesta es que en la década de los dos mil
sólo el 21% de todos los habitantes del planeta goza de un bienestar promedio superior
al argentino; sólo uno de cada cinco habitantes del mundo vive mejor que el argentino
promedio. El gráfico siguiente muestra la evolución de esta variable desde mediados de
los ochenta.

Como puede observarse, en los períodos más difíciles (hiperinflación de 1989-90; crisis
de la convertibilidad 1998-2002) la posición argentina se deteriora; pero incluso en las
peores etapas, el país no deja de pertenecer al cuarto más rico del planeta y, cuando las
crisis pasan, la posición tiende a mejorar (de hecho, en los últimos años hay una mejora
sustancial). La última observación disponible nos indica que nuestro país se ubica ya en
el 17% más rico. Este es un dato muy alentador si se tiene en cuenta que la proporción
de la población mundial que vive en países de ingresos altos llega al 16%.

67
A los ingresos netos de bolsillo hay que agregarles una imputación por el gasto público que brinda una
buena cantidad de servicios gratuitos, como la educación y la seguridad, y que son servicios con valor
económico. Por otra parte, la línea de pobreza es la estimada por el Observatorio de la Deuda Social de la
UCA. Véase Universidad Católica Argentina (2010).
68
Como se observa, al realizar la corrección y pasar de dólares corrientes a dólares PPP, el ingreso de la
Argentina aumenta. Esto quiere decir que un dólar corriente compra más en la Argentina que en muchos
otros países. Este hecho es normal: cuanto menos desarrollado es el país, mayor es la corrección hacia
arriba en la medición. Esta relación fue descubierta por los economistas Balassa (1964) y Samuelson
(1964).

96
Gráfico 5.2
Proporción de la población mundial más rica que la Argentina (%)
30
28
26
24
22
20
18
16
14
12
10
1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
2009
Fuente: Elaborado con datos del Banco Mundial.

Al juzgar la posición ya alcanzada por la Argentina, hay que considerar que ascender al
tope de la escala de ingresos mundiales es extremadamente difícil. En los últimos veinte
años, la proporción de la población mundial que vive en países con ingreso alto
prácticamente no varió y, de hecho, en los noventa había descendido. Afortunadamente,
pasar de ingresos bajos a medios no ha sido tan arduo. La participación de países con
ingresos medios se ha ensanchado espectacularmente en los últimos veinte años, al
tiempo que se reducía la proporción de población en países pobres, como puede
observarse en el gráfico 5.3.

Gráfico 5.3
Evolución de la estratificación mundial por ingreso (%)
100%
90%
80%
70%
60% Ingresos bajos
50% Ingresos medios bajos
40% Ingresos medios altos
30% Altos ingresos
20%
10%
0%
1990 2000 2010

Fuente: Elaborado con datos del Banco Mundial.

97
Por supuesto, estos movimientos están explicados en gran medida por la evolución de
China e India. Durante la década que va de 1990 a 2000, la franja de ingresos medios se
ensancha debido a la entrada de China. En la primera década del presente siglo, China
sigue creciendo aceleradamente y se gradúa como país de ingresos medios altos en
2010. Sin embargo, la franja de ingresos medios bajos correspondiente a 2010 no se
achica con la salida de China, debido a que India pasa de país de ingreso bajo a país de
ingreso medio bajo en la década de los dos mil. Como resultado, hoy la cantidad de
población que vive en países de ingreso bajo es muy inferior a lo que era en 1990. En
1990, 6 de cada 10 personas eran pobres y sólo veinte años después menos de 2 cada 10
son pobres en el mundo. Si hay razones para elogiar a la globalización, una es sin dudas
su capacidad para reducir la pobreza de forma veloz.

Vale llamar la atención, no obstante, sobre el hecho de que parece más fácil acceder al
estrato medio partiendo de un estrato bajo que “saltar” desde la clase media planetaria a
la clase de altos ingresos. Esto ha llevado a algunos investigadores a postular la
posibilidad de que exista una “trampa de ingresos medios” (Banco Mundial, 2007;
Eichengreen, 2011).

Esta breve digresión sobre la evolución global es relevante para nuestro estudio por tres
razones:

1. La mención de la “trampa de ingresos medios” se justifica porque


América Latina en general, y la Argentina en particular, son citados
como ejemplos de economías que sucumbieron a tal trampa, a diferencia
de lo ocurrido en casos exitosos como el de Corea y otros países asiáticos
que atravesaron el tramo de los ingresos medios sin caer en ningún
atasco.
2. La Argentina es un país productor de alimentos, rico en recursos
naturales, y ya vimos que el aumento de la demanda de estos recursos
genera rentas extraordinarias. La positiva evolución de la Argentina en la
década de los dos mil, de la mano de términos del intercambio
crecientes, sería difícil de entender sin tomar en cuenta este hecho.
3. El avance de China y los países emergentes del Asia hace que sea cada
vez más difícil penetrar en mercados de productos industriales en los
cuales nuestro país podría aspirar a competir.

Más allá de las particularidades respecto de cómo es afectado cada sector –que iremos
analizando–, lo cierto es que estamos ante un cambio estructural de dimensiones
históricas y planetarias y nuestro país está fuertemente involucrado. Es razonable
conjeturar que este cambio seguirá influyendo sobre nuestras posibilidades de desarrollo
durante un buen tiempo.

En suma, de las cifras anteriores surge que la Argentina es un país de clase media alta,
que sólo hay veinte países que tienen una economía más grande, que el argentino
promedio vive mejor que 8 de cada 10 de las personas que habitan en la actual
economía global y que se está produciendo un cambio estructural en la economía
mundial que favorece al país vía términos del intercambio. La conclusión natural es que
la ubicación argentina en el concierto de las naciones es bastante más que aceptable.

98
¿Por qué, entonces, existe la percepción de que el nuestro es un país poco exitoso desde
el punto de vista económico? Hay tres razones que parece razonable investigar:

1. El nivel de ingresos que hoy muestra la Argentina es el resultado de una


evolución muy dispar en el siglo XX, pero sin lugar a dudas, esa
trayectoria se fue haciendo cada vez más decepcionante a medida que
avanzaba ese siglo, hasta desembocar en una enorme crisis en 2001-2. De
hecho, la crisis fue tan profunda que terminó por desterrar de la identidad
nacional la percepción de “país de oportunidades” de principios del siglo
para reemplazarla por la de “país de dificultades”.
2. Cuando incorporamos indicadores de distribución del ingreso el
panorama se ensombrece: el ingreso per cápita está lejos de representar el
bienestar del argentino medio debido a la mala distribución.
3. La estabilidad macroeconómica tampoco ayuda: en las últimas décadas el
ingreso ha sido muy volátil, lo que aumentó la incertidumbre e hizo
difícil tomar decisiones de largo plazo (ahorro para el retiro, inversión
productiva). Además, las crisis causaron aumentos abruptos en los
niveles de pobreza. Un ambiente de alto riesgo reduce la satisfacción que
puede obtenerse a partir de un nivel dado de ingresos.

En la primera década del siglo, no obstante, algunos de estos factores han debilitado su
influencia y han aparecido, como señalamos, nuevas oportunidades. Pasamos ahora a
considerar con más detenimiento el desempeño de la Argentina en busca de evidencia
empírica que nos permita efectuar un diagnóstico más certero de los desafíos del nuevo
siglo.

2. Crecimiento: una mirada de largo plazo

Para evaluar el crecimiento adoptaremos un enfoque de largo plazo que toma en cuenta
lo ocurrido desde 1900 y lo complementaremos con comparaciones internacionales. La
perspectiva histórica es necesaria para resaltar los cambios en el desempeño de la
economía ocurridos en la última década: en cuanto a crecimiento, hay un contraste
marcado entre el mal desempeño desde mediados de los setenta y el sostenido
crecimiento que siguió a la crisis de la convertibilidad. La visión internacional, a su vez,
es de gran relevancia porque la Argentina es un país pequeño en términos económicos
relativos y, por lo tanto debe adaptarse en cada momento a las condiciones
internacionales.69 Por ello, antes de analizar los datos históricos del país haremos una
breve digresión para describir los regímenes internacionales que estuvieron vigentes
durante el siglo pasado y en lo que va del actual. El propósito es describir el contexto
global dentro del cual evolucionó la economía argentina y utilizarlo como marco de
referencia.

Desde 1900, la economía internacional funcionó bajo la égida de cuatro regímenes


básicos: la Primera Globalización hasta la crisis de 1930, la Autarquía entre esta crisis y

69
“País pequeño” tiene un significado técnico preciso en economía: país sin poder de mercado para fijar
los precios internacionales y, por ende, “tomador de precios”. Así, aun cuando la Argentina es un gran
productor de soja, no puede fijar su precio, que depende del juego de la oferta y la demanda en el
mercado de Chicago. Lo mismo pasa con la tasa de interés internacional.

99
el fin de la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Bretton Woods en la posguerra y,
desde fines de los setenta/principios de los ochenta, la Segunda Globalización.70

Lo que define tanto a la Primera como a la Segunda Globalización es una apertura


mucho mayor a los flujos de comercio y a los de capitales. Se diferencian, no obstante,
en un punto importante: en la Primera Globalización los flujos migratorios eran muy
libres y, por ende, mucho más importantes que en la Segunda. Al ubicarse entre una
crisis y una guerra, la etapa de Autarquía es de inestabilidad y colapso tanto del
comercio como de los flujos financieros internacionales. La etapa de Bretton Woods,
por último, abarca toda la posguerra. Se caracteriza por la reanimación del crecimiento,
sobre todo en la década de los sesenta, de la mano de un gran incremento del comercio
internacional de bienes. Los flujos de capital, no obstante, siguieron estando muy
restringidos y sólo se reanimarían con el reciclaje de los petrodólares y la formación del
euromercado en los años setenta. Uno de los pilares de Bretton Woods fue el sistema de
tipos de cambio fijo entre el dólar y el resto de las monedas importantes. Este régimen
fue muy exitoso para viabilizar la reconstrucción de la economía global y, de hecho, lo
fue tanto que cayó víctima de su propio éxito: como el crecimiento y las
transformaciones en la competitividad no fueron parejos en la economía mundial, se
hicieron necesarios cambios en el software, en las reglas de juego del sistema
económico internacional. La Segunda Globalización nace, justamente, de la necesidad
de adaptar el régimen económico y financiero internacional a los cambios en la
estructura económica inducidos por el fuerte crecimiento del PBI, del comercio y de los
flujos de capital, bajo la forma tanto de inversión extranjera directa como de inversión
de cartera y préstamos bancarios.

De hecho, las reglas de juego de Bretton Woods se desmoronan en los setenta. Los hitos
del colapso fueron la crisis del dólar, los shocks petroleros y el abandono de los tipos de
cambio fijo, lo que daría lugar, finalmente, al sistema actual de flotación entre las
principales monedas de reserva. El nuevo software se consolida cada vez más a partir de
los ochenta. La Segunda Globalización no ha sido menos exitosa en promover el
crecimiento y, al igual que en la posguerra, ese crecimiento tampoco se ha distribuido
de forma homogénea en el mundo. Los tigres asiáticos primero y China e India más
recientemente son claros ganadores en el proceso (Goldman Sachs 2003; Banco
Mundial, 2005). De modo que no resulta sorprendente que el software de la Segunda
Globalización esté también reclamando modificaciones para adaptarse a los cambios en
el hardware. El proceso de adaptación está lejos de ser sencillo y, al igual que en el caso
de Bretton Woods, se están observando inestabilidades importantes debido a la
irrupción de China (y en menor medida, de otros emergentes, como India o Brasil)
como jugadores globales. Ejemplos muy evidentes de esta inestabilidad son los
persistentes desequilibrios globales y la crisis financiera de fines de 2008 –cuyas
secuelas, años después, están aún en pleno desarrollo (véase FMI, 2011)–.

Con esto finalizamos la digresión sobre los regímenes internacionales. Pasamos ahora a
estudiar la experiencia argentina en el período. Una forma sintética de mostrar la
dinámica económica de la Argentina en el largo plazo es analizar cómo evoluciona su
posición en el ránking de naciones más ricas. El gráfico 5.4 muestra la posición relativa
de la Argentina desde 1900. Hemos marcado en él los cuatro regímenes internacionales
que acabamos de describir. Como se trata de un orden en el que el país más rico ocupa
70
Como en toda periodización histórica, los límites nunca son precisos. Esta periodización es la aceptada
convencionalmente. Véase Basu y Taylor (1999).

100
el primer lugar, cuanto menor la altura de las barras, mejor la posición internacional del
país.71
Gráfico 5.4
La Argentina bajo diferentes regímenes internacionales
(Posición en el ránking según PBI per cápita medido en PPP)

30 Segunda 
Primera Autarquía Bretton Woods Globalización
Globalización
25

20

15

10

0
1900
1906
1912
1918
1924
1930
1936
1942
1948
1954
1960
1966
1972
1978
1984
1990
1996
2002
2008
Fuente: Elaboración propia en base a Conference Board.

A la Argentina le fue bien durante la Primera Globalización. En el período que va de la


organización nacional a 1930, el país logró un ascenso meteórico en el universo
económico de las naciones. La ubicación máxima en el ránking se registra en 1922,
cuando el país logra posicionarse como el noveno más rico del mundo. En el momento
en que colapsa la Primera Globalización, con la crisis del treinta, el ingreso per cápita
argentino estaba en un nivel excepcional. Un indicador de la pujanza económica del país
en esa época es la capacidad para atraer y absorber inmigrantes y capital. La Argentina
fue uno de los países que más se benefició con la libertad de las corrientes migratorias.
Su población se multiplicó casi por cinco entre 1980 y 1930. Lo mismo ocurrió con los
flujos de capital, que utilizó para construir infraestructura; en particular, urbana y
ferroviaria. La Argentina, claramente, era percibida como una tierra de oportunidades.

Con la crisis del treinta el crecimiento se resintió. En el período de la Autarquía, la


posición internacional del país se deteriora pero sin grandes cambios. Por otro lado, no
era la primera vez que el país era fuertemente castigado por eventos externos. Ya había
ocurrido, por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial.

Tras la Segunda Guerra, la economía internacional y particularmente Europa muestran


un crecimiento sólido. Sin embargo, a diferencia de lo que había ocurrido durante el
período que siguió a la Primera Guerra, en la segunda posguerra la Argentina no logra

71
Sólo se toman en cuenta los países de los cuales hay datos de largo plazo, que son 38. De cualquier
forma, están representados todos los que son relevantes para la Argentina.

101
sacar provecho de la recomposición de la economía internacional. Como se observa en
el gráfico, su desempeño relativo durante la etapa de Bretton Woods es muy malo. En
1946-1947, una vez finalizada la guerra, el país todavía se ubicaba en el puesto 11, pero
se instala una tendencia persistente a perder posiciones. Al finalizar el período de
Bretton Woods, hacia 1980, la Argentina ocupa el puesto 23; lo ocurrido en el plano
macroeconómico evidencia que no supo adaptarse a las reglas de juego del nuevo
régimen. Volveremos sobre este punto.72

El comienzo de la Segunda Globalización, lejos de representar un cambio, trajo consigo


una profundización de la tendencia a perder posiciones. Debido al fuerte incremento en
su endeudamiento hacia fines de los setenta, la crisis de la deuda desatada en 1982 por
la moratoria mexicana impactó de lleno sobre la Argentina, que, junto con gran parte de
América Latina, atravesó con grandes dificultades la “década perdida” de los ochenta
(Damill et al., 1994). Si bien la Argentina volvió a crecer durante la primera mitad de
los noventa, ello no fue suficiente para revertir la tendencia iniciada en los cuarenta y,
de hecho, la década termina con la crisis de la convertibilidad, que coloca al país en el
peor puesto que alcanzaría: 27º. Con posterioridad, en consonancia con el mayor
crecimiento registrado en la década de los dos mil, la posición relativa comienza a
mejorar.

Ante esta mediocre evolución, es poco sorprendente que la identidad de la Argentina


haya ido cambiando y que se instalara paulatinamente el estigma de haber fracasado en
la tarea de convertirse en un país desarrollado. Una de las ideas que más contribuyó a
instalar el fracaso como eje de autorreferencia fue expresada por el premio Nobel Simon
Kuznets –y recogida por Samuelson, otro premio Nobel–, citado frecuentemente por
haber expresado que existían cuatro clases de naciones: países desarrollados, países en
desarrollo, Japón y Argentina. El Japón era una categoría aparte porque a pesar de no
tener recursos naturales había alcanzado altos niveles de ingreso per cápita; la
Argentina, porque a pesar de tener todos los recursos naturales no se había desarrollado.
El satisfactorio desempeño previo a los treinta le había permitido a la Argentina
acumular suficiente capital físico y humano y, además, estaba bien dotada de recursos
naturales. Es por ello que se esperaba que, terminada la Segunda Guerra, el país
retomaría la senda de crecimiento que había transitado durante la Primera
Globalización. Nadie esperaba que un país que había evolucionado tan rápido en el
pasado y que había liderado el desarrollo de la región descendiera del puesto 11 al 27..
Piénsese que en 1945 el ingreso per cápita de la Argentina era tres veces el de Brasil y
más del doble que el de México. De ahí que el diagnóstico de que la Argentina había
caído en algún tipo de trampa adquiriera un creciente atractivo intelectual.

Una pregunta importante es si este desempeño tan desalentador es una propiedad sólo
de la Argentina o, por el contrario, es una experiencia común a países similares al
nuestro. Por supuesto, el problema aquí es definir “similar”. Para nuestro propósito, que
es brindar elementos para la reflexión y la formulación de hipótesis, será suficiente con
evaluar a la Argentina en base a dos versiones de “país similar”.

Una alternativa es considerar que la Argentina enfrenta desafíos similares a los de


aquellos países emergentes cuyo objetivo central es industrializarse y que, habiendo
llegado a tener un ingreso medio elevado ya hace tiempo, esa es una aspiración
72
Sobre este período véanse, por ejemplo, Díaz Alejandro (1970, 1985); Brodershon (1973), Sourrouille
y Lucángeli (1980) y Mallon y Sourrouille (1975).

102
razonable. En función de esta hipótesis, parece razonable comparar la evolución de la
Argentina con la de cuatro países que avanzaron en la industrialización partiendo de
niveles muy inferiores a los de países ricos: Brasil y México –que representan bien a
América Latina en este aspecto– y España y Corea, dos países de industrialización
tardía exitosa. El gráfico que sigue muestra la evolución del PBI per cápita de estas
economías en relación con el de la Argentina. Cuando la variable del gráfico crece, la
economía bajo consideración está creciendo en relación con la Argentina. Cuando el
valor es 100%, ello implica que los ingresos per cápita de ambos países son similares; si
ese valor es superado, eso indica que la Argentina es más pobre que el país en cuestión.

Gráfico 5.5
Evolución en relación con la Argentina (Brasil, Corea, España y México)
(PBI per cápita medido en PPP en relación con la Argentina, %)

Evolución del PBI per cápita en relación con Argentina


250

1 2 3
200

150

100

50

0
1900
1905
1910
1915
1920
1925
1930
1935
1940
1945
1950
1955
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
2005
2010

España Brasil México Corea

Fuente: Elaborado con datos de Conference Board.

Las tres regiones en que hemos dividido el gráfico nos ayudarán a dar una visión
sintética. Durante la etapa 1, hasta 1960, “no pasa nada”: la Argentina está más
desarrollada que estos países y ninguno alcanza su PBI per cápita. En la etapa 2, a partir
de 1960 se hace cada vez más evidente que la Argentina pierde el tren de la
industrialización. España y Corea, por el contrario, aprovechan todo el período de
cuarenta años que va hasta el año 2000 para crecer espectacularmente y terminan por
ubicarse entre los países de mayor desarrollo. Mientras en 1960 no alcanzaban el
ingreso de la Argentina, en el año 2000 lo duplican con creces.

Siguiendo a España y Corea, Brasil y México también aceleran su crecimiento en


relación con la Argentina en la posguerra. Pero este proceso se paraliza hacia principios
de los ochenta, como consecuencia de la crisis de la deuda, que dará lugar a la década
perdida. En términos generales, desde los ochenta hasta el año 2000 les va tan

103
mediocremente a Brasil y México como a la Argentina. De hecho, esos dos países no
logran alcanzar la línea de 100, que significaría que lograron un ingreso similar al
argentino. Este gráfico sugiere que la “trampa de ingresos medios” podría ser un
problema generalizado en los países grandes de América Latina.

La zona 3 del gráfico revela una dinámica muy diferente de lo que fue la norma desde
1960: la Argentina comienza a descontar distancia de manera sistemática a medida que
avanza la primera década del siglo. Y esto es así en relación con todos los países que
estamos considerando. Esta tercera etapa, obviamente, deja más margen para el
optimismo, aunque también abre más incógnitas que certezas. Por una parte, es verdad
que la Argentina está descontando distancia de manera veloz, pero por otra también es
cierto que ello ocurre después de la crisis de 2001-2, cuando el producto había caído
significativamente. Nótese, asimismo, que ya en los noventa, antes de las crisis, había
habido un incipiente proceso de mejora relativa de la Argentina. Un amago que no pasó
de eso.

Veamos cómo cambia el cuadro si consideremos ahora que la Argentina es similar no a


los países de industrialización reciente sino a aquellos que son ricos en recursos
naturales y atrajeron en algún momento gran cantidad de inmigración europea.
Elegimos, entonces, realizar el mismo ejercicio con tres países que se le asemejan en
esas características: Canadá, Australia y Chile. También agregamos a Noruega, para
contar con el caso de un país de Europa rico en recursos y que partió de un producto por
habitante modesto (véase gráfico 5.6).

Gráfico 5.6
Evolución en relación con la Argentina
(Australia, Canadá, Chile y Noruega)
(PBI per cápita medido en PPP en relación con la Argentina, %)

400 Evolución del PBI per cápita en relación con la Argentina

350 1 2 3
300

250

200

150

100

50

0
1900

1905

1910

1915

1920

1925

1930

1935

1940

1945

1950

1955

1960

1965

1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2010

A ustralia Noruega Canada Chile

Fuente: Elaborado con datos de Conference Board.

104
Como se observa en el gráfico, la evolución de estos países en comparación con la
Argentina no es demasiado diferente de los casos anteriores. En la etapa 1, hasta los
sesenta, no hay cambios excesivamente marcados en relación con el pasado. Sólo
Noruega avanza claramente más que el resto entre el fin de la guerra y 1960. En la etapa
2, la Argentina pasa a perder posiciones de manera sistemática.

Cabe señalar, no obstante, dos puntos. En primer lugar, el proceso más pronunciado de
diferenciación de estos países en relación con la Argentina comienza más tarde que en
el caso de la comparación anterior; a partir de mediados de los sesenta. Es muy
probable que esto se vincule con el incremento en el precio de las commodities luego de
la crisis del petróleo. Así, la Argentina no sólo habría perdido la oportunidad de subirse
al tren de la industrialización en los sesenta sino, también, al de los recursos naturales
en los setenta. En segundo lugar, Chile sólo muestra una tendencia firme a superar el
ritmo de la Argentina más tarde, en plena década de los ochenta. Si bien su desempeño
es menos exitoso que el de Canadá, Australia y Noruega, lo cierto es que Chile supera el
ingreso per cápita de la Argentina hacia fines de los noventa. Esto habla muy bien de la
experiencia chilena, ya que pudo superar rápidamente las consecuencias de la crisis de
la deuda y no sufrió la década perdida, como sí fue el caso de México, Brasil y
Argentina.

La dinámica de comportamiento que se observa en la región 3 del gráfico tampoco


difiere de la observada en el gráfico anterior: la Argentina descuenta distancia en la
década de los dos mil. Y esto ocurre a pesar de que estos países se benefician, al igual
que la Argentina, con el incremento en el precio de los recursos naturales que se
registran en esa década. También puede observarse que en los noventa ya había habido
un incipiente proceso de aceleración del crecimiento en la Argentina en relación con los
otros cuatro países, que colapsa con la crisis. Esto plantea una cuestión que nos
acompañará en todo el trabajo: ¿cambió la capacidad de la Argentina para crecer en el
siglo XXI? ¿Qué indicios hay de que este sea el caso?

A pesar de que la Argentina ha estado acortando distancias, es aún bastante lo que falta
recorrer para ponerse a la par de los ingresos de los países desarrollados. Para alcanzar
el nivel promedio de esos países habría que multiplicar el PBI por habitante en términos
de PPP por 2,6. Un objetivo ligeramente más modesto, como el de alcanzar el ingreso
que España tiene hoy –que en 1960 estaba algo por debajo del nuestro– significaría,
aproximadamente, duplicar el ingreso actual. Si el producto por habitante creciera al
3%, se necesitarían unos veinticinco años para duplicarlo. Una tasa de crecimiento del
3%, a su vez, implica que el PBI total debe crecer un 4% anual, ya que hay que tomar en
cuenta que la cantidad de habitantes también crece y lo hace en alrededor de 1% por
año. Con el solo propósito de contar con una pauta de referencia, tomaremos la
hipótesis de crecimiento del 3% en el ingreso por habitante como base para ordenar los
argumentos.

¿Cuán exigente es una hipótesis de crecimiento del 3% en el PBI per cápita? Una forma
bastante directa de evaluar esta pregunta es utilizar como parámetro la evolución
anterior de la Argentina. Si tomamos la tasa de crecimiento promedio desde 1900, las
perspectivas no serían muy halagüeñas: 1,2% anual. Pero probablemente tomar esa tasa
no es lo más recomendable, ya que la evolución del PBI per cápita fue muy cambiante,
como puede verse en el gráfico 5.7, que muestra la trayectoria del PBI per cápita desde
1900.

105
Gráfico 5.7
Evolución del PBI per cápita argentino
(Precios de 1993)
12000

10000 Tendencia

Serie
8000

6000

4000

2000

0
1900
1905
1910
1915
1920
1925
1930
1935
1940
1945
1950
1955
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
2005
2010
Fuente: Elaborado sobre la base de Ferreres (2006) e INDEC.

A simple vista surge que existen muchas Argentinas en el pasado. Se alternan períodos
de crecimiento sostenido con otros francamente desalentadores. Una forma de mostrar
de manera sintética este punto es graficar la tasa de crecimiento promedio por décadas,
como se hace en el gráfico de más abajo.

Gráfico 5.8
Evolución del PBI per cápita argentino por décadas en promedio
(Precios de 1993, %)
4%

3%
prom. 1900‐2010

2%

1%

0%

‐1%

‐2%

‐3%
1900s

1910s

1920s

1930s

1940s

1950s

1960s

1970s

1980s

1990s

2000s

Fuente: Elaborado sobre la base de Ferreres (2006) e INDEC.

106
Hay una gran variabilidad entre décadas. Se observan, incluso, períodos en los que la
economía no sólo no crece sino que retrocede. Esto último ocurrió dos veces: en la
década de 1910 y en la de 1980. En ambos casos, el mal desempeño está muy
correlacionado con situaciones externas desfavorables: la Primera Guerra Mundial y el
shock internacional que comienza con la moratoria mexicana de 1982 y da lugar a la
década perdida latinoamericana. Son los únicos períodos de retroceso, aunque también
hay décadas bastante malas, por debajo del promedio histórico: los treinta, los cincuenta
y los setenta. El resto de las décadas se colocan por encima del promedio.

Cabe señalar aquí un punto: hemos visto que la Argentina pierde posiciones
significativamente en el ránking internacional en las décadas posteriores a 1960. Pero a
la luz de este gráfico surge que los motivos son diferentes. En los sesenta y los noventa,
la economía crece por encima de su promedio histórico y esto significa que pierde
posiciones básicamente porque su velocidad es menor a la del resto. Este, en cambio, no
es el caso de las décadas de los setenta y los ochenta, en que la pérdida de posiciones se
explica en primer lugar por un mal desempeño de la economía local y no porque el resto
del mundo creciera excesivamente rápido.

Está claro que para la Argentina los comienzos de siglo son prometedores. El ránking de
crecimiento está liderado por las décadas de 1900 y 2000 y se trata de las dos únicas en
que la tasa de crecimiento se mantuvo por encima del 3% durante una década. Esto
indica que existieron muchas Argentinas en el pasado pero que, si el objetivo es
alcanzar el ingreso español en veinticinco años, son las Argentinas que muestran la
dinámica de crecimiento de los dos principios de siglo las únicas en condiciones de
materializar ese logro.

De hecho, hay ciertas similitudes entre ambos períodos. Una, central, es que en ambos
casos imperaba en la economía internacional un régimen de globalización. Asimismo,
en los dos casos la inserción de la Argentina en el mundo estuvo liderada en buena
medida por los recursos naturales y el aumento de la productividad y de la extensión de
tierra cultivada en el campo. A principios del siglo pasado, nuestra producción agrícola
era complementaria con el crecimiento de la industria en Inglaterra, hoy lo es con la
industrialización de China y, en el futuro, probablemente con la de la India.

Es interesante notar que en el período de estancamiento de la Argentina de posguerra


estos factores estuvieron casi ausentes. Por una parte, los países exitosos de la posguerra
(Europa, los asiáticos como Japón) mostraron un sesgo proteccionista en el sector
agrícola que afectó de manera directa las oportunidades de la Argentina. Por otra parte,
las políticas públicas locales, sesgadas hacia la industrialización sustitutiva, no
favorecieron el incremento de la productividad agrícola. Nuestro país, por ejemplo,
entra de manera muy tardía en la llamada “revolución verde”, como veremos en el
capítulo 10. En este sentido, la globalización liderada por China es, para la Argentina,
más generosa en oportunidades que la liderada por Europa o Japón. Por supuesto, la
dinámica incorporación de tecnología en el campo que se observa desde los noventa en
adelante ha sido un insumo crítico para aprovechar esas oportunidades.

¿Puede la Argentina aprovechar la ventana de oportunidad que se abrió en el presente


siglo para alcanzar el PBI actual de España en 2035? Hemos visto en el marco
conceptual que para incrementar el PBI per cápita, la productividad del trabajo debe ser

107
muy dinámica y que para lograr esa dinámica no alcanza sólo con acumular recursos: es
necesario impulsar las actividades que muestran rendimientos crecientes y lograr
transformaciones estructurales que permitan absorber dentro del sector tradicional y el
moderno al segmento de subsistencia, de baja productividad. Por lo tanto, el desafío
para la Argentina es utilizar los excedentes asociados con los recursos naturales para
poner en marcha un proceso de crecimiento sostenido con las características anteriores.
Analizar el pasado puede ser útil no sólo para identificar oportunidades, sino también
para no tropezar dos veces con la misma piedra. La mirada de largo plazo sugiere que, a
pesar de la favorable trayectoria durante la Primera Globalización y la acumulación de
capital humano e infraestructura, la Argentina no pudo superar el examen de la
productividad y la transformación estructural, y menos aun el de la competitividad. En
buena medida, este libro aspira a aportar elementos para un diagnóstico que ayude a
esquivar la piedra. Y en este sentido, parece ahora natural que nos ocupemos de dos
obstáculos fundamentales: la inestabilidad macroeconómica (sección siguiente) y los
problemas distributivos (capítulo siguiente).

4. Volatilidad macroeconómica, crisis y crecimiento

En el marco conceptual explicamos que los problemas macroeconómicos son


desarreglos de tipo sistémico y distinguimos entre fluctuaciones cíclicas, inestabilidad
macroeconómica y trampas de bajo crecimiento. En el caso de la Argentina, los tres
tipos de desarreglo tienen importancia y, además, interactúan entre sí. En particular,
sería muy difícil dar cuenta del bajo crecimiento experimentado en la posguerra sin
hacer referencia a la inestabilidad macroeconómica ni, en particular, a las crisis.
Veremos, no obstante, que también es posible detectar ciertos cambios positivos en este
aspecto, aunque la Argentina está aún lejos de haber desterrado la amenaza que implica
la inestabilidad macroeconómica. A continuación, discutiremos una serie de hechos
relacionados con la volatilidad macroeconómica en la Argentina. Nos interesa aquí, en
particular, mostrar los vínculos entre volatilidad y crecimiento. Dejamos los efectos
sobre la distribución y la pobreza para el capítulo siguiente.

El gráfico 5.7 muestra la relación entre la tendencia de largo plazo o “PBI potencial” y
el PBI observado. La diferencia entre ambas variables son las fluctuaciones cíclicas. A
simple vista se constata que el PBI observado muestra desvíos importantes con relación
al PBI potencial, lo que indica que las fluctuaciones de corto plazo son muy
importantes. Los desvíos cíclicos son normales en cualquier economía capitalista, pero
en la Argentina tienden a ser muy pronunciados. En primer lugar, hay períodos en que
el nivel de actividad literalmente se desploma y se ubica en niveles muy inferiores al
potencial. Estos períodos usualmente se catalogan como “crisis”. El evento de esta
naturaleza más cercano en el tiempo ocurrió entre 1998 y 2002, al caer el régimen de
convertibilidad. En segundo lugar, hay lapsos en que el crecimiento se acelera y hace
subir el nivel del PBI de manera sensible. Por fortuna, esto es lo que ocurrió entre 2003
y 2010: el PBI per cápita de la Argentina subió a una tasa promedio anual del 6,5%,
muy por encima del promedio histórico de 1,5%. Como dijimos antes, los períodos de
este tipo se denominan de “aceleración” del crecimiento.

En otros trabajos hemos mostrado que las fluctuaciones en la Argentina son


pronunciadas porque no obedecen solamente a variaciones cíclicas normales sino que

108
reflejan fenómenos de inestabilidad macroeconómica más profundos (véanse Albrieu y
Fanelli, 2008y 2012). Una forma de ilustrar este punto es verificar si la Argentina es
efectivamente más volátil que otras economías.

El gráfico A ubica a la Argentina en relación con 80 países73. La economía argentina es


volátil no sólo en comparación con las economías desarrolladas sino también con
relación al promedio de América Latina. De hecho, en el período considerado la
Argentina fue tres veces más volátil que los países desarrollados, y superó en un 50% el
promedio de América Latina.

Gráfico 5.9
Volatilidad agregada de Argentina en perspectiva comparativa
(a) (b)

12
Ukraine

Czech Republic

PBI per capita (log)


11
Thailand

Korea
10
China

Togo

Morocco 9

Kenya

Cote D'Ivory 8

Benin

Spain 7
Promedio OCDE: 0,23
Italy

France 6

Uruguay

Mexico 5

Dominican Rep.

A rgentina 4
0 0,02 0,04 0,06 0,08 0,1 0,12 0 0,02 0,04 0,06 0,08 0,1

Volatilidad del ingreso

Fuente: Albrieu y Fanelli (2012).

El gráfico B subraya un rasgo negativo adicional: existe una relación inversa entre
volatilidad y PBI per cápita: cuanto mayor la inestabilidad, menor el nivel de ingreso.
Si, en línea con nuestro marco conceptual, consideramos que la inestabilidad es una
manifestación de disfuncionalidades sistémicas que se producen por debilidades en el
software, este hecho estaría indicando que el marco institucional es de menor calidad en
los países emergentes.

Sobre la base de los estudios existentes es también posible mostrar cómo se manifiesta
la inestabilidad bajo la forma de una sucesión de aceleraciones y crisis. En lo que hace a
aceleraciones, la evidencia disponible para la Argentina permite detectar los episodios
que se registran en el cuadro 5.174.

73
Lo que sigue se basa en Albrieu y Fanelli (2012). El período abarcado es 1960-2009. Se utiliza como
indicador de volatilidad el desvío estándar de la tasa de crecimiento de cada economía. El desvío cíclico
arroja resultados similares.
74
La aceleración se detecta recurriendo al indicador de Hausman et al. (2004).

109
Cuadro 5.1
Los episodios de aceleración del crecimiento

Crecimiento (2)
Aceleraciones Año de inicio (1) Aceleración
promedio
1883 8 4.40 2.10
1892 8 5.40 3.10
1898 8 4.30 3.70
1901 8 4.10 2.40
1903 8 4.30 2.00
(3)
1917 9 3.8 2 (3)
1964 8 4.00 2.00
1990 9 3.50 3.00
2002 8 4.00 4.00
Notas: Véanse las definiciones en Hausmann et al. (2004).
Fuente: Albrieu y Fanelli (2012).

En el período 1875-2009 se han registrado nueve episodios de aceleración; cinco de


ellos son del período anterior a la Primera Guerra y los cuatro restantes se corresponden
aproximadamente con las décadas de 1920, 1960, 1990 y 2000. En la Segunda
Globalización hay dos eventos de aceleración. El primero, en los noventa, se relaciona
con la convertibilidad y la salida de la “década perdida”. Colapsa a partir de 1998. El
segundo corresponde a la década de los dos mil. La aceleración se produce a partir del
muy bajo nivel alcanzado por el nivel de actividad luego de la crisis de la
convertibilidad. La tasa de crecimiento durante el evento es la más alta registrada bajo
el régimen de la Segunda Globalización.

El cuadro 5.2 identifica los episodios de crisis.75 Las caídas abruptas del producto de
mayor magnitud fueron las de la Primera Guerra Mundial, la del treinta, la crisis de la
hiperinflación y las crisis de la convertibilidad. Adicionalmente, nótese que esta última
fue una gran crisis en la comparación histórica, aun más profunda y duradera que la
crisis del treinta.

75
“Crisis” se define como una situación de caída del PBI por al menos dos años consecutivos y que
acumula reducciones no inferiores a 4% (véase Wolf, 2004; Fanelli, 2008).

110
Cuadro 5.2.
Las crisis en la Argentina 1875-2009
Año de Año de Profundidad
Crisis (1)
Duración
inicio finalización

De 1880 1880 1881 -6.32 2


Baring 1890 1891 -19.22 2
Primera guerra 1913 1917 -34.17 5
Del treinta 1930 1932 -20.43 3
Institucional 1962 1963 -7.00 2
Rodrigazo 1975 1976 -4.01 2
De la deuda 1981 1982 -11.29 2
Hiperinflación 1988 1990 -12.66 3
Convertibilidad 1999 2002 -24.13 4

Notas: (1) Caída acumulada desde el pico previo al piso de la crisis.


Fuente: Elaboración propia basada en datos del INDEC.

A partir de estos hechos es posible identificar tres etapas con dinámicas de crecimiento
disímiles:

1. La primera corresponde a la Primera Globalización y se caracteriza por presentar


crisis y aceleraciones, en un contexto en que las últimas ocurren con mayor
frecuencia que las primeras. Si nos concentramos en los primeros treinta años de
la primera etapa, vemos que es un período de alta volatilidad agregada pero
también de alto crecimiento; es el “desorden y progreso” que señalan
Gerchunoff et al. (2008).
2. La segunda etapa va desde la década de 1930 hasta mediados de los setenta,
donde los eventos de crisis y las aceleraciones escasean, lo cual es
particularmente cierto en el período de autarquía. Es entonces una etapa de
relativa ausencia de grandes discontinuidades. Coincide en gran medida con el
período en que la economía argentina estuvo más aislada de la economía global,
en el sentido de que siguió una estrategia de crecimiento basada en la sustitución
de importaciones y en un protagonismo creciente del Estado. No está claro, no
obstante, hasta dónde la menor apertura fue una opción o una necesidad, dado
que los flujos de comercio y financiamiento tardaron en recomponerse luego del
colapso de los treinta y, además, el sector agrícola quedó relegado por el
proteccionismo una vez que el comercio se reanimó en la posguerra.
3. La última etapa, en tanto, se parece a la primera, en el sentido de que ambas son
intensivas en eventos de crisis y aceleración, pero difiere en un punto: en la
Segunda Globalización las crisis son más frecuentes que las aceleraciones. Un
último punto a remarcar es que desde 2002 en adelante no se produce ningún
evento de crisis que interrumpa el proceso de crecimiento. Incluso es un dato
positivo que el país haya podido superar las consecuencias de la crisis financiera
de 2008 en el mundo sólo al costo de una caída breve en la tasa de crecimiento.

¿La volatilidad excesiva afecta al crecimiento? Los estudios recientes muestran


evidencia de que la volatilidad macroeconómica tiene efectos negativos sobre el

111
crecimiento del producto potencial.76 Para el caso de la Argentina, si la volatilidad
(desvío estándar de la tasa de crecimiento) aumenta en un punto porcentual, el
crecimiento de largo plazo cae 2,7% (Fanelli, 2008).

La volatilidad macroeconómica influye también sobre el bienestar por la vía de una


mayor volatilidad del consumo. Empíricamente se observa que a mayor volatilidad del
ingreso, mayor volatilidad del consumo. En la Argentina, el consumo es incluso más
volátil que el PBI, lo cual también se repite en otros países de América Latina, como se
reporta en CEPAL (2008b).77 Esto reduce el bienestar por dos razones: por un lado, las
personas normalmente tienen aversión al riesgo y prefieren no sufrir variaciones no
previstas en el consumo; por otro, si una persona sólo puede consumir en promedio lo
imprescindible porque su ingreso no le permite otra cosa, cuando su ingreso se reduce
excesivamente aunque sea de manera transitoria, esa persona sólo puede afrontar un
consumo menor al de subsistencia.

Se sigue de estos hechos que reducir la volatilidad agregada tendría efectos positivos
para el crecimiento económico y el bienestar. Si las políticas anti-cíclicas estabilizan el
consumo, favorecen sobre todo a los sectores cercanos a la línea de pobreza. Esta
hipótesis es consistente con el hecho de que en la Argentina la pobreza aumenta
sensiblemente con las crisis, como se verá más adelante (Gasparini y Cruces, 2008;
Chisari et al., 2007).

Los efectos negativos de la volatilidad sobre el crecimiento y el bienestar no sorprenden


si se consideran las consecuencias de la disfuncionalidad sistémica que presentamos en
nuestro marco conceptual. Como vimos, las crisis debilitan e incluso destruyen partes
del marco institucional, lo cual torna más difícil el manejo de la incertidumbre de orden
estratégico y da lugar a círculos viciosos: las reglas de juego son débiles porque las
crisis las hacen poco creíbles, y las crisis son frecuentes porque las reglas son poco
creíbles. Bajo estas condiciones, a las organizaciones –desde las firmas y las familias
hasta las gubernamentales– les resulta más difícil adaptarse cuando ocurren cambios –
positivos o negativos– en el entorno. La falta de flexibilidad para responder a shocks
negativos puede ser particularmente dañina para el manejo macroeconómico. Si el
régimen de políticas macroeconómicas es de baja calidad, los instrumentos de política
fiscal, monetaria y cambiaria necesarios para suavizar las fluctuaciones cíclicas no
estarán disponibles y, bajo tales circunstancias, las respuestas podrían incluso amplificar
el ciclo. Esto ocurre cuando las políticas son procíclicas en lugar de ser anticíclicas.
Ejemplos típicos son los ajustes de los ochenta y noventa, en que el gobierno
implementaba ajustes fiscales cuando la economía estaba pasando por una etapa
recesiva, debido a que no lograba acceder al crédito y debía ajustar el gasto o aumentar
los impuestos. Asimismo, en ocasiones el gobierno incrementa el gasto cuando la
economía está ya expandiéndose, algo que ocurrió en 2010 y 2011 y se tradujo en
aceleración de la inflación y apreciación cambiaria.

76
La literatura sobre este punto es abundante (v. Ramey y Ramey, 1995; Loayza y Hnatkovska, 2005;
CEPAL, 2008b).
77
Que el ingreso sea volátil no implica necesariamente que el consumo sea volátil; las personas podrían
utilizar instrumentos financieros para estabilizar sus flujos de consumo. Una estrategia simple sería
endeudarse para mantener el consumo en los malos tiempos y repagar los préstamos en los buenos. Pero
al estar restringido el acceso al crédito, no se puede recurrir a él para superar los “momentos malos”.

112
Por otra parte, la flexibilidad para adaptarse es también vital para aprovechar
oportunidades nuevas. La gran cantidad de aceleraciones colapsadas en la historia
argentina habla de una incapacidad para pasar de la aceleración al crecimiento
sostenido. Por cierto, un hecho que hace difícil manejar correctamente las aceleraciones
en la Argentina es que estas se producen luego de crisis de efectos siempre muy
negativos sobre el bienestar: en la etapa de recuperación se exacerban los conflictos por
las presiones de los distintos grupos para recuperar el terreno perdido. Esto sugiere que,
en la Argentina, una condición para asegurar el crecimiento sostenido y evitar la
sucesión crisis-aceleración-crisis es desarrollar reglas de juego estables y creíbles para
manejar los conflictos distributivos ante distintos escenarios macroeconómicos. Este
punto parece de alta relevancia actual si se tiene en cuenta que, según lo visto, la
Argentina está cursando un proceso de aceleración, pero en un contexto internacional de
crisis financiera que es una amenaza permanente para la estabilidad.

113
6. Desarrollo humano y distribución del ingreso

El objetivo último de la actividad económica es promover el desarrollo humano, que se


identifica con la ampliación de las capacidades de la población para elegir su propia
trayectoria de vida. Este punto fue enfatizado en el capítulo 2, cuando discutimos cómo
evaluar el desempeño de una economía e hicimos referencia al Índice de Desarrollo
Humano (IDH) de Naciones Unidas que, además del nivel de ingreso por habitante,
toma en cuenta un conjunto de indicadores clave para el fortalecer la capacidad de cada
persona para gozar de una vida larga y saludable, acceder al conocimiento necesario
para un buen desempeño social y laboral y garantizar un nivel de vida decente.

Además del crecimiento, otro factor que desempeña un papel instrumental importante
en relación con el desarrollo humano es la distribución del ingreso. Esto es así porque
existe un estrecha vinculación entre la distribución del ingreso y variables que son
determinantes para el desarrollo, como el grado de movilidad social ascendente y la
exclusión social.78 Cuando esta última es pronunciada, aumenta la probabilidad de que
amplios segmentos de la población caigan en trampas de pobreza. La exclusión también
favorece el clientelismo y la manipulación política de los sectores con necesidades
básicas insatisfechas. Estas lacras son obstáculos de peso para la expansión de las
libertades sustantivas y la formación de capital social. Para reflejar la importancia de los
aspectos distributivos, las Naciones Unidas han comenzado a elaborar un IDH corregido
por desigualdad (véase Naciones Unidas, 2010a).

En realidad, la distribución del ingreso y el desarrollo humano suelen estar tan


estrechamente asociados que, además de la falacia de confundir crecimiento con
desarrollo, es frecuente que se identifique a este último con la evolución en la
distribución del ingreso. Hay que tener presente, sin embargo, que una mejor
distribución no es una condición suficiente para un mayor disfrute de libertades
sustantivas. Un gobierno políticamente oportunista podría al mismo tiempo mejorar la
distribución y deteriorar los mecanismos de movilidad social ascendente si la
redistribución favoreciera el consumo pero no la formación de capital humano o de
capital social. Además, las políticas distributivas pueden afectar el crecimiento
sostenible cuando están mal diseñadas. Esto es así, en particular, porque es difícil
cambiar la distribución en cualquier sentido sin afectar los incentivos económicos y la
funcionalidad del sistema. En efecto, si el cambio distributivo sesga la distribución en
contra de los sectores más rezagados con el argumento de favorecer la inversión en
capital físico, la competitividad o a los asalariados sindicalizados del sector formal,
puede distorsionar la formación de capital humano y crear trampas de exclusión social:
los sectores rezagados no experimentan movilidad ascendente porque no cuentan con
capital físico y humano suficiente y no pueden acumular estos activos porque no
perciben los ingresos mínimos requeridos. Una sociedad con capital físico y sin capital
humano no puede crecer sostenidamente. Por otra parte, cuando se inducen cambios
progresivos pero traumáticos en la distribución, ello puede afectar los incentivos de los
inversores para acumular capital e innovar. La situación macroeconómica podría,
incluso, desembocar en una crisis si los inversores y ahorristas decidieran colocar su
capital a resguardo en el exterior. Como las crisis macroeconómicas tienen efectos muy
negativos sobre la distribución y la pobreza –desafortunadamente, como se mostrará, la

78
Sobre este punto, véase Galiani (2010).

114
Argentina ofrece numerosos ejemplos de esto–, políticas de redistribución mal
diseñadas pueden afectar el desarrollo de manera profunda y duradera.

Los temas que surgen al evaluar el desarrollo y su relación con la distribución, el


crecimiento y la estabilidad han recibido gran atención en la literatura y, a pesar de ello,
existe una diversidad de puntos de vista que involucran cuestiones no sólo analíticas,
sino también filosóficas. Ante esta dificultad, hemos elegido una estrategia pragmática
para abordar la cuestión: basaremos nuestra evaluación del desarrollo argentino en la
norma adoptada por la comunidad internacional, reflejada en el IDH y su corrección por
desigualdad. En línea con esto, asumiremos que:

• el objetivo es alcanzar el nivel de desarrollo humano de los países que


encabezan el ránking de IDH de las Naciones Unidas;
• una distribución del ingreso muy sesgada no ayuda al desarrollo humano,
como lo indica el IDH corregido por desigualdad;
• es necesario prestar particular atención a la pobreza porque ella aumenta
la probabilidad de que quienes la sufren queden atrapados en una trampa
de exclusión.

Por supuesto, no estamos sugiriendo que esta visión pragmática esté libre de juicios de
valor79. El propósito es hacer explícitos los criterios para evitar confusiones y brindar
información ordenadamente, de manera que el lector pueda elaborar su propio punto de
vista.

Una visión sistémica como la que utilizamos en este libro es útil para discutir problemas
de desarrollo humano precisamente porque permite colocar dentro del cuadro, de forma
simultánea, tanto los objetivos de desarrollo sustantivos como los requerimientos
instrumentales que se deben considerar para alcanzarlos. Esto es central para un país
como la Argentina, que sufre de dos enfermedades muy difíciles de tratar de forma
simultánea:

• una estructura regresiva de distribución del ingreso con amplios sectores


excluidos, y
• desconfianza en la estabilidad de las reglas de juego que se traduce en
una inversión productiva por debajo de lo que permitiría el ahorro de la
sociedad.

Enfrentar estos dos desafíos antagónicos de manera simultánea requiere políticas


públicas de un nivel de calidad que no es el habitualmente observado en la Argentina
(véase Fanelli y Tommasi, 1996).

La primera parte del capítulo estudia el nivel de desarrollo humano alcanzado por la
Argentina en función de los indicadores aportados por las Naciones Unidas, incluyendo
factores distributivos. En segundo lugar, estudiamos la distribución del ingreso y la
pobreza. Los indicadores de desarrollo humano, así como los de pobreza y distribución,
se evalúan en función tanto de la evolución histórica como de parámetros
internacionales.

79
Sobre juicios de valor y evaluación del desempeño económico véase Hausman y McPherson (1996).

115
1. Desarrollo humano

Durante la primera mitad del siglo XX, la Argentina alcanzó, como vimos, una posición
muy ventajosa en el concierto de las naciones. La buena trayectoria del ingreso por
habitante que se registró en esa época tuvo su correlato en el desarrollo humano. De la
mano de sistemas educativos y de salud que lograron avances muy significativos, se
observó una reducción temprana de las tasas de analfabetismo, amplia cobertura en
educación primaria y disminución de la incidencia de enfermedades transmisibles. La
rápida expansión de la infraestructura urbana y la acumulación de capital humano se
tradujeron, a su vez, en grados apreciables de movilidad social y de reducción de la
pobreza. En esto influyeron no sólo la socialización e integración social a través de la
escuela pública sino también el desarrollo gradual de herramientas de seguridad social.

No contamos con indicadores de desarrollo humano anteriores a 1970, pero es posible


utilizar las observaciones correspondientes a ese año para tener una idea de los avances
que se habían realizado previamente. En 1970, la Argentina tenía una posición
destacada tanto en educación como en salud. Se ubicaba en el puesto 35 en el mundo y
no había ningún país latinoamericano por encima de ella. Su nivel de desarrollo humano
era similar al de España, Grecia, Irlanda e Israel (Naciones Unidas, 2010a).

La dinámica del desarrollo humano se deteriora desde mediados de los setenta, en


consonancia con el extendido período de bajo crecimiento y crisis frecuentes que se
extiende entre el “Rodrigazo” de 1975 y la crisis de la convertibilidad, en 2002. La
reducción en la velocidad de expansión de las capacidades es evidente sobre todo en
comparación con los países en desarrollo, que descuentan durante ese período una
buena parte de las diferencias que la Argentina había acumulado en su favor. La
comparación con la evolución de los países desarrollados, no obstante, es más benigna:
si bien la Argentina no logra achicar la brecha que la separa de esos países, tampoco la
amplía.

Esta evolución diferencial de las brechas entre nuestro país y los países en desarrollo y
desarrollados encuentra su explicación en el hecho de que los países ricos, al haber
alcanzado ya niveles muy altos de desarrollo humano en el pasado, avanzan a un paso
más lento. Como consecuencia de estas diferencias, mientras la mejora en los IDH de la
Argentina y del mundo rico fue de alrededor del 15%, en América Latina y el Caribe
ese índice subió 30% y en algunos del Asia hasta 50% (PNUD, 2011).

Una mirada a la evolución de la Argentina en relación con los dos grupos de países que
analizamos en el capítulo anterior (los de industrialización más reciente y los que son
ricos en recursos naturales) servirá para ilustrar estas dinámicas (gráficos 6.1.a y b). El
valor 100 en el gráfico representa el punto en el que el país bajo consideración iguala el
IDH de la Argentina. De aquí que, cuando la curva de un país determinado es
ascendente, ello implica que está ganando posiciones en relación con nuestro país.

116
Gráfico 6.1
IDH de la Argentina vs. países seleccionados (%)
(a) (b)
Evolución del IDH (h) en relación con Argentina Evolución del IDH (h) en relación con Argentina
Noruega
Brasil Australia
130,0 México 130,0 Canadá
España Chile
Corea Línea de paridad con Argentina
Línea de paridad con Argentina
120,0 120,0

110,0 110,0
ID H  ( h )

ID H  ( h )
100,0 100,0

90,0 90,0

80,0 80,0

70,0 70,0
1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2010

1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2010
Fuente: Naciones Unidas (2010a).

Como se observa, en general todos los países mejoran en relación con la Argentina a lo
largo de los cuarenta años bajo análisis, independientemente de si son o no ricos en
recursos naturales o están industrializados. La situación, no obstante, se estabiliza hacia
la década de los dos mil e incluso Argentina mejora en algo su posición relativa hacia el
final de esa década, de la mano del fuerte crecimiento que hemos ya señalado en el
capítulo precedente.

Más allá de este cuadro general, las trayectorias individuales de los países difieren. En
consonancia con lo ya apuntado, la brecha con los más ricos –Noruega, Canadá y
Australia– se mantiene. Corea y Chile, por su parte, ejemplifican bien el caso de países
que lograron que sus éxitos en el plano del crecimiento se reflejaran en un más veloz
desarrollo humano. Chile y Corea comienzan con índices por debajo de la Argentina
(debajo de la línea de 100%) y luego la superan. México y Brasil, que estaban también
por debajo de la Argentina en los setenta, inician un sendero similar en esos años pero
la trayectoria ascendente se interrumpe en la década perdida de los ochenta. Treinta
años después, aún no han podido ponerse a la par de la Argentina. Si bien tanto México
como Brasil han crecido durante períodos breves en esas tres décadas, lo cierto es que
no lograron recomponer su proceso de crecimiento sostenido. Esta evolución muestra a
las claras cómo la falta de crecimiento y la inestabilidad pueden retrasar el proceso de
desarrollo humano de países que en un momento evidenciaban gran dinamismo. La
relación entre México, Brasil y la Argentina se mantuvo estable desde los ochenta, lo
cual indica que nuestro país sufrió las mismas dificultades que sus pares menos exitosos
de la región.

Más allá de estas vicisitudes, la posición actual de la Argentina sigue siendo


relativamente buena. Las Naciones Unidas clasifican al país como de desarrollo humano
“alto”, sólo un escalón por debajo de la máxima categoría de “muy alto”, a la que
pertenecen los países más avanzados. La Argentina tiene un índice de IDH de 775, que
la coloca en el lugar 46 del ránking en la actualidad y cerca de graduarse como de muy
alto desarrollo humano. El primero del ránking es Noruega, con un valor de 937. Estas
cifras indican, en definitiva, que el problema de la Argentina no es tanto no haber
avanzado en el desarrollo humano como el haber perdido la capacidad de descontar

117
distancias con los países más avanzados de forma de alcanzar la categoría máxima en el
nivel de desarrollo humano.

¿Cuáles son las razones del lento avance de la Argentina? Es posible tener una mejor
visión del punto analizando la evolución por separado de los componentes del IDH. El
gráfico 6.2 muestra cómo evolucionó la posición argentina en el ránking en función de
los indicadores de salud, educación e ingreso per cápita (una elevación de la curva
implica un deterioro en la posición).

Gráfico 6.2
Posición de la Argentina en el ránking según el IDH(h)80
60

50

40

30

20
Salud
Educación
10
Nivel de vida
IDH
0
1970
1973
1976
1979
1982
1985
1988
1991
1994
1997
2000
2003
2006
2009

Fuente: Naciones Unidas (2010a).

Como puede observarse, las posiciones en el ránking correspondientes tanto a salud


como a educación mejoran en el tiempo, pero ocurre lo contrario con el indicador de
ingreso por habitante. Es importante subrayar la dinámica de principios de los ochenta:
mientras el país gana posiciones de forma marcada en el ránking de educación (véase la
caída de la curva entre 1982 y 1988), lo opuesto ocurre con el indicador de ingreso per
cápita.

La sustancial mejora en el ránking educativo en los ochenta se debe al aumento de la


matrícula en el secundario y en la universidad, que se asocia, también, con el
advenimiento de la democracia, un hecho político que jugó a favor de iniciativas para
promover un mayor acceso a la educación. El aumento en la matrícula colocó a la
Argentina en posiciones de vanguardia. Llegó a ocupar el lugar 11 en el mundo según el
indicador de cobertura y hoy está en la posición 26. Sin embargo, en un contexto de
estancamiento, la expansión de la cobertura no tuvo como correlato una mayor
asignación de fondos que sustentara la expansión. La disonancia en la dinámica de
educación vis-à-vis la de crecimiento del ingreso se debe entonces a que, mientras las

80
Utilizamos aquí el IDH “híbrido” (h) que se presta mejora para realizar estas comparaciones. Véase
Naciones Unidas (2010a) para la definición.

118
mejoras de los ochenta en educación son empujadas por los logros anteriores y la
democracia, el crecimiento del ingreso colapsa por la crisis de la deuda.

Los ochenta son años clave en la historia del desarrollo humano de la Argentina. Lo
ocurrido en esa década marcará buena parte de los problemas posteriores de calidad que
enfrentará la educación: al dejar de crecer, el país no pudo seguir sustentando
financieramente la exitosa trayectoria del pasado (véase García de Fanelli, 2005). Hubo
que elegir entre una regresión en la cobertura o una caída en la calidad. Como veremos
al estudiar el capital humano en más detalle, ocurrió sobre todo lo segundo.

En la Argentina de las últimas décadas, en realidad, la tensión entre la expansión en la


cobertura y la restricción en los ingresos no fue privativa del área educativa. En el caso
de la salud y la seguridad social se podrían marcar contradicciones similares. Hay logros
importantes como haber alcanzado 76 años de esperanza de vida al nacer y haber
logrado que predominen causas de mortalidad asociadas a enfermedades no
transmisibles (cardiovasculares, cáncer). Pero junto a ello, es aún alta la mortalidad
materna e infantil y existen enfermedades emergentes o reemergentes (tuberculosis,
hanta virus) que son flagelos propios del subdesarrollo, con el agravante de que la
incidencia por regiones es muy dispar. Un tercer ejemplo es la expansión en la cobertura
de los beneficios provisionales. La Argentina cuenta con la mayor cobertura de América
Latina: 86% de la población objetivo. Pero esta expansión de la cobertura tuvo como
contrapartida que se acható la escala de ingresos; por otra parte, el Estado incumplió
reglas de juego, con las consiguientes demandas masivas de los damnificados.
Asimismo, no está claro cómo será el financiamiento futuro del régimen.

Se sigue de lo anterior que el rezago en el crecimiento del ingreso nacional desempeñó


un papel protagónico en el deterioro de la dinámica de desarrollo humano argentino.
Este es un punto que enfatiza el último Informe Nacional sobre Desarrollo Humano del
PNUD: si el crecimiento hubiese sido menos decepcionante, hoy la Argentina podría
haber accedido a la categoría más alta del IDH (véase Naciones Unidas, 2010b). Los
gráficos 6.3.a y b son útiles para ilustrar este punto: el gráfico a muestra la posición
argentina en el mundo según el IDH total y el gráfico b, según un índice que toma en
cuenta solamente salud y educación.

Gráfico 6.3
Argentina en el ránking de IDH con y sin ingreso por habitante
(a) (b)
1.00
Argentina : #46 1.00
Argentina : #40
0.80 0.80

0.60 0.60

0.40 0.40

0.20 0.20

0.00 0.00
rep checa

Argentina

brasil
Brunei

Sri Lanka

Sudan
Chad
Dinamarca
Noruega

Albania
Alemania

Kyrgyzstan
Jordan

Mongolia

cabo verde

Mauritania
Haiti
arabia saudita

santo tome

Comoros
Kuwait

Sierra Leone
rumania

Rwanda
Ecuador
Malta

Ucrania

brasil
Australia
Canada

Malawi
Dinamarca

tailandia
Namibia
santo tome
Libia Jamahiriya

Fuente: Naciones Unidas (2010a).

119
De todos modos, que los indicadores de salud y educación hayan mejorado a pesar del
estancamiento económico debe subrayarse como un rasgo muy positivo, pero también
plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del proceso. El avance cuantitativo en los
indicadores de salud y educación esconde importantes problemas en la calidad y en la
provisión de los servicios. Estos hechos son fuentes de tensión en el plano de las
políticas. Por una parte, logros como el aumento en la cobertura de educación y seguros
de vejez son destacables pero, por otro, no está claro cuáles son los mecanismos de
financiamiento a largo plazo. Retroceder en la cobertura sería una regresión en el
desarrollo humano, pero deteriorar la calidad como forma de financiar una mayor
cobertura también lo es. De aquí que es fundamental para la Argentina utilizar de
manera correcta los recursos que sí está recibiendo en los dos mil para adicionarle
calidad a la expansión de la cobertura.

Una forma de verificar si los efectos positivos en la cobertura se vieron o no debilitados


por la caída en la calidad es estudiar lo ocurrido con la desigualdad. En principio, una
mayor cobertura debería tener efectos positivos en este sentido. Justamente, la
Argentina no muestra niveles de igualdad que se correspondan con el nivel del IDH
alcanzado. Cuando se compara el puesto de la Argentina según el IDH con el puesto
según el IDH corregido por desigualdad, el país retrocede once puestos en el ránking.
Este es un hecho típico en América Latina; pero la Argentina solía caracterizarse por
una mejor distribución en la región, un rasgo que se pierde en la etapa posterior a los
setenta.

Una de las formas en que se manifiesta la desigualdad en el caso de nuestro país es la de


una distribución sesgada del nivel de desarrollo humano en las provincias. El gráfico
6.4.a, que muestra esa distribución, revela que hay distancias importantes entre los IDH
de diferentes regiones del país. Las provincias con mayor desarrollo, que se ubican por
encima del promedio son, en orden descendente: CABA, Tierra del Fuego, Santa Cruz,
Córdoba, La Pampa, Neuquén, Chubut y Santa Fe. Santiago del Estero y Formosa son
las provincias que muestran un IDH menor.

120
Gráfico 6.4.
IDH Nacional y provincial (a) y corrección por desigualdad (b)
(a) (b)

0.9 Corrección por provincia


HDI provincial
0.88 5 Corrección nacional promedio
Promedio Nacional
4.5
0.86
4
0.84
3.5
0.82
3

IDH - IDHD
0.8 2.5

0.78 2

0.76 1.5

1
0.74
0.5
0.72
0
Misiones
Mendoza
Formosa

Tierra del Fuego


Corrientes
Buenos Aires

Córdoba

Sgo. del Estero


La Rioja
Entre Rios

Jujuy
Catamarca

Santa Cruz

Tucuman
Chubut
CABA

La Pampa

San Luis
Chaco

San Juan
Neuquén

Santa Fe

Sgo. del…
Tierra del…
Rio Negro
Salta

Misiones
Mendoza
Formosa
Corrientes
Buenos Aires

Córdoba

Entre Rios

La Rioja
Jujuy
Catamarca

Tucuman
Chubut
CABA

La Pampa

Santa Cruz
Chaco

San Luis
San Juan
Neuquén

Santa Fe
Rio Negro
Salta
Fuente: Naciones Unidas (2010b).

Otro punto que amerita atención es que, como lo subraya el Informe de Desarrollo
Humano de 2010, las provincias con mayor desarrollo humano son también las que
muestran niveles más bajos de desigualdad. Las provincias del nordeste tienden a
mostrar menos desarrollo humano y, también, menos igualdad, como puede observarse
en el gráfico 6.4.b. En él hemos marcado el promedio nacional para que sea más fácil
verificar qué provincias están por encima y cuáles por debajo.

Parece evidente, en suma, que sería muy difícil comprender la evolución del desarrollo
humano en la Argentina sin tomar en cuenta el papel de los objetivos de mantener un
proceso sostenido de crecimiento y mejorar los aspectos distributivos. Dedicamos lo
que resta del capítulo a ahondar en las cuestiones distributivas.

2. Distribución, pobreza y efectos sistémicos

Durante el período de alta inestabilidad y bajo crecimiento que reinó en la Argentina del
último cuarto del siglo XX, la distribución del ingreso y la pobreza se deterioran tan
significativamente que podría decirse sin mucho temor a equivocarse que la Argentina
sufrió en ese período un desastre distributivo.81 El proceso de deterioro alcanza su
máximo con el estallido de la crisis de la convertibilidad en 2002, cuando alrededor de
la mitad de la población cae por debajo de la línea de pobreza. Con la vuelta del
crecimiento de los dos mil la situación mejora, pero hoy todavía se observan secuelas
negativas de peso.
Uno de los resultados de largo plazo de este proceso fue que la Argentina perdió la
posición de privilegio que había ocupado en el concierto latinoamericano en cuanto a la
81
Sobre los cambios distributivos, véanse,, por ejemplo, Sosa-Escudero y Petralia (2010); Heymann y
Ramos (2007); Gasparini (2007); Gasparini y Cruces (2008) y Cruces y Gasparini (2010) .

121
distribución y se convirtió en un país similar al resto. Para evaluar la real significación
de este hecho hay que considerar que América Latina es una de las regiones con peor
distribución del ingreso en el planeta.

Los gráficos 6.5.a y b muestran la posición de la Argentina en el ámbito internacional


según dos indicadores de desigualdad muy utilizados. El gráfico a exhibe el coeficiente
de Gini. Este coeficiente tiene un mínimo de 0 (igualdad perfecta) y un máximo de 1
(desigualdad extrema). Las barras del gráfico b representan la relación entre los ingresos
del diez por ciento de la población que más gana y el diez por ciento que menos gana.

Gráfico 6.5
Distribución del ingreso: posición argentina en el mundo
(a) coeficiente de Gini (b) Relación entre primer y último decil
70 70

60 60

50 50
Primer decil/Décimo decil
Coeficiente de Gini

40 40

30 30

20 20

10 10

0
0
republica checa

Venezuela, RB

marruecos
Indonesia
Nueva Zelanda

belgica

Argentina
Hong Kong, China

Iran, Islamic Rep.

Nigeria
suecia
holanda

italia

hungria

Filipinas

Colombia
Ireland

sudafrica

Vietnam
finlandia

India

tailandia
corea, Rep.

dinamarca

alemania

francia

turquia
grecia

Belarus
Eslovaquia

Portugal
singapur

Canada
ucrania

rumania
Norway

Australia

China

Mexico
Bangladesh
Egypt, Arab Rep.
españa
Israel

Austria

malasia
Poland

Rusia

Peru
Chile
brasil
japon

Pakistan
suiza
EEUU

Hong Kong, China
Filipinas

Colombia
tailandia

corea, Rep.
republica checa

alemania

dinamarca

turquia

finlandia
Belarus

marruecos
ucrania

rumania

grecia
Indonesia

Eslovaquia

Venezuela, RB
belgica

Australia
China

Nueva Zelanda
Argentina
Mexico
Bangladesh

Egypt, Arab Rep.
Austria

malasia

españa
Poland

Iran, Islamic Rep.
hungria

Rusia

Nigeria
Chile

Peru
holanda

italia
suecia
Pakistan

India
suiza

sudafrica
japon

Ireland
Vietnam

francia
Canada

Portugal

singapur
Norway

EEUU
uk

Israel
brasil
Fuente: Banco Mundial.

Según el Banco Mundial, la Argentina se ubica en el lugar 51 en función del Gini y la


posición en función del indicador restante es similar. Estos guarismos colocan al país
dentro de los casos de mayor desigualdad internacional y muy lejos de los países
desarrollados. Si se hubiesen mantenido los niveles de desigualdad distributiva de 1980,
la ubicación sería mucho mejor, estaría cerca del puesto 35.

Con el fin de ilustrar la significación de estas cifras en función de la evolución regional,


el cuadro 6.1 muestra el valor de los indicadores para el caso de Brasil y de Chile, dos
países de la región que se caracterizan por presentar un marcado sesgo negativo en la
distribución.

122
Cuadro 6.1
Distribución del ingreso en países seleccionados
Participación en los
Ratio de ingresos 10º Coeficiente de
ingresos totales del
decil / Primer decil Gini
10º decil

Argentina
1989-1992 15,06 32,69 0,44
1999-2001 31,40 37,14 0,48
2007-2009 26,80 40,44 0,42

Brasil
1989-1992 46,08 44,62 0,59
1999-2001 45,49 44,99 0,57
2007-2009 36,77 42,01 0,52
Chile
1989-1992 32,92 45,45 0,54
1999-2001 39,77 46,79 0,54
2007-2009 30,79 43,16 0,51
Fuente: CEDLAS.

Dos puntos merecen subrayarse. El primero es el fuerte aumento en la Argentina de la


participación del 10% más rico, que pasa a apropiarse del 40% del ingreso como en los
casos de Brasil y Chile. El segundo hecho, más auspicioso, es que se observa en todos
los países una mejora en la distribución en la década de los dos mil. El avance, en
realidad, es generalizado en la región (véase Gasparini y Lustig, 2011). El shock externo
positivo asociado con el crecimiento de China e India ha desempeñado un papel
importante en este sentido en América del Sur, rica en recursos naturales. De la mano de
un mayor crecimiento han mejorado las políticas de protección social. Aunque este
proceso tiene también su faceta menos brillante: las exportaciones se han primarizado y
ello abre signos de interrogación respecto de la sostenibilidad de los avances (ya hemos
enfatizado que la creación de empleo de calidad es fundamental para el crecimiento
inclusivo sostenido). Este interrogante es clave en países como Brasil, que cuentan con
una fuerza laboral muy amplia y están experimentando signos de la enfermedad
holandesa82 bajo la forma de apreciación cambiaria y primarización de las
exportaciones.
Analizar la evolución de estos indicadores a más largo plazo nos permitirá echar algo
más de luz sobre los factores que pudieron haber incidido en el proceso de deterioro
sufrido por el país y en la mejoría reciente. El gráfico 6.6.a muestra la evolución del
coeficiente de Gini; el 6.6b, la relación entre los ingresos más altos y los más bajos en
la Argentina desde mediados de los setenta.

82
El concepto de “enfermedad holandesa” se define en el capítulo 4.

123
Gráfico 6.6
Evolución de la desigualdad en Argentina
(a) Coeficiente de Gini (b) Relación entre primer y último decil
Relación entre el decil más rico y el más pobre (ingreso fliar
Coeficiente de Gini (ingreso fliar equivalente) equivalente)
Cae la
Crisis de la
0,6
35 convertibilidad
convertibilidad
0,55 Crisis de la hiper 30

0,5
25
Hiperin
0,45 Tequila
s /d
20
0,4 s/d

15 Crisis de la tablita
0,35 Crisis de la deuda
10
0,3 EPH
Rodriga
EPH EPH-C 5 EPH-C
0,25

0,2 0

2 0 0 4 -II
2 0 0 5 -II
2 0 0 6 -II
2 0 0 7 -II
2 0 0 8 -II
2 0 0 9 -II
2 0 0 4 -II
2 0 0 5 -II
2 0 0 6 -II
2 0 0 7 -II
2 0 0 8 -II
2 0 0 9 -II

1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2 0 0 3 -II *
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002

2 0 0 3 -II
s/d

Fuente: Elaborado sobre la base de INDEC.

Los dos indicadores siguen una trayectoria similar: entre los años setenta y la actualidad
ha habido un deterioro importante en la distribución del ingreso. El coeficiente de Gini
pasó de 0,35 a un máximo por arriba de 0,5, para descender en la década actual y
ubicarse en un promedio de 0,45 (gráfico 6.6.a). La relación entre el 10% de la
población que más gana y el 10% que menos gana aumentó desde 1 a 10 en los setenta
hasta un máximo de 1 a 35 al comenzar la década de los dos mil. En la etapa de
crecimiento posterior, no obstante, este indicador mejora de manera significativa (véase
gráfico b).

La inestabilidad macroeconómica y en especial las crisis tuvieron particular incidencia


en estos resultados. En ambos gráficos hemos señalado los eventos de crisis
macroeconómica con el propósito de poner de relieve que las crisis macroeconómicas
tienen efectos deletéreos y persistentes sobre la distribución del ingreso (véase Chisari
et al., 2007). Cruces et al. (2010) encuentran evidencia de efectos permanentes sobre el
capital humano. Son particularmente importantes los impactos de la hiperinflación en
1989-90 y el colapso de la convertibilidad en 2001-2. En ambos eventos, la distribución
empeora de forma marcada en muy poco tiempo. No sorprende, por ello, que estos
eventos hayan tenido consecuencias en el plano político y sobre la estabilidad de las
instituciones económicas.

La inestabilidad no fue, sin embargo, el único hecho de origen sistémico que influyó
sobre la distribución del ingreso. Cruces y Gasparini (2010) resaltan otro fenómeno
sistémico que incidió en la distribución: las reformas estructurales que modificaron
sensiblemente el régimen de políticas y regulatorio de la posguerra. Estos autores
identifican dos hechos clave ocurridos en los noventa. El primero es que se observa una
ampliación en la brecha entre los ingresos de los trabajadores calificados y los no
calificados; estos últimos perdieron tanto en términos de horas trabajadas como de
salario por hora. El segundo hecho es que esto ocurre a pesar de que aumenta la oferta
de trabajadores semicalificados (con estudios secundarios) y calificados (graduados

124
universitarios).83 Cruces y Gasparini (2010) consideran que el salario relativo de los
calificados sube pese a que aumenta la oferta de ese tipo de trabajo porque la demanda
subió aun más en el período.
¿Por qué sube la demanda de trabajos calificados? En parte, debido a las reformas
estructurales:

1. Hubo una renovación en los equipos productivos de la mano de las


privatizaciones y la apertura. Los nuevos bienes de capital –sobre todo las
tecnologías TIC, como veremos en el capítulo 8– son más intensivos en el uso
de mano de obra educada. Hay evidencia de que los salarios de calificados
subieron más donde hubo mayor inversión.
2. La liberalización comercial de los noventa también habría influido. En los países
con recursos naturales abundantes, la apertura mejora la rentabilidad de esos
recursos y, por ende, aumenta la demanda de otros factores que se necesitan para
explotarlos. Los salarios de los trabajadores educados aumentan porque el
trabajo calificado tiende a ser complementario de los recursos naturales, cosa
que no ocurre con los no calificados. La apertura también habría perjudicado a
los salarios no calificados al generar desempleo en ramas de sustitución de
importaciones. Hay cierta evidencia de que se deterioran las condiciones
laborales donde se observa mayor penetración de las importaciones.84

De cualquier forma, no es fácil evaluar lo ocurrido en los noventa. Hubo factores


importantes que jugaron en favor de la distribución. La apreciación cambiaria y el
aumento de las importaciones mejoran los salarios reales al abaratar el precio de los
alimentos y de los productos importados. Asimismo, la fuerte reducción de la tasa de
inflación mejoró la situación de los sectores de menores recursos. Cruces y Gasparini
indican que el impuesto inflacionario en 1989 había empeorado el Gini en 3,4 puntos.
Hay que tomar en cuenta, no obstante, que si bien la revaluación del peso tuvo esos
rasgos positivos, también se hizo más difícil crear empleo productivo en la industria,
pues el país había perdido competitividad. En este sentido, probablemente los efectos
que actuaron por la vía de la renovación de los bienes de capital y la apertura tuvieron
consecuencias de mucho más largo plazo sobre la distribución que los efectos vía tipo
de cambio. La política de peso caro de los noventa no era sostenible, y cuando
finalmente se depreció el peso, los ingresos cayeron en términos nominales en la mitad
de los hogares. Esto último sugiere que, más allá de las reformas estructurales, la
estabilidad macroeconómica desempeñó también un papel central entre los factores que
explican el deterioro distributivo.

83
La proporción de no calificados cae de 78,6% a 47,1% del total entre 1974 y 2006 (tomando personas
entre 20 y 65 años), lo cual no sorprende si tomamos en cuenta el incremento en la cobertura en
educación en los ochenta.
84
El desempleo parece haber jugado un papel menor como factor explicativo. El desempleo sube en los
noventa pero en buena parte es consecuencia del aumento en la tasa de participación de jóvenes y mujeres
en la fuerza de trabajo. Si un inactivo pasa a ser clasificado como desocupado, la distribución no cambia
por ello.

125
Gráfico 6.7
Evolución de los niveles de pobreza (%)

60
Crisis de la convertibilidad

50 Crisis de la hiper

40

Alternativa
30 Crisis del tequila

20

Oficial
10

0
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
Fuente: INDEC.
Fuente alternativa: UCA (2010).85

Un rasgo muy desalentador de todo el período de cuarenta años que estamos


considerando es que también la pobreza aumentó de manera sustancial, en particular
con las crisis. El gráfico 6.7 muestra el fuerte efecto de las dos crisis mayores (la
hiperinflación y la de la convertibilidad) sobre la pobreza. En esos eventos, la
proporción de pobres ronda el 50% de la población. Los efectos de las crisis son tan
graves sobre la pobreza porque existe una proporción importante de personas que, sin
ser pobres, tienen un nivel de ingresos muy bajo, lo que los expone a caer fácilmente en
la pobreza. Esto último suele ocurrir cuando los precios de la canasta básica suben
abruptamente, sobre todo en el marco de devaluaciones fuertes de la moneda. De
manera que no habría que poner el foco solamente en el valor de la línea de pobreza
sino también en la buena proporción de la población que, sin ser clasificada como
pobre, está muy expuesta a shocks negativos de tipo macroeconómico.

Además, también es cierto que la diferencia en la capacidad de acumulación de activos


entre alguien que es pobre y alguien que no lo es pero está cerca de la línea de pobreza
es ínfima. Estar por encima de la línea de pobreza, por ende, muchas veces agrega muy
poco a la capacidad de ahorrar e invertir en recursos de capital físico y humano. De aquí
que, a la hora de pensar en las condiciones para sostener el crecimiento, sea
fundamental tomar también en cuenta la distribución del ingreso. Sobre todo en un país
donde el acceso al crédito es extremadamente restringido como consecuencia del
subdesarrollo financiero.

Más allá de los dramáticos máximos que se producen en el entorno de los períodos de
crisis, también es preocupante que alrededor de un cuarto de la población reciba de

85
El segmento “alternativo” utiliza un índice de precios diferente del INDEC.

126
manera sistemática un nivel de ingresos que no le permite adquirir una canasta mínima
de bienes y servicios. Cuando el nivel de ingresos no supera o sólo supera de manera
escasa la línea de pobreza, se hace muy difícil acumular capital, tanto físico como
humano. Bajo estas condiciones, la movilidad social se torna una quimera y la exclusión
social se refuerza, y así aumenta la probabilidad de que una proporción apreciable de la
población quede atrapada en una trampa de pobreza. Por supuesto, para evaluar este
punto hace falta estudiar con más detenimiento los componentes del hardware de la
economía, así como las condiciones en el mercado de trabajo, algo que haremos en los
capítulos siguientes.

Los gráficos analizados muestran de manera sistemática que la situación distributiva


mejora en el período más reciente. Además del crecimiento, los progresos en la
distribución de la década del 2000 se vieron favorecidos por ciertas políticas de
protección social implementadas durante el período, en particular, la Asignación
Universal por Hijo (AUH) y la incorporación de 2,4 millones de personas a la seguridad
social por diversas vías (véase Rofman y Olivieri, 2011). Volveremos a este punto al
analizar las políticas de protección social (capítulo 12).

3. ¿Dónde estamos parados? Fortalezas, debilidades y desafíos

La pregunta central que abordamos en esta segunda parte del libro fue “¿Dónde estamos
parados en relación con el desarrollo?”, y ello nos llevó a estudiar el desempeño de la
economía en función de los tres indicadores identificados como clave en el marco
conceptual: crecimiento, estabilidad y distribución. Los resultados, a su vez, fueron
interpretados en términos del enfoque de desarrollo humano. El ejercicio nos sirvió para
realizar un diagnóstico e identificar preguntas que sirvan como guía, en tercera y la
cuarta parte, para estudiar los recursos del hardware y las organizaciones con que
cuenta la Argentina, dada la configuración de su software. Comentamos a continuación
las conclusiones de esta parte que consideramos más relevantes:

La Argentina tiene un nivel de PBI per cápita difícil de lograr. Sólo un quinto de la
población mundial vive en países con un ingreso por habitante mayor al argentino. La
trayectoria que llevó a ese nivel de ingresos, no obstante, ha sido muy inestable. El país
encontró enormes dificultades para crecer bajo el régimen de Bretton Woods y en la
primera fase de la Segunda Globalización hasta la crisis de 2002. La dinámica de
crecimiento ha sido muy superior, afortunadamente, en el período posterior a este
último año.

Los datos de posguerra tomados en conjunto sugieren que el país fue presa de la trampa
de los ingresos medios junto con otros países grandes de la región como Brasil y
México, aunque las razones que llevaron a esa situación son probablemente distintas a
las que subraya la literatura sobre la experiencia del Asia (véase Eichengreen, 2011; Gill
y Kharas, 2007). En realidad, a principios del siglo XXI, la crisis de 2002 se interpretó
como la confirmación definitiva de que la Argentina estaba condenada a estancarse.
Cuando se toma en cuenta este punto, es más fácil comprender por qué, mientras China
festeja haber sobrepasado el límite inferior de ingresos que la coloca en la clase media
alta en 2010, la Argentina siente como una derrota su ya larga pertenencia a esa clase.
El hecho de haber permanecido tanto tiempo en la misma categoría se interpreta como

127
un indicio cierto de que el país se encuentra atascado en una trampa de bajo
crecimiento. En este sentido, habría “algo” que hizo que Corea superara rápidamente la
clase media planetaria sin detenerse hasta la graduación, mientras que los países más
industrializados de América Latina no estuvieron en condiciones de hacer lo mismo
(véase Gill y Kharas, 2007).

La percepción generalizada es que China probablemente seguirá el camino coreano y no


el latinoamericano. Sin embargo, lo que resulta interesante es que la impetuosa entrada
de China (e India) en el pelotón de clase media parece estar induciendo cambios
estructurales en la economía internacional muy favorables para la Argentina (y América
del Sur), lo cual podría abrir la posibilidad de romper con la trampa de bajo crecimiento.
El argumento de mayor peso en apoyo de esta hipótesis es que las economías de China
y la Argentina son en gran medida complementarias: una China más rica significa
mayores precios para los bienes intensivos en recursos naturales que exporta la
Argentina. En realidad, este efecto se vería potenciado si India y otros países asiáticos
siguen los pasos de China. Analizaremos este punto al estudiar la contribución de los
recursos naturales a nuestro hardware y los problemas de competitividad internacional.
Por ahora nos interesa dejar anotado que hay indicios de un cambio en el desempeño de
la Argentina en los dos mil, en coincidencia con el cambio estructural que implica la
irrupción de China.

La alta inestabilidad macroeconómica que experimentó la Argentina en la


posguerra se constituyó por sí misma en un obstáculo para el desarrollo: dañó tanto el
crecimiento como las condiciones sociales. Parece claro que para aprovechar las
oportunidades que se plantean en la actualidad, las medidas para asegurar la estabilidad
macroeconómica deberían ser parte de las políticas de desarrollo por derecho propio.

Nuestra evaluación en lo relativo a desarrollo humano y distribución arroja un saldo que


combina rasgos esperanzadores con otros francamente decepcionantes. Esto no debería
sorprender: son los claroscuros propios de un país que combina en su historia períodos
de alto crecimiento y avances en desarrollo humano, con otros de estancamiento, crisis
y explosión de la pobreza. Hemos visto, en particular, que la falta de dinamismo en el
crecimiento desempeñó un papel protagónico como freno al desarrollo en los últimos
cuarenta años. El Informe sobre Desarrollo (PNUD, 2010) presenta una simulación muy
ilustrativa: si la Argentina hubiera seguido creciendo a la tasa en que lo hacía en los
sesenta, hoy se ubicaría cómodamente entre los países de alto desarrollo humano.
También es cierto, sin embargo, que a la hora de enfrentar los problemas que dejó la
dispar evolución de la economía es fundamental no perder de vista que el país tiene una
base de desarrollo humano como para intentar dar un salto cualitativo en la calidad de
vida de grandes sectores de la población.

¿Cómo utilizar esta base para potenciar el crecimiento sostenido y la inclusión? Hay dos
desafíos centrales, uno relacionado con el crecimiento y el otro con la inclusión.

En cuanto a crecimiento, es fundamental que las políticas públicas le agreguen calidad a


la cobertura. Dada la particular trayectoria de la Argentina, el desafío de crecer y
mantener la estabilidad tiene un significado algo diferente del de otros países de
desarrollo similar. Una tensión básica en la Argentina es que avanzó mucho en la
cobertura de servicios básicos para el desarrollo humano pero no tuvo el mismo éxito en
generar el crecimiento del ingreso necesario para sustentar ese nivel de cobertura. La

128
Argentina necesita urgentemente mejorar la calidad de su capital humano para estar en
condiciones de competir en una economía global donde, como vimos, los países
emergentes –sobre todo, asiáticos– han avanzado enormemente en su desarrollo
humano, descontando las ventajas competitivas que nuestro país había acumulado en
salud y educación. Estudiaremos en más detalle el capital humano en el capítulo 8, pero
con lo visto hasta aquí es suficiente para dejar la importancia de este punto en claro.

En la Argentina de hoy parece tan importante atesorar la idea de que con crecimiento y
sin inclusión no hay desarrollo como la de que extender la cobertura a costa de la
calidad daña el crecimiento (y es justamente la falta de crecimiento en el ingreso lo que
más dañó el desarrollo humano desde los setenta en adelante). El dilema de la Argentina
hasta los dos mil era que tenía pocas opciones de financiamiento para enfrentar la
dicotomía entre cobertura y calidad. Pero este dilema se debilitó en los dos mil de la
mano del shock externo positivo y la aceleración del crecimiento, lo que se reflejó en un
fuerte aumento en los ingresos fiscales. El sector público cuenta hoy con recursos para
financiar cobertura y mejoras de calidad. La restricción operativa no está hoy,
probablemente, tanto en el hardware como en el software: en el diseño del régimen de
políticas públicas que promuevan el desarrollo humano, una cuestión a la que
volveremos en el capítulo 12 al estudiar el papel del Estado y las políticas.

El país todavía enfrenta serios problemas de exclusión social, que se expresan en la


proporción de personas debajo o alrededor de la línea de pobreza. Se necesita mayor
movilidad social y debilitar los factores de exclusión. Esto implica que el crecimiento
debería tener un sesgo inclusivo. Las iniciativas para promover la movilidad y para
combatir la exclusión, sin embargo, no deberían ser de carácter asistencialista; para que
el crecimiento inclusivo sea sostenible es vital generar empleos de alta productividad
que absorban a los trabajadores del sector de subsistencia. Claro que para que esto
ocurra, esos trabajadores deben contar con la calificación necesaria y con recursos
económicos suficientes.

Además de las políticas de formación de capital humano orientadas a la calidad ya


mencionadas, es fundamental garantizar el acceso a bienes públicos de los sectores
menos favorecidos. Un bien público básico que el Estado debe proveer es la estabilidad
macroeconómica: según surge de la evidencia revisada, en la Argentina las crisis y las
aceleraciones inflacionarias actúan literalmente como fábricas de producción de
pobreza.

En suma, en cierto sentido, el análisis de la pregunta sobre dónde estamos parados no


hizo más que disparar nuevas preguntas: ¿cuál es el verdadero potencial de la
Argentina? ¿Es un problema de hardware o de software? Si es de hardware, ¿cuáles son
los componentes que limitan el crecimiento? ¿La escasez de capital, de recursos
humanos, de conocimiento? ¿O lo que limita el crecimiento es el peso de la estructura
económica heredada de la desalentadora etapa que comienza en los setenta? Si es de
software, ¿son las formas organizacionales? ¿O la fuente de restricciones es acaso la
incapacidad para adaptar nuestro software a los cambios en los regímenes
internacionales? Si bien no pretendemos contestar estas preguntas de forma definitiva ni
mucho menos, aportamos elementos de juicio en las dos partes que siguen.

129
Parte III

El hardware: estructura productiva y recursos disponibles

130
Esta tercera parte está dedicada a estudiar los componentes del hardware para tener una
idea más acabada de cuáles son las restricciones y cuáles las oportunidades que enfrenta
la Argentina para cumplir el ambicioso objetivo de ubicarse entre los países con alto
desarrollo humano. En la figura que representa el sistema económico, el segmento a
estudiar en esta parte es el que aparece sombreado.

Hardware Geografía

Recursos Naturales Capital Físico


Estructura Productiva
Recursos Humanos Conocimientos

Organizaciones Crecimiento
Organizaciones
Organizaciones Privadas Desarrollo
Distribució
istribución
Públicas Cooperació
Cooperación Humano
Conflicto
Mercados Estabilidad
Familias

Software Régimen de políticas públicas Formatos organizacionales

Derechos de propiedad Contratos Formales


Marco Institucional
Regulaciones de la Economí
Economía Contratos Relacionales

Base Jurídica Pautas Cultural es

Comenzaremos examinando los recursos que actúan como inputs de la estructura


productiva. Así, el capítulo 7 se ocupa de los recursos naturales, la geografía y la
población, incluyendo un análisis de la transición demográfica, y el capítulo 8 evalúa la
disponibilidad de capital físico, humano y conocimiento. Los capítulos 9 y 10 estudian
la estructura productiva. Describimos la evolución de la productividad y la
competitividad e intentamos identificar el tamaño y las características de los sectores
tradicional, moderno y de subsistencia tal como los definimos en el capítulo 4.

Además de cuantificar y caracterizar la dotación de factores productivos de la


Argentina, los capítulos 7 y 8 tratan de mostrar que cada tipo de recurso tiene
características propias que influyen en dimensiones centrales para el crecimiento. Se
enfatiza que la posibilidad de incrementar la disponibilidad de los recursos y los
mecanismos para lograrlo no son los mismos para cada recurso. Como vimos en el
capítulo 2, hay recursos cuya dotación se puede modificar y otros que no y, además, en
algunos casos la acumulación del recurso responde a factores económicos y en otros no.
Esto hace que la dotación de recursos (cuantía y distribución) con que cuenta un país en
un momento dado ejerza una gran influencia sobre el tipo de actividades que es rentable
llevar a cabo y ello, a su vez, determina los rasgos de la estructura productiva y de las
organizaciones.

Sin embargo, esto no obliga a adoptar una visión determinista de la economía y el


crecimiento. La trayectoria futura de la economía no está unívocamente definida a partir
de la dotación que muestra en un momento, por tres razones. La primera es que dentro
de la dotación de recursos se encuentra el conocimiento técnico, que puede transformar

131
las actividades de manera imprevista. La segunda es que, como se explicó en el capítulo
2, los cambios en el software (por ejemplo, las reformas) afectan al hardware a través
de la acción de las organizaciones. La tercera es que hay eventos imprevistos (shocks)
que cambian la dotación de recursos o su valuación (descubrimientos, variación de
precios internacionales), modificando las condiciones iniciales. La trayectoria de la
economía luego del shock dependerá mucho del tipo de respuesta de las organizaciones
y ya hemos señalado que la adaptabilidad de cada economía, tanto ante eventos
positivos como ante eventos negativos, difiere significativamente en función del
software existente. En el capítulo 4 vimos, por ejemplo, que un shock positivo de los
términos del intercambio podría llevar a contraer la enfermedad holandesa o convertirse
en una maldición si el régimen de políticas macroeconómicas o las instituciones de
manejo de conflictos no funcionan eficientemente. La conclusión es, entonces, que el
estado inicial del hardware condiciona con fuerza pero no determina de manera unívoca
la trayectoria futura de la economía.86

El enfoque centrado en la estructura tiene una larga tradición en América Latina en


general y en la Argentina en particular por la influencia de la escuela estructuralista y de
los teóricos del desarrollo de la posguerra, para quienes no era correcto explicar el
crecimiento sólo en función de la acumulación de factores de producción, ya que esos
factores no podían distribuirse de manera óptima en contextos económicos signados por
las fallas de mercado y la disparidad distributiva (Prebisch, 1963). Como surge de la
discusión del capítulo 4, esta visión es hoy moneda corriente en la teoría y se ha
beneficiado enormemente con el desarrollo del instrumental analítico de la teoría del
crecimiento que se registró en los últimos treinta años87. Así, hoy se considera
fundamental conocer los detalles de la estructura y de las condiciones iniciales de la
economía no sólo a la hora de evaluar la capacidad de acelerar el crecimiento, sino
también para asegurar su sostenibilidad. Esto último es central para el caso de la
Argentina, ya que hemos visto que la dificultad no radica tanto en la falta de capacidad
para acelerar el crecimiento como en la escasa pericia para sostenerlo a largo plazo y
evitar las crisis. Por supuesto, el análisis de la heterogeneidad estructural (que nosotros
hemos identificado con la coexistencia de actividades de subsistencia, tradicionales y
modernas) es clave para caracterizar las condiciones iniciales.

El conocimiento detallado de las condiciones estructurales iniciales puede facilitar el


análisis de hacia dónde podría converger la economía. Algunos teóricos actuales
afirman que existe más de un club hacia el cual una economía puede converger y que
ello no es independiente de las condiciones iniciales (véase Galor, 2005). Por ejemplo,
en el capítulo 5 encontramos que durante mucho tiempo la Argentina parecía estar bien
afirmada en el camino de convergencia hacia el club del desarrollo, pero luego de los
sesenta se instala una clara tendencia divergente que sugiere que, probablemente, la
economía estuvo atrapada en la trampa del ingreso medio, junto con los otros países
grandes de la región. También encontramos que a partir de 2003 el país experimentó un
proceso de aceleración y, por ende, es muy relevante identificar qué elementos del
hardware podrían obstaculizar que la aceleración se convierta en crecimiento sostenido.
Como algunas estructuras productivas tienen una mayor capacidad para incrementar el

86
En el plano de las políticas, esta visión tiene una implicancia fuerte: acota el voluntarismo porque las
condiciones iniciales importan y acota la visión de que la economía produce un orden espontáneo porque
pone el software y la capacidad de la sociedad para modificarlo en el centro de la escena.
87
Sobre avances en crecimiento ver Aghion y Howit (1998); Sala-i-Martin (2009) o Durlauf et al. (2005).
Sobre estructuralismo y teoría del desarrollo Alacevich (2007); Krugman (2002).

132
PBI per cápita que otras, es necesario evaluar la significación de los cambios que
vinieron de la mano de la aceleración del crecimiento y de los positivos shocks externos
que recibió la economía en lo que va del siglo. En el análisis que sigue, la atención
estará puesta en identificar con qué recursos cuenta hoy la Argentina y en evaluar cómo
están influyendo las transformaciones en curso sobre la productividad, la competitividad
y la capacidad de la estructura productiva para generar empleo.

133
7. Recursos naturales, geografía y población

Al tratar el crecimiento económico establecimos que la acumulación de recursos es un


determinante básico del incremento de la productividad por hombre ocupado. Pero
también vimos que hay elementos del hardware que no son fácilmente modificables a
partir de la actividad económica de las organizaciones y que, incluso, hay recursos que
se agotan. Cuando este es el caso, se dice que la acumulación del factor depende de
variables exógenas a la economía.

En este capítulo estudiaremos un conjunto de recursos muy influidos por variables


exógenas: los recursos naturales y la población. En el capítulo 2 vimos que los recursos
naturales no sólo presentan una oferta muy poco elástica, como la tierra, sino que
pueden agotarse, como los minerales. La evolución de la población, a su vez, es
determinada en gran medida por variables sociodemográficas. Por otra parte, la
localización geográfica del hardware no puede modificarse y ello define aspectos de
gran relevancia económica, como la distancia a los grandes centros de consumo y
producción y las características espaciales del territorio nacional. Cuando las variables
exógenas influyen mucho sobre la disponibilidad de un recurso, la capacidad del
sistema económico para adaptarse a las condiciones que le vienen dadas pasa al primer
plano y, en esa adaptación, el software desempeña una función irreemplazable: proveer
reglas de juego que definan formatos organizacionales apropiados a las circunstancias.
La tarea no es fácil, porque los recursos de esta clase tienen gran potencial para inducir
fallas de cooperación y, en particular, fallas de mercado.

En el caso de la geografía, la cuestión más importante a resolver en lo que hace a la


adaptación a condiciones exógenamente dadas es cómo aprovechar las ventajas y/o
compensar las desventajas de distancia con relación a otras economías en el ámbito
internacional y cómo optimizar el uso del espacio territorial. La dimensión geográfica
hace que la atención se dirija al comercio internacional, los acuerdos regionales entre
países, las disparidades regionales dentro del país, los costos de transporte y las
comunicaciones. Sería difícil exagerar el papel que les cabe a dos componentes del
software en este proceso adaptativo: el régimen de políticas públicas y las regulaciones.
En gran medida, estos elementos del software terminan de “moldear” la geografía
nacional: influyen sobre el grado de protección comercial, el costo de transporte y
comunicación y en los acuerdos entre provincias –en la Argentina son clave la Ley de
Coparticipación Federal y el régimen de regalías y concesiones sobre recursos minerales
y energéticos–, de gran influencia en la asignación de los recursos en el espacio.

Los desafíos de adaptación que plantean los recursos naturales no son menos
importantes, tanto si son escasos como si abundan. Como veremos más abajo, el país se
ubica más cerca del polo de la abundancia que del polo de la escasez y, por ello, nuestra
economía no está libre de los desafíos asociados con la abundancia, como la
primarización de la estructura productiva o los conflictos sobre apropiación de rentas
que pueden convertir la abundancia en una maldición. Asimismo, el cuidado del medio
ambiente plantea demandas muy fuertes de software. Por ejemplo, es muy difícil definir
derechos de propiedad sobre algunos recursos naturales como el agua o el aire puro, y
ello da lugar a conflictos. Un ejemplo en nuestro país es la reciente Ley de glaciares,
que tuvo un trámite complejo en el Congreso y plantea dificultades de aplicación y de
control.

134
En lo que hace a la influencia de las variables exógenas en el campo demográfico, el
mayor desafío de adaptación que enfrenta la Argentina es el de aprovechar los
beneficios y eludir las amenazas que plantea la transición demográfica. Esto es así por
dos razones:

1. Por un lado, como veremos, el país está pasando por la etapa del bono
demográfico y debe adaptar sus estrategias de ahorro, inversión,
seguridad social y desarrollo financiero a tal circunstancia. La Argentina
es aún un país relativamente joven desde el punto de vista demográfico y,
por ende, el desafío mayor que enfrenta es, cómo hacerse rico antes de
hacerse viejo.
2. Por otro lado, su economía es complementaria de otras economías –
notablemente, China e India– que también están cursando etapas de la
transición demográfica previas al envejecimiento, que es cuando la tasa
de crecimiento tiende a ser máxima. Esto es una enorme fuente de
oportunidades para la Argentina: no sólo China e India están aumentando
la demanda de nuestros productos al pasar a la clase media: también
seguirán creciendo rápidamente debido al bono demográfico, sobre todo
en el caso de India.

Lo anterior implica que la Argentina está en condiciones de beneficiarse con un doble


bono: los términos del intercambio y la transición demográfica. El punto, no obstante,
es que la transición demográfica no sólo es exógena, también es un proceso único e
irrepetible. El tiempo de aprovechar el doble bono es hoy. Y no hay nada que garantice
que el país –y en relación con esto, toda América del Sur– vaya a efectivizar el bono.
Para aprovechar el bono local hay que invertir hoy en capital físico, capital humano y
conocimiento: el bono demográfico aumenta la PEA, pero una PEA de alta
productividad necesita de equipos, mano de obra educada y conocimientos. Tema este
último que abordamos en el capítulo 8, que se ocupa de los recursos cuya acumulación
sí depende de forma primaria de incentivos económicos, como el aumento en la
disponibilidad de maquinaria, equipos y conocimientos. Por ahora, haremos un
inventario de dónde estamos parados respecto de los recursos que dependen más de
factores exógenos.

1. Geografía

Las investigaciones más recientes sobre crecimiento le asignan gran importancia al


espacio geográfico en el cual se localiza el hardware. Sostiene Rodrik (2003) que la
geografía es uno de los factores estructurales que más condicionan el desempeño y la
coloca en un pie de igualdad con las instituciones. En sus orígenes, la geografía
económica se centraba en las variables espaciales pero actualmente se les da mucha
importancia a elementos asociados con los rendimientos crecientes, como las
externalidades de orden tecnológico y las economías de escala y aglomeración, que
encuentran diferentes posibilidades de desarrollo en diferentes espacios geográficos y
son determinantes primarios de características geográficas como el grado de
urbanización, la localización de actividades y las disparidades regionales internas (véase
Venables, 2008a).

135
En particular, la explotación de las fuentes de rendimientos crecientes del tipo recién
mencionado demanda mucho de tareas de coordinación que no pueden ser satisfechas
por los mercados y requieren, como se vio en el capítulo 3, de organizaciones
específicamente diseñadas. No sorprende, en consecuencia, que en la geografía
económica moderna el espacio, los rendimientos crecientes y las instituciones estén
ligados de modo indisoluble. Así, por ejemplo, al explicar las formaciones urbanas, se
toman en cuenta factores como la proximidad a vías navegables y centros de consumo,
pero también se incluyen como factores explicativos las ganancias que aporta la
aglomeración (contar con mano de obra calificada, derrames de conocimiento técnico
entre firmas), y los factores históricos y políticos que pueden jugar a favor o en contra
de la habilidad de las instituciones para resolver tareas de coordinación público/privadas
asociadas con la inversión en infraestructura de transporte y servicios y la formación de
capital humano.

¿Cómo se ve la economía argentina desde esta perspectiva? Parece natural comenzar


por caracterizar el territorio. El gráfico 7.1.a muestra cómo se ubica la Argentina en lo
que hace a extensión y densidad.

Gráfico 7.1
Territorio y densidad poblacional
(a) Territorio (b) Densidad
18,000,000 600

16,000,000
500
14,000,000

12,000,000 400

10,000,000 Argentina: 
2,736,690 (#8) 300
8,000,000

200
6,000,000 Argentina
4,000,000
100
2,000,000

0 0
rep. checa

Colombia
Filipinas

Nueva zelanda
alemania

rumania

grecia
irlanda
Indonesia

Venezuela, RB

Algeria
egipto
belgica
Corea, Rep.

Peru
hungria
suiza

Kazakhstan
Portugal
singapur
Indonesia

marruecos
Nigeria

Filipinas

holanda
India

sudafrica

turquia

alemania
francia

noruega

Belarus
Portugal
Canada

Algeria

Eslovaquia
Austria
rusia

UK

Qatar

 
Fuente: CIA World FactBook (2011). 

La Argentina, sin dudas, tiene una posición privilegiada en cuanto al tamaño de su


territorio: ocupa el octavo lugar en el mundo y es el país latinoamericano más extenso
luego de Brasil. La densidad poblacional, sin embargo, es muy baja: 14,4 habitantes por
kilómetro cuadrado. Menos que Estados Unidos (32) y Brasil (23) y, obviamente, muy
lejos de los 140 de China y los 368 de India. Así, mientras la Argentina ocupa el 1,85%
del total de tierras continentales del planeta, su población sólo representa el 0,6% del
total mundial.

Una segunda característica saliente es que la Argentina es un país netamente urbano.


Alrededor del 90% de la población vive en ciudades de más de 2000 habitantes y la

136
distribución geográfica es muy asimétrica, como surge del cuadro 7.1. El conglomerado
del Gran Buenos Aires concentra casi el 64% de toda la población urbana y la diferencia
con el ubicado en el segundo lugar es enorme. El Censo 2010 detecta ciertos cambios en
proceso, pero están muy lejos de tener entidad como para cambiar el cuadro. Según el
Censo 2010, la región con mayor crecimiento demográfico es la Patagonia, con Santa
Cruz a la cabeza, y la que menos crece es la Ciudad de Buenos Aires, con un ritmo de
avance igual a la mitad del promedio nacional.

Cuadro 7.1
Distribución de la población de grandes urbes (2010)
Cantidad de Habitantes Proporción del Total (%)
Gran Buenos Aires 12.548.638 63,7

Gran Córdoba 1.390.000 7,1

Gran Rosario 1.251.000 6,3

Gran Mendoza 916.826 4,7

Gran S. M. Tucumán 770.570 3,9

Gran La Plata 731.000 3,7

Mar del Plata 609.000 3,1

Gran Salta 527.000 2,7

Gran Santa Fe 500.000 2,5

Gran San Juan 461.000 2,3

Total 19.705.034 100


Fuente: Censo Nacional 2010, INDEC.

Dada la concentración de la población en áreas urbanas, el país enfrenta problemas de


congestión en el uso de la infraestructura aun cuando no esté densamente poblado. Esto
se agravó cuando en los ochenta la inversión en infraestructura se resintió fuertemente
por la crisis; luego, las marchas y contramarchas entre la privatización y la intervención
estatal se convirtieron en un obstáculo al generar inseguridad jurídica. En los capítulos 8
y 9 se discuten cuestiones asociadas con la infraestructura y la provisión de servicios
básicos.

137
Gráfico 7.2
Producto Bruto Geográfico por Provincia
(Participación en el total, %)

40%

35%

30%

25%

20%

15%

10%

5%

0%
Río Negro

Sgo del Estero

Tierra del Fuego
Entre Ríos
CABA

Jujuy
Neuquén

Chubut

San Luis 
Santa Cruz
Buenos Aires

Corrientes
Córdoba
Mendoza

La Rioja
Chaco
Tucumán

San Juan
Santa Fe

Misiones

La Pampa

Formosa
salta
Catamarca

Fuente: Mecon.

El gráfico 7.2 es muy ilustrativo respecto de las grandes diferencias de tamaño entre las
provincias de la Argentina. Según este registro basado en la información disponible,
Buenos Aires, CABA, Santa Fe y Córdoba explican el 68,5% del producto de la
economía y si sólo tomamos los dos primeros distritos, la proporción no baja mucho:
52,5%.

Las diferencias en el ingreso por habitante son incluso más impactantes que la
disparidad en el tamaño de las economías. El rango va de niveles similares a los de
países desarrollados (en Santa Cruz, Neuquén, CABA, Tierra del Fuego) a valores
propios de países muy pobres (en Jujuy, Santiago del Estero, Formosa y Chaco). Esto
indica que detrás del estatus de país de ingreso medio alto en el que clasificamos a la
Argentina en el capítulo 5 se esconden varios países.

Si recordamos que el ingreso per cápita de una región es, antes que nada, el reflejo del
nivel de productividad alcanzado, estas cifras están indicando que las diferencias de la
productividad laboral entre, digamos, el Chaco y la CABA, son abismales. Sería muy
difícil que en ambos espacios geográficos los trabajadores estén utilizando para producir
tecnologías similares. Es mucho más natural hacer la hipótesis de que la Argentina
presenta heterogeneidades estructurales muy marcadas. Por supuesto, podría
preguntarse por qué los chaqueños no van a trabajar a la CABA y acceden a las mismas
tecnologías y niveles de productividad que los argentinos que viven allí. En la
Argentina no hay ningún tipo de traba a la movilidad y, sin embargo, estos incentivos de
alguna manera no operan. Al discutir las cuestiones estructurales en el capítulo 4, vimos
que hay dos fenómenos a considerar. Por una parte, los canales que comunican al sector
moderno y el de subsistencia pueden no operar (sistema financiero, políticas públicas) y
por ende los recursos pueden terminar mal asignados. Por otra, los habitantes del sector
de subsistencia suelen no estar en condiciones aprovechar las oportunidades porque
están atrapados en trampas de pobreza debido a la falta de capital físico y humano. De

138
hecho, cuando los trabajadores de las zonas deprimidas efectivamente migran hacia los
centros de mayor productividad, no se integran a las actividades modernas: quedan
segregados en barrios sin infraestructura ni establecimientos educativos y de salud
adecuados y pasan de estar entrampados en sus provincias a estarlo en el Gran Buenos
Aires o el Gran Rosario.

Gráfico 7.3
Ingreso por habitante provincial
(Precios corrientes en miles de dólares; 2008)

35

30

25

20

15

10

0
Córdoba

salta

Formosa
La Pampa
Mendoza

La Rioja
CABA

Sgo del Estero


Neuquén

Santa Fe

Misiones
Santa Cruz

Chubut

San Juan
Entre Ríos

Jujuy

Chaco
Buenos Aires

Corrientes
Catamarca

Tucumán
Tierra del Fuego

Río Negro

San Luis

Fuente: ABECEB (2008).

Estos hechos sugieren que las economías de aglomeración y escala han estado actuando
de manera muy significativa y han creado polos de atracción en los grandes centros
urbanos con los cuales al resto de las regiones les cuesta mucho competir: una vez que
los grandes centros han sacado una ventaja suficiente –probablemente inducida por la
distribución del recurso tierra y facilidades de comunicación y transporte–, los
rendimientos crecientes creados por las economías de aglomeración y escala hacen el
resto. Como se explicó en el marco conceptual, rendimientos crecientes quiere decir
costos decrecientes y, por lo tanto, siempre los espacios “ganadores” cuentan con las
ventajas de costos para seguir ganando y los perdedores quedan encerrados en una
trampa de subdesarrollo: las organizaciones no se localizan en espacios alejados de las
grandes urbes porque los costos son mayores y los costos son mayores porque los
espacios están alejados. Este tipo de mecanismos de retroalimentación positiva ha sido
bien conceptualizado por la geografía económica (Venables, 2008b). Para nuestro
estudio hay una implicancia a remarcar: la geografía puede generar heterogeneidad
estructural y dicotomizar el espacio geográfico entre regiones modernas y regiones de
subsistencia.

139
Por supuesto, de esto no se sigue que no haya fuerzas que jueguen en favor de disminuir
la heterogeneidad estructural. Una, fundamental, es la congestión: los costos de una
infraestructura recargada favorecen la desconcentración debido a que, en algún punto,
las ganancias de aglomerarse empiezan a ser compensadas por los costos de la
congestión bajo la forma de exceso de tráfico, altos costos de la vivienda, etc. Hay que
tener en cuenta, no obstante, que desconcentrar por la vía de la congestión es un método
socialmente caro: es mucho mejor si las autoridades ayudan a coordinar la localización
proponiendo incentivos que guíen las inversiones y las decisiones de las organizaciones
privadas.

En suma, la marcada concentración poblacional y del ingreso obedece a razones tanto


económicas como geográficas e históricas –desde la distribución de las tierras
cultivables y la localización del puerto en Buenos Aires hasta la forma en que se
desarrolló la infraestructura de transporte y el proceso de industrialización–, y si bien
hay fuerzas –como la congestión– que operan de forma espontánea, las políticas
públicas tienen un papel insustituible en mejorar la distribución de las actividades en el
espacio geográfico nacional. En nuestro país, si bien ha habido iniciativas para
descentralizar, tuvieron un éxito muy parcial. No abundaremos en estas cuestiones ya
que serán tratadas en el marco de la discusión del papel del Estado y de las
características de la estructura económica (vénase capítulos 9 y 12). Aquí simplemente
asentamos en el inventario la existencia de desequilibrios espaciales de significación,
que se traducen en desigualdades de peso en la distribución regional de los ingresos. Las
provincias que aquí aparecen con niveles menores de ingresos son también las que
tienden a mostrar valores más bajos en el índice de desarrollo humano (véase el capítulo
6).

Cuando se observa la geografía argentina con la mirada puesta en la economía global,


surge nítida una debilidad: la distancia. Si bien el país cuenta con acceso a vías
navegables y tiene una costa marítima muy extendida, la economía se encuentra alejada
de los grandes centros de consumo y producción mundial. Esto, por un lado, encarece
los costos de transporte y, por otro, reduce las oportunidades para explotar economías
de escala mediante el comercio y para beneficiarse de la aglomeración y los derrames
tecnológicos por medio de la integración productiva con economías vecinas. Este hecho
tiene dos consecuencias que es necesario considerar.

1. La significación económica de la distancia no es estática, porque depende mucho


del progreso técnico, sobre todo en lo relativo a comunicaciones y transporte. En
general, los avances en esta dimensión juegan en favor de la Argentina. De
hecho, buena parte de la historia de la integración de la Argentina en la
economía global está signada por la incorporación de avances tecnológicos que
hicieron rentable la explotación de los recursos naturales con que cuenta el país.
Pero esto no es un fenómeno sólo perteneciente al pasado; hay toda una historia
de trenes, barcos y frigoríficos.88 En el capítulo 10 veremos que en la década de
los dos mil la Argentina aumentó de manera significativa sus exportaciones en
servicios –sobre todo, los de tipo empresarial– y en turismo. Como lo muestran
López y Ramos (2011), las exportaciones de servicios se vieron muy favorecidas
por la terciarización de servicios en los países desarrollados, que a su vez fueron
posibilitadas por los avances en las TIC y por los cambios en las cadenas

88
Sobre historia económica argentina, véase, por ejemplo, Hora (2010).

140
globales de valor. Las políticas públicas deberían monitorear permanentemente
los cambios tecnológicos y organizacionales en esta dimensión como estrategia
para minimizar la desventaja de la distancia.
2. Para un país con la localización de la Argentina, es especialmente importante
que las economías de la región crezcan. Por ser la economía más grande entre
las más cercanas, Brasil (y el Mercosur) tiene una importancia difícil de
exagerar. En este sentido, que Brasil y otros países latinoamericanos cayeran en
la trampa del ingreso medio y dejaran de crecer a partir de la década perdida ha
sido muy perjudicial para la Argentina.

Es posible dar una idea de la oportunidad que podría representar el Mercosur para la
Argentina haciendo referencia a dos hechos. El primero es que al empezar a crecer
Brasil en los dos mil, las exportaciones de la Argentina hacia ese país aumentaron
fuertemente. El segundo es que las exportaciones más sofisticadas de la Argentina desde
el punto de vista industrial van hacia Brasil. En realidad, el comercio de nuestro país
con Brasil ha venido ganando en importancia desde que se inició el proceso de
integración en los ochenta, que desembocó en la creación del Mercosur en los años
noventa. Sin embargo, el proceso de integración ha sufrido de una gran falta de
liderazgo político que lo dejó a la deriva de los shocks externos. Cuando las situaciones
macroeconómicas nacionales se deterioran, la reacción de las autoridades de cada país
privilegia los objetivos locales en detrimento de los grupales, como sucedió con las
devaluaciones competitivas entre los socios entre 1999 y 2002 y como está ocurriendo
en la actualidad con el incremento de las presiones proteccionistas impulsadas por un
contexto internacional poco propicio (véase Evenett, 2011).

En términos de nuestro marco conceptual, puede decirse que las devaluaciones y el


proteccionismo son evidencia firme de que el Mercosur no ha encontrado la forma de
controlar con mayor eficiencia un problema de free riding que es típico de los
emprendimientos cooperativos. Como los arreglos institucionales son los encargados de
controlar el free riding, es lógico concluir que si el Mercosur no es más exitoso es
porque tiene problemas de software y liderazgo político (véase Grupo de Monitoreo
Macroeconómico del Mercosur, 2011). Este es un buen ejemplo de cómo las reglas de
juego pueden inhibir las ganancias de cooperación: los socios del Mercosur pierden
oportunidades importantes de explotar economías de escala y aglomeración y
externalidades tecnológicas que generan rendimientos crecientes89. Este hecho tiene
costos económicos importantes en la medida que la geografía no puede modificarse y,
con relación al comercio, la distancia es un pasivo.

2. Recursos naturales

El Banco Mundial (2011b) ha realizado estimaciones de la riqueza natural de los países


para el año 2005. Según esas estimaciones, la Argentina está mucho mejor posicionada
en el concierto de las naciones en términos de riqueza natural que de riqueza total: su
total de activos productivos da cuenta del 0,39% del total global, pero si tomamos

89
El lector interesado en conocer de manera más detallada y analítica los problemas de la integración en
el Mercosur puede consultar el sitio de la Red de Investigaciones Económicas del Mercosur:
http://www.redmercosur.org/home/ En este sitio se encontrarán investigaciones aplicadas realizadas por
centros muy destacados de la región sobre todas las dimensiones económicas de la integración.

141
solamente la riqueza natural, esta se ubica en el 0,91% del total de ese tipo de riqueza en
el mundo. Para contar con un patrón de referencia, recuérdese que la población
argentina es el 0,6% del total mundial. El gráfico 7.4.a muestra cómo se ubica la
Argentina en el ránking de riqueza per cápita.

Gráfico 7.4
Recursos Naturales per cápita (dólares de 2005)  
(a) Recursos naturales totales (b) Tierra cultivable
8,000
140,000

7,000
120,000
Argentina: 
6,000 4,996 (#3)
100,000

5,000
80,000
4,000

60,000
3,000
Argentina: 
40,000
10,266 (#20) 2,000

20,000
1,000

0 0
rep. checa
Colombia
Nueva zelanda
emiratos arabes

finlandia

turquia
irlanda
Algeria

ucrania

Indonesia
Austria
rusia

Nigeria
Peru

India
francia

Vietnam

Japan
EEUU

dinamarca
grecia

rumania

irlanda
marruecos
Eslovaquia
egipto

Mexico

Bangladesh
Nigeria
hungria

Chile

Peru
francia

Malaysia
EEUU
brasil

Israel

UK
Fuente: Banco Mundial (2011b).

La riqueza natural per cápita estimada es de 10.266 dólares de 2005. Esta cifra
posiciona al país entre los que cuentan con una riqueza natural considerable: se ubica en
el puesto 20. Tiene un nivel similar al de los países desarrollados de la OECD, aunque
más bajo que el promedio de los países de ingreso medio alto. Los datos recogidos en el
gráfico 7.2.b revelan, no obstante, una dotación per cápita de tierras cultivables y de
pastoreo realmente excepcional: es la tercera del mundo. El stock de esa riqueza es el
1,53% del total mundial. Nótese que la tierra cultivable explica prácticamente la mitad
del valor de toda la riqueza natural del país.

El cuadro 7.2 ubica a nuestro país en el escenario latinoamericano. En cuanto a riqueza


natural, está entre los más ricos, pero no alcanza el nivel per cápita de Brasil, Chile o
Venezuela, país este último que es de lejos el más rico.

142
Cuadro 7.2
Riqueza Natural en países y regiones seleccionados
Miles de dólares constantes de 2005

Total

1995 2005 % var

Argentina 5.848 10.267 75,55

Brasil 10.621 14.978 41,03


Chile 11.194 18.870 68,57
Colombia 7.601 7.614 0,16
México 11.632 6.641 -42,90
Peru 4.026 5.818 44,49

Venezuela 31.294 30.567 -2,32

América Latina 10.523 12.063 14,64


Países de ingreso
10.750 14.104 31,21
medio-alto
Mundo 6.045 7.119 17,76
Fuente: Banco Mundial (2011b).

El gráfico 7.5 brinda información respecto de cómo está distribuida la riqueza de


recursos naturales cuando se toman todos los rubros medidos por el Banco Mundial.
Revela que, además de tierras cultivables, el país cuenta con una importante dotación de
tierras para pasturas, petróleo y gas. En lo que hace a minerales, su riqueza está en línea
con el promedio mundial y es más pobre que el promedio en el área forestal y en
carbón.

Gráfico 7.5
Recursos Naturales per cápita (dólares de 2005)
6,000  ingresos medios‐altos
5,000  Mundo
4,000 
Argentina
3,000 

2,000 

1,000 


Minerales
Petróleo
Cultivos

Carbón
áreas protegidas

Gas
Tierras y pasturas

Forestación y 

Fuente: Banco Mundial (2011b).

143
Como lo subrayamos en el marco conceptual, si bien los recursos naturales están dados,
ello no implica que no requieran inversión y ahorro para poder ser explotados. Es un
punto central para la Argentina de hoy, porque el esfuerzo de inversión en relación con
cada uno de estos rubros presenta características muy disímiles en la década del 2000.
Hubo inversiones importantes en la agricultura y ciertos proyectos mineros, pero no en
el sector energético, lo cual se reflejó en una mala evolución de la producción y de la
relación entre esta y las reservas. Analizamos más detenidamente este punto en el
capítulo 10 al estudiar el sector energético. Sin embargo, cabe adelantar que, como la
Argentina aprovechó las oportunidades de exportación sobre todo en relación con la
soja y perdió su superávit en productos energéticos, de hecho el país corre el riesgo de
terminar cambiando soja por gas, lo que equivaldría a cambiar un recurso natural por
otro, desaprovechando la oportunidad de invertir los beneficios de la renta de los
recursos en potenciar actividades con rendimientos crecientes.

En síntesis, estas estimaciones nos presentan un país rico en recursos, con una cierta
diversificación pero donde predomina claramente la dotación de tierras cultivables y de
pasturas. Esta composición de la dotación de recursos naturales tiene consecuencias
muy importantes en lo que hace a la conformación de la estructura productiva.

La primera consecuencia a destacar es que la dotación es un determinante clave de las


ventajas comparativas que el país muestra en el comercio internacional. La Argentina se
encuentra entre los seis mayores exportadores de alimentos del mundo y, a su vez, los
productos agrícolas tienen un gran peso dentro de sus exportaciones totales, como
estudiaremos en más detalle en el capítulo 10. Por eso, la oferta de divisas es muy
dependiente de la evolución de los términos del intercambio. Esto, a su turno, tiene
consecuencias para la actividad económica interna: no se puede generar PBI sin
importar insumos, maquinaria y equipos del exterior, ya que nuestro país no produce
todo lo que necesita. Si no se generan suficientes divisas, tarde o temprano, la expansión
doméstica encuentra un “techo”.

Dos estrategias alternativas para aumentar ese techo son, o bien aumentar las
exportaciones o bien disminuir la cantidad de insumos importados por unidad de PBI
producido. A partir de la crisis del treinta y hasta mediados de los setenta, el país siguió
una estrategia que privilegió sobre todo esta segunda alternativa, conocida como
“sustitución de importaciones”. Desde el punto de vista del hardware, era una estrategia
ganadora ya que creaba trabajo para las industrias nacionales ahorrando a la vez en el
uso de divisas.

Pero el diseño del software (en particular, las regulaciones y el régimen de políticas)
resultó mucho más complicado de lo previsto. Volveremos sobre este punto en el
capítulo 12. Aquí sólo queremos señalar que buena parte de los estímulos utilizados
para incentivar la industria deterioraban, a la vez, los incentivos para invertir en el
sector agropecuario. No sorprende, entonces, que la Argentina entrara tarde en la
revolución verde y que las exportaciones de origen agropecuario mostraran un lento
avance en el período sustitutivo. Esto dio lugar a una dinámica macroeconómica
conocida como “stop-and-go”: cuando la economía crecía rápidamente, aumentaban las
importaciones, se acababan las divisas porque las exportaciones no seguían el mismo
ritmo, las autoridades se veían obligadas a depreciar la moneda, la devaluación generaba
recesión y la economía se detenía. Luego de un tiempo de bajo nivel de actividad y de
importaciones (período de “stop”), la economía estaba en condiciones de intentar

144
nuevamente el “go”. Ya hemos analizado en el capítulo 5 que el resultado final de largo
plazo de este tipo de dinámica es la alta volatilidad macroeconómica. Una de las
características más positivas de los dos mil fue que, de la mano de los buenos términos
del intercambio y el aumento en la productividad agrícola, hubo un largo período de go
sin stop.

La segunda consecuencia que es necesario subrayar es que el sesgo de la dotación de


recursos hacia las tierras cultivables contribuyó de manera muy relevante a determinar
la forma en que se ocupó el espacio nacional. La ubicación de las tierras explica en gran
medida la significativa concentración de población, ingreso y recursos en las provincias
de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. A pesar de esta tendencia a la concentración, el
hecho de que el principal recurso sean las tierras cultivables y no la minería –según los
estudios sobre la maldición de los recursos naturales– es un punto a favor para evitar esa
enfermedad social (véase Sinnot, et al. 2010). En general, la minería tiende a concentrar
más la riqueza y el ingreso que la agricultura y es más proclive a generar enclaves de
exportación. De hecho, en la visión de autores como Bisang y Pontelli (2011) y Bisang
(2011), la agricultura actual tiene un gran potencial para desarrollar encadenamientos
productivos y para integrarse en cadenas globales de valor. Si se logra promover
encadenamientos hacia adelante, desde el agro hacia la industria, se diluye la necesidad
de confiar exclusivamente en la estrategia de sustitución de importaciones como
herramienta de desarrollo industrial e incorporación de tecnologías. En el capítulo 10
nos referimos a la cadena de valor del sector agropecuario.

Una última consecuencia a considerar es que la dotación argentina de recursos tiene


implicancias para la distribución del ingreso. Buena parte de la oferta exportable está
compuesta por productos alimenticios o por insumos utilizados para producirlos. Por lo
tanto, cuando los precios relativos mejoran y favorecen al sector agropecuario, los
salarios y otros ingresos tienden a caer en términos reales, lo cual disminuye el poder
adquisitivo de grandes segmentos de la población y establece una tendencia al
empeoramiento en la distribución del ingreso.

Por supuesto, cuando los precios de los alimentos aumentan a nivel internacional, desde
el punto de vista económico es irrelevante si el país importa o exporta alimentos: estos
se encarecen en todas partes. Pero desde el punto de vista político la diferencia es
enorme. En el país que importa no se observará ningún sector beneficiado, mientras que
en el país que exporta sí habrá ganadores y perdedores. No sorprende que, cuando esto
ocurre, en la Argentina suela aumentar la presión política para elevar la presión
tributaria sobre el sector favorecido, como ocurrió con la imposición de las retenciones
a las exportaciones a consecuencia de la crisis de 2002.

Más allá de lo que se piense en términos de equidad distributiva, lo cierto es que este
rasgo de la dotación de factores provoca un tipo de conflicto específico y muy difícil de
resolver: aumentar la presión tributaria sobre los “ganadores” parece equitativo, pero
también es cierto que se castiga al sector que consigue las divisas que se requieren para
importar y crear trabajo productivo. Es un conflicto muy difícil de manejar, que
demanda instituciones de muy buena calidad para encontrar el equilibrio óptimo entre
equidad e incentivos. Y ya vimos que cuando el software no es de calidad, los conflictos
no se resuelven y aparecen las fallas de cooperación donde, en general, pierden todos:
no se generan los excedentes potenciales a partir de los recursos naturales o, si se

145
generan, no se invierten por temor a la expropiación (bajo la forma de una tributación
excesiva futura) y se colocan en inversiones poco rentables en el exterior.

2. Población

Según el último censo, la Argentina cuenta con una población de 40.117.096 habitantes,
de los cuales 51,3% son mujeres. En el período intercensal la población creció un
10,6%, valor sólo algo inferior al observado en el período intercensal anterior. La tasa
de crecimiento anual fue del 1% (cuadro 7.3). Esta tasa es inferior a las registradas en
períodos pasados, sobre todo cuando el país se favorecía con flujos migratorios de
importancia. Entre 1890 y 1930 llegaron a observarse tasas del orden del 3% y luego
fueron decreciendo.
Cuadro 7.3
Evolución de la población

Año Censal Población Tasa de crecimiento


(en miles) (%, anual)
1869 1.737
1895 3.954 3,1
1914 7.885 3,6
1947 15.893 2,1
1960 20.010 1,8
1970 23.390 1,6
1980 27.947 1,8
1991 32.616 1,5
2001 37.032 1,1
2010 40.117 1,0
Fuente: Torrado (2010) y Censo Nacional 2010, INDEC.

La importancia de la inmigración para el crecimiento poblacional hizo que la transición


demográfica en la Argentina siguiera una trayectoria algo atípica, cuyos rasgos son más
usuales en países poco habitados y de inmigración europea. El rasgo de mayor
particularidad se refiere sobre todo a las primeras etapas de la transición. Otero (2010)
muestra que nuestro país no experimentó la etapa de explosión de población que ocurre,
como se explicó en el capítulo 2, cuando al principio de la transición demográfica baja
la tasa de mortalidad antes que la de natalidad. El rezago en la caída de la natalidad no
se observó en nuestro país, donde fecundidad y mortalidad caen de manera simultánea
haciendo que el incremento poblacional dependa en mayor medida del aporte de
inmigrantes. A principios de siglo XX, antes de la Primera Guerra Mundial, era
frecuente que el aporte de la inmigración al crecimiento poblacional fuera superior al de
la natalidad. Después de la crisis del treinta, la inmigración pierde peso. Hoy, el aporte
inmigratorio es sobre todo de países limítrofes pero está lejos de tener entidad como
para cambiar el cuadro general de la transición demográfica.

En la región, la Argentina se caracteriza por tasas de natalidad y mortalidad entre


medias y bajas. Según lo establece la demografía, la tasa global de fecundidad debe
ubicarse en 2,1 hijos por mujer para que la población se mantenga constante. En 2009
esa tasa se ubicaba entre 2,3 y 2,4 hijos por mujer, claramente por encima del nivel de
reemplazo, pero bastante menor que la que se observaba, por ejemplo, en 1980-85,

146
cuando el INDEC la estimaba en alrededor de 3. Por otra parte, hay variaciones
significativas a lo largo del país. La tasa global de fecundidad es de 1,9 hijos por mujer
(similar a Europa) en la CABA, que es la urbe de mayor edad en el país, como resultado
de una reducida fecundidad y una alta mortalidad. La tasa global es mucho más alta en
la región del noroeste y nordeste. Provincias como Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy,
Misiones, Salta, San Juan, Santiago del Estero y Tucumán mantienen tasas de natalidad
muy por encima de la media. Como se trata de regiones de menores ingresos, también
experimentan emigración hacia los centros urbanos más grandes, como el Gran Buenos
Aires. Esto reduce la tasa de crecimiento poblacional de esas regiones, a pesar de su
fecundidad.

El Censo 2010 indica que la población de 65 años o más representa el 10,2% del total y
que la participación de la población entre 0 y 14 años disminuye de manera gradual (en
la actualidad, es un cuarto de la población, pero en 2001 era el 28%). Estas tendencias
indican que el país está atravesando hoy la etapa de la transición demográfica del bono
o dividendo demográfico durante la cual se reduce la tasa de dependencia: sube la
proporción de habitantes de entre 15 y 64 años con relación al resto como paso previo a
un futuro envejecimiento. El cuadro siguiente muestra cómo se estima que evolucionará
la tasa de dependencia90.
Cuadro 7.4
Evolución del índice de dependencia
Cuadro 11
Indicadores de dependencia entre grupos
funcionales de edad. Total del país, 1990-2029

Quinquenios Indices de dependencia


Total Niños Ancianos
(a) (b) ( c)

1990-1994 65,5 50,7 14,8


1995-1999 62,1 46,8 15,2
2000-2004 59,8 44,3 15,5
2005-2009 57,7 42,1 15,6
2010-2014 55,8 40,0 15,8
2015-2019 54,5 37,9 16,6
2020-2024 53,4 35,7 17,7
2025-2029 52,9 34,1 18,8

Fuente: INDEC: SAD5

(a) Población de 0-14 años y de 65 años y más


respecto a la de 15-64 años (por 100).
(b) Población de 0-14 años respecto a la de
15-64 años (por 100).
( c) Población de 65 años y más respecto
a la de 15-64 años (por 100).

La tasa de dependencia seguirá cayendo durante varios años y el aumento de la


participación de la población de 65 años y más no será marcado. Habrá, no obstante, un
aumento en la participación de las personas más ancianas dentro del grupo de 65 años y
más, lo cual seguramente pesará en los gastos de salud.

Las Naciones Unidas consideran que el dividendo demográfico es una ventana de


oportunidad para los países, a diferencia de las etapas anteriores –en que existen muchos
90
La tasa de dependencia es definida por la demografía como la proporción de la población que no
trabaja (niños, jóvenes y adultos mayores) en relación con la que se encuentra en edad de producir (entre
15 y 65 años). Este indicador trata de medir el esfuerzo que deben realizar quienes trabajan para mantener
a quienes no lo hacen. Hay medidas más precisas que tratan de tomar en cuenta el hecho de que no
necesariamente la población en edad laboral es población activa en el mercado de trabajo. Para un
tratamiento detallado y profundo de este tema ver Lee y Mason (2011).

147
niños por hogar–, o las posteriores –en que aumenta la proporción de ancianos–. En la
etapa del bono, al ser menor la dependencia aumenta la capacidad de ahorro de los
hogares y, también, la disponibilidad de trabajadores en edad activa. El gráfico 7.6
muestra cómo evoluciona en el tiempo la relación entre la población en edad de trabajar
y la que es dependiente, y es útil para dar una idea sintética de la dinámica de transición
demográfica en las distintas regiones del planeta. La proporción de la población de más
de sesenta años crecerá mucho en todos los países entre el presente y el año 2050, y se
espera que esas personas consumirán más que lo que contribuirán a producir.

Gráfico 7.6
Ratio de la población de edad activa/población dependiente

2.5

1.5

1
Asia del Este Europa
América Latina Estados Unidos
Africa sub-sahariana
0.5
1950

1960

1970

1980

1990

2000

2010

2020

2030

2040

2050

Fuente: Naciones Unidas (2004).

Como se ve, el mundo desarrollado es el que más avanza en el proceso junto con Asia
del Este: están en la vecindad del máximo de participación de la fuerza de trabajo en
edad activa y de ahora en más aumentará fuertemente el peso de los dependientes,
debido al proceso de envejecimiento.

El cuadro 7.5 da un panorama de cómo se ubica demográficamente la Argentina en


relación con los otros países del G20, grupo que representa 85% del PBI del planeta.

148
Cuadro 7.5
Ventana de Oportunidad del bono demográfico (países del G20)

Inicio Fin

Inglaterra 1950 1975


Italia 1950 1985
Francia 1950 1990
Alemania 1950 1990
Japón 1965 1995

Canadá 1975 2010


Australia 1965 2010
Estados Unidos 1970 2015
Rusia 1950 2015
Corea 1985 2020

China 1990 2025


Argentina 1995 2035
Brasil 2000 2035
Mexico 2010 2035
Indonesia 2005 2040
Turquía 2005 2040
India 2010 2050
Arabia S. 2025 2060
Sud Africa 2015 2065
Fuente: Naciones Unidas (2004).

Una simple mirada al cuadro permite anticipar que uno de los temas centrales de
negociación del G20 será, justamente, cómo explotar las ventajas potenciales de la
diversidad demográfica. En el G20 hay tres grupos bien diferenciados, que hemos
separado en el cuadro 7.5 con un espacio: los países “viejos” en los que ya se cerró la
ventana demográfica; los países en los que la ventana se cierra en esta década y los que
aún tienen un largo período de dividendos. Si todo lo demás se mantiene igual, este
último grupo de países es el que tiene mayor potencial de crecimiento y, por ende,
cuenta con los proyectos de inversión de mayor rentabilidad.

Nótese, por otro lado, que la Argentina tiene un punto a favor adicional: a medida que
se desarrollen los países demográficamente más jóvenes, como la India, demandarán
productos (como alimentos y granos) en los que nuestro país tiene ventajas
comparativas, dando lugar al doble bono demográfico y agrícola al que ya se hizo
referencia.

Una de las conclusiones más importantes a extraer de este cuadro es que, por haber
entrado más tarde dentro de la etapa de bono demográfico, la Argentina tiene una
ventaja: puede observar con antelación los problemas que aparecen en países más
avanzados en la transición demográfica. En este sentido, son particularmente relevantes
los siguientes puntos:

1. El dividendo demográfico aumenta potencialmente la PEA y, al aumentar


la proporción de gente que trabaja, aumenta el ahorro. Para que el bono
se haga efectivo, ese ahorro debe convertirse en capital productivo y para

149
que esto ocurra es vital contar con condiciones institucionales que no
obstaculicen los canales de asignación del ahorro hacia su uso más
productivo. Como veremos más adelante, la Argentina muestra
importantes deficiencias: el sistema financiero –que cumple la función de
asignar el ahorro a la inversión– es muy pequeño, y no hay crédito de
largo plazo para la producción. La contracara del subdesarrollo
financiero es la salida de capitales, que, como estudiaremos en el capítulo
11, se explica en gran medida por la inseguridad jurídica y la historia de
crisis.
2. El dividendo mal invertido puede convertirse en un pasivo: en el futuro el
envejecimiento presionará sobre el presupuesto público porque
aumentará la proporción de trabajadores retirados y aumentarán los
gastos de salud. No es casualidad que los países ya envejecidos estén
replanteando el funcionamiento de sus sistemas de seguridad social,
desde la forma de financiarlos hasta la edad de retiro; muchos tratan de
incentivar el ahorro previsional voluntario.91 La Argentina tiene ciertas
preguntas sin respuesta fácil sobre el futuro de su sistema de seguridad
social.
3. Cuando cae la tasa de natalidad, se abre la oportunidad de aumentar la
inversión en capital humano por hijo. Al tener menos niños en el hogar,
es posible educarlos y alimentarlos mejor. Lograr que esta mayor
inversión en capital humano efectivamente se materialice es vital porque
las inversiones en capital físico y humano son complementarias y, por
ende, no alcanza sólo con la inversión en capital físico para garantizar el
crecimiento sostenido. Nótese, no obstante, que una buena porción de la
inversión en capital humano la realiza el Estado y, por ende, es necesario
que el gobierno tenga acceso a financiamiento. Parte del ahorro privado
en la etapa del dividendo debe canalizarse hacia el gasto público en
educación, salud y construcción de la infraestructura social que soporta
esas actividades.

Las cifras del censo y el IDH muestran que en la Argentina las regiones más ricas y con
mejor IDH, como la CABA, son las de menor tasa de fecundidad y, por ende, menor
proporción de niños y mayor de ancianos. Esto indica que probablemente la Argentina
esté subinvirtiendo en el capital humano de los niños y los jóvenes de zonas más pobres,
lo cual es un pasivo para el futuro, ya que esos niños tendrán menor productividad
cuando les toque hacerse cargo de una mayor proporción de retirados. Una baja
productividad laboral es sinónimo de una baja capacidad para pagar impuestos.

91
De hecho, hay una tendencia a pasar de regímenes para el retiro de beneficios ciertos a regímenes
donde la contribución es cierta, pero el beneficio a cobrar en la etapa de retiro depende del rendimiento
del fondo de pensión en el que se colocó el ahorro. La viabilidad de este segundo tipo de régimen de
retiro depende mucho más de los aportes voluntariamente decididos por el trabajador y de que los actores
institucionales y los fondos comunes de inversión manejen los fondos de pensión de manera eficiente
(véase Fanelli, 2010a).

150
8. Capital físico, capital humano y progreso técnico

Nos ocuparemos ahora de inventariar los recursos del hardware que restan: capital
físico y humano y grado de progreso técnico (conocimiento). Se trata de recursos que, a
diferencia de los revisados en el capítulo anterior, son reproducibles y, por lo tanto, su
acumulación es sensible a los incentivos económicos y responde normalmente a
variables como los precios relativos y las condiciones de financiamiento. De esto se
sigue, en función de nuestro esquema conceptual, que la acumulación de estos recursos
estará muy influida por el software: las reglas de juego del sistema modelan los
incentivos y el funcionamiento de los mercados, que es donde se forman los precios.

Hay cuatro debilidades del software en la Argentina que son particularmente


importantes por su incidencia sobre la velocidad de expansión del hardware:

• Los cambios no esperados en los derechos de propiedad son frecuentes en el


país. Al incrementar la incertidumbre de origen estratégico este hecho es un
obstáculo a la inversión: el agente que toma la decisión de inmovilizar su capital
debe estar seguro de que este no será expropiado y de que él estará en
condiciones de apropiarse de los beneficios.
• El régimen de políticas públicas es inestable. Esto influye de forma directa en
tres aspectos: la acumulación de capital humano, la inversión en infraestructura
y el sistema nacional de innovación. La mala distribución del ingreso hace que
amplios sectores de la población no estén en condiciones de financiar sus gastos
en salud y educación por lo que dependen de las políticas sociales para acumular
capital humano suficiente como para no quedar atrapados en una trampa de
pobreza. La innovación y la construcción de infraestructura, a su turno,
requieren de políticas del gobierno para solucionar las fallas de mercado,
coordinar las inversiones en obras como redes de transporte o energía; y articular
las partes del sistema nacional de innovación.
• En un contexto volátil como el argentino la calidad de las políticas
macroeconómicas influye de forma determinante sobre la acumulación de
recursos y la calidad de nuestras políticas ha sido tradicionalmente mala. Como
es un fenómeno sistémico, una volatilidad elevada incrementa los riesgos para
todas las actividades, los inversores demandan más beneficios para arriesgarse,
se encarece el costo de los fondos para invertir y la inversión disminuye: dos
sistemas económicos podrían contar con dos proyectos de inversión
idénticamente rentables desde el punto de vista del hardware, pero si la
volatilidad macroeconómica es excesiva en uno de ellos, probablemente el
proyecto sólo se llevará a cabo en el sistema con volatilidad menor.
• El marco regulatorio ha sufrido cambios tan significativos como inconsistentes
en el marco de procesos cíclicos de estatización/privatización. Cuando las
regulaciones cambian, la rentabilidad del negocio regulado también cambia y,
dependiendo del caso, subirá o bajará. Se sigue de esto que si las regulaciones
son inestables, la rentabilidad exigida para invertir será elevada debido al “riesgo
regulatorio”. Dadas las características particulares del conocimiento, el marco
regulatorio es también clave por su influencia sobre el progreso técnico.

Este capítulo analiza la acumulación de recursos desde el punto de vista del hardware y
no del software, pero hemos enfatizado la influencia de este último sobre la inversión

151
justamente porque deseamos que el lector lo tenga presente al leer lo que sigue. Evaluar
la acumulación de activos y conocimiento sin tener en cuenta la estructura de incentivos
que la motiva sería un ejercicio más afín a la ingeniería que a la economía; equivaldría a
dejar de lado la incidencia de la incertidumbre estratégica, que se exacerba cuando las
reglas son inestables y se hace difícil anticipar cuál será el comportamiento del resto de
las organizaciones y, en especial, del Estado y sus políticas.

1. Capital físico

El panorama en cuanto a stock y evolución de la acumulación de capital físico puede


resumirse como sigue. Según las estimaciones del PNUD (Naciones Unidas, 2010b), el
stock de capital físico de la Argentina en 2009 era de 3,02 billones de pesos. De esto se
deduce que cada integrante de la población económicamente activa (PEA) tenía a su
disposición capital por unos 180 000 pesos. En lo que hace a la evolución histórica del
capital por hombre ocupado, los resultados presentados por Coremberg et al. (2007)
indican que esa variable alcanza un máximo a principios de los ochenta, luego
desciende y, si bien la tendencia al deterioro se detiene en los noventa, la crisis de 2001
vuelve a dañar la capacidad de acumulación. En los dos mil, esa capacidad se
recompone gracias a la recuperación de la tasa de ahorro y, en menor medida, de la tasa
de inversión. Una serie de factores influyeron para que esta última no evolucionara en
consonancia con el ahorro, entre las que se distinguen la inestabilidad de las reglas de
juego en el área de infraestructura y energía, las distorsiones de precios relativos y el
subdesarrollo financiero (véanse capítulos 10 y 11).

¿Cómo se ubica la Argentina internacionalmente en función del nivel de acumulación


de capital alcanzado? El stock de capital por hombre ocupado en la Argentina es menor
al que se observa en los países desarrollados. Coremberg (2009) encuentra que en la
Argentina se utilizan en promedio 2,3 unidades de capital para obtener una unidad de
producto, mientras que en los países desarrollados no sorprenden relaciones
capital/producto del orden de 3 a 1. Esto es acorde con el hecho de que el ingreso por
habitante y la productividad del trabajo son menores en la Argentina que en esos países.
La productividad del trabajo, como se explicó, es influida positivamente por la
acumulación de capital, aun cuando lo que adiciona cada nueva unidad de capital a la
productividad del trabajo declina debido a los rendimientos decrecientes. La
comparación con los países ricos indica, en síntesis, que la Argentina todavía tiene
bastante por ganar acumulando capital físico antes de que los rendimientos decrecientes
dejen de justificarlo.

Otra forma de evaluar la posición internacional de la Argentina en lo que hace a stock


de capital es a través de los indicadores de infraestructura disponible. Si bien la
infraestructura es sólo una parte del stock de capital, se trata de una porción importante,
y tiene una gran influencia sobre la productividad por las razones ya comentadas en el
marco conceptual, asociadas a la escala y las externalidades. Los dos cuadros siguientes
muestran cómo se ubica la Argentina en el marco internacional y regional.

152
Cuadro 8.1
Indicadores de infraestructura básica (países seleccionados)

Carreteras,  Densidad vial    (km  Líneas  Tráfico  Calidad de 


Transporte 
Automóviles (por  pavimentadas         de caminos por  férreas (total  marítimo de  infraestructura 
aéreo, pasajeros 
cada 1.000  (% del total de  cada 100 km2 de  rutas‐ contenedores  portuaria 
transportados 
personas, 2007) carreteras, 1999‐ superficie terrestre,  kilómetros,  (Mill. De TEU,  (ranking de 1 a 
(millones, 2009)
2000) 2003‐2004 ) 2009) 2009) 7, año 2010)

Argentina 314,0 29,4 8,0 25.023 5,7 1,6 3,8

Brasil 198,0 5,5 20,0 29.817 67,9 6,2 2,9

Chile 164,0 18,4 11,0 5.352 8,1 2,8 5,5

América Latina 174,7 29,4 15,5 n.d. 140,5 31,3 4,1

Países de ingreso medio 84,8 50,4 17,5 n.d. 522,3 168,8 4,0

Mundo n.d. 46,5 31,3 n.d. 2.270,9 443,7 4,3


Fuente: Banco Mundial (2011a)

Este cuadro revela que nuestro país cuenta con un buen parque automotor pero que la
infraestructura de transporte no está en consonancia con tal hecho. Por ejemplo, en rutas
pavimentadas los niveles son similares al promedio latinoamericano pero menores a los
países de ingreso medio, al tiempo que la calidad de la infraestructura portuaria no llega
al promedio ni regional ni de un país típico de ingreso medio. Esto sugiere que el país
no cuenta con una infraestructura de transporte acorde con su ingreso, lo cual se asocia,
sin dudas, a años de baja inversión, desde la crisis de la deuda de los ochenta en
adelante. La infraestructura de energía también presenta debilidades, dimensión que
analizaremos en el capítulo 10 al estudiar la estructura productiva.

Cuadro 8.2
Indicadores de infraestructura TIC (países seleccionados)
Servidores de  Abonados a  Periódicos 
Usuarios de 
Líneas telefónicas  Abonos a teléfonos  Internet seguros  Internet por banda  diarios (por 
Internet (por cada 
(por cada 100  celulares (por cada  (por cada millón  ancha fija (por  cada 1.000 
100 personas, 
personas, 2009) 100 personas, 2009) de personas,  cada 100  personas, 
2009)
2010) personas, 2009) 2004)

Argentina 24,4 129,5 30,6 26 8,8 35,5

Brasil 21,5 90,0 39,3 41 7,5 35,5

Chile 21,1 97,0 34,0 53 9,8 50,6

América Latina 18,2 89,0 31,3 28 6,6 63.9 (1)

Países de ingreso medio 22,4 76,8 31,1 15 7,1 69,0

Mundo 18,0 69,2 27,1 156 7,3 104,7


Nota: (1) corresponde al año 2000
Fuente: World Bank Database (2011).

El cuadro 8.2 ilustra la situación concerniente a las inversiones en tecnologías de la


información y la comunicación (TIC). El stock de capital en este rubro es central, ya
que esta infraestructura actúa como el soporte de la economía del conocimiento, que
comprende actividades con gran capacidad para inducir efectos de complementariedad y

153
externalidades de conocimiento y para buscar una mayor integración en cadenas
globales de valor, sobre todo en el área de terciarización de servicios (véase Kosacoff y
López, 2008).

En general, el país tiende a ubicarse por encima de los parámetros de América Latina, lo
cual es lógico dado su mayor nivel de ingreso. Sin embargo, se observa un cierto rezago
en relación con los países de ingresos medios. Por ejemplo, contar con ingresos medios
altos no le está asignando ninguna ventaja significativa en lo que hace a usuarios de
internet. Al diagnosticar la situación de la infraestructura en la Argentina, Sánchez y
Butler (2009) concluyen que la Argentina tiene debilidades en infraestructura que
podrían devenir en una restricción y lo mismo encuentran Chisari et al. (2007), que
muestran simulaciones de equilibrio general relacionadas con los cuellos de botella en
energía.

Partiendo de este panorama general, es posible dar una visión más detallada de la
situación recurriendo a los trabajos de Coremberg, que ha hecho un gran esfuerzo en la
medición del stock de capital de la Argentina. El cuadro 8.3, basado en Coremberg
(2009), muestra que el stock de capital está compuesto en su mayor parte por capital
reproductivo –casi dos tercios del total–, y el resto corresponde a capital residencial.

Cuadro 8.3
Stock de capital: tasa de crecimiento y composición

Tasa de Participación en el
crecimiento total
(1990-2004; %) (2004; %)

Capital Agregado 2,03 100


Capital Reproductivo 1,89 64,6
Construcción Residencial 2,29 35,4

Equipo Durable 1,84 23,5


Maquinaria y equipo 0,90 17,0
Material de Transporte 5,18 6,5

Construcción No residencial 1,89 37,6

Activos Cultivados 2,16 3,5

Fuente: Basado en Coremberg (2009).

El cuadro también registra la composición del capital agregado, donde dominan el


equipo durable y la construcción no residencial. Estos dos componentes son vitales para
el crecimiento, ya que tienen una influencia decisiva en crear condiciones propicias
para el desarrollo de actividades con rendimientos crecientes.

La acumulación de maquinaria y equipo aporta al progreso técnico debido a que la


tecnología viene incorporada frecuentemente en las máquinas y equipos y porque la
incorporación de ellos al proceso productivo promueve el learning by doing y el
incremento en la calificación del personal –aunque, por supuesto, en algunos casos
también puede reducir la demanda de trabajo no calificado–.

154
La construcción no residencial, a su turno, incentiva las economías de escala estáticas
pues incluye las redes de caminos, puertos, generación de energía, etc.. Este tipo de
infraestructura se caracteriza por generar fuertes economías de escala. Asimismo
producen externalidades al permitir el desarrollo de actividades nuevas que utilizan esa
infraestructura92. La construcción de infraestructura puede actuar como catalizador de la
explotación de complementariedades productivas si ayuda a coordinar las decisiones de
inversión privadas, como en los casos en que la disponibilidad de nuevas facilidades
incentiva la localización de empresas en determinadas zonas, dando lugar a la
explotación de economías de aglomeración.

En el período 1990-2004, la tasa anual de crecimiento del stock de capital fue de un


módico 2,03% promedio anual, fruto de una tasa de inversión muy mediocre (véase
cuadro 8.3). Un rasgo negativo adicional es que el equipo durable de producción crece
por debajo del promedio y el ritmo de acumulación de maquinaria y equipos es menor a
un 1%. Esta evolución agregada, no obstante, es el resultado de comportamientos
bastante disímiles de los diferentes rubros, lo cual es natural si se piensa en la sucesión
de crisis y de cambios en las políticas y las regulaciones en el período. Sobresale, en
este sentido, la implementación de las políticas de reforma estructural durante la
administración justicialista en los noventa, inspiradas en el Consenso de Washington y
que favorecieron la apertura y las privatizaciones.

En el contexto de apertura y dólar barato de los noventa, mientras el stock de


maquinaria y equipos importados crece a tasas del 8%, hay caídas netas en el stock de
maquinarias de origen nacional. Esto se revierte luego de la devaluación de 2002 y en
los dos mil hay una cierta reanimación en ese sector nacional, como se mostrará al
analizar la industria. El cambio, sin embargo, no tiene entidad como para eliminar el
nuevo rasgo estructural que aparece en los noventa: el predominio de los bienes de
capital importados en la inversión. Los resultados más favorables de las reformas de los
noventa se observan, sin dudas, en la evolución del sector agrícola, que aprovecha la
mayor apertura y la desregulación para incorporar nueva tecnología y tierras así como
en las inversiones de empresas privatizadas, que contribuyeron a renovar el stock de
capital. Como resultado final, las reformas no incidieron en aumentar la inversión
agregada, pero se lograron ciertos éxitos puntuales. El stock en construcciones y los
activos cultivados crecieron a un ritmo similar al bajo promedio del stock total, pero la
construcción reproductiva privada y las construcciones agropecuarias muestran períodos
con incrementos del 4% promedio anual. El mejor momento de las reformas es el
período 1995-1998, en que el equipo durable de producción crece al 4,5% y el stock
agregado, al 3,15%.

Como era de esperar, el colapso del experimento de reforma al caer la convertibilidad


impuso un freno al proceso de inversión, a punto tal que se observan caídas en el stock
en varios rubros. Este hecho, si bien tuvo una amplitud y profundidad inusitadas, no
92
Por ejemplo: cuando el subte llega al barrio, todos los propietarios se benefician con un aumento del
valor de sus propiedades sin tener que pagar por ello (excepto que el gobierno imponga un impuesto
especial para apropiarse de parte de las ganancias); lo mismo ocurre con el valor de los campos si las
autoridades deciden construir canales para el riego. Como se recordará del capítulo 3 las externalidades
son un fenómeno económico por el cual las acciones de un agente económico afectan positiva o
negativamente los retornos que reciben otros agentes en sus actividades de producción o consumo y son
una falla de mercado en la medida que no existen compensaciones por los daños o pagos por los
beneficios.

155
sorprende cuando se lo observa con una perspectiva sistémica como la adoptada en este
libro: ya vimos que hay buenas razones para explicar que las crisis y la volatilidad
tengan efectos sensibles y de largo plazo sobre la acumulación de capital. En este
sentido, hay dos puntos relacionados con la macroeconomía que merecen destacarse por
su influencia sobre la inversión. En primer lugar, la relación entre el capital disponible y
el PBI generado con ese capital puede variar a corto plazo debido a que en la recesión
parte del capital queda ocioso y en la parte alta del ciclo puede ser sobre-utilizado. Así,
Coremberg (2009) muestra que mientras en 1997 la relación entre capital y PBI era de
2,3, en 2001 había subido a alrededor de 2,8 al estar ociosa una mayor proporción del
capital instalado. Esto hace que la productividad media del capital resulte procíclica: la
economía parece más productiva en la expansión y menos productiva en la recesión.
Este punto es importante para las decisiones de inversión por lo siguiente. Si el capital
está siendo sobreutilizado, ello es en principio una señal de que el agente privado o el
Estado deben invertir, ya que sobreutilizar el capital durante un período largo es
ineficiente. Sin embargo, si el aumento de la demanda es sólo pasajero, el Estado o el
empresario se equivocarán al invertir: cuando la demanda vuelva a su nivel, quedarán
sobreinvertidos. Se sigue de esto que es fundamental para la eficiencia y la inversión
tener seguridad respecto de si el aumento de la demanda es pasajero o permanente.
Justamente, cuando la macroeconomía es volátil, discernir con claridad sobre el carácter
de la demanda es extremadamente difícil y, por ende, el Estado y los agentes privados
se equivocan más en contextos volátiles, dando lugar a desequilibrios tanto de sub-
como de sobreinversión. Una consecuencia muy negativa de este segundo caso es que
quien haya sobre-invertido, si financió la inversión con crédito, quedará
sobreendeudado y la equivocación al evaluar la demanda futura y la inversión se
reflejará en dificultades financieras. Heymann (2007) ha enfatizado la importancia de
los errores de expectativas de este tipo en la Argentina. Un buen ejemplo de este punto
es la actual crisis en Estados Unidos y los países de Europa, donde se produjo una
sobreinversión en el sector inmobiliario. Otro ejemplo es la crisis argentina de 1981,
donde hubo sobreinversión –sobre todo en el sector público, pero también privada–.
Una macroeconomía previsible ayuda a evitar errores y reducir el riesgo y, por ende, a
mejorar la eficiencia en el uso de los recursos de inversión.

El segundo aspecto sobre macroeconomía e inversión se refiere al tipo de cambio.


Como buena parte de los bienes de capital son importados, en los períodos de “plata
dulce” o “dólar barato” el capital es menos caro y ello juega en favor de la
acumulación.93 El problema en este caso es que en esos mismos períodos, por ser el
dólar barato, la competitividad es baja y, por lo tanto, a los empresarios les resulta más
rentable invertir en el sector no transable que en el transable. Como ya se anticipó en el
capítulo anterior, esto puede dar lugar a una caída en la oferta de dólares y una
reducción en la capacidad para importar que, tarde o temprano, obliga a devaluaciones
abruptas, como ha ocurrido tantas veces en nuestra economía. Esta dinámica de stop-
and-go es muy nociva para la inversión: si los inversores saben que la economía es
volátil, serán reacios a invertir por miedo a equivocarse (Véase Albrieu y Fanelli, 2008).
Además de evaluar el stock existente, es central también evaluar cómo está variando ese
stock y si esa variación es sostenible en el tiempo. En este sentido, hay que considerar
que el cuadro puede ser muy distinto si se mira la “foto” o la “película”. En particular, si

93
Esto también origina un problema estadístico: si se mide a precios corrientes la relación
capital/producto en una fase de “atraso cambiario”, se encontrará que cae debido al mayor componente
importado del capital con relación al PBI. Obviamente, si se mide en términos constantes esa relación, el
sesgo desaparece.

156
un país tiene un stock de capital muy bajo, ello puede considerarse un rasgo negativo
pues un stock bajo se asocia con riqueza baja e ingreso por habitante bajo. Sin embargo,
también es cierto que al ser bajo el capital, la productividad del capital será alta, según
surge de la ley de los rendimientos decrecientes que discutimos en el capítulo 4. Por lo
tanto, un país con poco capital presentará proyectos de inversión con alta rentabilidad.
Por ejemplo, si todo lo demás permanece igual, está claro que una ruta adicional tiene
mayor beneficio social en Bolivia que en Suiza, donde la infraestructura caminera ya
está básicamente construida. Por supuesto, no alcanza con que la rentabilidad de un
proyecto de inversión sea alta, hay que contar también con el ahorro necesario para
llevarlo adelante. Justamente por eso los países pobres no “aprovechan” el alto
rendimiento potencial de sus proyectos: su nivel de ingreso por habitante es muy bajo y
no generan excedente ni ahorro suficientes.94 Nótese, en este sentido, la importancia de
los shocks externos positivos: si un país es favorecido por una buena noticia en sus
términos del intercambio es como si le cayera del cielo un mayor ingreso per cápita. Es
lo que le ocurre a Bolivia si aumenta el precio del gas o a la Argentina si se eleva el
valor de la soja. Si ahorra esos ingresos, el país no tendrá mayores problemas para
encontrar proyectos con alta rentabilidad. Sólo que, por supuesto, esto supone que los
canales de asignación de los recursos están funcionando bien y ya vimos en el capítulo 4
que hay una alta probabilidad de que esto no sea así en un país emergente. De hecho,
Bolivia enfrenta importantes dificultades para explotar sus riquezas gasíferas y ello
tiene que ver con fallas de mercado y de organización, no con una baja rentabilidad de
los proyectos energéticos o falta de demanda. Algo similar podría decirse en la
Argentina respecto de la inversión en infraestructura de transporte: es difícil pensar que
la rentabilidad social de invertir en modernizar los ferrocarriles sería baja.

2. Capital humano

La estimación ya citada del PNUD (2010) le asigna un valor de 2,04 billones al capital
humano y de 1,59 billones a la dotación de trabajo sin calificación.95 De esto se deduce
que cada integrante de la población económicamente activa tenía a su disposición
capital humano por unos 120.000 pesos en 2009.

El capital humano admite diferentes interpretaciones, pero hay dos fundamentales. Por
un lado, es un input de la producción, de la misma manera que lo es el capital físico
(Lucas, 1988; Mankiw et al., 1992) pero, por otro, también es un catalizador del
progreso técnico en la medida que una mano de obra más calificada facilita la adopción
94
Por supuesto, Bolivia podría pedir prestado a Suiza para realizar el proyecto y a Suiza debería
convenirle prestar, ya que la rentabilidad sería mayor. Esta idea es aun más atractiva si pensamos en la
demografía: los suizos son más viejos en promedio que los bolivianos y les convendría poder explotar
proyectos en Bolivia que les permitieran cobrar rentas más jugosas cuando estén retirados de la actividad.
¿Por qué, entonces, no observamos una explosión de inversiones en Bolivia? La respuesta está en gran
medida en la calidad del software: nadie invertirá en caminos o prestará su dinero a los constructores de
caminos si no está claro que recuperará los rendimientos de las inversiones o el capital prestado con sus
respectivos intereses. Nótese la importancia del punto: a los suizos les convendría invertir en Bolivia pero
no lo harán en la medida que no haya seguridad jurídica. En este caso, el software juega claramente en
contra de lo que es óptimo hacer desde el punto de vista de las oportunidades que brinda el hardware para
explotar las diferencias en los niveles de acumulación del capital y de la estructura demográfica de la
población.
95
El valor del trabajo no calificado equivale al salario de primaria incompleta en valor actual
multiplicado por la cantidad de trabajadores. Véase Naciones Unidas (2010b).

157
de tecnologías y la innovación. En este carácter influye también sobre la productividad
total de los factores (PTF) (Nelson y Phelps, 1965; Benhabib y Spiegel, 1994) al
acelerar el proceso de difusión de tecnología y de acercamiento (catching-up) a la
frontera tecnológica definida por los países líderes.

Estos dos hechos implican que el capital humano es en gran medida complementario del
capital físico y del conocimiento, por lo que su acumulación debe seguir el paso de esos
otros factores. Ya hemos hecho notar, por otra parte, que en el momento histórico actual
de la Argentina la inversión en capital humano es de alta relevancia por razones
demográficas: el bono demográfico demanda que se invierta parte del acrecido ahorro
del bono en el capital humano de los jóvenes, de forma que la generación actual esté en
condiciones sustentar a los mayores en el futuro.

En parte ya hemos pasado revista a la situación argentina actual en salud y educación al


evaluar el indicador de desarrollo humano relativo a esos rubros. Complementamos
ahora ese análisis pero adoptando una visión que se focaliza más en la función que la
educación cumple en la producción y el progreso técnico y no tanto como indicador de
bienestar o de capacidades para el desarrollo humano.96 Hay tres dimensiones que
deseamos remarcar: el “stock” de capital humano acumulado, su composición y su tasa
de retorno.

En base al estudio realizado por el PNUD (Naciones Unidas, 2010b) es posible brindar
un panorama sintético en lo que hace a la dimensión salud del capital humano. La tasa
de mortalidad general está en menos de 8 por 1000 y registra un descenso constante
desde 1982. En cuando a enfermedades, la mayor incidencia la tienen las no
transmisibles (cardiovasculares; tumores, diabetes, causas externas). Pero también
subsisten enfermedades transmisibles asociadas al medio ambiente, hábitos alimentarios
y calidad de vida. Este panorama corresponde a la transición epidemiológica: mejora el
nivel de vida y las enfermedades crónicas pesan más que las transmisibles, lo cual es un
indicador de que el capital humano acumulado en salud es considerable.

Estas cifras revelan puntos fuertes y puntos débiles. Por un lado, la Argentina tiene una
participación de enfermedades no transmisibles como causa de muerte superior a la de
América Latina pero más enfermedades transmisibles que Europa. Asimismo, el gasto
por habitante en dólares es más bajo que en Europa pero es superior al promedio
internacional. El gasto en salud en la Argentina es muy alto. Como porcentaje del PBI,
se ubica en el 10,2%, considerablemente por encima de América Latina y cerca de los
valores europeos. La composición del gasto, sin embargo, es muy diferente. En Europa
el componente estatal es superior al de la Argentina. Lo elevado del gasto en relación al
producto puede llegar a ser un problema difícil de manejar cuando pase la etapa del
bono demográfico y la población envejezca. Además, el hecho de que los avances hayan
llevado al predominio de las enfermedades no transmisibles hace que la carga sea cada
vez mayor para la atención pública de la salud. En este contexto ganan protagonismo las
políticas de prevención y combate de hábitos insalubres para bajar costos. Por otra
parte, a pesar del abultado gasto, existen problemas de calidad, con enfermedades
emergentes o reemergentes como hantavirus, hepatitis, diarrea y tuberculosis. La

96
El capital humano incluye los conocimientos y las técnicas especializadas de la gente, su salud y la
calidad de los hábitos de trabajo (Becker, 1993). Además del de Becker (1993), otros textos
fundamentales sobre la teoría del capital humano son: Schultz (1961); Becker y Chiswick, (1966) y
Mincer, (1974). Para una visión aplicada, Psacharopoulos y Patrinos (2004).

158
importancia de estas enfermedades se asocia con políticas débiles en cuanto a inversión
en infraestructura y viviendas. Otro problema relacionado con la calidad o eficiencia del
gasto es la mortalidad materna e infantil. Los avances son inferiores a los de Chile y la
situación es parecida a la de Uruguay, siendo que ambos gastan menos.

En lo que hace al stock de capital humano en educación, la Argentina cuenta con


grandes logros en su historia pero, como ya marcamos en el capítulo 6, en las últimas
décadas ha ido perdiendo buena parte de las ventajas que había logrado acumular. El
cuadro siguiente muestra la evolución y situación actual del nivel educativo de la
Argentina en comparación con países de la región seleccionados.

Cuadro 8.4
Indicadores educativos (países seleccionados)
Población por nivel
Alfabetismo
Años de educativo (3)
educación (1)
Jóvenes (2) Adultos (3) Bajo Medio Alto

Argentina
1989-1992 9,33 99,00 98,85 50,43 33,39 16,18
1999-2001 10,01 99,25 98,62 43,04 35,56 21,40
2007-2009 11,08 99,82 99,36 32,12 39,36 28,51

Brasil
1989-1992 6,00 90,56 81,42 77,82 15,00 7,18
1999-2001 6,95 95,84 87,49 68,51 22,73 8,76
2007-2009 8,34 98,06 90,86 54,49 31,66 13,85
Chile
1989-1992 9,58 98,44 95,06 51,01 40,25 8,75
1999-2001 10,53 99,15 96,75 37,33 44,69 17,98
2007-2009 11,33 99,37 97,40 28,80 48,91 22,28
Colombia
1989-1992 8,23 n.d. n.d. 37,71 44,08 18,21
1999-2001 8,56 97,66 93,04 30,27 46,34 23,40
2007-2009 9,06 97,94 93,93 40,97 39,08 19,95
México
1989-1992 7,41 96,63 87,56 69,02 21,02 9,96
1999-2001 8,74 97,34 90,35 59,46 28,61 11,93
2007-2009 9,17 98,33 93,22 47,39 37,23 15,38
Peru
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 8,54 97,63 88,12 55,51 33,42 11,07
2007-2009 10,38 98,14 90,77 42,63 34,72 22,65
Venezuela
1989-1992 9,28 97,16 90,19 65,25 23,85 10,90
1999-2001 9,86 96,99 91,88 55,17 29,86 14,97
2007-2009 8,98 98,09 94,66 53,09 30,85 16,06

Notas: (1) corresponde a adultos de zonas urbanas; (2) población entre 15 y 24 años; (3) población entre 25 y 65 años
Fuente: CEDLAS (2011).

Entre las economías más grandes de la región, sólo Chile registra una población con una
cantidad de años de educación similar a la de la Argentina. Otro punto positivo en favor
de la Argentina es que cuenta con la mayor proporción de población con alto nivel
educativo, superando también a Chile. Nótese el importante progreso realizado en las
dos décadas transcurridas entre 1989 y 2009, cuando la proporción con educación de
nivel alto pasa de 16% a 28,5% de la población. También muestra niveles muy buenos

159
en lo que hace a población con nivel educativo medio. En gran medida, estos guarismos
reflejan los rápidos avances que había realizado el país en cuanto a alfabetización y
escolarización primaria.

Una forma de medir los aportes de una mayor educación a la productividad es constatar
si quienes tienen mayor nivel educativo reciben una mayor retribución.97 Gasparini
(2007) realizó estimaciones econométricas sobre la base de la encuesta de hogares y sus
resultados arrojan que, efectivamente, una mayor educación se asocia con un mayor
nivel de ingresos. Por ejemplo, para el año 2006, un trabajador con primaria completa
recibía ingresos que eran un 26% superiores a los de uno con primaria incompleta
mientras que un trabajador con título secundario estaba en condiciones de agregar otro
36%. Por último, acceder a un grado universitario significaba ganar un 62% adicional.
Un dato interesante es que para el mismo nivel de educación las mujeres ganaban menos
que los hombres, aunque es difícil desentrañar las razones de esto. Podría deberse a
discriminación pero también hay otras variables que se omiten en los estudios, como el
grado de compromiso con la carrera laboral, dadas las tareas que las mujeres cumplen
en el hogar. El estudio de Paz (2009) muestra ciertas diferencias entre regiones del país
pero no son muy significativas.

Por supuesto, estas cifras deben tomarse sólo como aproximaciones. El problema más
serio para la medición tiene que ver con la presencia de fallas de mercado, que hacen
que los salarios no reflejen correctamente la contribución de la educación a la riqueza
social. La educación genera muchas externalidades positivas, como por ejemplo, las
mejoras que induce en el capital social y la formación de la identidad o en la mayor
capacidad para absorber tecnologías e innovar, beneficios que normalmente no son
captados de forma completa por los precios. Por supuesto, el problema para el hacedor
de políticas es que si no se cuenta con mediciones precisas sobre la contribución de la
educación, es difícil calcular cuántos fondos públicos deben dedicarse a ella. Pero más
allá de esto, las distancias en las remuneraciones son lo suficientemente amplias como
para dar por cierto que la acumulación de capital humano mejora la productividad del
trabajo y contribuye a incrementar el ingreso por habitante.

La desigualdad en la distribución del ingreso que hemos analizado en capítulos


anteriores se refleja también en la distribución del capital humano. Los datos de Centro
de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata
(CEDLAS) registran que mientras el 20% más rico de la población muestra 13,7 años
de educación, el 20% más pobre sólo acumula un capital humano equivalente a 8,7
años. De hecho, sólo el 40% de la población tiene más de 11,1 años de formación, que,
como se vio, es el promedio nacional. Como hay grandes diferencias entre las
remuneraciones en función del nivel educativo alcanzado, este es, sin dudas, uno de los
factores estructurales que están detrás de la desigualdad de ingresos que se observa. Un
hecho que agrava este cuadro es que la tasa de desempleo es también más alta entre la
población con menor cantidad de años de educación. Entre 2007 y 2009, por ejemplo, la
tasa promedio de desempleo para los niveles educativos bajo, medio y alto eran

97
El método clásicamente utilizado para calcular los rendimientos de la educación es la ecuación de
Mincer (véase Psacharapoulos y Patrinos, 2004). Estos autores muestran que los retornos estimados son
más altos: para el nivel primario que para el resto; cuando los años de escuela son menos en promedio;
para los hombres más que para las mujeres; en países pobres que en países ricos; en el sector privado más
que en el público; para la educación general que para la vocacional; que lo que solían ser para la
educación superior.

160
respectivamente: 6,9%; 7% y 3,9%; durante la crisis eran, a su vez, 14,9%; 12,1% y
6,3%, lo que indica que los pobres tienen menor capacidad, además, para protegerse de
las crisis.

Los encomiables avances en la cantidad de años que recibe el ciudadano promedio en


educación media y universitaria se produjeron en un período de restricciones financieras
severas y crisis que afectaron al sector público. Como ya analizamos en el capítulo 6,
esto significó que, mientras aumentaba la proporción de alumnos en el nivel medio y
superior, la capacidad de gasto público y privado no avanzó en igual medida debido al
estancamiento del ingreso per cápita, produciendo una tensión entre cobertura y calidad
del servicio educativo. Este cuadro, sin embargo, se revirtió en el contexto de
crecimiento de los dos mil y gracias a la sanción de la Ley de Financiamiento Educativo
en diciembre de 2005, el gasto en educación se ubica en alrededor de 6% del PBI. Este
mayor esfuerzo financiero, sin embargo, no se revirtió en mayor calidad. Por ejemplo,
en la prueba internacional PISA-OECD aplicada a los estudiantes de 15 años en
distintos países, la Argentina obtuvo los peores resultados dentro de América Latina,
después de Perú. Esto, claramente, no está en consonancia con el stock de capital
educativo acumulado en relación con el resto de América Latina. Una indicación más
general de los problemas de calidad puede obtenerse a partir de los resultados del
Operativo Nacional de Evaluación (ONE) que aplica el Ministerio de Educación a los
estudiantes del último año del nivel secundario. Una alta proporción alcanza un nivel
bajo de desempeño en Matemática, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y, en menor
medida, Lengua (véase gráfico 2).

Gráfico 8.1
Porcentaje de alumnos de 5º/6º año del nivel medio según desempeño en los ONE 2007
100

90

80

70

60

50

40

30
56
20 45 42
10 21
0
Matemática Lengua Cs.Naturales Cs.Sociales
Medio y Alto Bajo

Fuente: DINIECE Miradas sobre la Escuela III (2011).

Esto indica que en la actualidad un desafío fundamental es mejorar la calidad. Esta


evidencia sugiere que, a diferencia de los ochenta y noventa, la restricción operativa
más que en el plano presupuestario se ubica en el de la organización. Es probable que
buena parte de los esquemas de motivación y coordinación que se utilizan en el sistema
público y la universidad estén poco adaptados a las circunstancias actuales, desde el
diseño de la carrera docente hasta la articulación entre los diferentes niveles de
gobierno, provinciales y nacionales. Asimismo, existe una cierta falta de coordinación
entre los esfuerzos privados y públicos (véase García de Fanelli, 2011).

161
Un último punto a considerar es que los sectores de menores ingresos no tienen
posibilidad de acceder al crédito para financiar una mayor acumulación de capital
humano. La literatura sobre desarrollo marca esta falla en los mercados financieros
como una de las causas básicas de las trampas de pobreza: las personas son pobres
porque tienen poca educación y tienen poca educación porque no pueden financiar una
mayor acumulación dado lo magro de sus ingresos y la falta de crédito. Cuando los
agentes, cualquiera que sea su situación de ingresos, tienen acceso al crédito, pueden
explotar los beneficios de acumular más años de escolaridad –que, como vimos, tienen
una alta tasa de retorno–. Asimismo, el crédito incentiva los pequeños
emprendimientos, una fuente muy valiosa de aprendizaje por la experiencia, que
también es un componente del capital humano.

El peso de esta falla de mercado está exacerbado en la Argentina, donde los mercados
de crédito resultan particularmente subdesarrollados. Esto representa una pérdida no
sólo para el individuo, sino también para la sociedad, que pierde las externalidades
generadas por la educación. Se trata de una situación donde las fallas de cooperación
son evidentes: un proyecto de alta rentabilidad no puede llevarse a cabo por falta de
fondos, mientras que esos mismos fondos se invierten en proyectos mucho menos
rentables como la inversión inmobiliaria con fines de ahorro o la inversión en activos
externos con tasa de retorno nula o negativa, como es el caso de los ahorros que se
colocan en dólares billete, una práctica común en la Argentina (volveremos sobre este
punto).

3. Conocimiento y progreso técnico

¿Cómo se ubica la Argentina en relación con la acumulación de conocimiento? Como


ya vimos, medir la contribución de este factor es muy difícil debido a que el
conocimiento es un bien muy particular. Como se explicó en el capítulo4, los
economistas, en gran medida, tratan de captar el aporte de este factor a través de la PTF.
En la Argentina, la PTF no ha mostrado una trayectoria dinámica debido a que siguió
una estrategia basada en la acumulación de capital, más que en la promoción del
progreso técnico. Según las estimaciones de Coremberg et al. (2007), la mayor porción
del crecimiento se explica por la acumulación del factor capital y trabajo y sólo una
porción muy baja por efecto del progreso técnico. Volveremos a tratar este punto en el
capítulo siguiente, al estudiar la evolución agregada de esta variable y su contribución a
la productividad. Aquí mostraremos evidencia más desagregada, basándonos en
Coremberg (2009).

Los progresos tecnológicos en productos y procesos así como en la organización por la


vía de incorporación de conocimiento se pueden dar dentro de la firma, dentro de una
actividad o entre actividades, como vimos en el capítulo 4. Coremberg (2009) hace un
detallado análisis de la evolución de la PTF desde 1990 y de allí surge que:

a) las ganancias más importantes se observan en actividades específicas y


no por efectos entre actividades sectoriales;

b) esas ganancias se deben a diferentes razones, dependiendo del contexto,


pero en general son inducidas por variaciones en los precios relativos;

162
c) en los noventa, las ganancias de productividad se deben sobre todo a la
mejora de la calidad de los inputs (asociado con la apertura de las
importaciones), la adquisición de maquinarias y equipos con tecnología
incorporada, sobre todo en el área de las TIC y la incorporación de
capital humano;

d) en los dos mil, en cambio, las ganancias de productividad provienen del


sector transable y, particularmente, de actividades intensivas en recursos
naturales.98

Esto sugiere que la evolución de la PTF a nivel agregado esconde una gran
heterogeneidad y, por lo tanto, es difícil realizar un diagnóstico sin ahondar en el
análisis de los cambios estructurales. Es lo que haremos en los capítulos 9 y 10. Sin
embargo, aquí deseamos enfatizar el aspecto que tiene que ver específicamente con el
conocimiento. En particular, es importante subrayar la ausencia de ganancias de
productividad originadas en interacciones entre actividades. Se trata de una gran
desventaja, ya que este tipo de interacción es crítica para incentivar las actividades con
rendimientos crecientes que sostienen el crecimiento a largo plazo y compensan los
rendimientos decrecientes de la acumulación. En realidad, Coremberg (2009) muestra
que, cuando se “limpia” la evolución de la PTF de los movimientos cíclicos, el
resultado es desalentador: las ganancias de productividad por esta vía se hacen nulas o
negativas.

De modo que si bien la Argentina ha estado realizando ganancias dentro de actividades


específicas, esas ganancias implicaron también destrucción o no creación de suficientes
relaciones de complementariedad con otros sectores del tipo señalado por Carlaw y
Lipsey (2001). En otras palabras, como las ganancias de PTF se verificaron a nivel de
actividades específicas pero no como un fenómeno agregado o sistémico, se puede
conjeturar que lo creado en los sectores ganadores (inversión de privatizadas y en
servicios en los noventa; recursos naturales en los dos mil) no alcanzó a compensar lo
que se perdió por la desaparición de los sectores perdedores. Hubo destrucción creativa
schumpeteriana pero muy localizada. Asimismo, como los sectores ganadores y los
perdedores cambiaron entre los noventa y los dos mil, en parte debido a la inestabilidad
macroeconómica y en parte a la regulatoria, es posible que una cuota grande de las
ganancias que se hicieron en los noventa haya desaparecido en los dos mil
(probablemente haya sido el caso del sector energía, como se verá en el capítulo
siguiente).

Por supuesto, la lección de política no es proteger a los sectores que no son viables sino
potenciar y promover más efectos de derrame y complementariedades de conocimientos
tecnológicos y organizacionales en el nivel de la estructura, a partir de los sectores
ganadores. El problema aquí, obviamente, es que muchos de los canales de generación
de complementariedades e innovación no operan bien a través de las señales de
mercado. Ya hemos explicado que operan en gran medida a través de externalidades y
que, además, muchas inversiones en innovación no son realizadas debido a que las
características especiales del conocimiento hacen que los beneficios no sean
apropiables. En vista de estas fallas, parece natural pensar que el Estado tiene un rol
98
La PTF es, asimismo, muy procíclica: sube en las expansiones y luego cae. Esto es un reflejo de la
volatilidad macroeconómica y dice poco acerca de la evolución del progreso técnico a largo plazo.

163
crucial. Son las autoridades las que pueden operar en el nivel del sistema y de la
estructura productiva, corrigiendo los esquemas de coordinación y motivación que
malogran la cooperación, lo que se expresa, en este caso, como lenta evolución de la
PTF.

Nótese bien: cuando se trata del conocimiento, los incentivos de precios relativos no
funcionan bien sin un sistema nacional de innovación y regulaciones que apoyen el
progreso técnico. Por lo tanto, es difícil que los subsidios a firmas específicas, el tipo de
cambio competitivo o la protección de la competencia externa funcionen por sí solos: se
los debe complementar con otras herramientas que actúen en el nivel de la estructura
productiva y del sistema con el objetivo de inducir derrames de conocimiento positivos
entre las firmas. Una vez planteado así el problema, surge en toda su dimensión el
hecho de que las fallas de gobierno son un obstáculo crítico en la tarea del desarrollo:
los mercados tienen fallas que requieren de la intervención del gobierno para ser
solucionadas, pero si el gobierno, a su vez, también presenta fallas importantes, el
resultado puede ser una trampa de bajo crecimiento que se perpetúa debido a que ni los
mercados ni el gobierno cumplen sus funciones con eficiencia.

3. Doble bono: ¿lo estamos aprovechando para el crecimiento sostenido?

Al realizar el inventario de recursos en los dos últimos capítulos, hemos detectado un


doble bono –externo y demográfico–. ¿Está aprovechando la Argentina esta oportunidad
para consolidar el crecimiento sostenido? Discutimos brevemente esta cuestión a modo
de cierre del análisis sobre los recursos contenidos en el hardware.

En principio, la evolución del país desde la crisis de 2002 está en línea con la hipótesis
del doble bono: la tasa de crecimiento en el período 2003-2010 es la más alta para un
período de ocho años en la posguerra y por su magnitud hemos visto que sólo es
comparable con la registrada en la primera década del siglo XX. Más cerca en el
tiempo, la última vez que se registró un período relativamente extendido de crecimiento
fue en 1964-1974, pero la tasa de crecimiento fue menor.

164
Gráfico 8.2
Evolución del ahorro y la inversión (%)
Inversión Ahorro externo
35
Ahorro interno
30
25
20
% PBI

15
10
5
0
-5
-10
-15
1961
1964
1967
1970
1973
1976
1979
1982
1985
1988
1991
1994
1997
2000
2003
2006
2009
Fuente: Elaboración propia sobre la base de INDEC (2011).

En los dos mil se registraron coeficientes de ahorro e inversión más altos El gráfico 3
muestra la evolución del ahorro, la inversión y el ahorro externo. Según las
proyecciones de las Naciones Unidas, la Argentina ya entró en el período de bono hacia
fines de los noventa y, por ende, es coherente que tanto la inversión como el ahorro
hayan aumentado. Asimismo, ayudó a este resultado el aumento de los términos del
intercambio, que al elevar el ingreso nacional promovió la capacidad de ahorro. El
gráfico 8.3 muestra que el ahorro privado, en particular, ha crecido de manera
significativa y, a diferencia de otros períodos, también creció el ahorro del gobierno,
confirmando la nueva tendencia a generar más ahorro instalada en el país en la última
década. El ahorro privado y el público tendían a comportarse de manera inversa, algo
que ya no ocurre en los dos mil.

165
Gráfico 8.3
(a) Ahorro público privado (%) (b) correlación entre ahorro público y privado

30 Ahorro privado 1

25 0.8
Ahorro público
0.6
20
0.4
15
0.2
10 0

5 -0.2
-0.4
0
-0.6
-5
-0.8
-10 -1
1961
1964
1967
1970
1973
1976
1979
1982
1985
1988
1991
1994
1997
2000
2003
2006
2009

1970
1973
1976
1979
1982
1985
1988
1991
1994
1997
2000
2003
2006
2009
Fuente: Elaboración propia sobre la base de INDEC.(2011).

¿Se sigue de esto que la Argentina está aprovechando la oportunidad para cimentar el
crecimiento sostenido? Hay hechos de significación que no permiten dar una respuesta
positiva. Para discutir este punto podemos utilizar como referencia la tasa de
crecimiento del PBI per cápita del 3%, que permitiría, como se recordará, alcanzar en
25 años el nivel que España tiene hoy. Según las simulaciones realizadas por el PNUD
(2010), para hacer crecer el PBI per cápita de la Argentina a una tasa del 2,7% se
requiere una tasa de inversión de alrededor del 22% y un crecimiento en la PTF de
0,8% por año, superior al 0,3 observado históricamente. Para reforzar la dinámica de la
PTF sería indispensable mejorar la eficiencia del gasto en salud y educación; sin
mejoras, la tasa de inversión requerida se ubica entre 26% y 27%. La tasa de inversión
que se observa en promedio en los últimos cinco años (22%) es muy baja para cumplir
con este último requerimiento. Esto implica que la Argentina debe o bien mejorar la
calidad de la inversión y con ello la PTF o bien aumentar la tasa de inversión.

El coeficiente de inversión no es lo suficientemente alto, pero ¿hay evidencia de que la


calidad de la inversión esté mejorando? La respuesta es que no. La participación de la
inversión en maquinaria y equipo en el total de la inversión es baja, lo que habla de un
sesgo de la inversión en favor de la construcción, que no ayuda a mejorar el aporte de la
PTF. El gráfico 8.4 muestra cómo ha evolucionado la composición de la inversión.

166
Gráfico 8.4
Desagregación Inversión Bruta Interna
60.000 Tipo de Inversión

Mill de pesos de 1993


Construcción
Máquinaria y Equipo
50.000

40.000

30.000

20.000

10.000

0
1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009
Año

Fuente: Elaboración propia basada en INDEC (2011).

La alta inversión en construcción está asociada con un hecho que veremos en el capítulo
11: el subdesarrollo financiero. Ante la ausencia de opciones de inversión, los ahorristas
tienen buena parte de su portafolio de inversión colocado en bienes inmuebles. Pero,
lamentablemente, esta no es la única forma en que se expresa la falta de un sistema
financiero profundo: la inversión productiva también se ve deteriorada por la colocación
de activos en el exterior, lo que resta fondos a la inversión local.

Durante todo el período de crecimiento 2003-10, la Argentina generó superávit de


cuenta corriente y buena parte de esos recursos se invirtieron en el exterior. Si se suman
esos superávit, se llega a la conclusión de que se acumularon activos adicionales en el
exterior por un valor muy significativo. El aumento de los activos externos ha sido tan
pronunciado que la Argentina es hoy un acreedor neto del resto del mundo.

Por supuesto, si la inversión productiva hubiese sido más alta, la Argentina no habría
estado en condiciones de generar un superávit comercial tan elevado como el que se
registró desde la crisis en adelante, ya que hubiera importado más bienes de capital. En
este sentido, es muy revelador observar cómo se utilizó el superávit comercial
acumulado en los dos mil (entre el primer cuatrimestre de 2003 y el segundo de 2011).
Como muestra el gráfico 8.5, la mayor parte de los fondos aportados por el saldo
comercial fueron utilizados por los particulares para acumular activos externos,
financiando así al resto del mundo. Otra proporción muy relevante fue destinada a
acumular reservas internacionales y a repagar deuda con organismos multilaterales
(básicamente el FMI), obviamente, esta es también una forma de aportar crédito para
otras economías con recursos nacionales. Por último, las empresas multinacionales
giraron dividendos por más de 23.000 millones de dólares.

167
Gráfico 8.5
Utilización del superávit comercial (miles de millones de dólares)
(Miles de millones de dólares; 2003-2011)
600,000 70,000
59,614
500,000 478,137 60,000

50,000
400,000
345,315
38,857
40,000
300,000
30,000
23,246
200,000
132,822 20,000
100,000 11,105
10,000
0
0
Expo Impo Saldo 

Desendeudamiento con 
Variación de reservas

Rentas IED netas 
Fuga de capitales
Comercial

org.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos proporcionados por INDEC (2011).

En suma, si bien el aumento de la tasa de ahorro es compatible con el dividendo


demográfico, la trayectoria de la inversión y su composición indican que posiblemente
el país no esté asignando de la mejor forma los recursos que genera el bono. La
inversión en construcción parece excesiva en términos relativos y ocurre lo mismo con
la inversión en activos externos. Es como si los futuros trabajadores retirados de la
Argentina tuviesen como estrategia vivir de rentas del exterior en el momento en que
dejen de trabajar. Es una conducta similar a la de un trabajador japonés, pero en un país
que atraviesa por una etapa de bono demográfico. Claramente, hay algo que no está
funcionando y la Argentina podría estar dejando pasar el momento de aprovechar el
bono para convertirse en un país desarrollado.

168
9. Estructura productiva: heterogeneidad y competitividad

Este capítulo y el siguiente estudian las características de la estructura productiva del


país desde perspectivas diferentes pero complementarias. En el capítulo presente
caracterizamos la estructura como un todo mientras que en el capítulo 10 adoptaremos
una perspectiva sectorial para estudiar qué ocurre en el sector primario, la industria y los
servicios. El propósito último de ambos capítulos es describir lo que la teoría del
crecimiento llama las condiciones iniciales. Indagar sobre esas condiciones equivale a
preguntarse: ¿cuáles son las restricciones y oportunidades que presenta la estructura
productiva de la Argentina para constituirse en plataforma de lanzamiento de un proceso
de crecimiento sostenido e inclusivo?

Hay tres dimensiones de la estructura productiva que son fundamentales para contestar
esta pregunta: su nivel de productividad, su composición sectorial y su competitividad.

• La productividad nos dice cuál es la capacidad de la estructura como un


todo para generar valor agregado y permite evaluar esa capacidad
comparándola con la experiencia de otros países relevantes. La primera
sección está dedicada a este punto.
• El análisis de la composición sectorial ayuda a identificar el peso relativo
de los distintos sectores, su capacidad para generar progreso técnico,
complementariedades y empleos para absorber el sector de subsistencia.
Abordamos este punto en la segunda sección.
• La literatura más reciente sobre crecimiento ha demostrado que las
exportaciones y las ramas del sector transable en general tienen gran
capacidad para acelerar el crecimiento en tanto impulsan sectores con
economías de escala y capacidad para engendrar complementariedades
más ricas (Hausmann et al., 2007). Para sobrevivir, los sectores
expuestos a la competencia internacional deben vérselas con firmas que
tienden a utilizar la mejor tecnología disponible y tienen ventajas de
costos importantes. Asimismo, muchos de ellos logran insertarse en
cadenas globales de valor que les abren nuevas posibilidades. De esto no
se sigue que la exposición a la competencia internacional por sí sola
genere capacidad competitiva: la apertura económica suele fracasar si no
hay políticas complementarias de aliento a la productividad y la
innovación (véase Rodrik y McMillan, 2011). Discutimos las cuestiones
de competitividad en la sección tercera y cerramos el capítulo con una
caracterización de la estructura productiva existente y su capacidad para
convertirse en base del crecimiento sostenido e inclusivo.

1. Productividad

En el capítulo 4 se explicó que la productividad intenta medir qué volumen de producto


es capaz de generar una economía (output) con un volumen dado de recursos (inputs) y
que el indicador más importante que se utiliza es el producto por hombre ocupado.
Asimismo, mostramos que sobre la base de la contabilidad del crecimiento es posible
distinguir si el avance en la productividad del trabajo se debe a acumulación de recursos

169
o a variaciones en la productividad total de los factores (PTF); concepto este último que
refleja la influencia del progreso técnico, cambios organizacionales y efectos sistémicos.
Ya hemos analizado evidencia relacionada con este indicador al discutir el rol del
conocimiento.

Empecemos, entonces, por evaluar la evolución de la productividad laboral. El gráfico


9.1 muestra el producto generado por cada hombre ocupado desde 1950. Se puede
observar que hacia mediados de los setenta se produce una ruptura en la trayectoria de
la productividad: luego de la crisis de 1975 la evolución deviene volátil y comienzan a
registrarse períodos no sólo de estancamiento sino de retroceso prolongado. En el
gráfico hemos marcado dos eventos particularmente reveladores: por un lado, el nivel
de productividad alcanzado por el trabajo en 1980 sólo se vuelve a alcanzar en 1996-7,
pero incluso ese logro se pierde con la caída de la convertibilidad; por otro, el máximo
registrado en 1998 sólo se sobrepasa en 2005-6. El resultado final de todo este proceso
de alta volatilidad y estancamiento posterior a 1975 es muy desalentador: entre ese año
y 2010 la productividad del trabajo aumentó sólo 0,95% por año. Cabe acotar que la
débil evolución de la productividad fue un rasgo común en la región (Ferreira et al.,
2011).

Gráfico 9.1
Evolución de la productividad laboral
(Precios de 1993)
30.000

25.000 Máximo 
1998
Máximo 
1980
20.000

15.000

10.000

5.000

-
1950

1955

1960

1965

1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2010

Fuente: Elaborado con datos de INDEC (2011).

El panorama es más alentador si se toma en cuenta lo ocurrido luego de la crisis de la


convertibilidad: entre 2002 y 2010 la productividad del trabajo aumentó un 6% anual Si
bien esta evolución es muy positiva, hay que tomar en cuenta un hecho importante: el
ingreso per cápita creció más que la productividad laboral. Si recordamos lo planteado
en el marco conceptual al analizar la productividad (capítulo 4), esto implica que parte
del crecimiento se explica por aumento de la cantidad de personas que trabajan y no por
incrementos en lo producido por cada trabajador. La cantidad de personas que trabajan
subió por dos razones. Por una parte, volvieron a conseguir trabajo una gran cantidad de

170
desocupados, lo que sugiere que parte del crecimiento es simple recuperación del pico
anterior correspondiente a 1998 y no se basa en creación de nueva capacidad
productiva. Por otra parte, aumentó la tasa de actividad: aumentó la población
económicamente activa (PEA) porque hay más gente en edad de trabajar (recuérdese lo
discutido sobre el bono demográfico) que decidió efectivamente hacerlo.
Probablemente, al aumentar las oportunidades en una economía en crecimiento, se
debilitó el efecto del trabajador desalentado que deja la PEA porque considera que no
puede conseguir trabajo aun cuando lo busque activamente.

En línea con el método que venimos utilizando, para evaluar mejor este desempeño y
saber dónde estamos parados recurriremos a la experiencia internacional. El gráfico
9.2.a muestra la posición de la Argentina en el ránking mundial de la productividad
laboral (sólo se toman los países sobre los que hay datos desde 1960, pero que incluyen
a todos los de mayor relevancia) y el 9.2.b. brinda información sobre Argentina y otros
países medida en dólares constantes de paridad de poder de compra (PPP).

Gráfico 9.2
Posición de la Argentina según productividad laboral
(104 países)
(a) Argentina en el ránking mundial (b) valores en dólares de PPP
45 80,000

40 70,000
60,000
35
50,000
30
40,000
25
30,000
20
20,000
15 10,000
10 0
Corea
México

Noruega

Argentina
Australia
Brasil

Canadá

Chile
España
Estados Unidos

5
0
1960
1964
1968
1972
1976
1980
1984
1988
1992
1996
2000
2004
2008

Fuente: Conference board (2011).

Como puede observarse (gráfico a), la Argentina en la actualidad se encuentra ubicada


dentro del tercio de países que tienen mayor productividad en el mundo: está en el
puesto 32 sobre 104 países. Esto es acorde a la evolución registrada por el PBI per
cápita, que ya examinamos en el capítulo 5: no sería posible sostener un nivel de
ingreso que coloque a la población argentina dentro del 20% más rico si la
productividad del trabajo no fuera relativamente alta. El ránking también revela el
efecto devastador de la crisis de 1975 y las crisis subsiguientes sobre la dinámica de la
productividad. El país llega a su peor momento al final de la década perdida de los
ochenta, cuando se ubica en el lugar 42. A partir de los noventa, el proceso de deterioro
en la posición internacional relativa se revierte pero a pesar del fuerte crecimiento en los
dos mil, el país aún no recupera la posición que tenía cincuenta años atrás en cuanto a
productividad del trabajo.

171
Como consecuencia de la evolución comentada, no sorprende que sea aún largo el
trecho que queda por cubrir para que la productividad del trabajador argentino se
aproxime a la observada en los países más ricos. El gráfico 9.2.b nos permite determinar
el tamaño de la brecha entre lo que produce un trabajador argentino y uno empleado en
Estados Unidos o España, expresada en dólares. Es importante tomar en cuenta, no
obstante, que la productividad por hombre ocupado en la Argentina es alta para la
región y, en particular, es bastante superior a la observada en los otros dos países que
cuentan con una estructura productiva diversificada: Brasil y México.

Para completar la visión del desempeño relativo de la productividad, los gráficos 9.3.a y
b muestran la evolución de la Argentina comparada con la de los países que hemos
utilizado como patrón de referencia en el capítulo 5. El gráfico mide la evolución de
cada país en relación con la Argentina, de modo que un valor de 100 implica paridad
entre la productividad del país en cuestión y el nuestro; y cuando las curvas
correspondientes a un país ascienden, ello implica que nuestra posición se está
deteriorando.

Gráfico 9.3
Evolución comparada de la productividad laboral
(a) (b)
250 250
España

200 Brasil 200

México
150 150
Corea

100 100

50 50 Australia Canadá
Noruega Chile
0 0
1960
1964
1968
1972
1976
1980
1984
1988
1992
1996
2000
2004
2008

1960
1964
1968
1972
1976
1980
1984
1988
1992
1996
2000
2004
2008

Fuente: Conference board (2011).

La evolución es similar a la observada en el caso del ingreso por habitante. La


productividad argentina pierde posiciones en relación con todos los países, sobre todo
desde los setenta y hasta los noventa. Es muy destacable el caso de España y Corea, que
habiendo partido de niveles de productividad menores que el argentino en los sesenta,
superan hoy ese nivel en alrededor del 50%. Obsérvese, por otra parte, que ni México ni
Brasil muestran una trayectoria muy superior a la de la Argentina y, además, su nivel de
productividad es hoy inferior. Esto sugiere que entre los factores de retraso de la
productividad probablemente hayan operado algunos comunes a toda la región. Un
punto positivo a destacar es que desde los noventa, aunque con muchos vaivenes, la
tendencia a perder posiciones se detiene y existen períodos de franca mejoría, como en
la década actual. Aquí nuevamente pueden estar operando factores comunes a la región:
en los dos mil, la Argentina descuenta posiciones, sobre todo con los países no
latinoamericanos del grupo (menos Corea). El shock positivo de términos del
intercambio en los dos mil explica con seguridad parte de este resultado.

172
En el caso de la Argentina, ¿es la debilidad en la acumulación de recursos o en la
evolución de la PTF lo que explica la decepcionante evolución de la productividad del
trabajo? En el capítulo anterior, sobre acumulación de capital, ya adelantamos que hubo
dificultades asociadas sobre todo con los derrames de conocimiento técnico entre
sectores ganadores y perdedores que jugaron en contra la PTF. Aquí nos centramos en
el nivel agregado. Coremberg et al. (2007) es útil para evaluar esta cuestión, que es
indispensable para formarse una idea respecto de la habilidad de la economía en
promover actividades con rendimientos crecientes. El gráfico 9.4, elaborado a partir de
la evidencia aportada por estos autores, permite dibujar la trayectoria de la acumulación
de capital por hombre ocupado y de la productividad total de los factores desde
mediados del siglo pasado.

Gráfico 9.4
Evolución de la PTF y del capital por trabajador
Fuente: Coremberg et al. (2007).

300

Relación capital
250 trabajo

PTF

200

150

100

50

0
1951

1954

1957

1960

1963

1966

1969

1972

1975

1978

1981

1984

1987

1990

1993

1996

1999

2002

2005

Del gráfico surge que la PTF tuvo un comportamiento muy poco dinámico. Está claro
que la estructura productiva argentina no se distinguió por su capacidad para promover
el progreso técnico y organizacional, de forma de generar rendimientos crecientes. Dada
esta evolución de la PTF, es importante observar qué ocurrió con el capital por
trabajador ya que este indicador nos da una pauta de la cantidad de bienes productivos
que tiene a su disposición cada hombre ocupado para mejorar su productividad. La
trayectoria del capital por trabajador es ascendente hasta los ochenta y luego se estanca,
pero en un nivel muy superior al que mostraba hacia principios del período. Este hecho
sugiere que las ganancias en productividad laboral estuvieron impulsadas, básicamente,
por la acumulación de recursos.

Un rasgo adicional que cabe remarcar es que este proceso fue acompañado de una caída
en la contribución de los trabajadores al valor agregado: se registra una reducción en la
participación de los trabajadores en el ingreso: del 45% entre 1950 y 1974 al 36% a

173
mediados de los dos mil. El hecho de que la generación de valor se sesgara hacia
actividades más basadas en la acumulación de capital en detrimento del progreso
técnico y del aprendizaje por la experiencia parece haber perjudicado la participación
de la masa de salarios en el valor agregado.99

Esta evidencia indica que la trayectoria de la economía anterior a los setenta puede
considerarse más favorable en relación con los factores que inciden en la productividad
laboral. En efecto, mientras en los setenta la PTF hacía un aporte al producto que era
similar en la Argentina y en Estados Unidos, hoy ese aporte en la Argentina es sólo un
60% del observado en Estados Unidos (Ferreira et al., 2011). En realidad, las cifras
anteriores dan probablemente un panorama optimista sobre lo ocurrido en el período
con la acumulación de capital y la PTF. En particular, cuando se incluye al capital
humano y los recursos naturales en forma separada del capital físico, el aporte de la
acumulación del capital productivo y la PTF al producto se reducen (Ferreira et al.,
2011). Lo mismo encuentra Coremberg (2009), lo que lo lleva a concluir, luego de
realizar las correcciones, que la PTF sostenible a largo plazo tiene en realidad una
evolución negativa.

¿Por qué la productividad no tuvo una evolución mejor? Para contestar esta pregunta, es
necesario tomar en cuenta que la estructura económica argentina muestra una gran
heterogeneidad, como ya se adelantó en el capítulo anterior; o, puesto en términos de
nuestro marco conceptual: que sus actividades difieren en productividad porque
pertenecen a tres categorías diferentes: el sector moderno, el tradicional y el de
subsistencia. Pasemos, entonces, a analizar la morfología de la estructura económica
argentina.

2. Morfología de la estructura productiva

Los gráficos 9.5.a y b aportan evidencia sobre la evolución de largo plazo de la


estructura productiva desagregada en cuatro sectores: el primario y la industria,
representados en el gráfico a; y los servicios y la infraestructura (incluyendo
construcción), cuya trayectoria puede observarse en el gráfico b. Aunque se trata sólo de
una aproximación útil, puede considerarse que la industria y el sector primario
constituyen el segmento transable o expuesto a la competencia internacional de la
economía y que el resto son sectores no expuestos a ella. Bajo esta clasificación, el
sector transable en su conjunto representa hoy un 21% de la economía. El resto del
producto proviene del sector no transable, dentro del cual tiene un peso enorme el sector
servicios, que da cuenta de alrededor del 60% de las actividades y tiende a mostrar
mayor intensidad en el uso del factor trabajo (gráfico b).

99
Probablemente tuvo que ver en este resultado el hecho de que los grandes proyectos de inversión de
promoción de las industrias básicas de sustitución de importaciones aportaron, sobre todo, economías de
escala de tipo estático y, en un contexto de regulaciones deficientes, esto puede haber creado cierto poder
de mercado en los sectores promovidos. Una hipótesis adicional, también plausible, es que en un contexto
de incertidumbre las empresas sólo tienen incentivo suficiente para invertir si la tasa de ganancia
compensa los riesgos asumidos, introduciendo un sesgo en favor del capital en la distribución.

174
Gráfico 9.5
Evolución de la estructura productiva por sectores

(a) (b)

25 25 Infraestructura y construcción  75

Agropecuario (izq.)

20 Industrial 20 Servicios (der.) 70

15 15 65

10 10 60

5 5 55

0 0 50
1900
1907
1914
1921
1928
1935
1942
1949
1956
1963
1970
1977
1984
1991
1998
2005

1900
1908
1916
1924
1932
1940
1948
1956
1964
1972
1980
1988
1996
2004
Fuente: Ferreres (2006) e INDEC (2011).

En los gráficos hemos volcado datos que abarcan desde 1900 hasta el presente para
mostrar cómo evolucionó la estructura productiva en el largo plazo. Como puede
observarse, la composición sectorial sigue la trayectoria clásica de cambio marcada por
Kuznets y otros autores y que también muestran otros países de la región (Ferreira y
Silva, 2011): en un primer momento, la agricultura expulsa trabajadores que son
absorbidos por la industria y, en un segundo momento, la industria reduce su tamaño
relativo en favor de la expansión del sector servicios. El sector primario exhibe una
tendencia sistemática a reducir su participación, que es más acentuada a partir de la
década del treinta, cuando toma impulso el proceso de sustitución de importaciones. El
sector industrial llega al máximo de participación en el valor agregado hacia mediados
de los setenta y luego pierde peso de forma continua. Esta trayectoria de pérdida de peso
relativo de la industria a partir de los setenta coincide con una desaceleración en el
ritmo de acumulación de capital y, sobre todo, con la débil evolución de la PTF que
marcamos más arriba. Esto sugiere dos hipótesis: primero, la industria pudo haber
tenido, efectivamente, una cierta capacidad para promover actividades con rendimientos
crecientes; segundo, parte del progreso técnico viene incorporado en los bienes de
capital, de forma que, al resentirse la acumulación durante la década perdida de los
ochenta, la PTF perdió dinamismo.

Como la productividad promedio del trabajo varía significativamente de un sector a


otro, la participación de un sector en la generación de empleo puede ser muy diferente a
su participación en el valor agregado. Es necesario, por lo tanto, examinar la creación de
empleo por sector. Esa variable aparece representada en el gráfico 9.6. Está claro que el
sector servicios y el sector público son los que explican la mayor proporción: entre
ambos suman 73% de la población ocupada. El sector industrial genera, por su parte,
sólo el 16% de los puestos de trabajos.

175
Gráfico 9.6
Composición sectorial del empleo
5%
5% 19%

16%

Sector públ i co 55%
Servi ci os
Sector i ndus tri al Sector pri mari o
Sector cons trucci ón

Fuente: INDEC (2011).

Dada la heterogeneidad estructural, la calidad y la productividad de los empleos en cada


uno de estos sectores distan mucho de ser similares. Por ejemplo, la calidad del empleo
en el sector construcción es inferior a la de la industria en la medida que es muy
diferente la cantidad de capital y tecnología a disposición del trabajador promedio en
uno y en otro caso. La heterogeneidad estructural dentro de los sectores moderno y
tradicional en la Argentina se puede constatar comparando la productividad de la mano
de obra en distintos sectores y empresas que registra la encuesta de grandes empresas
(ENGE) del INDEC. Así, para dar un ejemplo basado en la ENGE, mientras en el sector
minero –intensivo en el uso de capital y recursos anuales– la productividad es de 1,4
millones por trabajador, en la industria manufacturera es de 0,4 millones. Asimismo,
dentro de la industria hay grandes diferencias entre, digamos, el sector de combustibles
y el textil.

3. Una evaluación del grado de heterogeneidad estructural

Es posible dar una idea del tamaño de los sectores moderno, tradicional y de
subsistencia sobre la base de los datos aportados por Coatz et al. (2010) sobre las
diferentes categorías ocupacionales (véase cuadro 9.1).

176
Cuadro 9.1
Distribución del empleo según tipo de ocupación (2006)100
Cantidad de Participación en Participación del
Personas el Total (%) Empleo Formal (%)

Sector Moderno 1 548 541 10,1 96


Sector Tradicional 6 461 786 42,2 53
Sector de Subsistencia 7 283 753 47,7 0

Total 15 294 080 100,0


Fuente: Coatz et. al (2010).

Del cuadro surge que sólo el 10% de la población trabaja en las actividades más
dinámicas y que prácticamente la mitad de los trabajadores no tiene ocupaciones de
calidad. Como la productividad del sector moderno y la del tradicional son muy
superiores, sus participaciones en el valor agregado son, por supuesto, más altas que su
participación en el empleo. Más allá de esto, estos datos sobre el mercado de trabajo
indican que la tarea que enfrenta la Argentina es enorme: sin empleo de calidad no hay
crecimiento inclusivo. Es importante señalar que hemos comprendido en el segmento de
subsistencia lo que Coatz et al. (2010) llaman “el núcleo duro del desempleo”, que son
1,7 millones (11,5% del total) y que cuentan con baja o nula calificación.

Otros puntos que merecen destacarse por su valor para caracterizar la heterogeneidad
estructural son los siguientes:

• Falta de escala. La estructura productiva está conformada por unidades


productivas relativamente pequeñas. Dentro del sector moderno, que
incluye las empresas de mayor tamaño, sólo el 2,9% de los trabajadores
se desempeña en empresas de más de 500 empleados y si la línea se traza
en 200 empleados, ese porcentaje sólo sube al 3,6%.
• Gran peso de la informalidad. La informalidad en el empleo es,
básicamente, un problema de los sectores tradicional y de subsistencia.
El 96% del sector moderno es formal. El estrato de subsistencia explica
el 71% del empleo informal.101 Un rasgo muy importante de la
informalidad es que sus trabajadores no están registrados en el sistema de
seguridad social. El cuadro 9.2 indica que la construcción lidera el
ránking de no registro, pero que el rasgo es generalizado.

100
El estrato moderno incluye a los asalariados que se desempeñan en firmas de más de doscientos
empleados, los profesionales independientes y los desocupados con alto nivel educativo. En el estrato
tradicional están contabilizados todos los trabajadores registrados de empresas de hasta 200 personas; los
cuentapropistas calificados (secundario completo y universitario incompleto ); los no registrados
ocupados en empresas de entre 41 y 200 empleados; todos los que trabajan en empresas pequeñas de entre
6 y 40 empleados y los desocupados con calificación (secundario completo y universitario incompleto).
El sector de subsistencia abarca a todo el resto.
101
Coatz et al. (2010) clasifican como “informal”a las unidades que tienen empleados no registrados y a
los que desempeñan actividades informales (servicio doméstico, trabajo familiar y planes sociales).

177
Cuadro 9.2
Problemas de empleo por sector (2006)
Sector de empleo No registrado Desempleo
(%) (%)
Primario 40,1 4,9
Industria 39,7 6,1
Electricidad, gas, agua 6,5 2,6
Construcción 66,7 12,8
Servicios 39,5 7,0
Total 9,2
Fuente: Coatz et. al (2010).

• El nivel de productividad se asocia con el nivel de ingreso. Los autores


encuentran evidencia sobre la relación entre productividad del trabajo e
ingresos que enfatizamos en el capítulo 4: los hogares del estrato alto
tienen un ingreso familiar per cápita cuya mediana supera en 67% al
promedio de la economía; en el estrato medio ese guarismo es 26%.
Dentro de este estrato hay poca diferencia entre formales e informales. El
estrato bajo tiene ingresos que son 42% inferiores a la mediana.
• El tipo de ocupación importa. Si bien hay diferencias de productividad
tanto entre ramas como entre diversos tramos de ellas, también es posible
señalar que, dentro del sector moderno, tienen presencia importante las
actividades industriales, así como ramas de servicios que gozan de
monopolios naturales y servicios financieros. En el estrato medio
también tienen presencia relevante la industria manufacturera, el
comercio y la enseñanza. En el sector de subsistencia predominan
actividades industriales rudimentarias y primarias, el comercio, el
servicio domestico y la construcción. De hecho, la evidencia muestra que
es equivocado identificar a la industria con las actividades del sector
moderno. La estructura de la industria muestra tanta heterogeneidad
como el conjunto de la estructura productiva. La industria da cuenta de
menos de un quinto de la PEA y genera una proporción similar del
producto bruto, lo que sugiere que su productividad no es muy diferente
de la del conjunto de la economía. El cuadro 9.3 registra que la industria
emplea a cerca de un millón de trabajadores del segmento de
subsistencia.

Cuadro 9.3
Empleo industrial según categoría
La industria emplea Participación en el
total (%)
Sector Moderno 340 884 12,5
Sector Tradicional 1 397 658 51,3
Sector de Subsistencia 985 080 36,2
Total 2 723 622 100
Fuente: Coatz et al. (2010).

Al discutir el marco conceptual vimos que los rendimientos crecientes frecuentemente


se asocian con la presencia de conjuntos de actividades que generan vínculos de
complementariedad, con efectos de retroalimentación positiva. Es habitual que esos

178
vínculos se desarrollen a partir de relaciones entre empresas proveedoras y clientes. Por
lo tanto, una economía que tiene una trama rica de empresas encadenadas mediante
relaciones insumo-producto es probable que cree condiciones más favorables para la
explotación de complementariedades. Coatz et al. (2011) analizan la estructura
productiva de la Argentina sobre la base de la matriz de insumo-producto, y sus
hallazgos pueden usarse para evaluar la estructura respecto de esta dimensión.

La situación más prometedora en lo que hace a generar complementariedades es, por


supuesto, la de aquellas actividades con encadenamientos tanto hacia atrás (demandan
muchos insumos de otras actividades) como hacia adelante (actúan como proveedoras
de otras actividades). La presencia de gran número de este tipo de actividades es una
marca distintiva de las economías desarrolladas. Coatz et al. (2011) encuentran,
justamente, que una debilidad estructural importante del país es que no cuenta con
muchas actividades de estas características. Dicho esto, también señalan como positivo
que existe un grado de diversificación en las relaciones insumo-producto superior al de
un país meramente especializado en productos primarios. Entre las ramas que se
destacan por sus encadenamientos se encuentran refinación de petróleo; hilados y textil;
celulosa y papel; fundición de metales; impresión; plásticos y química y, en servicios:
energía eléctrica y telecomunicaciones.

Existen, asimismo, ramas que tienen fuertes encadenamientos hacia adelante. En este
aspecto, se destacan en el sector primario los cereales y oleaginosas y la cría de ganado;
en el secundario, varias ramas proveedoras de insumos industriales (como química,
petroquímica, siderurgia, y en menor escala materias primas plásticas) y la
metalmecánica. El transporte de carga terrestre y la extracción de petróleo y gas también
son actividades con fuertes encadenamientos hacia adelante. Pese al gran potencial para
desarrollar más actividades con encadenamientos hacia adelante, hay una tendencia a
exportar insumos con poca elaboración. Por ejemplo, se exporta mucha molienda y los
alimentos elaborados representan sólo el 25% del complejo agroindustrial. Por último,
también hay un grupo de actividades que demandan gran cantidad de insumos,
generando así encadenamientos hacia atrás. Los autores mencionan aquí la
construcción, el transporte de pasajeros, varias actividades industriales (alimentos y
bebidas, calzado de cuero, confecciones y segmentos de metalmecánica) y servicios de
cine, radio y televisión.

4. Competitividad

En el capítulo 4 se señaló que la competitividad es un test adicional al que hay que


someter a una estructura productiva para evaluar su capacidad de sostener el
crecimiento. Aunque se advirtió también que la competitividad debe siempre analizarse
sin perder de vista la dimensión sistémica. Esto es necesario porque puede ocurrir que
un país sea competitivo y aun así muestre un crecimiento débil. Entre los riesgos se
señalaron: basar la competitividad en un modelo de enclave que no cree oportunidades
suficientes de explotar complementariedades; la enfermedad holandesa y los conflictos
por la apropiación de la renta, que podrían convertir la riqueza de recursos naturales en
una maldición. Concluiremos el análisis de la estructura productiva evaluándola desde
esta perspectiva, incluyendo una mirada a la dirección de los cambios estructurales
observados en la última década.

179
Durante todo el período de retracción de la productividad que comienza en los setenta,
la Argentina enfrentó períodos de fuerte restricción de liquidez externa que, sin lugar a
dudas, constituyeron uno de los obstáculos más serios para la sostenibilidad del
crecimiento: toda vez que el crecimiento tomaba vuelo, la economía se encontraba con
que sus exportaciones no generaban divisas suficientes para satisfacer la demanda de
importaciones. Esta sucesión de episodios indica que la estructura productiva sufría de
una debilidad para enfrentar la competencia externa. El último episodio de esta saga fue
la crisis de 2001-2002.

La situación cambió radicalmente en la primera década de los dos mil. En el período


poscrisis: ya vimos que la tasa de crecimiento fue muy alta y, sin embargo, la restricción
externa no operó en ningún momento. De hecho, el país generó superávit tanto de
cuenta comercial como de cuenta corriente de manera sistemática entre 2002 y 2010
(véase capítulo anterior). El ejemplo más impactante de la magnitud del cambio fue que
el país no enfrentó problemas de liquidez externa durante los dramáticos eventos
internacionales de 2008-2009, disparados por la crisis sub-prime en los Estados Unidos.
En la actualidad, no obstante, la situación está nuevamente cambiando. En 2011, el
superávit de cuenta corriente desapareció, de la mano de una caída en el monto del
superávit comercial impulsada por el aumento de las importaciones en general y de las
necesidades energéticas en particular.

Más allá del debilitamiento actual, estos hechos sugieren que probablemente la
competitividad de la economía se robusteció. Siendo esto así, es natural preguntar si
fueron factores relacionados con los precios o factores asociados con la productividad
los que motorizaron la mejora. Más específicamente: ¿se fortaleció la competitividad
porque nuestra productividad creció a mayor ritmo que la de nuestros competidores en
los mercados internacionales? ¿O, por el contrario, la mejora se debió a que aumentó la
rentabilidad del sector transable por efecto de mejores precios? Y, si es esta última la
causa, ¿la rentabilidad aumentó porque bajaron los costos internos en dólares por efecto
de una depreciación o, por el contrario, se debió a un aumento de los precios
internacionales?

La hipótesis de que la productividad, al crecer más que en el resto del mundo, reforzó la
competitividad tiene algo de plausibilidad, pero está muy lejos de ser suficiente para
explicar una mejora en la restricción externa de la magnitud observada. En el gráfico
9.2.a mostrábamos que la posición argentina en el ránking de competitividad mejoró
algunos puestos, pero el efecto es muy suave. Además, países como China e India han
estado incrementando su productividad de manera espectacular en la última década, con
lo cual resultar un ganador en competitividad en el mundo emergente no era una tarea
fácil. Un hecho adicional que habla en contra de la hipótesis de la productividad como
motor principal es que la evolución de la PTF fue muy débil.

Los efectos positivos de los cambios en los precios sobre la competitividad, en cambio,
tienen más entidad explicativa. En lo relativo a los costos internos, la depreciación de
2002 tuvo un efecto muy sensible, como se observa en el gráfico 9.7.b, que compara el
costo de los bienes de capital con el de la mano de obra, expresados ambos en dólares.
Luego de la crisis y durante todo el período de altos superávit de cuenta corriente, los
costos salariales en dólares se ubican en niveles muy bajos. Aunque también es cierto
que, a partir del mínimo que alcanzan en 2002-2003, se recuperan de manera continua.

180
Dada la magnitud que alcanzan los costos salariales en dólares en 2011, la desaparición
del saldo positivo de la cuenta corriente en ese año dista de ser un hecho sorprendente.

Gráfico 9.7
Evolución del salario en dólares y el tipo de cambio real

(a) Tipo de cambio real (b) Costos en dólares

3.5 130
Costo del capital en USD 
120 (1997=100)
3 Salarios en USD (1997=100)
110
2.5
100

2 90

80
1.5
70
1 60

0.5 50

40
0
May‐…

May‐…

30
Nov‐01

Nov‐08
Sep‐00

Sep‐07
Ene‐96

Ene‐03

Ene‐10
Mar‐97

Jul‐99

Mar‐04

Jul‐06

Mar‐11

1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
Fuente: Elaborado con datos del INDEC (2011) y CENDA (2011).

El gráfico 9.7.a registra la trayectoria del tipo de cambio real multilateral, que es una
medida de cómo evoluciona la competitividad del sector transable del país en relación
con los países con los que comercia. Es fácil ver que el tipo de cambio real sigue una
trayectoria inversa a la del costo salarial: aumenta abruptamente en la crisis y luego cae
de manera sistemática. Esto sugiere que la Argentina se hizo competitiva “de golpe” en
2002 por la vía de deprimir los salarios expresados en dólares mediante una
devaluación. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que la reducción de la
competitividad según la mide el tipo de cambio real es menos brusca que lo que se
esperaría a la luz del incremento constante del costo salarial en dólares; la explicación
se relaciona con lo hecho por nuestro socio comercial principal: Brasil. También allí
aumentó sustancialmente el costo salarial en dólares debido a la apreciación del real que
se registró desde mediados de los dos mil en adelante. Esto amortiguó el efecto de los
incrementos en la Argentina. Por supuesto, tanto Brasil como la Argentina perdieron
competitividad en relación con otras economías, en particular China. Por ello no
sorprende que ninguno de los socios del Mercosur haya estado en condiciones de sacar
ventajas de la positiva situación internacional para ganar competitividad en mercados
industriales y evitar la dependencia del sector primario.

Los precios internacionales también hicieron un aporte sustancial (gráfico 9.8.a). Los
precios de las exportaciones aumentaron significativamente de la mano del incremento
del precio de la soja, cuya demanda fue impulsada, sobre todo, por el espectacular
crecimiento chino. En este período, las exportaciones con destino a China pasaron de
representar el 4% del total a representar el 9%. No debe pasarse por alto, sin embargo,

181
que la Argentina no habría estado en condiciones de aprovechar estas favorables
condiciones si su sector agrícola no hubiese aumentado sensiblemente la productividad.
En el sector agrícola se generó, de hecho, un círculo virtuoso del tipo comentado en el
capítulo 4 entre aumento de rentabilidad vía subas de precios internacionales, inversión,
incorporación de tecnología y elevación de la productividad. La figura 9.8.b muestra la
evolución de toneladas por hectárea. Lamentablemente, este proceso de
retroalimentación positiva sufrió un duro golpe a partir del conflicto entre el gobierno y
el sector agrícola, a partir de 2008. La inversión en el sector se resintió y la
contrapartida fue que parte de los fondos salieron al exterior.

Gráfico 9.8
Evolución de precios internacionales y producción agrícola
(a) Precios internacionales (b) Producción agrícola

200 100,000
Precio 
Exportaciones 90,000
180 80,000
Precio 
Importaciones 70,000
160
60,000
Términos de 
50,000
140 Intercambio
40,000
120 30,000
20,000
100 10,000
0
80
1990 /91

1992 /93

1994 /95

1996 /97

1998 /99

2000 /01

2002 /03

2004 /05

2006 /07

2008 /09
I‐09 
I‐03

I‐06

III‐07 

III‐10 
II‐08 
III‐04
II‐05
IV‐03

IV‐06

IV‐09

Fuente: INDEC (2011) y Ministerio de Agricultura, Ganaderia y Pesca (2011).

Visto desde la perspectiva de nuestro marco conceptual, los desafíos asociados a esta
evolución distan de ser simples. El extremadamente rápido aumento de los costos
salariales en dólares en 2010-2011 es una clara señal de que el riesgo de enfermedad
holandesa no está para nada ausente. Asimismo, la virulencia del conflicto en relación
con las retenciones a la exportación sugiere que tampoco se pueden descartar síntomas
de la maldición de los recursos. En este contexto, el aumento de la disponibilidad de
divisas en los dos mil no llevó a una “explosión” de la inversión productiva en el sector
transable o en infraestructura que se tradujera en un reforzamiento de la competitividad
sistémica.

Bajo estas condiciones, aumenta la amenaza de que la Argentina desarrolle un modelo


de crecimiento con características de enclave, donde la soja tendría el liderazgo (por
supuesto, siempre que la presión tributaria sobre el sector no aborte el crecimiento de su
productividad). Un hecho que agrava esta amenaza es que los sectores industriales que
lograron aumentar sus exportaciones, como la industria automotriz que exporta a Brasil,
lo hicieron al amparo de una fuerte apreciación del real. Un cambio en la política de
Brasil en relación con esto podría tener efectos sustanciales en términos de hacer la
competitividad argentina aun más dependiente del sector primario.

182
¿Son reales estos riesgos? ¿Hay cambios en la estructura productiva que estén operando
en este sentido? La evidencia más sólida de que pueden estar operando fuerzas
sustanciales en favor de una primarización de la economía y el desarrollo de síntomas
de enclave está dada por la evolución de los balances sectoriales de comercio, que se
muestran en el gráfico 9.9.

Gráfico 9.9
Balance comercial por sector
20
40.000

15
30.000

20.000 10

10.000 5

0
0

‐10.000
‐5
‐20.000
‐10
‐30.000 2000 2003 2007 2010
2000 2003 2007 2010
Combustibles Productos primarios
Combustibles Productos primarios
MOA MOI
MOA MOI
Total
Total
Fuente: Coatz et al. (2011). 

Como se puede observar, los balances positivos se concentran en productos primarios y


manufacturas de origen industrial (MOA) y los negativos en manufacturas de origen
industrial (MOI). Asimismo, los desequilibrios aumentan a medida que avanza la
década. El fuerte crecimiento de la economía no se traduce en un cambio en este patrón
estructural de desequilibrios. De hecho, el único cambio sustancial que se observa es la
desaparición del significativo superávit en combustibles que existía hacia principios de
los dos mil. Este es un hecho preocupante pues, si el país comienza a generar déficit de
relevancia en la balanza energética, terminaría adoptando un modelo de crecimiento que
consistiría en cambiar soja por gas. Una estrategia de cambiar una materia prima por
otra poco aportaría para explotar el potencial del país de descubrir nuevas ventajas
competitivas. Tampoco es un signo de pujanza del sector moderno el creciente déficit en
manufacturas de origen industrial.

La falta de dinamismo competitivo del sector moderno, con la excepción del complejo
sojero, se puede apreciar cuando se calculan índices que permiten verificar en qué
actividades cuenta la Argentina con ventajas comparativas. Este punto se ilustra en el
gráfico 9.10.

183
Gráfico 9.10
Índice de ventajas comparativas
0,30 0,30
Región
0,20 0,20

0,10 0,10

0,00 0,00

‐0,10
‐0,10

‐0,20
‐0,20
‐0,30
‐0,30
‐0,40
1995 2000 2004 2008 ‐0,40
1995 2000 2004 2008
Agrícol as Mi neros Energéti cos

Tra di ci onal es Otros  tra di ci onal es Con el evadas  economías  de es ca l a

Dura deros Di fusores  de progres o técni co

Fuente: Elaboración propia en base a CEPAL (2011).  

Las ventajas comparativas se concentran en el sector agrícola y la industria tradicional y


son muy marcadas las desventajas en dos sectores clave para el dinamismo del sector
moderno: difusores de progreso técnico y con elevadas economías de escala. Hemos
dibujado el índice para el intercambio con todo el mundo y para la región del Mercosur
para resaltar el hecho de que las disparidades son menores en este segundo caso, lo que
indica que la Argentina tiene un intercambio de mejor calidad y con mayor potencial
para el desarrollo de rendimientos crecientes con Brasil y los socios del Mercosur. Esto
le agrega valor al acuerdo regional cuando se lo observa desde la perspectiva del
crecimiento sostenido y el desarrollo de un sector moderno pujante.

En síntesis: no cabe duda de que la ganancia de competitividad en la primera década de


los dos mil, reflejada en la cuenta corriente, se explica sobre todo por los efectos de la
evolución de los precios sobre la rentabilidad: por la caída de los salarios luego de la
crisis y por la buena evolución de los precios de las exportaciones. En cuanto a la
productividad como motor de la competitividad, el impulso más relevante provino del
sector agrícola; la productividad en el resto de la economía no gravitó lo suficiente. Esta
evolución de la competitividad implica que la restricción externa podría devenir
operativa si hubiese una reversión en la evolución de los precios internacionales; si los
costos en dólares siguieran subiendo al ritmo que lo hicieron a partir de 2010; o si la
política de subsidios a la energía continuara incrementando el déficit en la balanza
energética.

Esta dependencia de los precios de un bien primario revela que la Argentina perdió la
posibilidad de aprovechar los dos mil para cimentar su competitividad sobre las sólidas
bases de un crecimiento de las actividades con rendimientos crecientes basadas en la
generación de complementariedades y escala. En este sentido, China desempeñó un
papel bastante paradójico: por un lado le cerró a la Argentina muchas posibilidades de
competir en mercados de productos industriales (un desafío que, obviamente, no
enfrentó sólo la Argentina) pero, por otro, contribuyó a relajar la restricción externa,
haciendo más fácil el crecimiento sostenido. Para sacar ventaja de una situación tan
compleja, el país debería haber puesto el acento en evitar que la enfermedad holandesa

184
y la maldición de los recursos devinieran en factores independientes de deterioro de la
competitividad, al aumentar los costos salariales y alimentar conflictos distributivos que
desanimaron la inversión productiva y alentaron la colocación del ahorro nacional en el
exterior.

5. Conclusiones: ¿Cómo es la estructura productiva?

En función de la evidencia que hemos revisado, la estructura económica de la Argentina


puede caracterizarse como semiindustrializada, con ventajas comparativas en el sector
agrícola y un sector de subsistencia de tamaño considerable. El déficit mayor de la
estructura productiva es su falta de integración, lo que limita la explotación de
complementariedades. Se requieren mayores encadenamientos y, en este sentido,
ayudaría significativamente el desarrollo de una industria de bienes de capital de mayor
envergadura; esta industria suele invertir intensivamente en iniciativas de innovación
que pueden generar, adicionalmente, externalidades.

Hemos visto que la productividad se estanca a mediados de los setenta cuando hace
crisis el modelo de sustitución de importaciones y comienza un período de fracasos
sistemáticos para encontrar otro modelo, siempre bajo la amenaza de la restricción
externa. En los dos mil se desarrolla un modelo que se parece al de principios del siglo
XX en el sentido de que se financia la compra de bienes industriales y energía con
exportaciones primarias y hacia Brasil.

No habría que subestimar, sin embargo, el nivel de sofisticación de nuestra estructura


productiva. La Argentina puede crear síntomas de enclave en ciertas actividades pero su
estructura está muy lejos de tener la simplicidad de un enclave exportador. Ya vimos
que es relativamente rica en la medida que se ubica en los estratos superiores de la clase
media alta del planeta. Es difícil llegar a tal nivel de ingresos sin contar con una
estructura productiva medianamente diversificada y que incluya sectores modernos con
alta productividad. Esto, de hecho, es bastante milagroso si se tiene en cuenta que el
país ha sido castigado por crisis recurrentes y cuenta con una estructura institucional
débil. Las crisis y las reglas de juego inestables acortan el horizonte y, por ende,
desalientan los proyectos productivos con un ciclo largo de maduración, que suelen ser
los de mayor productividad y potencial para desarrollar complementariedades.

Distintos sectores tienen aportes distintos que realizar. El sector primario, por ejemplo,
es un generador fundamental de divisas, mientras el industrial y otras actividades
modernas y tradicionales en servicios son importantes en la creación de empleo de
calidad para el sector de subsistencia. Cuando no se genera empleo suficiente, el sector
público actúa en parte como empleador de última instancia, por lo que no sorprende que
absorba una parte relevante del empleo y que no se distinga por su eficiencia en la
provisión de bienes públicos. Sería óptimo poder separar la función de subsidiar el
empleo de otras funciones fundamentales del Estado, pero ello es difícil sin políticas
públicas de calidad.

¿Cuáles son las dificultades si observamos el cambio estructural? A largo plazo, el


cambio estructural en la economía argentina ha favorecido al sector servicios y al
crecimiento del sector no transable sobre el transable. Asimismo, los encadenamientos
hacia atrás y hacia adelante siguen mostrando muchos huecos y ello no ha cambiado

185
durante el proceso de crecimiento actual. En buena medida, ese proceso ha absorbido
mano de obra –lo cual es positivo–, pero en parte a costa de la productividad. Esto
sugiere que se han creado puestos de trabajo en sectores tradicionales de poca
productividad. Como el sector de subsistencia sigue siendo muy significativo, a pesar
del fuerte crecimiento de los dos mil, está claro que la estructura productiva tiene poca
capacidad para crear empleo de calidad. El proceso, por otra parte, se ha caracterizado
por ir acompañado de un fuerte y generalizado aumento de las importaciones en todos
los sectores. Según Herrera y Tavosnanska (2011), nueve de cada diez sectores de las
MOI tienen déficit comercial.

Las condiciones actuales de la Argentina, que constituyen las condiciones iniciales para
intentar el crecimiento sostenido son, en suma, el resultado combinado de 1) los intentos
fallidos de superar la trampa del ingreso medio (véase capítulo 5) y 2) ciertos éxitos
sectoriales específicos. Para aprovechar esta herencia y superar la trampa del ingreso
medio se necesita “pensar” la estructura económica con la idea de generar un cambio
estructural armonioso con las fuentes de aceleración del crecimiento.

186
10. Transformación estructural y sectores productivos

En este capítulo examinamos los cambios ocurridos en la estructura productiva en lo


que va del siglo, adoptando una visión más desagregada, centrada en las actividades
sectoriales específicas. Dado que la teoría actual del crecimiento coloca en un lugar de
privilegio a las actividades transables que, a diferencia de los enclaves, son capaces de
generar complementariedades en el nivel estructural (véase capítulo 4), hemos
concentrado el esfuerzo en examinar las transformaciones ocurridas en los tres sectores
que cuentan con la mayor cantidad de actividades capaces de reunir esas características:
la industria, el sector agropecuario y el área energética. Incluimos también referencias al
sector servicios, donde se observan ciertas actividades de exportación “nuevas” en el
marco del proceso de difusión de las tecnologías de la información y la comunicación
(TIC) y de reactivación del turismo, luego de la devaluación de 2002.

En el caso de industria, sector primario y energía, describiremos la evolución reciente


de cada sector, identificaremos las transformaciones principales que tuvieron lugar
durante el período de alto crecimiento de los dos mil y las evaluaremos a la luz del
objetivo de lograr un mayor desarrollo. En este sentido, en función de lo discutido en el
marco conceptual, es central estudiar si los cambios estructurales que se han producido
en la última década están o no en línea con los requerimientos del crecimiento sostenido
e inclusivo por ello, en lo que sigue, el énfasis estará puesto en las siguientes cuestiones.

Productividad y acumulación: ¿cómo evolucionó la productividad del


sector? ¿Se observan nuevas actividades con rendimientos crecientes e
incorporación de tecnología? ¿Hubo acumulación de capital en el sector?

Creación de empleo: ¿contribuyó el sector a la generación de empleo?


¿Cuál es su potencial para absorber trabajadores del sector de
subsistencia?

Fortaleza competitiva: ¿muestra la evolución del sector un


fortalecimiento de su capacidad exportadora o de competir con las
importaciones? ¿Cómo es el balance neto de divisas del sector?

Estas preguntas no pueden abordarse tomando en cuenta sólo la dimensión del


hardware, que es lo que haremos aquí por razones metodológicas. Es importante, por
ende, considerar que el análisis de este capítulo se complementa con las cuestiones
organizacionales e institucionales que se discuten en los capítulos 11 y 12. En cuanto a
la estructura del capítulo, cada una de sus tres secciones está dedicada, respectivamente,
a la industria, el sector agropecuario y el energético (este último, con una nota sobre el
sector de servicios).

1. Sector industrial

Una forma de evaluar el grado de desarrollo industrial del país es recurrir, como lo
venimos haciendo, a la comparación internacional. Si se elabora un ránking basado en la
producción industrial per cápita, la Argentina aparece como el país más industrializado

187
de América Latina. Este hecho se sostiene en una productividad por hombre ocupado en
la industria relativamente elevada para la región. La productividad es mayor con
relación tanto a México como a Brasil, los países más industrializados. La
productividad laboral es alta también al compararla con el mundo en su conjunto (véase
gráfico 10.1.b). La participación de la industria en el PBI es algo más alta que la media
regional, aunque más baja que en los países en desarrollo, lo cual no sorprende ya que,
por un lado, la Argentina tiene ventajas comparativas en el sector agrícola y, por otro, es
un país de clase media alta, y la participación de la industria en el PBI cae a medida que
un país se desarrolla (gráfico 10.1.a).

Gráfico 10.1
La industria Argentina en perspectiva comparada
(a) Participación en el PBI (%) (b) Valor agregado per cápita
(miles de USD de 2000)

24 2
21.65
1.6
15.17 17.83
16.44 1.5
16 14.78
13.71
1.0
1 0.9
8 0.7
0.6
0.5 0.4

0
0
Argentina

Brasil

en desarrollo
México

América Latina

mundo

América 
Argentina

Brasil

en desarrollo
México

mundo
Latina

Fuente: Unido (2010).

Sin embargo, cuando la comparación se hace tomando el tamaño total de la industria, el


cuadro cambia. La industria argentina es la tercera en tamaño en América Latina
(gráfico 10.2). Un hecho bastante lógico si se considera que Brasil tiene cinco veces
más población que la Argentina; y México, algo más de dos veces y media. La industria
argentina muestra poco dinamismo exportador: la participación de las exportaciones
industriales argentinas en el total regional está por debajo de la participación de la
industria como un todo (véase gráfico 10.2). Con seguridad, que el tamaño de la
estructura industrial sea reducido es un factor que no ayuda a las exportaciones, pues los
productores locales no se benefician de las reducciones de costo asociadas con la escala.

188
Gráfico 10.2
Participación en la industria de América Latina (%)
45
Participación en el 
40 producto industrial 
regional
35

30 Participación en las 
exportaciones 
25 industriales 
20 regionales

15

10

Peru 

Venezuela
México
Argentina

Resto
Colombia
Brasil

Fuente: Unido (2010). Chile

Una mirada a la evolución de la industria a largo plazo no deja mucho lugar al


optimismo en cuanto a la capacidad de la industria para superar sus problemas de
escala. El cuadro que surge del gráfico 10.3 es, en realidad, bastante decepcionante: el
valor agregado industrial per cápita de 2010 es similar al de 1974. En ese último año, la
serie registra un máximo y luego hay una caída permanente asociada primero con la mal
diseñada apertura comercial de fines de los setenta y, luego, con la década perdida de
los ochenta. El mínimo valor agregado industrial por habitante se observó en 2002 ya
partir de allí se instala un período de recuperación sostenida, sólo momentáneamente
interrumpida por la crisis internacional en 2009.

Gráfico 10.3
Evolución del PBI industrial per cápita en la Argentina (pesos de 1993)
1800 Aun no  alcanza el máximo de 1974
1600
1400
1200
1000
800
600
400
200
0
1950
1954
1958
1962
1966
1970
1974
1978
1982
1986
1990
1994
1998
2002
2006
2010

Fuente: Elaborado sobre la base de Ferreres (2006) e INDEC, 2011

189
A la luz de estas cifras, el diagnóstico ampliamente compartido de que la Argentina
viene experimentando un proceso de desindustrialización desde los años setenta parece
justificado. Asimismo, es razonable conjeturar que esta evolución de la industria es uno
de los factores que explican la débil trayectoria de la productividad de la economía en
su conjunto y, en particular, de la productividad total de los factores (PTF), cuya
dinámica depende del progreso técnico y los rendimientos crecientes.

En este contexto, cabe preguntarnos si el crecimiento que experimenta la industria a


partir del mínimo de 2002 es un indicador de que está en marcha un proceso
reindustrialización o, por el contrario, es sólo la manifestación de una recuperación de
cierta normalidad, luego de la gran crisis de 2001-2002. Para intentar una respuesta a
esta pregunta, echaremos ahora una mirada a las transformaciones estructurales
ocurridas en los dos mil. Los siguientes cinco hechos estilizados merecen destacarse.

• No se observan transformaciones significativas en la


participación de los sectores.

En la estructura industrial de nuestro país predomina el sector alimentos y bebidas. Los


sectores intensivos en trabajo tienen también relevancia, como se observa en el gráfico
10.4.a. Los sectores con mayor capacidad para promover efectos de escala (como el
automotor) o derrames tecnológicos (como los intensivos en ingeniería) tienen una
presencia algo menor. Al comparar la estructura actual con la existente en 1993, se ve
que no ha habido transformaciones de relevancia. En lo que hace a generación de
empleo, también es la industria alimentaria la que lleva la delantera, seguida por la
industria del petróleo, petroquímicos y derivados (gráfico 10.4.b).

Gráfico 10.4
Evolución estructural de la industria

(a) Composición del nivel de actividad por sector (%) (b) Empleo por sector (%, 2010)
30
30%

25%
25
1993 2007 20%

20 15%

10%
15
5%

10 0%
Textiles y cuero

Derivados del petróleo y

Material de transporte
Madera, papel, imprenta y

Otras industrias
Alimentos, bebidas y tabaco

Maquinarias y equipos
Metálicas básicas, prod. met.
excepto maq. y equipos

5
Químicos
editoriales

0
Alimentos, Automotriz Intensivos Intensivos Intensivos Metales
bebidas y en en en trabajo básicos y
tabaco ingeniería recursos quimicos
naturales

Fuente: Elaborado con base en Herrera y Tavosnanska (2011) e INDEC (2011).

La ausencia de grandes cambios entre 1993 y la actualidad muestra la fuerza de la


inercia estructural, ya que la Argentina pasó por períodos muy turbulentos: políticas
muy agresivas de reforma en los noventa, seguidas por la crisis de la convertibilidad y
por la recuperación del crecimiento desde 2002 en adelante. Sin embargo, no debemos

190
pasar por alto que existen ciertas diferencias entre los noventa y los dos mil. Herrera y
Tavosnanska (2011) indican que en los noventa el crecimiento más importante se dio en
alimentos y bebidas y en los sectores intensivos en recursos naturales, industria química
y metálicas básicas. Se trata de sectores intensivos en capital y con alta concentración,
por lo que la industria no creó empleo y, además, los sectores de ingeniería e intensivos
en trabajo redujeron su peso. Con posterioridad, estos dos últimos sectores se recuperan
nuevamente. Algo a destacar es que durante los dos mil se recuperaron las ramas
intensivas en ingeniería, como la fabricación de maquinaria y equipo, instrumentos
médicos y productos de metal (Herrera y Tavosnanska, 2011).

• La industria volvió a generar empleo, pero no de manera


sostenida.

El proceso de desindustrialización convirtió a la industria en una actividad expulsora de


mano de obra durante un largo período, que sólo se habría de revertir con el proceso de
crecimiento que comienza en 2003 y se extiende hasta que la economía argentina es
golpeada por la crisis internacional, en 2008. En ese período, el empleo formalizado se
eleva en más del 50% y el aumento en el empleo industrial es generalizado, ayudado no
sólo por el crecimiento sino, también, por los cambios en la composición industrial en
favor de ramas que utilizan mano de obra con intensidad algo mayor al promedio. Las
ramas más dinámicas: confecciones y muebles, minerales no metálicos (por la evolución
de la construcción) y las intensivas en ingeniería (véase Herrera y Tavosnanska, 2011,
para una descripción detallada).

La recuperación de la capacidad para generar empleo, sin embargo, demostró no ser


sostenible. A partir de 2008, la creación de empleo se paraliza, al punto que entre 2008
y 2010 vuelve a haber destrucción neta de empleo en la industria. Según el INDEC, el
total de empleados en las ramas industriales cae alrededor de 2%. La nueva situación
del mercado laboral, por otro lado, se extendió más allá de la coyuntura recesiva creada
por el shock externo. Cuando la economía retoma el crecimiento, el empleo no vuelve a
crecer; es muy probable que el aumento en los costos salariales haya desempeñado un
papel en este resultado. Hasta 2008, los costos salariales ajustados por productividad
habían estado al menos un 20% por debajo de los niveles anteriores a la caída de la
convertibilidad; en el período de reactivación posterior a 2009, en cambio, los salarios
en dólares subieron de manera significativa debido a la mudanza en la política
cambiaria, que pasa de defender un tipo de cambio real “competitivo” a administrar el
tipo de cambio nominal como instrumento de control de la inflación. En el nuevo
contexto, el fuerte aumento de productividad laboral que se había ganado luego de la
crisis tiende a ser compensado por un tipo de cambio nominal que evoluciona muy por
debajo de la inflación, restando competitividad a la industria. En el capítulo anterior
presentamos la evidencia empírica del fuerte incremento de los salarios expresados en
dólares.

En suma, el período 2003-2008 sugiere que las actividades tradicionales y modernas


que componen la industria tienen potencial para crear empleo y absorber mano de obra
del segmento de subsistencia, pero las distorsiones de precios relativos y la inestabilidad
macroeconómica pueden constituirse en obstáculos insuperables a la hora de generar un
incremento sostenido en la demanda de trabajo para la industria. En este sentido,
aparece una tensión distributiva entre mejorar los salarios del sector formal de manera
rápida y crear empleo para los sectores empleados en actividades de baja productividad

191
y cuya absorción en el sector moderno podría tener efectos muy positivos en términos
de inclusión.

• La acumulación de capital por industria fue desigual y


cambiante.

La formación de capital en la industria se recupera junto con la producción industrial en


la etapa posterior a la crisis de la convertibilidad y en 2006-7 alcanza un máximo, como
se observa en el gráfico 10.5.a. Es interesante notar, no obstante, que la acumulación de
capital se desacelera ya en 2008, antes de que se sienta el impacto de la crisis
internacional. En este caso, el ambiente de inversión pudo haberse deteriorado por el
conflicto entre el gobierno y el sector agropecuario. Al igual que en el caso del empleo,
la recuperación del nivel de actividad luego de la recesión de 2009 no retrotrae el ritmo
de acumulación a los niveles máximos que se habían registrado en los dos mil.

Gráfico 10.5
Acumulación de capital en la industria
(a) Formación de capital en la industria (b) Desagregación del stock por industria
(% crec. 2003-2010) (2010; 2003=100)

8.0% 160

7.0% 140

6.0% 120

5.0% 100

80
4.0%
60
3.0%
40
2.0%
20
1.0%
0
0.0%
Químicos

Automotriz
Nivel General

Textiles
Tabaco
Alimentos y Bebidas

Resto metalmecánica
Metálicas básicas
Refinados de petróleo

Caucho y plástico
Edición e impresión

Min. no metálicos
Papel y Cartón

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010


‐1.0%

Fuente: INDEC (2011).

La mayor acumulación de capital es generalizada, liderada por papel y cartón y el sector


automotor. Una excepción importante es la refinación de petróleo (gráfico 10.5.b). Esta
falta de inversiones sorprende, dado que la economía creció de manera veloz y los
precios internacionales fueron altos. Sería imposible explicar esta debilidad en la
acumulación de capital sin hacer referencia al software: la configuración de reglas de
juego del sector energético fue inestable y ello contribuyó a crear un mal clima de
inversión, como se verá más adelante.

La industria nacional, sin embargo, se benefició sólo relativamente con la mayor


inversión del período debido al subdesarrollo de las industrias nacionales de fabricación
de maquinaria y equipo. El 60% de la demanda se satisface con importaciones debido al

192
debilitamiento del sector durante la desindustrialización (véase Herrera y Tavosnanska,
2011). De este hecho se sigue que en la Argentina sería difícil mantener un proceso de
inversión sostenido sin generación fluida de divisas. Por supuesto, una política
industrial que busque promover actividades con rendimientos crecientes y riqueza de
complementariedades, debería contar entre sus objetivos el de reactivar la industria de
bienes de capital, cuyos efectos de derrame son vitales para el progreso técnico del
conjunto de la estructura industrial. En períodos anteriores, este sector llegó a ser
significativo, pero no estuvo en condiciones de sobrevivir a la creciente apertura
posterior a los setenta.

• La industria adolece de cierta fragilidad competitiva

Si bien es posible marcar algunos hechos alentadores, lo cierto es que no se observan


cambios en la estructura que permitan afirmar que la industria esté en vías de superar las
importantes dificultades que históricamente experimentó y fortalecer su competitividad.

Gráfico 10.6
Participación de las exportaciones industriales (%)
80

70

60

50 Manufacturas de
Origen Agropecuario
40 Manufacturas de
30 Origen Industrial
Manufacturas
20

10

0
1980
1983
1986
1989
1992

1995
1998
2001
2004
2007
2010

Fuente: Elaborado a partir de datos del INDEC (2011).

El gráfico 10.6 muestra la evolución a largo plazo de la participación de las


exportaciones en el total exportado. Más allá de las fluctuaciones, la participación de la
industria en las ventas externas se mantiene estable. Se aprecia un incremento en la
participación de las manufacturas de origen industrial (MOI) en detrimento de las de
origen agropecuario (MOA); en consonancia con esto, el sector llega a exportar
aproximadamente un cuarto de su valor bruto de producción hacia el año 2007 (véase
Herrera y Tavosnanska, 2011).

Ese incremento es un hecho positivo porque las exportaciones pueden ser un vehículo
para acceder a nuevos mercados, generar complementariedades dentro de la estructura
productiva y ser un instrumento para aumentar la escala y diversificar la canasta
exportadora. El lado débil en el caso argentino es, justamente, que estos elementos
estuvieron poco presentes. En particular, la canasta exportadora sigue sin mostrar

193
diversificación; los sectores basados en recursos naturales explican bastante más de la
mitad de las exportaciones.

En cuanto a la escala, hubo cierta ganancia en la medida que uno de los motores del
aumento de la exportación fue el incremento en el comercio intraindustrial en el marco
del Mercosur. Esto es, aumentaron al mismo tiempo las exportaciones y las
importaciones en la medida que hubo cierta integración entre industrias argentinas y
brasileñas. La restricción a este respecto es que, si bien al aumentar el comercio
intraindustrial se incrementa la escala, también puede elevarse el riesgo de que ciertos
eslabonamientos de la estructura industrial local se desarticulen, con el resultado de que
se produzcan menos relaciones de complementariedad. Herrera y Tavosnanska (2011)
señalan, por ejemplo, que la industria automotriz aumenta el coeficiente de
exportaciones del 29 al 43%, pero el de importaciones sube de 40 a 50%. En realidad,
un rasgo muy marcado en los dos mil fue la fuerte penetración de las importaciones
industriales, que terminaron por superar largamente los máximos que se habían
alcanzado en la convertibilidad. Hoy, un cuarto de lo que se consume es de origen
importado y en la convertibilidad nunca se llegó a superar el 20%.102 Estos hechos
sugieren que el crecimiento industrial de los dos mil no se basó en la sustitución de
importaciones sino en la complementación con exportaciones. Hay segmentos
industriales, como bienes de consumo durable, en que el contenido local ha decaído de
manera significativa. Como ya vimos en el capítulo anterior, el resultado final del
proceso es un marcado deterioro en la balanza comercial de la industria.

Es evidente que a estrategia para ganar competitividad no debería ser “poner palos en la
rueda” de la integración y renunciar a ganar escala, sino crear condiciones para que la
integración regional produzca la mayor intensidad posible de efectos de
complementariedad y aprendizaje; centralmente: promover la creación de empleo de
calidad para maximizar el aprendizaje por la experiencia e incentivar la acumulación de
capital, ya que buena parte del avance técnico viene incorporado en maquinarias y
equipos.

Hemos visto que luego de 2007 reaparecen dos viejos enemigos del desarrollo
industrial: la inestabilidad de los precios relativos y la volatilidad macroeconómica.
Ello, junto al deterioro del clima de inversión, hizo perder fuerza a la incipiente
reversión de la desindustrialización, que tomaba la forma de creación de empleo y
acumulación de capital. Estos elementos indican que una política que promueva el
desarrollo industrial debe concebirse de forma sistémica; además de las iniciativas
puramente sectoriales –como incentivar la industria nacional de bienes de capital–, debe
prestar atención tanto a la estabilidad macroeconómica como a los elementos del
software, en particular a la estabilidad de las reglas de juego. Asimismo, la política
industrial debería diseñarse tomando la integración regional y las condiciones globales
como un dato. El empresario de los dos mil está, en este sentido, mucho más
globalizado y maneja con mayor eficiencia los canales de distribución que el de la etapa

102
El largo proceso de apertura no se ha interrumpido en los dos mil. Es un dato a tener en
cuenta, ya que el tipo de cambio real posterior a la crisis fue muy alto, lo cual en principio debería haber
desincentivado las importaciones. Herrera y Tavosnanska (2011) subrayan, adicionalmente, que la
penetración es generalizada: de 22 sectores, sólo cinco importan en proporción menor que en 1997:
alimentos y bebidas, madera, papel, edición e impresión, y productos metálicos. Se destacan por el
incremento: textiles, indumentaria, refinación de petróleo, productos químicos, equipos de radio, TV y
comunicaciones, así como también muebles.

194
de sustitución de importaciones (véase Kosacoff, 2010). Un dato a tener en cuenta es
que, dada la mayor presencia de comercio intraindustrial, los incrementos en los costos
locales llevan más rápidamente que en el pasado a que las empresas sustituyan
producción local con importaciones.

2. Sector agropecuario

En el capítulo 7 vimos que la Argentina está bien dotada de tierras aptas para el cultivo
y, por lo tanto, es natural que el sector agrícola tenga una presencia significativa en la
estructura productiva. Tradicionalmente, se consideraba que la tierra era un recurso
limitado y estático, y que las actividades ligadas a ella generaban escasos
eslabonamientos e incorporaban tecnología de manera poco dinámica, en parte debido al
tipo de organización productiva predominante. Los especialistas tienen en la actualidad
una visión muy diferente de la tradicional. Bisang (2011) señala que la tierra no debe
concebirse como un recurso fijo sino como una plataforma de transformación de energía
a cielo abierto, con potencial para inducir progresos tecnológicos y en la organización.
En cierto sentido, esto obliga a considerar lo primario como una industria. Según este
autor, se necesita una visión de ese tipo para dar cuenta de los cambios estructurales
ocurridos en el sector en las últimas décadas. Nos concentraremos ahora en las
transformaciones del hardware y sus implicancias para la productividad, el cambio
tecnológico y la competitividad. Al igual que en el caso de la industria, presentamos a
continuación los hechos estilizados de mayor relevancia.

• La producción agrícola creció impulsada por la incorporación de


tecnología y la expansión del área implantada.

El gráfico 10.7.a es útil para dar una idea de la “revolución” de productividad que se
registró en el sector agrícola: puede observarse allí que la producción de cereales y
oleaginosas muestra una trayectoria ascendente muy marcada en las dos últimas
décadas, a tal punto que la producción total ronda hoy los 90 millones de toneladas,
cuando veinte años atrás era de algo más de 33 millones. Siguiendo a Bisang (2011),
hemos marcado los momentos en que el productor nacional internaliza los progresos
técnicos relacionados con la “revolución verde” y la “biotecnológica”. Mientras en el
primer caso las nuevas tecnologías se absorben con un rezago de años, en el segundo
nuestro país se anota en el grupo de vanguardia. En particular, está entre los primeros en
adoptar el nuevo paquete tecnológico constituido por las semillas genéticamente
modificadas, nuevos herbicidas y el método de siembra directa y la agricultura de
precisión. En el gráfico 10.7.b puede observarse la forma vertiginosa en que crece la
superficie sometida a siembra directa.

195
Gráfico 10.7
Producción de cereales y oleaginosas y siembra directa
(a) Producción de cereales y oleaginosas (Millones de Ton.) (b) Superficie con siembre directa (hectáreas; %)

Evolución de la superficie sembrada con siembra directa
120 ‐en hectáreas, en porcentaje‐
ENTRADA TARDÍA REVO LUC IÓ N
EN LA BIO TECNO LÓ GICA 24.000.000 80
100 REVO LUCIÓ N 73,00
22.000.000
VERDE 67,02
68,83
70
64,82
20.000.000

80 18.000.000
59,66
60
55,34

16.000.000
REVO LUC IÓ N
50
60 VERDE 14.000.000 44,34
EN EL MUNDO
12.000.000 40
35,38

40 10.000.000
28,37
30
8.000.000 22,63

6.000.000 20
20 11,49
13,55
15,42

4.000.000
9,21
10
5,05
2.000.000
1,50 2,51
0 0
0,03 0,12 0,32 0,45
0
1 9 0 0 /0 1
1 9 0 5 /0 6
1 9 1 0 /1 1
1 9 1 5 /1 6
1 9 2 0 /2 1
1 9 2 5 /2 6
1 9 3 0 /3 1
1 9 3 5 /3 6
1 9 4 0 /4 1
1 9 4 5 /4 6
1 9 5 0 /5 1
1 9 5 5 /5 6
1 9 6 0 /6 1
1 9 6 5 /6 6
1 9 7 0 /7 1
1 9 7 5 /7 6
1 9 8 0 /8 1
1 9 8 5 /8 6
1 9 9 0 /9 1
1 9 9 5 /9 6
2 0 0 0 /0 1
2 0 0 5 /0 6

1986-87 1988-89 1990-91 1992-93 1994-95 1996-97 1998-99 2000-01 2002-03 2004-05 2006-07

Siembra Directa Siembra Directa / Siembra Total

Fuente: Bisang (2011).

La evolución de la productividad medida sobre la base de los rendimientos por hectárea


aparece en el gráfico 10.8.b. El cultivo que muestra el aumento más importante es el
maíz. El incremento en el rendimiento de la soja es menos dinámico. Sin embargo, este
indicador puede dar una visión algo sesgada del verdadero incremento. Ello se debe a
que la superficie sembrada con soja se expandió mucho más que el resto y, por ende, se
fueron incorporando campos menos productivos. De hecho, la expansión de la frontera
agrícola es parte de la revolución tecnológica, ya que se hizo posible incorporar tierras
que anteriormente no eran aptas. El aumento de la producción, por lo tanto, es atribuible
tanto a incrementos en la productividad por hectárea como a la expansión del área
sembrada. En veinte años, hubo un incremento de 75% del área implantada.
Gráfico 10.8
Superficie implantada y rendimientos
(a) Superficie implantada / total (%) (b) Rendimiento por hectárea (kilos)
80% Giras ol 9000 Giras ol
70% Maíz 8000 Ma íz

60% Soja 7000 Soja


Trigo 6000 Tri go
50%
5000
40%
4000
30%
3000
20%
2000
10% 1000
0% 0
1979 /80 1989 /90 1999 /00 2009 /10 1979 /80 1989 /90 1999 /00 2009 /10

Fuente: Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (2011).

196
En lo que hace a la asignación de la tierra a cada cultivo, los cambios no son menores.
En el gráfico 10.8.a puede verse el espectacular incremento de la proporción destinada a
soja. En el período 2009-2010, ese cultivo absorbe casi el 70% del total. Este avance de
la soja no estuvo libre de controversias: un proceso de “sojización” excesiva podría
llevar a una estructura productiva agraria con rasgos de monocultivo. La expansión en el
área sembrada, obviamente, tiene su contrapartida en la producción. En la campaña
2010-2011, la soja representa el 54% del total, seguida por maíz (25%), trigo (16%) y
girasol (4%).

De la mano de la ampliación en la oferta agrícola y de las buenas condiciones


internacionales, se expandieron otras actividades con capacidad para explotar
economías de escala, como los biocombustibles. La producción de biocombustibles se
incrementó y hubo importantes inversiones, pero su consumo representa un porcentaje
ínfimo (1,2%) de la matriz energética, como se señala en un reciente documento de ex
secretarios de Agricultura (véase Reca et al., 2011). La ley estableció que en 2010 las
naftas y el gasoil deberían contener un mínimo de 5% de bioetanol y de biodiesel. Se
necesitan 1,2 millones de toneladas de biodiesel y 250 mil de bioetanol, que se aportan
sin problemas. El sobrante de biodiesel se exporta al mercado europeo (Reca et al.,
2011).

En contraste con la agricultura, la ganadería experimentó una trayectoria poco dinámica,


que restringió tanto su desempeño exportador como la inversión en la ampliación del
stock ganadero. Junto con los lácteos y el trigo, esta actividad se vio muy influida por
las intervenciones del Estado, guiadas por objetivos de política distributiva. El Estado
influyó activamente sobre la oferta local para suavizar los impulsos alcistas en los
precios de los alimentos, que en algunos períodos exhibieron subas importantes a nivel
internacional.103 Asimismo, no ayudó al desarrollo del sector la falta de cambios en la
estructura de comercialización de carnes, que presenta importantes deficiencias.

Las dificultades para definir reglas de juego claras para este sector se originaron, en
gran medida, en las carencias de un marco institucional y de políticas que no provee
instrumentos eficaces para proteger a los sectores de menores ingresos ante shocks en
los precios de los alimentos. En vez de poner el acento en subsanar estas deficiencias,
las autoridades prefirieron recurrir a medidas discrecionales que afectaron los incentivos
y, por ende, la producción y la inversión.

• La agricultura experimentó un proceso sustancial de


acumulación de recursos, pero la ganadería y la infraestructura
se rezagaron.

Una forma básica de incrementar la productividad del trabajo es mediante la


acumulación de recursos. Este factor desempeñó, sin dudas, un papel de relevancia en la
evolución del sector: muy positivo en el caso de la agricultura pero con muchos
claroscuros en ciertas actividades específicas –en particular, la ganadería– y en el
desarrollo de la infraestructura de apoyo a la producción y distribución.

103
La Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), creada en 1996, intervino
activamente en los mercados de carnes, granos y lácteos a partir de 2006 y hasta su reemplazo reciente
por otra entidad con objetivos similares; para influir en los precios, se impusieron cupos de exportación,
“compensaciones” y declaraciones juradas de ventas al exterior (véase Reca et al., 2011).

197
En un contexto de incrementos en el precio de la tierra que se manifestó en el nivel no
sólo local sino mundial, la incorporación de nuevas tierras fue uno de los rasgos
salientes de la acumulación de recursos. El área sembrada pasó de 15,4 millones de
hectáreas en 1990, a 22 millones en 2000 y 27 millones en 2010, un incremento muy
marcado; aun cuando esta expansión en ciertos casos se hizo a costa de un
desplazamiento de la actividad ganadera. El sector agrícola también demandó
maquinarias y equipos, lo cual propició nuevas oportunidades para el sector que los
produce, que utilizó la capacidad instalada previa para desarrollar y adaptar
sembradoras a las prácticas de las nuevas tecnologías. Por esta vía operaron importantes
efectos de complementariedad. Asimismo, en consonancia con la mayor oferta de
granos y oleaginosas se han registrado inversiones importantes en molienda de soja
(Bisang, 2011).

En línea con lo visto en el marco conceptual, no obstante, hay que tomar en cuenta que
junto con la acumulación de recursos opera, típicamente, la ley de los rendimientos
decrecientes. El proceso que estamos comentando no fue una excepción en relación con
esto: la calidad de las tierras que se fueron incorporando era menor y ello jugó en contra
de la productividad. Ya se señaló que los rendimientos medios de la soja no aumentaron
a la velocidad que lo hubieran hecho si el nuevo paquete tecnológico se hubiese
aplicado a tierras de calidad constante. Así, dentro del proceso de transformación
estructural que se instala desde los noventa, aparecen disparidades sustanciales en la
evolución de los rendimientos de tierras ubicadas en diferentes localidades.104

La evolución del stock ganadero muestra un cuadro muy diferente en lo relativo a la


acumulación. Entre 2000 y 2010, ese stock no muestra avances: se mantiene estancado
en unos 49 millones de cabezas. Si bien la cantidad de cabezas exhibió una tendencia
creciente a partir de 2002, el stock se desploma al sobrevenir un período en que las
políticas mantuvieron deprimidos los precios internos hasta la gran sequía de 2008 y en
el que se utilizaron instrumentos para desincentivar la exportación. Las exportaciones de
carne disminuyeron en un 70%. El estancamiento argentino contrasta con los fuertes
incrementos observados en Brasil, Uruguay y Paraguay (véase Reca et al., 2011).

La inversión en infraestructura también aparece rezagada, dado el fuerte incremento de


la producción agrícola. Las cifras aportadas por Reca et al. (2011) son útiles para dar
una visión de las restricciones. En ese documento se enfatizan los siguientes puntos:

1. El transporte demanda un cambio en su estructura. En la actualidad, 83%


de los granos se transporta en camión, 15% por ferrocarril y 2% en
barcazas; a su vez, 80% de los granos y derivados que se exportan se
embarca a través de 17 puertos del Paraná. Sería necesario incrementar
fuertemente el transporte de granos a través del ferrocarril y el transporte
fluvial.

2. Hay limitaciones en la capacidad de almacenamiento, que es del 75% de


la producción. Habrá restricciones si se superan los 100 millones de
toneladas. Se calcula que se necesita ampliar la capacidad en un 30%, lo
que demandaría una inversión de unos 3000 millones de dólares.

104
Para tener una idea de la disparidad existente: en soja, hacia fines de la década de 1990, la tasa de
aumento del rendimiento promedio en Pergamino era de 54,50 kg/ha/año, mientras que la tasa promedio
nacional se ubicaba en apenas 13,50 kg/ha/año (Cap, 2000).

198
3. La expansión de facilidades de riego es básica para la integración
territorial. Dos tercios de nuestro territorio están constituidos por zonas
áridas o semiáridas, y los sistemas de riego existentes son de baja
eficiencia, con problemas de salinización y drenaje. Se calcula que,
realizando inversiones y modernizando las reglas de juego, podría
duplicarse en una década el área actual bajo riego (1,6 millones de
hectáreas).

Estos datos indican que un incremento bien planeado de la inversión en transporte e


infraestructura de almacenamiento y riego podría hacer un gran aporte para adaptar la
estructura productiva en función de los requerimientos de un componente fundamental
del hardware: la geografía.

• El potencial para la creación de empleo no se realiza porque la


cadena de valor y las complementariedades con otras actividades
están subdesarrolladas.

¿Están las actividades del sector en condiciones de generar empleo productivo y


coadyuvar a reducir el sector de subsistencia?

Según las estimaciones de Reca et al. (2011), la producción de cereales y oleaginosas


podría incrementarse en un 50% en diez años, lo cual podría generar entre 200 y 240
mil empleos en los diversos escalones de la cadena de valor asociada con esos cultivos.
Además, el sector podría contribuir a una mayor densidad interindustrial mediante
actividades que usan como eje la tierra, combinadas con la metalmecánica, la química
(fertilizantes, biocidas y silos bolsa) y proveedores de servicios especializados (Bisang,
2011; Lodola et al., 2010).

Una limitación central para generar valor agregado en la cadena es que aún predominan
las actividades vegetales por sobre las animales. En la situación actual, el tramo más
desarrollado de la cadena es el de la soja, seguido por la carne bovina y la leche. El resto
tiene una presencia muy inferior, como se observa en la figura de más abajo.

Gráfico 10.9
Cadena Agroalimentaria Argentina (2007; % del total)
(a) Participación en el valor agregado (b) Participación en las exportaciones
30 60
25 50
20 40
15 30
10 20
5 10
0 0
Arroz

M ie l

M aní
Y e r b a  m a te
M a íz

B e r r ie s
T r ig o

Sorg o
L im ó n

C a ñ a  d e  a zu c a r
F o r e s ta l
G ir a s o l

T o m a te
C a r n e  b o v in a

U v a  p a r a  m e sa

P o r c in o s

C ítr ic o s

C a p r in o s
P e r a s y
P o llo

Tabaco

A jo
A lg o d ó n
Leche

Te
S o ja

C ebada

O v in o s

O liv a
Papa

C o lz a

Arroz

M ie l

M aní
Y e r b a  m a te
M a íz

B e r r ie s
C a ñ a  d e  a zu c a r
T r ig o

Sorg o
L im ó n
F o r e s ta l
G ir a s o l

T o m a te
C a r n e  b o v in a

U v a  p a r a  m e sa

P o r c in o s

C ítr ic o s

C a p r in o s
P e r a s y
P o llo

Tabaco

A jo
A lg o d ó n
Leche

Te
S o ja

C ebada

Papa
O v in o s

O liv a

C o lz a

Fuente: Lódola et al. (2010).

199
El subdesarrollo de la cadena en lo que hace a carne, leche y alimentos deja inexplotada
una gran fuente de generación de empleo tradicional al generar poco valor agregado
(gráfico 10.9.a). Como ya hemos visto, los alimentos son protagonistas en la generación
de empleo en la industria.

Al estar poco explotada la cadena de valor, los granos y semielaborados tienen mucho
más peso en las exportaciones que los alimentos o los productos agroindustriales
(gráfico 10.9.b). Existen, no obstante, desarrollos interesantes; por ejemplo: el sector
vitivinícola, un rubro en el que la Argentina cuenta con larga tradición, se encontraba en
retroceso hacia principios de los noventa y ha mostrado desde entonces una evolución
muy positiva con incorporación de tecnología e implantación de variedades de alta
calidad. Hoy, la superficie cultivada con vid representa el 2,81 % de la superficie
mundial. Nuestro país es el séptimo consumidor y el quinto productor mundial luego de
Italia, Francia, España y Estados Unidos. En exportaciones, ocupa un lugar menos
destacado pero relevante (puesto 11). Dos características muy interesantes del sector son
la fuerte orientación exportadora y su capacidad de incentivar actividades
complementarias que pueden generar empleo de calidad para el sector de subsistencia
en las economías regionales como el turismo, la gastronomía y la hotelería. En cuanto a
exportaciones, ha logrado un sostenido incremento de las ventas externas, acompañadas
con una mejora en la tecnología utilizada. Como consecuencia, en los últimos diez años
la Argentina se ha incorporado a los países exportadores de vinos de alta calidad. Las
exportaciones pasaron de 117 millones de dólares a 666 millones entre 2000 y 2009. El
55% de las ventas de vinos al exterior es fraccionado; el resto, a granel. Los principales
mercados para los vinos argentinos son Rusia, Estados Unidos, Paraguay, Reino Unido,
Canadá y Brasil (véase Instituto Nacional de Vitivinicultura, 2011).

La agricultura está vinculada con el sector de subsistencia de variadas formas. La


agricultura familiar tiene un peso importante en la estructura, ya que genera alrededor
de un cuarto del valor bruto de producción. Se crean puestos de trabajo en actividades
como las hortalizas, los frutales y los productos regionales. También hay presencia de
empleos que suelen ser precarios en actividades temporales y las zafras, y en actividades
industriales de subsistencia como los quesos y chacinados. La construcción de caminos
rurales, facilidades de riego y electrificación tendrían una gran influencia en evitar la
migración rural urbana, crear oportunidades de trabajo en el campo y evitar la
acumulación de oferta de mano de obra en el sector informal urbano. Hoy existe una red
vial rural que en su mayoría es de tierra y depende de los municipios para su
mantenimiento (véase Reca et al., 2011). Nótese que la construcción de infraestructura
es una fuente de generación de empleos por sí misma y un instrumento central para
lograr un mayor desarrollo e integración de las economías regionales.

• La competitividad se robusteció con el aumento de la


productividad en un clima de negocios que no operó en igual
sentido.

El sector es un gran proveedor neto de divisas para la economía. Por ello, la importancia
de mantener su competitividad va más allá de lo sectorial y se proyecta en el plano
sistémico y macroeconómico. La dinámica stop-and-go que mostró la economía
argentina en la posguerra no es independiente del rezago de la agricultura en adoptar las
tecnologías de la revolución verde (véase gráfico 10.7.a). Asimismo, el relajamiento de
la restricción externa permitió que en los dos mil la economía creciera, pero tampoco es

200
independiente del espectacular dinamismo de la oferta que ya se analizó. Esto es así,
específicamente, porque la mayor oferta exportable, en un contexto de términos del
intercambio favorables, se tradujo en un fuerte aumento en el ingreso de divisas.
Gráfico 10.10
Evolución de exportaciones primarias
(a) Exportaciones en millones de dólares (b) Participación en las exportaciones primarias (%)

6,000,000,000 50%
45%
5,000,000,000 40%
2000 35% 2000
4,000,000,000
2010 30% 2010
25%
3,000,000,000
20%
2,000,000,000 15%
10%
1,000,000,000 5%
0%
0

Semillas y oleaginosas    
Cereales

Mineral de cobre
Frutas frescas

Resto
Hortalizas y legumbres
Pescados y mariscos
Semillas y oleaginosas    
Cereales

Mineral de cobre
Frutas frescas

Hortalizas y legumbres

Resto
Pescados y mariscos

Fuente: INDEC (2011).

En los diez años que van de 2000 a 2010, el aporte total de divisas de las exportaciones
primarias se triplicó, llegando a los 15.000 millones. Como surge del gráfico 10.10.a, el
aporte más relevante, por lejos, lo hizo la soja, seguida de los cereales, pero todos los
demás sectores contribuyen positivamente; es de destacar el incremento en minería a
través del cobre. El gráfico b registra las participaciones en el total de exportaciones.
Los sectores que crecieron más rápido y ganaron participación son la soja, la minería, y
las hortalizas y legumbres.

Por supuesto, la favorable evolución en la oferta de divisas generada por el sector no se


explica solamente por factores de oferta local. También operó el factor precio, a partir
del dinamismo de la demanda. Sobresalen la demanda asiática liderada por China así
como los cambios en el comercio mundial que llevaron al desarrollo de nuevas cadenas
globales de valor (véanse Mercado et al., 2012, y Bisang, 2011) Por supuesto, estos
desarrollos también pueden generar amenazas para la competitividad. Por un lado, un
exceso de oferta de divisas como fruto de términos del intercambio favorables podría
llevar a una situación de enfermedad holandesa; por otro, la Argentina podría tener una
mala inserción en las cadenas de valor global, sin dominar activos estratégicos
asociados con el manejo de tecnologías y de los canales de comercialización. En este
sentido, existe una tensión entre las oportunidades que brindan China y el crecimiento
asiático al mejorar los precios, por un lado, y las fuerzas hacia la primarización que esos
mismos factores generan, por el otro. Sin lugar a dudas, la inteligencia con que la
Argentina responda a este desafío determinará su futuro en las próximas décadas.

201
3. El sector energético y las sorpresas en servicios

Daremos fin al análisis de la estructura productiva ocupándonos de dos sorpresas de los


dos mil: el sector energético y los servicios. Vale anticipar, no obstante, que se trata de
sorpresas de diferente carácter (positiva en servicios y negativa en energía) y magnitud:
lo ocurrido en energía es mucho más importante en sus implicancias para el crecimiento
sostenido.

El sector energético es uno de los que muestran el cambio estructural más profundo en
los dos mil y ese cambio era muy difícil de pronosticar al principio de la década sobre la
base de la evolución que venía mostrando el sector. Uno de los factores que explican
este hecho es que, en buena medida, las transformaciones ocurrieron como
consecuencia de decisiones de política; fueron determinadas por factores asociados con
las reglas de juego contenidas en el software y no tanto por lo ocurrido con el hardware.
Dejaremos, no obstante, los problemas de software para el capítulo 11 y nos
concentraremos aquí en las transformaciones del hardware del sector.

La sorpresa en servicios estuvo dada por la positiva evolución de las exportaciones que
se producen de manera bastante espontánea y se correlacionan con las ventajas de
competitividad creadas por la depreciación de la moneda para un sector cuya
producción es intensiva en el uso de mano de obra. Obviamente, como la ventaja
competitiva se relaciona con los costos, la apreciación de la moneda resulta una
amenaza para este desarrollo y, en cualquier caso, se requerirían estrategias que
permitan ir escalando hacia las actividades más sofisticadas de la escala global de valor
en la que estas exportaciones se insertan (véase López y Ramos, 2011).

Los siguientes hechos estilizados describen los rasgos de mayor relevancia para nuestro
estudio relacionados con estos dos sectores.

• La Argentina muestra una matriz energética desequilibrada, que


requiere ajustes sustanciales.

El principal componente de la matriz energética de la Argentina es el gas natural.


Constituye el 51% del consumo total energético, una cifra que sólo se compara con
Rusia, un país con enormes reservas que llegan a los setenta años de consumo, contra
ocho años en la Argentina (Guadagni, 2010). Las estimaciones econométricas de
Navajas (2011) indican que en función de la proporción entre reservas y consumo,
nuestro país debería mostrar una intensidad en el uso de gas de entre un 25% y un 35%
del consumo de energía. Otro rasgo negativo de la matriz energética es su marcado
sesgo hacia el uso de petróleo y gas, que en conjunto explican el 87% del consumo,
cuando en el mundo esa cifra es 60% y en Brasil, 50% (Guadagni, 2010).

El predominio del gas y el petróleo se explica tanto por la dotación de recursos como
por las políticas. En los setenta hubo grandes descubrimientos de gas natural y ello se
tradujo en el aumento de su participación en la matriz energética hasta superar el 50%
de la oferta primaria, ayudado por políticas para incentivar su utilización. Guadagni
(2010) señala que hay 1,9 millones de vehículos que utilizan gas natural comprimido
(GNC), lo que constituye un récord mundial. Además, la generación termoeléctrica
depende mayormente del gas, la petroquímica lo utiliza como insumo y los hogares

202
como fuente principal de combustible. También se hicieron acuerdos para realizar
exportaciones a Chile. En los noventa, las reformas de mercado incentivaron, sobre
todo, la eficiencia estática en el uso de los recursos existentes sin mucha preocupación
por reforzar las reservas. En la década de los dos mil, la situación se agrava por las
distorsiones en las señales de precios y la inseguridad jurídica, lo que lleva a un
“energo-crunch”, como denominó Navajas (2006) a la caída de la relación entre las
reservas de gas y petróleo y el consumo de esos insumos primarios. En suma, la
percepción de que habría precios bajos para todo tipo de consumo (residencial,
industrial, eléctrico y transporte) se tradujo en una enorme falla de cooperación: ni los
mercados ni las políticas coordinaron las acciones de los individuos y el resultado fue
una mala asignación de los recursos.

Según Navajas (2011), en Estados Unidos también hubo un ciclo de abundancia-


escasez-abundancia debido a la percepción de un precio muy bajo en el período de
abundancia y el atraso en pasar a tecnologías no convencionales para extraer más
recursos. El autor sugiere que la Argentina podría superar el energo-crunch si
estimulara la inversión en el sector, mediante políticas más consistentes. Por ejemplo, el
Departamento de Energía de Estados Unidos ha publicado estimaciones que sitúan al
país en un lugar privilegiado para la explotación de shale-gas; para lo cual se necesita
invertir en desarrollos tecnológicos que permitan evaluar cuáles son las reales
posibilidades, incluyendo los efectos sobre el medio ambiente. Mientras esto no se haga,
seguirá cayendo la productividad en los campos convencionales sin que haya un
reemplazo por no convencionales.

• La acumulación de capital en el sector energético estuvo lejos de


adaptarse al incremento de la demanda.

Durante el período de alto crecimiento 2003-10, el incremento en la oferta de energía


estuvo lejos de satisfacer la demanda. Esto ocurrió en lo relativo tanto a combustibles
como a energía eléctrica, como puede observarse en el cuadro 10.1.

Cuadro 10.1
Producción y demanda de energía eléctrica y combustibles

Año 2003 Año 2010 Variación (%)


Electricidad
Potencia Eléctrica Instalada (MW) 23.278 28.143 21
Demanda Eléctrica (GWh) 81.799 115.619 41
Relación demanda Máxima/capacidad (%) 63,7 74,1 16

Combustibles
Petroleo procesado en refinerias nacionales (Mm3/año) 32.958 30.519 -7,4
Demanda de Naftas + Gas oil (Mm3/año) 13.782 19.691 43
Gas natural 30.764 37.898 23
Fuente: Grupo de ex secretarios de Energía (2011).

En lo que hace a electricidad, la brecha entre oferta y demanda se tradujo en un aumento


de la relación entre demanda máxima y capacidad instalada y esto trajo aparejada la
necesidad de racionar el consumo en los períodos del año en que es alto. La cantidad de
petróleo procesado en refinerías nacionales, por su lado, se redujo, al tiempo que la
demanda de naftas y gasoil se elevaba en 43%.

La debilidad en la acumulación se manifestó de varias formas. Las tres principales


fueron la falta de inversión en la refinación, la exploración y el parque de generación

203
eléctrica. Como ya se señaló, el sector de refinerías se cuenta entre los segmentos de la
industria que menos invirtieron en ampliar su capacidad en el período (véase gráfico
10.5.b).

Por otra parte, por la falta de inversiones en el sector eléctrico se redujo la eficiencia de
la generación termoeléctrica, ya que hubo un aumento sustancial en el consumo
promedio de combustible del parque térmico. Esto último tiene consecuencias
ambientales negativas, que se agregan al hecho de que la generación eléctrica pasó a
depender más de fuentes térmicas en detrimento de las renovables. La generación
térmica pasó de 47% a 57% del total, mientras que la hidroeléctrica disminuyó en igual
proporción. Tampoco ayudó en este sentido el hecho de que el gasoil, el fueloil y el
carbón ganaran preeminencia. El documento de los ex secretarios de Energía de
principios de 2011 estima que existe un déficit del orden de los 5300 Mw, lo que
demandaría inversiones por un valor de 8000 millones de dólares. Para corregir el sesgo
en favor de combustibles fósiles, la inversión futura debería privilegiar los métodos
renovables y no contaminantes. Es necesario corregir lo que estos autores llaman
“regresión cualitativa”: mayor costo de los combustibles unido a mayor impacto
ambiental negativo. La escasez de fondos invertidos en la actividad exploratoria llevó a
una disminución neta en las reservas comprobadas, tanto de petróleo como de gas
natural. Aunque en ambos casos la declinación es marcada, en gas natural es muy
grande (véase cuadro 10.2). Dado este panorama, no sorprende que haya habido una
disminución fuerte en la relación reservas/producción de gas, que pasó de 13 a 8 años.
En petróleo, esta relación no aumentó, pero debido a una mala razón: la producción
cayó aun más rápido que las reservas.

Cuadro 10. 2
Producción y reservas de hidrocarburos

Año 2003 Año 2010 Variación (%)


Petróleo
Reservas comprobadas (MMm3) 448,0 398,0 -11
Producción (MMm3/año) 42,9 35,3 -18
Relación reservas/producción (años) 10,4 11,3 8

Gas Natural
Reservas comprobadas (MMMm3) 664,0 379,0 -43
Producción (MMMm3/año) 51,0 46,9 -8
Relación reservas/producción (años) 13,0 8,0 -38
Fuente: Grupo ex secretarios de Energía (2011).

• La Argentina perdió su ventaja competitiva en energía.

En el año 2002, la mitad del superávit comercial de la Argentina se explicaba por las
exportaciones netas de energía. Hoy está por convertirse en un país importador neto de
recursos energéticos. Esta evolución es sorprendente: el país genera superávit en un
momento en que los precios de los hidrocarburos son muy bajos y pierde competitividad
cuando esos precios son mucho más altos. El gráfico 10.11.a muestra que el deterioro es
sistemático; y el 10.11.b, que ese deterioro se ha acelerado, por lo que es posible
anticipar que, de mantenerse el statu quo, la Argentina pasará a ser un país importador
neto.

204
Gráfico 10.11
Evolución del superávit comercial energético (miles de millones de dólares)
(a) Datos anuales (b) Datos mensuales

1,600 
20,000  Balanza comercial  Balanza comercial total
total 1,400 
15,000  Balanza comercial 
1,200  energética
Balanza comercial 
10,000  energética 1,000 

5,000  800 

600 

400 
‐5,000 
200 
‐10,000  ‐
1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

2010

Abr‐07
Sep‐07
Feb‐08
Ene‐06

Ene‐11
Jun‐06

Jul‐08

Mar‐10

Jun‐11
Dic‐08

Oct‐09

Ago‐10
Nov‐06

May‐09
Fuente: INDEC (2011).

Es evidente que esta pérdida de competitividad podría deberse, simplemente, a una


mezquindad de la geología. Sin embargo, es difícil sostener este diagnóstico en un
contexto en que la exploración cayó a mínimos históricos. La navaja de Occam nos
obliga a realizar la hipótesis más simple: es la falta de inversión lo que explica la
pérdida de competitividad. YPF pasó de explorar 16 pozos petroleros en 2005 a
explorar 5, y en el país en su conjunto se pasó de 62 a 26 pozos. Asimismo, YPF redujo
sus reservas de petróleo en 48% entre 2002 y 2009; y las de gas, en 68%. La única
empresa que muestra aumentos importantes es Pan American, pero su significación es
bastante menor a la de YPF (Guadagni, 2010).

Dado que la demanda de gas aumentó el 23% y su producción cayó en 5% entre 2003 y
2010, se importó gas de Bolivia y gas natural licuado (GNL), que tiene un alto costo.
Este incremento en las importaciones es una consecuencia natural de la composición de
nuestra matriz. También aumentaron sensiblemente las importaciones de gasoil, al
tiempo que caían las exportaciones de petróleo y naftas. Fue inesperada, por otro lado,
la elevación en las importaciones de fuel oil, ya que ello ocurrió en el momento en que
el país exportaba también el mismo producto. Según los cálculos de Navajas (2011), la
pérdida de competitividad en el rubro energético tiene un costo de aproximadamente un
3,3% del PBI.

• Hay actividades de servicios de gran dinamismo competitivo.

Tradicionalmente, el sector servicios estuvo constituido por actividades que no


muestran una gran dinámica en su productividad y que son en gran medida no
transables. Sin embargo, la irrupción de las TIC y las cadenas globales de valor ha
cambiado este panorama en algunos segmentos del sector. En el caso de la Argentina,
en los dos mil las exportaciones de servicios dieron sorpresas positivas, a diferencia de
lo ocurrido en energía. Se destacaron en particular los servicios empresariales,
profesionales y técnicos y el turismo. La depreciación de la moneda posterior a la crisis
influyó muy positivamente por la vía de la reducción de costos en actividades intensivas
en la utilización de mano de obra, la que puede tener grados muy diferentes de

205
calificación. Dentro del rubro servicios, otra actividad que también se benefició del tipo
de cambio competitivo fue el turismo.
Gráfico 10.12
Evolución del superávit en servicios (miles de millones de dólares)
(a) (b) (c)
15,000  6,000  Balanza de viajes 4,500 
Balanza de servicios Balanza de serv. 
Crédito Crédito 4,000  empresariales, profesionales 
5,000 
Débito Débito y técnicos
10,000  3,500 
4,000  Crédito
3,000 
5,000  3,000  2,500 
2,000  2,000 
1,500 
‐ 1,000 
1,000 
‐ 500 
‐5,000 

‐1,000 
‐500 
‐10,000  ‐2,000  1992 ‐1,000 
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010

1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
Fuente: Elaborado a partir de datos proporcionados por INDEC (2011).

En los gráficos 10.12.a, b y c, se muestra la evolución de la balanza de servicios y sus


rubros. Aun cuando la balanza global de servicios sigue siendo negativa, en el caso de
viajes tiende a equilibrarse, y en servicios empresariales profesionales y técnicos hay
incluso un sustancial superávit, que en 2010 llegó a aportar más de dos mil millones de
dólares. López y Ramos (2011) analizan este desarrollo, al que ven como una
promisoria fuente de incorporación de tecnología y efectos de derrame, en caso de ser
apoyado por políticas públicas adecuadas.

206
Parte IV

El software en acción: Estado y mercado

207
Una conclusión de relevancia que se sigue de nuestro estudio del hardware de la
Argentina es que no siempre los recursos disponibles son utilizados de la mejor manera
y que ello se refleja en desajustes de la estructura productiva, como la coexistencia de
un sector moderno con otro de subsistencia y una lenta evolución de la productividad
global de la economía. En repetidas ocasiones encontramos que esas disfuncionalidades
se asociaban con debilidades en las reglas de juego. Así, vimos que la desaparición del
superávit en energía a lo largo de la década no fue independiente de las distorsiones en
los contratos y las regulaciones del sector; que las salidas de capital que restaron fondos
a la inversión productiva estuvieron relacionadas con inseguridad en los derechos de
propiedad y que las frecuentes crisis sistémicas, que actuaron como verdaderas fábricas
de pobreza, se vincularon con errores en el diseño del régimen de políticas, como
ocurrió con el régimen de la convertibilidad.

No sorprende, por lo tanto, que frecuentemente se señale que las deficiencias en el


desempeño de la economía Argentina se deben a “debilidades institucionales” que
influyen sobre “el clima de inversión” o a “políticas de ajuste que generan niveles de
exclusión social incompatibles con el crecimiento sostenido”. Hay que recordar aquí,
sin embargo, que al estudiar el papel del software en el capítulo 3, establecimos que las
reglas del marco institucional no operan de manera directa: la cadena de vínculos que va
de las instituciones a las acciones que inciden sobre el hardware es larga y está mediada
por organizaciones que se adaptan al contexto específico en que operan. El software
influye sobre la economía porque las organizaciones utilizan las reglas contenidas en él
para estructurar los mecanismos de coordinación, motivación y ejecución que moldean
las decisiones económicas de los agentes. Para identificar las fuentes de
disfuncionalidad en el uso del hardware, por lo tanto, es necesario mostrar cómo es que
las reglas del marco institucional influyen sobre las organizaciones que operan en un
contexto específico. Como expusimos en el capítulo 3, los marcos institucionales tienen
una estratificación jerárquica interna de forma que, en principio, cuanto más alto sea el
nivel de la regla que presenta deficiencias, mayor será la capacidad de esa regla para
generar disfuncionalidad, debido a que se aplicará a un espectro más amplio de
organizaciones.105 Este punto es esencial a la hora de diseñar una reforma. A priori, es
razonable conjeturar que es más sencillo cambiar una regla de juego de alcance corto
que una general. Las experiencias de reforma de los noventa en el mundo dejaron en
claro que no es lo mismo modificar el régimen contractual del sector energético que
rediseñar las instituciones para pasar desde un régimen soviético al capitalismo (véase
Fanelli, 2007).

Estos hechos sugieren que nuestro estudio sobre los desafíos del desarrollo en la
economía argentina no estaría completo sin analizar con mayor profundidad el papel del
marco institucional y su interacción con las organizaciones. Cerraremos el libro con una
discusión de esta cuestión. En términos de la anatomía del sistema económico, los

105
Es importante notar, en relación con esto, que la base jurídica y las pautas culturales, que son las
instituciones de máxima jerarquía, quedan fuera del análisis (no están marcadas con gris en la figura de
más abajo). La razón es que el análisis de esas instituciones cae fuera del marco de la economía, aunque
esto obviamente no implica que se puedan ignorar las restricciones que imponen esas instituciones sobre
la conducta económica. En este sentido, al estar esas instituciones dadas, el sistema económico resulta, en
buena medida, tributario del sistema político y de las pautas culturales de la sociedad.

208
segmentos que quedan involucrados en el análisis de esta cuarta parte son, por ende, los
marcados en gris en la figura.

Hardware Geografía

Recursos Naturales Capital Físico


Estructura Productiva
Recursos Humanos Conocimientos

Organizaciones Crecimiento
Organizaciones
Organizaciones Privadas Desarrollo
Distribució
istribución
Públicas Cooperació
Cooperación Humano
Conflicto
Mercados Estabilidad
Familias

Software Régimen de políticas públicas Formatos organizacionales

Derechos de propiedad Contratos Formales


Marco Institucional
Regulaciones de la Economí
Economía Contratos Relacionales

Base Jurídica Pautas Cultural es

Como hay una gran cantidad y diversidad de instituciones y organizaciones que inciden
en la economía, un tratamiento sistemático del problema superaría largamente los
objetivos de este trabajo y demandaría, además, una visión interdisciplinaria. Es
necesario, por lo tanto, acotar el alcance del análisis. Con este propósito hemos utilizado
los siguientes criterios para seleccionar los temas a tratar:

• Hemos dado prioridad a las disfunciones organizacionales con influencia sobre


el desempeño del sistema económico como un todo, dado que nuestro objetivo
es comprender los obstáculos que enfrenta la economía argentina para
desarrollarse. Esto implica que, al evaluar las deficiencias organizacionales
dejamos de lado las cuestiones microeconómicas, para centrarnos en las de
carácter sistémico..
• El interés principal está en las disfunciones organizacionales con mayor
incidencia sobre los tres indicadores de desempeño discutidos en el capítulo 2:
crecimiento, distribución y estabilidad.
• Tomamos como guía para el análisis las conclusiones de nuestro examen del
desempeño de la economía argentina y de las deficiencias en su estructura
productiva, en línea con nuestro argumento de que las disfunciones
organizacionales no son independientes del contexto específico en que ocurren.
• Crecimiento: lo discutido en los capítulos 4, 5, 9 y 10 sugiere que es
fundamental: 1) identificar las fallas de organización que impiden que los
recursos se asignen a las actividades con mayor potencial para incrementar la
productividad y 2) impulsar un cambio estructural con sesgo hacia la integración
del sector de subsistencia en los otros sectores.
• Distribución: los capítulos 6, 7 y 8 dirigen nuestra mirada a las fallas de
organización que afectan los mecanismos de inclusión (como la formación de
capital humano y las políticas de protección social), vitales para impulsar el
desarrollo humano.
• Estabilidad: el capítulo 5 sugiere la necesidad de identificar las fallas en los
regímenes de política que, al influir sobre la calidad de las acciones de entes

209
públicos como el Banco Central o la Secretaría de Hacienda, acotan el espacio
de maniobra para reducir la volatilidad macroeconómica y la probabilidad de
crisis en una economía con las características de la argentina: volátil, bien
dotada de recursos naturales, semiindustrializada y expuesta a shocks externos.

En función de estas consideraciones, nuestra decisión fue focalizar el análisis de esta


parte en las disfunciones asociadas con dos tipos de organización: los mercados y el
Estado. El capítulo 11 está dedicado a los mercados y, más específicamente, al análisis
de los mercados de trabajo y financieros. Las disfuncionalidades que se observan en
ellos son las fundamentales en términos del impacto sobre el crecimiento, la
distribución y la estabilidad; en el capítulo 11 se presentan las razones conceptuales y
empíricas que fundamentan esta afirmación. El capítulo 12 se ocupa de las
organizaciones públicas. El análisis abarca tres dimensiones que son fuentes frecuentes
de disfuncionalidades: el tamaño y estructura del Estado, tal como se expresa en la
tributación, el gasto y los requerimientos de financiamiento; las políticas de protección
social, y los modelos que inspiran las políticas públicas.

210
11. Mercados y disfuncionalidad: trabajo y finanzas

En el capítulo 1 vimos que los mercados pueden presentar grados muy diversos de
complejidad. Hay mercados de productos “simples”, que requieren mecanismos
sencillos para los intercambios; y mercados para bienes y servicios “complejos”, que
utilizan procedimientos sofisticados para organizar las transacciones y tienen mayor
propensión a presentar fallas106. Dependiendo de cuál sea el mercado que presenta
fallas, las consecuencias pueden afectar sólo a actividades muy específicas o, por el
contrario, derramarse sobre buena parte del sistema.

A la hora de elegir qué mercados analizar para identificar disfuncionalidades que


incidan en el desempeño agregado de la economía argentina parece razonable, entonces,
buscar mercados que reúnan simultáneamente dos características: la de ser complejos y
la de tener importancia sistémica en el sentido de afectar con su mal funcionamiento un
gran número de actividades. Por fortuna, para aplicar este criterio contamos con la guía
de la teoría macroeconómica, que ha clarificado, por un lado, por qué los mercados de
trabajo y financieros presentan estas dos características al mismo tiempo y, por otro, a
través de qué canales operan las fallas en esos mercados afectando el desempeño
(crecimiento, distribución y estabilidad).107

Una forma práctica de ilustrar la importancia de estos mercados es constatar que en el


debate público las discusiones sobre estabilidad macroeconómica y crecimiento suelen
estar muy vinculadas con discusiones acerca de si las instituciones que regulan los
mercados de trabajo, por un lado, y el sistema financiero y el Banco Central, por el otro,
son las apropiadas. Esto es lógico: las fallas de mercado suelen estar relacionadas con
disfunciones en la organización de esos mercados que se originan en reglas de juego
deficientes. Piénsese en la Argentina de 1998-2001: mientras algunos economistas
atribuían la inestabilidad al régimen de la convertibilidad y la dolarización financiera,
según otros había que “profundizar las reformas” y atacar las regulaciones que le daban
rigidez al mercado de trabajo. Si en este contexto recordamos lo dicho en el capítulo 3

106
Para la discusión en este capítulo vale la pena subrayar los siguientes puntos entre los analizados en el
marco conceptual. (1) los mercados complejos tienen costos de transacción más altos que se origina en:
la presencia de incertidumbre, altos costos de búsqueda para encontrar la contraparte en la transacción, e
información asimétrica, con los fenómenos concomitantes de azar moral y selección adversa. (2) bajo
ciertas circunstancias, los costos de transacción son tan altos que no es conveniente realizar el
intercambio: si bien las partes obtendrían ventajas mutuas, esas ventajas serían inferiores a los costos de
organizar la transacción. Cuando este es el caso, aparecen las fallas de mercado. Los mercados o bien
directamente desaparecen porque no hay transacciones o son muy reducidos porque sólo algunos agentes
están en condiciones de hacer los intercambios con costos de transacción suficientemente bajos. En
cualquier caso, las fallas de mercado motivan fallas de cooperación que se traducen en mal uso de los
recursos: al no realizarse transacciones que serían ventajosas, los recursos quedan mal asignados (véase
capítulo 3).
107
La macroeconomía se centró en un primer momento en el corto plazo. Nació a partir de la
preocupación de Keynes y otros por los fenómenos de inestabilidad que se manifestaron en los treinta,
luego del crack de 1929. Posteriormente, se avanzó también en el análisis del crecimiento a largo plazo.
Una de las tareas básicas que se propuso la macroeconomía para explicar la inestabilidad fue, justamente,
identificar en qué mercados focalizar el análisis para explicar las disfuncionalidades del capitalismo. Los
mercados elegidos fueron sobre todo los de trabajo, financieros y monetarios (véase Leijonhufvud, 1969 y
las discusiones en Heymann, 2007; Fanelli,2010b). El análisis de la relación entre disfuncionalidad y
crecimiento recibió un gran impulso sólo recientemente, al incorporarse al análisis el rol del sistema
financiero, la distribución, el Estado y los determinantes del progreso técnico. Véase Acemoglu (2008) y
la primera parte de este libro.

211
sobre las reformas, la complejidad del problema queda expresada en toda su dimensión:
las consecuencias distributivas de una reforma en las reglas del juego para los mercados
financieros son muy diferentes a las de una reforma laboral. Por lo tanto, las políticas
orientadas según uno u otro diagnóstico no podrían obviar la consideración de esta
dimensión a la hora de evaluar la factibilidad en la implementación: una reforma que se
oriente a solucionar fallas de mercado sin tener en cuenta los efectos distributivos estará
pasando por alto que existe un vínculo indisoluble entre conflicto y cooperación (véase
el capítulo 1) y correrá el riesgo de ser inaplicable si suscita conflictos políticos de
envergadura.

Tomando como base los argumentos anteriores, en este capítulo pasaremos revista del
funcionamiento del mercado de trabajo y del sistema financiero y monetario de la
Argentina con el propósito de identificar las fuentes de disfuncionalidad que deterioran
el desempeño de la economía. La estrategia que seguiremos en cada caso consta de tres
pasos. En primer lugar, presentar los argumentos teóricos que fundamentan porqué el
mercado de trabajo y los financieros son complejos y sistémicamente relevantes
(explicar el caso de los mercados financieros nos insumirá más espacio por ser el tema
algo más complejo); en segundo lugar, discutir la evidencia sobre cómo funcionan esos
mercados en la Argentina y, por último, evaluar las consecuencias para el crecimiento,
la distribución y la estabilidad.

1. Sobre las funciones de los mercados financieros

Sobre la base de los avances recientes en finanzas (véase Levine, 2004; Fanelli, 2010b)
es posible identificar cinco funciones a partir de las cuales las finanzas generan valor.
Revisarlas brevemente nos dejará en mejores condiciones para discutir, luego, las
disfuncionalidades argentinas.

a. Intermediación entre el ahorro y la inversión

La función de intermediación entre el ahorro y la inversión crea valor porque los


sectores que ahorran no necesariamente tienen los mejores proyectos de inversión y
quienes sí tienen esos proyectos no necesariamente poseen los recursos para llevarlos a
cabo.

Entre los segmentos de la población que generan un superávit para prestar se encuentran
típicamente las personas que ahorran para enfrentar contingencias futuras como
accidentes, enfermedades o vejez; las que desean aumentar su patrimonio para
incrementar la herencia de sus hijos; empresas con excesos de flujo de caja; inversores
institucionales y extranjeros. Del lado de quienes tienen proyectos de inversión se
encuentran las firmas ya establecidas con proyectos rentables, los nuevos
emprendedores e innovadores, las familias, el Estado y tomadores del exterior. Lo que
gana la sociedad al vincular a estos agentes por la vía de la intermediación es la
diferencia entre lo que obtendría el ahorrista en el mejor uso que podría darles a sus
recursos por sí mismo y el mayor rendimiento que logra al prestarlo a alguien con un
proyecto mejor.

212
La organización del mercado para intermediar es complicada. Los proyectos de
inversión suelen requerir sumas elevadas, aportadas de una sola vez y que deben
inmovilizarse por un tiempo a veces prolongado. Esto implica que, por una parte, será
necesario agregar recursos aportados por una gran cantidad de ahorristas y, por otra,
lograr que esos recursos permanezcan prestados durante el período requerido por el
proyecto de inversión. Dada la diversidad de motivos para ahorrar, está claro que será
trabajoso agrupar una suficiente cantidad de ahorristas que compartan sus motivos de
forma tal de agregar una cantidad suficiente de recursos en un solo fondo. Además, aun
si los ahorristas coincidieran en esto, todavía sería necesario que también sus
preferencias coincidieran con los plazos de inmovilización de fondos que los tomadores
necesitan para llevar a cabo sus proyectos. Para compatibilizar las necesidades de los
que tienen proyectos con las preferencias de los ahorristas es necesario diseñar
instrumentos de gran plasticidad, algo de lo que suelen encargarse las entidades de
intermediación que participan de este proceso, como por ejemplo los bancos de
inversión.

b. Asignar el riesgo y proveer instrumentos para su manejo

Con gran frecuencia ocurre que los agentes pueden quedar en mejor posición si
intercambian riesgos entre ellos o si se ponen de acuerdo para compartir ciertos riesgos
de forma de dividir entre muchos el impacto de un siniestro específico.

Una estrategia típica es la de diversificar los riesgos: “no poner todos los huevos en la
misma canasta”. Los mercados de capital son útiles para cumplir con este objetivo. Las
bolsas, por ejemplo, al ofrecer acciones de muchas empresas diferentes, permiten que el
inversor coloque su riqueza en papeles de diferente tipo.

Una segunda estrategia es formar un fondo común que asegura –de forma solidaria a
cada uno de los que contribuyen– contra riesgos individuales que no están
correlacionados. Por ejemplo, un seguro contra incendios es en esencia un fondo al que
todos aportan y al cual puede recurrir el aportante en caso de sufrir el siniestro. Esto
funciona porque no es probable que todas las casas se incendien al mismo tiempo.

Una tercera estrategia es que un agente le pague a otro para que este se haga cargo de un
riesgo que él no desea soportar. Los mercados sirven en este caso para saber cuál es el
precio a pagar por ese riesgo. Por ejemplo, en mercados sofisticados es posible comprar
un seguro contra el default de un deudor: en este caso, el acreedor desea prestar el
dinero pero no asumir el riesgo de que no se lo devuelvan y busca a un tercero que se
haga cargo del riesgo pagándole por el servicio. Históricamente, las instituciones de
intermediación –como bancos y financieras–, las compañías de seguros, los mercados
de capital y los fondos comunes de inversión han desarrollado una gran cantidad de
instrumentos para mitigar los riesgos y reasignarlos aplicando las estrategias que vimos.

c. Reducir los costos de información y monitoreo

Los costos de información para hacer posibles las transacciones pueden ser muy altos.
Para detectar oportunidades de negocios de intermediación hay que, por un lado,
informarse sobre quiénes desean prestar fondos o desprenderse de un riesgo y, por otro,
averiguar cuáles son los mejores candidatos para tomar esos fondos o para hacerse
cargo del riesgo que se quiere trasladar. Asimismo, una vez realizado el contrato es

213
necesario monitorear que, ya realizada la transacción, quienes participan de ella
cumplan lo pactado. Como hay riesgo estratégico –riesgo de que la otra parte decida no
cumplir lo pactado–, un servicio que los acreedores esperan de los intermediarios
financieros es que manejen de manera eficiente el riesgo de que el deudor no pague.
Está claro que si un ahorrista desea un mayor retorno deberá asumir un mayor riesgo,
pero el punto es que el intermediario debe garantizarle que la remuneración por asumir
ese riesgo es la que corresponde. En consecuencia, los intermediarios deberán
especializarse, por una parte, en recoger información para identificar quiénes tienen los
mejores proyectos –desde instalar una planta y realizar inversión pública hasta brindar
un seguro– y, por otra, en desarrollar técnicas para monitorear el desempeño del
tomador de tal forma que este cumpla con la promesa de devolver los fondos bajo las
condiciones pactadas. Esta función es vital para el crecimiento económico: se
seleccionan los mejores proyectos y aumenta la probabilidad de que sean efectivamente
realizados.

d. Proveer un sistema de pago y manejo de la liquidez

Una cuarta función fundamental de las instituciones de intermediación financiera es la


de generar medios de pago: emitir y administrar una moneda para facilitar el
intercambio en los mercados y para permitir que quien no desee ejercer su poder de
compra pueda no hacerlo; que pueda quedarse líquido. Antiguamente la función de
medio de pago y de proveer un instrumento líquido la cumplían mercancías con
determinadas características que las hacían apropiadas, como el oro o la plata; en la
actualidad, esta función la cumplen diversos instrumentos financieros. Los
intermediarios que cuentan con ventaja para realizar esta función son, como es sabido,
el Banco Central, que emite el dinero o base monetaria; y los bancos comerciales; que
emiten instrumentos muy similares al dinero emitido por el gobierno por su liquidez,
como los depósitos en cuenta corriente y las cajas de ahorro que permiten el uso de
tarjetas de débito.

e. Asegurar condiciones para el progreso financiero

La quinta y última función que debe cumplir la estructura financiera de un país es la de


crear las condiciones para su propio desarrollo. Esta función es particularmente
importante porque la actividad financiera tiene un rasgo que le es específico: en todos
los países del mundo existen aún importantes mejoras a realizar en las cuatro funciones
ya comentadas y, adicionalmente, todavía hay amplios segmentos de la población
excluidos de la intermediación financiera. Por supuesto, la distancia por recorrer es
mucho más larga en los países emergentes, pero ello no significa que la que resta en el
mundo desarrollado sea corta, como lo demuestran las turbulencias que siguieron a la
caída de Lehman Brothers (véase Rajan, 2010).

Para cumplir con estas funciones se deben realizar transacciones que tienen un rasgo
esencial común: implican pagos diferidos; implican promesas de honrar un compromiso
a futuro. La operación de prestar, por ejemplo, consiste en entregar un recurso hoy a
cambio de una promesa de realizar un flujo de pagos en el futuro (amortización e
intereses). Nótese que esta operación deja a una de las partes (el acreedor) en desventaja
para negociar en la medida que, en el acto de prestar, el prestamista le pasa el control de
recursos que son de su propiedad al que toma el préstamo y, en consecuencia, aparece

214
el riesgo de que el deudor, una vez que obtiene el control del recurso, no cumpla la
promesa de devolverlo.108

Como una promesa no creíble no tiene valor, se sigue naturalmente que la credibilidad
es un input esencial de las finanzas. Un préstamo puede tomar muchas formas: crédito
bancario, crédito entre empresas, bonos del gobierno, pero ninguno de esos papeles
tendría valor en el mercado si el compromiso de repago no fuera para nada creíble.
Justamente, como la credibilidad tiene matices, una tarea de los mercados financieros es
ayudar a ponerle precio a la credibilidad: cuanto menos creíble la promesa, menos valor
tendrá el papel en el mercado. De aquí que los bonos griegos, digamos, hayan perdido
valor en los mercados en los últimos años y que la paridad de los bonos argentinos se
desplomara al darse el evento del default.

El crédito es sólo una de las operaciones que están involucradas en las cinco funciones
antes mencionadas, pero el resto de las transacciones no depende menos de la
credibilidad. Las acciones suponen separar propiedad y control porque el accionista les
cede sus recursos a quienes gerencian la firma y acepta a cambio la promesa de que se
le abonará un dividendo. En los seguros hay pago diferido porque una parte adelanta un
pago (“prima”) y acepta a cambio la promesa de que tendrá derecho a una
indemnización si se produce la contingencia asegurada (robo, incendio, etc.). El dinero,
por último, es un instrumento que representa un tipo especial de promesa: el Banco
Central emite un papel que el público acepta porque cree en la promesa de que ese papel
podrá ser cambiado por otras cosas en el futuro. Si, luego de emitir el papel, el gobierno
acelera sensiblemente la inflación, el dinero pierde valor. Por eso, el dinero de los países
con alta inflación presente o pasada tiene menos aceptación como medio de pago.109 Lo
mismo ocurre con los instrumentos de liquidez que emite un banco: las corridas sobre
los depósitos ocurren precisamente cuando el banco pierde credibilidad.

En síntesis, ni el crédito, ni las acciones, ni el dinero, ni los seguros que se intercambian


en los mercados podrían existir si no se pudieran realizar promesas y, para ser válidas,
las promesas deben ser creíbles. Los mercados financieros son “complejos” justamente
porque es muy difícil hacer creíble la promesa de pago futuro de alguien que pasará a
tener el control del recurso y deberá, sin embargo, devolverlo. No sorprende, por lo
tanto, que estos mercados sean intensivos en el uso de organizaciones sofisticadas y en
demandas de instituciones: vimos en el capítulo 1 que las reglas de juego sirven para
acotar la incertidumbre estratégica y que si esta incertidumbre es menor, la credibilidad
de las promesas será mayor. La forma más simple de demostrar la importancia de las
instituciones para las finanzas es constatar que los instrumentos financieros tienen como
vehículo para su existencia el “papel”. Una promesa se puede hacer también de palabra,
pero sólo las promesas que están claramente asentadas en un papel pueden utilizarse en
los tribunales para exigir el cumplimiento. Obviamente, , el contrato y la promesa que
representa serán creíbles sólo si la ley se aplica.

108
Cuando se produce esta situación, técnicamente se dice que la separación entre propiedad y control del
recurso da lugar a un problema de no alineación de incentivos entre el agente (el deudor) y el principal (el
acreedor). Véase Anderlini y Felli (2008).
109
Los gobiernos tienen un incentivo para acelerar la inflación porque de esa manera cobran un nuevo
impuesto: el impuesto inflacionario. La inflación actúa como un impuesto porque al subir los precios el
poder adquisitivo del dinero se reduce: un mismo billete compra menos cosas. Como los billetes son un
pasivo del gobierno, si su valor cae, el gobierno se favorece porque se reduce su deuda.

215
Diseñar contratos y adaptarlos a las necesidades de la transacción requiere de esfuerzos
y conocimientos. Por eso, estos mercados complejos tienen costos de transacción altos.
Sin embargo, ya vimos que los costos de cualquier actividad pueden normalmente
reducirse por la vía de la especialización y la escala. Es lógico, en consecuencia, que se
hayan ido desarrollando organizaciones especializadas en operar en los mercados
financieros, como los bancos, las bolsas, los inversores institucionales, las compañías de
seguros y los bancos centrales. Estas entidades explotan economías de escala en las
transacciones financieras y, además, se especializan en recoger información y
estructurar nuevos productos en base a sus conocimientos de las necesidades de cada
parte de la transacción. Nótese que, en la medida que el conocimiento es un input, los
intermediarios financieros están en una buena posición para explotar economías de
escala. Por ejemplo: una vez que un intermediario invierte en diseñar un modelo de
contrato, luego puede utilizar ese diseño para todas las transacciones similares sin
incurrir en nuevos costos.

El desarrollo de la intermediación financiera es muy positivo para la sociedad, pero no


viene sin costos:

• Cuando hay economías de escala, aparece el problema de que si, digamos, un


banco aprendiera a intermediar fondos de forma más eficiente y expandiera más
rápido que el resto su negocio sobre la base de costos cada vez más bajos, podría
ganar un poder de mercado excesivo, lo que no es bueno para la eficiencia
porque seguramente cargaría intereses excesivos sobre los préstamos.
• En la medida que la intermediación financiera tiene que ver con la producción
de conocimiento (información, innovaciones financieras), aparecen los
problemas que vimos al estudiar este recurso (véase el capítulo 2). Por un lado,
como es muy difícil excluir a los otros del uso del conocimiento, los bancos no
invertirán en inventar contratos mejores o en conocer las necesidades de sus
clientes si luego otros bancos les copian los contratos o les roban sus clientes.
Esto es una fuente seria de fallas de mercado, que puede llevar a que ningún
banco se moleste en invertir en conocimiento para mejorar el negocio. Por otro
lado, muchas veces los productos financieros son excesivamente complejos y no
se llega a conocer fehacientemente la forma en que funcionan. La crisis sub-
prime es una cantera inagotable de ejemplos en este sentido (véanse Rajan, 2010
y 2005).
• El hecho de que la distribución de la información entre las partes contratantes
suele ser muy asimétrica es una fuente particularmente significativa de
problemas. Los bancos saben más del negocio que sus depositantes y podrían
engañarlos y, a su vez, los tomadores de crédito suelen saber más que los bancos
sobre las bondades de los proyectos de inversión que se financian, con lo que en
este caso podrían ser los bancos los engañados. Asimismo, los gerentes a cargo
de las corporaciones suelen tener mayor información que los accionistas sobre la
verdadera posición de la firma y podrían utilizar esa ventaja para conseguir
mejores remuneraciones de manera injustificada (Véase Stiglitz, 1994; Bebczuk,
2010).

Estará claro, a esta altura, por qué las finanzas son tan importantes para la
microeconomía: cuando las distorsiones que acabamos de mencionar son de peso,
aparecen fallas en las organizaciones porque se resienten los esquemas de coordinación,
motivación y ejecución. Pero ¿por qué las disfuncionalidades en esos mercados, además

216
de consecuencias en el nivel microeconómico, tienen consecuencias sistémicas? Esto es,
¿por qué afectan el crecimiento, la distribución y la estabilidad? Para contestar estas
preguntas se requiere considerar los siguientes puntos:

Crecimiento: cuando los mercados financieros no existen o no funcionan bien,


todas las actividades tienden a sufrir las consecuencias: para todos se hace difícil
financiar proyectos, colocar los ahorros y manejar los riesgos. Si los mercados
son chicos, la escala es baja y los intermediarios no pueden reducir costos
expandiendo sus actividades: el crédito será más caro para todo el sistema y se
hace más difícil gerenciar los riesgos, lo que disminuye los incentivos para
iniciar nuevos proyectos y para innovar. Por otra parte, cuando el gobierno abusa
en la emisión, el papel moneda pierde valor a medida que pasa el tiempo y
resulta complicado encontrar a alguien que acepte un papel escrito: no se sabe
cuánto valdrá ese papel en el futuro. Bajo tales circunstancias, caerá la oferta de
crédito a largo plazo, que es vital para financiar la inversión productiva.

Estabilidad: las distorsiones financieras afectan a esta dimensión del desempeño


macroeconómico por diferentes vías. En primer lugar, cuando los riesgos se
manejan deficientemente, habrá muchos agentes excesivamente expuestos a
ciertos riesgos que no pudieron diversificar o compartir. Si en un contexto de
esta naturaleza ocurre un shock negativo, el resultado típico es que haya una
escalada de quiebras y de incremento del desempleo. En segundo lugar, cuando
el Banco Central no es confiable y/o los bancos son frágiles, no es fácil
encontrar instrumentos para mantener la liquidez y los ahorros. En cierto
sentido, cuando el dinero y los depósitos bancarios no son creíbles se elimina el
modo “pausa”: la gente se apura a gastar y gasta mal o se apura a colocar sus
ahorros en otra móneda (por ejemplo, en dólares). La contrapartida de esto es la
estabilidad sistémica bajo la forma de aceleración de la inflación; retiro de los
depósitos bancarios o corrida cambiaria y fuga de capitales.

Distribución: las disfuncionalidades financieras afectan la distribución y la


igualdad de oportunidades porque, si bien el exceso de riesgo y la escasez de
crédito tienden a afectar a todos, ciertamente afectan con más intensidad a
quienes tienen menos patrimonio y menor reputación crediticia (véanse Levine,
2004; Fanelli, 2010b). También el impuesto inflacionario incide en mayor
medida sobre los que tienen menos recursos financieros para cubrirse de la
inflación.

En suma, al impulsar el desarrollo financiero, la sociedad se enfrenta con una tensión


difícil de manejar. Por un lado, a través de la intermediación financiera se pueden
realizar enormes ganancias de eficiencia recurriendo a las promesas de pago diferido.
Pero, por otro, la separación entre propiedad y control aumenta la incidencia de la
incertidumbre estratégica: se abre una posibilidad que no existía para que agentes
deshonestos no cumplan sus promesas y/o intermediarios inescrupulosos exploten a sus
clientes por su mejor información o desde una posición dominante de mercado y/o el
Banco Central abuse de su poder para extraer el impuesto inflacionario. Cuando esto
ocurre, se producen disfuncionalidades que afectan a todo el sistema y pueden redundar
en inestabilidad macroeconómica. La respuesta a este problema no es eliminar la
intermediación –ya que ello aumentaría las fallas de cooperación–, sino diseñar
regulaciones que minimicen la incertidumbre estratégica y acoten la disfuncionalidad

217
sistémica. Es un problema complejo y no bien conocido. La teoría de las finanzas es una
de las ramas más recientes de la economía y está aún en pleno desarrollo,
particularmente el campo de la teoría de la regulación y su relación con la estabilidad
financiera sistémica y la macroeconomía (Dewatripont et al., 2009).

2. Los mercados financieros en la Argentina

¿Cuáles son las deficiencias en la estructura de mercados financieros de la Argentina


cuando se la mira desde esta perspectiva? Las deficiencias son muy marcadas y es fácil
comprobarlo utilizando como parámetro la experiencia internacional: el país no cuenta
con mercados financieros a la altura de su desarrollo. El gráfico 11.1 muestra este punto
sobre la base de indicadores de dos mercados esenciales: crédito y acciones.

Gráfico 11.1
Desarrollo financiero comparado
300%
200%
180%
250%
160%
Credito al s. priv.  / PBI

140% 200%
cap  acciones / PBI

120%
100% 150%

80% CHI CHI


60% 100%

40% COL BRA


BRA 50% PER MEX
20% PER
ARG COL
Fuente:0%Beck et
MEXal. (2009) y datos de Naciones Unidas (2011) ARG
VEN 0%
0 20.000 40.000 60.000 80.000
0 VEN 20.000 40.000 60.000 80.000
PBI per capita (PPP)
Como se observa, la Argentina tiene en ambos casos un nivel de desarrollo quePBI per capita (PPP)
no está
en consonancia con su PBI per cápita: siempre está por debajo de la recta que señala el
nivel de desarrollo de los mercados que le correspondería a cada país en función de su
PBI per cápita.

Utilizando las bases de datos recientemente desarrolladas, es posible dar una visión más
específica de cómo se ubica la Argentina en el concierto internacional. En el cuadro
11.1, además del crédito y los mercados de acciones mostramos los indicadores
correspondientes a bonos públicos y privados y la volatilidad del crédito.

218
Cuadro 11.1
Tamaño de los mercados financieros en Argentina: comparación internacional
Crédito al Capitalización Capitalización Capitalización
Volatilidad del
sector privado / bonos privados bonos públicos accionaria /
(1) (1) (1) (1) crédito (2)
PBI / PBI / PBI PBI
Países de altos ingresos
OCDE 66,8% 17,3% 23,8% 124,3% 15,4%
Resto 114,9% 50,2% 43,6% 95,7% 23,5%
Países en desarrollo
América Latina (AL) 30,9% n.d. n.d. 37,5% 28,1%
AL-7
Argentina 10,9% 7,6% 27,6% 33,3% 32,4%
Brasil 31,1% 14,9% 44,0% 56,0% 15,5%
Chile 61,9% 16,5% 11,8% 107,3% 11,4%
Colombia 30,9% 0,5% 31,2% 38,1% 13,7%
Mexico 14,8% 16,3% 18,6% 35,3% 29,6%
Peru 17,2% 3,7% 9,5% 51,8% 20,4%
Venezuela 12,8% 0,6% 77,7% 3,6% 28,7%
Otros países de AL
República Dominicana 18,6% n.d. n.d. n.d. 11,7%
Uruguay 22,5% n.d. n.d. 0,6% 40,2%
Ecuador 22,1% n.d. n.d. 8,9% 11,9%
Costa Rica 33,6% n.d. n.d. 7,8% 6,2%
Guatemala 29,0% n.d. n.d. n.d. 17,4%
Panama 76,7% n.d. n.d. 31,9% 11,7%
El Salvador 41,3% n.d. n.d. 24,6% 21,7%

Asia Oriental y Pacífico 39,7% 17,4% 29,7% 49,4% 25,5%


Europa y Asia Central 30,1% n.d. 22,6% 26,6% 45,1%
Medio Oriente y Africa del Norte 28,4% n.d. n.d. 42,4% 18,5%
Asia Medirional 31,1% 0,9% 29,6% 31,9% 19,5%
Africa subsahariana 16,2% 14,3% 28,8% 38,6% 21,3%
Fuente: Beck y Demirgüç-Kunt (2009) y datos del Banco Mundial (2011a).

Estos indicadores confirman que el crédito al sector privado como porcentaje del PBI es
muy bajo en comparación con lo que muestra la experiencia internacional. Mientras en
los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
este ratio supera el 60%, en Argentina no llega al 15%. En realidad, el nivel de
intermediación bancaria es bajo incluso para los estándares regionales. Estamos cerca de
Venezuela y México, pero muy lejos de lo que ocurre en Brasil o en Chile. En lo
relativo a la escala de los mercados de capital (bonos, acciones), la situación no es más
prometedora. El nivel de capitalización de mercado en la Argentina está por debajo de
la media internacional y regional. Si bien el monto de papeles soberanos negociados se
encuentra en valores cercanos a los de otros países de la región, el financiamiento al
sector privado –vía deuda o vía mercados accionarios– es más bien escaso. Por otra
parte, la Argentina tiene hoy muy poco acceso al financiamiento externo debido en parte
a las secuelas del default y en parte a las políticas financieras seguidas internamente en
la década del 2000. No ayudaron a expandir la escala el deterioro de los mercados de
deuda pública por falta de confianza en el indexador ni la estatización del sistema de las
AFJP, que redujo la presencia de inversores institucionales. Tampoco ayudan las
expansiones y contracciones procíclicas ni la volatilidad marcada del crédito (véase
última columna), lo que habla de falta de instrumentos para el manejo de la liquidez y
los riesgos. Los mercados de derivados son escasos y de poca relevancia.

¿Por qué la Argentina está particularmente subdesarrollada financieramente? Tomando


en consideración nuestro análisis de las funciones de las finanzas, se pueden plantear las
siguientes razones:

219
• La frecuencia de las crisis destruyó la credibilidad.

Aquí debemos recordar una de las conclusiones del marco conceptual: las crisis
destruyen instituciones. Por lo tanto, es más difícil desarrollar un sistema financiero en
economías volátiles porque las crisis destruyen las reglas de juego necesarias para
acotar la incertidumbre estratégica y cimentar la credibilidad. Como la Argentina sufrió
repetidas crisis que llevaron a la violación de las reglas de juego, es natural que las
transacciones financieras encuentren serias dificultades para su desarrollo. El gráfico
siguiente muestra evidencia del efecto de las crisis en el desarrollo financiero.

Gráfico 11.2
Crisis y desarrollo financiero
(crédito / PBI, promedio 1995-2008)
120 Promedio países sin crisis

Promedio países con crisis
100

80

60

40

20

0
Crisis bancarias Crisis cambiarias Crisis de endeudamiento

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Beck y Demirgüç-Kunt (2009) y Laeven y Valencia (2010).

Los países que sufrieron crisis financieras, cambiarias o de excesivo endeudamiento


público (entre ellos, la Argentina) ostentan un menor desarrollo financiero.

• La inflación y la devaluación hacen difícil firmar contratos en pesos.

La historia macroeconómica argentina indica que el nuestro es un país propenso a la alta


inflación y a las devaluaciones marcadas en períodos breves de tiempo. Más allá de las
causas de este comportamiento, lo cierto es que esos fenómenos le quitan credibilidad al
Banco Central y a los contratos denominados en pesos. El gráfico 11.3 muestra la
evolución del tipo de cambio real y el impuesto inflacionario.110 Como se observa, las
crisis coinciden con fuertes movimientos ascendentes del tipo de cambio real, causados
por la devaluación de la moneda. Como los saltos en el tipo de cambio nominal (pesos
por dólar) impulsan la inflación, es natural que el impuesto inflacionario se mueva en el
gráfico en consonancia con las correcciones cambiarias. La recaudación del impuesto
inflacionario puede ser muy alta. En los ochenta, por ejemplo, la recaudación por este

110
Definimos el impuesto inflacionario en la nota al pie anterior. El tipo de cambio real, a su vez, es la
relación entre los precios de los bienes en el exterior y los precios de los bienes en la Argentina. Como los
precios del exterior se expresan en dólares, cuando el dólar sube, el valor de los bienes del exterior sube
también. Por ejemplo, luego de una devaluación, todos los bienes importados suben con el dólar y lo
mismo ocurre con el precio interno de los alimentos que el país exporta. Sin embargo, suele ocurrir que
los precios en general no suban exactamente lo mismo que subió el dólar: hay productos no transables que
no fijan su precio en el exterior y, típicamente, los que venden esos productos no pueden “seguir al dólar”
porque se les caería mucho la demanda. Los que venden bienes transables no tienen este problema
justamente porque pueden vender sus productos en el exterior y cobrar en dólares.

220
impuesto llegó a superar el 6% del PBI. Nótese, por otra parte, que los grandes
movimientos alcistas en las dos variables se producen en el marco de las crisis. Sería un
milagro que pudieran realizarse transacciones financieras creíbles en un marco como
este.

Gráfico 11.3
Precios relativos e impuesto inflacionario 1960-2010
10 500
Rodrigazo
Hiperinflación
% PBI

450

1993=100
8
Crisis 400
de la Crisis de la
Deuda convertibilidad
350
6 Crisis
Institucional
300

4 250

200

2
150

100
0

Imp uesto In flacionario (eje izq .) 50

Tip o d e Cambio Real (eje d er.)


-2 0
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Ferreres (2006) e INDEC.

El impuesto inflacionario es una forma de transferir riqueza de los tenedores de dinero


al gobierno,111 de lo cual se deduce que las crisis inducen redistribución de riqueza. Ya
vimos, por otro lado, que las crisis generan pobreza y empeoran la distribución del
ingreso (véase capítulo 6). Es fácil conjeturar, por lo tanto, que las aceleraciones
inflacionarias y las devaluaciones son muy perniciosas para la inclusión.

• Los marcos regulatorios no fueron bien diseñados.

El grafico 11.4 presenta evidencia sobre la evolución del crédito al sector privado antes,
durante y después de las últimas cuatro crisis macroeconómicas: el “Rodrigazo” en
1975, la crisis de la “tablita” en 1982, la hiperinflación de 1989 y la crisis de la
convertibilidad de 2001. Dos de estas fueron crisis específicamente financieras (la de
1982 y la de 2001) y estuvieron relacionadas con errores de diseño en los marcos
regulatorios: la reforma financiera de 1977 en el primer caso y la convertibilidad con
dolarización en los noventa. Las otras dos (el Rodrigazo y la hiperinflación) estuvieron
más asociadas con crisis de orden fiscal y monetario.

111
Y a los bancos también: como los bancos tienen como pasivo depósitos en cuenta corriente y caja de
ahorro que no pagan interés o pagan uno ínfimo, el valor real de esos depósitos cae con la inflación,
favoreciendo al banco. Es por eso que, cuando los agentes esperan una aceleración de la inflación, retiran
sus depósitos y compran dólares.

221
Gráfico 11.4
Efectos de las crisis sobre el crédito
Crédito Bancario al S.Privado

180

160

140

120

100

80

60

40
-4 -3 -2 -1 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Rodrigazo 1975:3 Crisis de la Tablita 1982:2
Hiperinflación 1989:3 Crisis de la Convertibilidad 2002:1
Fuente: Elaboración propia con datos del BCRA (2011).

La línea punteada del gráfico marca el punto “t” de la crisis e iguala la cantidad de
crédito a 100. A partir de allí se grafica la dinámica del crédito real en los cuatro años
posteriores a la crisis. Es fácil ver que el crédito cae abruptamente en las crisis (excepto
en la hiperinflación) y tarda mucho en recuperarse. La recuperación del crédito es
especialmente problemática luego de las dos crisis financieras que, como se dijo, se
relacionaron con errores regulatorios. En particular, nótese la recuperación del crédito
en los dos mil, muy débil aun comparada con otras crisis.

Hemos argumentado que el bajo desarrollo financiero afecta el desempeño. Sin


embargo, en lo que hace a crecimiento, podría pensarse que los efectos del
subdesarrollo financiero no son importantes porque, de cualquier forma, la economía ha
crecido sin crédito en los dos mil, pero este argumento sería inexacto. La Argentina
recibió un shock muy positivo de términos del intercambio y no sorprende que haya
acelerado el crecimiento. Lo que importa para el desarrollo económico es si el
crecimiento es sostenible. En este sentido, hay que considerar que la Argentina se
caracteriza por la sucesión de procesos de aceleración que en vez de desembocar en el
crecimiento sostenido terminaron en crisis. Se requiere, entonces, constatar si el
subdesarrollo de los mercados financieros está afectando variables que inciden en la
estabilidad y el crecimiento. Para esto, es vital que los canales que deben asignar los
excedentes del sector primario a actividades con rendimientos crecientes estén
funcionando y, también, resguardar la estabilidad monetaria.

Es posible demostrar que hubo disfuncionalidades importantes en la operación de esos


canales. En efecto, dada la evolución de la economía argentina en los dos mil, era de
esperar que la asignación del crédito bancario mostrara un sesgo hacia los sectores de
mayor dinamismo. La evidencia disponible, sin embargo, no habla en favor de esta
hipótesis. Un estudio de Bebczuk y Sangiácomo (2007) referido al período 1998-2005
concluye que “las carteras de créditos a las empresas no parecen cambiar
sustancialmente ni en el corto ni en el largo plazo y, en consecuencia, no han
reaccionado a las condiciones de rentabilidad y riesgo ofrecidas por los distintos

222
sectores”. El cuadro 11.2 brinda evidencia adicional a partir de observar la asignación
de crédito por actividad productiva. Luego de la devaluación, todos los sectores
productivos mostraron una reducción de la relación crédito/valor agregado, lo que
indica que el sector bancario no estuvo en condiciones de generar una oferta de crédito
suficiente como para acompañar el sensible crecimiento que se registra en esos años.
Por otra parte, el financiamiento sectorial no se modificó sustancialmente en los últimos
años, a pesar de que los precios relativos sí lo hicieron.

Cuadro 11.2
Crédito al sector privado por actividad productiva
(Precios constantes de 1993)
1998 2007
Tipo de bien Sector
Ratio Cred. / Ratio Cred. /
Cred. Prod. Cred. Prod.
Prod. Prod.
P. Corr. P. Corr. (%) P. Corr. P. Corr. (%)

Producción primaria 5.692 20.014 28,4% 12.568 105.959 11,9%


Transable
Industria manufacturera 10.932 53.326 20,5% 18.077 158.878 11,4%
Construcción 2.513 16.397 15,3% 2.396 46.317 5,2%
Electricidad, Gas, Agua 1.530 5.821 26,3% 1.252 10.985 11,4%
No transable
Comercio mayorista y minorista 6.316 41.984 15,0% 7.684 86.314 8,9%
Serivicios y finanzas (privado) 19.014 141.988 13,4% 31.247 337.330 9,3%

Fuente: Albrieu, Bernat y Corso (2008).

La disfuncionalidad de mayor relevancia asociada con el sector financiero, sin embargo,


se expresa en las decisiones de portafolio de los ahorristas. Ante las dificultades en
cuanto a credibilidad, los ahorristas colocan sus ahorros básicamente en dos tipos de
riqueza: activos en el exterior e inversión en inmuebles. En lo que hace a inversión en
inmuebles, ya vimos en el capítulo 8 que esto se refleja en una inversión con un
componente demasiado alto en construcción, en detrimento de la inversión en equipos
productivos. La colocación de ahorros en el exterior, por su parte, fue tan intensa que el
sector privado argentino ha pasado a ser un país acreedor del resto del mundo (véase
gráfico 11.5). Para un país que necesita invertir en su gente por estar gozando del bono
demográfico, que buena parte de los recursos de ahorro se coloquen en el exterior es,
ciertamente, una disfuncionalidad preocupante.

223
Gráfico 11.5
Activos, pasivos y posición externa neta privada
(Millones de dólares)
200.000
Pos ición Neta

180.000 Activos  Externos

160.000 Pa s ivos  Externos

140.000

120.000

100.000

80.000

60.000

40.000

20.000

‐20.000
991

993

995

997

999

001

003

005

007

009
Fuente:Elaborado con datos de INDEC (2011).

Al recurrir a los servicios de intermediación provistos por entidades del exterior, el


patrón de financiamiento contribuye a perpetuar dos características estructurales muy
perjudiciales para el crecimiento: el subdesarrollo financiero y la segmentación en el
acceso al crédito, ya que las empresas de menor tamaño no pueden acceder a los
mercados internacionales.

Cuando los fenómenos de salida son tan intensos, tarde o temprano afectan la
estabilidad monetaria y el nivel de actividad. Por ejemplo, en el caso argentino, como el
superávit de cuenta corriente se redujo fuertemente de la mano del creciente gasto
energético, a los mercados les resulta cada vez más difícil encontrar la oferta para
satisfacer la demanda de dólares y ello se traduce en presiones hacia la depreciación del
peso. Un contexto de esta naturaleza juega en contra del desarrollo de operaciones
financieras denominadas en la moneda local.

En definitiva, el panorama que surge es el de una estructura financiera incompleta y un


sistema financiero que no provee una cantidad y variedad de instrumentos que le
permitan desempeñar satisfactoriamente las cinco funciones mencionadas más arriba, lo
cual afecta los indicadores de desempeño.

2. Sobre las funciones del mercado de trabajo

Como ya hemos discutido el rol del trabajo al estudiar el hardware y también


analizamos el papel de la coordinación y la motivación en las organizaciones, la tarea
será algo más sencilla y breve que en el caso del mercado financiero. Nos
concentraremos en los aspectos particularmente relevantes como fuentes probables de
disfunción.

224
¿Por qué son complejas las transacciones en el mercado de trabajo?112 En primer lugar,
por razones similares a las que encontramos en los mercados financieros: problemas de
incertidumbre, información asimétrica y de delegación (agente vs. principal). Un
problema básico para el empleador es conocer las características del potencial empleado
y el grado de esfuerzo que esté dispuesto a invertir en la tarea. Obviamente, el
postulante tiene mayor información sobre estos puntos que el empleador, lo que crea un
problema de información asimétrica. Asimismo, la cuestión del agente y el principal
aparece porque el trabajador tendrá bajo su control activos productivos que son
propiedad de la firma y podría no cuidarlos correctamente. Además, como el trabajador
se integra en una organización, si toma decisiones incorrectas, podrían afectar a varios
segmentos de la firma, sobre todo si el trabajador está en el tramo superior de la
jerarquía. El empleado, por su parte, también enfrenta riesgos. Una fuente muy
importante de incertidumbre son las posibilidades de desarrollo de una carrera y de
autorrealización en la organización que lo emplea: no todos los trabajos brindan iguales
oportunidades para desplegar la creatividad, acumular capital humano por la vía de la
experiencia y la capacitación y establecer vínculos relacionales útiles para el
crecimiento profesional.

Un segundo factor que agrega complejidad a las transacciones es que, por una parte, los
contratos de trabajo suelen incorporar cláusulas destinadas a proteger al trabajador y,
por otra, las instituciones del sistema de seguridad social están muy relacionadas con el
mercado de trabajo, debido a razones históricas y organizacionales. Esto genera
inflexibilidad en la negociación, ya que hay pocos grados de libertad para decidir
respecto del precio (salario), las cantidades (horario) y las condiciones de trabajo. Hay
razones de peso que lo explican: es necesario proteger la integridad física y el bienestar
del trabajador; además, los trabajadores suelen tener menos capacidad para asumir
riesgos, por lo que se espera que buena parte de las fluctuaciones en los ingresos de la
firma sean absorbidas por los beneficios y no por los salarios.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que si bien es necesario proteger los intereses de
los trabajadores empleados, un exceso de rigidez en las regulaciones laborables puede
perjudicar a los desempleados: si es muy difícil adaptar los contratos a las fluctuaciones
en las condiciones de los negocios, los empleadores pueden decidir emplear menos
personal o eludir las regulaciones. En el primer caso, aumenta el desempleo; en el
segundo, se segmenta el mercado de trabajo, lo cual a su vez incrementa la informalidad
(una estrategia muy utilizada para segmentar es subcontratar ciertas actividades, que son
realizadas por empresas con trabajadores no registrados).

Un último factor de complejidad es que, para bajar los costos de transacción, las
negociaciones se realizan de forma delegada y periódica, lo cual agrega inflexibilidad a
los salarios y da lugar a problemas de representación de intereses.113 A diferencia del
caso financiero, no existen instituciones privadas como los bancos que actúen como
“intermediarios del trabajo”. Los sindicatos y las asociaciones patronales no son
entidades con fines de lucro sino entidades de acción colectiva que representan los
intereses de las partes y, además, las negociaciones suelen ser monitoreadas de cerca

112
Sobre mercado de trabajo y efectos sistémicos véase Blanchard (2005)
113
Las paritarias no se convocan ante la ocurrencia de un hecho específico. En Argentina, los convenios
de trabajo suelen ser de frecuencia anual, aunque recientemente se han agregado cláusulas que implican
actualizaciones o cambios intraperíodo, como la adición escalonada de sumas no remunerativas (véase
MTEySS, 2011).

225
por el gobierno.114 Esto es una fuente de distorsiones porque, como en toda instancia de
acción colectiva, no necesariamente los representantes hacen lo que es óptimo para sus
representados: los sindicalistas, por ejemplo, muchas veces persiguen objetivos políticos
o de lucro propios. Cuando esto ocurre en el mercado de trabajo, la protección de los
trabajadores puede deteriorarse, pueden surgir conflictos de representación política o las
empresas pueden enfrentar dificultades excesivas para manejar el personal. Obviamente,
de esto no se sigue que haya necesariamente soluciones alternativas para reducir los
costos de negociación. Hay que recordar que siempre la contracara de la cooperación es
el conflicto y es posible que lo mejor sea sacrificar algo de eficiencia si ello sirve para
reducir el conflicto, que en el caso de los mercados de trabajo está siempre latente.

¿Por qué lo que ocurre en el mercado de trabajo puede tener consecuencias sistémicas?
Hay tres razones bastante directas.

• El trabajo –de diferentes niveles de calificación– es un input importante de la


producción en todas las actividades económicas y también lo es de todas las
organizaciones en la medida que las jerarquías se estructuran con personas. En
consecuencia, las disfunciones en los mercados de trabajo producen problemas
de coordinación y de incentivos en toda la economía que inciden tanto sobre la
distribución como sobre la estabilidad y el crecimiento. En el caso argentino, las
distorsiones más significativas son la segmentación entre un sector formal y otro
informal, así como el subempleo y el desempleo, que alimentan las
heterogeneidades estructurales y trampas de pobreza asociadas con baja
acumulación de capital humano por falta de experiencia y capacitación laboral.
Esto último puede ser muy dañino para la distribución.
• Los conflictos en la negociación salarial y de las condiciones de trabajo suelen
generar “externalidades” negativas en términos políticos, generando un clima de
inestabilidad y falta de confianza muy negativo para la inversión y las tareas de
construcción de instituciones. En el mercado de trabajo los mecanismos de
representación política están directamente implicados debido a la presencia de
sindicatos, cámaras empresarias y gobierno en las negociaciones. En el caso de
las relaciones del trabajo es donde es más fácil mostrar que un buen sistema
político es benéfico para la eficiencia económica
• Lo que ocurre con el empleo es importante para la macroeconomía porque los
trabajadores son, a la vez, consumidores. Por lo tanto, si aumenta el desempleo,

114
En la Argentina, hacia mayo de 2011 se encontraban operativos aproximadamente 130 cámaras
empresariales y 140 sindicatos. Dentro de los segundos coexisten tres tipos: los de oficio (trabajadores
que tienen en común una especialidad laboral, como "artes", "oficio" o "técnica"), de industria
(trabajadores de una industria o actividad general sin discriminar según las funciones que se desempeñen
ni si se trata de obreros, empleados o asalariados calificados, y de empresa (trabajadores de una entidad
productora de dimensiones que exceden las de una simple industria o actividad limitada). En el caso
argentino, las negociaciones en la esfera formal incluyen a las tres partes: las cámaras empresariales (las
entidades gremiales del sector empleador que reúnen a empresas de una misma actividad), los sindicatos
(las organizaciones representantes de los trabajadores de una misma actividad, sector o profesión) y el
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS), que tiene entre sus funciones promover,
regular y fiscalizar el cumplimiento de los derechos fundamentales de los trabajadores, en especial la
libertad sindical, la negociación colectiva, la igualdad en las oportunidades y de trato y la eliminación del
trabajo forzoso y del trabajo infantil. Así, el MTEySS participa en la negociación y luego homologa los
convenios, lo cual implica darle estatus de legalidad. Cuando el gobierno no participa de la negociación,
suele tratarse de trabajo asalariado no registrado, o en negro. De todas maneras, el trabajador puede hacer
valer la Ley de contrato de trabajo y reclamar que se lo registre en la Administración Federal de Ingresos
Públicos (AFIP).

226
se reduce la demanda agregada y hay recesión. Nótese que en este caso
interactúan los desequilibrios en el mercado de trabajo con las fallas en los
mercados financieros: si los trabajadores tuvieran acceso fluido al crédito,
podrían financiar su consumo con crédito en los períodos en que estuvieran
desocupados. Una demanda de trabajo excesivamente tonificada, por otra parte,
puede elevar las presiones inflacionarias.

En síntesis, para que las organizaciones funcionen eficientemente es necesario diseñar


mecanismos de coordinación y motivación, pero, dada la complejidad de la transacción
en el mercado de trabajo, el diseño de esos mecanismos enfrenta muchas restricciones.
En este sentido, hay una simetría entre el mercado financiero y el de trabajo: en ambos
existe una fuerte tensión entre ganancias de productividad e incertidumbre estratégica.
En el caso del mercado de trabajo, la sociedad puede realizar enormes ganancias de
productividad por la vía de organizar mercados que ayuden a hacer más eficiente la
división del trabajo y la especialización. Pero contratar trabajadores implica delegar
decisiones y separar la propiedad del control de los bienes productivos. Esto aumenta la
posibilidad de que los oportunistas –sean empresarios, trabajadores o sindicalistas–
aprovechen la ocasión para extraer beneficios extra, no pautados en los contratos. Esta
posibilidad aumenta la incertidumbre estratégica y, por ende, la relevancia de contar con
reglas de juego creíbles para las relaciones del trabajo, capaces de acotar esa
incertidumbre. De aquí que, muchas veces, el secreto de la productividad no esté tanto
en innovar en la producción como en innovar con mecanismos institucionales y
organizativos que minimicen los conflictos en la negociación. Esto es, brindar
protección a los trabajadores sin desencadenar, al mismo tiempo, consecuencias sobre la
estabilidad de las reglas de juego o de la macroeconomía difíciles de manejar. No
obstante, es difícil que esto ocurra si no están dadas las condiciones en el sistema
político..

4. El mercado de trabajo en la Argentina115

La población económicamente activa (PEA) es la variable que sirve de base para medir
el tamaño de la fuerza de trabajo (ya nos hemos encontrado con ella al analizar las
cuestiones demográficas en el capítulo 7). Como se recordará, la PEA está determinada
por la cantidad de población en edad de trabajar y el porcentaje de la población que
decide participar en el mercado de trabajo. Para caracterizar este mercado, no obstante,
es necesario introducir otras variables en el análisis. La figura siguiente muestra cómo
se relacionan esas variables con la PEA y entre sí. En cada rectángulo aparece la
cantidad de personas correspondiente. Los datos son de fines de 2010 y abarcan sólo la
población urbana (ya vimos en el capítulo 7 que la población no urbana es muy
reducida).

115
Para una visión sobre la evolución del mercado de trabajo en la Argentina ver Beccaria et al. (2009).;
sobre informalidad y cuentapropismo: Bertranou y Maruzio (2011)

227
Figura 11.1
Situación ocupacional de la población urbana total

Población Urbana
36.863 = 100%

Población Económicamente Inactiva Población Económicamente Activa


20.347 = 55.2% 16.536 = 44.8%

Ocupados Desocupados
15.378 = 93% 1.159 = 7%

Sector Privado Sector Público Planes de Empleo


12.624 = 82.1% 2.648 = 17.2% 106 = 0.7%

Asalariados Patrón Cuenta Propia Familiar sin sueldo


9.053 = 71.7% 643 = 5.1% 2.806 = 22.2% 122 = 1.0%

Registrados No Registrados Servicio Doméstico


5.195 = 57.4% 2.794 = 30.9% 1.064 = 11.8%
Fuente: MTEySS (2011).

La tasa de participación de la Argentina se ubica en un 45%, lo que determina una PEA


urbana de 16,5 millones de personas. El resto de la población se encuentra inactiva, sea
porque son niños, sea porque son mayores o, simplemente, porque no buscan trabajo.
Dado que la Argentina está en la etapa del bono demográfico, el tamaño de la PEA en
relación a la población inactiva es hoy más elevado de lo que será en el futuro. A la vez,
de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), hacia fines de 2010 un 93% de
la PEA tenía empleo mientras que los desempleados representaban el 7% restante. Esto
significa que la cantidad de personas sin empleo se ubicaba en 1,1 millones.

El desempleo, no obstante, está lejos de representar a todas las personas con problemas
de empleo. Dentro del grupo de los empleados hay que distinguir entre los que tienen
trabajos “plenos” –es decir, de más de 35 horas semanales– y los que realizan trabajos
de medio tiempo o de extensión menor pero que desearían trabajar más horas y que se
clasifican como “subempleados”. En el caso de la Argentina, los primeros alcanzan a un
84,1% de la PEA, mientras que los segundos llegan a 8,5%. Así, si sumamos
desempleados y subempleados, resulta que la proporción de personas con problemas de
empleo se ubica en alrededor del 16% de la PEA. No es un problema pequeño: son 2,5
millones de personas e indica que el mercado está segmentado. Esto es un reflejo, por
supuesto, de la importancia que tienen en la estructura productiva las actividades de
subsistencia (véase capítulo 9).

228
El sector privado es el principal empleador, con el 82% de los puestos de trabajo. Por
supuesto, dada la heterogeneidad estructural existente, no todos los puestos de trabajo
son de igual calidad: hay trabajadores asalariados, otros que son empleadores, otros que
perciben ingresos pero no tienen empleados ni patrones –son los denominados
“cuentapropistas”– y otros que no perciben salario. En la Argentina, los últimos datos
disponibles muestran que casi un cuarto de los empleos generados por el sector privado
son de cuenta propia, un 5% corresponde a empleadores, un 72% a asalariados y un 1%
a trabajadores que no son remunerados.116

En el cuentapropismo conviven trabajadores profesionales y de alta calificación con


obreros y vendedores ambulantes. Lepore y Schleser (2006) presentan evidencia que
conecta al cuentapropismo con la vulnerabilidad laboral. Se destaca allí que la
participación de los trabajadores profesionales y de alta calificación es marginal:
abogados y contadores, por ejemplo, no llegan al 5% del total de cuentapropistas. Las
ocupaciones de comerciante, albañil, pintor y electricista, en cambio, representan entre
el 15% y el 20%. Bertranou (2007) aporta una hipótesis adicional: la participación de
los empleos por cuenta propia con relación al total de empleo del sector privado es
procíclica, lo cual se verifica en el caso argentino, con fuertes crecimientos en los
entornos de las crisis. Apella y Casanova (2008) presentan evidencia adicional en el
mismo sentido. Ellos encuentran que sólo un 38% de los trabajadores autónomos aporta
al sistema de seguridad social. Por último, Jiménez (2011) muestra que la tasa de
subempleo y el nivel de pobreza son mayores en este segmento que en el de los
asalariados, mientras que los ingresos por hora son menores.

El trabajo asalariado comprende a cerca de 9 millones de personas, un 12% de las cuales


corresponde al servicio doméstico, un 57,4% son trabajadores registrados (es decir, con
aportes al sistema de seguridad social) y un 31%, no registrados (sin aportes al sistema
de seguridad social). Este último dato es relevante porque refiere inequívocamente a la
vulnerabilidad: los trabajadores no registrados no poseen los derechos y beneficios
previstos legalmente para los trabajadores en relación de dependencia.

La informalidad es una deficiencia importante asociada con la segmentación y la baja


productividad de ciertas actividades de subsistencia. La persistencia de la informalidad
daña el bienestar por varias razones. Un puesto informal se asocia a una menor duración
del empleo y a menores ingresos por hora en comparación con un puesto formal (véase
MTEySS y BM, 2008). Además, la informalidad se extiende en los segmentos
poblacionales más vulnerables, como los jóvenes y los trabajadores con menor nivel
educativo. Si tomamos como parámetro el Gran Buenos Aires (GBA), vemos que la
informalidad prácticamente se duplicó en los últimos 30 años (Lepore y Schleser,
2008). En efecto, en el año 1980 la informalidad de los asalariados era del 22%. La
década perdida elevó la informalidad a 32% y la crisis de la convertibilidad, a 43%. La
recuperación posterior permitió reducirla en 5 puntos, entre 2004 y 2010. En este caso,
más que un fenómeno cíclico, el crecimiento de la informalidad en Argentina de las
últimas décadas parece un fenómeno estructural. Los cambios en el marco institucional
y las reformas incidieron en esto, sin dudas. Al respecto, Arias et al. (2008) destacan los
efectos del régimen de convertibilidad, las privatizaciones y la reforma laboral de 1995.
La evolución de los costos laborales se presenta en el gráfico 11.6. Dado que existen
medidas alternativas, se presentan dos estimaciones para un período extendido: el costo
116
Kritz (2011) muestra la falta de dinámica en la creación de empleo luego de la caída en la actividad en
2009.

229
laboral unitario –que incluye cargas sociales–, de Coremberg y Molina (2008) y el costo
salarial unitario, de Graña y Kennedy (2008). La figura que emerge en ambos casos es
similar: a principios de la década del noventa, los costos salariales se reducen
marcadamente, de la mano de fuertes aumentos en la productividad y cambios
regulatorios en el mercado de trabajo. Luego le siguió una etapa, de fines de la década,
caracterizada por la deflación y costos crecientes. El salto en los precios de la
devaluación de 2001 recompuso los márgenes empresariales, pero luego el costo laboral
retomó la senda de crecimiento. Nótese que, desde una perspectiva histórica, los costos
salariales disminuyen rápidamente con las crisis y luego se recuperan, también
rápidamente. Sin embargo, en la salida de la crisis de la Convertibilidad el costo salarial
se recuperó más lentamente.

Gráfico 11.6
Estimaciones del costo laboral
1.1

0.9

0.8

0.7
Costo salarial 
0.6 unitario

0.5 Costo laboral 
unitario

0.4
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008

Fuente: Coremberg y Molina (2008), Graña y Kennedy (2008) e INDEC (2011).

Una mirada a lo que ocurre con el empleo en la región puede ser útil para contextualizar
y evaluar la significación de estas cifras del mercado argentino (véase cuadro 11.3). Al
igual que en nuestro país, en la región la demanda de trabajo está liderada por el sector
privado. El sector público en la Argentina, sin embargo, tiene una participación que es
superior a la observada en los siete países más grandes de la región, con excepción de
Venezuela (véase cuadro 11.3). Este rasgo diferencial es relativamente estable en el
tiempo: ya estaba presente una década atrás.

230
Cuadro 11.3
Características del empleo en América Latina (%)
Público Privado

Asalariado Cuenta propia Empleador

Argentina
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 15,5 57,1 23,0 4,4
2007-2009 15,9 60,0 19,6 4,5

Brasil
1989-1992 12,0 47,3 37,2 3,5
1999-2001 11,1 47,7 37,1 4,1
2007-2009 11,6 54,8 29,3 4,3
Chile
1989-1992 9,9 64,8 21,6 3,7
1999-2001 11,8 62,8 21,1 4,3
2007-2009 11,6 64,7 20,6 3,1
Colombia
1989-1992 6,6 52,0 36,3 5,1
1999-2001 6,8 46,7 42,4 4,1
2007-2009 4,6
, 38,3
, 47,7
, 9,4,
México
1989-1992 11,8 52,1 32,3 3,8
1999-2001 11,0 54,5 29,4 5,1
2007-2009 11,3 60,8 23,0 4,9
Peru
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 8,6 31,4 54,1 5,9
2007-2009 9,4 32,9 52,2 5,5
Venezuela
1989-1992 19,3 47,2 25,9 7,6
1999-2001 14,9 43,0 36,9 5,2
2007-2009 17,9 40,2 37,9 4,0
Fuente: Elaboración propia basada en CEPAL (2012).

Dentro del empleo en el sector privado también es posible detectar rasgos que
diferencian a la Argentina: al igual que Chile, México y en menor medida Brasil, tiene
una alta proporción de asalariados, cercana al 60%. En Colombia, Perú y Venezuela, en
cambio, la presencia del cuentapropismo es mayor; la proporción de asalariados apenas
llega al 40% (véase cuadro 11.3). La dinámica de la última década muestra tres tipos de
movimiento: países donde aumentó la salarización y se redujo el cuentapropismo, países
donde este movimiento fue leve y otros donde la informalidad directamente se
incrementó. Argentina pertenece al primer grupo, al igual que Brasil y México. Se trata
de dos rasgos positivos en la medida que el cuentapropismo suele asociarse con las
actividades de subsistencia. Pero para tener una idea acabada, es bueno echar una
mirada a la calidad del empleo generado. El cuadro siguiente brinda información en
relación con esto.

231
Cuadro 11.4
Productividad del empleo en América Latina (%)
Baja productividad Resto

Total Microempresas Independientes Resto

Argentina
1989-1992 44,1 15,5 23,0 5,6 55,9
1999-2001 40,7 18,2 17,3 5,2 59,3
2007-2009 39,0 17,5 14,8 6,7 61,0

Brasil
1989-1992 48,0 20,9 21,3 5,8 52,0
1999-2001 46,7 12,4 25,8 8,5 53,3
2007-2009 41,1 12,7 19,9 8,5 58,9
Chile
1989-1992 38,9 11,1 20,9 6,9 61,1
1999-2001 31,8 10,7 14,7 6,4 68,2
2007-2009 30,0 8,2 16,8 5,0 70,0
Colombia
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
2007-2009 60,5
, 15,3
, 40,9 4,3, 39,5
,
México
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 40,5 19,8 17,7 3,0 59,5
2007-2009 43,3 23,7 15,0 4,6 56,7
Peru
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 63,8 19,4 40,9 3,5 36,2
2007-2009 57,6 17,1 37,4 3,1 42,4
Venezuela
1989-1992 39,1 11,5 21,4 6,2 60,9
1999-2001 53,8 16,4 35,3 2,1 46,2
2007-2009 49,8 12,4 35,8 1,6 50,2
Fuente: Elaboración propia en base a CEPAL (2012).

Los registros correspondientes a los países grandes de América Latina indican que los
empleos de baja productividad acaparan entre el 30% y el 60% del total del empleo, lo
cual habla a las claras de la importancia de tomar en cuenta la heterogeneidad
estructural y, particularmente, el peso del sector de subsistencia. Nuestro país, de
cualquier forma, se encuentra junto con Chile dentro del grupo con menor incidencia
relativa del trabajo de baja productividad. Los empleos de baja productividad
representan el 39% del total. Esta estimación aportada por la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) está en línea con lo que encontramos al analizar el
peso del sector de subsistencia en el capítulo 9. Si tomamos la evolución de la última
década, no obstante, a pesar del alto crecimiento de la economía la proporción de
empleos de baja productividad se mantuvo relativamente estable; esto evidencia que el
proceso de crecimiento no tiene una gran capacidad para absorber al sector de
subsistencia dentro de un proceso de transformación estructural compatible con el
crecimiento inclusivo.

232
Un rasgo positivo que muestra la región en los dos mil es que la tasa de desempleo
tendió a declinar, aunque hay por supuesto excepciones. El cuadro 11.5, que registra la
evolución del desempleo, indica que la Argentina se cuenta entre los países que más
redujeron el desempleo; un hecho que no sorprende si se tiene en cuenta la aceleración
del crecimiento ya analizada en capítulos anteriores. De cualquier forma, cuando el
objetivo es el crecimiento inclusivo, es importante analizar también la anatomía del
desempleo.

Cuadro 11.5 (%)


Características del desempleo en América Latina
Total Por edad Por sexo Años de educación

15-24 24-35 35-44 45 o + M F 0a5 5 a 10 10 a 12 13 o +

Argentina
1989-1992 5,9 13,0 4,9 4,1 3,8 5,7 6,4 7,6 6,8 5,9 3,0
1999-2001 14,7 24,3 12,0 11,6 12,9 13,4 16,5 17,0 17,4 14,5 10,2
2007-2009 9,1 21,8 8,3 5,7 6,0 8,1 10,4 14,2 10,5 9,7 6,6

Brasil
1989-1992 3,8 6,9 3,8 2,1 1,2 3,9 3,5 3,2 5,9 4,4 1,8
1999-2001 9,6 18,3 9,2 6,1 4,3 7,8 12,1 7,0 14,6 12,0 5,1
2007-2009 8,3 17,8 8,6 5,3 3,5 6,1 11,0 5,5 11,0 10,5 5,0
Chile
1989-1992 8,3 16,5 7,9 5,1 5,2 7,7 9,6 7,9 9,2 9,1 6,3
1999-2001 9,9 21,3 9,6 7,1 6,1 9,0 11,3 11,0 11,6 10,1 7,0
2007-2009 10,2 24,9 11,3 7,2 5,6 8,9 12,2 7,8 10,3 11,6 8,6
Colombia
1989-1992 7,2 14,9 6,9 3,3 2,4 7,2 7,2 4,4 9,8 12,6 7,3
1999-2001 16,3 30,6 16,0 11,4 7,9 16,3 16,3 11,1 21,2 23,0 13,7
2007-2009 12,1
, 23,4
, 12,2 8,7 7,1, 12,1
, 12,1
, 8,4, 13,4 16,2 11,5
,
México
1989-1992 2,6 6,5 1,9 0,7 0,5 2,6 2,6 1,0 3,9 3,4 2,3
1999-2001 2,5 5,6 2,1 1,2 0,8 2,5 2,7 1,5 2,7 3,0 3,7
2007-2009 4,5 9,8 4,2 2,3 2,5 4,5 5,3 3,3 4,9 5,1 4,0
Peru
1989-1992 n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d. n.d.
1999-2001 5,0 11,3 4,3 2,9 2,8 5,0 5,6 1,9 7,0 6,6 7,8
2007-2009 3,9 9,5 4,2 2,2 2,0 3,8 4,1 1,0 4,0 5,8 6,2
Venezuela
1989-1992 10,2 19,3 11,3 5,9 4,5 11,2 8,4 9,7 12,1 9,3 6,1
1999-2001 14,5 25,7 14,7 10,2 7,8 13,6 16,1 11,6 15,2 16,3 12,5
2007-2009 6,9 13,6 7,4 4,6 3,9 6,5 7,4 5,4 6,5 7,2 7,5
Fuente: Elaboración propia sobre la base de CEPAL (2012).

Cuando la desagregación se realiza por edad y nivel educativo es posible observar


debilidades importantes. En primer lugar, la incidencia del desempleo en los jóvenes de
hasta 24 años casi triplica la que registra el grupo de edad que le sigue (véase cuadro
11.5). Esta característica se repite en varios países de la región, un hecho poco alentador
si se considera que varios de estos países están cursando la etapa del bono demográfico.
La no integración en las tareas productivas afecta un componente importante del capital
humano, que es la experiencia y la posibilidad de beneficiarse del learning by doing. En
segundo lugar, cuando se clasifica a los desempleados en términos de los años de

233
educación, surge que en la Argentina el grupo de trabajadores con mayor nivel
educativo tiene una tasa de desocupación que es la mitad de la que experimenta un
trabajador no calificado Asimismo, hay una correlación inversa entre tasa de desempleo
y nivel educativo. Nótese que este rasgo no se repite sistemáticamente en los otros
países. Por supuesto, la correlación inversa entre educación y desempleo es muy
negativa desde el punto de vista de la inclusión, al favorecer las trampas de pobreza.
Además, menor desocupación implica mejores salarios y por lo tanto los salarios de los
educados tenderán a ser más altos. Al evaluar este hecho hay que tomar en cuenta,
además, que en la Argentina el sector público explica una mayor proporción del empleo
y los empleos en el Estado suelen tener un componente importante de mano de obra
educada. Desde este punto de vista, es probable que la política de empleo del Estado no
sea neutral para la distribución.

En suma, el panorama que surge de nuestro análisis es el de un mercado de trabajo


segmentado, con gran presencia de la informalidad y una gran cantidad de personas con
problemas para acceder a un empleo de calidad. Estas características están sin dudas
detrás de las deficiencias que se observan en los indicadores de desempeño distributivo,
como el Gini (véase capítulo 6).

La Argentina comparte sus rasgos de debilidad en el mercado de trabajo con los países
de la región, aunque está en una posición comparativamente ventajosa en algunas
dimensiones. Un hecho positivo es que de la mano del crecimiento de los noventavos
mil mejoraron las condiciones, sobre todo en lo relativo a desempleo y en evitar que se
profundizara el proceso de informalización. Pero más allá de esto, dado que la tasa de
crecimiento fue muy alta, puede argumentarse que el avance en la corrección de los
desajustes estructurales fue sólo mediocre.

Cuando se observan de manera comparativa los mercados financieros y de trabajo,


surge la hipótesis de que las disfuncionalidades en los primeros afectan sobre todo la
capacidad para acelerar el crecimiento y mantener la estabilidad macroeconómica,
mientras los segundos tienen un papel crucial para hacer inclusivo el crecimiento y
reducir el peso de la economía de subsistencia. Si bien los desajustes en los costos
salariales tienen efecto sobre la competitividad y también desempeñaron un papel en las
crisis, lo cierto es que parecen más un efecto, a su vez, de los desajustes de las políticas
financieras, cambiarias, fiscales y monetarias que el fruto de inflexibilidades en el
mercado laboral.

Dicho lo anterior, en la Argentina es necesario prestar atención permanente al


funcionamiento de los mercados de trabajo por dos razones: primero, la economía es
muy volátil y la falta de flexibilidad puede tener consecuencias mayores a las
observadas en economías estables; segundo, es vital crear empleo de calidad para el
sector de subsistencia y por ello no debe perderse de vista que, cuanto más costoso el
trabajador adicional, menor la probabilidad de que suba la demanda de empleo. Esto
trae problemas distributivos muy difíciles de manejar. Nótese que hay dos cuestiones
distintas. Por un lado, el espíritu de lucro puede llevar a no respetar las instituciones de
protección del trabajador y es un problema de control. Pero por otro, como ya vimos, en
el sector de subsistencia muchas actividades informales o no registradas no serían
viables si respetaran estrictamente la legislación laboral e impositiva. En este segundo
caso, el problema no es controlar el trabajo informal sino promover un cambio

234
estructural que favorezca el crecimiento de forma de aumentar la productividad del
trabajo.

235
12. El Estado y las políticas económicas

En el último siglo, el tamaño del Estado tendió a incrementarse de manera generalizada,


sobre todo en las economías más avanzadas. La expansión estuvo asociada con ciertos
aspectos de la evolución económica moderna que hemos discutido al presentar el marco
conceptual. En relación con ello, hay tres hechos que será útil destacar aquí como marco
para el análisis del rol del Estado en la Argentina.

• La elevación en el ingreso por habitante estuvo acompañada de una creciente


especialización global e incorporación del conocimiento a la producción y a las
organizaciones.
Esto incrementó la demanda de capital humano y complejizó las transacciones,
con lo que aumentó también el rol de la incertidumbre estratégica y la
probabilidad de que ocurrieran fallas en las organizaciones. En este contexto, el
Estado se vio involucrado, por una parte, porque hubo un fuerte aumento en la
demanda de mecanismos para corregir fallas de mercado, de organizaciones
privadas y de coordinación macroeconómica a nivel nacional y globlal y, por
otra, porque el gobierno cumple funciones esenciales en el proceso de
acumulación de capital humano. De esta forma, las funciones del gobierno
devinieron cada vez más complementarias de la iniciativa privada y en los casos
en que el gobierno no estuvo en condiciones de asumir sus nuevas funciones, la
productividad del sector privado se resintió (véase Fanelli y McMahon, 2005).

• El desarrollo económico se asoció con una mayor importancia de los


mecanismos de representación democrática.
Los mecanismos de representación y acción colectiva no son neutrales para la
economía: las personas que interactúan en contextos democráticos incorporan
crecientemente pautas culturales de no discriminación, inclusión, cuidado del
medio ambiente y derecho a aprender y a emprender y ello tiene consecuencias
económicas directas en la medida que influye sobre el proceso de socialización
y, por ende, sobre la formación de la identidad de las personas117. Bajo estas
nuevas circunstancias, la presencia de las organizaciones del Estado tendió a
expandirse porque aparecieron novedosos requerimientos de mejora en la
equidad y los mecanismos de inclusión, de protección social ante shocks nuevos
(relacionados con la acrecida interdependencia global) y de cuidado del medio
ambiente (véase, por ejemplo, Rodrik, 1997). Un Estado prescindente está a
contramano de las tareas que le demandan los valores incorporados en visiones
del desarrollo humano como la adoptada por las Naciones Unidas y ya discutida
en el capítulo 3.

• El crecimiento económico estuvo acompañado de los procesos de urbanización


y de transición demográfica.
El fuerte crecimiento de la población con sesgo hacia la vida urbana generó
nuevas tareas para el Estado, desde la satisfacción de demandas en el plano de la
educación y la salud, hasta la construcción de infraestructura y la planificación
urbana. Al asumir el Estado estas nuevas funciones bajo la forma de políticas

117
La identidad es el software de reglas (pautas culturales) que los agentes individuales llevan
incorporado y utilizan como guía de conducta; véase capítulos 2 y 3.

236
públicas de mayor alcance, aparecieron interacciones novedosas entre el
gobierno y las organizaciones privadas. Estas interacciones involucraron a toas
las organizaciones privadas –incluyendo a las familias– y reclaramaron, a su vez,
cambios adaptativos en el software (nuevas formas contractuales,
transformaciones en los regímenes de política y en los derechos de propiedad)..

Si bien estos hechos resultaron en la expansión del Estado ello no implica que tal
expansión no pueda revertirse o, por el contrario, profundizarse: dependerá de la
evolución de las organizaciones y de las relaciones entre ellas. En la actualidad hay
ciertas dimensiones en las que están actuando fuerzas a favor de la disminución de la
presencia del Estado. Por ejemplo, es cada vez mayor la actividad y la voz de ciertas
organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro que en algunos casos son más
efectivas que el Estado en la defensa del medio ambiente y de la no discriminación. En
otros casos, una intervención significativa del gobierno va en detrimento del espíritu de
innovación y de emprendimiento y aparecen presiones políticas en favor de una
reducción de la presencia estatal. Es lógico, en este sentido, que si aumenta la carga de
trabajo y la sofisticación de las tareas que el Estado debe realizar, también aparezcan
organizaciones que gocen de ventajas comparativas en relación con el Estado y lo
reemplacen en ciertas actividades. Por otro lado, las innovaciones en el campo de las
transacciones financieras o de la aplicación de la biología a la producción demandan
que el Estado intervenga mediante el monitoreo y la regulación y ello supone un nivel
de preparación muy alto de la burocracia pública y de calidad en el diseño de las reglas
de juego.

Tomando como marco de referencia estos hechos, pasaremos ahora a estudiar la


evidencia sobre el papel del Estado en la economía argentina. En línea con el enfoque
planteado en la introducción a la cuarta parte, el objetivo último es examinar el software
en acción, pero enfatizando los aspectos sistémicos antes que los microeconómicos.
Esto implica, por un lado, identificar disfuncionalidades en las organizaciones públicas
que puedan estar influyendo sobre los indicadores de desempeño agregado y, por otro,
evaluar qué rasgos del marco institucional podrían estar detrás de las disfunciones. El
examen de la evidencia prioriza lo ocurrido en los dos mil con el objeto caracterizar los
desafíos que subsisten. El capítulo está dividido en tres secciones. La sección 1 examina
la evidencia empírica que es relevante para evaluar el tamaño del Estado en la
Argentina; la discusión se organiza en torno del concepto de espacio fiscal. La sección 2
aborda las políticas sociales y las discute en el contexto de los cambios en la familia y el
hábitat de los hogares y sus carencias. En la última sección realizamos un balance del
uso del espacio fiscal desde la perspectiva de la incidencia del Estado sobre los
indicadores de desempeño (crecimiento, estabilidad y distribución).

1. El sector público: tamaño y evolución

La evidencia internacional indica que el tamaño relativo del sector público tiende a ser
mayor en los países más avanzados que en los emergentes, tanto en lo que hace al gasto
público como a la tributación. Los gráficos 12.1.a y b brindan información en relación
con esto y nos permiten, además, ubicar a la Argentina en el plano internacional. Como
se observa, si bien la Argentina exhibe una participación del gobierno en la economía

237
que es menor al promedio de los desarrollados, esa participación está muy por encima
del promedio correspondiente a los emergentes.

Gráfico 12.1
Gasto e impuestos: comparación internacional (% del PBI)
(a) Gasto total del sector público 2007-2010 (b) Presión impositiva del gobierno general 2007-2010

60
Avanzadas 70
Emergentes Avanzadas Emergentes
50 60

40 36,1 50

40
30 34.1

30
20
20
10
10

0
0
Letonia
Noruega

China
Rep Checa

Indonesia

Marruecos
Eslovenia
Uk
Argentina
Francia
Islandia

Ucrania
Australia

Filipinas
Japón

Arabia saudita

Letonia
China
Rep Checa

Noruega

Indonesia
Eslovenia

Marruecos
Argentina
Francia

Uk
Islandia

Ucrania
Australia

Filipinas
Japón

Arabia saudita
Fuente: Elaboración propia sobre la base de FMI, 2012.

Más allá de la comparación internacional, es difícil determinar cuál es el tamaño óptimo


del sector público para una economía como la argentina. La discusión sobre el papel del
Estado en la economía tiene una rica tradición analítica pero, a pesar de ello, la teoría
está lejos de contar con patrones precisos para determinar qué tamaño debería tener el
sector público en función de las características estructurales de una economía dada. Esta
debilidad, sin embargo, no impidió que se fuera acumulando un corpus de conocimiento
muy valioso respecto de las disfuncionalidades que la acción del Estado en la economía
puede generar (véase Stiglitz, 2003).

En primer lugar, se sabe que la forma en que se asignan el gasto y la carga tributaria
tiene consecuencias muy importantes en la economía porque incide sobre el diseño y el
funcionamiento de los esquemas de coordinación, motivación y ejecución de todas las
organizaciones y, por ende, sobre los determinantes del crecimiento. Por ejemplo,
podría pensarse que un impuesto a las exportaciones sólo afecta a los exportadores, pero
ese impuesto también crea un incentivo para dedicarse a una actividad que no implique
exportar. Lo mismo ocurre con el gasto: si se subsidia la educación, se desincentiva la
incorporación al mercado de trabajo, etc. No se trata, por supuesto, de eliminar todos los
impuestos o no gastar, sino de evaluar bien los puntos a favor y en contra de cada
opción.

En segundo lugar, es necesario examinar cómo financia el sector público sus


desequilibrios presupuestarios. A la luz de lo que ya hemos estudiado sobre los
mercados financieros, está claro que las malas decisiones financieras del sector público
pueden tener consecuencias de gran alcance sobre la estabilidad financiera y

238
macroeconómica. Por ejemplo, financiar con base en el impuesto inflacionario puede
llevar a la destrucción del dinero; de hecho, la hiperinflación en la Argentina fue
exactamente eso: los precios se dispararon porque la gente huía de una moneda que
perdía valor a cada momento. Este es un riesgo que ha aumentado en la Argentina,
luego de la aprobación de las modificaciones a la Carta Orgánica del Banco Central, en
marzo de 2012. Bajo la nueva legislación se le brinda al ejecutivo mayor libertad para
recurrir al financiamiento monetario del déficit y utilizar las reservas internacionales
para afrontar pagos de deuda pública. En instancias menos distorsionadas, si el gobierno
tiene un déficit o una deuda a refinanciar muy elevados, la presión de sus demandas en
los mercados de crédito harán subir las tasas de interés, lo cual terminará afectando a la
inversión productiva privada. Un hecho asociado con esto es que los gobiernos muy
endeudados suelen verse obligados a ajustar el gasto de manera sensible y ello suele
traducirse en una poda excesiva del gasto de inversión en infraestructura y en la obra
pública en general. Asimismo, los ajustes pueden afectar a políticas sociales vitales para
la acumulación de capital humano y para luchar contra la pobreza.

En tercer lugar, los cambios en las políticas de gasto e ingreso del Estado suelen tener
efectos directos y significativos sobre la distribución del ingreso y, por ende, influyen
de manera decisiva en el desarrollo humano. Esto no se refiere solamente a las políticas
sociales o de protección, también se incluyen factores como la inversión en
infraestructura urbana y los subsidios orientados a mejorar las oportunidades para
realizar emprendimientos productivos a pequeña escala.

Para conciliar el hecho de que, por un lado, el tamaño óptimo del gobierno es difícil de
precisar pero, por otro, se pueden identificar con precisión una serie de distorsiones y
fuentes de disfuncionalidad, los economistas desarrollaron el concepto de espacio fiscal
(Heller, 2005). El objetivo de este concepto es mostrar que, independientemente de
cómo se determine el tamaño del Estado, lo cierto es que el gobierno debe contar con
instrumentos tributarios, de gasto y de financiamiento que le permitan sostener la
estructura del Estado acotando las distorsiones y evitando generar disfuncionalidad
sistémica. Cuando las autoridades no crean un espacio fiscal acorde con el tamaño del
sector público deseado se ven obligadas a realizar ajustes que no están en línea con sus
objetivos de largo plazo y que, además, dañan al sector privado en la medida que
muchas de las actividades públicas son complementarias y no competitivas con las de
aquel sector. Los tres determinantes básicos del tamaño del espacio fiscal son la
recaudación tributaria, el acceso al financiamiento en los mercados de capital y la
eficiencia en la asignación del gasto público (véanse Fanelli y Jiménez, 2010; Fanelli,
2010; Heller, 2005). Pasamos, entonces, a analizar la evolución de estas variables en el
caso de la Argentina.118

El gráfico 12.2 brinda información sobre la evolución del gasto y la tributación en la


Argentina en los últimos cincuenta años.

118
El espacio fiscal también depende del régimen de políticas y la organización del sector público. Estos
aspectos importan pues son determinantes esenciales del tamaño del Estado, y para evaluar el espacio
fiscal disponible es necesario tomar en cuenta cuál es la demanda de fondos implícita en las políticas que
el Estado se propone seguir. Para un análisis más detallado y técnico del espacio fiscal en la Argentina,
véase Albrieu y Cetrángolo (2011). Asimismo, la volatilidad macroeconómica tiene efectos sobre el nivel
de sustentabilidad de la deuda pública. Para un análisis de Argentina y otros países grandes de la región,
véase Fanelli, Pablo (2011).

239
Gráfico 12.2
Gasto e ingreso consolidado del sector público (% del PBI)
45
40
35
30
25
20
I n gre s o s
15
Ga s to s
10
5
0
1961
1963
1965
1967
1969
1971
1973
1975
1977
1979
1981
1983
1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
2009
2011
Fuente: Ministerio de Economía y Finanzas (2012).

La evolución de la relación entre el gasto y el PBI presenta como característica saliente


su variabilidad. Los dos mil no son la excepción: luego de sufrir una caída significativa
durante la crisis de la convertibilidad, el gasto sube a un ritmo muy superior al del PBI
y, como resultado, en la actualidad la relación gasto/PBI se ubica en niveles históricos
récord. Sólo en el período de la “plata dulce”, durante la gestión de Martínez de Hoz,
llegó el gasto público a un nivel comparable al actual. Esta variabilidad, obviamente, no
ayuda a que el sistema económico sea estable y previsible.

Cabe subrayar, no obstante, que los cambios en el gasto se explican tanto por decisiones
discrecionales de política como por ajustes inducidos por las frecuentes situaciones de
marcado desequilibrio macroeconómico que se registraron en el período graficado. En
períodos recesivos y de turbulencia financiera, la recaudación tributaria se reduce por la
caída del nivel de actividad y el gobierno encuentra dificultades para acceder al crédito
y, bajo tales circunstancias, las autoridades no tienen otra opción que ajustar el gasto.
En situaciones de estrés macroeconómico, el gasto se convierte en una variable residual
de ajuste porque las autoridades se quedan sin espacio para decidir autónomamente qué
políticas seguir. Esta dinámica hace que el gasto se comporte de manera procíclica y
ello es un factor adicional de generación de volatilidad: lo apropiado es que el gobierno
se comporte de manera anticíclica, de forma de amortiguar y no acentuar las
fluctuaciones cíclicas de la economía. Claro que, para estar en condiciones de
comportarse de manera anticíclica, el gobierno debe contar con ahorros que pueda
utilizar en los tiempos malos o tener una situación financiera lo suficientemente sólida,
que le permita acceder al crédito cuando la economía pasa por una recesión. El gobierno
debe actuar preventivamente de forma de contar con suficiente espacio fiscal; si genera
suficiente espacio fiscal, sus promesas financieras serán creíbles.

La relación entre la recaudación total de impuestos y el PBI es también muy volátil y, al


igual que el gasto, se encuentra en niveles récord en la actualidad. La volatilidad de la
recaudación se explica por la operación conjunta de dos factores. Por un lado, es un
resultado natural del hecho de que la recaudación depende del nivel de actividad y este
es muy volátil, pero, por otro lado, la estructura tributaria en sí experimentó cambios

240
importantes, con creación y eliminación de impuestos y cambios en las alícuotas que se
reflejaron en variaciones de la presión tributaria. En lo que hace a los dos mil, en el
gráfico 12.2 puede observarse que la tributación sigue una trayectoria similar a la del
gasto, de forma que al igual que este se ubica en niveles récord en la actualidad. Para
lograr estos niveles de recaudación se implementaron reformas significativas en las
reglas de juego: en el marco de la crisis de la convertibilidad se crearon impuestos
nuevos de emergencia, como el impuesto a las transacciones bancarias y las retenciones
a las exportaciones que luego se mantuvieron aun cuando la crisis ya había pasado.
Estos impuestos de emergencia tienen características muy distorsivas y su recaudación
representa alrededor del 5% del PBI. Posteriormente, al eliminarse el segmento de
capitalización del sistema previsional, la recaudación que los agentes depositaban en sus
cuentas individuales pasó a ser percibida por el sector público, lo que elevó la
participación de los impuestos al trabajo en la recaudación total. El gráfico 12.3 muestra
la composición de la recaudación tributaria.

Gráfico 12.3
Composición de la recaudación tributaria (año 2011; millones de pesos)

81.676,7
108.597,9
 Ga na nci a s

 IVA

Come rci o e xte ri or


6.781,8
Aporte s  y contri buci one s  a
l a  s e g. Soc.

154.236,9 Re s to

68.840,4

Fuente: Administración Federal de Ingresos Públicos (2012)

La trayectoria ascendente de la recaudación de impuestos amplió de manera sustancial


el espacio fiscal disponible para el gobierno. Pero esto se logró a partir de una estructura
de impuestos cambiante y que muestra importantes distorsiones, lo cual también le
impuso costos a la economía tanto en el plano distributivo como en el de la eficiencia y
el crecimiento. En particular, siguen teniendo un peso importante los impuestos
indirectos como el IVA –que le restan progresividad a la estructura tributaria–y los
impuestos a las exportaciones –que desalientan la inversión productiva en el sector
transable, aunque sus efectos distributivos no son regresivos a corto plazo, al reducir el
costo de los alimentos.

Más allá de las deficiencias en la estructura tributaria, lo cierto es que la mayor


recaudación de los dos mil se tradujo en una relación más acorde entre el gasto y la
tributación que la observada en las décadas previas (véase gráfico 12.2). Incluso a
mediados de los dos mil la recaudación llegó a superar al gasto, de manera que hubo un

241
superávit fiscal. Pero esta situación de holgura en el espacio fiscal no se mantuvo. El
gráfico 12.4 muestra la evolución del superávit fiscal a largo plazo:

Gráfico 12.4
Evolución del superávit fiscal (% del PBI)
10
Su p e rá vi t fi n a n ci e ro

5
Su p e rá vi t p ri m a ri o

‐5

‐10

‐15
1961
1963
1965
1967
1969
1971
1973
1975
1977
1979
1981
1983
1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
2009
2011
Fuente: Elaborado con datos del Ministerio de Economía y Finanzas (2012)

Como puede verse, luego de varios años en que se registran tanto superávit fiscal
primario como superávit total,119 en los tramos finales de la década de los dos mil
vuelve a registrarse déficit fiscal, aunque el superávit primario se mantiene en terreno
positivo. La reaparición del déficit significó que el gobierno se viera en la necesidad de
demandar crédito en un contexto en que no contaba con acceso fluido a los mercados de
capital. Para “solucionar” este problema se recurrió a fuentes distorsivas de
financiamiento, como la emisión monetaria (con lo que se incrementó el impuesto
inflacionario) y el uso de los fondos de la ANSES. De todos modos, vale subrayar que
los desequilibrios fiscales de la actualidad son mucho menos significativos que los que
se registraban en décadas anteriores. Nótese en particular el contraste con los déficit en
todo el período que va de 1961 a 1990.

En suma, las cifras anteriores indican que desde la crisis de 2003 en adelante el
gobierno contó con mayor espacio fiscal gracias al incremento de la recaudación. Es
cierto que parte de ese espacio se ha ido perdiendo por el fuerte incremento del gasto, al
punto que reaparece el déficit fiscal; pero también es cierto que ello no ocurre por efecto
del estrés macroeconómico o una caída en la recaudación, sino por la presión creciente
del gasto. Se impone, entonces, evaluar qué ocurrió con el gasto y, más en general,
cómo se utilizó el mayor espacio fiscal disponible en los dos mil. El ejercicio servirá
para poner al descubierto facetas tanto positivas como francamente desalentadoras.
Sin dudas, una faceta muy favorable es la evolución de la deuda pública. En el contexto
de fuerte incremento de la recaudación fiscal de los dos mil, desaparece la propensión
del gobierno a sobreendeudarse. Una propensión que se había instalado con fuerza

119
La diferencia entre el superávit primario y el total está explicada por los pagos de interés sobre la
deuda pública. Para que el superávit total sea cero, el superávit primario debe ser igual a los pagos de
intereses de la deuda pública.

242
desde fines de los setenta, cuando se abre la posibilidad de acceder al crédito
internacional a gran escala gracias al proceso de globalización financiera. La
acumulación de stocks excesivos de deudas es ciertamente uno de los hechos que
explica la repetición de eventos de crisis financieras y macroeconómicas ya analizadas
en el capítulo 5. El tramo final del proceso fue la gran crisis de 2001-2, cuando el país
declara el default y obliga a sus acreedores a aceptar una reestructuración forzada de los
compromisos con una fuerte quita en el valor real de la deuda (véase Damill et
al.,2006). Durante varios años, en la década de los dos mil, con buen criterio las
autoridades utilizaron los fondos tributarios adicionales para generar superávit fiscal y
pusieron en marcha un proceso de “desendeudamiento”. Como consecuencia, se redujo
la relación deuda pública/PBI, que es el indicador más importante para evaluar el peso
de la deuda. La deuda bruta en relación al PBI se ubicaba hacia fines de setiembre 2011
en 44,1%. Se trata de un nivel de endeudamiento aceptable. Los trabajos de
investigación sobre deuda en América Latina calculan que un coeficiente de deuda
pública/PBI menor al 50% es sostenible (véase Mendoza y Oviedo, 2004).
Un hecho adicional a ponderar es que mejoró la composición de la deuda. Se destaca, en
especial, la caída en la participación del endeudamiento en dólares. Mientras en los
noventa la deuda denominada en moneda extranjera superaba el 95% de la deuda total,
en setiembre de 2011 sólo llegaba a 59%.

Otro rasgo de la composición de la deuda que contribuyó a reducir el riesgo financiero


es que apenas el 33,4% de la deuda bruta está en la actualidad en manos privadas,
mientras que el 52.5% está en manos de otras agencias del sector público (el 14.1%
restante es deuda con organismos internacionales, véase gráfico 12.5). Esto significa
que la situación actual es incluso mucho mejor de lo que sugiere el guarismo anterior
referido a la relación deuda pública/PBI, ya que parte de la deuda del gobierno está en
manos de otras dependencias del propio gobierno. Esto implica que el gobierno es al
mismo tiempo deudor y acreedor y que su deuda neta es mucho menor: 21% del PBI.

Gráfico 12.5
Composición de la deuda pública (al 31 de setiembre de 2011; %)

33,4

Intra  s e ctor públ i co

Orga ni s mos
52,5 mul ti l a te ra l e s
Cl ub de  Pa ri s  

Se ctor pri va do
3,7

10,4

Fuente: Elaboración propia en base a Ministerio de Economía y Finanzas; 2012.

243
Hay otras medidas que contribuyeron a reducir la deuda y a mejorar su composición,
pero, a diferencia del superávit fiscal, tuvieron efectos colaterales negativos. En efecto,
por una parte, la alta proporción de deuda intrasector público se explica por la
sorpresiva estatización de los fondos jubilatorios. Los stocks de bonos públicos que
estaban en manos de las AFJP y pertenecían a los aportantes privados pasaron a ser
propiedad del gobierno, que conformó con ellos el Fondo de Garantía de
Sustentabilidad, administrado por la ANSES. Hacia fines de julio de 2011 había
193.000 millones de pesos en ese fondo y el gobierno lo ha usado como una fuente de
financiamiento barata y para estabilizar el mercado de cambios, dos objetivos que tienen
poco que ver con la misión de ese Fondo. Por otra parte, las autoridades realizaron en
los hechos una quita encubierta de la deuda: indexaron los bonos públicos por la
inflación con base en el índice de precios al consumidor (IPC) oficial, que arroja
guarismos muy diferentes de los de la inflación medida por las provincias y las cifras
difundidas por el Congreso. Las mediciones provinciales reflejan mejor la evolución de
los precios; son más coherentes con la marcha de otras variables, como la inflación
salarial. Tanto la estatización como la no confiabilidad del indexador se tradujeron en
pérdida de credibilidad financiera, alimentando la fuga de capitales y la prolongación de
las dificultades para acceder a los mercados voluntarios de crédito.

Un factor adicional a tener en cuenta en este contexto es que el gobierno tiene deudas
contingentes no registradas, como las cargas que deberá enfrentar para abonar las
jubilaciones en el futuro y que seguramente estrecharán el espacio fiscal en la etapa
demográfica del envejecimiento. Cuanto menor sea el Fondo de Garantía de
Sustentabilidad, mayor será la presión sobre el espacio fiscal futuro. Que la deuda no
esté documentada no exime al gobierno de la responsabilidad económica de ahorrar en
el presente de forma que estén disponibles los fondos en el futuro. Nuevamente, aquí,
hay que tener en cuenta lo que vimos en el capítulo 7 sobre demografía: como hoy la
PEA es de mayor dimensión, se recauda más y esto crea la sensación de que existe una
gran cantidad de espacio fiscal. Pero hay que tener en cuenta que en el futuro los
trabajadores que hoy están en la PEA se retirarán y sus jubilaciones deberán ser
financiadas por quienes estén trabajando en ese momento. El problema que plantea la
etapa de “envejecimiento” es, justamente, que la PEA futura será, en términos relativos
a la cantidad de retirados, menor que la actual.120 Dicho esto, también es cierto que
contar en el presente con un stock de obligaciones documentadas muy bajo le quita
presión financiera al sector público: las autoridades no se ven obligadas a salir a
refinanciar vencimientos de deuda y ello reduce la probabilidad de que se produzcan
crisis de liquidez.

En lo que hace a los aspectos negativos en el uso del espacio fiscal ampliado sobresale
la falta de eficiencia y de criterios de largo plazo para la asignación del gasto. En
particular, es poco justificable desde el punto de vista del desarrollo humano la enorme
cantidad de recursos que se destinaron a subsidiar la energía y el transporte, pero hay
también otras deficiencias.

Para tener una visión más contextualizada de este punto vale la pena echar una mirada a
los cambios en la asignación que se observan a lo largo del tiempo. Los siguientes
gráficos serán de utilidad para este propósito. El gráfico 12.6.a compara la década del
setenta con la del ochenta y el 12.6.b, los dos mil con los noventa.
120
Sobre la cuestión provisional, Cetrángolo y Grushka, 2004 y 2008; Melinsky y Solari (2010) y
Cohan et al. (2010).

244
Gráfico 12.6
Composición del gasto y su evolución (% del total)
(a) Cambios entre las décadas del setenta y ochenta

Pers onal
1970s
31%

Gas tos  de capital 35% 28% Bienes  y s ervi ci os


23%

9% 9%
7% 1980s
9% 6%
17%
16%

Otras  trans ferencias 18% Interes es

Seguridad s ocia l

(b) Cambios entre las décadas de los noventa y dos mil

Personal

36%
32%
Gastos de capital Bienes y servicios

11%
10% 10% 9%
8%
21% 14% 9%
18%

Otras transferencias Intereses
2000s 23% 1990s

Seguridad social

Fuente: Elaboración propia sobre datos proporcionados por Ministerio de Economía y Finanzas (2011).

La participación de los gastos en personal y bienes y servicios registran una cierta


estabilidad. Los primeros se ubican siempre por encima del 30% (con excepción de la
década perdida de los ochenta); los segundos, en alrededor del 10%. El resto de los
componentes, en cambio, exhibe cambios significativos. Los pagos de intereses sobre la

245
deuda se reducen con relación al máximo de los ochenta, reflejando la caída en la
relación deuda/PBI al tiempo que los gastos en seguridad social se ubican en los dos mil
en 18% del gasto total, menos que lo registrado en los noventa y similar a décadas
anteriores. Los promedios, no obstante, no reflejan los cambios en los últimos años en el
frente previsional, ocurridos de la mano de una moratoria que se analiza en la sección
siguiente.

Los rubros de gastos de capital y de “otras transferencias” registran cambios


sustanciales, como reflejo de lo que constituyen las decisiones de asignación más
criticables en lo que hace a uso del espacio fiscal. En los dos mil se pierde la
oportunidad de destinar la mayor disponibilidad de espacio fiscal a producir un shock de
recuperación de la inversión pública, que es clave para el crecimiento con inclusión.
Como se observa en el gráfico 12.6.a, uno de los efectos de la crisis de la deuda fue la
caída de la proporción del gasto asignada a la inversión pública. En los ochenta, esa
proporción cae con respecto a los setenta. Este rasgo se acentúa en el contexto de los
noventa, en el marco de las privatizaciones y habiendo abandonado el Estado el rol
activo que había desempeñado en el área de infraestructura. La inversión pública no
recupera en los dos mil el terreno que había perdido, a pesar del cambio en la retórica
referida al papel del Estado en la economía. Como puede comprobarse en el gráfico
12.6.b, los gastos de capital sólo explican una décima parte del gasto total.

El resultado final de las idas y vueltas respecto de qué debe hacer el Estado en la
economía es, en definitiva, que se resiente sensiblemente la creación de infraestructura,
desde transporte hasta energía e infraestructura urbana: en los noventa se desarticula la
capacidad del Estado para planificar y ejecutar y se pasa buena parte de la
responsabilidad al sector privado; en los dos mil, se desarticula el esquema de reglas de
juego (contratos, entes de regulación, etc.) de los noventa sin reemplazarlo por un
esquema nuevo, lo que dejó amplio margen para la discrecionalidad. Una de las facetas
más negativas de las políticas discrecionales de los dos mil fue la generalización de los
subsidios al transporte y la energía. El cuadro 12.1 da una buena imagen del estado de
situación hacia fines de 2010.

Cuadro 12.1
Subsidios económicos en 2010

Fuente: Elaboración propia sobre la base de ASAP (2011)..

Los subsidios económicos representan el 3,33% del PBI (y con tendencia fuerte a
aumentar) y predominan los otorgados a la energía y el transporte. Este esfuerzo de
gasto es menor que el esfuerzo en subsidios sociales. Si el Estado destinara esa

246
proporción del PBI a inversión pública, estaría en condiciones de generar un boom de
inversión. No sorprende, dada esta trayectoria, que el país sufra de deficiencias
significativas en el área de infraestructura. Los subsidios incrementan el peso del sector
público y de la carga tributaria sin que se acelere el ritmo de acumulación de capital. Un
agravante es que buena parte de la inversión pública que deja de hacerse es en
infraestructura, que tiene capacidad de generar externalidades y economías de escala.
Una última faceta negativa es que el sector público perdió la oportunidad de utilizar el
mayor espacio fiscal para reformar la estructura tributaria de manera de aproximarse a
una más sostenible y menos distorsiva. Las reformas tributarias que buscan mejorar la
eficiencia típicamente afectan el nivel de recaudación a corto plazo y, por ende, los
mejores momentos para llevarlas a cabo son aquellos en que el espacio fiscal es
holgado. Estabilizar y racionalizar la estructura tributaria es una asignatura pendiente
del desarrollo. Para ilustrar la relevancia del problema, el gráfico 12.7 muestra los
cambios de la estructura tributaria a lo largo del tiempo.

Gráfico 12.7
Composición de los ingresos y su evolución (% del total)
(a) Cambios entre las décadas del setenta y ochenta

A l a s  venta s

1970s
21%
Adua na s A l a s  ga na nci a s

14% 16% 11%


12% 7%
9%
19% 12%

22%
Seg. Soci a l 31% Internos

1980s 26%

Otros  i mpues tos

(b) Cambios entre las décadas de los noventa y dos mil

A l a s  venta s
1990s
36%
28%
2000s
Adua na s A l a s  ga na nci a s

12% 13% 19%


5%
3%
5%
11%
25%
14%
30%
Seg. Soci a l Internos

Otros  i mpues tos

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Ministerio de Economía y Finanzas (2011)

247
La composición de los ingresos es al menos tan volátil como la del gasto público.
Prácticamente todos los ítems muestran cambios sustanciales a lo largo del tiempo.
Nótese que, en la actualidad, tiene gran peso la recaudación de seguridad social –lo que
no ayuda para la creación de empleo en el sector informal– y el IVA –lo que le quita
progresividad al sistema.

2. Familias y protección social

Hemos dicho que una de las organizaciones fundamentales del sistema económico es la
familia, por las funciones que cumple en la formación de la identidad, la generación de
capital humano, la asignación de recursos dentro del hogar y la determinación del
tamaño de la oferta de trabajo. A pesar de la importancia de estas funciones, la familia
es una de las organizaciones económicas con mayores dificultades para acceder a los
servicios del sistema financiero. Esto es particularmente cierto en el caso de la
Argentina, donde ese sistema está muy subdesarrollado: una ínfima cantidad de hogares
de nuestro país pueden contar con el crédito para construir una vivienda o para financiar
los estudios de sus hijos. Asimismo, también son pocos los hogares que pueden acceder
a los mercados de seguros para manejar los riesgos de enfermedad, muerte, robo o
desempleo. Esto implica que las familias sólo cuentan con sus ingresos corrientes para
financiar sus necesidades de consumo, manejo de riesgos y acumulación de capital
humano y físico. Tienen vedado el acceso al ahorro de otros agentes a través del sistema
financiero o a mecanismos de reducción del riesgo a través del mercado de seguros.
Como una gran proporción de los hogares tiene ingresos muy bajos y, por lo tanto, poca
capacidad de generar ahorro para autofinanciarse, cuentan con pocos medios para llevar
adelante sus proyectos.

Si recordamos lo discutido en el capítulo 4, de lo anterior se sigue que la asignación de


recursos para el crecimiento será deficiente ya que no operarán los mecanismos de
asignación del excedente social hacia su mejor uso para impulsar una transformación
estructural que favorezca el crecimiento inclusivo. Una gran proporción de las familias
habitará viviendas deficientes que estarán lejos de proveer un entorno armonioso para la
socialización y la formación de la identidad; las personas sufrirán con mayor intensidad
las consecuencias de siniestros por no estar bien aseguradas y no habrá suficiente
inversión en el capital humano de los hijos. Esto tendrá consecuencias directas para el
crecimiento agregado –porque la oferta de trabajo del país será de peor calidad– y para
la inclusión –porque es más fácil que se perpetúen las trampas de pobreza. Bajo
condiciones como estas es improbable que se ponga en marcha un proceso de
transformación estructural que reduzca la importancia del sector de subsistencia.121

Ante la relevancia de las fallas en los mercados de créditos y seguros, resulta evidente
que la intervención del sector público podría tener enormes beneficios para el

121
Nótese, por otro lado, que una situación de este tipo podría también ser fuente de inestabilidad
macroeconómica en la medida que podrían darse interacciones negativas entre el mercado de trabajo y el
de crédito: como las familias no pueden financiar su gasto si se quedan sin empleo, durante la recesión la
caída temporal del gasto agregado se agudizará.

248
crecimiento y la inclusión. El objetivo que deberían fijarse las políticas son obvios:
proveer mecanismos para que el excedente social pueda ser canalizado hacia la
provisión de financiamiento y seguros a las familias que no tienen acceso a los
mercados relevantes. Esto es, justamente, lo que explica que no haya país en el mundo
que renuncie a financiar la educación pública o a proveer mecanismos de protección
social. El desafío, por supuesto, es diseñar políticas eficientes para realizar esas tareas.

¿Cómo se ve el sector público de la Argentina cuando se lo evalúa desde esta


perspectiva? En lo que sigue examinamos tres aspectos clave para esta cuestión.
Primero, la situación de la familia en la Argentina; segundo, las características de las
políticas de formación de capital humano y protección social aplicadas en los dos mil y,
tercero, cómo se utilizó el mayor espacio fiscal que estuvo disponible en los dos mil, lo
que nos servirá como un criterio mínimo de evaluación de eficiencia.

Del análisis que realiza Torrado (2007) sobre la familia surge que esa organización se
encuentra en un proceso de transformación significativo, impulsado por tres factores
básicos. El primero es la etapa de la transición demográfica que está cursando la
Argentina, que determina una caída en la tasa global de fecundidad y un aumento de la
expectativa de vida de la población. Estos hechos traen aparejados cambios en la
composición de los hogares (véase el capítulo 7). El segundo factor tiene que ver con
cambios en el software: hubo reformas en el marco institucional con la sanción de la
Ley de divorcio vincular en 1987. El último factor tiene que ver también con el software
y se relaciona con las reglas de juego que provee la cultura: está cambiando el rol de la
mujer en el mercado de trabajo, en la educación y en la sociedad en general.

En este contexto, Torrado muestra que en las últimas décadas ha crecido la proporción
de hogares unipersonales producto especialmente de la mayor expectativa de vida de la
población. Hacia principios de los dos mil, los hogares conyugales representaban el
80% del total de los hogares y se observaba una disminución en las familias completas,
que se caracterizan por la presencia de ambos cónyuges. Este cambio se explica
principalmente por el aumento de los divorcios y las rupturas de uniones consensuales.
Dentro de los hogares monoparentales predomina la jefatura femenina, y esa proporción
crece de 75% en 1980 a 80% en 2001. Otra transformación relevante en la organización
familiar es la fuerte disminución de la familia extensa, integrada por una familia nuclear
y otros parientes no nucleares, como los abuelos (30% a 21%). Finalmente, se contrae el
tamaño medio de los hogares debido al menor número de hijos por pareja, asciende el
número de hogares de dos personas y se reduce significativamente el de cinco o más
personas.122

¿Cómo es el hábitat de estos hogares? El censo de 2010 reveló que alrededor de un 5%


de las personas vive en ranchos, casillas, piezas en inquilinato o piezas de hotel o
pensión, locales no construidos para habitación y viviendas móviles. Esto implica que
hay unos 2 millones de personas con problemas de vivienda. Las provincias más
afectadas por esta deficiencia son Santiago del Estero y Formosa. En lo que hace a
desagüe de los residuos sanitarios, sólo 53% se realiza a través de la red pública

122
Producto centralmente del divorcio, emerge también un nuevo tipo de organización familiar: la familia
ensamblada, en la que los hijos de la pareja –sea legal o consensual– que residen en el hogar son o bien
hijos biológicos de uno solo de los cónyuges o bien hijos biológicos de ambos. Sólo hay algunos datos del
AMBA no representativos sobre este proceso.

249
(cloacas); todavía existe una fuerte subinversión en este rubro y un tercio de los hogares
recurre a cámara séptica o pozo ciego. En lo que hace a la provisión de agua, el 16% de
los hogares (casi 2 millones de personas) está expuesto a mayores riesgos por
abastecerse de medios naturales que podrían verse afectados por metales pesados
(arsénico, plomo, etc.). Estos datos referidos a la familia junto con los analizados en
relación con el mercado de trabajo y la distribución del ingreso (véanse los capítulos 5 y
11) indican que la Argentina presenta una realidad social cambiante y de fuertes
contrastes en lo que hace a equidad y que esos contrastes se agravan en situaciones de
crisis. Las políticas sociales y de protección social deben adaptarse a esa realidad y, en
consecuencia, es natural que en los dos mil hayan sido objeto de transformaciones
significativas; sobre todo si se tiene en cuenta que la ampliación del espacio fiscal
permitió cierta autonomía para tomar decisiones. En este sentido, algunas de las
políticas implementadas fueron positivas y atacaron problemas importantes, pero es
posible señalar también deficiencias de peso en el uso del espacio fiscal disponible y en
el marco institucional de las políticas. Nos abocamos ahora a estas cuestiones.

Al estudiar la protección social, Rofman y Oliveri (2011) distinguen entre las políticas
de protección social que se basan en el criterio de contributividad y las que se basan en
el de ciudadanía. El primer criterio está muy vinculado al mercado de trabajo y se lo
piensa para sustituir ingresos por trabajo en caso de pérdida. Opera a través de
contribuciones de los trabajadores que serán los beneficiarios y por ende su alcance es
limitado cuando existen niveles de informalidad importantes, como en nuestro país. El
criterio de ciudadanía, en cambio, se basa en políticas de alcance universal. Según
explican estos autores, en la Argentina rigió hasta 1990 el modelo tradicional: vinculado
al empleo y basado en programas previsionales (jubilación, pensión e invalidez),
asignación familiar y seguro de desempleo contributivo. En los dos mil comienza un
viraje hacia políticas más universales y de combate a la pobreza. El primer paso fue el
programa Jefes y Jefas de Hogar, que resultó muy efectivo en paliar los efectos más
severos de la crisis de la convertibilidad. Pero las dos iniciativas de mayor alcance
fueron, sin lugar a dudas, la extensión de la cobertura del sistema jubilatorio y de las
asignaciones familiares.

En lo que hace a la política previsional, las medidas que apuntaron a la universalidad


pueden resumirse de la forma que sigue en base a Rofman y Oliveri (2011).

En primer lugar, luego de la crisis el sistema previsional se enfocó en la recuperación de


la jubilación mínima que entre 2003 y 2007 aumentó 80% en términos reales, pero se
hizo al costo de romper la relación aportes/beneficios que es típica de un sistema
contributivo: el sistema se acercó a un régimen basado en un beneficio uniforme para
todos, ya que las jubilaciones más altas no fueron ajustadas en consonancia con la
inflación (lo que dio lugar a que se iniciaran juicios contra el Estado).

En segundo lugar, se amplió la cobertura previsional. En los noventa, la cobertura tenía


una tendencia declinante por el peso de la informalidad y los requisitos para acceder.
Para ampliarla, se creó un programa de moratoria para quienes no podían demostrar 30
años de aportes. Contra la exigencia de una declaración jurada de haberse desempeñado
en forma autónoma, se otorgaba un plan de pagos por contribuciones no realizadas que
se financiaban con descuentos de los aportes. Entre fines de 2005 y 2010 se incorporan
2,5 millones de jubilados mediante este mecanismo.

250
En tercer lugar, a partir de 2008 se transfieren al sistema público los trabajadores
afiliados al régimen de capitalización, lo que genera ingresos adicionales para el fisco a
corto plazo gracias a los aportes que antes iban a los fondos privados, pero al costo de
aumentar la carga de pagos previsionales en el futuro.

Como resultado de las iniciativas en el campo previsional, hacia fines de 2010 la


cobertura había aumentado hasta cubrir al 90% de los adultos mayores, lo que colocó a
la Argentina a la vanguardia de la región. El costo de la moratoria se calcula en 1,8%
del PBI y el aspecto más criticado es que no está claro cuál es la sustentabilidad
financiera del sistema a largo plazo, lo cual no depende sólo de los aportes y
contribuciones ya que buena parte de los gastos del sistema es financiada con rentas
generales (Cetrángolo y Grushka, 2008).

Otra política muy relevante de corte universal que se implementó en los dos mil es la
generalización de las asignaciones, que previamente sólo recibían los trabajadores
formales. En 2009 se introduce por decreto la Asignación Universal por Hijo (AUH),
que favorece a los trabajadores de bajos ingresos informales o desocupados. Es un
programa permanente no vinculado a una emergencia y que, según lo indican Rofman y
Oliveri (2011), incorpora cerca de 1,8 millones de hogares y 3,5 millones de niños. Se
calcula, no obstante, que podría incorporarse un millón de niños más que están en
condiciones de recibir el subsidio pero no acceden a él. Este programa está en línea con
otros similares que han sido implementados en la región en México, Brasil, Chile,
Colombia, Perú y Uruguay. El costo del programa en 2010 era de alrededor de 0,5%
del PBI; si se agrega el costo del programa tradicional de asignaciones a trabajadores
formales, se llega a cerca de 1,5%.

En definitiva, la implementación de estas medidas indica que una parte del mayor
espacio fiscal disponible fue destinada a financiar políticas de protección social que
están en línea con los cambios demográficos y en el mercado de trabajo. Al aumentar la
expectativa de vida y la informalidad, la expansión de la cobertura y la AUH son
respuestas adaptadas. El monto total que gasta el gobierno en políticas de protección
social se acercaba a 9% del PBI en 2009, lo que constituye un máximo histórico. El
83%, no obstante, se destina al sistema provisional y sólo el 11% al programa de
asignaciones familiares destinado a niños y jóvenes (Rofman y Oliveri, 2011).

Las políticas implementadas tienen debilidades en lo que hace a asignación. En primer


lugar, a pesar de explicar una proporción mucho menor del gasto, la AUH es mucho
más efectiva para redistribuir ingresos que el gasto en jubilaciones. Entre ambos
programas mejoran el Gini en hasta 5,5 puntos, pero la AUH por sí sola explica 2,5
puntos (véase Rofman y Oliveri, 2011).123 En segundo lugar, el esfuerzo relativo a la
AUH palidece ante el peso que han ganado subsidios mucho menos justificables, como
los otorgados a transportes y energía. El cuadro de más abajo muestra que, en 2010,
mientras en la asignación por hijo se gasta sólo 0,44 del PBI y el total de subsidios
sociales es de 2,3% del PBI (excluyendo el sistema provisional), los subsidios
económicos llegan al 3,3% del PBI (véase cuadro 12.2).

123
Estos programas también reducen la incidencia de la pobreza moderada y extrema entre 15 y 13
puntos respectivamente.

251
Cuadro 12.2
Subsidios sociales (en 2010)

mill pesos % PBI


subsidios sociales 33.847 2,35
Planificación 7.152 0,50
Techo digno 2.662 0,18
Educación 1.844 0,13
Trabajo 14.309 0,99
ANSES 12.449 0,86
Asignación por hijo 6.339 0,44
PAMI 3.163 0,22

Salud 3.581 0,25


Desarrollo social 6.961 0,48
Ingreso social con
trabajo 3.755
Fuente: ASAP (2011)
Las políticas de protección, por supuesto, no deben sustituir a las políticas sociales más
tradicionales en el campo de la salud y la educación; deben complementarlas, para
asegurar que los sectores menos pudientes puedan adquirir calificación suficiente como
para integrarse en mercados de trabajo fuera del segmento de subsistencia.

En lo que hace a salud, ya hemos adelantado los indicadores que muestran la situación
de la Argentina (capítulo 6), donde vimos que el gasto es alto y se ubica en 10% del
PBI. Buena parte de esta cifra es explicada por el sistema de obras sociales, creado en
1970 con la Ley 18 610 y complementado en 1978 con la Ley 19 032 para jubilados y
pensionados, que creó el PAMI. Las obras sociales se relacionan a su vez con
prestadores privados, empresas químico-farmacéuticas y productores de equipamiento
médico. El segmento público explica una proporción mucho menor del gasto, que está
descentralizado y a cargo de las provincias que han concentrado progresivamente sus
erogaciones en la atención pública de la salud (a partir de1978, los hospitales se
descentralizan). Probablemente las iniciativas más salientes en este rubro fueron la
creación del plan Remediar y la política sobre genéricos, en el marco de la crisis. El
frente donde puede avanzarse más en lo que hace a la acción pública en salud tiene que
ver con la coordinación de cada uno de los segmentos mencionados dentro de una
visión global de la cuestión. En Naciones Unidas (2010b) se discuten los problemas de
eficiencia relacionados con esto.

El gasto en educación fue uno de los ítems beneficiados en los dos mil gracias a la
sanción de la Ley de Financiamiento Educativo, que rigió entre el 2005 y el 2010 y fijó
como meta alcanzar el 6% del PBI para los gastos en educación, ciencia y tecnología.
En 2009, el gasto en educación se ubicaba en 6,5% del PBI, el porcentaje financiado por
el sector público era del 5,6%; el resto, privado. Debido al proceso de descentralización,
la mayor proporción de este gasto es ejecutada por las provincias (4,4%). Según cifras
del CIPPEC (2010), las provincias destinan en promedio el 32% de sus gastos totales a
educación.
La distribución de este gasto tiene dos debilidades. Primero, una alta proporción se
destina a financiar salarios (92%), lo que deja muy poco margen para mejorar la

252
infraestructura. Segundo, el gasto por alumno está desigualmente distribuido. Así,
mientras en la CABA está en alrededor de 9 000 pesos (de 2009), el promedio del país
es de 5 462 pesos. Una política orientada a eliminar las disparidades de ingreso debería
generar una relación inversa entre nivel de desarrollo provincial y gasto por alumno.

Los indicadores de equidad en educación muestran que el sistema educativo estatal está
lejos de asegurar la equidad en los niveles de acumulación de capital humano. Los datos
aportados por el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS) son
reveladores. Mientras el 20% más rico muestra un promedio de casi 14 años de
educación formal, el 20% más pobre sólo alcanzó a completar 8,7 años. El sistema
educativo estatal tiene un papel crítico en igualar oportunidades de acceso a la
educación porque los sectores de menos recursos dependen más de la educación
pública. Por ejemplo, mientras el 43% de los alumnos pertenecientes al 20% más rico
concurre a escuelas públicas en el nivel secundario, ese porcentaje llega al 93% en el
caso de los más pobres.

Según García de Fanelli (2011), un rasgo positivo es que ha aumentado la proporción


del PBI destinado a educación superior, que luego de fluctuar durante mucho tiempo
alrededor del 0,5% del PBI, hoy se ubica en el 0,9%. Sin embargo, la asignación de este
esfuerzo tiene también un sesgo hacia salarios que debilita la inversión en
infraestructura y bienes de capital. Asimismo, el gasto por alumno de la Argentina es
bajo con relación a la región. Por ejemplo, el gasto por alumno en Brasil duplica al de la
Argentina, aunque los indicadores de equidad son mucho mejores en nuestro país
(García de Fanelli, 2011). Esta autora señala, además, ciertas debilidades en la
organización del sector. En particular, primero, persiste una estructura de baja
dedicación horaria: sólo el 13% de los profesores tiene dedicación exclusiva;, segundo,
el sistema de educación superior en su conjunto muestra incoherencias en su
articulación regional. La creación de instituciones universitarias estatales ha sido
impulsada por gobiernos locales y provinciales sin que exista una política nacional de
planificación de la distribución regional de la oferta educativa según criterios de
pertinencia, calidad y equidad. Típicamente no se evalúa si, de existir una demanda de
educación superior en las zonas donde se asientan las nuevas universidades, esta no
hubiera podido ser satisfecha por otras instituciones, tanto universitarias como
superiores no universitarias ya existentes, o mediante las nuevas tecnologías a distancia.
Tampoco suele evaluarse la repercusión futura sobre las finanzas del gobierno nacional
y, especialmente, sobre los recursos financieros de las instituciones ya existentes.

Un foco de tensión permanente para la asignación correcta de los fondos de salud y


educación es la forma en que funciona el sistema federal. Con respecto a la cuestión
fiscal, la tensión se ha intensificado en las últimas décadas de la mano de un marcado
proceso de descentralización que delegó una parte sustancial de las políticas públicas en
los gobiernos provinciales y municipales. En la actualidad, debido a la fuerte
concentración de la recaudación en manos del gobierno nacional y la descentralización
del gasto hacia los gobiernos provinciales y municipales, el gobierno nacional maneja
casi el 80% de los recursos totales y ejecuta sólo el 50% del gasto público consolidado
(véase Albrieu y Cetrángolo, 2011). El financiamiento de los gobiernos subnacionales
se complementa con un complejo y no siempre claro esquema de transferencia de
recursos desde la Nación hacia las provincias y de estas a los municipios. La
recaudación provincial representa el equivalente a un 40% de los gastos de las
provincias, que financian la diferencia mediante transferencias del gobierno central y

253
endeudamiento. Este desbalance financiero interjurisdiccional es una fuente permanente
de inestabilidad en la relación entre la Nación y las provincias.

3. Las transformaciones del Estado y el software en acción

La evidencia que hemos revisado indica que el Estado sufrió transformaciones de gran
importancia en los dos mil. Hay tres que merecen destacarse. En primer lugar, el
sustancial aumento del tamaño del sector público; ese tamaño se encuentra hoy en
niveles récord. En segundo lugar, el cambio en el carácter y el alcance de las políticas
de protección social: las políticas tomaron un cariz más universalista y menos atado a
las contribuciones de los trabajadores y aumentó la cobertura y número de beneficiarios.
En tercer lugar, de la mano del shock externo positivo y el crecimiento hubo una
expansión sin precedentes del espacio fiscal.

Sin embargo, el uso que se dio al mayor espacio fiscal presenta muchos claroscuros.
Dos logros evidentes del período fueron la reducción del endeudamiento público y la
ampliación en la cobertura de las políticas sociales. Pero, junto a esto también aparecen
falencias evidentes. Hay dos que se destacan. La primera es la mala asignación: los
subsidios al transporte y la energía están absorbiendo una enorme cantidad de recursos
que se retraen de la inversión y la protección social; asimismo, como hemos visto en el
capítulo 7, los indicadores de educación no han mejorado a pesar del incremento del
gasto en educación. La segunda falencia es que no hubo avances en mejorar la
estructura tributaria, que sigue teniendo un sesgo anticrecimiento y poco progresivo;
además, se volvió a recurrir al impuesto inflacionario para financiar al Estado en los
últimos años.

Los problemas de eficiencia en el gasto y la tributación impidieron que se aprovechara


el mayor espacio fiscal para colocar al Estado argentino en un escenario distinto del que
es norma en América Latina. En la región, como lo muestran Goñi et al. (2008), la
combinación de impuestos y transferencias no es efectiva para mejorar la distribución, a
diferencia de lo que ocurre en Europa. En el caso específico de la Argentina, los autores
encuentran que mientras el Gini se reduce de 0,50 a 0,48 por la acción del Estado, en
Europa, la combinación gasto/tributación logra mejorar ese indicador de 0,46 a 0,31.
Mejorar la capacidad del Estado de hacer más equitativa la distribución sin debilitar los
factores que promueven la productividad y la competitividad es una gran tarea
pendiente del desarrollo en la Argentina.

Las transformaciones del Estado en los dos mil influyeron muy significativamente sobre
los tres indicadores que venimos utilizando para evaluar el desempeño: estabilidad,
distribución y crecimiento.

La estabilidad macroeconómica se vio muy favorecida por la generación de los


superávit fiscales que posibilitaron la reducción del endeudamiento. De hecho, el
gobierno obtuvo un premio importante por su razonable conducta fiscal hasta 2007: en
2009 estuvo en condiciones de realizar una política anticíclica para aislar al país de las
consecuencias de la crisis global. Esto contrastó con lo ocurrido en períodos anteriores,
en que las autoridades se veían obligadas a introducir ajustes procíclicos por la falta de
espacio fiscal. Lamentablemente, la conducta fiscal no tuvo la misma coherencia luego

254
de la crisis. De 2010 en adelante, cuando la economía se reactivó gracias a la política
anticíclica y una cierta estabilidad internacional, el gobierno optó por no reducir la
expansión del gasto y ello aumentó la fragilidad macroeconómica al pasar la política de
anticíclica a procíclica. Un subproducto de estos eventos fue la importancia creciente de
la inflación y la emisión monetaria como forma de financiamiento fiscal, lo que se
tradujo en una mayor fragilidad macroeconómica.

En lo que hace a la faceta distributiva del desempeño, las políticas sociales, sobre todo
la AUH, tuvieron un impacto positivo sobre el desarrollo humano. Hemos visto que las
medidas implementadas en el campo social mejoraron el Gini y los indicadores de
pobreza. El flanco más débil de estos avances es, sin dudas, la sostenibilidad: la
implementación de las políticas no fue acompañada de un marco institucional sólido
que garantizara las fuentes de financiamiento a largo plazo. El diseño del software que
respaldó las políticas fue débil. La moratoria fue una medida casi “administrativa” que
terminó cambiando el carácter del sistema seguridad social, al tiempo que el gobierno
enfrentaba una gran cantidad de juicios que generan pasivos contingentes (deudas que
no están registradas pero que con alta probabilidad deberán honrarse) y dificultan el
cálculo de la sostenibilidad. La AUH, por su lado, se implementó mediante un decreto,
cuando había un amplio consenso social sobre la necesidad de la medida. Si se hubiera
implementado luego de un debate y aprobación parlamentaria, la iniciativa tendría un
carácter de mayor solidez.

Dadas estas debilidades en el software, resulta más difícil para la ciudadanía inferir si
las políticas sociales de mayor inspiración universalista que se implementaron obedecen
a un cambio de paradigma o, simplemente, son el resultado de medidas poco articuladas
y de reacción ante demandas sociales. Las formalidades institucionales son clave en la
Argentina porque no hay que olvidar que un país especializado en recursos naturales
está siempre amenazado por la maldición de los recursos naturales. Cuando iniciativas
como la AUH o el aumento en la cobertura previsional quedan plasmadas en un marco
institucional consensuado y con atribución clara de formas de financiamiento, resulta
mucho más claro que se trata de una decisión del sistema político orientada a invertir en
protección social y no de medidas coyunturales destinadas a meramente redistribuir los
frutos de un shock positivo de términos del intercambio.

El desempeño en cuanto a crecimiento, por último, muestra un balance global que es


bueno pero no está claro cuál fue la incidencia “neta” de las políticas que comentamos
en este capítulo. Por un lado, es sensato pensar que el crecimiento se vio muy
favorecido por la ausencia de episodios de crisis severas como los que eran frecuentes
hasta 2003 y que ello fue posible gracias a la generación de mayor espacio fiscal. Pero,
por otro lado, también hay factores que pueden haber afectado seriamente el
crecimiento. Se destacan: lo reducido de la inversión pública en infraestructura; el
exceso de recursos destinados a subsidios económicos poco justificables y los severos
problemas que mostró el software en acción debido al excesivo uso de instrumentos
discrecionales, como la estatización de los fondos jubilatorios privados, los cambios en
el Banco Central para facilitar el financiamiento al gobierno y la intervención al
INDEC, que le quitó credibilidad a la indexación de los bonos públicos. La inestabilidad
en las reglas de juego afectó el crecimiento porque incentivó la salida de capitales y ello
restó una gran cantidad de recursos a la inversión productiva. Las fallas en el software
generaron, así, una disfuncionalidad de dimensión sistémica.

255
Los problemas que hemos detectado cuando analizamos el software en acción en el caso
del Estado sugieren que la Argentina tendría mucho para ganar en cuanto a acotar
disfunciones sistémicas si lograra inducir una mayor estabilidad en los marcos
institucionales y lograra reducir la discrecionalidad. Podría pensarse que poner el acento
en adecuar el software no es necesario y que podría, incluso, resultar contraproducente
una preocupación excesiva por las reglas de juego en una economía que está en continua
mutación. El Estado podría decidir en cada momento qué es mejor tomando en cuenta
las circunstancias, sin tener que atarse a reglas de juego que podrían tornarse obsoletas
si aparecen problemas que no se contemplaron al diseñar la norma. Esta mayor
flexibilidad parece deseable, sobre todo en una economía como la argentina, que, por
depender de términos del intercambio volátiles, necesita agilidad para adaptarse.

Sin lugar a dudas, el argumento en favor de la discrecionalidad tiene aspectos


atendibles, pero hay una cuestión fundamental a tener en cuenta: la sociedad le asigna al
Estado atribuciones de forma asimétrica (véanse capítulos 2 y 3). El Estado goza de
atribuciones especiales, como la capacidad de cobrar impuestos de forma compulsiva,
imponer y cambiar reglas de juego y, eventualmente, privar de la libertad a los
ciudadanos. Si tiene margen para la discrecionalidad, el gobierno de turno podría
utilizar esas atribuciones para perseguir su propio beneficio o para favorecer a grupos
determinados, como es el caso del llamado crony capitalism o “capitalismo de amigos”
o “del clientelismo”. Así, el intento de ganar flexibilidad para manejar la incertidumbre
asociada con fenómenos naturales (por ejemplo, la volatilidad que el clima le imprime
al precio de la soja) podría tener el costo de aumentar la incidencia de la incertidumbre
de orden estratégico: se hace más difícil anticipar las acciones de las autoridades cuando
estas son demasiado discrecionales. La tensión entre la necesidad de contar con
flexibilidad para adaptarse a las circunstancias y la de establecer reglas rígidas para
acotar la discrecionalidad –y, por esa vía, controlar la incertidumbre estratégica– no
tiene solución simple. De aquí que en las tres últimas décadas haya habido fervientes
discusiones en la teoría económica respecto de las llamadas reformas estructurales, en
el centro de las cuales hay un punto esencial a considerar: en una sociedad democrática,
la solución nunca incluye darle un poder discrecional excesivo al Estado. De hecho,
aquí aparece bajo otra forma una tensión que ya encontramos en el capítulo anterior: por
un lado, las ganancias de productividad que la sociedad puede obtener a partir de dar
mayor preeminencia a ciertas organizaciones (en este caso, el Estado) y, por otro, el
incremento en la incertidumbre estratégica que ello supone, al abrir nuevas
oportunidades de abuso para gobernantes oportunistas y deshonestos. Dadas las
atribuciones asimétricas de que goza el Estado, sin embargo, el riesgo asociado al
aumento de la incertidumbre estratégica es mucho más alto. En una transacción privada,
una parte no puede obligar a la otra a trabajar o a prestar dinero si esa parte no lo hace
voluntariamente (aunque, por supuesto, se puede actuar voluntariamente y estar
equivocado, como ocurre cuando hay estafa o mala información). El Estado, en cambio,
puede obligar a los ciudadanos a pagar impuestos y a realizar otras transacciones y
acciones de carácter no voluntario. Esta tensión es inherente a la vida social en un
mundo incierto y las sociedades que logran manejarla sin incurrir en costos excesivos
para hacer que el Estado funcione tienen una ventaja competitiva.

En suma, no se trata de definir a priori si el Estado debe ser grande o chico, ya que ello
depende de las funciones que deba cumplir. Asimismo, tampoco se trata de evaluar si el
Estado debe o no debe tener el monopolio del uso de la fuerza y ejercer el poder de
policía, ya que se trata de funciones constitutivas de su rol social. El desafío para el

256
sistema político sí es, en cambio, erigir un marco institucional adecuado para el
desarrollo de organizaciones públicas capaces de cumplir con las funciones de
coordinación y redistribución respetando, por un lado, los límites no negociables que
establecen los derechos de los ciudadanos y la vida en democracia y, por otro, las
restricciones que impone la eficiencia en el uso de los recursos de la sociedad.

257
Reflexiones finales sobre los desafíos del siglo XXI:
¿Volvió el futuro o más de lo mismo?

La economía argentina creció a tasas muy altas en los años que siguieron a la crisis de la
convertibilidad. Para encontrar un crecimiento de magnitud similar hay que remontarse
a la primera década del siglo XX, cuando la expectativa era que la Argentina pasaría
rápidamente a formar parte del club del desarrollo. Los hechos posteriores a 1910, sin
embargo, no la confirmaron: a medida que avanzó el siglo, la economía argentina fue
perdiendo dinamismo de forma marcada. La pregunta que surge naturalmente es si el
fuerte crecimiento de la primera década de los dos mil significa que volvió el futuro y
tendremos una segunda oportunidad o, por el contrario, es más de lo mismo que hemos
venido experimentando por décadas: períodos de aceleración del crecimiento seguidos
de crisis y retroceso.

¿Cómo evitar que la historia se repita? A lo largo de este libro hemos aportado
elementos útiles para identificar los desafíos en los que habría que concentrar el
esfuerzo de acción colectiva si queremos convertir la aceleración de los dos mil en un
proceso de crecimiento sostenido. Nuestro esfuerzo, específicamente, se concentró en
tres preguntas: ¿dónde estamos parados?; ¿con qué recursos contamos para
desarrollarnos? y ¿cómo pensar los problemas del desarrollo? A modo de epílogo,
presentamos a continuación algunas conclusiones que nos gustaría subrayar.

¿Cómo pensar nuestros problemas de desarrollo?

El enfoque propuesto tiene dos características básicas. Primero, concebir el crecimiento


de manera inclusiva, porque el objetivo último no es maximizar la tasa de crecimiento
del PBI, sino promover el desarrollo humano. Segundo, abordar los problemas del
desarrollo desde una perspectiva sistémica, que considere no sólo las restricciones que
imponen los recursos materiales y la estructura productiva (el hardware), sino también
la dimensión institucional (el software).

En el estudio del hardware, el enfoque les asigna particular importancia a los factores
estructurales. Esto se justifica porque la estructura económica de la Argentina es
heterogénea y en ella conviven sectores que utilizan tecnología de punta con otros que
realizan actividades de subsistencia. En línea con esto, el crecimiento económico se
concibe como un proceso de cambio estructural en el cual resultan favorecidas las
actividades con rendimientos crecientes y se promueve la integración del sector de
subsistencia en los segmentos más dinámicos. Para lograrlo, los instrumentos son crear
empleo de calidad y mejorar la dotación de capital humano de los trabajadores.

El software entra en el cuadro porque los procesos de transformación estructural que


promueven crecimiento sostenido entrañan cambios en las organizaciones: aumentan las
demandas de coordinación intra- e interorganizacionales y de transacciones que
involucran niveles sustanciales de incertidumbre estratégica. Organizaciones más
complejas requieren marcos institucionales sofisticados y con capacidad de adaptarse al
cambio.

258
Una proposición esencial del enfoque es que el proceso de cambio estructural de la
Argentina no debe pensarse de manera separada de la economía internacional porque,
en un mundo globalizado, la dinámica de la productividad no es independiente de la
evolución de la competitividad. Por una parte, la competencia internacional es un agente
clave de dinamización del cambio estructural, dada su influencia sobre el sector
transable Por otra, una economía no competitiva típicamente enfrenta restricciones de
liquidez externa que son fuente de inestabilidad macroeconómica y la volatilidad y el
crecimiento están inversamente relacionados.

Considerar que la economía global es una fuente de oportunidades no implica pasar por
alto las amenazas. La mera apertura de la economía no lleva al desarrollo si no se
complementa con un régimen apropiado de políticas que promuevan la innovación y
resuelvan los problemas de coordinación que hay que superar para beneficiarse de las
externalidades y las economías de escala dinámicas. Los países que, como la Argentina,
poseen recursos naturales abundantes tienen mayores posibilidades de desarrollarse
porque cuentan con mayores medios para financiar esas políticas. El verdadero peligro
para un país con recursos primarios no es contar con una proporción mayor de
exportaciones primarias en su canasta; sino dilapidar los recursos en conflictos del tipo
de la maldición de los recursos naturales o impedir el crecimiento del sector transable
por manejar mal la macroeconomía y contraer la enfermedad holandesa.

¿Dónde estamos parados?

La Argentina es un país de clase media alta y el argentino promedio vive mejor que
cuatro de cada cinco habitantes del planeta. Esta posición se sustenta en una
productividad por hombre ocupado que se encuentra entre las más altas de la región y
que se logró gracias a una dotación bastante generosa de recursos naturales –con sesgo
hacia tierras cultivables y de pastura– y a un cierto desarrollo industrial. Asimismo, los
logros en cuanto a desarrollo humano ubican al país sólo un escalón por debajo del
grupo de países de muy alto desarrollo.

Se trata de una posición bastante ventajosa en el concierto de las naciones y, sin


embargo, en los debates públicos sobre desarrollo –tanto en el nivel local como en el
internacional– la percepción generalizada es que la economía argentina no ha estado a la
altura de las circunstancias.

Nuestro trabajo sugiere que esta percepción se relaciona con dos hechos. El primero es
que la Argentina ha ido de mayor a menor: pasó de ocupar el noveno lugar en ingreso
por habitante en la década del 20 a un puesto muy inferior, con el agravante de que el
proceso de pérdida de posiciones se acentúa en la segunda mitad del siglo XX. El
segundo es que ha habido un fuerte deterioro en la distribución del ingreso y,
particularmente, en las condiciones de vida del tercio más pobre de la población. En el
trabajo mostramos evidencia de la estrecha relación entre el deterioro y la recurrencia de
crisis macroeconómicas.

259
¿Qué tenemos?

La Argentina tiene hoy una gran oportunidad por dos razones. La primera es el
acelerado crecimiento de Asia, en particular China e India, que han inducido un cambio
estructural en la economía del planeta. Una de las consecuencias es que aumentó la
demanda de productos respecto de los cuales la Argentina goza de ventajas
comparativas debido a su rica dotación de tierras cultivables y de pastura. Como
consecuencia, la Argentina disfrutó en la primera década del siglo de términos del
intercambio muy favorables. Este hecho conlleva, además, beneficios indirectos: como
toda América del Sur es rica en recursos naturales, todos nuestros vecinos están siendo
favorecidos y ello mejora nuestras oportunidades comerciales. Este hecho se reflejó, por
ejemplo, en una mayor demanda de nuestras exportaciones desde Brasil.

La segunda razón es que la Argentina está pasando por la etapa del bono demográfico.
En esa etapa, la capacidad de la economía para ahorrar, invertir y crecer se hace máxima
al reducirse la tasa de dependencia en los hogares. La demografía también ayuda
indirectamente, porque todos los vecinos importantes están pasando por la etapa del
bono y ello aumenta el potencial de crecimiento de esos países y de nuestro comercio
con ellos. Asimismo, India recién está cursando las primeras etapas de la transición
demográfica y su bono sólo terminará hacia mediados del siglo, con lo que es esperable
que siga presionando sobre la demanda de recursos naturales.

¿Son los recursos naturales todo lo que la Argentina tiene para desarrollarse? No.
Tenemos un gran potencial, contamos con una productividad alta por hombre ocupado
en América Latina, pero no somos el país más rico en recursos naturales. Como vimos,
Venezuela, Chile y Brasil tienen más recursos que nosotros. Esto implica que la
Argentina también “vive” de la industria y los servicios y que puede hacerlo por su
razonable nivel de acumulación de capital físico y humano. Aún tiene, por ejemplo, los
indicadores más altos de años promedio de estudio aprobados de la población adulta de
la región.

El país puede aspirar, por lo tanto, a crecer sobre la base de actividades con
rendimientos crecientes y ricas en la generación de complementariedades. Pero nuestro
estudio también aporta evidencia de que esas aspiraciones se encontrarán con
restricciones de magnitud. Una, básica, es el carácter heterogéneo de la estructura
productiva, que combina actividades modernas, tradicionales y de subsistencia y no
muestra ninguna tendencia a inducir un proceso de cambio estructural con capacidad de
crear empleo de calidad de forma masiva para el sector de subsistencia (que involucra,
como mínimo, un tercio de la población).

¿Por qué se perpetúan las disparidades estructurales? Hemos encontrado varias razones
en nuestro análisis. En primer lugar, las disparidades son difíciles de eliminar porque se
nutren de situaciones de trampa de diferente tipo y calibre. Hay trampas de pobreza: las
personas son pobres porque poseen poco capital físico y humano; y no tienen acceso a
los mercados de seguros y financieros para mejorar su situación porque son pobres. Hay
trampas productivas: las empresas no invierten en actividades intensivas en innovación
y capital humano porque no existe una masa crítica de empresas innovadoras que
generen suficientes externalidades y complementariedades; y no existe una masa crítica
porque no se invierte lo suficiente en tales actividades. En segundo lugar, el país sufre

260
de subinversión en infraestructura y energía y ello retrasa el cambio estructural
favorable al crecimiento en sectores que tienen gran potencial para generar economías
de escala y actividades modernas. Asimismo, la mala calidad del hábitat de una buena
proporción de los hogares perpetúa la exclusión social. Una tercera razón es la falta de
articulación de la estructura productiva: la matriz de insumo-producto muestra muchos
huecos, lo cual limita la generación de eslabonamientos productivos. Por supuesto, en la
economía global no hay que producir de todo: es posible integrarse en cadenas globales
de valor. Pero el problema es que los sectores están poco integrados. La industria
argentina, con excepción hasta cierto punto de la automotriz, está muy poco integrada a
cadenas globales. En servicios, los promisorios avances que se observaron en
exportaciones todavía se relacionan con tramos poco sofisticados de las cadenas. El
gran potencial de generación de eslabonamientos en el sector agropecuario está
desaprovechado, como ocurre en alimentos, maquinaria agrícola o desarrollos en red
que combinen tecnología sofisticada con innovación en la organización.

Más allá de estos problemas estructurales en el hardware, al analizar el software en


acción también encontramos obstáculos de peso para el cambio estructural. Más
específicamente, encontramos debilidades en las reglas de juego que inducen
disfunciones organizacionales (fallas de mercado y de gobierno) que, a su vez, producen
desequilibrios sistémicos. En este sentido, cabe subrayar los siguientes hechos:

• La falta de un régimen de políticas estable y creíble retrasa la formación de


eslabonamientos y daña la competitividad del sector agropecuario, que tiene
potencial para desarrollar actividades modernas con aprendizaje y escala pero
soporta una presión tributaria importante y políticas que han sido erráticas.

• La inseguridad de los derechos de propiedad en el sistema financiero retrasa su


desarrollo. El tamaño del sistema financiero no guarda ni remotamente relación
con el ingreso por habitante del país. La falta de escala encarece el crédito al
punto que el crédito a largo plazo prácticamente no existe. Esto contribuye a
perpetuar las trampas de baja acumulación de capital humano, impide el acceso
a la vivienda propia, genera alta exposición a riesgos y sofoca el espíritu
emprendedor.

• La inseguridad de los derechos de propiedad incentiva la salida de capitales y le


resta recursos a la inversión productiva. Esta anomalía ha llegado a tal punto que
la Argentina ha pasado a ser un país acreedor del resto del mundo. La
discrecionalidad de las políticas, lejos de llevarnos a vivir con lo nuestro, ha
hecho que sea el resto del mundo el que esté viviendo de nuestros recursos.

• El mercado de trabajo está segmentado. Existe un núcleo duro de personas con


problemas de calidad de empleo y que no accede a los beneficios de seguridad
social vinculados al empleo formal. Ese núcleo duro no tiende a desaparecer y
sería difícil argumentar que las regulaciones existentes en el mercado de trabajo
son neutrales en relación con esto.

• La falta de estabilidad en los contratos y de transparencia en las reglas de juego


han constituido un peso muerto para la inversión en energía e infraestructura.
Luego de mostrar un gran superávit, el país está pasando a ser deficitario en su
balanza comercial energética. Esto tiene dos consecuencias deletéreas para el

261
crecimiento inclusivo: la primera es que aumenta la vulnerabilidad
macroeconómica, al aumentar la probabilidad de que se haga operativa la
restricción externa; la segunda es que condena a la Argentina a ser un país
primario: se termina cambiando exportaciones de soja por importaciones de gas
y otros insumos energéticos y se pierde la oportunidad de solventar la compra de
los bienes de capital importados que el país no produce y necesita para potenciar
la productividad y crear empleo.

• La expansión de los subsidios no se explica sin hacer referencia a la


discrecionalidad y la falta de transparencia y coordinación del régimen de
políticas que los sustenta. Los subsidios económicos terminan por desplazar a
los sociales o a la inversión pública y se pierde la oportunidad de asignar el
excedente que generó la bonanza de los dos mil a la financiación de políticas
sustentables de inclusión social y de construcción de una mejor infraestructura
para los hogares.

• Las deficiencias en las reglas del juego federal generan inconsistencias entre
gastos e ingresos y ello se refleja en la eficiencia del gasto en salud y educación.
El gasto en educación aumentó de manera significativa, pero ello no se reflejó en
mejores resultados; el gasto en salud es históricamente alto pero la defectuosa y
escasa articulación entre los diferentes segmentos públicos y privados lo torna
ineficiente.

Sobre software y reformas

¿Cómo poner en marcha un proceso de cambio estructural afín al crecimiento sostenido


e inclusivo? Una conclusión central de nuestro estudio es que ello difícilmente ocurrirá
si no mejora el marco institucional. Deben ir desapareciendo las disfunciones
organizacionales, pues obstaculizan el cambio y resultan en desequilibrios que suelen
terminar en crisis acompañadas de explosiones de pobreza e implosión de instituciones.
La Argentina tiene una larga historia de frustraciones en lo que hace a intentos de
reformar las reglas de juego para impulsar el cambio estructural. En la etapa de la
sustitución de importaciones, la apuesta fue un software diseñado para que la industria
liderara la transformación estructural y que se inspiraba en el argumento de “la industria
naciente”. Cuando estuvo claro que esa estrategia estaba agotada, hacia mediados de los
setenta, la alternativa fue implementar reformas inspiradas en el paradigma de la
liberalización, primero, y en el Consenso de Washington, después. La intención era
potenciar el desarrollo de los mercados y abrir la economía. Tampoco estos intentos
fructificaron. El enfoque sistémico que hemos adoptado sugiere que en todos los casos
los fracasos se debieron, en primer lugar, a fallas en la coherencia interna de los marcos
institucionales.

En principio, el de “la industria naciente” es un buen argumento y también existen


buenas razones que sustentan la visión de que no existe desarrollo sin una estructura de
mercados que funcione bien en el marco de una economía internacionalmente integrada.
Pero ninguna de las políticas públicas asociadas con la industrialización y el desarrollo
de mercados puede funcionar si el software no garantiza que los regímenes de política y
las regulaciones se aplicarán de manera eficaz. Algunas de las deficiencias de software

262
comunes a todas las estrategias de desarrollo que se implementaron fueron: lo errático
de las iniciativas, la falta de habilidad para crear espacio fiscal, la corrupción, el
clientelismo, la captura de entes del Estado y el capitalismo de amigos: privatización o
estatización para mis aliados, según convenga. Debido a estas deficiencias en el
software, en todos los casos aparecieron disfunciones organizacionales y los distintos
intentos terminaron en situaciones de crisis: el remedio terminó siendo peor que la
enfermedad.

No es casual, por lo tanto, que el problema de diseñar el software para la acción del
Estado haya sido y siga siendo objeto de acaloradas controversias y que se observen
cambios de rumbo sustanciales. En este sentido, la Argentina mostró poca propensión a
quedarse en las palabras y gran voluntad por pasar a los hechos. Cuando se observa la
trayectoria del software que definió la acción del Estado en la economía argentina en los
últimos cien años, se ven intentos de reforma inspirados en todos los modelos posibles,
desde el laissez-faire hasta el más crudo intervencionismo.

El problema supera lo ideológico y tiene aristas muy pragmáticas; es revelador en este


sentido constatar que un mismo partido (el justicialista), por haber ejercido el gobierno
en nuestro país en varias ocasiones, tuvo oportunidad de aplicar en distintos períodos
políticas que pueden calificarse de estatistas, industrialistas, distribucionistas y
neoliberales, y lo hizo en el marco de sistemas políticos donde estaban funcionando los
mecanismos de representación democrática, de forma que no se puede argumentar que
tales cambios de dirección en el diseño del software hayan sido impuestos por una élite
de poder, como ocurrió con las reformas implementadas por gobiernos militares.

En definitiva, hay dos cuestiones básicas que de alguna manera deberán ser abordadas
por la sociedad argentina: ¿cómo debe ser la división de tareas entre el Estado, el
mercado y el resto de las organizaciones en una Argentina que crece? ¿Cómo manejar el
proceso de reforma y adaptación del software? No pretendemos dar una respuesta aquí,
pero sí subrayar algunas conclusiones.

La cuestión del rol del Estado y el sector privado no debería ser planteada en abstracto,
sin tomar en cuenta el contexto tecnológico y organizacional. El Estado decimonónico
circunscribía sus funciones básicamente al campo de la política: monopolizar el uso de
la fuerza para asegurar los derechos de propiedad y la disciplina social, de forma que el
sector privado pudiera cumplir con la función de acumular capital para incrementar la
productividad y los mercados pudieran funcionar libremente, guiados por “la mano
invisible”. En la economía del conocimiento y las transacciones que involucran
incertidumbre estratégica, sin embargo, un Estado prescindente en exceso resulta
disfuncional porque ciertas tareas que realiza hoy en el campo de la acumulación de
capital humano, la regulación, la innovación y la coordinación macroeconómica son,
como ya se mencionó, complementarias y no sustitutas de la iniciativa privada: para
sostener la dinámica de la productividad, el Estado, los mercados y las firmas privadas
deben garantizar un mínimo de coherencia entre sus decisiones.

Dicho esto, hay que tener también en cuenta que el gobierno en tanto organización está
estructurado como una jerarquía y, por ende, está tan expuesto a mostrar defectos en el
funcionamiento de los esquemas de motivación, coordinación y ejecución como
cualquier organización privada. Con el agravante de que tiene a su cargo una gran
cantidad de tareas y que las decisiones que toma suelen tener mayor alcance que las de

263
entidades privadas. Esto implica que, incluso si se concluyera que el Estado debe
cumplir una función dada, aún quedaría la cuestión “técnica” de cómo organizar la
jerarquía para que cumpliera esa función eficientemente y en línea con los objetivos de
la sociedad. Es justamente debido a la importancia de las fallas de gobierno que las
reformas típicamente incluyen transformaciones en la estructura organizativa del
Estado, desde privatizaciones o estatizaciones hasta cambios en el régimen de la
administración pública.

En cuanto a la adaptación del software, destacamos un punto: en los sistemas


económicos de la actualidad, la habilidad para manejar los procesos de cambio
institucional es una fuente de ventajas competitivas. Las economías
organizacionalmente sofisticadas en que vivimos enfrentan una tensión muy difícil de
manejar: por un lado se necesitan instituciones y organizaciones para crear rutinas
estables y reglas de juego creíbles que acoten la incertidumbre estratégica; pero, por
otro, si las instituciones son muy rígidas y no se adaptan a los cambios, aparece un
exceso de inercia que atenta contra la innovación: los cambios en los recursos y las
tecnologías del hardware demandan cambios en las organizaciones y son las políticas
públicas y, en última instancia, el sistema político, los que deben dar respuesta al
desafío de adaptar el software a los cambios. Cuando se lo observa desde esta
perspectiva, no es en absoluto sorprendente que el problema de las “reformas
estructurales”, desde las privatizaciones y la liberalización hasta el rediseño de la
arquitectura financiera internacional en el marco del G20, sean temas recurrentes y de
gran relevancia en la economía global.

En suma, nuestro análisis sugiere que el desafío central en los comienzos del siglo XXI
es aprovechar los excedentes que está generando el doble bono asociado a los términos
del intercambio y la demografía para asegurar el crecimiento sostenido e inclusivo; para
asegurar el desarrollo humano.

Para lograrlo, es central mejorar sustancialmente el software; se requieren reglas de


juego que posibiliten protegerse de las turbulencias de una economía global con
profundos desequilibrios, para manejar los conflictos distributivos locales y para crear
un clima propicio a la inversión, la innovación y la inclusión.

Mejorar los marcos institucionales es una tarea que supera los límites de la economía y
le incumbe sobre todo al sistema político. Por ello, al llegar a este punto, todo lo que un
economista puede hacer es acercarse a la orilla del mar de la política y arrojar la botella
con el mensaje de lo que la economía necesita. La esperanza es que, si es leído, el
mensaje sea de alguna utilidad en el debate sobre cómo construir consensos para la
buena política.

264
Referencias biblográficas

ABECEB (2008), “¿Cuáles son las provincias que presentan mayor riqueza por
habitante?”, mimeo, ABECEB.
Acemoglu, D. (2008), “Growth and Institutions”, en Durlauf, Steven y Lawrence E.
Blume (comps.), The New Palgrave Dictionary of Economics, 2ª ed., 2008.
AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) (2012), Estudios económicos,
disponible en: http://www.afip.gob.ar/institucional/estudios/. Visitado en marzo de
2012.
Aghion, P. y P. Howit (1998), Endogenous Growth Theory, Cambridge, Massachusets,
MIT Press.
Akerlof, G. y R. Kranton (2010), “Identity Economics”, en The Economists’ Voice,
Berkeley Electronic Press, vol. 7, nº 2.
Albrieu, R. y J. M. Fanelli (2008), “Stop & Go o Go and Fail? Sobre aceleraciones,
crisis e instituciones en la Argentina”, Desarrollo Económico, vol. 48, nº 190-191,
julio-diciembre, pp. 235-268.
— (2011), “Notas sobre macroeconomía y opciones de política: la Argentina y Brasil
comparados”, Boletín Informativo Techint, nº 335, mayo, pp. 17-40.
— (2012), "Fluctuaciones macroeconómicas y crecimiento en Argentina: una visión de
largo plazo" en Mercado R., B. Kosacoff y F. Porta (2012), La Argentina del largo
plazo: crecimiento, fluctuaciones y cambio estructural, Buenos Aires, PNUD, pp.
45-81.
Albrieu, R. y O. Cetrángolo (2011), “Política fiscal en entornos volátiles. El caso de
Argentina”, en Fanelli, J.M., J.P. Jiménez y O. Kacef, Volatilidad macroeconómica y
respuestas de política, Santiago de Chile, CEPAL, disponible en
http://www.cepal.org/publicaciones/xml/9/44219/Volatilidad_macro_completo.pdf.
Visitado en febrero de 2012.
Albrieu, R., Bernat, G. y E. Corso (2008), “Desarrollo financiero y crecimiento
económico. El caso de Argentina”, mimeo, CEDES.
Alcevich , Michele (2007), “Early Development Economics Debates”, Policy Research
Working Paper, nº 4441, The World Bank.
Anderlini, L. y L. Felli (2008),”Agency Problems”, en Steven N. Durlauf y Lawrence E.
Blume (comps.), The New Palgrave Dictionary of Economics, New York, Palgrave
Macmillan.

265
Aoki, M. (2001), Toward a comparative institutional analysis, Cambridge,
Massachusetts, MIT Press.
Apella, I. y L. Casanova (2008), “Los trabajadores independientes y el sistema de
seguridad social. El caso del Gran Buenos Aires”, en Banco Mundial y Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2008), Aportes a una nueva visión de la
informalidad laboral en la Argentina, Buenos Aires, Banco Mundial; Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
Arias, O.; G. Demombynes; J. M. Moreno. y R. Rofman (2008), “Informalidad,
protección social y mercado de trabajo en la Argentina”, en Banco Mundial y
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2008), Aportes a una nueva
visión de la informalidad laboral en la Argentina, Buenos Aires, Banco Mundial;
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
Arthur, W. (1996), “Increasing Returns and the New World of Business”, Harvard
Business Review, July-August, pp. 100-109.
ASAP (Asociación Argentina de Presupuesto), Informes de ejecución presupuestaria,
disponibles en http://www.asap.org.ar/. Visitado en noviembre de 2011
Auty, R. (1993), Sustaining development in mineral economies: The resource curse
thesis, London, Routledge.
Balassa, B. (1964), “The Purchasing Power Parity Doctrine: A Reappraisal”, Journal of
Political Economy, vol. 72, diciembre, pp. 584-596.
Baldwin, R. y B. Eichengreen (2008), “What G20 leaders must do to stabilise our
economy and fix the financial system”, disponible en
<www.voxeu.org/index.php?q=node/2647>. Visitado en noviembre de 2011.
Banco Mundial (1993), “The East Asian Miracle. Economic Growth and Public Policy”,
World Bank Policy Research Report, Oxford, Oxford University Press.
— (2005), Economic Growth in the 1990s: Learning from a Decade of Reform,
Washington The World Bank.
— (2007), An East Asian Renaissance: Ideas for Growth, World Bank Report,
Washington, The World Bank, disponible en
<web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/COUNTRIES/EASTASIAPACIFICEX
T/0,,contentMDK:21056110~pagePK:146736~piPK:146830~theSitePK:226301,00.h
tml>. Visitado en marzo de 2012.
— (2008), World Development Report 2007, The World Bank, Washington.

266
— (2009), “What is Inclusive Growth?”, disponible en
<siteresources.worldbank.org/INTDEBTDEPT/Resources/468980-
1218567884549/WhatIsInclusiveGrowth20081230.pdf>. Visitado en noviembre de
2011.
— (2011a), “Data Indicators”, disponible en <data.worldbank.org>. Visitado en
diciembre de 2011.
— (2011b), The Changing Wealth of Nations: Measuring Sustainable Development in
the New Millennium, Washington, The World Bank.
Banco Mundial y Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2008), “Aportes a
una nueva visión de la informalidad laboral en la Argentina”, disponible en
<www.trabajo.gov.ar/downloads/biblioteca_libros/aportes_a_una_vision_de_la_info
rmalidad_laboral.pdf>.
Barro, R. y X. Sala-i Martin (2009), Crecimiento Económico, Barcelona, Reverté.
Basu, S. y A. Taylor (1999), “Business Cycles in International Historical Perspective”,
en Journal of Economic Perspectives, vol. 13, pp. 45-68.
BCRA (Banco Central de la República Argentina) (2011), “Estadística e Indicadores”,
disponible en http://www.bcra.gov.ar/. Visitado en noviembre de 2011.
Bebczuk, Ricardo (comp.) (2010), Progresos en finanzas, Buenos Aires, Temas.
Bebczuk, R. y M. Sangiácomo (2007), “Eficiencia en la asignación sectorial del crédito
en Argentina”, Documento de Trabajo nº 19, BCRA.
Beccaria, L., F. Groisman y R. Maurizio (2009), “Notas sobre la evolución
macroeconómica y del mercado de trabajo en la Argentina, 1975-2007” en Beccaria
L. y F. Groisman (Eds.) Argentina Desigual, Buenos Aires, UNGS-Prometeo libros.
Beck, T. y A. Demirgüç-Kunt (2009), “Financial Institutions and Markets Across
Countries and over Time: Data and Analysis”, World Bank Policy Research Working
Paper nº 4943.
— (1993), “Nobel Lecture: The Economic Way of Looking at Behavior”, The Journal
of Political Economy, vol. 101, nº 3, pp. 385-409.
Becker, G. y B. R. Chiswick (1966), “Education and the distribution of earnings”,
American Economic Review, vol. 56, nº 2, pp. 358-369.
Benhabib, J. y M. Spiegel (1994), “The role of human capital in economic development
evidence from aggregate cross-country data”, Journal of Monetary Economics,
Elsevier, vol. 34, nº 2, pp. 143-173.

267
Bertranou, F. y R. Mauricio (2011), Trabajadores independientes, mercado laboral e
informalidad, Buenos Aires, OIT.
Bisang R. y Pontelli C. (2011), “Agroalimentos: trayectoria reciente y cambios
estructurales”, en Mercado R., Kosacoff B. y Porta F. (Eds.) La Argentina del largo
plazo: crecimiento, fluctuaciones y cambio estructural, Buenos Aires, PNUD (2012).
Bisang, R. (2011), “Agro y recursos naturales en Argentina: ¿enfermedad maldita o
desafío a la inteligencia colectiva?”, Boletín Informativo Techint, 336, setiembre-
diciembre, pp. 63-83.
Blanchard, Olivier (2005), “European Unemployment: The Evolution of Facts and
Ideas”, Working Paper nro. 11750, Cambridge, Massachusetts, NBER,
Bloch, S. (2008), “Business Networks”, en The New Palgrave Dictionary of Economics,
Palgrave Macmillan.
Brodersohn, M. (comp.) (1973), Estrategias de industrialización para la Argentina,
Buenos Aires, Instituto Di Tella.
Canova, F. (1998), “Detrending and business cycle facts”, Journal of Monetary
Economics, nº 41, pp. 533-540.
Cap, E. (2000), “Un nuevo techo a la producción de cereales y oleaginosas”, INTA,
disponible en http://inta.gob.ar/documentos/un-nuevo-techo-de-produccion-de-
cereales-y-oleaginosas/. Visitado en marzo de 2012.
Carlaw, K. y R. Lipsey (2001), “Externalities versus Technological Complementarities:
a model of GPT-driven, sustained growth”, ponencia presentada en The Conference
in Honour of the 20th Anniversary of Nelson and Winter’s Book. An Evolutionary
Theory of Economic Change, Aalborg, Denmark, 12 al 15 de junio.
CEDLAS (Centro de estudios distributivos, laborales y sociales (2011), “Estadísticas”,
disponible en: http://cedlas.econo.unlp.edu.ar/esp/. Visitado en noviembre de 2011.
CENDA (2011), Indice de precios alternativo, disponible en:
http://cenda.org.ar/destacado_index3.htm?KeepThis=true&TB_iframe=true&height=
230&width=450. Visitado en octubre de 2011.
CEPAL (2011), Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe
2010-2011. La región en la década de las economías emergentes, disponible en:
http://www.eclac.org/cgi-
bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/9/44349/P44349.xml&xsl=/comercio/tpl/p9
f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsltLC/G.2502-P Nro de venta S.11.II.G.5. Visitado en
enero de2012.

268
CEPAL (2012) “Base de estadística e indicadores”, disponible en:
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/9/41799/PSE2010_AnexoEstadistico-
final.xls. Visitado en enero de 2012.
Cetrángolo, O. y C. Grushka (2004), Sistema previsional Argentino: crisis, reforma y
crisis de la reforma, Serie Financiamiento del Desarrollo, nº 151, Santiago de Chile,
CEPAL.
— (2008), Perspectivas previsionales en Argentina y su financiamiento tras la
expansión de la cobertura, Serie Financiamiento del Desarrollo, nº 205, Santiago de
Chile, CEPAL.
Chisari, O., E. A. Corso, J. M. Fanelli y C. A. Romero (2007), “Growth Diagnostics for
Argentina”, mimeo, Washington, BID, disponible en
http://www.iadb.org/res/publications/pubfiles/pubCSI-128.pdf. Visitado Octubre
2010.
CIA (2011), “The World Factbook”, disponible en
www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook. Visitado en octubre de 2011.
CIPPEC (2010), “Monitoreo de la ley de financiamiento educativo 2010”, disponible en:
www.cippec.org/mlfe. Visitado en noviembre de 2011.
Coatz, D., F. García Díaz, y S. Woyecheszen (2010), “Acerca de la dinámica creciente
de la heterogeneidad productiva y social en la Argentina: un aporte para repensar las
políticas públicas a partir del análisis desde la estructura ocupacional”, Boletín
Informativo Techint, nº 332, mayo-agosto, pp. 49-80.
— (2011), “El rompecabezas productivo argentino: una mirada actualizada para el
diseño de políticas”, Boletín Informativo Techint, Techint, nº 334, enero-abril, pp.
17-44.
Coase, R. (1960), “The Problem of Social Cost”, Journal of Law and Economics, vol. 3,
octubre, pp. 1-44.
Cohan, L., L. Díaz Frers y E. Levy Yeyati (2010), “Lineamientos para una reforma
provisional”, CIPPEC, Documento de Trabajo nº 50.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2008a), “La transformación
productiva. 20 años después”, LC/G.2367(SES.32/3), disponible en
<www.cepal.org/cgi-
bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/7/33277/P33277.xml&xsl=/pses32/tpl/p9f.
xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt>.

269
— (2008b), “Estudio económico de América Latina y el Caribe, 2007-2008”
(LC/G.2386-P), Santiago de Chile, Naciones Unidas, Nº de venta: S.08.II.G.2.
Conference board (2011), “Total Economy Database”, disponible en www.conference-
board.org/data/economydatabase. Visitado en noviembre de 2011.
Corden, W. M. (1984), “Boom Sector and Dutch Disease Economics: Survey and
Consolidation”, Oxford Economic Papers 36, pp. 359-380.
Corden W. M. y J. P. Neary (1982), “Booming Sector and De-industrialisation in a
Small Open Economy”, The Economic Journal, nº 92, pp. 825-848.
Coremberg, A. (2009), “Midiendo las fuentes del crecimiento en una economía
inestable: Argentina. Productividad y factores productivos por sector de actividad
económica y por tipo de activo”, Serie Estudios y Perspectivas nº 41, Buenos Aires,
Oficina de la CEPAL.
Coremberg, A., P. Goldszier, D. Heymann y A. Ramos (2007), “Patrones de la
inversión y el ahorro en Argentina”, Serie Macroeconomía del Desarrollo nº 63,
Santiago de Chile, CEPAL.
Coremberg, Ariel y Mariela Molina (2008), “Salarios, costo laboral, productividad y
excedente de la economía argentina 1993-2006”, disponible en:
http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisticas/descargas/toe/toe_07_06.pdf. Visitado en
noviembre de 2011.
Cruces, G. y L. Gasparini (2010), Los determinantes de los cambios en la desigualdad
de ingresos en la Argentina. Evidencia y temas pendientes, Serie de Documentos de
Trabajo sobre Políticas Sociales, nº 5.
Cruces, G., P. Gluzmann y L. López Calva (2010), “Permanent Effects of Economic
Crises on Household Welfare: Estimations and Projections from Argentina’s
Downturns” Trabajo preparado para el Proyecto UNDP-RB-LAC, disponible en:
http://economiccluster-lac.org/index.php?limitstart=39&lang=es. Visitado en marzo
de 2012.
Damill, M., J. Fanelli y R. Frenkel (1994), “Shock externo y desequilibrio fiscal. La
macroeconomía de América Latina en los Ochenta. Los casos de Argentina, Bolivia,
Brasil, Colombia, Chile y México”, mimeo, Santiago de Chile, CEPAL.
Damill, M., R. Frenkel, y M. Rapetti (2006), “La deuda argentina: Historia, Default y
Reestructuración”, Desarrollo Económico, vol. 45, nº 178, julio-setiembre, pp. 187-
233 .

270
David, P. A. (1985), “Clio and the Economics of QWERTY”, American Economic
Review, Papers and Proceedings, nº 75, pp. 332-337.
Dewatripont, M., X. Freixas y R. Portes (2009), “Macroeconomic Stability and
Financial Regulation: Key Issues for the G20”. Documento electrónico, disponible
en www.voxeu.org/reports/G20_ebook.pdf . Visitado en julio de 2011.
Díaz Alejandro C. (1970), Essays on the Economic History of the Argentine Republic,
New Haven, Yale University Press.
— (1985), “Good-Bye Financial Repression, Hello Financial Crash”, Journal of
Development Economics, vol. 19, nº 1-2, pp. 1-24.
Diniece (Dirección Nacional de Información y Evaluación Educativa) (2011), Una
mirada sobre la escuela (III), Disponible en:
http://diniece.me.gov.ar/images/stories/diniece/publicaciones/Una%20mirada%20III
%20-%20web.pdf. Visitado en noviembre.
Dixit, A., H. Reiley y S. Skeath (2009), Games of Strategy (third edition), London,
Norton.
Drazen, A. (2000), Political Economy in Macroeconomics, New Jersey, Princeton
University Press.
Durlauf, S., A. Kourtellos y C. Tan (2005), “Empirics of growth and development”,
Working Papers 16, Wisconsin Madison, Social Systems.
Eichengreen, B. (2011), Escaping the Middle Income Trap, Barry Eichengreen
University of California, Berkeley, disponible en
<www.kc.frb.org/publicat/sympos/2011/2011.Eichengreen.Remarks.pdf>. Visitado
en noviembre de 2011.
Eichengreen, Barry, Donghyun Park, and Kwanho Shin (2011) “When Fast Growing
Economies Slow Down: International Evidence and Implications for the People’s
Republic of China”, ADB Economics Working Paper Series, nro. 262, Junio.
Evenett, Simon, (2011), “Resolve Falters as Global Prospects Worsen: the 9th GTA
Report”, Global Trade Alert Report nº 9, CEPR. Disponible en
<www.globaltradealert.org/9th_GTA_Report>. Visitado en noviembre de2011.
Fanelli, J. M. (2007), Understanding Market Reforms in Latin America. Similar
Reforms, Diverse Constituencies, Varied Results, New York, Palgrave Macmillan.
— (2008), “Argentina”, en J. M. Fanelli (comp.), Macroeconomic Volatility, Institutions
and Financial Architectures: The Developing World Experience, New York,
Palgrave Macmillan.

271
— (2010a), “Argentina ante los desafíos del desarrollo financiero y la transición
demográfica. El aporte de nuevos instrumentos de ahorro previsional voluntario”,
mimeo, Buenos Aires, Cámara Argentina de Fondos Comunes de Inversión.
— (2010b), “Desarrollo financiero, crecimiento y crisis”, en Bebczuk, R. (comp.),
Progresos en finanzas, Buenos Aires, Temas.
— (2010c), Volatilidad, ciclo y política fiscal en América Latina, Estudios Temáticos,
EuroSocial-Instituto de Estudios Fiscales,-CEPAL, disponible en:
http://www.eurosocialfiscal.org/uploads/documentos/centrodoc/20100419_100416_
Libro_Volatilidad.pdf. Visitado en octubre de 2011.
Fanelli, J. M. y G. McMahon (2005), Understanding market reforms, New York,
Palgrave Macmillan.
Fanelli, J. M. y J. P. Jiménez (2010), “Volatilidad macroeconómica y espacio fiscal en
América Latina”, Pensamiento Iberoamericano, Madrid, Nro. 6, pp. 157-181
Fanelli, Pablo S. (2011), “Reglas fiscales, ciclo y volatilidad macroeconómica”, Revista
de Economía Política de Buenos Aires, vol. 9/10, pp. 181-225.
Fanelli, J. M. y M. Tommasi (2012), “Instituciones y políticas económicas”, documento
preparado para el Proyecto “Instituciones y actores de la política argentina”,
organizado por la Fundación OSDE.
Ferreira, P. y L. Silva (2011), “Structural Transformation and Productivity in Latin
America”, Fundación Getulio Vargas, Sao Paulo, Ensaios Economicos da EPGE,
nro. 724.
Ferreira, P., S. Pessôa y F. Veloso (2011), “On The Evolution of TFP in Latin
America”, Sao Paulo, Fundación Getulio Vargas, Ensaios Economicos da EPGE,
nro. 723.
Ferreres, O. (2006), Dos siglos de economía argentina, Buenos Aires, El Ateneo.
FMI (Fondo Monetario Internacional) (2011), “Slowing Growth, Rising Risks”, World
Economic Outlook, septiembre, disponible en
http://www.imf.org/external/spanish/pubs/ft/weo/2011/02/pdf/texts.pdf. Visitado en
marzo de 2012.
—(2012), Fiscal monitor database; disponible en:
http://www.imf.org/external/pubs/ft/fm/2011/02/app/FiscalMonitoring.html; visitado
en marzo de 2012.

272
Galiani, S. (2010), “Social Mobility: What is it and why does it matter?”, La Plata,
CEDLAS, Documento de Trabajo nº 101, junio.
Galor, O. (2005), “From Stagnation to Growth: Unified Growth Theory” en Philippe
Aghion y Steven Durlauf (comps.), Handbook of Economic Growth, vol. 1, Part A,
Amsterdam, Elsevier North Holland, pp., pp. 171-293
García de Fanelli, A. (2005), Universidad, organización e incentivos. Desafío de la
política de financiamiento frente a la complejidad institucional, Buenos Aires, Miño
y Dávila-Fundación OSDE.
— (2011), “Financiación de la educación superior argentina”, Educación Superior y
Sociedad, Venezuela, IESALC-UNESCO, en prensa.
Gasparini, L. (2007), Monitoring the Socio-Economic Conditions in Argentina,
CEDLAS. Disponible en:
<www.depeco.econo.unlp.edu.ar/cedlas/monitoreo/pdfs/argentina.pdf>. Visitado en
marzo de 2011.
Gasparini, L. y G. Cruces (2008), “A Distribution in Motion: The Case of Argentina. A
Review of the Empirical Evidence”, CEDLAS, Working Paper 78, La Plata,
Universidad Nacional de La Plata.
Gasparini, L. y N. Lustig (2011), “The Rise and Fall of Income Inequality in Latin
America”, Working Paper 0118, Universidad Nacional de La Plata, CEDLAS.
Gerchunoff, P., F. Rocchi, F. y G. Rossi (2008), Desorden y progreso. Las crisis
económicas argentinas 1870-1905, Buenos Aires, Edhasa.
Gibbons, R. (1999), “Taking Coase Seriously”, Administrative Science Quarterly, vol.
44, nº 1, marzo, 145-157.
— (2000), “Why Organizations Are Such a Mess (and What Economist Might Do
About It)”, MIT, disponible en http://web.mit.edu/rgibbons/www/Org_mess.pdf.
Visitado en octubre de 2011.
Gill, I. y H. Kharas (2007), An East Asian renaissance: Ideas for Economic Growth,
Washington, The World Bank.
Goldman Sachs (2003), “Dreaming with BRICs: The Path to 2050”, Global Investment
Research, disponible en <www2.goldmansachs.com/our-thinking/brics/brics-
dream.html>. Visitado en octubre de 2011.
Goñi, E., J. López y Servén, L. (2008), “Fiscal Redistribution and Income Inequality in
Latin America”, Washington, World Bank Policy Research Working Paper nro.
4487, The World Bank.

273
Graña, Juan M. y Damián Kennedy (2008), Salario real, costo laboral y productividad
argentina 1947-2006. Análisis de la información y metodología de estimación”.
Universidad de Buenos Aires, Documentos de Trabajo Nro. 12, Universidad de
Buenos Aires, CEPED
Greif, A. y C. Kingston (2011), “Institutions: Rules or Equilibria?”, en Schofield y
Caballero (comps.), Political Economy of Institutions, Democracy, and Voting,
Berlin, Springer Verlag.
Griffith, Breda (2011), “What is Development?”, in Nallari, R., S. Yusuf, B. Griffith,
and R. Bhattacharya (2011) Frontiers in Development Policy. A Primer on Emerging
Issues, Washington, The World Bank.
Grupo de Ex-Secretarios de Energía (2011), “Una política de Estado para el sector
energético”, disponible en <sitio.iae.org.ar/index.php/actualidad/ex-secretarios-de-
energia>. Visitado en octubre de 2011.
Grupo de Monitoreo Macroeconómico del Mercosur (2011), Estudios para el diálogo
macroeconómico en el Mercosur, disponible en
http://cdi.mecon.gov.ar/docelec/br1009.pdf. Visitado en febrero de 2012.
Guadagni, A. (2010), “Cae la producción energética”, Informe de Econométrica,
disponible en
<www.econometrica.com.ar/productosservicios/archivos/mensual/2010_07.pdf>.
Visitado en marzo de 2011.
Hausman, D. M. y McPherson, M. (1996), Economic Analysis and Moral Philosophy,
Cambridge, Cambridge University Press.
Hausmann R. y D. Rodrik (2002), “Economic Development as Self-Discovery”,
Working Paper nro. 8952, Cambridge, Massachusets, National Bureau of Economic
Research.
Hausmann, R., J. Hwang y D. Rodrik (2007), “What you export matters”, Journal of
Economic Growth, vol. 12, nº 1.
Hausmann, R., L. Pritchett y D. Rodrik (2004), “Growth Accelerations”, Boston, KSG
Working Paper RWP04-030.
Heath, J. (2006), “The Benefits of Cooperation”, Philosophy and Public Affairs, vol.34,
issue 4, pp. 313-351.
Heller, R. (2005), “Back to Basics. Fiscal Space: What It Is and How to Get It”,
Finance & Development, vol. 42, nº 2, pp. 32-3.

274
Herrera, G. y A. Tavosnanska (2011), “La industria argentina a comienzos del siglo
XXI”, Santiago de Chile, Revista de la CEPAL, nº 104, pp. 103-122.
Heymann, D. (2007), “Desarrollos y alternativas: Algunas perspectivas del análisis
macroeconómico”, en Heymann, D. (comp.), Progresos en macroeconomía, Buenos
Aires, Temas, pp.79-177.
Heymann, D. y A. Ramos (2007), “Convergencia arriba, divergencia abajo: ¿A quién le
fue tan mal en la economía argentina?”, Documento de Proyecto, CEPAL.
Disponible en http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/4/28194/DocW15.pdf. Visitado
en marzo de 2011.
Hora, R. (2010), Historia económica de la Argentina en el siglo XIX,, Buenos Aires,
Siglo XXI.
Ianchovichina E. and S. Lundstrom (2009), “Inclusive Growth Analytics. Framework
and Application”, Policy Research Working Paper # 4851, Washington, The World
Bank.
INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) (2011), disponible en
http://www.indec.gov.ar/. Visitado en noviembre de 2011.
Instituto Nacional de Vitivinicultura (2011), “Síntesis de 2010”, disponible en
<www.inv.gov.ar/noticias/CDAnuario2009/SINTESIS_ACTUALIZADA_Julio2010
.xls>. Visitado en octubre de 2011.
International Policy Center for Inclusive Growth (2011) “Dimensions of Inclusive
Development”, Poverty in Focus, Nro. 23.
Izquierdo, A. y E. Talvi (Coord.) (2011), “One Region, Two Speeds? Challenges of the
New Global Economic Order for Latin America and the Caribbean”, Universidad de
Alcalá, Instituto de Estudios Latinoamericanos.
Kaldor, Nicholas (1961), “Capital Accumulation and Economic Growth”, en F.A. Lutz
y D.C. Hague (Eds), The theory of capital, New York, St Martin’s Press. Pp. 177-
222.
Kosacoff, B. (2010), “Desarrollando capacidades competitivas. Estrategias
empresariales, internacionalización y especialización productiva de la Argentina”,
Boletín Informativo Techint, edición especial, julio.
Kosacoff, B. y A. López (2008), “América Latina y las cadenas globales de valor:
debilidades y potencialidades”, Universia 2008, George Washington University, vol.
2, nº 1, pp. 18-32.

275
Kremer, M. (1993), “The O-Ring Theory of Economic Development”, Quarterly
Journal of Economics 108, vol.3, pp. 551-575.
Kreps, D. (1990), Teoría de los Juegos y modelación económica, México, Fondo de
Cultura Económica.
Krueger, A. (2012), “Comments” in Justin Yifu Lin (2012), New Structural Economics.
A Framework for Rethinking Development and Policy, Washington, The World
Bank, pp. 48-51.
Krugman, P. (2002), “The Fall and Rise of Development Economics”, disponible en
<web.mit.edu/krugman/www/dishpan.html>. Visitado en diciembre de 2011.
Krugman, P. y M. Obstfeld (2006), Economía Internacional, , 7ª ed., Madrid, Addison
Wesley.
Kritz, E. (2011), “¿Por qué crece menos el empleo?”, Buenos Aires, Newsletter sobre la
situación laboral y social de la Argentina, junio.
Kuznets, S. (1971), Modern Economic Growth: Findings and Reflections, disponible en
<www.nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1971/kuznets-lecture.html>.
Visitado en diciembre de 2011.
Laeven, L. y F. Valencia (2010), “Resolution of Banking Crises: The Good, the Bad,
and the Ugly”, Working Paper 10/146, Washington, IMF.
Lariviere, M. (2008), “Supply Chains”, The New Palgrave Dictionary of Economics,
Palgrave Macmillan.
Lee, R. y A. Mason (comps.) (2011), Population Aging and the Generation Economy,
Cheltenham, Edward Elgar.
Leijonhufvud, A. (1969), Keynes and the Classics, Two Lectures on Keynes’
Contribution to Economic Theory, Occasional Papers Series, Vol. 30, London, The
Institute of Economic Affairs.
Lepore, E. y D. Schleser (2008), “La heterogeneidad del cuentapropismo en la
Argentina actual. Una propuesta de análisis y clasificación”, Trabajo, Ocupación y
Empleo, nº 4, disponible en
www.trabajo.gov.ar/downloads/.../toe4_06heterogeneidad.pdf. Visitado en octubre
de 2011.
Levine, R. (2004), “Finance and Growth: Theory and Evidence”, en Philippe Aghion y
Steven Durlauf (comps.), Handbook of Economic Growth, vol. 1, cap. 12,
Amsterdam, Elsevier North Holland, pp. 865-934.

276
Lin , Justin Yifu (2012), New Structural Economics. A Framework for Rethinking
Development and Policy, Washington, The World Bank.
Loayza, N. y V. Hnatkovska (2004), “Volatility and Growth”, Policy Research,
Working Paper nro. 3184, Washington, The World Bank.
Lódola, A.; Brigo, R. y F. Morra (2010), "el mapa de cadenas agroalimentarias en
Argentina". en Anlló, G.; Bisang, R. y G. Salvatierra (2010), Cambios estructurales
en las actividades agropecuarias. De lo primario a las cadenas de valor. Documento
de proyecto nro. 50, CEPAL. disponible en http://www.eclac.cl/cgi-
bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/4/41654/P41654.xml&xsl=/argentina/tpl/p9
f.xsl&base=/argentina/tpl/top-bottom.xsl. Visitado en noviembre de 2011.
López, A. y D. Ramos (2011), “Los servicios intensivos en conocimiento: ¿una
oportunidad para diversificar la estructura exportadora de la Argentina?”, Boletín
Informativo Techint, 336, pp. 101-130.
Lucas, R. Jr. (1988), “On the Mechanics of Economic Development”, Journal of
Monetary Economics, Amsterdam, Elsevier, vol. 22, nº 1.
Lundvall, Bengt A. (Ed) (1992), National Systems of Innovation. Towards a Theory of
Innovation and Interactive Learning, London, Pinter Publishers.
Lundberg, Shelly y Robert A. Pollak (2007), “The American Family and Family
Economics”, Working Paper nro 12908, Cambridge Massachusetts, NBER,
Magendzo, I. y D. Titelman (2008), “Chile”, en Fanelli, J.M. (Ed.) Macroeconomic
Volatility, Institutions and Financial Architectures. The Developing World
Experience, New York, Palgrave Macmillan.
MAGyP (Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca) (2011), “Sistema integrado de
información agropecuaria”, disponible en http://www.siia.gov.ar/index.php/series-
por-tema/agricultura. Visitado en noviembre.
Mallon, R. y J. Sourrouille (1975), La política económica en una sociedad conflictiva,
Buenos Aires, Amorrortu.
Malthus, Thomas R. (1846 [1803]), Ensayo sobre el principio de la población, Madrid,
Lucas Gonzalez y Cía.
Mankiw, N. G., D. Romer y D. Weil (1992), “A Contribution to the Empirics of
Economic Growth”, The Quarterly Journal of Economics, MIT Press, vol. 107, nº 2.
Marx, K. y Engels, F. (1985 [1847]), Manifiesto del Partido Comunista, Buenos Aires,
Editorial Anteo.

277
Matsuyama, K. (1995), “Development as Coordination Problems”, Discussion Papers
nº 1123, Northwestern University, Center for Mathematical Studies in Economics
and Management Science.
Melinsky, E. y G. Solari (2010), “Aspectos demográficos en el análisis de la
sostenibilidad actuarial del Sistema Integrado Previsional Argentino”, trabajo
presentado en el 18º Congreso Nacional de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 16
al 18 de junio.
Mendoza, E. G. y P. M. Oviedo (2004), “Public Debt, Fiscal Solvency and
Macroeconomic Uncertainty in Latin America: The Cases of Brazil, Colombia, Costa
Rica and Mexico”, Working Paper nro. 10.637, Cambridge Massachusetts, NBER.
Mercado R., B. Kosacoff y F. Porta (2012), La Argentina del largo plazo: crecimiento,
fluctuaciones y cambio estructural, Buenos Aires, PNUD.
Milgrom, P. y J. Roberts (1993), Economía, organización y gestión de la empresa,
Barcelona, Ariel Economía.
Mincer, J. (1974), Schooling, Experience and Earnings, Cambridge, Massachusetts,
National Bureau of Economic Research.
Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (2012) “Oficina Nacional de Presupuesto”
disponible en http://www.mecon.gov.ar/onp/html/# y Secretaria de Finanzas,
disponible en de datos de la deuda pública. disponible en
http://www.mecon.gov.ar/finanzas/sfinan/deuda_anteriores.htm. Visitado en marzo
de 2012.
MTEySS (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social), Informes y Estadísticas
(2011), disponible en http://www.trabajo.gov.ar/. Visitado en noviembre de 2011.
MTEySS y Banco Mundial (2008), “Caracterización de la informalidad laboral en el
Gran Buenos Aires”, en Banco Mundial y Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social , Aportes a una nueva visión de la informalidad laboral en la
Argentina, Buenos Aires Banco Mundial y Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social.
Naciones Unidas (2004), World Population to 2300, New York, Social Affairs
Department.
— (2006), Cuentas nacionales: introducción práctica, Estudios de Métodos, Serie F,
nro. 85, New York, Naciones Unidas.
— (2009), “Report of the Commission of Experts of the President of the United Nations
General Assembly on Reforms of the International Monetary and Financial System”,

278
New York, United Nations, disponible en
http://www.un.org/ga/president/63/commission/financial_commission.shtml.
Visitado en marzo de 2012.
— (2010a), “Informe sobre Desarrollo Humano”, disponible en
<hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2010>. Visitado en octubre de 2011.
— (2010b), “Informe Nacional sobre Desarrollo Humano. Argentina”, disponible en
<www.undp.org.ar/desarrollohumano/docsIDH2010/PNUD_INDH_2010_Nov_2010
.pdf>. Visitado en octubre de 2011.
— (2011), “Informe sobre Desarrollo Humano 2011”, disponible en
<hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2011>. Visitado en febrero de 2012.
Nallari, R., S. Yusuf, B. Griffith, and R. Bhattacharya (2011) Frontiers in Development
Policy. A Primer on Emerging Issues, Washington, The World Bank.
Navajas, F. (2006), “Energo-Crunch Argentino 2002-20XX”, Documento de Trabajo de
FIEL nº 89, octubre, disponible en
<www.fiel.org/publicaciones/Documentos/DOC89.pdf>.
— (2011) “Energía, maldición de recursos y enfermedad holandesa”, Boletín
Informativo Techint, 336, setiembre-diciembre, pp. 85-100.
Nelson, R. y E. Phelps (1965), “Investment in Humans, Technological Diffusion and
Economic Growth”, Discussion Papers nro. 189, Cowles Foundation for Research in
Economics, New Haven, Yale University.
North, D. (1995), Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México,
Fondo de Cultura Económica.
Organization for Economic Co-operation and Development (1996), “The Knowledge-
Based Economy”, disponible en <www.oecd.org/dataoecd/51/8/1913021.pdf>.
Visitado en agosto de 2011.
— (2001), “Measuring Productivity: Measurement of Aggregate and Industry-Level
Productivity Growth”, disponible en <www.oecd.org/dataoecd/59/29/2352458.pdf>.
Visitado en agosto de 2011.
Ostrom, E. (1990), Governing the Commons: The Evolution of Institutions for
Collective Action, Cambridge Massachusetts, Cambridge University Press.
— (2005), “Doing institutional analysis: digging deeper than markets and hierarchies”,
en Handbook of New Institutional Economics, Ménard, C. and M.M. Shirley (Eds.)
Dordrecht, Springer, Section VII, pp. 819-848.

279
— (2007), “Institutional Rational Choice: An Assessment of the Institutional Analysis
and Development Framework”, en Sabatier, P. A. (comp.), Theories of the Policy
Process, Cambridge Massachusetts., Westview Press.
Otero, H. (2010), “El crecimiento de la población y la transición demográfica
argentina”, en Susana Torrado (coord.), Población y bienestar en la Argentina. Del
primero al segundo Centenario, Buenos Aires, Edhasa, dos tomos.
Paz, Jorge A. (2009), “Retornos a la educación en la Argentina: estructura regional”,
Documento de Trabajo nº 4, Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo
Económico, Universidad Nacional de Salta.
Polanyi, M. (1966), The Tacit Dimension, London, Routledge & Kegan Paul.
Prebisch, R. (1963), Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica.
PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2009), Aportes para el
desarrollo humano en Argentina 2009, Nro. 1, Buenos Aires, PNUD.
— (2011), “Indicadores internacionales sobre desarrollo humano”, disponible en
<hdr.undp.org/es/estadisticas>. Visitado en diciembre de2011.
Psacharopoulos, G. y H. A. Patrinos (2004), “Returns to Investment in Education: a
Further Update”, Education Economics, Taylor and Francis Journals, vol. 12, nº 2,
pp. 111-134.
Rajan, R. (2005), “Has Financial Development Made the World Riskier?”, Working
Paper nro. 11.728, Cambridge Massachusetts, NBER.
— (2010), “Fault Lines: How Hidden Fractures Still Threaten the World Economy”,
Princeton, New Jersey, Princeton Press.
Ramey, G. y V. Ramey (1995), “Cross Country Evidence on the Link between
Volatility and Growth”, American Economic Review, nº 85(5), Diciembre. pp. 1138-
1151.
Reca, L., M. Regúnaga, J. Leguiza y R. Delpech (2011), “La agroindustria para el
desarrollo argentino”, disponible en <www.exsecagricultura.com.ar>. Visitado en
enero de 2012.
Rodrik, D. (1997), Has Globalization Gone too Far?, Washington, Institute for
International Economics.
— (1996), “Understanding Economic Policy Reforms”, Journal of Economic
Literature; 34(1), pp. 9-41.

280
— (Ed.) (2003), In Search of Prosperity. Analytic Narratives on Economic Growth,
Princeton, New Jersey, Princeton University Press.
Rodrik, D. and M. McMillan (2011), “Globalization, Structural Change and
Productivity Growth”, Working Paper nro. 17143, Cambridge, Massachusetts,
NBER.
Rofman, R. y M. L. Oliveri (2011), “Las políticas de protección social y su impacto en
la distribución del ingreso en Argentina”,Serie de Documentos de Trabajo sobre
Políticas Sociales, nº 6, Buenos Aires, Banco Mundial.
Sabatier, P. A. (comp.), Theories of the Policy Process, Cambridge Massachusetts,
Westview Press.
Sachs, J. D. y A. M. Warner (1995), “Natural resource abundance and economic
growth”, Working Paper nro. 5398 Cambridge, Massachusets, NBER.
Sala-i-Martin (2000) Apuntes de crecimiento Económico, Barcelona, Antoni Bosch.
Samuelson, P. (1964), “Theoretical Notes on Trade Problems”, Review of Economics
and Statistics, vol. 23, pp. 1-60.
Sánchez, G. e I. Butler (2009), “Competitiveness and Growth in Argentina:
Appropriability, Misallocation or Disengagement?”, en Growing Pains. Binding
Constraints to Productive Investment in Latin America, Agosín, M., Fernandez-
Arias, E. y F. Jaramillo (Eds.), Washington, Banco Interamericano de Desarrollo.
Schultz, T. W. (1961), “Investment in Human Capital”, American Economic Review,
marzo, vol. 51, nº 1, pp. 1-17.
SEL Consultores (2011), Newsletter sobre la situación laboral y social de la Argentina,
varios números.
Sen, Amartya (1999), “El futuro del Estado del Bienestar”, artículo presentado en el
Círculo de Economía de Barcelona.
— (2000), Desarrollo como Libertad, Buenos Aires, Planeta.
Sinnott, E., J. Nash y A. de la Torre (2010), Los recursos naturales en América Latina y
el Caribe. ¿Más allá de bonanzas y crisis?, Washington, Banco Mundial.
Smith, Adam (1958 [1776]), Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de
las naciones, México, Fondo del Cultura Económica.
Sourrouille, J. V. y J. Lucangeli (1980), “Apuntes sobre la historia reciente de la
industrialización argentina”, Buenos Aires, Boletín Informativo Techint, nº 219,
Julio-Setiembre, pp. 1-23.

281
Sosa-Escudero, W. y S. Petralia (2010), “‘I Can Hear the Grass Grow’”: The Anatomy
of Distributive Changes in Argentina”, Documento de Trabajo, nº 106, La Plata,
CEDLAS.
Stiglitz, J. (1987), “Principal and Agent”, en The New Palgrave: A Dictionary of
Economics, Palgrave Macmillan, vol. 3.
— (1994), “The Role of the Sate in Financial Markets”, Proceedings of the World Bank
Annual Conference on Development Economics1993, Washington, The World Bank.
— (2003), Economía del Sector Público, Barcelona, Antoni Bosch.
— (2012), “Comments”, en Justin Yifu Lin, New Structural Economics. A Framework
for Rethinking Development and Policy, Washington, The World Bank, pp. 56-65.
Strange, W. (2008), “Urban Agglomeration”, en The New Palgrave Dictionary of
Economics, Palgrave Macmillan.
Tabellini, Guido (2004), “The Role of the State in Economic Development”, Working
Paper nro. 265, July, Milano, IGIER-Universitá Bocconi.
Torrado, Susana (2005): “Argentina: escenarios demográficos hacia 2025. (Con
un Apéndice sobre el Sistema Estadístico Nacional”), en SECYT/Ministerio de
Educación de la Nación: Bases para un Plan Estratégico de Mediano Plazo en
Ciencia, Tecnología e Innovación, Anexo I. pp. 201-230. Disponible en
http://www.infoweb2.unp.edu.ar/posgrado/Documentos/materias/Econom%C3%AD
a%20de%20la%20innovaci%C3%B3n%20y%20el%20cambio%20tecnol%C3%B3g
ico/VISIONES%20Y%20ESCENARIOS%20PARA%20ANALIZAR%20EL%20SN
I_VARIOS%20AUTORES.pdf. Visitado en Noviembre de 2011.
— (2007a). “Introducción”, en Susana Torrado (comp.), Población y bienestar en la
Argentina del primero al segundo Centenario, Buenos Aires, Ensayo Edhasa, tomo
1, pp. 15-28.
— (2007b), “Transición de la familia: tamaño y morfología”, en SusanaTorrado
(comp.), Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo Centenario,
Buenos Aires, Ensayo Edhasa, tomo 2, pp. 207-253.
— (coord.) (2010), Población y bienestar en la Argentina. Del primero al segundo
Centenario, Buenos Aires, Edhasa, dos tomos.
UNCTAD (2002), Transnational Corporations and Export Competitiveness, World
Investment Report 2002, Geneva, UNCTAD.
UNIDO (2010), “Yearbook of Industrial Statistics 2010” disponible en:
http://www.unido.org/index.php?id=1001461. Visitado en noviembre de 2011.

282
Universidad Católica Argentina (2010), “La Deuda Social Argentina: 2004-2009. La
Deuda Social Argentina frente al bicentenario”, disponible en
<www.uca.edu.ar/index.php/site/index/es/universidad/investigacion/programa-
observatorio-de-la-deuda-social-argentina/publicaciones/informes>. Visitado en
octubre de 2011.
Van der Ploeg, F. and A. J. Venables (2010) “Absorbing a Windfall of Foreign
Exchange: Dutch Disease Dynamics”, CEPR Discussion Paper nro. 8694, Oxford,
University of Oxford and CEPR.
Venables, A. (2008a), “New Economic Geography”, en The New Palgrave Dictionary
of Economics, Palgrave Macmillan.
— (2008b), “Rethinking Economic Growth in a Globalizing World; An Economic
Geography Lens”, Working Paper Nro. 18, Washington, The World Bank.
Williamson, O. (1989), Las instituciones económicas del capitalismo, México, Fondo
de Cultura Económica.
Wolf, H. (2004), “Volatility: Definitions and Consequences”, en J. Aizenman y B. Pinto
(comps.), Managing Volatility and Crisis, A Practitioner’s Guide, Washington, The
World Bank, disponible en
<www1.worldbank.org/economicpolicy/mv/mvcguide.html>. Visitado en julio de
2008.
World Bank (2008), World Development Report 2007, World Bank, Washington.
Wydick, B. (2008), Games in Economic Development, New York, Cambridge
University Press.

283

Das könnte Ihnen auch gefallen