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DE LÁ INFLUENCIA

DEL CRISTIANISMO

EN EL

DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS.

POR

M. TROPLONG,

consejero en el Iribanal de casacion . oficial de la legion de nonor


' miembro del Instílalo, etc., etc.

TRADUCIDA DEL FRANCES

$Jor Don Jasé £uis¡ fUtúrttllo.

ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO
Dffi DON RAMON RODRIGUEZ DE RIVERA, Editor,
de San Oiprhm», múm. 3.

1851.
f ,
DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO

EN

EL DERECHO CIVIL DE LOS ROSANOS.

PRIMERA PARTE.

CAPITULO PRIMERO.
•Objeto de esta memoria.

No me propongo demostrar la influencia del cristianis


mo sobre el conjunto de las instituciones, y menos aun
sobre la civilizacion del mundo romano (1). Mi objeto es
mas limitado , pues me concreto á la observacion de las
causas por las que el cristianismo modificó las relacio
nes civiles , el derecho privado. Este derecho ha repre
sentado en la civilizacion romana un papel muy impor
tante. Nacido del mismo pensamiento religioso y politi-
(1) Esle trabajo ha sido hecho en los admirables Ensayos de M. de Cha
teaubriand, t. I y II.
4 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
eo que el derecho público, ha contribuido en gran ma
nera á dar á Roma los elementos de su poder ; y no
sería difícil ligar la historia de su desarrollo á la his
toria misma de las revoluciones romanas. Pero bajo tal
punto de vista estenderíamos el plan de un trabajo, que
tiene por objeto principal una sola época del derecho
civil , el periodo cristiano.
Guando apareció el cristianismo , el derecho romano
comenzaba á separarse mucho del elemento religioso y
aristocrático; trataba de fijarse en la filosofía. Deberé
por lo tanto, para seguirle, desviarme dela esfera de
accion que abandonaba. Asi me abstendré de las inves
tigaciones que tuvieran por objeto mostrar la influen
cia del cristianismo sobre la constitucion política y el de
recho público; dejaré tambien á otros el derecho penal.
Unicamente me ocupo del derecho civil , y no haré es-
cursiones , sino cuando sean necesarias para aclarar mi
objeto , y manifestar el juego de los resortes con los cua
les el cristianismo vino á mezclar su accion. Esta reser
va , lo repito , se desprende de la naturaleza misma de las
cosas. La religion cristiana hubiera sin duda obrado mas
rápidamente en el derecho civil , si hubiera estado uni
do, como en tiempos de la república, á los otros ele
mentos de la civilizacion , de la cual se habia enseñorea
do. Pero ya se habia verificado una especie de separacion;
el derecho tenia una existencia independiente; habia
llegado al estado de ciencia filosófica , al estado de siste
ma enérgica y racionalmente formulado. Por esto al cris
tianismo costó tanto trabajo el dominarlo , y asimismo
E!f EL DERECHO CIT1L DE LOS ROMANOS. 5
puede decirse que no se le ha asimilado completamente
hasta los tiempos modernos. Antes de la edad media,
unas veces la sociedad ha sido mas cristiana que sus le
yes , otras veces las leyes mas cristianas que la sociedad.
Ha habido una falta constante de armonía, que se espli-
ca por la lucha de los dos principios, el elemento paga
no y el elemento cristiano, cuya fortuna no ha seguido
siempre una marcha uniforme. Porque, antes de dejar
se desposeer , el antiguo principio ha sostenido mas de
un combate obstinado, y producido mas de una reac
cion. ¿Qué ha resultado de esto? un hecho que ya he
apuntado en otra parte (1), y que esta memoria pondrá
en claro, á saber: que si el cristianismo ha impreso al
derecho un fuerte impulso civilizador , el movimiento no
ha alcanzado aun el objeto , despues de haber recibido
de la edad media, el rechazo que lo ha llevado- hasta el
código civil.
Por lo tanto , la consecuencia de mi obra será esta:
el estado del derecho romano fué mas perfecto en la épo
ca cristiana. que en la mas brillante de las edades ante
riores ;: cuanto se ha dicho en contrario no es mas que
una paradoja ó un error. Pero ha sido inferior á las le
gislaciones modernas , nacidas á la sombra del cristia
nismo y mejor penetradas de su espíritu.
(IJ Prólogo de mi comentario de la Venía.
C DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO

CAPITULO II.

Epocas que deben considerarse en la accion del cristia


nismo sobre el derecho. —Diversas opiniones acerca de
su influencia.

La lucha de que voy á hablar puede ser considera


da bajo tres grandes fases: la época de las persecuciones;
la de los emperadores convertidos ; la de los emperado
res dedicados 4 convertir.
Algunas palabras para su esplicacion.
El desarrollo del cristianismo en la sociedad roma
na ha sido sucesivo. Perseguido antes de ser dominante,
dominador antes de ser universal , señor de las almas an
tes de hacerse dueño de las instituciones, ha sufrido la
ley temporal del progreso de las cosas del mundo. Cuan
do menos de doscientos años despues de la muerte de
Jesucristo, Tertuliano esclamaba: «Nosotros existimos
desde ayer , y sin embargo formamos la mayor parte de
vuestras ciudades , de vuestras fortalezas , de vuestros
municipios, de vuestras asambleas, de vuestros campos,
de vuestras tribus, de vuestras decurias, del palacio, del
senado y del foro (i) ,» probaba la rapidez inaudita, mi
lagrosa, con que habia conquistado las conciencias. Mas
la púrpura y la espada le faltaban aun. Un siglo de per-

(1) Apoiog., c. 37.


ENTilLDfcRECHO CIVIL UÉ LOS ROMANOS. 7
secuciodes le separaba del reinado de Constantino (1J.
El advenimiento de este prlricipe cambió las condicio
nes políticas de la antigua y de la nueva religion. El Es
tado preparó desde luego su divorcio con el politeismo , y
su union con el cristianismo. Pero este divorcio tardó
en verificarse. Sin hablar de la restauracion del antiguo
principio religioso por Juliano el apóstata , el paga
nismo vencido, mas no destruido, se defendió largo tiem
po aun con las leyes, las costumbres, las preocupacio
nes de una sociedad en -que tan profundamente habia
penetrado. La historia nos enseña que siete emperadores
cristianos aceptaron sin repugnancia el titulo de gran pon
tífice usurpado por Augusto (2). Constantino publicó en un
mismo año dos edictos, de los cuales en el uno recomenda
ba observar solemnemente el domingo , mientras que en
el otro mandaba consultar los arúspices (3J. El senado
de Roma , fiel al culto que habia salvado la ciudad de
manos de Annibal y de los galos , y presidido á la con
quista del universo (4) , continuaba poniendo bajo la in
vocacion de los dioses del paganismo las deliberaciones
que el emperador cristiano le pedia. Hay mas, se vé al
fin del siglo IV, á la religion de Numa recobrar sus
(t) 1m de Maximiano, Decio , Valeriano . Aureliano y Diocleciano.
(2) 'Gibbon, t. IV , p. 181. M. de la Bastie, Mem. dt la Academia
t. XV , p. 75. 144.
' (3) Gibbon, t. IV, p. 80 y 81. Cod. Just., lib. III, t. XIT, 1. 3. C. Teod.,
lib. XVI . t. X , 1. 1. Baronló reprueba esta conducta profana (Annal. ecles.
an. 321 , núm. 18). Godefroy lo explica como una concesion becba á la ne
cesidad. Constantino habia abrazado el cristianismo en 311 entre los ga
los (Godefroy , acerca del C. Teod., ley citada).
(4) Simmaco, lib. X, epist. 54.
3 DE LA UIFUWHUA »KL CRISTIANISMO
desfallecidas fuerzas para sostener sus derechos constitu
cionales. Verdad es que este combate se parece al del gi
gante de Boyardo, que resiste aun estando muerto. Sin>
maco , su celoso defensor ; Simmaco y pontífice y agore
ro (nombres que se conservaban todavia casi cien años
despues de Constantino), recibe facultades del senado pa
ra abogar ante el emperador la causa del altar de la vic
toria , paladion de la fortuna romana (i). ¿Pero qué elo
cuencia podrá levantar la causa de un pasado impoten
te? San Ambrosio aceptó el reto en nombre de las nue
vas generaciones , en nombre del porvenir y del progre
so. En estos términos presentó la cuestion. Su palabra,
filosófica y cristiana á la vez , derribó al hombre de los
antiguos tiempos , al abogado de la idolatria (%). Teodo-
sio trajo á Júpiter á juicio ante el mismo senado que
habia diputado á Simmaco , y Júpiter fué condenado por
una gran mayoria (3). Desde este momento terminó la
lucha entre las antiguas y nuevas ideas en el mundo ofi
cial del imperio romano. El rompimiento entre el Esta
do y el culto legal, en otro tiempo , se llevó á cabo da
una manera radical y definitiva. La Iglesia selló su alian
za con el imperio sobre las ruinas de los templos , aban
donados en las ciudades y en los campos á las pasiones
de la muchedumbre (4). Tales son las tres épocas cuyas

(I) Monteiquieu, Grandeza 7 decadencia, cap. 19. Gibbon, I. Y,


p. 343. Chateaubriand, Eniayos. t. II, p. 40 y 41.
(a) Gibbon y Chat., lugar citado.
(3) Prudencio, in Simmaco, lib. I, p. «99.^-Glbbon , t. V, p. 34*.
Chat. , Ensayo» , t. II, p. 42 y 43.
(4) Gibbon, t. Y, p. 348.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 9
diferencias son demasiado notables , para dejar de colo
carlas al frente de mis investigaciones.
Pero mientras que los hombres y las cosas, conmo
vidas durante la primera época , eran arrastradas en las
que siguieron por la pendiente de la civilizacion cristia
na,, ¿qué efecto produjo en el derecho civil este movi
miento?
Las opiniones son muy diversas en esta cuestion.
M. Hugo, en su Historia del Derecho romano , ha creido
que el establecimiento del cristianismo no ejerció sobre
aquel una influencia tan grande como se hubiera podi
do esperar (1). Por el contrario, Montesquieu ha dicho:
«El cristianismo dió su carácter á la jurisprudencia, por
que el imperio tiene siempre relaciones con el sacerdo
cio. Puede verse el código Teodosiano , que no es mas
que una compilacion de los emperadores cristianos (2J.*>
Otros han ido mas lejos aun que Montesquieu. Admira
dos de la sabiduria de las leyes romanas, las han con
siderado como una emanacion divina, aplicando literal
mente estas bellas palabras de San Agustin : «Leges Ro-
manorum divinilús per ora principum emanárunt. » Han
visto en los jurisconsultos paganos, que aconsejaban á
sus emperadores , los ministros del Dios de los cristia
nos y el brazo secular de la Iglesia (3). Baldo creia que

(1) T. II, p. 113.


(2) Lib. XXIII, c. M.
(3) Arlhur Duck , de Auct. jurii civilis, c. i, dúto. 9, p. 16. «Plo-
resque ínter eos, et si á religione chisticná alirni , bracbium secutare ehris-
lianis indulsisse, pro tuendá coociliorum el episeoporwn aucloiitate
qufeomnia, post divinam calemeolim, tribueoda sunt jurisconsulto illi»
10 DE LA 1NFLUEKC1A DEL eUrSTIAKlSlTO
el edicto del pretor sobre la rescision de las obligacio
nes arrancadas por la violencia (1) habia sido dictado
por el Espíritu Santo (2).
Nuestro objeto es buscar la verdad en tan importan
te cuestion, digna de ser considerada. Mas, para ser
entendido, necesito echar una ojeada sobre algunas an
tigüedades del derecho romano. Este ha tenido tres gran
des periodos; el periodo aristocrático . el filosófico y el
cristiano. No podrán formarse ideas exactas sobre ei úl
timo , si no nos ocupamos de los dos primeros.
qui sub üs res administraban!, quorum scripla in libiis juris romani ho-
die babenius.»
(1) Eu el Dig. quod metus causa.
(2) Sobre la rúbrica de feudos, de cont. invert. Véase tambien Ar-
Ihur Duck , cap. I, núm. 18, p. 8. Dice: «Prsetoris edieli verba spi-
ritum saoctum iu os praHoris ImmUisse Baldos ciislimaril.»
ER EL DERECHO CIVIL DK LOS ROMANOS- l\

CAPITULO III.

Espíritu del derecho romano en su edad aristocrática.

La civilizacion romana se desarrolló hajo la influen


cia de dos elementos que, en cierto modo, pueden lla
marse de primero y segundo 6rden , y que han vivido
unidos en una larga alternativa de luchas y reconcilia
ciones, hasta que el tiempo ha hecho su fusion mas ó me
nos completa. Este dualismo se encuentra en la teología
romana , hajo la alegoria de los dos sexos que dan ori
gen á los fenómenos de la naturaleza física é intelectual;
tellus , tellumo; anima, animus. En el orden político
es representado por la fábula de los dos mellizos, por
el doble trono de Rómulo (1) , por Jano con los dos ros
tros , y tambien históricamente se presenta en el populus
y ia plebs , en el grande antagonismo de patricios y ple
beyos (2). En el derecho privado, que refleja lan viva
mente las ideas religiosas y políticas de Roma , preside
á casi todas las relaciones. Su fórmula mas estensa y
elevada es el jus civiie y la aquitas , siempre opuestos
el uno al otro como dos principios distintos y desigua
les. De aquí un derecho doble en casi todas las cosas;
un parentesco civil (agnatio) , y otro natural [cognatio);
el matrimonio civil (justa nuptiw) , y la union natural
del concubinato (concubinatus) (3J; la propiedad roma-

(1) Servius, ad Moeid, I, 276.


(2) M.Niebunr, t. I . p. 410 , 411, 318, j t. II, p. 263.
(3) «Los ciudadanos romanos, dice l'olhirr, podiat cobL'SCi tíos di
12 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
na (dominium ex jure Quiritum) y la propiedad natural
(tn bonis); el testamento y el codicilo; los contratos de
estricto derecho (stricli júris) , y los contratos de buena
fé {bonos fidei) , et<:. , etc.

ferentes clases de matrimonio. Llamábase el uno jujice nuptios, y el otro


eoncubinatut.it (Cont. de matrim., núm. 6).
Había entre los romanos un estado intermedio: este era el matrimo
nio injusto , non Ugitimum matrimonium (I. 37 , D. ad municip ; y
1. 13, §. I. D. ad leg. Jal. de Adult), que tenia logar, por ejemplo,
entre dos personas que carecían del connubium. A esta clase de matri
monios es á lo que hacia alusion el orgullo de los. patricios , en las quejas
que Tito Lirio pone en su boca, luego que el tribuno Canuleyo propuso la fa
mosa ley que permitíalos matrimonios entre plebeyos y patricios (lib. IV, i).
«¿Qué quiere Canuleyo? anular las familias, confundir los auspicios pú
blicos y privados, no dejar nada puro, impedir que cada uno pueda re
conocer lo suyo 6 á los suyos. ¡ Qué efecto producirán estos matrimo
nios sino uniones fortuitas á la manera de los brutos! «¿Quam enim
aliatn vim connubia promiscua habere , nisi ut, ferarum propé ritu,
vulyentur concubitus plebis patrumquet ut qui natus sit, ignoret , eu-
jus sanguinis , quorum sacrorum sít , dimitlius plebis, ne sccúm quidem
ipse consorsll
Estas altivas exageraciones manifiestan qué ideas formaban los roma
nos de los matrimonias contraidos entre personas que carecían del con
nubium. Los hijos seguían la condicion de la madre (TJIplan. , Frag. V. 8),
y Lá unios que los había engendrado no era mas que un estado anor
mal, vicioso ¿ una posicion falsa. (Caius , I, 87). Por el - contrario , el
concubinato era, desde Augusto, una union autorizada por las leyes y
la costumbre. . . - -
Puede consultarse, sobre los matrimonios injustos y sus diversas espe
cies, P.xrardus (Faríor, lib. IV , c. 16). Pero hay en su disertacion al
gunos puntos de que es necesario desconfiar. Segun él, un matrimonie
es injusto de varias maneras , una esposa es injusta por varias causas.
- !.• Una e.«posa es injusta, en su opinion, cuando no ha contraído ma
trimonio con las ceremonias que dan el poder marital, farreo eoemptione.
Pijro toda esto es erróneo. Rasvardo no ha comprendido este punto de
derecho romano.
!.* Una esposa es injusta cuando exista prohibicion, pues que puede
BIf EL DERECHO CIVIL HE LOS ROMANOS. 15
¿Pero qué ideas representan estas palabras equidad
y derecho civil que encierran todo el secreto de la his
toria d«l derecho romano?
La equidad , es la que algunos han llamado derecho
natural ; es la reunion de ideas cosmopolitas que forman
la herencia comun de la humanidad ; es este derecho, na

contracrio; por ejemplo, cuando se casa contra las prohibiciones de la»


leyes Julia y P. Poppcea. (Dlp., Frag. XVI, 2, *). Esta clase de ma
trimonios , dice Rasvardo , no se disuelven por la ley ; pero ella no le
concede efectos civiles ; no producenvpues la patria potestad. (Jung Hei-
nec. , sobre las leyes Julia y P. Poppoea , lib. II , cap. 6 , núm. 3). Sin
embargo , noto con Pothier , que un senado consulto dado en tiempo de
Commodo los hacia irrita. Por esto la esposa ne era uxor (Ulpen, I. 87.
D. de ritu nupt; y I. 31, 6, eod. tit.}; no había nupcias, I. 16, y
41, g. 1. D. de ritu nupt. En tiempo de Ciceron , parece que era ne
cesario recurrir al divorcio para disolver el matrimonio entre personas que
no tenían el connubium (Cic. Top. IV).
Estos matrimonios no solamente eran viciosos (Caius , 1 , 87), sino que
constituían un delito. En efecto, Marciano decia (1. ult. de Legat 1.°):
«Delinquunt enim qui prohibitas nuptias contrahunt.» Yéase tambien
la I. 2. D. quoe ut indig.
I.» Un matrimonio es injusto por defecto de consentimiento del pa
dre. Pero Paulonos enseña que estos matrimonios no eran susceptibles
de disolucion por motivos de interés público. (Sen!., t. XIX, núm. t).
Apuleyo bace alusion á esto cuando Venus habla de las nupcias de
su hijo Cupido con Psychisa : «Impares enim nuptiae , in villa, sine tes-
tibus, parre» non consenliente , legitima; non possunt videri.» (Metam,
lib. VI, ed Nisard,p. 331).
Es- verdad que despues Cupido repara su falta , obteniendo el consen
timiento de Júpiter, que le hizo celebrar un nuevo matrimonio en me
dio de los cantos, de las danzas y festines del Olimpo. Despues de una
descripcion brillante, Apuleyo termina de esta manera: «Sie rite Psi-
che eonvenit in manum Ctipidinis.» (Lug. cit. , p. 337). Ignoro si esta
era la regla en los países mitológicos a los cuales Júpiter daba leyes;
pero, sin duda, en las realidades del derecho romano, era indispen
sable alguna otra cosa para hacer pasar ana esposa in manum mariti.
i4 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
escrito pero innato , que Dios ha grabado en nuestros co
razones con caracteres tan profundos, que sobrevive á
todas las alteraciones que por la ignorancia pueden per
vertir al hombre. La equidad dá por base á los códigos
que forma la libertad y la igualdad, los sentimientos de
la naturaleza, las afecciones espontáneas del hombre, las
inspiraciones de la recta razon. Pero la preponderancia
de la equidad es tardía en la marcha de la civilizacion;
no resplandece con su brillo hasta que el hombre, levan
tándose poco á poco de su caida , ha atravesado las épo
cas de violencia, de supersticion y de ignorancia, y se
ha hecho digno de contemplar en su sinceridad la ver
dad eterna para la que Dios lo ha criado.
Por el contrario , el derecho civil , cuando se coloca
en una esfera distinta de la equidad y se adorna con el
título de derecho estricto , no es mas que una reunion de
creaciones artificiales y arbitrarias, cuyo fin es gober
nar por medio de representaciones materiales el espíritu
del hombre, incapaz aun de dejarse gobernar por la
razon. El derecho civil le habla el lenguaje severo de la
autoridad ; quiere que humille su inieligencia , ya de
lante del arcano de los misterios religiosos , ya delante
de las combinaciones facticias de una política dura y fe-

Paede consultarse ¡ambien , sobre esta misma materia , una diserta


cion de Herbero. (D-igresi , part.' 2- lib. I , c. XVII). Concluye diciendo
que las palabras justa uxor pueden entenderse de dos maneras , porque
justa se toma bien sinónimo dt legitima , bien como sinónimo de solem-
nis. Las esposas sin el agua y el fuego sin legitimas, pero no son jus
tas bajo la relacion de solemnidad: ella* son justas en el primar sentido
(1. 9, cap. de Nupt.) pero no en el segundo.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 15
roz. Sabe que es ignorante , crédulo , y que no adora
mas que la supersticion y la fuerza, y por esto se pone
al nivel de sus ideas para contenerlo ; lo gobierna por
la supersticion y por la fuerza.
El derecho civil romano ha estado impregnado, des
de su origen, de esta rudeza teocrática y aristocrática,
inseparable de todas las épocas llamadas heroicas por
Vico. Salió del seno de un patriciado religioso , militar
y político que grabó en él sus recuerdos de conquista,
sus instintos de inmovilidad , este espíritu celoso , domi
nante, nutrido en la sombria y rigurosa escuela de la teo
cracia etrusca. No busquemos en este derecho primitivo
la accion eficaz de la equidad natural, y la voz de la hu
manidad que tan alto habla en los pueblos civilizados.
La nocion simple y natural de lo justo y de lo injusto apa
rece desfigurada por el feroz conjunto de instituciones
que sacrifican la naturaleza á la necesidad política, la
verdad innata á los artificios legales, la libertad á las
fórmulas sacramentales. En el orden civil como en el Es
tado , Roma no procura mas que formar ciudadanos , y
tantos cuantos mas honores y poder otorga á este titulo
eminente, tantos mas sacrificios por su patriale exije á
aquel que lo lleva , queriendo que renuncie por el inte
rés público á sus afecciones , á su voluntad , y hasta á
su razon intima.
Tomemos algunos ejemplos de la familia , de la pro
piedad y de las obligaciones.
Ante todo ¿qué es la familia en Roma? ¿Tiene por
fundamento la sangre y la naturaleza? No. El vinculo
16 BE LA ISFLDINCU DEL CRISTIANISMO
civil del poder (polestas , manus) es el que une sus miem
bros y mantiene su asociacion. Este vinculo facticio es su
señal de reconocimiento, y su punto de reunion. No por
ser hijo, esposa, 6 pariente estan en la familia, sino por
ser hijo bajo la potestad , esposa bajo la potestad , parien
te por la sumision á un poder actualmente comun , ó que
sería tal viviendo aun el jefe (1). En una palabra , la fa
milia romana , creacion singular de un pueblo nacido
para el poder , no es otra cosa que la reunion de indivi
duos , reconociendo el poder de an solo jefe. Cualquiera
que depende de este poder está en la familia : cualquie
ra que, siendo hijo y descendiente, fuese manumitido
por la triple venta no pertenecia á la familia.
lié aquí tambien las consecuencias de este derecho.
El matrimonio en si mismo {justa nvptios , justum ma-
trimonium) no es mas que un vinculo insuficiente para
hacer entrará la esposa en la familia del marido; ella
queda aun en su propia familia , bajo el nombre de ma
trona , y es estraña á la de sus propios hijos (2). Pero
si á las nupcias sigue un año de posesion de la mujer por
el marido («sus) (3) , ó bieu si son consagradas por las ce
remonias religiosas y patricias de la confarreacion (4), ó
(1) M. Hugo. §. 77.
(9) Instil.de Just. ad S. C. Trevell. proem. ; Gayo I, 196. §. D. dt
veri, signif. , y en su» Inst. , lib. III., núm. 24; ülp. 26, Frag. 8. lié
aquí las palabras de Gayo: «Adeo quidem , ni nec ¡oler malrem el filiunj
BÜilamTc uitro cilroque hxreditatis capiendae jas compelat.» Y Clpiano:
«Inlestal filii hereditas ad matrem ex lege XII Tab. non pertinet.»
(3) Gayo, Inst. I, 110, 141, 112, 113. «Olim ¡taque tribus medís
>in manum conreniebant; utu, farreo, coemptione, etc., ete.i
(i) M Niebubr, t. I, p. 324, nota 835. Ga]o I, 112. Dionisio de
Hf EL DERECHO CIVIL DE LOS HOMAROS. Í"7
acompañadas de las formas miles de la venta ficticia
{coemptio) (1), entonces la mujer pasa al poder del ma
rido (2) (tn tnanu) (3), Ella se hace mater*familias ; y es
ta potestad (esta palabra ha llegado hasta nosotros sin la
cosa) choca sobre todo al espírita por su carácter de seve
ra soberanía ; porque el marido es el juez de su esposa;
él solo pudo, en los primeros tiempos, mas tarde en un
tribunal doméstico al que eran llamados sus parientes,
condenarla á muerte: es el dueño de su persona y desui
bienes , casi como si la conquista la hubiese puesto en sus
manos: terrible reminiscencia del rapto de las sabinas (4J.

Halicarnaió, lib. II, cap. 25 , no» dicelo que ligue: «At Romulus effe-
*elt ut mulieres valdé modestoe et pudiere essent. Lux autem hac eral:
«molieran nuptam quae ex saeratit legibut in maou mariti convenisset,
•cura eo omnium et bonorum et.sacrorum participem esse. Tocabant au-
«tem antiqui sacbas huptjas , romond quadam apellatione rem expri
mientes, eenfarreationem k farris comunicatione adeoque necessario
«indissolubilis familiaritatis nexu eos copulavtt (Romulus) , ut connubium
«istud nib.il dissoWeret. Hasc lex cogH mulieres nuptas ut poté , que nu-
»llum aliud refugium baberent, ad unius sui mariti mores vitam suam
«confirmare, etc., etc.... Cxor enim pudica et marito ni ownaus obsb-
«qubbs, erat lamba domina squeatque ipse vir, et in ejus defuneli bona
»ut filia in patrii, haeres suecedabat.»
(1) Heineccio ad I. Pap. Popp. lib. II, c. 13.
(2) Gajo, Intt. I, lis, Cíe. pro Flacco, num. 3i , ed. Panek , I. XII,
p. J99. Todo inclina i creer que por muebo tiempo lo* matrimonios con
la mantu fueron los mas frecuentes. (Dionis., lib. II , cap. 15;—Revut
4* ligiil. , I. VII , p. 306).
(3) Hé citado mas arriba un pasaje de Apaleyo , en el cual «I literata
■o ha hablado de la mantu en términos técnicos.
(*) Esta dura posicion no impedia sin embargo el que existiesen ma
ridos complacientes j mujeres de carácter Indomable. En su comedia da
Calina presenta Planto una mujer celasa que abruma á su marido con
InreetiTas. (Acto ».*, esc. 3.'). Citaré tambien como prueba de esta influen-
S
18 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Y despues que el poder constituye la familia , la mujer
pierde á los suyos y pasa á la familia del marido; es reci
bida como su bija , y no tiene sino el carácter de herma-
na consanguínea de los hijos que le ha dado (i). Fue
ra participará, sin duda, delos honores de su marido:
será rodeada de un grave respeto, porque la ley tiene
presente que si la doncella sabina ha sido conquistada , la
mujer romana ha salvado el capitolio de la venganza de
Tacio (2). Pero en el seno de la familia se eclipsa de cier
to modo ante la magestad del marido , majestas viri (3).
Ella no tiene derecho de propiedad sino en lo que su
esposo quiere , y las llaves de la casa solo le son confia
das en calidad de depósito (4). Solamente como hija
adoptiva de este padre civil , lo heredará (5) : la muerte
de su marido no es titulo suficiente para volver á entrar
en su familia paterna. Un vinculo sagrado la retiene en
aquella que la ha adoptado : ella encontrará un tutor le
gal entre sus nuevos agnados , ó un tutor testamentario
de la eleccion de su marido (6).

cia indirecta, que se deja ver aun al través de las mas severas leyes, la anéc
dota de la joven Fabia, cuya vanidad herida escitó el celo democrático de
fu padre Ambustio, y de su marido Licinio Stolo. (Tit. Liv. , lib. VI, nú
mero 34).
(t) Gayo, Instit. , lib. III, Ht ; «Filiffique locura obtinebat : apúd cutn
filia; loco sit.i)
(2) M. Nieb., t. I, p. 32*. ¡
(3) Tit. LiV. , 3*, 2. Valer. Max. II, !.*«;
(*) Nieb., t. I, p. 324. •:-,•
i (5) Gayo, Com. 3.v Nieb. , t. I , p. 32*. •- ' ' •
(6) Gayo, 1,1*8,. 149'. «IJberis meis, vel uxati mea, Tiliui tutor
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 49
Al lado de este poder , en el que con tanto viveza se
refleja el derecho del mas fuerte , se encuentra otro que
ninguno en el mundo posee mas que el ciudadano ro
mano (1); me refiero á la patria potestad. ¿Qué diré de
este poder que es una de las bases mas sagradas de la
constitucion de Roma ? El absorve en el padre la perso
na del hijo, y la mujer en poder de este, y sus hijos,
y todos los bienes que él adquiere. El padre es en aquel
santuario juez superior ; puede dar reglas á las cuales de
ben los hijos sujetar su conducta y tiene el derecho de
vida y muerte (2). Asi pues, Gayo tenia razon al decir:
Quod jus proprium civium romanorum est. Feré enim
nulli alii sunt homines que talem tn fíliis suis habent poíes-
tatem qualem nos habemus. Pero este poder no lo da la na
turaleza ; no procede de la filiacion natural. Es una con
cesion hecha por el derecho civil al que ha llegado á ser
padre mediante las justas nupcias (3), ó al que ha reci
bido á un estraño por hijo por las ficciones civiles de la
arrogacion y de la adopcion.
•Hé aquí la familia romana en su organizacion tan
original : vedla en esta unidad vigorosa tan bien forma
da para conservar la disciplina, la obediencia , las an
tiguas tradiciones. Por todas partes donde llega á esten
derse el poder del padre, estiende sus brazos la familia,
(I) Gayo, Coni. 1, 35.
, (i) Véanse los ejemplos de Valerio Máximo, V, J, Salust. (Bello,
Cat. 39). Plutarco dice que Bruto condenó a su hijo, no como cónsul,
sino como padre, sin formas judiciales. (Vida de Publicola).
(3) Gayo, I, 35. «In potestate nostrá sunt liberi nostri quos justo nup-
tiis procreavimus.» Ulp. , frag. , V., V- •"
20 DE LA INFLUENCIA BEL CRISTIANISMO
y todos aquellos que son encadenados per este fuerte
vinculo , ó que estarian ligados si el jefé comun no hu
biese muerto , tienen entre si el parentesco civil llamado
agnado-, único que dá los derechos de familia y de su
cesion. La agregacion de los agnados forma la familia
romana , aquella que el derecho civil ha engendrado,
y que dota- con sus privilegios. Solo ella debe ser teni
da en cuenta- para formar la familia política, la gens,
agregacion de las familias civiles, unidas por la identi
dad del nombre patronímico, por la comunidad de sa
crificios , y por las obligaciones y los deberes solida
rios (1). En el seno de esta familia civil es donde el pa
dre encontrará herederos para conservar su persona ; en
la que serán concentrados los derechos de succesion, de
tutela , etc. ; en la que se perpetuarán los sacrificios par
ticulares de cada casa (2). y la religion doméstica que es
la mas preciosa propiedad para el ciudadano (3).
En cuanto á, la familia natural , Roma apenas la re
conoce. Yo no iré á buscar la pFueba de este menospre
cio en la* union llamada concubinato , que, si bien re
conocida por las costumbres y por las leyes, no produce
efecto alguno civil; en el concubinato, el padre, la ma
to Disertacion de Niebo.hr «obre la .¡ent, t. II , p. 2-y sig. Crte que
lM gentHes no estaban unidos ppr los. vinculo* de la sangre. Esta opinion
me parece atrerida como tantas otras de este sibio , pero audaz histo
riador.
(1) Sobre estos sacrificios, véase a TU. Liv- , IV, t. Los Ñau tíos en
favor de Minerva. Los Fabios en el de Hércules. (Tit. Liv., V, 46, II; ts,
Servios ad Eneida, II> US, V, 704, Dionis. VI, 69. Niebubr, t. II,
P*g> »»•
(2) U, de Malitre , . Dilais d» la juttict divine- , not.4,p, 97.
EKEL DERECHO CIVIL DE LOS ROMAHOS. fi
dre, el hijo, todos estaban fuera del derecho civil , y so
lo podian aspirar á los atributos, necesariamente limi
tados, que concede el derecho natural. Pero, detenién
dome en la familia civil, diré que la madre por justas
nupcias estaba fuera de la familia de sus hijos, cuando
ella no estaba bajo la potestad de su marido : que el hijo
habiendo salido de la agnacion por la emancipacion (l)
perdia todos sus derechos de familia , en el instante en
que cesando la patria potestad se hacia suijuris (2); que
en este estado quedaban desde luego reducidos á la con
dicion de cognados ó parientes naturales para sus tios ó
primos que permanecian bajo el poder del jefe comun,
y reconocian (si asi puedo expresarme^ otra bandera, otro
jefe; que no conservaba entre ellos aquellos derechos
privilegiados que descansan en la agnacion.
Asi, pues, Roma permanece sorda é impasible al
grito de la sangre. Para que el parentesco pueda hacerse
entender , es necesario que se revista de la máscara ci
vil como dice Vico (3) , que hable bajo el traje oficial
con que el derecho civil viste al individuo que debe vi-
vir en la ciudad.
De la persona pasemos á las cosas. Aqui volvemos á
encontrar el antagonismo de los dos principios que se
deja conocer en la clasificacion de las cosas mismas , y en
el derecho de propiedad de que ellas son susceptibles.

(1) Gayo, I, 131.


(2) Gayo dice que está prirado de la sucesion. Cree con razon qn«
la ley de las XII Tablas era jui strictum. ¡Dura ley en efecto!
(3) Persona , V , ttitncie nouvellt passim.
22 l)g LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
En primer lugar, hay cosas de una naturaleza su
perior á la de las demas. Tales son aquellas que fueron
objeto de la codicia de los primeros romanos , y parecie
ron mas preciosas á la sencillez militar y rústica de este
pueblo (1J. Ulpiano (2) enumera los fundos territoriales
y sus accesorias , las casas de la ciudad y de los campos,
y todo aquello que componed suelo de la Italia , celebra
da por los poetas como la reina del mundo , la madre de
las mieses y de los héroes (3). Hagamos notar entre tan
to que en tiempos de Ulpiano la civilizacion habia avan
zado; Roma no estaba contenida en la capital; á ella
estaba incorporada la Italia entera , y las barreras que
habian separado la ciudad de Rómulo de las otras ciu
dades itálicas habian caido por todas partes. Pero en un
principio solo el agcr romanus (4) participó de los privi
legios de la propiedad por excelencia.
Despues de la tierra , Ulpiano enumera los esclavos,
que constituyen la principal riqueza de las naciones de
la antigüedad ; los esclavos , que la terrible esplotacion
del hombre por el hombre coloca en el rango de cosas!
Ultimamente los cuadrúpedos cuya naturaleza fiera
domestica el hombre para asociarlos á sus trabajos ; á
saber, el buey que traza el surco alimenticio, el caba
llo que conduce al hombre, el paciente asno y el robusto
mulo para trasportar las cargas (5).
(1) Gayo, Con. I, 192, pretiosioribus rebos.
(2) Rcgul. tít. 19, núm. t.
(3) Se conocen los bellos versos de Virgilio, «?alve , magna pareos, eíc.
(i) Yarron, V, 33, 55.
(5) Ulpiano, Iieyul, t. XIX , núm. 1.
EX EL DEflECHO CIVIL DE LOS ROMANO». 25
Tales son las cosas con que la conquista excitó el ar
dor guerrero de los romanos primitivos, y formó su pa
trimonio esento de lujo. El Estado que los habia adqui
rido por la guerra y repartido por la mano pacífica de
Numa (1) , se consideraba como la fuente sagrada de este
• patrimonio. Del derecho del Estado dimanaba el derecho
del propietario particular ; y la legitimidad de aquel ha
cia la de este. Héaquí, por qué la propiedad de las co
sas enumeradas por Ulpiano estaba regida por la inter
vencion de la religion y de la autoridad pública ; era
necesario que el Estado fuese representado siempre que
se tratase de conceder la investidura de aquellos prime
ros elementos de la industria agricola y del arte militar,
símbolos respetables- del poder de Roma sobre la natu
raleza inerte, sobre la naturaleza animada , sobre el hom
bre mismo. Los progresos de las artes y del lujo y la
estension de la riqueza moviliaria no pudieron en mu
cho tiempo borrar estas ideas.
Asi es que el derecho civil denomina estas cosas de
un modo particular; res mancipi (2). Quiere que solo
pueda adquirirlas el que es ciudadano romano ; en vano
las poseeria un extranjero por tiempo indefinido; la pro
piedad jamás le perteneceria (3). La mujer bajo la tute
la de sus agnados no puede venderlas sin la autorizacion

(1) Ciceron de Repab. II, p. 14, Plutarco, Numa , §. 1C. Dionis, An-
tiq. rom. , lib. II , $. 74. lié aquí las palabras de Ciceron : «Ae primum
agros , qaos bello Romulus ceperat , divisit Numa viritim civibus.
(2) Ulpiano , lug. cit.
(3) Doce Tablas , ley 3.
24 VE tk INFLUENCIA DIL CMSTlAHISMO
de su tutor so enagenacion está sujeta á solemnida
des religiosas y públicas, expresamente establecidas, y
que solo para ellas deben usarse; me refiero á la manci
pacion (mancipatio) [2). La mancipacion les dá una es
pecie de investidura civil que les sirve de distintivo, y
las hace reconocer por romanas en alto grado, estando
en poder de aquel que las ha recibido con estos ritos ju
ridicos. Si se les enagena sin la mancipacion , el com
prador no adquiere la propiedad ; él las recibe con sus
riesgos y peligros y sin garantía, y el vendedor per
manece propietario á los ojos del derecho civil , mien
tras queuo las haya dejado usucapir (3). Este rasgo de
las costumbres romanas se manifiesta con sencillez en
algunas escenas de las comedias de Plauto. Allí vemos
bribones engañando á imbéciles haciéndoles comprar sin
mancipacion cosas-que la exigen; por ejemplo, los es
clavos. El comprador cree haber hecho un excelente ne
gocio , porque no ha pagado caro ; pero bien pronto otro
bribon viene á reclamar el esclavo como suyo , y el po
bre comprador pierde la cosa y el precio (4); él además

(I) Gayo, Com. II, 80 , y I, 192, ülp. t. XI, §• «• .


(i) Gayo, Com. II, 13, tt, '65: y I, 112. La in jure etuio , otro
procedimiento solemne , podía tambien adoptarse para la enagenacion de
cosas maneipi , aunque se pudo igualmente emplearlo para la renta de
las cosas 'nee . maneipi. Pero Gayo dice que la in jure eeuio era poco
. usada. Lib.» II , §. 25.
(3) Gayo, Com. II, 65. Ulp. t. I, núm. 16, Horacio , Epitt , lib. II,
epist. I, veri. 158. Cicerón, Topic, núm. 5.
(4) En efecto, la garanda le fallaba. Mas tarde el Pretor protegió el
derecho del comprador por la excepcion rei venditet et tradita, 6 por
la excepcion de dolo.
EN ELBERICHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 2o
sufre algunas puñadas con las que concluye la pieza (1).
Pero cualquiera que sea el valor de las cosas de
que yo he hablado , ¿son ellas solas las que se enumeran
entre los objetos susceptibles de precio? ¿La plata acu
ñada, las barras de metal, los muebles, los ricos ves
tidos, las estátuas, las pinturas, las alhajas, todo esto
es de naturaleza inferior y casi vil?
Si, para la austeridad romana. Asilo quiere el de~ .
recho civil formado á la sombra de la antigua sencillez,
y fiel á las tradiciones que mantienen en las familias los
gustos modestos , las costumbres templadas. En vano las
riquezas llegarán á Roma ,* en vano la conquista del mun
do llevará el oro, la púrpura y las obras maestras del
arte ; el antiguo derecho civil permanecerá inmutable.
Semejante á Mummio (2), el valiente pero rústico ven
cedor de Corinto , no comprenderá todo lo que vale el
genio que da vida al lienzo y al mármol , ó la industria
que multiplica las maravilla - y los placeres. Las obras
. mas bellas de la Grecia serán desiguales' en dignidad á
la bestia de carga, compañeras de fatigas del aldeano.
Aún todas estas cosas, desconocidas las unas en
la infancia de la civilizacion romana, las otras de una
condicion secundaria , serán separadas en la clase de
res nec mancipi; serán indignas de participar de las so-,
lemnidades sacramentales de la mancipacion ; habrá para

(1) Vease la comedia del Pena, act. i." , esc. 3.", v. 55.
(2) Habiéndose presentado muchos empresarios para el trasporte de
cuadios y estátuas de Corinto, estipuló que si las perdiao ó las dejaban
perder, facilitarían otras semejantes á su costa.
26 DB LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ellas un modo no civil de enagenarlas; la tradicion
natural bastará para hacerlas variar de dueño (1), y serán
regidas por el derecho natural (2J. Pero las cosas man
cipi, colocadas en lugar mas elevado , segun el derecho
civil, permanecerán en la esfera donde las retiene su
origen (3) y su naturaleza privilegiada; el derecho natu
ral es demasiado débil y vulgar para tener influencia
sobre ellas.
Al par de esta gerarquía, de esta doble naturaleza
en las cosas, es necesario decir algo del dualismo que
divide el derecho mismo de propiedad.
El derecho civil solo reconoce por legitimo un solo
derecho de propiedad (dominium) (4). A este lo ha or
ganizado siguiendo las ideas sistemáticas que le son pro
pias, y llama él dominio por excelencia, la propiedad ex
jure quiritum. La propiedad quiritaria dá un derecho
absoluto (5); permite colocarse á la vista de un tercero, y

(1) Gajo, Com. lib. II, §. 19, nuda traditione abalienaripossunt.


(2) Apparet, dice Gayo, qusdam naturali jure alienari qualia sunt
quse traditione allenantur; quaedam civili; non mancipationis et in jure ces-
sionii et nsucapionis jus proprlum est civium romanorum (lib. II, §. 65).
(3) La distincion de cosas en mancipi y non mancipi es ciertamente
anterior á las Doce Tablas. Gajo dá una prueba que nadie sabrá ecbar
por tierra, lib. II, §. 47.
(4) Gayo, II, 40; «Sequitur, ut admonemus, apud peregrinos quidem
unam esse dominium, ita ut dominus unus quisque sit, aut dominus non
intelligatur. Quojure etiam populus romanus olim utebatur. Aut enim ex
jure Quiritum unusquisque dominus erat, aut non intelligebatur dominut.
Sed postea divisionem, aceepit dominium, ut nlius possit ex jure Quiritum
dominus, alius in bonis babere.»
(5) «Plenam in re polestatem.» Instit, de Justin., de Vsuf., §. 4.
IN EL DERECHO «TIL DE LOS ROMANOS. 27
reivindicar la cosa ante todos. Pero supongamos que dos
ciudadanos, para sustraerse de los rigores de un derecho
formulario y molesto, se entienden, el uno para vender,
el otro para comprar, por los simples medios naturales,
ana de estas cosas privilegiadas de que acabo de hablar
(res mancipi). Ellos han convenido de buena fé y empe
ñado su conciencia; ¿y alguna vez deberá quedar sin efec
to esta venta? Indudablemente, responde el derecho ci
vil con su severidad inexorable: mientras que la usuca
pion no venga á consolidar la tradicion , el comprador
estará á merced del vendedor; este último podrá sacar la
cosa de sus manos, porque no ha sido despojada de la
investidura civil que la señala como suya, y desde lue
go el dominio quiritario permanece en él (1)'.
En este sistema solo se encuentra aun un dominio ; el
dualismo no ha aparecido en el derecho de propiedad:
el elemento de segundo orden «fue templa el primero,
no ha llegado aun ; pero no tardará mucho en presen
tarse.
En efecto, si los ritos religiosos y civiles sobre los
cuales Roma habia fundado la garantía de la propie
dad ejercen toda su influencia sobre pueblos ignoran
tes y groseros, pierden extraordinariamente su presti
gio cuando en los ánimos han penetrado las luces natu
rales de la equidad. Los pretores lo conocieron; entra
ron en el camino de la buena fé , dieron al comprador
una escepcion para rechazar la accion dolosa del ven-

(1) Gayo, lib. II, §. 40, 41.


28 BE LA INFIDENCIA DEL CRISTIANISMO
dedor (1), y tambien la accion publiciana contra los
terceros para recobrar la cosa de que hubiera sido des-,
pojado (2).. Ya comienza el antagonismo legal de dos
propiedades rivales ; la una , la propiedad quiritaria,
protegida por el derecho civil ; la otra , la propiedad
natural, protegida por la equidad del pretor (3). Vere
mos que la contienda concluye bajo Justiniano, que con
suma la fusion de estos dos elementos (4).
En las provincias, su contraste se revelaba por he
chos análogos. Una ficcion civil suponia que el suelo
provincial pertenecia al pueblo romano, propietario su
premo, mientras que los detentadores no tenian mas que
la posesion, el usufructo (5). Esta posesion era sin duda
irrevocable y perpetua: ella se trasmitia por venta, per
muta, donacion (6) y sucesion, y constituia una es
pecie de dominium (7), que tenia sus acciones y sus es-
cepciones. Pero no era propiedad tal cual Roma la con
cebia en sus ideas de poder ; no realizaba el dominio
pleno que caracterizaba la propiedad quiritaria. Asi ella
no era susceptible de mancipacion (8), de usucapion (9),
(I) Ad. D. de except, de rei venditae et tradita.
(i) Gayo, lib. IV, §. 36. El pretor Publicio virio en tiempo de Cicerón,
en que esto se creyó.
(3) Gayo, lib. II, §. 40, 4t. Se le llamaba in bonis habere.
(4) L. unic, C. cíe nudo jure Quiritce tollend.
(5) Gayo, lib. II, §. 7. «In solo provinciale dominium populiromani
est vel Ccesaris; nos autem possesionem tantum et usumfructum habere
videmur.»
(6) L. XV, C. de rei vind.
(7) Gayo, lib. II , 40.
(8) El mismo, §. 27, Ulp. tomo, XIX, liúm. 4.
(9) Gayo, lib. 11,%. 46.
EN EL DERECHO CIVIL I)B LOS ROMANOS. 29
y de todo lo que era peculiar de la propiedad romana.
Tampoco podia comunicarse ni entre romanos (1), sino
por los medios naturales y por la simple tradicion (2).
Sigamos ahora, en los contratos, los dos elementos cu
ya lucha hemos visto comenzar en la familia y en la pro
piedad.
Segun la ley de las Doce Tablas (espresion notable
de un derecho comun á todos los pueblos heroicos] , lo
que obliga al hombre , no es la conciencia, no es la no
cion de lo justo y de lo injusto; es la palabra, es la exac
titud de la letra; uli lingua nuncupassit, ila jus esto (3).
Todo lo que no está en conformidad con la fórmula se
considera como no prometido. Por ejemplo, ¿calla el
vendedor algun defecto oculto de la cosa que traspasa?
no tiene que garantir al comprador, porque á nada se
ha obligado por la palabra (4).
¿Qué mas curioso que este contrato referido por Ci
ceron (5)?
Un banquero siracusano, llamado Pitbio, habia en-

(1) El mismo, §. 7, 27, 31.


(a) El mismo, lib. II, §. 21. Bajo Justiniano desapareció la distincion
de fundos itálicos y provinciales. Inst. §. 40, dereb, divis.
(3) Doce Tablas, 6.—Cker. De Orat, lib. I, cap. 57, y de Off. III, 16.
Hé aquí sus palabras: «Ac de jure quidem praediorum sancitum est apud
nos jurecirili, ut In bis vendendis vitia diserentur qua: nota esse vendi-
tori. Nam, qum ex XII Tab. satis esstt ea prasslari quee essent lingua
nuncupata , qus qui infíciatus esset, dupli pamam subiret; á jurisconsultis
etiam reticentia pama est constituía.»
(4) Cicer. Off. III, 16. v * .
(5) El mismo, III, U.
50 DE LA INFLUENCIA I1EL CRISTIANISMO
tendido que C. Cannio, caballero romano, deseaba com
prar una casa de recreo. «Tengo, le dijo, jardines que no
trato de vender; pero venid á verlos conmigo; os convi
do para mañana, y comeremos juntos.» Cannio va efecii-
vamente: una mesa magníficamente servida lo esperaba;
pero lo que sobre todo le encanta, es una multitud de bar
cas de pescadores que se deslizan sobre la mar á la vista
de los jardines de Pithio, y dan á la casa de campo el gol
pe de vista mas risueño y animado. Bien pronto las bar
cas se aproximan , los pescadores desembarcan , y vienen
en turba á ofrecer á Pithio deliciosos peces. Cannio se pas
ma, y lo admira. «Dice su amigo, ¿os sorprende? to
do el pescado de Stracusa va de este lugar; solo aquí
se pesca, y estas gentes no pueden pasarse sin venir á
esta casa.» Ya Cannio se entusiasma, y pide y suplica al
banquero que se la venda. Pithio resiste al principio, mas
al fin cede: Cannio paga todo lo que aquel le pide y la
venta se cierra.
Al dia siguiente , el caballero romano , queriendo
mostrar á sus amigos este retiro encantador , los invita á
pasar el dia, Desde por la mañana, tiene los ojos fijos so-
bre el mar para ver llegar la alegre escuadra ; pero el
mar está desierto; no hay ni la mas pequeña lanchilla.
«¿En qué consiste , pregunta á un vecino, que yo no veo
á los pescadores? ¿Celebran hoy alguna fiesta?
—*lYo, que yo sepa; pero aqui jamás se ha pescado, y
yo estaba muy admirado del espectáculo de ayer.» Ved á
Cannio furioso: ¿pero qué hacer? la venta estaba perfecta,
y el derecho civil, aprisionado en el materialismo de la
EM EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 31
letra , no conocia medio de anular una convencion arran
cada por la truhaneria mas completa (i).
Mr. de Maistre, siempre inclinado á ver profundidad
en lo que humilla la razon , no permite que nos riamos
de esta estraña moral; quiere que tambien nosotros la
admiremos (2). En cuanto á mi, no me considero suscep
tible de este sentimiento hacia un derecho tan esclavo de la
letra, y tan rebelde al espíritu; derecho orgulloso, al mis
mo tiempo que tenia la pretension de preverlo todo , y
desconocia las mas sencillas garantías debidas á la bue
na fé.
Los jurisconsultos conocieron que era imposible per
manecer mas tiempo cautivos en este circulo material, y
su génio filosófico se elevó á la idea de una justicia abs
tracta, superior á las palabras. Aquilio, compañero y ami
go de Ciceron, publicó sus fórmulas contra el dolo (3J.
Desde entonces, la buena fé comenzó á tenerse en cuenta
en la interpretacion de los contratos, y asi en la familia,
como en la propiedad, la equidad se colocó al lado del de
recho civil.

(1) Nood, en 10 excelente obra de Toro» emend doli malí, c. 15, sostiene
que en esta anécdota Ciceron no se refiere roas que á nn contrato stricti
juris; pero que, en los de buena fé, el contrate era nulo de derecho por cau
sa de dolo, habiendo Introducido Aquilio Galo la fórmula de dolo.
Esta interpretacion no me parece admisible. Nood ha querido plegar el
derecho antiguo de los romanos al derecho 'de la época clásica. Vico ha com
prendido mejor que él la diferencia de las dos épocas, pág. 185, 314, 316. De
muestra que la venta, en su origen, no es la misma que despues se ha llama
do contrato de buena fé. Las comedias de Plauto lo prueban por los hechos.
(2) Des delais de la justice divine, nota. 4, §. 97..
(3) Off. III, 16.
52 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Presento aquí estos ejemplos de un dualismo naciente
que viene á templar con lentitud todo el poder celoso de
la institucion aristocrática. Podria multiplicarlos, pero
sería detenerme en pormenores que no darian fuerza al-
guna á estos significativos rasgos.
KN EL DEUECHO CU'IL DE LOS ROMANOS.

CAPITULO IV.
>

Edad filosófica del dereeho romano. —Nacimiento del ele


mento cristiano; su combinacion con el derecho.

La filosofía ha penetrado en el derecho romano; ella


ha traspasado el círculo inflexible descrito por el patri-
ciado. La edad filosófica comienza , y su punto de par
tida está en el siglo de Ciceron. La veremos engrande
cerse poco á poco , particularmente bajo los auspicios
del estoicismo ;. pero demostraremos que el estoicismo es
tá muy lejos de haberlo hecho todo , y que, desde Neron
hasta Constantino, el derecho civil ha recibido tambien
la accion indirecta del cristianismo , porque todas las co
sas sufrian su impresion.
La época de Ciceron fué de un gran movimiento in
telectual. La filosofía griega habia hecho irrupcion en
Roma, y la enseñanza de los retóricos, temida de los
amigos de las antiguas costumbres (1), habia iniciado á la
juventud en las mas atrevidas novedades (2). Epicuro ha
bia encontrado en el senado , en el foro , entre los orado-

(t) En 662, declararan los censores Licinio Crasso, y Domicio OEnobar-


do que esta enseñanza era para ellos un objeto de placer. (Suet. , de Claris
reth, núm. I.—Cicer. do Oral. III, 2i). 1
(2) Novum genus disciplines. Suet. lug. cit. I, Calon le era adversario,
Plinio XXIX, cap. I. '-
5
34 J)K LA INFLUENCIA DKL CRISTIANISMO
res y los poetas (1), discípulos infatuados (2). Sus doc
trinas , llevadas al estremo por algunos espiritus de exa
gerada lógica (que abundaban en Roma) habia altera
do la fé de la religion (3), de las instituciones desus ma
yores. En vano el estoicismo (4) oponia á la indiferencia
voluptuosa de los escepticos sus máximas austeras, sus
principios elevados, última muralla de la república que
se desploma , último refugio de las grandes almas des
animadas. Pero el estoicismo no era tambien mas que un
instrumento de oposicion unido á la oposicion que habia
por todas partes. Luchando contra la tiranía política
que sustituia ála antigua constitucion romana, exaltaba
la libertad del hombre, y lo llevaba por las vias de la re
sistencia, hasta el estremo fatal del suicidio; él le enseña
ba á desentenderse de los vínculos terrestres para traspa
sar los límites de lo finito. La filosofía estoica inclinaba
por otra parte hacia el esplritualismo, doctrina tan con
soladora y tan necesaria principalmente en los grandes
reveses políticos; pero tambien doctrina que disonaba
mucho con la supersticion de la formas materiales sobre

(i) César y Lucrecio, César, en su célebre discurso al tenido sobre la con


juracion de Catilina negó las penas dela otra vida. (Salí. 51). Ciceron lo hi
zo tambien en su defensa por Cluencio, Cl. Pero es de notar, en lo concer
niente ú Ciceron , que esta denegacion de la vida futura , no es, si puedo es-
presarme de esta manera, sino un medio de alcanzar audiencia, 50. ¡Qué au
ditorio el que escuchaba sin disgusto semejante moral!
(i) Montesquieu, Grand y üecad,c. X.
(3) Tantum relligio potuit suadere malorum!
(4) El estoicismo tuvo por primer representante en Roma á Panecio, ami
go de Polibio y de Escipion el Africano. (Véase la Mem. de la Academia
de inscripciones, lomo X, Mem. de M. Scvin).
EK EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. - 55
las que descansaba todo el edificio político y religioso de
la república. Cuando el estoico negaba el dolor en el le
cho del sufrimiento, ¡qué mayor negacion del sensualis
mo , qué protesta mas fuerte del espíritu contra la mate
ria! Y desde que escitaba la muerte voluntaria por la
contemplacion de la inmortalidad del alma (1), ¡qué rebe
lion mas terrible contra el materialismo , que no soportar,
las cadenas de la vida!
Entre estas dos sectas estaba una clase numerosa de
hombres de razon, que llamaria eclécticos, si no temiese
cometer un anacronismo en la espresion, y cuyo represen
tante mas elocuente é ilustrado fué Ciceron. Una simpa
tía que brilla por todas partes lo ligaba á la filosofía de
Platon; se complacia en elevarse con él sobre las alas de
la inteligencia á las regiones sublimes del idealismo y
del pensamiento abstracto; pero templaba sus brillantes
sueños , ya por el método esperimental de Aristóteles,
ya por las doctrinas mas positivas y austeras del Pór
tico. Poseido de este espíritu escribió su admirable tra
tado de los deberes, libro tan sabio y tan bello, al que
solo podia aventajar el Evangelio , y sus tratados de la
adivinacion y dela naturaleza de los dioses, libros de una
filosofía tan para que merecieron el honor de ser quema
dos, por orden de Diocleciano , con los libros de piedad
cristiana (2). Ciceron era por su posicion política lo que
nosotros llamariamos hoy un conservador. Pero su pre-

(1) Caton de Utica se dió la muerte despues de haber leído el diálogo de


Platon sobre la inmortalidad del alma.
(2) En 302. , •
56 • BE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ferencia por el orden existente no era ciega; ella se unia
algunas veces á las grandes teorías reformadoras. Él que
habia sido augur (y quizá por lo mismo que él habia si
do), hizo una sátira ingeniosa de la ciencia elrusca de la
adivinacion (1). Magistrado, jurisconsulto, puso en ridi
culo, con la gracia festiva y picante que le caracterizaba,
la ciencia de los jurisconsultos afecta á formas, su res
peto supersticioso á la colocacion de las palabras y de las
silabas, su sumision á las fórmulas sacramentales, los ri
tos minuciosos de sus acciones , las ficciones arbitrarias
de su derecho (2). »
Y. si se considera que este derecho civil con su pru
dencia tiránica , con su materialismo formado á placer,
estaba intimamente ligado á la constitucion del Estado,
y que, sin embargo, Ciceron se divertia á su costa en uno
de sus informes mas dignos de cautivar la'atencion pú
blica, se comprenderá fácilmente que la preponderancia
del antiguo elemento estaba muy comprometida , y que
era llegada la época deque su joven rival, la equidad,
consiguiese los mas rápidos resultados. Los pretores co
menzaban , en efecto , á tomarla abiertamente bajo su
proteccion. A pretesto de interpretarla ley escrita, altera
ban su rigor por innovaciones mas ó menos tímidas , mas
ó menos disimuladas, pero siempre mas ó menos mar
cadas con un sentimiento de equidad que habia encon
trado á Roma. insensible en los siglos precedentes. Cice
ron sobre todo , en todos los papeles que representó su

(1) De Divinat, lib. II, número 4.


(2) Pro Murena, cap.- 12 y 13.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 37
génio universal , fué uno de los mas ardientes apologis
tas de la ley natural, de la equidad. Pretor, se jactaba de
colocarla á la cabeza de sus edictos (1). Filósofo y hom
bre de estado, declara que no solo en las Doce Tablas es
necesario buscar la fuente y la regla del derecho , sino en
el fondo de la razon (2) ; que la ley es la equidad , la ra
zon suprema grabada en nuestra naturaleza (3), escrita
en todos los corazones , inmutable , cuya voz nos señala
nuestros deberes, de ía cual el senado no puede dispen
sarnos, y cuyo imperio se estiende á todos los pueblos;
ley que solo Dios ha concebido, discutido y publicado (4).
De este modo diferentes causas contribuian á hacer
vacilar la fé en la antigua sabiduria itálica , en aquel
conjunto de formas con que ella envolvia al hombre pa
ra gobernarlo. Aplicacion del materialismo al órden po
lítico, ella encontraba en los neo-materialistas, converti
dos en escépticos, sectarios poco celosos; religion del pa
sado , dejaba desear los mayores adelantos á los amigos
del pasado espiritualizados por la filosofía (5).
Los jurisconsultos que florecieron despues de Ciceron

(1) Ad Attic, edit. Panck, tomo XX, pág. 302, Epist. 252 (llb. VI,
epist. \).'
(2) Ve legib. , lib. I, núm. 5.
(3) El mismo libro, núm. 6. Véase la aplicacion que hace de estas nocio
nes al derecho de propiedad (De Fínib. , lib. III, cap. XX. De offic., lib. I,
cap. VII. De Republ. , lib. I, cap. XVII).
(4) De Republ., lib. III, núm. 17.
(5) Héaqui porqué Labeón, que floreció bajo Augusto, fué grande in
novador en jurisprudencia (1. 2, §. 47, De origine juris) , y gran conser
vador en política, (Pothier, Pand, prólogo, tomo I, píg. 20). Se sabe que
era estóico. (Pothier , XLV).
38 »E LA INFLUENCIA DEC CRISTIANISMO
se inspiraron.en general con el estoicismo que les dió re
glas severas y precisas de conducta entre los hombres (1).
Toda la parte moral y filosófica del derecho romano, des
de Labeon, este estóico innovador (2), hasta Gayo y Ul-
piano, está tomada de esta escuela , cuyo ascendiente fué
cada dia mayor entre los hombres notables que brillaron
en el periodo imperial. Pero es necesario no engañarse;
el estoicismo de Séneca, de Marco Aurelio (3) y de Epic-
teto, no tuvo las proporciones rigurosas y estrechas que
nos hacen sonreir con Ciceron de las estravagancias de
Gaton (4J y de Tuberon (5). El se elevó á formas mas pu
ras y bellas (6). Menos intolerante, menos austero, está
mas desviado de las supersticiones que la razon le re
chazaba al tiempo de sus primeras conquistas en Ro
ma (7). Esta es ya una filosofía espiritualista que procla
ma el gobierno de la providencia divina , el parentesco
de todos los hombres , y el poder de la equidad natural.
Pero, ya en esta época , grandes acontecimientos se
estaban verificando en el Oriente. La cruz sobre la cual
Jesucristo habia sido inmolado , vino á ser el estandarte

(1) Cujas, Observat, lib. XXVI, c. ult. Gradina , de Ortu el progrmu


juris, §. 44.
(2) Pomponio, I. II, §. 47, de Origine juris.
(3) Véase lo que dice Gibbon de sus admirables meditaciones, tomo I,
página 207. - .
(4) Ciceron, pro Murena, núm. 29.
(5) Ciceron in Brutum , núna. 31. Fué jurisconsulto célebre de su tiem
po. Véase Pothier, Pand, prólogo, p. 15.
(6) Herder la ha señalado, tomo III, pág. 70.
(7) Ciceron, de Divinat , lib. I, cap. III, VI, XX, XXX, LIl, j
lib. II, cap. XLI.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 39
de una religion que iba á regenerar el mundo , y los
apóstoles habian salido de la Judea para llevar á las na
ciones las palabras evangélicas. Todos los principios ci-.
vilizadores que existian diseminados en las diferentes es
cuelas filosóficas que dividian las elevadas inteligencias
de la sociedad pagana, los poseia el cristianismo con mas
riqueza , y sobre todo con la ventaja de un sistema ho
mogéneo en que todas las grandes verdades estaban coor
dinadas con una admirable union , y puestas bajo la sal
vaguardia de una fé ardiente. Pero ademas de aquel va
so de tierra que , como decia San Pablo , encerraba los
tesoros de Jesucristo (1 ) , se derramaban nociones de mo
ral que iban á encontrar las masas abandonadas por la
filosofía, y les revelaban el verdadero destino del hombre
sobre esta tierra y despues de la vida.
El cristianismo , en efecto , no ha sido solamente un
progreso sobre las verdades admitidas antes que él , que
ha ensanchado , completado y revestido de un carácter
mas sublime y de una fuerza mas simpática: ha sido mas
(y esto es evidente aun para los mas incrédulos) , Un des
censo del espíritu elevado sobre las clases desheredadas
de la ciencia, y sumergidas en las tinieblas del politeis
mo. La filosofía antigua . en medio de su mérito , come
tió la falla imperdonable de permanecer fria ante los ma
les de la humanidad. Limitada al dominio de la especu
lacion en provecho de algunos hombres notables , fué
una ocupacion ó un entretenimiento de la inteligencia,
jamás una tentativa enérgica y fuerte para reformar en
(1) A los corintios, IV, núm. 7.
40 BE LA INFLUENCIA DEL CRIITIAMSMO
grande la sociedad , y arrancarla de los hábitos de cor
rupcion y de inhumanidad. A ella le faltó la virtud que
inspira particularmente el cristianismo, la caridad. Ella
no supo abrazar la caridad en su desarrollo práctico , ni
en su estension lógica. Yo admito que la fraternidad hu
mana no fué desconocida á Platon ; pero preocupaciones
mas poderosas que la filosofía restringieron en él la no
cion ásolo los pueblos do la Grecia. Mas alíá no veia mas
que desigualdades, antipatías, derecho del mas fuerte.
Ciceron se habia elevado mucho sin duda , cuando en el
seno del egoismo romano habia representado á los hom
bres como conciudadanos de una misma ciudad (i). Pero
este vinculo de municipio, sacado por la filosofía de la
identidad de las leyes , no es mas que un tanteo tímido
en comparacion del vinculo de fraternidad que une á to
dos los hombres en la ciudad cristiana. Séneca habia da
do un paso mas que Ciceron, transformando esta patria
comun en una sola familia de la que todos somos miem
bros (2J. Mas ya el cristianismo lo habia adelantado; por
que este habia proclamado no solo la familiaridad, sino
la hermandad universal (3) ; y habia colocado sobre esta
base su afectuosa moral de caridad , de igualdad y su
infatigable práctica de abnegacion, de sacrificios, de asis

(í) De Legib, 1. 7. «Inter quos porro est communio Iegis, ínter eos com-
munio juris est. Quibus autem hace sunt ínter eos communia, et civitatis
ejusdem habendi sunt.... al jam uníversus hic mundos, una civitas com-
munis deorum atque hominum exislimanda.»
(2) Epíst. 90 y 95.
(3) SI un miembro sufre , todos sufren con él. San Pablo , I , á los corin
tios , XII , 26 : á los rom. XII, X,16.
ES EL DERECHO CIVIL I>E LOS ROMANOS. 44
tencia desinteresada á otro. Asi pues , mientras que la fi
losofía articulaba en las altas regiones intelectuales los
rudimentos de la perfeccion humana , el cristianismo lle
vaba á las naciones los principios completamente desar
rollados , y su inmediata aplicacion en todas las clases de
la sociedad. Solo su valor al realizar semejante empresa
bastaba para caracterizarlo como una sabiduria nueva,
distinta de la filosofía pagana (i).
Por lo demás, las bases de su programa filosófico, han
sido formuladas con claridad en los escritos de San Pa
blo. Dejando á un lado toda la parte teológica que no
conduce á mi objeto , enunciaré rápidamente las ideas de
derecho natural que el apostol cristiano popularizaba.
' La tierra está habitada por una gran familia de her
manos , hijos del mismo Dios, y gobernados por la mis
ma ley moral desde Jerusalen hasta los confines de la Es
paña (2) ; las murallas de separacion estan rotas ; las ene
mistades que dividian á los hombres deben estinguir-
se (3). El cosmopolitismo, que es el amor de la humani
dad en la mas alta escala , sucede á los ódios de las ciuda
des , y el cristianismo no hace acepcion de griegos ni de
estranjeros , de sábios ni de ignorantes (4), de judíos ni
de gentiles (5). Esta ley nueva que viene á rejuvenecer

(1) El mismo, á los corin. I, 20; IT, C, 8, 12; III, 19. A los de tifo
so, II, 6.
(2) £1 mismo á los romanos , cap. X V , 2i á 28.
(3) A los de Efeso , cap. II, 14.
(4) A los romanos, cap. I, U.
(5) A los mismos , cap. X, 12.
42 DE LA INFLUENCIA BEL CRISTIANISMO
la humanidad (1) no tiene por objeto derribar los pode
res establecidos (2). Verdad es que ella reconoce en los
débiles y los oprimidos derechos que los grandes deben
respetar. A los señores les exige dulzura y equidad para
con sus servidores (3j; á los padres, no irritar á los hi
jos (4). Pero no aniquila violentamente las instituciones
consagradas por el tiempo. Ella no subleva al esclavo
contra el señor (5) , al hijo contra el padre (6J , á la mu
jer contra el esposo (7) ; lo que positivamente quiere es
la obediencia á los principes y á los magistrados (8).
Pero el yugo de que libertó al hombre inmediata
mente y sin consideraciones es el de la materia y de los
sentidos (9) á fin de volver al esplritualismo su superiori
dad divina. ¿Cuáles son los frutos del materialismo? la
disolucion , la idolatria , las enemistades , los asesinatos,
etc. (10). ¿La sociedad romana no ofrece el doloroso es
pectáculo de esta corrupcion (1 1)? ¿Cuáles son por el con
trario los frutos del espíritu? la caridad , la paz , la pa
ciencia, la humanidad , la bondad, la castidad (12). Que
(I) A los de Efeso, cap. II, 6. • -/•
(i) A los romanos, cap. XIII, 1.
(3) A los de Efeso, cap. VI , 5 i 10.
(4) A los mismos , cap. VI , 4.
(5) A los corintios , I, cap. VII, 21 y 22.
(6) A los de Efeso , cap. VI, 1.
(7) A los mismos , cap. V , 22, 23 y 24.
(8) A Tilo, cap. III, 1.
(9) A los romanos, cap. 1, 23, 24; cap. II, 25 a 29; cap. VI, 12, 13, 14.
A los gálatas, cap. V, 19 á 23; cap. VI. 5; á los de Efeso, cap. II, 15.
CIO) A los gálatas, cap. V, 19, 20 y 21.
(II) A los romanos, cap. I, 26 y 27.
(12) A los gálatas, cap. V, 82, 23. ' •
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 43
el espíritu no se apague (1) , que se sustituya á la carne;
que se sustituya tambien á la letra de la ley. , porque la
ley nueva es espiritual (2). Ella vive por la verdad , no
por las formas (3) y no es aquella ley tan recargada de
preceptos y ordenanzas (4) , en la cual el espíritu está en
guerra con la letra. La ley nueva recomienda á los hom
bres estar unidos por una comunidad de afeccion (5), te
ner una ternura fraternal , mirarse como miembros los
unos de los otros (6) , ayudarse por una caridad since
ra (7) , no volver daño por daño (8) , sino amar al pró
jimo como á si mismo (9) , y saber que cuando un hom
bre sufre, todos sufren con él (10). Ante Dios todos los
hombres son iguales; todos no forman mas que nn cuer
po, judíos, gentiles, esclavos (11); todos son libres (12),
ó llamados á un estado de libertad (13). Porque la Provi
dencia es igual para todos (14), y la tierra pertenece al
Señor con todo lo que ella contiene (15J. Por lo demás,

(1) A los de Teutónica, cap. Y, núm. 19.


(2) A los romanos, cap. TU , H¡ II á los corintios, cap. III, 7, 8.
(3) A los romanos, cap. II, 25 á 29.
(4) A los de Efeso, cap. II, 15.
(i) A los romanos , cap. XT , 5.
(6) A los mismos, cap. XII, 5.
(7) A los mismos , 8, 9, 13; I á los corintios, XIII, 4.
(8) A los romanos, cap. XII, 17. . j-. !
. (9) A los mismos, XIII, 9.
(10) .1 A los corintios, cap. XIL núm. 26. ..
(11) A los romanos, cap. II, 11. , -«...¿i
(19) Á los mismos, cap. IV, 31.
(13) A los mismos, cap. V, 13. 1U
(14) A los de Efeso, cap. IT, 6.
(18) A los corintios, cap. X, 26.
44 DE LA INFLUENCIA. DEL CRISTIANISMO
si la verdad debe ser perseguida , que el cristiano no se
refugie en la muerte voluntaria como el estóico , sino
que sufra bendiciendo á sus perseguidores (1) , que re
sista y permanezca firmé, que se arme, como guerrero
intrépido , con el escudo de la fé , el casco de la salud , y
la espada espiritual (2).
Tal era la moral que marchaba á colocarse al frente
de una sociedad erizada de orgullosas desigualdades,
abandonada de las creencias religiosas (3J ; pero sumisa
á las leyes de hierro (4), que no habian impedido á la
duda y lá corrupcion introducirse por todas partes.
Habia, sin embargo, fuerzas vivas en esta sociedad; pe
ro estaban decaidas ú oprimidas. Los unos , reliquias
de Farsalia (5), oscilaban entre el fervor de una orgu-
Uosa resistencia, y el abatimiento de la cosa pública.
Los otros , mas jóvenes , pero contenidos por la escla
vitud r por el poder paterno , por las leyes de esclusion
del estado de peregrino, por todas las cadenas en fin
que habia forjado la aristocracia antigua, esperaban,
en sorda fermentacion , grandes y misteriosos aconteci
mientos. Los oráculos habian predicho una época fatal;
nna crisis de la humanidad habia sido pronosticada , y

(I) A los romanos , cap. XII, U.


(!) A los de Efeso , cap. VI, 13 y siguientes. ,
(3) El mismo Virgilio, Gcorg., Ub. II, sériedel infierno pagano.
(4) Ferrea jura, Virg. Georg., Ub. II , v. 522.
(5) El poema de Lacano, escrito en tiempo de Neron , es un homenaje
tributado á los vencidos en Farsalia. El poetar llora sobre Pompeyo , eleva á
Bruto, y diúaiza la virtud de Caton. Es la espresion de un partido que
tibia sobrevivido a la caída de la república.
IN EL DERECHO CIVIL DE LOS B OMASOS. 45
los ojos se dirigian con un sentimiento de inquieta espe
ranza hácia este porvenir que debia , bajo los auspi
cios de un divino niño , librar la tierra y proporcio
nar al hombre mejor fortuna (IJ.
Entre estos elementos , muy diversos para tener otra
cosa de comun que su malestar , se encontraba la clase
de los' dichosos del dia, gente egoista, afeminada, lle
vando en su libertad la esclavitud del vicio , el yugo
vergonzoso del sibaritismo. Aquí estaban los libertos
que las guerras civiles habian arrojado en masa al ran
go de ciudadanos, y que habian llevado las riquezas
mal adquiridas, la insolencia de los que han logrado
alcanzar fortuna , todos los vicios de los corazones hala
gados por la suerte antes de haber recibido la educacion
que previene contrá sus peligros. Allí , en las clases
mas elevadas y mas cultas , estaban todas las ambicio
nes, tan ardientes en otro tiempo, ahora gastadas ó
resfriadas, que se habian señalado en la triste época
del triumvirato por el tráfico de las cosas públicas (2),
por la compra y venta de los juicios (3), por los falsos

(1) Este sentimiento está espresado en la coarta égloga de Virgilio.


(i) Cic. ad Att. IV, 18 (ed. Panck., t. XIX, p. 364: t, IV, 16, p. 2S2).
El tráfico de las conciencias se hacia públicamente. «Ammonius, legatus re-
gis (dice Ciceron en una de sus cartas á Léntnlo), apeste pecunia nos
oppugnat. [Ad famil. , lib. I , I. I , ed Panck , t. XIX , p. 36). Se conocia
tambien la frase mas antigua de Yugusta.» O urbem venalem.
(3) La corrupcion de los juicios era afrentosa: Ciceron habla de ella á
cada instante en sus cartas como de un hecho notorio: «De Proculi rumores
non boni, sed judices nosti... Sed omnes abwlventur, neo posthac quis-
quam dámnabitur , nisi qui hominem occiderit.» (IV, Ad. Att., 16, cd-
Panck., t. XIX, p. 292 y 304).
46 DÉ LA INFLUENCIA DEL CBI8TUNISM0
juramentos (1), por el menosprecio del pueblo (2J y
de la religion (3) ; estaban tambien las ruinas del epi
cureismo que babian atravesado, entre los placeres y los
peligros (4),- las últimas borrascas de la república , y
descansaban á la sombra del despotismo y en las deli
cias de una vida muelle, de las fatigas de la vida militar.
El tipo de estos epicúreos era Mecenas , este ministro
de Augusto, que escribia libros perfumados y presun
tuosos sobre el tocador; Mecenas que proclamaba el lujo
de las mujeres y se mostraba al público en los plieges
de un vestido talar , y escoltado de dos eunucos mas
hombres que él ¡desgraciado! fatigado de su bienestar,
buscando en el vino, en los conciertos, el susurro de

(1) Cicerón' da un memorable ejemplo de la inmoralidad de las clases ele


vadas. «Los Cónsules, dice, carecen de reputacion desde que Memmio leyó
en pleno senado el contrato. que sa competidor y él babian hecho con aque
llos. En ella se decia que si los cónsules de este año podían hacerlos desig
nar para el siguiente, ellos les darian 400,000 sextercios, a menos que no le
suministrasen tres augures para a.firmar que habían estado presentes el dia
en que se dió la ley Curiata (que no ha sido propuesta), y ademas, dos con
sulares que atestiguaran que habían asistido, etc.» (Ad. Alt., lib. IV, 18,
ed. Panck., t. XIX, p. 34*). Sobre lo cual Montesquieu dice: ¡Cuántos
bribones en un solo contrato ! (Grand y Decad, cap. X).
Puede verse tambien en su defensa por Cluencio , qué corrupcion y qué
monstruos ofrece la sociedad romana. En un pequeño municipio, se encuen
tran divorcios, incestos, falsedades, una madre encarnizada contra su hi
jo, etc., < te.
(2) 'Montesquieu, Grand y Decad, cap. X, Cicer. Ad. Att.,lY, 18,
lug.' cit.
(3) El mismo lugar.
(I) Véase en Suetonio la cena de Oclavio (Oct. Aug., 70). Tales eran los
placeres indecentes de los hombres de esta época de desórden político y
moral.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 47
las cascadas, y los divorcios rail veces repetidos, con
que despertar su sensibilidad embotada (lj.
En este mundo elegante, pero pervertido (2), go
bernaban, al lado del menosprecio de los Dioses, la mo
ral del interés , el culto del egoismo , la embriaguez
de la vida sensual. Augusto tomó de esta fuente (como
despues veremosj el principio de su cuerpo de leyes para
la regeneracion de la Italia. El gobernaba su época con
los móviles que la hacian obrar. Pero un mal principio
no era capaz de crear el bien. La corrupcion avanzó, le
jos de detenerse , hasta llegar á los abominables escesos
pintados por Tácito , al reinado de una Messalina (3J , á
las infamias de Neron (4) , á las fiestas de Tigelino (5).
El estoicismo solo , depositario de doctrinas mas
puras, salia alguna vez de su abatimiento para presen-
lar caractéres enérgicamente trazados. La mayor parte
de los espíritus generosos se habian unido para resistir
á la decadencia de los hombres y de las cosas. Aquellos
á quienes el despego á los negocios separaba del senado,
iban á fortificar su alma con el estudio de la sabidu
ria. Aquellos á quienes su vocacion llamaba á las pe-

(I) Séneca ba trazado este retrato con roano maestra. Epist. 114, y de
Provid. 111.
(i) La corrupcion del mundo romano ha sido admirablemente descrita
por M. Villemain en sus Melanges, t. III, p. 301 y sig.
(3) Annal. XI, 26, 27, 28, 29, 30, 31; XII, 30 y 34.
(4) Annal. XIII, 13, 14; XIV, 1, 3 y sig.; XVI, 4, 5, etc. Hist. 1, 16.
Puede verse tambien sobre la disolucion de las mujeres y la ignominia de los
senadores. Annal. lib. II, 85 y lib. XV, núm. 32.
(5) Annal.. lib. XV, 37.
48 DE LA INFLUENCIA DEL CU IST1ABISMO
nalidades de los cargos públicos , procuraban ser mejo
res que las leyes y las costumbres de su siglo, refiriendo
los modos de perfeccionarlas. Sra duda en el estoicismo
habia indignos y falsos apóstoles; sin duda las doctrinas
epicúreas no producian en todos los ánimos sus últimas
y fatales consecuencias (1). Pero yo indico las tenden
cias generales; y las del estoicismo eran tan progresi
vas en la época de que me ocupo , como las del sensua
lismo eran adecuadas para apresurar la caida de la
civilizacion.
Luego que el cristianismo comenzó á marchar so
bre el Occidente , Séneca era el mas ilustre represen
tante del estoicismo en la filosofía. Yo no tengo nada
que decir del preceptor de Neron ; yo no veo mas que
sus escritos , al través de los cuales no voy á descubrir
las debilidades de un cortesano. Estos escritos , pues,
son admirables (2J, y su influencia ha sido grande sobre
Ja suerte ulterior de la filosofía estoica. Ellos demues
tran sobre todo adelantos considerables sobre todas las

(1) Algunos buenos criticos creen que Virgilio, uno de los hombres mas
puros de la Italia, fué epicureano. El habia sido, en efecto, discípulo de
Segron, de la secta de Epicuro (Cicer. Acad. II, 33). En su égloga, de Silena,
espone Virgilio el sistema de la creacion desenvuelto por Lucrecio. Entre
tanto se baila en el libro VI de su Eneida cierto reflejo de Platon.
(!) M. Villemain ha hecho un buen retrato de Séneca (Melanges, t. III,
p. 235). Hé aquí uno de sus juicios sobre este filósofo , á quien trata con al
guna severidad. bTienc ideas tan alias de la dignidad del hombre... diviniza
con tanta elocuencia la virtud del alma , que se hallan impulsados á colacarlo
entre los sabios, cuyo entusiasmo moral ¡ reparó e! mundo á las sublimes
lecciones del Evangelio.»
EH EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 49
obras en que Ciceron babia tratado las mismas materias
que él.
Séneca tenia cerca de sesenta años cuando San Pablo,
habiéndose atrevido á apelar al emperador de Ja juris
diccion de Porcio Testo, llevó á Roma su filosofía tan
pronunciadamente espiritualista. Se sabe que el gran
apóstol, cuya palabra babia conmovido á Agrippa, Be-
renice y al procónsul Sergo (i), predicó libremente en
esta ciudad por espacio de dos años enteros (2), y su
frió un proceso en el cual él mismo se defendió (3).
¿Puede creerse que la novedad de esta enseñanza, y el
ruido de este proceso fuesen ignorados de Séneca, cuyo
talento se alimentaba sin cesar de las- mas altas cues
tiones filosóficas y sociales? Séneca, por otra parte, de
bia conocer á San Pablo por su fama , y por el viaje
de este último á la capital del imperio romano; porque
Gallion, su hermano mayor, se habia encontrado mez
clado , durante su proconsulado de Acaya, en las que
rellas de los judíos de Corinto con San Pablo ; ante su
tribunal fué donde lo habian conducido los enemigos
de aquel como reo de supersticiones nuevas, y Gallion,
sin querer aun oir su defensa, lo habia absuelto (\) con
una moderacion y un espíritu de toleraifcia que justi
ficaban los. elogios de sabiduria que Séneca se complace
en tributarle. Ademas, la intimidad delos dos herroa-

(1) Act. apost.. XXVI.. 26 a 30.


(2) Leg. cit. XXVIII, 30 á 31.
(3) San Pablo, II, ad Timotta. IV, 16.
(4) Ate. apost., XVIII, U.
50 BE LA INFLUENCIA DEL CRi»LINISMO
nos era muy grande ; así es que á Gallion dedicó Séne
ca su tratado sobre la cólera (tJ, y su tratado de la vida
dichosa (2),, y habla con frecuencia de él en sus otras
obras cqn los mas vivos testimonios de amistad y de con
sideracion (3). ¿Cómo, pues, suponer que Gallion le
hubiese dejado ignorar este incidente tan notable de su
administracion , mientras que ya algunos espíritus sus
picaces habian ligado á las predicaciones de San Pablo
algunas tentativas de insurreccion que habian estallado
en Oriente (4J? Y ademas, es constante que el cristia
nismo, en su aurora, habia estendido sus rayos hasta
Roma y adelantado el viaje de San Pablo (5J; en efecto,
en su epístola á los romanos, éste saluda á cierto nú
mero de cristianos que llama por sus nombres |'6)f y los
alaba por su fé ya conocida en todo el universo (7) , en
fin muchos hermanos fueron á recibirlo á su desembarco
en Ponzzoles, y al camino de esta ciudad á Roma (8).

(t) Se llamaba ea un principio Novatas ; mas tarde tomó el nombre de


Junius Gallion. .
(2) De vita beata, 1.
(3) Consol, á Helvie, 16, Carta 10*. Véase tambien el Séneca de M. Da-
rosoir, t. I, p. 4, del prólogo de de Ira.
(I) Act. apost. XXI, 38; XXII, 2i; José, And. jud. XV, Guer. jud. II.
(5) San Pablo f los Tomanos, cap. VIL 8. Att. apost. XXVIII, 1S.
(6) Cap. XVI.
(7) Cap. 1,3.
(8) El testimonio de Tácito es tambien notable, sobre todo por causa de
su hostilidad. Comienza por calumniar á los cristianos. «Homines per (la-
filia invisos, quos vulijus Cristianos apuiibát. ¿actor nominis tauju»
Cristus, Tiberio imperante, per procuratorem Poncium Pilatum, supplicio
affectns erat. Repressaque in praesens exitiabilis superslltio, rursus erumpe-
tat, non modo per Judteam, originen) ejus malí, sed per urbem etiam, qoo
EN EL DKBECHO CIVIL BE LOS ROMANOS. 51
Durante su estancia en Roma, Pablo no deja de escri
bir (1), detener conferencias, de convertir (2); su pa
labra penetró hasta el mismo palacio del emperador , v
encontró fieles y hermanos (3).
Asi pues, la verdad evangélica habia echado raiz en
la capital del mundo; ella estaba al lado de Séneca, levan
tando su frente serena sobre las calumnias precursoras
de las persecuciones, de estos suplicios de refinada atro
cidad (4), que'eran medios de dará conocer el cristianis
mo, y atraerá él el interés y la simpatía (5). La verdad

•uneta undique atrociaaul pudenda eonflaunt chlebrahtcbqcb. Igilur proin -


de correpit qui fatebanlur; deiude indicio eorum muUitudo ingem , aut
perinde in crimine incendi, quam odio generís humani convicti tunt (An-
nal, XV, 4í).» Tácito escribía esto en tiempo de la persecucion por el incen
dio de Boma bajo Neron. Este incendio, obra de Neron, turo lugar el año 6i
de la era cristiana, es decir, dos ó tres años despues del viaje de San Pablo.
Notemos, dejando pasar la imperdonable ligereza de Tácito', que acusa
a los cristianos de odio hacia el género humano. Conduje por confesar qua
los suplicios hicieron nacer la compasion. Misero tío oriebatur, quamquam
adversas soute et novissima exempla meritos.
(t) Casi todas sus epístolas fueron escritas en Roma.
(2) Aet. oposf., XVIII, it.
(3) A los Philip, IV, Si. El les eovia las salutaciones de los que son de
la casa del César. Despues de su degollacion, una señora romana recoge su
cuerpo y le dá sepultura en un jardín en el camino de Ostia.
(4) ' Tácito describe estos suplicios qua llegaron á constituir una diversion.
¿Pereuntibus addita ludibrio, ut, ferarum tergis conteeli , laniatu canum
ioterirent, aut crucibus aftixi, aut flammandi, atque ubi defecissel díes, in
usum nocturni luminus urerentur
Séneca vivia entonces desterrado de la corte j amenazado por el empera
dor. Murió al siguiente año.
(5) Se ha visto que Tácito confiesa que la compasion fué escitada por es
tos actos de barbarie. Los cristianos tenian conciencia de ella. Véase á 1er-
tuliauo Apologetico . §. 50. .
52 DB IA INFLUENCIA DIl CRISTIANISMO
tiene un poder secreto para lograr espansion y propagar
se; ella se apodera de los espíritus sin su conocimiento, y
germina en ellos como las buenas semillas que , arroja
das á merced de los vientos sobre una tierra propicia,
se convierten bien pronto en árboles vigorosos, sin que
ningun ojo observador haya podido percibír el misterio
de su nacimiento. Cualquiera que haya leidc á Séneca
con atencion, habrá encontrado en su moral, en su filo
sofía, en su estilo un reflejo de ideas cristianas que colo
ra sus composiciones de una luz completamente nueva.
No doy mas importancia de la que es necesaria á la
correspondencia que se ha bailado entre San Pablo y él;
creo apócrifa esta correspondencia: pero en fin, ¿el pen
samiento de atribuirsela no está fundado sobre un trato
de ideas que se manifiesta por las relaciones mas positi
vas (1)? Séneca escribió un libro sobre la Providencia que
en tiempo de Ciceron no se conocia aun en Roma (2). E1
habla de Dios con el lenguaje de un cristiano; porque
no solamente lo llama nuestro Padre (3), sino que tam
bien quiere, como en la Oracion dominical , que su vo
luntad sea hecha (4). El enseña que Dios debe ser venera
do y amado (5), y quiere entre los hombres un parentesco
natural (6J que casi llega á la fraternidad universal de

(1) Véase el Séneca de Panck, tomo VII. pag. 551.


(i) Observac. de Mr. de Maistre, tomo II, pág. 180.
(3) Deus et parens notter, epist. 110. Ciceron lo había dktao; Séneca
tambien; epist. 107. . '.
(ij Epist. 74.
(5) El mismo, 47.
(6) Epist. 90 y 95; de Irá 31. •
1H EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 55
los- discípulos de Cristo. Con aquel ardiente amor á la hu
manidad reivindica sus derechos para el esclavo, hijo
del mismo origen que nosotros (1J, avasallado por el
cuerpo, pero libre por el espíritu (2J. ¿No son estas las
palabras de San Pablo (3)?
Digo, pues, que el cristianismo habia envuelto á Sé
neca en su atmósfera (4), que habia ensanchado la osten
sion de las ideas estoicas, y que por medió de este pode
roso escritor, se habia deslizado secretamente en la filoso-

(I) El niismo, 47; iisdem seminibus ortum. (Pág. 282, ed. Panck, to
mo Y). -
(i) De Benef. III, 20.
(3) Y á los corintios, cap. VH, 22.
(V Esta opinion, debatida en el siglo XVIII, está sostenida por graves au
tores. •
1.* La primitiva iglesia ha creiJo las relaciones entre Séneca y San Pablo.
Los Padres de la iglesia lo llaman tambien. Séneca meter (San Gerónimo, de
Script. Ecclesice c. XII, Tertuliano, de Anima. San Agustín, de Civitate Dei,
lib. VI, cap. 10).
2.« Su correspondencia con San Pablo, aunque aprócrila, ¿no tiene valor
como mito?
3.° La semejanza de ideas con las actas de los apóstoles *y los escritos,
de San Pablo, es notable. Los críticos la han demostrado. (Véase en Séneca
de M-Durosoir, en la coleccion de Panck, t. VII, pág. Stl.
i." Su estilo lleno dé espresiones bíblicas, caro, ángelus, que emplea en
el sentido de los libros santos, 7 nunca en el clásico. (M. Durosoir, lugar
citado). • ' ,
5.° Los mejores críticos- admiten hoy un trato de ideas entre San Pa
blo y Séneca. M. Schoell. (Bistoirede la litl. rom., t. II, pág. 448). M. Du
rosoir, (lug. cit.)
Véase tambien M". de MaUtre (Soireés de Saint-Pelersbourg, t. 1L
pág. 187).-
Y una disertacion de Gelpke, intitulada «Tractatiuncula de familiarltate
quse Paulo apostolo cum Séneca philosopho intercessisse traditur , verisimi-
llima. (Lips. 1813).
54 M LA INFLUENCIA DEL CHISTIAMSMO
fia del Pórtico, y habia modificado, sin saberlo y tal vez
contra su voluntad, su espíritu y su lenguaje. «Epicteto
nu era cristiano , ha dicho Mr. Villemain , pero ya el
mundo llevaba en su frente el sello del cristianismo (1).»
Marco Aurelio, que perseguia á los cristianos, era mas
cristiano de lo que él creia en sus bellas meditaciones.
El jurisconsulto Ulpiano, que los hacia crucificar (2,1,
hablaba su lenguaje creyendo hablar el del estoicismo en
la mayor parte de sus máximas filosóficas (3). Asi véase
el adelanto que las ideas habian tomado desde Platon y
Aristóteles en una de las mas graves cuestiones del mundo
antiguo, en la cuestion de la esclavitud. Platon decia:
«Si un ciudadano quita la vida á su esclavo, la ley decla
ra al matador esento de pena, siempre que se purifi
que por las espiaciones ; pero si un esclavo mata á su
señor le hace sufrir todos los castigos que se juzgan
apropósito, con tal que no le dejen la vida (4).» Aristó
teles iba mas lejos, si es posible, en su teoria sobre la es
clavitud. «Poca diferencia hay entre los servicios que el
hombre consigue del esclavo y del animal. La naturaleza
misma lo quiere, pues que ella forma los cuerpos de los
hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando á
los unos la fuerza que conviene para su objeto, y á los
otros una estatura derecha y elevada.» El ilustre filósofo
concluye asi : «Es pues evidente que los unos son natural-

(I) Melanges, t. III, pág. 279.


(S) Véase su , ida en Pothier. (Paul., prólog. pág. 39).
(3) L. IV, D. de just, etjur; I. XXXII de stat ohomin.
(4) De las leyes, Lib. IX.
m EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 55
mente libres, y los otros naturalmente esclavos, y que pa
ra estos últimos la esclavitud es tan útil como justa (1).»
Para él la esclavitud es de derecho-natural; encuentra su
legitimidad en la justicia y la naturaleza; tal es la doc
trina que Aristóteles espone sin objecion. Esta doctrina
no habia perdido nada de su rigorismo en tiempo de Ci
ceron (2). Se' sabe con cuan fria indiferencia habla el
orador romano del pretor Domicio , que hizo crucificar
desapiadadamente á un pobre esclavo por haber matado
con un chuzo un javalí de enorme tamaño (3j.
Pero, cuando se llega á los jurisconsultos romanos
que florecieron despues de la época cristiana y Séneca, el
lenguaje de la filosofía del derecho es bien diferente.
«La esclavitud, dice Florentino, es una institucion del
«derecho de gentes por la cual alguno se somete al do-
» minio de otro contra la naturaleza; contra naturam (4).-
»La naturaleza ha establecido entre los hombres cierto
«parentesco,» dice el mismo jurisconsulto; internos cog-
nalionem quamdam natura constituit (5). Estas palabras
son tomadas de Séneca, que podemos llamar, con los Pa
dres de la primitiva iglesia, Séneca nostcr.

(1) Politic, lib. I, cap. II, §. 14, 15.—Véasela buena traduccion de M. B.


Saint-Hilaire, t. I, pág. 27, 39, 31». las observaciones de M. Cousin, Loit de
Platon, argumento, pág. 86 y 87; y su curso de la historia de la filosofía,'
tomo I, pág. 877, Bodio, lib. IV, cap. V, pág. 35.
(2/> En sus oficios, dice: «lis qui vi oppressos imperio coercen!, et s*>r
«DBiBKifDA s^vrru ut heris infámulos. ('Lib. II, núm. 7). Véase tambien el
uúm. 23 del lib. III.
(3) In Verrem, v. 3.
(i) L. 111, §. 1. D. de statu homin.
(5) L. III. D dejust et jure.
56 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Y Ulpiano: «En lo que concierne al derecho natural,.
todos los hombres son iguales. » Quia quod adjus naturale
allinel, omnes homines ¿EQUALES SUNT (i), y despues:
«Por el derecho natural todos los hombres nacen libres.»
Jure naturali omnes liberi nascerentur (2). No es ya la
naturaleza la que hace los esclavos; pasóla época de la
teoria de Aristóteles.
Ved pues la filosofía del derecho en posesion de los
grandes principios de igualdad y de libertad que forman
la base del cristianismo; vedla protestando en nombre de
la "naturaleza, contra la mas terrible de las desigualdades
sociales, haciéndose eco de las máximas del Evangelio.
Y no creais que estas ideas hayan quedado en la re
gion de las teorías sin aplicacion; no!. bien pronto vere
mos las dulces modificaciones que recibió la condicion de
los esclavos antes del reinado de Constantino, y desde la
época en que el cristianismo se estendió en el Occi
dente.
Ciertamente, tal encuentro de la filosofía y del cris
tianismo no sería casual. Sería necesario violentar la ve
rosimilitud para atribuir á una simple accion espontánea
de la primera, á un simple progreso de su reflesion, prin
cipios tan nuevos para ella (3). Estas grandes verdades
que admiramos en Florentino y Ulpiano las profesa
ba el cristianismo siglo y medio antes esplícita y atrevi-

(lj L. XXXII, D. de reg.jurit.


(2) L. IV, D. de just tt jure.
(3) M. Villemain ha sefialado tambien este nuevo carácter del estoicismo-
Melangcs, t. III» p. 279).
tti EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 57
damente , al precio de la sangre de sus mártires; y la ma
ravilla seriffque con su poder de atraccion no hubiesen
penetrado hasta en las sociedades politicamente hostiles.
Entonces el nombre cristiano comenzaba á ser imponen
te. Plinio el Jóven, gobernador de la Bithinia, se compa
decia, en el reinado de Trajano (98 á 1 17J, de que la nue
va religion se propagaba en las ciudades, en las aldeas,
• en los campos, y entre las personas de todas edades, sexo
y condicion; de que los templos estaban casi abandona
dos, los sacrificios interrumpidos (i). Algunos años des
pues los cristianos estaban en el senado; ellos llenaban
las legiones , y aseguraban al Estado victorias que obli
gaban al emperador al agradecimiento (2). Habiendo au
mentado el número de los fieles su confianza (3), creyeron
que podian defenderse no solo con sus virtudes, sino tam
bien con sus libros. Bajo Adriano aparecieron apologias,
. y fueron dedicadas al emperador mismo. Gitanse las de
Cuadrato (4), obispo de Atenas , y de Aristides , filósofo
de la escuela de Platon. Estas se multiplicaron bajo los
sucesores, y salieron de manos de personas ilustres, enten-

(1) Epiit., lib. X , epfst. 97, 98.


(2) La legion Fulminante, compuesta de cristianos, aseguró la Victoria de
Marco Aurelio sobre los Quados. (Tertuliano, §. 5, y Eusebio, lib. V, p. 93).
(3) M. Villemain (lug. cit., p. 285) ha insistido igualmente sobre este
.número de cristianos. «No puede dudarse que en esta época, bajo el reina
do de Marco Aurelio , no fueron tantos los cristianos del imperio. La Gre
cia casi toda creia salir del poder romano separándose de los dioses de Ro
ma, y recobraba por el ejercicio de un nuevo culto la independencia que
habia perdido por la conquista. Una porcion de la Italia, y todo el mediodía.
de la Galia adoptaban la misma religion.»
# (i) Euaebio, Hlst. eccUt., lib. IV, cap. III.
8
58 DE LA INFLUENCIA t>EL CRISTI ANIS»»
di das y elocuentes. Se ve brillar en esta polémica á San
Justino , nutrido de ideas platónicas (1) ; Athenagoras,
filósofo de Atenas, que toma el titulo de filósofo cris
tiano (2); San Meliton, obispo deSardis (3); Teofilo, obis
po de Antiochia (4); Apolinario, obispo de Hierápolis (5)
Taciano, discípulo de San Justino (6); San Ireneo, obis
po de Lion (7); Apolonio, senador romano, que en pleno
senado pronuncia la defensa de sus creencias (8); San Cle
mente de Alejandria, discípulo de Panteno (9J; Tertulia
no en fin, pagano de nacimiento y convertido al cristianis
mo; Tertuliano, digo, tan persuasivo por la vehemencia
de su estilo, comopor.la fuerza de sus razonamientos! •
¿Se cree que estas ardientes palabras sostenidas por el
mártir quedasen improductivas? ¿Se cree que los ecos del
pensamiento no las llevasen á una filosofia rival? ¿Se cree
que tales protestas llegadas á la vez de la Grecia , de la
Siria, del Africa, de laGalia meridional, del seno mis
mo de Roma, y del primer cuerpo del Estado, se detuvie-

(1) Año 150, bajo Anlonino. Su apología está dedicada al emperador , al


senado y al pueblo romano. «Podeis nacernos morir, dijo el orador, pero no
podeis hacernos mal.» M'. Yillemaín ba apreciado dignamente esta bella apo
logía. (T. III, p. 287, de sus Melanges).
[i) Año 166. Se dirigió á Marco Aurelio. Villemain ba admirado este
trozo de filosofía cristiana en que reinan la beaevolencia hacia los hombres,
y el mas vivo sentimiento de la virtud (lug. cit., t. III, p. 889).
(3) Año 170, bajo Mareo Aurelio.
(i) Año 171.
(5) Año 172.
(6) Año ISO, todavía bajo Marco Aurelio.
(7) Año 179.
(8) Año 189, bajo Commodo.
(9) Año 194, bajo Severo.
I - - /
Bf El DERECHO CIVIL DE LOS ROMANAS. 59
sen á la puerta del estoicismo, ya que pudieron dul
cificar un momento la severidad de los edictos, y que, por
una fusion insensible, no abriesen un camino mas esten
so á las ciencias metafísicas y á la moral? Pero en ciertos
intervalos que suspendian las persecuciones, el cristianis
mo se aproximaba mas al trono imperial. Séptimo Seve- *
ro habia confiado al cristiano Próculo la educacion de su
hijo mayor (\). Alejandro Severo, hijo de nna madre ca
si cristiana, adoraba á Jesucristo al lado de Abraham y
de Orfeo (2); continuamente pronunciaba estas palabras
evangélicas: «No haced á otro lo que no querais para vos,»
palabras que hizo grabar en su palacio y tambien sobre
los muros de los edificios publicos (3). Doscientos años no
habian pasado desde la muerte de Jesucristo, cuando su
religion aparecia á la sociedad pagana conteniendo las
mas puras máximas de la sabiduría. Y esto dándonos la
historia tantos testimonios auténticos de sus progresos en
todos sentidos , que se vacilaba en reconocer su accion
sobre los adelantos de la filosofía! La razon se resiste á
admitir que el cristianismo y la filosofía hayan marcha
do paralelamente, frente el uno de la otra, sin tocarse en
ciertos puntos. La filosofía no pudo tener. el privilegio de

(t) Caracalla. Tertuliano dice: *Lacte Chiristiano educatus (ad. Scap).


Véase Spart. Caracalla 85,
(J) Lamp. in vitd Alex. Sever.; «Cbiristo templum facere voluit , eumque
ínter Deos recipere,» 129; y despues: «In larario suo, divos principes, sed op
timos electos, et anima ssnetiores, in quem et Ápoilonium, et quantum
scriptor temporum suorum dicit, Chrhtum, Abraham et Orpbeum et bujus
cemodideos habebat, 123.»
(3) Lamp., p. 350: «Jm publicis operibus prsescribi jubercl.»
60 DE LA IJIFMjEHCIa BEL CRISTIANISMO
permanecer fuera de la influencia del cristianismo, cuan
do la sociedad misma lo recibia* por todos sus poros. En
una época en que todas las cosas tendian á relacionarse
y unirse ; en que los hombres y las ideas parecían po
seidos de una necesidad incesante de comunicacion y
'transformacion (1J; en que el eclecticismo filosófico medi
taba la fusion de todos los grandes sistemas en un sincre
tismo duradero ; en que la ciudad romana , abriendo su
seno á un pensamiento de homogeneidad que por tan lar
go tiempo lo habia rechazado, comunicaba el titulo de
ciudadano á todos los subditos del imperio (2), borrando
de este modo las distinciones de raza y de origen , con
fundiendo el romano con el galo, el italiano con los hi
jos de la Siria y del Africa ; en medio de esta accion de
todos los elementos sociales , los unos sobre los otros, ¿no
parece absurdo creer que el cristianismo solo dejó de
entregarse á la masa comun de las ideas , él que estaba
en posesion de las mas comunicativas y civilizadoras?
Nó , nó ! esto sería dudar de las póderosas armonías de
la verdad. Sin duda su ascendiente «no es todavia mas
que indirecto y lejano:* él no domina aun como el sol
de medio dia, que reanima la tierra con sus rayos; mas
bien es semejante al aura matinal que se eleva sobre
el horizonte en los crepúsculos ; pero en fin , su influen
cia es real y palpable, se introduce por todas las hen-

(I) Tertuliano ha señalado el carácter de esta época de transformaeion


1 di tendencia á la fusion (de Pall., 225). ¡Cómo este siglo, dice, ha trans
formado el mundot
(I) Bajo Caracal la.
EW EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. til
diduras de un edificio radiante , toma por grados el la
gar del antiguo espíritu euando se vá , lo modifica cuan
do permanece.
Se objetará tal vez que la hostilidad de las religio
nes y las sangrientas pasiones del paganismo debieron
sostener una separacion sistemática é insuperable entre
los dos elementos filosóficos que se encontraban frente
á frente ; pero no creo que debe deducirse de la guerra
de los cultos la insociabilidad de las ideas de moral : las
ideas se propagan por medio de las batallas mas pronto
tal vez que por las relaciones pacificas ; la sangre que
los odios nacionales han hecho verter , ha tenido siem
pre una virtud misteriosa para ligar los dominios del
pensamiento-
Comparemos al cristianismo con los sistemas filosófi
cos anteriores. Yo le repito (y el sábio compañero que
preside esta academia me servirá de garantía y autori-
dad)-(l), el cristianismo no es solo el perfeccionamiento-
de la ley de Moises y de esta sabiduria hebráica conteni
da en los celosos limites de una pequeña comarca del
Oriente : es el magnifico resumen de todos los antiguos
sistemas de moral y de filosofia , separados de sus errores
y ligados á principios mas elevados y mas completos ; es
el punto de union de todas las verdades parciales del mun
do oriental y del mundo occidental que van á confundir
se en una verdad mas pura, mas brillante, mas vasta;
es el último progreso por medio del cual la humanidad
ha alcanzado la posesion de los principios de la verda-
(1) M. Cousin, Curso de filosofía, tomol, p. 54, 55.
62 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
dera civilizacion universal. E1 cristianismo debia encon
trar laminen por todas partes afinidades y simpatías pre
existentes. Aquí el platonismo de Alejandria podrá al
gunas veces reconocerse y admirarse en San Juan el evan
gelista; allí el estoicismo de Roma encontraba sus máxi
mas queridas en las elocuentes epístolas de San Pablo , y
tambien en el menosprecio de los cristianos por el dolor
en la constancia de los males. Por todas partes tenia in
teligencias preparadas el cristianismo ; por esto su propa
gacion fué tan prodigiosamente rápida.
Esta digresion me era necesaria para manifestar bajo
qué aspecto se debe estudiar la filosofía y el derecbo ro
mano desde Séneca hasta Constantino. Nuestros mejores
historiadores de la jurisprudencia romana , Gravina por
ejemplo, han desconocido este punto de visia ; no tienen
en cuenta al cristianismo que marchaba á apoderarse del
trono despues de haber penetrado insensiblemente en la
antigua sociedad ; ellos no conocen que en el desarrollo
del derecho romano y mas allá de la direccion inmediata
del estoicismo bay otra influencia que alcanzaba y tras-
formaba tambien al estoicismo. Yo quiero mejor el canc
dor de los autores que, como Arthur-Duck (t) , consti
tuyen á los pretores ministros secretos de la Providencia
divina. Bajo este pensamiento, hay un fondo de verdad
que deduce la historia y la razon aprueba!
Veamos entre tanto por qué camino marchó la filo
sofía para ocupar su lugar en las relaciones del derecho
civil. '
(1) Véase suprd.
Efl EL DERECHO CIVIL DK LOS ROMANOS. 65>
El derecho habia sufrido ya una grave modificacion.
Librándose de las manos celosas del patriciado para ha
cerse semi-plebeyo , se habia separado del elemento re
ligioso, y su naturaleza sagrada, en su origen tan fuer
te, habia desaparecido progresivamente por los reveses
de la incredulidad. El culto se habia, pues, retirado
de la práctica del derecho. El dios Término se balancea
ba sobre el limite del campo romano ; el libripens de la
emancipacion no era ya un ministro : el augur que me-
dia la propiedad habia sido reemplazado por el agrimen
sor civil. La confarreacion caiaen desuso como una su
persticion molesta (1). Este dicho de Pétrono era ya una
verdad práctica ; Nemo ccelum , ccelum putat ; nemo Jo-
vem pili facit (2).
Pero si el derecho no era ya religioso , permanecia
civil, y se defendia enérgicamente en su inflexible for
mulario , y en su celosa originalidad (3). En vano la
constitucion política recibia los mas rudos golpes ; el de
recho que habia sobrevivido' al elemento religioso so
brevivia á la constitucion que lo habia engendrado.. Los
romanos tan afectos á fórmulas , admiraban esta gran
concepcion de los tiempos aristocráticos; respetaban en
la familia y en la propiedad lo que habian repudiado
en el orden político. '. *
Por esta razon la filosofía no se atrevió á unirse á él-
(I) Tácito (Annal. , lib. IV, cap. XVI).
(3) Satir:, c. XLIV, in fine. Facilius possit deum euam hominem in-
tenire (c. XVII).
(3) L. I , C. de Formulis. Este procedimiento s&eonsideró como un pro
greso con relacion a las acciones de la ley. Gayo, IV, 30 y sig.
64 DE LA DtRJDlNCIA DEL CRISTIANISMO
en el camino de la revolucion ; ella lo hubiera detenido.
La veneracion á lo pasado , que por tanto tiempo se con
cilló en Roma con las mayores innovaciones, indicaba
otra marcha. Esta era la de las mejoras lentas y suce
sivas; esta fué la que prefirióla filosofía. La equidad pi
dió, pues, su parte de influencia, no como una sobera
na que quiere desposeer á un usurpador, sino como una
compañera que oculta bajo tímidas formas sus miras de
dominacion. Los jurisconsultos le dan preeminencias co
mo un suplemento del derecho que no lo ha previsto to
do , como moderador de sus disposiciones en los casos
dudosos (1). Mientras que el derecho civil representa la
severidad legal (2), la equidad representa la humanidad
natural sin lictores y sin fasces (3). E1 primero es el sexo
viril , revestido de poder ; la segunda es el sexo feme
nino, poderoso por su carácter afable. Pero es necesa
rio no engañarnos. Bajo estas apariencias de conci
liacion se ocultaba una antitesis formidable para el de
recho civil ; lo que ciertamente se queria, era reducirlo
á completa impotencia prodigándole testimonios de res
peto. Asi el derecho, desde la época de Ciceron, es una
lucha perenne; los dos elementos están en pugna. Pero el
derecho civil se encuentra reducido á la peor posición,

(1) Laxamentum juris , Cicer. pro Cluentio , 33. Véase una disertacion
sobre la equidad (de jEquitate) de Marquardi , en el tesoro de OIton, t. IV,
fbg. 369.
(2) L. XI, D. de pañis. L. XXV , D. de legibus. L. XII, •§. 1. D. qui
et á quib manura.
(3) L. LI, §• 1. D. de fidei,... 85, §. ull. D. de regul jvrit. L. CCVI.
D. de reg. jurit.
En EL DERECHO CIT1L DE LOS ROMANOS. GTv
á la de la defensiva. Está encerrado en si mismo , en sus
propios bogares; la guerra se hace sordamente, y la equi
dad aspira á realizar en ella la fábula de la perra y sus
hijos. Bajo esta bandera vemos marchará Servio Sulpi-
cio,. amigo de Ciceron (1) ; Crasso, el elocuente rival de
Q. Escévola (2) , todos los jurisconsultos filósofos del
tiempo de Augusto , sin distincion de secta (3) ; los em
peradores buenos y malos , los unos por humanidad filo-'
sófica , los otros por odio á la constitucion republicana.
Entre estos últimos es forzoso nombrar un monstruo
atroz Caligula. Este hombre colérico no veia en el de
recho civil mas que un resto de ideas aristocráticas , y
en su brutal antipatía hubiera querido poder abolido-t
todo de un golpe (4). El emperador Claudio fué menos
ardiente en sus proyectos ; pero , hijo de la Galia y poco
favorable al elemento romano (5^ , se dedicó á corregir-
por la equidad lo que el derecho civil tenia de muy na
cional, es decir, de muy duro (6). ¿Qué diré en fin de to~
' dos los pretores cuyos edictos fueron inspirados por el
pensamiento de Claudio , y dia. por dia hicieron destrozos
en el antiguo. derecho?
Inútil es decir que el cristianismo tambien siguió la

(1) Philip. 9, c. V. Jus cirile semper ad squitatem et facilitatern re-


ferebat. •
(2) Cicer. Brutus , cap. XXXIX. .
(3) Potbier, prólogo de las Pani. , p. i», ném. 5 , §. &
(i) Suet. , Caligula , c. XXXIV.
(5) Véase la sátira de Séneca contra él apropósito de su proteccion á
los provinciales. (Apokolo). .
(0) Suet. Clauti. c. XIV..
66 DE LA INFLUENCIA DEL CRIST^MSM»
misma línea de conducta. Tertuliano lo confiesa sin mis
terio alguno. En la equidad es donde manifiesta que de
be buscarse el criterium de buenas leyes (4). jY qué
fuerza no han dado las doctrinas generales del cristia
nismo ála equidad filosófica! ¡cuánta facilidad no ofre
cia á las tendencias reformadoras una moral que descen
día de las alturas del mundo oficial para civilizar las ma
sas, y hacer penetrar en su seno el espíritu nuevo! ¿Cuál
era en efecto , el objeto de la lucha entre el derecho es
tricto y la equidad? Estender el dominio de la igual
dad civil y de la libertad ; abatir los muros de separacion
entre los hombres ; espiritualizar una ley toda consagra
da al materialismo. ¿Y este objeto no era el que se pro
ponia el cristianismo sobre un plan mas dilatado , y en
todas las condiciones del espíritu humano? Por esto el
número de las conquistas hechas por la equidad en este
périodo, y particularmente desde Tiberio, es considera
ble. Bien pronto demostraré cómo la suerte de los escla
vos, de los hijos de familia y de las mujeres se dulcificó^
cómo la sucesion romana, basada en su origen sobre datos
aristocráticos, varió en un sistema tomado de los dere
chos de la sangre. Por ahora referiré los hechos que
siguen.
Desde luego , "en el derecho de ciudadanía, el ele
mento romano, atacado por la aristocracia, quiere sos
tener las desiguales distinciones entre los subditos de la
eiudad-y los delas provincias; pero los emperadores, fa
vorables á un progreso que debia aumentar las fuentes
(1) Apolog. §• *.
EJÍ EL DERECHO CIVIL DE LOS K0MAN6S. 67'
de la poblacion , ensanchan la ciudad y la trasportan á*
las provincias (1). Bien pronto un nuevo hecho se revela
á la aristocracia atónita ; que puede elegirse un empera
dor que no sea de Roma (2). Hay mas; las provincias son
las que envian á Roma los señores sacados de su seno.
Cuéntanse Césares españoles , Césares africanos ; la sangre
romana ha perdido «u prestigio. En fin , bajo Garacalla
se inclina el antiguo derecho ante su rival victorioso. La
unidad ocupa el puesto de la variedad y de la desigual
dad de los derechos ; todas las clases de la poblacion se
refunden en una sola; el derecho de ciudad se concede á
todos los subditos libres , y el imperio es la patria comun
a todos. Tantee molis erat !:
En el derecho de propiedad se encuentra siempre el
dualismo de res mancipi y res nec mancipi. Pero si la in
vestidura de las res mancipi permanece aun sujeta á la su
persticion de la mancipacion por consecuencia de un re
cuerda (bien borrado por lo demas) del derecho primario
del Estado, la propiedad de las cosas nec mancipi proclama
altamente su union con el derecho natural,' y de él toma
su apoyo (3). La propiedad natural(in bonis) , favorecida
por el pretor , tiene ya los mismos privilegios que la pro
piedad quiritaria. Es verdad que el Senado se decide por
pl sostenimiento de las formas nacionales. Para pene
traren su seno, en tiempo de Plinio el jóven , no bas

to Véase el discurso de Claudio al senado. Tácit.. Anual., lib. XI, S3.


(S) Tácit. , Hitt. .1,3, dice que esta fué la revelacion de un secrete
de Estado.
(3) Gayo. I, III. D. de acquir. reu. do». Ulp., Fragm., t. XIX, §. 7.
61 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
taba tener la propiedad natural , era necesario tener la'
investidura por la mancipacion (i). Pero en el orden-
civil la propiedad natural podia atacar y defenderse por
medios tan enérgicos como la propiedad romana , y la
línea que las separaba era, por decirlo asi, nominal.
Al lado de la usucapion , que solo proteje las pose-
sesiones itálicas (2) , se levanta la prescripcion que cubre
con su egida la posesion de los fundos provinciales (3J.
La mayor diferencia entre ellas no existe mas que en
el tiempo.
El derecho de testar, en un principio reservado tan
solo á los ciudadanos padres de familia , se estiende á
los hijos de familia en cuanto á sus bienes castren
ses (4J , á las mujeres f5), á todos los subditos del im
perio (6).
La forma del testamento se hizo doble para mayor
facilidad ; se admitieron la forma romana per ees el K-
bram, y la forma pretoriana mas desembarazada y sen
cilla (1),, que, si no daba la herencia, daba la posesion
de los bienes.- Por todas partes se destruian las trabas
aspirando á la sencillez-.
E1 testador no tiene ya el derecho de disponer de

(i) Epitt., lib. X» t. III. ' • (


(«) Gajo, lib. II, núm. 16.
(3) Ulplan.,t. X. D. deurvit. vind: Biocle. et Maiira., t. II, III, IX,
dt praicript.
(i) üíp. Frag., I. XX, núm. 10..
(i) Ulp. log. cit., núro. 15.
(G) El miimo, núm. U.
(T) Ulp., I, XXYII1, núm». 5 y. 6..
BK KL DERECHO Cjm BE LOS 'ROMANOS. 69
sus bienes sin ocuparse de sus hijos. Si pasa á estos en
silencio, toma el pretor un pretesto especioso para des
truir su testamento, aunque conforme al derecho estric
to. Supone que el testador sufre un ataque de demencia
y anula su obra á pesar de la ley fl). Mas aun; el tes
tador no puede desheredar sus hijos sin justas causas (2J.
Se les asegura la cuarta falcidia á los herederos (3). ¿A
qué ha venido á reducirse el poder eminente del padre
de familia espresado en esta arrogante fórmula: Dicat
teslator et ertí lex?
Quedan aun sin embargo, opresoras severidades en
los testamentos: resta la institucion de heredero que está
subordinada áciertas condiciones de capacidad pasiva (4);
restala apertura ; restan las fórmulas sacramentales de
los legados ; resta la intima union del testamento y de
los legados , que es de tal género , que la nulidad del
primero supone la de los segundos. ¿Qué toca hacer en
tonces al génio filosófico? Inventa los codicilos y fidei
comisos, medios indirectos que permiten librarse de la
dominacion de las formas, y producian por caminos es-
traviados efectos semejantes a los que producian los me
dios directos y legales.
Desde entonces la voluntad, del hombre contrarrestó
la voluntad del derecho civil (5). Comenzó á basarse el

(1) L. II. D. de in offic. test., é Instit. de Justiniano, el mismo titulo.


(2) L. II. D. de in offic. test. Valer. Maxim., lib. VII, e. VII, núms. 3 y 4.
(3) Dig., ad Ugem Falcidiam.
(4) Ko se podía instituir á losperejríní: las mujeres despues dela le;
Voconia (Véase á Montesquieu), ele. Gajo, II, 184, 183.
(5) Ulp., Fragm. XXV, 1. f
70 »I l/A IflFLCWCM DEL CRISTIANISMO
derecho de trasmitir los bienes despues de la muerte ec
la espontaneidad individual; deja, pues, de ser este de
recho una concesion de la ley y del estado (1). El dere
cho natural que aparece en el principio mismo de la
propiedad, se insinúa en el derecho de trasmitirla entre
vivos y mortis causa.
Tambien le veremos aparecer en el sistema de las
obligaciones.
El derecho civil.no tiene mas que dos fuentes de
obligaciones: los contratos y los delitos calificados. So
bre este dato establece clasificaciones , da nombres y
forma estrechas categorias. Por ejemplo : distingue los
contratos perfectos por la cosa , por las palabras , por la
escritura ó por el mutuo consentimiento; y quiere que
cada especie de contrato se sujete á sus reglas propias,
y se baste á si mismo. En la inteligencia que estas re
glas se fundan sobre todo en el respeto á las palabras,
ó en cierto orden de hechos previstos y determinados.
-Pero el derecho natural no puede mantenerse aprisio
nado en un circulo tan restricto ; respetando el todo del
sistema , altera las partes separadas. Tan pronto cambia
las líneas de demarcacion (2); tan pronto concede una
obligacion y ana accion á hechos no previstos por la ley
pero que violan la regla de conciencia de que ninguno
puede enriquecerse á espensas de otro (3). En vano quiso

(l) .Ycc ex vigore juris eivilis profieisCUnr ju n tolcstatk datar re-


liaquentis. Ulp. , Fragm. XXV, (. ' -
(S) Véaíe, por ejemplo, I," 18, §. i, D. Commod. reí contra.
(3/ Log. Cit.
EX TL BERECnO CIVIL l»E LOS ROMANOS. 71
la ley de las Doce Tablas que no se esté obligado sido á
lo que se ha prometido espresamente (i); en adelante se
sobreentiende en los contratos todo lo que se deduce de
los preceptos de la buena fé (2).
No se han abolido, sin embargo, aun las palabras
sacramentales en las estipulaciones. Hay en ellas fórmu
las romanas para obligarse, y solo pueden servirse de
ellas los ciudadanos romanos ; hay otras del derecho de
gentes f3). Pero la generalizacion del derecho de ciuda
danía hará desaparecer estas diferencias; quedará un
solo formulario para todos, (4). En el reinado del cris
tianismo veremos lo que acontecerá (5).
No es esto todo : el legislador habia dicho: Nadie será
obligado mas que por un contrato ó por un delito califica
do; pero responde la equidad ¿no hay en las relaciones
sociales muchas causas que sin pertenecer precisamente
á la clase de contratos ó de delitos calificados, son de tal
naturaleza que enjendran obligaciones? Entonces vio
lentan los pretores el derecho civil ; inventan el sistema
de los cuasi-con tratos y los cuasi-delitos, que representan
en el fuero esterno, los deberes abandonados en otro tiem
po á las inspiraciones de la conciencia.
Por fin el sistema de los procedimientos se transfor-

(1) Sicut lingua nuneupatsit, itajus esto. Vico, p. SU j ti%., 320.


(2) Ciceron, de Nat. deor, III, 30.
f3) Gajo, 111,93.
(4) Inst. de Justin., de Verb. oblir/., §. i. t
(5) L. I. C. de cont.'eitipul. Pero esta ley debió »er combinada ton la
«presion de las fórmulas por Constancio.
72 AB LA lIWLlMOrCIA DEL CRISTIANISMO
ma en muchos de sus puntos ; las acciones de la ley con
-su combate simbólico , sus signos determinados , sus pa
labras sacramentales , son reemplazadas , en parte , por
el sistema de las fórmulas mas. sencillo , menos inflexi
ble (t j, y los jurisconsultos aplauden entre si esta con
quista de la equidad (2). Sin embargo, la sustitucion de
las fórmulas á las acciones de la ley, es una obra imper
fecta y sobrado dominada por el amor de la letra y la
supersticion delas palabras. Ella nació y tuvo su des
arrollo entre una época poco anterior á la de Ciceron y
la de Augusto. La filosofía y el cristianismo no babian
tenido tiempo todavía de espiritualizar lo bastante las
nociones del derecho; la inteligencia se hallaba aun de
masiado subyugada por la tiranía de la forma.
No queremos llevar mas lejos este exámen. Se ve
claro por qué esfuerzos ingeniosos ensanchaba la equidad
su dominio, poniendo con todo sus innovaciones bajo
el amparo del antiguo derecho civil tan restringido en
sus concepciones , tan material en sus aplicaciones. El
derecho tiende á simplificarse en el fondo, pero se
complica en su forma. Dos elementos eterogéneos se en
cuentran frente á frente ; alguna vez se aproximan y aun
se confunden ; pero con mas frecuencia se separan en
vidiosos uno del otro. Falta armonía en esta majestuosa
obra; á cada paso se nota que ella es el premio de penosas
concesiones y de combates obstinados. La obra maestra
hubiera sido conseguir una fusion completa entre estos

(t> G»t«. IV, 30. . - - '


(1) El mismo.
EH El. DERECHO C1VJL DE LOS BOMAKOS. 75
dos elementos ; pero el mas antiguo estaba muy bien
templado para dejarse destruir tan fácilmente , y el de
recho de la época imperial , que se. acostumbra á llamar
época clásica > llevaba marcada de una manera muy pro
funda la huella de transicion , dejando grandes é inmen
sos progresos que desear. Se conoce que está muy lejos
de ser la última palabra de una ciencia completa ; es mas
bien la espresion de una situacion pasajera, de un es
tado' de transicion. Estoy muy lejos de reconvenir á
los grandes génios que le formaron; ellos sufrieron la
influencia de su época y de su patria. Ño está Boma
destinada para ser el teatro de la unidad ; la Providencia
la ha hecho heredera de la fuerza , asi es que vemos el
combate en todas las fases de su civilizacion.

10
74 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO

CAPITULO V.

Epoca cristiana.-- Constantino.

Llegamos á Constantino , despues de haber visto cuá


les fueron los elementos del progreso del derecho civil
antes del advenimiento de este principe. E1 movimiento
marchaba con lentitud dirigido por la filosofía estoica,
influida indirectamente por el cristianismo desde los
tiempos de Tiberio. El advenimiento de Constantino le
hizo colocar directa , ostensiblemente su punto de apoyo
principal en la religion cristiana. Los obispos, los pa
dres dela iglesia, y los concilios dieron el impulso re
formador y aceleraron su marcha. La jurisprudencia de
bió mas bien que á si misma á la teología su perfeccio
namiento.
Sería, no obstante, grande error creer que la revo
lucion religiosa que colocó sobre el trono al primer em
perador cristiano, tuvo por consecuencia una refundi
cion radical y absoluta en las instituciones: Constantino
reformó mucho , pero no niveló , ni hubiera podido
hacerlo.
Aun cuando el emperador fuese cristiano, el imperio
permanecia pagano á medias , y antes de convertir las
instituciones era necesario tratar de convertir los cora
zones. Las revoluciones no han madurado realmente sino
cuando las ideas y los hechos guardan analogía.
EH EL DERECHO CIVIL DE LOS HOJUNOS. 75
El paganismo cslaba profundamente entrañado cu la
sociedad; abandonado como tulto, mantenia su influen
cia en las costumbres ; mas de un cristiano por su fé,
era aun pagano por sus hábitos civiles y domésticos; y
nada exige mas moderacion y prudencia de parte del
legislador, que el poder de la costumbre que tan vigo
rosa resistencia opone cuando se trata de destruirle.
Habia tambien intereses positivos que atender , y un
gobierno prudente debe tenerlos en cuenta para obrar.
Hubiera sido realizar una hermosa utopia cristiana, que
el dia que las águilas romanas cayeron vencidas por el
lábaro (1), hubiesen sido proclamadas la igualdad de to
dos los hombres y la libertad de los esclavos.
Un siglo despues de Constantino, un soberano efíme
ro, .Taan el usurpador, decretó la perpétua manumision
de la clase servil (%). Pero esta es de aquellas ideas que
no pueden entrar sino en los cálculos de un poder sin
porvenir. ¿Qué hubiesen hecho los esclavos de esta li
bertad improvisada para su desgracia? Un gobierno que
está llamado á durar, pesa con mas madurez los actos
que lega á las generaciones venideras. Jamás tendió San
Pablo á la brusca emancipacion de los esclavos; porque
él aconseja la resignacion á estos libertos de Dios !
Por otro lado el poder espiritual , en el que se com
placia en beber sus inspiraciones Constantino , no tenia
en esta época la organizacion homogénea que mas tarde
llegó á realizar. Los concilios trabajaban mucho sin du-

(1) Alusion i la batalla de Roma ganada per Constantino á Maneado.


(i) Ktludiot históricos de M. de Cbateaubriaod, t. ]l, p. lis.
76 BE LA JNFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
da ; los padres de la Iglesia multiplicaban prodigios de
actividad , y su genio ardiente, infatigable, resplandecia
con el mas majestuoso brillo, pero no existia bastante
armonía y consecuencia en la accion. La Iglesia se halla
ba en el estado de una monarquía representativa, cuya
cabeza era mas débil que el cuerpo. E1 pontificado no ha
bia adquirido aun la direccion vigorosa que produjo
tan saludable influencia sobre la moralizacion humana
en los reinados de Gregorio VII y de Inocencio III. El
contacto de la Iglesia con el estado era demasiado inme
diato, delo que resultaba no ser aquella absolutamente
señora en sus determinaciones; la proteccion del poder
temporal entorpecia al poder protegido ; y los grandes
pensamientos de este se amenguaban mas de una vez al
unirse con la política terrestre.
Finalmente , destrozada la Iglesia desde muy tem
prano por lasheregías, la ocupacion mas atendida por
los espíritus ortodoxos fué la de formular los dogmas
fundamentales sobre que se apoyaba la unidad de la fé.
Los concilios y los padres dirigieron todos sus conatos á
realizar esta obra , y, como consecuencia de este estado
de cosas, aconteció que el cuidado de las doctrinas teo
lógicas adquirió mas engrandecimiento que la reforma
de las costumbres por las leyes civiles: no pudiendo
marchar de frente dos empresas tan vastas, fué necesa
rio elegir entre una ú otra. El dogma se sobrepuso á
la moral , como el principio se sobrepone á la consecuen
cia. Nótese bien que yo no digo que, la moral fuese olvi
dada ; los libros admirables y las predicaciones elocuen
IR EL DERECHO ClVlL DE LOS ROMAKOS. 77
tes de los padres de la Iglesia, atestiguan contra seme
jante suposicion ; lo que digo, es, que el triunfo dela
teología escitó mas esfuerzos prácticos que el triunfo de
la moral por las leyes civiles. Y no podia ser de otro mo
do : un filósofo del siglo XVIII , Gibbon, cree que se
mejante hecho era un trastorno de la verdad ; estoy muy
lejos de participar delá misma opinion. Yo estoy conven
cido de que la politica de la Iglesia fué muy buena , y de
que la moral sin el dogma hubiese perecido miserable
mente al chocar con la barbarie. Nunca podrá la filosofía
crear una civilizacion duradera.
Tales eran las circunstancias en que se encontraba
Constantino; él comprendió maravillosamente que falta
una palanca al poder para obrar una revolucion radical,
no hallándose , por otra parte , la sociedad en estado de
soportarla. No seguiremos á Constantino en su vida poli-
rica. Dejémosle completar la monarquía oriental bosque
jada por Dioclecrano, y cambiar la capital del mundo
llevada por ef interés del nuevo espíritu. Limitémonos
pues al derecho civil.
Hemos visto que la jurisprudencia clásica habia de
jado sistemas completos sobre la familia , la propiedad,
fas obligaciones y los procedimientos; hubiese sido so
brado difícil en medio- de las guerras interiores y esterio-
res, de las querellas teológicas y de la resistencia de las
antiguas- costumbres, reemplazar estos sistemas por un
trabajo de una codificacion armónica y completa; lo que
era mas factible y mas urgente era mejorarlos, asi como
ellos habian mejorado la jurisprudencia aristocrática.
78 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Constantino aceptó, pues, no por pereza, sino por nece
sidad y prudencia, el edificio existente con sus anoma
lías y malas distribuciones; se vió precisado á sujetar
el espíritu cristiano , y hacer que marchase paso á paso
con los restos del viejo espíritu romano ; en consecuen
cia el dualismo que se habia desarrollado por la filosofía
no se convirtió en unidad por el cristianismo. Persistió
siempre la lucha entre el derecho estricto y la equidad,
y la diflcultosa reconciliacion de sus contrarias preten
siones. Todo prueba que la civilizacion romana no pudo
jamás librarse de este antagonismo , y su derecho estuvo
siempre contaminado de él.
Es cierto que la equidad, secundada por el cristianis
mo , ganó repentinamente un terreno considerable; mu
chas cosas que la filosofía pagana habia considerado como
de derecho natural ,. la filosofía cristiana , con miras mas
estensas , las consideró de derecho estricto. Los elemen
tos del combate se vieron con mucha frecuencia deteni
dos ; en esto consistia el progreso , pero quedaba el alma
de la lucha, y todo el peso del cristianismo, gravitando
en un solo punto, no pudo hacerle cesar.
La parte hacia la cual dirigió principalmente Cons
tantino sus miras para ponerse al nivel de los principios
del cristianismo, fué el derecho de las personas. Trata
remos á fondo dentro de poco lo concerniente á los es
clavos , el casamiento , las segundas nupcias, el divorcio,
los grados de parentesco, el concubinato, el poder pa
terno y el estado de las mujeres ; tambien hablaremos de
la sucesion. Tratando estas materias se verá cuántos es
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 79
fuerzo» hizo la religion cristiana para elevar al hombre
material' á la dignidad de hombre moral, y para eliminar,
con ventaja de los derechos naturales , los derechos arbi
trarios que la ley civil les concedia. Pero conociendo al
mismo tiempo las dificultades incesantes que tuvo que
vencer el cristianismo para atraer á la pureza de su doc
trina espiritus tan profundamente saturados del politeís
mo , no causará tanta admiracion la falta de un có
digo cristiano en los primeros tiempos del advenimiento
de esta religion.
Como no podia hacerse todo por las leyes, tomó Cons
tantino el recurso de la persuasion para preparar las vías
de la autoridad. Los obispos investidos por él con nume
rosos privilegios temporales , vivian entre los ciudada
nos para iluminarlos con sus consejos, para ser los jue
ces arbitros de sus diferencias , para proteger los débiles.
Esta intervencion se desarrolló mas tarde en mayor esca
la , y llegó á ser el principio de la jurisdiccion eclesiásti
ca , que tan gran papel representó en las tinieblas de la
edad media , y sin la cual la justicia se- hubiese infalible
mente eclipsado : verdad reconocida por la notable im
parcialidad de Robertson IPor el momento , el poder ar
bitral de los obispos estuvo muy lejos de tener una tan
grande ostension , á pesar de que el ascendiente de que
gozaba el clero atraia háeia él espontáneamente las po
blaciones, de tal manera que se veia á los obispos pasar
dias enteros concillando reyertas. Los paganos mismos,
admirando la sabiduria de aquellos , venian á consul
tarles y sometian sus negocios y procesos á sus decisio
80 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
nes (1). Este género de mediacion, aconsejado por- San Pa
blo (2), habia mantenido la paz entre los cristianos de la
primitiva Iglesia. Estendido desde Constantino por el fa
vor popular y por el apoyo del principe, contribuyó pode
rosamente á hacer que penetrase la prudencia cristiana en
las relaciones civiles.. Las sentencias de los obispos, libres
de las formas judiciales, convertían el derecho á la razon
y á la equidad (3). Tenian mas en cuenta la buena fé que
la esclavitud á la palabra (4), los derechos de la natura
leza que el derecho estricto , y los preceptos religiosos y
morales que los preceptos civiles. Finalmente, la cari
dad , la benevolencia y la verdad reinaban en este tribu
nal mas humano , y mas apartado del espíritu. conten
cioso (5) que la justicia oGcialdel prefecto del pretorio.
El obispo , ademas, como amparo de los débiles, se inter
ponia entre los señores y los esclavos, entre los padres
y los hijos (6) , y corregia las malas direcciones y los abu
sos de la autoridad. Los pupilos estaban bajo su protec
cion, y cuidaba no les faltasen tutores y curadores (7J..A
la solicitud de los obispos hácia estos seres débiles que

(I) Mem. de la acad. de inscripc. y bella» letras, (t. XXXIX, pag. 569;.
Metilo de M-. de Poully.
(2) I á loa corint. , c. VI , 1 y sig.
(3) San Pablo á- Timot. , c. III , 3.—^Constantino quiso que estos jui
cios liiriesen la misma fuerza que los que éj mismo hacia y fuesen ejecu
tados en todo el Imperio. Sozom., lib. I , cap. IX.—De Poully , pag. 569.
(4) San Pablo á lot romanos , c. III , 13 , y. en contraposición las Doce
Tablas, uti Ungua nuncupattit.
(5) San Pablo , id. , e. II ', núm. 8 , y a Timot. , c. III , 3.
(6) Víase la ley VI / C. J. , de espect. , 1 , 2 , C. Theod. , de Lenon.
(I) L. XXVII y XXX , C. J. de episcop. aud.
EN EL DEKECHO CIVIL fifi LOS ROMAJiOS. 81
Jesucristo habia rodeado de su ternura (1) es á lo que
debe atribuirse la importante ley de Constantino que
concedió á los menores una hipoteca legal sobre los bie
nes de sus tutores (2J , y protegió con mas fuertes garan
tías la enagenacion de sus bienes inmuebles.
Bajo otros puntos de vista se distinguió la legislacion
de Constantino por su humanidad cristiana; mas adelan
te se verá cómo generalizó el derecho de las madres á la
sucesion de sus hijos , concillándolo completamente con
la preocupacion de la agnacion deque no pudo desemba
razarse (3). La buena fé recibió mas ámplias sanciones de
su parte con la ley que prescribió á los testigos la obli
gacion de prestar juramento antes de declarar (4). Su aver
sion hácia la aficion á los pleitos, condenada por S. Pa
blo, le condujo hasta á castigar con penas á los que ha
cian temerarios litigios (5J. En fin , arregló la forma de
los codicilos que llegaron á ser muy populares á causa de
su sencillez (6) ; quitó de los legados las palabras sacra
mentales , que como he dicho antes , esclavizaban al tes
tador al yugo de- ciertas fórmulas, y quiso que al inves
tigar la voluntad del testador, el pensamiento dominase
á una vana reunion de palabras (7J. Aquí es donde prin-

fí) Sinite párvulos ai me venire, decía Jesucristo.


(2) Mor. Com. de Hipoth. , t. H, num. 420.
(3) Véase infra lo que yo he dicho de la sucesion.
(4) L. III, C. Teod. defidt test. , an. 334.
(5) L. XVI , XVII , C. Teod. de appel. , y I , t , C. Teod. de officia
praf prcet.
(6) L. I , C. Teod. de Test. et Codicil.
7) Cuyacio (sobre el lítulo del C. de test.), sacado de Euscbio (vida de
11
82 DE LA INFLUENCIA DEL CIUSTIAN1SM0
cipalmente se revela la política religiosa que dirigia á
* Constantino : en esta época casi todos los codicilos y tes
tamentos con tenian disposiciones piadosas (i): á la ma
nera que bajo la dominacion de los emperadores paganos,
habia estado en moda dar un lugar al emperador en los
actos de la última voluntad, bajo la dominacion del cris
tianismo los fíeles se imponian el deber de dejar á la Igle
sia un recuerdo de su piedad. Esto era un homenaje que
en el momento supremo se rendia al Señor de todas las co
sas , á aquel de quien emanan todas las riquezas. Seme
jantes hechos nos revelan que se verificaba una grande
revolucion en las ideas.
Hemos dicho que, segun los principios de la antigua
constitucion romana, la propiedad de los objetos mas pre
ciosos , es decir , de las cosas mancipi se reputaba como
emanada del Estado ; pero los cristianos jamás creyeron
semejante hipótesis. Segun sus principios la tierra con
iodo cuanto contiene pertenece d Dios (2). La apropiacion
era de derecho divino ; era el fruto del trabajo (3) ; era
sagrada. Es cierto que á los principios dela Iglesia na
ciente se habia formado una comunidad de bienes entre

Const. , lib. IV, c. XXVI). I.as observaciones de Godefroy no me parece


destruyen la opinion de Cayado ni las aserciones de Ensebio {sobre la ley I.
C. Teod., de lect.). Porque las leyes XV al C. de lect., y XXI, de leg,, sean
de Constancio no debe deducir que Constantino no las ha hecho semejantes.
(1) Mein, de la Academia deinscripc. (t. XXXIX, p. 581). Mein, de
M. de Poully.
(2) San Tablo, I, á los corint., c. X, 26.
(3) San Pablo, I, á los corint., IX» 7 á 12 —1, á los corint., XII,
H, ¿7.—A los Philipp. , IV , 15.
E» EL DERECHO CIVIL PE LOS ROMANOS. Osí
los Celes (i) ; pero esto no representaba mas que una ne
cesidad de la época , y no una condicion absoluta del de
recho de propiedad (2). Semejante estado de cosas con
cluyó con las circunstancias que lo habian producido; la
propiedad permaneció como un derecho natural inhe
rente al hombre, absoluto, temperado tan solo por la ca
ridad. De aquí nació que la razon de estado, manantial
de la propiedad romana , se borró prontamente de las
creencias populares , y la propiedad natural acabó por
absorber la propiedad civil. Pronto veremos á Justinia-
no declarar indirectamente la muerte de esta, cuando
igualó ambos dominios y declaró no reconocer diferencia
entre las cosas mancipi y no mancipi (3). El sentimiento,
pues , que espresaban los cristianos en sus piadosos lega
dos era la creencia en el origen divino de la propiedad;
querían remontar la propiedad á su fuente , con testimo
nios de reconocimiento á un Dios mucho mas poderoso
que el Estado , y dispensador soberano de todos los bie
nes. No negaremos nosotros que posteriormente hayan
pasiones ávidas explotado la credulidad de las almas dé
biles, renovando el escándalo de los hcereditepetes ; pero
en la época de que hablamos aun no babia llegado la ho
ra del abuso; Constantino no hizo masque obedecer la
opinion pública , que ponia espontáneamente por donde
quiera los testamentos bajo la proteccion eclesiástica (\).

(1) Act. apost., U, 44, 45 ; IV, 32, 37. San Pablo á los rom., XV, 26.
(2) Act. apost., V, 4. Estc texto prueba positivamente este hecho.
(3) L. únic. , C. de usucap,; l. úaie. C. de nodo jure quint. toll.
(4) M. de Poullf , loe. tiU, p. 581, 582.
84 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
El pensamiento del emperador fué el que no desvanecie
sen el último deseo de un hombre sutilezas de palabras;
y este deseo solemne, que no es ya la ley orgullosa de
que hablan las Doce Tablas, sino el acto de un cristiano
resignado, lo hizo acompañar de la buena fé, garantizán
dolo contra los minuciosos sofismas de los amigos de
las fórmulas.
Rodeado de tales circunstancias el testamento roma
no per ees et libram , se encaminaba á su completa ruina.
Las antiguas formas no podian aclimatarse al nuevo es
píritu ; el cristianismo las destruia : un nuevo orden de
ideas pedia un nuevo orden de fórmulas.
EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS.

CAPITULO VI.

Los sucesores de Constantino.

Algunos años despues de la muerte de Constantino,


uno de sus hijos , Constancio, abolió de un modo gene
ral y en todos los actos la' ya vacilante tiranía de las
formulas sacramentales (1). Su fundamento misterioso y
profundo hasta cierto punto se habia perdido: ya no se
las consideraba mas que como un robo hecho á la bueno
fe con los lazos de las silabas : aucupatione sillabarum in
sidiantes. Se eliminaron las fórmulas de los legados (2),
de las estipulaciones (3), de las donaciones (4J, de los jui
cios arbitrale» (5) , de los testamentos (6), de las deman
das de posesion de bienes (7) , de las emancipaciones (8),
y sobre todo de las acciones (9) donde por tanto tiempo
habian regido con rigoroso escrúpulo. La raza de Cons
tantino, sin despreciar el genio latino, tenia la mision
de disminuirlo con la doble influencia de la religion y de
las leyes. Constancio decantaba la magnificencia de la

(1) L. i, C. Just. , de formulis , an. 342:


(S) L. XXI , C. de legat. (Constancio).
(3) L. X, G. de cont. stipul., j Init. , de verb. oblig.
(i) t. XXXVII , C. de donat. (Just.)
(5) L. IV, C. de arbit. (Jüit.)
(6) L. XV j XVII , C. de test. (Constaneio)
(7) L. uit. , C. qui admitía ad bonor. possess (Constancio).
(8) L. úll., C. de emancip. (Just.)
(9) L. úüic. . C de formnlis (Constancio).
86 DE LA. INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ciudad de Roma y la adornaba con fastuosos obeliscos ([),
pero en cambio la privaba de las señales de su originali
dad nacional.
Tal era el estado de las cosas , cuando estalló por im
pulso de Juliano el Apóstata la religion politeista. Las
sátiras de este principe contra Jesucristo, sus ridiculas
ofrendas á Venus, y su rehabilitacion de los adivinos y
augures hicieron detener repentinamente el progreso del
derecho; es un hecho muy notable que entre las nume
rosas constituciones emanadas de Juliano y recogidas por
el código Teodosiano (2J no hay una sola que se asocie
al movimiento de emancipacion del derecho natural y de
la equidad. Tan cierto es que el cristianismo habia de ser
en adelante el móvil de las grandes mejoras sociales.
Habiendo abortado la tentativa retrógrada de Julia
no , y recobrado su libre curso las nuevas ideas , parece
que las dificultades que Constantino habia encontrado
para constituir el derecho á priori sobre la base de la
filosofía cristiana , debieron desaparecer ; mucho mas
cuando el politeísmo, tolerado al principio, fué el ob
jeto de una proscripcion general bajo el imperio de Teo-
dosio el Grande. Estuvo sin embargo muy lejos de suce
der asi : los sucesores del primer emperador cristiano no
salieron del camino que él se habia trazado en el estrecho
desfiladero del mundo antiguo y del mundo moderno.
Ellos aceptaron como Constantino el peso de lo pasado,
esforzándose solamente en aligerarlo. En ocasiones se les

(t) El obelisco del templo de Beliópolo.


(9) Véase C. Teod., t. t, p. Ixij, el arte cronológico de Godefroy.
K.N EL DERECHO CIVIL DH LOS ROMANOS. 87
vé, atrevidos navegantes , traspasar con mucho los lími
tes que Constantino no habia hecho mas que tocar , pero
en otras tambien los vemos retroceder ; ellos deshicieron
la obra que aquel principe habia legado á su piedad. Co
sa estraordinaria ! Hay puntos muy importantes sobre los
cuales hallamos mas cristiano y mas adelantado á Cons
tantino que á sus sucesores. Por ejemplo , estos eran im
placables cuando habia necesidad de demoler los templos
y castigar los idólatras ; pero vacilaban ante las escrecen-
cias de la idolatria , el- concubinato y el divorcio.
Tengamos, sin embargo, en cuenta lo embarazosa que
era su posicion ; reinaron en una sociedad que se encon
traba en el límite de dos civilizaciones rivales, y sufrió
todos los efectos de su largo combate. Un impulso pro
videncial arrastraba esta sociedad hácia las nuevas ideas;
pero frecuentemente el poder de las costumbres la impe
lia hácia atrás. Ella habia visto con alegria caer derriba
do al suelo el árbol del politeismo ; pero aun conserva
ba profundamente entrañadas en su seno las raices del
árbol. Para destruirlas en sus apartadas ramificaciones,
hubiera sido necesario gozar de una de estas épocas pa
cificas, en que el poder puede preparar con madurez un
gran cuerpo de leyes. ¿Pero qué otra cosa era el imperio
romano que un mar combatido por las tempestades y que
arremolinaba sus borrascosas olas alrededor de los cos
tados de un navio quebrantado? Por donde quiera ve
nian á asaltarle las naciones bárbaras; las invasiones
destruian su fuerza y enervaban su enérgica centraliza
cion. Las provincias se aislaba.n y recibian en su seno los
I

88 BE LA IHFHiENCIA DEL CRISTIANISMO


bárbaros; se llenaban de elementos contrarios á las me
joras morales ; gran trabajo costaba al poder hacer pe
netrar en ellas la accion de las leyes ; no se conocia este
poder mas que por sus impuestos , sus superintendencias
y sus levas de hombres ; fuera de esto una resistencia de
inercia le arrancaba sensibles capitulaciones.
El mismo poder fija su atencion en el peligro , no se
ocupaba tanto de las leyes cuanto de su propia defensa.
No quiere decir esta que faltasen edictos ni constitucio
nes en estos tiempos desolados ; jamás los hubo en mayor
número, y, necesario es confesarlo, algunos de ellos lle
vaban el sello de una profunda sabiduria ; pero cuando
yo hablo de leyes , no fijo mi atencion en estos espedien
te» de circunstancias; mi pensamiento se dirige á los
grandes códigos que reasumen en un vasto plan la civi
lizacion de una época. ¿Se quiere por ejemplo, saber qué
hace Valentiniano III hijo y pupilo de Placidia (1)? Por
su famosa ley sobre citas abandona el cuidado del dere
cho civil á jurisconsultos muertos en el siglo III ; á Pa-
piniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino (2). Quiere
que los escritos de estos tengan fuerza legal en los tri
bunales! Ahora preguntamos nosotros: ¿Estos juriscon
sultos, por eminentes que fueran, no estaban muy atrasa
dos respecto á los adelantos hechos- por la jurisprudencia
en dos siglos? ¿Eran ellos los mejores intérpretes de las
necesidades de una sociedad que elaboraban las ideas
cristianas? ¿El derecho no habia sufrido importantes al-

(II En 426.
(2) C. Teod., de resp. prud.
m EL IVERECHO CIVIL DE LOS ROBANOS. í{3
teraciones en lo concerniente á las personas, la distin
cion de las cosas, los legados, las sucesiones, las obli
gaciones^ las formas sobre todo y los procedimientos? ¿No-
era de temer .que las opiniones de los jurisconsultos clási
cos, dominados por ciertas preocupaciones de su época,
oscureciesen cuestiones que la marcha de la civilizacion
iluminaba con una luz nueva? ¿Los jueces inespertos no
podian ser arrastrados hácia atrás por la autoridad de
este sabio consistorio , cuyos juicios, aunque muy pro
gresivos con relacion á la época en que vivieron sus gran
des maestros , habian sido sobrepujados por do» siglos de
elaboracion cristiana? Seguramente que yo tengo la mar
yor confianza en Bapiniano , cuando se trata de, la 16-
gica del derecho y del desarrollo de las ideas filosófica*
que sé habian hecho en su tiempo señoras de la jurispru
dencia; pero me falla esta confianza en las materias- que
habian conservado con tenacidad el carácter peculiar rob
iñano , y, en este caso creo que la- ley sobre citas produjo-
quizás tanto- mal como bien. Yo le atribuyo , por ejem
plo , en gran parte la persistencia del divorcio , del con
cubinato, del casamiento no solemnizado, de la esclu-
sion de las madres como tutoras, etc. , etc. ,.y de muchas
ideas formularias que sobrevivieron á Constantino y Cons-*
tancio,.á pesar de las tentativas que estos principes hi
cieron, para purgar de ellas a la jurisprudencia. Me ha*
parecido siempre que cuando el derecho se esforzaba por
desprenderse de su vieja base , era , bajo cierto punto de
vista , un contra-sentido y una imprudencia inspirarle un.
génio que podia adherirlo mas á esta base.
90 DE LA IH FLUENCIA DtL CMST1AN1SHO
En cuanto al código Teodosiano , cuya redaccion fué
ejecutada desde 429 hasta 438 por los consejeros de Teo-
dosio el Joven , me ha parecido siempre que es una obra
precipitada y llena de vacíos. El espanto de -una sociedad
que temblaba á la aproximacion de los hunos ¿podia pro
ducir otra cosa que el caos (i)? Este código, por otra
parte , no tuvo el objeto de formar un cuerpo de derecho
completo; no fué mas que una simple compilacion , por
orden de materias , de las constituciones de los empera
dores cristianos desde Constantino basta Teodosio el Jó-
ven y Valentiniano III. Ningun pensamiento creador ^e
nota en él , y sus autores do demostraron mas que un tra
bajo de investigaciones puramente material y con fre
cuencia defectuoso. Por lo demás, aqui es donde &e es
tudiará con curiosidad el dualismo del elemento romano
arrojando- sus últimos fulgores , y de la equidad asociada
en adelante á la fortuna del cristianismo. La sabiduria
itálica lucha por conservar todavia lo que le resta de sus
antiguos privilegios; reclama su libertad del divorcio y
del concubinato ; defiende la agnacion (2) , las leyes Pa-
pia (3) , y el j<us liberorum , el salir de la familia por
k emancipacion , y el sistema de sucesiones fundado so
bre la potestad. La equidad, que aun no conocia sus fuer
zas , coushmte en transigir , hace concesiones , pero sus
tratados de paz se asemejan á los que Atila arrancaba al
i " . • ' ' '.
(1) Epoca-de lai invasiones de Atila. Gibbon , t. IV, pig. 256. Cha
teaubriand, t. II, pag. 124. ,
(2) Patsim.
(t) L. II , C. Tcod. , dt inoff-. dotibus , etc.
EN tti DERECHO CIVIL BE LOS ROMANOS. W
débil Teodosio (1); todos roban al viejo derecho algunos
de sus girones , y preparan la crisis que- volcando al
idolo de su pedestal , dejará únicamente sus restos sobre
la tierra.
(1) El tábido que Atila impuso i Teodeclo ua rescato j. tribato anuaie*.
Gibü. , t. IV , pij. «70.
92 DE LA IMPLUENCIA DEL CRISTIANISMO-

CAPITULO VII.

Justiniaao.

Justiniano (1), dice Bossuet, habia vuelto alguna-


fuerza al imperio. Mientras que Belisario y Narses brilla-
bán por su valor, Triboniano y Teófilo preparaban la
refundicion de las leyes. Justiniano fué amante de la
gloria , jamás podrá destruirse la qne alcanzó al gran le
gislador.
Sé cuanto se ha dicho de él con relacion á este
punto. Han sido objeto de vivas censuras (2) la mobilidad
de sus ideas, las jactancias orientales de sus consejeros,
su ignorancia de las antigüedades históricas del derecho,
y su estilo ampuloso y difuso. Se ha criticado tambien la
forma de sus compilaciones; el empleo mal dirigido de
los materiales, y la desapiadada direccion de las obras
maestras-del siglo III consumada por Triboniano con el
orgullo de un innovador y la infidelidad de un falsario.
Yo conozco la justicia de estas reconvenciones; pero ¿lo
confesaré? el derecho del que Justiniano ha sido el intér
prete, me parece muy superior al que se admira en los
escritos de los jurisconsultos clásicos del siglo de Alejan»
dro Severo. Yo abandono la forma á quien quiera con
denarla* ¡Que no tenga piedad el arte para una obra que-
tan á menudo lo insultarPcro el fondo de esta obra es es-

(I) Consultad el retrato de este principe por Gibbon. t. VIII, p> 164.
(SJ V.. El anti- triboniano de Hetmán.
EN Et DERECHO CIVIL DE LOS ROMAHOS. 93
celenle: él sobrepuja el derecho de la época clásica como
el genio del cristianismo sobrepuja el génio del estoicis
mo. Casi siempre aproxima Justiniano el derecho al tipo
sencillo y puro que el cristianismo le ofrecia. Justiniano
ha hecho por la filosofía cristiana lo que Labeon y Gayo
habian hecho por la filosofía del Pórtico ; tiene sin duda
menos arte que estos, pero posee mas firmeza y perse
verancia. Hé aquí su mérito inmortal.
Justiniano fué un innovador resuelto: el génio griego
eclipsaba en él el génio romano , el teólogo dominaba al
jurisconsulto, y de aquí nacen sus defectos y buenas cua
lidades. Era sutil, verboso, disputador; pero un buen
sentido natural, sacado de los manantiales de la filosofía
cristiana, prevenia las argucias del sofista. La vieja origi
nalidad romana y su material pesado y compuesto le pro
vocaron amargas mofas. El hombre de Constantinopla, el
representante del siglo VI no concedia nada á estos siste
mas gastados y desprovistos de conformidad con las cos
tumbres contemporáneas. Constantino los habia respeta
do únicamente porque aun no habia matado el cristianis
mo su espíritu; pero ya no existian estos motivos de mira
miento. Dos siglos qne habian corrido desde la fundacion
de Gonstantinopla habian descompuesto el elemento de la
ciudad romana. El mundo no pertenecia ya á Roma; la
fé católica lo habia conquistado; llegado era el tiempo
de concluir con la idolatria del derecho estricto , qne no
habia hecho mas que retardar considerablemente el des
arrollo del derecho natural. Justiniano atacó frente á
frente al derecho estricto y le dió caza en todos los re
94 DE LA INFLUENCIA DEL CR!STIAKlSMO
ípliegucs dela jurisprudencia, con provecho dela equi
dad; su noble ambicion de legislador fué arrancada dela .
silla curul, como su mezquina vanidad de hombre habia
hecho descender á Teodosio de su columna de plata (1);
esto esplica su trabajo destructor de las obras de los Pa-
pinianos, los Ulpianos y otros grandes intérpretes del si
glo III. Justiniano tomó de estos libros todo cuanto le
pareció referirse al derecho cosmopolita y desechó cuan
to iba sellado con un carácter estrictamente romano; aco
modó de buen ó mal grado , aun haciendo alteraciones
en el testo, sus ideas á ideas mas adelantadas; á un de
recho mas sencillo, mas equitativo, mas filosófico que el
que habian esplicado ellos. Al obrar de este modo faltó
tal vez al respeto debido á los grandes genios; pero el
fin que se propuso era bueno y loable; quería libertar la
jurisprudencia del siglo VI de una tutela retrógrada; cris
tiano y hombre de su época, se atrevió á arrancar de raiz
un pasado aristocrático y pagano. Entonces se adormeció
por largo tiempo en casi todos los puntos de la jurispru
dencia el antagonismo que la habia dividido.
La conclusion de esta lucha está señalada por memo
rables testimonios; por ejemplo, la igualdad reina en las
personas y en las cosas; borra las diferencias entre todos
los libertos; nivela las clases libres, al par que mejora la
suerte de los esclavos, y no hace ya distincion entre el pa
rentesco masculino (agnatio) y el parentesco femenino
(cognatio) que produce la disolucion de la familia roma
na. Justiniano coloca bajo las mismas bases las cosas
E!t EL llERECHO ClTO D£ LOS ROMANOS. 9»
mancipi y nec mancipi, produciendo la disolucion de la
propiedad romana; en consecuencia acaban las diferencias
entre la propiedad civil y la propiedad natural; y entre
el derecho de usucapion , patrono de la Italia, y el dere
cho de prescripcion, patrono del género humano (i). Las
ideas de Constantino sobre los peculios se generalizan, y
los derechos de los hijos de familia se aumentan por es
te medio (2) ; las hijas y los nietos son igualados con los
hijos para las condiciones de la desheredacion (3). El po
der que habia sido la única base de la sustitucion ejem
plar, cede su puesto á los lazos de la sangre y de la afec
cion fi). Desaparecen las ficciones; la emancipacion cesa
de romper el nudo de la familia y la familia civil se con
funde bajo este nuevo punto de vista con la familia na
tural. Roba la equidad á la adopcion los derechos exaje-
rados que el derecho civil le habia concedido; y ordena
no continúe siendo estraño á sus propios padres el adop
tado, sin conceder al adoptante todos los derechos del po
der paterno de que disfrutaba (5). Las formas minuciosas
y sacramentales son proscriptas de los testamentos, las es
tipulaciones, los procedimientos, etc. La queja de inofi
cioso que por un ardiente amor á la lógica atacaba al tes
tamento en su existencia misma, se limita ¿hacer reduc-

(1) L. únic., G. d$ usucap. transf. L. Ú.U., C. de praescript. long. temp.


(i) Víase despues el capitula sobre ei poder paterno. Intl., $. 8, de Htlit.
test.
(3) Inst., de líber- exhered.
(*) L. IX, C. de impub. el aliis subst.
(5! Inst. de adopt. >
9(i DE XA. INFLUENCIA
- DEL CRIST1AMSMO
tibies sus disposiciones (1). Las diferencias entre los le
gados per damnationcm, per vindicationcm, per prceceplio-
netn et iinendi modo, se destruyen confundiéndose todos ' •
los legados en una asimilacion que la razon inspira (2);
aun hay mas; los fideicomisos se igualan con los legados
y producen efectos directos. El privilegio de que gozan
los soldados , de aceptar una sucesion bajo beneficio de
inventario, se estiende á todas las clases (3J. Justiniano
echó por tierra la armazon de las leyes caducarias ya des
mantelada por Constantino (4); dió á las mujeres gran
des garantías para la conservacion de sus dotes y creó en
su favor una hipoteca general tácita. El interés del dine
ro que antes de su reinado habia llegado casi á un 12
por 100, lo hizo bajar á un 6 por 100 (5).
Pero por grandes que sean estos progresos y otros in
finitos que seria difícil enumerar, nada es comparable á
la teoria de las sucesiones que se debe á Justiniano; ella
sola bastaria para inmortalizar su nombre y desarmar sus
detractores ; reservamos ocuparnos de ella en un capi
tulo á parte.
No es esto decir que Justiniano, rompiendo con el
pasado, haya siempre impreso á sus obras un carácter-
tan nuevo y tan original como el que se descubre en su
teoría de las sucesiones. El derecho , á pesar de sus atre-

(1) L. XXX, C. de inoff. test. »'


(2) C. com. de legatis.
EN EL DESECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 97
vidas recomposiciones, se resiente aun en algunas par
tes del vicio de su nacimiento , y la idea estraña de ser
virse de materiales viejos para rejuvenecerlo , deja inco
herencia en sus partes , y hace conserve algunas señales
de su primer origen. Se conoce que la equidad no ha
trabajado sobre un campo llano , y que lejos de adherir
á ella el edificio de la antigua legislacion , ha procurado
en cuanto le ha sido posible adherirse á este edificio.
Falta, pues , al derecho de Justiniano el primer im
pulso , y en ocasiones se descubre en él con sobrada cla
ridad la elaboracion, algunas veces trabajosa, de sus
transformaciones. Pero á pesar de haber pagado Justinia
no su tributo á una época de decadencia intelectual, ha
probado que la antorcha de la razon humana no se habia •
apagado con el decaimiento de las letras griegas y las
ciencias paganas. Puede decirse que él ha purificado, ra
cionalizado el derecho , elevando el código- civil á un
nivel que ha podido traspasar solo despues de trece siglos
de preparacion y de pruebas , y mientras que en tantas
materias la sociedad caminaba hácia la barbarie , él hizo
marchar de frente uno de los ramos mas importantes del
gobierno de los hombres. Todo esto dimanaba de que el
cristianismo era el alma de sus trabajos , y mientras esta
luz divina nos esclarezca , no hay que temer ningun
eclipse central en Ja civilizacion.

13
PARTE SEGUNDA.

CAPITULÓ l.

Objeto de esta segunda parte.

Después de haber seguido al cristianismo en sus influen


cias generales, ya directas, ya indirectas, debo penetrar
en la historia de los hechos particulares que han sido
sometidos á su accion mas especialmente. Este será el
objeto de la segunda parte, en la cual hablaré dela
esclavitud, del matrimonio, de los impedimentos por cau
sa de parentesco , del divorcio , de la celebracion reli
giosa de las nupcias , del concubinato , del poder pater
no, de la condición de las mujeres y de las sucesiones.
E1 cristianismo ha sido en todos estos puntos el poderoso
auxiliar de las ideas de civilizacion y de progreso , y es
interesante estudiar como ha acelerado su accion en la
sociedad romana. .
100. DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO

capitulo n.

." De la esclavitud..

Hemos demostrado anteriormente cuál era la teoria


que sobre la esclavitud existia antes de Séneca. Hemos
visto, que hasta la época en que el cristianismo empezó á
inculcar en los espíritus el principio de caridad , los se
ñores romanos abusaban de sus esclavos con los mas
horribles tratamientos. «Nuestros esclavos son nuestros
enemigos,» decia Caton (1), palabras crueles que servian
de escusa á todo cuanto puede inventar de mas odioso la
tiranía doméstica. Q. Flaminio , senador, hizo dar muer
te á uno de sus esclavos sin otro motivo que el de procu
rar un nuevo espectáculo á uno de sus cortesanos que
nunca habiá visto matar un hombre (2J. Políon, amigo
de Augusto , hacia arrojar á sus esclavos á los viveros
para que sirviesen de pasto á las gruesas murenas que en
ellos mantenia (3). j Estos derechos gozaban los señores
con sus esclavos ! Si alguna vez, en un dia afortunado, el
esclavo complacia al árbilro de su destino , ya dándole
una buena nueva , ya haciéndole un servicio señalado,
le era permitido, por escepcion , reunirse con algunos
amigos en un gozoso festin , compuesto únicamente de

(1) Séneca lo refuta, caria 47.


(2) Plutarco, vida de T. Flaminius; Bodin, p. 38.
(3) Séneca, de ira, lib. III, c. XL.—üe clemtntia, 1, 18. Plin., lib. IX,
c. XXXIX. Dion, U. 54, Bodin, p. 38. •
ÍN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. lt)l
higos, nueces,* habas, aceitunas y algunos restos de pas
tel (1). Los placeres del esclavo jamás pasaban de aqui;
sus sufrimientos no tenían limites. _ • • '
Segun Bodin (2), Neron fué el primero que concedió
facultades á un magistrado para que conociese de las*
quejas de los esclavos por los excesos de sus dueños. El
amigo del liberto Narciso, el patrono de todos los que
habian gemido antes en la esclavitud , mas poderosos en
su corte que Burrus y Séneca , babia esperimentado há -
cia sus compañeros la piedad de Trimalcion (3). En me
dio de las saturnales* del palacio imperial , de las orgias
en que el desenfreno nivelaba todas las clases, los escla
vos habian encontrado un protector en el tirano de todos
los ciudadanos; pero todo induce á creer que sus órde
nes tuvieron poca eficacia (4J. Las quejas de Sénecavnos
revelan la arrogancia de los amos y la miseria.de los es
clavos , peor tratados que las bestias de carga (5). Mien
tras que el señor está en el combite muellemente tendido
con sus amigos , llenando con ansia su estómago ya satis*
fecho (6), el rebaño de esclavos lo rodea ; el uno limpia
las salibas; el otro recoge el vómito de los convidados, á
quienes la embriaguez ha reducido á un estado deplora- '
• •.
; (1) Véase el Stiehut de Plauto, aet.lV.se. 1; act. Y.se.S (edil Panck..
t. IV, p. 348 y 388).
(3) De Séneca, de benef., lib. III, 2g.
• (3) Fetronio le hace decir: «Amici et serrl nomines sunt, et seque unum '
¡aetem biberunt. Me salro, eito aquam liberam guslabunt.» (Sátyric., 71).
(4) Esta es la obserracion de Bodin.
(5) Carta 67. * - •>
(6) Ingenti aviditate, dice Séneca (lug. eit.) '
102 DE LA 1KFXUENC1A DtL CrUSTlAUlSMO
ble; un tercero sirve el vino; está adornado como una
mujer; la edad quiere en vano hacerlo salir de la infan
cia, pues lo detiene en ella la fuerza: una afectacion odio
sa hace desaparecer el vello de su cuerpo , y quedar el
¿litis terso como el de un niño : condenado á velar du
rante toda la noche, es preciso que comparta el tiempo
entre la borrachera y la lascivia de su señor:- In cubiculo>
vir , in convivio puer est. Infelices de estos seres desgra
ciados si pronuncian una sola palabra , si hacen siquiera
un solo movimiento de lábios (lj; el látigo ahoga el mur
mullo y no perdona una tos involuntaria , un estornudo,.
el hipo ó el mas ligero movimiento, pues estos son otros
tantos crímenes que deben ser castigados con golpes.
Los esclavos pasan toda la noche en vela , permanecen
de pie, sin comer, en silencio y con una impasibilidad
que asombra.: la menor queja seria terriblemente cas
tigada.
Séneca trazaba con la energía de su pincel, los abu- *
sos de la autoridad , y llamaba á los señores al cumpli
miento de los deberes naturales. Colocado en medio del
cristianismo y de la filosofía estoica , enseñaba á los ro
manos máximas de igualdad y de dulzura que solo se
hallaban en el Evangelio (2) ;- pero su lenguaje no era.

(1) Movere labra (Séneca , lug. eit.)


(i) Quid est equu ronumut, aut libtrtinut, aut smtusT nomina ex am
bicione , aut ta injuria nata', subsilire in castana ex ángulo potest (let 83).—
Servi suot; imo nomines (I. 47).—Iisdem seminibus orlan (L *7).—Servu»
esl! fortaue liber animo [id).—la ttno§ superbtitimi , erudelissimi, con~
tumeliotitsimi tumut (id).—Eadenrocanibas principia, eaden origo (Bentf.,
lib. III, 18) —Corpora obnoxia sunt et adscripta domiDist mtns quidem muí
KM EL DERECHO CIVIL DE tOS HOMAROS. 403
comprendido, y temia que lo acusasen de querer destruir
la autoridad de los señores, escitando los esclavos á la
revolucion (1).
Otra voz se dirigia al mismo tiempo, no ya á algunos
talentos cultivados , sino á las masas, traduciendo al len
guaje popular las ideas evangélicas que se reflejaban en
Séneca. San Pablo, en nombre de la religion, mandaba
á los señores que tuviesen afecto á sus esclavos. «Y vos
otros, señores, decia en sus discursos llenos de caridad,
mostrad afecto á vuestros esclavos ; no los trateis con
dureza y con amenazas; sabed que tanto los unos como
los otros , todos teneis un dueño comun en el cielo , que
no distingue entre las diferentes condiciones de las per
sonas (2).
Y en otra parte: «Vosotros, señores, dad á vuestros
servidores lo que la equidad y la justicia exige de vos
otros , teniendo entendido que lo mismo que ellos teneis
«n Señor en el cielo (3).» ¿Será tal vez al movimiento
de las ideas estoicas y cristianas combinadas , al que es
preciso atribuir la ley Petronia , que se cree hecha en
tiempo de Nerón (4), y que prohibia á los señores entre-

juris (Bentf., III, 28).—Sic cum inferiere viva», quemadmodum tecun»


«uperiorera relies vivere (Carta 47).
(I) L. XLVII.
(t) A los Efes., c. VI, 9s
(3) A los Coloss., c. IV, 1.
( (4) Año de Roma de 814-; véase á Póthiery Godefrof sobre la ley XI,
S t , D. ad l. Juliam. Cornel. de Sicariit. M. Hugo y M. Haubold la
colocan bajo el reinado de Augusto, con el pretesto de que en tiempo de
Neron no hibia ra plebiscitos ni leyes. La Azon me parece poco decisiva. En
el reinado de Tiberio se dió la ley Norbana, en el de Claudio la ley Cfcwt
104 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
gasten sus esclavos para combatir con las fieras?
Sin embargo, este no era mas que el primer paso,
pues no se atacaba uno de los mil medios por los cuales
el dueño tenia poder para disponer de ^a vida de su
esclavo.
Un siglo despues, la religion cristiana, en su marcha
progresiva , habia favorecido á la filosofía y dulcificado
por este mediola dureza de las ideas. Entonces es cuando
todo cambia en la jurisprudencia con relacion á la escla
vitud : el derecho de vida y muerte se transfiere al ma
gistrado ( i), y el derecho de correccion, conservado al
dueño, debe sujetarse á reglas mas humanas (2): un ma
gistrado, el prefecto de la ciudad , es el encargado de
vigilar este poder (3).
Digno era de Constantino confirmar y dar estension
á estas sábias reglas. Su constitucion de 312, es bas
tante curiosa en tanto .cuanto nos da á conocer escesos de
crueldad inauditos. «Que cada señor, dice el empera
dor , use de su derecho con moderacion , y que sea con
siderado como homicida si mata voluntariamente á su
esclavo con palos ó con piedras ; si le hace con dardo he

dió, >i por qué no habia de darse en el de Neron la ley Petronial ¿Por otra
parte , esta palabra lex, en tiempo de los emperadores, debe tomarse en su
primitiva acepcion? ¿No llama Tácito lex- al Senado-consulto macedoniano?
(1) Godefroy sobre el C. Teod. da emend. servor.—Pothrer , Panck,
|. I, p. 19, núm. 3. Gibbon, t. 1, p. 151.—Este cambio debe atribuirse a
Adriano y á Antoníno el Piadoso. Un señor podía , sin embargo, dar muer
te & un esclavo en legítimi defensa , ó en el caso de sorprenderlo en el lecho-
con su mujer ó hija (L. XX y XXI. D. ad leg. Cornel. de sicariit).
(i) Gayo, Com, I, 53, y 1. 1. ad leg. Comel. de sicariü.
(3? V. el D. de officio preef. wrW*;
EN EL DERECHO CIVIL DB. LOS ROMANOS. í'05
rida mortal ; si lo cuelga de un lazo ; si por una orden
cruel lo obliga á morir; si lo envenena ; si hace desgar
rar su cuerpo por las bestias feroces ; si quema sus miem
bros con carbones encendidos, etc., etc. (1)»
Es un punto en que no discrepan los historiadores,
el considerar eminentemente cristiano él pensamiento
que dictó esta idea de humanidad ; y es indudable qúe
se encuentra en el favor que concede Constantino á las
manumisiones. El fué quien estableció la manumision en
la Iglesia , en presencia del pueblo- y con asistencia de
los obispos que firmaban el acta (2J. La manumision del
esclavo parece en Constantino como el resultado de un
sentimiento religioso: religiosá mente.
Los clérigos recibieron eJ privilegio especial de dar
libertad plena (3) ásus esclavos, por pura concesion ver
bal, sin solemnidad y sin acto público. Esta concesion
fué tanto mas eficaz , cuanto que los clérigos, mas imbui
dos en los principios de la caridad cristiana,, eran lleva
dos á señalar por manumisiones su espíritu de fraterni
dad. El sabio Godefroy ha hecho esta observacion , y la
justifica con los escritos de Lactancio (4).
Estas hermosas leyes de Constantino han hecho decir
á M. Chateaubriand, que sin el desorden del tiempo
«habrían sido causa de que de una sola vez se hubiese

(I) L, IX, C. Teod. deemend. ser.vor. I. un. C. i. id.


(») L. I y II, C. J. de his qui in Ecclesia, y C. Teod., lib. IV, t. VII.
' (3) Godefroy insiste sobra esta misma circunstancia (C. Teod., de manum
in Ecclesia.
[i) Lug. cit. Se cita el texto de este autor, lib. V, c. XV, 16.
14
406 US LA IHFLUWCIA DEL CRISTIANISMO
manumitido una gran parte de la especie humana (1).»,
Añadamos tambien que una transicion de esta nata-
raleza no habria podido verificarse de una manera vio
lenta , sin haber llegado á ser una calamidad para los
mismos á quienes la libertad se prodigaba. Bodin ha
notado que las manumisiones fueron tan numerosas en
esta época, y hechas á veces con tan poca reflexion, que
los pueblos se vieron llenos de un gran número de libertos
que no disfrutaban de otro bien mas que de la libertad. De
aquí resultó una agravacion al pauperismo, esta llaga
del Bajo-Imperio, que obligó á los emperadores á formar
reglamentos sobre la mendicidad (2), y á crear, á peti
cion de los obispos (3J, hospitales y establecimientos de
caridad que Juliano Apóstata envidiaba á los cristia
nos (4).,
De cualquier modo que se considere este impulso
dado por Constantino á las manumisiones en nombre de
la piedad , es tanto mas notable , cuanto que está en con
tradiccion con la política que babia dominado durante el
reinado de Augusto; política cuyo fin habiasido poner
freno á las manumisiones, que desde el tiempo de las
guerras civiles (5) habian inundado Alas legiones y al-
(1) Ensayo hist., t. I,p. 308.
(i) C. Tcod. y Cód. Just., de mendieant..
(3) C. de episcop. (passim).
(*) Bodin, 1. I, c. V, p. 62.
- (5} Debe consultarse a Apio (de bel. civil., I. 17) sobre el gran número
de esclaros que llenaban la Italia en esta época; alii se rerá a los tnos ha
cer traicion a sus señores proscriptos (I. 10, 22, 29 , 39, 51, 72); mientras
otros Ies daban pruebas de la mas loable abnegacion (I. 73,. y. IV, 19, 26,.
29, 42. 4*),.
IK EX OEItECHO CIVIL DE LOS HOMAROS. 107
terado la sangre pura de la ciudad romana (1)-.
Las leyes, dadas durante su reinado, habian fijado
condiciones de edad para las manumisiones , habian
creado en el patrimonio servil del señor una cuota dis
ponible por testamento al lado de una de que no podia
disponerse: cierta clase de esclavos habian sido declara
dos incapaces de entrar en la clase de los ciudadanos (2).
La manumision les concedía una libertad ignominiosa y
restringida como la que disfrutaban los pueblos dediti-
cios , cuyo nombre infamante llevaban (3). Bajo Tiberio,

(t) L. ¿¡lia Sentia (año de 757 de Roma), reinado de Augusto (Suet. in


Augutt., c. XL), y ley Fusta Caninia, año de Roma 761.
1.* La ley Mlia Sentía/ Estaba prohibido por esta ley emancipar á un
esclavo menor de 30 años; en el caso en que tuviese menos de 30 año», la
emancipacion no podia valer sino en cuanto se hubiese hecho por una justa
causa, por la vindicta y coñ autorizacion de un consejo (Ulp., Fragm., t. I,
§. 12. Gayo, lib. I. §. 18, 19 y sig.;
Si durante su servidumbre, un esclavo babia sido encadenado-, marcado
con un hierro candente, 6 interrogado por un crimen de que se le habia con
vencido, la emancipacion menos solemne y regular que su señor le daba no
podia hacer de ¿I un ciudadano romano; se le colocaba en el número, d*
los deditiees (Gayo. I, g. 13 y sig.) • 1
La ley prohibía ademas las emancipaciones que se hacían con fraude de
los derechos de los acreedores; y no permitía que un señor, menor de JO
años, pudiese emancipar de otro modo que por la- vindicta y con la autori
zacion del consejo (Ulp., Fragm., I. I, g. 13).
S." La ley Fusia Caninia fijaba ej número de esclavos que se podia
emancipar ppr testamento, y creó una porcion disponible, á fin de poner
un freno á las inmoderadas emancipaciones que, por acto de última vo
luntad, hacían los romanos inspirados del vano orgullo de hacer siguiese su
convoy fúnebre una hilera de libertos adornados con el gorro de la liber
tad. (Dlon Cassius, IV, 24. Suet , in Aúg., e. XL..Gaj[p, 1, §. 42. Inst.
Just., 1. I, t. VH. Ulp., Fragm., 1, g. 24).
(2) Los dediticios. Gayo, lib. I, g. 26.
(3) Pcísima libertas, Gayo, Com., lib. I, §. it. Inferior libertas, dica
108 DE LA INFLUENCIA MIL CRISTIANISMO ,
la ley Junia Norbana (1) habia colocado en un rango
inferior al de ciudadano romano , todos los esclavos ma
numitidos, sin atender á las formas solemnes, como la
vindicta, el testamento ó la inscripcion en los registros
del censo (2). Los asimiló á los peregrini y los llamó
Latini Juniani, porque solo disfrutaban una pequeña
libertad (3), y no tenian otros derechos que los de los
latinos.
Pero las ideas habian tomado otro rumbo en el rei
nado de Constantino. El titulo de ciudadano romano,
despojado de su brillo y prodjgado á todos los vasallos
del imperio , no inspiraba ya tanto interés como para que
se le sostuviese por medio de trabas y de escepciones. La
poblacion disminuia, y era preciso llenar el vacio de las
ciudades , y reclutar hombres libres donde quiera que
pudieran encontrarse. El cristianismo, ademas, hablaba
vivamente á la conciencia en favor de la libertad (4), y
la facilidad dada por Constantino á las manumisiones,
favorecian esta vehemencia (5). Sin embargo, las res-
Justiniano (Inst. de libertinis). V. Cujas sobre el C. de dedit. libert. to-
Uenda, ] Suet. {Aug.)
(1) Año de Roma 778. *
(2) Gayo, lib. I, §. 17, 98, y lib. III, §. 56. TJIp., Frag.,l- I, §• «, 7.
8, 9.
(3) Just., lug. cit.
(4) Puede verse un ejemplo, que aunque posterior á Constantino, de
muestra el espirita del cristianismo (Vida de Sao Bavon , ermitafn, §. 10,
Act. s. ord. S. Bened., t. II, p. 400).
(5) Godefroy baee notar muy bien, que. el principal fin de las constitu
ciones de Constantino, fué hacer se obtuviesen con mas facilidad la liber
tad plena y entera y loi derechos de ciudadanía (t. I, p. 317, sobre el Cod.
Ttod.)
«H EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS.. 109
fricciones en el derecho de manumitir por testamento se
conservaron hasta el tiempo de Justiniano , siendo su
valor mas nominal que positivo. La idea que las habia
dictado bajo Augusto habia alcanzado su Gn , en tanto
cuanto el interés privado le habia servido de auxiliar,
y el espíritn de conservacion unido al amor del poder
dominical , le habian prestado suficiente garantía de que
el dueño se desprenderia de él mas fácilmente despues
de su muerte que durante su vida. Pero este concepta
estaba destruido en su base desde el momento en que las
convicciones religiosas, dominando la cuestion de interés
particular, impulsaban *á los propietarios á cumplir ¡en
vida el voto de humanidad que no encontraba obstá
culos sino en los testamentos. Asi es que Justiniano no
hizo mas que consignar en las leyes lo que la costumbre
habia ya introducido, y abrir á los testamentos la misma
senda de libertad que á las manumisiones inter-vivos (1).
Este principe fué tambien el que borró del cuerpo d^e
leyes romanas la distincion entre los verdaderos manu
mitidos, los latinos junianos y los dediticios, distincio
nes que habian desaparecido de becho en los hábitos de
la vida social (2). La libertad completa fué la conse--
cuencia necesaria de todas las manumisiones, y Justi-

(1) De lege Fusta Caninia tollenda, al C. Véase tambien la lostitata,


el mismo Ululo.
(2) Dice de la libertad de los dediticios: quia nec in xtsxi esse reperimui...
vanum nomen, L. únic., C. de dedit. Ubert. tollenda; y de los latinos: néc
latinorum vero nomen friqumtabatur; Inst de Wertinis, §. 3. V. tambien
el tu. del O." de latina W>. toll.
f(0' DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO .
niano no sola aumentó los medios de manumitir, sino
que tambien los facilitó (i).
Ademas , no habia llegado el tiempo en que la ma
numision general de los esclavos habia de hacer desapa
recer la dura propiedad del hombre sobre el hombre.
Frecuentemente se veia renunciar á la libertad y correr
espontáneamente á la servidumbre (2). El feudalismo fué; .
quien mas tarde tuvo el eterno hon'or de haber dado la
libertad á las clases inferiores agobiadas bajo el yugo de
la esclavitud. Para llegar á este gra'h resultado, ha sido
preciso que el cristianismo , penetrando profundamente
en los espíritus, haya despertad» la humanidad en alto
grado en el corazón delos señores, y que los intereses
generales, por una. feliz reunion de circunstancias , se
hayan puesto de acuerdo con las ideas. Las grandes re
voluciones no se verifican repentinamente, son necesarios
muchos siglos de preparacion para que lleguen á madu
rar. La esclavitud, aunque dulcificada por las costumbres
cristianas y por las reformas humanitarias, subsistia le
galmente y se alimentaba en ¡os impuros manantiales del
tráfico y la conquista (3); el poder de los señores yun
que contenido dentro de justos límites, permaneció pro
tegido por la ley y armado con poderosos medios de con
servacion y defensa; Las mismas leyes de Constantino
lo prueban; estas leyes, que fueron un progreso inmenso
para la época que las vió nacer, nos parecerán quizás*

(1) Inst., lug. eit., y 1. únic. G. de latina Ubert. toll.


(2) Véase el prefacio de mi comentario.
(3) Sismondi, t. I, p. »5> 10*. ...
:

EN Bt DERECHO" CIVIL DI LOS ROMANOS.


rígidas si las juzgamos' bajo el punto -de vista del si
glo XIX. La vara, el látigo, las cadenas, la prision (1)»
se conservan al dueño para que use de estos medios con
discrecion ; y si el esclavo , este ser despreciado (2), mue
re, consecuencia indirecta é imprevista de tales correc
ciones, no debe imputarse nada al dueño. ¡ Dichosos,
sin embargo los esclavos, si el poder dominical se hubie
se contenido siempre dentro de estos límites ! ¡ Pero cuán
tos dueños continuaron practicando los mas crueles tor
mentos!!! Frecuentemente los desgraciados, abrumados
del maltrato, iban á refugiarse á las iglesias, y halla
ban en el lugar santo un asilo tutelar; algunas veces la
desesperacion los llevaba á la violencia, hacian uso de-
las armas, daban la muerte á los clérigos que querian
entregarlos, en cas.tigo de esta violacion del santuario,
y se mataban despues sobre los cuerpos de sus victi
mas (3). Los esclavos maltratados huian casi siempre de
sus dueños , é iban á las grandes ciudades, particular
mente á Roma , á este vasto receptáculo de las grandezas
y de las miserias del tiempo : allí , ocultando su origen
y su fuga , engrosaban la multitud de los mendigos que
permanecian, cerca del Vaticano , y esplotaban la piedad-
caritativa de las familias cristianas (4). En fin , desdé

is L. únic, C. de emend. servor. •


(2) L. únic, C. Teod. de conduct., ó léanse estas filantrópicas palabras:
m urviU face... vilitas.
(3) Socrat. lib. VII, c. XXXIII. Godefroy, sobre el t. del C. Teod. dt
Ms qui ad Eccles. conf.
(4) Valentinlano los arrojó de Boma en el año 382. L. únic, C. Teod. rf*
mtndie. , y Godefroy,
112' DB LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO ,
que el cristianismo propagaba sus sublimes doctrinas de
igualdad » agitaba una fermentacion secreta esta clase
inmensa de hombres despojados de derechos civiles, obje
to del rigor de los dueños, y.ahogados por la miseria de
la mas vil condicion. Ya bajo Dioeleciano los paisanos
galos, reducidos á' la desesperacion, se habian levanta
do en masa bajo ef nombre de Bagaudes , habian desola
do las provincias , incendiado las villas, y cometido gran
des desastres, que son el fruto de las conmociones popu
lares. Se puede creer que los jefes de esta revolucion
eran cristianos, y que su insurreccion fué ocasionada
por los abusos de los principios del cristianismo (1). La

(O Gibbon rechaza esta conjetura, t. H,.p. 317; yo.la creo muy proba
ble, y está apoyada en la vida de San Babolin (Duchesne, 1. 1, p. 662), don-
' de se lee lo que sigue: •
uUistoriografus aulem Orosius in ipsa historia quam de ormesla mundi
composuit, preescriptum raslrum a Maximiano Herculio imperatore solo le-
nus eversum, ac prorsus destructum asscrit. Ideo videlicet, quia Amándui
ei Helianas, cbristianae cultores fidei, nolebant romanis principibussacrile-
gis subdj. Idem etenim Maximianus collecto exercitu Romanorum, juncia
sibi legione mililum thebaeorum, appropiabat ut fundilus dcstFueret castrum
Bagaudarum. Qui juga Alpium curo exercitu transieni, et cirea Octodorum
(estas residens, prscepit omncs ad fanatica sacrificia invitare, et super sa
cra deorum jurare: quod pari animo contra Bagaudarum turbas pugnaren!.
Cetcros vero christianos alicubi repertos ab omnibus decrevit occidendos.
Quod ubi ad aures perrenit Mauricii, legionis thebeae ducit, juberc seilicet
Osarem eos contra chrislianos pugnatum iri, sibi dixit imperanti.: «Nos
pugnare contra impíos scimus, sed díbellare pios et concives penitus ignora-
mus. Tenemos ecce arma, ct non resis'.imus, quia mori magis quam Decí
dete parati sumas.» Sicque percurssoribus laeti cervices prtebuerunt, atque
per tormenta corporum ad coeli gloriam pervenire nieruerunt... Hatñtatores
quoque ejusdera castri, quia erant, ut praalibati sumus , ebristiani, sperneir-
tes pro Dei amore curam corporum, ad regna coelestia transisse credendi
s'unt per martyriutn.»
* ES EL nERECnO CIVIL DE LOS ROMANOS. 113
temeridad de estos bandos indisciplinados ; fué casti
gada sin trabajo por Maximiniano (1); pero las ideas
no perecen fácilmente por *la fuerza , y una agitacion
real, un descontento profundo , sostenido sin cesar, ha
bia brillado de nuevo en esplosion formidable, cincuenta
años antes que la conquista de las Galias por los francos
viniese á dará los ánimos otra dirección (2).

Le Nain de Tillemont (Historia de Diocleciaao, t. IV, p. 500) combate


esta asercion y pretende que los Bagaudas no eran cristianos,* fundándose en
que el cristianismo enseña á defender la fé contra los principes legítimos
con el sufrimiento j no con las armas; cree ademas que no se puede dar
crédito á una crónica hecha en el siglo VII ó antes, etc., etc.
A pesar de estas conjeturas del piadoso historiador, adoptadas por el In
crédulo Gibbon , creo es necesario atenerse a la tradicion da quien es eco
la crónica. Con frecuencia se encuentra mas Tardad en la sencillei de las le
yendas que en la sutileza de loa eruditos.
(1) Gibbon, t. II, p. 317.
(i) Prosper Tiro, año 4U. Sismondi, 1. 1, p. 18, S«, 132.


r

15
fff' M5 LA INFLUENCIA DEIi CRISTIANISMO' * ♦

CAPITULO HL

Del matrimonio.

Al aparecer el cristianismo, el matrimonio era el


contrato menos solemne; el consentimiento bastaba pa
ra perfeccionarlo (1), sin que alguna ceremonia civil 6
religiosa fu.ese necesaria para asegurar su validez. La-
comunidad aparente de habitacion y la posesion de esta
do eran suficientes pruebras de su existencia. Guando
no les era dado álos esposos soportar por mas tiempo el
peso de su cadena, les quedaba el recurso del divorcio.
«¿Qué se han hecho , esclamaba Tertuliano, aquellos ma
trimonios felices que la pureza de costumbres hacia tan
»perfectos, que han pasado mas de quinientos años sin
•que haya acontecido divorcio alguno en la familia? Hoy
y>íos esposos al casarse hacen voto de repudiarse, el divor-,
vcio parece ser un firuto del matrimonio (2).»
' Al acabar la república se adelantó mas. Casi nadie
contraialos lazos del matrimonio, mirado eon disgusto por
los romanos; éfecto de la corrupcion de costumbres, de
lia sumision de las mujeres esclavas y del egoismo produ
cido por las desgracias públicas. Se rodeaba al oglibatode
una especie de consideracion y privilegio. E1 célibe era
un personaje de distincion adulado por todas aquellas al
mas venales cuyo oficio era codiciar las sucesiones, por

(I) ülp., l.XXX.D.de reg. jurU.


EN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 415
todos los cortesanos de la fortuna qne Horacio, ha estig
matizado con el nombre de h'eeredipetes [i). La ciudad,
despoblada por las guerras y las proscripciones , estaba
amenazada de despoblarse aun mas por el desprecio qne
habia caido sobre la institucion que dá ciudadanos al Es
tado. Cesar intentó curar el mal, y Augusto le aplicó re
medios mas eficaces (2). Dió las leyes Julia y Pápiá Pop-
paea, destinadas á protejer el matrimonio y castigar el ce
libato (3). Considerando fueron estas leyes fruto de un gran
sistema de regeneracion de la Italia y que jugaron un-
papel muy importante en el derecho romano hasta Cons
tantino que las derogó por razones de su política cristia
na, debemos detenernos un instante.
Su fin principal fué -honrar y favorecer el matrimo
nio. Para conseguirlo, Augusto empezó concediendo pre-
rogativas al hombre casado; aumentándolas al casado con
hijos , y concediéndolas aun. mayores al que tenia, tres,
hijos»
£1 casamiento proporciona su lugar particular en los
teatros (4). El cónsul que tenia mas hijos tomaba el pri
mero los haces (5) y era dueño de escoger las provin
cias, etc. Por cada hijo se dispensaba un año de la edad'
(I) Y. en Blauto [Milu ijloriosus, acto III, escenas I, 5, y sig.) el elogio
del celibato. Hay tambien un carioso pasage de Petronio relativo al despre
cio de los que educan una familia y el honor de los céli bes sus herederos [Saty-
rieon, c. t6). , -
CS) . Mentesq., Etprit des lois, \, III, lib. XXIII. G. XXL
(3) La ley Julia precedió' a la otra, y puede decirte que fué- refundida .
en ella. • •
(*) Suet. August., c. XLIV.
(5) Aulo-Gelio, II, 15. Heineeciui ai leg, Juliam, lib. II, c. VII.
116 DE LA INFLUENCIA DHL CRISTIANISMO
necesaria gara adquirir el cargo de magistrado (1). Te
niendo tres hijos en Roma', cuatro en Italia ó cinco en
las provincias, se estaba exento de las cargas persona
les (2). La tutela perpetua bajo que vivian las mujeres,
segun las antiguas leyes de Roma , quedaba destruida
para la ingenua teniendo tres hijos, y para la liberta te
niendo cuatro (3).
Podian hacer entre si los esposos donacion de la to
talidad de sus bienes si tenian tres hijos de ambos. Si no
los tenian podian percibir la décima parte de la sucesion
á causa del matrimonio, matrimonii nomine; si tenian
hijos de otro matrimonio podian donarse tantas décimas
partes cuantos hijos tuviesen. Estas disposiciones adqui
rieron vulgarmente el nombre de leyes deeimarias. Au
gusto manifestó públicamente el respeto que hácia ellas
profesaba. Queriendo dejar la tercera parte de sus bienes
á Livia su esposa , madre de dos hijos, por cuyo titulo
le correspondia solo dos décimas partes, hizo que el sena
do le relevase de la incapacidad de la ley (4J.
Aun hay mas:
Para atacar mas directamente el celibato, quiso Au-.
gusto que los que no estaban casados no pudiesen perci
bir nada por el testamento de los estraños. Fué mas le
jos; tratando de favorecer las uniones fecundas , decidió
que los casados sin hijos no recibiesen mas que la mitad
(I) Tácito Annal.. \ib. II, e. LI; lib. XV, c. XIX. Plinio, Épitt.,
lib. VII, ley XVI, a, D. de minor.
• (i) Heineecius, lib. II, c. VIII.
(3) Ulp., XXIX. S. Heinecc., II, c. XI.
(4) Suel., Aug., 101 (edicion Panck., t. I. p SU. 345). '
Eft EL DERECHO CIVIL BE LOS ROMANOS. 117
de la disposicion. Todas las partes caducas en los testa
mentos ó los legados, por incapacidad de. los instituidos,
se atribuyeron á los que, llamados por el mismo testa
mento, tenian hijos (t). A falta de padres los caducos
iban al fisco, ó, como dice Tácito con amarga ironia,
al pueblo romano como padre comun de todos los ciu
dadanos (2). Bajo el imperio deCaracalla, el fisco, im
pulsado por su inmensa afeccion al interés público, . co
noció que la parte que le correspondia no era bastante
buena, y se declaró el único heredero de los caducos (3J.
Las segundas nupcias no solo se recomendaban, sino
que se ordenaban (i). . -' -
Los padres que negaban su consentimiento para el
matrimonio de sus hijos eran apremiados por los magis
trados (5).
Se permitió á los ingénuos que no eran senadores se
casasen con las libertas; grande alteracion de- las anti-
guas costumbres (6). •
Se procuró remediar los divorcios sobrado frecuen
tes (7J. Se restringieron los impedimentos fundados sobre
la afinidad (8j, y se reputaron como no escritas las condi-

(1) Gayo, II. 276. Este aulor sirve para rectificar a Montesquieu, que ha
cometido un error.:
(2) ¿nnal., III, 18. -
(3) Ulp., XVII.
(i) Ulp., XIV.
(5) L. IX, D. de ritu nupt.
(6) . TiLLiy., XXXIX, 19.
(T) Heil., lib. II, c. XVIII.
(8) w. • : .
118 M il lNFLUmCIA DEL CRISTIANISMO
•ciones de no casarse impuestas en los testa meólos y ma
numisiones (1).
Tales fueron las principales combinaciones dé las le
yes Julia de Maritandis ordinibus, y Papia Poppaea. Ellas
.atacaban álos romanos por su parte débil, la* avaricia.
Jamás fueron populares (2). Tenian por otra parte ma
yores inconvenientes. Hacian intervenir al fisco con sus
-ásperas tendencias y el cortejo nefasto de los delatores en
Jos negocies de familia (3). En fin, convertian el casa
miento en una especulacion, en un tráfico. Se contraia el
matrimonio, se tenian hijos, dice Plutarco, no con ob
jeto de tener herederos, sino con el de adquirir heren
cias (4) ; palabras profundas que cita Montesquieu sin
observar que con ellas acusa no solo las malas costumbres
de los romanos, sino las leyes que producian las costum
bres; leyes cuya buena política admiraba sin embargo
su génio!
Si hemos de oreer en esta materia á Juvenal , oiga
mos las palabras que pone con descarado lenguaje en bo
ca de una complaciente adúltera.
«¿De qué te quejas, ingrato? Ya eres padre ; por mi
» alcanzas los jura parentes; por mi podrás ser instituido
•heredero, recojerás los gratos emolumentos de los cadu
ceos (e< dulce caducum); y si llegas á tener por mi tres hi-

(I) V. Montesq., lug. eit.


' (i) Tácito, Ánnal., lib. III, 38.
(3) Id.
(4) D«i amor d« lot padret.
m EL BERECnO CIVIL DE LOS KdMAltOS. 149
•jos en tu casa, ¿cuántas ventajas te esperan superiores
•i las de los caducos (1)?»
¡Qué costumbres! ¡qué sociedad!
En este estado de cosas, apareció el cristianismo, en- '
«ontrando el casamiento degradado por la avaricia, man
chado en lo que tiene de mas santo por el amor del lu
cro, y reposando, politicamente considerado, sobre la ba
se del interés. Pero el cristianismo no se habia instituido
para permanecer mero espectador de semejante degrada
cion. Segun sus principios, el casamiento debe ser el re
sultado de una vocacion libre; la union del hombre y de
la mujer se purifica con el fuego de la gracia, por la
asistencia del espíritu divino , y se eleva hasta el cielo
con la dignidad del sacramento (2). La ley Papia, desde
este punto de vista sublime, no es mas que el olvido de
las vias de la Providencia (3) y un condenable materia
lismo. Debian, pues, ser destruidas las leyes de Augus
to, cuya derogación era un preliminar necesario para la
regeneracion del matrimonio. Constantino comprendió
este pensamiento, y suprimiendo las penas contra los céli-
* .• •
(1) «Jim parter es: dedimus quod faraae opponere potáis. .1
•tura parentit haber, propter me ¡criberis hwres;
tLegatuh omne capit, necnonet dulce cadueum.
«Comoda pratereajngentur multa cadacis
«Si numerum, si tres implevero » . .
(Satir. IX, Teri. $3).*
(2) San Mateo, C. XIX, núm 11: «Todos no son capaces de esta resolu
cion (de casarse) sino aquellos solamente a quienes se les ha concedido de lo
salto.»
(3) Sozomene, Bitto. eeUeiait., lib. .1, c. IX, p. IT.
4 20 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
bes, sustituyó al sistema pagano, fundado en el interés
pecuniario , el sistema cristiano y verdaderamente mo
ral de la libertad en el casamiento (1).
Algunos autores, Montesquieu entre ellos, opinan
que no fué otra la intencion de Constantino, que prote-
jer por medio de la ley la virtud de la continencia, con
siderada por las almas contemplativas como el modelo
de la perfeccion cristiana. Aunque juzgo fué mas estenso
el plan de Constantino , no negaré que el celibato adqui
rió gran realce á los ojos de los cristianos, y que el ejem
plo de Jesucristo alentó un gran número de almas ar
dientes á renunciar, por via de mortificacion, á la union
legitima de ambos sexos. Bajo el reinado de Constantino
fué cuando se formaron las primeras asociaciones de soli
tarios que hacian voto de renunciar a todos los placeres
terrenos (2). El principe admiraba el despreció que les
inspirábalas cosas del mundo, y su voluntario y subli
me destierro de la sociedad f3); no puede contradecirse
por tanto que él quiso honrar este género de vida que pa
recia realizar la filosofía mas elevada, con la abolicion de
las leyes caducarias. Pero examinar solo bajo este punto
de vista la cuestion no es conocerla: Constantino destru
yendo los obstáculos puestos por Augusto á un celibato
voluptuoso, muy diferente de la oscuridad cenobítica,

(t) L. I, C. Theod. de infirmand. pan. caslib., y C. Justinianeo, el mismo


titulo.
(2J Gibbon, t. VI, p. 469, habla de las proposiciones de este príncipe á
San Antonio, fundador de la vida monástica en Egipto.
(V Véase Godofredo, en la ley. I, C. Theod. de infim. peen ecelib.
EN EL DERECHO CITIL DE LOS ROMANOS. 121
•conseguia un doble resultado: concedia por un -lado sa

tisfaccion á la vida solitaria y mortificada, y purificaba


'por el otro la causa del matrimonio: volviéndole su li
bertad lo colocaba bajo él amparo de usa vocacion di
vina, y concordaba el espíritu de la ley civil con el ca
rácter que la ley evangélica babia impreso al mas solem
ne y mas importante acto de los de la vida civil.
Constantino, temiendo los halagos conyugales, no ha
bia alterado las leyes decimarias que regularizaban ta
estension de las donaciones entre los esposos segun el nú
mero de hijos (l). Teodosio el Joven dejó en absoluta in
dependencia la afeccion de los esposos (2) derogando es
tas leyes (3) , convencido de que el mejor medio de favo
recer el matrimonio era no contener los sentimientos de
ternura recíproca que debía desarrollar (4).
Se vé, por tanto, que semejantes innovaciones tras
tocaban completamente el cúmulo de leyes memora
bles, oonsrderádas por los emperadores paganos como la
base de su imperio. Los principes cristianos hacian su
ceder á la política fundada sobre el interés, un gobier
no que reconocia como sus principales móviles la libertad
y la afeccion natural. Justiniano coronó esta obra , aña-
diendo la igualdad; declaró válidos todos los matrimonios

(1) L. I, C. Theod, de infirmand. pan. ctelib., j Polh., Pand., t. II,


p. 155.
(4j L. II y III, C. Theod. de jure liberor.
(3/ Quantum superstes amor exegerit, 1. II, C. Theod. de jure Ubtrar.
(i) Teodosio dice formalmente en la ley última., C. Theod. de legis. has-
red., que taina sido el fin de la ley II, C. Theod. de jure liber. ul matbimo-
biis ácxiuum cbpíbiuiet; y al fin: jura matrimomi pbjEpoxamus.
16
122 DE U INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
contraídos con personas de vil ó infame condicion, prohi
bidos por las leyes de Augusto El esposo de Teodora (2)
ordenó se nivelasen las desigualdades respetadas por las
preocupaciones sociales , pero que la religion no puede
nunca admitir.

(I) L. XXIX, G. de miptiú.


(1) Se Mbe que habi* sido cómitt .
EN BL DETlKCnO CIVIL Di LOS KOMASOS. 123

CAPITULO IV.

De las segundas nupcias.

Mas arriba hicimos relacion á las segundas nupcias,


manifestando el apoyo que les habia concedido Augusto,
aunque conservando los reglamentos que castigaban -con
la pena de infamia á la mujer que en los diez meses de
luto contraía nuevos lazos (1); reglamentos fundados no
solo en motivos de honestidad pública, sino en no alte
rar la certidumbre de las lineas de consaguinidad : prop-
ter turbationem sanguinis (2).
Lejos de condenar el cristianismo en su nacimiento las
segundas nupcias, estas eran aconsejadas á las viudas jó-
veces, por Sau Pablo. Empezaron, sin embargo, á desper
tarse algunas dudas sobre la materia en ciertos espíritus
rígidos, conocidos con el nombre de cathavos 6 puros, que
consideraban como escomulgados á todos los que con
traian un segundo matrimonio. Pero el concilio de Nicea
habido bajo Constantino, cuidó de que no fuesen desco
nocidas las palabras del grande apóstol; los puros fueron
proclamados como heréticos por la Iglesia (3), y algunos

(1) V. las leyes recogidas porPothier {Pand., 1. 1, p.fl9, núrn. 18 en «1


lit.de his qui notant infamid).—El año era primitivamente de diez rue-
íes entre les romanos.
(2) Espresiones enérgicas de Ulpiano, ley XI, §. 1 , D. de hit qui not.
infamid.
(3) Canon 8: Sequantur Ecclesia- decreta (katbaroi), id est, que et cum
bigamis comunicabunt. V. tambien concilio de Arles (año SU), canon 10.

£7»"te.
124 DE LA INFLUENCIA TtEL CRISTIANISMO
grandes doctores, entre ellos San Agustin (i), reconocie
ron y afirmaron la legitimidad, no solo de las segundas,
sino de las terceras, cuartas y quintas nupcias (2J.
Obtenian, sin embargo, consideracion de mayor mé-*
rito los que se contentaban con contraer un solo enlace.
La resolucion de pasar, una vez destruido este, el resto
de su vida en la continencia, atestiguaba unos sentimien
tos mas purificados; una fidelidad que se prolongaba mas
allá de la tumba; un amor tan ardiente y desinteresado
que sobrevivia á la muerte misma; eran señales del mas
alto grado de abnegacion (3J.
Los que volvian á casarse eran mirados cómo mas dé
biles pero exentos de pecado, y se reanimaba su valor por
-medio de penitencias públicas (4).
De este modo iba desvaneciéndose el pensamiento
político que Augusto habia trasmitido á sus sucesores,
guardado tan severamente por estos para bien del im
perio. El cristianismo trabajaba por la fundacion de otro
imperio, por la coaquista de otra ciudad. El antiguo es
píritu se cstinguia; nuevas tendencias iban á rejuvene
cer la sociedad, y á abrir el camino de una civilizacion
mas adelantada. Ya hemos llegado á este punto; las se
gundas nupcias no han sido prohibidas; pero ya han de-

(1) Muerto en 430.


(i) *V> el diccionario de derecho canónico, por Durand de Maillane,
v.° .Voces.
(3) Esta. era la doctrina de San Gerónimo.
(4) - Concilios de Laodicea y Neocesarea: «De bis qui in plañirías nnpttas
inriderunt, tempus quidem pcenitentite paefinitnm manifestnm est; sed con-
Tírsatio eorum ct lides tempus abrevia!.» (c. III). Baronhis, año 315.
EN EL DEBBCHO CIVIL DÉ LOS ROMANOS. 125
jado de ser un medio de hacer la corte al emperador ó
de adquirir sucesiones. Cada cual es libre ya de seguir'
sus afecciones temporales ó sus creencias religiosas.
¿Qué es, pues, lo que hará con semejantes datos la
nueva legislacion?
Nunca podrá admirarse suficientemente la sabiduría
de los emperadores cristianos al decretar sus leyes sobre
las segundas nupcias; en ellas se mezclaron las mejores
disposiciones en favor de las costumbres, de la familia y
de la multiplicacion de la especie; distinguen con la ma
yor prudencia los preceptos del consejo, los deberes socia
les de la perfeccion ascética;, son una conciliacion del
pensamiento de la Iglesia y de las necesidades de la polí-
tica (1). El pensamiento de Augusto fué el de multiplicar
las familias; el sistema que lo instituyó, completamente
nuevo y no menos moral, tendia á conservar la familia
existente, á asegurarle su patrimonio y preservarla de
las tempestades que nacen de las contiendas de interés
entre las diferentes sucesiones.
Desde luego Teodosioel Grande* auxiliado con los
consejos de los obispos reunidos en el concilio de Constan*
tinopla- (2),, estendió hasta un año el tiempo durante el
cual estaba prohibido á la mujer volver á casarse, con
firmando la pena de infamia que los edictos del pretor ha
dan caer sobre la mujer que no guardaba la religion del
lulo, religionem-luctus (3). Añadió una nueva sancion á
(I) L. I, C. Just'.ile secundis nuptiis; I. 1, C. Theod. de seeundis nup-
tiis. (Año 381).
(i) Gddefroy, sobre la ley I, C. Theod. de secundis nuptiis, hácia el fin.
(3) L. I, C, J. de secundis nuptiis.
126 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
la infamia, sancion mas eficaz sin duda en un tiempo en
que las antiguas opiniones esperimentaban tan profundas
alteraciones. La mujer perdia las garantías de su primer
casamiento; no podia dar á su segundo marido mas que la
tercera parte de sus bienes; era incapaz de heredar á un
estraño, y no podia suceder á sus propios parientes mas
allá del tercer grado
No era bastante sin embargo obligar á la mujer á una
viudez de un año;, era preciso elevarse mas alto , apreciar,
la influencia de las segundas nupcias por si mismas ha
ciendo abstraccion de un segundo casamiento prematuro;
era preciso considerarlas en sus relaciones con los hijos
del primer matrimonio, olvidados- con sobrada frecuen
cia por madres desnaturalizadas, ó sacrificados á madras
tras celosas; y son notables bajo este punto de vista sobre
todo las leyes delos emperadores cristianos (2). El poco
favor con que miraba el cristianismo las segundas nup
cias, permitia ocuparse de este precioso interés olvidado
hasta aquel dia por consideraciones políticas» Les padres
de la Iglesia, San Ambrosio, por ejemplo , habian hecho
de ello el objeto de su solicitud (3).
Desde luego Teodosio el Grande decidid que la mujer.

(1) L. I¿ O. ya citado. V. tambien la novela St, c. 38. y la;ley IV, C.


ad S. C. Tertull.
(i) Godefroy, sobre la ley II rC. Theod. de secundis nuptiit.
(3) Hexameron, lib. VI, c. IV, §. Si. dice: «Natura hsc bestüs infuqdit
ulratulo* proprios ament , ut foetos suos diligant. Nesciunt tila odianover-
calía, nec, mulato coneubitu, patentes i sobole depravantur, neque nove-
TUIlt PKBFEHRE FaiOS POSTERIORES COVBVX, SCPBRIORES ilTKM KEGU6SRI. NU»
«Il'XT GAMTJkTIS DIFFEREKTIA* »
El* El DERECHO CITIL DE LOS ROMANOS. 127
que se volviese á casar teniendo hijos del primer matri
monio perdiese la propiedad de todas las donaciones y
provechos que su primer matrimonio le hubiese propor
cionado, cualquiera que fuera el titulo: los bienes que
conponian estos provechos fueron atribuidos irrevocable
mente, con garantia hipotecaria (i) á los hijos, salvo el
usufructo de la madre (2). Estas disposiciones se estendie
ron despues al padre que se volvia á casar, en tiempo de
Téédosio II y Valentiniaho H-(3). Y no fué solamente en
caso de muerte natural' cuando se decretó la conversion
de la propiedad en usufructo; Justiniano dispuso que la
tuviese tambien en el caso de divorcio (4). Por lo demás,
no me ocupo de pormenores (5), presento un hecho capi
tal, el advenimiento del interés de los hijos en la organi
zacion del sistema de las segundas nupcias; interés des
conocido hasta entonces y creado por el cristianismo; in
terés inmenso que domina en- nuestra moderna civiliza
cion y por el cual el ilustre canciller de VHopital ele
vaba de nuevo \i voz en el célebre edicto de 1360.
Habra que dar un paso mas; era preciso prever el caso
en que un viudo ó una viuda que tuviesen hijos de otro
matrimonio y poseyesen bienes propios se despojasen de
ellos en beneficio del segundomatrimonio por donaciones
escesivas, fruto de una pasion ciega. Leon y Anthemio pro

el) L. V], §. 2, C. de secundis nupHis. L. VIH , §. 4. L. II, C. Theod.


de secundis nuptiis.
(i) L. III, C. de secundis nuptiis.
(3) L, V, C. id. Nov. S2, c. 30, y Nov. 2, c. 2. - ''
(i) L. IX, C. C. de sec. nupt., y Nov. 22, c. 3,0.
(5) Vé?se en Polhier (Pand., t. II, p. 89).

J
f28 VE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
veyeroná este peligro no autorizando mas que la donacion-,
de una parte igual á la del hijo que tuviese menos (i).
He dicho bastante para manifestar el espíritu de la le-.
gislacion del Bajo Imperio , y el impulso que recibió de-
la religion cristiana, y me parece incontestable que las
costumbres ganaron mucho. Que no se me objete que es
tas leyes, lo mismo que las de Augusto, ésplotaron el in
terés privado para obtener sus fines, pues responderé que
este medio es bueno para asegurar. el efecto á las leyes-
prohibitivas, pero es malo cuando la ley aconseja una
cosa y esta es de las que requieren espontaneidad en la-
determinacion.

(1) L. VI, C. dt tecundit nupliit. L. IX, C. tod. tit. Nov. 8«, c. J7 y


M, y Nov. M.

v
KR EL DERECHO CIVIL DE LOS nOMAITOS. 129

CAPITULO y.

De los impedimentos por parentesco.

Es una regla coman á casi todas las naciones civi


lizadas , que la familia' no debe hallar en su propio
seno los elementos de una nueva (1), La sangre rechaza
á la sangre en las relaciones de ambos sexos, y la fa
milia quiere perpetuarse en otra estraña. Los romanos
desde los primeros tiempos fueron fíeles á esta ley de la
naturaleza, y su historia atestigua la aversion con que
miraban las uniones incestuosas (2J.
¿Pero dónde debe colocarse la barrera que separe á
los parientes entre si? ¿En qué grado puede el amor
sustituirse á la amistad? Las circunstancias deciden de
esto. Mientras mayor sea la intimidad doméstica en que
viven los parientes, mas protegidas deben ser por prohi
biciones absolutas las costumbres de las familias. Al con
trario, mientras mas separados viven á causa de la dis
tancia de grados, pueden mas fácilmente las leyes mos
trarse indulgentes.
El cristianismo, necesario es confesarlo, halló esta-

(I) V. Monlesq., lib. XXVI, c. XIV. .


(t) Sesto Mario, uno de los mas ricos de España, habiendo abusado de
tu hija, fué precipitado de la roca Tarpeja. V. lo que dice Virgilio, lib. VI,
ren. 7il y 624, de los tetitos hymeneeos. Junge Tácito, Anual., XII, *. En
Egipto era permitido casarse con la hermana de padre y madre. En Atenas
so era permitido el casamiento sino con la hermana de su madre ¿Séneca,.
Apocol., VIH, (ed. Pinck., t. II, p. 315).
17
430 l>S LA INFLUENCIA BEL CRISTIANISMO
blecidas en Roma prohibiciones muy sábias, pero no le
parecieron suficientes y las estendió. Veamos por qué (1).
E1 cristianismo fué en su origen una asociacion en
la cual todos los que tenian fé en la creencia, estaban
unidos por parentesco espiritual y por la comunidad vo
luntaria de bienes (2). La identidad de creencias que
reunia á los estraños , estrechaba con mayor motivo los
lazos de familia , engendraba en los parientes relaciones
de afecto y proteccion reciproca mas estrechos y nume
rosos. Pero, para el fin que se proponia el cristianismo,
era preciso que estas relaciones estuviesen contenidas
dentro de los límites de una familiaridad austera ; por
que ha querido purificar todas las relaciones civiles, y
sujetarlas en cuanto fuese posible á ciertas reglas de es
plritualismo. Esto era necesario (ambien bajo un punto
de vista meramente político. Entre los paganos se habla
ba de la mala vida de los cristianos, de sus incestos,

(1) Creo útil consignar aquí la doctrina de San Agnstin, que rue parece
admirable (de Civil. Dei, lib. XV, c. XVI, de jure connubiorum):
«En el principio del mundo, cuando no eiisíia mas que una. familia,
Adam y sus hijos, debieron casarse los hombres cou sus hermanas. Mas
t«r Je, el lazo de parentesco llegó á ser un obstáculo en la opinion comun y
en las legislaciones, porque pareció útil multiplicar en cuanto fuese po
sible el número de las lazos de afecto entre los miembros de la sociedad
humana.» «Habita estenim ratio rectissima caritatis, ut nomines, quibut •
cíjet utilis atque honesta concordia, diversarum necessiludinum vinculis
neclerentur; nec unus in uno multas haberel, sed singáis spargerentur in
singulas, ac tic «d focialem vilam diligenlius colligandam, plurima; pluri-
roos obtiueret.... Sic numerosius se caritas porrigil... Atque se, con in
parcitale coarctatum, sed latius atque numerosius, propinquilatibus crebris^
vinculum sociale diffundere.»
(%). Ate. apost., c. II, cúms. U, *5, 47; y c. IV, núms. 3í, 36» 87.
in er. DCitccHo ata ni los romanos. í 51
áé la promiscuidad de las mujeres, y estas calumnias no
podian contestarse sino por la santidad de las costumbres
yJpor el rigor de las prácticas (1).
De estas ideas y de esta situacion nació la necesidad
dé proscribir las nupcias entre parientes; porque fre
cuentemente la esperanza del casamiento enardece las
pasiones y fascina á la debilidad. Ahora bien , la pasion
debe ser privada de esta aroma , la debilidad debe ser
precavida contra este lazo.
A estas razones de alta moralidad y de sábio gobier
no , se une una general emanada del cristianismo , cual
es propagar en el seno de una misma sociedad los sen
timientos de afeccion que son la mayor garantía de ella.
Estos sentimientos se mantienen, por decirlo asi, por si
mismos entre los miembros de una misma familia; la
sangre no tiene necesidad de la ayuda de la legislacion ó
de socorros artificiales para conservar sus derechos. Pero
entre familias estrañas las unas á las otras no sucede lo
mismo; en ellas es en donde el casamiento llega á ser
un elemento muy poderoso para conservar la confrater
nidad, los sacrificios y la solidaridad. San Agustin ha
insistido con fuerza y elocuencia sobre esta considera
cion. Guando se quiere penetraren el sistema cristiano,
es necesario tener en cuenta los impedimentos. Es una
medida eminentemente sábia y de interés soeial , impedir
que los matrimonios se concentren en la familia que
puede pasarse sin ellos para su gobierno con la influen
cia de su bondad ; y favorecerlos al contrario fuera de la^
(1) Terl., Apolog,, c. IX,
132 BE LA INFLUENCIA DEL CHISTIAHISMO
familia á fin de cimentar el lazo de la sociedad por la»
alianzas, de donde emana una caridad mas viva y una
concordia mas duradera. Por esto es por lo que si con
sultamos los testimonios mas positivos, vemos que las le
yes civiles permitian. vanamente- ciertas uniones , pop
ejemplo, las bodas entre primos , de las que los cristianos
tenian buen cuidado de abstenerse. Los primos eran á
sus ojos como hermanos (1), pues lo eran por el doble la
do de un parentesco ya mas afectuoso y de fé comun.
Por estas y otras costumbres que vigilaban cuidadosa
mente la conducta propia , es por lo que los cristianos.
mantuvieron la virtud en su Iglesia, y por lo que Ter
tuliano podia desafiar con orgullo á los paganos para
que designasen uno de su correligionarios que hubiese
sido condenado por robo, pillaje, adulterio, violencia,.
fraudo 6 perjurio (2). No digo que estas dichosas tradi
ciones se hayan mantenido siempre sin infraccion, cuan
do el cristianismo estendió sus conquistas.- Pero los pre
ceptos quedaron ; eran un gran elemento de moralidad, y
los emperadores cristianos obraron con sabiduría, cuan
do le prestaron el apoyo del poder temporal.
Lo que hay notable en esto es, que la mayor parte
de sus edictos sobre las nupcias incestuosas, son dirigidos
especialmente al Oriente ; y en efecto, bajo el clima abra

íl) San Aguaito, lug. eit. reconoce que la ley divina nada dice i este
electo.—San Juan Oisóslomo, en sn análisis- de la Sagrada Escritura (lib. d»
los numeros), es del mismo parecer. —San Ambrosio, al contrario, en so
cp. 60 ad Palernum, quiere referir á la Uy divina las prohibiciones le
gales de que pronto hablaré; pero su andador declara no conocer esta ley.
(i) Apologet., g. 140. ' ' '
MU- Ib DERECHO CIVIL DI LOC ROMANOS. f35
«ador del Oriente, la sociedad pagana daba el triste
ejemplo del desarreglo de costumbres mas desenfrenado..
Si hemos de creer á los historiadores de Constantino el
Grande, la familia en Siria y en Fenicia, habia llegado
a la mas espantosa disolucion. La inmediacion á la Per-
aia contribuia á sostener en este suelo usos contrarios al
pudor natural , del cual no se separaron nunca los ro
manos en sus leyes. Las mujeres eran allí casi comunes,
los hijos ignoraban las mas d« la veces sus padres y su
familia, y las jóvenes se ofrecian á los extranjeros. ¡Qué
contraste con la virtud sublime de aquellos piadosos so
litarios, de aquellas virgenes heroicas que bajo este mis
mo clima, y poir efecto de una exaltacion contraría, pa
recian desafiar la debilidad humana por sus esfuerzos de
castidad ! La historia refiere que Constantino, conmovi
do del estado de degradacion de estos pueblos, hizo cons-.
truir iglesias en su comarca, y llamó á ellas sacerdotes
y obispos,.reuniendo por este medio las primeras nocio
nes de la civilizacion (1). Sin embargo , los desórdenes
debieron continuar allí todavia, si no de una manera ge
neral , á lo menos por infracciones parciales. Los empe
radores cristianos pusieron su atencion en donde el mal
causaba mayores estragos ; le hicieron una guerra soste
nida , queriendo* que en todo el imperio la familia des
cansase sobre la base de afecciones púdicas, y que el lazo
del parentesco fuese espiritualizado bajo» cierto. aspecto.
Veamos cómo procedió el cristianismo para realizar

(I) Godefroy (sobre la lej I; C. Theod. de incettis nuptih) reflere el leir


10 del historiador griego..
15-4 iru isfcüencu mi chistiamsiio
este fin y perfeccionar el derecho de Roma en loqtie eon-
cierneá los impedimentos matrimoniales. En otro tiempo
se habia creido que la honestidad natural prohibía casar
se con la hija del hermano ó de la hermana; pero Clau
dio, aniantede Agripina , hija de su hermano Germáni
co, hizo dar unsenado-consulto permitiendo el casamien
to entre el tio y la sobrina (1): Domiciano tambien se ha
bia casado con la hija de su hermano Tito (2). Pero el
matrimonio entre el tio y la sobrina permaneció siempre
prohibido. Constancio creyó deber hacer estensivo al de
recho nuevo las prohibiciones absolutas del derecho an
tiguo. Por una ley dada en Antioquía en 339 y dirigida á
la provincia de Fenicia, se prohibió bajo pena de muer
te el casamiento entre el tio y la sobrina (3J.
Algunos años despues fijó este principe su atentionen
los casamientos entre cuñados.
En 355, en medio de las querellas del arrianisrm) y
del destierro de los principales obispos ortodoxos del Oc
cidente (4), dió á Roma un edicto , el único de esta espe
cie que no fué dirigido especialmente al Oriente (5), á
fin de proscribir el uso de estas uniones. Eran permiti
das por las antiguas costumbres de los paganos (6). y muy

(1) Tietto, Annal., Hb. Xfl, núm. 6. Gajo, Itth I, e. LXil.-Ülp.,


Tragm., I. V, núm. 6. Suet., Claud., c. XXVI.
(3) Si»!., inDomit., c. XXII.
(3) L. I. C. Theod. de incest. n«pt.«
(i) Gibbon, t. IV. p. S43 y sig. -
(5) Ob»crva,;ion de Gadefroy. 1,
(8) Etsi Ucitvm vet$reicredidernnt. (L. 1, C. theod. cíe incttt. 'nApt.)
ÍJT EL DBBECBO CIVIL DB LOS ROMANOS. ÍS5"
frecuentes tanto e»el Occidente como en el Oriente (i);
pero la Iglesia las desaprobaba (2) por las razones que ya
be espuesto. Constancio, qne durante su reinado gustó
mezclarse en los asuntos eclesiásticos, que frecuentemente
dió á la Iglesia el pesar de verlo hollar la fé ortodoxa, se
mostró en esta circunstancia fiel á sus cánones, declaran
do ilegítimos los bijos nacidos de esta clase de uniones.
Sus sucesores á la voz del clero imitaron su ejemplo (3);
multiplicaron las constituciones, y el gran número de
edictos que fijaron para sancionar por la ley los precep
tos de los concilios, prueban que las costumbres, sobre
todo las de Oriente, resistieron largo tiempo la innova
cion. Se sabe tambien que Honorio se casó sucesivamen
te con Maria y Hermencia, hijas de Stilicon (4): la his
toria eclesiástica se ba asombrado de que el Papa Ino
cencio I no haya borrado por alguna dispensa ó preveni
do por alguna oposicion este incesto de tan funesto ejem
plo (5/.
En cuanto al casamiento entre primos hermanos, la
fl) L. II, C. Theod. de inetst, nupr. (Art. 355). Véase el com. de Gode
froy. . '
(2) V. la carta de Basilio, obispo de Cesárea, analizada por Godefroy, lug.
eU., y el concilio de Neo-Cesarea bajo Constantino el Grande (cánon í): Mu-
lier, ti duobus fratribus nupserit, anriatck üsqite ad mortem. Verúmta-
men in exitu, propter misericordiam, si promiserit quod facta incotumtt,
hujus conjunctionis vincula dlssolvat, fructum penitencia? consequatirr.
(3) Teodosio el Grande, I. V, C. Just. de inecst. nuptiu. Artadlo, I III,
&. Theod. de incest. nupliis. Teodosio el Joven, I. IV, C. Theod., el mismo
título. Zenon, I. XVIII., C. Just. de incest. nupliis. Anastasio, i. IX; C .
Just., el mismo titulo.
W Godefroy, lug. eit. Gibboo, t. V, p. 505.
(*) Le Nata de Tillemwit, t. V, p. 557.
136 M LA INFLUENCIA ML CRISTI ANIMO
tradicion de los primeros tiempos del cristianismo los ha
bia prohibido á los fíeles por las razones va espuestas;
pero los paganos no veian en ellas nada ilícito. Teodosio
el Grande fué el primer emperador cristiano que se ocu
pó de hacer penetrar las prohibiciones cristianas en las
leyes civiles. Al separarse del politeismo la sociedad, re
nunciaba mas-bien el culto pagano, que admitia la seve-
ridadde las costumbres del cristianismo, y Teodosio cre
yó necesario armar sus leyes prohibitivas con un aparato-
de grande intimidacion. Se trataba nada menos que de
la1 muerte y del fuego (i): estas penas eran exorbitantes;-
Arcadio las moderó y quiso solamente que no hubiese
ni matrimonio, ni legitimidad, ni dote (2). Pero las cos
tumbres del Oriente se plegaban difícilmente á estas ideas
de recato» El mismo Arcadio, revocó las prohibiciones
de'Teodosio y las suyas por una constitucion dada en 405.
que ha insertado Justiniano en su código (3), y que do
contiene el Teodosiano. No sucedió lo mismo en Occiden
te, en donde Honorio no consintió en considerar los ca
samientos entre primos como Legítimos, sino con la con
dicion de que fuesen autorizados por rescripto del princi-
Pe W- .

Y.,el-com. de Godefroj sobre ti icsto del C» Theod. sí nujtffo ex res--


eripto petantur; de la historia de esta constitucion; y I. III, C. Theod. dt,
ineest. nupliis.
(i) L UÍ, C. Theod., lug, eit. (ano 396;,.
(3) L.'XIX. c. Just. de nupliis.
(i) L. I, c. Theod. ti nuptios ex rescripto, V. sobre esto & Godefroy, que
eonciiia muy bien la ley de Honorio con la de Arcadio contra Contius y Brii-
aon. Todos los autores modernos no han hecho caso de ísta conciliacion** ¡
EN- KL DERBCUB GiVIL IIE LOS ROMANOS. 1'57'
Tales son los elementos que la legislacion imperial
legó á la edad media. No pertenece á mi asunto referir
lo que llegaron á ser en manos del clero durante sus di
ferencias con la sociedad bárbara.

síganos parecen creer que la ley de Arcadio na sido general, mientras- que
ea cierto que no concierne al Occidente,

18
i3'0 DE LA INFLUR3CIA DEL CRISTIANISMO

CAPITULO VI.

Del divorcio.

El divorcio ha sido un gran motivo de combate en


tre el derecho civil de Roma y el cristianismo: en ningu
na parte ha encontrado la filosofía cristiana tanta resis
tencia y tantas diGcultades.
En la manera con que los romanos consideraban el
matrimonio, era el divorcio un acto lógico, y solo las
costumbres podian contener sus escesos. En los tiempos
heroicos en que el poder del marido se estendia basta el
derecho de vida y muerte sobre su mujer, ¿cómo no ha
bria de poder repudiarla (1)? La mujer, propiamente ha
blando* no era mas que una cosa cuya propiedad perte
necía al marido (2J, y si no podia venderla, á lo menos
tenia facultades, no solamente para separarse de ella por '
el divorcio, sino tambien para cederla solemnemente al
amigo- ó al rival que codiciaba su mano. Caton transfi
rió su esposa Márcia á su amigo Hortensio, quien la re
cibió en matrimonio legitimo para tener hijos; y Strabon,

(I) El divorcio era permitido por la ley de las Doce Tablas. M. Niebahr
esceptua lo» casamientos- por confarreacion, t. I. p. 324, nota C35.
(i) En Grecia podia el marido legar su mujer, come una porcion de su
propiedad, á cualquiera individuo que quisiese elegir por sucesor suyo. La
madre de Demóstenes habia sido legada así y la fórmula de esta disposicion
ha sido conservada en el discurso contra Slephano (M. de Maislre- Eclair-
cistement* sur les sacrifica, p. .lia). El reflejó. de estos- usos se halla. en »•
Roma. '
EN El; DERECHO CIVIL I)€ LOS ROMANOS. i 39
que refiere este hecho, añade (1) que Caton no hizo mas
que conformarse con una costumbre antigua, atestigua
da en otro tiempo por Plutarco (2J, y que se encuentra
en Esparta sobre la ruina de la naturaleza y del pudor.
Augusto se aprovechó de ella para quitar á Livia á Ti
berio Neron, su esposo (3^. Para dar un colorido deco
roso á este vergonzoso comercio, una estraña ficcion to
maba al poder paternal sus santas prerogativas ; se su
ponia que el marido, padre adoptivo de la mujer (4), dis
ponia de su mano como el padre que dá á so bija dote
y esposo (5).
Despues , si nos colocamos en el punto de vista que
considera el matrimonio como un contrato consensua!
cuya base la forma la voluntad , ¿la consecuencia no es
entonces que una voluntad contraria pueda disolverlo?

(1) Geographi, lib. II; p. 515.


(1) Vida de Huma, p. 76. Es preciso consultar á Heineccio sobre la ley
Pappia, lib. II, c. XI. Lucano, Farsalia, lib. II (ed. Nisard, p. 39) coloca en
la escena á Marcia, y refiere poéticamente su vuelta cerca de Caton despues
de la muerte de Hortensio. Plutarco, Yida de Caton (c. XXIX), dá los c «ta
lles de la transacion entre Caton y Hortensio. Junge Appiano (de bellis civil.,
lib. II, c. LCIX). Segun este autor, Caton volvió á tomar a Marcia con el
mismo título que se toma una cosa prestada. Pero segun Lucano se hizo un
segundo matrimonio entre esta y aquel.
(3) Tacit., Annal., lib. I, c. X; lib. V, c. I:'... cupidini forma, maritc
aufert; incertum an invitam; adeo properus, ut ne spatio quídem ad eniten-
dum dato, penatibus suis outidám indcibiit! .
(4) Filia loco. (Gayo, juprá).
(5) Parece que Augusto tuvo escrúpulos, sobre todo á causa del embara
zo de Livia. Por esto es por lo que consultó a los pontífices, cuya respuesta
era fácil prever. Tácito trata todo esto de vana comedia: «et consulti p» ix-
DKBiim pontífices. an concepto, nccdurn edito partu, rilé nuberet.» Lib. I,.
e.X..
I'4U DB LA INFLUENCIA Dfcb CIUSTIANISMO
No sé si es cierto, como lo aseguran los historiadores, que*
el divorcio, aunque permitido en Roma, no empezó á-
practicarse hasta el año 533 (1); lo que hay de seguro-
es, que desde esta época se desborda en la sociedad roma
na y se muestra como un azote. Refiramos algunos hechos
culminantes de esta triste historia.
En la oracion en favor de Gluencio Avito, vemos á -
una madre provocar á su yermo al divorcio y casarse con
él descaradamente cuando ha roto los lazos que lo unian
á su hija (2)„
Ciceron, á pesar de sus virtudes, repudió ¿¿Terencia -
para enlazarse con otra mujer y poder asi pagar las deu
das que hahia contraido (3J. Paulo Emilio se habia di
vorciado de la sábia y hermosa Papiria sin otra razon
que esta: «Mis zapatos son nuevos, estan bien hechos, y-
»sin embargo estoy obligado á cambiarlos. Ninguno si-
»no yo sabe donde me incomodan (4J .» Gomo antes lo he
dicho, Augusto tomó á Liria -de las manos de su esposo,
que consintió en separarse de ella* por condescender con
el amor adúltero . del emperador. Estaba en cinta de seis
meses (5) H ! 'Mecenas era célebre por sus mil casamiento»
•y sus divorcios cuotidianos (6); ya repudiaba la mujer por
(I) Dion. de Halic, lib. II, p. 96. Plutarc.', sobre Romulo, p. 39, 'y so
bre Numa, p.,7.1; Valerio Máximo, lib. II,.e. I, núm. 4. Tertul.,. Monogamia
j Apologet. .
(i) Cicer., pro Cluentio, V. ' •
(i) -. Plutarco, Yida. de Ciceron, p. 881.
(4) Plutarco, Vida de Pabla Emilio.
(5) Tácito, Annal., lib. V, c. I.
(6) Qm vxorem milites duxit. (Séneca., eart. 144).—Quotidiana repu
dia, dice tambien Séneca, de Provid., c. III. - -. -
ElTttL DESECHO CIVIL DE LOS BOMAK08. 141
enemistad con la familia (1) , ya porque era arriaría (2),
ya porque estaba enferma (3). Desgraciada de la esposa
cuya hermosura se marchitaba! «Haced los preparativos
»para la partida» venia á decirle el liberto encargado de
traerla el libelo de repudio (4J. «Partid: vuestro aspecto
»nos desagrada. Os sonais tan amonado! Partid os digo
»sin dilacion, espero una mujer que tenga las narices
d menos húmedas (5).» .
En fin (y esto es el colmo del oprobio] como el ma-
"rido ganaba la dote euanto tenia lugar el divorcio por
mala conducta de la mujer, sucedia que las personas qufe
querian hacer fortuna tomaban por esposas mujeres im
púdicas, con tal que tuviesen bienes, á fin de repudiar
las en seguida con pretesto de sus desarreglos (6).
Las mujeres por su parte, viendo que no eran prote-
jidas ni por su virtud, ni por su afecto, se entregaban sin
freno á los mas espantosos desórdenes , siendo esto una
prueba nueva de la verdad que atestigua la esperiencia
de todos los tiempos, y es que el esceso del divorcio con
duce á la mujer al adulterio. Se las veia ostentar la mis
ma licencia que los hombres , compartir con ellos sus or
gias, desafiar á los mas intrépidos á ver quien comia mas
y podia tomar mas vino; sobrepujarlos en el refinamien-

(í) Cicer., pro Clueníio, 67.


(8) L. LXI, D. de donat. tníer vir. et uxor. (Gayo).
(3) Ln misma ley.'
(;) V. Polhier, Pand., t. íf, p. 55, núm. í. Paulo, I, 9, U. di iJivorliis.
(5) Juvenal, sátira VI, v. 149.
fe) Valer. Max., lib. VIII, c. II, núm. 3. Plutarco, Vida di Ma,io,
p. m.
145 »E LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
«to de sa lujuria (1), teniendo que concluir por*enferme-
dades precoces y males estraíios á su sexo , eu castigo de
estos vicios que nunca debieron haber conocido (2J. El
adulterio parecia no ser ya un crimen desde que Clodio
lo habia hecho servir para lavarse desus adúlteras pro
fanaciones (3). «Se avergüenzan hoy del adulterio, decia
»Séneca; la castidad no es hoy sino prueba de fealdad.
»El adulterio cuando se limita á un solo amante es casi
»uo casamiento (4).»
Contrátales eslravios, ¿qué podian el temor del divor
cio y las penas pecuniarias? Las mujeres las prevenian
pidiéndolos por cuenta propia. Desde el tiempo de Plan
to (6) estaban en posesion, á lo menos las que no esta
ban en potestad (6), para romper voluntariamente el lazo
conyugal. La licencia eon que se arrojaron sobre esta fa
cultad igualaba á la de los hombres. Una mujer dejaba á
su marido sin motivo y se llevaba la dote para pasar á
los brazos de un segundo esposo (7). Escuchemos á Sé-

(1) Sénec, cari. 95.


(S) Id. «Damnata runt morbií vírilibut.v^aBenejicium textil tui* rt-
tiit perdiderunt.»
(3) 'Y. la carta 97 de Séneca. Clodio, acusado de adulterio, «e bizo ab-
-aolver por sus jueces, proporcionándoles el adulterio delas principales mu
jeres de Roma.
(4) De beneficii*, IB». III, c. XVI.
<5) Amphyt., act. III. escena II. (ed. Panch., t. I, p. 133). T. tambien
a Juvenal, sátira IX, v. 7, y Marcial, lib. X, epis. 41.
(6} Argumento deiPlauto, Mereator, act. IV, esc. V. /ed. Panch., t. V,
p. 328).
(7) V. las cartas de Ciceron ad» familiares (t. XX, ed., Panch., p. J«,
r. CCXLIII, añq 703).- «Paula Valeria, divortium sihe cacsa, quo die vir i
prorlncil venturas trat, fecit. Xuptura est D. Bruto. Nundum retulerat.»
SK EL DERECHO CIVIL DE LOS BOMANOS. 143
ñeca, no ya en una sátira ó en un folleto , sino en uno de
los libros mas graves que ha compuesto, en su Tratado
de los beneficios. «¿Qué mujer se sonroja ahora por el di-
svorcio, desde que ciertas damas ilustres no cuentan ya
aloe años por el número de cónsules sino por el de sus ma-
«ridos? Se divorcian para volverse á casar, se casan para
•divorciarse. Esta infamia se temia cuando era poco co-
»mun; ahora que los registros públicos están llenos dt
»acto.s de divorcio , lo que oyen repetir frecuentemente,
■se han decidido á hacerlo Asi habla Séneca, y des
pues de haberlo leido no acuso á Marcial de exageracion
cuando inculpa á la ley que ha organizado el adulte
rio [%). ,
Parece que Augusto , que se habia aprovechado del
divorcio., sintió sin embargo, como emperador. , la ne
cesidad de contenerlo dentro de justos limites (3); le
asignó ciertas formas solemnes (4) , y estableció penas
contra los esposos que daban lugar al divorcio por sus
malas costumbres. La mujer perdia una parte de la
dote (5J; el marido era obligado á devolverla en pla
zos rigorosos (6J. Las manumitidas que se habian casado
con sus patronos fueron privadas del derecho de divor
ciarse (7). La debilidad de estos paliativos es palpable;
(i) Lib. III, c. xvi. - . '
(I) aQuas mtbit toties, non nubit, idllteeí iege est.» (Lib. VI, tptg. 7).
(3) Suet. ti» Augmt. c. 34. «Divortm modxtm imposuit.»
(4) L. I, D. tmdé vir et uxor (ülpiano). Paulo, I. IX, D: de divorthi.
Heineccio, sobre laleyPappia, lib. II, c. XII.
(5) V\p., Fragm., t.\l, §. 12.
(6) J<i.,§.13.
(7) L. ú»., D. de divoTtüi. .,
144 DE LA JHFLÚENClA DEL CRISTIANISMO
'y por otra parte los escesos deplorados por Séneca , in
famados por Marcial y Juvenal, manifiestan cuán des
graciadas fueron las tentativas de Augusto. La empre
sa de curar una sociedad tan profundamente gangre-
nada era superior á las fuerzas del emperador epicúreo.
Allí se estrellaron los grandes hombres del Pórtico; los
que inspiraron el derecho hasta Constantino.
Pero sobre la filosofía y las leyes habia un poder que
tendia la mano á la humanidad degradada: este poder
era el cristianismo, y en él existia la fuerza que rege
nera y el ánimo que emprende.
La ley que fijaba la indisolubilidad del matrimonio
habia sido formulada en el sermon de la montaña. «Y
»yo os digo que cualquiera de vosotros que se case con
»Ia que repudie su marido comete adulterio (1):» pala
bras cuya novedad y atrevimiento asombraron á los fari
seos imbuidos en la ley mosaica, mas acomodada á la du
reza de sus corazones (2); anatema lanzado en nombre
del progreso de la humanidad (3) sobre un mundo ago
biado bajo el peso de una vejez degradada.
San Pablo trajo al Occidente la nueva doctrina (4),
en tiempo en que las débiles barreras de Augusto habian
sido arrebatadas por el torrente de todos los vicios , y
en que Séneca procuraba en vano compensarlos con la

(1) S. Mateo, c. V, núm, 32. V. tambien 'el c. XlX.


(2) S. Mateo, c. XIX, núm. 8.
(3) Id., núm. 8. . • - *
(l) I. Epíst. s los corintios, c. VII, núm. 10. . .
EN El DERECHO CIT1I. SE LOS ROMANOS. 145
filosofía. Herir del mismo golpe el adulterio que pro
voca el divorcio y el divorcio que provoca el adulterio;
estinguirlos á la vez colocando el lazo conyugal por en
cima de los caprichos del hombre, tal fué el sublime
pensamiento de la predicacion evangélica ; y cosa in
creíble T apenas fué anunciada esta moral austera, cuan
do se apoderó de las almas que la filosofía no había
podido convencer , y halló ánimos ardientes que la pu
siesen en práctica.
En efecto, salgo un momento de esta sociedad pa
gana, cuyos mismos pintores acaban de representárnosla
como un lugar de prostitucion; entro en la sociedad que
se organiza sobre la nueva ley , y ¡ cuan grande es la
diferencia que se encuentra ! Veamos lo que nos dice
Tertuliano, no ya en su Apologético (en donde podria
creerse que el retrato habia sido lisorjero), sino en nn
escrito que dirige á su esposa, y en donde espone sen
cillamente la vida de la mujer cristiana.
«Va á visitar sus hermanos en las mas pobres mo
rradas; se levanta por la noche para rogar y asistirá
•las solemnidades de la Iglesia; se vuelve á la mesa del
•Señor ó penetra en las prisiones para besar la cadena
>de los mártires, para derramar agua sobre los pies de
•los santos. Si viene un hermano extranjero prepara
»»u casa para darle hospitalidad. En los festines lejos de
»ella los himnos profanos y los cantos voluptuosos; bien
»diferentes de esas especies de bacanales , que hartas dé
«carnes y vinos, no pueden digerir sino á fuerza de
nnieve, ó que van á arrojar la comida para empezar
(46 I)R LA IUFLOENfllA DEL CRISTIANISMO
»otra vez'(l): invoca á Jesucristo y se prepara á la tem-
»planza por la invocacion divina (2). No se la ve en los
»espectáculos ni en las fiestas de I09 gentiles (3); permane
ce en su casa y no se le ve fuera de ella sino por motivos
»graves; para visitar los enfermos, asistir al santo sacri-
>Gcio y escuchar la palabra divina (4). Sin brazaletes
»en las manos que deben llevar el peso de las cadenas;
«sin perlas ni esmeraldas para adornar una cabeza que
»amenaza la espada de la persecucion (5). Ved aquí cuál
»era la mujer cristiana en la primera edad del cristia-
»nismo, vcdla tal como sufria las pruebas y el martirio;
»instruida igualmente en una vida santa como en una
»muerte valerosa.»
Veamos ahora cuál fué el matrimonio. Tertuliano
es el que habla todavía ; nunca se le consulta demasiado
cuando se quieren conocer los resortes de esta sociedad
aun naciente, que llegará á formar el mundo civilizado.
«La Iglesia prepara el casamiento y dirige el con-
»trato; la oblacion de ovaciones lo confirma; la bendi-
»cion es el sello, Dios lo ratifica. Dos fieles llevan el
»mismo yugo; no son mas que una misma carne y un
«mismo espíritu; oran juntos, ayunan juntos, unidos
(1) Séneca, carta 95.
(2) Tertuliano, ad uxor., lib. II. Lo repito, esta no es una apología, es
la práctica cristiana tomada del hecho , es nna eiortacioh de Tertuliano á
su mujer, de no volverse a casar con un pagano. Casándose con un pagano
¿cómo podría llenar todos estos deberes? Tal es el pensamiento de Tertu
liano; prueba de que estos deberes deben cumplirse generalmente.
(3) Tertul., de cultu feminar, lib. II.
(I) Id., de cultu feminar, lib. II.
(&) Id., de eultu feminar, lib. II.
fes EL DERICflO CIVIL DE LOS ROMANOS. 147
«están en la iglesia, en la mesa de Dios, en los contra-
» tiempos y en la paz (1).»
Si se compara este cuadro del matrimonio cristiano
con la definicion, muy bella por lo demás (2), aunque un
poco engañosa, que el jurisconsulto Modestino (&) nos ha
dejado del casamiento pagano, se ve que el progreso es
sensible. En el punto de vista en que se coloca el cristia
nismo domina el espíritu, y para encontrar el primer ani
llo de lá cadena que une los dos esposos, es preciso ele
varse por encima de las regiones terrenas. Pero, lo que se
para profundamente los dos sistemas, es la indisolubi
lidad de este lazo, que por mas que diga Modestino, no
ha sido un lazo para toda la vida, sino desde que Je
sucristo ha enseñado su doctrina. E1 jurisconsulto ba
querido adornar su definicion con una palabra admira
ble, consorlium omnis vitw; esta palabra es mentirosa,
pues hemos visto que el divorcio la contradice á cada
paso. Entre los cristianos, al contrario, está borrado de
la ley el divorcio. Dios, dice Tertuliano, ba podido per
mitirlo en los antiguos dias para la multiplicacion de la
especie; pero ya está prohibido {&): la humanidad está

(1) Ad uxor- «Ecclesia conciliat, et conürmat oblado, et obsignat bene-


dictio; angelí renunliant, pater rato habet.» Godefroy, sobre la ley III, C.
Theod. de nuptiis, ha dado un comentario muy exacto y muy detallado de
este testo. V. San Mateo, c. XIX, núm. 6.
(t) Kuptix sunt conjunctio maris et Cernina; , et consortium omnis vita;
divini et humanl juris comunicatlo (I. I, D. d» nuptiií). Omnis vita! y el
divorcio I , .'
(3) Discípulo de Ülpiano: floreció en tiempo de Alejandro.
- (i) «Repudium, quod permissum aliquando, jam prohibet... Tum quia
quod Deus conjunxit, homo non separabit. Scilicet, ne contra Deum facial.
448 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
llamada á destinos mas elevados ; va á entrar en el se»'
dero de una nueva civilizacion, y debe dejar tras si las
durezas de la antigua ley. Esto es lo que Tertuliano re
petia desde la aparicion del Evangelio, algunos años an
tes de Modestino , y lo que los cristianos practicaban con
fervor á pesar de las licencias de la ley civil. De este
modo se organizaba en el seno de su sociedad un defe
cho contra el dereebo.
Podria creerse que cuando el cristianismo se armó
con el poder secular, no tuvo mas que pronunciar una
sola palabra para promulgar en los códigos del im
perio las máximas del Evangelio sobre la indisolubili
dad del matrimonio. Sin embargo, esta palabra no se
pronunció , y consiste en que el mundo temporal no pue
de gobernarse por los mismos medios que una sociedad
de espiritualistas decididos. Las grandes revoluciones mo
rales no se obran por un solo golpe de mano ; un poder
sábio no las violenta ; las prepara por ensayos y tentati
vas parciales. Muchas veces lo he dicho; tocamos una
¿poca de transicion mas bien que una de revolucion ra
dical. El cristianismo no ha tomado posesion completa de
la sociedad civil sino en la edad media, cuando las anti
guas razas se han rejuvenecido por la mezcla de hombres
nuevos; antes de este tiempo, mas bien ha transigido

Solus enim separabit qoi et conjunxit. Separabit autem non per duritia.
repudii quam reproba t et compescit, sed per dtbitum mortis.» (De mona
gamia). Añadió que el que se casa con el cónyuge divorciado comele uta!
ferio , asi como si tuviese con él un comercio ilegitimo. «Tn tetum enim, »ñ
per nuptias , live vulgo, alterius viri admissio adulterium pronuntletur.
V . tambien a San Gerónimo, eplst. ad Amandum.
EN Eb DERECHO CIVIL T)K LOS ROMANOS. i¥i
con ella que dominarla completamente. La política de
Constantino sobre el repudio es una prueba clara de
lo que dejamos dicho. Cualquiera que haya sido su de
cision por la fe cristiana , nunca se atrevió á imponer á
sus pueblos, tan diversos en origen, religion y costum
bres, la prohibicion absoluta del divorcio. Conoció que
habia almas débiles , espíritus llenos de duda que no se
podian ni alejar ni desanimar por principios demasiado
severos ; y cuando un poder quiere obrar por el camino
de las pasiones, debe dirigirse á todas las conciencias y
dirigirlas por medios templados. La Iglesia parece no
haber desaprobado su conducta. Contenta por el mo
mento con mantener en el órden espiritual la pureza
de sus doctrinas , no se opuso á que el poder tempo
ral entrase en un régimen misto , en un sistema de
concesiones. Parece que ella tambien sintió las difi
cultades que encontraba el poder temporal , porque el
concilio de Arlés, celebrado en 314 bajo Constantino,
se inclina á la indulgencia en favor del marido jóven y
piadoso que hubiese sorprendido á su mujer «n adulterio.
«De his qui conjuges suas in adulterio deprehendunt, et
*iidem sunt adolescentes fideles et prohibentur nubere,
vplacuit, ot, in q0antdm possit, concilium eis detur, nt
nvivenlibus uxoribus suis , iicH adulteris , alias aeci-
uptant (í).» En fin, no son á estas dificultades á las que
es preciso atribuir la vacilacion de San Agustin, sobre
la pena que debe imponerse al esposo que se vuelve á ca
sar despues de haber repudiado por adulterio ¿ su mu-
(1) Canon 10.
150 1)E LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
jer (1J, y la tolerancia aun mayor todavía de San Am
brosio respecto de esta materia (2). •
No causará asombro que la legislacion civil baya
marchada con irresolucion , por un camino en donde los
jefes de la opinion religiosa parecian dispuestos á hacer
provisionalmente concesiones á la debilidad contempo
ránea, y á no sacar aun todas las consecuencias de las
prohibiciones de la ley cristiana.
Selden (3) y Godefroy (k) han pensado que Constan
tino siguió los consejos de los obispos al dar la constitu
cion de 331 sobre las causas del divorcio ; opinion que
creo bastante verosimil atendido el resumen de esta cons
titucion. El emperador quita á los esposos todos los pre-

(1) «Quisquís etiam uxorem adulterio deprebensam dimiserit, et aliam


«duxerit, non videlur ajquandus eis qui, excepta causa adulterii, dimittuDl
»et ducunt; et in ipsis divinis sententiis ita obscurum est utrum et iste, cui
»quidem sine dubio adulteram licet dimlttere, adulter lamen babeatur si al-
»teram duxerit, ut, quantum existimo, venialiter ibi quisque fallatut.a
Traduzco: el que ha sorprendido á su mujer en adulterio y se ha vuelto á
casar, no parece debe igualarse á aquel que fuera de este caso ha repudiado
á su mujer y contraído segundo matrimonio. Hay tanta oscuridad en los
preceptos divinos sobre la cuestion de saber si el que teniendo seguramente
el derecho de repudiar su mujer por caso de adulterio, es adúltero volvién
dose á casar, que á mi parecer comete mas bien un pecado venial {De fide
in operihus, c. XIX),
(2) Viro licet uxorem ducere si dimiserit uxorem peecantem , quia non
ista lege astringitur vir, sicut mulicr. Capax enim mulieris tur est (Com-
ment. in epist, I ad Corinbt.) Junge San Gerónimo, epist. 22T, ad Aman-
dum.
De aquí se puede deducir que en esta época los padres parece que hacen
una diferencia entre la mujer y el marido; permiten el casamiento al ma
rido y lo prohiben á la mujer.
(3) Vxor hebr., lib. III, c. XXVIII.
(4) Sobre el C. Theod. de repudiis.
BN EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMAHOS. 151
testos frivolos ó de poca entidad para el divorcio. La
mujer no puede romper ya el mas santo de los contra
tos porque su marido se entregue al vino, al juego, á
las mujeres; ni el marido puede tampoco echar a su mu
jer por cualquier motivo. Se admiten tres causas para
«1 divorcio: 1." contra el marido, si es homicida, mago,
ó viola los sepulcros ; fuera de estos casos, el que se di
vorcie perderá su dote, sus joyas, su dotacion y será
deportado á una isla: 2." contra la mujer si es adúltera,
dada á los maleficios , ó alcahueta ; entonces el marido
ganará la dote y podrá volverse á casar ; pero, si la mujer
prueba su inocencia , tendrá derecho á apoderarse de
todos los bienes del marido, y aun de la dote de la se
gunda esposa (i).
Honorio confirmó estas penas en 421 (2) con algu
nas modificaciones. Admitió un divorcio semi-legal , si
asi puede decirse, para el caso en que la mujer fuese
culpable de faltas ligeras (3). El marido guardaba la do
nacion y no era obligado á entregar mas que la dote,
podiendo casarse despues de pasados dos años.
Se ve que por medio de gran severidad, daba esta
legislacion bastante parte á preocupaciones muy pode
rosas todavía. En efecto, el divorcio significado injusta
mente por el marido ó por la mujer, con todos sus ries
gos y peligros, disolvia el matrimonio. La mujer repu
diada, en.desprecio de las prohibiciones, podia volverse

(I) L. I. C. Tbeod. de repudüt.


(i1 L. II, C. Theod., lug. cit.
(3) ilorum culpa.
152 DK LA INFLUENCIA BEL CIUSTUHISM*
á casar pasado un año ; el marido que habia sido aban
donado por su mujer manifestándole que se divorciaba,
tenia libertad para contraer segundo matrimonio en el
acto. En caso de divorcio legal, se permitia al marido,
á quien su mujer lo habia obligado á repudiarla, un se
gundo matrimonio. La mujer que habia tenido razones
legales para provocar el divorcio, podia volverse á casar
despues de cinco años de prueba. La legislacion civil no
habia tomado aun por su cuenta el principio de la indi
solubilidad del matrimonio; no amaba el divorcio, 16
consideraba un mal indudablemente, y lo corregia
por restricciones y penas; pero cuando venia i que
brantar el lazo conyugal, aun por consecuencia de una
pasion ciega , lo sancionaba con cierta medida como un
hecho consumado; bien distante en esto de la ley divina
que no pronuncia penas , pero que quiere que el lazo '
continúe subsistente (1).
A pesar de estas concesiones, la legislacion pareció
demasiado dura. Teodosio el Joven la abrogó y puso en
vigor el derecho de los Prudentes (%). Hasta se conoció el
divorcio por mutuo consentimiento (3). La obra de Cons
tantino , despues de haber sido glorificada en el código
Teodosiano, pereció por una novela Teodosiana (4). Jus-
tiniano vió el abuso, y esforzándose para reformarlo,
mfrió su yugo (5). Aquí el derecho antiguo domina al
(1) Godefroy, sobre la ley II, C. Theod. de repudiii.
(2) Novela 17 de este emperador.
(3) L. IX, C. Jusl. da repudiis.
(4) Novela citada, y la ley YIII, C. Just. de repudiis.
(5) Novela 117, c. VIII y lig. Nov. 134, c. X. Nov. 140.

«
EK EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 155
nuevo , y la civilizacion dió un paso retrógrado : atra
só aun mas allá del principio de la edad media , cuan
do los bárbaros mancharon el lecho nupcial y turbaron
las familias por él incesto, la poligamia, y el divorcio (1).
Pero del esceso del mal surgió una reaccion saludable,
y el casamiento, tal como fué concebido en la doctrina
de Jesucristo, ha salido victorioso de esta lucha y sirve
de tipo á las legislaciones modernas.

(I) M. de Sismondi, (. I, p. 807, 309, SI2, 318; t. II, p. 18, ti, 101.

20
i 54 N U INFLUENCIA DtL CRISTIANISMO

CAPITULO VII.

De lú celebración.

La bendicion nupcial existió ciertamente en las cos


tumbres de la primitiva iglesia. Tertuliano lo declara
en varios lugares y las autoridades son muchas (1). Las
uniones que no eran contraidas por el ministerio ecle
siástico pasaban por ocultas é ilícitas. Esto era ir mucho
mas allá que el paganismo ; porque la antigua religion
habia si prestado su intervencion á las nupcias pero
nunca la habia impuesto (2). La filosofía del matrimo
nio habia sido concebida por el cristianismo con una
profundidad á que no podia ni aun aproximarse ningun
sistema religioso. Ya se han visto muchos rasgos de su
teoria, pero hay otro que no puedo olvidar en este lugar.
Si la simpatía que une los dos sexos estuviese entre
gada al delirio de los sentidos, la degradacion de la es
pecie sería bien pronto proporcionada á su depravacion.
Las noches del deleite (3) pesan sobre el alma por las
manchas que dejan en ella, y agobian el cuerpo por el
(t) V. arriba el pasaje de la monogamia que ya he citado.
Dice en otra parte (de prudentia, c. IT) : aJdeo penes nos oculta quo-
vque eonjunctiones, id est, non prius apud Ecclesiam profess». justa moe-
»eium it fommcatiohm, judicari ptTiclilantur.it
Jvmge. San Ambrosio. Ilb. IX, epist. 70; el cuarto concilio de Cartago,
«. XIII, y Chardin, Bittoire des Sacrementis, t. VI.
(2> PolUier (Pand., t. II, p. 17).
(3) El libro de la aabiduria (IV, 6) dice con bastante mas elegancia! «£*
iniquis somniis filii qui natcuntur.»
EN EL DEhECHO CIVIL DE LOS ROÑANOS. 155
peso de los escesos: embotan la inteligencia, envenenan
los manantiales de la vida y la embriagan con la copa
fatal qoe abrevia su duracion (1J. Los hijos que engen
dran, señalados en su constitucion por las enfermedades
precoces de sus padres, en su honor por la ilegitimidad
de su nacimiento (2), en su seguridad personal por ia
falsa posicion en la familia, son mas bien la afliccion
que la esperanza y el elemento reparador de la socie
dad (3).- Asi ha dicho Montesquieu con su gran penetra
cion. «Las uniones ilícitas contribuyen poco á la pro
pagacion de la especie... La continencia pública está
«naturalmente unida á la propagacion de la especie (4).»
No es esto decir que adoptamos las preocupaciones vul
gares sobre las causas de las conformaciones monstruo
sas; sabemos que son rechazadas por la sana filosofía;
pero creemos que en tésis general, las uniones castas
son las que producen las generaciones [o) robustas, por
que la naturaleza agotada en las escitaciones desorde
nadas, hace traicion á su debilidad por productos débi
les; que los temerarios abusos que falsean y profanan la
ley providencial de la reproduccion , caen cruelmente
sobre sus autores, y preparan á las generaciones inocen-
(1) Voluptas nocet nimia (Sénec., de Vita beatd, núm. 13).
(2; «Porque los hijos nacidos de union ilegitima, cuando se conoce lo
»que son, llegan á ser testigos que deponen contra el crimen de su padre y
»de su madre.» (La sabiduría, IV, •).
(3) «Los hijos bastardos no echarán vástages profundos, y nunca se abr
umarán en tallo.» (La sabiduría, id. ntm. 3).
(I) Esprit des lois (lib. XXIII, c. XI).
(5) «Fortes, dice Horacio, creantur [orttbus et bonis;» y la Sabiduria
«;0/>! ¡cuan bella ts una raza eattalo IV, I
i 56 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
tes una horrorosa herencia de males corporales y del
espíritu (1). Además, un peligro semejante colocado en
los manantiales dela vida, no. pudo escapará la mira
da penetrante del cristianismo, que en su amor al hom
bre ha querido reducir por la reforma del mal moral el
imperio del mal físico. Por esta razon es por lo que ha
instituido el matrimonio en sacramento , para contener
mejor, para conducir con mas facilidad á los fines legí
timos de Dios esta fuerza ciega que siembra las genera
ciones. Ha santificado por la oracion y la -consagracion
el lecho de los esposos , y les ha abierto una comunica
cion espiritual con el cielo cuando la tierra parece sub
yugarlos mas. ¡Qué importa que el mundo de Epicuro
obedeciese á la Venus generadora en los voluptuosos ver
sos de Lucrecia! (2j. El mundo cristiano , mas casto,
ha arrancado la corona á esta reina de la carne, y es ella
la que obedece á una razon divina cuyo instrumento
es (3). En vano el materialismo pagano la habia deifica
do como el alma del universo ;- ya no es mas (si puedo

(!) Sl.:de Maistre, Soirées de Saint-Pélersbourg , t.I, p. 60 j 6t.


(2) De r.er. natura (lib. I, vers. i y sig.):
«/Eneadum genilrix -

nQuo quoniam rerum naturam sola gubernas.»


(8/ Fenelon (OEuvres spii Huelles , c. Lj: «Jésus-Christ a voulu répan-
»dre, par cesacrement, une bénédiction ahondante sur la sourec de nolrc
nnaissance, afin que ecux qui s'uaissent dans l'état du mariage ne songeut
»qu'a avotr des enfants, et moins á en avoir qu'á-en donnerá Dicu qui res-
»semblent á leur pére celeste. Le lien dit mariage rend les deux personnei
»inséparables. L'etpril de Dieu l'a ainsi réglé pour le bien des hommes, afln
»;ie reprimer Vinconstance el la confusion qui troublcraient l'ordre des ü-
a.nílies et la slabilité néceüaire pour l'cdacatíon des enfants^
en el nBREcno civil de los romanos. ío7
hablar asij que el alma de los sentidos* eí alma infe
rior (i), y sus deseos carnales son gobernados por la
moderacion reflexiva de los deseos del espíritu (2).
Con todo, esta doctrina de la Iglesia de que el matri-
monio está en el sacramento, no se formuló sino' mucho
después en las leyes de los emperadores cristianos. Una
constitución de Teodosio el Jóven, dada en 428, parece
reproducir el principio del derecho de los Prudentes ; de
que el matrimonio está perfecto con solo el consentimien
to , sin contrato de dote, sin pompa nupcial, sin solem
nidades [aliaque nupliarum celebritas omittatur) (3).
Este principe no ha querido hacer alusion mas que
á las pompas civiles, á las solemnidades seculares, que
sin haber sido nunca un elemento constitutivo del casa
miento, le acompañaban con frecuencia , y no han cesado
de estar en uso ni aun en medio de la decadencia de las
antiguas costumbres (4). Cuando habla del consentimien
to, ¿entiende que este consentimiento se ha esplica-
do segun el voto de la Iglesia cristiana? Pueden conce
birse sérias dudas sobre este particular. Lo que es mas

(1) Origenes, de Principiit (III, 4).


(í) Estas espresiones son de San Pablo: «La carne tiene deseos contra
rios á los del espíritu.» Ifialat., Y, 17.)
En cuanto al fondo de la idea, escuchemos á Origenes (cito la version la-
lina): «His enim raodus orationis debitus impedilur, nisi etiam illi actui
muplialis secreti, de quo maiirr.e silere decet, et rarius et sediiiore animo
rae minus impotenti fiat; cum is qui dicilur hic consensus discordiam enim
•ffecluum eranidam reddat.» (De ora,, t; I, p. 198, núm. 2).
(3) L. III, C. Tueod., de nuptiis. Junge, 1. VI, C, Theod., de Ujronibut.
(4) V. en Gibbon, I. V, p. 400, el matrimonio del emperador Arcadio
con Ettdoiia. . .
Í5B DE LA ISFLUESCIA DEL' CtllSTlARtóMÓ
cierto es que es preciso llegar hasta Justiniano para ha
llar en las leyes civiles mencion de las solemnidades
cristianas- (1): los testos que lá refieren son formas,
pero tienen mas bie» virtud entmtiativa que imperativa.
Suponen el uso y el empleo de la bendicion mas bien que-
su necesidad (2), y \» historia nos enseña que mas tarde
se pasaban sin ella con frecuencia. ¿Y cómo asombrar
se de ello cuando las últimas huellas del paganismo no
habian desaparecido todavia , y cuando las héregías ha
bían dirigido ya graves tiros á la unidad de la doctri*
na? El emperador León recuerda este olvido de las leyes
constitutivas del matrimonio, y lo condena por una ley
célebre (3); identifica la union conyugal civil con el sa
cramento de la Iglesia.. Debe notarse que esta ley no fué
hecha para el Occidente: pero la intervencion de los
obispos en los negocios públicos, introdujo en ellos la
adopcion de una regla semejante ; y la celebracion reli
giosa del matrimonio ha gobernado este contrato hasta
el momento en que la diferencia de cultos* introducida
en el Estado, ha hecho pronunciar la incompetencia de
la ley esterior sobre las materias concernientes á la con
ciencia. Esta incompetencia es una de las conquistas de
la libertad moderna, y los hombres prudentes la respe*
tarán, dejando á los exagerados de todos los partidos la
injuria de la ley atea, *on la cual han pretendido mar-
(1) L. XXI?. C. de tiaptiist «Nisi ipsft nuptiarum acceial fetlivitat.» •
Así es como se entiende esta ley por D. Godefroy. Se pueden ver sus notas
sobre la novela 89 de Leon. V. tambien la novela de Just. 74, §. t.
(2) V.. p. ex., la novela W, §. 1.
(3) La novela 89.
U EL REHECHO «fm OBELOS R&JMXOS1. i 59"
chilar la imparcialidad del legislador. Pero de la misma
manera que es preciso saber desembarazarse de las ideas
antiguas para juzgar la época actual , del mismo modo
seria peligroso juzgar por las opiniones contemporáneas
las necesidades del pasado. Guando considero los desór
denes de la edad media, y la espantosa irrupcion de
las pasiones brutales que caracteriza la historia de las
razas Merovingias, Carlovingias y los primeros siglos de
los Capetos, no sé lo que habria llegado á ser de la
civilizacion si el poder religioso no se hubiese hallado
dispuesto para el gobierno temporal. Felizmente estaba
armado con la fuerza moral y política, y con la ayuda de
los principios del Evangelio sobre el casamiento, ha po
dido arrancar el elemento primordial de la sociedad al
materialismo bárbaro , para volverlo al esplritualismo
cristianó (i).
ti) Entonces las Instü. rutinaria* dirán: «Les mariagei ir [ont au
»ci«!, et « contommtnt tur la terr*.» Loisel, Hb. J, l. I, nám,
160 DE LA ímireaciA -del CSISTIAMSJIO

CAPITULO VIH.

Peí concubinato.

Decia al empezar: casi siempre se encuentra en el


derecho romano la antitesis de dos principios de origen
diverso , el derecho civil y el derecho natural ; en el ca
samiento se rota de una manera clara y ostensible. Al
lado del matrimonio civil habia una union natural co
nocida con el nombre de concubinato (i). Antes de Au
gusto no tenia denominacion legal, y todo induce á
creer que se confundia con el trato ilícito ó no recono
cido (2). Pero en tiempo de este principe , se separa de

'(l) V. Gibbon, t. VIII, p. 260, y arriba c. III. 4


(3) Heineccio, sobre la ley Papia, lib. II, c. IV, núm. 3. Ciceron
llama concubina la que vivia con un hombre casado (de orat., lib. I. capí
tulo XL). Un ciudadano romano habia vuelto de España, dejando en la
provincia una esposa en cinta. Se casó de nuevo en Roma dejando dos pós-
tumos de dos casamientos: el estado de la segunda mujer y su hijo fué dispu
tado. Se trataba de saber si para romper el primer matrimonio hubiera sido
necesario un divorcio solemne, un cambio de voluntad regularmente mani
festada en cierta forma (certis quibusdam verbis), y no solamente el cambio
de voluntad resultado del hecho único de una segunda union. En esta ocasion
es cuando Ciceron hace notar, que si esta cuestion contra la segunda mujer
hubiera sido decidida, no podía ser tratada sino como concubina, in concu
bina locum deducerctur.
El jurisconsulto Marciano ha tenido razon para decir que por las leyes
de Augusto son por las que el concubinato ha recibido un nombre y una
situacion legal, «concubinatum nomem vssi lscis adsumpsisse,» I. III, §. 1,
1). de concub.
Se sigue de aquí que cuando se halla esta palabra en Plauto y otros es
critores anteriores á Augusto, es preciso guardarse de creer que se aplique
EN EL DUf»BCUt> CIVIL V& LOS ROMASOS. iBT
ella completamente, y se coloca entre las convenciones
autorizadas por el derecho natural y legalmente recono
cidas (lj. La razon de esto se encuentra en una tran
saccion entre la licencia de las costumbres en el final de
la república y las leyes de Augusto contra los adulterios
y concubinatos (2J; entre la aversion de los romanos
de esta época bácia el matrimonio , y las leyes de este
emperador para hacerlo mas frecuente. Augusto dió por
base á esta concesion, hecha á las preocupaciones ó á la
debilidad, la desigualdad de las condiciones. En aque
llas leyes célebres, cuyo fin era realzar el matrimonio,
habia prohibido este principe á los ciudadanos casarse
con ciertas mujeres , que aunque ingénuas, estaban sin
embargo deshonradas (Z);. por ejemplo, las prostitutas,
alcahuetas , las que detenidas por la esclavitud en malos
lugares habian salido de ellos por la manumision, la»
condenadas , las adúlteras y las cómicas (k). Tambien
se sabe que habia prohibido á los senadores , á sus hijos-
y nietos (5J casarse con mujeres manumitidas. Pero el
emperador ,. para conciliar ciertas debilidades con la ne
cesidad de dar á. la república, vasallos que no se sonro-

al estado legal que mas tarde sirvió para de&nir (Y. Plaulo, Epidieut,
act. III, «se. 4, vi 444. Triuummui, act. III, ese. S, v. 745). Esto es en I»
que no han puesto bastante atencion los traductores de Plauto.
(I) Marciano, lug.-eit. Paul, 1. CXLIV, D. de verbis signif.
(i) V. el Dig. ad leg. Juliani de adultera*.
(3) Heineccio, lug. cit., lib. II, c. I, núms» 10, 11, II,. etc.; y c. IV».
núm. 4.
(4) Heineccio, I. XI, c. IV, núm. 4.
(4) Id., lib. II, c. I, núm. 6.
21
f62' DE LA INFLUENCIA DEC CRISTIANISMO
jasen de- su nacimiento , creyó deber autorizar con estas-
mujeres un comercio licito, que sin ser el matrimonio
legal era una imitacion suya, y lo llamó concubina
to (1J, Esta union ponia al abrigo del rigor que las leyes
desplegaban contra las malas costumbres (2); pero no
proporcionaba las ventajas atribuidas á las nupcias (3J;
y era con mas frecuencia el recurso de los que habiendo
vuelto, despues de haber pagado su deuda á la patria,
no querian dar madrastras á sus hijos, como le sucedió
al emperador Marco Aurelio (4j.
Asi , pues , desde Augusto no era deshonesto el con
cubinato (5) , y solamente no producia efectos civiles.
Formado por solo el consentimiento, y pudiendo disol
verse de la misma manera, no le acompañaba ninguna
solemnidad; la dote no se adaptaba á él; la mujer, lla
mada concubina árnica conviclrix, no tenia el henrose
titulo de madre de familia ; no participaba de los hono
res dé su marido , y no hacia mas que dividir con él su
lecho, su mesa y sus afectos..
For lo demas, siendo el concubinato una imitacion
natural del matrimonio, era gobernado por las mismas
reglas que el derecho natural impone al casamiento.

(I) Marciano, lí III, §. I. D. de eoncub. Heincccio, lib. II, c. IV, nú


meros I, 2, 3.
(2/ El que vivitf-así no estaba sujeto á las leyes de adulteras et stupris*
(3) Hcineccib, lib. II, c. IV, núm. 4.
(4) Cápitolino, in vita M. Aurelii Anton, c. XXIX. Despues de la muer
te de la emperatriz; Marco Aurelio, con el objeto que acabo de indicar, tomó
por concubina á la bija del procurador de su mujer.
(i) Paalo, 1. CXLIV,. O. de vcrb.. si//ni{. Jangc, I. V,.D. ad Senalóse
Orphit^
EN EL DEKEGliO CIVIL liE LOS BOMA SOS. 163-
Estaba prohibido tener muchas concubinas á la vez (1),.
porque esto sería una poligamia rechazada por la civili
zacion romana; si traspasaba sus leyes algun libertino
audaz como Tigelino, por ejemplo (2), la moral pú
blica protestaba contra tales torpezas (3). El hombre que
tenia esposa legitima no podia tomar concubina, pues
esto hubiera sido un adulterio y una bigamia (4j.
El concubinato tomó poco á poco grande estension ;
sirvió para echar el velo de la honestidad sobre las
uniones libres de personas ingenuas é irreprensibles que
no querian unirse con lazos demasiado pesados. Las ple
beyas pobres y de nacimiento oscuro, las manumiti
das (5J, consentian endividir, con el nombre de concubinas
el lecho de un hombre que no hubiera querido hacer un
casamiento desventajoso. Pero la mujer que gozaba de
las ventajas de la fortuna y de la consideracion pública,
no consentia renunciar al titulo mas honroso de esposa.
Los hijos nacidos de concubina (noíhi) no eran bas
tardos (6); pero aunque tuviesen padre cierto, no eran-
sin embargo hijos legítimos; se les llamaba hijos natura
les, porque una union natural les habia dado la existen
cia. Nacidos fuera del matrimonio, no podian solicitar

(I) Novel* 18, c. V.


(8) Tácito le echa en cara su muerte infame en medio de sus concubinas
(Uitt., lib. I, c. LXXIIJ.
(3) Heinecc., lib. II, c. IV, num. i.
(i) L. I, c. de coneubinis.
(5) Vespasiano, habiendo sobrevivido a su mujer y ásu hija, tuvo por con»
cubina á Coenis, liberta. (Suet.,ín Yespas., c. III)'.
(6) Heinecc., núm, *, y las inscripciones sepulcrales que refiere.
464 DE LA IOTLÜEHCIA DEL CRISTIAKISSTO
las ventajas del derecho civil; no sucedian á su padre,
no llevaban su nombre, no estaban en su familia (1).
Con respecto á la madre tenian los hijos naturales el
derecho de sucesion, tan estenso como el de los legíti
mos. Asi lo queria la lógica del derecho romano, porque
la madre no estaba unida á los hijos legítimos sino por
los lazos de la sangre. Entre ellos y sus madres no habia
mas que parentesco natural, semejante en todo al de los
hijos naturales; y desde entonces reinaba la igualdad en
tre el hijo nacido de concubina y el que habia empezado
á existir á la sombra de nupcias justas y solemnes.
Tal era el estado de la legislacion y de las costumbres
cuando Constantino ocupó el trono. El concubinato cho
caba demasiado directamente con las ideas cristianas so
bre el matrimonio para que este principe no le pusiese
trabas. La doctrina de Jesucristo, que confunde la union
conyugal con el sacramento, no admite grados en la per
feccion del lazo: el matrimonio es uno á sus ojos; todo
trato que no ha sido legitimado por la- bendicion nup
cial es una relajacion .
¿Pero cómo reformar un» costumbre que Labia echa
do tan profundas raices? ¿Cómo llevar la legislacion á la
unidad en una materia tan delicada y dominada tan fuer
temente por el imperio del hábito y de las preocupa
ciones?
Constantino no se atrevió á atacar de frente el órden
de cosas que existia, y recurrió á medidas indirectas. Su
primer pensamiento fué convertir el concubinato en mar
Heincccio, luf. tiU
ra EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS, i 65
Ürimonio legal, y para conseguirlo concedió la legitimi
dad por recompensa á los hijos nacidos ya, cayos padres
renunciasen al comercio ilegitimo para casarse (1). Des
pues armándose de severidad contra los hijos naturales,
á fin de tocar mejor el corazon de los padres, prohibió
darles nada á ellos ni á sus madres por donacion ni testa
mento (2); no permitió., en fin, á las personas de alta dig
nidad dar al público el escandaloso espectáculo del con
cubinato (3J. Asi atacó esta institucion por la triple in
fluencia de las recompensas, las penas y el ejemplo.
Pero aquí se tocaba la grande y constante dificultad
de hacer aceptar estas reformas por naciones que desde
el Oriente al Occidente agotaban todas las variedades de
razas, de cultos y de costumbres. Los politeistas, tan nu
merosos todavia, diré mas, tan poderosos aun, como lo
prueba la reaccion de Juliano, murmuraban de estas in
novaciones: herían sus afecciones y sus costumbres y
agriaban sus resentimientos. Quizás el progreso de las
conversiones sufria por ello.
Por estas razones es sin duda por lo que Valenti-
niano I, amigo de la tolerancia (4), dió al Occidente su
constitucion de 371 (5) que concedía á los hijo6 natura
les y á sus madres una capacidad mayor de adquirir por

(1) No tenemos esta constitucion. La ley V del código de Jastin., de nat.


liber., nos la hace conocer.
(S; Arg. de la ley I, C. Tneod. de natur. líber.; Golefroy, sobre esta ley;
y Fotbier, 4. II. p. S81. núm. 83.
(3) L. I, C. de natur. líber.
(4) Baronio, ar. 371, y Symmaco, lib. X, epij. U.
(5) L. I, C. Theod. de natural, liber.
166 DE LA TMFLUBNCIA ÜKL CRISTIANISMO
el testamento del padre. Valentc, emperador de Oriente,
no quiso ratificarla desde luego, pero cedió á instancias
del sofista Libanio, que deseaba hacer testamento en fa
vor de un hijo que habia tenido de una concubina des
pues de divorciado de su mujer (1). Bueno será notar que
Libanio era pagano. E1 cristianismo tenia un rival en los
consejos de los emperadores cristianos! asi es que Liba
nio escribió la oracion fúnebre de Valente.
No obstante, Valentiniano III, que reinaba en Occi
dente bajo la tutela de Plaridia , emprendió retirar estas
concesiones y restaurar la legislacion de Constantino
pero sus esfuerzos fueron vanos. Teodosio el Jóven no
quiso recibir la constitucion en el Oriente , sino con la
condicion de que á los hijos naturales se les habia de
sostener en la capacidad que Valentiniano 1 les habia atri
buido (3). Asi se pasaba el tiempo en hacer y desbaratar,
avanzando y volviendo despues atras en el camino de las
contemplaciones y de los falsos medios. La ley del colega
de Teodosio no se ha insertado en el Código Teodosiano,
pues no dejó huellas en el Occidente. Lo que quedó de
todos estos conflictos fué el que los hijos naturales, así co
mo sus madres, no fuesen desheredados completamente
en las donaciones y legados que les dejasen sus padres (4).

(1) Godefroy, sobre la ley I, C. Theed. de natur. filiis. Se hallara en ta


«abio comentario los textos históricos felizmente reunidos, para ilustrar el tex
to legal.
(i) Godefroy, sobre la ley II, C. Theod. de naturalib. filiis.
(3) Id., 1. II, C. Theod. lug. cit. (año 428). ,
(i) L. U y VItt, C. Just. de naturalib. líber., y la npvela 89, c. XH,
de este emperador.
ES EL BBEECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 107
Asi es que la legitimacion que Constantino habia autorizado
como remedio transitorio para los hijos nacidos, fué con
vertida por lustiniano en un medio permanente, aplica
ble á todos los concubinatos que existiesen en adelante (1).
De aquí es que el concubinato conservó grande esten-
sion (2) hasta que Leon el Filósofo lo abolió en Orien
te (3); pero se estendió en Occidente con una especie de
renovacion.
Los francos, los lombardos y los germanos se sirvie
ron de él para los mayores desórdenes; el clero mismo se
entregaba á él sin freno (4). Fué preciso nada menos que
una parte de la edad media para combatirlo y estirparlo;
fué preciso que el poder espiritual, fuertemente centrali
zado, se colocase á la cabeza de la sociedad , y que hom
bres de una voluntad enérgica, tales como Gregorio VII,
empleasen en esta obra de reforma su génio y su ascen
diente (5). '

(I) L. VII, C. de natur, lib. Ileineecio, lug. tft., núm. 5, tn fine.


(8) L. V, C. ad Senalase. Orphit.; nov. 18, c. V. Hein., núm. 6.
(3) Véase »us nov. 89, 90, 91.
(4) En el ap. 4 las fórmulas de Marculfo, se halla una fórmula que prue
ba que en las Galias la capacidad de los hijos naturales era aun mas grande que
la que le había concedido Valentiniano I; su padre podía legárselo todo cuan
do no tenia otros hijos (form. 52). Este acrecentamiento de derechos Tiene
sin duda de la mezcla de las razas bárbaras que apenas distinguían los hijos
legítimos de los naturales. (Bignon, en Baluze, t. IT, p. 967).
(5) Du Cange dá el texto de algunos concilios que toleraban el concubi
nato (V. Concabina) , particularmente el de Toledo, I, e. XVII. V. Cujas,
Paratit. sobre el T. del C. de concubinis; sobre la novela 18; j pn sus Oiser-
vacionet, lib. V, c. VI. Salvlano, de gubernat. Dei, núm. 4.
Í68 DE LA. MFIAiERCIa DEL CRISTIANISMO

CAPITULO IX.

Del poder paterna.

Las doctrinas nuevas se dirigen mas especialmente á


la juventud; los hijos tienen la vista fija en el porvenir
y son inclinados al movimiento: los padres, mas preocu
pados con el presente, lo son á la resistencia.
Al nacer el cristianismo, conmovió el espíritu de la
juventud , y de este modo sembró el espanto entrelos de
fensores de las instituciones existentes. Se acusó á los mi
sioneros evangélicos de misioneros del desórden , que
aconsejaban á los hijos la resistencia á sus padres y pre
ceptores , y los escitaban á sacudir el yugo de una ge
neracion gastada , frivola é ignorante del verdadero
bien (1).
Esta direccion de las opiniones produjo profundas
agitaciones en la familia; los padres que habian sopor
tado con paciencia las desobediencias de sus hijos , los
desheredaban sin piedad el dia en que una dichosa con
version se los hacia humildes y sumisos (2J. Las ma
dres, cuya alma tierna se abria á la doctrina nueva,
procuraban en vano escusar conversiones á que ellas tal
vez habrían animado. Culpables tambien de profesar

(1) V. Origenes contra Celso: «Quod Mi delirunt, mente, eapti tunt. et


•niAil veré bonvm vel telan! vel possint facere, praoceupati nugit ina-
tnibtis.»
(3) Tertuliano, Apolog., g. J.
EH EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 169
él cristianismo-, eran repudiabas (1J. Ninguno babia,
hasta el esclavo, que no aumentase la cólera de su amo,
por haberse afiliado á la temible faccion de los cristia
nos, aunque el cristianismo le aconsejase la fidelidad y
él respeto (2).
La familia se hallaba, pues, dividida en dos par
tidos: el uno, cuyo jefe eFa el padre, atrincherado en
las antiguas preocupaciones y armado del poderpsrteruo
que le daba proteccion ; el otro, al que se háhia adherido
la mujer , los hijos y los esclavos oponiendo una re
signacion firme á aquella autoridad f8j. Algunas veces

(I) id.,§.3.
(a, id., $.3.
(3) Las acusaciones de los paganos, en materia de estas divisiones, son cu
riosas de conocer. Veamos cómo comíate Origenes las invectivas de Celso:
«Pergis Celtus, et qua de Jesu doctriné dicuntur a paucis é chrisliaoorum
-•numero non prudentioribus, ul ipse putat, sed rudioribus, ait prxtepta esse
nnoslrorum bominum: nemo accedat eruditos, tierno sapiens, nema
iprudens.
»Hoc pacto, inquit, satis apparetquod solos fatuos, ignavos. stolidos,
#mancipia.,muliercalai,.pueros, captent et pelliciant.»
Origenes responde: Cuan injusta es esta acusacion! Quién purde descono
cer la grandeza de la elevacion de los dogmas y de los preceptos, tanto de la
religion judaica como de la religion nuevo, la profunda sabiduria de Moisés,
de Salomon, de los profetas, el saber y la elocuencia de los apóstoles cristia
nos, de San Pablo entre Otros, que, bien lejos de prohibir la sabiduria, la co
loca en el primer rango de los dotes celestiales, y no cscluye sino la falsa sa
biduria, la que no viendo sino las cosasperecederas, y-no estudiando sino los
fenómenos de la materia, uo puede elevarse al manantial de toda sabiduria,
que es Dios? Lejos de danar-al cristianismo , la verdadera ciencia es su mas
poderoso attxillar.'La Iglesia Sin duda se dirige tambien á los débiles, áUs
iptorantes pero para hacerlos mejores; porque Jesucristo ba venido á lla
mar á todos los hombres ú que lo sigan en el nuevo camino, asi ú los sa
bios como & los débiles de espíritu, á los grandes como á los pequeños....
170 m LA IRFLUE.NCIA DEL CRISTIANISMO
cedia el padre de familias á impulsos del número y d&
ejemplo (1); las mas resistia, ysevciaá los padres solos
en el politeismo, en medio de hijos y nietos cristianos que
le cantaban los himnos del Señor (2).
En medio de estas disensiones intestinas y del mayor

Celso continúa sus invectivas:


«Videre ticet, inquit, et ín privatis lanificnm, sutorum, follonum, ¡Hite-
ratissimum quemqae, et rusticissimum corara senioribut et prudentioribu»
patribus- familias, nibit audere proloqui. Ubi vero seorsúm naeti fuerint pue-
ros eorum et muherculas imperitas, mira quantum disserere: «IVon esse au-
tditndos parentei at preceptores sed sibi eredendum, quod Mi delirent et
«mente capti sint et nihil veré bonum vel sciant, vel posint facere, praoe-
-»cupati nugis inanibus. Ipsi vero soli, rationem vivendt norint exactissi-
-»«ne. Et reíaos beatos fobe si s> acdiaut, atque aded, propter eos, talam
*familiaml*
»Quod si ínterin] videant aliquem acceden lera é praceptoribos pruden-
-tioribus, aut ipsum patrem, tune hos, si timidioresfaerlnt, perterriri; sin fe-
rociores, aoctores fierl poeris, ut kabenas excutiant, obmurmurando quod
in presentía1 patrlspreceplorumvenec volint, nec possint quodqnam boni
proloqui, meta illorum stultitis ssvilixque, modis omnibus corruptorumr
te devolntorum ad tnndum malilix, et monitores puoientium. Sed si quid
discere velint, debere eos, relicto patre et pra>ceptoribus, ire tunt muliercu-
íis et colUtsoribus pueris m conclave mulierum, aut ofiieinam sotoriam fu-
llnniamve, ut perfeetionera adipiscentur, praeceptis obsequendo.»
Origenes responde: Que nos presente maestros filósofos que enseñen uno
moral mas pura que la nuestra, y no impediremos á los jóvenes qae fre
cuenten las escuelas; que nos cite ama mujer- ¿ quien hayamos separado dt
- la obediencia á su marido, dt la observancia de sus deberes los mas sa-
grados'.'.l Por qué nuestras reuniones no serán mistas? El cristianismo sm
dirige a todos los SEBBs: a los ignorantes para ilustrarlos,/» los sabios, á los
buenos para mantenerlos y elevarlos á una perfeccion -mayor.
' (t) Véase la curiosa carta de S. Gerónimo á Lceta, hija cristiana de Al
bino, pontífice pagano. San Gerónimo espera la conversion de este último
por sus hijos y nietos todos cristianos. (Ad tartán», t. I, p. 54).—Gibbon,
t. V, p. 347, habla de esta carta.
(-i) Id.

-
EN EL nKI'.ECHO CIVIL BE LOS ROMANOS. 171
vigor de parte de los padres, se veia, sin embargo,
-cuánto habian perdido las costumbres de su antigua fe
rocidad. En los tiempos heroicos de la república, el po
der paterno no hubiera recurrido sin duda á las deshe
redaciones para hacerse respetar; mas de un romano, ce
loso de su poder, hubiera vengado el abandono del cul
to nacional , con la misma espada -que usó Bruto para
castigar á sus hijos por haber permanecido fieles al ti
rano. El palriciado habria sabido buscar esta espada
terrible en su prolongada guerra contra la democracia:
se habia visto á Casio traer ante su tribunal domésti
co (I), y condenar á muerte á Su propio hijo que háhia
abrazado el partido de las leyes agrarias: al senador
Fulvio castigar con -la misma pena á un hijo joven,
amable , espiritual, letrado , por haberse afiliado al par
tido de Calilina y de la causa popular (i). Pero desde
% revolucion imperial empezaron á perder cada dia mas
su ascendiente las duras tradiciones de la antigüe
dad [3). Por una parte el derecho de vida y muerte cho
caba con la nueva forma constitucional , que tendió -á
centralizar todos los poderes en manos del emperador;
por otra, la mayor dulzura de las costumbres rechazaba
con horror el ejercicio de una autoridad que no podia
elevarse á aquel grado de energía sin hollar á sus pies las
mas dulces afecciones del corazon humano. Un movi-
(I) Adliibüo -propinquomm et ainicorum consilio (Valer. Max., lib. Y,
c. VIH, núm. 8). Junge (¡ratina lobre las Doce Tabla», §. í5.
(3) ••id., núm. S. Salustio, Catilin., núm. 39.
(3) Ex horriia illa antiquilale ad praseniem uttim quadam Auguslut
fltxeranl (Tirito, Annal., IV, c. XVi;.
172 DK LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
miento análogo al que babia preparado el derecho dé
vida y muerte sobre los esclavos, fué el que se verificó
con mayor motivo con respecto á los hijos de familia.
Pero la historia no puede seguir la marcha de él cea
exactitud , y no se está de acuerdo sobre la época pre
cisa en que los padres fueron despojados de una justi
cia tan terrible (1). Mi opinion es que pereció definiti
vamente el dia en que Erixon , caballero romano del
tiempo de Séneca , que babia matado á su hijo con los
violentos castigos que le hiciera sufrir, fué perseguido
violentamente en el foro por el pueblo lleno de indigna
cion (2). Guando un poderes objeto de una execración
tal, significa que no puede vivir mas, que está atacado
de muerte; en vano es que esté escrito en las leyes; es
realidad, ha abdicado. Me parece, pues, que Alejandro
Severo no hizo mas que autorizar por medio de leyes un
'(1) Baudoin fija esta época en tiempo de Augusto Kád leg. Romul.,
L XVII);. Gipbanio en el tiempo de Constantino {ad leg. vlt.,C. de patria
potest). Binckershoéck , en el tiempo deTrajano; Adriano y Anteuino (d#
jure oecid. Uber., c. II y sig.) Se puede tambien consultar, á Noodt, de par
to* expositione. 'Lo que hay de verdadero «< qnc las leyes dadas en tiempo
de estos últimos emperadores hablan de este derecho como abolido, porque
la ley III en el C. de patria polestáte , restringe el derecho de los padres á
castigos moderados, y esta ley es de Alejandro Severo. TJlpiano en la ley II, en
el D. ad leg. Cornel de sicarüs, dice que el padre no debe matar á su hijo
culpable de cualquier crimen. Paulo refiere el derecho de vida y muerte
como abolido, I. II, D, de Uber, tt posthumis. V. tambien ta última ley
en el D. si a párente quii manumissus , etc., y f. V, D. de lege Pompeis
de parricidas. Asi, pues, este derecho no eiistia ya en el tiempo de Traja no
y Alejandro Severo; pero creo que las costumbres , mas bien que las leyes, te
habian hecho justicia. Consúltese á Godefroy sobre la ley II, C. Theod., dt
Uber causa.
(2) Séneca, de elementia, lib. I, e. XIV.
E1T- EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 173
hecho conquistado por las costumbres , cuando redujo
el derecho de los padres á meras correcciones (1). En
cuanto á la pena que debia imponerse al padre homicida,
eomo no se habian fijado todavía las ideas (2) tributó un
brillante homenaje á los sentimientos de la naturaleza
el célebre Constantino, que por su constitucion- castigó
con la pena de parricida al padre que matase á su hijo,
cualquiera que fuese el motivo (3).
En» medio de este decaimiento de la justicia paternal,
se- introdujo el cristianismo en la familia. Esta justicia
habia perdido ss, principal atributo, y do le quedaban
mas que penas incapaces de intimidar; corazones dis
puestos á arrostrar el martirio (4). El tribunal doméstico
fué, pues, una débil barrera contra el torrente de los hi
jos hácia las -nuevas doctrinas.-
Cuando Constantino subió al' poder, el cristianismo
estaba lejos de haber conquistado todas las posiciones
sociales: le quedaba mucho que hacer, no solo en las
instituciones, sino también en los espíritus. Este prin
cipe quiso dar un impulso mas enérgico- al culto que
protegia, modificando por sus leyes la constitucion ya
alterada del poder paterno. «Porque, como dice Montes-
»qiuea. para estender una religion nueva, es preciso

(1) V. sobre esto á Cujacio, lib. VI, observ. 17.


<S) Marciano, lib. V, D. de lege Pomptia, de parricid.
(3) Año 318, 1. I, C. Theod. de parricid., y L. tinte., C. Just. de hit
fui parent. vel liber. Esta constitucion se dirige especialmente al Africa, en
donde se ofrecían niños A Saturno, y en donde se les mataba y se leí espo
nja? (Godefroy).
(i) Véase en qué consistían en la ley III, C. Just. de patria potest.
174 DB BA INFLUENCIA. DF.L CRISTIANISMO
«quitar la dependencia estremada á los hijos que están
»siempre menos apegados á lo que está establecido fl).J»«
Con todo- eso, en la revolucion que se verificaba en>
el seno de la sociedad-,, no se trataba de destruir ciega
mente, sino de mejorar por medios prudentes. El padre
eontinuó siendo el jefe respetado de toda su descenden
cia; no fué privado del derecho de imponer penas mode-~
radas , y aun en casos graves podia elevar una queja-
ai magistrado, é indicarle la sentencia que merecia y
que reclamaba la disciplina doméstica (2J; la deshereda
cion permanecia intacta. Bero estos medios que no ha
bian impedido la, marcha de las ideas bajo un poder
hostil, eran, todavía menos de temer bajo uno protector...
La parte á que Constantino dirigióla vista muy par
ticularmente fué al peculio, queriendo hacer de esta ma
nera mas independiente la posicion del hijo. .
Se sabe que en el origen el hijo pertenecia á su padre-
con todos sus bienes (3); pero á causa de esta tendencia,
equitativa que sembró en los espíritus la época del im--
perio, Augusto, Nerva y Trajano habian concedido áv
ros hijos de familia la propiedad de los bienes adquiridos,
por él en el servicio militar {peculium castrense) (4). E$ta,
innovacion se habia presentado con timidez. Si el hijo
moria sin haber dispuesto de este peculio., era natural:
(t) Eiprit det loi$, lib. XXIII, c. XXI. -/
(t) L. III, C. Just., de patria potest.
(3) Ulp.. I. CXCT, g; 1, D. dt v$rb. signif. Gayo, Com., II, Ȓ.-
(4; Paulo III, Sent. 4, J. 3> Ulp., I. II, D. ad S. C. Macedon.,
Fragm. , lib. XX, núm. 10. Inst. quib. non, tst.petmittum. JuymuI».
tat. XVI, t. 51.
I* EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 175
suponer que habia pertenecido siempre al padre en vir
tud de su poder (1); además, el hijo no podia disponer
de él sino durante el tiempo de su servicio en eVejército.
A'driano hizo estensiva la disposicion á los hijos de fa
milia retirados del servicio.
Tal era el estado de las cosas cuando Constantino,
por una constitucion de 321, asimiló1 al peculio castren
se los bienes adquiridos por el hijo de familia en los
irfícios del palacio del principe (2). Esta idea fué hallada
ingeniosa por sus sucesores; y bajo el titulo de cuasi-cas.-
trense, se aumentó el peculio de los hijos á los bienes
que habian adquirido como asesores (3), abogados (4),
oficiales agregados al prefecto del pretorio* (5), obispos,
diáconos, eclesiásticos (6), en fin, come funcionarios
públicos (7). En tiempo de Justiniano, el peculio cas
trense y cuasi-castrense-de los hijos muertos ab intesta-
to, no aprovechó á los padres por derecho de poder pa
terno: el padre no era mas que un heredero , llamado
por la ley á la herencia en cierto lugar (8).
Pero no es eso todo. Constantino atribuyó al hijo
constituido en poder 1» propiedad de los bienes que le

(I) Tryph., 1. XIX, g. 3, D. de cast. pecul. Harcian. , I. XVIII, §. 1


el misino título, ülp , I. II, D. eod. Dlocl., I. V, C. eod.
(3>: L. I,' C. de ca$t. omn. palat.
(3) K. VII, Ci de attesorib.', año iií, Honor, y Teod.
(4); I.. IV, C; de advocat., año 424i los mismos imperadores.
(5) L. Alt., C. de east. pecul., Teod. y Yalent.
(0) L. XXXIV, C. de episeop., Leon y Anlhem.
(7) L. últ., C. de inoff. tett. (Justiniano) Godefroy, sobre el C. Theod.
de postuland., 1. III.
(8j Vinnio, sobre las Institutos quib. non ett permissum, nam. 4.
f7G DE UU INFLUENCIA DEU CB1ST1AKISM0
habla dejado la madre,. despojando de ella. al padre que-
le habia tenido siempre, y concediéndole únicamente el
usufructo durante su vida (1); y si se volvia á casar no
conservaba el usufructo sino durante la menor edad del
hijo (2). En el caso que emancipase á. este despues de
conocida la sucesion materna, tenia. derecho en recom
pensa de este heneflcio, no yaal usufructo sino á la pro
piedad del.tercio de los bienes (3)..
Estas innovaciones eran graves > y claro es que da»
han á la causa de los hijos un progreso notable. El
sentimiento de su. valor, civil se habia hecho lugar en.
un. sistema que los habia esclavizado hasta entonces.
La legislacion no se detuvo aquí.
Constantino no habia tocado mas que á los bienes*
maternos; las sucesiones dalos abuelos caian, pues, por
efecto del derecho antiguo, en manos del padre (4)..
Graciano y Yalentiniano el Jóven los asimilaron á la su
cesión de la madre (5J, y esta estension de los derechos,
de los hijos de familia, fué confirmada por. Honorio (6)
y Arcad io (7).
El movimiento continuó bajo. Valentinjano III. Este
principe quitó al padre la propiedad de los bienes ad-

(I) V. 1 ,11,111, C. Theod., dt maternis bonis, y las notas de Go-


defroy.
. (2) L. II, C. Theod;, lug. eit. V. tambien el C. Jdst. dt bonis mateinit,
(3) L. I y II; lug. eit..
(4) L. V, C. Theod., lug. eit.
£,(&) L. VI, C. Theod., lug. cit.
(6) L. VII, C. Theod., lug. cit.
(J) L. VJII, C. Theod., lug. eit. - ,
K.N EL DEItECHO CIVIL DE Lül 1101UNOS. 177
quiridos por matrimonie por el hijo que estaba en su
poder (1).
Sin embargo, en cuanto 4 los demás bienes adven
ticios , subsistió el derecho antiguo. £1 hijo permanecia
bajo las antiguas cadenas, reducido á la incapacidad de
vender, d§ hipotecar, de disponer por testamento, etc.
Su estado, pues, estaba privado de unidad. Parecia tener
en si dos personas distintas, la usa agobiada bajo el
peso de la mas severa dependencia , la otra iniciada en
las prerogativas de la libertad. Semejantes contrastes son
inevitables en toda legislacion que se compone de partes
sucesivas , de elementos sobrepuestos siguiendo diversos
sistemas. Pero el tiempo concluyó necesariamente por
verificarla fusion. Justiniano , al generalizar la idea
de Constantino, dió álos hijos la propiedad de todo lo
que entraba en su peeulio adventicio, sin hacer en ella
distinciones (2). El padre no tuvo ya sino el usufructo,
y en caso de emancipacion, solo el de la mitad. Este
principe se daba el parabien en nombre de la humani
dad por esta reforma (3). ¿Pero quién sino el cristianis
mo habia hecho comprender la voz de la humanidad,
el cristianismo, manantial de dulzura, de templanza y
de progresos liberales? «Chrisliana disciplina paulatim
patrias poteslatis duritiem emolliente.r> dice el juicioso y
sabio Godefroy (4).

(I) L. únic., C. Theod. de bonis qua filiis familias ex matrim.


(i) lnsl. per quas personal.
(3) Id.—L. VI, C. de bonis qua liberis.
(i) Sobre la ley, C. Thcod. de maternis bonis.
23
478 BE IlA. iUFLURNCIA DEL CIUSTrAÍUSJRV
Por h) demas, el derecho antiguo conservó su poder
sobre el peculio profecticio, es decir, sobre el que pro
venia del padre. Justiniano no quiso privar al padre de
lo que poseia el hijo por liberalidad suya. Quedaba, pues,
algo que hacer para llegar á lá igualdad en todas las-
partes del peculio, para conciliar mejor el glerecho de
propiedad de los hijos con el usufructo paterno. Pero la
jurisprudencia romana no habia de vivir tanto tiempo
como para llegar por su propio movimiento á este impor
tante resultado.
No debo terminar este cuadro de la legislacion im
perial sobre el poder paterno, sin hablar delos esfuer
zos del primer César cristiano para dulcificar la bárba
ra costumbre de esponer los hijos recien nacidos. Esta
costumbre era un resto del antiguo derecho de vida y
muerte, y del poder del padre para vender sus hijos
hasta tres veces (1). Hemos visto caer el tribunal deL
poder paterno: el derecho de vender habia caducado ál
mismo tiempo que aquel. Diocleciano prueba este hecho
de una manera clara (2), y los escritos de los juriscon
sultos clásicos , no hablan en general de la venta de los

(1) DUn de Halic, lib. II. Antiq., p. 96. Ulp., Fragm,, l. X, nútn. 1, y
Gayo, Com., lib. 1, núm. 133, c. XXXVII. SchuUin, ad tipian, tit. X,
g, 1, Fragm. Dattius, de vendit. líber., en el Thes Necrman, t. II. Byn-
ckersboeck, de jure occid. ¡iberos, c. VI. Thomasius, ditert., tit. Itist. de
patria potest., c. I. Gerard Noodt, in Paulum, p. 567, 588, y Amica res-
ponsio, p. S91 í 606.
(2) oLiberos a parenlibus, neque rendi'.ionis, neque dcnationis Ululo, ne
que pignoris jure, aut alio quomode titulo,... in alium transferri posse,.
Bianifestiisimi juris est.» L. I, C.Just , depatrib. qui filios distraxerunt.
ES EL DERECHO CIVIt I)K LOS COMANOS. i 70
hijos que estaban bajo la patria potestad (I), sino como
una ficcion legal para llegar á la emancipacion (2). Sa
bemos, sin embargo, por los eseritos de Paulo, que el
padre, ostigado por una estremada pobreza , podia ven
der en este caso al hijo recien nacido por esclavo (3).
Numerosas y auténticas huellas se encuentran de este
derecho inhumano en tiempo de Constantino (4J , de
Teodosio el Grande (b) y sus sucesores ; y San Gerónimo
nos ha conservado las quejas de una pobre madre cuyos
trts hijos habian sido vendidos para pagar al fisco (6/.
Hay mas todavía; era tal la miseria de los pueblos,
que los padres que no encontraban quien les comprase
sus hijos, los esponian en lugares solitarios para que
la muerte los librase de ellos, ó en lugares públicos para
que la caridad los recogiese (7). Estos usos herian pro-

(1) Bynckershoéck, lug. cit. , p. 179. Baldulno, in leges Comí. M.,


p. 248.
(2) Gayo, I, 132.
(3) Paulo, Sent., lib. V, 1. 1, Dúm. t.
(i) L. I, C. Theod., de his qui sanguinolentos empto, vel nutriendo,
aeeeperint (Año 329). L. I, C. Just. de patrib. qui filias suos, y Cujas so- -
bre esta ley.
(5) L. I, C. Theod. de patrib. qui filios suos distraxerunt.
(t) «Mihi est marílus, qui, fisealis debiti gratia, suspensos est el flage-
allatus, ae, pcenis omnibus cruciatus, servatur in carcere. Tres autem no-
ubis filii fuerunt qui pro ejusdem debiti netessitate distracti sunt.it (In
vita Paphnutii). Jange Godefroy , sobre la ley I, C. Theod. de patrib. qui
ftlios suos.
La madre no podia vender á sus hijos , porque este derecho emanaba
del poder materno (Cujas, lug. cit.)
(7) Roevardus, Conjeet., lib. I, c. XVII. Carla de Trajano i Plinio
eUóven, lib. X, 72. V. la ley IV, D. de agnose. liberis (de Paulo). Ase
meja 1* esposicion al asesínalo del hijo. Esté concebida en estos términos:
180 DE LA INFLUENCIA DEL CIUSTIANISMO
fundamente la humanidad de las costumbres cristianasr
Tertuliano los- echaba en cara con amargura á los pa
ganos (1J. Pero escuchemos á Lactancio : «Es imposible
«conceder que los padres tengan el derecho de matará
jdsus hijos recien nacidos , porque es una grande im-
«piedad. Dios hace nacer las almas para la vida y no para
>la muerte. ¿Cómo puede suceder que haya hombres que
«manchen sus manos quitando la vida á seres a quienes
«acaba Dios de dársela, no perteneciéndole á ellos? ¿Eco-
«nomizarán la sangre extranjera los que no economi-
»zan la propia? ¿Qué diré de los que una falsa afeccion
»los arrastra á-esponer sus hijos? ¿Pueden considerarse
•inocentes, los que ofrecen en presa á los perros sus
«propias entrañas y los matan mas cruelmente todavia
«que si los ahogaren?... Aun cuando aconteciese que el.
«niño espuesto encontrase alguien que se encargara de
«alimentarlo, ¿sería el padre menos culpable por haber
«entregado su propia sangre á la servidumbre ó á la
«prostitucion, ad servitutem velad lupanar? ¡Si! tanto
«vale matar el hijo como esponerlo^ Verdad es que estos
«padres homicidas se quejan de su pobreza, y pretenden

«Xecare videtur non tantum is qul parturam perfocat, sed et is qul abji-
•cit, et qui alimonia denegat, et is qui publicis locis, misericordia causa
«eiponil , quam ipie non habet.» Pero en caso de pobrexa no incurría el pa
dre en falta, como lo prueba la legislacion imperial. La disputa de Noodt y
de Bynckersboüak sobre el testo de Paulo, es preciso leerla á beneficio de -
esla observacion. Gibbon las ba tachado á ambss de exageradas, t. VIH,
p. til, y yo soy de su parecer.
(1) Víase sus vehementes palabras, Apologet., §. 9. Antes que él, Athe-
nigoras, filósofo cristiano, como él mismo se llamaba, había calificado esftu
tsposicion de parricidio (V. su Apología de ¡os cristianos) .
IX BL UEREcnO CIVIL DE LOS ROM ANOS. ÍQf-
•que no pueden sostener la crianza de muchos hijos. ¡Co
judo si los bienes de este mundo perteneciesen al que los
•-posee! ¡ Como si Dios no elevase todos los dias al pobre
ȇ la riqueza ,.y no hiciese caer al rico en la pobreza!
•Ademas, que aquellos á quienes la indigencia impide
«alimentar á sus hijos , se abstengan de sus mujeres:.
• mas vale esto que poner manos impías sobre la obra.
»de Dios (1).»
Tal era el lenguaje de Lactancio. Este elocuente in
térprete del cristianismo era entonces el preceptor de
Crispo, hijo de Constantino, y su libro está dedicado al
mismo Constantino (2). Era una especie de peticion diri-^
gida al primer principe cristiano contra el horroroso pri
vilegio de la paternidad del pobre.
Constantino no titubeó: en el año 315, que vió la.
abolicion del suplicio de la cruz (3J.y otros muchos tes->
timonios de la alianza entre el imperio y la religion cris
tiana , dictó para la Italia un edicto concebido en estos.
términos:
«Que todas las ciudades de Italia tengan conocimien-

(t) «At enim parricida facultatum angustias conquerentur, ntc se plu-


»rlbus liberta educandii sufBcere posse prstendunt: quasi vero aut facultatcs-
Ȓb potestate siot ppssidentiam , aut non quolidie Deus ex divilibus paupe-
ores, et ex pauperibas dirites facial. Quare si quis liberos ob pauperiera
ínon poterit educare, satius est ut se ab nxoris congrcssione coDtineat, quanv
•sceleratis manibus Díi opera corrumpat.» (Lib. VI; Divin. instit., c. XX)/
(2) Gibbon coloca la composicion de este libro de 306 & 311 (t. IV, p. 77,..
nota 1). Esta es tambien poro mas ó menos la fecha que le dá Godefroy en
laJey I, C. theoá. de alimentis quas inopes párentes de publice peter*
deben t.
(3) Godefroy, chronologie do C. Tbcod.; año 31».
MHT DE Lí lNFU'ENCfA DEL CRISTIANISMO—
ato de esta ley, cuyo fin es detener la mano de los padres
»en los parricidios, é inspirarles mejores sentimientos.
»Si algun padre tiene hijos y es tan pobre que no puede
«alimentarlos ni darles vestidos* cuidad que el fisco y aun
«nuestro patrimonio privado proporcione sin tardanza su
«auxilio* porque -loS socorros que necesita el niño que
«acaba de nacer no pueden retardarse (1).»
En 322 se estendió esta medida al Africa, que habia
sufrido horribles estragos por la ferocidad de Majen-
cio (2). oHemos sabido, dice el emperador, que algunos
«habitantes de esta provincia, ostigados por la falta de ali-
»mentos, venden ó dan en prenda sus hijos; y queremos
»que todos aquellos cuya miseria sea reconocida, reciban
«socorros de nuestro fisco, á fin deque no se vean com-
«pelidos á accion tan horrorosa. Nuestros oficiales estan
«autorizados para entregarle dinero y vestidos. Abhorre
«entm, dice Constantino al terminar, nostris moribus u(
nquemquam famc eonfict vel a» inmgntjm facimus pro-
» RUMPERE CONCEDAMUS (3). »
El establecimiento de esta cuota para los pobres hon
ra mucho la humanidad de Constantino. No sé si se le de
ben tributar iguales homenages bajo el aspecto económi
co. Loque hay de cierto es que el azote, al cual queria
poner remedio, se señaló algunos años despues por esce-
sos tan deplorables, que el emperador creyó un deber su-

(!) L. I, C.Theod. de aUmentis qua¡ inopes párente/ .


(i) Godefroy sobre la ley II, C. Theod. del título citado anteriormente.— -
Mota de M. Guizot sobre Gibbon, t. II, p. 457.
($> L. II, C. Theod., titulo ya citado.
KW EL DtMlECHO CIVIL DK LOS HOMAROS. Í8J
yo hacer concurrir medidas de rigor con el paliativo de
la beneficencia pública. Veamos el sistema en que se fijó.
Si un niño espuesto ha sido recogido por una tercera
persona, esta debe tenerlo siempre en su propiedad: nin
guna otra, ni aun el padre mismo del niño, puede re
clamárselo. Este padre es privado del poder paterno (1),...
se ha roto el lazo entre él y su descendiente, y le serán
impuestas penas si viene á turbar la propiedad del que
ha recogido y alimentado á aquel ser desgraciado. El
bienhechor continuará tratándolo como hijo ó esclavo, se
gun la intencion que haya manifestado en un testimonio
hecho delante de testigos, ó firmado por el obispo del lu
gar. Casi lo mismo sucederá en el caso en que el padre haya
vendido su hijo: el comprador será el propietario. Sin eni- -
bargo, el padre podrá reclamar dicha propiedad bajo con
dicion de pagar el precio al comprador ó suministrarle
otro esclavo (2J ; si nó podrá el comprador guardar el ni
ño y tratarlo como hijo ó como esclavo (3J.
Cuando se recuerda que Constantino en sus leyes so
bre las distribuciones de los socorros ha calificado de fa-
eimus la posicion de los hijos, asombra que queriendo lle
gar hasta la fuente del mal , no dicte penas aflictivas con
tra el padre que se conduce de una manera tan mostruo-
sa ; pero no debemos olvidar que la esposicion de los hi
jos, como dice Gibbon (4), era un abaso arraigado en to—

(I) L. 1, C. Theod. de expositis; año 331.


(i) L. I, C. Theod. de Mf qui sanguinolentos; año 3i9
(3) Arg. de la ley II, G. Theod. de expositis.
(4j T. VIII, p. 24».
DE LA IHFLUENGU-DtL GíUSTUKISMO
¿ala antigüedad, y que hallaba por otra parte una especie-
de escusa en la pobreza del padre. Estas consideraciones»
son sin duda las que detuvieron la mano del legislador, y
. la obligaron á seguir las combinaciones que dejo es
puestas.
Por otra parte, se siente uno inclinado á creer á pri
mera vista que Constantino estuvo menos equitativo que
Trajano, que quería que ningun Cn de no recibir fuese
obstáculo para la libertad del niño espuesto (1). Pero re
flexionando sobre ello no se tarda en comprender que fué-
por humanidad por lo que Constantino fué mas severo que
sus predecesores. Despues de haber ofrecido á los padres
el aliciente de los socorros públicos, quiso obrar sobre su
corazon é intimidarlos por la pérdida del poder paterno:-
creyó ademas que el comprador y el que lo alimentase
debian ser animados por el interés privado, á fin de incli
narlos á que diesen socorro á la pobre criatura que ha-
bia Sido rechazada por su padre y espuesta á las puertas
de la muerte. Juzgó prudentemente que entre el sacrifi
cio de la vida y el de la libertad era preciso escoger el
menos malo, y que valia mas asegurar la existencia del
niño que arriesgarse á comprometerla mostrándose dema
siado celos» por su libertad (2). 4
Por lo demas, la legislacion fué mas adelante en
tiempo de los sucesores de Constantino. Valentiniano I.
entró en un camino lógico, considerando como homi-

(1) Epíst. PUnii junioris, lib. X, c. LXXFI. Pablo, Sentent., lib. Y, 1. 1, •


BÚm. 1.
(i) Col«froy, sobre la ley. II, C. Theod. de expotitit.
EW EL DI' LECHO CíVlU.M LOS I.OMAKOS. 185
eida (1) al padre que esponia á, su hijo. Pero no se crea
que el terror de las penas lo consiguiese todo de una.
vez de los malos consejos de la indigencia. El mal con-*
tinnó haciendo numerosas victimas. Teodosio el Grande
se conmovió de la suerte de los hijos reducidos á esclai-
vitud por la afliccion del padre, se aproximó á las ideas
de Trajano, y creyó deber modificar el sistema de Cons
tantino, autorizando al hijo para que recobrase la liber
tad sin tener que indemnizar al comprador (2). Pero to
davia esta concesion al principio de imprescriptibilidad.
de la libertad , no cambió en -nada el estado de las coto*
lumbres. La miseria de las clases inferiores era mas po
derosa qpe todas las leyes-y las hacia inútiles. Valenr
tiniano III volvió á la legislacion de Constantino (3)>
mientras que bajo Justiniano prevaleció definitivamente
la libertad del hijo (4). Pero las leyes de este principe
no fueron hechas para el Occidente (5);. aHvla historianos-
muestra á los concilios y. las ordenanzas de los reyes-(6)

(I) L. II, G. Just. deinfantib. expotitit. Unusquisque sobolem nuiriai;


fuod si exponendam putaveril, animadversion* qua constituía eit subja-
tébit (año 374).]
Godefroy piensa que estas últimas palabras hacen alosion á la pesa de
les homicidas (sobre la le; II, C. Theod. de txpotitis liberto). Gibbon es
tambien de este parecer, t. VIII, p. 846; y esto es lo que parece evidente
ruando se confronta esta ley con la VIII, C. ad leg. Corntl. detieariit, que
castiga el asesinato de los niños (año 374;.
(1) L. únic, C. Theod. depatribus qui filios dittrax ('año 391).,
(3) Ñor. S de este principe. Véase á Godefcoy sobre la ley ya citada.
(4) L. IV, C. Just. de infhnlib. expositis. ynorela 153.
(i) Formal. Sismond., tona. 11.
(6) Capil., VI, C. US, y las notas de Dignen sobre las fórmulas, Juna»
Decret. gregolr., de exposit. lí&er., t. II, p. 971, 97J, 973.

r . -f
IJlft" DE l,i INFLUENCIA DEL" CRISTtAIUSMO"
protegiendo á los hijos contra el desapiadado cálculo que -
insistía en hacer de la esposicion ó dela muerte del re-'
cien nacido on medio de economía doméstica. No me to
ca entrar en los pormenores del derecho de la edad media; :
me limito á decir que los principios de humanidad que
hemos visto sembrar al cristianismo en el derecho roma- -
no obtendrán fruto cuando lleguen tiempos- mas propicios; .
cuando descendiendo la propiedad á las clases inferiores-
por las concesiones de derecho, de uso, de censo de en-
fiteusis, etc., estreche el lazo de las familias y ponga - el-i
«teres de acuerdo con el afecto. .
Sil Et. UKURCHO OVIL Dfi LOS ItOMANOS.

CAPITULO X.

De ta condicion de las mujeres.

La constitucion primitiva de Roma colocaba á la mu


jer aun mayor de edad , bajo la tutela perpetua de sus
agnados (i) (o parientes por linea masculina). Creada por
un interés-aristocrático, era su objeto separar á la mujer
del movimiento de los negocios, tanto públicos como pri
vados; ligarla por los lazos de-la agnacion sin la superio
ridad de los varones, y contener el elemento en que se
pierde la familia por el que la perpetúa (2). Por esto es
por lo que un tutor legal , heredero mas próximo de la
mujer é interesado por -consiguiente en neutralizar su ac
tividad civil, era colocado cerca <1« ella y podia impedir
le pasase á poder de oí to con .su- patrimonio por «medio
de la compra. í& de la usucapion (3X Ue sus bienes-ínan-
¡
(!) Gayo, I, 190.—Tit. Lit., llb. XXXIX , oúm. 0. Es muy interesante
leer en este historiador (lib. XXXIV, núm. 2) el discurso de Caton contra la
abrogacion de la ley Oppia , que ponía limites al lujo de las mujeres. «Majo-
tres aottri, dice, nullan ne privatam.. quidtm, ren agere feminas sine
tautore voluerunt... in manu esse parentum fratrum, virorum.»
Valerio le dice en su respuesta: «¿Cuando hayais permitido í las mujeres
►los adornos que le prohibe la ley Oppia-, dejarán de estar por eso en la tutela?
»3finus filia, uxores. sorores etiam quibusdam in uanc erunl?» Núm. 7.
Junge Val. Max., lib IX. c. I» núm. 3.
fleineccio ha tratado esta materia en su coment. de la ley Papia Pop-
p<sa, lib. II. c. XI.
(i) Estas últimas espresiones estan tomadas de una regla de. Ulpiano, .
I. CXCV,.§. 5.D. deverbor. signif.
(a) Cicer., pro Mateo, núm. J4. -
IS8 M LA IHFLDtSCIA DFX CniSTlANISM»
eipi no podra disponer sin que la autorizase el tutor (t):
no intervenia nunca en el gobierno de la familia, ni en
las empresas industriales y comerciales; no debia procu
rar saber qué leyes.se discutian en el senado ó qué cues
tiones agitaban el foro (2). Un tribunal compuesto de sus
allegados juzgaba los estravios de su conducta y podia
castigarla con. penas rigorosas (3).
Este era un gran aparato de medios preventivos y
coercitivos , y no por eso se conocieron ventajas produci
das ppr esta sujecion en el moral de la mujer. El vaei«
de existencia á que se encontraban condenadas las ro
manas les obligaba en general á buscar alimento ¿ sn ac
tividad en-el lujo> en los vanos adornos (4), en los fes
tines- y en los placeres (5). Gustaban presentarse en car
ros , comparecer delante de sus esclavos con ricos ves
tidos y joyas preciosas (§); formarse una corte de don*-
celias de tocador , de acompañantes y de eunucos ; cor-

(I) Id., núih. 35 y adAMeum., lite. I, «puf. i. Gayo, II, 8».


(2) Caton en Tito-Livio, lib.. XXXIV, núm. 2.
(3) Pliulo, HiX. nat., Xiy, núm. li. Tacito. Annal., II. 50: y XIII, 3J..
Valerio Máximo, lib. VI, c. III, núm. 8. Algunas veces loa parientes mas
próximos estaban encargados de dar muerte i las mujeres condenadas por
jiuicio público á la pena capital. Val. Max., iug. cit , núm. 7, Tito-Livio,.
lib. XXXIX,.núm. 18.
(4) Valerio Máximo, lib. IX, c. I, núm. 3: «Feminas imbecillitaa men-
»lis, e¿ yraviorum operum negata. affectatio, omne ttudium adeuriosio-
*rem tui cultum hortatur eonferre.» V. tambien lib. II, o. I, 1» que dice de
sos trajes y Joyas.
(5} Tito-Livio. I, 57. Los amigos de Colatino bailaron á sus esposas ocu
padas en suntuosos banquetes con sus amigas; vquas in convivio luxm/ut
y¡cum o¡>¡ alibus, viderant tempus lerentas.»
($} Véase las reconvenciones que les hace Caton (Tito-Livio, XXXI V, Ij.
EH Et TIERkCnO CIVIL DE DOS ROSADOS. TOS
te entregada á la molicie, en donde figuraban como
ministros y confidentes, el peluquero, el perfumista, el
confitero (1); en donde se deliberaba sobre el agasajo
que debia hacerse á la que decia la buena ventura, al in
térprete de los sueños, al arúspice (%); en donde se ocu
paban de mil cosas frivolas á que daban mas importan
cia que al cuidado de la casa (3). Cuando venian las le
yes suntuarias á poner freno á este boato , formaban las
mujeres una especie de coalicion é tumulto (4) para con
quistar la vana libertad del hijo, única que pretendian
para consolarse de una vida enfadosa, violenta , inferior
en dignidad á la de los hombres (5); porque á pesar de
algunas prerogativas honorificas concedidas á las mujeres
por leyes de favor (6), habiaen el carácter general de la le
gislacion y de las costumbres primitivas una preferencia
señalada hácia el sexo varonil que se mostraba como una
especie de poder magestuoso ante el cual debian indinar
se las mujeres (7).

(1) Heineceio ad ¡eg Pappiam, lib. 1, c. II, núm. II. 'Despues de haber
insistido sobre estos detalles, atribuye á este gusto de las mujeres por el lu
jo j la ociosidad la aversion delos romanos al casamiento.
(t) Planto, Miles j loriosus, act. 3, escena !.
(3) Plutarco , Quattt. rom., p. 284.
En la época en que no estaban las costumbre» corrompidas, sos cuida
dos principales eran hilar la lana. Plinio, VIII, Ti; Tito-Lirio, I, 57; Jure^
nal, Sat. VI, vers. 289.
(i) V. todavía las quejas de Caton en Tito-Lirio , lib. XXXIV, núm. í;
j Valerio Máximo , lib. IX, c. 1, núm. 3.
(5) Gibbon, t. I. p. 330. nota X.Jaivj. Sapioiano, I. IX, D. de stat*
homin.
(«) M. Nicbuhr, 1. 1, p. 324.
(7) Majettat virorum era la locucion consagrada (Valerio Máximo, lib. TI,
**90 DE CA INFLUENCIA DEl CRISTIANISMO
Es cierto que esta educacion, ayudada con mil tra*-
:bas y desconfianzas, trajo una reacción de licencia y de
- corrupcion. Sé sin embargo cuánto hay que admirar en
la madre de los Gracos y en Porcia; pero sé tambien que
- es preciso procurar el no tomar por tipo de las mujeres
romanas estas bellas y nobles figuras. La conjuración de
• las bacanales, los sordos atentados contra el pudor y la
faz pública (1), los divorcios indecorosos, los audaces adwl-

«. I, núm. S, Tito-Livio, lib. XXXIV. núm. 2),*y estas palabras contrastan


-«fon aquellas: ImbecllUas mulicrum ét levitas animi, Gayo, 1,144. Ulpií-
no, XI, 1.
Además de las invectivas de Catón conlra las mujeres, es preciso rer te
' qne dice bajo Tiberio, Severo Cecina, que proponía volver á la antigua dis
ciplina. Llama ai sexo itnbeeillis. impar laboribus , levis, ambitiosus. Di -
ce que todas las veces que ha habido acusaciones de peculado han sido mas
culpables las mujeres que sus maridos: plura uxoribus objeetari; que a ellas
ta á quien se dirigen para corromperlas; que es preciso volver á la ley Op-
pia; qua Oppüsquodam aliisque legibus constrteta;; nutUf, vinclis exsolw-
tis, domos, fora, jam it exercitus regerent. (Tácito, Annal., lib. III.
mún. 33.
Verdad es que ettos discursos fueron hallados sin oportunidad. Pero no
st negaba, como lo han hecho algunos eruditos modernos, que no han visio
mas que un lado dela cuestion, la severidad de las antiguas costumbres con
tra las mujeres; su defensor Valerio Messalioo, decia : Multa duritias vete-
rum meliús et latiiis muíala. (Tácito. Annal., lib. III, númi. 33, 34).
Por lo demás si hay un punto cierto, es la inferioridad en que estaban
colocadas las mujeres por la religion y las constituciones políticas de todas
las naciones antiguas. M. de Maistre ha escrito en otro lugar bellas páginas
y cita autoridades muy recomendadas. (Eclaircissements sur les sacrificas,
p. 422 y siguientes). Junge, nov. 21 de Justiniano.
(1) V. todavía á Valerio Máximo, sobre los envenenamiento* de los ma
ridos, lib. II, c. V, núm. 3 (año 422). Ciento setenta mujeres fueron conde
nadas á muerte por este crfmen. El historiador Apiano nos dice que durante
las guerras civiles, muchos maridos fueron denunciados por sus mujeres quie
nes les hicieron traidon. (De vellis civiHb., IV.-Í3). Dudo que puedan ha
llarse semejantes excesos en el curso de nuestra revolucion.
'1H EL DERECHO CIVH. DE LOS R0MAH08. i9\
Herios (1), todo el desbordan) ieu to de las malas costum
bres, dibujado por los filósofos , por los historiadores, por
los escritores satíricos, y que obligaron á Augusto á bus
car en las leyes políticas un remedio que no alcanzaba
ya las leyes de la familia, ¿no son las pruebas mas exac
tas del estado general de la sociedad (2)?
Pero volvamos á la tutela de la mujer, y sigamos la
marcha de sus degradaciones.
Las personas que tenian sobre las mujeres poder pa
terno ó maridal , podian rechazar la tutela legal del ag
nado próximo, dando á la mujer un tutor testamenta
rio (3). Se fué mas lejos: algunos testamentos per mitie-

(t) Bajo Tiberio un defensor de las mujeres tuvo que confesar que babia
pocos matrimonios sin mancha: vix presentí custodid manere itlcrta conju-
gia. (Tácito., Annal., lib. III, núm. 3*).
(2) Plinio refiere baber visto á Lolia que llevaba á una cena cerca de coa-
renta millones de sestercios de perlas (lib. IX, núm. -58). ¿Pero qué es esto
en comparacion de los escesos referidos por Tácito? de los espectáculos de loa
gladiadores en donde las damas ilustres venían á darse en representacion: fe-
minarumillustriutmenatorutnqueplures per arenara faedati sunt (Annal.,
lib. XV, núm. 32); de estas fiestas infames, en donde damas ilustres imita
ban el desenfreno de las prostituidas en las lupanaria establecidas para
aquellas circunstancias: crepidmibus stagni lupanaria adstdbant, illuttri-
bus feminis completa (Annal., lib. XV, núm. 37); de los refinamientos da
inmoralidad que no quiere referir el historiador mas que una sola vez para
no repetirse, ne scepius, dice eadem prodigentia narranda <*tnt [Ann., li
bro XV, núm. 37); de las mujeres que se entregaban á los esclavos con nn
furor tan grande que fué preciso que en tiempo de Claudio sc propusiesen al
senado castigos para ellas (Tácito, Annal., lib. XII, núm. 53); de los des
órdenes que brillaban con escándalo tal. que eran precisos reglamentos pa
ra reprimirlos: Senatús decretis libido feminarum coercila (id., lib II, nú
mero 85), represion siempre vana! esfuerzos siempre impetiHites!"
(3) Gayo.I, 148 j 149.
T9Í 1>S LA INFLUENCIA DEL CBlSTIAjflSSO
ron á las mujeres escojer el tutor que quisiesen (i): al
gunas veces, una ley escepcional, queriendo recompen
sar los servicios de una romana, le concedia este pri
vilegio envidiado (2). Pero desgraciado del tutor que
adoptaran (3j! Desgraciado 'tambien él tutor testamenta
rio tomado de familias estranjerasí No era él quien ejer-
eia la autoridad sobre la mujer, era esta la que la ejer
cia sobre él; no era él el tutor, era ella quien tenia la tu
tela. Ciceron nos ha dado á conocer este imperio de la
seduccion, esta destreza de la mujer en eludir el freno de
las leyes (4). Estos tutores 'llega ron á ser casi inútiles (5).
Su complacencia debiera haber sido causa para que se les
suprimiera; sin embargo ella fué quien los salvó: las mu
jeres que los subyugaban se acomodaban á ellos. Todos
sus artificios se dirigieron contra 'los tutores legftimos,
cuya autoridad era mas severa y eficaz (6), porque-en su
cualidad de agnados tenian interés en la conservacion de
los bienes de la familia (7) . Las mujeres llegaron en par
te á eludirlos por medio de una ficcion legal, es decir, de
ventas ficticias que Vas libraban de la tutela legitima y las
colocaban bajo la tutela nominal de un tutor fiduciario/8).

(1) Id., 149.


(1) Tito-Xivio, lib. "XXXrX, núm. 19. En senado-consulto de 5M conce
dió est» privilegio áFrescenia Híspala, que había revelado «1 tecreto de la
conjuracion de las Bacanales.
. (3) Este era el nombre que llevaba. (Gayo, I, 154).
(4) Pro Murena, núm. 11. V. Gayo I, 190.
(5) ' Gayo, 1, 190, !9i. '
(6) Id., I, 198.
(?) Id.,
(8) Gayo, I, ti*.
■II EL DERECHA CIVIL DELOS ROMANOS. 195
En tiempo de Augusto se agravaron las cosas: lo
que quedaba de real en la institucion recibió un gran
golpe por las leyes Papia Poppaea que prodigaron las dis
pensas de tutela á las mujeres libres que tuviesen tres hi
jos, y á las manumitidas madre de cuatro (1). Por últi
mo, esenciones especiales y de pura gracia fueron conce
didas á gusto de los emperadores á las mujeres que no
llenaban las condiciones de la ley (1).
Bien pronto la tutela de las mujeres, atacada por estas
escepciones, falseada tambien , como se ha visto, por el
sistema de las opciones, por el de los tutores fiduciarios y
por las daciones arbitrarias de los testamentarios, espe-
rimentó bajo el reinado de Claudio un ataque mas gra
ve que todos los demas. Una ley libró á las mujeres in-
génuas de latatela legitima delos agnados, no dejando
existente mas que la de los patronos sobre sus manumiti
dos (3). Esto era cercenar toda la parte política de las tu
telas y pervertir la idea capital que la antigua constitu
cion les habia dado. Sin embargo, la tutela perma
neció, no ya como ausiliar de la aristocracia de familia,
sino como salvaguardia contra la debilidad natural de

(Ti Heineccio, lug. cit.. Hb. H, c. XI. Esto es lo que llamaban el jus
Uberorunu ülp., Fragm. II, 3.
(3) Livia, esposa de Augusto, obtuvo el jus liberorum, no teniendo mas
que dos hijos. ¿Dion. lib. LV, I). Heineccio, lug. cit., núm. 3.
(3) Gayo, 1, 157, 171. Junge ülp., Fragm.. XI, í. Godefroy ha com
prendido mal este punto de la historia (sobre la ley II, C. Theed. de tutor.),
que Cujacio ha entendido mucho mejor. Por lo demas las instituías de Garo
han hecho desaparecer este conflicto de opiniones que sembraba mucha os
curidad sobre la ley Claudia. M. Vergé ha espuesto estas dificultades en sa
disertacion sobre la tutela de las mujeres, p. 87.
25

-1
494 DE LA IKFLTJEKCIA DEL CfilSTIAIÜÍBÍO
la mujer. Gayo hallaba difícil defenderla aun bajo este
concepto (lJ. Las mujeres, pues, continuaron teniendo
necesidad de un tutor para los principales actos de lá vi
da civil, como, por ejemplo, para obrar en justicia, para
obligarse, para enagenar sus bienes, res mancipi (2); pe*
ro desde la ley Claudia este tutor esa simplemente dati
vo, sea por el padre, por el marido, ó por el magistra
do (3). Cualquiera perjuicio que tal estado de minoria
produjese á la libertad de las mujeres, ellas lo aceptaron,
porque lo que habian temido era la tiranía interesada
y avarienta de los agnados. E1 beneficio de Claudio las
ponia en posesion de la principal libertad á la cual habian
aspirado.
Tal fué el estado de las cosas hasta los últimos empe
radores paganos. Todavia bajo Diocleciano se hallan ves
tigios de esta tutela degenerada (4); pero Constantino la
abolió en 321, y reconoció en las mujeres mayores de
edad derechos iguales á ios de los hombres: in omnibus
cohtraetibus jus tale habeant qüale viros (5). Justiniano

(1) I, 190.
(2) TJIp., lug. eit., 27.
(3) Así es como se concilia la ley Claudia con las huellas de tutela que se
vuelven á hallar largo tiempo despues.
(4) Fragm. valic, 325, 327. Antes de él, en el reinado de Antonino, se vé
a Prudentila, mujer de Apuleyo, comprar bienes con la autorizacion de Caf-
sio Longino, su tutor; tutor, auctor mulieris. fApul., Apología, edicion Píi-
sard. p. 260).
i5) L. únic , C. Theod. de his qui veniam cctatis. Y 1. 1, §. », C. Just.,
el mismo título. Godefroy la cree dada el año 32* (V. t. I, p. 21, Oon.
del C. Theod.)
Algunos han supuesto que Constantino habia abolido la ley Claudia y
restablecido la tutela legítima' de los agnados sobre las mujeres. (Hein., luf.
EN BL DBnrcnO» CIVIL Di LOS ROMANO». 198 "
hizo desaparecer hasta el' recuerdo de su antigua depen
dencia, cercenando de sus compilaciones todo lo que po
dia recordarla.
Tambien fué en el año 32t consagrado por Cons
tantino á dar al cristianismo tantas muestras de su aca
tamiento (1), y memorable sobretodo por su ley sobre
las manumisiones (2), el en que este principe dió á las
madres el derecho general de tomar parte de la sucesion
de sus hijos (3). Pronto haré notar la importancia de es
ta innovacion que se desarrolló mas bajo los otros empe
radores cristianos; innovación memorable, por la cual la
mujer equilibró los derechos concedidos á la linea mascu>-
lina, y que devolvió á la naturaleza una de sus mas sa
gradas prerogativas.
Teniéndole presente, no podemos dejar de reconocer
en todo esto la huella del cristianismo que, en su moral
cit., in fine. Cujas, sobre la ley III, C. de leyit. tutor). Pero esta opinion,
que M. Yergé ha adoptado en su disertacion sobre la tutela de las mujeres
(p. 88,), me parece inverosímil. ¿Cómo hemos de creer que ConstantiBO hu
biese restaurado esta antigüedad aristocrática , cuando en la ley de 321 ha
bla en sentido liberal? La III, C. de leg. tut., que sirve de fundamento á la
conjetura de Cujacio y de Heiueccio, no habla sino de la tutela de la mujer
impúbera, siendo pupila. En vano se dice que fué alterada por Tribonio;
esto no pasa de ser un dicho. La II, del C. Tbeod. de tuloribus et curalori-
bus, nada prueba en favor de esta tesis. Combinándola con lo ley III, C. de
legit. tutor., lo que resulta, es que la ley Claudia, aboliendo la tutela legi
tima de los agnados sobre las mujeres, hasta separó los agnados de la tu
tela legítima delas mujeres impúberas, y que Constantino les volvió á dar
este derecho sobre las mismas. (V. como argumento, Gayo, I, 157).
(1) Véase el título del C. Theod. de Judceis. L. IV, C. Tbeod. de epit-
eop. L. I, C. Tbeod. de feriis.
(2) L. I, C. Theod. de manum. in Eelesiá.
(3) V. mas abajo el capítulo de lo Successiorti
196 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
y en su culto , ha dado á la mujer un puesto tan elevado.
Este es evidentemente el que ha, no ya creado, pues se
ría demasiado decir, pero si acelerado el movimiento,
que he hecho conocer, y el que lo ha regularizado y
consumado. Es en efecto digno de notarse que desde la
propagacion del cristianismo , las mujeres han tomado,
en la vida activa, una posicion que jamás tuvieron bajo
el patriciado romano , ni bajo los primeros Césares. Bien
sabemos lo que costó á Agripina el haber querido dar al
imperio el primer ejemplo de una mujer tomando parte
en la direccion de los negocios de su patria (i). Pero el
cristianismo debió necesariamente modificar estas ideas de
esclusion y sacar á las mujeres de la situacion inerte á que
eran condenadas por las preocupaciones nacionales. To
dos los testimonios , favorables ó contrarios, nos demues
tran que la religion cristiana se valió en gran manera de
la influencia de las mujeres para penetrar en el mundo
pagano, y llegar al hogar doméstico, al interior de las fa
milias (2). Aqui los divorcios por razon del cristianis
mo (3J; allí los mártires; á cada paso, conversiones debi
das isu celo; por todas partes, su presencia, su sacrificio.
¿Qué pruebas mas irresistibles y evidentes de la parte que
tomaron en la revolucion moral que agitaba los espíritus?

(1) Tácito, Annal., XII, 37. Tiberio, que vió las tendencias ambiciosa!
de las mujeres de su siglo , muliebre fastigium, se les opuso: moderando!.
decía, femlnarum honorks. (Tácito, Orinal. , I, li).
(i) Véanse los lexlos citados en el capítulo precedente, y tomados en par
ticular de Tertuliano y de Origenes. Una romana fué la que recogió los restos
de San Pablo, decapitado en Roma.
(3J Tertuliano. V. en el capitulo anterior.
SH EL DEBECnO CIVIL DE U>S ROMANOS. 197
Es evidente, pues, que esta empresa de persuasion y de
resistencia, que esta separacion del proselitismo fuera de
las costumbres pasivas, han hecho crecer extraordinaria
mente el poder de las causas que conducen A las mujeres
hácia la independencia. Ybien supieron Constantino y sus
sucesores lo que hacian concediéndoles una sábia eman
cipacion ; recompensaron á sus influyentes auxiliares;
quisieron que participasen de los beneficios políticos de la
religion cristiana las que habian contribuido á preparar
sus progresos, y que podian aun ensanchar su desarrollo.
Convengo, sin embargo, en que otras influencias, an
teriores ó posteriores al advenimiento del cristianismo,
han podido tomar parte en estos adelantos. Quizás el
contacto con algunos pueblos extranjeros, que no cono
cian la tutela de las mujeres, despertase dudas sobre la le
gitimidad de la institucion romana; aunque no deba exa
gerarse la importancia de todas estas cosas, porque Gayo
nos enseña que casi todos los extranjeros tenian sistemas
que se le parecian , y tambien se veia que sometian las
"madres á la autoridad de sus hijos púberos (1). Sin em
bargo, la propagacion de las ideas orientales por la Si
ria , y sus hombres eminentes no deben echarse en olvi
do por los que quieren estudiar con imparcialidad los he
chos que han contribuido á dar á la mujer mayor valor
personal. Bajo los Césares africanos y sirios encontramos
mujeres mezcladas en las intrigas del gobierno; Julia
Domna, mujer de Septimo Severo y siria de nacimien-

(t) Gayo, l, 193. Dice phrümqut. i i


198 DE LA IHELÜENCÍA DEL CRISTIANISMO
tofl); la astuta Maesa , causa de la fortuna de sus dos
nietos Heliogábalo y Alejandro Severo (2); Ssemias, ma
dre del primero que osó sentarse en el senado al lado de
los cónsules (3)! Verdad es tambien que á la muerte del
tirano, la augusta asamblea, para vengar un ultrage que
habia tenido necesidad de sufrir, dió un decreto, en que,
para siempre, escluia á las mujeres de su seno (4j. Ma
mes, madre de Alejandro Severo, no solicitó tan vano y
peligroso honor; pero dió ministros á sus hijos, y puso á
su ladp al célebrejurisconsulto Ulpiano (5). Algunos años
despues, Zenobia proyectó la separacion de las provin
cias romanas del Oriente, y demostró á Galliano y al se
nado, á quienes menospreciaba , que una mujer puede
algunas veces vencer y gobernar (6). Todos estos hechos
son graves, sin duda alguna, y anuncian la próxima in
vasion de un nuevo elemento en los destinos futuros de
la humanidad. Pero no constituyen aun la manifestacion
regular; son mas bien preliminares parciales y combati
dos, que rinden tributo á una idea que solo el cristianis
mo ha realizado en un sistema completo. Abrid los libros
de los detractores de la religion cristiana; leed las sátiras
de los politeistas contemporáneos de sus progresos; ¿cuál
es la principal taehaque U inculpan? el apoyarse en las

(1) Gibbon, t. í, p. 305.


(2) El mismo, t. I, p. 835, 846 , 350.
(3) El mismo, 1. 1, p. 351.
(4) El mismo, lug. eit.
(5) El mismo, p. 347, 350. '*
(•) El mismo, t. II, p. 813 y siguientes. Por la misma época reinal*
Victoria en la Galia. Pollion. Hitt. Augtul., p. 800, y Gibbon.
EN EL DERECHO CIVIL BE LOS ROMANOS. i 99
mujeres: mulieribus credulis, mulierculas imperitas (1).
Recorred al par las obras desus intérpretes y de sus pro
pagadores. ¿A quién se dirigen muchas de sus elocuentes
páginas? á las mujeres. Las obras de Tertuliano lo prue
ban. Entre las cartas de Sap Gerónimo, las hay que tie
nen por objetb responder á las mujeres que le consultan
sobre el sentido de las Escrituras.
Y en efecto, en el sistema del cristianismo, la mujer
tiene una mision que llenar, debe trabajar como el hom
bre para el servicio del Señor (2); tiene la misma digni
dad moral que el hombre (3); si le es inferior en fuerza,
le sobrepuja en fé y en amor (4). Necesario es, pues, que
salga de esta inutilidad á que Roma la condenaba , limi
tada como debia estar á una vida monótona y estraña á
la marcha del movimiento social (5). La nueva doctrina
le impone, por el contrario , el deber de obrar, de exhor
tar, de hacer uso de su ascendiente, de tomar parte en
los combates de los mártires, de subir, intrépida como ellos,
á la hoguera. Ella conocerá el foro y el pretorio , en
otro tiempo prohibido á su sexo ; porque será necesario
que sepa hablar , defenderse , y despreciar la espada de

(1) V. sobre este particular los pasages de Origenes contra Celso; Jungt
M. de Chateaubriand, Essais, t. II, p. 160, y nota 1, p. 16S.
(2) San Pablo d los romanos, cap. XVI, 6-12. Ád Galat., cap. III, nú
mero 28.
(3) San Pablo á ios Corinth., c. VII, 4 y 14. San Mateo, c. XIX, 5, I.
San Gerónimo, carta 84.
(i) San Mateo, cap. IX, 22. XV, 28. XXVI, 7 i ti.
(5) Caton lo decía bien alto; Si tui juris finibus matronas eontinerst
pudor, quce leges hic rogarentur abrogarenturvt, curare non decuit. (Ti
to-Lirio, XXXIV, c. II).
200 BE LA 1NFLUBNCIA BEL CRISTIANISMO
la justicia pagana. Habiéndose arrojado á la vida mili
tante , debe sostenerse en ella con el valor de los héroes,
con el fervor de los misioneros. Esclava, se le verá fuer
te contra el dueño que quiera envilecerla ; esposa, será
la intérprete de la fé para con su marido; obtendrá su
adhesion , ó sabrá resistir sus enojos. Madre , viuda ,
virgen , en todos los estados , tiene nuevos deberes que
cumplir. La caridad será su patrimonio , y será en sus
manos un brazo de la administracion de la primera socie
dad cristiana (1). Tambien para ella habrá dignidades
en la Iglesia; diaconisa, estará encargada (cosa no oida
basta entonces) de una parte de la instruccion (2). Ten
drá parte en el apostolado ; predicará á las mujeres , y
estará revestida de carácter oficial.
Hé aquí, si no me engaño, un sistema completo de
emancipacion y de igualdad moral. Hé aquí una nueva
existencia que aparece, no por raros accidentes, sino por
una práctica diaria y constante. Que despues este siste
ma haya sido apoyado por ciertos elementos anteriores ó
simultáneos; que haya sido secundado por una especie de
predisposicion que favoreciese el aniquilamiento de todo
género de esclavitud, es lo que no se podrá dudar. ¿Pero
qué argumento se sacará de aquí contra la influencia
cristiana? ¿No es, por el contrario, uno de los servicios

(1) San Pablo, I ad Timoth.,c.V, núm. 10.


(2) Cuarto concilio de Cartago, de la instruccion de las mujeres. V.
(obre las diaconisas las novelas de Justiniano : nov. 3, cap.I; iov. 6, r. VI;
noT. 133, c. III. Tomaslno, part. I , líb. I, c. LII; y part. II, lib. I, e. XLII.
Y. tambien muchas leyes del C. Tbeod. en el titulo de episcop.; por ejemplo,
las SO, 2S, 21, 28, 37 y 44, con el comentario de Godefroy.
ER EL DERECHO OVIL DE LOS ROMANOS. 201
del cristianismo el haber sido la espresion de las tenden
cias y de las necesidades de aquella época? Acaso, á pe
sar de todos los precedentes, ¿no es él el que ha generali-
do la idea dela libertad razonable de la mujer (1), avo
cada, sin dada, en otras civilizaciones, bosquejada por
algunos grandes hombres, por Platon por ejemplo (2),
pero jamás abrazada con tanto fervor, tanto séquito y
tanta sinceridad práctica? No nos admiremos, pues, de
que el primer emperador cristiano fuese el primero que
proclamase la igualdad de la mujer , y que el último
legislador del imperio, cristiano como él, no quisiera que
sus códigos llevasen el sello de una antigua y vergonzo
sa esclavitud.
Entre estos dos principes hay acontecimientos que
prueban que la mujer ha sabido elevarse á la altura de
su nuevo destino. Hay mujeres que sostienen los im
perios, otras que los convierten ; las hay para el culti
vo de las letras, para las aventuras romancescas , para las
sublimes conversiones religiosas, para todas las cosas en
fin que constituyen este gran drama que se va á desen
volver en la edad media (3). Pulcheria , proclamada em
peratriz sin compañera del Oriente, reunió á las virtu-

(I) Oigo razonable, porque el cristianismo ba sab.ido conciliar la eman


cipacion de la mujer con ciertos deberes inherentes á sn naturaleza, como,
por ejemplo, la obediencia al marido. San Pablo, I, á los Oorinthioí, XI,
8, 10.
(t) Rtpubliq., lib. V. Juzga a la mujer digua de compartir la fuerte
educacion del hombre. " -•
(3) Y, las admirables páginas de M. de Chateaubriand, t. II. p. 169 j
tig. Per* es necesario consultar sobre todo las cartas de San Gerónimo.
26
202 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
des de virgen cristiana, el carácter de un soberano (1).
Eudoxia, la elocuente esposa de Teodosio el Joven, hi
zo brillar sobre el trono el talento , las letras , la ca
ridad, y fué en la desgracia, tan grande como lo ha
bia sido en su prosperidad (2). Placidia, madre y luto-
ra de Valentiniano III , gobernó el Occidente durante la
larga infancia de su hijo, en medio de las intrigas de
sus generales, y de las formidables invasiones de los
vándalos y de los hunos (3J. ¿Qué diré, en fin, de la
aventurera Honoria (4) , de esta hermana de Valentinia
no, que concibió el atrevido proyecto de abrir el cami
no del imperio á Atila, ofreciéndole su mano?
Las mujeres marchan ya , pues , á la cabeza de su
siglo . dirigen grandes acontecimientos , figuran en pri
mera linea en la historia del pais que gobiernan , agi
tan ó pacifican!
Y, con todo eso, véase cómo las leyes y las cos
tumbres no se avienen con facilidad. En la época que
tan brevemente acabamos de examinar, si las mujeres
han salido de la tutela, si tienen derechos de sucesion
mas latos, si ocupan en la familia un lugar distingui
do, no han adquirido sin embargo capacidad gene
ral para ser tutoras legales de sus hijos. En vano ve
mos á la cabeza del imperio á Justina, madre y Auto
ra de Valentiniano (5j, y á Placidia. Las madres ne-
(I) • Gibbon, t. VI, p. 180, 295.
(i) El mismo-, t. VI, p. 192.
(í) El mismo, p. 212. '
(i) El mismo, 315, 316, 31T.
(5) £1. mismo, t. V, p. 282 y 123.
EN EL DERFCnO CIVIL DE LOS ROMANOS. 203
cesitan concesion especial del principe para ser tuloras
de sus hijos (1): la tutela se considera como una carga
viril (virile munus), que, de derecho, no corresponde
á las mujeres (2J. En 390 publicó Teodosio el Grande
una constitucion sobre la tutela de las madres ; pero no
hizo alteracion alguna notable. Se estableció que la ma
dre no deberia reclamar la tutela mas que á falta de
tutor legitimo, y si era mayor y prometia no volverse
á casar (3^. Para encontrar la verdadera época en que
tuvo lugar la revolucion favorable á las madres de fami
lia , es necesario venir hasta Justiniano /reformador mas
radical que sus predecesores. Este fué el que dió la tutela
legal y de pleno derecho á la madre y á la abuela (4).
Un atraso mas sensible se deja conocer en lo que
hace relacion á la autoridad materna. Inútil es decir
que el antiguo derecho , olvidándose de la mujer , no
tenia en cuenta á la madre para confiarle un poder ci
vil sobre sus hijos : solo gozaba los derechos que le da
la naturaleza sin el apoyo de la ley escrita (5). Asi, no
solamente no tenia el usufructo legal de los bienes de
los hijos menores (solo el Código civil ha generalizado
este atributo de la maternidad ; la edad media y el de
recho comun consuetudinario no se elevaron hasta ese
punto) , sino que el hijo que quería casarse no tenia

' (t) Neracio, I. XVIII, D. de tutelis. Papin. 1. XXVI, D. de test, tulel.


(2) Gayo, 1. II, D. de regulii juris, y Pothicr, Pand.., I. II, p. 92, nú
mero 5.
(3) L. IV, C. Theod. de tutorib.
(i) Novela 118, c. V.
(í) Véase en Tito Livio un ejemplo, lib. XXXIX, c. X y XI,
204 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
necesidad de obtener el consentimiento de sn madre. La
base del derecho romano primitivo , era que los hijos
de matrimonio no estaban en la familia de la madre;
ellos no eran hijos de familia sino con relacion á la del
padre ; la madre carecia de potestad, aun con respecto
á sus hijos naturales (1)
Las nuevas ideas religiosas introdujeron seguramen
te graves modificaciones en un sistema tan distante de
las nociones naturales de respeto y cariño hácia la ma
dre; lo que he hecho observar respeto de la sucesion
nos lo prueba evidentemente. Pero no fueron los de
rechos imprescriptibles de la maternidad sobre el con
sentimiento para el matrimonio los que se restablecie
ron. Los que daban el impulso moral á la sociedad,
parecian haber vacilado antes de formular reglas com
pletas sobreda intervencion del consentimiento materno.
San Agustin lo exige solo en el caso que las hijas no
hayan llegado á una edad bastante para dirigirse por
si solas, Hé aquk ya el primer homenage tributado á la
autoridad materna. En cuanto á las hijas, cuya edad
es suficiente indicio de prudencia y discernimiento, San
Agustin reconoce en ellas una libertad absoluta en la
elección de esposo (2). Puede decirse que hasta el si
glo VI, la Iglesia no fijó sobreestas consideraciones reglas
qv.e lian venido á ser la base del derecho moderno. Jus-
(1) Gayo, I, Com. 104. Junge la I. V, C. de adopt. '. .
(2) .Epíst. 231, ai) Benenalwn. «Puella!, fortassis qi¡se nunc non apparet,
tappSrebit. et niuter, cujus voluntalcm intradenda filia , omnibus, ut ar-
ubilrior , satura proponit. Nisi eadem puella in eadem celale ftterit, ut,
»jure Ucentiori, tibí ipsa eligat quod velit.»
Bt EL DERECHO CIVIL ITB LOS ROMANOS. 205
tiniano habria podido aprovecharse de ellas; pero no
esperemos de él estas reformas. El esposo de la cómica
Teodora , el que á las lágrimas y á la voluntad de su ma
dre Vigilancia , sobrepuso la mano de aquella mujer, no
pudo pensar en destruir las leves que habian protegido
su pasion. E1 derecho antiguo subsistió hasta el fin (1):
estaba reservado á las legislaciones nacidas bajo la in
mediata influencia del cristianismo, consagrar en favor
de la madre las prerogativas que les da la naturaleza.
Hasta ahora nos hemos ocupado de la mujer en sus
relaciones con los tutores legítimos' y dativos, ó con sus
hijos; nos queda que decir algunas palabras sobre el
poder marital.
Se sabe que entre los romanos este poder no era
una consecuencia necesaria del matrimonio. La mujer
no entraba bajo el poder del marido hasta que ella ó
sus padres consentian. Ya he dicho cuáles eran los atri
buto» de este poder; derecho de propiedad (%) sobre la
• i .. i •
' (I) Inst. de Jusj. de nuptiis.
(i\ El marido, sin embargo,. no podia vender ta mnjer, como podia ha
cerlo con sus hijos (M. Niebuhr., 1. 1, p. 324). Pero la usucapía como cosa
mancipi.
En cuanto á los bienes, tVinmanu era título de adquisicion univer
sal para el marido (Cicer., pro Flacco, 34, j Topie., IV. Gayo, II, 86, 90;
III, 82; IV, 80). El marido era propietario de todos los bienes presentes y
futuros de la mujer, que en caso de morir antes no dejase sucesion. V no
solamente se encuentran pruebas de esta verdad (de la que algunos parece
que han dudado) en los jurisconsultos, pues.Plautb hace tambien alusion fe
ella en su comedia de Casina:
«Hoc viri censeo esse emne, quidquid tuura est.»
(Act. II, esc. v. no?.
ÍOC DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
mujer y sus bienes; derecho de vida y muerte (1). Sin
embargo, el tribunal doméstico, en el cual el marido
juzgaba á la esposa , no fué mas eficaz que el poder

La mujer, cuando mas, podía tener un peculio con autorizacion de su


marido. Otro pasaje de Ftauto lo prueba tambien:
«Nam peculi probam nihil babere addecel,
»Clán virum.» .
{f.ug. cit., vers. 97 y 9».)
Luego que el divorcio llegó á ser uno de los azotes de Roma, se sintió Ir
necesidad de no dejara la mujer despojada de su patrimonio; y por esto
cuando se casaban, los parientes estipularon la restitucion de sus bienes por
la cautio rei uxorice. Aulo.Gelio nos atestigua de este hecho: «Servius Sul-
picius, in libro quem composuit de dotibm, túm primum cauliones rei uxo
ria necessarias vissum esse scripsit, cum Sp. Carvilius... divortium cum
uxore feeit.n (IV , 3). Mas adelante , esta, idea se estendió á otros casos de
disolucion de matrimonio, y, por ejemplo, al de disolucion por morir antes
el marido.
Por lo que hace al régimen dotal. no se desarrolló sino para los matri
monios que no iban acompañados de la manus. En el origen de este sis-
toma , la dote pertenecía tambien al marido irrevocablemente (I. I, D. da
jure dot.) Pero despues, el dereeho de propiedad del marido recibió alte
raciones, semejantes á las de que acabo de hablar, segun Aulo Gelio. Bajo
Augusto se prohibió el derecho del marido de vender la dote sin consenti
miento de la mujer. La inallcnabilidad absoluta data desde el reinado de
Justiniano. •
Por lo demas, en tiempo de üipiano, siel marido sobrevivía , guardaba
la dote, excepto en estos dos casos: 1.° cuando el padre de la difunta babia
constituido la dote, se verificaba desde luego una devolucion legal en pro
vecho de aquel: S.» cuando había .sido estipulada una devolucion convencio
nal, cualquiera que fuese el que constituyó la dule. (ülp., VI, fragm. 4, 5).
(t) Valerio Máximo refiere la severidad de Egoacio Métello, que hizo
morir á su mujer por haber bebido vino (lib. VI, c. III, núm. 9). El ma
rido, decía Caton, es el juez de su mujer; tiene sobre ella absoluto im
perio (Aulo Gelio, X. 23). Junge Plinio, XIV, 14, 13. Tácito, XIII,
Anual. 32. Montesquieu, Esprit des lois, 40, 7, c. X. M. Ntebuhr, t. I,
p. 324, nota 635. Pothicr, Pand,, t. I, p. 23, núm. 21.
Igualmente se ve en Tácito un marido perseguido por no haber hecho
EH EL DttRKCHO CIVIL DB LOS DOMANOS. 20T
paterno para impedir los progresos de la fé cristiana
entre las mujeres. Tácito refiere que Pomponia Graj-
cina , mujer distinguida y esposa de Plaucio, habiendo
sido acusada en tiempo de Neron por supersticiones es
tradas (mperstitionis exlerna rea), que suponemos fuese
el cristianismo, fué sometida al juicio de su marido (1).
Plaucio, siguiendola antigua costumbre, reunió á los
parientes de su mujer, los informó de su crimen y de
su conducta, y la declaró inocente (2). Las persecu
ciones no habian comenzado aun ; pero la saDgre de !os
mártires corrió bien pronto.
Pero si Plaucio hubiera declarado culpable á su
mujer, en esta época aun, ¿hubiera podido condenarla
á muerte? Es cierto, repito, que en tiempos mas anti
guos , el marido tenia este derecho sobre la mujer que
tenia bajo su potestad (ín manu). Pero dudo que en
tiempo de Neron se conservase ; me parece probable que
habria sido eliminada al par del derecho de vida y muer
te sobre los hijos , siendo una misma la fuente de ambos.
La emancipacion de los esclavos , de los hijos de familia,
y de las mujeres , constituyen tres elementos que mar
chan de frente y bajo la influencia de las mismas causas.
El divorcio fué la señal del resentimiento de los ma

nso del poder legal contra su mujer , que se había hecho apuntar entre las
prostitutas. Quod ultionem legis omisisset (Annal., lib. II, núm. 85).
Tito Livio, lib. XXXIX, núm. 18, cuenta un hecho curioso, pero que-
tolo se refiere á la ejecucion de las sentencias pronunciadas por los jueces
públicos contra las mujeres. Y. también Dionis. de Halic., XI, i.
- (1) Mariti judicio permissa.
(8) Annal., lib. XIII, c. XXXII.-
508 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
ridos contra sus esposas convertidas al cristianismo. Ter
tuliano (1) no habla de otras venganzas. Estas eran insu
ficientes en un tiempo en que el divorcio parecia ser un
accidente ordinario del matrimonio.
Por lo demas, el poder marital, es decir, esta ad
quisicion , por titulo universal por el marido, de la es
posa y de todos sus bienes, está muy lejos de ser gene
ral. La confarreacion, de la que era consecuencia (2),
estaba casi en desuso ; ella sufrió la suerte del antiguo
culto pagano, al cual se enlazaba (3). La coemptio, fuen
te tambien del poder marital , era mas frecuente sin
duda ; Gayo nos lo indica asi (4j. Pero habia, por lo
menos, tantos matrimonios sin coernptione , y dejando á
la mujer fuera de la potestad, como matrimonios reves
tidos de aquella forma civil. Las mujeres se inclinaban
hacia las uniones desprovistas de las solemnidades de
la coemptio por dos razones diversas ; la una por con
servar la propiedad de sus bienes y retenerla facultad
del divorcio (5); la otra por espíritu de religion á fin
de estar bajo una dependencia menor con respecto á sus
maridos paganos ; pues los matrimonios mistos se mul
tiplicaban y comenzaban á llamar la atencion de los
(1) Tertul., Apolog., §. 3.
(2) Supra: c. III, 1." parto. '
(3) Tácito, Annal., lib. IV, núm. 16: Omissa confarreandi corwuefu-
dine, aut ínter paitoos bbtekta. Estas últimas palabras esplicarj por qué Ga
yo habla de ella como estando aun en uso, I, Com., 112,
(4) I, 113.
(5) Para tener una idea de la importancia que daba á la mnjer la sepa»
racion de sus bienes con los de sn marido, es necesario ver en Auto Gelitr
las quejas de Caton (XVII, c. VI).
EN EL DERECHO CIVIL llE LOS ROMANOS. 209
Padres de la Iglesia (1). Además, á medida que aumen
taba el número de cristianos, los matrimonios se cele
braban mas frecuentemente con las ceremonias del nue
vo culto (2), y desde el instante en que la religion los
habia revestido de su earácter, se habría creido dudar
de la plenitud de su potestad, añadiéndole las fórmulas
de la coemptio , tan ligadas con el paganismo. De aquí
que el poder marital se perdió con las formas civiles que
lo producian. Las mujeres casadas llegaron á un grado
de libertad desconocido en casi todos los sistemas de
legislacion; pudieron disponer de sus bienes sin autori
zacion del marido, y fueron independientes de derecho
respecto á los llamados parafernales (3). En una palabra,
la eliminacion del poder marital fué de derecho comun ,
y las mujeres alcanzaron este objeto de que Caton las
habia acusado; esto es, de ser libres é iguales á sus
maridos. «Omnium rerum liberta tem, imo licentiam de-
siderant... el cequari postremvtm viris (4J. En esto (io re
conocemos) , el principio disolvente ha ido demasiado
lejos; la reaecion contra el sistema del poder ha tras
pasado evidentemente los limites naturales y legitimos;
pero es necesario no acusar al cristianismo , que, pro
mulgando los verdaderos derechos de la mujer, jamás
ha perdido de vista el término hasta donde la natura-

(1) Tertuliano, ad uxorem. San Pablo te ocupa de ella. I, ad Corinth.,


e. VII, núm. 13.
(2) C. VII, de la segunda parte de esta memoria.
(3) L. XVI, C. de revoc. donat., y patsim.
(*) Tito Livio, lib. XXXIV, números % y 3.
210 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
leza quiere que se estiendan (1). Este fué en gran parte
el defecto de la institucion romana, porque en lugar
de unir su suerte á la del matrimonio, quiso que fuese
independiente*, y prefirió ligarse á celosas formalidades.
Por lo demás, el derecho consuetudinario vendrá des
pues á restablecer el equilibrio ; el poder marital apa
recerá , no tiránico y violento, no identificado con fór
mulas materiales perjudiciales al matrimonio ; pero si
moderado, protector, afectuoso , inseparable del vinculo
conyugal ¿ inalterable como él.
(I) Su Pablo: La majer ha sido tacada del hombre, I, ai Corinth.,
XI, 8. '
Acerca de la autoridad que el hombre tiene iobre ella, véate el mismo,
lug. át., núm. 19, y ad Timoth., e. II, nútn. 9 y tig.
San Agustín defendía la «atondad del marido, despues Un menosprecia
da: «Nib.il de tua vestí, nihll de tuo auro et argento, vel quácumque peca-
unía, sine arbitrio mirUi (acere debaisti.» Epist. 19».
m EL DERECHO CIVIL DB LOS ROMANOS. "211

CAPITULO XI.

Sucesión ab intestato (1). — Conclusion.

La legislacion de los decenrviros colocó la base del


sistema de sucesiones en la idea fundamental que habia
presidido á la constitucion de la familia; idea aristo
crática , destinada á realizar en el seno del hogar do
méstico el poder que Roma queria cstender sobre el
mundo entero.
La sucesion atendia, pues, el vinculo de la potes
tad. Esta no se atribuia al parentesco , pues como ya
he dicho, la sangre no constituia la familia romana.
Podia uno ser próximo pariente y aun hijo, sin ser por
esto heredero legitimo. E1 derecho de heredar era con
secuencia del vinculo de la potestad civil , de cuya or
ganizacion me he ocupado mas arriba. Cualquiera que
salia de esta comunidad por la emancipacion , perdia
sus derechos de sucesion ; solo retenia el parentesco
natural, incapaz de conservárselos.
De aquí tres clases de sucesores.
En primer lugar los herederos suyos; esto es, los
hijos ó nietos que estaban bajo el poder del padre di
funto. Poco importa que sean hijos por adopcion ; ellos
están en la familia por el mismo titulo que los nacidos

(1) Paulo, Sent., lib. IV, t. VIII, núm. 3. Gayo, III, I y sig. Ulpisno,
Fragm. XXVI, 1. Montesquieu, lib. XXVII, c. h
212 DE LA INFLUENCIA DEL CHISTIAMSMO
dentro de ella ; permanecen en ella por efecto de la
potestad; suceden como aquellos sucederian.
Las hijas bajo la potestad suceden como los varones;
toman igual parte; no deben temer ni la primogenitu-
ra masculina, ni la inferioridad de su sexo. Muchas
legislaciones antiguas, la de Oriente, por ejemplo (i),
no se han mostrado tan equitativas con las mujeres.
La esposa in manu se considera en el número de
herederos suyos; ¿no está semejada con una hija? filia
loco est. Lo mismo sucede con la esposa que está en la
potestad del hijo, que lo está bajo la del padre.
Estos son los herederos suyos. Se llaman suyos por
que pertenecen al difunto , á causa de la eiergía del
poder paterno. Ellos ocupan su lugar {%; ellos son sus
herederos necesarios,
A falta de herederos suyos, la sucesion pertenece al
agnado mas próximo que escluye al mas remoto (3). Los
agnados son los parientes por linea masculina (4h son
los que estarían sometidos al mismo poder, viviendo el
jefe mas antiguo. Este parentesco es el que solo toma en
consideracion la ley , á fin de conservar en la familia
los bienes y los sacrificios. Pero observemos que ella sub
siste mientras no ha tenido lugar la emancipacion, pues
esta destruye el parentesco civil.

(t) Bedio, lib. V. «En Persia y en Armenia, la hija solo lleva los mue-
»Nes; costumbre que se observa aun en Oriente y eaji en toda el Africa.»
Junge Justlniano, Novel. XXI
(2) L. XI, D. de liber et pnstk.
(3) Gayo, III. Com. It, y ley de las Doce Tablas.
(i) El mismo, 10, per virilis sexus personal.
EH EL DEItECDO CIVIL DE LOS ROMANOS. 213
Hé aquí ya muchas esclusiones nacidas de la nece
sidad de respetar la potestad , y por el espirita de con
servacion religiosa y aristocrática ; esclusion de los
emancipados, aun cuando sean descendientes en línea
recta; completa ingratitud hácia los parientes por línea
femenina.
Hay mas: entre los agnados, la diferencia del sexo
establece diferencia en los derechos, de esta manera:
La hermana es agnada de su hermano cuando el
padre es comun ; sucederá pues á su hermano. La ma
dre bajo potestad sucederá al hijo que esté bajo el po
der paterno, pues se la considera en la familia como
hija y como hermana (l). Pero al grado de hermana se
limita para las mujeres el derecho de sucesion (2); en
grado ulterior no se les tiene en cuenta. La tia no su
cede al sobrino; la prima no sucede al primo (3). La
desenfrenada aficion de las mujeres casadas al lujo y á
los inmoderados placeres les valió esta esclusion, que,
segun parece , no existia en el sistema primitivo de las
Doce Tablas , y fué una imitacion de la célebre ley
Voconia (4).

(I) El mismo, III, li. ' .


(3) El mismo, III, núm. II.
(3) El mismo, III, 14, 23.
(4) Paulo, Sent., lib. IV, t. VIII, g. 2S. Just., lmt., lib. III, tít. II, á*
legiL agnat. succes., §. 3; 1. LVIII, C. Just. de legit. hmred. Sobrela ley
Voconia, véase la memoria de M. Giraud (Mem. de l'Institut. Acad. des
se. morales ct politiques, Savants étrangers, t. I, p. 559], Esta ley era
eslraña 4 la sucesion legitima; solo se refería á la capacidad de las mujeres
para recibir por última voluntad. Sostenida por Caton, llevaba el sello de su
inflexible carácter.
214 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
A falta de agnados, la sucesion pasa á los gentiles (1).
Si se considera este sistema de sucesion bajo el punto
de vista político, se observará en él una gran concep
cion, y una severa lógica que no podfia dejar de ad
mirarse. Pero si se le considera bajo el punto de vista del
derecho natural, ¡cuántas iniquidades aparecen en esta
gran obra de la aristocracia!»
Esto es lo que hizo Gayo en una época en que la an
tigua constitucion habia desaparecido , y en que la or
ganizacion de la familia primitiva perdia cada vez mas
sus elementos conservadores y su originalidad (2). Asi
dice que la ley de las Doce Tablas sobre sucesiones es
estricta é inicua (3).
Son dignas de estudiarse las tachas de Gayo ; ellas
manifiestan los progresos del espíritu filosófico bajo los
Antoninos, pero demuestran al mismo tiempo cuán atra
sado estaba el racionalismo (aunque aventajase mucho á
los antiguos códigos de la república] con relacion al mo
vimiento que muy pronto debia apoderarse de las ideas.
Ved, decia el jurisconsulto filósofo , cuán limitado é
injusto es el derecho de las Doce Tablas (4).
1 Los hijos que no están bajo la potestad por haber
sido emancipados ó por otra causa (5), no suceden, por
que no están en la familia; no son herederos suyos.
Los agnados que han variado de estado no suceden,
(\) Gayo, III, Com. 17.
(2) Escribía en el reinado de Marco Aurelio.
(3) Strictum fucril, III, 18. Hce jurit ikiouitatm, id., «í
(i) Gajo, III, 18 y sig.
(5) Gayo cita estas causas en el nüm. tt.
En EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 215
porque esta variacion ha destruido la agnacion.
Si el primer agnado no cede la herencia , los mas
lejanos no tienen derecho á la sucesion.
Las mujeres agnadas , no siendo hermanas, tambien
carecen de él.
En fin, los cognados, parientes por linea femeni
na (1), sufren la misma esclusion; de tal manera que la
madre que no tenga condicion de hija y de hermana por
la manus (2), no sucede á sus hijos varones ó hembras,
asi como estos tampoco le suceden.
¿Puede verse algo mas contrario á la equidad? ini-
quitates.
Asi se espresa Gayo, y al mismo tiempo nos presenta
su proyecto de reforma. Los elogios que prodiga al pre
tor por haberlo realizado, contrastan con su critica , y
demuestran que sus deseos estaban satisfechos. Presenta
ré la paráfrasis de su texto (3).
En primer lugar, el edicto del pretor llamó á la
sucesion, por medio de la posesion de bienes, á todos los
hijos sin distincion entre los emancipados y no emancipa
dos. La emancipacion no destruye el vinculo civil del
parentesco entre el padre y el hijo (4); no disminuye el
número de los herederos suyos.
(1) Cognati qui, per feminini teams personas necettitudine junguntvr.
Gayo, III, Com. 24.
(S) Ciceron en iu oracion pro Cluentio, habla de Sassias, madre de
Claencio, como'si fuera su heredera ab intestato; 15, 10. ¿Estaba Sassias
filies loco en la familia de su marido?
(3; III, 26 á 35.
(i) Junge Modesí., t. I, §. 2, D. quis ord. [ülpiano, 1. III, D. Si tab.
test. nuil. El pretor acordaba la posesion de los bienes llamada unde liberi.
216 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Las innovaciones del pretor forman una tercera clase
de sucesores. La gentilidad se pierde en las revoluciones
que alteraron las instituciones públicas (1); pero en vez
de esta creacion arbitraria del derecho civil , destruida
por el tiempo y la fuerza de las cosas (2) , los pretores
presentan una clase de sucesores que fundan su llama
miento en el parentesco natural, en el solo vinculo de la
sangre.
¿Y de quiénes se forma? 1.° de los agnados emanci
pados; porque si han perdido el parentesco civil, han
conservado el natural; este debe pues tenerse en consi
deracion. Pero un agnado, que como tal haya permane
cido siempre, los cscluirá por el poder de la agnacion,
aun cuando su grado de parentesco fuese mas lejano.
2. ' Las mujeres agnadas, que no sean las hermanas,
ocupan un lugar en esta tercera clase; sucederán á falta
de herederos suyos y agnados.
3. " Los agnados que siguen al mas próximo, si este
no cede la herencia , y que, segun el antiguo derecho,
quedaban escluidos; mas el derecho pretorio los hace apa
recer como parientes, y los coloca en esta tercera clase de
sucesores.
4. " Tambien se encuentran en la misma los parientes
por linea femenina los cognados, despreciados tan des
deñosamente por la ley de las Doce Tablas, tan despiada
damente sacrificados á la conservacion de lo» bienes, del
nombre y de los sacrificios.

(1) Véame las vidas de Céiar, I;— Claudio, XXV;— Vittll., 1.


[i) Gayo, III, 17.
Efl EL UEKECHO CWIL DE LOS ROMANOS. 2(7
5." Y los hijos que la aJopcion ha hecho entrar eft
una familia extraña, y que se unen á la suya natural
por medio de la sangre.
Hé aquí las innovaciones del pretor, tales como las
reasume Gayo. Un arte ingenioso , conservando las Ires
clases de creacion aristocrática, ha encontrado medio de
dar lugar á la familia natural , escluida en otro tiempo
por la familia civil; la succesion natural ha encontrado
proteccion, y la legislacion no la rechaza ya. Este es un
gran esfuerzo; un feliz resultado.
¿Pero es este el último grado de la perfeccion filo-
sóGca?
No, sin dudal y sin embargo, Gayo aparece estar sa
tisfecho, y cree que están suficientemente corregidas to
das las injusticias del derecho antiguo (1); no lleva mas
lejos sus pretensiones, y desde luego pone fin á su
critica. -.
¿Pero no queda nada por hacer, habiendo sido colo
cada la equidad en tercer lugar, y no pudicndo hacer uso
de sus derechos, hasta tanto que el derecho civil se lo
permita por no encontrar materia en que intervenir? ¿Se
ha hecho todo, porque se permite al parentesco natural
dejar oir una voz tímida solamente en los casos en que ó
falta el parentesco civil, ó se abstiene de tomar parte?
¿Acaso la equidad debe quedar subordinada; no está
imperfecto el derecho en tanto que el elemento civil no
se ha incorporado con ella?
Pero Gayó, sea cual fuese la superioridad de su inte-
(1) III, Com. 25. Ha juris iniquitates edicto pratorit emendala sutit
28
218 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
Ügencia , estaba muy ligado á las Acciones del derecho
civil, y á los antecedentes de su educacion pagana, para
concebir ideas que solo el cristianismo podia dar á cono
cer (t). ., .
Examinemos en efecto los lunares que se encuen
tran aun.
Las hijas, segun hemos visto, heredaban á su padre;
¿pero los hijos de ellas tendrian parte en la sucesion de
aquel? No, ciertamente. Los hijos de las hijas no nacian en
la familia de su abuelo materno; entre ellos 'solo existen
los vínculos de cognacion , no los de agnacion. No son,
pues, herederos suyos: no son agnados, y por lo tanto,
el pretor no los llama sino en tercer lugar, es decir, en
defecto de tios y tias, y faltando estos, en defecto de todos
los agnados. A esto se limita el beneficio. Pero este
paliativo, que satisfacia á Gayo, se reputará insufi
ciente bajo el reinado de los emperadores cristianos,
arrastrados hácia la equidad por la grande luz que brilla
en la sociedad, entre tanto que las demas antorchas se
apagan poco á poco. Valentiniano el Jóven, consideran
do la sangre preferente á todas las combinaciones arbi
trarias, llamará á los hijos de las hijas á suceder al abue
lo materno conjuntamente con los herederos suyos , y á
percibir las dos terceras partes de lo que á su madre hu
biera correspondido (2). Hé aquí ya cómo los hijos de

(I) Su corazon era frio como el deán geómetra. Véase , por ejemplo, I,
Com. 53, «n fine, la razon que dá de la mejor suerte que cupo 4 los es
clavos.
. (2) L. IV, C. Theod, de legit hared., y el comentario de Godefroj.
E!» EL DERECIIO CIVIL DB LOS ROMANOS. 219
las hijas de un paso sallan á la clase de agnados, y se les
cuenta entre los herederos suyos. - •
Sin embargo, el derecho de los agnados aun no será
borrado del todo. Los nietos, admitidos en primer lugar y
como herederos suyos, tendrán sin duda la preferencia
sobrelos agnados que ocupan el segundo lugar; pero no
los escluirán completamente , pues les dejarán tomar la
cuarta parte. Valentiniano reservó la cuarta á la agna
cion (i), esta antigua base dela familia romana, ante la
cual se inclinan los innovadores , si bien mutilándola.
Pero este respeto no arredrará á Justiniano.
Este principe, en efecto, quiso que los hijos de la hi
ja representasen completamente á sq madre, ya con rela
cion á los herederos suyos (2), ya con relacion á los ag
nados (3). Hasta este momento, pues, no adquirió la na
turaleza la plena posesion de sus derechos.
En cuanto al Occidente, al cual no se dirigian las le
yes de Justiniano, las costumbres realizaban lo que no
habia conseguido la legislacion. Porque por las fórmulas
de Marculfio vemos que se le precavian contra los here
deros suyos y agnados por medio de testamentos y codici-
los, que tenian por objeto asegurar á los nietos derechos
iguales á los de su madre (4).
Otro vicio capital del sistema elogiado por Gayo.
La madre que no está in manu no puede ser agnada

(1) V. áGotlefroy «obre esta ley.


(i) Not. 18, c. IV; 118, c. I.
(3) L. Alt. G. de muís et Ugit. harté.
(i) Marculf., lib. II, e.X.
220 DE LA IKTLUERCIA DEL CBISTIAMSMO
de sus hijos, y sus hijos no son agnados con relacion á
ella (i). Además, la madre no tiene herederos suyos , su
puesto que es incapaz de ejercer el poder paterno. No hay,
pues, sucesion legitima reciproca entre la madre y sus
hijos. Solamente el pretor tiene en cuenta el parentesco
natural, colocando á estas personas á la cabeza de la ter
cera dase, es decir, llamándolas á falta de agnados (2). Dé
aquí que el parentesco civil tiene una ventaja notable
sobre el mas sagrado de los parentescos naturales. La ma
dre se encuentra escluida de la sucesion de su hijo por los
tios ó los primos agnados ; los hijos no sucederán á la
madre , sino en defecto de sus hermanos consanguíneos ú
otros agnados.
Es verdad que el senado-consulto Orphiciano, dado
bajo el reinado de Marco Aurelio y de Commodo (3), ha
bia sobrepujado á las reformas del pretor, en lo relativo
á los hijos ; pues los habia llamado á la sucesion ma
terna con esclusion de los agnados. Convengo en que ha
bia sido un homenage al parentesco natural , y que este
gran acto de justicia precedió al reinado de los emperado
res cristianos ; pero es necesario confesar que esto era lo
mas facil de todo y lo mas urgente, porque cuando se tra
ta de hijos ¿qué barreras no deben salvarse en el acto?
Con relacion á las madres , el derecho civil habia su-

(1) Gayo, !.CXCVI,§. 1, D. de verb. ügnif., jen sus Inst., III, 2i, U.
(2) Ulp.. Fragm., lib. XXVI, 7. ¿Era por este título, por el que áSassias.
madre de Cluencio, la presenta Ciceron como sucesora de aquel ab inteitatol
(pro Cluenlio, 15, 19).
(3) Ulp., Framg., 1. XXVI, num. 7, Justiniano, Inst. detenalute. Or-
p/ítí. .
BU EL DERECHO CIVIL SE LOS ROMAICOS. 221
frido algunas alteraciones , pero todas ellas hechas con ti
midez. El senado-consulto Tertyliano (1), habia coloca
do en el número de los agnados, y aproximado por lo
tanto á la succesion de sus hijos, á la madre que tenia el
jus liberorum , es decir , tres hijos , si ella era ingenua , y
cuatro siendo liberta (2). Este no era mas que un apéndi
ce á la ley Papia Poppaea. Una política interesada domi
naba en ella, mas que la voz de la naturaleza, pues las
madres que no tenian la fortuna de ser tan fecundas que
daban relegadas en la clase de cognados.
Constantino emprendió una reforma por medio de
tina de las leyes que la historia señala como enlazada á
nn sistema de renovacion del derecho y de las costum
bres (3). Si no fué tan lejos como el gran reformador del
siglo VI Justiniano , fué porque encontró mayores obstá
culos. Recordemos que la agnacion conservaba una parte
de su prestigio , que un resto de estas ideas aristocráticas
que se deslizan hasta el seno de la democracia conti
nuaba dando demasiado valor á la conservacion de. los
bienes en la familia, y que era necesario transigir con
tales preocupaciones.
La constitucion de 321 (4J estableció, pues, que la
-madre que no tuviese el jus liberorum quitaria á los tios

(i) Dado bajo Antonino el Piadoso (año 911).


(í) Inst. de itnatuic. Tertyll.
(3) Godefroy cita con este objeto, estas palabras de Nazario: *Regindit
xmoribut, frangendis vitiis, novee leget constituía; veterum calumniote*
cambajes recites captandw simplicitatis laqueot perdiderunt.t
(4) L. I, C. Theod. de legit. hmred., coo el comentario de Godefroy, y la
ley II, G. Theod. de inof. testamento, de 321.
222 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
agnados , sus hijos y nietos, la tercera parte de la suce
sion , escluyendo á todos los demas agnados, ya próximos
ya remotos. Hé aquí, pues, generalizado el derecho de
las madres; el derecho comun las hace sucesoras legitimas.
La maternidad ha sido consagrada en las leyes! Sin embar
go, para compensar esta ventaja que privaba á la agnacion
de una gran prerogativa, Constantino quiso que la madre
que tuviese el jus liberorum no escluyese del todo á los
tios agnados , sus hijos y nietos , sino que les dejase tomar
la tercera parte de la sucesion.
Esta constitucion no se ocupaba del caso en que el hi
jo dejaba hermanos consanguíneos. Yalente arregló este
punto en 369 fi) , disponiendo que los hermanos consan
guíneos no emancipados escluyesen del todo á la madre,
pero que esta fuese preferida á los ya emancipados.
. Valentiniano III volvió á ocuparse de lo mismo
en 426. Placidia reinaba entonces en su nombre (2). Las
costumbres cristianas habian ascendido al imperio á las
mujeres; y las emperatrices importaban á las leyes la dul
zura de aquellas.
La madre escluirá como antes á todos los agnados mas
lejanos que los tios, sus hijos y nietos, pero cuando exis
tieran estos últimos ó bien hermanos , la division no se
verificará de la manera prescrita por Constantino y Va-
lente; será de una manera mas ventajosa para aquella.
La madre, ya tenga el jus liberorum, ya carezca de él,
tomará dos tercios de la herencia, y el otro corresponderá

(I) L. II, C. Theod, de legil. hared., y Godcfroy.


(i) GibbOD, t. VI, p. StS.
EN El DERBCHO CIVIL DE IOS ROMANÓS. 225
al tio agnado ; el jus liberorum no influye en este caso,
y á todas las madres se les considerará iguales (t).
Si ademas de la madre sobrevive un hermano consan
guineo, aunque esté emancipado, en vez de ser escluido
del todo por aquella, tomará la tercera parte. La emanci
pacion no le hará perder sus derechos, como antes acon
tecia; el vinculo de la sangre lo retendrá entre los agna
dos (2). ;
Si los hermanos consanguineos no son emancipados, la
madre queda escluida completamente por ellos , aunque
gozara del jus liberorum (3). Porlo-demas, cuando el di
funto solo deje hermanas consanguineas, estas no esclu-
yen á la madre que tiene e\jus liberorum; la herencia se
divide por mitad entre una y otras (4). .. .
De este molo se encontraba arreglada la sucesion
cuando ascendió Justiniano> Ciertamente la equidad ha
bia avanzado , segun hemos podido ver por las leyes cuyos
principios quedan esplicados. Sin embargo , luchaba aún
con dificultad con la supersticion de la agnacion, del jus
liberorum y de la emancipacion , respetadas ruinas de los
sistemas cuya primitiva significacion se habia perdido.
Justiniano comprendió que semejantes restos eran un
verdadero obstáculo, y dejó libre el terreno del derecho
natural por medio de dos célebres constituciones dadas
en 528.
(1) L. VII, C. Theod., lug. cit.
(2) La misma.
(3) Inst. de Jutt.,de smatusc. Tci tyll.,&. 3.
(*) Vakntiniano III, I. VIII, G. Thcod. de legit. lutved. Inst. de Just.,
lug. cit. • *
224 »K LA INFLUENCIA BEL CMSTIAHISMO
La primera, teniendo en consideracion á la naturaleza
[respicientes ad naturam) , los peligros y los padecimien
tos del parto, que, sin distincion , somete alas madres á
las mismas pruebas , desterró como una impiedad ( im-
pium esse) las distinciones del jus liberorum. Las mujeres
que solo tienen nn hijo, como las que tienen cuatro, las
libertas como las ingenuas, tuvieron iguales derechos-, to
das fueron llamadas igualmente á la sucesion de sus hi
jos, y el derecho privilegiado se convirtió en comun (1).
Por la segunda constitucion, Justiniano dió preferen
cia sobre los agnados á la madre; todos fueron escluidos
por ella. La madre no tuvo en la sucesion mas conjuntos
que los hermanos y hermanas del difunto; entre ellos fué
declarada la cognacion igual á la agnacion , y se les con
cedieron las mismas prerogativas. Si no tenia mas que
hermanas, la sucesion se dividia por mitad entre ellas y
la madre ; si tenia hermanos, se dividia en porciones
viriles (2J.
Tal es la historia de las vicisitudes que sufrió la ma
ternidad hasta llegar á ocupar en la sucesion el lugar que
por naturaleza le corresponde. Evidentemente lo debe a
un conjunto de causas que el cristianismo ha desarrolla
do, segun creo haberlo demostrado en el capitulo de es
ta memoria que trata de la condicion de las mujeres.
Veamos tambien la suerte de la emancipacion como
causa ¿e diminucion en los derechos para suceder. La

(I) Inst. de senatusc. Tertyll., §. i; I. II, c. de tuce, líber.; j Cujícío


•obre esta le;.
L. últ., C. de senatute. Tertyll. Inst., lug. eit., $. 6.
E3 EL DERECHO CIVIL DE LOS HOMAXOS. 2*25
emancipacion, como ya he dicho, concluia con la agna
cion , y colocaba al agnado en la Urcera clase de suceso
res; mucho tiempo estuvo esto en observancia, y aunque
en 498 se emprendió una reforma , solo se llevó á cabo
en parte.
Anastasio aseguró el derecho de agnacion á los her
manos y hermanas emancipados y fueron admitidos en
la herencia legitima, pero no por iguales partes, con los
demás hermanos y hermanas , que habian permanecido
en la familia. Los hijos del hermano emancipado siguie
ron considerándose entre los cognados (i).
Asi, pues, la legislacion estabaaun lejos de haber con
cedido á la naturaleza sus imprescriptibles derechos. Jus-
tiniano cumplió fielmente con el carácter de reformador;
abolió todas estas diferencias, y la emancipacion no fué ya
causa de desigualdad (2). Con estas variaciones el dere
cho adquiria poco á poco carácter mas equitativo y mas
humano. Diariamente derribaba un lienzo de muralla
del antiguo edificio; pero al mismo tiempo el derecho na
tural conducia los preciosos materiales para su recons
truccion.
Hé aqui otro ejemplo:
Como ya he manisfestado en otro lugar, las agnadas
mas remotas que la mujer sucedian como cognadas. Asi
una tia era.escluida por un agnado de grado mas lejano.
Esta desigualdad ehocó á Jüsliniano ; y su constitucion

(0 Insl. de tuccessione coynalorum, §. t.


(2) L. XV, §. 1, 2, 3, c. de legit. hcered. (Año 53i). '
29

f
226 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
de 532 (1) , basada sobre la igualdad natural del hombre
y de la mujer (2), hizo»desa parecer diferencias impías (non
piam differentiam) entre los agnados y las agnadas.
Entre tanto la distincion entre los agnados y los cog
nados, aunque profundamente debilitada, subsistia aun.
En medio de sus reformas, Justiniano continuaba respe
tándola; y la prueba de ello es que, mientras daba dere
chos á cualquier cognado privilegiado, tomaba por pre-
testo colocarlo en la clase de agnados [3). Esto era lo que
habia hecho en favor de las hermanas y hermanos eman
cipados (4) , ó uterinos (5), y de sus hijos (6). Pero todo
cognado que no hubiera llegado á la categoria de agnado
era escluido por un agnado mas remoto (7J.
Pero bien pronto se cansó Justiniano de seguir este
paso. Vió cuántos disparates y anomalías contenian las
nuevas leyes sobre sucesiones , especialmente por haber
tratado de ingertarse en un sistema, cuyas originarias
ideas se habian perdido, y destrozó este mosaico. En
lugar de elementos tan diversos y lan opuestos , colocó
los fundamentos de un sistema tan notable por su no
vedad y su unidad , como por las ideas humanas que
puso en práctica.
Se encuentra basado este sistema en las leyes de la
(I) L. XI V, C. de legil. hmred.
(i) Esta es una tésis á la que él tenia afecto. Véase, por ejemplo, su no-
Tela 21.
(3) Inst. de suecas, cognat.
(i) L. XV, §.1,2, 3, C. de leglt. hcered.
{5) L. últ., C. disenatuse. Tertyll.
(6) L. XIV, §. 1, de legit. hcered.
(7) L. Y, C. de legit. haced.

«
Eli EL DKRKCHO CIVIL DE LOS HOMAROS. 227
naturaleza ; el grado de afeccion entre los parientes es
la norma para la sucesion. No será el vinculo de poder
el que se tome en cuenta ; lo será el vinculo de la sangre.
El principio aristocrático desaparecerá ante la igualdad
natural ; en su caida arrastrará consigo la completa rui
na de las preferencias agnaticias ; el parentesco uterino
será tan sagrado como el parentesco consanguineo; habrá
parientes, desaparecerán los agnados.
Como una consecuencia natural , la sucesion pasará
eo primer lugar á los descendientes, ya estén bajo la
patria potestad, ya sean suijuris. Al poder paterno no se
le admitirá la reclamacion de preferencia sobre las cosas
que el bijo difunto poseia en toda propiedad.
A falta de descendientes, la sucesion asciende, esto
es„ pasa á los ascendientes, sin que la linea paterna
tenga privilegio alguno sobre la materna; si viven her
manos y hermanas , se divide entre ellos y los ascen
dientes.
A falla de estos , la sucesion pasa á los colaterales,
entre los que tienen mas derecho los mas próximos al
difunto por los vínculos de la sangre. No se tiene en
cuenta el sexo , ni el origen de los bienes. Las lineas
masculina y femenina gozan los mismos derechos (1).
Tal es el sistema concebido por Justiniano y sus con
sejeros; sistema el mas filosófico y perfecto de cuantos
se han formulado, y que por si solo bastaría para ab
solver á este emperador de Ibs cargos que le han diri
gido. Tan bella creacion ha sobrevivido á todos los gol-
{1} Not. 118. ABo 8*0.
228 DE LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
pes de la barbarie, á la resureccion del principio aris
tocrático durante la edad media, y á los intereses feuda
les. Nuestro código civil se ha apoderado de ella y la
presenta como una de sus mas bellas páginas; es, sin du
da, el programa de las ideas mas liberales, mas enten
didamente progresivas.
Pero ¿cómo se elevó Justiniano á tanta altura, en
un siglo en que todas las cosas declinaban? No me pa
rece difícil resolver esta cuestion.
En el siglo VI, todos los elementos de la antigua
civilizacion estaban completamente gastados ó perdidos;
los estudios griegos que habian civilizado á Roma y for
mado sus grandes hombres, se habían concluido con la
supresion de la famosa escuela de Atenas (l), patria li
teraria de Ciceron y de Horacio. El politeismo exhalaba
su último aliento con la muerte voluntaria de su último
representante Focio (1). En el órden político, la aris
tocracia romana habia descendido, y su recuerdo bor
rado por todas partes, daba lugar á la igualdad de obe
diencia bajo el despotismo de uno solo. La que en un
tiempo habia impuesto su espíritu esclusivo á las insti
tuciones religiosas, políticas, civiles y domésticas, sin
querer exceptuar á ninguna, se encontraba arrojada de
todos sus puestos..
En medio de esta disolucion , un solo elemento que
daba ; el cristianismo. Sus progresos y sus grandes hom-
"bres dicen bien cuál fué su poder.

(I) Por Justiniano. Año 529. Gibbon, t. YII, p. 316.


(2; El mismo, t. IX, p. 76.
EH EL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 229
¿Qué se ha hecho de las ciencias en Alejandria y
en Beryto? Ellas se posponen á la teología !!! ¿Cuál es
desde entonces el carácter de las leyes? Léanse los prime
ros títulos del Código de Justiniano: de summa Trinila-
te, de Episcopis el ClericisU ¿Cuál es la ocupacion pre
dilecta del principe? La discusion de las materias ecle
siásticas, á las que aplicaba su talento perspicaz (1). Es,
pues, el cristianismo el que comunica el movimiento, ya
en el orden moral, ya en el político.
Ahora bien , si es cierto que toda época toma del
elemento que la domina el principio de sus modi6cacio-
nes , no busquemos sino en el cristianismo la cansa prin
cipal de las transformaciones que acabamos de estudiar.
El cristianismo es quien destruye y crea : él es el que,
al lado del elemento disolvente , coloca los elementos de
reorganizacion.
Limitándonos al punto especial dela sucesion, ¿no
- es cierto que el cristianismo, haciendo de la humanidad
una gran familia (2) , formó un vinculo mas estrecho
entre los parientes , y que en sus ideas de igualdad y de
reciproca afeccion, han debido desaparecer las distincio
nes entre las personas que nos manda amar igualmente,
y por consecuencia entre las líneas masculina y femenina?
Indudablemente, en tanto que las ideas aristocráticas
hicieron inclinar la balanza hacia la raásculinidad, los
intereses públicos estraviaron las costumbres; estas gran
des ideas de la igualdad natural fueron detenidas en

(1) Gibbon, t. IX, p. 71 y sig.


(2) ¡Qué expresion mas bella que la de prójimol
530 de u mimncm del cristiaMshd
su desarrollo, y por largo tiempo fueron ineficaces.
Pero, tan pronto como la disolucion de la antigua
familia romana hubo quitado todo obstáculo al legisla
dor, el espíritu prudentemente democratico del cristia
nismo debió prevalecer solo, y el orden de sucesion en
que se refleja siempre el principio social dominante, ba
sarse sobre los afectos puros de la naturaleza, cuya san
cion es ta moral cristiana.
A los que quieren buscar en un perfeccionamiento
filosófico y abstracto, el origen de la ley de sucesiones
dada por Justiniano, preguntaría jo: ¿cómo la filoso Ira
sola obtuvo este triunfo bajo un principe que pusoá lo»
filósofos á las puertas de Atenas, y masque todo fué un
ardiente teólogo? Despues me permitirán el inquirir si
en Oriente y en Grecia existió una escuela que antes que
Justiniano formulase la teoria de este, que hasta ahora
no me es conocida. Aristóteles no se habia equivocado al
decir que la amistad es mayor de alto á bajo que de bajo
á alto, y que despues por la misma sangre asciende al
origen (1). Pero lo difícil no es sentir y esplicar esto9
sentimientos, sobre los que el vulgo sabe tanto como el
filósofo: lo difícil es separarlos de toda influencia políti
ca, y fijarlos en una práctica independiente; y esto, cier
tamente, no se habia hecho antes del reinado del cris
tianismo. Filósofos antiguos nos han dado constituciones,
y entre ellas algunas imaginarias. ¿Acaso su genio los
condujo á esta verdad tan sencilla en la apariencia como
difícil en la realidad , de que los bienes deben trasmi
(a ElhiCr, md Mcom., lib. VIH, t,Xll,
Bf O. DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 2o(
lirse segun los afectos en la familia? Conocemos las leves
de un gran número de pueblos de la antigüedad; ya
hayan sido monárquicos , aristocráticos ó democráticos,
¿se deja ver mejor en alguno de ellos esta base para la
sucesion conforme al derecho natural? El Oriente, en
sus leyes sobre sucesiones , no nos da mas que desigual
dades y escepciones. En Persia, en Armenia, en Africa,
lo único que de la casa toma la hija son los muebles (1 );
La Judea no se alejaba tanto de la naturaleza ; pero
tambien se sacrificaba á influencias que destruian el vin
culo de los afectos y la igualdad de los sexos; las hijas
solo sucedian á falta de varones (2). En Grecia, en Ate
nas , damos un paso hácia un sistema mejor ; pero es
necesario aun pagar tributo á exigencias poHticas que
falsean la verdad natural. Las hembras heredaban, pera
con la dura condicion de casarse, de buen ó de mal gra
do, con el pariente mas cercano (3); no podian contraer
matrimonio con algun otro. En Mileto era necesario que
comprasen el derecho de suceder, prestando una obliga
cion de otro género, y era la de casarse con un hombre
pobre (4J. Asi , en todos estos paises la mujer gozaba
de condicion inferior á la del hombre. En unos, la mo
narquía y la aristocracia para conservar en la familia
los bienes inmuebles que le dan lustre; en, otros, la

(i) Justiniano, non. XXI, Bodin, lib. V.


(%) Números, c. XXVII, núm. 1 y sig.
(3) Demóstenes, Contra Bccot. Platon, Repub., 1. VIH. Bodin, lug. c»V,
Montesquleu, lib. V, c. V. Samuel Petü, Leges atlica, lib. VIr t, VI, en>
la Jurisprudencia romana y ática de Heineecio, t. IH, p. 576.
(4) Bodin, luff. cit.
232 DE l\ INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
democracia republicana para mantener la igualdad de los
bienes, inmolaban la mujer á combinaciones arbitrarias,
y todas tres tenian por objeto hacer prevalecer el interés
político sobre los eternos sentimientos de equidad y de
cariño.
La creacion de Justiniano es, pues, verdaderamente
original ; pero no es el descubrimiento casual de un es
píritu superior á su siglo; es una obra cristiana , prepa
rada desde doscientos años antes por el incesante trabajo
del cristianismo, y dada á luz en una época en que el
cristianismo todo lo absorbia. Si Justiniano hubiese en
contrado existente y en toda su fuerza el poder paterno
y la inferioridad legal de las mujeres, ¿hubiera podido
formar á priori un sistema de sucesion que para nada
tiene en cuenta el vinculo facticio del poder, y que co
loca en la misma linea al hombre y á la mujer? No;
ciertamente no. Para conseguir un resultado hasta enton
ces no oido , y que a todos admiró, no ya á un Caton,
enemigo retrógrado de la emancipacion de las mujeres,
pero al mismo Gayo, el critico mas filósofo de la ley de
las Doce Tablas, necesitaba encontrar al poder paterno,
eje de la sucesion romana, destituido de todas sus prero-
gativas civiles; y, segun he probado, el cristianismo fué
el que hizo conmover su base, para que admitiese los
elementos del derecho natural. Era necesario tambien
que la mujer , además de salir de la dependencia de sus
agnados, recibiese cierta consideracion y tomase parte
en el movimiento social ; y , como he probado, el cris
tianismo fué el que hizo sonar la hora de su emancipa-
EH EL DERECHO CIVIL DE LOS nOWASOS. 255
cion , y colocó su influencia en el número de las mayo
res influencias sociales (i). El cristianismo fué,' pues,
el que todo lo consiguió. Asi hemos visto penetrar por
la brecha abierta por él, tanto á los hijos de las bijas,
aunque no estuviesen bajo la potestad, cuanto á la madre
que siempre carecia de esta; á los hermanos y hermanas
emancipadas; á los hermanos y hermanas uterinos , co
locados desde entonces antes que los agnados; y las ag
uadas (aunque no fuesen hermanas] , á quienes por una
injusta preferencia privaban de sus derechos los varones.
¿Qué quedaba, pues, de lo que habia constituido la
base fundamental de la antigua familia? ¿Qué elementos
de vida quedaban á este antiguo ídolo de la agnación
falseada , cambiada y desnaturalizada por tales medios?
Justiniano „ pues , no tenia mas que dar un paso para
llegar á la verdad; su mérito estaba en haberlo dado. El
cristianismo le proporcionó las premisas; su buen sentido
dedujo de ellas las consecuencias, Justiniano fué grande
porque fué el hombre de su siglo: si, basta este princi
pe , la voluntad del legislador se habia ajustado á las
preocupaciones romanas y paganas, él tuvo la su6ciente
elevacion de espíritu para abandonarla» y presentar otras
nuevas. Por esto la posteridad heredó su nombre; por
esto puede decirse que los tiempos modernos le pertene
cen aun (2).
(1) Placidla 7 Teodora contribujeron á Us lejcs de Valentiaiano III y
de Justiniano.
(i) Habia reglas particulares para la sui-cesion de los libertos.
En linea recta, la sucesion del liberto se regia como la de los ingenuos.
Los bijos del liberto, concebidos desde su manumision, eran sus heredero*
30
254 l« LA INFLUENCIA DE!. CRISTIANISMO
Estos admirables trabajos de Justiniano ban hallado
jurisconsultos de muy poco sentido que los han atacado.
Un jurisconsulto italiano, Gaudencio Paganini, ha diri-
naturales. Los nacidos con anterioridad, permanecían en su estado senil, j
para nada se les tenia en cuenta. Justiniano fué el primero que les concedió
derecho de filiacion, y los declaró aptos para suceder. Si se jactaba con
exageracion de su humanidad hacia esta clase desgraciada, ¿no es una jus
ticia que se tributaba á si mismo por la que otros han encontrado en ¿IT
Pero cuando no había herederos suyos ¿quién debia heredar? Agnados
no existían, porque el liberto no podia tenertos; no tenia mas vínculos na
turales que con los esclavos, en cuya clase babia nacido, y de la que lo
habla sacado una mano compasiva. La ley de las Doce Tablas concedía la
•ucesion á su patrono, que consideraba como su agnado, a causa del beneficio
que de él habia recibido. El patrono escluia á todos los colaterales qu«
pedían estar unidos al liberto con el vinculo de la sangre; porque los co
laterales solo podían ser esclavos no teniendo con aquel mas parentesco que
el serril, inútil para la sucesion. Los emperadores cristianos no alteraron
esto: la esclavitud quedaba en pié, y producía sus tristes resultados. Sin
embargo, ¿no se fomentaban las manumisiones asegurando una recompensa
á los que las concedían?
Las madres libertas no tenían herederos suyos. Sus hijos, conforme al de
recho antiguo, no eran obstáculo para el patrono. £1 senado-consulto Orphi-
ciano habla templado este rigor, y los emperadores cristianos lo dulcifica
ron mas y mas. Pero el patrono interpolaba sus derechos con los de los hi
jos, j Justiniano fué el que los eximió de esta concurrencia contraria á la
naturaleza.
En cuanto a los esclavos, necesario es reconocer que en ninguna épo
ca, inclusa la de Justiniano, tuvieron sucesion. En vano el cristianismo
triunfante babia introducido et derecho natural en todas las instituciones,
pues cuando este derecho trataba de llegar hasta los esclavos, encontraba
barreras insuperables. A pesar de los consejos y de les esfuerzos de la religión,
*e dejaba á estos desgraciados seres bajo el jago de otro derecho que tam
bien se llamaba natural, y que solo merecía este nombre porque constituía
la norma de todos los animales. Grandes reformas habia que llevará cabo
para que este derecho fuese mas humano y llegase á ser completamente
cristiano. Esta vez quedó corto Justiniano, y se sabe cuánto tiempo pasó
antes que se rcaliz.ise una revoluiion tan grande.
Les esclavos no sucedían ; no tenían la propiedad en nada; todo le que
EílKL DERECHO CIVIL DE LOS ROMANOS. 235
gido á aquel principe las mas amargas diatribas, por
haber abolido las leyes de la agnacion (1), y por haberse
mostrado favorable al derecho de las hembras. Pagani
ni, infatuado como tantos otros con la superioridad de
la jurisprudencia clásica sobre las leyes de Justinrano,
ataca la lógica de este sistema hasta resucitar en los tiem
pos modernos las preocupaciones del viejo Caton, esfor
zándose en probar que las leyes de la agnacion son de
derecho de gentes, y que Justiniano , igualando el pa
rentesco femenino al masculino, se desvió por completo
del derecho divino (2j, de la razon (3), de las tradicio
nes de los emperadores cristianos Tambien lo fa
vorece con gran número de epítetos llenos de menos
precio. Por ejemplo, dice que su argumentacion , tra
tando de igualar las mujeres á los hombres (5) esl pre
fecto feminea et imbecillis. Ultimamente lo llama uxorius,
y añade que, como esclavo de su mujer Teodora , fa
vorece tanto á las mujeres solo con el mezquino objeto
de contentarla (6).
adquirian pertenecía 4 sos señores , no conservando mas qnt> la administra
cion de sn peculio. Solamente en la época feudal su condicion se aproximo
algo a la libertad, y se Ies puso en posesion de algunos elementos de
la rida ciril. Sobre este objeto be dado algunas noticias en el prólogo d<
mi Commentaire de la tocieté,"f. 38.
(1) V. el Thesaurus Síeermanni, t. II, p. 701 y TU. Paganini escribió
en 1638, y es necesario leer su disertacion sobre las leyes que escluyen á
las mujeres, p. 711, c. X.
(2) Atestiguado segun él por las leyes hebraicas (c. I>.
(3) C. XII. *
(k) C. XIV.
(5) L. penúlt., C. de legit. hared. Junge, nov. 21.
(6) En su disertacion de Justin. $eculi moribui (Mcermann, f. II, pá
gina 701, c. XXXII, p. 7CS.
256 BE LA ISFLUENdA DEL CRISTIAMSMO
Esta disertacion de un erudito del siglo XVII, ya un
poco olvidada hoy, no mereceria sacarse del polvo si no
hiciese mas que expresar una opinion individual, Pero
desgraciadamente está en relacion con un sistema acre
ditado en una escuela que se llama esclusivamente, clá
sica, porque se ha propuesto denigrar un principe del
Bajo Imperio para con los secuaces de los jurisconsultos
del siglo de los Antoninos (1). Esta escuela que ba hecho,
necesario es reconocerlo, grandes servicios á la literatura
del derecho , ha hecho mucho daño á la filosofía del
mismo; ba formado de la jurisprudencia de aquel siglo
¡priviligiado por el gran número de sus hombres emi
nentes) un tipo, fuera del cual solo se encuentra lá de
cadencia ; de suerte que, si fuera necesario creerla , es-
potáneamente colocarían el Código civil en lugar menos
preferente que las Instituías de Gaye Asi cuando esta
escuela, tomando de Hetman algunas de sus diatribas (2)
(1) El grao Cujacio no ha caldo en sns sistemáticas digresiones; ha hecho
el elogio de Triboniano sobre la ley I, C. comm. legat. et fidei., y ley ul
tima, C. de jure dotíum: «Continet, dice hablando de esta última ley, mul-
»ta nora et perufilia. Tribonianus sane fuit maximus jurisconsultus. Heet
ulaus et eripi non potest. idqui monslrant leges qus ab eo edita; sunt sub
•nomini Justiniani. Nam plenissimx sunt cruditionfs rtprudentice legiti-
»meel Quamobren sum omnibus auctor, ut orones Jusliniani constituciones
•perlegant, diligentcrque perícrutentor.»
(2) Véase su Anli-Tribonien 6 Discoúrt tur l'étude des fots. aC'est la
•rogneure (dice hablando de las Pandectas), descoupure, et ramas de ees
•pleca bigarrées, prises et extraites des livres et escrils de ees derniers ju-
■cisconsultes gríco-latins... Or, dans tout ce ramas iVne nous a laisse auenm
' afrailé on discours entiers, ains seulement des propos rompas, mutiles, et
•recoeillis par ci, par Wt...,sans aucune Hslson et íHcontinuel de dispute...
tSes propos s'eniretiennent si mal et sonl si tromonnét et interromput,
tqu'ils retsemblent plutót á des coqs d-Vasne, etc., etc...»(Ghap. Til).
BM EL DEBECnO CITIL DE LOS ROMANOS. 237
te ha encaminado á la forma que los griegos poco hábiles
dieron al derecho , su triunfo ha sido completo. Pero
cuando de la forma ha pasado al fondo, y ha comparado
con el mismo espíritu de critica , las ideas tomadas en
su esencia, sus estravios han sido deplorables (1). Con
profunda conviccion lo he dicho : esta escuela ha sido
Despues de esto debo hacer observar que Hotman ha ido niucho mas lejoi
que la escuela clásica. Porque si esta denigra á Justiniano y Triboniano,
admira al menos á los jurisconsultos del siglo de los Antoninos. Pero Hot
man, en su mal humor, no escluye á ninguno. Su Anti-Triboniapo es una
sátira virulenta que escribió en 1567, por conseje del canciller del Hopital,
para concluir con el estudie del derecho romano , 7 dirigir aquel bácia el
conocimiento de las costumbres y las leyss francesas. Hotman le declaró la
guerra por completo al derecho romano, y es el jefe de los anti-romanis-
tas. Africano, Javoleno, Modestino, TJIpiano, nombres venerados por la es
cuela clásica, no son para él mas que unos extranjeros; griegos, sirios , afri
canos, '<</uí, s'estant fourrés en la jurisprudence, se tont principalement
tettudih á p(ncer, mordre et reprendri ¡es escarts des anciens... et tont
tbien souvent si empéchss á déclarer en bon latín ce qu'ils veulent din,
»qu'il faut souvent en suppléer la moitié,» etc., etc. (c. XII).
El Auti-Triboniano ba sido escrito en francés. El odio de Hotman á
Cujacio le ha inspirado tanto como el deseo de agradar al Hopital. El on
libro curioso, de cuya falta se quejaba Gibbon con razon, despues de haberlo
buscado (t. VIII, p. 181). Pero su picante estilo, no puede escusar el de
fecto de imparcialidad y de inteligencia histórica de su autor. El anli-Tribo-
nianismo de Hotman ha tenido numerosos partidarios en Alemania fHeinee-
eio, de secta Tribon., t. HL p. 176).
(1) Cuando el presidente Favre, ardiente adversario de Triboniano, cre
yó haber sorprendido al consejero de Justiniano en el delito de interpola
cion, escribió con indignacion: ¡Novum Triboniani facinusW Alterar las
obras de grandes escritores, como Papiniano, Paulo, Ulpiano, es, sin duda,
un atentado literario, y la historia del derecho puede ser desfigurada. Pero
toda vez que un método deplorable obligaba á Triboniano é servirse de sus
fragmentos, ¿no era necesario concordarlos, valiéndose de una jurispruden
cia nueva, superior á la que habían usado los intérpretes? ¿Y no ei mejor,
bajo este punto de vista, qu« los testos no fuesen tan puros y el derecho
mas equitativo?
258 M LA INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO
idólatra de la forma : ha retrogradado toda la distancia
que separa al cristianismo del paganismo; ha sido cul
pable para con la filosoña, la que sacrificó al arte; para
con la ciencia, á la que acusó de haber retrogradado.
Lo he domostrado, creo, con un ejemplo tomado de los
escritos de Paganini. ¡Qué empresa mas desgraciada que
la de empeñarse en defender teóricamente el privilegio
contra el derecho comun! ¡Qué lésis mas falsa que la
que se propone demostrarnos en decadencia , con rela
cion á las leyes aristocráticas, una legislacion que pro
clama la igualdad de todos! ¡Qué pequenez la de un
escritor que se obstina en esplicar, por la debilidad de
un principe para con su esposa, no ya una ley capricho
sa y pasajera, sino la consagracion de un derecho madu
rado por las costumbres, y aceptado desde luego por los
pueblos mas adelantados en civilizacion! En fin, ¿qué
diremos de la obcecacion de un sabio que emplea todos
los medios que le sugiere su erudicion para colocar á
Justiniano en oposicion con la ley divina y cristiana,
cuando Justiniano do ha hecho mas que realizar los
grandes pensamientos del cristianismo?
¿Qué significa tan extraña equivocacion? Un mal
antiguo y señalado por nuestro sábio compañero, mon-
sieur Cousin, en sus lecciones de filosofía, á saber: que
muy pocos estudian el cristianismo, y muy pocos lo com
prenden (1). La filosofía cristiana, tan clara, tan sencilla,
tan brillante es menos conocida de los literatos y de los
hombres en general que la de muchos ilusos de la anti-
(t) T. I (*.' lecc.), p. 54, curso de 1829 á 1830.
Kl EL DERF.CIIO CIVIL DENLOS HOMAROS. 239
gfiedad. Ella es, sin embargo, la base de nuestra exis
tencia social ; ella nutre la raiz de nuestro derecho , y
vivimos mas aun por ella que por las ideas que se libra
ron de la ruina del mundo griego y del mundo romano.
Si esta memoria, cuya larga lectura ha oido con tanta
paciencia la Academia , ha conseguido hacer ver bajo
qué punto de vista el estudio de esta filosofía sublime se
liga al del derecho antiguo y moderno, y cómo el cris
tianismo esplica la superioridad de nuestras instituciones
civiles sobre las creaciones del mismo géDero debidas al
génio pagano, el autor habrá alcanzado un objeto que
cree útil. En su trabajo, á pesar de lo ligero que es,
encontrarán una gran deduccion los que sienten la ne
cesidad de amar su religion , sn siglo , y las leyes de
su pais.

Fm.
INDICE DE MATERIAS.

PRIMERA PARTE.

CAPITULO i.. Objeto de esta memoria J


Capítulo n.. Epocas que deben considerarse en la accion del cristia
nismo sobre el derecho.—Diversas opiniones acerca de
su influencia 0
Capitulo ni.. Espíritu del dereebo romano en su edad aristocrática. 11
CaWTIjLO IT... Edad filosófica del derecho romano.—Nacimiento del ele
mento cristiano, su combinacion con el derecho. . . 33
Capítulo t.... Epoca cristiana.—Constantino. 74
C*prruLo ti... Los sucesores de Constantino 35
Capitulo til. Justiniano 92

SEGUNDA PARTE.
Capitulo i.... Objeto de esta segunda parte , . . . 9»
Capitulo n... De la esclavitud 100
Capítulo m.. Del matrimonio 114
CAPmiLO IT... De las segundas nupcias 123
Capitulo t.... De los impedimentos por parentesco 159
Capítulo ti... Del divorcio 138
Capitulo tu.. De la celebracion 154
Capitulo TTO. Del concubinato 160
Capitulo a... Del poder paterno 16S
Capitulo i.... De la condicion de las mujeres 187
Capitulo m... Sucesion ab ¡ntestato.—Conclusion 211

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Institut
d'Estudis Catalans

Biblioteca de Catalunya

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Prestatge
BIBLIOTECA- CENTRAL
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