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LECCIÓN 1. LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO Y DEL PROCEDIMIENTO


1. LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO
De conformidad con la clásica distinción entre proceso y procedimiento, esto es, entre el
obieto de las actuaciones procesales y las actuaciones propiamente dichas o conjunto de actos
procesales que, tanto el Juez como las partes han de realizar a fin de poder solucionar el litigio
o conflicto, hemos de distinguir también nosotros entre los principios del proceso, de un lado,
y los del procedimiento, de otro. Los primeros de los enunciados principios nos determinarán
el régimen de entrada de la pretensión y de su defensa en el procedimiento, los poderes de las
partes en la conformación del objeto procesal y los del Juez en su enjuiciamiento, en tanto que
los principios del procedimiento nos indicarán el régimen de la actuación formal de dicha
pretensión hasta que pueda obtener satisfacción por el órgano judicial en forma de Sentencia.

1. CLASIFICACIÓN
Los principios del proceso son susceptibles de ser enmarcados en alguna de las siguientes
categorías: 1) Principios inherentes a la estructura del proceso; 2) Principios relativos a la
acción y al derecho subjehvo material subyacente; 3) Principios referentes a la formación del
material fáctico, y 4) Relativos a la valoración de la prueba.

2. PRINCIPIOS INHERENTES A LA ESTRUCTURA DEL PROCESO


Por principios inherentes a la estructura del proceso entendemos los que son consustanciales
al concepto mismo del proceso, por lo que alcanzan una dimensión constitucional,
encontrándose implícitos, bien en el derecho fundamental a la tutela, bien en el de un proceso
con todas las garantías, consagrados respectivamente en los números primero y segundo del
art. 24 CE. Conforman tales principios esenciales al derecho a un proceso civil justo o
«debido» los de contradicción, igualdad de armas y dispositivo, los cuales han sido objeto de
la pertinente exposición en la Lección 19 de nuestra Introducción al Derecho Procesal, a cuyo
estudio remitimos al lector y encarecidamente al estudiante, quien debería repasar
fundamentalmente el principio dispositivo, del que se infieren no pocos de los principios del
procedimiento que aquí se estudian.

3. PRINCIPIOS REFERENTES A LA FORMACIÓN DEL MATERIAL FÁCTICO:


APORTACIÓN E INVESTIGACIÓN
B) Concepto
Así, pues, el binomio aportación-investigación nos indica a qué sujetos procesales, si a las
partes o al Juez, les incumbe la introducción y prueba de los hechos en el proceso.
Bajo la máxima de la aportación o «Verhandlangsmaxime» (concepto acuñado por el
austriaco GONNER en el año 1801) genéricamente se entiende el dominio de las partes sobre
el material procesal, que es aportado como fundamento de hecho para la Sentencia.
Más concretamente, puede afirmarse que un proceso está presidido por el principio de
aportación (o, en caso contrario, lo está por el de investigación), cuando en la constitución del
objeto procesal concurren las siguientes notas esenciales:
a) A las partes les corresponde la introducción de los hechos en el proceso
De tal suerte, que el Juez tan sólo puede fundamentar su resolución definitiva sobre los
hechos afirmados por las partes, eliminándose, de este modo, la denominada «ciencia privada
del Juez» como base de la Sentencia (STEIN, BLOMEYER).
Por consiguiente. incumbirá exclusivamente a las partes. y nunca al órganojurisdiccional. la
labor de introducir los hechos en la fase de alegaciones, a través de la demanda y su
contestación, determinando en tales actos el tema de la prueba.
Sin embargo, dicho principio tampoco puede ser exagerado. También le es autorizado al Juez
basar su fallo en las denominadas por la doctrina germana «alegaciones equivalentes de las
partes» ( gleichivertigen Pa rteivorb ringen»), es decir, en los hechos ocasionalmente
aducidos por alguna de las partes y que benefician a la contraria, así como en laficta con
fessio (PRIETO CASTRO).
b) La actividad probatoria ha de recaer exclusivamente sobre los hechos afirmados por
las partes «Iudex ¡i-dicare debet secundurn alíe gata et probata partium». Esta es la máxima
romana que mejor define el principio de aportación. Conforme a la misma, no sólo la
introducción de los hechos, sino también su prueba es una actividad exclusiva de las partes.
Por consiguiente, ninguna prueba es necesaria, ni el Juez puede tomarla en consideración,
sobre hechos que, bien no han sido afirmados por las partes en sus alegaciones, bien no han
sido discutidos por las mismas (admisión de hechos)
(ROSEN BERG-SCH WAB).
c) La proposición y práctica de la prueba corresponde exclusivamente a las partes
También corresponde a las partes la prueba de los hechos alegados, de manera que el Juez no
dispondrá la apertura del proceso a prueba si al menos una de las partes no la insta, así como
tampoco ordenará ejecutar un medio probatorio que no haya sido propuesto por las partes.
En un proceso regido plenamente por el principio de aportación, al Juez le está vedado,
tanto la introducción «ex offlcio» de medios probatorios, como su intervención en la
ejecución de la prueba.
Pero la máxima de la aportación se ciñe únicamente a los hechos, nunca al Derecho o
calificación jurídica, que, en virtud del principio de la sustanciación de la demanda,
corresponde siempre al órgano jurisdiccional frda mihi factum, dabo tibi ¡us»).
Por el contrario, un proceso está informado por el principio de investigación cuando el Juez
está obligado, por razón de su oficio, a la aportación de los hechos y a su prueba dentro del
proceso, con independencia de la voluntad de las partes.
En estrecha relación con el principio de investigación se encuentra el de «examen de oficio
de los presupuestos procesales» frvoni amts wegen»), cuya vigencia en un ordenamiento
procesal autoriza al órgano jurisdiccional a sugerir, de oficio, a las partes su subsanación o
a estimar su ausencia, con independencia de que su incumplimiento haya sido o no
denunciado por la parte interesada. La vigencia de este suhprincipio en modo alguno
contradice el principio dispositivo, ni el de aportación (STO 77/1 986).
C) Nuestro ordenamiento procesal
Excepción hecha de determinados procesos civiles necesarios, en los que al Juez no se le
exonera totalmente de su obligación de contribuir a la formación del material fáctico o a su
prueba en el proceso (cfr. art. 216 del CC). nuestro proceso civil se encuentra dominado por el
principio de aportación.
a) Así, incumbe a las partes la exposición de los hechos en los escritos de demanda y
contestación, siendo muy contados los supuestos en los que el Juez puede rechazar «de
plano» una demanda por falta de fundamentación (FENEOH tan sólo citaba las pretensiones
ilegales que pudieran contravenir el art. 6.3. 00, o la demanda en reclamación de «esponsales
de futuro» en contra del art. 43 00).
En el período probatorio, si bien la regla general es la de que «las pruebas se practicarán a
instancia de parte» (art. 282 LEO), el mencionado precepto permite al Juez «acordar, de
oficio, que se practiquen determinadas pruebas o que se aporten documentos, dictámenes u
otros medios e instrumentos probatorios, cuando así lo establezca la Ley». Sin embargo, no
puede de oficio abrir el periodo probatorio, sino tan solo sugerir a las partes la conveniencia
de la práctica de algún medio de prueba determinado.
Por el contrario, una vez abierto el período probatorio, las facultades del Juez en la
dirección de la prueba son notables, pudiendo repeler medios de prueba impertinentes o
inútiles (art. 285), rechazar preguntas en el interrogatorio de las partes (art. 302.2, 304, 306,
307.2 y 311.1 y testigos (art. 363.2, 367.2.11, 373), así como obtener de ellas aclaraciones
y adiciones (arts. 306.1.110 y 372.2), designar de oficio peritos en los procesos de familia
(art. 339.5) y, en cualquier caso, a instancia de parte, nombrar a los peritos (art. 339.2).
Pero, en donde más se acentúan los poderes del Juez en orden a descubrir la veracidad de los
hechos afirmados y probados por las partes es en las «diligencias para mejor proveer», en
las que la reforma parcial de 984 a la LEO facultó al Juez, una vez concluida la prueba y antes
de dictar Sentencia, a ordenar la práctica de cualquier medio probatorio, incluida la
prueba testifical que, con anterioridad a dicha reforma, se encontraba excluida (art. 340 de la
LEO de 1881). En la vigente LEO se mantienen tales polémicas diligencias bajo la nueva
denominación de «diligencias finales» (arts. 434-436).
b) En cuanto al «examen de oficio» de los presupuestos procesales, se hace obligado
distinguir el «juicio ordinario» de los demás procedimientos ordinarios, especiales y sumarios.

En el juicio ordinario (demandas de más de 3.000 euros), cuyo precedente más inmediato es el
antiguo «juicio de menor cuantía», debido a que la reforma parcial de 1984 introdujo la
comparecencia previa, hoy «audiencia previa» al juicio principal y, con ella, la obligación que
el Juez tiene de «salvar la falta de algún presupuesto o requisito del proceso que se haya
aducido por las partes o se aprecie de oficio por el Juez» (art. 693.30 LEO 1881), se planteaba
la duda, consistente en determinar qué presupuestos procesales pueden de oficio ser
examinados en esta fase procesal.
Aun cuando no exista unanimidad jurisprudencial para dar una respuesta adecuada a esta
pregunta, nosotros, siguiendo a FASCHING (no cabe olvidar que la comparecencia previa
española es una copia de la «audiencia preliminar» austriaca) y a FAIREN, sugerimos el
examen de oficio de los siguientes presupuestos procesales: jurisdicción, competencia
objetiva y funcional, procedimiento aplicable, litispendencia, defecto en el modo de
proponer la demanda, litisconsorcio, cosa juzgada, capacidad para ser parte y procesal,
representación y postulación procesal.
En la actual regulación de la comparecencia previa (art. 416) se han recogido todos estos
presupuestos procesales con la única excepción de la competencia objetiva y territorial, que
también son examinables de oficio con anterioridad a dicho acto (arts. 49 y 58). Debido a la
circunstancia de que la legitimación es un requisito de la fundamentación de la pretensión
(FAIRÉN) y no un auténtico presupuesto procesal no parece que pueda examinarse «a limine
litis» en esta comparecencia, si bien no falta algún autor (MONTERO) que mantenga la tesis
contraria.
Por el contrario, en los demás procedimientos civiles es muy escaso el grado de «examen de
oficio» por el Juez de los presupuestos procesales. Dicho examen queda reducido a
determinados defectos formales de la demanda, así como a la propia jurisdicción y
competencia objetiva y territorial del órgano jurisdiccional (cf r.: art. 49 sobre la objetiva y, en
cuanto a la territorial, vide el art. 58 LEO) y a la capacidad de las partes (art. 9) y a
determinados defectos de la demanda en procedimientos especiales (art. 439), siendo la regía
general, en cuanto a su tratamiento procedimental, la de que han de ser evidenciados por las
propias partes, por la vía de las excepciones y, la mayoría de las veces, resueltos por el Juez
en la Sentencia definitiva.

4. PRINCIPIOS RELATIVOS A LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA:PRUEBA LIBRE


Y PRUEBA TASADA
Introducidos los hechos en el proceso y realizada sobre ellos la actividad probatoria, surge el
problema de determinar cómo deben ser valorados por el Juez en la Sentencia.
En este sentido, dos sistemas de valoración surgieron a lo largo de la historia y todavía
coexisten en el momento presente: el de la prueba legal o tasada y el de la prueba libre o
libre valoración de la prueba.

A) Fundamento
El sistema de la prueba legal responde, en sus primitivos orígenes, a un pensamiento mitico o
supersticioso del antiguo Derecho germánico, con arreglo al cual determinados medios
probatorios, realizados ante una supuesta intervención divina, debían causar «prueba plena»
Dicho sistema permaneció vigente a lo largo de toda la Edad Media, siendo potenciado en el
proceso penal hasta límites de inhumanidad durante la hegemonía del absolutismo (5. XV-
XVIII). Se caracterizaba, de un lado, por la existencia de medios de prueba claramente
privilegiados, cuyo resultado debía el Juez apreciar en cualquier caso (éste era el caso de la
confesión, que era la «regina probatorum»), y, de otro, por la discriminación que debía
realizar el Juez con los testimonios de quienes habían de prestarlos en función de su status
social (el del noble hacia «prueba plena», el del ciudadano libre «semi píena
probatio» y el siervo estaba incapacitado para deponer como testigo, debiéndolo hacer por él
«su señor»). Si a este sistema se le añade la circunstancia de que el «inquisidor» estaba
legitimado para recurrir a la tortura con el fin de obtener aquel medio probatorio privilegiado
(la «confesión con cargos»), de que se estimulaba la delación con premios económicos (1/3
del patrimonio del reo era para el delator, el otro tercio para el inquisidor y el último para el
Estado), con lo cual se estimulaba la denuncia y acusación calumniosa y de que el Juez no
tenía obligación alguna de motivar su sentencia (TOMAS Y VALIENTE), no resulta
exagerado afirmar que el sistema de la prueba legal, aplicado al proceso penal, causó
verdaderos estragos hasta bien entrado el 5. XIX.
Frente a dicho sistema, y como una conquista del pensamiento liberal, surgió, hacia finales
del 5. XVIII y principios del 5. XIX, el de la «libre valoración de la prueba». Su aparición
aparece en la historia íntimamente ligada a la del Jurado. Como quiera que, con la
participación popular en la administración penal de la justicia, no se podía exigir al pueblo el
conocimiento de todas aquellas «científicas» y complejas reglas de valoración de la prueba
tasada, que, desde la legislación de Partidas hasta la Novísima Recopilación, se habían
mantenido, tanto en el proceso civil como en el penal, decidieron lOS autores de la Ilustración
que el Jurado presenciara el juicio oral y emitiera su veredicto exclusivamente con arreglo a
su «íntima convicción». Surge, así, el sistema de valoración «en conciencia» o de «libre
valoración de la prueba», el cual, aun apareciendo de una manera intuitiva y obligada por
aquella necesidad, pronto se reveló como un sistema de valoración mucho más perfecto que el
que ocupaba a los tratadistas o «prácticos» del Antiguo Régimen. En efecto, al valorar
exclusivamente el Jurado las pruebas, que, ante él en el juicio oral se habían practicado
(inmediación) y, al desconocer, por lo tanto, los actos de investigación, que, con anterioridad a
él (esto es, en la fase instructora) podía el Juez haber realizado, decayó en la práctica la
importancia del «sumario», fortaleciéndose el acusatorio en el juicio oral, al obligar a las
partes a ser exhaustivas con la aportación del material de hecho y su prueba en el juicio, re-
produciéndose, en definitiva, la verdad histórica con toda su amplitud en el juicio, de tal
suerte que el juicio oral dejó de ser un mero apéndice de la fase instructora para convertirse en
el auténtico proceso; por otra parte, al valorar los hechos el Juzgado con arreglo a su
conciencia o íntima convicción, se dio entrada a las reglas de la lógica, experiencia o «sana
crítica» en la apreciación de la prueba, que, hasta ese momento, no podían estar presentes, al
estar vinculado el Juez por aquellas reglas de valoración, con lo que el sistema de libre
valoración, al permitir el descubrimiento de la relación jurídica material, posibilitó la
búsqueda de la «verdad histórica», frente a la «formal», que era consubstancial al sistema de
la prueba tasada.
El principio de «libre valoración de la prueba» se instauró, en primer lugar, en el proceso
penal, para pasar, tras la reforma de KLEIN a la ZPO austríaca de 1895, a constituir también
el sistema hegemónico en el proceso civil contemporáneo.

B) Concepto
Estriba, pues, el sistema de la prueba legal en una sustitución del Juez por el legislador, en el
que éste le establece a aquél, de un lado, la existencia de un «numerus clausus» de medios
probatorios, con arreglo a los cuales deben las partes convencerlo y, de otro y sobre todo, la
de un conjunto de reglas para la valoración del resultado de la prueba, conforme al cual
existirá una hipervaloración, de determinados medios probatorios, en detrimento de otros
manifiestamente hipovalorados.
En el momento actual y en el derecho comparado, el único medio de prueba hipervalorado es
la documental pública (y no toda ella de su contenido, sino tan sólo determinados documentos
públicos, tales como las sentencias o los testamentos), cuyo fundamento no puede encontrarse
en el que hemos expuesto del Derecho histórico, sino en la certeza o seguridad del tráfico
jurídico, en la existencia de actos o negocios jurídicos, que, por haber sido intervenidos por un
fedatario público, han de gozar de un determinado valor probatorio privilegiado y
preconstituido.
Por el contrario, el principio de libre valoración de la prueba significa que el Juez o el
Tribunal, a la hora de formar su íntima convicción, no ha de tener otro límite que los hechos
probados en el juicio, los cuales ha de apreciar y fundamentar en el fallo con arreglo a las
normas de la experiencia y de la lógica.
Por tanto, «apreciación en conciencia» no significa «libre arbitrio». El órgano
jurisdiccional ha de basar su Sentencia exclusivamente sobre los hechos, objeto de prueba
en el juicio, sin que se pueda dar entrada en la sentencia a la «ciencia privada del Juez». Es
más, la Sentencia habrá de contener el razonamiento de la prueba (es decir, se habrán de
describir las operaciones lógicas que, partiendo de los hechos declarados como probados,
permitan inferir la conclusión probatoria), que ha seguido el juzgador para obtener su
convicción.
Tampoco se opone a la libre valoración de la prueba la denominada prueba de valoración
prohibida o ilícita, expresamente proscrita por los art 5. 11.1 LOPJ y 287 LEO, o existencia de
reglas de prohibición de valoración (Beweisver’vertungsverbot) de determinados hechos, que
hayan podido ser introducidos en el proceso con manifiesta infracción de las normas
constitucionales (vgr el derecho a la intimidad o a la inviolabilidad del domicilio del art. 18
OE), a través de medios, que no gozan de valor probatorio alguno (vgr un atestado que tan
sólo tiene el valor de denuncia, por lo que precisa de una ulterior actividad probatoria) o que
han sido obtenido0s a través de medios que la ley en modo alguno autoriza (por ejemplo, la
confesión arrancada con coacciones, torturas o «sueros de la verdad»).
C) El ordenamiento procesal
Nuestro ordenamiento procesal ha experimentado una profunda mutación, pasando de la
hegemonía de la prueba tasada, vigente en la derogada LEO de 1881, a la del principio de
libre valoración, introducido por la Ley 1/2000 en la nueva LEO.
a) La LEO de 1 881 se encontraba teóricamente regida por un claro predominio del
principio de la prueba tasada. Dicha hegemonía se manifestaba, tanto en el establecimiento
por el legislador de un sistema cerrado de medios probatorios a utilizar por las partes, como
fundamentalmente en la existencia de normas admonitivas e imperativas a tener en cuenta en
la valoración de la prueba por el juzgador.
b) Por el contrario, el sistema de «libre valoración de la prueba» ha sido el consagrado
por la nueva LEO de 2000, el cual se demuestra, tanto en la libertad de las partes a la hora
de proponer los distintos medios de prueba, como en la valoración de su resultado por el
juzgador.
De este modo, en materia de proposición de medios probatorios, no obstante la redacción
del art. 299.1, conforme al cual parece que se establezca un «númerus clausus», su número
segundo permite la introducción de «medios de reproducción de la palabra, sonido e
imagen», así como los instrumentos que permitan archivarías y su número tercero, en
realidad, viene a establecer un «númerus apertus» de proposición de medios de prueba.
En cuanto al sistema de valoración, la LEO tan solo conoce como prueba tasada la
documental pública, que hará «prueba plena del hecho, acto o estado de cosas que
documenten», salvo que versen sobre materia de usura, en cuyo caso rige la libre valoración
(art. 319.3). La antigua prueba de «confesión», denominada en la actualidad como
«interrogatorio de las partes»ha sufrido una importante transformación: de un lado, se ha
suprimido cualquier forma de juramento y, de otro, es una prueba de libre valoración, ya que,
si bien es cierto que el Juez habrá de tener como ciertos los hechos reconocidos y que sean
perjudiciales para las partes, tampoco lo es menos que dicho valor privilegiado queda
condicionado a que no lo contradiga «el resultado de las demás pruebas» (art. 3 16), lo que
convierte a dicho interrogatorio en una prueba de valoración conjunta. Las demás pruebas han
de ser valoradas con arreglo a las normas de la «sana crítica», es decir, según las máximas de
la experiencia y de la lógica o, lo que es lo mismo, con arreglo al sistema de libre valoración;
de este modo están sometidos a dicho criterio de las reglas de la sana crítica: los documentos
privados (art. 334.1), el dictamen de peritos (art. 348), la prueba de testigos (art. 376) y las
reproducciones de la palabra, imagen y sonido (art. 382.3).

II. LOS PRINCIPIOS DEL PROCEDIMIENTO


INTRODUCCIÓN
A diferencia de los principios del proceso, que, como hemos tenido ocasión de examinar,
estudian la formación del objeto procesal y su disponibilidad por las partes, así como el
comportamiento, en general, de lOS sujetos procesales en la introducción, prueba y valoración
de los hechos, los principios del procedimiento rigen la forma de la actuación procesal,
determinan la índole de relación entre las partes y el órgano jurisdiccional, aquellas entre sí y
todos los sujetos procesales con la sociedad e informan la sucesión temporal de los actos
procesales.
Principios del proceso y del procedimiento también se diferencian atendiendo a la causa a la
que responden. Mientras los primeros obedecen, en última instancia, a una determinada
concepción económico-política de la organización social, en los principios del procedimiento
dicha causalidad a lo sumo se aprecia en sus remotos origenes, pero, de lo que no cabe duda
alguna, es de que son criterios técnicos o prácticos, tales como la efectividad, rapidez o
seguridad, los que determinan su instauración por el legislador en el ordenamiento procesal.
En la exposición de los referidos principios distinguiremos los relativos a las formalidades
que deban revestir los actos procesales, de los referentes a la relación del órgano
jurisdiccional y partes con el objeto procesal.
2. RELATIVOS A LA «FORMA» DE LOS ACTOS PROCESALES:
ORALIDAD Y ESCRITURA
A) Concepto y evolución histórica
Dentro del tratamiento de los principios relativos a la «forma» de los actos procesales (esto
es, el de aquellos requisitos, que, distintos a los materiales, han de concurrir en el momento de
realización del acto, de tal suerte que condicionan su «admisibilidad» e impide su ausencia el
válido despliegue de sus efectos jurídicos), sin ocultársenos que constituyen un conjunto
heterogéneo de requisitos (tales como los «fiscales», el idioma, etc.), adquiere singular
relevancia el estudio de los principios de oralidad y escritura.
Por proceso oral, no cabe entender aquel procedimiento, cuyos actos procesales son realizados
totalmente de forma verbal. Estas soluciones extremas, adoptadas en distintas épocas de la
historia, no pueden ser reclamadas en la actualidad.
En el Derecho romano clásico y en el germano dominó absolutamente la oralidad. encorsetada
en las solemnidades del procedimiento formulario. La introducción, sin embargo, de la
apelación en la Roma imperial obligó a la protocolización de las alegaciones en la primera
instancia, introduciéndose de este modo el principio de la escritura en la fase declarativa.
En el proceso canónico y en nuestros procesos civiles y penales del bajo Medioevo, la
hipervaloración de la prueba documental, ligada a la aparición del «Notarius», el aumento de
los plazos, términos e instancias con el consiguiente deseo de otorgar fehaciencia y seguridad
a las declaraciones de las partes, originaron la inversión de los términos y el absoluto
predominio del principio de la escritura, cobrando en esa época toda su vigencia la máxima
«quod non est in actis, non est in mundo» (ROsEN BERGScHwAn—CAPPELLETT I).
El predominio del principio de la escritura perdurará hasta finales del 5. XVIII, principios del
XIX, época, a partir de la cual, primero en Francia, mediante la promulgación del Código
Procesal Civil napoleónico de 1806 y después en la mayor parte de los Estados europeos,
dicho principio es desplazado y sustituido por el de la oral idad frquod non in ore, non in
mundo»).
Hoy el principio de la oralidad rige en la totalidad de los procedimientos penales y civiles
de los ordenamientos europeos, con la sola excepción del CPC italiano. Tal y como ya se ha
adelantado, por proceso oral no puede entenderse el procedimiento, que transcurre en su
entera totalidad verbalmente ante la presencia del Juez. Por el contrario, para la calificación
de un procedimiento como oral, lo decisivo es su fase probatoria, entendiéndose por tal
aquel procedimiento, en el que tan sólo el material procesal aportado oralmente al uicio
puede ser apreciado en la decisión judicial (ROSEN BERG-ScuwAn, SCHONCKF-
CHRODER-NIESE) o, lo que es lo mismo, el proceso es oral, si los fundamentos de la
Sentencia se constituyen mediante las alegaciones y prueba oral efectuada en el juicio; es
escrito, si la Sentencia se adopta exclusivamente con arreglo al estado de las actas.
Por consiguiente, en un proceso civil oral cabe distinguir dos fases claramente
diferenciadas: la escrita y la oral. Han de revestir forma escrita los actos procesales, en los
que ha de deducirse la pretensión y su resistencia (demanda y contestación), la prueba
documental, las Sentencias y demás títulos de ejecución, el auxilio judicial, los medios de
impugnación y, dentro de ellos, fundamentalmente la casación, así como los actos de la
denominada <(jurisdicción voluntaria»; por el contrario, han de revestir forma oral la
aportación del material fáctico al juicio (conclusiones, informes) y la totalidad de la actividad
probatoria, incluida la prueba documental en el proceso penal, que ha de ser leída en el juicio
para ser tomada en consideración por el órgano jurisdiccional.
La vigencia del principio de oralidad en la fase probatoria no excluye, sino, antes al
contrario, exige el perfeccionamiento de los métodos de protocolización del juicio, dando
entrada a los medios de reproducción en soportes magnéticos, tales como las «cintas
magnetofónicas» y de «vídeo», que han de permanecer bajo la personal custodia del
Secretario, siendo reproducidas, cuando, contra la Sentencia, se ejercitara algún medio de
impugnación, bajo la presencia de las partes y del órgano jurisdiccional y transcritas en la
oportuna acta.
B) Ventajas e inconvenientes de la oralidad
Naturalmente la instauración del principio de la oralidad, hoy dominante en los sistemas
procesales civiles más avanzados (los que consagran un «pro-ceso civil social»), no ha sido
fruto de la improvisación sino de la culminación de un proceso histórico de reflexión, en el
que se han destacado las ventajas e inconvenientes de la oralidad y de la escritura.
a> Las ventajas de la oralidad pueden resumirse en facilitar los principios de
investigación, inmediación, concentración y publicidad.
En todo lo referente a la actividad de búsqueda de la verdad material el procedimiento oral
ofrece una magnífica ayuda al órgano jurisdiccional. Con razón ha podido afirmarse que «el
papel engaña, sin ruborizarse» frDas Papier ¡ugt, oh,ie ‘u eroten»> (HOLZHAMMER),
mientras que el entendimiento directo y verbal entre el Juez y las partes favorece el
descubrimiento de la relación jurídica material en el proceso. A través del diálogo se
puede rápidamente descubrir el asunto de hecho, así como se puede esclarecer con mayor
prontitud, a través de las preguntas directas y espontáneas que han de practicar en el juicio los
sujetos procesales.
En segundo lugar, la oralidad requiere la inmediación del órgano jurisdiccional, quien se
ve impedido de delegar funciones tan importantes como la práctica de la prueba. Además, la
presencia física del Juez en la aportación de los hechos favorece un mayor convencimiento
sobre su credibilidad, al poderse apreciar datos no exentos de importancia, tales como los
gestos de turbación, sorpresa y análogos de las partes y testigos, que no pueden reflejarse
mediante la escritura.
Finalmente, el proceso oral es por esencia público, tanto para las partes (publicidad
relativa), como para la sociedad (absoluta), con respecto a la cual la oralidad constituye un
presupuesto indispensable, con todos los efectos favorables que el control público conlleva
sobre la actividad jurisdiccional.
b) Junto a las referidas ventajas, ello no obstante, presenta la oralidad determinados
inconvenientes, derivados del distanciamiento espacial y temporal de los actos procesales.
Por otra parte, la necesidad de otorgar seguridad a ciertos actos procesales, que, por su
trascendencia en el proceso han de ser fijados de una manera inalterable, aconseja que la
oralidad no pueda predicarse como norma universal en el procedimiento y que haya de ser
complementada con la escritura.
Por esta razón, no existe una solución rotunda en esta alternativa y de aquí que el proceso
oral haya de mantener determinados actos y fases procesales bajo la forma escrita, tal y como
ya se ha expuesto más arriba.
Pero el principal inconveniente de la oralidad es su carestía, ya que exige un mayor
número de Jueces (y así Alemania tiene más de 20.000, frente a los 4.000 de España, lo que
origina una relación de 1 Juez por cada 7.000 habitantes, mientras que, en nuestro país, dicha
relación es de 1 Juez por 30.000), quienes no podrán delegar la fase probatoria en el personal
auxiliar del Juzgado. Estas deficiencias orgánicas debieran llevar a incrementar sensiblemente
las plantillas judiciales, porque, de otro modo, la introducción de la oralidad se puede quedar
en una ficción.
C) El ordenamiento procesal: la vigente LEC de 2000
A diferencia de la LFC de 1 881, que manifiestamente se encontraba presidida por el
principio de la escritura, con todas sus desventajas (la principal de las cuales era la delegación
de la fase probatoria efectuada por el Juez a favor del personal auxiliar de su Juzgado), la
característica más sobresaliente de la nueva LFC, promulgada por la Ley 1/2000, ha
consistido en la introducción, por vez primera en nuestro ordenamiento procesal civil, de la
oralidad, principio que. propuesto por una enmienda al Proyecto de Ley, efectuada por el
Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, fue admitida y consensuada por el Grupo
Popular.
De este modo, y, junto a la audiencia preliminar «oral» que también se mantiene en el
juicio ordinario (arts. 414 y Ss.), se ha instaurado una audiencia prilici4al, en la que el art.
289.1 establece que «las pruebas se practicaran, contradictoriamente en lista pública, o con
publicidad» y el art. 290 corrobora que «todas las pruebas se practicaran en unidad de
acto»; frente al antiguo régimen de «posiciones» (pliego escrito de preguntas), los arts. 305 y
306 facultan a los Abogados a interrogar directamente a las partes, quienes habrán de
contestar por sí mismas; lo mismo ocurre con la prueba de testigos (arts. 368-372); en tales
interrogatorios, el Juez podrá solicitar verbalmente aclaraciones o precisiones (arts. 306.1.11 y
426.6>; asimismo, las conclusiones escritas han sido sustituidas por informes orales (art.
433.2>; las resoluciones interlocutorias en las vistas habrán de ser orales (art. 210.1) y tales
actuaciones orales habrán de registrarse en soportes de grabación y de reproducción del
sonido e imagen (art. 147). Para los asuntos de escasa cuantía (menos de 3.000 euros) el juicio
verbal mantiene la oralidad (art. 443). Por el contrario, la apelación, tradicionalmente oral, se
ha convertido en escrita (art. 458.1>, salvo que deba practicarse prueba en la segunda
instancia (art. 464).

3. REFERENTES A LA RELACIÓN ENTRE EL TRIBUNAL Y EL MATERIAL


FÁCTICO:
INMEDIACIÓN-MEDIACIÓN
A) Concepto
En estrecha relación con el principio de la oralidad se encuentra el de inmediación.
Significa dicho principio que el juicio y la práctica de la prueba han de transcurrir ante la
presencia directa del órgano jurisdiccional competente. Tan sólo quien ha presenciado la
totalidad del procedimiento, oído las alegaciones de las partes y quien ha asistido a la práctica
de la prueba está legitimado para pronunciar la Sentencia.
La oralidad del procedimiento exige la inmediación del Juez, pero ambos conceptos no se
identifican absolutamente. Si un órgano jurisdiccional decidiera con arreglo al resultado de las
actas, el procedimiento sería inmediato, pero escrito; contrariamente, una prueba testifical,
realizada por un Juez comisionado, mediante la vía del auxilio judicial, es mediatamente oral.
Al igual como acontece con la oralidad, para la calificación de un procedimiento como
inmediato o mediato, lo decisivo es su .[05C probatoria. Un proceso está presidido por el
principio de inmediación, cuando el Juez que deba conocer de los autos, presencia la
práctica de la prueba, sin delegar dicha facultad en persona alguna.
Pero la inmediación de la prueba no ha de estar exclusivamente limitada a su ejecución,
sino que también es necesaria la «inmediación en la valoración de la prueba».
Presenta este último subprincipio dos importantes aspectos: conforme al primero de ellos, el
Juez debe estimar preferentemente aquellos medios de prueba que se encuentren en la más
directa relación con la afirmación de los hechos, que constituyan su objeto; de este modo, en
la práctica totalidad de los ordenamientos se han incorporado a sus respectivos Códigos
procesales determinadas reglas de la experiencia, que aconsejan al Tribunal estimar con
preferencia la declaración del testigo directo (es decir, del que ha presenciado los hechos),
antes que la del indirecto (que conoce los hechos a través de la transmisión de un tercero), ha
de apreciar el documento original, antes que sus copias, etc.
La segunda exigencia del principio de inmediación en la valoración de la prueba estriba en
que dicha valoración y el pronunciamiento del fallo se realicen lo más pronto posible,
una vez concluso el juicio oral. También la experiencia demuestra que la inmediación es
enemiga de la dilación. Los resultados favorables de aquélla, las impresiones y recuerdos, se
borran o desaparecen de la mente del Tribunal, en la medida en que el lapso de tiempo, que
pueda transcurrir entre la práctica y la valoración de la prueba, sea excesivamente dilatado.
De aquí que resulte necesario pronunciar la Sentencia también «inmediatamente» en el
tiempo, acto seguido a la finalización del juicio oral.
B) El ordenamiento procesal
Siendo la inmediación una «compañera de viaje» de la oralidad, no ha de resultar extraño
que el principio de inmediación esté presente en nuestra inaugurada justicia civil oral. Y, así,
el art. 137 obliga a Jueces y Tribunales a presenciar la prueba bajo sanción de nulidad del
acto, el art. 238.5 LOPJ declara también nulas las vistas que se practiquen sin la intervención
del Secretario judicial y el art. 290 LEO, como se ha dicho, obliga a practicar la prueba «con
unidad de acto», en la audiencia principal, y en la sede del Tribunal, correspondiendo al Juez
la dirección de los debates (art. 186); por su propia naturaleza el interrogatorio de las partes y
testigos, el reconocimiento judicial, la reproducción de palabras, imágenes y sonido, cifras y
datos, explicaciones, impugnaciones, rectificaciones o ampliaciones de dictámenes periciales
ha de efectuarse bajo la inmediación del Tribunal será inexcusable la presencia judicial»,
dispone el art. 289.2). La inmediación del Juez en la ejecución de la prueba le permitirá
formular preguntas a los intervinientes (arts. 306 y 372.2) y sugerir informes adicionales a las
partes (art. 433.3). Tan solo el Juez o Magistrado que ha presenciado la vista está legitimado
para dictar la pertinente resolución (art. 194.1). Finalmente, los arts. 196 y 434 contemplan
también la «inmediatez» temporal de la Sentencia, al disponer, de un lado, que las
resoluciones se discutirán y votarán «inmediatamente después de la vista» y, de otro, que la
Sentencia habrá de dictarse dentro de los veinte días a la terminación del juicio (plazo que, en
supuestos ordinarios, reputamos excesivamente largo, por cuanto pueden borrarse de la mente
del juzgador el resultado de la prueba); tratándose de juicios verbales, dicho plazo se reduce a
diez días (art. 447).
Pero de la anterior regla, hay que exceptuar la prueba que no sea posible llevarla a cabo en
una vista (por ejemplo, el interrogatorio de una persona enferma), la prueba anticipada y la
asegurada (arts. 290.1 y 293-298), la prueba de peritos, salvo que el Juez estimase necesaria la
presencia del perito en el juicio (art. 346), las declaraciones testificales de personas jurídicas y
de entidades públicas (art. 381) y el interrogatorio de la Administración Pública (art. 315).
C) Efectos indirectos de la inmediación
Tal y como ya se ha señalado, oralidad e inmediación producen sustanciales ventajas en lo
que al descubrimiento de la relación jurídica material en el proceso se refiere. 1— posibilidad
de realizar preguntas o pedir explicaciones «ad eruendain verikjtem», la de poder apreciar
signos externos de las partes, testigos y peritos, el hacer posible, en definitiva, la obligación
del órgano jurisdiccional de discutir con las partes y testigos el tema de la prueba propuesto
frdic Erork-rungspfIicht des Ri(JitCr—-»), en orden a la obtención de la plenitud del material
de hecho en el proceso frdic VoIIskh-d---skeitpfIicI,t») y asegurar la obligación de veracidad
de las partes frdic Wahrheitspfli(i-i»), a todo ello contribuye de una manera decisiva el
principio de inmediación.
Pero, junto a tales ventajas, la inmediación también posibilita el surgimiento de
determinados inconvenientes, derivados de la interacción de los «roles» de las partes con el
Tribunal (LEODOLTRER, KAUFMANN).
Conforme a determinadas investigaciones sociológicas, realizadas en los EEUU y en la
RFA, la inmediación del Tribunal con las partes en el juicio oral puede provocar todo un
conjunto de inconscientes y recíprocas reacciones entre ambos (derivados de factores, tales
como la manera de comportarse ante el Juez, su cultura, atuendo, etc.), que pueden
manifestarse inconsciente-mente en la decisión judicial. De aquí, la conveniencia de suscribir
la tesis de KERN-Woi, según la cual, la mejor manera de combatir tales prejuicios consiste en
hacer conscientes, a través de la reflexión y de la crítica, tales inconscientes estímulos.

4—OTROS PRINCIPIOS PROCEDIMENTALES: CONCENTRACIÓN,


PRECLUSION Y PUBLICIDAD (LA «ACELERACIÓN»DEL PROCEDIMIENTO)
Para que el proceso cumpla con su función de otorgar una plena «satisfacción jurídica» a
las partes, no es tan sólo necesario que el Juez resuelva el conflicto mediante la aplicación del
Derecho, sino que también resulta obligado que la decisión final sea pronunciada en un
espacio relativamente corto de tiempo, porque, de lo contrario, tal y como tuvimos ocasión de
examinar en la Lección 16 de nuestra Introducción, se corre el riesgo de tornár en satisfacción
platónica, lo que ha de ser tutela efectiva por parte de los Juzgados y Tribunales. Para
contribuir a la solución del problema de la «lentitud» del procedimiento, surgió en la doctrina
alemana el principio de «aceleración del procedimiento» denominación, cuya traslación a
la nuestra puede causar un cierto rubor dada la lentitud de nuestros procedimientos civiles.

A) Concentración y preclusión
Pues bien, una de las medidas para obtener dicha «aceleración» puede consistir en
concentrar sus actividades en un espacio corto de tiempo, reuniendo en la menor cantidad
posible de tratamiento todo el contenido del proceso. Así aparece, señala FAIREN, el
principio de concentración, principio de política legislativa.
La concentración del procedimiento puede obtenerse a través de todo un conjunto de
medidas, de entre las que cabe señalar las siguientes: a) reducción de plazos y términos,
conforme a las necesidades sociales del momento presente; b) mayor inmediación en los
actos de comunicación; c) estimulo de la autocomposición intraprocesal; d) prohibición
de incidentes suspensivos; e) tratamiento preliminar de los presupuestos procesales; f)
establecimiento de una fase «elástica» de alegaciones y otra «preclusiva» de prueba, y g)
instauración plena de la oralidad en la fase probatoria.
Pues bien, la mayoría de tales medidas fueron iniciadas por la «reforma parcial» de 1984 y
culminadas por la efectuada mediante la «reforma total» operada por la Ley 1/2000.
De este modo, aquella reforma parcial estableció el principio de «improrrogabilidad» de los
plazos, hoy sancionado por el art. 134, reduciendo el de todos aquellos que estaban fijados en
función del estado de las comunicaciones de la sociedad decimonónica y sancionando su
incumplimiento con medidas procesales (la «preclusión» del acto o pérdida de la posibilidad o
carga procesal inutilizada, art. 136).
También incrementó la «reforma parcial» la inmediación de los actos de comunicación,
introduciendo nuevos medios de comunicación, tales como el «correo certificado», telégrafo y
«cualquier otro medio de comunicación». Por su parte, la reforma total de 2000 permitirá
nuevas tecnologías, tales como la utilización de «lntemet» (véase el art. 135.5 que permite la
utilización de «medios técnicos que permitan el envío y la normal recepción de escritos y
documentos» y el art. 162 que permite los actos de comunicación mediante medios
electrónicos, telemáticos e infotelecomunicaciones). En cuanto al auxilio judicial lo simplificó
notablemente, reduciéndolo al «exhorto», a la vez que introdujo en él también aquellos
medios más rápidos de comunicación,
que la reforma efectuada por la LEO 2000 ha extendido al «sistema informático judicial».
Asimismo realizó una profunda reforma de la conciliación, convirtiéndola, de un lado y en
consonancia con la generalidad de los ordenamientos europeos, en «intraprocesal» (esto es,
dentro de la comparecencia previa), cuya carácter mantiene la reforma «total» (art.
415>. Precisamente a fin de obtener en la práctica dicha conciliación, la nueva LEO obliga a
la comparecencia personal de las partes materiales o al otorgamiento de un poder especial
«para renunciar, allanarse o transigir» (art. 414.2).
Otra de las novedades, tendentes a incrementar y a concentrar el procedimiento, que
inauguró la reforma del 84 y mantiene la de 2000, estriba en prohibir la impugnación
suspensiva de las resoluciones interlocutorias, la cual se estableció por una doble vía:
indirecta, a través de la supresión de las «providencias de no mera tramitación» y, con ella, la
prohibición de que dichas re-soluciones puedan ser impugnadas mediante un recurso
devolutivo y directa, disponiendo que la apelación de los autos se realizará «en un solo efecto,
resolviéndose conjuntamente con la apelación principal» (art. 381 de la LEO de 1881); en la
actualidad, la nueva LEO tan sólo permite la apelación de los autos definitivos (art. 455.1),
regla que, unida a la abolición del «incidente de nulidad de actuaciones» (art. 742 de la LEO
de 1881), contribuyó notable-mente a la concentración del procedimiento y a
descongestionarlo de incidentes previos y suspensivos. Aquí, sin embargo, la vigente LEO
2000 ha sido regresiva, toda vez que pretende la reintroducción de dicho incidente de nulidad
de actuaciones (art. 228), que tan graves efectos puede ocasionar a la seguridad jurídica y al
derecho a un proceso «sin dilaciones indebidas».

B) Publicidad
En íntima conexión con el principio de oralidad, surge el de publicidad del
procedimiento en la historia de las instituciones procesales. Pero, a diferencia del de
concentración, que posee un marcado carácter técnico, el de publicidad presenta una notable
connotación política al haberse manifestado, tal y como hoy lo conocemos, como una
conquista del pensamiento liberal.
En efecto, frente al proceso escrito de la época del absolutismo, el movimiento liberal
opuso, en primer lugar, la publicidad del procedimiento como seguridad en contraposición a
la justicia «de gabinete», en tanto que garantía frente a las manipulaciones gubernamentales y,
en un momento posterior, como medio para el fortalecimiento de la confianza del pueblo en
sus Juzgados y Tribunales y como instrumento de control popular de la justicia.
Como consecuencia de tales postulados ideológicos, el derecho a ser juzgado mediante un
proceso público y ante un Tribunal imparcial pasó a incorporarse a la parte dogmática de las
Constituciones europeas, siendo la primera, en nuestra historia, la de Cádiz de 1812 (art. 302>
y la última, la vigente (arts. 24.2 y 120.1 y 3>. Asimismo, dicho principio aparece consagrado
en el artículo 6.1 del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos.
Aun cuando sean varios y distintos los conceptos y clasificaciones doctrinales del referido
principio, conjugando todas ellas se puede extraer la conclusión de que, aunque
excepcionalmente determinadas fases del procedimiento pudieran permanecer secretas, para
una buena administración de la justicia (vgr la fase instructora del proceso penal), la
publicidad en el proceso contemporáneo ha de serlo, tanto frente a las partes (publicidad
relativa), como frente a la sociedad o terceros (publicidad absoluta). El ordenamiento procesal
ha de autorizar la posibilidad de la participación inmediata del público en el desarrollo del
juicio, el cual ha de acceder voluntariamente al mismo (publicidad activa), aunque
excepcionalmente pueda darse cuenta, con posterioridad a él, de determinadas actuaciones
procesales (publicidad pasiva).
En nuestro proceso civil, debido a la vigencia del principio de la oralidad, el principio de
publicidad absoluta se encuentra recogido allí donde las actuaciones sean verbales y, de modo
especial en la fase probatoria. Dispone a tal efecto el art. 138.1 que «las actuaciones de
prueba, las vistas y las comparecencias, cuyo objeto sea oír a las partes antes de dictar una
resolución se practicarán en audiencia pública», prescripción que reitera el art. 289.1, en
cuya virtud «las pruebas se pn-cticarún contradictoriamente en vista pública o con
publicidad» y que hay que entender también vigente en la vista del juicio verbal (art. 443), en
la apelación, si hubiere práctica de prueba (art. 464) y en el recurso de casación (art. 486).
Pero el principio de publicidad absoluto puede ser restringido por el Tribunal «cuando
sea necesario para la protección del orden público o de la seguridad nacional en una
sociedad democrática, o cuando los intereses de los menores o la protección de la vida
privada de las partes y de otros derechos y libertades lo exijan» (art. 138.2). Las demás
actuaciones procesales están presididas por el principio de publicidad relativa, conforme al
cual tan sólo las partes interesadas están legitimadas para el conocimiento de las actuaciones.
LECCIÓN 2. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DEL ÓRGANO
JURISDICCIONAL
1.LOS PRESUPUESTOS PROCESALES: CONCEPTO Y CLASES
En la Lección 18 (epígrafe 3) de nuestra «Introducción al Derecho Procesal» decíamos
que, para que se pueda constituir válidamente un determinado proceso y el Juez pueda dictar
una Sentencia de fondo que resuelva definitivamente el conducto, es necesario que el actor
cumpla con los presupuestos procesales que, como su nombre indica, son requisitos previos
al proceso, sin cuyo cumplimiento no puede válidamente instaurarse el proceso, ni, por lo
tanto, puede el Juez entrar en el examen jurídico material de la pretensión, es decir, no puede
satisfacer materialmente la pretensión.
Estos requisitos formales, de obligada observancia en el momento de la interposición de la
demanda, condicionan, pues, la admisibilidad de la pretensión. Sin su concurrencia el Juez no
puede entrar a examinar la pretensión o relación jurídica material debatida, la cual ha de
quedar imprejuzgada.
Los presupuestos procesales son, pues, requisitos que deben observar los sujetos
procesales en el momento del ejercicio del derecho de acción y cuya ausencia, bien impedirá
la admisión de la demanda, bien el examen del fondo de la pretensión, debiendo, bien
pronunciar un Auto de inadmisión de la demanda, bien de archivo o sobreseimiento del
proceso, bien una «Sentencia absolutoria en la instancia», resoluciones todas ellas que, por
carecer de los efectos materiales de la cosa juzgada, posibilitan el ejercicio de la acción e
interposición de la misma pretensión en un ulterior proceso declarativo.
Los presupuestos procesales condicionan, pues, la admisibilidad de la demanda y, en
cualquier caso, la de la Sentencia de fondo. Los primeros de ellos ocasionan el rechazo de la
demanda «ex» art. 503 y vienen determinados por la falta de jurisdicción, ausencia de
competencia objetiva, funcional y territorial indisponible, falta de capacidad para ser parte, de
postulación y de conducción procesal y presupuestos especiales del objeto procesal (la
autocomposición, la reclamación previa, las cauciones y requerimientos), presupuestos todos
ellos que deben ser examinados de oficio en el momento de la admisión de la demanda, en
tanto que, si la ausencia de dichos presupuestos procesales y la de todos los demás es
denunciada por el demandado, bien, como cuestión previa, en la declinatoria, bien, como
excepción, en la contestación a la demanda o en la audiencia preliminar, provocarán una
Sentencia procesal absolutoria en la instancia.
Los presupuestos procesales pueden sistematizarse en:
A) del órgano junsdiccional: la jurisdicción y competencia objetiva, territorial y funcional.
B) de las partes: la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la postulación procesal,
la capacidad de conducción procesal y el litisconsorcio necesario.
C) del objeto procesal:
a) generales: la caducidad de la acción, la litispendencia y la cosa juzgada, el arbitraje y el
pendiente compromiso y la existencia de actos de disposición del derecho subjetivo material;

b) especiales: la autocomposición (la reclamación administrativa previa, la reclamación y


agotamiento de los recursos en los procesos de responsabilidad civil de Jueces y de
Magistrados y la conciliación en las demandas relativas a invenciones laborales), las
cauciones y los requerimientos al deudor.
Los presupuestos procesales han de ser observados por el actor en el momento de la
interposición de la demanda. Si incumpliera alguno de ellos, el demandado tendrá la carga
procesal de evidenciar su ausencia en su escrito de contestación mediante la interposición de
la pertinente excepción («dilatoria» en la arcaica concepción de la LEO de 1881 que la
vigente ha suprimido).

Pero, la vigente LEO de 2000 ha acentuado también el «examen de oficio» de los


presupuestos procesales en la fase declarativa y, así, el Juez está expresamente autorizado, en
ocasiones, a inadmitir de plano la demanda o a poner de manifiesto a las partes su
incumplimiento en la comparecencia previa, pudiendo disponer el archivo del proceso si,
habiéndose inobservado el presupuesto procesal, fuera de naturaleza insubsanable o la parte,
que tuviere la carga de su sanación, no lo hiciera en el plazo acordado por el Juez.
Asimismo, los presupuestos procesales han de ser observados en todas y cada una de las
instancias. Tales requisitos procesales que condicionan la admisibilidad de la pretensión en el
ejercicio de los medios de impugnación pueden ser sistematizados en: a) comunes: el
gravamen (perjuicio que ha de sufrir el recurrente por la resolución impugnada) y la
conducción procesal (o exigencia de haber sido parte en el proceso de primera instancia) y b)
especiales o requisitos que han de concurrir en el ejercicio de medios de impugnación
extraordinarios, tales como el cumplimiento de una determinada «suma de gravamen» para
la interposición del recurso de casación (art. 477.2.20) o el de prestar un depósito o caución
para la interposición de determinados recursos. El incumplimiento de tales requisitos impedirá
al Tribunal el examen de la pretensión en la segunda instancia o en la casación, ocasionando,
mediante un Auto de inadmi sión del recurso, la firmeza de la resolución recurrida o recaída
en la primera instancia.

II. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL: LA


JURISDICCIÓN
El primer requisito, que ha de cumplir quien pretenda la tutela judicial efectiva de su
pretensión, consiste en cumplir con los presupuestos procesales del Tribunal ante el que tiene
que plantearla, cuales son la jurisdicción y la competencia.

1. CONCEPTO
Se entiende por «Jurisdicción» el otorgamiento por el ordenamiento jurídico a un
determinado Tribunal de la potestad de «juzgar y hacer ejecutar lo juzgado», contenida
en el art. 118.3 CE.
Desde un punto de vista funcional dicha potestad constituye un auténtico presupuesto
procesal, pues es «improrrogable» (art. 9.6 LOPJ), es decir, se tiene o no se tiene, de manera
que las normas que la disciplinan son de orden público, sin que las partes, ni el propio Juez
puedan decidir cuando ostentan la Jurisdicción. De aquí que este presupuesto procesal sea
apreciable de oficio (arts. 9.6 LOPJ y 37 LEC) y que su infracción acarree una nulidad de
pleno derecho (art. 238. LOPJ), la cual puede ser examinada en cualquier estadio del
procedimiento (art. 240.2 LOPJ).
Para que dicho Tribunal ostente legítimamente la potestad jurisdiccional sobre un
determinado objeto procesal es necesario que el ordenamiento le atribuya expresamente esta
facultad, para lo cual es preciso conjugar dos criterios, externo e interno. De conformidad con
el primero, el conocimiento de esa materia u objeto procesal, no puede estar exento del
conocimiento de los Tribunales españoles, bien por la existencia de una inviolabilidad o
inmunidad, bien por pertenecer dicho conocimiento a otro Tribunal de un Estado extranjero
(falta de competencia internacional); en virtud del segundo, y admitida la Jurisdicción del
Estado español, tampoco puede estar atribuido el conocimiento de dicho objeto a otra
Jurisdicción especial (la Militar, que es la única que legitima el art. 117.5 de la Constitución),
a otro Tribunal especial (al Constitucional, de Cuentas o a los Tribunales consuetudinarios y
tradicionales) o a otro orden jurisdiccional, distinto al civil (es decir, a los Tribunales penales,
contencioso-administrativos o laborales).

A) Jurisdicción española y tribunales extranjeros


Con independencia de las inmunidades de Jurisdicción (arts. 21.2 LOPJ y 36.2.1LEC)
constitucionales (la inviolabilidad absoluta de su Majestad el Rey, art. 56.3 CE, o las
inmunidades relativas de los Diputados y Senadores en el ejercicio de su libertad de expresión
-art. 71.1 CE-), europeas (las inmunidades de los parlamentarios europeos - Protocolo sobre
los privilegios e inmunidades de los miembros de las Comunidades Europeas de 8 de abril de
1965 y Reglamento del Parlamento Europeo de 26 de mayo de 1981-), diplomáticas (cfr.: la
Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, de 24 de abril de 1963, a la que se adhirió
España en 1970, el Convenio sobre representación de los Estados en sus relaciones con las
organizaciones internacionales de carácter universal, hecho en Viena el 14 de febrero de 1975,
y el Convenio sobre las misiones especiales, de Nueva York, de 8 de diciembre de 1969) o de
determinadas autoridades nacionales (las inmunidades de los parlamentarios de las Asambleas
legislativas de las CCAA, según sus propios Estatutos, las de los Magistrados del TC -art. 22
LOTC- y del Defensor del Pueblo y de sus Adjuntos -art. 6 LO 3/1981), en la práctica forense,
el supuesto más común de ausencia de Jurisdicción de los Tribunales españoles viene
determinado por la existencia de un conflicto de Derecho Internacional Privado que provoca
la correlativa asunción de la Jurisdicción por un Tribunal perteneciente a otro Estado
extranjero (art. 36.2.2).
En tal supuesto, y de conformidad con el principio de supremacía de las normas
internacionales sobre las internas (art. 96.1 CE), tanto el art. 21.2 LOPJ, como el art. 36.2.1
LEC se remiten, para su solución a las normas de «Derecho Internacional Público», por lo que
el surgimiento de cualquier conflicto ha de ser solucionado con arreglo al siguiente sistema de
fuentes preestablecido: en primer lugar, lo dispuesto en los Convenios Intemacionales y, en
segundo, lo establecido en los arts. 21 y 22 LOPJ y 9 a 12 del CC.
a) Los Convenios Internacionales
Con independencia de los Tratados Internacionales, que haya podido suscribir el Reino de
España sobre competencia judicial relativa a materias específicas (v.gr.: Derecho marítimo,
del transporte, etc.), adquieren, en nuestro país, singular relevancia el Convenio de Bruselas
y el de Lugano.
a’) El Convenio de Bruselas y el Reglamento (CE) 44/200J
El Convenio de Bruselas, de 27 de septiembre de 1968, sobre competencia judicial
internacional y el reconocimiento de las decisiones en materia civil y mercantil es el
Convenio que rige en Europa, con base en lo dispuesto en el art. 220 del Tratado constitutivo
de la CEE. El Reino de España (y la República Portuguesa) firmó el Convenio de adhesión,
en San Sebastián, el 26 de mayo de 1989, el cual entró en vigor el 1 de febrero de 1991.
Mediante el Protocolo de Luxemburgo, de 3 de junio de 1971, se le confirió al Tribunal de
Justicia de la CEE el monopolio de su interpretación, la cual realiza a través del planteamiento
de una cuestión prejudicial.
En la actualidad, dicho Convenio ha de ser integrado por el Reglamento del Consejo de
Europa 44/2001, de 22 de diciembre de 2000, dictado en virtud de lo previsto en el art. 68 del
Tratado CE, tras la modificación efectuada por el Tratado de Amsterdam de 1997, el cual
confiere para su ejecución competencia a los Juzgados de ía Instancia.
El Reglamento entró en vigor el 1 de marzo de 2002. Pero, como quiera que no le es
aplicable a Dinamarca, permanece vigente el Convenio de Bruselas para los conflictos entre
dicho país y España, en tanto que los demás conflictos con otros Estados de la CE se rigen por
el citado Reglamento 44/2001.
Su ámbito de aplicación se reconduce al de sus Estados parte sobre materias civil y
mercantil (si bien, permanecen exceptuadas determinadas materias, tales como el Derecho de
familia, Arbitraje, Seguridad Social y Derecho Concursal) y exige, como requisito previo
para su aplicación, que el demandado en un proceso esté domiciliado en un Estado
miembro.
Salvo que exista una sumisión expresa o tácita de las partes y algún foro especial (por
ejemplo, en materia de alimentos, el del domicilio del alimentista), como foro general, rige
también el del domicilio del demandado en un Estado contratante.
Asimismo, adquiere singular relevancia el criterio de la territorialidad. Así, corresponde
al foro del lugar del Estado donde esté sito el bien inmueble litigioso, en el Derecho de
sociedades dicho foro es el del Estado en donde la sociedad mercantil tenga su domicilio
social, en la validez de impugnación de inscripciones de Registros públicos, incluidos los de
la propiedad industrial, donde esté ubicado el Registro público, en materia contractual, el
lugar del cumplimiento de la obligación, y en responsabilidad extracontractual allí donde se
haya producido el daño.
b’) El Convenio de Lugano
El Convenio de Lugano, de 16 de septiembre de 1988 (BOE de 20 de octubre de 1994) es
idéntico al de Bruselas y se suscribió para extender su aplicación a los Estados miembros de
la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC y EFTA), que no formaran parte de la
Comunidad Europea. En la actualidad rige las relaciones entre España e Islandia, Noruega,
Polonia y Suiza. No está sometido al régimen de interpretación por parte del Tribunal de
Justicia de las Comunidades, si bien su doctrina suele ser aplicada por los Estados
b) Nuestro Derecho interno
A falta de un Convenio Internacional sobre la materia (no olvidemos que, como
consecuencia de la cesión de soberanía que la aprobación de un Tratado internacional
comporta, los Tratados Internacionales poseen, «ex» art. 96 CE, un rango jurídico superior al
de la Ley), han de aplicarse las disposiciones contenidas en el art. 22 LOPJ y 9-12 del cc.
El art. 22 LOPJ secunda idéntico criterio al contenido en el art. 2 de los Convenio de Bruselas
y Lugano y al art. 2 del Reglamento 44/2001. Por tanto, contempla también, en su número
primero, como foro general el del domicilio en España del demandado.
En materia de foros exclusivos (sobre este concepto y, en general, sobre la competencia
internacional debe consultarse MIRALLES, Derecho Internacional Privado, 1, págs. 406 y
ss.) adquiere singular relevancia el criterio de la territorialidad. De este modo, la
Jurisdicción española será competente acerca de los litigios que se susciten sobre derechos
reales, si el inmueble o el bien mueble se encuentra sito en España; en materia de Derecho de
sociedades, si el domicilio social se encuentra en nuestro país; lo mismo con la ubicación del
Registro, si se tratara de la impugnación de inscripciones registrales (art. 22.1). También
determinados foros especiales (es decir, se rigen en atención a las características del objeto
litigioso y se caracterizan por no requerir de la exigencia del domicilio del demandado -aun
cuando sea éste requisito, como se ha dicho, de ineludible cumplimiento para la aplicación de
la referida normativa comunitaria- y por operar a favor del demandante) están informados por
el referido criterio de la territorialidad: así, tratándose de obligaciones contractuales, nuestros
Tribunales ostentan Jurisdicción, cuando éstas hayan nacido o deban cumplirse en España; en
materia de obligaciones extracontractuales, cuando el hecho del que deriven haya ocurrido en
territorio español o el autor del daño y la víctima tengan su residencia habitual común en
España (art. 22.3.11), etc. Idéntico criterio secunda el Código Civil al consagrar el fuero del
lugar del bien inmueble o mueble (art. 10.1 CC), el del lugar de emisión de los títulos valores
(art. 10.3) o el del hecho del que nazca la obligación no contractual (art. 10.9)...
Pero dicho criterio de la territorialidad ha de ser complementado con el de la personalidad,
basado en la nacionalidad o residencia en España, en la aplicación de determinados foros
especiales por razón de la materia: así, cuando se trate de cuestiones relativas al Derecho de
familia y estado civil, consumidores (el foro del domicilio del comprador, en atención a la
finalidad de protección de la parte más débil), en materia de seguros, cuando el asegurador y
el asegurado tengan domicilio en España (art. 22.3.11 y 4), etc. Asimismo, el art. 9 del CC se
inclina por el criterio de la personalidad en todo lo matrimonio se rigen por la Ley personal
común de los esposos al tiempo de contraerlo y, en su defecto, por el de la residencia habitual
de cada uno de ellos (art. 9.2); la sucesión, por la nacionalidad del causante (art. 9.8), etc.
B) Jurisdicción Civil y otras Jurisdicciones o Tribunales especiales u otros órdenes
jurisdiccionales
Admitido que los órganos jurisdiccionales del Estado español sean los competentes para el
conocimiento de un determinado objeto litigioso, no acaban aquí los problemas que suscita
este presupuesto procesal, pues, podría suceder que un determinado Tribunal civil, al que se
dirija el actor, tampoco ostentara Jurisdicción por resultar competente, bien una Jurisdicción o
Tribunal especial, bien un Tribunal de otro orden jurisdiccional, distinto al civil.
En tal caso, se hace necesario determinar el ámbito objetivo interno de la Jurisdicción
civil, pues los Juzgados y Tribunales sólo pueden ejercer su Jurisdicción «exclusivamente en
aquellos casos en que les venga atribuida por ésta (la LOPJ) u otra Ley» (art. 9.1 LOPJ),
razón por la cual podría surgir un conflicto de Jurisdicción o uno de competencia.
Recordemos al lector (véase la Lección 11, apartado 3.A) y B) de nuestra «Introducción...»)
que los «conflictos jurisdiccionales» pueden surgir entre un Tribunal y la Administración o
una Jurisdicción o Tribunal especial y se rigen por lo dispuesto en los arts. 38-41 LOPJ, en
tanto que los «conflictos de competencia» suceden entre un Tribunal de un determinado orden
jurisdiccional y otro perteneciente a los demás ordenes jurisdiccionales (penal, social o
administrativo), disciplinándose su régimen jurídico por los arts. 42-50 LOPJ.
Es el art. 9.2 LOPJ el que nos determina dicho ámbito de aplicación de los Tribunales
civiles: «Los Tribunales y Juzgados del Orden Civil conocerán, además de las materias que
les son propias, de todas aquellas que no estén atribuidas a otro orden jurisdiccional.»
Aunque el precepto no resulta ser muy explícito, de su exégesis, cabe inferir dos criterios
de determinación de la esfera de atribuciones de la Jurisdicción civil, positivo uno y negativo,
el otro. Conforme al primero, por «materias que les son propias», cabe entender todas las
pretensiones fundadas en el Derecho Privado (Civil o Mercantil) y, de conformidad con el
segundo, hay que acudir a las distintas normas, que contemplan la esfera de atribuciones de
los respectivos órdenes jurisdiccionales, contenidas, tanto en la LOPJ (art. 9.3 a 5), como en
las Leyes especiales (arts. 9 y 55. LECrim, 1-5 UCA y 1 a 3 LPL), de cuya lectura se hace
obligado inferir que la Jurisdicción civil no es competente para el conocimiento de los
conflictos sociales surgidos por la comisión de un delito (Juzgados y Tribunales penales), ni
de las pretensiones de anulación de actos administrativos o de disposiciones generales con
rango inferior a la Ley (Juzgados y Tribunales administrativos) (STS de 14 de noviembre de
2001 -2001/9450--). ni de los conflictos que puedan surgir entre empresarios y trabajadores
con ocasión de la aplicación o interpretación de una relación jurídica, individual o colectiva,
de trabajo, ni de las materias de Seguridad Social (Juzgados y Tribunales de lo Social).
Así, pues, los Juzgados y Tribunales de lo Civil ostentan Jurisdicción para el conocimiento de
todas las relaciones jurídico-materiales regidas por el Derecho Civil o Mercantil, que
transcurran entre personas privadas o públicas, (pues también la Administración, cuando está
sometida al Derecho Privado, ha de demandar o ser demandada ante los Tribunales civiles:
arts. 1.1. y 3.a UCA) con la sola excepción de la Jurisdicción Militar, que retiene su
competencia para la prevención de los juicios de testamentaría y de abintestato en tiempos de
guerra (art. 9.2.11 LOPJ).
Pero, en el caso de que una determinada materia no esté expresamente atribuida a un
determinado orden jurisdiccional (en virtud de las normas de asignación de su esfera de
atribuciones, contenidas, como se ha dicho, en los arts. 9.3 a 5 LOPJ y arts. 9 y 55. LECrim,
1-5 UCA y 1 a 3 LPL), serán los tribunales civiles los competentes, en virtud de la cláusula
residual de atribución genérica de la competencia, contenida en el art. 9.2 LOPJ frLos
Tribunales y Juzgados del Orden Civil conoceran,..., de todas aquellas que no estén
atribuidas a otro orden jurisdiccional»). Dicha cláusula obedece a una tradición histórica,
conforme a la cual la Jurisdicción civil era, frente a las especiales, la «Jurisdicción Ordinaria»,
la cual atraía para si, en caso de duda, la competencia. Hoy el sentido de la misma reside en
garantizar siempre el derecho a la tutela judicial efectiva o libre acceso a los Tribunales, que
podría ver-se conculcado por una deficiente regulación de las normas especiales de atribución
de la competencia a los distintos órdenes jurisdiccionales.
Y, así, la SSTS de 2 de diciembre de 2002 (2002\10419> y 7 de marzo de 2000
(2000\1508), después de recordar que los conflictos sobre responsabilidad del Estado son
competencia del orden contencioso-administrativo, declaró la competencia cuando la
pretensión se dirigiera también contra Compañías aseguradoras con base en la «vis atractiva»
de la Jurisdicción civil.
Pero esta «vis atractiva» de la Jurisdicción civil, frente a los demás órdenes
jurisdiccionales, se circunscribe al conocimiento de las pretensiones fundadas en el Derecho
Privado y no a las que pudieran estarlo en el Derecho Penal, en cuyo caso la Jurisdicción
Penal goza siempre de «preferencia» (art. 44 LOPJ), ni tampoco al de las «cuestiones
prejudiciales» penales, con respecto a las cuales, tal y como veremos en la Lección 9 (epígrafe
4.B), también es la Jurisdicción penal la preferente (arts. 3 LECrim, 10.2 LOPJ).

2. TRATAMIENTO PROCESAL
Debido a que la Jurisdicción es un auténtico presupuesto procesal, su concurrencia debe
ser examinada de oficio por el propio órgano jurisdiccional, sin perjuicio de que, en cualquier
otro caso, pueda ser denunciada, vía excepción, por el demandado.
A) Examen de oficio
Disponen los arts. 36.2 y 37 LEO que los Tribunales civiles «se abstendrán de conocer»
cuando carecieran de Jurisdicción, bien por pertenecer la potestad jurisdiccional para el
conocimiento de un determinado asunto a un Tribunal de otro Estado, distinto al español, bien
por estar atribuida a un órgano de otro orden jurisdiccional, distinto al civil.
En tal caso, dispone el art. 38, habrá el Juez de oír a las partes y al Ministerio Fiscal «tan
pronto como sea advertida la falta de competencia internacional o la falta de jurisdicción por
pertenecer el asunto a otro orden jurisdiccional», es decir, a fin de evitar las injustas
sentencias absolutorias en la instancia, «a limine litis», mediante auto de inadmisión de la
demanda. En dicha resolución, habrá el Juez de ilustrar a la parte del orden jurisdiccional que
estima competente (arts. 9.3 LOPJ y 65.3 LEO).
Mas, podría ocurrir que, planteada la pretensión ante el orden jurisdiccional que el
Tribunal civil ha estimado como competente, tampoco este Tribunal reputara que ostenta
Jurisdicción para el conocimiento del asunto determinado. En tal supuesto, surgirá un
conflicto negativo de competencia que habrá de dirimirse por la Sala Especial del TS,
contemplada en el art. 42 LOPJ y a través del procedimiento que regulan los arts. 43 a 50.
Si el conflicto negativo surgiera entre un Tribunal del orden jurisdiccional civil y la
Administración o la jurisdicción contable, habrá que plantear un «conflicto jurisdiccional» de
los contemplados en los arts. 38-41 LOPJ y LO 2/1987, de Oonflictos Jurisdiccionales [véase
la Lección 1 l.3.A) de mi «Introducción... »J.
B) A instancia de parte
Como todo presupuesto procesal, si el órgano jurisdiccional no lo examina de oficio, tiene el
demandado la carga procesal de denunciar su incumplimiento por la vía de las excepciones y
en el trámite de contestación a la demanda (art. 405), pudiéndose, como regla general,
plantear en la audiencia previa del juicio ordinario.
Pero esta regla parece tener una excepción en el caso de la falta de Jurisdicción, , pues el art.
416.2 establece que «el demandado no podrá impugnarla falta de jurisdicción de
competencia del tribunal, que hubo de proponer en forma de declinatoria.

Así, pues, en virtud de lo dispuesto en el art. 39 LEO (el demandado podrá denunciar
mediante declinatoria la falta de competencia internacional o la falta de jurisdicción por
pertenecer el asunto a otro orden jurisdiccional o por haberse sometido a arbitraje la
controversia), debe en principio, el demandado interponer, como cuestión previa a la
contestación de la demanda, la declinatoria, y para ser más precisos, hay que proponerla
«dentro de los diez primeros días de plazo para contestar a la demanda”abriéndose, en tal
caso, un incidente suspensivo, que ha de resolverse con arreglo a lo dispuesto en los arts.
Ahora bien, sin perjuicio del tenor literal del art. 416.2 LEO, no creemos que dicho plazo
esté sometido a una preclusión rígida. Si, por las razones que fuera, el demandado no hiciere
uso de la declinatoria, también podrá proponer dicha excepción en la audiencia previa, pues,
tratándose la competencia internacional y la de los distintos órdenes jurisdiccionales de un
auténtico presupuesto procesal. sobre el cual subsiste la obligación judicial dc examen de
oficio, por lo que su infracción acarrea una nulidad de pleno Derecho (art. 238.1 LOPJ),
puede el demandado, al amparo de lo dispuesto en el art. 240.2 LOPJ, suscitar la falta de
Jurisdicción en cualquier estadio del proceso.

III. LA COMPETENCIA OBJETIVA


1. CONCEPTO Y NATURALEZA
Se entiende por competencia objetiva el conjunto de normas procesales que distribuyen
jerárquicamente. entre los diversos órganos judiciales de un mismo orden jurisdiccional,
el conocimiento de la fase declarativa de los objetos procesales.
Al igual que las normas que disciplinan la Jurisdicción, también la naturaleza de las que
regulan la competencia objetiva, y a diferencia de la territorial que, como veremos mantienen
un carácter dispositivo, son de «orden público», de manera que si a un tipo de Juzgado (de 1
— Instancia o de Paz) no le corresponde el conocimiento de una determinada materia, sus
actuaciones procesales adolecerán de una nulidad radical (art. 238.1 LOPJ), que no permite
sanación alguna e impedirá un pronunciamiento sobre el fondo del asunto. Por esta razón,
también la competencia objetiva es un presupuesto procesal vigilable de oficio a lo largo de
todo el procedimiento (art. 240.2).
Además, tales normas de «ius eogens» han de ostentar rango de Ley. Así lo declara el
artículo 44 de la LEC, al disponer que «para que los tribunales civiles tengan competencia
en cada caso se requiere que el conocimiento del pleito les esté atribuido por normas con
rango de ley y anteriores a la incoación de las actuaciones de que se trate». Mediante dicha
prescripción, no sólo se prohíbe a la potestad reglamentaria invadir las normas de la
competencia objetiva, sino que dichas normas afianzan el derecho fundamental al «Juez
legal» del art. 24.2 CE en su primigenia manifestación de preconstitución del órgano
jurisdiccional con anterioridad al surgimiento del conflicto, con expresa prohibición de
creación de Tribunales «ex post facto», lo cual constituiría un claro supuesto de «tribunal de
excepción» (véase nuestra «Introducción», Lección 6.2. F).

2. CRITERIOS DETERMINANTES
Con la sola excepción de las prerrogativas de determinadas Autoridades, que permanecen
aforadas a órganos jurisdiccionales superiores (así, la responsabilidad civil de las Autoridades,
contempladas en el art. 56.2 LOPJ, ha de dilucidarse ante la Sala de lo Civil del TS y la
prevista en el art. 73.2.a y b a la Sala de lo Civil del TSJ), los criterios determinantes de la
competencia objetiva civil son dos: por razón de la cuantía y por razón de la materia.
A) Por razón de la cuantía
El criterio más relevante para distribuir la competencia entre los Juzgados de Paz y los de
ía Instancia es el de la cuantía. Si el valor del bien litigioso no excediera de 90 euros y no se
tratara de ninguna de las materias que han de dilucidarse a través de alguno de los juicios
verbales especiales contemplados en el art. 250.1, serán objetivamente competentes los
Juzgados de Paz, en tanto que, si dicho valor excediera de la expresada cifra de 90 euros,
serán siempre competentes los Jugados de Primera Instancia (art. 47 LEO).
Como podrá comprobar el lector, la competencia objetiva de los Juzgados de Paz es
meramente insignificante y además residual, por cuanto el art. 45 LEO atribuye «a los
Juzgados de Primera Instancia el conocimiento, en primera instancia, de todos los asuntos
civiles que por disposición legal expresa no se hallen atribuidos a otros Tribunales», es decir,
les confiere «vis atractiva» de todas las materias no comprendidas en el art. 47 LEO.
B) Por razón de la materia: los «Juzgados especializados»
Corresponde a los Juzgados de Primera Instancia los actos de Jurisdicción voluntaria, la
ejecución de sentencias y demás resoluciones judiciales y arbitrales extranjeras (art. 85.2 y 5
LOPJ— y la gestión del Registro Oivil (art. 86). Pero, con independencia de este criterio
genérico de atribución de la competencia objetiva por razón de la materia, la LOPJ ha creado
los «Juzgados especializados» con carácter permanente o meramente coyuntural.
a) Con carácter permanente: los Juzgados de lo Mercantil
Tal y como se ha puesto de relieve en la Lección 9.5 de nuestra «Introducción», la LO
8/2003 ha adicionado a la LOPJ los arts. 86 bis y ter, en cuya virtud se instauran en las
capitales de Provincia y en aquellos núcleos industriales o mercantiles, cuya actividad
económica así lo aconseje, los Juzgados de lo Mercantil que circunscriben su competencia a
las materias de Derecho Concursal, Estatuto de la Propiedad Industrial, Transportes, Derecho
Marítimo, condiciones generales de la contratación, recursos contra las resoluciones de la
Dirección gen eral de los Registros y del Notariado sobre calificaciones del Registrador
Mercantil, legislación comunitaria en materia de libre competencia (arts. 81 y 82 del Tratado
de la Comunidad Europea) y arbitraje.
b) Con carácter coyuntural
Asimismo, el art. 98 LOPJ faculta al OGPJ, previo informe de la Sala de Gobierno del TSJ,
a crear Juzgados de ja Instancia especializados en determinadas materias (así, los Juzgados
de familia: STS de 8 de julio de 1999-1999\4763-, 29 de noviembre de 1999 - 1999\8969) en
aquellas ciudades donde exista una pluralidad de dichos Juzgados. Su competencia se
extiende, tanto a la fase declarativa, como a la de ejecución y el Acuerdo del OGPJ ha de
publicarse en el BOE.
Aunque la predeterminación del órgano cubre el núcleo esencial del derecho al Juez legal,
a diferencia de los Juzgados de lo Mercantil, que están previstos en la LOPJ, estos Juzgados
infringen el principio de reserva de Ley Orgánica del Poder Judicial (art 23.2 en relación con
el art. 121 de la OE), razón por la cual nos adherimos a la tesis de DE LA OLIVA, conforme a
la cual la creación de tales Juzgados especializados genera serias dudas de
inconstitucionalidad.
Estos Juzgados especializados y a diferencia también de los Juzgados de lo Mercantil, que
conocen de materias conexas, carecen de «vis atractiva», por cuanto el art. 46 LEO establece
que «Los Juzgados de Primera Instancia a los que, de acuerdo con- lo establecido en el
artículo 98 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, se les haya atribuido el conocimiento
especifico de determinados asuntos, extenderán su competencia, exclusivamente, a los
procesos en que se ventilen aquéllos, debiendo inhibirse a favor de los demás tribunales
competentes, cuando el proceso verse sobre materias diferentes. Si se
plan tea ra cuestión por esta causa, se sustanciará como las cuestiones de competencia».

3. TRATAMIENTO PROCESAL
El régimen procesal de la competencia objetiva es idéntico al de la jurisdicción. Tratándose
ambos requisitos de unos presupuestos procesales, deben ser examinados de oficio por el Juez
o pueden ser alegados por la parte interesada.
A) De oficio
Dispone el art. 48.1 LEC que «la falta de competencia objetiva se apreciará de oficio, tan
pranto como se advierta, por el tribunal que esté conociendo del asunto». Establece, pues la
norma la obligación del Juez de examinar de oficio su propia competencia «tan pronto como
se advierta», lo cual ha de suceder en el momento de la admisión de la demanda, en la que el
actor ha de determinar el valor del objeto litigioso (art. 253.1) al efecto de determinar el
procedimiento adecuado y, por tanto, dispone el art. 404 que el Tribunal examinará de oficio
su propia competencia objetiva con anterioridad a la admisión de la demanda. Pero, en tal
supuesto, no puede el Juez, sin más, inadmitir la demanda, sino que habrá de oir previamente
a las partes y la Ministerio Fiscal en el plazo de diez días; una vez transcurrido dicho plazo,
dictará auto en el que, declarando la nulidad de todo lo actuado, apreciará su falta de
competencia e indicará, en su resolución, el órgano jurisdiccional que estima procedente.
Mas, podría suceder que, como consecuencia de una calificación defectuosa del bien
litigioso, el Tribunal tomara conocimiento de su falta de competencia en un estadio posterior.
Ello es lo que podría suceder en el caso de que, con ocasión del incidente de fijación de la
cuantía al efecto de determinar la adecuación del procedimiento (arts. 251- 255), resultara que
el valor del objeto litigioso no supera los 90 euros. En tal caso, la solución no será la del art.
254 (providencia de reconversión de las actuaciones al procedimiento adecuado con
conservación de las actuaciones), sino la del art. 48: el Tribunal dictará auto declarando su
incompetencia y la nulidad de lo actuado.
Excepcionalmente también podría ocurrir que dicho examen de oficio lo efectuara el
Tribunal de la segunda instancia. El art. 48.2 consagra la misma solución: declaración
absolutoria en la instancia de incompetencia con nulidad total de las actuaciones e
ilustración a las partes del juzgado objetivamente competente.
B) A instancia de parte
Al igual que sucede con el tratamiento procesal del presupuesto de la Jurisdicción, si el
Tribunal no apreciara de oficio su falta de competencia, el demandado tiene la carga procesal
de aducir, como cuestión previa, dentro de los primeros diez días de los veinte que la LEC
otorga para la contestación (art. 64), la excepción de falta de competencia objetiva, a través
del procedimiento de la declinatoria (art. 49); pero también puede la parte interesada
denunciar su violación en cualquier estadio del procedimiento anterior al momento de dictar
Sentencia (art. 240.2 LOPJ).

IV. LA COMPETENCIA FUNCIONAL


1. CONCEPTO
Se entiende por competencia funcional los criterios legales de atribución del conocimiento
del objeto procesal en atención a las distintas fases procesales que las partes han de transcurrir
a fin de obtener la tutela efectiva de sus pretensiones.
Como es sabido, tales fases procesales son tres: la fase «declarativa», la de
«impugnación» y la de «ejecución». La competencia funcional exige, pues, la pendencia de
un proceso para determinar a qué órgano jurisdiccional, dentro de los de distinto grado de un
mismo orden jurisdiccional. le corresponde una fase determinada del proceso.
2. CRITERIOS
A) La fase declarativa
Dispone el art. 61 LEC que «salvo disposición legal en otro sentido, el tribunal que tenga
competencia para conocer de un pleito, la tendrá también para resolver sobre sus
incidencias, para llevar a efecto las providencias y autos que dictare, y para la ejecución de
la sentencia o convenios y transacciones que aprobare.»
Así, pues, los órganos jurisdiccionales objetivamente competentes para el conocimiento de
la fase declarativa que son, como sabemos, los Juzgados de Paz y de Primera Instancia,
poseen toda su jurisdicción para el conocimiento de las distintas fases procesales por las que
transcurre la pretensión (alegaciones, prueba, conclusiones y sentencia), así como de las
cuestiones incidentales que se planteen (STS de 4 de febrero de 2002 -2002\310--,, 5 de junio
de 1999-1999\4098-), y para la adopción y ejecución de todas las resoluciones interlocutorias
y definitivas (providencias, autos y sentencias), incluidas las diligencias de ordenación, que,
como es sabido, son competencia del Secretario.
En especial, ostentan tales órganos competencia para conocer de cuantos incidentes se
produzcan dentro del procedimiento necesarios, bien para poder entrar en el conocimiento de
dicho objeto (así, un conflicto de competencia que ha de solucionarse previamente mediante
la declinatoria), bien para integrar la valoración jurídica necesaria para poder satisfacer o
desestimar la pretensión (por ej., la solución de una cuestión prejudicial no devolutiva del art.
42), así como para la acumulación objetiva y subjetiva de acciones (arts. 71 y 72) y de
procesos (arts. 74 y ss), siempre que dichas acumulaciones sean procedentes, para la
instrucción de los incidentes de recusación contra los Secretarios (art. 115.1) y para la
resolución de las recusaciones contra el personal auxiliar y colaborador (art.
121) y peritos (art. 127), para la reconstrucción de autos (art. 232), aseguramiento y
anticipación de la prueba (art. 293.2) y para la adopción de medidas cautelares (art. 723.1;
SSTS de 28 de mayo de 2002; 2002\5023, 27 de noviembre de 2001 -2001\24(%; 9 de
octubre de 2001 -2001\9419-).
B) La fase de impugnación
En la fase de impugnación cabe distinguir la de apelación o segunda instancia, de la
interposición de los recursos extraordinarios.
a) El recurso de apelación o segunda instancia
Del recurso de apelación es competente el Tribunal superior al que ha dictado la
resolución definitiva impugnada, esto es, los Juzgados de 1a Instancia conocen de las
apelaciones contra las resoluciones dictadas por los Juzgados de Paz y las Audiencias
Provinciales las de los Juzgados de ía Instancia (arts. 82.4 LOPJ y 455.2.2 LEO).
b) Los recursos extraordinarios
Del recuso extraordinario de casación, fundado en Derecho Privado estatal, conoce la
Sala Primera de lo Civil del Tribunal Supremo. Su competencia se extiende, tanto en la
infracción de normas materiales, como procesales, pues el malogrado recurso extraordinario
«por infracción procesal», del que había de conocer la Sala de lo Oivil del TSJ (arts. 465 y
468 LEO). no llegó a mstaurarse. por lo que también conoce de él el TS (Disp. Final 1 6-
LEO).
Pero, de conformidad con la naturaleza de nuestro Estado compuesto, si el recurso se fundara
en infracción de normas de Derecho Oivil especial o Foral propio de las OOAA, entiende de
él la Sala de lo Oivil del TSJ correspondientes a 2003 2003\3664—, 11 de diciembre de 2000
-2000\1043--, 17 de abril de 2000 2000\2l5-).
Del recurso de revisión conoce la Sala de lo Civil del TS (arts. 56. LOPJ y 509 LEO), en
tanto que, si se fundara en Derecho Oivil Foral o especial de la Oomunidad Autónoma, habría
de conocer su Sala de lo Oivil del TSJ (art. 73.1.b LOPJ).

C) La fase de ejecución
De la ejecución de las Sentencias han de conocer los órganos jurisdiccionales que
hubieren conocido del objeto litigioso en la primera instancia y hubieren, por tanto, dictado la
Sentencia, cuya ejecución se pretende (arts. 61 y 545.1 LEO).
Pero el art. 98.1 LOPJ permite que, como Juzgados especializados, puedan instaurarse, como
así ha ocurrido en las grandes capitales, «Juzgados de ejecutorias», los cuales conocen de la
ejecución de todas las Sentencias dictadas por los demás Juzgados de su circunscripción.

3. TRATAMIENTO PROCESAL
A) De oficio
La competencia funcional, en tanto que presupuesto procesal, es vigilable de oficio a lo
largo de todo el procedimiento, ya que, al igual que la jurisdicción o la competencia objetiva,
la infracción de las normas que la disciplinan acarrea una nulidad radical (art. 238.1 LOPJ)
(STS de 21 de diciembre de 2001 -2001\1 0052-).
B) A instancia de parte
Pero, también pueden las partes denunciar su incumplimiento, por la vía de la declinatoria,
la cual es reclamable para denunciar «la falta de competencia de todo tipo» (art. 63.1.2) e
incluso, habida cuenta de su naturaleza de orden público, puede también ser discutida en la
comparecencia previa del juicio ordinario, no obstante la aparente prohibición del art. 416.2.
Asimismo, la parte interesada puede denunciar su violación en cualquier estadio del
procedimiento anterior al momento de dictar Sentencia (art. 240.2
Si se interpusiera un recurso ante un órgano jurisdiccional funcionalmente inéompetente,
previa audiencia de las partes, inadmitirá el recurso, con información del órgano competente.
La parte gravada dispondrá de un plazo de diez días para interponer el recurso ante el Tribunal
competente (art. 62).

V. LA COMPETENCIA FUNCIONAL EN EL REPARTO DE LOS ASUNTOS


En íntima relación con la competencia funcional en la fase declarativa y de impugnación
surge la competencia del reparto de los asuntos, regulada en los arts. 68-70 LEO, la cual tan
sólo es predicable de aquellas demarcaciones que tengan una pluralidad de órganos
jurisdiccionales, por lo que se hace necesario el establecimiento de criterios para asignar los
asuntos a cada uno de dichos Juzgados o Secciones de un determinado Tribunal.

1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por «reparto de los asuntos» la actividad procesal de los Jueces Decanos o
Presidentes de los Tribunales y Audiencias, consistente en asignar a un órgano jurisdiccional
el conocimiento de una demanda o recuso determinado.
Una vez determinada la competencia objetiva, funcional y territorial de la fase declarativa
o de impugnación, si el órgano jurisdiccional, que ha de conocer de un asunto, estuviera
integrado por una pluralidad de Juzgados o de Secciones, será necesario asignar, con arreglo a
unas bases objetivas que distribuyan equitativamente la carga de trabajo y que, sobre todo, no
infrinjan el derecho al Juez legal, el conocimiento de la demanda o recurso determinado.
Tradicionalmente el fundamento del reparto de los asuntos residía en obtener una distribución
equitativa de la carga de trabajo entre los Juzgados y Tribunales de un mismo orden y órgano
jurisdiccional a fin de evitar entre ellos los agravios comparativos. Por ello, la naturaleza de
esta actividad se consideraba meramente gubemativa, sin incidencia alguna en la esfera del
proceso. De esta concepción participa, como veremos, todavía nuestra LOPJ.
Pero la consagración, al nivel constitucional, del derecho fundamental «al Juez ordinario
predeterminado por la Ley» (art. 24.2 CE) ha ocasionado un cambio esencial en su
fundamento y naturaleza, si se repara en que, de sustentar esa naturaleza meramente
gubernativa, bien podría el actor manipular sobre el reparto de los asuntos a fin de que
conociera de su demanda o recurso un determinado Juzgado que, por razones técnicas (v.gr.:
una homogénea línea jurisprudencial de una determinada Sección) o incluso ideológicas
(procedimientos de desahucio), fuera proclive a su pretensión. En tal caso, se vulneraria dicho
derecho fundamental al Juez legal, el cual no puede ser otro, sino el independiente y sometido
al imperio de la Ley (art. 118.1 CE).
Por esta razón, la finalidad del reparto estriba hoy en obtener una distribución objetiva de
los asuntos entre los distintos Juzgados y Tribunales que asegure su independiente
constitución, antes que asegurar el reparto equitativo de los asuntos, y, por la misma, la
naturaleza del reparto, tal y como efectúa la LEO 1/2000, ha de considerarse como procesal,
susceptible incluso, cuando se atente al derecho al Juez legal, de fundar un recurso de amparo
contra actos del Poder Judicial.

2. REQUISITOS
El reparto tan sólo es procedente cuando el ejercicio del derecho de acción o la
interposición de un recurso haya de efectuarse ante un órgano jurisdiccional plural. Así se
encarga de señalarlo el art. 68.1 LEO: «Todos los asuntos civiles serán repartidos entre los
Juzgados de Primera instancia cuando haya más de uno en el partido. La misma regla se
aplicará a los asuntos de los que deban entenderlas Audiencias Provinciales cuando estén
divididas en Secciones.»
Si se tratara de la interposición de una demanda, el órgano jurisdiccional competente para
decidir su reparto es el Juez Decano, auxiliado por su Secretario, y el Presidente de una
Audiencia o del TS, cuando se haya interpuesto un recurso (arts. 160.9 y 167.2 y 168.2.a
LOPJ).
Tal y como examinamos en la Lección 3.3.A de nuestra «Introducción», corresponde a las
Salas de Gobierno de los TSJ, aprobar las normas de reparto de su circunscripción. Tales
normas o bases de reparto contienen criterios objetivos de distribución de los asuntos (por ej.
el orden de entrada que asigna mecánicamente los asuntos entre los Juzgados, la procedencia
de los recursos por demarcaciones de los Juzgados y su asignación permanente a
determinadas Secciones, su especialización, el régimen de sorteo, etc.), con arreglo a los
cuales hay que asignar su conocimiento a los distintos Juzgados o Secciones.
Pues, bien, la actividad del reparto, efectuada por los Jueces Decanos o Presidentes de los
Tribunales, ante la presentación de un nuevo asunto, consiste en limitarse a la aplicación de
tales criterios, contenidos en dichas bases de reparto—a todos y cada uno de los asuntos
ingresados en uno o dos días, de tal suerte que sean objetivamente distribuidos entre los
distintos Juzgados o Tribunales que integran el órgano jurisdiccional. El Juez Decano
extenderá, a tal efecto, una «diligencia de reparto» sobre el escrito de iniciación del proceso
competente; si faltare esta diligencia y sólo por esa causa, el Tribunal rechazará de plano la
tramitación de la solicitud (art. 68.2 LEO).

3. MEDIOS DE IMPUGNACIÓN
Cuando el reparto de los asuntos infringiera las normas de reparto o, lo que es peor, el
derecho al Juez legal (véase la Lección 6a de mi «Introducción»), la parte gravada debe
reaccionar inmediatamente contra dicha vulneración, habiéndose de distinguir dos supuestos
diferenciados: a) si el demandante conoce de dicha infracción en el momento de la
presentación del escrito o solicitud de incoación de las actuaciones, el art. 68.3 LEO le
prohibe la utilización de la declinatoria, pero permite su impugnación, remitiéndose
tácitamente al recurso «gubernativo» (expresión, que constituye todavía una reminiscencia de
dicha naturaleza gubernativa del reparto) contemplado en el art. 168.2.a LOPJ, precepto que
faculta al Juez Decano a decidir de tales impugnaciones contra las propuestas de reparto
efectuadas por su Secretario; b) si la parte interesada (es decir, tanto el demandante, como el
demandado) conociera de dicha infracción posteriormente, cuando el asunto se encuentra ya
asignado a un determinado Juzgado o Sección que reputara incompetente, el art. 68.4 LEO
autoriza a la parte a instar su nulidad «en el trámite procesal mediatamente posterior al
momento en que la parte hubiera tenido conocimiento de la infracción de las normas de
reparto», siempre y cuando «dicha infracción no se hubiere corregido con fonne a lo previsto
en el apartado anterior»
En este último supuesto, la nulidad habrá de fundarse en la falta de competencia funcional
contemplada en el art. 238.1 LOPJ. El Juzgado o Sección habrá de oír a la contraparte (art.
240.2) y dictar auto, en el que, si apreciara este motivo de nulidad, así lo declarará e informará
a la parte de su derecho de volver a someter su asunto a reparto, debiendo finalizar los efectos
de la litispendencia.
Si la vulneración de las normas de reparto tuviera por objeto atentar a la independencia
judicial a fin de mediatizar el contenido de la Sentencia en un sentido determinado y no se
restableciera el derecho al Juez legal, podrá la parte gravada, previa la oportuna protesta y el
agotamiento de los recursos, interponer en su día el recurso constitucional de amparo
(SSTC 65\1 994, 303\1 993, l0l\1 984...).
LECCIÓN 3. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DEL ÓRGANO
JURISDICCIONAL (II)
1. LA COMPETENCIA TERRITORIAL
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por competencia territorial las normas procesales que, en atención a la
demarcación judicial, asignan el conocimiento en primera instancia de 105 objetos litigiosos
entre los distintos Juzgados de un mismo grado (es decir, entre 105 Juzgados de Paz o de
Primera Instancia de todo el territono nacional).
Tradicionalmente la competencia territorial respondía al principio de la autonomía de la
voluntad de las partes, de tal suerte que si ellas habían pactado su sumisión a los Juzgados de
una determinada demarcación (normalmente a través de cláusulas lormularias plasmadas al
término de los contratos), devenían «ex lege» dichos Juzgados en territorialmente
competentes.
La LEC 1/2000, si bien formalmente admite, en su art. 54.1, estos negocios juridico-
procesales ”Las reglas legales atributivas de la competencia territorial sólo se aplicarán en
defecto de sumisión expresa o tácita de las partes a los tribunales de una determinado
circunscripción»), es tan extenso el catálogo de excepciones a dicha regla, que permite
sustentar la afirmación contraria: la de que la regla hoy general es la de que la competencia
territorial, al igual que la objetiva y la funcional, es inderogable y se rige también por
normas imperativas.
En este cambio de política legislativa en el régimen de la competencia territorial han
intervenido diversos factores: en primer lugar, la consagración, en el art. 24.2 CE, del derecho
al «Juez predeterminado por la Ley» que se compadece mal con los pactos de sumisión de
las partes; en segundo, la necesidad de proteger los intereses de la parte más débil en la
contratación, lo que ya había llevado al TS a declarar la nulidad de las cláusulas de sumisión
en los contratos de adhesión (cfr. STS de 22 de noviembre de 2002 - 2002\10365-, 14 de
octubre de 2002 -2002\9983-, de 19 de mayo de 1999 -1999\4048-, 24 de noviembre de 2000
-2000\9241-), razón por la cual el art. 542 prohíbe «la sumisión expresa contenida en
contratos de adhesión, o que contengan condiciones generales impuestas por una de las
partes, o que se hayan celebrado con consumidores o usuarios»; finalmente también han
influido, en este cambio de criterio del legislador, razones de economía procesal, pues el
reconocimiento jurídico de los fueros convencionales se suele transformar, en la esfera
del proceso, en una fuente de conflictos procesales, dirigidos a negar su validez y a reclamar
la aplicación de los fueros comunes, con las consiguientes dilaciones procesales.

2. LOS FUEROS LEGALES


Dentro de los fueros legales, que, como su nombre indica, son los criterios, que la LEO
determina de atribución de la competencia territorial a los órganos jurisdiccionales de una
determinada demarcación judicial. cabe distinguir el fuero legal común, de los especiales.
A) Fuero legal común
El fuero legal común es el del domicilio de la persona, si bien los arts. 50 y 5 1
distinguen el de las personas fisicas, del de las jurídicas:
a) Las personas físicas
Tratándose de una persona física, que ha de ser demandada en un proceso, el art. 50 LEO
establece que «salvo que la Ley disponga otra cosa, la competencia territorial corresponderá
al tribunal del domicilio del demandado y si no lo tuviere en el territorio nacional, será Juez
competente el de su residencia en dicho territorio».
Pero, dicho criterio común de determinación de la competencia territorial en función del
domicilio del demandado encierra una norma dispositiva, porque permite su derogación por
las partes a través de un convenio de sumisión. En efecto, lo primero que establece la Ley
frsalvo que la Ley disponga otra cosa...») que aquí es la LEO, en su art. 54.1 es que, en
materia de determinación de la competencia territorial, cabe la sumisión expresa con las
excepciones contempladas en dicho precepto, que se remite a los fueros legales especiales,
previstos en los números 1 y 4 a 15 y apartado segundo del art. 52.
Luego el criterio del domicilio del demandado no será reclamable: 10) en primer lugar,
cuando nos encontremos ante alguna de las materias contempladas en el art. 52.1, 1— y 40 a
150 y 52.2, en cuyo caso regirá siempre el fuero especial previsto en dichas normas; 20) en
segundo, dicho criterio del domicilio del demandado tampoco operará cuando, tratándose de
materias diferentes a las anteriormente invocadas, exista un convenio previo de sumisión a los
Juzgados de una determinada demarcación, 30) finalmente, si no existiera dicho convenio
previo de sumisión, tampoco se aplicará el fuero común del demandado, sino el previsto en
los números 20, 30 y 160 del art. 52.1, cuando el objeto litigioso se encuentre comprendido en
dichos preceptos
Si el demandado no tuviere domicilio en España se aplicará el fuero de su residencia; en su
defecto, el del lugar en el que se encontrara y, a falta de determinación de todos estos
criterios, se aplicará el criterio del lugar dél domicilio del actor (art. 50.1 y 2). Tratándose de
empresarios o profesionales se les podrá demandar donde presten su actividad (art. 50.3).
b) Las personas jurídicas
También el fuero de las personas jurídicas es el de su domicilio social, pudiendo ser
también demandadas donde haya nacido la relación jurídico-material o deba surtir sus efectos,
siempre que en dicho lugar tengan establecimiento abierto al público o legal representante
(art. 5 1.1). La justificación de esta posibilidad procesal estriba en que el interrogatorio de la
persona jurídica ha de realizarse sobre su legal representante que conozca los hechos (art.
309.1), es decir, que haya intervenido en dicha relación jurídica, por lo que, a fin de evitar el
siempre lento y oneroso auxilio judicial, es conveniente demandar a la persona jurídica en el
domicilio en el que se encuentre dicho legal representante.
Los entes sin personalidad jurídica pueden ser demandados en el lugar del domicilio de sus
gestores o donde ejerzan su activi4ad (art. 5 1.2).
También este criterio común del domicilio de la persona jurídica, lo es «salvo que la Ley
disponga otra cosa», por lo que han de ser de aplicación las consideraciones sobre los fueros
legales imperativos y cláusulas de sumisión efectuadas en el epígrafe anterior con respecto a
las personas físicas.
B) Fueros legales especiales
De lo que se acaba de indicar fácilmente se deduce que los fueros legales especiales,
previstos en el art. 52, son de dos clases: imperativos y dispositivos.
a) Fueros imperativos
Tal y como se ha adelantado, son fueros legales imperativos los contemplados «en los
números 1°y 4°a J50 del apartado 1 y en el apartado 2 del artfrulo 52». Tales fueros nunca
permiten su derogación por la autonomía de la voluntad de las partes y han de ser vigilados de
oficio (art. 58).
En efecto, dispone el art. 52 que «1. No se aplicarán los fueros establecidos en los
artículos anteriores y se determinará la competencia de acuerdo con lo establecido en el
presente artículo en los casos siguientes:
En los jui<—io< en cue NC ejer(—lten (‘,C(-j(>’?CN reoles Nobre bienes inmuebles sera 1
—1 d—I-- , -Ju-p<f(; vit(I[n (0<0 li1j-jS(. (-uondolu 2(’e ion
real se ejercite sobre varias COSOS inmuebles o sobre una sola que esté situado en dikrentes
circunscripck)nes, será Tribunal competente el de cualquiera de éstas, a eleeCión del
demandante.
4” En los juicios sobre <-cuesstiones hereditarias, será competente el Tribunal del lugar en
que el finado tuvo su último dom k-ilio - 5- lo hubiere tenido en país extranjero, el del lugar
de su último domicilio en España, o donde estuviere la mayor parte de sus bienes, a elecciái
del demandante.
5’, En los juicios en que se ejerciten acciones relativas a la representación de incapaces,
incapacitados o declarados pródigos, será competente el Tribunal del lugar en que éstos
residan.
6” En materia de derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen
y, en general, en materia de protección civil de derechos fundamentales, sera competente el
Tribunal del domicilio del demandante, y cuando no lo tuviere en territorio español, el
Tribunal del lugar donde se hubiera producido el hecho que vulnere el derecho fundamen tal
de que se trate.
7” En los juicios sobre arrendamientos de inmuebles y en los de desahucio, será competente
el Tribunal del lugar en que esté sito la finco.
8” En los jui( ‘ION CII materia de propiedad horizontal, será competente el iribunol (leí
lugar en que radi que la finca.
9” En los juirios en que se pida indemnización (le los daños y perjuicios derivados (le
1(1 circul(irión de vehíí’ulos de motar será compete 1(tC el Tribunal del lugar en que se
causaron los daños.
lo” En materia (le impugnación de acuerdos sociales será Tribunal competente el (leí lugar
del dom irilio social.
II” En los procesos en que se ejerciten demandas sobre infracciones de 1ª propiedad
intelectual, será competente el tribunal (leí lugar en que la infracción se ha Va - ometido o
existan indicios de su comisión o en que se encuentren ejemplares ilícitos, a elecrión (leí
demandan te.
12” En los juicios en materia de competencia desleal, será competente el tribunal del lugar
en que el demandado tenga su establecimiento y, o fa Ita de éste, su domicilio o lugar de
residenria, y cuando no lo tuviere en territorio español, el Tribunal del lugar donde se haya
realizado el acto de competencia desleal o donde se produzcan sus efectos, a elección del
demandante.
13” En materia de patentes y marcas, será competente el Tribunal que señale 1(1 legislación
especial sobre dicha materia.
14” En los procesos en que se ejerriten acriones para que se declare la no incorporación al
contrato o la nulidad de cláusulas de condiciones generales de la contratación, será
(‘ompek—nte el Tribunal del domicilio del demandante. Y, sobre eso misma materia, cuando
se ejerciten las ocriones declarativa, de cesarión o de retractación, sera competente el
Tribunal del lugar donde el demandado tenga su establecimiento y. afitíta de éste, el de su
domicilio; y si el demandado careciere de domicilio en el territorio español, el del lugar en
que se hubiera realizado lo adhesion.
15” En las tercerías de dominio o de mejor derecho que se interpongan en reíación ran un
procedimiento administrativo de apremio, será competente el Tnbunal del dom irilio del
órgano que acordó el embargo, sin perjuicio de las esperialidades previstas para las
administraciones públiras en materia de competencia territorial.
A dicha relación, que no constituye un «númerus clausus», todavía cabe incorporar los
fueros contemplados en otras normas procesales o especiales, tales como los arts. 684.1
(ejecución hipotecaria), 756 (demandas de declaración de prodigalidad), 769 (procesos
matrimoniales y de menores), 779 (protección de menores y adopción), 807 (liquidación del
régimen matrimonial), 813 (proceso monitorio), 820 (juicio cambiario), 125.2 de la Ley
11/1986, de Patentes y Ley 32/1988, de Marcas, 4 LO 2/1 984, de derecho de rectificacion...
Así, pues, lo primero que debe hacer un demandante, con anterioridad a la interposición de la
demanda, es comprobar si el bien litigioso, que encierra su pretensión, se encuentra
comprendido en alguna de las referidas materias, porque, en tal caso, ha de interponer su
demanda ante los Juzgados preestablecidos por tales normas, y no en el del domicilio del
demandado, ni donde determine una hipotética cláusula contractual de sumisión, que ha de
tenerse siempre por no puesta, ante la vigencia de tales fueros especiales imperativos (SSTS
de 10 de octubre de 2001 -2001\9285-, 27 de noviembre de 1999
-1 999\8437-).
b) Fueros especiales dispositivos
Los restantes fueros especiales del art. 52 son, por obra del art. 54.1, de carácter
dispositivo. Tales fueros son los siguientes:
2” En las demandas sobre presentación y aprabación (le las cuentas que deban dar I(>s
admñtistradores (le bienes ajenos será tribunal (-om peten te el del lugar do,tde deban
presentarse dichos cuen tas, y no estando determitiado, el del domicilio del man-dante,
podenlante o dueño de los bienes, o el del lugar donde se desempeñe la administrarión, a
elección del actor.
3” En las demandas sobre obligaciones de garantía O ram plem ento de OtnLs anteriores,
será tribunal competente el que lo seo para ranocer, o esté ran aciendo, de la obligarión
pnnripal sobre que re(—ayeret(.
16” En k>s pracesos en los que se ejercite la o<’rión de (—5Oriól en defénsa de los
intereses totito ralectivos ramo difusos de los ransumidores y usuarios, será competen-te el
Tnbunal del lugar donde el demandado tenga un establecimiento, y, o falta de éste, el (le su
domicilio; si careciere de domicilio en territorio español, el del lugar del domicilio del actor.
Estos fueros especiales presentan la particularidad de que pueden ser excepcionados, a
través de la sumisión expresa, por las partes (art. 54.1). Pero, si no existiera dicho convenio de
sumisión a unos Tribunales determinados, tienen la virtualidad de inaplicar el fuero común del
domicilio del demandado (art. 52.1: «no se aplicarán los fueros establecidos en los artículos
anteriores...»), debiéndose reclamar el expresamente previsto en tales fueros especiales.

3. LOS FUEROS CONVENCIONALES: LA SUMISION


Tal y como se ha indicado, si el bien litigioso no se encontrara comprendido en alguna de
las excepciones contenidas en el art. 54 LEC, son válidos los acuerdos libremente estipulados
por las partes acerca de la sumisión a los Juzgados de una determinada circunscripción
territorial. Recordemos que dichas excepciones son las siguientes: a) los fueros legales
imperativos, que acabamos de examinar; b) los asuntos que deban dilucidarse a través del
juicio verbal; y c) los contratos de adhesión, los que versen sobre condiciones generales de la
contratación y los celebrados con los consumidores. Con exclusión, pues, de tales materias
pueden las partes, expresa o tácitamente, someterse a los Juzgados de una demarcación
determinada, siempre y cuando respeten su competencia objetiva (art. 54.3). De este modo, no
cabe dicha sumisión a un Juzgado de Paz, cuando la pretensión haya de plantearse ante un
Juzgado de 1a Instancia, y viceversa.
A) La sumisión expresa
El art. 55 nos define dicha sumisión: «Se entenderá por sumisión expresa la pactada por
los interesados designando con precisión la circunscripción a cuyos tribunales se
sometieren». Aunque el precepto no lo diga, junto a la circunscripción de los Tribunales,
también hay que reflejar en dicho pacto la relación jurídico-material que pueda provocar el
litigio. Además resulta aconsejable que, a efectos probatorios, quede constancia de él por
escrito.
La sumisión expresa es, pues, un negocio jurídico procesal, accesorio de otro principal, en
virtud del cual las partes de un contrato deciden libre y voluntariamente someter la aplicación,
interpretación o rescisión del mismo a la jurisdicción de los Juzgados de una determinada
demarcación judicial. En la práctica, dicho negocio jurídico suele plasmarse mediante una
cláusula de cierre a un determinado contrato (v.gr.: la sumisión expresa, con renuncia al fuero
propio, a los Juzgados de 1a Instancia de Madrid o de Barcelona).
Cuando la sumisión se realice a una demarcación que contenga una pluralidad de Tribunales,
dicho pacto no puede alcanzar a determinar a cuál de los Juzgados ha de realizarse la
sumisión, ya que, en tal caso, se tendría por no puesta y la demanda se sometería a reparto
(art. 57). La finalidad de dicha prohibición es clara: evitar las manipulaciones en la
constitución de los Tribunales, lo que atentaría al derecho al Juez legal del art. 24.2 CE).
B) La sumisión tácita
También el art. 56 define la sumisión tácita: «Se entenderán sometidos táhitamente: El
demandante, por el mero hecho de acudir a los tribunales de una determinada
circunscripción interponiendo la demanda o formulando petición o solicitud que haya de
presentarse ante el tribunal competente para conocer de la demanda; 2. El demandado, por
el hecho de hacer después de personado en el juicio tras la interposición de la demanda,
cualquier gestión que no sea la de proponer en forma la declinatoria.»
La sumisión tácita exige, como requisito previo, que el actor interponga la demanda ante
un Juzgado que no sea territorialmente competente (normal-mente, con olvido del fuero
común y por razones de comodidad, ante los de su propio domicilio) y, sobre todo, que el
demandado no se aquiete a dicha solicitud ante un Juzgado incompetente: habrá
necesariamente de interponer, como cuestión previa, la declinatoria, dentro del plazo de diez
días del común a la contestación a la demanda (art. 641).
Si el demandado, no interpone, pues, en dicho preclusivo plazo, la declinatoria se
consumará la sumisión tácita y el Juzgado, que carecía de competencia territorial, pasará a
ostentaría, sin que pueda el demandado denunciar su incompetencia en un momento posterior
(por ej.: como excepción en la contestación a la demanda SSTS de 27 de marzo de 2003
-2003\1 890-, II de febrero de 2002 -2002\3--07-, 10 de abril de 2001 -2001\667--, —6 de
octubre de 200 -2000\8044- o en la comparecencia previa -STS de 15 de noviembre de 2002,
2002\0767-), ni pueda tampoco el Juez rehusar el conocimiento del asunto, a salvo, claro está,
que, por la naturaleza de la pretensión, se haya vulnerado algún fuero legal imperativo de los
contemplados en el art. 54 y que ocasionan la improcedencia de todo tipo de sumisión.
De la anterior regla hay que exceptuar, ello no obstante, la materia de protección a los
consumidores (contratos de adhesión, condiciones generales de la contratación y contratos
celebrados con consumidores y usuarios), pues el ait. 54.2 tan sólo prohíbe la sumisión
expresa, pero no la tácita.
Asimismo, la sumisión tácita convierte en ineficaz a una sumisión expresa, pues, si las
partes se someten tácitamente a la jurisdicción de los Tribunales de una determinada
demarcación judicial, que no es la que había sido pactada previamente, mediante sumisión
expresa, en realidad, lo que ocasionan es el nacimiento de un nuevo convenio de sumisión con
abolición del anteriormente suscrito.

4. TRATAMIENTO PROCESAL
En el tratamiento procesal de la competencia territorial se hace obligado distinguir el de los
fueros imperativos, del de los convencionales.
A) Fueros imperativos
Si, por la naturaleza del objeto litigioso, nos encontráramos ante un fuero imperativo de los
exceptuados por el art. 54 de la sumisión expresa o tácita de las partes, el Tribunal examinará
siempre de oficio su propia competencia. Esto es lo que viene a señalar el art. 58, conforme al
cual «cuando ki competen cia territonal ven go fijada por reglas imperativas, el tribunal
examinará de oficio su competencia territorial inmediatamente después de presentada la
demanda y, previa audiencia del Ministerio Fiscal y de las partes personadas, si entiende que
carece de competencia territorial para conocer del asunto, lo declarará así mediante auto,
remitiendo las actuaciones al tribunal que considere territorio Imen te competente.»
Así, pues, ante la inexistencia de competencia territorial, no debe el Juez admitir la demanda,
ya que, en tal supuesto, se produciría la «perpetuatio jurisdictionis», que es uno de los efectos
esenciales de la litispendencia o de los efectos de la admisión de la demanda (arts. 41 0-411).
Mas, podría ocurrir que dicho defecto pasara inadvertido para el Juez, en cuyo caso ningún
obstáculo existe para que examine de oficio su falta de competencia territorial en la
comparecencia previa, pues, dada su naturaleza de presupuesto procesal, el art. 416.2 tan sólo
prohíbe dicho examen de las manifestaciones de la competencia que hayan de hacerse valer
exclusivamente a través de la declinatoria, lo que, en el caso de los fueros imperativos, no es
de aplicación, en virtud de lo dispuesto por el art. 58.
En todo caso, la falta de oficio de la competencia territorial ha de realizar-se siempre previa
audiencia de las partes, y ello, no sólo porque asilo disponga el art. 58, sino también, porque,
si se respetara esta exigencia, el Tribunal al que se inhibiera el incompetente no podrá
declararse, a su vez, territorial-mente incompetente (art. 60.1).
B) Fueros convencionales
Tratándose de objetos litigiosos, sobre los que resultan procedentes los pactos de sumisión,
dispone el art. 59 que «fuera de los casos en que la competencia territorial venga fijada por
la ley en virtud de reglas imperativas, la falta de competencia territorial solamente podrá ser
apreciada cuando el demandado o quienes puedan ser parte legítima en eljuicio propusieren
en tiempo y formo lo declinatoria.»
Por consiguiente, habrá el demandado de interponer la declinatoria, que aquí opera como
una auténtica «excepción» procesal, ya que, si no la plantea expresamente, se producirá una
sumisión tácita (art. 56.2), que impedirá su examen de oficio (STS de junio de 2003
-2003\4305-), pues las normas que disciplinan la competencia territorial en los fueros
convencionales no la convierten en un auténtico presupuesto procesal.)

5. LOS CONFLICTOS DE INCOMPETENCIA Y LA DECLINATORIA


En materia de denuncia de la incompetencia territorial, la LEO contempla dos tipos de
conflictos: los negativos de competencia y la declinatoria.
A) Los conflictos negativos de competencia
A los conflictos negativos de competencia se refiere expresamente el art. 60, conforme al
cual, habiéndose inhibido, bien de oficio o mediante declinatoria, un Juzgado a favor de otro,
hay que distinguir, tal y como se ha indicado anteriormente, si se ha respetado la audiencia
previa de las partes: a) habiéndose cumplido este presupuesto, «el Tribunal al que se
remitieren los actuaciones estará a lo decidido y no podrá declarar de oficio sujálta de
competencia territorial» (art. 60.1); y b) pero, si no se hubiera observado, el Tribunal al que
se remiheran las actuaciones también podrá declarar de oficio su falta de competencia
territorial (art. 60.2) (ATS de 18 de julio de 2003 -2003\7257-; STS de 4 de febrero de 2002 -
2002\3 1 0—; AATS 11 de noviembre de 2002 -2003\575-, 18 de diciembre de 2001 -
2002\248-), en cuyo caso dispone el número tercero de dicho precepto que «la resolución que
declare la jálta de competencia mondará remitir todos los antecedentes al tribunal inmediato
superior com un, que decidirá por medio de auto, sin ulterior recurso, el Tribunal al que
corresponde conocer del asunto, ordenando, en su coso, la remisión de los autos y
emplazamiento de las partes, dentro de los diez dios siguientes, ante dicho Tribunal. »
B) La declinatoria
a)Concepto
Pero el modo más usual de plantear los conflictos de Jurisdicción y de competencia
consiste en interponer una declinatoria, en cuya virtud «el demandado y los que puedan
ser parte legítima en el juicio promovido podrán denunciar la falta de jurisdicción del
Tribunal ante el que se ha interpuesto la demanda, por corresponder el conocimiento de
ésta o tribunales extranjeros, a órganos de otro orden jurisdiccional o a árbitros» (art. 63.1).
La declinatoria es una excepción, que ha de plantearse como excepción previa (a modo de
excepción «dilatoria» en el antiguo juicio ordinario de mayor cuantía de la LEO de 1881,
dentro de los diez primeros días (art. 64.1), del plazo común de veinte para contestar a la
demanda en el juicio ordinario (art. 404) o en los cinco días posteriores a la citación para la
vista del juicio verbal (arts. 64.1 y 443), y en el que pueden denunciarse el incumplimiento
de los siguientes presupuestos procesales: a) la competencia territorial o falta de
Jurisdicción de los Tribunales españoles; b) la falta de Jurisdicción de los Tribunales civiles,
por pertenecer el conocimiento del objeto procesal a otro orden jurisdiccional; c) la excepción
de arbitraje o de pendiente compromiso, por tener que conocer o estar conociendo ya un
Tribunal arbitral como consecuencia de la previa suscripción por las partes de un convenio
arbitral, d) la falta de competencia objetiva y e) la falta de competencia territorial.
Como podrá observar el lector, por el cauce de la declinatoria de la jurisdicción se pueden
plantear, no sólo los problemas relativos a la competencia territorial, sino la mayoría de los
presupuestos del órgano jurisdiccional.
b) Procedimiento
Una vez planteada la declinatoria en el preclusivo plazo indicado, se abre un
procedimiento incidental y suspensivo del objeto principal (excepción hecha de los actos de
aseguramiento de la prueba y de la adopción de medidas cautelares: art. 64.2), en el que el
Tribunal le da traslado de la solicitud de declinatoria y de sus documentos justificativos al
actor para que conteste esta excepción en el plazo de cinco días (art. 65.1). La única prueba
admisible es la documental que aporten las partes en sus escritos de alegaciones. El Tribunal,
pues, sin celebración de vista, dicta auto «dentro del quinto día siguiente» (píazo, por lo
demás, frecuentemente incumplido en la práctica forense) en el que, si estimara esta
excepción, habrá de circunscribirse a su declaración de incompetencia en los casos de falta de
jurisdicción por competencia internacional o arbitraje; pero, tratándose de la falta de
jurisdicción por tener que conocer del asunto otro orden jurisdiccional o de falta de
competencia objetiva o territorial, junto a dicha declaración negativa, habrá de indicar
también el orden jurisdiccional, Juzgado o Tribunal objetiva o territorialmente competente,
debiendo señalar, en este último caso, como competente el indicado por el demandado, si la
asignación de la competencia no se efectuara en virtud de la aplicación de fueros especiales
imperativos. «El Tribunal, al estimar la declinatona relativa a la competencia territorial, se
inhibirá en fa vor del órgano al que corresponda la competencia y acordará remitirle los
autos con emplazamiento de las partes para que comparezcan ante él en el plazo de diez
días» (art. 65).
C) Medios de impugnación
Contra los autos en materia de competencia territorial no cabe recurso alguno (art. 67—.
Sin embargo, tratándose de la resolución de la competencia internacional, arbitraje, de otro
orden jurisdiccional u objetiva hay que distinguir: a) contra el auto de inhibición cabe la
interposición de recurso de apelación, y b) contra el auto que rechace esta excepción, tan sólo
cabe interponer el recurso de reposición (art. 66).
En cualquier caso, debe la parte gravada por esta resolución, bien mediante escrito
independiente (en el supuesto de que no quepa la interposición de recurso alguno), bien en el
recurso de reposición, formular su respetuosa protesta por la infracción de tales normas sobre
la jurisdicción o la competencia, ya que el último inciso del art. 459 exige, como presupuesto
de la admisibilidad del recurso de apelación por vicios «in procedendo», la necesidad de
denunciar oportunamente dicha infracción ante el Juez «a quo», si el recurrente hubiere tenido
oportunidad procesal para ello (STS de 20 de diciembre de 2002 -
2002\l 0932-).

Idéntico presupuesto procesal de invocación en la instancia de la norma procesal vulnerada


contempla el art. 469.2 en todo lo relativo a la interposición del recurso de casación por
infracción procesal.
Pero la interposición de dicho recurso extraordinario tan sólo puede suceder por infracción
de las normas relativas a la «jurisdicción 5’ competencia objetiva o funcional» (art. 469.1.1) y
no de las que disciplinan la competencia territorial, lo que, tratándose de la vulneración de los
fueros especiales imperativos, nos parece censurable. La STS de 19 de febrero de 2002
-2002\3203-niega dicho acceso.

II. LA COMPETENCIA TERRITORIAL POR CONEXIÓN


A la competencia territorial por conexión se refiere expresamente el art. 53, en cuya virtud
«cuando se ejerciten conjuntamente varias acciones frente a una o varias personas será
Tribunal competente el del lugar correspondiente a la acción que sea fundamento de las
demás; en su defecto,aquel que debio conocer del mayor número de las acciones acumuladas
y en último término, el del lugar que corresponda a la acción más importante
cuantitativamente».
Cuando el actor desea acumular en su demanda distintas pretensiones (compatibles y con
respeto a la competencia objetiva) contra un mismo o varios demandados (por ej.: la rescisión
de un contrato y la petición de indemnización de daños y perjuicios) se produce un fenómeno
de acumulación objetiva y/o subjetiva de acciones, regulada en los arts. 71 y 55., en el que
puede suceder que exista, con respecto a tales demandados o acciones, cuya acumulación se
pretende, una concurrencia de fueros legales.
En tal supuesto, hay que acudir a los criterios determinantes de la competencia territorial
por conexión de las pretensiones, contemplados en el art. 53: la competencia se determinará,
en primer lugar, por el fuero de la acción principal (en el ejemplo utilizado, el de la rescisión
del contrato); en segundo, y si todas ellas tuvieran carácter principal, ante el Juez de la
demarcación que haya de conocer del mayor número de pretensiones acumuladas, y, en
defecto de tales criterios, al del lugar donde haya de deducirse la pretensión con mayor
importancia cuantitativa.
Si la acumulación fuera exclusivamente subjetiva contra varios demandados o
litisconsortes y no existiera ningún fuero prevalente de conformidad con lo establecido en los
arts. 52 y 53.1, dispone el art. 53.2 que el actor podrá interponer su demanda ante el Juzgado
del domicilio del demandado que estimara oportuno (STS 10 de julio de 1996 -
1 996\6050-).
En materia del procedimiento para denunciar la infracción de taleN critenos legales hay
que distinguir la naturaleza de los fueros concurrentes de las pretensiones acumuladas.
Tratándose de fueros legales imperativos, en primer lugar, se impone su examen de oficio y
aplicación de tales fueros legales, frente a los convencionales (SSTS de 6 de marzo de 2000
-2000\2478-, 27 de noviembre de 1999 -1999\8437-, 6 de marzo de 1993 -1993\2012- ); y, en
segundo, si dichos fueros legales imperativos fueran concurrentes, hay que aplicar el criterio
de la acción principal (SSTS de 1 de febrero de 2001 -2001\538-, 15 de diciembre de 1999
-1999\935--, 31 de mayo de 1986 -1986\2922-...). Pero tratándose de una conexión de
pretensiones con fueros convencionales, la incompetencia territorial ha de denunciarse a
través de la declinatoria, produciéndose, en cualquier otro caso, una sumisión tácita (STS de9
de mayo de 1983.
LECCIÓN 4. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DE LAS PARTES (1)
1. LAS PARTES Y SUS PRESUPUESTOS PROCESALES
Al igual que el órgano jurisdiccional, también las partes de un proceso han de observar el
cumplimiento de determinados presupuestos procesales subjetivos, sin cuya observancia se
verá el Tribunal impedido de dictar una Sentencia de fondo.
En principio, corresponde, pues, a cada una de las partes, al actor y al demandado observar el
cumplimiento de sus presupuestos procesales o, dicho en otras palabras, tienen la carga de su
cumplimiento, ya que, en cualquier otro caso, se exponen a una Sentencia desfavorable a sus
respectivas pretensiones o defensas.
Dicha carga procesal recae, sobre todo, en el demandante, ya que la inobservancia de
un presupuesto procesal ocasiona, como sabemos, una Sentencia absolutoria en la instancia,
en la que el órgano jurisdiccional se verá impedido de otorgar la satisfacción material de su
pretensión e inadmitirá su demanda, la cual ciertamente podrá volverse a interponer por el
demandante, pero, para que prospere, habrá de cumplir con los presupuestos procesales que
impidieron dicho examen de la relación jurídico-material debatida. Así, pues, con anterioridad
a la interposición de su demanda debe el actor ser cuidadoso en el cumplimiento de tales
presupuestos.

1. CONCEPTO Y CLASES
Partes no son todos los sujetos, que intervienen en el proceso, sino únicamente quienes
interponen la pretensión y se oponen a ella. En efecto, el proceso sirve para obtener la
tutela judicial de las pretensiones declarativas, constitutivas o de condena (art. 5.1 LEO), que
decida interponer el demandante ante el Tribunal competente «y frente a los sujetos o
quienes hayo de afectar lo resolución preteudido» (art. 5-2).
De dicha definición legal se desprende que el concepto de parte presupone una titularidad
o cierta situación con respecto a la relación jurídico-material debatida (art. 1 0) y se determina
en función de las expectativas de declaración, realización o transformación, por la Sentencia,
de dicha relación material o, lo que es lo mismo, por los efectos materiales de la cosa juzgada.

Son, pues, partes en un proceso, quienes han de verse expuestos a los ferencia claramente del
de tercero, quien puede intervenir también en el proceso (por ejemplo, en calidad de testigo o
de peritos, pero quien, a diferencia de las partes, ni es titular de derecho subjetivo, ni ha de
cumplir obligación alguna derivada de la relación jurídico-material, ni ostenta interés legítimo
derivado de dicha relación, ni ha de soportar, en su esfera patrimonial o moral, los efectos
ulteriores de la sentencia.
Así, pues, las partes son, quienes, por ostentar o la titularidad de los derechos y
obligaciones o algún interés legítimo en una determinada relación jurídica discutida,
interponen, a través de la demanda (actor o demandante), su pretensión o se oponen a ella,
mediante el escrito de contestación (el demandado). Pero, junto a estas partes iniciales, tal y
como examinaremos en la Lección 7, pueden aparecer o intervenir otras en el curso del
proceso que ostenten dicha titularidad de la relación jurídica o incluso, sin serlo, mantengan
un interés con respecto al objeto procesal, que les permita comparecer, en calidad de parte
principal o subordinada, dentro del proceso
El concepto y el estatus jurídico de las partes vienen, pues, determinados por la
legitimación, de la que nos ocuparemos en la Lección 6°. Sea suficiente adelantar aquí que,
atendiendo a la relación jurídico-material que vincula a las partes con el objeto principal, cabe
distinguir las partes principales, de las subordinadas.
Son partes principales, quienes, por ser titulares de la relación jurídico-material
debatida y por verse expuestos a los futuros efectos directos de la Sentencia, están
legitimadas para deducir la pretensión u oponerse a ella, delimitan el objeto del proceso y
generan la obligación del Juez de congruencia en la Sentencia, contra la que pueden recurrir
con independencia; si dicha relación jurídica es además disponible, podrán provocar la
finalización anormal del proceso a través de los actos de disposición de la pretensión
(desistimiento, renuncia, allanamiento, etc.) Las partes subordinados (los intervinientes
adhesivos o coadyuvantes) se encuentran en una relación jurídica dependiente de otra
principal, que es la que se debate en el proceso y de la que son titulares las partes principales,
por lo que tan sólo han de sufrir los efectos reflejos o indirectos de la Sentencia; por ello, ni
delimitan el objeto del proceso, ni pueden transigir sobre el mismo, ni pueden impugnar la
Sentencia con independencia, simplemente coadyuvan con sus actos de postulación al éxito de
la pretensión o defensa de la parte principal.

2. DETERMINACION
Los presupuestos procesales de las partes vienen determinados: a) en la fase declarativa,
por la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la representación y postulación
procesal, la aptitud de conducción procesal y el litisconsorcio necesario y b) en la
impugnación, por los comunes del gravamen y la conducción procesal y los especiales,
consistentes en la suma de gravamen y la caución para recurrir.
Aun cuando algún autor incluya dentro de los presupuestos procesales a la legitimación, al
venir este requisito, como veremos, determinado por una relación jurídico material que
vincula a las partes con el bien o interés litigioso, es claro que se erige en un elemento de la
fundamentación de la pretensión, por lo que no puede ser examinada dentro de los
presupuestos procesales, sino en el del objeto procesal (véase Lección 6).

II. LA CAPACIDAD PARA SER PARTE Y DE ACTUACIÓN PROCESAL


Al igual que en el Derecho Civil se distingue la capacidad jurídica de la capacidad de
obrar, también en el Derecho Procesal hemos de diferenciar los conceptos de capacidad para
ser parte y de actuación procesal, presupuestos con los que se corresponden, aunque no se
identifican absolutamente, aquellas categorías jurídico materiales
1. LA CAPACIDAD PARA SER PARTE. CONCEPTO
La capacidad para ser parte es la aptitud requerida por la Ley para poder ser
demandantes o demandados, ostentar la titularidad de los derechos, obligaciones,
posibilidades procesales y cargas procesales y asumir las responsabilidades y efectos que del
proceso se deriven y, de modo especial, los efectos materiales de la cosa juzgada.
Tal y como se ha avanzado, la capacidad para ser parte se corresponde con la capacidad
jurídica del Derecho Civil (arts. 29, 30 y 35) y, desde luego, asiste a todos los sujetos del
Derecho: tanto a las personas físicas, cuanto a las jurídicas (art. 61 1-3 LEC). Sin embargo, no
se identifica absolutamente con ella (STS de 21 de febrero de 1997 - 1997\1 906-), ya que,
debido a la circunstancia de que, de un lado, dicha capacidad para ser parte lo que otorga a los
sujetos del Derecho es el ejercicio de los derechos fundamentales de acción o a la tutela
judicial efectiva y de defensa y, de otro, a que el propio art. 24.1 C.E. prohíbe todo género de
indefensión material, la capacidad para ser parte ha de ser más amplia, permitiendo el libre
acceso, no sólo a toda persona ftsica y jurídica legalmente constituida, sino también a los
patrimonios autónomos, organizaciones de personas y entes jurídicos que, aunque no tengan
plena capacidad jurídica, se vean obligados a impetrar, a través del proceso, el auxilio de los
Tribunales o puedan sufrir los efectos de una Sentencia. Por esta razón, el art. 6 LEC les
confiere a todos ellos dicha capacidad para comparecer en el proceso y deducir una pretensión
u oponerse a ella.
2. DETERMINACIÓN
De este modo, no sólo las personas físicas y jurídicas, sino también el Ministerio Fiscal, las
masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan de titular o que se hayan
privados de sus facultades de disposición y administración, las entidades sin personalidad
jurídica que la Ley les reconozca dicha capacidad, los grupos de consumidores o usuarios
determinados o determinables y las entidades habilitadas por la legislación comunitaria para
el ejercicio de las acciones de cesación ostentan capacidad para ser parte (art. 6.1 LEO).
Veamos un poco más detenidamente la capacidad para ser parte de todos estos sujetos del
Derecho:
A) El Ministerio Fiscal
El Ministerio Fiscal goza de plena capacidad para ser parte y así se lo reconoce el art.
6.1.60 LEO, habida cuenta de su especial misión constitucional de defensa de la legalidad y
de los derechos de los ciudadanos (art. 124.1 OE). El Ministerio Fiscal goza de personalidad
jurídica única y está sometido a los principios de unidad y dependencia jerárquica (arts. 2 y 22
Ley 50/1981, EOMF).
El otorgamiento de la capacidad para ser parte que el art. 6.1.60 LEO efectúa al MF no
debe llevar, empero, a la precipitada conclusión de que el Fiscal puede comparecer en
cualesquiera procesos civiles, sino, tal y como señala expresamente el precepto «respecto de
los procesos en que, conforme o la ley, hoyo de intervenir como parte».
Y es que, en la inmensa mayoría de los procesos civiles, lo que se discuten son derechos
subjetivos de la absoluta titularidad y disposición de los ciudadanos, con respecto a los cuales
el MF, que es el defensor de la sociedad y de los intereses públicos tutelados por la Ley, nada
tiene que decir.
Por ello, la capacidad para ser parte del MF en el proceso civil ha de circunscribirse a
aquellos objetos litigiosos en los que exista un interés social o hayan de ser tutelados los
intereses de menores o de personas desvalidas (art. 3.6 y 7 EOMF), es decir, en los
denominados por OALAMANDREI «procesos civiles inquisitorios», como lo son los
referentes a las cuestiones de estado civil y los procesos de familia. De esta manera, tanto el
00, como la LEO confieren legitimación para intervenir como parte principal al MF en los
procesos de incapacitación, nulidad matrimonial y en los de determinación e impugnación de
la filiación (art. 749.1 LEO), de declaración de prodigalidad (art. 757.2 LEO), en los
expedientes de tutela (art. 174 00), de adopción (art. 179 00), en los procesos de alimentos
(arts. 148.3 y 158) y. en general, en todos los procesos de familia, capacidad y filiación en los
que puedan comprometerse los intereses de los menores, incapaces o ausentes (art. 749.2
LEO).
Asimismo ostenta una capacidad genérica para provocar la incoación o comparecer en los
procesos civiles de amparo (art. 3.7.10 y 12 EOMF), si bien, debido a la naturaleza
personalísima de los derechos fundamentales civiles la Ley—11982, de Protección al honor,
tan sólo le confiere capacidad para la defensa del honor de las personas fallecidas (art. 4.3).
Pero dicha capacidad ha de extenderse también a otros derechos fundamentales en los que
exista un interés constitucionalmente relevante, lo que ocurriría, por ejemplo, con el ataque de
los medios de comunicación social a la dignidad y honor de los menores (así, la pornografía
infantil a través de «Internet»).
También debe ejercitar la acción civil en el proceso penal en sustitución del perjudicado
por el hecho punible (arts. 108 y 781 LEOrim; STS, 2—, 12 de mayo de 1990).
B) Las personas físicas yjurídicas
Porque en el proceso civil, como se acaba de indicar, lo que se discuten son bienes e
intereses privados, desde un punto de vista cuantitativo, en la inmensa mayoría de los
procesos civiles quienes comparecen son las personas físicas o jurídicas.

a) Las personas físicas


El art. 6,1.1° otorga expresamente capacidad para ser parte a todas las personas fisicas o
naturales, cuya determinación realiza el art. 30 CC (precepto que todavía consagra el
anacrónico requisito de que «el feto tenga figura humana»).
Asimismo, y en perfecta consonancia con el art. 29 CC, el art. 6.1.20 LEO, confiere
también dicha capacidad al «nasciturus» para todos los efectos que le sean favorables.
Debido a la circunstancia de que la capacidad para ser parte el primer derecho que otorga
es el del libre acceso al proceso, que hoy adquiere rango constitucional por obra del derecho a
la tutela d- art. 24.1, toda persona física, sea española, ciudadana de la Unión Europea o
extranjera, ostenta, por el sólo hecho de sería, capacidad para ser parte, así como el derecho a
litigar gratuitamente cuando carezca de recursos económicos (art. 119 OE) y ello, aun cuando
se trate de un extranjero «ilegal» o que no resida legalmente en España (STO 95\2003 que
declaró la inconstitucionalidad del adverbio <4egal-mente» contenido en el art. 2.a de la Ley
1/1996, de 10 de enero, de Asistencia Jurídica Gratuita: véase la Lección 17, epígrafe 2 de
nuestra Introducción).
Como es sabido, la capacidad civil se extingue por la muerte de las personas (art.32 00) y,
tambien “mortis causa”, la capacidad para ser parte, en cuyo caso habrá de producirse un
fenómeno de sucesión procesal, contemplado en el art. 16 LEO. Pero el faHecimiento de una
parte en el curso del proceso obliga a su comunicación a la contraria a fin de posibilitar dicha
sucesión (STS 5 de junio de 1998 -1998\4276-).
b) Las personas jurídicas
Asimismo, el art. 6.3 LEO confiere capacidad para ser parte a las personas jurídicas, cuya
incompleta determinación y régimen jurídico efectúan los arts. 35 y 55., 1.667 y 1.668 00, 1 y
55. de la LO 1/2002, reguladora del derecho de asociación (LOA), Ley 50/2002, de
Fundaciones y legislación autonómica pertinente sobre sociedades de su competencia
exclusiva, tales como sociedades deportivas, de consumidores, etc.
Ahora bien, por personas jurídicas, no sólo cabe entender las civiles, sino también las
mercantiles (arts. 116 CCom, 6 LSA, II LRL...) e incluso las personas jurídico públicas (arts.
3.4 LRJPAC, Ley 30/1992, 2.1 y 42.1 LOFAGE, Ley 6/1997, 11.1 31.1 y 44.2 LBRL, Ley
7/1985,63.1 LGSS, RDLeg. III 994) que, cuando actúan sometidas al Derecho Privado,
pueden demandar o ser demandadas en un proceso civil (así, la STS de 18 de noviembre de
1990 1990\8955—, confirió capacidad para ser parte a un Colegio Oficial de Arquitectos y la
de 12 de junio de 1982 1982\3418 a un organismo autónomo pero en el caso de una
Fundación dependiente de un Ministerio, se hace necesario contar con su autorización: STS
de 23 de marzo de 1988 -1988\2421-).
También las personas jurídicas se extinguen por las causas previstas en la Ley, en cuyo
caso no pueden ser demandadas en un proceso (STS de 23 de septiembre de 2002 -
2002\7838-). Sin embargo, y al igual como acontece con las personas físicas, si se produjera
la extinción de una sociedad en el curso de un proceso (por ej., a través de un procedimiento
de fusión por absorción), ha de ser comunicada dicha sucesión material a la contraparte (STS
de 23 de octubre de 1995 -1995\7102-, 22 de septiembre de 1971...).
C) Las masas patrimoniales
Asimismo, la LEO confiere expresamente, en su art. 6.1 40, capacidad para ser parte a «los
masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan transitoriamente de titular o
cayo tita lar haya sido p-’ado de sus facultades de disposición y administración».
Por dichas masas patrimoniales cabe entender a las «uniones sin personalidad jurídica»,
las «masas patrimoniales» y los «patrimonios separados» que carezcan transitoriamente
de titular.

a) Las uniones sin personalidad jurídica


Son agrupaciones de personas ftsicas con patrimonio propio, pero sin capacidad jurídica,
por no haberse constituido como personas jurídicas, civiles o mercantiles, con arreglo a lo
dispuesto en la Ley, pero a las que, no obstante carecer, como se ha dicho, de personalidad
jurídica (STS, la, de 21 de febrero de 1997), el art. 6.1.4 LEO les otorga capacidad para ser
parte. Oomo ejem-píos de tales uniones suelen citarse las comisiones de estudiantes «fin de
cairera», las de carácter lúdico o festivo, las constituidas en homenaje de alguna personalidad,
las asociaciones deportivas no inscritas, la gestión de negocios jurídicos ajenos, etc.
Todas estas entidades, aun cuando no cumplan con los requisitos exigidos para dotarlas de
personalidad jurídica (escritura pública e inscripción en el pertinente Registro), en la medida
en que realizan válidamente negocios jurídicos, ostentan capacidad para ser parte para la
defensa de sus intereses legítimos.
En último término el fundamento de tal antiformalismo hay que encontrarlo en el art. 22 de
la OE que consagra, sin más, el derecho fundamental de asociación por el sólo hecho de
asociarse. Por esta razón, su ejercicio no puede condicionarse a la inscripción en un Registro,
la cual nunca puede ser constitutiva (DGRN, de 14 de febrero de 2001 y STS de 24 de febrero
de 2001), sino tan solo a efectos de publicidad (art. 10.1 LOA y SSTO 15/1 989 y 133/1992),
ya que negar la capacidad para ser parte por el solo hecho de no encontrarse una determinada
asociación inscrita en un Registro, equivaldría al establecimiento de un obstáculo al libre
acceso a los Tribunales, que el TO desde siempre ha proscrito (SSTO 65/1985, 75/1996,
STEDH «Golder», de2l de febrero de 1975...).
Así, pues, desde el momento en que dos o más personas deciden asociarse y en nombre de
esa unión sin personalidad jurídica realizan negocios jurídicos, ostentan capacidad para ser
parte. De este modo, el TS tuvo ocasión de reconocer a una sociedad deportiva no inscrita
capacidad para ser parte en un proceso en el que se pretendía su extinción al efecto de
provocar un desahucio de un inmueble, del que dicha sociedad era arrendataria (STS 29 de
julio de 1993 -1993\6495-). De los daños, que pueda ocasionar una unión sin personalidad
jurídica, responden, tanto el patrimonio adscrito a dicho fin, como el de sus gestores.
b) Las masas patrimoniales
Son conjuntos de bienes que, sin estar adscritos a un contrato de sociedad, pueden
pertenecer a una o mas personas. El ejemplo típico es la comunidad de bienes, en la que la
propiedad de una cosa pertenece «pro indiviso» a varias personas (art. 392 CC) y, en la
medida en que participan de dicha naturaleza, la propiedad horizontal (art. 396 CC y 1 LPH,
Ley 49/1960, de 21 de julio), la herencia yacente (art. 406 CC; STS de 13 de febrero de 2000-
2000\1017-) que transitoriamente permanece sin titular, o la comunidad vecinal de montes en
mano común (Ley 55/1980).
En todas estas masas patrimoniales no existe precepto alguno que les confiera capacidad
para ser parte (aunque sí se prevé, en el art. 13.3 LPH, redactado por la Ley 8/1999, la
capacidad de actuación procesal del Presidente de la comunidad de propietarios), lo que no ha
constituido obstáculo alguno para que la jurisprudencia les haya reconocido a todos estos
entes capacidad para ser parte (así, con respecto a la comunidad horizontal de propietarios
pueden consultarse las SSTS 15 de abril de 2004, 8 de julio de 2003 -20Q3\4612-, 23 de junio
de 2003 -2003\4253-, 18 de marzo de 2003 -2003\2753-, 22 de diciembre de 2000
-2000\10404, 12 de diciembre de 1999 -1999\8973-, 4 de diciembre de 1998 -1998\8788-, 31
de diciembre de 1996 -]996\9608-, 6 de noviembre de 1995 - 1995\8075-, 20 dejunio de 1992
-1992\6441-, 20 de abril de 1991 -1991\3012-; encuantoa la herencia yacente, pueden verse
las SSTS de 13 de lebrero de 2000 -2000\ 1017-, 21 de febrero de 1997 - 1 997\1 906, 1
dejulio de 1995 -1995\5421-, 11 de junio de 1998 -RJ 1998\468—, y en lo relativo a la
comunidad vecinal de montes, dr. STS de 18 de noviembre de 1996 ­1996\8213­). 
     
c) Los patrimonios separados
Los que carezcan transitoriamente de titular o cuyo titular haya sido privado de sus
facultades de disposición y administración» vienen determinados por la «masa del concurso»
(anteriormente, masa del concursado, de la quiebra o de la suspensión de pagos, con respecto
al cual la STS 9 de abril de 1985/2686 le otorgaba la capacidad para ser parte), la cual más
que carecer de titular (supuesto, en cambio, reclamable de la herencia yacente hasta su
aceptación), pues pertenece al concursado, en realidad, constituye un supuesto de falta de
disposición y administración de dicho patrimonio (art. 40.2 LO, Ley 22/2003, Concursal), que
corresponde a la administración concursal (STS de 19 de noviembre de 2001 -2001\9485-, de
28 de febrero de 1989 -1989\1 408-) para el ejercicio de acciones de índole no personal del
concursado (art. 54.1 LO), ya que, de dichas acciones personales, es el propio concursado,
quien ostenta la capacidad para ser parte (STS 25 de marzo de 2003 -2003\2926-), así como
de todas ellas hasta el nombramiento de los administradores (STS 26 de mayo de 1998
-1988\4002-, 30 de junio de 1978 -1978\2629-).
O) Las entidades sin personalidad jurídica
El número 5 del art. 6.1 otorga la capacidad para comparecer y responder de los efectos de
un proceso a las «entidades sin personalidad jurídica a las que la Ley reconozca capacidad
para ser parte», lo cual parece un contrasentido, pues, que sepamos nosotros, no existe
norma, material o procesal, alguna, en la que el legislador, sin reconocer la personalidad
jurídica de una determinada sociedad o asociación, decida, ello no obstante, otorgarle
capacidad para ser parte.
Por ello, este precepto ha de ponerse en relación con lo dispuesto en el número segundo del
mismo art. 6 LEO, que, reconoce la capacidad para ser parte «demandada» a las «entidades
que, no habiendo cumplido los requisitos lego/inca te establecidos paro constituirse en
personas jurídicas, estén formadas por una pluralidad de elementos personales y
patrimoniales puestos al servicio de un fin determinado».
Y es que lo que sí existen son entidades sin personalidad jurídica, a las que la jurisprudencia
de los Tribunales les ha otorgado la capacidad para ser parte. Así, en los epígrafes anteriores,
hemos examinado el supuesto de la uniones sin personalidad jurídica, las masas
patrimoniales, como la comunidad de bienes o de propietarios que. sin ostentar personalidad
jurídica, se les ha reconocido dicha capacidad para ser parte, por lo que también su capacidad
puede fundarse en este motivo contemplado en el art. 6.1.5 (LOPEZ FRAGOSO).
A dicha relación hay que incorporar a la «sociedad mercantil irregular» (SSTS II de octubre
de 2002 -2002\985 1-, 20 de mayo de 2002 -2002\4453, 14 de abril de 1998 -1998\232--, 8 de
julio de 1993 -1993\6326, 3 de abril de 1991 -1991\2633-...), que se rige por las normas de la
sociedad mercantil colectiva (SSTS 11 de octubre de 2002, 20 de mayo de 2002, 14 de abril
de 1998...), razón por la cual se hace aconsejable demandar a dicha sociedad y
subsidiariamente, para el caso de que su patrimonio social fuera insuficiente, también a sus
socios individuales. Lo mismo acontece con las «Uniones Temporales de Empresa» que,
según el art. 7.2 de la Ley 18/1982 (reformada por la Ley 12/1991) «no tendrán personalidad
jurídica propia», si bien también la jurisprudencia del TS les ha otorgado la capacidad para
ser parte, pudiendo demandar y ser demandadas con independencia de que también lo sean
sus socios o sociedades asociadas, ya que, de los actos y negocios efectuados con terceros,
responden solidaria e ilimitadamente con el patrimonio de ellos (art. 8.d.8 Ley 18/1982; STS
de II de abnl de 2002 -2002\338 1-, 28 de enero de 2002 - 2002\2306), etc.
Asimismo, existen entidades con personalidad jurídica atípica, es decir, no subsumible en las
categorías legales de las sociedades mercantiles, a las que los Tribunales debieran otorgarles
también la capacidad para ser parte. Ello es lo que acontece, por ejemplo, con las «Sociedades
Agrarias de Transformación) (-rt 1 9 Pf) 1 776/lO—l
cuya capacidad para ser parte fue reconocida por la STS de 6 de abril de 2001 (—
2001\4785-), las «Agrupaciones de Interés Económico» (art. 1 Ley 12/1991), de entre las que
se encuentran hoy las «Agrupaciones portuarias de estiba y de desestiba» (D.Ad. 6—, Ley
48P003). En todas estas entidades, el patrimonio de sus socios es también subsidiario del
patrimonio societario, por lo que su régimen procesal es similar al de la sociedad mercantil
irregular.
Finalmente, puede citarse el supuesto de entidades con una personalidad jurídica limitada al
cumplimiento de determinados fines o la realización de determinados negocios, a las que
también se les debiera reconocer la capacidad para ser parte. Ello es lo que sucede con las
«Organizaciones lnterprofesionales Agroalimentarias», con respecto a las cuales el art. 1 de la
Ley 38/1994 se limita a afirmar que son «entes de naturaleza jurídico privada», con las
«Sociedades de Garantía Recíproca» con capital variable, que se constituyen exclusivamente
para facilitar el acceso al crédito de las pequeñas empresas (art. 1 Ley 1/1994) o las
«Empresas de Trabajo Temporal» (Ley 14/1994, modificada por la Ley 29/1 999).
Incluso en la legislación autonómica pueden encontrarse supuestos de estas novedosas
sociedades atípicas, como es el caso, por ejemplo, de las «Agrupaciones de Interés
Urbanístico» valencianas, que, cuando actúan con terneros desprovistas de sus prerrogativas
administrativas, tienen personalidad jurídico privada (art. 49 de la Ley de la Comunidad
Valenciana, 6/1994, de 15 de noviembre, Reguladora de la Actividad Urbanística).
En todos estos supuestos, hay que acudir, pues, a la correspondiente normativa específica de
tales entidades para comprobar el tipo de responsabilidad que vincula al patrimonio de los
socios con el ente sin personalidad jurídica a fin de demandar a todos ellos, principal o
subsidiariamente. De aquí que el art. 6.2 LEC prevea la responsabilidad individual de los
gestores o partícipes de dichas entidades.
En cualquier caso, si tales entes sin personalidad jurídica o con capacidad jurídica limitada
hubieran contratado (STS de 27 de noviembre de 1985 -1985\590--) o actuado, en calidad de
demandantes, en un proceso determinado, no pueden posteriormente aducir su falta de
capacidad para ser parte demandada (SSTS 6 de abril de 2001 -200 1\4785-, 11 de mayo de
1987 1987\339—, 2 de abril de 1986—1986\1789-, 23 de junio de 1977 -1977\301 1-), ni se
puede negar la capacidad para ser parte en la contestación a la demanda y admitirla en la
reconvención, porque tales conductas atentarían al principio de que «nadie puede ir contra sus
propios actos» (STS 23 de enero de 1996 1 996\63—).
E) Los grupos de consumidores y usuarios
También los «grupos de consumidores o usuarios afectados por un hecho dañoso,
cuyos individuos estén determinados o sean fácilmente determinables ostentan capacidad para
ser parte (art. 6.1.7), si bien el precepto exige, además, que, para ser demandante, «será
necesario que el grupo se constituya con la mayoría de los afectados».
El referido precepto, que encuentra su precedente en el art. 7.3. LOPJ (el cual confiere
legitimación a «los grupos que resulten afectados» para la defensa de los intereses
colectivos), involucra en realidad dos requisitos, la capacidad y la legitimación (STS 28 de
octubre de 1987 1987\7479-), pues es necesario que tales grupos de consumidores sean
«afectados por un hecho dañoso», lo que produce la exclusión de la capacidad para ser parte
de tales grupos en la interposición de pretensiones meramente declarativas.
Además, dichos grupos de consumidores o usuarios han de estar «determinodos o fácilmente
determinables», con lo que la norma tan sólo concede capacidad para ser parte y de
conducción procesal (véase Lee. 5) a tales grupos para la defensa de los intereses colectivos
(véase su legitimación en el art.ll.2) y no, para la de los generales de consumidores y usuarios,
ni la de los intereses difusos (cuya legitimación se contempla en los números 10 y 30 del art.
II) (LOPEZ FRAGOSO).
Finalmente, la norma condiciona la capacidad para ser parte actora a que «el grupo se
constituya con la mayoría de los afectados», por lo que, para determinar esta mayoría, parece
aconsejable, con carácter previo a la interposición de la demanda, solicitar la práctica de la
diligencia preliminar contemplada en el art. 256.1.60. Aun cuando la finalidad de ésta y otras
normas relativas a los intereses colectivos sea la de procurar que comparezcan al proceso
todos los afectados a fin de prevenir los efectos subjetivos de la cosa juzgada, somos de la
opinión de LOPEZ FRAGOSO de que dicho requisito es desproporcionado, por lo que
debería requerirse un número suficiente de afectados para poder considerar que el grupo no lo
integra una minoría y que actúa en representación de los demás perjudicados, máxime cuando
el art. 15 LEO exige la publicidad de estos procedimientos y les permite a todos los afectados
intervenir en el proceso.
1,) Las entidades habilitadas por la legislación comunitaria para el ejercicio de las
acciones de cesación
La Ley 39/2002 ha incorporado un número octavo al art. 6.1 LEO, conforme al cual
también ostentan capacidad para ser parte «las entidades habilitadas conforme a la normativa
com unitaria europea para el ejercicio de la acción de cesación en defensa de los intereses
colectivos y de los intereses difusos de los consumidores y usuarios.»
Dicha normativa comunitaria lo integra la Directiva 98/27 OE del Parlamento Europeo y del
Oonsejo de 19 de mayo de 1998, relativa a las acciones de cesación en materia de protección
de los intereses de los consumidores, la cual pretende ser un instrumento procesal (sin que
contenga previsión alguna de carácter sustancial), a través del cual se armonice la disciplina
existente en los Estados miembros en torno a las acciones inhibitorias que puedan ser
promovidas, tanto por los consumidores (art. 48 de la Ley 7/1996, redactado conforme a la
Ley 47/2002 para la transposición al ordenamiento español de la Directiva 97/7/OE en
materia de contratos a distancia>, como por sus asociaciones representativas, así como
facilitar el recíproco reconocimiento de las asociaciones extranjeras, garantizándoles idéntica
capacidad para actuar judicialmente que aquélla que disfrutan las organizaciones nacionales,
con el fin de proveer de un sistema ah hoc de resolución de controversias transfronterizas, que
puedan surgir entre los consumidores y operadores económicos en el interior de la Unión
Europea.
Para la realización de este mutuo reconocimiento de las entidades cualificadas en los
diferentes países, la Directiva prevé que cada Estado presente un elenco de dichas entidades,
en donde conste una mención a la denominación y fines de cada una de ellas, el que, una vez
comunicado a la Oomisión Europea, será publicado en el Diario Oficial de las Oomunidades
Europeas (art.4. 3>. Las autoridades judiciales o administrativas aceptarán dicha lista como
prueba de la capacidad jurídica de la entidad habilitada, sin perjuicio de su derecho a
examinar si la finalidad de la entidad habilitada justifica que ejercite acciones en un caso
concreto (art. 4.1, infine).
Dicha Directiva ha sido incorporada a nuestro ordenamiento por la Ley 39/2002, que
precisamente ha introducido, entre otros, este nuevo párrafo 80 al art. 6.1 LEO. Dicha Ley
39/2002 modifica también los arts. 16.7 de la Ley 7/1 998, de Oondiciones Generales de la
Oontratación, adiciona el art. 10 ter de la Ley 26/1984, General para la Defensa de
Oonsumidores y Usuarios, incorpora un art. 10 a la Ley 26/1991 sobre contratos celebrados
fuera de establecimientos mercantiles, modifica el art. 13 de la Ley 21/1995, reguladora de los
Viajes combinados, adiciona un art. 16 bis a la Ley 42/1998 sobre derechos de
aprovechamiento por turno de bienes inmuebles de uso turístico, incorpora el art. 120 a la Ley
25/1990, del Medicamento y los arts. 21 y 22 a la Ley 25/1994, sobre actividades de
radiodifusión televisiva y reforma los arts. 25 y 29 de la Ley 34/1988, General de la
Publicidad.
Pues, bien, en todos estos preceptos, junto a los legitimados originarios para el ejercicio de
la acción de cesación (que, como su nombre indica, son pretensiones en las que se solicita del
Tribunal la condena al demandado a cesar en una conducta contraria a la Ley y a
prohibir su reiteración futura) se reconoce también la capacidad para ser parte y la
legitimación de las «las entidades de otros Esk-dos miembros de la Comunidad Europea
constituidas paro la protección de los intereses colectivos y de los intereses dfusos de los
consumidores que estén habilitadas médiante su inclusión en la lista publica

3. LA CAPACIDAD PROCESAL. CONCEPTO


La capacidad procesal o de actuación procesal es la aptitud para ejercitar la acción,
comparecer en el proceso para interponer la pretensión, como parte actora, u oponerse a
ella, en calidad de parte demandada, y realizar, junto con el cumplimiento de la postulación
necesaria, válidamente la totalidad de los actos procesales de alegación, prueba e
impugnación conducentes a la satisfacción de las respectivas pretensiones o defensas.
La capacidad procesal se confunde con la capacidad civil de obrar, de tal suerte que toda
persona fisica, que se encuentre en el pleno goce de sus derechos civiles, ostenta capacidad
procesal (art. 7.1) y, puede, por tanto, interponer una demanda u oponerse a ella y realizar con
validez la totalidad de los actos procesales. Pero, en todo lo relativo a las personas jurídicas,
este presupuesto resulta ser indiferente, pues toda persona jurídica que tiene capacidad para
ser parte ostenta también capacidad de actuación procesal, debiendo personarse en el proceso
y en su nombre su legal representante (art. 7.4).

4. DETERMINACIÓN
Al igual que ocurre con la capacidad parar ser parte, también el art. 7 LEC distingue la
capacidad procesal de las personas físicas, la de las jurídicas, la de las masas patrimoniales y
la de las entidades sin personalidad jurídica. No contempla, sin embargo, la capacidad de
actuación del MF, porque, debido a su personalidad jurídico pública única (arts. 2 y 22
EOMF), el MF está habilitado «ex lege» para «intervenir en los procesos civiles que
determine la ley cuando esté comprometido el interés social o cuando puedan afectar a
persa-nos menores, incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios
de representación» (art. 3.7 EOMF).
A) Las personas físicas
Tal y como se ha avanzado, dispone el art. 7 LEC que «1. Sólo podrán comparecer en
juicio los que estén en el pleno ejercicio de sus derechos civiles» y que «2. Las personas ft-
icas que no se hallen en el caso del apartado anterior habrán de comparecer mediante la
representación o con la asistencia, la autorización, lo habilitación o el defensor exigidos por
la ley.»
En virtud de dicha norma en blanco, la capacidad procesal de las personas tísicas ha de
integrarse con las correspondientes prescripciones del CC relativas a la capacidad de obrar,
con lo que resulta obligado distinguir:
a) Personas físicas con plena capacidad procesal
Son las que ostentan plena capacidad de obrar, es decir, las mayores de edadode
l8años(arts 12 CE, 315y322 CC).
Los mayores de edad son civilmente plenamente capaces (art. 322) y, por tanto, pueden
comparecer siempre válidamente en juicio (art. 7.1 LEO).
b) Personas físicas con capacidad procesal limitada
Quienes tienen la capacidad de obrar limitada, la tienen también para comparecer en juicio.
A esta categoría pertenecen los menores de edad emancipados, quienes, aun cuando tengan
plena capacidad de obrar, no pueden, sin embargo, tomar dinero a préstamo, ni gravar o
enajenar sus bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales o de extraordinario
valor, sin el consentimiento de su legal representante (art. 321.1 00).
El menor emancipado puede. pues. comparecer válidamente en juicio (art. 323.2 00). Pero.
para realizar aquellos negocios jurídicos exceptuados de su capacidad de administración,
necesita el consentimiento de su legal representante; luego, para comparecer en un proceso en
relación con una pretensión relacionada con dichos negocios (por ej., para realizar una
transacción sobre un inmueble de su propiedad), necesita suplir su incapacidad con la
representación de su padre o curador (art. 323.1 00) o, a falta de ambos, habrá que acudirse a
la integración de su incapacidad procesal en la forma dispuesta en el art. 8 LEO:
«el Tribunal le nombrará, mediante providencia, un defensor judicial, que asumirá su
representación y defensa hasta que se designe a aquella persona».
c) Incapaces
Son incapaces las personas así declaradas mediante Sentencia judicial por estar incursos en
alguna de las causas expresamente previstas en la Ley (art. 199 00) y a través de un proceso
de incapacitación de los contemplados en el art. 756 y 55. LEO, en el que han de respetarse
todas las garantías de audiencia del interesado y de los parientes más próximos (requisito de
orden público, que hade ser vigilado de oficio: STS 4 de marzo de 2000
2000\1 342-).
La incapacidad no se presume nunca, sino que exige siempre prueba en contrario de la
plena capacidad de la persona física (SSTS 20 de mayo de 1994 -1994\3723--). La base
fáctica de la incapacitación, las causas fijadas en la ley, como dice el articulo 199 00, son las
enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que impiden a la
persona gobernarse por sí misma, tal y como precisa el articulo 200 00 y como matiza la
jurisprudencia del TS: es la decisión judicial de carecer de aptitud para autogobernarse (SSTS
de 31 diciembre 1991 -1991\9483--, 3— octubre 1994 1994\8004-), por lo que la enfermedad
o deficiencia ha de ser constante, entendida como permanencia hacia el futuro (STS de 19 de
mayo de 1998 -1998\3378-19 febrero 1996-1996\1413)
Como regla general, la incapacidad ha de declararse, tras un proceso especial de
incapacitación, en la pertinente Sentencia, en la que el Juez determinará la extensión y límites
de la incapacidad, el régimen de tutela o guarda del incapacitado y nombrará a la persona o
personas que hayan de asistir o representar al incapaz (art. 760.1 y 2 LEO), es decir, a los
tutores (art. 222.2 00) o, en su caso, los curadores (art. 287), quienes suplirán la incapacidad
del menor en todos o en los procesos que el Juez determine. También la curatela puede llegar
a restringir la totalidad de la capacidad procesal (STS 16 de marzo de 2.001 -2001\6635 ).
No siempre es necesaria la declaración judicial de incapacidad para que el representante
pueda válidamente suplir la incapacidad material. No lo es, desde luego, en el caso de los
menores, con respecto a los cuales, su incapacidad procesal la suplen permanentemente, y sin
necesidad de dicha declaración, sus legales representantes (SSTS, de 10 de marzo de 1998
-1998\1283-, 28 de septiembre de 1989 -1989\6385, 3 de julio de 1988 -1988\473--). Pero
también en los demás supuestos de incapacidad material, puede siempre el guardador de
hecho accionar en nombre del incapaz, aunque no haya sido declarado judicialmente, siempre
y cuando dicho ejercicio de la acción lo sea en el exclusivo y propio beneficio del incapaz
(STS 8 de febrero de 1994-1 994\834-).
d) La suplencia e integración de la capacidad procesal
Las personas físicas, que carezcan o tengan limitada su capacidad procesal, necesitan
actuar en el proceso a través de otra persona que supla dicha incapacidad. El grado o
intensidad de integración de dicha incapacidad se encuentra en función de la índole o
naturaleza de la incapacidad: si ésta fuera absoluta, se acude a la técnica de la
representación, en tanto que si es limitada, hay que recurrir a la asistencia, a la autorización
o a la habilitación judicial con nombramiento de un defensor judicial (art. 7.2).
a!) Lo representación
Por los menores de edad no emancipados, como se ha dicho, han de comparecer en el
proceso sus legales representantes, esto es, «los padres que ostenten la patria potestad» (art.
162 CC; STS de 24 de febrero de 2004). Pero, si, en un proceso determinado, existiera un
conflicto de intereses entre el menor y su legal representante, el Juez le nombrará a aquél
un «defensor judicial» (art. 163 CC), representándole, hasta dicho nombramiento, el
Ministerio Fiscal (art. 8.2 LEO).
El «nasciturus» también será representado en juicio «por las personas que legítimamente
les representarían si ya hubieren nacido» (art. 7.3 LEO, que reproduce la misma fórmula
contenida en el art. 627 00), es decir, por quienes ostentarían la patria potestad.
Los declarados judicialmente incapaces serán representados, como se ha dicho, por el tutor o
curador que el Juez designe en la Sentencia de incapacitación.
b’) La asistencia
Tratándose de una limitación de la capacidad de obrar, tanto la LEO, como el 00 recurren a
la técnica de la asistencia, en la que se autoriza a la persona física a comparecer válidamente
en el proceso, st es asistido por un curador en los términos que determine la Sentencia. Tales
supuestos son los siguientes: a) cuando así lo establezca la Sentencia de incapacitación en
atención a la menguada incapacidad del declarado incapaz (arts. 760.1 LEO, 288-290 00); b)
en la declaración de prodigalidad, en la que se determinarán los actos o procesos en los que el
pródigo necesita de la asistencia de su curador (art. 760.3 LEO).
c’) La autorización
También, en supuestos de incapacidades relativas, determinadas comparecencias en
juicio requieren la autorización del legal representante o del Juez, así:
a) cuando los menores emancipados pretendan enajenar inmuebles, comercios, industrias o
bienes val iosos (art. 323.1 00); b) en los actos de disposición o de no mera
administración del menor de edad, pero mayor de 16 años (art. 164.3 CC), y c) el tutor
necesita autorización judicial para interponer una demanda en nombre de su pupilo, pero no
para defenderlo como demandado (art. 271.6 CC).
En todos estos supuestos de autorización de quienes ostentan la patria potestad o judicial,
dicha autorización opera como un presupuesto de la integración de la capacidad procesal,
cumplido el cual, bien el menor, bien el tutor gozarán de plena capacidad procesal y podrán,
por tanto, comparecer en el proceso y realizar válidamente los actos procesales.
d’) La habilitación y el nombramiento de defensor judicial
Los arts. 1994-2001 de la LECI1881, que la Disposición Derogatoria Unica. 1.1 declara
vigentes hasta tanto se promulgue la nueva Lev de la jurisdicción voluntaria, prevén la
habilitación judicial para comparecer en juicio de los menores no emancipados, cuando no
estén autorizados por la Ley o por el padre o la madre que ejerzan la patria potestad (art.
1994) y habiendo sido demandados o siguiéndoles gran perjuicio de no promover la demanda,
se encuentren ausentes sus padres sin motivo racional para creer en su próximo regreso o se
nieguen a representar a su hijo en juicio (art. 1995). El expediente, en el que se oirá siempre al
MF, finalizará con un auto de nombramiento de defensor judicial, quien suplirá la incapacidad
procesal del menor hasta que comparezcan en el proceso quienes ostenten su patria potestad
(art. 2001).
Siempre que el menor no pueda obtener la integración de su capacidad procesal a través de
sus padres o exista un conflicto de intereses entre ellos y el menor (art. 163 CC), el Tribunal,
mediante providencia, le proveerá de un defensor judicial (arts. 8, 758 y 783.4 LEO y 163,
215 y 299-302 00), cuyo nombramiento se inscribirá en el Registro Oivil. Hasta tanto recaiga
dicho nombramiento, asumirá su defensa el MF.
El defensor judicial, designado en el expediente de jurisdicción voluntaria al que nos
acabamos de referir o en el curso de un procedimiento determinado, no es un representante
del menor para la defensa y administración de su patrimonio (STS de 10 de marzo de 1994),
sino un mandatario provisional de la Autoridad Judicial a quien ésta le confía suplir su
incapacidad en un proceso o acto determinado (así, para la división judicial de la herencia: art.
783.4 LEO). Su capacidad procesal ha de circunscribirse, pues, a los términos y duración de
dicho mandato judicial, dentro de los cuales ha de ejercitar, en el interés del menor, su
derecho a la tutela judicial o de defensa; dicho mandato finaliza, no sólo por conclusión de
dicho encargo, sino también cuando, en los casos de ausencia, comparezcan sus progenitores a
suplir su incapacidad procesal.
B) Las personas jurídicas
De conformidad con lo dispuesto en el art. 7.4 LEO la capacidad de actuación procesal de
las personas jurídicas la ostenta su legal representante. Pero dicho representante no viene a
integrar una supuesta incapacidad de la persona jurídica, la que, por el solo hecho de haberse
válidamente constituido ostenta la capacidad para ser parte y de actuación procesal. Lo que
sucede es que, al igual como acontece con la capacidad civil de obligarse, la cual la ostenta el
legal representante de la persona jurídica, tampoco puede comparecer en el proceso y realizar
válidamente actos procesales cualquier miembro de dicha persona jurídica, sino tan sólo su
órgano legal de representación.
Para determinar la capacidad procesal de la persona jurídica habrá de acudirse siempre,
pues, a confrontar la escritura de representación procesal con los estatutos (art. 37 00) o carta
fundacional de la persona jurídica a fin de ello con independencia de lo que diga el
encabezamiento del escrito de demanda, que podría contener un defecto, en cualquier caso
sanable (STS del8 de marzo de 1993 -1993\2027-).
a) Privadas
Para dilucidar quien sea el legal representante de una sociedad y, por tanto, quien ostenta la
capacidad procesal, hay que determinar, en primer lugar, su naturaleza y, en segundo,
examinar su carta fundacional a fin de averiguar quien ejercita su representación. Tratándose
de sociedades civiles, hay que acudir a su documento de constitución y a lo dispuesto en los
arts. 1692-1695 CC; si fuera una sociedad mercantil, hay que examinar sus estatutos, que
habrán de plasmarse en escritura pública e inscribirse en el Registro Mercantil (art. 119 C. de
Com.); en el caso de las Sociedades Anónimas o de Responsabilidad Limitada las representan
sus administradores, de conformidad con lo dispuesto en los estatutos (arts. 128 LSA y 62.1
LRL), que asimismo habrán sido elevados a escritura pública e inscritos en el R.M. (arts. 7
LSA y 11.1 LRL); tratándose de Cooperativas, las representa su Consejo Rector (art. 32.1 i-
C); el Patronato es el órgano de representación de la Fundación (art. 14 Ley 50 /2002),etc.
Si quien, en el momento de la interposición de la demanda o de su contestación, interviene en
el proceso, es el representante legal de la sociedad, se habrá cumplido este presupuesto
procesal a lo largo del procedimiento y de toda- sus instancias, y ello, aun cuando la persona
jurídica revoque dicho nombramiento y conceda la representación a otro administrador (art.
30.2 LEC).
El órgano de administración de la sociedad es, pues, su representante legal a lo largo de toda
su vida social, la cual no se extingue por el solo hecho de haber iniciado un procedimiento
concursal. La pérdida de la capacidad para ser parte y de actuación procesal se produce por la
disolución de la sociedad y no, por su declaración de concurso (SSTS 16 de julio de 2003
-2003\5140- y 26 de marzo de 1996 1996\2444). Por tanto, la sociedad en liquidación
conserva toda su personalidad y capacidad procesal (STS 10 de marzo de 2001
-2001 \596).
b) Públicas
Si quien hubiera de demandar o ser demandada fuera una persona jurídico pública, hay que
acudir a su correspondiente Ley orgánica administrativa (cfr.: arts. 3.4 LRJPAC, Ley 30/1992,
2.1 y42.1 LOFAGE, Ley6/1997, 11.1 31.1 y44.2 LBRL, Ley7/1985, 63.1 LGSS, RDLeg 1/1
994..) en donde se suele otorgar la capacidad procesal a su órgano de gobierno, si perjuicio de
que, a través de la delegación, se confiera también a los distintos departamentos.
Pero, sobre todo, con la Administración institucional, se hace obligado dilucidar si, en primer
lugar, tiene o no personalidad jurídica (así, la STS 28 dc octubre de 1987 - 1987\7479- negó
capacidad para ser parte y procesal a los pueblos y parroquias, ya que no son siquiera
Entidades Locales menores) y, en segundo, si goza o no de personalidad propia, pues, en este
último caso, la capacidad procesal no le corresponde a la persona jurídico pública, sino al
Departamento o Consejería de la que dependen (de este modo, la STS 26 de febrero de 1998
-1998\l 169- negó capacidad procesal a un Servicio de Salud catalán y se la reconoció a la
Conseería de Sanidad). Lo mismo ocurría con las Fundaciones, sometidas a la dependencia de
un determinado Ministerio, del cual requerían autorización para comparecer en juicio (SSTS
23 de marzo de 1988 -1988\2421-, 10 de julio de 1985 -1985\4135-, pero no las Cajas de
Ahorro, que, en su calidad de entidades financieras, ostentan su propia capacidad para ser
parte y procesal: STS 8 de mayo de 1999 -1999\3369-), si bien la Ley 50/2002 de
Fundaciones no reconoce idéntica facultad a las Fundaciones del sector público estatal (art.
44), por lo que habrá de distinguirse las acciones que, por su naturaleza, correspondan al
Protectorado, las cuales seguirán requiriendo la autorización ministerial (art. 46.2), de las
demás, que corresponderán al Patronato.
La representación y defensa de la Administración Pública estatal corresponde a los Abogados
del Estado y la de la Administración Autonómica y Local, a los Letrados que presten en ellas
sus servicios, salvo que contraten a un Abogado determinado (arts. 551 LOPJ, 1 Ley 52/1997
y legislación autonómica específica, que puede consultarse en mi «,introducción», Lec.
15.6.B.).
C) Las masas patrimoniales
Las masas patrimoniales, señala el art. 7.5, «comparecerán en juicio por medio de quienes,
conforme a la Ley las administren».
En el supuesto de una comunidad de bienes, la jurisprudencia exige que las represente en
juicio, quien así hubiere sido designado mediante el pertinente acuerdo de la Junta (STS 10
abril 2001 -2001\6675-).
Constituye una pacífica doctrina legal, la de que las comunidades de propietarios,
constituidas en régimen de propiedad horizontal y reguladas por la Ley 49/1 960 (modificada
por Ley 8/1999), no tienen personalidad jurídica, pero sí capacidad procesal (SSTS de 4 de
octubre de 1999 -1999\7851-, 28 de julio de 1999 -1999\6102-, 17 de noviembre de 1997 -
1997\7897-, 30 de mayo de 1997 - 1 997\4329-, 14 de mayo de 1992 - 1 992\4 120-, 9 de
febrero de 1991 -1991\l 160-, 15 de julio de 1992 -1992\6077-), por lo que pueden demandar
y ser demandada, a través de su Presidente, quien tiene la representación orgánica de la misma
(SSTS de 22 de mayo de 2003 -2003\7147-, 9
Tratándose de una herencia yacente, la capacidad procesal la ostenta el administrador de la
herencia (art. 798 LEC), quien podría ser el albacea por designación del testador (art. 901
CC> o, en cualquier otro caso, los herederos que no hayan renunciado a la sucesión (STS 13
de febrero de 2003, 2003\1017, 12 de marzo de 1987...).
En caso de que se promueva un procedimiento concursal, la capacidad procesal la ostentan
la administración concursal «para el ejercicio de acciones de índole no personal» (art. 54.1
LC, Ley 22/2003), es decir, dicha administración concursal ostenta la capacidad procesal para
la interposición de acciones o defensa del patrimonio de la sociedad en proceso de liquidación
(cfr.: SSTS de 19 de diciembre de 2001 -2001\9485 y STS de 4 de mayo de 1988 1988/3897-
que conferían la capacidad procesal al depositario o a los síndicos, pero no al quebrado), en
tanto que el concursado sí tiene capacidad procesal para la defensa de sus bienes personales
que no afecten a la sociedad objeto de una ejecución universal (SSTS 25 de marzo de 2003
-2003\2926-, 7 de febrero de 1994 -1994\914-, 5 de marzo de 1991 -1991\2030 9 de abril de
1985 -1985\1 686, 30 de junio de 1978 -1978\2629-).
D) Entes sin personalidad jurídica
Con respecto a los entes sin personalidad jurídica, hay que distinguir aquellos con respecto
a los cuales la Ley les confiera capacidad para ser parte, de los ignorados por la Ley. En el
primer supuesto, y de conformidad con lo dispuesto en el art. 7.6 habría que acudir a su
normativa específica y determinar a qué personas la Ley les otorga la representación en juicio.

Sucede, sin embargo, que, tal y como hemos tenido ocasión de examinar en la capacidad para
ser parte (supro. ll.2.D), la procesal de tales entes no suele venir reconocida por la Ley, sino
por la jurisprudencia, que ahora ha de aplicar lo dispuesto en el art. 7.7: «comparecerán en
juicio las personas que, de hecho o en virtud de pactos de la entidad, actúen en su nombre
fren te a terceros».
Por consiguiente, tras la LEO 1/2000, ya no puede afirmarse que una sociedad mercantil
irregular carece de capacidad para ser parte (tal y como desafortunadamente adujo la STS 28
de junio 1999 -1999\4568- con respecto a una Sociedad Anónima Laboral no inscrita en el
Registro Mercantil), sino que hay que acudir al criterio del administrador convencional (en
cuyo caso resulta aconsejable solicitar previamente la práctica de la diligencia preliminar
contemplada en el art. 256.1.10 o 40) o de hecho, instaurado por el art. 7.7 LEO.
Téngase en cuenta además la conveniencia de demandar también, en las personas de sus
legales representantes, a los socios individuales o gestores de tales entidades (art. 6.2), las que
suelen regirse por el régimen de responsabilidad de las sociedades colectivas, tal y como se ha
examinado más arriba.
En cuanto a los grupos de consumidores o usuarios afectados por un hecho dañoso su
capacidad procesal ha de limitarse a la de la parte demandante, pues no parece que un
perjudicado pueda ser demandado (LOPEZ FRAGOSO). En tal supuesto, y con
independencia del ejercicio individual de la acción, debieran otorgar a una persona
determinada su representación procesal.

5. TRATAMIENTO PROCESAL
Aun cuando el art. 9 LEO someta a un mismo régimen procesal la capacidad para ser parte
y la procesal, conviene distinguir ambos p
resupuestos procesales, ya que su naturaleza es muy distinta.
A) De la capacidad para ser parte
La ausencia de capacidad para ser parte impide, en cualquier caso, una Sentencia de
fondo, pues, si se tiene en cuenta que los efectos materiales de la cosa juzgada han de
transcurrir entre las partes materiales (art. 222.3 LEO), el Tribunal no puede someter a tales
efectos a quien no reúne los requisitos necesarios para soportarlo. De lo contrario se frustraría
la ejecución de la Sentencia (art. 538) y la excepción de cosa juzgada (art. 222).
Por esta razón la falta de capacidad originaria para ser parte constituye un presupuesto
procesal de orden público y, en cuanto tal, vigilable de oficio (STS de 23 de marzo de 1988 -
1988\2421-) en cualquier estadio del procedimiento y, de modo especial, en la audiencia
previa al juicio, en cuyo caso provocará un auto de absolución en la instancia (art. 418.2). Si
se apreciara con posterioridad a dicha audiencia, habrá de suscitarse el correspondiente
incidente de previo pronunciamiento (art. 391.1).
De la anterior regla general cabe exceptuar, ello no obstante, los supuestos de entes sin
personalidad jurídica que, atentando al principio de que «nadie puede ir contra sus propios
actos», se hubieran reconocido previamente la capacidad para ser parte que posteriormente
pretenden negar (SSTS 6 de abril de 2001 -2001\4785-, 23 de enero de 1996 1996\636, II de
mayo de 1987 -1987\339--, 2de abril de 1986 -1986\1789-, 23 de junio de 1977 - 1977\30.
Asimismo, si la incapacidad para ser parte fuere sobrevenida, como consecuencia de la
extinción de su personalidad por muerte de la persona física o disolución de la sociedad, la
sucesora tiene la carga procesal de poner el hecho en conocimiento del Tribunal a fin de
posibilitar la sucesión contemplada en el art. 16. Si no lo hiciera, se expone a una condena en
rebeldía, si fuere demandado, o a un auto de desistimiento o renuncia a la acción, si fuere la
parte demandante (art. 16.3). En tal caso, los efectos materiales de la sentencia podrán
extenderse a los sucesores materiales (STS 5 de junio de 1998 -1998\4276-, de 23 de octubre
de 1995 -1995\7102-, 22 de septiembre de 197 1...), sin perjuicio de la imposición de una
sanción económica por infracción de la buena fe procesal (art. 247.1).
B) De la capacidad procesal
Tanto el actor, como el demandado tienen la carga procesal de acreditar su capacidad
procesal. El art. 264.2 establece que a la demanda y contestación se incorporarán «los
documentos que acrediten la representación que el litigante se atribuya. Dicha
representación abarca, no sólo la material entre mandante y mandatario, sino también la
procesal dimanante de una incapacidad y la representación procesal de las personas jurídicas,
sin que, desde luego, sea reclamable a las personas físicas mayores de edad, pues, como se ha
dicho, su capacidad se presume siempre.
El demandante tiene, pues, la carga de comparecer válidamente en el proceso y, si es un
incapaz o persona jurídica, de acreditar su capacidad procesal. Si no lo hace, al igual que
ocurre con la falta de capacidad para ser parte, se expone a que el demandado aduzca, como
excepción, su falta de capacidad procesal, que, si es estimada, provocará una resolución
absolutoria en la instancia.
Pero su tratamiento es distinto, pues, si bien la capacidad para ser parte es
insubsanable, la procesal, al poder ser convalidada por quien efectivamente la ostente, de
conformidad con el principio de conservación de los actos procesales anulables (art. 243
LOPJ), permite su sanación bien en la comparecencia previa (art. 148.1), bien en la vista
del juicio verbal (art. 443) y posteriormente, como incidente de previo pronunciamiento (art.
391.1). Por lo tanto, la preclusión rígida en la aportación de documentos, establecida por los
arts. 269 a 272, no es aplicable al documento justificativo de la representación procesal que
acredite la capacidad de actuación procesal, el cual, si, por las razones que fuere, no fuera
aportado en los escritos de alegaciones, puede ser incorporado en las actuaciones procesales
anteriormente referidas.
Si el incapaz adquiriera su capacidad de obrar en el curso del proceso, recobrará toda su
capacidad procesal y podrá reclamar el cese de la actividad procesal de su representante o
defensor judicial en su labor de asistencia procesal (cfr. art. 2.001 LECII88I), si bien, caso de
no ejercitar dicho derecho, serán válidos, en virtud del principio de la «perpetuatio
legitimationis», los actos procesales realizados por quien siga indebidamente supliendo su
incapacidad (SSTS 22 de marzo de 1999 -1999\1 663- y 15 de marzo de 1991 1991\2223-).
Sólo el demandado puede aducir la falta de capacidad procesal del demandante y nunca al
revés, pues el actor que ha dirigido su demanda contra una persona determinada tiene la carga
de determinar su capacidad e iría contra sus propios actos, si posteriormente la impugnara.
Tan sólo podría el demandante, a través de un recurso de reposición contra la providencia de
admisión como parte demandada o un incidente del art. 391.1, denunciar la incapacidad de
algún intervi niente codemandado.
Tampoco puede el demandado «autoplantearse» una excepción de falta de capacidad
procesal, sino que tiene la carga de integrar su capacidad. A tal efecto, el Juez podrá
requerirle, en la comparecencia previa o en la vista del juicio verbal, su subsanación y, si no lo
hiciera, será declarado en rebeldía (art. 418.3). Tratándose de una persona jurídica, la
remoción material de un representante también convierte en carga procesal de la sociedad su
comunicación al Tribunal a fin de que no se produzcan los referidos efectos.
LECCIÓN 5. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DE LAS PARTES (II)
L LA CAPACIDAD DE POSTULACIÓN
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por capacidad de postulación a la exigencia legal de que las partes formales o
con capacidad procesal comparezcan representadas por un Procurador y defendidas por un
Abogado (salvo las tasadas excepciones de la LEC) a fin de poder realizar válidamente los
actos procesales.
A la capacidad de postulación se refiere el Capítulo V° del Título l- del Libro l- (arts. 23 a
35) y en él se contemplan las prescripciones relativas a este presupuesto procesal, cuya regla
general es la de que han de comparecer representadas por Procurador y asistidas de Letrado,
siendo la excepción la de que puedan comparecer personalmente para ejercitar su defensa
privada o autodelensa.
El fundamento de este requisito estriba, en último término y en lo que a la intervención
necesaria del Ahogado se refiere, en la exigencia constitucional de que la tutela judicial
que han de dispensar los Tribunales ha de ser «efectiva sin que en ningún caso se
produzca indefensión» (art. 24.1 CE), por lo que, debido a la complejidad actual, tanto del
Derecho material, como del Procesal, se le ocasionaría una indefensión materialal ciudadano,
a la vez que se infringiría el principio de «igualdad de armas», si se le permitiera acceder a un
proceso personalmente, pudiéndolo hacer, provisto de Abogado, la contra-parte.
En el caso de la intervención obligatoria del Procurador su fundamento es distinto:
obedece a una reminiscencia histórica, consistente en representar a la parte material en las
instancias superiores. Hoy su fundamento hay que encontrarlo, de un lado, en las exigencias
de «seguridad jurídica» (art. 9.3 CE), que aconsejan la representación procesal a fin de que,
como consecuencia del contrato de mandato suscrito entre la parte material y su Procurador,
le vinculen a aquélla y no puedan por ella ser negados los efectos materiales adversos de la
Sentencia y, de otro, en la eficacia, en la medida en que el Procurador es también un órgano
de comunicación entre el Abogado y el órgano jurisdiccional, lo que contribuye a una
descarga del trabajo profesional del Abogado.
Como quiera que la intervención de estos profesionales exige el pago de sus servicios
(«honorarios», en caso de los Abogados y «derechos de arancel y de actuaciones materiales de
indefensión, el art. 119 de la CE establece la gratuidad de la justicia «en todo caso, respecto
de quienes carezcan de recursos económicos para litigar», razón por la cual, en desarrollo de
esta norma constitucional, el art. 33 LEC prevé la asistencia jundica gratuita (que se rige
por la Ley 1/1996, de Asistencia Jurídica Gratuita) de quien carezca de dichos recursos
económicos, en cuyo caso se le designará un Abogado y Procurador del turno de oficio.

2. LA INTERVENCIÓN OBLIGATORIA DEL ABOGADO Y DEL PROCURADOR


Dispone, de un lado, el art. 23.1 que «la comparecencia en juicio será por medio de
Procurador legalmente habilitado para actuar en el Tribunal que conozca del juicio» y, de
Otro, el art. 31.1 que «los litigantes serán dirigidos por Abogados habilitados para ejercer su
profesión en el Tribunal que conozca del asunto. No podrá proveerse a ninguna solicitud que
no lleve la firma de Abogado.»
Así, pues. tal y como se ha avanzado, la regla general en nuestro ordenamiento procesal es
la de la necesaria comparecencia en el proceso civil mediante representación procesal (art.
543.1 LOPJ), otorgada a un Procurador, y bajo la dirección técnica de un Abogado (art. 542
LOPJ), lo que significa que, para que sean válidos los actos de postulación de las partes, es
necesario que sean suscritos por el Abogado y presentados, ante el órgano jurisdiccional, por
el Procurador.
Por «Procurador legalmente habilitado» hay que entender al Procurador incorporado
a un Colegio, cuya demarcación territorial se encuentre dentro de la del órgano jurisdiccional
que haya de conocer de la demanda o recurso (art. 13 RD 1251/2002, por el que se aprueba el
Estatuto General de los Colegios de Procuradores de España EGCP—), en tanto que por
«Abogado habilitado» cabe entender el Licenciado en Derecho dado de alta, en calidad de
Letrado ejerciente, en cualquiera de los Colegios de Abogados de España (art.
9.1 RD 655/2001, por el que se aprueba el Estatuto General de la Abogacía Española -
EGAE-), si bien, si actuara fuera de la demarcación de su Colegio, habrá de comunicárselo, a
través del mismo, al Colegio de Abogados de la demarcación judicial en donde pretenda
intervenir en juicio (art. 17.3 EGAE).
Salvedad hecha de la designación de oficio del Procurador, el otorgamiento de la
representación procesal a un Procurador determinado se realiza a través del
denominado «poder para pleitos», que interviene un Notario español o extranjero (cfr.:
AATS 4 de marzo de 2003 -2003\87950 13 de noviembre de 2001 2002\608—; STS de 17 de
febrero de 1998 -1998\972-, 21 de octubre de 1993 -1993\7756-...), o mediante designación
del Procurador por la parte material «apud acta», es decir. ante el órgano jurisdiccional que
haya de conocer del objeto procesal, bajo la intervención del Secretario (art. 24.1 LEC).
Dicho poder precisa de su aceptación por el Procurador, el cual se presume por el solo hecho
de su uso por el mismo (art. 26). Recordemos al lector (véase Lección 15.2.B) de nuestra
«Introducción») que dicho poder encierra un mandato (voluntario, en al caso del Procurador
de confianza y legal, en el de oficio), el cual se rige por lo dispuesto en los arts. 23-35 LEC y
1.709-1.739 CC. Dicho poder de representación procesal, que, según el art. 25 puede ser
general (para todos los actos procesales excepto los que entrañen poder de disposición de la
pretensión y los que el poderdante exceptúe) o especial (incluidos dichos actos de disposición,
los excluidos del poder general y supuestos especiales, como es el caso de la solicitud de
recusación -art. 107.2-o la personación en la audiencia previa en sustitución del cliente art.
414.2.11-), hay que incorporarlo, bien a la demanda, bien a su contestación o presentarlo en el
acto de la vista del juicio verbal (art. 264.1).
También con la sola excepción del Abogado de oficio (figura reconducible al mandato
legal), el Abogado de confianza ha de ser designado libremente por la parte material (art.
545.1 LOPJ) a través de un contrato de arrendamiento de servicios, que se rige por lo
dispuesto en el art. 1 . del CC, 42 y 55. del EGAE y 33 y 55. de la LEC y mediante el cual el
Abogado se compromete a prestar diligentemente (SSTS II de febrero de 2002 -2002\3 107-
y 28 de marzo de 2000 -2000\2501-) y con eficacia sus servicios profesionales para la defensa
ante los Tribunales de determinados derechos subjetivos de su cliente por un precio cierto en
forma de honorarios libre y previamente pactados o los que determinen las normas
orientadoras de los Colegios de Abogados.
Quien ha de otorgar el poder de representación procesal y quien ha de contratar los
servicios del Abogado es el titular de la capacidad procesal. Si dicha capacidad de
actuación procesal fuere judicialmente anulada (por ejempío, mediante una Sentencia que
estime la nulidad de un acuerdo social de designación del Presidente del Consejo de
administración, quien, a su vez, hubiera otorgado un poder de representación procesal para
entablar otro proceso. supuesto contemplado por la STS 2 de junio de 1998 -1998\3752-).
faltará la capacidad de postulación. Pero, si fuera revocada unilateralmente (por ej., mediante
el nombramiento de un nuevo representante de la persona jurídica), quien ostenta la capacidad
para ser parte tiene la carga procesal de integrar sus capacidades de actuación procesal y de
postulación.
Una vez otorgada la representación procesal a un Procurador determinado y conferida la
defensa a un Abogado, no pueden sustituirse válidamente tales profesionales, fuera de los
casos permitidos por la Ley, sin la autorización expresa del poderdante. En particular, las
«sustituciones de pasillos», efectuada por la negligente ausencia de estos profesionales a una
vista determinada, es una práctica reprobable que puede llevar aparejada la sanción procesal
del desistimiento
Pero existen supuestos en que la sustitución de un Procurador por otro Procurador o por un
Oficial expresamente habilitado es perfectamente lícita. A dicha sustitución se refiere el art.
543.4 LOPJ, que ha de ser complementado con el art. 27 LEC en relación con el art. 1.721 CC
y arts. 29 y 30 EGCP (RD 1281/2002) De esta manera, en casos de enfermedad o de
imposibilidad manifiesta (v.gr.: porque el Procurador deba estar simultáneamente presente en
dos audiencias previas -art. 414.2-) del Procurador, puede ser sustituido en la forma indicada,
salvo que el poder de representación expresamente prohibiera dicha posibilidad (Acuerdo del
CGPJ de 6 de febrero de 2002):
La intervención preceptiva del Abogado y Procurador habilita, caso de una condena en
costas, a que se incluyan en las mismas los honorarios y derechos de arancel (art. 32.5).
Pero la figura del Procurador no es necesaria en la representación y defensa de la
Administración Pública, incluida la Autonómica y la Local. En estos supuestos, dicha
representación la asumen simultáneamente los Abogados del Estado o de dichas
Administraciones, Autonómica y Local (arts. 551 LOPJ, 1 Ley 52/1 997 y 1 RD 997/2003),
razón por la cual, caso de una condena en costas, no pueden incluirse los derechos de arancel
de un Procurador contratado por una determinada Administración, porque aquí su
intervención no es necesana (STS 6 de marzo de 2000 -2000\1 345-).
Existen además supuestos en los que el Abogado puede asumir también la representación
procesal. Este es el caso de los actos de conciliación, en los que el art. 11 LEC/1881 (todavía
vigente por obra de la Disp. Derogatoria Unica. 1 .2— LEC/2000> faculta al Abogado o el
Procurador a asumir la función de apoderado o de auxiliar de las partes en la celebración de
dichos actos autocompositivos.
Finalmente existen actos procesales que, debido a su naturaleza personalísima, pueden ser
realizados por las propias partes materiales, sin necesidad de la representación procesal o la
intervención del Abogado (art. 25.3), lo que acontece con los emplazamientos, citaciones y
requerimientos que deban hacerse a las partes (art. 28.4), el primer emplazamiento del
demandado (art. 155), la petición de suspensión de una vista por la parte (art. 183.3.2a), el
interrogatorio de la parte (arts 301 y Ss.) o la formación de un cuerpo de escritura por la parte
para la práctica de la diligencia de cotejo de letras (art. 350.3).

3. EXCEPCIONES
Las excepciones a la intervención necesaria del Procurador y del Abogado se contemplan
en los arts. 23.2 y 31.2, de cuyo régimen podemos distinguir las comunes a ambos
profesionales, de las excepciones específicas o relativas exclusivamente al Procurador.
La no exigencia de la intervención de Procurador y de Abogado en determinados procesos
o actos procesales significa que la parte material con la capacidad procesal necesaria ostenta,
ella misma, la capacidad de postulación y, por tanto, puede ejercitar válidamente los actos
procesales sin la intervención de dichos profesionales. Pero ello no entraña ningún género de
prohibición, sino la conversión de la regla general de postulación obligatoria en un derecho
potestativo: la parte material será dueña de contratar los servicios de estos profesionales o
ejercitar personalmente su defensa privada. Pero, al no ser dicha intervención obligatoria, no
podrá, como se ha dicho, caso de una eventual condena en costas, incluir en ellas las partidas
de las retribuciones de es-tos profesionales (art. 32.5).
A) Comunes
Las excepciones comunes a la intervención necesaria del Abogado y del Procurador se
prevén en los arts. 23.2.1 y 31.2.1, que contemplan la capacidad de postulación en los juicios
verbales y en los monitorios, así como la solicitud de medidas urgentes con anterioridad al
ejercicio del derecho de acción.

a) Los juicios verbales de cuantía inferior a los 900 euros


En los juicios verbales, cuya cuantía sea inferior a las antiguas 150.000 ptas. (hoy 900
euros, en virtud de la aplicación de lo dispuesto en el RD 1417/2001 de conversión a euros de
las cuantías de la LEO), no es necesaria la intervención del Procurador, ni del Abogado, por lo
que puede la parte material comparecer y defenderse por si misma.
En la actualidad el juicio verbal es procedente para el enjuiciamiento de todos los objetos
litigiosos, cuyo valor no supere los 3.000 euros (500.000 ptas—) (art. 250.2). Pero, si su
cuantía fuere inferior a los 900 euros. no será necesaria la intervención de estos profesionales.
La anterior regla resulta de aplicación, tanto en los juicios verbales por razón de la cuantía
(art. 250.2), como en los especiales por razón de la materia, que prevé el art. 250.1, cuyo
objeto litigioso, en la práctica, difícilmente tendrá esta escasa cuantía, siendo, en cualquier
caso, aconsejable la intervención del Procurador y del Abogado, como consecuencia de la
complejidad jurídica de dichos objetos.
b) Los juicios monitorios
También los arts. 23.2 y 31.2 facultan a los sujetos del Derecho a interponer, por sí
mismos, «la petición inicial de los procesos monitorios», cuya re,—--;Ao lc’— ort— 1 1
Los procesos monitorios son procesos sumarios en los que se pueden interponer pretensiones
de condena al pago de una deuda dineraria, vencida y exigible que no supere los 30.000 euros
(art. 812.1). Pero la intervención de la parte material en estos procesos, destinados a la
creación de un tftulo ejecutivo, se circunscribe a esta primera fase de jurisdicción voluntaria.
Si, por impago del deudor, por su incomparecencia o por su oposición, se tornara este
procedimiento en contencioso, y caso de que la cantidad por la que el Juez despache ejecución
sea superior a los referidos 900 euros (en cuyo caso será de aplicación lo dispuesto en el
primer inciso de los arts. 23.2.1 y 31.2.1), devendrá necesaria la intervención del Abogado y
del Procurador, tanto para el acreedor, como para el deudor (arts. 23.2.1, 31.2.1 y 818.1.2).
c) Solicitud de medidas urgentes con anterioridad al juicio
Tales medidas urgentes, en la que tampoco se precisa la intervención del Procurador, ni la
del Abogado son las siguientes: las diligencias preliminares del art. 256, los supuestos de
anticipación (art. 293) y de aseguramiento (art. 297) de la prueba y las medidas provisional isi
mas del art. 771.1. Pero esta exoneración de la Procura y de la defensa técnica no es
incondicional o ilimitada; requiere, en primer lugar, que sea «urgente», esto es, en primer
lugar, que, ante la urgencia de la situación y los perjuicios que pudieran depararle la no
obtención de tales resoluciones provisionales, el ciudadano no disponga de tiempo para
contratar los servicios de estos profesionales y, en segundo, que se limite la actuación de la
parte material a la solicitud y sus actos instrumentales, pero nunca a la ejecución de las
diligencias probatorias, ni a la interposición de recursos; en el caso de las medidas
provisionalísimas, no se puede extender la excepción a la intervención obligatoria del
Abogado y del Procurador a las que se soliciten en o con posterioridad a la demanda (art.
771.1), es decir a las medidas provisionales.
d) Los incidentes de impugnación de la justicia gratuita
Las resoluciones de la Comisión de Asistencia Gratuita de reconocimiento o de
denegación de dicho beneficio pueden ser impugnadas sin necesidad derepresentación por
Procurador, ni asistencia de Abogado (arts. 23.1.3 LEC y20.11, Ley 1/1996, de Asistencia
Gratuita). 
  e) El ejercicio del derecho de rectificación
El ejercicio de este derecho, contemplado en la LO 2/1984, mediante la pertinente demanda
tampoco necesita la representación procesal del Procurador, ni la asistencia técnica del
Abogado (art. 5).

B) Específicas del Procurador


Como excepciones exclusivas a la intervención del Procurador contempla el art. 23.2 la
presentación de los títulos de crédito en los juicios universales y los incidentes de
impugnación de lajusticia gratuita (art. 23.2.2 y 3), a las que hay que añadir los actos de
conciliación y de la jurisdicción voluntaria (art. 4.1 LECII88I).
a) Los juicios universales
La presentación de los créditos, a fin de determinar la masa pasiva del concurso. al que se
refiere el art. 85.1 en relación con el art. 21.1.5 de la Ley 22/2003, Concursal puede realizarla
el acreedor, sin estar representado por Procurador. Asimismo se les exonera de este requisito a
los acreedores que asistan a la Junta que ha de aprobar el convenio (art. 118 LC).
b) Los incidentes de impugnación de la justicia gratuita
En realidad integra éste un supuesto de exoneración común, pues, como hemos visto, en el
epígrafe anterior l.3.A).d], si bien es cierto que el art. 23.2.3 exime de la intervención del
Procurador en dichas impugnaciones, tampoco lo es menos que el art. 20.11 de la Ley 1/1996,
de Asistencia Gratuita, efectúa otro tanto con respecto a la del Abogado.
c) Los actos de conciliación y de la jurisdicción voluntaria
Están también eximidos de la representación procesal y asistencia técnica por obra de lo
dispuesto en el art. 4.1 o y 50 de la LEO! 1881. que en estas materias, mantiene su vigencia
(Disposición Derogatoria lo. ia LEO 1/2000).
d) Los procedimientos de «jura de cuentas»
En los procedimientos para el cobro de los honorarios de los Abogados, puede el Abogado
suscitarlos sin tener que estar representado por Procurador (art. 35.1 LEO).

4. TRATAMIENTO PROCESAL
Con respecto al tratamiento procesal de la capacidad de postulación hemos de advertir que,
como regla general y de conformidad con la doctrina antiformalista del derecho a la tutela
judicial que consagra el art. 1.1 LOPJ y el principio de conservación de los actos procesales
sustentado en el art. 243 salvo que integre un defecto que infrinja el orden público o genere
indefensión material a la contraparte, deben los tribunales permitir su subsanación (cfr.: STS
20 de junio de 2000 -2000\465&- y 22 de diciembre de 1998 -1998\1 0806-).
Con todo, hemos de distinguir entre los vicios o defectos de la representación procesal, de los
de la defensa técnica, cuando ambas sean obligatorias.
A) La representación procesal
Tal y como se ha avanzado, y salvedad hecha de la representación de oficio, la
representación procesal se suele acreditar mediante la escritura de poder, que ha de
incorporarse «al primer escrito que el procurador presente o, en su caso, al realizar la
primera actuación; y el otorgamiento apud acta de-bern’ ser efectuado al mismo tiempo que
la presentación del primer escrito o, en su caso, antes de la primera actuación».
Dicho primer escrito suele ser el de demanda o el de contestación, a los que el art. 264.10
exige que se adjunte «el poder nota rial conferido al procurador siempre que éste intervenga
y la representación no se otorgue apud acta. »
Mas podría suceder que existiera una omisión o insuficiencia de poder en un acto preparatorio
del proceso o aseguratorio, como pudiera ser una petición de práctica de diligencia preliminar,
de aseguramiento o de práctica de prueba anticipada o solicitud de adopción de medida
cautelar. En tal caso, y debido a la circunstancia de que, como hemos visto, ante tales
diligencias urgentes no es necesaria la intervención preceptiva del Procurador (art. 23.2.3),
cualquier irregularidad procesal en el poder podrá subsanarse en el escrito de demanda.
Si dicha omisión o defecto del poder se apreciara en la declinatoria, que, como cuestión
previa, puede el demandado promover con anterioridad a la contestación de la demanda,
debe el Tribunal sugerir su subsanación al amparo de lo dispuesto en los arts. 11.1 y 243
LOPJ. Si no los subsanara, tendrá por no planteada válidamente la declinatoria y aplicará,
bien, en su caso, el fuero imperativo, bien, en cualquier otro, tendrá al demandado por
sometido tácitamente a su jurisdicción (art. 56.2).
Tratándose de los defectos del poder incorporado a los escritos de alegaciones, ha de
tenerse en cuenta que tales irregularidades pueden atañer a la capacidad para ser parte,
procesal o a la representación procesal «strictu sensu», pues es en el poder en donde se
determinan todos estos presupuestos procesales. Si se refirieran a los dos presupuestos
procesales en primer lugar enunciados, ha de recordarse que, en tanto que los defectos de la
capacidad para ser parte son, como regla general. insubsanables. permiten. al contrario. su
sanación los relativos a la capacidad procesal (véase Lección 4.
Tratándose de defecto en la representación procesal la parte contraria tiene la carga
procesal de la denuncia de su incumplimiento: el demandado en su escrito de contestación
(arts. 405.3 y 418.1) y el actor, mediante recurso de reposición contra la providencia por la
que el Juez admite como parte al demandado, a través de alegación complementaria (art.
426.1) u oralmente al inicio de la audiencia previa o de la vista del juicio verbal. El Juez
permitirá su subsanación en el acto, mediante el otorgamiento de poder «apud acta» (art.
24.2), o conferirá a las partes un plazo no superior a diez días para su subsanación (art.
418.1).
Pero, si, una vez efectuada la advertencia verbal del incumplimiento de uno de los
mencionados requisitos, la parte interesada incumpliera el requerimiento del Juez o no
subsanara el defecto en el referido plazo de diez días, los números segundo y tercero del art.
418 distinguen implícitamente entre el demandante y el demandado: si la omisión fuere
imputable al actor, dictará auto de sobreseimiento; pero, si fuere el demandado quien no
subsanara dicho requisito «se le declarará en rebeldía, sin que de las actuaciones que
hubiese llevado a cabo quede constancia en autos» (art. 418.3).
Aquí la norma establece una sanción quizá desproporcionada, tal y como se observa de la
mera puesta en relación del precepto con lo dispuesto en el art. 414.3. De esta manera, si el
demandado no comparece a la audiencia previa, establece esta última norma que la audiencia
«se entenderá con el actor», es decir, no existe declaración de rebeldía, ni nulidad de la
comparecencia y contestación del demandado. Pero, si el demandado comparece y no suple el
defecto de capacidad o de representación advertido, se le ha de declarar en rebeldía y se le ha
de devolver su escrito de contestación a la demanda fr...sin que de las actuaciones que
hubiese llevado a cabo quede constancia en autos»), lo que significa que el tema de la prueba
queda delimitado exclusivamente por el escrito de demanda, por lo que, si el actor prueba los
hechos constitutivos de su pretensión, aunque el demandado los haya negado en su
contestación, que, al ser devuelta, no queda de ella constancia en el proceso, el Juez habrá de
dictar Sentencia favorable a la pretensión. Como puede observarse, los efectos del
incumplimiento del demandado de su deber de subsanación aparecen desproporcionados y
pueden ocasionar una indefensión material proscrita por el art. 24 CE.
Finalmente, si los defectos en la representación procesal se advirtieran después de la
audiencia previa, podrá plantearse la cuestión incidental de previo pronunciamiento, prevista
en el art. 391.1. Si fuere sobrevenida, se planteará por el cauce del art. 391.2.
B) La defensa técnica
Tratándose de la ausencia de la intervención del Abogado en los procesos «no podrá
proveerse a ninguna solicitud que ho lleve la.firma del Abogado». Pero, si no obstante dicha
prohibición, se diera curso a la solicitud, ¿habrá de declarar el Juez la nulidad de las
actuaciones practicadas o podrá subsanarse el defecto. Por una respuesta positiva abonará una
interpretación gramatical del art. con arreglo a su nueva redacción operada por la LO 19/2003,
conforme a la cual «los actos procesales será nulos de pleno derecho cuando se realicen sin
intervención de abogado, en los casos en que la ley establezca como preceptiva.»
No somos nosotros, sin embargo, partidarios de tan drástica solución, pues, la subsanación
debiera ser posible siempre que la negligencia del Abogado no causara un perjuicio a la
contraparte y pudiera ocasionarlo a su cliente. De conformidad. pues. con la doctrina
antiformalista del derecho a la tutela más arriba mencionada y los arts. 11.3 y 243 LOPJ,
debiera ponerse en relación el art. 284.4 con lo dispuesto en los arts. 240.1 y 241.1, en cuya
virtud, para que se decrete la nulidad de un acto por defectos de forma, es necesario que se
ocasione indefensión a la contraria y dicha indefensión material difícilmente puede
justificarse, si la omisión de la firma del Abogado obedece a un mero descuido u olvido y
reconoce la paternidad del acto.
Cuestión distinta sucedería, si un tercero o la parte contraria pretendiera suplantar la
personalidad del Abogado ante un escrito determinado, en cuyo caso el acto procesal sí se
haría acreedor de su nulidad por infracción del derecho fundamental a la defensa del art. 24
CE (art. 240.1 LOPJ).

II. LA CAPACIDAD DE CONDUCCIÓN PROCESAL


1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Bajo la denominación de «facultad de conducción del proceso» frProzessfu rlt
ungsbefugn is») o «derecho de conducción procesal » frProzesstúirunngsre(i?t»), la doctrina
alemana, desde HELt—wlG y KOHLFR hasta el momento actual (JAUERNIG,
ROSENBERG-ScHWAB, GRUNSKY, L ) diferenciaron y mantienen la distinción entre la
legitimación material, de un lado frSachlegitimauon»), que no es un verdadero presupuesto
procesal, pues, como veremos, constituye un requisito de la fundamentación de la pretensión,
por lo que su ausencia ocasiona una Sentencia de fondo, y, de otro, la referida capacidad de
conducción procesal, que, si bien viene también determinada por una norma material, al
reíacionarse con el concepto formal de parte, constituye un auténtico presupuesto procesal,
cuya omisión en el proceso puede dar lugar, bien a una inadmisión de plano de la demanda,
bien a una resolución absolutoria en la instancia.
En la doctrina hispana. salvcdad hecha de PRIFI0 CAs RO (en las notas a pie’ de página
núms. 5 y 41 de su Troto—lo (le DereL’ho Pn><—-í Cj—il, 1, págs. 3QX y —24), ningún
autor, que sepamos nosotros, incluye en sus Manuales este concepto, limitándose a tratar
únicamentc la «legitimación» que, para la inmensa generalidad de los autores, integra un
requisito de la fundamentación de la pretensión, en tanto que, para MONTERO la
legitimación constituye, en cualquier caso, un presupuesto procesal, examinahle siempre de
oficio al inicio del proceso.
Y es que, habida cuenta de que en el proceso civil no existe la acción popular, para
comparecer válidamente en un proceso, no sólo es necesario ostentar las capacidades para ser
parte, procesal y de postulación, sino que también, en ocasiones, el ordenamiento material
impone la exigencia de que tan sólo pueda demandar o ser demandado quien reúna una
determinada cualidad material (así, por ejemplo, la de heredero para la impugnación de un
testamento o la de accionista para la de un acuerdo social). A esa cualidad material, que ha de
concurrir en determinadas personas o grupos de personas para la interposición o defensa
frente a específicas pretensiones, a fin de que puedan constituirse como partes formales, la
denominamos capacidad de conducción procesal.
Por capacidad de conducción procesal cabe entender, pues, la cualidad jurídica,
otorgada por una norma material, que ha de concurrir en quien pretenda demandar o
ser demandado en un proceso determinado a fin de que pueda válidamente asumir el
estatus de parte formal.
Al igual que la legitimación, la capacidad de conducción procesal viene determinada por una
norma material que liga a la parte con el objeto procesal y. del mismo modo que ella. requiere
un principio de prueba suficiente, esto es, ha de acreditarse mediante el oportuno documento
que, al amparo de lo dispuesto en el art. 265.1, ha de incorporarse a la demanda; pero se
diferencia de ella, en que no afecta a la fundamentación de la pretensión
-ya que una pretensión puede fundarse en distintas causas de pedir, siendo una de ellas
necesariamente la legitimación, por lo que, cuando falta, ha de rechazarse en el fondo, sino
que es el presupuesto de su procedencia (ROSENnERG-ScRWAB), por lo que permite su
examen con independencia del de la pretensión.
La capacidad de conducción procesal se erige, pues, en un auténtico presupuesto procesal
que puede condicionar la admisibilidad de la demanda, ser discutida su concurrencia en la
comparecencia previa y provocar su ausencia una resolución absolutoria de la instancia que ha
de dejar imprejuzgada la relación jurídica material debatida.
El fundamento de la capacidad de conducción procesal hay que encontrarlo en razones de
economía procesal. Resulta antieconómico para el Estado y para las propias partes que
quienes litigan, sin esta cualidad necesaria, hayan obtener el Juez la evidencia de que nunca
podrá satisfacer en él la pretensión, por carecer la parte demandante o demandada de relación
alguna con el objeto del proceso. En tal caso, se hace necesario que el ordenamiento procesal
otorgue al Juez la facultad de examinar incluso de oficio dicha capacidad de conducción
procesal, bien para inadmitir la demanda, bien para dictar un auto de archivo que ponga
término, a la mayor brevedad, al procedimiento.

2. SUPUESTOS Y TRATAMIENTO PROCESAL


Pero este presupuesto ha de tener un tratamiento procesal restrictivo, pues, al venir
determinado por una norma jurídico material, cuya concurrencia requiere, aunque sea mínima,
una determinada actividad probatoria, pugnaría con el derecho a la tutela judicial
efectiva y lo dispuesto en el art. 5 LEC, si los Jueces, sin siquiera examinar el objeto del
litigio, estuvieran autorizados a repeler cualquier demanda por la única circunstancia de que
obtuvieran la precipitada conclusión de que el actor o el demandado carecen de relación
alguna con respecto al objeto del proceso (SAP Alicante, 3 de abril de 1992).
Por esta razón, se hace necesario, de un lado, que, bien una norma procesal, genérica o
específica, bien un precepto material expresamente autoricen dicho examen de oficio por el
Juez de la capacidad de conducción procesal, el cual, en cualquier caso, ha de ser posible sin
entrar en el del fondo del asunto y, de otro, que dicha capacidad de conducción procesal se
acredite fehaciente-mente al inicio del proceso mediante la aportación del correspondiente
documento en los escritos de demanda y de contestación (arts. 265.1 y 266 y 405.1 en relación
con el art. 399.3).
Sin ningún ánimo de exhaustividad podrían citarse como supuestos de dicha capacidad de
conducción procesal los que a continuación se relacionan:
A) Procesales genéricos: el art. 266.2-5
Los documentos exigidos en casos especiales de los números 2 a 5 del art. 266, que han
de incorporarse al escrito de demanda, integran un claro ejemplo de capacidad de conducción
procesal. De esta manera, la nece:idad de incorporar a la demanda el documento que acredite
la cualidad de alimentista (art. 266.2; STS 24 de abril de 2000 2000\3378-), de acreditar el
título y la consignación del precio en el proceso de retracto (art.266.3, SSTS de 16 de mayo
de 2003 -2003\476 1-, 14 de noviembre de 2002 -2002\99 19-) o el título que acredite la
cualidad de heredero en una pretensión de reintegro de la posesión (art. 266.4) y aquellos
otros documentos que la Ley exija para la admisión de la demanda (art. 266.5), constituyen un
claro exponente de la carga de iustificar documentalmente. junto con la demanda la canacillail
<10 c—n<liicd’)
En los procesos arrendaticios (arts. 249.1.6 y 250.1.1) hay que acreditar la
cualidad de arrendador y arrendatario de finca urbana (arts. 2 y ss— LAU) o de finca
róstica (arts. 1 y 55. LAR; SSTS de 27 de febrero de 1993 -1993\1301 18 dejunio de 1992
-1992\5323-, ola de 22 de febrero de 1996- 1996\1 585-, que califica la ausencia de la
cualidad de arrendatario como una (<falta de legitimación «que lleva a una mera absolución
en la instancia, por tratarse de presupuesto procesal, aunque relacionado con la cuestión de
fondo»), mediante la incorporación a la demanda del pertinente contrato de arrendamiento
(art. 265.1.1). Pero dicha omisión, y salvedad hecha del incumplimiento del requisito
contenido en el art. 439.3, no provocará la inadmisión de la demanda, por cuanto ninguna
norma lo autoriza. Sin embargo, si no se subsanara este defecto, el Juez podrá en la
comparecencia previa o en la del juicio verbal estimar la excepción de la falta de conducción
procesal (art. 425 en relación con los arts. 416.1. y 418.2).
e) En los procesos sumarios del art. 41 de la Ley Hipotecaria hay que acreditar la
cualidad de titular de la inscripción de dominio en el Registro de la Propiedad, vigente y
sin contradicción alguna. En tal supuesto la certificación, que justifica esta capacidad de
conducción procesal, se erige en presupuesto de la demanda, por cuanto el art. 439.2.3 LEO
es taxativo a la hora de disponer su inadmision si no se adjuntara a ella dicha certificación,
todo ello sin perjuicio de que se pueda hacer valer como excepción al amparo de lo dispuesto
en el art. 444.2. Asimismo, dicha cualidad de titular de la inscripción de un derecho real en el
referido Registro de la Propiedad otorga también dicha capacidad para instar un juicio
ejecutivo, de ejecución u obtener un embargo (arts. 38.3 LH, 593.3, 658, 729) (STS 28 de
abril de 1998 —18\1998-).
f!) En las demandas de tercerías de dominio se ha de incorporar un principio de
prueba por escrito del fundamento de la pretensión del tercerista (art. 595 LEO), es decir,
del título de dominio que acredite su titularidad sobre el bien indebidamente trabado y en la
de mejor derecho un principio de prueba del crédito que se reputa preferente (art. 614.1), sin
que ostente dicha conducción quien no es tercero porque es parte (STS 19 de mayo de 1993-
1993\3802-). Tanto la redacción del art. 595.3 frcon la demanda de tercería de dominio
deberá aportarve... »), como, sobre todo, la del art. 6 14.3 frno se (1dm itirá la demanda de
tercería de mejor derecho si no se acompaña el principio de prueba...») abonan por
considerar la justificación de este requisito como un presupuesto procesal de la demanda, por
lo que, si se incumpliera, puede el Juez, al amparo de lo dispuesto en los arts. 403.1 en
relación con los arts. 269.2 y 266.5, rechazarla de plano.
g’) En la ejecución sobre bienes hipotecados hay que acreditar ser titular del crédito,
cuya ejecución se solicita. A tal efecto, dispone el art. 685.2 que a la demanda se incorporará
el título o títulos de crédito, cuya omisión habrá de provocar que el Juez no despache
ejecución, de conformidad con lo dispue—o en dicho art. 685.2 en relación con el art. 552.1.
h) En los procesos ejecutivos para la provisión de fondos y pagos de cuentas al
Procurador y jura de cuentas de los Abogados (art—. 29, 34.1 y 35 LEO) hay que
acreditar la cualidad de ser Procurador o Abogado en ejercicio. incumplimiento de este
presupuesto habrá (le acarrear la denegación del despacho de ejecución.
i) Para la interposición de pretensiones de condena, individuales o colectivas, a la
reparación de un daño hay que acreditar la condición de «perjudicado» (art. 7.3 LOPJ) u
ostentar la cualidad dc asociación «de —--o,isionido res o ¡<síu—ríos Icgahi—ci--tc —--
o,istiti’idu» (art. II. 1). Pero, silo— perjudicados integraran un grupo de consumidores no
determinado. la pre tension de tutela de tales —intereses difosos» ha de recaer ex—
usivamente en las «usociucio’ies dc —oi,--io,,i(I<)’.es , usuarios ,,iás rep’ese—italit’us» (art.
11 .3>. esto es, las inscritas en el Libro Registro del Ministerio de Sanidad y Consumo (arts.
20.3 Ley 26/1984 LGDCU- y 16.1 del RD 825/199Q). Y, si se tratara del ejercicio de una
acción de cesación para la defensa de intereses colectivos y difusos. se ha de acreditar la
condición de «entidad habilitada por la legislación comunitaria» para el ejercici—) de dichas
acciones dc cesación (arts. 11.4 en relación con el art. 6.8), las cuales, tal y como hemos
tenido (—casión de examinar en la Lección 4, son las habilitadas «mediante su inclusión en la
lista publicada a tal fin en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas». Como quiera que.
en tales casos, la capacidad de conducción procesal se confunde con la capacidad para ser
parte, la cual. Como sabemos, integra un presupuesto procesal y. en cuanto tal, es examinable
de oficio (art. O) y ha (le acreditarse mediante un documento especial, que ha de incorporarse
preceptivamente a la demanda (art. 266.5 en relación con el art. 9). su omisión obligará al
Juez a repeler de oficio la demanda, sin perjuicio de que, si no lo hiciera, puede el demandado
oponer la excepción de falta de capacidad procesal, contemplada en el art. 41 8.
C) Procesales especiales
También determinadas Leyes materiales contemplan preceptos procesales especiales sobre
la capacidad de conducción procesal. Son las siguientes
a!) La condición de accionista y la existencia de un «quórum» determinado para el
ejercicio de las acciones de impugnación (así. el de los arts. 100 y 134.4 LSA; STS 31 de
diciembre de 2001 -2001\10132--. que configura la cualidad de accionista y el «quórum»
necesario como un supuesto de «legitimatio ad causam» —) la STS de 9 de octubre de 1993
-1993\8175- que, aun reconociendo que la condición de accionista afecta a la legitimación
activa, la que concibe CO—O un «presupuesto de la acción», porque ha de abstenerse de
conocer de la cuestión de fondo propiamente dicha y dictar una sentencia desestimatoria de la
pretensión ejerci—da») o la cualidad de administrador en la acción de responsabilidad
(art. 134 LSA; SSTS de 31 de diciembre de 2001 -2001\10132-, que concibe dicha cualidad
como un supuesto de «legitimatio ad causam», y 5 de noviembre de 1997 -1997\7933-) o la
de socio de una Cooperativa (art. 31.4.11 LC) en el proceso de impugnación de acuerdos
sociales anulables; cualidad que, según la jurisprudencia, hay que acreditar en el momento de
la interposición de la demanda (STS 7 de julio de 2003 2003\4332-, 25 de noviembre de 2002
-2002\1 0276-, 23 de junio de 1994 -1994\5322-, 7 de febrero de 1959 - 1959\46—, 19 de
abril de 1960 -1960\1682-, 18 de junio de 1963, 1963\3383—...) y mantenerla a lo largo de
todo el proceso. Se trata, pues, de un requisito de la capacidad de conducción procesal que no
puede, sin embargo, ocasionar la inadmisión de la demanda, por cuanto ni el art. 117 LSA, ni
el art. 31 LO lo autorizan. Pero el actor tiene, «ex» art. 265.1.1, la carga de su acreditación
documental en la demanda y, si incumpliere este requisito o no lo subsanara en la
comparecencia previa, procederá el archivo del procedimiento en virtud de lo dispuesto en el
art. 425 en relación con los arts. 416.1.1 y 418
b) En caso de concurso de acreedores la capacidad de conducción procesal la ostenta
la administración concursal para el ejercicio de acciones de índole no personal (art. 54.1
LO, Ley 22/2003; cfi.: STS 22 de mayo de 2001 -2001\6469-, que configura la legitimación
de los interventores en los antiguos expedientes de suspensión de pagos como un supuesto de
«legitimatio ad causam»).
c) El albacea ostenta dicha capacidad para defender en juicio la validez del
testamento y la conservación y custodia de los bienes (art. 902.30 y 4°CC).
d) En el caso de una comunidad de bienes «pro indiviso» ostentan dicha conducción
procesal todos y cada uno de los comuneros, por lo que todos ellos han de demandar o ser
demandados en juicio, pudiendo la ausencia de este requisito ser examinada de oficio (bajo
el concepto de «legitimatio ad causam», según SSTS 15 de diciembre de 2002 2002\256-,
20 de enero de 2000 -2000\58-, 4 de diciembre de 1999 - 1 999\90 13-, 2 de diciembre de
1999 -1999\8973- lO de noviembre de 1994 -1994\8482-, 10 de noviembre de 1992 -
1 992\8960-).
e!) La condición de profesional de la agricultura del arrendatario para el ejercicio de
una acción de adquisición preferente de la finca rústica arrendada (arts. 15 y 86 LAR,
Ley 83/1980), que, en opinión de la STS 16 de mayo de 2003 -2003\4761-, constituye un
supuesto de «legitimatio ad causam», integra también una condición jurídica de la conducción
procesal y, en cuanto tal, es examinable de oficio.
f’) La condición de fiador acreedor como consecuencia de haber verificado el pago
(art. 1.844.3 CC), como presupuesto para el ejercicio de la acción de regreso (STS 24 de
mayo de 2002 -2OO26426-, para la que la ausencia de dicha condición integra una falta de
legitimación activa examinable de oficio).
g’) El titular de una patente y el licenciatario en exclusiva ostentan conducción
procesal para el ejercicio de pretensiones de condena (arts. 63.1, 124.1 Lt, Ley 1111986.
Dicha capacidad también asiste a los titulares de marcas y concesionarios de licencias en
exclusiva (arts. 40 y 124.1 LM, Ley 1712001).
h) Los Colegios profesionales ostentan conducción procesal para la interposición de
pretensiones de condena al pago de honorarios devengados a sus colegiados, cuando ellos
así lo soliciten (art. 5.p Ley 2/1 974 sobre Oolegios Profesionales>.
En todos estos supuestos el tratamiento procesal es similar al de los accionistas para el
ejercicio de las pretensiones de anulación de acuerdos sociales:
la capacidad de conducción procesal habrá de acreditarse mediante el pertinente
documento que se adjuntará a la demanda, conforme a lo dispuesto en el art. 265.1.1 y2—
Si no sejustificara esta condición jurídica de la conducción procesal, podrá el Tribunal
decretar el archivo de la demanda «ex» art. 425 en relacióncon los arts.416.ll y418.l y2.
TEMA 6 LA LEGITIMACIÓN
A)CONCEPTO.
El sujeto que reúne los requisitos de capacidad para ser parte y capacidad procesal (o esté
debidamente representado) podrá actuar válidamente en cualquier proceso, pero para la
actuación en un proceso concreto se requiere una determinada vinculación con el objeto
u objetos del litigio.
Se requiere por tanto la legitimación, que es una condición de un sujeto por su
vinculación con un objeto determinado, que le habilita para comparecer o exige su
comparecencia en un proceso concreto, para obtener una sentencia de fondo.
El requisito de la legitimación sirve para dar vida a un proceso concreto en cuanto se
afirme. La legitimación alude a una especial condición o vinculación de uno o varios sujetos
con un objeto litigioso determinado, que les habilita para comparecer o exige su
comparecencia, individualmente o junto con otros, en un proceso concreto con el fin de
obtener una sentencia de fondo. Por ello, el art. 6.1.7. LE.C., cuando exige que para demandar
en un juicio un grupo de afectados será necesario que se constituya con la mayoría de los
individuos, no se está refiriendo a un problema de capacidad, sino de legitimación, de modo
que no podrán demandar como grupo si no se han reunido la mayoría de los afectados, a cuyo
fin podrían instar la diligencia preliminar del art. 256.1.6° LE.C..
La afirmación de la legitimación activa y pasiva es suficiente para que haya de dictarse
sentencia definitiva de fondos, porque si se denunciara por el demandado la falta de
legitimación del actor, o la suya propia, esta cuestión pasaría a ser objeto de controversia y se
convertiría en thenia decidendi, que habría de resolverse en la sentencia.
El examen de la legitimación constituye un requisito previo del análisis del problema de
fondo en la sentencia. Toda sentencia debe contener un pronunciamiento previo sobre la
legitimación de las partes, generalmente implícito, antes de analizar el asunto de fondo.
La legitimación no tiene naturaleza procesal, no es un presupuesto de carácter procesal, sino
un elemento de la fundamentación de la pretensión que impide resolver sobre la cuestión de
fondo.
B)LEGITIMACIÓN EXTRAORDINARIA
La parte legitimada para actuar procesalmente coincide normalmente con la parte de la
relación material, aunque el ordenamiento concede legitimación en determinados supuestos a
sujetos que no fueron parte de la relación jurídico-material.
El supuesto más conocido es el de la sustitución, en el que el ordenamiento habilita a una
persona que no es el titular del derecho para ejercitarlo en un proceso en nombre propio y en
interés propio; por ejemplo: acción subrogatoriay revocatoria (art. 1111 C.C.), reclamación de
renta del arrendador al subarrendatario., la acción directa del perjudicado contra el
asegurador, la reclamación de honorarios de un colegiado por el Colegio Profesional.
Otro supuesto de legitimación extraordinaria es de creación jurisprudencial. Se admite por
el Tribunal Supremo que la actuación de un comunero en nombre propio, ejercitando derechos
de la comunidad aproveche a los demás en cuanto la sentencia dictada sea favorable, sin que
les pueda perjudicar la adversa. Pero un comunero no puede ser demandado solo.
C) LEGITIMACIÓN DERIVADA DEL INTERÉS GENERAL. LAS ASOCIACIONES
DE CONSUMIDORES Y EL MINISTERIO FISCAL
El artículo 7.3 LOPJ permite reconocer la legitimación de las corporaciones,
asociaciones y grupos que resulten afectados o que estén legalmente habilitados para la
defensa de los intereses colectivos.
La Ley 26/84 de 19 de Julio para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios permite también a las asociaciones de consumidores ejercer acciones en defensa de
sus asociados, de la asociación y de los intereses generales de los consumidores, (art. 20.1).
Debe determinarse cuáles son estos intereses colectivos para atribuir la legitimación a estas
asociaciones: son aquellos que transcienden el interés individual y que afectan a todos los
ciudadanos o a un grupo de personas no determinado.
La nueva L.E.C. de 2.000 atribuye a las asociaciones de consumidores y usuarios
legitimación para defender enjuicio, además de los derechos e intereses de sus asociados y los
de la asociación, los intereses generales de los consumidores y usuarios (art. 11.1). Pero
además, cuando los perjudicados por un hecho dañoso sean una pluralidad de consumidores o
usuarios indeterminada o de dificil determinación, la legitimación para demandar en juicio la
defensa de estos intereses difusos, legitimación activa, por tanto, corresponderá
exclusivamente a las referidas asociaciones que, según la ley, sean representativas.
El ordenamiento otorga legitimación al Ministerio Fiscal por razones de interés general,
como defensor de la legalidad y del interés público tutelados por la ley. Debe actuar como
parte en los procesos relativos al estado civil y demás establecidos por la ley, interviniendo en
los procesos judiciales de amparo, y velar por el cumplimiento de las resoluciones judiciales
que afecten al interés público y social. Ello sin perjuicio de actuar como defensor de los
derechos de los ciudadanos, representando a quienes carecen de capacidad de obrar, o de
representación, y de ejercer acciones de filiación o de impugnación de la paternidad.
D) TRATAMIENTO PROCESAL DE LA LEGITIMACIÓN
Si se cuestiona la legitimación de una parte, esta cuestión debe resolverse en la sentencia
definitiva, con carácter previo a la resolución de la cuestión de fondo, de tal forma que si se
estima la falta de legitimación se absolverá al demandado sin entrar en la cuestión litigiosa.
La legitimación carece por tanto de tratamiento procesal específico en la mayoría de los casos,
por cuanto se ostenta en la medida en que es afirmada, y sirve para dar vida a un proceso y
lograr una sentencia definitiva de fondo.
La legitimación recibe un tratamiento procesal propio en los supuestos en que es negada
desde la propia demanda (por ejemplo: A, diciendo obrar por razones humanitarias, demanda
a B para que le devuelva a C una cosa que B tenía en depósito). En estos casos, se pone de
manifiesto la falta absoluta de legitimación, hasta el punto que la evidencia permite apreciarla
sin necesidad de que se siga el proceso por todos sus trámites. Entonces la legitimación, sin
alterar su naturaleza, recibiría el tratamiento de un presupuesto procesal, que podrá ser
apreciado de oficio por el juez en la audiencia previa al juicio o en la vista.
Cuando la legitimación aparece negada en la propia demanda (de forma implícita o explícita)
o, no se afirma en los casos en que sea necesario, como ocurriría con el carácter de
representativa de la asociación de consumidores, puede ser denunciada por el demandado y
resuelta como una cuestión procesal, de modo que su apreciación se hará por medio de auto
que pondrá fin al proceso, archivando las actuaciones.
TEMA 7: PLURALIDAD DE PARTES Y SUCESIÓN PROCESAL
II. PLURALIDAD DE PARTES
1. CONCEPTO.
En un proceso civil, las posiciones activa y pasiva pueden estar integradas por una
pluralidad de sujetos, sea desde el principio del proceso (litisconsorcio) o durante la
tramitación del mismo por la entrada de terceros en un procesa ya iniciado (intervención
procesal).
El litisconsorcio consiste en la existencia de más un sujeto en la parte actora
(litisconsorcio activo), o en la demandada (litisconsorcio pasivo), o en ambas partes
(litisconsorcio mixto o doble).
La ley entiende que en los supuestos de litisconsorcio se produce un fenómeno por el cual
varias personas comparecen como demandantes o como demandados en el proceso de forma
voluntaria o necesaria (art. 12).
La intervención se refiere a aquellos escasos supuestos en que se admite que entren
a formar parte del proceso sujetos que hasta el momento habían permanecido ajenos
a la relación procesal.

2. LITISCONSORCIO.
Se da por razones de mera conveniencia de la parte actora en los supuestos permitidos por
la ley. Es una acumulación de pretensiones por la que el demandante quiere llamar a varias
personas a la posición de parte pasiva, o por la que varios sujetos quieren litigar unidos
presentando conjuntamente una demanda.
El término litisconsorcio debería reservarse exclusivamente para los supuestos regulados
en el art. 12. 2, pero dado que la L.E.C. engloba bajo un mismo título a esos dos supuestos,
podemos, a los meros efectos didácticos entender que existe litisconsorcio voluntario y
litisconsorcio necesario.
A) LITISCONSORCIO VOLUNTARIO.
El art. 12. 1 determina que podrán comparecer enjuicio varias personas como demandantes
o como demandados, cuando las acciones que se ejerciten provengan de un mismo título o
causa de pedir. El llamado litisconsorcio voluntario no es más que una acumulación subjetiva
de acciones, la ley exige, no obstante, que exista un mismo título o causa de pedir.
Así podrán acumularse, ejercitándose simultáneamente las acciones que uno tenga contra
varios sujetos o varios contra uno, siempre que entre esas acciones exista un nexo por razón
del título o causa de pedir.
El litisconsorcio voluntario será imposible cuando las acciones se acumulen se excluyan
entre sí, de suerte que la elección de una excluya la aceptación de la otra. De igual forma, es
imposible el litisconsorcio voluntario cuando signifique el ejercicio de acciones que no se
puedan transmitir en el mismo proceso y ante el mismo juez, por razones de competencia.
Como efectos derivados del mismo, todas las actuaciones se sustanciarán conjuntamente, se
discutirán en un sólo juicio y se decidirán en una sola sentencia. La actuación de cada uno de
dichos sujetos es de plena autonomía, así cada uno de ellos podrá mantener defensas distintas.
B) LITISCONSORCIO NECESARIO
El art. 12. 2 L.E.C. establece que “cuando por razón de lo que sea objeto de juicio la
tutelajurisdiccional solicitada sólo puede hablarse efectiva frente a varios sujetos
conjuntamente considerados, todos ellos habrán de ser demandados como litis consortes,
salvo que la ley disponqa expresamente otra cosa.”
La necesidad de que todos estén en el proceso viene impuesta por la configuración
plurisubjetiva del derecho material que se pone en juego, de donde es innegable que existe
litisconsorcio necesario activo y litisconsorcio necesario pasivo.
Existe litisconsorcio necesario en los supuestos de comunidad de bienes y de comunidad
hereditaria en depende los derechos son de todos y se tienen frente a todos en común y no
por cuotas, por lo que la demanda ha de ser entablada por todos los comuneros o contra todos
ellos.
También se produce en el caso de los derechos y obligaciones indivisibles (Art. 1139
C.C.), perjudicando al derecho de los acreedores sólo los actos conjuntos de todos ellos, y
debiendo demandarse conjuntamente a todos los deudores para hacer efectiva la deuda. Otros
supuestos de litisconsorcio necesario se dan en el ejercicio de algunas acciones de estado,
como en el de la nulidad del matrimonio pedida por un interesado o por el Ministerio Fiscal
(art. 74 C.C.), o en los procesos que pretendan la nulidad de un negocio jurídico en el que
estén vinculadas varias personas.
Ante la pregunta ¿Por qué seguir un proceso si desde el principio sabemos que la sentencia
será absolutoria, puesto que el derecho ha sido ejercitado por quien no es titular o frente a
quien no está obligado?
Nuestra ley ha solucionado el problema por una vía equivocada y parcial, pues se le da a la
cuestión de fondo un tratamiento de forma y sólo se soluciona el problema del litisconsorcio
pasivo necesario. Así cuando el actor no dirige su demanda contra las demás litisconsortes, se
procede al archivo de las actuaciones y se da fin al proceso mediante una resolución en la
forma, que como tal no produce los efectos de cosa juzgada y, por tanto, no impide que
posteriormente se presente una demanda cumpliendo con el litisconsorcio necesario. La LEC
da un tratamiento formal a algo que no lo es y además confunde la institución del
litisconsorcio necesario con el tratamiento procesal de la falta de litisconsorcio necesario y al
confundirlos llega a la conclusión errónea de que no existe litisconsorcio activo necesario. En
estos casos la solución no puede ser otra que anticipar la resolución de fondo aspecto no
tenido en cuenta por el legislador.

2. LA INTERVENCIÓN.
En los artículos 13, 14 y 15 L.E.C. se regulan distintos supuestos de una figura admitido
por la doctrina y por lajurisprudencia. Con la intervención se permite la entrada en el proceso
de un sujeto que hasta entonces ostentaba la condición de tercero, bien como actor bien como
demandado, para defender derechos e intereses legítimos propios, que son coincidentes con el
derecho ejercitado por el actor o con los intereses defendidos por el demandado. La Ley
regula dos supuestos de intervención: La intervención voluntaria (art. 13) y la provocada.

A. LA INTERVENCIÓN VOLUNTARIA.
Dicha intervención siempre es litisconsorcial pues, dado que el interviniente actúa en la
posición de demandante o demandado, podría haber sido demandante o demandado desde
el principio del proceso. La ley se refiere a supuestos concretos que pueden ser incluidos bien
dentro del litisconsorcio voluntario, bien en el litisconsorcio cuasi necesario. En el primer
caso, entraría el supuesto de los acreedores y deudores solidarios. El derecho y las
obligaciones solidarias según el C.C. no da lugar a litisconsorcio necesario, pero si que cabe
la posibilidad de litisconsorcio voluntario y así, la posibilidad de intervención, tanto en la
posición de demandante como de demandado, en el pleito que se haya iniciado anteriormente
por alguno de los acreedores solidarios o contra alguno de los deudores solidarios.
También es un caso de intervención voluntaria la efectuada por los consumidores o usuarios,
o afectados por cláusulas o condiciones generales de la contratación abusiva o nulas, para
intervenir en los procesos que se hayan iniciado por las entidades legalmente reconocidas para
la defensa de intereses, aunque estas intervenciones también pueden ser denominadas, como
provocadas.

Es también un supuesto de Intervención voluntaria la intervención adhesiva simple, se da


cuando el interviniente actúa en el proceso defendiendo un interés propio que consiste en
evitar el perjuicio que le podría ocasionar la sentencia que en su caso se dictare, por tanto,
interviene para ayudar a una de las partes.
El interviniente debe de presentar la solicitud de intervención ante el órgano que esté
conociendo del proceso en cuestión, la cual no suspenderá el proceso pero determinará la
resolución por medio de auto, previa audiencia de las partes personadas, en el plazo de diez
días (art. 13. 2). La intervención no retrotrae las actuaciones, aunque, en todo caso podrá el
interviniente efectuar las alegaciones necesarias para su defensa cuando no las hubiere
efectuado por haber iniciado su intervención en momentos procesales posteriores.
El interviniente entra en el proceso con todos los derechos, poderes y facultades que tiene
la parte, adoptando una posición autónoma respecto a la de la parte en cuya posición se sitúan,
pudiendo ejercitar cualquier derecho, poder o facultad procesal con independencia de que lo
haga su litisconsorte, así como interponer los recursos que procedan.
B. LA INTERVENCION PROVOCADA.
El art. 14 regula lo que antes se denominaba intervención forzosa y que ahora denomina
intervención provocada. La provocación para la intervención procede bien del demandante o
bien del demandado (art. 14) o incluso, del órgano judicial (art. 15).
Se incluyen en dicho supuesto los supuestos de saneamiento por evicción en cuyo caso el
comprador demandado puede solicitar que se notifique al vendedor o vendedores la existencia
del proceso, de igual modo, cuando el heredero demandado por el acreedor de la herencia
puede llamar al proceso al coheredero que haya aceptado la herencia.
Cuando haya sido el demandante quien ha provocado la intervención, ésta se solicitará en la
demanda. Si en cambio la intervención la provoca el demandado éste solicitará al órgano
judicial que sea notificada al tercero la pendencia del proceso. Dicha solicitud se presentará
dentro del plazo para contestar la demanda o en el día de la vista cuando se esté en un juicio
verbal. En estos casos, el órgano judicial oirá al demandante, dentro del plazo de diez días.
Cuando se acuerde notificar al tercero la pendencia del proceso se le emplazará para que
conteste la demanda y cuando se trate de un juicio verbal, el órgano judicial señalará un nuevo
día para la vista.
Si la intervención es provocada por el órgano judicial, el art. 15 incluye en ellos los
supuestos de procesos de protección de derechos e intereses colectivos y difusos de los
consumidores y usuarios.

III. LA SUCESIÓN PROCESAL


1.CONCEPTO.
La sucesión procesal (arts. 16-18) es la modificación de la identidad subjetiva de las
partes producida por la muerte de cualquiera de ellas, o por la transmisión jurídico material
del derecho o de la obligación obj eto del proceso o, en su caso, la producida por la
intervención provocada en los supuestos del art. 18.

2. SUCESIÓN POR MUERTE


Si iniciado un proceso fallece una de las partes, se suspenderá la tramitación del proceso
y, sus herederos deben ocupar la posición ocupada por el causante, ya que le suceden en
todos sus derechos y obligaciones (art.661 C.C.). Se exceptúan los casos en que el objeto del
proceso verse sobre derechos personalísimos del de cuius, como su incapacitación, aunque
determinados derechos personalísimos sí permiten la sucesión de los herederos (por ejemplo,
las acciones de filiación).

Si se produce la muerte de uno de los litigantes y su sucesor no se presenta en el plazo de


cinco días siguientes, la contraparte podrá pedir que se notifique la existencia del proceso y
que se emplace a los sucesores, siempre que éstos estén identificados, para que comparezcan
en el plazo de diez días. Ello determinará la suspensión del proceso hasta no termine dicho
plazos.
Si los sucesores no compadecen, siendo demandados, el proceso continuará en
rebeldía. Si los no comparecientes fueran los demandantes sucesores, el órgano judicial
dictará auto teniendo a la acción por renunciada. Cuando, por contra, no se sabe el nombre de
los sucesores o éstos no pueden localizarse, siendo demandantes, se dictará auto de
desistimiento.
Cuando el heredero hubiera aceptado la herencia a beneficio de inventario, debe comparecer
el administrador de la herencia yacente, y si el obj eto litigioso ha sido transmitido a otra
persona por medio de un legado debe comparecer el legatario de esa cosa específica.
La muerte de cualquiera de las partes, una vez notificado el órgano judicial, produce la
suspensión del proceso.

3. SUCESIÓN POR TRANSMISIÓN DEL OBJETO LITIGIOSO.


La transmisión del bien o derecho litigioso no produce de forma obligada la sucesión
procesal, pues el adquirente puede solicitar (art. 17.1).
Cuando se haya transmitido durante la pendencia del juicio lo que sea objeto del mismo, el
adquirente de dicho bien podrá solicitar, acreditando la transmisión que se le tenga por parte
en la posición ocupada por el transmitente (art. 17.1). Si la parte contraria no se opone tras ser
oída, en el plazo de diez días, el órgano judicial ordenará que el adquirente ocupe la posición
procesal del transmitente (art. 17. 1.2°). No obstante, cabe la posibilidad de que la parte
contraria se oponga a la sucesión procesal, en estos casos la sucesión no se produce porque,
en caso contrario, podría darse entrada a un fraude procesal; bastaría simular una venta para
dejar a una de las partes sin la defensa que podría sustentar en el proceso (art. 17 .2). La
negación de la sucesión deja a salvo las relaciones que puedan existir entre transmitente y
adquirente.

4. LA SUCESIÓN EN LOS SUPUESTOS DE INTERVENCIÓN PROVOCADA.


Cuando se ha producido la intervención provocada de un tercero, y el demandado
considere que su lugar en el proceso debe ser ocupado por el interviniente, se dará traslado de
dicha solicitud para que aleguen lo que a su derecho convenga en el plazo de cinco días,
resolviendo el órgano judicial mediante auto lo que proceda en orden a la conveniencia o no
de la sucesión (art. 18).

2. EL LITISCONSORCIO NECESARIO
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por litisconsorcio necesario la exigencia legal o convencional que tiene el
actor de demandar en el proceso a todos los partícipes de una relación jurídico material
inescindible, de tal suerte que, si no lo hiciera, a todos ellos les podrían afectar por igual los
efectos materiales de la Sentencia.
Presupuesto ineludible del litisconsorcio necesario es que todos los codemandados hayan
participado en una relación jurídica material insecindible. Existe una legitimación pasiva
originaria determinada por la existencia previa de una relación jurídica plurisubjetiva e
inescindible.
Como supuestos encontramos: obligaciones mancomunadas, sociedad de gananciales.
También como fundamento del litisconsorcio necesario hay que encontrarlo en la
preservación del derecho a la tutela judicial del art. 24.1 CE.

2. RÉGIMEN PROCESAL
A) El estatus de parte. Los liticonsortes tienen todo el estatus de parte principal. Puede
litigar unidos o por separado.
En el litisconsorcio pasivo necesario rige la regla de que los liticonsortes activos o
diligentes en el proceso benefician a los inactivos, ya que produce efectos frente a los demás
sólo para beneficio.
B) Examen de oficio. Para preservar la tutela judicial se establece la obligación de examen
de oficio de ésta. Al producirse indefensión material a los liticonsortes no emplazados al
proceso, se ocasionaría la nulidad.
C) La comparecencia previa. Si faltara el debido litisconsorcio, se faculta al demandante
para que pueda ampliar su demanda ya interpuesta contra todos los litisconsortes. En
cualquier caso, la falta de litisconsorcio podrá ser discutida en la comparecencia previa.
a) Conformidad del actor. Si el demandado ha opuesto la excepción de “debido
litisconsorcio”, el actor puede manifestar su conformidad u oposición. Si está conforme puede
volver a redactar la demanda y presentarla en la comparecencia.
b) Oposición del actor. Si el demandante no estuviere de acuerdo con la excepción de
litisconsorcio necesario, debe el Juez oír a ambas partes en la audiencia preliminar.
c) La integración de oficio del litisconsorcio. El litisconsorcio también puede ser
planteado de oficio por el Tribunal. En tal caso, el Juez debe oír a ambas partes en la
comparecencia previa y dictar resolución. Si es favorable hacia el litisconsorcio, se dará al
actor un plazo no inferior a diez días para presentar nuevas demandas contra todos los
litisconsortes. Si no presentara en plazo la documentación, el Tribunal dictará auto de
sobreseimiento del proceso. En cualquier caso, la apreciación del litisconsorcio ocasiona la
nulidad de las actuaciones practicadas con retroacción al momento del emplazamiento de los
demandados.
PII –2- (67-134)
TEMA 8: LOS PRESUPUESTOS DEL OBJETO PROCESAL

1. LOS PRESUPUESTOS DEL OBJETO PROCESAL: CONCEPTO, CLASES Y


DETERMINACIÓN
Pueden clasificarse en generales y especiales. Son generales la caducidad de la acción, la
litispendencia, la cosa juzgada, el arbitraje y el pendiente compromiso, la existencia de algún
medio dispositivo de finalización del litigio y el procedimiento adecuado. Todos estos
presupuestos son negativos en el sentido de que es preciso que no concurran para que el
órgano jurisdiccional pueda examinar el de la cuestión litigiosa.
Los especiales son positivos en el sentido de que, en determinadas relaciones jurídicas
litigiosas, han de ser cumplidos por el actor con anterioridad a la interposición de la demanda.
Tales presupuestos vienen determinados por la autocomposición, las cauciones necesarias
para poder interponer la demanda o para oponerse a ella y los requerimientos especiales al
deudor.

2. LOS PRESUPUESTOS GENERALES


1. LA CADUCIDAD DE LA ACCIÓN
A) Concepto, naturaleza y fundamento. Caducidad de la acción es la imposibilidad de
plantear una pretensión constitutiva por el mero transcurso del tiempo legalmente establecido
por una norma material para el ejercicio del derecho subjetivo de impugnación.
Las Leyes sustantivas establecen un plazo preclusivo para obtener la tutela jurisdiccional
de un determinado derecho subjetivo material de configuración jurídica a fin de garantizar la
seguridad jurídica y el interés público en la certeza de que han de obtener terceros y la
sociedad la validez de determinados negocios jurídicos o cuestiones de estado civil.
B) Supuestos. Las acciones de impugnación de la paternidad, la acción de saneamiento por
vicios ocultos, las demandas de interdictos de retener y recobrar la posesión, etc.
C) Tratamiento procesal. Los plazos de caducidad no son procesales sino materiales y por
ello se rigen por el CC.
La existencia de caducidad de la acción puede ser denunciada por el demandado y
dilucidarse en la comparecencia previa como “circunstancia análoga”. Si el Juez la apreciara
dictará auto de sobreseimiento o, en caso contrario, su reanudación. Pero la caducidad de la
acción también puede y debe ser examinada de oficio por el Tribunal en cualquiera de sus
fases e instancias. En ese caso, su tratamiento procesal ha de ser similar al de la falta de
jurisdicción o de competencia objetiva.

2. LA LITISPENDENCIA.
A) Concepto, naturaleza y fundamento. El efecto negativo de la litispendencia intenta
preservar los efectos de la cosa juzgada. Es un verdadero presupuesto procesal como
oposición a que sobre una misma pretensión pueda conocer otro órgano jurisdiccional. Así
participa de la naturaleza de cosa juzgada.
B) Presupuestos. a) Identidades subjetivas: Han de concurrir tanto en el orden
jurisdiccional como en las partes: a’) jurisdicción y competencia: la litispendencia
internacional. Para que pueda existir litispendencia es necesario que el órgano judicial asuma
su jurisdicción y competencia objetiva y territorial indisponible. Si constatara la ausencia de
alguno de estos presupuestos ha de inadmitir la demanda. Pero puede ocurrir que, admitida la
demanda, se haya deducido, con anterioridad, otra demanda con el mismo objeto y entre las
mismas partes ante otro órgano jurisdiccional perteneciente a un Estado extranjero. En ese
caso se debe plantear la excepción de “litispendencia internacional”.
b’) identidad o comunidad de orden jurisdiccional: Es necesario que
ambos Tribunales pertenezcan a un mismo orden jurisdiccional (civil, penal, etc.).
c’) identidad entre las partes: También debe existir identidad entre las
“personas de los litigantes y la calidad con que lo fueron”. Es decir, que sean los mismos
sujetos quienes hayan de sufrir los efectos materiales de la cosa juzgada en las Sentencias
recaídas en ambos procesos.
b) Identidad objetiva: La identidad también ha de darse entre los objetos
procesales. Como dice la LEC, “ la cosa juzgada excluirá un ulterior proceso cuyo objeto
sea idéntico al del proceso en que aquélla se produjo”. a’) propia: Existe identidad
objetiva propia cuando los objetos procesales de ambos procesos son estrictamente idénticos,
es decir, las pretensiones aducidas. b’) impropia o prejudicial: “lo resuelto con fuerza de
cosa juzgada vinculará a un tribunal de un proceso posterior cuando en éste aparezca como
antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre que los litigantes de ambos procesos sean
los mismos o la cosa juzgada se extienda a ellos por disposición legal” (si se insta declaración
de nulidad de testamento en un proceso, no se puede en otro solicitar el reconocimiento de un
legado).
C) Requisitos. a) Necesidad de interposición de demandas y no meros actos preparatorios:
El art. 410 LEC vincula los efectos procesales de la litispendencia a la admisión de la
demanda. Así, lo primero que ha de determinar el órgano judicial del segundo proceso es si
existe o no una auténtica admisión de la demanda en el primer procedimiento a fin de
estimar cumplida la excepción de la litispendencia. b) Necesidad de que no exista una
resolución inadmisoria o firme de la primera pretensión: Cuando se estime la excepción de
litispendencia ha de estar vigente el primer procedimiento, es decir, no haberse ocasionado
la inadmisión de la primera pretensión ni haberse declarado la firmeza del primer proceso. Y
ello es así porque, como su nombre indica, la litispendencia requiere la pendencia de la litis y
porque, en tal supuesto, lo procedente es oponer la excepción de cosa juzgada. c) Necesidad
de que el primer procedimiento haya de finalizar con una sentencia con plenos efectos de la
cosa juzgada: Es así, pues, estando la litispendencia dirigida a preservar la cosa juzgada, es
natural que no deba estimarse cuando el primer proceso no la amenace o sea indiferente para
garantizar los efectos de la Sentencia que haya de dictarse en el segundo. Al no producir en
tales procedimientos efectos materiales de cosa juzgada, las resoluciones que en ellos recaigan
en nada han de afectar a la “santidad” de cosa juzgada en el segundo proceso.

3. LA COSA JUZGADA: REMISIÓN A OTRO LUGAR.


Junto a la identidad de partes y pretensiones, el efecto negativo o excluyente de la cosa
juzgada tan sólo sucederá con los efectos directos y no con los reflejos o prejudiciales.

4. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA LITISPENDENCIA Y DE LA COSA


JUZGADA.
A) Requisitos y distinción con figuras afines. La litispendencia y la cosa juzgada, al
participar de la misma naturaleza, tienen el mismo tratamiento procesal. Y éste es que, para
que pueda prosperar el examen de tales presupuestos, es necesario que los objetos procesales
de ambos procedimientos sean idénticos, concurriendo identidad entre las partes, las
peticiones y su causa de pedir o fundamentación fáctica. Pero si lo que existe no es
igualdad sino afinidad o conexión de pretensiones lo procedente no es plantear las referidas
cuestiones de litispendencia o de cosa juzgada, sino suscitar el correspondiente
procedimiento de acumulación de autos o de procesos. Así, si hay una sola pretensión
planteada en ambos procedimientos procederá el planteamiento de la litispendencia, pero si
existen varias pretensiones conexas, lo correcto será suscitar el incidente de acumulación de
autos.
B) Procedimiento. El Juez debe conceder la palabra al demandado para que informe sobre
los presupuestos procesales. Posteriormente, otorgará la palabra al actor y, previo el examen
de los testimonios de la Sentencia (cosa juzgada) o de los escritos de demanda y contestación
(litispendencia) resolverá lo que estime conveniente. La resolución puede ser oral (cuando sea
desestimatoria) o escrita (usual cuando sea estimatoria y en forma de auto de sobreseimiento).

5. LA SUMISIÓN AL ARBITRAJE Y EL PENDIENTE COMPROMISO


A) Concepto, naturaleza y fundamento. El arbitraje es un método para la solución de los
litigios de naturaleza disponible, al que las partes previa y voluntariamente deciden someterse
con anterioridad al surgimiento del conflicto, y en el que uno o varios terceros ponen fin, de
una manera definitiva e irrevocable. Se regula por la Ley 60/2003 de Arbitraje (LA).
El fundamento del arbitraje hay que encontrarlo en el principio dispositivo: si las partes
son dueñas de sus derechos subjetivos, también los son de acudir o no a los Tribunales para
obtener su defensa, pudiendo utilizar los “equivalentes jurisdiccionales”, como es el arbitraje.
Pero para acudir al arbitraje es necesario que: 1) el objeto litigioso sea de naturaleza
disponible; 2) no se trate de un arbitraje excluido de la LA; 3) las partes suscriban libremente
por escrito un “convenio arbitral” en el que decidan someter un determinado conflicto o los
que puedan surgir respecto a una determinada relación jurídica.
B) Tratamiento procesal. El art. 11.1 LA dispone que “el convenio arbitral obliga a las
partes a cumplir lo estipulado e impide a los Tribunales conocer de las controversias
sometidas a arbitraje, siempre que la parte a quien interese lo invoque mediante
declinatoria”. Si el Tribunal estimase la declinatoria lo declarará mediante auto,
absteniéndose de conocer y sobreseyendo el proceso. Pero si el demandado no interpone la
declinatoria en el plazo previsto se consumaría una sumisión tácita y el Juzgado pasaría a
ostentar la competencia.

6. LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN DEL DERECHO SUBJETIVO MATERIAL


A) Concepto y fundamento. Los actos de disposición del derecho subjetivo material impiden
la incoación de un proceso o ponen término a uno ya iniciado. Su fundamento es el mismo
que el del arbitraje: si las partes son dueñas de sus derechos subjetivos, pueden también
sacrificarlos y renunciar a su defensa ante los Tribunales. Estos actos de disposición lo son
también de la finalización anormal del proceso.
Son actos de disposición del derecho subjetivo material y del proceso la renuncia del actor
a la acción, el allanamiento del demandado a la pretensión, la transacción judicial, la
conciliación intraprocesal y la satisfacción extraprocesal de la pretensión.
B) Tratamiento procesal. Las partes pueden alegar la finalización del proceso por la
existencia de algún acto dispositivo del dº subjetivo material, pasando por el cauce de las
“excepciones análogas” a la de la transacción o conciliación judicial.

7. EL PROCEDIMIENTO ADECUADO
A) Concepto y regulación. Se entiende por procedimiento adecuado el presupuesto
procesal que impone la carga procesal al actor de solicitar, en su escrito de demanda, que su
pretensión se dilucide a través del procedimiento, ordinario o especial, previsto en la LEC; al
demandado la de denunciar su incumplimiento en su escrito de contestación; y al Juez la
obligación de examinar de oficio si el procedimiento incoado resulta ser el efectivamente
aplicable, reconduciendo, caso contrario, las actuaciones al adecuado. Las normas que lo
regulan se encuentran en los arts. 249 y 250 LEC y en la regulación de los procesos especiales
de LEC.
B) Los procesos declarativos ordinarios. Son dos: el “juicio ordinario” y el ”juicio
verbal”.
C) Ámbito de aplicación del “juicio ordinario”. a) Concepto y naturaleza: El art. 249 LEC
contempla el ámbito de aplicación o procedimiento adecuado del juicio ordinario. Éste es un
auténtico presupuesto procesal y examinable por el Tribunal, sin perjuicio de que al
demandado le asista también la carga de alegar y evidenciar su incumplimiento por el cauce
de las excepciones procesales a aducir en su escrito de contestación. b)Criterios: Son dos:
a’) Cualitativo: El criterio utilizado por el legislador para encuadrar las relaciones jurídicas
materiales en el juicio ordinario es doble: su relevancia y su complejidad. b’) Cuantitativo:
Si el objeto litigioso no permitiera ser encuadrado en las anteriores relaciones jurídicas
materiales se acudiría al criterio del valor o cuantía del bien litigioso: si fuera superior a
3.000 euros o valor inestimable el procedimiento adecuado será el juicio ordinario; si fuera
igual o inferior a esa cifra, será de aplicación el juicio verbal. Estas cifras han de reflejarse en
los escritos de demanda y de contestación.
D) Ámbito de aplicación del juicio verbal. a) Cualitativo: Las demandas de escasa
relevancia o complejidad se dilucidarán siempre a través de las normas del juicio verbal. b)
Cuantitativo: Si la cuantía del bien litigioso fuera igual o inferior a 3.000 euros será de
aplicación el juicio verbal; en cualquier otro caso el ordinario.
E) Tratamiento procesal. A pesar de la determinación del procedimiento a seguir en la
demanda es el Tribunal el decide el procedimiento adecuado con independencia del que
solicite el demandante, indicando al actor el defecto advertido para que en un plazo de diez
días lo subsane. El demandado tiene la carga procesal de alegar la excepción de
procedimiento ordinario en el escrito de contestación del juicio ordinario. No puede
silenciarla para aducirla extemporáneamente, ya que no prosperará dicha excepción.

3. LOS PRESUPUESTOS ESPECIALES


Se denominan como tales los que han de concurrir con anterioridad a la interposición de
una demanda que tenga por objeto una específica relación jurídico-material. Su característica
es la de convertirse simultáneamente en presupuestos de la demanda.

1. LA AUTOCOMPOSICIÓN.
La autocomposición es la categoría genérica en la que se enmarca a la conciliación, que
la LEC2000 ha suprimido su carácter de presupuesto procesal y obligatorio. Pero hay
supuestos en los que deviene obligatoria y en los que los Jueces pueden repeler, incluso de
oficio, una demanda por no haber sometido previamente el conflicto a la autocomposición
entre las partes
Esos supuestos son:
La reclamación administrativa previa. Quien desee interponer una demanda contra
cualesquiera Administraciones Públicas, que actúen sometidas al Dº Privado, ha de plantear
una reclamación previa en la vía administrativa, todo ello con la sanción procesal de ver, en
caso contrario, inadmitida de plano su demanda por la omisión de este presupuesto. Este
requisito es de carácter antiformalista permitiendo su subsanación.
La reclamación previa y el agotamiento de los recursos en las demandas de responsabilidad
civil contra Jueces y Magistrados. La LEC dispone que “cuando se interponga demanda de
responsabilidad civil contra Jueces y Magistrados” habrán de acompañarse a la demanda “ las
certificaciones y testimonios que acrediten haber terminado el proceso y haberse en él
reclamado o recurrido” y que no se admitirán estas demandas “mientras no sea firme la
resolución que ponga fin al proceso en que se suponga causado el agravio”. También se
permite la subsanación.
El acto de conciliación en las demandas relativas a invenciones laborales. La Ley de
Patentes dispone que ninguna demanda surgida en relación con una invención laboral será
admitida sin promover previamente una conciliación ante el Rº de la Propiedad Industrial, la
cual ha de regirse por la LEC. Ésta dispone que ningún Juez podrá admitir una demanda sobre
Propiedad Industrial que no vaya acompañada de una certificación de haberse realizado el
acto de conciliación sin avenencia. Pero también subsanación.

2. CAUCIONES
No existen depósitos o cauciones (requisitos económicos) que haya de satisfacer el actor
con anterioridad a la interposición de una demanda, salvo la demanda de retracto, que exige la
consignación del precio.
En el caso del demandado permanece vigente la exigencia de caución en el proceso para
la protección de los derechos reales inscritos en el Rº de la Propiedad, con carácter previo al
acto de la oposición a la demanda. Pero dicha caución no podrá requerirse a quien le asista el
beneficio de la justicia gratuita.

3. REQUERIMIENTOS
El requerimiento de pago al deudor en el proceso espacial relativo a contratos inscritos en
el Rº de Ventas a Plazos de Bienes Muebles.El requerimiento de rectificación en este
procedimiento especial de tutela del derecho al honor, cuyo incumplimiento faculta la Juez a
repeler “a limine” la demanda. El requerimiento de cesación, que ha de efectuar el Presidente
de una Comunidad de Propietarios, al presunto autor de una actividad prohibida a propietarios
y ocupantes como presupuesto previo a la interposición de la demanda.
TEMA 9: EL OBJETO PROCESAL
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
El objeto del proceso es la pretensión, que es la declaración de voluntad del actor
deducida ante el juez y dirigida contra el demandado, por la que se solicita al órgano
jurisdiccional una sentencia que, en relación con un derecho, bien o situación jurídica, declare
o niegue la existencia, cree, modifique o extinga una determinada situación o relación
jurídica, o que condene al demandado al cumplimiento de una determinada prestación (art. 5.
1. L.E.C.). Partiendo de un concepto abstracto del derecho de acción, el objeto del proceso no
lo constituye la acción entendida como derecho de libre acceso a la jurisdicción para obtener
una resolución fundada, motivada y congruente, que se erige en motor del proceso.
La nueva L.E.C. se ha inclinado por la teoría concreta del derecho de acción que, al concebir
dicho derecho como la pretensión de tutela del derecho subjetivo (art. 24. 1 C.E.) viene a
involucrar dos conceptos distintos, que son la acción y la pretensión.
El objeto del proceso es la pretensión procesal o petición que formula el demandante al
Juez de una resolución que, con autoridad de la cosajuzgada, pongan fin de una manera
definitiva e iffevocable al litigio por él entablado..
La determinación del objeto del proceso en el escrito de demanda tiene consecuencias
importantes en distintos aspectos: en orden a la congruencia de la sentencia, que debe
ceñirse a la pretensión del actor (art. 216 y 218); en cuanto a la producción de los efectos de
la litispendencia, impidiendo que se plantee un nuevo proceso con el mismo objeto (art. 40);
para fijar los límites de la cosajuzgada (art. 222); su naturaleza permite analizar la
adecuación del procedimiento (art. 248), y su compatibilidad con otras pretensiones para
autorizar o no la denominada acumulación de acciones (arts. 7 1-73); finalmente, su
determinación permitirá delimitar si ha existido una ampliación de la pretensión o una
reconvención por parte del demandado.

2. REQUISITOS
A) FORMALES
Condicionan la admisibilidad de la pretensión. Sin su concurrencia el juez no puede entrar
a examinar la pretensión o relación jurídica material debatida, la cual ha de quedar
imprejuzgada. Estos son:
1°) Los presupuestos procesales, que deben ser observados por las partes al ejercer el
derecho de acción, ya que su ausencia implica la obligación del juez de dictar una sentencia
absolutoria en la instancia, no pudiendo entrar a conocer sobre el fondo del asunto. Pueden
sistematizarse así:
- del órgano jurisdiccional : jurisdicción y competencia objetiva, teifitorial y funcional.
- de las partes: capacidad para ser parte y para actuar enjuicio, representación y postulación
procesal y el derecho de conducción procesal.
- de la actividad: procedimiento adecuado, litispendencia y cosajuzgada.
- otros presupuestos especiales que pueden concurrir, como la reclamación previa ante el
Estado, la caución de los extranjeros o la caducidad en el ejercicio de determinadas
acciones constitutivas.
Los presupuestos procesales deben ser observados por el actor al interponer la demanda, y si
no lo hace el demandado tiene la carga de denunciar su ausencia en su escrito de
contestación mediante la interposición de la pertinente excepción (dilatoria en la arcaica
concepción de la L.E.C. del año 1.881 que la vigente ha suprimido). Sin embargo, en los
últimos tiempos se ha acentuado el examen de oficio por el juez en la comparecencia previa.
2°) Los requisitos procesales que rigen la admisión de los recursos, y que caso de
incumplirse suponen que no pueda examinarse la pretensión en la segunda instancia, pueden
dividirse en:
- comunes: el gravamen o perjuicio que ha de haber sufrido el recuifente como
consecuencia de la resolución que impugna, y la conducción procesal o requisito de haber
sido parte del proceso en primera instancia.
- especiales o que deben concurrir al ejercer medios de impugnación extraordinarios,
como la exigencia de prestar un depósito para interponer de recurso.
B)DE FONDO
Son inherentes a la pretensión, por lo que su incumplimiento ha de suponer una
sentencia de fondo absolutoria para el demandado. Pueden clasificarse en subjetivos y
objetivos:
A) Los requisitos subjetivos se determinan por la legitimación de las partes, que es un
elemento de la fundamentación de la pretensión. El actor es el que ha de ostentar la titularidad
de una relación jurídico material o del objeto litigioso (art. 10), o al menos, ha de ostentar un
interés directo y legítimo o difuso (art. 13), El demandado está facultado no sólo para
contestar la demanda, sino también para formular una nueva e independiente pretensión
contra el actor bajo la denominación de reconvención (arts. 406-407) que determinará su
condición como demandante respecto a dicha reconvención.
La ausencia de la legitimación supone una sentencia de fondo absolutoria para el demandado,
pues es un elemento de la fundamentación de la pretensión que no puede ser examinada de
oficio por el juez ni es susceptible de sanación en la comparecencia.
B) Los requisitos objetivos de la pretensión vienen integrados por la petición, y por la
fundamentación fáctica y jurídica:
La petición es la declaración de voluntad, plasmada en el suplico de la demanda, que
integra el contenido de la pretensión, determinando los límites cuantitativos y cualitativos del
deber de congruencia de la sentencia (art. 299. 1 y 5). La petición permite determinar si se han

planteado una o más pretensiones, así como la naturaleza de ésta (declarativa, constitutiva o
de condena).
Puede distinguirse en la petición un objeto inmediato, constituido por la petición stríctu
sensu, debiendo ser clara y precisa; y un objeto mediato determinado por el derecho subjetivo,
bien o interés jurídico al que se refiere la petición, que debe ser cierto, lícito y determinado o
susceptible de determinación con affeglo a ciertas bases en el incidente de liquidación de
sentencias, si bien la nueva L.E.C. prohibe, como regla general las sentencias a reserva de
liquidación (arts. 209. 4° - 219).
En el proceso civil la pretensión está sometida al principio dispositivo, por lo que el juez
está obligado a ser congruente con la petición formulada, y pueden las partes poner fin al
procedimiento en cualquier momento por los medios anómalos de finalización del proceso.
Así es la petición, junto con la causa de pedir, la que individualiza el objeto procesal,
determinando los límites objetivos y subjetivos, tanto de la litispendiencia, como de los
futuros efectos de la cosajuzgada de la sentencia que haya de dar respuesta a la pretensión.
La fundamentación o causa de pedir es también un elemento de la pretensión, que
determina sus límites. Pero dentro de la causa de pedir se distingue la alegación de los hechos
de la fundamentación jurídica, dando la doctrina distintas respuestas a si ambos fundamentos
o uno sólo son elementos determinantes del objeto procesal.
En la doctrina alemana surgieron dos posiciones contrarias: la de la individualización, para
la que lo fundamental es la calificación jurídica que se da a determinados hechos, y la teoría
de la substanciación, que considera que el objeto procesal viene conformado por los hechos
que fundamentan la pretensión.
En España rige esta última teoría, que entiende que el fundamento de la pretensión son los
hechos a los que las normas asocian unos determinados efectos pretendidos en la petición (y
no todos los hechos afirmados en la demanda). Por lo tanto, el objeto del proceso lo
constituye aquellos hechos que constituyen el fundamento de la pretensión por su
significación jurídica, debiendo el juez aplicar en su momento las normas, invocadas o no por
las partes, aplicables a los hechos que conforman la petición.

3.CLASES
Existen tantas clases de pretensiones como de procesos, y puedan clasificarse, según
Fairen, en pretensiones de cognición, de ejecución y cautelares.
A) PRETENSIONES DE COGNICIÓN
Se plantean en un proceso de declaración, y tienen por objeto obtener del juez un
pronunciamiento de mera declaración, de condena o constitutivo.
Están sometidas a los principios de contradicción e igualdad de acciones, y regidas por el
principio de aportación, por lo que el juez debe pronunciarse ciñéndose a los hechos alegados
y probados por las partes.
La pretensión de cognición puede plantearse en la fase declarativa del proceso o
reproducirse en la segunda instancia o en la casación, pero ello sin sufrir variaciones.
Según el contenido de la pretensión, se dividen en:
A) Pretensiones de mera declaración: Tienen por objeto obtener del juez una declaración
de existencia (positivas) o de inexistencia (negativas) de un determinado derecho subjetivo o
una relación jurídica; en este último destacan las declarativas de nulidad de negocios
jurídicos.
La legitimación activa la ostenta como regla general el titular del derecho o relación
jurídica, pero es suficiente para interponer una pretensión declarativa tener un interés legítimo
en el reconocimiento judicial de ese derecho subjetivo o relación jurídica, bastando en este
sentido que la relación jurídica origine incertidumbre o un temor fundado de futuro perjuicio.
Como supuesto de pretensión declarativa cabe citar la acción de jactancia, recogida en las
Partidas y reconocida por la jurisprudencia del Tribunal Supremo, que es una acción
declarativa contra quien se vanagloria de poseer un derecho causando inseguridad o perjuicio
al autor. Supuestos similares a ésta se hallan en el art. 41 LH.
La relación jurídica ha de ser preexistente, no pudiéndose solicitar del juez el
reconocimiento de futuras relaciones jurídicas.
Las sentencias que resuelven sobre una pretensión declarativa no son ejecutables,
pero producen efectos erga omnes, y en algunos casos son susceptibles de ser inscritas en los
Registros.
B) Pretensiones de condena: Se solicita al juez que condene al demandado al cumplimiento
de alguna de las prestaciones del art. 1088 C.C.: dar, hacer (positivas) o no hacer (negativas)
alguna cosa.
En realidad, contienen una petición declarativa, para que el juez reconozca la existencia de un
derecho, y una petición de condena.
La legitimación activa consiste siempre en la titularidad del derecho subjetivo, no en un
simple interés jurídico.
Las sentencias que estiman estas pretensiones son ejecutables, y permiten la apertura del
proceso de ejecución de la LEC o ejecución forzosa de la L.E.C..
Es un presupuesto material de estas pretensiones la existencia de una obligación vencida y
exigible, pues si su exigibilidad depende del cumplimiento de una condición o plazo la regla
general es que no puede el acreedor pretender su cumplimiento, estando a lo sumo legitimado
para solicitar medidas cautelares o de aseguramiento. Pero en determinados supuestos se
admite por nuestro ordenamiento estimar pretensiones de condena de futuro, por ejemplo las
condenas al pago futuro de cuotas que obedezcan a una pretensión de prestaciones periódicas,
como alimentos, rentas,...

C) Pretensiones constitutivas: Se solicita al juez que cree, modifique o extinga una


determinada relación, situación o estado jurídico.
En atención al principio de seguridad jurídica, el ejercicio de las pretensiones constitutivas
está sometido al cumplimiento de plazos de caducidad. Pueden ser impropias o voluntarias, si
no necesitan del proceso, y propias o necesarias, si exigen una sentencia constitutiva (por
ejemplo: de separación y divorcio, de impugnación de acuerdos sociales, ...).
La legitimación activa y pasiva se determina por la relación o situación jurídica cuya
modificación se pretende, aunque la ley en ocasiones exige requisitos complementarios (por
ejemplo, el que los accionistas que impugnen los acuerdos sociales se hayan opuesto a su
aprobación.).
Las sentencias constitutivas no son ejecutables, pero producen efectos erga onines y
pueden inscribirse en los Registros. La diferencia con las sentencias declarativas es que
producen efectos ex nunc o pro futuro (no tienen efecto retroactivo).
B) PRETENSIONES DE EJECUCIÓN
Exigen la existencia de un título de ejecución de condena de los contemplados en el art.
51 7(sentencia firma, laudo arbitral, ..), sin que quepa la ejecución de sentencias meramente
declarativas o constitutivas (art. 521), y tiene como objetivo la realización del derecho de
crédito reconocido en dicho título.
Se deduce en el proceso de ejecución, caracterizado por la ausencia de contradicción (aunque
se establecen motivos tasados de oposición por el deudor) y por los amplios poderes del juez
dirigidos a la realización del derecho incorporado al título. La pretensión de ejecución, al
igual que la de condena, puede consistir en la realización de una prestación de dar, hacer o no
hacer.
C) PRETENSIONES CAUTELARES
Son pretensiones instrumentales, de petición de adopción de medidas cautelares, con el fin
de prevenir o garantizar la ejecución de la sentencia. Deben cumplir determinados
presupuestos. No están sometidas al principio de contradicción y se agotan con la adopción de
la medida cautelar.

4. LA INTEGRACIÓN DEL OBJETO PROCESAL: LAS CUESTIONES


PREJUDICIALES
1. CONCEPTO, REQUISITOS, NATURALEZA Y FUNDAMENTO
A) Concepto. Las cuestiones prejudiciales son elementos de hecho integrantes de una causa
de pedir o pretensiones conexas e instrumentales de la principal, que precisan de una
valoración jurídica y declaración por el Tribunal.
B) Requisitos. 1. Son cuestiones pertenecientes al fondo o a la fundamentación de la
pretensión sobre las cuales operarán los efectos prejudiciales de la cosa juzgada, salvedad
hecha de que sus declaraciones jurisdiccionales se efectúen a título incidental.
2. Las cuestiones prejudiciales han de ser relevantes para el enjuiciamiento del objeto
procesal, de la pretensión principal, con respecto a la cual guardan una conexión o
dependencia. Este requisito es el llamado “juicio de relevancia”.
3. Tales hechos precisan de una valoración jurídica, previa e independiente de la pretensión
principal. Las cuestiones prejudiciales son hechos con significación jurídica material, o
elementos típicos de valoración jurídica con arreglo a normas del Dº Civil, Penal, etc.
4. La competencia para valorar con arreglo a las normas del correspondiente Dº material ha
de corresponder al tribunal del orden jurisdiccional competente.
C) Naturaleza y fundamento. El fundamento de las cuestiones prejudiciales reside en el
principio de “seguridad jurídica”. Pero el fundamento inmediato consiste en la prevención de
los efectos prejudiciales de la cosa juzgada.

2. CLASES
A) Heterogéneas y homogéneas. Son heterogéneas las que han de decidirse con arreglo a
normas distintas del Dº Civil. Se rige por el principio “el proceso penal suspende el civil”.
Son homogéneas las cuestiones prejudiciales que han de ser valoradas con arreglo a las
normas del Dº Civil.
B) Devolutivas e incidentales. a) Devolutivas: Son las cuestiones prejudiciales que, con
suspensión del proceso civil, han de remitirse o plantearse, para su solución definitiva,
ante el tribunal del orden jurisdiccional competente. Aunque no siempre lo penal tiene a lo
civil en suspenso, ya que existen supuestos en los que se produce la excepción inversa: debe
el Tribunal deferir el conocimiento de la cuestión al Tribunal civil con suspensión del proceso
penal; b) Incidentales: Son las que puede conocer “incidenter tantum” el Tribunal civil
competente para el enjuiciamiento de la pretensión principal, si que haya de deferirse su
conocimiento a otro Tribunal. Pueden delimitarse por criterio negativo: son cuestiones
incidentales todas las que no constituyen cuestiones devolutivas. El art. 42.1 LEC dispone que
“a los solos efectos prejudiciales, los Tribunales civiles podrán conocer de asuntos que estén
atribuidos a los tribunales de los órdenes contencioso-administrativo y social”. Así son
cuestiones prejudiciales incidentales todas las administrativas o sociales que no sean
devolutivas. Pero el precepto no comprende a las penales por ser siempre devolutivas.
TEMA 10 LAS ACUMULACIONES DE ACCIONES Y DE PROCESOS
AMPLIACIÓN DEL OBJETO PROCESAL.
Además de la ampliación del objeto del proceso por el demandado o reconvención, la LEC
contempla tres supuestos:

1. ACUMULACIÓN DE ACCIONES
A) CONCEPTO
(Arts.71-73 LEC). Es una acumulación de pretensiones originaria formulada por el actor
en su demanda. Se produce la acumulación objetiva de pretensiones, dentro de la misma
demanda y contra el mismo demandado y que deben tramitarse en un único procedimiento, a
pesar ser varios los obj etos procesales. Debe examinarse el suplico de la demanda y ver si se
contienen en él una pluralidad de peticiones de cognición.
B) REQUISITOS
A) Subjetivos.
De las partes: En la acumulación ha de existir identidad entre las partes, siendo el
demandante y el demandado los mismos (art. 71. 2 LEC). Si existiera una pluralidad de
sujetos, en realidad nos encontraríamos ante una acumulación subjetiva o fenómeno de
pluralidad de parte en el proceso, que podría revestir el carácter de mixta, objetivo y subjetiva,
si además se acumularan diversas pretensiones, como faculta el art. 72.
Del órgano jurisdiccional: El juez ha de ser objetiva y territorialmente competente. En
cuanto ala competencia objetiva, el art. 73. 1 prohibe la acumulación de pretensiones que
excedieran de la competencia objetiva del juez; y en relación con la competencia territorial, el
art. 53 determina que será, en primer lugar, competente el del lugar correspondiente a la
pretensión que sea fundamento de las demás; en su defecto aquel que deban conocer del
mayor número de las pretensiones acumuladas y, en último término, el del lugar que
conesponda a la pretensión más importante cuantitativamente.
B) Objetivos: Procedimiento adecuado y la compatibilidad de pretensiones.
Procedimiento adecuado: el art. 73. 1. 2° establece que no podrán acumularse las pretensiones
que por razón de su materia deban ventilarse en juicios de diferente tipo. El art. 77 determina
que procedimientos son susceptibles de acumulación, siendo la regla general la de que han de
ostentar la misma naturaleza o no provoquen pérdidas de derechos procesales. Así la L.E.C.
permite acumular pretensiones que puedan decidirse a través de los procesos declarativos
ordinarios, o entre los sumarios con el mismo objeto procesal, o determinadas pretensiones
que pueden dilucidarse en un proceso sumarios se pueden acumular a un ordinario, pero no
pueden acumularse las pretensiones que deban ventilarse en un proceso especial a un
ordinario, ni a la inversa, o la de los dos procesos especiales entre sí.
Compatibilidad de pretensiones. El art. 71. 2 establece que no podrán acumularse acciones
que sean incompatibles entre sí, entendiendo por tales “cuando se excluyan mutuamente o
sean contrarias entre sí, de suerte que la elección de una impida o haga ineficaz el ejercicio de
la otra u otras’. Pero las pretensiones incompatibles pueden plantearse de manera sucesiva
(art. 399. 5).
C)CLASES
- Acumulación simple: Se da cuando en un mismo petitum se deducen diversas peticiones
yuxtapuestas. Puede ocurrir tanto en los casos en que se pretende producir diversos efectos
jurídicos en base a una relación jurídica (art. 72 LEC), o cuando se acumulen acciones
basadas en diversas relaciones jurídicas, que no resulten incompatibles entre sí (art. 71. 2
LEC).
- Acumulación alternativa: Sólo procede si se trata de exigir el cumplimiento de las
obligaciones alternativas, y debe inadmitirse la demanda en los demás casos por falta de
concreción en el petituni.
- Acumulación eventual: Se produce cuando el actor interpone una pretensión principal, y
otra subsidiaria para el caso de que la primera sea rechazada por improcedente o infundada.
D) RÉGIMEN PROCESAL
La LEC de 1.881 silenciaba el tratamiento procesal de la acumulación de pretensiones.
Aspecto que se ha regulado por la L.E.C., así como la posibilidad que el demandado tiene de
alegar sobre su procedencia (arts. 405, 419 y 443)
En cuanto su admisibilidad la nueva L.E.C. potencia su examen en aquellos procesos que así
lo permiten, así en el juicio verbal el art. 443. 2 faculta al demandado a oponerse a la
alegación al inicio de la vista.
La acumulación de acciones no puede plantearse con posterioridad a la contestación de la
demanda. Al plantearse la acumulación se han de tratar de forma común, tanto las
alegaciones, como la prueba y la resolución de las pretensiones. Pese a dicha acumulación,
conservan su independencia: el examen de los presupuestos procesales la sentencia contendrá
tantos fallos o partes dispositivas como pretensiones deban satisfacerse, pero, si la
acumulación fuera eventual, la pretensión supletoria sólo puede concederse si se desestima la
principal y, si se estima la principal, ha de desaparecer la litispendencia de la eventual.

2. AMPLIACIÓN DE LA DEMANDA
A)CONCEPTO
Consiste en la modificación del objeto procesal realizada fuera del momento preclusivo
preestablecido para ello.
B) PRECLUSIÓN
Dicho trámite preclusivo se produce con la contestación a la demanda, así el art. 40. 1
establece que no se permitirá la acumulación de acciones después de contestada la demanda.
No obstante con anterioridad a la contestación, el art. 40.2 permite dicha ampliación, en cuyo
caso el plazo para contestar a la demanda se volverá a contar desde el traslado de la
ampliación de la demanda. PRIETO CASTRO señala que este no es un supuesto de
ampliación de la demanda, sino de acumulación de pretensiones. La ampliación de la
demanda sucede en actos posteriores a la contestación a la demanda: audiencia previa
enjuicio, los escritos de conclusiones o informes y las alegaciones en el recurso de apelación.
C) LÍMITES
La ampliación de la demanda supone una modificación del objeto procesal, bien por la
adición de una nueva pretensión procesal o por la mutación esencial de la pretensión
originaria.
Ambas posibilidades se encuentran expresamente prohibidas por el artículo 412. 1, en cuya
virtud establecido lo que sea objeto del proceso en la demanda, en la contestación y, en su
caso, en la reconvención, las partes no podrán alterarlo posteriormente. No obstante, el mismo
precepto permite, la formulación de alegaciones complementarias, debiéndose entender por
tales las alegaciones de hecho o de derecho que no conlleven una mutación esencial de la
pretensión.
Se produce una mutación esencial de la pretensión por la alteración del petitum, o por la
alteración de la causa petendi. Se produce una modificación del fundamento de la pretensión
cuando se introduce un acontecer histórico distinto al mantenido en la demanda. Cuando se
trate de modificaciones de punto de vista jurídicos, de aportación de nuevos hechos o de
viejos ignorados o, incluso, de alegaciones complementarias o rectificaciones de los
fundamentos de hechos, no se habrá producido una legítima ampliación de la demanda,
siempre y cuando no se haya producido una alteración de la petición ni de sus fundamentos.
De igual modo, existe una ampliación de la demanda cuando se modifique la petición. No
cabe dicha ampliación cuando se produce una reducción cuantitativa de la pretensión de
condena, ni ampliación de pretensiones derivadas de obligaciones de tracto sucesivo.
3. ACUMULACIÓN DE AUTOS
La LEC regula ampliamente esta cuestión (arts. 74-98).
A) CONCEPTO
Se entiende por acumulación de autos la reunión en un mismo procedimiento de distintas
pretensiones, deducidas en diferentes procedimientos declarativos, por razones de economía
procesal y de seguridad jurídica (para que no se produzcan sentencias contradictorias.
B)PRESUPUESTOS
La procedencia de la acumulación queda condicionada al cumplimiento de determinados
requisitos que pueden catalogarse como; positivos (artículos 76, 77. 1 y 4 LEC) y, negativos
(artículos 77.2 y 3 y 78).
a) Positivos:
Procederá la acumulación cuando, existiendo conexión entre dos objetos procesales, si se
tramitaran por separado podrían dictarse sentencias con pronunciamientos o fundamentos
contradictorios incompatibles o mutuamente excluyentes. Se requiere que las pretensiones
estén conexas, subjetiva y objetivamente, existiendo un nexo en el objeto litigioso y en la
causa de pedir, de igual modo, dichas pretensiones si se tramitaran por separado podrían dar
lugar a pronunciamientos distintos.
La nueva L.E.C. ha adoptado otra causa de acumulación, el que la sentencia que haya de
recaer en alguno de los procesos “pueda producir efectos prejudiciales en el otro”. La
acumulación sólo procede en fase declarativa y, dentro de ella, el art. 77.4 establece como
momento preclusivo para la entrada de nuevas pretensiones que en ninguno de los procesos
“haya finalizado el juicio a que se refiere el art. 433’, prescripción que ha de entenderse como
que no se haya dictado sentencia en ninguno de los procedimientos. En apelación y en
casación no cabe la acumulación de procesos. En fase de ejecución se permite siempre y
cuando exista identidad entre ejecutante y ejecutado. De igual forma, los procedimientos a
acumular han de ostentar similar naturaleza.
b) Negativos:
Para que sea procedente la acumulación se han de cumplir, además, una serie de requisitos
negativos. Así; se ha de tratar de una auténtica acumulación de dos o más pretensiones. Es
necesario que el primer órgano jurisdiccional ostente competencia objetiva y que el segundo
no ostente competencia territorial por alguna norma indeformable o de ius cogens, por
último, tampoco debe obtenerse idéntico resultado a la acumulación de procesos si se pudo
efectuar la acumulación de acciones, la ampliación de la demanda o la reconvención. Pero de
esta regla general hay que exceptuar las pretensiones que versan sobre intereses difusos
relativas a la protección de los consumidores si la incoacción de los distintos procedimientos
no se hubiera podido evitar mediante la acumulación de acciones o la llamada a los
demandantes establecida por el art. 15 (art. 78. 4); en dicho supuesto, a fin de garantizar la
inmutabilidad de la cosajuzgada, el art. 78.4 obliga al Juez a decretar incluso la acumulación
de oficio.
C) PROCEDIMIENTO
La regla general es que la acumulación se inicie a instancia de parte (art. 75), a excepción
de la acumulación de pretensiones relativas a la protección de los consumidores en las que
cabe la acumulación de oficio.
El procedimiento se inicia mediante un escrito en el que se han de indicar los procesos
cuya acumulación se pretende, las razones que lo justifican y el estado procesal en que se
encuentran, con determinación de los distintos juzgados ante los que pendan.
El proceso varía según se encuentren los procedimientos en el mismo o distinto tribunal.
a) Acumulación ante el mismo tribunal.
En este caso el juez examinará la petición y si la estima improcedente por
incumplimiento de los requisitos que impiden la acumulación, podrá rechazarla de plano (art.
82), lo que habrá de suceder cuando la solicitud posea un mero carácter dilatorio. Si la
estimara procedente, lo notificará a las partes para que efectúen alegaciones en un plazo de
diez días, transcurrido el cual, resolverá el incidente, debiendo acceder a la acumulación
cuando todas las partes se manifiesten conformes.
El art. 80. 1 exceptúa la petición de acumulación de procedimientos tramitados ante el
mismo Juzgado, la cual podrá formularse por escrito en fase de alegaciones o verbalmente en
el acto de la vista. Se podrán acumular aquellos procedimientos que se encuentren en la
misma fase, sin que el incidente de acumulación produzca efectos suspensivos. Cuando se
encuentren en distintas fases, se ordenará la suspensión del que se encontrara más avanzado,
hasta que los otros se hallen en el mismo o similar estado.
Cuando el juez deniegue la acumulación, se tramitarán los procedimientos por separado y
condenará en el pago de las costas causadas a la parte que hubiera promovido el incidente.
ontra el auto que decide la acumulación sólo cabe recurso de reposición, nunca el de
apelación.
b) Acumulación ante distintos tribunales.
La acumulación se efectuará al tribunal que conozca del procedimiento más antiguo y
ante el que se efectuará la solicitud. Dicho tribunal requerirá a los demás órganos judiciales
para que se abstengan de dictar sentencia y se de traslado a las partes para que aleguen lo que
tengan por conveniente. El juez podrá denegar dicha acumulación. En el supuesto de que la
admita requerirá a los otros tribunales la remisión de los procedimientos y emplazará a las
partes para que en el plazo de diez días comparezcan ante el tribunal requirente.
Cuando no acepte el requerimiento de acumulación, lo comunicará al tribunal requirente y
plantearán este incidente ante el tribunal superior común, que resolverá dicho incidente sin
que se pueda recurrir en ningún modo. Esta resolución produce efectos materiales de cosas
juzgada, por lo que la parte no podrá volver a suscitar el incidente de acumulación.
La acumulación también puede formularse (con las limitaciones de los créditos
privilegiados) de procedimientos singulares a los de ejecución universal y sucesorios (art.
98).
TEMA 11: LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN DEL OBJETO PROCESAL

1. LA FINALIZACIÓN ANORMAL DEL PROCESO


1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
La LEC contempla todo un conjunto de formas de finalización del proceso a las que, por
ser distintas a las de la Sentencia, denominamos “anormales” y cuyo denominador común
estriba en responder a la vigencia del principio dispositivo en el proceso civil. Y debido a este
principio dispositivo, que implica un poder de disposición sobre el derecho subjetivo material
de la pretensión, las partes son dueñas, tanto de trasladar su conflicto al proceso, como de
provocar su finalización anormal a través de todo un conjunto de actos. Pero hay ciertas
restricciones legales a este poder dispositivo, como es en el caso de los procesos de capacidad,
filiación, matrimonio y menores, y otros.
2. CLASES
Atendiendo a la voluntad de una o ambas partes:
a) Actos unilaterales de las partes
a’) Intraprocesales:
a’’) del demandante: la renuncia y el desistimiento
b’’) del demandado: el allanamiento
b’) Extraprocesales: la satisfacción extraprocesal de la pretensión
b) Actos bilaterales
a’) la transacción
b’) el desistimiento

2. LA TRANSACCIÓN
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
El Código la define como “un contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o
reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que
habían comenzado”. Del precepto se extrae como conclusión que hay dos clases de
transacciones: la extrajudicial o preprocesal (sigue reglas generales de contratación) y la que
aparece con posterioridad a la interposición de la demanda (necesario reconocer por Tribunal)

2. REQUISITOS
Subjetivos: capacidad de las partes y titularidad del derecho.
Objetivos: ha de ser posible, moral, disponible y no atentar al orden o interés público.
Formales: se exige “mandato expreso”.

3. TRATAMIENTO PROCESAL
Puede realizarse en cualquier estadio del proceso, pero en la fase declarativa ha de suceder
antes que haya concluido para Sentencia. Pero el Juez de oficio tan sólo puede instar la
conciliación intraprocesal dentro de la primera instancia y en la comparecencia previa.
Para que surta los efectos que le son propios precisa ser homologada por el Juez.

4. EFECTOS
El acuerdo que implique la desaparición de la controversia deberá ser homologado por el
Juez o Tribunal mediante auto. Si lo denegara, habrá de continuar el procedimiento hasta
Sentencia. Pero si se homologara el acuerdo, el art. 1.816 LEC dispone que “tiene para las
partes la autoridad de la cosa juzgada; pero no procederá la vía de apremio sino tratándose
del cumplimiento de la transacción judicial”.
El efecto excluyente de la transacción podrá hacerse valer, en ulterior proceso declarativo
y de ejecución al amparo de la excepción prevista en la LEC, siempre y cuando conste en
documento público.
Toda transacción provoca el nacimiento de nuevos vínculos u obligaciones, en
sustitución de los extinguidos, o la modificación de éstos.

3. LA RENUNCIA
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
La renuncia, como medio de finalización del proceso, tiene por objeto el derecho subjetivo
material que fundamenta la pretensión y la pretensión misma. Por ello puede conceptuarse
como un acto unilateral del demandante por el que decide abandonar su derecho
subjetivo o derecho a pretender y, por tanto, la pretensión, provocando la finalización
anormal del proceso mediante la emisión de una resolución jurisdiccional que ha de
gozar de todos los efectos de la cosa juzgada.

2. NATURALEZA
La renuncia es una institución perteneciente al ámbito del derecho material. Su
fundamento habrá que encontrarlo en la “renuncia de derechos” (art. 6.2 CC), que sólo será
válida cuando no contraríe el interés o el orden público y no perjudique a terceros.

3. REQUISITOS
La renuncia ha de ser personal, clara, concluyente e inequívoca, consciente o previsible,
expresa. Ha de formularse mediante Procurador con poder especial o mediante ratificación
“apud acta”.
Si la renuncia fuera admisible el Juez dictará Sentencia en la que absolverá en el fondo al
demandado.

4. EL DESISTIMIENTO
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
El desistimiento es una declaración de voluntad, efectuada por el actor o el recurrente con
la conformidad del demandado, mediante la cual manifiesta su deseo de abandonar la
pretensión que ejercitó en el proceso o recurso por él interpuesto. Su objeto se contrae a un
abandono o dejación de ejercicio de la pretensión y, por tanto, del procedimiento, sin que
dicha dejación suponga una disposición del dº subjetivo material que permanece intacto. Sólo
desiste de la litispendencia. Por ello el desistimiento no genera efectos materiales de cosa
juzgada. Así el tribunal “dictará auto de sobreseimiento y el actor podrá promover
nuevo juicio sobre el mismo objeto”.

2. LA BILATERALIDAD DEL DESISTIMIENTO


El art. 20.2 LEC indica que el desistimiento es un acto unilateral del demandante cuando el
demandado no ha sido emplazado para contestar a la demanda o citado para juicio o cuando el
demandado se encontrara en rebeldía. Pero si el demandado ha sido emplazado, hay que darle
la oportunidad de que manifieste lo que estime conveniente acerca del desistimiento, pues
pude haber sufrido determinados perjuicios (gastos procesales). Si el demandado prestare su
conformidad o no se opusiera en el plazo de diez días, el Tribunal dictará auto de
sobreseimiento. Por el contrario, si se opusiera, el Juez resolverá lo que estime oportuno.

3. REQUISITOS
Puede plantearse en cualquier estadio del procedimiento con anterioridad al momento de la
emisión de la Sentencia.
Como requisitos formales, el desistimiento ha de ser expreso, debiéndose ratificar la parte
material o que le Procurado esté autorizado para ello. Se contempla el desistimiento tácito
ante la ausencia del demandante o de su Abogado a la comparecencia previa o a la vista del
juicio verbal.

4. PROCEDIMIENTO
Una vez formulado el desistimiento, debe darse traslado de él al demandado por plazo de
diez días mediante suspensión del procedimiento. El demandado puede oponerse (Juez
reanuda procedimiento), allanarse o no contestar (auto de sobreseimiento).

5. EFECTOS
Los efectos del desistimiento se ciñen, en su dimensión objetiva, al procedimiento o
recurso instado, y en su dimensión subjetiva, a las partes materiales principales que realmente
lo efectuaron, de tal suerte que no afecta a los demás demandantes que no decidieron
suscribirlo, con respecto a los cuales ha de seguir para ellos el procedimiento.
Si el desistimiento no es consentido por el demandado entonces el demandante correrá con
el pago de la totalidad de las costas. Si es consentido no existirá condena en costas.

5. EL ALLANAMIENTO
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
Es un acto del demandado, por el que, manifestando su conformidad con la pretensión
formulada por el demandante, pone fin al proceso, provocando la emisión de una resolución
con todos los efectos de la cosa juzgada.
Es un acto unilateral exclusivamente del demandado. El objeto del allanamiento es la
pretensión. Y así la actividad decisoria del Tribunal otorgará, ante la falta de resistencia
del demandado, todo lo solicitado por el actor.
Se exige la plena disponibilidad por el demandado del derecho o interés material que se
discute en el proceso y que dicho acto de disposición no contravenga el orden jurídico.

2. CLASES
Puede ser total (cuando el demandado reconoce todas las pretensiones, declarativas y de
condena, del actor y manifiesta su disposición a cumplir voluntariamente con todas las
pretensiones) o parcial (cuando dicho reconocimiento se limita a determinadas pretensiones).
Tan sólo el allanamiento total produce el fin anormal del proceso.

3. REQUISITOS
Ha de ser personal, claro, concluyente e inequívoco, expreso, consciente y previsible y
efectuado sin condicionamiento alguno.
En cuanto a los requisitos formales, requiere ratificación “apud acta” o autorización
expresa y demás requisitos formales del desistimiento.
Puede efectuarse en cualquiera de las fases del proceso.
4. EFECTOS
Tan sólo el allanamiento total produce la finalización anormal del proceso. Si fuere parcial,
“el Tribunal, a instancia del demandante, podrá dictar de inmediato auto acogiendo las
pretensiones que hayan sido objeto de dicho allanamiento”. Pero es necesario que “no
prejuzgue las restantes cuestiones no allanadas”. El procedimiento seguirá adelante con
respecto a las pretensiones no allanadas.
El allanamiento tan sólo afecta a las partes principales que lo hubieren efectuado.
En materia de costas, en el allanamiento efectuado con anterioridad a la contestación de la
demanda no procederá la imposición de costas. En el efectuado con posterioridad la norma se
ha inclinado por el vencimiento.

6. LA SATISFACCIÓN EXTRAPROCESAL DE LA PRETENSIÓN


1. CONCEPTO Y REQUISITOS
Pudiera suceder que durante un determinado estadio del proceso, la pretensión del actor
hubiera recibido satisfacción, bien por cumplimiento voluntario del deudor o por cualquier
otra causa. En ese caso, habrá desaparecido el objeto procesal y se hace innecesario continuar
el procedimiento instaurado.
Han de concurrir como requisitos: a) que la satisfacción ocurra con posterioridad a la
demanda; b) la satisfacción lo ha de ser a la pretensión del actor o a la reconvención del
demandado, pero no a la defensa del demandado, ya que en ese caso el proceso habría de
finalizar por algún otro de los medios previstos anteriormente; c) dicha satisfacción a la
pretensión ha de ser total; d) que la satisfacción procesal se inste expresamente y que ambas
partes, actor y demandado, manifiesten su consentimiento en dicha terminación anormal del
procedimiento.

2. PROCEDIMIENTO
Puede suceder en cualquier estadio del proceso. Y dicha satisfacción del actor hay que
ponerla en conocimiento del Tribunal, por cualquiera de las partes. El Tribunal, sin efectuar
condena en costas, dictará auto de terminación del procedimiento, que tendrá los mismos
efectos que una Sentencia absolutoria firme, es decir, plenos efectos materiales de cosa
juzgada y liberatorios para el demandado.
La oposición a la adopción del auto de terminación la formulará el actor “negando
motivadamente que se haya dado satisfacción extraprocesal a sus pretensiones o con otros
argumentos”. Entonces el Juez citará a las partes a una comparecencia en el plazo de diez días
y si las partes, aun reconociendo la no existencia de la satisfacción, estuvieran dispuestas a un
acuerdo, el Juez debe procurar la reconciliación. Tras la comparecencia, el Tribunal decidirá,
mediante auto y dentro de los diez días siguientes, sobre la continuación o no del proceso.

7. LA SUSPENSIÓN DEL PROCESO


1. INTERRUPCIÓN Y SUSPENSIÓN
Cuando el proceso se paraliza por causas ajenas a la voluntad de los sujetos procesales
se ocasiona una interrupción del procedimiento. La suspensión obedece a la imposibilidad
de realizar un acto procesal, bien por cumplirse un evento expresamente previsto en una
norma procesal, bien por obra de la propia voluntad de las partes (siempre que no
comprometa el interés público o de terceros y que el plazo no supere los sesenta días). Tras
este plazo sin solicitar la reanudación se archivará y permanecerá así hasta que se solicite la
reanudación o se produzca la caducidad de la instancia (dos años).

2. CLASES
La suspensión del proceso puede suceder “de oficio” o “a instancia de parte”. La
suspensión de oficio se ocasiona cuando surge un evento al que la norma procesal asocia la
paralización del curso de los autos (incomparecencia del abogado del demandante,
interposición de incidentes suspensivos).
3. LA SUSPENSIÓN COMO ACTO INSTRUMENTAL DE LOS ACTOS DE
FINALIZACIÓN DEL PROCESO
La finalidad de la suspensión consiste en iniciar una gestión amistosa que pueda culminar
en alguna de las formas de finalización anormal. Pero no es procedente la suspensión cuando
pueda perjudicar el interés público o a tercero.
Como requisitos formales es necesaria la petición de todas las partes litigantes por escrito.
El escrito de suspensión puede plantearse mediante comparecencia “apud acta”, poder
especial o general para pleitos.
El proceso finalizará en el estadio que se encontrara si las partes llegan a una solución
autocompositiva y le ponen fin al mismo. En caso contrario, denunciada al Tribunal por
alguna de las partes, la reanudación del procedimiento, volverá a correr el cómputo del plazo
a partir del día en que fue interrumpido, prosiguiéndose el curso del proceso de oficio.

8. LA ENERVACIÓN DEL DESAHUCIO POR FALTA DE PAGO


1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
La LEC mantiene la posibilidad de enervar el juicio por desahucio mediante el pago por el
arrendatario al arrendador de todas las rentas adeudadas o mediante su consignación judicial o
notarial. Por ello, el art. 439.3 obliga al demandante a determinar las cantidades adeudadas
para facilitar el enervamiento del desahucio y el art. 440.3 obliga al Tribunal a ilustrar al
demandado de su derecho a enervar el desahucio mediante el pago de todas las rentas.
TEMA 12: ACTOS PREVIOS AL PROCESO

1. EL SISTEMA PROCESAL
A) LOS PROCESOS ORDINARIOS.
Son dos: el juicio ordinario y el juicio verbal. El ámbito de aplicación se determina a
través de dos criterios: a) cuantitativo, todos los objetos litigiosos con valor superior a 3.000
euros se dilucidarán por juicio ordinario. Los de cuantía inferior o igual por juicio verbal;
b) cualitativo o por razón de la materia, los litigios que versen sobre relaciones jurídicas
materiales contenidos en los números 1 a 8 art. 249 (demandas sobre derechos honoríficos y
fundamentales, de impugnación de acuerdos sociales, competencia desleal, etc.) tramitarse en
juicio ordinario. Los previstos en los números 1 a 12 art. 150 (procesos de desahucio por falta
de pago, interdictos, tutela de dº reales inscritos, etc.) enjuiciarse en juicio verbal.
Los procesos ordinarios se caracterizan por su amplitud en la fase de alegaciones, prueba
e impugnación. El procedimiento que reviste mayores garantías es el juicio ordinario, siendo
el más común. Se caracteriza por una fase escrita de alegaciones, una subfase oral de
complementación de tales alegaciones y de depuración de los presupuestos procesales,
denominada “audiencia previa”, una vista principal oral con práctica de prueba y conclusiones
y la fase de sentencia. Estas disposiciones son de aplicación supletoria en todos los procesos.
El juicio verbal está informado por los principios de oralidad, rapidez y sencillez en su
tramitación. Ya que las legaciones son orales, se concentran, junto con la práctica de la
prueba, en el acto de la vista oral.
B) LOS PROCESOS ESPECIALES.
Responden a razones materiales que aconsejan una tramitación diferente o con
determinadas especialidades en los juicios ordinarios. Existen dos tipos: a) los típicos, que
son los procesos de familia y de estado civil, los de división de la herencia, y el monitorio y
cambiario; b) los atípicos o procesos ordinarios con especialidades, que se enuncian en los
art. 249 y 250.
C) LOS PROCESOS SUMARIOS.
Son en los que el legislador pretende obtener la rapidez a costa de la mengua de garantías
procesales. Poseen una cognición limitada a determinados aspectos de la relación jurídico-
material debatida, limitados también los medios de ataque y de defensa y las Sentencias que
en ellos recaen no producen la totalidad de los efectos de cosa juzgada. Son procesos
sumarios los juicios posesorios, el proceso para la protección de los derechos reales inscritos,
el monitorio, ejecutivo y cambiario, etc.

2. LAS DILIGENCIAS PRELIMINARES


1. CONCEPTO Y ÁMBITO:
Se trata de unas actuaciones que se postulan de los órganos judiciales y tienen por objeto
lograr información acerca de circunstancias relativas a la personalidad del futuro demandado,
o a otros extremos que deban de conocer la persona que desee interponer una demanda, así
como obtener documentos u objetos que resulten necesarios para entran en el proceso.
Son diligencias en las que nos se producen declaraciones de derechos, que se establecen con
carácter general para facilitar el ulterior proceso (art. 256 L.E.C.)
El ámbito de las diligencias preliminares de contrae a las seis que enumera el artículo 256
nueva L.E.C., además de aquellas otras que estén previstas en las leyes especiales para la
protección de determinados derechos (art. 256. 1. 7°) en cuyo caso se aplicarán
supletoriamente los preceptos de la L.E.C. (art. 263).

2. SUPUESTOS:
El artículo 256 L.E.C. diferencia diversos supuestos aunque éstos se pueden agrupar
esencialmente en dos tipos de diligencias preliminares: La petición de declaración y la
exhibición de objetos y documentos, así como una especial para identificar a los
integrantes de los grupos de afectados.
Respecto a las diligencias preliminares consistentes en la exhibición de una cosa o de un
documento se incluyen en las mismas, muy diferentes actuaciones, no sólo por el tipo de
documento que se pretende tener a la vista, sino por la persona frente a la que la exhibición se
insta, que puede ser el propio futuro demandado, o un tercero, competido entonces en las
diligencias preliminares a mostrar un documento en un proceso que se va a seguir entre otros
sujetos.
Las diligencias enumeradas por la L.E.C. suponen un numerus clausus, es decir, éstas se
han de reducir de forma estricta a los supuestos descritos por la norma. Estos son (art. 256):
a) Declaración bajo juramento o promesa de decir la verdad efectuada por la persona
contra la que se va a dirigir la demanda, a petición del futuro denunciante, sobre algún hecho
relativo a su capacidad, representación o legitimación, cuyo conocimiento sea necesario para
el proceso.
b) Exhibición de documentos, en poder del futuro demandado en los que conste su
capacidad, legitimación o representación.
c) Exhibición de documentos, en poder del futuro demandado o de terceros, necesarios
para litigar. Las diligencias preliminares están subordinadas a un proceso principal de modo
que si posteriormente el proceso no se inicia el promovente responderá de todos los gastos y
perjuicios. En este supuesto se distinguen:
- Exhibición del acto de última voluntad del causante de la herencia o legado.
- Exhibición de documentos y cuentas de una sociedad o comunidad en poder de un socio
o comunero
- Exhibición del contrato de seguro por parte de quien lo tenga en su poder.
d) Exhibición, por e/futuro demandado, de la cosa que tenga en su poner y a la que se
haya de referir el juicio.
e) Concretar los integrantes de un grupo de afectados, cuando estos sin estar
determinados, sean fácilmente determinables.
f) Petición de actuaciones o averiguaciones para la protección de determinados
derechos, previstas en leyes especiales (ejemplo: Ley de patentes, Ley de competencia
desleal).

3. PROCEDIMIENTO:
A) COMPETENCIA:
La competencia se atribuye al Juez de Primera Instancia cualquiera que sea el objeto del
proceso y, por razón del territorio, al del domicilio de la persona a la que se va a solicitar la
actuación, excepto, cuando se trate de un grupo de consumidores afectados, en cuyo caso la
competencia se atribuye al tribunal competente para conocer del proceso ulterior (art. 257.
Dicha competencia ha de ser apreciada de oficio, de modo, que el Juez deberá de
abstenerse de conocer cuando entienda que carece de competencia, remitiendo al solicitante al
Juzgado competente. Cuando este último Juzgado también se inhiba se producirá una cuestión
de competencia negativa a resolver por el superiorjerárquico común de ambos. No obstante, la
L.E.C. no admite un posible planteamiento de declinatoria, de modo, que el solicitado no
tendrá un cauce formalizado para denunciar la falta de competencia (art. 257. 2).
B) SOLICITUD:
Se inician mediante una solicitud de la parte a quien interese su práctica, expresando los
fundamentos de la petición y ofreciendo caución para responder de los gastos, daños y
perjuicios que se pudieran causar (art. 256. 2).
Para determinar la obligatoriedad de la postulación técnica para solicitar e intervenir en
las diligencias preliminares se han de combinar dos criterios: la urgencia de la solicitud y la
obligatoriedad de la postulación técnica en el asunto principal. Así, el art. 23.2., apartados
2° y 3°, excluyen respectivamente la representación preceptiva de procurador y de abogado,
por razones de urgencia o necesidad. De este modo, sólo cuando las diligencias preliminares
revistan efectiva urgencia, aunque para el desaifollo del proceso fuera obligatoria la
postulación por profesionales, podrían éstas solicitarse sin la concurrencia de los mismos.
C) RESOLUCIÓN JUDICIAL:
El Juez de Primera Instancia, una vez recibida la papeleta y apreciada su competencia,
debe de determinar si la diligencia es adecuada a la finalidad que persigue y si existe una
causa o interés legítimo para practicar dicha diligencia. En caso afirmativo, accederá a
dicha petición por medio de un auto que se dictará en los cinco días siguientes a la
presentación de la solicitud, contra el que no cabe recurso alguno. En este caso, deberá de
fijar la caución que deba de prestarse al objeto de hacer frente a los gastos que produzca la
práctica de la diligencia y los daños y perjuicios que se pudieran ocasionar, la cual se deberá
de prestar en los tres días siguientes a haberse dictado el auto. La falta de caución determinará
el archivo de las diligencias.
Si el Juez entiende que no se dan los requisitos exigidos para practicar dicha diligencia
preliminar, rechazará la petición, frente a la cual se podrá interponer recurso de
apelación.
D) PRÁCTICA:
En el propio auto que admita la práctica de dicha diligencia se citará a los interesados
para que, en un plazo de diez días, la misma se practique, en la sede del Juzgado o en lugar y
modo en que se consideren convenientes (art. 259. 1).
Cuando sean diligencia de exhibición y examen de documentos o títulos, a petición del
solicitante y a su costa, la práctica de dicha diligencia puede efectuarse ante un experto en la
materia.
Si la diligencia supone la determinación de los integrantes de un grupo de afectados, el
juez adoptará las medidas que considere convenientes incluyendo el requerimiento al futuro
demandado, al objeto de que pueda facilitar datos (art. 256. 1. 6° LE.C.).
Después de haber sido practicada la diligencia, o en su caso, después de haber sido denegada,
el Juez dictará auto en los cinco días siguientes donde resolverá sobre la aplicación de la
caución, con audiencia del solicitante, a la petición de indemnización y de la justificación de
gastos que se le hubiere presentado. En el caso de que hubiera alguna cantidad sobrante, ésta
no se devolverá al solicitante hasta que presente la demanda, en cualquier caso, si no la
presenta en el plazo de un mes, dicha cantidad se entregará al obligado a la práctica de la
diligencia. El auto que decida sobre la aplicación de la caución será apelable, sin que ello
suspenda su cumplimiento (art. 262).
E) OPOSICIÓN A LA PRÁCTICA DE LA DILIGENCIA:
El receptor de la práctica de la diligencia preliminar podrá oponerse a la misma en le plazo
de cinco días, a contar desde el día siguiente al de la recepción de la citación. Ello determinará
la celebración de una vista entre las partes de acuerdo a lo establecido para los juicios
verbales. Tras ella, el juez mediante auto determinará si la oposición es justificada, en cuyo
caso se podrán plantear recurso de apelación. En caso contrario, es decir, cuando no la admite,
condenará en costas al requerido sin posibilidad de recurso.
F) NEGATIVA A REALIZAR LA DILIGENCIA:
Cuando la diligencia preliminar no se puede practicar debido, a que el obligado a ello no
atiende al requerimiento ni tampoco formula oposición, el Juez acordará las siguientes
medidas:
a) Ante la negativa de prestar declaración relativos a la capacidad, representación o
legitimación, se considerarán contestadas de forma afirmativa las preguntas que
pretendió efectuar el solicitante. De igual modo, los hechos a que se refieran se considerarán
admitidos en el juicio posterior (art. 261.10).
b) La negativa a la exhibición de títulos o documentos, cuando el Juez entienda que existen
indicios suficientes de que se pudieran encontrar en un lugar determinado, ordenará la
entrada y registro de dicho lugar procediendo a la ocupación de dichos documentos.
c) De igual modo, cuando existieran indicios del lugar donde se encuentra una cosa,
respecto a la cual ha existido negativa de exhibición, el Juez acordará la entrada, registro en el
lugar y su ocupación para presentarla al solicitante, que podrá pedir su depósito o medida de
garantía para su conservación.
d) Respecto a la negativa de exhibición de documentos contables, en el juicio posterior se
tendrán en cuenta los datos y cuentas que aporte el solicitante.
e) Frente a la negativa a colaborar en la determinación de los integrantes de un grupo de
afectados, el Juez adoptará las medidas que considere necesarias, incluida la entrada y registro
para encontrar datos, sin perjuicio de la responsabilidad penal en la que se puede incurrir por
desobediencia.

3. LA PRUEBA ANTICIPADA, EL ASEGURAMIENTO DE LA PRUEBA Y LAS


MEDIDAS CAUTELARES PREVIAS Y URGENTES
1. LA PRUEBA ANTICIPADA, EL ASEGURAMIENTO DE LA PRUEBA
A) Concepto y regulación legal. La anticipación de la prueba consiste en poder proponer
y practicar un determinado medio de prueba con anterioridad a la iniciación del
proceso. Y en cuanto al aseguramiento de la prueba, es una medida preventiva e igualmente
excepcional que persigue proteger o asegurar la fuente de prueba afectada por la
concreta contingencia que puede impedir su práctica en la posterior fase común prevista
para el medio de prueba en el que se subsume dicha fuente.
B) Caracteres. Tienen muchos de los caracteres de las diligencias preliminares, como son
la vigencia del principio dispositivo, posibilidad procesal del futuro demandante y el carácter
común a todos los procesos declarativos. Pero hay que puntualizar:
La prueba anticipada y el aseguramiento de la misma no tiene carácter de “numerus clausus”.
Los medios de prueba anticipada son los mismos que de la prueba en general
Estas dos modalidades probatorias han de ser urgentes por fundado peligro en la demora por
la imposibilidad de su práctica posterior.
La prueba anticipada no requiere caución previa.
C) Procedimiento. a) Solicitud: Se ha de formular ante el Tribunal con jurisdicción y
competencia (objetiva y territorial) para conocer de la futura demanda. El futuro demandante
ha de poner por escrito el medio o medios de prueba cuya práctica desea anticipar y ha de
cumplir con los requisitos específicos para anticipar o asegurar el medio de prueba solicitado.
El escrito no requiere de la necesaria intervención de Procurador y de Abogado; b) Admisión
y práctica: El Tribunal resolverá sobre la proposición de prueba anticipada o de
aseguramiento de la misma mediante providencia motivada. La práctica del medio de prueba
anticipado tendrá lugar cuando lo considere necesario el juzgador, y en todo caso, antes de la
celebración del juicio o vista, pero valorando la urgencia del caso. El principio de
contradicción preside la práctica del medio de prueba que se anticipa (emplazar al
demandado para que pueda intervenir). Las medidas aseguratorias son medios de conservar
el statu quo de las cosas o de hacer constar fehacientemente su realidad y características. El
futuro demandante tiene la carga procesal de interponer su demanda en el plazo de dos
meses desde que se practicó.

2. LAS MEDIDAS CAUTELARES PREVIAS


El futuro demandante puede ejercitar su derecho a la tutela cautelar antes de la
interposición de la demanda cuando el peligro en la demora existe para asegurar su
pretensión. Pero debe “alegar y acreditar razones de urgencia o necesidad”, de acuerdo al art.
730.2. Si el Tribunal las acuerda, el actor debe interponer su demanda en el plazo de veinte
días a contar desde su adopción.
El solicitante ha de presentar su escrito de solicitud de medidas cautelares previas ante el
Tribunal competente para conocer de la futura demanda principal. El órgano judicial ha de
examinar de oficio la jurisdicción y competencia objetiva y territorial. Es posible que el
Tribunal territorialmente incompetente pueda dictar las medidas cautelares urgentes “a
prevención”, sin perjuicio de remitir después los autos al órgano judicial competente.

4. LA CONCILIACIÓN PREVIA
En la reforma de la LEC/2000 permanece la figura de la conciliación previa pero con
carácter facultativo, para evitar la iniciación del pleito. No hay que satisfacer los honorarios
del Notario, ni los del Abogado, ni los aranceles del Procurador ya que su intervención no es
obligatoria.
El procedimiento es:
El Tribunal competente es el de Primera Instancia del domicilio del futuro demandado
El futuro demandante ha de presentar un escrito (papeleta), con sus copias, ante el Tribunal,
identificando a todas las partes y la pretensión.
Admitida a trámite, el Tribunal cita a las partes a una comparecencia oral. No obligatoria la
comparecencia.
La comparecencia será ante al Oficial judicial, quien intentará que se alcance el acuerdo. El
Secretario extenderá acta sucinta firmada por todos los comparecientes. Si se alcanzara
acuerdo y el Tribunal competente fuera el de Primera Instancia, podrá instarse la ejecución
forzosa del mismo.
Cualquier sujeto interviniente en la conciliación podrá instar su nulidad en el plazo de quince
días.
TEMA 13: LA DEMANDA

1. LOS ACTOS DE ALEGACIÓN


1. DELIMITACIÓN
Los actos de alegación son los que se realizan al inicio del procedimiento, tanto de manera
escrita, mediante la demanda, la contestación y la reconvención, como las que pueden
efectuarse de una manera oral en la comparecencia previa.

2. OBJETO
Esta fase procesal finalidad introducir el objeto procesal con todos sus elementos
esenciales. Dicho objeto está integrado por la “pretensión”. Así los actos de alegación
pueden configurarse como actos de postulación en los que se introducen la pretensión y
sus hechos que la fundamentan y que si son controvertidos, se erigen en el tema de la
prueba. Las partes introducir los hechos que sustancian sus pretensiones y proponer la prueba
pertinente; así actos de alegación “actos instructorios”, ya que sirven para introducir los
hechos al proceso.

2. EL ESCRITO DE DEMANDA
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
Se entiende por demanda el acto procesal escrito de postulación del demandante por el que
se ejercita, ante el órgano jurisdiccional competente, el derecho de acción y se interpone,
frente al demandado, la pretensión.
Contenido: a) Ejercicio del derecho de acción. A través de este acto procesal se posibilita
el libre derecho de acceso a los Tribunales. Pero en los casos de caducidad de la acción, la
reclamación previa, el título en los alimentos legales, etc., el demandante puede exigir el
cumplimiento de los presupuestos procesales; b) Acto de interposición de la pretensión. En
el proceso civil tanto la acción como la pretensión se ejercen simultáneamente en el escrito de
demanda. Pero la nueva LEC permite una instrucción civil pre-procesal, previa a la
demanda, que el futuro demandante puede instar a fin de poder fundamentar su pretensión, se
acomete mediante las diligencias preliminares y los actos de anticipación y aseguramiento de
la prueba.
Requisitos subjetivos: a) El órgano jurisdiccional: examen de oficio. La demanda ha de
interponerse ante el órgano jurisdiccional, objetiva y territorialmente competente. Todos estos
requisitos son examinables de oficio. También, en el escrito de demanda se ha de determinar
el procedimiento adecuado. Por ello el actor debe reflejar la cuantía del bien litigioso (saber si
proceso ordinario o verbal)
b) Las partes: examen de oficio y a instancia de parte. En el
escrito de demanda se consignarán “los datos y circunstancias de identificación del actor y del
demandado y domicilio o residencia en que pueden ser emplazados”. Todo ello para que el
órgano judicial pueda comunicarse con ellos y así darles la ocasión de de ejercitar sus
derechos de defensa. El actor tiene la carga de determinar el domicilio pero si no pudiera
averiguarlo, puede requerir la ayuda del Tribunal. En ambas partes deben concurrir los
presupuestos de: a’) capacidad: la capacidad para ser parte puede ser apreciada de oficio, si
bien lo puede denunciar el demandado en su escrito de contestación a la demanda. Ambas
partes pueden formular idéntica denuncia en la comparecencia previa y en la vista del juicio
verbal, en la que el Juez subsanará; b’) legitimación: activa (demandante) y pasiva
(demandado). La legitimación ha de vincular a las partes con el objeto litigioso; c’)
postulación procesal: en el juicio ordinario (valor bien litigioso superar 3.000 euros) es
necesario interponer la demanda mediante Procurador con poder suficiente y asistido de
Letrado. Por ello, en la demanda se ha de indicar el nombre y apellidos del Procurador y del
Abogado. La postulación procesal también es vigilable de oficio en la comparecencia previa.
Estructura de la demanda
Forma: La demanda siempre adopta la forma escrita, incluso en aquellos procesos,
como el verbal. La “papeleta de demanda” es escrita y encierra lo esencial del acto de
demanda (art. 720 LEC).
Invocación: La demanda se inicia con una invocación genérica del órgano judicial que
la ha de tramitar y conocer. Esa invocación sólo se concreta en cuanto hay que señalar si se
dirige a un órgano unipersonal (al Juzgado) o colegiado (a la Sala).
Encabezamiento: Se hará constar los datos que identifiquen al actor y al demandado, y
los datos que hagan localizables a ambas partes (domicilio o residencia). En el caso de
que alguna de las partes estén representadas, también debe contener todos los datos relativos a
los representantes.
Hechos, fundamentos de derecho y “petitum”: En la demanda se expondrán
sucintamente y numerados los hechos y los fundamentos de derecho y “se fijará con
claridad y precisión lo que se pida” (art. 524 LEC).
Es fundamental la identificación de la forma más precisa y clara posible porque:
- El objeto debe quedar inalterado durante la tramitación del proceso (prohibición de la
mutatio libellis).
- La litispendencia determinará la imposibilidad de conocer sobre el mismo asunto en
otro proceso.
- El órgano judicial no podrá resolver sobre nada distinto a lo propuesto por el actor
(congruencia de la sentencia).
No obstante, no es suficiente con que el actor concrete lógicamente su petición y que la
fundamente razonablemente, también debe identificar su acción para que sea posible la
aplicación estricta de los principios constitucionales que rigen en el proceso, como el de
defensa y el de contradicción.
Determinación del valor: La Ley utiliza el criterio de la cuantía o valor de la pretensión
para determinar la clase de juicio por donde ha de sustanciarse la demanda, por lo que
su fijación en ella resulta imprescindible.
En ciertos casos la determinación de la cuantía no reviste complicación alguna, como
cuando se reclama una determinada cantidad de dinero; para otros supuestos el legislador se
ha visto obligado a establecer una serie de reglas tendentes a calcular el valor de las demandas
(ver art. 489 LEC y págs. 162 y 163 de libro de texto).
Identificación de la acción: No hay duda del significado que debe tener la expresión de
“lo que se pide” del art. 524 LEC, que es claramente identificable con el petitum de la
acción y que integra el suplico de la demanda, sin embargo no existe la misma claridad
cuando se habla de hechos y de fundamentos de derecho.
La causa petendi de la acción procesal no sólo está integrada por hechos, sino que lo está por
todo aquello que es fundamentación de lo que se pide en la demanda.
Lo que la ley llama fundamentos de derecho no son las alegaciones jurídicas, sino
fundamentos legales, es decir, expresión de la norma concreta jurídica en la que encuentran
apoyo legal las peticiones efectuadas según la fundamentación jurídica y fáctica expuesta. Si
el actor quiere obtener la tutela jurídica concretada en la petición efectuada en la sentencia,
debe aportar al proceso los fundamentos jurídicos y fácticos en los que apoya tal petición.
La doctrina ha perfilado dos posibles soluciones a la necesidad de identificación del objeto del
proceso:
Teoría de la sustanciación: Basta para identificar la acción la expresión de todos y cada
uno de los hechos que fundamentan la petición sin que sea necesario hacerlo así con la
relación jurídica.
Teoría de la individualización: Basta expresar con concreción la relación jurídica de
donde nace el derecho que se pide para que la demanda esté bien fundamentada e
identificada.
Ninguna de estas dos teorías es válida porque hace una separación tajante y artificial entre
hecho y relación jurídica.
La dificultad de una solución unitaria ha hecho que la doctrina haya buscado la solución
caso a caso, intentando buscar la fundamentación esencial de la acción para distinguirla de
aquello que es simple prueba de ella. En este sentido, se distingue:
En las acciones de condena relativas a los derechos absolutos, basta la alegación de la
relación jurídica para que la acción quede suficientemente identificada.
En las acciones de condena nacidas de derechos de obligaciones no se consigue
identificar perfectamente a la acción con la sola alegación de la relación jurídica; habrá que
indicar el hecho jurídico del que ha nacido la relación jurídica, pues esa es la única manera de
distinguir a relaciones jurídicas de la misma naturaleza.
En las acciones declarativas basadas en derechos reales o derechos de obligaciones, la
identificación hay que hacerla utilizando los mismos criterios anteriormente expuestos en
relación con las acciones de condena.
En las acciones constitutivas, la identificación debe hacerse alegando no sólo el efecto
jurídico que se pretende, sino también el hecho de que es remedio o sanción. Y ello porque
existen tantas acciones de nulidad, o tantos derechos al cambio jurídico, como causas.

DOCUMENTOS QUE SE HAN DE ACOMPAÑAR A LA DEMANDA


EL PODER = Es el denominado poder de procuradores, el cual acredita la personalidad del
procurador siempre que éste intervenga en un proceso (art. 503 LEC).
Al carecer normalmente las partes de poder de postulación y necesitar para actuar válida y
eficazmente la representación del procurador, es imprescindible, para que pueda hablarse de
demanda, que ésta esté firmada por procurador y que éste acredite que realmente actúa como
tal en función del poder de procuradores. En consecuencia, una demanda que no vaya
acompañada del poder de procuradores, no es considerada por nuestro ordenamiento como tal
demanda.
ACREDITACIÓN DEL CARÁCTER: Con la demanda se han de presentar el documento/s que
acrediten el carácter con el que el litigante se presenta en juicio, en el caso de tener
representación legal de alguna persona o corporación o cuando el derecho que reclame
provenga de habérselo transmitido otro por herencia o por cualquier otro título.
La falta de presentación de los documentos que acreditan la representación de las partes tiene
en nuestra ley un tratamiento de forma (art. 533 LEC), por lo que se producirá una sentencia
en la instancia. En cualquier caso, es un presupuesto procesal que es perfectamente
subsanable durante la primera instancia.
DOCUMENTOS FUNDAMENTADORES DEL DERECHO: Igualmente se tienen que acompañar con
la demanda, los documentos en que la parte interesada funde su derecho (art. 504 LEC). No
obstante, la falta de presentación de estos documentos no afecta a la validez y eficacia de la
demanda.
La necesidad de evitar el fraude procesal y de propiciar el juego limpio entre las partes, así
como la de evitar la indefensión, imponen la carga de presentación de documentos en la
demanda.

EFECTOS DE LA DEMANDA
EFECTOS PROCESALES: El efecto directo que produce la demanda es la iniciación del
proceso. Puesto que el juez está obligado, una vez que así se le pide, a dictar sentencia, ésta
no puede alcanzarse sino con la utilización del mecanismo que llamamos proceso; la
demanda pone en marcha ese mecanismo, y todo el conjunto de efectos jurídicos que se
producen como consecuencia de la intervención de las partes y del juez es lo que se denomina
litispendencia.
Uno de los efectos fundamentales que se producen una vez establecida la litispendencia, es
la llamada perpetuatio jurisdictionis. Esto significa que las condiciones personales, objetivas
y territoriales del objeto procesal determinan la jurisdicción del órgano, inicialmente
competente, hasta el momento de dictar sentencia, aun cuando en el transcurso del
procedimiento aquéllas puedan cambiar.
La litispendencia determina la prohibición de modificar el contenido de la demanda
durante la tramitación procesal. La prohibición de la mutatio libellis viene impuesta por
razones exclusivamente constitucionales. Hay una imposibilidad, por supuesto constitucional,
de cambiar la demanda en lo que es el contenido esencial de la misma. Sin embargo, a lo largo
del debate las partes pueden, siempre con el objeto de concretar y de especificar los términos
exactos del mismo, modificar, ampliar y rectificar lo que es meramente accidental o colateral
de ese objeto de debate (arts. 548 y 693).
Sólo una correcta identificación de las acciones ejercitadas en el proceso nos permitirá, de
acuerdo con determinados criterios, fijar con exactitud qué es lo esencial frente a lo
accidental, con lo que sabremos qué es lo que queda inmutable como consecuencia de la
litispendencia y qué podemos modificar a lo largo del procedimiento.
El efecto general de litispendencia produce lo que se denomina litispendencia en sentido
estricto (art. 533 LEC), es decir, la imposibilidad legal de tramitar otro procedimiento entre
los mismos sujetos con el mismo objeto del que está pendiente; la justificación de este efecto
es la necesidad de evitar la inseguridad jurídica que se produciría por el hecho de que un
mismo objeto procesal pudiera ser resuelto por sentencias jurídicamente contradictorias.
EFECTOS MATERIALES: Los efectos materiales son los siguientes: el deudor se constituye
en mora (art. 1.100 CC); debe pagar intereses, aunque no hayan sido pactados (art. 1.109 CC);
la litispendencia determina el carácter litigioso de los bienes con los efectos que se
contemplan en los arts. 1.291 y 1.535 CC; se interrumpe la prescripción (art. 1.973 CC).
Todos estos efectos, declarados en la sentencia, se retrotraen al momento de la demanda.
TEMA 14: LA LITISPENDENCIA

1. LA LITISPENDENCIA
1. CONCEPTO, NATURALEZA Y FUNDAMENTO
Por esta institución se entiende el conjunto de efectos que produce la admisión de la
demanda. Y aunque éstos pueden ser materiales, nos vamos a centrar en los procesales, el
fundamental de los cuales es la “perpetuatio iurisdictionis”, en sus dos manifestaciones: a)
positiva, de un lado traba al órgano judicial y le crea la obligación de resolver el objeto
procesal y, de otro, otorga a las partes todo el conjunto de posibilidades, cargas y obligaciones
procesales que se derivan del procedimiento incoado; b) negativa o imposibilidad de que
sobre ese mismo objeto procesal pueda conocer otro órgano judicial.
El fundamento y la naturaleza de la litispendencia descansa en la obligación constitucional
de permitir el libre acceso de los ciudadanos a los Tribunales así como participa de la misma
naturaleza que la cosa juzgada.

2. PRESUPUESTOS Y REQUISITOS
Los mismos que en el tema 8.

3. CÓMPUTO
De acuerdo al art. 410 “ la litispendencia se produce desde la interposición de la demanda,
si después es admitida”, es decir, desde la admisión de la demanda y retrotrayendo sus efectos
al día de su presentación.

4. EFECTOS
A) Materiales. Son la interrupción de la prescripción, la constitución en mora del deudor y la
obligación de pago de intereses legales y el otorgamiento a la pretensión mediata del carácter
de “bien litigioso”. a) La interrupción de la prescripción: a’) adquisitiva: el art. 1945 CC
dispone que “ la interrupción civil se produce por la citación judicial hecha al poseedor,
aunque sea por mandato de Juez incompetente”; b’) extintiva: art. 1973 CC dispone que “ la
prescripción de las acciones se interrumpe por su ejercicio ante los Tribunales, por
reclamación extrajudicial del acreedor y por cualquier otro acto de reconocimiento de la
deuda por el deudor”. b) Constitución en mora del deudor y devengo de intereses legales:
“incurren en mora los obligados a entregar o a hacer alguna cosa desde que el acreedor les
exija judicial o extrajudicialmente el cumplimiento de su obligación”. Los efectos de la mora
del deudor consisten en poder ser condenado al pago de la indemnización de daños y
perjuicios y al de los intereses legales. Pero estos últimos nacen desde que son judicialmente
reclamados. c) El surgimiento de los “bienes litigiosos”: la litispendencia ocasiona que el
bien o interés que se discute en el proceso, adquiera el carácter de “bien litigioso”. Para que
sea reclamable frente a terceros, es necesario que se adopte la oportuna medida cautelar de
inscripción en el Rº de la Propiedad.
B) Procesales. a) Positivos: trabar la competencia de un determinado órgano jurisdiccional
para que conozca de un determinado objeto procesal:
a’) en el órgano judicial: una vez examinada por el Juez su propia jurisdicción y competencia y
admitida la demanda, surge en el órgano judicial la obligación de solucionar el litigio u
objeto procesal que se le ha trabado;
b’) en el objeto procesal: a’’) la prohibición de la mutatio libelli. Como consecuencia de la
admisión de la demanda queda fijado definitivamente para el actor el objeto procesal. Ya no le
es dado modificar su pretensión. Todo ello para que el demandado pueda conservar su
derecho a contestar la demanda en los términos en los que le ha sido trasladada. Pero esto no
excluye que el demandante pueda efectuar “alegaciones complementarias” siempre que se
circunscriben a la pretensión ya deducida. Tampoco queda excluida la ampliación del objeto
por el demandado; b’’) la preclusión en la entrada de nuevos hechos y causas de pedir. El
demandante está obligado a la exhaustividad en la incorporación de hechos y de causas de
pedir a la demanda por seguridad jurídica y economía procesal. El actor está obligado a
acumular en la demanda todas las causas de pedir. No así en los procesos sumarios, en los que
gozan de una cognición limitada a determinados aspectos de la relación jurídico-material
debatida. Pero esta exigencia de exhaustividad no puede extenderse indistintamente a los
hechos y a las alegaciones jurídicas, dada la prohibición de introducir nuevos hechos (“ius
novorum”). Aunque sí es posible las alegaciones complementarias.
b) Negativos. La litispendencia faculta al demandado a plantear, en el
segundo proceso incoado, la excepción de litispendencia. Para que se admitida tiene que haber
identidad del objeto procesal (partes, peticiones y causas de pedir), así como otros requisitos
vistos en el tema 8.
TEMA 15: LA CONTESTACIÓN A LA DEMANDA

1. LA CARGA PROCESAL DE COMPARECENCIA DEL DEMANDADO


El art. 404 dispone que, una vez admitida la demanda, el Juez dará traslado de ella al
demandado y le concederá un plazo de veinte días para que se persone y la conteste en la
forma y contenido previsto en la LEC. En términos similares se habla del juicio verbal. Pero
en nuestro ordenamiento no existe una auténtica obligación procesal de comparecer. Lo que
tiene el demandado es la carga procesal de responder a la llamada del Juez y ejercitar su
derecho de defensa. Si no levanta dicha carga será declarado en “rebeldía” y otros perjuicios.
Simultáneamente ha de levantar las cargas de comparecencia y contestación a la demanda.
Y la nueva LEC ha introducido la carga de denunciar, en los primeros diez días, y a través de
la declinatoria, presupuestos procesales tales como su propia jurisdicción, competencia
territorial o la sumisión al arbitraje.

2. LA CARGA PROCESAL DE CONTESTACIÓN: POSIBLES CONDUCTAS DEL


DEMANDADO
1. ALLANAMIENTO
El art. 405.1 dispone que el demandado “también podrá manifestar en la contestación su
allanamiento a alguna o algunas de las pretensiones del actor, así como a parte de al única
pretensión aducida”. El demandado manifiesta su conformidad con la pretensión del actor y
pone fin al proceso con efecto de cosa juzgada.
El allanamiento puede ser total o parcial. Ha de ser personal, claro, expreso, consciente y
previsible, concluyente e inequívoco, y efectuado sin condicionamiento.

2. LA CONTESTACIÓN A LA DEMANDA
Puede proceder el demandado a negar determinados hechos de la demanda y alegar otros
que desvirtúen la fundamentación de la pretensión. Para ello ha de articular el correspondiente
escrito de contestación de la demanda.
Concepto y fundamento. Contestación a la demanda es el acto de postulación del
demandado por el que se reconocen o se niegan los hechos de la demanda, se determina el
tema de la prueba y se solicita del órgano jurisdiccional la inadmisión y/o la desestimación,
total o parcial de la pretensión. Se fundamenta en el derecho de defensa y los principios
constitucionales de “contradicción” e “igualdad de armas”.
Requisitos. · Subjetivos: Es un acto de postulación del demandado, que se dirige contra el
demandante y se presenta verbalmente ante el Juez para su absolución. Pero no podrá hacer
valer el conjunto de excepciones procesales si no lo efectúa dentro de los primeros diez días
del plazo para contestar a la demanda. · Objetivos: a) Fundamentación. Consta de dos
partes: 1. La alegación fáctica: Es la parte más importante de este acto de postulación
ya que se cierra definitivamente el objeto procesal y se determina el tema de la prueba. 1.a)
Contestación y objeto procesal. La contestación de la demanda impide al demandado la
introducción posterior de nuevos hechos que puedan individualizar excepciones no alegadas
en su escrito de contestación a la vez que marca los límites de la congruencia de la Sentencia.
1.b) Contestación y tema de la prueba. Por el escrito de contestación el demandante sabrá
las excepciones que utilizará el demandado y sobre qué hechos (negados por el demandado)
ha de recaer su actividad probatoria. El escrito de contestación ha de guardar una forma
correlativa con los hechos de la demanda e impugnando, en su caso, los documentos
aportados por el actor. También habrá de aportar todos los documentos acreditativos del
cumplimiento de sus presupuestos procesales y de los que funden sus excepciones. Si el
demandado negara o contradijera determinados hechos de la demanda, queda fijado el tema
de la prueba. 1.c) Las excepciones. Los hechos que ha de alegar el demandado en su escrito
de contestación son los que integran las excepciones, que son siempre actos de aportación de
hechos. Estos hechos pueden poner de manifiesto el incumplimiento del actor de
determinados presupuestos procesales o requisitos de la demanda, en cuyo caso instará la
inadmisión de la pretensión o la desestimación. 1.c.1) Excepciones procesales. Éstas son
denuncias de incumplimiento por el actor de presupuestos procesales y de ciertos requisitos de
la demanda. También pueden ser apreciadas de oficio por el Tribunal. La apreciación, bien en
la comparecencia previa, bien al término del proceso, ocasionará un auto o Sentencia
“absolutoria en la instancia”, es decir, sin efectos materiales de cosa juzgada, por lo que el
actor podrá poner nueva demanda sobre mismo objeto procesal subsanado el defecto. 1.c.2)
Excepciones materiales y reconvencionales. Las primeras son aquellos hechos aducidos por
el demandado que impiden, extinguen o excluyen el derecho subjetivo del actor y cuya
apreciación por el órgano judicial dará lugar a una Sentencia “absolutoria en el fondo” con
todos los efectos de cosa juzgada. En este caso, incumbe al demandado la carga exclusiva de
su alegación en su escrito de contestación. Las excepciones materiales se dividen en: · hechos
impeditivos: son los que obstaculizan el nacimiento de la relación jurídica en la que el actor
sustenta sus hechos constitutivos no pudiendo surgir los efectos jurídicos previstos por el
demandante. Así, niegan la existencia o la validez del hecho, acto o negocio jurídico base de
la pretensión o la legitimación de las partes; · hechos extintivos: Parten del válido
nacimiento del derecho de crédito del actor pero niegan su exigibilidad por haber fenecido
después dicho derecho de crédito por alguna de las causas que extinguen el derecho subjetivo
(pago, pérdida de la cosa, etc.); · hechos excluyentes: presuponen la existencia y validez de un
título del que dimana el cumplimiento de una obligación, reputada vigente, si no fuera por la
circunstancia de que el ordenamiento material impide su exigibilidad por causas concretas y
determinadas. Es el caso de la prescripción. Si no son aducidos expresamente por el
demandado, no puede el Juez estimarlas en la Sentencia.
2. La alegación jurídica. Tras exponer las alegaciones de hecho el
demandado debe efectuar las de Derecho o fundamentos jurídicos. Y ello para persuadir al
órgano judicial y facilitarle su labor en orden a la individualización de los preceptos
materiales y procesales. Rige la máxima “iura novit Curia”.
b) El “petitum”. En el “suplico” o “solicito” del escrito de contestación el demandado
pedirá del Tribunal que se le absuelva de la demanda y se condene al demandante al pago de
las costas procesales. El “petitum” de la contestación, si ha alegado excepciones procesales,
se instará la inadmisión. Y si el demandado ha efectuado una mera defensa negativa o ha
aducido excepciones materiales, solicitará su desestimación.

3. LA “RECONVENCIÓN”
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Es una nueva pretensión del demandado, yuxtapuesta a su escrito de contestación, que crea
en el actor la carga de ejercitar, frente a la misma, su derecho de defensa, asumiendo el “rol”
de demandado.

2. REQUISITOS
A) Objetivos. Consiste en la introducción de una nueva pretensión en el escrito de
contestación a la demanda. Es necesario: 1. Conexión de pretensiones: “sólo se admitirá
reconvención si existiere conexión entre sus pretensiones y las que sean objeto de la demanda
principal”. Siempre se dirigirá contra el actor originario y nunca contra terceros. Y aunque
debe haber un nexo de afinidad entre las pretensiones pueden provenir de diferentes títulos. 2.
La competencia objetiva: “no será procedente la reconvención cuando el Juzgado carezca de
competencia objetiva por razón de la materia o de la cuantía”. 3. El procedimiento
adecuado: No se admitirá la reconvención “cuando la acción que se ejercite deba ventilarse
en juicio de diferente tipo o naturaleza”. Cabe en el caso de los procedimientos ordinarios (de
verbal a ordinario o viceversa) pero no de procedimientos sumarios a ordinarios o especiales a
ordinarios o viceversa.
B) Subjetivos. La reconvención exige una identidad subjetiva entre demandante y
demandado. Pero puede ocurrir que exista una pluralidad de partes materiales o formales en
la posición actora o demanda. 1. Litisconsorcio activo: “la reconvención podrá dirigirse
también contra sujetos no demandantes, siempre que puedan considerarse litisconsortes
voluntarios o necesarios del actor reconvenido del actor reconvenido por su relación con el
objeto de la demanda reconvencional”. Así se permite la entrada a litisconsortes necesarios y
voluntarios que podrán ejercitar su derecho de defensa, extendiéndose sobre ellos los límites
subjetivos de la cosa juzgada. Pero no es posible dirigir la pretensión contra otros
codemandados que pudieran ser, al mismo tiempo, litisconsortes del actor. 2. Litisconsorcio
pasivo: Los litisconsortes pasivos necesarios pueden interponer la reconvención, pues todos
ellos son demandados en el proceso y a todos ellos se extenderán los efectos de cosa juzgada.
C) Formales. Se encuentran en el art. 406.3. Se ha de yuxtaponer al escrito de contestación.
La forma de la reconvención ha de ser la misma que la de la demanda. Se ha de determinar la
pretensión, es decir, la concreta tutela judicial que se pretende obtener.
Una vez presentada, el Tribunal dará traslado de ella al actor y demás litisconsortes para
que la contesten en plazo de veinte días. La contestación a la reconvención tendrá la misma
forma que el escrito de contestación a la demanda y el actor asumirá la carga de negar y
contradecir los hechos. Si no lo hiciera serán estimados como admitidos.

3. LA ESTIMACIÓN DE LA RECONVENCIÓN
La Sentencia que resuelva la reconvención ha de ser explícita y resolver tanto las
pretensiones de la demanda como las de la reconvención, ofreciendo tantos pronunciamientos
como pretensiones aducidas por el actor y el demandado.
TEMA 16: LA AUDIENCIA PREVIA (I). LA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL

1. LA “AUDIENCIA PRELIMINAR” O COMPARECENCIA PREVIA


1. FUNDAMENTO Y FUNCIONES.
Su finalidad es evitar y, en su caso, preparar el juicio oral. Para evitarlo se creó la
conciliación intraprocesal. Pero si las partes no alcanzaran dicha conciliación, la
comparecencia previa sirve para eliminar al proceso de obstáculos procesales y fijar su objeto.

2. CONCEPTO.
La comparecencia previa es la audiencia preliminar o previa a la vista principal, que ha de
practicarse en todo juicio ordinario, una vez contestada la demanda y, en su caso, la
reconvención, con el objeto de que, bajo la inmediación del Juez, se pueda obtener una
conciliación entre las partes y, en cualquier otro caso, se resuelvan los presupuestos y
excepciones procesales, se complementen y fijen los hechos controvertidos y su material
probatorio y se decida sobre la proposición y admisión de la prueba.

3. PRESUPUESTOS.
Ha de ser siempre obligatoria y exige la conclusión total de la fase de alegaciones.

4. REQUISITOS.
A) Subjetivos. 1. El Juez: la obligación de inmediación judicial y el incremento del
principio de investigación. La nueva LEC/2000 reforma comparecencia. “Las vistas y
comparecencias que tengan por objeto oír a las partes antes de dictar una resolución se
celebrarán siempre ante el Juez o los Magistrados. Esta obligación de inmediación judicial se
acrecienta por el principio de investigación y de examen de oficio de los presupuestos
procesales (capacidad de las partes, jurisdicción, litisconsorcio, etc.). Además ha de intervenir
personalmente el Juez para intentar una concilliación, obtener la fijación de los hechos
controvertidos, etc.
2. La comparecencia de las partes materiales y formales:
La genérica obligación de comparecencia. La nueva LEC/2000 ha estimulado la
comparecencia de las partes mediante el establecimiento de determinadas sanciones
procesales a su incomparecencia. El art. 414.2 indica: “las partes habrán de comparecer en la
audiencia asistidas de Abogado”.
La comparecencia del Procurador y de la parte material. La Ley permite la incomparecencia
de la parte material siempre y cuando otorgue a su Procurador “poder para renunciar, allanarse
o transigir”. Pero por dicho poder no cabe entender el poder general para pleitos. El poder del
Procurador habrá de ser especialísimo, posterior al nacimiento del litigio, y en él se debe
facultar expresamente al Procurador para poder transigir sobre la petición mediata, sobre el
derecho, bien o interés litigioso que se discute en el proceso. Así, pues, a la audiencia
preliminar ha de comparecer, bien la parte material, bien el representante procesal con
poder especialísimo. Los resultados de la incomparecencia son: · el Juez dictará auto de
sobreseimiento y el archivo de las actuaciones; · si incomparece la parte demandante se
decretará sobreseimiento, a salvo que el demandado acredite “interés legítimo”; · si
incomparece la parte demandada, el Juez dispondrá la audiencia exclusivamente con el actor
(inaudita parte) pero no el resto del procedimiento.
La comparecencia del Abogado. Si faltara el Abogado del actor “se sobreseerá el proceso,
salvo que el demandado alegare interés legítimo en la continuación del procedimiento para
que se dicte sentencia sobre el fondo”. Si no compareciera el Abogado del demandado “ la
audiencia se seguirá con el demandadnte en lo que resultare procedente”.
B) Formales. La comparecencia previa está presididda por los principios de oralidad,
inmediación, publicidad y preclusión elástica. El art. 147.I dispone que “ las actuaciones
orales en vista y comparecencias se registrarán en soporte apto para la grabación y
reproducción del sonido y de la imagen”.

2. LA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL
1. LA PRIMERA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL
Una vez comparecidas las partes, el art. 415.1 dispone que “el Tribunal declarará abierto el
acto y comprobará si subsiste el litigio entre ellas”. El Juez preguntará si las partes han
llegado a algún acuerdo, en cuyo caso podrán desistir del proceso o solicitar del Tribunal que
homologue lo acordado.
La autocomposición voluntaria: los actos de disposición. Abierta la comparecencia el
Juez debe comprobar si las partes han podido finalizar el litigio por alguno de los medios
previstos. Si la respuesta fuera positiva examinará sus presupuestos y homologará dicho
acuerdo.
La autocomposición obligada. Si las partes, aun no habiendo obtenido acuerdo, comunican al
Juez que se encuentran en negociaciones para un próximo acuerdo, puede el Juez sugerir
oralmente a las partes que insten la suspensión de la comparecencia previa o admitir
directamente esta solicitud “apud acta” para que concluyan tales negociaciones amistosas en
el plazo máximo de sesenta días. Puede acontecer que aun no existiendo voluntad de las
partes para obtener un acuerdo, de las alegaciones de las partes, haya el Juez de inferir la
conclusión de que el conflicto tiene fácil solución mediante la pública reflexión de
determinados extremos de las alegaciones de las partes, de las que las partes pueden llegar a
efectuar concesiones en orden a la obtención del acuerdo. El Juez debe con toda prudencia y
cuidado posible, pero sin sugerir soluciones, manifestar tales reflexiones.
Efectos. Las partes pueden alcanzar una transacción judicial. Pero la comparecencia
previa puede finalizar por cualquiera de los medios previstos en los art. 19 y ss. Si no existiera
acuerdo, ni posibilidad racional de alcanzarlo, “la audiencia continuará según lo previsto en
los artículos siguientes”, que contemplan el examen de los presupuestos y excepciones
procesales.

2. LA SEGUNDA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL


La segunda conciliación sucede al término de la audiencia previa. Una vez fijados los
hechos que fundamentan las respectivas pretensiones o defensas, dispone la LEC que “el
Tribunal podrá exhortar a las partes o a sus representantes y a sus Abogados para que lleguen
a un acuerdo que ponga fin al litigio”. La expresión podrá indica que es el Juez quien se
encuentra en condiciones de valorar la pertinencia o no de este “requerimiento”. En esta
conciliación el Juez tiene un rol más activo. Si el Juez es consciente de que el litigio tiene una
fácil solución, debe, de manera objetiva y sin perder su imparcialidad, hacérselo saber a las
partes. Y estas partes son, tantas las partes materiales como sus representantes y Abogados.
El acuerdo puede obtenerse en la misma comparecencia previa o puede disponer su
suspensión, si tiene la convicción de que necesitan un tiempo para obtener dicha solución.
LECCION 17. LA COMPARECENCIA PREVIA. II.
LOS PRESUPUESTOS Y EXCEPCIONES PROCESALES

LA DEPURACIÓN DE LOS OBSTÁCULOS PROCESALES


Fundamento
La comparecencia previa intenta limpiar el proceso de obstáculos procesales, pudiendo
llegar así a una Sentencia final. En 1984 se introdujo esta figura de la comparecencia previa, y
con ella la exigencia de que lo supuestos y excepciones procesales se examinen en ella “a
limine litis”, pudiendo de esta forma acudir a la fase probatoria, hoy audiencia principal, solo
para que el órgano judicial pueda dictar Sentencia.

Determinación de los presupuestos procesales


A) Negativo
“En la audiencia, el demandado no podrá impugnar la falta de jurisdicción o d
competencia del; tribunal, que hubo reproponer en forma de declinatoria”. Al amparo de la
declinatoria, se puede hablar de falta de jurisdicción, de la sumisión del objeto al “arbitraje”, y
la “competencia” objetiva, funcional o territorial. En estos casos, la declinatoria hay que
proponerla dentro de los diez primeros días del plazo para contestar a la demanda. Y es
ahí cuando se deben discutir estos presupuestos.
Autor dice, sin embargo, que aun de no haberlo denunciado antes, en el caso de falta de
jurisdicción o de competencia, el proceso no debería continuar, pues estaríamos ante unos
vicios que pueden ocasionar nulidad de pleno derecho. Distinto es el caso de un problema de
competencia territorial o arbitraje, pues la no oposición del demandado ocasiona una
“sumisión tácita”.
B) Positivo
La norma establece un listado y una “cláusula general abierta”, conforme a la cual el
Tribunal ha de resolver en la comparecencia “cualesquiera circunstancia que puedan impedir
la valida prosecución y término del proceso mediante sentencia sobre el fondo”.
Listado.- No es exhaustivo, pero enumera varios presupuestos procesales (Falta de
capacidad de los litigantes, Cosa juzgada o litispendencia, Falta de debido litisconsorcio,
Inadecuación del procedimiento o defecto de modo de proponer la demanda o la
reconvención).
Cláusula general abierta: la legitimación.- Esta cláusula faculta al Juez a examinar
“cualesquiera circunstancia que puedan impedir la valida prosecución y termino del proceso
mediante sentencia sobre el fondo”(caducidad de la acción, reclamación previa, caución de
arraigo, acumulación de acciones pretensiones, etc).

Examen de oficio y a instancia de parte


Como regla general, todas las excepciones procesales, contempladas explicita o
implícitamente por la ley, permiten su examen de oficio. De dicha regla general, debe
exceptuarse la “declinatoria de jurisdicción”en relación a la competencia territorial
dispositiva, la cual es vigilable de oficio, solo en el momento de admisión de la demanda.
Después, la carga pasa al demandado.
También han de examinarse los presupuestos específicos de la demanda. Estos
condicionan la validez de la demanda: certificaciones de firmeza de la Sentencia y de haber
transcurrido el acto procesal, así como las “conciliaciones, requerimientos, reclamaciones o
consignaciones que se exijan en casos especiales”. Estas razones pueden ser denunciadas por
el demandado, aun cuando no lo hiciera en la demanda.

Procedimiento
A) Prelación de examen
Una vez acabados los intentos de conciliación, lo normal es que el Juez conceda al
demandado la palabra, para que este alegue lo que estime conveniente. Después concederá la
palabra al actor, para que alegue sobre los presupuestos y requisitos cuya inobservancia ha
denunciado el demandado.
Pero hoy el propio Juez, ante la obligación de examen de oficio, puede sugerir a ambas
partes que le informen de tales presupuestos. Lo que la Ley busca es un”Juez a pie de obra”,
que de verdad conozca el proceso, desde el mismo comienzo de la presentación de la
demanda y no en la Sentencia, ni siquiera en la comparecencia previa. Ante la dificultad de
eso en la practica, si no se han dilucidado antes, el examen se hará por el siguiente orden:
El Juez examina los presupuestos del órgano jurisdiccional: jurisdicción y competencia.

Presupuestos específicos de la demanda.


Presupuestos procesales de las partes: capacidad, representación material..
Acumulación de acciones o pretensiones.
Litisconsorcio necesario.
Litispendencia, la cosa juzgada.
La inadecuación del procedimiento.
El defecto en el modo de proponer la demanda.

Resolución
Por su importancia debe revestir forma de Auto, y ser especialmente motivado, ya que
puede poner fin al proceso. Si se trata de subsanar los presupuestos procesales, puede ser
oral. Si es para poner fin al proceso, debe ser escrita, por el principio de proporcionalidad
(auto motivado de sobreseimiento).

LOS PRESUPUESTOS Y REQUISITOS PROCESALES ESPECIFICOS


La falta de capacidad y de representación
Capacidad
Para ser parte y para la actuación procesal. Este presupuesto es vigilable de oficio por el
Juez “en cualquier momento del proceso”.
La representación
Aunque no se especifica, se refiere a la representación material, pues la procesal o a través
de Procurador, se habrá examinado con anterioridad, al inicio de la comparecencia previa. En
los casos en que la parte material accione como mandatario con poder especial, el Juez debe
examinar la suficiencia de dicho poder sustantivo.
La subsanación de los presupuestos de las partes
Cualquier defecto de esta clase que el Juez advierta, puede y debe ser subsanado en la
misma comparecencia o en un “plazo no superior a diez días, con suspensión entre tanto de
la audiencia”. Si no se subsana: si la omisión fuera imputable al actor, dictara auto de
sobreseimiento. Si es el demandado, “se le declarara en rebeldía, sin que de las actuaciones
que hubiese llevado a cabo quede constancia en autos”.
La acumulación de acciones
Excepción y presupuesto oral
Si el demandante hubiera acumulado diversas acciones y el demandado se hubiere opuesto
motivadamente a es acumulación, “el Tribunal resolverá oralmente sobre la procedencia y
admisibilidad de la acumulación”. El demandado tiene la carga de oponerse a la acumulación
en su escrito, pero el Juez antes de decidir sobre la admisión de la demanda, debe observar
que se cumplen los requisitos. De esta forma, la acumulación de acciones se convierte en un
nuevo “presupuesto procesal”.
Resolución oral
En este caso, la resolución puede ser oral, a diferencia de la falta de capacidad o
representación, ya que la falta no supone el fin del juicio, sino que alguna pretensión deba
incluirse en un nuevo proceso. Sin embargo, al no ser una resolución definitiva, sin que
permite un nuevo proceso, no paree que se admita contra ella apelación.
El Litisconsorcio
Ámbito de aplicación
De todos los posibles fenómenos de pluralidad de partes, solo se contempla la del
litisconsorcio pasivo necesario. El litisconsorcio pasivo necesario sucede cuando en la parte
pasiva de la relación jurídica, se encuentran varios sujetos que han de ser llamados
conjuntamente al proceso -la Sentencia les afectara a todos- por lo que deben tener todas las
posibilidades de alegación, prueba e impugnación.
Por ello, la jurisprudencia obliga a que sean demandados todos ellos en el mismo proceso.
Si el demandante incumple ese requisito, ya sea a instancia del demandado o de oficio, el
Tribunal declarara mal constituida la “relación jurídica procesal” y dictara un auto de archivo
al termino de la comparecencia previa, o lo que es pero, una sentencia absolutoria en la
instancia. A fin de evitar eso, el demandante puede depurar este problema, haciendo una
ampliación subjetiva de la demanda.
La integración del litisconsorcio a instancia del demandado
Si es el demandado quien denuncia la irregular constitución de la a “litis”, debe hacerlo en
su escrito de contestación de la demanda. Ahora el actor puede manifestar su conformidad u
oponerse.
- Conformidad del actor.- En este caso, puede volver a redactar la demanda con
copia a cuantos litisconsortes existan. Pero eso solo es una modificación subjetiva de la
pretensión, y no una ampliación, pues la causa de pedir no puede ser alterada. Es decir, no
puede introducir hechos nuevos, sino solo los imprescindibles para justificar la imputabilidad
de los nuevos codemandados. Si el Juez lo acepta, “emplazara a los nuevos demandados para
que contesten a la demanda con suspensión de la audiencia”
- Oposición del actor.- Si no esta de acuerdo, el Juez oirá a ambas partes y lo
resolverá mediante auto en un plazo de cinco días. Autor dice que si el Juez es favorable a la
inclusión de los litisconsortes, puede hacerlo oralmente, pero si se opone, debe ser una
resolución motivada escrita.
La integración de oficio del litisconsorcio
Si el litisconsorcio es aceptado, el Juez dará al actor un plazo no inferior a diez días,
para que pueda constituirlo mediante la presentación de nuevas demandas dirigidas contra
todos los litisconsortes, “quedando entre tanto en suspenso, para el demandante y el
demandado, el curso de las actuaciones”. Si el demandante no lo hace, el Juez dicta el
sobreseimiento.
La litispendencia y la cosa juzgada
Si lo denuncia el demandado o si el Juez tiene constancia de existe litispendencia (se esta
juzgando el mismo objeto) o cosa juzgada (existe Sentencia firme sobre el mismo caso), el
Juez ha de examinar estos dos presupuestos procesales.
Requisitos y distinción con figuras afines
Deben existir las tres famosas identidades: entre las partes, las peticiones y su causa de
pedir o fundamentacion tácitas. Si más que esta identidad, existiera una afinidad o conexión
de pretensiones, lo procedente es no plantear estos presupuestos procesales, sino suscitar
el correspondiente procedimiento de acumulación de autos o procesos.
La diferencia entre acumulación de autos y la litispendencia hay que encontrarla en la
unidad o pluralidad de pretensiones: si existe una sola pretensión en ambos procedimientos,
procede la litispendencia, pero si existen pretensiones conexas, lo correcto es la acumulación
de autos.
Procedimiento
Primero habla el demandado y luego el actor. Entonces el Juez examina los testimonios de
la sentencia o de los escritos de demanda y contestación, y resuelve lo que estime pertinente.
La resolución puede ser oral o escrita, siempre motivada. E Juez elige según la dificultad o
complejidad del caso.

El procedimiento inadecuado
Relevancia
Se siguen dos procedimientos par determinar el procedimiento adecuado: “ratione
materiae” y “ratione cuantia”. Según el primero, algunas cuestiones han de llevarse en juicio
ordinario o en juicio verbal. Según el segundo, si la demanda excede de 3000 Euros, se sigue
juicio ordinario y si no, enjuicio verbal. Para admitir un recurso de casación, el valor del bien
litigioso debe superar los 150.000 Euros.
Naturaleza
En la comparecencia previa se puede alegar procedimiento inadecuado “por razón de la
cuantia o de la materia”. Pero hoy se acepta al procedimiento inadecuado como un autentico
presupuesto procesal, y como tal, puede ser examinado de oficio por el Juez antes de admitir
la demanda, o a instancia de parte mas tarde. Si así ocurre, el Juez escuchara a las partes y
resolverá en el acto lo que proceda.
Procedimiento
Si el demandado impugna en su escrito de contestación, el Juez oirá a las partes en la
audiencia. Si la discrepancia estriba en el valor de la cosa litigiosa, se busca la conformidad
de las partes. Pero si estriba en “racione materiae”, “el tribunal podrá decidir motivadamente
en el acto lo que estime procedente”, es decir, no sirve un acuerdo entre las partes.
Resolución
Puede tener una de estas tres soluciones: confirmación del juicio ordinario (en ese caso,
“la audiencia proseguirá para sus restantes finalidades”), remisión al juicio verbal (citara a
las partes para la vista de dicho juicio) o remisión al procedimiento especial correspondiente
(citara a las partes para la vista de dicho juicio). Pero también puede el Juez dictar el
sobreseimiento, de manera excepcional.
Ya sea estimatoria o desestimatoria, el Juez puede dictar su resolución de forma oral,
aunque puede optar por escrita según la complejidad del caso.

La demanda defectuosa
Naturaleza y fundamento
El objeto procesal es doble: reflejar con claridad la pretensión del demandante para que el
demandado ejerza su derecho de defensa, y clarificar los hechos al Tribunal, para que este
tome una decisión motivada y congruente con la pretensión.
Por eso, el “defecto en el modo de proponer la demanda” se convierte en un requisito
procesal que participa, tanto de la naturaleza de las “excepciones”, como de los
“presupuestos procesales”.
Objeto
El articulo aplicable solo repara en el deber del actor de fijar la “claridad y precisión en la
determinación de las partes o en las pretensiones deducidas”. Si no estuviera claro, el Juez
solo dictara el sobreseimiento en caso de que “no fuese en absoluto posible determinar en que
consisten las pretensiones del actor o del demandado”.
Es decir, la demanda defectuosa solo ocasionara un auto absolutorio en la instancia, si el
demandante no delimita con claridad los elementos esenciales de la pretensión (determinar
las partes materiales, la petición y los hechos).
Procedimiento
Si se manifiesta el incumplimiento de requisitos de forma, el Tribunal “admitirá en el acto
de la audiencia las aclaraciones o precisiones oportunas ”. Se pretende posibilitar la
subsanación exclusivamente de los requisitos formales de la demanda, o en su caso, de la
reconvención (una nueva demanda que lanza el demandado contra el actor, proporcionando
una inversión de roles.) No cabe la subsanación de otros defectos en este momento.

LAS EXCEPCIONES ANALOGAS


Aparte de las situaciones que se alistan como subsanables en la comparecencia previa, la
Ley añade “cualesquiera circunstancias que puedan impedir la valida prosecución y termino
del proceso mediante sentencia sobre el fondo”. La resolución de estas circunstancias
procesales análogas “se acomodara a las reglas establecidas en estos preceptos”.
Como circunstancias análogas caben las siguientes: caducidad de la acción, reclamación
previa, caución de arraigo...
TEMA 18: LA COMPARECENCIA PREVIA (III). FIJACIÓN DEL OBJETO
PROCESAL Y ALEGACIONES COMPLEMENTARIAS
III. LAS ALEGACIONES COMPLEMENTARIAS.
I PLANTEAMIENTO
A los efectos de posibilitar una sentencia adecuada a la realidad de las cosas existente al
momento en que ésta se dicte, la L.E.C. debería de arbitrar mecanismos específicos que
hicieran posible aportar, con limitaciones y garantías, los hechos que puedan tener
trascendencia al momento de terminar el proceso en la sentencia se ha de dictar. De este
modo, laL.E.C. permite que tras los actos de alegación (demanda y contestación ala
demanda), las partes puedan realizar otros actos alegatorios tanto en el juicio ordinario como
en el verbal, en la audiencia o en la vista, respectivamente (arts. 426 y 443.1).

II. ACTOS ORALES DE ALEGACIÓN.


A) ALEGACIONES COMPLEMENTARIAS.
Se permite a las partes que efectúen las alegaciones complementarias que tengan por
conveniente, respecto a lo expuesto por la parte contraria. Así por ejemplo, alegar la
interrupción de la prescripción del actor cuando el demandado ha alegado la prescripción.
Dicha posibilidad se limita por dos tipos de razones: La alegación complementaria tiene
sentido cuando ha existido una oposición por parte del demandado y no cuando
simplemente se limita a negar o a admitir llanamente los hechos afirmado por el actor, pues en
estos supuestos es lógico que no cabe efectuar ningún tipo de alegación. De igual modo, la
alegación complementaria no puede suponer una modificación de las pretensiones ni de los
fundamentos anteriormente esgrimidos, es decir, no se puede producir una mutatio libelli por
la que se modifique el objeto o pretensiones de las partes.
B) ALEGACIONES ACLARATORIAS.
Las partes pueden aclarar o rectificar las alegaciones que en su momento efectuaron en el
escrito de demanda o en la contestación. El fundamento de ello se encuentra en la necesidad
de que demanda y contestación han de ser actos procesales sencillos y claros. En el supuesto
de que el órgano judicial considere que dichas alegaciones aclaratorias son necesarias las
mismas se convertirán en una carga de obligado cumplimiento(art. 426. 6), de modo, que si no
se efectúan dichas alegaciones aclaratorias podría incluso conllevar el que las partes fueran
tenidas por conformes respecto a los hechos y argumentos alegados por la parte contraria.
C) ALEGACIÓN DE HECHOS NUEVOS.
En la audiencia o en la vista, se permite que las partes puedan alegar los hechos que
hubieran ocuifido o aquellos de los que hubieran tenido noticia con posterioridad a los
escritos de demanda y contestación y, con anterioridad, a la audiencia o a la vista (art. 426
Se requiere, para efectuar dicho escrito de ampliación, la acreditación de que el hecho se ha
producido o ha sido conocido con posterioridad a la demanda o a la contestación efectuada.
Habiendo alegado dichos hechos nuevos o de nuevo conocimiento se otorgará a la otra parte
la posibilidad de que, en un plazo de cinco días y en su defecto, en la propia audiencia o en la
misma vista, reconozca dichos hechos o por el contrario los niegue, pudiendo alegar lo que
estime por conveniente para destruir lo afirmado por la parte contraria.
El juez, en el propio acto de audiencia o en la vista, admitirá o rechazará la alegación
efectuada de los hechos nuevos o de nuevo conocimiento, todo ello de acuerdo con la
justificación que pudiera ofrecer el alegante y la relevancia que los mismos pudieran tener
respecto a las pretensiones de las partes (arts. 426. 4 y 286. 1 L.E.C.).
D) NUEVAS PETICIONES ACCESORIAS O COMPLEMENTARIAS.
La L.E.C. permite, de igual modo, tanto al actor como al demandado plantear en la
audiencia previa (o en la vista del juicio verbal) peticiones nuevas accesorias o
complementarias. Ello planteará bastantes problemas en la práctica porque se podrán producir
verdaderas situaciones de fraude o indefensión. No obstante, se prevé que la oposición a la
presentación de esas nuevas peticiones de la parte contraria sea determinante para su
virtualidad. Aunque se determina que cuando el juez entienda que la adición de las nuevas
peticiones no afecte al derecho de defensa ni al principio de igualdad, las admitirá.
Al igual que se ha referido anteriormente, dichas nuevas peticiones complementarias o
accesorias no deben de suponer, en ningún caso, un cambio de la demanda que se efectúo.

2. LA IMPUGNACIÓN DE DOCUMENTOS
1. CONCEPTO
Se entiende por impuganción de documentos la negación de su autenticidad. Y es que
las partes no están obligadas a presentar los documentos originales, pudiendo presentar copias
simples. La negación puede ser por motivos de índole material (dudas acerca de su contenido
intrínseco) o de índole formal (dudas en cuanto a la paternidad o autoría del documento).
Si la parte interesada muestra su conformidad o no impugna expresamente el documento,
el Tribunal habrá de estimar su validez formal y extender su valoración probatoria.

2. CLASES
A) Documentos públicos. Si son impugandos, la parte que ha aportado el documento tiene la
carga de traer, si fuere posible, el original, copia o certificación del documento con los
requisitos necesarios para que surta sus efectos probatorios. Pero si lo que se ha impugando es
la copia autenticada, el demandante habrá de indicar la oficina o protocolo donde se encuentre
el original a fin de cotejar o comprobar los documentos. Quien lo impugna ha de “proponer
prueba acerca de su autenticidad”. Si tras el cotejo se manifiesta la exactitud del documento,
la parte que lo ha impugnado habrá de satisfacer las costas, gastos y derechos de este
incidente, además de una posible sanción.
B) Documentos privados. Deben aportarse los originales. Las copias sólo se presentarán
cuando el original no obre en poder de la parte interesada. Si se produce la impugnación,
quien ha presentado el documento tiene la carga de instar al Tribunal la diligencia de “cotejo
pericial de letras o cualquier otro medio de prueba” para acreditar la autenticidad material y
formal del documento privado. Si se prueba la autenticidad, se procede como caso de público.

3. LA COMPLEMENTACIÓN DE LA PRUEBA PERICIAL


1. ÁMBITO DE APLICACIÓN
La nueva LEC permite la incorporación a la demanda de informes elaborados por
profesionales de la investigación privada y como momento preclusivo para la introducción de
estos dictámenes, el de los escritos de demanda y contestación, aunque por razones de defensa
pueden ser introducidos con anterioridad a la celebración de la comparecencia previa.
En la comparecencia previa la parte contraria puede manifestar la admisión, contradicción
o ampliación del informe presentado, así como si el perito debe prestar su informe en el juicio
oral o su tacha.

2. LA PRUEBA PERICIAL DE LAS ALEGACIONES COMPLEMENTARIAS


La presentación de dictámenes periciales hay que entenderal extensiva a todo supuesto de
aclaración, alegación complementaria o afrimación de hechos nuevos o desconocidos. Se debe
aportar al menos dentro de los “cinco días de antelación a la celebración del juicio”. Éste es
un plazo máximo. Pero si la parte deseara la designación judicial de un perito, lo puede
solicitar al Tribunal en la misma audiencia o dentro de los diez días siguientes.

4. LA FIJACIÓN DE LOS HECHOS, SEGUNDA CONCILIACIÓN Y SENTENCIA


INMEDIATA
1. LA FIJACIÓN DE LOS HECHOS CONTROVERTIDOS
Se produce durante la comparecencia previa. Los destinatarios de esta actividad de fijación
de hechos son “las partes o sus defensores”. Pero a pesar de esta redacción, el Juez debe
preguntar a los Abogados o a la parte asistida de su Abogado. Así, las partes no son las únicas
protagonistas sino también el propio Tribunal.. Por ello, el Juez debe ir preguntando, según el
orden correlativo de la exposición de hechos en los escritos de demanda y contestación,
primero al demandante y después al demandado, si se manifiestan o no conformes con estos
hechos afirmados en sus escritos de alegaciones.

2. LA SEGUNDA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL


Una vez fijados los hechos, “el Tribunal podrá exhortar a las partes o a sus respresentantes
y a sus Abogados para que lleguen a un acuerdo que ponga fin al litigio”. Esta segunda
conciliación se basa en el ideal “es mejor un mal arreglo que un buen pleito”.
Es el Juez, quien, tras la realización de la comparecencia, se encuentra en condiciones de
valorar la pertinencia o no de este requerimiento. Y juega en esta ocasión un papel más activo
que en la primera conciliación. Si es consciente de que el litigio tiene una fácil solución, debe
de manera objetiva e imparcial, hacérselo saber a las partes, tanto a las materiales como a las
formales, si a éstas últimas se les hubiera otorgado poderes.
Dicho acuerdo puede obtenerse en la misma comparecencia previa o puede disponner el
Tribunal la suspensión, si tiene la convicción de que necesitan un tiempo para llegar a dicha
solución amistosa.

3. LA SENTENCIA INMEDIATA
Si las partes no hubieran alcanzado acuerdo, pero hubieran manifestado su conformidad
con los hechos y su discrepancia fuera meramente jurídica, (art. 428.3) “el Tribunal dictará
sentencia dentro de veinte días a partir del siguiente al de la terminación de la audiencia”. Así,
si hay plena conformidad no existe tema de la prueba. Por ello la Ley permite al Tribunal
obviar una innecesaria audiencia principal y dictar, sin más trámites y en el indicado plazo,
una sentencia en la que aplicará el Derecho pertinente, de conformidad con el aforismo
romano “iura novit Curia”.
TEMA 19: LA PRUEBA (I): CONCEPTO, CARACTERES, REGULACIÓN LEGAL Y
OBJETO

1. CONCEPTO
Generalmente se la define como “actividad procesal que desarrollan las partes con el
Tribunal para llevar al Juez a la convicción de la verdad de una afrimación o para fijarla a los
efectos del proceso”. De la prueba practicada en la Sentencia dependerá que el Juez obtenga
la evidencia de los hechos controvertidos, que condiciona la aplicación de la norma cuya
consecuencia jurídica las partes invocan.

2. CARACTERES
1. LA PRUEBA COMO ACTIVIDAD PROCESAL
El conceto expuesto de la prueba descubre la naturaleza procesal de la misma.

2. LA PRUEBA COMO ACTIVIDAD REALIZADA POR LAS PARTES


La LEC ha reforzado la vigencia del principio de aportación respecto del material
probatorio por las partes. Por ello, el Tribunal apenas está facultado para ordenar la práctica
de medios de prueba de oficio (sólo en los procesos especiales del Libro IV) y tiene que dictar
Sentencia con base en las pruebas propuestas y practicadas sólo por las partes.

3. REGULACIÓN LEGAL
La LEC regula las disposiciones generales y los medios de prueba en los capítulos V y VI
del Libro II. Pero también encontramos otras normas probatorias a lo largo de la Ley.

4. OBJETO
1. CONCEPTO
Se identifica el objeto o tema de la prueba con las afirmaciones realizadas por las partes
sobre los hechos controvertidos y, excepcionalmente, sobre normas jurídicas, que deben
verificarse.

2. LAS AFIRMACIONES FÁCTICAS


Es norma general a todo proceso que el objeto de la prueba se encuentra formado por
afirmaciones sobre hechos y no por normas jurídicas, aunque a veces es necesario invocar y
probar determinadas normas jurídicas.
No todo hecho alegado por als partes pertenece al objeto de la prueba sino sólo los hechos
controvertidos que sean pertinentes, útiles y lícitos. También se excluyen los de notorio
conocimiento y los amparados por presunciones legales.
A) La disconformidad. La disconformidad es el primer elemento que ha de constatar el Juez
al resolver la apertura del procedimiento probatorio. Lo hará al contrastar los hechos
expuestos en los escritos alegatorios con los señalados por las partes como objeto de la
actividad probatoria en la audiencia previa del juicio ordinario o en la vista del juicio oral.
Para facilitar la labor al Juez, la LEC establece unos preceptos:
La Ley establece la carga procesal del actor de exponer ordenada y claramente los hechos de
su demanda para facilitar su admisión o negación por el demandado al contestar.
El demandado también tiene la carga de admitir o negar los hechos por el demandante
alegados en su escrito de demanda, así como exponer los hechos con la misma claridad y
orden.
En la audiencia previa el Tribunal puede requerir a las partes para que aclaren o precisen los
hechos alegados.
B) La pertinencia. Art. 283.1 LEC: “no deberá admitirse ninguna prueba que, por no
guardar relación con lo que sea objeto del proceso, haya de considerarse impertinente”. Así
reconoce la CE el derecho fundamental de todos a utilizar los medios de prueba pertinentes
para su defensa. Por pertinencia el Tribunal tiene que percibir la existencia de una “relevante”
conexión entre el hecho objeto de la prueba y su pretensión. Así que no se practican todas las
pruebas propuestas por als partes sino las que estén dirigidas a esclarecer los puntos
controvertidos de las pretensiones.
C) La utilidad. El mismo art. 283 regula la necesidad de que el hecho objeto de prueba sea
útil, es decir, que contribuya al esclarecimiento de los hechos controvertidos razonablemente.
D) La licitud en su obtención. El art. 283.3 afrima la imposibilidad de admitir como prueba
cualquier actividad prohibida por la ley; y el art. 287 regula el tratamiento procesal de la
prueba obtenida con vulneración de los derechos fundamentales. Y es que la LOPJ indica que
no surtirán efecto las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos
fundamentales. Esta cuestión ha de resolverse con audiencia de las partes y con la práctica
contradictoria de los medios de prueba sobre la referida ilicitud.
E) Los hechos notorios.
1. Concepto. Se consideran notorios aquellos hechos cuyo conocimiento forma parte de la
cultura normal propia de un determinado círculo social en el tiempo en que se produce la
decisión. Por lo tanto, para que un hecho sea notorio es necesario que sea conocido y tenido
por cierto por una generalidad de personas dotadas de una cultura media, en el lugar y tiempo
en que se dicta la resolución.
2. Diferencia con figuras afines: la ciencia privada y las máximas de experiencia. La
ciencia privada del Juez hace referencia a los hechos conocidos privadamente por él fuera del
proceso y no alegados por las partes. Las máximas de experiencia son concebidas como
definiciones o juicios hipotéticos de contenido general, desligados de los hechos concretos
que se juzgan en el proceso, procedentes de la experiencia. La diferencia entre estas dos
figuras se basa en que la notoriedad está referida a “hechos” y la máxima de experiencia versa
sobre “conceptos”.
3. Clases. Se distinguen tres clases de hechos notorios: · el general o universalmente
conocido (único referido en la LEC); · el local o territorial; · el judicial o para el tribunal. La
demostración de la notoriedad del hecho introducido por las partes dependerá de la actuación
de éstas, pero si admiten su notoriedad no será objeto de prueba. Si hay disconformidad será
el Juez el que decida.
F) Las presunciones legales. Los hechos favorecidos por una presunción legal no necesitan
prueba. Se dividen en presunciones legales de hechos (normas jurídicas que deducen la
existencia de un hecho que se requiere como característica definidora de un efecto jurídico) y
presunciones legales de derechos (aquéllas en las que lo presumido no es un hecho sino un
derecho o relación jurídica, que éstos existen). La finalidad de las presunciones legales
consiste bien en dar seguridad a situaciones jurídicas que se suponen existentes, bien en evitar
esfuerzos probatorios desproporcionados o ineficaces para demostrar el nexo entre el hecho
base y el presunto. Ahora bien, las presunciones “sólo serán admisibles cuando la certeza del
hecho indicio del que parte la presunción haya quedado establecida mediante admisión o
prueba”(art. 385.1).

3. LA PRUEBA DE LA NORMA JURÍDICA


La elección y aplicación de la norma jurídica al caso concreto es una actividad desarrollada
sólo por el órgano judicial (“iura novit Curia”). Pero esta regla está sujeta a excepciones en las
que es necesario probar “determinadas” normas jurídicas. Así en el caso de la costumbre, el
Derecho extranjero y el Derecho local o estatutario.
A) La costumbre. Es la segunda de las fuentes del ordenamiento jurídico español. La ley
sujeta la aplicación de la costumbre a una regulación restrictiva. Por ejemplo, su caracter
susidiario respecto de la vigencia de una norma con rango de ley. También ha de respetar la
moral y el orden público. Y la parte que invoque la aplicación de una norma consuetudinaria
tiene la carga de la prueba de su existencia y contenido, salvo que las partes estén conformes.
B) El Derecho extranjero.
1. La prueba de la norma extranjera. Ésta deberá ser probada en lo que respecta a su
contenido y vigencia. Las partes siempre han de probar el contenido y vigencia del Dº
extranjero. Si tras la actividad probatoria, por ser ésta insuficiente, el juez tiene una duda
insalvable sobre la vigencia y contenido de la norma extranjera, deberá dictar Sentencia en
contra de la parte sobre la que recaía la carga formal de su acreditación.
2. El Dº comunitario. El Dº comunitario no sólo ha dejado de ser Dº extranjero, sino que sus
normas priman sobre las dsiposiciones del Dº interno que se opongan a ellas y deberán
aplicarse con preferencia. Los Reglamentos gozan de aplicación o eficacia directa, excepto
los que no sean “self-executing”, que necesitan de apoyos complementarios de desarrollo. Las
Directivas no gozan de eficacia directa. Necesitan de un desarrollo posterior por los Estados
miembros. Por ello no forman parte del objeto de la prueba cuando se publican en el BOE.
Las Decisiones son actos normativos individuales de las instituciones comunitarias. Son
obligatorias en todos sus elementos para los destinatarios que ella designa.
3. Los Tratados internacionales. Si cualquiera de las partes solicitaen el proceso civil la
aplicación jurisdiccionalde una norma cotenida en un Tratado en el que España es parte, y ha
sido publicado en el BOE, no tiene la carga de la prueba del mismo, pues el órgano
jurisdiccional tiene la obligación de conocerlo.
C) El Derecho local. Las normas jurídicas dictadas por las Administraciones territoriales se
las considera objeto excepcional de prueba. Ello se debe a que son normas cuyo ámbito de
aplicación es restringido y no son publicadas en el BOE, con lo cual las dificultades de
localización y de conocimiento son mayores. Esto es predicable de los Reglamentos de los
Entes locales. Pero las Leyes autonómicas son normas jurídicas con rango de Ley, iguales a
las estatales y publicadas en el BOE y en el Diario Oficial de la CCAA, y, por tanto, tienen
que ser conocidas y aplicadas de oficio por el órgano jurisdiccional. Pero en cuanto a los
Reglamentos de las CCAA, sólo se publican en el Diario Oficial de la CCAA, por lo que
sería excesivo pedir su conocimiento, en especial a aquellos órganos judiciales cuya sede está
fuera del ámbito territorial de dicha CCAA. Por todo ello, los Reglamentos de CCAA pueden
ser carga material de la prueba.
TEMA 20 LA PRUEBA (II): CARGA Y VALORACIÓN
11.11. LA CARGA DE LA PRUEBA.
II.!. LA REGLA DE JUICIO PARA EL SUPUESTO DEL HECHO INCIERTO.
Los procesos deben llegar a su fin mediante la sentencia, absolutoria o condenatoria, y
necesariamente el juez debe de resolver, de modo inexcusable, de todos los asuntos de que
conozca (arts.209. 4; 218. 1; 218.1. IILE.C. y art. 1. 7 C.C.).
Pero puede ocurrir que el juez no encuentre elementos suficientes de prueba para dictar la
sentencia (lo que la doctrina denomina el hecho incierto). Frente a ello, y con la finalidad de
que el juez dicte sentencia con arreglo a la legalidad, el Ordenamiento Jurídico ha incorporado
la llamada regla de juicio, que es un expediente lógico que indica al juez, en dichos
supuestos, si debe dictar una sentencia de condena o absolutoria. En nuestro ordenamiento
está recogida, de modo general, en el artículo 217. 2, 3 y 6 L.E.C., lo que no excluye que en
algunos supuestos pueda ser modificada (art. 217. 4 y 5).
Esta regla de juicio se aplica si existe una duda, lo que implica que se ha realizado una
minima labor probatoria en el proceso (S.T.S. 8 marzo 1988). Si no ha existido esta labor
probatoria, el juez absolverá por no haber quedado fijados los hechos que constituyen el
supuesto de hecho de la norma de cuya aplicación se trata. En estos caso, el órgano judicial no
tiene duda, sin embargo no tiene prueba suficiente en la que basar su sentencia.
La doctrina constitucional sobre la presunción de inocencia permite deslindar lo que es la
inexistencia de prueba de lo que es incerteza probatoria. La regla del juicio solo es necesario
aplicarla cuando después de haber efectuado una labor probatoria, aunque sea mínima, los
hechos han quedado inciertos. De este modo, el art. 217 ofrece al juez el método para dictar
sentencia cuando los hechos quedan inciertos, de modo, que se dictará sentencia absolutoria
cuando han quedado inciertos los hechos en los que se basa la pretensión, en cambio, la
sentencia será condenatoria cuando hayan resultado inciertos los hechos que
fundamentan la causa de exclusión o de extinción de dicha pretensión, todo ello teniendo
en cuenta lo dispuesto en el art. 217. 6 L.E.C..
De este modo, la regla de juicio tiene significado similar a la regla de Derecho romano que
establecía que corresponde al demandado probar sólo cuando plantea una excepción en
sentido amplio; en todos los demás casos incumbe probar al actor, que es el que afirma la
existencia de un derecho (SSTS 3 mayo 1988 ó 24 octubre 1994).

II. LA ESPECIFICACIÓN DE LA REGLA DE JUICIO Y SU NATURALEZA


JURÍDICA
La regla de juicio tiene carácter formal y se concreta con la pretensión deducida en el
juicio y de acuerdo con las normas jurídicas que son aplicables a dicha pretensión. Para
determinar si un hecho es constitutivo, o por contra impeditivo, excluyente o extintivo, deberá
estarse a lo dispuesto en las normas aplicables a la relación jurídica concreta. De este modo,
no cabe distinguir a priori entre unos hechos y otros pues todo dependerá de cuál sea la
pretensión deducida en el juicio y de cómo se deduzca realmente (STS 19julio 1984).
Así, un mismo hecho puede tener un tratamiento distinto en cuanto a la carga de la prueba
(por ejemplo, el pago puede ser un hecho extintivo, o constitutivo, según la pretensión), y la
especificación de la regla de juicio dependerá así de las relaciones contractuales o de las
normas jurídico-materiales que sean aplicables al objeto del proceso.
Es por ello, por lo que las normas sobre las reglas de juicio tienen un carácter
absolutamente procesal, estando dirigidas directamente al juez, vinculando su actividad y
resolviendo un problema procesal que se plantea al momento de dictar sentencia. Por contra,
aquellas normas que especifican y concretan la regla de juicio son normas de carácter
material, afectando, de modo muy importante, a la aplicación en el tiempo y en el espacio de
la norma de la regla de juicio y ala inversión de la carga de la prueba.
11.3. LA CARGA DE LA PRUEBA
La regla de juicio existe en todo tipo de proceso (por ejemplo, en el proceso penal el
principio in dubio pro reo, o el in dubiuni contra reuni que rige en el sumario), siendo reglas
que indican al juez como tiene que dictar sentencia cuando no encuentra elementos suficientes
de prueba para dictar la sentencia.
Pero la regla de juicio sólo impone cargas probatorias en los procesos regidos por los
principios dispositivos y de aportación de parte (arts. 216), pues sólo cuando la parte tiene
total disposición sobre el derecho, siendo el juez un mero espectador pendiente de la actividad
procesal de las partes, cabe afirmar de la aplicación de la regla de juicio la existencia de carga
de la prueba.
La regla de juicio determina así qué hechos deben probarse para que se admita la
pretensión, y quién debe probar un determinado hecho para evitar la pérdida del proceso: la
incerteza de un hecho constitutivo determina la carga del actor de probar aquel hecho para que
la sentencia no sea desfavorable a sus pretensiones, así como el demandado debe probar, en
defensa de sus intereses, aquellos hechos impeditivos, excluyentes o extintivos de dichas
pretensiones.
De esta forma, en base a dicha regla de juicio la ley atribuye la carga probatoria de los
hechos que conforman la relación jurídica deducida en el juicio de acuerdo con los criterios de
distribución recogidos en el art. 217. 2, 3 y 6.
Además, dicha regla de juicio tiene importancia en dos momentos pues, por un lado, nos
indica que hechos son necesarios probar y por otro, nos dice quien debe de probar un
determinado hecho para impedir con su actividad la pérdida del proceso.
Si el juez puede realizar de oficio cualquier prueba sobre los hechos alegados por las
partes, no cabe decir que existe una carga probatoria para las partes, ya que su inactividad
probatoria podrá ser suplida por la del órgano judicial. En estos casos, el incumplimiento de la
carga probatoria no determinará ninguna situación procesal desfavorable.
4. LA DISTRIBUCIÓN DE LA CARGA DE LA PRUEBA. CRITERIOS
En Derecho procesal es posible hablar de hechos constitutivos y de hechos impeditivos,
extintivos y excluyentes. De acuerdo con el art. 2 17.2 y 3:
- Los hechos constitutivos son de cargo del actor y forman parte del supuesto de hecho de
forma positiva y su existencia es necesaria para la creación del derecho.
- Los hechos impeditivos, extintivos son de cargo del demandado, siendo la expresión
positiva de las circunstancias tácticas cuya inexistencia es necesaria para que nazca
válidamente el derecho o para que éste persista en el tiempo.
- Los hechos excluyentes, éstos, igualmente, son de cargo del demandado, constituyendo el
supuesto de hecho de una contranorma que sustenta un derecho potestativo del demandado
a oponerse a la prestación válida, existente y exigida por el actor.
Dicha distribución responde a criterios recogidos en la L.E.C. o implícitos en ella. Estos
son los siguientes:
a) El Derecho material se compone de una serie de normas y contranormas en las que se
basan las alegaciones de las partes, y cuyo supuesto de hecho (tanto de normas como de
contranormas) debe ser probado por éstas.
La existencia de la contranorma, la cual podemos considerar como el soporte legal de un
contraderecho, facilita una primera aproximación al reparto de la carga de la prueba. De modo
que si la alegación y prueba de la contranorma favorece a las pretensiones del demandado,
será, lógicamente, éste quien tenga la carga de probar el supuesto de hecho de la contranorma
que excluye la pretensión del actor (debe probar las denominadas por la doctrina excepciones
en sentido propio, como por ejemplo, la prescripción, el pacto o promesa de no pedir, la quita,
la espera, la compensación etc.).
Siguiendo el mismo criterio, éste nos llevaría a la idea de que el actor tiene, igualmente, la
carga de probar el supuesto de hecho de la norma en que fundamenta su pretensión. Ha de
tenerse en cuenta, que el mantener dicho criterio haría prácticamente imposible el ejercicio
del derecho a la tutela efectiva y el obtener, así, una sentencia estimatoria.
De este modo, así como para el actor no representa dificultad el probar el nacimiento del
derecho sí que, en cambio, le es dificil probar su persistencia en el tiempo (probar que el
crédito nació es fácil, probar en cambio que persiste porque el deudor no pago es una prueba
diabólica para el demandante).
Sin embargo, al demandado le es fácil probar los hechos que suponen la extinción del
derecho a lo largo del tiempo. En este sentido, la vigencia de principios constitucionales
imponen que el demandado cargue, por un principio de justicia distributiva, con la prueba de
aquellos elementos del supuesto de hecho de la norma alegada por el actor, que pueden
significar, en cuanto existentes, la extinción del derecho pretendido por el actor y con aquellos
otros para cuya prueba tenga más facilidad que la parte contraria. Dicho principio está
recogido en el art. 217. 6 L.E.C., con una manifestación concreta en el art. 217. 4 y con
unageneral en el art. 2l’7.2y3.
b) En el ámbito del derecho privado existen reglas normales y reglas excepcionales y
también, razones de justicia distributiva, que imponen al demandado que cargue con la prueba
de aquellos hechos que, si se producen, suponen la inexistencia válida del derecho pretendido
en la demanda (art. 217. 2).
De este modo, la distribución de la carga de la prueba que efectúa la ley es justa y
adecuada, pues, de una parte, el actor debe de probar la regla general y, por otra, al
demandado la prueba de lo que es excepcional. Así, el actor debe de probar el nacimiento del
derecho y el demandado aquellos hechos que extingan ese derecho o, en su caso, lo excluyan,
porque él habrá sido el autor en la mayoría de los casos del nacimiento de esos hechos, o en
todo caso tendrá más fácil información sobre -los mismos (art. 217. 6) provocan la
inexistencia del derecho pretendido por el actor. El demandado ha de probar además la
existencia de la contranorma, todo lo demás queda fuera del objeto de su carga de la prueba.
c) El art. 217. 6 L.E.C. dispone lo siguiente “Para la aplicación de lo dispuesto en los
apartados anteriores de este artículo el tribunal deberá tener presente la disponibilidad y
facilidad probatoria que corresponde a cada una de las partes del litigio. Dicho precepto no
supone un poder otorgado al juez por el que puede modificar la regla de juicio contenida en el
art. 217. 2 y 3 sino, al contrario, mediante dicha norma se regula la regla de juicio en el
sentido que lo efectúa el referido artículo.
El art. 217. 6 L.E.C. significa, al mismo tiempo, que el órgano judicial debe de utilizar
como criterio de valoración de las pruebas, la conducta procesal de las partes, de modo, que
antes de aplicar la regla de juicio en los supuestos de hecho incierto, debe de valorar la
conducta procesal de las partes analizando cual de ellas tenía la posibilidad de probar, más
fácilmente, la verdad de un hecho, con independencia de la parte sobre la que recayera la
carga de la prueba. De este modo la valoración de la prueba del que está cargado con ella debe
atemperarse o ampliarse con la valoración de la conducta procesal del contrario, como medio
de obtener la certeza u obviar la incertidumbre del hecho que obligue a aplicar la regla de
juicio.

5. MODIFICACIÓN, EXONERACIÓN E INVERSIÓN DE LA CARGA DE LA


PRUEBA
El art. 217. 5 L.E.C. establece la posibilidad de que otras leyes establezcan criterios
distintos relativos a la distribución de la carga de la prueba, los cuales tendrán un carácter
excepcional y sólo podrán ser aplicados en los supuestos expresamente previstos. Dichos
criterios distintos de distribución de la carga de la prueba pueden, por ministerio de la ley,
suponer una modificación o exoneración de la carga de la prueba.
No obstante lo expuesto dichas modificaciones o exoneraciones de la carga de la prueba
pueden producirse por la voluntad de las partes o por aplicación de una determinada doctrina
jurisprudencial, interpretadoras de normas de contenido material. De este modo, el art. 217. 5
L.E.C. establece la posibilidad de un sistema especial de carga de la prueba para supuestos
igualmente especiales, sistema que ya existía antes de la entrada en vigor de la L.E.C. gente.
De esta forma, la regla general de la carga de la prueba contenida en el art. 217. 2 sufre
modificaciones que pueden derivar de la propia ley, de la jurisprudencia del T.S. o por la
propia voluntad de las partes. Estas modificaciones no afectan ala regla dejuicio, sino a la
manera de concretar ésta.
Así, cuando se modifica el tema de la prueba si una parte se ve favorecida por una
presunción o utiliza ésta, se produce una excepción al principio general, pues, se está
modificando el tema de la prueba y así, en le obj eto de la carga de la prueba.. En estos
supuestos la parte favorecida por la presunción cambia la prueba del hecho presumido por la
del hecho base de la presunto, lo que supondrá una alteración del obj eto de la parte contraria
que podrá intentar demostrar la inexistencia del nexo entre el hecho presumido y el hecho
base.
En otras ocasiones, se han dado cambios en la distribución de la carga de la prueba que
suponen exoneraciones de la carga de la prueba de algunos hechos constitutivos de la acción o
de la excepción. Así, por ejemplo, en los supuestos de falsas presunciones que ya conocemos
como verdades interinas, el hecho presumido es realmente un hecho exonerado de prueba,
Así por ejemplo, cuando lajurisprudencia establece la responsabilidad objetiva en relación con
el art. 1902 CC está exonerando de la prueba, al considerar que los hechos demuestran por sí
mismos un principio de responsabilidad. De igual modo, mediante acuerdo entre las partes se
producen exoneraciones de la carga de la prueba, así, las cláusulas de exoneración por daños
producidos por culpa leve (negligence clause), en materia de transportes y seguros marítimos.
En resumen, sea por voluntad de la Ley, por aplicación de determinada doctrina
junsprudencial o por voluntad de las partes, es posible modificar el sistema de carga de la
prueba estableciendo exoneraciones de la misma. Todo ello es manifestación de la aplicación
del criterio de la facilidad probatoria, que expresamente recoge el art. 217. 6, domo
determinante de la regla de juicio (art. 217. 2 y 3).
Por vía legal no se puede producir la inversión de la carga de la prueba, es decir, no existe
inversión legal de la carga de la prueba. Tampoco, es posible la inversión jurisprudencial, no
obstante, dicha inversión de la carga de la prueba se puede producir (sólo) vía convencional y
sólo en aquellos supuestos en los que la norma aplicable al caso permita, por su carácter
dispositivo, la misma.
Cuando hablamos de inversión de la carga de la prueba se hace mención al cambio que se
produce en el supuesto de hecho de la norma aplicable, que supone una concreción de la carga
de la prueba inversa a la que correspondería de no haberse producido el cambio. Por lo tanto,
sólo cabe en los supuestos en que la norma aplicable lo permita por su carácter dispositivo.
Son supuestos de inversión convencional las cláusulas como “que dice ser”, o peso
desconocido y similares en los conocimientos de embarque en los casos de transportes, que
modifican el supuesto de hecho de la norma del art. 353 Ccom e implican que sea el cargador
y no el porteador el que deba probar la exactitud de las indicaciones contenidas en el
conocimiento.
Las cláusulas de inversión de la carga de la prueba en perjuicio del consumidor o usuario
se sancionan con la nulidad por la Ley 26/1984, ello por pretender esta ley proteger al
consumidor o usuario y por la dificultad probatoria que implica la cláusula de inversión.

II VALORACIÓN DE LA PRUEBA.
1.1. VALORACIÓN DE LA PRUEBA COMO ACTIVIDAD JUDICIAL.
Para que el juez fije en la sentencia unos hechos como existentes en la realidad, se requiere
que esos hechos hayan sido probados por las partes y que el juez se haya convencido de su
veracidad. La valoración de la prueba es esta actividad del juez que consigue dicho
convencimiento o lo rechaza, la cual es desarrollada en la sentencia (arts. 218. 2). La
valoración de la prueba concreta el último paso del juicio lógico que realiza el juez en su
sentencia y es la conclusión positiva o negativa sobre la existencia de los hechos alegados en
el proceso.
La sentencia dictada en un proceso supone la realización por el juzgador de un juicio
lógico que podemos reducir a las siguientes operaciones intelectuales:
- Determinar la existencia o no de la norma invocada en el proceso.
- Debe determinar si los hechos alegados por las partes entran dentro del supuesto de
hecho contemplado por la norma invocada.
- Examinar si la consecuencia jurídica pretendida se corresponde con la consecuencia jurídica
de la norma invocada.
- Valorar si los hechos alegados en el proceso se han producido en la realidad.

1.2. EL FIN DE LA VALORACIÓN.


El fin de la valoración coincide con el fin de la prueba. Mediante la prueba, las partes
deben de convencer al juez de la veracidad o verosimilitud de los hechos alegados, no de su
verdad absoluta. Por tanto, la valoración de la prueba trata de conseguir una verdad procesal,
es decir, una verdad operativa, que legitime el sentido de la sentencia.
En ocasiones ni siquiera se busca la certeza de los hechos afirmados, sino que basta con
obtener unajustificación de lo que se afirma verdad; (así por ejemplo en el proceso monitorio,
se tramita la demanda sólo porque aparece como verosímil la existencia del derecho y sólo
por ello se consigue que el juez requiera de pago -arts. 812 y 815-). En estos supuestos, el
juicio de valoración del juez no recae tanto sobre el hecho como sobre la afirmación del
hecho. Es decir, al juez le basta la verosimilitud del hecho alegado, para que deduzca de ello
la consecuenciajurídica establecida en la ley.

1.3. LA OPERACIÓN LÓGICA DE VALORACIÓN.


Calamandrei afirmaba que el objeto de la valoración de la prueba no es nunca un hecho.
sino un juicio acerca de la existencia o de la manera de ser de un determinado hecho o de un
determinado acto.
Si es el juez el que sin intermediarios, obtiene este juicio valorando la prueba, es un
supuesto de prueba directa. Pero este juicio le puede venir dado por terceras personas (por
ejemplo, si el testigo le relata los hechos presenciados). De este modo, el juez, al final del
proceso se encuentra ante una serie de juicios sobre la existencia o la manera de ser de los
hechos o de los actos, los cuales son resultado de lo que denominamos procedimiento
probatorio.
El juez debe en primer lugar interpretar dichos juicios resultado de la prueba, y determinar
su significado (por ejemplo, saber qué ha querido decir el testigo, qué significa lo percibido
directamente,...). Dicha operación lógica del juez, la interpretación, se efectúa en el mismo
momento en que obtiene o recibe el juicio. La vigencia del principio de inmediación obliga
al juez a realizar esta interpretación de la prueba en el mismo momento en que la misma se
produce. De este modo, y con la finalidad de efectuar dicha interpretar correctamente la
prueba, la L.E.C. permite al juez el solicitar aclaraciones a los testigos o a las partes, incluso a
los propios peritos,

Sólo cuando la prueba ha sido interpretada puede ser valorada, puede el juez determinar la
veracidad del juicio de hecho. El juez deberá determinar, entre los distintos juicios resultado
de la prueba, que posiblemente sean contradictorios entre sí, cuál de ellos se corresponde con
la verdad de lo ocurrido.

1. 4.EL INSTRUMENTO PARA LA VALORACIÓN.


El instrumento de valoración es la máxima de experiencia, que es un juicio de valor
general, obtenido de la experiencia de los hechos, desligados de los supuestos de los que se
extrae por la experiencia y que pretende tener un valor general para los casos posteriores. Así
por ejemplo, si se afirma que el anciano caminó lentamente ello es un juicio sobre un hecho
particular, en cambio la expresión los ancianos caminan lentamente es una máxima de
experiencia, porque es un juicio lógico general, obtenido de la experiencia y que tiene una
validez general para todos los supuestos. De este modo, si el testigo afirma que el anciano
cruzó lentamente la calle, el juez, aplicada la máxima de experiencia puede alcanzar el
convencimiento de esa realidad afirmada.

1.5. VALORACIÓN LEGAL Y VALORACIÓN LIBRE.


La valoración legal o prueba tasada se da cuando es la norma la que impone la
utilización de la máxima de experiencia. Si la ley da libertad al juez para utilizar las
máximas de experiencia que considere convenientes, se habla de prueba de valoración
libre (pruebas de peritos, testigos y reconocimiento judicial).
La valoración tasada se impone por la ley en la prueba de documentos y en la de
intenogatorio de las artes, dejando al juez libertad de valoración en las demás pruebas.
A) VALORACIÓN LEGAL.
El art. 316. 1 L.E.C. establece lo siguiente si no lo contradice el resultado de las demás
pruebas, en la sentencia se considerarán ciertos los hechos que una parte haya reconocido (en
el inteifogatorio) como tales si en ellos intervino personalmente y su fijación como ciertos le
es enteramente perjudicial. Dicho precepto, impone al juez el reconocer y fijar en la sentencia
aquellos hechos reconocidos y declarados por aquella parte perjudicada o desfavorecida por
los mismos, siempre que dichos hechos sean personales y que no exista otra actividad
probatoria. El fundamento de ello se encuentra en la máxima de experiencia que demuestra
que nadie declara en contra de uno mismo si los hechos son falsos, por esa misma razón, en la
mayoría de los supuestos no tienen gran validez las declaraciones favorables que una persona
efectúa de sí mismo, pues el juez aplicará la sana crítica (art. 316. 2).
De igual modo, cuando los arts. 319 y 326 regulan la fuerza probatoria de los documentos
(publicos y privados, respectivamente) imponen una doble máxima de experiencia. Así:
- Respecto a los documentos públicos la seguridad del tráfico jurídico requiere que las
actuaciones que efectúen determinados funcionarios estén investidas de certeza (aquello que
autorizan, oyen o ven). Es decir, se otorga la denominada fe pública a determinados
funcionarios en el desarrollo de sus funciones (notarios, secretarios judiciales, etc.).
- En el ámbito de los documentos privados, dicha máxima impuesta por la ley
determina que el sujeto que firma o efectúa un documento acepta, en la generalidad de los
supuestos, su contenido.
De igual forma, en el ámbito de las presunciones la ley también impone al juez la
utilización de determinadas máximas de experiencia. Así, la estructura de la presunción
permite tener como dado al hecho presumido si probamos la existencia del hecho presunto.
Ello es así, debido a la conexión existente entre ambos hechos, de modo, que dado el
segundo ha de afirmarse la existencia del primero. Al respecto, ha de tenerse en cuenta que la
existencia de dicha conexión es materia de valoración probatoria y su determinación
requiere, en muchos supuestos, la aplicación de máximas de experiencia.
Así, en aquellos supuestos en los que dicha conexión venga establecida por una norma
jurídica, estaremos ante una presunción legal y además ante un criterio de valoración
impuesto por la ley (por ejemplo: ala persona ausente después de un naufragio se le tiene
por fallecida cuando ha transcuifido un tiempo determinado desde la existencia del mismo) en
este caso, la máxima de experiencia indica que, generalmente, cuando ha pasado un
tiempo desde un naufragio sin que se sepa nada de esa persona es un signo indicativo de su
fallecimiento.
No obstante, las máximas de experiencia se imponen, según los casos, con distinta fuerza.
De este modo, como se deriva del art. 316. 1 L.E.C., en el interrogatorio de partes se puede
valorar contra la máxima de experiencia cuando la declaración de la parte está contradicha por
otras pruebas. De igual modo, no es de aplicación la máxima de experiencia cuando se
acredita la falsedad de un documento. En el ámbito de las presunciones, las máximas de
experiencia tienen, en la práctica, una menor relevancia pues la ley permite demostrar que lo
general no se ha producido en el caso particular, así, por ejemplo cuando se acredita que el
naufrago está vivo.
Ha de tenerse en cuenta, que las máximas de experiencia no son de aplicación respecto
aquellas materias indisponibles (art. 752 L.E.C.) y que el juez no queda vinculado por las
pruebas de valoración tasadas.
B) PRUEBA LIBRE.
El artículo 218. 2 establece, de modo expreso, el principio de la prueba libre. Dicho
precepto establece que Las sentencias se motivarán expresando los razonamientos tácticos y
jurídicos que conducen a la apreciación y valoración de las pruebas, así como a la
aplicación e interpretación del derecho. La motivación deberá incidir en los distintos
elementos tácticos y jurídicos del pleito, considerados individualmente y en conjunto
ajustándose siempre a las reglas de la lógica y de la razón.
Se establece que la motivación de las sentencias deberá de ajustarse a las reglas de la lógica y
de la razón, aun cuando la ley, por norma general, invoca a las reglas de la sana crítica como
criterio valorativo de las diferentes pruebas.
De este modo, ha de determinarse si las reglas de la sana crítica son criterios fijos de
valoración o, en cambio, son criterios de los que el juez puede hacer un uso amplio.
En cualquiera de los casos, la prueba libre no quiere decir prueba arbitraria del juez, de modo,
que dicha valoración ha de responder, de forma clara, a una lógica coherente que se desprende
de la propia actividad del juez.
Así, a pesar de que las reglas de la sana crítica no son normas de valoración legal, sí que son
indicaciones que la ley da al juez del modo en que debe valorar la prueba, siguiendo el
método de la razón y de la lógica. Es decir, la ley no impone al juez el resultado de la
valoración, pero sí que le impone el método de como hacer dicha valoración. Dicho método es
del de la razón, el de la lógica, el del sano juicio o, como refiere la L.E.C., el de la sana
crítica.
Lo expuesto no significa que sean iffacionales los criterios de prueba legal, pues dichos
criterios responden a la asimilación que, durante mucho tiempo, se ha efectuado de las
máximas de experiencia.
Por último y respecto a la valoración que se ha de efectuar de aquellos medios de prueba
que no están referidos en el art. 299 LE.C., siguiendo lo expuesto, el juez deberá de valorarlos
atendiendo a las reglas de la sana crítica y basándose, en la mayoría de los caos, en la prueba
previa de la autenticidad del medio empleado, para lo cual, deberá de adoptar las medidas que
considere necesarias de acuerdo a lo establecido en el art. 299. 3 LE.C..

C) LA DOCTRINA JURISPRUDENCL4L SOBRE LA VALORACIÓN DE LA


PRUEBA.
El Tribunal Supremo a lo largo del tiempo ha desarrollado una doctrina jurisprudencial que
da primacía absoluta a la valoración libre de la prueba respecto de la prueba tasada.
Así dicha jurisprudencia consideró que la prueba de confesión, a pesar de lo que establecía el
C.C., era una prueba más que no tenía un valor legal especial. Dicha postura ha sido acogida
por la nueva L.EC. y se recoge en el art. 316 relativo al interrogatorio de las partes.
De igual modo, la doctrina jurisprudencia dio preeminencia a la valoración libre de la prueba
respecto a la tasada en los supuestos dudosos de prueba documental, consagrando la llamada
valoración conjunta de la prueba (recogida en el art. 218. 2. segundo inciso). Dicha
valoración conjunta de la prueba (de la que el art. 316 es un claro ejemplo al establecer que la
prueba del interrogatorio ha de ser valorada en el conjunto de las pruebas practicadas) es así
un medio para evitar la aplicación directa de la máxima de experiencia cuando ésta viene
impuesta por una ley que determina la valoración tasada de un determinado medio de prueba.
TEMA 21 LA PRUEBA (III): PROCEDIMIENTO Y MEDIOS DE PRUEBA

1.1. LA UBICACIÓN DE LOS ACTOS PROBATORIOS EN EL PROCESO.


A diferencia de lo que sucedía anteriormente, al regularse en la nueva L.E. . C. como un
proceso de carácter oral, no es posible encontrar un período probatorio perfectamente definido
puesto que los actos procesales se desarrollan en vistas en las que normalmente se desarrollan
todos aquellos actos que sean necesarios en el momento en que se encuentre la tramitación del
proceso.
De lo expuesto en los arts. 414. 1; 431 y 433. 1 L.E.C., cabe afirmar que aunque los actos
probatorios se desarrollan en momentos procedimentales en los que, igualmente, se pueden
efectuar otros actos, dichos actos probatorios se deben desarrollar siempre guardando el
orden lógico que se deriva de su propia naturaleza, así la proposición y admisión de la
prueba se realiza al final de la audiencia previa y su práctica al principio del acto del
juicio. De este modo, los actos probatorios han en enmarcarse en el tiempo procesal que va
desde la audiencia previa al juicio, que es el acto inmediatamente posterior a los escritos de
alegación (demanda y contestación (art. 414. 1) y la formulación de las conclusiones que es el
acto final desaifollado en el juicio (art. 433. 2 y 3). Entre dichos momentos se ha de proponer,
admitir y practicar los distintos medios de prueba.
En el juicio verbal, dicha proposición, admisión y práctica se ha de efectuar en la vista
(arts. 443, 445 y 446) después de la denominada fase intermedia del proceso declarativo.
De modo excepcional, como ya se ha visto, en base al art. 293 y siguientes, cabe proponer,
admitir y practicar la prueba antes de que se inicie el proceso o, incluso, iniciado éste antes de
que se inicie el periodo en el que se ha de desarrollar dicho proceso probatorio. De igual
modo, aun cuando de las conclusiones no cabe ya efectuar ningún acto probatorio, los arts.
435 y 436 permiten, como supuesto excepcional, las llamadas diligencias finales por las que
se puede proponer, admitir, a instancia de parte o de oficio, o practicar actos procesales
probatorios.

1. 2. LOS PODERES DEL JUEZ Y DE LAS PARTES EN LOS ACTOS


PROBATORIOS.
En nuestro proceso rige el principio de aportación de parte (art. 216), rige incluso en
aquellos procesos en que se aplican normas de ms cogens (art. 752.1 y 2).
La aplicación de dicho principio se efectúa de forma extralimitada en el proceso de tipo
dispositivo, pues si bien es cierto que la naturaleza del derecho dispositivo impone un proceso
en el que domine el principio de la demanda y en el que las partes sean las que, de forma
exclusiva, aporten los medios de prueba; ello no debe de determinar que el juez no pueda
actuar en el ámbito probatorio. Así es lógico comprender que un juez que fuera meramente
espectador, no es la mejor garantía para obtener una decisión justa, al igual, que tampoco lo
sería el supuesto en el que el juez perdiera su carácter imparcial.
Es así muy importante, en materia probatoria, el equilibrio entre los poderes del juez y de
las partes. Dicho equilibrio se fundamenta en que el juez pueda tener amplios poderes de
dirección formal y material en la admisión, práctica y actividad probatoria; disponiendo, así
mismo, sólo casos excepcionales (art. 752.1), la posibilidad de practicar pruebas de oficio. En
un supuesto en el que el juez tuviera plena libertad para practicar pruebas de oficio rompería
dicho equilibrio en favor del juez y, sin duda, en perjuicio de las partes.
Dichos casos excepcionales en los que el juez de oficio puede practicar prueba se da en los
procesos inquisitivos (art. 752. 1) y en el caso de la prueba de peritos.
De este modo, el principio dispositivo no impone una exagerada aplicación del principio de
aportación de parte, pero sí un rigor y mesura a la hora de conceder poderes al órgano judicial
que pueden desequilibrar la posición de las partes en el proceso, rompiendo el principio de
igualdad y el de contradicción.

II. PROPOSICIÓN DE PRUEBA.


11.1. ACTO DE PARTE.
La proposición de prueba puede ser definida como el acto de parte por el que se solicita al
órgano judicial la práctica de determinados medios de prueba que considera necesarios y
suficientes para poder probar la verdad de los hechos y actos que fundamentan la acción o, en
su caso, la excepción.
La proposición de prueba es siempre un acto de parte, así en nuestro sistema rige el
principio de proposición por el que las pruebas se practican a instancia de parte (arts. 282,
414. 1 y 429. 1 L.E.C.). Ello sin perjuicio de que excepcionalmente se puedan practicar, de
oficio, pruebas no propuestas por las partes, aspecto que, en ningún caso, desvirtúa el que la
proposición de prueba sea siempre un acto de parte.
De igual modo, la L.E.C. regula la posibilidad de que el juez aconseje a las partes para que
éstas propongan determinados medios probatorios, pudiendo incluso indicar que medios son,
a su criterio, los más adecuados en aquellos supuestos, en los que entienda que las pruebas
propuestas sean insuficientes. En dicho caso, no es el juez quien propone, ni quien practica
medios no propuestos, sino que es quien, dirigiendo formal y materialmente el proceso, pone
de manifiesto una situación de carencia probatoria para que las partes, asumiendo la carga de
alegar y probar, puedan solicitar que se practiquen otros medios de prueba no solicitados. De
esta forma, la actividad del juez no pretende sustituir la inactividad probatoria de las partes,
sino aconsejar para que dicha actividad se complete.
En aquellos supuestos en los que ambas partes están conformes en todos los hechos, de
modo, que el conflicto pasa a serjurídico y no táctico (art. 428. 3 L.E.C.) no es posible
practicar ningún tipo de prueba, ni si quiera de oficio.

11.2. TIEMPO DE PROPOSICIÓN.


Como así determina el art. 414. 1 L.E.C., la prueba se propone en el acto de audiencia
previa, siempre que ¡as partes no estuvieran conformes en los hechos alegados y siempre que
no se de alguna de las circunstancias recogidas en el art. 416 L.E.C..
En el juicio verbal ¡aprueba se ha de proponer en el acto de la vista (arts. 443.4.11 y art.
440.1.11) pero siempre después de resolver los problemas que se puedan plantear en la fase
intermedia.
Cuando, en base a lo dispuesto en los artículos 293 y siguientes, a efectos temporales, se
anticipa la prueba, la proposición se realizará antes de iniciar el proceso o, en su caso, una vez
iniciado éste, en cualquier momento antes de la audiencia previa o de la vista, según estemos
en el juicio ordinario o en el verbal.
No obstante, cuando la prueba es documental o de peritos aportados por una parte, el acto
de proposición no se efectuará ni en la audiencia, ni en la vista, ya que el art. 265 L.E.C. exige
acompañar con la demanda así como a su contestación de determinados documentos, entre
ellos la prueba documental o pericial. En este sentido, el art. 427 impone a las partes el
pronunciarse, en la audiencia previa o en la vista, incluso antes del acto formal de proposición
de prueba, sobre los documentos y dictámenes periciales presentados por la parte contraria.
De igual modo, el art. 427. 1 faculta a las partes para impugnar o proponer prueba sobre la
autenticidad de los documentos que se hubieran aportado y el art. 427. 2, respecto a los
dictámenes periciales, les impone que, antes del acto formal de proposición de prueba,
admitan, contradigan o propongan incluso ampliaciones a los dictámenes presentados.
De lo expuesto, se deriva que el acompañar a la demanda o en su contestación, los
documentos y dictámenes implica la proposición de la prueba documental y pericial.

11.3. MODO DE PROPONER LA PRUEBA.


El acto de proposición de prueba es oral, pues el mismo se realiza en la audiencia previa o
en la vista, los cuales son actos esencialmente orales.
En función de lo expuesto en el art. 284 L.E.C., la prueba se debe de proponer de forma
ordenada, expresando con separación los distintos medios de prueba de que las parte intenten
valerse y consignando, en su caso, el nombre, domicilio o residencia de las personas que
hayan de ser citadas para la práctica de cualquier medio de prueba. Se permite que en el juicio
ordinario se puedan aportar dichos datos, cuando los mismos se desconocían en el acto de
audiencia previa, para ello se otorga un plazo de cinco días. En el juicio verbal, debido a que
las partes deben de acudir a la vista con las pruebas de que intenten valerse, la indicación del
nombre de las personas que han de intervenir en la práctica de las pruebas es necesaria a los
efectos de que puedan ser llamadas a la presencia judicial.
Además de ello, se deberá de estar a lo dispuesto en la regulación de cada uno de los
medios de prueba, así: interrogatorio de las partes, art. 301; documental, arts. 265 y 266;
prueba de peritos, arts. 336 y 337; reconocimiento judicial, art. 353. 2 y prueba de testigos.

III. ADMISIÓN.
III.!. ACTO JUDICIAL.
La admisión es un acto exclusivamente judicial. Como así se deriva del art. 285. 1 L.E.C.,
se permite por el tribunal la práctica de todos o algunos de los medios de prueba que han sido
previamente propuestos por las partes. Cuando no se admita un medio o acto de prueba
se podrá interponer recurso de reposición que, excepcionalmente, será resuelto en el acto,
pudiendo la parte que vea rechazada su pretensión formular la correspondiente protesta para,
en su caso, hacer valer sus derechos en segunda instancia (art. 285. 2). Contra al admisión de
un medio o de un acto de prueba no cabe recurso alguno

111.2. CRITERIOS DE ADMISIÓN.


Las prueba sólo pueden ser objeto de admisión cuando sean pertinentes, útiles, legales y
lícitas. Como así determina el art. 283. 1 L.E.C., una prueba es impertinente cuando no guarda
relación con el objeto del proceso, de modo, que no recae sobre los hechos que guardan
relación con la tutelajudicial que se pretende obtener en e proceso.
Una prueba es inútil cuando su práctica no va a contribuir a aclarar ni a demostrar los
hechos controvertidos, aplicando para esa calificación las reglas y los criterios que sean
razonables y seguros (art. 283. 2).
Una prueba es ilegal cuando su práctica determina la realización de una actividad
prohibida por la ley (art. 283. 3.). La ilegalidad ha de ser diferenciada de la ilicitud de la
prueba, que hay que referir sólo exclusivamente a la vulneración de algún derecho
fundamental en la práctica o en la obtención de dicha prueba, por lo que cualquier prueba que
en su ejecución o práctica pueda comportar la violación de derechos fundamentales, deberá
ser rechazada (art. 287).
La prueba sólo puede recaer sobre hechos en los que las partes no estén de acuerdo, de
modo, que el juez a la hora de admitir una prueba tendrá que tener en cuenta dicho aspecto.

111.3. TIEMPO DE LA ADMISIÓN.


La admisión se produce en la audiencia previa o en la vista. Como así determina el art.
429. 1, la admisión es el último acto que se celebra en la audiencia previa antes de que el juez
cite a las partes al juicio. En la vista del juicio verbal, la admisión se produce a lo largo del
desarrollo del mismo, una vez propuestos los distintos medios de prueba y de solucionar, los
posibles problemas derivados de la demanda (art. 443).

IV. PRACTICA DE LA PRUEBA.


IV.!. GENERALIDADES.
El juez es quien recibe los actos de práctica probatoria (art. 289. 2), siendo inexcusable su
presencia en la práctica de los mismos. La presencia judicial es imprescindible bajo pena de
nulidad. Dicha exigencia establecida por la ley, pretende dar solución a la viciada práctica que
habitualmente se daba con la L.E.C. del año 1.881, en la que se practicaba la prueba sin la
presencia del juez, violando así el principio de inmediación.
No obstante, el art. 289. 3 permite que determinados actos probatorios se efectúen sólo ante la
presencia del secretario judicial. En ellos, sólo se produce la constancia de que se han
efectuado determinadas actuaciones, así por ejemplo, la presentación de documentos
originales, el reconocimiento de la autenticidad de un documento privado, la formación de un
cuerpo de escritura, o la mera ratificación del dictamen pericial. Todas estas actuaciones
pueden ser valoradas por el juez, en este sentido, el tribunal hará examinar por sí mismo la
prueba documental, los informes y dictámenes escritos cualesquiera otros medios o
instrumentos que se aportaren.

IV. 2. LUGAR DE LA PRÁCTICA.


Los actos probatorios se practican, como regla general, en la sede judicial (art. 289. 1). No
obstante, existen pruebas que se deben de practicar fuera de la sede judicial, así, por ejemplo,
en aquellos supuestos en los que se requiere un reconocimiento judicial en un determinado
lugar. Igualmente, cuando por las circunstancias señaladas en el art. 169. 4 resulte muy dificil
la comparecencia de la parte, del testigo o del perito ante el juez o, cuando se debe de
practicar una prueba en el extranjero. En estos casos, en los que el medio probatorio se halla
fuera del tenitorio donde se encuentra la sede judicial, la prueba se efectúa con el auxilio
judicial fuera de la sede y por otro juez del mismo grado jurisdiccional que el que tramita el
proceso (o porjuez extranjero competente); en los demás supuestos, el juez se traslada fuera
de la sede del tribunal, pero dentro de su territorio a practicar la prueba.
Los actos de proposición, en todo caso, se han de practicar en la sede judicial.

IV. 3. FORMA DE PRACTICAR.


Las pruebas se deben de practicar siguiendo el principio de contradicción, en vista
pública, bajo el principio de publicidad, debiendo de ser documentadas, (art. 289). Las
pruebas se deberán de practicar en unidad de acto (art. 290) con excepción de aquellos que no
puedan celebrarse enjuicio.
Para respetar el principio de contradicción, se establece la obligación de citar a las partes
con la suficiente antelación, no inferior a cuarenta y ocho horas, para que puedan asistir a la
práctica de todos los medios de prueba (art. 291).
Son los instrumentos que permiten al juez la apreciación sensible del objeto de la prueba,
es decir, son los instrumentos de que se valen las partes, o el propio juez, para hacer posible la
apreciación judicial del objeto de la prueba. LaLEC establece como medios de prueba (art.
299): - Interrogatorio de las partes; - Documentos públicos; - Documentos privados; -
Dictamen de peritos; - Reconocimiento judicial; - Interrogatorio de testigos.
A ellos se han de añadir los medios de reproducción de la palabra, el sonido y la imagen,
así como los instrumentos que permiten archivar y conocer o reproducir palabras, datos, cifras
y operaciones matemáticas llevadas a cabo con fines contables o de otra clase (art. 299. 2 y 3
en relación con los arts. 382, 383 y 384) Las presunciones judiciales (arts. 386 y 387) no son
un medio de prueba, pues no existe un medio fisico que le permita la transmisión de un
conocimiento, ni tampoco percibe sensorialmente el objeto de la prueba. De este modo, la
L.E.C. ha mejorado la técnica deficiente del derogado art. 1.253 c.c. y no incluye ala
presunción en la lista de medios de prueba.
Las presunciones judiciales son, en cambio, un medio de modificación del objeto de la
prueba que puede utilizar el juez si entre el hecho presunto y el presumido existe un enlace
preciso y directo. con ellas el juez no obtiene un conocimiento del objeto de la prueba, sino
que lo deduce de otro hecho con él unido de forma precisa y directa.
No obstante, un sector de la doctrina así como lajurisprudencia han mantenido que es
posible hablar de la prueba de presunciones, aunque el tratamiento que se le da por ésta última
en el recurso de casación pone de manifiesto implícitamente que no estamos ante un
verdadero medio de prueba. En cualquiera de los caos, con la nueva L.E.C. ya no será posible
que se sigan manteniendo el que las presunciones son un medio de prueba.
De igual forma, la L.E.C. permite que se pueda utilizar cualquier otro medio de prueba que
se capaz de ofrecer al juez la percepción del objeto de la prueba, bien por intuición bien por
transmisión. Así, en la práctica de nuestros Tribunales se viene admitiendo la utilización de
medios probatorios como las cintas de video-magnéticas, las magnetofónicas, las bases de
datos, los discos duros de los ordenadores, etc., que son acordes con la evolución socio-
económica producida en los últimos años en nuestro país (arts. 299.2 y 3 y 384, en cualquier
caso laL.E.c. no impide que se utilice cualquier otro medio de prueba que pudiera ser útil.
La única limitación que ha de tenerse en cuenta en la utilización de los medios de prueba es
que no se vulneren los derechos fundamentales reconocidos en la constitución (art. 11.1
L.O.P.J. y art. 287 L.E.c.), ni se utilicen aquellos medios cuya práctica suponga una
actividad prohibida por la ley (art. 283. 3).
De este modo la transmisión o percepción de dichas pruebas tiene que producirse sin violar
las normas del ordenamiento jurídico, en este sentido la S.T. establece que no surtirán efecto
las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos o libertades
fundamentales (doctrina incorporada al art. 11. 1 L.O.P.J. y que ahora se completa con el art.
283. 3 L.E.C.). De este modo, cuando el art. 11. 1 L.O.P.J. establece que ‘no surtirán efecto”,
significa que en dichos supuestos ese instrumento no tendrá la consideración de medio de
prueba y será inexistente desde el punto de vista jurídico. La L.E.C. dispone que cuando
las partes consideren que la prueba admitida vulnera algún derecho fundamental o que ha
supuesto una actividad prohibida por la ley, deberán de alegarlo de inmediato, dando al juez
traslado de esa alegación a las demás partes. La cuestión de la ¡licitud de la prueba puede ser
planteada incluso de oficio y el órgano judicial la resolverá o en el juicio Quicio verbal), o al
comienzo de la vista o antes del comienzo de la practica de la prueba (juicio ordinario) La
L.E.C. permite que se practiquen cuantas pruebas fueran necesarias para acreditar la ilicitud
de la prueba. La resolución dictada por el órgano judicial podrá ser recurrida en reposición,
que se interpone y resuelve en el mismo acto de la vista o del juicio (arts. 287. 2).
TEMA 22 INTERROGATORIO DE PARTES Y TESTIGOS
EL INTERROGATORIO DE LAS PARTES.
1. CONCEPTO
En una primera aproximación, puede definirse al interrogatorio como la declaración de
las partes en el proceso con eficacia probatoria. Es un medio de prueba indirecto, ya que
el juez utiliza la declaración de la parte para obtener la certeza de unos hechos, de igual modo,
a instancia de una de las partes se utiliza la persona de la otra para conseguir dichos fines
probatorios.
El interrogatorio no debe de ser pedido por una parte para que declare la contraria, la
nueva L.E.C. en el art. 301. 1 permite que el colitigante solicite el interrogatorio de otro
colitigante siempre que exista en el proceso oposición entre ambos.
Lo expuesto anteriormente permite diferenciar el interrogatorio de las declaraciones de las
partes que no tienen función probatoria, así, no tienen función probatoria (y no pueden
considerarse interrogatorio) las declaraciones de las partes que sólo tienen una función
alegatoria (escritos alegatorios, o las correcciones efectuadas en el acto de audiencia previa al
juicio) y que fundamentan la pretensión o correspondiente excepción que ejercitan en el
proceso. Como se ha referido, dichas declaraciones no tienen función probatoria siendo, por el
contrario, objeto del proceso.
De igual modo, las posiciones adoptadas por las partes en el proceso (falta de negación de
los hechos alegados por la otra parte, inasistencia a la práctica de pruebas; falta de
proposición de prueba) no tienen la consideración de declaraciones, ni de ciencia, ni de
conocimiento, ni de voluntad, aunque sí que pueden ser utilizadas como criterio de valoración
de otras pruebas practicadas durante el proceso, pudiendo ser incluso motivo de variación en
la aplicación de los criterios de valoración establecidos en la Ley.
La L.E.C., de igual modo, establece de forma excepcional la posibilidad de que sea un
tercero el medio del interrogatorio. Así en el art. 301. 2, se establece que sea interrogado el
sustituido cuando es parte el sustituto procesal. El artículo 308, se permite, bajo determinadas
condiciones, que sea interrogado un tercero que haya intervenido personalmente en los
hechos. Por último, el artículo 309, determina que cuando la parte sea una personajurídica
declare en el interrogatorio quien ya no es representante legal de la parte, aunque en el pasado
lo fuera y hubiese intervenido personalmente en los hechos objeto de debate o que declare
quien intervino actuando en nombre de la parte.

II. NATURALEZA
La nueva L.E.C. no ha terminado con las pruebas de confesión que regulaba la anterior
L.E.C., del año 1.881, y el Código Civil. En cambio, ha regulado un interrogatorio de partes
muy similar a la confesión, aunque la eficacia probatoria no es exactamente la misma.
- De lo expuesto en los arts. 301 y siguientes, y en el art. 316. 1 L.E.C. se deduce que el
interrogatorio es una declaración que la parte efectúa en el proceso, no con la finalidad de
darlos a conocer al juez, sino para fijarlos, en la manera en que son declarados, en la
sentencia. Así el art. 3 16. 1 determina que en la sentencia se considerarán ciertos los hechos
que una parte haya reconocido como tales si en ellos intervino personalmente y su fijación
como ciertos le es enteramente perjudicial. En base a ello, la parte declara ante el juez en el
interrogatorio no para que éste tenga conocimiento de una serie de hechos, sino, más bien el
interrogatorio supone una declaración de voluntad, pues el objetivo de la misma es fijar en la
sentencia unos hechos como ciertos o verdaderos.
Se está ante un negocio jurídico procesal ya que el efecto jurídico directo se produce en la
sentencia al fijarse en ella determinados hechos declarados por voluntad del confesante. Ello
no impide que la declaración derivada del interrogatorio produzca eficacia juridica influyendo
en el contenido de la sentencia, de ahí, que el interrogatorio nunca pueda recaer sobre
aspectos o derechos que no estén bajo el poder de disposición de las partes.
- No obstante, el art. 316 determina que serán valorados según las reglas de la sana crítica,
aquellos supuestos en los que una parte admita como ciertos hechos que no le son
perjudiciales. Con la anterior ley, a diferencia de ello, la declaración favorable no era, en
ningún caso, objeto de valoración probatoria.. De este modo, la nueva L.E.C. permite que el
juez valore, atendiendo a las reglas de la sana crítica, aquellas declaraciones, no ya de
voluntad, sino de ciencia y de conocimiento, la cuales podrán tener una gran importancia en la
valoración total de todos los medios de prueba.
- En función de lo expuesto, se puede afirmar que las normas de la nueva L.E.C. relativas
al interrogatorio, encierran dos medios de prueba con una eficacia distinta. Así, por un
lado, se puede habla de interrogatorio al estilo de la confesión de la legislación derogada, cuya
naturaleza es la de un negocio procesal, que fija hechos en la sentencia y que produce una
eficacia probatoria plena. Por otro, el interrogatorio supone una declaración de ciencia o de
conocimiento, valorada según las reglas de la sana crítica, con una función
complementadora de la valoración de los demás medios de prueba.
Por último, debemos de diferenciar la admisión de hechos del interrogatorio. Con la admisión
de hechos se consolida la pretensión propia, determinando, la exoneración de la carga de la
prueba, en el sentido de que no es posible realizar prueba sobre hechos admitidos, en cambio,
el interrogatorio es un medio para cumplir con la carga de la prueba, produciendo el resultado
de consolidar la pretensión contraria.

III. SUJETOS DEL INTERROGATORIO.


Como así determina el art. 301 L.E.C., es la parte quien, como regla general, ha de efectuar
la declaración en el interrogatorio, no siendo necesario que la parte sea la contraria pues,
como hemos visto, puede ser el propio colitigante. Aun cuando a veces se determina la
intervención preceptiva de abogado, el sujeto del interrogatorio es siempre la parte.
El interrogatorio no tiene eficacia probatoria en aquellos procesos en los que se ventilan
derechos que no son disponibles (art. 752. 2), de ello se deriva, que el declarante no sólo debe
de tener la capacidad para ser parte, sino que debe de tener la capacidad de obrar civil. Así, un
incapaz desde el punto de vista civil no podrá declarar en un interrogatorio.
Respecto a las personas jurídicas (art. 309) deberá declarar su representante legal.
La L.E.C. permite la posibilidad de que declaren en el interrogatorio terceras personas, ajenas
al proceso, pero unidas por algún nexo al objeto del mismo. Así el art. 301. 2 L.E.C. trata los
supuestos de sustitución procesal, en los que el sustituto ej ercita en el proceso el derecho del
sustituido porque la ley así lo permite, es decir, se produce una situación en la que alguien
ejercita en nombre propio el derecho de otra persona, de modo, que el interrogatorio se
referirá a cuestiones en las que ha intervenido el sustituido y no el sustituto. En estos
supuestos la L.E.C. permite la declaración del sustituido con la misma fuerza probatoria que si
fuera el titular.
Segundo supuesto se da cuando el interrogado responde cuestiones relativas a hechos que
no son personales. La L.E.C., no obstante, permite que se llame a la tercera persona como
testigo al proceso, llamamiento que efectúa la parte sometida al interrogatorio.
Tercer supuesto, permite que cuando una persona, que no pertenezca a una sociedad o a un
ente sin personalidad en el momento del interrogatorio, pero que conozca hechos efectuados
por dichas entidades, se efectúe, entonces, la sustitución de la persona del declarante.

IV. EL OBJETO DEL INTERROGATORIO.


El interrogatorio recae siempre sobre hechos, de modo, que no se puede declarar en el
interrogatorio sobre derechos o sobre el contenido jurídico de la demanda. En este sentido el
art. 302 L.E.C. dispone que las preguntas del interrogatorio “no habrán de incluir valoraciones
ni calificaciones, y si éstas se incorporaren se tendrán por no puestas”.
De igual modo, la declaración tiene que recaer sobre hechos que tengan relación con el
objeto del proceso (art. 301. 1), aspecto relacionado con la imposibilidad de que las pruebas
sean inútiles o impertinentes.
Como así se deduce de los arts. 301. 308 y 309. 1 y 2, la declaración se ha de efectuar
sobre hechos personales, es decir, en ellos ha de haber intervenido directamente la persona
que declara, por esa razón, como se ha referido anteriormente, no cabe que el representante
declare al no haber intervenido directamente en los hechos.
De igual forma, el art. 316. 1 determina que en la sentencia se considerarán ciertos los
hechos que una parte haya reconocido como tales si en ellos intervino personalmente y su
fijación como ciertos le es enteramente perjudicial. Es decir se exige que para el declarante
dichos hechos le sean perjudiciales.

V. LA FUERZA PROBATORIA DEL INTERROGATORIO.


Según las propias circunstancias que se den en el interrogatorio, la fuerza del probatoria
del mismo variará, así se distingue:
- Cuando la única prueba que se practica es el interrogatorio. En este supuesto,
cuando se admitan hechos personales perjudiciales para el propio declarante, la eficacia
probatoria del interrogatorio es plena (art. 316.1), teniendo la valoración tasada por la L.E.C,
pues el juez deberá de considerar, como ciertos, dichos hechos y efectuará esa valoración con
independencia de cual sea su criterio y convencimiento.
Lo anteriormente expuesto se fundamenta en la máxima de experiencia por la cual nadie
miente para perjudicarse, de modo, que es totalmente lógico el aceptar que la declaración
desfavorable a los propios intereses debe de ser considerada como verdad o quedar fijada en
la sentencia.
- Cuando además del interrogatorio se hayan practicado otras pruebas. En este caso,
la declaración sobre hechos perjudiciales no determina una eficacia probatoria plena, es decir,
no es una prueba legal o tasada. En dichos supuestos, el juez deberá de valorar la prueba
atendiendo a las reglas de la sana crítica. Es decir, cuando lo declarado en interrogatorio,
aunque sea de hechos perjudiciales, esté en contradicción con otros medios de prueba, el juez
deberá de atender a los criterios de la sana crítica para valorar dicha prueba.
Según parte de la doctrina, aun cuando existan otras pruebas contradictorias, el privar al
interrogatorio de valoración tasada cuando se declaran hechos perjudiciales no es un aspecto
aconsejable, pues el permitir que el juez se desligue de la máxima de experiencia impuesta
por la L.E.C., referida anteriormente, supone el permitir que éste efectúe un juicio de
intenciones sobre la actividad probatoria, lo que podría determinar una actividad judicial
arbitraria.
- Cuando la declaración verse sobre hechos favorables del interrogado. En dicho
supuesto, el art. 316. 2 determina que el juez deberá de valorar la prueba según las reglas del
sano juicio, sin perjuicio, de que pueda valorar igualmente el incumplimiento de las cargas
que se imponen en los arts. 304 y 307.
VI. LAS CARGAS DE LAS PARTES EN EL INTERROGATORIO.
La ley adopta una serie de medidas con la finalidad de posibilitar la práctica de la prueba y
propiciar, así, su eficacia probatoria. Así:
Cada parte puede solicitar la declaración en el interrogatorio de la parte contraria o
del colitigante, de modo, que la parte requerida tiene la carga de comparecer enjuicio y
someterse a dicho interrogatorio (arts. 301. 1 y 304 L.E.C.). La L.E.C. impone, de igual
modo, el contestar a las preguntas que se efectúen. En este sentido el art. 307 L.E.C.
dispone que si la parte llamada declarar se negare a hacerlo, el tribunal apercibirá en el acto
de que, salvo que concurra una obligación legal de guardar secreto, puede considerar
reconocidos como ciertos los hechos a que se refieran las preguntas, siempre que el
interrogado hubiese intervenido en ellos personalmente y su fijación como ciertos le resultare
perjudicial en todo o en parte.
Como se observa, el incumplimiento de dichas cargas determinará el que se tenga por
declarados o el considerar admitidos los hechos a que se refieren las preguntas efectuadas por
la otra parte. Cuando los hechos sobre los que se interrogan no son personales el interrogado
no está obligado a contestar, sin que por ello se le apliquen los efectos señalados en el art. 307
L.E.C., aunque para ello el interrogado deberá de señalar al juez que los hechos sobre los que
se le pregunta no son personales, debiendo decidir el juez, en el acto, sobre la calificación
personal o no de los hechos.
En cualquier caso, el interrogado, al manifestar que los hechos son personales, podrá
responder según los conocimientos que tenga. No obstante, podrá negarse a contestar
indicando la persona que tuvo conocimiento directo sobre dichos hechos siempre que admita
que la declaración que efectúe ese tercero tendrá el mismo valor que la suya propia. Dicha
sustitución debe de ser aceptada por la parte que propone la prueba y, no siendo, así el
declarante podrá solicitar que el tercero declare como testigo, (art. 308. 2 L.E.C.).

VII. PRACTICA DEL INTERROGATORIO.


A) TIEMPO.
El interrogatorio, al igual que sucede con el resto de pruebas, se debe de practicar en el
acto de la vista o del juicio (art. 289. 1). Se otorga un carácter preferente y prioritario a la
práctica del interrogatorio respecto al resto de medios probatorios, ello es así, porque
mediante el interrogatorio el objeto probatorio queda mejor delimitado y se puede evitar el
practicar otros medios de prueba respecto a hechos que ya acepten las partes.
No obstante, existen supuestos excepcionales en los que el tiempo de la práctica de la
prueba vendrá determinado por las circunstancias especiales de dichos supuestos, así:
Interrogatorio domiciliario (art. 31 1); Interrogatorio domiciliario por vía de auxilio judicial
(art. 313) e Interrogatorio del Estado, comunidad Autónoma, entidad local u organismo
público. En todos estos supuestos el interrogatorio se efectuará antes del acto de juicio o de
la vista, pues ello permitirá hacer lectura, en el acto de juicio o vista, del acta levantada por el
secretario.
B) LAS PREGUNTAS Y SU CONTESTACIÓN.
Las preguntas deben de ser claras y precisas, debiendo de efectuarse en sentido
afirmativo. Las respuestas deben de ser afirmativas o negativas, precisas y concretas,
aunque ello no impide que el declarante efectúe las explicaciones que al respecto considere
convenientes (arts. 302.1 y 3 05.2 L.E.C.) Como aspecto a destacar, se establece que las
preguntas se han de formular de forma oral, de modo, que desaparece el pliego de
preguntas que por escrito se debía de efectuar con la anterior ley.
Las preguntas se deben de efectuar en sentido afirmativo porque la finalidad del
interrogatorio es fijar hechos en la sentencia, es decir, que el declarante efectúe una
declaración de voluntad y no una declaración de conocimiento o de ciencia. Ello determina el
que las respuestas no puedan ser evasivas, de modo, que en el supuesto de que lo fueran se
tendrá por declarado en modo afirmativo el hecho objeto de la pregunta (art. 307 L.E.C.).
No obstante, el declarante puede matizar su respuesta dando explicaciones para determinar

así el alcance fáctico de su afirmación o negativa. Las preguntas no podrán contener


valoraciones de tipo jurídico (art. 302. 1). Como se ha referido, las preguntas se efectuarán
oralmente y el juez deberá decidir, en el acto, si las admite o no. Ello no impide que la parte
que haya de responder o su abogado pueda impugnar en el mismo acto la admisibilidad de las
mismas, así lo permite la propia ley.
Las preguntas serán formuladas por el abogado, pero en aquellos supuestos en los que no sea
perceptiva su intervención, éstas serán efectuadas por la parte contraria o colitigante de la que
declara (art. 306 L.E.C.). El principio general expuesto, no impide que una vez que se han
respondido las preguntas, los abogados de las demás partes, incluso el del propio declarante,
puedan efectuar otras. En este supuesto, al igual que se ha expuesto anteriormente, se podrán
impugnar aquellas preguntas que no se ajusten a lo establecido en los arts. 301 y 302 L.E.C..
C) LOS PODERES DEL JUEZ EN LA PRACTICA DEL INTERROGATORIO.
Como se ha indicado el juez tiene la facultad general de dirigir formalmente el proceso y
dirigir, así, la prueba de la confesión. No obstante, los poderes del juez son limitados en la
práctica de esta prueba. Así:
- Admite la prueba del interrogatorio.
- Decide la admisión de las preguntas (art. 302. 2 L.E.C.) y resuelve la posible
impugnación de las mismas (arts. 303 y 304).
- Advierte al declarante sobre su necesidad de comparecencia para declarar (art. 304) y de
que su contestación ha de ser precisa y concluyente (art. 303. 2).
- Acepta la sustitución del declarante por un tercero (art. 308).
- Ordena la incomunicación de los declarantes, cuando son varios los que tienen que
declarar (art. 309).
- Decide si el interrogatorio se ha de practicar en el domicilio y en que circunstancias (arts.
3 11, 312 y313).
- Podrá valorar el interrogatorio (art. 316) o valorar la conducta procesal de las partes
en la prueba del interrogatorio (arts. 304, 305, 307 y 309. 3).
Por lo demás, el juez tiene una escasísima facultad de dirección material de la prueba,
pues sólo tiene la posibilidad de obtener aclaraciones o adiciones de lo ya declarado (art.
306.1 .11), ello con la finalidad de que la parte asuma en la declaración la certeza de los
hechos que le son perjudiciales. En el supuesto de que el juez pudiera efectuar las preguntas
que considerase convenientes ello podría determinar una posición de perjuicio, totalmente
incompatible con el principio de imparcialidad. De esta forma, sólo la parte que pide el
interrogatorio, y la que está sometida al mismo, están en condiciones de saber qué es lo que
hay que preguntar par aceptar la pregunta formulada o para matizar la respuesta afirmativa
efectuada.
D) LA PRÁCTICA DEL INTERROGATORIO EN CASOS ESPECIALES.
En aquellos supuestos en los que el declarante esté imposibilitado de acudir a declarar por
razones de enfermedad, en base a lo expuesto en el art. 311 y siguientes, se puede practicar la
prueba del interrogatorio en el domicilio del declarante, para ello, se trasladarán al mismo
eljuez y el secretario judicial. En dicho supuesto, laL.E.C. deja a criterio judicial (en función
de las circunstancias y del lugar) la posibilidad de que acudan al mismo las demás partes y los
abogados. En este caso, como es lógico, sí que se requerirá presentar un pliego escrito de
preguntas. De dicho interrogatorio se levantará acta a la que se añadirá aquello que quiera
incluir la parte declarante (art. 3 12). Se dará traslado de la misma a las partes, cuando estas
no hubieran acudido al interrogatorio, para que puedan solicitar un nuevo interrogatorio con el
fin de que la parte conteste aquello que no hubiera tenido respuesta (art. 311. 2).
Si dicha prueba se ha de efectuar fuera del territorio judicial, su práctica se realizará por
vía de auxilio judicial, acompañando la relación de preguntas iniciales (art. 313).
Cuando tenga que declarar el Estado o la Administración pública al ser parte en un proceso, el
juez antes de la vista o del juicio remitirá las pregunta al organismo para que éste las responda
por escrito. Dichas respuestas se leerán en la vista o en el juicio, pudiendo las partes solicitar
que se envíe un nuevo interrogatorio de preguntas complementarias (art. 315).

E) LA PRACTICA DE NUEVOS INTERROGATORIOS.


De lo expuesto en el art. 314 L.E.C. se puede deducir que las partes podrán solicitar la
prueba del interrogatorio cuantas veces crean conveniente, siempre dentro del acto de la vista
o del juicio, en su caso, siempre dándose las circunstancias establecidas para los
interrogatorios en casos especiales.
No obstante, el art. 314 prohibe el que se pueda interrogar a las partes o a un tercero sobre
unos mismos hechos sobre los que ya ha dado respuesta, sí que cabe, por ello preguntas sobre
otros hechos.
La L.E.C. permite tomar declaración en confesión, con las limitaciones establecidas para el
interrogatorio. Ello tiene sentido en cuanto el interrogatorio servirá, en muchas ocasiones,
como pauta de apreciación y valoración, de los resultados probatorios que se puedan deducir
de la práctica de otros medios de prueba.

1. EL TESTIGO.
El testigo es siempre un tercero al proceso. Es aquel que no es parte o no representa a la
parte en el proceso, por tanto los coadyuvantes, el sustituido o el litisconsorte (que son partes
en su proceso) pueden ser testigos en relación con los hechos que no son de su propio pleito,
(art. 301 y 306 L.E.C.). De este modo, cualquier declaración con finalidad probatoria que no
sea efectuada por las partes o por las personas indicadas en los arts. 301, 308 y 3 09.2 L.E.C.,
es declaración de testigos.

2. CAPACIDAD PARA SER TESTIGO.


La ley no exige al testigo una capacidad procesal, ni capacidad de obrar, ya que al testificar
no dispone de ningún derecho. Sólo le exige la capacidad natural de poder percibir y relatar lo
percibido. A dichos efectos, el art. 361 L.E.C. establece que “podrán ser testigos todas las
personas, salvo las que se hallen permanentemente privadas de razón o del uso de sentidos
respecto de hechos sobre los que únicamente quepa tener conocimiento por dichos sentidos.
Los menores de catorce años podrán declarar como testigos si, a juicio del tribunal, poseen el
discernimiento necesario para conocer y para declarar verazmente’. De este modo, dicho
precepto establece la capacidad natural para declarar a partir de los catorce años, salvo que se
acredite lo contrario.
De igual modo, la L.E.C. establece una serie de supuestos que determinaran, cuando
concurran en el testigo, que éste no pueda ser considerado parcial, lo que motivará que dichas
personas sean inhábiles para prestar testimonio. Dichos supuestos no son inhabilitaciones
legales, sino causas que determinan la ineficacia probatoria del testimonio y que se refieren
principalmente a la relación que tiene ese testigo con las partes procesales o con el objeto del
proceso. Estas son las causas de tacha de los testigos que con posterioridad se tratarán (art.
377 L.E.C.).
De esta forma, aquella persona con incapacidad natural para prestar testimonio no podrá
testificar y será rechazada como testigo, por otro lado, aquella otra persona que tenga una
relación especial con alguna de las partes o con el objeto del proceso sí que podrá prestar
testimonio, no obstante, éste estará sometido a un criterio de valoración muy rígido, lo que
determinará que ante el juez sea ineficaz.
3. OBJETO DE LA PRUEBA DE TESTIGOS.
El testimonio tiene por objeto los hechos alegados por las partes en sus escritos
alegatorios o aquellos otros que pudieran tener una relación directa con ellos (art. 368.2
L.E.C.), de igual forma, las alegaciones complementarias y aclaratorias o aquellas que se
incluyen en informe preparado por tercero y que han sido aportadas por las partes (art. 380
L.E.C.) Ha de referirse a hechos sucedidos con anterioridad a la demanda o contestación a
la misma, o en todo caso, siempre anteriores al acto de juicio o vista. El testigo emite un
juicio de valor sobre el carácter, existencia o manera de producirse dichos hechos. En este
sentido, el art. 3 70.3 le obliga además a expresar la razón de ciencia o, dicho de otro modo,
indicar el punto de razonamiento que le lleva a esa conclusión
El testigo podrá ser interrogado por el abogado de la parte contraria o por el juez
(art. 372. 1 y 2 L.E.C.), además podrá producirse, a instancia del juez, un careo entre los
testigos o entre estos y las partes (art. 373 L.E.C.). Todo ello se efectúa con la finalidad de
determinar la posible falta de lógica existente en el razonamiento del testigo que le lleva a
efectuar un determinado testimonio. Una causa de incapacidad natural del testigo sería la
imposibilidad de racionalizar los hechos vividos que relata y de dar una razón a la
manifestación que presta en su testimonio.

4. VALORACIÓN DE LA PRUEBA DE TESTIGOS.


La prueba de testigos es según el art. 376 LEC una prueba de libre valoración pues, en
ella, el juez no queda vinculado por criterios de valoración impuestos por la ley. Dicho
precepto determina lo siguiente, Los tribunales valorarán la fuerza probatoria de las
declaraciones de los testigos conforme a las reglas de la sana crítica, tomando en
consideración la razón de ciencia que hubieren dado, las circunstancias que en ellos concuan
y, en su caso, las tachas formuladas y los resultados de la prueba que sobre éstas se hubiere
practicado’.
De este modo, el juez debe de tener en cuenta la certeza y la lógica del razonamiento
efectuado o la razón de ciencia ofrecida por el testigo. De igual forma, deberá de apreciar
las circunstancias que concurren en él (no sólo el modo de declarar: nerviosismo, rubor,
palidez) sino saber quien es la persona que presta testimonio, así, su cultura, vecindad,
condiciones fisicas, clase social, etc. En este sentido, el precepto referido habla de ‘las
circunstancias que en ellos concurran”.
También será tenido en cuenta, no sólo el resultado de la prueba que se ha efectuado
respecto a la tacha del testigo, sino el hecho de que dicha tacha se haya formulado, aun
cuando la misma no se haya acreditado. En este sentido, el juez podrá interrogar al testigo
sobre preguntas generales (recogidas en el art. 367 L.E.C.) a los efectos de determinar sus
circunstancias subjetivas y su posible relación con alguna de las partes, abogado, procurador o
con el objeto del proceso.
A consecuencia del poder del juez en la dirección formal del proceso, éste citará a los
testigos y los someterá ajuramento de decir la verdad, indicándoles las sanciones que podrían
incurrir si faltasen a la verdad (art. 365 L.E.C.). El juez, igualmente, admite o no la excusa del
deber de guardar secreto para aceptar que no se produzca el testimonio (art. 371 L.E.C.); fijará
la indemnización que corresponderá al testigo, se encargará de que exista comunicación entre
los distintos testigos para evitar que puedan mutuamente condicionarse y, cuando no acudan a
la vista, podrá volverlos a citar (arts. 375, 366 y 183. 4 L.E.C.).
A pesar de dichas facultades de dirección formal, el juez tiene muy pocos poderes de
dirección material, es decir, en aquellos aspectos que afectan en el contenido y resultado de
dicha prueba. Cabe destacar:
- Limitar el numero de testigos cuando ya hayan testificado tres de ellos (art. 363 L.E.C.).
- Podrá interrogar al testigo sobre su parcialidad o imparcialidad (no solo sobre las preguntas
generales) sin atenerse a lo preguntado por las partes (art. 368 L.E.C.). Igualmente, podrá
interrogarle para que aclare alguna declaración que hubiera efectado.
- Admite o rechaza las preguntas efectuadas al testigo (art. 372.1 L.E.C.).
- Admite como declaración testificar lo que realmente no lo es, en aquellos casos en los que el
testigo demuestre conocimientos técnicos en materias que estén íntimamente relacionadas con
los hechos y su existencia (art. 370. 4 L.E.C.).
- Ordenará el careo entre los testigos o, entre estos y las partes, cuando existan importantes
contradicciones entre sus declaraciones.
Como se deriva de lo expuesto el juez está muy limitado en la prueba de testigos, lo que
hace que dicha prueba pierda en gran parte la eficacia que debería de tener. En este
sentido, gran parte de la doctrina entiende que el juez debería de poder solicitar la declaración
de los testigos sobre aquellos aspectos que fueran objeto de debate y que tuviera relación con
el propio proceso.

5. PROCEDIMIENTO. A) PROPOSICIÓN. INTERROGATORIO DE


PREGUNTAS. B) LISTA DE TESTIGOS. C) CONVOCATORIA DE LOS TESTIGOS.
D) PRÁCTICA DEL INTERROGATORIO.
En el momento en el que se propone dicha prueba, las partes deberán de indicar los
testigos, señalando todos los datos que permitan su identificación y localización (art. 362
L.E.C.). Advertirán, de igual modo, si estos deben de ser citados judicialmente o si las propias
partes se encargan de informarles de la fecha del proceso. Las partes podrán proponer todos
los testigos que tengan por conveniente, no obstante, como se ha indicado, el juez podrá
limitar el testimonio a tres cuando se sienta suficientemente ilustrado. Los gastos
correspondientes a los testigos que excedan de tres serán de cuenta del que los hubiere
presentado (art. 363 L.E.C.).
El testigo declarará en la sede judicial. Rige así el principio de inmediación por el que los
testigos, aun cuando vivan fuera del territorio donde se encuentre la sede judicial, están
obligados a desplazarse a la misma para prestar testimonio. No obstante, cuando éste no se
pueda desplazar por causas de enfermedad o por otro motivo grave, dicha declaración se
efectuará en el domicilio o residencia del testigo. En este supuesto, el juez determinará, según
su prudente arbitrio, si las partes y sus abogados pueden concurrir a la declaración del testigo.
En el caso de que deniegue dicha posibilidad, se les dará traslado de las contestaciones que el
testigo efectúe, para que, en un plazo de tres días, formulen las preguntas complementarias
que consideren convenientes (arts. 364 y 372 L.E.C.).
Cuando el domicilio o residencia del testigo se encuentre fuera del territorio judicial la
practica de dicha prueba se llevará a cabo mediante auxilio judicial (art. 364.1 L.E.C.).
El testigo declarará bajo juramento o promesa de decir la verdad, estando sometido al Código
Penal en el supuesto de falso testimonio. Los menores de edad, al no poder cometer dicho
delito, declararán sin estar sometidos a dicho juramento o promesa, (art. 365 L.E.C.).
Los testigos declararán de forma separada y sucesiva en el orden propuesto por las partes,
salvo que el juez modifique dicho orden cuando así lo estime conveniente (art. 366 L.E.C.). El
juez adoptará las medidas necesarias para evitar que los testigos puedan comunicarse entre sí.
Los testigos serán inteifogados sobre las llamadas preguntas generales, sobre las preguntas
efectuadas por el abogado que propuso dicha prueba, así como las realizadas por los abogados
de las demás partes y las que efectúe el juez con las limitaciones que se han señalado (arts.
367, 369 y 372 L.E.C.).
Las preguntas deberán de efectuarse en sentido afirmativo, siendo claras y precisas;
deberán de referirse a hechos objeto del proceso y no podrán contener valoraciones o
calificaciones de ningún tipo (art. 368 L.E.C.).

Como se ha referido anteriormente, las preguntas generales (art. 36 L.E.C.), que siempre
serán efectuadas por el juez, tratan de verificar la parcialidad o imparcialidad del testigo y son
esenciales para valorar la tacha que en su momento se pueda producir. El resto de preguntas
estarán dirigidas a probar la veracidad de los hechos objeto de debate. Todas ellas serán objeto
de valoración judicial.
El juez podrá rechazar aquellas preguntas que considere inútiles, impertinentes o que no
guarden relación con el objeto de litigio. Dicho rechazo podrá ser impugnado en el mismo
acto de práctica de prueba, en este sentido, la parte disconforme podrá hacer constar su
protesta en el acto (arts. 368 y 369 L.E.C.).
Se levantará acta de las declaraciones testificales, así como, de lo acontecido durante la
práctica de la prueba de testigos (art. 146 L.E.C.)
PII –3- (134-196)
TEMA 23 LA DOCUMENTACIÓN PÚBLICA Y PRIVADA
1. LA PRUEBA DOCUMENTAL.
1.1. CONCEPTO
Desde el punto de vista procesal, documento es sólo y exclusivamente la representación de
un documento escrito en papel. El requisito de escritura en papel se deriva, de forma clara, de
los siguientes preceptos (arts. 317 y ss.; y 324 y ss. L.E.C. y arts. 1.216-1.230 C.C., excepto
art. 1.226). De este modo, cualquier otra manifestación de pensamiento reflejada en otro
soporte no puede ser objeto de prueba de documentos, ni tendrá así la eficacia jurídica
probatoria de la prueba documental. En todo caso, será objeto de prueba de reconocimiento
judicial. Lo expuesto tiene importancia, pues la utilización cada vez más frecuente de cintas
magnéticas, videomagnéticas, y otros medios reproductivos, impone la necesidad de revisar el
antiguo concepto procesal de documento o ampliar y crear nuevos procedi mientos que
permitan el uso de estos medios como prueba.
La nueva L.E.C. no ha sido ajena a esta preocupación y situación de cambio, así los
artículos 382 a 384 L.E.C tratan sobre dichos medios probatorios. No obstante, como así
establece de forma unánime la doctrina dicha regulación deja mucho que desear.
(Dichos medios de prueba se estudiarán con mayor profundidad en el tema 18 Otros medios
de prueba, al que nos remitimos)

2. DOCUMENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS.


En el ámbito de los documentos, tanto el C.C. como laL.E.C., se distingue entre
documentos públicos y privados. No obstante, en el ámbito procesal dicha distinción se
efectúa sólo a efectos probatorios (art. 317 y 324 L.E.C.).
Según establece el art. 324 L.E.C, son documentos privados aquellos que no se hallen
incluidos en los casos del artículo 317 L.E.C, es decir, aquellos que no son públicos
Como así determina el art. 1.216 C.C., son documentos públicos los autorizados por un
notario o empleado público competente otorgados con los correspondientes formalismos
legales. De forma concreta el art. 317 L.E.C. enumera como públicos, los siguientes
- Las resoluciones y diligencias de actuaciones judiciales de toda especie y los testimonios
que de las mismas expidan los Secretarios Judiciales.
- Los autorizados por notario con arreglo a derecho.
- Los intervenidos por Corredores de Comercio Colegiados y las certificaciones de las
operaciones en que hubiesen intervenido, expedidas por ellos con referencia al Libro Registro
que deben llevar conforme a derecho.
- Las certificaciones que expidan los Registradores de la Propiedad y Mercantiles de los
asientos regístrales.
- Los expedidos por funcionares públicos legalmente facultados para dar fe en lo que se
refiere al ejercicio de sus funciones.
- Los que, con referencia a archivos y registros de órganos del Estado, de las
Administraciones Públicas o de otras entidades de Derecho público, sean expedidos por
funcionarios facultados para dar fe de disposiciones y actuaciones de aquellos órganos,
Administraciones o entidades.
Son documentos públicos los documentos extranjeros que, de acuerdo con los tratados o
convenios internacionales o leyes especiales, haya que atribuirles la fuerza probatoria que se
regula en el art. 3 19 (art. 323. 1). En este sentido, como así establece el art. 323. 2 L.E.C., se
consideran documentos públicos los extranjeros que se hayan otorgado con observancia de las
normas que en el país de origen se puedan establecer para que el documento produzca prueba
plena en el juicio, si al mismo tiempo el documento es legalizado de acuerdo con los trámites
establecidos en la legislación española o por medio de la apostilla internacional.

1.3. LA AUTENTICIDAD.
No todo documento escrito es válido a efectos probatorios. La L.E.C. y el C.C. exigen que
los documentos sean auténticos, lo que implica que debe coincidir la persona que aparece
formalmente como autor del documento y el verdadero autor material. Al respecto, ha de
destacarse lo siguiente:
- Los documentos públicos gozan de la presunción de autenticidad, en cuanto provienen de un
funcionario a quien el Estado confia la fe pública. Tendrán por lo tanto plena eficacia
probatoria.
- Respecto a los documentos privados es necesario que hayan sido reconocidos como
auténticos por los que lo hubiesen suscrito o sus causahabientes, o que no hayan sido
impugnados en su autenticidad por aquellos a quienes perjudican (arts. 1225 y arts. 319 y
326 L.E.C.).
De este modo, la parte frente a la que se oponga el documento privado tiene la carga
de reconocer o negar su autenticidad (art. 326), ello determina que el incumplimiento de
dicha carga debe de ser valorado por el órgano judicial como admisión de su autenticidad.
Cuando se niegue la autenticidad de un documento, la L.E.C. prevé el denominado ‘cotejo
pericial de letras”, que consiste en una prueba de peritos, aunque de forma lógica se admite
cualquier otro medio de prueba que resulte útil y pertinente, (art. 326 .2)
De este modo, la L.E.C. impone la carga de la prueba de la autenticidad del documento a la
parte que lo aporta, de modo, que estará exento de dicha carga la parte que opone su falta de
autenticidad.
Cuando de la práctica de la prueba se acredite que el documento es auténtico, a la parte que
hubiera negado su autenticidad se le impondrá la condena de pagar las costas que origine el
cotejo o comprobación (art. 320.3) o, incluso la sanción, de 20.000 a 100.000 pesetas, que el
juez puede imponer al impugnante si se entiende que su actitud ha sido temeraria o de mala
fe.

1.4. EFICACIA DE LA PRUEBA DOCUMENTAL


La regla general es que sólo producen eficacia probatoria los documentos, públicos o
privados, que son auténticos. Según lo dispuesto en el C.C. y en laL.E.C (art. 319 y 326), el
documento auténtico produce la misma eficacia probatoria sea público o privado, pues dicha
eficacia viene impuesta por la ley. Se trata por tanto de un medio de prueba tasado que el juez
debe de valorar atendiendo a las normas legales. De este modo, el art. 326. 1 establece que los
documentos privados harán prueba plena en el proceso en los términos del art. 319 L.E. C,
precepto relativo a los documentos públicos, y que determina que éstos harán prueba plena del
hecho, acto o estado de cosas que documenten, desde la fecha en que se produce esa
documentación y de la identidad de los fedatarios y demás personas que, en su caso,
intervengan en ella. Por otra parte, respecto a los documentos públicos extranjeros, el art. 323.
3 determina que harán prueba de la declaración de voluntad que contengan, aunque a ésta se
le aplicarán, en cuanto a su eficacia, las normas materiales que sean de aplicación.
En el ámbito del C.C. la eficacia probatoria de los documentos auténticos se regula en los arts.
1218, 1225 y 1227, que han quedado vigentes tras la promulgación de laL.E.C.. De estas
normas se extrae que:
Los documentos auténticos, públicos o privados, hacen prueba frente a los autores y sus
causahabientes de las declaraciones que contienen, de la fecha, del hecho que motivó su
otorgamiento y de la identidad de las personas que intervinieron.
Frente a terceros, los documentos privados, aunque sean auténticos, no tienen la misma
fuerza probatoria que los documentos públicos, excepto en la determinación de la fecha,
cuando ésta pueda acreditarse por medios que la hagan incuestionable (desde la muerte de uno
de los otorgantes, cuando se entregue a un funcionario público o se incorpore a un Reg. Pub.)
No obstante, el art. 319. 2 y 3 L.E.C. establece dos excepciones a la fuerza probatoria
plena de los documentos auténticos, aunque éstos sean públicos. Así, respecto a los
documentos administrativos no incluidos en el art. 317. 5 y 6, la L.E.C. se remite, a lo
establecido, en cuanto a la fuerza probatoria, a las leyes especiales y en su defecto, se
fijará la prueba plena en lo que se refiere al contenido del documento, siempre que no exista
otra prueba que desvirtúe la veracidad de lo documentado por el funcionario.
La segunda excepción, se refiere a los documentos que pueden tener eficacia en los
procesos en los que se esta discutiendo sobre el carácter usurario de determinados créditos o
préstamos. En dichos supuestos, la ley niega el carácter de prueba tasada al documento, ya
que en dichas operaciones es habitual que las partes pretendan legitimar dichos negocios
usurarios mediante documentos que encubran dicha usura o abuso.
Como excepción a la regla general de que sólo los documentos auténticos, públicos o
privados, tienen eficacia probatoria, la L.E.C. regula el art. 326. 2. Dicho precepto regula el
supuesto en el que tras la impugnación de la autenticidad de un documento, con posterioridad,
no se haya podido acreditar su autenticidad a pesar de las pruebas practicadas por la parte que
lo presentó o, simplemente, porque el aportante no ha efectuado propuesta alguna. En estos
supuestos la persona que aportó dicha prueba no ha cumplido con la carga de probar la
autenticidad. Dicho incumplimiento determina un resultado atípico, pues el juez no deduce la
falta de autenticidad del documento de la falta de la prueba, sino que laL.E.C. permite que el
juez, en dichos supuestos, valore al documento según las reglas de la sana critica y si la
impugnación efectuada es o no fundada.

5. LA IMPUGNACIÓN DE LA AUTENTICIDAD DEL DOCUMENTO.


Un documento público o privado sólo perderá la eficacia que le otorga la L.E.C. o el C.C.
cuando el mismo sea impugnado en cuanto a su autenticidad. En función del art. 319 L.E.C.,
si un documento público no es impugnado será siempre eficaz. Igualmente, si estamos ante
un documento privado se entenderá que es auténtico y que tiene la eficacia probatoria de un
documento público, cuando no es impugnado por la parte a quien perjudica. Como se observa,
la L.E.C. establece la carga de la impugnación para conseguir que un documento pierda
su eficacia probatoria.
No obstante, ha de tenerse en consideración que existen determinados documentos
públicos que no pueden ser objeto de impugnación, cotejo o comprobación, haciendo
prueba plena por sí mismos. Así el art. 322 L.E.C. se refiere a los supuestos de escrituras
públicas antiguas que carezcan de protocolo así, como a todo documento público que carezca
de original o de registro.
La impugnación de la autenticidad de un documento es una carga del que se sienta
perjudicado procesalmente por el documento presentado, no obstante, y como hemos referido,
la carga de la impugnación no conlleva la carga de la prueba de la falta de autenticidad, es
decir, la impugnación pone al aportante del documento en la necesidad de llevar a cabo actos
de comprobación o actos de prueba cuyo resultado debe ser la certeza sobre su autenticidad.
En los documentos públicos, el aportante del documento ha de propiciar y solicitar que se
efectúen las comprobaciones señaladas en el art. 320 L.E.C. que determinarán la autenticidad
o no del documento. En este mismo sentido, respecto a un documento privado, una vez
impugnado, el aportante deberá de proponer y practicar cuantas pruebas se requieran para
demostrar su autenticidad (art. 326. 2).
Cuando, en cualquiera de los casos, se acredite que el documento no es auténtico, éste no
producirá eficacia alguna. Cuando sea el documento privado el que resulte no auténtico será
de aplicación lo establecido en el art. 326. 3.
El legislador, para evitar un uso desmedido de la impugnación de la autenticidad de los
documentos, dispone que las costas y los costes de las comprobaciones así como las pruebas
efectuadas en el incidente de impugnación serán de cargo del impugnante cuando resulte ser
un documento autentico. Si, además, el juez entiende que dicha impugnación es temeraria o
de mala fe, podrá imponer una multa de 20.000 a 100.000 pesetas al impugnante.
Cuando estemos ante un documento público, la autenticidad del mismo se probará
mediante el cotejo de las copias, certificaciones o testimonios con los originales. Ello se
efectuará ante el secretario judicial, en el lugar donde se encuentre el archivo o el registro y
con la presencia de las partes y sus defensores que deberán de ser citados.
Por su lado, respecto a los documentos privados, la prueba será el cotejo pericial de
letras o cualquier otra tendente a demostrar la autenticidad de aquél (art. 326. 3), o la
exactitud de la copia reprográfica (art. 334.1).
La impugnación de la autenticidad acoge, tanto, la alegación de que el documento no es
auténtico al no provenir de la persona que figura como su autor, así como, que el
documento no responde a la realidad de lo acaecido bien porque ha sido alterado o
porque falta a la verdad.
Dicha impugnación se debe de efectuar en el mismo proceso en el que el documento es
aportado, aunque ello no impide que la parte perjudicada pueda denunciar, en el ámbito penal,
la falsedad del mismo. Se trataría, en este caso, de una cuestión prejudicial penal en el proceso
civil, que una vez resuelta en el proceso penal producirá efectos en el ámbito civil, ello tanto
por el efecto de la cosajuzgada como por la fuerza probatoria de la sentencia penal.

6. LA INDIVISIBILIDAD DEL DOCUMENTO. LA PRUEBA DE LIBROS


La indivisibilidad del documento a efectos probatorios se regula deficientemente en el C.C.
en los arts. 321, 1228 y 1229 C.C. y arts 30 a 33 del Código de Comercio.
El art. 321, referido a las certificaciones o testimonios fehacientes de una parte de un
documento público, determina que éste no puede ser dividido a efectos probatorios. Ello se
recoge, de igual modo, en el art. 1229 C.C. que determina que las anotaciones al margen o al
dorso de un documento negocial provenientes de uno de los otorgantes, implican
declaraciones de voluntad o de conocimiento que deben sólo favorecer a la parte contraria y
deben considerarse como parte integrante del negocio bilateral, de forma, que no se puede
utilizar el documento para lo que favorece obviando lo que perjudica, por lo que, a dichos
efectos, son indivisibles.
Por otro lado, de los artículos 1.228 C.C. y 32 del Código de Comercio (libros del
comerciante) se deduce que la ley da un tratamiento unitario a un conjunto de documentos que
individualmente no tendrían sentido. Ello determina que el principio de indivisibilidad rige la
eficacia de los libros de los comerciantes, de modo, que para beneficiarse del contenido de
uno de sus documentos deberá aceptarse lo que resulte desfavorable (es un conjunto
indivisible).

7. PROCEDIMIENTO:
A) LA CARGA DE APORTAR LOS DOCUMENTOS: TIEMPO Y FORMA
El art. 265 L.E.C. establece que el documento en que la parte interesada funde su derecho
deberá de acompañarse a toda demanda (tanto en el proceso ordinario como en el verbal) o, en
la contestación a la misma (si el proceso es ordinario) o en el acto de vista cuando se trata de
los documentos que fundan la excepción del demandado si el proceso es verbal (art. 265. 4).
La ley establece la carga de presentación de los documentos en un momento determinado, de
este modo, el art. 272 establece la imposibilidad de admitir cualquier documento que se
presente fuera del momento establecido, debiendo el juez rechazar de oficio, o a instancia de
parte, la citada aportación.
Cuando la ley obliga a aportar los documentos junto con la demanda o su contestación, es
con la finalidad de que las partes conozcan desde el inicio del proceso cuales son las armas
con las que cuenta el adversario, posibilitando la posible impugnación de la autenticidad.
Si no se dispone del documento, se deberá de designar el archivo, registro o lugar donde se
encuentren los originales y del que se pretende obtener la certificación que se propone aportar
al proceso (art. 265. 2). No se admite dicha designación, cuando la propia parte puede obtener
de dicho archivo o registro copias fehacientes de dicho documento, no siendo, en este caso,
suficiente para cumplir la carga la simple designación del lugar donde éste se encuentre.
Hasta la citación para sentencia (art. 270. 1), es decir tras la demanda y la contestación o
de la vista en el juicio oral, las partes sólo podrán aportar los documentos, medios o
instrumentos relativos al fondo, cuando se dé alguno de los siguientes supuestos:
1 - Ser de fecha posterior a la demanda o a la contestación o, en su caso, a la audiencia
previa al juicio, siempre que no se hubieran podido confeccionar ni obtener con anterioridad
a dichos momentos procesales.
2- Tratarse de documentos, medios o instrumentos anteriores a la demanda o contestación o,
en su caso, a la audiencia previa al juicio, cuando la parte que los presente justifique no
haber tenido antes conocimiento de su existencia.
3- No haber sido posible obtener con anterioridad los documentos, medios o instrumentos,
por causas no imputables a la parte, siempre que haya efectuado la designación referida en el
art. 265. 2 o, en su caso, el anuncio, del art. 265.4. 1.4° LE.C..
En cuanto al primer supuesto señalado es lógica la admisión de dicha documentación, pues
la sentencia declara o niega el derecho respecto a la situación existente en el momento de
dictarse la misma y no en el momento de la demanda o su contestación.
Respecto al segundo caso, ha de señalarse que éste ha sido un modo habitual para
introducir, con posterioridad, documentos conocidos por la parte pero que inicialmente no
fueron aportados, bien, por considerar que no eran relevantes o, en su caso, para evitar
presentarlos hasta que no se conociera la postura de la contraparte. Por ello, es fundamental el
trámite señalado en el art. 270.2 L.E.C. por el que, al darse traslado del documento a la parte
contraria, se le permite manifestarse sobre la autenticidad e idoneidad del documento aportado
para ser objeto de prueba y sobre la existencia de alguno de los supuestos excepcionales
indicados en el art. 270.1 L.E.C. (vistos anteriormente) que permiten aportar documentos con
posterioridad a la demanda o contestación. El juez una vez oídas las partes, resolverá dicha
cuestión en el acto, pudiendo sancionar o multar a la parte que aportó dicho documento
cuando consideré que ésta actuó con mala fe o con la intención de retrasar la tramitación del
proceso.
No obstante, lo expuesto, el art. 265. 3 L.E.C. permite que el actor pueda presentar en la
audiencia previa al juicio aquellos documentos, medios, instrumentos, dictámenes e informes,
relativos al fondo del asunto, cuyo interés o relevancia sólo se ponga de manifiesto a
consecuencia de alegaciones efectuadas por el demandado en la contestación a la demanda.
Cuando hayan de presentarse documentos públicos, estos podrán presentarse por copia simple
o mediante certificaciones expedidas por personas autorizadas que requerirán cotejarse con
los documentos originales (art. 267 L.E.C.)
Respecto a documentos privados, el art. 2168 L.E.C. determina que éstos se han de
presentar en original o mediante copia autenticada por el fedatario público competente.
Cuando no se disponga del documento original se podrá presentar copia simple del mismo,
siempre que ésta no sea impugnada por las demás partes. Se permite, de igual modo, la
presentación del documento privado mediante copia reprográfica, aunque ésta deberá de ser
cotejada con el original cuando se impugne la exactitud de dicha reproducción.
De todos los escritos y documentos que se aporten al proceso se deberán de acompañar
tantas copias literales cuantas sean las otras partes (art. 273 L.E.C.). Cuando no se presente el
número de copias exigido, ello no impedirá la admisión de dichos escritos o documentos,
dándose un plazo de cinco días para subsanar dicha omisión. Si la misma no se subsana en
dicho plazo, el Secretario Judicial expedirá dichas copias a costa de la parte que dejó de
presentarlas, salvo cuando se trate de los escritos de la demanda, contestación o escritos que
deban acompañarles, pues, en dichos supuestos se tendrán por no presentada, a todos los
efectos, ni la demanda ni, en su caso, la contestación.
Los documentos para que tengan eficacia probatoria deben de expresarse en idioma oficial
o, en caso contrario, deben de ir acompañados de la correspondiente traducción. Respecto a
los documentos redactados en lenguas extranjeras, el art. 231 L.O.P.J. determina que estos han
de venir acompañados con la traducción del mismo. Dicha traducción puede ser privada o
pública, (efectuada por la oficina de interpretación de lenguas del Ministerio de Asuntos
Exteriores), cuando la parte contraria manifieste que la traducción privada no es correcta.
Respecto a los documentos redactados en idiomas españoles no castellanos, el art. 231. 4
L.O.P.J. determina que las actuaciones judiciales efectuadas y los documentos presentados en
el idioma oficial de una Comunidad Autónoma tendrán, sin necesidad de traducción, plena
validez y eficacia. En el supuesto de que dicho documento deba de surtir efectos fuera de
dicha Comunidad Autónoma se procederá, de oficio, a su traducción, salvo si es una
Comunidad Autónoma con lengua oficial coincidente, o por mandato del juez o a instancia de
parte que alegue indefensión. Al respecto, ha de indicarse que la S.T.C. de 26 de junio de
1.986 ha declarado que no es inconstitucional el art.9. 1 de la Ley vasca 10/1982 por la que se
reconoce el derecho en el País Vasco a usar la lengua oficial de su elección en sus relaciones
con la Administración de Justicia, sin que se le pueda exigir traducción alguna, por lo que, en
base a la misma, parece de dudosa constitucionalidad el referido artículo 231. 4 L.O.P.J..

B) EL DEBER DE EXHIBIR LOS DOCUMENTOS.


A) Por las partes:
Tanto las partes, así como los terceros, tienen la obligación de aportar y de exhibir los
documentos que tengan en su poder y que se refieran al objeto del proceso o a la eficacia que
puedan tener los distintos medios de prueba, cuando sean solicitados por una de las partes que
entienda que son necesarios para la tutela de su derecho (arts. 328 y ss.). A dichos efectos, la
ley exige que se identifique claramente el documento cuya exhibición se requiere, lo que se
podrá efectuar mediante la presentación de una fotocopia del mismo. Cuando se carezca de
dicha fotocopia, se permite efectuar dicha identificación por otros medios indicativos de las
circunstancias objetivas o subjetivas de dichos documentos.
B) Por terceros:
En este supuesto pueden entrar en juego derechos contrapuestos, así, el derecho de la parte
a solicitar a un tercero la exhibición de un documento con el fin de tutelar su derecho y de
otra, el derecho del tercero a la intimidad o, incluso, el de guardar secreto. Por ello, ha de
entenderse que la ley requiere que sea un documento de especial transcendencia a los fines de
dictar sentencia.
Si dicho documento es propiedad de un órgano de la Administración pública, la
confrontación se produce sólo eventualmente con el deber de guardar secreto.
No obstante, la ley exige oír al tercero antes de tomar ninguna decisión. En dicho
momento, el tercer podrá efectuar las alegaciones pertinentes relativas a sus derechos
constitucionales a denegar una prueba pedida por una parte, siendo el juez quien determinará
que derecho deberá de prevalecer. La decisión del juez es imperativa e irrecurrible para el
tercero (salvo la interposición del recurso de amparo constitucional), de modo, que si el
tercero se negase a exhibir dicho documento, podría incurrir en el delito de desobediencia.
C) Orden Judicial:
Será el juez quien requerirá a la parte o a un tercero para que efectúe la exhibición de un
documento. Cuando sean terceros, ajenos al litigio, quienes deban de efectuar tal exhibición,
la L.E.C. establece un distinto grado de aplicación del deber, según se trate de organismos de
las Administraciones Públicas o de terceros. Así, dicho deber es total para los órganos del
Estado o de las Administraciones Públicas, con excepción de los supuestos referentes a
materias calificadas como secretas (art. 332.1) y para la entidades que realicen servicios
públicos o sean titulares de concesiones administrativas, con excepción del supuesto en que
exista el secreto profesional, (art. 32.2).
De igual modo, dicho deber es total para el tercero particular, el cual podrá oponerse a
dicha exhibición cuando alegue la vulneración de intereses y de derechos propios (art. 332).
Como se ha referido, el incumplimiento de dicho deber determinará la posibilidad de incurrir
en delito de desobediencia.
Los terceros darán cumplimiento a dicho deber de exhibición, efectuándolo ante el
secretario judicial, ya sea en su propio domicilio, en la sede judicial, o bien, emitiendo
certificaciones o testimonios si se trata de organismos del Estado y de la Administración (art.
332). El secretario judicial deberá de extender testimonio del documento exhibido cuando el
propietario del mismo no desee aportarlo al juzgado.
Cuando sea la propia parte quien incumpla dicho deber de exhibición, además de poder
incurrir en el delito de desobediencia, ello afectará al desarrollo del propio proceso,
modificando la situación procesal en la que se encuentra el desobediente. A dichos efectos, la
L.E.C. permite al juez dar fuerza probatoria a la copia del documento cuya exhibición se
requiere o a la versión que de su contenido haya efectuado la parte que solicita su exhibición.
(art. 329. 1).
TEMA 24: LA PRUEBA PERICIAL, EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL Y OTROS
MEDIOS DE PRUEBA
1. EL DICTAMEN PERICIAL:
1.1. CONCEPTO.
Al dictamen de peritos tradicionalmente se le ha denominado prueba pericial. Del
contenido de los arts. 335.1 y 352 L.E.C. se deriva que ¡aprueba pericial es un medio de
prueba especial que se emplea para poder ‘valorar hechos” o circunstancias relevantes en
el asunto (art. 352); para conocer el contenido o el sentido de alguna prueba ya
practicada o para efectuar una valoración más acertada de la misma (arts. 352 y 349): o para
adquirir, incluso, la certeza de determinados hechos o para conocerlos (art. 335. 1).
El perito aporta al proceso conocimientos técnicos, científicos, artísticos o prácticos con la
finalidad de que el juez pueda apreciar los hechos objeto del debate, que ya hayan podido
quedar probados por otros medios probatorios. En base a ello, podemos definir la prueba
pericial como aquella que aporta al proceso, mediante el dictamen pericial, conocimientos
científicos, artísticos, técnicos o prácticos que permiten al juez valorar la existencia de
hechos, la manera de ser estos, o que le permite conocer el contenido o sentido de otras
pruebas practicadas en el juicio.

2. NATURALEZA.
El dictamen pericial aporta al proceso conocimientos necesarios para dictar sentencia, pero
de carácter complementario. Ello ha llevado a la doctrina a plantearse si realmente es un
medio probatorio o, por contra, el perito es un auxiliar del juez pues le ayuda a valorar la
prueba y a dictar sentencia.
En este sentido, cabe decir que un medio de prueba es un mecanismo que permite al juez
adquirir una serie de conocimientos sobre los hechos objeto de debate, a través de los cuales,
le permite valorarlos, interpretarlos y fijarlos, siendo así necesarios para dictar sentencia. No
obstante, en el caso de la prueba pericial, dichos conocimientos son necesarios pero
‘complementarios”, pues estos derivan de las máximas de experiencia.
En base a ello, la prueba de peritos es un verdadero medio de prueba, por cuanto sirve
para que el juez obtenga el conocimiento suficiente sobre elementos del supuesto de hecho de
la norma que no son hechos propiamente dichos ni actos, sino máximas de experiencia.

3. CARACTERÍSTICAS ESPECIALES DE LA PRUEBA PERICIAL.


Ha de tenerse en consideración que el conocimiento que aporta el perito, además de ser
científico, artístico, técnico o práctico, es “universal y está desligado del caso concreto que
se enjuicia en el proceso’, (el perito aporta máximas de experiencia para la valoración de
hechos acreditados mediante otras pruebas), lo que hace que dicha prueba sea distinta a las
demás.
Otra característica propia de la prueba pericial es que los conocimientos que aporta el perito
los puede aportar directamente el juez al proceso cuando disponga de los mismos. Ello es
así, porque el perito aporta conocimientos técnicos, máximas de experiencia que se pueden
encontrar en la cultura del pueblo. Dichos conocimientos técnicos sirven para apreciar los
hechos objetos del debate, no siendo, en ningún caso, parte del objeto de debate.
De lo expuesto se deriva que cuando el juez tenga las máximas de experiencia necesarias
para la valoración del hecho, objeto de debate, no necesitará la práctica de la prueba
pericial. De igual forma, el juez vendrá obligado a solicitar dicha prueba cuando, no habiendo
sido solicitada por ninguna de las partes, necesite los conocimientos técnicos, artísticos,
prácticos o científicos para valorar dichos hechos.
Como diferencias existentes entre la prueba pericial y testifical, destacamos las
siguientes:
- En la declaración del testigo se relatan hechos pretéritos, en cambio, la declaración
pericial ofrece al órgano judicial una valoración de los hechos que se desarrollan en el
proceso.
- Ambas declaraciones tienen distinta estructura lógica, así en ellas existe una razonamiento
lógico, pero, si el testigo ofrece la conclusión y la premisa menor del razonamiento, el perito,
en cambio, ofrece la conclusión y la premisa mayor.
- Como diferencias esenciales han de destacarse las siguientes:
a) El conocimiento del testigo es particular, subjetivo e insustituible por el de cualquier
otra persona, produciéndose por la relación directa o indirecta con el hecho que naifa. En
cambio, el saber del perito es universal, objetivo y, de este modo, sustituible, estando
desligado del caso concreto y basado en el estudio de otros muchos supuestos.
b) Existe una diferencia en el objeto de la prueba pericial respecto al objeto de los otros
medios probatorios, así como en sus funciones. Así, la prueba pericial facilita al juez las
máximas de experiencia que le ayudarán en la valoración de hechos ya acreditados.

4. CLASES DE DICTÁMENTES DE PERITOS.


Se establece un doble sistema de prueba pericial, por un lado, el “dictamen pericial de
parte’, es decir, aquel aportado por las partes con los escritos alegatorios, o en su caso en la
audiencia previa y, por otro, el “dictamen pericial judicial” que es aquel efectuado por el
perito nombrado por el juez.
Ambos sistemas tienen diferencias en cuanto al modo de proponer y de admitir la prueba;
en la forma de nombrar a los peritos; en el sistema de recusación de los peritos y en la distinta
valoración que se efectúa de uno y otro dictamen pericial.
Así el dictamen pericial de parte no es contradictorio, pues la parte que lo presenta es
soberana para determinar el objeto del mismo, aun cuando se pueda contradecir (pues en el
acto del juicio cabe contradecir los resultados del dictamen por el perito de la parte contraria
(art. 347) y porque la parte contraria puede presentar un dictamen contradictorio). En cambio,
el dictamen pericial judicial es contradictorio, porque trata sobre los puntos que las partes
decidan y que acepte el juez; y no se puede contradecir, permitiéndose tan solo la presencia
del perito en el proceso para hacer posible una mejor comprensión y valoración del dictamen
realizado. Lo expuesto se deriva de lo establecido en el art. 339.3 (solicitud de perito a
instancia de parte) y a lo dispuesto en el art. 346 que veda a las partes cualquier pregunta que
no vaya dirigida a comprender y valorar el dictamen. Ello no obstante, no significa que las
partes tenga que aceptar el informe del perito sino, más bien, que no cabe contradecirlo con
otro posterior o coetáneo.
No cabe que el órgano judicial deniegue la presentación del dictamen de parte, pues éste se
efectúa con los escritos alegatorios. El dictamen judicial, sólo es posible cuando se den los
requisitos exigidos en el art. 339 L.E.C., es decir, cuando es anunciado por la parte que tiene
derecho a la asistenciajurídica gratuita, lo que determinará que se proceda a la designación
judicial del perito (art. 339. 1); cuando se refiere a alegaciones o pretensiones no contenidas
en la demanda (art. 339. 2); cuando se refiera a alegaciones o pretensiones complementarias
permitidas en la audiencia previa (art. 339. 3) o cuando es solicitado en los escritos
alegatorios, siempre y cuando el órgano judicial estime en los tres últimos casos que el
dictamen es pertinente y útil (art. 339. 2 y 3).
Como así se deriva del art. 339. 6 L.E.C., el dictamen pericial de parte podrá ser firmado
por varios peritos mientras que el dictamen judicial deberá de ser emitido por un sólo perito,
salvo que el supuesto concreto requiera el dictamen de distintos expertos en materias distintas.
5. EFICACIA PROBATORIA DE LA PRUEBA PERICIAL.
El art. 348 L.E.C. establece que el tribunal valorará los dictámenes periciales según las
reglas de la sana crítica, es decir, la prueba pericial es de apreciación libre para el juez
quien la valorará atendiendo los principios del sano juicio y sana crítica, lo que puede
determinar que el juez se pronuncie en modo distinto al señalado por el informe o informes
periciales. No obstante, cuanto más técnicas sean las cuestiones dictaminadas menos
posibilidades tiene el órgano judicial de efectuar una valoración libre e la prueba.
El juez al apreciar la prueba pericial ha de valorar la autoridad científica del perito, los
métodos científicos aplicados y la coherencia lógica de su argumentación.
La L.E.C. indica criterios para que el órgano judicial aplique su sano juicio o la sana
crítica. Así respecto a los dictámenes de parte, se establece, como criterio de sano juicio la
existencia de alguna causa de tacha que afecte al perito (aspecto que se tratará en el punto
1.8) y las críticas que se puedan derivar del perito de la parte contraria (art. 347.1 .V y
VI). Para todos los dictámenes periciales, el juez deberá de tener en cuenta, como criterio de
sano juicio, la actuación que el perito tenga en el juicio o en la vista a la hora de exponer,
explicar, responder a las preguntas u objeciones que se le planteen o ampliar el dictamen
en los términos en que se soliciten (art. 347).

6. PROPOSICIÓN Y ADMISIÓN DE LA PRUEBA PERICIAL.


Como así dispone el art. 336 L.E.C. las partes deberán de aportar con la demanda o con
la contestación los dictámenes de los peritos por ellos designados y que consideren
necesarios para la defensa de sus derechos. No obstante, cuando dichos dictámenes no se
puedan obtener o no se puedan aportar en dicho momento, se permite el poder aportarlos con
posterioridad, previéndose incluso la posibilidad de anunciar el dictamen, para no perder la
facultad de aportarlos con posterioridad, pero siempre deberán aportarse antes del inicio de la
audiencia previa al juicio ordinario o antes de la vista en el juicio verbal (art. 337.1).
El juez no puede negar la práctica de dicha prueba cuando las partes hayan aportado el
dictamen pericial, incluso, en aquellos supuestos en los que fuera una prueba innecesaria. Ello
es así, porque el art. 265 L.E.C. otorga a dichos dictámenes el mismo tratamiento que a los
documentos, de modo que una vez presentados con la demanda o contestación, al órgano
judicial no le queda más posibilidad que admitirlo y trasladar la copia a la parte contraria
directa o indirectamente a través del procurador (arts. 273 y 276), sin posibilidad de rechazar
el dictamen por inútil o impertinente.
En cambio, cuando estemos ante un dictamen pericial judicial, el juez tiene facultades para
admitir la designación y nombramiento de dicho perito para que emita el dictamen solicitado
por las partes. De este modo, se designará perito cuando entienda que ¡aprueba es pertinente y
útil. De igual forma, el juez tampoco tiene facultades en lo que se refiere a la práctica de
oficio de la prueba pericial. No obstante, el art. 339.5 L.E.C. permite al juez ordenar la prueba
de oficio cuando sea pertinente, pero sólo en los procesos sobre declaración o impugnación de
la filiación, paternidad y maternidad, sobre la capacidad de las personas o en procesos
matrimoniales. Lo expuesto no parece lógico, pues lo razonable sería que el juez dispusiera de
dicha facultad en todos los ámbitos y materias.
Igualmente, y de forma excepcional, el art. 384. 1 otorga al juez facultades muy amplias
para practicar de oficio la prueba pericial cuando sea necesaria para apreciar el contenido de
archivos, instrumentos de reproducción o de conocimiento de elementos relevantes para el
proceso. Como se ha referido, no tiene lógica que el juez tenga amplios poderes en este
supuesto y en otros supuestos tenga una carencia absoluta, en sí, debería de tener
amplias facultades en todas las materias. Tampoco tiene explicación que el juez no pueda
ampliar los dictámenes solicitados por las partes (art. 347.2), estando limitado, solo, a
preguntar o a 9solicitar explicaciones a esos peritos.
7. NOMBRAMIENTO, ACEPTACIÓN Y CONDICIONES PARA SER PERITO.
A) NOMBRAMIENTO:
Cuando estemos ante un ‘dictamen pericial de parte” (en el que no existe limitación en el
número de peritos), el nombramiento del perito es un acto privado y extrajudicial, que no
tiene trascendencia procesal y en el que no interviene el tribunal, salvo, el supuesto en el que
dicho perito esté incurso en alguna de las causas de tacha reguladas en el art. 343.
En el supuesto de que el perito sea designado por el juez (art. 339. 1, 2, 3 y 5), se deberá
de seguir el procedimiento establecido en el art. 341 L.E.C.. En base al mismo, todos los años
durante el mes de enero, los Colegios Profesionales, entidades análogas, Academias,
Sindicatos, Asociaciones, etc; confeccionarán listas de peritos que aportarán al juzgado.
Posteriormente, se designará por sorteo el primer perito que ha de dictaminar para ese
Juzgado en la materia correspondiente, de ese modo, cuando se requiera otro perito para esa
misma materia se seguirá el orden correlativo de esos listados
B) ACEPTACIÓN:
La aceptación del encargo profesional por parte de un perito es un acto preprocesal. No
obstante, a efectos procesales, basta que el dictamen esté firmado por un perito para entender
que ha aceptado efectuar dicho dictamen.
Cuando el perito es judicial es necesario que éste acepte el encargo y que lo haga mediante
juramento o promesa de decir verdad, de actuar con objetividad, tomando en consideración no
sólo lo que pueda favorecer a las partes sino también lo que puede perjudicarlas, reconociendo
que conoce las sanciones penales en que puede incurrir en caso contrario (art. 342 en relación
con el art. 335.1).
El perito designado judicialmente puede rechazar dicho nombramiento alegando justa
causa. En este sentido, el juez deberá de admitir como justa la causa alegada por el perito
siempre que no sea caprichosa, arbitraria, irrazonada o irrazonable.
Como así se deriva de los arts. 346 y 347 L.E.C., el perito que ha aceptado el encargo
profesional está obligado a emitir y a ratificar su dictamen, así como, a intervenir en el juicio
cuando sea requerido por el juez o por las partes. No obstante, cuando el perito no reciba la
provisión de fondos que hubiera solicitado quedará eximido de emitir el dictamen, sin que se
pueda proceder a efectuar una nueva designación (art. 342. 3 L.E.C.).
C) CONDICIONES PARA SER PERITO:
El art. 340 L.E.C. dispone lo siguiente, Los peritos deberán poseer el titulo oficial que
corresponda a la materia objeto del dictamen y a la naturaleza de éste. Si se tratare de materias
que no estén comprendidas en títulos profesionales oficiales, habrán de ser nombrados entre
personas entendidas en aquellas materias. Podrá asimismo solicitarse dictamen a las
Academias e instituciones culturales y científicas que se ocupen del estudio de las materias
correspondientes al objeto de la pericia. También podrán emitir dictamen sobre cuestiones
específicas las personas jurídicas legalmente habilitadas para ello. En los casos del apartado
anterior, la institución a la que se encargue el dictamen expresará a la mayor brevedad qué
persona o personas se encargarán directamente de prepararlo, a las que se exigirá el juramento
o promesa previsto en el art. 335. 2.
De este modo, el contenido del referido art. 340 L.E.C. afectará tanto a los peritos de parte
como a los peritos judiciales. No obstante, ha de diferenciarse:
- Cuando el perito sea de parte, el control de sus cualidades se efectúa a posteriori, pues en el
acto de juicio o en el acto de la vista se podrá alegar su carencia de titulación, conocimientos
o de experiencia exigidos por la ley.
- Si en cambio el perito es judicial, el control de las condiciones exigidas por la ley se efectúa
de forma previa y preventiva, pues es imposible nombrar a un perito que no reúna los
requisitos exigidos en el art. 340.
Como así determina el art. 335 L.E.C. podrá ser perito toda persona que tenga
conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos, cuando estos sean necesarios para la
resolución del supuesto planteado y siempre que dispongan del título exigido por el Estado.
No obstante, cuando no exista título o cuando en el teifitorio judicial no existan peritos
titulados, podrá ser perito aquella persona que tenga los conocimientos requeridos siempre
que su pericia venga avalada por sindicatos, asociaciones o entidades correspondientes a
dicho sector.(art. 341. 2)
El art. 340 L.E.C., establece la posibilidad de que el dictamen pericial sea efectuado por
una persona jurídica, academia o institución cultural o científica que se dedique al estudio de
las materias objeto de dictamen (es decir, no es necesario que sea una persona fisica),
debiendo dichas entidades de designar a una persona o personas encargadas de elaborar
materialmente el referido dictamen.
Como es lógico, el perito debe tener capacidad natural y plena capacidad de obrar
conforme al derecho civil en cuanto emite un dictamen del que se hace responsable y
prometiendo, de forma previa, que su actuación se ajustará a la verdad siendo completamente
objetiva.
Cuando el perito es contratado por las partes no podrá estar incurso en ninguna de las
causas de tacha que indica el art. 343 L.E.C.. Si en cambio, este es nombrado judicialmente
no podrá incurrir en ninguna de las causas de recusación (previstas en el art. 124 L.E.C) ni, en
su defecto, de tacha.

8. TACHA Y RECUSACIÓN DE PERITOS.


Como se ha indicado en el apartado anterior, los peritos de parte sólo pueden ser tachados
(arts. 343.1 y 124.2), mientras que los peritos judiciales solo pueden ser recusados (art, 124)
y, en defecto de ello, igualmente incurrir en alguna de las causas de tacha.
La tacha es un incidente que no evita la aportación del dictamen al proceso, no obstante,
determina la existencia de una serie de circunstancias que deberán de ser valoradas por el juez
a los efectos de privar de eficacia, de forma total o parcial, dicho dictamen.
Son causas de tacha las siguientes (art. 343. 1 L.E.C.):
1. Ser cónyuge o pariente por consanguinidad o afinidad, dentro del cuarto grado civil de
una de las partes o de sus abogados o procuradores.
2°. Tener interés directo o indirecto en el asunto o en otro semejante.
3°. Estar o haber estado en situación de dependencia o de comunidad o contraposición de
intereses con alguna de las partes o con sus abogados o procuradores.
4º Amistad íntima o enemistad con cualquiera de las partes o sus procuradores o abogados.
5°. Cualquier otra circunstancia debidamente acreditada que les haga desmerecer en el
concepto profesional.
A dichos efectos, cualquiera de las partes interesadas podrá aportar los documentos que
desmientan la causa de tacha alegada. Será en la sentencia donde el juez se pronuncie sobre la
misma. No obstante, cuando dicha tacha pudiera afectar a la consideración profesional o
personal del perito, éste podrá solicitar al juez que, al término del proceso, dicte providencia
que disponga que la misma carece de fundamento, a los efectos de exigir la ‘correspondiente
indemnización de daños y perjuicios o incluso, el propio juez, cuando considere que ha
existido temeridad o deslealtad procesal, podrá imponer una multa, previa audiencia, de diez
mil a cien mil pesetas
La tacha se ha de proponer en la audiencia previa si se trata de dictámenes aportados por
los escritos iniciales y, en cualquier caso, nunca después del juicio o de la vista. De igual
modo, excepto la prueba testifical, se podrán aportar las pruebas que se consideren necesarias
parajustificar o negar la tacha planteada, (art. 343.2).

Por otro lado, como se ha referido, los peritos judiciales pueden ser recusados cuando
incurran en algunas de los supuestos referidos en el art. 124 L.E.C., estos son:
- Haber dado anteriormente sobre el mismo asunto dictamen contrario a la parte recusante, ya
sea dentro o fuera del proceso.
- Haber prestado servicios como tal perito al litigante contrario o ser dependiente o socio del
mismo.
- Tener participación en sociedad, establecimiento o empresa que sea parte del proceso.
Se establece un plazo de dos días (a contar desde la notificación de la designación) para
presentar, por escrito, la recusación (art. 125.1). Si la causa de recusación fuera posterior,
dicho escrito podrá presentarse, como máximo, hasta el día anterior al día señalado para el
juicio o al señalado para la vista.
De igual modo, el art. 125.3 permite, cuando la causa de recusación sea posterior a la
emisión del dictamen o conocida con posterioridad a la emisión de éste, que ésta sea
interpuesta en cualquier momento antes de dictar sentencia.
Una vez presentada recusación se dará traslado a la parte contraria y al perito afectado, el
cual se tendrá por recusado cuando admita como verdadera la causa de recusación alegada, lo
que determinara su sustitución por el suplente. Cuando, en cambio, el perito no admita la
causa de recusación se producirá una comparecencia de las partes, en la que deberán de
aportar las pruebas que consideren pertinentes. La parte recusante tendrá la obligación de
comparecer pues, en caso contrario, se le tendrá por desistida de la recusación planteada (art.
127.1 y .2). Una vez propuestas y admitidas, se practicaran dichas pruebas; posteriormente se
dictará auto resolviendo sobre la recusación. Frente a dicho auto no se podrá interponer
recurso alguno, no obstante, se podrá plantear de nuevo la cuestión en la instancia superior
(art. 127.3 y .4).

9. PRACTICA DE LA PRUEBA PERICIAL.


Como así se ha indicado, cuando el dictamen sea de parte se deberá de aportar al proceso
con los actos alegatorios o, posteriormente, en los casos en que se anuncie el dictamen
regulado en el art. 337, pero siempre con antelación de cinco días a la celebración del juicio o
de la vista (art. 338). En dicho supuesto, el perito deberá de estar presente en el juicio o en la
vista cuando sea solicitado por las partes y el juez así lo acuerde.
Cuando el dictamen sea de un perito judicial, éste deberá de aportar el dictamen en el plazo
que indique el juez, pero siempre antes de la vista o del juicio (art. 346). Dicho perito estará
presente en la vista o juicio cuando así lo determine el juez.
En dicho juicio o vista el perito responderá a las preguntas que le planteen las partes y el
juez, debiendo, cuando éste último le requiera, de exponer de forma completa su dictamen,
explicarlo, responder a la solicitud de ampliación de dicho dictamen en aspectos concretos así
como exponer su opinión sobre la posibilidad y utilidad de dicha ampliación. El perito podrá,
además, criticar el dictamen efectuado por el perito de la parte contraria y pronunciarse sobre
las tachas que le pudieran afectar (art. 347).
De igual modo, las partes podrán intervenir y presenciar la realización del dictamen,
siempre que en el mismo se emita opinión sobre lugares, objetos o;
personas. A dichos efectos, el perito tiene la obligación de avisar directamente a las partes con
una antelación mínima de cuarenta y ocho horas (art. 345 L.E.C.).

10. COTEJO DE LETRAS Y OTROS DICTÁMENES PERICIALES.


La L.E.C., regula en los arts. 349 a 351 L.E.C. el cotejo de letras, que se practicará
cuando la autenticidad de un documento, privado o público, se niegue o se ponga en duda al
carecer de matriz o de copias fehacientes y no pueda ser reconocido por el funcionario o por
el fedatario que hubiese intervenido en su otorgamiento (art. 349 L.E.C.).
El cotejo de letras requiere la existencia de documentos indubitados (art. 350.1 y .2
L.E.C.), es decir, documentos en los que no hay ninguna duda sobre su autenticidad, de modo,
que la simple comparación de estos con el documento cuestionado determinará el
contenido del dictamen o cotejo de letras. En aquellos supuestos, en los que se carezca de
documento indubitado se podrá formar el denominado cuerpo de escritura (art. 350.3L.E.C.)
por el que la persona que se atribuya el documento que se impugna vendrá obligada a escribir
o firmar ante el tribunal o secretario, con la finalidad de que el perito pueda comparar dicha
firma o escritura.
Ha de tenerse en cuenta que el perito que efectué el dictamen de cotejo de letras será
siempre nombrado por el juez, de modo, que no se admite el dictamen pericial de dicho
carácter presentado por las partes.
Como asi determina el art. 352 L.E.C., las partes podrán proponer o aportar dictámenes
periciales sobre otros medios de prueba con la finalidad de conocer el contenido o sentido de
una prueba o permitir una mejor valoración de la misma, son los denominado dictámenes
periciales instrumentales. Son los supuestos contemplados en el art. 292.2 y 3, en los que
están incluidos medios o instrumentos técnicos, que debido a su complejidad, requieren
dictámenes periciales para interpretar los resultados probatorios que de ellos se deriven.

II. EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL


1. CONCEPTO Y NATURALEZA
La prueba de reconocimiento judicial es la única prueba directa de nuestro
ordenamiento, pues, mediante ella el juez percibe directamente el objeto de la misma sin que
exista ningún elemento o instrumento intermedio.
El art. 353 LEC determina que será necesaria la practica de dicho medio de prueba cuando
los demás medios probatorios sean insuficientes, de modo, que mediante la misma el juez
podrá esclarecer y apreciar los hechos y examinar por sí mismo algún lugar, obj eto o persona.

De lo expuesto, podría deducirse que esta prueba es complementaria a los demás medios
probatorios, practicándose en aquellos casos en que estos medios no permitan esclarecer y
apreciar los hechos objeto del debate. Pero el Juez no tiene facultades para practicar de oficio
las pruebas que estime necesarias, por lo que el reconocimiento judicial no tiene este carácter
complementario. Las partes solicitarán esta prueba cuando estimen que es el medio que
convencerá mejor al juez de la realidad de los hechos alegados.
En la práctica, a causa de la resistencia judicial a practicar reconocimientos judiciales (algo
común con la anterior L.E.C. derogada y que continuará sucediendo con la nueva), se ha
venido produciendo la sustitución de dicho reconocimiento judicial por la prueba documental
preconstituida (por ejemplo, actas notariales acompañadas de fotografias). Dicha practica,
derivada como consecuencia de la negativa del juez a efectuar dichos reconocimientos,
supone el peligro de convertir en prueba tasada lo que sólo es una prueba de libre valoración,
pudiendo producir además indefensión al obtenerse unos resultados probatorios en los que no
ha podido intervenir la contraparte.
Aunque del contenido del art. 353 LEC se pudiera interpretar que este reconocimiento es
sólo ocular, ha de tenerse en cuenta que lógicamente el juez efectuará dicho reconocimiento a
través de todos los sentidos (ejemplo: apreciará malos olores, ruidos, etc.).
La prueba de reconocimiento judicial podrá practicarse fuera de la sede judicial y también,
cuando sea posible, dentro de ésta, siempre que la cosa o persona objeto de reconocimiento
pueda trasladarse o ser trasladada a dicha sede (por ejemplo, en los procesos de
incapacitación, el juez puede examinar al presunto incapaz en la sede judicial).

Al tener una naturaleza directa, el reconocimiento judicial no admite su práctica a


través del auxilio judicial. De esta forma, cuando dicho reconocimiento judicial deba de ser
efectuado por otro juez, a través de exhorto, dicha prueba pasará a tener un carácter indirecto,
de modo, que lo percibido por el juez auxiliar tendrá el mismo valor probatorio de lo
declarado por un testigo preferente o de gran solvencia moral.

2. LOS PODERES DEL JUEZ Y DE LAS PARTES EN EL RECONOCIMIENTO


JUDICIAL.
El reconocimiento judicial es una prueba que siempre se practicará a instancia de
parte (art. 353. 2 L.E.C.), no obstante, en su desarrollo y práctica el juez le podrá dar la
amplitud que considere necesaria.
De igual forma, el juez podrá disponer que se practique en un solo acto el reconocimiento
judicial y la prueba pericial que esté unida o que sea necesaria para la buena práctica del
reconocimiento, sobre un mismo lugar, objeto o persona (art. 356.1 L.E.C.). Igualmente,
podrá determinar que los testigos sean examinados a continuación del reconocimiento
judicial, cuando éste pueda quedar esclarecido por el testimonio de las personas, pudiendo, de
igual modo, ordenar que se practique el interrogatorio de la parte contraria (art. 357. 1 y
.2 L.E.C.).
El juez oirá, de oficio o a instancia de parte, las declaraciones que sobre el tema de
reconocimiento efectúen los técnicos que acompañen a las partes en el desarrollo del mismo.
Además de la dirección formal y material que, respecto a dicha prueba, corresponde al juez
éste podrá adoptar todas aquellas medidas que considere necesarias para hacer posible y
efectivo dicho reconocimiento judicial, incluido el ordenar la entrada en el lugar que deba
reconocerse o en el que se encuentre la persona o la cosa objeto de reconocimiento

3. LOS NOVEDOSOS MEDIOS DE PRUEBA


Se refiere a los “medios de reproducción de la palabra, el sonido y la imagen y de los
instumentos que permiten archivar y conocer datos relevantes para el proceso”. Todos
ellos habrán de ser aportados junto a los escritos de demanda y contestación. Pero estos
medios no serán valorados como los documentos, sino conforme a las reglas de la sana crítica.
Si la contraparte impuga la autenticidad y exactitud de esos medios, podrá proponer los
medios de prueba que considere pertinentes y útiles. Finalmente, el Secretario Judicial
levantará acta de estos medios de prueba aportados y de los propuestos para mejorar su
comprensión, con el fin de que se proceda a su correcta identificación y custodia.

4. LAS PRESUNCIONES JUDICIALES


Las presunciones judiciales también son llamadas prueba de indicios o conjeturas.
Están a caballo entre los medios de prueba y la valoración de éstos. Más que un medio de
prueba son una técnica para su valoración basada en la inducción de una determinada
afirmación fáctica de una serie de circunstancias llamadas “hecho admitido o probado”, sin
las cuales sería difícil, en más de una ocasión, resolver a favor o encontra del actor.
Debe haber dos requisitos: 1. que el hecho base esté “admitido o probado”, ya que de lo
contrario no habría indicio sino mera probabilidad o simple sospecha insuficiente como para
dar por probado el hecho presunto, y ello debe ser alegado por las partes en sus escritos; 2. “el
enlace ha de consistir en la conexión y congruencia entre ambos hechos, de suerte que la
realidad de uno conduzca al conocimiento del otro, por ser la relación entre ellos concordante
y no poder aplicarse a varias circunstancias”(art. 386.1).
Siempre es posible que cualquiera de las partes practique la prueba en contrario frente a la
posible formulación de una presunción judicial.

TEMA 25: LA AUDIENCIA PRINCIPAL

1. ACTOS PREPARATORIOS DE LA AUDIENCIA: APERTURA, PROPOSICIÓN,


ADMISIÓN DE PRUEBA Y SEÑALAMIENTO
1. LA APERTURA DEL PROCESO A PRUEBA
El art. 429.1 declara que “si no hubiese acuerdo de las partes para finalizar el litigio ni
existiera conformidad sobre los hechos, la audiencia proseguirá para la proposición y
admisión de la prueba”. Así, si existen hechos controvertidos el Juez no podrá dictar una
Sentencia inmediata y, por lo tanto, estará obligado a abrir de oficio el proceso a prueba,
hayan instado o no su apertura las partes procesales.
Esto supone un cambio con respecto a la anterior legislación. Las partes no son
enteramente dueñas de su ejecución, sino que le órgano judicial está obligado a descubrir la
relación jurídica material debatida.

2. LA PROPOSICIÓN DE PRUEBA
Cuando el Tribunal, a la vista de la proposición de los medios de prueba efectuada por las
partes por un lado y del tema de la prueba por otro lado, considere que existe algún hecho
controvertido con un vacío probatorio, lo indicará a las partes, señalando incluso el medio de
prueba que considera pertinente.
A) Las obligaciones de esclarecimiento y de indicación. Cuando a la vista de las
alegaciones de las partes y las solicitudes, que, en la comparecencia previa, han de efectuar de
la práctica de los distintos medios probatorios, considere el Tribunal que algún hecho
controvertido y relevante para fundar el fallo, no resultará, en la audiencia principal,
debidamente probado, indicará a la parte interesada el medio de prueba que debiera ejecutarse
en dicha audiencia. Así, de esta obligación de esclarecimiento surge la obligación de formular
indicaciones para el descubrimiento de la verdad material.
Hay que señalar que la iniciativa de la proposición de la prueba corresponde siempre a las
partes, que lo harán al término de la comparecencia previa, bien oralmente o por escrito. La
actividad del Tribunal en este sentido ha de ser supletoria o complementaria.
B) El principio de compensación y requisitos de la obligación de indicación. El principio
de compensación tiende a reequilibrar la desigualdad material de las partes en la esfera del
proceso (una de las partes adinerada buen Abogado). Parte en situación de relativa
indefensión ayudada por Tribunal, indicando a dicha parte el medio probatorio. Pero el
Tribunal ha de hacer simepre un uso moderado y prudente de esta facultad.
C) La negativa de parte y proposición de oficio. Tras señalar a la parte interesada el medio
de prueba cuya práctica considera oportuna y necesaria el Tribunal, dicha parte no está
obligada a secundarla. Pero aun “el Tribunal podrá acordar de oficio que se practiquen
determinadas pruebas”.

3. LA ADMISIÓN DE LA PRUEBA. RECURSOS


Para que un determinado medio probatorio sea admitido, han de concurrir los siguientes
requisitos: a) ha de recaer sobre un hecho controvertido; b) el medio probatorio ha de resultar
pertinente con el tema de la prueba; c) ha de resultar útil o necesario para acreditar dicho
acuerdo; y d) ha de ser lícita, tanto por su procedimiento de obtención como por su resultado.
Si se inadmitiera un determinado medio probatorio, dispone el art. 285.2 que “sólo cabrá
recurso de reposición, que se sustanciará y rsolverá en el acto”.
4. EL SEÑALAMIENTO A JUICIO ORAL Y SUS ACTOS PREPARATORIOS
Tras admitir la prueba tan sólo resta señalar el día de celebración de la audiencia principal,
la cual ha de efectuarse en el plazo de un mes, y no menos de de diez días.
El señalamiento, que habrá de efectuarse mediante providencia, determinará el día y la
hora en el que deben comenzar el juicio oral. Si hacen falta varias sesiones, se celebrarán en
días contiguos.
Junto al señalamiento hay una serie de actos preparatorios de la audiencia principal:
A) La práctica del juicio en sede distinta a la del Juzgado. El plazo serán dos meses.
Requisitos: 1. Que la petición de este plazo extraordinario se efectúe a instancia de parte; 2.
Que este plazo extraordinario se justifique por la necesidad de tener que efectuar la totalidad o
una gran parte de las diligencias probatorias fuera del local en donde el Juzgado de primera
instancia tuviere su sede. Esto ocurre en el caso del reconocimiento judicial. Estas pruebas
han de practicarse antes del acto de la ausdiencia principal, notificándolo con, al menos, cinco
días de antelación a las partes el lugar, día y hora de su celebración.
B) La prueba anticipada. Con anterioridad al señalamiento del juicio han de realizarse las
pruebas “que no hayan de practicarse en el acto del juicio”. Y éstas son los actos de prueba
anticipada y los de aseguramiento de la prueba, que por su fugacidad es necesario custodiar.
C) Las citaciones. 1. Partes. “No será necesario citar para juicio a las partes que, por sí o
por medio de su Procurador, hayan comparecido a la audiencia previa”. En dicha citación el
Tribunal apercibirá a la parte que, en caso de incomparecencia el día del señalamiento del
juicio, podrá sancionar el incumplimiento de esta obligación mediante la “ficta confessio”.
2. Testigos. Las partes habrán de determinar la relación de testigos que han de ser examinados
por el Tribunal en la audiencia principal, indicando cuáles serán por ellas presentadas al juicio
y cuáles deban ser citados por el Tribunal. 3. Peritos. Con la nueva LEC tienen las partes la
carga de aportar los dictámenes periciales por escrito en su demanda y contestación. También,
si lo estimaran conveniente, deben proponer la designación judicial del perito. Pero con
independencia de esta prueba pericial escrita, pueden las partes porponer que los peritos
presten su informe verbalmente en el juicio oral. Si la pertinencia de una prueba pericial
surgiera con ocasión de la contestación a la demanda o de las alegaciones complementarias
efectuadas en la comparecencia previa, pueden las partes instar el informe oral del perito,
siempre y cuando realicen dicha manifestación con cinco días de antelación a la celebración
del jucio oral.

5. NUEVO SEÑALAMIENTO
Si cualquiera de los que hubieren de acudir al acto del juicio no pudieran asistir a éste por
causa de fuerza mayor u otro motivo de análoga entidad podrá solicitar nuevo señalamiento
a juicio. Esta facultad es para todos los intervinientes en la prueba y no sólo las partes.

2. LA AUDIENCIA PRINCIPAL
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
Se entiende por audiencia principal o juicio la fase del juicio ordinario, informada por los
principios de oralidad, inmediación, publicidad y concentración de la prueba, en la que las
partes ejecutan los distintos medios probatorios, que han sido previamnete admitidos por el
Tribunal, y formulan oralmente sus conclusiones.
La finalidad de dicha audiencia, legalmente denominada juicio, es, por un lado, mediante
la práctica de los distintos medios de prueba, adverar los fundamentos de hecho de la
pretensión, y por otro, a través del trámite de conclusiones, las partes ponen de manifiesto al
Tribunal el resultado probatorio y a evidenciarle acerca de la fundamentación de sus
respectivas pretensiones y defensas.

2. ACTOS PREVIOS AL JUICIO


El juicio comienza con la práctica de los diversos medios probatorios. Pero con
anterioridad a ésta, puede suceder que haya de incorporarse algún hecho de nueva noticia o
deban las partes pronunciarse sobre la licitud de algún medio de prueba. Entonces, “se
procederá a oír a las partes y a la proposición y admisión de pruebas”.
A) La complementación de las alegaciones fácticas. Los hechos nuevos y los de nueva
noticia deben ser incorporados a través de las alegaciones complementarias en la
comparecencia previa o mediante el escrito de ampliación contemplado en el art. 286. Una
vez alegados tales hechos, debe el Juez conceder la palabra a la parte contraria a fin de que
informe sobre su pertinencia y eventual indefensión, la cual podría incluso instar la
suspensión del juicio si necesitara un tiempo superior para preparar su defensa frente a éstos.
El Tribunal puede rechazar por improcedente la entrada de ese nuevo hecho al proceso e
incluso imponer una multa al proponente si apreciara mala fe o ánimo dilatorio.
B) La prueba prohibida. Si alguna de las partes alegare la inconstitucionalidad de algún
medio de prueba válidamente admitido habrá de pronunciarse sobre esa cuestión. Si se
evidencia la violación de algún dº fundamental, el Tribunal ordenará su exclusión de la
práctica de la prueba. Si tuviera dudas dispondrá la dmisión o ejecución del medio probatorio,
sin perjuicio de que posteriormente no tome en cuenta su resultado para fundar la Sentencia.

3. LA PRÁCTICA DE LA PRUEBA
En la ejecución de la prueba se ha tener en cuenta lo dispuesto en la LEC. En la audiencia
principal habrán de practicarse todos y cada uno de los medios de prueba previstos
(declaración de las partes, testifical, informe oral pericial, reconocimiento judicial y
reproducción de palabra, imagen y sonido).
Aunque en la ejecución de la prueba rija el principio de aportación de las partes, el
Tribunal tiene la obligación de obtener la complitud del material probatorio a fin de descubrir
la verdad material, por lo que las facultades de investigación son notables.
El orden de práctica de tales medios de prueba es: 1. interrogatorio de las partes; 2. el de
los testigos; 3. las declaraciones de peritos cuando proceda; 4. reconocimiento judicial; 5.
reproducción de imagen y sonido.
A) Prueba documental. Generalmente la prueba documental ha de aportarse junto con la
demanda y la contestación. Pero hay que excluir los documentos contemplados en el art. 270
(documentos nuevos, desconocidos o de imposible obtención) que pueden aportarse a la vista,
si bien el Tribunal ha de conceder la palabra a la parte contraria para que se pronuncie.
B) Declaración de las partes. La audiencia principal deberá empezar con el interrogatorio de
las partes. Para ello las preguntas se formularán, sobre los hechos controvertidos, en sentido
afirmativo, con claridad, precisión y sin contener juicios de valor. Las respuestas serán
afirmativas, pero la parte podrá efectuar las aclaraciones que estime pertinentes. Finalizado el
interrogatorio de la parte que propuso la declaración, la parte contraria formulará el suyo.
C) Interrogatorio de testigos. Se llevará a cabo a continuación. Tras prestar juramento, el
Tribunal formulará al testigo las “preguntas generales de la Ley” y después se dará paso al
interrogatorio por la parte que hubiere propuesto este medio y posteriormente por la contraria.
Puede el Tribunal disponer un careo o confrontación de declaraciones entre testigos y partes.
D) Dictamen oral de peritos. Tras la prueba testifical, ha de realizarse la pericial judicial en
los supuestos excepcionales que contempla la LEC. Los peritos desigandos por el Tribunal
emiten su dictamen por escrito, pero si es solicitada alguna aclaración la harán verbalmente en
la audiencia principal.
E) El reconocimiento judicial. El art. 309.4 condiciona la práctica de este medio probatorio
a que “no se haya de llevar a cabo fuera de la sede del Tribunal”. Por ello, el objeto de dicho
reconocimiento ha de reconducirse al de las cosas muebles que puedan trasladarse a la sala de
la audiencia o al “reconocimiento de personas”. Su resultado habrá de documentarse mediante
acta del Secretario y grabación en DVD.
F) La reproducción de la imagen y el sonido. El art.431 autoriza a las partes a practicar el
medio probatorio consistente en la “reproducción de palabras, imágenes y sonidos”, mediante
instrumentos de grabación, filmación y semejantes, levantando el Secretario la pertinente acta.

4. LAS CONCLUSIONES, INFORMES Y PLANTEAMIENTO DE LA “TESIS”


A) Conclusiones. El art. 433.2 dispone que “practicadas las pruebas, las partes formularán
oralmente sus conclusiones sobre los hechos controvertidos, exponiendo de forma ordenada,
clara y concisa, si, a su juicio, los hechos relevantes han sido o deben considerarse amitidosy,
en su caso, probados o inciertos”. El Tribunal primero concederá la palabra al actor y después
al demandado a fin de que expongan oralmente sus conclusiones. En éstas no pueden
introducir nuevos hechos al proceso, sino tan sólo contrastar los expuestos en los escritos de
demanda y contestación con el resultado probatorio en punto a obtener la convicción del
Tribunal sobre la veracidad de los hechos en los que las partes fundamentan sus pretensiones.
B) Informes jurídicos. Art. 433, “expuestas sus conclusiones sobre los hechos
controvertidos, cada parte podrá informar sobre los argumentos jurídicos e que se apoyen sus
pretensiones, que no podrán ser alteradas en ese momento”. Tales argumentos jurídicos
pueden ser los aducidos en los escritos de demanda y contestación o pueden ser otros, pero
siempre y cuando no alteren la pretensión, lo que ocurriría si se alterara la “causa de pedir”.
C) Planteamiento de la tesis. Art. 433.4: “si el Tribunal no se considerase suficientemente
ilustrado sobre el caso con las conclusiones e informes previstos en los apartados anteriores,
podrá conceder a las partes la palabra cuantas veces estime necesario para que informen sobre
las cuestiones que les indique”. Al regir al teoría de la sustanciación de la demanda, el
Tribunal es dueño de solucionar al conflicto mediante la aplicación del Dº objetivo, invocado
por las partes, o de reflejar en la Sentencia otras normas aplicables, sin tener necesariamente
que utilizar la tesis, como ocurre en el proceso contencioso-administrativo y en el penal. Por
ello, el art. 433.4 utiliza la fórmula potestativa “podrá conceder”.
TEMA 26: LAS DILIGENCIAS FINALES DEL JUICIO ORDINARIO

1. LAS DILIGENCIAS FINALES COMO FIGURA DISTINTIVA DE LAS


DEROGADAS DILIGENCIAS PARA MEJOR PROVEER
En el proceso civil, basado en los principios de oralidad, inmediación, publicidad y en un
mayor equilibrio del principio de aportación de pruebas, la función del juez ya no consiste
sólo en dictar sentencia, sino también en ordenar materialmente el proceso y, sobre todo, en
descubrir la verdad material. Un proceso así no necesita de las diligencias para mejor proveeer
ya que el Juez no esperará hasta la úlitma fase procesal para interesarse por descubrir la
verdad material y acordad nuevos medios de prueba, cuando puede y debe hacerlo durante el
procedimiento probatorio.

2. CONCEPTO
Art. 435: “Sólo a instancia de parte podrá el Tribunal acordar, mediante auto, como
diligencias finales, la práctica de actuaciones de prueba”. También, excepcionalmente, puede
el órgano judicial acordar, de oficio, diligencias de prueba, durante la fase de sentencia en el
juicio ordinario.

3. ORDENACIÓN LEGAL: LA INAPLICACIÓN DE LAS DILIGENCIAS FINALES A


OTROS PROCESOS
La ley procesal civil de 2000 regula las diligencias finales en la fase de la sentencia de los
juicios ordinarios, perteneciendo en exclusiva a este tipo de procesos.

1. LAS DILIGENCIAS FINALES Y EL JUICIO VERBAL


En el estudio del juicio verbal, el legislador inaplica las diligencias finales a éste. Quizá el
motivo se encuentre en que las materias y cuantía de las que conoce el juicio verbal son de
menor entidad que las del ordinario, de ahí la conveniencia de “acudir a la máxima
concentración de actos para asuntos litigiosos desprovistos de complejidad o que reclamen
una tutela con singular rapidez. En otros casos, la opción legislativa es el juicio ordinario”.

2. LAS DILIGENCIAS FINALES EN LOS PROCESOS ESPECIALES Y EN EL


RECURSO DE APELACIÓN
La aplicación de las diligencias finales queda excluida de los procesos especiales y del
recurso de apelación por el equilibrio entre los principios de aportación y de investigación, en
un caso, y la tramitación procedimental a través del juicio verbal en el otro.

4. FINALIDAD
1. DILIGENCIAS FINALES A INSTANCIA DE PARTE
Tienen un triple propósito: 1. practicar aquellos medios de prueba que no llegaron a
realizarse durante el procedimeinto probatorio; 2. permitir al órgano jurisdiccional un
mejor conocimiento sobre la verdad de los hechos nuevos cuya realidad es discutida por la
contraparte; 3. permitir la repetición de los medios de prueba practicados por las partes “si los
actos de prueba anteriores no hubieran resultado conducentes a causa de circunstancias ya
desaparecidas e independientes de la voluntad y diligencia de las partes”.

2. DILIGENCIAS FINALES ACORDADAS DE OFICIO


Esta actividad está dirigida a “adquirir certeza” sobre los hechos relevantes introducidos
por las partes en el momento procesalmente oportuno, que han sido ya objeto de actividad
porbatoria pero con resultados infructuosos debido a causas inimputables a la parte que
propuso y practicó la prueba y, además, siempre que tales impedimentos hayan desaparecido.
La prueba de oficio trata de aportar elementos relevantes para la correcta valoración de los
medios probatorios “practicados por las partes” con resultados insatisfactorios.

5. CARACTERES
1. LAS DILIGENCIAS FINALES COMO POSIBILIDAD PROCESAL O COMO
DERECHO DE LAS PARTES
Las diligencias finales, al versar sobre medios de prueba no practicados por causas ajenas a
la parte que los hubiese propuesto o sobre hechos nuevos controvertidos y, por tanto, sobre
nuevas cuestiones probatorias que pueden resultar fundamentales para la suerte del litigio,
afectan al “derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa”, teniendo,
pues, naturaleza de “derecho procesal” de rango fundamental de las partes. Dado el caracter
de derecho procesal a la prueba, el órgano jurisdiccional viene obligado a acordar su práctica
siempre que las partes las soliciten y siendo recurrible en reposición el auto dictado.

2. LAS DILIGENCIAS FINALES COMO PRESUPUESTO PROCESAL DE LA


SOLICITUD PROBATORIA EN EL RECURSO DE APELACIÓN CONTRA
SENTENCIAS DCITADAS EN EL JUICIO ORDINARIO
El apelante que solicita la práctica de medios de prueba que no se han llevado a cabo en la
primera instancia tiene la carga procesal de acreditar su diligencia probatoria consistente en
haber realizado ya esa petición en el trámite de diligencias finales. Sobre el recurrente recae el
onus probandi de acreditar que el hecho nuevo que propone como objeto de prueba en la
apelación, de haber acontecido antes del plazo para dictar sentencia en la primera instancia, ya
fue propuesto como tema de la prueba en el trámite de diligencias finales. En ambos casos
resulta necesario haber recurrido en reposición el auto denenagtorio de la petición de esas
diligencias.

3. COMPLEMENTARIEDAD Y EXCEPCIONALIDAD DE LA PRUEBA EX OFFICIO


El art. 435.2 indica que las diligencias finales instadas de oficio han de ser
excepcionales, complementarias de la actividad probatoria realizada a instancia de parte, y
útiles para conseguir despejar las dudas acerca de la valoración como cierto o falso del
hecho objeto de prueba por las partes.
Se ordena motivar detalladamente la utilidad de la prueba de oficio en el correspondiente
auto, evitando así una excesiva intervención del Tribunal.

6. PROCEDIMIENTO
1. SOLICITUD
Las partes sólo pueden solicitar las diligencias finales dentro del plazo para dictar
sentencia en el juicio ordinario, es decir, en los veinte días siguientes a la terminación del
juicio oral. El contenido del escrito deberá amoldarse a lo dispuesto en el art. 435 LEC,
recordando la prohibición de solicitar diligencias finales respecto de pruebas que no se han
propuesto en tiempo y forma por culpa de la parte interesada.

2. RESOLUCIÓN
Las diligencias finales se acuerdan mediante auto. Por ello, son siempre motivadas y
“contendrán los antecedentes de hecho y los fundamentos de derecho en los que se base la
subsiguiente parte dispositiva”. Si el órgano judicial incumple su obligación de motivar el
auto de forma detallada, adolecerá de un defecto de forma y podrá ser recurrido en reposición
por la parte que se considere agraviada.

3. PRÁCTICA
El art. 436 dispone, por un lado, que las diligencias finales se practicarán “en la forma
establecida en esta ley para las pruebas de su clase”, y, por otro, fija el plazo preclusivo para
su práctica en 20 días.
Una vez practicados los medios de prueba admitidos por el juez, o precluido el citado
plazo, las partes todavía disponen de cinco días para presentar un “escrito en que resuman y
valoren el resultado”. Tras ello, el Tribunal dictará sentencia en el plazo de veinte días.
TEMA 27: LA SENTENCIA
1. LAS CLASES
La sentencia es un acto del Juez que supone una declaración de voluntad del Estado, en
que se afirma existente o inexistente el efecto jurídico pedido en la demanda. Es así un
mecanismo de aplicación del Derecho.
La sentencia es un acto de voluntad, pero a la vez es un acto de pensamiento que proviene
del propio juez. De este modo, cualquier estudio que se desee efectuar de la sentencia ha de
enfrentarse con esta dualidad, es decir, el que la sentencia sea un acto de voluntad e
igualmente de pensamiento.
En relación con ello, la doctrina tradicional se ha venido planteando si el mandato de la
sentencia responde a la voluntad del Estado manifestada en aquélla, o si se refiere a la
voluntad de la ley. Cuando se afirma que la única orden de validez proviene de la ley se está
afirmando que ésta es la única sujeción del juez o que la ley es precisamente el producto o
efecto de la sentencia, se está acertando en lo dicho, pero también es cierto que ni la ley ni la
sentencia no tendrían validez sino no fueran un acto del Estado, derivándose por tanto de él la
fuerza y la voluntad de aplicación correcta. En cualquier caso, la característica que diferencia
la sentencia de cualquier otro acto u operación es la fuerza de cosajuzgada, y la fuerza
ejecutiva, que determinan claramente el ámbito jurisdiccional de los poderes estatales.

2. CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DE LA SENTENCIA.


El fallo de la sentencia está condicionado, tanto en su estructura como en su contenido,
por la demanda y por el proceso. Es decir, es la propia sentencia la que viene determinada
por la demanda y contestación, pues el juez debe de dar respuesta en ella a las pretensiones
formuladas por las partes. Es el conocido principio de correlación de la sentencia con la
demanda, inseparable también del principio de congruencia, y distinto cuando no autónomo
del principio de disposición.
Como así determina el art. 218. 1 LEC, las sentencias deben ser claras, precisas y
congruentes con las demandas y con las demás pretensiones de las partes deducidas
oportunamente en el pleito. Harán las declaraciones que aquéllas exijan, condenando o
absolviendo al demandado y decidiendo todos los puntos litigiosos que hayan sido objeto del
debate. El tribunal, sin apartarse de la causa de pedir acuediendo a fundamentos de hecho o de
Derecho distintos de los que las partes hayan querido hacer valer, resolverá conforme a las
normas aplicables al caso, aunque no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por los
litigantes.”
De este modo la congruencia, la precisión y la claridad son las características internas y
esenciales que la ley impone a la sentencia. Ello es lógico, pues una sentencia que no fuera
precisa o clara podría determinar una situación de incertidumbre y de inseguridad jurídica que
podría suponer una violación al derecho a la tutelajudicial efectiva. Es por ello, por lo que la
sentencia no puede contener pronunciamientos contradictorios.
Por otro lado, la congruencia que es la necesidad de que el órgano judicial resuelva sólo
sobre lo pedido y sobre todo lo pedido se fundamenta en en dos principios:
- El principio de la demanda, garantía del principio de la imparcialidad y del derecho
constitucional de defensa: El fallo de la sentencia está condicionado por las pretensiones de
las partes, por lo que una sentencia que resolvería más allá de las pretensiones ejercitadas
atentaría contra dicho principio.
- La prohibición “non liquet’, que garantiza el derecho a la tutela efectiva: y que
determina que el Juez debe necesariamente resolver sobre todas, las pretensiones ejercitadas.
Aquella sentencia que no resolviera todas las pretensiones (denominada por el T.C. como
incongruentia ex silentio”) atentaría contra dicha prohibición y al derecho a la tutela judicial
efectiva. En este sentido el art. 218. 1 L.E.C. establece que la sentencia decidirá todos los
puntos litigiosos que hayan sido objeto de debate, atendiéndose para ello a los fundamentos de
hecho y de derecho que hayan sido alegados por las partes.
No obstante lo expuesto, la congruencia no queda afectada por el hecho de que el juez no
se atenga a su sentencia a los fundamentos legales alegados por las partes, pues estos no
forman parte de la pretensión. Es, decir, el juez resolverá conforme a las normas aplicables al
caso, aunque las partes no las hayan alegado o citado correctamente. Estamos ante el
importante principio iura novit curia.
La sentencia puede ser estimatoria, cuando condena al demandado o desestimatoria,
cuando lo absuelve. El artículo 218 L.E.C. utiliza el término condena, que ha de ser
entendido en un sentido genérico, pues no siempre la sentencia condena al demandado, puede
por ejemplo declarar inexistentes las relaciones jurídicas o negar el derecho al cambio o a la
extinción de una situación jurídica.
De lo expuesto en el art. 206. 2 L.E.C. y en el art. 245 L.O.P.J. se deriva que sólo revisten
la forma de sentencia aquellas resoluciones que están destinadas a decidir definitivamente la
pretensión planteada en el pleito (ya sea en primera instancia o en recursos, ordinarios o
extraordinarios). De este modo, se acaba con la confusión existente con la anterior L.E.C. que
permitía que se dictaran sentencias para resolver cuestiones que eran absolutamente
procesales.

3. CLASES.
Los arts. 207 LEC y 245 LOPJ distinguen entre:
- Sentencias definitivas, que resuelven las cuestiones planteadas en la instancia o en el
recurso, siendo definitivas porque cierran específicamente la cuestión en la instancia o en
el recurso;
- Sentencias firmes, contra las que no cabe recurso alguno, ya sea porque no está previsto
en la ley o porque, aun estando previsto, el mismo no se ha interpuesto en el tiempo adecuado.
Sentencia firme, para la ley, es así similar a preclusión de los medios normales o
extraordinarios de impugnación o recurso. Desde otro punto de vista, sentencia firme es
aquella que pasa en autoridad de cosajuzgada.
Según sea la finalidad de la función jurisdiccional (art. 117 C.E) se distingue entre:
- Sentencias declarativas, que consiguen por sí mismas la certeza y seguridad. En ella
sólo existe un juicio lógico.
- Sentencias de condena, que son aquellas que contienen además una conminatoria a
realizar una determinada actividad que permite posteriormente la ejecución. Es decir,
además del juicio lógico se añade el apercibimiento de realización de una determinada
actividad. En función de dicha diferencia, el art. 219 L.E.C. obliga al juez a fijar en la
sentencia la cantidad que ha de ser satisfecha en el caso de condena, o, en su caso, a que
determine las bases con las que, en fase de ejecución y mediante simples operaciones
aritméticas, se pueda obtener la determinación de dicha cuantía. Ello determina que toda
sentencia de condena ha de incluir en el fallo la cantidad de dinero o cosas que, de forma
voluntaria o en trámite de ejecución, ha de satisfacer el condenado.
El art. 220 L.E.C., precepto regulador de las Condenas de futuro, permite que. cuando se
reclame el pago de intereses o de prestaciones periódicas, se pueda incluir en la sentencia la
condena a satisfacer aquellos intereses o prestaciones que se devenguen con posterioridad al
momento en que la misma se dicte.
En función del tipo de acción estimada, puede hablarse de sentencias declarativas o
constitutivas, o ejecutivas o cautelares.

4.FORMACIÓN INTERNA DE LA SENTENCIA: LA GÉNESIS LÓGICA DE


LA SENTENCIA.
Internamente, la sentencia es un juicio lógico que responde a la estructura de un silogismo.

Como así se deriva de los arts. 120. 3 C.E. y 2 18.2 L.E.C., los jueces tienen la obligación de
motivar las sentencias pues lo contrario supondría indefensión siendo, además, fundamental
el principio del sometimiento del Juez a la ley (art. 117. 3 C.E.), lo que determina que cuando
el juez juzga se efectúa un acto de pensamiento previo que es un juicio lógico jurídico.
En este sentido, el Tribunal constitucional ha considerado que el derecho a obtener una
sentencia de fondo fundada en derecho es una parte integrante del derecho a la tutela judicial,
de modo, que las sentencias arbitrarias, irrazonables o irrazonadas vulneran ese derecho.
Esta postura ha sido contestada por el movimiento jurídico realista norteamericano, que no
considera que la sentencia sea un silogismo, sino que entienden que la misma responde a una
corazonada o presentimiento del Juez.
La sentencia es aplicación del derecho, lo que determina que se haya de subsumir un hecho
en la norma jurídica correspondiente, de manera que se produzca una determinada
consecuencia jurídica.
En primer lugar, el Juez debe determinar si en el ordenamiento jurídico existe una norma
que permita la consecuencia jurídica solicitada en el proceso, dado un supuesto de hecho
concreto.
La norma jurídica siempre está compuesta de un supuesto de hecho y de una consecuencia
jurídica, y se trata de determinar si la norma alegada en el proceso (entendida como supuesto
de hecho más consecuenciajurídica) existe como exigida en la realidad, lo que supondrá una
doble operación mental de averiguación. Así, por ejemplo, si el actor pide la prisión por
deudas civiles, el juez no ha de empezar a averiguar la existencia de los hechos sino que
previamente ha de determinar si en el ordenamiento jurídico existe una norma que, dado ese
supuesto de hecho, permite esa consecuencia jurídica. Como indica la doctrina el
razonamiento lógico del juez no puede empezar por el hecho, lo que determina que el juez
esté condicionado en un doble sentido:
- No podrá desligar la consecuencia jurídica pedida del supuesto de hecho que la produce, ya
que el juez sólo puede aplicar el derecho que se le pide no aquel que tiene por conveniente
(principio de acción o de rogación).
- El juez queda, de igual forma, limitado por el propio campo de su jurisdicción (principio
iura novit curia), de modo que si el derecho que se pide no pertenece a su ámbito
jurisdiccional el juez no tiene la obligación de conocerlo, debiendo, para ello de efectuar una
operación lógica (de manera similar a como determina la existencia de los hechos).
En otros supuestos, el efecto jurídico solicitado no se deriva de una norma sino que el
mismo viene determinado por la voluntad de las partes en un negocio jurídico (por ejemplo en
un contrato, testamento,...). En este caso, el juez deberá de interpretar la voluntad de las
partes, determinar aquello que los particulares quisieron decir y averiguar, al mismo tiempo, si
ese efecto jurídico es contrario o no al Ordenamiento jurídico.
En otras ocasiones la norma aplicable al supuesto de hecho no contempla un efecto jurídico
determinado, de modo, que será el juez quien deba de fijarlo atendiendo abs criterios de
equidad, conveniencia y oportunidad. Para ello, efectuará un razonamiento complementario
por el que determinará si el efecto jurídico solicitado se ajusta a dichos criterios.
Determinada la existencia de la norma jurídica que contiene como consecuenciajurídica lo
pedido en la demanda, el Juez deberá de establecer si los hechos concretos que se le presentan
se ajustan al supuesto de hecho descrito por la normajurídica de aplicación. Es por ello, por lo
que se afirma que el juez no puede desligar la consecuenciajurídica solicitada del supuesto de
hecho que la produce, el cual ha de coincidir necesariamente con los hechos que se aportan al
proceso.
La vigencia del principio de aportación de parte en el proceso civil implica que estos
hechos que se concretan sólo pueden ser aquéllos que han sido aportados por las partes. Ello
determina que el juez venga limitado, no solo, por la consecuencia jundica pedida, sino por
los hechos aportados por las partes.
Como se ha indicado, el Juez subsume los hechos concretos en el supuesto de hecho de la
norma que aplica. No obstante, dicha subsunción no es una tarea fácil pues en muchos casos
el supuesto de hecho de la norma está compuesto también por conceptos jurídicos, lo que
supondrá que el Juez haya de realizar operaciones lógicas para determinar si el concepto
jurídico existe en la alegación, aun cuando sea ésta una operación que irá muy ligada a la
averiguación de si en realidad se ha dado el supuesto de hecho.
En muchas ocasiones, el supuesto de hecho tiene como complemento una relación jurídica,
siendo entonces necesario que el Juez, mediante operaciones lógicas, determine si la misma
existe y aparece en las alegaciones de las partes. Dicha operación es siempre anterior a la
valoración de la prueba.
En nuestra ley, la sentencia no se configura como una corazonada o una premonición,
sino como un juicio lógico que se obtiene por el Juez aplicando criterios lógicos racionales y
estando fundada en las normas jurídicas de acuerdo con las peticiones de las partes.

5. ESTRUCTURA EXTERNA DE LA SENTENCIA.


El art.248.3 LOPJ dispone que las sentencias se formularán expresando, tras un
encabezamiento, en párrafos separados y numerados, los antecedentes de hecho, hechos
probados en su caso, los fundamentos de derecho y, por último, el fallo. Serán firmadas por
el Juez, Magistrado o Magistrados que las dicten. Dicha norma ha sido desarrollada por los
arts. 209 y 218.2 delaL.E.C..
En base a los mismos, el encabezamiento de la sentencia expresará el lugar, la fecha y el
nombre del Juez o el Tribunal que la pronuncie; los nombres, domicilios y profesiones de las
partes y el carácter con el que litiguen; los nombres de los Abogados y Procuradores de las
partes; y la acción ejercitada en el proceso o el objeto del pleito.
Por otro lado, el art. 209. 2 L.E.C. establece que en los antecedentes de hecho se
consignarán, con claridad y la concisión posibles y en páifafos separados y numerados, las
pretensiones de las partes o interesados, los hechos en que las funden, que hubieran sido
alegados oportunamente y tengan relación con las cuestiones que hayan de resolverse, las
pruebas que se hubiesen propuesto y practicado y los hechos probados en su caso”. De este
modo, en dichos antecedentes de hecho no solo se expresarán los pasos efectuados en el
proceso sino, de modo fundamental, el supuesto fáctico que ha conformado el objeto del
proceso, debiendo el juez de indicar que hechos tiene como probados así como las razones
que le han llevado a dicha valoración (obligación de motivación de las sentencias, art.102.3
CE).
La posibilidad de realizar una valoración conjunta, como así afirma la doctrina, implica
una falta de motivación de la sentencia, por cuanto dicha valoración conjunta permite al Juez
no concretar los motivos que le han llevado a valorar unos hechos como ciertos.
Respecto a los “fundamentos de derecho’, en ellos “se expresarán, en párrafos separados y
numerados, los puntos de hecho y de derecho fijados por las partes y los que ofrezcan las
cuestiones controvertidas, dando las razones y fundamentos legales del fallo que haya de
dictarse, con expresión concreta de las normas jurídicas aplicables al caso” (art. 209. 2
L.E.C.). Es decir, en ellos se ha de motivar la razón de la aplicación de unas determinadas
normas así como los motivos por los que los hechos probados son un supuesto concreto del
supuesto de hecho abstracto de la norma que se aplica, lo que determina que en la sentencia se
han de recoger las razones y fundamentos legales del fallo, con expresión concreto de las
normas jurídicas de aplicación.
En cuanto al ‘fallo’, (que deberá de ajustarse a lo establecido en los arts. 216 L.E.C. y
siguientes), deberá de exponer aquellos pronunciamientos que sean necesarios para decidir
todas las pretensiones que hayan sido ejercitadas por las partes, entrando en todas y cada una
de ellas. De este modo, una sentencia en la que se condene a entregar una cantidad de dinero,
cosas o servicios, deberá de indicar la cifra exacta en que la misma se concrete.

3. REQUISITOS MATERIALES O INTERNOS


1. LA OBLIGACIÓN JUDICIAL DE MOTIVACIÓN
La obligación procesal de motivación de la Sentencia es una exigencia constitucional
derivada del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. Por ello, el art. 218.2 LEC
dispone que “las sentencias se motivarán expresando los razonamientos fácticos y jurídicos
que conducen a la apreciación y valoración de las pruebas, así como a la apilicación e
interpretación del dercho. La motivación deberá incidir en los distintos elementos fácticos y
jurídicos del pleito, considerados individualmente y en conjunto, ajustándose siempre a las
reglas de la lógica y de la razón”.

2. LA CONGRUENCIA
A) Concepto y fundamento. La sentencia ha de adecuarse a las pretensiones de las partes,
sin que pueda el Tribunal otorgar más de lo pedido por el actor, menos de lo resisitido por el
demandante, ni fundar la Sentencia en causas de pedir distintas la las que se han erigido en el
objeto del proceso.
La congruencia es una obligación constitucional que surge como consecuencia del
ejercicio del derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE. Pero también encuentra su
fundamento en la manifestación del principio dispositivo o prohibición de que “ne eat iudex
ultra petita partium”. Las partes son dueñas, no sólo de acudir o no al proceso, sino también
les asiste el derecho a recibir, en la Sentencia, una respuesta congruente con sus pretensiones.
B) Clases.
“Ultra petitum”. La incongruencia “ultra petita partium” surge cuando la Sentencia otorga
más cuantitativamente de lo pedido por el actor o el demandado reconviniente.
“Infra” o “citra petitum”. La incongruencia “infra petitum” sucede cuando la Sentencia
otroga menos de lo resistido por el demandado. No hay incongruencia cuando el demandado
niega la totalidad de la pretensión y el Tribunal otorga menos de lo solicitado por el actor.
“Extra petitum”. Existe incongruencia “extra petitum” cuando el Tribunal otorga cosa
distinta a la solicitada por las partes, es decir, resuelve algo que no se coresponde con las
pretensiones deducidas por las partes.
La incongruencia omisiva y la obligación de exhaustividad de las Sentencias. La primera
puede ocurrir cuando la sentencia omita alguna petición o algún elemento esencial de la
pretensión. Pero realmente no se trata de un supuesto de incongruencia, sino de
incumplimiento de la obligación de exhaustividad de la Sentencia. Para considerar que ha
tenido lugar una respuesta tácita a las pretensiones deducidas en juicio, y no una omisión, es
necesario que del conjunto de los razonamientos contenidos en la resolución judicial quepa
deducir razonablemente no sólo que el órgano jurisdiccional ha valorado la pretensión
formulada, sino también la “ratio decidendi” o la razón que se erige en causa de la respuesta
tácita.
C) Requisitos.
Subjetivos. Para que prospere la alegación de la incongruencia en casación es necesario que
el recurrente ostente, de un lado, legitimación y, de otro, que haya dado ocasión, mediante la
oportuna protesta, al órgano judicial de instancia a resatblecer dicho vicio de la sentencia.
Objetivos. Ocasiona el vicio de incongruencia la omisión de respuesta a las peticiones
contenidas en el suplico de la demanda y la contestación, pues la congruencia ha de
entenderse como correlación, de un lado, entre el “petitum” de la pretensión y, de otro, el
fallo.

4. TRATAMIENTO PROCESAL: EL “RECURSO DE ACLARACIÓN”


1. VICIOS FORMALES O EXTERNOS
Los vicios externos de la Sentencia pueden y deben ser corregidos a través del denominado
“recurso de aclaración de sentencias”. Si no prosperara dicha aclaración, que puede instarse
por las partes o ser declarada de oficio por el Tribunal en el plazo de dos días contados a partir
de su publicación, la parte gravada habrá de obtener su subsananción mediante el ejercicio de
los recursos, cuyos plazos empezarán a correr desde la notificación de la resolución sobre la
aclaración.
De dicha regla hay que exceptuar los “errores materiales y aritméticos”, los cuales pueden
ser corregidos en cualquier estadio del procedimiento.

2. VICIOS INTERNOS
La vía aclaratoria es inadecuada para anular y sustituir una resolución judicial por otra de
fallo contrario, salvo que el error material consista en “un mero desajuste o contradicción
patente e independiente de cualquier juicio valorativo, entre la doctrina establecida en los
fundamentos jurídicos y el fallo de la resolución judicial”.
Por la vía de aclaración no se puede, ni modificar el “petitum”, ni su “causa petendi”, es
decir, los hechos probados y los Fundamentos Jurídicos que lo fundamentan, sin perjuicio de
que pueda subsanarse la incongruencia omisiva, no causante de indefensión, y adicionar o
modificar aquellos elementos de la Sentencia que, sin afectar a su “ratio decidendi”, no
entrañen una mutación del fallo.
Si no fuera procedente el recurso de aclaración, podrá el recurrente acudir a la vía de los
recursos, como el de casación, a través de la modalidad de “infracción procesal”.
TEMA 28 LA COSA JUZGADA

La cosa juzgada
La cosa juzgada formal y material
COSA JUZGADA FORMAL = Sería mejor llamarla preclusión, pues indica la imposibilidad de
recurrir o impugnar una sentencia cuando han transcurrido los plazos establecidos en la ley
para ello; el efecto típico de la preclusión es la firmeza.
COSA JUZGADA MATERIAL = Es el efecto procesal de las sentencias que determina la
invariabilidad de la misma y su permanencia en el tiempo (en adelante, cosa juzgada).
La unión que existe entre ambas “cosas juzgadas” se reduce a que sólo las sentencias que son
firmes producen la eficacia de cosa juzgada.
Entendida la cosa juzgada como la permanencia en el tiempo de la eficacia procesal de
la decisión judicial, deviene lógicamente un mecanismo principal de obtención de la
seguridad y certeza jurídicas. Se alcanza una declaración judicial que no podrá ser atacada ni
contradicha en posteriores decisiones de órganos judiciales.
En el Derecho moderno, la cosa juzgada es entendida como el efecto característico
procesal de las resoluciones judiciales. La cosa juzgada sólo se produce cuando la sentencia
decide la pretensión hecha valer en la demanda, es decir, cuando resuelve la cuestión
planteada por las partes.
Ese efecto se concreta en la vigencia del principio non bis in idem (imposibilidad de
juzgar dos veces la misma cuestión). Esta imposibilidad se manifiesta de forma negativa en
cuanto que será imposible plantear la misma cuestión debatida por las partes en un anterior
proceso y obtener una nueva decisión; y de forma positiva, en cuanto que el juez posterior
deberá partir necesariamente de la decisión anterior cuando esté juzgando y decidiendo sobre
una pretensión de la que sea elemento prejudicial lo ya juzgado.
La cosa juzgada tiene naturaleza exclusivamente procesal; se trata de una vinculación
que va directamente referida al juez.

Resoluciones. A) Sentencias que producen los efectos de cosa juzgada


Sólo las sentencias firmes que resuelven la cuestión de fondo producen los efectos de cosa
juzgada.
El requisito de la firmeza es consustancial a la eficacia de cosa juzgada; mientras exista la
posibilidad de impugnar la sentencia recaída, existe la posibilidad de que sea modificada o
anulada por otra posterior y, en consecuencia, no existe una decisión propuesta. Sólo cuando
la sentencia alcanza la firmeza, cuando no cabe contra ella recurso alguno, cabe decir que la
decisión obtenida es la última, la firme.
La eficacia de cosa juzgada es referible sólo a las sentencias de fondo y no a aquéllas que
resuelven cuestiones de forma. La cosa juzgada se extiende sólo al fallo de la sentencia, y se
produce en cuanto la sentencia se pronuncia y decide sobre la pretensión hecha valer en el
proceso.
B) Resoluciones equivalentes
Son resoluciones que, sin ser Sentencias o carecer del calificativo de “definitivas”,
producen los efectos de la cosa juzgada. Están:
Los laudos arbitrales. “El laudo firme produce efectos de cosa juzgada y frente a él sólo
cabrá solicitar la revisión conforme a lo establecido en la LEC para las sentencias firmes”.
Los actos de finalización del proceso mediante disposición de la pretensión, tales como la
renuncia a la acción, el allanamiento, la transacción, y lo convenido en el acto de
conciliación.

II. La cosa juzgada material


Los efectos positivos.
A) Ejecutoriedad: “Las Sentencias firmes, los laudos arbitrales y las resoluciones
judiciales que aprueben u homologuen transacciones judiciales o acuerdos logrados en el
proceso” son títulos ejecutivos y permiten la apertura del proceso de ejecución y “hacer lo
juzgado”. Pero sólo lo permiten las Sentencias de condena.
B) Prejudicialidad: “lo resuelto con fuerza de cosa juzgada en la sentencia firme…
vinculará al Tribunal de un proceso posterior cuando en éste aparezca como antecedente
lógico de lo que sea su objeto, siempre que los litigantes sean los mismos o la cosa juzgada
se extienda a ellos por disposición legal”. 1. Elementos de la Sentencia: fallo y su “ratio
decidendi”. De acuerdo a la LEC, es claro que un fallo declarativo vincula a todos los
Tribunales. Pero junto al fallo, también producen tales efectos prejudiciales las declaraciones
jurídicas sobre hechos que e erigen en la “causa petendi” de la pretensión o “ratio deidendi”
del fallo, siempre y cuando tales declaraciones jurídicas sean idénticas, las partes de u proceso
ulterior y dicha declaración se erija en una auténtica cuestión prejudicial de la sentencia en el
segundo proceso. 2. Ámbito de aplicación: los procesos sumarios. Aun cuando las
Sentencias recaídas en los procesos sumarios no produzcan efectos de cosa juzgada, sí que
ocasionan los prejudiciales.

El efecto negativo o excluyente. Los límites de la cosa juzgada:


LÍMITES OBJETIVOS = Son los límites de la acción o pretensión cuestionada y ejercitada. En
este sentido, para saber si es o no oponible la excepción de cosa juzgada en un proceso
posterior, habrá que determinar previamente la individualización de cada una de las
acciones que se contraponen: la iudicata y la iudicanda.
La ley utiliza, además del concepto de litigantes, el de cosas y causas. Cosas es sinónimo
de petitum de la acción; y causa se refiere a la “causa petendi”.
Hay que hacer las siguientes puntualizaciones:
La cosa juzgada se extiende sólo al fallo, es decir, a la declaración judicial sobre la
pretensión hecha valer en el proceso.
Los hechos sobre los cuales se basa la sentencia judicial no pasan en autoridad de cosa
juzgada.
Queda fuera de la cosa juzgada toda resolución sobre puntos y cuestiones prejudiciales.
LÍMITES SUBJETIVOS = El principio general establecido en el art. 1.252 CC es que la cosa
juzgada se extiende a los litigantes (concepto más amplio que el de parte).
El CC exige junto a la condición de litigante el de la calidad con que lo fueron. De esta
manera se quiere excluir de la esfera de eficacia de la cosa juzgada todas aquéllas situaciones
subjetivas en las que el litigante realmente no es parte.
La ley entiende que hay identidad subjetiva, por tanto extensión subjetiva de la cosa
juzgada, cuando se producen supuestos de sucesión material de los derechos declarados.
En los supuestos de sucesión hereditaria o sucesión universal se produce una adquisición
derivativa que hace depender la nueva titularidad de la primitiva.
En la sucesión singular el adquirente se pone en la posición del transmitente sin que ello
suponga ninguna otra modificación del derecho.
En la sucesión traslativa la cosa juzgada también afecta a los adquirentes porque los
derechos cedidos, aun cuando parte del declarado, no hacen sino referencia al derecho matriz.
El art. 1.252.2 CC establece que en las cuestiones relativas al estado civil de las personas y en
las de validez o nulidad de las disposiciones testamentarias la presunción de cosa juzgada es
eficaz contra terceros, aunque no hubieren litigado.
La jurisprudencia del TS ha alargado los supuestos estableciendo la eficacia frente a
terceros de las sentencias dictadas en materia de dignidades y títulos honoríficos.
En definitiva, lo que parece establecer la ley es la eficacia erga omnes de la cosa juzgada
de esas sentencias. Sin embargo, esta tesis no resiste la crítica jurídica. Teniendo la cosa
juzgada naturaleza procesal, su eficacia se limita subjetivamente por los límites de la acción
ejercitada.
C) La identidad de la “causa de pedir”.- El art. 222.2 exige la identidad de las pretensiones:
“ La cosa juzgada alcanza a las pretensiones de la demanda y de la reconvención”. Por
pretensión hay que entender sus elementos materiales, la petición (“petitum”) y su causa de
pedir. Por ello, el art. 218.2 indica que el Tribunal ha de respetar en la Sentencia y no puede
modificar la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de los
que las partes hayan querido hacer valer”.
D) Los límites temporales de la “causa petendi”.- Los efectos materiales de la cosa
juzgada, no sólo se extienden a los hechos o títulos jurídicos expresamente alegados en el
escrito de demanda y resueltos en la Sentencia del primer proceso, sino también a todos
aquellos que, siendo anteriores y perfectamente conocidos por el demandante, pudieron y
debieron ser afirmados en la demanda. Por ello, los efectos excluyentes de la cosa juzgada se
extiende a los hechos y títulos jurídicos viejos pero no a los posteriores o que surjan una vez
finalizados los actos de alegación de ese primer proceso.
E) Ámbito de aplicación: exclusión de los procesos sumarios y los actos de la jurisdicción
voluntaria.- Las Sentencias dictadas en los procesos sumarios no producen los efectos
materiales de la cosa juzgada. Debido a que los procesos sumarios poseen una cognición
limitada a determinados aspectos de la relación jurídica material debatida, los efectos
materiales de la cosa juzgada se circunscriben a la “res in iudicium deducta”, es decir, se
ciñen a tales aspectos de dicha relación, sin que se extiendan a la totalidad de la relación
jurídico material. También se niega los efectos materiales de la cosa juzgada a todos los actos
de la jurisdicción voluntaria.

Tratamiento procesal
El tratamiento procesal es diferente según se trate de los efectos positivos o
prejudiciales o de los negativos o excluyentes. En el primer caso el Tribunal tendrá en cuenta
la primera Sentencia a la hora de dictar la Sentencia en el segundo proceso. En el segundo
caso, la existencia de cosa juzgada puede ser denunciada por el demandado en su escrito de
contestación a la demanda y dilucidada en la comparecencia previa o ser examinada de oficio
por el propio Tribunal en la audiencia preliminar.
LECCION 29. LOS RECURSOS (I) DISPOSICIONES GENERALES

I. DISPOSICIONES GENERALES
1. Concepto y fundamento
Recursos son el conjunto de actos de postulación, a través de los cuales la parte
perjudicada por una resolución judicial, impugnable que no ha adquirido firmeza,
puede obtener su revisión, por el mismo órgano que la dicto o por otro superior.
El TC ha afirmado el “derecho fundamental a los recursos”, que se tipifica en la CE como
un derecho de configuración legal, en el sentido de que el Poder Legislativo decide el
numero e índole de recursos.

2. Clases
Remedios y recursos
Según el carácter devolutivo o no del medio de impugnación, se habla de remedios (ante
el mismo órgano que la dicto para que “remedie” anomalías procesales: recursos de
reposición, queja y extraordinario de nulidad) y recursos (ante otro superior para anular
una resolución que se considera injusta).
Recursos y medios de rescisión de la cosa juzgada
Se habla de recursos cuando se interponen contra resoluciones que no posean los efectos
de la cosa juzgada, y medios de rescisión cuando tiene los efectos de cosa juzgada (recursos
de revisión, audiencia al rebelde y nulidad de la Sentencia).
Ordinarios y extraordinarios
Ordinarios se pueden interponer ante cualquier resolución impugnable y por cualquier
motivo (reposición, apelación y queja), y extraordinarios los que se pueden oponer solo
frente a determinadas resoluciones y por determinados y concretos motivos (casación,
infracción procesal y constitucional de queja). Los ordinarios posibilitan una plena revisión
del objeto procesal, mientras que los extraordinarios no pueden cambiar los hechos probados
ni su valoración, sino solo la interpretación y aplicación de la Ley.
Devolutivos y no devolutivos
Devolutivos (o verticales) los que se conocen en un órgano superior distinto al que dicto
sentencia (recursos de reposición y nulidad), y no devolutivos (u horizontales) los que conoce
el mismo (los demás).
Plenos y limitados
Según la amplitud de conocimiento del órgano “ad quem”, es decir, los recursos ordinarios,
y limitados los extraordinarios.

3. Notas esenciales
a) Solo la parte perjudicada por la resolución ostente la legitimación para recurrirla,
la parte que soporta el gravamen de la resolución.
b) La interposiciones un recurso no afecta a la subsistencia de los efectos procesales de la
litis. Pero si el recurso es devolutivo, el nuevo Tribunal recibe la jurisdicción y puede
mantener o no las medidas provisionales.
c) Ambas partes pueden apelar, siempre que experimenten el gravamen de la sentencia.
d) A través de los recursos no se puede alterar los elementos esenciales del objeto procesal.
e) Los recursos han de ser interpuestos en los plazos y con las formalidades establecidos
por la Ley.

4. Presupuestos procesales
Comunes
El gravamen.- 1) La legitimación para recurrir se identifica con el gravamen o perjuicio. La
ley dice que “les afecte desfavorablemente”, porque no les otorgue la tutela de sus derecho o
no en la medida solicitada. La misma necesidad de gravamen para poder interponer recursos
la tienen los codemandados o los litisconsortes. 2) Para atender a la existencia de gravamen
como presupuesto habilitante para recurrir, se ha de recurrir a la parte dispositiva de la
resolución y no a su fundamentación.
El derecho de conducción procesal.- Una segunda exigencia es la del “derecho de
conducción procesal”. Así, solo las partes personadas en el proceso pueden recurrir. Incluso
podrán recurrir los codemandados o litisconsortes, aun si no estuvieron presentes como parte
formal en el proceso.
Especiales
En algunos casos se exigen requisitos especiales, como el del pago de la caución suficiente
para garantizar rentas vencidas en los procesos de desahucio o las indemnizaciones derivadas
de los contratos de seguro. La caución no se exige de quienes tienen derecho a la justicia
gratuita. Tampoco en la fase declarativa del proceso, pero si en las demás, para garantizar su
seriedad y evitar recursos con meros fines dilatorios.

5. Resoluciones recurribles
Todas las que, por razones de economía procesal y por no causar indefensión de las partes,
no son declaradas por la LEC como inapelables. Si una resolución no contiene una
disposición del a LEC prohibiendo su impugnación, es recurrible. El propio Tribunal debe
hacer saber a las partes si la resolución es firme o cabe impugnación,. En ese caso, indicara el
órgano ante quien apelar y el plazo, así como el recurso ordinario o extraordinario que cabe.

6. Plazos para la interposición de los recursos


El art. 448. 2 L.E.C. establece que los plazos para recurrir se contarán desde el día
siguiente al de la notificación de la resolución que se recurra, o, en su caso, a la notificación
de su aclaración o de la denegación de ésta.
Dicho precepto es de aplicación general para todos los recursos, de modo, que el plazo
para recurrir se contará desde el día siguiente al de la notificación de la resolución que se
desea recurrir, o al siguiente de la notificación de la aclaración solicitada o de la denegación
de dicha aclaración.

7. El desistimiento de los recursos


A) Fundamento y B) Forma
El art. 450 L.E.C. dispone lo siguiente: Todo recurrente podrá desistir del recurso antes de
que sobre él recaiga resolución. Si, en caso de ser varios los recurrentes, sólo alguno o
algunos de ellos desistieran, la resolución recurrida no será firme en virtud del desistimiento,
pero se tendrán por abandonadas las pretensiones de impugnación que fueren exclusivas de
quienes hubieren desistido.
El desistimiento del recurso es un acto necesariamente de la persona que interpone el
recurso y por tanto es quien puede desistir de la demanda de impugnación. El desistimiento se
puede efectuar mientras el recurso se encuentre en tramitación. La ley no prevé la posibilidad
de que el recurrido pueda oponerse al mismo, ya que es un acto que le beneficia.

C) Limites subjetivos
Cuando existan varios recurrentes y sólo alguno o algunos de ellos desistan, sólo respecto
a estos últimos se tendrán por abandonadas las pretensiones manteniéndose, en cambio,
respecto al resto de recurrentes

II. LOS RECURSOS ORDINARIOS


Son dos: el de reposición y el de apelación. Son ordinarios porque no exigen ningún
motivo especifico para su interposición. La mayoría se fundan en la vulneración de preceptos
procesales.

1. El recurso de reposición. Concepto


Es un medio de reposición ordinario, no devolutivo, contra resoluciones interlocutorias y
ante el mismo órgano, para que lo enmiende o remedie. Por eso, algunos lo califican como
remedio procesal, antes que recurso. Es procedente “contra todas las providencias y autos
no definitivos dictados por cualquier Tribunal civil”.

2. Resoluciones recurribles y efectos


Dicho recurso se puede interponer:
Contra todas las providencias dictadas por los Jueces y contra los autos que dicten que
no sean definitivos (art. 451 LEC). En este sentido, un auto es definitivo cuando pone fin al
proceso, impidiendo su continuación (ejemplo: autos de sobreseimiento dictados en la
audiencia previa al juicio en el proceso ordinario).
- Contra las diligencias de ordenación dictadas por los Secretarios (art.289 LOPJ).
Dicho recurso es una impugnación en sentido estricto. La Ley exige que al interponer el
recurso se cite la infracción o infracciones que la ley haya podido cometer (art. 452 LEC) y,
en función de dicho precepto, debe entenderse que también cabe reposición cuando la
resolución recurrida infringe una disposición legal, ya sea de naturaleza procesal o material.
Así por ejemplo, la infracción denunciada puede ser una violación de un precepto de la LOPJ
o incluso de normas constitucionales, siempre que la violación de las mismas suponga la
violación de derechos fundamentales de la persona, o la violación de una norma de cualquier
otro cuerpo legal, algo que no era posible con la anterior L.E.C.
Dicho recurso, al ser una impugnación, no se admite por que la resolución haya producido
un perjuicio, sino porque el órgano judicial ha cometido una infracción legal. Es un recurso
no devolutivo, pues lo conoce y resuelve el mismo órgano que dictó la resolución recurrida.
3. Procedimiento
Se interpone dentro de los cinco días siguientes al de la notificación de la resolución
impugnada. En el escrito de interposición se indicarán las razones de la impugnación y de,
modo expreso, de la infracción cometida. Si no se cumplen estos requisitos, el Juez
inadmitirá, mediante providencia, la reposición sin ulterior recurso. (art. 452 L.E.C.).
Se da traslado del escrito de interposición del recurso a la parte contraria, la cual podrá
oponerse al mismo en un plazo de cinco días. Haya existido oposición o no al recurso, el Juez
resolverá mediante auto que deberá de dictar en el plazo de cinco días. Frente a dicho auto no
se podrá interponer ningún recurso, aunque la parte podrá reproducir la cuestión en el recurso
que interponga contra la resolución definitiva del proceso.
4. La impugnación de las diligencias de ordenación
Se contempla diciendo que “corresponde a los Secretarios Judiciales dictar las diligencias
de ordenación ”, y añade que “Son nulas de pleno derecho las que, según la ley, deberían ser
resueltas mediante providencia, auto o Sentencia. Y también podrán ser anuladas a instancia
de parte, cuando infrinjan algún precepto legal.”
5. La reposición oral
Tramitación común
Si el Tribunal dicta resoluciones verbales, preguntara a las partes si aceptan o manifiestan
su intención de recurrir. Si quieren recurrir, el Tribunal documenta su resolución oral, escribe
el correspondiente auto, y comunica a las partes el plazo para recurrir.
Especifica: la reposición oral de las resoluciones inadmisorias de la prueba
“Contra esa resolución solo cabe recurso de reposición, que se resuelve en el acto, y si se
desestimare, la parte podrá formular protesta al efecto de hacer valer sus derechos en la
segunda instancia”. La aceptación o no de pruebas se hace oralmente.
Si el Juez inadmite un aprueba, pregunta a la parte si quiere recurrir. Si quiere, verbalmente
expone las razones (ambas partes) y el Juez decide. Si aún así no esta de acuerdo, puede
“formular protesta al efecto de hacer valer sus derechos en la segunda instancia”.
LECCION 30. LOS RECURSOS (II) RECURSO DE APELACION
I. CONCEPTO Y CARACTERES ESENCIALES
Es el recurso ordinario y devolutivo más típico. Se interpone, sin que existan unos motivos
tasados, contra los autos definitivos y sentencias de primera instancia, de modo, que se lleva
la cuestión a conocimiento de un tribunal superior, bien para corregir un defecto procesal,
o bien para que se dicten una nueva resolución conforme a Derecho.
Es el mecanismo normal de conseguir el doble grado de jurisdicción. En sí no se trata de
impugnar la sentencia porque sea injusta o ilegal, sino que se ponen los medios para que
pueda existir un doble grado de jurisdicción. Para ello el recurrente deberá de indicar el
perjuicio que le ocasiona la resolución dictada en primera instancia que es objeto de recurso.
El recurso de apelación se regula en los artículos 455 a 467 L.E.C.. Con la nueva L.E.C. se
ha simplificado y unificado dicha materia pues ahora se regula, de forma conjunta, el recurso
de apelación contra sentencias y autos definitivos respecto a todos los procesos civiles,
suprimiéndose prácticamente las antiguas apelaciones interlocutorias que suponían una
importante dilación en la tramitación de la primera instancia (así lo expresa la Exposición de
Motivos de la nueva L.E.C.).

1. La apelación como revisión de la resolución impugnada y 2. Los limites de la


apelación
En muchas ocasiones en la propia L.E.C. se habla de apelación y de segunda instancia
como expresiones sinónimas, no obstante, estas han de ser diferenciadas.
De esta forma cuando se habla de segunda instancia o de doble instancia se está haciendo
mención a un sistema procesal que permite que la cuestión pueda ser objeto de dos exámenes
sucesivos, efectuados por órganos judiciales distintos, sobre el fondo, el objeto del proceso y
del debate planteado, de modo, que la decisión de la segunda instancia tiene un carácter
prevalerte respecto a la primera.
Los tribunales de ambas instancias tienen los mismos poderes y posibilidades de
conocimiento del asunto, aunque las partes pueden limitar su ámbito de conocimiento a
alguno de los elementos al interponer la apelación. De igual modo, las situaciones producidas
en la primera instancia producen toda su eficacia en la segunda, especialmente las
preclusiones, lo que determina que en la apelación no se podrá plantear una excepción que no
hubiera sido alegada con anterioridad.
En la segunda instancia no pueden proponerse nuevas pretensiones o modificarse las
existentes que se plantearon con la demanda (principio de prohibición de la niutatio libe lis).
Así el material recogido en primera instancia servirá para la segunda. Respecto a la prueba,
aquellas que fueron practicadas tendrán plena eficacia en la apelación, no obstante, al ser
órganos judiciales distintos su valoración puede ser distinta, además, de la posibilidad de
practicar, por excepción, nuevas pruebas.
No se permite la reformado in peius, es decir, el órgano de segunda instancia no puede
empeorar la situación del apelante, a no ser que el apelado sea igualmente apelante (por haber
recurrido la sentencia o por haberse adherido al recurso).
No obstante, históricamente el proceso civil español siempre ha considerado al recurso de
apelación como una apelación limitada y no como una verdadera segunda instancia o
apelación plena. Así el tribunal de segunda instancia deberá de efectuar su examen sobre los
mismos materiales que dispuso el juez inferior, sin que se puedan introducir nuevos hechos o
pruebas (salvo excepciones tasadas).

En cualquier caso dicho recurso no es una simple revisión de lo efectuado en primera


instancia, sino que es un nuevo enjuiciamiento o examen de la misma cuestión. No siendo
su finalidad sustanciar un nuevo proceso, un segundo o nuevo juicio, sino controlar la
legalidad de la primera sentencia.
La nueva L.E.C. ha mantenido este mismo sistema afirmando, de modo expreso en su
Exposición de Motivos, el carácter revisorio de dicho recurso. Al respecto se establece
textualmente que la segunda instancia ‘no constituye un nuevo juicio, en que puedan aducirse
toda clase de hechos y argumentos, o formularse pretensiones nuevas”. En este sentido, el art.
456 L.E.C. dispone que el ámbito de dicho recurso está constituido básicamente por el nuevo
examen de las actuaciones llevadas a cabo en la instancia, más las pruebas que por excepción
se practiquen ante el tribunal de apelación.
La sentencia de apelación se pronunciará sobre la sentencia recurrida, indicando, si ésta es
conforme o contraria a derecho. En este segundo supuesto emitirá un nuevo pronunciamiento,
revocando la sentencia, incluso sobre el fondo del asunto, sin devolver la cuestión al juez de
instancia.
En nuestro sistema, desde el siglo XIX, en el recurso de apelación se reúnen tanto el
recurso de nulidad como la verdadera apelación sobre el fondo. De este modo, en muchos
casos dicho recurso se plantea para solicitar la declaración de nulidad, total o parcial, del
proceso de instancia. En estos supuestos, el recurso se utiliza como impugnación para
reaccionar, así, contra la vulneración de normas procesales, lo que no tiene nada que ver con
la apelación como segunda instancia. Esta función viene reconocida por la nueva L.E.C. en el
art. 459 al permitir su interposición por la infracción de normas o garantías procesales en la
primera instancia.

3. La existencia del único recurso


Hoy se reunifica el recurso de apelación. Con esta reunificación, igual para todos los
recursos de apelación, no se sigue ninguno de los sistemas precedentes, creándose un sistema
“ex novo”, aunque manteniendo los principios de la LEC de 1881.

4. Su universalidad. Resoluciones resumibles


Como así determina el art. 455. 1 L.E.C.. las sentencias dictadas en toda clase de juicio, los
autos definitivos y aquéllos otros que la ley señale serán apelables. Al respecto ha de
distinguirse:
- Las sentencias definitivas dictadas en toda clase de juicios (arts. 206.2.3k’ y 207.1
L.E.C.) que ponen fin al proceso en la instancia. Todas ellas son apelables a diferencia de lo
que sucedía anteriormente en los juicios verbales cuando se trataba de acciones personales
basadas en derechos de crédito (aspecto vigente hasta la reforma de Ley 107 1.992).
- Autos definitivos, que son aquellos que cierran el proceso en la instancia, pero
poniendo fin antes de que concluya su tramitación ordinaria (art. 206.2.2k’ y 207 L.E.C.).
Son de destacar los dictados ante: terminación anormal del proceso por
carencia sobrevenida de objeto (art. 22. 3); autos de inhibición por falta de jurisdicción o
competencia (art. 66. 1); declarando la caducidad de la instancia (art. 237. 2);
resolución de una cuestión incidental que pone fin al proceso (art. 393. 5); autos de
inadmisión de la demanda (arts. 403 y 45 5.3).
- En supuestos de terminación anticipada del proceso, como por ejemplo, los de
resolución sobre la falta de capacidad y representación, integración voluntaria de la litis,
estimación de las excepciones de litispendencia y cosa juzgada, sobreseimiento por razón de
la cuantía o materia, en la audiencia previa del juicio ordinario.

- Respecto a los autos no definitivos se requiere un reconocimiento expreso, caso por


caso, para poder apelar; ya que en dicho supuesto la regla general es la interposición del
recurso de reposición, y contra el auto que la resuelve no se abre apelación de modo
autónomo, debiendo de reproducirse de nuevo la cuestión ante el tribunal superior con
ocasión de la apelación contra la sentencia definitiva.

II. PLAZO
Cinco días, referido a la interposición, según las disposiciones generales de los recursos. Si
no se interpone recurso en el plazo, la resolución es firme, salvo que se interponga recurso de
aclaración, en cuyo caso, su computo se iniciara a partir de dicha aclaración.

III. COMPETENCIA FUNCIONAL Y TERRITORIAL


Como se ha referido y como aspecto importante, ha de tenerse en cuenta que el recurso de
apelación será resuelto por un tribunal distinto y superior de aquél que dictó la resolución
que se impugna.
El art. 84. 2 L.O.P.J. determina que las Audiencias Provinciales son competentes para
conocer de los recursos contra las resoluciones dictadas por los Juzgados de Primera
Instancia, encontrándose entre ellos el recurso de apelación..
Como así determina el art. 455. 2 L.E.C.: ‘Conocerán de los recursos de apelación:
1.- Los Juzgados de Primera Instancia, cuando las resoluciones apelables hayan sido dictadas
por los Juzgados de Paz de su partido.
2.- Las Audiencias Provinciales, cuando las resoluciones apelables hayan sido dictadas por
los Juzgados de Primera Instancia de su circunscripción”.
La excepción a lo expuesto, se encuentra en aquellos supuestos en los que la resolución
recurrida ha sido dictada por los Juzgados de Paz, en juicios verbales de cuantía no superior a
15.000 pesetas (art. 47 L.E.C.), pues en este caso será el Juzgado de Primera Instancia quien
conocerá del recurso de apelación.
Hay que señalar que aunque la decisión del recurso corresponde al órgano judicial
superior, buena parte de la tramitación del mismo se practica ante los jueces que han dictado
la resolución impugnada, así: los actos de preparación, interposición y admisión.
Posteriormente se elevará a los órganos superiores para la prueba, y la vista, en su caso, y la
decisión sobre la apelación.

IV. OBJETO PROCESAL


Su objeto se limita a las alegaciones de hecho y de Derecho de las pretensiones formuladas
ante el Tribunal de primera instancia, es decir, rige el principio “mutatio libelli” por el que
aunque haya un segundo examen del caso, no supone un nuevo juicio, no puede resolver
problemas distintos a los planteados en la primera instancia.
El objeto viene determinado por la petición y los hechos constitutitos de los títulos
jurídicos que la fundamentan, y se prohíbe al Tribunal que se aparte de la causa de pedir,
acudiendo a fundamentos de hecho o Derecho distintos a los que las partes quisieron hacer
valer. Sin embargo, los Tribunales deben examinar, caso por caso, lo supuestos ñeque una
mutación repentina y sorpresiva de la calificación jurídica de la pretensión o la defensa en la
segunda instancia.

V. FINALIDAD
Es la revocación del auto o Sentencia a que se refiere, a través de un nuevo examen de las
actuaciones ya realizadas por el Tribunal de primera instancia, no un nuevo juicio, sino una
“revisio pioris instantiae”. Aunque el efecto suspensivo se produce con el recurso de
apelación, la Ley atribuye a veces un efecto no suspensivo.
VI. LA PREPARACIÓN DEL RECURSO
Transcurre ante el Tribunal que ha dictado la resolución (ante la Secretaria del Juzgado),
cuya impugnación se pretende. La parte que soporta el gravamen, presenta en cinco días el
escrito de preparación del recurso de apelación.

1. Contenido del escrito de preparación


Debe determinar la resolución a la que se contrae el recurso, manifestando la voluntad de
recurrir y los pronunciamientos que se impugnan. Los pronunciamientos son especialmente
importantes, pues mas tarde no se podrán ampliar o cambiar.

2. Examen del juez


El Juez controla la naturaleza impugnable y el cumplimiento del plazo, además de
verificar el pago de la caución exigible par recurrir.

3. Admisión
Si se admite, se emplaza a la parte por 20 días para que lo interponga ante el mismo
Tribunal “a quo”. Si el órgano “a quo” inadmite el recurso, el recurrente puede interponer
recurso de queja.

VII. LA INTERPOSICIÓN DEL RECURSO


1. Plazo, 2. Forma, y 3. Contenido
Como así establece el art. 458 L.E.C., dentro del plazo de veinte días, el apelante deberá
de interponer la apelación ante el tribunal que hubiera dictado la resolución recurrida. Dicha
apelación deberá de efectuarse por medio de escrito en el que se expondrán las alegaciones en
que se base la impugnación, es decir, es en ese momento cuando se ha de motivar el recurso.
Las alegaciones a plantear pueden ser de fondo o procesales. Las primeras pueden consistir en
argumentaciones de hecho o de derecho material y con ellas se solicitará la revocación o la
modificación, en todo o en parte, de la resolución impugnada, y su sustitución por otra
favorable.
Como se ha indicado anteriormente, en nuestro sistema la apelación sirve también como
recurso de nulidad mediante la alegación de la infracción de normas y garantías procesales
(art. 459 L.E.C.). Cuando así sea, el escrito de interposición deberá citar las normas que se
consideren infringidas y alegar, en su caso, la indefensión sufrida. Asimismo, el apelante
deberá acreditar que denunció oportunamente la infracción, si hubiera tenido oportunidad
procesal para ello. Ello quiere decir que si la infracción procesal se produjo a lo largo de la
tramitación de la primera instancia se deberá de pedir la nulidad, en todo o parte, de lo
actuado, y la retroacción de las actuaciones a partir de ese momento. No obstante, si el
quebrantamiento de normas o garantías procesales se produjo en la sentencia, bastará con
pedir su revocación y que se dicte otra que resuelva las cuestiones del proceso. Cuando el
apelante no presente el recurso en el plazo señalado, se declarará desierto el recurso de
apelación y quedará firme la resolución recurrida. Se impondrán además al apelante las costas
causadas.

VIII. LA PETICION DE PRUEBA


1. La solicitud de recibimiento a prueba
Se efectúa en el escrito de interposición, que se determina el momento preclusivo para ello.
La prueba solo es admisible en los casos tasados y contemplados en la Ley, y debe presentarse
en su totalidad en la primera instancia.

2. Documentos que pueden acompañarse al escrito de interposición


Como regla general, el órgano que resuelve la apelación conocerá sobre el mismo material
fáctico que el juez de primera instancia, no obstante, la nueva L.E.C. permite, al respecto,
ciertas excepciones.
Como se deriva del art. 456 L.E.C., en los escritos de preparación e interposición del
recurso el apelante deberá de determinar los pronunciamientos de la resolución que impugna,
con lo que delimitará el ámbito del efecto devolutivo de la apelación y, de este modo, los
poderes de conocimiento del tribunal superior y la congruencia de la futura sentencia. De
igual forma, se delimitará de modo negativo, pues el apelante en su recurso no puede
modificar la causa de pedir u objeto del proceso existente en la instancia, ni, en su caso, el
demandado las excepciones alegadas.
Por otro lado, en aplicación del principio iura novit curia (art. 218 L.E.C.) sí que se
podrán alegar en la apelación razonamientos jurídicos distintos, siempre que no determinen
una distinta calificación del objeto del proceso.
El artículo 460 L.E.C. establece lo siguiente: ‘1. Sólo podrán acompañarse al escrito de
interposición los documentos que se encuentren en alguno de los casos previstos en el art. 270
y que no hayan podido aportarse en la primera instancia.
2. En el escrito de interposición se podrá pedir, además, la práctica en segunda instancia de las
pruebas siguientes:
1°. Las que hubieren sido indebidamente denegadas en la primera instancia siempre
que se hubiere intentado la reposición de la resolución denegatoria o se hubiere formulado la
oportuna propuesta en la vista.
2°. Las propuestas y admitidas en la primera instancia que, por cualquier causa no
imputable al que las hubiere solicitado, no hubieren podido practicarse, ni siquiera como
diligencias finales.
3°. Las que se refieran a hechos de relevancia para la decisión del pleito ocurridos
después del comienzo del plazo para dictar sentencia en la primera instancia o antes de
dicho término siempre que, en este último caso, la parte justifique que ha tenido conocimiento
de ellos con posterioridad.
3. El demandado declarado en rebeldía que, por cualquier causa que no le sea imputable, se
hubiere personado en los autos después del momento establecido para proponer la prueba en
la primera instancia podrá pedir en la segunda que se practique toda la que convenga a su
derecho’.

3. La petición de prueba en la segunda instancia


De este modo se observa la posibilidad de alegar hechos nuevos, así como aquellos de
nuevo conocimiento, siendo necesario respecto a estos últimos, aportar un principio de prueba
respecto del conocimiento posterior, requisito que sustituye al anterior juramento que se debía
de practicar con la anterior L.E.C.. Respecto al momento para efectuar la alegación de dichos
hechos nuevos, aunque no sea un aspecto no regulado, no se plantea el problema ya que, por
un lado, el art. 458. 1 obliga a efectuar las alegaciones en que se base la impugnación en el
trámite de interposición y, por otro, el art. 460.2 en el mismo momento a proponer las
pruebas.
Igualmente se podrá practicar la prueba en la apelación cuando hubiera existido una
imposibilidad en su práctica en primera instancia, independiente de la voluntad de la parte.
Así cuando el juez deniegue una prueba por indebida, el apelante podrá practicarla en segunda
instancia, siempre que hubiere interpuesto reposición contra la resolución denegatoria o
hubiera formulado protesta durante la vista. De igual modo, en la apelación se podrán
practicar aquellas pruebas propuestas y admitidas que no se hubieran podido practicar (ni
siquiera como diligencias finales) por causa no imputable a la parte que las solicitó.
El demandado rebelde podrá practicar en segunda instancia todas aquellas pruebas que
convengan a su derecho, siempre que dicha rebeldía no tuviera su origen en una causa él
imputable y siempre que se hubiera personado en los autos después del momento establecido
para proponer y practicar la prueba. Es indiferente que el rebelde sea el recurrente o el
recurrido, lo importante en ambos supuestos es que dicha rebeldía no haya sido asumida de
forma voluntaria.
Junto con el escrito de interposición del recurso de apelación se podrán adjuntar aquellos
documentos, regulados en el art. 270 L.E.C., que no se hayan podido aportar en la primera
instancia. Son aquellos documentos que se permiten presentar, de forma excepcional, en la
instancia después de la audiencia previa, bien sea, por ser de fecha posterior o porque, aun
siendo de fecha anterior, no se tuvo conocimiento de los mismos hasta un momento posterior;
también cuando no fue posible obtenerlos anteriormente por causas no imputables.

IX. LA OPOSICIÓN – IMPUGNACIÓN DE LA PARTE APELADA


1. Concepto y requisitos esenciales, 2. El traslado del escrito de impugnación y
3. Remisión de autos y ejecución provisional;
Del escrito de interposición del recurso se dará traslado a las demás partes y se les otorgará
un plazo de diez días para que presenten escrito de oposición al recurso o, en su caso, de
impugnación de la resolución apelada en lo que le resulte desfavorable, ante el tribunal que
dictó la resolución apelada.
Los escritos de oposición al recurso o impugnación del recurso deberán de cumplir los
mismos requisitos que el de interposición, pudiendo igualmente acompañarse en los mismo
supuestos, y solicitarse las pruebas que la parte apelada considere necesarias. En dicho
momento se podrán presentar alegaciones frente a la admisibilidad de las pruebas o de los
documentos aportados por la parte contraria (art. 461. 2 y 3 L.E.C.).
Cuando el apelado hubiera presentado un escrito adhiriéndose a la apelación, se dará
traslado al apelante principal para que en un plazo de diez días pueda contradecirlo,
manifestando lo que tuviera por conveniente, ya que no siempre se celebrará una vista ante el
tribunal superior, como sería de desear.
Interpuesto y contestado el recurso de apelación, finalizan las actuaciones ante el órgano a
quo, el cual ordenará la remisión de los autos al tribunal superior competente para seguir la
tramitación, quedando sólo en el de primera instancia testimonio de lo necesario para
proceder a la ejecución provisional, en caso de haberse solicitado (art. 463 L.E.C.).
Cuando no se hubiera propuesto prueba o la misma no fuera admitida en su totalidad, la
Audiencia podrá acordar o no la celebración de vista, bien por considerarla el tribunal
necesaria o por haberla solicitado alguna de las partes. En caso contrario, directamente pasará
a efectuar el señalamiento para la deliberación, votación y fallo de la sentencia.
Cuando, en cambio, se hubiera propuesto prueba o se hubieran aportado nuevos
documentos, el tribunal acordará lo que proceda sobre su admisión en el plazo de diez días
desde la recepción de los autos. Cuando se hubiera de practicar prueba, en la misma
resolución en que se admite se señalará día para la vista, que se celebrara, dentro del mes
siguiente, con arreglo a lo previsto para el juicio verbal.

X. PRACTICA DE LA PRUEBA
Se trata de una fase contingente, pues su apertura depende de que se haya solicitado por
algunas de las partes y el Tribunal de apelación así lo acuerde, en plazo de 10 días. Si se
deniega, cabe solo recurso de reposición.

XI. LA VISTA
Será preceptiva en los supuestos de admisión de documentos o de prueba. El Tribunal ha
de resolver sobre el recurso de apelaciones plazo de diez días. En los casos en que no es
preceptiva, el Tribunal puede acordarla de oficio o a instancia de parte.
En la practica forense (salvo donde es obligatorio) ha desaparecido la oralidad de la
segunda instancia. Los que supone una merma de garantías en unas Audiencias Provinciales
saturadas de recursos, en las que pudieran primar criterios de efectividad frente a los de
inmediación y deliberación conjunta de la Sentencia.
El objeto de la vista ha de contraerse a una información oral de las alegaciones escritas, sin
que se pueda ampliar el objeto procesal.

XII. LA DECISION
La sentencia que resuelva el recurso de apelación de deberá de dictan en un plazo de diez
días desde la celebración de la vista. Cuando no se hubiera celebrado vista, la sentencia se
dictará en el plazo de un mes desde la recepción de los autos (art. 465 L.E.C.), siendo su
forma la común a este tipo de resoluciones (arts. 208 y 209 L.E.C.).
Cuando la infracción procesal alegada se hubiera cometido al dictar sentencia en la
primera instancia, el tribunal de apelación, tras revocar la sentencia apelada resolverá la
cuestión o cuestiones que fueran objeto del proceso. Es decir, no se permite su declaración de
nulidad y el consiguiente reenvío al juez de instancia para que dicte otra en su lugar como
parece que sería lo más correcto técnicamente. Con dicha solución, se evitará el reenvío no
siendo necesario devolver el asunto al juez inferior, no obstante, ello puede determinar que
sobre el fondo del asunto, o sobre alguna cuestión en concreto, sólo exista una decisión y no
un doble pronunciamiento.
Cuando la infracción procesal se produjo durante la tramitación de la primera instancia, el
art. 465. 3 L.E.C. trata de conservar la validez de lo actuado y de evitar la declaración de
nulidad, reservándola a aquellos supuestos en que sea imprescindible para evitar la
indefensión, por tratarse de vicios que ocasionan nulidad radical. En dicho supuesto se
declarará dicha nulidad por providencia, mandando al juez inferior retraer las actuaciones al
estado en el que las mismas se hallaban cuando se cometió la infracción. No obstante, la
nulidad se debería de declarar siempre mediante resolución motivada y no por simple
providencia.
No se declarará la nulidad de actuaciones (ni se producirá, así, el reenvío de actuaciones),
cuando el vicio o defecto procesal pudiera ser subsanado en la segunda instancia, para ello el
tribunal concederá un plazo no superior a diez días, salvo que el vicio se pusiera de manifiesto
en la vista y fuera subsanable en el acto. Efectuada la subsanación y, en su caso, oídas las
partes y practicada la prueba admisible, el tribunal de apelación dictará sentencia sobre la
cuestión o cuestiones objeto del pleito.
A la sentencia que se dicte en apelación le son también de aplicación el principio
dispositivo y las exigencias de exhaustividad y congruencia (art. 218 L.E.C.), de este modo,
se deberá de pronunciar exclusivamente sobre los puntos y cuestiones planteados en el recurso
y, en su caso, en los escritos de oposición o impugnación del apelado. Ello significa que la
congruencia en la sentencia de segunda instancia se proyectará sólo sobre los extremos objeto
del proceso de apelación (planteados tanto por el apelante o por el recurrido) con exclusión de
aquellos que fueron aceptados por ambas partes y que quedaron firmes al no ser impugnados.
La sentencia no podrá perjudicar al apelante, salvo que el perjuicio provenga de estimar la
impugnación de la resolución formulada por la otra parte, inicialmente apelada.

TEMA 31 LOS RECURSOS (III) LOS EXTRAORDINARIOS


1. LA REGULACIÓN DE LA L.E.C. DE 2000 Y EL
RÉGIMEN VIGENTE.
La nueva L.E.C. (Ley 1/2.000, de 7 de enero) ha establecido un sistema de recursos
extraordinarios muy novedoso pero que tiene graves defectos que lo hacen de dificil
aplicación. Así, la falta de modificación de la L.O.P.J. que debería de afectar al régimen de las
impugnaciones en el proceso civil, ha determinado dichos problemas.
La nueva L.E.C. ha creado el denominado recurso extraordinario por infracción
procesal que elimina del ámbito de la casación los quebrantamientos de forma, la denuncia y
la decisión de infracciones de normas y garantías procesales existentes en el proceso, incluida
la vulneración de los derechos fundamentales del art. 24 C.E.. Ello determina que el recurso
de casación se fragmenta (en comparación con la regulación que del mismo ha existido en
nuestro ordenamiento desde el año 1.854) ahora en un recurso extraordinario por infracción
procesal y un recurso extraordinario de casación.
Ambos medios de impugnación se atribuyen a tribunales diferentes, no obstante, se podrán
recurrir por infracción procesal aquellas resoluciones dictadas en segunda instancia, mientras
que el acceso a la casación es restringido.
El recurso de casación (Sala de lo Civil del Tribunal Supremo) no permitirá denunciar
infracciones de leyes procesales, ya que el último tribunal ordinario competente para
resolver sobre ellas sería el Tribunal Superior de Justicia. De este modo, se conoce solo un
único motivo de casación: la infracción de ley, haciendo del T. 5. el último defensor de la
legalidad.
El recurso de casación no se abre contra todas las sentencias dictadas en segunda instancia,
sino que su ámbito se reduce a las recaídas en los procesos de protección jurisdiccional
de derechos fundamentales, en los de cuantía superior a veinticinco millones de pesetas, y
en aquellos casos en que la resolución del recurso presente “interés casacional’
Así el litigante o planteará el recurso extraordinario por infracción procesal o el
recurso de casación, pero nunca ambos, pues no cabe interponer éstos ni sucesivamente, ni
cabe acumularlos eventualmente. Así cuando la resolución sea recurrible en casación, se
impone la obligación de elegir entre ambos recursos, pues la L.E.C. prohibe que tras el
rechazo del recurso extraordinario por infracción procesal se acuda al recurso de casación. Si
la parte se decide a impugnar por infracción de normas procesales y el recurso es estimado, se
reponen las actuaciones al momento en que la falta se cometió, pero si el recurso se
desestima, la sentencia de segunda instancia queda firme. Por otra parte, si se decide
impugnar en casación, por infracción de normas materiales, debe omitir toda denuncia de los
defectos de procedimiento que se hubieran producido, que por esa razón resultarían
convalidados.
El problema de esa opción, aparece cuando el litigante considera que en el proceso se han
infringido normas procesales y al mismo tiempo entiende que la sentencia infringe la ley
material.. La opción por denunciar una u otra infracción, cuando son posibles ambos recursos,
ha de inclinarse por la casación.
Igualmente, la L.E.C. parece haber olvidado otro precepto de la C.E., aquel que reconoce
al T.S. como órgano superior de todos los órdenes, pues con el mecanismo de sustraer al
conocimiento del T.S. el conocimiento de las infracciones procesales se desconoce su rango y
condición de superior en la interpretación y aplicación de las normas procesales, tengan o no
relevancia constitucional. Aspecto que determina que el sistema puede estar afectado de
inconstitucionalidad.

Además el propio ordenamiento jurídico proporciona al T.S. el medio procesal que


actualmente le obligaría a resolver todas las cuestiones procesales que hubieran producido
indefensión, ya que los arts. 238 y ss. L.O.P.J., vigentes hasta que se modifique ésta, exigen la
declaración de oficio de estas nulidades Si llega la modificación de la L.O.P.J., en los arts. 225
y siguientes de la L.E.C. se pretende corregir esta previsión, al disponer el art. 227.2 que “el
tribunal no podrá, con ocasión de un recurso, decretar de oficio una nulidad de actuaciones
que no haya sido solicitada en dicho recurso” y entonces ¿cómo impedir que, fuera de las
alegaciones que se refieran estrictamente a la casación, se plantee esa solicitud de nulidad?
¿cómo exigir del órgano superior en todos los órdenes que no declare una nulidad de pleno
derecho?
En cualquier caso, el sistema de recursos extraordinario se encuentra en suspendo, a
consecuencia de que la modificación de la L.O.P.J. no resultó finalmente aprobada. Para paliar
ello, la L.E.C. contiene una disposición final que intenta resolver una regulación que estaba
pensada en dos recursos, contra resoluciones distintas y ante dos tribunales diferentes,
refundiendo la tramitación de los dos recursos pero que se sustancian ante un único tribunal:
la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo. El resultado no es enteramente satisfactorio pues la
convivencia de los dos medios de impugnación no es fácil y, menos, su reunión intempestiva
en un mismo procedimiento y ante un mismo órgano, lo que hubiera exigido una mayor
meditación.

EL RÉGIMEN VIGENTE DE RECURSOS: EL RECURSO EXTRAORDINARIO


ANTE EL TRIBUNAL SUPREMO
El recurso extraordinario por infracción procesal intenta sustanciar por vía extraordinaria
ante los tribunales del orden civil las infracciones que tengan sustento bien en el art. 24 C.E.,
bien en el resto de las normas procesales, de modo que directa o indirectamente pueda
descargarse la vía del amparo constitucional porque los tribunales ordinarios hayan logrado
reparar las vulneraciones a los derechos que el precepto constitucional reconoce.
Así las impugnaciones extraordinarias se dividen ahora no solo en su tramitación sino que
además se atribuyen a tribunales diferentes: la infracción procesal para antes los Tribunales
Superiores de Justicia; la casación para ante el Tribunal Supremo, salvo que se alegue la
infracción de norma de derecho toral o especial propio de una Comunidad Autónoma, en cuyo
caso se tramitarían conjuntamente ante estos tribunales.

1. COMPETENCIA FUNCIONAL
Él recurso extraordinario por infracción procesal persigue esencialmente reparar los
quebrantamientos de normas y garantías procesales. Mientras no se modifique la L.O.P.J.
dicho recurso no rige, de modo, que el régimen transitorio atribuye el conocimiento de ambos
recursos a la Sala de los Civil del T.S. y, por tanto, la tramitación se hace conjuntamente.

2. RESOLUCIONES RECURRIBLES
Se interpondrá contra todas las resoluciones de segunda instancia dictadas por la
Audiencias, sin excepción, de modo que la depuración de las infracciones procesales se trata
ante un tribunal por la vía de una impugnación extraordinaria, en la medida en que sólo cabe
por motivos tasados, con el único fin de corregir estas infracciones.
.
3. MOTIVOS.
A) Motivos comunes.
Son motivos comunes a ambos recursos de casación, material y procesal, los que se
contemplan en el art. 477.2: la infracción de un dº fundamental, el cumplimiento de la
suma de gravamen o la existencia de interés casacional.
a) Infracción del art. 24 CE:
Sólo procederá el recurso extraordinario por infracción procesal cuando, de ser posible, ésta o
la vulneración del art. 24 C.E. se hayan denunciado en la instancia y cuando, de haberse
producido en la primera, la denuncia se haya reproducido en la segunda instancia. Además, si
la violación de derecho fundamental hubiere producido falta o defecto subsanable, deberá
haberse pedido la subsanación en la instancia o instancias oportunas.
B) Motivos específicos.
Dichos motivos acogen los siguientes supuestos:
a) - Infracción de las normas sobre jurisdicción y competencia objetiva o funcional. Por
dicha vía se pueden denunciar los vicios relativos a la jurisdicción bien porque los tribunales
españoles civiles conocen de asuntos sobre los que no tienen competencia (por exceso), o
bien, por que se inhiben de conocimiento de un proceso (se inhiben). Ello podrá apreciarse en
cuatro órdenes: Tanto en relación con los tribunales extranjeros; como en relación con la
cuestiones reservadas a la Administración; como respecto a órganos jurisdiccionales de
distinto orden; como finalmente en relación con la válida existencia de un sometimiento de la
cuestión litigiosa al arbitraje. De igual modo, comprende las vulneraciones de las normas que
fijan la competencia objetiva o funcional, pero no la territorial.
b) - Infracción de las normas procesales reguladoras de la sentencia. Se requiere para
plantear dicho recurso que haya existido una infracción de las normas reguladoras de la
sentencia. Dentro de éstas han de incluirse no sólo las contenidas en la L.E.C. (art. 218), sino
también las que la Constitución (arts. 24 y 120.3) y la L.O.P.J. (arts. 247 y 248. 2) establecen
y, además, dicha infracción debe de tener un carácter relevante, pues mediante dicho recurso
no se pueden plantear defectos que hagan referencia a la vulneración de formas accesorias.
Será la práctica jurisprudencial la que irá perfilando que supuestos deben de ser considerados
esenciales y cuales accidentales. No obstante, se podrá interponer dicho recurso en los
supuestos de falta de claridad y precisión de la sentencias (art. 218.1); en los casos de
incongruencia (art. 24 C.E); la omisión de pronunciamiento (arts. 219) así como la ausencia
de motivación o su insuficiencia manifiesta (arts. 120 C.E.; 247 y 248 L.O.P.J.). En contra no
se comprenderán los supuestos de incumplimiento de forma externa de la sentencia cuando no
implique falta de motivación.
c) - Infracción de las normas legales que rigen los actos y garantías del proceso
cuando la infracción determinare la nulidad conforme a la ley o hubiere podido producir
indefensión. Se requiere que se haya producido un quebrantamiento de las normas legales
que rigen los actos y garantías procesales que determinara la nulidad o produjera indefensión.
En este amplio supuesto se comprenden todos los motivos de infracción procesal grave. En
este sentido el legislado anterior a 1984 comprendía: la falta de emplazamiento; falta de
personalidad en las partes o procurador; falta de recibimiento a prueba; denegación de
diligencia probatoria admisible; falta de citación; defectos en la constitución del órgano
judicial.
d)- Vulneración, en el proceso civil, de derechos fundamentales reconocidos en el art.
24 C.E. Nuestra Constitución reconoce derechos procesales fundamentales (art. 24) que han
de ser respetados y cuya infracción permite el acceso a la casación (art. 5.4.L.O.P.J.), precepto
que sigue en vigor, y que podría provocar una contradicción con lo que esta norma establece,
al regular un recurso por infracción procesal. Ha de tratarse de infracción de derechos
constitucionales que no sean subsumibles en otros motivos de infracción procesal, porque con
esta norma lo que se pretende es cerrar el círculo de protección de los derechos fundamentales
en la jurisdicción ordinaria.

4. PROCEDIMIENTO
Para la viabilidad de este recurso extraordinario por infracción procesal relativo a faltas en
la actividad procesal, se requiere formular la correspondiente denuncia en la instancia donde
se hubiere producido y se reproduzca la denuncia en la segunda si se cometió en la primera.
Se requiere, además, si la violación de dicho derecho hubiera producido una falta o defecto
subsanable, haber solicitado la subsanación de la falta o transgresión cometida y que, de
haberse cometido, en la primera instancia se reproduzca en la segunda, con la salvedad, en
cuanto a las faltas cometidas en segunda instancia, de que fuere ya imposible la reclamación
(art. 469.2).
A) La subordinación de la casación procesal a la material en la fase de admisión.- En
caso de acumulación de ambos recursos, “la Sala examinará primero si la resolución
recurrida es susceptible de recurso de casación, y si no fuere así, acordará la inadmisión del
recurso por infracción procesal”. Se hace así por razones de economía y justicia material.
Este mismo carácter accesorio del recurso extraordinario se observa también en el tratamiento
del “interés casacional” en cuya virtud, “si se acordare la inadmisión del recurso de
casación, se inadmitirá, sin más trámites, el recurso por infracción procesal”. Es decir, si la
Sala no aprecia dicho interés casacional material, no puede entrar a conocer el procesal.
B) La subordinación de la casación material a la procesal en la fase de estimación.- Esta
prioridad de la casación material sobre la procesal en la admisión cambia en la fase de
estimación. Se establece que “admitidos los recursos… se resolverá siempre en primer lugar
el recurso extraordinario por infracción procesal y, sólo cuando éste se desestime, se
examinará el recurso de casación ”. Parece lógica esta situación, aunque no para quien litiga.
Puede que después de tres instancias y pleitos, habiéndolos ganados todos, (cerca de diez
años), el TS pueda dictar una sentencia absolutoria por haber incumplido un requisito en la
parte procesal… y vuelta a empezar.
TEMA 32 EL RECURSO DE CASACIÓN
1. CONCEPTO Y CARACTERES DEL RECURSO DE CASACIÓN
Como en la mayoría de los países europeos, en España se importa el recurso de casación
francés (que procedía por infracción expresa del texto de la ley), aunque pronto la casación
española se apartó de su regulación en aspectos fundamentales. De este modo, el TS español
ha estado siempre incardinado en el ámbito judicial sin que tenga el carácter político del
Tribunal de casación francés. En Francia, la casación tenía un carácter puramente negativo, de
modo, que dicho recurso se reducía sólo a la rescisión de la sentencia; en España, en cambio,
su sentido fue positivo al actuar tanto en la vía de retractación (reenvío al tribunal de
instancia) como de reforma (dictando una resolución sobre el fondo). Además, en nuestro país
se admitió la casación por infracción de la jurisprudencia junto a la casación por infracción de
la ley, a diferencia de la casación francesa donde solo se admitía la infracción de ley.
El recurso de casación español tiene su antecedente en el recurso de nulidad de la
Constitución de 1812, que evolucionó hasta su regulación en la LEC como recurso de
casación.
La nueva L.E.C. de 2.000 ha roto en buena medida la evolución de dicho recurso de
casación, puesto que vuelve a diferenciar la infracción de la ley y el quebrantamiento de
forma y, sobre todo, porque desaparece como motivo autónomo de casación la infracción de
la jurisprudencia, que había estado siempre vigente en nuestra tradición jurídica.
De este modo, siempre se requerirá invocar la infracción de ley, con lo que la
jurisprudencia creadora carecerá de reconocimiento para fundamentar un recurso de casación.
Con la anterior ley el recurso se podía fundar en la infracción de la jurisprudencia, constituida
por la doctrina que de modo reiterado hubiera establecido el Tribunal Supremo (o Tribunales
Superiores de Justicia en materia foral, cuando conozcan del recurso de casación) al
interpretar y aplicar la ley, la costumbre y los principios generales del derecho.
La nueva L.E.C. mantiene la prohibición de la denuncia y el examen de los hechos en este
extraordinario recurso, desapareciendo el tradicional motivo de casación por error de
hecho, con lo que la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo se limitará a una función
meramente revisora de la aplicación de la ley efectuada por los tribunales de instancia,
evitando que este recurso se convierta como en la practica se había tratado de utilizar, en una
tercera instancia.
Como notas esenciales del recurso de casación han de indicarse las siguientes:
- Es un recurso jurisdiccional’, es decir, en su resolución se utilizarán criterios
estrictamente jurídicos (en ningún caso políticos) y los magistrados serán miembros de la
carrera judicial.
- Es un recurso ‘extraordinario’, que sólo cabe contra determinadas resoluciones y por
motivos tasados, estando regido por un gran formalismo.
- “No constituye una tercera instancia’, ni una segunda apelación, ya que no se enjuicia
sobre las pretensiones de las partes sino sobre el error del Tribunal de instancia que se
denuncia en el recurso; además, no es posible introducir nuevos hechos en casación.
Tradicionalmente se atribuye a la casación una finalidad de defensa del ius constitutionis,
del ordenamiento jurídico, a través de dos vías: la protección o salvaguarda de la norma
(función nomofiláctica) y la función de uniformar la jurisprudencia en la interpretación y
aplicación del Derecho objetivo para lograr la unidad del ordenamiento jurídico (función
uniformadora), El recurso de casación español cumple también la función de defensa del ius
litigatorís (tutela de los derechos de los litigantes), suprimiendo el reenvío al tribunal de
instancia para que éste resolviera de nuevo ajustándose a lo ordenado en la sentencia de
casación, lo que supondría dilaciones y gastos para los litigantes. De modo, que el propio
órgano de casación decidirá sobre el fondo, declarando lo que definitivamente lo que en
derecho proceda cuando se trate de un error en el juicio.

2 . COMPETENCIA.
Mientras laL.O.P.J. no sea modificada, el órgano competente para conocer tanto del
recurso de casación (salvo cuando se atribuya a los T.S.J.) como del recurso extraordinario
por infracción procesal es la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo.
De igual modo, en ciertos supuestos el conocimiento de la casación y asi, de la infracción
procesal, corresponde a las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia
(disp. final 16’L.E.C.).
Cuando así se establezca en el Estatuto de Autonomía de la C.A., el Tribunal Superior de
Justicia conocerá de los recursos de casación que procedieran contra resoluciones de órganos
jurisdiccionales del orden civil con sede en dicha Comunidad, siempre que el recurso se funde
en infracción de normas de Derecho Civil, Foral o Especial propio de la Comunidad, sea de
forma exclusiva o conjuntamente con la infracción de normas de Derecho civil común. No
obstante, si el recurso de casación se fundamentara también en la infracción de un
precepto constitucional, la competencia corresponderá a la Sala de lo Civil del Tribunal
Supremo.
La atribución a dichos Tribunales Superiores de Justicia puede determinar la existencia de una
doble doctrina jurisprudencial de casación en materia foral: la del Tribunal Superior de
Justicia correspondiente y la del Tribunal Supremo, porque la sujeción al Derecho Civil
común o al Especial o Foral se determina por la vecindad civil (art. 14C.C.).
Ha de indicarse que mientras no se modifique la L.O.P.J. está vigente su art. 5.4 que
encomienda al T. 5. el conocimiento de cualquier recurso de casación que se fundamente en
infracción de precepto constitucional. Esta excepción no se contiene en el art. 478 L.E.C., ni
en la disposición final 16k’, pero según dicho art. 5.4 L.O.P.J. siempre que la casación se
funde en infracción de precepto constitucional es preciso sustanciarlo ante el T.S., aunque se
alegue también la infracción del Derecho foral o especial propio de la C.A. donde se siga el
pleito.
El procedimiento en el recurso de casación se divide en dos fases:
- La primera que se sustancia ante la Audiencia que dictó la resolución recurrida.
- La segunda ante el tribunal de casación (ya sea el T.S.J. o el T.S.). Ante la Audiencia se ha
de preparar el recurso extraordinario e interponerlo. Una vez remitidos los autos, el órgano de
casación deberá decidir sobre la admisión, conocerá de la oposición que se pueda formular al
recurso y, previa celebración de vista o sin ella, dictará sentencia resolviendo lo que proceda.

3. MOTIVOS DE CASACIÓN.
El recurso de casación sólo puede fundarse en motivos tasados en la ley, que además
supongan un error trascendente que determine la modificación del fallo. El motivo no es así
otro que la infracción de las normas aplicables para resolver las cuestiones objeto del proceso.

El primer motivo que se estableció fue la infracción expresa de la ley, la cual se fue
ampliando progresivamente hasta llegar a la denuncia de infracciones de normas jurídicas.
Hasta el año 1.984, el ordenamiento español diferenciaba diversos conceptos de infracción
(violación, interpretación errónea o aplicación indebida) con un rígido y excesivo carácter
formalista. Dicha distinción ha desaparecido siendo de esperar que queda olvidada
definitivamente.
Las normas cuya infracción pueden denunciarse son, en primer término, los preceptos
constitucionales que han merecido especial tratamiento en laL.O.P.J. (art. 5.4, con
repercusiones en la competencia funcional para conocer del recurso). Con dicho recurso se
pretende unificar la interpretación y la aplicación de las leyes por los tribunales ordinarios, de
acuerdo, con los principios constitucionales. Cuando el T.S. no pudiera resolver el recurso al
no poder acomodar la norma al ordenamiento constitucional deberá de plantear entonces
cuestión de inconstitucionalidad (art. 5 L.O.P.J.).

De igual modo, podrá denunciarse en casación la infracción (en cualquier concepto y sin
necesidad de indicarlo en el escrito de interposición) de las leyes o normas jurídicas del
mismo rango, entre las que se han de incluir las dictadas por los órganos legislativos de las
Comunidades Autónomas, al igual que las normas extranjeras que hayan de aplicarse en
España. La jurisprudencia viene exigiendo que se trate de la infracción de normas civiles
rechazando que pudieran ser normas de otro orden, como las fiscales (S.S.T.S. 7 diciembre
1.993; 20 marzo 1.992; 26 diciembre 1.986, ó 10 octubre 1.984).

4. RESOLUCIONES RECURRIBLES.
Como así determina el art. 477.2 L.E.C., el recurso de casación se deberá de fundar, como
motivo único, en la infracción de normas aplicables para resolver las cuestiones objetos del
proceso.
Serán recurribles en casación la sentencias pronunciadas en segunda instancia por las
Audiencias Provinciales en los siguientes supuestos:
1) Cuando se dictaran para la tutela judicial civil de derechos fundamentales, excepto los
que reconoce el art. 24 C.E.
2) Cuando la cuantía del asunto excediere de veinticinco millones de pesetas.
3) Cuando la resolución del recurso presente interés casacional.
Analizando dichos supuestos ha de destacarse lo siguiente:
1) Cuando se dictaran para la tutela judicial civil de derechos fundamentales, excepto los que
reconoce el art. 24 C.E: Al existir la vía del recurso extraordinario por infracción procesal
para denunciar las infracciones procesales de los derechos constitucionalizados en el art. 24
C.E., deben estos quedar excluidos del recurso de casación, mientras que tendrán acceso a
esta impugnación extraordinaria las infracciones a otros derechos constitucionales, así por
ejemplo: honor, intimidad, imagen, libertad de expresión, etc.
2) Cuando la cuantía del asunto excediere de veinticinco millones de pesetas (150.000 euros).
No parece muy lógico dicho límite cuantitativo con las finalidades señaladas para dicho
recurso: función de protección de la norma y uniformadora de la jurisprudencia. Además, no
hay ninguna razón empírica para haber elegido dicha cantidad, por lo que perfectamente
podría haber sido otra.
3) Cuando la resolución del recurso presente interés casacional. Se considera que existe
dicho interés en tres casos:
- Cuando la sentencia recurrida se oponga a doctrina jurisprudencial del T.S.
- Cuando resuelva puntos y cuestiones sobre los que exista jurisprudencia contradictoria de las
Audiencias Provinciales.
- Cuando aplique normas que no lleven más de cinco años en vigor, siempre que, en este
último caso, no existiese doctrina jurisprudencial del T.S. relativa a normas anteriores de igual
o similar contenido (art. 477.3).
Cuando se trate de recursos de casación de los que deba conocer un Tribunal Superior de
Justicia, se entenderá que también existe interés casacional cuando la sentencia recurrida se
oponga a doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo sobre normas de Derecho especial de
la Comunidad Autónoma correspondiente, o dicha doctrina no exista.

4. EL RECURSO DE CASACIÓN ANTE LOS TRIBUNALES SUPERIORES DE


JUSTICIA.
La L.O.P.J. establece que cuando el recurso de casación se fundamente en la infracción de
normas de Derecho Civil Foral o Especial, será competente para su conocimiento el TSJ de la
respectiva Comunidad Autónoma, es decir, dicho tribunal conocerá cuando se deba de
interpretar o aplicar normas forales, determinado su sentido y alcance y sentando
jurisprudencia.
Es por ello, que si el recurrente fundamenta su recurso sólo en la infracción de normas de
Derecho común, deberá de conocer el Tribunal Supremo. No obstante, si lo hace
exclusivamente en normas de Derecho Civil, Foral o Especial, propio de una C.A., se atribuirá
su conocimiento al Tribunal Superior de Justicia. En aquellos supuestos en los que junto a la
infracción de normas forales se cite, además, preceptos constitucionales, será competente TS.
A) PRESUPUESTOS.
La resolución recurrida ha de proceder de órganos jurisdiccionales civiles con sede en la
Comunidad Autónoma cuyo Derecho foral o especial se entiende infringido. Ello determina,
que quedarán excluidos aquellos supuestos en los que un órgano judicial aplique el derecho de
otra C.A.. En este caso, conocerá de dicho recurso de casación el Tribunal Supremo, lo que
podrá dar lugar a criterios jurisprudenciales contradictorios sobre unas mismas normas de
Derecho Civil, foral o especial. La atribución de la competencia al TSJ debe preverse
expresamente en el correspondiente Estatuto de Autonomía. En el supuesto de que no fuera
así conocerá el Tribunal Supremo de dichas materias. El recurso de casación ha de fundarse
en la infracción de normas de Derecho Civil Foral o Especial propio de la Comunidad
Autónoma (art. 73.1. L.O.P.J.). Además, junto con estas últimas, se podrá fundar
conjuntamente en la infracción de normas de Derecho Común, siempre que no se invoque la
infracción de un precepto constitucional.
B) PROCEDIMIENTO.
La tramitación de dicho recurso, que han de resolver los T.S.J., no ofrece especiales
particularidades. La única especialidad se encuentra en el planteamiento por la misma parte
procesal, o por la contraria, de sendos recursos de casación (y, eventualmente, por infracción
procesal) ante estos Tribunales y ante el Tribunal Supremo.
La L.E.C. solo regula el problema del planteamiento de ambos recursos por un mismo
litigante, en cuyo caso se establece que, mediante providencia, se tenga por no presentado
aquel que se hubiera preparado ante el Tribunal Supremo, de modo, que se sustanciará ante el
Tribunal Supremo de Justicia (art. 478.2 L.E.C.).
No obstante, la L.E.C. no regula el supuesto de que dichos recursos de casación sean
presentados por las dos partes, unos ante la Sala de los Civil del Tribunal Supremo y otros
ante la del Tribunal Superior de Justicia. En tal caso, al afectar a un único proceso y recurrirse
la misma sentencia, es obvio que la casación no puede dividirse, por lo que la solución será la
de aplicar la regla general, como si de un solo recurso con varios motivos se tratase. De este
modo, cuando en alguno de los recursos se invoque la infracción del precepto constitucional,
conocerá la Sala de lo Civil del T.S.; por otro lado, cuando concurran impugnaciones basadas
en infracción de otros preceptos legales y de normas de Derecho Civil, Foral o Especial, la
competencia será de la Sala de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia.
Cuando se plantee la preparación de sendos recursos de casación por distintos litigantes y
ante diferentes Salas en razón de su fundamentación y se denegara la preparación de alguno o
de todos ellos, se podrán dar dos situaciones.
- Cuando la denegación se base en que la resolución no es susceptible de recurso, afectando
por igual al derecho de todos los litigantes, no resultará admisible que la queja se pueda llegar
a resolver de forma dispar por el T.S. y por el T.S.J., en función de lo aducido en el escrito de
preparación por cada uno de los recurrentes, por ello la competencia para conocer de todas las
quejas se atribuirá al primero, órgano jurisdiccional superior.
- Cuando la denegación se fundamente en incumplimiento de los requisitos para preparación,
la queja deberá interponerse ante uno u otro Tribunal en función de lo aducido por la parte. Si
en estos casos la denegación de la preparación afectara sólo a algunos de los recurrentes,
deberá suspenderse la remisión de los autos a la Sala para ante la que se hubiera tenido por
preparado y el emplazamiento de las partes, aun cuando no venga previsto en laL.E.C..

TEMA 33: LOS RECURSOS (V) EL PROCEDIMIENTO DE LA CASACIÓN Y LOS


RECURSOS EN INTERÉS DE LEY Y QUEJA
1. EL PROCEDIMIENTO DEL RECURSO DE CASACIÓN
1. PREPARACIÓN DEL RECURSO
El recurso de casación deberá de prepararse presentando un escrito ante la Audiencia, en el
plazo de cinco días (pasado el cual la sentencia o resolución quedará firme, art. 207).
El escrito de preparación es diferente según estemos ante un recurso por infracción procesal o
de casación. En el primero se requiere que, siendo la resolución recurrible, se alegue el
motivo de infracción procesal y se hubiera denunciado la falta oportunamente, (art. 470.2).
Respecto al recurso de casación:
- Cuando se pretenda recurrir para obtener la tutela de derechos fundamentales, el escrito de
preparación se limitará a exponer sucintamente la vulneración del derecho fundamental
(art. 479. 2).
- Cuando se pretenda recurrir en un proceso de cuantía superior a veinticinco millones de
pesetas dicho escrito deberá de indicar la infracción legal que se considera cometida (art.

479. 3).
- Si se pretende recurrir alegando interés casacional, el escrito de preparación deberá de
expresar, además de la infracción legal, las sentencias que pongan de manifiesto la
doctrina jurisprudencial o jurisprudencia contradictoria en que se funde el interés
casacional que se alegue (art. 479.4).
Cuando el escrito de preparación cumpla los requisitos exigidos y la resolución sea
recurrible en casación, la Audiencia dictará providencia teniéndolo por preparado, contra
la que no cabe recurso alguno, aunque la parte contraria podrá oponerse a la admisión del
recurso al comparecer ante el tribunal de casación (art. 480).
Si el escrito de preparación no cumple los requisitos o la resolución no es recurrible en
casación, se dictará auto rechazando el recurso, contra el que solamente podrá interponerse
recurso de queja (art. 480. 1).

2. INTERPOSICIÓN.
Tanto el recurso de casación como el de infracción procesal han de interponerse
mediante un escrito ante la Audiencia Provincial (órgano a quo), en el plazo de los veinte
días siguientes al que se tuviera por preparado el recurso o recursos (art. 481. 1), pasado el
cual sin hacerlo, se declarará desierto el recurso y se impondrán las costas al recurrente (art.
481. 4).
En el escrito de interposición se indicarán, sus fundamentos, razonando los motivos que se
aleguen, argumentando sobre las vulneraciones cometidas, el motivo o motivos en que se base
y las razones jurídicas por las que deba ser estimado, aduciendo las normas legales que se
hubieran podido infringir, y acompañando certificación de la sentencia impugnada (arts. 471 y
481).

3. LA REMISIÓN DE LOS AUTOS


Presentado dicho escrito de interposición, la Audiencia remitirá a la Sala de lo Civil del
Tribual Supremo (o del Tribunal Superior de Justicia) dentro del plazo de los cinco días
siguientes, los autos originales (art482. 1). Se incluirán tanto los autos de apelación, los de la
segunda instancia y los de la 1º instancia.

4. RECEPCIÓN DE LOS AUTOS Y DESIGNACIÓN DE MAGISTRADO PONENTE


La Sala Primera del Tribunal Supremo o en su caso, la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal
Superior, dicta providencia acusando el recibo de parte de la Audiencia Provincial de
“todos los autos” con el correspondiente oficio. Así se deja constancia de la recepción y se
designa al Magistrado ponente de entre quienes integran la Sala. Para elegir al Magistrado
ponente, se sigue el turno establecido previamente, y se notifica a las partes, a través del
Procurador.

5. FASE DE ADMISIÓN.
Cuando el Tribunal de casación reciba los autos, pasará las actuaciones al ponente para que se
instruya y someta a la deliberación de la Sala lo que haya de resolverse sobre la admisión o
inadmisión de los recursos extraordinarios que se hubieran interpuesto. Si se ha interpuesto
contra una misma sentencia recurso por infracción procesal y recurso de casación, que se
tramitan conjuntamente (por ahora), la Sala examinará si la resolución recurrida es susceptible
de recurso de casación. Cuando no lo fuera, inadmitirá ambos recursos. Cuando considere que
existe una causa de inadmisión, antes de resolver, la pondrá en conocimiento a las partes para
que, en e plazo de diez días, aleguen lo que tuvieran por conveniente (arts. 473. 2 y 483.3).
Procede la inadmisión del recurso por infracción procesal cuando se aprecie por el
tribunal que contra la misma sentencia se había estimado con anterioridad otro recurso por
infracción procesal y el posterior se funda en las mismas causas. De igual modo, cuando no se
funde en los motivos legales establecidos o no se haya denunciado la infracción en el
momento procesal oportuno. También se inadmitirá el recurso cuando careciere
manifiestamente de fundamento (art. 473. 2).
Procede la inadmisión del recurso de casación cuando éste fuera improcedente por no
ser recurrible la sentencia o por cualquier defecto de forma no subsanable en que se hubiera
incurrido en su preparación. De igual forma, se inadmitirá:
- Cuando el escrito de interposición no cumpla los requisitos exigidos.
- Cuando el asunto no alcance la cuantía requerida o no hubiere interés casacional por
inexistencia de oposición a la doctrina jurisprudencial.
- Por falta de jurisprudencia contradictoria.
- Cuando la norma que se pretende infringida llevase vigente más de cinco años, o cuando,
con una vigencia inferior, ajuicio de la Sala, existiese doctrina jurisprudencial del Tribunal
Supremo sobre dicha norma o sobre otra anterior de contenido igual o similar.
- Cuando deba de conocer un Tribunal Superior de Justicia, cuando éste considere que ha
sentado doctrina sobre la norma discutida o sobre otra anterior de contenido igual o similar,
(art. 483. 2.)
Cuando la sala considerase que se da alguna de las causas de inadmisión dictará auto
declarándolo así, y la firmeza de la resolución recurrida. Si la causa de inadmisión no afecta
más que a alguna de las infracciones alegadas, resolverá también mediante auto la admisión
del recurso respecto de las demás que el recurso denuncie (art. 473. 2 y 483. 4).

6. EL ESCRITO DE OPOSICIÓN.
Cuando se admita el recurso, se dará traslado del escrito de interposición, con los
documentos que se hayan presentado, a la parte o partes recurridas y personadas, para que
formalicen por escrito su oposición en el plazo común de veinte días. En dicho escrito podrán
impugnar los fundamentos del recurso, postulando su desestimación, así como alegar las
causas de inadmisibilidad que se consideren existentes y no se hayan eliminado antes (art.
485), puesto que debe tenerse en cuenta que éste es el momento procesal en que la partes
recurridas tienen oportunidad de pronunciarse sobre la impugnación.
7. VISTA
Transcurrido dicho plazo, se haya o no presentado escrito de oposición, se señalará, dentro
de los treinta días siguientes, día y hora para la celebración de vista o, en su caso, para la
votación y el fallo (art. 486.1).
Dicho recurso se podrá decidir con o sin vista. La vista se efectuará cuando lo pidan todas
las partes en sus escritos de interposición y de impugnación, o cuando la Sala lo estime
conveniente.
En la vista informará en primer lugar el abogado del recurrente y después el del recurrido.
Cuando fueran varios los recurrentes deberá de estarse al orden de interposición de los
recursos y, siendo varios los recurridos, por el orden de las comparecencias.
Cuando en el recurso extraordinario por infracción procesal se hubiera pedido admitido la
práctica de alguna prueba o si la Sala, de oficio o a instancia de parte, lo considerase oportuno
para la mejor impartición de la justicia, se acordará que se celebre vista (art. 475. 2).

8. LA SENTENCIA
A) PLAZO.- La decisión del recurso se resolverá mediante sentencia dentro de los veinte
días siguientes al de terminación de la vista, o si no se celebró, al día señalado para la
votación y fallo (arts. 476 y487. 1).
a) El deber de congruencia.- La sentencia debe ser congruente con la pretensión de
impugnación. Es decir, el Tribunal de casación debe adecuar su actividad de control jurídico
a lo pedido por la parte recurrente –el petitum- y a los hechos en que éste fundamenta su
petición –la causa petendi-. Exige extender la fiscalización judicial de la casación
exclusivamente al pronunciamiento de la sentencia que fue expresamente solicitado por la
parte recurrente. El resto de pronunciamientos de la Sentencia tiene el consentimiento de las
partes.
b) El deber de motivación.- Según el TC, el derecho a la tutela efectiva exige que las
Sentencias siempre estén motivadas. Este esfuerzo de motivación debe ser, si cabe, aún más
fuerte en las sentencias de casación, pues se supone que la interpretación del Tribunal de
casación es la “más correcta”, la “más justa”.
B) CONTENIDO Y EFECTOS
Cuando se hubieran admitido contra la misma sentencia un recurso por infracción procesal
y un recurso de casación, el tribunal deberá resolver previamente el primero y, sólo cuando
éste se desestime, se examinará y resolverá el de casación (disp. final 16a 16a)
Si el recurso se estima por todos o algunos de los motivos, la Sala de casación deberá
decidir con los siguientes efectos.:
- Cuando el recurso extraordinario por infracción procesal se hubiera fundado en la infracción
de las normas sobre jurisdicción o competencia objetiva o funcional, se decidirá dicho motivo
en primer lugar. Cuando se estime el recurso, la Sala casará la resolución impugnada,
quedando a salvo el derecho de las partes a ejercitar las pretensiones ante quien
correspondiere.
- Si el recurso extraordinario por infracción procesal se hubiera interpuesto contra sentencia
que confirmaba o declaraba la falta de jurisdicción o de competencia y la Sala lo estimara, tras
casar la sentencia, ordenará al tribunal que inicie o prosiga el conocimiento del asunto, salvo
que la falta de jurisdicción se hubiera estimado erróneamente, en cuyo caso se ordenará al
tribunal de que se trate que resuelva sobre el fondo del asunto.
- En los demás supuestos de estimarse el recurso extraordinario por infracción procesal por
todas o algunas de las infracciones o vulneraciones alegadas, la Sala anulará la resolución
recurrida y ordenará que se repongan las actuaciones al estado y momento en que se hubiere
incurrido en la infracción o vulneración.

Cuando el recurso de casación se hubiera interpuesto en materia de protección de derechos


fundamentales o cuando la cuantía del asunto supere los veinticinco millones de pesetas, la
sentencia de casación casará en todo o en parte la sentencia recurrida, la cual efectuará
pronunciamiento sobre el fondo.
Si el recurso de casación se interpone en razón de presentar interés casacional, y la
sentencia considerara fundado el recurso, casará la resolución impugnada y resolverá sobre el
caso, declarando lo que corresponda según los términos en que se hubiere producido la
oposición a la doctrina jurisprudencial o la contradicción o divergencia de la jurisprudencia
sin que los pronunciamientos de la sentencia de casación afecten en ningún caso a las
situaciones jurídicas creadas por las sentencias, distintas de la impugnada, que se hubieren
invocado. Si no es estima ningún motivo, la sentencia desestimará el recurso y se devolverán
las actuaciones a la Audiencia, (art. 476. 3).

II. EL RECURSO EN INTERÉS DE LEY. 1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO


Es un medio de impugnación extraordinario que puede interponer el Ministerio Público
ante el Tribunal Supremo contra Sentencias recaídas en la Segunda Instancia, que no tengan
acceso a la casación, con la única finalidad de que el TS pueda emitir su definitiva doctrina
legal que ha de vincular a todo el Poder Judicial.
Sus características son: 1) sólo están legitimados los defensores de la ley; 2) tiene un
carácter abstracto, ya que sólo busca garantizar la unidad de la doctrina jurisprudencial; y 3)
la inexistencia de efecto de cosa juzgada de sus resoluciones, ya que no afectan a las
situaciones contempladas por la sentencia de la instancia.

2. RESOLUCIONES RECURRIBLES Y MOTIVOS


A) Resoluciones.- Sólo se usa para impugnar resoluciones de los TSJ con ocasión de la
resolución de los recursos extraordinarios por infracción procesal, a fin de unificar la doctrina,
evitando violaciones al principio de constitucional de igualdad ante la Ley.
B) Motivos.- Con la finalidad de lograr la unificación de la jurisprudencia y evitar criterios
discrepantes de las Salas de lo Civil y Penal de los T.S.J., ya que ante ellos se finaliza la
interpretación y aplicación de las normas procesales, a través del recurso extraordinario por
infracción procesal. se diseñó este llamado recurso en interés de la ley. No obstante. al no
haber sido modificada la L.O.P.J., los Tribunales Superiores no pueden asumir el
conocimiento de los recursos extraordinarios por infracción procesal, de modo, que no son de
aplicación los cuatro artículos que integran el capítulo VI del título 1V (disp. final 16°.2).

3. LEGITIMACIÓN
Están legitimados para interponerlo el Ministerio Fiscal, el Defensor del Pueblo y las
personas jurídicas de Derecho público que acrediten interés legitimo en la unidad
jurisprudencial sobre esas cuestiones (art. 491). No ostenta, pues, legitimación alguna la parte
gravada por la Sentencia del TJS porque este recurso no tutela el “ius litigatoris” sino el “ius
constitutionis”.

4. PROCEDIMIENTO
Dichos recursos se pueden interponer directamente ante la Sala de lo Civil del Tribunal
Supremo, sin necesidad de preparación, en el plazo de un año desde que se dictó la sentencia
más moderna (art. 492.1), acompañando copia certificada o testimonio de las resoluciones que
pongan de manifiesto la discrepancia que se alegue, así como certificación expedida por el
Tribunal Constitucional, que acredite que, transcurrido el plazo para recurrir en amparo, no se
ha interpuesto dicho recurso contra ninguna de las sentencias alegadas (art. 492.2). De dicho
escrito de interposición se dará traslado a quienes se hubieran personado como parte en los
procesos en que se dictaron las sentencias contradictorias, para que, si lo tienen por
conveniente, formulen alegaciones expresando los criterios jurídicos que consideren más
fundados (art. 492. 3).
5. SENTENCIA
Las situaciones jurídicas particulares que se derivan de las sentencias alegadas deberán de
ser respetadas por las sentencias que se dicten en estos recursos y, cuando fueren estimatorias,
fijarán en el fallo la doctrina jurisprudencial. En dicho caso, se publicarán en el B.O.E. y, a
partir de su publicación, completarán el ordenamiento jurídico, vinculando en tal concepto a
todos los jueces y tribunales del orden jurisdiccional civil diferentes al Tribunal Supremo.

III. EL RECURSO DE QUEJA


Concepto
Es el medio de impugnación a través del cual se pretende corregir el error padecido por el
Tribunal “a quo”, consistente en declarar indebidamente inadmisible un recurso. No se aplica
a la inadmisión de recursos no devolutivos, pues intenta evitar que el órgano que ha dictado la
resolución, cuya impugnación se pretende, adquiera plena facultad en orden a la inadmisión
del recurso. Así se confiere al Tribunal “ad quem” la posibilidad de controlar la aplicación de
los requisitos de admisibilidad hecha por el tribunal “ad quo”.
Resoluciones recurribles
Se puede interponer como consecuencia de la inadmisión del recurso de apelación, como
la del recurso por infracción procesal y del de casación. Así, reculta procedente contra toda
resolución inadmisoria de estos recursos, ya se den por infracción procesal, por violación de
una norma subjetiva, etc. Sin embargo, no son susceptibles de recurso de queja las
resoluciones denegatorias del recurso de reposición.
Procedimiento
Preparación
Se realiza mediante la interposición de recurso de reposición contra la resolución que
deniega la preparación del recurso de apelación, por infracción procesal o casación. En este
escrito de interposición, habrá de indicarse la finalidad de dicha reposición.
Si fuera estimada la reposición, no se necesita el recurso de queja. Así, es un requisito
ineludible la interposición y desestimación de la reposición.
Interposición
Se presenta en plazo de diez días siguientes a la entrega del testimonio, ante el órgano que
fue competente para conocer del recurso inadmitido: si la resolución recurrida procede de un
Juez de Paz, de interpone ante la Audiencia Provincial, y si el recurso inadmitido fuese un
recurso extraordinario de casación material o de infracción procesal, el recurso de queja se
presenta ante la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo.
Sustanciación
El tribunal resuelve en cinco días, dado el carácter preferente de estos recursos. Parece
muy poco tiempo, pensando que, además de contar con todos los autos y alegaciones del
recurrente, el Tribunal querrá oír en audiencia a todas las partes. Contra su resolución no
caber recurso alguno.
Efectos
Si se desestima la queja, queda confirmada la resolución inadmisoria. Si fuera estimada, se
ordenará al tribunal “ad quo” que continúe con la tramitación del recurso.

TEMA 34: LOS MEDIOS DE RESCISIÓN DE LA COSA JUZGADA. EL RECURSO


DE AUDIENCIA AL REBELDE Y EL DE REVISIÓN
1. LOS MEDIOS DE RESCISIÓN DE LA COSA JUZGADA 
     Aunque por lo general las normas españolas se refieran a la revisión como recurso, no
es propiamente un medio de impugnación, ni ordinario ni extraordinario, sobre todo porque se
promueve una vez finalizado el proceso y no durante la pendencia del mismo.
De este modo, si con cualquier otro recurso lo que se pretende es evitar la firmeza de una
resolución desfavorable y que se dicte otra acorde con lo que en el mismo se pide, la revisión
persigue que se rescinda una sentencia firme, dejando el fondo imprejuzgado.
La revisión cabe por lo tanto contra las sentencias firmes, es decir aquellas sentencias
contra las que no cabe recurso alguno (ni ordinario ni extraordinario), ya sea por su naturaleza
o por haber sido consentidas por las partes (arts. 207. 2 L.E.C. y 245. 3 LO.P.J.).
Ello determina el carácter subsidiario de la revisión, pues sólo cuando el proceso se ha
cerrado definitivamente se puede ejercitar la revisión de una sentencia cuya validez no puede
ya discutirse. Según la opinión mayoritaria, es una acción impugnativa autónoma, que parte
de la validez intrínseca de la sentencia firme.
Ha de tenerse en consideración que con la revisión no se pueden volver a examinar las
actuaciones procesales para determinar si la tramitación del procedimiento se ajustó o no a la
legalidad, ni tampoco si la sentencia incurrió en vulneración del derecho aplicado, ya que
dichas infracciones debieron ser denunciadas durante el proceso mediante los recursos
existentes al efecto o, en último término, mediante el incidente de nulidad. A la revisión se
accede por existir hechos ajenos al proceso y ocurridos fuera de él que provocan la lesión o el
gravamen, porque aparezca que el material del pleito fue incompleto o indebidamente
aportado. Lo que se pretende es restablecer determinados derechos fundamentales contenidos
en el derecho a la tutela judicial efectiva.
Comprende, la revisión, un doble enjuiciamiento, que corresponden a distintos órganos
junsdiccionales:
- El juicio rescindente (iudiciuni rescindens), en el que el tribunal de revisión decide acerca
de la existencia del vicio producido por el hecho nuevo con carácter puramente negativo;
dejando sin efecto la sentencia firme.
- El juicio rescisorio (iudiciuni rescisoriuni), es contingente del anterior y a él pueden acudir
las partes para que se dicte una nueva sentencia (art. 516 LEC), por cuanto el objeto litigioso
resulta en ese momento carente de decisión, aunque el juez desde luego se encuentra
vinculado por las declaraciones del fallo de revisión.
La revisión supone una quiebra de la autoridad de cosa juzgada reconocida a la sentencia:
el legislador ha entendido que es más beneficioso rescindirla y abrir de nuevo el proceso que
mantener la sentencia fundada en presupuestos antijurídicos. La revisión se concede, no tanto
porque la sentencia fuera injusta, no acordada al valor justicia’, cuanto por haberse ganado
injustamente, de forma no ajustada a Derecho.
1. EL RECURSO DE AUDIENCIA AL REBELDE.
A) CONCEPTO Y REQUISITOS.
La declaración de rebeldía del demandado y la sustanciación del procedimiento en su
ausencia se produce por el hecho de su incomparecencia durante el tiempo del emplazamiento
o en el término señalado por la citación judicial, sin que notifique ninguna otra resolución
salvo la que ponga fin al proceso (art. 497. 1). De este modo, para la declaración de rebeldía
no se tiene en cuenta la voluntad del demandado en adoptar esta postura de inactividad, ni
importa su conocimiento efectivo de la pendencia del proceso dirigido contra él, que son
decisivos para lograr la rescisión de la sentencia firme dictada en ese proceso.
La audiencia al rebelde supone, como la revisión, un medio para obtener la rescisión de
una sentencia firme, que no puede ser concebido como un recurso, sino como una acción
impugnativa autónoma. No obstante la audiencia del rebelde parte de distintos presupuestos y
responde a motivaciones diferentes de las que fundan la revisión. El fundamento de este
medio de rescisión de la cosa juzgada reside en el dº a la tutela judicial efectiva.
B) LEGITIMACIÓN
Exclusivamente el demandado ausente, declarado en rebeldía y que se haya visto
impedido de comparecer en el juicio. Pero también le asiste al actor la carga procesal de
determinar la identificación y el domicilio real del demandado, ya que si éste es citado en su
domicilio y hace caso omiso, no podrá ejercitar este medio de rescisión que está reservado
únicamente al rebelde involuntario. De ello se infiere que el demandado rebelde puede purgar
su rebeldía compareciendo en el proceso en cualquier estadio e instancia del procedimiento.
Si se le ha notificado la Sentencia, puede impugnarla mediante los recursos pertinentes.
C) COMPETENCIA
También implica un doble enjuiciamiento:
- Un juicio rescindente en el que se le concede audiencia contra la sentencia firme, y se
rescinde ésta. Para conceder la audiencia se exige que la sentencia sea contraria a sus
intereses. Ha de interponerse ante el Tribunal que hubiere dictado la Sentencia firme.
- Un juicio rescisorio donde se da al declarado en rebeldía la oportunidad de defenderse. En
este caso se celebrará ante el órgano jurisdiccional que conoció del proceso en primera
instancia.
Como aspecto importante, ha de señalarse que la audiencia al rebelde sólo se da en
aquellos supuestos en los que el litigante ha permanecido constantemente en rebeldía de
forma involuntaria.
Se exceptúan la concesión de la audiencia al rebelde, aquellas sentencias firmes que, por
disposición legal, carezcan de efectos de cosa juzgada (art. 503 L.E.C).
D) PLAZO PARA EL EJERCICIO DE LA ACCIÓN
La rescisión de la sentencia firme a instancia del demandado rebelde sólo procederá si se
solicita dentro de los plazos siguientes:
- De veinte días, a partir de la notificación de la sentencia firme, si dicha notificación se
hubiere practicado personalmente.
- De cuatro meses, a partir de la publicación del edicto de notificación de la sentencia firme, si
ésta se notificó personalmente (es decir, por edictos).
Dichos plazos podrán prolongarse si subsistiera la fuerza mayor, pero con el límite máximo
absoluto de dieciséis meses desde la notificación de la sentencia (art. 502 L.E.C.).
E) EL JUICIO RESCINDENTE
- La sentencia firme se rescindirá cuando el demandado justifique la existencia de fuerza
mayor ininterrumpida y que ésta fue la causa que le impidió comparecer, aunque la
citación o emplazamiento fueran correctos y se hicieran en la persona del litigante rebelde
(art.
501.1 L.E.C.).
- La sentencia se rescindirá cuando el rebelde desconociera la demanda y el pleito, cuando
el emplazamiento del demandado se produjo mediante cédula, siempre que se acredite que
una causa no imputable a él mismo impidió que la cédula o citación llegase a su poder (art.
50 1.2 L.E.C.).
- Se rescindirá la sentencia cuando el rebelde desconoció la demanda y el pleito, cuando el
emplazamiento se efectuó por medio de edictos, siempre que haya estado ausente del lugar
en que se haya seguido el proceso y de cualquier otro lugar del Estado, de la Comunidad
Autónoma o de la Provincia, en cuyos boletines oficiales se hubieran publicado los edictos
(art.501. 3 L.E.C.).
Las demandas de rescisión de sentencias firmes se sustanciarán ante el tribunal donde
hubieren ganado firmeza, cualquiera que éste sea (art. 501 L.E.C.) por los trámites del juicio
ordinario (art. 504.2 L.E.C.).
Como se ha indicado anteriormente respecto a la revisión, la ejecución de la sentencia
firme que se ha dictado en rebeldía no se suspenderá por la interposición de la demanda. No
obstante, el tribunal, a instancia del rebelde, dando garantía por el valor de lo litigado y de los
daños y perjuicios que se pueda ocasionar, debiendo ser oído el Ministerio Fiscal, podrá
ordenar que se suspendan las diligencias de ejecución (arts. 504 y 566 L.E.C.).
Posteriormente, celebrado el juicio el juez dictará sentencia (frente a la que no se podrá
interponer recurso alguno) en la que se acordará la suspensión de la ejecución cuando no se
hubiera decretado con anterioridad (art. 505 L.E.C.). Las costas se impondrán al rebelde
cuando se declare no haber lugar a la rescisión. En cambio, no existirá imposición de costas a
ninguna de las partes cuando la sentencia fuera estimatoria de la pretensión salvo que el juez
entienda que ha existido temeridad en alguna de ellas.
G) JUICIO RESCISORIO
Cuando la sentencia estime la solicitud de audiencia, se remitirá certificación de la misma
al juzgado de primera instancia que hubiera conocido del asunto, con los que finalizará el
juicio rescindente. No será necesario remitir al tribunal de primera instancia la certificación
cuando dicho tribunal hubiere sido el que estimó procedente la rescisión.
En el tribunal de la primera instancia se entregarán los autos por diez días al demandado
para que pueda exponer y solicitar lo que tenga por conveniente, en la forma prevenida para la
contestación de la demanda. De este escrito se conferirá traslado a la parte contraria por otros
diez días, entregándole las copias de los escritos y documentos. En adelante, se seguirán los
trámites del juicio declarativo que corresponda, hasta dictar la sentencia que proceda, contra
la que podrán interponerse los recursos previstos en la L.E.C. (art. 507 L.E.C.).
Cuando el demandado no formule alegaciones y peticiones en el trámite y plazo
concedidos, se entenderá que renuncia a ser oído y se dictará nueva sentencia en los mismos
términos que la rescindida, contra la que no cabrá recurso alguno (art. 508 L.E.C.).

2. EL RECURSO DE REVISIÓN. A) CONCEPTO, FUNDAMENTO Y NATURALEZA


Puede solicitarse la revisión de sentencias firme (art. 509 L.E.C.), con independencia del
procedimiento en que recayeron (desde juicio ordinario al verbal), del tipo o grado del
tribunal en que adquirió firmeza, y de haberse o no agotado los recursos admitidos contra la
sentencia. Como se ha indicado, la revisión parte de la validez de la sentencia, o de su
convalidación por efecto de la cosa juzgada, de tal manera que si volviera a fallarse con el
mismo material el contenido de la resolución habría de ser el mismo. El recurso de revisión no
encierra ejercicio de medio de impugnación. Más bien, es una pretensión constitutiva de
anulación de una Sentencia firme, fundada en alguno de los motivos contemplados en los
números 1 al 4 del art. 510, arbitrados para restablecer el valor constitucional de la “justicia”.
Y como fundamento último está en la exigencia constitucional de que la tutela judicial sea
“efectiva”.
B) LEGITIMACIÓN
Ostenta legitimación activa la “parte perjudicada” por la Sentencia firme cuya anulación se
pretende, es decir, quien haya sido parte formal y condenado en el proceso en el que se
hubiere dictado la Sentencia.
C) COMPETENCIA
Tradicionalmente se atribuye la competencia a la Sala de lo Civil del TS (aunque
técnicamente nada impediría que conociera el mismo tribunal ante el que la sentencia quedó
firme).

Por la articulación del Estado de Autonomías, se atribuye a los TSJ competencia para
conocer del recurso de revisión que establezca la ley contra sentencias dictadas por órganos
jurisdiccionales del orden civil con sede en la Comunidad Autónoma, en materia de Derecho
Civil Foral o Especial propio de la Comunidad. De este modo, como así determina el art.
73.1.b) L.O.P.J., ‘la Sala de lo Civil de este tribunal (T.S.J.) conocerá del ‘recurso
extraordinario de revisión que establezca la ley contra sentencias dictadas por órganos
jurisdiccionales del orden civil con sede en la Comunidad Autónoma, en materia de Derecho
Civil, Foral o Especial propio de la Comunidad Autónoma, si el correspondiente Estatuto de
Autonomía ha previsto esta atribución”. En este sentido, el art. 509 L.E.C. se remite a dicho
precepto de la L.O.P.J., suprimiendo toda especificación al respecto.
Ha de tenerse en consideración que dicha atribución es impracticable, ya que no puede
existir revisión por motivos forales sino sólo por los motivos de falsedad que recogen los arts.
510 LEC, los cuales no tienen en cuenta el Derecho aplicable o aplicado. Además, ello
determinaría la necesidad de un enjuiciamiento previo para determinar si el objeto del litigio
es materia foral y pasar luego al examen de si se han recuperado los documentos decisivos, y
si la sentencia se dictó en virtud de documentos falsos o de falsas declaraciones testificales, o
si medió “fraude”.
E) PLAZO
El proceso de revisión deberá de tener en cuenta el cumplimiento de dos plazos:
Un plazo, de caducidad según el art. 5 14.4 L.E.C.), que es de cinco años a contar desde la
publicación de la sentencia que la motiva (en realidad, debiera ser desde la notificación de la
sentencia). Pasado ese plazo la revisión se rechazará de plano (art. 5 12.1 LEC).
El segundo plazo referido es de tres meses, a contar desde el día en que se descubrieron los
documentos decisivos, el cohecho, la violencia o el fraude, o desde el día del reconocimiento
o declaración de falsedad (art. 5 12.2), dentro del cual ha de presentarse la demanda de
revisión. No obstante, ha de indicarse que ese momento inicial indeterminado presenta el
problema de su prueba, el de la acreditación del desconocimiento hasta un cierto momento).
F) DEMANDA
a) Fundamentación:
Procede en cuatro supuestos enumerados taxativamente en el art. 510 LEC e
interpretados restrictivamente por la jurisprudencia, por haberse conocido hechos que tengan
carácter decisivo en la resolución firme y resulten suficientemente probados o acreditados en
el proceso de revisión.
1) Si después de pronunciada la sentencia firme se recobraren u obtuvieren documentos
decisivos, de los que no se hubiera podido disponer por fuerza mayor, o por obra de la parte
en cuyo favor se hubiere dictado.
Ha sido modificado el anterior sistema de revisión, pues no se queda solamente en recobrar
o recuperar documentos (es decir, aquellos que se conocieron o tuvieron), sino que además la
revisión se extiende al supuesto de obtención de documentos, es decir, cuando se esté ante
documentos que se descubren o conocen después de la firmeza de la sentencia. Estaríamos así
ante una revisión ‘propter nova’, que estaba admitida en el proceso penal (art. 954.4
L.E.Crim.) pero no en el civil hasta la actual L.E.C. de 2.000 que sí que la permite,
(anteriormente sólo se concebía la revisión “propter falsa o ex capite falsi”.
Han de ser documentos decisivos para la viabilidad de la pretensión de la actora o la
oposición del demandado que debieran influir en la sentencia, de este modo, para decidir
sobre la revisión el tribunal ha de entrar en el fondo. De igual modo, los documentos deberían
haber sido indisponibles por causa de fuerza mayor (causas insalvables, ajenas a la voluntad
de las partes) o de la obra de la otra parte: no se admite si medió culpa, negligencia o descuido
del que solicita la revisión.
2) Si hubiera recaído sentencia en virtud de documentos que al tiempo de dictarse
ignoraba una de las partes haber sido reconocidos o declarados falsos en un proceso
penal o cuya falsedad se declarare después penalmente. En este punto se ha de tener por
reproducido la exigencia vista anteriormente, es decir, el carácter decisivo de los documentos.
No obstante dicha exigencia plantea importantes dificultades pues en el supuesto de que la
falsedad se declare antes de la sentencia, ignorándolo la parte, el demandante de revisión
tendrá la carga de probar un hecho negativo: su desconocimiento. Por otro lado la L.E.C. ha
acogido la exigencia jurisprudencial de que para revisar la sentencia firme haya precedido una
declaración de falsedad del documento en un proceso penal.
3) Si hubiera recaído la sentencia en virtud de prueba testifical o pericial, y los
testigos o peritos hubieren sido condenados por falso testimonio dado en las declaraciones
que sirvieron de fundamento a la sentencia.
Se exige también una previa sentencia penal de condena por falso testimonio prestado en el
proceso civil. Además, la sentencia ha revisar se ha debido de dictar en virtud de ese falso
testimonio. Dicha circunstancia exigiría que la sentencia hubiera deslindado con claridad la
influencia de cada medio probatorio en el sentido del fallo. No obstante, dicho motivo es
utilizado muy poco.
De este modo, la revisión sólo procede por la falsedad de la prueba documental y en las
declaraciones de los testigos y peritos. El olvido de los restantes medios de prueba podría ser
debido: por la influencia histórica derivada de las Partidas o, en su caso, por la posibilidad de
subsumir los otros supuestos en las maquinaciones fraudulentas del motivo
4) Si la sentencia se hubiera ganado injustamente en virtud de cohecho, violencia u
otra maquinación fraudulenta.
Las conductas ilícitas pueden provenir del Juez (cohecho), del litigante contrario o de un
tercero a iniciativa de aquél (violencia, sea sobre el juez o sobre la parte contraria y
maquinaciones fraudulentas), pero en todo caso han de ser determinantes de la sentencia, pues
en el supuesto de que no lo fueran la sentencia no podrá rescindirse.
Dicha conductas han de determinar que se haya ganado injustamente la sentencia, por ello
que el órgano de revisión debe rescindir la sentencia sin entrar a valorar su justicia material,
de modo que nada obsta para que la sentencia que se dicte en el juicio rescisorio vuelva a
resolver en el mismo sentido que la rescindida.
El motivo más utilizado para la revisión civil es el de las “maquinaciones fraudulentas’,
que exige la existencia de un anirnus laedendi y el resultado pretendido por la parte que urdió
la maquinación.
Los casos más denunciados por este motivo se refieren a las maniobras del actor que
impiden al demandado conocer la existencia de un proceso que se está siguiendo contra él,
colocándolo en una situación de indefensión (por ejemplo, ocultar el domicilio del demandado
para que el proceso se siga en rebeldía).
b) Depósito
La demanda se redactará en la forma ordinaria y se acompañará del documento
justificativo de haberse depositado la cantidad de 300 euros en el establecimiento destinado al
efecto (Cuenta de Depósitos y Consignaciones). La falta de dicho depósito determinará que la
demanda sea rechazada, salvo que el defecto se llegue a subsanar (art. 513).
G) PROCEDIMIENTO
La Sala de lo Civil del Tribunal Supremo (o del Tribunal Superior de Justicia, en su caso)
solicitará que se le remitan todas las actuaciones del pleito cuya sentencia se impugne y
requerirá a los litigantes, o a sus causahabientes, para que en un plazo de veinte días den
contestación a la demanda, alegando lo que tengan por conveniente. Contestada la demanda o
transcurrido el plazo sin que la contestación se hubiera efectuado, se dará a las actuaciones la
tramitación establecida para los juicios verbales, con audiencia del Ministerio Fiscal.
El proceso de revisión se interrumpe por prejudicialidad penal de acuerdo con las normas
generales (art. 40 L.E.C.’) si, en cualquiera de sus trámites, se suscitasen cuestiones cuya
decisión, determinante de la procedencia de la revisión, competa a los tribunales del orden
penal, hasta que el proceso penal finalice (art. 514,4).
H) SENTENCIA
Contra la sentencia que recaiga en el juicio rescindente, no cabe recurso alguno. Dicha
sentencia podrá desestimar la revisión, lo que implicará la pérdida del depósito y la
imposición de las costas al actor (art. 5 16.2).
Cuando la sentencia estime la concurrencia del motivo de revisión alegado, lo declarará así

y se rescindirá la sentencia impugnada devolviendo el depósito constituido. El Tribunal


mandará expedir certificación del fallo, devolviendo los autos al tribunal de donde
procedían, para que las partes puedan usar de su derecho en el juicio correspondiente (art.
516. 1 LEC).
El órgano de revisión no se pronunciará sobre el fondo, (otra cosa es que haya de entrar en
él para dictar resolución), de modo que las partes han de hacer uso de su derecho como
corresponda. No obstante en el juicio rescisorio, el juzgador viene vinculado por las
declaraciones del tribunal de la revisión en la sentencia rescindente, que habrán de tomarse
como base para este segundo enjuiciamiento y no podrán ser discutidas (art. 516 LEC).

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