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microsociología,
un largo tema
La microsociología es uno de los terrenos más fértiles para
la discusión y el replanteamiento de preguntas clásicas de
la sociología, que gracias a esta subdisciplina ha vuelto la
mirada desde los grandes problemas de la verdad, la
objetividad y el progreso de la sociedad en términos
abstractos, hacia el fundamento de su realidad y su
transformación: yo y el otro; la presencia de la sociedad en
cada individuo y la construcción de lo social a partir de la
interacción entre las personas. Giovanna Mazzotti nos
ofrece un excelente repaso de algunas de las corrientes,
propuestas e implicaciones más importantes de la
microsociología, desde sus orígenes hasta hoy.
Giovanna Mazzotti
Tanto o más largo y complicado es hablar de la
microsociología que de la sociología en general, y esto se
debe básicamente a dos razones: la primera, porque es
necesario remitirnos a la sociología, a sus aciertos, a sus
defectos y a sus rupturas, para entender los fundamentos
que dan lugar a la llamada microsociología; en segundo
lugar, porque su campo de estudio rebasa las fronteras
disciplinarias y da lugar a un nuevo horizonte de reflexión y
un sinnúmero de trabajos que, Wikipedia dixit, pueden ser
agrupados en distintas teorías, que van desde la teoría de la
personalidad hasta la teoría del conflicto, pasando por la
teoría de juegos, la etnometodología, los experimentos
sociales, el constructivismo radical, etc.
Los orígenes de la microsociología no son claros, es Weber
(¿quién, si no?) quien, en su obra Economía y
sociedad (1964), afirma que todo acto es siempre una
acción social, ya que ésta es siempre originada por, o
referida a, un otrosignificativo, real o imaginado. Esta
contundente afirmación, que rompe de manera radical con
la idea de que existe una esfera de intimidad individual
exenta de determinaciones sociales y culturales, no es
explorada por el pensamiento sociológico tradicional en
todas sus implicaciones. Sin embargo, se puede decir que
en ella encontramos el fundamento de lo que hoy se
entiende por microsociología, que, evidentemente, toma su
nombre por contraste a la «macrosociología» o la «meso-
sociología», las cuales tendrían como espacios de atención
el estudio de las instituciones y de la sociedad en su
conjunto.
Así, parafraseando a Marx respecto al estatuto de la
mercancía, podríamos decir que para la microsociología, la
interacción es la categoría más abstracta de la vida social,
ya que en ella se despliegan todos y cada uno de los
elementos que constituyen la sociedad. Es por esta razón
que el foco de atención de esta rama de la disciplina es el
dominio de las interacciones, es decir, el de la relación entre
el yo y el otro.
Si bien la sociología funcionalista –bajo la autoría de Talcott
Parsons, en su teoría sobre la estructura de la acción social
de 1937– desarrolla la idea de que es en la relación entre
el ego y el alter donde se ponen de manifiesto los
elementos básicos de la socialización (es decir, aquel
proceso de formación mediante el cual se encauzan
socialmente la motivación, las expectativas y la
racionalidad del individuo), al concluir que la conducta es
modelada de acuerdo a fines y forjada de acuerdo a
roles, hace reposar la dinámica del sistema social en la
conducta organizada racionalmente. Bajo esta lógica, las
interacciones son recuperadas teóricamente como
mecanismos mediante los cuales el individuo (un individuo-
recipiente) es modelado en sus motivaciones y aprende a
actuar racionalmente de acuerdo con las necesidades de un
sistema. Por otro lado, en los trabajos de Émile Durkheim se
plantea, desde muy temprano, el dilema que es la intuición
principal de la sociología (de la macro): que la dinámica de
la vida colectiva no se deriva de la suma de las dinámicas
de los individuos que la componen. De ahí que la sociología
tradicional, en el mismo tenor que la ciencia política y la
antropología clásica, haya basado sus planteamientos en el
axioma de las dicotomías básicas individuo-sociedad,
individuo-estado, individuo-institución o individuo-cultura.
Es más adelante, con la versión estructural funcionalista
que propone Robert K. Merton (1964), que se inician los
trabajos de lo que se llamaría la sociología intermedia o de
mediano alcance, que desarrolla un nuevo campo de
estudios empíricos teóricamente organizados, y que tiene la
virtud de aproximarse a la descripción de una serie de
complejidades que tienen lugar en los espacios sociales
donde la interacción entre los sujetos está altamente
institucionalizada. Gracias a ello, muchos de los supuestos
teóricos de la sociología tradicional son puestos en
entredicho, rompiendo con la vocaciónmeramente teórica
de la sociología, y se introduce la observación de los
mecanismos mediante los cuales los sujetos participan de
manera relativamente activa en la dinámica de la vida
social.
No obstante, pese a la larga data que pareciera tener en la
sociología clásica, la atención a los procesos de la
interaccióncara a cara no llega sino algún tiempo después,
quizás resultado del desencanto producido por «el fin por
los grandes relatos» y la «pérdida de las teleologías de la
historia» (Lyotard, 1988); el estrepitoso derrumbarse de los
grandes paradigmas deja paso a los trabajos acerca de las
interacciones, que empezaron a hacer equipos de
estudiosos provenientes de distintas tradiciones
disciplinarias (lingüística, biología, psicoanálisis,
antropología, administración, filosofía política, sociología y
matemáticas, por decir algunas). En este sentido, los
trabajos realizados por la Escuela de Palo Alto[1], en
California, son proverbiales. A partir de ahí, los estudios
que, casi paradójicamente, se engloban bajo el nombre de
microsociología rompen con la barrera de la disciplina, pues
la preocupación principal deja de ser el destino y la posible
evolución de la sociedad, y se vuelve la atención hacia las
interacciones entre las personas. En otros términos, la
intuición principal de la microsociología es, dicho en
palabras de Fernando Mires (1996), «que la sociedad es una
instancia intra-psíquica y que el alma es una instancia de lo
social».
Es decir, ante la pregunta ¿qué es, cómo se conforma, de
qué manera se reproduce y cuáles son los elementos que
intervienen en la composición de la vida social?, la
respuesta de la microsociología no es ni la mano invisible, ni
las leyes de la historia, ni la evolución de las fuerzas
productivas, ni el ineluctable progreso de la humanidad,
sino el qué y el cómo de las interacciones cara a cara:
entre tú y yo, entre yo y el otro, entre yo y Lo Otro y
entre nosotros y los otros.
Lo interesante en este aspecto no sólo está en que se
rompe la falsa separación de lo social y lo individual, o entre
lo objetivo y lo subjetivo, sino, sobre todo, es que se
transforma al individuo-recipiente en el sujeto (entendido a
la vez como ente delimitado y como agente articulador de
discursos), que es co-creador de su predicado.
O no
Sólo conocemos cuando nos equivocamos, afirma von
Glasersfeld (1994) ya que a diferencia de lo que sostiene el
«realismo metafísico», que supone que un conocimiento es
verdadero mientras encaja con la realidad, el mundo se
manifiesta ante nosotros sólo cuando las ideas que tenemos
acerca de él se resquebrajan, del mismo modo que
el otrosólo surge como otro ante nosotros cuando se
muestra distinto a lo que según nuestros deseos o
expectativas habíamos asumido que era. Es por ello que el
gran dolor, el mayor sufrimiento, dice Jacques Lacan (1998),
es provocado cuando el otro aparece como otro; y el horror,
añadiríamos, cuando el otro se convierte en Lo Otro. Pero
más allá de eso, de acuerdo con von Glasersfeld, en el
universo construido bajo nuestras propias percepciones, la
única posibilidad que existe para que haya un nuevo
conocimiento (una reinterpretación) es que exista algún
evento que choque que nos obligue a salir de la jaula de
nuestras interpretaciones. En este sentido, afirma, nos
asemejamos al capitán de navío que una noche se ve
obligado a pasar en medio de dos riscos y, al no chocar,
supone conocer la ruta. No obstante, lo ignora todo: sólo
llegará a conocer el lugar exacto de los riscos cuando
choque con ellos.
Aún queda por determinar la verdad contenida en todos
estos planteamientos. El punto decisivo está en que al
asumir que la realidad es relativa a nuestras acciones y
definiciones hay consecuencias de carácter ético. De este
modo, afirma Heinz von Foerster (1994), el imperativo
estético de esta propuesta es: si quieres conocer, aprende a
actuar; y el imperativo ético es: actúa de modo tal que se
incremente el número de elecciones. Y así, construimos a
partir de la acción conjunta nuestra realidad.
Bibliografía
BATESON, Gregory, Donde los ángeles temen pisar. Buenos
Aires, Amorrortu, 1989.
von FOERSTER, Heinz, «Construyendo una realidad», en
Paul Watzlawick (comp.), La realidad Inventada. Barcelona,
Gedisa, 1994, pp. 38-56.
von GLASERSFELD, Ernst, «Introducción al contructivismo
radical», en Paul Watzlawick (comp.), La realidad
Inventada. Barcelona, Gedisa, 1994, pp.30-37.
GARFINKEL, Harold, Estudios en etnometodología.
Barcelona, Antropos, 2006.
GOFFMAN, Erving, La presentación de la persona en la vida
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LAING, R.D., El Yo dividido: un estudio sobre la salud y la
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—————–, Nudos. Barcelona, Marbot Ediciones, 2006.
LYOTARD, Jean François, La posmodernidad (explicada a los
niños). Barcelona, Gedisa, 1988.
MARX, Carlos, El capital, Tomo I, México, Siglo XXI, 1977.
MERTON, Robert K., Teoría y estructura sociales. México,
Fondo de Cultura Económica, 1964.
PARSONS, Talcott, La estructura de la acción social. Madrid,
Guadarrama, 1968.
WATZLAWICK, Paul, Teoría de la comunicación humana.
Barcelona, Herder, 1997.
WEBER, Max, Economía y sociedad. México, Fondo de
Cultura Económica, 1964.