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Juan 6:59-7:6

Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 del evangelio según San Juan. Y en


nuestro programa anterior, vimos que Jesús estaba hablando con esta gente
que había venido del otro lado del mar. Y les decía que si ellos no comían la
carne del Hijo del Hombre y bebían Su sangre, no tendrían vida en ellos.
Porque Su carne era verdadera comida y Su sangre, verdadera bebida. Y
enfatizó que Él era el pan que había descendido del cielo. Y el que comiese de
este pan, viviría eternamente. Nuestro Señor estaba preparando a estos
hombres para esa última cena y para la institución de la Cena del Señor.
Ahora, al parecer, esto era algo que no debía tomarse en sentido literal,
porque Él estaba allí mismo con ellos. No les dijo que debían comenzar a
comerse Su cuerpo ni a beber Su sangre. Lo que Él les decía, es que les daría
Su vida. En aquel aposento alto, cerca ya de la cruz, expresó claramente, que
la sangre era el símbolo de la vida. Como dijo Levítico 17:11: "Porque la vida
de la carne en la sangre está". Dios había enseñado esta verdad a Su pueblo
desde el mismo principio, cuando les sacó de la tierra de Egipto, y allí en el
monte Sinaí, Moisés pronunció esta declaración que, por cierto, también es
verdad desde el punto de vista médico.
"La vida de la carne está en la sangre". Jesucristo indicó que derramaría Su
sangre sobre la cruz y así nos daría Su vida. Y somos salvos al aceptarle y
recibirle de una manera muy íntima, muy personal. La salvación es mediante
nuestra aceptación de Su sangre que fue derramada en la cruz para darnos
vida.
Ésta es la base del sacramento de la cena del Señor. Estimado oyente, ha
habido tanto desacuerdo entre los creyentes en las Iglesias y en todas las
épocas, en cuanto a la interpretación de la Cena del Señor, así como lo ha
habido en cuanto al bautismo. No creemos que hayan luchado tanto en cuanto
a la Santa Cena, pero el desacuerdo todavía existe.
Cuando les dio el pan en la Cena en el aposento alto, y como leemos en Lucas
22:19, El dijo: "Esto es mi cuerpo". Ahora, ha habido diferentes maneras de
interpretar estas palabras, según la palabra que se enfatice.
Hay quienes enfatizan la palabra "esto". Por ejemplo, dicen: Esto es mi cuerpo.
Dicen que se produce una transustanciación, es decir, que el pan se convierte
en la carne de Cristo. No creemos que nuestro Señor pretendiera que lo
interpretásemos de esa manera literal, dándole a la palabra enfatizada ese
significado.
Hay también quienes afirman que se trata de una consustanciación, es decir,
que es "en, con y bajo el pan", que uno recibe el cuerpo de Cristo.
Nuevamente, creemos que esa afirmación, se queda corta en cuanto a lo que
nuestro Señor realmente ha querido decir.
Y hay aún quienes sostienen la posición de Zwinglio. Él era otro de los
reformadores y le dio una interpretación espiritual. Él creía que era
simplemente un símbolo, solamente un rito religioso y nada más. Según este
punto de vista, Jesús nos mandó cumplir el rito y por eso lo cumplimos. Pero
francamente, creemos que, como las interpretaciones anteriores, no alcanza a
expresar el significado pleno de la Cena del Señor.
En la frase "esto es mi cuerpo", Calvino puso el énfasis sobre la palabra es. La
fe reformada siempre ha puesto el énfasis en esta palabra, tal como lo hizo la
Iglesia primitiva. Según su punto de vista, Jesucristo no está físicamente en los
elementos del pan y del vino, pero en la comunión nos alimentamos
espiritualmente del verdadero cuerpo y sangre de Cristo que están en los
cielos, mediante el poder del Espíritu Santo. El pan es pan, y siempre será pan.
No puede ser transformado. El vino es siempre vino y en él no tiene lugar
ningún milagro. Uno no recibe el cuerpo de Cristo por cumplir un rito. Y sin
embargo, la Santa Cena es más que un rito. Un profesor de un Seminario decía
que la Cena del Señor es "pan en la boca, pero Cristo en el corazón". Estimado
oyente, creemos que hay una bendición espiritual que resulta de la celebración
de la Cena del Señor. Creemos que Dios le ayuda espiritualmente por su
obediencia en participar de la Cena del Señor. No se trata de algo misterioso o
mágico. Tampoco es un rito vano el que cumplimos. Tiene un profundo
significado y proporciona una bendición espiritual para el corazón del que la
observe.
Creemos que eso era lo que nuestro Señor les estaba diciendo aquí a esta
gente. Lo importante era tener una relación íntima y verdadera con Él. Cuando
comieron el maná en el desierto, se trataba de una experiencia temporal. Pero
Jesús tiene algo que es eterno, que es la vida eterna y ésa es la vida que Él
proporciona, al darnos Su propia vida. Dice en el principio de este evangelio
que: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres". Continuemos
ahora leyendo los versículos 59 hasta el 63, de este capítulo 6 del evangelio
según San Juan:
"Estas cosas dijo en Capernaúm, enseñando en una sinagoga. Al oír esto,
muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué, si vierais al Hijo del hombre subir a donde
estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha.
Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida."
Hubo aquí una reacción a lo que Jesús había dicho, así como diferencias de
opinión. Jesús les dijo que no le iban a comer literalmente porque Él regresaría
al cielo. La carne o parte física, para nada aprovecha, pero el Espíritu es el que
da la vida. Por tanto, estimado oyente, es obvio que no estaba hablando sobre
Su cuerpo en sentido literal. Tenemos que apropiarnos de la Cena del Señor
por la fe. El contenido de la copa me resulta dulce y al saborear esa dulzura,
siempre recuerdo que Él bebió la copa amarga por mí y por usted en la cruz,
para que pudiéramos beber esta copa dulce. Esa copa dulce sirve para
recordarnos, que Jesús derramó Su sangre por nosotros, y el participar de ella
es una gran bendición espiritual.
". . . las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida", dice el
versículo 63. Siempre que hemos participado en un acto en el cual se sirve la
Cena del Señor, hemos leído porciones de la Palabra de Dios y nos parece una
práctica procedente y apropiada. Porque la Palabra de Dios, bendice los
corazones de los creyentes. ¿Por qué? Porque las palabras del Señor Jesús son
espíritu y son vida. Continuemos ahora con los versículos 64 y 65, de este
capítulo 6 del evangelio según San Juan:
"Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían y quién lo había de entregar. Y dijo:
Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le es dado del Padre."
Había algunos que no creían porque no habían abierto su corazón a la gracia
divina, que es lo único que hace posible la fe. Pero recuerde usted ahora que
tiene que unir estas palabras a la frase: "todo aquel que cree puede venir".
Porque usted tiene que decidir, estimado oyente. Ahora leamos el versículo 66:
"Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con
él."
Se puede ver que aquel día, en medio de ese grupo ya había enemigos,
principalmente, las autoridades religiosas, que eran hostiles a Jesús. También
estaban allí un número indeterminado de discípulos, además de los doce, entre
los cuales estaba Judas. Por lo tanto, en este tiempo había cuatro opiniones en
cuanto a Él. Y muchos de estos discípulos, entre los cuales no estaban los
doce, se volvieron atrás y le abandonaron. Continuemos con los versículos 67 y
68:
"Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le
respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna."
Ésta fue una declaración maravillosa por parte de Simón Pedro. Y la pregunta
que él se hizo era excelente y es pertinente para nosotros hoy. Sabemos que
muchas veces estamos hablando a creyentes. Pero si usted estimado oyente,
no puede decir hoy que el Señor Jesús su Salvador y, en ese caso, Él no suple
sus necesidades en manera alguna, entonces permítanos preguntarle: ¿A quién
recurrirá? Hay tantos hoy en día, que se encuentran tristes, insatisfechos y
desilusionados. Van en todas direcciones buscando la luz y realmente la
buscan. Pero permítanos repetir la pregunta de Simón Pedro: ¿A quién iremos?
El Señor Jesús es el único, el único que tiene Palabras de Vida eterna. Leamos
ahora los versículos 69 al 71, los versículos finales de este capítulo 6 del
evangelio según San Juan:
"Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno
de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote hijo de Simón, porque él era
el que lo iba a entregar, y era uno de los doce."
En verdad este hombre Judas Iscariote fue un gran misterio. Aquí, nuestro
Señor le incluyó con los doce y dice que Él le había escogido. Sin embargo,
añade que Judas era diablo, lo cual probablemente significa endemoniado, y
éste era el hombre que le iba a traicionar. Creemos que durante el tiempo en
que convivieron, nuestro Señor le dio todas las oportunidades posibles a Judas,
para hacer una decisión de aceptar y seguir a Cristo fielmente. Es difícil
interpretar una maldad como ésta, estimado oyente. Es uno de los misterios
que tenemos que enfrentar. La maldad, siempre es un misterio, pudiendo
expresarse en formas que llegan a extremos difícilmente imaginables. Y esto
es precisamente lo que hace que la maldad, sea tan atractiva. Supóngase
usted que ahora mismo le decimos que tenemos dos palitos. Y le decimos que
uno de los palitos, es perfectamente recto porque es una regla. Ahora, ¿puede
usted imaginarse la apariencia de esta regla? Estamos seguros que no tendría
ninguna dificultad en imaginarlo, porque una regla puede ser recta de una sola
manera. Ahora, supóngase usted que le decimos que también tenemos en la
mano, un palito torcido. Y si le pedimos que dibuje una descripción de cómo
cree usted que ese palito esté torcido, pues quizá dibujará usted un palito
torcido de mil maneras. Porque puede ser torcido de mil maneras.
Es que, la maldad, estimado oyente, tiene un misterio en cuanto a su
naturaleza. Debemos confesar que al examinar la trayectoria de este hombre,
Judas Iscariote, por las páginas de las Escrituras, resulta difícil de interpretar.
Y aquí, nuestro Señor se expresó de una forma ciertamente extraña en cuanto
a él, diciendo que "es diablo". Qué contraste nos presenta el testimonio de
Simón Pedro. Éste dijo: "Nosotros hemos creído y conocemos que Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios Viviente". Estimado oyente, ¿puede usted decir
genuinamente, lo que dijo Simón Pedro?
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 6 del evangelio según San Juan.
Llegamos ahora

Evangelio de Juan capítulo 7


Juan 7:1-6
En este capítulo, Jesús enseña en el Templo, en la fiesta de los Tabernáculos.
Este capítulo contiene las maravillosas verdades de que Jesús es el Agua de
Vida y que promete dar el Espíritu Santo, a aquellos que creen en Él.
Comencemos leyendo el primer versículo de este capítulo 7:
"Después de esto andaba Jesús en Galilea, pues no quería andar en Judea,
porque los judíos intentaban matarlo."
"Después de estas cosas. . ." es una expresión común de Juan, quien nos
estaba dando una descripción cronológica de la vida terrenal de Jesucristo. Los
eventos del capítulo 6 tuvieron lugar en el mar de Galilea pero antes, Jesús
había estado en Jerusalén, donde hubo la controversia en cuanto a Él, en el
estanque de Betesda. Parece que los eventos del capítulo 6 transcurrieron
como un año antes de la crucifixión, alrededor del mes de Abril del año 29 D.C.
Los eventos del capítulo 7 tuvieron lugar en Octubre, o sea unos seis meses
después. Los capítulos 15 al 18, del evangelio según San Mateo, y los capítulos
7 al 9, del evangelio de Marcos, y el capítulo 9 de Lucas, todos relatan
incidentes que ocurrieron durante este período. Durante el último año de Su
ministerio, Jesús limitó Sus actividades a la región de Galilea. No andaba más
por Judea, porque allí las autoridades religiosas habían tramado un complot
para matarle. Pero Jesús estaba siguiendo el calendario divino que Su Padre le
había preparado y estos hombres no podían tocarle hasta que llegara Su hora.
Ahora estamos entrando en el relato de los últimos seis meses de la vida de
Jesús y el primer incidente que Juan registró de aquel período, es éste que
ocurrió durante la fiesta de los tabernáculos.
Este primer versículo revela que ya se estaba creando mucha conmoción en
cuanto a la persona de Cristo. Seis meses más tarde la agitación estallaría en
toda su furia, culminando con la muerte de Jesús en la cruz. Y estimado
oyente, todavía vemos la misma conmoción en este mundo. Todavía hay más
diferencias de opinión en cuanto a Jesucristo que con relación a cualquiera otra
persona que jamás haya vivido. Jesucristo continúa siendo un foco de
controversias y todavía son muchos los que lanzan contra Él las peores
acusaciones. Jesús es en la actualidad un personaje polémico.
Jesús eligió pues, este tiempo de conmoción y agitación, para abandonar Su
costumbre de quedarse fuera de Jerusalén, y así subió a esta ciudad, porque
era la fiesta de los tabernáculos. Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 7
de San Juan:
"Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos"
Como dijimos antes, había tres fiestas en Jerusalén que requerían la asistencia
obligatoria de todo varón. Nuestro Señor cumplió la ley, y por tanto subió a
Jerusalén durante las fiestas de la Pascua, de los Tabernáculos y de
Pentecostés. La fiesta de los tabernáculos se describe en el capítulo 23 de
Levítico. Esta era una fiesta de gran alegría porque el pueblo de Israel
celebraba su gran liberación y salida de la tierra de Egipto, y recordaba los
años en que tuvo que habitar en tiendas en el desierto. Era una fiesta de
tiendas, cabañas o enramadas. Durante esta celebración acampaban en
tiendas. Había el sonido de trompetas, y la ofrenda de los becerros. Además,
vertían agua en el templo, y una porción doble en el último día de la fiesta,
para recordarles que Dios les había dado agua de la peña en el desierto. El
capítulo 17 de Éxodo describe este incidente. Para esta celebración sacaban el
agua del estanque de Siloé, y al parecer vertían grandes cantidades de agua,
quizá varios barriles, en el suelo del templo.
Veremos que nuestro Señor usó esta festividad para atraer los hombres hacia
Sí mismo. Habló en cuanto a Sí mismo como el Agua de Vida. En el versículo
37 de este mismo capítulo 7 de San Juan, el Señor dijo: "Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba" (Juan 7:37). Y todavía esto es cierto hoy en día. Si usted
amigo oyente, quiere agua Verdadera, venga a Jesús, Él saciará la sed de su
corazón.
En esta fiesta también iluminaban el atrio del templo con una procesión de
antorchas, que conmemoraba la columna de fuego que les había guiado al
caminar de noche por el desierto. En el capítulo 8 de este evangelio, veremos
que nuestro Señor, también se sirvió de esta procesión, para atraer a los
hombres hacia Sí mismo. Él dijo, en el capítulo 8, versículo 12: "Yo soy la luz
del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de
la vida". Ahora, podemos comprender que la columna de nube y la columna de
fuego que guiaron a los hijos de Israel, eran figuras de nuestro Señor
Jesucristo.
Todas las fiestas del Señor en el Antiguo Testamento se han cumplido, excepto
la fiesta de los tabernáculos. Ésta será cumplida cuando nuestro Señor
vuelva a la tierra, y así esta fiesta está simbolizado el gran gozo de aquel
tiempo futuro. Continuemos ahora leyendo los versículos 3 hasta el 5, de este
capítulo 7 de San Juan:
"y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus
discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a
conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Ni
aun sus hermanos creían en él."
Encontramos los nombres de los hermanos, o medio-hermanos de Jesús en el
capítulo 13 del evangelio según San Mateo, versículo 55. Se les menciona
como "Jacobo, José, Simón y Judas". Santiago, fue quien escribió la epístola
universal que lleva su nombre en el Nuevo Testamento. Judas, fue
probablemente quien escribió la epístola universal que lleva su nombre. Claro
que eso fue mucho después. Pero aquí en la época de nuestro relato, sus
hermanos no creían en Él. Le estaban dando consejos que Él no podía
aprovechar en absoluto. Pero notemos la respuesta de Jesús, aquí en el
versículo 6:
"Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo
siempre está preparado."
Ellos aconsejaron a Jesús, basándose en su incredulidad. Pero Jesús no aceptó
su consejo. Él actuaba según un programa establecido, pero era el programa
trazado por Su Padre. No seguía la sabiduría del mundo. Ni aún apeló a su
propia mente, considerando que simplemente no creía que fuera la hora
apropiada para ir. Siguió fielmente la voluntad de Padre.
Observemos la pequeña palabra "aún" en la frase "Mi tiempo aún no ha
llegado". Jesús no dijo que no iría a la fiesta. Simplemente no subiría
públicamente con ellos, para ganar el favor de la gente haciendo algo
espectacular como ellos querían que hiciera. Jesús acudiría allí a la hora fijada
por Su Padre, y según Su Padre lo había dispuesto.
Y terminamos recordando el incidente del cual leímos anteriormente, cuando
Jesús proclamó su discurso sobre el Pan de Vida y algunos de sus discípulos le
abandonaron. Entonces Jesús, se había dirigido a los que le rodeaban y
preguntándoles: "¿queréis acaso iros también vosotros?" En una época en que
a veces nos enfrentamos a una cierta confusión religiosa, por la proliferación
de sectas y opciones diversas que tratan de captar la atención de los indecisos,
creemos oportuno recordar la respuesta del apóstol Pedro a Jesús, que resume
la opción elegida por los que creen en el Señor Jesucristo como su Salvador.
En aquella ocasión, Pedro respondió en nombre de sus compañeros las
siguientes palabras: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna".
Juan 7:7-53
Continuamos hoy estudiando el capítulo 7 del evangelio según San Juan. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando de los hermanos de Jesús.
Dijimos que sus nombres los encontrábamos en el capítulo 13 del evangelio
según San Mateo. Eran Jacobo, José, Simón y Judas. Y dijimos que ellos le
aconsejaban desde un punto de vista humano. "¿Por qué no subes a
Jerusalén?" le dijeron, "allí al descubierto puedes hacer algo espectacular."
Pero Jesús no aceptó ese consejo. Él guiaba sus pasos según un horario
establecido, el horario de Su Padre. Estaba haciendo la voluntad de Dios. No
seguía las pautas de la sabiduría del mundo; ni siquiera apeló a su propia
mente, considerando si era o no la hora propicia para Él. Vivía según un
horario definido del Padre y lo siguió fielmente. Destacábamos la palabrita
"aún", en la frase "Mi tiempo aún no ha llegado", en el versículo 6. Ahora Jesús
no dijo que no iría a la fiesta. Simplemente no subiría públicamente con ellos,
para ganar el favor del público haciendo algo espectacular, como ellos querían
que hiciera. Jesús acudiría allí en la hora fijada por Su Padre y de acuerdo con
Su Voluntad. Continuemos hoy leyendo los versículos 7 al 9, de este capítulo 7
del evangelio según San Juan:
"No puede el mundo odiaros a vosotros; pero a mí me odia, porque yo testifico
de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía
a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido. Y habiéndoles dicho
esto se quedó en Galilea."
El mundo se muestra hostil hacia Cristo. Es porque nuestro Señor Jesucristo es
la Luz del mundo y esa luz es brillante. Esa Luz revela todo lo que es malo;
revela el pecado y lo condena. Por eso mismo, le odian aún en la actualidad.
Jesús condena el pecado con Su misma presencia, con Su misma vida. Esto
produce una hostilidad en el hombre porque el corazón del ser humano es
malo. Jesús fue a la cruz por Su amor para con la familia humana. Y es su
amor redentor lo que ha quebrantado el corazón del ser humano hostil.
Vemos esto de una manera clara en la vida de Saulo de Tarso. Al comienzo él
perseguía a la iglesia. Odiaba al Señor Jesús y a cualquiera que le siguiera.
Pero, cuando le conoció, su corazón fue quebrantado. Después de su encuentro
con Jesús, Pablo escribió las siguientes palabras: "El cual me amó y se entregó
a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Continuemos ahora con el versículo 10 de
este capítulo 7 de San Juan:
"Pero después que sus hermanos subieron, entonces él también subió a la
fiesta, no abiertamente, sino como en secreto."
Probablemente viajó con los discípulos por un camino apartado y entró en la
ciudad por la puerta de las ovejas. Creemos que siempre entró en Jerusalén
por la puerta de las ovejas, hasta el momento de Su entrada triunfal, cuando
lo hizo públicamente. En esa ocasión, Jesucristo en realidad se ofreció a ellos,
demandando que le aceptaran, o le rechazaran. Leamos ahora los versículos
11 hasta el 13:
"Y lo buscaban los judíos en la fiesta, y decían: ¿Dónde estará aquél? Y había
mucha murmuración acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es
bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo. Sin embargo,
ninguno hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos."
Las autoridades religiosas le estaban buscando y esperando porque la ley
requería que viniera a la fiesta. Había mucha discusión en cuanto a Jesús, pero
todo se hacía en secreto, porque cualquiera que hiciera una declaración a Su
favor, sería atacado y corría el riesgo de ser arrestado. Ahora leamos el
versículo 14:
"Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al Templo, y enseñaba."
De repente, Jesús apareció en el templo. Esta fiesta de los Tabernáculos se
halla en el calendario de Dios y representa la venida de Cristo en Su regreso a
la tierra. También nos presenta los eventos y etapas que conducen a esa
venida. Esta fiesta habla de la consumación de todas las cosas. Jesucristo
aparecerá de repente. El profeta Malaquías dijo en el capítulo 3 de su profecía,
versículo 1: "Y vendrá súbitamente a Su templo el Señor a quien vosotros
buscáis". Esta profecía se cumplirá en Su regreso a la tierra. Leamos el
versículo 15:
"Y se admiraban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras sin haber
estudiado?"
¿Ha observado usted, cuántas veces encontramos a Jesús enseñando? Note
usted la prioridad que dio a la Palabra de Dios. Los judíos, es decir los líderes
religiosos, se quedaban asombrados, porque Jesús no había tenido ninguna
educación formal en las escuelas rabínicas. Se admiraban que le fuera posible
hablar como lo hizo. Aun Sus enemigos tuvieron que admitir que, "¡Jamás
hombre alguno había hablado como este hombre!" como veremos en el
versículo 46, de este mismo capítulo 7 de Juan. Leamos ahora el versículo 16:
"Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me
envió."
Rechazar el mensaje de Jesús, es rechazar el mensaje de Dios. En los capítulos
cuatro y cinco, Jesús insistió en que rechazarle a El, era rechazar a Dios.
Ahora, nadie podría decir que El nunca se hizo igual a Dios. Usted bien puede
rechazar el hecho de que Jesús es igual a Dios, pero nunca podrá decir que la
Biblia no declara que Jesucristo es igual a Dios. Leamos ahora el versículo 17:
"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si
yo hablo por mi propia cuenta."
"El que quiera hacer". El Antiguo Testamento invita, en el Salmo 34, versículo
8, diciendo: "Gustad y ved que es bueno el Señor". Y Jesús le invita a venir y
hacer la prueba. "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la
doctrina es de Dios". Debe haber una actitud de amor hacia la Palabra de Dios.
Alguien ha dicho que el saber humano necesita ser conocido para poder
amarlo, pero que el conocimiento divino tiene que ser amado para poder ser
entendido. Aquí tenemos los pasos: el conocimiento, el amor, y la obediencia.
Esto es lo que Jesús pide que hagamos: conocerle, amarle, y obedecerle.
Cuánto nos gusta decirles a los demás cómo deben hacer tal o cual cosa, o
expresar lo que pensamos sin un conocimiento real. Jesús dijo, "¡Probad al
Señor!" "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de
Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta". Ésa es la maravilla de la Palabra de
Dios. Y estimado oyente, si usted de veras lo desea, si está dispuesto, Dios
hará que esa Palabra sea una realidad en su vida y el Espíritu Santo se la
confirmará. Continuemos ahora con el versículo 18:
"El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la
gloria del que lo envió, éste es verdadero y no hay en él injusticia."
La cuestión es si los hombres quieren oír a Dios o no. Si quieren oírle, entonces
Dios les hablará por medio de Su Palabra. Luego, aceptarán a Jesucristo, el
que vino para hablar de parte del Padre. Desafortunadamente los seres
humanos, con frecuencia tienen más interés en prestar atención a un hombre
que busca su propia gloria, antes que a Dios. Si Jesucristo hubiese tratado de
fundar una nueva secta religiosa, estamos seguros que estos hombres le
habrían escuchado. Pero Jesús no se estaba atribuyendo gloria a Sí mismo;
más bien, daba toda la gloria al Padre, y por lo tanto, como dice el apóstol
Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14: "el hombre
natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él son
locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".
Por eso hay muchos que leen la Biblia y no perciben ni obtienen nada de su
lectura. Continuemos con el versículo 19:
"¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por
qué intentáis matarme?"
Aquí vemos la hipocresía del legalista, del hombre que dice que el Sermón del
Monte es su religión, o de la persona que dice que vive según los Diez
Mandamientos. El Señor Jesús dijo: "ninguno de vosotros cumple la ley". La ley
es un espejo que nos permite ver que somos pecadores y que estamos
perdidos. La ley es importante, y es la voluntad de Dios. Pero el propósito de la
ley, era mostrarnos que somos pecadores y que necesitamos un Salvador. El
apóstol Pablo dijo en Gálatas 3:24: "La ley es nuestro ayo, para llevarnos a
Cristo". Continuemos ahora con los versículos 20 y 21, de este capítulo 7 de
San Juan:
"Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes, ¿quién intenta matarte? Jesús
respondió y les dijo: Una obra hice y todos os admiráis."
Al parecer, no se daban cuenta que había un complot para matar a Jesús. Esta
obra a la cual Jesús se refiere aquí, era aquella ocasión en que sanó al hombre
en el estanque de Betesda. Esto había causado antagonismo. Continuemos con
los versículos 22 al 24:
"Por cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los
padres) y en sábado circuncidáis al hombre. Si recibe el hombre la circuncisión
en sábado, para que la Ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis
conmigo porque en sábado sané completamente a un hombre? No juzguéis
según las apariencias, sino juzgad con justo juicio."
La circuncisión es un rito que se remonta a Abraham y es más antiguo que la
ley mosaica. Jesús les estaba mostrando a ellos la contradicción entre lo que
decían y lo que practicaban. Al tratar de cumplir la ley, la violaban. Si un niño
cumplía ocho días en el día de reposo, estaban dispuestos a violar el día de
reposo para circuncidar al niño. Ellos no tenían ninguna respuesta a esto que
Jesús planteaba. Entonces Jesús les advirtió en cuanto a hacer juicios
superficiales. Y ésta es todavía una dificultad que tenemos hoy en día.
Haremos bien en hacer caso de esta amonestación de nuestro Señor. Somos
propensos a emitir juicios superficiales, sin conocer o tomar en cuenta todos
los hechos. Ninguno de nosotros tiene todos los hechos, y por lo tanto no nos
es posible juzgar según un juicio justo. Sólo Dios puede hacer esto. Leamos
ahora los versículos 25 al 27:
"Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es a éste a quien buscan para
matarlo? Pues mirad, habla públicamente y no le dicen nada. ¿Habrán
reconocido en verdad las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste,
sabemos de dónde es; sin embargo, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de
dónde es."
De nuevo notamos que había una división sobre quién era Jesús. Continuemos
con los versículos 28 y 29:
"Jesús entonces, enseñando en el Templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis
y sabéis de dónde soy; no he venido de mí mismo, pero el que me envió, a
quien vosotros no conocéis, es verdadero. Pero yo lo conozco, porque de él
procedo, y él me envió."
Jesús estaba diciendo, "¿Me conocéis realmente? Creéis que me conocéis. Me
veis, pero realmente no me conocéis. Creéis que sabéis de dónde vengo, pero
en realidad, no lo sabéis". Continuemos ahora con los versículos 30 al 34:
"Entonces intentaban prenderlo; pero ninguno le echó mano, porque aún no
había llegado su hora. Y muchos de la multitud creyeron en él y decían: El
Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace? Los fariseos
oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas. Entonces los principales
sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que lo prendieran. Y Jesús
dijo: Todavía estaré con vosotros algún tiempo, y luego iré al que me envió.
Me buscaréis, pero no me hallaréis, y a donde yo estaré, vosotros no podréis
ir."
Nuestro Señor contestó a los fariseos informándoles que no le detendrían hasta
que llegara el momento apropiado. Luego les dijo que se apartaría de ellos. Les
habló de Su resurrección y Su ascensión. Nunca podrían ya tocarle otra vez.
¿Ha notado usted que después de Su muerte en la cruz, no le tocaron sino las
manos de quienes le amaban, ni le vieron sino los ojos de quienes sentían
amor por Él? Continuemos con los versículos 35 y 36:
"Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde se irá éste, que no lo
hallaremos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos?
¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis, pero no me hallaréis, y a donde yo
estaré, vosotros no podréis ir?"
Creemos que esto era ridículo. No creían que Jesús podía esconderse de ellos.
Y llegamos ahora al último día de la fiesta y era el día cuando vertían una
porción doble de agua en el suelo del templo. Creemos que Jesús bien pudo
haber estado de pie con el agua a la altura de los tobillos cuando dijo estas
palabras. Estaban celebrando el hecho de que Dios les había dado agua de la
roca durante el largo viaje por el desierto. El apóstol Pablo nos dijo en su
primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 4, que Cristo era aquella
Roca. El es el único que provee el agua verdadera, el Agua de Vida Leamos el
versículo 37 de este capítulo 7 de San Juan:
"En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz,
diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba."
Aquí tenemos, una vez más, una referencia al libre albedrío: "Si alguno". Y
esto le incluye a usted también. Dios le está ofreciendo un regalo. También
aquí se presenta la elección. La pregunta es: "¿Tiene usted sed?" Quizá usted
haya estado bebiendo de los pozos llenos de barro del mundo y ha encontrado
que esa agua no sacia, que no satisface. Jesús dijo: "Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba". Y usted, estimado oyente, puede venir a Él para recibirle
como su Salvador personal. Observe usted lo que dicen los versículos 38 y 39:
"El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua
viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues
aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado."
El Espíritu Santo todavía no había sido dado, porque Jesús aun no había sido
glorificado. El Espíritu Santo no vino hasta el día de Pentecostés. Entonces vino
para morar en los creyentes y para formarles en un solo cuerpo. La llegada del
Espíritu Santo en aquel día de Pentecostés nos dio la certeza de que Jesús
había llegado al trono del Padre. Continuemos con el versículo 40:
"Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían:
Verdaderamente éste es el Profeta."
Algunos creyeron en Jesús y se volvieron a Él. Bebieron y fueron saciados.
Esperaban al profeta cuya llegada había anunciado Moisés en Deuteronomio
18:15 y 18. Y otros decían en el versículo 41:
"Otros decían: Éste es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir
el Cristo?"
Podemos ver lo mismo hoy. Hay algunos que creen y otros que no creen. Dicen
los versículos 42 y 43:
"¿No dice la Escritura que de la descendencia de David, y de la aldea de Belén,
de donde era David, ha de venir el Cristo? Hubo entonces división entre la
gente a causa de él."
Y Jesucristo era precisamente del linaje de David y del pueblo de Belén. Allí fue
donde primero llegó a la tierra. Nació en ese miserable mesón, en ese pueblo
tan pequeño y pobre. El escenario de su nacimiento no fue como los cuadros
bonitos que vemos en las tarjetas de Navidad. Es verdad que nació en Belén,
pero no se quedó allí para su ministerio terrenal. Si estas personas en verdad
hubieran querido saberlo, podrían haber averiguado que Su nacimiento tuvo
lugar en Belén y que sí cumplió las profecías. Era pues el Cristo, o sea el
Mesías quien les estaba convidando a venir y a beber, pero ellos rehusaron,
interponiendo objeciones. Siempre habrá una división entre la gente en cuanto
a la identidad de Jesús, hasta que Él venga a reinar. Leamos ahora el versículo
44:
"Y algunos de ellos querían prenderlo, pero ninguno le echó mano."
Ahora, no les fue posible prenderle, porque Su hora aún no había llegado.
Continuemos con los versículos 45 y 46:
"Los guardias vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos. Entonces
éstos les preguntaron: ¿Por qué no lo habéis traído? Los guardias
respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!"
¡Qué testimonio dieron estos hombres en cuanto a Jesús! "¡Jamás hombre
alguno ha hablado como este hombre!" Jesús era el Gran Maestro, pero no es
mediante Sus enseñanzas que somos salvos. Nos salva por medio de Su
muerte y resurrección. Y ahora, leamos los versículos 47 al 53:
"Entonces los fariseos les preguntaron: ¿También vosotros habéis sido
engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los
fariseos? Pero esta gente que no sabe la Ley, maldita es. Les dijo Nicodemo, el
que vino a él de noche, el cual era uno de ellos: ¿Juzga acaso nuestra Ley a un
hombre si primero no lo oye y sabe lo que ha hecho? Respondieron y le
dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha
levantado un profeta. Y cada uno se fue a su casa"
Este Nicodemo era el mismo, que según el capítulo tres, confió en Jesús en
aquella noche. Pues aunque era fariseo, Nicodemo defendió a Jesús. Y note
usted que ellos se burlaron de él, preguntándole: "¿Eres tú también galileo?"
Aquello era una desgracia para ellos. Eran como los residentes de las grandes
ciudades que se burlan de los campesinos que vienen a visitar la gran ciudad.
Es interesante notar que estos conocían las enseñanzas de las Escrituras.
Dijeron: "De Galilea nunca se ha levantado profeta."
En realidad, Jesús no había venido de Galilea, ni provenía de Belén. Aunque
nació allí, Jesús había venido del cielo. Dejó la gloria y bajó a esta tierra. Isaías
en el capítulo 9, versículo 6, dijo: "Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha
sido dado."
El versículo 53 dice: "Cada uno se fue a su casa". Nadie invitó a Jesús a su
hogar. Era una noche de fiesta, pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Que
nosotros sepamos, nunca pasó una noche en Jerusalén. Ahora, ¿Qué le parece
a usted todo esto estimado oyente? ¿Entrará usted en su hogar, dejando a
Jesús olvidado allí afuera? ¿O ha aceptado Su maravillosa invitación, que le
permitirá a usted vivir bajo el amor y la luz de Su Presencia? ¿Le ha aceptado
como el que nació para morir por sus pecados? Si aún no lo ha hecho, ahora es
el momento preciso de hacerlo.
Sería oportuno recordar aquí la escena descripta en Apocalipsis 3:20, en la que
Jesús aparece fuera, ante una puerta, y diciendo: "Yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él
conmigo."
Abra las puertas de su corazón al Hijo de Dios en este mismo momento y
permítale constituirse en el Dueño y Señor absoluto de su ser, de manera que
Él sea quien controle y gobierne su vida, para que lo use para Su honra y Su
gloria. Que el Espíritu Santo de Dios le ayude a dar este paso de fe.

Juan 8:1-12
Continuando nuestro estudio del evangelio según San Juan, nos corresponde
hoy el capítulo 8. Pero antes de entrar en este capítulo 8, quisiéramos decir
algo con respecto al capítulo 7. Quisiéramos destacar un destacado
cumplimiento de la profecía. El profeta Hageo, dijo en el capítulo 2 de su
profecía, versículo 6 al 9: "Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a
poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré
temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y
llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mía es la plata, y
mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria de esta segunda casa será
mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este
lugar, dice Jehová de los ejércitos."
Hageo hablaba aquí en cuanto al templo, el templo que el remanente de Israel
construyó cuando regresó del cautiverio. En esa ocasión los ancianos lloraron
porque se acordaron de la gloria del templo que había construido Salomón.
Hageo les consoló con un mensaje del Señor, de que la gloria de este templo
sería mayor que la gloria del templo de Salomón, porque vendría el Deseado
de todas las naciones, o sea, el Señor Jesucristo.
Jesús apareció en el templo durante la fiesta de los tabernáculos. Cuando
vertieron el agua, alzó la voz diciendo: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y
beba". Jesús es la verdadera gloria que llena el templo. Jesús es el Deseado de
todas las naciones. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad" (Juan 1:14). Bien estimado oyente, queríamos mostrarle este
cumplimiento de la profecía de Hageo, cuando Jesús subió a Jerusalén durante
la fiesta de los Tabernáculos y fue al templo.
Pasemos ahora sí, al capítulo 8 de Juan. En este capítulo,

Jesús, en el templo, perdonó a la mujer sorprendida en


adulterio
Este incidente de la mujer sorprendida en adulterio, que se encuentra
contenido en los versículos 1 al 11, no se halla en algunos manuscritos
antiguos y está entre paréntesis en otros. Como es sabido, el Nuevo
Testamento fue escrito originalmente en Griego, y los manuscritos existentes
han sido utilizados para recopilar el texto actual. Westcott y Hort omitieron
este incidente de su posición en este capítulo 8 de Juan, aunque lo insertan al
final de este Evangelio. Nestle lo incluyó en su texto griego, pero lo puso entre
corchetes. No se halla en algunos de los mejores manuscritos pero se
encuentra en otros. Nosotros sostenemos que pertenece al texto y que los
escribas sinceros dejaron de copiarlo porque simplemente no podían resignarse
a aceptar lo que dijo. Por tanto, perdieron una gran verdad espiritual. Creemos
que los escribas creían que esto podría fomentar el adulterio y así enseñaría a
los hombres a pecar, y por eso lo pusieron en corchetes, o al fin del evangelio.
Y por eso lo hallamos de esa manera en algunos de los manuscritos antiguos.
Por motivos de erudición Bíblica y morales, creemos que este incidente forma
parte de la inspirada Palabra de Dios. Comencemos pues, leyendo los dos
primeros versículos de este capítulo 8 del evangelio según San Juan:
"pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al Templo, y
todo el pueblo vino a él; y sentándose, les enseñaba."
Ahora, recordemos que la noche anterior se había reunido el Sanedrín y que
había allí una división de opinión en cuanto a si Jesús era el Mesías o no.
Nicodemo por su parte, le había defendido. Todos se habían ido a sus casas,
pero nadie le invitó a Jesús a la suya. Entonces, temprano por la mañana,
Jesús regresó a Jerusalén y volvió al templo, donde se sentó para enseñar.
Continuemos con los versículos 3 y 4:
"Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en el acto mismo de adulterio"
No podemos pensar en algo que pudiese ser más grosero o brutal, que este
acto de los principales religiosos. Nuestro Señor estaba sentado en el templo
enseñándole al pueblo, cuando se produjo un gran alboroto afuera. Y luego
aparecieron estos principales religiosos acompañados por la gritería del
populacho, arrastrando a esta mujer con sus ropas en desorden, sus cabellos
despeinados, desafiante y resistiéndose a ellos. La multitud en el templo
naturalmente se volvió para ver lo que estaba ocurriendo, y vemos que
trajeron a esta mujer hasta el mismo grupo donde el Señor Jesús estaba
enseñando. Y allí la arrojaron con fuerza al suelo y luego lanzaron su grave
acusación.
"Esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio". Era culpable,
no había duda de ello. Y lo que ella hizo fue pecado y así lo calificó el Señor,
quien finalmente le dijo: "Vete, y no peques más". Y conocían bien la ley. En
Levítico, capítulo 20, versículo 10, dice: "Si un hombre cometiere adulterio con
la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán
muertos". Ahora, ¿Dónde estaba el hombre? El hecho mismo de que no
presentaron al hombre también pone en evidencia que no estaban interesados
en hacer cumplir la ley. Tenían otro motivo. Continuemos pues, con los
versículos 5 y 6:
"y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia
el suelo, escribía en tierra con el dedo."
Tenían razón en cuanto a la ley de Moisés y no había ninguna manera de
suavizarla. Esta mujer, debía ser apedreada. Estaban poniendo a Jesús entre la
espada y la pared. ¿Contradeciría a Moisés? ¿Diría otra cosa? ¿Ofrecería otra
explicación? Hicieron esto para atraparle, para poder acusarle. En realidad, no
tenían interés en apedrear a esta mujer. Lo que querían era apedrear a Jesús.
Y nuestro Señor lo sabía, como dijo en el capítulo 2, versículo 25 de este
mismo evangelio: "Y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del
hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre".
Esta escena era muy interesante. Esta mujer yacía desafiante en el suelo ante
Jesús. La multitud no tenía ningún respeto por su situación embarazosa o por
sus sentimientos y la miraban maliciosamente aumentando su humillación. El
hecho es que Jesús dio por terminado el caso. No se uniría con los que la
acusaban. Ni aún la miraría para aumentar su turbación. Él se agachó y
escribió exactamente como si ni siquiera les oyera.
Éste es el único registro que tenemos de que Jesús haya escrito algo. Cristo es
el personaje sobre el cual más libros se han escrito, más que sobre cualquier
otro hombre que jamás haya vivido tanto a favor como en contra. Y sin
embargo, aparentemente Él nunca escribió nada sino aquí, en la tierra del
suelo del templo, lo cual fue borrado por el viento o los pies de la multitud.
Pero, ¿Qué escribió Jesús? Bueno, no lo sabemos.
Volviendo a los profetas, observamos algo interesante. El profeta Jeremías,
dijo en el capítulo 17 de su profecía, versículo 13: "¡Oh Jehová, esperanza de
Israel! Todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de ti
serán inscritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas
vivas". Ahora, ¿quién había dejado al Señor? ¿Esta mujer? Sí, ella le había
dejado. Pero, ¿Los líderes religiosos? Bueno, ellos también le habían dejado.
¿Habrá Jesús escrito algo que avergonzó a aquellos hombres que allí se
encontraban?
En el Salmo 90:8 leemos: "Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros
yerros a la luz de tu rostro". El pecado oculto aquí en la tierra es un escándalo
en el cielo.
Leamos los versículos 7 al 9:
"Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose
de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto,
acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los
más viejos hasta los más jóvenes; sólo quedaron Jesús y la mujer que estaba
en medio."
Jesús presentó los requisitos para ser juez, lo cual es algo que todos nosotros
necesitamos oír. Podemos tener el derecho de ser jueces de otros, con tal que
cumplamos el requisito, y este requisito es estar exento de pecado. Y estimado
oyente, yo no se en cuanto a usted, pero a mí, esta declaración me quita de
una vez por todas, el oficio de arrojar piedras.
Un veterano comentarista escocés dijo, en cuanto a este incidente de la mujer
adúltera, que los viejos se retiraron primero porque tenían más juicio que los
jóvenes. Los jóvenes se quedaron hasta que vieron su propio nombre y, al
sentirse aludidos, también salieron. De modo que no hubo ni un solo hombre
que se quedara para apedrear a esta mujer, con la excepción de uno, y ese fue
Jesús. Él sí pudo haberla apedreado. Todos los demás se habían escabullido.
¡Qué hipócritas eran! Bueno, continuemos leyendo los versículos 10 y 11 de
este capítulo 8 de San Juan:
"Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer,
¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno,
Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más."
Esta mujer era culpable de pecado y según la ley de Moisés, en Levítico
capítulo 20, versículo 10, una adúltera debía ser apedreada. ¿Estaba entonces
Jesús anulando el sisTema mosaico? Claro que no. Él estaba colocando Su cruz
entre la mujer y su pecado. Éste, que es el Hijo de la virgen, que se vio
asediado por la nube de la duda durante toda Su vida, iba a ir a la cruz aún
para pagar la culpa del pecado de esta mujer. ¡Vino al mundo para ser un
Salvador!
Son muchos los que creen que se pierden porque han cometido cierto pecado.
Si usted, estimado oyente, es uno que los que cree esto, tenemos noticias para
usted. Uno no se pierde por ser asesino, o mentiroso, o ladrón, o adúltero, o
por cometer otros pecados. Una persona comete estos pecados porque está
perdida y no cree en Jesucristo. Jesucristo perdona los pecados, todos los
pecados. Él es el Salvador. Murió por los pecados de todo el mundo. Cualquier
persona que acuda al Señor Jesucristo, será perdonada. (No importa cuál sea
su pecado.)
Y llegamos ahora, al discurso después de la fiesta. Notemos que Jesús con
frecuencia siguió este método. Después de un incidente o un milagro
pronunciaba un discurso sobre ese Tema. En este caso, la fiesta de los
tabernáculos terminaba con una procesión de antorchas, y por tanto Jesús
aprovechó esta oportunidad para dar un discurso. Es importante ver que Él
tomó estos actos simbólicos que se realizaban durante toda la época del
Antiguo Testamento, y se los aplica a Sí mismo. Leamos el versículo 12, en el
que

Jesús se presentó como la luz del mundo


"Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
"YO SOY". Jesús usó esta frase muchas veces. En el Antiguo Testamento,
Jehová es el "YO SOY EL QUE SOY," según Éxodo, capítulo 3, verso 14.
Francamente, en el tiempo del Antiguo Testamento no se decía tanto en
cuanto a Dios. Sabían que tenía existencia propia, que tenía toda la sabiduría,
y todo el poder. El Señor Jesús vino a esta tierra no sólo para redimir al
hombre, sino también para revelar a Dios al hombre. Jesús amplió mucho
nuestra comprensión, utilizando elementos comunes como el pan, la luz, y el
agua, como símbolos de Sí mismo. Se sirvió de lo ordinario para hablar de lo
extraordinario; de lo físico para hablar de lo espiritual; de lo temporal para
hablar de lo eterno; de lo presente para hablar de lo futuro; de lo terrenal para
hablar de lo celestial; de lo limitado para hablar de lo ilimitado; y de lo finito
para hablar de lo infinito.
Jesús nos dio una revelación de Dios cuando nos dijo que Él es el Pan, que Él
es el Agua, y que Él es la Vida. Entonces comprendemos que Dios no sólo tiene
existencia propia, sino que también suple todas nuestras necesidades.
Escuchemos algunas de las declaraciones de Cristo. En el capítulo 6 de este
evangelio de Juan, versículo 35, El dijo:
"Yo soy el pan de vida".
En este capítulo 8, versículo 12 que acabamos de leer, dijo:
"Yo soy la luz del mundo".
Y en el capítulo 10, versículo 9:
"Yo soy la puerta".
Luego el versículo 11 de este capítulo 10 dijo:
"Yo soy el buen pastor".
En el capítulo 11, versículo 25 dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida".
En el capítulo 14, versículo 6 de este evangelio de Juan, Él dijo:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida".
Y en el capítulo 15, versículo 5 de este evangelio de Juan, Él dice:
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos".
Ahora, volviendo al versículo 12 que hemos leído, vemos que Jesús dijo: "Yo
soy la luz del mundo". Acababa de exponer el pecado de los escribas y los
fariseos, que le habían traído a la mujer sorprendida en adulterio. Y como eran
tan culpables como ella, tuvieron que huir. Cuando uno enciende la luz, todas
las ratas, los murciélagos, y los chinches, salen corriendo. La luz expone el
pecado, y es por tal motivo que los escribas y los fariseos tuvieron que
retirarse.
Jesús dijo que Él es la luz, y esta fue la declaración más elevada que hizo
acerca de Sí mismo, hasta aquí, en este evangelio de Juan. Una de las
definiciones de Dios es que Él es luz, según leemos en la primera carta del
apóstol Juan, capítulo 1, versículo 5. Es absoluto en Su santidad y en Su
justicia. Aun la luz física es uno de los elementos tanto más complicados, y
también una de las cosas más esenciales para nosotros. ¿Quién realmente
sabe lo que es? En algunos sentidos actúa como ondas y en otros, como
partículas de materia. Lo sorprendente es que los hombres, actuando sobre
estas dos definiciones o principios, han podido lograr invenciones y
descubrimientos extraordinarios. Algunos dicen que ambos principios son
verdad y, sin embargo, otros dicen que ambos aspectos no pueden ser verdad.
¿Es la luz la ausencia de tinieblas? ¿O son las tinieblas la ausencia de la luz?
Decimos que un cuarto se llena de luz. ¿Qué queremos decir? ¿Pesa más
cuando se llena de luz? No hay tal cosa como el color, sin la luz.
Jesucristo es la Luz del mundo. Así como el sol es la luz física de este mundo,
la luz espiritual de este mundo es Jesucristo mismo. Y como a un niño le es
posible tener suficiente juicio como para acercarse a la presencia de la luz, así
el pecador hoy en la actualidad, cualquiera sea su condición, puede venir al
Señor Jesucristo.
Hay quienes niegan que Cristo es la Luz del mundo. Están caminando bajo una
luz menor. Así como la luna no tiene luz propia, sino que refleja la luz del sol,
esta civilización en la cual vivimos en la actualidad, le debe todo a Cristo. Hoy
en día tenemos hospitales, orfanatos, atención y ayuda social a los pobres,
derechos laborales; todo ello porque el Señor Jesucristo vino al mundo. Uno de
los motivos por los cuales tenemos tantos problemas en estas áreas, es que
nos hemos extraviado demasiado lejos de la luz. El mundo simplemente está
viviendo como si se encontrase a la luz de la luna. Sin embargo, el Señor Jesús
extiende Su invitación. Es notable ver hasta qué punto este pobre mundo
necesita regresar a la luz que es Cristo. El dijo: "el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
Durante la fiesta de los tabernáculos, los israelitas recordaban su liberación,
cuando la columna de fuego guiaba al pueblo que cruzaba el desierto. Y la
celebraban con un desfile de antorchas, al cual Jesús se estaba refiriendo
cuando dijo: "Yo soy la luz del mundo". Cuando la antigua columna de fuego
les guiaba, el pueblo de Israel la seguía. De la misma manera, debemos
seguirla nosotros, mirándole como la Luz del mundo.
Y estimado oyente, si usted quiere encontrar la verdadera luz que ilumine su
vida completamente, le exhortamos a que en este mismo momento, usted
acuda a Cristo Jesús y le reciba en su corazón como su Salvador personal. Sólo
entonces, su vida irradiará la verdadera luz que Él da a todos los que en Él
confían. Es nuestra oración que la luz de Cristo, brille en usted desde ahora y
para siempre.

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