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RIGOBERTO ECHEVERRI BUENO

Magistrado ponente

SL19556-2017
Radicación n.° 43740
Acta 43

Bogotá, D. C., veintiuno (21) de noviembre de dos mil


diecisiete (2017).

Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por la


apoderada de la señora MARÍA EUGENIA TUBERQUIA DE
RENGIFO, contra la sentencia proferida por la Sala Laboral
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia el 21
de septiembre de 2009, dentro del proceso ordinario laboral
que promovió contra la sociedad AGRÍCOLA EL RETIRO
S.A.

Se acepta el impedimento manifestado por el Doctor


Jorge Mauricio Burgos Ruiz.

I. ANTECEDENTES

La señora María Eugenia Tuberquia de Rengifo presentó


demanda ordinaria laboral en contra de la Sociedad Agrícola

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el Retiro S.A., con el fin de obtener el reconocimiento de la


pensión de sobrevivientes derivada del fallecimiento de su
cónyuge, Carlos Enrique Rengifo Higuita, desde el 14 de
diciembre de 1991, junto con las mesadas dejadas de
percibir, los intereses moratorios y, en subsidio, la
indexación.

Para fundamentar sus súplicas, señaló que su esposo,


Carlos Enrique Rengifo Higuita, le había prestado sus
servicios a la Agropecuaria del Este S.A., desde el 13 de
diciembre de 1982 hasta el 14 de diciembre de 1991 (sic), en
la finca denominada «Berenjenal», antes llamada «San Martín»;
que, en el marco de esa vinculación, el trabajador nunca fue
afiliado al Instituto de Seguros Sociales en los riesgos de
invalidez, vejez y muerte; que la Agropecuaria del Este S.A.
fue absorbida por la Agrícola el Retiro S.A.; que su cónyuge
falleció el 14 de diciembre de 1991 (sic), en forma violenta,
por una herida de arma de fuego; y que estuvo casada con él,
convivieron bajo el mismo techo y procrearon varios hijos.

La sociedad convocada al proceso se opuso a la


prosperidad de las súplicas de la demanda. Admitió que la
Sociedad Agrícola el Retiro S.A. había absorbido a la
Agropecuaria del Este S.A. y en torno a los demás hechos
expresó que no le constaban. Explicó que inmediatamente
después del llamado a inscripción realizado por el Instituto
de Seguros Sociales en los municipios de Apartadó,
Chigorodó y Carepa, en el año 1986, fue imposible para las
empresas afiliar a los trabajadores, por la férrea oposición de
las organizaciones sindicales a las que pertenecían. En su

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defensa propuso las excepciones de cosa juzgada,


prescripción, compensación e inexistencia de la obligación.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

Tramitada la primera instancia, el Juzgado Laboral del


Circuito de Apartadó profirió fallo el 29 de mayo de 2009, por
medio del cual absolvió a la entidad demandada de todas y
cada una de las pretensiones de la demanda.

Para tales efectos, en lo fundamental, estimó que de las


pruebas del proceso solo era posible establecer una relación
laboral entre el fallecido y la Agropecuaria del Este S.A.,
desde el 18 de agosto de 1989 hasta el 14 de diciembre de
1991, pues no había pruebas sólidas de la existencia de una
relación laboral anterior, que hubiera sido sustituida en la
mencionada sociedad. Asimismo que, de ese tiempo de
relación laboral, se podían extraer 122 semanas,
insuficientes para ordenar el pago de la pensión de
sobrevivientes pedida en la demanda, a cargo del empleador,
por no haber afiliado al trabajador a la seguridad social, en
los términos de los artículos 25 y 41 del Acuerdo 049 de
1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

Al resolver el recurso de apelación presentado por la


apoderada de la parte demandante, la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia, a través

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de la sentencia del 21 de septiembre de 2009, confirmó la


decisión emitida por el juzgador de primer grado.

En aras de fundamentar su decisión, después de


transcribir los términos de la decisión de primer grado y del
recurso de apelación, el Tribunal precisó que en este caso no
mediaba discusión en torno a la fecha de terminación de la
relación laboral que tuvo el fallecido Carlos Enrique Rengifo
Higuita con la demandada, que había coincidió con su fecha
de fallecimiento, 14 de diciembre de 1991 (sic), de manera
que la discusión se centraba en determinar la fecha de
iniciación de la misma.

Frente a tal tópico, se refirió a las declaraciones


recaudadas en el curso del proceso y, a partir de las mismas,
concluyó:

La Corporación de todo lo visto, infiere que el causante Carlos


Enrique Rengifo Higuita, comenzó a laborar en una finca conocida
como San Martín, que según la escritura 577 (Fol. 14), fue de
propiedad del señor Mario Zuluaga Espinal, el cual la dio en venta
a la empresa Agropecuaria del Este S.A. (AGROESTE), hecho
ocurrido el 10 de febrero de 1989, empresa esta que luego fue
absorbida por la actual demandada Agrícola el Retiro S.A.

Se podría en consecuencia plantear una especie de sustitución de


empleadores, pero es claro que todo indica que el empleador inicial
fue el señor Mario Zuluaga, propietario del predio denominado San
Martín, antes del 10 de febrero de 1989, quien al parecer obtuvo
una parte el 24 de julio de 1981, de la Promotora de Exportaciones
y Cultivos Limitada PROMEXCOL, y la otra en diciembre de 1986,
de Hernando Javier Reyes.

Como en la demanda se informa que la vinculación del señor


Rengifo Higuita, data del año 1982, no está claro el predio en el
cual trabajó y si su original empleador fue el señor Hernando
Javier Reyes, quien le vendió a Zuluaga Espinel, una parte del lote
en el año 1986, o lo fue directamente el antes mencionado, por

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haber ingresado el trabajador al lote que este le comprara a la


empresa Promexcol.

Pero la Sala debe advertir que no obstante lo anterior, en el caso


de autos es importante determinar si el causante venía vinculado
para la empresa o empleador denominado San Martín, o
Agropecuaria San Martín, en el mes de agosto del año 1986, fecha
en que el ISS, llamó a inscripción en los Municipios de Turbo,
Apartadó y Chigorodó, para los riesgos de invalidez, vejez y
muerte.

Si se le da credibilidad a la versión de la señora Luz Marina


Córdoba Mosquera, (fol. 76), habría que concluir que se puede
advertir que el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita, efectivamente
pudo haber laborado en la citada finca entre los años 1982 o 1983,
y lo hizo hasta el 14 de diciembre de 1991, pues dice la testigo
haber laborado por espacio de diez años en la Finca San Martín,
después conocida como Berenjenal, y que se retiró en el año 1992
o 1993, y que cuando ella llegó, a tal finca Carlos Enrique ya
trabajaba allí.

Añadió que si se establecieran los extremos temporales,


en la forma atrás planteada, lo cierto era que, de cualquier
manera, debía analizarse el supuesto de la falta de afiliación
del trabajador al Instituto de Seguros Sociales, por causas no
imputables al empleador. En tal dirección, señaló que, una
vez revisada la documental aportada por la entidad
demandada, era dable evidenciar la oposición de los
trabajadores y sus sindicatos a la afiliación a la seguridad
social, lo que inclusive había comportado la realización de
paros y la falta de entrega de los documentos necesarios para
ello.

Dicho ello, advirtió que para definir el conflicto, acudiría


a «…uno de los sistemas de interpretación de la ley, propuesto
por la doctrina, denominado Jurisprudencia de Intereses o
Jurisprudencia Sociológica…» y determinó lo siguiente: i) que
era posible admitir, «por aproximación», que el causante había

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estado vinculado a la finca San Martín desde los años 1982


y 1983, de propiedad de Mario Zuluaga Espinal y vendida a
la Agropecuaria del Este, que fue a su vez absorbida por la
Agrícola el Retiro S.A.; ii) que el Instituto de Seguros Sociales
había realizado el llamado a inscripción en esa zona a partir
del 1 de agosto de 1986; iii) que esa afiliación no se había
podido cumplir por la oposición de las organizaciones
sindicales, lo que solo se superó durante los años 1992 y
1993; iv) y que toda esta situación se había dado en un
contexto de violencia, mediada por paros y por la presión de
organizaciones armadas al margen de la ley.

Teniendo presente lo anterior, consideró que por la falta


de afiliación, por causas no imputables al empleador, los
trabajadores no habían quedado desprotegidos en relación
con la seguridad social, pues la consecuencia de dicha
omisión era que no se subrogaran las obligaciones del
empleador, en los términos de los artículos 193 y 259 del
Código Sustantivo del Trabajo. Destacó también que el
trabajador había fallecido antes de la fecha de entrada en
vigencia de la Ley 100 de 1993, por lo que no resultaba dable
aplicar las disposiciones de esta norma, de manera que la
situación debía regirse por las disposiciones del Código
Sustantivo del Trabajo y, si hubiera habido afiliación, por el
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 del mismo
año. Dijo, en tal sentido, que:

[…] mientras no existió una verdadera, asunción de los riesgos de


invalidez, vejez y muerte, por parte del ISS, que subrogara las
obligaciones de seguridad social dispuestas por el Código
Sustantivo de la materia, la seguridad social de los trabajadores
de la Zona de Urabá, estuvo a cargos de los empleadores, en los

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términos del artículo 259 del CST ya transcrito. Y debe la Sala


reiterar que los empleadores no pudieron atender el llamamiento a
inscripción a partir de agosto de 1986, por motivos ajenos a su
voluntad como quedó analizado.

Indicó también que era posible suponer que la oposición


a la afiliación se había superado durante el año 1990, porque
en esa época habían sido afiliados el señor Oswaldo Doria
Izquierdo y la señora María Eugenia Tuberquia, de manera
que, como mínimo, la afiliación había debido realizarse en tal
data. Por lo mismo, asumiendo esa realidad, anotó que:

[…] si se asume que solo a partir del año 1990, pudo el empleador
haber afiliado al ISS, al trabajador Rengifo Higuita, pues antes no
lo pudo realizar por causas ajenas a su voluntad, no se cumplen
los requisitos para acceder a tal derecho, en efecto, no se tienen
las 150 semanas cotizadas dentro de los seis años anteriores a la
muerte del trabajador o 300 semanas en cualquier tiempo.

Por último no sobra advertir que en el caso de autos, otra cosa


podría ser la eventual e hipotética responsabilidad del ISS, e
incluso de las organizaciones sindicales mencionadas en la
prueba, en relación con los derechos a la seguridad social integral
de los beneficiarios del trabajador, el primero por cuanto era el ISS,
quien como organismo oficial, tenía las competencias
sancionadoras y de cobro para hacer efectivo el principio de
obligatoriedad de la afiliación, en los términos del Decreto 2665 de
1988, incluso de obtener el pago retroactivo de las cotizaciones al
1º de agosto de 1986, con la finalidad de otorgarle los derechos a
los trabajadores y sus beneficiarios a partir de tal momento, y los
segundos, por violación a la prohibición establecida en el literal f)
del artículo 379 del CST, modificado por el artículo 7º de la Ley
584 de 2000.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Fue interpuesto por la apoderada de la parte


demandante, concedido por el Tribunal y admitido por la
Corte, que procede a resolverlo.

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V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende la recurrente que la Corte case totalmente la


sentencia recurrida y que, en sede de instancia, revoque la
decisión emitida por el juzgador de primer grado y, en su
lugar, le dé prosperidad a las pretensiones de la demanda.

Con tal propósito formula cuatro cargos, por la causal


primera de casación laboral, que fueron oportunamente
replicados y que pasan a ser examinados por la Sala.

VI. PRIMER CARGO

Se enuncia de la siguiente manera:

Acuso la sentencia impugnada de violar directamente y por


infracción directa el artículo 70 del Acuerdo 044 de 1989,
aprobado por el Decreto 3063 de 1989, en relación con el parágrafo
del artículo 33 del mismo Acuerdo y en relación con los artículos 3,
4 y 19 del Decreto 2665 de 1988 y los artículos 25, 26 y 27 del
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990 y los
artículos 9 y 14 del C.S.T. y los artículos 48 y 53 de la Constitución
Nacional.

En desarrollo de la acusación, la recurrente aclara que


no es su intención controvertir las premisas fácticas de la
decisión del Tribunal, tales como que el Instituto de Seguros
Sociales realizó el llamado a inscripción en la zona de Urabá
a partir del 1 de agosto de 1986, que el señor Carlos Enrique
Rengifo Higuita no fue afiliado y que falleció el 14 de
diciembre de 1991 (sic).

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Dicho ello, aduce que su reproche se concreta en el


hecho de que el Tribunal, para dirimir la controversia, acogió
unas normas que no eran adecuadas ni pertinentes y, tras
ello, desconoció las verdaderas disposiciones que regulaban
el deber de afiliación a la seguridad social y las
consecuencias de la omisión. Precisa, en ese sentido, que el
Tribunal infringió el artículo 70 del Acuerdo 044 de 1989,
aprobado por el Decreto 3063 de 1989, en relación con el
parágrafo del artículo 33 de la misma norma, así como el
artículo 19 del Decreto 2665 de 1988, preceptos que sí
regulaban los supuestos de falta de afiliación e imponían
como consecuencia la asunción de los riesgos en cabeza del
empleador, en los mismos términos en los que le habría
correspondido al Instituto de Seguros Sociales.

A la par, sostiene que los artículos 193 y 259 del Código


Sustantivo del Trabajo nada decían en torno al supuesto de
falta de afiliación del trabajador al Instituto de Seguros
Sociales, ni frente a la pensión de sobrevivientes reclamada
en el proceso, de manera que no eran relevantes para la
resolución de la controversia planteada.

Resalta que, a partir de normas como la Ley 90 de 1946,


el legislador amplió los márgenes de la seguridad social y creó
prestaciones en beneficio del trabajador y de su familia, como
la pensión de sobrevivientes, a la vez que «…dispuso que el
ISS subrogara y excluyera al empleador respecto a tales
obligaciones, de manera gradual, esto es, a medida que esta
entidad de seguridad social fuese llamando a inscripciones en
las diferentes regiones del país.» Agrega que, partiendo de esa

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base, el legislador previó la posibilidad de que no se


cumpliera con la obligación de afiliación, de manera que «…si
se incorporaba al trabajador al ISS y se pagaban los aportes,
la respectiva prestación quedaba en cabeza de esa entidad de
seguridad social. Pero si no se realizaba la afiliación del
trabajador, independiente de las razones para ello, la
prestación quedaba a cargo del empleador.»

Dice que ese es el sentido de normas como el artículo


70 del Acuerdo 044 de 1989, aprobado por el Decreto 3063
de 1989, el Decreto 2665 de 1988 y el artículo 41 del Acuerdo
049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 del mismo año,
que se encontraban vigentes para la fecha del fallecimiento
del señor Carlos Enrique Rengifo Higuita y que no
planteaban la posibilidad de que la prestación se perdiera,
ante la falta de afiliación, como lo dedujo el Tribunal. Alega
que esta conclusión se acompasa con la jurisprudencia
desarrollada por esta corporación, reflejada en decisiones
como la CSJ SL, 4 abr. 2001, rad. 15668, que reivindica la
necesidad de atender los reglamentos del Instituto de
Seguros Sociales, así como la responsabilidad del empleador
en el pago de las prestaciones, por la falta de afiliación,
incluso en el caso de que la misma no se hubiera podido
llevar a cabo por fuerza mayor o caso fortuito.

Afirma, por último, que los inconvenientes en el


cumplimiento de la afiliación podían excusar al empleador
del pago de multas, en los términos de los artículos 3 y 4 del
Decreto 2665 de 1988, pero no lo exoneraban del pago de las
prestaciones de la seguridad social, con carácter

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irrenunciable, de manera que, en este caso, el Tribunal debió


concluir que, por la falta de afiliación, era la empresa la que
debía reconocer y pagar la pensión de sobrevivientes pedida
en el proceso, pues, además, se cumplían los requisitos
necesarios para su causación, previstos en los artículos 6, 25
y 27 del Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758
del mismo año.

VII. RÉPLICA

Estima que la controversia de la recurrente con la


sentencia gravada está dada en el concepto de fuerza mayor,
de manera que debió referirse a la Ley 95 de 1890, y subraya
que nadie está obligado a lo imposible, de manera que si una
persona no cumple con las obligaciones que tiene a su cargo,
por fuerza mayor, como en el caso de la demandada, no
puede ser responsabilizado por ello.

VIII. SEGUNDO CARGO

Se formula de la siguiente manera:

Acuso la sentencia impugnada de violar directamente y por


interpretación errónea el artículo 25 del Acuerdo 049 de 1990,
aprobado por el Decreto 758 de 1990, en relación con los artículos
6, 26 y 27 del mismo Acuerdo 049 de 1990.

En desarrollo de la acusación, la recurrente aclara


nuevamente que no es su pretensión discutir las premisas
fácticas de la decisión del Tribunal y que su reproche se
concentra en la inferencia jurídica con arreglo a la cual si el

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trabajador solo pudo haber sido afiliado al Instituto de


Seguros Sociales en el año 1990, no se cumplían los
requisitos para la causación de la pensión de sobrevivientes
definidos en el Acuerdo 049 de 1990, porque no se reunían
las 150 semanas cotizadas en los seis años anteriores a la
muerte, ni 300 en cualquier tiempo.

Alega, en ese sentido, que el Tribunal erró al aplicar la


norma respecto de un periodo inferior al de duración de la
relación laboral y al partir del supuesto de que solo a partir
del año 1990 había sido posible la afiliación, ya que la norma:

[…] no condiciona la generación del derecho a la pensión de


sobreviviente al cumplimiento de un requisito como el exigido en
este caso por el Ad quem y sólo limita la causación de ese beneficio
a un periodo de cotización que se asimila a tiempo de servicio
cuando la prestación debe ser asumida directamente por el
empleador […]

Indica que el artículo 25 del Acuerdo 049 de 1990,


aprobado por el Decreto 758 del mismo año, solo establece el
derecho a la pensión de sobrevivientes bajo el cumplimiento
de ciertos requisitos, pero no regula hipótesis de falta de
afiliación ni limita la prestación por supuestos diferentes a la
carencia de la densidad de semanas necesaria, de manera
que, partiendo del supuesto fáctico establecido en la
sentencia gravada, de una relación laboral sostenida, por lo
menos, entre los años 1986 y 1991, la lógica consecuencia
era disponer el pago de la pensión de sobrevivientes a los
beneficiarios del trabajador fallecido.

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Resalta que la lectura correcta de la norma implica que


para la causación de la pensión de sobrevivientes debe darse
la existencia de una relación laboral con una duración
mínima de 150 semanas cotizadas en los seis años anteriores
a la muerte del trabajador o 300 en cualquier tiempo, de
manera que supuestos tales como la capacidad o posibilidad
de la afiliación, luego del llamado a inscripción, o el concurso
del trabajador para ello, no resultan trascendentes.

Reitera también que las disposiciones vigentes para la


fecha del fallecimiento del trabajador imponían al empleador
la carga del reconocimiento de las prestaciones de la
seguridad social, en caso de que no se hubiera cumplido la
afiliación del trabajador al Instituto de Seguros Sociales, y
que:

[…] ni siquiera las normas que se refieren expresamente a la


obligatoriedad de la afiliación plantean que por el hecho de existir
algún inconveniente para el cumplimiento de esa obligación se
pueda desconocer parte del tiempo de servicios del trabajador
como lo hace el Tribunal al aplicar el artículo 25 del Acuerdo 049
de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990 tomando solo el
periodo que va de 1990 a 1991 para cuantificar las semanas que
exige la mencionada disposición. No, en tales caso (sic) cuando
más se libera a la empresa de sanciones administrativas, en los
términos de los artículos 3º y 4º del decreto 2665 de 1988, pero no
la exonera de responder frente a los causahabientes del
extrabajador, por no disponerlo así el legislador.

Por último, alude a la sentencia emitida por esta sala


CSJ SL, 4 abr. 2001, rad. 15668, y repite que es el empleador
el encargado del pago de la pensión de sobrevivientes, para
lo cual se cumplieron los presupuestos definidos en los
artículos 6, 25 y 27 del Acuerdo 049 de 1990, aprobado por
el Decreto 758 del mismo año.

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IX. TERCER CARGO

Se estructura de la siguiente manera:

Acuso la sentencia impugnada de violar directamente y por


aplicación indebida el artículo 25 del Acuerdo 049 de 1990,
aprobado por el Decreto 758 de 1990, en relación con los artículos
6, 26 y 27 del mismo Acuerdo 049 de 1990.

En desarrollo de la acusación, la recurrente acude a las


mismas consideraciones que acompañan la demostración del
segundo cargo, que no es necesario reiterar.

X. RÉPLICA

Expone que la conclusión de la censura plasmada en


los cargos dos y tres, de que debía tenerse en cuenta para el
reconocimiento de la pensión de sobrevivientes, no solamente
el tiempo en el que se hizo posible la afiliación, sino todo el
anterior, no se deriva de las normas incluidas en la
proposición jurídica, de manera que el Tribunal no incurrió
en error jurídico alguno.

XI. CONSIDERACIONES

Los tres primeros cargos se analizan de manera


conjunta, en la medida en que están dirigidos por la misma
vía, persiguen el mismo propósito y se valen de argumentos
complementarios.

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La controversia planteada en el proceso suscitó


fundamentalmente dos interrogantes de naturaleza
diferente: i) uno relacionado con los extremos de la relación
laboral que habría sostenido el señor Carlos Enrique Rengifo
Higuita (q.e.p.d.) con la Agropecuaria del Este S.A. y cuya
responsabilidad habría asumido la sociedad demandada,
Agrícola el Retiro S.A.; ii) y otro referente a las consecuencias
de la omisión del empleador de afiliar al trabajador al
Instituto de Seguros Sociales, en los riesgos de invalidez,
vejez y muerte – IVM -, por la presunta oposición de las
organizaciones sindicales.

El Tribunal, al abordar tales cuestionamientos, verificó


que, efectivamente, existía una discusión en torno al extremo
inicial de la relación laboral y, al verificar las pruebas del
proceso, estimó plausible admitir que el señor Carlos Enrique
Rengifo Higuita (q.e.p.d.) había laborado en una finca
denominada «San Martín», que inicialmente fue de propiedad
de Mario Zuluaga Espinal y luego de la Agropecuaria del Este
S.A., además de que era posible aceptar, «…por
aproximación…», que dicha vinculación se mantuvo entre los
años 1982 y 1983 y el 14 de diciembre de 1991 (sic), cuando
falleció el trabajador.

Por otra parte, advirtió que el Instituto de Seguros


Sociales había realizado el llamado a inscripción para los
riesgos de IVM en la zona en la que el trabajador fallecido
prestaba sus servicios, a partir del 1 de agosto de 1986, pese
a lo cual el empleador no había podido cumplir con el deber
de afiliación, por causas no imputables a su voluntad o por

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una especie de fuerza mayor, pues había mediado una férrea


oposición de los trabajadores y de las organizaciones
sindicales, dada en un contexto de violencia generalizada,
que solo vino a superarse en el año 1990, durante el cual se
había dado la inscripción de otros servidores de la finca «San
Martín».

A partir de tales premisas, el Tribunal consideró


prudente encontrar una «…solución jurídica razonable…»,
guiada por lo que entendió era la «…jurisprudencia de
intereses o jurisprudencia sociológica…», de acuerdo con la
cual, por la falta de afiliación, por razones no imputables a
su voluntad, el empleador seguía a cargo de las prestaciones
establecidas en el Código Sustantivo del Trabajo, dentro de
las cuales no se hallaba la pensión de sobrevivientes, y solo
debía asumir las de los reglamentos del Instituto de Seguros
Sociales a partir del año 1990, cuando se había superado el
conflicto social y se había hecho factible la inscripción.

Estas últimas son precisamente las premisas jurídicas


que concentran la atención de la censura en los tres cargos.
En sus términos, partiendo de supuestos fácticos tales como
que la relación laboral permaneció vigente entre los años
1982 y 1991 y que, pese al llamado a inscripción en agosto
de 1986, el trabajador nunca fue afiliado, la consecuencia
era que el empleador debía asumir el pago de las mismas
prestaciones que hubiera reconocido el Instituto de Seguros
Sociales, en concreto, la pensión de sobrevivientes, en los
términos previstos en los artículos 33 y 70 del Acuerdo 044
de 1989, aprobado por el Decreto 3063 de 1989, 19 del

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Decreto 2665 de 1998 y 41 del Acuerdo 049 de 1990,


aprobado por el Decreto 758 de 1990, independientemente
de las razones que hubieran generado la omisión.

Planteada en los anteriores términos la discusión, la


Corte considera prudente: i) definir cuáles son las normas
llamadas a regular la hipótesis de falta de afiliación del
trabajador al Instituto de Seguros Sociales, en los riesgos de
invalidez, vejez y muerte – IVM -; ii) establecer, con arreglo a
ellas, cuáles son las consecuencias de esa omisión en la
afiliación, incluso si en ella no medió culpa del empleador; iii)
y, finalmente, con apego a lo anterior, determinar si se
cumplen los requisitos necesarios para ordenar el pago de la
pensión de sobrevivientes, a cargo de la empresa, como se
suplica en la demanda.

En torno al primer tema planteado, como lo aduce la


censura, esta sala de la Corte tiene adoctrinado que, en
virtud del carácter retrospectivo de las normas de seguridad
social y de los principios de universalidad e integralidad que
las rigen, las disposiciones llamadas a definir los efectos de
la omisión en la afiliación al sistema de pensiones son las
vigentes en el momento en el que se causa la prestación
reclamada. En la sentencia CSJ SL14388-2015 la Corte
sistematizó su orientación frente al tema, de la siguiente
forma:

En torno a este tópico, a partir de sentencias como la CSJ SL, 27


en. 2009, rad. 32179, reiterada en las CSJ SL, 20 mar. 2013, rad.
42398; CSJ SL464-2013 y CSJ SL16715-2014, esta Sala de la
Corte ha definido que las normas llamadas a definir los efectos de
la «falta de afiliación» o de la «mora» en el pago de los aportes al

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sistema de pensiones, en perspectiva de la consolidación del


derecho, son las vigentes en el momento en el que se causa la
prestación reclamada, teniendo en cuenta que el legislador ha
expedido disposiciones tendientes a solucionar esas
eventualidades y a impedir que se lesione la configuración plena
de los derechos pensionales de los afiliados. Ello a diferencia de
los procedimientos de cobro de aportes en mora e imputación de
pagos a cargo de las entidades de seguridad social, que, por su
naturaleza, sí deben regirse por las normas vigentes al tiempo de
la omisión.

Ha dicho la Sala, en ese sentido, que «…las normas que pueden


contribuir a resolver esas hipótesis de omisión en el cumplimiento
de la afiliación al Instituto de Seguros Sociales o en el pago de
aportes, con arreglo a los principios de la seguridad social de
universalidad e integralidad, deben ser las vigentes en el momento
del cumplimiento de los requisitos para obtener la pensión, pues
ciertamente ha existido una evolución legislativa tendiente a
reconocer esas contrariedades, de manera tal que las pueda
asumir el sistema de seguridad social, pero sin que se afecte su
estabilidad financiera.» Ver CSJ SL2731-2015.

Específicamente, frente a la aplicación de las disposiciones de la


Ley 100 de 1993 y sus reglamentos, en torno a los efectos de las
omisiones de afiliación al sistema de pensiones, generadas con
anterioridad a su vigencia, que el Tribunal negó y que la censura
reclama, la Sala ha sostenido que el propósito de esas
normatividades fue precisamente el de referirse a los
incumplimientos de las obligaciones del empleador, dados con
anterioridad a la expedición del sistema integral de seguridad
social, por lo que la aptitud de esas reglas, para regular esas
situaciones, además de lógica, es clara y acorde con los principios
de aplicación de la ley laboral en el tiempo.

En este caso, al ser la prestación reclamada en el


proceso una pensión de sobrevivientes, la fecha de causación
de la misma se daría con la muerte del trabajador, ocurrida
el 14 de noviembre de 1991 (fol. 10), de manera que las
normas llamadas a regular la controversia eran las vigentes
para ese momento. Con ello, como lo dijo el Tribunal y lo
admite la censura, se descarta la aplicación de las
disposiciones de la Ley 100 de 1993, que no estaban vigentes
para la referida fecha.

SCLAJPT-10 V.00
18
Radicación n.° 43740

En el anterior orden de ideas, como lo reivindica la


censura, el Tribunal debió acudir a disposiciones como los
artículos 70 del Acuerdo 044 de 1989, aprobado por el
Decreto 3063 de 1989, 19 del Decreto 2665 de 1998 y 41 del
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990,
que estaban vigentes para el momento del fallecimiento del
señor Carlos Enrique Rengifo Higuita y que regulaban de
manera expresa y especial la hipótesis de falta de inscripción
del trabajador en el Instituto de Seguros Sociales, para los
riesgos de invalidez, vejez y muerte.

Ahora bien, en vigencia de disposiciones como las


mencionadas anteriormente, antes de la expedición de la Ley
100 de 1993, la consecuencia normativamente establecida
para supuestos de falta de afiliación del trabajador al
Instituto de Seguros Sociales, en los riesgos de invalidez,
vejez y muerte, era que el empleador debía asumir las
mismas prestaciones que hubiera reconocido esa institución,
si se hubiera verificado válida y oportunamente el acto de la
inscripción, como lo reclama la censura.

Así lo definía diáfanamente el artículo 70 del Acuerdo


044 de 1989, aprobado por el Decreto 3063 de 1989, al
prescribir que «…el patrono que no hubiere inscrito a sus
trabajadores estando obligado a hacerlo, deberá reconocerles
a ellos y a los derechohabientes, las prestaciones que el ISS
les hubiere otorgado en el caso de que la afiliación se hubiere
efectuado, sin perjuicio de las sanciones a que hubiere
lugar…»; el artículo 19 del Decreto 2665 de 1988, al disponer
que «…las prestaciones causadas con anterioridad a la

SCLAJPT-10 V.00
19
Radicación n.° 43740

afiliación, serán de cargo del patrono en los mismos términos


en que el ISS las hubiere otorgado…»; y el artículo 41 del
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990,
al establecer que «…cuando un patrono no afilie a un
trabajador deberá otorgarle las prestaciones que le hubiere
cubierto el ISS en el caso de que lo hubiere afiliado.»

Así también lo ha establecido esta sala de la Corte al


decir que:

Ahora bien, contrario a lo que sostiene el censor, esta Sala de la


Corte, de tiempo atrás ha sostenido que cuando el empleador no
ha cumplido su obligación de afiliar al sistema, lo que apareja que
no haya efectuado el pago de las cotizaciones en pensiones, y
acontezca el riesgo que aquellas protegen, le corresponde asumir
la pensión, pues no es posible que se pierda el derecho pensional
por la incuria de quien estaba obligado a aportar a la seguridad
social integral.

En efecto, si quien estando llamado a proteger los riesgos propios


de la seguridad social, a través de las cotizaciones al sistema, ni
siquiera afilia al empleado, no puede exonerarse de su
responsabilidad en el pago de la pensión y eso es precisamente lo
que concluyó el juzgador de segundo grado al resolver la
controversia, esto es, que ante la inexistencia de la afiliación en
pensiones, le correspondía asumir el riesgo, dado que no lo había
subrogado, y por ello no advierte esta Sala el dislate jurídico al que
se hace referencia. (CSJ SL, 30 abr. 2013, rad. 38587).

Y, por otra parte, en contravía de lo resuelto por el


Tribunal, la Corte ha clarificado que la consecuencia jurídica
de la omisión de afiliar a los trabajadores al Instituto de
Seguros Sociales no puede ser la de que el empleador siga a
cargo de las prestaciones antiguamente definidas en el
Código Sustantivo del Trabajo, pues las mismas se entienden
reemplazadas o subrogadas por las definidas en los

SCLAJPT-10 V.00
20
Radicación n.° 43740

reglamentos de la mencionada institución. En la sentencia


CSJ SL, 13 jun. 2002, rad. 17519, la Sala señaló al respecto:

No obstante la subrogación comentada, desde las primeras


regulaciones sobre la seguridad social se previó la hipótesis de
que el empleador, estando obligado, no cumpliera con el deber de
afiliación de sus trabajadores señalando asimismo las
consecuencias de tal incumplimiento, las cuales, bueno es
puntualizarlo, nunca fueron las de otorgar las pensiones en las
condiciones señaladas en el Código Sustantivo del Trabajo.

Y en la sentencia CSJ SL, 1 abr. 2008, rad. 32643,


recordó la Sala lo adoctrinado en decisiones previas, sobre
las consecuencias jurídicas de la falta de afiliación del
trabajador al régimen de seguros sociales obligatorios del
Instituto de Seguros Sociales y la imposibilidad de que
sobrevivan las prestaciones del Código Sustantivo del
Trabajo, en los siguientes términos:

Así lo precisó igualmente esta Sala de la Corte en sentencia de 6


de octubre de 2004, radicación n° 23137 citada por el Tribunal,
donde rememorando los fallos de 27 de enero de 2000 radicación
n° 12336, reiterado el 21 de febrero de 2001, radicación n° 14975
y el de 16 de agosto de 2001, radicación n° 16042, dijo
textualmente:

“Ahora bien, se denuncia, por la vía directa, la aplicación indebida


del artículo 260 del C.S.T., argumentándose que ese precepto está
derogado, lo que inclusive acepta el Tribunal, y en la demostración
del cargo, entre otros razonamientos, se expone:

‘(…) se equivocó el Tribunal al considerar que al no afiliar el


empleador a la trabajadora al seguro obligatorio en pensiones, le
eran aplicable las disposiciones del código sustantivo del trabajo
para resolver su derecho a pensión.

‘Al establecer por primera vez el seguro social obligatorio en


pensiones, lo cual ocurrió con la expedición del Acuerdo 224 de
1966, el nuevo régimen pensional de vejez subrogó al consagrado
en el código sustantivo del trabajo, tal como este mismo
ordenamiento lo había contemplado en su artículo 259.

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Radicación n.° 43740

‘Y esa subrogación no solamente operó respecto del deudor de las


prestaciones, sino también del régimen prestacional y por ende, el
empleador que no afilie al trabajador al seguro social obligatorio,
queda obligado al pago del derecho pensional en los términos del
régimen obligatorio y no del contenido en el código sustantivo del
trabajo(…)’.

‘La Corte con relación a la objeción jurídica que se le hace al fallo,


ha dicho:

‘(..) La sentencia acusada no hace interpretación alguna de las


disposiciones indicadas en el cargo, pues cuando afirma que la
pensión de vejez que el Instituto Colombiano de Seguros Sociales
está pagando al trabajador, es la que le corresponde al patrono,
simplemente está reconociendo que ocurrió el evento previsto en el
artículo 259 del Código Sustantivo del Trabajo, según el cual las
pensiones de jubilación, el auxilio de invalidez y el seguro de vida
colectivo obligatorio dejarán de estar a cargo de los patronos
cuando el riesgo correspondiente sea asumido por el Instituto
Colombiano de Seguros Sociales, de acuerdo con la ley y dentro de
los reglamentos que dicte el mismo Instituto.

‘El Reglamento general del seguro social obligatorio de invalidez,


vejez y muerte, fue expedido por medio del Acuerdo 224 del
Consejo Directivo del Instituto Colombiano de Seguros Sociales,
que fue aprobado por el Decreto 3041 de 1966. Como la pensión
de jubilación, obligación patronal, corresponde al riesgo de vejez,
que ya fue asumido por el Instituto Colombiano de los Seguros
Sociales, la pensión de jubilación dejó de ser desde entonces
obligación patronal en relación con los trabajadores afiliados al
Instituto, de acuerdo con la ley y el reglamento.’

‘Así mismo, en sentencia de enero 27 de 2000, radicación No.


12336, expresó:

‘Independientemente de las consideraciones que se puedan hacer


sobre la subrogación pensional en los eventos de inscripción tardía
o falta de afiliación al seguro social, la norma aplicable al presente
caso era el artículo 70 del Acuerdo 044 de 1989 (aprobado por
decreto 3063 del 29 de diciembre de ese año), en tanto esa norma
dispone de manera clara que en eventos como el sub lite cuando
el patrono ‘…no hubiere inscrito a sus trabajadores estando
obligado a hacerlo, deberá reconocerles… las prestaciones que el
ISS les hubiere otorgado, sin perjuicio de las sanciones a que
hubiere lugar.’ O sea, que una de las consecuencias que le acarrea
al empleador la falta de afiliación de uno o varios de sus
empleados es que deberá reconocer él directamente la prestación,
pero no las consagradas en el C. S. del T., como pretende el
impugnante, sino aquellas que el ISS le hubiera reconocido, esto
es, pensión de vejez al cumplir 60 años de edad, que es lo
exactamente expresa esa disposición (…).’”

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Radicación n.° 43740

Como conclusión, para la fecha de la muerte del


trabajador, la consecuencia jurídica de su falta de afiliación
al régimen de seguros sociales obligatorios era que el
empleador debía otorgar las mismas prestaciones que
hubiera reconocido el Instituto de Seguros Sociales, si se
hubiera reportado válida y oportunamente la inscripción,
entre ellas la pensión de sobrevivientes pedida en el proceso,
y no las pensiones definidas en el Código Sustantivo del
Trabajo, como lo dedujo erróneamente el Tribunal.

La anterior conclusión no se desdibuja por el hecho de


que, como lo adujo la sociedad demandada y lo aceptó el
Tribunal, el empleador hubiera incumplido la afiliación por
causas ajenas a su voluntad o que hubiera mediado una
fuerza mayor, por la oposición violenta de algunas
organizaciones sindicales.

En efecto, aunque pudiera admitirse que el empleador


no tuvo culpa alguna en el incumplimiento de la afiliación, lo
cierto es que, como lo tiene sentado la jurisprudencia de esta
sala, los deberes y responsabilidades derivados del sistema
de seguridad social tienen una especial naturaleza jurídica,
encaminada a la protección del trabajo y del individuo, de
manera que la obligación del empleador de asumir el pago de
las prestaciones, en estos especiales eventos de falta de
afiliación, no debe entenderse derivada del tradicional
concepto de responsabilidad por culpa o negligencia, sino de
los efectos del trabajo humano y de la irrenunciabilidad de
los beneficios derivados del mismo.

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 43740

En ese sentido, si bien en condiciones normales, bajo el


tradicional derecho de las obligaciones, no podría
responsabilizarse al empleador por los perjuicios causados
como consecuencia del incumplimiento del deber de
afiliación, por razones ajenas a su voluntad, lo cierto es que,
se repite, la naturaleza jurídica de las obligaciones derivadas
de la seguridad social es diferente y supera la de las simples
obligaciones civiles y comerciales o del concepto de daño y
reparación, de manera que no es posible admitir de manera
pura y simple que el empleador, en estos especiales eventos,
se libera de cualquier responsabilidad y que el trabajador
pierde los efectos de su trabajo, las semanas de cotización o
las prestaciones que le corresponden.

En este contexto, a partir de principios como la dignidad


humana, la solidaridad, la seguridad y la protección social,
la sola relación de trabajo tiene la fuerza jurídica necesaria
para fundar y justificar la obligación del empleador de asumir
las prestaciones de la seguridad social o de concurrir a su
financiación, como un corolario natural del trabajo.

Así lo estableció recientemente esta corporación en la


sentencia CSJ SL14215-2017, en la que, si bien se analizó la
obligación del empleador de contribuir al pago de una
pensión de vejez, a través un cálculo actuarial, en vigencia
de la Ley 100 de 1993, se definió la trascendencia del
concepto de fuerza mayor en la falta de afiliación, enseñanza
que resulta plenamente aplicable a esta situación. Esto dijo
la Corte en la referida decisión:

SCLAJPT-10 V.00
24
Radicación n.° 43740

Para hacer frente a lo anterior, cabe señalar que las situaciones


de fuerza mayor, las provenientes de autoridad (ej. no cobertura
geográfica por decisión administrativa) o sobre las cuales el
empleador no puede incidir o determinar su destino, y que de una
u otra forma frustran o imposibilitan la afiliación al seguro social
obligatorio, no generan la pérdida de las semanas laboradas para
efectos pensionales.

En primer lugar, porque la obligación de asumir las pensiones o de


contribuir a su financiación, no puede abordarse desde una
perspectiva sancionatoria o punitiva. Los derechos pensionales y
las cotizaciones son un corolario del trabajo; se causan por el
hecho de haber laborado y están dirigidos a garantizar al
trabajador un ingreso económico periódico, tras largos años de
servicio que han redundado en su desgaste físico natural.

Quiere decir lo anterior que el simple trabajo, desplegado en favor


de un empleador, debe tener efectos pensionales. No puede, en
consecuencia, y así sea por razones ajenas al empresario,
desecharse tales tiempos, pues, se insiste, son un derecho ligado
a la prestación del servicio, de índole irrenunciable. En tal sentido,
la Sala ha defendido la tesis de que «la cotización surge con la
actividad como trabajador, independiente o dependiente, en el
sector público o privado» (SL 33476, 30 sep. 2008).

Y al resolver un caso de idénticos contornos, donde se verificó una


imposibilidad de afiliar a los trabajadores al seguro social
obligatorio debido a la acción de los movimientos sindicales en
zonas bananeras, esta Sala en sentencia SL4072-2017 señaló:

En ese sentido, no se equivocó el Tribunal al concluir que si


bien el empleador se encontró en imposibilidad de afiliación
-teniendo en cuenta que hasta el 1 de agosto de 1986 no
existió cobertura del ISS en el municipio de Apartadó, y que
los trabajadores a través del sindicato impidieron la
afiliación a los riesgos de IVM hasta el 1 de marzo de 1994-
, lo cierto es que no se desliga de sus obligaciones frente al
sistema de seguridad social, de manera que aún conserva
ciertas responsabilidades en torno a la financiación de la
pensión, a través de la emisión de un cálculo actuarial.

En esa medida no es cierto, como lo alude el recurrente que


las omisiones de afiliación que dan lugar a la emisión del
título pensional, son aquellas que aunque obligatorias,
resultan imputables al empleador, por culpa o negligencia,
pues la jurisprudencia de esta Corte ha evolucionado hasta
encontrar una solución común a las hipótesis de omisión en
la afiliación al sistema de pensiones, se itera, guiada por las
disposiciones y principios del sistema de seguridad social,
que no se aleja diametralmente de la que sostiene frente a
situaciones de mora en el pago de aportes, pues, en este
caso, se mantiene la misma línea de principio de que las

SCLAJPT-10 V.00
25
Radicación n.° 43740

entidades de seguridad social siguen a cargo del


reconocimiento de las prestaciones.

Bajo esa orientación, la Sala reitera que ante la hipótesis de


omisión en la afiliación del trabajador al sistema de
pensiones, sea por culpa o no del empleador, es deber de las
entidades de seguridad social tener en cuenta el tiempo
servido, como tiempo efectivamente cotizado, y obligación
del empleador pagar un cálculo actuarial por los tiempos
omitidos a satisfacción de la respectiva entidad, tal y como
lo concluyó el juzgador de segundo grado.

En segundo lugar, en cuanto al argumento de la fuerza mayor


esgrimido por el recurrente, es oportuno precisar que una cosa es
estar en imposibilidad fáctica de ejecutar temporalmente el acto
jurídico de la afiliación a los riesgos de IVM y otra bien distinta es
pretender por este motivo desligarse de las obligaciones
pensionales permanentemente. En efecto, los obstáculos que
hayan podido derivarse de entornos sociales, políticos o jurídicos
frente al aseguramiento de los trabajadores no liberan a las
empresas de sus obligaciones sociales en materia pensional.

En efecto, superadas tales dificultades, los empleadores tienen a


su alcance mecanismos idóneos que les ofrece el sistema de
seguridad social en aras de que puedan remediar situaciones
irregulares del pasado, lo cual usualmente se da mediante el giro
de un título pensional con destino al fondo de pensiones.

Entonces, resulta inaceptable considerar que el trabajo humano


puede, bajo determinadas circunstancias, no tener efectos en
materia pensional. De una forma u otra, el empleador que se sirve
de la fuerza de trabajo de una persona, quien por el transcurso del
tiempo ha visto mermada su capacidad laboral, debe contribuir a
la cobertura del riesgo de vejez, ya sea mediante el pago directo
de la pensión o el giro de un título pensional suficiente.

Admitir la tesis libérrima de las obligaciones propuesta por el


demandado, conduciría a aceptar que, no obstante el empleador
se benefició de la actividad del trabajador, queda exento del deber
de contribuir a su protección social. En este sentido, no sobra
aclarar que el pago de la pensión o del aporte para su financiación
no es un regalo o una concesión fundada en consideraciones
proteicas y etéreas de equidad, sino, se insiste, un derecho
derivado del vínculo laboral.

Por esto mismo, los ingredientes subjetivos o de culpa que el


casacionista quiere incluir para condicionar el giro del título
pensional, son improcedentes, pues la obligación de concurrir al
financiamiento de la pensión, además de ser indisponible e
irrenunciable, es consecuencia inmediata de la prestación del
servicio. Así las cosas, una vez sean derruidas todas las barreras
que impidan dar cumplimiento a esta obligación, el empleador

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Radicación n.° 43740

debe utilizar los mecanismos que tenga a su alcance para


solucionar los trances en que no pudo satisfacer sus obligaciones
con la seguridad social en pensiones, lo cual, como se vio en este
caso, se remedia mediante el pago de un cálculo actuarial.

Como consecuencia de lo anterior, el Tribunal incurrió


en los errores jurídicos denunciados en el primer cargo, en
tanto definió que, por la falta de afiliación del trabajador
fallecido, el empleador debía reconocer las prestaciones del
Código Sustantivo del Trabajo, a la vez que dejó de advertir
que la consecuencia de dicha omisión era otra, dada en que,
independientemente de que hubiera mediado culpa o no, el
empleador debía asumir el pago de las prestaciones que
habría otorgado el Instituto de Seguros Sociales si se hubiera
reportado válida y oportunamente la inscripción del
trabajador, en los términos previstos en los artículos 70 del
Acuerdo 044 de 1989, aprobado por el Decreto 3063 de 1989,
19 del Decreto 2665 de 1998 y 41 del Acuerdo 049 de 1990,
aprobado por el Decreto 758 de 1990, vigentes para el
momento del fallecimiento del esposo de la demandante.

Teniendo en mente las anteriores orientaciones, el


Tribunal también incurrió en los errores jurídicos
denunciados en los cargos segundo y tercero, pues, para la
verificación del cumplimiento de los requisitos necesarios
para la causación de la pensión de sobrevivientes reclamada,
en los términos de los artículos 6 y 25 del Acuerdo 049 de
1990, debió tener en cuenta el momento desde el cual se
debió reportar la afiliación y no el momento desde el cual,
aparentemente, se hizo posible la misma. En este punto es
necesario reiterar que la obligación del empleador de pagar

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Radicación n.° 43740

las prestaciones deviene de la especial naturaleza de la


seguridad social y la necesaria protección al trabajo y sus
consecuencias, mas no de su culpa o negligencia en el
cumplimiento de la afiliación.

En ese sentido, si el Instituto de Seguros Sociales


realizó el llamado a inscripción a partir del 1 de agosto de
1986 (Resolución no. 02362 de 1986, fol. 122), para
determinar si el empleador debía asumir el reconocimiento
de la pensión de sobrevivientes, era indispensable indagar si
el Instituto de Seguros Sociales la hubiera concedido, de
haberse reportado válida y oportunamente la inscripción en
los riesgos de invalidez, vejez y muerte.

Así las cosas, si el empleador hubiera cumplido con la


afiliación desde cuando se tornó obligatoria – 1 de agosto de
1986 -, hasta el momento en el que devino la muerte del
trabajador – 14 de noviembre de 1991 -, se habría alcanzado
un total de 271 semanas cotizadas, todas dentro de los seis
años anteriores a la muerte del trabajador, de manera que se
hubieran cumplido los requisitos previstos en los artículos 6
y 25 del Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758
del mismo año, para ordenar el pago de la pensión de
sobrevivientes.

Tras lo anterior, los errores jurídicos del Tribunal


denunciados en los cargos no solo están demostrados, sino
que resultan sumamente trascendentes, pues impidieron el
reconocimiento de la pensión de sobrevivientes suplicada en
la demanda.

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Radicación n.° 43740

En virtud de todo lo expuesto, los cargos son fundados


y se casará totalmente la sentencia recurrida, sin que resulte
necesario el estudio del cuarto cargo, que, por la vía
indirecta, pretendía demostrar que no era cierta la
imposibilidad absoluta de realizar la afiliación o la fuerza
mayor alegadas por la demandada, ya que, como quedó
suficientemente explicado, esos supuestos resultaban
intrascendentes.

XII. SENTENCIA DE INSTANCIA

En sede de instancia, resulta preciso advertir que el


juzgador de primer grado absolvió de las pretensiones de la
demanda, por no encontrar demostrada la relación laboral
allí reivindicada, esto es, desde el 13 de diciembre de 1982
hasta el 14 de diciembre de 1991. En concepto del a quo, solo
era posible establecer una relación laboral entre el fallecido
Carlos Enrique Rengifo Higuita y la Agropecuaria del Este
S.A., desde el 18 de agosto de 1989 hasta la fecha de la
muerte - 14 de diciembre de 1991 (sic) -, pues no había
pruebas sólidas de la existencia de una relación laboral
anterior, que hubiera sido sustituida en la mencionada
sociedad.

Así las cosas, con vista en los reclamos planteados en


el recurso de apelación frente al tema, la Sala se concentrará
en definir, en primer término, los extremos de la relación
laboral que mantuvo el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.) y cuyos efectos habría asumido la sociedad
demandada Agrícola el Retiro S.A.

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 43740

Para dichos efectos, lo primero que cabe resaltar es que,


en realidad, no está claramente evidenciada una relación
laboral lineal e inequívoca del trabajador fallecido con la
empresa Agropecuaria del Este S.A., como se planteó en la
demanda. En ello cuenta una intrincada red de
compraventas de la finca «San Martín», en la que se prestaban
los servicios, y unas sustituciones de empleadores que no
están lo suficientemente clarificadas.

Sin embargo, de las pruebas allegadas al plenario,


analizadas de manera sistemática y completa, en función del
principio de la primacía de la realidad sobre las formas, para
la Sala sí es dable verificar la existencia de una relación
laboral, cuando menos desde el 24 de junio de 1986 y hasta
el momento del fallecimiento del trabajador, 14 de noviembre
de 1991, de acuerdo con el certificado de defunción de folio
10.

A la anterior conclusión se llega a partir de los


siguientes supuestos:

1. Constituye un hecho cierto, que no es negado por la


demandada y que fue admitido por el juzgador de primer
grado, que el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.)
le prestaba sus servicios a la Agropecuaria del Este S.A. –
Agroeste S.A. -, posteriormente absorbida por la
demandada, Agropecuaria el Retiro S.A., por medio de
contrato de trabajo, hasta la fecha en la que devino su
fallecimiento – 14 de noviembre de 1991 -.

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 43740

De dicha realidad dan cuenta, entre otros, el carné de


folio 7, cuyo membrete corresponde a Agroeste S.A., expedido
el 15 de agosto de 1989, que identifica al señor Carlos
Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) como trabajador en el
cargo de oficios varios, adscrito a la finca «Berenjenal»; el
documento obrante a folio 13, con membrete de Agroeste
S.A., en el que se deja constancia del fallecimiento del
trabajador y se acuerda con su esposa, María Eugenia
Tuberquia, el pago de un anticipo por salarios y prestaciones
sociales; y el documento de folios 89 y 90, denominado acta
de transacción extrajudicial, en el que el representante legal
de Agropecuaria del Este S.A. y la demandante dejan
constancia de que el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.) falleció estando al servicio de la empresa, en la finca
«Berenjenal», y acuerdan el pago de los salarios, prestaciones
sociales y seguro de vida colectivo.

Así las cosas, está claramente demostrada la existencia


de la relación laboral hasta la fecha del deceso del trabajador,
14 de noviembre de 1991, con la Agropecuaria del Este S.A.,
absorbida por la Agropecuaria el Retiro S.A.

2. Con el fin de establecer el extremo inicial de la


relación laboral, para la Corte resulta relevante advertir que
todas las pruebas recaudadas en el curso del proceso dan fe
de que el trabajador fallecido siempre estuvo adscrito o
vinculado a la finca «San Martín», posteriormente
denominada «Berenjenal» y que la misma tuvo varias
sucesiones de propietarios.

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 43740

Así, el señor Oswaldo Doria Izquierdo (fol. 166) narró


que conoció al señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.)
cuando trabajaba en la finca «Berenjenal», que antes tenía el
nombre de «San Martín», durante los años 1989 y 1990.

El señor José Antonio Guzmán Cogollo (fol. 167) indicó


que no sabía exactamente desde cuándo o hasta cuándo
laboró el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.), pero
sí precisó que cuando ingresó a laborar en la finca «San
Martín», posteriormente denominada «Berenjenal», en el año
1983, el fallecido ya estaba laborando en el mismo lugar y
convivía con la demandante. Afirmó también que la finca era
administrada por San Martín y, posteriormente, por Agroeste
S.A.

En similar sentido, la señora Luz Marina Córdoba (fol.


176), a pesar de que no le consta el tiempo exacto de la
vinculación investigada, sí afirmó que cuando llegó a la finca
«San Martín», posteriormente llamada «Berenjenal», hacía 22
años - lo que desde el momento de la declaración nos remite
al año 1985 -, el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.) ya labora allí y convivía junto con su esposa.

El señor Arnulfo Antonio Milanés Gómez (fol. 177)


precisó que conoció al señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.) desde el año 1991 y que le consta que laboraba en
la finca «Berenjenal» hasta el momento en el que se produjo
su fallecimiento. Informó, igualmente, que la finca pertenecía
a la Agropecuaria del Este S.A.

SCLAJPT-10 V.00
32
Radicación n.° 43740

Los testigos Francisco Javier Sierra Gómez (fol. 275) y


Orlando de Jesús Bedoya Gómez (fol. 205) nada dicen en
torno a los extremos de la relación laboral.

3. Ahora bien, de acuerdo con el documento de folios 14


a 17, la finca «San Martín», en la que el trabajador fallecido
prestaba sus servicios, fue vendida por el señor Mario
Zuluaga Espinal a la Agropecuaria del Este S.A. el 1º de
febrero de 1989, con un compromiso especial en virtud del
cual:

[…] las partes contratantes han suscrito un documento de


sustitución patronal, por lo cual la sociedad compradora asume
por cuenta del vendedor, todas las obligaciones salariales y la
carga prestacional causada hasta la fecha de la firma del contrato
de promesa de compraventa que se perfecciona por medio de este
público instrumento, correspondiente a los trabajadores que
laboran en la finca cuyo dominio se transfiere, pudiendo deducir o
compensar estas sumas de las obligaciones de saldo pendientes
que la compradora tiene en la fecha con el vendedor […]

De allí que, en realidad, la Agropecuaria del Este S.A.


hubiera recibido la finca «San Martín» a partir del 1º de febrero
de 1989, pero con todos sus trabajadores y la carga
prestacional correspondiente a los mismos, dentro de los
cuales, por lo reseñado en líneas anteriores, debía
entenderse incluido el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.).

Por otra parte, si bien es cierto que el anterior


propietario de la finca era el señor Mario Zuluaga, a partir de
documentos como el visible a folio 195 y 196, se puede
evidenciar que esa persona natural era el accionista
mayoritario de la sociedad Agropecuaria San Martín y

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Compañía Limitada que, a su vez, ya había identificado al


señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) como uno de
sus trabajadores. Así, en el carné de folio 8, en cuyo
membrete aparece la Agropecuaria San Martín, se identifica
al señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) como
trabajador de oficios varios, que ingresó a la empresa el 13
de diciembre de 1982; mientras que en el carné de
Comfamiliar Camacol (fol. 9), expedido en enero de 1987,
nuevamente se identifica al fallecido como trabajador de la
Agropecuaria San Martín y se registran sus beneficiarios,
dentro de ellos la demandante, en su calidad de cónyuge.

Todo lo anterior permite evidenciar que, efectivamente,


el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) estuvo
adscrito a una finca llamada «San Martín», posteriormente
denominada «Berenjenal», y que esa finca estuvo en manos
de Mario Zuluaga y su sociedad Agropecuaria San Martín,
quien la traspasó a la Agropecuaria del Este S.A., con un
compromiso de transferencia de trabajadores y de
sustitución patronal con todos sus efectos. A su vez, de
acuerdo con lo probado en el documento de folios 18 a 36, la
Agropecuaria del Este S.A., incluyendo su finca San Martín
(fol. 32), fue absorbida por la demandada Agrícola el Retiro
S.A.

En función de lo analizado, el inicio de la relación


laboral investigada no se podía limitar al 1 de febrero de
1989, cuando operó la venta de la finca «San Martín», o a la
fecha de expedición del carné de folio 7, como lo dedujo el
fallador de primer grado, sino que, en virtud de la sustitución

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patronal expresamente acordada, la Agropecuaria del Este


S.A. asumió y mantuvo a cargo, sin solución de continuidad,
la relación laboral mantenida, entre otros, por el señor Carlos
Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) y el señor Mario Zuluaga y
su sociedad Agropecuaria San Martín.

Siendo lo anterior de esa manera y como, en efecto, la


sociedad Agropecuaria San Martín solo fue constituida el 24
de junio de 1986, para la Sala resulta plenamente plausible
admitir que, cuando menos, desde esa fecha el señor Carlos
Enrique Rengifo Higuita (q.e.p.d.) le prestaba sus servicios a
dicha empresa y a Mario Zuluaga, y que, posteriormente, ese
vínculo fue asumido por la Agropecuaria del Este S.A. hasta
el momento en el que devino el fallecimiento del trabajador,
14 de noviembre de 1991, en virtud de un convenio de
sustitución patronal expresamente acordado.

La relación no se remite a lapsos anteriores, pues no


hay pruebas precisas de su fecha de inicio y, en todo caso, la
Agropecuaria San Martín fue la que admitió la vinculación
del trabajador a su servicio, por lo que, por lo menos, desde
su creación, debe entenderse iniciada la relación laboral con
todos sus efectos.

Esa información no es extraña, por otra parte, a los


dichos de los señores Oswaldo Doria Izquierdo, José Antonio
Guzmán Cogollo, Luz Marina Córdoba Mosquera y Arnulfo
Antonio Gómez Milanés, quienes, como ya se reseñó, dan fe
de que el trabajador le prestaba sus servicios a las referidas

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personas, durante los años 1983, 1985, 1989, 1990 y 1991,


sin precisar una fecha cierta de inicio.

Cabe precisar también que la sociedad demandada no


negó la existencia de la relación laboral, ni aportó pruebas
respecto de los extremos temporales, pues se limitó a decir
que no tenía archivos de la época, referidos al trabajador
fallecido, de manera que la inferencia de la Sala no choca con
alguna afirmación o prueba sólida de que la relación no
hubiera existido o que hubiera tenido una duración menor.

Teniendo presente la anterior conclusión, la Sala tiene


por cierto que el señor Carlos Enrique Rengifo Higuita
(q.e.p.d.) estuvo vinculado, por medio de contrato de trabajo,
asumido por la demandada, entre el 24 de junio de 1986 y el
14 de noviembre de 1991.

Al ser ello así, el trabajador debió haber sido afiliado el


1 de agosto de 1986, cuando se realizó el llamado a
inscripción por el Instituto de Seguros Sociales, y, si se
hubiera cumplido ese deber, hasta el momento del
fallecimiento, habría alcanzado un total de 271 semanas
cotizadas, todas dentro de los seis años anteriores a su
muerte, de manera que se hubieran cumplido los requisitos
previstos en los artículos 6 y 25 del Acuerdo 049 de 1990,
aprobado por el Decreto 758 del mismo año, para ordenar el
pago de la pensión de sobrevivientes.

Asimismo, como se concluyó en sede de casación, por


la falta de afiliación oportuna, el empleador debía asumir el

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pago de esa prestación, de acuerdo con lo dispuesto en los


artículos 70 del Acuerdo 044 de 1989, aprobado por el
Decreto 3063 de 1989, 19 del Decreto 2665 de 1998 y 41 del
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990,
de forma tal que se revocará la sentencia apelada y, en su
lugar, se condenará a la sociedad demandada al pago de la
pensión de sobrevivientes a favor de la demandante, pues
nunca hubo discusión en torno a su condición de beneficiaria
y los documentos de folios 46 y 47 acreditan su calidad de
cónyuge supérstite.

En el proceso no existe alguna prueba que permita


inferir el salario percibido por el trabajador fallecido, de
manera que se asumirá como tal el mínimo legal mensual
vigente. En tales términos, se condenará a la sociedad
demandada a reconocer y pagar a la señora María Eugenia
Tuberquia de Rengifo la pensión de sobrevivientes derivada
de la muerte de su esposo, Carlos Enrique Rengifo Higuita, a
partir del 14 de noviembre de 1991, en cuantía igual a un
salario mínimo legal mensual - $51.716.oo. -, de acuerdo con
lo previsto en los artículos 2 de la Ley 71 de 1988 y 23 del
Acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 del mismo
año.

Como fue propuesta la excepción de prescripción, la


misma se declarará probada respecto de las mesadas
causadas con anterioridad al 25 de septiembre de 2003,
teniendo en cuenta que la demanda se presentó el 25 de
septiembre de 2006 (fol. 5 vto.) y no existe reclamo escrito
previo de la trabajadora que la hubiera interrumpido.

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No procede condena por concepto de intereses


moratorios, en la medida en que no había norma que los
consagrara para el momento en el que se causó la pensión
de sobrevivientes – 14 de noviembre de 1991 -. En su defecto,
se ordenará la indexación de las mesadas debidas.

En los referidos términos, por mesadas dejadas de


percibir, hasta el 30 de septiembre de 2017, se adeuda la
suma de $102.507.366.33 y por indexación la suma de
$29.781.116.06, sin perjuicio de las que se causen con
posterioridad.

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Respecto de la excepción de cosa juzgada propuesta por


la demandada, basta con advertir que en el documento de
transacción visible a folios 89 y 90 no se incluyó
expresamente la pensión de sobrevivientes y que, en todo
caso, esa prestación constituía un derecho cierto e
indiscutible, no susceptible de transacción. Tampoco es
posible declarar probada la excepción de compensación,
pues la suma incluida en el mencionado documento,
$1.774.024.oo, estaba imputada a un seguro de vida que
nada tenía que ver con la pensión de sobrevivientes.

Por último, se declara no probada la excepción de


inexistencia de la obligación, por las mismas consideraciones
expuestas en sede de instancia.

Sin costas en el recurso de casación. En las instancias,


a cargo de la sociedad demandada.

XIII. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, CASA la sentencia
dictada el 21 de septiembre de 2009, por la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia, dentro
del proceso ordinario laboral seguido por MARÍA EUGENIA
TUBERQUIA DE RENGIFO contra AGRÍCOLA EL RETIRO
S.A.

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En sede de instancia, revoca la sentencia proferida el 29


de mayo de 2009, por el Juzgado Laboral del Circuito de
Apartadó, y, en su lugar, condena a la sociedad Agrícola el
Retiro S.A. a reconocer y pagar a la señora María Eugenia
Tuberquia de Rengifo la pensión de sobrevivientes derivada
de la muerte de su esposo, Carlos Enrique Rengifo Higuita, a
partir del 14 de noviembre de 1991, en cuantía igual a un
salario mínimo legal mensual - $51.716.oo. –

Declara probada la excepción de prescripción, sobre las


mesadas causadas con anterioridad al 25 de septiembre de
2003. Por concepto de mesadas dejadas de percibir, hasta el
30 de septiembre de 2017, se adeuda la suma de
$102.507.366.33 y por indexación la suma de
$29.781.116.06, sin perjuicio de las que se causen con
posterioridad. Declara no probadas las demás excepciones
propuestas.

Sin costas en el recurso de casación. En las instancias,


a cargo de la sociedad demandada.

Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase y


devuélvase el expediente al tribunal de origen.

GERARDO BOTERO ZULUAGA


Presidente de la Sala

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IMPEDIDO
JORGE MAURICIO BURGOS RUIZ

FERNANDO CASTILLO CADENA

CLARA CECILIA DUEÑAS QUEVEDO

RIGOBERTO ECHEVERRI BUENO

LUIS GABRIEL MIRANDA BUELVAS

JORGE LUIS QUIROZ ALEMÁN

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