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Psicoanálisis y Hospital / 1

13/03/2003- Por Élida E. Fernández

"...Para poder situarnos entre las complejas relaciones del Psicoanálisis con el hospital en
Argentina, surgen algunas preguntas: ¿cómo ingresa el neurótico a la escena que hasta ese
momento dominaban sólo los psicóticos de la exclusiva mano de la psiquiatría? ¿Cómo la
aparición de esta nueva dolencia va a modificar la mirada psiquiátrica y va a dejar lugar a la
escucha del lo que el consultante dice?..."

LA SUBVERSIÓN DEL PSICOANÁLISIS

Historia

El entrecruzamiento del psicoanálisis y la institución hospitalaria merece por su complejidad que


nos detengamos a pensar algunos puntos de su historia.

El hospital como lugar donde los enfermos se curan es un concepto moderno que data de fines
del siglo XVlll, alrededor de 1760. El hospital que funcionaba en Europa desde la Edad Media no
había sido concebido para curar, era fundamentalmente un lugar para ir a morir. El personal
hospitalario no estaba pensado para curar al enfermo sino para conseguir su salvación haciendo
obras de misericordia. El hospital servía para salvar el alma del pobre en el momento de su
muerte y también la del personal que lo cuidaba.

Otras de las funciones que se esperaban del hospital era la de separar a los individuos peligrosos
para garantizar la salud física y moral de la población.

Es así que en el hospital hasta principios del siglo XVIII se amontonaban enfermos terminales,
locos y prostitutas sin intervención médica.

Razones de orden económico, el precio atribuido al individuo (ya que con la introducción del
fusil el costo de formación de un soldado aumenta notoriamente), la necesidad de evitar la
propagación de las epidemias, explican la intervención de la disciplina en los hospitales, poder
que se le confiere al médico.

Así el gran médico de hospital más preparado cuanto mayor sea su experiencia en esas
instituciones, es un invento de fines del siglo XVIII.

Con la presencia del médico comienza a organizarse un sistema de registro de lo que ocurre. Se
transmite la información –nace la historia clínica-, el registro de cada sala, el de enfermería las
recetas y finalmente la obligación de que los médicos confronten sus experiencias y sus
registros. De esta manera el hospital se constituye no sólo en un lugar de cura sino de registros
y adquisición de conocimientos.
La clínica aparece como dimensión esencial del hospital como lugar de capacitación y
transmisión del saber.

Muchas instituciones hospitalarias de nuestro país conservan y condensan bajo los efectos de la
miseria social estas dos funciones que Foucault refiere a dos momentos históricos. Muchos
“manicomios” siguen cumpliendo con lo asilar quizás más allá de cualquier reforma de
antimanicomialidad que se plantee desde las políticas teóricas de la Salud, mientras que las
Residencias de Salud Mental ofrecen esta conjunción de práctica y saber para los jóvenes
médicos y psicólogos que encuentran en este pasaje por el hospital una hiancia fuerte entre la
teorización y la práctica clínica de la urgencia y una apuesta a zanjarla mediante la construcción
de una posición crítica y creativa.

Para poder situarnos entre las complejas relaciones del Psicoanálisis con el hospital en Argentina
creo necesario trazar algo de su historia, volver a apelar a la memoria.

Las preguntas que podríamos hacernos son ¿cómo ingresa el neurótico a la escena que hasta
ese momento dominaban sólo los psicóticos de la exclusiva mano de los psiquiatras biologistas?
¿Cómo la aparición de esta nueva dolencia va a modificar la mirada psiquiátrica y va a dejar lugar
a la escucha del lo que el consultante dice?

La escena de este alumbramiento es la Universidad donde en 1887 José María Ramos Mejía crea
la primera Cátedra de enfermedades nerviosas bajo la influencia de Charcot. Allí José Ingenieros
se encuentra con la histeria.

Dice Vezzetti en “Aventuras de Freud en el país de los argentinos”:

“De Ramos Mejía a Ingenieros se perfila por lo tanto el nacimiento entre nosotros de una nueva
tradición de saber y nuevas prácticas de tratamiento de las patologías nerviosas y mentales.
Podría decirse que la neurosis, en su acepción moderna, ha sido reconocida y en parte
legitimada, y el descubrimiento de esos nuevos cuadros, que sin embargo siempre estuvieron
allí, supone una renovación en las representaciones de diversos trastornos subjetivos, la
aparición de otro tipo de demandas, en fin la entrada en escena del neurótico, un actor que llega
para quedarse.”

En ese mundo donde la psiquiatría se ensamblaba con el discurso moral y la religión el neurótico
aparece trayendo un sujeto que desdice la conciencia y la sexualidad que orada la inocencia
desde la infancia, cuestiona “el matrimonio perfecto” estable, católico que asegure una
reproducción sin erotismo.

La lectura de Freud entra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA de la mano de Enrique


Mouchet titular de la cátedra de psicología experimental y fisiológica, en 1922.

Desde la derecha que reniega de los cambios en la moral sexual que implica el freudismo y desde
la izquierda que lo ve como un enemigo de la lucha de clases Freud encuentra oposición en los
circulos intelectuales, aunque también están los que intentan un acercamiento entre Marx y
Freud.

Hasta aquí el freudismo circulaba por dos canales, el científico–médico a partir del temprano
interés de José ingenieros y el más vulgarizado, popular y de divulgación en torno a revistas y
ensayos de sexología.
Una etapa distinta se inaugura en la entrada del freudismo con la creación en 1942 de la
Asociación Psicoanalítica Argentina que centraliza y promueve la difusión del saber
psicoanalítico y dentro de ella debemos destacar para entender la llegada del psicoanálisis al
hospital la figura de Enrique Pichon Riviere, uno de sus fundadores. Es él quien introduce el
psicoanálisis en el Hospicio de las Mercedes desde sus cursos. Pichon fue un creador y
transgresor de su época, interesado por la muerte, el sueño y la locura, elige dedicarse a la locura
“que aún siendo una forma de muerte, puede resultar reversible”.

Interesado por la psiquiatría y la literatura, propone una nueva psiquiatría de base psicoanalítica
que recurre tambien a Kafka, Dostoievsky, Thomas Mann y fundamentalmente a la poesía
surrealista del conde de Lautremont -escritor maldito- quien en los Cantos de Madoror había
desafiado “a todo lo que hay de estúpido, de bajo y de repugnante sobre la tierra”.

Pichon despliega un intento de articular locura y creación en el Hospicio de las Mercedes,


otorgándoles así a los internados una dignidad y una fascinación que los transforma de locos
asilados y excluidos en portadores de un enigma a develar que desafía a la ciencia, al saber
establecido.

Pichon audaz, controvertido, creador, es él mismo un personaje surrealista en ese hospicio


donde los enfermos quedaban condenados para siempre a repetir su destino trágico de olvido,
pobreza y silencio.

Creo que el valor de Pichon Riviere más allá de su obra escrita, es haber sido una especie de
Pinel de nuestro suelo, el que desencadenó a los psicóticos de las clasificaciones que los
deshumanizaban, los escuchó e hizo que fueran escuchados desde la introducción del
psicoanálisis y de la poesía.

Pichon introduce a Masotta en la lectura de Lacan y de su mano entra el psicoanálisis francés


que se impone masivamente sobre la escuela inglesa que lideraba en APA.

Masotta convoca y reúne a psicólogos que dejan de ser la segura fuente de pacientes,
supervisados y miembros de grupos de estudio para los analistas de APA.

La carrera de Psicología fue creada en la UBA en 1957, y la primera contienda que se produce
en la clínica es entre médicos y psicólogos. La APA los espera como fuente de ingresos y los
relega a la prevención y a la psicohigiene.

Psicoanálisis y hospital: Las residencias

Alrededor de 1967, Pichon Riviere crea en el Borda el primer Servicio de Adolescentes, García
Badaracco implementa el primer Hospital de Día, Ipar crea los Servicios de Terapia a Corto Plazo
que incluían un servicio de mujeres en un tradicional hospital de hombres, Goldemberg lleva la
psiquiatría al Hospital General con la creación del “Servicio del Lanús”.

El Hospital Borda ya contaba con dos sistemas de formación de postgrado para médicos:

1) el curso superior de Médico Psiquiatra

2) el curso de Becario rentado desde 1954 -el antecedente más claro de lo que luego sería la
Residencia-.
Las posibilidades de formación para los psicólogos cuya carrera como dijimos fue creada en
Buenos Aires en 1957 era caótica. En 1966 con el golpe de Onganía la Universidad es intervenida
en la Noche de los Bastones Largos y es desmantelada la carrera.

A principios de 1967 se promulga la ley 17132 que prohíbe a profesionales no médicos el


ejercicio de la Psicoterapia y el Psicoanálisis.

En este contexto de contradicciones y paradojas el CONAREME crea en 1967 la Residencia del


Hospital Borda, novedoso dispositivo de formación de postgrado importado de EEUU que es
ofrecido para médicos y psicólogos.

Así los psicólogos que entraban por concurso estaban por ley impedidos de hacer aquello para
lo cual eran formados, pero como a su vez se necesitaba que se hicieran cargo de la atención de
pacientes se les designaba este trabajo en el mismo momento que se les prohibía.

La transgresión marcó desde sus inicios la práctica de la psicología y el psicoanálisis en los


hospitales,

El proceso militar en 1976 arrasó con las residencias y todo lo que oliera a psicoanálisis en los
hospitales, hasta que recién en 1985 durante la presidencia de Alfonsín, siendo designado Galli
al frente de la Dirección Nacional de Salud Mental, se disuelven las residencias del Borda,
Moyano y Tobar García y se crea la Residencia Interdisciplina de Salud Mental (RISAM) imbuida
en los principios de la antipsiquiatría y la lucha antimanicomial. Este sistema fue implementado
también en Rio Negro, San Juan y Mendoza.

El proyecto tuvo graves fallas de implementación, cuatro camadas de residentes quedaron a la


deriva, no había formación sistematizada y fueron abandonados por el hospital y por la Dirección
de Salud Mental.

En 1992 se municipalizan los hospitales. Surge un nuevo plan para las Residencias.

Se puede observar en las residencias un fenómeno generalizado:

desaparición de lo grupal (ningún área del plan curricular contempla la formación en técnicas
grupales, desaparecen los llamados grupos de reflexión para los residentes, etc).

Se produce la medicalización de la Psiquiatría y auge de nuevos manuales DSM III Y DSM IV que
pretenden un esperanto psiquiátrico clasificatorio.

Crece la lacanización de la psicología y del psicoanálisis. Varios autores pasan al index, o al


desconocimiento, -suerte que puede correr el mismo Freud-; en el marco del dogmatismo en la
enseñanza.

Hasta aquí algunas conclusiones: el psicoanálisis en las instituciones hospitalarias está


atravesado por las políticas del país y por la política propia del psicoanálisis que surge como
respuestas a los avatares de exclusión y persecución que sufren los psi en los distintos vaivenes
de los Amos de turno.

La respuesta dogmática

El psicoanálisis parece responder generalmente y en distintas épocas y escuelas con el


acantonamiento dogmático como contracara de su raíz subversiva.
No somos originales. En el siglo 16, los primeros estudiosos que se atrevieron a desafiar dogmas
establecidos por la entonces reinante física aristotélica medieval fueron revolucionarios: Kepler,
Copérnico, Giordano Bruno y Galileo -entre otros- estremecieron una sistematización del
conocimiento milenariamente aceptada. Y lo hicieron desde sus practicas y sus discursos
marginales, respecto a las verdades oficiales.

Una vez que se convirtieron en el conocimiento oficialmente reconocido, es decir tan pronto
como asumieron el poder comenzaron a transformarse en dogma y por lo tanto a ejercer
censura.

Censura, famoso vocablo tomado de los romanos por el Derecho canónico a partir de la Edad
Media para catalogar el baratillo de excomuniones, prohibiciones y suspensiones del que los
comentadores han retenido principalmente esto: que la censura es una pena, pero para curar el
alma, una pena medicinal. Lo censurado es el sujeto que entra en falta, según formas definidas
y clasificado como tal.

Pretender que la ciencia es el único saber que garantiza la verdad y que su método canónico es
el único correcto para comprender la realidad es un nuevo dogmatismo.

Freud fue el que puso el acento sobre el mecanismo individual de la censura que es el propio de
las instituciones que por distintos medios ejercen el poder y controlan la sumisión de sus
miembros.

LA CUESTIÓN RELIGIOSA ESTÁ EN EL CENTRO DE LA INSTITUCIÓN OCCIDENTAL Toda institución


funda la creencia de imponer a todos sus sujetos una misma verdad bajo el poder de un jefe o
maestro que dicta bajo su lógica los estereotipos de una creencia.

Pierre Legendre define el dogmatismo como cualquier forma de juridismo, cualquier


aprehensión regulada de la letra a partir de una creencia en el Poder encerrado en el texto y que
opera no dejando nada al azar.

Así el encuentro entre el hospital ya configurado como lugar de saber y de transmisión y el


psicoanálisis de raíz subversiva pero que puede volverse dogmático no puede ser en principio
más que una colisión de la que a veces a posteriori resultan excelentes experiencias y hallazgos
clínicos.

Delineada la aproximación histórica, intentaré en sucesivas entregas, abocarme a otros


avatares de la clínica psicoanalítica en el contexto de las instituciones hospitalarias.

BIBLIOGRAFIA

Foucault Michel “La vida de los hombres infames”. Caronte Ensayos.

Vezzetti, Hugo “el nacimiento de la Psicología en la Argentina”. Puntosur.

“Aventuras de Freud en el País de los Argentinos. De José Ingenieros a Enrique Pichon Riviere”.
Piados.

Germán García “La entrada del Psicoanálisis en la Argentina. Obstáculos y Perspectivas”.


Ediciones Altazor.
Balan, Jorge “Cuentame tu vida. Una biografía colectiva del Psicoanálisis Argentino”. Planeta
Espejo de la Argentina.

“Clepios N° 6 Revista de Residentes de Salud Mental”

“Una historia de treinta años: la Residencia del Hospital Borda”. E. Biale, C. Vermal.

Díaz Esther “Postmodernidad”. Edit. Biblos.

Legendre Pierre “El Amor del Censor. Ensayo sobre el orden dogmático”. Editorial Anagrama.

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