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Access provided by Texas A & M University (12 May 2016 01:30 GMT)
La orilla del discurso: una
topografı́ a del desorden poé tico en
l a s Soledades de Luis de Gó n g o r a
Elena Rodrı́guez-Guridi
Le Moyne College
1. La imagen de la ribera u orilla, como han observado John Beverley, Julio Baena y otros estudio-
sos, está presente en toda la poesı́a de Góngora. Para Beverley, el escenario de la orilla constituye
un teatro movible que manifiesta la regeneración cı́clica de la naturaleza y en el que el hombre y
sus artefactos aparecen como un accidente teleológico. Según este crı́tico, los elementos conec-
tados con la orilla reaparecen en toda la poesı́a de Góngora como una fijación obsesiva, como un
Urszene (‘‘Soledad’’ 234). Baena, por su parte, demuestra que la orilla es necesariamente el final
tanto de las Soledades como del Polifemo y de Pı́ramo y Tisbe, e iguala orilla a soledad y muerte
(241–61).
3. El pensamiento de inicios del siglo XVII se apoya en un binarismo logocentrista que determina
el orden del universo. Oposiciones tales como viril/femenino, épica /lı́rica, significante/significado,
causa/efecto, etc., son incuestionables, ya que se consideran dualidades existentes en la naturaleza
y se asumen como eternas. Por lo tanto, el arte se propone como reflejo de lo natural, y a cada
palabra corresponde un referente real.
4. Todas las citas corresponden a la edición de la obra realizada por Beverley.
. . . blanco muro,
por sus piedras no menos
que por su edad majestuosa cano:
mármol al fin tan por lo Pario puro,
que al peregrino sus ocultos senos
negar pudiera en vano.
Cuantas del Oceano
el Sol trenzas desata
contaba en los rayados capiteles,
que espejos, aunque esféricos, fieles,
bruñidos eran óvalos de plata. (II, 695–98)
5. Como Maurice Molho apunta en su análisis de la silva, ‘‘[l]a silva y la selva son, una y otra, la
negación de toda estructura. Su relación es la de una forma métrica y una substancia poética
congruente por su fundamental identidad’’ (49).
6. Obsérvese el paralelismo visual que se crea entre los hilos textuales en que se descompone el
tejido del poema y los ‘‘purpúreos hilos’’ de la ‘‘cecina’’ en que se descompone el tejido animal.
la mente como posesiones adquieren una fluidez que permite todo tipo de
permutaciones y combinaciones, e imposibilita de ese modo la fijación de
lı́mites y la división y clasificación de las palabras.
Por tanto, Góngora introduce la tensión en el poema al apelar a la erudi-
ción común del lector mediante la alusión a lugares comunes y a la represen-
tación mı́tica en formas ya fraguadas e inmutables, para al momento
pervertir y despojar estas alusiones y palabras de su valor, haciendo que tales
referencias apunten a un contenido que no les pertenece o se pierdan en la
vaguedad e indefinición de su significado. Como opina Dámaso Alonso, a
través de la abundancia alusiva y perifrástica y de las referencias mitológicas,
‘‘[l]a poesı́a gongorina demuestra aquı́, una vez más, lo que constituye su
nota constante, desde cualquier punto que se la mire: el ser una exageración,
una intensificación dinámica, una condensación cuantitativa de los elemen-
tos renacidos de la tradición clásica’’ (110). Mediante esta tensión y fluidez
verbal e imaginaria en la que ciertos códigos y nociones amplı́an sus fronteras
para entrar en intersección con otros códigos y conceptos, se ofrece al lector
una constante renovación visual del universo y un espacio utópico en el que
perderse. Según Sasaki, Góngora somete a sus lectores a un lento proceso de
extrañamiento de la realidad que los rodea, de forma que la perspectiva reno-
vada que crea lleva a aquellos a
see the world in a different way whereby they can no longer assume a
‘‘natural’’ correspondence between signifier and signified. Instead, they
must now see the term as a cultural construct—one of the many signs
whose meaning is only as fixed as the system to which it belongs. (160)
vaga.7 A esta crı́tica, Jaúregui añade que la trama es ‘‘sin artificio y sin concier-
to’’, ya que aparece en el poema un ‘‘mancebito’’ y no sabemos ni su nom-
bre, ni por qué, ni para qué está ahı́. Tampoco se sabe en qué ‘‘paı́s o
provincia pasaba el caso’’ (136). De acuerdo con la lectura de Jáuregui, todo
esto es ‘‘contra razón’’, es decir, contra la razón que trata de explicar el
mundo en términos de causa–efecto, buscando un ‘‘por qué’’, un ‘‘dónde’’ y
un ‘‘cuándo’’ que nos ubiquen y que hagan inteligible el universo. La inco-
modidad de Jáuregui se debe a que, efectivamente, la poesı́a de Góngora
también vaga con el protagonista y con el lector en este peregrinaje sin des-
tino. La apertura y la falta de objetivo que muestra el trayecto del caminante
caracterizan tanto el contenido como la naturaleza del lenguaje de las Soleda-
des. La forma misma del poema, con su comienzo in medias res y su abrupto
final, esto es, el lı́mite que enmarcarı́a el poema estableciendo lo que es inicio
y lo que es final, lo que es poema y lo que no, se muestra imprecisa. Como
reflejo de la oscilación y la regeneración que definen la orilla, el lenguaje de
la poesı́a gongorina se encuentra en un continuo proceso de renovación. Al
rechazar un principio y un final, al dejarlo todo inconcluso, se evita constan-
temente una posición estática de las estructuras lingüı́sticas, que comience a
producir significados unı́vocos y, como tales, intercambiables y sometidos a
la economı́a del mercado.
Góngora posibilita de este modo que cada unidad de significado del poema
implique un nuevo naufragio, una nueva orilla que es principio y fin del viaje.
Encontramos un ejemplo de esta regeneración indefinida a la que el poeta
somete el paisaje en la serie de transformaciones que adquieren algunos elemen-
tos naturales en las Soledades. Si bien el lector, enfrentado a una asociación de
imágenes que rompe sus expectativas, debe reconfigurar su orden imaginario,
Góngora evita la fijación y sistematización de las nuevas asociaciones imagina-
rias y su uso como punto de referencia y código para descifrar el resto de la
lectura, al someter el paisaje textual y geográfico a una metamorfosis indefi-
nida. Por ejemplo, Collins, citando la contienda territorial entre el mar y un
arroyo al inicio de la ‘‘Soledad segunda’’, hace referencia al modo en que
Góngora transforma el estuario —un elemento topográfico común en la tradi-
ción pastoral piscatoria y en la geografı́a española— mediante la serie de con-
7. Chemris considera esta ausencia de función del peregrino uno de los sı́ntomas de la crisis de la
época: ‘‘The crisis at the origins of Spanish modernity, expressed aesthetically in the Baroque,
provoked a parallel crisis in the representational function of literature, disrupting, in certain
works, such a messianic function of the pilgrimage topos’’ (‘‘The Pilgrimage’’ 136).
(I, 48) del peregrino/lector se ha transformado en ‘‘pie ya más seguro’’ (I, 56)
y ha finalizado su curso, y las ‘‘agradecidas señas’’ (I, 33) del inicio han dado
lugar al discurso, es decir, una vez que se ha sometido lo desconocido a la
utilidad del ser humano (produciendo ası́ significado, identidad, realidad y
poema), el poema pasa a constituir la sombra de lo conocido y nos devuelve
a la caı́da inicial. Al mismo tiempo, en el recorrido textual, cada unidad de
significado que el lector va despertando a su paso constituye a su vez un
pequeño naufragio que conduce a un nuevo renacer en la siguiente pisada, y
en la siguiente frase, lo que va poco a poco conformando un discurso. Por
tanto, el peregrino, convertido en sı́mbolo de la condición humana, realiza
un recorrido que funciona como alegorı́a del transcurso de la historia y asi-
mismo como proyección del orden laberı́ntico y caótico de la vida del ser
humano, de su nacimiento y de su camino hacia la muerte. Como señala R.
John McCaw,
From the beginning of the Soledad primera to the end of the Soledad se-
gunda, the pilgrim journeys from one community to another, and in so
doing he exemplifies man’s lifelong journey towards death . . . The reader,
living vicariously through the errant pilgrim’s journey, conducts a labyrin-
thine journey of his own, as he is faced with the same sights and sounds
that face the pilgrim, and many more besides. (6)
En el intervalo entre orilla y orilla que constituye el inicio y el final del reco-
rrido del peregrino, la isla se percibe como una interrupción en el tiempo y
en el espacio en la que se nos muestra toda la historia de la humanidad y la
vanitas que la conduce a su fin. Este intermedio entre orillas es como un
abanico que se despliega en palabras, donde el comienzo del discurso textual
da inicio a la progresión temporal y espacial, originando ası́ el curso de la
historia y haciendo tangible la existencia. En este lapso entre el primer y el
quinto dı́a en que transcurre el poema, se nos muestran los procesos de
manipulación de la naturaleza que se han llevado a cabo a través de la histo-
ria. El primer y el quinto dı́a constituyen el ‘‘atajo’’ entre una Edad de Oro
idı́lica, en la que existe una armonı́a entre hombre y naturaleza, y el producto
en que ha desembocado el transcurso de la historia, cuando la naturaleza, al
igual que el lenguaje, se ha transformado en una mercancı́a sometida a la
manipulación y la utilidad humanas. La naturaleza, representada al principio
de las Soledades como un caos y como una colina escarpada, se transforma
en ‘‘desigualdad del horizonte, / que deja de ser monte / por ser culta flo-
resta’’ (II, 692–94). Por otro lado, el albergue rústico es al final de las Soleda-
des un palacio de mármol y, finalmente, los cabreros pasan a ser un prı́ncipe
y su séquito feudal (Beverley, ‘‘Confusion’’ 300).
La confluencia entre origen y destino del recorrido del peregrino generada
por la estructura cı́clica del poema se percibe en los diferentes márgenes u
orillas textuales entre el perı́odo un dı́a y el otro. Góngora revela el artificio
de los lı́mites que diferencian el dı́a de la noche al mostrar un continuum
entre el anochecer de un dı́a y el amanecer del siguiente. Por ejemplo, para
Beverley, el margen entre el primer y el quinto dı́a se diluye en la confusión
que se produce entre el sueño del peregrino y el canto de los pájaros (‘‘Con-
fusion’’ 301–02): ‘‘Durmió, y recuerda al fin cuando las aves, / esquilas dulces
de sonora pluma, / señas dieron suaves / Del Alba al Sol’’ (I, 176–79). Ya
desde el inicio del poema, la luz crepuscular ‘‘que hacı́an desigual,
confusamente, / montes de agua y piélagos de montes’’ (I, 43–44) nos mues-
tra ese tiempo y espacio de nadie, indefinido, que surge en la confluencia
entre el dı́a y la noche y en la presencia simultánea de sol y luna. Tal disolu-
ción de los contornos del paisaje textual y natural viene marcada con fre-
cuencia por una coincidencia entre la localización del peregrino en la orilla,
el inicio o final de un ciclo, y la luz en penumbra del alba o del atardecer.
Por ejemplo, al inicio de la ‘‘Soledad segunda’’, tras las celebraciones de las
bodas entre los campesinos, el peregrino despierta en la confusión de la
‘‘incierta ribera’’ y de la luz del alba: ‘‘En la incierta ribera, / guarnición
desigual a tanto espejo, / descubrió la Alba a nuestro peregrino con todo el
villanaje ultramarino’’ (II, 27–30). Al final del poema, los últimos pasos del
peregrino vuelven a la ribera, al cansancio y al anochecer anunciado por el
vuelo del búho que ‘‘[con] sordo luego estrépito despliega, / injuria de la luz,
horror del viento / sus alas’’ (II, 974–76). Tanto la orilla textual, con su
comienzo in medias res y su abrupto final, como la orilla topográfica, con su
incierta ribera, y la intersección entre inicio y final del dı́a se encuentran en
esta confusión que borra la diferencia entre dı́a y noche, mar y tierra, inicio
y fin y que, en la disolución de las estructuras binarias, apunta a un margen
que es movible en tanto que es artificial.
Otro aspecto en el que se manifiesta en las Soledades la culturización que
se percibe en la progresiva territorialización y conquista de los paisajes geo-
gráfico y textual, sometidos ambos a las leyes de la producción, es la gradual
subordinación de las relaciones entre los individuos a las leyes sociales de
parentesco que se derivan del contrato matrimonial. Al inicio de la obra,
tanto la isla como el poema se presentan como una cornucopia que parece
Obras citadas