Sie sind auf Seite 1von 20

PONENCIA:

"HACIA UNA GARANTÍA EFECTIVA DE LA AUTONOMÍA E


INDEPENDENCIA DE LOS TRIBUNALES ELECTORALES LOCALES:
LOS RETOS DE UNA REFORMA INCOMPLETA"

INSTITUTO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIÓN


ORTEGA Y GASSET (MADRID)
Mesa: “Las elecciones locales 2018: lo
que está en juego”

Magistrado Felipe de la Mata Pizaña*

1. Introducción

Muy buenas tardes a todas y todos.

Es un honor participar en este acto con la finalidad de compartir reflexiones


extraordinariamente pertinentes en torno a las elecciones del 2018 en
México, al lado de estimados amigos y colegas, especialistas todos en el
Derecho electoral.

Agradezco la invitación que nos ha cursado el Instituto Universitario de


Investigación Ortega y Gasset, en esta fastuosa ciudad de Madrid, que hace
posible nuestra presencia, en un inmejorable espacio académico como en el
que nos encontramos.

Como se ha apuntado en la primera mesa de este seminario, las elecciones


mexicanas del 2018 marcarán un hito en la historia político-electoral del país,
no sólo por los altos cargos a elegir, entre los que destaca la presidencia de

*
Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (México).

1
la República, y la totalidad de legisladores de ambas Cámaras del Congreso
de la Unión, sino también por el elevado número de cargos en juego (más de
3400), entre los cuales, en el ámbito local, justamente se encuentran 9
gubernaturas, 972 diputaciones locales, y 1,797 integrantes de instituciones
municipales.

Las elecciones de este año tendrán entonces un marcado impacto en los


gobiernos locales, y es por ello necesario dedicar una atención especial a la
institucionalidad propia de ese ámbito, precisamente para afrontar los
enormes retos que compartimos en este proceso electoral con los tribunales
y órganos públicos electorales locales (que, en México, conocemos
coloquialmente como “OPLES”).

Estoy seguro que mis compañeros de mesa profundizarán en el conjunto de


los aspectos que implicarán las elecciones en el orden local. En lo que a mí
respecta, quisiera orientar mi exposición a la situación jurídica de los
tribunales electorales de los Estados, el cómo se insertan en el entramado
del federalismo judicial, y, específicamente, a un elemento central para su
existencia: su autonomía institucional, en sus múltiples facetas.

La autonomía lo sabemos, es elemental para la salvaguarda de la


independencia e imparcialidad de todo tribunal en un esquema democrático,
y resulta especialmente trascendente cuando hablamos de un órgano
jurisdiccional que entra en directa relación, todos los días, con poderes
políticos, partidos y otros actores intervinientes en procesos electivos.

La autonomía de un tribunal puede analizarse desde, al menos, dos facetas


distintas. En primer término, puede analizarse como requisito inherente a las

2
características de imparcialidad e independencia que deben tener los
tribunales, como consecuencia de la garantía del derecho de acceso a la
jurisdicción.

Por otro lado, una segunda faceta es su perspectiva netamente orgánica. Es


decir, si un tribunal tiene un haz competencial definido por la Constitución y
normativa electoral correspondiente, debe tener también la facultad, por
supuesto, de defender este cúmulo de atribuciones que le son propias.

A continuación, dividiré mi exposición en las siguientes partes: me referiré a


las líneas básicas del federalismo judicial electoral mexicano; explicaré
porqué nos encontramos ante una reforma incompleta en materia de
autonomía de los tribunales locales; describiré lo que, a mi juicio, implica el
contenido jurídico de esa autonomía.

Al final, explicaré brevemente algunos criterios recientes de la Sala Superior


del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (divididos en cinco
líneas jurisprudenciales) que, no obstante las carencias del ordenamiento,
desde mi perspectiva, han contribuido al fortalecimiento de su autonomía e
independencia en el régimen jurídico mexicano.

2. Pautas generales del federalismo judicial electoral mexicano

Los tribunales electorales de las entidades federativas encuentran su


fundamento en la Constitución Federal mexicana. El artículo 116 establece el
principio de la división clásica del poder público en los Estados de la
República: ejecutivo, legislativo y judicial. El mismo precepto, al referirse a la
función electoral, la instituye de manera separada a esos 3 poderes. Es decir,

3
no los hace parte orgánica de los poderes judiciales locales, lo que significa
que guardan un estatus de órganos jurisdiccionales especializados
autónomos.

En virtud de la reforma político electoral del 2014, con la cual se modificó el


modelo integral de organización de las elecciones y de las instituciones
electorales en nuestro país, se implementó un esquema de “entreveramiento
competencial” ⸻si se me permite la expresión⸻, pero basado en un signo
federal de identidad, de acuerdo con el artículo 40 de nuestra Constitución.

En ese sentido, entre otras tantas cuestiones, el entonces Instituto Federal


Electoral se transformó en Instituto Nacional Electoral, y se instituyó un
esquema de integración de las autoridades electorales, a partir de
nombramientos realizados por órganos nacionales.

En lo que a los tribunales locales electorales respecta, la Constitución federal


prevé desde entonces que éstos deben ser integrados por la Cámara (federal)
de Senadores, por votación calificada, consistente en las dos terceras partes
de los senadores presentes.

La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LEGIPE)


dedica un apartado al régimen de los tribunales electorales locales (arts. 105-
118). La Ley les dota de autonomía técnica y de gestión en su
funcionamiento, así como independencia en sus decisiones.

Además, dicha Ley dispone, ahora sí de manera expresa, que los tribunales
electorales locales no forman parte de los poderes judiciales, y que deberán

4
cumplir sus funciones bajo los principios de certeza, imparcialidad,
objetividad, legalidad y probidad.

Con el propósito de homologar la composición de los tribunales, la reforma


del 2014 previó su integración impar, entre tres a cinco magistradas o
magistrados, y que durarán en su encargo 7 años, de acuerdo con lo que
establezcan las Constituciones de cada Estado. En cualquier caso, su
competencia es resolver los medios de impugnación en contra de actos y
resoluciones electorales que conciernan a la entidad federativa a la que
pertenecen

3. La reforma incompleta de los tribunales electorales locales: la falta de


un mecanismo garante de su autonomía institucional

La LEGIPE establece un sistema de incompatibilidades para evitar conflictos


de interés de los magistrados locales (art. 107) y un procedimiento de
elección que tiene como epicentro al Senado de la República. Es la propia
Ley General la que establece los requisitos para ser Magistrado local, y las
causales y mecanismos de su eventual remoción, con independencia de lo
que mandaten las leyes y Constituciones locales (arts. 115 y 117).

Por otro lado, la única previsión legal relacionada con el presupuesto de los
tribunales electorales locales en la Ley General es la disposición relativa a
que los Congresos de los Estados deben fijar en el presupuesto anual las
remuneraciones de los magistrados, y que éstos no podrán disminuirse
durante el ejercicio de su encargo. También establece que los magistrados
gozarán de independencia y autonomía, cuyo contenido mínimo será la

5
permanencia, estabilidad en el ejercicio del cargo por el tiempo de su
duración, y su seguridad económica.

La normativa federal no hace mayores precisiones respecto al régimen


presupuestario de los tribunales electorales locales. De esa manera, se confía
a la configuración legislativa, y, en la práctica, a las potestades
gubernamentales de cada entidad federativa, los aspectos relacionados con
este tema.

Por esa razón, podemos afirmar que se trata de una regulación incompleta
en este central punto de la reforma político-electoral del 2014.

La reforma del 2014, que pretendió robustecer la autonomía de los órganos


jurisdiccionales electorales respecto a la injerencia de los Poderes Ejecutivos
de los Estados en su funcionamiento ⸻pues antes tenían en sus manos las
propuestas de las personas que ocuparían esos cargos⸻, paradójicamente
se ha revertido en la práctica.

En efecto, ante la falta de un marco jurídico completo y adecuado, el


debilitamiento de su autonomía funcional ahora proviene de actitudes
gubernamentales poco proclives a respetar y garantizar las competencias,
funcionamiento de dichos tribunales, así como los recursos económicos que
son solicitados en función de las necesidades de su operación.

Sin embargo, como sabemos, de acuerdo con estándares internacionales


muy extendidos, la autonomía de los tribunales (orgánica, funcional y
presupuestaria) constituye una columna vertebral para hablar de su genuina
independencia e imparcialidad. En el caso electoral, insisto, este aspecto

6
debe ser especialmente robusto, considerando el acecho al que de hecho
están sujetos, permanentemente, por las fuerzas políticas y partidistas.

4. Autonomía de los tribunales desde la perspectiva funcional y tutelar


de los derechos políticos

En efecto, en un estado democrático de derecho, la autonomía de actuación,


garantías orgánicas e independencia en la obtención, manejo y aplicación de
los recursos por parte de los tribunales, resulta clave para alcanzar la propia
independencia e imparcialidad de su función.

Los tribunales deben estar llamados a participar en la elaboración de su


propio presupuesto, y, más aún, en la deliberación que al respecto lleva a
cabo la Cámara respectiva. La representación de la autoridad jurisdiccional
en este proceso debe permitir explicar y formular una presupuestación
económica precisamente acorde a las necesidades de la administración de
justicia.

Así lo recomienda un informe de la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos, intitulado Garantías para la independencia de las y los operadores
de justicia. Hacia el fortalecimiento del acceso a la justicia y estado de
derecho en las Américas (2013). Ahí mismo se apoya la propuesta de que la
legislación incluso establezca un porcentaje fijo, para que el presupuesto de
los órganos jurisdiccionales no se vea mermado bajo ninguna circunstancia
ajena a sus necesidades (págs. 25-26).

En lo personal, considero que incluso ello debe ser lógicamente así porque
es la propia autoridad la que conoce el detalle de sus metas, su programa de

7
ejecución y el personal calificado que necesita para lograrlo, además de las
necesidades anuales, tendencialmente cambiantes, de la función judicial. En
esa misma línea, la administración de los recursos también debe estar en
manos de la institución de manera directa, es decir sin intermediarios que
decidan las modalidades de esa gestión.

En el caso de las autoridades locales jurisdiccionales en materia electoral en


México, por ejemplo, dada la dinámica diversa de los procesos electorales,
muchas veces se requiere un incremento de personal y de insumos de
trabajo, debido a las cargas laborales que exige la organización y calificación
de las elecciones.

Estas consideraciones, relacionadas propiamente con el presupuesto, son


necesarias no sólo para garantizar el desarrollo de la institución per se, sino
también por lo que ello implica para la adecuada defensa de los derechos
políticos de la ciudadanía. En efecto, en ello también se juega la eficacia del
derecho de acceso a la justicia, y en el caso de la materia electoral, el de
votar, ser votado, de afiliación y asociación política, la garantía de la fidelidad
de los resultados, y el que todas las etapas del proceso electoral se sigan
conforme a la ley y los principios constitucionales; por destacar algunos
ejemplos.

Por otro lado, resulta innecesario explicar que la independencia funcional y la


capacidad de tomar sus propias decisiones sin injerencia o sometimiento a
órganos diversos, es la quintaesencia de un órgano jurisdiccional efectivo.

5. Autonomía de los tribunales desde la perspectiva orgánica

8
La perspectiva orgánica es la segunda forma de conceptualizar la autonomía
judicial. A mi juicio, debe existir un cierto correlato entre una competencia y
una capacidad defensiva de esa competencia. Es decir, debe haber una
forma de hacer efectiva la defensa de una atribución conferida por la
Constitución. La competencia constitucional y su correspondiente vía tutelar
son dualismos inescindibles.

Este tema, por ejemplo, ha recibido un tratamiento extensivo en Italia (país


en el que gran parte de los conflictos entre poderes del Estado involucran a
la judicatura) y Alemania, ordenamientos en los cuales las controversias
constitucionales tienen un desarrollo menos rígido.

En el caso mexicano, podríamos pensar que una potencial vía de defensa de


estos derechos serían las llamadas controversias constitucionales, que es el
mecanismo de tutela de atribuciones orgánicas que resuelve la Suprema
Corte de Justicia, en su faceta de tribunal de conflictos.

De hecho, esta discusión se ha dado efectivamente en los vaivenes


jurisprudenciales tanto en la Suprema Corte, como ante el propio Tribunal
Electoral.

Un caso interesante en controversia constitucional relativo a la autonomía de


los tribunales electorales locales se dio en la Controversia Constitucional
31/2006. En esta controversia, el Tribunal Electoral del entonces Distrito
Federal demandó a diversos órganos del Poder Ejecutivo y Legislativo locales
por problemas de aprobación de su presupuesto de egresos (autonomía
presupuestaria)..

9
Ese asunto resultó interesante porque dio a la Suprema Corte la ocasión de
pronunciarse sobre la naturaleza de los órganos constitucionales autónomos.
Sin embargo, a pesar de que se realizó un extenso análisis sobre la
naturaleza de estos órganos, la Corte concluyó que la legitimación del tribunal
electoral local debía encuadrarse en un supuesto que aludía expresamente a
“órganos de gobierno del Distrito Federal” (de acuerdo al artículo 105 de
nuestra Constitución).

De esta manera, se perdió la oportunidad de generalizar un criterio expansivo


respecto a la calidad de sujeto activo en conflictos competenciales de este
tipo, hacia todos los tribunales electorales de las entidades federativas de
México. Además, con posterioridad, la Corte ha mantenido su criterio en el
sentido de que los órganos constitucionales autónomos locales no tienen
legitimación en la controversia constitucional.

Esta línea jurisprudencial ha generado un efecto claro: los tribunales


electorales de los Estados han quedado privados de una vía para defender
sus competencias orgánicas y funcionales y, evidentemente, también de
aquellas atribuciones relacionadas con su espectro presupuestario.

Es cierto que algunas entidades federativas tienen mecanismos de justicia


constitucional local que podrían posibilitar una controversia en la que un
tribunal local fuera parte (como el caso del Estado de Nayarit). Sin embargo,
no sólo son pocos los ordenamientos que prevén esta posibilidad, sino que el
mecanismo, en general, es poco eficaz porque eventualmente podría ser
impugnada tal determinación en juicio amparo directo (de acuerdo con
nuestro sistema de justicia federal) e incluso contra tal sentencia cabría aún
la interposición de un recurso de revisión que resolvería la Suprema Corte, y

10
que podría resolver (de acuerdo a la experiencia práctica) en un tiempo
promedio de tres años.

La incompletitud de la reforma electoral a la que me referí con anterioridad,


se acentúa entonces con la falta de vías expeditas y adecuadas de defensa
de la autonomía jurisdiccional. La actuación cotidiana independiente y la
autonomía funcional es un objetivo que requiere una tutela efectiva y veloz.
Por otro lado, la faceta presupuestaria de su autonomía, que es precondición
del ejercicio de competencias, materiales, salarios, infraestructuras, etcétera,
requiere también necesariamente una vía rápida y sencilla de defensa
competencial.

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha sido consciente


de esa necesidad y ha intentado remediar estas carencias normativas y
jurisprudenciales, a partir de un principio de garantía de la autonomía a través
de criterios que apuntan a su fortalecimiento. Me referiré muy brevemente a
algunos de ellos a continuación.

6. Líneas jurisprudenciales de la Sala Superior que fortalecen la


autonomía e independencia de los tribunales electorales locales

La Sala Superior del Tribunal Electoral ha desarrollado diversas líneas


jurisprudenciales que han intentado defender distintas vertientes y aspectos
de la autonomía de los Tribunales Electorales Locales.

¿Cuáles han sido estos aspectos? Dada la brevedad del tiempo que se nos
ha asignado me referiré a los siguientes cinco: 1) la defensa de sus facultades
presupuestarias; 2) la tutela de la integración del tribunal; 3) la posibilidad de

11
elegir a un mismo Magistrado para un nuevo periodo; 4) la autonomía interna
respecto a la designación del titular de su contraloría, y 5) la protección a la
remuneración personal de los magistrados.

6.1. Defensa de facultades presupuestarias

Quizá un jurista no especializado en la tópica jurisprudencial del Tribunal


Electoral podría preguntarse cuál puede ser la incidencia de una jurisdicción
propiamente electoral en la tutela de un ámbito aparentemente orgánico,
como es la defensa del haz de facultades presupuestarias.

La respuesta estriba en una interpretación sistemática que el Tribunal


Electoral ha logrado en los últimos tiempos, a través de un expediente que se
ha denominado “Juicio electoral”.

El juicio electoral es un medio de impugnación que creó el Tribunal Electoral


para dar cabida a casos en los que no existe una vía específica en la Ley
General del Sistema de Medios de Impugnación. Ha sido a través de dicho
medio que se han sometido a control las vulneraciones a la autonomía
presupuestaria de los tribunales electorales locales que, de otra manera,
quedarían sin un cauce de defensa previo.

Así, por ejemplo, en el SUP-JE-64/2017, el Tribunal Electoral del Estado de


Aguascalientes controvirtió el decreto mediante el cual se reformaba el
presupuesto de egresos para dotar de recursos a este tribunal. Los
magistrados locales aducían que el presupuesto aprobado no atendió las
necesidades reales de la instalación y debido funcionamiento del órgano (en
específico, los salarios de los magistrados).

12
A pesar de que la Sala Superior confirmó el decreto impugnado, resulta
interesante que analizó el fondo de la cuestión, esto es, si el presupuesto y
salarios de los magistrados eran insuficientes y atentaban contra los
principios de la autonomía e independencia de la función jurisdiccional
electoral. Lo importante de este caso es que se abrió con claridad una vía
para la impugnabilidad de estos aspectos centrales para la defensa de la
autonomía presupuestal.

En el SUP-JE-76/2017, la Sala Superior conoció de una demanda del


Tribunal Estatal Electoral del Estado de Nayarit, en contra del Gobernador y
el Congreso de ese Estado. Básicamente, el tribunal electoral local reclamaba
que el Ejecutivo local había sido omiso en entregarle parte de los recursos
aprobados en el presupuesto de egresos, y en tramitar y entregarle una
ampliación presupuestaria.

Dada la ausencia de constancias relativas a pagos, la Sala Superior ordenó


al Ejecutivo local contestar de forma fundada y motivada sobre los adeudos
(es decir, si procedía el pago), y dar trámite a la ampliación presupuestaria.
Ello permitió obtener una respuesta a las pretensiones del tribunal local, y
dejó a salvo la posibilidad de impugnar de nueva cuenta si dicha respuesta
llegaba a ser desfavorable.

Finalmente, en el SUP-JE-1/2018 la Sala Superior resolvió una impugnación


del Tribunal Electoral del Estado de Morelos en contra del Gobernador y el
Congreso de esa entidad federativa. El tribunal local reclamaba que el
Gobernador había modificado el anteproyecto del presupuesto de egresos
formulado por el propio tribunal, sin contar con competencia para ello.

13
La Sala Superior realizó un estudio de las facultades del Gobernador y
concluyó que éste no podía modificar el anteproyecto del Tribunal local, por
lo que debía remitirlo al Congreso estatal para que resolviera lo conducente
y, en su caso, impactara ajustes al presupuesto de egresos.

La línea jurisprudencial de estos casos, como puede observarse, es


invariablemente tutelar y marca una pauta fundamental para la justiciabilidad
del tema, en sede de la jurisdicción electoral.

6.2. Defensa de la integración del órgano (imposibilidad de remoción)

¿Qué órgano puede instruir juicio político a un magistrado local? Esto se


analizó en el SUP-JDC 259/2017 y acumulados. En el caso, algunos
magistrados impugnaron la determinación asumida por la legislatura del
Congreso local mediante la cual inició el trámite de juicio político contra los
magistrados locales. La Sala Superior revocó la decisión porque el Congreso
local carecía de facultades constitucionales para hacerlo.

Se consideró que, a partir de la reforma de 2014, se buscó salvaguardar la


autonomía de los tribunales locales, y que el nombramiento y remoción de
sus integrantes, y la gestión en su funcionamiento, no podía haber injerencia
de órgano o poder estatal alguno. En ese sentido, el órgano facultado para
incoar juicio político sería el Congreso de la Unión Federal: la Cámara de
Diputados (órgano acusador) y la de Senadores (órgano de sentencia).

En ese sentido, aceptar la injerencia del Congreso local mediante juicio


político de los magistrados, haría nugatoria la finalidad de la reforma citada,

14
y, por tanto, pondría en riesgo la autonomía e independencia de los propios
magistrados y de sus decisiones.

6.3. Posibilidad de elegir de nueva cuenta a una magistrada local para


un nuevo periodo por el Senado de la República

En el SUP-JDC-1147/2017 se analizó la facultad del Senado para designar


como magistrada electoral local a una persona que desempeñó el cargo en
una época previa. La Sala Superior resolvió confirmar la designación
realizada por el Senado al no existir una prohibición en ese sentido, si las
cualificaciones de la persona son las idóneas para el cargo.

En el asunto se estimó que, si bien para los magistrados electorales locales,


la Constitución y la ley no establecen el supuesto de ratificación o reelección,
a través de las cuales pueda generarse una inamovilidad, ello no implica una
prohibición para que el Senado designe para un nuevo periodo a una
magistrada que previamente se había desempeñado en el cargo.

El énfasis de la importancia en este asunto es que dicho criterio garantiza que


ningún órgano del ámbito estatal o local pueda estar en condiciones de
ejercer una influencia ilegítima a los magistrados designados por el Senado,
que se erige entonces en un órgano coadyuvante de la independencia
orgánica del tribunal local, frente a presiones o actuaciones ilegítimas
potencialmente provenientes de otros poderes públicos del mismo ámbito
político local.

6.4. Autonomía interna y designación del contralor del tribunal local

15
En el SUP-JE-7/2018, resuelto recientemente, el nueve de marzo de este
año, la Sala Superior se volvió a enfrentar a un reto paradigmático de la
autonomía de los tribunales locales. El presidente del Tribunal Electoral del
Estado de Morelos controvirtió la designación del contralor del referido
tribunal, realizada por parte del Congreso local.

A pesar de que la sentencia es compleja, en lo que aquí interesa, la Sala


Superior reiteró precedentes existentes al respecto y estimó que,
efectivamente, el hecho de que el Congreso local designase al titular del
órgano interno de control del tribunal electoral local, vulneraba los principios
de autonomía en su funcionamiento e independencia en sus decisiones.

La Sala Superior, en un importante ejercicio de control constitucional


determinó inaplicar la norma estatal que facultaba al Congreso de Morelos
para realizar el referido nombramiento, porque tal facultad implicaba permitir
a un poder estatal ajeno al órgano constitucional autónomo en cuestión, que
incida en su funcionamiento electoral y administrativo.

6.5. Protección de la remuneración personal de los magistrados locales

La Sala Superior ha tutelado también el derecho de los magistrados a recibir


una remuneración proporcional e irrenunciable, que no puede disminuirse
durante su encargo.

Esta garantía tiene una doble faceta. Por un lado, no sólo constituye un
componente de un derecho personal de los magistrados (considerados en lo
individual), sino además una garantía de que dichos tribunales gozarán de la

16
autonomía requerida para el funcionamiento e independencia de sus
decisiones.

Lo anterior se vio plasmado en la sentencia SUP-JDC-184/2016. En dicha


sentencia, se impugnaba un ajuste en las percepciones de los magistrados
electorales locales por falta de aprobación de una ampliación presupuestal.
Así, a pesar de que éstos tenían derecho de ser retribuidos conforme al monto
máximo del tabulador de salarios que perciben los magistrados del Poder
Judicial, sus sueldos sufrirían un ajuste temporal.

La Sala Superior, al tutelar la faceta salarial de la independencia de los


magistrados, ordenó a la Secretaría de Finanzas del Gobierno del Estado, así
como al Congreso local, que hicieran las gestiones y trámites necesarios para
otorgar la ampliación presupuestal a fin de pagar retroactivamente la
remuneración íntegra de los magistrados electorales.

7. Consideraciones finales

Dado el breve tiempo que se nos ha asignado, he optado por narrar algunos
de los muchos casos en los que el Tribunal Electoral del Poder Judicial
Electoral ha reforzado las competencias y autonomía institucional de los
tribunales electorales locales. Esos asuntos resultan suficientemente
representativos de una sólida y consistente línea jurisprudencial garantista en
este tema.

A mi juicio, esos casos muestran que, a golpe de sentencias, se ha intentado


contribuir a la reparación de una importante omisión de la reforma

17
constitucional de 2014, así como de las carencias de nuestro esquema
procesal en ese sentido.

Así, la Sala Superior ha tratado de dotar a la jurisdicción electoral local de


armas suficientes para defender sus competencias y atribuciones, y en ese
sentido, su propia autonomía e independencia frente a los poderes políticos
y fuerzas partidarias.

Los esfuerzos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en


estos temas tienen además un efecto de largo aliento, que va incluso más
allá del proceso electoral que está en curso, de manera que este elemento
básico del engranaje institucional se vea fortalecido de cara a procesos
electorales futuros, y frente al debate de una potencial reforma político
electoral después del 2018.

Hay que destacar que ha habido otros esfuerzos loables, mas allá de los
casos judiciales, que pretenden abonar a ese camino. Así, por ejemplo, ha
resultado muy pertinente que los tribunales electorales locales hayan
decidido crear una asociación nacional, que les permite hacer frente de
manera conjunta a problemas comunes: la Asociación de Tribunales y Salas
Electorales de la República Mexicana (ATERMAC).

Esta organización tiene el carácter de asociación civil, y se ha instituido para


coadyuvar a cumplir conjuntamente la encomienda constitucional de los
tribunales locales, “de manera completa, eficaz y transparente”, de acuerdo
con sus estatutos.

18
Incluso, recientemente, el Tribunal Electoral celebró con esa Asociación un
importante convenio de colaboración. Se trata de coordinar acciones que, en
aspectos operativos e institucionales, tengan un efecto para los 30 tribunales
locales electorales existentes en el país, como es la creación de una carrera
judicial nacional, así como estrategias para la capacitación y certificación de
procesos de carrera judicial y de tribunal abierto.

A partir de acciones como ésta, podemos afirmar que, en la historia del país,
no había existido una cercanía tan marcada entre los tribunales locales y el
Tribunal Electoral Federal, a partir de la lógica de una verdadera judicatura
nacional.

Finalmente, la jurisprudencia del Tribunal Electoral Federal, me parece,


también muestra su convencimiento por asumir una responsabilidad de un
tamaño directamente proporcional a la importancia y complejidad de la
jornada histórica del 1º de julio del 2018.

Ese crucial papel pasa no sólo por velar por el apego irrestricto a los principios
de constitucionalidad y legalidad de todos los actores contendientes, sino
también por la aplicación de las mejores prácticas en términos de
transparencia, rendición de cuentas, justicia abierta y ciudadana, eje
fundamental de una política institucional implementada por la actual
integración, desde el inicio de sus funciones.

Es una convicción profunda del Tribunal Electoral que, solamente de esa


manera, mediante el ejercicio de una jurisdicción autónoma, independiente y
abierta a la ciudadanía, la institución contribuirá a la construcción de
estándares democráticos robustos, con miras a incrementar la legitimidad y

19
la confianza ciudadana de que las elecciones llevarán a resultados
exclusivamente definidos por el voto amplio, libre, informado y secreto, de
todas las y los mexicanos.

Muchas gracias por su atención.

20

Das könnte Ihnen auch gefallen