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LA FIGURA DE ENEAS
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EN HOMERO
POR
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DIRECCIÓN GENERAL DE ENSEÑANZA MEDIA
MADRID
U n ¡v€ rs¡dad de Navarr¡
S e rv icio de Bibliotecag
. /2«'77133
PUBLICACIONES
DE LA
DIRECCIÓN GENERAL
DE
ENSEÑANZA MEDIA
No427
Desde hace varios años, nuestros alumnos de la sec-
ción de I-etras del curso Preuniversitario estudian la
Eneidiz y la llíada como libros de traducción de latín y
griego. EI personaje capital de la Eneida es, naturalmente,
@ Dirección Gene¡al de Enseñanza Eneas, Ayudará, por consiguiente, a que nuestros mucha-
Media chos comprendan mejor la gran epopeya latina todo lo
Es propiedad que contribuya a esclarecer la figura de su protagonista.
Prohibida la reproducción tota¡ Este es el objeto del presente trabajo: estudiar en sus
o parcial
fuentes, es decir, en la llíada, y subsidiariamente en el
Himno homérico a Af rodita, los rasgos primitivos de la
figura central de la Eneida. ¡
El influjo de la lliada en la'Eneida"És reconocido por
todos. La dependencia de Virgilio con relación a Homero
Dep. legal: M. 14715-1964 ha sido analizada desde antiguo hasta en los más peque
N.o de registro: 5248-64 ños detalles, a veces con maligna complacencia. La crítica
I
el hundimiento de su propia estirpe y el desti¡o glorioso Y le asegura que, si él pudiera vivir eternamente tan her-
reservado para Eneas y sus descendientes; todo lo cual nloso y esbelto como entonces, no se avergonzaria ella de
sería algún día solemnemente profetizado por un dios ¡'r¡cibirle para siempre con el nombre de esposo (vv, 241-
(cfr. XX 30ó-308), y sin duda se rumoreaba ya entre el 43):
pueblo, según parece indicar el hecho de que, a pesar de
'AII'
et ¡rév roro0roq Eóv el6óq te 6É¡l«9 re
ser por todos conocida la mala voluntad de príamo para
Eneas, éste «era públicamente venerado por los troyanos
(óorq, igérepóg ra nóorq xexL¡¡révoq ei¡q,
oüx dv é¡eLrú $' dXoS nuxtvcq qpÉv«q d¡rQLxcr).únror.
como un dios» (XI, 58):
Atvelqv 0',69 Tpoot Oeóq áiq rtero Cuando Afrodita, bajo la figura de una doncella ena-
6ri¡rqr.
morada, se presenta a Anquises, éste se halla en las bos-
Pero todo esto se basa en conjeturas, a falta de datos cosas cumbres del Ida cuidando vacas (v.34 s.), oficio que
explícitos de la llíada, El Himno lnmérico a Afrodita des- cn aquellos tiempos no desdecía de la dignidad de un
arrolla la ñgura de Anquises con datos más abundantes y prfncipe. Y esta ocupación era para él habitual, como in-
precisos, aunqlre no siempre concordes con Ios de la epo- dica el sufijo del verbo usado por el poeta (pouxo),éeorcev).
peya, En el Himno se esboza eI retrato físico del perso- Tenía en el monte una tienda bien construida (xtrLolaq
naje, se nos habla de sus actividadei e incluso se perfila eünoLrjrouq, v. 75), y sin duda era el jefe de los pastores
su carácter. de su padre, pues podía permitirse, mientras los demás
Anquises, por su estatura, es «semejante a.los inmo¡- cuidaban el ganado, quedar solo en el aprisco, paseando
tales» (6¿Uds d§«v&roLoLv ÉoLxóq, v. 55), con una hermo- tranquilamente y tañendo la cítara (w. 79 s.):
su¡a recibida de los dioses (O¿6v tino xá|Loq éXovrcr, ....,. 6 6¿ oroO¡loior Le ).eL¡r¡révoq, oloq <in' d).)rov,
v.78) y que no sólo da re{ce a su talla, sino también a ncll.elt' Ev0cr x«t év0« 8LanpóoLov xL0op[(cov.
su rostro (xo).d :rpóoo.n«, v. 183). Esto no puede extra-
ñarnos : era de la misma esti[pe que Ganimedes y Titono, Su lecho bien construido (eüno[r¡rov, v. 16l) estaba rica-
arrebatados ambos por los dioses a causa de su hermq mente aderezado: sobre él habÍa tendidos, para el reposo
sura; el primero para serrir Se copero a Zeus, el segund.o del príncipe, blandos cobertores, y lo cubrían pieles de
para ser esposo de la Aurora. Afrodita misma, después de osos y de rugidores leones, que el propio Anquises
haberse manifestado ya como diosa, se complace en recor- detalle nos lo muestra como valiente cazador- había-y este
ma-
darle a Anquises que «de entre todos los hombres morta- tado en los altos montes (v. 160):
les, los más parecidos a los dioses en belleza y estatura
son siempre de vuestra estirpe»' (w. 200 ss.): roüg «r1tóq KcrréTEQv€v Ev oüpeorv ó{q}.oioLv.
'Ay¡[0eoL 6A ¡rá).tor« x«ra0v¡t6v dvOpón<lv La diosa se le presenta como una virgen casadera, que
atei dq' ú¡rerép¡q yevefrg et6óq re Quriv te. desea ser su legítima esposa y darle hijos espléndidos,
I
El padre, al verlo, se alegrará en su corazón, pues el niño O«o[v roL vóUQnq KqIuKórL6oq éxyovov eiv«t,
será muy hermoso, verdaderamente semejante a un dios al ró6e vqLetáouoLv 6poq xarost¡rÉvov ü),¡.
(w. 278 s.) :
I I
42 La ligura de Eneas en Homero
(aquí por boca de Apolo, bajo Ia figura de Licaón), se
llama a Eneas Tpóc¡v pou).¡qópe, siempre en vocativo,
como título o tratamiento dado directamente a la persona
con quien se habla. Este epíteto, como ya hemos dicho,
viene a significar «consejero del pueblo o del ejército en
las asambleasr,
El segundo calificativo de este grupo, Tpóov ¿tyoq
ENEAS, CAUDILLO DE LOS DARDANOS
<V,217) es de significación clara; Ciyoq equivale al térmi-
oo latino d¿¿r, «conductor», «jefe», "caudillo".
puede atribuirse a inspiración u ocurrencia momentánea dad de hombres de inteligente mirada, sino que habitaban
del poeta, pues se repite casi con las mismas palabras en todavía al pie del Ida, abundante en fuentes":
XII, 98-100: cuando los troyanos y sus aliados, favorecidos
por la suerte de las armas, se proponen cruzar el foso xrtooe 6é A«pbavlr¡v, É'nei oü rro " I ].toq ipi
que protege eI campamento aqueo y prender fuego a las év re6[E ¡eÍó],ioto, rrótrLg gspónov dvOpónov,
naves, el cuarto grupo de guerreros lo manda Eneas, se- dII ' É0 ' ünrope[ag rilxsov no].uní.6«xog " I 6qg.
cundado por los dos Antenóridas:
Dardania estaba, pues, en una ladera del Ida. Que Dar-
r6v 6é teráprrov fipXev Éüg ráLg 'AyX[o«o dania, por una parte, y Troya o IIión, por otra, no son
Alve(crg, á¡r« rQ ye 6óo 'Avrrjvopog uie, una sola ciudad con tres nombres distintos, es evidente
'Ap¡ÉIo¡óq r' 'AKá$dq rs, UúXnq sú et6óte náo¡q. por lo que nos dice el texto citado, según e1 cual Dardania
fue fundada en sitio distinto del que más tarde ocupó la
No puede pensarse que sea casual un dato repetido a nueva ciudad: Dardania estaba situada en una ladera del
tanta distancia. Eneas, y junto con él los dos hiios de Ida, ür<¡petcq "I6¡9, mientras que Ilión fue ediflcada
Antenor, eran indudablemente los jefes de los combatien. en la llanura, Év ns6trp, En XXIV, 6ó0 ss., Príamo basa
tcs dárdanos. Estos guerreros parecen haber sido, inme- la petición que hace a Aquiles de una tregua de once días
ll cliatamerlte después de los propios troyanos, los más im- para los honras fúnebres de Héctor en el hecho de que
portantes defensores de Troya. Así se desprende de la el monte, adonde habrá que ir a buscar la leña pára la
manera de comenzar Héctor su arenga al conjunto de las pira, está leios de la ciudad (v. óó2 s.):
tropas en Ylll, 497l. "Escuchadme, troyanos y dárdanos
y auxiliares,: t¡).ó01 6'útr¡
d§É¡rev é{ 6peoq .........
xÉx).uté ¡.reu, Tp6eq xai Aág5«voL f¡6' é,rlxoupoL.
No podria aducirse esta razón si la ciudad de Príamo es-
Esta situación, aparentemente '§encilla, plantea un di- tuviera, como la antigua Dardania, en una ladera del
fícil problema, para cuya solución tonvincente no tenemos monte.
bastantes datos. ¿Eran Anquises y\Bneas troyanos en sen- La llíada no nos dice quién fue el fundador de Troya.
tido estricto, o, más bien, los señores de la antigua Dar- Sólo indica que sus muros fueron construidos durante el
dania?1. reinado de Laomedonte (XXI,446). El nombre de la ciu-
En XX, 216-18 se nos dice, por boca del propio Eneas,. dad nos induce a creer que su fundador sería Tros, hijo
que Dárdano, hijo de Zeus, .fundó a Dardania, pues aún de Erictonio. Pero también cabe pensar que éste, de quien
no había sido edificada en la llanura la fuerte Ilión, ciu- se nos dice en XX, 220 que "llegó a ser el más rico de los
hombres mortales» :
r Advirtamos ya aquí que esta Dardania no debe confundirse
con la Dárdanos histórica, situada a orillas del Helesponto. 6q 6n dqvetót¿xroq Yév€ro 0v¡t6v tiv0pónolv,
46 La figura de Eneas en Homerct Eneas, caudillo de los dárdanos 47
insatisfecho quizá de la modestia de Dardania y de su decir, de Ia Tróade (así, en II, 826 se llama 1p66q a los
posición poco propicia para un amplio desarrollo, de- habitantes de Zelea, ciudad situada r5not nó6« vel<rroy
cidiera fundar una nueva ciudad, más en consonancia -[6¡9; igualmente, el nombre de Tpotn se aplica por ex-
con sus inmensos recursos, Para esta segunda hipótesis tensión a la Tróade, por ejemplo en IX, 328 s., cuando
pudiera haber quizá también algún fundamento en la ex- Aquiles se gloría de haber tomado doce ciudades por mar
presión de XX, 230.: y once por tierra en la fértil Tróade, xcrrd Tpot¡v ápt-
po).ov); pero el nombre de la región procede de la ciu-
Tp6« 6' 'Epr¡OóvLoq téxero Tpóeoorv dvcxrq, dad, y no a la inversa. Por consiguiente, si en tiempos de
Tros había ya «troyanos», es que también existía ya la
que parece dar a entendcr que Troya existia ya durante ciudad de Troya. Por lo demás, del texto citado en apoyo,
la juventud de Tros, cuando reinaba todavía Erictonio; de esta tercera hipótesis se deduce que Tros reinó tam-
éste sería quien, en honor de su hijo, habría impuesto bién sobre Dardania y otros lugares de las estribaciones.
a la ciudad el nombre de Troya. del Ida, pero no que durante su reinado no existiera aún
Una tercera hipótesis retrasa la fundación de Troya Troya, pues la expresión é€ oD tó " ILrov, referida a su
hasta el reinado de Ilo. Cfr., por ejemplo, PluLy-Wrssow,r, hijo Ilo, puede aplicarse razonablemente al origen,' no
s. u, Dardanidal.' «Por quién fue fundada la posterior ca- de la ciudad, sino del nombre de «Ilión».
pital Troya-Ilión no lo dice la Iliada; sólo menciona la Por su situación y por su r.iqueza, Troya superaría a
construcción de los muros por Laomedonte. Erictonio y Dardania desde el principio. Al suceder Ilo a su padre
Tros, en todo caso, son considerados como residentes Tros, la primacía estaba ya ciertamente en Troya, como
todavía en Dardania; si el último aparece como Tpóroorv lo demuestra el hccho de que ocupase el trono de esta
&vo.l (Il. XX, 230), Tp6eq debc entenderse aquí en el ciudad el primogénito. Ilo daría a Troya su segundo nom-
signiñcado general de habitantes de toda la región. La bre, Ilión, que en Homero aparece en la forma " I 1169
recta conclusión de las indicaciones de la llíada nos la (i)'?, A1 frente de Dardania quedaría probablemente el
ofrece Conón 12: rfi n6pl fpc¡óq.i,., 69 ÉpaotLeuoe r6v segundogénito de Tros, Asáraco, Se trataría de un repar-
rept rtv " I6¡v X<,>ptr,:v xat yevX§. . . ' I trov , É( o0 ró to de los dominios paternos entre los hijos, semejante
"l).rov, cfr. Strab. XllI,593. Asi) el epónimo de Troya al que solían hacer los reyes y los señores feudales de
se retrotrae en la leyenda griega a antes de la fundación nuestra Edad Mcdia. Cualquiera de las dos primeras hi-
de Troya". Pero esta hipótesis es vulnerable por varios pótesis sobre la fundación de Troya es conciliable con
puntos. En primer lugar, no hay en la llítLda nada que
obligue a pensar que Erictonio y Tros residieran todavía
en Dardania. Por otra parte, es cierto que el nombre de 2 Sólo en XV, 7l aparece 'l),Lov olrü É¡.ot€v, aunque también
podía leerse, como advierte Faesi,'ltrrov qt¡üv ÉLotev. Cfr. J. U.
Tp6eq se aplica en la lliada no sólo a los habitantes de FAFsI, Homers lliade, erklaert von..., dritter Band, fiinfte Auflage,
la ciudad de Troya, sino también a los de la región, es besorgt von F. R. FR-ANKE, Berlin, f876, p. 85, nota al v. 71.
,+8 La ligura d.e Eneas en Homero Eneas, caudillo de los tltirdanos 49
(esta nueva hipótesis de la división de los dominios de Y esta información se nos da inmediatamente antes de
'Tros entre sus hijos Ilo y Asáraco. A Ilo le sucedió en mencionar a Eneas como caudillo de los dárdanos, po-
Troyá Laomedonte, y a éste, su hijo Príamo. En Dardania niendo asi de relieve la diferencia entre el poderío de
sucedería a Asáraco su hijo Capis, y a éste, Anquises, ambos pueblos.
padre de Eneas 3. En XXIV,543 ss., Aquiles habla en estos términos al
En la lliada no se nos dice nada sobre la suerte ulte- viejo Príamb, que ha llegado hasta la tienda del héroe
rior de la ciudad de Dardania. Es probable que, por su aqueo para suplicarle que le entregue el cadáver de
situación poco ventajosa al pie de la montaña y por Ia Héctor: nDicen que también tú, anciano, eras antes di-
escasez de recursos que hay que suponer para su fun- choso; y aseguran que en el espacio que limita por abajo
.dador teniendo en cuenta su condición de inmigrante, Lesbos, reino de Mácar, y por arriba Frigia y el Heles-
fuese siempre un poblado muy inferior a Troya desde ponto inmenso, sobresalías tú, oh anciano, por tus rique-
los comienzos de la nueva ciudad, tanto por su riqueza zas y tus hijos»:
como por el número de sus habitantes. Ciertamente lo era
en tiempos de Príamo, como se desprende de varios pa- r«i oÉ, yépov, tó rrpiv ¡rév dxoúo¡rsv 6),pLov etv«L'
sajes de la lliada, principalmente de II, 817 s., y XXIV, 6ooov Aéopog &vo, Máxapoq E6oq, évróq éépyer
543-46. Kcri Opuytn xcroúnsp0e x«i 'E).).Í¡onovrog dnetpr»v,
El primero de estos pasajes rndica que las tropas que t6v oe, yépov, n).oúrrp re xcri otáot Qcol xex&o0«r.
combatían a las órdenes de Héctor, formadas por tro-
yanos en sentido estricto, «eran con mucho las más nu- Tampoco nos dice nada la lliada sobre la probable des-
merosas y mejores» del ejército que defendíd la ciudad:
trucción de Dardania por los aqueos. No dcbe olvidarse
9.ue la lliada no es una historia de la guerra de Troya,
&$o tQ ye ro),ü n).etoror x«t
sino la descripción de un episodio de esta guerra: la
, dÍpLoroL
cólera de Aquiles y los efectos de esta cólera. Podemos,
Acror url)p4ooovfo...
sin embargo, conjeturar la destrucción de la ciudad por
, *r- M. BowRA, Trudition ora '*"¡co in the lliad, 278 pp. un pasaje del canto IX, versos 328 s., cn que Aquilcs sc
Oxford,2.' ed. 1950. Bowra compara, situiendo una tendencia fre- gloría de haber destruido durante la guerra ndoce.ciu-
cuente entre los anglosajones, los poemas homéricos con la lite- dades por mar y once por tierra en la fértil Tróade,:
ratura épica medieval, nacida en condiciones similares a las de la
.epopeya de Homero.
- Acaso pudiera interprctarse también en este
sentido el hecho de que Anquises, según nos informa XVII,323-25,
6ó6exa 6i¡ oüv v¡uoi ró),arg ri).únof ' &vOpónov,
tuviera su propio heraldo, Perifante, que había envejecido ejer- ne(óq 6' Év6exá gri¡-u x«t« Tpr»l¡v éptBo].ov.
ciendo su oficio, y era hijo de otro heraldo llamado Epita. Si los
heraldos constituían entonces "un tipo de funcionario público, Que la destrucción de estas veintitrés ciudades, entre las
(cfr. L. GrL, e\ Intloducción a Homero, p. 432), Anquises no podría
tener años y años a su servicio un funcionario de esta clase, sien- cuales es probable .que estuviera Dardania, se llevó a
do él en Troya un simple particular. cabo durante la guerra de Troya, es evidente por lo que
ENEAS. _ 4
I
I
Sigue inmediatamente otro pasaje del que se deduce el prestigio de Eneas: nEn seguida las tropas siguieron
asimismo la superioridad de Eneas sobre Menelao. Al ver a sus jefes como siguen las ovejas al carnero para ir
éste caídos a los mellizos, se dispone a vengarlos. Y dice a beber después del pasto; y el pastor se alegra en su
el poeta que «Ares excitaba su coraje, con intención de corazórt. Así se alegró el ánimo de Eneas en su pecho,
que pereciese a manos de Eneas» (1.v. 563 s.): al ver el grupo de hombres que le seguía" (w. 492-95):
ro0 6' ótpuvev gÉvog "Ap¡q, L«ol ÉnovO', óq ei re ¡-rerd xr[].ov Éonero ¡-ri].cr
td qpovéov, Iv« ¡epoiv ún' Alve[oo 8c¡rsiq. nLó¡.rev' Éx poráv¡q' ydvurar 6' Cipa re gpév« nor¡r{v..
69 Atvelg Ou¡róg Évi orri0eooL yey{0et,
Acaso el mejor elogio de Eneas como guerrero sea el óq i6s ).a6v É0voq énLonó¡levov Éot aürQ.
que hace su valiente adversario Idomeneo en XIII, 481 ss.
Idomeneo acaba de matar a tres de lo§ mejores guerre-
En el feroz combate que se traba entonces en torno al
ros troyanos, entre ellos a Alcátoo, cuñado de Eneas, y se cadáver de Alcátoo, dos hombres se distinguen por su
jacta de su hazaña con sarcasmo. Mas, apenas llega a valor, nEneas e Idomeneo, semejantes a Ares» (v. 500):
oídos de Eneas la noticia, corre en busca de Idomeneo Alvelcg re xcrl ' I 6oyeveúg, <irú].«vroL ,,Apr¡r
.
para vengar al marido de su hermana. Al verle avalrzar,
no retrocede e1 aqueo, pero pide auxilio a cinco de sus Otros aqueos ilustres perecieron a manos de Eneas:
compañeros, todos ellos guerreros ilustres: Ascálafo, Afa- Afareo Caletórida (XIII, 541), a quien Eneas atravesó la
reo, Deípiro, Meriones y Antíloco : .Acudid, amigos, y garganta con su lanza; Medonte, hijo bastardo de Oileo
ayudadme grita*, que estoy solo, y temo horrible- y hermano de Ayante, y Yaso, caudillo de los atenienses
-les
mente a Eneas, ligero de pies, que se me viene encima. (xv, 332).
Es muy vigoroso en el corrlbate para matar hombres, y En el canto XVII, vv.319 ss., Eneas aparece. incluso
está en la flor de la juventud, cuando la fuerza es más como superior a Héctor. Los teucros pretenden refugiar_
grande»: , { se en Troya, abandonando el combate. pero el propio
.\ Apolo, adoptando la figura de un heraldo, instiga el valor
6e0rs, q[].or, roi ¡r' oirp ]¡.,úr.... 6sí61« 6' oiv6g de Eneas. EI héroe reconoce al dios, y, cobrando nuevos
Alvel<rv Éntóvt« nó6ag taXúv, 6q ¡roL éneLotv, bríos, grita: «¡Héctor y demás caudillos de los troyanos
6q Uá¡.« xaptepóg ÉorL ¡rúX¡ Évr q6t«g év«lperv' y aliados! Es una vergiienza que entremos cobardemente
xai b' ÉXsL ljpr¡q üv0oq, 6 re xp&tog éotl ¡réyLotov. en Ilión, vencidos por los belicosos aqueos. Un dios ha
venido a decirme que Zeus, árbitro supremo, es aún nues-
Pero Eneas, que sabe unir el valor y la prudencia, llama tro protector en la batalla. Marchemos, pues, contra Ios
también a sus amigos Deífobo, Paris y Agenor, que esta- dánaos, para que no se lleven tranquilamente a las naves
ban cerca. Y sigue una comparación que pone de relieve el cadáver de Patroclo, (w. 335-41) :
I
"Exrop r' f¡b' Ci).).oL Tpóov dyot f¡6' énLxoúparv, Iv' dné),eOpov É¡ovr«q, é ¡riv rósov eE et6óq,
«16óq ¡r'üv vOv ÍiDe y', dp¡Lqt).a:v ún' 'A¡«L6v fláv8«poq, utóg 6' qüte Aux&ovog elí¡et«L elv«1.
*
I l,Lov elo«v«pftv«L dva).xef¡ot 6«¡rÉvr«q. Atvslcrq 6' ulóg ¡reyc].f¡topoq'AyXtooo
d).).' érr yúp rtq Qnor 0€6v, épot dyXr :rcpcoráq, etí¡et«L éxyeyú¡-rev, ¡r{t¡p 6é oI éo¡' 'Agpo6tr¡.
Zfrv', ünatov g{ot<,rpa, ¡rá¡¡q ÉnLtáppoOov eiv«r. tiXL' Ciye 6r) ¡a(ó¡reO' Éq' hn<,rv, ¡r¡5é goL otítoq
tQ p' tOüq Acxv«dv lo¡-rev, 9¡6' oI ye Exr¡trot €úve 6ra npo¡.rúXcov, ¡rr] norq qt).ov fitop óIÉoo¡g.
IlútpoxLov vr¡uoiv neL«ocrl«ro te0vr¡drt«.
Pero es Pándaro el que cae bajo la lanza del Tidida. En-
tonces Eneas, temiendo que los aqueos se apod.eren del
Y no se limita Eneas a dar ánimos a los demás con sus
palabras, sino que quiere darles ejemplo, y, «saltando cadáve( de su amigo, salta del carro, embrazando el es-
cudo y empuñando fuertemente la larga pica, y Io deñen-
muy por delante de los combatientes, hace frente al ene-
de «como un león confiado en su fuerza, (),éov 6q d).xt
migo" (v. 342):
nenoL0óq, v. 299), dando terribles gritos y
"dispuesto a
dig qáto, x«t p« no),ü 'npo¡r&¡<ov É(átrgevog Éor¡ matar a quien se le ponga delante» (v. 301):
Y derriba de una lanzada al valiente Leócrito, hijo de tóv rrá¡lsvar ¡re¡rcróq 6q rrq toO y' <ivtloq E],0o1.
Arisbante (v. 344).
Es entonces cuando Diomedes le hiere con una piedra
Eneas llegó a enfrentarse en singular combate con los
enorme, de tal modo que Eneas hubiera perdido allí la
dos héroes más temibles del ejército aqueo: el fortísimo
vida, a no ser por la intervención de los inmortales.
Diomedes y el incomparable Aquiles.
Sobre esta escena hemos de volver más adelante. Ne
En V, 239 ss,, Eneas y Pándaro suben al carro de temos aho¡a tan sólo que el canto V de la ltíada es el
guerra y dirigen los briosoq corceles contra Diomedes.
de la exaltación de Diomedes (Arop{6ouq <ipLorela). El
A1 verlos Esténelo, hijo de Capanco, advierte al esforzado
héroe aqueo, protegido y apoyado por Atenea, realiza aquí
aqueo: «¡Tidida Diomedes, carp a mi corazón! Veo a dos portentosas hazañas, mata a gran número de enemigos
fuertes guerreros, dotados de inmenso brío, que quieren y ni siquiera se arredra ante Ios dioses, Ilegando a herir
luchar contigo; uno es Pánd)fo, hábil arquero, que se a Afrodita y al propio Ares, dios de Ia grlerra. No supone,
gloría de ser hijo de Licaón; el otro, Eneas, que blasona
pues, mengua para Eneas haber sido vencido por tal ad-
de habe¡ sido engendrado por Anquises, y su madre es ve¡sario en el momento culminante de su brío y de su
Afrodita, Ea, retirémonos al carro, y no me andes así gloria.
por entre los combatientes delanteros, no sea que pierdas
Finalmente, en el canto XX, Eneas Ilega a entatrlar
la dulce vida, (w. 243-50): combate singular con el irresistible Aquiles. y no por-
Tu6et6¡ ALó¡r¡beq, é¡rQ reX«pLo¡réve Ou¡rQ, que Aquiles le salga al paso, haciendo inevitable la lucha.
dv6p' épóro Kpcrr€pó Éni ooi peg«6te ¡láXeo0aL, Es el hijo de Anquises el que va en busca del pelida.
56 La figura de Eneas en Homero
Y, si es cierto que. sólo por nueva intervención divina
se libra de la lanza de su terrible adversario, tambiétr lo
es que la superioridad . que Eneas reconoce al aqueo se
debe a la asistencia que los dioses, y especialmente Ate-
nea, le prestan continuamente. Que, si un dios igualara
las concliciones de la lucha el héroe troyano
(w. 10&102)-, no le venceria -afrrma
Aquiles fácilmente, aunque LOS CORCELES DE ENEAS
se glorie de ser todo de bronce.
roüq pév téoocp«q «rhóq éXov dri¡«).).' ¿nt Qárvn, los dioses. La llíaila nos lo dice expresamente de los dos
ró 6ü 6ú' Aivetg 66xev, ¡.rrjot<»pr Sóporo. de Aquiles, que habían sido regalados por Posidón a Pe-
Los caballos de Eneas no solr, pues, exactamente los leo: dO&varol te yáp elot, XXIII, 277).
de Tros, pero sí descendientes de los que Zeus regaló al I No podemos seguir la pista a los de Tros durante el
padre de Ganimedes. El Himno a Afrodita, que induda_ reinado de Ilo, padre de Laomedonte. Es de suponer que
blemente trata de desarrollar los elementos legendarios ejercerían las funciones adecuadas a corceles de tal es-
cle la llíada, nos cuenta con más detalle cómo sucedió I
tirpe; la reproductora no estaba excluida en principio,
esto (w. 202-17). Zets, movido por la belleza del rubio pues si los dioses no desdeñaban la unión con mujeres,
Ganimedes, se lo llevó a su morada, para que viviera
I
I
bien podian los caballos divintrs procrear con yeguas
entre los inmortales y le sirviera de copero. Ganimedes, i mortales. Los de Tros mejorarían sin duda la estirpe de
I
ejerciendo este oficio, causaba la admiración de los dioses los establos reales, que ya en tiempos de Erictonio había
( 0o0¡r« t6etv, v. 205) y era honrado por sido enriquecida con aportaciones de orden extranatural:
todos ellos. pero
a Tros le oprimía eI corazón un dolor terrible, pr"s oo de las tres mil yeguas del padre de Tros había algunas
sabía a dónde se había llevado a su hijo la tempestad tan hermosas que Bóreas se enamoró de ellas y, tomando
divina, y le lloraba incesantemente. Zeus se compadeció forma de caballo, las hizo madres de doce potros (XX,
221-25) 5.
de é1, y le dio, en compensación por su hijo, «corceles
velocísimos, de los mismos que llevan a los inmortales,, De los divinos corceles regalados a Tros por Zeus, la
(v. 2ll): Ilíada no menciona más deécendencia que la que logró'
Anquises sometiéndoles sus yeguas. Es posible que los
fnnouq <ipolno8crq, to[ r'
d0«vúrouq Qopéouor. reyes de Troya, con el fin de reservarse la posesión ex-
Se los dio como regalo, para que se quedara con ellos. clusiva de aquella estirpe, impidieran su cruzamiento.
Y Hermes, por orden de Zeus, le explicó con todo detalle Siendo inmortales los caballos de Zeus, su perpetuidad
cómo Ganimedes sería inmortal y siempre joven, lo mis_ estaba asegurada.
mo que los dioses. El regalo y e[ mensaje de Zeus tuvie_ s El caso no fue único. La Iliada misma nos habla de otro sq
ron pleno éxito, y Tros, en adeli¡1te, lejos de lamentarse, i mejante (XVI, 149 s.): los corceles de Aquiles.Iar¡fo y Balío, sqte
tenía el corazón alegre, oY gozaü haciéndose llevar por volaban como las brisas, (ró ü¡rc nvotfrot netéo0¡v), «habían sido
sus corceles, rápidos como la tempestad» (v. 217): engendrados por el viento Zéñro y la harpía Podarga,:
toüq Etexs ZegúpQ dvÉprp &pnut« [o6úpy¡.
y¡0óouvog 6' [;rnoLoLv de],,].onó6eooLv óXetro.
Y Virgilio, Geórg. 1ll, 272 ss,, sabe de yeguas que
Ni la llíada ni el Himno nos dicen cuántos fue¡on los Ore omnes versae in Zephyrum stant rupibus alus
caballos que Zeus regaló a Tros; para llevar el carro del Exceptantque leves auras: et saepe sine ullis
Coniugiís vento gravidae (mirabile dictu)
rey bastaba una pareja. Pero sí sabemos que eran in- Saxa per et scopulos et depressas convalles
mortales, pues tal era la condición de los caballos de Diffugiunt.'.
t64
La figura de Eneas en Homero
Seis fueron los potros nacidos del ayuntamienio
fur_
tivo con las yeguas de Anquises; dos de ellos
.que tiraban del car¡o de eran los
Eneas. La t¡eta de Anquises
se llevó a cabo, según nos dice expresame.rt"
el io"tu,
durante el reinado de Laomedonte. ya vimos,
al hablar
'de Ia educación de Eneas (p. 30), que .ntre el comienzo
del- reinado de príamo y los aco.rtecintientos
cantados SEMBLANZA MORAL DE ENEAS
e.n la llíada hay que suponer un lapso
de, por lo menos,
,dieciocho años. por consiguiente,
tos caballos d" Eo"r.,
cuando éste se enfrenta con Diomedes,
tendrán ya pro_
bablemente más de cuatro lustros. A
esa edad,
"r,
ballo de ahora ya no está para muchos trotes. y "o_ Lo que confiere a la figura de Eneas su peculiar gran-
,duda les pasaría lo mismo sin d.eza, lo que hace a nuestro héroe merecedor de la pro-
en tiempos de Eneas a los
,caballos corrientes. pero
de los suyo. .ro prr"á" tección especial de los dioses y de que el más poderoso
ñarnos que se conservaran en plena forma. de e1los, Zeus, le elija para ser el continuador de la más
Si los "*,.u_
hijos querida de las estirpes humanas por é1 fundadas, no son
de dioses y mujeres eran, naturalmente,
superiores a los
hombres nacidos de simples mortales, lo sus dotes guerreras, con ser éstas de primer orden, sino
mismo sucede_
ría con los caballos. las cualidades morales que le enaltecen y en las qué, dc
Pero ya hemos dicho que la gloria de Eneas todos los héroes de la epopeya, sólo Héctor Ie es com-
no se cifra parable,
precisamenle. en sus acciones guerreras
ni, mucho me_ Enri Goelzer, en su Introducción a la edición de la
en la posesión de un par de caballos de
13s., origen semi-
divino. Por eso nuestro hérop pudo ,". d"..Jtudo Eneida traducida por A. Bellessort, hace un magistral v
po. bellísimo análisis de la figura de Eneas, en el que co-
Diomedes y perder sus caballos sin merma
de su presti-
gio 6. Su derrota fue ocasión p[ra que mienza diciendo: uEneas'me parece una de las creacio-
los aio.", i" Ai"-
sen nueva prueba de su singul4r afecto, y nes más originales y atrevidas de la poesia. En él se rom-
la pérdida de
sus caballos en VIII, 105\s., reaparecen en el crrm- pe la tradición de los héroes épicos. No tiene sus bri-
bate llevando-que,el carro de Diomedes_ pudo se. la inicla_ llantes cualidades, su espíritu de aventura, su temeridad,
ción en el renunciamiento para un hombre destinad<.¡ su seducción, o al menos no las tiene en eI mismo grado
perderlo todo antes de reconstruir sobre a
que ellos. Tampoco tiene el defecto que a casi todos
bases nuevas un
reino mucho más duradero que el puede reprochárseles: el vivir externamente. Eneas es el
Ce sus antepasados.
primero en quien sentimos una vida interior» l.
0 lo demás, la derrota de Eneas sucede en el mismo
-bate Por
en que Diomedes llega a herir n do. ir;;ri;i";, c<¡m_
t Virgite. par HENRI GoELZER, et traduit par
Enéide , Texte établi
Ares, el dios de Ia gucrra. """'i" "rrr. ANDRÉ BEIjSSORT Septiéme édition. Paris, 1952; w. XII-XIII.
ENEAS. 5
-
66 La figura de Eneas en Homero Semblanza noral de Eneas 67
El análisis de Goelzer se refiere al
Eneas de Virgilio. que como más apropiatlos. El pasaje de 11. V, 16ó ss., en
Del Eneas homérico, yo cliría que no ostenta las brillan- que Eneas se dispone a luchar contra el fortísimo Dio-
tes cualidades de otros héroes épicos, no porque no las medes, perfila la figura del héroe en este sentido.
posea ocasiones da buena prueba de eilas-, sino Advirtió Eneas que Diomedes aniquilaba filas enteras
-en
porque es un hombre reservado 2, en el doble sentido de de troyanos. Su primer impulso fue sin duda ir a[ en-
que no hace ala¡des innecesarios y de que aún no ha cuentro de aquel guerrero que tales estragos causaba,
llegado su hora. Sí se aplica plenamente al Eneas homé- No es miedo lo que le detiene; esto lo demost rará en
rico 1o que Goelzer dice sobre la vida interior: ningún seguida. Eneas piensa que las hazañas de aquel hombre,
t1
otro héroe épico la vive como ól; Hóctor la vive tam- al que no conoce o no reconoce todavía, no pueden rea-
bién, en algún aspecto quizá más intensamente que Eneas, lizarse con fuerzas meramente humanas; o bien alguno
pero en un plano menos alto, a un nivel puramente hu- de los inmortales presta vigor a su brazo para que así
mano. triunfe, o tal vez sea un dios airado contra los troyanos
a causa de Ios sacrificios (v. 177 s.). En cualquier caso,
Mo¡e n¡cróN REFLExIvA sería imprudente enfrentarse con é1, pues las fue¡zas
humanas no son comparables a las divinas:.
Una de las virtudes que caracterizan a Eneas es la Entonces Eneas, cruzando por entre los combatientes,
moderación basada en la refleíión y en la prudencia. Co- en medio del estruendo de las armas, va en busca del
noce su fuerza, semejante a la de un león nos divino Pándaro. Y tan pronto como lo encuentra, se llega
-según
dice el poeta-, y se sabe protegido por los dioses. Pero junto a él y le dice: «Pándaro, ¿qué se ha hecho de tu
sabe también que no conviene mostrarse arrogante y que,' arco, de tus aladas flechas y de tu gloria? No hay aquÍ
después de implorar la ayuda divina, el hombre debe quien se compare contigo, ni en toda Licia quien presu_
aplicar a cada empresa los rüedios que la razón le indi- ma de aventajarte. Ea, alza tus manos a Zeus y dispara
contra ese hombre que así domina y tantos males causa
{ a los troyanos, pues a muchos valientes ha hecho ya
2
"La grandeza y la
irrecuperablel unidad poética de Ios poemas doblar las rodillas» (.vv. 171-176):
homéricos, perdida eternamente par\ nosotros, consiste en que sus
hombres pLredcn decir y dicen con toda franqueza lo que les falta
y lo que tienen... Pueden decir sencillamente su verdad y su men- Iláv6«pe, noO roL tó{ov l6i .nrspóevreq olotol
tira, y ambas son automanifestaciones naturales. Eneas no puede xcrl r).Éog; (r oú riq roL épi(eror Év0á6e y, dv:ip,
hacerlo. Como todo hombre reservado, tiene que decir a veces su oü6É rLq Év Aux[n oÉo y' eüXet«L etv«L d¡relvov.
verdad en palabras oscuras, y, como todo hombre reservado por
necesidad o lolunlariamente, no hace, ni con mucho, tan buen 3 «Pronto aprendió Eneas esta máxima que transmitió
papel como Aquiles u Odiseo: puede fácilmente ser mal interpre- a
posteridad: Cede deo!, ¡cede ante un dios! ¡Si descubres que un
Ia
tado, lo cual es difícil tratándose de la astucia de ¡Odiseo o de dios está contra ti, cede!». TH. HAncrGR, ,. c., p. ll0. Lo que
la franqucza de Aquiles". TH. HAECKER, Vire¡lio, Padre de Occi- Haecker dice aquí refiriéndose al Eneas virgiliano se aplica anti-
dente. Trad. esp. de VAENTÍN G.¡ YEBRA. Madrid, 1945, p. 121. cipadamente al homérico.
I
68 La ligura de Eneas en Homero §tnthlanza moral de Eneas 69
d).).'
CÍye tQ6' égeq dv6pt pé).oq, ALt
lsrts contra tu arco? Esa actitud es propia de un niño.
¡eip«g dv«o¡óv,
6q rLg 66e xpatéeL x«t 6l¡ xcx& no),).cr Éopyev " Lo que debes hacer es reflexionar para ver lo que con-
Tp6«q, Éret roLL6v te xc¡i Éo0),6v yoúv«r' É).uoev. vlsne ahora. Y él misrno le propone la solución razona-
Pánda¡o confirma las sospechas de Eneas. Tiene in_ §lg; «Las cosas no cambiarán hasta que nosotros vaya-
cluso más motivos que él para creer que allí and.an por nlos al encuentro de ese hombre con caballos y carro, y
medio fuerzás de origen divino. pero, en vez de reflexio_ ¡rlobemos la suerte con las armas, (w. 218-20) :
nar como Eneas y adoptar medidas razonables, se deja
rápoq 6' oüx éooetqt &L).oq,
arrastrar por la impresión del momento, se irrita consigo
nptv y' éni vó tQ6' <iv6pi oüv tn'notoLv x«t óXeoqtv
mismo, para acabar volcando su irritación, como todo
hombre que vive hacia fuera, contra lo que tiene a ma_
dvtLp(¡v étr0óv¡e oüv ÉvreoL TreLp¡0iv«t.
no; en este caso, contra su propio arco. En el guerrero
de quien Eneas habla, cree reconocer al Tidida Diome_ Si efectivamente se trata de un hombre, aunque sea el
des, se lo hacen pensar así sus armas y sus caballos. valiente y fortísimo Diomedes, Eneas está dispuesto a
Pero tampoco éI se atrevería a jurar que no sea un dios. atacarle y medir con él sus fuerzas. Pero si, como parece,
Y, aunque sea el hijo de Tideo, no'realizaría tales haza_ un dios está prestándole ayrrda, «si el mismo Zeus quiere
ñas sin la ayuda especial de alguno de Ios inmortales. La
glorificar al Tidida Diomedes» (w. 224 s ):
prueba está en que poco antes le ha disparado é1 una
el 'rep dv a0te
flecha que'le hirió en el hombro; aquel tiro tenia que
Zeüc ént Tu6et6¡ ALo¡libei x06oq óp駡'
haberle enviado al Hades, y no hizo más que espolear su
brlo. ¡En mala hora descolgué este arco el día en que,
es preciso tomar las medidas necesarias para retirarse a
para complacer a Héctor, me rpuse en camino hacia Tro_
t¡empo {.
ya! Si Iogro regresar y volver a ver con mis ojos a mi
patria, a mi esposa y mi palacip, «i córteme al punto un Un lector apresurado pudiera confundir la prudencia
enemigo la cabeza, si no hago p.e¡lazos con mis manos este
de Eneas con el miedo. Los hechos demuestran lo con-
trario. Eneas ha dado a elegir a Pándaro entre manejar
arco y lo echo al fuego, pues dJinada me sirve!, qvv.21L
las riendas o las armas, y el arquero, que no había tenido
ló):
suerte con las flechas, ha preferido manejar ahora la
crút(r' EneLr' dn' Égslo xáp¡ rá¡roL &).).órpLoq qóq, lanza. Se produce el ataque, y Pándaro arroja con ímpe-
el gi Éyó rá6e ró(« gcreLve Év nupi oeíqv tu su potente bronce, que va a clavarse con violencia
¡epo[ 6L«x],áoo«q' cive¡ró].ra yáp ¡rot ónr¡6et. en el escuclo cle Diomedes, de suerte que el guerrero de
Zelea, siempre tan impulsivo, exclama sin poder contener
"No hables asi» (Ui 6' oüroq dyópeue, v. 21g), le re-
plica Eneas., Como si le aconsejara: ¿De qué te sirve irri_ 4 Es entonces cuando Eneas invita a Pándaro a subir a su ca'
rro, y hace el elogio de sus caballos, ya comentado.
ll
I
li 70
La ligura d.e Eneas en Homero liemblanza moral de Eneas 7l
:
su feroz alegría : «Tienes el ijar
I
atravesado de parte a salta del carro, con su escudo y su larga lanza, «temiend.o
I Parte, y no creo que todavia resistas
Grande e s la gloria que me mucho tiempo. que Ios aqueos le arrebataran el cadáver» (6etoaq pri róq
l has dado» ( w. 284 s.): o[ épuo«í«to vexpdv 'A¡cILol., v. 298) s, «y daba vueltas
xeve6v« 8ra¡.trepéq, oú6é o, en torno a él como un león conliado en su fuerza, con Ia
!É13|n"1 ótr¡ lanza en ristre y el liso escudo bicn embrazado, dispuesto
blpdv Ér' <ivoXrioeo0«1. é¡rol 6A
¡rÉy, e8¡oq ü6ox«q. u matar a cualquiera. que se le enfrentase» (tv. 299-301):
Pero Diomedes ni siquiera ha
sido tocado, y ahora d¡rgi6' dp' oúrQ pcxive ).éov toq d¡.xt netotOóg,
para su pesada lanza. ou d.is-
. npóoOe 6é ol 6ópu r' éo¡a xc¡i dor[6« návroo, É[o¡v,
a". *'," ,i".,;1í;H;.jl::li: ::l i::T:,rnT[ tóv xtá¡rev«L ¡re¡raóg 69 rrg ro8 y, dvr[oq É].0o1.
Ios dientes, le cortó lal
debajo de i; ;;;;. v asomó la punta por
;;,;""u"u'
uto cae pesadamente del carro'
Del contexto resulta que no se trata aquí de un combate
con gran estruendo o" au,
su clrajel (.oo a' singular entre Eneas y Diomedes, semejante al que en-
"oe,
i¿3ffijil'.j'Xri:1':.:"J*rí
-.".,r"iJ"r"i- frentará al héroe troyano con Aquiles. Apenas caído pán-
¿Qué hará entonces Eneas? jiiuirá."."
mos caballos, que sin gran esfue.zo daro, un nutrido grupo de enemigos ¡odearía su cadáver,
p,r"a"r, dispuestos a arrastrarlo al canpamento aqueo. por eso
enemigo, a quien evidentemente "f "¡u."r""'a"f
favorecen los dioses? Eneas po puede dirigir su lanza sóIo contra Diomedes,
Tiene las riendas en -;o la m¿
y tras raria, n, u;r sino que da vueltas como un león en torno al cuerpo de
;; ;T:;:J.?,:I, T,:',:Ti.L; su amigo, dispuesto a matar a quien,se atreva a acer-
saben perseguir que retirarse
en galope veloz por la IIa_ carse, En tal situación, acaso ni siquiera vio que Diome-
nura» (w. 222 s.):
des cogía una gran piedra dos de los hombres de
-nque
ahora», comenta el poeta, «no podrían llevar,- y la lan-
é¡Lorá¡.rsvoL ne6[oro
Kp«{.nvd ¡rá).' Év0« - zaba contra é1. Eneas cayó sin sentido por efecto del te-
x«l Bvgq ür alkéF€v ñ6¿
Qép€oe«r, rrible golpe, y allí le hubiera rematado el enardecido
le pusieran a salvo. pero ahora aqueo, de no haber acudido a salvarle dos clioses: su
$o se trata ya de obede_
u.r, voz de la prudencra, que madre Afrodita y el flechador Apolo.
":: innecesariamente;
vida.
ordena no exponer Ia Esta de¡rota de Eneas nci tiene nada de deshonrosa,
se trata de un deber más alto:
la piedad para el amigo, en virtud sino que sirve, en definitiva, para realzar lo que consti
impedir ¿ toda costa que su
a" fu .u"i t tuye su gloria: el privilegio de haber sido elegido por el
cadáver "y*q,:"
á"t
adversario, que, llevando su "uigu
crueldad más ".r.prJá. hado, que aquí se identifica con la voluntad de Zeus,
muerte, le privaría de los ritos allá de Ia
fúnebres V l" s Nótese el dativg ético ot, con el cual se expresa que Eneas
en pasto de perros ".r""li¡.i.
vagabundos y ur"s d" ..OiO;.';;;r" consideraba el cadáver de Pándaro como algo suyo, que él estab¡
obligado a defender.
72 La figura de Eneas en Home 7!,
Slmblanza moral de Eneas
como inaugurador de un nuevo reino, en el que, segúr¡
anunciará r,nás tarde uno de los tres dioses que se repar. EN¡es, .clttco t.eel-
ten el mundo, sucederán a Eneas sin interrupción
.los
hijos de sus hijos. La amistad es un afecto desinteresado, que se basa
en
La moderación, basada en la reflexión y en la pru. kt mutua estimación y simpatía' Es un sentirriento
noble
tlencia, y perfectamente compatible con un valor inmen- v ennoblecedor, que eleva simultáneamente a las personas
so, aparece en este pasaje como una de las virtudes fun_
iror él vinculadas; porque la dignidad
de los verdaderos
damentales de Eneas. En este mismo canto, w..5ól ss.,
cmigo, como la luz proyectada sobre un espejo: al
volverá a ponerla de manifiesto. ",
comunicarse al cristal, en vez de sufrir mengua'
se am-
Habiéndole curado Letona y Artemisa la tremenda plifica. Cada amigo es, al mismo tiempo, foco y espejo'
herida que le había causado el peñasco lanzado por Dio- El comportamiento de Eneas con Pándaro le acredita
medes, vuelve Eneas a la batalla con valor y fuerzas
como dech;do de amistad perfecta: no hay mejor
amigo
renovados, y, por uno de sus amigos que cae atravesado que el que arriesga la vida por su amigo'
por la lanza de Menelao, mata él a dos de los más valien- ' P".o -uu-o, a considerar otra relación ami§tosa de
tes jefes aqueos. Al verlos muertos, Menelao quiere ven- Eneas, en la que, teniendo en cuenta las circunstancias'
garlos y, enardecido por Ares, que deseaba hacerle sucum_ generosidad' su deli-
se ponen espeáalmente de relieve su
bir a manos de Eneas (rd ppovéov, [v« caáeza y su constancia de amigo' Me refiero
a su amistad
Xspoiv ün,
Alve[cro 6«¡re[r¡, v. 564), avanza contra éste. ?a estaban con Héctor.
a punto de acometerse, cuando llega Antíloco, hijo clel Sabemos que Príamo miraba a Eneas con malos ojos
magnánimo Néstor, a ayudar al Atrida. Entonces Eneas, y que nunca le manifestaba aprecio, a pe§ar de ser el
viendo a dos excelentes guerreros unidos contra é1, no i-,i¡á a" et q,ri.es'un súbdito leal y un guerrero excelente'
juzgó prudente esperar la ddble acometida.
Por otra parte, Eneas tenía conciencia de que Héctor
Otro menos reflexivo acasg se hubiera dejaclo cegar que podía
era, entre iodos los hijos de Príamo, eI único
por el portento que con él actbaban de realizar los dio_ hacerle sombra. No harían falia más motivos' si se
tra-
ses. Eneas sabe que el favo{ divino se pierde por la tara de almas menos nobles que las de Héctor y Eneas'
úpprg, por Ia soberbia, que mueve al hombre a consi- cierto receló' incluso anti
derar los dones recibidos gratuitamente como debidos a -Slt surgiera entre ellos
para que
p"ti". reinaba entre ambos verdadera amis-
sus propios méritos. Sabe que los dioses no estaban obli_ "-bu.go,
tad y camaradería, que la epopeya parece complacerse
gados antes, ni lo están ahora, a salvarle ia vida mila_ plr". de relieve. Esta amistad es conocida por todos''
grosamente. No debe, pues, tentar su benevolencia expo- ",
y toaos unen a los dos amigos en la misma aureola de
niéndose con temeridad al peligro. veneración Y afecto.
gn V, qá7 ss., cuando Eneas ha sido derribado por el
terrible cantazo de Diomedes, el propio Ares' dios de la
74 La figura de Eneas en Homero Scmblanza moral de Eneas 75
guerra, tomando la figura de Acamante, oomente como a un dios" (Atvetov 0' , 69 Tpool Oeóq
caudillo de los
tracios, y dirigiéndose a los hijos de príamo, 6q tteto S,1pe, ,. 58). Era el mismo honor que tributa-
trata de
excitar su valor para que acudan a salvar a bgn a Hóctor, como.acabamos de ver enY, 467'
.exclama: uYace en tierra Eneas, y
un vaión a quien honrábamos En XIV, 409 ss., Fléctor, golpeado por Ayante Tela-
como al divino Héctor: Eneas, hijo del magnánimo lnonio con una piedra enorme, ha caído al suelo sin sen-
An_
quises» (w. 467 s.): tlclo; exactamente lo mismo le había ocurrido a Eneas
dn su encuentro con Diomedes. Los aqueos quieren apo-
xeitar dvi¡p 6v r, loov ér[o¡_rev ,,ExtopL 6tq:, derarse del caudillo troyano. Pero al punto le rodean
ALvei«g ulóg ¡reya),rjropoq,AyXtocro. cinco de sus capitanes -Eneas uno de ellos-, los más
valientes («pLoroL) entre los teucros, que le libran de caer
Sl, los caudillos y el pueblo h<¡nraban igualmente en podcr del enemigo y 1o retiran del lugar del combate'
a am-
bos amigos. En XVII,484 ss., Héctor, que ha dado muerte a Patro
_ En VI, 72 ss. se presenta una situación apurada para clo y lo ha despojado de las gloriosas armas que Ie
los troyanos. Entonces el priámida H¿leno, el había prestado Aquiles, quiere apoderarse también de los
-"¡oi a"
los augures de Ilión, se dirige a Eneas y o He"to.
y te" inmortales corceles del Eácida, conducidos entonces por
'dice: oEneás y Héctor, ya que el peso de la lucha iecae un auriga inexperto. Y al punto se dirige a Eneas, que
'principalmente sobre vosotros entre estaba a su lado (ÉyyÜq Éóvrcr, v. 484), con estas pala-
los troyanos y los
Iicios, pues sois los mejores para toda empresa,
tanto bras, que revelan una cama¡adería 1o¡¿l; «Si tú quisie-
para combatir como para razonar (W. 77_79): ras, creo que podríamos adueñarnos de ellos, pues si ata-
camos nosotros dos, no se atreverán a resistirnos y com-
batir frente a frente» (w. 488-90):
rpóov x«r n,,.,,, rriliL,l:l:t"r:*T,
náoqv
*::::
É¡' loúv Éore ¡_róryeoo«t .. qpouÉ.,, ró x¿v Ée),no[¡r¡v «ipr1oé¡rev, el oÚ ye Ou¡rQ
confianza rebosan sus otras palabras: «si atacamos nos- óq re qop6v véQoq Ép¡er«L f¡é xo).oL6v,
otros dos, no se atreverán a resistirnos,! Confi.anza en si, oüLov rextrr¡y6req, 6te Tpot6<»otv ióvtc
pero definitivamente reforzada por, la confianza en eI i x[pxov, 6 te o¡rLkpfloL Qóvov QéPtt ópvl0eooLv,
amigo. <,tq tip' úr' Alveíg te xai "ExtopL xo6poL 'A¡«L6v
Eneas aceptó sin vacilar la propuesta de Héctor, y los o0Lov rextr¡y6req io«v, trriOovto 6é XápF¡q'
los dos avanzaron juntos, protegiendo sus hombros con
los resistentes escudos. Pero el aqueo Automedonte llama Finalmente, en XX, 240, cuando Eneas traza, para c@
a grandes voces a los dos Ayantes y a Menelao: u ¡Ayan- nocimiento de Aquiles, su propia genealogia, concluye con
tes, Menelao!..., acudid a librarme del día cruel, pues estas palabras, que ponen de relieve el altísimo aprecio
vienen hacia mí Héctor y Eneas, que son los más valien- en que tenía a su amigo : «Anquises me engendró a mí,
tes de los troyanos» (v. 513): I
y Príamo al divino Héctor,:
"Extcop Atvel«g 0', ot Tpór,:v eloiv dpLorot. «ür«p é¡r' 'AyXior¡g, flpl«¡rog 6' ÉteX' "Extop« 6iov.
También el adversario junta en el mismo elogio a los Es el momento decisivo en que va a trabar combate con
clos amigos. Estos no pudieron adueñarse de los inmor- el más temible de los aqueos, con quien sólo Héctor y
tales corceles de Aquiles, porque el Cronión en persona é1, de entre los héroes troyanos, se atreverán a enfren-
había resuelto impedirlo lo consentiré», había di- tarse por propio impulso. Y Eneas no olvida, en tan
-"No
cho (oú ydp éúo<o, v.449)-; pero su amistad subiría de peligroso trance, la mención elogiosa de su amigo.
Punto con esta nueva empresa.
EI canto XVII se cierra con una imagen sumamente
expresiva, de cuya acción 3on protagonistas los dos cau- LA PIEDAD DE ENEAS
dillos troyanos: «Como huyg una bandada de estorninos
o grajos chillando horribleihente, cuando ven venir al Este rasgo del carácter de Eneas, que será primordial
gavilán, portador de muertqJpara las aves pequeñas, así en el protagonista de la Eneida1, se maniflesta ya clara'
huían entonces, perseguidos ptor Eneas y Héctor, Ios jóve- mente en el personaje homérico. Y se manifiesta no sólo
nes guerreros de los aqueos dando gritos siniestros, sin en su faceta de piedad humana, que ordena las relaciones
acordarse ya de combatir» (w. 755-59): con los familihres y con los amigos (el mundo no conocía
aún la sublime dimensión de esta piedad humana que
más amable de toda la llíadq; enfonces será el momento de poner abarcaría a todos los hombres, incluso a los enemigos),
de relieve este rasgo de su carácter. Baste recordar aqrrí su des-
pedida de Andrómaca, sus gestos de ternura ante el niño, sus. sino también en.un sentido religioso, que resulta sor-
relaciones con su hermano Paris, causante de la guerra; su acti- I
tud, en fin, co,n Hclena, tal como se refleja en el elogio fúnebre 7 Cfr. un profundo análisis de la pietas del Eneas virgiliano en
que ésta dirige al cadáver de Héctor. TH. HaECKER, o. c., pp, 105 ss.
I
78 La figura de Eneas en Homero Semblanza moral de Eneas 79'
prendente en el mundo homérico, donde las arrastra en su terrible marea también a los que la odian,.
relaciones
con la divinidad son puramente rituales y externas. y Eneas no había podido sustraerse a ella. Ya hemos.
La piedad humana de Eneas irnpera en él de tal visto cómo, a pesar de todo decir, a pesar de su
que, cuando se trata de cumplir sus mandatos,
modo -es
odio a la guerra y a pesar de la mala voluntad de Pría-
todas las
potencias del héroe se ponen a su servicio.
En XIII,424 ss-
mo-, luchaba como un valiente. A veces, sin embargo.
hallamos el pasaje que mejor pone de relieve se sentiría desalentado, lleno de hastío, por el injusto.
esta virtud
de Eneas. El valiente fdomeneo, con Ia ayuda directa comportamiento del rey para con él y por la injusticia
de
Posidón, hace sucumbir de modo lameniable general de aquella estúpida contienda. En uno de esos.
al ilustre momentos lo encontró DeÍfobo,
Alcátoo, cuñado de Eneas. EI dios ofuscó Ios ojos
del
troyano e inmovilizó sus miembros, de suerte Llegó eI hijo de Príamo junto a él y le dijo estas.
podía retroceder ni evitar Ia acometida del lue ni palabras: oEneas, consejero, de los troyanos, ahora es
enemigá, sino
que quedó inmóvil una o muy necesario que deliendas a tu cuñado, si algo te im-
"como columna como r., á.Uol porta el parentesco, Sígueme; acudamos a ayuclar a AI-
de copa» (óq re orrj).¡ l] 6Év6peov üq.rLnÉrr1).ov,
_1l_1vada
v. 437). Idomeneo le envasó la ianza en medio a"f p!"f,o- cátoo, que, siendo tu cuñado, te crió en su palacio cuan-
Alcátoo cayó pesadamente, y la lanza, que se le habÍa do eras niño. Te lo ha matado Idomeneo, famoso por su.
clavado en el corazón, palpitó convulsamente durante ta¡zv» {vv. 462-67):
unos momentos.
Deífobo, hijo de príamo y hermano predilecto Alveto Tpócov pou).¡qópe, vOv oe p&l,cr Xp{
de Héc- yapl3pQ ci¡ruvÉ¡rev«r, e[ nep r[ oa xi6oq lxdveL,
tor, ha presenciado el triste suceso, y corre en busca de
Eneas. Lo halla en la retaguardia (üor«tov d),tr' Ereu, 'A).x«0órp Éncr¡-rr1vo¡-rev,6q os nápog rep
éu[].ou, yc$Pp¿q Éóv éOpstpe 6ó¡rorq ÉvL rur0óv Éóvrc'
v. 459), quieto y sin combatir (éotcrótcr, v. 4601) pues
siempre estaba irritado contü príamo, porque, siendo róv 6é roL 'l8opeveüq 6oupLx).utüg é{evápr(ev.
él
un valiente (Éco).óv Éóv.r«, v¡ 461), el rey ono le daba
la menor muestra de aprecip\ (oú tr rieoxev, v. 461). Deífobo sin duda conocía muy bien a Eneas; sabía qué
Eneas-, hombre reflexivo, qr" frbra debía tocarle. Sus palabras están calculadas para
$bo..""" las disputas apa-
sionadas, en que la cólera mezcla con la verclad *r"Ár. producir el mayor efecto, «Si algo te importa el paren-
mentiras', tenía que odiar Ia guerra, que es la más apa_ tesco, es preciso que ahora mismo acudas a defender a tu
sionada de las disputas, y sobre todo aquella g.r".., cuñador. Alcátoo ha sido para Eneas un segundo padre;
ub-
surda, en que tantos pueblos se dest¡ozaban por culpa lo ha criado de niño en su palacio. La piedad familiar
de un alindado.y de una mujer adúltera. pero la guerra exige que Eneas acuda en su ayuda. Pero Eneas no podrá
salvar ya la vida de Alcátoo. «Te lo ha matado Idomeneo»..
3 Recordemos Ese dativo ético, ese ro[ lo pronuncia Deífobo sabiendo
las palabras de Eneas a Aquiles en XX, 255,
mentadas en Ia p. 33,
co_ que con él expresa todo el alcance afectivo de aquella
!r
E\EAS. _ 6
1
6 orl 6úo y' Civ6pe QÉPottv, para librarlo de los aqueos. Con obstinación empederni-
elo" é 6é ¡rLv páá náIIe xol oloq, da, el terrible Diomedes
oioL vOv ppotot -que en aquel momento «estaría
dispuesto a luchar incluso contra el padre Zeus" 16q ,6,
la larzó contra Eneas. Le dio en la parte superior del ya r«[ ttv ALi n«rpl ¡-rdXoLro, v. 362)2, según palabras de
muslo, donde se juntan el isquion y el fémur, le rompió
la asustada Afrodita-, cierra nuevamente contra Eneas,
la articulación de estos huesos y le rasgó los tqndones. aun sabiendo que es Apolo el que 1o protege ahora. Ce-
gado por su deseo de acabar con el héroe y despojarlo
Cae el héroe de rodillas, apoyando su fucrte mano en el
suelo, mientras una espesa niebla cubrc sus ojos' "Y alli
de sus armas, ni siquiera a este gran dios respeta. Tres
veces asaltó a Eneas con intención de matarlo; pero otras
habría perecido el señor de h<¡mbres Eneas, si al punto
no lo hubie¡a advertido su madre, Afrodita, hija de Zeus, tantas agitó Apolo el refulgente escudo. Y, cuando ata-
que 10 concibió de Anquises, pastor de vacas, (w' 3l l-13): caba por cuarta vez, le increpó el dios con voz aterra-
dora: "¡Piénsalo, Tidida, y retírate! No pretendas igua-
xq[ vó xev Év9' dT¡ótroLto üv«§ áv6p6v Aive[crq' larte a los dioses, que nunca ha sido igual la raza de los
et ¡rt¡ &p' ó(ü vó¡oe Atóq 0uyátr¡p 'AQpo6ttr¡, in¡nortales y la de los hombres que habitan la tierra,
(vv. 440-442):
F)irnp, ii pLv ün' 'AyXto¡ téxe pouxol'éovtL.
Es natural que una madre acuda presurosa en socorro Qpá(eo, Tu6et6¡, xcri Xá(eo, y¡64 0eoioLv
del hiio cuando lo ve en un trance difícil; sobre todo si
to' É0e).s QpovéeLv, Énet oü nota Q0).ov ó¡roiov
d0«yárov re 0e6v X«¡lat épXo¡révov r' <ivOpónov.
este hijo, como afirma la propia Afrodita, «es, con mu-
cho, el más querido de todos» (6q É¡rol návr<,:v nol.ü Retrocede entonces Diomedes, atemorizado por el
qt).t«tóq éotrv, v. 378). Por eso Afrodita vuela inmedia- dios, y éste, sacando a Eneas del campo de batalla, lo
tamente aI lado de Eneas. I¡a diosa tiende los brazos a
su hiio predilecto y le cubre con un pliegue de su níveo 2 Diomedes Dcurre aqui, frente a los dioses, en u¡a actitud
manto, no sea que alguno dri los dánaos, clavándole el diametralmente opuesta a la de Eneas. La de Eneas es la d,el Cede
deo! a que nos hemos referido arriba, p. 62; Diomedes, en cam-
bronce en el pecho, le arrangge la dulce vida. Pero Dio' bio, ha olvidado oque no llega a viejo el que lucha contra los in_
medes, en quien el arclor bél%o puede más que to reli- mortales, ni, al regresar de la guerra y del terrible combate, le
gioso, sabiendo que Afrodita es una divinidad asustadiza, reciben sus hijos abrazándose a sus rodillas y llalnándole padre»
(w. 407409) |
le da alcance, rasga con su impía lanza el divino peplo,
obra de las Gracias, y rasguña una mano de la diosa, 6ttr ¡rd),' oü 6¡vctóq tig d0av<ltoror ¡.rdX¡rcxL,
oó6é r[ ¡rLv rcri6eq notl yoúvcor ncnn<i(ocrotv
haciendo brotar el icor, que es como la sangre de los ¿I0óvr' Ért roLé¡roro rot clvfrq 6¡Lotfrtog.
inmortales. Al sentirse herida Afrodita, lanza un agudo
Diomedes, sin embargo, se muestra conocedof (en VI, 128 ss,) de
grito y suelta a su hijo amado. Pero allí está Febo Apolo, Ios castigos reservados a los mortales que se at¡even a combatir
que 1o recoge en sus brazos y lo envuelve en espesa nube, contra dioses,
88 La figura de Eneas en Hontero El lator de los dioses 89
lleva a su propio templo de la ciudadela de Troya. Den- Ni siquiera Héctor, que a un nivel puramente huma'
tro del gran santuario, dos diosas, Letona y Artemisa, la no briLla con fulgor externo muy superior al de Eneas,
madre y la hermana gemela de Apolo, curan al héroe. recibe de los dioses favores tan señalados. En XIV, 402
La inter-vención directa y personal de un dios para se desarrolla entre Héctor y Ayante un combate que
librar a un guerrero de la muerte no es en la epopeya acaba casi exactamente igual que el de Eneas y Diome-
un hecho insólito. Ya en III 369 ss. se describe un caso des: el gran Ayantb Telamonio, con una piedra de las
similar al de Eneas. Afrodita interviene en la lucha para que servían para calzat las naves, hirió a Héctor en el
salvar a Paris, que está a punto de perecer a manos de pecho con tal fuerza que el caudillo troyano cayó al suelo
Menelao. ¡Pero con qué signo tan diferente quedan mar- sin sentido. Ningún dios acudió a librarle de los aqueos,
cadas ambas liberaciones! Paris, envuelto en densa nie- que con grandes gritos corrieron hacia él para arra§trarlo
bla, es llevado «a su oloroso y perfumado tálamo" (Év hacia su campo; fueron sus capitanes y soldados
-entre
0«trá¡rg eüó6ai x¡óevtL, v. 382, para gozar los placeres ellos Eneas- los que le protegieron con sus armas; le
que procura Afrodita, mientras los troyanos y sus aliados llevaron en brazos a su carro y, sin que recobrara el sen-
luchan y mueren por su culpa. Eneas, en cambio, aban- tido, le condujeron hacia la ciudad. Cuando llegaron a la
donado por su mad¡e-diosa, levemente herida, es reco- orilla del Janto, le bajaron del carro y rociaron su rostro'
gido por Apolo, no para ser llevado a su propia casa, con agua. Héctor abre entonces los ojos, medio se arro-
sino al templo de este dios fuerte y guerrero. Allí, «en el dilla, vomita negra sangre, y al punto l'uelve a caer de
gran santuario, Letona y la flechadora Artemisa le cura- espaldas, con los ojos velados por oscura noche. Cuando,
ban y fortalecían» (V, 447 s.): bastante después, en XV, 23ó ss., llega Apolo a recon-
fortarle, enviado por el propio Zeus, le encuentra ya sen-
firoL tóv Ar¡tó ra xai "Apregrq toXécrLp« tado, aunque no del todo repuesto.
év ¡reyú),qr d6úrg dxáovró te xúDqLvóv re. La salvación frente al enemigo y el proceso de recu-
peración hasta la llegada de Apolo han sido, en el caso
i de Héctor, puramente humanos. En el caso de Eneas
Y, tan pronto como el héroe'¿ecobra sus fuerzas, el dios todo ha transcurrido, desde el principio al fin, en un
Io saca del templo, le infundl grandes bríos y lo resti- plano divino. Esta diferencia me parece simbolizar o re-
tuye al combate. «Eneas se juntó con sus compañeros; sumir perfectamente el verdadero sentido de la figura
y éstos se alegraron, al verle avanzar vivo e incólume, y homérica de Eneas, con sus limitaciones, que son, al mis-
animado de gran valor" (w. 514-16): mo tiempo, sus prerrogativas.
No es preciso detallar aquí las distintas ocasiones en
Aiveícrg 6'éráporor ¡re0[ororo' rol 6' éXúp¡o«v, que Apolo se aparece a Eneas para infundirle valor o'
óg ei6ov (coóv te xcrl dpregéa npooróvtc darle consejos. En XVII, 332 ss. se le presenta bajo la
x«i ¡rÉvog ÉoO).óv é¡ovr«. figura de Perifante, heraldo de Anquises. Eneas recono-
l
(90
La ligura de Eneas en Homero
ce al dios (Atvetcrg 6' éxor¡pó).ov 'Anó).).r»v« Eyvor,
w. 333 s,) y, cobrando grandes brios, contiene la huida
de los troyanos. Y no duda en manifestar a Héctor y a
todo el ejército que un dios ha venido a revelarle la
voluntad de Zeus (rtq Qnor 0e6v, t¡rol dyXL n«p«oráq,
v. 338). En XX, 79 ss. se Ie aparece de nuevo, esta vez
en forma de Licaón, hijo de Príamo, para animarle a
Iuchar contra Aquiles.
LA GLORIFICACIÓN DE ENEAS
Ya nos hemos referido al pasaje de XX, 92 ss., en que
Eneas confiesa que Zeus le qalvó la vida dando ligereza
a sus pies cuando fue atacado por Aquiles en el Ida, El pasaje de la llíada donde más noticias se nos dan
mientras guardaba sus vacas. Por lo demás, el propio sobre Eneas se halla en el canto XX. Más de la mitad
Aquiles reconoce que, en aquella ocasión, Eneas se salvó de este canto tiene por objeto describir los preparativos
por manifiesto favor de «Zeus y otros dioses» (<trdp oA del combate o el combate mismo que el héroe troyano
I
Zeüq Éppúocrro xal Oeol dtrtror, v. 194). sostuvo cuerpo a cuerpo con el gran Aquiles. Conviene,
I
Finalmente, en XX, 291 ss., en el momento decisivo pues, exponer con cierto detalle el contenido de este
de la lucha entre Eneas y Aquiles, interviene Posidón, largo pasaje, que es donde propiamente se contiene la
uno de los dioses enemigos de Troya, para librar de la glorificación de Eneas; pero no una glorificación al uso
muerte al héroe troyano. Pero este pasaje entra ya de por ejemplo, a la de Diomedes en eI can-
lleno en lo que podemos considerar'como la glorificación -semejante,
to V, que es purarnente externa y consiste en matar a
.de Eneas en la llíada. Y esto pide ser tratado aparte, muchos enemigos-, sino una gloriñcación de carácter
religioso, en la que se pone de manifiesto la voluntad
divina, que reserva al héroe para grandes destinos. Esta
{ glorificación de Eneas, esbozada ya en el canto V, surge,
paradójicamente, de una nueva derrota.
'\\ En el feroz combate que sostienen aqueos y troyanos,
instigados unos y otros por los dioses que se han mez-
clado en la lucha (vv. l-74), Aquiles trata de abrirse paso
en dirección a Héctor, pues su corazón arde en deseos
de matar al mátador de Patroclo (75-78). Pero Apolo, to-
mando la frgura de Licaón, hijo de Príamo, incita a Eneas
a oponerse al Pelida, infundiéndole valor y hablándole
de este modo: «Eneas, consejero de los troyanos, ¿qué
92 La figura de Eneas en Homeio La glorilicación de Eneas 93
ha sido de.aquellas bravatas que proferías en los banque_ sufra hoy algún daño por parte de los troyanos. Hagá-
tes, ante los nobles de Troya, asegurando que te enfren_ mosle saber esto, a fin de que no se asuste, allnque una
tarías en la lucha con el pelida Aquiles»? (79-g5), Eneas, deidad se le ponga enfrente.
al principio (86-102), se muestra reacio a buscar esre Posidón trzrnquiliza a Hera (132-143), y, a propuesta
combate. Ya en otra ocasión se había enfrentado con suya, los dioses protectores de los aqueos van a sentarse
Aquiles, en el monte Ida, cuando el aqueo atacó la va- en el montículo llamado de Heracles ( 144-157), mientras
cada que él guardaba. En aquella ocasión, Eneas tuvo que que las deidades amigas de ios troyanos se sitúan en la
huir, perseguido por la lanza del pelida y por la propia cima de la Colina Hermosa.
Atenea, y sólo gracias a Zeus, que infundió ligeieza a Relampaguea el bronce en la llanura y el suelo se es-
sus pies, pudo refugiarse en Lirneso. Aquiles, ayrrdado tremece bajo las pisadas de guerreros y caballos. Mien-
por la diosa, tomó esta ciudad; pero a Eneas lo sálvuro, tras tanto (158-166), «dos guerreros, con mucho los más
de nuevo Zeus y otros dioses, según Aquiles mismo re- valientes, iban a encontrarse en medio de los dos ejér-
conoce más adelante ( 194). citos, anhelando combatir: Eneas, hijo de Anquises, y el
Mas Apolo insiste (103-lll). Aconseja a Eneas que divino Aquiles, ( 158-ó0) :
ruegue también él a los dioses, pues tiene mayores títulos
que Aquiles para ser atendido por ellos: Eneas.ha na_ 611o 6' <ivépeg E(o¡4' dpLotoL
cido de Afrodita, hija de Zeus, mientras que la madre Ég ¡réoov dgQorÉpov ouvír¡v pe¡roórs ¡r&Xeog«1,
de Aquiles es una divinidad inferior, ?etis, hija de Nereo. Aivet«g r' 'AyXtotá8¡q x«i 6toq 'AXL).),eúq.
Y le infunde grandes bríos para el combate.
Eneas, enardecido por las palabras del dios, se abre, Adelantóse primero Eneas, con aire amenazador, hacien-
paso por entre los combatientes delanteros, armado de do tremolar la cimera de su fuerte casco. Llevaba prote-
reluciente bronce. El momento que se avecina promete giendo el pecho un poderoso escudo, y blandía la bron-
ser tan grandioso, que hasta los inmortales se sienten cinea lanza. «Del otro lado salió contra él el Pelida, se-
impresionados. Hera, la implacable enemiga de Troya, mejante a un león voraz, al que acosan y quieren matar
teme incluso que Eneas llep$B a vencer a Aquiles (112_ los hombres de todo un pueblo, (164-166):
131). I-lama entonces a posidór} y a Atenea, que, junto con
ella, son los principales dioses protectores de los aqueos, fl¡Ietbr¡q 6' érépo:Oev évqvr[ov 6pto, ].éov 6q
y les dice: Considerad, posidón y Atenea, lo que puede olvr¡q, óv re rc«i dv8peg dnoxrápsvoL ¡re¡-rá«oLv
suceder. Eneas, instigado por Apolo, avanza contra el dypó¡revot, trdg 6fr¡roq.
Pelida. Hagámosle retroceder, o que alguno de nosotros
se ponga al lado de Aquiles y le infunda gran vigor, a fin La comparación de Aquiles con un león se desarrolla a 1o
de que no desfallezca y sepa que le aman los más pode- largo de diez versos. Ni siquiera eI encuentro con Héctor
rosos de los inmortales. Es preciso evitar que Aquiles en este mismo canto (r,v. 419-454) se presenta tan solem-
! I
nemente. También Héctor, como Eneas, es salvado aquí conseguirlo. ¿Quizá no recuerda ya su fuga por el Ida,
de la lanza de Aquiles por un dios. Pero incluso en esta hasta que logró refugiarse en Lirneso? Cuando Aquiles
manera de terminar el combate ieviste mayor grandeza tomó esta ciudad, Zeus y otros diosés salvaron a Eneas;
la suerte de Eneas : a Héctor lo salva Apolo, dios amigo pero sería temerario esperar que ahora van a salvarlo de
y defensor de Troya; a Eneas, un dios hostil a lo§ tro- nuevo. «Te aconsejo
-concluye
insultante Aquiles- que
yanos, Posidón, que se digna, al mismo tiempo, aconse- te retires y te metas entre tus tropas, y no esperes frente
jarle, y revelarle en parte su destino (332-40), después de a mí hasta que te suceda algo malo : sólo después de
haber expuesto a los demás dioses la voluntad de Zeus ocurrido conoce su daño el necio» (196-98):
y el futuro glorioso que reservaba aI hijo de Anquises y .
Afrodita (293-308). Por lo demás, Héctor, al enfrentarse o' Éyoy' dvo¡oprioqvrq xe)reúc¡
d).).á
con Aquiles, se reconoce de antemano inferior a é1, mien- ¡-1116' <ivrloq lorao' Egeio,
Ég n).¡0üv lévcrL,
tras que Eneas expresa su convicción de que la superio- np[v rL x«xóv ncx0é¿Lv' peX0év 6é re vri,nroq Éyvo..
ridad del aqueo no se debe a factores humanos, sino a la
intervención constante de los dioses. De hombre a hom- Eneas, en quien, como hemos visto, el valor no está re-
bre, no se considera inferior al Pelida: «Si un dios igua- ñido con la moderación y la prudencia, Ie responde con
lara las condiciones de la lucha, no me vencería fácil- ¡ un largo parlamento, que, por ser la fuente principal de
mente, aunque se glorie de ser todo de bronce» (100-103):
I
datos sobre su ascendencia, reproducimos casi íntegra-
I
mente (w. 20G258) t :
' no esperes asustarme con palabras como a
«Pelida,
ei 6é Osóq nep
loov te IveLev noLé¡rou rétroq, olí ¡re ¡rá).« pécr un niño; también yo sé proferir injurias y denuestos.
vLxr]oeL, oü6 ' et ncy¡á),xeog eó¡etcL e[vcrr. Conocemos nuestros respectivos linajes, y conocemos a
I nuestros padres, por haber oído los afamados relatos de
Ios hombres mortales, pues con nuestros propios ojos,
Antes de dar comienzo al te4rible combate, ambos hé- i
Universidad de Navarra
Servic¡o de B¡bliotecas
100 La ligura de Ensul gl<trit'icación cle Eneas 10i
para salvar a Eneas, haga intervenir a uno (lÉ lcnzan la lucha, o detienen a Aquiles y no le dejan
hostiles a Troya, mientras que el dios tlrr. mbatir, inmediatamente iremos también nosotros a Iu-
il podía esperar aqui su salvación el héroc, or
«permanece ausente sin ningún motivr¡», En
lur contra ellos, y creo que muy pronto tendrán que
tlrarse y volver al Olimpo a reunirse con los otros dio-
debe observarse que la intervención clc l$r, vencidos por la fuerza de nuestras manosr. APoIo,
más de relieve la importancia que entro ls¡ qttc contemplaba el combate desde otra altura, no muy
concede a la vida de Eneas y a sus rcg[ox y
ClcJada de la que ocupaban Hera, Posidón Atenea,
no
otra parte, la ausencia de Apolo se expllctt noraba la proximidad de estos dioses, sóIo ocultos para
por el contenido 'de los versos 115-152, en qu¡ hl¡ mortales por la nube que los envolvía, y cono cía sus
amigos de los aqueos se disponen a combnllf lntcnciones.
quier otro dios que trate de amenazar a AqUl Con eI consentimiento de Hera y de Atenea, Posidón
plemente, de estorbarle en su lucha conlt,$ li ¡s adelanta en el momento decisivo para salvar a Eneas-
se especialmente los versos 119-2ó. dontlo [Jcga junto a los dos guerreros y cubre de niebla los ojos
avar:zali a Eneas contra Aquiles, inquicta pot' le ¡lcl Pelida Aquiles; arranca su lanza del escudo de Eneas
diera ocr¡rrir al héroe aqueo, proponc á y la deposita ante los pies de su dueño. Levanta por los
Atenea o bien hacer retroceder a Encas o qU€ trlres al héroe troyano y lo lleva hasta la retaguardia, don-
poderoso trio formado por ella y estor dot tlc los caucones se estaban armando para entrar en com-
ponga al lado de Aquiles y le dé ánimos, hno bote. Y entonces el dios hostil a Troya, acercándose mu-
prender que es amado por los dioses más Follfi cho al héroe (v. 330):
hemos bajado del Olimpo a combatir cn ortt I
que Aquiles no sufra hoy ningún daño pol
tQ 6ü gáI' éyyÚ0ev fltrOe flooeL6dov Évoo(¡Or»v,
troyanos» (vv. 125-27 l:
návteg 6' OúLúp.roto xdr{).0o¡rev dvrr cn actitud casi paternal, como reprendiendo cariñosa-
rfro6e ¡rá¡¡q, ivc ¡-rri rL ,pet« TpóEott lnente a un hijo travieso que acaba de exponerse a un
origepov. grave peligro, le dice: oEneas, ¿cuál de los dioses te ha
lncitado a cometer la locura de luchar contra el altivo
En los versos 133-43, Posidón la tranqulllrnl I Pclión, que es más fuerte que tú y más amado por los
te irrites innecesariamente. No quisiera yo dlll lnmortales? Retírate siempre que lo encuentres, no sea
entre los dioses fueée promovida por nos(llf(ltl que, incluso contra el destino, desciendas a la mansión
los más fuertes. Sentémonos en aquclla ullultr de Hades. Mas, cuando Aquiles haya muerto, siguiendo
guerra, que se ocupen los hombres», Pero, Al t|t 8u suerte, lucha entonces audazmente entre los primeros,
po, advierte amenazadoramente : «Si Ar(.¡ lt pues ningún otro aqueo ha de matarte."
Un ivers ¡da d de Navarra
Servic¡o de B¡bl¡otecas
102
La figura de Eneas en Homero ilicación d.e Eneas 103
Dicho esto, el diós desapareció
y disipó a niebla de los ojos de Ia vrsta de Eneas, hrlo, a la que está reservada por la providencia la sobe-
de Aquiles. Este comprendo íla sobre su país en el futuro. Su carácter, asÍ como
entonces que allí acaba
de realizarse un gran prodigio, profecía que le concierne, sólo pueden explicarse si el
exclama : «Ve¡daderamente,
también Eneas es caro a poGta tenía conocimiento de una familia de Enéadas que,
dioses in mortales.
¡y yo creía que se jactaba de ello sin ducños del país, estaban vinculados po, .í
motivoJ» (w. 347 s.):
tbuclos míticos a un culto determinado» s.
-is-o. o po.
fi pa.xct AlveIcq qt].oq <iOcvároroL 0eoiorv ,In"*,r-.a Cults !1, p. 63g; cit. por J.
¡rv úrúp ¡rLv Eqr¡v ¡rarp «útroq eóXstáaooar. -
id¡.
HUMBERT,
Soc. d'Ed. .Les Beltes te¡tres,. paris, lSSf,
Hom¿r€: Eynr_
p. i¿+. i;i've, ;.,.,
¡lrlc¡roas ruesen los anteDasados de aquellos a quienes
se refiers
!¡11UOn tfOZ ss.), at haülar de Ia fundación á"' e.."r-"t""r", 1."
. _Inte¡esa comparar esta conclusión de Aquiles con el g6tccndientes de Escamandrio hijo de
Héctor, y a" Ár""nio,-¡ijo
irritado que hace más adelante (w. de Encas: .y se dice que estas á.. r",nlu".'J"iriá, ^.18""i"0","
-comentario
cuando Hécto( 449-53), duronre mucho'tiempo. pero después Ia
escapa a su lanza po. inte*"r"ió"
O"ir._ "tua"a
.u_üi¿
Dor.¡a oligarquia. Luego se les unieron politi"am"nü-lo-s*
;;_""
"; m]ts;os,
lo : «Q1¡¿ vez ha¡ evitado
la muerte, p"..o. ," f vlvlan democráticamente. Sin embargo, 1., a" .q"áil"'.ijrp.
llegó el exterminio. pe¡o te :"'
"i"r'J'.á . 3onservaron el titulo de reyes y tenÍan pr"r.tguii,u"r,
il sin duda .,"r,, ",1;-;:;^;^:;' tql 6L,o yév¡ ro0t« pcor)\eüoar no).üv ¡póvov "i".to,
¿, >^iü.,'¡.'¿_
"uo.,ü","t".,iiJ: fl:y". yatql F€rd rdorq 6' elg ó),Ly«p¡(«v "n-
las armas arrojadizas. Ciertam;re-;;;.", ".j,L;f."::
"t :::::'-"" . ¡reréotr¡oav,".I.«'-mrf.4_
otor ouve¡oLrreúO¡ocrv cútoig x«t 6¡¡roxpatrx'6q
6*our,: Li' a,
tarde si te
"r"r"ni--y
de los dioses».
;"rlffi#"" 11?';:t#::Trff; dró too yévor,,q oú6tv ñttov ixq).oovro páo,¡..ii, E;;;;;q
r¡úq. ;,"..
Estas palabras, que ya en XI,362-61
Diomedes a Héctor, sitúan dirige
la ;;;;;; ."
trata simplemeite de un aplazamiento
".""rru "r,
á"- i^-.í"".i" o"
Héctor. En el caso de Eneas, el
adve¡sario se Iimita a
expresar un gran asombro
v s¡rs palabras, que son ras
,nltim". ¿" ir'iiJd;.;;;"*
que envuerve ra figura .",
de un misterio religioso.
*ll$,."."rffji:,;i,"r::,rl;l:
en
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fn
ÍNolcr
I
Págs.
ir Nota previa 7
ct La figura homérica de Eneas . 9
Ic Origen diüno de Eneas 11
lt El misterioso Anquises ... ., . l5
si Infancia y primera juventud de Eneas ... 25
l¿ Eneas en la Ilíada 35
tt Ambiente caracterizador 36
d Eneas, caudillo de los dárdanos ... ... 43
T Eneas, guerrero 51
t Los corceles de Eneas 57
I Semblanza moral de Eneas 65
( Moderación reflexiva 66
i \ Eneas, amigo leal 73
( La piedad de Eneas 77
\ i. iáiiglárl¿.a á" s.,"". ... ...'.' 80
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ERRATAS ADVERTIDAS
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