Sie sind auf Seite 1von 3

2/1/2018 Una casa con pedigrí / Historia / El Ateneo / Inicio - Ateneo de Madrid

Esta web utiliza cookies sólo para optimizar su visita. No guardamos información personal. ACEPTAR COOKIES ¿Qué son las cookies?
Una casa con pedigrí

Artículo de I. Amestoy
La historia de la vida intelectual y política española no
se entiende sin esta institución. De este ágora han
salido hasta 16 presidentes de Gobierno.
Origen
El primer socio del Ateneo de Madrid fue Mariano José de
Larra, Fígaro, admitido el 4 de enero de 1836. Poco más
de un año disfrutaría de tal condición. El 13 de febrero del
37 se suicidaría sin haber cumplido los 30 años. Como
Larra, otros muchos jóvenes románticos se sumaron al
nuevo Ateneo. El Duque de Rivas, un liberal vuelto del
exilio con la amnistía otorgada a la muerte de Fernando
VII, fue elegido como primer presidente al tiempo que
estrenaba su Don Álvaro o la fuerza del sino, emblema del
romanticismo español.
Pero antes de fundarse este Ateneo que hoy sobrevive, el
Trienio Constitucional propició que entre 1820 y 1823 naciera un primer Ateneo, para "discutir
tranquila y amistosamente cuestiones de legislación, de política, de economía y, en general,
de toda materia que se reconociera de utilidad pública”. La reacción del 23, que cierra las
aulas de las universidades, clausura también aquel Ateneo. Y es con la vuelta de los exiliados
cuando los románticos se proponen "no restablecer el anterior, sino crear uno semejante".
Es lo cierto que los nuevos promotores habían sentado ya sus reales en el "reducido, puerco y
opaco", según Larra, café del Príncipe, junto al histórico coliseo del mismo nombre, hoy Teatro
Español. Escritores como Larra, Hartzenbusch o Zorrilla y políticos como Olózaga, Bravo
Murillo o Donoso Cortés impusieron al café el sobrenombre de Parnasillo, y de allí salió, al
decir de Mesonero Romanos, el Ateneo.
Mesonero será el motor del nuevo Ateneo y de su formidable biblioteca,
que todavía se aprecia como una de las mejor dotadas de España.
Buscará las primeras sedes, en una itinerancia demasiado prolongada.
Primero se instala en la calle del Prado, cerca de su actual sede, para
pasar a Carretas y, más tarde, a la Plaza del Ángel. Sus estatutos
constituyen al Ateneo como una sociedad ”científica, literaria y artística”,
con el triple carácter de Academia, Instituto de Enseñanza y Círculo
Literario. Esta ambición hace que sea reconocido y apoyado por el
Gobierno, que en 1838 dispone que se le otorgue para su biblioteca “un ejemplar de todas las
obras que salgan de la Imprenta Nacional y todos los ejemplares sobrantes de la fusión de las
bibliotecas de las Cortes, la Nacional y las de los conventos suprimidos”.
La ”Holanda de España”
El Ateneo irá poniéndose en sincronía con un país que despierta. Entre 1854 y 1875 habrá
quien lo llame, por su apertura, “la Holanda de España”, aunque en el 66, primero, se clausure
toda actividad docente, permitiéndose sólo la apertura de “los salones de lectura y
conversación”, para prohibirse, después, la propia lectura ”de impresos extranjeros que
ofendiesen a la religión o a Su Majestad la Reina”.
La calle Montera es la sede ya del Ateneo. La calle, que durante el siglo XVI y XVII había sido
el núcleo de la galantería y la modernidad, vuelve por sus fueros. Se dice que “ciertos días,
desde las siete de la tarde”, a causa del Ateneo, no hay quien pase por allí. No es de extrañar.
In- genios como los de Manuel Becerra, hablando de astronomía; Amador de los Ríos, sobre
los judíos; Valera, de la filosofía de lo bello, o Echegaray; de relaciones internacionales, crean
expectación. En los heterogéneos ámbitos de la casa -el Wagón, la Cometa o la Cacharrería-
maestros y novatos discuten “hasta la anarquía filosófica”. La biblioteca sigue siendo el sancta
sanctorum del Ateneo, allí “donde nació Donoso Cortés, perdió la vista Cánovas, Castelar se
quedaba calvo y Moreno Nieto se moría”.
Cánovas será quien inicie la siguiente etapa. El 31 de enero de 1884 se
abre la actual sede de la calle del Prado. En la inauguración, los Reyes
ocuparán la presidencia, la aristocracia los lugares honor, lo que causa el
enojo de no pocos, entre otros del periódico El Liberal: ”Muchos
republicanos se abstuvieron de ir a la sesión de anoche. Hicieron mal.
Hubieran pasado un buen rato. Pero de los buenos....Público conocido,
brillantes, de gran tono, el mismo que organiza novenas y bailes
benéficos”.
La vida intelectual
Pese a estos inicios, nada impedirá que el Ateneo se convierta en las décadas siguientes en
el ágora más sensible de España. Baste decir que de allí saldrán hasta 16 presidentes de
Gobierno. Así, la vida intelectual y política se cuece en el Ateneo. Menéndez y Pelayo, Clarín,
Pi y Margall, Azcárate, la Pardo Bazán, Ramón y Cajal se sucederán en las tribunas.
Por diez pesetas, dos duros al mes, se podía disfrutar de salones
confortables, una magnífica biblioteca –que, en 1935, llegará a los 100.000
volúmenes- y, sobre todo, de calefacción... Azorín reúne al grupo que se va
a denominar de “los intelectuales”, y los que se cobijan alrededor de doña
Emilia Pardo Bazán –“con su busto ostentoso y muy encorsetado”- les
increpará: “¡Pero qué modestos sois, os llamáis intelectuales porque no os
atrevéis a llamaros inteligentes!”. Todo es debate. La Gran Guerra hará
que entre germanófilos y aliadófilos se produzcan los enfrentamientos más
encendidos. Allí estarán Ramiro de Maeztu, Juan Pujol, Serafín Álvarez
Quintero, Gabriel Maura y Gregorio Marañón. Se destacará, día a día, sin faltar uno solo, el
recién licenciado José Calvo Sotelo, que se alinea con los germanófilos.
En la nueva Cacharrería están "los senadores" del Ateneo, como el criticado Echegaray y "los
locos", como Mario Roso de Luna, "maestro de ciencias ocultas". En los pasillos, las tertulias.
Entre ellas, la de don Ramón María del Valle-Inclán, "hablando incansablemente", que junto al
socialista Araquistáin, con su apariencia de "eclesiástico de aldea"; Pérez de Ayala, "joven
maestro", y Díez Canedo, "interventor aduanero de las corrientes poéticas que entraba en
España". Al pie de la escalera, Azaña.

https://www.ateneodemadrid.com/index.php/El-Ateneo/Historia/Una-casa-con-pedigri 1/3
2/1/2018 Una casa con pedigrí / Historia / El Ateneo / Inicio - Ateneo de Madrid
El siglo XX
Azaña es el prototipo del ateneísta. Socio activo, contertulio no menos
vibrante, secretario durante aquella Gran Guerra (1913-1919) y presidente
en las postrimerías del periodo áureo (1930-1932), su trayectoria perfila la
personalidad de un intelectual que del anonimato pasará, a través del
Ateneo, a las más altas instancias del poder. Entre los presidentes que ha
tenido la casa, nombres importantes de las artes y la política: desde los ya
citados -el Duque de Rivas, Cánovas y Azaña- hasta Valle-Inclán (1932) o
Unamuno (1933-1934), pasando por Olózaga, Martínez de la Rosa, Alcalá
Galiano, Azcárate, Echegaray, Menéndez Pidal o Marañón (1925-1930). Entre los secretarios,
además de Azaña, hay que citar a Ramón Gómez de la Serna y al mejor cronista del Ateneo,
Victoriano García Martín. Como secretario, García Martín fue testigo de uno de los sucesos
más polémicos del Ateneo, cuando por el año 20 un grupo de ateneístas demandó en una
junta general la ex- pulsión del socio 7.777, don Alfonso de Borbón, de profesión Rey de
España... Fue éste un periodo tenso para el Ateneo.
Socios como Romanones, Ortega Munilla o Sainz Rodríguez conviven con
Blas Infante, Blanca de los Ríos o Unamuno. José Antonio Primo de
Rivera, el fundador de la Falange, frecuentaba la biblioteca y asistía a la
cátedra de latín, donde explicaba Agustín Millares. Y se cuenta que el hijo
del dictador, cada vez que don Agustín le hacía una pregunta se ponía
inmediatamente en pie para contestarla. Las últimas figuras del Ateneo por
su oratoria fueron Ortega y Gasset, Unamuno -con sus discursos escritos-
y Azaña. Los políticos no se prodigaron en la retórica. Sara Bernhardt visitó
en una ocasión la casa, como otras figuras célebres: Marconi, Maeterlinck, Bergson o
Einstein. Como a la sesión de la Bernhardt asistiese Antonio Maura, a la sazón director de la
Academia, le pidieron que interviniese. No lo hizo a gusto. Tenía que hablar del teatro francés.
Comenzó a hacerlo, pero, de pronto, se interrumpió bruscamente. Comentaría: "No es
prudente improvisar en. materias tan concretas y sobre todo en esta casa".
Se temía al Ateneo. Ya en los tiempos del dictador Primo de Rivera se le vio las orejas lobo. Y
fue el propio Alfonso XIII el que negoció personalmente para fusionarlo con el Círculo de
Bellas Artes, que por entonces estrenaba su nueva sede. La propuesta se llevó a la Junta y se
rechazó. El ateneísta don Manuel Aznar, director de El Sol, fue el más beligerante en contra
de la fusión. ”¡Eso sería la muerte del Ateneo!” El maridaje de las dos instituciones se ha
vuelto a plantear en nuestros días.
La guerra civil
Tras la Guerra Civil, el Ateneo no levantó cabeza. Los falangistas lo
tomaron primero, como Aula de Cultura de la Delegación Provincial de FET
y de las JONS (Antiguo Ateneo). Luego, se calificaría como Biblioteca
Pública, periodo en el que sirvió para la reaparición de Ortega y Gómez de
la Serna. Más tarde, la época del Opus Dei, en la que Florentino Pérez
Embid marcó pautas. Ahí estará el impecable Antonio Fontán, junto a
poetas como Morales y Hierro. Por último, el periodo de Fraga, con José
María de Cossío al frente, a bordo de su coche oficial. Y en el
tardofranquismo, conflictos y cierres. (...)
Florentino Negrín que avivó en el franquismo el Club Pueblo y el Siglo XXI, es socio desde
1959. Piensa que el Ateneo es un león muy dormido. “La razón del Ateneo era traer la
República. Y lo hizo. Ahora, es utópico pensarlo a corto plazo”. Aunque, como opinan los
estudiosos del Ateneo, a la casa siempre se le ha visto su pedigrí. No olvidemos que el propio
Valle-Inclán, aún siendo, con Unamuno, de los máximos atacantes del Rey, cuando llegó al
Ateneo, con su barba todavía negra, en una de sus primeras conferencias, quiso decir y dijo:
“En Galicia hay dos clases de personas: la primera, la de los señores, y la segunda, los
siervos. Yo pertenezco a la primera”.

"Una casa con pedigri", articulo firmado por Ignacio Amestoy, periodista, dramaturgo y cronista
de Madrid. Premio Villa de Madrid de Periodismo Mesonero Romanos. Profesor titular de la
Real Escuela Superior de Arte Dramático y premio Lope de Vega de teatro los años 1982 y
2001. Premio Nacional de Literatura Dramática 2002.(Reportaje publicado en la Revista
“Paisajes desde el tren” en febrero de 2002)

Contenido relacionado
Emilia Pardo Bazán

José María de Cossío

Manuel Azaña

https://www.ateneodemadrid.com/index.php/El-Ateneo/Historia/Una-casa-con-pedigri 2/3
2/1/2018 Una casa con pedigrí / Historia / El Ateneo / Inicio - Ateneo de Madrid

Mesonero

Ortega y Gasset

Antonio Cánovas del Castillo

Secciones

Agrupaciones

Cátedras

Tertulias

Rincón del Soci@

‹‹ Enero de 2018 ››
L M X J V S D

1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30 31

Suscríbete al boletín!

Ateneo de …
Me gusta esta pági

Seguir a @ateneodemadrid

Colaboradores:

https://www.ateneodemadrid.com/index.php/El-Ateneo/Historia/Una-casa-con-pedigri 3/3

Das könnte Ihnen auch gefallen