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¿QUIÉN ES EL VIEJO PASCUERO?

¿Quién es ese simpático personaje de barba blanca, quien, la


noche de Navidad, recorre el mundo en su carro tirado por renos
para entregar regalos a todos los niños del mundo?
Según se dice fue el obispo de Barí, San Nicolás, el que dio vida a
este personaje. Su característica principal y por la cual más tarde
fue santificado, era su espíritu caritativo y bondadoso.

Cuenta la historia que en su casa juntaba la limosna que él mismo


recolectaba entre los habitantes de Barí, y la repartía entre los
niños o la entregaba a quienes no tenían hogar. Pero fue en la
víspera de Navidad, mientras viajaba en el trineo desde el centro
del pueblo a la Iglesia, cuando descubrió que unos pequeños habían
dejado sus zapatos en la ventana. Esperando que alguien de buen
corazón, les dejara algo dentro de ellos.

El obispo conmovido ante la ingenuidad y esperanza de los niños,


se detuvo, llenó las botas con caramelos y chocolates, y luego,
desapareció dejando sólo algunas huellas en la nieve. La noticia de
aquel mágico e inusual encuentro se divulgó rápidamente por todo
el pueblo. Y tanto recorrió la noticia, que el resto del mundo se
enteró del acontecimiento. Así fue como el Viejo Pascuero, obtuvo
la fama de entregar los regalos en Nochebuena.

El hecho de que los regalos sean obsequiados, es para recordar un


importante momento: el nacimiento de Cristo. Y junto con ello, la
visita de los tres reyes magos, que siguiendo una estrella, llegaron
a un humilde portal de Belén, donde encontraron a Jesús, y
entregaron a su madre los regalos que traían al recién nacido:
oro, incienso y mirra.

RODOLFO EL RENO
Hace mucho tiempo, había un reno llamado Rudolph, el único reno
en el mundo que tenía una gran nariz roja. Naturalmente la gente
le llamaba “Rodolfo”, el reno de la nariz roja.

Rodolfo estaba terriblemente avergonzado por su enorme nariz tan


peculiar, los otros renos se burlaban de él, su padre, su madre y
su hermana también sentían pena por la desdicha de Rudolph.
Incluso él mismo se sentía apenado.

Una noche en víspera de Navidad, el Viejo Pascuero estaba


preparando su trineo, alistando a todos los renos para dar la
vuelta alrededor del mundo, llevando regalos a los niños.
Pero de pronto una terrible tormenta se desató y la neblina cubrió
la tierra, evitando que los renos pudieran retomar el vuelo y el
Viejito Pascuero sabía que con tanta niebla no podría encontrar
una sola chimenea. De pronto, Rudolph apareció para ver que
sucedía, su gran nariz brillaba como nunca.

El Viejito sintió que esa era la respuesta a su problema, así que


llamó a Rudolph y lo colocó al frente del trineo, delante de todos
los demás renos, como líder. Con esa gran nariz como guía los
renos pronto remontaron vuelo y Rudolph condujo a Viejito a cada
una de las chimeneas.

Esa terrible noche ni la lluvia, ni los truenos, ni la nieve o la


niebla pudieron detener a Rudolph que con su gran nariz roja
iluminó el camino. Y así fue como Rudolph se convirtió en el reno
más querido y admirado de todos, esa gran nariz que un día lo
hizo sentir tan mal, hoy era la envidia de todos en el mundo de los
renos.

El Viejito Pascuero les dijo a todos los renos que Rudolph había
sido el héroe y desde ese día Rudolph pudo vivir sereno y feliz.

El NACIMIENTO DE JESÚS
Después que María y José habían llegado a Belén, María dio a luz
a su bebé en un humilde pesebre de paja, en un establo junto a
los animales. Este lugar era lo único que ellos habían podido
conseguir durante su estadía en Belén. No eran personas que
poseían riquezas materiales. Pero tenían la enorme responsabilidad
y el honor de criar y educar al hijo de Dios. El calor de María,
unas pobres mantas y su humilde cunita hecha de paja lo
abrigaban.

En ese mismo instante, muy cerca de allí, un grupo de pastores


descansaban con sus rebaños de ovejas. Los pastores de ovejas en
las noches estrelladas solían agruparse entre ellos para conversar
y protegerse entre sí de los lobos y ladrones que acechaban por la
zona. Estando todos reunidos de pronto vieron una luz intensa los
sorprendió, ellos tuvieron muchísimo miedo. La luz que los
encandiló era un ángel que se acercó a ellos y les dijo que no
temieran y les contó que el Mesías había nacido.

También les explicó como llegar hasta el establo donde Jesús


estaba y de qué manera encontrarían al niñito. Miles de ángeles
celestiales cantaban en el cielo "Gloria a Dios en las alturas y en
la tierra Paz, buena voluntad para con los hombres". De esta
manera los pastores llegaron al establo y se encontraron con
María, José y un bebé muy especial envuelto en sencillas mantas
en una cunita hecha de paja, tal cual se lo había descrito el
ángel.

Los pastores se arrodillaron ante el niño y lo adoraron, le


contaron a María y a José lo que les había ocurrido aquella noche,
y el anuncio del ángel. María escuchaba estas palabras con
atención, mientras se fortalecía pensando que Dios estaba
dirigiendo todas las cosas. Ella sabía perfectamente donde se
encontraba su hijo y a pesar de que estuviera en un humilde
pesebre Dios los acompañaba.
De esta manera, Jesús, el libertador que el pueblo de Israel
había esperado durante tanto tiempo, nació en un establo, muy
lejos del brillo de los grandes palacios y los festejos que
comúnmente rodeaban el nacimiento de un rey.

LOS TRES REYES MAGOS


Era un 24 de diciembre María y José iban camino a Belén, José
iba a pie y María sentada en un burro. María estaba embarazada
y esa noche tendrá a su hijo. Tiempo atrás el arcángel Gabriel la
había visitado y le dijo que en su vientre llevaba al hijo de Dios,
al que debía llamar Jesús.

María y José buscaron donde dormir esa noche, pero nadie podía
alojarlos, estaba todo ocupado. Un señor de buena voluntad les
prestó un establo para que pasaran la noche, José juntó paja para
hacerle una cama a María.
Esa noche en el cielo nació una estrella que iluminaba más que las
demás. Mientras en el oriente, lejos de Belén estaban tres sabios
astrólogos, se llamaban: Baltazar, Melchor y Gaspar. Ellos sabían
que el nacimiento de esta estrella significaba que un nuevo rey iba
a nacer.

Los tres sabios a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos
fueron guiados por la estrella hasta el pesebre del nuevo rey,
Jesús.
Cabalgando un largo camino en sus camellos, finalmente llegaron a
Belén. Allí buscaron a “el Nuevo Rey de los Judíos” y en un
pequeño establo encontraron a María con su pequeño bebé: Jesús.

Los Reyes Magos saludaron al niño, y le entregaron regalos: oro


que representa la realeza de Jesús; incienso que representa su
naturaleza divina; y mirra, que representa su condición mortal. Así
Jesús es reconocido por los Reyes Magos como Dios, Rey y
Hombre.

Así como Baltasar, Melchor y Gaspar llevaron regalos a Jesús,


ahora el Viejito Pascuero trae regalos en Navidad, celebrando
cada año, el Nacimiento de Jesús.

LEYENDA DEL ÁRBOL DE NAVIDAD


Cuando el Niño Jesús nació en Belén, el mundo se llenó de
alegría y a Belén llegaban gentes de todas partes para ofrecer
regalos al Niño. Cerca del establo donde el Niño Dios descansaba,
se dice que había tres árboles: una palmera, un olivo y un pino. Al
ver tanta gente que iba y venía, ellos también sintieron deseos de
ofrecer algo al Niño Jesús.

-Yo- dijo la palmera- voy a desgajar una de mis ramas. La


voy a colocar cerca de la cuna y cuando el Niño Jesús tenga calor,
yo, suavemente, dulcemente, le abanicaré. No puedo hacer otra
cosa.

-Pues yo- dijo el olivo- pienso hacer aceite de mis olivas y


ofrecérselo a su madre, la Virgen, para que haga comida y puede
ungir los piececitos del Niño.

El pino estaba tristísimo. No sabía que ofrecer. Además, la


palmera y el olivo se burlaban de él y le decían:

-No, tú no tienes nada que regalar. Con tus hojas, que parecen
agujas, pincharías al Niño. Nadie te quiere ni te querrá.

Y el pino tenía mucha pena. Pero un ángel que contemplaba la


escena, se compadeció de él y decidió ayudarle: -No tengas pena-
le dijo- Yo te voy a ayudar. Pediré a las estrellas que bajen del
cielo y se posen en tus ramas y con su luz alumbrarás al Niño y
además servirás de guía a todos los caminantes que acudan a la
cueva.

Así lo hizo, y al poco tiempo el pino se vio todo lleno de luces de


colores, porque muchas estrellas bajaron del cielo y se posaron en
sus ramas.

Y hasta el Niño Jesús desde su cunita se fijó en el pino. Sus


ojitos brillaron al contemplar luces tan bellas. El pino se llenó de
alegría.

La gente que llegaba a la cueva vio aquel pino tan adornado,


tan lleno de luces, tan bonito... Y al llegar a sus casas ponían un
pino tan bonito en recuerdo de la cueva de Belén. Desde entonces,
el pino es elemento de adorno en todos los hogares del mundo en
la época de Navidad, como recuerdo de aquel pino que un día brilló
ante la cuna del Niño Jesús.

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