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De regreso a octubre…

De ser un hecho político que debería eliminarse, a ser el mojón que define la historia del país.
Así oscila la histeria gobernante, así, en estas polaridades, opera la lógica del neoliberalismo
macrista que gobierna. Están por doquier, se les caen de los bolsillos. De ser los docentes el
baluarte imprescindible de una construcción social, a ser unos miserables avariciosos que
piensan más en su salario que en los chicos sin clases. De plantarse “mirándonos a los ojos”
para lograr el efecto del afecto, a eliminar las pensiones por discapacidad, porque tener
síndrome de down o esclerosis múltiple no es limitante de nada. Vamos, si se quiere, se puede.
De querer “cuidar a los abuelos”, a eliminar prestaciones de anses. De acusar de fanatismo
sectario a su principal contrincante, a realizar retiros espirituales cada dos semanas para
abroquelar posiciones dogmáticas. De llamar a los argentinos vagos porque tenemos
(teníamos) muchos feriados largos, a realizar retiros espirituales cada dos semanas para
abroquelar posiciones dogmáticas (x2). De buscar la paz social, que acusaban alterada por la
grieta, a comprar pertrechos para la represión, y golpear sin dudar cada vez que se osa alterar
eso que quieren llamar paz social, que no es más que la libre circulación de mercancías
(personas inclusive) y que además queda mal para la foto de país “serio”. Seriedad que, ya es
evidente, ya nadie del mundo empresarial local y extranjero se toma en serio.

Esta histeria, y digo histeria porque, como bien se señala, en el comportamiento histérico “uno
incluso no sabe a quien se dirige exactamente. Uno radicalmente no está seguro,
porque básicamente éste es un síntoma… es exactamente esta incertidumbre
radical”. La incertidumbre sobre el propio comportamiento se refleja de antemano,
es decir, se anticipa. No obstante, el gobierno nacional sabe bien a qué sujeto se
dirige, porque se ocupa de construir ese sujeto, de modo disimulado. Eso lo hace en
connivencia asqueante con los medios masivos, o dicho mejor, con empresas
multinacionales que cuidan sus intereses vía relación dirigencial con el gobierno de
turno. El sujeto del neoliberalismo es el que quiere “que lo dejen ir a trabajar
tranquilo”, que “pone lo máximo de sí para sacar este país adelante”, que “está harto
de mantener vagos”, que quiere ver “cómo los cagan a palos a los negros planeros”,
entre varios etcéteras. Allí tallan también imaginarios, como que la inseguridad es
resultado de los pobres que están acostumbrados a no laburar, se acostumbran al
plan o a la plata fácil robándola. Ergo, votarán siempre a quien más los nutra de
planes, por lo cual debería replantearse si deben votar, porque son muchos. No sólo
son un ancla como pobres, sino también como ciudadanos. Imaginarios respecto a la
vida del empresario, que se viste como uno, pantalones color caqui y camisa celeste,
botitas deportivas. Buen tipo, hace bromas, nos llama por el nombre, permite que lo
miren a los ojos. Si es casi uno más, uno puede ser eso también. El horizonte es la
piedra de toque de las sociedades de consumo _(no sólo objetual, sino de
experiencias). Siempre está ahí, a la mano. Pero siempre se aleja. “Debo estar
haciendo mal las cosas”. La culpa recae en el individuo. En definitiva, se trata de
disimular que estos imaginarios, que todos esos entrecomillados anteriores, son parte
de una disputa mucho más grande, que excede a quienes los enuncian, apenas
portadores de “verdades” hechas tales en las usinas de sentido, hoy obscenamente
visibles en los medios. Verdades de enunciación, no disponibles para la crítica, o para
ponerlas en discusión en un ámbito más amplio. Todo intento de discutir cualquiera
de esas verdades (opiniones de otros, en definitiva) es una sospecha asegurada de
estar a favor de lo tenido por falso, mentiroso, malo. Por tanto, es sinónimo de
descalificación, o de calificación inmediata, de imposibilidad de argumentación. Tiene
otro nombre, se llama dogmatismo. De eso se trata a fin de cuentas el neoliberalismo,
de dogmatizar el credo del desarrollo, es decir, de no cuestionar los supuestos con
los que se desenvuelve la vida particular y colectiva. Sólo así es posible pensar, por
ejemplo, que el gobierno haya hecho y haga gobierno sin mencionar jamás la palabra
capitalismo. Naturalizada su presencia, naturalizados sus supuestos, incuestionados
sus métodos. Como se suele decir: el capitalismo es un caballero que prefiere no ser
nombrado. Así, el gobierno puede hacer escuela en ubicar el centro de todos los
males en la corrupción del gobierno anterior (la paja en el ajeno…), haciendo creer
que su eliminación supone la democratización de la economía. Así se cuela en los
principales medios de comunicación. Diarios como La Nazión sacan 3 o 4 notas por
día con la sinonimia K=corrupción. No importan las pruebas, no importa cuánto haya
de falso, de comprobable. No importa, porque importa abonar a la comprensión y
lectura lineal que ya se determinó como verdad.

El gobierno está en campaña, los medios también están en campaña. Van a cuidar sus
inversiones, unos y otros, porque son las mismas. Se protegen, porque en definitiva
buscan lo mismo: sostener y reproducir los privilegios que tienen como sujetos sociales
e ideológicos. Eso son, sujetos sociales, históricos, con intereses. No quieren la verdad,
ni la unión de todos los argentinos, ni terminar con la grieta. Ellos lo saben mejor que
nadie, que no hay verdad, que no hay unión de todos, y que siempre va a haber grieta.
La idea es que la mayoría no se dé cuenta, y que defienda verdades por otros.
Cuando el gobierno hace políticas públicas, como sacar el PROGRESAR, o las
pensiones por discapacidad, o le pide a l@s viud@s que prueben que se les murió la
contraparte, o endeudan al país desaforadamente, a 100 años, cuando exhiben la nada
que les importa la educación pública, cuando avisan que van a buscar sacar a jueces que
los contradigan y a poner a los que les den razón, cuando transfieren los costos de las
empresas a los usuarios pagándolos con sus facturas, cuando quieren que la mayor
rentabilidad sea pagada con los salarios de los trabajadores, cuando reprimen en la calle
alevosamente, cuando hacen estas cosas emerge el sujeto político que son. Su capacidad
discursiva se centra en que estos datos y hechos se nos escurran entre los dedos, entre
los posteos, los megusta, las fotos de grupo sonrientes. La política la dirimen,
inteligentemente, en un ámbito a medio camino entre lo real y la apariencia, lo cual es
un lugar nuevo, que tiene su propia lógica, y a la cual llevan toda la existencia, que
queda por ende siempre a medio camino: fijémonos la enunciación sino: el semestre por
venir, la inflación por bajar, las inversiones a llegar, el reconocimiento internacional que
está a la vuelta, los “brotes verdes”, lo mejor está por llegar, la economía se está
calentando, después de octubre empieza otra etapa. Vivimos desplazados, así se
desplaza y diluye el conflicto, la solidaridad se cambia por la necesidad de permanecer.
Paradójicamente, lo único que tenemos para oponerles es la realidad. Cómo mediar su
lectura en términos más amplios que los propios es el desafío, y la tarea…

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