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LA TRILOGÍA DEL ERIZO-ZORRO

AUTORES, TEXTOS Y TEMAS


GLOBALIZACIONES
Colección dirigida por Claudio Horacio Lizárraga y Juan A. Roche Cárcel

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Víctor Ramiro Fernández

LA TRILOGÍA DEL ERIZO-ZORRO


Redes globales, trayectorias nacionales
y dinámicas regionales desde
la periferia
La trilogía del erizo-zorro : Redes globales, trayectorias nacionales y dinámicas
regionales desde la periferia / Víctor Ramiro Fernández. — Barcelona : Anthropos
Editorial ; Santa Fe (Argentina) : Universidad Nacional del Litoral, 2017
000 p. ; 24 cm. (Autores, Textos y Temas. Globalizaciones ; 3)

Bibliografía p. 000-000.
ISBN 978-84-16421-47-3

1. I. Fernández, Víctor Ramiro II. Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe)
III. Título IV. Colección

Primera edición: 2017

© Víctor Ramiro Fernández, 2017


© Anthropos Editorial. Nariño, S.L., 2017
Edita: Anthropos Editorial. Barcelona
www.anthropos-editorial.com
En coedición con la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe (Argentina)
ISBN: 978-84-16421-47-3
Depósito legal: B. -2017
Diseño de cubierta: Javier Delgado Serrano
Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial
(Nariño, S.L.), Barcelona. Tel.: (+34) 936 972 296
Impresión: Lavel Industria Gráfica, S.A., Madrid

Impreso en España - Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra
solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de
Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).
A mi padre, de quien intenté aprender aquello que resulta
lo más valioso en nuestro breve paso por esta vida

Ts’ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir
un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto
eran un solo objeto.
JOSÉ LUIS BORGES, El jardín de los senderos que se bifurcan.
Obras Completas Tomo I, 1989, p. 477.
AGRADECIMIENTOS

Este libro ha sido fruto de un proyecto quinquenal iniciado en agosto de 2010 a


través de una estadía académica en el Departamento de Geografía en la Universi-
dad British Columbia, en Vancouver, Canadá, con el inestimable apoyo del Consejo
Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas de la Argentina y esa Universidad.
No puedo dejar de mencionar aquí las valiosas conversaciones y estimulo que
durante aquella estadía encontré en mi colega y amigo, el profesor Jamie Peck, lo
que me ayudó en gran medida a creer que, no obstante ambicioso, el desafío era
posible. Desde entonces ha sido un viaje no ausente de dificultades y contratiempos
que, no obstante, no lograron quebrar mi ánimo.
No puedo dejar de resaltar la compañía de mis colegas, amigos y becarios, los
que integran un animoso y comprometido equipo, que me ha ayudado a creer dia-
riamente en la importancia del trabajo colectivo y en la necesidad de vincular las
ciencias sociales con la siempre controvertida construcción de una sociedad mejor,
más justa, menos desigual. Vaya mi reconocimiento a Carolina Lauxmann y Ma-
nuel Trevignani, junto a quienes escribí buena parte de los aspectos desarrollados
en el primero de los capítulos. Mi agradecimiento a Malena Pérez y a Emilia Or-
maechea, por su tarea revisora y predisposición.
Un destaque muy especial y toda mi gratitud merecen Alcides Bazza y Cristhian
Seiler, por su estoica y constante colaboración en la revisión y articulación de todo
el material producido y trabajado, así como por la atenta e ingeniosa edición de los
gráficos que integran esta obra. Sin dicho apoyo hubiese resultado imposible con-
cretar este proyecto.
La colección «Globalizaciones», llevada adelante conjuntamente por la Edito-
rial Anthropos y Ediciones de la Universidad Nacional del Litoral abrió las puertas
para editar los resultados de esta larga investigación, en un libro que intenta con-
densar una forma crítica de ver los procesos de transformación del capitalismo
actual y considerar los condicionamientos que pesan al tiempo que los desafíos y
ventanas que se abren para las sociedades periféricas, sus territorios y poblaciones
más vulnerables.
Finalmente, a Susy, la mujer más buena, inteligente y comprensiva que conocí,
aunque me haya sido imposible aun detectar las razones profundas de su tozuda y
perenne decisión de acompañarme durante tantos años, que ya suman más de la
mitad de toda nuestra vida.

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PREFACIO

En 1953, el politólogo lituano Isaiah Berlin publicó El erizo y la zorra (Berlin,


1953), título que se inspira en un fragmento atribuido al poeta griego Arquíloco en
el que se afirma: «el zorro conoce muchas cosas, pero el erizo solo conoce una cosa
grande» (pÒlla_ o!d_ ¢lèphx, ¢ll_ ™c‹noj›nmšga). La expresión contiene un sentido
clasificatorio para distinguir —en forma, por cierto, bastante generalizadora— dos
grandes tipos de pensadores que se destacan en la historia de Occidente. Por un
lado, aquellos que encarnan la comprensión de la realidad a través de un solo lente,
de un eje conceptual único, potente y concentrado, a través del que se extraen los
elementos esenciales, omniabarcativos y estructurantes de la realidad estudiada.
Por otro lado, aquellos que operan sobre una pluralidad de objetivos, apelan a una
amplia panoplia de registros empíricos y desarrollan un cuerpo conceptual diverso
para dar cuenta precisamente de la complejidad y carácter cambiante de esa reali-
dad. De esta forma, mientras que en el primer cuerpo tipológico fue identificada
una gran cantidad de pensadores, como Platón, Hegel, Pascal o Dostoievsky, en el
campo de los zorros fueron incluidas figuras como Aristóteles, Goethe, Shakespea-
re, por dar solo algunos pocos ejemplos. La clasificación, sin embargo, estuvo orien-
tada, en el caso de Berlin, a destacar a Tolstoi como una figura hibrida, que no
encaja claramente en cada uno de esos cuadros tipológicos y que, en gran medida,
recupera aspectos de ambos (creyéndose un erizo pero actuando como un zorro).
Esa forma tolstoiana de abordar la realidad, destacada por Berlin —incluso
más allá de las disputadas formas y filosofías con la que el autor lo hace (Simon,
1994)—, dialoga en buena medida con —y refleja— el espíritu que acompaña este
libro preocupado por entender el proceso de transformaciones del capitalismo y en
particular los efectos y alternativas que se abren para el Sur Global, específicamen-
te para América Latina, evitando dos tendencias en las que se incurre habitualmen-
te. Por una parte, en clave de un erizo, que la enorme complejidad que entrañan
esas transformaciones y la aluvional carga de elementos explicativos que estimulan
estas últimas impidan identificar aquellos «grandes», esenciales, sustantivos, es-
tructurales y distintivos elementos que acompañan la lógica histórica de reproduc-
ción del capitalismo y permiten entender las continuidades sobre las que se edifica
su matriz contradictoria y su dinámica cíclica y cambiante. Pero, al tiempo que ello
evita la dispersa e inconexa sumatoria de elementos explicativos y descriptivos que
dominan el posmoderno escenario de las ciencias sociales, por otra parte, fija una
plataforma holística y articuladora para conjugar dentro de un mismo y coherente
marco interpretativo la multiplicidad de enfoques que, ahora en clave de zorro,

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abordan desde diferentes instrumentos analíticos y «asentamientos espaciales» las
contribuciones que se han venido desarrollando, esencialmente en las últimas dos
décadas, para reconocer la forma en que las dinámicas globales, nacionales y regio-
nales interactúan y se interpenetran.
Entonces, como una renovada y fusionante expresión fáunica, emerge una de-
safiante perspectiva erizo-zorro que habilita el abordaje de la(s) profunda(s)
transformación(es) del capitalismo. Vistas en forma agregada, estas transformacio-
nes dan cuenta tanto de la imbatida presencia y los recrudecidos y desigualadores
efectos del capitalismo, como —bajo esa continuidad— de un inédito hecho: la
extensa área del sistema mundo que forma la periferia y desde el norte se denominó
el Sur Global, produce hoy tanto valor como sus bautizantes del norte, al tiempo
que ha venido concentrando clara y crecientemente los procesos más dinámicos de
acumulación.
En tal contexto, preservan inalterada pertinencia el lente holístico y la centrali-
dad conceptual que acompaña la lógica del erizo preparado para subsumir la cam-
biante y multidimensional realidad bajo el complejo macroproceso capitalista. A
través de su telescópico y envolvente alcance, dicho lente permite apreciar y com-
prender agregadamente la perdurabilidad de los cimientos (expoliantes y contra-
dictorios) que fundan el capitalismo y, sin perderse en —ni desconocer— su cam-
biante ropaje organizacional y sus mutantes lógicas espaciales, la instalación de su
naturaleza contradictoria, permitiendo así reconocer la inmodificada evidencia de
sus jerarquías y las formas estructuralmente desigualantes presentadas, aun con
reconocidas limitaciones, por la Teoría del Sistema Mundo.
Pero, concomitantemente —y no obstante—, el propio dinamismo del Sur Glo-
bal, que en su interior presenta diferentes capacidades de respuestas y variables
trayectorias nacionales y macrorregionales, desafía abiertamente, bajo el diversifi-
cado y estratégico prisma del zorro, la lectura homogeneizadora y determinista
tanto de quienes pronostican el insalvable y colapsista destino del capitalismo, como
de aquellos que, prendidos del ala de las auguriosas profecías de la globalización,
han desplegado —sin éxito— el imaginario de un mundo plano (Friedman, 2005),
representativo del final de la historia y la consagración atemporal del capitalismo
(Fukuyama, 1989). En tanto no es inminente su colapso ni cercana a la realidad su
pregonada e inclusiva armonía, el capitalismo arroja un interpelante escenario donde
conviven nuevas y viejas jerarquías. Al interior de la periferia, el creciente dinamis-
mo de determinadas trayectorias nacionales, antes condenadas a la dependencia o
los márgenes del sistema, no debe ni puede ocultar que la movilidad de esa periferia
dentro de la jerarquía del sistema mundo ha sido escasa e insuficiente.
Este último escenario abre una ventana de discusión sobre las alternativas y es-
trategias de desarrollo con énfasis en la periferia del capitalismo, entendiéndolas en
su esencia como la necesaria consolidación de formas de acumulación y configura-
ción institucional capaces de alcanzar la consistencia y autonomía requeridas para
optar por una modalidad no subalterna de inserción internacional y a la vez lograr
una forma de generación y distribución del excedente que supere su inalterada re-
producción intranacional e intrarregional de las desigualdades y las prácticas del
corporativismo rentista que bloquean el dinamismo económico, social y espacial.
En su abordaje, la lógica del erizo aparece estratégicamente fusionada a la del
zorro para evitar la propensión a discutir —o peor aún, a relatar— desde diversos

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recortes espaciales y dimensionales que excluyentemente toman partido por algu-
na de las centrípetas —y a veces antinómicas— predilecciones «globalistas», «na-
cionalistas» o aun «localistas/regionalista» que han imperado con visible
(in)capacidad de diálogo durante los años ochenta y noventa. Al hacerlo desde esa
perspectiva holística, que rescata la forma sistémica y múltiplemente contradicto-
ria del capitalismo y no sucumbe ante la propuesta posmoderna de abandonar la
interpretación agregada de su inacabado proceso, los emergentes teóricos y con-
ceptuales que surgen de examinar críticamente los más destacados y dominantes
abordajes «nacionales» y «regionales» aparecen no como subproductos explicados
desde el abarcador «proceso global» sino como retroalimentarios «explicantes» de
las —multiescalares— modalidades adoptadas por dicho proceso.
El carácter del abordaje y su instrumental resultante han pretendido combinar
el potenciador alcance de una perspectiva estructural —dinámica e históricamente
situada—, con una mayor plasticidad y riqueza que resulta del tratamiento particu-
larizado y multidimensional de los procesos globales, nacionales y regionales, que
permite contemplar sus intersecciones y formas de reproducción conflictiva afecta-
das relacionalmente por sus actores e instituciones.
Posicionado desde el Sur Global y particularmente desde el escenario latino-
americano, la trilogía desarrollada a partir del Capítulo II se presenta como un
esfuerzo por identificar y articular las herramientas demandadas para enfrentar
tres grandes/esenciales interrogantes que estructuran este libro: i) ¿Cuáles son los
fundamentos de la perviviente y estructural desigualdad que rige el orden capitalis-
ta a nivel global?; ii) ¿En qué se sustentan los divergentes comportamientos nacio-
nales y macrorregionales al interior de la periferia?; iii) ¿Por qué algunos países
logran —excepcionalmente— romper esa estructura desigual generando un cam-
bio de amplio alcance signado por el abandono del posicionamiento periférico?; iv)
¿Cuáles son —incluso para estos emergentes— las bases para un nuevo desarrollo
económico y social que revierta la desigualdad social y espacial que afecta generali-
zadamente a los diferentes escenarios del Sur Global, aun de aquellos que, por lo
antes dicho, han logrado abandonar la amplia barcaza de la periferia?
Esos interrogantes, se encuentran mediados por otro conjunto de cuestiona-
mientos que no solo invita a explicar procesos sino también a pensar alternativas:

• ¿Cómo se liga la dinámica de los procesos de globalización con la especifici-


dad de las respuestas nacionales y las configuraciones regionales que conforman
esas respuestas?
• ¿Qué elementos conforman las trayectorias nacionales e inciden en la forma-
ción de esas respuestas y configuraciones en el escenario global? ¿Cómo se vincu-
lan a las potenciales o efectivas nuevas formas de subordinación? ¿Cuáles son los
elementos que determinan la posibilidad de revisar la subalternidad y encauzarse
hacia procesos de desarrollo en los términos descriptos anteriormente?
• ¿Cómo se involucran efectivamente las dinámicas regionales en la conforma-
ción de esas respuestas? ¿Cómo podrían desenvolverse estratégicamente para dar
consistencia a esos procesos de desarrollo desde trayectorias nacionales más con-
sistentes?
• ¿Cuáles son los intereses y actores que aparecen involucrados en los disputa-
dos procesos globales, trayectorias nacionales y dinámicas regionales? ¿Cómo se

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vinculan esos intereses y actores al complejo escenario de transformación geoeco-
nómico y geopolítico global?
• ¿Cuáles son las vinculaciones propuestas —y las otras posibles— entre las
trayectorias nacionales y las dinámicas regionales? ¿Cómo estas pueden contribuir
a aquellas en forma más conducente al desarrollo, en un contexto de alta penetrabi-
lidad global? ¿Cuáles elementos de esas trayectorias pueden potenciar o limitar un
involucramiento regional que evite reeditar las viejas y crear nuevas desigualdades
espaciales?

Este libro procura avanzar sobre aquellos interrogantes centrales y estos me-
diadores, posicionándose desde el sur como una especie fáunica «alternativa». Un
erizo-zorro que, por lo antedicho, en su parte de erizo, se equipa del lente abarcativo
que viabiliza el análisis del capitalismo en su dimensión conceptual-constitutiva y,
al hacerlo, destaca su insalvable dimensión contradictoria que condiciona la diná-
mica espacial, orienta la arquitectura institucional global y permea los dispositivos
regulativos e interventivos así como las nuevas lógicas de organización productiva.
Montado en esta dimensión holística de naturaleza contradictoria, la diversidad
conceptual —y táctica— del zorro se hace presente para adentrarse críticamente en
el reconocimiento de las especificidades analíticas y conceptuales de tres cuerpos
teóricos gestados en el norte, con cierta concomitancia, durante las últimas dos
décadas y media y reproducidos/difundidos en el sur. Respectiva y selectivamente,
cada uno de ellos hizo énfasis en las dimensiones global, nacional y regional de las
transformaciones acaecidas en las últimas décadas.
En la interpretación holística, propia del erizo, el poder como dominación —de
ciertos actores, de ciertos espacios, de ciertas instituciones— se introduce como
elemento central destinado a discernir, dentro de la interconectada trilogía desarro-
llada desde el Capítulo II, las potencialidades y limitaciones de los abordajes parti-
cularizados realizados por:

• el enfoque de cadenas de valor global. Nacido desde las entrañas de la teoría del
sistema mundo, pero redefinido académicamente desde el norte para dar cuenta de
las nuevas formas reproductivas del capital global, se constituyó —desde tal redefi-
nición— en uno de los puntales de los relatos institucionales de los organismos
supranacionales que refuerzan argumentativamente la necesidad de acoplar subal-
ternamente a los actores de la periferia a las redes globales;
• el enfoque de variedades de capitalismo. Desarrollado también en el centro y
replanteado —con escasas alteraciones— en el sur, para recuperar desde la dimen-
sión nacional las especificidades de las regulaciones capitalistas y cuestionar las uni-
formidades que parecieron imponerse con la «primera ola» de la reacción neoliberal;
• finalmente, el heterogéneo cuerpo teórico ligado al nuevo regionalismo. Gesta-
do al calor del agotamiento del escenario fordista-keynesiano y el impulso de las
reformas neoliberales, operó como refugio argumental para colocar las instancias
subnacionales, regionales y locales, como espacios privilegiados de reestructura-
ción y reductos para el desarrollo de nuevos arreglos productivos, institucionales y
espaciales devenidos de la crisis de aquel escenario.

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Las especificidades aportadas por la conformación y despliegue norte-sur de
estas tres grandes «nor-teorías», que han dominado en buena medida los análisis y
estrategias de los procesos globales, nacionales y regionales —respectivamente—,
han tendido a desplegar un análisis sobrecentrado en una dimensión escalar deter-
minada. El abocamiento escalar unidimensional, aun con todas la ricas contribu-
ciones que motivan su exploración, ha conducido a los compartidos límites de la
desconexión mutua y, por lo tanto, a la falta de reparo en las contribuciones de las
otras perspectivas y de las dimensiones espaciales por ellas abordadas.
Por tal razón, incluso operando como macroteorías, el segmentado e inarticula-
do abordaje de las dimensiones espaciales que usan como plataforma requiere de
una acción unificante, articuladora y omniabarcativa, que logre ir ensamblando
paulatinamente —siempre desde la periferia— los elementos emergentes de ese
análisis crítico con los que se intenta dar respuesta a los interrogantes y en su marco
elaborar pautas estratégicas de acción para abandonar los posicionamientos perifé-
ricos y alcanzar el desarrollo.
Para llevar eso adelante, el análisis —bajo la envolvente lógica actoral del erizo,
emplazada desde el Sur Global— muestra como resultado que las crecientes inte-
rrelaciones globales, nacionales y regionales toman distancia, en escenarios como
el latinoamericano, de aquellos aspectos esenciales que demanda el desarrollo.
Lejos del estancamiento en el diagnóstico, a lo largo de los cuatro capítulos ello
opera como estímulo para producir, concomitantemente, elementos que se propo-
nen (re)pensar estratégicamente cómo, en estos escenarios periféricos, los procesos
que se conforman nacionalmente, junto a las articulaciones regionales a esos pro-
cesos, pueden actuar ante la mutante y siempre exigente reconfiguración del capi-
talismo. Penetrados por el hilo conductor de la «idea fuerza» del erizo, los elemen-
tos emergentes del análisis crítico de cada enfoque se comunican con el otro y
hacen de la lectura de cada uno de los enfoques una necesidad para enfrentar, enri-
quecedora y superadoramente, las restricciones teóricas presentes dentro del abor-
daje contiguo.
Así, la primera de las tres exploraciones desarrollada a partir del Capítulo II,
y centrada en la dimensión global, destaca la confluyente acción de académicos
—devenidos muchos en consultores— e instituciones supranacionales para po-
tenciar y difundir generalizadamente el enfoque de cadenas de valor global como
instrumento de análisis y de políticas de desarrollo del —y en— el sur, y su insta-
lación como un relato signado por la necesidad de acoplarse y motorizar las me-
joras (upgrade) en las redes económicas globales fomentadas por esos actores e
instituciones. Con el reconocimiento de la creciente hegemonía consensualista y
disciplinadora de las fracciones globalizadas del capital, el «lente rector del eri-
zo» abre una amplia avenida para indagar la forma en que el fomento de la inser-
ción en las cadenas de valor global y el enfoque sobre cadenas globales en general
pasan a constituirse en un dispositivo de intervención neoliberal promovido des-
de las redes políticas globales que lo asimilan, lo destilan y lo cooptan funcional-
mente a través de una confluyente pléyade de consultores y académicos que co-
mulgan en torno a las —también convergentes— estrategias de los organismos
supranacionales que comandan esas redes bajo un renovado complejo regulato-
rio supranacional. Inserto en este último, el abordaje de las cadenas de valor
global encaja, nada secundariamente, con los requerimientos desprendidos de la

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reconfiguración de los procesos de producción y realización del capital que im-
pulsan las fracciones —productivas y financieras— globalizadas.
Introducidos en este escenario, el argumento aquí sostenido es que el enfoque
no resulta tanto —o en el mejor de los casos, solamente— la herramienta más apro-
piada para dar cuenta de una realidad que excede la batería conceptual montada
para el análisis del fordismo-keynesianismo. Antes bien, desbordando su funciona-
lidad analítica, ha pasado a ser un muestrario del creciente, sofisticado y hetero-
doxo arsenal de instrumentos regulatorios con los que esos organismos supranacio-
nales —asociados a esa nueva hegemonía de las fracciones tras-nacionalizadas y
financiarizadas del capital— inoculan y recrean prácticas y patrones organizativos
que, valiéndose de una compleja y coproductiva intersección multiescalar de Esta-
dos e instituciones sociales, alientan la integración subordinadas de aquellos espa-
cios «seleccionados» del Sur Global a las redes económicas globales.
Desde una perspectiva integral, el examen del enfoque sobre cadenas de valor
global da cuenta del modo en que, como respuesta al primer gran interrogante, los
procesos y dinámicas acumulativas que involucran a los actores del Sur Global
operan recreando y cristalizando —antes que alterando— una matriz estructural-
mente desigual, sobre la cual se expande una renovada y estratégica «solución espa-
cial» (Harvey, 2007, 2004b), que «privatiza el keynesianismo» (Crouch, 2009) bajo
formas desposesivas (Harvey, 2004a) y promueve patrones selectivos, fragmenta-
rios y reticulares de inclusividad neoliberal (Ruckert, 2006).
Detrás de las dinámicas micro, localizadas y/o biopolíticas que adoptan esas
formas en su articulación con las dimensiones estructurales de la reestructuración
del capitalismo, se esconde en buena medida la comprensión de las nuevas modali-
dades y efectos que acompañan la recreación del proyecto neoliberal (Peck, Theo-
dore y Brenner, 2012) y sus estrategias de cooptación de las resistencias.
Ahora bien, estacionados en ese lugar, emerge el cuestionamiento acerca de
cómo reaccionan las trayectorias nacionales —tan analítica y fácticamente presen-
tes en la segunda mitad del siglo XX— ante ese despliegue de las redes económicas
y políticas globales. ¿Son acaso parte de una fusión universalizadora que las coloca
—junto a los Estados-nación— como parte de un genuflexo acondicionamiento a
las requisitorias de los procesos globales y los actores que los comandan? ¿En qué
medida las reacciones nacionales representan una base para indagar los diferen-
ciales performances que emergen al interior del Sur Global? ¿Cuáles son los ele-
mentos identificables desde las especificidades de las trayectorias nacionales que
permiten dar cuenta de esas respuestas? ¿Cuáles son esas diferencias en términos
de derroteros?
Ante respuestas ausentes, tanto en el cuerpo teórico de cadenas de valor global
como en los elementos incorporados a partir de su evaluación critica, en el Capítulo
III nace la segunda exploración —del cuerpo zorruno con cabeza de erizo— ahora
centrada en el enfoque de variedades de capitalismo. Es este el único de los tres
enfoques abordados que, con origen en el norte, no resulta visiblemente cooptado
por las redes políticas globales y los organismos supranacionales que las coman-
dan. Precisamente, el mismo cuenta con el mérito de derribar la idea de una marea
globalizadora que absorbe en forma homogeneizadora y disolutiva los Estados-
nación y (re)instala el análisis del capitalismo en su diversidad constitutiva de base
nacional.

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Sin embargo, su análisis detenido obliga a reinstalar críticamente, a través del
lente unificador del erizo, la perspectiva especificadora y a su vez holística y contra-
dictoria del capitalismo para visibilizar las restricciones estructurales que intervie-
nen en el enfoque al examinar las variedades y variaciones que tienen lugar al inte-
rior del capitalismo. Esas restricciones no solo se asocian a los límites del institucio-
nalismo comparativista que domina el enfoque y embute forzadamente dentro de
una tipología bipolar y etnocéntrica procesos complejos, llenos de especificidades
históricas y conformaciones diferenciales. Esencialmente, al igual que en el enfo-
que de cadenas de valor global —pero esta vez desde un cuestionable «encierro
nacional»—, domina el desconocimiento de la contradictoria e inalterada estructu-
ra centro-periferia que configura el capitalismo global.
Dicha elusión anula la comprensión de la especificidad de la variedad periférica
de capitalismo, entendida como una variedad pretérita, a partir de la cual cabe la
precisión de los cambios y su alcance que tienen lugar —o pueden tenerlo— al
interior de esa variedad. Traducidos como variaciones, esos cambios son aquellas
variaciones de y en la periferia a través de las cuales permite precisar y considerar
más agregadamente algunas de las especificidades más relevantes de la dinámica
periférica. Mientras las primeras (variaciones de la periferia) expresan la temporal-
mente mutante forma de inserción dentro de las distintas fases que han ido forman-
do la lógica reproductiva global del capitalismo pero sin alterar sus jerarquías, las
segundas (variaciones en la periferia) conforman la plataforma desde la cual se
visualizan respuestas al segundo y tercero de los interrogantes de este trabajo rela-
cionado con los factores explicativos de las performances diferenciadas que se han
venido verificando al interior del Sur Global, como así también, a por qué algunos
países logran —excepcionalmente— romper esa estructura desigual abandonando
su posicionamiento periférico.
Es el reconocimiento de la dimensión holística y contradictoria que recorre las
distintas fases, crisis y reestructuraciones del capitalismo —inserta en el ADN del
erizo— el que permite entender cómo dentro la última de esas fases vinculada a la
reproducción global en tiempo real se aloja una conflictividad gestada en la expan-
siva ofensiva de las lógicas comandadas por las fracciones productivas y financieras
del capital global, a través de dinámicas de flujos que procuran penetrar —y adap-
tar las respuestas de— los disímiles arreglos territoriales (nacionales y regionales).
La comprensión de esa dinámica constituye la precondición para el reconocimien-
to de aquellos elementos emergentes en los espacios periféricos que facilitan, a
determinados espacios nacionales —en sus intersecciones globales—, el desarrollo
de trayectorias diferenciadas y que colocan —excepcionalmente— a algunas en el
«camino de salida» de la condición periférica.
Al abordar esos elementos, la recuperación de la forma de acumulación y el tipo
de estructura y forma de implicación estatal —ausentes en el enfoque dominante de
variedades de capitalismo generado en el norte— adquieren un carácter neurálgico y
retroalimentario para explicar las variables formas de (des)articulación con las es-
trategias y lógicas de flujos transnacionalizadas y financiarizadas enunciadas ante-
riormente. Desde aquellos que, como en el Este Asiático, logran excepcionalmente
integrar «centros nacionales de respuestas» —con grados razonables de autono-
mía, conformados por la endogeneización y dinamismo innovador de sus estrate-
gias acumulativas estatalmente direccionadas— hasta otros, dominantes en Améri-

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ca Latina, que se comportan como espacios facilitadores de «acoplamientos frag-
mentarios» para ajustar su organización y dinámica territorial a los requerimientos
puntuales y subordinantes de los flujos globales, reorganizando el Estado y reposi-
cionando su implicación en esa dirección.
Tal vez por ser estos aspectos los insumos más fundamentales de este trabajo
—que dan cuenta de los «centros de respuesta» o bien de los «acoplamientos
fragmentarios»—, son los elementos que los constituyen (que denominaremos nú-
cleos de acumulación e implicación estatal) y sus relaciones los que dan fundamento
a las variaciones dentro de la periferia y, al considerar la «capacidad de cambio», los
que permiten enfrentar argumentalmente nuestro tercer gran interrogante vincula-
do a la diferencial —y excepcional— capacidad al interior del Sur Global de salir de
posicionamientos periféricos y alcanzar metas autónomas de desarrollo.
Sin embargo, la realidad, lejos de ser estática, marca la continuidad de las ten-
siones resultantes de la recreación estratégica del capital global —esencialmente a
partir de sus nuevas formas financiarizadas—, la prolongación y recreación de los
proyectos dominantes y su penetrabilidad aun en aquellos escenarios que han pare-
cido salir victoriosos desde la periferia. Mientras en este escenario los progresos en
la equidad social y solvencia del Este Asiático se han visto amenazados, viejos y
compartidos problemas de la desigualdad socioespacial aparecen no solo limitados
en su posibilidad de reversión sino, en muchos casos, agravados.
Con este telón, a partir del Capítulo IV, se emprende la exploración del tercer
enfoque teórico, para considerar los fundamentos y, al mismo tiempo, las alternati-
vas al proceso de desigualación espacial que conforma el también último de nues-
tros interrogantes centrales, carente de respuesta en los elementos aportados por el
desarrollo y la crítica de los anteriores dos enfoques.
Basado en una aproximación crítica al enfoque nuevo regionalista —gestado en
el norte, como los otros dos, y difundido en la periferia como alternativa de desarro-
llo bajo el Consenso de Washington—, el eje estructurante del erizo contribuye en
este caso a examinar las restricciones y funcionalidades emergentes de este enfoque
que, al igual que los de cadenas de valor global y variedades de capitalismo, desplazó
analíticamente la dinámica contradictoria del proceso de reproducción capitalista y
borró argumentativamente el escenario de tensiones que se desprenden de lo anali-
zado en los anteriores capítulos. En otras palabras, desplazaron del abordaje las
tensiones que tienen lugar entre las estrategias de los actores supranacionales —que
comandan las redes económicas y políticas globales— y las especificidades de las
trayectorias nacionales/territoriales que, con diferenciales grados de resistencia y
consenso, buscan ser acopladas a dichas estrategias.
Con ese desplazamiento, inevitable para viabilizar los argumentos sobre las vir-
tudes de la auto-organización locales/regional y la viabilidad de las formas acu-
mulativas descentralizadas, el enfoque nuevo regionalista queda, sin embargo, im-
pedido de afrontar explicativamente los fundamentos tanto de la profundización de
las desigualdades espaciales como de la formulación de estrategias superadoras de
las mismas.
Con relación al primer aspecto, dicho enfoque carece de capacidad analítica
para dar cuenta de la forma en que esas redes económicas y políticas globales han
actuado —y continúan haciéndolo— en escenarios como el latinoamericano, por
un lado, funcionalizando las formas de regulación e integración productivas regio-

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nales hacia un selectivo, fragmentario y subordinante patrón de integración, inhá-
bil —y en muchos casos amplificatorio— de las desigualdades espaciales. Al mismo
tiempo, el segundo aspecto opera obstaculizando comprender la formación de nú-
cleos de acumulación y de implicación estatal —incorporados como elementos cen-
trales al analizar el segundo de los enfoques— que permitan desplegar trayectorias
nacionales con capacidad de actuar como centro de respuesta/defensa nacionales.
La exaltación nuevorregionalista queda asimismo impedida de comprender
cómo, en el excepcional desarrollo de esos centros de respuesta del Este Asiático,
la modalidad constructiva endógena del proceso de acumulación y el soporte esta-
tal a esa excepcional conformación han sido forjados sobre una lógica espacial-
mente jerárquica que, si bien contribuyó en el establecimiento de las condiciones y
fortalezas para que un grupo reducido de países logre la rotura de la condición
periférica, consolidó paralelamente el desequilibro espacial intranacional y las asi-
metrías regionales.
Visualizado nuevamente como un proceso en constante cambio, no resulta difi-
cultoso constatar la prolongación del dinamismo asiático bajo la enorme escala y
capacidad propulsiva del proceso de acumulación chino que, lejos de resolver inter-
namente sus tensiones sociales y espaciales, ha mostrado la convivencia del dina-
mismo con procesos recrudecidos de desigualdad social y espacial. Paralelamente,
ello se ha desplegado con la resurgencia de las estrategias neoliberales que se im-
pulsan a través de las redes económicas y políticas globales y su aptitud para calar
sobre los pioneros reservorios desarrollistas y su capacidad de respuesta. La neoli-
beralización de esas experiencias a través del impulso de un proceso desregulatorio
y financiarizador —por ejemplo, la coreana—, opera como marco explicativo de las
renacidas desigualdades sociales al interior del Este Asiático e inviabiliza en ese
escenario una estrategia espacialmente coherente y reversora de las asimetrías in-
tranacionales.
Ahora bien, para abordar esto se reintroducen y articulan elementos emergen-
tes del análisis crítico de los enfoques presentados anteriormente (cadenas de valor
global y variedades de capitalismo). Ello posibilita no solo escudriñar las debilida-
des analíticas de los dominantes abordajes del nuevo regionalismo y actuar incluso
superadoramente sobre sus limitaciones, sino también observar la forma a través
de la cual los propios insumos de este enfoque —que son usados desconectada-
mente de la conflictiva lógica de las redes globales y las trayectorias nacionales—
operaron como instrumentos de fragmentación viabilizados por las estrategias de
neoliberalización. Es decir, el enfoque resulta funcional a las estrategias que refuer-
zan la histórica desigualdad socioespacial —como el caso de América Latina— e
incluso revierten anteriores procesos de igualación en este último campo —como
en el Este Asiático.
Finalmente, al observar en forma articulada los elementos comunes y específi-
cos que surgen del análisis crítico de los tres enfoques, emerge una base coherente
para un ejercicio creativo desde el cual (re)pensar estrategias de desarrollo desde y
para la periferia. Dichas estrategias, apuntan a conformar un nuevo arreglo insti-
tucional, un nuevo y multiescalar compromiso societal, y una revisada forma de
acumulación y redistribución socioespacial sustentada en el involucramiento cre-
ciente de actores y territorios históricamente marginalizados en —y dentro de— la
periferia. En este sentido, la dinámica reproductiva demanda tanto fortalecer su

19
autonomía como generar condiciones múltiples de reproducción que no están ne-
cesariamente mediadas por formas de mercado. Implica construir formas de desa-
rrollo regionalmente integradas bajo estrategias nacionalmente orquestadas, ca-
paces de actuar como centro de respuesta y elaboración de alternativas a las for-
mas de integración subalterna que ofrecen tanto los centros —que empalidecen
bajo la crisis de hegemonía y difuminan sus formas crecientemente financiariza-
das (Estados Unidos)—, como aquellos que emergen como nuevos y desigualado-
res centros dinamizadores del capitalismo global (núcleo de países dominantes del
Este Asiático).
En síntesis, luego de un capítulo inaugural de reconocimiento del nuevo con-
texto abierto para el emergente Sur Global y la formulación de los interrogantes
centrales, en los capítulos siguientes se desarrolla la trilogía analítica destinada a
revisar reensambladora y críticamente —desde ese escenario— los mencionados
enfoques buscando enfrentar —encadenadamente— esos interrogantes y dar cuen-
ta de los aspectos aquí adelantados.
La intención al desarrollar esta tarea en la forma en que fue esbozada no solo
expresa un desafío sino también una provocación para el ejercicio propositivo y
reimaginativo de los cientistas sociales que pueblan el Sur Global, (mal) inducidos
a asimilar acríticamente enfoques y teorías que, gestadas desde el norte, no dan
cuenta de la sobreviviente subalternidad que atraviesa —incólume— la vertiginosi-
dad de los cambios.

20
ABREVIATURAS

AL América Latina
BID Banco Interamericano de desarrollo
BM Banco Mundial
BRICS Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica
CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe
CGM Cadenas Globales de Mercancías
CSPIE Configuración Socio-Productiva, Institucional y Espacial
CT Clases Transnacionales
CVG Cadena de Valor Global
CW Consenso de Washington
EA Este Asiático
EB Estado de Bienestar
ELM Economía de Libre Mercado
EMC Economía de Mercado Coordinado
EMJ Economía de Mercado Jerárquico
EN Sistemas Encastrados
ER Enfoques Regulacionistas
ESA Estructura Social de la Acumulación
ETs Empresas Transnacionales
FMI Fondo Monetario Internacional
IED Instituto de Estudios de Desarrollo
IED Inversión Extranjera Directa
ILPES Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social
ISI Industrialización por Sustitución de Importaciones
NA Núcleo de Acumulación
NG Norte Global
NR Nuevo Regionalismo
NU Naciones Unidas
OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
OFI Organismos de Financiamiento Internacional
OIT Organización Internacional del Trabajo
OMC Organización Mundial del Comercio
ONUDI Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial
OS Organismos Supranacionales
PAE Programas de Ajuste Estructural
PIB Producto Interior Bruto
PLA Productivismo Local Asociativo
RA Régimen Acumulativo
REG Redes Económicas Globales

21
RGP Redes Globales de Producción
RPG Redes Políticas Globales
SG Sur Global
SSP Sistema Social de Producción
SSPI Sistema Social de Producción e Innovación
TAR Teoría del Actor-Red
TSM Teoría del Sistema-Mundo
UE Unión Europea
UNCTAD Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
VC Variedades de Capitalismo
WE Welfare State

22
INTRODUCCIÓN

Si escribir historia significa hacer historia del presente, es gran libro de


historia aquel que en el presente ayuda a las fuerzas en desarrollo a
devenir más conscientes de sí mismas y, por tanto, más concretamente
activas y creativas.
GRAMSCI (1986: 80)
Hoy puedo decir que fui un heterodoxo. Y agregar que las heterodo-
xias, así como las herejías, desempeñan un importante papel en la his-
toria de los hombres. Cuando en una sociedad se impone el consenso
es porque atraviesa una etapa poco creativa. Al apartarse del consenso,
el joven economista percibirá que los caminos que ya trillaron otros
tienen poco valor. Notará enseguida que la imaginación es un poderoso
instrumento de trabajo y que debe ser cultivada. En poco tiempo per-
derá la reverencia frente a lo que está establecido y compendiado. Y en
la medida en que piense por cuenta propia, con independencia, con-
quistará la autoconfianza y perderá la perplejidad.
FURTADO (2002: 12)
They should be aware of the fact that very much of these theories are
partly rationalizations of the dominant interest in the advanced and
rapidly progressing industrial countries... it... would be pathetic if the
young social scientists of the under-developed countries got caught in
the predilections of the thinking in the advanced countries, which are
hampering the scholars there in their efforts to be rational but would
be almost deadening to the intellectual strivings of those in the under-
developed countries. I would instead wish them to have the courage to
throw away large structures of meaningless, irrelevant and sometimes
blatantly inadequate doctrines and theoretical approaches and to start
out from fresh thinking right from their needs and their problems.
MYRDAL (1956: 77)

1. Transformaciones en el nuevo mapa geoeconómico global

1.1. Crisis en los centros y emergencia del Sur Global

Vivimos una era de profunda transformación de la sociedad capitalista. La agu-


da crisis financiera disparada en 2008 parece representar una clara necesidad de
redefinición y regreso a la saludable y expansiva dinámica experimentada por el
mundo desarrollado durante la posguerra y luego de la crisis desatada en los setenta.
No hace tantos años, se afirmaba con escasa resistencia la consolidación de la tría-
da en la cual Europa, Estados Unidos y Japón ratificaban la posición hegemónica en el
orden global (Ohmae, 1985). Pocos centros académicos y pronosticadores de turno en
las ciencias sociales parecían dispuestos a desafiar esta estructura, no solo altamente
jerarquizada, sino reafirmadora del papel protagónico de los países centrales.

23
Sin embargo, aunque con origen en las últimas dos décadas, ha sido particular-
mente en los diez primeros años del nuevo siglo que se ha hecho visible la gestación
de un nuevo ordenamiento geopolítico y geoeconómico del capitalismo que no solo
obliga a redefinir lecturas que hasta hace poco han sido dominantes sino que dispa-
ra un conjunto importante de interrogantes.
Ese nuevo ordenamiento da cuenta de la palpable ralentización en el creci-
miento de los países desarrollados y, como se observará en el Capítulo I, un visible y
creciente dinamismo de lo que desde el centro del sistema mundo capitalista se ha
denominado el «Sur Global».1 En tal contexto, la crisis de 2008, más que una crisis
estrictamente financiera, refleja un proceso estructural que agrega cuestionamien-
tos a la capacidad hegemónica de Estados Unidos y, más genéricamente, del con-
junto de países desarrollados para estructurar el orden global.
En tal contexto se ha podido consolidar el liderazgo de Asia desde los años
ochenta como nueva cabecera dinamizadora del sistema mundo. Primero a través
de Japón y luego, a partir de los noventa, con la avasallante irrupción de China que,
a juicio de algunos, coloca progresivamente al gigante asiático como «la unidad»
que disputará «el relevo» en la hegemonía del nuevo ciclo de acumulación (Arrighi,
2007).2 Sin embargo, aun con el palpable ascenso de China (Li, 2008), dicho relevo
no resulta inminente sino envuelto en un escenario complejo en el que la decaden-
cia americana no parece precipitarse con la celeridad que algunos pronosticaron
(Fiori, 2008) y en donde la emergencia de China se posicionaría más bien como un
doble y dependiente polo del dinamismo global (Medeiros, 2006).
En tanto el dinamismo de China no resulta aislado de un inédito protagonismo
del Sur Global, el emergente es un mundo con estructura multipolar, protagoniza-
do en primer lugar por otros —grandes— países que forman el selecto grupo de
megaunidades nacionales aglutinadas en torno a los BRICs,3 así como otro grupo

1. La noción de Sur Global es un concepto emergente de la academia anglosajona y en la acción


política institucional del centro (véase Mohanty, 2003; Sheppard y Nagar, 2004). A lo largo de este
libro lo hemos adoptado en un sentido comprensivo para referirnos al espacio donde el capitalismo y
su compleja red económica y política global opera a través de un proceso de subalternidad y exclu-
sión de sus actores respecto de las cadenas de valor global. Dicho proceso tiene lugar como resultado
de que las actividades centrales y más dinámicas permanecen fuera de ese espacio periférico, situán-
dose en el centro del sistema-mundo visto en su conjunto. En este sentido, la actual división norte-sur
no tiene que ver con fronteras geográficas sino que hace referencia a las históricas y actuales divisio-
nes de trabajo y riqueza que han llevado al desarrollo desigual y a las divisiones socioespaciales que
se construyen a través de este proceso. Es en virtud de lo dicho que, a lo largo del trabajo, las denomi-
naciones «Sur Global» y «periferia» son utilizadas indistintamente.
2. Como indican Maddison y Wu: «En las pasadas dos décadas, China ha sido la economía de
mayor crecimiento del mundo. En 1982, superó a Alemania como la tercera economía más grande
del mundo, en 1992, superó a Japón como la segunda economía más grande. En 2003, su PIB fue de
alrededor del 73 % de EE.UU. Parece probable que superará a EE.UU. y se convertirá en el número
uno» (2007: 1).
3. El acrónimo fue instituido en 2001 por Goldman Sach para analizar el performance de cinco
países, que incluían China, India, Brasil, Rusia y (Sudáfrica), y proyectar su realidad hacia 2050.
Dichas proyecciones han seguido en sucesivos informes para indicar que dichas economías, no obs-
tante la crisis iniciada en 2008, han podido desplegar un mejor performance ante la crisis, al tiempo
que para resaltar que China podría venir tan grande como Estados Unidos en 2027 y los BRICs tan
grandes como el G7 para 2032: http://www.goldmansachs.com/our-thinking/topics/brics/brics-repor-
ts-pdfs/long-term-outlook.pdf

24
de unidades nacionales que destacan no por su tamaño sino por su dinamismo.4 En
conjunto, todos esos países representan esencialmente, y con algunas excepciones,
el Sur Global.5 Lo que resulta incuestionable es que el protagonismo de esos gran-
des países, así como del Sur Global como un todo, implica que el dinamismo del
sistema capitalista parece depositarse sobre una base poblacional y territorial cla-
ramente más extensa —menos selectiva— (Orgaz, Molina y Carrasco, 2011).6
No obstante, esta novedosa y en cierta medida auspiciosa realidad —signada
por el protagonismo del Sur Global— no debe confundirse con la emergencia de
un mundo menos jerárquico y desigual. Es decir, más allá de algunas miradas
optimistas sobre las potenciales ventajas que se abren para la periferia (Arrighi,
2007),7 el mapa económico institucional parece dominado por una continuidad
de las jerarquías y las desigualdades del sistema mundo capitalista (tanto entre
países, como en la dimensión social y espacial al interior de los mismos). En tal
sentido, como procuramos mostrar en el Capítulo I, por un lado, perdura la con-
figuración jerárquica y desigual de la estructura centro, periferia y semiperiferia
(Mahutga, 2006) y, por otro, se crean nuevas formas desigualatorias y subordinan-
tes al interior del —ahora— dinamizado y dinamizante Sur Global, producto de
trayectorias históricas diferenciadas.
Así, al interior del «Sur» la capacidad de configuración macrorregional a partir
del papel de distintos espacios nacionales expuesto por el Este Asiático, parece ha-
ber podido desplegar un proceso de integración macrorregional inicialmente moto-
rizado por Japón, y más recientemente por China, que no tuvo ningún correlato
cuanti-cualitativo en América Latina y África. No obstante el acecho liberalizador
que amenaza con su desmantelamiento, el Este Asiático —con todas sus especifici-
dades— ha desplegado un proceso de integración comparativamente cualificado y
fortalecido, por un lado, por una dinámica manufacturera con creciente control de
las funciones de mayor valorización bajo una activa intervención estatal y una suje-
ción del sistema financiero a la dinámica productiva (Wade, 2006), acompañado,
por otro lado, por una mejora en la equidad social (Jomo, 2003, 2005, 2006). La
ausencia de estos patrones en las dinámicas macrorregionales de América Latina (y
más aún de África), ha venido generando —al interior del Sur Global— un proceso
de articulación productivo y comercial de esos escenarios macrorregionales con el
Este Asiático que, lejos de reflejar una transformación en las relaciones de subordi-

4. A finales de 2010, el BBVA Research creó una nueva agrupación de mercados emergentes (ME)
llamada EAGLEs («Emerging and Growth-Leading Economies», es decir, las economías emergentes
que lideran el crecimiento global), cuya contribución al crecimiento económico mundial en los próxi-
mos diez años se espera que sea superior al promedio de las economías industrializadas líderes, los
países del G6 (debido a su tamaño, Estados Unidos queda excluido como referencia, pero no para
comparaciones con los EAGLEs).
5. Las llamadas «economías emergentes y en desarrollo» abarcan casi 100 millones km2 de super-
ficie y representa el 76,5 % del total mundial. Los BRICs componen una superficie de 33 millones 400
mil km2, apenas el 29,6 % del total, con Rusia y China como los dos países más grandes del mundo;
Brasil el quinto e India el séptimo. Ver: Orgaz, Molina y Carrasco (2011).
6. En términos demográficos, el dinamismo está asentado sobre espacios crecientemente repre-
sentativos de una enorme mayoría de la población mundial, con una proyección creciente, dado el
especial dinamismo de África y Asia (PRB, 2012).
7. En el caso de Arrighi, como es conocido, dicho optimismo se fundó en el ascenso de la tradi-
ción «no expoliativa» de China (Arrighi, 2007).

25
FIGURA 1. Dinámicas divergentes del Norte Global y Sur Global

FUENTE: elaboración propia.

nación y expoliación, parece recrear cualitativamente formas similares a las que


dieron fundamento a los conceptos centro-periferia.
Por su parte, desde el punto de vista de la dinámica interna de los países, los
grandes animadores (de acuerdo con su tamaño) del Sur Global (BRICs) agregan a
esas viejas y nuevas jerarquías globales las desigualdades espaciales y sociales al
interior de sus espacios (OCDE, 2011), donde la propia China (Fan y Sun, 2008),
junto a India, Brasil y Rusia, son exponentes mundiales de altas tasas de crecimien-
to con pervivencia —y en buena medida agravamiento— de esa desigualdad. Sin
embargo, estas desigualdades no son restringidas solo a esas macroeconomías na-
cionales de la periferia, sino que, como veremos mejor en el Capítulo IV, alcanzan
también regiones con una larga tradición de desigualdad espacial como América
Latina (ILPES, 2009; Riffo, 2011; Kanbur et al., 2005), e incluso aquellas que han
protagonizado el dinamismo del Este Asiático antes de China (Hill, 2002).

26
En resumen, dos hechos contrastantes conviven en la transformación geo-eco-
nómica global: por un lado, un proceso de transformación marcado por una pérdi-
da de dinamismo del norte pero, asentado en una estructura en la que preserva su
privilegiado posicionamiento en la perviviente estructura jerárquica de sistema
mundo; por otro lado, y bajo dicha estructura, una ampliación de la base demográ-
fica y territorial del dinamismo sistémico, fundado en un crecimiento sostenido del
Sur Global por encima del norte y del promedio mundial —especialmente en la
última década— que contrasta con la emergencia —en su interior— de trayectorias
nacionales y macrorregionales sustancialmente diferentes que recrean la posibili-
dad de nuevas subordinaciones y asociaciones desigualadoras conviviendo con no
revertidas desigualdades socioespaciales (Figura 1).

1.2. Pensar el desarrollo de la periferia en el nuevo mapa geoeconómico global

La convivencia de ampliadas desigualdades sociales y espaciales al interior de


los ámbitos nacionales que dinamizan el Sur Global, así como las asimetrías en las
performances de las macrorregiones dentro del mismo, abren un conjunto de inte-
rrogantes esenciales respecto del desarrollo del mundo periférico que, en buena
medida, orientan este trabajo:

¿Cuáles son los instrumentos institucionales y económicos que determinan aque-


llas formas de inserción que viabilizan u obstaculizan el desarrollo? ¿Cómo operan
en ellas las dimensiones globales, nacionales y regionales?
¿Cuáles son los aspectos o elementos esenciales que tienen lugar al interior de las
trayectorias nacionales para viabilizar procesos diferenciados de integración macro-
rregional y lógicas de inserción cualitativamente divergentes en ese escenario global?
¿Cómo juegan esos aspectos en las formas de articulación que vienen desarro-
llándose al interior del Sur Global, más precisamente, cuáles son los elementos que
han permitido desarrollar trayectorias nacionales y procesos de integración macro-
rregional específicos y diferenciados en la compleja trama del capitalismo global?
¿Cuáles serían los elementos nacionales que resultan prioritarios en escenarios
como el latinoamericano para evitar nuevos procesos de integración que recrean
las modalidades subordinantes que presenta la consolidación del dinamismo asiáti-
co y de China en particular?
¿Cómo las dinámicas regionales y las trayectorias nacionales deberían articu-
larse para desarrollar patrones económico/espaciales menos concentrados y des-
igualadores como los que dominan el escenario asiático y el latinoamericano?

1.3. Identificar herramientas para formular respuestas

La posibilidad de enfrentar ese conjunto de interrogantes que desafían las for-


mas de pensar y operar la articulación de las dimensiones global, nacional y regio-
nal del desarrollo, demanda no obstante dar respuestas previamente a otro cuestio-
namiento esencial: ¿cuáles son las herramientas teóricas y metodológicas con las
que contamos para hacer frente a estos interrogantes?

27
Todo el emergente geopolítico y geoeconómico que hemos resaltado previa-
mente, enfatizando la emergencia del Sur Global, así como las preguntas sobrevi-
nientes, deben ser necesariamente enmarcadas dentro del complejo proceso de re-
estructuración y re-escalonamiento espacial (Jessop, 2002; Brenner, 2004) y organi-
zativo funcional (Scott y John, 1988; Harvey, 1990; Piore y Sabel, 1984) operado en
el capitalismo, así como de las especificidades y nuevas interrelaciones asumidas
por sus tres escalas: global, nacional y regional/local. Dichas dimensiones y nuevas
interrelaciones aparecen mutuamente inter-penetradas y en constante redefinición,
lo que impide deslindarlas y, más aún, observarlas como instancias estáticas.
La emergencia de una dinámica globalizadora que ha puesto inéditamente a
operar al capitalismo a escala global en tiempo real (Castells, 1997) ha conllevado
una redefinición del papel de las jerarquías nacionales y sus Estados, aunque sin
diluir el estratégico campo de intervención de estos últimos (Dicken, 1998, 2005;
Jessop, 2002), y ha reposicionando estratégicamente el papel que cabe a las regio-
nes y diferentes formas de desarrollo subnacional (Scott y Storper, 2007; Ohmae,
1995; MacLeod, 2001).
En ese complejo escenario, y como respuesta al interrogante antes formulado, en
las últimas dos décadas al menos tres enfoques teóricos con sus específicos dispositi-
vos conceptuales y metodológicos han ganado fortaleza a escala internacional, abor-
dando cada una de esas dimensiones con énfasis específicos en cada una de ellas.
Por un lado, el enfoque asociado a los análisis de las cadenas de valor globales,
que trata de dar cuenta de la manera en que se conforman y quiénes controlan las
redes globales de producción y comercialización que configuran e interpenetran las
dinámicas económicas del Norte como del Sur Global; por otro lado, los enfoques
articulados a las variedades de capitalismo han dado continuidad a un rico desarro-
llo de análisis comparados centrados en la especificidad de las trayectorias nacio-
nales y sus respuestas o adaptación a los procesos de crisis y cambio en el escenario
global. Finalmente, el enfoque fundado en el nuevo regionalismo ha puesto el acen-
to en la significación adoptada por formas subnacionales como campo de respuesta
a los procesos de globalización y a la generación de sus redes globales.
Localizando sus raíces hacia mediados de los años ochenta, estos tres enfoques
experimentaron desarrollos paralelos, obtuvieron su consolidación a lo largo de los
años noventa y, aun con sus restricciones y redefiniciones, profundizaron su pro-
ducción en torno a estas en lo que va de iniciado el nuevo siglo. Compartiendo ese
desenvolvimiento temporal, las líneas generales de estos enfoques, que seguida-
mente presentamos, disparan un conjunto de renovados interrogantes que marcan
sus limitaciones por carecer de respuestas a los mismos y explican la necesidad de
operar superadoramente una articulación de las dimensiones global, nacional y
regional, pensando dicha articulación desde el emergente Sur Global.

1.4. Globalización a través de redes. ¿Aniquilando el espacio nacional


desde la centralidad de las cadenas de valor global?

La década de los noventa fue testigo de un acalorado debate sobre la existencia,


significados, alcance y transformaciones operadas por el proceso de globalización.
Entre los aspectos destacados de ese debate desplegado a lo largo de casi dos déca-

28
das, resalta: su carácter novedoso (Castells, 1996); su relevancia cualitativa y cuan-
titativa y el cuestionamiento de su verdadera existencia (Hirst y Thompson, 1996;
Ohmae, 1997); el escepticismo sobre sus efectos (Held y McGrew, 2007; Petras y
Veltmeyer, 2003); y también el optimismo sobre sus alcances (Banco Mundial, 2001).
No obstante la diversidad de perspectivas y el posicionamientos que acompaña-
ron el análisis de este proceso, es indudable que un aporte estratégico en el esclare-
cimiento de la globalización y su especificidad ha venido de la mano de la introduc-
ción de la noción de redes (Castells, 1996). Inicialmente, instalada en un campo
más bien abstracto, primero desde las contribuciones provenientes desde la socio-
logía que intentaron con poco éxito alternativizar los límites de la concepción neoclá-
sica del individualismo metodológico (Granovetter, 1985), y luego para operar en el
campo de la sociológica de las ciencias, a través de los aportes de la Actor Network
Theory (Latour, 2005), la concepción de redes penetró —finalmente— en forma con-
sistente en la comprensión de los procesos económicos de la globalización y sus
relaciones con el desarrollo a través de las contribuciones formuladas en torno a las
cadenas de valor global (Gereffi y Korzeniewicz, 1990; Gereffi, 1995, 1994; Gereffi y
Kaplinsky, 2001).
Inspirado inicialmente en los desarrollos de la escuela del capitalismo históri-
co, bajo la denominación de cadenas globales de mercancías (Hopkins y Wallers-
tein, 1994), este enfoque de las cadenas de valor global ha sido propuesto como un
instrumento conceptual y metodológico esencial y novedoso para analizar el com-
plejo campo de transformaciones cualitativas de las formas de organizar los proce-
sos de producción y realización del capital más recientes. En tal contexto, el enfo-
que fue presentado como una perspectiva y, a su vez, como un/el instrumental
adecuado para comprender la forma en que los distintos actores y lugares/territo-
rios del centro y la periferia, y del norte y del sur, se involucran y distribuyen el
poder en los procesos de globalización,8 así como la forma en que dichos actores y
espacios son gobernados dentro de las redes económicas globales (Gereffi, 1999,
2005). Finalmente, el enfoque se ha propuesto contribuir al conocimiento de la
forma como en el marco de esas «redes globales gobernadas», los actores y espa-
cios que conforman ese «gobierno» pueden ganar posicionamientos en la globali-
zación (Kaplinsky, 2000).
Esta auspiciosa posibilidad abierta por el relato del enfoque de cadenas de valor
global de conocer cómo funcionan las redes económicas y sus actores y —en dicho
marco— potenciar sus posibilidades no solo ha captado el interés de una gran can-
tidad de centros académicos en todo el mundo, sino que ha disparado el interés de
gran parte de los organismos supranacionales que operan en el Sur por asimilar el
enfoque como instrumento teórico-metodológico y como insumo central de una

8. En la visión de Sturgeon y Gereffi, «el análisis de cadenas de valor global destaca tres caracte-
rísticas básicas de cualquier industria: 1) la geografía y el carácter de los vínculos entre las tareas o
etapas, en la cadena de actividades de valor agregado; 2) cómo se distribuye y se ejerce el poder entre
las empresas y otros actores de la cadena; y 3) el papel que juegan las instituciones en la estructura-
ción de las relaciones comerciales y de la localización industrial. Estos elementos ayudan a explicar
cómo las industrias y lugares evolucionan, y ofrecen indicios sobre los posibles cambios en el futuro.
La metáfora de la cadena es deliberadamente simplista. Se centra en la localización del trabajo y los
vínculos entre las tareas como un simple producto o servicio que hace su camino desde la concepción
hasta su uso final» (2009: 4).

29
FIGURA 2

FUENTE: elaboración propia.

multiplicidad creciente de programas por ellos impulsados.9 Dicha asimilación ha


corrido paralela con la incorporación, sin mucho debate al respecto, de la idea
propuesta por los propios creadores del enfoque acerca del desplazamiento del Es-
tado-nación y de las políticas estatales como principal locus de la acumulación y el
desarrollo (Gereffi y Korzeniewicz, 1994).
La afirmación desde el centro sobre la presencia creciente e inevitable de las
cadenas de valor global y, paralelamente, esta exclusión del Estado nacional, para-
dójicamente invitando a capitalizar la inserción en éstas a los actores académicos e
institucionales del Sur Global, dispara un conjunto de preguntas:

— ¿En qué medida brinda este enfoque herramientas consistentes para visuali-
zar/reconfigurar los posicionamientos periféricos y las formas de subordinación?
— ¿Cómo se explica que los organismos supranacionales hayan sustituido bue-
na parte de las herramientas neoclásicas que fortalecieron las fracciones más con-
centradas y transnacionalizadas del capital productivo y financiero, por estas otras
que, al menos como se anuncia, están orientadas a esclarecer los pasos estratégicos
de aquellos actores más pequeños y débiles del Sur Global?
— ¿En qué medida, posicionados desde el sur, puede sostenerse que los Esta-
dos-Nación y las políticas estatales han cedido significativamente relevancia como
sostienen los propulsores de las cadenas de valor global?
— ¿Hasta qué punto es posible prescindir del Estado-nación para pensar for-
mas de cualificación de los actores del Sur Global en las redes globales existentes, o
en la generación de redes alternativas?
— ¿Pueden los análisis y las políticas fundadas en el análisis de redes globales
hacer solo eje en las formas de organización de las empresas sin tener en cuenta las
estructuras institucionales nacionales coordinadas centralmente por el Estado?
— ¿Resulta suficiente un examen de las redes globales que conforman las cade-
nas a partir de las firmas y los actores locales para evaluar la capacidad de desarrollo
regional/local y la calidad de la inserción internacional, sin poner en consideración el
papel de las trayectorias y dinámicas institucionales y económicas nacionales?

9. Ver Capítulo I.

30
— ¿Pueden las dinámicas subnacionales (regionales/locales) ser orgánicamente
incorporadas desde el dinamismo del sur a las redes globales, prescindiendo de esa
escala nacional? ¿Esas perspectivas poseen capacidad de explicar las performances
—nacionales y macrorregionales— diferenciadas que vayan teniendo lugar al inte-
rior del Sur Global y las formas de subordinación derivadas de allí?
— ¿Son prescindibles los anclajes nacionales de las empresas transnacionales
que controlan las redes globales?

1.5. Revivir los procesos nacionales y las instituciones: ¿pero sin las dinámicas
globales y regionales?

En contraposición a la perspectiva global asumida por el enfoque de cadenas de


valor global y el dominio de ideas que relativizan la escala nacional y el papel de los
Estados-nación, una estimulante perspectiva académica desarrollada desde los años
setenta —bajo el paraguas del enfoque institucional— ha propuesto un examen
cercano a las específicas trayectorias nacionales y los modelos nacionales de desa-
rrollo. Con algunas diferencias, desde esa base se ha promovido una estrategia com-
parativa que intenta explicar tanto el proceso global como las respuestas domésti-
cas a partir de las diferencias nacionales. En otras palabras, se inducía a pensar
cómo el proceso global necesita ser considerado desde la estructura de las configu-
raciones nacionales específicas.
La perspectiva de las relaciones internacionales y los enfoques de política eco-
nómica, todos ellos derivados principalmente de la ciencia política y particular-
mente influenciados por un marco teórico institucional, trajeron al debate acadé-
mico una perspectiva comparativa nacional como forma de analizar la respuesta
dada por los diversos países durante el capitalismo de posguerra y más tarde en el
proceso de reestructuración industrial de los setenta (Katzenstein, 1985; Gourevit-
ch, 1986; Johnson, 1982, 1984). La mayor parte de estas perspectivas ha destacado
la relevancia de tener en cuenta, a partir de una escala nacional, las variedades de
respuestas institucionales del capitalismo y los acuerdos de las (diferentes) trans-
formaciones industriales, tanto en los países industrializados como en los «en vías
de desarrollo», al igual que la zona de Asia oriental (Johnson 1982, 1984).
Aunque muchas de esas contribuciones trabajan con diversas herramientas con-
ceptuales, comparten una base común fundada en el reconocimiento de que existen
diferentes, posibles y variables configuraciones institucionales a nivel nacional que,
condicionadas por particulares trayectorias (path dependences), se articulan con las
normas externas (supranacionales o globales) para producir determinados mode-
los nacionales de desarrollo.
Aportaciones más recientes, orientadas principalmente a las experiencias del
Este Asiático, dieron continuidad y nuevas perspectivas estimulantes para los mar-
cos nacionales y comparativos (Evans, 1994; Amsden, 2004). Sin embargo, fue el
best-seller Capitalismo versus capitalismo de Michael Albert (1993) la primera pro-
puesta explícita orientada a la identificación, sistematización, y comparación entre
los específicos modelos nacionales de los países industrializados. Siguiendo los pa-
sos de Albert, pero con una propuesta académica más sofisticada y aún desde un
enfoque institucional, Peter Hall y David Soskice (2001), a través de la publicación

31
FIGURA 3

FUENTE: elaboración propia.

Variedades de capitalismo, hicieron una contribución más actual y determinante


para la comprensión de las formas institucionales que permiten diferenciar los
modelos de desarrollo capitalista. Centrados en dos tipologías básicas —Economía
de Mercado Liberal y Economía de Mercado Coordinada—, ponen en debate un
grupo de aspectos complementarios sobre los cuales los específicos modelos nacio-
nales han sido configurados históricamente.10
A partir de la publicación de Hall y Soskice (2001), emergió un amplio debate en
torno a los conceptos de variedades de capitalismo y temas relacionados (Crouch,
2005), siendo probablemente las contribución relacionadas al concepto de Sistema
Social de Producción (Hollingsworth, 1998) y Sistema Social de Producción e Inno-
vación (Amable, 2000, 2003; Boyer, 2005), la contribución más provocativa y enri-
quecedora tanto por el reconocimiento del hecho mismo como por la identificación
de las diferencias y especificidades de los modelos nacionales que no son solo rele-
vantes para producir un diagnóstico adecuado sino también para formular estrate-
gias pertinentes de desarrollo.
Debido a lo señalado, en oposición a la perspectiva de cadenas de valor global,
las dimensiones global y regional aparecen largamente relativizadas y deficiente-
mente problematizadas y en general interpretadas desde el comportamiento de la
dimensión nacional. Diversos cuestionamientos, por lo tanto, interpelan al enfoque
y requieren respuestas.
Con relación a la dimensión global, y visto desde el Sur Global, es necesario
encontrar respuestas a los siguientes interrogantes:

— ¿Pueden evaluarse las especificidades de las estructuras y las dinámicas na-


cionales prescindiendo de la forma de inserción subordinada (América Latina), ex-
cluidas (África) o con razonable autonomía (Este Asiático) que expresan las dife-
rentes trayectorias nacionales de la periferia?

10. Hall y Soskice (2001) identifican cuatro elementos esenciales para ser cuidadosamente exa-
minados en cada modelo nacional: las relaciones industriales; la educación y capacitación; las rela-
ciones interempresariales; y la finanza corporativa y gobernanza.

32
— ¿Pueden las dinámicas nacionales ser evaluadas como un todo específico sin
atender a la forma en que las redes/cadenas globales forjadas en el «centro» pene-
tran sus dinámicas y condicionan sus respuestas en los escenarios periféricos?
— Dichas cadenas y sus condicionantes elementos, ¿no resultan ser imprescin-
diblemente tenidos en cuenta para comprender los márgenes de autonomía así como
las necesidades y obstáculos que poseen los actores regionales al interior de las
trayectorias nacionales?
— ¿En qué medida las decisiones extra-nacionales configuradas en el marco de
esas redes, operan condicionadora o potenciadoramente sobre las especificidades
nacionales que configuran las variedades del capitalismo en el Sur Global?
— ¿En qué forma las empresas transnacionales, con matrices en los países cen-
trales y liderazgo en las redes globales, condicionan las formas económicas e insti-
tucionales y las estrategias nacionales de los países del Sur Global?
— ¿Cuáles son las condiciones y elementos que pueden y deben reunir las es-
tructuras nacionales para una inserción global cualificada y el desarrollo de una
estructura productiva espacial y socialmente equitativa?
— ¿Cómo las características de las cadenas/redes globales condicionan las con-
figuraciones nacionales y sus formas de respuesta a la inserción internacional?
— ¿Cuáles son los elementos que determinan las especificidades de las configu-
raciones nacionales e institucionales y las respuestas de éstas a los procesos de
globalización?

En tanto, siempre posicionados desde el Sur Global, en cuanto a la dimensión


regional, los interrogantes pueden formularse de la siguiente forma:

— ¿Qué papel juegan las regiones en aquellas estrategias y procesos localizados


nacionalmente?
— ¿Pueden las dinámicas regionales ser incorporadas dentro de las relaciones
global y nacional y, en tal caso, pueden ser pensadas solo como replicaciones de las
trayectorias nacionales en los actuales procesos de transformación?
— ¿Las regiones son actores irrelevantes o necesariamente subalternos al mo-
mento de comprender las trayectorias y posibilidades nacionales?
— ¿Las trayectorias nacionales pueden ser explicadas por sus diferentes reali-
dades regionales, políticas e instituciones? ¿O las dinámicas regionales pueden ser
relevantes para explicar diferentes especificidades nacionales y macrorregionales?
— ¿En qué medida el examen de las dinámicas históricas nacionales puede
reflejar procesos que tienen lugar en todo el territorio y no solamente un fenóme-
no que pertenece a espacios particulares (los centrales) dentro de los espacios
nacionales?
— ¿Con qué alcance las trayectorias nacionales pueden establecer las condicio-
nes requeridas para una dinámica integradora, capaz de incorporar regiones en
una forma integradora e igualadora?
— ¿Cómo intervienen y en qué forma se relacionan las dinámicas regionales
con aquellos elementos que dan especificidad a las trayectorias nacionales en el Sur
Global?
— ¿Qué papel juegan las dinámicas regionales en las relaciones entre los proce-
sos globales y las trayectorias nacionales?

33
— ¿En qué medida y forma el análisis y la acción sobre esas dinámicas pueden
conseguir dar cuenta de la reproducción de las formas de fragmentación y desigua-
lación así como contribuir a la superación de la desigualdad espacial?

1.6. La reestructuración global vista desde las regiones: ¿evacuando «modelos»


e «imaginarios» nacionales?

Finalmente, durante casi dos décadas y media, hemos presenciado una fuerte
re-emergencia de la teoría del desarrollo local y regional, basada inicialmente sobre
macroperspectivas como las de la especialización flexible y la teoría de la regula-
ción. Estudios pioneros del distrito industrial, como el de Bagnasco (1977) y Brusco
(1982), nutrieron las bases para un argumento macro, más tarde desarrollado por
académicos anglosajones (Piore y Sabel, 1984; Hirst y Zeitlin, 1991) acerca de la re-
emergencia regional en el contexto de la crisis fordista y las nuevas formas flexibles
de producción emergentes a partir de entonces (Scott, 1988). Bajo ese contexto de
re-emergencia, el concepto de Sistemas Regionales de Innovación —fuertemente
influenciado por la perspectiva evolucionista (Freeman, 1995; Nelson, 1993; Nelson
y Winter, 1982; Lundvall, 1992)—, y el de Clusters —primariamente introducido
desde el enfoque de gestión por Michael Porter (2000)— resultaron los exponentes
más reconocidos del nuevo regionalismo (Keating, 1998; MacLeod, 2001; Lovering,
1999).11 Estas contribuciones fueron consolidando la relevancia de la focalización
en lo «regional» tanto a través del análisis de las ventajas estáticas asociadas a la
organización flexible de la producción y la división espacial del trabajo (Scott, 1988),
como también sobre el significado del aprendizaje colectivo y la innovación (Cape-
llo, 1999; Lawson y Lorenz, 1999).
Las teorías de desarrollo local y regional, con sus contribuciones y aportes teó-
ricos específicos, han empujado hacia un imaginario común en el que las regiones
y localidades pasan a ocupar el centro de atención y operan como principales herra-
mientas para pensar respuestas adecuadas al proceso de globalización. No obstante
su comienzo solitario, el enfoque encontró asociación y complemento con el enfo-
que de cadenas de valor global para utilizar el escenario de las redes económicas
globales como el marco de referencia con el cual evaluar las potencialidades y desa-
fíos de la inserción de las dinámicas regionales en la competitividad global. Reco-
nociendo las condicionalidades y modalidades que fijan las formas de gobernanza
en las cadenas de valor global, el argumento regionalista ha hecho pervivir la idea
acerca del papel determinante de formas de gobernanza territorial para obtener las
mejoras (upgrade) que viabilizan la inserción exitosa en la dinámica económica
global (Pietrobelli y Rabellotti, 2004).
Ahora bien, estos conceptos y perspectivas regionales —y la incorporación del
enfoque de cadenas de valor global— no quedaron atrapados dentro del debate
académico, sino que se han vuelto también atractivos para el diseño y la formula-
ción de políticas y estrategias públicas en el centro y la periferia del capitalismo. En
ese proceso de institucionalización, los conceptos de sistemas regionales de innova-

11. Sobre el nuevo regionalismo como concepto y la tendencia académica y empírica, ver: Kea-
ting (1998), MacLeod (2001) y Lovering (1999).

34
ción y clusters se convirtieron en herramientas fundamentales para las políticas
macrovinculadas a las estrategias de desarrollo territorial e innovación regional,
por ejemplo, todas a lo largo de Estados Unidos, Canadá o Australia. Además, y
entre los países en desarrollo, instituciones muy influyentes como BID, BM, CE-
PAL, OIT, ONUDI, por mencionar solo algunas, han utilizado estos conceptos como
marco para las políticas regionales indistintamente en lugares como África, Latino-
américa o Asia (Fernández, Amin y Vigil, 2008).12
La asimilación institucional de este cuerpo conceptual vino a situar la dimen-
sión regional con una explicación/argumento/postura más compleja, multidiscipli-
naria y diferente a la postura neoclásica/liberal respecto de la dinámica espacial y
socioeconómica generada por el proceso de globalización (Scott y Storper, 2007).
No obstante, después de todo, aquella perspectiva regionalista dominante ha con-
vergido de forma involuntaria —como veremos oportunamente— dentro de los dis-
positivos neoliberales de intervención.
En cuanto a la dimensión global problematizada desde la perspectiva de cade-
nas de valor global, los enfoques regionalistas se han acoplado a la idea del fortale-
cimiento de las dinámicas regionales y locales como condiciones para obtener me-
joras en las cadenas (Schmitz, 1995; Pietrobelli y Rabelloti, 2004), pero no han pro-
blematizado aspectos esenciales que operan en esta última. En tal sentido, las formas
de gobernanza y el poder de los grandes actores transnacionales que las gobiernan
no resultan debidamente problematizados por el enfoque, con lo cual considera
que el tipo de inserción en las cadenas de valor global es restringido a la calidad del
entorno territorial.
En relación a la dimensión nacional, y a diferencia de las perspectivas institu-
cionalistas de la sociología comparada, particularmente por el enfoque de varieda-
des de capitalismo, el enfoque regionalista se plegó acríticamente al argumento
sobre la disminución y declive del rol del Estado-nación y los espacios nacionales,
como a la falta de relevancia dada al Estado en el contexto del proceso de reestruc-
turación del sistema capitalista (Ohmae, 1995). Al desplazar al Estado nacional
como centro de gravedad en el análisis espacial y social, el esquema analítico final-
mente utilizado ha sido configurado por una relación global/regional-local.
Como resultado de lo mencionado, las capacidades condicionantes (subordi-
nantes o excluyentes) que tienen lugar o pueden generarse en las redes económi-
cas globales analizadas por el enfoque de cadenas de valor global, no parecen
debidamente problematizadas, al tiempo que el papel que le puede caber a los
espacios nacionales y a los Estados-nación en la configuración de alternativas a
esas capacidades condicionantes, no parecen formar parte de la agenda del enfo-
que regionalista.
Como consecuencia de esto, es ahora la perspectiva regional dominante la que
tiene que enfrentar y dar respuesta a un grupo de preguntas no muy bien aborda-
das. En cuanto a los elementos asociados a la dimensión global de los procesos de
reestructuración y al enfoque de cadenas de valor global, dichos interrogantes po-
drían formularse de la siguiente forma:

12. Para una síntesis de la institucionalización de estos conceptos en el contexto latinoamericano


ver: Fernández, Amin y Vigil (2008).

35
FIGURA 4

FUENTE: elaboración propia.

— ¿Las condiciones de gobernanza de las cadenas de valor global, comandadas


en su mayoría por empresas transnacionales, no son evaluadas como condicionan-
tes de la gobernanzas regionales y la posibilidad de estas de determinar la forma de
ingreso a esas redes globales?
— ¿Tienen los actores regionales del Sur Global capacidad para asumir posicio-
nes de gobernanza en las cadenas?
— ¿Tienen las regiones del Sur Global las condiciones organizacionales y sus
actores la capacidad para ingresar a los segmentos más dinámicos y de mayor valo-
rización de las cadenas de valor global?
— Con relación a la dimensión nacional, los interrogantes transitan por otro
andarivel: ¿dónde se sitúan la nación y el Estado? ¿Tenemos que considerar al Esta-
do-nación como un actor desaparecido, perdido y/o vencido? ¿Cuáles son los fun-
damentos empíricos y teóricos que aseguran eso?

Y si es así, y solo —o fundamentalmente— las regiones se han convertido en


actores tan relevantes de análisis y políticas después de desplazar a la nación/Esta-
do en la era de la globalización, surge un grupo de preguntas relevantes:

— ¿Cuántas regiones del Sur Global tienen actualmente reales posibilidades de


ser exitosas en el contexto global y cuáles de estas regiones son capaces de tomar
ventaja de ello?
— ¿De qué modo las ideas, instituciones y políticas regionales han afectado
históricamente el alcance, consistencia y/o integralidad de la estrategia de desarro-
llo nacional?
— ¿Cuáles son las posibilidades para aquellas regiones periféricas, excluidas o
posicionadas en los márgenes de las redes globales?
— ¿Podrían estas regiones ser capaces de generar desarrollo por sí mismas sin
considerar elementos y especificidades nacionales?
— ¿No son la mayoría de las regiones estructuralmente afectadas o condiciona-
das por el proceso global/espacial de desarrollo desigual?
— ¿Cómo es posible explicar la visible selectividad en favor de un pequeño y
reducido número de regiones y centros urbanos a expensas de la mayoría de ellos?

36
¿Y qué consecuencia tiene esta realidad para una perspectiva integradora e integral
del desarrollo (regional)?
— ¿No son las especificidades nacionales necesariamente mediadoras en la in-
tersección global-regional/local que contiene trayectorias económicas e institucio-
nales específicas sobre las cuales la dinámica regional debe desarrollarse?
— ¿Las regiones y sus actores territoriales pueden insertarse exitosamente en
las redes globales independientemente de las condiciones económicas e institucio-
nales demarcadas por las trayectorias nacionales en las que operan?
— ¿Las regiones tienen el mismo y homogéneo escenario —nacional— para
operar esas inserciones globales?
— ¿Debe ser asignado al Estado nacional algún rol estratégico? ¿Los cambios
en el Estado y su nuevo rol tienen consecuencias para las regiones?
— ¿De qué manera el Estado nacional debe ser considerado dentro de la diná-
mica regional/local-global?
— ¿Cómo dialoga la relevancia regional con el visible proceso de involucramien-
to de las trayectorias nacionales y sus Estados-nación tanto al momento de generar
y responder a las crisis (como en UE, Alemania o Grecia) como al operar el dinamis-
mo de las nuevas macrorregiones (por ejemplo, China en la dinamización asiática)?

1.7. Desde los elementos perdidos a las limitaciones teórico/empíricas:


las bases de un desafío

Los interrogantes formulados al abordar cada una de las dimensiones y pers-


pectivas, así como los límites para responder a los mismos, dan cuenta de las debi-
lidades que han afectado a esas perspectivas al analizar los alcances del actual y
asimétrico proceso de reestructuración del capitalismo y precisar las capacidades
de respuesta que poseen las regiones y naciones del Sur Global ante dicho proceso
de reestructuración. Más precisamente, el específico sobreénfasis puesto en el rol
de las redes globales, los espacios nacionales o las regiones por cada una de esas
perspectivas teóricas —y la propensión a analizar las transformaciones en forma
subordinada a esas dimensiones y sus actores— constituye un serio límite al mo-
mento de responder a los interrogantes sobre los cuales hemos estructurado este
trabajo.
Sin embargo, no es solo la desarticulación de los enfoques y sus privilegiadas
dimensiones lo que conforma las restricciones de las perspectivas teóricas que se
analizan. Existen —al menos— cuatro aspectos que, más allá de las especificidades,
esos enfoques comparten y operan como configuradores de las inconsistencias:

a) Los énfasis en cada una de esas dimensiones son realizados sin la considera-
ción de la múltiple dinámica contradictoria del capitalismo y su expresión en las
relaciones de poder, jerarquía y dominación, así como de desigualación, subordina-
ción y exclusión que tienen lugar tanto en la dimensión social como espacial. En su
lugar, la preocupación pasa a centrarse en las específicas, diferenciables y/o reco-
mendables formas de coordinación y articulación institucional, con especial hinca-
pié en los patrones de organización cooperativo/consensual del conjunto de actores
económicos e institucionales involucrados.

37
b) La omisión de esa dinámica contradictoria a nivel del espacio contribuye a
desplazar la consideración de la organización centro-periferia del capitalismo. Es
decir, los tres enfoques comparten la desconsideración de la especificidad de la
condición periférica.
c) Asociado a lo anterior, los tres enfoques han sido concebidos y desarrollados
en los países centrales a partir de un instrumental diseñado para la compresión del
comportamiento de los actores o instituciones que dominan dichos espacios, y lue-
go han sido acríticamente transferidos o replicados en la periferia. Los patrones
organizacionales e institucionales que estructuran las redes económicas globales,
así como las trayectorias nacionales y las formas de respuestas regionales, no son
evaluados prioritariamente desde las especificidades y los límites estructurales de
la especificidad periférica antes mencionada.
d) Finalmente, la supresión de las formas contradictorias de reproducción del
capitalismo y de la especificidad de la condición periférica —derivada del mismo—
elude —como se ha indicado— la consideración de las formas de dominación y
jerarquías desplazándolas del análisis (global, nacional y regional) al tiempo que
aparta la centralidad del Estado (en todas sus escalas y articulaciones) para diluirlo
en el tratamiento y centralidad de la coordinación institucional.

Ahora bien, los tres enfoques comparten los aspectos descritos pero dos de ellos
(ver Gráfico 5), el de cadenas de valor global y el nuevo regionalismo —si bien han
partido de marcos teóricos propios y/o autónomos y, como dijimos, inconexos—
más recientemente han tenido una progresiva convergencia a partir de:

a) Un proceso de articulación conceptual que, habiéndose gestado individual-


mente, ha tendido a realizar puentes entre las redes o cadenas globales y el papel de
los actores regionales.
b) Una institucionalización de dicha articulación a través de la asimilación por
organismos supranacionales encargados de promover políticas de desarrollo desde
el centro hacia la periferia.
c) La persistencia de una desconsideración de la dimensión nacional en ese
proceso de articulación.

Los problemas de esa elusión de la dimensión nacional —tanto académica como


institucional— que derivan de esas dos perspectivas y su —tardía— vinculación no
solo se traducen en los inconvenientes para dar respuestas al conjunto de interro-
gantes que hemos realizado, sino también en las restricciones para dar cuenta indi-
vidual y conjuntamente del papel que desempeñan las trayectorias nacionales que
integran el Sur Global, sus diferentes trayectorias y las nuevas relaciones que se
forjan en su interior.
A lo largo de los siguientes capítulos no solo procuramos dar cuenta que esas
restricciones, sino también mostrar porque las mismas no logran ser superadas por
la incorporación de dicha escala —nacional— a través del enfoque de variedades de
capitalismo, aun cuando dicho enfoque pudiera ser institucionalizado a nivel su-
pranacional, debido a las limitaciones compartidas con los otros dos enfoques a los
que nos hemos referido.

38
FIGURA 5

FUENTE: elaboración propia.

1.8. Los desafíos para construir un instrumental alternativo:


el cómo y el qué de su abordaje

Por todo lo indicado, el principal desafío consiste en superar las limitaciones de


las perspectivas/enfoques y enfrentar exitosamente los interrogantes que hemos
formulado, procurando obtener una explicación plausible de la articulación de los
procesos que toman lugar a través de redes que operan global, nacional y regional-
mente y, en tal contexto, brindar fundamentos desde el Sur Global a las potenciali-
dades y riesgos que enfrentan los países y regiones que lo dinamizan.

39
Para ello, se requiere un instrumental analítico alternativo, capaz de integrar
esas perspectivas/enfoques a partir de una reformulación de los mismos que con-
temple tanto una consideración de esos aspectos ausentados que hemos menciona-
do en la forma de fundamentos de sus limitaciones, como una articulación de los
mismos en el marco de dicha reformulación. En este sentido, la cualificación del
instrumental analítico contempla explorar individual y articuladamente los tres
enfoques mencionados, teniendo en cuenta al abordar cada uno de ellos:

— El origen, evolución y elementos centrales abordados.


— La manera en que toman presencia los elementos ausentes, que fundamen-
tan sus limitaciones. Esto es, el reconocimiento de la dinámica contradictoria del
capitalismo y la estructura y dinámica jerarquizadora y desigualadora del mismo.
— La vinculación de estos elementos con la configuración de la especificidad de
la condición periférica —y la dinámica que la sostiene— de la que parten aquellos
países y regiones que forman el Sur Global en la dinámica del capitalismo.
— La articulación de esos enfoques. A partir del análisis secuencial de cada uno
de ellos y el reconocimiento del modo en que esos elementos ausentados fundantes
de sus limitaciones pueden y/o deben ser incorporados en la especificidad de cada
uno de ellos.13

A partir de lo señalado, el propósito final no es obtener solo una reformulación


de los principales enfoques forjados en el centro para abordar las dinámicas globa-
les, nacionales y regionales, sino la conformación de un relato general, desde la
periferia, que permita, a escenarios como el latinoamericano, un mejor posiciona-
miento para enfrentar los interrogantes desplegados anteriormente y, a partir de
allí, un conocimiento de las potencialidades y límites para formular estrategias de
desarrollo dentro y fuera del Sur Global.
En tal relato, y con el instrumental que incorporamos, procuramos dar cuenta
acerca de cómo las redes económicas globales actúan desde su estructura jerárqui-
ca y desigualadora vinculadas a las redes políticas globales para preservar las for-
mas de integración jerárquicas, subalternas y en no menor medida excluyentes del
Sur Global y sus actores respecto de articulaciones económicas e institucionales
forjadas en el norte. En tal contexto, mirado desde el interior de la periferia, argu-
mentamos que el modo en que se insertan los procesos nacionales no resulta homo-
géneo ni pasivo sino diferenciado y activamente guiado por la especificidad de sus
trayectorias, configuradas por las particulares relaciones entre sus procesos (que
denominamos núcleos) de acumulación e implicación estatal y en la forma en que,
a partir de los mismos, se establecen las relaciones con las redes económicas y
políticas globales. Al incluir estos elementos, toma distancia respecto del enfoque
de variedades de capitalismo que aborda dicha escala nacional para explicar cómo
las trayectorias nacionales parten de su condición periférica y al tiempo se desplie-

13. Escasos trabajos provenientes del mundo anglosajón han procurado establecer articulacio-
nes entre los enfoques o perspectivas teóricas comentadas, especialmente entre las cadenas de valor
global y el de variedades de capitalismo (Herrigel y Wittke, 2005; Lane, 2008). Sin embargo, los
mismos no solo han tenido escasa continuidad sino que han carecido de capacidad para visualizar su
inserción desde una perspectiva que contemple la emergencia del Sur Global, los problemas del
desarrollo, y la necesidad de pensar estos últimos desde dicho escenario.

40
gan procesos particulares que los diferencia y dan cuenta incluso de la excepcional
capacidad de algunos de alterar esa condición. Ello cuestiona el determinismo de
las dependencias y abre compuertas para explicar nuevas formas de subordinación
al interior del Sur Global. Tal proceso, sin embargo, no da cuenta acerca de cómo
enfrentar la explicación de la compartida y acrecentada pervivencia de las desigual-
dades espaciales, mientras los enfoques regionalistas parecen inhábiles para incor-
porar una consideración adecuada a esa demanda.

1.9. Organización del trabajo y sus principales resultados: el cómo


del abordaje y ¿qué hay de nuevo a partir del nuevo instrumental?

El libro se estructura en cuatro capítulos cuyos contenidos fundamentales se


indican a continuación:
El Capítulo I contiene cuatro secciones. En la primera, sustentados esencial-
mente en el enfoque del sistema mundo, se da cuenta de la subsistente conforma-
ción jerárquica del sistema mundial y se brindan elementos empíricos que lo sopor-
tan. Asimismo, a partir de la consideración de ciertos desempeños excepcionales
provenientes del Este Asiático, se destaca el cambio geoeconómico global expresa-
do a través del traslado del centro dinámico de acumulación a la periferia, que
convive pero al mismo tiempo interpela la mencionada pervivencia de la jerarquía
global del sistema.
En la segunda sección se aborda ese cambio geoeconómico y se hace foco en el
análisis de la emergencia del nuevo centro dinámico de acumulación capitalista en
el Este Asiático, con China como actor de referencia. Para ello se analizan ciertas
dimensiones —como: a) participación en el PIB total; b) direccionamiento de los
principales flujos comerciales; y c) la presencia de empresas transnacionales— que
permiten identificar la ubicación cuantitativa y cualitativa del nuevo centro diná-
mico dentro del escenario global.
En la tercera sección se expone en primer lugar, el efecto tractivo que el desarro-
llo del Este Asiático ha ocasionado en el resto de los países de la periferia del siste-
ma-mundo, también en crecimiento, y de las consecuencias que ha traído apareja-
das en la generación de riqueza global con respecto al «Norte». En segundo lugar, se
examina la dinámica interna del Sur Global sobre la cual se ha sustentado el creci-
miento del bloque como un todo. Se pretende con ello considerar las trayectorias
diferenciadas entre el Este Asiático y el resto del Sur Global, referenciando en este
último caso especialmente a América Latina, así como las relaciones desiguales que
emergen entre esas macrorregiones como resultado de dichas trayectorias.
Se resumen finalmente los resultados alcanzados y se reposicionan los interro-
gantes centrales que guían en los siguientes capítulos el pormenorizado análisis
crítico sobre las contribuciones y limitaciones de los cuerpos teóricos que dominan
respectivamente el análisis de los procesos de transformación global, las trayecto-
rias nacionales y las dinámicas regionales. Estos interrogantes, de acuerdo con lo
indicado, interpelan sobre aquellos factores que permiten: a) comprender las po-
tencialidades y restricciones estructurales que pesan sobre naciones y regiones del
Sur Global en el contexto del mantenimiento y estructuración de las jerarquías
globales; b) explicar las divergentes trayectorias y desiguales vinculaciones que se

41
establecen entre las macrorregiones del Sur Global; c) explicar la diferencial —y
excepcional— capacidad de algunos países al interior del Sur Global de salir de
posicionamientos periféricos y alcanzar metas autónomas de desarrollo; y d) anali-
zar y enfrentar las extendidas asimetrías espaciales que los afectan.
El Capítulo II hace referencia al enfoque de la Cadena de Valor Global con el
que iniciamos el análisis, expresando posiblemente el cuerpo teórico más compac-
to y actual de los análisis sobre el proceso de globalización, su particular funciona-
miento y la manera en que se involucra en los actores económicos e institucionales.
Su relevancia no se agota en el campo académico sino que se ha transformado en
una herramienta vital en la interpretación de procesos y el asesoramiento de políti-
cas de una multiplicidad de organismos internacionales que lideran las redes políti-
cas globales.
Al evaluarse su calidad, efectividad y restricciones para comprender las poten-
cialidades y limitaciones de los países —y regiones— del Sur Global en las redes
económicas globales, se identifica que el enfoque de cadenas de valor global, no
obstante sus contribuciones, representa un dispositivo teórico:

a) Incapaz de identificar los efectos estructuralmente limitativos que los ele-


mentos que conforman la persistente y escasamente movible estructura jerárquica
del sistema mundo crea sobre naciones y regiones del Sur Global y, en dicho marco,
de explicar las divergentes performances nacionales y regionales y sus consecuen-
cias, nuevamente desigualadoras, que toman lugar al interior del emergente Sur
Global.
b) Debido a esas limitaciones, al vincularse a los dispositivos institucionales,
resulta funcional a la lógica de neoliberalización fragmentadora que se impulsan
desde esas redes políticas globales, lideradas por los organismos de financiamiento
internacional, en consonancia con el mantenimiento de las estructuras de poder
desigualadoras y subordinantes que contienen las redes económicas globales, con-
troladas por las grandes firmas emplazadas fundamentalmente en el centro.

A los efectos de superar estas restricciones —teóricas y luego político-institucio-


nales—, se propone recuperar elementos ausentes en el dispositivo teórico, perdi-
dos como resultado, por un lado, del distanciamiento respecto de la Teoría del Sis-
tema Mundo, esencialmente en lo que atañe a la dimensión totalizadora y contra-
dictoria del sistema capitalista y la reproducción desigualadora del mismo. Por otro
lado, demanda tomar distancia de aquellos aspectos con los que aun converge di-
cha teoría, esencialmente en cuanto al desplazamiento/desconocimiento del papel
de las naciones y los Estados nacionales como unidades y escalas de análisis estra-
tégicas para explicar las trayectorias diferenciadas.
El argumento desplegado con la lógica de origen y evolución, limitaciones, ins-
titucionalización y superación de las mismas, se desarrolla en este Capítulo II de la
siguiente manera:

En la primera sección se analizan brevemente el origen y la evolución del


enfoque, considerando las contribuciones más relevantes de la perspectiva de las
cadenas de valor global desde su nacimiento con la teoría del sistema mundial
hasta su más reciente asociación con el paradigma de red. Se busca determinar no

42
solo cómo el enfoque de las cadenas de valor global se ha posicionado en cuanto a
las limitaciones de tal paradigma sino también precisar cuál ha sido su aporte
para la comprensión del funcionamiento económico e institucional del proceso de
globalización.
La segunda sección comienza con el análisis crítico de las limitaciones teóricas
del enfoque. En primer lugar, a partir de su observación comparada con la Teoría
del Sistema Mundo, se indaga un conjunto de aspectos con los que toma distancia
y que comprende cuatro dimensiones: I. Temporal, II. La unidad de análisis, III. La
forma de acción de los actores y IV. La dimensión del poder. En segundo lugar, se
analiza la permanencia/convergencia —aún con distintos abordajes— dentro del
enfoque de la Teoría del Sistema Mundo en lo que hace a: I. La relativización de la
escala nacional y el Estado-nación como unidades de análisis y las restricciones
relativas a la consideración del Estado y la fuerza de trabajo en la formación de las
especificidades de las trayectorias y contextos nacionales y macrorregionales. II. La
ausencia del papel del capital financiero en el análisis de la reproducción de diná-
micas desiguales generadas por actores transnacionales globales sobre aquellos
actores medianos y pequeños a nivel regional.
En la tercera sección, luego del estudio de dichas limitaciones, se analiza la
institucionalización de la perspectiva de las cadenas de valor global a una práctica
política, tratando de dar cobertura a la ignorada relación entre el análisis de las
cadenas de valor global y las redes políticas institucionales supranacionales, res-
ponsables de difundir esta perspectiva como herramienta de política e investiga-
ción. Afirmamos la importancia de reconectar la perspectiva de las cadenas de va-
lor global con los actores, lógicas e intereses implicados en estas redes, a fin de
comprender los límites y el potencial de los países y regiones en vías de desarrollo.
Al analizar esta conexión, mostramos cómo la perspectiva de las cadenas de valor
global, a pesar de su origen en Teoría del Sistema Mundo, se ha integrado finalmen-
te a las redes políticas globales para funcionar como un nuevo dispositivo neolibe-
ral fragmentario en el Sur Global y para trabajar en consonancia con la consolida-
ción de las fracciones globales del capital que rigen las redes económicas globales.
Se procura aclarar cómo esas limitaciones presentes en el cuerpo teórico han con-
tribuido sistemáticamente a la construcción de esta dinámica.
Finalmente, para superar esas limitaciones y contribuir a elaborar estrategias
—y con ello redes políticas y económicas— que potencien la autonomía y la iguala-
ción de quienes integran desigualmente la periferia, por una parte, se sostiene la
necesidad de conformar un dispositivo conceptual capaz de «volver sobre sus oríge-
nes» y reconocer —desde la reasociación con la Teoría del Sistema Mundo— la
existencia holística y la dinámica contradictoria del capitalismo para desentrañar y
alternativizar las limitaciones que fija para el Sur Global y sus actores la incorpora-
ción a las cadenas de valor global. Por otra parte, se requiere reconocer la dimen-
sión nacional y sus trayectorias que el retorno a esa tradición de la Teoría del Siste-
ma Mundo no garantiza. Este último aspecto, al tiempo que demanda salir del
enfoque mismo, permite avanzar en el segundo de los interrogantes centrales que
acompaña este trabajo, orientado a responder por qué se desarrollan al interior del
Sur Global trayectorias diferenciadas y (nuevas) vinculaciones desigualadoras.
Para operar ese reconocimiento del papel de las trayectorias nacionales —con
sus Estados-nación— desconsideradas por el anterior enfoque y en continuidad

43
con lo realizado en el Capítulo II, en el Capítulo III se desarrolla un análisis crítico
del enfoque de variedades de capitalismo, se muestran las contribuciones y límites
de este enfoque para comprender las trayectorias diferenciadas y se aportan ele-
mentos superadores para el entendimiento de estas últimas desde la periferia.
Desde esta incorporación —estratégica— de la escala/dimensión nacional y es-
tas unidades de análisis, se evalúa la forma estructuralmente diferencial con que,
desde el Sur Global, se responde a los procesos de globalización que encarnan las
asimétricas y jerarquizadoras redes económicas y políticas globales y los Estados
centrales que apuntalan las mismas.
Para lograrlo se consigna, sin embargo, la necesidad de operar alternativamen-
te al enfoque dominante de variedades de capitalismo, formulado en y para los
países centrales, reinstalando la dimensión contradictoria del capitalismo. La múl-
tiple constitución de esta dimensión permite considerar, por un lado, la estructura
jerárquica y desigual del capitalismo sobre la que se edifica la especificidad de la
condición periférica (aspectos que bajo su especificidad comenzamos a analizar en
el capítulo anterior). Por otro, las diferentes fases a través de las que se procesa y
resuelve transitoriamente el complejo de contradicciones que son analizadas y arti-
culadas con las variedades y variaciones a lo largo de este Capítulo III.
Al realizar ello, y volviendo a colocar en el centro del análisis a las trayectorias
diferenciadas en el Sur Global entre el Este Asiático y América Latina que emergen
ya desde el Capítulo I, se consideran las particularidades con que, desde la condi-
ción periférica —analizada como una variedad pretérita de capitalismo—, se confi-
guran en cada una de esas fases diferentes trayectorias nacionales, destacando las
particularidades y vínculos que en cada una de ellas se establecen entre los núcleos
de acumulación y los núcleos de implicación estatal.
Se intenta mostrar cómo desde la consideración de las propiedades y articula-
ciones de esos núcleos se pueden identificar las diferenciaciones en las formas de
articulación con las redes económicas y políticas globales, evaluando desde una
perspectiva comparada la capacidad de formarse como «centros de respuestas au-
tónomos» (en el caso de un grupo selecto de experiencias del Este Asiático), o de
reproducirse como centros de acoplamiento subalterno (en el caso de América La-
tina), y se hace posible considerar las diferenciadas formas de configurar los proce-
sos macrorregionales. Al introducir ese instrumental analítico, asociado a los nú-
cleos, claramente ausentes en el enfoque de variedades capitalismo, se argumenta
sobre los fundamentos de la consistencia y capacidad expansiva del núcleo de acu-
mulación dinámico e industrial del Este Asiático y sus vínculos con Estados inter-
namente cohesivos, meritocráticos, frente a la debilidad de la base primaria, trans-
nacionalizada y rentista de América Latina y su retroalimentaria funcionalidad con
las formas patrimonialistas de constitución e implicación estatal.
Al realizar la comparación, sin embargo, resaltamos dos aspectos fundamenta-
les: el origen de esas diferenciaciones y de los «núcleos explicativos» demanda una
consideración de las especificidades históricas que conformaron la «permisividad
externa» y la «viabilidad interna» de las trayectorias nacionales y macrorregionales.
Por otro lado, los procesos dentro de los que se insertan las experiencias resultan
dinámicos, producto de la forma como los actores que controlan las redes económi-
cas y políticas globales —operando bajo la lógica contradictoria del capitalismo—
pugnan por penetrar y reconfigurar esas trayectorias nacionales y macrorregiona-

44
les. En ese escenario dinámico, destacamos también la heterogeneidad de procesos
nacionales al interior mismo de las macrorregiones, lo que inviabiliza la considera-
ción de estas grandes áreas del Sur Global como espacios homogéneos y, muchos
menos, orientados hacia una evolución ajena a las desigualdades y las jerarquías.
Para arribar a dicha línea de argumentación, a diferencia del enfoque dominan-
te de variedades de capitalismo, se promueve una perspectiva diacrónica desde la
que surgen «variedades» y «variaciones» del capitalismo. La consideración de estas
últimas permite analizar los cambios de la periferia bajo el contexto de los cambios
del centro, así como las mutaciones en (el interior de) la periferia, tomando como
punto de partida las especificidades de la condición periférica. Más allá de las con-
tribuciones que ello tiene en sí, resulta fundamental para dar debida complementa-
riedad a —y al tiempo superar las restricciones provenientes de— los análisis globa-
listas de cadena de valor global, formulando una integración más consistente de las
dimensiones globales y nacionales o, en otros términos, de los procesos de transfor-
mación global que comandan desde el centro, a través de las redes económicas y
políticas globales con las trayectorias nacionales.
Con relación a las variaciones en el interior de la periferia —y por lo tanto las
(variadas) respuestas desde el interior del Sur Global— sus análisis no se restringen
a considerar las formas como se complementan determinadas instituciones, tal como
domina en la perspectiva dominante de las variedades de capitalismo sino que,
desde una superación del nacionalismo metodológico que también campea en esa
perspectiva, se hace hincapié en las propiedades adquiridas por los mencionados
núcleos de acumulación y de implicación estatal y el particular entrelazamiento de
estos en las diferentes trayectorias nacionales del Sur Global. Al mismo tiempo, se
considera la forma en que esas trayectorias se articulan con las redes económicas y
políticas globales que han motorizado los procesos de neoliberalización y han rees-
tructurado el capitalismo en las últimas tres décadas.
En orden a desplegar el argumento esgrimido, y siguiendo en general la secuen-
cia antes presentada, este capítulo se estructura en cuatro secciones:

La primera retoma en forma bastante sintética las contribuciones que forma-


ron el marco conceptual fundamental del enfoque sobre variedades de capitalismo,
así como la evolución y difusión del análisis de variedades de capitalismo en el
escenario periférico (latinoamericano y asiático). En la segunda se ordena un con-
junto de críticas formuladas en los países centrales a este enfoque, para desarrollar
luego una articulación de las mismas.
A partir de esas críticas, en la tercera sección, recuperando la dimensión con-
ceptual del capitalismo y su triple dinámica contradictoria, se evalúa su —tam-
bién— triple variación. Consideramos, en tal sentido, junto a las variedades en el
tiempo (capitalismo reproducido a través de distintas fases), las variaciones experi-
mentadas por la periferia ante los cambios en las fases de los centros, así como, por
último, la presencia de variaciones nacionales y macrorregionales que tienen lugar
en su interior.
La cuarta sección está dedicada a esta última variación de capitalismo en la
periferia para evaluar la forma en que su configuración, a partir de determinadas
trayectorias nacionales, explica las formas diferenciadas de respuesta a los actuales
procesos de neoliberalización.

45
En la última parte del capítulo se identifican aquellos elementos sustantivos
sobre los que han sido forjadas esas trayectorias y desde donde emergen capacida-
des de respuesta diferenciadas. Se muestra en esa dirección el papel fundamental
que para ello asumen las propiedades diferenciadas en los dos elementos adelanta-
dos: el núcleo de acumulación y el núcleo de implicación estatal.
No obstante las compuertas que procura abrir esta línea de indagación, el pa-
trón explicativo no tiene capacidad de abordar la persistente desigualdad espacial
intranacional que, como indicamos, afecta la expansión del Sur Global, tanto en el
más dinámico Este Asiático como en América Latina, tanto en las grandes como en
las más pequeñas unidades nacionales de ambas macrorregiones. El análisis de esa
desigualdad, así como las estrategias para revertirla, tienen en la revisión crítica de
perspectivas regionalistas y en su articulación con los elementos sustantivos emer-
gentes de los capítulos anteriores, una clave de exploración.
En tal sentido, Capítulo IV busca avanzar sobre ese último punto, realizando
una breve recuperación de la evolución del enfoque nuevorregionalista —y el indi-
cado acoplamiento con el enfoque de cadenas de valor global— para desarrollar a
partir de allí un análisis crítico centrado siempre, como en la consideración de los
otros enfoques, en la omisión de la dinámica contradictoria y la lógica de intereses
divergentes que ganan lugar al interseccionar las redes económicas y políticas glo-
bales con la especificidad de las trayectorias nacionales. Al traer al análisis esa inter-
sección, ausente en el nuevo regionalismo, y observarlo en las especificidades que
tanto ese enfoque como las dinámicas regionales han ganado al interior de la peri-
feria (Este Asiático y América Latina), emerge:

a) La funcionalidad del enfoque para la implementación de las estrategias frag-


mentadoras desplegadas desde las redes económicas y políticas globales para condi-
cionar y maniobrar sobre los núcleos de implicación estatal y las formas de los
núcleos de acumulación que conforman las trayectorias nacionales de la periferia
abordadas con detenimiento en el Capítulo III. De ello resultan argumentos plausi-
bles sobre la forma en que las dinámicas regionales pueden contribuir a profundi-
zar las desigualdades espaciales en el marco de diferentes trayectorias nacionales y
macrorregionales.
b) El papel esencial que cobran esas dinámicas regionales para el despliegue de
contraestrategias que eviten esa fragmentalidad y se acoplen a procesos nacionales
de respuestas espacialmente más integradores y menos inequitativos.

En orden a dar cuenta de ello, y junto a recomponer como en los anteriores


capítulos los fundamentos y señalar sus debilidades y contrastantes resultados a
partir de la ampliación de las desigualdades espaciales, se introduce un marco teó-
rico de exploración alternativo. Este invita a insertar el análisis de las dinámicas
regionales en el marco de la profunda transformación multiescalar que acompaña
la contradictoria reproducción del capitalismo y la forma como estos aspectos invo-
lucran, en la especifidad periférica, los elementos antes analizados en los dos capí-
tulos previos, es decir las redes económicas y políticas globales, y el rol diferencial
de los núcleos de acumulación e implicación estatal.
Para el desarrollo argumental el capítulo se estructura en cinco secciones:

46
La primera propone un examen comprimido sobre el origen y evolución con-
ceptual del enfoque nuevorregionalista, desde su constitución hacia mediados de
los ochenta hasta su más reciente empalme con el enfoque de cadenas de valor
global abordado en el Capítulo II.
En la segunda sección se realiza una consideración sobre los resultados de la
«construcción regionalista» inspirada en ese enfoque para, contrastando el prota-
gonismo asignado por el mismo a las instancias subnacionales con el manteni-
miento o profundización de las desigualdades espaciales, marcar las particularida-
des y convergencias que guardan esas desigualdades con el crecimiento y las diná-
micas sociales en las trayectorias del Este Asiático y América latina.
A partir de la tercera sección y con base en los límites del enfoque examinado se
fijan las bases para el desarrollo de una perspectiva alternativa que, al igual que en
el tratamiento de los dos enfoques anteriores, propone analizar —en este caso— las
dinámicas regionales bajo la conformación y reproducción contradictoria del capi-
talismo y las lógicas e intereses que acompañan esa reproducción, así como la for-
ma en que esa reproducción y las dinámicas regionales toman lugar en el escenario
analizado a lo largo del anterior capítulo. Esto es:

• En las fases del capitalismo (variación espacial) y, en la particularidad de la


última de las fases (fase global), en el nuevo marco de funcionamiento de las redes
económicas y políticas globales y su intersección con las trayectorias nacionales y
sus núcleos de acumulación e implicación estatal.
• En el proceso de redefiniciones de la periferia en las distintas fases, así como,
en la última y actual fase de globalización, considerando la implicación que le cabe
a las dinámicas regionales tanto en las nuevas formas que adopta la periferia en sus
relaciones con el centro, como al interior de la periferia, en las particulares relacio-
nes que se establecen entre las trayectorias nacionales y macrorregionales con los
procesos globales.

De esta manera, en la cuarta sección, con dicho marco analítico, se evalúan las
dinámicas regionales a partir de las variaciones temporales del capitalismo y las
distintas fases, a través de las que el mismo recompone las formas de organizar sus
procesos de acumulación y regulación. Se analiza particularmente la manera en
que esas dinámicas se involucran en el pasaje de la fase monopólica a la fase global
del capitalismo, para considerar luego, particularmente en esta última, su funcio-
nal y fragmentadora subalternidad respecto tanto del escenario de acumulación
guiado por las redes económicas globales y los actores transnacionales que los co-
mandan como del proceso de transformación multiescalar conformado a partir de
los dispositivos regulativos impulsados desde de las redes políticas globales y los
organismos supranacionales que las direccionan, siempre con la estratégica —pero
desigual— implicación de los Estados centrales y periféricos que participan.
A partir de la quinta y última sección se pasa finalmente a considerar el papel de
las dinámicas regionales bajo la especificidad de la condición periférica, conside-
rando a esta tanto en sus variaciones temporales como espaciales. Ello comprende
tres aspectos: el modo en que las dinámicas regionales se insertan en la periferia a
lo largo de las distintas fases; la forma cómo las dimensiones global, nacional y
regional actúan en la última fase en la reafirmación y especificidad de la condición

47
periférica y, finalmente, continuando la perspectiva comparada de América Latina
y el Este Asiático, el modo cómo esas dinámicas regionales toman diferenciada-
mente lugar al interior de la periferia a partir de la particular configuración durante
las últimas dos fases de las trayectorias nacionales y sus elementos constitutivos,
asociados, como se indicó, a los núcleos de acumulación e implicación y sus varia-
bles relaciones con las redes económicas y política globales.
Evaluamos, a partir de ello, no solo cómo las variables y, al tiempo, cambiantes
trayectorias nacionales y sus vinculaciones con los conflictivos intereses y estrate-
gias de las redes globales involucran a las dinámicas regionales, sino también cómo
ello actúa, aun sobre las especificidades de esas trayectorias, en las continuidad e
irreversión de la desigualdad socioespacial.
Como conclusión se retoman los interrogantes iniciales y se procura ensamblar
los resultados de los cuatro capítulos. Se intenta dar cuenta de cómo, con los ele-
mentos que surgen de la revisión de esos enfoques, puede lograrse un instrumental
capaz de integrar analíticamente las dimensiones globales, nacionales y regionales.
De esa integración, y con relación a esos interrogantes, emergen, por un lado, res-
puestas que dan cuenta de los factores esenciales que intervienen en: a) la reafirma-
ción de las jerárquicas desigualdades globales; b) las diferenciadas pero también
cambiantes trayectorias que se han ido conformando al interior del Sur Global; c) la
diferencial —y excepcional— capacidad de algunos países al interior del Sur Global
de salir de posicionamientos periféricos y alcanzar metas autónomas de desarrollo;
y d) la forma en que las dinámicas regionales abonan —antes que revierten— a esos
procesos de desigualación al interior de esas trayectorias.
Por otro lado, se destaca cómo el herramental que va emergiendo del análisis
crítico de esos enfoques ofrece una perspectiva multiescalarmente articulada, des-
de la que es factible conformar una plataforma ya no solo interpretativa sino tam-
bién propositiva, orientada a construir procesos contraestratégicos desde y para el
Sur Global. Esa plataforma invita a explorar en la periferia nuevas formas de acu-
mulación y regulación e implicación estatal, con nuevas modalidades de integra-
ción de las trayectorias nacionales y las dinámicas regionales, capaces de otorgarles
combinadamente —a esas trayectorias y dinámicas— mayor capacidad autonómi-
ca en la inserción externa respecto de la que proponen de manera subalternizadora
las redes globales, así como, a partir de ello y al interior de esos escenarios, una
mejor calidad integrativa en sus dimensiones social y espacial.

48
CAPÍTULO I
JERARQUÍAS GLOBALES Y EMERGENCIA DEL SUR GLOBAL:
TRAYECTORIAS DIFERENCIADAS1

Capitalism is the first and only historical social system that has
become truly global in scale and scope. Mapping this transfor-
mation over time is a particularly challenging task.
ARRIGHI (2004: 527)
[...] we must first of all comprehend with some clarity the histo-
rical development of our present system, appreciate its structu-
ral dilemmas today, and open our mind to radical alternatives
for the future.
WALLERSTEIN (2005: 1277)

Introducción

En la Introducción general de este trabajo hemos sugerido que el examen de las


dimensiones globales, nacionales y regionales, sus formas de existencia, sus trans-
formaciones y, sobre todo, su enorme interpenetración, tienen lugar bajo el sistema
capitalista, el que, a pesar de sus recurrentes crisis, ha mostrado una inimaginada
capacidad de sobrevivir a través de enormes cambios en su interior.
Para analizar los cambios y detectar la capacidad de distintos instrumentos
para realizarlo, debemos partir de un hecho básico y fundamental: la idea que en-
tiende al capitalismo como un sistema históricamente constituido durante los últi-
mos dos siglos a partir de pautas de estructuración jerárquicas y desigualadoras
(Wallerstein, 2004) y del que unas pocas excepcionalidades han podido escapar
mediante una movilidad que confirma —antes que altera— la regla (Arrighi y Dran-
gel, 1986; Arrighi et al., 2003; Mahutga, 2006).
No obstante ello, a partir de la última década parece haberse consolidado un
diferencial dinamismo de países tradicionalmente periféricos —en el marco de la
pérdida de poderío económico norteamericano— que habilita a plantear la presen-
cia más reciente de alteraciones que pueden progresivamente desafiar dicha estruc-
tura debido a un protagonismo antes desconocido de lo que en este trabajo denomi-
namos Sur Global (en adelante SG).
Identificar este escenario que camina entre lo posible y lo real no conlleva
sostener la existencia o inminencia del «colapso» del dominio de Estados Unidos
(en adelante EE.UU.), ni negar la pervivencia de su liderazgo dentro del sistema-

1. Buena parte de los contenidos desarrollados en este capítulo fueron extraídos de las contribu-
ciones realizadas en el artículo Fernández, Lauxmann y Trevignani (2013). Agradezco a mis compa-
ñeros la posibilidad de haber desarrollado este trabajo y su generosidad para que buena parte del
mismo se incluya en este capítulo.

49
mundo esencialmente a través de su poder político-militar (Fiori, 2008). Tampoco
implica reconocer un generalizado e inmediato descentramiento a favor de una
nueva espacialidad históricamente postergada. Antes bien, permite advertir la
existencia de un cambio geoeconómico de gran magnitud o, en otras palabras,
advertir la existencia de un proceso de cambios en las fuerzas dinamizadoras y
tractivas del capitalismo que empodera a países periféricos relegados dentro de la
economía-mundo.
Así, y aun en un inalterado escenario de pervivencia de la jerarquía del sistema
mundial capitalista, es relevante examinar el alcance de la emergencia del SG como
nuevo centro dinámico y observar las posibles repercusiones que podría tener en el
orden global y ante el creciente liderazgo y dinamismo del Este Asiático (en adelan-
te EA). También es pertinente identificar cómo este último se posiciona y cuál es el
alcance de su liderazgo respecto del resto del SG, particularmente a América Latina
(en adelante AL) y, a partir de ello, qué escenario de posibilidades o nuevas subordi-
naciones abre dentro la periferia.
Este capítulo se estructura en cuatro partes. En la primera parte, sustentados
esencialmente en el enfoque del sistema mundo, damos cuenta de la subsistente
conformación jerárquica del sistema mundial y brindamos elementos empíricos
que lo soportan. Asimismo, considerando ciertos desempeños excepcionales pro-
venientes del EA, indicamos el cambio geoeconómico global expresado a través
del traslado del centro dinámico de acumulación a la periferia, que convive pero
al mismo tiempo interpela la mencionada pervivencia de la jerarquía global del
sistema.
En la segunda parte abordamos ese precitado cambio geoeconómico a partir
del marchitamiento del poderío económico estadounidense en la escena global y
hacemos foco en el análisis de la emergencia del nuevo centro dinámico de acumu-
lación capitalista del EA, con China como actor de referencia central. Para ello
analizamos dimensiones como: a) la participación en el PIB total; b) el direcciona-
miento de los principales flujos comerciales; y c) la presencia/concentración de
Empresas Transnacionales (en adelante ETs), que permiten identificar la ubicación
cuantitativa y cualitativa de ese nuevo centro dinámico.
En la tercera parte damos cuenta, en primer lugar, del efecto tractivo que el
desarrollo del EA ha ocasionado en el resto de los países de la periferia del sistema-
mundo —también en crecimiento— y de las consecuencias que ha traído apareja-
das en la generación de riqueza global con respecto al Norte Global (en adelante
NG). En segundo lugar, se examina la dinámica interna del SG sobre la cual se ha
sustentado el crecimiento del bloque como un todo. Con ello se pretende considerar
las trayectorias diferenciadas entre el EA y el resto del SG, referenciando en este
último caso especialmente a AL, así como las relaciones desiguales que emergen
entre estas macrorregiones como resultado de dichas trayectorias.
Finalmente, resumimos los resultados alcanzados y reposicionamos los inte-
rrogantes centrales que estructuran este capítulo y guían —en los siguientes— el
pormenorizado análisis crítico de los cuerpos teóricos que dominan el análisis glo-
bal, nacional y regional.

50
1. El sistema-mundo como unidad de análisis de la evolución
del capitalismo histórico

1.1. La estructura jerárquica y su dinámica desigualadora

La teoría del sistema-mundo desarrollada por Wallerstein (1974) ha sido objeto


de múltiples críticas y revisiones (McMichael, 1990; Mintz, 1977; Roseberry, 1989;
Skocpol, 1977; Tomich, 2004; Wolf 1982). No obstante su pretensión de explicar la
estructura y dinámica de funcionamiento del sistema capitalista a partir de enten-
derlo como una única economía integrada a escala planetaria, sentó las bases para
elaborar un estudio de las diferentes performances de las economías nacionales con
una visión que trasciende los análisis Estado-céntricos2 y pone en consideración los
procesos transnacionales y sus correspondientes estructuras de poder que operan
obstaculizando o promoviendo su desarrollo.
Así, la adopción del marco conceptual del sistema-mundo —entendido como
una economía-mundo integrada por una única división internacional del trabajo y
múltiples instituciones económicas, políticas y sociales—3 resulta útil —como vere-
mos en este y los subsiguientes capítulos— como unidad de análisis para conside-
rar la organización jerárquicamente estratificada y la dinámica desigualadora de la
economía mundial, dentro de la cual las trayectorias nacionales tienen lugar.
La división internacional del trabajo que conforma la economía mundial puede
descomponerse en una serie de cadenas de mercancías que traspasan las fronteras
nacionales y articulan diversos sistemas productivos (Hopkins y Wallerstein, 1986;
Wallerstein, 1974, 2004). Cada una de estas cadenas de mercancías está compuesta
por distintas actividades integradas en el tiempo y en el espacio que tienen como
corolario la producción de bienes y servicios finales. El valor agregado por cada una
de estas actividades y las formas de apropiación/retención del mismo permiten iden-
tificar: a) actividades centrales, que absorben la mayor parte de los beneficios pro-
ducidos dentro de la cadena; y b) actividades periféricas, que solo se apropian de
una porción marginal del beneficio. A partir de ello, se advierte la desigual apropia-
ción de beneficios del intercambio internacional existente entre las actividades, lo
que explica en gran medida la existencia de una estructura jerárquica y desigual
(Arrighi y Drangel, 1986; Wallerstein, 1974, 2004).
En su evolución histórica de largo plazo, la economía-mundo capitalista ha
experimentado transformaciones en esta división internacional del trabajo, modifi-
cando las características y la localización de las tareas involucradas en las mismas,
fundamentalmente en los períodos de crisis (Hopkins y Wallerstein, 1986; Wallers-
tein, 1974, 2004). De este modo, se produce una reestructuración periódica de tal
división con el fin de hacer viable el continuo proceso de acumulación del capital.
Es decir, el sistema se reorganiza para hacer posible su pervivencia como modo de
acumulación a nivel global (Arrighi, 1999) posibilitando la continua expansión y

2. Dentro de esta perspectiva de análisis pueden encuadrarse los estudios sobre los Estados desa-
rrollistas del EA que centran la explicación de la performance diferenciada de estos países en las
particulares características de sus Estados (por ejemplo, Johnson 1987; Evans, 1995; Woo-Cummings,
1999), desconsiderando los elementos del contexto internacional.
3. Para obtener mayor detalle de estos aspectos, ver Wallerstein (2004).

51
acumulación del capital a lo largo y a lo ancho del planeta (Fröbel et al., 1977;
Harvey, 2004).
Sin embargo, este proceso de constante reestructuración y transformación de la
división internacional del trabajo y de las distintas cadenas de mercancía que la
componen no se ha correspondido necesariamente con una modificación de las
zonas geográficas en las que predominantemente se localizan las actividades cen-
trales y/o periféricas y, por lo tanto, no ha modificado la conformación de la estruc-
tura del sistema-mundo. Los beneficios excepcionales para algunos han convivido
con la reproducción de una —prácticamente— inalterada estructura desigualadora
(Mahutga, 2006).4
Comprender los fundamentos de estos aspectos conlleva la necesidad de enten-
der que los procesos de reorganización implican prácticas de tipo schumpeterianas
que llevan a la constante introducción de innovaciones, tanto a nivel de productos
como de procesos y procedimientos, en las que intervienen los empresarios capita-
listas, aunque también los Estados nacionales (Pérez 2004, 2010). Los agentes em-
presariales que se encuentran en mejores condiciones para llevar a cabo esta tarea
son aquellos de las zonas centrales (Arrighi y Drangel, 1986). Por un lado, cuentan
con la ventaja tecnológica de su estructura productiva, resultado del éxito anterior
en los procesos de «destrucción creativa» (Schumpeter, 1954) que les posibilita ob-
tener gran parte de las rentas del comercio internacional (Arrighi y Drangel 1986).
Por otro lado, disponen de Estados fuertes —con un importante aparato militar y
administrativo burocrático (Skocpol, 1977) y de un substancial poder infraestructu-
ral (Mann, 1984)— que coadyuvan al proceso innovativo a través de una serie de
beneficios extraeconómicos (por ejemplo, protección al desarrollo industrial, inver-
sión en I+D, etc.) y salvaguardan a los capitalistas aún más de la competencia (Arrighi
y Drangel, 1986; Weiss, 2003), refuerzan su posición de dominio en la escena global
y perpetúan su permanencia en las zonas centrales.
Ya desde mediados del siglo XV, aunque con un menor alcance que la economía
capitalista contemporánea —básicamente concentrada en Europa—, se advierte la
existencia de una división internacional del trabajo segmentada de modo tal de dar
lugar a la apropiación diferencial de los beneficios entre los distintos países que la
conformaban, permitiendo el establecimiento y la consolidación de la jerarquía de
la economía-mundo (Wallerstein, 2004). La importancia relativa de cada zona o
conjunto de países, y por ende la estructura jerárquica, ha permanecido práctica-
mente sin mayores variaciones a lo largo de toda la historia de la economía-mundo
capitalista. Como puede observarse en el Gráfico 1, con posterioridad a la Segunda
Guerra Mundial y bajo la división internacional del trabajo hegemonizada por
EE.UU., la brecha que separa los países centrales de aquellos pertenecientes al SG
se ha mantenido e incluso profundizado.
Siguiendo a Arrighi y Drangel (1986), puede considerarse al PIB per cápita como
indicador indirecto y aproximado del mix de actividades que controla un determina-
do país dentro de las cadenas de mercancía. De este modo, el Gráfico 1 da cuenta de

4. El Estado normal, característico de cualquier sistema-mundo, presenta una estructura jerár-


quicamente organizada, conformada en base a una dinámica que contribuye a mantener dicho or-
den a lo largo de tiempo (ver Wallerstein, 2004; Arrighi, 1999, 2004; Arrighi y Drangel, 1986; Arrighi
et al., 2003).

52
GRÁFICO 1. Evolución del PIB per cápita en dólares internacionales de 1990 (1950-2001)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Maddison (2006).

las tendencias divergentes evidenciadas por ambos grupos de países en términos del
incremento del ingreso medio por habitante, y un ritmo diferencial de crecimiento
que —de mantenerse— incrementaría aún más la brecha entre el NG y el SG.
Durante la evolución capitalista, la continuidad de esta dinámica desigual puede
ser advertida hasta la actualidad. En el Gráfico 2 se observa que son relativamente
pocos los países de alto nivel de ingreso (mayores a 25.000 dólares), y los mismos
pueden identificarse con la zona definida como NG. Por el contrario, en vastos espa-
cios del globo predominan los bajos niveles de ingreso per cápita e incluso llegan a
valores insignificantes, inferiores a los 2.000 dólares por habitante. El gráfico señala
la inalterabilidad del grupo de países que controlan las actividades de mayor valor

GRÁFICO 2. Distribución por rangos de PIB per cápita de los distintos


países del sistema-mundo (2012)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2012).

53
agregado dentro de la cadena de mercancías, conformando las zonas centrales, y
aquellos países que, por el contrario, quedan relegados al desarrollo de actividades
periféricas, conformando —valga la redundancia— la periferia del sistema-mundo.

GRÁFICO 3. Porcentaje de exportaciones totales mundiales (1948-2014)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

GRÁFICO 4. Inversión extranjera directa recibida

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

54
Esa dinámica diferencial contiene aspectos estructurales y de flujos que refre-
nan su reversión. En ese sentido, no obstante que, como muestran los Gráficos 3 y 4,
tanto la dinámica de exportaciones como de recepción de Inversión Extranjera Di-
recta (IED) mundial del SG marcan un crecimiento sostenido dirigido a converger
con el comportamiento del NG, un conjunto de indicadores estructurales y de flujos
marca la capacidad intacta del centro de retener el control de la dinámica global y
abonar a la inalterabilidad de la jerarquía del sistema-mundo contemporáneo.
En primer lugar, la localización de las actividades centrales controladas por las
ETs (la cual generalmente coincide con el lugar de origen y ubicación de la sede
principal de las ETs) da cuenta con elocuencia del ordenamiento jerárquico y des-
igual. En el Gráfico 5, al considerarse la cantidad de ETs —entre las 100 más impor-
tantes a nivel mundial— con origen en el NG y SG entre los años 1990 y 2015, se
observa que, pese al crecimiento experimentado por el SG en este interregno —pa-
sando de 7 en 2008 a 21 en 2015—, casi un 80 % de ese total aún tiene sus sedes y bases
operativas en el NG. Complementariamente, como lo refleja el Gráfico 6 (véase en la
siguiente página), mientras que el SG se ha transformado en receptor de la IED, es el
«Norte» quien continua direccionándola.

GRÁFICO 5. Cantidad de ETs pertenecientes a países del «Norte» y del «SG»


dentro de las principales 100 del mundo (1990-2015)

FUENTE: elaboración propia. Para 1990 y 2008 con base en datos de UNCTAD (1990, 2008). Para 2015 con base en datos
de www.forbes.com

Al control de las sedes en el centro y el direccionamiento mayoritario de los


flujos de IED debe sumarse la desproporcionada concentración de los procesos de
innovación a partir de la acción conjunta de esas ETs con sus Estados. Como indi-
cábamos, el dominio y radicación de los procesos innovativos resultan esenciales
en el control de las actividades más dinámicas de las cadenas y la subordinación del
resto al dinamismo selectivamente controlado de las mismas.
Como se expone en el Gráfico 7 (véase en la página siguiente), existe una enor-
me desproporción entre centro y periferia (NG y el SG) en los recursos públicos y
privados volcados a desarrollar procesos de innovación. Esto es, las inversiones
que relacionan a los Estados y sus grandes empresas allí radicadas con el desarro-
llo de los procesos de innovación que aseguran el control de actividades de mayor

55
GRÁFICO 6. Porcentaje de inversión extranjera directa realizada (1970-2014)

FUENTE: elaboración propia con base en datos UNCTAD (2015).

GRÁFICO 7. Inversión pública y privada en I+D a nivel mundial (1997-2007).


En billones de dólares

FUENTE: elaboración propia con base en datos del World Development Indicators (www.data.worldbank.org).

valorización en las cadenas globales y los ingresos provenientes de todo el mundo


por la adquisición de patentes, royalties y licencias. En cuanto a esto último, por
dar un ejemplo, en 2009 los países de altos ingresos concentraban el 97,8 % de los
tributos por royalties y licencias, al tiempo que EE.UU., visto individualmente, con-
trolaba hacia 2010 prácticamente la mitad (49,7 %) de esos ingresos. Asimismo, en
estos dos últimos casos —royalties y licencias—, EE.UU. ha tenido un crecimiento
constante, que cuatriplica a Japón, quien le sigue.

56
1.2. ¿Inalterabilidad en las jerarquías del sistema-mundo?

Pese a este contexto —estructural y dinámico— aparentemente inalterable en la


estructura jerárquica, la división internacional del trabajo que comenzó a configu-
rarse durante los años setenta abrió algunos interrogantes respecto de su perdura-
bilidad en su forma actual. Esta nueva división internacional del trabajo, resultado
de las crisis cíclicas en las que se ve envuelto el sistema capitalista, fue considerada
por algunos autores como una posibilidad de revertir las jerarquías del sistema-
mundo, de la mano de una creciente industrialización de los países periféricos (Hardt
y Negri, 2000; Harris, 1986; Robinson y Harris, 2000).
Estos planteos, que implícitamente identifican desarrollo con industrialización,
pronto se enfrentarían con la realidad de que industrializarse no implicaba necesa-
riamente desarrollarse (Arrighi et al., 2003; Amsden, 2001). En sí mismo, el avance
en actividades manufactureras no supone mejorar el nivel de riqueza de la pobla-
ción. Las actividades de mayor valor agregado dentro de una cadena ya casi no se
encuentran en la fase de producción propiamente dicha; ahora, la investigación y el
desarrollo, el diseño, el marketing y la comercialización de los productos ocupan los
puestos centrales en la generación y retención de valor (Breslin, 2005; Gereffi, 2001;
Humphrey y Schmitz, 2000; Kaplinsky, 2004). La industrialización de muchos paí-
ses periféricos no resultó condición suficiente para el mejoramiento de su posición
dentro de la jerarquía de riqueza.
Resulta plausible, entonces, interpretar la relocalización de las actividades ma-
nufactureras y la nueva división internacional del trabajo a la que la misma dio
lugar, a la luz de los conceptos introducidos en el punto anterior. Estaríamos, por lo
tanto, ante la presencia de una nueva reestructuración del sistema comandada por
los capitalistas y Estados centrales a partir de la cual la gran parte de la generación
y apropiación del valor continúa situándose en el centro.
En la actual etapa del sistema capitalista, los agentes capitalistas centrales (ETs)
que dinamizan la economía mundial ya no solo se benefician de la asociación con
los Estados capitalistas centrales bajo cuyo territorio tenían asentada prácticamen-
te la totalidad de sus actividades, sino que aprovechan también las ventajas que
ofrecen las distintas instancias nacionales —y regionales. En procura de elevar al
máximo posible la ganancia obtenida en la producción y comercialización de mer-
cancías a escala global (Dicken, 2007), las ETs internacionalizan y multilocalizan
sus procesos productivos. Así las actividades de menor valor agregado y nivel de
sofisticación de la cadena que emplean abundante mano de obra se localizan en
aquellas zonas que ofrecen condiciones más propicias para la utilización intensiva
del trabajo (Fröbel et al., 1977), al mismo tiempo que garantizan la existencia de
capital físico y ciertas «capacidades sociales» bajo la forma de la calificación de la
mano de obra y la experiencia gerencial (Hikino y Amsden, 1995). Por el contrario,
las actividades que generan y retienen mayor valor se localizan en las zonas centra-
les, que ofrecen mejores condiciones de infraestructura de servicios y un alto nivel
de capacitación de mano de obra necesario para el desarrollo de las mismas. En tal
sentido, se concentran selectivamente en el NG, y en determinados centros del mis-
mo, no solo las rentabilidades obtenidas por las actividades más complejas vincula-
das a la innovación, como veíamos anteriormente, sino también todo el amplio
espectro de actividades que se han denominado servicios avanzados a la produc-

57
ción y operan como dispositivos logísticos imprescindibles en el desarrollo de las
redes económicas globales (Sassen, 1998). Esta dinámica de interacción entre las
ETs y los Estados nacionales, sobre la que se estructura la economía contemporá-
nea, no ha conllevado una modificación de la zona de radicación de actividades
centrales y periféricas. Por el contrario, no ha hecho sino contribuir a la pervivencia
de la estratificación jerárquica de la economía mundial.
No obstante, es necesario advertir que ha sido precisamente en este escenario
donde ciertos países tradicionalmente periféricos del EA —particularmente Taiwán
y Corea del Sur— han podido lograr una mejora en su estructura productiva, han
comenzado a desarrollar y controlar actividades que generan y retienen alto valor
agregado dentro de la cadena de mercancías, logrando con ello una movilidad as-
cendente dentro de la jerarquía de riqueza (Amsden, 2001, 2003). Si bien la estrate-
gia de desarrollo de estos países estuvo orientada en un primer momento al estímu-
lo de una estructura productiva competitiva internacionalmente en bienes de esca-
so valor agregado, aprovechando la abundante oferta de mano de obra barata, luego
apuntó a un proceso de aprendizaje e innovación que permitió sofisticar el nivel de
su producción (Amsden, 2003; Chibber, 2008; Hikino y Amsden, 1995). Evoluciona-
ron, así, hacia el desarrollo de actividades centrales dentro de las cadenas de mer-
cancías, rompiendo con la predeterminación que implicaba su posición periférica
al desarrollo de actividades de bajo valor agregado y, de esta manera, lograron me-
jorar su participación en la apropiación de beneficio generado dentro de la misma.
Es decir, se generó un quiebre en la dinámica desigual sobre la que se estructura el
sistema-mundo que asocia a países centrales con actividades de alto valor agregado
y a países periféricos con actividades de escaso valor. Para ello, como veremos lue-
go, ese grupo selecto de países periféricos ha podido generar sus propias ETs y, a
partir de ellas, insertarse en las principales actividades de las cadenas globales que
con anterioridad eran de exclusivo dominio de los países centrales.
Ahora bien, este escenario de pervivencia del orden jerárquico y desigual en el
sistema-mundo, pero también de existencia de ciertas excepcionalidades en la per-
formance de un grupo de países del EA que han logrado movilidad ascendente den-
tro de la jerarquía de riqueza, abren los siguientes interrogantes:

— ¿Cómo ha sido la evolución de estas excepcionalidades ante la preservación


de las jerarquías Norte-Sur en el marco más reciente de crisis y ralentización que
han evidenciado los centros, como también frente al aceleramiento de la crisis de
hegemonía de EE.UU.?
— ¿En qué medida el despliegue de esa dinámica excepcional ha operado sobre
el SG en su conjunto?
— ¿Cómo se vincula/impacta la dinámica asiática al interior del SG con las
otras grandes macrorregiones que lo componen?

A los efectos de brindar elementos que nos permitan avanzar en el conocimien-


to de estas excepcionalidades, en el siguiente apartado se analiza el crecimiento del
EA, cuyo dinamismo actualmente se encuentra encabezado por la economía china,
concomitantemente con el proceso de marchitamiento del poderío económico esta-
dounidense, en torno al cual se estructuró dominantemente la dinámica de acumu-
lación durante la edad de oro del capitalismo.

58
2. El marchitamiento del poderío económico de EE.UU. en la producción
mundial y la emergencia y consolidación del nuevo centro dinámico de
acumulación capitalista

Como se mencionó, la nueva división internacional del trabajo emergente en


la década de 1970 posibilitó, a través de la participación de las ETs y sus estrate-
gias de relocalización, que ciertas etapas del proceso de producción se desplacen
hacia zonas tradicionalmente periféricas que le ofrecían condiciones más propi-
cias para continuar con su reproducción que las zonas centrales. En el marco de
este proceso de re-estructuración global del capitalismo, se ha producido una re-
lativización del poderío geoeconómico que EE.UU. ha tenido desde fines de la
Segunda Guerra Mundial, concomitantemente con la emergencia del EA como
motorizador del proceso de reproducción del capital a escala planetaria, liderado
ahora por China (Dabat et al., 2012). La pujanza de esta región y el liderazgo
chino, se montan en una dinámica de bloque que reconoce sus inicios a mediados
del siglo XX con la incorporación de Japón dentro de los países líderes de la econo-
mía mundial, y que luego a partir de la nueva división internacional del trabajo,
referenciada en el punto anterior, fue continuada por países como Taiwán y Corea
del Sur.
El dinamismo de este bloque puede observarse en el Gráfico 8, que da cuenta
de la diferencial tasa de crecimiento de ciertas economías del EA desde mediados
del siglo XX, con valores mucho más elevados que el promedio mundial y que el de
EE.UU. —incluso en la fase de consolidación de su hegemonía y de mayor apogeo
a escala planetaria. Cabe notar que el proceso de crecimiento asiático siempre
tuvo un centro dinamizador, un país cuya escala de inversión, producción y expor-
taciones traccionó a otros, siendo Japón y luego/recientemente, como dijimos antes,
China, los que mantuvieron el liderazgo. Sin embargo, el proceso siempre fue
acompañado de Corea y Taiwán, países que, como se observa en el Gráfico 8,
mantuvieron tasas de crecimiento incluso por encima de las economías que lide-
raban la zona.

GRÁFICO 8. Tasas de crecimiento del PIB (1950-1970, 1971-2001)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Maddison (2006).

59
El análisis de la mejora de la estructura productiva de estos países y su posicio-
namiento dentro de la jerarquía mundial implicaría un estudio desagregado de la
transformación de las cadenas de mercancías y del valor generado y apropiado por
las distintas actividades que la componen, para que de este modo se pueda identifi-
car cuáles son aquellas desarrolladas por los países del EA mencionados, cuestión
que resulta prácticamente inabarcable. No obstante, a continuación se presenta
una serie de indicadores: a) participación en el PIB total; b) direccionamiento de los
principales flujos comerciales; y c) control de las actividades centrales a través del
análisis del lugar de origen de las ETs, los que, a pesar de presentar ciertas falencias
para captar la naturaleza de los procesos de producción a escala planetaria, nos
permiten avanzar en la exploración de la situación de potencial mejora que detenta
este grupo de países en la generación y apropiación de riqueza a escala global,
particularmente considerando el desempeño de China en términos comparativos
con la economía estadounidense.

2.1. Participación en la generación de riqueza global

Como se observa en el Gráfico 9, EE.UU. ha mermado su participación en el


PIB mundial. A pesar de que los porcentajes estadounidenses han presentado
oscilaciones a lo largo del período analizado, no han podido restablecer los nive-
les conseguidos con anterioridad a la crisis de los años setenta, cuando su cuota
en el producto global era superior al 30 %. A su vez, hacia fines de la primera
década del presente siglo alcanzó los mínimos históricos, lo que explicó aproxi-
madamente menos del 25 % de la producción global. En contrapartida, el EA
comenzó a incrementar su participación en el PIB global a partir del crecimiento
de Japón y de la sofisticación de su estructura productiva que permitió su incor-
poración a los países centrales del sistema-mundo durante el período de consoli-
dación de la hegemonía estadounidense, como ya mencionáramos en el punto
anterior. Este proceso fue continuado con la incorporación de países como Taiwán
y Corea del Sur en la dinámica anteriormente citada (Gráfico 9) y actualmente se
encuentra motorizado por China, con una incidencia en el PIB global que se aproxi-
ma al 10 %.
La creciente participación de la economía china parece sustentarse, al igual que
en el caso de los anteriores países que han ido conformando el centro dinámico de
acumulación desde el EA, en un proceso de la progresiva mejora de su estructura
productiva, que le ha permitido escalar gradualmente en las cadenas de mercan-
cías. En este sentido, resulta necesario destacar la importancia de la inserción de
China en las cadenas comandadas por ETs del EA y la repercusión en su dinamis-
mo. Estas contribuyeron en gran medida para que la economía china pueda alcan-
zar dichos porcentajes de participación en la generación de la riqueza global, fun-
damentalmente a través del desarrollo de una industria orientada a la exportación
(Lemoine y Ünal-Kesenci, 2004). No obstante, también es importante resaltar el
alto valor de los componentes importados que aún tienen los productos de exporta-
ción o, en otros términos, el valor agregado generado en China (Beeson, 2009; Le-
moine y Ünal-Kesenci, 2004), cuestiones que condicionan la sofisticación de su
entramado productivo.

60
GRÁFICO 9. Evolución de la participación en el PIB total (1970-2014),
dólares a precios corrientes

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

2.2. Direccionamiento de los principales flujos comerciales e identificación


de sus características fundamentales

A partir del análisis de la balanza comercial de EE.UU. a lo largo de la última


década y media del siglo XXI, se puede observar que el déficit ha aumentado año
tras año con cada uno de sus socios comerciales más importantes, destacándose el
crecimiento exponencial que ha tenido el correspondiente a China.5 El déficit co-
mercial con el gigante asiático se ha multiplicado exponencialmente, alcanzó valo-
res incluso superiores a la suma de todos los déficit juntos que existen con los otros
principales socios comerciales —Alemania, Japón, México y Canadá— (Gráfico 10).
La magnitud del déficit comercial que EE.UU. ha generado con China puede
explicarse en parte por la progresiva incursión del país asiático en el mercado glo-
bal a partir de las reformas económicas aperturistas introducidas desde finales de
la década de 1970,6 que en el contexto de la nueva división internacional del trabajo
y la relocalización de la producción manufacturera sentaron las bases para el ingre-
so de capital extranjero aprovechando la existente y abundante mano de obra dis-
ponible, convirtiéndola en la «fábrica del mundo».

5. En este punto es importante considerar, también, la importancia de China a nivel mundial.


Según estadísticas de la OMC (2012), la economía china es considerada la mayor exportadora del
mundo con un volumen de 1.578 miles de millones de dólares, superando a EE.UU. (1.278 miles de
millones) y a Alemania (1.269 miles de millones), potencias que han detentado el liderazgo en este
rubro desde mediados del siglo XX.
6. Dichas reformas fueron llevadas adelante por Deng Xiaoping en el año 1979 con el objetivo de
transformar la estancada economía china en una economía de mercado a partir del ingreso de inver-
sión extranjera, la habilitación para la creación de empresas privadas y el levantamiento de controles
de precios y políticas proteccionistas, entre otras medidas. Estas reformas desembocaron en el ingre-
so definitivo a la OMC en 2001 luego de años de negociaciones (Dunford y Li, 2010; Beeson, 2009).

61
GRÁFICO 10. Evolución de los principales déficits comerciales de EE.UU. (2002-2014).
En millones de dólares

FUENTE: elaboración propia con base en datos de la Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. (www.usitc.gov).

Para dimensionar la relevancia que han adquirido los países dinámicos del EA,
y en especial China como principal socio comercial de EE.UU., resulta conveniente
contextualizar sus importaciones con relación al total de las importaciones norte-
americanas. En este sentido, en el año 2010 aproximadamente el 25 % de las impor-
taciones de EE.UU. procedieron de estos países del EA —siendo el 80 % de dicho
porcentaje explicado por China—, el 26 % correspondió a sus socios de América del
Norte, seguidos por Europa con el 18 %, mientras que América del Sur y África solo
representan el 7 % y el 4 %, respectivamente (WTO, 2012).
A su vez, la vinculación comercial entre estos países asiáticos y EE.UU. no solo se ha
estrechado en términos cuantitativos, sino que también ha mutado en términos cualita-
tivos, en tanto los principales productos exportables al mercado norteamericano poseen
mayor grado de sofisticación. Tomando a China como referencia por ser el principal
exportador mundial a EE.UU., el Gráfico 11 permite dar cuenta que en el año 2010 más
de la mitad del total de exportaciones chinas a EE.UU. se concentraron en dos rubros:
maquinaria y equipos eléctricos (más de 30 %), y equipos de generación de energía
(aproximadamente el 28 %), ambas con una alta composición de valor agregado en sus
productos. Mientras que para finales de la década de 1990, si bien el rubro de maquina-
ria eléctrica y equipos era el de mayor participación relativa (25 %), más del 60 % de las
exportaciones chinas a EE.UU. correspondían a actividades de baja sofisticación como:
juguetería y equipos deportivos (22 %); indumentaria (21 %) y calzados (18 %).
Vemos así que, mientras décadas atrás la inserción de China en el mercado
mundial estaba ligada al desarrollo de actividades de mano de obra intensiva y de
bajo valor agregado dentro de la cadena, su capacidad industrial fue evolucionado
hacia una progresiva sofisticación de sus actividades, conforme incorporan más
contenidos tecnológicos, generando mayor valor agregado.7

7. A este respecto, y no obstante lo indicado, es importante resaltar que China aún no desarrolla
por completo el proceso de producción de los productos de mayor valor agregado dentro de sus fron-
teras. La economía china continúa especializándose en las etapas de la cadena con mayor intensidad

62
GRÁFICO 11. Principales exportaciones chinas a EE.UU. (2010). En billones de dólares

FUENTE: elaboración propia con base en datos de la Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. (www.usitc.gov).

Finalmente, esta dinámica de crecimiento de China se produce concomitante-


mente con cierta pérdida de competitividad de la potencia hegemónica norteameri-
cana en la producción mundial (Bergesen y Sahoo, 1985; Arrighi, 1999; Dabat y
Melo Martínez, 2008; Dabat, 2009), al menos en las etapas de las cadenas estricta-
mente productivas —de menor valor agregado—, lo cual se ve reflejado en el cre-
ciente déficit de su balanza comercial. Vemos así que la estrategia de deslocaliza-
ción de las ETs de origen estadounidense, para continuar con el proceso de valori-
zación del capital en los términos más ventajosos posibles en el contexto de la actual
economía globalizada, da cuenta en gran medida de la pérdida de dominio de la
potencia del NG en las actividades netamente de producción de las cadenas.

2.3. Participación en las cadenas de mercancías. Una aproximación


a través del origen de las ETs

En parte por lo indicado, sería un error considerar los déficits comerciales de


EE.UU. como resultado de la deslocalización de las empresas del país del norte. En
tal sentido, si bien la participación de China en las actividades centrales de la cade-
na parece aún incipiente (Lemoine y Ünal-Kesenci, 2004), la creciente incidencia de
empresas de este origen dentro de las principales ETs del mundo da muestras de la
disposición a lograr una inserción cualificada dentro de las redes de producción e
intercambio global.
Como dijimos anteriormente, la sede principal o lugar de origen de las ETs —acto-
res líderes del proceso de acumulación en la actual fase del capitalismo— puede consi-
derarse como un indicador indirecto respecto del control de actividades de mayor valor
agregado —centrales— dentro de una determinada cadena de mercancías. Si se analiza
la evolución de las empresas pertenecientes a EE.UU. y a los países dinámicos del EA

de mano de obra (Lemoine y Ünal-Kesenci, 2004), e importando gran parte de los componentes del
producto exportable (Breslin, 2005). Según diversas estimaciones, el 80 % del valor de un producto
final corresponde a componentes importados (Beeson, 2009).

63
dentro de las principales ETs del mundo, se puede observar la mayor participación que
han tenido estas últimas, principalmente las de origen chino, en las posiciones de lide-
razgo de la economía mundial.
A pesar de que las empresas estadounidenses representan la gran mayoría de
las principales ETs, el Gráfico 12 pone en evidencia la pérdida de importancia que
estas han experimentado a nivel mundial entre 2005-2015. Asimismo, el Gráfico 13
da cuenta del ritmo con el que viene creciendo la participación de las empresas con
origen tanto en China como en el resto de los países del EA dentro de las 500 prin-
cipales de la economía global, a excepción de Japón (Fortune, 2012).

GRÁFICO 12. Evolución de la participación de las ETs de los países dinámicos del EA
y EE.UU. dentro de las 500 principales (2005-2015)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Fortune (www.fortune.com).

GRÁFICO 13. Cantidad de ETs con origen en el Norte y el Sur (2005, 2011 y 2015) (izq.),
y con origen en el SG (2015) (der.) dentro de las 500 principales.

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Fortune (www.fortune.com).

64
Este incremento en la participación de las empresas con origen en dichos países
asiáticos, principalmente de China, dentro de las ETs más importantes de la econo-
mía mundial, puede considerarse como un indicio de un cambio cualitativo progre-
sivo hacia el desarrollo y dominio de actividades centrales dentro de la división
internacional del trabajo.
En suma, el análisis de los indicadores expuestos en los puntos 2.1, 2.2 y 2.3 nos
permite decir que, si bien China aún no ha logrado mejorar su estatus dentro de la
jerarquía de riqueza, como sí lo hicieron los antecesores asiáticos que iniciaron el
relevo de EE.UU. como centro dinámico de acumulación del sistema-mundo capi-
talista, el crecimiento de su economía se encuentra asociado a la sofisticación, in-
corporando crecientemente tecnología de punta a su estructura productiva. Este
upgrading ofrece un horizonte promisorio para los países asiáticos cuyo dinamis-
mo, actualmente motorizado por China, pareciera mantenerse sobre la senda del
desarrollo de actividades centrales dentro de las múltiples cadenas de mercancías
que componen la división internacional del trabajo.8 Asimismo, este comportamiento
excepcional de ciertos países asiáticos convertidos en centros dinámicos de acumu-
lación de la economía-mundo actual abre el interrogante respecto de cómo se ha
vinculado al despliegue del SG en su conjunto y a sus vinculaciones internas que se
conforman a partir del dinamismo asiático.

3. El SG, explorando su emergencia y dinámica interna

Para indagar en los interrogantes presentados en el apartado anterior, en el


presente se procura avanzar en el estudio de: a) la evolución del SG en su conjunto
a partir del dinamismo del EA —principalmente sustentado en China, Corea del Sur
y Taiwán—; b) las relaciones que tienen lugar al interior del mismo entre AL y el EA;
para, finalmente, c) plantear las limitaciones/potencialidades que, a partir de lo
relevado en a) y b), se presentan para tender hacia una organización del sistema
mundial menos jerárquica, que viabilice el desarrollo de AL.

3.1. Relaciones Sur-Sur y su convergencia con el —ralentizado— Norte

De acuerdo con el desarrollo del punto precedente, puede observarse que cier-
tos países del EA, actualmente motorizados por China, se han posicionado como el
centro dinámico de acumulación capitalista a escala planetaria. Desde este particu-
lar posicionamiento, han estimulado el crecimiento del resto del mundo, especial-
mente de los países pertenecientes al SG, con los que han estrechado vínculos co-
merciales y financieros.
En términos de relaciones comerciales, tuvo lugar un fuerte incremento de las
transacciones entre los países dinámicos asiáticos, África y AL, constituyendo ac-

8. No obstante, en este punto es necesario resaltar que el Estado chino, a diferencia de los Esta-
dos de los anteriores países dinámicos del EA, presenta ciertas falencias en términos de sus estructu-
ras y capacidades para direccionar el proceso de acumulación y generar niveles de endogeneidad y
dinamismo en su entramado productivo que pueden dificultarle el acceso al control de actividades
centrales en las cadenas de mercancías (Beeson, 2009).

65
tualmente la fuente de crecimiento del comercio mundial. Según estimaciones de
la CEPAL (2010), es la primera vez en la historia del sistema capitalista que las
vinculaciones comerciales observadas a través de las exportaciones muestran cla-
ramente que el vínculo Sur-Sur supera al flujo de intercambios Norte-Sur. En tal
sentido, mientras que a mediados de los años noventa el intercambio Norte-Sur
representaba el 60 % frente al 40 % de la relación Sur-Sur, esa cifra aparece clara-
mente invertida casi dos décadas después (Gráfico 14). Asimismo, si se tiene en
cuenta la caída de los flujos intercambiados entre las economías avanzadas en el
total de los intercambios en ese período, resulta claramente previsible que el co-
mercio entre los países periféricos superará al intercambio entre los países centra-
les (CEPAL, 2011a).

GRÁFICO 14. Flujo de exportaciones Sur-Sur y Sur-Norte de todos los países


(período 1995-2014)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

Si centramos la atención en la relación entre AL y el bloque más dinámico del


SG —el EA— podemos observar que entre ellos se ha establecido un estrecho víncu-
lo comercial, cuyo crecimiento ha sido incluso mayor que el intercambio entre los
países centrales. Tanto las importaciones como las exportaciones latinoamericanas
desde y hacia China han crecido a tasas inigualables respecto de cualquier otro
socio. Como resultado de las relaciones comerciales establecidas entre la región y
China durante los últimos años, el país asiático se ha convertido en el segundo
origen principal de las importaciones y el tercer destino principal de las exportacio-
nes de América Latina (CEPAL, 2015).
En lo que respecta a los flujos financieros, a partir de la última crisis en 2008, los
países del SG han ganado terreno en cuanto a captar grandes cuantías de IED. Pero,
a su vez, y respondiendo a su implicación en el dinamismo del proceso de acumula-
ción capitalista, se han consolidado no solo como receptores sino que han incre-
mentado su rol como emisores de la misma. Los países tradicionalmente periféri-
cos, y con múltiples déficits en su conformación para atraer el capital, pasaron a
captar para el año 2010 más de la mitad de las entradas de IED mundiales. China ha

66
sido el país que más capital extranjero ha atraído, seguido en segundo lugar por
India, mientras que Brasil y México se encuentran en el sexto y decimonoveno puesto
respectivamente, siendo los receptores más importantes dentro de AL (CEPAL, 2010).
Por otra parte, en lo que respecta a la IED proveniente del SG, esta incrementó
sus volúmenes, adquirió mayor protagonismo en la escena mundial —de una parti-
cipación del 5 % en 1990 sobre el total de la IED mundial, pasó a representar en
2010 el 25 % de la misma. El dinamismo del EA ha tenido mucho que ver en este
desarrollo y llegó a contribuir en 2010 en un 66 % del total de la IED del SG, siendo
China el país con mayor participación relativa (30 %) (UNCTAD, 2012).
A su vez, este crecimiento de la IED del SG ha estado orientado particularmente
hacia la periferia del sistema-mundo. Como puede observarse en el Gráfico 15, si
bien la cuantía de la inversión de países del SG ha experimentado un considerable
incremento hacia ambos bloques —Norte y Sur—, en el período 1995-2003 dicho
indicador se triplicó en el caso de los países periféricos, lo que pone de manifiesto el
estrechamiento de la vinculación Sur-Sur.

GRÁFICO 15. Evolución de la IED de empresas del SG por bloque de destino


(1995 y 2003) en millones de dólares

FUENTE: elaboración propia con base en datos de CEPAL.

Es importante resaltar que, si bien China invierte la mayor cantidad de dinero


dentro de su continente, AL ya se sitúa a la vanguardia de los destinos de IED del
país asiático, aunque también África ha comenzado a ser un importante destino de
sus excedentes, principalmente Sudáfrica (Santiso, 2008). En este contexto, el for-
talecimiento de los vínculos comerciales y financieros que comienza a configurarse
entre AL y el EA, prefigura un escenario favorable para fortalecer aún más los vín-
culos económicos existentes. La CEPAL, en su informe 2011 (2011a) estimó que
gran parte del funcionamiento de la economía mundial dependerá cada vez más del
dinamismo de las economías periféricas y de las inversiones Sur-Sur.
Ahora bien, esta mayor relación tanto a nivel comercial como de inversiones
entre los dos bloques, traccionada por el dinamismo de los países asiáticos, tiene
lugar sobre la base de un fuerte crecimiento de los mismos. Si observamos lo que va
de la década del reciente siglo, el SG arroja cifras claramente superiores, tanto res-
pecto del NG como, en menor medida, y producto de su crecimiento, del mundo en

67
GRÁFICO 16. Tasas de crecimiento promedio. Mundo, Norte/Sur,
Sur sin EA. AL/África (2000-2012)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2012).

GRÁFICO 17. Tasas de crecimiento del PIB, por bloque de países (2009-2012)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de CEPAL (2012).

general. Dicho crecimiento, no resulta atribuible solo al dinamismo asiático, sino


que, como se ve en el Gráfico 16, AL y África mostraron también altos performances
en sus tasas de crecimiento.
Sustentado en ese dinamismo, el SG ha mostrado una mayor fortaleza ante
la crisis global disparada con posterioridad a 2007/2008 (ver Gráfico 17). Así, tal
como se expone en el Gráfico 18, mientras los países que representan el NG tu-
vieron desde la década de los noventa tasas de crecimiento por debajo del prome-
dio mundial, los países que expresan el SG han profundizado sus tasas de creci-
miento por encima de ese promedio, que ya se visualizan en la década de 1970 e,
incluso, como se observa en el Gráfico 19, han superado desde los noventa las
tasas de crecimiento per cápita del centro, el que, por su parte, ha tenido con
relación a este crecimiento un comportamiento muy por debajo del promedio
mundial.

68
GRÁFICO 18. Tasas de crecimiento del PIB, por bloque de países (1970-2014)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

GRÁFICO 19. Tasas de crecimiento del PIB per cápita, por bloque de países (1970-2014)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

Este proceso de dinámico crecimiento que evidencia la periferia, con tasas que
superan a las de los países centrales, resulta en un escenario de igualación con
respecto al NG en términos de la aportación de valor a la economía mundial. El
Gráfico 20 (ver página siguiente) permite dar cuenta de ello. Como resultado de ese
dinamismo, la participación en el PIB total del NG y del SG mantuvo marcadas
diferencias a favor del primero en las tres últimas décadas del pasado siglo, diferen-
cias que, incluso, sufrieron una ampliación a partir de la década de 1980, cuando el
SG solo participaba con poco más del 20 %. Sin embargo, ello encontró una clara
reversión a partir del presente siglo, mostrando valores luego de una década y me-
dia que van camino hacia una convergencia.

69
GRÁFICO 20. Evolución de la participación en el PIB global por bloque de países,
en dólares paridad poder adquisitivo 2005

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2015).

3.2. Especificidades de la relación Sur-Sur: explorando trayectorias diferenciadas

Anteriormente hemos destacado que el SG como un «todo» comienza a eviden-


ciar una tendencia convergente con los países centrales en los últimos años en tér-
minos de su participación en la producción mundial. No obstante, también debe
resaltarse la particular tracción ejercida por los países dinámicos del EA en este
proceso de convergencia. Por lo tanto, en este punto, reconociendo que el dinamis-
mo del EA estimuló el crecimiento del resto del SG, nos proponemos indagar las
trayectorias diferenciadas que se han generado al interior del SG, aunque poniendo
especial énfasis en los contrastes entre AL y el EA.
A pesar de que tanto AL como el EA se han mostrado muy dinámicos con poste-
rioridad a la crisis financiera internacional de 2008, este último ha mostrado un
desempeño ampliamente superior a la performance latinoamericana. En este senti-
do, el Gráfico 21 da cuenta del diferencial en el crecimiento del PIB per cápita
registrado en AL y en los países dinámicos del EA divididos en tres períodos de
veinte años cada uno. En el primero, que abarca desde el año 1950 hasta 1970, si
bien ambas tasas presentaban cierta cercanía, se observa la divergencia en la tasa
del EA debido al fuerte crecimiento ostentado por Japón luego de la finalización de
la Segunda Guerra Mundial. En el segundo período analizado, desde 1971 a 1990, y
bajo la nueva división internacional del trabajo, se observan tasas ampliamente
dispares, lo cual denota las distintas formas de insertarse al nuevo contexto que
tuvieron ambos bloques de países. Por el lado asiático, países como Corea del Sur y
Taiwán continuaron con el modelo de desarrollo japonés orientado a la exportación
y con altas tasas de crecimiento, mientras que AL transitó un período de industria-
lización sustitutiva de importaciones que quedó trunco, dando lugar al estanca-
miento en los años ochenta (Palma, 2003). Finalmente, en las dos últimas décadas,
la tasa del EA continúa in crescendo, esta vez por el fuerte impulso que comenzó a

70
tener China.9 Por su parte, el continente latinoamericano —y a pesar de la aplica-
ción de las políticas neoliberales en los años noventa— presenta también una mejo-
ría, fundamentalmente debido a su performance desde comienzos del nuevo siglo.10

GRÁFICO 21. Tasa de crecimiento del PIB per cápita, por bloque (1950-1970,
1971-1990 y 1991-2010)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Maddison (2006) y UNCTAD (2012).

Ese diferencial en el performance en relación al crecimiento debe asociarse a


un proceso que da cuenta de la estabilidad/continuidad del mismo. En tal sentido,
el proceso de mayor crecimiento del EA no ha sido solo con relación a AL, sino a
toda la periferia. Como se observa en el Gráfico 22 (ver página siguiente), el EA
fue la única región del SG que obtuvo continuidad en el crecimiento después de la
crisis de los setenta, lo que contrastó con los descensos de las áreas afectadas por
las crecientes reformas neoliberales. Por lo tanto, es la única región de SG que no
interrumpió el crecimiento desde la posguerra y obtuvo estabilidad con relación
al mismo.
Esa continuidad en el crecimiento estuvo sustentada en la dinámica del aho-
rro y la inversión, y en la canalización de esta última hacia la industria, valiéndose
de stock de fuerza de trabajo capacitada (Rodrik, 1994, 1995). Así, mientras el
crecimiento del EA con China duplicó entre 1970 y 2008 el de AL, la inversión
durante ese período casi triplica a la de AL, mientras que el crecimiento indus-
trial, hacia donde estuvo fuertemente orientada la inversión, casi cuadriplicó el
performance de AL. El comportamiento exportador, generalmente indicado como
un diferencial, tuvo por lo tanto un impacto menor en el distanciamiento en los
performances (véase Tabla 1 en la siguiente página).
Ahora bien, el proceso de inversiones orientado al segmento industrial en el EA
condujo a un comportamiento de la productividad claramente divergente al de AL. El
comportamiento estable de dichas tasas en esta última región desde la posguerra

9. Este diferencial se amplía más aún si al conjunto de países del EA se suma a India.
10. A este respecto, es importante resaltar que mientras en la década de 1990 con la extendida
aplicación de las medidas neoliberales impartidas por el Consenso de Washington, AL creció en
promedio a una tasa del 1,44 % en términos del PIB per cápita. A partir comienzos de siglo, con el
alejamiento de los postulados del mainstream neoliberal y la adopción de una política económica de
matriz más heterodoxa, situó a dicho crecimiento en tasas del 2,32 % anual (UNCTAD, 2012).

71
GRÁFICO 22. Tasas de crecimiento del producto bruto per cápita mundial
por regiones seleccionadas (1820-2001)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Maddison (2003).

hasta la década perdida de los años ochenta, cuando la misma inició su curva descen-
dente, contrasta con el crecimiento constante de la productividad en el EA, que supe-
ró a AL justamente en esa década para tomar distancia desde entonces (Gráfico 23).
Dicha dinámica de inversión, crecimiento industrial y de la productividad y
mejora constante de la dinámica exportadora (industrial), estuvo fundada en un
corrimiento hacia actividades industriales intensivas en conocimiento, con capaci-
dad de difundirlo hacia el conjunto de la economía (Cimoli et al., 2005; Nelson y
Pack, 1999). Como se verá a lo largo de los Capítulos III y IV, ello fue resultando
determinante para explicar la diferencial trayectoria de desigualdades entre el EA y
AL. El patrón de crecimiento sustentado en ese desarrollo productivo industrial en
el caso del primero, al tiempo que logró sostenibilidad, se acompañó, excepto en
China, de un proceso reductivo de la desigualdades. Este proceso tomó epicentro en
los países que lideraron el proceso de industrialización, alcanzando en Japón, Co-
rea y Taiwán Coeficientes de Desigualdad (Gini) similares al de los países industria-
lizados (Zhang, 2008). En contraste, en AL, la insostenibilidad del crecimiento ba-
sado en el carácter trunco de su industrialización —y los límites para avanzar en los
encadenamientos, particularmente los más sensibles— y luego en su propia desin-

72
GRÁFICO 23. Productividad del trabajo PIB por trabajador (relación con EE.UU.)

FUENTE: Schaper (2012: 11).

dustrialización, limitaron sustantivamente la posibilidad no solo de aumentar los


ingresos (Palma, 2005) sino también de reducir los mismos, transformando a esta
región en la más desigual del planeta.

3.2.1. Intercambios comerciales. Una aproximación desde la estructura


productiva de los principales bloques del SG

Luego de la crisis de los años 1970 y el consecuente fin de la edad de oro del
capitalismo, la mayoría de los países periféricos liberalizó sus mercados, promovió
la captación de IED y promocionó las exportaciones en el marco de la nueva divi-
sión internacional del trabajo. Sin embargo, no todos los países siguieron la misma
estrategia para lograr la adaptación ante este nuevo escenario global.
Los países del EA que han encabezado el traslado del centro dinámico de acu-
mulación hacia la periferia (Japón, Corea del Sur y Taiwán), adoptaron una apertu-
ra gradual y selectiva de sus economías. En ella, como veremos oportunamente en
el Capítulo III, el Estado11 tuvo un rol activo al direccionar, articular y supervisar los
procesos de desarrollo hacia afuera, dando lugar a una sofisticación creciente de su
estructura productiva que le permitió insertarse por las vías altas en las redes globa-
les. El rol central que el Estado tuvo en la consecución del desarrollo asiático es
considerado como la principal causa de éxito en la rápida expansión económica de
la región (Amsden, 2001; Beeson, 2009; Akyuz et al., 1998). Para el caso de China,
aunque las características «desarrollistas» de los Estados de Japón, Corea del Sur y
Taiwán no se presentan claramente, la creciente participación que ha adquirido en
el control de actividades estratégicas dentro de las cadenas de mercancías, permi-
ten avizorar el posible mejoramiento de su forma de inserción dentro del sistema-
mundo (Beeson, 2009).

11. No obstante el distinto grado de credibilidad y eficacia con el que ha sido llevado adelante por
cada uno de los países (Amsden, 2001; Beeson, 2009; Wade, 2008).

73
Como contrapartida, los países latinoamericanos con sus especificidades, su-
frieron el desmantelamiento de los distintos mecanismos de intervención del Esta-
do en la economía y adoptaron las leyes del laissez faire bajo las recetas que impuso
el denominado «Consenso de Washington» (Bresser Pereira y Gala, 2010), lo cual
tendió a una progresiva desarticulación y re-primarización del tejido productivo
(Arceo, 2005), atentando contra formas de inserción cualificadas en las redes del
comercio mundial. Puede considerarse que el efecto más positivo —tal vez el úni-
co— de la estrategia de adaptación de AL a la nueva división internacional del tra-
bajo ha sido el incremento de sus exportaciones, creciendo más que la media mun-
dial desde los años 1990 por primera vez en los últimos cincuenta años.12 No obs-
tante, incluso este indicador queda opacado cuando se lo compara con el registrado
en los países dinámicos del EA. La tasa de crecimiento promedio anual de las expor-
taciones de AL en el período 1990-2010 fue de 10 %, cifra que, si bien es superior a
la alcanzada por los países centrales (6 %), resulta inferior al 12 % registrado por el
EA en el mismo período (UNCTAD, 2012).
Sin embargo, como se expone en los Gráficos 24 y 25, al analizar la composi-
ción de las exportaciones entre AL y el EA se observan patrones de intercambio
diferentes que dan ciertos indicios respecto de las particularidades de las estructu-
ras productivas de las que surgen los productos exportables. Siendo intenso el cre-
cimiento del intercambio Sur-Sur entre AL y Asia a partir del presente siglo, la
evolución de las exportaciones desde AL hacia Asia y viceversa, da cuenta de diná-
micas inversas, con el dominio de las manufacturas en el caso del EA y la circuns-
cripción a los recursos naturales por parte de AL (UNCTAD, 2012).

GRÁFICO 24. Exportaciones de AL hacia Asia (2000-2009)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2012).

Con un nivel mayor de especificidad, mientras que casi el 80 % de las exporta-


ciones de AL hacia el EA está fundado en recursos naturales, manufacturas basadas
en esos recursos o bien manufacturas de bajo contenido tecnológico, las importa-

12. Cabe aclarar que en estos resultados han tenido una gran influencia los logros de algunos
países, México particularmente, quien ha aprovechado el acceso a los mercados de América del Norte
(Sánchez Ancochea, 2005).

74
GRÁFICO 25. Exportaciones de Asia hacia AL (2000-2009)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de UNCTAD (2012).

ciones latinoamericanas provenientes de Asia alcanzan también casi en un 80 %, en


este caso por manufacturas con alto o medio contenido tecnológico (CEPAL, 2008).
En este último sentido, vale destacar que el EA ha asumido un liderazgo no solo en
relación a AL en materia de exportación de manufacturas con alto valor tecnológi-
co, sino a nivel mundial (Gráficos 26 y 27).
Como resultado de lo indicado, mientras que un cúmulo de países dinámicos
del EA ha podido modificar su posición en la jerarquía de riqueza y mejorar su
forma de inserción en las redes del comercio a través de la comercialización de
productos con mayor valor agregado y contenido tecnológico, el resto del SG,
particularmente AL, presenta una estructura exportadora carente de evolución en

GRÁFICO 26. AL y el Caribe: exportaciones. Estructura del comercio con mercados


seleccionados, promedio 2004-2006 (en porcentajes)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de United Nations Comtrade Data (www.comtrade.un.org).

75
GRÁFICO 27. AL y el Caribe: Importaciones. Estructura del comercio con mercados
seleccionados, promedio 2004-2006 (en porcentajes)

FUENTE: elaboración propia con base en datos de United Nations Comtrade Data (www.comtrade.un.org).

el desarrollo y control de actividades de mayor valor agregado, lo que restringe su


inserción en la economía mundial y la coloca en una posición subalterna respecto
del EA.
Aunque algunos estudios dan cuenta de una muy tenue diversificación y algu-
nos componentes con mayor valor tecnológico en las exportaciones desde AL hacia
el EA (CEPAL, 2008), ello presenta aun un carácter marginal y enfrenta la cuestión
central de la limitada capacidad de encontrar un proceso de industrialización inter-
no más complejo y de contar con jugadores globales capaces de disputar el lideraz-
go de cadenas globales. La presencia, nuevamente diferencial a nivel global de esos
jugadores, la analizamos seguidamente.

3.2.2. Distribución de las ETs en el SG. Implicancias sobre el control


de actividades centrales

Como señalamos, las ETs pueden identificarse como un indicador indirecto del
control de las actividades centrales. Así, el seguimiento de la cantidad de ETs perte-
necientes a países del SG resulta un indicador útil a los efectos de analizar la evolu-
ción de los países periféricos en términos del tipo de actividades que desarrollan
dentro de la cadena de mercancías, y reunir más información sobre las característi-
cas de su estructura productiva.
El avance en el dominio de actividades de tipo centrales dentro de dichas cade-
nas, en desmedro de las actividades de tipo periféricas, se observa fundamental-
mente en los países del EA. En ellos, como veremos más detenidamente en su mo-
mento, la capacidad del Estado para condicionar y direccionar la inversión de las
ETs permitió, en el marco de un particular contexto geopolítico al que se hiciera
referencia con anterioridad, aprovechar favorablemente el dislocamiento produci-

76
do por la nueva división internacional del trabajo de los años setenta (Wade, 2008;
Chibber, 1999, 2008; Chang, 1993, 2004; Pempel, 1999).
El Gráfico 28 da cuenta de ello, pudiéndose observar la importancia de partici-
pación de las empresas del EA dentro de las 100 compañías no financieras del SG
con mayor importancia a nivel mundial, representando en 2015 el 84 % del total.
Las empresas de origen latinoamericano solo representan el 6 % de las mismas,
situándose por debajo de la cantidad de ETs del resto de los países asiáticos que no
forman parte del centro dinámico, y solo superando al nulo nivel que presenta el
continente africano.

GRÁFICO 28. Cantidad de empresas no financieras dentro de las 100 principales


de las economías periféricas (2008)

FUENTE: Elaboración propia en base a de datos de Fortune (2015).

Finalmente, montado sobre ese diferencial en el control de ETs y diferencial ca-


pacidad de insertarse en los mercados, el EA ha ido habilitando un progresivo y selec-
tivo papel inversor en AL al igual que en África —liderado por China—, que ha colo-
cado rápidamente a este país como el tercer inversor de la región en 2010 (Perez y
Ludueña, 2012), y a la vez como un prestamista crecientemente relevante, que tam-
bién a partir de ese año supera los montos prestados por el BID y el Banco Mundial
(ver Gráfico 29 en página siguiente). El papel como inversor y prestamista del EA,
particularmente el de China, ha tenido una clara orientación hacia el desarrollo de
infraestructuras y la explotación de recursos esenciales vitales para el mantenimiento
de ese patrón de desarrollo que, como indicamos, le ofrece capacidad de cualificar su
patrón interno de acumulación, liderazgo y dinamismo en el contexto global.
Como resultado de lo analizado, se puede observar la existencia de un SG cre-
cientemente relevante, impulsado por el dinamismo del EA e igualmente por el
crecimiento de regiones que habían sufrido retrasos significativos bajo los experi-
mentos neoliberales y que toman distancia del ralentizado centro, como AL y Áfri-
ca. Pero, al mismo tiempo, hemos indicado la existencia de trayectorias diferentes
al interior del SG, a partir de la comparación de los performance y relaciones de EA
y AL, producto no solo de patrones de desenvolvimiento interno cualitativamente

77
GRÁFICO 29. Préstamos recibidos en AL desde BID, BM y China (2005-2011).
En millones de dólares

FUENTE: elaboración propia con base en datos de Gallagher, Irwin y Koleski (2013).

distintos, sino de una dinámica de inserción internacional y relacionamiento Sur-


Sur que refleja esas diferencias en el patrón de acumulación interno.
Como vimos, si bien ambos bloques se han mostrado dentro de los más dinámi-
cos de la economía mundial en la última década, la sostenibilidad en el tiempo de
altas tasas de crecimiento y la capacidad de forjar ese crecimiento en una estructu-
ra industrial con creciente complejización (con inserción en los mercados globales
a partir de un control creciente de ETs y un patrón exportador que lidera global-
mente el producto y actividades con alto contenido tecnológico) permite explicar el
posicionamiento de los países del EA. En contraste, la escasa sostenibilidad del
crecimiento en AL, particularmente industrial, ha conllevado una estructura pro-
ductiva escasamente sofisticada, que hace persistir su forma dependiente de la in-
serción basada en recursos naturales (Cimoli et al., 2005). Producto de ello, el cre-
ciente dinamismo de las relaciones Sur-Sur pareciera no estar exento de nuevas
dinámicas y formas de relacionamiento o intercambio desigualadores que se fun-
dan, por un lado, en la selectiva capacidad del EA de posicionarse con actores de
porte en las cadenas globales a través de funciones de mayor valorización y, por
otro, sujetando al resto del SG —como es el caso de AL— tanto a intercambios
como a inversiones que procuran la formación de las infraestructuras y los suminis-
tros que viabilizan esa inserción y desarrollo interno.

4. Las persistentes inequidades socioespaciales bajo el dinamismo del SG

La lógica del sistema capitalista que observamos, con mantenimiento de las


estructuras jerárquicas y desigualadoras, y la emergencia de zonas periféricas que
antes que alterar esas jerarquías reflejan nuevas formas de integración subordinada
a partir de trayectorias diferenciadas, contienen otro factor relevante que surge
cuando examinamos la dinámica intranacional e intrarregional en el SG: la perma-
nencia y profundización del proceso de desigualación social y espacial.
Desde el punto de vista social, las desigualdades han tenido una notable perma-
nencia a nivel mundial (OCDE, 2008, 2011). En un contexto bajo el cual los grandes

78
países que lideran por tamaño y dinamismo el SG (China, India, Brasil y Rusia) no
han podido (con la excepción de Brasil, el más desigual de la región más desigual)
revertir la lógica de mayor crecimiento con desigualdad (Gráfico 30). Al mismo
tiempo que macrorregiones con sostenido crecimiento en la primera década del
siglo, como AL, no obstante algunos progresos,13 no ha podido superar su situación
de región más desigual del globo, destacando en su interior la posición de Brasil.

GRÁFICO 30. Cambios en los niveles de desigualdad a principios de 1990


en comparación con los finales de la década del 2000

FUENTE: elaboración propia en base a los datos de la OCDE y la UE sobre las economías emergentes y Banco Mundial,
indicadores de desarrollo mundial.

En dicho contexto, como vimos, el EA no solo lideró el crecimiento del SG


transformándose en el centro dinámico de acumulación capitalista, sino que lo ha
hecho bajo un patrón socialmente más cohesivo que el resto del SG, inaugurando la
esperanzada etapa de crecimiento con equidad (BID, 2012). Más aún, no obstante
internamente diverso, observando Asia como un todo, ha mostrado en su momento
la existencia y crecimiento de inequidades menor y más lento que el resto del SG,
específicamente que África y AL, la región más desigual del mundo (Balisacan y
Ducanes, 2006).
Sin embargo, como veremos más detenidamente en el Capítulo IV, las buenas
noticias para el EA deben ser matizadas. Por el momento vale destacar que:

13. Como indican Zhuang y Kanbur (2012) en el informe elaborado para el ADB (2012): «esto
está en contraste tanto con la historia de “crecimiento con equidad” que marcó la transformación de
las economías recientemente industrializadas en los años 1960 y 1970, como con las
recientes tendencias en otras partes del mundo en desarrollo, en particular AL, donde la desigualdad
de ingresos se ha ido reduciendo desde la década de 1990» (2012: 74). «De los 28 países que tienen
datos comparativos entre los años 1990 y 2000, 11 —que representan alrededor del 82 % de la pobla-
ción de Asia en desarrollo en 2010— han experimentado una creciente desigualdad del ingreso o el
gasto per cápita, medida por el coeficiente de Gini. Asia en desarrollo ha sido históricamente una
región con niveles relativamente bajos de desigualdad, especialmente en comparación con otras re-
giones, como AL. A diferencia de la región en desarrollo de Asia, aunque la mayoría de los países
latinoamericanos han visto reducir la desigualdad en las últimas dos décadas, la desigualdad prome-
dio todavía es mucho más amplia que en Asia en desarrollo» (Zhuang y Kanbur, 2012: 38).

79
a) Internamente, la igualdad en Asia ha sido heterogénea. La capacidad de desa-
fiar la U invertida de Kutnez14 lograda por el EA (particularmente de los países del
noreste: Japón, Corea y Taiwán), combinando tasas de crecimiento alto con reducción
de la desigualdad (Birdsall et al., 1995; Jomo, 2006), no ha sido acompañada en los
países del Sureste de Asia (especialmente Indonesia, Tailandia y Malasia). Conforma-
dos a partir de diferentes trayectorias históricas, estos últimos se han destacado por
tener típicamente un menor crecimiento per cápita y más desigualdad (Booth, 1999).
b) Esos mismos países del EA que lideraron el crecimiento con equidad no han
podido sostener la equidad en el tiempo y bajo un escenario de fuerte presión de los
sectores financieros internacionales, han experimentado un constante crecimiento
de las desigualdades a partir de mediados de los años 1980 (Jomo, 2006). En tal
sentido, un camino de reversión hacia la desigualdad comenzó en Taiwán en 1982,
en Japón en 1983, y en Corea del Sur en 1987 (Wang Feng, 2011).
c) China, quien ha liderado sostenidamente el dinamismo de la región y se ha
venido posicionando como la unidad hegemónica de la misma, es el caso más re-
presentativo de ese crecimiento de la desigualdad. Dicho país ha pasado a ser el país
con más rápido crecimiento en el mundo pero también posee el más alto nivel de
desigualdad en el EA (Balisacan y Ducanes, 2006).
d) Finalmente, según un reporte de ADB (2012), los países del norte, EA y de
China en particular se inscriben en un generalizado incremento en la desigualdad
de ingresos acaecido en Asia en las últimas dos décadas (ADB, 2012),15 no obstante
la reducción de la pobreza operada en esta gran región.

Desde el punto de vista espacial, la realidad no se presenta diferente. El cons-


tante crecimiento y relevancia del SG no han estado acompañados por la reversión
de las desigualdades espaciales, más allá de las especificidades que la misma asume
en los distintos escenarios nacionales y macrorregionales. Observado por países,
parece claro que el hecho más preocupante resulta de la imposibilidad de revertir, e
incluso de profundizar, las desigualdades espaciales que presentan los países con
mayor escala y capacidades de dinamización como los BRICs. En todos ellos, sin
considerar ahora China, a la que luego nos referiremos, las investigaciones dan
cuenta de que Brasil (Siqueira, 2013), Rusia (Yemtsov, 2003; Galbraith, Krytynskaia
y Wang, 2004) y la India (Kanbur, 2010; Noorbakhsh, 2003) han mostrado la impo-
sibilidad de revertir sus enormes desigualdades y las tendencias a la profundización
de las mismas en el contexto de la mayor apertura de sus sistemas económicos
experimentadas en los años noventa con las reformas neoliberales.16

14. La bien conocida forma de U invertida de la curva de Kuznets implica que, cuando un país se
desarrolla, la desigualdad inicialmente se incrementa y declina después de que un cierto nivel de
ingresos promedio es alcanzado (Kanbur y Zhuang, 2013).
15. Como se destaca en ADB (2012), más del 80 % de la población asiática vive actualmente en
países en los que la desigualdad ha aumentado en los últimos veinte años. De acuerdo a Kanbur, «las
reformas orientadas al mercado —las principales conductoras del rápido crecimiento de Asia— son
las fuerzas básicas detrás de la creciente desigualdad en la región. Estas fuerzas tienden a favorecer a
los propietarios del capital sobre el trabajo, los trabajadores altamente calificados sobre los de escasa
cualificación, y las zonas urbanas y costeras sobre las regiones rurales y del interior» (2012: 74).
16. Globalmente, la apertura de la economía parece estar correlacionada con el aumento de la
desigualdad espacial. Esto no es sorprendente, ya que la integración mundial conduce a una expresión
más nítida de la ventaja comparativa, y las regiones bien situadas en términos de ubicación, educación,

80
Analizado ahora por regiones, no cabe dudas de que, al igual que África, AL ha
visto su dinámica de concentración y desigualación agravada a lo largo de la década
antes mencionada, y a pesar de los intentos más recientes de retomar una política
nacional para operar sobre los desequilibrios espaciales (ILPES, 2012). Ello está
muy lejos de volverse una realidad y no existen signos claros de una reducción
significativa de dichas desigualdades (Riffo, 2011).
Sin embargo, frente a ello, el EA no ofrece en lo espacial un patrón alternativo
de desarrollo con equidad como sucedió inicialmente con los países que motoriza-
ron esa región. Como también veremos más detenidamente en ese Capítulo IV, el
dinamismo de Asia en su conjunto (en parte, como vimos, acompañado en los casos
del EA socialmente más equitativo) ha sido caracterizado por disparidades regiona-
les intrapaíses y relaciones centro-región, disparando diferentes reformas descen-
tralizadoras con disímiles y, en muchos casos, fragmentadores resultados (Hill, 2002).
En tal contexto, los propios países que han liderado el crecimiento con equidad, y
resultan espacialmente pequeños, han arrojado un fuerte proceso de concentración
espacial. Puede mencionarse el caso de Corea a partir de su concentración entorno
a Seúl y su zona metropolitana (Markussen, 1999; Kim, 2007) como producto de la
estrategia de desarrollo polarizada impulsada en los años sesenta y setenta como
parte de la planificación económica del Estado (Deyo, 1987; Amsden, 1989; Wade,
2003). Al igual que Taiwán y Japón, que siguieron dicho patrón centralizado de
decisiones, se fueron desarrollando más recientemente estrategias de reescalona-
miento vinculadas a la descentralización y la regionalización. Como observaremos
más precisamente en el Capítulo IV, si bien ello ha venido a horadar y modificar la
configuración escalar y las formas decisionales prioritariamente top-down impe-
rantes en la posguerra desarrollista (Gimm, 2013), no ha encontrado como resulta-
do alteraciones estructurales desde el punto de la equidad social y espacial, a la vez
que ha facilitado un plegamiento a los procesos de neoliberalización ajenos a la
gestación de equidad social y espacial (Hill y Park, 2012).
Sin embargo, es evidente que dentro del EA el caso de mayor relevancia en
cuanto a la disparidad espacial lo expresa nuevamente China. Una frondosa pro-
ducción de estudios empíricos ha seguido de cerca su irrevertida dinámica espa-
cialmente desigualadora (Zhao y Tong, 2000; Kanbur y Zhang, 2005; Fan y Sun,
2008; Fan et al., 2008; Jones et al., 2003; Lee, 2000; Li y Wei, 2010; Dunford y Li,
2010), lo que coloca a este hecho como relevante ya no solo por el liderazgo chino
del crecimiento a nivel global, sino en gran medida por su importancia para definir
el patrón de desarrollo que adopta la macrorregión asiática, la más dinámica del
capitalismo por venir.

5. Conclusiones e interrogantes centrales

A lo largo de este capítulo hemos indicado que el capitalismo exhibe una reali-
dad en la que conviven su reproducción jerárquica y desigual, gestada a partir de la

gobernanza y otras condiciones iniciales tienden a ir delante en el acceso a las oportunidades globales,
mientras que otras van a la zaga. Este es el caso de China e India, donde el marcado aumento de las
disparidades regionales han coincidido con el período de apertura externa. El mismo argumento se
aplica a la liberalización en general (Kanbur, 2010).

81
divisoria entre centro y periferia (NG y el SG), y un cambio geoeconómico global
sustentado en el dinamismo del EA y el crecimiento constante del SG en la última
década, alentado en gran medida por ese dinamismo.
Destacamos que esa emergencia del SG abandona, sin embargo, su carácter
auspicioso cuando, a la vez que lo hace bajo esas jerarquías estructurales que lo
separan del NG, da cuenta en su interior, por un lado, de trayectorias diferenciadas,
fundamentalmente entre el EA, transformado en el centro dinámico del capitalis-
mo, y el resto, particularmente AL. Por otro lado, de persistentes y profundizadas
desigualdades socioespaciales que cuestionan la posibilidad de un patrón de desa-
rrollo que articule crecimiento con equidad, como en un primer momento anuncia-
ron las trayectorias del EA.
En la primera sección del capítulo dimos cuenta de esa preservación de la es-
tructura jerárquica y desigualadora indicando la existencia de una tendencia esta-
ble en cuanto al ordenamiento del sistema mundo en zonas centrales, periféricas y
semiperiféricas, muy excepcionalmente alteradas desde su conformación. Según lo
analizado, la inclusión de los diferentes países en cada uno de los niveles jerárqui-
cos tiene que ver con el grado de control de las distintas actividades y procesos
dentro de una determinada cadena de mercancías. De este modo, señalamos que
los países centrales presentan una mayor capacidad para ejercer dominio sobre las
actividades que reportan mayores beneficios —las actividades centrales—, mien-
tras que, por el contrario, los países periféricos quedan subsumidos al control de las
actividades periféricas de la cadena.
Sin embargo, pese a la pervivencia de dicha estructura, ya desde la finalización
de la Segunda Guerra Mundial —con el crecimiento japonés—, pero más marcada-
mente a partir de la nueva división internacional del trabajo que se conformó a
principios de los años setenta, parece haberse consolidado un diferencial dinamis-
mo de países tradicionalmente periféricos —agudizado en la primera década de
este siglo— que habilita a plantear una progresiva emergencia del SG.
Para considerarlo, en la segunda sección hablamos del dinamismo de la repro-
ducción capitalista hacia el EA con el progresivo marchitamiento de la economía
americana, destacando su mayor participación en el PIB global y su creciente con-
trol sobre actividades centrales, lo que permite notar una incipiente mejora en su
estructura productiva.
En la tercera parte mostramos, en primer lugar, que el EA no es el único bloque
dinámico dentro del SG; otros escenarios, como el latinoamericano, también han
dado cuenta de un importante crecimiento que posiciona a esta gran área —hacia
fines de la primera década del presente siglo— como más generadora de valor que
el NG. Resaltamos, sin embargo, que esta «emergencia conjunta» de ambos blo-
ques, convertidos en principales animadores del crecimiento económico mundial,
encuentra elementos cualitativos diferenciadores desde los que se establecen tra-
yectorias divergentes. Hemos indicado que dicho diferencial se sustenta en aspec-
tos estructurales y dinámicos, reflejados en la capacidad de dar sostenimiento al
proceso desde la posguerra y a lo largo de todo el período posterior de crisis del
capitalismo, asentándose dicho crecimiento en la industria y en actividades vincu-
ladas al conocimiento.
Ello ha permitido erigir una estructura productiva interna socialmente más
cohesiva (menos desigual, hasta la irrupción de China) y, externamente, un control

82
creciente de las actividades dinámicas del mercado mundial así como una mayor
inserción basada en actividades y exportaciones con alto contenido tecnológico. En
contraposición, la estructura productiva claramente más primarizada y socialmen-
te menos cohesiva de AL, se complementa con una inserción internacional más
endeble y subordinada, carente de jugadores económicos globales y sujeta a operar
en la provisión de recursos naturales en las redes económicas globales, no solo
reafirmando una histórica relación con el NG, sino con el EA con quien dinamiza el
SG. Las diferencias en las trayectorias al interior del SG se transforman, por lo
tanto, en base para nuevas formas de integración subordinada.
En la cuarta sección, se destacó como, no obstante esas trayectorias diferencia-
das, todo el SG, aun con sus especificidades, participa del sostenimiento o profun-
dización de las desigualdades socioespaciales intranacionales (particularmente en
los grandes países, especialmente en China). Las inequidades regionales conviven
con procesos de crecimiento, y plantean, en esas especificidades, interrogantes so-
bre las causas de su pervivencia y las estrategias de su superación en un patrón de
desarrollo alternativo al que ha ofrecido el dominante NG.
Ahora bien, ante esta realidad vale re-colocar los cuatro interrogantes que cen-
tran este trabajo:
¿En qué medida los dispositivos teóricos que han sido desarrollados en el NG
para analizar los nuevos procesos socioeconómicos y espaciales de la globalización...

a) dan cuenta de los limitantes estructurales que fija esa persistente estructu-
ra jerárquica Norte-Sur para actores, regiones y naciones del SG, y cómo esas
limitantes se vinculan a los dispositivos político-institucionales que promueven
procesos de desarrollo en el SG y deberían por ello revertir dichas jerarquías des-
igualadoras?
b) explican, en el marco del creciente dinamismo del SG, cuáles elementos y
procesos dan cuenta de las desiguales trayectorias y a partir de ellas las diferentes
respuestas —nacionales y macrorregionales— que tienen lugar al interior del SG,
como vimos entre el EA y AL?
c) identifican la diferencial —y excepcional— capacidad de algunos países al
interior del Sur Global de salir de posicionamientos periféricos y alcanzar metas
autónomas de desarrollo;
d) finalmente, permiten entender las generalizadas desigualdades espaciales
dentro de esas dinámicas divergentes y qué importancia tiene su existencia o rever-
sión para un proceso genuino de desarrollo desde el SG?

Pretendemos avanzar en torno a estos cuatro interrogantes a partir del análisis


crítico de los tres cuerpos teóricos que se realizan en los siguientes capítulos. En el
Capítulo II, analizando las contribuciones y limitaciones que el enfoque de cadenas
de valor global tiene para abordar el primero de esos interrogantes; en el Capítulo III
abordamos el enfoque de variedades de capitalismo para enfrentar el segundo y ter-
cer cuestionamiento, y en el Capítulo IV, nos detenemos en el enfoque del nuevo
regionalismo para el tercero y último de ellos. En cada uno de esos capítulos, como
dijimos, vamos adelantando sus inconsistencias generales y particulares para en-
tender la configuración acumulativa y regulatoria del capitalismo en general y de la
periferia en particular.

83
Procuramos para ello incorporar los elementos teórico-analíticos ausentes, ar-
ticulándolos para obtener una explicación más consistente que analice las renova-
das formas de subalternidad que logran los centros, al tiempo que dilucide las po-
tenciales estrategias de desarrollo de los países y proceso de formación macrorre-
gional que forman la periferia.

84
CAPÍTULO II
TRANSFORMACIONES GLOBALES: HACIA UNA REVISIÓN
CRÍTICA DEL ENFOQUE DE CADENAS DE VALOR
DESDE EL SUR GLOBAL

Mainstream econometric convictions about comparative advantage,


competitiveness, transaction costs and the neoliberal escepticism
towards an interventionist state could be easily accommodated within
the global value chain rubric, at least as it was being translated by deve-
lopment practitioners.
NEILSON (2014: 44)
Unlike early conceptions of dependency [...] that highlighted the parti-
cular two way relationships between imperial metropolitan countries
and imperialized satellite countries, the world-system approach stres-
ses the importance of capturing the unity and structure of a hierarchic,
differentiated world economic system. While the focus of this perspec-
tive remains on «external» international conditions affecting national
development, the emphasis is on «the consequences of occupying a
given structural position within the world-system as a whole».
SMITH y WHITE (1992: 858)
Thus, although the developmental hypothesis that countries are upwar-
dly mobile has merit, empirical results suggest that very little impact is
observed in the world-system because countries moving upward in the
world-economy region sequence are nearly balanced by countries mo-
ving down the sequence.
DEZZANI (2002: 595)

Introducción

Como hemos adelantado en el Capítulo I las transformaciones analizadas, que


abarcan dimensiones globales, nacionales y regionales, disparan interrogantes con
relación a los instrumentos teóricos desarrollados en los países centrales para: a)
comprender las potencialidades y restricciones estructurales de naciones y regio-
nes del SG en el contexto del mantenimiento y estructuración de las jerarquías
globales; b) explicar las divergentes trayectorias y desiguales vinculaciones que se
establecen entre las macrorregiones del SG; c) identificar la diferencial —y excep-
cional— capacidad de algunos países al interior del Sur Global de salir de posicio-
namientos periféricos y alcanzar metas autónomas de desarrollo; y d) analizar y
enfrentar las extendidas asimetrías espaciales que los afectan.
¿Cuáles son las potencialidades y limitaciones de esas herramientas teóricas y
metodológicas desarrolladas en los centros académicos de los países centrales para
el análisis de esos tres aspectos? ¿Y cómo se vinculan a los dispositivos político-

85
institucionales que promueven procesos de desarrollo en el SG que deberían, por
ello, revertir dichas jerarquías desigualadoras?
El enfoque de la Cadena de Valor Global (CVG), con el que iniciamos el análi-
sis, expresa posiblemente el cuerpo más compacto y actual de los análisis sobre el
proceso de globalización, sobre su particular funcionamiento y el modo en que se
involucra con los actores económicos e institucionales. Desarrollado en la última
década y media, el mismo se ha ido constituyendo en uno de los instrumentos
más estimulantes para el análisis de las dinámicas geoeconómicas de globaliza-
ción. No obstante que un grupo de investigadores y consultores ha utilizado el
concepto de manera bastante imprecisa al asesorar a un sinnúmero de gobiernos
y organizaciones acerca de la competitividad de las firmas y las regiones (Porter,
1985), otro grupo de académicos ha desarrollado una tradición más sistémica y
sofisticada para explicar el modo en el que operan y son dirigidas las distintas
redes globales industriales (Gereffi, 1996; Gereffi et al., 1994; Gereffi y Kaplinsky,
2001; Kaplinsky, 2000).
Sustentados en esos desarrollos, hace ya más de una década y media, tanto el
concepto como las proposiciones teóricas del enfoque de las CVG han servido de
base para numerosos estudios de casos a nivel mundial, especialmente orientados
hacia países y regiones que forman parte del SG. Mediante el análisis de distintas
cadenas, de sus actores económicos y de sus posibilidades de actualizarse tecnoló-
gicamente, el enfoque de CVG ha sido capaz de desplegar un extenso programa de
investigación empírico acerca de las dinámicas de las redes globales y de las posibi-
lidades para un desarrollo local sustentado en procesos de organización colectivos
—y horizontales— a nivel territorial (Humphrey y Schmitz, 2002; Nadvi y Halder,
2005). A través de aquellos contenidos conceptuales y de los resultados empíricos
de esos estudios, el enfoque se ha transformado en una herramienta del ámbito
político y se ha convertido en key concept para asesorar en materia de políticas
industriales y económicas debido al aliento desde —y por— una diversa y compleja
serie de instituciones supranacionales. En ella no solo se encuentran aquellas más
relacionadas con políticas económicas «heterodoxas» y perspectivas de desarrollo
(como es el caso de UNCTAD, OIT, ONUDI, CEPAL) sino también por aquellas rela-
cionadas con la perspectiva más ortodoxa del Consenso de Washington (CW) (como
BID, BM, OCDE y la UE).
El veloz ascenso de esta herramienta académica transformada en política invi-
ta a una seria evaluación de su calidad, efectividad y restricciones a fin de com-
prender las potencialidades y limitaciones que recaen sobre los países —y regio-
nes— del SG en las redes globales, así como su impacto en la capacidad de los
gobiernos de elaborar políticas económicas consistentes, capaces de promover el
desarrollo al revertir las dinámicas inadecuadas que ambos refuerzan: la depen-
dencia y la exclusión.
En tal sentido, al realizar dicha evaluación y encarar los interrogantes que he-
mos formulado, encontramos que el enfoque de CVG se constituye en un dispositi-
vo teórico que, no obstante sus contribuciones, resulta:

a) incapaz de identificar los efectos estructuralmente limitativos que los ele-


mentos que conforman la persistente y escasamente movible estructura jerárquica
del sistema-mundo crea sobre naciones y regiones del SG y, en dicho marco, de

86
explicar las divergentes performances nacionales y regionales y sus consecuencias,
nuevamente desigualadoras, que toman lugar al interior del emergente SG; y
b) producto de esas limitaciones, al vincularse a los dispositivos institucionales,
resulta funcional a la lógica de neoliberalización fragmentadora que reproducen
las Redes Políticas Globales (RPG) lideradas por los organismos de financiamiento
internacional (OFI), en consonancia con el mantenimiento de las estructuras de
poder desigualadoras y subordinantes que contienen las REG, controladas por las
grandes firmas emplazadas fundamentalmente en el centro.

Sostenemos que, a los efectos de superar estas restricciones —teóricas y luego


político-institucionales—, es esencial, primero, recuperar elementos ausentes en el
dispositivo teórico de CVG a raíz del distanciamiento respecto de la Teoría del Sis-
tema Mundo (TSM) (esencialmente en lo que refiere a la dimensión totalizadora y
contradictoria del sistema capitalista y la reproducción desigualadora del mismo),
y segundo, demanda tomar distancia de aquellos aspectos con los que aun converge
dicha teoría (esencialmente en lo que respecta al desplazamiento/desconocimiento
del papel de las naciones y los Estados nacionales como unidades y escalas de aná-
lisis estratégicas para explicar las trayectorias diferenciadas).
La recuperación de los elementos ausentados —al tomar distancia del enfoque de
la TSM— resultan esenciales para superar el primero de los aspectos que forman nues-
tros interrogantes. Es decir, resulta esencial para evitar que el enfoque de CVG, cre-
cientemente institucionalizado e incorporado por los OFI, por un lado, contribuya a
conformar una vía neoliberal, altamente fragmentante, sobre la base de la cual se da
legitimidad al control selectivo que las fracciones transnacionales del capital logran
sobre las CVG y, por otro, impida constituir herramientas genuinas de los países del SG
a través de las cuales sus actores económicos alcancen posiciones estratégicas en di-
chas cadenas y logren alterar la estructura jerárquica y desigualadora del capitalismo.
Del mismo modo, el distanciamiento respecto de la TSM —en lo relativo a la
devaluación de la escala nacional y los Estados-Nación como unidades de análi-
sis— resulta fundamental para poder evaluar la forma como determinadas platafor-
mas escalares-nacionales conforman diferenciadas trayectorias dentro del SG y dis-
tintivas capacidades para enfrentar y elaborar autónomamente estrategias de inser-
ción no subordinadas a las CVG.
Mientras que la primera superación implica un esfuerzo del enfoque de CVG
para reasociarse a sus fuentes constitutivas (la TSM), la segunda conlleva la necesi-
dad de apelar a dispositivos teóricos externos (centrados en las dimensiones nacio-
nal y regional) y alternativos, que nos conducirán al Capítulo III, donde la dimen-
sión nacional y sus trayectorias son abordadas con centralidad.
El argumento desplegado en este Capítulo II desarrollado bajo la lógica de ori-
gen y evolución, limitaciones, institucionalización y superación del enfoque, se or-
ganiza de la siguiente manera:
En la primera sección analizamos brevemente el origen y evolución del enfoque
de CVG considerando las contribuciones más relevantes desde su nacimiento bajo
la TSM hasta su más reciente asociación con el paradigma de red. Con ello, no solo
buscamos determinar cómo el enfoque de las CVG se ha posicionado en cuanto a
las limitaciones de tal paradigma sino también precisar su aporte para la compren-
sión del funcionamiento económico e institucional del proceso de globalización.

87
En la segunda sección comenzamos con el análisis crítico de las limitaciones
teóricas del enfoque. En primer lugar, a partir de su observación comparada con
la TSM dando cuenta del conjunto de aspectos de los que toma distancia: a) la
dimensión temporal; b) la unidad de análisis; c) la forma de acción de los acto-
res; y d) la dimensión del poder. En segundo lugar, analizamos la permanencia/
convergencia —aun con distintos abordajes— dentro del enfoque de la TSM en
cuanto a: a) la relativización de la escala nacional y el Estado-nación como uni-
dades de análisis, y las restricciones relativas a la consideración del Estado y la
fuerza de trabajo en la formación de las especificidades de las trayectorias y
contextos nacionales y macrorregionales; y b) la ausencia del papel del capital
financiero en el análisis de la reproducción de dinámicas desiguales generadas
por actores transnacionales globales sobre aquellos actores medianos y peque-
ños a nivel regional.
En la tercera sección, a partir del análisis de dichas limitaciones, analizamos
la institucionalización del enfoque de CVG como práctica política, tratando de
dar cobertura a la ignorada relación entre el análisis de las CVG y su incorpora-
ción a las RPG, responsables de difundir esta perspectiva como herramienta de
política e investigación. Afirmamos la importancia de reconectar la perspectiva
de las CVG con los actores, lógicas e intereses implicados en estas redes, a fin de
comprender los límites y potencialidad que acarrea para los países y regiones en
vías de desarrollo. Al hacerlo, mostramos cómo la perspectiva de las CVG, a pesar
de su origen en la TSM, se ha integrado finalmente a las RPG para funcionar
como un dispositivo neoliberal fragmentario en el SG y para trabajar en conso-
nancia con la consolidación de las fracciones del capital global que rigen las Re-
des Económicas Globales (REG). Procuramos aclarar cómo esas limitaciones pre-
sentes en el cuerpo teórico han contribuido sistemáticamente a la construcción
de esta dinámica. Corporizada en un cuerpo creciente de instituciones, el enfoque
de CVG, a partir de sus limitaciones, no cuenta con los elementos esenciales a
partir de los cuales elaborar estrategias —y con ello redes políticas y económicas
trasnacionales— que potencien la autonomía y la igualación de quienes integran
desigualmente la periferia.
Finalmente, para lograr esto último y superar la limitaciones presentes en el
cuerpo teórico de las CVG y su instrumentación político institucional, sostene-
mos la necesidad de conformar redes políticas alternativas, sustentadas en un
dispositivo conceptual capaz de «volver sobre sus orígenes» y reconocer —desde
la reasociación con la TSM— la existencia holística y la dinámica contradictoria
del capitalismo para considerar y alternativizar las limitaciones que fija para el
SG y sus actores la incorporación a las CVG. Por otro lado, destacamos la necesi-
dad de reconocer la dimensión nacional y sus trayectorias que el retorno a esa
tradición de la TSM no garantiza. Planteamos ello como una necesidad de salir
del enfoque de CVG para poder avanzar en el segundo y tercero de los interrogan-
tes centrales de este trabajo orientado a cuestionar los fundamentos del por qué
se desarrollan al interior del SG trayectorias diferenciadas y (nuevas) vinculacio-
nes desigualadoras, como así también, a por qué algunos países logran —excep-
cionalmente—romper esa estructura desigual abandonando su posicionamiento
periférico.

88
1. Desde la «TSM» hacia una perspectiva de red de empresas globalmente
gobernadas: origen y evolución de un enfoque

El término commodity chains (cadenas de productos básicos) fue acuñado por


Hopkins y Wallerstein (1977) durante la segunda mitad de los años setenta bajo la
influencia de la TSM (Bair, 2005), con lo cual, su perspectiva se vio influenciada por
la explicación acerca de las dinámicas macrohistóricas del capitalismo y su contra-
dictoria estructura de «núcleo-periferia». A pesar de las críticas recibidas acerca de
sus anacronismos (Dicken et al., 2001), la TSM le dio al enfoque de las cadenas de
productos básicos un marco holístico que permitiera comprender cómo operan las
redes en este contradictorio sistema (Brown et al., 2010) y explicar cómo las cade-
nas globales participan en la jerárquica, estratificada y desigual configuración del
capitalismo.
Presentada como «red de procesos laborales y de producción cuyo resultado es
un producto acabado»1 (Hopkins y Wallerstein, 1986: 159), el concepto de las CVG
en su sentido original no fue utilizado inicialmente para destacar las recientes y
novedosas transformaciones de la economía global, sino más bien sirvió para com-
prender cómo el capitalismo histórico ha desplegado su lógica cíclica y contradicto-
ria desde el siglo XVI (Bair, 2005). Sin embargo, desde los años noventa, el concepto
de CVG ha sido transformado, en primer lugar, por las contribuciones de Gary Ge-
reffi, y luego por una red académica impulsada por un grupo de investigadores a
través de numerosos talleres para debatir sobre el alcance del concepto y sus deta-
lles metodológicos (Sturgeon, 2008).
Como resultado, el concepto ha sufrido la alteración progresiva de su significa-
do (Appelbaum y Gereffi, 1994; Gereffi, 1994; Gereffi et al., 1994) como su cambio
de nombre, de «cadena global de mercancías» a CVG (Gereffi et al., 2005). Este
cambio no fue meramente superficial, sino que más bien reflejó un nuevo rol para
comprender las especificaciones de los procesos de globalización. En ese sentido, el
concepto de las CVG y su aplicación empírica se volvió menos «relacionados con la
estructura macro y holística de la economía capitalista del mundo y más con el
campo organizacional de las industrias globales contemporáneas»2 (Bair, 2008: 348).
Asimismo, el cambio de cadenas globales de productos básicos a CVG significó la
mutación de la idea de poder dentro de las cadenas. A este, se le ha otorgado un rol
referido a una cuestión de «capacidad de las empresas» de insertarse en una red de
actividades económicas globales, antes que como limitación institucional y/o es-
tructural que posiciona a algunas empresas en un extremo de las cadenas. Bajo esta
perspectiva, se concibe al poder como aquellas diferentes capacidades de las em-
presas de controlar las funciones estratégicas de las cadenas en el marco de una
transformación cualitativa de la economía global.
Esta transformación se encuentra basada a su vez, en una nueva forma de re-
producción económica y en una integración funcional de actividades dispersas in-
ternacionalmente que reemplaza la mera difusión de las actividades económicas
que ha caracterizado a la internacionalización (Dicken, 1992; Gereffi, 1994). A fin
de explicar esta situación, Gereffi definió a las CVG como una «serie de redes inte-

1. Traducción propia.
2. Traducción propia.

89
rorganizacionales agrupadas en torno a un artículo o producto, conectando hoga-
res, empresas y Estados dentro de la economía mundial. Estas redes son situacio-
nalmente específicas, socialmente construidas, y localmente integradas, y subrayan
las inclusiones sociales de la organización económica»3 (Gereffi et al., 1994: 2).
Inicialmente, bajo el proceso de internacionalización en el cual la producción
se integra cada vez más en los sistemas coordinados globalizados, Gereffi introdujo
las dos bien conocidas formas de gobierno a fin de analizar esta coordinación desde
el punto de vista del poder: aquellas cadenas globales de mercancías dirigidas por
productores y aquellas dirigidas por compradores (Gereffi, 1996: 42). Más actualmen-
te, basados en una amplia gama de estudios empíricos, Gereffi y sus colegas han
propuesto cinco tipologías de gobierno de las CVG —jerarquía, cautiva, relacional,
modular y de mercado— que combinan y representan diferentes niveles de coordi-
nación y asimetrías de poder (Gereffi et al., 2005).
Situado en esta nueva perspectiva del capitalismo, y recurriendo a estos con-
ceptos de cadenas globales y gobierno, la perspectiva de las CVG ha hecho impor-
tantes contribuciones para el estudio de las actuales dinámicas económicas de glo-
balización y, más específicamente, para superar algunas de las limitaciones que se
presentan en el paradigma de red previamente mencionado.
Desde un punto de vista global, la principal contribución de las CVG ha sido el
ofrecer una simple y poderosa herramienta para comprender la forma en la que las
actividades económicas interactúan espacialmente y evolucionan en las diferentes
etapas de la producción para formar cada REG, y la manera en que el valor es
producido y distribuido en esas actividades (Gereffi y Korzeniewicz, 1994; Gereffi,
1994), no solo centradas en actividades manufactureras, sino que también en el
marketing y la distribución (Giuliani et al., 2005; Smith et al., 2002). Mientras se
ocupan de integrar las actividades de venta minorista y de consumo a las cadenas,
los analistas de las CVG han logrado ver a los procesos reproductivos como una
totalidad (Gereffi, 1994, 1999; Leslie y Remier, 1999).
En muchos otros aspectos la perspectiva de las CVG ha sido útil, ya que ofrece
un mapa geoeconómico global en el cual diferentes actores pueden ser identifica-
dos como miembros de diferentes nodos que conectan los cursos de un gran nú-
mero de corrientes pertenecientes a un gran número de sectores y ramas de activi-
dad. En otras palabras, esto nos permite determinar cuáles son los actores, secto-
res, regiones e instituciones conectadas a diferentes actividades, así como la forma
en que la capacidad de producir valor es distribuida dentro de esas actividades, y
por tal motivo, cómo el poder se configura dentro de la CVG (Gereffi y Korze-
niewicz, 1994).
Desde la perspectiva de su relación con el paradigma de redes, las CVG pueden
ser consideradas un aporte «meso-teórico», proveedor de una base analítica para
ese paradigma, incorporando aspectos macro (y micro) dimensionales de organiza-
ción social que no pueden ser explicados desde las relaciones sociales jerárquicas y
de mercado (Messner, 2002). Esta incorporación de conceptos e instrumentos de
red al enfoque de las CVG se ha logrado al traer algunas mejorías al paradigma de
redes primeramente desarrollado desde la perspectiva de redes encastradas (em-
bedded networks) proveniente de la sociología económica y organizacional, esen-

3. Traducción propia.

90
cialmente a través de la contribución de Granovetter (1985), y la más reciente teoría
del actor-red (Latour, 2005), con un marcado impacto en el pensamiento geográfico
(Murdoch, 2006; Allen, 1997; Amin, 2004; Dicken et al., 2001).
El enfoque de las embedded networks en el marco analítico de las CVG ha estado
presente en la trascendencia del localismo dominante en la versión europea de los
estudios regionales y locales. Para lograr esto, el concepto de encastramiento ha
sido compatibilizado con una perspectiva transnacional —no territorial— de las
redes (Hess, 2004; Wrigley y Currah, 2006; Hess y Yeung, 2006). Las redes económi-
cas transnacionales han sido consideradas un complemento necesario de «expe-
riencias territorialmente encastradas», representadas por diferentes experiencias
locales y regionales de grupos productivos exitosos, ofreciendo a la perspectiva de
las CVG un marco estratégico para la evaluación del potencial de los grupos para
contribuir al desarrollo regional y local (Pietrobelli y Rabelloti, 2007).
En cuanto a la teoría de actor-red, la perspectiva de las CVG ha introducido un
concepto de poder que permite identificar quién está a cargo de generar y preservar
las funciones más dinámicas —en términos de control del valor—, es decir, permite
ver cómo se distribuye el poder entre instituciones y actores económicos (Gereffi et
al., 2005), y qué forma asume el poder en cuanto a redes y un gobierno nodal. Como
detallamos a continuación, esta noción de poder en la perspectiva de las CVG no es
incompatible sino funcional con la perspectiva relacional de poder que domina el
marco teórico de la teoría del actor-red. En este último caso, poder no significa
capacidad de acción sobre otros, sino una producción relacional generada a través
de esfuerzos colectivos y relaciones entre redes (Hess, 2008) y, como resultado, el
poder emerge para asociarse con un proceso beneficioso para todos los actores
involucrados en esos esfuerzos colectivos, en el que todos logran acceder a ese po-
der. Estas estrategias han presentado muchas oportunidades para los actores regio-
nales y locales con diferentes posiciones en las REG, y no necesariamente la subor-
dinación o exclusión de aquellos que no «poseen» la capacidad de llevar a cabo
cierta función. En la perspectiva de las CVG, aun aquellos actores más frágiles eco-
nómicamente, como las pequeñas y medianas empresas (pyme), poseen oportuni-
dades de superarse sin enfrentar el riesgo de desaparecer (Kaplinsky y Readmen,
2001; Humphrey, 2003; Meyer-Stamer, 2007; World Bank, 2015).
Finalmente, como un intento menos abstracto y supuestamente más operativo
de incorporar redes, el enfoque de las CVG ha ofrecido un patrón metodológico
más definido, que contrasta con la incertidumbre de los sistemas empotrados y la
teoría de actor-red, y hace posible tratar la investigación empírica aplicada a múlti-
ples actividades económicas. Junto con su capacidad de trascender el territorialis-
mo y de asimilar la visión «relacional» de poder, dicha operatividad metodológica
ha sido en gran parte responsable de la irrefrenable presencia del enfoque de CVG
dentro del panorama supranacional. Esta presencia internacional se ha visto forta-
lecida como resultado de una sutil estrategia de los promotores (académicos y con-
sultores) de las CVG de presentarlas como herramientas más completas y realistas
que las estrategias de mercado autorregulatorias difundidas durante los años no-
venta bajo el neoliberal CW (Sturgeon, 2008). Capitalizando la pérdida de prestigio
de dichas estrategias, la perspectiva de las CVG se ha ganado una reputación inter-
nacional creciente que ha facilitado su transferencia a la agenda supranacional, a la
vez que proveyó nuevos aportes teóricos en el imaginario de varios programas de

91
asistencia, proyectos financieros, asesores y talleres institucionales que no muchos
años atrás estuvieron notablemente comprometidos con la teoría del mercado au-
torregulado del pensamiento neoliberal (Werner, Bair y Fernández, 2013; Gereffi,
2014; Neilson, 2014).
Sin embargo, ¿en qué medida estas nuevas ideas teóricas reflejan una nueva
perspectiva que dé mayor coherencia y precisión a los análisis de procesos de trans-
formación global y, a su vez, cuál es su capacidad de comprender las oportunidades
reales de las regiones de los países del SG de incorporarse cualificadamente a tales
cambios mediante políticas económicas correctas?
En respuesta a esas preguntas puede destacarse que a pesar de sus contribucio-
nes y creciente relevancia analítica y política, las CVG exhiben limitaciones persis-
tentes que amenazan con transformarlas en una herramienta infructuosa para la
comprensión y modificación de la posición subordinada de actores y regiones de
los países en vías de desarrollo y regiones en las que pretenden operar sino que, al
mismo tiempo puede potenciar aquellas estrategias que actúan en la profundiza-
ción y recreación de ese posicionamiento. Como intentaremos explicar, esto ocurre
en gran medida debido al abandono de los aspectos estructurales del poder que
hemos mencionado previamente, y su funcionalidad para el complejo de los actores
económicos globales y supranacionales institucionales involucrados en la institu-
cionalización de la perspectiva de las CVG.
A fin de comprender esto, primeramente debemos analizar las limitaciones del
cuerpo teórico de las CVG. A partir de allí, para formular una explicación convin-
cente de cómo los actores y sus intereses se desarrollan y conectan con el enfoque
oficial de las CVG, exploraremos cómo este cuerpo teórico (y sus limitaciones) se ha
transformado en una herramienta política y ha sido asimilado en las RPG.

2. Identificando las limitaciones del enfoque de CVG a partir


del distanciamiento y continuidades respecto de la TSM

Algunas de las limitaciones de la perspectiva de las CVG han sido consideradas


en los últimos años, principalmente mediante las contribuciones de la Escuela de
Manchester y sus redes mundiales de producción. Este enfoque se desarrolló con la
intención de reconocer las contribuciones de las CVG para trascender los límites de
los estudios sobre globalización centrados en los Estados como unidad de análisis
(Dicken et al., 2001; Henderson et al., 2002; Coe et al., 2004; Coe y Hess, 2005; Hess
y Coe, 2006; Hess y Yeung, 2006). Sin embargo, estas limitaciones aún requieren
una comprensión y articulación más profunda para determinar de una mejor ma-
nera sus consecuencias y superar un riesgoso eclecticismo que perdura en gran
parte de la literatura. Para ello, como adelantamos, requerimos retomar el análisis
de su constitución y lógica en forma comparada con la TSM, a la que, paradojal-
mente, el enfoque gestado en Manchester ha relativizado. Para ello, como indica-
mos, es necesario retomar un análisis sobre su constitución y lógica, observándola
comparadamente con la TSM, marcando los aspectos en los que se distancia y en
los que converge.

92
2.1. Explorando las limitaciones de la perspectiva dominante de CVG
a partir de su distanciamiento de la TSM

2.1.1. Comparación y diferenciación de las perspectivas

La evolución del enfoque de CVG previamente desarrollada ha establecido que


dicho enfoque ha pasado desde una perspectiva más sujeta a la comprensión del
capitalismo como un todo que se despliega históricamente a otra en la que domina
una perspectiva básicamente empresarial y sectorial, que analiza las redes de enti-
dades que forman la singularidad/especificidad de los procesos de globalización.
En términos reales, esa evolución/cambio en el enfoque no representa solamente
un «acotamiento en el objeto» o un «cambio en el corte temporal del análisis» (Bair,
2009), sino una forma epistemológicamente diferente de analizar la globalización
(Robinson, 2011) que, como adelantamos y observaremos, no resulta inocua en
relación a la comprensión de procesos y a la elaboración de estrategias.
Como indicamos, el enfoque de la TSM constituye, como remarcara Wallers-
tein, no una escuela sino un tipo de análisis (Wallerstein, 1974) destinado a com-
prender el capitalismo como un todo de larga duración, que se reproduce en forma
contradictoria y jerárquica, perpetuando distintas formas de desigualdad bajo la
continuidad centro, periferia y semiperiferia (Wallerstein, 1974). En cambio, el en-
foque de CVG representa un intento de examinar los actuales procesos de globaliza-
ción como un hecho novedoso, a partir del examen de la forma como funcionan
específicas redes sectoriales de empresas —con las actividades que las conectan a
escala global— configurando específicas formas de gobierno (gobernanza) que ex-
plican el posicionamiento y las posibilidades para empresas y sectores de incorpo-
rarse, esencialmente de los países en desarrollo (Gereffi et al., 2005).
En el marco de esta distinción general, emergen cuatro elementos claramente
diferenciadores vinculados a la dimensión temporal, la unidad de análisis, la diná-
mica que imponen los actores, y el poder. Atento a la importancia que contienen los
cuatro aspectos y su vinculación final, es importante considerarlas individualmente
para luego evaluarlas colectivamente y detectar las debilidades que contiene el en-
foque dominante de CVG.

2.1.1.a. Temporalidad en el proceso de análisis: longue durée sobre


especificidad del proceso de globalización

El primer aspecto diferenciador entre la TSM y el enfoque de CVG es que en la


primera el análisis de las cadenas de mercancías se inserta dentro de un proceso
temporal de longue durée sobre el cual es edificado el capitalismo, y sobre el cual se
dinamiza el mismo a partir de procesos cíclicos y sistémicos de hegemonías, crisis
de determinadas unidades hegemónicas y relevo de otras (Arrighi et al., 2003). Como
ya adelantamos anteriormente, bajo la inspiración de la seminal contribución de
Fernand Braudel, el concepto de longue durée introduce el análisis de las cadenas
globales de mercancías en y para la comprensión de la lógica histórica, cíclica y
contradictoria del capitalismo con inicio en el siglo XVI. En otras palabras, las cade-
nas de mercancías se encuadran dentro de un proceso histórico en el cual todo
cambio es lento, incluyendo la repetición constante y los ciclos recurrentes. Como

93
indica Bair, sustentándose en Wallerstein, analizar las cadenas dentro de tal proce-
so histórico significa que «las cadenas de valor no son un fenómeno reciente, es
decir, que datan de la década de 1970 o incluso 1945 [...] ellas han sido una parte
integral [...] del funcionamiento de la economía-mundo capitalista desde el comien-
zo de su existencia en el largo siglo XVI» (Wallerstein 2000: 2, en Bair, 2009: 7). Al
igual que las cadenas de mercancías, el proceso de globalización lejos de ser com-
prendido como algo distintivo que requiere una particular herramienta de análisis,
se considera parte de esa longue durée del sistema capitalista expresado «como una
mera intensificación cuantitativa de conexiones e intercambios sistémicos que da-
tan de alrededor del año 1500» (Robinson, 2011: 13). El enfoque de CVG, en cam-
bio, analiza las cadenas para considerar —como muchos otros enfoques— la espe-
cificidad de la globalización erigida en el marco de la reestructuración con posterio-
ridad a la crisis de los años setenta. En tal sentido, las CVG vienen a formar un
—novedoso— instrumento analítico, idóneo para considerar un fenómeno específi-
co y temporalmente acotado, diferente del proceso histórico de internacionaliza-
ción (Dicken, 1998; Gereffi et al., 2001).4

2.1.1.b. Unidad de análisis: el todo-sistémico versus el abordaje


de las rebanadas slices

En el marco de esa disidencia en el análisis temporal, el segundo elemento que


ha distanciado el enfoque de CVG respecto de la TSM tiene que ver con la unidad de
análisis y sus propiedades. En la TSM la unidad central de análisis que se analiza
dentro de su longue durée es el capitalismo como sistema. Es decir, el capitalismo
como un todo de larga duración desde el que se explica la jerárquica y desigual
dinámica de reproducción del capitalismo. Para ello, el enfoque de la TSM, y espe-
cialmente el de Wallerstein, se inscribe en una tradición de pensamiento que adju-
dica valor estratégico a la idea de totalidad, y en el que convergen una amplia pléya-
de de expresiones intelectuales que parten del pensamiento aristotélico hasta el
hegeliano, así como su expresión marxista contemporánea de este último, como la
de Luckacs. Precisamente en este último Wallerstein se inspira para afirmar «no es
la primacía de los motivos económicos en la explicación histórica lo que constituye
la decisiva diferencia entre el marxismo y el pensamiento burgués, sino el punto de
vista de la totalidad» (1979: 2).
Esa totalidad sobre la que se conforma la unidad —y se entienden las partes—,
no solo resulta una afirmación de la realidad, sino también una forma de compren-
derla, donde la comprensión de la totalidad demanda una unidad disciplinar obli-
gada a superar la escisión trilógica en las ciencias sociales (Wallerstein, 1985). So-

4. En tal sentido, Gereffii y sus colegas indican que «En el capitalismo global, no solo la actividad
económica es de alcance internacional, también es global en su organización. La “internacionaliza-
ción” refiere a la extensión geográfica de las actividades económicas a través de las fronteras nacio-
nales. Como tal, no es un fenómeno nuevo. De hecho, ha sido una característica destacada de la
economía mundial desde al menos el siglo XVII cuando los imperios coloniales empezaron a repartir-
se el mundo en busca de materias primas y nuevos mercados para las exportaciones de sus manufac-
turas. La “globalización” es mucho más reciente que la internacionalización porque esta implica la
integración funcional entre las actividades internacionalmente dispersas (Dicken 1998: 5)» (Gary
Gereffi, John Humphrey, Raphael Kaplinsky y Timothy J. Sturgeon, 2001: 2 y 3).

94
bre la idea de totalidad y el análisis fundado en una unidad que opera como un
todo, se inscriben —y en buena parte se explican— las especificidades de una diver-
sidad de «formas particulares» expresadas como naciones, territorios, actores, Es-
tados, etc. Para Wallerstein, la unidad analítica que expresa ese todo es el sistema-
mundo, comprensible como uno que tiene límites, estructuras, grupos de miem-
bros, reglas de legitimación y coherencia (Wallerstein, 1974) o, en sus propios
términos, «el sistema mundial es una zona espacial/temporal que atraviesa muchas
unidades políticas y culturales, que representa una zona integrada de actividad y de
instituciones que obedecen a ciertas reglas sistémicas» (2004: 17).
Esa zona espacial/temporal —constitutiva de la totalidad dinámica y contradic-
toria— se conforma a partir de un complejo de redes económicas, políticas y cultu-
rales sobre las que se edifica una sofisticada división global del trabajo (Wallerstein,
1985). Es en esa unidad que se inscriben las cadenas productivas (Hopkins, Wallers-
tein; 1977), cumpliendo como ya vimos, un papel fundamental para comprender la
delimitaciones de actividades que conforman tal división, y conformando la vincu-
lación de aquellos actores y espacios que operan desarrollando las actividades, de-
cisiones y procesos de valorización a partir de los que se definen los posicionamien-
tos centrales, semiperiféricos y periféricos del sistema-mundo.
En este sentido, en la TSM existe una división internacional del trabajo única,
que conforma la economía mundial y puede descomponerse en una serie de cade-
nas de mercancías que, articulando diversos sistemas productivos, traspasan las
fronteras nacionales (Hopkins y Wallerstein, 1986; Wallerstein, 1974, 2004). Cada
una de estas cadenas mercantiles está compuesta por distintas actividades integra-
das en el tiempo y en el espacio, que tienen como corolario la producción de bienes
y servicios finales. El valor agregado por cada una de estas actividades, y las formas
de apropiación/retención del mismo permite identificar: a) actividades centrales
(aquellas que absorben la mayor parte de los beneficios generados dentro de la
cadena); y b) actividades periféricas (las que solo se apropian de una porción margi-
nal del beneficio), de donde se advierte la desigual apropiación de beneficios del
intercambio internacional existente entre las mismas (Arrighi y Drangel, 1986; Wa-
llerstein, 1974, 2004) que explican en gran medida la existencia de una estructura
jerárquica y desigual del sistema visto como un todo.
Ahora bien, en tanto el sistema y esos posicionamientos resultan el elemento
prioritario, las cadenas no pueden ni deben ser comprendidas al margen del mismo
desde un análisis que las individualice, ya que aquellos abonan a la comprensión de
—y demandan observarlas desde— el todo que explica la dinámica general del siste-
ma y su conformación. En tal sentido, aun cuando el todo sistémico presenta a la
producción y al intercambio como momentos a través de los que se despliega el
mismo, es en el intercambio donde el enfoque de la TSM fija su prioridad para
entender la forma contradictoria, desigual y expoliativa sobre la que se reproduce el
sistema mundo (Navarro, 1982; Arrighi y Drangel, 1986; Wallerstein, 1974, 2004).
La noción de cadenas de mercancías abona al entendimiento de la reproducción de
esas forma a partir de identificar quienes obtienen control de las actividades centra-
les y quienes se posicionan periféricamente en las mismas. Introducida y analiza-
das agregadamente dentro de la comprensión de ese todo para entender la configu-
ración jerárquica del mismo (centro, periferia, semiperiferias), la noción de cade-
nas de mercancías contribuye a la comprensión del desigual control (espacial) de

95
actividades que se despliegan en las mismas —como vimos en el Capítulo I—, dife-
renciándose aquellas actividades centrales y periféricas.
Como adelantamos, no obstante su nacimiento en la TSM, el enfoque de CVG
toma distancia de esa noción de totalidad de larga duración para detenerse en la
comprensión de un proceso singular y temporalmente más delimitado de globaliza-
ción. Esta es ahora analizada a partir del examen de cadenas específicas y recom-
puestas sectorialmente. A diferencia de la TSM, que utiliza una perspectiva holísti-
ca para subsumir la especificidad de las cadenas dentro de la lógica del sistema y
comprender la lógica del mismo, el enfoque de CVG entiende por holístico el desen-
trañamiento del funcionamiento de una cadena específica a partir del recorrido de
sus distintas fases observando, «por arriba», sus formas de gobernanza y, «por deba-
jo», las oportunidades de upgrading (Gereffi y Lee, 2012).5
La complementariedad de esos dos conceptos esenciales del enfoque —gober-
nanza y upgrading—, recaen invariablemente sobre ámbitos sectorialmente específi-
cos, con epicentro industrial, posibilitando la comprensión de la realidad a través de
«rebanadas» sectoriales (sectoral slices) (Bernstein y Campling, 2006) que se mues-
tran dinámicamente en toda su extensión espacial y funcional, y en la que se ligan
actores económicos e institucionales de los países desarrollados y en desarrollo.
Si bien desde la perspectiva de la CVG se ha avanzado hacia la consideración de
otros sectores de actividad como los servicios (Lanz et al., 2015), la modalidad sec-
torial del abordaje ha quedado incólume. Asimismo, ha emergido un enfoque que
hace hincapié en los slices para referirse a un estudio que tiene como propósito
descomponer el valor de un producto final en el valor agregado por todo el trabajo
y el capital empleado en su cadena de valor global» (Timmer et al., 2014: 102). Estos,
comparten el mismo punto de diferenciación respecto de la TSM en cuanto a la
perdida de una perspectiva holística de análisis del capitalismo como sistema, algo
que, como veremos, pasa a formar parte de las limitaciones del enfoque dominante
de CVG.

2.1.1.c. Los actores y su dinámica

Las formas de aproximación a nivel temporal, la unidad de análisis priorizada,


así como los aspectos que hacen a la dinámica de esta última, afecta la forma como
se conciben las acciones y relaciones entre los actores dentro de las cadenas globa-
les. En la TSM, la inserción en la totalidad contradictoria y de larga duración con-
duce la interpretación de la dinámica de los actores a su rol en la reproducción de
esa configuración jerárquica y dominante que sustenta la lógica totalizadora del
sistema. Es decir, los actores no actúan independientemente de la lógica sistémica,
sino que se insertan en la misma de modo que pasan a ser explicados por —y al
mismo tiempo contribuyendo a explicar— dicha lógica.

5. El enfoque de CVG proporciona una visión holística de las industrias globales a partir de dos
puntos de vista contrastantes: desde arriba hacia abajo (top down) y desde abajo hacia arriba (bottom
up). El concepto clave para la visión desde arriba hacia abajo es la «gobernanza» de las cadenas
globales de valor, que se centra principalmente en las empresas líderes y la organización de las indus-
trias globales; el concepto principal de la perspectiva desde abajo hacia arriba es el «mejoramiento»,
que se centra en las estrategias utilizadas por los países, las regiones y otros actores económicos para
mantener o mejorar su posición en la cadena (Gereffi y Lee, 2011: 4).

96
Dentro de esta dinámica, el amplio espectro de actores a considerar tiene en
este caso su punto de partida analítico en el trabajo (la fuerza de trabajo) desde
donde la cadena se define como «una red de procesos de trabajo y de producción,
cuyo resultado final es un producto acabado» (Hopkins y Wallerstein, 1986: 159).
La fuerza de trabajo y los procesos productivos que tienen lugar en la periferia
operan en dirección de sustentar la reproducción del centro pues, como bien
remarca Robinson: «Un componente central de la teoría de Wallerstein es la ge-
neración y apropiación de los excedentes a través de este sistema. Los excedentes
tienden a desplazarse desde las regiones periféricas y semiperiféricas a las cen-
trales, por lo que el natural funcionamiento del sistema —es decir, la acumula-
ción a nivel mundial— resulta en el enriquecimiento y el desarrollo del núcleo y
el empobrecimiento y subdesarrollo de la periferia. Aquí vemos cuán importante
es el concepto de la división del trabajo para la teoría del sistema-mundo» (Ro-
binson, 2011: 8).
La relación jerárquica y desigualadora entre regiones centrales y periféricas,
introduce la forma en que el enfoque de la TSM da tratamiento al Estado. La
misma es a la vez viabilizada por —y es «viabilizante» de— la conformación
«desigual» de los Estados atento a que «la economía-mundo desarrolla un patrón
donde las estructuras estatales son relativamente fuertes en las áreas centrales y
relativamente débiles en la periferia. Qué áreas desempeñan cada uno de los
roles es en muchos aspectos accidental. Lo que es necesario es que en algunas
zonas la maquinaria del Estado sea mucho más fuerte que en otros» (Wallers-
tein, 1974: 335).
El enfoque de CVG, con su modo de análisis de la especificidad del proceso
globalizador y su recorte temporal, contiene un relevante cambio en cuanto a los
actores y a su dinámica. Luego retomaremos la idea de que en esta perspectiva la
fuerza de trabajo ha estado ampliamente ausente, y habiendo sido ello advertido
por enfoques críticos muy recientemente (Newsome et al., 2015). Dicha ausencia no
solo ha incluido el silencio sobre su relación contradictoria con el capital —fun-
damento constitutivo del capitalismo—, sino también la ausencia de abordajes
que den cuenta de las especificidades que adopta la dinámica de la fuerza de
trabajo —en esa relación contradictoria— en el centro y en la periferia, así como
los efectos que ello genera sobre la conformación de las relaciones entre ambos
escenarios. En este último sentido, las referencias se han limitado a destacar la
—casi obvia— localización y distribución de los trabajos altamente calificados
en los «países desarrollados» y los de más baja calificación en los menos desarro-
llados (Timmer et al., 2014).
Con relación al Estado, lo que podría considerarse un tratamiento limitado del
mismo, al diferenciarlos entre estados fuertes (centro) y débiles (periferia), se tra-
duce directamente en el enfoque CVG en un ausentamiento del mismo (Dicken et
al., 2001; Smith et al., 2002; Nielson, 2014; Fernández, 2014), producto de la centra-
lidad adoptada por el análisis del governance y su vínculo con la forma de incorpo-
ración de las firmas a las redes económicas globales.
Marginando analíticamente tanto al Estado como a la fuerza de trabajo, el enfo-
que de CVG queda centrado fundamentalmente en las firmas (Bair, 2008) y en un
complejo de organizaciones complementarias que abonan diferencialmente a la
constitución y participación de las redes económicas que expresan las cadenas glo-

97
bales (Sturgeon, 2013).6 Son estos actores, expresados centralmente en las compa-
ñías líderes, quienes en su modalidad organizacional y articuladora conforman el
tipo de gobernanza, a la vez que los que se consideran foco de análisis para exami-
nar la potencialidad de determinadas mejoras en diferentes redes/cadenas o reba-
nadas (slices). El enfoque avanza, a partir de ello, en la exploración de la capacidad
que las firmas poseen de complementarse y cualificarse al incorporarse en redes
que tienen particulares formas de gobernanza.
En la perspectiva de la CVG, la dinámica central donde se posa el análisis pasa
a ser el examen de qué forma de gobernanza y cuáles formas de mejora (upgrading)
se han realizado o resultan pasibles a ser potenciadas para dar cuenta de una dada
red de empresas en un determinado sector de actividad. Mientras está claro que la
gobernanza pertenece al categorial que viabiliza las formas de dominancia de las
grandes firmas que dominan las cadenas —ETs—, las mejoras son presentadas como
las formas más (o menos) adecuadas con las que cuentan los actores —que no
expresan a las grandes firmas— para cualificar las posiciones desarrolladas por
ellos en su actividad sectorialmente organizada. De ello resulta que gobernanza y
mejoras no son puestas como marcos a ser analizados para dar cuenta o poner en
evidencia una configuración jerárquica y desigualadora, sino como una realidad en
la que cabe explorar las formas de integración más adecuadas, utilizando las for-
mas de mejoras como forma de análisis y estrategia.

2.1.1.d. El poder y su vínculo con la dinámica de los actores

Finalmente, los elementos diferenciadores antes indicados ganan mayor com-


prensión y posibilidades de ser analizados en sus alcances y limitaciones, cuando
son colocados en la plataforma de las perspectivas de poder que dominan estos
enfoques. En la TSM, el poder se traduce o entiende básicamente como domina-
ción, es la capacidad de imponer la voluntad sobre otros, en este caso, de quienes
controlan las posiciones centrales en las cadenas de mercancías dentro de la com-
pleja división del trabajo que conforma el contradictorio sistema mundo capitalis-
ta. Como lo expresa Wallerstein, «entre las estructuras más importantes del actual
sistema-mundo se encuentra una jerarquía de poder entre el centro y la periferia, en
la que las ricas y poderosas sociedades “centrales” dominan y explotan a las débiles
y pobres sociedades periféricas» (1974: 12).
Las cadenas de mercancías trabajan a través de esa jerarquía de poder y, en el
marco de ellas, los actores y espacios que controlan las actividades centrales ejercen
su dominio para incorporar selectiva y subordinadamente a aquellos actores —y
espacios— que no forman parte de los centros, y pasan a depender de estos en una
relación básicamente expoliativa dentro del funcionamiento del sistema-mundo. Esa
relación, que incluye múltiples y combinadas formas de coerción como de consenso,
es decir, de hegemonía (Arrighi, 2005), no se inscribe en un análisis que hace centro
en determinada cadena de mercancías, sino en la compresión sistémica del capita-

6. Como indica Sturgeon: «La referencia a “otras organizaciones” aquí es en reconocimiento al


hecho de que todas las organizaciones, con fines de lucro, sin fines de lucro y las del sector público
tienen el potencial para participar en la inversión extranjera directa y/o contratación internacional»
(2013: 9).

98
lismo como unidad sustentada en una forma jerárquica y desigualadora. Es bajo esa
forma y en la conformación de la misma que se estructuran, como dijimos, Estados
fuertes en los centros y débiles en las periferias.
Ahora bien, como igualmente indicamos, el enfoque de CVG cambia el foco de
análisis al desplazar la atención desde una macrocomprensión del funcionamiento
histórico del capitalismo como sistema global para llevarlo a una forma más cen-
trada en las industrias y las firmas en un período específico. En dicho contexto debe
ser entendida la sinuosa y la finalmente diferenciadora concepción del poder adop-
tada por este enfoque de CVG respecto de la TSM. En tal sentido, digamos inicial-
mente que el enfoque de CVG ha puesto de manifiesto la posibilidad de conocer
«cómo se distribuye y ejerce el poder entre las empresas y otros actores de la cade-
na» (Sturgeon, 2008: 2), brindando la posibilidad de determinar: i) ¿Qué actores
controlan la cadena?; ii) ¿Cuáles son las fuentes de este poder?; iii) ¿Qué determina
la distribución del flujo de ingresos o el valor entre los diferentes actores de la cade-
na? Para ello —y a través de ello— el enfoque contribuye a identificar quién es el
encargado de generar y preservar las funciones dinámicas —en términos de control
del valor—, permitiendo ver cómo el poder es distribuido entre instituciones y agen-
tes económicos (Gereffi et al., 2005), y qué forma de poder asume en términos de
red y gobernanza nodal. En tal identificación intervienen los dos instrumentos con-
ceptuales ya señalados que dan cuenta de su estructura de funcionamiento (gober-
nanza y mejora).
El concepto de gobernanza, como indicamos, clasifica las CVG en aquellas con-
ducidas por el productor y aquellas conducidas por el comprador. En el caso de las
primeras, vinculadas a actividades intensivas en capital y tecnología, el gobierno de
la cadena se encuentra en una actividad productiva nodal. En cambio, en las segun-
das, vinculadas a actividades intensivas en trabajo (prendas de vestir, calzados,
muchos productos agroalimentarios) el gobierno de las CVG opera en la forma de
redes verticalmente integradas, donde los costos de información, el diseño de pro-
ducto, la publicidad, y los avanzados sistemas de gestión de suministros establecen
las barreras de entrada. En estas cadenas las funciones de producción suelen ser
subcontratadas mientras los actores clave se concentran en las funciones de marca,
diseño y marketing (Humphrey y Schmitz, 2002; Schmitz, 2006).
Ciertamente, estas formas de gobernanza no son estáticas y las mismas varían
de acuerdo a las condiciones históricas. Así, de acuerdo con la investigación de
Gereffi, «Hay una afinidad entre la transición desde las estrategias de desarrollo ISI
(industrialización por sustitución de importaciones) a las IOE (industrialización
orientada a la exportación) y el cambio desde las CVG conducidas por el productor
a aquellas conducidas por el comprador» (Gereffi et al., 2001: 31). Al mismo tiempo
emergen como dijimos (ver nota al pie 4) otras formas de gobernanza, que introdu-
cen variedad de opciones en la vinculación a las CVG (Gereffi et al., 2005), y muchas
veces se asocian a la aparición de nuevos sectores, como internet (Gereffi, 2001).
Por su parte, en el marco de las diferentes gobernanzas de las cadenas, se intro-
duce el concepto de mejora, que asume una perspectiva «desde abajo hacia arriba»
y procura considerar la capacidad de los actores que se integran subordinadamente
a las CVG para mejorar su condición para la generación y captación de valor y la
cualificación de su posición en la cadena. Para ello, se evalúa, como adelantamos,
las mejoras en la calidad y diversidad de productos, en la eficiencia para producir-

99
los o en el control de nuevas funciones —de mayor valorización— que aún no con-
trolan. Dentro de esas tres formas de mejoramiento, es el mejoramiento funcional
el que resulta fundamental, en tanto determina la capacidad de ascender al control
de las actividades que detentan mayor generación de valor, básicamente la capaci-
dad de desplazarse desde la producción de manufacturas al diseño o el marketing
(Gereffi, 1999; Humphrey y Schmitz, 2000).
Ahora bien, no obstante que estas pautas permiten señalar quién controla la
cadena (mediante la gobernanza) y cómo puede integrarse dinámicamente el resto
(a través de las mejoras), el enfoque de CVG ha dejado un vacío e imprecisión en la
concepción de poder a partir del cual se analiza la vinculación entre los actores a
cargo de la gobernanza (desde arriba hacia abajo) y los subordinados, desafiados a
desarrollar sus mejoras (desde abajo hacia arriba).
En el marco de esta ausencia, la concepción de poder que llenó ese vacío y
adquirió dominancia en los análisis del enfoque ha provenido del enfoque de
redes, al que ha quedado fuertemente vinculado para resaltar los aspectos macro
—y micro— dimensionales de la organización social, los cuales no pueden ser
explicados a partir de las relaciones sociales jerárquicas y/o de mercado (Mess-
ner, 2002). La incorporación de los conceptos —e instrumentos— de red al enfo-
que de CVG ha conllevado mejoras a través de su tránsito ya indicado desde la
perspectiva de red arraigada (embedded networks), proveniente del pensamiento
de la sociología económica y organizacional a través de la seminal contribución
de Granovetter (1985) hasta la más reciente teoría del actor-red (TAR) (Latour,
2005), con un importante impacto esta última en el pensamiento geográfico y
relacional (Allen, 1997; Amin, 2004). La influencia de este pensamiento relacional
del poder en el análisis de las cadenas globales ha encontrado una atención teóri-
ca más explícita a través de los aportes del enfoque de Red Global de Producción
(RGP), y tiene como característica distintiva y fundamental el desplazamiento de
la idea de poder como «capacidad de actuar sobre otros» —bien presente bajo la
TSM— a su reemplazo por la idea del poder como «un resultado de esfuerzos
colectivos» desarrollados a partir de relaciones en red (Hess, 2008). Esta última
facilita el análisis de las relaciones entre actores a partir de procesos «yo gano - tú
ganas», a través de los cuales el empoderamiento es accesible para todos los acto-
res involucrados en los esfuerzos colectivos.
Esta concepción, lejos de representar una reflexión aislada acerca de cómo abor-
dar el poder (y las relaciones) dentro de las cadenas globales, se ha transformado en
una perspectiva dominante para abordar las CVG. Ante la presencia de conceptos
como «gobernanza» y «confianza» alineados con los esfuerzos de los actores parti-
cipando en juegos «yo gano - tú ganas», la noción de poder como coproducción
colectiva toma distancia de la explicación de las formas estructurales de domina-
ción que forman parte de la TSM y su análisis de las cadenas de mercancías, ali-
neándose además con aquellas preocupaciones académicas relacionadas a la for-
ma en la cual las dinámicas locales pueden estar más efectivamente conectadas con
las redes globales. Esta conexión ha tomado lugar a través de las mejoras obtenidas
a partir de la cooperación intralocal y las interacciones a distancia con actores glo-
bales (Humphrey y Schmitz, 2004), lo que ayuda a comprender y avanzar hacia
formas de producción con mayor valor agregado que respondan a los estándares
globales (Nadvi, 2008; Lund-Thomsen y Nadvi, 2010; Schmitz, 1999).

100
Además de la corriente estadounidense encabezada por Gereffi, esta tarea en-
contró impulso en investigadores agrupados en torno al Institute of Development
Studies (IDS) de la Universidad de Sussex (Inglaterra). A partir de estudios empíri-
cos desarrollados sobre una multiplicidad de sectores y actores de los países en
desarrollo, dichos académicos fueron evaluando el papel de la cooperación entre los
actores locales de diferentes clusters de los países en desarrollo (cooperación hori-
zontal) y las relaciones entre estos con las firmas líderes (cooperación verticales)
(Nadvi y Schmitz, 1999; Schmitz y Knorringa, 2000; Gereffi et al., 2002; Giuliani et
al., 2005). En los mismos, se intentó dar cuenta que la interacción de las empresas
agrupadas/clusterizadas integradas en las relaciones cuasi-jerárquicas pueden ex-
perimentar rápidas mejoras en productos y procesos (Humphrey y Schmitz, 2002;
Schmitz, 2004). En una línea similar, pero a partir de una crítica a cierta ambigüe-
dad del concepto de mejora y de la ausencia de la capacidad tecnológica en la orga-
nización y funcionamiento de la cadena, se sumó el interés por analizar los proce-
sos de aprendizaje e innovación que podrían ser reforzados con dichos acuerdos y
vínculos entre empresas y dentro de las cadenas (Morrison et al., 2008).
En resumen, toda esa «gran familia» de defensores y analistas de las prácticas
cooperativas —horizontales y verticales— en la cual, paradójicamente, la perspecti-
va relacional sobre las redes globales y el análisis «territorial» parece finalmente
converger, ha tendido a asumir como imprescindible para las empresas de países en
desarrollo (especialmente las pyme) integrarse a las CVG, debiendo examinarse las
formas de hacerlo a partir de interrelaciones y acciones cooperativas en los que «no
existen juegos de suma cero» (Abonyi, 2005). Es decir, a partir de la concepción de
poder que domina, las formas desde arriba hacia debajo de gobernanza de las CVG
y desde abajo hacia arriba de mejora, asumen una perspectiva esencialmente de
complementación en la que se destacan las ventanas de oportunidades —y/o desa-
fíos— para quienes no gobiernan la CVG.

CUADRO 1

FUENTE: elaboración propia.

101
2.1.2. Limitaciones del enfoque de CVG a partir de su comparación
y diferenciación con la TSM

Como vimos, del análisis comparado del enfoque de CVG y la TSM no solo se
desprenden relatos y metodologías diferentes sino también elementos para respon-
der al primer interrogante —formulado en el Capítulo I— que estructura nuestro
trabajo vinculado a los límites de los dispositivos teóricos que han sido desarrolla-
dos en el Norte para analizar los nuevos procesos socioeconómicos y espaciales de
la globalización y las restricciones estructurales que la persistente estructura jerár-
quica NG-SG fija para actores, regiones y naciones del SG. Al observar comparada-
mente el enfoque de CVG con la TSM se pueden apreciar las debilidades del prime-
ro para responder a los factores que dan cuenta de la ampliación y no reversión de
las desigualdades entre el centro y la periferia del sistema-mundo que analizamos
en el Capítulo I.
Por lo analizado precedentemente, la TSM, más allá de sus aspectos peligrosa-
mente funcionalistas y deterministas (Skocpol, 1977), contribuye a formular una
matriz holística de análisis y comprensión del comportamiento de los actores en el
capitalismo y, al «dar a luz» el enfoque de cadenas, lo inserta dentro de esa matriz.
Las cadenas de mercancías hacen centro en la explicación de la reproducción y
mantenimiento de las relaciones centro periferia en un «período largo» del capita-
lismo, dentro del cual caben las actuales transformaciones globales. Es decir, su
conformación contiene los elementos esenciales para responder temporal y funcio-
nalmente a los factores de larga duración dentro de los que se inscribe el manteni-
miento de la estructura jerárquica y desigual del capitalismo.
En tanto, no obstante incorporar aspectos conceptuales y metodológicos rele-
vantes para comprender las especificidades del proceso de globalización que la TSM
desestima, el dominante enfoque de CVG contiene limitaciones para enfrentar el
interrogante planeado. Al quedar circunscripto a un análisis sectorializado del com-
portamiento de diferentes redes industriales interempresariales consideradas den-
tro de un acotado marco temporal —en el que emerge la especificidad del proceso de
globalización—, apela a un enfoque del poder como proceso coproductivo que ana-
liza —en esa especificidad globalizadora— las múltiples formas interactivas en la
que los actores empresariales de los «países en desarrollo» se articulan con las gran-
des firmas que lideran las CVG para —eventualmente— desarrollar mejoras a través
de esa inserción o, en todo caso, para identificar sus restricciones para lograrlo.
Su elusión/desplazamiento del poder como dominación, así como la exclusión
del patrón metodológico que apela a la comprensión de ese poder en la reproduc-
ción global del sistema capitalista con su lógica contradictoria —y desigualadora—,
encuentra limitaciones para dar cuenta: a) de la forma como toma continuidad en el
tiempo esa totalidad contradictoria desde la que se explica el permanente e incluso
ampliado proceso de bifurcación entre los países centrales (y su riqueza) y sus peri-
ferias; y b) de la forma como los actores y redes analizadas sectorialmente reprodu-
cen esa lógica estructural contradictoria y desigualadora.
Los límites en su marco teórico, particularmente en lo que hace al concepto de
poder y el papel de los actores en las redes de empresas que forman su objeto de
estudio, impiden comprender cómo las continuidades de a) —resaltadas en la TSM—
calan en la formación de b), lo cual conlleva en su marco conceptual —y la metodo-

102
CUADRO 2

FUENTE: elaboración propia.

logía de análisis propuesta— un ocultamiento de las lógicas de subordinación y la


continuidad con la lógica histórica de reproducción del capitalismo. De este modo,
el marco conceptual condiciona su propia indagación empírica que, aunque en
principio conduce inevitablemente a detectar las formas de integración subordina-
da de los actores y la captación preferencial, es finalmente orientada a considerar
las potencialidades de dichos actores que emergen estructuralmente subordinados.
Como corolario, los resultados de ese ocultamiento y ese direccionamiento no
son inocuos, sino que viabilizan —y en buena medida explican las razones de— la

103
asimilación del cuerpo teórico de CVG por los organismos internacionales (OI) y el
despliegue —a través de ellos— de un dispositivo —neoliberal— de intervención
que refuerza antes que altera la integración subordinada y la reproducción desigua-
ladora del capitalismo. En este sentido, el examen de la institucionalización, permi-
te responder a la segunda parte de ese primer gran interrogante formulado en el
Capítulo I centrado en dar cuenta acerca de cómo esos dispositivos teóricos desa-
rrollados en el Norte para analizar los nuevos procesos socioeconómicos y espacia-
les de la globalización, se vinculan a los dispositivos político institucionales que
promueven procesos de desarrollo en la periferia. Como veremos, ese cuerpo teóri-
co, con sus limitaciones, resulta un insumo crecientemente relevante para configu-
rar las nuevas formas neoliberales de reproducción, que no revierten sino que, a
pesar de su propósito discursivo, reafirman las jerarquías desigualadoras.
Vale entonces considerar primeramente cómo los propios estudios operan ese
ocultamiento, para considerar posteriormente, luego de analizadas también las li-
mitaciones vinculadas ya no a su distanciamiento sino a su convergencia con la
TSM, como ello viabiliza la traducción del enfoque de CVG en un «dispositivo neo-
liberal».

2.1.3. Límites y ocultamiento en los análisis empíricos del enfoque de CVG


a partir de su distanciamiento con la TSM

Como mencionamos antes, todo este análisis asume el poder como una copro-
ducción a través de redes y desplaza la noción de poder como «capacidad de impo-
ner sobre otros», es decir, el poder como dominación, restricción y subordinación.
Sin embargo, introducir esta concepción de poder resulta esencial para entender el
aspecto central del control y gobierno de las cadenas en manos de firmas líderes
crecientemente trasnacionales, así como las restricciones estructurales que ello fija
para los interesados en integrarse subordinadamente. Más precisamente, es esa
noción la que permite comprender muchos resultados empíricos obtenidos por un
gran número de tempranos y más recientes estudios dentro de la CVG. Estos estu-
dios realizados en países en desarrollo han mostrado las asimetrías que emergen a
partir de la creciente concentración de poder en los grandes actores —tanto mino-
ristas como productores— que controlan las funciones más dinámicas de la cadena
global, mayormente relacionadas con el marketing y el diseño.
Igualmente, los análisis realizados en su momento por los propios exponentes
del IDS sobre la cadena del calzado resaltaron cómo, no obstante variaciones que
existen en la gobernanza al interior del propio sector (más o menos jerárquicas) y la
posibilidad de obtener mejoras en aquellas menos jerárquicas, lo que domina es el
poder concentrado de los compradores globales y las limitaciones de los producto-
res locales de alcanzar las funciones de diseño, marketing y marca (Schmitz y Kno-
rringa, 2000; Bazan y Navas-Alemán, 2004). El poder concentrado a raíz de retener
las funciones estratégicas y su capacidad de operar selectiva y subordinantemente
sobre aquellos que pulsan por obtener mejoras, ha sido reafirmado por otro innu-
merable conjunto de estudios que han cubierto una amplia serie de países y activi-
dades: el caso de jeans en México (Bair, Gereffi, 2001); de horticultura (Dolan y
Humphrey, 2000) y café en África (Ponte, 2004); la fruta fresca en Chile (Bain, 2010);
o la castaña de cajú en la India (Harilal et al., 2006), son algunos de los ejemplos.

104
Incluso en nuevos sectores, con formas alternativas de gobernanza y que harían
más viable la mejora funcional, como el de la industria de la computación (Gereffi
et al., 2001), los estudios más recientes muestran cómo, compañías como Apple, no
obstante la creciente deslocalización de sus actividades, retienen las funciones es-
tratégicas ligadas a la innovación y la marca para capturar la mayor parte del valor
del producto final y preservar el selectivo control de la cadena (Linden et al., 2009;
Gereffi, 2014).
En esta línea, Milgberg, Jiang y Gereffi, en el análisis de lo que denominan
«especialización vertical», reconocen que: «Las empresas líderes en los países in-
dustrializados operan a un alto nivel de especialización vertical, ya que se centran
cada vez más en los aspectos de producción que implican competencia central y
alto valor agregado (como los servicios de pre y post-fabricación, incluida la I+D,
diseño y comercialización) y externalizan el resto, aumentando así el contenido
importado de las exportaciones en el proceso» (2014: 161). Y, nuevamente ampara-
dos en Apple, sostienen: «El famoso ejemplo de Apple Inc. muestra este patrón,
cómo las actividades de menor valor agregado —en gran medida la producción— se
han subcontratado al/en el Este asiático, mientras que la empresa matriz estado-
unidense sigue realizando actividades de financiación de I+D, diseño de productos,
marketing y desde su sede de Estados Unidos. La presión sobre dichas empresas
líderes para elevar el valor del accionista alienta este modelo de creciente especiali-
zación vertical» (Milberg et al., 2014: 161).
También en esa vena, e inspirado reincidentemente en ese caso de Nokia, Bald-
win ha denominado «curva de la sonrisa» a ese proceso por el cual la captura de
valor en la CVG se da en «las puntas» de la elaboración y consumo de un produc-
to, es decir en las fase de diseño así como en las ventas finales y en la comerciali-
zación, en desmedro del segmento de fabricación y producción, actividades que
son las que tienden a concentrarse en la mayoría de los países en desarrollo (Bald-
win, 2012) (Gráfico 1).

GRÁFICO 1. La Curva de la sonrisa: buenas y mala etapas en las CVG

Fuente: con base en Baldwin (2012: 18).

105
El reconocimiento de una lógica de control selectivo de funciones por parte de
las grandes firmas líderes debería, por lo tanto, implicar inevitablemente la admisión
de las fuertes limitaciones para las mejoras funcionales que pesan sobre el conjunto
de espacios y actores subalternos que se integran desde la periferia para alcanzar
aquellas «competencias centrales» selectivamente controladas por las ETs. El con-
trol «desde las puntas», donde se concentran las mayores capturas de valor, opera
también como un fuerte regulador de las incorporaciones de otros actores. Como
indicó oportunamente Gereffi et al.: »La gobernanza implica la capacidad de cada
firma en la cadena para influenciar o determinar las actividades de otras empresas
en la cadena [...]. Este poder es ejercido por las empresas líderes a través del control
sobre recursos claves necesarios en la cadena, las decisiones sobre la entrada y salida
de la cadena y el monitoreo de los proveedores» (2001: 5). Traducido en ese selectivo
control de las competencias centrales, el poder implica la reafirmación del papel
asimétrico, subordinante y estructuralmente limitante que las grandes empresas glo-
bales (ETs) establecen desde la gobernanza de las cadenas sobre las empresas del SG.
Desde ese posicionamiento, estas últimas pueden ser excluidas o seleccionadas
para ingresar a las CVG, pero en este último caso, como bien ejemplificaron estu-
dios como los de Dolan et al. (2000) sobre la horticultura y los de Gibbon y Ponte
(2005) sobre el café, ambos en África, su performance pasa a ser condicionado a los
estándares fijados por las firmas líderes, y sus mejoras funcionales son limitados a
no afectar las actividades de comando y captura de valor a cargo de las ETs que
gobiernan la cadena. Por su parte, estudios como el de Quadros (2002) en la indus-
tria de componentes de Brasil, mostraron que la adquisición de los estándares fija-
dos por las firmas líderes en muchos casos ni siquiera garantizan la capacidad de
obtener mejoras en las formas cooperativas.
Por lo tanto, aunque las lógicas cooperativas derivadas de una perspectiva rela-
cional del poder ofrecen posibilidades de comprender y promover procesos de cons-
trucción colectiva en base a juegos «yo gano - tú ganas» (Hess, 2008), las cualifica-
ciones ofrecidas de parte de los actores dominantes no siempre existen y cuando lo
hacen no solo no significan una amenaza para aquellos actores concentrados, sino
que actúan como refuerzo de sus capacidades sobre el control de las CVG. En todo
caso, la cooperación local o la ampliación y cualificación de las asociaciones a dis-
tancia (Allen y Cochrane, 2007) están destinadas a generar mejoras marginales para
los actores cada vez más subordinados de la CVG. Todo lo que estos actores pueden
esperar alcanzar como una nueva mejora es ser «acoplados de la mejor manera» a
través de una asimilación de reglas estandarizadas establecidas por los comprado-
res y productores transnacionales (Gibbon y Ponte, 2008; Nadvi, 2008).
Y si algo se puede deducir de esta brecha entre la evidencia y la propuesta teóri-
ca y de toda una rica bibliografía analítica de las CVG, es la notable incapacidad
teórica —que se traduce en incapacidad política— para reconocer que esas cadenas
globales han sido construidas sobre la estructura siempre asimétrica y ampliamen-
te desigual del capitalismo que da lugar a contradicciones y consecuencias a nivel
de actores y espacios periféricos que exigen ser abordadas con el fin de reflexionar
sobre su desarrollo:

i) Desde el punto de vista de los actores. Por lo antes analizado, la contradicción


se hace real a través de la existencia de una persistente dinámica en la cual la con-

106
centración de las grandes empresas transnacionales en el control de las funciones
estratégicas de la CVG implica una restricción estructural para aquellos actores
subordinados que desarrollan funciones con menor generación de valor, así como
una amenaza para muchos de los actores vinculados a estas funciones que no pue-
den ser disciplinados o seleccionados dentro de los estándares y estrategias de los
macroactores (Dolan y Humphrey, 2000; Gibbon, 2001; Dolan y Tewari, 2001; Bair,
2008; Bain, 2010; Nolan, 2003). La omisión de una reflexión del poder como domi-
nación y a su vez como limitante estructural de los «subalternos», es limitativa para
el desarrollo de una agenda de investigación y de acción para los actores subordina-
dos y excluidos de las CVG que explore las formas de revertir su débil acoplamiento
a las dinámicas estructurales de las concentraciones en manos de los actores más
poderosos (ETs), así como para asociar su desarrollo a un campo más holístico en el
que los actores institucionales y económicos estén involucrados.
ii) Desde un punto de vista espacial. El control concentrado de las funciones
estratégicas de la CVG en determinados escenarios del centro ha contribuido a re-
forzar/recrear una jerarquía espacial de gran rigidez producida por el proceso de
acumulación desigual que divide el NG y el SG (Somel, 2003). En tal contexto,
deben comprenderse los procesos de industrialización que fueron teniendo lugar
fuera del centro. Como bien ha observado Arrighi et al., «la industrialización de la
semiperiferia y la periferia ha sido últimamente un canal, no de subversión, sino de
reproducción de la jerarquía de la economía-mundo» (2003: 56), con la privilegiada
excepción de algunas experiencias del Este Asiático.

La industrialización del SG es el resultado de la relocalización de los procesos


productivos que no están orientados a transformar, sino a ser funcionales a la lógica
general de acumulación en la que los actores concentrados que controlan las fun-
ciones más dinámicas de la CVG permanecen en las zonas centrales —países y
regiones— del sistema-mundo. En tal sentido, si analizamos el origen de las ETs
líderes a nivel mundial que es donde se concentran mayormente las actividades
más dinámicas y donde se capta la mayor porción de valor en las cadenas globales,
los datos resultan incuestionables. No obstante la reciente participación de firmas
del Este Asiático (EA) en este grupo —particularmente de China—, el 79 % de las
primeras 500 ETs (financieras y no financieras) a nivel global son pertenecientes a
países centrales ubicados en el triángulo EE.UU., Europa y Japón (Forbes, 2015).
Debido a esto, la industrialización del SG no es necesariamente equivalente al desa-
rrollo y puede ser apenas —en la mayoría de los casos, excepto el EA— una «ilusión
desarrollista» (Arrighi, 1989).
En resumen, el enfoque dominante de las CVG a partir del examen de la gober-
nanza (desde arriba hacia abajo) y las mejoras (desde abajo hacia arriba) ha resuel-
to el análisis de las relaciones de poder que vincula esos conceptos y a los actores en
las cadenas a partir de un desplazamiento de la noción de poder como «capacidad
de imponer», es decir como capacidad de dominación, y su reemplazo por una
visión del mismo que —a partir de asimilar perspectivas como las de Redes Arraiga-
das y Teoría del actor Red— lo asocia esencialmente a procesos de coproducción
colectiva y juegos «yo gano - tú ganas». La introducción de esa perspectiva en el
marco de esas relaciones desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba contri-
buye a desconocer —como muestran los estudios citados anteriormente— las limi-

107
taciones estructurales derivadas para los actores económicos de los «países en de-
sarrollo» en cuanto a alcanzar el control de las cadenas a través de procesos colec-
tivos de cooperación y evitar así su funcionalidad a una forma de integración asi-
métrica, subordinante y excluyente.
Sin lugar a dudas, la distancia tomada por los estudiosos de la CVG de la TSM,
reivindicando incluso para ello una supuesta manera científica y no ideológica para
abordar el poder por parte de los defensores de la CVG (Schmitz y Knorringa, 2000),
ha contribuido a la construcción de muchas de sus principales limitaciones.
Recuperar esa desplazada concepción del poder y reconectarla con el análisis
del comportamiento estructural y sistémico del capitalismo, como lo hace la pers-
pectiva de la TSM, resulta fundamental para comprender las estrategias y restric-
ciones ya no solo de las empresas, sino de trabajadores e instituciones posicionados
en el SG. Solo en el reconocimiento de este terreno, la concepción coproductiva del
poder que domina la CVG, podría ganar sentido para los actores subalternos o ex-
cluidos del SG, jugando un papel complementario —no central— en la reversión de
los procesos de subordinación que pueden leerse al recuperar aquella perspectiva
del poder como dominación.
Cuando la perspectiva del poder como dominación resulta desafectada y la es-
pecificidad de la globalización pasa a considerarse a partir un análisis sectorial
centrado en un juego win-win centrado en las complentariedades entre firmas líde-
res que conducen el governance y los actores locales, pasa a recrearse la «invitación
neo-ricardiana». Esta re-explota una idea orientada por abandonar la pretensión de
desarrollar procesos integrales de concepción, producción y realización al interior
de espacios nacionales y a capitalizar las ventajas (comparativas) situadamente
construidas para acoplarse en aquellas funciones en las que encuentra compatibili-
dad con las cadenas sectoriales que operan globalmente (Baldwin, 2011). Este «neo-
ricardianismo» no sincera, desde el diagnóstico —y luego desde lo propositivo— los
condicionamientos estructurales y funcionales contenidos en la «curva de la sonri-
sa» y la reproducción desde allí de la matriz de desigualdades centro y periferia.
Dicha «curva» conlleva/refleja «alegrías selectivas» en la gestación y captura de los
procesos de valorización a favor de aquellos que comandan desde «las puntas» esa
«captura de valor», al tiempo que otorga una capacidad de imponer condiciones de
ingreso y exclusiones para aquellos actores y espacios que pueblan la periferia, sus
fracciones de capital no globalizadas, su fuerza de trabajo y sus espacios regionales
de subsistencia.

2.2. Desde las limitaciones por el distanciamiento a las restricciones


por la confluencia con la TSM

Hasta aquí hemos analizado las limitaciones en el cuerpo teórico de las CVG,
derivados de su distanciamiento respecto de la TSM en varias de las dimensiones
precisadas. Se ha intentado mostrar cómo afecta la forma en que se analizan proce-
sos empíricos, y a partir de ello se dejan puertas abiertas a la funcionalización del
dispositivo analítico para la reproducción —y no a la explicación— de la estructura
jerárquicamente desigualadora del capitalismo y su asimilación.

108
El superar ese distanciamiento reasociándolo a la TSM para recuperar la pers-
pectiva holística y contradictoria del capitalismo y situar el poder como domina-
ción, no permite sin embargo dar cuenta de otros procesos, producto de que ambas
perspectivas —por razones específicas— comparten:

a) la supresión de las unidades nacionales, y por tanto del complejo de elemen-


tos que conforman las trayectorias nacionales sobre las que se configuran, también
en la periferia, trayectorias diferenciadas. De ese complejo de elementos, destaca-
mos dos a los que ya nos hemos referido y requieren ser reanalizados: a) la particu-
lar configuración del Estado y sus particularidades en el centro y la periferia, y
dentro de esta; y b) el papel de la fuerza de trabajo, bajo su irresoluble relación
contradictoria con el capital.
b) La sobredosis de análisis en el campo de la «producción» y, como resultado
de ello, la falta de consideración del papel de la financiarización —y el capital finan-
ciero— que penetra las redes globales no solo económicas sino también políticas,
dando especificidad a la lógica de reproductiva de la globalización.

Ambos elementos: I) impiden responder al segundo interrogante central de nues-


tro trabajo, vinculado a la actualización de los elementos que recrean la configura-
ción jerárquica y desigualadora, así como los fundamentos que dan cuenta de la
desigual dinámica del SG y los factores implicados en las trayectorias nacionales y
macrorregionales diferenciadas que fundan esas dinámicas; y II) refuerzan, ayuda-
do por (I), el proceso de funcionalización del enfoque de CVG a las RPG que contro-
lan las OFI.

2.2.1. Desplazamiento de las unidades/trayectorias nacionales: desde la debilidad


a la desaparición del Estado y la fuerza de trabajo

Por diferentes razones, la TSM y el enfoque de CVG contienen una eliminación


o desplazamiento de los Estados nacionales como unidad de análisis, a tal punto
que naciones y Estados pasan a ser elementos subalternos cuando no marginales
en los registros discursivos de los mismos.
En la TSM la dinámica del sistema no puede explicarse desde unidades parti-
culares, sino, como vimos, desde una totalidad configurada por el sistema capita-
lista analizado como un todo que despliega una lógica que explica el posiciona-
miento y trayectoria de las naciones y sus Estados y no viceversa. La dinámica
histórica —contradictoria, jerárquica y desigual— de la acumulación capitalista a
escala global fortalece una estructura centro (semiperiferia) periferia dentro de la
que las unidades nacionales se insertan y requieren ser analizadas. Más aún, los
Estados-nación se insertan dentro de macrorregiones estructuralmente atadas a la
lógica general del sistema, siendo el sistema y esas macrorregiones los factores
explicativos de las unidades nacionales que se desempeñan en su interior. Como lo
expresa Chase Dunn:

El moderno sistema-mundo puede ser entendido estructuralmente como un sistema


de estratificación compuesto por sociedades centrales económica, cultural y militar-
mente dominantes (compitiendo unas con otras), y las dependientes regiones periféri-

109
cas y semiperiféricas. Algunas regiones dependientes han sido exitosas en la mejora
de sus posiciones en la jerarquía centro/periferia, mientras que la mayoría simple-
mente ha mantenido sus posiciones periféricas y semiperiféricas [2005: 1].

Por lo tanto, las unidades nacionales son «explicadas» por y no «explicantes»


del sistema-mundo, en el marco del cual, necesariamente, deben ser comprendidos.
En términos de Wallerstein (1974), los Estados-nación no pueden ser comprendi-
dos fuera de la referencia al sistema-mundo en el cual están incorporados. El siste-
ma-mundo configura una red desigualadora de actuación que escapa al control de
las entidades políticas menores, a las que trasciende. En tal sentido, Wallerstein
asegura: «Sostengo que el capitalismo como modo económico se basa en el hecho
de que los factores económicos operan dentro de un contexto más amplio que el
que cualquier entidad política puede controlar totalmente» (1976: 2). Operando
desde esa manera ampliada, la lógica económica sistémica del capitalismo moldea
la dinámica institucional nacional y marca la división entre Estados fuertes (en los
centros) y débiles (en la periferia).7
Ahora bien, esta desaparición analítica de los Estados-nación es compartida
por el enfoque de CVG y conforma de hecho una de las debilidades más visibles de
la misma. En este caso, no es el posicionamiento desde un sistema globalmente
dinámico y contradictorio que explica —desde el todo— el comportamiento de sus
partes, sino su abrumador enfoque en la empresa (Bair, 2008) y las redes empresa-
riales en el que se explora sus actividades, formas de relacionarse, cambios funcio-
nales, distribución del valor y finalmente, sus formas de gobierno a escala mundial.
Esa separación analítica de las cadenas globales y sus actores empresariales en
relación al Estado adoptada en la perspectiva de Gereffi (y destacadas por Stur-
geon), se asocia con una alarmante falta de relevancia de las trayectorias nacionales
en las cuales tales cadenas se insertan (o simulan hacerlo). Pese al carácter «...situa-
cionalmente específico, socialmente construido, y localmente integrado, que subra-
ya las inclusiones sociales de la organización económica» adoptado por las redes
que configuran las CVG (Gereffi et al., 1994: 2), la investigación empírica y la agen-
da propuesta por Gereffi y sus colegas han dado poca importancia a dichas trayec-
torias nacionales en cuyo marco las empresas y sus relaciones se desarrollan.
Por lo tanto, aun cuando la TSM suprime la relevancia de esas trayectorias
mediante la subsunción de la dinámica nacional dentro del sistema mundo, y en el
caso de las CVG esa supresión opera por concentrarse en el complejo de relaciones
interempresariales a escala global, ambas quedan con restricciones para explicar
apropiadamente cómo y por qué regiones y países específicos podrían haber sido
afectados por una cadena específica; y a la inversa, cómo las cadenas afectan y son
afectadas por esos procesos regionales y nacionales.
Si bien es cierto que algunos analistas simpatizantes del enfoque de CVG —como
los enrolados dentro de la perspectiva de las RGP— han señalado que «...no hay razón
por la cual las cadenas de productos básicos no puedan tener una constitución nacio-

7. En tal sentido, el autor reafirma: «De ello se desprende entonces que la economía-mundo
desarrolla un patrón donde las estructuras estatales son relativamente fuertes en las áreas centrales
y relativamente débiles en la periferia. Qué áreas desempeñan cada uno de los roles es en muchos
aspectos accidental. Lo que es necesario es que en algunas zonas la maquinaria del Estado sea mu-
cho más fuerte que en otras» (Wallerstein, 1976: 230).

110
nal o incluso local para unir actividades geoeconómicas a varias escalas espaciales y,
como en el análisis del sur de Inglaterra [...] para abrir la posibilidad de pensar acerca
de las economías regionales» (Smith et al., 2002: 50), este reconocimiento no es sufi-
ciente para explicar cuáles son las repercusiones de evaluar este contexto de trayecto-
rias nacionales incluido dentro de las CVG. Esencialmente, esto significa la necesidad
de considerar la forma en la que determinadas estructuras y dinámicas socioeconó-
mico-políticas, históricamente conformadas, condicionan los modos en los que las
cadenas globales penetran o se desarrollan en un determinado espacio (ya sean paí-
ses o regiones) de la periferia, y la forma en la que impactan en el conjunto de actores
económicos e institucionales.
La omisión de este complejo de elementos institucionales e históricamente si-
tuados ha sido en buena medida explícitamente justificado dentro de los voceros
dominantes del enfoque —como Gereffi—, sosteniendo para ello razones de simpli-
cidad y comunicabilidad. Como indica Yeung y Coe, «en su deseo de una teoría de
CVG parsimoniosa que sea útil a los policy makers», Gereffi et al. (2005, 82; la cursiva
es nuestra) prefieren «crear el marco más simple que genere los resultados relevantes
a los resultados del mundo real. De este modo, ellos han subestimado conscientemente
e invariablemente el papel de la historia, instituciones, contextos geográficos y sociales,
la evolución de las reglas de juego, y dependencia de la trayectoria en cuestión; y mu-
chos factores [que] influirán en cómo las empresas y grupos de empresas están vincu-
ladas en la economía global» (2015: 5).
Por lo antes indicado, el enfoque de CVG no puede dar cuenta —aun cuando
contara con un retorno a la TSM— de aspectos sustantivos que forman el segundo
y tercer interrogante central que hemos formulado, esto es: ¿por qué hemos estado
asistiendo, aún en la preservación de las jerarquías estructurales, a procesos tan
diferentes al interior del SG que amenazan con configurar nuevas desigualdades en
su interior? La convergencia con la TSM en el desconocimiento o marcada relativi-
zación de las unidades nacionales y el papel de los Estados-nación, impiden contar
con un marco teórico consistente para hallar respuestas a las preguntas relaciona-
das con los procesos que hemos analizado en el Capítulo I: ¿Por qué una parte de
Asia se ha vuelto un espacio excepcional en el rígido, jerárquico y cada vez más
desigual panorama mundial? ¿Por qué, en algunas de sus trayectorias, sus actores
han sido capaces de quebrar la lógica subordinante y excluyente del capitalismo
global? ¿Por qué sus redes nacionales y regionales han sido capaces de conectarse y
construir las redes globales más dinámicas del capitalismo actual? ¿Por qué otros
escenarios del SG no han sido capaces de seguir este proceso, como África o Latino-
américa? (Prochnik et al., 2010).
La posibilidad de encontrar respuestas a estos interrogantes demanda tomar
distancia de un conjunto de debilidades presentes por la TSM que han sido profun-
dizadas y no superadas por el enfoque de CVG, donde el común descuido del papel
del Estado-nación es el punto de partida. Como bien indicó oportunamente Vicente
Navarro: «Contrariamente a lo que suele creerse, la internacionalización del capital
no disminuye el papel del Estado-nación, sino más bien su importancia. En lugar
de una evolución hacia un Estado capitalista en todo el mundo, ha surgido el domi-
nio del sistema capitalista por parte de varios Estados-nación» (1982: 89).
Esta perspectiva, que empalma con múltiples contribuciones que han puesto el
acento en la dinámica retroalimentaria de las unidades nacionales y los procesos de

111
globalización (Weiss, 2003; Rodrik, 2011), se ha visto acrecentada por el contexto de
crisis del capitalismo en general y de las formas de integración supranacional. Des-
de este contexto, dispara una serie de interrogantes: ¿qué implica recuperar las
unidades nacionales y poner a consideración las trayectorias y especificidades de
los Estados nación a partir de esas estructuras y dinámicas socioeconómico-políti-
cas? Centralmente, involucra revertir el retroceso que ha experimentado el enfoque
de CVG en relación a la TSM al transformar, como ya observamos, lo que puede
considerarse una debilidad en el tratamiento dado al Estado y la fuerza de trabajo
en un ausentamiento de estos elementos en los procesos de formación del gobierno
e incorporación a las redes económicas globales. Básicamente, demanda conside-
rar la forma como Estados y fuerza de trabajo se despliegan —históricamente— al
interior de esas unidades para analizar las complejas interacciones de sus trayecto-
rias nacionales y sus especificidades con los procesos globales.
En el caso de la TSM, el abordaje del Estado no escapa a un dominio de la
tautología, en tanto, como vimos, el mismo pasa a ser analizado agregadamente a
partir de su clasificación en Estados «fuertes» y «débiles» en función de su perte-
nencia a la configuración de los «centros» o «periferias» así como en la conforma-
ción y reproducción de esa relación. En la perspectiva wallesteriana, es la ubicación
asimétrica de los procesos de valorización centrales y periféricos lo que determina
el tipo de Estado (fuerte o débil) y sus funciones dentro de un sistema global, jugan-
do intermediamente los Estados semiperiféricos a partir de una distribución más o
menos equiparable de ese tipo de procesos:

La función de cada Estado es muy distinto vis-a-vis los procesos productivos depen-
diendo de la mezcla de procesos centrales-periféricos dentro de él. En los estados
fuertes, que contienen un margen desproporcionado de procesos centrales, se tiende a
priorizar su función como protector de los cuasi-monopolios de los procesos centra-
les. En los Estados muy débiles, que contienen un margen desproporcionado de pro-
cesos de producción periféricos, estos son en general incapaces de hacer mucho para
afectar la división axial del trabajo, y se ven de hecho forzados a aceptar el destino que
les ha tocado en suerte. Los Estados semiperiféricos tienen una mezcla relativamente
pareja de procesos de producción y se hallan en una situación muy complicada. Bajo
presión de los Estados fuertes y presionando a los Estados débiles, su mayor preocu-
pación es mantenerse a distancia de la periferia y hacer lo posible para acceder al
centro. Ninguna de las dos operaciones es sencilla, y ambas requieren de una conside-
rable injerencia estatal en el mercado global [Wallerstein, 2005: 26].

Desarrollos posteriores como los de Arrighi (1994), en buena medida dentro de


la perspectiva sistémica de la TSM, enriquecieron el enfoque al introducir en su
análisis de la longue durée la centralidad del sistema interestatal y el papel de las
vinculaciones retroalimentarías de las agencias estatales con el capital en la consti-
tución y reconfiguración de ciclos sistémicos de acumulación, y la hegemonía esta-
tal que rige a cada uno de esos ciclos, sus crisis y su reestructuración.
No obstante, como indicamos, estas contribuciones e incluso la forma de pre-
sencia original de Estados «fuertes y débiles» no tuvieron continuidad, ni mucho
menos, profundización en el enfoque de CVG. El conjunto de aspectos que hemos
señalado como distintivos de su abordaje coadyuvaron no solo en relativizar casi
hasta la omisión al Estado, sino a evaluar su papel central tanto en la producción

112
como en la reversión de la configuración jerárquica y desigualadora a nivel de los
actores y los espacios. La perspectiva históricamente acotada, sectorialmente cen-
trada y basada en el rol de las firmas líderes, sumado a una ausencia del poder
como dominación, habilita a hablar de organizaciones que actúan complementa-
riamente a las firmas (Sturgeon, 2013) sin reconocer el papel específico, insustitui-
ble e históricamente irremplazable del Estado en particular y del sistema interesta-
tal en general en la formación de los ciclos acumulativos y, en ellos, en la gestación
y transformación de los procesos globales y nacionales de producción.
En el caso de la fuerza de trabajo, el destacado papel que se le ha otorgado en la
conformación de las cadenas de mercancías (Hopkins y Wallerstein, 1977), no ha
sido acompañado por el reconocimiento de su rol central en la configuración de las
especificidades históricas/espaciales que adquieren los diferentes modos de pro-
ducción y formaciones económicos sociales (Laclau, 1973; Brenner, 1977), y sobre
los cuales se conforman diferentes trayectorias nacionales. La TSM reemplaza esa
centralidad por un entendimiento global del capitalismo a través de redes de inter-
cambios globales desigualadores que forman la naturaleza y dinámica del capitalis-
mo jerárquico (Frank, 1967). Ahora bien, esa debilidad en la consideración de la
fuerza de trabajo y las particularidades de su conformación bajo las diferentes espe-
cificidades nacionales se transforma en ausentamiento en el enfoque de CVG, ju-
gando nuevamente como causa principal de ello el centramiento en las firmas para
explicar las especificidades con que se configuran las redes económicas globales de
actuación bajo el proceso de globalización.
Por lo tanto, el enfoque de GVG acarrea una regresión respecto de la TSM en lo
referente a sus límites para comprender la forma dialéctica en que procesos globa-
les y trayectorias nacionales se configuran históricamente, así como el modo en que
tanto el Estado como la fuerza de trabajo participan complejamente de esa dialéc-
tica para dar reconocimiento a las formas diferenciadas en que esas trayectorias se
vinculan a las transformaciones sistémicas del capitalismo, sea en las relaciones
centro-periferia como al interior de esta última.
Caminar en dirección no del retroceso sino de la superación de las debilidades
de la TSM demanda por lo tanto no solo reposicionar al Estado y la fuerza de traba-
jo ante la anulación que supone un centramiento en las firmas, sino desarrollar ese
reposicionamiento dentro de las trayectorias nacionales y las particulares vincula-
ciones con los procesos globales donde se desarrollan las relaciones contradictorias
entre centros y periferias. Ello conlleva requerimientos para ambos elementos:

a) En relación con el Estado y desde una perspectiva global, en primer lugar,


fortalecer el entendimiento del rol de Estados centrales y periféricos en el complejo
sistema interestatal que ha acompañado las asimétricas, jerárquicas y desigualan-
tes formas de constitución y expansión de las REG que forman las CVG. Ello impli-
ca advertir el riesgo no solo de anunciar la dilución del Estado en una relación
global y regional (Omahe, 1995), sino también de perspectivas que alineadas a la de
CVG, sostienen la instalación de un nuevo y emergente dominio público global que
desplaza al sistema de Estados por «formaciones espaciales no territoriales, trans-
nacionales [...] ancladas en normas y expectativas, así como redes institucionales y
circuitos dentro, a través y más allá de los Estados» (Ruggie, 2004: 519). Ello impi-
de observar la forma como el Estado en sus renovadas —y disputadas— articula-

113
ciones escalares (Brenner, 2003; Jessop, 2004) se revincula diferencialmente con
«las» firmas en el complejo tejido que guía la expansión de las CVG. En dicho
marco, asume relevancia la consideración del despliegue geopolítico de las repre-
sentaciones estatales hegemónicas dentro del —no disuelto sino cambiante— siste-
ma interestatal y su dialéctica articulación con las instancias supranacionales que
nodalizan gran parte de las RPG. A través de esa interacción se configuran la arqui-
tectura regulatoria global por la que se imponen y recrean consensual y coercitiva-
mente las nuevas y más sofisticadas formas de penetración dominante sobre las
estatidades periféricas.

Reposicionado el Estado y el sistema interestatal en esa escala global, su consi-


deración al interior de las trayectorias nacionales demanda ser considerado, parti-
cularmente en la periferia, no como una mera organización complementaria que se
incorpora colaborativamente en el análisis de los procesos de globalización en ge-
neral y de las CVG en particular (Sturgeon, 2013), sino como un actor específico,
con diferentes grados de fortaleza en sus estructuras (Amsden, 1989; Evans, 1995),
y de poder para conformar coaliciones sociales involucradas en la creación históri-
ca de las capacidades del Estado (Chibber, 2003). El reconocer estas fortalezas y
debilidades que constituyen las capacidades del Estado es un elemento clave para
identificar el contexto de posibilidades y limitaciones con las que las representacio-
nes regionales y nacionales de capital y el trabajo enfrentan la inserción en las CVG
(Dicken et al., 2001) así como la forma cómo, bajo el sistema interestatal, las instan-
cias estatales periféricas pueden actuar estratégicamente ante la acción regulatoria
tanto de los Estados centrales como de las RPG que no abandonan la impronta
dominante de estos.

b) En cuanto al trabajo, conlleva no restringir su consideración a asuntos rela-


cionados con el impacto de su costo en el rendimiento de la cadena o a las formas
internas de organización y reproducción a nivel de la empresa, sino más bien eva-
luar su capacidad organizacional y regulatoria a escala nacional y regional (Peck y
Tickell, 1992). Ello permite especificar el nivel de organización social del amplio y
heterogéneo campo que comprende la fuerza de trabajo, así como el grado de inte-
gración formal de la misma (Portes y Haller, 2005), junto con su participación en la
distribución regional y nacional del ingreso (Pinto, 2008). En la TSM la fuerza de
trabajo se hace presente en la formación misma de las cadenas de mercancías (Ho-
pkins y Wallerstein, 1977). Sin embargo, su análisis está inserto dentro de la com-
prensión de redes antes que en la especificidad de su conformación nacional y en la
particularidad que en tal contexto asume su dinámica conflictiva con el capital, la
comprensión de sus formas de organización y su relación con la fortaleza de los
Estados. El conocimiento de esas especificidades al interior tanto de las periferias
como de los centros, así como de la forma en que esas especificidades en estos
últimos afecta los primeros (Prebisch, 1949), resulta esencial, en primer lugar, para
conocer el modo en que las trayectorias nacionales —y macrorregionales— de esa
fuerza de trabajo y sus vinculaciones con el Estado pasan a ser afectadas por las
condiciones globales que se impulsan a través de las firmas y de las instancias regu-
latorias supranacionales. Pero, al mismo tiempo, para precisar el modo en que esas
trayectorias logran responder a los procesos de regulación global.

114
La consideración de las especificidades que se van desarrollando bajo esas tra-
yectorias nacionales demanda considerar a todo el complejo de actores bajo una
perspectiva que: a) reconoce las «dependencias del sendero» (path dependence) que
surgen de las interrelaciones que se van estableciendo entre diferentes fracciones
del capital, patrones de organización del trabajo y al Estado en sus diferentes for-
mas y escalas, así como las particulares posibilidad de quebrar esas dependencias
(path breaking) (Crouch y Farrel, 2004) a partir de las relaciones con las cadenas
globales y el complejo institucional supranacional; y b) enfatiza la importancia de
un examen de las articulaciones multiescalares (Dicken et al., 2001), superador de la
forma de conexión global-local armónica entre firmas líderes y pequeñas aglomera-
ciones que domina el enfoque de CVG. Ello implica la colocación de la escala nacio-
nal y las dinámicas macronacionales como un punto estratégico para la interpreta-
ción de las dinámicas conflictuales que tienen lugar a través de esas articulaciones
y de las diferentes capacidades —nacionales y regionales— para responder a estra-
tegias globales de los actores transnacionales (Fernández, 2010).
En síntesis, en la medida que, en línea con la TSM, se recupera una perspectiva
del poder como dominación y se resalta la configuración históricamente contradic-
toria, jerárquica y desigualadora de las relaciones centro-periferia, todos estos as-
pectos —asociados a la recuperación de las unidades nacionales, las trayectorias
articuladas de sus estados nación y su fuerza de trabajo y su articulación con el
proceso regulatorio multiescalar (sistema interestatal e instancias regulatorias su-
pranacionales) y acumulativo global— se convierten en poderosos cualificadores
de la perspectiva analítica de CVG. Se trata de dotar a esta perspectiva con un ins-
trumental que insufla una más clara capacidad de enfrentar interrogantes ligados
al cómo y por qué instancias regionales y nacionales son predispuestas de modo
diferente para su inserción global en las CVG, y cómo estas dan lugar a desiguales
espacios de reproducción a escala global.

2.2.2. La omitida consideración de las finanzas y el financiamiento


en el enfoque de CVG

Como adelantamos, resta un elemento esencial que constituye una característi-


ca distintiva del capitalismo actual y crecientemente presente en la lógica constitu-
tiva y las formas de reproducción que adoptan los encadenamiento productivos glo-
bales: el proceso de financiarización, sus vinculaciones con el proceso de reestructu-
ración global del capitalismo y la consideración de la forma cómo afecta/recrea las
relaciones de subalternidad y desigualamiento entre centro/s y periferia/s.
En la TSM el centro de análisis son las relaciones de intercambio desiguales que
fundamentan la explotación a partir de la transferencia de excedente desde la peri-
feria al centro. En dicho análisis, el capital financiero y particularmente lo que
actualmente conocemos como procesos de financiarización no han estado presen-
tes. Si bien en procesos más recientes el papel de capital financiero o la forma
financiera de acumulación han ganado lugar en el análisis histórico de «los otoños»
de los procesos hegemónicos y la emergencia de nuevos procesos (Arrighi, 1999), la
versión originaria de la TSM —por circunstancias históricas— y el enfoque de CVG
—por límites de su dispositivo analítico— no colocaron en su matriz constitutiva la
consideración de la forma en que los novedosos procesos de producción multiloca-

115
lizados y re-centralizados —por obra de las nuevas tecnológicas— son conectados a
—y travesados por— procesos de creciente financiarización. Estos últimos, repre-
sentando el enorme excedente expandido con el otoño cíclico de finales de los se-
senta, pasan a constituir formas de valorización que, por un lado, han desplazado y,
por otro lado, penetrado la lógica de los procesos productivos, condicionando en
todos los casos las formas de acumulación (Lapavitsas, 2013; Stockhammer, 2004;
Orhangazi, 2007).
La centralidad casi excluyente dada por el enfoque de CVG al análisis de relacio-
nes interempresariales vinculadas principalmente a actividades productivas ha im-
plicado, entre otras cosas, la muy escasa atención a la forma cómo la dinámica
global de financiarización de las economías capitalistas ha venido a actuar sobre las
cadenas globales, condicionando particularmente los actores del SG. Ello se ha dado
en un contexto en el que la interrelación entre las formas productivas y financieras
del capital ha alcanzado un nivel de desarrollo tal que podríamos considerar a las
ETs como una «modalidad organizacional de capital financiero» (Serfati, 2008), y
por lo tanto a este como un factótum en la configuración del gobierno de las cade-
nas. Como bien resalta Palpacuer, «paradójicamente, mientras la noción de gober-
nanza ha sido reconocida como un elemento central para el análisis de la cadena
global de mercancías» (Henderson et al., 2002; Bair, 2005), «la financiación de las
empresas líderes y sus consecuencias para la relación con los proveedores han pasa-
do bastante desapercibidos en esta literatura» (2008: 398). Los resultados de esta
operación no son inocuos. Como indica Williams, el enfoque de CVG, «fue extensa-
mente aceptado sin problemas a pesar de que esto era una forma completamente
inadecuada para representar las opciones financieramente motivadas por la matriz
de una empresa como Ford, la cual combina componentes de producción variables,
montaje de automóviles, finanzas, alquiler de coches y servicios posventa» (2000: 6).
Ahora bien, al intentar llenar este vacío e introducir las finanzas y la financiari-
zación para la comprensión contextuada de las características de las CVG caben
algunas consideraciones tanto a nivel general como a nivel de la reproducción de
las relaciones centro-periferia. En primer lugar, a nivel general, el proceso de desin-
tegración vertical y multilocalización de los procesos productivos (out-sourcing y
off-shoring) —con su paralela recentralización (Sassen, 2005)— que acompañan la
reestructuración del capitalismo, han sido crecientemente dominados, al menos en
el caso del capitalismo americano que perdura como hegemonía global, como una
herramienta para el achicamiento de costos y elevación de las ganancias corporati-
vas de accionistas que controlan crecientemente el gobierno —aun en contextos de
bajo crecimiento— de las empresas líderes y, por tanto, de esas cadenas (Milberg,
2008). La dinámica de financiarización se ha desarrollado conjunta y retroalimen-
tariamente con esos procesos en las últimas tres décadas del capitalismo para favo-
recer mecanismos que «eleven el valor del accionista, en lugar de invertir en activos
productivos que eleven la productividad, el crecimiento, el empleo y los ingresos»
(Milberg y Winkler, 2009: 275).
De ese aspecto general, emergen —al menos— dos elementos importantes para
comprender las formas no solo subordinantes y desigualadoras, sino también, en
general, empobrecedoras de los países periféricos que imponen las grandes ETs de
los países centrales, apuntalados estratégicamente, como veremos, por los procesos
regulatorios globales.

116
a) Por un lado, el papel que la financiarización realiza a nivel de las firmas
líderes y sus impactos al interior de las cadenas y sobre los actores de los países del
SG donde —como vimos, a través de la curva de la sonrisa— tienen lugar los proce-
sos de producción. En este sentido caminan los resultados de los trabajos que abor-
dan el proceso de financiarización en las CVG, como el realizado en la cadena de
valor del café, considerando los vínculos entre los productores de países africanos
(Uganda y Tanzania) con las ETs de comercialización (Newman, 2009). Esos resul-
tados muestran cómo, en un contexto dominado por un proceso de liberalización,
concentración y trasnacionalización de las compañías que controlan la cadena, sus
estrategias se desvinculan de las formas productivas y se orientan crecientemente
hacia formas especulativas vinculadas a las finanzas. Entre los efectos de esto, re-
salta la profundización de las desigualdades que afectan a los crecientemente vul-
nerables y fragmentados productores localizados en los países de origen que limi-
tan sus procesos de acumulación (Newman, 2009).
b) Por otro lado, de la consideración del rol de las finanzas en las CVG, deviene
un aspecto fundamental para identificar las asimetrías en el acceso a un elemento
neurálgico como el crédito. El privilegiado acceso de las firmas líderes —no finan-
cieras— a los instrumentos que fortalecen las dinámicas de financiarización y su
estrecha relación tanto con los inversores financieros como con los bancos, con-
trasta con aquellos actores económicos de los «países en desarrollo» que están loca-
lizados en las funciones subordinadas de la CVG —mayormente las pyme— con
problemas tradicionales de asistencia financiera relacionados al riesgo, la escala y
la información asimétrica, solo por nombrar algunas (UNCTAD, 2001).8

En consecuencia, el sistema financiero se ha convertido en un elemento que


tiende a profundizar el control asimétrico del poder, y establece barreras de entrada
para ciertos actores, principalmente los pequeños. Con el fin de mejorar sus funcio-
nes y posiciones en la CVG a través de nuevas inversiones financieras, estos últimos
actores dependen de la asistencia ofrecida por cualquiera de las empresas líderes o
por los programas nacionales e internacionales coordinados por las instituciones
internacionales de desarrollo y asistencia financiera. Debido a que la existencia de
la ayuda financiera de los sistemas nacionales estructurados y coordinados en los
países en desarrollo es en general frágil y no está bien desarrollada, el acceso al
crédito de las pyme se ha convertido en cada vez más dependiente de su propia
generación de ingresos o de los programas financieros internacionales, la mayoría
de ellos canalizados a través de los gobiernos nacionales y regionales.
Esta situación de vulnerabilidad alienta a las pyme del SG y a sus Estados, a
procurar ese financiamiento de los programas internacionales y a aceptar condicio-
namientos para ser asistidos en el ingreso a las diferentes cadenas productivas. En
tal escenario, el enfoque de CVG opera funcionalmente, esencialmente atendiendo
a que no solo desconsidera el desigual acceso al financiamiento y las relaciones de
poder de los procesos de financiarización, sino también existe en ella —producto de
su desconsideración de las trayectorias nacionales— una completa desteorización
sobre el papel de los sistemas financieros nacionales y su importancia estratégica

8. La iniciativa de inclusión financiera del G-20 (Desafío Financiero PyME) ha estimado que solo
el 20 % de las pequeñas empresas de los países de bajos ingresos tiene acceso a crédito.

117
para canalizar el ahorro hacia procesos endógenos y alternativos a la integración
financiarizadora del capital global que lidera las cadenas globales.
Esto último reclama mayor precisión. El enorme excedente financiero descalza-
do de los procesos productivos se reconecta a estos últimos subordinándolos a su
propia lógica reproductiva. Para ello, expresado centralmente a través del CW, se ha
ido forjando/alentando un complejo regulatorio global capaz de operar como un fuer-
te «presionador» para la apertura de las cuentas de los Estados periféricos al flujo de
fondos —excedentes— del centro, potenciando una «financiarización subordinada»
(Lapavitsas, 2013) entendida como el calzado de las estructuras y las dinámicas fi-
nancieras locales de la periferia a las formas reproductivas en los centros. El aspecto
tal vez más significativo ha sido que dichas formas no han tenido como objeto el
fortalecimiento de los procesos productivos nacionales/locales de la periferia, sino la
subordinación de los mismos tanto a formas de valorización intrafinanciera como a
la captura y acoplamiento rápido y selectivo de actividades —y actores— locales a los
encadenamientos de las ETs localizadas en el centro. Estas últimas, como se indicó,
al menos en el espacio del hegemónico EE.UU., alientan un aumento de ganancias en
las cúpulas financiarizadas a costa de una desvinculación con los procesos producti-
vos y con la gestación de condiciones para inversiones a más largo plazo, asociadas al
capital paciente (Epstein, 2005), aspectos estos que resultan esenciales para edificar
una estructura productiva local interna y externamente más dinámica e inclusiva.
La inserción subalterna de los actores y Estados del SG a este proceso, bajo una
clara vulnerabilidad en relación a la capacidad de financiamiento genuino para el
desarrollo de este tipo de inversiones de largo-plazo, alienta a que «las presas» (ac-
tores y Estados) acudan «a la propia casa del cazador» personificadas en las agen-
cias internacionales que integran, nodalizan y direccionan la compleja trama de
instancias y prácticas que forman la RPG. Formadas a través de un complejo proce-
so de vinculaciones entre Estados nacionales y OI —particularmente los OFI— que
iremos desarrollando a lo largo de este libro, dichas redes han devenido en centros
fundamentales para regular, bajo dispositivos neoliberales, la incorporación selecti-
va, desigualadora y excluyentes de actores y espacios a las CVG, así como para
fomentar diversas formas de (auto)reproducción socioeconómica de aquellos que
no ingresan ni reúnen condiciones para ingresar a dichos encadenamientos. Como
también iremos abordando en este y capítulos subsiguientes, la experiencia del EA,
como campo excepcional al interior del SG, da cuenta que la presencia de trayecto-
rias nacionales —geopolíticamente viabilizadas— en las que toma lugar un sistema
financiero controlado por el Estado resulta un elemento central para eludir este
proceso generador de subalternidad y exclusión y asumir progresivamente funcio-
nes centrales de los encadenamiento globales. Veremos también que ello no consti-
tuye un proceso incólume, sino que se encuentra desafiado —y transformado— por
la acción constante de las fuerzas e intereses que acompañan las RPG y REG.

2.3. Desde las limitaciones de la perspectiva de las CVG a su funcionalización


con las RPG: (la construcción de sus nuevos dispositivos neoliberales)

Hasta aquí hemos venido examinando las limitaciones del enfoque de CVG tan-
to por su distanciamiento como por sus «bases compartidas» con la TSM, y hemos

118
adelantado que las mismas, lejos de ser inocuas, han ido cobrando funcionalidad
con el proceso de institucionalización que dicho enfoque ha tenido a través de los
OFI. Más directamente, podemos decir que dicha funcionalidad consiste en la posi-
bilidad de desplegar un complejo regulatorio global, dotado de un renovado dispo-
sitivo de intervención neoliberal. Este se encuentra asociado a intereses y lógicas
reproductivas (de las RPG y REG) no precisamente ligados a un proceso de desa-
rrollo autónomo de la periferia, sino más bien a un reforzamiento de su integración
subordinada al sistema-mundo capitalista.
Paradójicamente, no obstante que la importancia de la perspectiva de las CVG
se ha visto fortalecida debido a su creciente asimilación por los OI, las relaciones
entre el desarrollo de esta perspectiva y su asimilación ha tenido un escaso trata-
miento académico. Considerar ese vínculo resulta esencial para comprender cómo
las ideas funcionan a nivel institucional y se vuelven políticas y, en nuestro caso,
cómo dicha relación se encuentra en diálogo con los asuntos a los que nos hemos
referido como principales limitaciones del enfoque de las CVG.
Por lo tanto, el explorar dicha relación/diálogo podría permitirnos obtener una
comprensión más precisa acerca de cómo y por qué estas debilidades se relacionan
con las instituciones, actores, ideas e intereses que integran las REG y RPG. Para
iniciar dicha exploración vale partir de dos interrogantes: ¿Por qué los instrumen-
tos heterodoxos presentados por los pioneros de las CVG como alternativas del
patrón analítico del CW fueron finalmente incorporados por los OI promotores de
los programas del mismo CW y del orden neoliberal durante los años noventa? ¿Por
qué la perspectiva de las CVG figura como una herramienta de aquellas institucio-
nes supranacionales y de sus redes multiescalares?
Las respuestas a estos interrogantes reclaman prestar atención a tres importan-
tes aspectos interrelacionados: a) Las razones y formas de incorporar el enfoque de
las CVG a aquellas ideas, instituciones y políticas que configuran las RPG; b) el
modo en el que tal enfoque y su rol en esas redes se relacionan con las lógicas e
intereses asimétricos presentes en las REG; y c) la forma en la que las limitaciones
presentes en el cuerpo teórico juegan un rol central en la asimilación acrítica de las
políticas rápidas (fast policy) y en la formación del dispositivo neoliberal que viabi-
liza, desde la fragmentación, la continuidad de las relaciones de subordinación o
exclusión.

3. Cadenas Globales de Valor en las Redes Políticas Globales

3.1. Formación de un nuevo dispositivo neoliberal para el Sur Global

Expresando una penetración profunda del capitalismo en las instituciones polí-


ticas y sociales (Harvey, 2005), el neoliberalismo puede ser considerado como un
proceso destinado a la imposición de una trayectoria orientada al mercado o disci-
plinada por el mercado para la re-regulación (Brenner et al., 2010a) —y una rees-
tructuración— del «liberalismo arraigado» (Ruggie, 1982) implementado bajo el
capitalismo fordista-keynesiano de la posguerra.
El nacimiento y desarrollo del neoliberalismo no ha sido lineal. Establecido a
través de una articulación cada vez mayor de grupos de expertos, y la búsqueda de

119
su materialización política e institucional a través de diversos proyectos nacionales
en el Norte —Reino Unido y EE.UU.— y Sur —Chile y más tarde en Argentina—, el
primer gran impulso del neoliberalismo tuvo lugar durante la década de 1970. Sin
embargo, la instalación completa de la «maquinaria neoliberal global» entendida
como un complejo proceso de ideas, instituciones y prácticas, fue capaz de consoli-
darse a lo largo de la década de 1980 pero, fundamentalmente, en la década de 1990
bajo la fuerte coordinación y difusión de las instituciones supranacionales y sus
redes globales (Peck, 2008; Brenner et al., 2010a). A través de estas, el CW desplegó
inicialmente una fuerte ofensiva desmantelatoria del complejo interventivo regula-
tivo distributivo nacionalmente emplazado durante la posguerra, promoviendo para
ello los principios de la autorregulación del mercado y la implementación de agre-
sivos procesos de desregulación y privatización (Williamson, 1990). Desde enton-
ces, y a través del desarrollo de estas redes, el neoliberalismo se ha manifestado
recreadamente como «una rápida sucesión de proyectos regulatorios y contra-re-
gulatorios» (Brenner et al., 2010a: 4), con una tendencia a trabajar con «la imposi-
ción de planes de acción basados en versiones idealizadas de las instituciones
angloamericanas» (Evans, 2004: 30) prevalentes durante el CW.
Esos proyectos y planes de acción se canalizaron a través de un despliegue cada
vez mayor de una heterogénea panoplia de «microprácticas», rápidamente adapta-
bles a diferentes escenarios nacionales y regionales. Estas prácticas, representan un
sistema interconectado de «políticas rápidas» a través del cual se articulan múlti-
ples escalas en diferentes formas con el fin de ampliar y reproducir los procesos de
mercantilización y las estrategias sociales y productivas orientadas al mercado en
los espacios locales. Entendido de esta manera, el neoliberalismo no debe ser con-
siderado como un proyecto monolítico, y de base nacional —exportado desde unas
naciones a otras—, sino como un proceso de reestructuración multiescalar de los
acuerdos socioinstitucionales desarrollados bajo el régimen de acumulación fordis-
ta-keynesiano, y compuesto por un complejo y constantemente redefinido y recrea-
do conjunto de ideas y tecnologías institucionales/sociales.
Del mismo modo, estas ideas y tecnologías son producidas y fusionadas a través
de una compleja red de OI —expresadas principalmente en aquellos OFI anterior-
mente mencionados— en las cuales interactúan con los actores públicos y privados
locales y nacionales, conectando una interpenetrada amalgama de prácticas, men-
sajes, asesores y, fundamentalmente, recursos. A pesar de la imagen tecnocrática
proporcionada por estos OI, el panorama bajo el cual estas redes y prácticas se
despliegan está dominado por la creación y recreación de las formas disciplinarias
y consensuales de poder (Gill, 1995). Mientras que las formas macrodisciplinarias
son desarrolladas por las estructuras y las organizaciones institucionales de peso
para alinear sus comportamientos colectivos e individuales, las prácticas microso-
ciales y más capilares son promovidas procurando formas de consenso cooperativo
y cooptativo.
En el áspero y cambiante panorama regulatorio de las políticas y redes neolibe-
rales (Brenner et al., 2010b), estos procesos combinados de formas disciplinarias y
consensuales de implicación social están conformados por un extendido conjunto
de redes sociopolíticas que manejan la variable articulación escalar de tecnologías
y formas. Estas tecnologías implican un sistema de transferencia de ideas y prácti-
cas que refuerza los patrones estructurales dirigidos por mecanismos de mercado,

120
lo que permite el despliegue de microdispositivos con una rápida y microflexible
adaptación de esos patrones emergentes al desempeño de la vida cotidiana y las
necesidades arraigadas local y regionalmente (Peck, 2002).
En este contexto, se hace relevante insertar analíticamente la asimilación de la
CVG en las instituciones supranacionales previamente mencionadas, examinando su
funcionalidad en las redes transnacionales y multiescalares del SG. La institucionali-
zación del enfoque de CVG dentro de los OI tuvo lugar en la forma de una «explosión
de interés» por parte de estos (Neilson, 2014),9 comenzando a principios del 2000,
específicamente a través de la implicación del conglomerado de agencias de las Na-
ciones Unidas (NU) dedicadas al desarrollo y el comercio (UNCTAD, 2010), el desa-
rrollo industrial (UNIDO, 2004), y las condiciones de trabajo (OIT, 2005). Adhiriendo
tempranamente a estas instituciones, encontramos al Banco Interamericano de De-
sarrollo (BID) (Pietrobelli y Rabelloti, 2004) y, más recientemente, como veremos, las
organizaciones líderes como la Organización de Cooperación para el Desarrollo Eco-
nómico (OCDE) y el Banco Mundial (BM). Al establecer el enfoque de CVG en todos
estos organismos, un grupo de académicos norteamericanos —Gereffi, Sturgeon— y
europeos —Schmitz, Humphrey, Rabelloti, Pietrobelli— (que hemos citado en gran
medida en el estudio de este enfoque), aparecen regularmente para oficiar como ge-
neradores o asistentes de sus documentos e informes.
Este progresivo establecimiento del enfoque CVG como herramienta analítica y
política de los organismos de las NU —OIT, UNCTAD, ONUDI— y, fundamental-
mente, su activa presencia en los OFI —como el BID y el BM—, necesita ser enmar-
cado dentro de los crecientes problemas de legitimidad social producidos por el
período de regresión del CW y la necesidad de reposicionar al mercado ante los
efectos generados por sus ideologías de difusión (Gereffi, 2014).
Frente a este escenario, y presentado como una alternativa a la previa concep-
ción del mercado autorregulado promovida por el CW durante los años noventa, el
enfoque de CVG ha ganado relevancia, principalmente en el SG, como una perspec-
tiva heterodoxa y más compleja que, a partir de un punto de vista macro, ofrece la
posibilidad no solo de que casi todos los actores locales y regionales sean partícipes
de las cadenas globales, sino también —en función de sus propios colectivos esfuer-
zos— de que puedan beneficiarse de esa participación a partir de la mejora de su
organización colectiva y el seguimiento de las inevitables reglas globales.
El dispositivo de análisis y acción neoliberal así representado viene junto con
dos procesos complementarios, que se resumen en la Figura 1. Cronológicamente,
el primero de estos procesos ha ido ganando terreno a partir de la primera mitad de
los 2000 a través de la asimilación del concepto de CVG dentro de los OI vinculados
a NU, y la integración como asesores de equipos académicos muy conectados a la
CVG en los documentos que fundamentalmente orientan las políticas de esos orga-
nismos. ONUDI (2002) incorporó el enfoque en una etapa temprana, seguida por la
OIT (Núñez y Sievers, 2011), así como, fuera de NU, los OFI como el BID (Pietrobe-

9. Indica Neilson: «Hubo una explosión del interés en “cadenas de valor para el desarrollo” en la
última década, como se desprende de 27 “Documentos de Estrategia de Cadena de Valor” publicados
por 18 diferentes agencias internacionales de desarrollo [...] Estos son documentos (manuales, pape-
les de trabajo, documentos de política, reseñas y guías) con un enfoque temático principal en las
cadenas de valor como estrategia de intervención» (2014: 39).

121
lli y Rabelloti, 2004). De acuerdo con la perspectiva de estos organismos, la inser-
ción del enfoque de CVG ha sido asociada con la preocupación acerca de cómo los
procesos locales y las dinámicas de aprendizaje e innovación de los países en desa-
rrollo (analizadas en conceptos tales como clusters o sistemas regionales de inno-
vación) se podrían introducir en las cadenas globales. En el examen y la promoción
de esa conexión entre los clusters y la CVG, la presencia de las categorías antes
mencionadas de gobernanza y mejoras ha sido un factor constante en el cumpli-
miento de la meta común de alcanzar la competitividad de la pyme o la lucha
contra la pobreza.
La organización de las pyme y de la población pobre bajo la forma de clusters
locales con el fin de ingresar y cualificarse en las CVG (impulsada por centros aca-
démicos específicos y asimilada por instituciones supranacionales), parece estar
inscrita en ese entorno de políticas rápidas consensuadas y microdisciplinarias que
estimula a gobiernos locales y organizaciones civiles a asumir e interiorizar el esce-
nario de red global como inevitable y reconocer cómo sus especificidades pueden
ser adaptadas y optimizadas con el fin de mejorar sus inserciones en las CVG. La
financiación que obliga a las pyme —y a los pobres— a creer en la salvación de la
«cooperación local» y la «mejora en las CVG», es combinada y reforzada por la
introducción consensual, armoniosa y no conflictiva de los manuales de «buenas
prácticas» difundidos a través de una serie de programas de capacitación y semina-
rios internacionales y locales, así como por la promoción de experiencias ilustrati-
vas y exitosas.
Combinando disciplina y consenso, la materialización de esas políticas rápidas
se traduce en políticas sociales y tecnológicas, apoyadas no solo en documentos y
guías de acción, sino también en la proliferación de proyectos y programas de los
organismos que han estado promoviendo el enfoque, ya sea de NU (como ONUDI y
OIT),10 o en nombre de OFI como el BID.11 Todos ellos han compartido el objetivo
principal de fortalecer los clusters de pyme o bien de aliviar la pobreza a través del
desarrollo de actividades productivas y su inserción dentro de la CVG, con énfasis
en las organizaciones de NU y el BID.
Asistidos por ejercicios pedagógicos orientados por una lógica consensual no-
conflictiva, estos proyectos y programas comparten la idea dominante de introdu-
cir estrategias «yo gano - tú ganas». Dentro de las mismas, los actores locales y
regionales del SG que juegan como pobres o como pyme, al participar, contribuyen
a lograr un conocimiento preciso de los escenarios locales que están siendo prepa-
rados para entrar en las cadenas. Bajo esta lógica de asimilación, las políticas rápi-
das relacionadas con la promoción de la CVG en el SG se contemplan como una
refrescante oportunidad para el desarrollo de una novedosa propuesta teórica en la
que ni la darwiniana competencia del mercado ni la paternalista asistencia estatal
de orden vertical son la clave fundamental para mejorar la competitividad y las
nuevas relaciones local/global.

10. En el caso de la OIT, la creciente presencia de proyectos ha sido fomentada por el departa-
mento de Creación de Empleo y Desarrollo Empresarial. En la ONUDI, dentro del Programa de
Mediano Plazo 2010-2013.
11. En el caso del BID, los proyectos se han mantenido junto con el continuo programa desarro-
llado por el FOMIN, brazo financiero del BID, fundado en 1993, y en la actualidad el proveedor más
grande de asistencia técnica para el desarrollo del sector privado en América Latina y el Caribe.

122
Como complemento de este primer momento que opera a través de políticas
rápidas, en la segunda mitad del 2000 ha emergido una acción, ya no micro para
operar específicamente en escenarios locales, sino más holística e interpretativa de
las nuevas formas de abordar la inserción en la economía y crisis globales, en la
que los mismos organismos que habían alentado el CW (como el BM) se han invo-
lucrado. Entre las líneas de los documentos de este organismo se registran formas
capaces de superar la visión simplista del CW. En ella, el enfoque de CVG y sus
conceptos básicos son adoptados para evaluar —basados en estudios de casos
previamente realizados sobre la industria camaronera en Nigeria y el turismo en
Mozambique— las formas de llegar a un entorno más dispuesto a invertir y desa-
rrollar formas de competitividad de las empresas dentro del panorama mundial
(Subramanian, 2007). Posteriormente, desde 2010, el BM encargó el desarrollo de
diferentes estudios de caso aplicando el enfoque CVG e incluyendo una importan-
te participación del equipo académico de este enfoque. Sobre la base de estos estu-
dios, y agregando miembros de su propio personal, el BM publicó un amplio docu-
mento para el análisis —bajo este enfoque— de la crisis y las estrategias de desa-
rrollo que se ejecutarán sobre la base de la recuperación después de dicha crisis
(Cattaneo et al., 2010).
Con el mismo espíritu holístico, después de 2010, al tiempo que NU estableció
un grupo de desarrollo de la cadena de valor compuesta por siete agencias miem-
bros (Stamm y Von Drachenfels, 2011),12 el BM se involucró como organizador
activo de eventos internacionales, como el llevado a cabo en México en 2012 bajo el
título «Perspectivas de América Latina para el mejoramiento en las Cadenas de
Valor Global», en cooperación con otros OI (CEPAL, BID y OCDE). En consonancia
con otros eventos conjuntos,13 estos encuentros institucionales han mostrado un
impulso supranacional para la instalación del enfoque de CVG como una herra-
mienta global de análisis e inspiración en la creación de trayectorias poscrisis. Tales
esfuerzos comparten el objetivo de dirigir a los responsables políticos en el montaje
conjunto de la mejora de las empresas latinoamericanas en las CVG, y de alentar la
inversión privada y el desarrollo a través del mercado.
Precisamente, este último factor es fundamental para entender cómo esos dos
procedimientos (a través de los cuales el enfoque CVG fue institucionalizado) y sus
políticas configuran conjuntamente un dispositivo neoliberal. Efectivamente, tanto el
primer proceso de institucionalización (basado en micropolíticas rápidas y sus prácti-
cas disciplinarias y consensuales localizadas) como el segundo y más holístico proce-
so (dirigido a la instalación de la CVG en la interpretación de las estrategias poscrisis),
ayudan a los actores del SG (pobres, pequeños empresarios, etc.) a apuntalar su mer-
cado y su inserción en el «sector privado». A través de este y todos los —micro y
macro— instrumentos involucrados, se está promoviendo como la única salida una

12. Esto incluye las siguientes instituciones: FAO, FIDA, OIT, CCI, FNUDC, UNCTAD, UNECE,
PNUD, ONUDI y PMA.
13. Un ejemplo de ello es la cumbre internacional en Beijing, bajo el título «Cadenas de Valor
Global en el siglo XXI: implicaciones políticas sobre comercio, inversión y estadística en los países en
desarrollo», coorganizada por el Ministerio de Comercio-OMC-UNCTAD-OCDE. También menciona-
mos la conferencia «Directrices para las empresas multinacionales de América Latina y el Caribe:
Conferencia sobre las cadenas internacionales de valor», realizada en Costa Rica, y coorganizada por
la OCDE, el Gobierno de Costa Rica y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

123
creciente y subordinada integración al permanente y desigual proceso de mercantili-
zación. Tal proceso domina el siempre recreado proyecto neoliberal y sus dispositivos
de intervención institucional. En otras palabras, la asimilación de las CVG —a través
de los dos procesos indicados— representa una incorporación creativa dentro de la
maquinaria de disciplina y consenso implementada a través de la red internacional de
instituciones supranacionales. Al interactuar de esta manera, la inserción de la pers-
pectiva de CVG en las RPG ha enriquecido los transformados e irresueltos dispositi-
vos, configurados a través de prácticas e instituciones reguladoras que están dirigidos
a estimular y extender los procesos de mercantilización que guían y distinguen desde
el inicio al neoliberalismo.
Sin embargo, precisamente como requisito para la conformación y funcionali-
zación de este dispositivo neoliberal, los aspectos que hemos venido indicando como
limitantes del corpus teórico así como las lógicas asimétricas y los intereses que
acompañan a la instalación del dispositivo aparecen ocultos.

FIGURA 1

FUENTE: elaboración propia.

3.2. La perspectiva de las CVG dentro de las redes políticas globales: relaciones con
las lógicas e intereses asimétricos desarrollados en las redes económicas globales

La incorporación consensual y disciplinaria de la perspectiva de las CVG a las


RPG, y a «sus tecnologías de poder que viajan por el espacio» (Peet, 2001), no es
neutral desde el punto de vista del modo en el que la misma es capitalizada por
actores con lógicas e intereses divergentes. Por lo analizado, la integración de un

124
ejército de actores locales y regionales sumamente fragmentados del SG a un com-
plejo «sistema de transferencia interjurisdiccional de políticas» para promover una
incorporación —subordinada— a las CVG a partir de los conceptos y lógica funcio-
nal que hemos examinado, no pretende alterar sus posiciones estructurales en las
cadenas globales, sino recrear la histórica estructura jerárquica de reproducción
capitalista.
Operando desde esos mecanismos fragmentarios de apoyo financiero y entrena-
miento, estas RPG se han vuelto herramientas estratégicas para la consolidación de
una estructura que muestra cada vez más beneficios para aquellas ETs que —bajo la
«curva de la sonrisa»— maniobran las actividades estratégicas (más dinámicas y va-
liosas) de las cadenas globales y aseguran la incorporación subordinada y selectiva a
esas cadenas de las pyme así como de la fuerza de trabajo del SG.
Como nueva víctima de una larga lista de conceptos añadidos, la perspectiva de
las CVG ha sido transformada progresivamente. De ser una herramienta teórica que
operaba para lograr una mejor comprensión de la integración desigual al proceso de
globalización, finalmente se ha convertido en un concepto integrado dentro de un
relato estandarizado, que oculta las estructuras de expoliación y subordinación glo-
bal mediante la exaltación de la forma consensual de incorporación a juegos en los
que «todos ganan». Este armonioso —y no contradictorio ni conflictivo— rol, resul-
ta en realidad una condición para participar en programas internacionales de ayuda
financiera y para ser aceptados «políticamente».

3.2.1. Las limitaciones teóricas del enfoque de las CVG y sus funcionalidades
con el dispositivo neoliberal y los intereses

Las debilidades teóricas que presenta el enfoque de CVG cumplen una función
esencial para que el mismo se transforme, ya instalado en los OI, en un dispositivo
neoliberal que expande las formas de mercantilización bajo el que se consolidan
antes que alteran las formas subordinadas o excluyentes de integración de los acto-
res de la periferia.
Por un lado, como vimos, el distanciamiento de la TSM, ha potenciado la pérdi-
da de una perspectiva holística y el desentendimiento respecto de la estructuración
contradictoria y desigualadora que acompaña la lógica global del capitalismo y ello
conlleva un desplazamiento de toda concepción del poder asociable a la capacidad
de imponer una voluntad, a la aptitud de direccionar y condicionar un comporta-
miento, a la idoneidad de actuar sobre otros. En su lugar, el enfoque de CVG ha
instalado una perspectiva sectorial y «empresarialista» para analizar las redes de
empresas a partir de una perspectiva de poder que asimila a este como una movili-
zación de recursos desde esfuerzos colectivos, donde domina la asociatividad y los
juegos en los que «todos ganan». Este tránsito en la concepción del poder juega un
papel fundamental en el ocultamiento o desinterés en la reafirmación de la forma
en la que, a través de la integración a las cadenas globales alentadas tanto a través
de las políticas rápidas como del panorama más holístico para entender la crisis, se
potencian o amplían los mecanismos y formas de comprensión que aseguran la
integración estructuralmente subordinada y excluyente.
Ahora bien, en dicho contexto general deben ser consideradas las debilidades
asociadas a los aspectos en los que converge o se amplifican las debilidades ya

125
presentes en la TSM. En primer lugar, la ausencia de la dimensión nacional y sus
trayectorias históricas, junto con la consideración del papel estratégico del Estado y
la variable fortaleza de los actores estratégicos vinculados con el capital y el trabajo,
impide insertar el enfoque de las CVG dentro de una lectura más holística que exce-
da el análisis de sectores específicos en la economía global. Esta resulta fundamen-
tal para, por un lado, visualizar los resultados generales que arroja la extensión de
las formas fragmentarias de mercantilización propias del dispositivo neoliberal de
políticas rápidas a través de las que se incorpora este enfoque y, por otro, para
evaluar de manera estructural y realista la posición a la que efectivamente pueden
aspirar los distintos actores patrocinados por esas políticas en las diferentes CVG,
teniendo en este caso en cuenta los desarrollos diferenciados que arrojan, aun den-
tro del SG, las diferentes trayectorias nacionales.
Finalmente, el compartido desconocimiento de los enfoques de la TSM y CVG
del contexto de financiarización que amplifica las formas de valorización no pro-
ductivas, y se reconecta a los procesos productivos afianzando la subordinación de
esos procesos a esas formas, comulgan, por un lado, en invisibilizar la fragilidad de
los actores locales-no trasnacionales conminados por la debilidad de sus trayecto-
rias nacionales a acudir a los instrumentos financieros de las RPG que propagan las
políticas rápidas y sus formas de subalternidad en la CVG; y ante ello, por otro lado,
relativizan la necesidad de poner en valor las distintas fortalezas de los sistemas
financieros públicos construidos en las diferentes trayectorias nacionales.
El dispositivo teórico contribuye por lo tanto a evitar la consideración de las
diferentes condiciones —nacionales— de autonomía o dependencia respecto de las
formas de financiamiento alentadas desde las RPG y de los OI. Desdibuja para ello
una lectura más holística, como la sugerida, en la que aquellas empresas o actores
insertos en trayectorias nacionales cuyos procesos de acumulación, sistemas finan-
cieros locales y capacidad fiscal del Estado resultan más débiles, quedan presos de
los condicionamientos del financiamiento internacional y sus políticas rápidas y
fragmentarias, con las que se fortalece desde el complejo regulativo global la inte-
gración jerárquica, subordinada y desigual a los encadenamientos.
La complicidad no se detiene en el impedimento para «leer completa y comple-
jamente el proceso», sino que se transforma en herramienta habilitadora de una
conflictual lógica regulativa, que involucra una compleja amalgama de actores ins-
titucionales que iremos detallando en subsiguientes capítulos, y entrelaza «Estados
fuertes del centro», RPG —y los OI que los nodalizan— y Estados del SG. Como
herramienta, su rol comprende el abono del enfoque de CVG a la instalación de la
lógica consensual —«yo gano - tú ganas»—, estandarizada y universalista que im-
pulsan los OFI en las RPG.
Para su materialización, vale reiterarlo, por un lado, se distancia de la TSM para
evanescer la concepción del poder como facultad de imponer y subordinar en un
contexto contradictorio en el que se acumula y distribuye bajo un patrón global des-
igualatorio; por otro lado, profundiza los límites de la TSM para excluir el determi-
nante y —a su vez— específico papel del Estado, la fuerza de trabajo y fracciones
capitalistas domésticas en la formación de trayectorias nacionales con diferentes
matrices de acumulación y redistribución que despliegan particulares y diferenciadas
aptitudes para anular la desiguales —re-subordinantes y excluyentes— condiciones
de financiamiento que acompañan los procesos de financiarización del capitalismo.

126
Sin embargo, cuando los aspectos antes mencionados son recuperados y colo-
cados en conjunto, surge más claramente, en cambio: I. El escaso margen con que
cuentan los países en vías de desarrollo y sus actores empresariales para alterar las
formas de integración jerárquica del sistema mundo capitalista; II. El reforzamien-
to de esa integración por los dispositivos neoliberales de políticas rápidas promovi-
dos supranacionalmente; III. La forma como esos dispositivos —fundados en la
extensión y reproducción de las formas de mercantilización— consolidan el posi-
cionamiento de las firmas líderes, lo que acentúa —antes que revierte— las des-
igualdades; y IV. La importancia de determinados elementos presentes en las tra-
yectorias nacionales de plegarse a ello o poder caminar en un sentido inverso.

4. Encontrando respuestas y construyendo redes alternativas:


el desafío de superar las limitaciones del marco teórico

En su forma limitada/defectuosa, el cuerpo teórico dominante de las CVG, junto


a viabilizar la funcionalidad y ocultar/invisibilizar los aspectos mencionados arriba,
es incapaz de enfrentar los dos primeros interrogantes que hemos formulado al
concluir el Capítulo I. Esto es, ¿en qué medida los dispositivos teóricos que han sido
desarrollados en el Norte: a) dan cuenta de los limitantes estructurales que la persis-
tente estructura jerárquica Norte-Sur fija para actores, regiones y naciones del SG, y
cómo se vinculan a los dispositivos político institucionales que promueven procesos
de desarrollo en el SG y deberían por ello revertir dichas jerarquías desigualadoras;
y b) explican, en el marco del creciente dinamismo del SG, qué elementos y procesos
dan cuenta de las desiguales trayectorias y, a partir de ellas, las diferentes respuestas
que tienen lugar al interior del SG, como vimos entre el EA y AL? En otras palabras,
estos interrogantes se dirigen a abonar los que estructuran este trabajo que giran en
torno a explicar cómo se reproduce una forma estructural de desigualación y, al
mismo tiempo, cómo emergen, en ese contexto estructural, nuevos dinamismos ma-
crorregionales y nacionales que sellan trayectorias —y resultados— diferentes. Le-
jos de ser inocuo, encontrar respuestas a los mismos resulta esencial para configu-
rar redes político-institucionales alternativas y, por lo tanto, para desplegar otro tipo
de REG que contemplen otro tipo de inserción externa de los actores del SG en las
redes, lo que equivale a configurar otros patrones de desarrollo.
Es la imposibilidad de configurar respuestas satisfactorias desde el enfoque de
CVG, en un contexto de creciente significación suprainstitucional, lo que viabiliza
la ya considerada transformación de herramientas académicas hacia un instrumento
de acción y políticas neoliberales y su legitimación de la integración subordinada y
excluyente de los actores del SG. Por lo tanto, la conformación de las respuestas, así
como la desvinculación de los análisis de cadenas globales para conformar esas
otras redes, demanda el desarrollo de un dispositivo teórico más consistente, capaz
de superar las limitaciones contenidas en el enfoque de CVG.
A fin de superar las debilidades y de formular alternativas de análisis y acciones,
destacamos, por el momento, la necesidad de repensar el modo en el que las CVG
son estudiadas y utilizadas políticamente. Esto incluye la incorporación de los ele-
mentos cuya ausencia generan las limitaciones del enfoque y viabilizan su inser-
ción en las REG. Ello implica:

127
a) En primer lugar, un retorno a las fuentes teóricas del enfoque reconocien-
do, como lo hace la TSM, la necesidad de considerar en forma holística el funcio-
namiento de diferentes CVG dentro de la dinámica global del sistema capitalista
contemporáneo, realizando en dicho marco un reconocimiento explícito de las
dinámicas estructurales y del poder diferencial entre espacios y actores insertos
en las REG.
La reinserción del marco conceptual de la TSM que reconoce la lógica contra-
dictoria y desigualadora del capitalismo, podría dotar al enfoque de CVG de capaci-
dad para enfrentar el primero de nuestros interrogantes, referido a las limitantes
estructurales que reproducen la estructura jerárquica al que pertenecen —y en el
marco de las que funcionan— las cadenas globales. Asimismo, esa recuperación
conceptual permite mejorar la comprensión del complejo institucional global que
estructura las RPG, operando funcionalmente a través del estímulo de «procesos de
mejora» para los actores estructuralmente condicionados económicos del SG, lo
que —visto en forma agregada— da como resultado una limitación sistémica a la
capacidad de revertir las jerarquías.
b) Al mismo tiempo, lo indicado en a) demanda una detallada evaluación de las
fortalezas y debilidades diferenciales, no de una empresa o grupo de empresas, sino
de los procesos de acumulación y regulación institucional específicos que resultan
de diferentes trayectorias nacionales. Dichos procesos no solo demarcan países cen-
trales y periféricos sino también, al interior de estos últimos, las distintas capacida-
des específicas para dar respuesta, condicionar entradas y/o formular alternativas a
las cadenas globales desde esas posiciones periféricas.
Lograr esto resulta fundamental para enfrentar el segundo y el tercero de los
interrogantes, referido a las trayectorias —nacionales y macrorregionales— dife-
renciadas dentro de la periferia. Producto —como vimos— de la exclusión —com-
partida con la TSM— de la dimensión nacional —y sus Estados— como unidades
de análisis estratégicos, el enfoque de CVG carece de capacidad para dar cuenta de
la configuración diferenciada de esas trayectorias nacionales que, esencialmente, al
interior del SG señalan comportamientos diferenciados entre grandes áreas, como
AL y el EA y al interior mismo de estas áreas.

Sin embargo, la recuperación de los elementos señalados de la TSM no garanti-


za la articulación de la perspectiva de las CVG con las especificidades de las trayec-
torias nacionales, ni aporta los elementos teóricos y metodológicos que permitan
reconocer las especificidades de los actores capitalistas centrales y la fuerza de tra-
bajo en la conformación de las matrices de poder nacional, así como tampoco co-
nocer detalladamente la forma en la que esos actores fueron articulados histórica-
mente a través de las diferentes instancias del Estado, midiendo sus diferentes y
específicas capacidades de intervención y de articulación escalar de ideas, políticas
y recursos.
Avanzar acorde a este último sentido, precisando los elementos a través de los
cuales se vinculan las redes globales con las trayectorias y estructuras nacionales en
el marco de un reconocimiento de la dinámica contradictoria y subordinante del
capitalismo, es probablemente una de las formas más estimulantes de avanzar para
encontrar respuestas con el mismo sentido crítico al interrogante sobre los compor-
tamientos diferenciados que surgen al interior del SG.

128
Empero, para ello, otras perspectivas más allá de los enfoque de CVG son nece-
sarias para comprender los factores que configuran las bases económicas e institu-
cionales de organización de las naciones y macrorregiones del SG dentro del marco
de las estructuralmente desiguales y excluyentes REG.
Al incorporar la dimensión nacional y ese complejo de elementos señalados
dentro del escenario contradictorio, pasa a requerirse un dispositivo teórico que
dé cuenta de la forma como diferentes trayectorias nacionales se desempeñan
diferencialmente a escala global y, al mismo tiempo, reconozca la penetrante y
creciente presencia de los procesos globales en la reconfiguración de esas trayec-
torias. En otros términos, es preciso asumir que las formas asumidas por los vín-
culos entre las redes globales —tanto económicas (CVG) como políticas (expresa-
da esencialmente por los OFI)— y los procesos nacionales históricamente confor-
mados están claramente interpenetrados. En este sentido, no puede omitirse la
relevancia de estas trayectorias nacionales y la forma en las cuales ellas ‘median’
las relaciones globales y locales. Pero, de la misma manera, como advierte Sassen
(2003), estas trayectorias no pueden ser consideradas desde un nacionalismo
metodológico que posiciona lo nacional como un «contenedor sellado» desde el
que se responde a las redes globales emergentes. Por el contrario, deben ser reco-
nocidas, junto con los actores que las desarrollan teniendo en cuenta la constante
penetración y reconfiguración realizada por las redes, actores y acciones globales
institucionales y económicas y el hecho de que lo global es multiescalar y cons-
tantemente estructurado «dentro de lo que históricamente se ha construido como
nacional» (Sassen, 2005: 529).

FIGURA 2

FUENTE: elaboración propia.

129
5. Conclusiones

En este Capítulo II, a partir de los interrogantes formulados al final del Capítulo
I, hemos analizado uno de los enfoques más relevantes producidos en el NG para
analizar los procesos de globalización y evaluar las formas de inserción de empre-
sas y actores institucionales de los países periféricos en las REG y RPG.
Luego del análisis de su origen y evolución, desde una perspectiva comparada
con el TSM, hemos considerado las debilidades conceptuales del enfoque de CVG
haciendo hincapié en como esas debilidades, por un lado, imposibilitan la explica-
ción de dos aspectos que centran nuestros interrogantes: la reproducción de las
formas desigualadoras del sistema, así como las respuestas diferenciadas que emer-
gen en el SG y, por otro lado, viabiliza su captura y utilización como dispositivo
neoliberal por parte de los OFI, asumiendo una presencia creciente en las propues-
tas y análisis de esos organismos, así como en sus programas orientados hacia el SG.
Al analizar esas debilidades conceptuales y sus vínculos con los límites explica-
tivos a nuestros interrogantes, hemos intentado dar cuenta cómo, distanciados de
la TSM que le dio origen, el enfoque de CVG termina perdiendo la perspectiva holís-
tica del capitalismo como una totalidad sistémica así como instalando una concep-
ción del poder fundada en emprendimientos conjuntos y en la coproducción colec-
tiva que desplaza —no complementa— la concepción de poder como dominación.
Ambos aspectos se conjugan para impedir la identificación de los factores que ope-
ran en la conformación de la reproducción jerárquica y desigualadora en dicho
sistema. En relación al segundo aspecto, y en este contexto, pero ahora compartien-
do con la TSM una desconsideración de las unidades nacionales y la importancia de
sus trayectorias institucionales y económicas, el enfoque de CVG termina impedido
de dar cuenta de los factores —nacionalmente idiosincráticos— que inciden en el
desarrollo de trayectorias macrorregionales dentro del propio SG.
A los aspectos antes indicados, se le suma —también en convergencia con la
TSM— la desconsideración del financiamiento y de los procesos de financiariza-
ción para explicar en este caso el modo como los OI, especialmente los OFI, asimi-
laron el enfoque y lo orientaron a operar funcionalmente como dispositivos neoli-
berales dentro de las RPG. A través de estos dispositivos, que promueven una inte-
gración fragmentaria y una reproducción subordinada de los actores económicos
del SG, se desconsidera la forma como procesos de vinculación financieros alterna-
tivos, desde la periferia, podrían fortalecer ya no determinados grupos de actores
empresariales, sino trayectorias colectivas nacionales obligadas a interactuar con
relaciones —económicas e institucionales— globales donde imperan formas de
dominación y reproducción jerárquica del capitalismo.
En función de superar esas limitaciones y funcionalidades y conformar disposi-
tivos institucionales alternativos, capaces tanto de quebrar esa modalidad integra-
dora, así como encontrar respuestas a los interrogantes que hemos presentado en el
Capítulo I, finalmente hemos sostenido la necesidad de reformular significativa-
mente el marco conceptual del enfoque de CVG. Esto conlleva recorrer un camino
inverso, recuperando la noción holística y contradictoria del capitalismo y la con-
cepción del poder que reconoce la configuración de relaciones mediadas por la
dominación, como lo fue en sus orígenes bajo la TSM. Junto a ayudar a formar una
base conceptual más clara al momento de reconocer la permanencia de la estructu-

130
ra jerárquica y desigualadora del capitalismo, esta recuperación fija una base seria
desde donde explicar las razones por las cuales, no obstante las alteraciones que se
operan cíclicamente, esa estructura se mantiene en lo esencial inalterada.
Sin embargo, y no obstante la necesidad de esa recuperación de la perspectiva
holística y contradictoria del capitalismo y la reasunción del poder como domina-
ción, también sostuvimos que ello no viabiliza la explicación de las trayectorias
diferenciadas dentro del SG así como de los resultados de esas trayectorias desde el
punto de vista de la dinámica también diferencial con las que se posicionan ante las
REG y RPG.
Avanzar en ello, y dar cuenta, como vimos en el Capítulo I, de los interrogantes
ligados a los fundamentos de los procesos de mayor cualificación del EA frente a
AL, así como de las relaciones —desiguales— que van emergiendo entre estos, de-
manda, como indicamos al final del último punto, el desarrollo de instrumentos
conceptuales capaces de recuperar el entendimiento de las especificidades nacio-
nales, que no se encuentran en los enfoques de la TSM y necesitan ser imperiosa-
mente incorporados. Insistimos, finalmente, que la particularidad de esos elemen-
tos para el análisis de las periferias demanda que la incorporación no se realice
desde un nacionalismo metodológico que desconozca las RPG y REG de la globali-
zación, sino desde un instrumental capaz de interaccionar interpenetrantemente
con las mismas, ayudando a explicar entonces parte de esa dinámica comparativa.
En el Capítulo III avanzaremos en dirección de este último desafío a partir de
un análisis, una vez más en sentido crítico, de un nuevo enfoque: el de variedades de
capitalismo. Este análisis intentará evidenciar que, producido en los países centra-
les al igual que el de CVG, y no obstante su recuperación de la dimensión nacional
y sus especificidades, este enfoque contiene serios limitantes para la elaboración de
esas herramientas imperiosamente demandadas, aunque, como trataremos de
mostrar, inspira la generación de herramientas novedosas desde la periferia.

131
CAPÍTULO III
TRAYECTORIAS NACIONALES EN LA GLOBALIZACIÓN:
REVISIÓN Y ALTERNATIVAS A LAS VARIEDADES
DE CAPITALISMO

«Los tiempos de cambio son también tiempos de confusión», observa


John Ruggie. «Las palabras pierden su significado habitual, y nuestros
pasos se vuelven inseguros sobre el que era, anteriormente, un terreno
conocido» (1994: 553). Cuando lo que buscamos es caminar firmemen-
te sobre conceptos aparentemente bien establecidos, como Stephen
Krasner (1997) hace con el de «soberanía», descubrimos que su uso
tradicional está en sí mismo preso en una confusión irremediable.
ARRIGHI (1998: 1)
In this context, different national models of state/economy relations or
state/societal arrangements will atone level continue to shape develop-
ments in the global economy precisely because of the interaction of their
differences; at the same time, however, that very interaction will genera-
te new political pressures for convergence. The post-modern irony of the
state is that rather than simply being undermined by inexorable forces of
globalization, the competition state is becoming increasingly both the
engine room and the steering mechanism of political globalization itself.
CERNY (1997: 274)
A final step in this movement, indicated in Marx’s sixth book, would be
to study whether, how and how far world market integration generalizes
capital’s basic contradictions, expands the potential scope and intensity
of crises, and makes it harder to overcome them. Even here critical com-
parative capitalism research may help to explain the specific aetiology
of crises, their uneven impact, differential capacities to displace and/or
defer crises, and different capacities for struggle and resistance.
JESSOP (2015: 80)

Introducción

En el Capítulo II hemos analizado la dimensión global de los cambios en los


procesos de acumulación y regulación del capitalismo a través del enfoque domi-
nante de CVG. Al dar cuenta del origen y evolución de este enfoque, hemos procura-
do señalar las limitaciones presentes en el cuerpo conceptual que, al tiempo que
restringen su comprensión de los factores que dan continuidad estructural a los
procesos de desigualación, lo constituyen en un dispositivo institucional neoliberal
que opera fragmentando el SG, funcionalizando e integrando subordinadamente a
sus actores económicos e institucionales a las redes controladas por las fracciones
globalizadas del capital.

133
Hemos destacado cómo la superación de ello demanda, en primer lugar, la nece-
sidad de revertir el distanciamiento respecto de la TSM, reasumiendo la perspectiva
holística y el contenido contradictorio que diferencia en dicho sistema el posiciona-
miento central o periférico en las cadenas globales. Sin embargo, tal como destacá-
ramos al final del capítulo, no obstante la importancia del realineamiento con la
TSM (en cuanto a la perspectiva holística y el reconocimiento del carácter contradic-
torio del capitalismo), eso no resulta suficiente para superar las limitaciones centra-
les del enfoque de CVG, vinculadas a la incapacidad del mismo para responder —y
analizar eficazmente— la diferencial forma en que los procesos nacionales y macro-
rregionales responden a los procesos de globalización en general y se vinculan a las
redes económicas (cadenas) (REG) y políticas globales (RPG) en particular.
Si bien ello resulta relevante tanto en el Norte Global (NG) como en el SG, nos
interesa centrarnos en este último escenario por dos razones. En primer lugar, por
el ya analizado, renovado —e históricamente postergado— dinamismo y su cre-
ciente presencia en el orden económico mundial, en contraste con el regresivo des-
empeño del NG. En segundo lugar, por la necesidad de explicar la manera en que en
dicho marco emergen elementos significativos que contribuyen a explicar las cau-
sas de trayectorias divergentes al interior de la periferia, así como a partir de ellas se
conforman centros de respuestas, también diferenciados, ante los nuevos procesos
y formas de neoliberalización.
Al indagar esta cuestión, la escala nacional requiere necesariamente ser escu-
driñada en sus fundamentos a partir de preguntas orientadas a precisar: ¿cuáles
son los elementos teóricos y metodológicos que la posicionan como significativa
para dar cuenta de esas trayectorias? ¿Cuáles son los elementos que surgen como
estratégicos para comprender sus especificidades en la periferia? ¿Cuáles son los
elementos contextuales que la redefinen e imposibilitan su aplicación estática y
monoescalar? ¿Qué importancia tiene ello para el análisis de las trayectorias socia-
les y económicas diferenciadas que se dan actualmente en el sistema-mundo ante la
recreación de las formas neoliberales?
Para hacer frente a esos interrogantes tomamos como partida la recuperación
de dicha escala nacional realizada por el dominante enfoque de Variedades de Capi-
talismo (VC). El escogimiento de este enfoque no resulta de una opción más entre
muchas, sino de la extraordinaria relevancia que ha adquirido para abordar el cam-
po del análisis comparativo del capitalismo a partir del reconocimiento de las con-
figuraciones nacionales. Su presencia se ha esparcido no solo espacialmente, ad-
quiriendo tratamiento prácticamente de toda la periferia, sino también en los cam-
pos problemáticos, con penetración en una infinidad de campos temáticos como la
globalización (Coffey y Thornley, 2009), la democracia (Ido, 2012), el Estado de
Bienestar (Pontusson, 2008; Schroder, 2009, 2013) e incluso el federalismo (Tur-
geon, 2009).
En este capítulo, el abordaje del enfoque se desarrolla considerando brevemen-
te su constitución, expansión y principales críticas. A partir de estas últimas —y los
desafíos que las mismas presentan—, pero también de los límites que posee el enfo-
que institucionalista del que parten, formulamos una redefinición del mismo y pro-
curamos sentar bases para un dispositivo teórico alternativo y plausible, capaz de
reconocer un cúmulo de aspectos desconocidos por el mencionado enfoque. Para
ello avanzamos a través de tres pasos:

134
1. La recuperación de las críticas centrales a las limitaciones del enfoque domi-
nante de VC, centradas en torno a: i) la apelación a un modelo bipolar de análisis
que obliga a encapsular un complejo muy heterogéneo de realidades empíricas en
un mismo instrumento/espacio conceptual; ii) el análisis monoescalar, dominado
por un nacionalismo metodológico, que impide observar precisamente cómo las
REG y RPG penetran y configuran la multiplicidad de espacios nacionales y regio-
nales; iii) el dominio de un carácter estático en la identificación de las complemen-
tariedades institucionales que impiden considerar el cambio, los alcances y el papel
del poder en la producción del mismo; iv) el opacamiento del Estado como un actor
específico, que interviene estratégica y diferencialmente en la conformación de las
variedades.
2. En segundo lugar, el análisis articulado de esas limitaciones desde una pers-
pectiva centro-periferia, colocada como una variedad pretérita a partir de la cual
los elementos críticos antes indicados adquieren un significado que altera estructu-
ralmente el enfoque de VC y lo habilita para la comprensión de la dinámica jerár-
quica y desigualadora y, dentro de ella —y al interior de la periferia—, el examen de
las variedades de respuestas nacionales y macrorregionales.
3. En tercer lugar, con una explicación de los elementos y lógicas involucrados
en la efectiva y diferencial conformación de esas respuestas, procuramos avanzar
sobre un aspecto obviado por el enfoque dominante: la recuperación de la dimen-
sión conceptual del capitalismo y, dentro de ese ejercicio, de su estratégica dimen-
sión contradictoria que anida en su constitución y que, al igual que el enfoque de
CVG, aparece desplazada de las bases teóricas del enfoque de VC.

Se reconocen en tal sentido tres cuerpos interconectables de contradicciones.


Aquella fundante, sustentada tanto en la relación capital-trabajo como en la compe-
tencia intercapitalista. Luego la que se conforma sistémicamente por la apropia-
ción privada del excedente y la socialización de las condiciones colectivas de repro-
ducción del capital y la fuerza de trabajo, con las tensiones que se generan en y
entre los procesos de acumulación y legitimación. Y finalmente la desarrollada por
la reproducción centro-periferia a partir de la generación y apropiación asimétrica
de los excedentes, ya analizadas en el anterior capítulo al considerar la presencia y
distanciamiento de las CVG con la TSM.
Sobre la base de esas contradicciones —y el reconocimiento de una variedad
pretérita centro-periferia que resulta de la última— marcamos como imprescindi-
ble entender las variedades a través de la noción de variaciones, concepto que
expresa una necesaria perspectiva dinámica de la variedad. Damos cuenta de la
erección de, al menos, tres «variaciones» de capitalismo: a) las variaciones tempo-
rales conformadas a partir de las diferentes fases que conducen el proceso de acu-
mulación; b) la variaciones operadas por la periferia ante los cambios generales
que tienen lugar desde los centros en cada una de esas fases; y, al interior de la
periferia, c) las variaciones en las trayectorias nacionales y macrorregionales que
marcan las diferenciadas «capacidades de respuesta» —desde la periferia— en esas
diferentes fases.
Con relación a esta última variación, y en el marco de esas contradicciones y de
las otras dos variaciones, resaltamos el modo en que esas «variadas» trayectorias
nacionales desde la periferia y por lo tanto las —variadas— respuestas desde el

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interior del SG no se restringen a las «variedades» resultantes de cómo se comple-
mentan determinadas instituciones, tal como sucede en la perspectiva dominante
de las VC. Antes bien, encuentra sustento esencialmente en la modalidad con la que
actúan entrelazadamente los procesos de acumulación y las propiedades y formas
de implicación desarrolladas por el Estado desde la periferia para insertarse o alter-
nativizar tanto a las RPG como a las REG.
A partir de una superación del «nacionalismo metodológico» y bajo el paraguas
de esa triple contradicción y el reconocimiento de las «variaciones» antes señala-
das, en este capítulo intentamos retomar la relevancia de recuperar la escala nacio-
nal y sus trayectorias para identificar los fundamentos de las respuestas diferencia-
das emergentes en el SG respecto del despliegue de esas redes económicas y políti-
cas globales (REyPG) que han motorizado los procesos de neoliberalización y han
reestructurado el capitalismo en las últimas tres décadas.
Para consignar los fundamentos de esas respuestas, resulta esencial identificar:
a) los elementos que demarcan esas trayectorias diferenciadas; b) la relación de
esos elementos y sus interrelaciones con la conformación de capacidades naciona-
les diferenciadas —a partir de ello— para responder a las REyPG que derivan de
esas trayectorias (responder nacionalmente a los multiescalares procesos de neoli-
beralización que acompañan ese cambio geoeconómico global).
Al identificar estos elementos que configuran las trayectorias nacionales y las
formas de respuesta ante la dominancia de las redes globales, destacamos a partir
de una perspectiva comparada y diferenciadora de las trayectorias del Este Asiático
(EA) y América Latina (AL) dos aspectos esenciales e interrelacionados: a) las espe-
cificidades que asume la forma de generación y distribución del excedente en deter-
minados escenarios nacionales, a partir de las particularidades, calidades y relacio-
nes que presentan los actores ligados al control y dinamismo de los núcleos nacio-
nales de acumulación; b) la diferencial presencia de la calidad —y autonomía—
estatal como «segundo núcleo» generador y encargado de orientar esos núcleos de
acumulación.
En orden a desplegar el argumento esgrimido, y siguiendo en general la secuen-
cia antes presentada, este capítulo se estructura en cuatro partes: en la primera,
retoma de modo bastante sintético las contribuciones que formaron el marco con-
ceptual fundamental del enfoque sobre VC, así como la evolución y difusión del
análisis de VC en el escenario periférico (LA y EA). En la segunda, se ordena un
conjunto de críticas formuladas en los países centrales a este enfoque para desarro-
llar luego una articulación de las mismas.
A partir de esas críticas, en la tercera parte, recuperando la dimensión concep-
tual del capitalismo y su triple dinámica contradictoria, se evalúa la triple variación
mencionada anteriormente. Consideramos, en tal sentido, junto a las variedades en
el tiempo (capitalismo reproducido a través de distintas fases), las variaciones expe-
rimentadas por la periferia ante los cambios en las fases de los centros así como,
por último, las presencias de variaciones nacionales y macrorregionales que tienen
lugar en su interior.
La cuarta parte está dedicada a esta última variación del capitalismo en la peri-
feria para evaluar cómo su configuración, con determinadas trayectorias naciona-
les, explica al interior del SG las formas diferenciadas de respuesta a los actuales
procesos de neoliberalización.

136
Para ello, en la última parte el trabajo se identifican aquellos elementos sustan-
tivos sobre los que han sido forjadas esas trayectorias y desde donde emergen capa-
cidades de respuesta diferenciadas. Mostramos en esa dirección el papel funda-
mental que para ello asumen los dos elementos adelantados: a) el núcleo endógeno
de dinamización sobre el que se estructura el proceso de acumulación; b) y las
propiedades del núcleo de implicación estatal.

1. Las variedades de capitalismo: origen teórico, evolución


y transferencia desde el centro a la periferia

1.1. Origen y evolución del enfoque de Variedades de Capitalismo

Con antecedentes en los estudios de las especificidades adoptadas por el capi-


talismo en su interior realizados en décadas posteriores a la Segunda Guerra Mun-
dial (Shonfield, 1965; Gerschenkron, 1962), hacia la década de 1990, al tiempo que
muchos bregaban por el reposicionamiento de las regiones (Ohmae, 1995) —y el
fin del Estado—nación— como núcleos centrales del desarrollo en la fase del capi-
talismo global, se desarrolló el enfoque teórico que, con la denominación de Varie-
dades de Capitalismo (VC), procuraba comprender las diferentes trayectorias na-
cionales en esa fase. En el lapso de una década y media este cuerpo teórico generó
un importante volumen de investigaciones institucionales comparativas. Sin em-
bargo, dichos aportes estuvieron centrados en el estudio de las principales econo-
mías desarrolladas (Hall y Soskice, 2001), desde donde se han elaborado los tipos o
modelos más difundidos de capitalismo. Como veremos posteriormente, este as-
pecto presenta ciertas limitaciones al momento de pensar en el desarrollo de y
desde la periferia.
Dicho énfasis en los países desarrollados se visualiza ya en aquellas contribu-
ciones que dieron lanzamiento al enfoque analizado, como el precursor aporte de
Michael Albert (1993), Capitalism against capitalism. Su contribución estimuló tem-
pranamente un esquema de interpretación de dos modelos diferenciados, el neoame-
ricano y el renano (conformado principalmente por Alemania, los Países Bajos,
Suiza, Escandinavia y Japón). Si bien el autor intentó mostrar que el capitalismo no
es «uno e indivisible» sino que «hay varios modelos de economía de mercado que
coexisten» (Albert, 1993: 95), concluyó argumentando que el modelo renano pre-
senta cierta estabilidad y dinamismo, por lo que el americano no es indiscutible-
mente el más eficaz.
Con el pionero trabajo de Albert comenzó un refinamiento conceptual en el
abordaje de las VC. Uno de los principales contribuidores para ello fue David Soski-
ce (1990, 1991), quien expuso un enfoque explícitamente comparativo para el aná-
lisis de las instituciones económicas nacionales y estableció la dualidad entre Eco-
nomías de Mercado Coordinado (EMC) (como las de Alemania, Japón, Suecia, Aus-
tria y Noruega) y las Economías de Libre Mercado (ELM) (EE.UU., Canadá e Irlanda).
La misma surge de examinar el comportamiento de las empresas con el fin de con-
solidar una alternativa interpretativa a la concepción centrada en la racionalidad
del mercado. En su análisis, las empresas son concebidas en términos relacionales
(y no como actores autónomos racionales), es decir, como instituciones sociales

137
FIGURA 1

FUENTE: elaboración propia con base en Hall y Soskice (2001).

que se vinculan con otras instituciones que se encuentran ancladas nacionalmente.


Fundado en esa concepción relacional y en la escala nacional como preferencial,
Soskice desarrolló la idea de Sistemas Sociales de Producción (SSP) centrando su
atención en los cambios en la organización de los intereses de negocios y su «inter-
penetración» en las estructuras de gobierno (Peck y Theodorne, 2007). Esos siste-
mas se configuran a partir del comportamiento de las firmas en cinco esferas o
sistemas interrelacionados: i) relaciones industriales; ii) sistema educativo y de for-
mación profesional; iii) corporate governance; iv) sistema financiero; y v) relaciones
entre empresas (incluyendo las relaciones con clientes y proveedores, así como la
vinculación con otras firmas en cada sector y sus implicancias en temas como inno-
vación y transferencia tecnológica).
Estos aportes fueron retomados posteriormente en el trabajo de Hall y Soskice
(2001), consolidado como la principal contribución en torno al examen de VC.1 En
dicha contribución los autores mantuvieron una concepción bimodélica de capita-
lismo a partir de los tipos definidos por Soskice (1990) (EMC y ELM). Para avanzar
en esta caracterización, realizaron un análisis de la variedad institucional centrán-
dose exclusivamente en las empresas y observando un conjunto de competencias
centrales y capacidades que las transforma en arenas para la resolución de proble-

1. Tal como expresan los propios autores, las contribuciones de Hall y Soskice estuvieron influen-
ciadas por los aportes de Albert y los de Hollingsworth y Boyer que se retoman a continuación.

138
mas de coordinación (Hall y Soskice, 2001). Las respuestas que adquieran las em-
presas con esos conflictos y dentro de esas cinco esferas, sumadas al desarrollo de la
economía internacional, configuran una performance económica nacional particu-
lar, es decir, un modelo de capitalismo específico.
Su principal objetivo fue alcanzar un mejor grado de comprensión de las econo-
mías capitalistas considerando la estructura institucional de las mismas, las vincu-
laciones entre ellas, los actores involucrados y las políticas puestas en práctica. Para
explicar las diversas configuraciones que de allí surgen, los autores incorporan la
idea de la complementariedad interinstitucional. Desde la perspectiva de los apor-
tes de Hall y Soskice (2001), la idea de complementariedad tiene una gran relevan-
cia para el estudio comparativo ya que sugiere que aquellos países que siguen un
tipo particular de coordinación en una esfera de la economía deberían tender a
desarrollar prácticas complementarias en otras esferas. En otras palabras, existe
una complementariedad institucional debido a que la presencia de una (o su efi-
ciencia) aumenta el rendimiento de la otra que se considera complementaria (Hall
y Gingerich, 2009).
En resumen, el enfoque de VC se fue desarrollando motivado por la idea de
comprender las diferentes dinámicas seguidas por los países dentro del capitalis-
mo, siendo la noción de complementariedad institucional la más trascendental dentro
de este cuerpo teórico. Este último, no obstante, ha encontrado complemento y
cualificación a través de otras contribuciones interesadas también en comprender
dichas dinámicas, pero poniendo énfasis en otros aspectos que vienen a completar
lo revisado hasta aquí.

1.2. Continuidades y profundizaciones del enfoque de VC en los países centrales:


los conceptos de Sistema Social de Producción y Sistema Social de Producción
e Innovación

En línea con los enfoques de VC, las contribuciones referidas anteriormente


surgen de la fusión de los regulacionistas con otros marcos teóricos entre los que se
encuentra el trascendental aporte de Hollingsworth y Boyer (1997), quienes plan-
tean diferentes mecanismos económicos de coordinación y su conexión con la no-
ción de Sistema Social de Producción (SSP).
La idea de SSP permite comprender la manera en la cual ciertas instituciones y
valores sociales se encuentran integrados en una configuración socioeconómica
particular emplazada a nivel nacional, en las que se definen específicas formas de
regulación. Dicho sistema es fruto de múltiples arreglos institucionales configura-
dos y condicionados por distintas trayectorias históricas (path dependence) de desa-
rrollo capitalista y las variadas formas de existencia y coordinación del mercado y el
Estado, así como del capital y la fuerza de trabajo (Hollingsworth, 1998). Es decir, al
estar incrustadas en un medio complejo, el comportamiento de las firmas se en-
cuentra influenciado por el dominio que las instituciones tienen sobre las decisio-
nes individuales. Junto con estos aspectos generales, según Hollingsworth (1998),
junto a las cinco esferas consideradas por Hall y Soskice (2001), existen otros aspec-
tos relevantes, como las nociones de imparcialidad y justicia sostenidas por capital
y trabajo, la estructura del Estado y sus políticas y las costumbres idiosincrásicas de

139
la sociedad (tradiciones, normas, principios morales, reglas, leyes y fórmulas para
la acción).
Más allá de los elementos considerados taxativamente, los autores reconocen
que la complejidad de estas configuraciones se debe a la multiplicidad de actores y,
por ende, a intereses y lógicas propias, así como a las diversas jerarquías y redes que
se establecen. La forma de coordinación dependerá de la combinación de dos as-
pectos centrales: de la naturaleza de las instituciones que genera el accionar de los
actores y de la distribución de poder (Hollingsworth y Boyer, 1997). De este modo,
las especificidades de las regulaciones/instituciones en los diferentes espacios na-
cionales conforman diferenciadas trayectorias históricas que les permiten a los di-
versos países tener reacciones disímiles en la dinámica global. Expresado resumi-
damente, la especificidad en las trayectorias conlleva que las diversas sociedades no
pertenezcan a un sendero que las conduce a un mismo punto (Hollingsworth, 1998).
Estas contribuciones han sido recualificadas a través de aportes que incorporan
al análisis la dimensión de la innovación, entendida como un proceso en el cual
interactúan diferentes actores en un contexto institucional particular, dando origen
a la noción de Sistema Social de Producción e Innovación (SSPI) (Amable et al.,
1997). Con dicha categoría se ha pretendido alcanzar una visión más amplia respec-
to de las diferentes configuraciones dentro del capitalismo reafirmando el papel
central de la complementariedad y la dependencia de ciertas instituciones y formas
de coordinación respecto de las otras que le resultan compatibles y dan coherencia
al sistema (Amable, 2000). Es decir, aunque es posible trascender el modelo bipolar
de Hall y Soskice, existe una reafirmación de la diversidad finita de economías
capitalistas, ya que hay instituciones que no son complementarias con otras y, por
lo tanto, las combinaciones son limitadas. Asimismo, junto con esta idea de com-
plementariedad, otra noción determina la coherencia de un modelo nacional, y es
la de jerarquía entre instituciones, la cual introduce la importancia relativa que
poseen una o algunas pocas instituciones sobre el resto (Amable, 2000).
Ampliando a partir de lo indicado en el espectro tipológico del enfoque de VC,
estas contribuciones articuladas alrededor del concepto de SSPI han reconocido
cuatro modelos: 1) el SSPI basado en el mercado; 2) el SSPI social-demócrata; 3) el
SSPI público (o Europeo); y 4) el SSPI corporativo. Dentro de estos cuatro tipos
ideales se encuentran reflejados los diversos modelos nacionales de capitalismo, a
pesar de que no todos los países están incluidos en esta tipología.
En resumen, el enfoque de VC, así como las contribuciones complementarias
asociadas al análisis de SSP y SSPI, aportaron elementos importantes para enten-
der las diferentes configuraciones institucionales nacionales, que poseen cierta co-
herencia, complementariedad y jerarquía y que son influenciadas por las trayecto-
rias históricas específicas.

1.3. La difusión global del enfoque de VC en la periferia

No obstante los fundadores del enfoque de VC reconocieron inicialmente que


su esfuerzo estaba analíticamente centrado sobre los países desarrollados, el abor-
daje conceptual y tipológico de las VC, como adelantamos, no quedó circunscripto
a dichos países. Al igual que ha sucedido con tantos otros emprendimientos asocia-

140
dos a la manera de comprender la conformación y transformaciones del capitalis-
mo y sus formas de desarrollo, el enfoque de VC ha desarrollado una lógica espacial
de emergencia y transferencia que va desde el centro hacia la periferia y no ha
dejado casi rincón del globo sin explorar. Con el prestigio logrado en los emprendi-
mientos académicos de los países centrales, el análisis de las «variedades» fue ga-
nando presencia en casi todo el globo, aplicándose el enfoque en escenarios tan
disimiles como los del este y centro de Europa, África, Asia y AL.
En el primer escenario, un nutrido grupo de trabajos ha ido desarrollándose
desde la segunda mitad de 2000, provisto, con algunos reparos y especificidades, de
los elementos analíticos de VC (Crowley, 2005; Feldmann, 2006, 2007; Lane, 2007;
King, 2007; Nölke y Vliegenthart, 2009) e incorporando nuevas tipologías para ajus-
tar el marco analítico de las complementariedades institucionales al este y centro
europeo. Trabajos como los de Nölke y Vliegenthart (2009) han propuesto ampliar
las Varieties of Capitalism reconociendo la especificidad de las «economías de mer-
cado dependientes», en donde cobra importancia central la presencia del capital
extranjero y el papel que, luego del colapso del socialismo en los años ochenta, han
jugado las ventajas comparativas del trabajo con capacitación pero barato, la trans-
ferencia de innovaciones tecnológicas dentro de las empresas trasnacionales (ETs)
y la provisión de capital por vía de la inversión extranjera directa (IED).
Por otra parte, en África los abordajes han tenido un desarrollo más reciente
(Vogel, 2009; Nattrass, 2013; Vishnu, 2013) y han encontrado particular énfasis en
la experiencia sudafricana. En tanto, AL y Asia, han devenido espacios de particular
interés para la indagación de las variedades, con publicaciones especiales, como la
realizada en 2009 por la revista Economy and Society, con un número focalizado en
América del Sur (Capitalismo Latinoamericano: Política económica y social en tran-
sición), o el número del Asia Pacific Journal of Management, dedicado al examen de
las Variedades de capitalismo Asiático. Más específicamente sobre y desde el esce-
nario latinoamericano emergió en forma bastante reciente un conjunto de contri-
buciones (Aguirre y Lo Vuolo, 2013; Boschi, 2011; Ebenau, 2012; Fernández y Alfa-
ro, 2011; Fishwick, 2014), muchas de las cuales, como veremos luego, guardan ya
un contenido crítico.
No obstante esto último —y en particular algunos de los señalamientos críti-
cos— el marco conceptual explícitamente observado por la mayor parte de las con-
tribuciones enroladas en el mainstream del enfoque han mantenido el esquema
tipológico que diferencia las ELM y las EMC trabajadas centralmente por Hall y
Soskice (2001), como analizamos oportunamente. Sin embargo, al igual que con
relación a lo analizado en el este europeo, los desarrollos referidos tanto al escena-
rio asiático como al latinoamericano han procurado indicar, ciertamente, que las
tipologías que emergen en la periferia no encajan exactamente en las configuracio-
nes identificadas en los países desarrollados, por lo que se han esforzado en resaltar
las particularidades distintivas que viabilizan la extensión a esos escenarios.
En el caso latinoamericano se han marcado particularidades que hacen tomar
distancia respecto de los modelos liberales y socialdemócratas más representativos
del norte europeo y denotan claros «parecidos de familia» con las mencionadas
variantes periféricas del centro y sur de Europa y del modelo mediterráneo, desta-
cándose el rol activo del Estado en combinación con la acción del mercado y los
procesos de coordinación institucional (Molina; Rhodes, 2007; Schmidt, 2007).

141
En otros casos, en cambio, se han indicado algunos nuevos y relevantes elemen-
tos que otorgan especificidad a las variedades de esos espacios macrorregionales y,
por lo tanto, dan mayor amplitud al esquema de «tipologías ampliadas» o «flexi-
bles» requeridas por enfoques como los formulados por Boyer (2005). En esta últi-
ma aproximación destacaron contribuciones como las de Schneider y Soskice (2009)
y Schneider (2009), quienes han sostenido la necesidad de incorporar una nueva
«variedad» para entender el escenario latinoamericano: la variedad jerárquica de
capitalismo.
De acuerdo con estos autores, bajo el modelo jerárquico las relaciones prevale-
cientes entre las firmas y los otros actores se basan primariamente en órdenes y
directivas de aquellos con mayor poder económico. En tal contexto resalta el peso
de los grandes grupos domésticos (de origen familiar) y, al igual que lo considerado
para el este europeo, la creciente influencia de las ETs, que desarrollan sus activida-
des como partes de cadenas globales que asignan a AL funciones intensivas en
trabajo, asociadas a mercados de trabajo flexibles, fragmentados y de baja capacita-
ción, con alta presencia de informalidad, producto de la escasa densidad de la es-
tructura productiva. Como resultado de ello emerge una forma de «complementa-
riedades negativas» (Schneider y Soskice, 2009; Sánchez-Ancochea, 2009) entre gran-
des grupos económicos, ETs y el mercado de trabajo, lo que de acuerdo con estos
autores explica en buena medida la persistente carencia de innovación, la heteroge-
neidad estructural y desigualdad de AL.
Por su parte, el escenario asiático ha sido tempranamente abordado por Soski-
ce (1999) en su esquema tipológico de coordinación bipolar, así como por los estu-
dios de los sistemas nacionales de negocios (Whitley, 1992, 2005), e incluso bajo la
flexibilización tipológica promovida por el análisis de VC impulsado desde el regu-
lacionismo (Boyer, 2005). Sin embargo, el enfoque de VC pudo encontrar más re-
cientemente un ángulo particularizado de abordaje para este escenario. En la for-
mulación de este abordaje ha actuado como facilitador el contexto de crisis global
que afectó al «centro» (principalmente desde 2008) y al potencial de «alternativas
dentro del capitalismo» abierto por este escenario a partir del nuevo «consenso de
Beijing» (Ramo, 2004; Carney et al., 2009).
Sin apartarse estructuralmente de los elementos trabajados por el enfoque de
VC, estas contribuciones han procurado cualificar dicho cuerpo teórico a través de
un mayor protagonismo de los actores capaces de relativizar la tendencia determi-
nista de las instituciones e iniciar un análisis de las implicaciones bidireccionales
de ambos elementos. Bajo tal propósito, las contribuciones se han movido dentro
de un amplio espectro de países y temáticas, con los que se ha buscado precisar
aspectos de las VC del escenario asiático. Ello ha comprendido: el soporte a la hipó-
tesis del enfoque de VC sobre el papel de la calidad de la educación y los sistemas
flexibles de relaciones industriales (Terjesen y Hessels, 2009); el reconocimiento de
las particularidades que aportan los componentes familiares en la formación y ges-
tión de las empresas (Steier, 2009); así como el papel de la calidad burocrática del
Estado (Ritchie, 2009). También se han considerado las limitaciones competitivas
derivadas de los procesos de concentración (Huegens et al., 2009); la diferencial
capacidad de transitar desde etapas de imitación hacia procesos de innovación de-
rivados de la especificidad de la matriz empresario-organizacional (Dodgson, 2009);
en tanto que no está ausente el rol de las herencias coloniales en la formación de las

142
capacidades institucionales o el papel de las tradiciones ambientales-instituciona-
les en la formación de organizaciones complejas (Redding y Witt, 2009).
Sin embargo, la mayoría de este complejo cuerpo de análisis desarrollado en
escenarios periféricos, si bien intenta reconocer especificidades en las trayectorias
históricas y particularidades en sus actores económicos e institucionales al configu-
rar los patrones nacionales de capitalismo en África, el este y centro europeo, AL o
el EA, no ha trascendido la familia conceptual del enfoque de VC. Ello implica que
preserva en general, y con pocas excepciones, el propósito central de observar cómo
la lógica de las instituciones y sus complementariedades condicionan a —o interac-
túan explicativamente con— los actores económicos y sus comportamientos.
No obstante sus reparos a la aplicabilidad del esquema bimodélico, estas contri-
buciones no han logrado transcender el papel de buscadores de subvariantes tipológi-
cas, verificadores de ciertas hipótesis del cuerpo teórico, o bien identificadores de
realidades y elementos organizacionales y de comportamiento económico-político-
institucional con mayor nivel de cercanía o lejanía respecto de los modelos reconoci-
dos en los centros. Es decir, en su gran mayoría se trata de trabajos que no escapan en
general a la estructura instrumental del enfoque de VC propagado desde el centro.

1.4. Evaluación de las críticas a los enfoques de VC

Al tiempo que se fue consolidando y expandiendo desde el centro a la periferia,


el enfoque de VC ha encontrado un cúmulo de críticas que, nuevamente, han naci-
do desde los centros académicos de los países centrales y pueden resumirse en los
próximos seis ítems:

a) Un proceso de reificación de los tipos que conforman las VC, acompañado de un


reduccionismo tipológico que limita la captación de especificidades relevantes al con-
siderar variantes nacionales.
Ello es resultado de una propuesta analítica que termina finalmente transfor-
mando un cuadro tipológico analítico-racional en una realidad condicionante en la
cual se expresa y subsume una multiplicidad de trayectorias nacionales que actúan
como casos ejemplificativos de esos «tipos reificados» (Crouch et al., 2009). A la vez,
el carácter binario del modelo tipológico impuesto desde la versión dominante con-
forma un cuadro clasificatorio restrictivo que arriesga sacrificar aspectos distinti-
vos de un sinnúmero de experiencias nacionales subsumidas en esas tipologías (Sch-
midt, 2007; Allen, 2004; Pontusson, 2005).

b) Un modelo monoescalar cerrado, producto de un «nacionalismo metodológico»


(Peck y Theodore, 2007; Crouch y Farrel, 2004).
Existe, finalmente, una dimensión espacial sustantiva en el enfoque de VC. La
producción circunscripta a los campos de la economía y las ciencias políticas y una
visible ausencia de la geografía económica han obstaculizado la capacidad para dar
cuenta de la compleja redefinición de las geografías económicas del capitalismo,
con su cambiante involucramiento de las escalas, entre otras cosas para redefinir la
lógica constitutiva y funcional de la escala nacional. Efectivamente, el análisis «her-
méticamente sellado» sobre la escala nacional (Crouch y Farrel, 2004) no contempla

143
la forma como otras escalas se involucran, no solo conformando otras espacialida-
des dentro de un mismo ámbito nacional (Hollingsworth, 1998), sino explicando
cómo esa dimensión es configurada y reconfigurada por otras escalas en el contexto
de las transformaciones espaciales del capitalismo (Brenner, 2003; Peck y Theodor-
ne, 2007). En otros términos, la circunscripción analítica a la escala nacional blo-
quea la comprensión del papel que cumplen los actores (capitalistas, fuerza de tra-
bajo, Estado) y redes transnacionales, así como las particularidades regionales tan-
to en la configuración de las especificidades de esas escalas —globales y regionales—
(Crouch y Streeck, 1997; Crouch et al., 2009) como en la particularidades que asume
la transformación de las dinámicas nacionales. En este último caso, el reescalona-
miento del capitalismo se asocia con una dinámica multiescalarmente interpenetra-
da que acompaña su reestructuración espacial y la redefinición de las formas nacio-
nales propias de proyecto fordista-keynesiano (Swyngedouw, 1997; Brenner, 2003).

c) La conformación de un patrón analítico que da prioridad a la estabilidad sobre


el cambio y condiciona a éste en su alcance.
Al interior de esa limitante estructura analítica monoescalar, dominada por el
nacionalismo metodológico, y a pesar de que los propios fundadores del enfoque
han asegurado que el de VC contiene un cuadro conceptual donde los aspectos del
equilibrio compatibilizan con el análisis del cambio social e institucional (Hall;
Thelen, 2009), lo cierto es que ese cambio aparece altamente condicionado por las
rigideces derivadas de las formas de coordinación y complementariedad institucio-
nal que dan coherencia a sus dos tipologías y por la dependencia de las trayectorias
institucionales que conducen a la inserción en estas últimas. Las empresas quedan,
por lo tanto, sujetas a un patrón de respuestas sin variantes respecto de aquellas
formas de coordinación y complementariedad que constituyen las restrictivas tipo-
logías compuestas por las ELM y las EMC, y resultan de la específica trayectoria
institucional desarrollada por las firmas empresariales (Crouch y Farrel, 2004; Sch-
midt, 2007; Goodin, 2003). Como bien remarcan Herrigel y Zeitlin (2010), aun los
estudios que extienden el análisis de VC hacia las nuevas fronteras quedan autoli-
mitados en su capacidad de explicar el cambio desde la sujeción a las complemen-
tariedades institucionales. Atento a que las mutaciones deben darse dentro de ese
nivel de coherencia y complementariedad demandado por las tipologías, todo el
complejo de trabajos originales y ampliatorios carece de cabida en la consideración
de los cambios mayores que involucran transformaciones estructurales en las for-
mas de organización y regulación del régimen político y las relaciones sociales que
envuelven a las diferentes fracciones del capital y los vínculos entre este y la fuerza
de trabajo. Lo que ha dominado por lo tanto en la visión de VC es un patrón de
coordinación empresarial/institucional basado en el equilibrio/estabilidad (Hall y
Thelen, 2009), que contiene restricciones para comprender la capacidad de cambio
de los actores más allá de esas rigidices tipológicas y las formas de complementarie-
dades que crean las condiciones de equilibrio (Kang, 2006).

d) El dominio de un marco de análisis funcionalista de cambio (Howell, 2003;


Boyer, 2005; Amable y Palombarini, 2009).
Esto emerge como producto del sobreénfasis en los mecanismos microeconó-
mico-institucionales que configuran —y condicionan— las formas de coordinación

144
y operan como los principales elementos al momento de dar cuenta del funciona-
miento y de los cambios. La preponderancia de esos mecanismos convive con la
relativización del peso de los actores en la configuración y cambio de las institucio-
nes, al tiempo que los actores convocados a protagonizar la especificidad de la
variedad capitalista se restringen al campo de las empresas. La propensión a la
estabilidad/estática y sus equilibrios en los «juegos de complementariedad» conlle-
va limitaciones tanto para incorporar a otros actores (Schmidt, 2002) así como para
saltar desde el empresarialismo microeconómico hacia la consideración critica de
dimensiones sociopolíticas más comprensivas y abarcativas, en la cual se desen-
vuelven necesariamente lógicas contradictorias y conflictivas (Pontusson, 2005;
Boyer, 2005; Deeg y Jackson, 2007). La inexistencia de esa pluralidad de actores, y
de la incorporación de esas dimensiones, permite eludir las desiguales relaciones de
poder y los intereses contradictorios, lo que alienta el marco teórico funcionalista,
orientado a identificar la formas institucionales donde se construyen las compatibi-
lidades y se generan los equilibrios que fundamentan una determinada variante de
capitalismo (Howell, 2003).

e) Un determinismo institucional (Deeg y Jackson, 2007; Thelen, 2004; Pontus-


son, 2005) estrechamente vinculado a lo anterior.
Dicho determinismo se comprende desde —y complementa con— esa dinámi-
ca funcionalista, que implica una arena de configuraciones institucionales forma-
les e informales (normas, convenciones, etc.) que fijan aquellas modalidades en las
cuales puede tener lugar la coordinación conducida por las empresas así como las
respuestas generadas por esos actores empresariales a las presiones o cambios exó-
genos eventualmente emergentes. Compelido por la determinación de esos meca-
nismos, el marco de acción de los actores (a los que no se les reconoce pertenencia
a clases sociales con intereses divergentes) contiene escasa cabida dentro de ese
enfoque de VC.

f) La sobrecentralidad en las firmas: la ausencia de la fuerza de trabajo (Fishwick,


2014; Selwyn, 2012; Cumbers et al., 2008) y la dilución o ausentamiento del Estado
(Schmitz, 2002, 2007).
A la propensión del funcionalismo y determinismo institucional le acompaña la
restricción a nivel de los actores encargados de operar los cambios. En tal contexto
y en el de esa sobrecentralidad en las firmas, resalta el escaso tratamiento dado a los
actores no empresariales. Al igual que en el enfoque de CVG, el de VC desplaza la
consideración de la organización de la fuerza de trabajo y su articulación con el
modo en que se constituyen las REG (Fishwick, 2014; Selwyn, 2012; Cumbers et al.,
2008), al tiempo que diluye o ausenta al Estado (Schmitz, 2002, 2007).
La intervención de la fuerza de trabajo en el enfoque de VC toma lugar, restrin-
gidamente en el campo de la regulación de los salarios y las condiciones de trabajo
(relaciones industriales), en los mecanismos asociados a su capacitación (educa-
ción y entrenamiento), así como en sus formas relacionales de colaboración con las
firmas (corporate governance). No existe, en cambio, ninguna consideración que
permita evaluarle como un actor con una diferenciada organización histórica, que
varía en diferentes espacios macrorregionales y nacionales y cuya activación con-
flictual a partir de sus relaciones contradictorias con el capital contiene siempre

145
efectos sustantivos sobre las especificidades de la trayectoria nacional y sobre las
acciones y posibilidades del Estado para configurarlas (Fishwick, 2014).
En lo que respecta específicamente al Estado, alejándose de la tradición com-
parativa que hizo del mismo un centro analítico de relevancia (Katzenstein, 1984;
Evans et al., 1985), su dilución dentro del complejo de instituciones como una insti-
tución más impide, por un lado, observar especificidades determinantes en expe-
riencias como las de España, Italia o Francia (Schmitz, 2002; Molina y Rhodes,
2007), que toman por ello distancia de experiencias más representativas de los mo-
delos de EMC (como Alemania) o ELM (como Reino Unido o EE.UU.); y por otro
lado, más genéricamente, la dilución analítica del Estado y su posicionamiento
como «una institución más» (Schmitz, 2007), limita la capacidad de observarlo
como un elemento central, altamente involucrado en todas las variantes de confor-
mación capitalista, donde se forjan aquellas especificidades del comportamiento
institucional que explican las trayectorias diferenciadas (Deeg y Jackson, 2007).

2. Revisitando las críticas a las Variedades de Capitalismo desde la periferia

Las críticas que hemos revisado al enfoque de VC pueden sintetizarse en un


conjunto formado por cuatro aspectos:

a) La conformación de un esquema modélico bipolar de análisis.


b) La monoescalaridad conducente al «nacionalismo metodológico» para anali-
zar desde un punto de vista espacial las variedades de capitalismo y las restricciones
para dar cuenta de los cambios y sus alcances.
c) La sujeción de las variedades a un análisis de diferenciadas formas de com-
plementariedad institucional, a partir del papel de las firmas, con límites para con-
siderar el cambio y una impronta funcionalista del mismo.
d) El empobrecimiento de los actores en su configuración conflictual con la
ausencia de la fuerza de trabajo y el Estado para la comprensión de las especificida-
des que dan lugar a las variedades nacionales.

No obstante la pertinencia, estas críticas requieren ser revisitadas desde dos


planos complementarios que reubican la recuperación crítica de la escala nacional
en línea con los interrogantes que guían este trabajo:

a) Esencialmente, la mayoría de ellas ha provenido desde perspectivas que son


«amigables» con el marco teórico dominante que es criticado y, por ello, en buena
medida comparten su edificio conceptual, agregando «aspectos a considerar» o rea-
lizando algunas «aperturas». La defensa del enfoque desde los propios críticos, lo
que podríamos llamar «críticos internos» (Hancke, 2009), comulga finalmente con
la observada extensión del enfoque para analizar nuevas geografías. Para destacar
resultados contradictorios (como sucede con China) o indicar especies no encaja-
bles o novedosas respecto de los habitáculos/tipologías identificados/modelados en
el centro (Zhang y Peck, 2016), se utiliza el instrumental de las formas de comple-
mentariedad/regulación institucional que configura el mainstream del enfoque. La
calidad de «críticos internos» implica el hecho de compartir el basamento teórico y

146
deja escaso margen para comprender cómo los elementos criticados podrían ser
superados. Al operar «intramuros», dicha superación resulta difícil atento a que se
persiste en compartir una lectura que, invariablemente, remite a analizar «varieda-
des» dentro del esquema de complementariedades institucionales. Es decir, varie-
dades que surgen de las «formas regulatorias ligadas a la coordinación de las em-
presas, la fuerza de trabajo y el sistema financiero» (Herrigel y Zeiltin, 2010).
b) Teniendo como base constitutiva los países centrales, los escenarios periféri-
cos han sido «anexados» para ser tratados con pocas variaciones desde el punto de
vista del instrumental. Los estudios de VC marcan una ampliación de escenarios a
considerar que, no obstante abonar algunas especificidades, no alteran la estructu-
ra de los elementos sobre los que se analizan las formas de complementariedad. La
no alteración de elementos constitutivos de la complementariedad institucional por
parte de los enfoques críticos y el análisis a partir de esos elementos de escenarios
periféricos como anexiones o ampliaciones a los hallazgos empíricos realizados en
los países centrales conforman una importante limitación para considerar dos as-
pectos centrales del marco problemático que guía nuestro trabajo y que hemos
dejado claramente planteado desde el Capítulo I: i) la presencia estructural de un
gran área del sistema mundo, el SG, con su marcado y diferenciador dinamismo en
el marco del mantenimiento de la estructura jerárquica y desigualadora dentro de
la que se reproduce el sistema capitalista; y ii) los procesos divergentes dentro del
SG desde la conformación de procesos macrorregionales y dinámicas nacionales
específicas.

Al introducir esta realidad del SG y la particularidad que implica analizar los


escenarios periféricos, las críticas que hemos revisado del enfoque de VC adquieren
un carácter específico y articulado que permite clarificar los aspectos a considerar
con relación a las variedades de trayectorias nacionales en la periferia, más precisa-
mente, la manera en que se recuperan superadoramente en estos espacios la escala
nacional y las variedades nacionales de capitalismo para entender el dinamismo del
SG y las trayectorias diferenciadas en su interior.
Con la incorporación de la periferia —y una perspectiva de análisis desde ella—
para evaluar las críticas al enfoque de VC, se va sugiriendo una variación en su
entramado conceptual, capaz de reconocer especificidades de esa realidad. Dicha
variación conlleva la necesidad de incorporar elementos externos al aparato con-
ceptual del enfoque dominante, a efectos de conjugar la interpretación de los pro-
cesos globales y el modo en que se insertan e interactúan con las diferenciadas
estrategias nacionales. Al hacer esto, por un lado, recupera vigor la consideración
y las formas en que esas estrategias se vinculan con las REyPG y, por otro, la
modalidad con la que se conforman diferencialmente esas redes en los procesos
de acumulación.
Desde los planos complementarios de análisis anteriormente presentados (a y
b), vale, por lo tanto, un análisis detallado de cada uno de los elementos críticos
presentados para considerar lo que estamos evaluando:

a) La crítica sobre los riesgos de la «reificación de un modelo bipolar», como fue


señalado, contribuye a comprender cómo dicho modelo, no obstante la relevancia
para cuestionar la homogeneizadora unipolaridad neoliberal, se transforma en una

147
«cárcel tipológica», que impide visualizar las distintas variedades emergentes y ter-
mina siendo restrictiva para dar cuenta de la pluralidad de configuraciones, no solo
nacionales sino también regionales, que forman el complejo mosaico de arreglos
institucionales que dan especificidad a los performances capitalistas. No obstante la
identificación del problema, los intentos de expandirse identificando nuevas varie-
dades, que proliferan y abarcan, como vimos, áreas como el Mediterráneo, África o
AL, no han hecho sino permanecer dentro del sistema de complementariedades
institucionales. Dentro de ese sistema, los refinamientos tipológicos finalmente no
han hecho los tipos menos rígidos y han permanecido focalizados sobre la estabili-
dad y la reproducción antes que sobre el cambio (Herrigel, Zeitlin, 2010).
Ahora bien, toda la pluralidad de configuraciones y variedades a ser reconoci-
das, y todo intento de hacer ello al interior del SG debería tener en cuenta la existen-
cia de una «variedad pretérita» y más general: aquella que se conforma entre diná-
micas centrales y periféricas. Como observamos desde el Capítulo I y retomamos en
el Capítulo II, vista desde la perspectiva de la TSM, esta variedad de capitalismo
(omitida por los enfoques institucionales) se conforma a partir de analizar el capita-
lismo como un sistema global —que no hace centro en unidades nacionales—, je-
rárquicamente estructurado con un control diferencial de funciones y procesos de
valorización, por parte de actores y espacios de redes o encadenamientos económi-
cos que rigen los procesos de producción e intercambio (Hopkins y Wallerstein,
1977; Arrighi y Drangel, 1986). Como también analizamos en ese Capítulo II la
incorporación a las cadenas o REG y la vinculación a ella de los actores nacionales
y regionales del SG es alentada como herramienta de desarrollo por los actores
trasnacionales que controlan las RPG (Fernández, 2013).
La consideración de la(s) variedad(es) de capitalismo(s) bajo este lente, y por
esa razón, con la forma inicial de una variedad en la forma centro-periferia, se
constituye por medio de aquellos aspectos nacionales donde se radican los actores
que controlan las funciones más importantes de los encadenamientos globales ca-
pitalistas (países centrales) y aquellos donde se emplazan los que ingresan subordi-
nadamente a ellas, con las funciones menos valorizables (periferias), que operan
como controlados o transferidores de valor en esa cadena.
Ello implica un cambio sustantivo en la forma de analizar variedades respecto
del enfoque dominante de VC: desde el acento en formas institucionales y sus regu-
laciones centradas en la preponderancia del «mercado» o la «coordinación institu-
cional» en la organización del capital, el trabajo y sus relaciones, hacia otra que
observa las especificidades nacionales desde las particularidades de las relaciones
de producción e intercambio y en el tipo de inserción de las diferentes naciones en
un sistema global de REyPG donde domina una desigualadora división del trabajo
(Frank, 1966; Prebisch, 1986).
La variedad capitalista —centro/periferia—, recuperando la perspectiva de la
TSM, establece los condicionantes estructurales —en buena medida externas a los
capitalismos nacionales— sobre los que deben leerse los performances agregados
de los actores y entenderse los procesos de reproducción de las asimetrías y des-
igualamientos estructurales en el capitalismo. Las formas institucionales que de
allí emergen, incluyendo la regulación del salario y su capacitación, las relaciones
entre las firmas, el sistema financiero, y las formas de colaboración del trabajo en
las firmas, es decir, los elementos que forman en el enfoque de VC la «comple-

148
mentariedad institucional», quedan atravesados por aspectos ausentes desde un
inicio en dicho enfoque, esto es: la constitución y funcionamiento de distintos es-
pacios nacionales en un sistema global, cuya lógica de reproducción jerarquizado-
ra y desigualadora entre aquellos que integran el centro y las periferias se reprodu-
ce históricamente bajo la renovación constante de sus arreglos económicos, socia-
les y políticos (Arrighi, 1994, 2008).

b) Los aspectos antes indicados coadyuvan, en no menor medida, al entendi-


miento situado desde la perspectiva periférica, de los límites acarreados por la mo-
noescalaridad y, dentro de ella, del nacionalismo metodológico que ha dominado el
enfoque de VC. La manera en que este último entiende los procesos o las divisorias
al interior del capitalismo a partir de un mosaico interactivo de unidades naciona-
les diferencialmente conformadas por arreglos institucionales, fija límites para en-
tender dos aspectos fundamentales: i) cómo esa estructura globalmente desiguala-
dora y sus condicionantes se conforman y dinamizan a través de las REyPG que
hemos venido analizando; y ii) cómo los encadenamientos económicos conforma-
dos por lógicas productivas —crecientemente— financiarizadas así como las redes
políticas, redefinen y penetran variablemente en las distintas instancias nacionales
condicionando la formas institucionales con las que se pretenden explicar las VC
(Levy, 2008).
Sin perjuicio de la activa e irremplazable —pero diferenciada— presencia de
Estados centrales y periféricos que iremos destacando y de las relaciones con es-
tos, las redes y actores políticos y económicos globales se articulan mediante un
proyecto potenciado por las fracciones globalizadas del capital productivo y finan-
ciero, que intenta horadar las resistencias nacionales, conformando una «clase
capitalista transnacional» (Sklair, 2001), compuesta por gerentes seniors, consul-
tores, académicos y funcionarios que se entrelazan en sus prácticas y comparten
una ideología común. En los términos de Gill (1995, 2002) —y desde un categorial
gramsciano—, «a través de las redes y el complejo de flujos financieros, conceptua-
les, simbólicos que los mismos representan se conforma un “bloque histórico tras-
nacional” que propugna el acoplamiento selectivo de actores, espacios e institucio-
nes del SG a lógicas reproductivas en las que confluyen consensualmente múlti-
ples organismos supranacionales, aparatos estatales y fracciones productivas y
financieras del capital».
Los flujos que acompañan las redes y su capacidad de direccionar los mismos
por los actores trasnacionales que las controlan actúan sobre los diferentes arreglos
institucionales y escalares/espaciales en los que descansan las diferentes trayecto-
rias nacionales y combinan espacialmente procesos de fragmentación y homogeni-
zación, de territorialización y desterritorialización (Lefebvre, 1991; Sassen, 2005),
procesos que implican redefiniciones en la conformación de los arreglos institucio-
nales sobre los cuales el enfoque de VC procura edificar su modelo binario.
Desde esta perspectiva, espacialmente, «los capitalismos» no representan un
conjunto de cerramientos nacionales interconectados que realizan un arreglo re-
productivo global, sino espacios reconstituidos por la compleja red de flujos con
capacidad de penetrarlos y redefinirlos multiescalarmente (Sassen, 2005). En tal
sentido, la identificación de las variedades de capitalismo que pueden tener lugar al
interior de los espacios nacionales, requiere conocer que la...

149
[...] globalización es, en efecto, un sistema político-económico, parcialmente localiza-
do en el interior de los Estados nacionales; como resultado, vemos: a) una parcial, con
frecuencia altamente especializada y por tanto oculta desnacionalización de compo-
nentes específicos del trabajo, la economía, la sociedad y la política estatal; y b) que los
regímenes transnacionales especializados que están siendo implementados para go-
bernar procesos globales también ingresan al espacio institucional nacional y al terri-
torio geográfico, y que estas dos dinámicas (a y b) producen una variedad de novedo-
sas fronteras dentro del territorio nacional, el cual frecuentemente puede funcionar
en formas espontáneas por la continua demarcación geográfica de los territorios esta-
tales. Un enfoque sobre tales capacidades de crear fronteras nos permite ver algo acer-
ca del territorio y el espacio que es fácilmente ocultado en los análisis más predomi-
nantes, los cuales asumen la mutua exclusividad de lo nacional y lo global [Sassen,
2005: 524].

En tanto ello puede considerarse aun desde un plano general, para los espacios
nacionales periféricos esta dinámica representa un escenario de interacciones glo-
bal-nacional no solo co-constitutivo, sino también, y esencialmente conflictual, en
el que diferentes variedades nacionales responden diferenciadamente, desde las
especificidades de sus trayectorias históricas, al intento de conformar desde esas
penetrantes redes económicas y políticas —por consenso y condicionalidad domi-
nantes— diferentes formas de integración y arreglos escalares que no contemplan,
en ningún caso, la alteración de las formas de subordinación o el fin de la exclusión
de las mismas de los actores económicos e institucionales.
El reconocimiento de la variedad centro/periferia de capitalismo contiene, por
un lado, un posicionamiento estructural y conflictivo en lo que hace a la forma
selectiva o subordinante de integración a la amalgama de redes (flujos) económicas
y políticas configuradas bajo la dominancia de un bloque histórico trasnacional de
intereses, ideas, acciones, imaginarios, que la intra-mono-escalaridad del enfoque
de VC no logra capturar exitosamente. Por otro lado, las diferenciadas formas de
respuesta (por acoplamiento o alternativización) a esas redes expresan nuevas va-
riedades (nacionales), que denominamos variaciones de capitalismo, cuya confor-
mación conlleva un cúmulo de elementos configurados en —y configuradores de—
la especificidad de las trayectorias históricas.
Estas variaciones y esos elementos resultan sustantivos para la comprensión
acerca de la modalidad cómo, con relación a las REG, se integran o viabiliza la
inserción en estas a través de las formas productivas y financieras del capital tras-
nacional y sus múltiples variables y selectivas dislocaciones hacia el SG, así como,
con relación a las RPG, el modo en que (desde la autonomía o condicionalidad) se
establecen los vínculos con la multiplicidad de organizaciones internacionales (OI)
encargadas de la regulación o el financiamiento.

c) El tercer aspecto crítico resaltado al enfoque de VC, vinculado al problema de


la manera de computar los cambios, encuentra en la configuración centro-periferia
y en la lógica (multiescalar) de redes no solo la pertinencia del cambio sino la posi-
bilidad de definir el alcance del mismo. Efectivamente, observado el cambio no
como alteraciones (posibles) en las formas de regulación y (re)compatibilización en
las formas institucionales (Hall y Thelen, 2009) —algo en lo que, como vimos, rein-
ciden los estudios que extienden el análisis hacia el SG (Herrigel y Zeitlin, 2010)—,

150
sino en la posibilidad de «salirse» del posicionamiento periférico, a partir de cam-
biar estructuralmente sus formas subordinadas de integración a las REyPG. Es
decir, de configurar su inserción global con un sistema de producción y regulación
institucional con mayor autodeterminación. Las formas diferenciadas de respon-
der —insertarse/alternativizar—, y las distintas condiciones/capacidades para lo-
grarlo, marcan la existencia de «variedades al interior de la periferia». En el referido
escenario conflictual, aquellas que logran evitar una integración subordinada/su-
bordinante a las redes globales, lo hacen a partir de la especificidad de las trayecto-
rias sobre las que se conforman sus procesos de acumulación y las formas regulato-
rias e institucionales de las mismas.
d) En la configuración de estas variedades interviene no secundariamente el
último aspecto deficitariamente considerado en el enfoque de VC, esto es el ausen-
tamiento del Estado y la fuerza de trabajo derivado del sobrecentramiento en las
firmas. La reversión de dicho ausentamiento se vuelve de gran relevancia para dar
cuenta de cómo se han configurado los emprendimientos por procesos de desarro-
llo, algunos exitosos y otros fallidos.

Desde la perspectiva centro-periferia, en lo que refiere a la fuerza de trabajo, su


peso organizativo en las trayectorias nacionales del centro, al tiempo que histórica-
mente ha jugado un papel esencial en impedir la transferencia de los beneficios de
las mejoras tecnológicas y de productividad a los términos de intercambio con la
periferia (Prebisch, 1986), actúa condicionadoramente sobre el capital, estimulan-
do sus reubicaciones en la periferia (Froebel et al., 1978). El peso organizacional y
su impacto a nivel de los salarios ha sido un factor central en el estímulo a los
procesos de offshoring (Dossani y Kenney, 2004; Quelin y Duhamel, 2003; Girma y
Görg, 2003) que acompañan la enorme reestructuración productiva que transfor-
mó la periferia en receptora de inversiones y actividades productivas deslocalizadas
(Baldwin, 2011). Específicamente en la periferia, esas condiciones de organización
y capacidad incidental de la fuerza de trabajo en el Estado, así como su calidad
formativa y productividad desarrollada al interior de las diferentes trayectorias na-
cionales, han actuado como limitantes o habilitantes de las decisiones de deslocali-
zación de actividades y las funciones dentro de las REG. Esas condiciones de orga-
nización y capacidad incidental sobre el Estado actúa asimismo ya no solo sobre las
«elecciones» del capital global y las REG (particularmente en sus formas más finan-
ciarizadas), sino sobre ese propio Estado, en su autonomía y fortaleza para desarro-
llar estrategias de acumulación. El carácter permanente o cíclico de la intervención
autoritaria del Estado para desactivar la organización colectiva de la fuerza de tra-
bajo, y ese papel sobre su autonomía estratégica, se transforman, como veremos
más adelante, en un aspecto relevante para explicar las variaciones estratégicas al
interior del SG.
En lo que refiere al Estado, siempre bajo esa configuración centro-periferia, su
relevancia encuentra fundamento no solo en su especificidad diferenciadora res-
pecto del resto de las instituciones (Weber, 1944), sino también en su indelegable
pertinencia para entender dos aspectos señalados, desde los que reinterpretar las
variedades de capitalismo.
En primer lugar, las formas en que «los centros» expanden espacialmente sus
procesos de acumulación hacia la(s) periferia(s) (Arrighi, 1994). El Estado, dilui-

151
do por los enfoques de CVG y de VC, ha sido históricamente el elemento ineludi-
ble en la combinación del control político territorial y la expansión de los espa-
cios de acumulación. En la concreción de esa dinámica, como venimos señalan-
do desde el anterior capítulo, los centros han sido conformadores de «Estados
fuertes» para su expansión, procurando la adaptación operacional de Estados
periféricos-débiles (Wallerstein, 1974). Con la conformación y expansión de las
RPG y sus nuevos centros decisionales supranacionales, se establece una relación
compleja y sinergética desde la cual se procura acoplar los Estados en la perife-
ria, funcionalizando su operatoria a la acción desplegada desde dichas redes (Ro-
binson, 2007).
En segundo lugar, en ese escenario, resulta esencial destacar que los modos en
que desde la periferia se conforman las estrategias nacionales frente a esas redes,
no resultan convergentes. La fortaleza y debilidad estatal no se restringe a la diviso-
ria centro (Estados fuertes) periferia (Estados débiles), o entre la OCDE y los países
fuera de esa órbita (Acemoglu, 2005), sino que adquiere particular relevancia en el
análisis de la variedad de performances al interior mismo de la periferia.
En esta última, en función de sus trayectorias locales y de inserción global,
determinadas naciones o macrorregiones pueden desplegar performances de acu-
mulación diferenciados que viabilizan los —hasta ahora— excepcionales cambios
en el posicionamiento periférico. En tanto no se lo posiciona como una institución
más, el Estado —y sus diferentes capacidades para conformar un espacio de auto-
nomía decisional— desempeña un papel neurálgico para responder con variable
fortaleza/debilidad a las acciones de los actores sociales, económicos e instituciona-
les que intervienen desde el interior y exterior a las delimitaciones nacionales. En lo
interno, lo que cuenta es la capacidad para evitar el copamiento corporativo y frag-
mentador que acompaña las diversas formas de movilización e implicación social
(Migdal, 1988), así como la idoneidad para direccionar desde ese ordenamiento a
los actores en los procesos de acumulación nacional y regional. Externamente, re-
sulta central la capacidad de conformar un espacio decisional con autonomía estra-
tégica (Evans, 1995) para generar formas de articulación no subordinantes o expo-
liativas respecto de los actores trasnacionales que comandan las REyPG y perforan
—bajo lógicas de captura— las dinámicas nacionales (Robinson, 2007).
Si revisamos las observaciones críticas y los replanteos para el examen de las
variedades de capitalismo desde una perspectiva centro-periferia, emerge en cuan-
to al enfoque de VC la necesidad de superar:

a) El modelo bipolar de complementariedades institucionales (ELM y EMC) a


partir del reconocimiento de otras tipologías que tienen como plataforma en el SG
la configuración centro periferia como variedad central, y su vínculo con diferentes
variaciones que van tomando lugar tanto en el centro como en la periferia (variacio-
nes de y en la periferia).
b) El análisis monoescalar y el nacionalismo metodológico, a partir del recono-
cimiento del penetrante y nacionalmente redefinidor papel de las REyPG —y sus
estrategias escalares— sobre las cuales se conforman las relaciones estructurales
que diferencian centros y periferias.
c) En el marco de esas multiplicidades de escalas, el carácter comparativo/está-
tico de los diferentes «modelos nacionales» a partir del examen de la especificidad

152
con que diferentes trayectorias nacionales interaccionan con esas redes, además de
la evaluación de las diferenciadas capacidades de cambio en las diferentes varieda-
des de capitalismo periférico teniendo como parámetro de alcance máximo las ca-
pacidades de alterar los posicionamientos periféricos.
d) La ausencia del Estado y la fuerza de trabajo, considerando su implicación
en las especificidades de las trayectorias nacionales tanto del centro como de la
periferia, evaluando las condiciones de implicación diferenciadas que tienen a lo
largo de esas trayectorias y esos ámbitos, y su impacto en la viabilización u obstacu-
lización de esos cambios.

FIGURA 2

FUENTE: elaboración propia.

La argumentación esgrimida, desde la perspectiva crítica que se posiciona des-


de el SG, y que reconoce la dinámica centro-periferia, brinda una doble y articulada
posibilidad:

a) analizar las variedades de capitalismo dentro un sistema global, funcionando


bajo una dinámica global y con una lógica estructural, jerarquizadora y desiguala-
dora que penetra las dinámicas nacionales y las constituye; y
b) poner en consideración cómo, dentro de esa lógica, la conformación de diná-
micas centrales y periféricas incluyen, en su interior, trayectorias nacionales capa-
ces de generar respuestas específicas, con calidades para alterar esas dinámicas y
su posicionamiento estructural. Existen, por lo tanto, dentro de la periferia, varie-
dades de respuestas nacionales dentro de las cuales es necesario evaluar la capaci-
dad de emergencia de trayectorias —selectivas— capaces de alterar los posiciona-
mientos periféricos.

153
FIGURA 3

FUENTE: elaboración propia.

3. Identificación de «variedad de variedades» bajo la lógica


contradictoria del capitalismo

Tenemos, entonces, una doble variedad de capitalismo dentro de una —hasta


hoy— inalterada estructura de reproducción desigualadora, signada por redes glo-
bales que penetran y al tiempo interaccionan con diferentes dinámicas nacionales
que responden particularizadamente a las mismas. Sin embargo, se debe avanzar
explicativamente con relación a interrogantes necesarios que surgen desde allí: ¿bajo
qué condiciones tienen lugar esos tan selectivos cambios estructurales emergentes
de la variedad de respuestas? ¿Cómo funcionan las dinámicas nacionales dentro de
los procesos globales para que emerjan esas diferenciadas respuestas —nacionales
y macrorregionales— dentro de la periferia? ¿Cuáles son los elementos esenciales
que dan cuenta de esas trayectorias desde el interior de la periferia del capitalismo
que hace a algunos permanecer y reafirmar la estructura global desigual y a otros
salir de la misma? ¿Cuáles son los actores centrales y las lógicas e intereses que
acompañan a la formación de esos elementos?
Estos interrogantes —y los elementos antes expuestos— se inscriben dentro de
los cuestionamientos centrales que estructuran este trabajo vinculados a la búsqueda
de los fundamentos por los cuales, dentro del mantenimiento de la estructura jerár-
quica y desigualadora del sistema capitalista global, emergen al interior de la perife-
ria respuestas diferenciadas (respuestas variadas), como lo muestra la exitosa tra-
yectoria del EA (o parte de ella) y su divergente performance respecto del resto del SG.
Ahora bien, localizar las respuestas y encontrar esos elementos, demanda por
un lado, reinterpretar el funcionamiento periférico dentro de la conformación y
dinámica global del capitalismo, y para ello, abordar el aspecto tal vez más proble-
mático (y ausentado) del enfoque de VC: la precisión de su especificidad y de su
conformación contradictoria. Un aspecto compartido por difusores y críticos «in-
ternos» de este enfoque consiste en actuar a partir de un «mapa de lectura» que
«presenta al capitalismo como dado», es decir, como un sistema cuyas variedades
constitutivas descansan en última instancia en algún/unos aspecto/s constante/s,

154
que lo hacen capitalista, pero que no aparecen nunca definidos ni explicados en su
dinámica. Como indica apropiadamente Jessop: «Sin embargo, la mayoría de los
estudios sobre las variedades de capitalismo (VdC) o la diversidad del capitalismo
(DdC) considera, en gran medida, al capitalismo por sentado (al igual que el pez da
el agua por sentado)» (2013: 1).
Al no precisarlo desde sus elementos constitutivos y definir sus —mutidimen-
sionales— características dinámicas, el enfoque institucional que, como vimos, do-
mina el análisis de las variedades, desplaza aspectos básicos que forman parte del
análisis sistémico y de las complejas relaciones contradictorias que hacen a su dina-
mismo y, dentro de este, a las relaciones entre procesos globales y nacionales. En
este sentido, el enfoque no altera sino que, en gran medida, presenta bajo otras
formas otro instrumental y otra dinámica espacial, una forma de abordaje armo-
niosa no conflictual que domina también el enfoque de CVG, dejándose en todo
momento de precisar conceptualmente su conformación y contradictorio funcio-
namiento social, institucional y espacial.
En cambio, cuando el capitalismo aparece definido, y desde su constitución se
da cuenta de esa compleja dinámica contradictoria, gana viabilidad una reelabora-
ción de la forma de analizar cómo las variedades de capitalismo se construyen,
dinamizan y cambian en un escenario contradictorio y desigual de orden global.
Más específicamente, a partir de allí abre un escenario analítico completamente
diferente para comprender desde la lógica centro-periferia la variedad de varieda-
des del capitalismo. Por lo tanto, junto a la conformación de la/una variedad centro-
periferia, tienen lugar otras tres formas, que podemos denominar variaciones, por
el componente tanto temporal como espacialmente dinámico que asume:

a) Por un lado, las variaciones del capitalismo que se conforman en el centro, al


considerar las mismas no en sus formas estáticas de diferentes modos de regula-
ción institucional que distinguen bipolarmente a una dada instancia nacional, sino
en su cambiante y cíclico proceso de transformaciones a través del tiempo, lo que
podemos denominar las variaciones temporales.
b) En segundo lugar, a raíz de la propia variedad centro-periferia (variedad pre-
térita), las variaciones espaciales que operan en esta última —observada como un
todo—, en función a las variaciones temporales que toman lugar en el centro.
c) Finalmente, al interior de la periferia, las variaciones de respuestas (que son
también variaciones espaciales) que expresan las especificidades/diferenciaciones
que experimentan las trayectorias nacionales y macrorregionales, con las divergen-
tes posibilidades de cambios capaces de quebrar las condiciones de reproducción.

Estas últimas variaciones (variedad en las variedades) resultan comprendidas a


partir de la incorporación de los elementos resaltados como estratégicos: el papel
co-constitutivo de las REyPG y su —conflictiva— interacción con las trayectorias
nacionales, las formas de interacción de las trayectorias nacionales y macrorregio-
nales y los procesos de cambio a partir de la incorporación del poder en esa inter-
sección entre redes y trayectorias nacionales de la periferia y, finalmente, el papel
del Estado como actor específico, conformado con variable autonomía y capacidad
de maniobrar —con diferentes coaliciones sociales— en la especificidad de diferen-
tes trayectorias.

155
Cabe entonces, a través de la recuperación conceptual, la precisión de la diná-
mica contradictoria bajo las que se desarrollan la variedad y las variaciones tempo-
rales y espaciales mencionadas, y donde se hacen presente ese conjunto de elemen-
tos previamente mencionados.

3.1. Reintroducción de la dimensión conceptual/constitutiva del capitalismo:


las múltiples contradicciones de la reproducción capitalista (contradicción
y dinámica histórica)

La reinstalación de la dimensión conceptual del capitalismo conlleva la recupe-


ración de una compleja y articulada forma contradictoria de reproducción (triple
contradicción) constituida a partir de la forma en que el excedente es generado,
apropiado y distribuido, es decir sobre la base de cómo se generan los procesos de
acumulación y redistribución. En otros términos, la reinstalación de la dimensión
conceptual del capitalismo permite analizar los vínculos entre las dimensiones ins-
titucionales —que han formado parte del mainstream del enfoque de VC— y la
económica política (Nolke, 2011), sobre la cual se reproduce el sistema y sobre la
base del cual se configuran las trayectorias institucionales.
Observado en su especificidad, el capitalismo constituye un sistema social espe-
cífico, estructurado a partir de una relación social (contradictoria) entre el capital,
formado a partir de la propiedad privada de los medios de producción y reproducido
a partir de la apropiación del valor generado por el trabajador —el otro componente
de esa relación— que vende su fuerza de trabajo como una mercancía —solo—
compensada por un salario (Marx, 1978).2 Precisamente esa formación del trabajo
como mercancía es lo que Marx señala como elemento singular de la relación social
constitutiva del capitalismo (Jessop, 2013b) y lo que, al mismo tiempo fundamenta
su dinamismo a partir de la creación de valor más allá de la subsistencia (plusvalía).
Como bien indicara Engels al reseñar El Capital: «El capitalista encuentra en el
mercado una mercancía que posee la peregrina cualidad de que, al consumirse,
engendra nuevo valor, crea un nuevo valor: esta mercancía es la fuerza de trabajo»
(Engels, 1980: 85).
Ahora bien, esa relación social, y la conformación de la fuerza de trabajo en esa
original mercancía, conforman las bases de un comportamiento contradictorio,
representado por la interdependencia antagónica de intereses materiales (Wright,
1997). Desde la perspectiva del capital, el comportamiento persigue la ampliación y
apropiación de esas formas de generación del excedente. Por parte de la fuerza de
trabajo, engendra las necesarias y posibles acciones orientadas hacia su redistribu-
ción y recupero, así como a la reversión de las condiciones de explotación (Wright,
1997)3 a partir de su organización colectiva (Marx y Engels, 1998).

2. Recuerda Marx: «Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía por él produci-
da. El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determina-
da cantidad de fuerza de trabajo productiva. La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su
propietario, el obrero asalariado, vende al capital. ¿Para qué la vende? Para vivir» (1978: 204).
3. En la definición de la explotación, Wright argumenta que la explotación implica «interdependen-
cia antagónica de intereses materiales». Este define la explotación por medio del principio de bienestar
inverso interdependiente, el principio de exclusión y el principio de la apropiación: «el bienestar de los

156
Junto a esta contradicción fundante se erige otra, asociada a la dinámica de
acumulación intercapitalista que habilita la apropiación del excedente. El proceso
de acumulación conlleva, paralelamente a la relación social capital-trabajo, un pro-
ceso de competencia entre capitales que paradojal y contradictoriamente desenca-
dena una dinámica de concentración y centralización del capital que desplaza acto-
res productivos (perdedores), piramidaliza la captación del excedente y traslada hacia
formas financieras gran parte de estos (Baran y Sweezy, 1976; Hilferding, 1973).
Sobre la base de esas formas —contradictorias— fundantes, el capitalismo se
ha reproducido históricamente dando lugar a otro sin número de contradicciones
(Mészáros, 2001), incluida la propia sostenibilidad del medio natural (O’Connor,
1988), que impulsan sus crisis y constantes intentos de evitar su autocolapso.
Con el objeto de analizar la conformación de las distintas variaciones de capita-
lismo y sus efectos sobre nuestros interrogantes centrales, interesa aquí concentrar-
nos sobre otras dos contradicciones complementarias —de alcance sistémico— que
permiten un análisis integral de las formas de emergencia y articulación dinámica
de las variedades en el capitalismo.
En primer lugar, bajo el propósito de actuar individualmente ampliando los
beneficios que aseguran su proceso de acumulación, los actores capitalistas no tie-
nen capacidad de asegurar las condiciones —sociales/colectivas— de la reproduc-
ción social. Su acción no actúa auto-ordenadoramente sobre dos aspectos que pue-
den afectar en forma directa esos beneficios (ganancia): el consumo y las condicio-
nes sociales de vida del trabajador a través del salario y la composición orgánica en
el caso de la competencia concentrada en la relación capital-capital. La incapaci-
dad de garantizar las condiciones sociales e infraestructurales de reproducción so-
cial de la fuerza de trabajo (vinculadas a su capacitación, su asistencia social, su
salud), así como de aquellas no incluidas en los procesos —formales— de acumula-
ción —población excedente— (Offe, 1984) dispara esa nueva contradicción, de or-
den sistémico con carácter funcional, entre la propensión de los capitalistas a la
apropiación privada —y crecientemente concentrada— del excedente y su/la nece-
sidad de transferir a la sociedad, bajo formas ajenas al mercado, las/sus condiciones
de reproducción material (O’Connor, 1973).
En los términos sintetizados por Keane, ante esa contradicción: «se aceleran las
formas de acción colectiva para remediar las consecuencias de las operaciones de
las unidades individuales» (1990: 15), es decir, la necesidad de subsanar la incapaci-
dad del capitalista privado de conformar la legitimidad social (Habermas, 1999), así
como de dar continuidad al proceso de acumulación garantizando la realización de
los procesos productivos en un contexto de amenazas de crisis por sobreacumula-
ción (Harvey, 2001, 2003). Tanto la subintervención como la sobreintervención del
Estado en el intento de operar sobre esa contradicción y esas amenazas lo colocan
como disparador central de esas crisis, más específicamente, de las dos grandes
crisis operadas en el siglo XX.
La última contradicción, también sistémica, adopta desde lo espacial un carác-
ter global y se expresa en la configuración centro-periferia a la que ya hemos referi-

explotadores es a costa de los explotados», «la exclusión de los explotados a partir del acceso a ciertos
recursos productivos importantes», «la apropiación de los frutos del trabajo de los explotados por aque-
llos que controlan los recursos productivos relevantes» (1997: 10).

157
do para analizar críticamente el enfoque de CVG. Difundida tempranamente por
Lenin (1975), y motorizada por el enfoque sistémico de la TSM (Wallerstein, 1974),
fue precisada/estilizada hacia ámbitos específicos, como el latinoamericano, por el
pensamiento estructuralista y dependentista nucleado en torno a —pero no exclusi-
vamente en— la CEPAL (Prebisch, 1986; Furtado, 1979; Cardozo y Faletto, 1979;
Marini, 1973).
La perspectiva compartida por los enfoques centro-periferia, aun en sus hetero-
géneas presentaciones internas —visibles incluso al interior del pensamiento de-
pendentista—,4 transita por la identificación de un proceso de acumulación en el
que las formas de producción e intercambio se conforman a partir de una dinámica
espacialmente desigual y contradictoria, en la que un área del mundo (el centro)
captura selectivamente el grueso del excedente5 a expensas de otras áreas —explo-
tadas— (la periferia y semiperiferia) (Wallerstein, 1974).6 En este caso, la contradic-
ción no descansa en la relación contrapuesta de intereses y lógicas entre el capital y
el trabajo o en la apropiación individual —y concentrada— de rentas con socializa-
ción creciente de las condiciones de reproducción, sino en la capacidad desigual de
generación y retención de excedentes que determinados espacios (centros) obtie-
nen respecto de otros (periferias) a través de los vínculos entre los proceso de pro-
ducción e intercambio.
La articulación de estas tres formaciones contradictorias, la contradicción
fundacional (resultante de las relaciones capital-trabajo y capital-capital), la con-
tradicción sistémica-funcional (derivada de la incapacidad de capitalistas indivi-
duales de asegurar sus condiciones en contextos de creciente concentración y
centralización), y la contradicción sistémica global (a partir de las relaciones es-
pacialmente contradictorias de producción/intercambio en la dinámica centro-
periferia), interactúan produciendo una modificación constante en cada una de
ellas y, al interior del capitalismo observado como un todo,7 estimulando transfor-
maciones a lo largo de períodos históricos concretos. En sus tres formas, por lo
indicado, existen capturas superpuestas y selectivas del excedente a expensas de
la fuerza de trabajo y de las fracciones no concentradas (contradicciones fundan-
tes/dinamizadoras), del conjunto societal que este forma para su reproducción
colectiva (contradicción sistémica I —funcional) y de los países o áreas periféri-
cas (contradicción sistémica II —global).
A partir de procesos de constante desigualación y recurrentes crisis, estas tres
formas contradictorias despliegan las bases constitutivas de cambios a nivel macro-
operados, no obstante, bajo la permanencia de los factores/formas funcionales que
generan las contradicciones. Estos cambios, por su parte, se presentan como altera-

4. Para una indagación de las diferencias en los enfoques centro-periferia desde una perspectiva
latinoamericana puede consultarse en Kay (1989).
5. Para una consideración del concepto de excedente desde la perspectiva de la dinámica centro-
periferia, ver Prebisch (1980), Di Filippo (1998), Furtado (1961, 1978), De Santis (2013).
6. En Wallerstein (1974) el desarrollo histórico del subdesarrollo inevitablemente tiene esa carac-
terística: la acumulación de capital por parte de un área del mundo (el centro) a expensa de otras
áreas explotadas (la periferia y semiperiferia).
7. La preeminencia del todo, tan presente en Aristóteles y en el despliegue de la dialéctica hege-
liana, ha formado parte central de la interpretación holística y dinámica del capitalismo defendida
desde el marxismo por expresiones muy diversas, pero que tiene posiblemente su traducción más
clara en la perspectiva neohegeliana de Lukacs.

158
ciones destinadas a superar las crisis, provocadas no solo en los límites para am-
pliar y redinamizar los procesos de acumulación (en las diferentes formas de
sobre-acumulación o subconsumo) (Harvey, 2003), sino también para refrenar los
riesgos de una reacción resultante de los procesos de desigualación que minan la
legitimidad (Habermas, 1999) o el intento de una recaptura —conflictiva— de los
excedentes por la fuerza de trabajo (Bowles y Gintis, 1982).

FIGURA 4

FUENTE: elaboración propia.

A través de esa «triple y articulada dinámica contradictoria» y su multiplici-


dad de cambios es que encuentran comprensión las «tres grandes variaciones de
capitalismo».

En primer lugar, a partir de la lógica contradictoria fundante y la lógica contra-


dictoria sistémica I (que articula intranacionalmente las relaciones capital-trabajo
y capital-capital) a nivel de los países centrales, donde se conforman las variaciones
capitalistas en el tiempo a partir de distintas fases de composición, crisis y recom-
posición.
En segundo lugar, la lógica sistémica II da lugar a la variedad pretérita en donde
la periferia va desplegando variaciones adaptativas en su contradictoria relación
con los centros, a partir de los cambios que se imponen desde esos centros en cada
nueva fase y sus crisis.
En tercer lugar, en el marco de esas variaciones, tienen lugar al interior de la(s)
periferia(s), variaciones en las formas de organización y «respuesta», cuyos elemen-
tos constitutivos marcan trayectorias diferenciadas de países y macrorregiones.

Seguidamente, de manera secuencial y articulada, se analizan esas tres formas


de variaciones a partir del reconocimiento de la triple base contradictoria, con el
objeto de abordar finalmente, en el examen de la última variación (variación de
respuestas), cómo los elementos involucrados intervienen y configuran respuestas
diferenciadas.

159
FIGURA 5

FUENTE: elaboración propia.

3.2. Dinámica contradictoria y Variaciones en el Tiempo de la dinámica capitalista

Las formas de contradicción, crisis y cambios que genera esa triple contradic-
ción, guardan una espacialidad y temporalidad específica, relevante para enten-
der la dinámica global del sistema capitalista. Mientras la contradicción estructu-
ral centro-periferia ha tenido en lo espacial un alcance planetario y, en términos
de tiempo, un desarrollo histórico de larga duración que excede por mucho inclu-
so los tiempos históricos del capitalismo (Abu-Lughod, 1989), las otras dos con-
tradicciones se han acoplado/articulado plenamente en el siglo XX para explicar la
dinámica específica del sistema a partir de un centro de gravedad en la escala
nacional.
Durante ese período, las mismas se han involucrado en la producción de las
crisis, y han estimulado la superación de las mismas a partir de acuerdos tempora-
les orientados a resolver transitoriamente los dos grandes ítems mencionados: la
continuidad de los procesos de acumulación que fundamenta al objetivo central del
sistema y la mencionada necesidad de generación de una forma de legitimación
social. Sin embargo, el/los «arreglos» se tornan transitorios, generando nuevas cri-
sis, subseguidas de transformaciones orientadas a su superación. Cada arreglo tran-
sitorio, supone la capacidad de forjar «un determinado cuadro de soluciones insti-
tucionales, entendibles como un conjunto de instituciones complementarias que, a
través de diseño institucional, imitación, imposición u oportunidad de evolución,
provee una temporaria, parcial y relativamente estable solución a la coordinación

160
de problemas involucrados en asegurar el orden social, político o económico» (Jes-
sop, 2013b: 6). Esa lógica de cambios y crisis tiene una base de gestación y resolu-
ción sistémica nacional, en la que las transformaciones tanto a nivel de los procesos
de trabajo como en las relaciones intercapitalistas encuentran un patrón regulato-
rio sustentado en una implicación más «liberal o regulativa del Estado» (Kotz, 2006).
La introducción de esos patrones regulatorios —y el desplazamiento de los antes
vigentes—, junto a conformar una nueva fase de relanzamiento a partir de la(s)
crisis, han significado la habilidad del sistema capitalista para evitar la «dirección
colapsista» que animó buena parte de las teorías críticas sobre el capitalismo, y
«...para revivir y renovarse asimismo siguiendo prolongados períodos de relativo
estancamiento o crisis» (Lippit, 2006: 4).
La persistencia del capitalismo más allá de sus períodos de inherente crisis (Grahl
y Teague, 2000) analizada a partir de la dinámica antes indicada, ha sido considera-
da especialmente desde mediados del siglo XIX y a lo largo del siglo XX a través de
tres fases razonablemente claras, mediadas por dos grandes crisis a partir de las
cuales se fueron relevando. Las contribuciones provenientes de los enfoques regu-
lacionistas (ER) (Aglietta, 1976; Boyer, 1989; Boyer y Saillard, 2002; Lipietz, 1988),
así como los de la estructura social de la acumulación (ESA) (Gordon, 1980; Gordon,
Weisskopf y Bowles, 1987),8 posicionadas como teorías de alcance/rango medio
(Mavroudeas, 2002), han ampliado significativamente la comprensión de las dos
primeras fases, así como las crisis devenidas de las mismas. Con sus especificidades
—y diferencias— (Mavroudeas, 2006), las distintas expresiones de la ESA y los ER
han contribuido a comprender como esas «fases» operan secuencialmente en la
gestación de cambios en los procesos regulativos que permiten encausar tempora-
riamente las vinculaciones —contradictorias— entre la fuerza de trabajo y el capi-
tal, y las de orden intercapitalistas. A partir de dichos cambios tienen lugar especí-
ficos pero, al mismo tiempo, transitorios patrones de acumulación que encuentran
—como centro de esa regulación— distintas formas de implicación del Estado (Kotz
y McDonough, 2008; McDonough, 1994).
Puede entonces analizarse una primera fase, conformada en torno a la Pax Bri-
tánica, vinculada al capitalismo competitivo y el «consenso liberal» (Cox, 1986),
que fue experimentando cambios hacia la última parte del siglo XIX e inicios del XX
producto de la transformación taylor-fordista en los procesos de trabajo, así como,
a partir de la competencia intercapitalista, del tránsito hacia la forma monopólica y
altamente cartelizada de acumulación y regulación. La crisis sistémica, de base
nacional, emergente de dichas transformaciones, expresada bajo una forma de sub-
consumo, hizo eclosión en la tercera década del siglo XX y quedó irresuelta inestabi-
lizadoramente a lo largo del período de entreguerras.

8. «La escuela de la ESA fue conformada a finales de la década de 1970 con la obra fundacional
de Gordon (1980), a la que se añadieron numerosas contribuciones, incluidas las de Gordon, Ed-
wards y Reich (1982), Bowles, Gordon y Weisskopf (1983), Kotz (1987), Kotz, McDonough y Reich
(1994). Esa investigación se centró principalmente en el desarrollo del capitalismo. Propone más
específicamente una interpretación de las ondas largas en la actividad económica, otorgando un
papel esencial a los cambios institucionales que han marcado la historia contemporánea de los países
capitalistas desarrollados. Esta escuela primero reivindicó al marxismo como su anclaje teórico, pero
el marxismo que incorpora las aportaciones de diversas investigaciones contemporáneas —del key-
nesianismo y el movimiento institucionalista en particular» (Diebolt, 2002: 86).

161
La superación transitoria de dicha crisis a partir de una segunda fase fue forja-
da bajo la Pax Americana y sustentada en la consolidación de un patrón regulativo
del capitalismo monopólico, lo que viabilizó durante la posguerra el patrón históri-
co de más alto crecimiento, fundado en una inédita capacidad de condicionamien-
to redistributivo en favor de la fuerza de trabajo sobre el capital. La emergencia de
una nueva crisis sistémica —de base nacional— en dicha fase, tuvo lugar ya no bajo
la forma de subconsumo y una subregulación/intervención estatal, sino a través de
la caída de rentabilidad generada por una multiplicidad de factores asociados a las
contradicciones fundantes y sistémicas y bajo una sobreimplicación creciente del
Estado, que reflejaba la incapacidad de los capitalistas individualmente de ordenar
procesos sostenibles de acumulación y legitimación.
Finalmente, y ante dicha crisis, la salida se produjo a través de la emergencia de
una nueva fase, de Capitalismo Global, liderada por la selectiva capacidad de deter-
minadas fracciones del capital productivo y —crecientemente— financiero, de cap-
turar la revolución tecnológica y las alteraciones espaciales y temporales bajo las
que funciona el proceso de acumulación para superar las restricciones impuestas
por la configuración fordista-keynesiana (Jessop, 2005).

FIGURA 6

FUENTE: elaboración propia.

Al mismo tiempo que las formas regulatorias de esta última fase se han presen-
tado menos cristalinas, los mencionados enfoques de la ER y la ESA han lucido
menos sólidos al momento de dar cuenta de los elementos y formas que explican la
dinámica y grados de coherencia y estabilidad en la nueva fase (capitalismo global),
así como la heterogeneidad con la que las diferentes experiencias nacionales (y
regionales) se integran a la misma (Jessop, 1990). Sus contribuciones e instrumen-

162
tal, de medio alcance, se concentraron en las dos primeras fases, signadas por la
decadencia de la hegemonía británica, la consolidación del fordismo y la hegemo-
nía estadounidense, y sus respectivas crisis, en tanto no existió a partir de allí con-
senso sobre la existencia y contenidos de una nueva fase (Lippit, 1997; Retch, 1997).
No obstante, como iremos observando, el análisis de esta última fase resulta
estratégico. En primer lugar para interpretar la capacidad adquirida por las fraccio-
nes globalizadas del capital para la captura y funcionalización de espacios y actores
nacional y regionalmente posicionados, y en dicho escenario observar los reacomo-
damientos que marcan las relaciones contradictorias entre los procesos globales y
las dinámicas nacionales que analizamos previamente; en segundo lugar, bajo lo
antes indicado, para conocer la forma cómo toma protagonismo el SG; y, finalmen-
te, para visualizar en su interior las formas acerca de cómo trayectorias —naciona-
les— previas (en el SG) conforman específicos patrones de respuesta en los proce-
sos de neoliberalización impulsados por esas fracciones del capital global.

3.3. Primera Fase: la consolidación, apogeo y crisis del «capitalismo competitivo»

La Primera Fase está marcada por el tránsito del mercantilismo al liberalismo y


acompaña la revolución industrial y consolidación de la Pax Británica, caracteri-
zándose por un régimen de acumulación basado en la extensión de las relaciones
salariales hacia nuevos mercados y segmentos de actividad y la promoción de las
formas «competitivas de capitalismo». Esto es una intensa competencia entre capi-
tales y un ciclo de auge y caída, con la competencia de precio jugando un rol central
en el gobierno de la actividad económica (Sweezy, 1981). Por su parte, las formas
regulatorias sustentaron la protección a la propiedad y el desenvolvimiento activo
del «libre cambio».
Sin embargo, desde el último cuarto del siglo XIX y las primeras tres décadas del
XX, se fueron operando fuertes modificaciones tanto en los procesos de trabajo
sobre los que se edificaron las relaciones capital-trabajo, como en las relaciones
intercapitalistas. En lo que respecta a las transformaciones en los procesos de tra-
bajo, las mismas tuvieron lugar por la progresiva introducción de las formas taylor-
fordistas que dispararon/aceleraron enormemente la productividad (Boyer, 1996).
A nivel de la competencia intercapitalista, los cambios estuvieron signados por una
acelerada profundización de la dinámica de concentración y cartelización que pira-
midalizó la captura de esos excedentes (Baran y Sweezy, 1969; Sweezy, 1981).
No obstante, ninguno de los dos procesos contó con el despliegue concomitante
de mecanismos regulatorios que viabilizaran la —transitoria— normalización de
las formas de realización y reproducción del régimen de acumulación. Los incre-
mentos de productividad y el posicionamiento crecientemente concentrado se fue-
ron inscribiendo dentro de lo que los regulacionistas consideraron el relevo de un
régimen de acumulación extensivo, fundado en la extensión de la relación salarial y
el consumo, debido casi exclusivamente al aumento de la población y un incremen-
to de la tasa de actividad o del número total de horas trabajadas (Bustelo, 2003),
hacia un régimen de acumulación intensivo, superador del anterior, basado en un
cambio en la capacidad de acumulación a partir de una transformación cualifica-
dora en los procesos de trabajo.

163
Pero ello no encontró inicialmente un modo de regulación correspondiente con
los requerimientos de ese nuevo régimen de acumulación (Boyer, 1996; Bustelo,
2003). Es decir, un patrón regulatorio cuya limitada implicación estatal y normativa
resultaba incapaz de coordinar los actores crecientemente concentrados, tanto del
mundo del capital como del trabajo y garantizar la demanda que exigen los incre-
mentos de productividad derivados en las transformaciones taylor-fordistas en el
proceso de trabajo (Boyer, 1996; Lipietz, 1986). Ese contexto de restrictiva regula-
ción estatal de la relación capital-trabajo y de la propia competencia intercapitalis-
ta, colocó al capital —monopólico— «a la ofensiva en su relación con el trabajo y
sin admitir compromisos, y una ideología dominante que glorifica el libre merca-
do» (Kotz, 2006: 8).

3.3.1. Crisis de los años treinta y de entreguerras

Los efectos de las acciones derivadas de esa posición ofensiva del capital no
resultaron inofensivos. La captura concentrada de los excedentes y su creciente
paso a las formas de financiarización (Hilferding, 1973) y el poder crecientemente
unilateral de estas fracciones monopólicas del capital abonaron, en no menor me-
dida, a la producción de una crisis emergente como consecuencia de la irresolución
de esta limitación para coordinar la realización de los incrementos de productivi-
dad. Dicho escenario demandaba un proceso regulatorio tan funcional a la estabili-
zación de la acumulación como a la formación de una legitimidad social que ja-
queaba crecientemente el sistema.
Sin embargo, dicho proceso y su efectividad no encontraron existencia inme-
diata. Durante casi dos décadas se conformó un período de inestable reproducción
mediado por la crisis financiera (derrumbe de Wall Street), un período de entregue-
rras que dio origen en su interior al fascismo como reacción a la propia inestabili-
dad, la amenaza constante de procesos revolucionarios que cuestionaban —desde
el socialismo— la propia existencia del sistema, y la consecuente y paliativa emer-
gencia del «New Deal» en EE.UU. El capitalismo había ido adquiriendo una forma
de producción masiva sin consumo (Boyer, 1990; Bustelo, 2003) representando una
amenaza tanto a la continuidad del proceso de acumulación como a la legitimidad
social e institucional.

3.4. Segunda Fase: capitalismo organizado bajo regulación del capital monopólico

La —transitoria— resolución de esta crisis tuvo lugar en la posguerra a través


de la conformación de la nueva fase de capitalismo «organizado» (Hilferding, 1981)
o «regulado» (Kotz, 2002), en la que los incrementos de productividad potenciados
por los patrones fordistas en el proceso de trabajo se encontraron compensados por
mecanismos redistributivos a partir de la erección de un patrón regulatorio que
involucró estratégicamente al Estado (Kotz y McDonough, 2008).
En ese contexto, la contradicción sistémica I (funcional), potenciada por los
procesos de concentración, encontró aplacamiento a partir de un acuerdo —transi-
torio— entre capital y trabajo logrado en el marco de una intervención fuerte del
Estado (Kotz, 2002). En la materialización del «acuerdo-conflictual», esa interven-

164
ción estatal fuerte conllevaba el desarrollo de formas «ajenas al mercado» destina-
das a asegurar un proceso redistributivo que asegurara la capacidad de consumo y
realización a una fuerza de trabajo crecientemente organizada (Reuss, 2009),9 así
como el soporte a las infraestructuras y a un grueso cuerpo de «salarios indirectos»
que aunaban las condiciones de legitimidad y dinamismo del proceso de acumula-
ción por medio de la realización de la producción. La fuerza de trabajo adquiría
derechos a esa redistribución a cambio de asegurar la continuidad de la dominan-
cia del capital —particularmente el capital concentrado— dentro del sitio de pro-
ducción capitalista (Bowles y Gintis, 1982).
En función de compatibilizar la viabilización de las condiciones reproductivas
del capital en un escenario de creciente competencia monopólica con la necesidad
de potenciar los procesos de legitimación, la «intervención fuerte del Estado» no
solo representó un cambio de orden cuantitativo, sino el reemplazo de las formas
regulativas que favorecían la fortaleza del capital sobre el trabajo y el proceso de
acumulación monopólico sobre las pequeñas formas competitivas del mismo (Kotz,
2003; Lipietz, 1986). Es decir, esa intervención significó un cambio cualitativo que
marcaba el fin de la posición «ofensiva» del capital.
Con su nueva implicación —y ante ese nuevo escenario—, el Estado asumió el
papel de un «capitalista colectivo» (Offe, 1984) encargado de solventar, a través de
formas extra-mercado, las condiciones de reproducción y consumo que el capital
privado no podía enfrentar individualmente, es decir, con el propósito de dar conti-
nuidad al proceso de acumulación y legitimidad social al sistema en su conjunto.10
El acuerdo transitorio desplegado bajo el dominio de la Pax Americana, no ope-
ró bajo un idéntico formato, sino a través de una diversidad de mosaicos de expe-
riencias nacionales de economías mixtas (Shonfield, 1989), en los que, a partir de
combinadas dosis de implicación del mercado y el Estado, se fueron sellando idio-
sincráticamente los diferentes acuerdos corporativos entre capital concentrado y la
fuerza de trabajo (Schmitter y Lehmbruch, 1992). En torno a lo que algunos deno-
minaron «capitalismo monopolista de Estado» (Baran y Sweezy, 1966), a lo largo de
la posguerra se fue consolidando el fordismo, con todas sus variantes nacionales,
comprendiendo no solo un revolucionario cambio en el proceso de trabajo sino
también un específico modo de desarrollo11 orientado a potenciar «establemente»
el proceso de acumulación y sacar al capitalismo de su tendencial crisis.
En ese modo de desarrollo, el momento contradictorio fundante del capitalis-
mo, centrado en la relación capital-trabajo y la «competencia» intercapitalista, así
como la crecientemente visible contradicción sistémica I (funcional), operaron tem-
porariamente bajo un anestésico y efectivo «círculo virtuoso» de producción y con-
sumo, incluyendo en el complejo regulatorio y normativo formas de cooptación y
legitimación que alcanzaban no solo la redistribución del excedente como «com-

9. En Estados Unidos, la tasa de sindicación nacional se ha triplicado, desde menos del 7 % a casi
el 24 % de la fuerza laboral entre 1930 y 1947 (Reuss, 2009).
10. En términos de Poulantzas, el Estado asumió —temporariamente y con relativo éxito— la
dificultosa función de reconciliar sus respuestas a los imperativos económicos cada vez más insisten-
tes con las exigencias más generales de asegurar la legitimidad política general y la cohesión social
(Poulantzas, 1978).
11. Es decir, un complejo económico institucional que articula un régimen de acumulación y un
modo de regulación (Boyer, 1990)

165
bustible innegociable», sino también una «ideología universalista que representaba
las normas en sí, como base de una armonía de intereses» (Cox, 1986: 223). Bajo
este escenario general de sinergia, y bajo diferentes especificidades nacionales, el
capitalismo encontró tasas inéditas de crecimiento y empleo, a las que no podrá
regresar en un futuro, que le valió la etiqueta de «edad de oro» del capitalismo
(Boyer, 1984; Gordon, 1980; Marglin y Schor, 1991).

3.4.1. Crisis de finales de los sesenta e inicio de los setenta

Sin embargo, la dinámica expansiva alcanzada a través de esa sinergia duró


hasta finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando la fase plena de
acumulación fue cediendo dinamismo y una nueva crisis se hizo presente. Una
multiplicidad de factores parecieron conjugarse en la producción de la misma, in-
cluyendo aspectos asociados a la rigidez de la producción ante la inestabilidad e
internacionalización de la demanda (Piore y Sabel, 1984), los crecientes costos de-
rivados de la fuerza de trabajo y su control (Gordon et al., 1987; Bowles y Gintis,
1982) y los aumentos en la composición orgánica del capital (Lipietz, 1986).
Al tiempo que al menos los dos últimos aspectos (representantes respectiva-
mente de las contradicciones fundantes que vinculan las relaciones capital-trabajo
e intercapitalistas) fueron minando la tasa de ganancia y por lo tanto las inversiones
en el segmento productivo, la inalterada inhabilidad individual de los capitalistas
de resolver la contradicción sistémica fue obligando una creciente intervención de
los factores extra-mercado para evitar el colapso del proceso de acumulación y la
crisis de legitimidad social. La presencia de esos factores extra-mercado conllevaba
un aceleramiento de la implicación estatal para abastecer de legitimidad y condi-
ciones infraestructurales al funcionamiento del sistema en su conjunto, precipitan-
do, producto de ello, una crisis bajo su forma fiscal (O’Connor, 1973).
Aunque esa crisis era presentada por el establishment como una crisis de gober-
nabilidad, asociada a las incompatibilidades dadas entre la democracia de masas
con los requerimientos del mercado (Crozier et al., 1975), sus fundamentos radica-
ban una vez más en el despliegue de sus propias contradicciones y su desemboca-
dura, en este caso, ya no en la debilidad —subconsumista— de la fuerza de trabajo
—como sucedió en la crisis antes señalada—, sino inversamente por el acorrala-
miento del capital monopólico ante la potencialidad organizativa y demandante de
los actores afectados por este y la creciente intervención estatal para seguir soste-
niendo el proceso de acumulación. Como bien indica Gordon et al., «las crisis en el
capitalismo tienen origen bien cuando la clase capitalista es “muy fuerte” o bien
cuando es “muy débil”» (1987: 43).
Las condiciones antes mencionadas, daban cuenta que esta última situación
dominaba la crisis de esta fase de la acumulación fordista bajo el dominio de la Pax
Americana. En tal contexto y bajo los factores antes mencionados, la superación de
la crisis se hacía irresoluble bajo los escenarios nacionales del acuerdo y a través de
un mecanismo en el que el sostenimiento de la legitimación y el alivianamiento de
las condiciones de acumulación, así como la compatibilización de ambos (acumu-
lación y legitimación) se realizaba bajo formas desmercantilizadoras de interven-
ción estatal. Expresadas esencialmente en su forma fiscal, estas no hacían sino
asfixiar el proceso de acumulación al condicionar la posibilidad de captura y ex-

166
tracción del excedente bajo un escenario amenazante de fortaleza de la fuerza de
trabajo y una lucha intercapitalista que cuestionaba la captura de los excedentes,
las expectativa de las ganancias y consecuentemente las decisiones de inversión que
movilizan la acumulación.
Como salida de este escenario, las fracciones concentradas del capital —que
estructuraron desde el final de la primera fase—, amenazadas por el colapso del
proceso de acumulación que lo motoriza, fueron compelidas a desplegar otro esce-
nario, uno centrado en la formación de una nueva lógica espacio-temporal, deveni-
da en un requisito para formular una respuesta/salida a la crisis y volver a encontrar
una superación transitoria a las contradicciones matriciales que la generan.

3.5. La emergencia de una nueva fase: la fase global del capitalismo

Como indicamos anteriormente, la imposibilidad de sostenimiento desde una


intervención extra-mercado, esencialmente comandada por el Estado y las crecien-
tes restricciones de este (vía crisis fiscal) de asegurar compromisos implicados en el
acuerdo conflictual, aceleraron el despliegue de una nueva lógica reproductiva, un
nuevo régimen acumulativo basado en los cambios tempo-espaciales en las formas
de producción y realización como en el patrón regulativo institucional de dicho
régimen.
Visto desde esta perspectiva espacial, tal vez el principal elemento de cambio
que se fue desprendiendo, tanto de la crisis del modo de desarrollo de posguerra
como de su intento de superación, ha sido el socavamiento de la economía nacional
como un objeto de gestión del Estado (Jessop, 1999) que permitía regular, dentro
una determinada frontera, el transitorio proceso de compatibilidad de las formas
productivas y consumo que estructuran un régimen de acumulación.
Ahora bien, el análisis de esta mutación demanda poner en consideración la
compleja relación entre procesos nacionales —que sirvieron como motores de la
fase capitalista de posguerra— y la configuración de los procesos globales. Pero,
para ello se requiere tomar distancia de perspectivas como la TSM que, aunque
relevante para reconocer la necesidad de insertar el examen de las redes globales en
un sistema contradictorio y jerarquizador con escasa variación temporal —como
vimos en el Capítulo II—, adolece de la eliminación de los Estados-nación como
unidades análisis. Esto impide, entre otros aspectos, percibir el novedoso y conflic-
tual elemento dado por el desplazamiento del espacio nacional como «cárcel» prio-
ritaria de acuerdos (Jessop, 2013b; Robinson, 2007) y la reconstitución del espacio
global como condición para una alteración del escenario de acuerdos redistributi-
vos (Cerny, 1997; Hirsch, 1996).
La especificidad de esta nueva fase está dada por la capacidad de capitalizar la
revolución tecnológica, especialmente las tecnologías de la información (Castells,
1996), ya no meramente como un nuevo gestador de un paradigma tecno-producti-
vo que altera las formas organizacionales y tecnológicas propias del fordismo (Pé-
rez, 2004), sino como un habilitador selectivo del —crecientemente trasnacionali-
zado— capital monopólico. Sobre esa nueva habilidad, este último desarrolla una
estrategia de externalización multiescalar y multilocalizada de los procesos pro-
ductivos y, a partir de ello, de una inédita capacidad de administrar un reingreso

167
simultáneo, en tiempo real, a una multiplicidad de espacios nacionales, regionales
y locales —junto a sus formas estatales—, ahora variablemente articulados y suje-
tos a los condicionamientos de las fracciones globalizadas y a sus diversificadas
estrategias (Hirsch, 1996; Fernández, 2001).
En esta fase del capitalismo y esta —renovada— lógica se inscribe la pertinen-
cia y las debilidades y funcionalidades de las cadenas de valor que hemos analizado
en el Capítulo II, entendidas como una forma novedosa de reproducción de las
empresas trasnacionales. Desde mediados de los años ochenta se aceleró la suplan-
tación de las formas de industrialización a través del desarrollo del conjunto de los
encadenamientos en los mercados domésticos por la formación de una red produc-
tiva globalmente desagregada y, al mismo, tiempo recentralizada (Baldwin, 2011),
con distintas funciones que contienen diferentes capacidades de valorización y una
constante capacidad de control de las funciones estratégicas por parte de dichas
empresas (Dicken, 2003; Gereffi et al., 1994).
Como nos hemos referido en el capítulo anterior, el despliegue de esa lógica
productiva contiene un elemento distintivo más que da singularidad al proceso de
reestructuración globalizadora. El mismo tiene que ver con el proceso de financia-
rización de la dinámica de acumulación entendible genéricamente como el «cre-
ciente rol de las motivaciones financieras, los mercados financieros, los actores
financieros y las instituciones financieras en el funcionamiento de las economías
nacional e internacional» (Epstein, 2005: 3). Las formas de financiarización encon-
traron basamento para su expansión en un irrefrenable proceso de sobreacumula-
ción que ha acompañado la externalización de las bases nacionales, y la caída de las
rentabilidades en el segmento productivo, concomitante al estancamiento del mis-
mo (Brenner, 2002; Dumenil y Levy, 2004). Una triplicación de los mercados finan-
cieros a lo largo de treinta años (Fine, 2009; Palma, 2009), fue acompañada de
nuevas operatorias y actores financiarizados que, a diferencia de la fase de acumu-
lación de posguerra, fueron desplegando progresivamente un comportamiento cor-
toplacista de obtención de rentas. Al tiempo que fue sobrepasando las formas de
ganancias del segmento productivo, ello fue subordinando el comportamiento de
dicho segmento a esos comportamientos, con efectos regresivos y relentizadores a
nivel del dinamismo del proceso de acumulación, particularmente en los países
centrales (Stockhammer, 2004).
En el marco de esa subordinación de la lógica productiva a la financiera, debe
entenderse la penetración de los comportamientos financieros en las estrategias de
las empresas trasnacionales —no financieras— (Krippner, 2005; Orhangazi, 2007;
Fine, 2009) que despliegan sus multiescalares estrategias a nivel global y, como
vimos en el capítulo II, su control progresivo de esas formas financiarizadas en las
CVG (Milberg, 2008; Williams, 2000).12
Bajo este nuevo escenario, y como resultado de ello, la lógica de acumulación
que configura la nueva fase de capitalismo global se ha venido edificando sobre un
renovado y contradictorio proceso de reproducción espacio-temporal, formado por

12. Desde principios de la década de 1980, las corporaciones no financieras han aumentado su
inversión relativa en activos financieros. Esta inversión financiera repuntó a finales de 1990, y en
torno al año 2000, las corporaciones no financieras en su conjunto tenían más de la mitad de sus
activos en la forma de activos financieros.

168
REG crecientemente multilocalizadas y financiarizadas que apelan a una dinámica
espacial escalarmente cambiante y diversificada. Con dicha lógica, un complejo de
arreglos espaciales e institucionales (Harvey, 2003) es adherido funcionalmente a
los requerimientos de dichas redes y sus formas de reproducción, operando como
«aterrizajes» selectivos en diferentes escenarios en los que las fracciones financie-
ras y productivas del capital expanden los procesos de acumulación y logran la
realización —temporaria— de los procesos sobreacumulados de valorización.13
El proceso en forma alguna resulta armonioso, en tanto esa lógica establece
una divisoria entre, por un lado, los controladores de flujos y asimiladores selecti-
vos de emplazamientos territoriales —y sus firmas— adecuados para su lógica re-
productiva y, por otro, un complejo de actores localizados en esos emplazamientos
territoriales que se vinculan a las redes de flujos —que forman las diferentes cade-
nas globales—, así como otros muchos emplazamientos «no seleccionados» para
su integración. En otros términos, se configuran conflictualmente dos lógicas (Jes-
sop, 2006). Una lógica capitalista del poder a partir de redes de flujos (materiales e
inmateriales) que procuran operar subordinando a las lógicas territoriales, donde
dominan actores que, en el contexto del contradictorio proceso de globalización
productivo y financiero, han quedado «afirmadas» en un «territorio dado» (como la
fuerza de trabajo, y fracciones regionales y nacionales del capital —no globaliza-
dos— y sus instituciones).
En esa divisoria de lógicas, a partir del dominio de la lógica del capital global —y
la forma y articulación a las redes y flujos de las diferentes soluciones espaciales—
resultan «asentamientos territoriales» o, en términos de Harvey (2003), «núcleos de
acumulación molecular» funcionalizados para la recreación de nuevas formas de
reproducción y nuevas modalidades de procesamiento del grupo de tres grandes con-
tradicciones (la fundante y las dos sistémicas) que hemos venido analizando en las
respectivas fases.
En todos los casos —y con relación a esas formas de contradicción—, la nueva
dinámica fue favoreciendo la lógica reproductiva de las fracciones globales del ca-
pital que dominan las cadenas y motorizan dinámicamente los flujos desde los que
se seleccionan las soluciones espaciales. Por un lado, con relación a la contradic-
ción fundante, formada desde la confrontación intercapitalista (capital-capital) y la
capital-trabajo, la capacidad espacialmente expansiva y su operatoria —financiero-
productiva— en tiempo real —lo que Marx llama contracción del espacio por el
tiempo— otorga a esas fracciones, y su expresión concreta (las ETs), la capacidad
de revertir las mencionadas condiciones defensivas —en cuanto a la fuerza de tra-
bajo— que tendieron a dominar durante la fase anterior.
Asimismo, y apoyadas en la relativa fortaleza para enfrentar las «contradiccio-
nes fundantes» (capital-trabajo e intercapitalista), las nuevas formas de reproduc-
ción espacio/temporal habilitan a las fracciones globales del capital a comandar las

13. En tal sentido, Harvey indica: «Gran parte de lo que llamamos “globalización” ha sido produ-
cida a través de innumerables actividades simbióticas de este tipo que se refuerzan mutuamente
(expansión aérea y la construcción de aeropuertos). La “solución espacial” (en el sentido de expan-
sión geográfica para resolver problemas de sobreacumulación) es, en parte, lograda a través de la
fijación de las inversiones en el espacio, la implantación de ellas en la tierra, para crear todo un nuevo
paisaje» (2001: 28).

169
REG con un desentendimiento generalizado en la creación de las condiciones que
pueden lograr compatibilizar —a nivel «territorial»— las formas de producción/
acumulación y las condiciones de reproducción social de los actores territoriales
(Hirsch, 1996). La rotura de la «jaula nacional de acuerdos», que facilita ese desen-
tendimiento, alimenta en esta «fase globalizada» una reversión —contradictoria y
bifurcante— de las formas de regulación dominantes bajo la fase del «capitalismo
organizado».
La dinámica trasnacional de las REG actúa tanto a nivel interno como externo
de los ámbitos nacionales. En lo interno, las nuevas formas regulativas han venido
desplegando variadas modalidades de desnacionalización y desestatización (Jes-
sop, 2006), así como nuevos arreglos escalares centrados en reutilizar la implica-
ción nacional del Estado para favorecer formas de descentralización fragmentan-
tes. Estas formas conminan a la fuerza de trabajo y las fracciones de capital no
globalizadas a desarrollar formas combinadas de cooperación y competencia intra
e inter local capaces de hacerlas aptas para ser parte de las soluciones espaciales
que cubren las demandas reproductivas del capital global (Gough, 2004; Fernández
y Cardozo, 2012). En tanto, a través de la promoción de la gobernanza se alienta la
conformación de modalidades de organización horizontales —no jerárquicas—, con
prácticas que se constituyen para asegurar formas autorreproductivas que no solo
no afectan el despliegue de ese capital global sino que facilitan la conformación de
«nodos de acumulación selectivamente integrados» a las redes de flujos creciente-
mente financiarizadas y controladas por dicho capital.
Por otro lado, desde el punto de vista externo, ha operado un visible crecimien-
to en las competencias de las instancias supranacionales con capacidad de actuar
—desde un influyente proceso de succión de las capacidades nacionales— a través
de un redefinido y complejo cuerpo de normas, regulaciones y programas —con
alcance constitucional—, desde los que se promueven intervenciones instituciona-
les sobre las distintas instancias nacionales —y regionales y locales (urbanas)—
que van en línea con las modalidades fragmentadoras y «horizontalizadoras» an-
tes descriptas. Para ello, desde ese cuerpo de intervenciones institucionales supra-
nacionales se propagan formas de integración selectivas y subalternas (domina-
ción) a partir de combinar el disciplinamiento coactivo de las acciones subnacio-
nales (Gill y Law, 1989; Gill, 1995) con la proliferación de un relato consensual y
hegemonista (Cox, 1987, 1995; Chase-Dunn et al., 1994), pleno de «futuros compar-
tidos» y juegos/estrategias «yo gano - tú ganas». Dicho relato, ofrece a los actores y
escenarios que conforman la «lógica territorial» la oportunidad de plegarse a las
redes de flujos, aceptando formas y condiciones de involucramiento que en forma
alguna alteran su subordinación y que en todas sus modalidades procuran insta-
larse como prácticas necesarias para la prosperidad.
En este segmento de la (re)definición regulatoria —y sus combinadas formas de
disciplinamiento consensual— cobra explicación el crecido protagonismo de las RPG
motorizadas por organizaciones supranacionales (Levy, 2008; Gill, 1995; Gill; Law,
1993). Dichas redes, y las OI que las conducen nodalmente, han operado comple-
mentariamente con las fracciones globales del capital —que dominan las REG—
facilitando, por un lado, el desmantelamiento (reducción) de las barreras a la movili-
dad del capital y su lógica de financiarización, así como su instalación selectiva —con
esa lógica y concretando los procesos de «acumulación por desposesión»— en las

170
«soluciones espaciales» (Harvey, 2003); y, por otro lado, ya más actualmente, operan-
do reconstructivamente (despliegue) a partir de promover un circuito de prácticas,
formas organizacionales y lógicas productivas de base local, que atenúan y «absor-
ben» fragmentariamente los efectos —de desestructuración social y espacial— deri-
vados de aquel proceso desmantelatorio, a la vez que optimizan formas de integra-
ción subordinadas de las soluciones espaciales o núcleos moleculares de acumula-
ción a las lógicas crecientemente financiarizadas de las cadenas globales.
Como vimos en el Capítulo II, a este ejercicio de los OI pertenece la captura y
utilización de categorías como las de CVG —expresión fáctica de la lógica de flujos—
promoviendo distintas tecnologías de aprendizaje e instrumentos de financiación
que procuran adaptar a los distintos actores de la «lógica territorial» a las —selecti-
vas y variadas— condiciones de incorporación a las redes de flujos globales, expresa-
das en un diversificado y constantemente recreado cuerpo de cadenas de valor con-
troladas por las ETs. A este ejercicio adaptativo pertenece también la apelación de
las RPG y sus principales organizaciones de comando (como el FMI, BM, BID, OMC,
UE) a un complejo de conceptos blandos (como los de clusters, desarrollo local,
responsabilidad social empresaria, etc.) que exaltan los beneficios de la acción colec-
tiva territorial y la autorresolución y sus vínculos tanto con la reducción de la pobre-
za, como con la competitividad, la productividad y la integración local exitosa a la
dinámica económica global.
Ahora bien, este novedoso y socioespacialmente dispersante escenario regula-
torio de la «fase global» como un nuevo cuadro de funcionamiento institucional
que potencia las estrategias del capital global y la penetración de sus redes, no debe
ser, sin embargo, entendido como un simple acoplamiento de los Estados naciona-
les —y el complejo territorializado de actores— a las imposiciones de redes globales
formadas por actores económicos y la emergencia de un «estado trasnacional» (Ro-
binson, 2003). Los Estados, en el sentido weberiano del término, aun hoy constitu-
yen una pieza esencial en la comprensión del rompecabezas global y sus interaccio-
nes con las dinámicas nacionales. En ese rescate, sin embargo, es imperioso dife-
renciar Estados centrales y periféricos, y analizar sus relaciones con las ETs que
lideran las REG y los OI que nodalizan las RPG.
Por un lado, los Estados centrales operan, en distintos grados y en función de
sus intereses domésticos —que incluye su cercanía a los posicionamientos hegemó-
nicos—, en una retroalimentaria vinculación con las ETs (productivas y financie-
ras), cuyas bases operativas de control de los encadenamientos globales se encuen-
tra aun al interior de su territorio. Por otro lado, actúan como actores con intereses
directos en la configuración de los organismos supranacionales para el desarrollo
de sus contenidos y operatorias, como lo muestran bajo distintas lentes analíticas
los abordajes sobre el papel de los Estados nacionales en el escenario europeo (Mo-
ravcsik, 1993; 1994) y el reforzado control de EE.UU. sobre instituciones insignias,
como el BM (Toussaint, 2014; Rich, 1994) y el BID (Babb, 2009). Se destacan en este
último caso no solo aquellos aspectos que hacen al control formal sino —y muy
relevantemente— sus mecanismos o canales de incidencia informales (Bland y Kil-
by, 2012). Ligado a ello, un cuerpo no menor de trabajos científicos ha registrado
cómo, a través de dicho control, EE.UU. ha utilizado los organismos claves de fi-
nanciamiento global, como el FMI (Tracker, 1999; Andersen et al., 2006) y el BM
(Dreher et al., 2009, 2010; Kilby, 2009) para favorecer aquellos países que le acom-

171
pañan en sus estrategias geopolíticas desplegadas a través de las distintas instan-
cias de Naciones Unidas.
Esa dominante presencia de los Estados centrales, en particular de EE.UU. en
la dirección de estos organismos, no debe ser leída como la incidencia de una ins-
tancia estatal que expresa los intereses de una sociedad nacional en su conjunto
(Krasner, 1978), sino el encaramamiento en esas instancias supranacionales, dota-
das de fuerte poder regulatorio global, de actores que guardan una estrecha conec-
tividad con todo el complejo de intereses del capital global y expresan la clase tras-
nacional (Scherrer, 2001). En tal sentido, el propio EE.UU. ha sido un oficiador de
la muy selectiva presencia de esos actores en la dirección de esos OS, pues como
bien ha sido destacado, esa dirección está en manos de expertos corporativos y
financieros, no por los votantes de ingreso medio del mundo; por la Tesorería de los
Estados Unidos y Wall Street, no por los consumidores de ingresos medios; por los
Ministros de Finanzas y Directores de los Bancos Centrales, no por los Ministros de
Salud, Trabajo y Asuntos Sociales.14 Ha sido a través de este complejo de actores
que EE.UU. ha incidido claramente en la capacidad de configurar los staff burocrá-
ticos de estos organismos y desarrollar las improntas analíticas a partir de disposi-
tivos académicos, dominantemente en manos de economistas, que favorecen la
apertura de las cuentas de capital, las privatizaciones y el desmantelamiento de
aquellos procesos de regulación intranacional que refrenan la penetración de las
fracciones de capital que representan sus empresas (Birdsall, 2003).
Ahora bien, no obstante todo lo indicado, la lectura de la implicación de los
Estados centrales y su conectividad con los intereses de las fracciones globalizadas/
trasnacionalizadas del capital no constituyen un camino unidireccional, desde Es-
tados centrales dominantes conformando y controlando indisputadamente los OFI
y fijando unilateralmente sus contenidos. A lo largo del tiempo, el complejo organi-
zacional, incluyendo las instituciones de Bretton Woods, ha pasado a formar parte
de un multidireccionado proceso signado por: a) las disputas de actores y Estados
que buscan su democratización; y b) el desarrollo de las especificidades intraorga-
nizacionales que dan a esas organizaciones cierta autonomía frente a los Estados
centrales.

a) En lo que refiere al primer aspecto, no han estado ausentes las demandas por
un proceso democratizador, capa de aumentar el involucramiento de los países más
vulnerables en el propio gobierno de estas instancias organizacionales, mostrándo-
se incluso diferencias en efectividad en los que logran una gobernanza más demo-
crática (como el BID) respecto de los que no lo reflejan (BM, FMI) (Birdsall, 2003).
En tal contexto han crecido las acciones y reclamos democratizadores concretos
provenientes desde los grandes países (BRICs) que han bregado por una participa-
ción más ecuánime en la dirección y control de los staff.15
b) En lo que refiere al segundo aspecto, estas organizaciones no se forman y
actúan simplemente como mandatarias y facilitantes de las preferencias de los Es-

14. Argumento afirmado, a su vez, en expresiones del nobel Joseph Stiglitz.


15. La acción y peso de EE.UU. en la generación de los relevos ha quedado reflejada claramente
en la designación en 2012 del director del Banco Mundial: http://www.reuters.com/article/us-world-
bank-geithner-idUSBRE82S1F320120329

172
tados nacionales que configuran las RPG. Por el contrario, en el extenso y complejo
reescalamiento hacia arriba operado en la fase de capitalismo global (Brenner, 2003),
han logrado conformar una lógica organizacional y operativa que trasciende la de
los Estados nacionales, a partir de la conformación de su propia impronta burocrá-
tica, su propia gestación de mecanismos interventivos y modalidades de acción con
los actores sociales, como sus singulares y autóctonos contenidos argumentales
(Barnett y Finnemore, 1999). Crecientemente entrelazados, los organismos supra-
nacionales logran operar como creadores de un «conocimiento social» (Barnett y
Finnemore, 1999) que pasa a formar parte esencial de la dimensión consensual con
la que se construye globalmente la hegemonía (Cox, 1981, 1983, 1987; Gill y Law,
1989) materializada través de las RPG. A través de esa dimensión y la capacidad de
perforación multiescalar de esas redes se procura, por una parte, ganar las adhesio-
nes que requiere —y disolver las conflictividades que amenazan— la expansión de
las fracciones globales del capital y sus REG y, por otra parte, viabilizar los intereses
geopolíticos y geoeconómicos de los propios Estados centrales, respecto de los cuá-
les, por lo dicho, no solo no pierden nunca una vinculación, sino que encuentran
siempre una acción de celoso monitoreo.

Por su parte, tanto las instancias supranacionales y los Estados centrales desde
su compleja y multidireccional relación desarrollan su intervención en la periferia
operando —no sobre, sino— a través de sus Estados. Para ello se pone en acción un
complejo y múltiplemente disputado juego de intereses, acciones y arreglos mul-
tiescalares por medio de los cuales los actores económicos y políticos trasnaciona-
les procuran penetrar y capturar las dinámicas/lógicas territoriales, con la propaga-
ción de ese complejo de prácticas, y en algunos casos encuentran adaptabilidad
pero también, como iremos viendo, diversas y cambiantes estrategias de resisten-
cias por parte de esos Estados.
Precisamente, con referencia a este último señalamiento, es importante enten-
der que la forma como se construyen e interaccionan las lógicas de flujos de capital
y las lógicas «territoriales» y sus diferentes operatorias espacio-temporales y, en tal
contexto, la modalidad en que los actores de la «lógica territorial» despliegan sus
diferenciadas y cambiantes modalidades de vinculación —de acoplamiento o de
respuesta autónoma— a las estrategias involucradas en esas redes de flujos, se cons-
tituye en un aspecto determinante para identificar, en el marco de las «variaciones
temporales del capitalismo» y sus fases, las distintas (variadas) formas de respues-
tas desde el SG a las RPyEG que dominan entrelazadamente la actual fase global
del capitalismo.
Para ahondar en ello, se requiere abordar, en el marco de la variedad pretérita
(centro-periferia), dos aspectos adelantados anteriormente que enriquecen y dan
continuidad a nuestro análisis sobre las variaciones —como forma dinámica de
entender las variedades— y su vinculación a la lógica contradictoria del capitalis-
mo. Primeramente, las variaciones históricas (temporales) de la lógica que vincula
a los centros y las periferias y, en segundo lugar, las variaciones en las respuestas
nacionales y macrorregionales que emergen al interior de esas variaciones históri-
cas, y establecen desde su especificidad relaciones diferenciales con las REyPG y
los actores que le comandan. En otros términos, debemos avanzar en la compren-
sión de las variaciones de la periferia —con relación a los cambios de fases en el

173
centro— y las variaciones en (es decir, al interior de) la periferia, lo cual reintroduce
no solo el problema del cambio en el análisis de la variedad capitalista, sino tam-
bién el alcance —estructural— del mismo.

4. Variaciones de la periferia en las variaciones temporales del capitalismo

Como indicamos en el capítulo anterior, la TSM aporta una perspectiva sistémi-


ca y holística que es necesario recuperar tanto para extraer categorías estratégicas
del análisis de la globalización (como las CVG) del «laberinto» de los dispositivos
neoliberales y resituar el análisis de las redes dentro del escenario disputado de
intereses, clases y lógicas conflictuales que guían la asimétrica reproducción del
capitalismo. También contribuye a la necesidad destacada en este capítulo de abor-
dar las variedades de capitalismo más allá de las propensiones de un nacionalismo
metodológico reificador, que coloca a naciones y su Estado-nación como instancias
autosuficientes, para comprender desde sus dinámicas internas los comportamien-
tos globales (Medeiros, 2010; Peck et al., 2007).
Ese marco, bajo la relectura de la forma contradictoria del capitalismo, que
guía su reproducción (crisis y cambios), resulta pertinente para insertar la tercera y
esencial forma de contradicción, aquella que se da entre determinados centros que
comandan las funciones estratégicas de las redes de mercancías y las periferias a las
que aquellos centros logran, desde su posicionamiento, capturar bajo subordina-
ción y funcionalización o extracción de sus excedentes. Como se indicó anterior-
mente, más allá de sus especificidades y diferencias originarias, el enfoque de la
TSM y las aportaciones dependentistas y estructuralistas latinoamericanas conver-
gen en aportar una perspectiva holística del funcionamiento contradictorio y des-
igualador del capitalismo, que contiene como sustrato analítico innegociable una
comprensión del poder. Más allá de las formas creativas y coproductivas que se le
pueda reconocer a ese poder, dicha perspectiva resalta las formas de dominación y
hegemonía (Peet, 2007) de diferentes actores —y actividades— sobre otros en el
marco de una estructura que contiene una dada trayectoria histórica y un determi-
nado emplazamiento espacial.
Dicha estructura cimienta un soporte bajo el que se edifican y desarrollan las
cadenas/redes y en las que se establecen relaciones sociales de producción e inter-
cambio basados en las diferenciadas capacidades de generar y capturar valor de los
actores y espacios centrales sobre otros que se ubican —y funcionan— como semi-
periferias y periferias, conformando en todos los casos un complejo entrelazamiento
institucional en el que se vinculan lo supranacional con los escenarios nacionales y
regionales que atraviesan las redes. En tal sentido, la estructura —centro/semiperife-
ria/periferia— opera como un marco operativo para —y al tiempo es configurada a
partir de— un cuadro relacional de agentes e instituciones (Jessop, 2001) histórica-
mente situados que desarrollan sus estrategias y despliegan sus acciones bajo «con-
textos históricos cambiantes», procurando fortalecer sus posicionamientos bajo ese
escenario estructural, pero también, operando bajo las condicionalidades de escena-
rios estructurales que les sirven como referencia. Ante los cambios contextuales, los
actores reformulan estrategias y remodelan constantemente las estructuras a partir
de nuevas formas de acción y reproducción y el desarrollo de nuevos ejercicios insti-

174
tucionales. Sin embargo, como vimos en el Capítulo I, ello ha tenido lugar bajo un
mantenimiento de las jerarquías con escasa alteración de la estructura sistémica
(Arrighi y Drangel, 1986; Babones, 2005).
Esta configuración desigual y jerarquizadora de las estructuras históricamente
construidas, no son neutrales al rodar las acciones y juegos estratégicos de los acto-
res, sino que sirven como referencia y favorecen o potencian determinados actores,
espacios y dinámicas temporales-espaciales. Como expresa Jessop:

Las estructuras son, de esta manera, tratadas analíticamente como estratégicas en su


forma, contenido y funcionamiento, y las acciones, de ese modo, se tratan analíticamen-
te como estructuradas, más o menos sensibles al contexto, y estructurantes. La aplica-
ción de este enfoque implica el examen de cómo una estructura dada puede privilegiar
algunos actores, algunas identidades, algunas estrategias, algunos horizontes espaciales
y temporales, algunas acciones sobre otras; y las formas, en su caso, en el que los actores
(individuales y/o colectivos) tienen en cuenta este diferencial privilegio a través del aná-
lisis «contextual-estratégico» cuando eligen un curso de acción [2001: 1223].

Con esa estructura desigualante e históricamente conformada —a partir de las


especificidades nacionales y sus interconexiones globales (Furtado, 1979, 2000)— y
su dialéctica conformación con la acción estratégica de los agentes, la dinámica
contradictoria que acompaña a estos últimos y a esas acciones, como resultado de
su diferenciado y desigual posicionamiento, se traduce en un hecho: la recaptura de
excedentes o el establecimiento de autonomías por parte del complejo de «agentes»
(actores capitalistas, fuerza de trabajo, organizaciones sociales, estado, etc.) y espa-
cios periféricos se hace a expensas de la pérdida o debilitamiento de las posiciones
dominantes —y hegemonizadoras— de aquellos espacios —y sus actores— locali-
zados en los centros. En dicho marco:

[...] la capacidad de los centros capitalistas y sus Estados para explotar recursos y
mano de obra periféricos ha sido un factor principal en la decisión de los ganadores de
la competencia entre los contendientes centrales. Y la resistencia a la explotación y la
dominación montada por los pueblos periféricos han jugado un papel importante en
la configuración del desarrollo histórico de los órdenes mundiales. Así, la historia del
mundo no puede entenderse adecuadamente sin la atención en la jerarquía de centro/
periferia [Chase-Dunn y Gills, 2003: 8-9].

Ahora bien, en tanto los contextos de esa dialéctica de estructura y agentes, así
como las estrategias centro-periferias y su dinámica contradictoria son cambiantes,
los escenarios periféricos y sus actores han ido reelaborando formas de acción que
actúan especificadoramente sobre los elementos que sostienen la estructura sisté-
mica global, aunque, insistimos, sin alterar sustantivamente la misma. Los «contex-
tos cambiantes» han venido demarcados precisamente por las crisis y nuevas fases
del capitalismo, que son conducidas desde el «centro», lo que impone el desarrollo
de instrumentos y acciones estratégicas diferenciadas, acorde se imponen las trans-
formaciones y se conforman las nuevas fases y sus lógicas dominantes.
Si se observa a través de las fases —de los centros— que consideramos anterior-
mente, y se analiza a través de las acciones estratégicas emprendidas ante los «cam-
bios contextuales» por los «agentes» ubicados a uno y otro lado de la dialéctica
centro/periferia, esta última ha desplegado tres formas de inserción:

175
a) La primera de las formas de acción e inserción estratégica ha estado vinculada
al plegamiento subordinado de la periferia a la requisitoria de provisión de materias
primas asignadas desde el «centro» durante la fase capitalismo competitivo en los
centros y sus darwinianos procesos de industrialización consolidados hacia finales
del siglo XIX y bajo el dominio hegemónico de Inglaterra (Pinto, 1969; Myint, 1972).
Se trató, por lo tanto, de un proceso de plegamiento de la periferia a la dinámica
industrializadora de los centros. Si bien ello no excluía la industrialización de esa
periferia (Williamson, 2010), la colocaba subordinadamente respecto de aquella
requisitoria, apuntalada a partir de los intereses de oligarquías nativas que dieron
soporte coalicional y direccionamiento a Estados estructuralmente débiles, facilita-
dores de un proceso de integración subordinado. La forma como se conformaba y
reproducía la dependencia de la periferia y su subdesarrollo por extracción de exce-
dentes desde el centro, encontró explicación a partir de los desarrollos de Prebisch
y Singer, en la desigualdad de los términos de intercambios iniciada hacia finales
del siglo XIX y profundizada a lo largo de las primeras tres décadas del siglo XX, con
un origen —estructural— en el asimétrico control de los frutos de progreso técnico
(Prebisch, 1986, 1962). El plegamiento de las elites económicas locales a dicho pro-
ceso de inserción internacional, abonó las limitaciones para conformar, tal como
sucedía en los centros, una estructura productiva más diversificada con homoge-
neización de las productividades sectoriales y universalización en los patrones de
consumo, favoreciendo finalmente una estructura social y productiva heterogénea
y dualizada (Prebisch, 1986, 1962; Pinto, 1969).
b) La segunda de las formas, que podemos denominar de autonomización rela-
tiva o autonomización revertida, se fue gestando a partir del proceso de crisis del
capitalismo competitivo y las restricciones aislacionistas que fueron teniendo lugar
con la consolidación de la fase monopólica del capitalismo.
Primeramente las restricciones importadoras de los países centrales a partir del
período de entre-guerra y particularmente a partir de la crisis del treinta, crearon
las condiciones para una acción de autoabastecimiento industrializador por vías
sustitutivas. La dinámica de acumulación industriosa y de redistribución negocia-
da con fuerte impronta intranacional que se desplegó al interior de los espacios
nacionales con los regímenes de acumulación y sus formas regulatorias en el centro
profundizó ese proceso, alentando a muchos Estados de la periferia a reforzar autó-
nomamente su proceso industrializador bajo una estrategia protectora y autonómi-
ca contra-direccional a la que se había erigido bajo la anterior fase.
Iniciada, como antes indicamos, antes de la crisis de los años treinta, pero clara-
mente acelerada y consolidada luego de los acuerdos del Bretton Woods con la soli-
dificación de la fase de capitalismo monopólico en los centros, esa industrialización
en la periferia no representó un intento de aislacionismo respecto de los centros,
sino una redefinición en el patrón de inserción internacional (Ocampo y Ros, 2001).
Esa redefinición tuvo origen en la necesidad de revertir los obstáculos a la continui-
dad del proceso de acumulación presentado por las formas de articulación con los
centros forjadas bajo el capitalismo competitivo y actuar ante las propias limitacio-
nes presentadas por los países centrales. En términos generales, no obstante el in-
tento a través de estrategias industrializadoras con creciente implicación estatal, no
logró introducir alteraciones estructurales a la dialéctica centro-periferia, sino que,
como se indicó acertadamente para el escenario latinoamericano, durante esta vin-

176
culación a la fase del capitalismo monopólico, el proceso industrializador empren-
dido en la periferia «si bien cambia la dinámica de la relación no se modifican las
causas esenciales de la subordinación periférica» (Di Filippo y Jadue, 1976).
La experiencia latinoamericana dio cuenta que esa autonomización se vio per-
manente amenazada y finalmente desbaratada por la penetración del capital trans-
nacional, procurando inversiones selectivas que intentaban ocupar los segmentos
de consumo de altos ingresos en el mercado interno localizados selectivamente en
los grandes centros urbanos que sirvieron antes como complejos exportadores. La
presión por montarse sobre los cuellos de botellas de la ISI a partir de una lógica de
«desnacionalización y sucursalización» (Sunkel, 1970) alentó la implantación de
una matriz tecnológica exógena, escasos enlaces con los actores locales y su direc-
cionamiento a mercados de consumo de sectores de altos ingresos, todo lo cual
reforzó antes que alterar la heterogeneidad y dualización social, productiva y espa-
cial (Pinto, 1970; Fajnzylber, 1976; Sunkel, 1970, 1978; Kerner, 2003).
Lo que comenzó siendo una «industrialización forzada» por las circunstancias
históricas internacionales, al culminar la fase hacia finales de los años sesenta termi-
nó siendo una industrialización dependiente, carente de autonomía y capacidad de
dinamizar el proceso de acumulación a partir de una base científica y tecnológica
local. Ello dio fragilidad a la inserción externa, limitó la regeneración de empleo pro-
ductivo para la mayoría de la población y profundizó la subalternidad periférica al
actuar como un canal constante de apropiación de valor por los centros (Astori, 1980).
Fuera del contexto latinoamericano, y en línea con ello, los estudios del papel
del capital externo —en la forma de IED— realizados más genéricamente sobre los
«países en desarrollo», dieron igualmente cuenta de sus efectos negativos en la ca-
pacidad de fortalecer el proceso de acumulación y revertir el cuadro histórico de
desigualdades (Dixon y Boswell 1996a, 1996b) históricamente montado por una
inserción primario exportadora.
No obstante, si bien el resultado desde lo estructural ha sido el reforzamiento
antes que la alteración de la lógica dependentista, como mejor veremos luego, esta
forma de inserción de la periferia bajo la consolidación del capitalismo monopólico
en el centro, configuró al interior de las mismas un proceso de transformaciones
sociales, institucionales y económicas, dominadas por las particularidades nacio-
nales y regionales que, como analizaremos oportunamente, se volverán neurálgicas
para evaluar la más reciente —y divergente— etapa de inserción de la periferia bajo
la última de las fases: la fase del capitalismo global.
c) La inserción de la periferia bajo la fase global del capitalismo, a partir de la
dialéctica de sus agentes (actores) con la estructura y redes de acción controladas
desde el centro, se caracterizó por dos procesos complejos y concomitantes que han
guiado la última «variación» (capitalista) en la relación centro-periferia y su lógica
contradictoria. El primer y más genérico proceso ha estado signado por el reintento
desde el centro por obtener —a partir de la acción articulada de las REyPG— un
nuevo plegamiento subordinado de la periferia a los requerimientos del capital glo-
bal en su renovada forma de acumulación financiarizada y en su hegemonizante
arquitectura regulatoria-institucional supranacional. El segundo proceso se rela-
ciona con las divergentes formas de inserción/respuesta a ese nuevo plegamiento,
producto bien de la capacidad de conformar centros autonómicos de respuestas o
bien de la dominante propensión a un acoplamiento selectivo y subordinado.

177
4.1. Variación de la periferia en la fase global del capitalismo

Ahora bien, para dar cuenta con mayor precisión de estos dos procesos, es nece-
sario previamente retomar los aspectos contenidos en el examen de la lógica de
REyPG y su cambio para actuar superadoramente sobre la crisis del capitalismo, la
forma cómo ambas operan especificadoramente en esta fase del capitalismo global
en la periferia y su reproducción.
Como indicamos, el salto cualitativo de mayor significación en la fase del capi-
talismo global ha sido la capacidad de conformar una lógica reproductiva que le
permite a las fracciones concentradas del capital (ETs) externalizarse respecto de
los escenarios de acuerdos nacionales (Ross y Trachte, 1990; Fernández, 2001) a
partir de constituir esas REyPG que penetran esos escenarios y los reconfiguran
(Sassen, 2005) alterando sustantivamente las formas características de configura-
ción y resolución de conflictos económicos y sociales empleadas durante la fase
anterior del capitalismo (Fernández, 2001). Precisamente, durante el dominio del
capitalismo monopolista y las modalidades fordistas de posguerra, la forma como
el capital trasnacional operaba en la periferia se sustentaba en la formación desna-
cionalizadora de filiales —con tecnologías obsoletas para el centro— y el desarrollo
de procesos productivos y pautas de realización orientados a mercados internos
hiper-concentrados a nivel de los ingresos y del espacio. Junto a la crisis de sobrea-
cumulación que estranguló esa variedad temporal de capitalismo emergió la nece-
sidad de alterar esas formas. El impulso y capitalización de la revolución tecnológi-
ca ofreció para ello una excluyente potencialidad a las fracciones monopólicas del
capital de externalizarse respecto de los «condicionamientos nacionales» crecidos
al compás de las restricciones del entorno keynesiano de posguerra, y desplegar
desde una posición ofensiva una «lógica de flujos» que descompone espacialmente
los procesos de producción y realización, penetrando selectivamente ciertos espa-
cios nacionales —y regionales— para readaptarles y reconfigurarles de acuerdo a
los requerimientos de esa lógica —de flujos— (Jessop, 2006, 2013c) independiente-
mente de las condiciones internas de legitimación (Hirsch, 1995).
Bajo esa nueva dinámica, la lógica reproductiva de la fracción globalizada/tras-
nacional de capital (ETs) desplaza la prioridad de desarrollar integralmente los pro-
cesos productivos bajo modalidades verticalmente integradas dentro de un espacio
—nacional— «colonizado», es decir de replicar integralmente un producto dentro
de una frontera nacional (Dunning, 1988; Levy, 2005; Dicken, 2011; Baldwin, 2011).
En su lugar fue imponiendo una creciente «subcontratación externa» que descom-
pone funcional y espacialmente las actividades, a la vez que las integra y coordina
en diferentes cadenas globales con razonable centralización y formas variables de
gobierno acorde a la especificidad de las actividades (Gereffi et al., 2005). Como
vimos también en el Capítulo II, el resultado global a que conducen estos cambios
consiste en estrategias y acciones desarrolladas sobre REG que operan a partir de
una multiplicidad de CVG crecientemente financiarizadas que procuran la integra-
ción segmentada de actores y espacios subalternos (soluciones espaciales), preser-
vando el control de las funciones estratégicas que aseguran el gobierno de dichas
redes (Fernández, 2013).
Controladas estratégicamente por ETs, las lógicas de flujo sobre la que se ex-
panden selectivamente las REG han requerido una redefinición en el patrón regula-

178
tivo —centrado nacionalmente— de la fase monopólica del capitalismo. La redefi-
nición se ha materializado a partir de RPG, controladas por OI que actúan bajo la
lógica del financiamiento y la capacitación, la imposición y la producción del con-
senso, es decir, sobre formas combinadas de dominación coactiva y consensualidad
hegemónica (Robinson, 2005; Gill, 2008).
En la configuración de la nueva fase reproductiva del capitalismo, las acciones
estratégicas de los actores que se implican en ambas dimensiones —políticas y eco-
nómicas— de las redes globales operan simultánea y entretejidamente, configurando
espacios de dominio —y disputa. Como indica Levy, «...se trata simultáneamente de
un fenómeno económico y político [...] en el cual los actores luchan por la construc-
ción de las relaciones económicas, las estructuras de gobernanza, reglas y normas
institucionales y marcos discursivos...», y agrega oportunamente, «...las redes globa-
les de producción así existen dentro del “espacio transnacional” que es constituido y
estructurado por élites, instituciones e ideologías transnacionales» (2008: 3-4).
Sin embargo, y por lo ya analizado, el desarrollo de este trasnacionalizado y
disputado proceso no puede leerse como emergente unidireccionado, carente de
mediaciones estatales, así como tampoco como dinámicas absolutamente vertica-
les. En primer lugar, como indicamos oportunamente antes de analizar la especifi-
cidad de esta fase, tanto las REG como las RPG, y las ETs y los OI que respectiva-
mente las comandan, contienen una relación compleja, sinergética y con distintos
grados y formas de autonomía relativa con los Estados nacionales centrales. En
segundo lugar, las RPG y las instancias que las nodalizan y direccionan construyen
contenidos simbólicos y materiales a partir de un complejo proceso de conectivida-
des constituidas por entrecruzadas formas de aprendizaje, enseñanza, formas de
entrenamiento y modalidades de acción y organización germinadas en forma mul-
tilocalizada (muchas veces en instancias organizacionales de la periferia), para via-
jar multidireccionalmente e integrarse como parte de las cambiantes, diversifica-
das y siempre readaptadas estrategias y políticas (Peck, 2011).
Todo ello, no obstante, no desplaza sino que recrea y potencia una modalidad
de funcionamiento jerarquizadora que afecta de modo subordinante a la periferia
al formar parte de dispositivos que combinan el acoplamiento a procesos fragmen-
tarios y horizontalizados de competencia y cooperación de los actores sujetos a la
lógica territorial que son invitados a incorporarse —seleccionadamente— a las re-
des de flujos que tienen sobre sus respectivas redes. La forma en que esa integra-
ción jerárquica es promovida, tiene como precondición la capacidad de comando y
dirección de las ETs y los OI sobre las REyPG, y la situación diferencial de los
Estados centrales y periféricos en la constitución de y el relacionamiento con dichas
redes. En el primer caso (ETs), a partir del control de las funciones estratégicas y de
más alta valorización, y en el segundo (OI) a partir del peso que otorga la capacidad
de brindar financiamiento, de imponer regulaciones normativas, así como de gene-
rar, captar y adecuar los contenidos conceptuales y operativos sobre los que se ins-
piran los programas internacionales de desarrollo, combinando para ello, como se
indicó, disciplinamiento y consensualidad de los actores que pasan a integrar di-
chas redes e interactuar estratégicamente con sus flujos.
En la conformación de esta compleja estructuración jerárquica, una corriente
de investigación teórica y empírica reciente ha avanzado probatoriamente en con-
firmar, como fue adelantado, la progresiva formación de una clase trasnacional

179
(Sklair, 2001; Robinson y Harris, 2000), que difunde las lógicas de integración su-
bordinada a ambas redes como alternativas no solo de subsistencia sino de progre-
so de los actores nacional y regionalmente encapsulados en la lógica territorial. En
la formación de esa clase transnacional ha operado una élite empresarial trasnacio-
nal, crecientemente interconectada (Carroll, 2009, 2010; Burris y Staples, 2012) y
una multiplicidad de agentes, actores e instituciones que integran una «comunidad
de interpretación y acción» desde las que, en ese plano estructural, se procura im-
poner, facilitar y difundir las nuevas condiciones de reproducción y regulación del
capital global (Chase-Dunn 1998; Sklair, 2001). Para ello, la coerción, el aprendizaje
y la emulación emergen como las formas de difusión y transferencia de contenidos
y acciones (Simmons et al., 2006).
Por lo ya analizado, el papel de los Estados centrales, particularmente del hege-
mónico, no solo no resulta diluido y subalternizado a la presencia de un «estado
trasnacional», como algunos sostienen (Robinson, 2007b), sino que su redefinida
pero permanente presencia es esencial en la propia edificación de las prácticas e
intereses que aúnan a esa «comunidad trasnacional de interpretación y acción».
Esta se desarrolla por lo tanto conviviendo con un sistema interestatal histórica-
mente desarrollado a lo largo de la historia del capitalismo (Arrighi, 1994), así como
con la perseverante presencia de EE.UU. como unidad hegemónica. La interven-
ción de esos Estados centrales resulta esencial en la viabilización, por un lado, de
las reconstituidas y reexpansivas estrategias de las fracciones globales del capital, a
partir del soporte infraestructural y operativo a las ETs cuyas cabezas matrices se
emplazan en su respectivas bases territoriales, a la vez que aportan decisivamente
en la conformación —y control— de la arquitectura institucional de la gobernanza
global, sobre la que descansan los procesos coercitivos y consensuales a través de
las que se expanden esas fracciones.
Ahora bien, desde el punto de vista de la relación centro-periférica, el emergente
«bloque histórico transnacional» (Gill, 2008)16 y su control sobre las redes y sus su-
bordinantes lógicas de flujos no altera —desde la multipolaridad— esa relación, sino
que, en todo caso, la reafirma y reproduce como resultado del selectivo asentamien-
to de las casas matrices y centros organizativos de los actores de ese bloque trasna-
cional en los espacios nacionales —y subnacionales/urbanos— del centro (Carroll,

16. Dicho bloque histórico trasnacional, según el propio Gill «...comprende no solo capital trans-
nacional sino también “elementos de los aparatos estatales del G-7” y organizaciones internacionales
clave como el Banco de Pagos Internacionales, el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la Organi-
zación para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), aunque podríamos sumar muchas
otras organizaciones». En términos de Robinson «este aparato trasnacional es una red emergente
que comprende Estados nacionales transformados y externamente integrados, junto con foros eco-
nómicos y políticos supranacionales; esto no ha adquirido aún una forma institucional centralizada.
Los foros económicos incluyen al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Orga-
nización Mundial del Comercio (OMC), los bancos regionales, y demás. Los foros políticos incluyen
el Grupo de los 7 y el recientemente formado Grupo de los 22, entre otros, así como el sistema de las
Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la Unión
Europea, la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, y demás. La clase capitalista
trasnacional ha directamente instrumentado este aparato estatal trasnacional, ejerciendo una forma
de poder estatal transnacional a través de la configuración multicapa de la estado trasnacional. Es a
través de estas instituciones globales que la TCC han estado intentando forjar un nuevo bloque capi-
talista hegemónico global» (Robinson; Harris, 2000, Towards A Global Ruling Class? Globalization
and the Transnational Capitalist Class).

180
2012). En línea con la información brindada en el Capítulo I y con la hipótesis pre-
monitoria sobre el reforzamiento de las relaciones desiguales formulada por Hamer
a inicios de los setenta al considerar la transformación de las ETs, Carrol concluye
con su indagación sobre la formación de la clase trasnacional señalando que,

En efecto, existe una red corporativa transnacional, pero es mayoritariamente una


configuración euro-norteamericana, subrayando la influencia perdurable de una cla-
se dirigente del Atlántico Norte, que ha estado mucho tiempo en el centro del poder
corporativo global (Van der Pijl, 1984). [...] La configuración transnacional es una
jerarquía en red constituida a través de la participación selectiva de empresas y direc-
tores, y de las ciudades y los países que ellos llaman hogar. Un relativamente pequeño
círculo interior de hombres, principalmente europeos y norteamericanos constituyen
la red; un número relativamente pequeño de países anfitriones la mayoría de las em-
presas conectadas, y dentro de esos países algunas ciudades predominan como cen-
tros de comando para el poder corporativo global. El capital corporativo basado en el
Sur global ha hecho incursiones en esta clase de configuración dominada por el Nor-
te, pero el creciente número de grandes corporaciones con base en el Sur están solo
tentativamente vinculadas dentro de la red de élite de las corporaciones conectadas
[2012: 368].

Por lo tanto, es desde esos escenarios centrales que, como observamos desde
el Capítulo II, las redes penetran los espacios nacionales —periféricos— y los con-
figuran en una relación dialéctica (Sassen, 2007), procurando ampliar la base
operativa de los procesos de acumulación y adhiriendo a nuevos actores institu-
cionales y culturales que difunden la perspectiva hegemónica. Es decir, difunden
una perspectiva que, presentada y asumida como generalmente beneficiosa, re-
presenta selectivamente un fortalecimiento estructural —pero dinámico— de las
fracciones globales del capital (Cox, 1996a, 1996b) y sus lógicas de flujos crecien-
temente financiarizados. El mantenimiento del gobierno de las redes por parte de
ese «bloque trasnacional» a partir de la ocupación de los nodos decisionales estra-
tégicos de esas redes, y el activo y sinergético rol de los Estados centrales en el
apuntalamiento de los mismos, representa —bajo la nueva dinámica y el nuevo
escenario que se ha venido considerando— una renovada variación de la periferia
capitalista dentro de una hegemónica estrategia económica, institucional y cultu-
ral de plegamiento al proyecto dominante del capital trasnacional y sus patrones
de creciente y financiarizada mercantilización. Esa estrategia comprende preci-
samente la inmunización contra —y la desactivación de— las acciones contra-
estratégicas tendientes a revertir orgánicamente las formas de integración y re-
producción impulsadas por las fracciones globales del capital. Su concreción, entre
otros aspectos esenciales, ha sido posible a través de la captura y adecuaciones de
las organizaciones estatales de la periferia al circuito conceptual y de prácticas
impulsado desde las RPG, así como la inoculación de sus dispositivos teóricos y el
reclutamiento —y adiestramiento conceptual y operativo— de elites intelectuales
de la periferia (Cox, 1996b; Ünay, 2010).
Ahora bien, ese plegamiento de la periferia al centro —operada en la variación
de la última fase del capitalismo global— ha tomado lugar, sucesivamente, a través
de dos formas fundamentales, inscriptas en las estrategias de desmantelamiento y
de reconstrucción neoliberal de las instituciones regulatorias (Peck y Tickell, 2002):

181
a) Por un lado, a través de una lógica de desmantelamiento (reducción), inspira-
da en el Consenso de Washington (CW) durante los años noventa (Williamson, 1990),
donde el complejo trasnacional de actores económicos e institucionales actuaron
articuladamente, bajo las modalidades señaladas, para remover las condiciones de
intervención que fundaron el proceso de relativa autonomización e industrializa-
ción en la periferia, y crearon las condiciones de expansión espacial de los exceden-
tes sobreacumulados y resolución de las contradicciones del capital concentrado,
nacionalmente acorralado. Un extenso proceso de «acumulación por desposesión»
(Harvey, 2003) más o menos violento, más o menos consensuado por la dominante
hegemonía neoliberal, que impuso ideológica y operativamente los «mecanismos
autorreguladores del mercado», viabilizó un reposicionamiento de las fracciones
globales del capital en la periferia para dar emplazamiento espacial a su capital
sobreacumulado que, al mismo tiempo, asumió a través de innumerables procesos
de desregulación y privatización y bajo mecanismos crecientemente financiariza-
dos, posiciones estratégicas en el control de actividades de producción y comercia-
lización (Stiglitz, 1998).
b) Los efectos destructivos y desigualadores en lo productivo, social y espacial,
sumados a un más que modesto performance de crecimiento (Ocampo, 2005) que
trajo aparejado esa etapa del CW, así como las crisis (primero la asiática en 1997 y
más recientemente la de 2008 en EE.UU.) que acompañaron la expansión de la
ideología del mercado autorregulado, ayudaron a configurar una segunda forma de
plegamiento periférico al centro. Esta ha estado fundada ya no en desmantelar, sino
en construir nuevos dispositivos organizacionales y formas de funcionamiento pro-
ductivo, espacial y social que amplían y recrean las formas neoliberales de mercan-
tilización, y a través de ellas el poder concentrado y trasnacionalizador del capital
global. Para ello se ha ido sedimentando una híbrida ideología, hábil para ligar el
«asociativismo productivista y pro-innovador» con la «competencia mercantiliza-
dora» que demanda productividad y eficiencia. Asociatividad, competitividad y efi-
ciencia productiva emergieron como partes de un mismo relato humanista, sensi-
ble a los objetivos de revertir la pobreza y el aislamiento industrial y rural de peque-
ños actores capitalistas excluidos o debilitados (Fernández y Cardozo, 2012).

El nuevo plegamiento de las formas de acumulación periféricas luego de las


formas de «acumulación por desposesión» aparece como un recreado patrón neoli-
beral sustentado en reasociar formas de microkeyneasyanismo y shumpeterianis-
mo con los beneficios «smithianos» de la acción expansiva del mercado (Sheppard
y Leitner, 2010). En todos los casos, y bajo sus diversas variantes, los OI que direc-
cionan y controlan las RPG difunden hegemónicamente un camino de «integración
productivo e industrial colectivamente beneficioso», que desafía a los actores de la
periferia a mejorar colectivamente las condiciones sociales y productivas de la mer-
cantilización para lograr la inserción a las REG (CVG) (OCDE, 2013).
En este nuevo escenario de plegamiento de la periferia al centro bajo el «post
CW», emergen conceptos claves como el de CVG, posicionado(s), como vimos en el
Capítulo II, como dispositivo(s) neoliberales que disuelve(n) la noción de poder
como dominación y transforman a este en una forma de «coproducción colectiva»,
sin fricciones, sin conflictos, sin dominación (ver Capítulo II). En dicha tarea y bajo
esos dispositivos, se inscribe la renovada forma de dominación combinatoria del

182
disciplinamiento y la consensualidad hegemónica. Es decir, toma lugar la capaci-
dad disciplinante del acceso al financiamiento a través de múltiples programas y las
formas promovidas de adecuación —subordinada— a los encadenamientos econó-
micos, junto con aquellas formas basadas en el «convencimiento consensuado»,
desprendidas de un registro discursivo despolitizante y de supuesta dominancia
técnica que pone en diminutivo la conflictividad y las formas contradictorias de
reproducción (Swyngedouw, 2014) como condición para argumentar la necesidad
de una participación mancomunada, pero localmente fragmentaria, de todos aque-
llos afectados por el excluyente, subordinante y desigualador poder de las fraccio-
nes globalizadas del capital y sus penetrantes lógicas de flujos.
Desde el punto de vista productivo, lejos de la conflictividad y las lógicas colec-
tivas contra-estratégicas y contra-hegemónicas, las referencias impulsadas desde
las RPG —y sus organizaciones controlantes— hacia los actores económicos e ins-
titucionales de la periferia pasa por el despliegue de acciones —y políticas— «inte-
ligentes» que permiten sumarse «inteligentemente» a las REG (presentadas como
CVG). Esta capacidad de sumarse «inteligentemente», ha sido convertida por el
relato épico del bloque de poder trasnacional que las lidera en condición sine qua
non para el desarrollo (OCDE, 2013).17 Complementariamente, en el plano social, la
creciente divulgación a través de manuales y seminarios sobre el papel del buen
gobierno y el activo involucramiento de la sociedad civil a nivel local y global, lejos
de una activación reforzadora del proceso de control social global, ha potenciado
un despolitizante y fragmentario (Jaeger, 2007) proceso de legitimación de los acto-
res subalternos y excluidos de esas redes (Fernández y Cardozo, 2012).
Haciendo una apretada síntesis del examen de las variaciones de la periferia, se
la ha considerado de acuerdo con los cambios que la misma ha ido experimentando
a partir de su relación con las diferentes fases y crisis experimentadas por el centro.
Al analizar la última fase —la del capitalismo global—, hemos considerado la forma
como, lejos de disolverse, se reformula afirmativamente la dinámica centro-periferia
a partir de la posición ofensiva del capital global, emergente, como vimos, de la
externalización del capital monopólico de las condiciones intranacionales de repro-
ducción dominantes durante la fase de posguerra bajo una situación operativamen-

17. En 2013, en las declaraciones de clausura del lanzamiento de la «Perspectiva Sobre Desarro-
llo Global» de la OCDE, su Secretario General, Ángel Gurría, señalaba «Como parte de nuestra estra-
tegia de desarrollo, también estamos promoviendo el diálogo sobre políticas y el intercambio de
conocimiento entre países sobre las Cadenas de Valor Global (CVGs) y los recursos naturales para el
desarrollo. Las Cadenas de Valor Global (CVGs) están abriendo nuevas oportunidades para los países
en desarrollo: ellos reducen el costo de importar tanto como de exportar, y profundizan la conectivi-
dad con el mercado global. En última instancia, las CVGs pueden ayudar a los países en desarrollo a
conectarse con el comercio y el crecimiento de los ingresos. Los países cuyas economías dependen
fuertemente de los recursos naturales han sido también beneficiados a partir del aumento de la
demanda en las economías en crecimiento. Sin embargo, las economías basadas en recursos corren
el riesgo que de rápidamente se agoten los recursos no renovables y queden atrapados en una “mal-
dición de los recursos”. Nuestro trabajo sobre esto ayudará a identificar las opciones para hacer
frente a la volatilidad, ampliar la base económica y gravar impuestos eficazmente», para rematar
indicando que: «Juntos podemos ayudar a mejorar la política de desarrollo y proporcionar un aseso-
ramiento determinado a los retos específicos de desarrollo a través de políticas industriales inteligen-
tes. Esto se puede hacer sin perder la oportunidad de cambiar hacia economías más fuertes, más
limpias y más justas. La OCDE está dispuesta a colaborar con otras instituciones y con personas
como usted para que esto suceda» (OCDE, 2013).

183
te defensiva en la que, no obstante las altas tasas de crecimiento, se hizo insostenible
su reproducción hacia finales de los años sesenta. Dicho nuevo posicionamiento
representa una renovada capacidad de acción estratégica de ese capital global para
reproducir la integración selectiva, subordinada y desigual de los actores «territo-
rialmente encapsulados» a las lógicas de flujos estructuradas a partir de las REyPG.
Bajo el dominio de ambas redes y el apuntalamiento estratégico de los Estados cen-
trales, los actores que las nodalizan y comandan (las ETs en el caso de las REG y los
OI en las RPG) interpenetran sus lógicas reproductivas —económicas, instituciona-
les y culturales— conformando un «bloque trasnacional» de disciplinamiento y he-
gemonía consensual que recrea la forma de dominación del centro, al tiempo que
desliga a los actores trasnacionales de la construcción en los espacios periféricos de
las condiciones de compatibilidad de los procesos de acumulación y legitimación.
Ahora bien, el desarrollo de esta dinámica no destrona/desactiva la lógica con-
tradictoria centro-periferia y por lo tanto no puede ser leída unilateralmente como
un proceso armónico. Ello equivale a señalar dos aspectos esenciales de su cons-
trucción:

i) el desarrollo y constitución de las REyPG ha tomado lugar sobre la base de un


proceso que, aunque inalterado en la preservación del centro y su dominio, se pre-
senta disputado, conflictivo y complejo. Es decir, lejos ha estado de ser un proceso
armónico, unidireccionalmente legible desde el norte; y,
ii) al mismo tiempo, no ha representado un proceso convergente y homogéneo,
signado por el fin de la historia, sino heterogéneo y divergente, con respuestas espe-
cíficas dentro del SG.

En cuanto al primer aspecto, el nuevo escenario regulatorio de la «fase global»


del capitalismo, o más bien, el nuevo cuadro de funcionamiento institucional no
debe ser entendido como un simple acoplamiento de los Estados-nación a las
imposiciones de redes globales formadas por actores económicos en el contexto
de la presunta emergencia de un Estado Trasnacional (Robinson, 2003), sino como
un complejo y múltiplemente disputado juego de intereses, acciones y arreglos
escalares, a través de los cuáles también los actores y espacios periféricos —nacio-
nales— desarrollan su papel de agentes con estrategias que tratan de construir su
posicionamiento en las REyPG, respondiendo a las mismas o construyendo redes
alternativas.
Con referencia al segundo aspecto, las estrategias de los actores periféricos se
enmarcan y se condicionan además en estructuras nacionales configuradas históri-
camente, en el marco de las cuales —o con raíces en el desarrollo de esas formas—
emergen diferentes trayectorias, con particulares formas y elementos que fueron
conformando, al interior del SG, diferenciadas capacidades para acoplarse a las
redes de flujos, o bien para operar alternativamente como un centro de respuesta
autónomo. En otras palabras, Estados centrales, REyPG, OI y ETs no operan verti-
calmente sobre una periferia inerme, que ofrece una misma plataforma de impacto
y penetrabilidad. Las acciones y formas de penetración del poder del centro se rea-
lizan sobre campos de diferenciada resistencia, variables ductilidades, divergentes
condiciones de respuesta en función de la/las forma/s en que los procesos de acu-
mulación y regulación se han conformado históricamente.

184
Llegados a este punto, estos aspectos nos colocan en el otro punto esencial que
cierra el análisis de las variaciones capitalistas, en el que destacamos la necesidad
de poner en consideración ya no solo los cambios o variaciones de la periferia, sino,
antes bien, los cambios en (al interior) de la misma. Ello nos conduce al análisis de
los procesos, las estructuras y estrategias que parten desde los actores de la perife-
ria, desplegando procesos/dinámicas —nacionales— divergentes, que tiene lugar al
interior de la misma y fijan las plataformas históricamente variables de articulación
con las REyPG.

5. Variaciones (espaciales) en la periferia en el marco


de sus variaciones temporales

Analizar las diferentes «variedades» de capitalismo al interior de la periferia,


tomando en cuenta las especificidades nacionales y regionales del SG resulta rele-
vante no solo para comprender los fundamentos de los diferentes performances des-
de el punto de vista del desarrollo (Kholi, 2012), sino para apreciar la diferencial
capacidad para desarrollar cambios que viabilicen las salidas de los posicionamien-
tos periféricos. Es decir, para conocer cuáles son las «variaciones virtuosas» de las
formas capitalistas periféricas e indagar cuáles son sus fundamentos. Identificar
esos fundamentos bajo la fase de capitalismo global, permite brindar respuestas
sobre las causas actuantes en los diferenciados y divergentes comportamientos que
tienen lugar al interior del SG, algo que ha formado parte de nuestros interrogantes
centrales, como pudimos apreciar en la Introducción y el Capítulo I.
Como observamos en dicho capítulo, entendiendo el sistema mundo como un
todo y al mismo tiempo introducidos dentro de la emergencia del surgimiento del
EA en relación comparativa con AL, y acorde a lo que fuimos analizando, dar cuen-
ta de los fundamentos y las condiciones que explican la divergencia —y en buena
medida la excepcionalidad— demanda identificar qué elementos y estrategias eco-
nómicas e institucionales de los agentes que forman parte de las diferentes trayec-
torias nacionales y macrorregionales configuran la diferencial capacidad de operar
bajo las estructuras globales, es decir, de actuar con variable capacidad para alterar
el posicionamiento periférico.
Las particulares estrategias y particular configuración de esos elementos (eco-
nómicos e institucionales), en el marco de una determinada trayectoria histórica,
conforma(n) una(s) variable(s) «autonomía(s)» de los agentes posicionados perifé-
ricamente que fundamenta su capacidad de respuesta ante el escenario contradic-
torio que marcan las relaciones centro-periferia y las lógicas territoriales y de flujos.
Es decir, conforman la diferencial capacidad de respuesta frente a las estrategias de
los actores exógenos que controlan las REyPG en la fase global del capitalismo.
Ante ello, y por lo que previamente se ha indicado:

a) los espacios nacionales —y los macrorregionales construidos sobre ellos—


no son subsunciones dentro de las lógicas de flujos de las redes globales, sino cam-
pos estratégicos en los que un complejo de actores económicos e institucionales
(agentes) cuentan con variables capacidades de elaborar formas —más o menos
autónomas, más o menos subalternas— de articulación a las redes;

185
b) la capacidad de respuesta de esos espacios implica, por lo tanto, el divergen-
te —o la variable— autonomía emergente de las distintas trayectorias históricas a
partir de las cuales se configuran las modalidades en que tiene lugar el acopla-
miento a las redes globales o la construcción de redes alternativas; y c) en tanto la
diferencial formación de autonomía explica la —diferencial— capacidad de res-
puesta, el alcance de esta última da cuenta de la capacidad de cambio dentro de
las variaciones capitalistas, enfocándose en aquel(los) cambio(s) que logra(n) ex-
presar alteraciones estructurales por las cuales los espacios nacionales o regiona-
les emergen.

La autonomía que brinda capacidad para desarrollar esos cambios se estruc-


tura en: i) un conjunto de elementos esenciales y retroalimentarios que refieren
directamente a los núcleos de acumulación (NA) y los núcleos de implicación
estatal (NIE); y ii) cuyas propiedades se han definido diferenciadamente en el SG
a partir de las particularidades que presentan las permisividades externas y las
viabilidades internas sobre las cuales se desarrollan las mencionadas trayectorias
históricas.
A partir de esos elementos y sus particularidades constitutivas a que dan lugar
esas permisividades externas y viabilidades internas se hace posible entonces iden-
tificar diferentes variaciones nacionales y macrorregionales de capitalismo al inte-
rior del SG, variaciones desde las cuales ganan explicación los perfomances diferen-
ciados. Signadas por diferencias sustantivas en su autonomía respecto de las RE-
yPG, esas variaciones se expresan en unos casos como centros de respuesta, que
obtienen la capacidad excepcional de operar cambios estructurales/mayores para
la salida de la periferia, o bien, más dominantemente, como centros de acopla-
miento que, más allá de sus cambios, se afirman en una integración subalterna a
dichas redes.

5.1. Los elementos de la autonomía y las formas/condiciones con las cuales


es edificada: un análisis de los núcleos y sus vinculaciones

Los elementos esenciales y retroalimentarios que conforman las especificida-


des de las autonomías y capacidades de respuestas nacionales están representa-
dos por las calidades adquiridas debido al desarrollo de dos núcleos básicos: el
núcleo de acumulación nacional y el núcleo de implicación institucional con epi-
centro estatal, configurados ambos a partir de un conjunto de elementos diferen-
ciadores. Dichos elementos contienen propiedades que, a efectos analítico/expli-
cativos, pueden desagregarse en forma bipolar, aunque «los grados» en que esas
propiedades se hacen presentes, pueden presentar una gran variabilidad de for-
mas históricas de desarrollo, no solo entre las grandes áreas del SG, sino al inte-
rior de la mismas, entre los países que las conforman. Como mencionamos, en
tanto ambos núcleos operan retro-alimentariamente, las propiedades de cada uno
y sus relaciones conllevan implicancias para el otro núcleo y sus propiedades, y la
forma como esa relación dialéctica se desenvuelve en determinados procesos his-
tóricos y espacios, configura, al interior del SG, las particulares variedades de
capitalismo.

186
El núcleo de acumulación (NA) se configura a partir de tres aspectos/variables
relevantes, y sus respectivas dimensiones y efectos, a su vez, sobre las dimensio-
nes externas e internas de los espacios nacionales. Estos aspectos/variables con-
sisten en:

• El origen y forma de control del capital que domina el ciclo de industrialización y


la forma de integración del capital trasnacional al proceso nacional de acumulación.
Importa aquí conocer el origen de quien controla el proceso de acumulación al
interior de un espacio nacional. Observado en la fase global del capitalismo, y desde
el punto de vista de la REG (y las CVG que las forman), cuenta considerar si el
complejo de actividades de mayor dinamismo y generación o retención de valor
(marketing o diseño o tarea calificada/innovadora de industrialización) así como los
actores vinculados a esas actividades se localizan dentro de un determinado espa-
cio nacional, o si, por el contrario, esas actividades u actores resultan externos. De
ello pende la configuración de un NA dominantemente endógeno u exógeno, donde
opera la dominancia trasnacional en los sectores más relevantes o bien el control de
dichos sectores queda subordinado a la gestación endógena de las firmas.
• La forma dominante de reproducción del capital. Aquí se distingue aquellas
dinámicas fundadas en la generación de plusvalías a través de los procesos de apren-
dizaje e innovación de aquellas estáticas centradas en las cuasi-rentas provenientes
de la capitalización de ventajas comparativas naturales que otorgan rentas selecti-
vas. En otros términos, toma lugar la diferenciación de la generación de excedentes
a partir de procesos dinámicos sustentados en la inversión de riesgo y la creación de
conocimiento o el centramiento de los procesos productivos en formas estáticas de
«captación de excedentes por posesión de rentas naturales». Mientras en la anterior
dimensión, como indicamos, el NA asume formas alternativas dominantemente
endógenas o exógenas, a partir de este se define su carácter dinámico.
• El nivel de articulación del capital financiero con el productivo a partir de for-
mas de valorización desplegadas al interior del sistema financiero y escasa o relati-
va conexión con el sistema productivo, o condicionadas por el comportamiento de
—y la vinculación a— este último. Esta variable actúa como un vector condicionan-
te para la conformación de las otras: así, una auto—reproducción del capital finan-
ciero con una articulación débil con el sistema productivo, en los escenarios perifé-
ricos limita la capacidad de impulsar un patrón productivo más endógeno y a su vez
dinámico, en el que puedan financiarse extensivamente los procesos de aprendizaje
e innovación.

Sobre la base de estos tres elementos emergen características de los NA que


afectan el «hacia adentro» y «hacia afuera» de los espacios nacionales. Hacia el
interior de los espacios nacionales, los efectos distributivos del patrón productivo
endógeno y la extensión de la dinámica del conocimiento se traducen internamente
en un patrón productivo más complejo y homogéneo a nivel de la productividad y
los ingresos, y por tanto más homogéneo socialmente. Por su parte, un proceso de
acumulación dominado por un carácter exógeno y aferrado a las rentas naturales
conforma un patrón productivo menos denso y una estructura social más desigual
y heterogénea. Hacia el exterior, la forma endógena/exógena o rentista/dinámica
del núcleo acumulativo impacta y condiciona el patrón de inserción internacional

187
obtenido. La inserción por las «vías altas» de las REG, es decir en aquellos segmen-
tos de más alta valorización se halla inevitablemente ligada a la dominancia de un
patrón endógeno y dinámico, mientras que la preponderancia de un control exóge-
no asociado a formas de valorización rentistas (sin innovación) alientan una inser-
ción subalterna en los segmentos/funciones de más baja valorización de las CVG.
Estas propiedades del núcleo de acumulación —con sus efectos intra y extra
nacionales— están al mismo tiempo afectadas en su conformación y cambios por
las calidades desarrolladas por el Núcleo de Implicación Estatal (NIE). En tal
sentido, los Estados no solo adquieren un papel fundamental en el despliegue de
la lógica global de acumulación y la conformación histórica de los centros de
hegemonía cíclica del capitalismo (Arrighi, 1994), sino que sus calidades y funcio-
nes estratégicas se vuelven relevantes en la determinación de las particularidades
de los NA que se configuran en las distintas trayectorias nacionales. Esas calida-
des históricamente configuradas se definen en este caso a partir de tres grandes
variables:

a) La calidad de la estructura organizacional, entendida a partir de dos dimen-


siones fundamentales e interrelacionadas:
• La base conceptual/operativa y las formas de reclutamiento del staff burocrá-
tico. Al interior de esa dimensión se distinguen dos tipos básicos de configuraciones
estatales a indagar: por un lado, aquellas en las que prima la formación de un staff
político-burocrático cuya perspectiva conceptual ha estado orientada a la imple-
mentación de estrategias que priorizan el desarrollo endógeno y competitivo de la
estructura productivo/industrial acompañado de un proceso meritocrático de re-
clutamiento, basado en la «selección de los mejores» acorde a su formación y perti-
nencia con los objetivos; por otro lado, aquellas configuraciones estatales en cuyo
staff prepondera una base conceptual y operativa ligada a la cobertura de demandas
de actores endógenos y exógenos, así como formas de reclutamiento ajenos a la
valoración de la idoneidad y competencia de los servidores civiles.
• La presencia en esas configuraciones estatales de instancias (pilotos o noda-
les) que articulan internamente las estructuras y flujos de acción del Estado, dando
a través de ello cohesividad a su implicación y capacidad de direccionar el proceso
de industrialización y acumulación; o bien, alternativamente, configuraciones don-
de dominan las formas intraestatales predominantemente fragmentarias/fragmen-
tantes, a partir de la ausencia de esas instancias internas de coherentización.
b) La existencia o inexistencia de control y/o capacidad de direccionamiento
estatal del financiamiento a los procesos de producción/industrialización, de lo que
deriva la capacidad de subordinación del capital financiero a las estrategias pro-
ductivas orientadas por el estado.
c) Presencia o ausencia de coaliciones sociales que dan soporte a la estrategia
de intervención estatal en relación con el NA, considerando para ello la capacidad/
incapacidad organizacional e implicativa del Estado sobre el capital, la organiza-
ción del trabajo y la sociedad civil.

Ahora bien, estos elementos constitutivos de los núcleos y sus propiedades tie-
nen un vínculo dialéctico entre sí. La configuración de las propiedades de los NA va

188
FIGURA 7

FUENTE: elaboración propia.

condicionando fuertemente las formas o propiedades asumidas por el NIE y vice-


versa. Asimismo, ese proceso dialógico y codeterminado de ambos núcleos y sus
propiedades contiene efectos directos en la forma como las trayectorias nacionales
se articulan a las REyPG, es decir, la forma como opera en unos casos como centros
de respuestas con capacidad de condicionar la vinculación a esas redes y los actores
trasnacionales que las controlan y en otros casos como centros de acoplamiento,
subordinados a las condiciones de selección que imponen desde esas redes sus ac-
tores controlantes y sus lógicas dominantemente financiarizadas.
La formación de centros de respuesta está condicionada por la configuración
de NA que tienen como epicentro el desarrollo de un patrón endógeno, sustentado
en firmas locales ocupando las actividades centrales de los encadenamientos, y
dinámico, fundado en la extensión de procesos de aprendizaje e innovación en los
actores productivos de base local. Esa constitución endógena y dinámica resulta el
sustrato básico para determinar, hacia adentro, la conformación de una estructura
de acumulación económicamente densa, con creciente inclusividad y homogenei-
zación en los patrones de productividad e ingresos, lo que conlleva desde el plano
social una modalidad más equitativa de generación y distribución del excedente.
Hacia afuera, resulta un condicionante para preservar los márgenes de autonomía
de los actores locales y sus lógicas territoriales, creando opciones de encadena-
mientos alternativos o asegurando funciones de alta valorización en las cadenas de
valor «generadas en», o «penetrantes de» los espacios nacionales.
La ausencia de esas propiedades en los elementos del NA, o más bien la presen-
cia de sus reverso, no configura centros —autónomos— de respuesta, sino centros
—subordinados— de acoplamiento. Es decir, conforma una vinculación dominan-
temente subordinada del SG —y de las lógicas territoriales que operan en su inte-
rior— a las REG y sus lógicas de flujos. La formación exógena y estática de los NA

189
de la periferia resulta al interior de los espacios nacionales un combinado limitante
para su complejización y, por tanto, un escenario que habilita en su interior la do-
minancia y profundización de la desigualación y heterogeneidad en la estructura
productiva, mientras que en lo externo condiciona el acoplamiento a las funciones
y actividades que imponen las ETs que controlan las REG.
Las diferencias contenidas en el NA a partir de sus efectos tanto sobre el desa-
rrollo interno como en la forma de inserción o relacionamiento con las redes globa-
les no solo permite detectar la diferencial posición de diferentes trayectorias nacio-
nales como centro de respuesta o centro de acoplamiento (producto de la forma en
que se establecen desde esas trayectorias las relaciones entre la lógica territorial/
lógica de flujos), sino que da cuenta de la diferente capacidad de alterar estructural-
mente el posicionamiento periférico y, con ello, de contar con insumos propios para
sus estrategias de desarrollo.
Ahora bien, la conformación de los centros de respuesta o centros de acoplamien-
to y, por tanto, la diferencial capacidad de alterar el posicionamiento periférico, no
se define solo a nivel del NA ni tiene lugar a través de la espontaneidad de las rela-
ciones socio económicas, sino que, en el marco de la lógica contradictoria que he-
mos venido analizando, se conforma también a partir de una implicación estatal
que actúa decisivamente en la gestación de NA y sus propiedades, y en el despliegue
de su variable capacidad de condicionamiento y alternativización a las estrategias
de plegamiento/articulación funcional y escalar impulsadas desde las REyPG. La
forma —y eficacia— de esa implicación encuentra fundamento en las propiedades
del NIE como un determinante para edificar y orientar un NA endógeno y dinámico
como el indicado anteriormente. En ese NIE domina la calidad meritocrática de su
staff y estructura de coherentización interna, así como el control de los instrumen-
tos de financiamiento que permiten las acciones de condicionamiento —y/o colabo-
ración condicionada a objetivos— trazados desde el Estado y que no le son impues-
tos al mismo.
Por su parte, mirado desde la forma como un NA condiciona al NIE, la domi-
nancia de una composición exógena y comportamientos rentistas (adversidad al
riesgo y el aprendizaje) en sus actores económicos se asocia a —y muchas veces
requiere de— un NIE donde dominan las propiedades inversas a las antes señala-
das. Es decir, posee afinidad con la ausencia de la cohesividad interna e incapaci-
dad operativa y condicionadora que ofrecen las formaciones patrimonialistas y
clientelares, y la carencia de control sobre herramientas fundamentales como el
financiero —y fiscal— para el condicionamiento de los actores económicos que
forman el NA.
Finalmente, esas propiedades estatales —desde su vinculación con los NA—
inciden sustantivamente sobre la forma en que el propio Estado se vincula con las
RPG. Particularmente la falta de instancias coherentizadoras —y cohesivas— de la
implicación estatal y la carencia de control sobre el herramental del financiamien-
to, al tiempo que inviabiliza el direccionamiento estatal de los actores capitalistas
locales hacia la conformación de un NA endógeno y dinámico, posiciona al Estado
frágilmente para enfrentar tanto las demandas socioeconómicas provenientes de
las insuficiencias del NA como las formas de incorporación dependiente y subalter-
na impulsadas desde los OI que «asisten condicionadoramente» a esos Estados
para responder a dichas demandas. Bajo esa vulnerabilidad, resalta complementa-

190
riamente la carencia de capacidad condicionadora y regulativa sobre las formas de
inserción de las fracciones trasnacionalizadas del capital, productivo y financiero.
En cambio, un NIE con esas propiedades brinda ante esas redes y actores una
autonomía organizacional/conceptual y operativa, así como un emplazamiento or-
denado con capacidad de regulación y «condicionamiento invertido» tanto en cuanto
a los OI que expresan las RPG, como a los actores productivos y financieros interna-
cionales que forman las REG, siendo ello imprescindible para actuar, a su vez, inter-
namente, potenciando las modalidades endógenas y dinámicas del NA.
La variable formación, por lo tanto, de centros de respuesta (dominio de la
autonomía) o centros de acoplamiento (dominio de la subalternidad) de las trayec-
torias nacionales a partir de los elementos que forman los NA y el NIE y sus relacio-
nes (ver Figuras 8 y 9), da cuenta de las diferenciales variaciones que tienen lugar en
el interior de la periferia y, a través de ella, de la capacidad de explicar los funda-
mentos de los cambios que conducen a las excepcionales salidas del posiciona-
miento periférico.
Sin embargo, como indicamos, ello requiere ser analizado dentro del contexto
de las especificidades determinadas por las trayectorias históricas que han acompa-
ñado a la periferia en el marco de las fases que signaron los cambios globales del
capitalismo. Al examinar esas especificidades, surgen claramente un conjunto de
elementos complementarios, que operan como condicionantes o habilitantes en la
formación de los elementos que componen los núcleos y sus interacciones.

FIGURA 8

FUENTE: elaboración propia.

191
FIGURA 9

FUENTE: elaboración propia.

5.2. Trayectorias históricas y condiciones de la autonomía/capacidad de respuesta:


permisividad externa y la viabilidad interna

Como vimos a partir del Capítulo I, los cambios operados al interior del SG han
tenido lugar dentro de un contexto de inalterabilidad de la estructura centro-perife-
ria, por lo que al analizar las variaciones de la periferia, hemos visto que la misma
se inscribe en un cuadro histórico general en el cual el control de las actividades y
del complejo institucional se ha manejado con marcadas condiciones estructurales
de articulación donde se potencian los actores dominantes de las REyPG.
Ello, sin embargo, no puede —ni debe— opacar dos aspectos que entroncan
con el examen del cambio, ausente en los enfoques dominante de VC. En primer
lugar, bajo este contexto general, al interior de la periferia operan, no obstante tra-
yectorias —macrorregionales y nacionales— cualitativamente diferenciadas, con-
formándose el EA como un área específica que se ha destacado por un dinamismo
global que sobresale respecto del conjunto del SG. En segundo término, en el mar-
co de esas trayectorias, un conjunto acotado de experiencias nacionales generaron
roturas/cambios estructurales, signados por la excepcional capacidad de abando-
nar su original posicionamiento periférico.
Esa capacidad —excepcional— de operar cambios estructurales no ha emergi-
do descontextuadamente, sino que, como hemos adelantado, se ha gestado bajo
trayectorias históricas diferenciadas al interior del SG. La particularidad de esas
trayectorias resulta determinante en la conformación de los NA y NIE, así como en
las relaciones entre ellos. Sobre esas conformaciones de los núcleos y sus relaciones

192
FIGURA 10

FUENTE: elaboración propia.

se fundan las diferenciadas «variaciones» experimentadas al interior de la periferia


ante las crisis, cambios y fases constitutivas del sistema capitalista a nivel global.
Específicamente, y más allá de los aspectos históricos de larga duración, al analizar
las trayectorias históricas del EA en comparación con otras áreas del SG (como
AL), resulta esencial considerar las particularidades que adquiere la conformación
de los NA y los NIE y sus relaciones a partir de la especificidad de las trayectoria
históricas que tienen lugar al interior de la periferia al vincularse a los cambios
operados en el capitalismo en la segunda mitad del siglo XX. Es decir, a partir de la
configuración —en los centros— de la fase del capitalismo monopólico, sus crisis y
transformaciones que desembocan en la aun indefinida fase del capitalismo global.
En esas trayectorias históricas, la formación de los más bien excepcionales cen-
tros de respuesta experimentados en el EA, o bien de los mayoritarios centros de
acoplamiento acaecidos en escenarios como el de AL, encuentra sus aspectos cuali-
tativos más definitivos a partir de la diferencial presencia de elementos condicio-
nantes, nacionalmente exógenos y endógenos, que afectan cada trayectoria, restrin-
giendo o habilitando la configuración autónoma de esos NA y NIE y, por tanto, de
las instancias nacionales donde se forman e interactúan. Como bien precisara He-
lio Jaguaribe, la autonomía en una estrategia de desarrollo nacional emerge como
resultado de dos condiciones básicas: la viabilidad nacional y la permisibilidad in-
ternacional (Jaguaribe, 1979) que han estado presentes durante esas trayectorias
históricas. Ambos factores operan en forma no excluyente sino retroalimentaria
sobre la formación de las diferentes propiedades de los núcleos y sus elementos.
Después de esta breve consideración, y observando comparativamente las tra-
yectorias del EA y AL, vale: a) analizar las especificidades constitutivas que han
presentado ambos núcleos y sus relaciones durante la fase del capitalismo monopó-
lico y su diferenciada capacidad de articulación (como centro de respuesta y de
acoplamiento) emergente en la fase del capitalismo global; y b) para considerar

193
luego la forma en que esos condicionantes de viabilidad/interna y permisividad/
externa han actuado sobre esas especificidades.

5.3. Los núcleos y sus efectos a través de las variaciones temporales: desde
la especificidad en sus trayectorias constitutivas a la formación de los centros
de respuesta y acoplamiento

Como observamos, a través de sus variaciones temporales la periferia se articu-


ló en la «fase» del capitalismo monopólico a partir de una autonomización relativa,
que viabilizó tanto en el EA como en AL procesos de industrialización sustitutivos.
Indicamos también que, en términos globales, ello no condujo a la autonomía, en
tanto los procesos sustitutivos fueron finalmente capturados por la acción del capi-
tal trasnacional a partir de un reposicionamiento que evitó la complejización de la
estructura productiva y el despliegue de una mayor y necesaria autonomía en la
inserción global.
Sin embargo, al momento de reconocer las especificidades dentro de la perife-
ria, encontramos que el EA, y más particularmente un grupo selecto de países en su
interior, escapó a dicha dinámica, quebrando excepcionalmente su inicial posicio-
namiento periférico. La observación de la forma diferencial que adquirió la forma-
ción de los núcleos y sus relaciones durante la posguerra proporciona argumentos
explicativos de este «escape selectivo».

5.3.1. La formación de los núcleos de acumulación en la periferia durante la fase


del capitalismo monopólico

Los cambios más significativos en el siglo pasado en lo que respecta a la forma-


ción de los NA tanto en EA como en AL vino de la mano de la sustitución de impor-
taciones que acompañó al nuevo patrón de inserción internacional erigido a partir
de la posguerra y el proceso de reconstrucción de los países bajo el capitalismo
monopólico. Bajo lo que denominamos «variación temporal de la periferia», tanto
AL —especialmente los grandes países como Argentina, México, Brasil— como el
EA —especialmente Japón, Corea y Taiwán, y más recientemente China— se revin-
cularon al centro a partir de un proceso de reconstrucción e industrialización que
configuró un nuevo NA con características de las que antes carecían.
No obstante el punto de partida común en la dinámica sustitutiva (Medeiros,
2011), las experiencias del EA, reflejadas en las exitosas trayectorias en la posguerra
de los tres países antes mencionados (Wade, 1992, 2004), lograron configurar —tam-
bién con sus especificidades internas— un núcleo de acumulación endógeno y diná-
mico (NEnD), mientras que las experiencias de LA, con todas sus diferencias y espe-
cificidades internas, permanecieron bajo las limitaciones de un núcleo exógeno y
rentista (NExR).
Ambos núcleos se correspondieron a trayectorias diferenciadas de los actores
en lo que respecta a la capacidad de operar internamente. En el caso del NEnD, las
experiencias desplegadas por el EA en la posguerra, lograron estratégicamente la
conformación de una base endógena del capital (productivo y financiero), sobre la
que se formó esencialmente el NA, base que al mismo tiempo adquirió un dinamis-

194
FIGURA 11

FUENTE: elaboración propia.

mo fundado en la ampliación —y retención— del excedente por medio de un proce-


so continuado —y explícitamente direccionado— de aprendizaje. Se edificó, en los
términos de Fajnzylber (1983), un núcleo endógeno de dinamización tecnológica
apuntalado por un sistema financiero, también de fuerte base endógena y con di-
reccionamiento estatal hacia el proceso productivo (Zysman, 1983; Amsdem, 1989;
Papanek, 1988). En tal contexto, el capital transnacional fue asimilado condiciona-
damente como fuente para la captura endógena de conocimientos a través de apren-
dizajes institucionalmente estimulados/orientados (Amsden, 1989, 1994; Wade, 1990;
Katz, 2008; Weiss, 1998).
La base endógena y la integración condicionada de los actores trasnacionales
conllevó, desde el plano interno, la posibilidad de avanzar en el conjunto de eslabo-
namientos (Hamilton y Biggart, 1988; Orru y Baggart, 1991) que dan densidad al
sistema productivo, generando por parte de este último, y a nivel interno, una fuerte
capacidad absortiva de la fuerza de trabajo (empleo formal) (Lu-Lin y Gereffi, 1994),
aspectos esenciales en la superación de la heterogeneidad socioeconómica y la dis-
minución de la desigualdad social (Birdsall et al., 1995).
Desde el plano externo, el dinamismo del NA permitió una inserción creciente
en las vías altas de los encadenamientos globales, asumiendo progresivamente po-
siciones de comando en las CVG y fortificando para esos posicionamientos a acto-
res trasnacionales de origen local (ver Capítulo I).
Por su parte, y a diferencia de la forma endógena y dinámica de los NA del EA
consolidados con continuidad durante toda la posguerra, en AL, en línea con lo que
sucedió en el resto del SG a excepción del EA, se conformó en general una base
endógena endeble y de escaso dinamismo innovador dada la inalterada inserción
internacional periférica como proveedora de recursos naturales en la que se vieron
envueltas las economías nacionales en su formación histórica. Al integrarse activa-
mente las ETs al proceso de la ISI durante la posguerra (1950 y 1960), las mismas
dieron lugar a un proceso de desnacionalización (Sunkel, 1969, 1971) que, al tiempo
que profundizó la debilidad del NIE, dejó inalterable el NA. Dicho patrón quedó
aferrado a las cuasi rentas de privilegios vinculadas a la explotación concentrada de
los recursos naturales y la escases de comportamientos innovativos locales (Schuldt

195
y Acosta, 2006; Nochteff, 1996; Dabat et al., 2007; Lacabana, 2006), y acompañado de
una capitalización privilegiada por parte de las ETs de una estrategia de crecimiento
hacia adentro, alentaba por la fuerte protección mercado internista del período ISI
(Fajnzylber, 1983).
A la escasa endogeneidad y dinamismo que acompañaba el liderazgo obtenido
por las ETs, se sumó su escasa articulación a la base productiva nacional (Chudno-
vsky y López, 2007; Fajnzylber, 1976; Bair y Peters, 2006), lo que contribuyó por lo
tanto a mantener la escasa diversificación, autonomía, densidad e integración de
los sistemas productivos nacionales/locales, así como a estimular muy limitada-
mente los procesos de aprendizajes e innovación local que imprimen dinamismo
tecnológico endógeno (Fanjsylver, Tarragó, 1976; Katz, 2008).
Los efectos desde el punto de vista interno, ligados a la estructura socio-produc-
tiva, estuvieron asociados a la expansión de la heterogeneidad —aspecto distintivo
respecto del centro y característica de la periferia latinoamericana— con diferen-
ciales de productividad a nivel de ramas, sectores, ingresos y empleo (Pinto, 1970,
1971, 1976). En el último caso, con tasas altas de subocupación e informalidad que
reflejaban la escasa capacidad absortiva del —descomplejizado— aparato produc-
tivo. Desde el punto de vista externo, dichos efectos se ligaron a la incapacidad
crónica de alterar el patrón de inserción exportador basado en los recursos natura-
les, y enfrentar la dependencia de las divisas de esos recursos para superar el paso
desde las formas fáciles de sustitución de importaciones al desarrollo de etapas más
complejas.
FIGURA 12

FUENTE: elaboración propia.

5.3.2. La formación de los núcleos de implicación estatal (NIE)

El conjunto de experiencias del EA —con Japón como uno de los pioneros,


Corea del Sur, Taiwán y Singapur como modelos, y China como un «tigre en ascen-
so» —aún despertando— han sido posiblemente la más sobreestudiada plataforma
para considerar la forma en que los Estados desarrollistas (Kholi, 2004) han actua-
do en la configuración de los NA a través de la industrialización. Desde los clásicos

196
aportes iniciados por Johnson (1982), quien acuñó el término the developmental
state, un amplio cuerpo de autores (Woo-Cumings, 1999; Amsden, 1989; Chibber,
2003; Evans, 1995; Haggard, 1990; Wade, 1990; Weiss, 1998) se han encaminado a
analizar la importancia de esa configuración estatal en los procesos de industriali-
zación. Con sus especificidades, este cuerpo de trabajos aportó elementos empíri-
cos para dar cuenta de la —excepcional— forma en que, durante todo el período de
posguerra, los Estados con calidades organizativas, cohesividad y autonomía, asu-
mieron una presencia fundamental para actuar como agentes con capacidad estra-
tégica de incidir en la formación de las modalidades endógenas y dinámicas de
acumulación por industrialización.
En tal sentido, la forma de industrialización y la conformación de actores loca-
les capaces de insertarse dando profundización al proceso de industrialización, tuvo
lugar en esos selectivos países del EA a partir de realizar exactamente lo que el
Banco Mundial ordenaba no hacer: seleccionar y disciplinar industrias, conectar
burócratas con actividades de negocios y «obtener precios relativos incorrectos»
(Amsden, 1989; Kim, 2009: 384). En términos agregados, la estrategia de industria-
lización y su sustento en una activa política industrial, supuso un articulado y soste-
nido proceso de selección de actores y sectores, así como las combinadas acciones
de asistencia, condicionalidad y disciplinamiento (Kim, 2009), para el logro de per-
formances conducentes a las metas de productividad e inserción en el mercado
internacional. Para ello, el objetivo fue transformar rápidamente la etapa fácil de
ISI hacia una industrialización orientada a la exportación (IOE), superando las
inevitables restricciones del encierro proteccionista que, como veremos a continua-
ción, dominó en otros escenarios como el de AL.
La concreción del cambio de estrategia supuso la conformación de un NIE ca-
racterizado por las propiedades que hemos destacado anteriormente. Es decir, me-
diaron instancias de intervención estatal formadas a partir de lógicas meritrocráti-
cas (Evans, 1995), y la conformación de instancias nodales o piloto desde la que se
despliega la articulación y coherentización interna del Estado (Chang, 2010; Chib-
ber, 2003; Doner et al., 2005; Weiss, 1998). Sin ser una estructura monolítica y au-
sente de disensos (Block, 1992; Hundt, 2009), los staff burocráticos decisionales
ligados a esas instancias, además de calificados y dotados de información, lograron
imponer —siempre bajo la especificidad de las distintas experiencias nacionales y
sin la ausencia de disensos y debates intestinos (Chibber, 2005)—, una perspectiva
intraestatal sustentada conceptualmente en una estrategia nacional de acumula-
ción endógena. Dicha estrategia buscaba el fortalecimiento de los actores capitalis-
tas locales a partir de performances que incluían centralmente su capacidad de in-
serción en los mercados externos. Para ello, el Estado se transformó en un actor
central en el direccionamiento de todo el NA a partir de una capacidad de organiza-
ción y acción signada por la coherencia interna (Kholi, 2004), a partir de la cual se
fue combinando el disciplinamiento (Amsdem, 1989; Jhonson, 1982; Cohen y Zys-
man, 1988) con el desarrollo de un proceso intergobernado (Weiss, 2003a, 2003b) y
orientado por metas con los actores capitalistas locales.
En todo ese proceso, y bajo esa modalidad que otorgaba un papel central al
disciplinamiento, el direccionamiento estatal fue enriquecido informacional y ope-
rativamente a partir del encastramiento y sinergización del Estado con los propios
actores capitalistas (Evans, 1995; Kholi, 2004), al tiempo que evitaba el copamiento

197
faccioso de sus estructuras organizacionales y decisionales por los intereses corpo-
rativos de esos actores. Eludido este último aspecto, la combinada presencia de
disciplinamiento —del Estado sobre el capital— y cooperación/gobernanza inter-
penetrada —de ambos—, viabilizó un extensivo proceso de desarrollo de aprendi-
zajes y profundización sustitutiva de los actores capitalistas que permitió motorizar
el proceso de acumulación endógeno a partir de una inserción externa dinámica.
La ya resaltada capacidad de control sobre el sistema financiero por parte del
Estado y su subordinación a las metas productivas direccionadas por este y sus
agencias nodales, se transformó en una herramienta fundamental en el despliegue
de todo ese proceso, abasteciendo a los actores capitalistas locales de financiamien-
to a través subsidios y asistencia preferencial y barata al crédito (Woo, 1991) que se
acompañaban con cuotas de exportaciones para el desarrollo de sus metas (Ams-
dem, 1989). Ese cuadro de direccionamiento fue complementado con el facilita-
miento de las condiciones infraestructurales y de coordinación requerida por el
capital, así como por una fuerza de trabajo escasamente sindicalizada e involucra-
da en un proceso de creciente calidad educativa (Rodrik, 1995).
En tanto, producto de todo ello, el NA atravesó un círculo virtuoso de inserción
externa e inversiones internas (Rodrik, 1995; Krugman, 1994) favorecidas por el
crecimiento de la productividad y los retornos crecientes para el capital local, el
NIE y sus estrategias interventivas (combinadamente disciplinantes y coproducti-
vas) ganaron una legitimidad que, como veremos oportunamente, lejos ha estado
de ser irreversible.
En cambio, en AL, el NIE desde su interacción con el NA asumió características
sustantivamente diferentes. Precisamente, su formación y despliegue estuvo condi-
cionado en la forma adoptada por la dinámica de acumulación y distribución des-
plegada durante la posguerra, y el papel —a la vez activo y confrontativo/mutua-
mente eliminante— que asumieron los actores representantes del trabajo y el capi-
tal a lo largo del proceso sustitutivo, lo que condicionó fuertemente la autonomía
del Estado para direccionar el NA. El aceleramiento de la dinámica de la ISI se llevó
adelante en el marco de una compulsa entre los actores dominantes del capital y el
trabajo que condicionó su desarrollo. En tal sentido, por un lado, operaba la estruc-
tura concentrada y rentista del NA a partir del control de recursos primarios en
manos de las clases dominantes locales, lo que no sufrió alteración sino refuerzo
con el avance de las ETs —con tecnologías arcaicas— (Fajnzylber, 1983); por otro
lado, se gestaba la apertura hacia formas redistributivas que reforzaban a sectores
populares, formalmente acrecentados y organizados en el marco de las ISI (O’Donnel,
1977). El escenario resultante fue signado por una tensión creciente entre los acto-
res colocados a un lado y otro de dicho proceso, tensión que se potenciaba desde un
proceso de industrialización sustitutiva que no podía superar la fase «fácil» de bie-
nes de consumo y desplegar un NA sustentado en la reinversión en fases más com-
plejas, que facilite la compatibilización de la inserción externa más dinámica con
un proceso de endogeneización y dinamismo compatible con un patrón de consu-
mo e ingresos que viabilice una mayor capacidad inclusiva y homogeneidad social
(Pinto, 1970; Tavares y Serra, 1971) .
Mientras en el frente externo se erigían las limitaciones vinculadas al dominio
de un sector primario exportador que capitalizaba ventajas comparativas naciona-
les y operaba con patrones de productividad divergentes respecto del industrial, en

198
el frente interno se imponía un mapa de heterogeneidades productivas y sociales no
corregido a partir de las indicadas limitantes en las propiedades de un proceso
productivo/industrial heterogéneo y dualizado (Pinto, 1970).
Ese autolimitado proceso de conformación del NA y la dinámica de tensiones
por la que atravesaron, no acotó sus efectos internamente, sino que impactó en las
características del NIE. No obstante su creciente protagonismo y expansión a nivel
de las estructuras, la administración y el control de recursos sucedido con posterio-
ridad a la década de 1930 (Whitehead, 1998), el NIE fue incesantemente penetrado
y externamente configurado a partir de la irresuelta dinámica de tensiones protago-
nizadas, por un lado, por la fuerza de trabajo sindicalizada, las pequeñas y media-
nas formas del capital —crecientemente urbanizado— como participante y deman-
dantes de las formas protectivas y redistributivas, y, por otro lado, del capital con-
centrado de origen nacional, las oligarquías locales controlantes de la tierra como
principal factor de competencia externa y generador de divisas, y el capital extran-
jero, actor crecientemente activo desde la crisis de la sustitución fácil en la ISI.
En tanto ninguno de esos «bloques» lograba un dominio estable o, en todo caso,
procuraban imponerse dominios transitorios, el Estado quedó posicionado en un
estratégico pero, al mismo tiempo, subalterno papel. Su presencia se distinguió por
lo que algunos denominaron matriz estadocéntrica (Cavarozzi, 1991), asumiendo
centralidad como instancia de regulación económica, social y política (Iazzetta,
2007), orientada a resolver provisoriamente los requerimientos derivados de esas
complejas tramas de intereses y tensiones. Pero, la atención de esos requerimientos
lo convirtió en un espacio institucional colonizado, obligado a internalizar y luego a
abastecer las demandas corporativas y fraccionales (Esser, 1993; Portantiero, 1989;
Iazzeta, 1997; O’Donnel, 1977) proveniente de los actores sociales, ligados al capital
y el trabajo, que, crecientemente organizados, buscaban a través del Estado preser-
var sus posiciones o capturar nuevas rentas. El propio Estado se convirtió en recep-
táculo de empleo, derivado de la internalización estatal de una lógica en la que
imperó el corportativismo fragmentador y formas patronales que obstaculizaban u
horadaban su perfil meritrocrático (Smith, 1997; Malloy, 1979).
A diferencia de la experiencia asiática, todo ello alejó al Estado de la posibilidad
de estructurar y direccionar una estrategia acumulativa desde un marco cohesivo y
disciplinante. El Estado emergente, salvando todas las, por cierto, ricas especificida-
des nacionales de AL, fue signado por el desarrollo en su interior de un largo cuadro
de inestabilidades institucionales, que llevó en determinados momentos desde la pos-
guerra a desarrollar inorgánicamente una forma de atención redistribucionista y con-
vertirse en un «atendedor inorgánico» de las demandas corporativas —incluyendo las
que daban protección a la ISI— y, en otros, bajo reacciones autoritarias ligada a los
requerimientos del capital, a desmantelar los cuadros protectivos de la industrializa-
ción y distribución para favorecer selectivamente los intereses particulares de actores
concentrados locales y externos (O’Donnell, 1977). En todos los casos, y para viabili-
zar tanto una como otra lógica en ese juego de tensiones, se impuso la ausencia de
instancias estatales estables y coherentizadoras, dotadas de capacidades de direccio-
namiento disciplinante de los actores sociales y económicos, combinado con la inal-
terabilidad de las formas predominantes de clientelismo y patrimonialismo estatal en
todas sus escalas y, por ende, la fragilidad extendida en el tiempo del servicio civil
(Grindle, 2010; Lacoviello y Zuvanic, 2006) para enfrentar las exigentes tareas que fue

199
imponiendo el escenario global. La inestabilidad y cambiante acción a la que fue
sometido el Estado, y su copamiento corporativo, abonaron a la fragilidad y clienteli-
zación de sus burocracias, así como a la ausencia de instancias coherentes, dotadas
de una estructura conceptual y operativa estratégica centrada en la acumulación na-
cional. Bajo tal contexto, el irregular florecimiento de instituciones involucradas en el
desarrollo industrial naufragó por su incoordinada multiplicidad (Macomber, 1987)
así como por el abatimiento de esas instituciones operando al interior del Estado
cuando el capital local concentrado y extranjero lograban destrabar las regulaciones
que podían condicionar o amenazar la expansión de sus intereses.

5.3.3. Resultado de la configuración de los núcleos y sus interrelaciones


en la especificidad de sus trayectorias históricas

Como resultado de la observación comparativa resulta que, mientras en la ex-


periencia asiática se dieron las condiciones retroalimentarías para formar un NIE
capaz de direccionar —con diferentes especificidades nacionales— la constitución
y transformaciones del NA, en AL ese NIE quedó sujeto a la capacidad impositiva
de actores societales que operaban cíclicamente en la obstaculización no solo del
proceso de acumulación, sino también en la formación de una estatidad capaz de
doblegar los intereses corporativos y sus lógicas e imprimir al proceso acumulativo
una dinámica más integral, dinámica e inclusiva.
La vulnerabilidad de un NA concentrado, extranjerizado y con escaso dinamis-
mo —por su propensión rentista— como el dominante en AL —no obstante sus
especificidades nacionales—, dispuso en lo externo una frágil y vulnerable inser-
ción exportadora, atada inalteradamente a una forma primarizadora que desesti-
mulaba la complejidad de la estructura productiva interna y disparaba los déficit de
divisas, necesarias estas en lo interno para financiar la «fase compleja» de la ISI
(Díaz Alejandro, 1965; Furtado, 1963; Baer, 1972). En línea a lo indicado, la imposi-
bilidad de enfrentar —y superar— esta «fase» operó como causa y efecto de una
estructura socioproductiva —a pesar del crecimiento— heterogénea, excluyente y
desigualadora (Tavares y Serra, 1970) que potenciaba las causaciones acumulativas
del subdesarrollo productivo y la incapacidad institucional de revertirlo.
En claro contraste, en el EA la formación en los países mencionados de un NA
endógeno y dinámico, basado en un proceso de industrialización, representó en los
hechos la capacidad de avanzar hacia fases complejas que compatibilizan la densi-
ficación de la estructura productiva con una inserción externa dinámica, sustenta-
da en el aliento y la predisposición a los aprendizajes (Medeiros, 2011; Palma, 2009).
La complejidad y dinamismo del NA fueron en dirección de solventar dos aspectos
esenciales ligados al desarrollo y el abandono de la condición periférica: en primer
lugar, un patrón inclusivo y progresivamente igualador (Jomo, 2006); en segundo
término, producto del dinamismo, una inserción externa en segmentos críticos de
los encadenamientos globales que resolvían los estrangulamientos externos que
dominaron el mapa latinoamericano.
Por lo tanto, la divergente configuración en las propiedades de NA y NIE en el
EA y AL a lo largo de la fase del capitalismo monopólico dominante en el centro
desde la posguerra, y los comentados efectos en los patrones de inserción externos
y reproducción internos, dieron cuenta de claras variaciones al interior de la perife-

200
ria desde las cuales se conformaron plataformas claramente diferentes desde el
interior del escenario periférico para desplegar, a partir de lo indicado, su capacidad
de respuesta —como en el EA— o su sujeción subalternizadora —como en AL—
ante la acción de las REyPG que dominan la fase globalizadora del capitalismo.
En el EA, al menos en las señaladas experiencias que lideraron su dinamismo, y
a partir de las calidades adoptadas por ambos núcleos y sus retroalimentaciones se
fueron forjando las bases para actuar como centros de respuesta, con autonomía
para decidir cohesivamente un tipo de inserción que encontró, en principio, mayor
potencia nacional y macrorregional para refrenar las formas de financiarización y
autodesplegar sus propias REG. Ello importó no solo de la diferenciadora continui-
dad y progresivo avance de la inserción exportadora a través de las manufacturas
(Palma, 2009), sino también, en el nuevo escenario de fragmentación y deslocaliza-
ción de los procesos productivos que formaron las REG, la particular idoneidad
para actuar frente a las mismas a partir de la generación y retención de las funcio-
nes (tareas) más dinámicas y de más alta valorización (WTO, 2013).
Como veremos más detenidamente en el próximo capítulo, las «capacidades
almacenadas» en sus núcleos durante la fase de posguerra permitieron a las expe-
riencias líderes del EA realizar esta compleja tarea aun en un poco hospitalario
escenario de reformas neoliberales impulsadas bajo esa nueva fase del capitalismo
por las fracciones productivas y financieras del capital global y sus soportes institu-
cionales trasnacionales, que actuaron agresivamente procurando desmantelar las
restricciones y condicionamientos a las lógicas de flujos financieros y productivos.
Contrariamente, AL corrió una suerte claramente diferente. La ausencia de
núcleos acumulativos con las calidades y capacidades retroalimentarías, como las
exhibidas en el EA, viabilizó la captura selectiva de sus activos (básicamente recur-
sos naturales y empresas estatales monopólicas) por las estrategias de «acumula-
ción por desposesión» y la subordinación a los procesos de financiarización y las
lógicas de flujos que dominaron las REG, lo que conllevó el agravamiento de las
condiciones de inserción primarizadora y la fragilidad de la estructura productiva
trasnacionalizada y dominantemente rentista.
En el plano político institucional, primó una predisposición de los Estados —frági-
les, amenazados por los déficits externos y endeudamientos— a acoplarse al complejo
dispositivo neoliberal de técnicas, conceptos e imaginarios impuestos hegemónica-
mente desde las organizaciones supranacionales, en consonancia con los nuevos y
nacionalmente externalizados actores económicos trasnacionales.

5.3.4. Desde la constitución e interrelación de los núcleos nacionales


a la configuración macrorregional

Ahora bien, el singular dinamismo macrorregional del EA al interior del SG,


destacado en el Capítulo I, no debe considerarse a partir de endogámicos compor-
tamientos intranacionales. A partir de la conformación de los núcleos bajo esas
características e interacciones por parte del grupo selecto de países mencionado, se
fue gestando un escenario macrorregional jerárquico y asociativo, vinculado a la
difusión y transferencia de sucesivos procesos de industrialización y catching up
intranacional dentro de ese escenario. Ello fue sustentado en la original combina-
ción de procesos sustitutivos de importaciones con promoción de exportaciones

201
(Akamatsu, 1961, 1962; Ozawa, 2001, 2010), habilitando el cumplimiento por parte
de las unidades nacionales que se fueron sumando interactivamente en el marco
macrorregional, y de los pasos formativos de las «ladders del desarrollo económico»
a partir de una lógica de «economías de concatenación jerárquica» lideradas por
Japón (Kasahara, 2004).
La asociatividad jerárquica desde la combinación de procesos sustitutivos con
inserción exportadora sustentada en manufacturas, que de forma alguna incompati-
bilizó —sino que retroalimentó— con la «perforación de los mercados occidentales,
esencialmente de EE.UU.», permitió a lo largo de toda la fase del capitalismo mono-
pólico desarrollado en el centro, ir conformando desde este escenario periférico del
EA el esquema del «vuelo del ganso» (flying geese) (Kojima, 2000; Korhonen, 1994;
Kasahara, 2004). A través del mismo, un complejo de «naciones base», formado bajo
el liderazgo de Japón, y luego el soporte de Corea del Sur y Taiwán (Woo-Cumings,
1999), consolidó y fortaleció la endogeneidad y dinamismo de sus NA, incorporando
en formas sucesivas y jerárquicas al proceso industrializador a un complejo de uni-
dades nacionales integrantes del ASEAN-4,18 y más recientemente por China y Viet-
nam. Con sus particularidades —y debilidades diferenciales—, a partir de ello tuvo
lugar un sostenido proceso industrializador macrorregional, bajo un cuadro asocia-
tivo, dominado por una «jerarquía de economías que se encuentran en diferentes y
escalonadas etapas del desarrollo económico». Es decir, se desarrolló una configura-
ción jerárquica, con división interna del trabajo, pero bajo un generalizado proceso
de industrialización generado a partir del liderazgo japonés —no obstante la tam-
bién participante influencia de EE.UU. y China— (Tsui-Auch, 1999).
En AL, en cambio, la ausencia de instancias nacionales forjadoras de NA con
capacidad de superar los cuellos de botellas emergentes desde el agotamiento de la
«sustitución fácil» y viabilizar una inserción externa dinámica compatible con una
estructura productiva inclusiva e igualadora, implicó la imposibilidad de expandir
macrorregionalmente un proceso con aquellas características sustitutivas y altamente
exportadores en un marco jerárquico y asociativo, como el del EA. Es decir, AL no
encontró «plataformas nacionales» capaces de actuar, como en aquel escenario, como
lanzadera para la formación de un área de acumulación macrorregional industriosa,
endógena y dinámica, respaldada en Estados efectivamente dotados de capacidad
directiva sobre el proceso de acumulación y los actores que lo motorizan.
Esos impedimentos para el despegue de un cuadro de compatibilización ma-
crorregional facilitó —y al tiempo fue facilitado por— una satelital y fragmentaria
vinculación respecto de la unidad hegemónica comandada por EE.UU. (Palma,
2009). Como resultado de todo ello, cuando la fase globalizadora encontró su pleni-
tud, cada unidad nacional quedó sujeta a operar desarticuladamente, cooptada por
las acciones desmantelarorias de las lógicas de flujos del CW, y más recientemente,
por las renacidas arquitecturas productivistas de la gobernanza neoliberal, igual-
mente fragmentantes e impulsadas a partir de las reformas del post CW por la clase
trasnacional y sus RPG —promotoras de selectivas y subordinantes integraciones a
las CVG.

18. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Association of Southeast Asian Nations), es
una organización regional de estados del sudeste asiático compuesta por 10 países miembros: Mala-
sia, Indonesia, Brunéi, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia.

202
Desde sus diferenciadas trayectorias bajo la fase monopólica, las analizadas
experiencias del EA fueron capaces no solo de ir posicionando sus actores en fun-
ciones de alta valorización en las REG, sino también de forjar intrarregionalmente
sus REG (Kimura, 2006) contando con el soporte progresivo de sus propias RPG
(como las impulsadas a través de Banco de Desarrollo Asiático). Ello dio a las ins-
tancias nacionales de esa macrorregión, hacia el inicio del embate neoliberal desa-
rrollado desde los años setenta y aun bajo el CW en los noventa, una capacidad de
refreno respecto de los embates desmanteladores desplegados por el capital pro-
ductivo y financiero global en el resto del SG.
En AL, en cambio, la subalternidad y asilamiento respecto de las REG fue a la
vez condición y resultado de la captura temprana, no solo financiera sino concep-
tual e institucional de sus Estados por las RPG, y su intrincada formación por la
expansiva «clase trasnacional» y los propios Estados centrales. Estados débiles y
endeudados, resultantes de las incapacidades de dirigir el proceso acumulativo y
paralelamente de autodañarse a partir de su involucramiento en generación de las
dificultades de ese proceso, al colapsar el patrón ISI finalizaron como facilitadores
del fragmentario acoplamiento de las «lógicas territoriales» de la periferia a las
«lógicas de flujos» impulsadas desde el centro por las fracciones financieras y pro-
ductivas del capital global.
Conclusivamente, los performances diferenciados que emergen al interior del
SG, y que vimos en el Capítulo I para impulsar nuestros interrogantes, descansan
en la diferencial capacidad adquirida por el EA de formar plataformas macrorre-
gionales operando como centros de respuesta a los procesos de globalización, a par-
tir de autonomías adquiridas para elaborar estrategias por parte de los «cabezales
nacionales» que conformaron NA y NIE sólidamente retroalimentarios. Frente a
ello, en el resto del SG, particularmente en AL, no obstante las variaciones naciona-
les, emerge un área intranacional e internacionalmente fragmentada, donde la de-
bilidad y los mutuos condicionantes naturales de los núcleos restringió su vincula-
ción global, quedando sujeto desde la fragilidad de su patrón acumulativo y debili-
dad en el soporte y la capacidad operativa de sus Estados, a un subalterno y selectivo
acoplamiento a las REG, dentro del contradictorio pero siempre subalternizante y
desigualador escenario global.

5.4. La divergencia contextuada: elementos condicionantes de permisividad


externa y viabilidad interna en las trayectorias diferencias del EA y AL

Las trayectorias diferenciadas a partir de la diferencial constitución de los nú-


cleos marca variaciones al interior de la periferia y, a partir de ello, posicionamien-
tos divergentes ante las transformaciones operadas en las fases del capitalismo,
reflejadas en la capacidad de actuar como centros de respuesta (EA) o de acopla-
miento (AL), como resultado de una diferencial autonomía para vincularse a las
dinámicas de las redes de flujos que se impulsan desde las REyPG.
¿Qué elementos operaron contextualmente para favorecer u obstaculizar esa
autonomía y, respectivamente, en la constitución de los elementos constitutivos de
los NA y NIE y sus interacciones que los configuran? ¿Cuáles son los condicionan-
tes en la periferia para constituirse como un centro de respuesta en el escenario

203
dominante de las REyPG? Como hemos adelantado, la diferencial constitución de
los NA y NIE encuentra sustento en la presencia de un conjunto de elementos histó-
ricamente construidos, que operan externamente como permisividad geopolítica y
en lo interno como viabilizadores de las trayectorias de la estructura social y las
condiciones naturales de ambas macrorregiones y sus países (viabilidad).

5.4.1. Permisividades y restricciones geopolíticas

La dimensión geopolítica se vincula a las permisividades externas para el desplie-


gue histórico de determinados procesos, y resulta —como destacaba Jaguaribe— un
elemento imprescindible al momento de analizar una trayectoria de desarrollo. En tal
sentido, buena parte de la literatura desarrollista —y en particular del Estado desarro-
llista— mostró como una de sus visibles limitaciones la asunción de una perspectiva
metodologicamente nacionalista (Medeiros, 2010) que relativiza —cuando no despla-
za— la presencia de los factores externos contextuales que operaron en la producción
de las permisividades. Como bien indica Gore (1996), el nacionalismo metodológico
es una perspectiva coherente de explicación solo si las economías nacionales son com-
pletamente aisladas y cerradas respecto de las influencias externas. Su principal debi-
lidad es que «...aísla y separa la influencia de los factores externos sobre los factores
internos [...], se asume que las economías nacionales son entidades abstractas y son
(en varios grados) abiertas pero no situadas respecto de otras economías. La existen-
cia de cualquier estructura en la economía mundial es desconsiderada y se asume que
todos los países enfrentan el mismo ambiente externo» (Gore, 1996: 80-81).
La presencia de esta desviación metodológica, compartida también por los en-
foques liberales sobre el desarrollo asiático (World Bank, 1987), impide apreciar
que el fenómeno industrioso y dinámico del EA a partir de la formación de las
propiedades de los NA y NIE y sus particulares vinculaciones, ha tenido como un
aspecto fundante inicial la permisividad del contexto geopolítico marcado por la
especial relación de EE.UU. con ese escenario, dominado por la guerra fría. Envuel-
to este en las acciones ofensivas y defensivas de esta última, necesitaba la construc-
ción en posguerra de «un(unos) porta-avion(es) de acumulación» sólido(s) y
amigable(s) en un escenario complejo dominado por la guerra fría y las cercanía de
escenarios nacionales inhóspitos al dominio americano (China, Vietnam, Corea)
(Glassman, 2011; Medeiros, 2001).
Dicha situación geopolítica favoreció la decisión estratégica de EE.UU., como
unidad hegemónica mundial, de promover en el EA, y para el selecto grupo de paises
mencionados, un «desarrollo por invitación» (Arrighi, 1994), que contemplaba una
selectiva tolerancia a ese grupo reducido de paises liderante del EA para el desarrollo
de un «capitalismo neomercantilista» que enfrentaba su impronta liberal y su res-
tricción al intervencionismo a las periferia (Stubbs, 2005). Esa tolerancia se tradujo
en un conjunto de «permisividades» para la configuración endógena tanto de los NA
como de los NIE. En claro contraste, la geopolítica de EE.UU. hacia AL nunca con-
templó la formación de plataformas autónomas de decisión y acumulación, por lo
que ambos núcleos sufrieron una fuerte configuración exógena y procuraron ser
adpatados a lógicas externas dominadas en este caso por esa impronta liberal.
En cuanto al NA, las permisividades en el EA y las contrastantes restricciones
en AL pasaron por:

204
a) la posibilidad, en el primer caso, de generar un proceso de industrialización
sobre la base del desarrollo de actores endógenos, a partir de una estrategia nacio-
nalmente coordinada (Zysman y Doherty, 1995) para consolidar un desarrollo
industrial externamente competitivo fundado en aglomerados y grupos empresa-
riales locales. Frente a ello, en AL prevaleció el soporte externo —e interno— a sus
propios actores trasnacionales para posicionarse monopólicamente en los seg-
mentos más dinámicos, estratégicos para la profundización del proceso ISI. Aun-
que ello incluyó en muchos casos alianzas eventuales con actores capitalistas lo-
cales y el propio Estado (Evans, 1979), el proceso en su conjunto estuvo asociado
a una escasa articulación con la estructura productiva local (Sunkel, 1970). La
geopolítica norteamericana de protección a su capital trasnacional y su lejanía a
facilitar el papel de una industrialización liderada por el capital local terminó de
esa forma favoreciendo la consolidación de una estructura de poder elitista, con
bajo control endógeno de los resortes sensibles de los encadenamientos, y cre-
ciente distancia entre el proceso de crecimiento y la inclusión e igualación social
(Evans, 1979).
b) El soporte geopolítico al desarrollo industrializador del EA antes indicado,
encontró como complemento y herramienta viabilizadora una tolerancia de EE.UU.
al condicionamiento del ingreso del (de su) capital a los comportamientos deman-
dados para el desarrollo de aprendizajes y el fortalecimiento de los actores locales
(Wade, 1990). Muy diferenciadamente a ello, en AL prevaleció la pulsión —y la
imposición cíclica— de la potencia hegemónica por destrabar las restricciones a los
ingresos de capital, y desmantelar la protección de la fuerza de trabajo y el capital
local. Prevaleció, antes la sujeción a los requerimientos/condicionamientos estata-
les para la endogeneización del proceso de acumulación, la subordinación del Esta-
do a las demandas de las fracciones trasnacionales del capital y aquellas fracciones
locales finalmente asociadas a aquel.
c) La permisividad a la formación de grupos locales se extendió al despliegue de
una estrategia sustitutiva espacialmente expansiva que, como vimos, no se restrin-
gió a un país, sino que cobró un alcance macrorregional, que excede en términos
concretos las especificidades nacionales (Ikeda, 1996). Frente a ello, la acción geopo-
lítica de EE.UU. en LA conllevó no solo una resistencia a la formación de platafor-
mas industriales nacionales que pudieran propagar autónomamente un proceso de
integración macrorregional autónomo, así como el desarrollo de alianzas entre paí-
ses para la extensión de dicho proceso (Fiori, 2007).
d) Finalmente, el diferencial comportamiento a la penetración de su capital
trasnacional y la viabilización de la formación de un núcleo de actores capitalistas
locales con base industrial, se complementó con una selectiva apertura del propio
mercado de EE.UU. al EA para viabilizar la inserción externa de su creciente pro-
ducción manufacturera (Pempel, 1999a; Medeiros, 1997). En contraste, destacó la
impenetrabilidad del mercado norteamericano no solo a las manufacturas latinoa-
mericanas sino a sus productos primarios, con mucho de los cuáles también sostu-
vo una competencia histórica.

A nivel del NIE, los contrastes entre permisividades y restricciones pasaron,


básicamente:

205
a) No solo por la admisión sino también por la contribución de EE.UU. a la
selectiva y excepcional conformación de estructuras estatales con los niveles necesa-
rios de centralización y coherentización, que capitalizaron una herencia histórica de
servicios civiles meritocráticos (Kholi, 2004), así como la creación de agencias cen-
tralizadas para direccionar el NA a través de regulaciones y condicionamientos que
afectaban su propio capital. En AL, en cambio, la implicación geopolítica desde la
posguerra, dio aval a las respuestas institucionales autoritarias, orientadas al des-
mantelamiento de aquellas estructuras regulativas e interventivas que podían afec-
tar la penetración de sus ETs y fortalecer autónomamente al capital local, sin que
necesariamente ello conlleve el desplazamiento de la tradición de patronazgo, clien-
telismo y copamientos corporativos que, como fue destacado, formó parte de un
Estado crecientemente colonizando en su configuración orgánica (O’Donnel, 1977).
b) En segundo lugar, fue central la tolerancia geopolítica no solo al señalado
condicionamiento al ingreso del capital externo (Amsden, 1989; Wade, 1990) sino
también al control estatal del sistema financiero como constante y nervio motor de
la estrategia de intervención estatal del EA (Johnson, 1982; Woo Cumming, 1999),
particularmente en las experiencias de Taiwán y Corea (Chang, 2010). Ello contras-
tó con las permanentes presiones por los procesos desregulativos y la eliminación
de restricciones al capital financiero externo a la regulación estatal que se procuró
imponer en el SG en general (Wade, 2007; Panitch et al., 2009) y en AL en particular
(Palma, 2012).

5.4.2. De las permisividades externas a las viabilidades internas

Ahora bien, esa situación de permisibilidad (o restricción) internacional o ex-


tranacional ha convivido —y se ha retroalimentado— con situaciones diferenciadas
de variable viabilidad interna construidas sobre la base de determinadas trayecto-
rias históricas, y donde los factores internos vuelven a interactuar con procesos
históricos de vinculación externa, impactando tanto a nivel del NA como del NIE.
Con relación al NA, dos aspectos centrales marcan la características de los actores
vinculados al capital y el trabajo, que terminaron afectando la posibilidad y caracte-
rísticas de las bases coalicionales con las que se configuraron y actuaron finalmente
los NIE. Con referencia al capital, el papel direccionado o direccionante del NIE
sobre el proceso de acumulación y específicamente sobre el capital, tiene como
elemento explicativo fundamental —y complementario de la permisividad geopolí-
tica—, la situación inicial de mayor o menor fragmentación y concentración de los
actores capitalistas. La mayor fragmentación inicial sobre el cual se formaron los
aglomerados locales en el EA otorgó al Estado capacidad de maniobra tanto condi-
cionadora como cooperativa con los mismos para el desarrollo del NA endógeno y
dinámico, algo que contrastó con la preservación de los actores concentrados y
rentistas, con capacidad tanto de ofrecer resistencia como condicionar, característi-
co de AL. El aspecto central que intervino en esa diferenciada capacidad del Estado
y su maniobrabilidad sobre el capital fue el alcance del proceso de reformas agra-
rias desplegado históricamente en Japón, bajo la dinastía Mieji, como en los suce-
sores del dinamismo regional (Corea, Taiwán), ya bajo la poscolonialidad más re-
ciente operada a partir de la posguerra (Dorner y Thiesenhusen, 1990; Kim, 2009).
Más precisamente, las reformas agrarias tuvieron lugar en esos países antes de los

206
procesos de industrialización, como un antecedente y no —y con sustanciales limi-
taciones— con posterioridad a los mismos, como en AL (Kay, 2002).
Esos procesos aparejaron, por un lado, claros efectos a nivel de la distribución
de los ingresos y los recursos, algo que, al no tomar existencia en AL, terminó con-
dicionando el éxito de su proceso de industrialización y por tanto las calidades y
características de su NA. Dentro de los muchos elementos involucrados en ese re-
sultado, ese diferencial en la temporalidad y alcance de las reformas, asociado a la
contrastante tenencia de recursos naturales y la abundancia de estos en AL cumplió
un papel fundamental en la determinación de una matriz de actores, necesidades y
lógicas claramente diferentes y, a partir de ello, en la diferencial capacidad de con-
dicionamiento y acuerdos cooperativos por parte del Estado así como de resisten-
cia y «condicionamiento inverso» por parte de los actores capitalistas.
En tal sentido, la mayor y pretérita fragmentación de los actores agrarios en el
contexto de la industrialización ofreció en el EA una mayor capacidad de condicio-
namiento por parte del Estado a los actores capitalistas, sin representar ello una
lógica unidireccional y secuencial, sino de coproducciones mutuas entre el Estado y
los actores capitalistas locales. Estos no solo deben ser considerados como actores
afectados por el disciplinamiento impuesto por el Estado, sino también como parte
de una base de coalición en el marco de la cual se mixturaron los condicionamientos
de los performances —derivados de ese disciplinamiento— con los juegos cooperati-
vos para capitalizar las ventajas geopolíticas (Chibber, 2005), y enfrentar conjunta-
mente las condiciones de vulnerabilidad sistémica que comprendían la escases de
recursos naturales, la amenaza externa y la condiciones de sublevación social inter-
nas (Doner et al., 2005). Ese poder fragmentado derivado de las reformas agrarias
posteriores a la descolonización (Kim, 2009) —y compartida vulnerabilidad de esta-
do y capitalistas locales—, favoreció la formación de un patrón de organización esta-
tal coherentemente articulado, que dio cohesividad a su despliegue (Chibber, 2003;
Kholi, 2004) en el direccionamiento de su estrategia tanto disciplinar como coopera-
tiva con el capital. Dicho patrón organizacional contó con una estructura burocráti-
ca predominantemente meritocrática, a la que contribuyeron aspectos históricos es-
pecíficos como, en el caso de Japón, la tradición Meiji (Johnson, 1982) y, en el caso de
Corea y Taiwán, la impronta militar-colonial (Kohli, 1994), así como aspectos especí-
ficos de las trayectorias que tenían lugar al interior de la elite directiva (Vu, 2007). En
AL, en cambio, la ausencia de esas reformas agrarias —con esos tiempos y alcances
favoreció la —temprana— consolidación de actores capitalistas vernáculos más con-
centrados y poderosamente propensos a aferrarse a la explotación rentista de esos
recursos y con una visible mayor capacidad de resistencia a los intentos de redirigir
sus acciones hacia una industrialización schumpeteriana por parte del Estado.
Esos factores, sumados a la abundancia de recursos naturales y un contexto
geopolítico externamente no amenazante, alejó la posibilidad de encontrar en los
actores capitalistas locales una base coalicional dirigible y cooperante como en el
EA, al tiempo que dotó a estos actores de capacidad de imposición o direcciona-
miento sobre el Estado más que de un respaldo para el despliegue de un proyecto
conjunto y compartido, como en el EA. A diferencia de este último escenario, esa
lógica no fue hospitalaria con la conformación de un Estado con capacidades orga-
nizacionales y operativas para el direccionamiento e interacción retroalimentaría
con el capital para la cualificación edogeneizadora y dinamizadora del NA, sino que

207
abonó al mantenimiento y retroalimentación de su tradición patrimonialista (Za-
bludovsky, 1989) y el dominio de diferentes formas de patronazgo y acciones clien-
telares. Estas formas y esa tradición, como se indicó, acompañaron el proceso de
colonización corporativa del Estado que corrió paralelo a su creciente protagonis-
mo durante la fase monopólica de posguerra y la implementación de la estrategia
de industrialización sustitutiva. Aumentando su intervención pero disminuyendo
su eficacia y autonomía (Smith, 1997; Malloy, 1979), producto de su parcelante y
colonizante práctica de penetración por asistencia a múltiples actores de intereses
diversificados, esa forma de configuración estatal resultó finalmente inalterada y,
muchas veces, funcional al mantenimiento de las oligarquías vernáculas, las for-
mas de legitimación distribucionistas de la intervención populista y los intereses
neocoloniales y extrarregionales del capital trasnacional.
Ahora bien, todos estos procesos diferenciales en lo que respecta a las viabilida-
des internas que surgen al comparar ese grupo selecto de experiencias del EA y AL
no logra comprensión completa sino es incorporada a la fuerza de trabajo. En el EA
todo el proceso fue edificado sobre una estructura institucional dominantemente
autoritaria que, al tiempo que configuró la base coalicional con el capital, subalter-
nizó a la fuerza de trabajo (Gray, 2015) y la excluyó institucionalmente. La necesi-
dad de contar con una fuerza de trabajo competitiva de bajo costo como condición
de competitividad externa supuso una fuerte inversión en su cualificación (Rodrik,
1995) pero también un control estatal autoritario y disciplinado de la misma (Deyo,
1987), así como, en general, el mantenimiento de una sociedad civil débil (Leftwich,
1995). El Estado direccionador del NA desplegado en la fase monopólica, era viabi-
lizado de esa forma en el EA no solo por su capacidad —geopolíticamente tolera-
da— de combinar disciplinamiento y cooperación con el capital local, sino también
de evitar quedar preso —y ser penetrado— por la conflictividad del capital y la
fuerza de trabajo, como sucedió en AL. En este último escenario, la mayor organi-
zación colectiva y activación cíclica de esa fuerza de trabajo, resultado de su progre-
sivo fortalecimiento del proceso sustitutivo y requerimientos redistributivos que
amenazaban al capital dominante, la convirtieron en un actor demandante sobre el
Estado, que forzaba su intervención no solo para desactivarle autoritariamente en
forma cíclica (O’Donnell, 1977) sino para atender esas demandas bajo la considera-
da lógica corporativa y fragmentante que penetraba al interior del Estado y contri-
buía a su creciente pero desarticulada implicación.
Por lo tanto, y conjugando las dimensiones de la permisividad externa y la via-
bilidad interna que conforman las especificidades nacionales, a partir de sus efec-
tos sobre los NA, los NIE y sus relaciones, los Estados meritocráticamente configu-
rados del EA (Jonshon, 1982; Evans 1995; Kholi 2003; Akyüz et al., 1998) interactua-
ron con una estructura capitalista local más fragmentada y condicionada que, por
su escala restrictiva y carencia de recursos naturales, encontraba como salida nece-
saria la aceptación de las condiciones estatalmente fijadas para desarrollar un pro-
ceso de inserción global clara y excepcionalmente favorecido por la resaltada di-
mensión geopolítica (Chibber, 2005).
Tanto esa estructura capitalista de base endógena como el Estado, operaron
asociadamente bajo una vulnerabilidad sistémica (Doner et al., 2005) alentada por
la necesidad de los capitalistas vernáculos y del propio Estado de evitar las convul-
siones sociales y enfrentar un escenario geopolíticamente complejo y desafiante

208
que, al tiempo que amenazaba la existencia mismas de los Estados, llevaba la singu-
lar compañía de la potenciadora y privilegiada protección americana, que evitaba
bloquear las estrategias endógenas de industrialización y aseguraba sus mercados
internos como reductos de la producción del EA (Pempel, 1999a). Estas condicio-
nes de permisividad —y necesidad— externa y viabilidad interna facilitaron la acep-
tación del direccionamiento de Estados relativamente autónomos (no cooptados),
hacia comportamientos compatibles con esas estrategias (Chibber, 2003). En la via-
bilización de todo ello, y la formación del NA endógeno y dinámico a que dio resul-
tado, la subalternidad y exclusión de la fuerza de trabajo y su funcionalización a la
base coalicional entre el Estado y el capital local cumplió un papel fundamental.
En contraste, AL desplegó un escenario interno dominado por Estados que,
hereditariamente influenciados por prácticas patrimonialistas —y extraccionistas—
(Acemoglu y Robinson, 2012), operaban la etapa industrializadora bajo la coopta-
ción corporativa y fragmentante de una multiplicidad de actores (Esser, 1993), in-
viabilizando su papel de NIE con capacidad de direccionar el proceso de acumula-
ción. Por un lado, por el inalterado poder de los capitalistas locales que preservaron
su posicionamiento concentrado atento a la señalada limitación en los alcances y
tiempos de las reformas agrarias y luego los actores trasnacionales crecientemente
presentes a medida que se extendían las restricciones del proceso sustitutivo. Por
otro lado, por la presencia de una fuerza de trabajo activa que trasladaba su conflic-
tualidad distributiva con el capital al interior del Estado, abonando a la formación
de una estructura estatal amplia, fragmentada y crecientemente colonizada.
Ello dio a la región, más allá de sus especificidades, escasa viabilidad interna
para construir un NIE activo, orientador y condicionante de los actores capitalistas,
a partir del cual a su vez desarrollar un NA denso, endógeno y dinámico. Esa reali-
dad fue alimentada, asimismo, por un medio geopolíticamente más inhóspito que
el del EA, signado por la impenetrabilidad del mercado americano por parte de los
productos latinoamericanos, y la intolerancia —hasta el derribo institucional—, en
concomitancia con actores oligárquicos internos, de aquellos proyectos liderados
por el «nacionalismo industrializador» que podían condicionar la integración su-
bordinada e internamente descomplejizadora de los commodities y, más aún, des-
plegar un proyecto macrorregional contrahegemónico.
Por lo tanto, permisibilidades externas y viabilidades internas emergentes de
las trayectorias históricas, y particularmente de la forma de construcción estatal y
acumulación industrial en la posguerra, impactaron en las calidades de los núcleos
y sus relaciones, dando lugar a estructuras de reproducción interna y performances
externos divergentes que explican el diferencial dinamismo del EA y AL —con todas
sus especificidades internas— y, con ello, las variaciones que tuvieron lugar desde la
fase del capitalismo monopólico al interior de la periferia.

6. Conclusiones: las nuevas ventanas hacia la incorporación —dinámica—


de la dimensión subnacional/regional

A lo largo de este Capítulo III hemos visto que un enfoque teórico como el de VC
—al igual que el de CVG abordado en el Capítulo II, ambos producidos en el norte y
también difundidos con crecientemente relevancia hacia la periferia— encuentra

209
restricciones a través de su origen y evolución al momento de dar cuenta de los
complejos procesos de transformación global y de la forma como, en tal escenario
de transformaciones, se configura la especificidad de las trayectorias nacionales y
su articulación a los procesos globales.
Esas restricciones vuelven a hallar sustento en la ausencia de precisiones sobre
su objeto de análisis, tomando como dado y sobreentendido al capitalismo, y sobre
esa ausencia, el aferramiento analítico a un complejo institucional-regulatorio, na-
cionalmente edificado, que no atiende a los fundamentos conceptuales del capita-
lismo y sus relaciones sociales constitutivas y, por lo tanto, a las formas contradicto-
rias de dicho sistema. Se ha procurado a lo largo de este capítulo mostrar que al
contemplar esos fundamentos e identificar esas formas contradictorias se hace po-
sible considerar el despliegue de múltiples dinámicas globales y diferenciadas arti-
culaciones nacionales que afectan las variedades y variaciones temporo-espaciales
del capitalismo y permiten un análisis más específico de estas.
También, ello exigió superar otras limitaciones y, por lo tanto, incorporar com-
plementariamente otros (tres) aspectos fundamentales:

a) En primer lugar, propusimos superar las limitaciones del nacionalismo me-


todológico con el que se procura analizar las variedades capitalistas, las que operan
desde un recorte nacional dentro del que se pretende precisar aquellos elementos
institucionales que dan especificidad —autoinmunológica— a las formas de orga-
nización y funcionamiento del capitalismo en los distintos espacios nacionales. Ello
restringe la comprensión del papel de las REyPG y su compleja y retroalimentaría
relación con los Estados nacionales, cuyas acciones, flujos y estrategias no solo han
perforado sino también coconstituido, desde una combinación de hegemonía y dis-
ciplinamiento, los procesos nacionales en la periferia. El complejo de actores y ele-
mentos económicos e institucionales que operan a través de esas redes adquieren,
por lo tanto, una importancia central tanto para comprender las actuales transfor-
maciones globales como las formas en que esos elementos se instalan al interior de
las trayectorias nacionales y condicionan la configuración y articulación de estas
con los procesos globales y sus transformaciones.
b) En segundo lugar, destacamos que, al igual que el enfoque de CVG, el enfoque
de VC vuelve a fallar en la consideración tanto del Estado como de la fuerza de
trabajo, como actores específicos y, a su vez, neurálgicos en el procesamiento de las
particulares dinámicas funcionales y espaciales de la reestructuración capitalista,
quedando diluidos en un cuerpo lógico de instituciones y sus complementariedades.
c) En tercer lugar, también en consonancia con el enfoque de CVG, resaltamos
la visible subteorización del poder y sus estructuras, y, desde ello, las formas de
dominación y subordinación que se constituyen y circulan en las REyPG, a partir
de los diferenciados posicionamientos y funciones asumidos en y ante las mismas
por el capital, la fuerza de trabajo y el Estado tanto del centro como de la periferia.
Resaltamos que la recuperación de noción de poder y su significancia en el entendi-
miento de la dominación resultan esenciales para comprender los desiguales cam-
bios estratégicos por los que atraviesan esos actores y sus relaciones.

Al incorporar los aspectos señalados en a, b y c, el análisis realizado a lo largo


del capítulo pretende sobrepasar las restricciones del sobreinstitucionalizado, bi-

210
modélico y metodológicamente nacionalista enfoque dominante de VC e impulsar
en cambio una perspectiva que parte de reconocer la forma como el capitalismo, a
partir de las relaciones constitutivas que marcan su dinámica contradictoria, opera
globalmente, redefiniendo desigualmente, a través de esas redes, la lógica repro-
ductiva y las estrategias de los actores que conforman y se integran —desigualmen-
te— a las mismas a partir de determinadas trayectorias nacionales.
Hemos situado el análisis de esa lógica y estrategias en el marco de las variacio-
nes temporales del capitalismo y como parte de la superación de las crisis que dis-
paran esas dinámicas contradictorias, observando la forma como ello tiene lugar en
el tránsito de la fase monopólica construida en la posguerra a la más actual y trans-
formativa fase de globalización. Al considerar esta última fase, fue resaltada la in-
novadora capacidad de alteración selectiva en el uso de las relaciones tiempo y
espacio por parte de unas fracciones del capital (globalizado), las que han podido
externalizarse en forma excluyente y excepcional respecto de los compromisos que
condicionaban su dominio y lo posicionaban defensivamente durante la fase mo-
nopólica del capitalismo, colocando progresivamente en dicha externalización las
formas financieras de valorización del capital —financiarización— como modali-
dad crecientemente dominante del proceso de acumulación.
Esa excepcional capacidad de externalización, potenciada por las nuevas condi-
ciones de reproducción tecnológicas, ha significado la renovada potestad de los acto-
res trasnacionales —y los Estados centrales—, a través de las funciones estratégicas
de las REG, de desplegar una «acción ofensiva» sobre los actores nacional y regional-
mente enclavados en diferentes territorial fix de la periferia. Apelando para ello a la
inédita capacidad de recentralizar y ensamblar multilocalizaciones productivas en
tiempo real, ya destaca en el Capítulo II, una multiplicidad de flujos —materiales e
inmateriales, productivos y financieros— que se combinan para realizar apalanca-
mientos reproductivos en diversos emplazamientos territoriales, integrados bajo una
modalidad selectiva, fragmentante y subalternizadora.
La operacionalización de ello, ha sido viabilizada por un emergente cuadro re-
gulatorio e institucional que encuadra el funcionamiento de las RPG y el papel de los
OI y los Estados centrales, que los controlan y articulan horizontal y multiescalar-
mente. A través de una compleja relación de esos actores y una selectiva extensión
espacial (desde el NG hacia el SG), se ha venido desplegando a través de esas redes
un proceso combinado de disciplinamiento y consensualidad, equipado sobre la base
de la fusión de ideas, tecnológicas de aprendizaje y formas de organización que
priorizan el acoplamiento y los juegos «yo gano - tú ganas» (win-win). Estos juegos,
fueron auspiciados por un relativamente amalgamado complejo de directivos de
negocios y ETs, funcionarios de OI —e instancias estatales centrales—, consultores y
capacitadores en un sin números de campos, divulgadores periodísticos, etc., con-
formantes colectivos de una creciente clase trasnacional que propugna hegemónica-
mente —como una edificante salida del desarrollo—, un acoplamiento armonioso y
virtuoso de las «lógicas territoriales» de la periferia —en la que actúan las fracciones
no globalizas del capital, la fuerza de trabajo y el Estado con su complejo regulato-
rio— a las «lógicas de flujos» que campean en las REG y sus dominantes actores
trasnacionales posicionados en el centro del sistema mundo capitalista.
Como también indicamos, situados en ese escenario crecientemente dominado
por la lógica del capital financiero, el análisis de las variedades y de las variaciones

211
del capitalismo gira hacia el desafío de considerar la forma como naciones y Esta-
dos (nacionales) se vinculan a este complejo proceso a partir de recuperar una pers-
pectiva que, al tiempo que pretende reconocer la dinámica global y contradictoria
que acompaña la reestructuración del sistema —y toda su periferia—, procura elu-
dir las tentaciones homogeneizadoras del trasnacionalismo provenientes tanto del
discurso neoliberal (Omahe, 1995), como de las perspectivas criticas post y neo
marxistas (Hardt y Negri, 2000; Robinson, 2006).
Compelidos a entender las variedades del capitalismo a partir de su múltiple
constitución contradictoria, resaltamos como una de sus principales formas la con-
tradicción gestada espacialmente a partir de las escisión histórica entre centros (do-
minantes) y periferias (dominadas), conviviente con las otras contradicciones fun-
dantes, ligadas a las relaciones capital-trabajo, capital-capital y las tensiones entre la
apropiación privada y las formas sociales de reproducción. Constitutiva de una va-
riedad histórica del capitalismo, la variedad centro-periferia resulta no solo omitida
por el enfoque de VC sino pretérita a las formas exploradas por el mismo para anali-
zar comparativamente el capitalismo y condicionante para realizar dicho análisis
desde sus propias estructuras. En tanto el múltiple proceso contradictorio resulta
determinante para el entendimiento en el «centro» de las diferentes fases —y crisis—
que redefinen los patrones de acumulación y sus formas de regulación, la considera-
ción de las variedades de capitalismo de y en la periferia remite a dos tipos de varia-
ciones fundamentales: aquellas «variaciones temporales», representadas por los cam-
bios de sus formas de inserción global ante las «variaciones» del centro en sus distin-
tas fases, y las «variaciones espaciales», que toman lugar al interior de la periferia y
marcan las trayectorias diferenciadas de macrorregiones y procesos nacionales.
Conceptualmente, mientras la variedad aparece como un resultado, el concepto
de variaciones remite a un elemento dinámico, es decir al desafío de mostrar dife-
renciaciones/cambios de un espacio (periferia) durante un período en que la diná-
mica contradictoria altera las formas de acumulación y regulación en el centro. Al
interior de esa periferia, por su parte, se conforman variaciones entre espacios na-
cionales —y macrorregionales— al momento de configurar formas de acumulación
y regulación con las que enfrentar su estructuración interna y desplegar su inser-
ción externa. Acorde a lo argumentado, son las formas de acumulación y regula-
ción —con epicentro en la implicación estatal—, las que marcan una diferencial
capacidad de constituirse como centros —autónomos— de respuesta respecto a las
formas subordinantes de penetración de las REyPG, o bien como instancias que
reafirman el acoplamiento subalterno. Apelando a los conceptos de NA y NIE, he-
mos observado cómo, en función de su configuración histórica y geopolítica al inte-
rior del SG, emergen una variación específica y excepcional: las escasas experien-
cias de salida de posicionamientos periféricos en el EA. Estas experiencias de cam-
bio estructural dentro del capitalismo, no solo producen una alteración
—excepcional— en el posicionamiento sistémico, sino que forman los centros de
formación de un escenario macrorregional que, como vimos en el Capítulo II, lide-
ra el dinamismo a escala global.
El análisis de esta última variación —en la periferia— es el que nos sitúa estra-
tégicamente en la capacidad de dar cuenta, al interior del SG, de esas diferentes
trayectorias de escenarios como los del EA y AL. Hemos mostrado, en tal sentido,
las particularidades e interrelaciones de ambos núcleos (NA y NIE), precisando

212
tanto sus necesarias propiedades, como la presencia y desarrollo de estas última
bajo las especificidades de un determinado proceso histórico, en el que se combi-
nan las permisividades (EA) u obstaculizaciones (AL) externas y las viabilidades
(EA) o inviabilidades (LA) internas. En nuestra argumentación, las instancias que
operaron cohesionadamente como centros de respuesta ante las REyPG, fueron
desarrolladas en el EA a partir de la posguerra, esencialmente en base a la capaci-
dad de conformar NA dominados por la endogeneidad y el dinamismo en el proceso
de generación del excedente. Ello viabilizó un patrón productivo y social más cohe-
sivo y, conjuntamente, una inserción externa que alteró las formas subalternas de
ingresar desde la periferia a las REG, cuestionando la inviabilidad determinista
contenida en buena parte del dependentismo. En cambio, el componente exógeno y
rentista del NA en escenarios como el latinoamericano, y la incapacidad de ser
alterado por —y ayudar a alterar— un NIE colonizado y desarticulado por la pene-
tración de intereses particularistas, operó conformando espacios propensos a la
«selección para una acoplamiento subalterno».
Ahora bien, el dispositivo conceptual entorno a los núcleos (NA y NIE) y sus
vínculos constituyen no solo un herramental para el análisis histórico de las dife-
renciadas trayectorias del capitalismo al interior del SG, sino que también contiene
la capacidad de introducir —dentro del análisis de variedades— la consideración de
las pautas o elementos que viabilizan dentro de determinadas trayectorias naciona-
les el desarrollo de un «cambio mayor» conducente, bajo la lógica contradictoria de
reproducción del capitalismo, a una salida al posicionamiento periférico. Más allá
del condicionamiento histórico y la irreplicabilidad de estas experiencias, emergen-
te de las consideradas condiciones de permisibilidad y viabilidad, ese dispositivo
aproxima los vectores centrales a tener en cuenta desde un punto de vista estratégi-
co por parte de aquellos escenarios del SG que no han quedado comprendidos en
las formas virtuosas de los núcleos. Es decir, contribuye a esclarecer cuáles son las
condiciones de acumulación e implicación estatal —al menos nacionales— que deben
reunirse en los territorial fix de la periferia para compatibilizar patrones de cohesión
interna e inserción/coproducción dinámica en las contradictorias y conflictuales
formas de reproducción de las REyPG, aspectos ausentados tanto en el enfoque de
CVG analizado en el Capítulo II como en el de VC considerado en este Capítulo III.
Sin embargo, el ejercicio comparativo de las variedades a partir de las propieda-
des de los núcleos y su inserción dinámica considerando tanto las trayectorias his-
tóricas —como se gestaron en la posguerra y como impactó en la trayectoria con-
temporánea— como su utilidad estratégica para quienes permanecen en posiciones
periféricas, no puede considerarse —tanto en el EA como AL— desde un punto de
vista: a) estático; b) homogéneo; y c) escalarmente reducido al análisis nacional de
los territorial fix en el proceso global, y su inadecuación con la equidad y los reque-
rimiento acumulativos de un NA socioespacialmente inclusivo.

a) Las configuraciones históricas diferenciadas, de las que resultan trayectorias


nacionales capaces de actuar como de centros de respuesta (EA) o centros de aco-
plamiento (AL), no representan escenarios —y por lo tanto variedades— inaltera-
bles. Una renovada dinámica de neoliberalización y nuevos embates del capital
global operan sobre la multiplicidad de los territorial fix, incluyendo en dicho proce-
so no solo los más vulnerables de esos escenarios, sino también aquellos que, en

213
función de lo indicado, han operado con mayor capacidad de respuesta autónoma
a las REyPG. En tal sentido, las fuerzas que gestan los procesos de acumulación y
regulación institucional de los mismos se encuentran enclavados, como ya analiza-
mos, en un proceso contradictorio, crecientemente trasnacionalizado y globalmen-
te penetrante, que impide considerar los arreglos territoriales nacionales formados
por las trayectorias históricas como mojones inamovibles, justamente por el carác-
ter dinámico que le imprime dicha lógica contradictoria del capitalismo. En esta
lógica, las fuerzas trasnacionales —crecientemente financiarizadas— del capital
global intentan en su proceso expansivo operar sobre todos los territorial fix, des-
mantelando, desde el comando de las REyPG, los procesos regulativos que res-
tringen su operatoria y el acoplamiento subordinado y selectivo (Wade, 2006).
Particularmente, las formas financieras del capital —y sus lógicas de financiariza-
ción— han encontrado una expansiva capacidad de penetración en el SG, mos-
trando cómo el proceso de transnacionalización del capital, y sus múltiples y re-
novadas lógicas de recomposición espacial, no resultan un «poder estático» que
enfrenta formas de «respuestas o acoplamientos inamovibles». Por el contrario,
opera como un «tren sin frenos causando estragos» (Harvey, 1995), procurando
expandir sin restricciones los procesos de acumulación por desposesión (Harvey,
2003), a partir de renovadas formas de condicionar y desmantelar aquellos esce-
narios endógenamente consolidados. Se trata de formas de neoliberalización, ca-
paces de actuar tanto sobre los que han venido operando en la forma de centros
de acoplamiento como sobre aquellos escenarios donde antes se gestaron centros
de respuesta con autonomía.
En escenarios como el de AL, esa dinámica penetrante ha venido de la mano de
nuevos dispositivos de roll out neoliberal,19 que se impusieron como recreación lue-
go de los efectos productivos y socialmente desmantelatorios del CW. Dichos dispo-
sitivos, a los que nos referimos en el Capítulo II para considerar el ingreso del enfo-
que de CVG, han tomado lugar como nuevas formas de colonización microkeyne-
sianas (Sheppard y Leitner, 2010), que impulsan renovadas y fragmentarias formas
de mercantilización con acento en la productividad, la competitividad y las formas
de cooperación. Alentadas desde las RPG, las nuevas, selectivas y subalternizantes
formas de penetración a través de esas formas imponen —a diferencia del CW—
una modalidad de «neoliberalismo inclusivo» (Ruckert, 2006), que capitaliza la fra-
gilidad de las condiciones de acumulación y la fragilidad de sus Estados, para des-
plegar renovadas formas de fragmentación y selectivo acoplamiento a las REG (Fer-
nández y Cardozo, 2012).

19. Peck identifica dos dinámicas temporales de la neoliberalización: roll-back y roll-out. Los
procesos de roll-back son más evidentes con la aparición inicial de la neoliberalización, cuando los
procesos de reestructuración se centran en la aplicación de los principios básicos o fundamentales
del neoliberalismo, como el desmantelamiento de las instituciones, la desorganización de los centros
alternativos de poder, la desregulación de las zonas de control y disciplinamiento burocrático a suje-
tos potencialmente ingobernables (Peck, 2010: 22). La fase de roll-out [...] se basa en la fase de roll-
back, pero difiere sustancialmente. Peck sostiene que «se asocia típicamente con una explosión a las
incursiones regulatorias de «ajuste de mercado» —desde el empoderamiento selectivo de las organi-
zaciones comunitarias y las ONG como proveedores de servicios (flexibles, de bajo costo, no estata-
les), hasta la gestión por la auditoría y la gobernanza desarrollada para el abrazo de las asociaciones
público-privadas— en la forma de un destinado redescubrimiento y reinvención de una ética ordoli-
beral» (2010: 23).

214
Ahora bien, ese proceso dinámico de penetración de los actores que comandan
las REyPG y sus lógicas de flujos no se ha circunscripto a los escenarios donde
campea la endebles de los núcleos. No obstante el diferencial en la calidad de estos
en el escenario del EA, esa penetración se ha hecho igualmente presente en forma
más reciente, con resultados claramente desfavorables en términos de igualdad y
crecimiento (Crotty y Lee, 2005). Es decir, el empoderamiento del capital trasnacio-
nal y sus lógicas reproductivas financiarizadas refuerza un poder condicionante y
potencialmente desmantelador de aquellas —excepcionales— formas, nacionalmente
coordinadas, que lograron alinear la implicación estatal con las pautas de acumula-
ción endógenas y redistribución social (Joo-Hyoung Ji, 2013). El «poder del capital»
(expresado en sus fracciones globales financiarizadas) pasa a incluir incluso a aque-
llos capitales corporativos nacidos endógenamente y nucleados en torno a grandes
grupos empresariales que sinergizaron con el Estado, como el japonés o el coreano
en el EA. Estos no solo han logrado independizarse de los condicionamientos esta-
tales sino que, en dirección inversa, se transforman a través de sus redes económi-
cas multilocalizadas en condicionantes/demandantes del Estado para respaldar sus
estrategias reproductivas (Park, 2013). En los términos conceptuales de los núcleos,
los NA endógenos y dinámicos, han sido crecientemente capturados por el poder
trasnacional (Pempel, 1999b; Park, 2013) —del que pasan a formar parte los pro-
pios grupos locales—, pulsando a partir de ello por una «trasnacionalización del
estado» que afecta seriamente las lógicas desarrollistas de este (Glassman, 2009).
Ello implica un redireccionamiento progresivo de los NIE hacia formas que tensio-
nan con el desarrollo y la redistribución (Kim, 2013), así como con el despliegue de
una estrategia territorialmente equilibradora (Park et al., 2013), al tiempo que en-
troncan con renovadas formas de neoliberalización y mercantilización en las que
están ausentes los controles disciplinares del Estado (Cho, 2012).
b) El segundo aspecto clave, tiene que ver con la heterogeneidad misma de los
espacios macrorregionales conformados a partir de los centros de respuesta y de
acoplamiento. En tal sentido, si el escenario latinoamericano esconde en su trata-
miento un sin número —casi inagotable— de diferencias, el EA no resulta un con-
traejemplo de homogeneidad. La división del trabajo al interior de esta macrorre-
gión ha tenido lugar sobre la base de una heterogeneidad interna, fundada en el
desarrollo del trípode pionero (Japón desde los años cincuenta y luego Corea y
Taiwán desde los sesenta hasta la actualidad) donde los NA y NIE desplegaron sus
calidades e interrelaciones más calificadas, expandiéndose en la forma del «vuelo
del ganso» al ASEAN, a partir de una integración jerárquica y progresivamente
menos profunda en términos de vulnerabilidad del proceso de industrialización y
capacidad de direccionamiento estatal (Li, 2007).En ese contexto, y aun con mu-
chos parecidos de familia con esas expresiones más calificadas del modelo desarro-
llista (Baek, 2005), la imponente emergencia de China a partir de las reformas de los
años ochenta y su dominante papel en la última década, se destaca por las tensiones
entre el indoblegable peso de la escala económica y —crecientemente— militar, y su
posicionamiento como un país pobre —per cápita— sostenedor de un NA que, si
bien ha sido crecientemente cualificado y localmente controlado en sus segmentos
de actividad más dinámicos (conocimiento), dista en sus calidades de alcanzar el
proceso de los «pioneros» (Beeson, 2009). Este último aspecto cobra también reali-
dad en las más recientes experiencias ampliatorias del ASEAN —con la agregación

215
de Vietnam, Laos, Birmania, etc.— durante este siglo. En este proceso ampliatorio,
si bien como indica Jomo, «hay pocas dudas que la transformación estructural y la
industrialización de esas economías han ido bien más allá de lo que hubieran alcan-
zado de descansar exclusivamente sobre las fuerzas del mercado y las iniciativas del
sector privado» (2001: 481), no es menos cierto que las calidades del patrón acumu-
lativo y las capacidades estatales, así como los contextos geopolíticos en los cuales
se inscribe la ampliación del «vuelo del ganso», han dado lugar a procesos menos
consistentes desde el punto de vista del desarrollo. La mayor endebles del patrón
industrializador endógeno desprendida tanto de la subordinación con la que se
integran a los encadenamientos globales, como la tensión aperturista y desmantela-
dora que impulsan empresas y actores políticos globales, conforma internamente
no solo un patrón productivo, sino también —y articuladamente— socioeconómi-
camente menos cohesionado, y, externamente una más restringida capacidad de
ofrecer alternativas/resistencias sostenibles a las penetrantes redes globales, con-
troladas por actores que presionan crecientemente por la internacionalización del
Estado (Glassman, 1999; Robinson; Harris, 2000).

FIGURA 13

FUENTE: elaboración propia.

Los aspectos indicados en a) y b) constituyen elementos importantes para ex-


plorar/encontrar fundamentos al proceso de desigualación social que, como vimos
en el Capítulo I, se da en el mismo contexto de la dinámica emergente del SG. Por
un lado, la asimilación de ese carácter dinámico señalado en a), destacando la «pe-
netración desmanteladora, trasnacionalizadora y financiarizadora» del capital glo-
bal —y sus lógicas de flujos— sobre los «centros de respuesta» otrora más autóno-
mos (Japón, Corea, Taiwán), constituye una base sugerente para explorar el proce-
so de regresión o desigualación económico social que se ha impuesto en la
macrorregión desde mediados de los años ochenta (Kwang-Yeong, 2010; Zhuang y
Kanbur, 2012; Feng, 2011). Ello ha incluido al grupo de países pioneros en la forma-
ción macrorregional, forjadores de un proceso de mayor cohesión y equidad social
relativa dentro de la periferia (Jomo, 2003) y excepcionales «desertores» de este
último escenario. Por su parte, la heterogeneidad que ha acompañado el proceso
expansivo indicado en b), forma una base plausible de análisis para considerar la
forma en que se vincula la mayor regresividad y desigualdad socioeconómica e
institucional con la mayor vulnerabilidad de los NA y los NIE en los países a través
de los que se ha expandido la macrorregión.

c) Ahora bien, finalmente, la matriz de análisis de los territorial fix nacionales en


sus heterogéneas configuraciones —y vínculos con los procesos globales— no apor-

216
FIGURA 14

FUENTE: elaboración propia.

tan muchos elementos explicativos en los aspectos desarrollados hasta aquí en lo


que refiere a la estructura y dinámica espacial subnacional. Es decir, sobre aquellas
estructuras productivas y dinámicas de los territorial fix subnacionales que interac-
túan variablemente con los actores que controlan las redes —y flujos— globales e
integran selectivamente esos territorial fix nacionales en las particulares constitu-
ciones de los NA y NIE que arrojan las diferentes trayectorias nacionales. En la
configuración de esas trayectorias, la dinámicas subnacionales (regionales) experi-
mentan diferentes procesos de transformación, y quedan sujetas a las distintas es-
trategias emergentes bajo las tensiones y movimientos contradictorios que hemos
analizado desde las intersecciones globales/nacionales.

No obstante la relevancia de estos aspectos, tanto el enfoque de CVG como el de


VC, a los que hemos sometido a un análisis crítico y alternativo en este y en el
anterior capítulo, carecen de elementos conceptuales —y metodológicos— para su
consideración. Su abordaje, demanda, por un lado, el reconocimiento de la dinámi-
ca multiescalar del capitalismo y, dentro de ello, la compleja y disputada forma en
que esas dinámicas subnacionales (regionales) se involucran —variadamente— en
las estrategias de los actores que controlan las redes globales y en las configuracio-
nes y reconfiguraciones nacionales a partir de las diferentes fases y variaciones del
capitalismo —tanto en el centro como en la periferia.
La consideración de estos aspectos, en el marco del dinámico y contradictorio
proceso de penetración y redefinición de las redes globales en los territorial fix na-
cionales, así como de las heterogéneas formas de asimilación dentro y fuera de las
macrorregiones del SG pasa a ser un elemento neurálgico para un doble y concate-

217
nado propósito. Por un lado, para dar respuestas a nuestro último interrogante
central, ligado a fijar un marco de exploración, desde el SG, de los fundamentos de
los procesos de desigualdad espacial que conviven con el dinamismo de ese escena-
rio. Por otro lado, para identificar los elementos fundamentales en la elaboración
de estrategias de articulación espacial que permitan revertir esas desigualdades y
articularse con dinámicas nacionales de construcción de «centros de respuestas»
sostenibles.
En búsqueda de ello, y tanto esa dimensión regional/espacial, como se indicó,
ha estado ausente en los marcos teóricos hasta aquí examinados, en el siguiente y
último capítulo emprendemos la recomposición —una vez más, crítica y desde el
SG— del enfoque Nuevo Regionalista, desplegado especialmente en la década de
los noventa desde el centro hacia la periferia. Lejos de hacerlo en forma aislada,
procuramos cubrir los propósitos antes mencionados a partir de una articulación
de los elementos que fueron surgieron del análisis crítico desplegado en los dos
últimos capítulos.

218
CAPÍTULO IV
DINÁMICAS REGIONALES EN VARIEDADES CAPITALISTAS
PERIFÉRICAS. DESDE LA CRÍTICA A LAS ALTERNATIVAS
AL NUEVO REGIONALISMO

Las contradicciones entre capital y trabajo, competencia y monopolio,


propiedad privada y Estado, centralización y descentralización, inmo-
vilidad y movimiento, dinamismo e inercia, pobreza y riqueza, así como
entre las distintas escalas de actividad, han ejercido su influencia y
cobrado forma material en el paisaje geográfico. Entre todas esas fuer-
zas diversas, sin embargo, hay que conceder prioridad a la combina-
ción de los procesos moleculares de acumulación sin fin del capital en
el espacio y el tiempo (el flujo y reflujo cotidiano de la actividad empre-
sarial competitiva dedicada a la circulación y acumulación de capital)
con el intento de organizar el espacio de ese paisaje de alguna forma
sistemática mediante el ejercicio de los poderes estatales.
HARVEY (2014: 149)
The two forms of class struggle can be made to appear in conflict espe-
cially with the manipulation of territorial identities under bourgeois
nationalism, regionalism and localism. But when territorial conscious-
ness is based on the exploitative nature of capitalist production, and
not on parochialism and emotional attachment to place, it is class cons-
ciousness. The production of space has indeed been socially obfusca-
ted and mystified in the development of capitalism, and this has allo-
wed it to be used against the class struggle. Lefebvre would argue that
this is precisely how capitalism has survived.
SOJA (1980: 224)
The geographic unevenness of capitalist development has many sources.
Monocausal theories are no more apt —or in the spirit of Marx’s analysis
of capital— here than, for example, in the case of crisis theory... Inability
to distinguish among separate forces operating simultaneously is in no
small part responsible for the confusion surrounding the question of
uneven development. Equally to blame is a fixation on forms of uneven
development associated with the failure of capitalism to revolutionize
fully the relations and forms of production, which has prevented an in-
vestigation of forms more consistent with fully developed capitalism.
WALKER (1978: 28)

Introducción

Como indicamos desde el primer capítulo y retomamos conclusivamente en el


anterior, el dinamismo del Sur Global (SG) convive con la continuidad y profundi-
zación de las desigualdades sociales y espaciales en su interior. Asimismo, los enfo-
ques antes revisados críticamente, así como los elementos que emergen de dicha

219
revisión, no contienen un instrumental adecuado para evaluar los fundamentos de
la forma en que las desigualdades espaciales persisten y se proyectan desde y hacia
el campo subnacional. No contienen por ello, tampoco, herramientas para formu-
lar estrategias superadoras con relación a esas desigualdades.
Ello constituye la plataforma para considerar el tercero de los enfoques que ha
centrado su instrumental en la dinámica espacial subnacional/regional. El examen
de su origen y elementos constitutivos, sobre el que se procurará no sobreabundar,
adquiere relevancia por su conversión en una herramienta interpretativa que esti-
mula a posicionarse regionalmente para interpretar los procesos globales y, al mis-
mo tiempo, para inducir cómo lo regional contiene una ventana de oportunidades
para el desarrollo estratégico dentro de esos procesos.
Luego de una larga trayectoria de consolidación de los espacios nacionales como
referencia analítica, particularmente a partir de la reconfiguración de la fase fordis-
ta-keynesiana y los arreglos regulatorios/institucionales que viabilizaron su «econo-
mía política», la emergencia de este enfoque centrado en lo regional, y el papel
tanto de las dinámicas de aglomeración espacial de la producción como de los fac-
tores no económicos en la dinámica económica regional, generó un renovador im-
pacto en disciplinas hasta entonces opacadas en las ciencias sociales, como la geo-
grafía económica (Perrons, 2001; Amin y Thrift, 2000; Storper, 1988, 1995a, 1997a),
al tiempo que despabiló en aquellas consagradas, como la economía, el interés por
la dimensión espacial (Krugman, 1991, 1998; Krugman y Venables, 1995), ponien-
do en tensión incluso las perspectivas con que esas disciplinas incorporaban esa
dimensión y la formas de entender su original contribución a los emergentes proce-
sos de reestructuración (Martin, 1999; Martin y Sunley, 2011).
A diferencia del enfoque de Variedades de Capitalismo (VC), en ese tenso escena-
rio de reproblematización de lo espacial no fue eludido el problema del cambio, sino
que el mismo fue colocado como parte de su análisis y fundamentos. En el análisis
de las transformaciones organizacionales del capitalismo preponderó la considera-
ción sobre la alteración en su lógica geoeconómica, introduciendo la dimensión sub-
nacional como protagonista de esa lógica. Ese protagonismo fue cobrando fuerza
tanto para la comprensión de las formas espacialmente diferenciadas con que regio-
nes y localidades fueron respondiendo a la emergencia de una nueva dinámica glo-
bal, así como para reflexionar acerca de las estrategias de acción ante esta última.
Al introducir una línea argumental en el sentido mencionado, y ganar creciente
aceptación en el escenario académico, el «Nuevo Regionalismo» (NR) (Keating,
1998) se consolidó como enfoque, procurando respuestas a los interrogantes encla-
vados en la Introducción general de este trabajo: ¿cómo se involucran las regiones
en los procesos de reestructuración? ¿Cuáles son los fundamentos de sus potencia-
lidades e, incluso, de su renovado protagonismo?
Las respuestas que, como indicamos, asociaron el examen de las transforma-
ciones a ese protagonismo fueron confluyendo y complementándose con otros más
vinculados a los enfoques de cadenas de valor global (CVG), formando un marco de
interpretación sin acento en la dinámica conflictual, y fundado en lógicas de acción
win-win (yo gano - tú ganas). Esto último, que facilitó su instalación como mains-
tream académico del desarrollo (regional), alentó su asimilación institucional por
parte de organismos internacionales y policy makers estatales de los distintos nive-
les escalares (Fernández et al., 2008).

220
Sin embargo, y no obstante esa exitosa instalación académico-institucional, su
posicionamiento inspirador de instituciones y políticas regionalistas convivió, como
ya hemos adelantado, con la expansión de las desigualdades espaciales. Como vi-
mos en el Capítulo I, esa desigualdad tomó lugar no solo en aquellos escenarios de
la periferia del sistema mundo (SG) donde el NR ingresó como parte de un proyecto
neocolonial (Fernández, 2008), sino también, y más recientemente, en aquellos es-
pacios, como los del Este Asiático (EA), que lograron consolidar excepcionalmente
una estrategia de desarrollo con una trayectoria de salida de la periferia.
Al examinar los elementos constitutivos que presenta el enfoque se hace dificul-
toso responder a los interrogantes planteados anteriormente. Contando como prin-
cipal activo el haber incorporado la dinámica subnacional/regional para el análisis
de las transformaciones del capitalismo (Scott y Storper, 2003; Keating, 1998), la
convivencia con la persistente e incluso amplificada presencia de las desigualdades
espaciales estimula y fundamenta la evaluación crítica del NR para identificar los
elementos limitativos de su cuerpo teórico, así como para reequiparle con elemen-
tos más consistentes. Estos elementos pasan a ser requeridos no solo para el diag-
nóstico sino también para pensar lineamientos que permitan al SG, bajos sus in-
cuestionables especificidades nacionales y macrorregionales, gestar formas alter-
nativas de integrar las dinámicas regionales dentro de las trayectorias nacionales y
los procesos de transformación global.
El desarrollo de esta tarea es realizada en este último capítulo a través de seis
pasos en los que se:

a) Considera primeramente el origen y elementos constitutivos fundamentales,


así como los contrastantes resultados entre sus promisorios diagnósticos del prota-
gonismo de las regiones y la profundización de las desigualdades socioeconómicas
y espaciales.
b) Analiza a partir de las restricciones presentes en el dispositivo teórico para
dar cuenta, desde el punto de vista del diagnóstico, de las causas que afectan e
inciden en su debilidad para explicar los fundamentos de las irrevertidas y persis-
tentes desigualdades socioeconómicas y espaciales reproducidas, con sus especifi-
cidades, en todo el SG. Desde el punto de vista propositivo, identificar sus restriccio-
nes para formular estrategias que aseguren un involucramiento integral de las diná-
micas regionales y reversivo de dichas desigualdades.
c) Opera superadoramente considerando cómo la lógica del capitalismo, recu-
perando su dimensión holística y contradictoria, permea la formación de redes eco-
nómicas y políticas globales (REyPG) y sus intersecciones con las variables confi-
guraciones macrorregionales y nacionales que analizamos en el Capítulo III.
d) Evalúa —como otro elemento omitido por el NR— la forma en que las di-
námicas regionales han quedado incorporadas a las trayectorias nacionales y la
particularidad de los Núcleos de Acumulación (NA) y los Núcleos de Implicación
Estatal (NIE) analizados en el Capítulo III y, a partir de ellos, el modo en que son
vinculadas a las REyPG.
e) Explica diferencialmente, a partir de lo anterior, los fundamentos de las per-
sistentes desigualdades regionales en un contexto cambiante —de intersección—
respecto a la producción de las desigualdades socioeconómicas.
f) Identifica, finalmente, los desafíos estratégicos —desde el punto de vista de la

221
investigación y la construcción de estrategias alternativas— para que los procesos
de desarrollo regional tengan lugar en el SG bajo un carácter inclusivo, integral/
integrador y dinámico que abone a la cualificación de esos NA y NIE y sus relacio-
nes virtuosas.

1. Origen y fundamentos del Nuevo Regionalismo

El transcurso de la década de 1990 pareció constituirse una «etapa de oro» no


solo para las teorías y políticas del Desarrollo Regional (DR) sino también para las
regiones mismas como escenarios estratégicos en el proceso de «restructuración
del capitalismo» (Storper, 1995a; Scott y Storper, 2003). Montado sobre las contri-
buciones regulacionistas para el análisis de las transformaciones del patrón fordis-
ta-keynesiano y en el mismo momento en que el neoliberalismo se imponía a escala
global, este enfoque encontró en las nuevas condiciones flexibles y descentradas de
producción un campo propicio para sostener la necesidad de una lectura centrada
en el resurgimiento de las economías regionales como unidad fundamental de la
vida social y la formulación de políticas (Storper, 1995a: 191).
En dicha lectura, el diagnóstico realizado en la década de 1980 sobre la redefini-
ción de las formas de organización de la industria a escala global (Piore y Sabel,
1984) como la transformación en las formas regulatorias del capitalismo (Storper y
Scott, 1989) jugaron un papel central en la valoración regional. Dichas formas y
transformaciones alentaron la recuperación de espacios subnacionales como ám-
bitos propicios —dotados de variable especificidad— para la coordinación institu-
cional-empresarial que demandaba la flexibilización de los procesos productivos
(Storper y Scott, 1989; Piore y Sabel, 1984; Brusco, 1982, 1986). Complementaria-
mente a ello, y bajo una creciente influencia del pensamiento evolucionista (Bosch-
ma y Frenken, 2006), el papel del aprendizaje y la innovación colectivamente gene-
rados a nivel territorial vinieron a complementar el de la flexibilidad, para situar la
dimensión regional y local como epicentro —y espacio de proximidad— en la gene-
ración de las ventajas dinámicas que aseguran la competitividad (Storper, 1995b,
1997b; Maskell y Malmberg, 1999; Bell y Albu, 1999; Audretsch, 1998), donde esta
última es colocada como el elemento más relevante y desafiante del nuevo —y pro-
misorio— escenario de la globalización (Porter, 1990).
El recorrido teórico-empírico para arribar a tales objetivos vino de la mano de
un conjunto de conceptos de alcance subnacional, como los de distritos industria-
les (Brusco, 1992), clusters, medios innovadores, sistemas regionales de innova-
ción, bajos los que se desarrolló la explicación de los procesos conducentes a la
generación —o la obstaculización de— esas dinámicas flexibilizadoras e innovado-
ras. Situados subnacionalmente, como parte de escenarios regionales y locales dife-
rencialmente dotados para enfrentar los desafíos de la organización empresarial, el
desarrollo del conocimiento y la rearticulación institucional (Lajendik et al., 2000;
Fernández et al., 2008) contenida en este cuerpo conceptual desafiaba al examen
tanto tradicional de la conflictividad como el de las formas de la pura competencia,
convergiendo —aun con todas las especificidades contenidas en las perspectivas
que los alumbraron— en resaltar los beneficios —y objetivos— de una «lógica coo-
perativa», forjadora de un comportamiento territorialmente colectivo en el que cam-

222
pea la división social de trabajo y el soporte institucional local a la articulación
interempresarial (Fernández, 2001).
La importante consideración ganada por el enfoque y los cambios a que el mis-
mo indujo en las formas de interpretación de los procesos de transformación, y el
resurgir con ello de disciplinas subalternas, como la geografía económica, no solo
alentaron una infinidad de estudios de casos orientados a detectar o propulsar glo-
balmente el proceso de producción e innovación en aglomeraciones productivas
diferencialmente nominadas como distritos industriales, clusters y los sistemas de
innovación, sino que también consiguió imponerse como un envolvente y panorá-
mico mantra a partir del que debían/podían ser interpretados o conducidos los dife-
rentes escenarios de producción subnacional.
La ideas de un patrón más flexible y descentrado de producción y organización
institucional inaugurado por la etapa poskeynesiana alentaba la identificación de
los factores que favorecen y/o son favorecidos por el asociativismo local y el desa-
rrollo espacialmente localizado de las interdependencias no comerciales (Storper,
1995a), tempranamente se conformó en una novedosa e influyente «heterodoxia».
Ello, por un lado, actuaba frente al universalismo individualista del mainstream
neoclásico (Scott y Storper, 2003), pero al mismo tiempo desplazaba la atención
puesta sobre los espacios nacionales impuesta bajo el imaginario keynesiano desa-
rrollista, para dar centralidad a la dimensión regional como ámbito estratégico para
una industrialización difusa, y una capitalización de procesos de organización so-
cial y económicamente sinergéticos (Boisier, 1999).
La configuración de esa lógica, con esos beneficios en los niveles subnacionales
(variablemente locales y regionales), no solo se constituyó en un campo fértil de
análisis, ideas y políticas, sino que pasó a cubrir crecientemente una gran cantidad
de programas de formación y a atravesar no secundariamente las principales líneas
de interés de institutos de investigación tanto en el centro como en la periferia del
sistema mundo. A raíz de ello, el carácter heterodoxo del NR pronto se transformó
en una «nueva ortodoxia regionalista», con una inserción hegemónica en escena-
rios periféricos, como el latinoamericano (Fernández et al., 2008; Fernández, 2008).
Ahora bien, no obstante la confrontación de lo espacial/cooperativo versus lo a-
espacialmente/individualista de la perspectiva neoliberal/neoclásica, el enfoque com-
partió con esta última —y el pensamiento conservador dominante desde las dos
últimas décadas del siglo pasado— la posición sobre el anacronismo obstaculiza-
dor del Estado nacional. Ello alentó una relación local-global que diluyó argumen-
talmente —o al menos relativizó— la centralidad de la escala nacional del Estado
(Harrison, 2006; MacLeod, 2001; Fernández, 2001), empalmando progresivamente
con el enfoque de CVG analizado en el Capítulo II.
La confluencia en una perspectiva local/global (que va desde los distritos y los
clusters hacia las CVG, es decir desde lo subnacional hacia lo global como vehículo de
la competitividad territorial) e, inversamente, global/local (partiendo desde las CVG
para explicar las condiciones a partir de las cuales se incorporan los clusters como
herramientas de upgrading), terminó viabilizando una «comunidad de análisis» que
dio por sentada la posibilidad de establecer juegos de suma positiva entre las formas
—territorializadas— de cooperación local/regional y la inserción en CVG (Giuliani et
al., 2005; Pietrobelli y Rabelloti, 2006), y entre el activismo asociativo de las pequeñas
empresas y la acción expansiva de las empresas transnacionales (ET) (UNCTAD, 2010).

223
El proceso de acoplamiento y retroalimentación —y no de confrontación— de
esos dispositivos teóricos asentados diferencialmente desde las dimensiones regio-
nal y global configura una plataforma explicativa relevante para entender la asimi-
lación del enfoque regionalista/localista por los organismos de financiamiento in-
ternacional (OFI), así como su progresiva succión dentro de las estrategias —neoli-
berales— desplegadas por estos últimos.

2. Los resultados de la «construcción regionalista»

¿Qué eficacia ha tenido ese enfoque del NR, aun enriquecido en sus fusiones, al
momento de interpretar procesos y al mismo tiempo contribuir a alinear los mis-
mos en función de una dinámica de inclusión regional que dé integralidad al desa-
rrollo? La dinámica de inclusión implica, necesariamente, no solo un proceso de
reversión de las desigualdades no solo sociales sino también, y no secundariamen-
te, regionales/espaciales. Estas últimas, como vimos desde el Capítulo I, han forma-
do parte del escenario general del capitalismo y, en general, han conformado parte
de una modalidad de reproducción que perpetua las jerarquías y las formas subor-
dinantes de reproducción.
En tal sentido, la colocación de las regiones como «epicentro dinámico del capi-
talismo global» (Ohmae, 1995; Scott y Storper, 2003) no ha dejado de ser una origi-
nal referencia para experiencias que ganan lugar en un archipiélago de desigualda-
des (Veltz, 1996) y, lejos de configurar un mapa en el que el activismo subnacional
pueda ser parte de un proceso más general de transformación igualadora, ha convi-
vido con la ampliación de las desigualdades espaciales y la falta de alternativas para
las regiones periféricas. En términos estructurales, poco parece haber ido en contra
del diagnóstico «myrdaliano» desarrollado aun en la «edad de oro» de la fase fordis-
ta-keynesiana sobre la dinámica que conduce al subdesarrollo y la «periferización
regional» (Myrdal, 1957). Las regiones periféricas de todo el globo, desde las tradi-
cionales de la Europa unificada y las del Este más recientemente incorporadas,
hasta las latinoamericanas y las asiáticas, subsisten —y ven agravada su condi-
ción— bajo un cúmulo de desequilibrios multidimensionales respecto de las regio-
nes centrales, incluyendo ello un complejo de elementos que operan conjuntamen-
te: la densidad y calidad de las redes sociales e institucionales, los diferenciales en
las formas productivas adoptadas territorialmente y, en relación con ello, en la pro-
ductividad resultante, en la calidad del empleo, en la capacidad de generación de
conocimiento y, finalmente, en los productos per capita.
Como vimos en el Capítulo I, la desigualdad social no ha dejado de formar parte
del paisaje del capitalismo, ni en sus áreas más dinámicas del SG, como el EA,
donde las desigualdades vencieron —al menos inicialmente— la «U» invertida de
Kutnetz (1955), para —más recientemente— dar lugar a su reedición (Zhuang y
Kanbur, 2012; Kanbur, 2012). Más aun, se ha hecho fuertemente presente en Amé-
rica Latina (AL), bajo un largo ciclo de desigualación posterior a la crisis del modelo
sustitutivo de importaciones y la violenta irrupción neoliberal (Portes y Hoffman,
2003), y se ha mantenido no obstante las tímidas reversiones posneoliberales. En lo
estructural, las desigualdades espaciales han permanecido inalteradas en ambos
escenarios, y es precisamente la convivencia de las desigualdades con el enfoque

224
que promueve el —generalizado— protagonismo de las regiones la que interpela la
eficacia/capacidad/consistencia de dicho enfoque al analizar las dinámicas regio-
nales y actuar como plataforma de estrategias bajo la transformación socioeconó-
mico-espacial del capitalismo.
Antes de un examen en profundidad de las (in)consistencias —y los límites expli-
cativos— de ese enfoque, vale destacar aspectos tanto generales como específicos de
la desigualación espacial. En tal sentido, y acompañando la irreversible desigualdad
social mundial (Ortiz et al., 2011), es importante resaltar que la desigualdad espacial/
regional no constituye un hecho localizable selectivamente en determinados ámbi-
tos de la dinámica global, sino que, por el contrario, su presencia se extiende incluso
al propio centro del sistema mundo. Publicaciones insospechables de «activismo
igualitarista» (The Economist, 2011) han resaltado el proceso de aceleración de las
desigualdades regionales ante la crisis global, alcanzando de pleno al centro, y com-
prendiendo no solo a Estados Unidos (EE.UU.), sino también la Unión Europea
(UE), verdadero laboratorio del enfoque regionalista y las políticas regionales.
Ese agravamiento post crisis de 2008, no debe sin embargo borrar del análisis
los aspectos estructurales de la desigualdad regional, bajo los que se oculta la inefi-
cacia del remedio «regionalista» en su ensayo en el propio laboratorio en el que fue
germinado. En tal sentido, en la UE, donde el grueso del enfoque nuevo regionalista
fue gestado y donde se conformó una compleja arquitectura de compensaciones
territoriales, las desigualdades que afectan estructuralmente las periferias no han
logrado ser revertidas (Dunford y Smith, 2000; Rodríguez-Pose y Fratesi, 2007; Fer-
nández, 2007), e incluso fueron ampliadas con la incorporación del Este europeo
(Heidenreich y Wunder, 2008). En tal sentido, como indicó oportunamente Petrakos,
«El hecho de que después de treinta años de política regional en Europa el tema de
la cohesión económica y social sea tan relevante como siempre, es un indicador
claro de que tenemos que reinventar los elementos básicos de nuestro contexto
político regional» (2009: 41).
En el marco de esta inalterada asimetría estructural, tal vez la paradoja más
visible del enfoque teórico dominante ha sido que la centralidad otorgada al actor
regional no solo convive con la desigualdad espacial/regional —como indicamos—,
sino que ha venido desplegándose paralelamente al cambio de dirección de la con-
vergencia regional producida en la posguerra (Cuadrado Roura, 2001; Fernández,
2007), cuando, precisamente, el pensamiento y la acción por el desarrollo desde
una escala nacional dominaba las dinámicas regionales y subordinaba las implica-
ciones institucionales orientadas a su desarrollo (Brenner, 2004).
Si esta es la realidad del norte (global), y en su más sofisticado desarrollo econó-
mico institucional tiene lugar esa paradojal realidad, el interrogante ineludible es:
¿cuál será la capacidad del SG de formar, en su recreado dinamismo, un patrón de
desarrollo regional/espacialmente más equilibrado? Y, nuevamente, y en tal caso:
¿en qué medida la perspectiva del NR aporta elementos tanto para dar cuenta de la
presencia o ausencia de ese patrón, como así también para formular estrategias o
formas interventivas y regulatorias que, al tiempo que alteren las condiciones peri-
féricas, desenvuelvan al interior de los espacios nacionales y macrorregionales proce-
sos de/con mayor cohesión socioeconómico espacial?
El SG no ha podido acompañar su contrastante dinamismo con la reducción
de las desigualdades regionales intranacionales. Como ya fue destacado, ese dina-

225
mismo sostenido que viene teniendo el SG convive —no inicial sino sostenidamen-
te— con las desigualdades tanto sociales como espaciales, contrariando las teorías
de la convergencia y la reducción de la desigualdad (Sala i Martin, 2006) y arrojan-
do un claro cuestionamiento a las posibilidades de desarrollo. En lo específica-
mente espacial/regional Kanbur y Venables, basados en una multiplicidad de estu-
dios realizados en el SG (al que denominan developing countries), sostienen con-
clusivamente que «si bien existe una enorme heterogeneidad entre los países, por
supuesto, la conclusión general en base a la abundante información presentada en
estos estudios es que la desigualdad espacial es alta y, en muchos países, sigue
aumentando» (2005: 4).
Sin embargo, el SG no es tampoco completamente homogéneo entre, ni mucho
menos, al interior de sus macrorregiones. Continuando con la mirada comparativa
entre el EA y AL, esa convivencia del crecimiento/dinamismo con la desigualdad
tanto social como espacial al tiempo que exhibe un conjunto de especificidades
macrorregionales y nacionales también presenta una compartida perdurabilidad a
nivel de las desigualdades espaciales.
En el caso asiático, la matriz de desigualación espacial no ha sido convergente
con la desigualación social. Mientras esta última fue reducida a través de la forma-
ción y desenvolvimiento de los Estados desarrollistas que dinamizaron el proceso de
integración macrorregional del «vuelo de los gansos» (flying geese) —Japón, y luego
Corea y Taiwán— (Kojima, 2000; Jomo, 2006; Kohli, 2009) diferenciándose en rela-
ción a otros escenarios, como el de AL, las desigualdades espaciales/regionales han
formado, con algunas variaciones, y bajo las especificidades nacionales, parte cons-
tante del paisaje de estos países. Ello, como veremos más detenidamente luego,
cubrió tanto su apogeo desarrollista como la más reciente reformulación del mis-
mo, cuando la prioridad por el mejoramiento de la competitividad y la inserción
global pasó a centrarse selectivamente sobre determinados núcleos regionales en
desmedro de otros (Hamaguchi, 2008; Hill, 2002).
El cuadro de divergencia entre desigualdades sociales —en reducción— y espa-
ciales —mantenidas— ha virado hacia uno de convergencia, como producto del
crecimiento de las desigualdades económico/sociales disparadas desde finales de
los años ochenta y, particularmente, desde la segunda mitad de los años noventa,
ante la presión de las reformas desreguladoras de matriz neoliberal (Jomo, 2006).
Esa presencia de la desigualdad social en el EA se ha visto facilitada también por
aspectos vinculados a las especificidades nacionales, como es el caso de la larga
recesión en países de industrialización madura como Japón, o la vertiginosa indus-
trialización, en el caso de China (Shin, 2010), sin poder dejarse de remarcar, como
se indicó en la introducción, que el proceso de crecimiento con equidad desarrolla-
do en los líderes del flying geese no encontró correlato en el Sur-Este de Asia (espe-
cialmente Indonesia, Tailandia y Malasia), donde el crecimiento fue menos sosteni-
do y la desigualdad mayor (Anne Booth, 1997, 1998; Jomo, 2006).
Ciertamente, en este marco de crecimiento de las desigualdades económico
sociales, las inequidades espaciales y regionales encuentran condiciones más in-
hóspitas de reversión. De hecho, aunque prácticamente todos ellos han ido impul-
sando desde los años ochenta políticas desde el nivel central para revertir esas
desigualdades (Hill, 2002), los análisis realizados oportunamente para Japón (Mu-
tlu, 1991), Corea (Lee y Park, 2012) y China (Dunford y Li, 2010; Kanbur y Zhang,

226
2005), dan cuenta que la reducción de las desigualdades regionales se han mostra-
do modestas (Hill, 2002), cuando no marginales, como en el caso destacado de
China (Golley, 2010).
Cuando saltamos del EA al escenario latinoamericano, encontramos que este
ha presentado, respecto a lo señalado, algunas diferencias que vale precisar. El EA
mostró un proceso vertiginoso de crecimiento sostenido, prolongado incluso des-
pués de la crisis de los años setenta (Reinert, 2010), con tasas incluso mayores entre
1980 y finales de 1990 respecto de todo el período anterior (fundamentalmente por
el dinamismo de China) (Jomo, 2006), acompañando ello con una reducción de las
desigualdades socioeconómicas. La trayectoria latinoamericana, en cambio, vio
quebrar el proceso de igualación abruptamente hacia mediados de los setenta y se
extendió por más de dos décadas con la implementación de las reformas neolibera-
les, particularmente a partir de los años noventa, bajo la plena vigencia del Consen-
so de Washington (CW) (Lustig et al., 2011). Los desequilibrios sociales disparados
a partir de ello (Portes y Hoffman, 2003) se tradujeron finalmente, como ya se indi-
có, en la transformación de la región en el escenario más desigual del planeta.
Desde el punto de vista de la desigualdad espacial, a diferencia de esos cambios
en la desigualdad socio económica, y al igual que el EA, las asimetrías regionales
no sufrieron alteraciones estructurales en todo el largo proceso que incluye tanto la
fase del capitalismo monopólico de inspiración fordista-keynesiana y el dominio
de las políticas de sustitución de importaciones, como profundas y desmantelato-
rias transformaciones operadas después de la crisis de los setenta y, particularmen-
te, desde la implementación del CW. A finales de los años noventa y e inicios de este
siglo, con la llegada del denominado «post consenso» (Stiglitz, 2001), la recupera-
ción del crecimiento, no obstante acompañado de mejoras que lo alinean con los
objetivos del milenio, no logró la reversión, desde el punto de vista social, de la
condición de región más desigual (CEPAL, 2013), al tiempo que, desde la dimen-
sión espacial, los datos no parecen mostrar cambios que alteren esas desigualdades
(Riffo, 2011).
En síntesis, el SG se presenta como un renovado laboratorio capitalista, en el
que su dinamismo a través del que releva el aletargamiento del centro, se despliega
paralelamente con una limitación en el largo plazo para revertir las desigualdades
socioeconómicas —o más bien para profundizarla. No obstante, esta dimensión de
la desigualdad presenta sus particularidades macrorregionales, mostrando por lar-
go tiempo el contraste entre el camino de la equidad que el EA logró sostener des-
pués de la crisis de los años setenta y la expansión de la fase globalizadora —parti-
cularmente concentrada en ese grupo reducido de países dinamizadores del flying
geese— y la consolidación durante ese período de AL como la región más desigual
del planeta.
Sin embargo, como adelantamos en el anterior capítulo y analizaremos más en
profundidad luego, los tiempos más recientes dan cuenta de un regreso de las diná-
micas desigualadoras en el EA, fundado en la renovada presión liberalizadora pos-
desarrollista y un conjunto de especificidades nacionales en las que contrastan los
primeros (Japón) y últimos (China) dinamizadores de la región. Frente a ello, en AL
se visualizó una reversión de sus desigualdades socioeconómicas a partir de inicios
del presente siglo, bajo la resucitación de proyectos neodesarrollistas e inclusionis-
tas (Lustig et al., 2011). No obstante, ello ha implicado efectos marginales en una

227
macrorregión que se mantiene en el liderazgo de la desigualdad global. Ambos es-
cenarios (EA y AL) comparten, sin embargo, en el plano espacial, un mismo cuadro
de inalterabilidad de las estructuras de desigualdad regional.

FIGURA 1. Dinámica general del patrón asiático de desigualdades


socioeconómico espaciales

FUENTE: elaboración propia.

FIGURA 2. Dinámica general del patrón latinoamericano de desigualdades


socioeconómico espaciales

FUENTE: elaboración propia.

Volveremos más extensa y explicativamente sobre alguno de estos aspectos a


medida que avancemos sobre los fundamentos de estas particulares dinámicas de
la desigualdad socio económica y espacial. Pero, para avanzar en esa dirección, es
necesario volver sobre los interrogantes que nos vinculan con la eficacia o consis-
tencia del enfoque regionalista. Es claro que este trabaja sobre un diagnóstico,
una prognosis y una propuesta, centrada en el protagonismo regional y las opor-
tunidades de las regiones para organizarse colectivamente e insertarse eficazmente

228
en los mercados globales, en el mismo escenario donde, bajo un complejo cuadro
de especificidades nacionales y macrorregionales, las desigualdades regionales
adquieren constancia. Sin embargo, no se trata de resaltar la divergencia entre el
dispositivo teórico-explicativo/prospectivo y el proceso fáctico de desigualdades y
formación de archipiélagos exitosos en escenarios donde abunda la asimetría,
sino de encontrar los fundamentos de los límites de este dispositivo para identifi-
car esos procesos adecuadamente, explicar las especificidades sobre las cuales
esas desigualdades se gestan en los distintos escenarios del SG y, más aún, de
formular estrategias reversivas, capaces de desplegar ese patrón de desarrollo in-
cluyendo más equilibradamente a las regiones en procesos de igualación tanto
socioeconómica como espacial.
Pero ¿cuáles son esas limitaciones para que la perspectiva nuevo regionalista
pueda dar cuenta de los procesos de desigualación y explicar su reproducción, así
como para formular estrategias o formas interventivas y regulatorias que, al tiem-
po que alteran las condiciones periféricas, desenvuelven al interior de los espacios
nacionales y macrorregionales procesos de/con mayor cohesión socioeconómico
espacial?

3. Desde los límites del NR a las alternativas analíticas y propositivas:


retomando la conformación contradictoria y las lógicas/intereses bajo
las Redes Económicas y Políticas Globales

Las limitantes del diagnóstico, la prognosis y la propuesta del enfoque NR se


vinculan a la desconsideración de, al menos, cuatro aspectos fuertemente interrela-
cionados, que forman parte de la batería conceptual que venimos desplegando.
Esto es:

• El análisis de la lógica contradictoria del capitalismo y de aquellos aspectos


que actúan sobre el dinamismo estructural que acompaña esa lógica contradictoria
(aspectos compartidos en el análisis crítico mencionado en los dos enfoques ante-
riormente desarrollados).
• La penetración de esa lógica contradictoria en el dinamismo del SG (Capítulo
I) y la forma como la misma se cola en las nuevas configuraciones reproductivas del
capital global y las redes económicas globales (REG) que monta para esa configura-
ción, así como en las redes políticas globales (RPG), direccionadas por los OFI y los
estados centrales que le dan soporte (Capítulo II y III).
• Los elementos de mediación —entre los procesos globales y locales— que
tienen lugar en ese escenario contradictorio, a partir de incorporar los procesos
macrorregionales, así como a las trayectorias nacionales y sus diferentes configura-
ciones (Capítulo III) al interior del SG.
• La forma en que esas configuraciones diferenciadas, y los elementos resalta-
dos, impactan en la viabilidad de un proceso de desarrollo regional reversor de las
asimetrías espaciales dentro de una estrategia nacional integral, así como el modo
en que el involucramiento de las dinámicas regionales viabilizan u obstaculizan
estas estrategias nacionales regionalmente integradoras.

229
La inclusión de estos aspectos resulta central para:

a) Por un lado, comprender cómo las dinámicas —y estrategias de involucra-


miento subnacional (regional y local)— han podido transformarse, en algunos ca-
sos, como sucedió en AL durante el CW, así como con posterioridad al mismo, en
herramientas de fragmentación y desmantelamiento de las «resistencias naciona-
les»; o en otros, como en los «exitosos casos» del EA, quedar atrapados en el marco
de procesos subalternos, nacionalmente concentradores, productos de la acción
centralizada y descendente de los Estados nacionales y la conformación de grandes
grupos económicos ubicados selectivamente en determinados espacios.
b) Por otro lado, para pensar estratégicamente, y en una forma agregada, la
modalidad en que los procesos regionales pueden contribuir genuina (y no ficcio-
nalmente) a elaborar una estrategia de desarrollo desde el SG que articule consis-
tentemente las trayectorias nacionales y las dinámicas nacionales bajo un acelera-
do proceso de transformación geoeconómica y política.

En otros términos, la dimensión regional puede ser puesta en agenda, e incluso


jugar un papel central, en la medida que el arsenal conceptual de aquella «etapa
dorada» del regionalismo —dominada por las políticas de distritos industriales,
clusters, planificación estratégica local, desarrollo de sistemas regionales de inno-
vación, etc.— desplace la perspectiva espacial de lo local y lo regional como pana-
ceas cerradas de elaboración bottom up y los inserte en el marco de las disputadas
funcionalidades que la dimensión regional ha venido a cumplir bajo las —profun-
das y contradictorias— transformaciones globales del capitalismo, con sus emer-
gentes cambios geoeconómicos y políticos —macrorregionales y nacionales.
Ello implica insertar la dimensión regional dentro de la perspectiva de redefini-
ciones multiescalares, plena de articulaciones entre los procesos globales, las tra-
yectorias nacionales y las dinámicas regionales. Bajo esas articulaciones, el papel
mutante y diferenciado de estas dinámicas regionales se hace presente para anali-
zar no solo las particularidades/diferenciaciones que tienen lugar al interior del SG,
sino también para formular pautas estratégicas para un desarrollo —regional—
consistente y nacionalmente integrado.

4. Dinámicas regionales bajo la dinámica contradictoria del capitalismo:


desde la fase competitiva a la fase globalizadora

El primer paso a dar en la superación de las limitaciones del enfoque regionalis-


ta consiste, como adelantamos, en pensar las dinámicas regionales bajo el desplie-
gue contradictorio del capitalismo y la penetración de esas contradicciones a través
de las REyPG que dan especificidad a la última y más compleja de las fases que
reproducen cíclicamente al capitalismo.
Al recomponer esa dinámica contradictoria bajo esta última fase, y observarla
comparativamente con las fases anteriores, particularmente con la fase del capita-
lismo monopólico (fordista-keynesiano), surgen elementos de explicación plausi-
bles acerca de las dinámicas regionales en el SG y sus especificidades en el marco
del comportamiento general de desigualación del capitalismo. Es decir, surgen ele-

230
mentos que permiten dar cuenta acerca de cómo esas dinámicas pasan a jugar
diferenciados roles en la configuración de las «estrategias de captura» desplegadas
a través de las REyPG en los espacios periféricos. Esos elementos, aportan también,
desde un punto de vista propositivo, insumos para considerar cómo esas dinámicas
pueden quedar involucradas en «estrategias —integrales— de respuesta» desde las
dimensiones nacionales.
La comprensión de ello demanda considerar inicial y holísticamente las especi-
ficidades de las dinámicas regionales y las formas de tratamiento regulativo dado a
las mismas en el marco del conjunto de las fases del capitalismo que marcan las
variaciones del capitalismo a lo largo del siglo XX y lo que va del actual, así como las
particularidades que han tenido lugar al interior de la propia periferia.
Como vimos en el Capítulo III, aquellas que calificamos como contradicciones
fundantes (entendidas como la contraposición en los intereses y lógicas reproducti-
vas entre el capital y el trabajo así como entre capitales) y sistémica-funcional del
capitalismo (con basamento histórico esencialmente nacional) han operado con-
juntamente como amenazas y dinamizadores de un sistema que, antes que una
tendencia colapsista, ha dado cuenta de una notable capacidad inmunológica y de
transformación interna que le ha permitido sobrevivir a sus crisis recreándose cícli-
camente a través de fases bajo las cuales se reconfiguran los procesos de acumula-
ción y las modalidades regulativas.
En este contexto contradictorio y conflictual —con las fases que suceden a las
crisis (las que actúan como antecedentes)—, los nuevos arreglos regulatorios que
viabilizan la continuidad del capitalismo reutilizan y redefinen, junto al tiempo, la
«administración del espacio», dando lugar a un complejo proceso de disputas y
redefiniciones multiescalares en las cuales quedan implicados los roles dados a las
dinámicas regionales y a los cambiantes dispositivos políticos institucionales con
los que se tracciona su intervención. En tal proceso de redefiniciones multiescala-
res, la escala regional, sus actores y procesos, resultan explicados a partir de la
comprensión de estrategias y tensiones globales y nacionales, al tiempo que las
propias dinámicas regionales y las estrategias que actúan sobre ellas se vuelven
fundamentales para viabilizar las distintas calidades de trayectorias nacionales.
Como también vimos en el Capítulo III, la dinámica contemporánea del capita-
lismo a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI se ha conformado a partir de tres
fases fundamentales, conectadas a partir de dos grandes crisis que dan cuenta, en
conjunto, de las variaciones temporales del capitalismo. En la gestación de esas crisis
y el basamento de las sucesivas fases emergen las dos grandes contradicciones: las
contradicciones fundantes y sistémica funcional (producto de la colisión entre la
tendencia a la apropiación privada de excedente y los requerimientos de socializa-
ción de las condiciones de reproducción), y la contradicción sistémico/histórica del
capitalismo (planteada entre centros controladores de la funciones centrales de las
cadenas de producción e intercambio y las periferias —y semiperiferias— incorpo-
radas subalternamente a esos encadenamientos).
Asimismo, hemos analizado como las contradicciones fundantes y la contradic-
ción sistémica funcional resultan relevantes para la explicación de las variaciones
temporales del capitalismo, reconociendo tres fases fundamentales: la fase del capita-
lismo competitivo, la fase del capitalismo monopolista fordista-keynesiano y, por últi-
mo, la actualmente transitada fase del capitalismo global que opera reposicionando

231
las formas de acumulación y regulación y recreando la formación de la variedad
centro-periferia.
Junto a la variación temporal y esas fases, hemos reconocido, a partir de la
segunda de las contradicciones sistémicas, la variedad espacial —pretérita— entre
centros y periferias, al interior de la cual se generan las variaciones en el interior de
la periferia, producto de las especificidades y diferencias sobre las que se confor-
man intranacionalmente los núcleos de acumulación (NA) e implicación estatal
(NIE). Dentro del escenario de la última fase, la «regionalidad» se ha convertido en
una dimensión estratégica ante la reconfiguración multiescalar operada bajo la re-
estructuración del capital a partir de su última crisis, y en tal contexto amerita
evaluarse cómo tanto las dinámicas regionales como las ideas asociadas a lo regio-
nal se tornan funcionales con aquellas estrategias e intereses que no han actuado en
la reversión sino en el reforzamiento de las desigualdades.
Para considerar estos aspectos, sin embargo, es necesario retomar, con nuevas
precisiones, cuestiones que vimos en el Capítulo III con relación a las dinámicas
contradictorias y las fases. A nivel general, y sobre la base de las contradicciones y
las fases del capitalismo, es relevante considerar:

i) Resumidamente, en cada una de esas fases —competitiva, monopólica fordis-


ta-keynesiana y global— la forma —general— como se ha ido involucrando la diná-
mica regional —junto a la nacional y supranacional— en la construcción de los
procesos de acumulación y regulación.
ii) En la última y actual fase globalizada, las particularidades que asumen las
dinámicas regionales a partir de la acción de las REyPG y la compleja trama de
relaciones que se establecen entre los actores que conducen dichas redes y aquellos
que tienen como plataforma espacial original las trayectorias nacionales y las diná-
micas regionales.

FIGURA 3

FUENTE: elaboración propia.

A partir de allí, y más específicamente, sobre la base de la contradicción que


funda la variedad (pretérita) centro-periferia se impone evaluar:

232
iii) Los cambios en la forma como tendió a operar la dinámica regional —junto
a las redefiniciones multiescalares— en la periferia en aquellas fases y las cambian-
tes relaciones centro-periferia.
iv) Finalmente, la dinámica regional en la variedad espacial en el interior de la
periferia, considerando la forma como las trayectorias nacionales y sus elementos
determinantes en las dos últimas fases han impactado, con sus especificidades, en
la configuración de las dinámicas regionales y la producción de la desigualdad ya
no solo social sino espacial.

4.1. De la «fase competitiva» a la «monopólica»: la regionalidad bajo


las subalternidades de la centralidad nacional

Durante las primeras dos fases históricas que signaron el desarrollo del capita-
lismo en el siglo XX (competitiva y monopólica), la escala nacional se configuró
como el ámbito privilegiado del patrón acumulativo industrial y, al mismo tiempo,
de regulación de las relaciones contradictorias entre capital-trabajo y capital-capi-
tal. La primera de esas fases, dominada inicialmente por un patrón extensivo de
acumulación/valorización —ampliación de valor absoluto a partir de la incorpora-
ción de fuerza y tiempo de trabajo— fue mutando —ya entrado el siglo XX— hacia
formas intensivas —ampliación a partir de valor relativo fundado en la introduc-
ción de métodos taylor-fordista de productividad. Con estas mutaciones se fue eri-
giendo un proceso de creciente monopolización que subordinó, cuando no excluyó,
las formas competitivas y consolidó progresivamente la acción de actores concen-
trados —a nivel del control del mercado— apalancados por el capital financiero.
Por su parte, el Estado, que también encontró en esa escala nacional el centro
de sus operaciones como principal elemento del complejo regulatorio, durante la
primera fase se vio envuelto bajo un progresivo déficit en sus capacidades regulato-
rias, que se fue haciendo evidente desde la segunda década del siglo XX al no acom-
pañar los requerimientos interventivos para compensar el crecimiento de la pro-
ductividad y el acaparamiento de mercados y excedentes provenientes de los proce-
sos de monopolización. El «déficit regulatorio» derivó en una crisis subconsumista
o de realización, que alcanzó claridad hacia finales de los años veinte e inicios de los
treinta (Aglietta, 1979).
Tanto en el despliegue de esta fase como en su crisis, la escala supranacional
como la subnacional/regional fueron quedando condicionadas a las dinámicas y
formas regulativas configuradas dentro del mercado doméstico nacional. La prime-
ra de esas escalas operó procurando la pervivencia de un sistema interestatal, pri-
mero bajo la imperial hegemonía británica y su capacidad de instalar al free trade
como parte de un proceso hegemónico que promovía los beneficios del imperio
como beneficios que se derivarían al colectivo de sus integrantes (Arrighi, 2005), y
posteriormente a partir del último cuarto del siglo XIX y hasta la crisis de los años
treinta lo hizo con la progresiva pérdida de poder británico y el ascenso hegemóni-
co de EE.UU. (Arrighi, 1994; Harvey, 2003).
A diferencia de las formas históricas iniciales del capitalismo que conformó
globalmente sus hegemonías en torno a grandes ciudades/estado (Braudel, 1979),
después de Westfalia la dimensión espacial del ordenamiento económico político

233
global fue adquiriendo un epicentro nacional y una forma interestatal nacional de
acuerdos. Bajo esos criterios, y durante las fases que de allí emergieron, a pesar de
que el proceso de acumulación e integración global conllevó siempre el dinamismo
de ciertas áreas/regiones —de industrialización y comercio— sobre otras/restantes
(Storper y Walker, 1989), la escala regional careció de capacidad de comandar pro-
cesos espacialmente agregados, limitándose a un acoplamiento jerárquico al orde-
namiento espacial intranacional, de acuerdo a las diferenciadas condiciones para
responder a los procesos de acumulación.
Desde el punto de vista de los dispositivos teóricos, a lo largo de las primeras
tres décadas del siglo XX la impronta neoclásica dominante hizo de la escala regio-
nal un objeto de análisis con escasa conexión con esa dinámica de jerarquización,
posicionándola como plataforma para el examen de los criterios de «localización» y
las formas de «convergencia» espacial de las actividades económicas orientadas
por la lógica competitiva y los atributos equilibradores del mercado (Capello, 2014).
Luego de la crisis de la fase competitiva —extendida desde los años treinta por
más de una década y media—, el proceso de su resolución tuvo lugar a partir de la
emergencia de una segunda fase, en la que el patrón regulatorio con epicentro esta-
tal encontró nuevamente base en la escala nacional. Sobre esta escala, en el marco
del ordenamiento de la posguerra, se desarrolló una plataforma conciliar, gestada
—como vimos en el Capítulo III— bajo un cuadro de relaciones de fuerzas entre el
capital crecientemente monopólico (representado por megactores de matriz fordis-
ta) y una fuerza de trabajo formal (crecientemente sindicalizada), cuya doble fun-
ción de demandante de legitimación y de bienes salario, al tiempo que obligaba al
primero a un posicionamiento más defensivo (Gordon et al., 1987; Lipietz, 1986),
viabilizaba el proceso acumulativo que había sido tibiamente reactivado por el New
Deal y el complejo dispositivo bélico.
Se trató de un acuerdo transitorio (como también vimos en el Capítulo III), cuyo
perfil redistributivo se reflejó en el despliegue de los diversos Estados de Bienestar
(EB) (Esping Andersen, 1990). Aun sujeto a un sin número de especificidades, a
nivel de los países centrales los EB implicaron un generalizado involucramiento de
los asalariados en la vida social (Boyer, 2000), permitiendo tasas de acumulación a
través del crecimiento de la productividad y la ampliación del consumo que permi-
tieron hablar de los «treinta años gloriosos» (Marglin y Schor, 1991). La escala na-
cional fue entonces, más que nunca, el espacio de vinculación sinergética entre las
formas estandarizadas de producción y consumo. Encontró en el Estado —también
nacional— un actor estratégico, tensionado hacia a la extracción —fiscal— de exce-
dentes para sostener las condiciones de reproducción colectiva (O’Connor, 1973),
mientras estaba involucrado en la orientación de los flujos financieros hacia el seg-
mento productivo (Epstein, 2009) a partir de una matriz bancaria que reemplazó la
forma institucional de mercado de capitales vigente bajo el régimen de acumulación
extensivo (Aglietta, 1983).
Bajo ese dominio ordenador de la escalaridad nacional, la escala supranacional,
claramente hegemonizada por EE.UU., continuó operando como un sistema hori-
zontal, cuyas principales instituciones —emergentes desde Bretton Woods— no esta-
ban destinadas a operar sobre los Estados nacionales, sino a restablecer —bajo di-
cha hegemonía— el orden interestatal seriamente afectado durante la segunda gue-
rra mundial, así como a compatibilizar macroeconómicamente las condiciones de

234
intercambio (déficit y superávit) entre los países centrales que mantenían el desarro-
llo de los núcleos manufactureros y de consumo esencialmente al interior de las
fronteras nacionales (Lipietz, 1984) mientras replicaban progresivamente sus activi-
dades manufacturas en espacios periféricos a través de sus ETs (Dunning, 1979).
Por su parte, el comportamiento de lo regional continuó expresando (intrana-
cionalmente, a nivel de las dinámicas regionales) el comportamiento estructural-
mente asimétrico y desigualador del capitalismo avanzado (Walker, 1978) como
resultado de la persistente selectividad y jerarquización que imponía la concentra-
ción a nivel de sectores y macroactores industriales fordistas en determinados espa-
cios. Sin embargo, el activo papel asumido por el Estado en la regulación —compa-
tibilizadora de las formas productivas y la expansión estandarizada de las formas
de consumo—, contemplaba también el rol planificador de la dimensión espacial a
través de intervenciones y acciones nacionalmente coordinadas tendientes a mo-
derar los desequilibrios espaciales/regionales a partir de un criterio redistributivo
(Jessop, 2013).
De tal forma, bajo un imperante «keynesianismo espacial», sustentado en «cons-
truir y reproducir las formas nacionalizadas de selectividad espacial estatal» (Bren-
ner, 2004), lo regional y la revisión de sus desigualdades fueron vistas como parte de
un sistema nacional de planificación que, al tiempo que encontraba en la impronta
keynesiana los fundamentos (fundamentals) de la acción redistributiva a favor de la
demanda, otorgaba espacio institucional a las argumentaciones sobre la importan-
cia de la detección y reversión de los desbalances y las «causaciones acumulativas»
que daban centralidad a determinadas regiones en detrimento de otras (Myrdal,
1957). Este reconocimiento conllevó un complejo de intervenciones estatales re-
balanceadoras inspiradas en extender un imaginario protokeynesiano a aquellos
espacios subalternos o periféricos, no incluidos prima facie en el impulso de las
fuerzas fordistas (Perroux, 1991).
Compatible con el modo de regulación nacionalmente orquestado, dicha impli-
cación era requerida en términos fácticos para homogeneizar y extender el patrón
de consumo —y acumulación— fordista-keyneisano (Pinson, 2007) con el que se
superaban transitoriamente las contradicciones y las propensión a la crisis. No obs-
tante ello, lo cierto es que los efectos de la planificación nacional de lo regional,
orientada por la búsqueda de la compensación espacial, fue deglutida por la poten-
cia de aquellos factores asociados a las dimensiones sectoriales, que fortalecían
selectivamente a determinados espacios privilegiados para la macroacumulación
de las grandes empresas fordistas. La planificación regional terminó entonces posi-
cionándose más como un elemento residual que como un imperativo estratégico
(McAallister, 1985).
Ahora bien, como se consideró en el Capítulo III, el dinamismo que caracterizó
esta fase del capitalismo comenzó a decaer aceleradamente hacia finales de los
años sesenta e inicio de los setenta, desembocando en una crisis ya no con origen en
el subconsumismo, sino en un complejo de factores en los que junto a la internacio-
nalización y flexibilización de la demanda (Piore y Sabel, 1984), resaltaron aquellos
vinculados a las insuperadas contradicciones capital-trabajo y capital-capital que
afectaban las tasas de ganancia del capital y su reinversión productiva (Weisskopf,
1979; Duménil y Lévy, 2001; Duménil et al., 1987). En el caso de la primera contra-
dicción, producto del crecimiento del poder de negociación del trabajo asalariado y

235
sus impactos en términos distributivos como de productividad para el capital (Wol-
ff, 1986; Glyn y Sutcliffe, 1972; Boddy y Crotty, 1975),1 y en relación a la segunda,
referida a la competencia intercapitalista, el aumento de la composición orgánica
del capital,2 no compensado con aumentos de productividad (Lipietz, 1986).
Convergente con el desarrollo de esas contradicciones fundamentales, aflora-
ron las consecuencias de la primera de las contradicciones sistémicas, vinculada,
en este caso a la expansión/aceleramiento de los gastos extramercados (destinados
a infraestructura y legitimación social), para asegurar la reproducción sistémica al
interior de la escala nacional (Offe, 1976), y la imposibilidad de sostenerles por el
refreno en el proceso de acumulación ante los aspectos previamente indicados.
Ese complejo conjunto de aspectos alimentaron la crisis de esta fase (monopó-
lica) cuya salida, como fue destacado en el anterior capítulo, pasó a demandar pro-
fundos cambios cualitativos en las formas de organización y funcionamiento del
capitalismo. Como también fue señalado, esa crisis, presentada en buena medida
en su forma fiscal —por la imposibilidad del Estado de dar sostenibilidad al patrón
de intervención desmercantilizador— (O’Connor, 1973), desembocó en un conjun-
to sustantivo de redefiniciones, cuyos resultados vinculados a la formación de una
nueva fase del capitalismo no impidieron afectar seriamente el dinamismo del sis-
tema en su conjunto. Después de los thirty glorious years llegarán los twenty misera-
ble years (1977 a 1997) (Boyer, 2000).
Ahora bien, en este contexto de redefiniciones, las dinámicas regionales y sus
articulaciones con/a las instancias nacionales y supranacionales experimentaron
una fuerte alteración respecto de las formas dominantes durante la fase monopóli-
ca del capitalismo fordista-keynesiano, resultado de una transformación en la lógi-
ca de acumulación y regulación y en la forma como interseccionan y funcionan los
procesos globales y nacionales.

4.2. De la fase monopólica a la fase global: el nuevo mundo de la subalternidad


regional bajo las REyPG

Oportunamente hemos indicado que aún bajo el menor dinamismo capitalis-


mo, la fase emergente (global) no se inscribió dentro de un «apagamiento sistémi-
co», dirigido hacia el colapso sistémico del capitalismo, sino en un proceso de
transformación estructural que tuvo como epicentro el despliegue de una nueva
lógica espacio-temporal, comandada —pero no únicamente protagonizada— por
las fracciones concentradas del capital. Esa nueva lógica incluyó transformacio-

1. En términos de Bowles, Weisskopf y Gordon, «con menos temor al desempleo, el costo ante la
pérdida de empleos disminuye para los trabajadores y los capitalistas encuentran una de las principa-
les fuentes de su poder en el lugar de trabajo debilitada; como consecuencia, la intensidad del trabajo
y el crecimiento de la productividad tienden a disminuir, los salarios tienden a aumentar más rápida-
mente, las presiones inflacionarias se incrementan, y los márgenes de beneficio, así como las tasas de
ganancia se aprietan. Es precisamente esta relación entre el nivel de empleo, el costo de la pérdida del
empleo, la productividad y las ganancias que hemos tratado de aislar econométricamente en una
serie de estudios» (1987: 276).
2. En relación al concepto de composición orgánica y su papel en el entendimiento de la dinámi-
ca capitalista: Sweezy (1946, 1987).

236
nes radicales en múltiples dimensiones que alcanzaron y trastocaron la forma de
organizar la producción, de vincular el capital financiero, de generar y utilizar la
tecnología (Castells, 1996; Pérez, 2005), y en lo regulativo, modificaron la formas
de funcionamiento y articulación de las escalas globales, nacionales y regionales
(Jessop, 2009; Brenner, 2004), procurando un reacomodo de las pautas de crea-
ción, funcionamiento y ensamblamiento institucional a las nuevas lógica del régi-
men de acumulación.
Todas esas alteraciones respondieron, en lo esencial, al requerimiento de superar
nuevamente —siempre en forma transitoria— las contradicciones matriciales que la
generan, por medio de un nuevo régimen acumulativo, basado en los cambios tiempo-
espaciales en las formas de producción y realización, así como en el patrón regulativo
institucional compatibles con ese régimen. Ello vino a actuar muy directamente sobre
la necesidad de destrabar las amenazas crecientes derivadas de las contradicciones ya
resaltadas. Es decir, las amenazas vinculadas al fortalecimiento de las demandas so-
ciales, la reducción de costo de la pérdida de trabajo y caída de la productividad que
acompañaban la contradicción capital-trabajo, así como el aumento de la composi-
ción orgánica del capital —sin correlato en la productividad— asociado a la compe-
tencia intercapitalista. Ambos aspectos se sumaron, asimismo, a la amenazante ex-
pansión —por vía de gasto y déficit fiscal— de formas desmercantilizadas, destinadas
a atender los problemas de legitimación creados por los efectos excluyentes de las
relaciones mercantilizadas y la incapacidad de los capitalistas individuales de asegu-
rar sus condiciones de reproducción (Offe, 1982), problemas estos derivados de la
contradicción entre la inalterada apropiación privada y concentrada de los exceden-
tes y la socialización de las condiciones colectivas de reproducción.
Ciertamente, el proceso de «destrabe transitorio» de las contradicciones y, por
lo tanto la superación —también transitoria— de la crisis, estuvo en gran medida
facilitado por la revolución tecnológica (Castells, 1996), particularmente asentada
en las tecnologías de la información. Esa revolución y esas tecnologías fueron pie-
dras fundantes de un nuevo paradigma tecnoproductivo (Pérez, 2005, 2010) que
redefinió la forma en que se estructuró un nuevo orden reproductivo y regulativo en
torno al control del conocimiento y las innovaciones.
Llegados aquí, es necesario retomar nuevamente muchos de los aspectos indi-
cados en el Capítulo III para evaluar cómo en la producción de esas transforma-
ciones se involucraron estrategias y lógicas vinculadas al capital y su recomposi-
ción, así como a los actores y espacios afectados por las mismas. Es en el marco de
esas transformaciones y estrategias que debemos analizar las dinámicas regiona-
les, dando particular atención a la forma como las mismas se insertan ante la
nueva lógica espacio temporal adquirida por las fracciones globalizadas del capi-
tal a partir de REyPG desigualadoramente controladas por actores trasnacionales
y supranacionales.
Dentro de la estrategia de recomposición del régimen acumulativo existió, efec-
tivamente, una «capitalización selectiva» de la revolución tecnológica por parte de
las fracciones concentradas y ahora crecientemente globalizadas y financiarizadas
del capital. Las mismas, conformaron un nuevo proyecto, con nuevas lógicas, para
una nueva forma de trasnacionalización que da especificidad al proceso de globali-
zación (Ross y Trachte, 1990; Robinson, 2004) y, concomitantemente, demanda un
nuevo patrón regulativo bajo el cual el Estado, tanto en su posicionamiento central

237
como periférico, no deja de desplegar una función relevante (Hirsch, 1996), como
luego destacaremos más agudamente.
Hemos destacado a lo largo de los anteriores capítulos que la nueva modalidad
acumulativa y regulatoria se asienta en el entrelazado protagonismo adquirido por
las REyPG, respectivamente controladas por las empresas y actores productivos y
financieros trasnacionales y por los OFI que, aún en su heterogeneidad, han ido
conformando una plataforma regulatoria compartida/común a escala global. Man-
teniendo una estrecha pero diferenciada relación con los estados centrales y perifé-
ricos, que se irá re-precisando al analizar el proceso, esas redes han operado, como
ya se destacó, claramente entrelazadas, emergiendo de las intersecciones económi-
cas e institucionales (Levy, 2008) una clase trasnacional (Robinson, 2004; Sklair,
2000, 2002), que potencia y hace convivir tanto económica como institucionalmen-
te una doble lógica: del «capital» y «territorial».
Ambas lógicas, lejos de un acoplamiento armónico, están marcadas por proce-
sos disputados en los que la «selectividad espacial» que encuentra privilegiadamen-
te el capital global y esa clase trasnacional para desplegar sus lógicas reproductivas
a través de flujos (como se desarrolló en el Capítulo III), es fortalecida institucional-
mente dentro de un —no menos disputado— proceso de restructuración multiesca-
lar. Esta restructuración conlleva reescalonamientos hacia arriba (upscaling) y ha-
cia abajo (downscaling) que, en esta fase de capitalismo global, no exterminan sino
redefinen las capacidades decisorias y competenciales afincadas durante la fase del
capitalismo monopólico en la escala nacional (Brenner, 2004; Peck y Tickell, 1994a,
1994b). La profunda alteración multiescalar del capitalismo y la relativización de la
escala (nacional) de ello derivado (Jessop, 2009), así como su vínculos con la altera-
ción en los procesos de acumulación y regulación desplegados durante la fase del
capitalismo monopólico, conforman un marco de operación general que es necesa-
rio analizar y recomponer a los efectos de comprender la forma en que se posicio-
nan las dinámicas regionales bajo dicha restructuración.
Para ello, es necesario precisar algunos aspectos del proceso de redefinición
escalar bajo el que se configuran y despliegan tanto las REG (a nivel de la acumula-
ción) como las RPG (a nivel de las formas regulatorias), observando en tal proceso
y en dichas redes la forma como se involucran las dinámicas regionales.

4.2.1. Externalización y reingreso en la formación de las redes económicas globales:


el nuevo y subalternizante —pero disputado— escenario de las lógicas de flujos
y territorios

Como analizamos en el anterior capítulo, las fracciones monopólicas del capi-


tal lograron sortear la crisis de la fase fordista-keynesiana mediante el salto cualita-
tivo de su externalización respecto de las condiciones de reproducción que domina-
ban las formas de producción y realización de base nacional. Dicha externalización
tuvo lugar a partir de la inédita posibilidad de desplegar estrategias de descomposi-
ción y reensamblamiento de una multiplicidad de actividades y procesos multiloca-
lizados a través de la formación de un vasto conjunto de redes económicas globales
(REG) (Dicken, 2003; Gereffi et al., 1994, 2005). Como vimos, si las cadenas globales
de mercancías han formado parte del paisaje histórico del capitalismo (Hopkins y
Wallerstein, 1986), la nota distintiva de esta fase viene dada por la inédita capacidad

238
de desarrollar esas estrategias —y concretar procesos de producción y realización—
en tiempo real (Castells, 1996).
Ello ha conllevado también una transformación inédita en la forma organiza-
cional y operativa del actor capitalista trasnacional (Bartlett y Ghoshal, 1998). La
forma de funcionamiento piramidal, vertical y altamente integrada que dominó en
la fase del capitalismo monopólico, que replicaba sus estructuras en mercados peri-
féricos a través de sus subsidiarias (Dicken, 2003), viró entonces hacia una modali-
dad operativa sustentada en la formación de cadenas productivas globales, en las
que una multiplicidad de unidades, trabajadores e instituciones son conectados en
tiempo real, con distintos desarrollos y ubicación alrededor del planeta (Gereffi et
al., 2005; Baldwin, 2011).
Esa potencialidad para operar multilocalizadamente (cambio en la lógica espa-
cial), en tiempo real (cambio en la lógica temporal) y en forma selectiva por parte de
esas fracciones, como destacamos oportunamente, trajo como resultado una cre-
ciente capacidad de romper con la «jaula nacional de acuerdos» que pesaba sobre el
capital monopólico y, por tanto, de penetrar/reingresar a una multiplicidad de espa-
cios nacionales, desentendiéndose de las condiciones agregadas de reproducción
social que tienen lugar al interior de los mismos.
Esta nueva condición de funcionamiento a través de esa lógica de REG desde la
que opera la externalización y re-penetración simultánea, y, como también se desta-
có oportunamente, su impronta crecientemente financiarizada, conforma una nue-
va «lógica capitalista de poder». Expresada como una «lógica de flujos» (materiales
e inmateriales), al momento de realizar los «múltiples ingresos» a distintas esferas
nacionales asume una selectividad espacial que hace recaer su acción sobre un
complejo muy particular de actividades y un conjunto singular de espacios (locales
y regionales), en cuyo seno se han venido desplegando actores que han experimen-
tado en sus trayectorias procesos localizados de producción y organización institu-
cional (principalmente centrados en la escala regional/nacional). A diferencia de la
«lógica capitalista de flujos», esas trayectorias y procesos siguen una «lógica territo-
rial» (Jessop, 2009), o sea una lógica donde pesan las formas de existencia situadas
—en determinados espacios—, algo a lo que Castells denominó el «espacio de luga-
res». Estos últimos resultan espacios de variable existencia —y consistencia inter-
na—, compelidos por los actores trasnacionales —desde sus lógicas de flujos y el
control exógeno que imponen las REG—, a fortalecer su existencia interna así como
a motorizar entre ellos la competencia con otros espacios (pertenecientes al mismo
y otros ámbitos nacionales) por ser parte de la selección operada por las fracciones
globales del capital a través de las REG. Por lo tanto, para los actores que controlan
estas últimas esos espacios nacionales, múltiples y también selectivamente pene-
trados, no conforman una unidad articulada, sino ámbitos en los que flujos (mate-
riales e inmateriales), canalizados a través de una multiplicidad de CVG, permean y
luego entroncan a múltiples escenarios regionales, conformados como heterogé-
neos y variables arreglos espaciales e institucionales (territorial and institutional
fix), o, como los denomina Harvey (2003), «centros moleculares de acumulación».
Como consideramos en el Capítulo II, el vínculo dentro de las REG con estos
territorial —and institutional— fix tiende a ser global-local, aunque las condiciones
históricas y regulatorias de esos vínculos están permeados por la forma en que las
trayectorias —y Estados— nacionales se involucraron en la configuración de las

239
dinámicas locales y regionales. Aun cuando las mencionadas alteraciones multies-
calares quitaron centralidad regulativa a esas trayectorias y Estados, como vimos
también en el Capítulo III, ellos resultan fundamentales para reconocer la forma
diferenciada en que tienen lugar las vinculaciones —nacionales— con los procesos
globales, esto es a través de centros de respuestas o acoplamiento. Retomaremos
esto a lo largo de la argumentación. Por lo pronto, resulta esencial entender que,
como resultado de lo antes referido, y desde el punto de vista de las CVG a través de
las cuales las REG operan, las dinámicas regionales y locales aparecen como aque-
llos diversos, seleccionados y variables arreglos territoriales/institucionales, cons-
truidos sobre «lógicas territoriales» donde se reconocen las trayectorias institucio-
nales que alimentan con sus actividades la lógicas de producción y —en forma no
necesariamente convergente— de realización del capital.
En esta realidad, donde se combinan procesos de integración global con con-
centración regional de la actividad económica (Scott, 1996), la selectividad con la
que las lógicas de flujos y los actores que las controlan conectan con «los espacios
de lugares» —regionales/locales— configura un específico —y también excluyen-
te— mosaico de regiones interconectas (Scott, 1996) por una red compleja de flujos
orientados por las lógicas de los actores —trasnacionales— que comandan las REG.
En términos espaciales, a excepción de un grupo selecto de grandes «espacios
de lugares», representado por ciudades globales, donde las empresas trasnaciona-
les controlan las actividades centrales —servicios avanzados— (Sassen, 1994; Ta-
ylor, 2000), las instancias regionales/locales que integran los arreglos espaciales ins-
titucionales seleccionados representan, como se destacó en el Capítulo II, espacios
mayormente subalternizados, condicionados a cumplir con las condiciones y es-
tándares fijados desde las empresas trasnacionales que controlan la gobernanza de
las cadenas globales (Nadvi, 2008; Kaplinsky, ver cap. II). Estas empresas, mayori-
tariamente localizadas en los centros, tienden a reproducir la estructura jerárquica
global (Taylor et al., 2002).
Sin embargo, el escenario global no puede ser visto en su completa panorámica
formado solo por este archipiélago selectivo y jerárquicamente conexo (Veltz, 1996),
sino que alcanza un complejo y mayoritario campo de dinámicas subnacionales no
integradas a los flujos de las cadenas globales y excluidas de sus dinámicas y sus
imposiciones, quedando obligadas a desplegar formas de reproducción material e
institucional dominadas y condicionadas por el alcances espacialmente limitado de
sus mercados —nacionales y subnacionales.
Desde la perspectiva de las REG, y los actores que las controlan, todo ese com-
plejo de actores subnacionales, tanto los subalternamente integrados como territo-
rial fix como aquellos excluidos, operando como «ejército regional de reserva»; son
considerados en forma selectiva y cambiante en su especificidad contributiva a la
lógica de las REG y los actores controlantes. En tal sentido, forman parte de un
dispositivo de subalternidad con —y de competencia entre— instancias que operan
como efectivos o potenciales territorial fix. El resultado de esa operatoria, junto al
ajuste de los territorios (y sus lógicas territoriales) a sus condiciones reproductivas
a partir de potenciar el acoplamiento selectivo a las estrategias —crecientemente
financiarizadas— de producción y realización de las CVG, es impedir en lo estruc-
tural la formación de bloques nacionalmente articulados de acumulación, que con-
densen fuerzas y otorguen «capacidad de respuesta nacionalmente articulada» a las

240
formas multilocalizadas de ingreso de las REG. Es decir, formas nacionalmente
articuladas desde las que condicionar los (re)ingresos multilocalizados —y las sali-
das— de las fracciones globalizadas y financiarizadas del capital global a través del
complejo de flujos que forman las cadenas que controlan.
Comprender lo anterior resulta esencial para dar cuenta, bajo la nueva poten-
cialidad hegemónica del capital, de los modos como su nueva lógica acumulativa
reinstala, bajo nuevas formas, los procesos contradictorios. Expresado a través de
sus fracciones globales (productivas y financieras), el capital ahora ha ganado una
autonomía no solo respecto de la fuerza de trabajo que condicionaba el control y
reutilización del excedente hasta afectar en su fortaleza relativa (Weisskopf et al.,
1985), sino de todo el complejo de actores «encapsulados» en su reproducción te-
rritorial. Esta autonomía, junto a una fortaleza selectiva frente a esos últimos men-
cionados, es la que otorga al mismo tiempo una capacidad —inédita— para redes-
plegar formas (hegemónicas) de subalternización, por medio del acoplamiento se-
lectivo (en los territorial fix) a sus «lógicas de flujo» así como de asfixiar/inviabilizar
las posibilidades de «respuesta alternativas» a esas modalidades —selectivamente
fragmentantes— de acoplamiento. Esa lógica re-penetrante y selectiva, no obstan-
te, no opera unilateralmente sino que está filtrada por una multiplicidad de factores
históricos que le dan particularidad a los procesos territoriales. Colocan a los acto-
res a veces en una posición competitiva para lograr el acoplamiento (subalterno) a
las REG y en otras como parte de procesos disputados donde se conforman puntos
de resistencia/respuesta, intentando desarrollar vías alternativas de acceso.
Bajo esta «fase globalizada» del capitalismo, las dinámicas regionales quedan
posicionadas como heterogéneos reductos, selectiva y fragmentariamente integra-
dos a una multiplicidad de estrategias desarrolladas por una multiplicidad de REG
desde las que, como resaltamos ya, se posicionan y redespliegan dinámicamente las
fracciones trasnacionalizadas del capital productivo y financiero. No obstante la
renovada forma contradictoria que asume la reestructuración del capitalismo, esas
estrategias forman parte de un proceso disputado en el que las fracciones globales
del capital pulsan por relajar las barreras a los ingresos y viabilizar su selectividad.
Para ello, apelan a dispositivos que faciliten la adición de los subalternos, tanto por
vía de la coacción como del consenso, sumándole la inarticulación de los efectiva o
potencialmente resistentes. Por su parte, esas resistencias y/o vías alternativas de
ingreso a las REG quedan condicionadas al desarrollo de una estrategia articulativa
y protectiva del Estado, capaz de revertir la lógica dominantemente fragmentaria
que imponen los actores trasnacionales.
La comprensión más acabada de esto último demanda entender la dimensión
regulatoria y, como advertimos, el complejo proceso de reestructuración escalar
que, con epicentro en la mutación estatal, acompaña la configuración institucional
y funcional de esa dimensión.

4.2.2. Upscaling/downscaling: la estratégica regulación multiescalar a través


de las redes políticas globales

La transformación en la modalidad reproductiva de capital y las tensiones que


establece en su revinculación global-local ha conllevado —y viabilizado— un pro-
ceso no menos disputado de redefiniciones en la modalidad regulativa, que ha

241
afectado particularmente la estatidad (Jessop, 2009). Una buena parte de ese rede-
finido patrón regulatorio se expresa a través de la reestructuración multiescalar,
con sus componentes de upscaling (escalamiento hacia arriba) y downscaling (es-
calamiento hacia abajo), así como, a consecuencia de ello, de relativización de la
escala nacional (Brenner, 2004; Jessop, 2009). Este reescalonamiento y relativiza-
ción de la escala nacional, corre en dirección del readecuamiento de las estructu-
ras institucionales al nuevo contexto reproductivo (producción y realización) del
capital a escala global (Peet, 2009), conformando un redefinido marco regulatorio
que procura compatibilizar con los requerimientos de externalización y reinstala-
ción multilocalizada que tienen lugar a través de las REG. En tal sentido, ello ha
encontrado correlato en un protagonismo creciente de las organizaciones supra-
nacionales, progresivamente alejadas de cualquier control «democrático» (Peet,
2009) desde las cuales se potencian y centralizan las redes políticas globales (RPG)
(Cox, 1981; Levy, 2008).
Sin embargo, como ya hemos remarcado, ello no conlleva un aniquilamiento
sino una redefinición en la forma en que la escala nacional y el Estado nación se
involucran (Jessop, 2006; Fernández, 2010). En tal sentido, las instancias suprana-
cionales que nodalizan las RPG no han venido a actuar por sobre —o sin— la pre-
sencia de los Estados nacionales, sino a partir de una intervención estratégica e
irremplazable de estos. En otras palabras, como observamos en el Capítulo III,
desarrollan una aun esencial pero redefinida función, variando de un Estado asegu-
rador de la inclusividad social, como fue el caso del embedded liberalism (Ruggie,
1982) en la fase monopolística, a un «Estado de competencia» (Cerny, 1997) de
perfil schumpeteriano (Jessop, 1993, 1994), orientado a dar soporte infraestructu-
ral y operativo a las actores trasnacionales que controlan las REG.
Las nuevas funciones del Estado conllevan renovadas modalidades de interven-
ción que adquieren la forma de intervenciones complejas o soft, así como de inter-
venciones fuertes. Como precisaremos más adelante, ambas formas de interven-
ción contienen diferencias sustantivas, ya sea para los Estados centrales como peri-
féricos. En el centro, la intervención estatal compleja o soft se asocia con el soporte
al desarrollo y despliegue de las ETs para configurar las REG, y para el caso de la
periferia, dicha intervención se mantiene vinculada a acciones de «captura y viabi-
lizacion de la penetración» de esas redes. La intervención fuerte se asocia al control
de las instancias supranacionales, en su dirección y contenidos; mientras que en el
caso de los periféricos, con su propios autodesmantealmientos para viabilizar la
penetración de esas RPG.
En el centro, debido a la persistente competencia interestatal y su histórico vín-
culo con el capital en sus procesos de recomposición y expansión, la intervención
compleja/soft se traduce en el soporte —muchas veces subterráneo o invisible— que
los mismos dan a sus actores trasnacionales para el desarrollo y control de las nue-
vas y más avanzadas funciones en las REG (Block, 2008). Ante el desafío del nuevo
y competitivo escenario global (Weiss, 2003), ello se encarna en un Estado capaz de
desempeñarse como activo proveedor de una compleja y sofisticada infraestructu-
ra, así como un estimulador sistemático para el desarrollo de procesos avanzados
de innovación (Block, 2008), algo que, en el caso de un Estado hegemónico como
EE.UU., se asocia centralmente a funciones de regulación y desarrollo de su sistema
de seguridad y despliegue de la acción geopolítica y militar (Weiss, 2014).

242
Por su parte, la intervención fuerte se traduce en la activa implicación del Estado
en los intentos de configurar y controlar institucional —y conceptualmente— las
instancias supranacionales. Se trata de una primera intervención fuerte (interven-
ción fuerte I), a través de la cual, como vimos en el anterior capítulo, los Estados de
los países centrales —y en particular, nuevamente, el hegemónico EE.UU.—, procu-
ran actuar sobre el control y monitoreo de las organizaciones supranacionales. El
decidido rol en la definición de los cuadros directivos, el condicionamiento de fon-
dos o la manipulación de las reformas en las votaciones (Vestergaard y Wade, 2013;
Wade, 2013), aparecen como acciones en procura de asegurar un papel direcciona-
dor en las agendas y contenidos de las RPG que se nodalizan en esas organizaciones.
Dos aspectos resaltados en el capítulo anterior convienen ser destacados aquí
nuevamente. En primer lugar, los Estados centrales no actúan en representación de
un «todo nacional», menos aún de los actores y sectores subalternos que integran
sus sociedades, sino como encaramadores de un complejo de actores económicos e
institucionales, estrechamente ligados a los intereses del capital global que, al tiem-
po que guardan vinculación con sus plataformas nacionales y estatales, entrelazan
crecientemente su red de acción trasnacional. En segundo lugar, el preservado —y
disputado— control de las organizaciones supranacionales por los estados centra-
les, no conlleva un camino unidireccional y determinista, en el que estos últimos
vacían la autonomía organizacional y operativa de aquellas. Como tributarias di-
rectas del upscaling y sin contradecir sino retroalimentándose con los intereses y
estrategias de los principales Estados centrales que procuran su comando, el exten-
dido complejo de organizaciones que conforman la gobernanza global ha ido desa-
rrollando un cuerpo burocrático organizacional y funcional que contempla la pro-
ducción autónoma de contenidos (Barnett, Finnemore, 1999), en los que resaltan
sus especificidades temáticas y campos de actuación. No obstante esas especifici-
dades, dichas organizaciones supranacionales operan crecientemente entrelazadas
y convergen en alimentar conceptual y organizacionalmente —a través de mecanis-
mos que incluyen el disciplinamiento y la consensualidad— la trama de acciones y
relaciones hegemónicas con las que se expanden las lógicas de flujo y, con ello, los
intereses de las fracciones globales que controlan las REG.
Ahora bien, para ello, y siempre bajo esa compleja y retroalimentaría relación
con los Estados centrales, las organizaciones supranacionales han ido operando
como centros y vectores de un nuevo cuadro de articulación escalar que envuelve
crecientemente una multiplicidad de espacios nacionales y subnacionales de la peri-
feria. A través de esa trama multiescalar sobre la que se conforman las RPG, las
organizaciones supranacionales pasaron a fijar las «reglas generales» —que involu-
cran los dispositivos organizacionales y contenidos conceptuales— a partir de las
cuales se alienta el involucramiento no solo de las instancias estatales nacionales y
subnacionales, sino también de una enriquecida panoplia de organizaciones no gu-
bernamentales que marcan la creciente densidad y complejidad social (Jessop, 1998).
En la configuración y despliegue de ese proceso los Estados nacionales periféri-
cos no solo no resultan anulados, como se ha advertido anteriormente, sino que su
implicación va mucho más allá de la de meras «poleas de aplicación» de los manda-
tos de las instancias supranacionales. Su renovado papel en la fase global del capi-
talismo ha estado signado por ser autoconstructores del paso del «Estado de segu-
ridad por inclusión» hacia el «Estado de competencia». En este caso, el cambio no

243
supone el soporte a actores trasnacionales propios que controlan REG como suce-
de con los Estados centrales, sino en la creación de las condiciones intranacionales
que habilitan la penetración selectiva —y multilocalizada— de esos actores que
representan las fracciones globalizadas del capital (Cerny, 1997; Hirsch, 1996). Esta
intervención soft de los Estados periféricos conlleva su propia autotransformación
como actor crecientemente «mercantilizado» (commodified), en el que su carácter
de actor político, abocado a la compensación y redistribución socioespacial, es des-
plazado y subalternizado por el de un «vendedor de condiciones» para la radicación
de actividades de las REG3 (Fougner, 2006; Beeson, 1998), sin que esas actividades
comprendan las funciones centrales de alta valorización de las CVG que los Estados
centrales reaseguran con su intervención en los centros.

FIGURA 4. Intervención soft y fuerte del centro a la periferia

FUENTE: elaboración propia.

En el nuevo cuadro multiescalar ello supone un proceso de reescalonamiento


de competencias y funciones en el cual el Estado nacional preserva siempre un
papel estratégico e involucra fragmentariamente a las instancias subnacionales y
las dinámicas regionales. Tanto el papel estratégico como ese involucramiento frag-
mentador forman parte de dos grandes procesos en los que se observan la especifi-
cidad que adoptan las formas de «intervención fuerte» y «compleja/soft» de los Es-
tados en la periferia.
La primera de ellas, que se denomina segunda intervención fuerte (interven-
ción fuerte II), comprende las acciones de «autorremoción» de las instancias na-
cionales que facilitan la penetración de todo el complejo de flujos que forman
parte tanto de las RPG como de las REG. Se trata de un «segundo tipo» de inter-
vención fuerte (Bonefeld, 2010, 2012), orientada al «desmantelamiento» de toda
aquella maquinaria interventiva «de alcance nacional» condensada bajo la impli-
cación fordista-keynesiana propia de esa fase y direccionada entonces tanto al

3. El carácter de estadista se transforma en el arte de vender, en el sentido de vender al Estado


como un lugar para los capitales y empresas globalmente móviles.

244
apuntalamiento del proceso de acumulación como a la creación de las condicio-
nes de legitimación.
En lo que respecta al proceso de acumulación, dicha intervención está asociada
a quitar las formas protectivas, condicionadoras y orientadoras de la dinámica pro-
ductiva y, en lo que respecta al proceso de legitimación, a transferir al «campo pri-
vado» del mercado funciones del welfare que eran estatalmente suministradas por
vía de rentas/fiscal. Contrariamente al Estado de laissez faire difundido discursiva-
mente bajo la hegemonía de las organizaciones de la «trinidad profana» (Unholy
Trinity) (FMI, BM, OMC) (Peet, 2009), preocupado por garantizar los «equilibrios
macroeconómicos» (Balassa et al., 1982) y conminado al autodesinvolucramiento
habilitante del mercado autorregulador, lo que efectivamente se ha impulsado des-
de las RPG y los organismos supranacionales que las controlan es un Estado activo,
altamente interventivo, necesario para «desmontar» todo el complejo regulatorio
que fricciona/retiene/distorsiona/condiciona los reingresos selectivos que procura
el capital global en sus formas crecientemente financiarizadas.
En términos agregados, dicho «desmantelamiento» fue operando funcionalmente
a la lógica reproductiva del capital global en una doble pero interconectada dimen-
sión. En primer lugar, reduciendo el complejo proceso de intervención institucional
que podía gravar al capital (global) para financiar las formas redistributivas que
sostenían los welfare state y las condiciones reproductivas de las fracciones regional
y nacionalmente emplazadas que, usando la expresión de Wallerstein (1998), se
orientaba a «deslegitimizar la distribución», acelerada durante la fase del capitalis-
mo monopólico y convertida en el final de esa fase en un proceso crecientemente
inmanejable ante el activismo distributivo y la relentización del proceso de acu-
mulación (O’Connor, 1973). Una vez que las fracciones globalizadas superaron los
riesgos del subconsumo que ello suponía dentro de la «cárcel nacional de acuer-
dos», los efectos —económico y sociales— del desmantelamiento son transferidos a
actores y espacios afectados a los que, como precisaremos luego, se les alienta a
hacer las cosas «por sí mismos» en forma competitiva e inarticulada.
Esa deslegitimación y debilitamiento de las amenazas distribucionistas conteni-
das en el proceso desmantelatorio se acompaña de otro elemento central, ligado a la
creación de nuevos espacios de acumulación a partir de re-mercantilizar un comple-
jo de funciones e instituciones vinculadas a la salud, la educación o empresas estra-
tégicas estatalmente controladas que eran atendidas bajo formas dominantemente
desmercantilizadas y, ahora ante la fase globalizada, pasan a ser nuevos espacios y
actividades capturados para acumular a partir de la «desposesión» (Harvey, 2003).
Impulsada activamente desde las RPG —y su alineamiento a las lógicas de las
REG—, no obstante generarse procesos horizontales y también «ascendentes», la
lógica dominante va desde las instancias supranacionales hacia los espacios nacio-
nales actuando como un primer escalamiento hacia abajo (primer downscaling) en
el que se capitalizan y combinan la capacidad de condicionamiento/disciplinamiento
con un patrón consensual/hegemónico para encausar a los Estados —nacionales—
a sus propias estrategias de desmantelamiento y la difusión generalizada de los
procesos de re-mercantilización que fundan la «acumulación desposesiva».
Empero, como adelantamos, existe un segundo aspecto del complejo regulato-
rio que no tiene por objeto el desmantelamiento de las estructuras e instancias
interventivas del Estado nacional, sino desplegar a partir de este y de su intersec-

245
FIGURA 5. Intervención Fuerte II

FUENTE: elaboración propia.

ción con las acciones impulsadas por las RPG, una intervención compleja. Se trata
de una intervención bien diferenciada respecto de aquella intervención compleja
que desarrollan los Estados centrales, pues esta se orienta hacia la creación de las
condiciones para:

a) amortiguar los efectos socioeconómicos y espaciales que resultan del des-


mantelamiento (intervención fuerte II) a partir de formas socialmente autoorgani-
zativas;
b) sumar selectiva y subalternamente a los actores y territorios (territorial fixes)
que pasan a cumplir con las exigentes condiciones que demandan los actores tras-
nacionales que controlan las REG; y,
c) evitar que los actores y espacios «afectados» (a), así como esos seleccionados
para la incorporación subalterna (b), desarrollen una estrategia contradireccional a
la lógica reproductiva a esos actores trasnacionales y su matriz de poder.

Desde el punto de vista de las REG y en sintonía con las actores trasnacionales
que las controlan, el dispositivo regulatorio requiere, para alcanzar los aspectos
señalados en (a y b), que las formas de coordinación institucional promuevan des-
centralizada, horizontal y autorresolutivamente los procesos que bajo la fase mono-
pólica operaban centralizada, vertical y universalmente.
Para ello, bajo una acción compatible con la lógica expansiva de esos actores
económicos trasnacionales y sus REG, las organizaciones supranacionales que
hegemonizan las RPG procuran, haciendo uso del upscaling, posicionar los Esta-
dos nacionales dentro de un complejo mapa de acciones, articulaciones y redise-
ños en el que se le asigna un rol fundamental e indelegable como «ensambladores»
de una multiplicidad de iniciativas multidireccionales. Para la concreción de los
aspectos antes mencionados (a y b), esas iniciativas contienen un doble y convi-
viente contenido. Por un lado, una densa combinación de formas cooperativas que
ingresan como «oportunidades» —antes negadas— «de inclusión descentrada» e

246
«involucramiento colectivo» para aquellos espacios y actores subalternativizados
o excluidos (pobres, pequeños empresarios industriales y agropecuarios, desem-
pleados o empleados informales rurales y urbanos, etc.). Por otro lado, una apela-
ción al alineamiento de estas formas con pautas ligadas a la mercantilización,
centradas en la productividad, la competitividad y la eficiencia. En la convivencia
de ambos contenidos se tramita un discurso consensualista y productivista, donde
la oportunidad de igualación se integra a un escenario en el que no hay perdedores
ni subalternidades.
Por lo tanto, ya no se trata solo de una lógica de «acumulación por despose-
sión», sino también de una de «acumulación por subsidio» (Ruckert, 2006; 2007),
fundada en un «inclusivismo fragmentario», impulsado a partir de una arquitectu-
ra institucional que «selecciona» las «ayudas» y coloca a los actores incluidos en el
soporte de un registro discursivo que disuelve las formas de reproducción contra-
dictorias y subalternizadoras que resultan de la intersección de las lógicas de flujos
—que empoderan a los multilocalizables actores trasnacionales de las REG— con
las lógicas territoriales —donde habitan los actores locales potencial o efectivamen-
te seleccionados para integrar los encadenamientos globales— (Jessop, 2006).
Desde el punto de vista discursivo, el carácter no estático de los relatos impulsa-
dos desde las RPG se ha reflejado en la capacidad de ir mutando y adaptando su
instrumental y sus políticas a partir de los resultados que arrojan sus programas e
intervenciones, bajo una compleja y multiescalar interacción (Peck, 2002) con los
actores antes mencionados. Así, desde una uniforme propensión a imponer los ante/
pre-proyectos (blueprints) de los programas neoliberales (Evans, 2004) bajo las for-
mas de privatizaciones masivas y desregulaciones a las protecciones arancelarias y
las cuentas de capital (como se hizo en AL, se propugnó en el EA y se ha impulsado
en la periferia de Europa), se pasó al despliegue de nuevos y más sugestivos regis-
tros discursivos, programas y lógicas de intervención y explicación, que actuaron
en parte reactivamente a los efectos del CW. Los mismos han venido a promover
estrategias de implicación workfaristas y productivistas a través de un complejo de
«políticas rápidas» que viajan multidireccionalmente (Peck, 2002), reproduciendo
las nuevas y poskeynesianas formas de regulación neoliberal (Brenner, Peck y Theo-
dore, 2010).
La multidireccionalidad en la recreación de los instrumentos no amenaza esa
operatoria estructuralmente vertical y fragmentante derivada de la acción hegemó-
nica de las instancias supranacionales —a partir del upscaling— y el papel autodes-
mantelativo y autorreconstructivo desarrollado a partir de las instancias nacionales
—a partir del primer downscaling. Operando desde arriba y fragmentariamente, y
tanto desde la cooptación consensuada como disciplinante de los actores subalter-
nos, los tres aspectos antes mencionados se aseguran:

I) la imposibilidad —a través de la acción fragmentaria— de coagular contraes-


trategias que procuren «otra consensualidad» por parte de los actores subalternos,
sujetos a las formas de disciplinamiento e inclusividad selectiva de los actores tras-
nacionales que controlan las redes globales y la lógica de flujos. En tal sentido, se
obstaculiza la formación de una «consensualidad alternativa» —ligada a otra orga-
nización y otra matriz de poder de disciplinamiento— capaz de forjar un patrón
acumulativo más endógeno y menos subalterno y un complejo regulatorio que

247
marque, desde la agregación a las acciones fragmentarias, otra dirección —y condi-
cionamientos— a las fracciones globales del capital.
II) la autorresolución de las condiciones de reproducción social que elude —y
descoherentiza— las asistencias universales que demandan al Estado actuar fiscal/
extractivamente sobre agentes del capital que restringe el espacios para el desarro-
llo de los procesos de mercantilización que permiten la penetración del capital glo-
bal y las REG.
III) la cualificación por autoorganización —también— fragmentaria y a su vez
competitiva a nivel intranacional de los diferentes territorial fix que se integran o
pueden ser selectiva y subalternamente integrados a las REG.

Ahora bien, en el despliegue de toda esa compleja lógica pulsada desde las RPG
—en compatibilidad con la lógica de los actores trasnacionales que controlan las
REG—, la instancia nacional del Estado en la periferia aparece nuevamente com-
prometida. En este caso para colocarse como «árbitro y armonizador de tensiones»
y «ensamblador» de las «múltiples y fragmentarias» iniciativas que forman parte de
una arquitectura interventiva móvil/dinámica. A través de esta, se «absorbe» y ayu-
da a «diseminar» una innumerable y combinada cantidad de instrumentos refleja-
dos en manuales, documentos posicionales, programas, proyectos de financiamiento
y capacitación, esencialmente formados (constantemente remoldeados y readapta-
dos) desde instancias supranacionales y desplegados multiescalarmente a través de
una —variablemente— densa cantidad de acciones.
En términos escalares, se trata de una arquitectura inicial de enlace global/
nacional que representa emprendimientos múltiples financiados —y en gran medi-
da concebidos— supranacionalmente, pero nacionalmente desplegados a partir de
un sin número de oficinas, unidades ejecutoras específicas y agentes/expertos en-
cargados de desarrollar acciones e involucrar actores en diferentes direcciones (ho-
rizontales, verticales). Por lo indicado, la arquitectura y formas de involucramiento
estatal nacional en este escenario no desaparece, sino que se redefine cumpliendo
funciones esenciales para la implementación de estrategias dominantemente confi-
guradas por el dispositivo financiero y conceptual de los organismos supranaciona-
les. En tal sentido, acertadamente Jessop sostiene:

Los estados nacionales se han convertido en los más importantes árbitros en los movi-
mientos de los poderes ascendentes, descendentes y laterales del Estado; se han vuelto
los más importantes metagobernadores del cada vez más complejo multicéntrico,
multiescalar, multitemporal y multiforme mundo de gobernanza; y están activamente
involucrados en la configuración de las formas de regímenes de política internacional
[2010: 158].

Por todo lo advertido, la mecánica multidireccional que adopta la gobernanza


no se independiza del poder claramente jerarquizador contenido en la organiza-
ción, el despliegue y a la vez disciplinante y consensuante de la penetrante acción de
las RPG (Cox, 1981; Gill, 1995), así como la propia implicación del Estado nacional.
En tal sentido, mientras que en la «segunda intervención fuerte» sobresale la im-
pronta disciplinante y descendente para la concreción de los generalizados proce-
sos desregulatorios y privatizadores que acompañan el desmantelamiento, en esta
forma de «intervención compleja» la implicación del Estado nacional se destaca

248
primero por su absorción y luego por la difusión fragmentaria del relato «hegemó-
nico-consensual» promovido desde las RPG, bajo la involucrante carnada de la par-
ticipación, el descentramiento participativo y la capacidad autoorganizacional. La
inclusividad selectiva y fragmentaria que se despliega bajo dicha hegemonía/con-
sensualista, «acorazada» por el coercitivo disciplinamiento asociado a la condicio-
nalidad de las ayudas, persigue básicamente una regularización, estandarización y
domesticación de los actores (Wiener, 2001) que ocupan, desde la exclusión o la
subalternidad, los espacios nacionales penetrados por las RPG, de acuerdo a las
prácticas que imponen los actores supranacionales que controlan estas últimas.
En este contexto, y formando parte neurálgica de un segundo escalamiento
hacia abajo (segundo downscaling) que configura la relación nacional-regional, debe
comprenderse no solo el papel asignado a las dinámicas regionales, sino también la
«utilización» de los registros discursivos regionalistas que hemos analizado desde
el inicio del capítulo. La apelación al protagonismo de las regiones como espacios
flexibles e innovativos, así como del complejo regulatorio inspirado en la descentra-
lización y el delegamiento participativo que, como se indicó al inicio del capítulo,
ha sido foco central del relato regionalista, constituyen herramientas funcionales al
proceso de plegamiento de las dinámicas regionales a las REG.
Como vimos en el capítulos II, en la difusión de la importancia de estas últimas,
entendidas como distintos encadenamientos globales de procesos de producción y
valorización, los organismos supranacionales que dominan las RPG se han valido
de una compleja amalgama de académicos y consultores —muchas veces jugando
ambos roles combinadamente— que las han presentado no solo como la nueva y
singular forma de funcionar del capitalismo (Dicken et al., 2001; Gereffi y Korze-
niewicz, 1994), sino también como una herramienta central e ineludible para el
desarrollo (OCDE, 2013). Sin embargo, como también advertimos en ese capítulo,
al disolver cualquier consideración de las dinámicas contradictorias y de la estruc-
tura de poder que potencia las subordinaciones en las CVG, la presencia de estas en
el registro discursivo de los OFI que comandan las RPG, pasó a formar parte de un
dispositivo neoliberal de mercantilización permanente, bajo el que se relativiza la
escala y el Estado nacional y se procura la directa y subalterna integración de las
dinámicas regionales.
Capitalizando un relato crítico hacia los enfoques estado-céntricos y advirtiendo
sobre la necesidad de superar el «nacionalismo metodológico» a partir del reconoci-
miento de la lógica de redes que acompaña la nueva fase (Hess y Young, 2006; Hen-
derson et al., 2002), los actores supranacionales que han hegemonizado las RPG han
capturado los elementos más distintivos del cuerpo discursivo regionalista —que
hemos presentado en el inicio de este capítulo— para acoplarlos a esa perspectiva de
las REG. Esa captura, por un lado, ha conllevado la propagación de la idea que
instancias regionales/subnacionales autoorganizadas bajo la plataforma conceptual
regionalista, tienen como principal desafío insertarse bajo estrategias de upgrading
en las CVG (Pietrobelli y Rabellotti, 2006; UNCTAD, 2010); por otro lado, ha inserta-
do los instrumentos de política regional dentro de la compleja arquitectura multies-
calar que refuerza el descentramiento fragmentante, combinándolo con una recen-
tralización decisoria en instancias estatales nacionales.
La asimilación de las herramientas regionalistas dentro del complejo regulato-
rio que coloca paradojal y nada secundariamente, como dijimos, a los propios

249
Estados nacionales como alentadores/ensambladores institucionales de esa moda-
lidad integrativa de lógica global-local, conlleva en este caso el ocultamiento de la
necesidad/posibilidad de involucrar las dinámicas regionales en procesos alterna-
tivos y contraestratégicos en los que se combine un descentramiento productivo
con un fortalecimiento de procesos de acumulación y regulación nacionalmente
articulados.
Sobre esto último nos extenderemos más en las conclusiones al examinar las
alternativas, pero caben algunos comentarios iniciales. La desactivación de esa po-
sibilidad contraestratégica permite convertir, mayoritariamente, las dinámicas re-
gionales como espacios facilitadores de tres aspectos a través de los que se refleja su
funcionalidad con el despliegue y penetración de las REG y el dispositivo regulato-
rio que, en compatibilidad con ese despliegue, se propone desde las RPG. Esto es,
las dinámicas regionales pasan a ser estratégicamente convocadas para:

a) Actuar como complemento, en la «segunda intervención fuerte», de los pro-


cesos de desmantelamiento y mercantilización (por desregulación y privatización)
sobre los que se estructuraron los procesos de «acumulación por desposesión».
Dicha complementación ha operado a través de los procesos de descentralización,
que ponen desarticulada y fragmentariamente a cargo de la gestiones estatales sub-
nacionales —regionales y locales— aquellos servicios esenciales (salud, educación)
que pueden ser efectiva o potencialmente cubiertos en forma universal por el Esta-
do nacional —como tendió a dominar durante el EB— (Fernández, 2002).
b) Dar continuidad al proceso de acumulación a través de la creación localizada
y bajo el aliento de la competencia interregional de los diversificados territorial fix,
selectiva y subalternamente incorporados a las REG, desde el inicio de la segunda
intervención fuerte, pero, fundamentalmente desde la intervención compleja. En
tal contexto, los ámbitos regionales pasan a ser «escenarios escogidos» para el desa-
rrollo de procesos productivos localizados de matriz asociativa y autorresolutiva
destinados a crear diversificados requerimientos a ser incorporados en los ingresos
multilocalizados por las REG, aunque sometidos, para esa selección, a una compe-
tencia (interregional/inter-local).
c) Desde el plano más ligado a la legitimación, alentar la autoorganización a
nivel local y regional de segmentos socioproductivos no integrados o excluidos de
las REG y no comprendidos en la provisión de bienes públicos a cargo del Estado.
Se trata de microespacios de autorresolución fragmentaria que, no obstante, se
orientan al desarrollo de formas productivistas que incluyen —sin gestar formas
alternativas— a las formas dominantes de mercantilización promovidas hegemóni-
camente desde las REG y RPG.

Los tres aspectos muestran la colocación de las dinámicas regionales/subna-


cionales dentro de formas de acoplamiento subalterno y gestación de formas auto-
rresolutivas que comparten una propiedad: la fragmentación desarticuladora que
evita condicionantes a la penetración de esas redes globales y alienta la adhesión
condicionada a las formas económicas, institucionales y conceptuales promovidas
por ellas.

250
FIGURA 6. Segundo downscaling e intervención compleja

FUENTE: elaboración propia.

5. Las dinámicas regionales en la especificidad periférica

La revisión de la dimensión y dinámicas regionales a partir de las fases del


capitalismo a las que da lugar su crisis y dinámica contradictoria de recomposicion
(capital-trabajo, capital-capital y sistémico/nacional), permite considerar sus varia-
ciones temporales que han tenido lugar no solo entre países, sino también a lo largo
del tiempo o de esas fases. Através de esa revisión, y bajo esas fases que marcan las
variaciones temporales del capitalismo a lo largo del siglo XX, hemos remarcado
con mayor detenimiento el dispositivo de subalternización fragmentante dentro del
cual se han ido inscribiendo dominantemente las dinámicas regionales, para desta-
carse finalmente su papel en la fase global a partir del complejo vínculo con las
REyPG y el multiescalar proceso de transformación regulativa.
Bajo esa transformación, el posicionamiento estelar asumido por la dimensión
regional a partir del pensamiento regionalista transita, paradojalmente, junto a la
refuncionalización de las dinámicas subnacionales a las lógicas del capital global y
el complejo regulatorio multiescalar montado en la reciente fase global del capita-
lismo. Esta última situación, derivada de la subalternativización fragmentante y
excluyente que conlleva el acoplamiento de las dinámicas regionales a las REG y a
los dispositivos regulatorios promovidos desde las RPG, ciertamente contribuye a
explicar la paradoja señalada al inicio del capítulo, vinculada en la convivencia de
las profundización de las desigualdades regionales con el exaltado reposicionamiento
de las regiones como instancias estratégicas que fuera realizado desde el campo
académico e institucional.

251
Al efectuarse el análisis, hemos ido dando cuenta que este proceso se va gestan-
do particularmente en los escenarios periféricos, producto de los requerimientos de
las fracciones globales del capital y de las formas regulatorias bajo las que se impli-
can tanto las instancias supranacionales como los Estados —centrales y periféri-
cos—, con sus diferenciados dispositivos de intervención fuerte y complejo. Sin
embargo, introducir la dimensión periférica en ese análisis no alcanza a explicar la
forma en que las dinámicas regionales se han ido desempeñando en la periferia en
las distintas fases. Por otro lado, tampoco da cuenta de los fundamentos de las
diferenciadas rítmicas y formas de constitución de las desigualdades que tienen
lugar al interior de la periferia, a partir de los vínculos de la regionalidad con las
especificidades de las trayectorias nacionales.
Para ahondar en ello, se requiere reabordar y recolocar la «variedad pretérita»
(centro-periferia) del capitalismo, considerando dos aspectos adelantados inicial-
mente que enriquecen y dan continuidad a nuestro análisis de variedades y su vin-
culación a la lógica contradictoria del capitalismo en su forma centro-periferia.
Esos aspectos refieren a la necesidad de instalar el examen de la dinámica regional
dentro de las «variaciones» de la periferia —ante los cambios en el centro— y las
variaciones en —al interior de— la periferia, lo cual reintroduce no solo el problema
del cambio en el análisis de la variedad capitalista, sino también el alcance —es-
tructural— del mismo.

5.1. Las dinámicas regionales en las variaciones de la periferia

Durante la fase competitiva del capitalismo las dinámicas regionales en la peri-


feria se ajustaron al macroproceso de la división internacional del trabajo bajo el
que se consolidaba el núcleo hegemónico mundial (británico). Si bien fue la confi-
guración de unidades nacionales que operaron como unidades «coloniales» del centro
industrializador, las unidades de la periferia apuntalaron determinadas regiones
centrales (intranacional), proveedoras de insumos/recursos naturales, sobre cuyo
dinamismo se forjaron esas trayectorias nacionales. Bajo estas últimas, se promo-
vió la conformación de «Estados externamente débiles» en el acoplamiento inter-
nacional (Evers, 1979), pero internamente disciplinadores del resto de los espacios
regionales, mayormente aquellos condenados a economías de subsistencia y legiti-
madores de una estructura social donde las oligarquías —fracciones de capital—
locales encontraron más propicio para sus fines reproductivos plegarse funcional-
mente a los condicionamientos de unificación nacional forjados por élites de la(s)
regiones centrales (Cardozo y Faletto, 1971; Frank, 1966).
En estas regiones se forjaron los puntos de los diferentes espacios nacionales
que alimentaban la dinámica de inserción global, configurando la subalternidad
como así también la exclusión del resto de las dinámicas regionales de dichos espa-
cios. Por lo tanto, se fue consolidando un proceso de «periferización regional» al
interior de la periferia nacional que, con escasas excepciones, ha resultado desde
entonces inalterable. Sin embargo, esa inalterabilidad no significó que en las diná-
micas regionales y en las formas regulativas de las mismas no se hayan experimen-
tado cambios funcionales relevantes a partir de la redefinición de las formas de
acumulación e implicación del estado nacional.

252
FIGURA 7

FUENTE: elaboración propia.

En tal sentido, bajo la emergencia y consolidación de la fase monopólica, aho-


ra bajo la hegemonía global americana, si bien las unidades nacionales extendie-
ron su dominio estratégico funcional tanto en el centro (Scott, 1998; Brenner,
2004) como en la periferia (Lipietz, 1992), en este último escenario dichas unida-
des no tuvieron como función esencial el papel de proveedores de recursos natu-
rales (y por tanto de conformadores como en la anterior fase) del sistema global.
Sobre la base de una activa implicación estatal, buena parte de ellas se transfor-
maron en espacios de aseguramiento de las nuevas condiciones reproductivas
intranacionales, signadas por el agotamiento hacia la tercera década del siglo XX
del tipo de inserción internacional dominante y el impulso de los procesos de
industrialización por vía de la sustitución de importaciones que fomentaba el con-
texto global (Prebisch, 1949).
Bajo el nuevo contexto, la configuración de centros y periferias al interior de
los procesos nacionales tomó continuidad, pero, a diferencia de la fase anterior,
en esta nueva fase tuvo lugar una reflexión explicativa así como acciones con
propósitos reversivos de los desequilibrios regionales estructurales, impulsadas
desde una intervención centralizada en el Estado nacional (Coraggio, Sabate y
Colman, 1989; Coraggio, 2004). En buena medida inspirado en enfoques desarro-
llados académicamente en el centro (Rofman, 1982),4 dicha intervención com-
prendió un mix de elementos como la extensión de la protección y promoción de
actividades e inversiones industriales junto a formas de redistribución a través de
servicios e infraestructuras. A pesar de estos avances, observado globalmente, el
proceso no fue armónico ni necesariamente homogéneo, sino que estuvo media-
do por una amalgama de factores (en gran medida indicados en el Capítulo III)
como fueron las particulares condiciones geopolíticas, el peso y calidad de los
Estados, la fuerza y prácticas de las oligarquías y burguesías regionales y naciona-
les, todos los cuales dieron especificidad a las trayectorias nacionales y macrorre-
gionales, y a la forma de involucrar en ello a las dinámicas regionales (Hardoy y
Geisse, 1972).

4. En escenarios como América Latina, destacan el ingreso de perspectivas como las de Perroux
y sus polos de desarrollo, así como la espacialización de estos últimos por parte de Boudeville (1968).

253
FIGURA 8

FUENTE: elaboración propia.

Sin embargo, al operarse el ya analizado proceso de transformaciones estructu-


rales de externalización y reingreso selectivo de las fracciones globales del capital
que siguió a la crisis de los años sesenta y setenta y que caracteriza la «fase globali-
zada», el escenario periférico se transformó en un espacio fundamental de las reno-
vadas estrategias de las REyPG. A través de estas, se impulsó un «Estado Jánico»5
que, como ya advertimos, por un lado, después de su intervencionismo sustitutivo y
proautárquico, readquirió un posicionamiento externamente débil y acoplable al
campo «instructivo» impartido desde las organizaciones supranacionales y las RPG;
y, por otro lado, en dicho marco trabajó disciplinaria y consensualmente en el pro-
ceso de redefinición regulativa que habilitó la penetración del capital global en los
«escenarios regionales/locales seleccionados».
En el marco de dicha forma de implicación estatal, las regiones centrales y
sus metrópolis se fueron montando como escenarios de «dualidad» en los que,
ante la ausencia de procesos centrífugos de la actividad económica y la presencia
de deterioro y descomposición social —derivada de la desindustrialización siem-
pre inconclusa (Pradilla Cobos y Márquez López, 2008)—, la conformación de
irreversibles procesos de marginación y fragmentación social —más grotescos
que en los centros— pasó a convivir con el emplazamiento de los centros de acti-
vidades más dinámicas, de servicios financieros, que en buena medida dan sopor-
te logístico a los actores trasnacionales que dominan las REG (Pradilla Cobos,
2008; Maricato, 1996).
Por su parte, las regiones periféricas quedaron posicionadas como espacios donde
sus múltiples instancias locales pasaron a receptar el «desafío» de operar como
«centros de competencia darwiniana», combinando, según circunstancias y reali-
dades, el papel de: a) recepcionistas de los procesos de descentralización que procu-
ran transferir sin los recursos necesarios las funciones antes atendidas centralmen-
te por los protoestados de bienestar periféricos; b) propulsoras fragmentarias de la
organización colectiva intraterritorial promocionada cupularmente, para desarro-
llar procesos productivos afines a una reproducción esencialmente mercantilizada;

5. En referencia al dios «Jano» (en latín Janus o Ianus). En la mitología romana es el dios de las
puertas, los comienzos y los finales. El dios Jano es representado con dos caras, mirando hacia
ambos lados de su perfil.

254
y c) finalmente, espacios de captura de los recursos naturales por parte de las ETs y
sus estrategias de inversión productivo/financieras.
Es decir, regiones centrales y periféricas de la periferia se transformaron, pre-
servando su posicionamiento, en receptoras —y operadoras— de los dispositivos
regulatorios y de intervención así como de las estrategias de acumulación y repro-
ducción de las financiarizadas REG y sus dominantes actores trasnacionales.

FIGURA 9

FUENTE: elaboración propia.

Sin embargo, es necesario realizar una mejor precisión acerca de por qué la
periferia, vista aun como un todo, emerge, desde su posicionamiento estructural,
bajo esa calidad de receptora privilegiada —y espacio particularmente viabiliza-
dor— de las estrategias y dispositivos regulatorios que forman parte de la acción de
las RPG y los estados centrales, y también, en qué forma sus dinámicas regionales
—o subnacionales— se pliegan a dichas estrategias y dispositivos.
En la salida de la fase monopólica y ante la constitución de la fase globalizada
del capitalismo, la configuración de la estructura centro-periferia, si bien experi-
menta cambios por la emergencia de nuevos escenarios altamente dinámicos den-
tro el SG y las crisis de hegemonía de EE.UU. (Arrighi, 2002), lo cierto es que, como
vimos en el Capítulo I, las jerarquías que la constituyen resultan estructuralmente
inalteradas, facilitando el despliegue desde el centro hacia la periferia. En tal senti-
do, mientras los centros, aun con sus rezagos y asimetrías, actúan como platafor-
mas de despliegue del capital global, la periferia, vista genéricamente, conforma un
gran escenario donde pasan a convivir las «nuevas oportunidades» para la continui-
dad del proceso acumulativo con una «mayor vulnerabilidad» —o escasas resisten-
cias— a la penetración de las estrategias desde la renovada lógica de las REG. En
este sentido, las «nuevas oportunidades» implican nuevos mercados de producción
y la realización de inmensos excedentes sobreacumulados —tanto productivos como
financieros— (Harvey, 2003). Pero, ¿en qué consiste esa mayor vulnerabilidad? Esen-
cialmente, en que el mayor dinamismo del SG converge con una mayor dependen-
cia y una clara subalternidad de su complejo de instituciones y actores a las rítmi-
cas, contenidos y direccionamientos impulsados desde —y por— las fracciones glo-
balizadas y financiarizadas del capital. La permanencia de las centrales operativas

255
—y funciones de comando— de esas fracciones en determinados escenarios que
históricamente han formado el centro del sistema-mundo capitalista, hace que esa
dinámica, sobre la que se edifican tanto las jerárquicas del proceso de acumulación
como de regulación, operen reforzando —y no alterando— la estructura centro-
periferia. Con todas las especificidades existentes y con la excepción temporal de un
selecto grupo de países del EA sobre el que regresaremos más adelante, lo que ha
tenido lugar en macrorregiones enteras como AL o África, es un proceso de reforza-
miento de las subordinaciones al capital trasnacional que obtura o restringe seria-
mente las posibilidades de un desarrollo autonómico (Arrighi, 2002).

5.2. Dimensiones y elementos trasnacionales, nacionales y subnacionales


en la conformación de la «vulnerabilidad periférica» y sus dinámicas regionales

Ese proceso se ve facilitado por la permanencia e inalterabilidad de un conjunto


de elementos de orden global —asociado a la formación de las ETs y las organiza-
ciones supranacionales en las REyPG—; como así también, nacional —principal-
mente vinculado al papel del Estado nacional— y regional —ligado al papel de las
ciudades y ciudades regiones globales y sus vínculos externos e internos—, que en
conjunto abonan a la inalterabilidad estructural centro/periferia y hacen pasible a
esta última de las formas subordinatorias que atrapan tanto sus trayectorias nacio-
nales como sus dinámicas regionales.

FIGURA 10

FUENTE: elaboración propia.

5.2.1. Centro y periferia a partir de la conformación y funcionamiento


de la trasnacionalidad económica bajo las REG

En el presente como en los capítulos anteriores, hemos resaltado que ha emer-


gido una nueva forma de reproducción global del capital y un nuevo complejo regu-
latorio institucional, cuyos dispositivos en convergencia con esa forma reproducti-
va, apuntala —desde la expansión de una clase trasnacional— una renovada moda-

256
lidad de subalternización. Aun desplegada en un escenario crecientemente multipo-
lar, esta modalidad encuentra en la configuración estructural centro-periferia una
dirección dominante, facilitada por una lógica de funcionamiento económico insti-
tucional que no disuelve dicha configuración, sino que la recrea en su dinámico
despliegue.
Como vimos en el Capítulo I, no obstante el creciente dinamismo del SG, el NG
alberga mayoritariamente las sedes de las ETs y ello conlleva que en esos escenarios
se localicen las actividades centrales que producen y retienen mayor valorización
en las cadenas globales (Arrighi, Drangel, 1986; Arrighi, Silver y Brewer, 2003; Ma-
hutga, 2014). Este aspecto, opera como el factor explicativo central de la inalterada
estructura de concentración, retención y captura de valor, de ingresos y de poder
(Babones, 2005; Dezzani, 2002; Arrighi et al., 2003).
En cambio, como también se indicó en ese capítulo, en la periferia, si bien las
ETs han crecido en número desde el inicio de la primera década del presente
siglo, su presencia es ciertamente marginal cuando es excluido el EA. En su inte-
rior existe un dominio de la penetración de las ETs de los países centrales que,
como ya advertimos, actúan selectivamente sobre determinados territorial fix in-
corporándolos subalternamente a las REG. Esa penetración selectiva conlleva
patrones organizacionales y funcionales que, además de alinearse con los reque-
rimientos de una red cuyas funciones centrales y de más alta capacidad de captu-
ra de valor, como el I+D, tienden a permanecer en el centro (Amsden et al., 2001;
Amsden, 2007; Amsden y Chu, 2003), consolidan internamente en la periferia es-
tructuras productivas heterogéneas, escasamente eslabonadas con el resto de los
actores económicos y ámbitos territoriales no seleccionados (Besson, 2003; Man-
cini y Lavarello, 2013). Las nuevas formas reproductivas del capital global apare-
jan una renovada forma de reproducción, ampliadora de las heterogeneidades
estructurales históricas (Pinto, 1969, 1976) y presentes6 (Mancini y Lavarello, 2013),
y de las formas de desigualdad a nivel de los ingresos (Pinto, 1974; Bornschier y
Chase-Dunn, 1985; Bornschier, Chase-Dunn y Rubinson, 1978) alentada por la
inviabilidad de incorporar mayoritariamente a sus encadenamientos al complejo
de actores nacional y regionalmente emplazados. La falta de cohesividad social
—y fragmentación resultante de ello— restringe diferencialmente respecto del
centro la capacidad de configuración de aquellas respuestas socioeconómica e
institucionalmente articuladas que facilitan la acción penetrante de las ETs y la
capacidad de incorporación selectiva que se desentiende de —y amplifica— las
condiciones de desigualdad.
Sin embargo, estas operaciones no transcurren aisladamente, sino que interna-
mente es viabilizado a partir de un acoplamiento también selectivo de actores eco-
nómicos representantes de distintas fracciones capitalistas locales (Bornschier y
Chase-Dunn, 1985) que se ensamblan a las improntas de las REG, así como de
segmentos sociales de medio y altos ingresos que, al tiempo que motorizan los pro-

6. Rodríguez define la heterogeneidad estructural desde el punto de vista económico como: «la
coexistencia de sectores, ramas o actividades donde la productividad del trabajo es alta o normal [es
decir, similar a la que alcanzan las economías de los países centrales], junto con otras en que la
productividad es mucho más baja [respecto a las registradas en las economías centrales]» (Rodrí-
guez, 1998: 315).

257
cesos de gentrificación y segmentación socioespacial (Inzulza y Galleguillos, 2014;
Portes, Castells y Benton, 1989; Rodríguez y Winchester, 2004), quedan involucra-
dos activamente en el despliegue de la logística requerida por las ETs y sus REG.
Por su parte, desde el flanco externo, la operatoria encuentra respaldo en la particu-
lar permeabilidad que ofrece la periferia a la acción de las RPG, direccionadas por
la revigorización del creciente upscaling a favor de las organizaciones supranacio-
nales que alientan conceptual, organizativa y funcionalmente la integración de sus
territorial fix a las REG.

5.2.2. Centro y periferia a partir de la dinámica institucional supranacional


bajo las RPG

En relación al último aspecto señalado resulta relevante remarcar que, con muy
puntuales excepciones, los centros también se han constituido y reforzado como
sedes de la dirección de los OFI y organizaciones supranacionales que administran
estratégicamente las RPG, y conforman con los managers de las ETs una extendida
«burocracia supraestatal» que alienta la integración a las REG como vía de salida a
las condiciones de desigualdad antes mencionadas. Ello incluye, desde el acentua-
do upscaling, la conformación de «regulaciones supranacionales» que han promo-
vido por vía del financiamiento y el asesoramiento, la «desregulación» de las inter-
venciones estatales keynesianas, dificultosamente desarrolladas en las periferias,
sin afectar las mencionadas formas de «activismo estratégico» que tienen lugar en
esos centros bajo la modalidad de intervenciones complejas.
La ubicación de las sedes en los países centrales, conlleva también la del equi-
pamiento conceptual y tecnológico, así como el punto de partida para el desplie-
gue, por medio de ese equipamiento, de sus representaciones e imaginarios acerca
de las formas correctas de organizar la economía, desplegar instituciones e impli-
car el Estado (Mato, 2005). Ello asume una dirección centrifuga, que, al igual que
las REG, se expande en forma subalternizante desde el centro hacia la periferia.
Para ello, la mayor parte de esas organizaciones orquestadoras de las RPG asu-
men un alcance de carácter global7 que permite «exportar» imaginarios, procedi-
mientos, formas de capacitación que inculcan, con escaso reconocimiento de las
especificidades (Evans, 2004), las «buenas prácticas» para alcanzar la selectividad
de las REG.
Frente a esa dinámica, que implica organismos apuntalados desde el centro
para adquirir un —expansivo— alcance global, la periferia da cuenta de una organi-
zación supranacional de alcance más restringidamente regional8 que, además de

7. Ello comprende desde las instituciones financiaras y regulatorias del Unholy Trinity (FMI,
WB, WTO) a otras como OCDE, así como el complejo de organizaciones nucleadas en torno a Nacio-
nes Unidas, como: FAO, IFAD, ILO, ITC, UNCDF, UNCTAD, UNECE, UNDP, UNIDO y WFP.
8. Un gran número de organizaciones de alcance regional paridas desde la periferia quedan aquí
comprendidas, como por ejemplo: Mercosur; Unasur; Association of Southeast Asian Nations (ASEAN);
Caribbean Community (CARICOM); Central American Integration System (SICA); Cooperation Council
for the Arab States of the Gulf (CCASG); Eurasian Economic Community (EurAsEC); South Asian
Association for Regional Cooperation (SAARC); Union of South American Nations (USAN); Union
State, Turkic Council (TurkKon); Economic Cooperation Organization (ECO); Organization of Ibero-
American States (OEI).

258
no constituir verdaderas «uniones supranacionales»9 estratégicas, arrastra siempre
las restricciones/debilidades de los estados que las constituyen. En el caso de aque-
llas que han procurado tomar un rol más directo en fijar los contenidos estratégicos
de la acción estatal, como puede ser el ejemplo de la CEPAL en el escenario latino-
americano, quedan muchas veces sometidas a los vaivenes contextuales que fijan
los reacomodamientos del capitalismo en el centro y en su relación con la periferia,
así como a las improntas de aquellas organizaciones supranacionales globalizantes
en el medio regional.

5.2.3. Centro y periferia a partir de la implicación de los espacios


y Estados nacionales

En la formación de esos reacomodos y la gestación de esos vaivenes operan las


improntas de las trayectorias nacionales y el diferencial peso y calidad de los Esta-
dos nacionales. En tal sentido, en los espacios centrales (donde, como indicamos,
se radican las sedes de las ETs que lideran las REG) la configuración y expansión
de estas últimas no ha sido prescindente de los Estados sino que, por el contrario
su desarrollo ha venido apuntalado por Estados —nacionales— comparativamente
«fuertes». Dicha fortaleza encuentra sustento —en su crucial papel— en la organi-
zación coalicional de las clases bajo el proyecto hegemónico liderado por las frac-
ciones globales del capital, así como en el poder de una tecnología ordenada de
intervención en la que se combinan las calidades organizacionales centralizadas y
una penetración sinergética con la sociedad civil (Weiss, 2006; Mann, 1984). A par-
tir de dicha fortaleza, adquieren relativamente mayor capacidad para actuar y com-
patibilizar los planos externos e internos. Externamente, en el proceso de upsca-
ling, implicándose activamente, como ya destacamos, en la conformación de las
instancias supranacionales sobre las que se estructuran las RPG. Internamente,
resultan protectores del patrón acumulativo nacional, a partir de desplegar un «ac-
tivismo estratégico» que, en la forma de una intervención compleja, opera como
soporte infraestructural en la formación de bienes —muchos intangibles— que pro-
mueven innovaciones y viabilizan la competitividad de las ETs para su despliegue
«competitivo» global (Weiss, 2003). Los Estados, multiescalarmente redefinidos,
conservan en el centro, desde una relevancia nacional no cedida, la capacidad para
actuar como agentes activos de «competitividad schumpeteriana» (Jessop, 1993),
apuntalando las plataformas de acción de sus ETs y las REG que controlan, sin
ceder los instrumentos conceptuales y financieros esenciales que preservan su lógi-
ca acumulativa.
En tal sentido, la configuración de escenarios nacionales en los que tienden a
preservarse los complejos más relevantes de actividades que viabilizan el control de
las REG y, por lo tanto, del excedente —así como la capacidad de repatriar selecti-
vamente utilidades externas—, brinda recursos comparativamente relevantes para
sostener políticas «compensatorias» a la competencia global (Cameron, 1978; Ro-

9. En términos estrictos, superada la primera década del siglo XXI, la única «unión supranacio-
nal» ha sido la UE, es decir una instancia formada en el centro del capitalismo mundial, bajo una
estructura constitutiva y operativa que sigue los lineamientos de sus fracciones capitalistas más con-
centradas y refuerza en su interior las jerarquías nacionales y regionales.

259
drik, 1998; Ruggie, 1982; Garrett y Mitchell, 2001). Aun con sus especificidades, ello
ha representado en los países centrales la capacidad de responder a los efectos
internos que conlleva la integración global con un mayor equipamiento del welfare
nacional, aparejando nada secundariamente una mayor integración social y un de-
sarrollo más homogéneo y robusto de los mercados internos.
La capacidad de esa implicación estatal de sostener —y ampliar— el consumo
en una forma comparativamente mas homogenizadora, sumada a la posibilidad de
brindar mayor calidad formativa e innovadora a la fuerza de trabajo, como de orga-
nización tecnológica al capital derivada de las condiciones de welfare, impacta no
solo en una estructura socialmente más igualitaria sino también positivamente en
la productividad. En el plano interno, ello termina conformando una barrera más
sólida al acceso de los proyectos de desmantelamiento institucional, acumulación
por desposesión y libertad de selección de los territorial fix, que las propias ETs
promueven en la periferia a través de las REyPG. Por otra parte, en el plano externo,
esas condiciones organizacionales y de productividad pasan a integrar aquellos in-
tangibles infraestructurales que marcan la diferencial condición de competitividad
con los heterogéneos escenarios de la periferia, y apuntalan la fortaleza penetrante
de «sus matrices» en esos escenarios, donde orientan el proceso de heterogeneidad
productiva y social.
En la periferia, en cambio, el punto central transita por la inexistencia de una
matriz —de clase— endógena que apuntale desde su control estrategias internas y
externas. La ausencia o debilidad de ETs «locales» para controlar desde sus espa-
cios los encadenamientos y las porciones más dinámicas de las REG coloca al Esta-
do en una posición de debilidad, que le obliga a gestionar en forma facilitadora el
acceso a efectivos o potenciales «territorial fix», elegibles selectivamente por las ETs
que redireccionan globalmente y desde el centro el proceso acumulativo. Es decir,
al igual que en las fases de acumulación precedentes, pero reforzado por la nueva
lógica reproductiva, los Estados en la periferia carecen de capacidad para promo-
ver una fortaleza sinérgica con actores capitalistas endógenos, por lo que, más allá
de las especificidades sobre las que volveremos posteriormente para analizar a las
diferenciaciones al interior de la misma, las fracciones locales del capital, en el caso
en que estén presentes, propenden, desde una debilidad comparada de sus formas
productivas y financieras, a fijar marcos de alianzas con las ETs y las REG. Inscrita
en la trayectoria de lo que se ha denominado «desarrollo dependiente asociado»
(Cardoso y Faletto, 1971; Evans, 1979), dichas alianzas colaboran en el desprendi-
miento de activos y contribuyen a la «caza» selectiva y fragmentaria de territorial fix
sin que ello obture la búsqueda de ventanas de negociación con el Estado para
obtener del mismo el desprendimiento de activos y el reposicionamiento del capital
a partir de formas de control preponderantemente monopólicas y rentísticas (Glas-
sman, 1999).10
La escasa complejidad que este arreglo introduce en la conformación del proce-
so de acumulación y de la organización social, incide estructuralmente al limitar la

10. Dado que el éxito de la acumulación de capital requiere que las tres fracciones del capital
sean bien desarrolladas, los estados del Tercer Mundo y sus capitalistas nacionales frecuentemente se
ven en la necesidad de construir alianzas con los sectores más avanzados, representados por las
empresas transnacionales y los estados imperiales (Glassman, 1999: 681).

260
posibilidad de desarrollar una lógica coalicional que permita emprender contradi-
reccionalmente procesos más endógenos y dinámicos e impactar sobre la organiza-
ción y contenidos de las RPG. Además, ello se ve reforzado a partir de la mayor
fragilidad organizacional de la fuerza de trabajo, atravesada por una estructura
acumulativa histórica, ahora fortalecida, en la que campea la informalidad, la pre-
cariedad laboral y la suborganización (Portes et al., 1989).
En la periferia, la heterogeneidad y endeblez de las estructuras acumulativas y
sociales resultantes conlleva una debilidad seminal para el Estado al restringir sus
operaciones externa e internamente. En lo externo, para incidir configurativamente
—a nivel financiero, conceptual y logístico— sobre las organizaciones supranacio-
nales que direccionan las RPG, limitándose a una mayor sujeción a ellas. En lo
interno, para desarrollar organizacionalmente y desde una estrategia multiescalar-
mente articulada, una penetrabilidad enriquecedora con una sociedad civil com-
pleja, que le otorgue, como en el centro, una capacidad infraestructural esencial
para direccionar y complejizar el proceso de acumulación. Es decir, al estar inmer-
so en estructuras productivas endógenamente frágiles, de escasa productividad y
homogeneidad, los Estados quedan formados desde una escasa capacidad organi-
zacional (interna) e infraestructural (a partir de la sinergia penetrante con la socie-
dad civil) para pasar del desafío de la protección mercado-internista a aquellos más
desafiantes e intangibles procesos orientados a dotar a los actores internos de cali-
ficadas «infraestructuras soft».

5.2.4. Centro y periferia a partir de las distinciones en las dinámicas subnacionales

Ahora bien, la considerada recreación de la configuración centro-periferia que


se desprende del marco establecido por las lógicas globales y las trayectorias y Esta-
dos nacionales no es alterada sino reforzada por las especificidades que asume la
conformación subnacional propuesta por esas REyPG. En tal sentido, al regresar al
papel de la radicación de esas sedes de las ETs en los centros, se comprende la
diferencial conformación subnacional de los grandes complejos urbanos globales y
sus interconexiones. En tal sentido, el establecimiento espacialmente selectivo en
los espacios centrales conlleva su operativa a partir de determinados núcleos sub-
nacionales de esos espacios, dando lugar a la formación de «archipiélagos» (Veltz,
1996) regionales y urbanos ricos donde se establecen las actividades más complejas
y funcionalmente más relevantes en el control de las cadenas y de alta valorización
(Scott, 1998). Por lo tanto, lo que la literatura académica ha denominado ciudades
globales y ciudades-regiones globales, no obstante encontrar puntos de interacción
que forman una creciente y compleja red de centros urbanos en todo el globo que
incluyen la periferia, expresan selectivos y estratégicos espacios de organización
dominantemente emplazados dentro de países centrales (Friedmann, 1986; Sassen,
1991; Taylor, 2004). Dichos centros se despliegan como nodos estratégicos y con-
centradores de las funciones centrales de los encadenamiento globales (Parnreiter,
2010; Sassen, 2010) estableciendo, a partir de allí, vinculaciones jerárquicas con
otros grandes complejos urbanos periféricamente posicionados en el sistema mun-
do capitalista (Brown et al., 2010).
Producto de lo indicado, y a diferencia de lo que acontece en los centros, en la
periferia los grandes complejos urbanos han operado en la fase global del capitalis-

261
mo como centros subalternos y sedes secundarias de las delegaciones subsidiaras
de las ETs (Pradilla Cobos, 2008). Ello, surge mayoritariamente como resultado del
out-sourcing de actividades manufactureras o bien de provisión de servicios cuyos
desarrollos de alta tecnología y capacidad de valorización, al igual que sus sedes,
permanecen como dijimos en los países centrales (y sus ciudades globales).
Por lo abordado en este punto, y articulando los distintos elementos y dimensio-
nes consideradas (globales/supranacionales, nacionales y subnacionales), resulta
claro que son los escenarios periféricos y, en ellos sus regiones periféricas, las que
potencialmente quedan más sujetas a la expansiva y subalternizante acción del com-
plejo de actores económicos e institucionales que comandan selectivamente el pa-
trón acumulativo y las formas y dispositivos regulatorios antes presentadas. En tal
sentido, la localización selectiva en esos espacios establece una plataforma logística
y estratégica para la expansión y complejización de las REG a partir de una exten-
sión subordinante de sus actividades de out-sourcing que pueden ser variablemente
trabajo-capital-conocimiento intensivas, pero que, en todo caso, no comprometen
el comando y actividades de valorización que resultan retenidas —cuando no re-
capturadas— en los centros.
Además, como las sedes de los organismos internacionales estén radicadas en el
centro, operan —a diferencia de las de la periferia— con un sentido global que per-
mite insuflar y hacer ingresar con más éxito los dispositivos conceptuales —crecien-
temente sofisticados— convergentes con la reproducción y alineamiento a las REG.
Ello, por su parte, es viabilizado desde el centro por la implicación, desde la dimen-
sión nacional, de estados —nacionales— que refuerzan esas dinámicas, al apuntalar
el soporte logístico e infraestructural de sus ETs, y al mismo tiempo poder incidir
diferencialmente en la conformación de las instancias supranacionales.
Finalmente, en el plano subnacional, un selectivo complejo de centros urbanos
—y otros centros donde destaca la capacidad innovativa y financiera— forman la
red de retención de las actividades de más alta complejidad y valorización desde las
cuales se opera el control estratégico de las REG. Dichas actividades abonan a la
conformación jerárquica del sistema, extendiendo desde esas sedes las funciones a
centros/complejos periféricos que operan como subalternos subsidiarios, sin fun-
ciones para el control estratégico de esas redes. Asimismo, no obstante la selectiva
interconectividad de esos centros a nivel global (Taylor, 2004; Friedman, 1986), y
aun cuando en el centro las dinámicas regionales perviven en su configuración
asimétrica, afectando principalmente aquellas que no son parte de los «archipiéla-
gos» dinamizadores, la localización de las actividades neurálgicas/de comando de
la cadenas globales en sus espacios nacionales y particularmente en determinados
núcleos urbanos (ciudades globales), conlleva para los países y macrorregiones cen-
trales la posibilidad agregada de reorientar excedentes tanto dentro de esos grandes
centros como fuera de ellos (nacional/interregional).
La localización de actividades centrales de las REG fuera del escenario de ac-
ción de los países periféricos restringe estructuralmente la capacidad de sus siste-
mas acumulativos para desarrollar funciones de alta valorización que le permitan
manejar, desde una centralidad, sus propias REG, al tiempo que condiciona la posi-
bilidad de implementar localmente estrategias redistributivas al interior de los gran-
des complejos urbanos —donde la urbanización creciente convive con el deterioro
socio ambiental, la segregación socio territorial, la desigualdad y la informalidad—

262
(Pradilla Cobos, 2014), como en los —mayoritarios— espacios regionales y locales
que no forman parte de los territorial fix seleccionados. Esa vulnerabilidad cabalga
y al tiempo refuerza las restricciones y debilidades de los Estados para apalancarse
internamente desde una plataforma socioproductivo y espacial en la configuración
contraestratégica de formas acumulativas más endógenas y menos vulnerables, al
tiempo que los fragiliza y predispone a procesos de acoplamiento a las RPG y los
organismos supranacionales.
La conformación de grandes centros urbanos, de iguales o mayores escalas de-
mográficas que en el centro, que operan como plataformas de actividades subsidia-
rias de redes cuyos comando resultan exógenos, empalma con —y fortalece a— esa
fragilidad organizacional e implicativa del Estado. Al operar como privilegiados
ensambladores de esas redes, facilitan la presión sobre el Estado —en sus diferentes
escalas— para subordinarle a las acciones que promueven tanto las REG como las
RPG con sus lógicas de fragmentación y competitividad interregional que fuerzan
una integración primarizadora y subalterna de algunas regiones periféricas que
mantienen en la exclusión a las restantes. No son, por lo tanto, centros operativos
para el impulso de procesos de acumulación endógenos, desde la cual poder or-
questar una inclusión igualadora de regiones periféricas, sino emplazamientos re-
forzantes de los procesos combinados de concentración y descentramiento frag-
mentario impulsados tanto a nivel de la acumulación como de la regulación por
esas REyPG.
Conclusivamente, al analizar multiescalarmente las particularidades e inter-
secciones de las dimensiones trasnacional, nacional y subnacional que estructu-
ran la relación centro-periferia, emerge claramente la vulnerabilidad de esta últi-
ma y su predisposición al acoplamiento subalternizante de sus dinámicas regiona-
les —y en general subnacionales— a los dispositivos regulatorios impulsados —bajo
una activa implicación estatal— por las RPG en compatibilidad con los multiloca-
lizados procesos reproductivos de las ETs a través de las REG. A través de las ETs
y los organismos supranacionales, y ese complejo de actores trasnacionales con-
trolantes que traccionan los procesos más novedosos de la reproducción capitalis-
ta, ambas formas de redes anclan sus centros operativos de control y valorización
en los espacios centrales, fortalecidos por la capacidad de los Estados nacionales
para apuntalar las estrategas acumulativas de las REG y político reproductiva de
las RPG.
Espacialmente, esas estrategias tienen como epicentro un reducido conjunto de
complejos urbanos ubicados en el centro que operan bajo una interconexión jerár-
quica que dan soporte neurálgico a los actores económicos y políticos (en relación
a las REG, a las ETs y, en el caso de las RPG, a los organismos supranacionales) que
difunden formas de articulación que preservan la histórica incapacidad de la perife-
ria de controlar las funciones más dinámicas de la valorización y de procesos tecno-
lógico y, por tanto, la sinergética dinámica de redistribución y conformación de una
base de acumulación más sofisticada y motorizada bajo la intervención activa del
Estado. La debilidad de estos últimos en la mayor parte de la periferia, agravada por
la intersección y reutilización de esas redes globales, se traduce en una funcionali-
zación del mismo, colocado como pieza no secundaria de un dispositivo regulato-
rio que, como vimos, combina la fragmentación debilitadora con la integración
subordinante de las dinámicas regionales.

263
6. Las dinámicas regionales en las variaciones en (al interior de) la periferia

Las dinámicas regionales y los procesos subnacionales en general pueden y


también deben ser analizados en el contexto de las transformaciones estructurales
del capitalismo, de su reestructuración contradictoria y conflictual. Ello no solo
permite develar las restricciones de los cimientos localistas del NR que dominaron
desde mediados de los años ochenta, sino que obliga a considerar la efectiva y po-
tencial funcionalidad de estos escenarios subnacionales dentro de procesos mul-
tiescalares, donde las fracciones globalizadas del capital y el complejo supranacio-
nal de actores establecen un cambiante escenario de arreglos institucionales que
condicionan y refuncionalizan —sin disolver— los espacios y Estados nacionales.
Así mismo, realinean asimiladoramente los proyectos de las fracciones locales del
capital, y colocan a los espacios regionales como ámbitos estratégicos para un com-
plejo proceso de fragmentación, imprescindible para un reingreso subalternizador
a los escenarios nacionales.
En tal contexto, no solo se ha afirmado que la configuración centro-periferia per-
siste como marco estructural, jerárquico y desigualador, sino que la(s) periferia(s)
resulta(n) espacios privilegiados en la recepción de esos procesos —y de los nuevos
dispositivos— multiescalares con los que se regula —conflictualmente— el acopla-
miento de los procesos globales, las trayectorias nacionales y las dinámicas regionales.
Como parte del «paisaje común» del capitalismo, la periferia ha mantenido y
reproducido —en su interior— las desigualdades regionales y, en tono con Myrdal
(1957), las «causas acumulativas» que, en forma más acentuada que en «el centro»,
cristalizan y muchas veces acentúan su presencia. Sin embargo, dos elementos fun-
damentales que hemos destacado —y resaltan en su subalternidad— deben ser traí-
dos nuevamente a escena para considerar las causas que han actuado en esa des-
igualdad mantenida/profundizada, así como sus alternativas. Por un lado, «la peri-
feria» del sistema mundo no constituye un escenario estático ni, mucho menos,
homogéneo. En relación al primer aspecto, resaltamos cómo, aun en su integración
jerárquica y desigual dentro del conjunto del sistema-mundo, el SG ha conformado
el espacio de dinamización del capitalismo en las últimas dos décadas con un com-
portamiento de claro crecimiento. Sin embargo, por otro lado, en relación a su
heterogeneidad, desde ese Capítulo I vimos cómo dentro de la periferia se han desa-
rrollado trayectorias nacionales y macrorregionales que divergen en su interior. Como
vimos en el Capítulo III, estas últimas dan cuenta de trayectorias diferenciadas,
desarrolladas a partir de condiciones particulares asumidas por la singularidad de
dos elementos sinérgicamente asociados y atravesados por esas condiciones: los
núcleos de acumulación (NA) y los núcleos de implicación estatal (NIE).
Estas diferencias, configuradoras de variedades al interior de la periferia, no
solo resultan significantes para considerar las desigual forma en que interseccio-
nan los procesos nacionales y globales a partir de las particulares trayectorias de los
primeros, sino también para analizar los fundamentos y especificidades rítmicas y
de alcance que han tenido las desigualdades regionales al interior de esas trayecto-
rias periféricas, así como la forma en que las mismas se vinculan a otro complejo de
desigualdades (sociales y económicas).
En tal sentido, al tiempo que las dinámicas subnacionales en general y las regio-
nales en particular han estado condicionadas en esa periferia por la forma como

264
esta se despliega en las diferentes fases del capitalismo, su «paisaje común» de la
desigualdad regional intranacional demanda ser observado a la luz de estas especi-
ficidades nacionales y de los elementos que las conforman a lo largo de esas fases.
En su conformación, los NA y los NIE despliegan una particular organización
de la espacialidad nacional atravesada por arreglos multiescalares diversos, en el
que la habilitación de distintas trayectorias nacionales, así como la permisividad de
determinadas configuraciones geopolíticas globales afectan la capacidad de «admi-
nistrar» las relaciones con los actores trasnacionales, de gestar procesos de integra-
ción macrorregional y de potenciar articuladamente las dinámicas subnacionales.
En tal sentido, en el escenario periférico (EA y AL) las dinámicas regionales no
deberían independizarse —ni evaluarse fuera— de aquellas trayectorias nacionales
y su variable calidad y fortaleza para enfrentar los procesos de reacomodamiento
escalar impulsados por actores económicos e institucionales globales. Bajo los ries-
gos de la generalización, nuevamente la comparativa del EA y AL resulta pertinente
para considerar los aspectos estructurales, pero también específicos, que han inci-
dido en la configuración de las desigualdades espaciales macrorregionales, así como
para extraer lecciones para repensar estrategias de desarrollo que tengan en cuenta
la compleja intersección de los procesos globales, las trayectorias nacionales y las
dinámicas regionales.
Antes del abordaje macrorregional particularizado, un conjunto de aspectos
merecen ser recuperados. En el caso del EA, resaltamos que las desigualdades espa-
ciales han persistido a lo largo de las distintas fases del capitalismo en un contexto
de constante reducción de las desigualdades socioeconómicas que alcanzó incluso
buena parte de la fase globalizada, cuando las desigualdades globales fueron am-
pliándose, incluso en los países de la OCDE (Dreher y Gaston, 2008; OCDE, 2011).
En AL, en cambio, el mantenimiento y la profundización de las desigualdades espa-
ciales han convergido con la ampliación de aquellas vinculadas a la dimensión so-
cioeconómica a partir de —y a lo largo del— proceso de instalación del proyecto
neoliberal y la penetración de las REG, especialmente bajo la inigualablemente
virulenta penetración del CW en la década de los años noventa (Sader, 2008a). El
agotamiento del proceso de la industrialización por sustitución de importaciones
(ISI) bajo la reestructuración del capitalismo a partir de los años setenta deparó un
proceso de aceleramiento de desigualdades (Portes, 1999) que consagró a la región
latinoamericana como la más desigual del planeta (CEPAL, 2016).
Por lo tanto, la inserción de las dinámicas regionales debe ser considerada den-
tro de las particularidades que forman las trayectorias nacionales sobre las que se
asientan estos procesos diferenciados de desigualación. Esas trayectorias, a partir
de lo que analizamos en el Capítulo III, han conformado diferentes capacidades
inmunológicas para enfrentar los procesos globales, en particular, las condiciones
de penetración impuestas por las ETs y los OS impulsores y divulgadores del pro-
yecto neoliberal de penetración desmantelatoria sobre los espacios nacionales.
Bajo ese marco, emergen particulares interrogantes que nos proponemos res-
ponder en los desarrollos subsiguientes. ¿Cómo han actuado aquellos factores que
dan especificidad y diferenciación a las trayectorias nacionales en la producción de
las asimetrías regionales a nivel nacional y macrorregional? ¿Cuáles son las parti-
cularidades que las producen y cómo se vinculan a las otras desigualdades con sus
especificidades?

265
FIGURA 11

FUENTE: elaboración propia.

Hemos considerado el proceso general de acompañamiento de la periferia a las


tres fases del capitalismo, bajo tres formas diferenciadas: la inserción como provee-
dor de materias primas en la fase competitiva, gestadores de una industrialización
autárquica/sustitutiva durante la fase monopólica, y economías variablemente su-
jetas a la inserción en las REG y a las condiciones de articulación/financiamiento
con las RPG bajo la fase globalizada. Ahora bien, ha sido en esas dos últimas fases,
y bajo la particularidad de esas dos formas de articulación de la periferia que, al
interior de la misma tanto el EA como AL, configuraron la especificidad de los
elementos que forman los NA y los NIE. Las especificidades claves para entender
las nuevas vinculaciones Norte-Sur y Sur-Sur, al tiempo que marcaron al interior de
los espacios nacionales que forman esas macrorregiones procesos de desarrollo
diferenciados, han operado como fundamentos de las particulares lógicas de des-
igualación en general y de las desigualdades espaciales en particular.

6.1. Desigualdades espaciales y dinámicas regionales bajo la especificidad


de los NA y los NIE en el EA y AL durante la fase monopólica

Al interior de la periferia, bajo la fase monopólica del capitalismo se desarrolla-


ron formas de inserción global sustantivamente diferentes a partir de las especifici-
dades adoptadas por los patrones de organización y desarrollo de los NA y los NIE
que hemos considerado en aquel Capítulo III. La reconsideración de estos núcleos
en dicha fase/período resulta fundamental para retomar la comprensión de las dife-
rencias socioeconómicas, espaciales, e institucionales al interior del SG, y dar cuen-
ta de las particularidades contextuales sobre las que se desarrollaron las dinámicas
regionales y las desigualdades espaciales, no solo en ese período sino con posterio-
ridad al mismo.

266
A partir de la crisis de esa fase monopólica y la emergencia de la fase globaliza-
dora, estas dinámicas fueron acompañando las particulares formas bajo las que las
trayectorias nacionales y macrorregionales (AL y EA) mutaron sus vínculos con las
REG y las RPG como resultado de la diferencial «capacidad inmunológica» otorga-
da por esos núcleos y sus interrelaciones. En estos escenarios, es necesario revisitar
dos aspectos que hemos abordado en el Capítulo III para considerar las especifici-
dades de las trayectorias al interior del SG: a) las principales características diferen-
ciales/diferenciadoras en la constitución de los NA y los NIE durante la fase mono-
pólica y su vínculo con los performances en estos dos escenarios; y b) los —específi-
cos y diferentes— contextos de permisividad externa y viabilidad interna que
contribuyeron a la conformación de esos núcleos. A partir de a y b, cabe reabordar
los elementos convergentes y, sobre todo, los diferenciales que intervinieron duran-
te esa fase en las particulares configuraciones socioproductivo institucional y espa-
cial (CSPIE) a partir de las que se desarrollan los núcleos.

6.1.1. Retomando la diferencial constitución de los «núcleos» durante


la fase del capitalismo monopólico

La estructura de la desigualdad espacial del SG, con los fuertes desequilibrios


regionales que tuvieron lugar en el EA y AL, ha resultado inalterada y, en buena
medida, ha sido fortalecida a lo largo de las distintas fases. Pero, su conformación,
inalterabilidad y convergencia con el resto de las desigualdades en el caso de AL y
divergencia respecto del proceso de igualación social en el grupo que lidero el dina-
mismo del EA, tiene orígenes en los factores constitutivos de los núcleos y sus inte-
rrelaciones y en la forma como ello conformó trayectorias diferenciadas.
Siguiendo el análisis del Capítulo III, la fase monopólica del capitalismo fue,
para un conjunto reducido de países del EA (primeramente Japón y seguidamente
Corea y Taiwán), una etapa singular. Se constituyeron prácticamente como los úni-
cos «experimentos» nacionales de la periferia que fueron capaces de formar un NA
con epicentro industrial estructurado en torno a un selectivo conjunto de sectores y
grupos industriales locales estatalmente coordinados y disciplinados en su compor-
tamiento para desarrollar procesos de aprendizaje e innovación que viabilizaron el
catching up tecnológico global (Amsden, 1993; Wade, 1990). Como un «cuerpo extra-
ño» para la casi inamovible periferia (Arrighi y Drangel, 1986), y en parte como un
resultado económico institucional poco predecible (Evans, 1998), ese reducido gru-
po de países formaron selectivamente un NA con una fuerte base endógena con epi-
centro en una estructura industrial crecientemente compleja y dinámica a medida
que los aprendizajes e innovación se extendieron a lo largo de todo el proceso susti-
tutivo. Internamente, la complejización del proceso productivo a partir del creci-
miento de las inversiones, la extensión de los encadenamientos y el desarrollo de
aprendizajes de una fuerza de trabajo cualificada a partir de fuertes stocks en educa-
ción, se tradujo en una «inclusividad virtuosa», sustentada en un incremento sosteni-
do de la productividad (Krugman, 1991; Rodrik et al., 1995; Birdsall y Sabot, 1993).
En lo externo, ello viabilizó un proceso de inserción en segmentos de creciente valo-
rización a partir del control progresivo por parte de las grandes firmas de aquellas
core activities que permiten posicionarse en el gobierno de las CVG y evitar una sub-
alternidad que obstaculiza el proceso de desarrollo (Donner, 2007; Donner et al., 2005).

267
En cambio, la formación del NA en AL encontró limitaciones para formar una
base de actores endógenos y comprometidos en la complejización del entramado
productivo y el dinamismo por aprendizaje y la innovación para la inserción ex-
terna. Como se indicó oportunamente y se detallará más adelante, atravesados
por condicionantes históricos, los NA latinoamericanos combinaron una lógica
concentradora y rentista sumada al progresivo componente exógeno que, lejos de
cualificar y profundizar el proceso de sustitución de importaciones —pretendido
por el desarrollismo vernáculo— a través de la inversión, la productividad, y el
conocimiento, se apoltronó en los beneficios protectivos del mercado interno. De
este modo, quitó viabilidad para una inserción económica externa dinámica y un
proceso de complejización de la estructura socioproductiva que permitiera evitar
la exclusión de los segmentos sociales mayoritarios, no beneficiarios de los res-
tringidos empleos de altos ingresos y el consumo de los bienes en los grandes
centros urbanos.
Ahora bien, en el Capítulo III también analizamos cómo la diferente concreción
de estos NA se conformó a partir de diferentes NIE. En el caso del EA, resaltamos la
frondosa literatura que ha dado cuenta —con distintos énfasis— de un NIE confor-
mado a partir de instancias con altas calidades burocráticas y fuerte coherencia
estratégica (Kholi, 2004; Chang, 2010; Johnson, 1982; Chibber, 2002, 2003), desde la
que se brindó un inigualable potencial técnico-organizacional —bajo una rígida
dirección política— orientado a desarrollar una política industrial (Onis, 1991) sus-
tentada en la selección de sectores para diversificar su estructura productiva y el
disciplinamiento de los comportamientos de los grandes actores que estructuraron
el NA. Para ello, el Estado se valió de una amplia panoplia de instrumentos que,
además de los créditos subsidiados que permitían el control directo sobre el sistema
financiero (Johnson, 1982, 1999; Woo-Cummings, 1999), incluía incentivos fiscales
y la orientación estratégica de la inversión pública (Rodrik et al., 1995; Pack y Wes-
tphal, 1986). Provistos de esos instrumentos y calidad organizacional, la comple-
mentaria y sinérgica acción de los actores capitalistas locales y el Estado (Evans,
1995), no excluía a este último de la capacidad de prefijar metas y sancionar actores
—y sectores— cuyos performances se tornaran incompatibles con los objetivos de la
planificación nacional (Chang, 2010; Chibber, 2003).
En cambio, en AL los NIE expresaban Estados altamente comprometidos pero
escasamente autónomos y crecientemente dependientes del complejo de actores
capitalistas. A diferencia del EA, los Estados carecieron de una conformación autó-
noma y centralizada, con cualidades en sus estructuras para orientar el proceso de
acumulación sin ser cooptados y direccionados por los grupos capitalistas más con-
centrados (Onis, 1991; Chibber, 2003) que debían desarrollar el NA endógeno. Se
conformaron Estados débiles (Faletto, 1989; O’Donnel, 2004) que no lograron con-
figurar —e independizar sus— estructuras para conseguir, por el lado del trabajo,
asociar su implicación dentro de un proceso de acumulación basado en una pro-
ductividad genuina y procesos de inversión sostenidos que den profundidad y cali-
dad al proceso de industrialización. Por el lado del capital, no logró capacidad de
condicionamiento sobre las fracciones más concentradas y trasnacionales para di-
reccionar los performances de inversión productivas y las formas de realización de-
mandadas para densificar internamente la estructura productiva y dinamizar la
inserción externa, aspectos que debían operar retroalimentariamente para garanti-

268
zar internamente la continuidad de los procesos inclusivos y redistributivos. La
incapacidad de configurar una estructura que le permita operar con el capital —y el
trabajo— de esa forma, terminaron posicionándolo como un actor atravesado/cap-
turado/zarandeado por los requerimientos distributivos de los sectores populares
—sindicalizados— (en la contradicción de capital-trabajo), así como, y fundamen-
talmente, por los condicionamientos de las fracciones concentradas y creciente-
mente trasnacionalizadas del capital.
Se forjó una matriz estado-céntrica de intervención y organización social (Ca-
varozzi, 1991) que, si bien le dio al Estado centralidad en la tramitación de ese
escenario crecientemente conflictivo, lo sometió a un proceso de colonización cor-
porativa (Iazzetta, 2007) que fue desarrollando en su interior múltiples —y desarti-
culadas— instancias de atención. Por la formación de tales características, el Esta-
do no logró nunca forjarse como un centro estratégico de direccionamiento del NA.
Por el contrario, resultó ser forjado por los actores de ese núcleo, debilitado y «debi-
litante» —por su escasa capacidad, complejidad y dinamismo—, obturador de for-
mas sostenibles de inclusión genuina de la fuerza de trabajo (Chibber, 2003), lo que
conllevó cíclicamente la necesidad de desactivar autoritariamente las reacciones
distribucionistas de los sectores populares (O’Donnel, 1973, 1982).

6.1.2. El contexto diferenciado de producción

Hemos indicado oportunamente que esos singulares procesos de conformación


—y retroalimentación— de NA y NIE, y los diferentes procesos en que desemboca-
ron uno y otro, encontraron fundamento en la también diferencial presencia de
permisividades externas y viabilidades internas que en el caso del EA dieron a un
conjunto reducido de experiencias un carácter ciertamente excepcional. Revisando
rápidamente, en lo externo esas experiencias destacaron la existencia de una geopo-
lítica liderada por EE.UU., amigable con el fortalecimiento productivo industrial de
«países aliados» que le permitía desarrollar una industrialización sustitutiva —bajo
condicionamientos a la inversión extranjera directa (IED)— sin obstaculizaciones,
al tiempo que ofrecer el extenso mercado americano como espacio de realización.
Internamente, los propios capitalistas locales, debilitados después de procesos béli-
cos destructivos, enfrentaron la necesidad de conformar un cuadro comunitario de
desarrollo capaz de enfrentar un escenario visible de amenazas externas (Glass-
man, 2011; Chibber, 2003; 2009; Evans, 1998; Castells, 1992). A esa debilidad, se
sumaron los procesos de reforma agraria (Kay, 2007), pretéritos a la industrializa-
ción y funcionales a la ocupación de posguerra, los que, junto a sus efectos redistri-
butivos, y sumado a la escases de recursos naturales, impidieron la configuración
de actores capitalistas concentrados y rentistas con capacidad de bloqueo a las ini-
ciativas estatales y su acción disciplinadora (Castells, 1992; Davies, 2004; Kay, 2007;
Pempel, 1999). Finalmente, un factor relevante fue la forma organizacionalmente
excluyente, fragilizadora y subalterna con que la fuerza de trabajo fue incorporada
al proceso de acumulación (Deyo, 1987; Castells, 1992; Gray, 2015) en el contexto de
sociedades civiles comparativamente débiles (Leftwich, 1995). A estas debilidad, se
sumaba la presencia de la tradición Meiji en el caso de Japón y el linaje colonial
sobre Corea y Taiwán (Kholi, 2004), así como a las propiedades de sus propias elites
(Vu, 2007), para viabilizar la formación de Estados burocráticamente calificados,

269
preparados desde su capacidad técnica y coherencia organizacional para un proce-
so de conducción en parte consensual y —por sobre todo— disciplinario sobre los
actores económicos estructuradores del NA (Amsden, 1989).
En contraste a la permisividad externa y la viabilidad interna en el EA, en el
escenario latinoamericano ello se tradujo en adversidad y obstáculos. El tímido
soporte de EE.UU. a través de la Alianza para el Progreso nunca devino en un
proyecto que contemple la admisión de un pleno proceso de industrialización au-
tónomo, como sucedió en el EA (Kholi, 2012), lo que hubiera implicado tanto via-
bilizar la aceptación, por parte de sus empresas trasnacionales, del condiciona-
miento estatal, como ofrecer sus mercados como ámbitos de realización de la pro-
ducción industrial latinoamericana. La ausencia de estos aspectos —y más bien la
celosa protección de ambos (empresas y sus mercados internos)— convivió en lo
interno con un soporte sostenido a las oligarquías locales (fracciones más concen-
tradas del capital), herederas privilegiadas de las ventajas de una inserción prima-
rizadora dentro de la división internacionalización del trabajo y protagonistas de
la «sustitución fácil» que impuso el contexto global con la crisis de los años treinta
(Guillen Romo, 2007). Asociadas al capital externo y con un originario control
concentrado de los recursos naturales en la formación de los Estados nacionales,
durante la etapa del capitalismo monopólico de posguerra esas oligarquías se trans-
formaron en obstaculizadoras de cualquier intento de profundizar los procesos de
industrialización y pasar de la sustitución fácil de bienes de consumo a la sustitu-
ción compleja o difícil —para usar la expresión de Aníbal Pinto (Pinto, 1980). Es
decir, avanzar la sustitución centrada en el direccionamiento de la inversión hacia
la producción de bienes de capital (Prebisch, 1964) y el despliegue de enlaces dota-
dos de aprendizajes locales que darían densidad y dinamismo al cuerpo producti-
vo (Conesa, 1984).
La ausencia de un actor capitalista local estatal comprometido con inversiones
de riesgo y con procesos de aprendizaje e innovación que era lo demandado por lo
anteriormente indicado, abonó la presencia de un conjunto actoral concentrado y
rentista que fue favorecida por la ausencia de reformas agrarias profundas, capa-
ces, como sucedió en el EA, no solo de formar una base distributiva más equitativa,
sino de fragmentar su capacidad de condicionamiento y sujetarle a formas discipli-
nantes que obliguen a los grupos de actores capitalistas a asociarse al aprendizaje y
la innovación (Kay, 2007; Pempel, 1999; Park et al., 2012).
Las limitaciones asociadas al comportamiento de los capitalistas vernáculos no
fue relevada sino agravada con el progresivo proceso de inserción del capital exter-
no que cobró pleno dinamismo hacia la década de 1960 (Guillen Romo, 2007).
Producto de ello, el proceso originalmente «nacional» de sustitución de importacio-
nes devino en una transnacionalización de las estructuras productivas que le facili-
tó al capital externo la captura del mercado interno y el apoderamiento de ramas y
actividades más dinámicas de la industria. La presencia de ese capital, antes que
intervenir inyectando y difuminando conocimiento y complejidad productiva, ac-
tuó agravando la dependencia tecnológica y aumentando la exogeneidad de las de-
cisiones y procesos fundamentales para la continuidad y dinamismo del proceso de
industrialización (Amsden, 2001, 2009). Entonces, AL experimentó un irrevertido
proceso de desnacionalización y recentralización del proceso de acumulación en
manos de complejos empresariales externos (Furtado, 1976; Sunkel, 1970, 2006).

270
Dicho proceso, lejos de propender a la difusión de enlaces y conocimiento y estable-
cer las bases para una sustitución compleja, viabilizó la instalación de tecnologías
anacrónicas para los desarrollos de frontera con una estructura de enclave de limi-
tada irradiación productiva —vía inversión y acoplamiento de nuevas actividades y
actores internos— para mercados de producción y consumos cautivos. Las restric-
ciones que se derivaban de ello se tradujo en el mantenimiento de una forma empo-
brecedora-dependiente y re-primarizadora de inserción externa, así como en una
irrevertida cuando no profundizada heterogeneidad productiva y dualización so-
cial (Pinto, 1976; Sunkel, 1970).
Bajo tal escenario, frente a la perseverante capacidad que poseía el vínculo del
capital externo con las oligarquías locales de captar privilegiadamente excedentes
sin alterar la forma acumulativa, los sectores populares no incluidos/beneficiados
fueron desarrollando una fuerte —pero cíclica— activación política atendida «des-
de arriba» con un perfil redistribucionista. A diferencia de la constante o subalterna
exclusión política compensada por su creciente inclusión productivo/distributiva
en el EA, la activación política en AL procuraba efectivamente disputar el control
político e imponer formas de distribución a las fracciones concentradas y extranje-
rizadas del capital. Dicha activación, al colocar políticamente en riesgo el control de
los actores capitalistas concentrados y trasnacionalizados, disparó por parte de es-
tos una también cíclica exclusión político institucional, así como una convergente
resubordinación de la política económica a sus intereses (O’Donnel, 1973).
Más allá de las particularidades nacionales —por cierto, bien presentes también
en el EA—, ninguno de los factores mencionados operó facilitando una mayor com-
plejización y dinamismo en el NA a través de la profundización de la industrializa-
ción, requisito ineludible para una inclusividad sostenible en lo interno así como
para una inserción dinámica en lo externo (Prebisch, 1949). Por su parte, el Estado,
antes que dotado de la dosis de autonomía y calidad organizacional necesarias para
desplegar la acción sinérgica y disciplinaria (Evans, 1995), fue siendo rodeado por
—y configurado a través de— ese conflicto (Schneider, 1999). En la resolución de
este último, el NIE fue quedando condicionado —y cooptado— para dar protección
selectiva a los intereses del capital concentrado local y a la creciente presencia del
capital externo. Transformados en beneficiarios perennes de la protección mercado
internista de la ISI, y carentes de disciplinamiento necesario para inducirles a con-
traprestaciones representables en performances cualificadores del proceso de inver-
sión, producción e innovación (Chibber, 2003), ese complejo de actores se transfor-
mó en un potente y mancomunado bloque de intereses distintivo por imprimir a sus
comportamientos estratégicos de una visible aversión al riesgo, el aprendizaje y la
innovación. Es decir, se constituyó un bloque de intereses adverso a la formación de
un NA cuyas propiedades dotaron a las experiencias líderes del EA de una capaci-
dad de inserción externa virtuosa (Amsdem, 2001; Shapiro y Moreno-Brid, 2014) y,
en lo interno, de una extensión complejizadora por inversión y productividad de los
entramados productivos que garantizaron la inclusión productivista de la fuerza de
trabajo. Este bloque terminó reforzando un núcleo de acumulación concentrado,
exógeno y rentista, con deformaciones centradas en una estructura productiva frá-
gil, cíclicamente critica en sus balances externos (Díaz Alejandro, 1963, 1965) y en
su incapacidad crónica de operar inclusión socioeconómica y revertir una estructu-
ra social heterogénea y desigualadora (Pinto, 1965; Guillen Romo, 2007; Kay, 2007).

271
La idea de resolver parte de esos problemas a partir de aumentar la presencia
del capital externo —más visible en la última parte de la fase—, profundizó, contra
lo pretendido, los problemas. Las ETs se aferraron a los beneficios de una produc-
ción monopólica y mercado-cautiva y el aseguramiento de un pequeño segmento
de consumidores urbanos de ingresos medios/altos (Guillen Romo, 2007; Sunkel,
1970, 1971), lo que las mantenía alejadas tanto de una asociación a la inversión de
riesgo y la innovación local, como de una potenciación genuina y sostenida de los
enlaces productivos locales (Amsdem, 2001; Shapiro y Moreno-Brid, 2014).
Condicionado por el contexto histórico, el peso de estos actores capitalistas y su
propia debilidad estructural, el Estado facilitó el ingreso de los actores trasnaciona-
les (ETs) bajo un camino contradireccional a las experiencias del EA. Estas habían
centrado su estrategia en la consolidación de los actores locales obligados a com-
pensar su apuntalamiento con performances de inserción externa y complejización
inclusiva de la estructura productiva (Amsden, 2001). Esa contradirección conllevó
la profundización de las restricciones estructurales del NA derivadas de una inser-
ción externa primaria y un proceso de acumulación industrialmente estancado en
bienes de consumo y producción tecnológica para un segmento «integrado».
En síntesis, el núcleo inicial del dinamismo macrorregional del EA (Japón, Co-
rea y Taiwán) gestó un modelo nacional de desarrollo/acumulación (Kholi, 2012)
facilitado por las permisividades históricas y geopolíticas (en las que el Estado pudo
actuar como «constructor de capitalistas locales») garantizadoras de una inserción
global dinámica, extraña a la forma histórica de inserción periférica, así como una
inclusividad productivista que, también diferencialmente a las condiciones de los
países periféricos, permitía resolver progresivamente los problemas de la exclusión
y la desigualdad estructural.
Frente a ello, el contexto histórico y la estrategia geopolítica hacia AL abonó el
terreno para la conversión de esos Estados en instancias relacionalmente maniobra-
das desde el asimétrico poder conformado por el poder concentrado de capitalistas
rentistas, crecientemente internacionalizados, delimitadores de las formas exclu-
yentes y desigualadoras que caracterizaron su NA y el tipo de «capitalismo depen-
diente» al que dio lugar. Ello, siendo cíclicamente atemperado por los mencionados
proyectos distribucionistas que coalicionalmente impulsaban la formación de un
empresariado local y daban organización —desde arriba— a la fuerza de trabajo,
no logró alterar ese NA dependiente y excluyente ni el peso decisional de la matriz
de actores capitalistas (O’Donnel, 1973).
En conclusión, esa matriz actoral era inhábil para gestar un NA cualitativamen-
te diferente (necesariamente más industrioso y autónomo) (Prebisch, 1949; Furta-
do, 1969) capaz de contener —temporariamente— la expansión conjunta del capi-
tal y del trabajo, así como de capitalizar las reacciones distributivas para generar un
proyecto acumulativo alternativo. Por su parte, el Estado, carente de autonomía
organizacional e instrumental así como de sustento coalicional que provea espacio
a un cambio estructural en la configuración productiva y el tipo de inserción inter-
nacional (Canitrot, 1975), quedó irremediablemente involucrado —dado los especí-
ficos escenarios nacionales— en las acciones de desempate del proceso conflictivo
(Portantiero, 2003) a través de la desactivación autoritaria de los sectores populares
y la consiguiente continuidad del proyecto de matriz rentista y desendogeneizador
(O’Donnel, 1973; Malloy, 1977).

272
6.1.3. La configuración socioproductiva, institucional y espacial en
el desarrollo de los núcleos

El desarrollo diferencial de ambos núcleos (NA y NIE) y sus relaciones a partir


de esas trayectorias dominadas por la particularidad de los contextos externos e
internos, gestó asimismo una —singular— configuración socioproductiva, institu-
cional y espacial (CSPIE) que, aunque siempre reservada por las especificidades
para los distintos espacios nacionales que componen las macrorregiones del SG,
guarda al mismo tiempo ciertas características salientes que permiten la compara-
bilidad entre las trayectorias del EA y AL que venimos analizando. De esa compara-
tiva, surge la detección de las particulares formas de convivencia y divergencia en-
tre los procesos de igualación social y espacial, así como las formas singulares por
las que atravesaron las dinámicas subnacionales (regionales y locales) en ese mo-
mento histórico y, como veremos, en lo que fue sucediendo hacia adelante.

6.1.3.a. La configuración socioproductiva, institucional y espacial (CSPIE)


en el EA

El modelo desarrollista en ese «grupo selecto» de países del EA adquirió desde


el punto de vista de los actores centrales de la organización político-institucional
(Estado) y económica (grandes grupos) un formato altamente vertical y jerárquico
sustentado en un Estado —nacional— director que operó bajo un esquema de orga-
nización actoral propio de un «corporativismo autoritario». Este se expresó a través
de la interacción selectiva hacia un grupo de empresas con los cuales desarrolló
mecanismos sinergéticos de cooperación y disciplinamiento, al tiempo que mantu-
vo política y organizacionalmente la exclusión y subalternidad —por desindicaliza-
ción— de la fuerza de trabajo (Deyo, 1987; Castells, 1992; Haggard, 1990).
Para ello, aun con sus particularidades, dichos Estados configuraron organiza-
ciones centrales de planificación (el caso del Ministry of International Trade and
Industry —MITI— en Japón, el Economic Development Board —EDB— en Corea, y
el Council for Economic Planning and Development —CEPD— y las instancias técni-
cas ligadas a la férrea dirección política del Kuomintang en Taiwán) (Chang, 2010;
Chibber, 2002) que, valiéndose estratégicamente del control y direccionamiento del
sistema financiero (Woo Cumming, 1999; Hattori, 1997; Amsdem, 1989) así como
de otros instrumentos, actuaron estratégicamente no solo en la configuración de las
especificidades de la estrategia productivo/industrial (Onis, 1991), sino en la propia
construcción de los actores capitalistas (Park, 2013). Ello comprendió el desarrollo
de grupos de actores económicos claves (por progresiva transferencia privada de
empresas públicas en Japón y por promoción de actores en Corea) (Hattori, 1997)
con los que el Estado centralizador y jerárquico actuó procurando determinados
performances alineados a sus objetivos estratégicos.
Siendo ese direccionamiento estatal estratégico para el proceso de la compleji-
zación y endogeneización del NA, su conformación tuvo lugar a partir de una red de
relaciones del Estado con el capital y al interior de este. En el caso de Japón, a partir
de una relación compleja y retroalimentaria con los Zaibatzu y un entramado pro-
gresivamente enriquecido de actores pequeños y medianos, organizados —y selec-
cionados— jerárquicamente desde esos grandes actores como proveedores estables

273
a medida que el proceso sustitutivo fue profundizándose y ganando complejidad y
dinamismo (Harvie y Lee, 2002). En el caso coreano a partir de un estrechamiento
casi exclusivo de relaciones del Estado con los Chaebol (grupos capitalistas forma-
dos desde la estrategia estatal) como centros endogeneizadores (Hattori, 1997;
Murillo y Sung 2013) y, finalmente de una matriz productivo ambiental esencial-
mente forjada a partir de redes económicos institucionales de pequeñas empresas
en el caso taiwanés (Numazaki, 1997).
A pesar de las diferencias en el tipo de actores capitalistas que formaron la red
central de relaciones estatales en el propio selecto grupo de «padres fundadores»
del modelo desarrollista del EA, las propiedades comunes, en base a lo indicado,
comprendieron la formación a lo largo de la posguerra de un NA endógeno y com-
plejo que, a partir de la mayor sofisticación del entramado productivo, logró una
alta inclusividad sustentada en la productividad. Ello resultó un aspecto fundamen-
tal y distintivo del «capitalismo de bienestar productivista» —o la forma producti-
vista del bienestar propio del modelo desarrollista del EA— que fue ampliado pro-
gresivamente por razones de legitimación social (Kwon, 1998; Gough, 2001; Holli-
day, 2000), permitiendo un proceso inclusivo e igualador que se destacó respecto
del resto de la periferia (Jomo, 2006). Asimismo, la solidez en los aprendizajes y los
procesos de innovación desarrollados endógenamente —por sobre las restricciones
que imponen al control de estas por las ETNs— (Amsden, 2001, 2007) fueron los
que permitieron constituir trayectorias nacionales que dotaron a los NA con actores
económicos idóneos para insertarse en los segmentos dinámicos del mercado glo-
bal. Esta dinámica operó retroalimentando, antes que contraponiendo, los proce-
sos sustitutivos con una inserción industrial externa dinámica (Amsdem, 2009).
Fue esta retroalimentación la que dio internamente sustentabilidad a aquel welfare
productivista.
Ahora bien, el patrón organizacional-institucional conformado a partir de un
cuadro jerárquico y centralizado, dio lugar, con sus especificidades nacionales, a
una estructura con escasa formación de procesos decisorios de «abajo-arriba». En
otros términos, el patrón de organización del NA y la configuración y forma de
implicación del Estado estuvo asentada en una lógica de funcionamiento dominan-
temente de tipo top-down, que conllevaba congénitas desigualdades, asimetrías y
exclusiones dentro de las que debe ser observado el campo espacial regional. Cier-
tamente en los casos considerados (Japón, Corea y Taiwán), estos aspectos estuvie-
ron diferencialmente marcados, siendo más presente la forma top-down en el caso
de Corea —a partir de la directa y selectiva relación de los ejecutivos con los grupos
chaebol—, menos en el caso de Taiwán —prioritariamente realizado con las peque-
ñas empresas—, y bastante más mediado en el caso de Japón —a partir de organiza-
ciones mediadoras y la participación de redes de pyme— (Evans, 1995; Haggard,
2004). Sin embargo, en las compartidas jerarquías desigualadoras y excluyentes
que pervivieron, existieron tres aspectos esenciales, en donde dos de ellos estuvie-
ron vinculados a los actores y el tercero al aspecto espacial.
El primer aspecto vinculado a los actores, correspondió al ya destacado direc-
cionamiento autoritario de la fuerza de trabajo por parte del Estado y del capital
(Deyo, 1987; Castells, 1992; Hart-Landsberg et al., 2007), restringiendo su organiza-
ción colectiva y quedando —de partida— como actores no incluidos en los acuer-
dos-articulaciones corporativas del estado con los actores empresariales (Kim y

274
Lin, 2000; Haggard, 1990, 2004). Ese control por desactivación —y represión cuan-
do fue necesario— de la fuerza de trabajo, resultó, por un lado, el complemento
necesario en el proceso de construcción de reciprocidades, así como en el direccio-
namiento del capital local y el ingreso condicionado del capital externo, pero, por
otro lado, expresó la subordinación de las condiciones de reproducción del trabajo
a las necesidades del capital (Deyo, 1989).
La selectiva inversión estatal en la cualificación —por educación y capacita-
ción— de la fuerza de trabajo (Abe, 2006; Rodrik et al., 1995), con efectos sobre la
productividad, el ahorro y la inversión —pero también en la inclusividad socio pro-
ductiva—, no puede desconocer la ingeniería de subalternidad y explotación de la
fuerza de trabajo que viabilizó el desarrollo de todos esos aspectos antes menciona-
dos. Su desactivación política —clara en el caso de Corea y Taiwán— y a la subordi-
nación de sus procesos de implicación en las pautas estratégicas desarrolladas des-
de la interacción consensuada y disciplinar entre el Estado y el capital (Gray, 2015),
convivieron con una inversión sostenida en su capacitación que impactó directa-
mente en la productividad —incluso a partir del involucramiento en el proceso
productivo. La convivencia de esa capacitación e involucramiento con la restric-
ción política y adecuación a las metas de acumulación fijadas por el estado y sus
acuerdos con el capital, dio como resultado un inclusionismo productivo, controla-
do desde arriba bajo la regulación de la implicación política.
El segundo aspecto vinculado a los actores refiere a la subalternidad del peque-
ño capital, dejando sujeto al mismo a la lógica y dirección imprimida por los gran-
des actores y el Estado. Siendo ello muy claro en Corea y mediado por una mayor
intermediación de organizaciones y mayor presencia de las pequeñas empresas en
la trayectoria nacional de Japón, en el caso de Taiwán las redes de actuación del
Estado con las pyme fue no obstante orientada por un plan directivo estatal que les
impuso una estricta subordinación a sus estrategias. Inserto dentro de los vectores
de industrialización propios del fordismo, el «modelo de desarrollo nacional» ex-
presó —en las experiencias de Japón y Corea— un capitalismo de grandes actores,
con la respectiva subalternidad y marginalidad de los pequeños capitales. El mode-
lo basado en las pyme de Taiwán, y la particular configuración de redes de actores
con mayor autonomía que el modelo coreano —de comando vertical sobre grandes
actores, que configuraron un patrón claramente diferente de acumulación y rela-
ción Estado-empresas (Wu, 2005)—, no impidió el condicionamiento de sus estra-
tegias reproductivas respecto de los objetivos y performances planificados desde el
Estado y adecuados a la verticalidad de un régimen político autoritario. Tanto para
la captación política de las elites locales para motorizar esas redes como la planifi-
cación y el condicionamiento de su performance, el Estado contó con un conjunto
de instrumentos políticos-financieros estratégicos (Mobrand, 2013).
Como tercer aspecto, bajo este formato organizacional-operativo arriba-abajo
(particularmente en el caso de Japón y Corea) quedó también comprendida la di-
mensión espacial, la que hemos venido interrogando desde el punto de vista de los
fundamentos de su irrevertida desigualdad. Las estructuras centralizadas de plani-
ficación no tuvieron como prioridades el descentramiento y equilibrio espacial, sino
la dinamización del crecimiento a través de los actores para cuyo emplazamiento y
expansión se privilegiaron determinados espacios sobre otros (Mutlu, 1991; Hsu,
2011; Sonn, 2010). Ello, conformó y reforzó una estructura espacial asimétrica, con

275
regiones centrales y periféricas, que dejó escaso margen para una contrainsurgen-
cia de estas últimas. Bajo ese formato operativo top-down, la estructura espacial
desigual convivió con las subalternidades y exclusiones de la fuerza de trabajo y el
pequeño capital y debió alinearse a los objetivos de crecimiento direccionados por
el Estado, que no contemplaban su reversión. En otras palabras, el proceso de acu-
mulación nacional que conllevaba un Estado organizacionalmente cualificado, prio-
rizaba determinadas metas que fortificaban la endogeneización y dinamismo del
NA a partir de una inclusión socio espacial jerárquica, asentada sobre el protagonis-
mo de determinados actores y, también, en este caso, de determinados espacios.
La periferización de regiones no incluidas en el core del NA y el asentamiento
espacialmente orientado de los actores motorizadores de ese núcleo, se sumaron a
la subalternidad del pequeño capital y la fuerza de trabajo para configurar la por-
ción frágil del modelo top-down que, en su contrafrente positivo, exhibía, como ya
resaltamos, una dinámica altamente inclusionista e igualadora en lo socio produc-
tivo. En términos resumidos la configuración resultante puede advertirse en la Fi-
gura siguiente.

FIGURA 12. Configuración socioproductiva, institucional y espacial en el Este Asiático

FUENTE: elaboración propia.

276
6.1.3.b. La configuración socioproductiva, institucional y espacial (CSPIE)
en América Latina

Ahora bien, ¿cuál ha sido la trayectoria diferencial de AL respecto del EA en este


plano de configuración socioproductivo institucional y espacial a partir de la parti-
cularidad del desarrollo de sus núcleos? No obstante las especificidades nacionales
—no es redundante insistir—, en AL, al igual que en el EA, durante esta fase de
capitalismo monopólico y «keynesianismo restringido» de la periferia se consolidó
una estructura de reproducción socioeconómica e institucional también jerárquica
con prevalencia top-down que arrastra en su carencia de formas abajo-arriba una
impronta desigualadora tanto en lo social/económico como en lo espacial.
Sin embargo, a partir de lo revisado, esa configuración compartida con el EA se
desarrolló sobre diferencias constitutivas y relaciones —no menores— a nivel de los
NA y los NIE que dan otro cariz a las formas en que se origina y reproduce la
desigualdad socio productiva y espacial y, por tanto, a los factores comprometidos
en la producción de asimetrías de los actores y de las dinámicas regionales.
Hemos insistido en que el NA en AL se consolidó en torno a actores no solo
concentrados, como dominó en el EA, sino propugnadores de una extensión de la
protección rentista y capitalizadores sin contraprestaciones (en la forma de inversio-
nes, innovación, exportaciones, etc.) de las salvaguardas mercado internistas dadas
por el Estado. Este comportamiento, fue reforzado desde mediados de la década de
los años cincuenta —y particularmente en los años sesenta— por un proceso de inter-
nacionalización —y sucursalización— creciente de la mano de las ETs (Sunkel, 1970,
1971), que aparejó junto a la pérdida de autonomía que lleva implícita la desendoge-
neización del proceso de acumulación, la generación del circuito retroalimentario de
fragilidades externas e internas. En lo externo, se impuso la pervivencia de una inser-
ción primarizadora —bajo una perdurable caída en los términos de intercambio ca-
pital— alentada por las ventajas comparativas históricas de las oligarquías locales y
el asentamiento mercado internista de las ETs. Además de hacer perdurable la vulne-
rabilidad macroeconómica externa —asociada al recurrente desbalance de pagos—,
en el plano interno ello contribuyó a inviabilizar el financiamiento de las fases más
complejas del proceso sustitutivo (Prebisch, 1964), lo que fue reforzado con el afinca-
miento del bloque de capital concentrado bajo liderazgo trasnacional en segmentos
rentistas e hiperprotegidos, y la complementaria aversión al riesgo, la innovación y el
aprendizaje que acompañaba a los componentes de ese bloque. Los resultados fue-
ron una estructura productiva altamente heterogénea, con restricciones estructura-
les para la conectividad y diversificación sectoriales, así como para lograr la inclusi-
vidad socio productiva que se pudo alcanzar en las experiencias analizadas del EA.
A diferencia de estas últimas y producto de las restricciones mencionadas, du-
rante esta fase LA dio lugar a una estructura social y espacial fragmentada y hetero-
génea (Sunkel, 1970). Aun en su especificidad, ese escenario reflejaba la continui-
dad de aquellos aspectos que dieron características comunes al posicionamiento
periférico, formando parte del esquema externo-interno de retroalimentación de-
pendiente y polarizadora. Dicho esquema comprendía:

[...] por una parte, la polarización del mundo entre los países industriales, avanzados,
desarrollados, centros, y los países subdesarrollados, atrasados, pobres, periféricos y

277
dependientes; por otra, una polarización dentro de los países en espacios, grupos so-
ciales y actividades avanzadas y modernas, y en espacios, grupo y actividades atrasa-
das, primitivas marginadas y dependientes [Sunkel, 1971: 9].

En lo relativo a los actores, bajo el primer aspecto se destaca que el bloque de


capital configuraba un segmento internacionalmente integrado, bien como segmento
(agro)exportador o como parte de sucursales de empresas trasnacionales multilo-
calizadas que, bajo su incuestionable comando del NA, se articulaban intranacio-
nalmente con un acotado círculo de producción y consumo formado por empresa-
rios, sectores medios y obreros ligados —privilegiadamente— a los estándares tec-
nológicos, de productividad e ingresos de ese segmento —que formaban el núcleo
dinamizador urbano hiperconcentrado. Atento al estrecho circuito inclusivo de ese
segmento, se desarrolló un amplio espectro de actores micro y pequeños capitalis-
tas, así como de fuerza de trabajo con lógicas reproductivas de subsistencia, caren-
tes de acceso al caudal tecnológico y con productividades sensiblemente menores a
aquel segmento integrado (Pinto, 1969). Estos, a veces operaron como subalternos
o, en una proporción significativa, excluidos o marginados de todos esos —restrin-
gidos— circuitos (Cardoso, 1971; Graciarena, 1976; Quijano, 1966, 1976; Nun, 1969,
2001).
Bajo ese escenario socioeconómico productivo heterogéneo, excluyente y
desigual(ador) a que dio lugar el NA latinoamericano bajo las condiciones históri-
co-contextuales ya analizadas, los Estados no tuvieron condiciones de conducir —y
mucho menos de gestar— grupos de capitalistas locales condicionados a performan-
ces que superen las limitaciones internas y externas consideradas, como sucedió en
el EA. Como indicara Esser:

Dado que la estrechez del mercado interno limitaba cada vez más sus oportunidades
de crecimiento, las empresas se organizaron en asociaciones cuyo propósito principal
era la redistribución por medio del Estado: bajos impuestos, bajos precios de los insu-
mos producidos por las empresas públicas y expansión de la política de adquisición
del Estado. También los sindicatos dirigieron sus demandas principalmente al Estado.
Así nació un corporativismo organizacional orientado hacia la redistribución «desde
arriba» que continuaba la tradición clientelista. A diferencia del Imperio alemán o
Japón, este corporativismo no perseguía el propósito de industrialización junto con el
Estado, sino que apostaba al potencial distributivo de este que, a su vez, dependía
principalmente de la exportación de materias primas [1993: 30-31].

La mecánica desplegada a partir de lo indicado impedía la formación de una


estructura interna coherente y calificada del Estado, y conducía a un amoldamien-
to al —y su penetración por el— escenario conflictivo generado entre esos actores
globalmente integrados y un complejo social subalterno o excluido reclamador de
diferenciadas formas de distribución e inclusión generadas por las propias restric-
ciones del proceso acumulativo. Como ya fue considerado, se forjó una matriz esta-
do-céntrica en la que el Estado fue crecientemente ampliado y altamente involucra-
do, pero fragmentaria y corporativamente colonizado por los actores que participa-
ban del juego tensionante de una acumulación inclusivamente selectiva y un cuerpo
social pugnante por formas de inclusión a través de la ampliación de procesos dis-
tributivos. En tal escenario, más allá de su implicación en la atención de estas for-

278
mas y su arquitectura burocrática de implicación para la cooptación de trabajado-
res formalizados que se integraban a los segmentos internacionalizados (urbanos),
su papel definitorio fue el de un desempatador autoritario en esos conflictos, diri-
miendo a favor del bloque de capital que comandaba el NA cuando los reclamos
distributivos de las distintas fracciones subalternizadas, excluidas y marginadas
jaqueaban su continuidad (O’Donnell, 1973, 1982).
El Estado fue de tal forma un jugador central, pero no actuando en el comando
del proceso de acumulación y distribución, sino como parte relevante de una es-
tructura vertical y jerarquizadora en la que sin ser su vértice estructurador, como en
el EA, se desempeñó como un instrumento de operación estratégico para la coopta-
ción y, sobre todo, la desactivación de los sectores populares y la preservación de las
condiciones de reproducción de la matriz de actores del capital concentrado. En
toda la fase keynesiana monopólica, no existieron registros de un patrón institucio-
nal-estatal configurador de procesos de abajo-arriba, forjadores de una integración
de los actores y espacios subalternos y excluidos capaces de desafiar esa estructura
jerárquica y vertical. Por el contrario, el NIE operó constantemente «desde arriba»,
aun en los proyectos distributivos y —a excepción de la revolución cubana— no
logró nunca conjugar la estructura, coherencia organizacional y base coalicional
necesaria para viabilizar un proyecto que contemple la alteración de la matriz con-
centrada y jerarquizadora de grupos y empresas internacionalmente integradas,
que lideraron el NA bajo las características mencionadas.
Como también fue destacado anteriormente, no obstante que el conflictivo pa-
trón reproductivo adoptó una forma estado-céntrica, los Estados no resultaron con-
figuradores sino actores configurados desde la acción estratégica y la lógica acumu-
lativa de esa matriz actoral estructurante del NA. Las formas redistributivas, tem-
porariamente compensadoras, tan insuficientes como insostenibles en el tiempo
por la debilidad del NA, tanto para incluir productivamente como para sostener la
distribución de excedentes, fueron autoritariamente desactivadas. En este último
caso, a diferencia del EA, el Estado no se implicó en una desactivación ab initio de
la fuerza de trabajo organizada, sino que lo hizo en el marco de las tensiones a que
daba lugar la estructura conflictiva con flujos y reflujos, bajo un NA restringido y
exógeno.
En resumen, la divergencia con el EA no se encontró en la morfología vertical/
jerárquica de la implicación del Estado, sino en la (in)capacidad de este de impulsar
una estrategia desde el condicionamiento de los actores capitalistas (locales y exter-
nos) y la regulación de las formas distributivas de los sectores populares. Esa inca-
pacidad, dentro de ese formato vertical y jerárquico, transformó al Estado en un
activo receptor de demandas corporativas que fueron colonizando su formación e
implicación, balcanizando (Fiori, 1992) incoherentemente sus estructuras e instru-
mentos, particularmente de la escala nacional, y perdiendo la centralidad y calidad
estratégica necesaria, claves para el cambio cualitativo en el NA.
Ahora bien, junto a estos aspectos asociados a lo actoral, desde el punto de vista
espacial es necesario destacar que el proceso de concentración y trasnacionaliza-
ción reafirmó la dinámica de inversión hacia los grandes centros urbanos, dónde se
desarrollan el grueso de sus procesos de producción como el consumo selectivo de
los sectores de mas altos ingresos (Myrdal, 1957). Ello, fue cristalizando una estruc-
tura, al igual que en el EA, espacialmente dualizadora y desigualadora, compatible

279
en este caso —y a diferencia del EA— con la configuración socioproductiva (asimé-
trica, marginadora y excluyente) que, como destacamos, se gestó a partir del NA. El
carácter estructural de esa configuración espacialmente concentradora y asimétri-
ca, y el amoldamiento de la implicación del Estado a esa estrategia reproductiva de
los actores capitalistas integrados al mercado mundial, operó como una restricción
a los procesos contradireccionales, orientados a revertir las desigualdades regiona-
les desde una intervención estatal top-down. El ingreso del paradigma «perrouxia-
no», al que ya nos referimos, orientaba las acciones del Estado nacional bajo un
imaginario regional desarrollista importado desde los centros (Coraggio, 1972), que
descuidaba las restricciones de una intervención Estatal que promovía polos y enla-
ces recreando una configuración del espacio conducida por —grandes— actores,
posicionado en el vértice de la estructura jerárquica.
Esfuerzos no poco relevantes fueron desarrollados en los distintos países de la
región, orientados no solo por los «polos», sino también por otras iniciativas como
las corporaciones de desarrollo regional y los programas de desarrollo rural inte-
grado (DRI) (Moncayo, 2006). Aun condicionada a atender problemáticas puntua-
les, así como por los desastres climáticos, en su dimensión espacial la impronta
desarrollista de la época incluía la idea de un país más integrado y productivamente
menos desigual, para lo cual se gestaron trabajosamente grandes proyectos como
los impulsados desde el Consejo Federal de Inversiones (CFI) en Argentina (Corag-
gio, 2004), la ambiciosa Superintendência do Desenvolvimento do Nordeste (SUDE-
NE) en Brasil (Aquino, 2004), o desde la Corporación de Fomento de la Producción
(CORFO) en Chile (Rofman, 1982).
No obstante los ampulosos objetivos de muchos de ellos, estas intervenciones
tuvieron efectos limitados y, de hecho, fracasaron en sus propósitos reversores de la
desigualdad regional (De Mattos, 1986). Por el contrario, como se advirtió, en esa
fase se consolidaron aquellos espacios prioritarios para la producción y consumos
de los segmentos vinculados al bloque concentrado y transnacionalizado del capital
(Cano, 1981); incluso los instrumentos de regionalización quedaron capturados por
los intereses puntuales de las clases dominantes (Rofman, 1982). Las menguadas
desconcentraciones espaciales logradas fueron aquellas no atentatorias y más bien
compatibles con los sectores económicos dominantes externos e internos, muchos
de los cuales se aprovecharon de los beneficios de la intervención estatal para relo-
calizaciones parciales que nunca alteraron la matriz económico y espacialmente
concentradora y desigualadora (Rofman, 1982).
Al momento del balance, en el plano espacial el Estado permaneció como un
«esquizofrénico interventor», procurando una planificación redistributiva con dis-
positivos técnicos conceptuales exógenos, montados sobre una estructura de repro-
ducción económica y social que, en sus aspectos determinantes, y por la fuerza de
los hechos, se involucró como soporte legitimador de una lógica espacialmente
concentrada y desigualadora que facilitaba la dinámica reproductiva del bloque de
poder capitalista que lideraba la formación del NA. Bajo tal contexto, las interven-
ciones realizadas a través de la planificación regional, nunca se integraron a un
plan de política económica desplegado nacionalmente, destinado a revertir las cau-
sas estructurales que potenciaban sistémicamente las desigualdades espaciales y la
concentración regional (De Mattos, 1975).

280
FIGURA 13. Configuración socioproductiva, institucional y espacial en América Latina

FUENTE: elaboración propia.

6.2. Crisis de la fase monopólica y reestructuración: desde la continuidad (EA)


al desmantelamiento (AL)

La especificidad asumida por la conformación de los núcleos así como por la


configuración socioproductiva institucional y espacial (CSPIE) de esas dos grandes
áreas de la periferia durante la fase del capitalismo monopólico no revisten un carác-
ter meramente descriptivo, sino más bien un papel de plataforma explicativa de los
diferentes performances que esas macrorregiones y sus países constitutivos desarro-
llaron cuando la crisis de fines de los años sesenta e inicio de los setenta tomó lugar.
La convergencia en una estructura top down, donde domina espacialmente la
jerarquización desigualadora y subalternizadora, choca no solo con una desigual
capacidad de inclusión igualadora en el proceso productivo y la virtuosa/viciosa for-
ma de resolución de la dinámica de inserción externa y reproducción interna, sino
también con la diferencial «capacidad inmunológica» para enfrentar la profunda
reestructuración que sobrevino a la crisis de la fase monopólica y fundó —desde la
preservación de la forma centro-periferia— la fase global del capitalismo.
La forma adquirida por el NA y el NIE, y el comportamiento de los diferentes
actores involucrados en la configuración de esos núcleos a que dieron lugar las

281
particulares permisividades externas y viabilidades internas, no solo da cuenta de
variedades estratégicas en (es decir, al interior) de la periferia, sino que marca cómo
esas variedades, diacrónicamente observadas, arrojan un diferenciado potencial in-
munológico para enfrentar la subalternizante penetración de las fracciones globali-
zadas del capital y de las organizaciones institucionales que le dan soporte. Como
fuimos analizando en los capítulos anteriores, esas fracciones, operando —ahora—
a escala global y en tiempo real, capitalizaron la revolución tecnológica para operar
una externalización selectiva —respecto de los espacios nacionales— que mutó su
lógica reproductiva y permitió destrabar, transitoriamente, la crisis. Una recupera-
ción visible —aunque transitoria— de la tasa de ganancia, acompañó una recompo-
sición de la capacidad acumulativa por vía de la «acumulación desposesiva», con-
vertida en salvoconducto para el excedente de capital de los centros del capitalismo.

7. Diferencias en el «poder inmunológico» y trayectorias nacionales


y macrorregionales divergentes bajo la emergente fase global:
la inserción de las dinámicas y estrategias regionales

Como también analizamos ya con mayor detalle a partir del Capítulo III, el
reposicionamiento de la lógica productiva a través de la capitalización de la revolu-
ción tecnológica significó operar reconstitutivamente ante la crisis de la fase del
capitalismo monopólico y la cárcel de acuerdos nacionales montada a lo largo de esa
fase. La configuración de las REG que daban la posibilidad de multilocalización
con recentralización decisoria y control de funciones estratégicas, representó un
vehículo central de ese proceso reconstructivo para las fracciones globales del capi-
tal que demandaron un complejo proceso de transformación de las condiciones
regulatorias. Estas últimas, al tiempo que operaron redefiniendo las escalas de ac-
tuación —globales, nacionales y regionales/locales— (Jessop, 2000), colocaron a los
espacios periféricos, como observamos oportunamente, como centros privilegiado
de los desplazamientos de capital sobreacumulado a través de las REG y los dispo-
sitivos de intervención regulatorios que fueron relevando a los arreglos fordista-
keynesianos y la «cárcel nacional de acuerdos» que condicionaba intranacional-
mente al capital monopólico. Como también destacamos, en todos los casos se
impuso una intervención fuerte del Estado, tanto de los países centrales en la cons-
titución de las RPG y sus OFI, como de los propios Estados periféricos en el proceso
de crear las condiciones «desmantelatorias» de las formas regulatorias proto-for-
dista-keynesianas erigidas con muchas diferencias y especificidades en las diferen-
tes trayectorias nacionales.
Ahora bien, la multilocalización —recentralizadora— de las REG y su complejo
de actividades, y a través de ello la multipenetración de espacios nacionales por
parte de las fracciones globales del capital que las controlan —y las ETs que las
representan—, así como su articulación con las RPG —y los OFI que las coman-
dan—, no encontraron en ese escenario periférico un terreno homogéneo de expan-
sión. El complejo dispositivo de intervención montado desde la intersección de los
procesos globales (CVG/REyPG) y nacionales encontró en el interior de estos últi-
mos diferenciadas condiciones de «acoplamiento subalterno» o de «respuesta resis-
tente y contradireccional» resultante de las ya analizadas especificidades diferen-

282
ciadoras de las trayectorias nacionales —del EA y AL— formadas a través de sus
NIE y NA durante la fase del capitalismo monopólico. En el apartado anterior, he-
mos intentado destacar que esas condiciones diferenciadas erigidas durante la fase
monopólica resultan determinantes para evaluar —al interior de la periferia— la
forma adoptada por las trayectorias nacionales en la fase globalizada.
Al interior de la periferia, emergen sensibles diferencias no solo en los niveles de
autonomía para actuar con los procesos globales, sino también, a partir de ello,
divergentes capacidades para configurar las dinámicas sociales y espaciales. Esto
último, por lo tanto, promueve la necesidad de analizar tanto las particularidades
de esas dinámicas como la forma y función que asumieron las teorías y políticas
regionales (regionalistas) dentro de la intersección de los procesos globales y las
trayectorias nacionales. Las diferencias en estos campos, sin embargo, no revisten
un carácter estático, sino que, como veremos, bajo la fase globalizada se han ido
dando escenarios cambiantes y asincrónicos entre el EA y AL como resultado de las
particularidades que adopta —dinámicamente— el escenario conflictual que pre-
senta la reproducción de las fracciones globales del capital a través de las REyPG.
Bajo esa fase globalizada, las dinámicas regionales subnacionales así como los pro-
cesos macrorregionales quedaron sujetos a esas variaciones como resultado de las
complejas intersecciones de los procesos globales y las trayectorias nacionales. En
el marco de esas intersecciones y el poder de las REyPG es precisamente donde
fueron utilizados variable y funcionalmente los relatos del NR y donde las dinámi-
cas regionales de la periferia fueron pulsadas a viabilizar las estrategias ofensivas
desplegadas desde esas redes. Un complejo escenario de reacomodamientos escala-
res, no obstante continuadamente jerárquico y desigualador, se convirtió paradojal-
mente en el escenario revindicatorio de esos relatos y esas dinámicas.

7.1. Desde la fortaleza inmunológica y la «capacidad de respuesta» a su «erosión»:


la trayectoria del EA bajo la fase globalizada y el papel de las dinámicas políticas
macro y subregionales

Durante la fase monopólica, el EA logró combinar un NA endógeno, complejo y


dinámico y un NIE con alta capacidad consensual-disciplinaria que permitió con-
formar un potente «contrafreno» a la penetración desmantelatoria de las fracciones
globalizadas del capital, evitando que el «intervencionismo fuerte» se traduzca en
un facilitador del «acoplamiento subalterno» a las condiciones acumulativas que
imponían las fracciones globales del capital y los OFI. Más bien operó contradirec-
cionalmente dando continuidad a la lógica del NA y el NIE forjada desde la posgue-
rra para preparar las condiciones endógenas de competencia que obligaban a ac-
tuar en el escenario reproductivo del capital a través de las REG.
Favorecido por la permisividad externa y la viabilidad interna, la capacidad de
condicionamiento-disciplinamiento y sinergización de objetivos entre el actor esta-
tal y los capitalistas locales operó durante la fase monopólica como un «largo apren-
dizaje», que viabilizó a los grupos empresariales locales ir «ladrillo por ladrillo»
(Amsdem, 2007), construyendo una musculatura estratégica para poder «contraac-
tuar» ante la penetración desmantelatoria de las REyPG. Aun con posterioridad a la
crisis, la continuidad de la maniobrabilidad estratégica del Estado se tradujo en la

283
preservada capacidad para fijar restricciones a esa penetración, condicionar el in-
greso del capital productivo y financiero a realizar transferencias de aprendizaje,
evitar que las ETs retengan el I+D en sus matrices (Amsden, 1989, 2001, 2007), y
mantener al mismo tiempo la protección y soporte condicionado del actor local
(Haggard y Tung-jen Chen, 1987; Wade, 1990). El complejo cuerpo de especificida-
des de esta continuidad/estabilidad en la consecución de los objetivos de largo al-
cance, viabilizó una consolidación y sofisticación de los procesos de inserción exter-
na, reflejado no solo en un crecimiento constante de la exportación manufacturera
(Palma, 2009), sino también en una progresiva asunción de funciones estratégicas
de los actores que pasaron a controlar las core activities de las CVG (Doner et al.,
2005), expresión de la nueva lógica reproductiva de las fracciones trasnacionaliza-
das a través de las REG.
No obstante que el escenario poscrisis y las formas reproductivas de —y a través
de— esas redes representaban un cambio cualitativo respecto del patrón nacional-
céntrico imperante durante la posguerra (Yeung, 2014), la pervivencia de un NIE
con capacidad de condicionamiento y sinergización con estos últimos resultó esen-
cial tanto para viabilizar ese posicionamiento en las CVG como, complementaria-
mente, para evitar un acoplamiento armonioso y subalterno de las instituciones esta-
tales y las políticas nacionales a la regulación desmantelatoria promovida desde los
OFI y las RPG, en compatibilidad con esas fracciones globalizadas y crecientemen-
te financiarizadas del capital.
La continuidad y profundización de las relaciones retroalimentarías entre un
NA endógeno y dinámico, y un NIE apuntalador de ese NA conformado sobre la
—excepcional— capacidad de condicionar los actores trasnacionales y disciplinar
a y consensuar con los actores locales los procesos de aprendizajes para una inser-
ción cualificada en las REG, conllevó no solo el dinamismo que convirtió a esta
macrorregión en la portadora del mercado más grande y vigoroso de la economía
mundial, sino también la profundización de dos aspectos que hemos remarcado
con anterioridad:

a) Hacia el interior de los espacios nacionales, un patrón productivamente in-


clusionista (Holliday, 2000; Ku, 1997; Kwon, 1999) y dinámico que fue asegurando
excedentes debido al control creciente de funciones de alta valorización en las REG
bajo un contexto de plena explosión del proyecto neoliberal de acumulación por
desposesión (Harvey, 2003) y redefinición desmantelatoria del dispositivo regulato-
rio fordista-keynesiano. Ello dio continuidad al proceso de reducción tanto de la
pobreza como de la desigualdad, algo que fue bien visible hasta entrados los años
ochenta (Jomo, 2003, 2006; Kholi, 2012), aun cuando a nivel global el desarrollo de
los welfare state permanecía su camino de reducción (Peng et al., 2004).
b) Por otra parte, extranacionalmente, la profundización en esta fase del proce-
so de ampliación de la estrategia macrorregional de integración a través de una
industrialización jerárquica, sustentada en el «vuelo del ganso». Como analizamos
en el Capítulo III, desde una base industrial endógena y dinámica, y Estados con-
ductivos, la ampliación se conformó a partir de un proceso combinado de sustitu-
ción de importaciones con aprendizajes ligados al catching up, y como producto de
ello, el desarrollo de una capacidad de inserción exportadora (Akamatsu, 1961, 1962;
Ozawa, 2001, 2011; Kasahara, 2004). Durante esa fase, la profundización de la inte-

284
gración macrorregional comprendió la anexión al centro —primer nivel (first tier)—
(Japón) y la semiperiferia —segundo nivel (second tier)— del vuelo (Corea y Taiwán),
formadas en la fase monopólica de los países del Asia, de la periferia —tercer nivel
(third tier)— (Tailandia, Malasia e Indonesia) (Li, 2007).11

La profundización expresada en dichos aspectos antes indicados (a y b), no


significó sin embargo una alteración en la configuración jerárquica y vertical bajo
la que se desarrollaron esos procesos macrorregionales hacia arriba, supranacio-
nalmente, y hacia abajo, subnacionalmente, en las dinámicas regionales. En rela-
ción al proceso macrorregional, formado desde núcleos industriosos por parte de
los primeros y segundo niveles (first y second tiers), el proceso de incorporación/
ampliación macrorregional incluyó ciertamente un proceso de reinversión con in-
dustrialización sustitutiva a nivel regional. Y pese la capacidad de trasladar las ven-
tajas de un esquema industrializador/inclusivo/igualador (Jomo, 2006), dicho pro-
ceso de ampliación macrorregional no dio a las nuevas unidades nacionales la ca-
pacidad de controlar funciones de comando en las REG (Beeson, 2009; Doner et al.,
2005; Doner, 2009), las que quedaron preservadas por los integrantes del «centro» y
«semiperiferia» de esos flying geese.
Hacia abajo, a nivel subnacional, las dinámicas regionales internas continua-
ron formando parte de un proceso jerárquico y desigualador, montado desde una
implicación estratégica del Estado orientada a fortalecer retroalimentariamente un
proceso concentrador que debilitaba los centros no industriales, y profundizaba la
división socioproductiva entre el medio rural y los centros urbanos principales,
donde se continuó apuntalando el complejo empresarial industrial articulado al
Estado, particularmente en las experiencias configuradoras de grandes grupos, como
Japón (Abe y Alden, 1988) y Corea (Lee, 2004). En otros términos, esa forma jerár-
quica y espacialmente desigualadora permaneció en las primeras décadas siguien-
tes a la crisis de los años setenta, como la dimensión negativa de un proceso endó-
geno y dinámico de acumulación montado en la posguerra. Ello estaba asentado en
un involucramiento estatal selectivo producto del control estratégico y vertical por
parte del Estado de los instrumentos de financiamiento y los permisos orientados
tanto a desarrollar un fortalecimiento sinergético —consensual y disciplinario—
con los actores locales, como a condicionar las formas de ingreso del capital exter-
no, subordinando a este a la estrategia de fortalecimiento intranacional de los esla-
bonamientos productivos.

7.1.1. Desde el poder inmunológico a la erosión de la «capacidad de respuesta»:


la inserción del Nuevo Regionalismo bajo la penetración neoliberal en el EA

Es incuestionable que la capacidad de respuesta fundada en el poder inmunoló-


gico que ello otorgaba permitió extender el proceso de acumulación a medida que
se consolidaba y expandía. Con posterioridad a la crisis de la fase monopólica y la

11. El espacio de esa periferia del escenario macrorregional asiático se ido consolidando en torno
a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Hacia 1994, ese espacio tenía seis miem-
bros: Indonesia, Tailandia, Filipinas, Singapur, Malasia y Brunei. Vietnam se sumó en 1995; Laos y
Myanmar lo hicieron en 1997 mientras Camboya lo concretó en 1999.

285
emergencia de la fase globalizadora —y neoliberal— del capitalismo consolidó la
salida de la periferia —y la formación de países desarrollados (Japón) y de ingresos
medios (Corea-Taiwán)—, reafirmando en este último caso la excepcional aptitud
—dentro de la periferia— para salir del posicionamiento periférico del sistema-
mundo (Arrighi y Drangel, 1986).
Sustentada en el patrón retroalimentario del NA y NIE que hemos considerado,
la continuidad de esa trayectoria significó la compatibilización de tasas de creci-
miento sostenidas —aunque más modestas respecto de las de posguerra y con alti-
bajos— con igualación socioeconómica (Jomo, 2006) en un contexto globalmente
inhóspito, en el que los centros del capitalismo global buscaban reajustar su capaci-
dad acumulativa a través de la incorporación subalterna —empobrecedora y des-
igualadora— de la(s) periferia(s) a sus REG. La capacidad endógena y autonómica
de responder a este proceso resultó la clave de un comportamiento macrorregional,
como antes indicamos, tan dinámico como —aun— jerárquico.
Sin embargo, ello comenzó a mutar a partir de la década de los años ochenta y,
con claridad, con posterioridad a la década de 1990, cuando la «parálisis estanfla-
cionaria» y el decrecimiento afectaron los núcleos dinamizadores de los hasta en-
tonces centros de motorización del EA. La crisis financiera y la estanflación se hi-
cieron presentes demoledoramente sobre Japón a fines de los años noventa, inau-
gurando lo que algunos han denominado «década perdida» (Hayashi y Prescott,
2003). Mientras tanto, hacia finales de esa década una crisis financiera profunda
obligó a Corea a replantear el formato de la relación del Estado y grupos económi-
cos que sostuvieron su imparable crecimiento. Como bien ha señalado Ross (2008):

Asia ha pasado por dos crisis financieras extremadamente graves en los últimos trein-
ta y cinco años, que tuvieron consecuencias a largo plazo para la región y por lo tanto,
para la economía mundial. La primera, a partir de 1973, fue la crisis financiera y
económica en Japón, que culminó con la creación de la burbuja económica de finales
de 1980 y el colapso de los precios de los activos, la deflación y estancamiento econó-
mico que iba tras el estallido de esta burbuja en 1990. La segunda fue en 1997, con la
caída y devaluación de la moneda en el sudeste asiático que desaceleró drásticamente
las economías del antiguo «tigre» del sudeste asiático en Corea del Sur, Hong Kong,
Taiwán, etc.

En la gestación de esas crisis y, sobre todo, de los cambios sobrevinientes a las


mismas, operó la fuerte presión por el desmantelamiento del Estado Desarrollista
(ED) y su comportamiento endogeneizante, un factor que operó contradireccional-
mente a las fuerzas penetrantes, desmantelantes y centrifugas de las fracciones glo-
balizadas y trasnacionalizadas del capital (controladoras de las REG) y su soporte
en los OFI (que controlan las RPG). La presión desmantelatoria no fue ciertamente
unicausal. En primer lugar, luego del apagamiento de la guerra fría un cierto cam-
bio en la geopolítica americana dirigió a EE.UU. hacia la protección de sus merca-
dos y la rebaja de las permisividades del EA (Bello, 1999); al mismo tiempo, facilitó
la ofensiva de sus propios capitales productivos y, sobre todo, financieros en esos
escenarios (Gowan, 1999; Ji, 2013). Por su parte, al interior de los propios socios del
flying gees comenzaron a recelarse las transferencias cooperativas de conocimiento
y a valorizarse los riesgos de los catching up (Japón sobre Corea) (Hart-Landsberg y
Burkett, 2001; Ji, 2013).

286
El elemento estructurante de ese cambiado escenario ha estado representado
por el papel de las nuevas lógicas acumulativas de las fracciones del capital global,
y el intento de las mismas de reposicionarse y recomponer su control de los proce-
sos de acumulación, particularmente a través del papel central y creciente de sus
segmentos y formas financiarizadas. Bajo esas nuevas lógicas, y en el marco de una
fuerte presión «liberalizadora» del intervencionismo del ED claramente visible so-
bre todo el EA desde los años ochenta (Jomo, 2003; 2006), dichas fracciones globa-
les pugnaban por el desplazamiento del sistema financiero bancario controlado por
el Estado, y su reemplazo por un sistema desregulado, dominado por los criterios
del mercado de capitales (Crotty y Lee, 2002, 2005; Wade, 1998). Su concreción fue
viabilizada tanto por el poder penetrante de esos actores y lógicas de financiariza-
ción que han ido incorporándose en todo el planeta a las REG a partir de la presión
liberalizadora, como por el plegamiento a ese proceso de los grupos locales concen-
trados —y progresivamente trasnacionalizados. Crecientemente independizados de
la asistencia consensual y disciplinaria del Estado (algo visible en Corea) (Crotty y
Lee, 2001, 2002; Chang y Evans, 2005; Evans, 1998), e incorporados a la lógica
reproducción del capital trasnacional (Park, 2013), los grupos locales pugnaron por
el desmantelamiento de los mecanismos regulatorios que permitían la intervención
estratégica (consensual y disciplinaria) del NIE, y que habían asegurado, aun des-
pués de la crisis capitalista de finales de los años sesenta, el proceso de crecimiento
que distinguió a la región respecto del sistema en su conjunto (Crotty, Lee, 2005;
Jomo, 2006; Doucette, 2010).
Incluso cuando el desmantelamiento no operó automática ni generalizadamen-
te, ya que convivió largo tiempo con un rol re-regulador e incluso proactivo del
Estado (Jomo, 2003; Yeung, 2000), la potencia del penetrante capital trasnacional a
través de las REG, así como el papel autonómico del trasnacionalizado capital «ver-
náculo», se acoplaron a partir de la nueva lógica financiera en la progresiva imposi-
ción de prácticas cortoplacistas propia de la movilidad ganada por el capital (Eps-
tein et al., 2014; Lapavitsas, 2014). En buena medida, ello fue generando la desacti-
vación del anterior vínculo entre Estado y grupos empresarios sustentado en un
capital paciente, formado por la dirección estatal y un sistema financiero basado en
bancos (estatales) que garantizaba los procesos de aprendizaje e industrialización
y, con ello, el impresionante proceso de desarrollo de posguerra (Crotty y Lee, 2002).
Esa desactivación del control estatal encontró respaldo en las RPG (representadas
particularmente por el FMI) (Crotty y Lee, 2002; Wade y Vernoso, 1998), que alenta-
ron activamente la necesidad de afirmar la desregulación y la desimplicación esta-
tal para desactivar las ineficiencias y predisposiciones a la corrupción que formó
parte del «capitalismo de amigos» (crony capitalism) (Lee, 1999; Lim, 1997; Rosen-
berger, 1997). Como fue mostrado para el caso coreano, el argumento encontró eco
e impulso al interior de la propia estructura estatal (Thurbon, 2010), de donde sur-
gió un relato crítico sobre la ineficiencia de la sobreinversión y los efectos corrosi-
vos de las prácticas de corrupción que tenían lugar en la interacción del Estado con
los capitales privados, imputables a una estructura vertical —y autoritaria— para
explicar las crisis (Ji, 2013).
De este modo, el —relativamente— exitoso proceso de penetración conllevó un
claro debilitamiento de las bases endógenas del NA y una horadante reformulación
en el NIE, paradojalmente montada sobre la necesidad de una intervención activa

287
del Estado para su concreción (Kiely, 1998).12 El socavamiento cultural dentro del
propio Estado acerca de su rol director y estratégico, vino acompañado no solo de
un distanciamiento crecientemente conflictual de este con los actores locales que
dinamizaban el NA (Crotty y Lee, 2002; Chang y Evans, 2005), sino que terminó
resquebrajando su autonomía y readecuando su implicación a las lógicas reproduc-
tivas cortoplacistas (Henderson y Hulme, 2002) alentadas por las fracciones trasna-
cionalizadas y financiarizadas del capital. Ello se tradujo en el debilitamiento del
control directo del Estado sobre ese capital, en presiones por la flexibilización de las
relaciones laborales y en el aliento al posicionamiento del capital externo en el mer-
cado local (Crotty y Lee, 2005). En ese contexto constrictivo de las capacidades del
NIE para orientar las propiedades del NA, se vieron desplazadas sus estructuras
centralizadas de planificación y disciplinamiento (Henderson, 2011), cuestionadas
desde un marco conceptual-ideológico aun por los propios agentes estatales, en
forma compatible con la transnacionalización del NA y el complejo de relatos y
acciones de los OFI.
Esa afección debilitadora del NIE para actuar directivamente sobre el NA, in-
fluyó sobre —y al mismo tiempo fue afectado por— la pérdida de dinamismo y la
endogeneidad de estos, siendo que esas propiedades, como vimos, fueron los res-
ponsables de viabilizar una sinergia virtuosa con el NIE que otorgaba capacidad
inmunológica a la forma subalternizadora y jerárquica de articulación propuesta
desde la penetración conjunta de las REyPG. El dinamismo fue afectado por el
socavamiento del capital paciente sobre el cual maceran los procesos colectivos de
aprendizaje, amenazados crecientemente por al rentismo de la financiarización
cortoplacista introducido en las REG. Por su parte, la endogeneidad fue alcanzada
por la transnacionalización del aparato financiero y la exogeneización del capital
trasnacional originado en los grupos capitalistas locales, como lo muestran los ca-
sos de Corea (Park, 2013) y Japón (Douglass, 1998).

7.1.2. Los efectos socioeconómico-espaciales de la erosión: de la divergencia


a la convergencia

En el EA, la penetración de las fracciones globalizadas del capital a través de las


REG y de los OFI (principalmente del BM y el FMI) y el proceso de creciente neoli-
beralización (Hill et al., 2012) centrado en la extensión de los procesos de mercanti-
lización que garantiza el reposicionamiento de aquellas fracciones, facilitó el res-
quebrajamiento de la autonomía que permitía a esos países actuar como «centros
de respuestas» nacionales montados en torno al EA y el acoplamiento general de
estos a la dinámica impuesta por las REG y RPG.
Lejos de ser inocuos, estos efectos alentaron la emergencia de muchos otros, de
carácter regresivo vinculado tanto a las características del proceso de acumulación
como a la estructura social y espacial sobre el cual el mismo se cimienta. El primero
y más sensible de esos efectos ha sido el debilitamiento del modelo «industrializa-

12. Como bien indica Kiely, «El Estado es visto como el problema con su intervención excesiva.
Se observa también como la solución que debe reformarse a sí misma, con el fin de permitir las
actividades de creación de riquezas. Pero si los estados son puramente egoístas, entonces ¿por qué
deben los funcionarios estatales llevar a cabo las reformas necesarias?» (1998: 75).

288
dor-inclusionista» que, en el caso de Japón, Corea y Taiwán, alentaba las formas
virtuosas de crecimiento e igualación social (Jomo, 2003). La dinámica desregulati-
va generada antes y profundizada después de la crisis, y la penetración del capital
trasnacional, así como la señalada independización de los grupos locales creciente-
mente trasnacionalizados respecto del direccionamiento estatal que tuvieron lugar
bajo dicho escenario, quebró las sinergias entre inversión, complejización de la
estructura productiva e inclusividad que había dominado la fase monopólica y ob-
tenido continuidad después de su crisis. En tal sentido, un proceso de estancamien-
to de inversiones y desaceleración del crecimiento se acompañó —no obstante la
reducción de la pobreza del área en su conjunto— del crecimiento de la desigualdad
y la dualización social en los países que formaron el núcleo selecto de los que aban-
donaron la posición periferia (particularmente, Corea) (Lee et al., 2012; The Econo-
mist, 2011; Denney, 2014), sin exceptuar al propio Japón (Ohtake et al., 2013; The
Economist, 2006). El proceso se extendió claramente, y por distintos caminos, en
los países que fueron formando parte de la ampliación del flying gees (en el second y
third tiers) (Zhuang et al., 2014; Jomo, 2003, 2006). En este último caso pesaron, en
no menor medida, aspectos ligados a las diferenciadas características de la forma-
ción de los NA y el NIE en relación a los países del first tier. Con relación al NA, el
proceso industrializador fue sustentado mayormente en el capital externo, y por
ello presentó debilidad para configurar centros productivos endógenos para el con-
trol estratégico de los encadenamientos (particularmente en casos como los de
Malasia, Indonesia y Tailandia) (Doner 2009; Abbot, 2003; Henderson y Phillips,
2007; Besson, 2009). En lo que respecta al NIE, estas experiencias no contaban en
sus trayectorias históricas con capacidades de direccionar los procesos postcolo-
niales hacia la formación de Estados con capacidades de direccionamiento (Bes-
son, 2003; Kim, 2009).
En este contexto, por distintas razones favorecedor de la desigualación social,
tuvo lugar un concomitante y generalizado incremento de —y la imposibilidad de
revertir— las desigualdades espaciales. En ello jugó un papel importante las asime-
trías entre los espacios y procesos rurales y urbanos así como a nivel interregional.
Los mismos ganaron lugar significativamente en algunos países asiáticos durante
las últimas dos décadas, donde «a finales de la década de 2000, alrededor de 25 a 50
% de la desigualdad total se explica por las desigualdades espaciales —entre una
combinación de desigualdades espaciales urbanas y rurales y entre provincias/esta-
dos— en algunos países de gran representatividad espacial y demográfica, como la
República Popular China, la India e Indonesia» (Zhuang, Kanbur y Rhee, 2014: 10).
Si los modelos de acumulación e integración que actuaron como pioneros cons-
titutivos del flying geese terminaron su ciclo expansivo hasta bien entrados los años
noventa con procesos de concentración espacial, producto de un patrón de organi-
zación y funcionamiento vertical, concentrado mayormente en grandes actores lo-
cales (a excepción de Taiwán), los procesos sobrevinientes a ese período, dentro de
la fase globalizada y bajo las redefiniciones resultantes de las aperturas desregula-
doras posteriores a esa década, no hicieron sino profundizar esos desequilibrios. La
presencia de REG independizadas del comando del NIE y el fortalecimiento de
RPG subordinantes del mismo, no insertaron la dinámica de descentralización a
través de la participación «desde abajo de la sociedad civil» en el camino de las
alteraciones significativas de la concentración socioespacial , con «inclusión y reba-

289
lanceo espacial», sino, por el contrario, en el de la consolidación de una forma de
acumulación dominada por ese patrón concentrador, en el que, no obstante los
objetivos —y programas— explicativos de la intervención estatal, tendieron a pre-
valecer las formas espacialmente desigualadoras (Monn, 2003).
La comprensión de este contexto de recreación y convergencia de las desigual-
dades socioespaciales en el EA es importante para considerar en este escenario la
forma en que tuvieron lugar dos líneas de argumentación y acción político institu-
cional que habían tenido su origen en el complejo académico e institucional de los
países desarrollados, particularmente en el europeo. Por un lado, las «políticas de
bienestar», que en buena medida vinieron a operar como relevo al «social inclusi-
vismo» resultante de un patrón productivo industrializador y dinámico, y un siste-
ma de protección familiar/cultural diferenciado del mundo occidental (Goodman y
Peng, 1996), encontrando ello fundamento ahora, por una parte, en el activismo de
la fuerza de trabajo y su organización colectiva en contextos de democratización
creciente y cambio en el patrón de industrialización (Sang-Hoon y Seung-Yoon Lee,
2012), pero así también, por otra parte, en la necesidad de recrear las formas pro-
tectivas ante los efectos socialmente destructivos y desigualadores que acompaña-
ron los procesos de crisis y neoliberalización desreguladora que siguieron a 1997
(Kwon et al., 2010), bajo el comando tanto por el capital trasnacional como los
organismos supranacionales que controlan las RPG.
Pero al tiempo que la recreación de las políticas de welfare constituyeron un
emergente redistributivo asociado a los problemas de legitimación y desestructura-
ción social originado por las estrategias de neoliberalización, una nueva arquitectu-
ra conceptual y político-interventiva fue montada para potenciar un proceso de
«rebalanceo espacial» a través de la descentralización y el desarrollo regional y
urbano (Park et al., 2012). En tal sentido, el ingreso del dispositivo conceptual NR
vino a asistir a la central tarea de desmontar los sistemas desarrollistas de direccio-
namiento estatalmente centralizados y a formar parte de la batería argumental orien-
tada a instalar hegemónicamente la necesidad de compatibilizar (sin éxito visible)
las formas de devolución y descentralización con el impulso de la competencia y
competitividad interregional e interurbana. Un complejo cuerpo de programas para
el desarrollo de innovative cities y promoción de clusters al interior de los espacios
nacionales tomó lugar una vez más en los motorizadores del flying geese, tanto en
Japón (Fujita y Hill, 2012) como en Corea (Lee, 2012). Desde la dimensión regional,
a través de estos programas se buscó impulsar nuevos centros de acumulación e
innovación orientados a cumplir con el objetivo —históricamente reparador— de
reversión de los desequilibrios espaciales y como nueva —regionalizada— platafor-
ma de desarrollo nacional a conformarse desde una forma cupular y nacionalmen-
te planificada. Sin embargo, como ya se indicó, las nuevas políticas regionales ins-
piradas en el NR —como las políticas de bienestar— ganaron terreno en aquel core
del flying geese bajo el contexto del considerado ingreso de las presiones neolibera-
les que procuraban reformar el estado desarrollista (ED) montado durante la fase
monopólica (Tsukamoto, 2012) a través del «aflojamiento» de las relaciones siner-
géticas que daban solidez mutua al NA y el NIE. Bajo esta procura, aquellos impul-
sos «descentrantes» y «participacionistas» combinados con procesos competitivos
(interlocales/regionales) abonaron al relajamiento de las «resistencias centraliza-
das» del modelo desarrollista y su plegamiento a las acciones desregulatorias, y las

290
libertades microacumulativas ganadas por el capital trasnacional controlante de
las REG. Tendió a imponerse un clima socioespacial fragmentador, con una fuerte
impronta «empresarialista» y «desigualante» que, en línea con la reintroducción de
las redes globales: «privilegia la eficiencia a expensas de la equidad: se coloca el
énfasis en las políticas de crecimiento económico sobre la distribución equitativa,
la competitividad sobre el desarrollo regional equilibrado, y la desregulación sobre
la protección reguladora» (Cho, 2012: 252).
Como ya se ha adelantado, esa dinámica no conllevó al anulamiento de la inter-
vención de la escala nacional del Estado (Tsukamoto, 2012; Sonn, 2010), sino una
alteración en la forma bajo la que dicha intervención tomo lugar y la modalidad
bajo la cual procuran revertirse las desigualdades regionales. En tal sentido, desde
el plano espacial, la intervención nacional tuvo un papel singular en la promoción
de las «herramientas» conceptuales del NR que observamos al inicio de este capítu-
lo. En el caso de los «pioneros» del flying geese (como Corea y Japón), fue claro el rol
creciente dado a la descentralización, la devolución de competencias y el protago-
nismo de la participación regional a partir de las regiones innovadoras y los clusters
(Tsukamoto, 2011; Sonn, 2010). Todo ello no operó como relevo/sustituto de la «es-
cala decisoria nacional», sino como parte de un complejo multiescalar de prácticas
institucionales en el que el Estado nacional cumplió un rol activo y disciplinante
sobre las esferas subnacionales.
Aún como parte de una acción espacialmente balanceadora, se impuso el domi-
nio de un «empresarialismo innovador», regional/localmente emplazado, fuerte-
mente impregnado de una impronta neoliberal como parte de una acción espacial-
mente balanceadora, en el que los actores locales beneficiados aparecen monito-
reados, impulsados, y disciplinados desde una activa implicación del nivel nacional
(Sonn, 2010; Kim, 2007). Es decir, el NR y su involucramiento en la revisión espa-
cial del centralismo y la concentración de desarrollismo consolidado en la posgue-
rra, aparece finalmente comprometido dentro de un neoliberalismo «nacionalmen-
te disciplinante» en el que «el equilibrio regional trabaja para la disciplina neolibe-
ral del gobierno local mientras que simultáneamente fortalece al gobierno central»
(Sonn, 2010: 1220).

7.1.3. El relevo chino y la continuidad en las convergencias del desigualamiento


socioespacial

Bajo la penetración subordinante del capital trasnacional y las RPG sobre los
NA antes endogeneizados y los NIE con capacidad directiva, debe entenderse el
aflojamiento de las capacidad de respuesta y la potencialidad inmunológica de las
experiencias nucleares del EA, y con ello, internamente, la pérdida de dinamismo y
la potenciación convergente de las desigualdades socioespaciales y, externamente,
las crecientes inconsistencias dentro del flying geese. En dicho escenario, fue dándo-
se lugar un relevo en el dinamismo y —progresivamente— el liderazgo macrorre-
gional a través de los gigantes (India y, principalmente, China) cuyas características
vuelven a interpelar la relación de las REyPG y los núcleos. La emergencia de China
e India como grandes potencias en la economía global es uno de los más significa-
tivos desarrollos económicos del último cuarto de siglo. Observados conjuntamen-
te comprenden la tercera parte de la población mundial y desde los años ochenta

291
del siglo pasado han alcanzado tasas de crecimiento vertiginosas, acompañadas de
reducción de la pobreza (Bosworth y Collins, 2008).
Aun cuando India ha alcanzado más recientemente tasas de crecimiento mayo-
res que China (The Economist, 2015), es necesario destacar que ambos países exhi-
ben trayectorias cualitativamente diferenciadas, que dan a esas tasas un sustento
estructural singular. En tal sentido, China estructuró su crecimiento sostenido, por
un lado, desarrollando algunas de las pautas del ED contenidas en las experiencias
del EA que lideraron la región (Knight, 2012; Baek, 2005), lo que, aunque acompa-
ñado de un número importantes de inconsistencias y procesos disociados/enfrenta-
dos al desarrollo, dio fundamento a la sostenibilidad de su crecimiento, así como
también a su actual estrategia de expansión global (Thomas, 2015). A nivel del NIE,
esas pautas estuvieron fundadas en el control estatal sobre las finanzas y el apoyo
directo a las empresas estatales por parte del gobierno, aspectos que le han permi-
tido, a nivel del NA, llevar adelante —a partir de generar y direccionar altas tasa de
ahorro doméstico— una estrategia de industrialización por sustitución de importa-
ciones con epicentro en la industria pesada y una concomitante inserción de sus
manufacturas en el mercado externo.
Diferencialmente, el NIE indio hizo base en la formación de un soft state (estado
suave), cooptado por la presencia lobbystica de un complejo de actores y grupos
(Bardhan, 2001) que, al igual que sucedió en LA, han minado su capacidad de direc-
cionamiento, impidiéndole una relación sinergética con el complejo, heterogéneo y
multiétnico cuerpo social, así como, junto a ello, una capacidad de direccionar un
NA hacia un proceso industrioso y dinámico (Evans y Heller, 2012), capaz de traba-
jar sobre sus múltiples asimetrías sociales y espaciales. En comparación al escena-
rio chino: «El sector manufacturero de la India es débil, sus ingresos de exportación
pobres, y su cuenta corriente casi siempre está en déficit. La mayor cantidad de
capital extranjero que fluye a la India es de una naturaleza cortoplacista, y por lo
tanto volátil» (Thomas, 2015).
Sin embargo, el diferencial cualitativo de China respecto de India a nivel de los
núcleos, no implica la ausencia de restricciones en estos últimos particularmente al
observarlos comparadamente con los líderes originarios del flying gees y evaluarlos
en relación a sus impactos limitativos directos sobre el desarrollo. En relación al
NA, en ambos casos la dinámica acumulativa se desarrolló con limitaciones visibles
en su endogeneidad como producto de las reformas «hacia el mercado» desplega-
das a finales de los años setenta sustentadas en la apertura y su inserción exporta-
dora a partir de pequeñas empresas locales asociadas a la IED. En este sentido, la
formación de grupos locales (como los keiretzu en Japón o los chaebol en Corea) fue
un proceso —no obstante emprendido— visiblemente más relativizado (Baek, 2005),
mientras que la dinámica de industrialización sustitutiva, aunque acelerada y sobre
segmentos con los que ha pugnado por la inserción externa, contuvo limitaciones
propias del control limitado de las core activities de las REG que penetraban a través
de ETs regionales y extrarregionales (Besson, 2009). En línea con ello, a diferencia
de Japón —líder fundacional del flying geese—, el patrón de inserción chino en los
mercados manufactureros externos a inicio del presente siglo contenía una compe-
titividad asentada esencialmente en productos de bajo valor agregado (Kwan, 2002)
y en una modesta participación del valor agregado doméstico generado a partir de
las exportaciones (OCDE, 2013).

292
Al mismo tiempo, estas restricciones a nivel del NA confluyen con NIE más
frágiles y menos cualificados, montados en una estructura con «descentramiento
gestionario» y alta centralización decisional, facilitadora de prácticas de patronaz-
go (Knight, 2012), en el que el dominio de formas de centralización y descentra-
miento autoritario (Naughton, 2008) mostraron como contracara un «enraizamien-
to» socio-territorial más débil, claramente limitativo del proceso interactivo con la
sociedad civil (Evans y Heller, 2012).
Aun montado sobre esas restricciones sinergéticas entre el Estado y la sociedad
civil, y a partir de los elementos desarrollistas señalados, la trayectoria china tuvo
su centro en la expansión vertiginosa de sus procesos de acumulación por vía de la
industrialización, que aparejó profundas alteraciones en su configuración socio te-
rritorial interna e inserción externa. Se trató de un proceso de «acumulación primi-
tiva» con un masivo desplazamiento desde el campo rural al urbano en el que,
como en otros escenarios y momentos del capitalismo, junto a la formación de
externalidades ambientales claramente negativas (Dunford y Bonschab, 2012), se
facilitaron las condiciones para la expoliación de la fuerza de trabajo, en particular
de las mujeres (Davin, 2001). Ello encontró basamento en un enorme ejército in-
dustrial de reserva que potenció la vulnerabilidad y sujeción social a las condicio-
nes de acumulación impuestas tanto por los actores capitalistas como por los —no
siempre diferentes— cuadros directivos del Estado —bajo una estructura de esca-
sas condiciones democráticas— (Chan, 2001; Walker y Buck, 2007).
Operando sobre las debilidades y fortalezas de sus NA y NIE, el dinamismo
productivo de China ha estado representado en dos campos. Por un lado, en lo
externo, como principal actor nacional de relevo en el esquema jerárquico del flying
geese, a partir del dinamismo productivo que permitió mantener a la macrorregión
con tasas agregadas de crecimiento que la colocaron como principal dinamizadora
de la economía global. Por otro, en lo interno, a través de un proceso de profundas
transformaciones que —a diferencia de la mayor igualación social con manteni-
miento de las desigualdades espaciales que caracterizaron al EA—, confluyó en este
caso desde un inicio hacia una convergente profundización de las desigualdades
sociales (Davis y Wang, 2009; OCDE, 2010; Chaudhuri y Ravallion, 2006) y espacia-
les (Fan, Kanbur y Zhang, 2011). En relación a esto último, los estudios sobre el
gigante asiático en más de una década abundan en datos que dan cuenta que las
desigualdades regionales al interior del principal motor de la economía mundial no
sufrieron alteraciones e incluso tendieron a agravarse (Wei, 1999; Candelaria, Daly
y Hale, 2015).
Observando en forma conjunta a la macrorregión, lo cierto es que bajo la fase de
globalización, la penetración de los procesos de mercantilización a través de la des-
regulación en la extendida área de los flying geese, así como el proyecto de «mercan-
tilización» desarrollista bajo direccionamiento estatal representado centralmente
por China, aun con sus especificidades, comparten el hecho de estar marcados no
solo por la imposibilidad de reversión sino, incluso, por la profundización concomi-
tante de los procesos de desigualación socioespacial. Como observamos, en aquellos
que lideraron el flying geese (Japón, Corea y Taiwán), la etapa desarrollista de pos-
guerra fue dando lugar a un proceso de concentración/desigualdad regional que
convivió (o más bien fue divergente) con un proceso de igualación social inclusiva,
que logró continuidad en la primera etapa de la fase globalizadora. Pero, a partir de

293
los años ochenta y particularmente a partir de los noventa bajo la penetración neo-
liberal, tuvo lugar una convergente presencia de ambas desigualdades —como suce-
dió en AL al inicio de la fase global, durante los años setenta. Los intentos de corre-
gir las desigualdades espaciales ocasionadas durante la fase monopólica desde NA y
NIE altamente concentradores, apelando para ello a instrumentos regionalistas, ganó
lugar en un contexto de presión/inserción de las REyPG que obligaban el desmante-
lamiento de la capacidad autónoma de respuesta de los NIE y subordinaban a estos
a una intervención nacional disciplinadora con procesos regionales/locales compe-
titivos. Bajo tal estrategia de penetración de las redes globales y debilitamiento de la
capacidad de respuesta nacional, las acciones orientadas a la regionalización opera-
ron finalmente potenciando —antes que revirtiendo— la fragmentación espacial-
mente desigualadora, convergente con la desigualación social que resultó de la des-
endogenización/trasnacionalización del NA —y sus grandes actores.
A diferencia de este proceso, y en el marco de las crecientes limitaciones del
proyecto macrorregional desarrollista del flying geese, en los gigantes emergentes,
pero centralmente China, la desigualdad socioespacial operó convergentemente,
desde el propio aceleramiento de su proceso de acumulación, catapultado a partir
de las reformas de los años ochenta. El crecimiento vertiginoso convivió con las
desigualdades sociales y espaciales en el marco de un NA industrioso pero, como
indicamos, con un modesto control de los core activities de las REG y un NIE atra-
vesado por las tensiones de una tradición escasamente sinergética, donde el descen-
tramiento gestionario en los niveles locales convivió con una fuerte centralización
política autoritaria, así como con capacidades técnicas operativas y de enraizamiento
sensiblemente menores que la de los líderes del flying geese.
A razón de ello, mientras que en estos últimos los instrumentos conceptuales
del NR ganaron presencia para su utilización como instrumentos de disciplina-
miento neoliberal, incluyendo la presencia/supervisión nacional sobre los compor-
tamientos locales/regionales, en el escenario chino su acogimiento ha sido menos
hospitalario. En ello, ha desempeñado un papel no menor la relativización dada a
las formas de construcción de «abajo-arriba» en las etapas subsiguientes de las
reformas impulsadas desde finales de los años setenta. La dominancia del «patro-
nazgo» verticalizador (Knight, 2012), producto de la centralización política, reafir-
mó el dominio de un instrumental top-down que dio prioridad a la continuidad y
aceleramiento del proceso acumulativo en el marco de una sensible selectividad
espacial para su potenciación (especialmente la zona de la costa). Por otro lado,
bajo una irresuelta tensión entre los procesos de centralización político y descentra-
lización fiscal (Zhang, 2006), se fue imponiendo una frágil capacidad de ensamble
multiescalar, favorecida por los inarticulados —y velados— bloqueos subnaciona-
les a los emprendimientos centrales (Riskin, 2009). En el indefinido proceso de
centralización política y reformas descentralizadoras, la extensión de estas últimas
contribuyeron a socavar la fortaleza cohesionante del Estado central (Ji, 2006), ins-
talando un proceso —fragmentariamente competitivo—, claramente restrictivo de
la capacidad espacialmente compensadora y estratégica del Estado y favorecedora
de las desigualdades regionales.
El progresivo reconocimiento de las desigualdades regionales derivado de ello
ha venido acompañado de diversos emprendimientos orientados a revertirlas a par-
tir de formas de coordinación regional que favorezcan las regiones del oeste, centro

294
y noreste del gigante asiático (Dunford y Li, 2010). Sin embargo, no obstante algu-
nos cambios en la última década (Dunford y Bonschab, 2012), ello por una parte
colisiona con esa trayectoria de articulación escalar vacía de sincronías y en las que
las directivas nacionales encuentran escasa sinergización e incluso resistencias des-
de los niveles locales (Riskin, 2009). Pero, por otra parte, enfrenta las limitantes
estructurales vinculados a la dinámica espacial del capitalismo y su propensión a
concentrarse selectivamente allí donde pueden ser capitalizadas las ventajas dife-
renciales que alimentan el proceso de acumulación. Como lo muestra la experien-
cia de la Unión Europea, ello ha ganado realidad aun en aquellos escenarios de
macrorregiones «ricas» que han desarrollado un rico instrumental para revertir las
desigualdades espaciales y fortalecer las regiones periféricas (ECD-GRP y NDRC,
2010; EU, 2011; Li y Li, 2012).
Al momento del balance, se destaca que las viejas formas desarrollistas que
operaron como «centros de respuestas» para salir de posiciones periféricas y con-
vertir la macrorregión en un escenario industrioso y socialmente igualador, han
sido reavanzadas y repenetradas por las REyPG que debilitan la capacidad de los
NIE y los NA bajo una lógica financiarizadora y trasnacionalizante. Funcional al
socavamiento de esos centros y sus capacidades de operar con mayores autono-
mías desde la periferia, así como al resquebrajamiento socioespacial, ha resultado
paradójicamente la instalación de los procesos de descentralización y propugna-
ción de institutos del NR. Combinados con una centralización disciplinaria y un
descentramiento competitivo, los mismos han favorecido tanto la fragmentación
como la irreversión de las desigualdades, empalmando los emprendimientos regio-
nales a la lógica de las REG.
Frente a ello, y ante el renovado dinamismo de los grandes, el relevo chino no
solo emerge como un escenario bajo cuyas transformaciones aparece mayor auto-
nomía relativa frente a esas redes globales, sino como un progresivo constructor
nodal de las mismas. Al mismo tiempo, sin embargo, ello encuentra, en relación al
plano externo, una mayor vulnerabilidad en el NA, producto de los señalados lími-
tes en el control de las REG, un patrón de inserción externo en buena medida edifi-
cado por/desde el capital externo y una delimitación de esa inserción a segmentos
generadores de menor valor. Por su parte, en lo interno, el logro del dinamismo y la
fuerte e inédita industrialización en una estructura social montada sobre las venta-
jas expoliativas de la fuerza de trabajo, y una dinámica espacial tan selectiva como
desigualadora en la que chocan los intentos por alterarla con las tracciones de la
acumulación capitalista por reforzarlas. Consciente de los problemas y su magni-
tud, la conducción del Partido Comunista chino, a través de Wen Jiabao, lanzó
después de mediados de 2000 el desafío de trabajar sobre los «cinco equilibrios de
desarrollo urbano y rural, de desarrollo entre las regiones, el desarrollo económico
y social, el desarrollo del hombre y la naturaleza, y el desarrollo interno y la apertu-
ra más amplia al mundo exterior» (Wen Jiabao, 2006).
No obstante, el logro de semejante desafío demanda más que el anuncio del
objetivo trazado, e incluye una transformación profunda de su estructura socioes-
pacial a través de alcanzar fronteras —aún muy lejanas— de un human develop-
mental state (Riskin, 2009). Por ello, bien puede entenderse la necesidad de compa-
tibilizar el crecimiento con —inexistentes— condiciones socioespaciales más igua-
litarias, inclusivas y democráticas para el conjunto de actores sociales y territoriales.

295
FIGURA 14. Dinámica general del patrón asiático de desigualdades
socioeconómico-espaciales

FUENTE: elaboración propia.

296
Como indicamos, estas condiciones han sido afectadas en el EA por desigualación
neoliberalizadora que horadó el proceso desarrollista, así como por el también des-
igualador y socio espacialmente desestructurante desarrollismo neoliberalizador
llevado adelante en China (Ji, 2006), donde, como vimos, las formas autoritarias del
«patronazgo verticalizador» han convivido con el descentramiento fragmentario
para dar escasa presencia a aquellas capacidades derivadas del enraizamiento esta-
tal sinergético sobre el cual se potencia el NA y el NIE.
En ambos escenarios (los líderes del flying geese y China), el intento de introdu-
cir las bases conceptuales bottom-up y el cooperativismo localista que inspira el NR
deviene improcedente. En el primer caso para explicar el complejo proceso que
conduce a la irreversión —o potenciación— de las desigualdades como, en el segun-
do, para actuar en dirección de la transformación de las mismas. Esas bases con-
ceptuales, y su traducción discursiva han resultado más bien funcionales a los pro-
cesos de fragmentación que, como vimos en el caso de Corea y Japón, acompañan
la neoliberalización de los ED. En el caso del «relevo chino» al liderazgo asiático, la
pretensión de obtener el balance regional/territorial desde el Estado a través de
formas descentralizadas bottom up, solo puede generar un agravamiento de los
señalados inconvenientes —asociados a las desigualdades—, derivados de las vi-
gentes y problemáticas relaciones intraestatales —multiescalares— y Estado-socie-
dad que perviven en la organización multiescalar (Shen, Jin y Zou, 2012).
Por lo tanto, en contextos como los señalados del EA, la introducción de proce-
sos de descentralización basados en la cooperación intralocal y regional asociados
al NR para promover la inclusión regional periférica y desplegar un proceso conver-
gente de igualación socioespacial, encuentra en todos los casos condicionado su
éxito a la elusión de la captura neoliberalizadora de la implicación regional del
Estado. Ello demanda integrar esa implicación dentro de una estrategia nacional-
mente articulada de construcción de núcleos de acumulación social y espacialmen-
te más descentrados, endógenos y dinámicos, así como, para ello, de patrones orga-
nizacionales del Estado capaces de compatibilizar su coherencia estratégica y ca-
pacidad de disciplinamiento con procesos social y espacialmente más democráticos.

7.2. Los recorridos de un camino inverso. Latinoamérica y sus dinámicas regionales


desde la «debilidad inmunológica» a la «reacción neodesarrollista»

Como vimos previamente y hemos sintetizado en el cuadro anterior, el instru-


mental para analizar las fases estructurado en torno a las REG y las RPG y su
intersección con los NA y NIE permiten considerar desde un proceso multiescalar y
dinámico las particularidades que asumen los procesos de desigualación socioes-
pacial y, al mismo tiempo, observar las limitaciones explicativas así como las fun-
cionalidades del instrumental nuevo regionalista.
Al hacerlo, hemos resaltado cómo el punto de partida conformado por la fase
monopólica en el EA edificó la capacidad de contar con un proceso de acumulación
endógeno y dinámico pero jerárquico que, al tiempo que dio un carácter de centro de
respuesta con capacidad inmunológica en el NA para responder a la penetración fi-
nanciarizante de las REG y la acción de las RPG, al interior de las dinámicas nacio-
nales generó una estructura social crecientemente igualitaria que cristalizó una for-

297
ma actoralmente jerárquica y espacialmente desigual. Habiéndose desarrollado a
partir de un conjunto de experiencias nacionales líderes que formaron un escenario
macrorregional industrializador, dinámico y expansivo denominado flying geese (por
la forma en que tuvo lugar), destacamos que dicho proceso no ha logrado sostenerse
en el tiempo y, a partir de finales de los años noventa, atravesado por una crisis
regional con epicentro en los propios motorizadores de ese «vuelo de ganso», ha
sufrido un proceso de neoliberalización impulsado desde las REG y las RPG que
arrastra hacia la «convergencia» a las desigualdades sociales y espaciales. También,
bajo dicho escenario resaltamos cómo ha operado funcionalmente la introducción
del instrumental nuevo regionalista y sus formas bottom up localmente cooperativas.
Sin embargo, el contexto de la macrorregional del EA ha dado continuidad a su
protagonismo sustentado en el dinamismo de los «grandes» (China e India), parti-
cularmente el «relevo chino», que no solo ha venido a introducir una alteración en
todo el escenario, incluyendo el cuadro geopolítico global, sino que se ha conforma-
do como un enorme laboratorio experimental de «acumulación sin fin» en el cual
conviven tasas de crecimiento incomparables con la reproducción de subalternida-
des y desigualdades socioespaciales, expandidas —no secundariamente— por las
aun presentes restricciones a nivel del NA y el NIE y la forma como se ha operado
desde este último.
Ahora bien, al girar este análisis hacia el escenario de AL, encontramos un con-
junto de aspectos que convergen y otros en los que se distancia de la examinada
trayectoria del EA. Allí, de igual manera, como en la experiencia de los flying geese,
tanto los instrumentos NR como las dinámicas regionales fueron de la mano con la
introducción de los procesos de neoliberalización y la penetración activa de las
REyPG y, por ello, tanto esos instrumentos como las dinámicas han quedado impli-
cadas en la generación de esa convergente reproducción de las desigualdades socia-
les y espaciales. Asimismo, en todos los casos, tanto en el EA como en AL ha preva-
lecido siempre una configuración de matriz vertical con grandes actores y Estados
animados por una intervención espacialmente jerarquizadora que no incorpora las
dinámicas regionales como constructoras desde abajo de procesos de acumulación
y distribución, sino como parte de una estructura espacialmente desigualadora.
América Latina, sin embargo, ha transitado al interior de la periferia un camino
inverso al del EA, como resultado de las formas diferenciadas en que se fueron
constituyendo, como analizamos en este y el anterior capítulo, los NA y los NIE, y
las relaciones de estos con las REyPG. Mientras que en el EA la presencia —más
reciente— del NR y la promoción de dinámicas regionales actuaron como una he-
rramienta funcional al neoliberalismo para debilitar/desmantelar las formas endó-
genas y los NIE con capacidad de direccionamiento de los NA hacia esas formas, en
AL debe observarse el modo en que el NR y las dinámicas regionales se han plegado
y funcionalizado activamente desde un inicio dentro de una compleja intersección
multiescalar para impedir la conformación de un NIE que viabilice la configura-
ción endógena de los NA.
Retornando a los conceptos analizados desde el Capítulo II, en el escenario
latinoamericano tanto los instrumentos del NR como las dinámicas regionales han
abonado la continuidad del rol de centro de acoplamiento de las trayectorias nacio-
nales a las lógicas de las REG y RPG. Este proceso es posible analizarlo a través de
tres momentos dentro de un proceso general de hegemonía de la penetración neo-

298
liberal de las REyPG y sus impactos de subalternidad —y resistencia— sobre los NA
y NIE:

i) La ofensiva inicial: momento extenso que transcurre desde el ingreso autorita-


rio de las RPG y el ejercicio desmantelatorio de las resistencias, hasta los procesos
convergentes de reinstalación democrática con el colapso final de la matriz de acto-
res y lógicas de la ISI de la fase monopólica.
ii) La gran ofensiva: momento que tiene como referencia central la instalación
del Consenso de Washington (CW) con el desmantelamiento del complejo regulato-
rio y la matriz de actores del NA de la fase monopólica. Tiene como epicentro la
forma roll back (de desmantelamiento) y el inicio de las forma roll out (recreación)
del neoliberalismo. Se trata de un momento de despliegue pleno del poder de las
REG y del papel de los organismos supranacionales en las RPG y su acción desman-
telatoria y recapturante en la periferia latinoamericana.
iii) Respuesta a la ofensiva y la sigilosa recaptura (neoliberal): constituye el mo-
mento reactivo a los efectos del CW, con la reaparición de las iniciativas «nacionales
desarrollistas» —con reedición populista— y su recaptura neoliberal.

En los tres momentos el comportamiento de los NA y los NIE, y su intersección


con las REG y las RPG, asume una dinámica particular que —en continuidad con lo
que sucedía en la fase monopólica y en modo diferenciado respecto del EA— afectó
la forma como se configuran las desigualdades y, en particular, la forma que asu-
men las dinámicas regionales dentro de un proceso complejo y multiescalar de
reestructuración.

7.2.1. La ofensiva inicial: desde el ingreso autoritario de las RPG y el ejercicio


desmantelatorio de las resistencias hasta el colapso final de la matriz de actores
y lógicas de la ISI

Anteriormente, nos hemos extendido en perspectiva comparada con el EA para


considerar los aspectos de la inhabilidad a nivel macrorregional de AL para confor-
mar, desde algunas trayectorias nacionales líderes, un NA endógeno y dinámico, así
como una estructura y forma implicativa estatal con autonomía como había suce-
dido bajo el contexto y las excepcionalidades señaladas de esa macrorregión. Aun
con el reconocimiento de todas las especificidades nacionales, no resulta una infun-
dada generalización sostener que esa imposibilidad histórica de conformar un NA
con esas propiedades, así como un Estado con capacidad ordenadora y disciplina-
dora estratégica durante la fase monopólica, dejó una debilidad inmunológica que
condicionó estructuralmente la forma en que se acopló a la fase globalizada.
La consideración de esa debilidad debe ser enmarcada desde inicios de la déca-
da de 1970 bajo la convergencia de una doble crisis: la crisis —y reestructuración—
del capitalismo en su fase de acumulación monopólica fordista-keynesiana y, en el
plano interno de la periferia latinoamericana, la crisis del proceso de industrializa-
ción sustitutivo iniciado en la primera parte del siglo XX y potenciado durante la
posguerra.
En relación al primer aspecto, la gestación de un proceso de restructuración de
las formas de acumulación que pasó a hacerlo a escala global en tiempo real, y la

299
capitalización de la revolución tecnológica —particularmente las tecnologías de la
información— (Castells, 1996), significó que las fracciones globales del capital, tanto
aquellas que se reconformaban centralmente alrededor de procesos productivos como
financieros, requerían «derribar» el edificio regulatorio desplegado desde la posgue-
rra. El funcionamiento de las REG conllevaba una reubicación global —fuera de las
delimitaciones nacionales— de los procesos de producción y de circulación del capi-
tal financiero que colisionaba con las forma regulatorias intranacionales montadas
en la anterior fase. A ese proceso estructural —y a esos condicionamientos— respon-
dió el «proyecto (neo)conservador» —centralmente direccionado desde el centro ha-
cia la periferia a través de las experiencias de Ronald Reagan y Margaret Thatcher—,
que no solo apareció como el impulsor material sino también ideológico (Carnoy y
Castells, 2001) de los beneficios inmanentes de los procesos de privatización, libera-
lización y desregulación. Mientras que en el centro el nuevo clima de reorganización
—y lógica de funcionamiento por REG— redefinía las formas de producción, trans-
formaba las formas de existencia y organización de la fuerza de trabajo y alentaba
diversas formas de (des)industrialización (Blustone y Harrison, 1982), en la periferia
ese nuevo clima representaba el relajamiento de las barreras a la penetración y reubi-
cación del capital global.
Esta operatoria hacia LA, chocaba de lleno con las tolerancias —por cierto se-
lectivas— dadas oportunamente al EA durante la fase del capitalismo monopólico.
En tal sentido, AL enfrentaba en la década de 1970 un clima geopolítico y geoeconó-
mico completamente distanciado de cualquier aliento a la formación de focos in-
dustriosos, y la tolerancia a Estados disciplinadores y ordenadores de estrategias
nacionales que pudieran disputar conceptual y materialmente las nuevas estrate-
gias expansivas del capital global —aun cuando socialmente pudieran contener una
pertinencia para el refreno de la activación social que cundía en el continente. Por
el contrario, primaba una capitalización del descrédito emergente tanto de las debi-
lidades del NA como del NIE para someter a este último a una acción —autorita-
ria—, que quebraba las resistencias redistribucionistas motorizadas desde la activa-
ción de los sectores populares y alentaba activamente esa apertura institucional y
económica que daba lugar al capital financiero global.
Ese descrédito, resultaba en gran medida de la propia crisis generada a raíz de la
trunca e hiper conflictiva trayectoria de la estrategia de la ISI, lo que se traducía en la
incapacidad de contar con una estructura de acumulación que amplíe el proceso de
industrialización hacia formas genuinamente inclusivas a través del desarrollo de las
fases de bienes de capital en el campo productivo y la ampliación sustitutiva del
mercado interno con una inserción industrial exportadora (Prebisch, 1949, 1964;
Díaz Alejandro, 1970), aspectos que hubiesen podido actuar como espirales de un
proceso genuino y sostenible de inclusión y distribución para ingresar en los merca-
dos globales en segmentos más dinámicos. Pero, para ello, requería de un NIE con
capacidad de avanzar a partir de la conflictiva trayectoria y la matriz de actores que
la protagonizaron sobre la ruptura en los NA concentrados, oligopolizados y trasna-
cionalizados, que no permitían superar las restricciones mencionadas. En tal senti-
do, la apuesta por las ETs para superar la crisis de la fase fácil de la ISI que se había
ensayado con mayor énfasis en los años sesenta, contenía limitaciones intrínsecas,
en gran medida ligadas a que su expansión era incompatible con una estrategia na-
cional coordinada por el Estado —como había sucedido en las experiencias del EA,

300
en las que fue central la consolidación de grupos capitalistas locales (Gereffi, 1989).13
Los inicios de la década de 1970 daban cuenta de una renovada y creciente activa-
ción socio/popular que requería un proceso de inclusión y redistribución que desbor-
daba la capacidad y los alcances de ese NA crecientemente exhausto y problemático.
Por su parte, el Estado, zarandeado y configurado a través de una presencia
relevante pero a su vez fragmentada que lo colocaba como receptor corporativo de
las tensiones entre los actores vinculados al capital y el trabajo, y enfrentado al
nuevo contexto de penetración desmantelante del capital financiero y productivo
global apuntalado por la geopolítica estadounidense, así como a la creciente ilegiti-
midad del patrón de ISI, terminó orientando su implicación a medida que se desa-
rrollaba la década de 1970 a favor de la matriz de actores trasnacionales que, aso-
ciados a las burguesías locales, operaban induciendo su acción hacia la desactiva-
ción autoritaria de los sectores populares (O’Donnell, 1972, 1982; Collier, 1979).
Lejos de la neutralidad y la capacidad de actuar disciplinadoramente «sobre»
los actores económicos capitalistas, como en los excepcionales casos de la experien-
cia asiática, la configuración y forma de involucramiento del Estado continuó refle-
jando la recepción de las iniciativas corporativas que le presionaban, amplificaban y
finalmente le direccionaban. Pero, en este caso, el paso de las situaciones de «empa-
te» entre capital local concentrado y trasnacional y sectores populares activados que
se había forjado constantemente durante la posguerra hacia aquellas situaciones de
«desempate catastrófico»14 a favor de los primeros, significó una resolución autori-
taria en el que la cooptación de las fuerzas armadas y el despliegue de la singulari-
dad coercitiva que distingue al Estado (Weber, 1964) adquirieron una presencia in-
eludible. Con sus particularidades nacionales, el proyecto socialmente desactivador
y excluyente apuntalado por la business elite (Cardoso, 1979; Schneider, 2004) que
resultó de ello, implicaba la exclusión político-organizacional de la fuerza de traba-
jo. A diferencia de las experiencias autoritarias de posguerra, expresadas bajo el
concepto de estado burocrático autoritario (O’Donnell, 1982), estas no contemplaban
ninguna instancia de recaptura/cooptación desde arriba de esa fuerza de trabajo
para un proyecto de desarrollo orientado por el Estado (Schamis, 1991).
Las razones de esta mutación en el nuevo proceso autoritario disparado en bue-
na parte de AL a inicios de los años setenta,15 se encontraba en el fin del protagonis-

13. Como indicara oportunamente Gereffi y Newfarmer «La posición clave de las ETs en las
industrias de exportación de los países latinoamericanos recientemente industrializados plantea se-
rias limitaciones potenciales a la formulación de políticas industriales nacionales, ya que las empre-
sas extranjeras operan con un marco de referencia global en lugar de uno doméstico/nacional. La
inestabilidad política o económica dentro de los países recientemente industrializados, o los declives
temporales en los principales mercados de exportación, son con frecuencia suficientes para llevar la
expansión de las exportaciones a un detenimiento/paralización. Además, las ETs a menudo forman
alianzas de clase con gestores locales y cuadros técnicos, proveedores afiliados, los trabajadores cu-
yos trabajos dependen de las ETs, y la clase media que consume sus productos. Estas alianzas sirven
para defender a las empresas extranjeras de la presión gubernamental excesiva» (1985: 432).
14. Expresión en contrapunto a la idea de Portantiero (1981) acerca del «empate catastrófico».
15. Algunos ejemplos de dictaduras cívico-militares en la región durante los años setenta y parte
de los ochenta: Augusto Pinochet en Chile (1973-1990); Proceso de Reorganización Nacional en Ar-
gentina (1976-1983); Aparicio Méndez en Uruguay (1976-1981) y Gregorio Álvarez (1981-1985); Al-
dredo Stroessner en Paraguay (1954-1989); Hugo Banzer en Bolivia (1971-1978). Ver más en Fernán-
dez Miranda (2013).

301
mo del Estado como desarrollador —que buscaba cooptar y contener desde arriba la
fuerza de trabajo— propio de los tiempos del acuerdo keynesiano periférico que do-
minó la fase monopólica del capitalismo. Su reemplazo por el «proyecto conserva-
dor», colocaba a ese Estado, debilitado por la fragilidad del NA y su incapacidad de
reorientar el mismo, como un actor siempre relevante en el proceso de dirimir el
escenario conflictivo, pero ahora unilateralmente plegado a las estrategias, intere-
ses y pautas marcadas desde la matriz capitalista global que se estaba reconforman-
do a partir de la crisis en el centro y como respuesta a un período en el que las upper
class habían sido seriamente amenazadas (Harvey, 2003). Como ya se advirtió, a esa
crisis y la reestructuración se le sobrepuso/acopló la que tenía lugar en el escenario
latinoamericano en relación al patrón de la ISI que dominaba desde la posguerra, y
que, no obstante su contribución a un proceso de industrialización convergente con
tasas de crecimiento irrepetibles en la región (Baer, 1972; Hira, 2007), se veía seria-
mente afectada por su desadecuación con las condiciones de reproducción global
impuestas por aquella matriz y por los requerimientos de inserción externa crecien-
temente exigentes a nivel de los aprendizajes y el conocimiento que imponían las
REG (Fajnzylber, 1990).
En relación a la primera de esas crisis, una enorme masa de capital internacio-
nal flotante (Thorp, 1998),16 en vanguardia respecto a la nueva lógica del capital
productivo global que desplegaría —más avanzada la década— la nueva arquitectu-
ra a través de REG, buscaba en la periferia nuevas rentabilidades como financia-
dor/endeudador ante el momento recesivo del centro (Devlin, 1989), requiriendo
remover las resistencias sociales e institucionales y adaptarlas a sus operatorias,
aspecto en el que convergieron con las fracciones locales de capital. Por lo tanto, el
Estado fue quedando sujeto a las condiciones de endeudamiento con las fracciones
financieras, como así también con las impuestas por las burguesías/oligarquías lo-
cales (Toussaint, 2003), beneficiarias privilegiadas de los instrumentos estatales for-
jados a partir de la liquidez de un endeudamiento que, alimentado a partir de las
restricciones crecientes del aparato macroeconómico de la ISI, creció por diez ve-
ces entre inicios de los años setenta y mediados de los noventa (Acosta, 1998). El
impacto de todo ello en el dinamismo del NA resultó claramente regresivo, toman-
do en cuenta que la orientación instrumental de ese endeudamiento hacia las bur-
guesías locales conllevaba la asistencia prebendaría a actores dominantemente re-
pelentes al desarrollo de procesos de industrialización innovadores y representan-
tes históricos de formas rentísticas y concentradas de acumulación, sustentadas en
buena medida por la ausencia histórica de una reforma agraria como había sucedi-
do en el EA (Kay, 2002).
Atrapado en ese circuito de intereses y debilitado en su autonomía, el NIE des-
plazó su atención desde el proceso de acumulación a través de la producción hacia

16. «Lo que se denominó la crisis de 1973 tuvo que ver con una triplicación del precio del petró-
leo y la canalización de lo que hubiese sido dando por primera vez una capacidad de los “países en
desarrollo” termino siendo una enorme concentración de fondos en los grandes centros financieros
del mundo que dio liquidez a la periferia pero un instrumento de ampliación de ganancias al centro.
Lo que pudo ser una herramienta de redistribución hacia el sur —donde se encontraban buena parte
de los productores de petróleo—, se transformó en una enorme palanca de endeudamiento progresi-
vo, que excedió la capacidad de repago al tiempo que los financiadores cebados, habían lanzado
prestamos bien por encima del riesgo» (Thorp, 1998).

302
la formación de una ingeniería de intervención, viabilizada por esa desactivación
autoritaria de los sectores populares, que privilegiaba el ingreso y reproducción a
aquellos actores vinculados al capital financiero y a las formas de valorización del
mismo. En ese contexto, y concomitantemente, se fortalecieron las ventajas corpo-
rativas y rentistas adquiridas por los capitalistas locales, que capitalizaban una tra-
dición patrimonialista en la que campeaba la ausencia de autonomía estratégica de
la acción estatal para separarse de los intereses privados (O’Donnell, 1989).
La viabilidad dada por el NIE al ingreso del capital financiero y la «fábrica de
endeudamiento» montada sobre un escenario interno y externo inhóspito para pro-
rrogar la estrategia ISI, no obstante compartir en buena medida los aspectos antes
indicados, tenía diferenciaciones en su conformación nacional. Un autoritarismo
virulento y económica/productivamente destructivo como el de Argentina, Chile y
Uruguay, tomó distancia de la forma de «autoritarismo de baja intensidad» y forja-
dor de una base productiva como fue el caso de Brasil (O’Donnel, 1989). En el pri-
mer grupo, como lo muestra el caso argentino, la fracciones de las burguesías loca-
les concentradas se plegaron a un proceso de valorización financiero17 externamen-
te impulsado, a la vez que capitalizaron selectiva y privilegiadamente los instrumentos
promocionales financiados por el Estado —con endeudamiento— con los que refor-
zaban sus posiciones monopólicas en segmentos alineados a los recursos naturales,
con escasa capacidad de diversificación y complejidad tecnológica (Schorr, 2007).18
La lógica antiproductiva se complementaba —nada secundariamente— con una
presión desregulativo-aperturista de la cuenta de capital —combinada con revalua-
ción de los tipos de cambio— para financiar —con endeudamiento— bienes de con-
sumo y capital externos, lo cual impactaba directamente en la ampliación de los
déficit, en el debilitamiento de la formación de capital y, por ende, en las posibilidad
de cualificar la estructura productiva local (Devlin y French-Davis, 1995).
El autoritarismo de baja densidad, en cambio, se caracterizó por vincularse di-
rectamente a actores que fueron potenciados en su capacidad productivo industrial
a partir de una intervención estratégica del Estado —en el caso de Brasil con el
soporte de su banco estatal de desarrollo (el Banco Nacional de Desenvolvimento
Econômico e Social, BNDES)—, retomando a inicios de los años setenta la inercia
dinámica que venía desde finales de los sesenta y que procuraba profundizar el
proceso industrializador disparado en los años cincuenta (Suzigan, 1988). Las res-
tricciones de la ISI —incluyendo el subdesarrollo industrializado (Furtado, 1972;
Bresser Pereira, 1975) heredado de la introducción del capital transnacional desde
los años sesenta— eran enfrentadas a través del mismo mecanismo de endeuda-

17. Conceptualizamos con Schorr la valorización financiera como: «...la colocación de excedente
por parte de las grandes firmas en diversos activos financieros (títulos, bonos, depósitos, etc.) tanto
en el mercado interno como en el internacional». De acuerdo a este autor: «este proceso, que irrumpe
y es predominante en la economía argentina desde fines de la década de los setenta, se expande
debido a que los rendimientos en el ámbito de las finanzas son superiores a la rentabilidad de las
restantes actividades económicas, y a que el acelerado crecimiento del endeudamiento externo (tanto
del sector público como del privado —en este último caso, hegemonizado por un número reducido de
empresas oligopólicas) posibilita la remisión de capital local al exterior al operar como una masa de
excedente» (Schorr, 2007: 2).
18. Para ampliar en más detalles, puede consultarse, entre otros, los trabajos de Azpiazu (1987,
1988, 1993), Azpiazu y Basualdo (1990), Castellani (2004), Ferrucci (1986), Gatto, Gutman y Yoguel
(1987), y Schvarzer (1987), Altimir, Santamaría y Sourrouille (1967), y Rougier (2004).

303
miento pero, en este caso, con una inserción no despreciable de las burguesías
locales más comprometidas con el desarrollo de un proceso industrializador que se
estiró hasta finales de los años setenta, a partir de una implicación explícita del
Estado con las herramientas de subsidios, desgravación fiscales y apoyo infraes-
tructural (Suzigan, 1988; Bresser Pereira, 1987).
Ahora bien, ambas formas de despliegue autoritario conllevaron efectos direc-
tos a nivel de los NA y de los NIE. En el primer caso, y en relación al autoritarismo
productivamente destructivo, el fortalecimiento de un proceso de concentración,
financiarización y re-regulación tuvo como contracara/efectos un debilitamiento
del proceso productivo. A diferencia del EA, a lo largo de la década de los años
setenta el impacto reductivo sobre el tejido industrial promovió que los procesos de
desigualación tanto sociales como espaciales se expandieran convergentemente. La
fragilidad productiva al interior del NA favoreció el crecimiento de la pobreza, la
precarización social y la desigualdad de los ingresos, al tiempo que alcanzó y ganó
peso particular en/sobre los pequeños actores directamente productivos que habi-
taban las regiones más vulnerables y rezagadas (Rofman, 1982). Por su parte, el
experimento del «autoritario benévolo», si bien forjó una base productiva más in-
dustriosa y desarrolló mecanismos de difusión regional de esa índole, lo hizo bajo
un formato que no alteraba sino que apuntalaba una lógica de reproducción actoral
y espacialmente hiperconcentrada (Cano, 2008). A diferencia de las trayectorias del
EA (Fajnzylber, 1987), a través de esta lógica se imponía seguir pendiente de la
estructura del mercado interno, chocando crecientemente con las restricciones del
NA sujeto al proteccionismo frívolo (Fajnzylber, 1983).
A nivel del NIE, la arquitectura organizacional y funcional del Estado dio conti-
nuidad y profundización a la configuración vertical y jerárquica, ahora reutilizada
para llevar adelante, bajo la penetración multiescalar del proyecto conservador, un
reclamo de «abstinencia estatal» al interior del propio Estado. Bajo esta impronta,
lejos de disiparse, su intervención adquirió un carácter «estratégico y fuerte» que ha
distinguido a todo el proyecto neoliberal, en este caso para desactivar autoritaria-
mente los sectores populares y articularse selectivamente con los actores trasnacio-
nales y burguesías locales. Es decir, conformar una nueva alianza con una nueva
estrategia acumulativa que, por lo indicado, abonaba las debilidades del NA y po-
tenciaba sus efectos socioespacialmente regresivos. Sin embargo, esa tarea, y no
obstante el reclamo abstencionista/desregulativo, no fue a costa de la eliminación
sino de la pervivencia y aprovechamiento de prácticas nacidas al calor de la ISI y la
matriz estado-céntrica para lograr precisamente el copamiento corporativo y fac-
cioso del Estado (Portantiero, 1989) a través de prebendas y subsidios selectivos
(Cavarozzi, 1991), todo lo cual fue agravando su deformidad operativa.
En dicho escenario, las dinámicas regionales, si bien fueron objeto de una inter-
vención que incluía intentos de desconcentración administrativa, como en Chile,
estuvieron igualmente subordinadas a un diagnóstico del Estado como «instancia
problemáticamente sobreinterventiva» que alentaba a restringir su implicación «in-
vasiva» en la esfera económica, su despolitización (Ábalos y Lira, 1986; Lira, 2004),
así como a potenciar el disciplinamiento de los actores regionales a mecanismos
eficientizadores portados por el mercado (Rofman, 1982). El Estado quedaba por
ello implicado en la formación de una arquitectura y configuración funcional dife-
rente de aquella prevaleciente en la fase del capitalismo monopolista, en la que los

304
escenarios regionales eran concebidos por el NIE como espacios de atención para
una planificación descentralizadora, pero desde arriba, destinada a moderar a través
de la redistribución e impulsos directos e indirectos de inversión la desigualación
espacial y las inercias concentradoras (Moncayo Jiménez, 2006). La inalterada cen-
tralidad estatal, así como la imperante forma de acción desde la cúspide, fue reen-
cauzada hacia —y reutilizada para— la imposición de aquellos criterios eficientistas
en un marco de acelerada difusión ideológica sobre la incapacidad/inconveniencia
de una planificación integral desde el Estado (Lira, 2004). Como resultado de ello,
los espacios regionales devinieron paulatinamente receptores de los procesos de
desregulación-desconcentración, al tiempo que la conformación vertical/autorita-
ria del Estado a través de los primeros ejercicios desregulativos instrumentaba un
proceso de desindustrialización que impactaba, como ya se destacó, en la profundi-
zación de las desigualdades socioespaciales —algo no necesariamente incompati-
ble con algunos movimientos de desconcentración a favor de algunas nuevas aglo-
meraciones— (Rofman, 1982).
Hacia el final de la década de1970 e inicio de 1980, los experimentos autorita-
rios fueron llegando a su final sea bajo formas ‘colapsadas’ —dadas por el efecto
socioproductivamente destructivo y desigualador y los reversos de la brutal desacti-
vación política de la fuerza de trabajo—, como en sus formas «transadas» en el caso
de los autoritarismos de baja intensidad (O’Donnell, 1989). La pérdida de legitimi-
dad de los experimentos por sus efectos sociales bajo un escenario de desactivación
de los sectores populares y de un insostenible endeudamiento, fue forzando por
distintas vías a la aceptación de la «apertura democrática» avalada por EE.UU.
quien anteriormente había dado soporte activo a las experiencias autoritarias.
Sin embargo, ese reinicio democrático contaba con restricciones estructurales
vinculadas a la pervivencia de prácticas ligadas al corporativismo faccionalista, pre-
bendario y subsidiario nacidas al calor de la ISI que agravaban la incapacidad y
deformación operativa del NIE (Portantiero, 1989). Ello fue tomando lugar en un
contexto de reestructuración global del capitalismo que desactualizaba esas prácti-
cas abonando la ampliación de los problemas del endeudamiento catapultados por
los mecanismos antiproductivistas de valorización financiera y el aperturismo al
que se habían aferrado las fracciones globalizadas del capital como las burguesías
locales de matriz prebendaría —como dijimos, unas desindustrializantes como Ar-
gentina, Chile, Uruguay y otras proindustrializadoras, como Brasil. Estas últimas
ya no contenían la capacidad de reexpandirse capitalizando la «herramienta del
endeudamiento», creando a través de este un enorme poder de las organizaciones
supranacionales del Bretton Woods, convertidas, junto a los Estados centrales, en
nodos centrales de la nueva arquitectura regulativa del capitalismo global y directo-
res del adecuamiento de la periferia a esa arquitectura.
Con un agigantado protagonismo de esas instituciones, esencialmente el FMI y el
BM (Lisboa Bacha y Rodríguez Mendoza, 1986), AL inició la «década perdida» donde
conjugaron la ofensiva de planes de ajustes estructural (PAE) (Beneria, 1999) para el
reaseguro del pago del endeudamiento y la sujeción a la estrategia de reacomoda-
miento del capital global. Ello, colisionaba frontalmente con la capacidad de reponer
las formas de la ISI y los intentos de los actores económicos locales —e iniciativas
gubernamentales— por hacer resurgir comportamientos previos a la crisis, muchos
de ellos centrados en la apropiación patrimonialista y las prácticas rentistas.

305
La debilidad de esos actores y la inhospitalidad del contexto de reestructura-
ción global para la continuidad/reposicionamiento de las estrategias reindustriali-
zadoras, hizo de los paulatinos retornos democráticos de los años ochenta —luego
del experimento autoritario de los setenta— un lugar de confluencia de NA frágiles
y altamente concentrados con NIE compelidos por una «austeridad eficientista»,
traducida en un adelgazamiento de áreas y segmentos de acción redistributivos del
Estado a través de aquellos PAE. Como resultado, «el promedio del Producto Nacio-
nal Bruto (PNB) per cápita para la región en su conjunto, fue de 8 % menos en 1989
que en 1980 —equivalente, en términos reales, a su nivel de 1977 [...] acompañado
con reducción de los presupuestos para el hogar de una gran proporción de la po-
blación, la movilidad social descendente, aumentando los índices de pobreza y otros
males sociales» (Benería, 1999: 689-690).
El NA no mostraba la capacidad endógena desarrollada en algunas experien-
cias fundantes del EA, ni tampoco el NIE encontraba —en el retorno democrático—
fortaleza para reconducirlo atento a que, sumado a las debilidades conformadas al
interior del mismo —durante la fase monopólica— se agregaba ahora, no secunda-
riamente, el «postrante» nivel de endeudamiento —mayoritariamente asumido por
el Estado— y un deterioro en sus estructuras funcionales. La potenciación de los
ejercicios reductivos de los PAE desactivaba la posibilidad de operar desde el Esta-
do una estrategia autónoma y nacionalmente integrativa (Devlin y French Davis,
1995; Bertola y Ocampo, 2012).
En tal contexto, la tolerancia de EE.UU. al retorno democrático —obligado por la
deslegitimación interna del ensayo económico y político del proyecto autoritario—
no implicaba sin embargo un cambio en la dirección de los condicionamientos, en
contraste con el tratamiento dado al EA en lo que respecta a la permisividad geopolí-
tica dada en su momento (Glassman, 2011) para desarrollar una industrialización
endógena dirigida por el Estado. En tal sentido, en AL había sido vetado el intento
desarrollista —en este caso brasilero— de conformar —dentro de su autoritarismo
productivista— una potencia intermedia industriosa con un capitalismo de Estado
(Fiori, 2015). Es decir, antes y después del retorno democrático, en LA continuó una
larga tradición de restricción a la autonomía y la integración (Fiori, 2007) que desba-
rata cualquier intento de la creación de escenarios nacionales conformados entorno
al dinamismo de capitalistas locales, con Estados potentes como plataformas geopo-
líticas para el desarrollo de una red macrorregional integrada. En cambio, bajo ese
escenario de retornos democráticos, EE.UU. reutilizó el proceso de «endeudamiento
inducido» —por el capital financiero global y avalado por las burguesías locales—
para reexpandir sus condiciones de control territorial y ampliación acumulativa de
las fracciones trasnacionalizadas de su capital (productivo y financiero).
La combinación del aumento de la señalada fragilidad del NA, donde confluían
restrictivamente residuos limitativos de la ISI con las formas de endeudamiento
derivados de la acción del capital financiero, y de un NIE motorizador y titular de
un endeudamiento transformado comparativamente en el más importante del glo-
bo (Ocampo y Martin, 2003; Mohan, 2000), creaba las condiciones legitimatorias de
ese redisciplinamiento (PAE) con el que se procuraba garantizar las transferencias
al complejo de actores financieros de los países centrales (con los que el BM y el
FMI intermediaba y en gran medida representaba) en un contexto que ahora, a
diferencia de los años setenta, pasaba por una fase claramente restrictiva en los

306
flujos de financiamiento (Devlin, 1989; Bertola y Ocampo, 2012). El disciplinamien-
to a través de los PAE, acompañado de acuerdos «draconianos» de reducción del
gasto fiscal y adecuación de este a aquellas transferencias, asfixiaba los márgenes
netos de acción estatal para orientar la inversión de la región, mientras que ninguna
de las predicciones sobre un nuevo escenario de saneamiento, crecimiento sosteni-
do y recupero de la capacidad de crédito externo (Thorp, 1998; Ocampo, 2011)
pudieron confirmarse.
Hacia finales de los años ochenta, la precariedad de ambos núcleos (NA y NIE)
en el anémico escenario democrático se traducía, por un lado, en desbordes ma-
croeconómicos (fiscales y monetarios) múltiples, estructuras productivas desindus-
trializadas, y una formación socioespacial crecientemente desigualadora con tasas
crecientes de desempleo (Bertola y Ocampo, 2012); y por otro lado, en Estados
fosilizados y operativamente restringidos y agobiados por demandas legitimatorias
y redistributivas que no podían enfrentar exitosamente. En ello, operaba la parali-
zante convergencia de una incapacidad directiva de los actores económicos y socia-
les heredada de las estrategias de ISI durante la fase monopólica con el agravante
desmantelamiento de la estructuras estatales contenidas en los PAE y la espada de
Damocles de los cumplimientos externos conminatorios que complementaban a
esos PAE (Del Búfalo, 2002). El dominio de aparatos productivos locales diezmados
limitaba al Estado en su capacidad extractiva y profundizaba la subalternidad eco-
nómica e institucional externa.
Bajo ese escenario, no solo se aceleraban las presiones sociales internas, sino
que se cuestionaba la propia capacidad de garantizar esos cumplimientos (Altimir y
Devlin, 1993), lo que comenzó a verse crecientemente con una serie de silent default
que encendían las alarmas en los acreedores. Las trayectorias nacionales y la recon-
figuración de los procesos globales llegaron a un punto crítico que alentaba conjun-
tamente una reformulación en la que se destacaba la fortaleza de las fracciones
trasnacionalizadas del capital que comandaban esos procesos y la —postrante—
fragilidad de aquellas trayectorias, producto del deshilachamiento de las condicio-
nes de la ISI, y los efectos socioeconómicamente desestructurantes de la desregula-
ción —bajo un escenario de redemocratización con activación de las demandas.
Esa reformulación, conllevaba un nuevo marco regulatorio capaz de garantizar la
reproducción ampliada de esas fracciones, a partir de una nueva arquitectura que
habilite nuevas anexiones de/en la(s) periferia(s). Sobre esto, volveremos luego.

7.2.1.a. Arquitectura organizacional-funcional y dinámicas regionales

Ahora, debemos retornar a las —complementarias— arquitecturas vinculadas


a las formas organizacionales-funcionales que operan multiescalarmente en la cons-
titución del NIE y dan cuenta del modo en que dicho núcleo se articula a las dinámi-
cas regionales. Durante este período, de claro deterioro de ambos núcleos y de con-
formación de esos escenarios «macro», nacionalmente inviables, la configuración
organizacional funcional del NIE actuó a partir del mantenimiento y reutilización
de la estructura vertical-jerárquica, históricamente formada y plenamente desarro-
llada en la fase monopólica. Bajo dicho formato organizacional-operacional, las
dinámicas regionales no encontraron razón/espacio alguna/o para revertir la larga
trayectoria histórica de desigualación, atento a que los tímidos emprendimientos

307
de atención al desarrollo regional y corrección de las desigualdades impulsados
bajo el renacido escenario democrático chocaron frontalmente con la ya resaltada
fragilidad estructural, tanto del Estado como del NA.
La reutilización de esa estructura jerárquica implicó tanto la vertical imposi-
ción de los PAE a través de una mecánica de acuerdos cupulares como, y al mismo
tiempo, el comienzo de una estrategia espacialmente desconcentradora, con la que
se intentaba descomprimir —espacialmente— las demandas sociales. En este pro-
ceso de convivientes elementos jerárquicos y desconcentradores, solo aparentemente
antagónicos, quedaron implicadas plena y convergentemente tanto las experien-
cias de los autoritarismos productivos como aquellas antiproductivistas, particular-
mente desde que el proyecto conservador-neoliberal ganó velocidad en los prime-
ros, promoviendo procesos de desconcentración espurios asociados intranacional-
mente a la desarticulación productivo industrial de sus centros y el estímulo de la
competencia interregional desigualadora de las periferias (Cano, 2008).
La cada vez más inmanejable «crisis en el manejo de la crisis»19 que tenía lugar
a lo largo de toda la década de 1980, y el tipo de revinculación con el poder político
y económico global que actuaba en medio de una transformación de las nociones
de reproducción socioeconómico-espacial, fortaleció el patrón de implicación ver-
tical del Estado a partir de las condiciones de funcionamiento supranacionales que
imponían los PAE, haciendo que los intentos de corrección de las desigualdades
regionales —desde la atención nacional— choquen con las restricciones estructura-
les derivadas de los mismos y las debilidades —también estructurales— que, como
vimos, enfrentaban tanto los NA como los NIE.
Ello fue fortaleciendo un creciente clima de descreimiento académico e institu-
cional en la posibilidad de configurar dinámicas regionales insertas en procesos
integrales de desarrollo nacional, al tiempo que fue aumentado la deslegitimación
de aquella concepción —e instrumental— top-down de desarrollo subnacional que
había dominado durante toda la fase del capitalismo monopólico, tanto en el centro
como en la periferia (Helmsing, 1999). Fue entonces que a inicios de los años ochenta
comenzó a ganar cuerpo la idea del desarrollo «desde las regiones» bajo lógicas
«desde abajo» (Stohr y Taylor, 1981; Boisier, 1982, 1981), basadas en la búsqueda de
alternativas de organización económico-institucional a partir de actores, recursos y
capacidades locales (Helmsing, 1999).
Sin embargo, la emergencia paulatina de estas iniciativas así como el impulso
de la descentralización para crear espacios más autónomos de desarrollo regional
(Boisier, 1981, 1983) en espacios institucionales especializados en asesorar sobre la
planificación regional (como el Instituto Latinoamericano de Planificación Econó-
mica y Social —ILPES),20 no estaba tomando lugar en el vacío, sino en la antesala
de un cambio —y una ofensiva— de importante envergadura orientada a incorpo-
rar a las dinámicas regionales como parte de un cambio estructural. No obstante

19. Parafraseando el reconocido trabajo de Claus Offe: «Crisis en el manejo de la crisis: Elemen-
tos para una teoría de la crisis política», en Contradicciones en el Estado del Bienestar, Alianza Univer-
sidad, Madrid, 1990.
20. Paradojalmente el ILPES había sido constituido como un espacio al interior de la CEPAL
para que Prebisch y otros muchos colaboradores pudieran continuar re-elaborando el enfoque cen-
tro-periferia, el cual daba sustento a la planificación nacional. Para recoger información del ILPES
en la actualidad dirigirse a: www.cepal.org/es/acerca-del-ilpes

308
los discursos descentralizadores, dicho cambio no tenía precisamente a la autono-
mía regional y el despliegue bottom up como elemento central, sino a un disputado
proceso de incorporación fragmentaria de las dinámicas regionales a procesos
multiescalares de reestructuración dominados por la centralización supranacional
del capital y las instituciones globales (De Mattos, 1990), es decir, por la acción de
las REyPG y la funcionalización de las instancias nacionales a esos procesos.

7.2.2. La gran ofensiva: desde el momento desmantelatorio del Consenso


de Washington a la reconstitución mercantilizadora-legitimatoria

El escenario descripto anteriormente, resulta fundamental para analizar la gran


ofensiva operada en el escenario latinoamericano bajo la instalación del CW, con la
degradación del complejo regulatorio y la matriz defectuosa de actores del NA de la
fase monopólica. Luego de la segunda mitad de los años ochenta e inicio de los
noventa, la analizada fragilidad de los NA y los NIE y el generalizado descredito
sobre las condiciones de este último para resolver las restricciones de aquel, se
agravaba con la persistencia del endeudamiento y la imposibilidad de hacer frente
a ello y las demandas sociales por la vía fiscal.
A su vez, todo ello confluía en un escenario de consolidación de la revolución
tecnológica y de un cambio estratégico a nivel de los procesos de acumulación com-
patible con las nuevas condiciones de reproducción de las fracciones concentradas
y trasnacionalizadas del capital. En tal sentido, dicha revolución no solo habilitó un
agudo proceso de financiarización que fue expandiéndose desde la continuidad de
la hegemonía americana en todos los sectores de la economía (Epstein, 2009), sino
que, como analizamos oportunamente, fue consolidando definitivamente un cam-
bio cualitativo de envergadura en la lógica productiva respecto de la fase monopó-
lica que le permitió al capital concentrado externalizarse respecto de las cárceles
nacionales de acuerdo y multilocalizar sus procesos de producción y realización en
tiempo real. Dicho cambio, como observamos en los capítulos precedentes, estaba
representado en el campo productivo por la capacidad de conformar REG (CVG)
configuradas a partir de una reproducción multideslocalizada, ensamblada y cen-
tralizada en tiempo real (Dicken, 2003) lo que, expresando un nuevo arreglo espa-
cio-temporal del capital (Harvey, 2001; Jessop, 2003) permitía eludir los «costos
distributivos» de la fuerza de trabajo en los centros (Bowles y Gintis, 1982), reexplo-
tar diferenciadamente las ventajas específicas de los territorios y eludir —en el cen-
tro— las crisis de los procesos de sobreacumulación (Harvey, 2003).
En el escenario latinoamericano, la inviabilidad de profundizar el esquema ex-
tractivo de excedentes por las vías financieras contenido en los procesos de endeuda-
miento —que comenzaba a detonar en cesaciones de pago internacional— empalmó
con la madurez de esa nueva lógica reproductiva del capital global para lograr un
agresivo ingreso, ya no sustentado en el «facilitamiento del crédito para endeuda-
miento», sino para una penetración multilocalizada en posiciones claves de activida-
des altamente rentables que actuaban como territorial fix para capitales excedentes
que buscaban reexpandir —bajo nuevas formas— sus procesos de acumulación. En
tal sentido, una corriente importante de IED ocupó posiciones de empresas y activos
existentes, capitalizando buena parte de ella recursos naturales estratégicos o posi-
ciones monopólicas (Arceo, 2005; Huerta González, 2014; Amico et al., 2012).

309
Junto a una combinada acción de desregulación y privatización sobre la que
regresaremos luego, se potenció un proceso de trasnacionalización tanto en el cam-
po productivo como de los servicios, teniendo como actor clave al sector financiero.
Dicho proceso requería de —y era impulsado por— la construcción de un edificio
regulatorio supranacional con el fortalecido liderazgo de las agencias de Bretton
Woods (Ünay, 2010), las que, bajo el persiste control de EE.UU., operaban como
lanza conceptual, ideológica, negociadora y financiadora dotada de un relato hege-
mónico dominado por la ideología del free market (Cox, 1987).
La presencia de una clase trasnacional (Sklair, 2000; Robinson, 2004), analizada
desde el Capítulo III, ganó inusitada presencia en estos escenarios, fusionando inte-
reses, acciones y lógicas económicas e institucionales supranacionales bajo un coro
discursivo, portador de un mandato progresivamente hegemónico, sustentado en la
necesidad de la integración al mercado global a partir de la apertura desreguladora
como condición de éxito, y la disciplinante advertencia acerca de los riesgos del
retardo y aun del retroceso para aquellos renuentes a esa integración y a los meca-
nismos de esa apertura (Gore, 2000). A la actuación constreñida al mecanismo de
financiamiento condicionado recaído sobre actores estatales económicamente frá-
giles y socialmente urgidos, se le incorporó una marañosa red de reclutamiento de
elites y talentos locales, doctrinariamente imbuidos o cooptados por el relato y la
acción estratégica de los OFI, con múltiples vías de llegada a las instancias estatales
donde se formulaba la (re)intervención estratégica del Estado (Gilpin, 2001).21
Imbuidos en su crisis de financiamiento y los impostergables y potenciados
problemas de legitimidad social en un contexto de activación democrática, los NIE
latinoamericanos pasaron a integrarse —bajo distintas modalidades y especificida-
des nacionales— como parte anexada a ese complejo sistema regulatorio global res-
paldado por la poderosa combinación de poder financiero y disciplinamiento con-
ceptual que nodalizaban las repotenciadas organizaciones del Bretton Woods, acom-
pañadas de un anillo funcional de organizaciones ligadas a Naciones Unidas (NU)
que abordaban temas sensibles del desarrollo socioeconómico —como lo es la po-
breza— sin cuestionar los efectos que las estrategias potenciadas de los OFI genera-
ban sobre dichos temas (Cox, 1977).
En ese contexto, en los inicios de los años noventa la región fue testigo del
despliegue de una virulenta ofensiva del relato contra el intervencionismo alentador
del rent-seeking que había ganado espacio en los países centrales a mediados de los
años setenta (Krueger, 1974). El consolidado interés expansivo de las REG y las ETs
que las hegemonizan, así como el poder condicionante y difusor de las organizacio-
nes supranacionales que hegemonizaban las RPG, fue el campo propicio para in-
troducir —particularmente en AL y a través del CW— una ofensiva desmantelatoria
de todo el entramado regulatorio remanente de la ISI.22

21. «Sin lugar a dudas, el Banco [Mundial] recluta y coopta talentos de élite de las zonas perifé-
ricas [...] lo cual es una práctica destinada a absorber potencialmente las ideas contrahegemónicas y
recapitularlas para ser coherentes con la doctrina ideológica hegemónica del neoliberalismo de mer-
cado» (Gilpin, 2001: 379).
22. Como ha destacado Ocampo, mientras la ofensiva contra la intervención estatal se había
iniciado en el centro a través de Reagan y Thatcher en los años setenta, en América Latina esa
ofensiva gano lugar desde mediados de los años 1980 y, especialmente, en la década de los 1990. (Ocam-
po, 2011: 19).

310
Dicha «ofensiva» sacó provecho de la irrevertida —y profundizada— debilidad
inmunológica de los núcleos (NA y NIE) para oponer y conformar una capacidad de
respuesta endógena que, aunque sustantivamente habilitada por razones geopolíti-
cas (Glassman, 2011), había sido tejida en buena parte del EA a lo largo de la fase
monopólica para refrenar y condicionar la penetración de las REG expandidas con
el auxilio regulatorio de los OFI y la acción de los estados centrales. La ausencia de
esa capacidad en el escenario latinoamericano —dentro de geopolíticas diferencia-
das— y su fusión con la inviabilidad de recrear el escenario ISI en un contexto de
postración por endeudamiento, fortaleció el discurso sobre las virtudes salvadoras
y cualificadoras de «la apertura al mundo» y el ingreso activo del capital externo,
operando ya no en la forma de préstamo sino de un ingreso efectivo a través de REG
en diversas actividad económicas.
Para ese ingreso, encontraron respaldo no solo en actores capitalistas vernácu-
los, mayormente plegados en forma de asociados a ese nuevo escenario, sino tam-
bién en un sistema político motorizado a través de liderazgos carismáticos y popu-
listas,23 que combinaron oportunamente la propagandización e impulso del des-
monte del complejo ISI con acciones microdistribucionistas para sectores marginales
y excluidos (Vilas, 1997; De la Torre, 2001), dadores de una legitimación alternativa
que relevaba a los —directamente afectados— sectores formalizados durante la ISI.
El desembarco regional de la ofensiva de los actores líderes de las REyPG se
configuró a través de dos modalidades, en cierta medida secuenciales, a las que nos
referimos anteriormente de forma general en el Capítulo III al considerar las varia-
ciones de la periferia y la forma como se expresan en ellas las estrategias neolibera-
les (Peck, 2002). La primera, vinculada estrictamente al proceso de desmantela-
miento y apropiación (penetración en clave de roll back), más presente en la primera
mitad de la década de 1990, y la otra, de carácter reconstitutivo y relegitimatorio (en
clave de roll-out), que fue ganando peso en la segunda mitad de dicha década.
La primera, encontró cabida con la penetración de los instrumentos desregula-
torios y privatizadores que dieron carácter distintivo al CW (Williamson, 1990, 1997)
a través de los que se aseguraban los procesos expansivos de mercantilización y
realización de capital sobreacumulado en el centro. Para ello, se apeló a un inédito
proceso de desposesión y transferencia hacia formas de mercantilización controla-
das por grandes actores productivos y grupos locales concentrados en el marco del
nuevo arreglo espacio-temporal que daba a las fracciones globales del capital capa-
cidad de eludir las restricciones provenientes de los procesos de (sobre)acumulación
(Harvey, 2003). En tal sentido, como ya adelantamos anteriormente, los procesos de
desregulación y privatización que distinguieron al CW se convirtieron en herra-
mientas esenciales para el ingreso de capitales en la forma de IED, potenciados con
intensidad desde la segunda mitad de los noventa y en gran parte no centrados en la
creación de nuevas actividades, sino en el «apoderamiento» de activos públicos y
privados efectivamente existentes (Morales, 2010). Al tiempo que ello implicaba
una desvinculación con la formación de nuevos procesos productivos, los que man-
tenían dicho vínculo se volcaron prioritariamente sobre actividades de alta rentabi-
lidad centradas en los recursos naturales o segmentos de armadurías de actividades

23. Collor de Mello en Brasil, Fujimori en Perú y Menem en Argentina fueron claras expresiones
de estos liderazgos carismáticos del neoliberal/populismo.

311
industriales (Bekerman y Hopenhayn, 1998). En todos los casos, hubo una débil
contribución a la densificación del tejido productivo a través de los enlaces —pro-
ductivos y tecnológicos— con los actores locales (Chudnovsky y López, 2001, 2002).
La adhesión a estos aspectos de una magra (re)inversión, debido a la altísima remi-
sión de utilidades habilitada por la carencia regulatoria del Estado y la impronta
intrafinanciera de captura de excedentes que tendía a primar en la lógica acumula-
tiva, alentó no solo un patrón de crecimiento sensiblemente menor a los auspicio-
sos augurios del CW —y lo conseguido en buena parte de la posguerra (Salama,
2006a)—, sino también un NA más exógeno y dependiente (Caputo, 2007), sensible-
mente menos complejo, y sometido a una desindustrialización prematura (Arceo,
2005) que potenciaba la fragilidad y desigualación de la estructura socioeconómica.
La presencia conjunta de esos aspectos operaba en un círculo de acusaciones nega-
tivas que desestimulaban la inversión productiva necesaria para la ampliación del
mercado en sus segmentos más complejos y en el consumo masivo (Salama, 2006b).
Los resultados desendogeneizantes y concentradores en el NA, en un contexto de
inversión baja y crecimiento débil combinado con el proceso de desigualación, a
poco de avanzar el CW creó un creciente grado de conciencia acerca de las limita-
ciones de la modalidad de desmantelamiento y desposesión trasnacional promovi-
da desde las REyPG.
Avanzados los años noventa, pasó a demandarse una transformación de las for-
mas regulativas promovidas por el CW (Stiglitz, 2001), mutando con ello la conside-
ración del Estado, desde su acusación como «demonio» causante de las restriccio-
nes al crecimiento y la expansión a su colocación como «actor relevante e irrempla-
zable» para actuar en la «corrección de las imperfecciones del mercado» (World
Bank, 1997). Sin embargo, a diferencia de la trayectoria del EA, dicha reubicación,
lejos de posicionarlo como un actor conductivo de los actores motorizadores del
NA, lo colocó, dentro de lo que se denominó «reformas de segunda generación»,
como parte de un complejo institucional más amplio formado por la gobernanza
colectiva y el fomento de los procesos de descentralización y participación social.
Dentro de la irrupción de un enfoque institucionalista compatible con las reformas
de mercado, las instituciones y organizaciones pasaron a actuar como claves con-
ceptuales para resaltar más activamente el papel de la sociedad civil y la acción
colectiva desde ella, desplazando toda centralidad del Estado (Burki y Perry, 1998).

7.2.2.a. Arquitectura organizacional-funcional y dinámicas regionales

No obstante este registro discursivo centrado en las potencialidades constructi-


vas de la sociedad civil, así como la lejanía del mismo para habilitar un direcciona-
miento del comportamiento de los actores centrales del NA, en lo constructivo e
implementativo el Estado mantuvo una incuestionable centralidad para operar como
un estructurador vertical —y fragmentante— de las formas subalternas de articula-
ción de las dinámicas regionales a las estrategias de las REyPG.
En el marco de un profundo reordenamiento espacial global e intraregional que
afectaba estructuralmente la arquitectura y funcionalidad estatal (Jessop, 2006) y
alcanzaba claramente el escenario latinoamericano (Restrepo, 2001) —tanto en el
momento del desmantelamiento, como en el que expresaba las formas reconstruc-
tivas—, el Estado fue posicionado como interlocutor central con las RPG y arqui-

312
tecto/implementador irremplazable del alineamiento espacial-funcional demanda-
do por las instituciones controlantes de esas redes.
En el primer caso, considerando el Estado como interlocutor central, desde
inicios de los años noventa, los propios organismos en el comando de las RPG
(como el BM), más allá del relato condenatorio sobre el papel de los Estados nacio-
nales durante la ISI, asignaron a los mismos una incuestionable centralidad para
desarrollar —bajo una verticalidad disciplinante— procesos descentralizadores que
convivían con la ofensiva privatizadora de infraestructuras y servicios esenciales
(salud y educación) (Finot, 1998, 2001), complementando a esta en la tarea de des-
compresión de la provisión centralizada de welfare montado durante la fase del
capitalismo monopólico y el desarrollo de la ISI (Fernández, 2002).
En tal sentido, y considerando ahora el Estado como arquitecto/implementador,
su centralidad verticalizante convivía con los procesos de descentralización en la
tarea de desmantelamiento de las formas de intervención redistributivas y el alinea-
miento a los criterios imperiales de la «eficiencia macroeconómica» requeridos por
los impulsores del CW —esencialmente el FMI— (Stiglitz, 2003), criterios que fue-
ron presentados en la forma de recetarios para sanear las lógica de endeudamiento,
asegurar el crecimiento y detener las fuentes inflacionarias (Dillinger, Perry y Webb,
2000). La centralización jerárquica cumplió un rol clave en el alineamiento discipli-
nador a una macroeconomía estatalmente contractiva y remercantilizadora al tiem-
po que fijó las plataformas de acuerdo para los procesos de acumulación por despo-
sesión que —vía privatizaciones y desregulación— daban entrada a las fracciones
globales que controlaban las REG. Por su parte, los procesos de descentralización,
ofrecidos como herramienta de transparencia y participación social, actuaron por el
contrario desactivando la posibilidad de una respuesta social-estatal centralizada,
capaz de condicionar las formas de ingreso de los actores trasnacionales controlan-
tes de esas REG. La combinación de las formas de centralización —para la coordina-
ción disciplinaria— y descentralización —para la fragmentación de las resistencias—
resultó esencial para viabilizar las nuevas formas regulativas que buscaban readap-
tar la lógica organizacional funcional del Estado a las nuevas condiciones acumula-
tivas direccionadas desde las REyPG (Fernández, 2002; Restrepo, 1994).
La descentralización, fue abonando a una fragmentación espacial de las deman-
das que, además de crear una forma reproductiva localmente autorresolutiva, im-
pedía una articulación esencial para cuestionar, desde una lógica ascendente a la
vez y centralizante, la lógica penetrante del capital. Para ello, operó facilitando los
procesos competitivos interjurisdiccionales que complementaban el desmantela-
miento del Estado de Bienestar y reducían la capacidad de acción estatal sobre el
capital (Restrepo, 2001; Fernández, 2002).
Cuando el proceso desmantelatorio de los obstáculos a la penetración selectiva
de las REyPG fue dejando efectos socioeconómicos desestructurantes, particular-
mente a partir de la segunda mitad de la década de 1990, las articulaciones entre los
organismos internacionales, las RPG y los Estados dieron espacio a formas sociales
y productivas reconstitutivas. Las mismas fueron ganando mayor espacio y em-
prendiendo un creciente campo de sofisticación a partir de una asimilación del NR
—y las teorías del desarrollo desde lo local— (Fernández, 2008). Este fue el momen-
to en el que el escenario latinoamericano fue tornándose más propicio al —y repre-
sentativo del— paulatino proceso de experimentación de reconstrucción (roll out)

313
neoliberal, con un paso desde la lógica de acumulación por desposesión (dominante
durante el CW) hacia una lógica de acumulación por subsidio (Ruckert, 2006 2007).
Se fueron, por lo tanto, interpenetrando dos procesos con resultados conver-
gentes. Por un lado, una transferencia de funciones y la promoción de la competen-
cia interjurisdiccional —con guerra fiscal de por medio— (Prado, 1999) que lograba
operar como herramienta central para la descongestión desmantelatoria del Esta-
do y el socavamiento de toda capacidad de direccionamiento de este, crecientemen-
te cooptado por las RPG (Restrepo, 2001) y alineado al CW. Por otro lado, las for-
mas de productivismo local asociativo (PLA), paulatinamente fomentadas desde el
marco conceptual del NR, se fueron convirtiendo en una perspectiva dominante no
solo en el campo académico sino también en el político institucional (Fernández,
Amin y Vigil, 2008), representando un creciente herramental microkeynesiano-
schumpeteriano (Sheppard y Leitner, 2010) con fuerte anclaje regional. Estas for-
mas, no venían a enfrentar el mainstream neoclásico que dominaba la perspectiva
macroeconómica de los OFI y las acciones de los Estados nacionales subalterniza-
dos de la periferia latinoamericana, sino a insertar en estos un «espíritu» workfaris-
ta centrado en un autocompromiso productivo localmente situado y destinado a
desplazar las pretensiones welfaristas central y universalmente provistas —con dis-
tinto grado de (sub)desarrollo— desde el Estado (Fernández y Cardozo, 2012).
Bajo una tónica diametralmente diferente a lo que sucedido en el EA, donde las
RPG fueron refrenadas por la capacidad autonómica de respuestas de las trayecto-
rias nacionales, el proceso claramente activo de esas redes en el escenario latino-
americano no fue sin embargo lineal. En principio, y con el avance del CW, supuso
una emergencia del Banco Mundial (BM) como instancia complementaria y más
flexible a la —dominante— presencia del Fondo Monetario internacional (FMI)
(Stiglitz, 2003), instancia esta encargada de operar como centro de control y pene-
tración a través de los PAE, replicando homogéneamente programas (Evans, 2004)
dirigidos al disciplinamiento —desmantelatorio— de las políticas macroeconómi-
cas (Lisboa Bacha y Rodríguez Mendoza, 1986).
Esta presencia creciente y flexibilizadora del BM representaba un redirecciona-
miento desde los PAE hacia políticas sociales focalizadas (Coraggio, 1994) orientadas a
enfrentar los problemas de pobreza y la creciente vulnerabilidad social (Barba Solano,
2009) que dejaba como efecto la penetración de las REG y la desendogeneización y
concentración del NA, así como el desmantelamiento de las coberturas sociales desa-
rrolladas variablemente desde los NIE durante la fase monopólica. En el marco de un
emprendimiento global, los procesos de descentralización, sin perder las funciones
antes indicadas, fueron acrecentando y extendiendo su presencia como elemento este-
lar en el relato del BM. Para ello, se intentó capitalizar su benévola —aunque precau-
toria— vinculación con la participación local, el desarrollo comunitario y la transpa-
rencia, herramientas de presencia estratégica para enfrentar los deslegitimantes pro-
blemas de la pobreza (World Bank, 2008). A esta línea de preocupación, y en este
contexto de reparaciones sociales y económicas, fue acoplándose el Banco Interame-
ricano de Desarrollo (BID), centrándose inicialmente —al igual que el BM— en los
problemas de pobreza y desigualdad (Lustig y Deutsch, 1998) a través de un inclusivis-
mo-productivista centrado en las microempresas (BID, 1998).
En este vuelco hacia el campo (micro) productivo —y la competitividad—, el
herramental de análisis y políticas inició el viaje hacia formas más sofisticadas,

314
asimilando y propagando el NR y —con ello— la centralidad del protagonismo
regional y local. Ello fue tomando creciente presencia en organismos supranacio-
nales como el BID, dando un fuerte anclaje espacial subnacional a los dispositivos
microkeynesiano-schumpeterianos, que convivían en todo momento con la ola
propagadora de las formas de mercantilización que favorecían la inserción de las
REG. La asimilación del NR conllevó una temprana recepción de sus conceptos
constitutivos, centralmente el de cluster, que había ganado desde los años noventa
creciente fuerza a partir de los desarrollos de Michael Porter (1990) y logrado con-
vertirse en una herramienta de análisis y estrategia de políticas en el escenario
europeo (Meyer-Stamer y Harmes-Liedtke, 2005; Raines 2000). Junto al enfoque
de distritos industriales, ese concepto fue introducido en el escenario latinoameri-
cano por parte de académicos vinculados a think tanks que actuarían activamente
en el asesoramiento del BID (Altenburg, Tilman y Meyer-Stamer, 1999; Rabellotti,
1992, 1999) y en la propia percepción de organismos latinoamericanos como CE-
PAL (Ramos, 1998).
La asimilación paulatina de esta perspectiva conllevaba la elaboración de un
relato y un instrumental de intervención que relevaba las formas asistencialistas
(como el microemprendedorismo individual) hacia otras fundadas en la recreación
de la competitividad a través del asociativismo productivo-local, así como una ar-
quitectura organizacional funcional sustentada —como vimos al inicio del capítu-
lo— en una plataforma conceptual común que armonizaba la cooperación y la com-
petencia (Sabel, 1992; Meyer-Stamer, 2002) y excluía toda conflictividad y dinámica
contradictoria con la acción expansiva del capital global en sus formas productivas
y financieras. Producto de ello, la dimensión regional-local propagada desde las
RPG venía a transformarse en una herramienta funcional al acoplamiento global
con las REG y las formas de desendogeneización y concentración del NA por los
actores trasnacionales que las comandan. Esa funcionalidad fue siendo viabilizada
a partir de tres aspectos ya remarcados, vinculados estrechamente a la forma frag-
mentaria de reproducción implicada en la recuperación regionalista:

a) La legitimación por autorresolución-local de las condiciones sociales de re-


producción antes provistas centralizadamente por el Estado.
b) La restricción para el desarrollo de procesos contraestratégicos, nacional-
mente articulados, que se pudieran anteponer como contralógica a la acción de las
REyPG.
c) La capacidad de ampliar molecularmente procesos de mercantilización a
través de dinámicas microproductivas localizadas, potencial o efectivamente aco-
plables a las REG, en todos los casos subalternas, y estructuralmente no cuestio-
nantes de los actores controlantes de las funciones más dinámicas y estratégicas de
esas redes.

Todas estas acciones fueron ganando cuerpo en la medida que los Estados na-
cionales, escalarmente redefinidos, ingresaban al sistema de financiamiento/endeu-
damiento de las organizaciones supranacionales y, por lo tanto, a su dispositivo
conceptual y operativo. De este modo, AL devino progresivamente en un espacio en
que los Estados reforzaron su acción como actores ensambladores de los dispositi-
vos conceptuales y de intervención de las RPG, lo que potenciaba —en su debilidad

315
inmunológica— su condición de centros de acoplamiento frente a aquellas redes, al
tiempo que pulsaban hacia abajo, desde su rol de centro —emsamblador—, una
acción local y regionalmente fragmentaria alineada con las formas promovidas por
las RPG.

7.2.3. De la respuesta «neodesarrollista» a la «sigilosa recaptura neoliberal»

Toda esta arquitectura organizacional y dinámica regional configurada desde la


penetración de las RPG y sus organismos, con el protagonismo subalternizado del
Estado nacional, no fue alterada sino reacondicionada y profundizada cuando, pa-
radojalmente, «movimientos reactivos» a las políticas de CW ganaron lugar en AL a
inicios del nuevo siglo, bajo una inspiración neodesarrollista que buscó reposicionar
al Estado. En tal escenario, la instalación del NR —y el rol activo que deberían
cumplir a partir del mismo las dinámicas regionales— operó no como fuente inspi-
radora de una recomposición más autónoma y descentralizada del NA, sino como
un espacio de recaptura neoliberal de dichas reacciones.
Como vimos anteriormente, la crisis de la segunda mitad de los años noventa en
el escenario asiático provocó una serie de transformaciones que —a excepción del
emergente chino— implicaron el debilitamiento del NA y el NIE y su relajamiento
como «centro de respuesta» ante las REyPG. En otros términos, se trataba de la
conformación de un proceso de neoliberalización derivada de la penetración tras-
nacional de las redes y la propia trasnacionalización de sus grupos económicos
locales que afectó la capacidad autonómica en la implicación estatal y el desarrollo
de un patrón de acumulación endógeno. Como también observamos, los insumos
del NR —junto al welfarismo— y las propias dinámicas regionales aparecieron fun-
cionales a dicho proceso, asimilando conceptos como clusters o sistemas regionales
de innovación dentro de un contexto de relativización de la capacidad directiva y
disciplinadora del NIE sobre el NA.
En AL, nuevamente, la génesis fue dándose lugar bajo la tarea reparadora que,
como vimos, buscaba crear condiciones de legitimidad a partir de una modalidad
fragmentadora, que compatibilizaba con la dinámica de la mercantilización. Lo
cierto es que, tanto en el EA como en AL, la introducción del enfoque del NR vino a
funcionalizarse —en forma bastante convergente— con la penetración de las REG
y sus actores de comando. Sin embargo, como ya resaltamos, mientras que en el EA
su acción tenía que ver con el debilitamiento del NIE como centro de respuesta y la
endogeneidad de los NA, en AL vino esencial e inicialmente a reparar los efectos
social y productivamente desestructuradores del CW, para luego actuar en la obsta-
culización de un NIE capaz de construir un NA con aquellas características que
virtuosamente habían dado basamento a la mayor cohesión interna y la inserción
externa dinámica.
Para analizar este último aspecto, debemos considerar los elementos centrales
que acompañaron las trayectorias nacionales de AL bajo la reintervención neodesa-
rrollista, y los límites más recientes que presentan estos. Ello demanda observar la
forma como el dispositivo conceptual del NR se ha integrado en la nueva ingeniería
de vinculaciones establecidas entre los instancias organizacionales que controlan
las RPG, la reorganización del NIE y los vínculos de este con el NA.

316
7.2.3.a. Reacciones neodesarrollistas y continuidad en los núcleos

Desde inicios del reciente siglo, las «reacciones» a los efectos desestructurantes
del CW dio lugar en AL a la emergencia de múltiples configuraciones sociopolíticas
que generalizadoramente podemos poner bajo el mote neodesarrollista (represen-
tando más claramente los casos de Brasil y Argentina) (Bresser Pereira, 2007; Ba-
sualdo, 2011; Féliz, 2012; Sanmartino, 2010), aunque algunas, como las de Bolivia,
Ecuador y Venezuela, expresaron una perspectiva más radical, asociado al «socia-
lismo del siglo XXI» y el «buen vivir» (Katz, 2013).
En dirección inversa a la señalada corriente neoliberalizadora del EA e inter-
pretadas como parte de un «cambio epocal» (Svampa, 2005) signado por un «giro a
la izquierda» (Stoessel, 2014) de la región, todas esas experiencias convergieron en
presentarse como «alternativas al neoliberalismo» (Sader, 2008b), proponiendo es-
trategias destinadas a compatibilizar el crecimiento económico con un patrón de
redistribución social inclusivo bajo diversos formatos democráticos (Grugel y Rig-
girozzi, 2012; Wylde, 2011).
Las convergencias se extendieron —siempre bajo particularidades nacionales e
idiosincráticas—24 en la defensa de una rejerarquización del NIE, orientado en di-
rección inversa a la intervención fuerte del CW sustentada en la desregulación y la
privatización. Esa nueva dirección comprendió una nueva intervención fuerte fun-
dada en una reregulación desprivatizadora que procuró reparar los resultados anti-
productivistas y socialmente desigualadores y excluyentes que acompañaron los
años neoliberales del CW (capitalizando un alza de los commodities). Esa reorienta-
ción del NIE tuvo lugar, esencialmente, a través de tres ejes:

• La reinstalación de la política monetaria (expansiva) y de los tipo de cambio


(flotantes y regulados) (Salvia, 2015), cíclicamente compatibles con la recomposi-
ción del mercado interno y la inserción externa, en un cuadro macroeconómica-
mente —al menos en principio— amistoso con el equilibrio fiscal y las tasas infla-
cionarias razonables.
• La recuperación estatal de activos y actividades previamente transferidos (re-
nacionalizaciones y reestatizaciones de activos y actividades privatizadas durante
el CW) (Auroi, 2011).
• Políticas de intervención social expansivas e inclusivas, con claro sentido re-
distributivo (Cepeda, 2012), soportadas en buena medida en una expansión en el
uso de los recursos naturales (Gudynas, 2013), y fundada tanto en la utilización de
subsidios a servicios básicos de sectores de menores ingresos y planes sociales de
cobertura con sentido universal (como Bolsa Familia en Brasil y la Asignación Uni-
versal por Hijos en Argentina) (OIT, 2009; Agis et al., 2007).

A lo largo de la primera década, los resultados se vieron reflejados en —al me-


nos— cuatro grandes aspectos que abonaron al tono de euforia con el que se inter-
pretó la primera década del siglo en Latinoamérica (CEPAL, 2013): i) Una recupera-
ción del crecimiento sostenido durante la primera década (luego del colapso y las

24. Hacia el año 2008, 11 de los 18 países latinoamericanos eran gobernados por presidentes de
centro-izquierda o izquierda (Stokes, 2009).

317
tasas modestas de crecimiento bajo el CW, y en el escenario de una marcada desace-
leración de los países centrales); ii) un proceso de visible desendeudamiento (que
había condicionado a la región en las dos últimas décadas del siglo pasado); iii) una
recuperación del empleo —o reducción de las tasas de desempleo abiertas—; iv) y,
finalmente, una marcada reducción de la desigualdad, la pobreza y la indigencia
(Máttar, 2014).
Sin embargo, en la última parte y, particularmente en la primera mitad de la
segunda década del iniciado siglo, el auspicioso proceso comenzó a enfrentar un
escenario tormentoso reflejado en: i) una ralentización del crecimiento (particular-
mente de las experiencias más representativas de las reacciones neodesarrollista
como Argentina y Brasil, frente al dinamismo de los neoliberales Colombia y Perú);
ii) un estancamiento en la generación de empleo y en el achicamiento de la des-
igualdad de ingresos; iii) y, finalmente, en una restricción externa asociada a un
creciente desbalance en las cuentas corrientes, históricamente colocadas como las
grandes productoras de los cuellos de botellas para dar continuidad a cualquier
proceso de industrialización. Este último aspecto fue potenciado por la caída con-
secutiva en el precio de los commodities desde la segunda década del siglo, cuyos
precios comparativamente privilegiados de la primera parte de la década del 2000
acompañaron el período expansivo de la segunda parte (Máttar, 2014).
Esta situación de «fin de ciclo expansivo con estrangulamiento externo» recu-
rrente en el comportamiento latinoamericano como producto de la debilidad del
perfil exportador y la limitación interna para avanzar sustitutivamente en bienes de
capital (Prebisch, 1964; Díaz Alejandro, 1970),25 tiene su fundamento en la no alte-
ración del NA y en las restricciones del NIE para provocarla a partir de las vincula-
ciones de ambos —núcleos— con las REyPG.
Analizado secuencialmente, el NA bajo la «reacción neodesarrollista» contuvo
como común denominador la ininterrumpida fragilidad estructural para desarro-
llar una capacidad inmunológica frente a la acción de las REyPG y las lógicas e
intereses de los actores que las hegemonizan. No obstante esa «intervención fuerte»
del NIE, en dirección aparentemente diferenciada a aquellas economías —como la
de México— que profundizaron las formas dereguladoras, financiarizadas y desin-
dustrializantes auspiciadas por el capital trasnacional (Huerta González, 2014), lo
cierto es que las grandes economías sudamericanas mantuvieron sus NA con una
estructura fuertemente exógena, escasamente industrializada y rentista (Azpiazu et
al., 2012; Gonçalves, 2011), con bajo dinamismo y diversificación, y alta dependen-
cia de recursos naturales (Puyana y Costantino, 2013), sin ser el segmento produc-
tivo el punto de articulación para la rentabilidad del sector financiero (Gonçalves,
2011; Fernández et al., 2012).
Las propiedades del NA mencionadas resultan terreno inhóspito para dar al
crecimiento una continuidad sustentable, fundada en la densificación y compleji-
zación de la estructura productiva al interior de los espacios nacionales, lo que
resulta condición sine qua non para un patrón socio espacialmente inclusivo e igua-
lador, al tiempo que una inserción externa más dinámica que la inalteradamente

25. Para Díaz Alejandro (1970: 349), «el principal freno al crecimiento ha sido la escasez de
divisas (y la consecuente escasez de maquinaria y equipo) y [...] tal escasez se ha debido en gran parte
a la limitada oferta interna de bienes exportables».

318
primarizada que exhibe la región (CEPAL, 2012). La retroalimentaria persistencia
de procesos de transnacionalización con escaso desarrollo del entramado producti-
vo (baja complejidad e innovación) e inserción externa primarizada limitó la conti-
nuidad del proceso acumulativo/sustitutivo y aumentó la fragilidad e insostenibili-
dad al proceso de inclusividad e igualación social.
En síntesis, la reacción neodesarrollista desarrollada en LA desde el inicio del
último siglo convivió con un NA que no alteró sino perpetuó la imposibilidad de
conformar un proceso más endógeno y nacionalmente articulado (Sunkel, 2006)
con capacidad de respuesta a las formas de penetración subalternizantes de las REG.
La perpetuidad de esas propiedades, distantes de aquellas logradas en los países
que lideraron el despegue del EA, contrastó con un discurso en buena medida insur-
gente y alternativizador, lo que exige examinar sus causas. Dicho examen, por su
parte, nos conduce necesariamente a observar el NIE y la forma en que el mismo,
bajo esa pretensión insurgente, ha pasado a ser parte de un proceso de recaptura
neoliberal. La comprensión de ello, a su vez, demanda identificar la arquitectura
organizacional-funcional resultante de los vínculos entre el Estado, el NR y las di-
námicas regionales.

7.3. Arquitectura organizacional-funcional: los vínculos entre el Estado,


el NR y las dinámicas regionales

La debilidad congénita del NIE y la capacidad repenetrante de las REG y RPG


han sido factores centrales para conformar en el escenario latinoamericano una
arquitectura y lógica funcional de ese núcleo que ha limitado sustantivamente la
capacidad de reconfigurar el NA bajo las reacciones al CW. Con todas las especifi-
cidades, estas experiencias dieron continuidad a procesos de mercantilización a
través de las que se expande la acción de los actores controlantes de las REG,
adaptando el conducto de la intervención estatal a formas que no bloqueen la ex-
pansión de estos actores y hagan converger esa intervención con aquellas centra-
das en el desarrollo de las formas de inclusión redistributiva que dominaron esas
reacciones. Desde el punto de vista de las fracciones globales del capital (producti-
vo y financiero) se trató, bajo un contexto más inhóspito que en la etapa desmante-
latoria del CW, de otorgar «permisividades» con los procesos de redistribución orien-
tados a actuar sobre los efectos de esa etapa, así como tolerancia sobre el retroceso
de determinados procesos de mercantilización, contenidos en las renacionaliza-
ciones/estatizaciones emprendidos desde los NIE. La permisividad tuvo en el NIE
su núcleo central, por donde fueron canalizadas las acciones redistributivas e in-
clusivistas expresadas en los programas sociales con perfil universalizador referi-
dos anteriormente, llevando como contraparte la inviabilización de una estructu-
ra-implicación estratégica, articulada y coherentizadora del Estado orientada a dis-
ciplinar los actores capitalistas (productivos y financieros) de acuerdo a
comportamientos que viabilicen la transformación del NA hacia formas más endó-
genas, complejas y dinámicas. Ello fue facilitado por la modalidad asumida por la
reacción neodesarrollistas que, a diferencia de las formas adoptadas por el desa-
rrollismo durante la fase del capitalismo monopólico —y aun con todas sus especi-
ficidades— (Sikkink, 2009), desplazaron la prioridad por resolver las insuficiencias

319
en el campo productivo (industrial) para atender esencialmente los problemas en
el campo distributivo (Cepeda, 2012).
Desde el punto de vista de la organización y la implicación estatal, la prioridad
en atender lo redistributivo que devino crecientemente relevante en un contexto de
alta desigualdad, pobreza e indigencia (Vilas, 2007), implicó «ceder» el campo pro-
ductivo/industrial a un complejo de prácticas funcionales a la continua expansión
de las fracciones transnacionalizadas del capital global que controlan las REyPG.
De este modo, al interior del Estado surgió una especie de «permisividad cruzada»
donde aquella otorgada por las fracciones globalizadas a las lógicas redistributivas
convivió con la concedida desde las reacciones neodesarrollistas al no direcciona-
miento del capital financiero y productivo desde el NIE. Ambas «permisividades»
convergieron en inviabilizar la formación al interior de los NIE de una estructura
organizacional e implicativa desde la que desplegar una estrategia coherente, con
un impacto alterante en el NA a partir de ese direccionamiento disciplinario del
capital global y las formas de ingreso de las redes globales, así como de los compor-
tamientos de los propios actores vernáculos.26
De esta forma, las reacciones neodesarrollistas terminaron acoplando compor-
tamientos corporativos-rentistas, sedimentados en un largo recorrido histórico con
base en la fase de la ISI, con las persistentes estrategias de las RPG y potenciando
formas de mercantilización para una integración subalterna a las REG. Del aco-
plamiento resultó un Estado inhábil para centrar una estrategia capaz de alterar
estructuralmente, desde un direccionamiento tan disciplinante como consensual,
un NA carente de endogeneidad y dinamismo. Ese comulgante complejo de prác-
ticas aparejó, a su vez, dos efectos: por un lado, viabilizar una recaptura neoliberal
del Estado en áreas neurálgicas para dar continuidad a la capacidad reproductiva
de los actores globales que subalternizan los espacios nacionales y sus actores a las
REyPG, y dejan incólumes las condiciones estructurales/causantes de la desigual-
dad. Por otro lado, junto a ese efecto, o más bien sobre el mismo, se radicaron las
causas que generaron las limitaciones y cuestionaron la continuidad de las reac-
ciones neodesarrollistas, limitaciones estas expresadas en desaceleración del cre-
cimiento, detención de la reversión de la desigualación y las crecientes restriccio-
nes externas.
Las «permisividades cruzadas» y la convivencia de reacciones y reofensivas/
recapturas no desarrollaron un «desplazamiento neodesarrollista» de los proyectos
neoliberales y de los intereses y lógicas de los actores que las conducen. Antes bien,
lo que ocurrió fue una confluencia claramente restrictiva para conformar desde el
NIE la capacidad inmunológica necesaria para que los espacios nacionales «reacti-
vos» actúen formando NA capaces de operar como centros de respuestas y no como
centros de acoplamiento a las formas subalternizadoras y excluyentes de las redes
globales.
Ahora bien, en tanto las propiedades del NIE resultan esenciales para evitar el
cambio cualitativo en el NA, es importante considerar la arquitectura organizacio-

26. Entendiendo a este como un amplio espectro de actores que abarca desde fracciones concen-
tradas a pequeños y medianos representantes del capital productivo y financiero local, hasta la fuerza
de trabajo sindicalizadas u organizaciones económico-sociales que expresan de diferentes formas de
poder microcorporativo, entre otros.

320
nal y funcional que fue desplegada para inviablizar la alteración del posicionamien-
to expansivo de las REG en el NA, y la forma en que, en dicha arquitectura, fueron
funcionalmente reutilizadas las dinámicas regionales para la recaptura neoliberal
dentro de esas reacciones.
El primer elemento a destacar refiere a la continuidad de una lógica de organi-
zación institucional que, no obstante sus reformulaciones, preservó al interior del
Estado una verticalidad operativa con epicentro nacional que estuvo presente tanto
en la fase monopólica como en la neoliberal desmantelatoria de la fase global. Aun
en su heterogeneidad, las expresiones de la reacción, con su giro a la izquierda de
inicios de siglo, mostraron una recuperación de la capacidad de los ejecutivos, sus-
tentados en liderazgos fuertes, montados sobre una bastante generalizada crisis de
representatividad de partidos, propensión a lógicas plebiscitarias, peso de organi-
zaciones societales alternativas y pervivencia de una tradición de formas presiden-
cialistas con subalternidad parlamentaria (Lanzaro, 2012; Panizza, 2009; Freiden-
berg, 2007). Bajo ese esquema cupular, la estructura organizacional-funcional con-
tó con un fortalecido protagonismo de los ejecutivos, traducido en la recuperación
de su autonomía y capacidad de acción sobre los ministerios de hacienda (Piscetta,
2013). Ello implicaba una reversión de la «dominancia imperial» de esos ministe-
rios, que en la etapa desmantelatoria del CW habían estado, a su vez, virtual y para-
dojalmente colonizados por el peso dominante de los OFI —y think tanks vernácu-
los— conceptual y operativamente ligados a esos organismos. Estos últimos, en-
contraban en el control ministerial una herramienta central para imponer los
procesos de estabilización y ajuste, al tiempo que para reducir/desmantelar el cam-
po institucional regulativo involucrado en el apuntalamiento de los procesos pro-
ductivos (Biersteker, 1990).
Sin embargo, el mayor comando sobre estas instancias ministeriales desde los
ejecutivos que acompañó a las reacciones neodesarrollistas no vino asociado a una
mayor capacidad de utilización estratégica del herramental financiero y fiscal, ni
del armado organizacional clave para la maniobra condicionadora desde el NIE
sobre los actores que comandan el NA. La observación del comportamiento fiscal,
financiero y organizacional da cuenta, precisamente, de las «permisividades cruza-
das» y de la forma de reasentamiento neoliberal al interior del Estado. En lo que
hace al herramental fiscal, en el contexto de un margen de mayor autonomía para
el control de las políticas monetarias y fiscales y la capitalización de los precios
favorables de los commodities, operó como sustento para una expansión —inicial-
mente sin desequilibrios— de los gastos públicos en áreas sociales e infraestructu-
rales, con impactos directos en una reedición y dinamización de la «ISI fácil», pero,
como ya fue destacado, sin capacidad de alterar y cualificar los procesos sustituti-
vos más complejos, reinstalando por ello los reincidentes cuellos de botella que
dominan la trayectoria latinoamericana (Amico et al., 2012). Ese patrón de gasto
orientado a la demanda, contrasta claramente con —y muestra al mismo tiempo la
flaqueza en el— uso de paquetes de estímulo fiscal orientados hacia la oferta utiliza-
dos en la experiencia del EA, incluso la más reciente, posterior a la crisis, para
actuar —condicionadora y estimuladoramente— sobre los actores capitalistas que
conforman el NA (Kalinowski, 2015). Al mismo tiempo, bajo la «permisividad cru-
zada», ello marca la cesión de un instrumento vital para actuar desde el NIE sobre
los actores controlantes y aquellos a estimular del NA. Esta debilidad, se comple-

321
menta con la fragilidad en el herramental financiero para esa acción sobre el NA.
En tal sentido, más allá del intento de apuntalar una banca del desarrollo (como el
BNDES en Brasil) (Hirt, 2013) y de acciones reductivas sobre la autonomía de los
bancos centrales (Argentina) (Musacchio, 2015), no existió por parte del NIE la
capacidad de direccionamiento estratégico del sistemas financiero que fue alcanza-
da por los fundadores del flying geese en el EA —y más actualmente por China. En
síntesis, la capacidad de fuego financiera y fiscal para actuar desde el NIE sobre el
NA y sus actores dominantes fue limitada, asegurando de este modo la restricción
estatal para actuar —desde la condicionalidad y el disciplinamiento— sobre las
fracciones trasnacionalizadas del capital que comandan las REG.
A las debilidades de ese herramental se sumaron, desde lo organizacional, los
límites en la construcción de instancias coherentes y centralizadas necesarias para
direccionar una estrategia —que involucraba ese disciplinamiento sobre los actores
de las REG antes mencionado. Como dan cuenta los casos de Argentina (Laux-
mann y Fernández, 2015) y Brasil (Schapiro, 2014), la reaparición e incluso la jerar-
quización de las mismas no contó sin embargo con la generación de instancias
nodales o piloto (Chang, 2010) desarrollándose en cambio bajo una insuperada per-
vivencia de diversas formas de superposición operacional y competencial, fragmen-
tación y desarticulación, acompañada de burocracias ad-hoc y ausencia de staff con
capacidad de formulación conceptual, estratégica y centralización de información.
Es decir, el reimpulso estatal fue desarrollado bajo la presencia y ausencia de aspec-
tos claves para obtener una capacidad estatal orientada a un disciplinamiento con-
sensuado (Fernández y García Puente, 2013) desde el NIE sobre los actores domi-
nantes del NA.
La creación de nuevos ministerios, agencias y planes o programas estratégicos
orientados a actuar sobre los procesos productivos, terminaron montados sobre
una compleja trama de instrumentos inarticulados, dominantemente horizontales
(no sectorialmente orientados) que no solo conllevaron efectos de escaso impacto
innovador (Schapiro, 2014), sino que su centramiento en el papel de animadores de
la cooperación público-privada localizada afectó el tipo de relación entre el NIE
con las REyPG y con la posibilidad de alterar los NA. La carencia de capacidad
competencial y organizacional en el NIE para condicionar estratégicamente a los
actores que dinamizan ese NA, y su introducción como promotor de cooperación,
no hizo sino transformar sus áreas vinculadas al campo de la acumulación en «es-
pacios impulsores/difusores» de las lógicas selectivas y subordinantes de las REG y,
para ello, en ámbitos de ensamblamiento de las acciones —programas, financia-
miento, estructuras conceptuales y procedimentales— de las RPG.
En el marco de esa función ensambladora debe comprenderse la repenetra-
ción —y sofisticación de la presencia— de las RPG en la configuración y acción
estatal. Este proceso ya no tiene lugar ciertamente a través de macroprogramas de
condicionamiento desmantelatorios (como los del FMI o el BM), sino por medio
de la profundización de intervenciones localizadas y fragmentadas a nivel local y
regional patrocinadas por las instancias supranacionales de nuevo protagonismo
(como el BID y/o PNUD). El viraje desde la asistencia microindividualizada hacia
formas colectivas, en red y territorializadas, ya perceptibles en dichos organismos
a finales de los años noventa (Alburquerque, 1999; Berry, 1997; Llisterri, 2000),
cobró mayor profundidad a largo del reciente siglo, convergiendo, como adelanta-

322
mos, con la llegada de la reacción neodesarrollista. En este sentido, la presencia de
las contribuciones de think tanks de matriz europea, a través de académicos deve-
nidos consultores de los OFI (especialmente BID) (Pietrobelli y Rabelloti, 2005),
fue ganando un lugar más activo después de iniciada la década y caló institucional-
mente de forma progresiva a través de un activo policy transfer (Peck, 2011) mate-
rializado en un conjunto de programas multiescalares de acción regional impulsa-
dos dominantemente desde el Estado nacional (Fernández et al., 2008). Estos últi-
mos contribuían a instalar/divulgar/popularizar la importancia de la reemergencia
regional y los conceptos del NR, como los de clusters (CEPAL, 2010; Fernández et
al., 2008) o Arrangos Productivos Locales (APL) en Brasil (Nogueira Dias, 2011;
Cassiolato et al., 2000), planteando su vinculación a las CVG como herramienta
central (Pietrobelli y Rabelloti, 2006; Blyde, 2014), sin colocar en el marco analíti-
co y programático ningún direccionamiento estatal-nacional entre ambas (Fer-
nández y Vigil, 2008).
Paradójicamente, esas instancias estatales-nacionales se transformaron, bajo el
dominio de la inarticulación y fragmentación organizacional y operativa que limi-
taba su capacidad de direccionamiento del NA, en activos partícipes de ese policy
transfer (Peck, 2011) y, por tanto, en difusores —y readaptadores/recreadores loca-
les— de los dispositivos de articulación global-local (CVG-clusters). Así, ajustaron
su participación como plataformas o puntos de articulación para el desarrollo de
los programas de acción local y fomento —fragmentario— de aglomeraciones pro-
ductivas y microemprendimientos asociativos para la dinamización regional (con
sendos programas en Sud y Centro América: destacando los emprendimientos en
Brasil, Chile, México y Argentina) (OCDE-CEPAL, 2013). Por su parte, los OFI re-
gionales preponderantes en este campo (como el BID), centraron su intervención
orientada a promover las dinámicas regionales en una estrategia multiescalar basa-
da en el productivismo workfarista de los clusters. Ello incluía tanto programas y
guías de acción con esas instancias nacionales como proyectos directamente vincu-
lados a instancias públicas-privadas regionales y locales que salteaban esas instan-
cias nacionales (FOMIN, s.f.; BID, 2010).
Al pasar a formar parte de esa modalidad interventiva, el involucramiento de
los NIE bajo las reacciones neodesarrolistas antes que «forjar una inmunología»
con «capacidad de respuesta» articulada, resultó funcional a una integración sub-
alterna y fragmentaria a las REG propuesta desde las RPG, contribuyendo al acon-
dicionamiento de una diversidad de «procesos moleculares de acumulación» (te-
rritorial fixes locales y regionales) (Harvey, 2003) que viabilizan la extensión de los
procesos de mercantilización y, a través de ello, la realización espacio-temporal de
las fracciones globales del capital (productivo y financiero). La promoción estatal
de procesos territorializados de producción, comprometiendo recursos insignifi-
cantes si se los compara con la amplia intervención/expansión en el campo social
inclusivo, no solo comulgó, sino que también facilitó desde sus formas top down la
funcionalización —y articulación fragmentaria— de las dinámicas regionales «se-
leccionadas» a esas lógicas expansivas de las REG, impidiendo al mismo tiempo
una estrategia de acumulación nacional tendiente a endogeneizar, complejizar y
dinamizar el NA.
Por lo tanto, la arquitectura regulatoria fue una arquitectura compleja que via-
bilizó y fue estilizando facilitadoramente la penetración de las REyPG a través de

323
un sofisticado pool de reglas de financiamiento, procesos de capacitación y manua-
les de actuación, en el que se involucran coproductivamente un heterogéneo cúmu-
lo de agentes externos e internos, públicos y privados, económicos e institucionales
(Peck, 2011; Fernández y Cardozo, 2012). La pluralidad de actores también ha com-
prendido una variable combinación de académicos, consultores, capacitadores y
tomadores de decisión supranacionales, así como de funcionarios estatales, organi-
zaciones no gubernamentales e instancias de evaluación técnicas localizadas en
diversas escalas, que resultó en un denso tejido de acciones de carácter experimen-
tal, readaptativas y multidireccionales que fue dotando a las propias instancias su-
pranacionales (Peck y Theodore, 2001) de insumos para recrear sus descentradas y
fragmentarias estrategias de intervención. En el seno de las reacciones neodesarro-
llistas que tuvieron lugar en el escenario latinoamericano, que suponían una con-
tradirección de base nacional a los procesos de neoliberalización del capital global,
asistimos en realidad a la «creación de comunidades de actores que están situados
en sus contextos políticos nacionales, pero también en esas redes internacionales
donde sus prácticas son frecuentemente configuradas, sino enteramente dirigidas»
(Prince, 2012: 200).
Insertas en tal entramado y el persistente peso de esas comunidades, y bajo la
debilidad organizacional implicativa antes señalada, las instancias nacionales de
los NIE conformaron una paradójica situación: su recobrado protagonismo convi-
vió con una recooptación/recaptura no solo —y no tanto— financiera (atento a que
muchas iniciativas fueron bajo la reacción neodesarrollista crecientemente finan-
ciadas con recursos nacionales), sino también y fundamentalmente conceptual y
operativa por parte de las organizaciones supranacionales —sus staff, sus progra-
mas y redes de acción. Ello consolidó organizacionalmente su fragmentación/des-
articulación interna, al tiempo que —en lo externo— hizo al Estado partícipe y
constructor de una forma fragmentaria de reproducción mercantilizadora, a través
de emprendimientos localmente situados que, como se remarcó, operaron en dos
planos. Por un lado, adaptando —sin articulación nacional alguna— distintas pie-
zas espaciales y actorales a los requerimientos de los actores trasnacionales que
controlan las REG y, por otro, obstaculizando las contraestrategias nacionales a
esas redes y actores, obligadas a forjarse coherentemente desde «centros de res-
puestas» capaces de alterar los NA y dotar a estos de un poder inmunológico im-
prescindible para evitar la subalterna inserción en las REG.
No obstante los más recientes reclamos de inserción de las políticas de cluster
dentro de una estrategia nacional (CEPAL-OCDE, 2012), la materialización de esas
estrategias contiene el desafío de insertarse en una arquitectura organizacional fis-
cal y financiera capaz de centralizar el desarrollo de procesos de disciplinamiento
de los actores de las REG. Esos aspectos, sin embargo, y por lo indicado, no solo
han estado ausentes en las principales reacciones neodesarrollistas del escenario
latinoamericano, sino que han sido inviabilizados por el complejo arquitectónico
organizacional promocionado por los propios OFI a través de las RPG. En tal senti-
do, mientras el propio Estado reivindicó la importancia de una estrategia nacional
reversora de los efectos socio productivos del proyecto neoliberal impulsado por las
fracciones globales del capital, el mismo quedó comprometido y entramado con un
pool de OFI —antes, ligados con el desmantelamiento bajo el CW— en la promo-
ción de una estrategia de integración de las «firmas» a las CVG (UNIDO, 2015;

324
CEPAL, 2014),27 sin colocarse como elemento estructurador de las condiciones com-
petenciales, organizacionales y funcionales desde la que direccionar, con mayor
autonomía, el proceso de acumulación.
La forma de análisis —y estrategia de intervención— que ofrecen los OFI en
todas sus variantes, comparten el desconocimiento de cualquier lógica contradicto-
ria entre estrategias nacionales y REG, procurando la búsqueda de complementarie-
dades entre actores trasnacionales que controlan esas redes y los actores locales.
Bajo las reacciones desarrollistas, la aceptación de este cuadro analítico —y operati-
vo— al interior de los Estados ha favorecido el acoplamiento a las estrategias organi-
zacionales y de funcionamiento de las RPG y la inhabilidad para actuar contradirec-
cionalmente desde el NIE en la alteración de las propiedades desenogeneizadoras y
escasamente dinámicas del NA que viabilizan su integración subalterna a las REG.
En tal marco, fue quedando diluida la consideración del papel estratégico que
asume la construcción de una arquitectura estatal alternativa, por un lado, capaz de
evitar la fragmentación interna y operativa que lo convierte simultáneamente en un
centro de acoplamiento de las RPG y en un preso de las prácticas corporativistas
internas y, por otro lado, de generar una configuración centrada, coherente y mul-
tiescalar, ajena a la forma vertical, fragmentante y autoritaria que resulta de la con-
fluencia de las trayectorias históricas y esas nuevas formas regulatorias impulsadas
por los actores trasnacionales.
No obstante las formas redistributivas e inclusivas colocadas en el centro de las
reacciones neodesarrollistas, la incapacidad de conformar en su interior una arqui-
tectura organizacional y funcional del NIE idónea para revertir su condición de cen-
tro de acoplamiento y potenciarse como centro de respuesta, limitó la capacidad de
desarrollar una contralógica reversora de las propiedades desendogeneizadoras y es-
casamente dinámica que dominan el NA. En ese escenario de inalteraciones del NA y
continuidades del NIE como centro acoplador y ensamblador de las estrategias frag-
mentarias impulsadas desde las RPG, las dinámicas regionales, así como de la reuti-
lización del categorial del NR devinieron en herramientas funcionales a esas estrate-
gias y sus efectos. En otras palabras, resultaron funcionales a los procesos subalter-
nos y excluyentes de las REyPG y herramientas de consolidación de los irrevertidos
procesos de desigualdad espacial. Paradojalmente, mientras en el EA ambas desigual-
dades comenzaron a converger ante el reingreso del proyecto neoliberal comandado
por las fracciones productivas y financieras del capital y las organizaciones suprana-
cionales al comando de las RPG, bajo las reacciones neodesarrollistas de AL, la reduc-
ción de las desigualdades sociales derivadas de la lógicas distributivas e inclusionistas
convivió con la inalterabilidad de la desigualdad espacial y sus causas fundamentales.

27. Como indica la directora de CEPAL: «Este volumen contiene una selección de las contribu-
ciones empíricas y analíticas, originalmente presentadas en la conferencia internacional “Perspecti-
vas de América Latina para sus mejoras en las cadenas de valor globales” llevadas a cabo los días 14-
15 de marzo de 2012 en el Colegio de México, Ciudad de México. La conferencia fue organizada
conjuntamente por cuatro organizaciones internacionales (CEPAL, el Banco Interamericano de De-
sarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco
Mundial), en colaboración con el Colegio de México. El objetivo principal de la conferencia fue hacer
un balance y ampliar la gama de los análisis empíricos sobre la participación y la modernización de
las empresas latinoamericanas en las cadenas globales de valor, incluidas las políticas que promue-
ven este objetivo» (CEPAL, 2014: 12).

325
FIGURA 15. Dinámica general del patrón latinoamericano de desigualdades
socioeconómicas y espaciales

FUENTE: elaboración propia.

326
8. Conclusiones

El punto de partida de este Capítulo IV ha sido la evaluación crítica del NR como


un enfoque desarrollado e institucionalizado en los centros en los años ochenta,
fundamentalmente en los noventa, con continuidad en el iniciado siglo y transferido
a la periferia no solo para analizar las dinámicas regionales sino para formular prog-
nosis y proponer estrategias de desarrollo que posicione a las regiones como herra-
mientas centrales. Hemos marcado las restricciones de este enfoque para dar cuenta
del modo en que la centralidad de la dimensión regional que alienta, y la promoción
de sus dinámicas a partir de una plataforma común de comportamientos sustentada
en la organización colectiva y territorial, convive, paradójicamente, con la persisten-
cia y —en algunos casos— la profundización de las desigualdades espaciales.
En la identificación de esas restricciones —y su ineficacia—, que envuelve la
capacidad diagnóstica, así como de prognosis y propuesta del NR, se ha puesto
primeramente el acento en la omisión de la lógica contradictoria del capitalismo y
su presencia en el SG a partir de la conformación de las REyPG (Capítulo II) y los
actores trasnacionales que las controlan, así como en su conflictiva intersección
con las trayectorias nacionales (Capítulo III) y las diferenciadas configuraciones
macrorregionales (EA y AL) que resultan al interior de ese SG.
El reposicionamiento analítico de las trayectorias nacionales —y las conforma-
ciones supranacionales que resultan de ellas— a un escenario globalmente contra-
dictorio brinda una base inicial para el examen regional, que no solo hace percepti-
ble procesos que escapan a un abordaje intrarregional, sino que, al mismo tiempo,
contribuyen a explicar la forma en que las dinámicas regionales se han desempeña-
do en la histórica y conflictiva intersección de esas trayectorias con los procesos
globales que fuimos analizando en los capítulos previos. Al incorporar esta intersec-
ción, hemos destacado la forma como esas dinámicas regionales —y el propio dis-
positivo del NR— pasan a funcionalizarse a los dispositivos de subalternización
fragmentante que procuran imponer las fracciones globales del capital y los OFI
que controlan esas redes globales bajo su contradictoria lógica de reproducción.
En tal sentido, las dinámicas regionales no emergen como constitutivas de la
nueva fase globalizada del capitalismo, sino que participan de un complejo —y
contradictorio— proceso de reestructuración multiescalar que, por un lado, afecta
particularmente a la periferia del sistema-mundo y, al mismo tiempo, toma lugar
diferenciadamente al interior de esa periferia, a partir de trayectorias específicas
que fueron conformando los distintos espacios nacionales y sus espacios de inte-
gración supranacional. Esas trayectorias específicas están marcadas por un proce-
so histórico particular de formación de los NA y los NIE y sus interrelaciones, lo que
permite retomar la consideración de la variedad periférica (pretérita) de capitalismo
(SG) y, al interior de esta, la conformación de variaciones espaciales (EA y AL) y
temporales (fases monopólica a la fase globalizada) que fueron antes abordadas en
el Capítulo III. Las variaciones espaciales que representan al interior del SG el EA y
AL fueron forjadas a partir de la disímil conformación e interrelaciones de los NA y
los NIE en la fase monopólica a la que dan lugar los diferentes contextos externos y
trayectorias internas.
También se ha procurado destacar cómo la especificidad de esos núcleos y sus
vinculaciones tuvieron lugar al interior de los espacios nacionales, desplegando,

327
asimismo, una particular configuración socioproductivo institucional y espacial so-
bre la cual se montaron las dinámicas regionales y se desarrollaron las inalteradas
lógicas de desigualación espacial. A este respecto, destacamos cómo, a partir de NA
y NIE diferencialmente conformados e interrelacionados, tendió a dominar en am-
bos casos, no obstante, una lógica tanto actoral como espacial jerárquico/verticali-
zadora bajo la que se hizo visible la ausencia de procesos de construcción «de abajo
arriba» y el involucramiento de actores representados por del pequeño capital y la
fuerza de trabajo, así como una estructura espacial marcadamente concentradora
que edifica las desigualdades regionales. En ese contexto, el EA —bajo el proceso de
conformación macrorregional en la forma de flying geese— exhibió una divergencia
entre un proceso de igualación social ligado a la fortaleza endógena y dinamizadora
del NA y el papel de un NIE calificado para direccionarlo/conformarlo, y una confi-
guración espacialmente desigualadora, producto de la forma espacial y actoralmen-
te concentrada adoptada por los NA, alentado por la intervención cupular y planifi-
cadora del Estado. Al considerar AL, destacamos cómo durante esa fase monopólica
la también jerárquica configuración socioproductivo institucional y espacial desa-
rrolló una lógica espacialmente desigualadora sustentada en un patrón acumulativo
y estatal interventivo que favorecía y consolidaba la concentración espacial. A dife-
rencia del EA, esta lógica convergió con una estructura socioproductiva interna he-
terogénea y dualizadora, con componentes de subalternidad, exclusión y marginali-
dad, que dieron carácter distintivo a la región y dispararon buena parte de las re-
flexiones originales sobre los problemas del desarrollo que se generaron en la región.
Esas variaciones espaciales al interior de las formas periféricas del capitalismo
—en este caso entre el EA y AL— bajo la fase monopolista, no solo dieron improntas
particulares a la modalidad bajo la que se insertaron las dinámicas regionales en
una no obstante compartida configuración jerárquica y espacialmente desiguala-
dora, sino que forjaron bases organizacionales y operativas relevantes para atender,
en el marco de la variación temporal que transita desde esa fase monopólica a la
fase globalizada, la forma también peculiar en que esas dinámicas se desempeña-
ron al interior del SG —particularmente en el EA y AL— en la conflictiva intersec-
ción de las REyPG y las trayectorias nacionales —y macrorregionales.
Se resaltó la manera en que, cuando esa variación temporal al interior del SG
tuvo lugar, las diferentes conformaciones de los NA y NIE y sus interrelaciones
afectaron diferencialmente las reacciones nacionales ante la acción estratégica e
interrelacionada de las REyPG, y en donde las dinámicas regionales —y la intro-
ducción del NR— operaron funcionalmente a ello. Así, la solidez de los NA y el
poder de los NIE gestados tanto a partir de situaciones de permisividad externas/
contextual como de viabilidad internas generaron en las experiencias analizadas
del EA, junto a una «capacidad de respuesta» ante la acción penetrante y subalter-
nizadora de las REyPG, una continuidad durante más de dos décadas de las propie-
dades virtuosas del NA. En ello se fundó el proceso sostenido de reducción de las
desigualdades sociales y la divergencia de ese proceso con el mantenimiento de las
desigualdades espaciales y las asimetrías regionales a que dio lugar el formato jerár-
quico-vertical y dominantemente concentrado de las experiencias desarrollistas que
lideraron la conformación macrorregional del flying geese.
Sin embargo, en la segunda mitad de los años noventa, ante la crisis asiática, la
divergencia entre la igualación social y el mantenimiento de la desigualdad espacial

328
en el EA viró hacia una convergencia en las desigualdades. La crisis aceleró y viabi-
lizó la penetración —neo/liberalizadora— de las mencionadas REyPG en los países
fundadores del flying geese, en el marco, a su vez, de la progresiva trasnacionaliza-
ción de los actores que formaban la endogeneidad del NA. Ello debilitó las capaci-
dades del NIE —producto de los procesos desregulativos y pérdida de control del
Estado sobre los elementos estratégicos (como el financiero) que ayudaban a apun-
talar el dinamismo, endogeneidad y cohesión del NA y, a través de ello, la combina-
ción de crecimiento con reducción de las desigualdades socioeconómicas.
En ese contexto de desmantelamiento de la capacidad conductiva del NIE y
pérdida de capacidad autonómica del mismo y del NA de estos «centros de respues-
tas» formados desde la posguerra, debe entenderse una paradojal convivencia de
intentos de descentralización inspirados en cualificar el protagonismo regional a
partir de herramientas del NR, con una cristalización de las desigualdades espacia-
les. Los resultados regresivos emergentes de ese contexto desmantelatorio se tradu-
jeron, por lo tanto, en una convergente potenciación de las desigualdades socioeco-
nómicas, paradojalmente convivientes con el estímulo de acciones welfaristas, y las
asimetrías espacio-regionales, paradojalmente reafirmadas, cuando no profundi-
zadas con el ingreso de las propuestas descentralizadoras y el estímulo a los con-
ceptos ligados al NR desde un patrón cupular neoliberalmente disciplinador.
Esa convergencia en torno a las desigualdades, basada en gran medida en el
marchitamiento de la «capacidad de respuesta» a partir de la penetración y debilita-
mientos de los NA y NIE y sus interrelaciones, así como la funcionalidad-fragmen-
tadora respecto de ellos por parte de las dinámicas regionales y los instrumentos del
NR con estos procesos, encontró un «relevo» (problemático) en el EA a partir del
nuevo dinamismo de los «grandes» de Asia, particularmente de China. En este redi-
namizador escenario, el fortalecimiento progresivo —aunque aún relativo— del NA
—en lo que hace a su endogeneidad y su dinamismo—, favorecido por la capacidad
de direccionamiento de un NIE que contiene el control del herramental político y
financiero, no desactiva, sin embargo, la problemática de las, en este caso conver-
gentes, desigualdades socioeconómica y espaciales. La primera, expresada en una
visible y creciente desigualación de ingresos, ha estado acompañada de una ex-
traordinaria explotación de la fuerza de trabajo que viabilizó el inédito proceso de
industrialización. La desigualdad espacial, por su parte, representada por una fuer-
te selectividad espacial del proceso de acumulación, bajo el que se disparan tanto
las asimetrías urbano-rurales como entre las regiones privilegiadas de ese proceso y
el resto del continental país, ha sido viabilizada a partir de una particular arquitec-
tura de funcionamiento institucional. En esta última, se confunden una preservada
impronta cupular y jerárquica, dotada de escasa penetración social —propia de los
patronazgos—, con una fuerte desarticulación escalar y múltiples «resistencias des-
de abajo» alentadas por intentos paralelos de descentramiento gestionario.
En AL, en cambio, las restricciones constitutivas y de funcionamiento de los NA
y los NIE y sus vinculaciones durante la «fase monopólica» inviabilizaron en la
emergencia de la fase globalizadora la formación de «centros de respuestas» capa-
ces de operar con un grado razonable de autonomía para enfrentar la penetración
subalternizadora de las REyPG, dominando, por lo tanto, la conformación de «cen-
tros de acoplamiento» a esas redes. Por cierto, el proceso no fue lineal, sino que
encontró tres momentos signados por una ofensiva inicial —de matriz autorita-

329
ria—, seguido de una gran ofensiva —primero desmantelatoria a través del CW,
bajo lo que algunos denominarían como neoliberalismo de roll back, y luego re-
constitutiva y reparadora, bajo lo que han denominado neoliberalismo «roll out»—,
para finalizar a inicios de siglo con el desencadenamiento de una «reacción neode-
sarrollista», centrada esencialmente en estrategias de redistribución e inclusión.
Como resultado de la irrevertida fragilidad de los NIE y NA —y sus retroalimen-
taciones negativas—, se fue gestando una lógica limitativa a estas estrategias por las
cual el carácter dominantemente exógeno y rentista de ese núcleo acumulativo con-
tinuó siendo alimentante de —y alimentado por— un NIE sin capacidad de cohe-
rentización estratégica. Dicha fragilidad tomó continuidad a partir de un sistema
de «permisividades cruzadas» en las que capital global y las organizaciones supra-
nacionales toleraron las acciones redistributivas —reparadoras de la desestructura-
ción del roll back neoliberal— e incluso, los procesos de desmercantilización y rees-
tatización, mientras que, por otra parte, las expresiones política y sociales de las
reacciones neodesarrollistas, históricamente representativas de la fuerza de trabajo
y el capital local no concentrado, permitieron la continuidad de los dispositivos y
formas desregulatorias impulsadas desde las RPG en el NIE y renunciaron a la
edificación en este de una estructura coherente, sectorial y escalarmente coordina-
da, cualificada para direccionar el NA hacia formas más endógenas, descentradas y
dinámicas.
Producto de todo ello, el patrón redistributivo desarrollado en distintas realida-
des nacionales a través de programas de ingreso universalizantes e inclusivos con-
vivió con una reinstalación de la larga, penetrante y subalternizadora presencia de
las REG y el dominio operativo y conceptual de los actores supranacionales que
controlan las RPG. En tal proceso, los instrumentos del NR, progresivamente ingre-
sados por los organismos supranacionales dentro de la faz reconstitutiva (roll out)
del propio proyecto neoliberal, a través de las RPG, y decididamente presentes en la
etapa de las «reacciones neodesarrollistas» a ese proyecto, operaron como insumos
nada secundarios de esas redes y su fragmentante vinculación con los NIE. Esos
instrumentos, y su conversión en múltiples programas —de capacitación y finan-
ciamiento— desarrollados desde el Estado, hicieron a estos funcionales a los proce-
sos de fragmentación y acoplamiento selectivo de determinadas dinámicas regio-
nales a las REG. No obstante las pretensiones de los liderazgos de esas «reacciones»
por reconducir las trayectorias nacionales hacia formas posneoliberales, incluyen-
do en ello un relato re-reindustrializador, lo cierto es que, finalmente, sus represen-
taciones más relevantes en el cono sur finalizaron actuando en dos planos comple-
mentariamente adversos a la reversión del proyecto neoliberal: por un lado, permi-
tieron una readecuación organizacional e implicativa del NIE a la «lógica de
acoplamiento» respecto de las redes de actuación promovidas por las RPG, al tiem-
po que, a través de ello, impidieron una alteración cualitativa en el NA, capaz de
alternativizar la acción subordinante de las REG y dar sostenibilidad a los procesos
redistributivos.
En dicho marco debe insertarse el análisis sobre la asimilación acrítica del grueso
del cuerpo conceptual del NR fomentado desde las RPG, y la forma como el mismo,
trasladado en la forma de políticas, instituciones y programas, contribuyó a hacer
incompatible el protagonismo regional —molecular, fragmentario y desarticulado—
con la reversión estructural de la desigualdad espacial o, en otros términos, la for-

330
ma como ese protagonismo de lo regional convivió con la continuidad de esa des-
igualdad. La perseverante presencia de esta última —irónicamente en ese contexto
discursivo signado por la reivindicación de lo regional— en la particularidad del
escenario latinoamericano desarrolló, a contrapelo de la dinámica del EA, una di-
vergencia con el proceso de igualación socio económico que tuvo lugar a lo largo de
la primera década del iniciado siglo. Este proceso, como se indicó, encontró asidero
en esa señalada —transitoria— «permisividad» de los actores productivos y finan-
cieros globales, que aun controlan el NA, a un proceso de redistribución creciente-
mente refrenado por la incapacidad de alterar ese núcleo hacia formas más endóge-
nas, complejizadoras y dinámicas, que permitan compatibilizar una inserción ex-
terna dinámica y no subalternamente empobrecedora en las REG, con una reversión
de la centenaria heterogeneidad socioespacial de las sociedades latinoamericanas.
Por lo analizado a lo largo de este capítulo, la desigualdad espacial no solo
forma parte del funcionamiento general del capitalismo que tiene como una varie-
dad estructural y pretérita la forma centro-periferia sino que, en el interior de esta
última, la existencia e irreversibilidad de esa desigualdad integra el propio interior
de las distintas trayectorias nacionales. Su irreversión, no obstante, debe ser consi-
derada en el marco de las especificidades que asume la dinámica contradictoria del
capitalismo en su fase globalizada y la conflictual forma reproductiva que tiene
lugar entre actores económicos y políticos globales del centro y el complejo de acto-
res y espacios locales, de la periferia, sujetos a la alternativa de una integración
subalterna a esos actores o de una estrategia estatalmente centrada que fortalezca
su capacidad autónoma de respuesta para desarrollar una inserción más dinámica
y una estructura socio espacial menos excluyente e inclusiva.
En tal contexto, el ímpetu por activar las dinámicas regionales a partir de un
instrumental NR centrado en promover procesos descentrados de cooperación lo-
cal, no ha jugado un rol inocuo sino funcional a la primera de las alternativas, es
decir, a las estrategias de doblegamiento de los NIE y subalternidad de los NA que
forman las trayectorias nacionales. En los escenarios asiático y latinoamericano
ello ha asumido especificidad en función de las particularidades que asumen las
trayectorias analizadas. En el caso del EA, el ingreso del NR ha tenido lugar en el
marco del proceso de penetración de las REyPG y la transnacionalización de los
actores locales que procuran debilitar la fortaleza centralizadora y estratégica de
los NIE y la relación simbiótica de estos con los NA. En AL, en cambio, el propósito
estratégico ha estado vinculado a dar continuidad al imposibilitamiento del NIE a
desarrollar su capacidad estratégica para conformar un NA idóneo para revertir la
forma subalterna de acoplamiento. En otros términos, en el EA ha estado compro-
metido en el proceso de reversión de la «capacidad de respuesta», mientras que en
AL la presencia del instrumental nuevo regionalista quedó comprometida con la
continuidad en la formas de «centros de acoplamiento».
En todos los casos y en toda la multiescalar intersección de procesos globales y
trayectorias nacionales, las formas de construcción regional —y el uso de dispositi-
vos teóricos con epicentro regional— no estuvieron direccionadas a conformar tra-
yectorias nacionales capaces de operar como «centros de respuesta». Como vere-
mos en las conclusiones generales, ello supone el desafío de las nuevas variedades
de acumulación y regulación que requiere(n) la(s) periferia(s).

331
CONCLUSIONES GENERALES

El punto de partida de este libro ha sido el reconocimiento del profundo cambio


geoeconómico y geopolítico experimentado por el capitalismo, en el marco del cual
se han destacado, contrastadamente, por un lado, el creciente dinamismo de lo que
en el norte se denominó «el sur global» y, por otro, el mantenimiento de un orden
global jerárquico, en el que las salidas desde la periferia se mostraron excepcionales.
En dicho contexto se ha pretendido a lo largo de los cuatro capítulos formular
herramientas que permitan avanzar sobre tres objetivos fundamentales: a) identifi-
car aquellos aspectos que actúan potenciando o restringiendo estructuralmente
naciones y regiones del Sur Global (SG) en el contexto del mantenimiento de las
jerarquías globales; b) explicar las razones de las divergentes trayectorias y desigua-
les vinculaciones macrorregionales y nacionales que tienen lugar al interior de la
periferia; c) dar cuenta de los factores comprometidos en la irreversión —y genera-
ción de nuevas formas— de asimetrías espaciales que afectan esas trayectorias.
El abordaje de estos aspectos fue llevado adelante a través de un análisis crítico
y articulador de tres cuerpos teóricos que, generados en el norte, se han instalado
posteriormente en el SG ya no solo como herramientas para el análisis de procesos
globales, las trayectorias nacionales y las dinámicas regionales de la periferia, sino
también, claramente en el caso de dos de ellos, como instrumentos inspiradores de
estrategias políticas.
Nuestro abordaje crítico parte de destacar que esos enfoques, de Cadenas de
Valor Global (CVG), Variedades de Capitalismo (VC) y Nuevo Regionalismo (NR),
habiendo penetrado los escenarios académicos del sur, no solo adolecen de —y
comparten— una concentración unilateral en una de las dimensiones (globales,
nacionales o regionales), descuidando su articulación a las restantes, sino también
de un análisis holístico desde el que se recomponga la dinámica contradictoria del
capitalismo.
A partir del segundo capítulo se ha intentado trabajar superadoramente sobre
esas debilidades —individuales y conjuntas— de los mencionados enfoques, con la
introducción del análisis que acompaña las estrategias acumulativas y regulatorias
del capitalismo y «coloca a la periferia en el centro» de dicho estudio. Del examen
en profundidad de cada una de las dimensiones y de los enfoques que las han lide-
rado ha emergido un conjunto de conceptos y herramientas analíticas que permi-
ten obtener una perspectiva articulada del modo en que los procesos globales que
toman lugar a escala global penetran la especificidad de las trayectorias nacionales
de la periferia y condicionan tanto las potencialidades y límites de las dinámicas

333
regionales como las formas en que estas se involucran para tramitar las tensiones
entre esos procesos y trayectorias.
El dispositivo conceptual formulado recupera la perspectiva original que tuvie-
ra el concepto de «cadenas globales» orientado a comprender el funcionamiento
jerárquico del sistema mundial, entendido como un todo, evitando la propensión al
enfoque sectorial y «por rebanadas» que ha adoptado el análisis dominante de
CVG no solo en su versión académica sino en su presencia —crecientemente influ-
yente— sobre las estrategias para la formulación de políticas «de desarrollo» en la
periferia.
En la consideración de este último aspecto, la expansión de las Redes Económi-
cas Globales (REG) a través de los actores trasnacionales que las lideran, no pueden
tener lugar sin el soporte regulatorio que brindan las Redes Políticas Globales (RPG)
y el complejo de organizaciones supranacionales que las comanda. En ese sentido,
se ha resaltado la importancia de observar la realimentación de las lógicas e intere-
ses de las REG con los dispositivos institucionales, las herramientas conceptuales y
el complejo regulatorio multiescalar que van impulsando —recreativamente, a tra-
vés de esas RPG— los actores supranacionales, siempre rastreados y controlados
por los Estados centrales.
Esa observación de la lógica y acción conjunta de las redes que se propone
como herramienta de análisis apunta a observar, desde la periferia, las razones de la
persistente jerarquía global y la inamovilidad de esta, pero también el comporta-
miento variable que se desarrolla en su interior, y la forma en que elementos ausen-
tados en los enfoques mainstream del norte se vuelven relevantes para entender la
constitución diferencial de dinámica al interior del sur.
Así, al analizar las REG, hemos resaltado la relevancia de superar las «omisio-
nes no omitibles» realizadas por el mainstream del enfoque de CVG vinculadas: al
poder y sus significados asociados con la dominación; el papel de la fuerza de traba-
jo en sus formas de existencia crecientemente heterogéneas; el Estado en su com-
pleja organización multiescalar, así como los más recientes procesos de financiari-
zación. Destacamos que la elusión de todos esos aspectos —vistos conjuntamente—
resultan funcionales a las lógicas e intereses de los actores supranacionales que
controlan las RPG y comulgan con la lógica de las fracciones globales del capital en
la estrategia de recreación y expansión del proyecto neoliberal.
Por su parte, la (re)inserción de esos elementos —poder, fuerza de trabajo, Esta-
do y financiarización— bajo dos matrices conceptuales/analíticas articuladas, como
son la de redes económicas y políticas globales, coloca en la superficie elementos
oscurecidos por los modos de integración basados en la cooperación y la comple-
mentariedad que se han desarrollado al interior del enfoque de CVG y promueven
los organismos supranacionales que lo capturan, reutilizan e impulsan en la perife-
ria. Esos elementos develados tienen que ver con las lógicas e intereses conflictivos
con los que se ha ido redefiniendo el capitalismo en su fase globalizada y, particular-
mente, el modo en que se reinstalan las relaciones de subalternidad centro-periferia.
Para ello, la lectura propuesta invita a otorgarles un lugar central tanto a la
forma acumulativa de integración (o exclusión) resultante del funcionamiento de
las CVG en la periferia como al modo regulativo-institucional desplegado para el
funcionamiento y penetración de esas redes con la dinámica contradictoria de re-
producción del capitalismo.

334
En tal sentido, el argumento desarrollado va en dirección a observar desde el
punto de vista de la dinámica acumulativa, las nuevas formas de integración sub-
alternas para la periferia y sus actores que se desprenden de la penetración de las
CVG en las nuevas condiciones de reproducción del capitalismo, mientras que,
desde el punto regulativo, advierte sobre la forma en que su utilización por las
instancias supranacionales que lideran las RPG actúa como una poderosa herra-
mienta de proyección neoliberal, dominada por un relato que desplaza el poder
en su dimensión asociada a la dominación, e instala una dimensión vinculada a la
coproducción, procurando con ello facilitar y extender la integración selectiva de
actores de la periferia y disolver toda evaluación de la condición periférica y ex-
cluyente de la misma.
Frente a ello, al insertar en este trabajo el enfoque de CVG dentro de una pers-
pectiva que recupera el examen holístico del capitalismo en su plano acumulativo,
no solo pasa a destacar la dimensión asimétrica existente en controlar las funciones
de más alta valorización y capacidad de comando de las REG, sino también el papel
facilitador y legitimador cumplido por las RPG. De ello se desprenden dos aspectos
que ciertamente guardan vinculación. Por un lado, un cuestionamiento e incluso
una advertencia sobre el uso del enfoque de CVG como «herramienta de desarro-
llo» realizado por el amplio club de académicos y organismos supranacionales; por
otro, con relación al primero de nuestros tres propósitos centrales, fundamentos
que permiten considerar la manera en que buscan recrearse las condiciones estruc-
turales que mantienen las jerarquías del orden global y limitan la acción de las
naciones y actores que conforman el SG.
En tanto, no obstante esta cualificación resultante de incorporar los elementos
y la perspectiva que abre para el análisis, hemos destacado que el enfoque de CVG
en particular, y de las redes económicas y políticas más en general, carece de la
capacidad de superar los límites derivados de la omisión de las diferentes trayecto-
rias nacionales que tienen lugar al interior del SG y de explorar, a partir de ello, la
forma en que esas trayectorias conviven, se relacionan, se redefinen y son redefini-
das a partir de su interacción con esas redes y sus lógicas operativas, al tiempo que
logran una capacidad autonómica diferencial para actuar sobre estas últimas o
desplegar ante ellas formas alternativas de acumulación y regulación
Este último aspecto, referido al reconocimiento del papel de las trayectorias
nacionales para examinar cómo las redes económicas y políticas globales se vincu-
lan variablemente a la periferia, se transforma en un impedimento para abordar los
fundamentos de los procesos y dinámicas divergentes que tienen lugar tanto en el
proceso de acumulación como en las formas regulatorias de ese proceso al interior
del SG, sea que se consideren procesos nacionales particularmente o los procesos
de integración macrorregionales desprendidos de ellos, como hemos hecho al con-
siderar, de manera agregada y comparativa, AL y el EA.
En este punto dimos lugar al segundo de los enfoques analizados, centrado en
el examen de VC, el que, en principio, enfrenta el intento de imponer una idea sobre
la expansión homogénea y plana del capitalismo global y busca reconocer el com-
plejo mosaico de especificidades nacionales que integran los procesos globales.
Sin embargo, resaltamos en el enfoque un conjunto de limitaciones asociadas a
su nacionalismo metodológico, su reduccionismo institucional y su impronta está-
tica, así como, una vez más, como en el caso del enfoque de CVG, su falta de vincu-

335
lación con la forma en que las configuraciones nacionales y trayectorias se asocian
al proceso contradictorio global del capitalismo.
Al avanzar sobre estas limitaciones surge una perspectiva alternativa para exa-
minar la variedad capitalista respecto de la que ha dominado en el mundo anglo-
sajón y se ha diseminado internacionalmente con distintas variantes. Esta perspec-
tiva alternativa propone entender las variedades del capitalismo no como cristaliza-
ciones —diferentes y tipificables— de un juego combinable de complementariedades
institucionales, sino como variaciones que toman lugar en el tiempo y en el espacio
a partir del modo en que son procesados y transitoriamente resueltos los distintos
procesos contradictorios del capitalismo (fundantes y sistémicos).
Es dentro de esos procesos contradictorios, y como una de sus manifestaciones
sistémicas, que se conforma la variedad centro-periferia, claramente omitida por la
perspectiva dominante. Pero es también dentro de esa dinámica contradictoria que
alcanza comprensión la forma dinámica en que se constituyen dichas VC. La recu-
peración de esa dinámica permite entonces explorar un complejo proceso forman-
do por la constitución, expansión y crisis de las fases competitiva, monopólica y
finalmente globalizada de reproducción. Sobre esa dinámica, expresada como «di-
ferentes variaciones capitalistas en el tiempo», hemos destacado cómo la «variedad
periférica» de capitalismo ha ido experimentando sus propias variaciones, aunque
siempre vinculadas estas con el proceso más global de reproducción.
En ese sentido, al tiempo que tienen lugar «variaciones de la periferia» dentro
de esas «variaciones en el tiempo» motorizadas desde el centro, se conforman las
«variaciones en —el interior de— la periferia» a partir de la configuración de deter-
minadas propiedades en sus procesos de acumulación y de organización e implica-
ción del Estado que experimentan las distintas trayectorias nacionales. Denomina-
mos a los resultados de esos procesos «núcleos de acumulación» (NA) y «núcleos de
implicación estatal» (NIE) respectivamente, considerando las especificidades de
esas propiedades que los constituyen y sus interrelaciones aspectos centrales para
analizar la forma en que esas trayectorias se posicionan e interaccionan con las
redes económicas y políticas globales y desarrollan, a partir de ello, diferentes per-
formances.
Así, los NA en los que, en el plano interno, domina un patrón de control endóge-
no de capital con una forma de valorización sustentada en el desarrollo de aprendi-
zajes y una articulación estrecha del capital financiero con el productivo, se hace
factible actuar como un «centro de respuesta» a la acción de las REyPG, producto
del desarrollo de «capacidades inmunológicas» que otorgan mayor autonomía y
cualificación en los encadenamientos globales —procurando acceder a sus funcio-
nes más complejas. Esa capacidad inmunológica resulta vital para impulsar enca-
denamientos regionales y macrorregionales capaces, al mismo tiempo, de dinami-
zar el entramado local y evitar la integración subalterna, desarticulada y localizada
en los segmentos de menor capacidad de valorización, tal como prevalece en las
inserciones a las REG que las fracciones trasnacionalizadas del capital proponen a
los actores de la periferia.
La viabilización de ello, sin embargo, no puede prescindir de un NIE dotado de
coherencia estratégica, calidad meritocrática y control direccional del sistema fi-
nanciero, así como del dominio en los cuadros directivos de una perspectiva con-
ceptual orientada a dar prioridad a la emergencia y consolidación de una base local

336
y competitiva de acumulación. La presencia de estos elementos resulta esencial
para el desarrollo combinado de formas de disciplinamiento y consensualidad so-
bre las diferentes fracciones de capital (externo y local, productivo y financiero),
que facilitan el desarrollo de aquellas formas endógenas e innovadoras de acumula-
ción que permiten tanto el ascenso en las CVG como el despliegue de encadena-
mientos alternativos.
Frente a esta situación, y cuando estamos ante la configuración de NA exóge-
nos, con dominancia de formas de valorización rentistas y desconexión del capital
financiero del productivo, la vinculación con las REG se hace a la manera de «cen-
tros de acoplamiento» a las formas subalternas que impulsan las fracciones trasna-
cionales del capital. El dominio de esas propiedades en el NA tiende a realimentarse
con NIE en los que domina una estructura organizacional fragmentada, carente de
coherencia interna y control del sistema financiero, así como, en este caso, una
matriz conceptual en los cuadros de dirección en los que prevalece la cobertura de
la demandas o requerimientos de los actores exógenos junto a una baja calidad de
los servicios civiles y una prevalencia de prácticas patrimonialistas al interior de las
propias estructuras estatales.
La presencia de estas propiedades en el NIE abre compuertas, por un lado,
tanto a las fracciones trasnacionalizadas del capital como, incluso, a los actores
capitalistas locales más concentrados, para posicionarse dominantemente en los
segmentos más dinámicos y de mayor valorización de las REG. Por otro lado, las
RPG encuentran un campo más fértil para colonizar al Estado y construir desde el
mismo los conductos conceptuales y operativos que viabilizan —e impiden la obs-
taculización de— la penetración de esas REG y los actores y fracciones globales del
capital que las controlan. El Estado se transforma por lo tanto en un actor «captu-
rado», impedido de desarrollar formas acumulativas más endógenas e innovadoras
que contrarresten y condicionen las modalidades de integración subalterna, empo-
brecedoras y excluyentes que se propone desde esas REG.
Ahora bien, es importante destacar que la precisión de estas propiedades en
ambos núcleos y su diferencial existencia e interrelaciones para vincularse con las
redes económicas y políticas globales no ha sido resultado de un ejercicio especula-
tivo sino de un examen minucioso del modo en que determinadas trayectorias na-
cionales y macrorregionales de AL y el EA se han ido comportando en el pasaje de
la fase monopólica a la fase global del capitalismo.
A través de nuestro análisis intentamos mostrar cómo esos núcleos, sus propie-
dades constitutivas y sus interrelaciones, constituidas a lo largo de la fase monopó-
lica desplegada desde la posguerra, se vuelven centrales para comprender las varia-
ciones experimentadas en la actual fase globalizada por el capitalismo periférico y
los distintos performances que tienen lugar al interior de este último.
Ello apunta a brindar respuesta al segundo de los propósitos que nos fijamos,
ligado a localizar los elementos que explican al interior del SG las divergentes tra-
yectorias y performances nacionales, así como las diferenciadas capacidades al
momento de conformar procesos macrorregionales.
Junto a ello, ganan capacidad explicativa cuatro aspectos relevantes: i) En pri-
mer lugar, la salida de la condición periférica lograda excepcionalmente por un
grupo de experiencias del EA. ii) Junto a lo anterior, las razones de los procesos
socialmente más igualadoras y la inserción externa más dinámica del EA respecto

337
de AL a lo largo de las fases monopólica y global. iii) En tercer lugar, las diferentes
capacidades para la formación durante esas fases de procesos macrorregionales de
integración y expansión, lo que ha tenido lugar en el EA a partir del papel fundante
de esas experiencias excepcionales y la continuidad expansiva e integradora que
procura el relevo de China. En AL, como se ha destacado, la ausencia de trayecto-
rias nacionales capaces de desarrollar núcleos sustentados en las combinaciones
virtuosas destacadas sumada a la falta de condiciones geopolíticas habilitantes, han
limitado estructuralmente la capacidad de desarrollar procesos de conformación
macrorregional. iv) Finalmente, debe resaltarse el potencial asimétrico de relacio-
nes que se abren entre esos escenarios macrorregionales a partir del dinamismo
endógeno e industrializador del EA y la preservación de capacidad directiva de
muchos de sus Estados, y de las limitaciones de AL para conformar esos elementos
cualificadores en los núcleos y establecer una relación virtuosa entre ellos.
Ahora bien, también es relevante destacar que las capacidades explicativas atri-
buidas al análisis de los núcleos de acumulación e implicación estatal para analizar,
desde la comparación de AL con el EA, las variaciones en —el interior de— la peri-
feria, demanda tener en cuenta: i) Su «contextualización», reconociendo las condi-
ciones geopolíticas y domésticas que las habilitan. ii) En segundo lugar, la asunción
del carácter cambiante y dinámico de las trayectorias producto de su interacción
contradictoria y conflictual con las lógicas e intereses que impulsan los actores
trasnacionales a través de las redes globales. iii) Y, finalmente, la persistencia y
renovadas formas de recreación de las desigualdades macrorregionales y subnacio-
nales. Precisando esos tres aspectos:
i) La existencia de esas propiedades e interrelaciones en los núcleos no puede
ser leída como resultado de un simple proceso doméstico sino de una compleja
amalgama de elementos geopolíticos y geoeconómicos que interseccionan con fac-
tores internos, emergentes de las especificidades históricas que asumen los actores
vinculados tanto al capital como al trabajo. Como pudo verse detenidamente en los
Capítulos III y IV, de ello resultan diferenciadas condiciones de «permisividad exter-
na» y «viabilidad interna» para el desarrollo de las propiedades más virtuosas de
ambos núcleos y, por lo tanto la capacidad de respuesta o propensión al acopla-
miento con las redes económicas y políticas globales que muestran el EA y AL,
respectivamente.
ii) Asimismo, debe entenderse la dificultosa sostenibilidad en el tiempo de aque-
llas experiencias que han logrado formar capacidad de respuesta e incluso romper
su condición periférica. En ese sentido, las condiciones de permisividad y viabili-
dad que permiten la conformación de «centros de respuesta» no son estáticas sino
que, como lo ha mostrado la experiencia coreana y en buena medida Japón, países
geopolíticamente habilitados a desarrollar núcleos de acumulación endógenos y
dinámicos, y núcleos de implicación estatal dotados de la necesaria capacidad de
direccionamiento y disciplinamento del capital, pueden en contextos diferentes pasar
a ser objeto de una repenetración constante del capital global, particularmente en
sus formas financieras, buscando, siempre con el respaldo regulatorio de agencias
internacionales y Estados centrales, desmantelar las barreras a su expansión y la
capacidad endógena montada desde las trayectorias nacionales.
iii) Finalmente, la diferencial capacidad de conformar núcleos más cualificados
e interacciones virtuosas entre los mismos, y aun el proceso de igualación social

338
desprendido de ello, no conlleva un proceso de reversión de asimetrías en todos los
campos. Así, el propio proceso de integración macrorregional se acompaña de nue-
vas relaciones de desigualación y subordinación entre las diferentes trayectorias
nacionales que los componen, mientras que, desde el punto de vista intranacional,
nuevas formas de desigualación resultantes de la perenne búsqueda de extender los
procesos de mercantilización así como de explotar la fuerza de trabajo forman par-
te constante del paisaje periférico, no obstante las especificidades nacionales y
macrorregionales que tienen lugar en su interior.
Precisamente, explorar los fundamentos —y particularidades— de este último
aspecto vinculado a la recreación y no reversión de las desigualdades espaciales al
interior de las diferenciadas trayectorias de la periferia constituyó nuestro objetivo
final. Las limitaciones presentes en los enfoques de CVG como de VC para desarro-
llar una perspectiva espacial multiescalar que permita esa exploración nos condujo
finalmente al abordaje crítico del enfoque nuevorregionalista (NR), el último de
nuestra trilogía. Procuramos con ello un reexamen de la manera en que las dinámi-
cas regionales se insertan en las diferentes trayectorias nacionales periféricas y se
relacionan a partir de allí con los procesos globales, así como el modo variable en
que esas dinámicas se implican tanto en la recreación e irreversión de las desigual-
dades espaciales como en el propio proceso de obstaculización o desmantelamien-
to de los NA y los NIE necesarios para formar «centros de respuesta».
La revisión del enfoque NR da cuenta, como en los dos restantes enfoques, del
dominio de una perspectiva conciliar, cooperativa, con eje en el plano institucional,
de la cual emergen siempre efectivos o potenciales juegos ganador-ganador, capita-
lizados y difundidos en la periferia —como en el caso del enfoque de CVG y en
asociación con esta—, por las organizaciones supranacionales que controlan las
RPG. Es justamente esta perspectiva conciliar y cooperativista la que nuevamente
encuentra limitaciones advertir la persistencia y profundización de las asimetrías
espaciales en un contexto discursivo e incluso programático que, paradójicamente,
exalta el protagonismo regional. Nuestra propuesta volcada a lo largo del Capítulo
IV ha sido la recuperación de la perspectiva holística y contradictoria del capitalis-
mo, capturando los conceptos, y con ello las dinámicas, antes desarrollados en los
Capítulos II y III. Alternativamente al enfoque del NR, lo tratado en este último
capítulo intenta considerar las dinámicas regionales y, en particular, la desigualdad
espacial dentro de la compleja relación entre los núcleos —NA y NIE— que se for-
man en la periferia durante las fases monopólicas y globalizadas desarrolladas en
detalle en el Capítulo III. Consideramos para ello, particularmente, la forma en que
las dinámicas regionales se involucran en las tensiones y lógicas contradictorias
que se abren efectiva o potencialmente entre, por un lado, las redes globales y los
actores trasnacionales que los lideran —apuntalados por los Estados centrales— y,
por otro, los intentos de construir trayectorias nacionales capaces de actuar como
«centros de respuesta» desde la periferia.
Al reinstalar este esquema analítico derivado de lo considerado en los capítu-
los previos, se hace posible ver cómo las dinámicas regionales han formado parte
de una estructura organizacional y funcional que, no obstante las especificidades
que adquieren en el escenario de AL y el EA, y los cambios en las formas de acu-
mulación y regulación implementados a partir de la última fase globalizada, com-
parten una larga e irrevertida trayectoria de configuración vertical, con modalida-

339
des de funcionamiento «arriba-abajo» y un prevalente proceso de —múltiple(s)—
concentración(es).
Con sus especificidades, esas configuraciones verticales han permanecido, aun
redefinidas en formas y operatorias, en la recreación e irreversión de las desigual-
dades espaciales que han acompañado los procesos de reestructuración que, en
distintas formas y tiempos, han ganado lugar en AL y el EA. En la recreación de esas
formas, y en diferentes momentos de la fase globalizada en uno y otro escenario
macrorregional, el enfoque descentralizador y cooperativo del NR ha sido inserto,
reutilizado y adaptado para cumplir, aun así, un mismo objetivo de facilitar las
estrategias neoliberalizadoras asociadas al desmantelamiento de las regulaciones
distributivas, la fragmentación socioespacial y la integración selectiva y subalterna
a las lógicas trasnacionalizadas.
Esa compartida forma organizacional en la que se ha combinado la persistente
verticalidad dotada de mecanismos top-down con los más recientes y re-subordina-
dores mecanismos de descentralización y fragmentación ha mostrado, sin embar-
go, diferentes rítmicas y formas de convergencia y divergencia en lo que respecta a
las relaciones entre las disparidades espaciales con las desigualdades sociales en los
escenarios de AL y el EA.
En la trayectoria latinoamericana, la debilidad inmunológica con que los nú-
cleos recepcionaron la fase globalizadora del capitalismo favoreció un reforzado
proceso de convergencia de la desigualdad social —alentada por la desestructura-
ción productiva que acompaño todo el CW— con la desigualdad espacial —profun-
dizada por el desmantelamiento de los mecanismos espacialmente redistributivos
implementados en la posguerra, así como por el aliento a los mecanismos de com-
petencia a nivel espacial. Ello, claramente inscripto en la ofensiva del proyecto neo-
liberal, no tuvo traducción en el comportamiento inicial del EA durante dicha fase,
donde la verticalidad y concentración espacial del patrón desarrollista en experien-
cias como las de Japón y Corea contrastó con el proceso de igualación social emer-
gente de la fortaleza retroalimentaría de sus núcleos para compatibilizar un proce-
so de inclusión y cualificación con una inserción externa crecientemente dinámica.
Dicha divergencia, no obstante, pasó a revertirse primero con la ofensiva neoliberal
en esos países que lideraron el flying geese, a partir de la crisis sobreviniente en la
última parte de los noventa, así como con el proceso de acumulación espacialmente
asimétrico y socialmente expoliativo liderado por China.
Tanto en el caso latinoamericano, fundamentalmente bajo el CW en los años
noventa, como en la ofensiva neoliberal sobre las experiencias desarrollistas del EA,
principalmente a fines de esa década, la ofensiva neoliberal sincronizó con —y se
valió de— la introducción de los argumentos a-conflictuales y descentrados del NR.
Hemos intentado destacar cómo, en el caso de AL, la presencia de este enfoque, así
como las dinámicas regionales alentadas, han sido finalmente funcionales a la ta-
rea de obstruir la formación de NIE más coherentes y articulados para el desarrollo,
a su vez, de un NA más endógeno y dinámico. La presencia, finalmente fragmenta-
dora, con la que el regionalismo ganó espacio durante el Consenso de Washington e
incluso posteriormente, durante el Post-CW, ha persistido en las más recientes y
específicas reacciones neodesarrollistas que tuvieron lugar en AL entrado el nuevo
siglo. Han formado para ello parte de un coro de acciones moleculares y programas
fútiles y fragmentarios, inmersos en un escenario que, en lo estructural, ha estado

340
representado por permisividades transitorias del capital global para desarrollar pro-
cesos distributivos y desmercantilizadores, sin que se intervenga en la alteración de
las propiedades regresivas y subordinantes del NA. En el caso del EA, por su parte,
la convocatoria al regionalismo y las formas descentralizadas de organización ins-
titucional y cooperación económica han servido como herramienta no para obsta-
culizar la formación sino para horadar la existencia de NIE cohesivos y coherentes
sobre los que se conformaron los potentes y dinámicos NA de las experiencias desa-
rrollistas. El relevo de China en ese escenario ha dejado a los enfoques regionalistas
fuera de alcance de un proceso que combina su dinamismo con formas de expolia-
ción y concentración espacial que no han hecho sino reforzar la convergencia de las
desigualdades.
Lo cierto es que, al analizar ese escenario de intereses y estrategias en el que
median las tensiones entre los actores hegemónicos globales y la formación de los
NA y NIE más autónomos, las dinámicas regionales impulsadas, así como las he-
rramientas conceptuales promovidas, lejos de ser anexos o meros efectos de esos
procesos, se han constituido, como indicamos, en elementos relevantes para obsta-
culizar la resolución de esas tensiones y configurar nacional y macrorregionalmen-
te «centros de respuestas» nacionalmente articulados que den autonomía y sosteni-
bilidad a los procesos de acumulación y distribución a partir de la conformación
virtuosa de esos núcleos y sus interrelaciones.
Cierto es también que, por lo indicado, en las trayectorias nacionales que toman
lugar en el marco de las variaciones capitalistas al interior de la periferia no han
existido experiencias de trayectorias nacionales cuya conformación de núcleos acu-
mulativos e implicación estatal haya sido gestada a partir de formas más descentra-
das, en las que un involucramiento regional articulado —y no fragmentante— pue-
da contribuir a revertir la histórica desigualdad espacial y potenciar la inclusión de
territorios históricamente periféricos.
Justamente esa ausencia, y esas limitaciones, configuran una estimulante ruta
para repensar —y construir— desde y para la periferia procesos acumulativos y
regulativos alternativos, que retomen la línea de preocupación del desarrollo latino-
americano, promovedor de una autonomía acumulativa e institucional no autista/
aislacionista sino necesaria para una integración dinámica a las transformaciones
combinadamente globales del capitalismo.
Insertos en la ruta de las alternativas, un aspecto al que podría contribuir lo
argumentado a lo largo de este trabajo es la necesidad de enfrentar los procesos
globales y las subordinantes y selectivas acciones de las redes políticas y globales a
partir de la reconfiguración de las propiedades que dominan los núcleos y la forma
en que se articulan dentro de una estrategia de desarrollo necesariamente
(multi)escalar. Esa reconfiguración pasa a ser esencial para conformar trayectorias
nacionales y dinámicas regionales ensambladas que abonen al abandono de la con-
dición periférica. Condición que, como analizamos en este trabajo, ha mostrado al
interior del capitalismo la capacidad de recrearse con escasas alteraciones.
Precisamente, para la periferia del sistema-mundo en general, y para AL en
particular, el desafío que se desprende del análisis llevado adelante en este libro
pasa por dotar de endogeneidad y dinamismo a las estructuras acumulativas, al
tiempo que una base actoral y espacial más descentrada, que evite conjuntamente
el atrofiamiento a corto plazo de los emprendimientos redistributivos, viabilice la

341
reversión de las desigualdades socioespaciales y de efectividad a las contraestrate-
gias de la reacciones periféricas que desafían el control exógeno, concentrado y
rentista de las redes económicas que instala el capital global y alientan las instan-
cias supranacionales que comandan las redes políticas globales.
Mientras la endogeneidad no implique, como fue insinuado, un aislacionismo
sino la capacidad de mayor control local de las funciones y el apuntalamiento de
redes alternativas, más inclusivas y bajo el control autónomo de los territorios y
actores periféricos, el dinamismo desafía a esos actores locales y territorios al desa-
rrollo de procesos complejos y heterogéneos de aprendizaje que permitan bien re-
posicionarse en las actividades más sofisticadas y estratégicas de las redes globales
o bien el desarrollo de otras redes complementarias.
Siendo esos aspectos vinculados al descentramiento socioespacial un claro dé-
ficit en el dinamismo asiático —tanto de los pioneros del flying geese como del nue-
vo emergente chino—, ha sido sin embargo la débil presencia, o bien la ausencia, de
todos esos atributos lo que marcó restricciones serias al desarrollo del —por cierto,
heterogéneo— escenario latinoamericano, donde las subordinantes, desigualado-
ras y excluyentes formas financiarizadas que acompañan la expansiva penetración
de las redes económicas globales del norte han convivido en lo que va del reciente
siglo con la integración subordinadora que se gesta al interior del SG a partir de la
expansión china y las formas de encadenamientos e intercambios asociados tanto
al requerimiento como al control director de recursos naturales.
Pero, por lo analizado, la conformación de núcleos de acumulación que logren
a su vez ser más endógenos, dinámicos y descentrados no resulta viable sin la cons-
trucción sistemática de estructuras estatales coherentes y multiescalarmente arti-
culadas. Esta construcción, impostergable e innegociable, demanda la formación
de una lógica de organización y funcionamiento espacial y escalarmente sustenta-
da en los caminos bidireccionales que brinda una descentralización-recentralizada.
En dicha lógica, las formas descentralizadas promueven un mayor protagonismo
de las instancias regionales y locales para potenciar la penetrabilidad social y la
capilaridad de las acciones y estrategias que involucran el complejo de actores so-
ciales en el desarrollo articulado de sus aprendizajes y sus mecanismos inclusivos.
Con la presencia y ampliación —y no la negación— de esa configuración descentra-
lizada, la centralización organizacional y decisional adquiere relevancia, por un
lado, para evitar los procesos de fragmentación que acompañan la colonización
conceptual y operativa promovida desde las redes políticas globales para el control
y funcionalización de los Estados periféricos a la estrategias de penetración de los
actores trasnacionales y los intereses subordinantes de los Estados centrales. Por
otro lado, para impulsar los estímulos social y espacialmente redistributivos y ree-
quilibradores que actúan sobre las desigualdades regionales, incluyendo en ello la
creación de las condiciones infraestructurales y operativas de las regiones más des-
favorecidas y periféricas y la propia dotación de capacidades organizacionales y
operativas de los Estados subnacionales.
Para todo ello, esa centralización conlleva la necesidad no solo de condensar y
nodalizar las capacidades competenciales para evitar un comportamiento escalar
desarticulado y fragmentador que favorece la competencia interregional e interlo-
cal por la adaptación darwiniana a los requerimientos de las REG, sino también
de dotarse de endogeneidad en la producción de instrumentos conceptuales y lí-

342
neas de acción, articulados al control de herramientas fiscales y financieras con
los que disciplinar el comportamiento del capital concentrado global y desarrollar
infraestructuras blandas y duras en las regiones más desiguales y en sus actores
más vulnerables.
Un aspecto nada irrelevante en todo ese proceso de «construcción articulada de
núcleos» de las dinámicas de acumulación e implicación estatal es la imposibilidad
de pensar en términos intranacionales. Como vimos, el capitalismo no se mueve en
forma plana sino que, al tiempo que recrea y hace recrudecer sus jerarquías, adopta
formas de expansión macrorregionalizadas dentro de las cuales y a través de las
cuales tienen lugar procesos contradictorios, con penetraciones y deslazamientos
del capital global y los Estados centrales, así como con propensiones al acopla-
miento o reacciones a esos movimientos que afectan variablemente esos intereses
intentando construir desde la periferia centros de respuestas.
En razón de ello, las estrategias de acción en Latinoamérica y sus desafíos de
construcción de trayectorias nacionales dotadas de dinámicas regionales integra-
doras y el desarrollo de los núcleos con las propiedades señaladas solo encontrarán
viabilidad en la medida en que esas trayectorias logren impulsar procesos de inte-
gración macrorregional cuyas potencialidades para gestar formas más autónomas,
dinámicas y descentralizadas de desarrollo estarán, a su vez, condicionadas por la
presencia que logren esas propiedades virtuosas de los núcleos acumulativos y esta-
tales en algunas de esas trayectorias.
Como indicamos, a lo largo de las distintas fases del capitalismo y sus cíclicas
hegemonías, Latinoamérica —como África— no ha contado con condiciones geopo-
líticas que le brinden siquiera temporariamente «permisividad» para la conforma-
ción de esos núcleos. Transcurrida una década y media del nuevo siglo, el escenario
latinoamericano enfrenta una ofensiva global, montada desde la crecientemente cues-
tionada pero al mismo tiempo recreada hegemonía americana. Su consistente ingre-
so a través de la organización de la Alianza del Pacífico1 encontró en las restricciones
de las reacciones neodesarrollistas y en sus resistentes internos una base de expan-
sión que viene al mismo tiempo a poner un contrafreno a la agresiva inserción china
en la región, apuntalando nuevas bases para la expansión de las formas financiariza-
das de sus redes económicas globales y debilitando las condiciones para la gestación
de centros de respuesta.
Contradireccionar este escenario procurando instalar una trayectoria de desa-
rrollo centrada en la gestación desde la periferia de formas autónomas y dinámicas
de acumulación, como lo pretendió el propio pensamiento estructuralista latino-
americano y se requiere actualmente, así como, para ello, edificar un Estado basa-
do en la coherencia, las calidades organizaciones y los ensamblamientos multiesca-
lares, conllevan una tarea hercúlea. Más allá de los múltiples desafíos organizacio-
nales y técnicos que ello impone, dicha tarea deberá ganar lugar en un escenario
poblado por una amalgama compleja de intereses y lógicas contradictorias que, al
menos en parte, hemos tratado de considerar en este trabajo. En dicho escenario, la
resolución airosa de los caminos que conducen a la reversión de la condición peri-
férica, así como los mecanismos que potencian las desigualdades entre el norte y el
sur —y al interior mismo del SG— demanda concomitantemente repensar y desple-

1. https://alianzapacifico.net/

343
gar estrategias integradoras que, centradas en la generación paulatina de los atribu-
tos de los núcleos y sus relaciones virtuosas, tienen en la dimensión cultural y la
construcción de sentidos compartidos de la subalternidad su punto de anclaje. En
esa construcción, la forma del erizo-zorro que recupera el mapa holístico y contra-
dictorio del funcionamiento capitalista y al tiempo escarba en la particularidad de
las estrategias y las baterías conceptuales que le acompañan, demanda para su
recreada existencia el involucramiento y articulación de todos aquellos intelectua-
les, luchadores sociales y hacedores de política del SG preocupados por recuperar y
cualificar lo más original y transgresor del pensamiento latinoamericano.

344
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391
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS ........................................................................................................ 9
PREFACIO ....................................................................................................................... 11
ABREVIATURAS ............................................................................................................... 21
INTRODUCCIÓN .............................................................................................................. 23
1. Transformaciones en el nuevo mapa geoeconómico global .................................... 23
1.1. Crisis en los centros y emergencia del Sur Global .......................................... 23
1.2. Pensar el desarrollo de la periferia en el nuevo mapa geoeconómico global ..... 27
1.3. Identificar herramientas para formular respuestas ........................................ 27
1.4. Globalización a través de redes. ¿Aniquilando el espacio nacional
desde la centralidad de las cadenas de valor global? ...................................... 28
1.5. Revivir los procesos nacionales y las instituciones: ¿pero sin las dinámicas
globales y regionales? ...................................................................................... 31
1.6. La reestructuración global vista desde las regiones: ¿evacuando «modelos»
e «imaginarios» nacionales? ............................................................................ 34
1.7. Desde los elementos perdidos a las limitaciones teórico/empíricas:
las bases de un desafío ..................................................................................... 37
1.8. Los desafíos para construir un instrumental alternativo: el cómo
y el qué de su abordaje .................................................................................... 39
1.9. Organización del trabajo y sus principales resultados: el cómo del
abordaje y ¿qué hay de nuevo a partir del nuevo instrumental? .................... 41
CAPÍTULO I. Jerarquías globales y emergencia del Sur Global:
trayectorias diferenciadas ....................................................................................... 49
Introducción ................................................................................................................. 49
1. El sistema-mundo como unidad de análisis de la evolución del capitalismo
histórico ................................................................................................................. 51
1.1. La estructura jerárquica y su dinámica desigualadora .................................. 51
1.2. ¿Inalterabilidad en las jerarquías del sistema-mundo? .................................. 57
2. El marchitamiento del poderío económico de EE.UU. en la producción mundial
y la emergencia y consolidación del nuevo centro dinámico de acumulación
capitalista ............................................................................................................... 59
2.1. Participación en la generación de riqueza global ........................................... 60
2.2. Direccionamiento de los principales flujos comerciales e identificación
de sus características fundamentales .............................................................. 61
2.3. Participación en las cadenas de mercancías. Una aproximación a través
del origen de las ETs ........................................................................................ 63
3. El SG, explorando su emergencia y dinámica interna ............................................ 65
3.1. Relaciones Sur-Sur y su convergencia con el —ralentizado— Norte ............ 65
3.2 Especificidades de la relación Sur-Sur: explorando trayectorias
diferenciadas .................................................................................................... 70

393
3.2.1. Intercambios comerciales. Una aproximación desde la estructura
productiva de los principales bloques del SG ........................................... 73
3.2.2. Distribución de las ETs en el SG. Implicancias sobre el control
de actividades centrales ............................................................................. 76
4. Las persistentes inequidades socioespaciales bajo el dinamismo del SG ............... 78
5. Conclusiones e interrogantes centrales .................................................................... 81
CAPÍTULO II. Transformaciones globales: hacia una revisión crítica del enfoque
de cadenas de valor desde el Sur Global ................................................................ 85
Introducción ................................................................................................................. 85
1. Desde la «TSM» hacia una perspectiva de red de empresas globalmente
gobernadas: origen y evolución de un enfoque ..................................................... 89
2. Identificando las limitaciones del enfoque de CVG a partir del distanciamiento
y continuidades respecto de la TSM ...................................................................... 92
2.1. Explorando las limitaciones de la perspectiva dominante de CVG a partir
de su distanciamiento de la TSM .................................................................... 93
2.1.1. Comparación y diferenciación de las perspectivas ............................... 93
2.1.1.a. Temporalidad en el proceso de análisis: longue durée sobre
especificidad del proceso de globalización ......................................... 93
2.1.1.b. Unidad de análisis: el todo-sistémico versus el abordaje
de las rebanadas slices ........................................................................ 94
2.1.1.c. Los actores y su dinámica ............................................................ 96
2.1.1.d. El poder y su vínculo con la dinámica de los actores .................. 98
2.1.2. Limitaciones del enfoque de CVG a partir de su comparación
y diferenciación con la TSM ..................................................................... 102
2.1.3. Límites y ocultamiento en los análisis empíricos del enfoque
de CVG a partir de su distanciamiento con la TSM ................................. 104
2.2. Desde las limitaciones por el distanciamiento a las restricciones
por la confluencia con la TSM ........................................................................ 108
2.2.1. Desplazamiento de las unidades/trayectorias nacionales: desde
la debilidad a la desaparición del Estado y la fuerza de trabajo .............. 109
2.2.2. La omitida consideración de las finanzas y el financiamiento
en el enfoque de CVG ................................................................................ 115
2.3. Desde las limitaciones de la perspectiva de las CVG a su funcionalización
con las RPG: (la construcción de sus nuevos dispositivos neoliberales) ........ 118
3. Cadenas Globales de Valor en las Redes Políticas Globales .................................... 119
3.1. Formación de un nuevo dispositivo neoliberal para el Sur Global ................ 119
3.2. La perspectiva de las CVG dentro de las redes políticas globales:
relaciones con las lógicas e intereses asimétricos desarrollados en
las redes económicas globales ......................................................................... 124
3.2.1. Las limitaciones teóricas del enfoque de las CVG y sus
funcionalidades con el dispositivo neoliberal y los intereses ................... 125
4. Encontrando respuestas y construyendo redes alternativas: el desafío
de superar las limitaciones del marco teórico ....................................................... 127
5. Conclusiones ............................................................................................................. 130
CAPÍTULO III. Trayectorias nacionales en la globalización: revisión y alternativas
a las variedades de capitalismo .............................................................................. 133
Introducción ................................................................................................................. 133
1. Las variedades de capitalismo: origen teórico, evolución y transferencia
desde el centro a la periferia .................................................................................. 137
1.1. Origen y evolución del enfoque de Variedades de Capitalismo ...................... 137

394
1.2. Continuidades y profundizaciones del enfoque de VC en los países
centrales: los conceptos de Sistema Social de Producción y Sistema
Social de Producción e Innovación ................................................................. 139
1.3. La difusión global del enfoque de VC en la periferia ...................................... 140
1.4. Evaluación de las críticas a los enfoques de VC ............................................. 143
2. Revisitando las críticas a las Variedades de Capitalismo desde la periferia ............ 146
3. Identificación de «variedad de variedades» bajo la lógica contradictoria
del capitalismo ....................................................................................................... 154
3.1. Reintroducción de la dimensión conceptual/constitutiva del capitalismo:
las múltiples contradicciones de la reproducción capitalista (contradicción
y dinámica histórica) ....................................................................................... 156
3.2. Dinámica contradictoria y Variaciones en el Tiempo de la dinámica
capitalista ......................................................................................................... 160
3.3. Primera Fase: la consolidación, apogeo y crisis del «capitalismo
competitivo» .................................................................................................... 163
3.3.1. Crisis de los años treinta y de entreguerras ........................................... 164
3.4. Segunda Fase: capitalismo organizado bajo regulación del capital
monopólico ...................................................................................................... 164
3.4.1. Crisis de finales de los sesenta e inicio de los setenta ........................... 166
3.5. La emergencia de una nueva fase: la fase global del capitalismo .................. 167
4. Variaciones de la periferia en las variaciones temporales del capitalismo .............. 174
4.1. Variación de la periferia en la fase global del capitalismo .............................. 178
5. Variaciones (espaciales) en la periferia en el marco de sus variaciones temporales ... 185
5.1. Los elementos de la autonomía y las formas/condiciones con las cuales
es edificada: un análisis de los núcleos y sus vinculaciones ........................... 186
5.2. Trayectorias históricas y condiciones de la autonomía/capacidad
de respuesta: permisividad externa y la viabilidad interna ............................. 192
5.3. Los núcleos y sus efectos a través de las variaciones temporales: desde
la especificidad en sus trayectorias constitutivas a la formación de los centros
de respuesta y acoplamiento ........................................................................... 194
5.3.1. La formación de los núcleos de acumulación en la periferia durante
la fase del capitalismo monopólico ........................................................... 194
5.3.2. La formación de los núcleos de implicación estatal (NIE) ................... 196
5.3.3. Resultado de la configuración de los núcleos y sus interrelaciones
en la especificidad de sus trayectorias históricas ..................................... 200
5.3.4. Desde la constitución e interrelación de los núcleos nacionales
a la configuración macrorregional ........................................................... 201
5.4 La divergencia contextuada: elementos condicionantes de permisividad
externa y viabilidad interna en las trayectorias diferencias del EA y AL ....... 203
5.4.1. Permisividades y restricciones geopolíticas .......................................... 204
5.4.2. De las permisividades externas a las viabilidades internas ................... 206
6. Conclusiones: las nuevas ventanas hacia la incorporación —dinámica—
de la dimensión subnacional/regional ................................................................... 209
CAPÍTULO IV. Dinámicas regionales en variedades capitalistas periféricas.
Desde la crítica a las alternativas al Nuevo Regionalismo .................................... 219
Introducción ................................................................................................................. 219
1. Origen y fundamentos del Nuevo Regionalismo ..................................................... 222
2. Los resultados de la «construcción regionalista» .................................................... 224
3. Desde los límites del NR a las alternativas analíticas y propositivas: retomando
la conformación contradictoria y las lógicas/intereses bajo las Redes
Económicas y Políticas Globales ........................................................................... 229

395
4. Dinámicas regionales bajo la dinámica contradictoria del capitalismo: desde
la fase competitiva a la fase globalizadora ............................................................ 230
4.1. De la «fase competitiva» a la «monopólica»: la regionalidad bajo
las subalternidades de la centralidad nacional ............................................... 233
4.2. De la fase monopólica a la fase global: el nuevo mundo de la subalternidad
regional bajo las REyPG .................................................................................. 236
4.2.1. Externalización y reingreso en la formación de las redes económicas
globales: el nuevo y subalternizante —pero disputado— escenario
de las lógicas de flujos y territorios ........................................................... 238
4.2.2. Upscaling/downscaling: la estratégica regulación multiescalar a través
de las redes políticas globales ................................................................... 241
5. Las dinámicas regionales en la especificidad periférica .......................................... 251
5.1. Las dinámicas regionales en las variaciones de la periferia ........................... 252
5.2. Dimensiones y elementos trasnacionales, nacionales y subnacionales
en la conformación de la «vulnerabilidad periférica» y sus dinámicas
regionales ......................................................................................................... 256
5.2.1. Centro y periferia a partir de la conformación y funcionamiento
de la trasnacionalidad económica bajo las REG ...................................... 256
5.2.2. Centro y periferia a partir de la dinámica institucional supranacional
bajo las RPG .............................................................................................. 258
5.2.3. Centro y periferia a partir de la implicación de los espacios y Estados
nacionales .................................................................................................. 259
5.2.4. Centro y periferia a partir de las distinciones en las dinámicas
subnacionales ............................................................................................ 261
6. Las dinámicas regionales en las variaciones en (al interior de) la periferia ............ 264
6.1. Desigualdades espaciales y dinámicas regionales bajo la especificidad
de los NA y los NIE en el EA y AL durante la fase monopólica ...................... 266
6.1.1. Retomando la diferencial constitución de los «núcleos» durante
la fase del capitalismo monopólico ........................................................... 267
6.1.2. El contexto diferenciado de producción ............................................... 269
6.1.3. La configuración socioproductiva, institucional y espacial en
el desarrollo de los núcleos ....................................................................... 273
6.1.3.a. La configuración socioproductiva, institucional y espacial
(CSPIE) en el EA ................................................................................. 273
6.1.3.b. La configuración socioproductiva, institucional y espacial
(CSPIE) en América Latina ................................................................ 277
6.2. Crisis de la fase monopólica y reestructuración: desde la continuidad (EA)
al desmantelamiento (AL) ............................................................................... 281
7. Diferencias en el «poder inmunológico» y trayectorias nacionales
y macrorregionales divergentes bajo la emergente fase global:
la inserción de las dinámicas y estrategias regionales .......................................... 282
7.1. Desde la fortaleza inmunológica y la «capacidad de respuesta» a su
«erosión»: la trayectoria del EA bajo la fase globalizada y el papel de
las dinámicas políticas macro y subregionales ............................................... 283
7.1.1. Desde el poder inmunológico a la erosión de la «capacidad de
respuesta»: la inserción del Nuevo Regionalismo bajo la penetración
neoliberal en el EA .................................................................................... 285
7.1.2. Los efectos socioeconómico-espaciales de la erosión: de la divergencia
a la convergencia ....................................................................................... 288
7.1.3. El relevo chino y la continuidad en las convergencias del
desigualamiento socioespacial .................................................................. 291

396
7.2. Los recorridos de un camino inverso. Latinoamérica y sus dinámicas
regionales desde la «debilidad inmunológica» a la «reacción
neodesarrollista» .............................................................................................. 297
7.2.1. La ofensiva inicial: desde el ingreso autoritario de las RPG
y el ejercicio desmantelatorio de las resistencias hasta el colapso final
de la matriz de actores y lógicas de la ISI ................................................. 299
7.2.1.a. Arquitectura organizacional-funcional y dinámicas regionales ..... 307
7.2.2. La gran ofensiva: desde el momento desmantelatorio del Consenso
de Washington a la reconstitución mercantilizadora-legitimatoria ......... 309
7.2.2.a. Arquitectura organizacional-funcional y dinámicas regionales ..... 312
7.2.3. De la respuesta «neodesarrollista» a la «sigilosa recaptura neoliberal» ... 316
7.2.3.a. Reacciones neodesarrollistas y continuidad en los núcleos ........ 317
7.3. Arquitectura organizacional-funcional: los vínculos entre el Estado,
el NR y las dinámicas regionales ..................................................................... 319
8. Conclusiones ............................................................................................................. 327
CONCLUSIONES GENERALES .......................................................................................... 333
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................ 345

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