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PLAGUICIDAS

Dado que los seres vivos comparten los sistemas enzimáticos y celulares, y de hecho existe una
gran similitud entre el sistema neurológico de los insectos y el de los mamíferos, las sustancias
empleadas para eliminar las plagas nocivas son capaces de producir toxicidad en sus
aplicadores. Los plaguicidas o pesticidas comprenden un amplio rango de compuestos de
aplicación en el medio agrícola y doméstico que abarca insecticidas, raticidas, rodenticidas,
molusquicidas, herbicidas, defoliantes, fungicidas, fumigantes y nematocidas (Tabla 16.1),
repelentes, pediculocidas, escabicidas, acaricidas, etc.
La mayoría de los pesticidas son lipofílicos y, por tanto, solubles en solventes orgánicos o
hidrocarburos. Estos suelen ser una mezcla de alquitranes de la destilación del carbón y
derivados del petróleo bruto o, bien, difenoles y dinitroortocresoles, y responden de parte de la
toxicidad del producto (véase capítulo Algunas sustancias químicas industriales importantes,
apartado «Destilados del petróleo»). Los tensoactivos iónicos o no iónicos, adicionados para
favorecer la dispersión, pueden comportarse como más tóxicos que el propio principio activo y
conllevan unas características especiales en cuanto a su manejo clínico. En los insecticidas que
se presentan en forma de polvo se adiciona talco; en estos casos, la absorción cutánea del
producto es inferior a la de la forma líquida.
En la Figura 16.1 se reflejan las consultas sobre intoxicaciones por plaguicidas agrícolas y
domésticos recibidas en el Servicio de Información Toxicológica en 1996.
En este capítulo se describen los compuestos de mayor interés toxicológico, incidiendo en datos
recientes sobre los mecanismos de acción con sus implicaciones terapéuticas. Se han añadido
algunas clasificaciones no exhaustivas de los productos menos comunes que no se estudian en
detalle o que se comentan en otros apartados del Manual.

Tabla 16.1. Fumigantes y Nematicidas


Ácido cianhídrico.
Acrilonitrilo.
Cioropicrina.
Dibromuro de etileno.
Dióxido de azufre.
Formaldehído.
Fosfina.
Isotiocianato de metilo.
Metilbromuro.
Óxido de etileno o de propileno.
Tetracloroetileno.
Tricloroetano.
INSECTICIDAS CARBAMICOS
La toxicocinética, toxicodinámica y clínica de las intoxicaciones por insecticidas carbámicos son
similares a las producidas por los organofosforados. Sin embargo, dado que la estabilidad de la
acetilcolinesterasa carbamilada es inferior a la de la enzima fosforilada, los síntomas en la intoxicación
por carbámicos duran menos tiempo, aunque pueden ser igualmente graves.
La dosis letal de los carbámicos oscila entre 12 mg/kg para el metomilo a más de 500 mg/kg para el
carbaril (véase Tabla 16.6).

Toxicocinétíca
Estos insecticidas pueden absorberse a través del aparato respiratorio y gastrointestinal y, en menor
cantidad, por la piel. La absorción respiratoria depende de la presión de vapor de cada compuesto: los que
poseen una presión alta, como carbaril y aldicarb, son menos tóxicos; sin embargo, en el pulmón se
absorbe rápidamente el propoxur.
Los carbámicos se hidrolizan en el hígado a ácido metilcarbámico y otros fenoles de baja toxicidad que se
eliminan por orina, encontrándose en ésta durante 2-3 días. Los que poseen un grupo N-metilo se
metabolizan inmediatamente y no se detectan en sangre, incluso después de grandes ingestas. La
cimetidina altera el metabolismo del carbaril prolongando su vida media mediante un mecanismo
desconocido.
Toxicodinámica
Los compuestos carbámicos inactivan la acetilcolinesterasa por carbamilación, pero, a diferencia de los
insecticidas organofosforados, no producen toxicidad sobre el SNC debido a su incapacidad para
atravesar la barrera hematoencefálica. No existe toxicidad diferida.
Otras alteraciones que ocasionan a distintos niveles son: disminución de la actividad tiroidea, del
metabolismo hepático y de la sintesis de fosfolípidos en cerebro, aumento de la actividad de la NAD-
hidroxilasa, alteración de los niveles de serotonina plasmática e hiperglucemia (carbaril).

Clínica
El comienzo de los síntomas es más rápido (15 min-2 h postexposición) que con otros insecticidas
inhibidores y la clínica remite en las primeras 24 h de instaurar el tratamiento.
Aun siendo menos tóxicos que los insecticidas organofosforados, pueden producir depresión neurológica,
convulsiones y neuropatía en las intoxicaciones pediátricas o más graves, de forma similar a aquellos. Se
ha descrito neuropatía periférica tardía por carbaril y metilcarbamatos.
Entre los cuadros causados por compuestos específicos figuran: porfiria intermitente aguda por ingestión
de carbaril, coagulación intravascular diseminada por propoxur y hemorragias cerebrales por metomilo.

Datos de laboratorio
No es útil la determinación de los niveles de colinesterasa en la intoxicación por carbámicos ya que su
efecto es transitorio (1-2 h), aunque podría servir como aproximación para conocer la absorción del
insecticida. Algunos estudios en pacientes sintomáticos muestran correlación entre la clínica y los niveles
de pseudocolinesterasa.

Tratamiento
La pauta terapéutica a aplicar es similar a la de la intoxicación por insecticidas organofosforados, pero
con algunas salvedades. El carbón activado no adsorbe bien el carbaril. En general, se suelen requerir
menos dosis totales de atropina. No se recomiendan las oximas (ni para metomilo) y, de hecho, en la
intoxicación por carbaril aumentan la inactivación de la colinesterasa. En cambio, sí podrían emplearse en
caso de depresión respiratoria, debilidad muscular intensa u otros síntomas que comprometan la vida, o
bien si se producen intoxicaciones mixtas con organofosforados o existen dudas acerca de la naturaleza
del tóxico implicado. Algunos autores emplean oximas si el paciente requiere dosis excesivas de atropina.
El tratamiento sintomático es común al de otros inhibidores organofosforados, habiéndose empleado
diazepam y bromuro de pancuronio para la mioclonia nicotínica.

Insecticidas organoclorados
Un elevado número de productos organoclorados empleados como insecticidas han sido prohibidos en
Europa debido a su capacidad de bioconcentración y biomagnificación en la cadena alimentaria y por su
ecotoxicidad.
No obstante, existen formulaciones que incluyen algunas de estas sustancias, tanto en el ámbito agrícola
como doméstico, usualmente en combinación con insecticidas de tipo inhibidor. El lindano,
moderadamente tóxico, se utiliza en concentraciones al 1% contra piojos y escabiosis, en forma de
champús, lociones o cremas.
En función de la composición química, los insecticidas organoclorados se pueden clasificar en:
 Derivados del dicloridifeniletano: DDT, DDD, dicofol, hexaclorobenceno, metoxicloro,
paradiclorobenceno y pertano.
 Ciclodienos clorados: aldrín, clordano, dieldrín, endosulfán y heptacloro.
 Derivados clorados del ciclohexano: HCH, lindano y SPC.
 Derivados de los terpenos clorados: estrobano y toxafeno.
La toxicidad de estos compuestos varía según la vía de absorción, la tasa de exposición y el compuesto;
en función de éste y por orden decreciente de toxicidad tendríamos: endrín, aldrín, dieldrín, endosulfán,
hexaclorobenceno, lindano, clordano, heptacloro, DDT, metoxicloro y clorobencilato.
Las dosis tóxicas varían de 1,5-5 g para dieldrín, 6-60 g para clordano o 450 g para metoxicloro.
Las dosis letales mínimas registradas para el lindano son de 6 mg/kg en los niños y 600 mg/kg en los
adultos. Cantidades de 1,6 g y 45 g han producido convulsiones en niños y adultos, respectivamente.
Dosis pequeñas de la preparación al 95-100% son probablemente tóxicas, mientras que cantidades
inferiores a una cucharadita de lindano al 1% en niños o una cucharada en adultos no ocasionan
sintomatología alguna.
En animal de experimentación (rata) encontramos las siguientes DL50 (expresadas en mg/kg):
Aldrin: 45-60.
Clordano: 450-500.
Dieldrin: 60-90.
DDT: 113-118.
Endrin: 10-12.
Endosulfan: 70.
Estrobano: 250.
Heptacloro: 147-220.
Lindano: 76-91.
Metoxicloro: 6.000.
Toxafeno: 60-100.

Toxicocinética
Los insecticidas organoclorados son compuestos liposolubles por lo que pueden absorberse por todas las
vías, incluida la piel intacta y máxime con soluciones de continuidad. Por exposición cutánea penetran el
dicofol, los ciclodienos (excepto el DDT) y el lindano, favorecido este último por el calor. Las vías
respiratorias, por atrapamiento mucociliarde las partículas del compuesto, seguido de absorción
gastrointestinal, son otra posibilidad de intoxicación. La intoxicación oral se ve incrementada por la
presencia de grasas animales o vegetales en el estómago.
Los organoclorados se distribuyen en tejido adiposo, donde pueden almacenarse por tiempo prolongado,
hígado, riñón (endosulfan) y médula ósea (clordano).
La mayoría de las sustancias se metabolizan de forma lenta y se excretan fundamentalmente por heces
(véase Tabla 16.7).

Toxicodinámica
Los insecticidas organoclorados alteran el mecanismo de intercambio Na + -K+ en la membrana axónica, lo
que afecta a la transmisión del impulso nervioso, produciendo fenómenos de hiperexcitabilidad a nivel del
SNC, así como irritabilidad miocárdica. Este efecto se produce al inhibir la Na+-K+ ATPasa y la Ca++
ATPasa. El mecanismo neurotóxico de endosulfán y DDT incluye la inhibición de la actividad ATPasa
dependiente de la calmodulina. Los ciclodienos ocasionan alteraciones del sistema serotoninérgico e
inhibición del transporte mediado por cloro en el receptor GABA, e imitan la acción de la picrotoxina que
es un antagonista del GABA. Existen casos de neuropatía periférica asociada a los organoclorados.
Algunos, como toxafeno, clordano, metoxiclor, dieldrín, heptaclor, DDT y lindano, son inductores
hepáticos.

Clínica
Por vía tópica el lindano da lugar, en ocasiones, a reacciones de sensibilización. Por vía respiratoria el
cuadro irritativo puede llegar hasta una bronconeumonía. La sintomatología sistémica se origina tras la
inhalación o ingesta.
En la intoxicación oral aguda por organoclorados se presenta, a los 30 min-6 h, un síndrome
gastroentérico (náuseas, vómitos, sobre todo si están disueltos en destilados del petróleo, y diarrea) sobre
el que progresivamente se va instaurando un cuadro de hiperexcitabilidad neurológica (temblor, ataxia,
agitación, amnesia, mioclonias). Los casos graves se manifiestan con convulsiones que se complican con
hipoxemia, hipertermia, edema agudo de pulmón y acidosis metabólica hasta llegar a la muerte. Las
convulsiones se presentan más comúnmente en niños y ancianos, y se han visto incluso tras el uso tópico,
de forma terapéutica o inapropiada, de lindano. Algunos compuestos como hexaclorobenceno,
metoxicloro y pertano tienen poca toxicidad neurológica. También se ha evidenciado depresión del SNC,
insuficiencia renal aguda y arritmias por sensibilización del miocardio a las catecolaminas.
Otros síntomas, menos habituales, serían: hipotensión, infiltrado pulmonar, porfiria cutánea tarda
(hexaclorobenceno), aplasia medular (lindano), shock, hiperglucemia, alteraciones inmunológicas
(clordano) y depresión suprarrenal (pertano). El lindano ha ocasionado: fiebre, atrofia óptica, ambliopía,
pancreatitis, CID, púrpura de Schónlein-Henoch e hipertrofia tiroidea. Por toxicidad directa ha dado lugar
a miopatía proximal, mioglobinuria e insuficiencia renal. La mayoría de las muertes por organoclorados
se deben a insuficiencia respiratoria (por aspiración o por edema pulmonar) y arritmias cardiacas.
Tratamiento
Después de controlar las constantes vitales, vigilando la función respiratoria y tratando las convulsiones y
arritmias (lidocaína: 1 mg/kg iv bolus, seguido de 2-4 mg/min en infusión continua), la pauta terapéutica
proseguirá de la siguiente forma:
Evacuación del insecticida: no recomendada con jarabe de ipecacuana, por el peligro de depresión
respiratoria y convulsiones, sino con lavado gástrico (solución salina o bicarbonato sódico al 5%) y
protección de vías aéreas en función del disolvente.
Algunos insecticidas organoclorados tienen circulación enterohepática, por lo que el carbón activado
disminuye la vida media y puede darse repetidamente en intoxicaciones moderadas o graves. La
colestiramina (3-8 g/6 h) aumenta la excreción fecal al adsorber al insecticida secretado e, indirectamente,
al unirse a las sales biliares reduciendo la formación de la emulsión, con lo que se reduce su reabsorción.
Posteriormente se administrará un catártico salino (sulfato sódico o magnésico). Algunos autores emplean
el lavado intestinal con manitol al 28% (200 mi) o solución electrolítica de polietilenglicol, mediante
sonda gástrica o posicionándola en las primeras porciones del duodeno.
La hemodiálisis y la exanguinotransfusión no son eficaces. En la literatura existen casos aislados de
disminución de las concentraciones séricas de lindano mediante hemoperfusión con columnas de
amberlita XAD-4.
Se deben evitar las grasas y aceites animales o vegetales que favorecen la absorción intestinal y el uso de
aminas simpaticomiméticas por el peligro de desencadenar fibrilación ventricular.
Si hay convulsiones se administrará diazepam: bolus de 5-10 mg/15 min iv, hasta 30 mg para los adultos;
0,25-0,4 mg/kg, hasta 10 mg en pediatría.
En caso de no controlarse con este fármaco puede emplearse fenobarbital sódico (15 mg/kg iv, máximo 1
g) e incluso bloqueantes neuromusculares y respiración asistida.
Se realizará seguimiento hepático, renal, hematológico (rabdomiólisis) y de las complicaciones
pulmonares. Todo paciente con ingestión de lindano o contaminación cutánea importante debe ser
observado al menos durante 6 h por si se desarrollaran síntomas.

PLAGUICIDAS
Propiedades físico-químicas y usos de los principales plaguicidas

Las propiedades fisicoquímicas de los plaguicidas tienen una relación estrecha con su comportamiento
ambiental. Por ello, es útil definir algunas de estas propiedades:

Coeficiente de partición lípido/agua


Establece la distribución de un plaguicida en un sistema de dos fases (por ejemplo, agua y octanol) en
función de sus propiedades lipofílicas o hidrofílicas. Este coeficiente proporciona información indirecta
sobre la solubilidad y distribución de los plaguicidas en los organismos vivos. Así, los plaguicidas con un
coeficiente >1 (como el aldrín y el DDT) son liposolubles, se absorben fácilmente a través de las
membranas de las células y se acumulan en la grasa corporal.

Solubilidad en el agua
Se relaciona con la naturaleza polar de un compuesto. Indica la tendencia del plaguicida al ser eliminado
de los suelos por las escorrentías o el agua de riego. Los plaguicidas con solubilidad en el agua mayor a
500 mg/L son muy móviles en los suelos y en los ecosistemas.
Los que tienen solubilidad menor a 25 mg/L (como los organoclorados) tienden a inmovilizarse en los
suelos y a concentrarse en los organismos vivos.

Presión de vapor
La vaporización es el paso de una sustancia de la fase líquida a la fase de vapor o gaseosa. Por lo tanto,
la presión de vapor es la presión parcial de un compuesto en fase gaseosa en equilibrio con el líquido
puro. Establece la distribución entre el líquido y la fase gaseosa. Los plaguicidas con presión de vapor
mayor a 1x103 mm de Hg (a 25 °C) son muy volátiles, tienen gran movilidad y se dispersan en la
atmósfera; los que tienen presiones entre 1x104y 1x106mm de Hg (a 25 °C) son menos móviles; y los no
volátiles, que son más persistentes en suelos y agua, presentan presiones de vapor menores a 1x10 -7
(como los herbicidas del grupo de las triazinas).

a) Compuestos organoclorados
Los insecticidas organoclorados incluyen compuestos que pertenecen a tres familias químicas: a)
derivados clorados del etano, de los cuales el DDT es el mejor conocido; b) derivados clorados de los
ciclodienos, entre ellos, clordano, aldrín, dieldrín, heptacloro y endrín; y c) los hidrocarburos relacionados
con el hexaclorociclohexano como el lindano, toxafeno, mirex y clordecona.
Estos compuestos son solubles en lípidos y en solventes orgánicos, pero no en el agua; además, su
volatilidad es baja y tienen estabilidad química alta. Una de sus propiedades más importantes es la
persistencia en el ambiente tanto biótico como abiótico. Se descomponen muy lentamente en el suelo, lo
que permite su incorporación en la cadena tierra-planta-animal-hombre. El DDT, por ejemplo, es un sólido
a temperatura ambiente (punto de fusión, 108 °C) y su presión de vapor a 25 °C es de 1.6x10 7 mm Hg, por
lo que al ser introducido en el medio ambiente puede existir en forma particulada y en fase de vapor.
Estos plaguicidas fueron utilizados ampliamente en las áreas: agrícola, pecuaria, forestal y urbana. En la
Figura 11-1 se muestran las estructuras de algunos de estos plaguicidas.
Es importante señalar que, a nivel mundial, el uso de los plaguicidas organoclorados ha disminuido de
forma muy importante, debido a los problemas de contaminación ambiental que originan; sin embargo, en
algunos países se siguen utilizando en forma restringida para controlar problemas de salud pública.

b) Compuestos organofosforados
Los insecticidas organofosforados son esteres derivados de los ácidos fosfórico, fosfónico, fosforotioico o
fosfonotioico, con grupos amido o tiol presentes en algunos casos en sus moléculas. La mayor parte de
ellos son ligeramente solubles en agua, con un coeficiente de partición lípido/agua alto y presión de vapor
baja. Con excepción del diclorvos, la mayoría de estos insecticidas tienen volatilidad baja. Su principal
forma de degradación en el ambiente es la hidrólisis. Los compuestos organofosforados tuvieron un gran
auge luego de la prohibición del uso de los plaguicidas organoclorados y han demostrado ser muy
eficientes y económicos en el control de las plagas; sin embargo, pese a que son menos persistentes en
el ambiente, representan un riesgo para la salud humana y de los animales, así como para el deterioro de
los ecosistemas, sobre todo cuando se manejan de manera inadecuada.
En términos generales, estos compuestos se aplican en el follaje y en una gran variedad de cultivos que
incluyen frutas, granos y vegetales (legumbres, tomates, tabaco, plantas de ornato, caña de azúcar y
maíz). También se emplean como larvicidas en los campos de arroz.
Algunos de estos compuestos, como el paratión metílico, no deben ser usados en el hogar por su alta
toxicidad; sin embargo, otros de ellos (por ejemplo, malatión y diazinón) se utilizan para controlar insectos
como cucarachas, mosquitos, piojos y ectoparásitos de animales. En la Figura 11-2 se muestran las
estructuras de algunos plaguicidas organofosforados.

c) Compuestos carbamatos
El grupo de los carbamatos incluye en su mayor parte derivados del ácido N-metil-carbámico. Estas
sustancias actúan de manera semejante a los plaguicidas organofosforados y entre ellas se encuentran:
el carbarilo, aldicarb, aldoxicarb, aminocarb, bendiocarb, etcétera.
Los carbamatos son moderadamente solubles en benceno y tolueno, y más solubles en etanol y acetona;
tienen presión de vapor y solubilidad en agua bajas. Estos compuestos se emplean como insecticidas,
fungicidas, herbicidas y nematicidas. Los carbamatos son plaguicidas no persistentes, fácilmente
degradables por la acción de microorganismos y por reacciones no biológicas (la primera etapa de su
degradación en los suelos es la hidrólisis). En la Figura 11-3 se muestran las estructuras de algunos de
estos compuestos.
Exposición a los plaguicidas y daños a la salud
La exposición del hombre a los plaguicidas puede darse de forma directa o indirecta. La primera es
consecuencia de la exposición laboral de las personas que producen o manejan estas sustancias
(obreros, agricultores, jardineros y fumigadores), así como de su ingesta con fines suicidas. Dado que en
las actividades agrícolas se emplean las mayores cantidades de plaguicidas, los trabajadores del campo
son los más expuestos a estos contaminantes. La forma indirecta resulta de la exposición a los
plaguicidas por contaminación del ambiente, residuos de estas sustancias en los alimentos y de
accidentes. La toxicidad de los plaguicidas varía en función de la vía de ingreso, el tiempo de exposición y
el estado nutricional y de salud del individuo.
Las principales vías de ingreso para estos compuestos son: la respiratoria, la dérmica y la oral.
De esta manera, el uso inadecuado de los plaguicidas puede generar intoxicaciones graves en la
población expuesta. Al respecto, las intoxicaciones agudas son un problema de salud pública mundial, ya
que, aproximadamente, se han documentado 300,000 muertes por año ocasionadas por estas sustancias.
La mayoría de los decesos ocurre por la exposición a compuestos organofosforados, organoclorados y al
fosfuro de aluminio. La toxicidad de los plaguicidas es aguda cuando ingresa al organismo una cantidad
alta de alguno de estos compuestos en un tiempo corto; o crónica, si se consumen cantidades pequeñas
durante tiempos prolongados. Frecuentemente, la toxicidad de los plaguicidas es evaluada con base en la
dosis letal media o DL50 (Cuadro 11-7).

Este criterio es insuficiente, ya que sólo proporciona información acerca de la toxicidad aguda de una
sustancia sobredeterminada especie animal, sin indicar posibles alteraciones que pueden aparecer luego
de la exposición prolongada hacia esa sustancia. Por ello, la presencia de residuos de plaguicidas en los
alimentos es motivo de especial preocupación para los especialistas del área, ya que es difícil detectar y
cuantificar los efectos tóxicos resultantes a largo plazo por el consumo frecuente de estas sustancias en
los alimentos.
Como ya fue descrito, los plaguicidas son sustancias tóxicas tanto para los organismos que se pretenden
eliminar (organismos blanco) como para otras especies animales y para los humanos. De esta manera, el
sitio y los mecanismos de acción pueden ser similares en las especies afectadas por estos xenobióticos;
por ejemplo, algunos insecticidas alteran el transporte de iones en las membranas de las células (sodio,
potasio, calcio y cloro), mientras que otros inhiben la actividad de enzimas o contribuyen a la liberación y
acumulación de neurotransmisores en las terminales nerviosas.
En este contexto, desde finales de la década de 1990, en el estado de Sonora se han evaluado los
efectos nocivos derivados de la exposición a los plaguicidas. Como resultado de estas actividades, fue
encontrado en el suero de los asperjadores (aplicadores): a) aumento de las transaminasas (60%) y de
os triglicéridos (55%); b) inhibición de la colinesterasa y c) p.p'-DDE y heptacloro (100% y 58%,
respectivamente). En otro trabajo, se estudiaron las posibles alteraciones del semen de aplicadores de
insecticidas en el medio urbano. Al respecto, los espermatozoides presentaron una alteración significativa
en la motilidad progresiva rápida y lenta, mientras que la concentración de insecticidas en el líquido
seminal fue mayor en el grupo expuesto que en el grupo control (clorpirifos, paratión, diazinón y malatión).
El clorpirifos y el paratión fueron los insecticidas asociados con la mayor alteración en el líquido seminal.

Sitios y mecanismos de acción


Los plaguicidas organoclorados son sustancias neurotóxicas y producen sus efectos agudos al interferir
con la transmisión de los impulsos nerviosos a lo largo de los axones. El DDT y sustancias análogas
afectan la permeabilidad a los iones de potasio disminuyendo su transporte a través de la membrana de
las células nerviosas. Alteran también la función de los canales de sodio, ya que éstos se activan (abren)
de modo normal, pero se inactivan (cierran) con lentitud, lo que interfiere con el transporte activo de sodio,
durante la repolarización del potencial de acción; además, el DDT inhibe la Na+-K+-ATPasa y la Ca++-
ATPasa que tienen funciones muy importantes en la repolarización de las neuronas. La inhibición de
todas estas funciones disminuye la velocidad del proceso de repolarización y aumenta la sensibilidad de
las neuronas, de tal manera que éstas responden a estímulos pequeños que no desencadenarían
potenciales de acción en neuronas completamente repolarizadas.
Los plaguicidas del tipo ciclodieno antagonizan la acción del ácido γ-aminobutírico (GABA), el cual induce
la captación de iones de cloro en las neuronas. El bloqueo de esta actividad produce repolarización
parcial de las células nerviosas y un estado de excitación no controlada. Los ciclodienos también son
inhibidores potentes de la Na+-K+-ATPasa, así como de la Ca++-ATPasa que es esencial para el transporte
de calcio (captación y liberación) a través de las membranas.
La inhibición de esta enzima produce la acumulación intracelular de iones de calcio libres, lo que
promueve la liberación de neurotransmisores de las vesículas de almacenamiento y la despolarización
posterior de neuronas adyacentes, lo que propaga los estímulos en el sistema nervioso central. En el
Cuadro 11-8 se presentan los efectos tóxicos producidos por estos xenobióticos.

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