Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
(PRIMERA PARTE)
TEMA: EL CONTRATO
I. EL CONTRATO
1.1. GENERALIDADES
Esta cátedra, la última en el estudio del derecho civil, tiene como propósito realizar una revisión de las instituciones atípicas
contractuales; sin embargo, ello implica que debemos revisar las instituciones convencionales contractuales.
Este término no es novedad en nuestra cátedra, puesto que lo venimos acuñando desde el curso de acto jurídico, luego obligaciones,
contratos parte general y hoy contratos innominados. El mundo de hoy no puede ser ajeno, ni estar en la otra orilla de las contrataciones,
las relaciones sociales implican la celebración de contratos, ya sean estos nominados, innominados o en su caso, típicos o atípicos.
El tratadista y celebrado civilista peruano Max Arias-Schreiber Pezet, en su opúsculo denominado Contratos Modernos, pág. 7, sostiene
“…el momento esencial de la economía es la transacción y ésta solo es posible gracias al contrato”.
Evidentemente nuestra legislación civil que data del siglo pasado, le asignó nombres a las diferentes formas de contrataciones; sin
embargo, los avances tecnológicos, la globalización, y la liberalización de los mercados, han contribuido poderosamente al surgimiento de
nuevas formas de comercialización, éstas se han hecho posible gracias a las nuevas formas de contratación, que en muchos casos, no están
legislados, esto no implica que tengan un amparo legal.
Según el artículo 1351° de nuestro Código Civil del año 1984, “el contrato es el acuerdo de dos o más partes para constituir, regular
o extinguir entre ellas una relación jurídica patrimonial” esta definición es la definición cuasi repetitiva del Código civil italiano, cuyo (art.
1321°), establece lo mismo. Es importante resaltar la Libertad de contratación, por el cual las partes son libres para celebrar un contrato y
para determinar su contenido y dentro de esta libertad, todo contrato queda perfeccionado, modificado o extinguido por el mero acuerdo de
las partes.
1.2. COMPONENTES DEL CONTRATO
Para el tratadista Aníbal Torres Vásquez, en su texto Teoría General Del Contrato, pág. 18, cada uno de estos elementos está en conexión
con los demás, no es contrato el acto en el cual falte uno o más de estos elementos.
1. 5La manifestación de voluntad de las partes, que en los actos bilaterales o plurilaterales, como son los contratos, toma el nombre de
acuerdo o consentimiento (arts. 140° y 1351° C.C.)
2. La capacidad de las partes (art. 140°.1. C.C.)
3. El objeto posible, lícito, determinado o determinable (arts. 140° 2, 1402 y ss. del C.C.)
4. La causa fin lícita (art. 140°.3) y
5. La forma cuando ha sido prescrita bajo sanción de nulidad (arts. 140°.4 y 1411°. C.C.).
Algo relevante que debe tomarse en cuenta es que además de estos elementos comunes, a todo contrato, deben concurrir los elementos
propios de cada contrato, v.gr., la cosa y el precio en la compraventa. La falta de alguno de estos elementos es causal de nulidad del contrato. Si
alguna de las partes contratantes o ambas adolece de incapacidad relativa, la causal es de anulabilidad del contrato. Las causales de nulidad
están enumeradas en el artículo 219° y las de anulabilidad en el artículo 221° del Código Civil.
Conforme lo prevé el jurista Aníbal Torres Vásquez en su opúsculo Teoría General del Contrato, todo contrato es un acto jurídico, pero no todo
acto jurídico es un contrato; visto así, el contrato es un acto jurídico por cuanto con él, las partes autorregulan sus intereses patrimoniales, pero
se distingue de otros actos jurídicos patrimoniales por las siguientes razones:
1.4.1. La necesaria presencia de dos o más partes: que no necesariamente equivale a la presencia de dos o más sujetos. La parte indica
un centro de referencia de intereses, por ello varios sujetos -portadores de idénticos intereses- constituyen una sola parte, mientras un solo
sujeto puede ser, en casos particulares, punto de referencia de dos distintos centros de intereses, como sucede en el contrato consigo mismo
que regula el artículo 166° del C.C., Cuando la regulación de intereses es dictada por una sola parte no estamos frente a un contrato, sino a un
acto jurídico unilateral, por ejemplo, el testamento, la cancelación de hipoteca.
Entonces si hay dos o más partes, éstas deben ponerse de acuerdo en todos los extremos de un contrato. El acuerdo es el asentimiento
recíproco de las partes sobre el contenido del contrato, es decir, el consenso de las partes sobre la creación, regulación, modificación o extinción
de obligaciones. Sin encuentro de la manifestación de las voluntades de las partes no existe el fenómeno contrato. El término acuerdo puede
tener varios significados. Puede referirse a la fase terminal de un procedimiento con el cual se concluye el autorreglamento convencional de
intereses de las partes. En este sentido el acuerdo coincide con el contenido del contrato.
1.4.2. La necesaria patrimonialidad de la relación jurídica: Una nota que caracteriza al contrato es la naturaleza de la regulación de
intereses: el contrato debe crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial. La relación jurídica-contractual es susceptible
de valoración económica. Por tanto, el matrimonio, en nuestro ordenamiento jurídico, no es un contrato porque regula relaciones no
patrimoniales, aunque produce consecuencias patrimoniales (en la relación entre cónyuges, en la relación con los hijos, en el plano sucesorio).
El elemento patrimonial del contrato, nos permite diferenciar fácilmente el acto que es contrato del que no lo es. Veamos varios
ejemplos de actos jurídicos que no son contratos: el testamento, porque hay una sola parte: el testador (además, el testamento es revocable, en
cambio, el contrato usualmente es irrevocable, salvo excepciones); el acuerdo sobre un evento político: aquí hay acuerdo pero faltan los otros
elementos; el matrimonio, dado que su naturaleza jurídica es esencialmente no patrimonial; los acuerdos que toman los cónyuges sobre las 2
decisiones relativas a la potestad familiar (educación de los hijos, fijación de la residencia familiar, etc.); los acuerdos de convivencia
extramatrimonial, etc. En cambio, son contratos, por cuanto su objeto es patrimonial, las convenciones matrimoniales sobre el patrimonio dentro
del matrimonio, cuando optan por el régimen de la separación de patrimonios derogando a la sociedad de gananciales (art. 327).
Los actos sobre derechos de la personalidad no son contratos, por ejemplo, la donación de órganos para después de la muerte, la donación
de sangre en vida, el consentimiento del marido a la inseminación heteróloga de la mujer, entre otros. En actos como éstos falta el elemento
patrimonialidad; está en duda el acuerdo, son más bien actos unilaterales de voluntad. Además, falta la irrevocabilidad del consentimiento una
vez perfeccionado el acto jurídico, lo que es propio del contrato. Sin embargo, es contrato la utilización económica de los derechos de la
personalidad cuando no se lesiona intereses generales ni principios o valores fundamentales (v. gr., la utilización del nombre, la imagen, la voz
de las personas para la promoción de ventas a cambio de una contraprestación).
1.4.3. La autonomía de la voluntad privada de los contratantes.- El contrato es la expresión y realización de la autonomía de la voluntad
privada de los contratantes, quienes se vinculan recíprocamente, es decir, "cada uno a sí mismo y, con ello, al propio tiempo, a la otra parte",
estableciendo, de este modo, para su relación recíproca una norma jurídica, la lex contractus. Esta norma obliga solamente a las partes
contratantes (norma particular), a diferencia de la norma jurídica general y abstracta que vincula a un número indeterminado de personas y
casos de aplicación posibles.
La lex contractus será válida si está reconocida por el Derecho positivo, lo que sucede si se cumplen los requisitos exigidos por ley (manifestación
de voluntad de consuno de las partes, capacidad, objeto posible, lícito, determinado o determinable, fin lícito, forma prescrita bajo sanción de
nulidad -arts. 140° y 209° del C.C.), no infringiendo normas imperativas, el orden público y las buenas costumbres (art. V CC); y siempre que la
voluntad no esté viciada por error, dolo, violencia o intimidación (arts. 201 a 218).
Generalmente, las partes con el contrato regulan sus intereses superando, normalmente, un efectivo o potencial conflicto. Si
consideramos un contrato de compraventa por el cual Ricardo compra una casa a Miguel, más allá del acuerdo de las partes está la necesidad
de Ricardo de tener la disponibilidad de la casa y la necesidad de Miguel, propietario de la casa, de contar con la disponibilidad del dinero.
Posiciones potencialmente en conflicto, en el sentido de que Ricardo, si hubiese podido obtener la casa sin pagar el precio, y Miguel, si hubiese
podido obtener el dinero sin transferir la casa, habrían satisfecho plenamente cada uno sus intereses. El acuerdo ha resuelto este conflicto de
intereses.
Hay hipótesis en las cuales el conflicto no es evidente, sino, más bien, se manifiesta una confluencia de intereses. Para algunos autores
no hay contrato si no existen-intereses contrapuestos entre las partes, por lo que excluyen del contrato al acto de constitución de sociedad. En
el contrato de sociedad, según la Ley Nº 26887, dos o más socios, que pueden ser personas naturales o jurídicas (art. 4), convienen en aportar
bienes o servicios para el ejercicio en común de actividades económicas (art. 1), con el objeto de dividirse las utilidades. Aquí, como en todo acto
jurídico asociativo, el tipo de regulación de intereses aparece diverso del contrato como regulación de intereses contrapuestos; la composición
de un eventual conflicto no se realiza con un cambio de prestaciones, sino haciendo confluir medios y servicios para el desarrollo de una actividad
común.
Partiendo de esta constatación, un sector de la doctrina ha llegado a la conclusión de que el acuerdo con el cual se constituye una
sociedad no es un contrato, por no presentar la característica de éste consistente en la composición de un conflicto de intereses a través de la
autorregulación. En este sentido, y según el tratadista MESSINEO, en su obra Doctrina General del Contrato p. 64. Sostiene que las voluntades de
los socios no se presentan a manera de consenso, como en el contrato, en el cual las voluntades se cruzan; en el acto colectivo, las voluntades
están dispuestas paralelamente y se suman. En el contrato las voluntades van dirigidas una hacia la otra, mientras que en el acto colectivo son
o no recepticias, porque no están dirigidas a un destinatario determinado o, si son recepticias, se dirigen a terceros. En el contrato, las
declaraciones de voluntad son de contenido distinto una de la otra; en el acto colectivo son de contenido idéntico. "En sustancia, el acto colectivo
realiza el fenómeno de varias voluntades y de varias declaraciones de voluntades, todas del mismo contenido (suma de voluntades), que