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RESPONSABILIDAD CIVIL DERIVADA DE LA CIRCULACIÓN DE

VEHÍCULOS A MOTOR.

Álvaro Saura Ruiz

Delito y Responsabilidad Civil

Máster en Derecho de Daños


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I. INTRODUCCIÓN 5
II. MARCO NORMATIVO. 6
2.1. Derecho comunitario. 6
2.2. Derecho español. 6
III. DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD VIAL. 7
IV. RESPONSABILIDAD CIVIL DERIVADA DEL DELITO. 9
4.1. Ejercicio de la acción civil en el proceso penal. 9
4.2. Sentencia del Tribunal Supremo núm. 390/2017, de 30 de mayo. 9
4.3. Eficacia de las Sentencias penales en el orden civil. 10
V. SISTEMA DE RESPONSABILIDAD DE LA LRCSCVM 11
5.1. El régimen de responsabilidad. 12
5.2. El ámbito de aplicación de la LRCSCVM: “hecho de la circulación” y “vehículo de
motor”. 14
5.3. Los sujetos responsables. 16
5.4. Las causas de exoneración de la responsabilidad. 16
VI. LA RECLAMACIÓN EXTRAPROCESAL DE LA INDEMNIZACIÓN 18
6.1. La oferta y la respuesta motivada de indemnización. 18
6.2. Compatibilidad entre la reclamación civil extraprocesal y la existencia de
procedimiento penal en curso. 20

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I. INTRODUCCIÓN

La responsabilidad civil derivada de la circulación de vehículos a motor ha sido objeto


de una prolífica producción normativa en los últimos, tanto por las reformas llevadas a cabo
en el ámbito comunitario como por las reformas llevadas a cabo en el Código Penal y en la
Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor.

Por este motivo, presente trabajo pretende ofrecer un análisis general sobre la
responsabilidad civil derivada de los accidentes de tráfico, tratando a su vez de hacer
incidencia en las principales novedades introducidas tras las últimas reformas. Para ello, la
obra ha sido dividida en tres bloques: En el primero se realizaré una breve introducción al
marco normativo interno y comunitario. En el segundo bloque se estudiará la incidencia de la
última reforma del código penal en la materia objeto de estudio, siendo analizadas
posteriormente las principales particularidades sobre la responsabilidad civil derivada del
delito. En último término, trataré de mostrar las principales novedades introducidas por la la
Ley 35/2015, de 22 de septiembre, de reforma del sistema para la valoración de los daños y
perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación, haciendo especial mención a
la reclamación extraprocesal de la indemnización.

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II. MARCO NORMATIVO.

2.1. Derecho comunitario.

Ningún sector de la responsabilidad civil se encuentra tan escrupulosamente regulado


como el de los accidentes de tráfico. Su disciplina legal está constituida por normas de todo
rango provenientes tanto de instituciones europeas como nacionales, a las que ha de añadirse
el derecho convencional.

El derecho de la Unión Europea sobre esta materia está constituido principalmente por
cinco Directivas:

1. La Directiva 72/166/CEE, de 24 de abril de 1972 (Primera Directiva), mediante la


cual se instauró en entre los Estados miembros un sistema obligatorio de aseguramiento
de la RC de los vehículos a motor.

2. La Directiva 85/5/CEE, de 30 de diciembre de 1983 (Segunda Directiva), mediante


la cual se obligaba a que la cobertura del seguro se extendiera tanto a daños corporales
como a los materiales.

3. La Directiva 90/232/CEE, de 14 de mayo (Tercera Directiva), llamada a resolver las


carencias de las dos Primeras Directivas.

4. La Directiva 2000/26/CE, de 16 mayo (Cuarta Directiva), destinada


fundamentalmente a la llamada “víctima transeúnte”, es decir, aquella que sufre un daño
en un país distinto al de su residencia.

5. La Directiva 2005/14/CE de 11 de mayo de 2005 (Quinta Directiva), con la que se


pretende una mejor protección de las víctimas de los accidentes de tráfico y de los
asegurados.

La versión codificada de las cinco Directivas anteriores se contiene en la Directiva


2009/103/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de septiembre de 2009, relativa al
seguro de la responsabilidad civil que resulta de la circulación de vehículos automóviles, así
como al control de asegurar esta responsabilidad (DOUE 7 de octubre de 2009) que ha
derogado las cinco Directivas estableciendo un texto único y sistematizado.

2.2. Derecho español.

La legislación española en este ámbito tiene su origen en la Ley 122/1962, de 24 de


diciembre, sobre uso y circulación de los vehículos a motor. Posteriormente se aprobó el texto
refundido por el Decreto 632/1968, de 21 de marzo, que ha sido modificado en numerosas
ocasiones en cumplimiento de adaptar la legislación interna a la normativa comunitaria de
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seguros privados. Una de las más importantes modificaciones se produjo a través de la Ley
30/1995, de 8 de noviembre, de ordenación y supervisión de los seguros privados, cuya
disposición adicional octava incorporó a la ya Ley sobre responsabilidad civi y seguro en la
circulación de vehículos a motor un anexo con el título “Sistema para la valoración de los
daños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación”, que recogía un
sistema legal de delimitación cuantitativa del importe de las indemnizaciones exigibles.

La norma actual que regula la responsabilidad civil en el ámbito de la circulación de


vehículos a motor es el Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se
aprueba el texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de
vehículos a motor que ha sido objeto de varias reformas y, entre ellas, la última operada
mediante Ley 35/2015, de 22 de septiembre, es la de mayor calado al haber modificado
sustancialmente la determinación y cuantificación de los perjuicios personales y patrimoniales
derivados del daño corporal.

En último lugar, es preciso señalar que la LRCSVM ha sido desarrollada por un


Reglamento, cuya versión vigente se contiene en el RD 507/2008, por el que se aprueba el
Reglamento del Seguro Obligatorio de Responsabilidad civil en la Circulación de Vehículos a
motor. Además, también debe mencionar el RDL 7/2004, por el que se aprueba el Texto
Refundido del Estatuto Legal del Consorcio de Compensación de Seguros.

III. DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD VIAL.

La derogación del Libro III del Código Penal mediante la reforma de 2015, llevó
aparejada la despenalización de muchas conductas penalmente consideradas hasta ahora faltas
penales, pero no todas de esas conductas han quedado despenalizadas. El Código Penal
reformado establece ahora una clasificación tripartita de las infracciones penales
distinguiendo, en función de la gravedad de la pena, entre los delitos graves, los delitos menos
graves y los delitos leves. Dentro de los delitos leves ha tipificado algunas conductas
penalizadas hasta ahora como faltas, considerándolas merecedoras de reproche punitivo. Esta
reconsideración como delito, aunque sea leve, ha implicado en algunos casos una agravación
de las penas actualmente aplicables a antiguas faltas y las consecuencias adicionales derivadas
de su condición de delito a efectos de antecedentes penales, prescripción y otros, pero no a
efectos de la reincidencia (art. 22 CP).

En otros casos el legislador entendió que en ciertas conductas imprudentes tipificadas


como faltas, y que generaban una elevada litigiosidad penal, existía una desproporción entre
los bienes jurídicos protegidos y la inversión en tiempo y medios que requería su
enjuiciamiento. La razón principal de política criminal por la que se ha eliminado la sanción
penal para determinadas conductas ha sido aligerar el funcionamiento de la justicia penal,
reducir el gran número de asuntos de trascendencia menor que, según el preámbulo de la Ley,

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absorben gran parte de los medios materiales y personales disponibles en la justicia penal. Se
considera que «no toda actuación culposa de la que se deriva un resultado dañoso debe dar
lugar a responsabilidad penal, sino que el principio de intervención mínima y la consideración
del sistema punitivo como última ratio, determinan que en la esfera penal deban incardinarse
exclusivamente los supuestos graves de imprudencia, reconduciendo otro tipo de conductas
culposas a la vía civil». Por ello se ha reservado la sanción penal a imprudencias de especial
gravedad en su causación al margen de su resultado, que puede ser notoriamente grave,
incluso la muerte 1.

En consecuencia, la La Ley Orgánica 1/2015 ha introducido cambios relevantes en los


delitos de lesiones o muerte como consecuencia de la conducción imprudente de vehículo a
motor o ciclomotor. Esos cambios pueden suponer, en algunos casos, la recalificación como
delitos de algunas faltas de tráfico al tipificarse como delitos leves homicidios y lesiones
imprudentes con determinada gravedad.

Por tanto, las anteriores faltas de homicidio y lesiones por imprudencia leve se remiten
a la vía civil, resultando además que con esta modificación sólo serán constitutivos de delito
el homicidio y las lesiones graves por imprudencia grave (arts. 142.1 y 152.1 CP), así como
el delito de homicidio y lesiones graves por imprudencia menos grave2, que entrarán a
formar parte del catálogo de delitos leves (arts. 142.2 y 152.2 CP).

En estas lesiones por imprudencia menos grave la especial gravedad de las secuelas
producidas por el accidente de tráfico es la que determinará la penalización de la conducta.
Las lesiones de menor gravedad, en función de las secuelas generadas producidas en la
conducción de vehículos a motor, concurriendo imprudencia menos grave quedan así
despenalizadas. Ello implicará la despenalización de la mayor parte de las lesiones generadas
en el uso de vehículos a motor derivadas de imprudencias no graves o, en su caso, leves. De
manera que la mayoría de los accidentes de tráfico han pasado a la jurisdicción civil.

1Rodríguez-Piñero Bravo-Ferrer, M.: La despenalización de las faltas de tráfico y la responsabilidad civil.


Diario La Ley, nº 8544, 2015.
2La “imprudencia menos grave”, es un concepto nuevo, cuyo contenido y características habrán de ser
perfilados por la doctrina de los Jueces y Tribunales en su aplicación reiterada a casos concretos. Si bien, hasta la
fecha parece no existir todavía consenso al respecto.
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IV. RESPONSABILIDAD CIVIL DERIVADA DEL DELITO.

4.1. Ejercicio de la acción civil en el proceso penal.

Como es sabido, el artículo 100 y 106 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal así como los artículos 109 a 126 del Código Penal donde se regula la acción civil
dentro de los procedimientos penales, permitiendo que se acumulen acción penal y civil
dentro del mismo procedimiento.

A este respecto establece el artículo 116 del Código Penal que: «Toda persona
criminalmente responsable de un delito lo es también civilmente si del hecho se derivaren
daños o perjuicios. Si son dos o más los responsables de un delito los jueces o tribunales
señalarán la cuota de que deba responder cada uno». En relación con esto, el artículo 108 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal establece: «La acción civil ha de entablarse juntamente
con la penal por el Ministerio Fiscal, haya o no en el proceso acusador particular; pero si el
ofendido renunciare expresamente su derecho de restitución, reparación o indemnización, el
Ministerio Fiscal se limitará a pedir el castigo de los culpables».

Continúa el art. 116 de este último texto legal: «La extinción de la acción penal no lleva
consigo la de la civil, a no ser que la extinción proceda de haberse declarado por sentencia
firme que no existió el hecho de que la civil hubiese podido nacer. En los demás casos, la
persona a quien corresponda la acción civil podrá ejercitarla, ante la jurisdicción y por la
vía de lo civil que proceda, contra quien estuviere obligado a la restitución de la cosa,
reparación del daño o indemnización del perjuicio sufrido».

El fundamento de la acumulación de estas dos acciones no es otro que la economía


procesal, con el objeto de que en un solo proceso se resuelvan por el juez tanto la acción
penal, como la civil derivada de la acción delictiva. A través de esa acción civil, el juez penal
resolverá sobre la reparación del daños, restitución de la cosa e indemnización de los
perjuicios, de la persona acusada o del responsable civil, si fuera otro distinto.

4.2. Sentencia del Tribunal Supremo núm. 390/2017, de 30 de mayo.

Resulta conveniente traer a colación la reciente STS 390/2017, de 30 de mayo 3, que ha


fijado recientemente doctrina sobre la obligación de efectuar un pronunciamiento civil en
relación a los daños causados a consecuencia de la comisión de un delito de peligro abstracto

3 En el caso de autos, como consecuencia de la conducción ebria de una conductora que se saltó una señal de
ceda el paso se produjo la colisión con otro vehículo y con una farola del alumbrado público. Respecto a este
impacto se ocasionaron unos daños, atípicos penalmente, tasados en 1.605'89 euros por los que el Ayuntamiento
propietario de la misma reclamó, pero que tanto en la sentencia del Juzgado de lo Penal como en la de apelación
de la Audiencia Provincial no se efectuó pronunciamiento de indemnización de tales daños en interpretación del
art. 382 CP.
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del artículo 379.2 del CP, sin que sea obstáculo para ello el artículo 382 CP que regula los
supuestos de concurso con otros delitos de resultado4.

Señala el Tribunal que el precepto define un delito de peligro abstracto que se consuma
sin necesidad de que se produzca un resultado lesivo, pero ello no significa que la acción
llevada a cabo por el autor condenado no pueda causar un perjuicio económico a un tercero.
Lo relevante es determinar las consecuencias lesivas que genera el hecho de la conducción,
debiendo la jurisdicción penal efectuar un pronunciamiento resarcitorio al ser consecuencia
directa de la acción delictiva.

La decisión de no acordar pronunciamiento indemnizatorio supone una quiebra del


derecho a la obtención de la tutela judicial efectiva al obligar al perjudicado a acudir a la
jurisdicción civil penal para efectuar la reclamación por los daños derivados del hecho de la
conducción bajo la ingesta alcohólica, y, además, esta solución provocaría un incremento de
la litigiosidad derivada de las reclamaciones de cantidad ante la jurisdicción civil.

En consecuencia, la concluye que, salvo que el perjudicado se haya reservado la acción


civil, la norma general en el sistema penal es el ejercicio simultáneo de la acción penal y civil,
y la exclusión de esta simultaneidad de ejercicio quiebra el derecho a la tutela judicial
efectiva.

4.3. Eficacia de las Sentencias penales en el orden civil.

Por todo lo expuesto, los efectos de la sentencia en la jurisdicción penal serán distintos,
en virtud de si han sido reservadas las acciones civiles o no, y dependiendo del sentido en que
resuelva la misma. A continuación me limitaré a exponer someramente las distintas
situaciones posibles:

- Sentencia penal condenatoria sin reserva de acciones civiles. Si existe sentencia


condenatoria recaída en proceso penal en el que se han ejercitado las acciones civiles
además de las penales, solo cabe proceso civil posterior para reclamar nuevos daños
derivados del hecho dañoso ya juzgado, o su agravación, o para dirigir la reclamación a
sujeto que se revela responsable civil pero cuya existencia se ignoraba por el perjudicado al
sustanciarse el proceso penal ya finalizado.

- Sentencia penal condenatoria con reserva de acciones civiles. En este supuesto solo
queda vinculado el juez civil por la descripción del hecho y el resultado calificados como

4 En relación con el art. 382 CP, en él se establece una norma concursal cuando junto con el delito de riesgo
abstracto, concurra otro delito de resultado. En tal caso, y por el juego de tal norma solo se sanciona el más
gravemente penado, pero en todo caso deben satisfacerse los perjuicios causados, de suerte que si el delito más
grave es el de resultado, se sancionará este último, con los pronunciamientos civiles a que hubiese lugar, pero si
el más grave de los delitos siguiera siendo el de riesgo abstracto, solo se sancionará este, pero además se
indemnizarán en todo caso los perjuicio causados.
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delito y la declaración de su antijuridicidad y la culpabilidad del reo. Sin embargo, el juez
civil puede cuantificar los daños, incluso si lo hubiera hecho el juez penal, y desde luego
señalar otros responsables civiles. De ahí que el reclamante en vía civil solo quede exento,
merced a la sentencia penal, de probar el hecho origen del daño pero no su existencia y su
extensión.

- Sentencia penal absolutoria o sobreseimiento (art. 13 LRCSCVM). En los casos de


sentencia absolutoria, si el perjudicado no hubiera renunciado o reservado la acción civil, el
juez dictará auto en el que se determinará la cantidad líquida máxima. Además, ha querido
dar un tratamiento especial a los fallecidos, manteniendo para estos supuestos el dictado
del Auto incluso ante el archivo o sobreseimiento. De manera, que en el caso de que
únicamente se produzcan lesiones y no el fallecimiento, sólo se dictará auto de cuantía
máxima5 en el caso de sentencia absolutoria, pero no en caso de sobreseimiento. No
obstante, es preciso tener en cuenta que si la sentencia absolutoria declara la inexistencia de
los hechos, no cabrá el ejercicio posterior de la acción civil.

V. SISTEMA DE RESPONSABILIDAD DE LA LRCSCVM

Como he mencionado con anterioridad, la norma actual que regula la responsabilidad


civil en el ámbito de la circulación de vehículos a motor es el Real Decreto Legislativo
8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre
responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor que ha sido objeto de
varias reformas y, entre ellas, la última operada mediante Ley 35/2015, de 22 de septiembre.

Con la citada reforma se ha introducido un nuevo sistema para la valoración del daño
personal derivado de accidentes de circulación que viene a sustituir al conocido como
“baremo de indemnizaciones” recogido como Anexo en el Texto Refundido de la Ley sobre
Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre.

Además de un nuevo sistema de valoración del daño corporal, La Ley 35/2015 modifica
el régimen de responsabilidad por riesgo recogido en el art. 1 de la LRC introduciendo un
tratamiento privilegiado para las víctimas lesionadas menores de catorce años o que sufran
un menoscabo físico, intelectual, sensorial u orgánico que les prive de capacidad de culpa
civil, de manera que en estos casos la culpa exclusiva o concurrente de la víctima no suprime
ni reduce la indemnización.

5 El auto se convertirá en el título mediante el cual el perjudicado podrá amparar su demanda ejecutiva,
presentada en plazo oportuno, y ante el Tribunal competente, y abrirá la vía de ejecución dineraria, y
especialmente la fase de oposición.
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En el marco procedimental, la Ley 35/2015 modifica el trámite para reclamar
directamente la indemnización a la aseguradora, contemplado en el art. 7 LRC, procedimiento
que adquiere tras la reforma carácter preceptivo para poder acudir a la vía jurisdiccional.
Entre las novedades previstas destaca la posibilidad de que los Institutos de Medicina Legal
emitan dictámenes sobre valoración del daño corporal a instancia de parte extramuros del
proceso penal, y la posibilidad de dirimir las discrepancias en un proceso de mediación con
las pautas establecidas en el nuevo art. 14 de la LRC.

5.1. El régimen de responsabilidad.

La responsabilidad civil por los daños y perjuicios derivados de un accidente de


circulación está regulada en la Ley LRCSCVM, estableciendo su artículo primero: «1. El
conductor de vehículos a motor es responsable, en virtud del riesgo creado por la conducción
de estos, de los daños causados a las personas o en los bienes con motivo de la circulación.

En el caso de daños a las personas, de esta responsabilidad sólo quedará exonerado


cuando pruebe que los daños fueron debidos a la culpa exclusiva del perjudicado o a fuerza
mayor extraña a la conducción o al funcionamiento del vehículo; no se considerarán casos de
fuerza mayor los defectos del vehículo ni la rotura o fallo de alguna de sus piezas o
mecanismos.

En el caso de daños en los bienes, el conductor responderá frente a terceros cuando


resulte civilmente responsable según lo establecido en los artículos 1.902 y siguientes del
Código Civil, artículos 109 y siguientes del Código Penal, y según lo dispuesto en esta Ley»

Por lo tanto, en virtud de lo dispuesto en el precepto podemos distinguir un doble


régimen de responsabilidad, según se trate de daños personales o materiales.

En primer lugar, en relación con los daños y perjuicios personales, el art. 1 de la


LRCSCVM identifica el riesgo generado por la circulación como el factor de imputación de
los mismos, de suerte que quien conduce un vehículo a motor o ciclomotor es responsable de
los daños causados. Dicho régimen podría calificarse de “objetivo” si no fuera por las causas
de exoneración o válvulas de escape que introduce el legislador y que permiten eximir o
reducir la responsabilidad al conductor en dos supuestos:

a) Cuando el conductor pruebe que los daños fueron debidos únicamente a la conducta
o la negligencia del perjudicado.

b) Cuando el conductor pruebe que el accidente fue debido a fuerza mayor extraña a la
conducción o al funcionamiento del vehículo, sin que constituyan fuerza mayor los
defectos del vehículo ni la rotura o fallo de alguna de sus piezas o mecanismo.

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En caso de que la culpa de la víctima no sea exclusiva pero si concurrente con la
negligencia del conductor, procede la equitativa moderación de la responsabilidad en atención
a la respectiva entidad de las culpas concurrentes.

En segundo lugar, establece el Texto Refundido que los daños en los bienes están
sometidos al régimen general de responsabilidad por culpa, esto es, el del art. 1902 CC.

De modo que, resulta paradójico por contradictorio que establezca como regla general la
responsabilidad por riesgo como título de imputación de la responsabilidad por los daños
causados a las personas y a los bienes y, seguidamente, de un lado, matice que en el caso de
daños a las personas pueden concurrir determinadas causas de exoneración de responsabilidad
y; en el caso de los daños en los bienes se remita al sistema de responsabilidad subjetiva
previsto en el artículo 1.902 C.c.

Esto ha generado una cierta confusión terminológica y conceptual en cuanto a los


distintos regímenes de responsabilidad, tanto a nivel doctrinal, como jurisprudencial. Así
respecto de los daños a las personas, los autores y los Tribunales hablan de responsabilidad
objetiva atenuada, de responsabilidad cuasi objetiva, de responsabilidad con culpa pero con
inversión de la carga de la prueba, etc. Ha habido incluso ocasiones en las que la
jurisprudencia ha negado el carácter objetivo de la responsabilidad en este ámbito, si bien lo
ha hecho cuando se ha estimado la concurrencia de una causa de exoneración. Si bien, la
responsabilidad del art. 1.1 LRC es una responsabilidad de naturaleza objetiva respecto del
conductor del vehículo, en cuanto hay casos en los que se le hace responsable, aun cuando no
medie una conducta culpable. La existencia de causas de exoneración de responsabilidad no
suponen una modificación de tal calificación, sino que constituyen los elementos que impiden
que la responsabilidad del conductor pueda ser calificada de absoluta.6

Continúa el autor exponiendo que este precepto incurre en un serio error técnico al
referirse con carácter general al “riesgo creado” sin caer en la cuenta de que, como se ha
dicho, la propia ley mantiene un diferente régimen de responsabilidad según la naturaleza de
los daños, habiendo establecido un sistema de responsabilidad por culpa para los daños
puramente materiales, cuyo fundamento no reside en la idea del riesgo. De manera que, al
mantenerse la imputación subjetiva por daños materiales, la referencia al “riesgo creado”
debería haberse reservado exclusivamente para los daños a las personas.

No obstante, la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha venido estableciendo al respecto


que «El riesgo específico de la circulación aparece así contemplado expresamente en la ley
como título de atribución de la responsabilidad, frente a la tradicional responsabilidad por
culpa o subjetiva en que el título de imputación es la negligencia del agente causante del

6REGLERO CAMPOS, L. F: Accidentes de circulación: Responsabilidad Civil y Seguro. Navarra: Editorial


Aranzadi, 2004, pp. 200-209.
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resultado dañoso. Esto es así tanto en el supuesto de daños personales como de daños
materiales, pues en relación con ambos se construye expresamente el régimen de
responsabilidad civil por riesgo derivada de la conducción de un vehículo de motor. Respecto
de los daños materiales, sin embargo, la exigencia, que también establece la LRCSCVM, de
que se cumplan los requisitos del artículo 1902 CC comporta que la responsabilidad civil por
riesgo queda sujeta al principio, clásico en la jurisprudencia anterior a la LRCSCVM sobre
daños en accidentes de circulación, de inversión de la carga de la prueba, la cual recae sobre
el conductor causante del daño y exige de ese, para ser exonerado, que demuestre que actuó
con plena diligencia en la conducción» (STS 7647/2012, de 10 de noviembre).

Por último, resulta preciso realizar una breve mención en relación con los supuestos de
colisión recíproca de vehículos con incertidumbre causal, el criterio más acorde con el
principio de responsabilidad objetiva del agente por el riesgo creado y con la presunción de
causalidad respecto de los daños característicos correspondientes a la actividad de riesgo,
debe conducir a la conclusión de que cada conductor, y por tanto, cada vehículo, es
responsable del 100% de los daños causados a los ocupantes del otro vehículo interviniente en
la colisión.

5.2. El ámbito de aplicación de la LRCSCVM: “hecho de la circulación” y “vehículo de


motor”.

«Hecho de la circulación» y «vehículo a motor» son los dos conceptos en torno a los
cuales gira el sistema de responsabilidad civil regulado en la Ley sobre Responsabilidad Civil
y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor 8/2004, de 29 de octubre, al ser los que van a
delimitar el ámbito material de aplicación de la Ley.7 Dicha delimitación determinará, entre
otros, los siguientes extremos:

- Los casos a los que resulta de aplicación su sistema de responsabilidad. Y como


consecuencia, los casos que se encuentran dentro de la cobertura del SOA.

- Los casos en que interviene el Consorcio de Compensación de Seguros.

- Los supuestos en que son aplicables las normas de la LECiv/2000 referidas a las
acciones de reclamación de daños derivadas de este tipo de accidentes .

- Los casos en que entran en juego las previsiones en materia de intereses moratorios
del art. 9 LRCSCVM.

7 A la pretensión de reparación de daños en la circulación es de aplicación preferente la Ley de Responsabilidad


Civil y Seguro. Después, por remisión de la propia Ley y por constituir régimen general, cualquier norma civil o
penal que a la pretensión extracontractual se refiera, con independencia que el demandante perjudicado la haya o
no invocado. Ahora bien, si el daño se ha producido por una conducta punible, y conociendo el juez penal de la
reclamación, serán aplicables de forma preferente las normas del Código Penal.
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Según el art.1.1 del Reglamento del Seguro Obligatorio de Responsabilidad Civil en la
Circulación de Vehículos a Motor (en adelante, RSOCVM) «tienen la consideración de
vehículos a motor, a los efectos de la responsabilidad civil en la circulación de vehículos a
motor y de la obligación de aseguramiento, todos los vehículos idóneos para circular por la
superficie terrestre e impulsados a motor, incluidos los ciclomotores, vehículos especiales,
remolques y semirremolques, cuya puesta en circulación requiera autorización administrativa
de acuerdo con lo dispuesto en la legislación sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y
seguridad vial».

De entre ellos, sin embargo, están excluidos de la obligación de aseguramiento «los


remolques, semirremolques y máquinas remolcadas especiales cuya masa máxima autorizada
no exceda de 750 kilogramos, así como aquellos vehículos que hayan sido dados de baja de
forma temporal o definitiva del Registro de Vehículos de la Dirección General de Tráfico».

Por último, aunque reúnan las características objetivas para serlo, no se consideran
vehículos a motor: a) Los ferrocarriles, tranvías y otros vehículos que circulen por vías que le
sean propias. b) Los vehículos a motor eléctricos que por concepción, destino o finalidad
tengan la consideración de juguetes y c)Tampoco las sillas de ruedas.

En segundo término, en virtud de lo dispuesto en el art. 2 del citado Reglamento, se


entienden por hechos de la circulación los «derivados del riesgo creado por la conducción de
los vehículos a motor a que se refiere el artículo anterior, tanto por garajes y aparcamientos,
como por vías o terrenos públicos y privados aptos para la circulación, urbanos o
interurbanos, así como por vías o terrenos que sin tener tal aptitud sean de uso común». Sin
embargo, no se entenderán hechos de la circulación:

a) Los derivados de la celebración de pruebas deportivas con vehículos a motor en


circuitos especialmente destinados al efecto o habilitados para dichas pruebas, sin
perjuicio de la obligación de suscripción del seguro especial previsto en la disposición
adicional segunda.

b) Los derivados de la realización de tareas industriales o agrícolas por vehículos a


motor especialmente destinados para ello, sin perjuicio de la aplicación del apartado 1
en caso de desplazamiento de esos vehículos por las vías o terrenos mencionados en
dicho apartado cuando no estuvieran realizando las tareas industriales o agrícolas que
les fueran propias.

c) En el ámbito de los procesos logísticos de distribución de vehículos se consideran


tareas industriales las de carga, descarga, almacenaje y demás operaciones necesarias
de manipulación de los vehículos que tengan la consideración de mercancía, salvo el
transporte que se efectúe por las vías a que se refiere el apartado 1.

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d) Los desplazamientos de vehículos a motor por vías o terrenos en los que no sea de
aplicación la legislación señalada en el artículo 1, tales como los recintos de puertos o
aeropuertos.

e) Tampoco tendrá la consideración de hecho de la circulación la utilización de un


vehículo a motor como instrumento de la comisión de delitos dolosos contra las
personas y los bienes. En todo caso sí será hecho de la circulación la utilización de un
vehículo a motor en cualquiera de las formas descritas en el Código Penal como
conducta constitutiva de delito contra la seguridad vial, incluido el supuesto previsto
en el artículo 382 de dicho Código Penal.

5.3. Los sujetos responsables.

En virtud de lo establecido en el art. 1.1. LRCSCVM, sujeto principalmente responsable


es el conductor del vehículo. No obstante, la Ley también hace responsable al propietario
cuando mantenga con aquél alguna de las relaciones que regulan los arts. 1903 CC y 120.5
CC. Pero a diferencia de la responsabilidad del conductor, la responsabilidad en estos casos es
subjetiva, pues podrá librarse probando que empleó toda diligencia de un buen padre de
familia para prevenir el daño.

Sin embargo, si la circulación del vehículo se produce con motivo de su explotación


empresarial, el TS ha considerado reiteradamente, que el propietario titular de la explotación
responde en el marco de sistema de culpa objetiva o “doctrina del riesgo”.

5.4. Las causas de exoneración de la responsabilidad.

Como he indicado previamente, el art. 1.1 LRCSCVM establece las causas de


exoneración o válvulas de escape que introduce el legislador y que permiten eximir o reducir
proporcionalmente la responsabilidad al conductor en dos supuestos:

a) Cuando el conductor pruebe que los daños fueron debidos únicamente a la conducta
o la negligencia del perjudicado.

b) Cuando el conductor pruebe que le accidente fue debido a fuerza mayor extraña a la
conducción o al funcionamiento del vehículo, sin que constituyan fuerza mayor los
defectos del vehículo ni la rotura o fallo de alguna de sus piezas o mecanismos.

En este sentido, la reforma operada por la Ley 35/2015, avanzó un paso más y modificó
dicho artículo introduciendo importantes matices en la primera de las causas de exoneración
distinguiendo dos supuestos en función del tipo de víctima:

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«Sin perjuicio de que pueda existir culpa exclusiva de acuerdo con el apartado 1,
cuando la víctima capaz de culpa civil sólo contribuya a la producción del daño se reducirán
todas las indemnizaciones, incluidas las relativas a los gastos en que se haya incurrido en los
supuestos de muerte, secuelas y lesiones temporales, en atención a la culpa concurrente hasta
un máximo del setenta y cinco por ciento. Se entiende que existe dicha contribución si la
víctima, por falta de uso o por uso inadecuado de cinturones, casco u otros elementos
protectores, incumple la normativa de seguridad y provoca la agravación del daño».

De manera que la víctima que actúa con plena capacidad de sus facultades volitivas e
intelectivas puede ser causante en exclusiva de un accidente de circulación, o bien contribuir
al resultado con su comportamiento, junto con la negligencia del conductor. Pudiendo ser
reducida la indemnización hasta un 75% en el último supuesto.

No obstante, tales reglas no son de aplicación cuando la víctima lesionada es un menor


de catorce años o una persona sin capacidad de culpa civil. Para estos casos la Ley 35/2015
introduce un régimen privilegiado en el art. 1.2 párrafo 2º a tenor del cual:

«En los supuestos de secuelas y lesiones temporales, la culpa exclusiva o concurrente


de víctimas no conductoras de vehículos a motor que sean menores de catorce años o que
sufran un menoscabo físico, intelectual, sensorial u orgánico que les prive de capacidad de
culpa civil, no suprime ni reduce la indemnización y se excluye la acción de repetición contra
los padres, tutores y demás personas físicas que, en su caso, deban responder por ellas
legalmente. Tales reglas no procederán si el menor o alguna de las personas mencionadas
han contribuido dolosamente a la producción del daño».

Por tanto, la aplicación de éste régimen privilegiado requiere la concurrencia de los


siguientes elementos:

a) Se aplica únicamente cuando la víctima sufre lesiones temporales o secuelas. Si se


produce el fallecimiento de la víctima, las reglas para cuantificar las indemnizaciones
se regirán por la regla general del art. 1.2. párrafo 1 de la LRC.

b) La víctima no debe ser conductora de vehículo a motor.

c) La víctima lesionada debe ser un menor de catorce años o una persona que padezca
un menoscabo físico, intelectual, sensorial u orgánico que les prive de capacidad de
culpa civil.

d) Se excluye la acción de repetición contra los padres, tutores y demás personas


físicas que, en su caso, deban responder de ellas legalmente.

e) Exclusión de las conductas dolosas.

- !17 -
VI. LA RECLAMACIÓN EXTRAPROCESAL DE LA INDEMNIZACIÓN

6.1. La oferta y la respuesta motivada de indemnización.

Como he mencionado con anterioridad, la Ley 35/2015 ha introducido modificaciones


importantes en el proceso para reclamar la indemnización por los daños y perjuicios causados
en accidentes de circulación al margen o como paso previo a la vía judicial.

El perjudicado o sus herederos tienen acción directa frente al asegurador para reclamar
los daños sufridos (art. 7 LRCSCVM), sin necesidad, por tanto de demandar al asegurado. De
manera que con independencia de la existencia o no de un proceso penal en curso para
investigar las circunsatncias en las que se ha producido un accidente de circulación y la
eventual responsabilidad penal que pudiera derivarse del mismo, las víctimas tienen derecho a
reclamar directamente a la aseguradora la indemnización que les corresponde y de la que debe
hacerse cargo el seguro obligatorio. La reclamación a la aseguradora se canaliza a través del
procedimiento denominado de “oferta y respuesta motivada”.

El plazo para exigir al asegurador la satisfacción de los referidos daños prescribirá por
el transcurso de un año. Sin embargo, la reclamación interrumpirá el cómputo del plazo de
prescripción desde el momento en que se presente al asegurador obligado a satisfacer el
importe de los daños sufridos al perjudicado. Tal interrupción se prolongará hasta la
notificación fehaciente al perjudicado de la oferta o respuesta motivada definitiva.

Para que sea válida la oferta motivada deberá cumplir los requisitos recogidos en el
apartado 3º del art. 7:

a) Contendrá una propuesta de indemnización por los daños en las personas y en los
bienes que pudieran haberse derivado del siniestro. En caso de que concurran daños a
las personas y en los bienes figurará de forma separada la valoración y la
indemnización ofertada para unos y otros.

b) Los daños y perjuicios causados a las personas se calcularán según los criterios e
importes que se recogen en el Título IV y el Anexo de la Ley.

c) Contendrá, de forma desglosada y detallada, los documentos, informes o cualquier


otra información de que se disponga para la valoración de los daños, incluyendo el
informe médico definitivo, e identificará aquéllos en que se ha basado para cuantificar
de forma precisa la indemnización ofertada, de manera que el perjudicado tenga los
elementos de juicio necesarios para decidir su aceptación o rechazo.

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d) Se hará constar que el pago del importe que se ofrece no se condiciona a la renuncia
por el perjudicado del ejercicio de futuras acciones en el caso de que la indemnización
percibida fuera inferior a la que en derecho pueda corresponderle.

e) Podrá consignarse para pago la cantidad ofrecida. La consignación podrá hacerse en


dinero efectivo, mediante un aval solidario de duración indefinida y pagadero a primer
requerimiento emitido por entidad de crédito o sociedad de garantía recíproca o por
cualquier otro medio que, a juicio del órgano jurisdiccional correspondiente, garantice
la inmediata disponibilidad, en su caso, de la cantidad consignada.

Una vez presentada la reclamación, en el plazo de tres meses, tanto si se trata de daños
personales como en los bienes, el asegurador deberá presentar una oferta motivada de
indemnización si entendiera acreditada la responsabilidad y cuantificado el daño. En caso
contrario, o si la reclamación hubiera sido rechazada, dará una respuesta motivada.

Transcurridos tres meses sin que la aseguradora haya presentado una oferta motivada de
indemnización por una causa no justificada o que le fuera imputable al asegurador, se
devengarán intereses de demora, de acuerdo con lo previsto en el artículo 9 de esta Ley8 .
Estos mismos intereses de demora se devengarán en el caso de que, habiendo sido aceptada la
oferta por el perjudicado, ésta no sea satisfecha en el plazo de cinco días, o no se consigne
para pago la cantidad ofrecida.

Si se hubiera iniciado un procedimiento penal, el plazo de prescripción no empezará a


correr hasta la finalización del mismo sin pronunciamiento civil (art. 111 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal).

En caso de disconformidad con la oferta motivada, la Ley 35/2015 introduce cambios


sustanciales respecto de la legislación anterior:

1. Contempla la posibilidad de que las partes, de común acuerdo y a costa del


asegurador, pidan informes periciales complementarios, incluso al Instituto de
Medicina Legal y Ciencias Forenses siempre que no hubiese intervenido
previamente.

2. Una vez presentada la oferta o la respuesta motivada, en caso de disconformidad o


transcurrido el plazo para su emisión, el perjudicado también podrá acudir al
procedimiento de mediación previsto en el artículo 14 para intentar solucionar la
controversia.

8No obstante, no se devengarán intereses de demora de aquellas cantidad que haya sido ofertada y satisfecha o
consignada.
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3. Finalmente el perjudicado podrá, en caso de disconformidad con la aseguradora,
acudir a la vía jurisdiccional oportuna para la reclamación de los daños y perjuicios
correspondientes.

6.2. Compatibilidad entre la reclamación civil extraprocesal y la existencia de


procedimiento penal en curso.

En principio tanto la oferta motivada como la mediación son alternativas reservadas al


ámbito privado de las partes. Como consecuencia, la reclamación directa del perjudicado a la
aseguradora, es compatible por tanto con la incoación de un procedimiento penal en curso
para depurar la eventual responsabilidad penal contra el causante del accidente de circulación
del que derivan los daños y perjuicios cuyo resarcimiento se reclama.

No obstante, si las partes no llegan a un acuerdo extraprocesal sobre la reclamación civil


y se está tramitando un proceso penal sobre los mismos hechos, no podrá iniciarse la
reclamación ante la jurisdicción civil hasta que la acción penal haya sido resuelta con carácter
firme de conformidad con lo dispuesto en el art. 111 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

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BIBLIOGRAFÍA.

AGÜERO RAMÓN-LLIN, E. (s.f.) «La responsabilidad civil por el riesgo de la circulación en


la Ley 35/2015». Recuperado de : https://www.fiscal.es

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civil. Navarra: Editorial Aranzadi, 2013.

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Nueva redacción del artículo 1 de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la
Circulación de Vehículos a motor «LRCSCVM».Revista de Derecho UNED, núm. 18, 2016,
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ENCINAR DEL POZO, M. A. y VILLEGAS GARCÍA, M. A.: «Delitos contra la seguridad


vial». Diario La Ley, nº 9062, 2017.

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vehículos a motor. La duplicidad de regulaciones civil y penal sobre imputación y reparación
de daños. En MORILLAS CUEVA, L.: Delincuencia en materia de tráfico y seguridad vial:
(aspectos penales, civiles y procesales). Dykinson, 2007. págs. 507-528.

REGLERO CAMPOS, L. F: Accidentes de circulación: Responsabilidad Civil y Seguro.


Navarra: Editorial Aranzadi, 2004.

RODRÍGUEZ-PIÑERO BRAVO-FERRER, M.: «La despenalización de las faltas de tráfico y la


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