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El significado que para ellos tiene conseguir aprender lo que se les propone,
significado que depende de las metas u objetivos a cuya consecución conceden más
importancia.
Las posibilidades que consideran que tienen de superar las dificultades que conlleva
el lograr los aprendizajes propuestos por los profesores.
El costo, en términos de tiempo y esfuerzo.
Debido a las dificultades de sus alumnos recurre a métodos y a través de alguna palabra
o pronombre, absurdos para sus alumnos e, incluso, partiendo de frases hechas
“malsonantes”, realiza una reflexión con los alumnos que les va acercando poco a poco al
gusto por la lengua, por la gramática, por la historia. Para salvar a los estudiantes, el
profesor utiliza el análisis gramatical (pronombres neutros: “lo”, “eso”, “ello) para atraerlos
y acercarlos al gusto por la enseñanza de la gramática.
Es necesario que los profesores revisen el grado en que despiertan la curiosidad de los
alumnos mostrando la relevancia y utilidad que puede tener para ellos la realización de la
tarea o cualquier tipo de actividad académica.
En esta búsqueda de estrategias para salvar a sus “malos alumnos”, toma las
enseñanzas y ejemplos que les dan algunos de sus compañeros. Entre ellos, tiene en
cuenta los consejos de una compañera, profesora de música, la que le aconseja que
“cada alumno es diferente y que cada uno es como si fuera un instrumento musical
distinto, diferente unos de otros y que, ante esta variedad de “instrumentos” lo que hay
que conseguir con todos ellos, al igual que una orquesta, es la ARMONÍA, al igual que en
la música lo que se busca es la “melodía”. Ésta estrategia- consejo, en particular me
resultó muy interesante: todos tocando distintos instrumentos y distintas partituras, pero
con un objetivo común: que exista armonía musical al llevarlo a cabo. Es por ello que
Daniel busca que cada alumno con sus defectos y virtudes se sienta importante en la
orquesta de la clase, ya sea tocando el triángulo o siendo el violín principal.
Todo alumno busca sentirse aceptado como es por los demás, siendo esta necesidad
tanto más fuerte cuanto mayor es la motivación de afiliación. Cuando esta motivación es
alta, los alumnos son más eficientes; si por la razón que sea un alumno experimenta
rechazo por parte del profesor o siente que éste prefiere y trata de favorecer más a los
demás, o experimenta rechazo de grupo procurará evitar la situación si puede, y si no,
sentirá que está en la escuela por obligación. Es preciso que los profesores revisen en
qué medida son adecuadas sus pautas de actuación en clase en relación con la
necesidad del alumno de sentirse aceptado.
Otro de los métodos es el de pasar lista, una rutina que aprovecha como momento de
encuentro y convivencia de cada día con todos los alumnos. A través de sus respuestas
de “presente”, “ausente”,” aquí estoy”, y otras respuestas graciosas, emplea alguna de
esas respuestas “ingeniosas” con buen o mal gusto para continuar o iniciar la clase con la
producción de una redacción personal o colectiva. Cambia la rutina del propio dictado y
sugiere que sea cada uno de los alumnos quién dicte al resto de sus compañeros sus
experiencias personales de lo que les ocurrió el día anterior o el fin de semana. El hecho
de trabajar en cooperación con otros compañeros tiene ventajas motivacionales
importantes, no sólo facilita el desarrollo de determinados aprendizajes sino que tiene
efectos que se podrían considerar terapéuticos para aquellos alumnos que ya han
desarrollado un patrón motivacional de evitación de valoraciones negativas o de miedo al
fracaso.
Se nota el aprecio y amor que sentía Pennac por sus alumnos, lo fundamental es que él le
demostraba que se preocupaba realmente por ellos, que eran sus alumnos y que jamás
los abandonaría. Él es un tipo de profesor democrático o colaborador, facilita el desarrollo
de la motivación por el aprendizaje, trabaja la percepción de autonomía y responsabilidad
sin abandonar al alumno a su suerte.
El autor se pregunta permanentemente ¿quiénes eran sus alumnos? Y se contestaba que
alguno de ellos se ajustaba fielmente al tipo de alumno (alumno zoquete) que él mismo
había sido a su misma edad. Para ayudar a estos estudiantes que se iba encontrando en
diversos centros escolares por los que iba dando clase, llegó a la conclusión que para
poder tener la posibilidad de sacarlos de ese “pozo” era preciso “enseñarles de nuevo” la
propia noción del esfuerzo y devolverles el gusto por la soledad y el silencio y, sobre todo,
el dominio del tiempo, del aburrimiento.
Trataba de promover en sus alumnos una autoestima positiva; una buena autoestima nos
fortalece, nos da energías, motiva. Nos impulsa a alcanzar metas y enorgullecernos de
nuestros logros. Los niños absorben todo lo que le brindan y presentan ya que se
encuentran en un proceso de desarrollo, asimilación y autoconocimiento de su propio yo.
La calidad de experiencias que pueden generar los educadores en el niño son el
generador principal que determinará el grado de autoestima que tendrá a lo largo el
alumno.
Dentro de las estrategias que utilizaba tenía muy claro que cuando se hacen preguntas a
los alumnos, todo profesor debe saber que las respuestas pueden ser de tres tipos: La
acertada, la errónea y la absurda. De estas tres posibles respuestas, el autor se queda
con la tercera (la respuesta absurda) porque estas respuestas absurdas, no tienen por
qué evaluarse negativamente, ya que es simplemente un síntoma de creatividad que hay
que desarrollar. Si un profesor acepta una respuesta absurda como errónea se anula
como profesor, ya que deja realmente de preocuparse por el alumno.
Para finalizar voy a citar una parte del capítulo que me llegó mucho como ex alumna de
escuela primaria y secundaria, ya que estos “problemas” eran planteadas delante de
nosotros, sin filtros, haciéndonos sentir, como decía Daniel Penacc, unos “zoquetes” y
también como futura Licenciada en Psicopedagogía; se muestra como uno de los
principales problemas de la enseñanza en las escuelas:
—Pero ¿qué han hecho en primaria? –maldice el profesor de secundaria al recibir a sus
alumnos, a quienes considera iletrados.
—¿Alguien puede decirme qué han aprendido hasta ahora? –exclama el profesor de
instituto ante la propensión de sus alumnos a expresarse sin vocabulario.
—¿Realmente han ido al instituto? –se pregunta el profe de facultad al corregir sus
primeros exámenes.
—¡Explíquenme qué coño hacen en la universidad! –berrea el industrial ante sus jóvenes
empleados.
María Luisa Pérez Cabaní: El aprendizaje escolar desde el punto de vista del alumno:
los enfoques del aprendizaje
Emoción y Aprendizaje.