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asume el enfoque “cientificista” de la “evolucién histérica” que data ya de los textos de Riva Palacio. ¥ se sujeta a ese canon para distinguir entre pasado y presente, entre unas épocas histéricas y otras, Diego se inspira en las obras de Chavero y Justo Sierra. Y la lectura de Forjando patria de Gamio lo acerca a esa interpretacién cultural del mundo indigena que marca al “paradigma antropo- égico”: jar la persistencia cultural del pasado en los érdenes del presente, “La soledad de Cuesta’, el texto que concluye el expediente, quiere ser una exploraci6n de las visiones sobre el mundo politico que el autor clabora durante los aos treinta. Su tema es esa pecu- liar y excéntrica postura que ve, al igual que Carl Schmit, un inevitable ingrediente metafisico en la politica moderna, El fascis- ‘mo y el stalinismo hacen de este sesgo el factor dominante de sus formas de legitimacién. Cuesta entrevé, ya en los afios previos ala Segunda Guerra Mundial, la nocién de totalitarismo, que acabard imponigndose en los afios setenta como horizonte de aniliss de esos regimenes.l81 Min Semo 16 1 lin Sermo La historia intelectual después del linguistic turn Frangoss Dosse* Institut Universitaire de Formation des Maitres de Créteil Resumen En este ensayo se refieren las actuales discusiones metodolégicas y cpistemolégicas sobre la historia inteleceual. El debate se articula a par- tir de tres ejs: al primero, de orden histérico, lo consiruye el surgi- imiento, en la década de los sesenta, del linguistic turn anglosajén. El * Hiscoriadoryacadémico niversitaio. Profesor en el Instins Universitaire de Formation des Mates de Cosel en el Institut dudes Pbiigues de Pais. In- for adserito al Jutta dHlioire du Temps Présen yal Centre d'Hisire altar de Soi Contemporaine de la aniversidad de Scint-Quentin-en- YYeelines. Miembro dl comité editorial de la revista BpaciTomps. Autor de [Haare en mies, La Découverte, 1987 (La isoria en niggas, Valencia Edicions Alfons el Magninims, 1989}; Histoire di srururalime, Le champ du signe, como 1, La Découverte, 1991 y Le chant du ene, romo 2, La Découverte; 1992; Linn late, Aubies, 1994, LE mpire dic en, La Découverce, 1995: Paul Riceur, lessens dune vie, La Déouvere, 1997s [Histoire Hater, 1999; {es conrant hisoriqus en Prance auc 19 et 20 stele, en eolaboracién con Christian Deaton y atic Garcia, Armand Colin, ol. "U" 1999; Lise, ‘Armand Colin, col. “Carns”, 2000; Michel de Cera, cheins distoire, en colaboracén con Christan Delacroix, Patrick Garcia, Michel Tiebitsch, Com- plexe, 2002; Miche de Cree, lemarceur bles a Découvere, 2002 (Michel de Coteau el caminateberido, Universidad TberournercanaEcole de Hautes Erudes en Sciences Socses, 2003); La marche des id hire des nelle, Aisaireintelectuelle La Découvete, 2003 Hscoriay Graf, I, 1m, 23, 2004 segundo se expresa como una interrogante que guia el propio ensayo de Doss: godmo supera,en la historia intelectual, la dicotomainternalismo (formalismo)-externalismo (sociologismo)? E tuna tradicin de hacer la historia intelectual: a francesa. Por medio del iltimo es representado por ‘entrecruzamiento de estos tes registros de andliss se exponen las escue las més importantes de la historia intelectual: la anglosajona, en sus ver- tientes estadounidense e inglesa -ambas enmarcadas en las exigencias del linguistic turn la alemana, representada por la historia de los con- ceptos, yl frances, surgida gracias a la renovacién de la historia de lo politico, Inreecroas History arrer rie Linguistic Tus This esay presentes the recent methodological and epistemological dscus- sions pertining intelectual history. This divusson is based om three aes: the {first one of ahistorical nature; this is, the emergence during the setes ofthe «anglosaxon linguist turn: the second is expresed as a question that guides Doses the esay: How to overcome, in the Inteletual History, the dichotomy internalism (formalism) —externalism (ocilogism)? And at lst, she french hristoriographie tradition of making Intelecoual History. Through the interwining ofthese three analytical registers she most important schooks of Intelectual History are presented: the anglosaxon troughe its two forms the american and the english ~both marked by the demands of the linguistic surn-s the german, represented by the history of concepts and, the french, ‘wich arose de to the renewal politcal history. abido es que la historia de ls ideas no goza de muy buena fa- fina en Francia; en cambio, es practicada a cara descubierta allende sus fronteras, donde ser historiador de las ideas no impli- cala indignidad nacional, Resulta impactante el contraste encre el estado de la investigacién en ese ambito en Alemania y el mundo anglo-norteamericano, por un lado, por el otto, lasituacién fran- cesa, donde apenas se viven los prolegémenos de reconocimiento de un drea de investigacién vista como algo novedoso. Varias razo- nes permiten explicar el carcter excepcional del caso francés. Por 18 / Frangols Dosse tuna parte, és preciso mencionar el importance sitio que ocupa la inseruccién propiamente filoséfica en la formacién de todo el pt- blico escolarizado, que ha estabilizado un tertitoro del fildsofo bien plantado en un corpus y su correspondiente historia. Por otra parte, el desarrollo especifico que han tenido en Francia las ciencias sociales, asi como el éxito arrollador de la historia de las mentalidades durante los afios setenta, impidieron el surgimiento del rea especifica de investigacién que constituiria una historia de las ideas o una historia intelectual propia. Desde luego, una historia de los intelectuales ha podido erigirse como area auténo- ma de investigacién, gracias al cambio brusco ¢ irreversible de paradigma ocurrido durante los afios ochenta; dicho cambio per- mitié levantar la prohibicién que pesaba sobre las espaldas de una lite del pensamiento, en el marco de una histora tendiente a privilegiar las légicas masificantes y repetitivas. Esta historia de los intelectuales tiene ya en su haber diversos trabajos. Ha logrado imponerse gracias a la fecundidad de muchos de ss conectores, tales como los “medios de sociabilidad” y la "generacién’, asf como al hecho de tomar en cuenta todos los soportes culturales. Mi in- tencidn aqui, limitada, no consiste en poner en tela de juicio la legitimidad de esa historia de los inteleccuales ni en cuestionar sus logros, sino en mover de sitio el cursor para hacer valer a fecundi- dad atin embrionaria y ampliamente comprobada en el extranjero cde una historia propiamente intelectual de los intelectual. Reromo asi una preocupacién expresada recientemente por Vincent Du- clert, cuando escribe: “Aunque los requerimientos externos han sido estudiados por historiadores interesados en conocer la im- plicacién de los intelectuales en la politica, la sociedad o la moral, nila labor del pensathiento propia de los intelectuales ni las for- mas de su relacién con los saberes intelectuales constituyen atin tun objeto central de su historia.”" u "Si le sollctasionsextviures ome dé éedlides par de les bistorienssoucews de connatere limplicaton des intelectuel dans le politique, la soieé ow la morale, La historia intelectual después del linguistic tuen / 19 1. UNA RENOVACION LLEGADA DEL OTRO LADO DEL ATLANTICO La verdadera mutacién de la historia intelectual en los Estados Unidos data del llamado linguistic turn, que conmocioné profun- damente ese ambito de estudio, al desplazar las interrogantes, al modificar los enfoques, al proporcionar un mayor rigor. Aquel gio lingiistico cristaliza bastante pronto y se expresa de diversas maneras desde 1967, por ejemplo, mediante la publicacién de una antologia de 28 textos-manifiestos bajo la direccién del filé- sofo Richard Rorty,inticulada The Linguistic Turn? Ello dio como resultado una historia intelectual renovada y fortalecida por nue- vas ambiciones. Los anglosajones llaman linguistic turn ala im- portacién hacia tierras norteamericanas de la boga del paradigma cstructuralista que dominé la escena francesa durante los afios se- senta y que se expandié con relativa rapidez hacia las universida- des norteamericanas, desde los afios setenta, bajo la denominacién de “posestructuralismo”. A esta influencia netamente exterior de Barthes, de Foucault, de Derrida, se aftade una influencia endégena, la de la filosofia analitica anglosajona, del narrativismo de Archur Danto, de Louis ©. Mink, y del pragmatismo arento a los actos de habla segtin las teorfas de Austin y de Seatle. La historia inte- lectual, cuyo objeto es esencialmente discursivo, se vio profunda- mente modificadas mds atin, la historia social suftié también la influencia del linguistic turn La doble crisis de Ia historia intelectual clésica y de la historia social, as{ como su comtin apertura hacia cuestiones relacionadas {Te oraval del pede propre ace intllecrels le formes de ear relation ave es ‘soi intellectucl ne constituent par encore abe cena deer bis” Viocent Daclert, “Les inelecrels. Un probléme pou histoire culvurel”, Cahiers di Cire de Recherches Hisarigues, wh. 31, asi de 2003, p. 26 2 Richard Rot die), The Linguine Tarn Recent Esa in Pileaphical Method, Chicago, The University of Chicago Pres, 1967. > Geoff Eley, "De histoire sociale a wtouenant linguistiques dans Phiscorio- traphieanglo-américaine des années 1980", Gens, nim. 7, marzo de 1992 pp. 163-93. 20 | Frangois Dosse con la discursividad y la lingistica en general, favorecen un acer- camiento y un auténtico didlogo entre la historia socal y la histo- ria intelectual. La intervencién que tuvo mayor resqnancia fue la iniciativa precoz de Hayden White, con la publicacién de su fi- mosa obra Metahistory (1973), misma que sigue siendo amplia- ignorada en Francia y que no ha sido traducida atin all francés. Hayden White enuncia una inflexién decisiva respecto de has orientaciones propuestas por Lovejoy, al asimilarel paradigma mente cestructuralista post-saussuriano, White define un nuevo programa de investigacién en lo que atafie a la historia intelecual, dndose por objerivo partir de “la estructura profunda de la imaginacién histérica’, a la que sitia dentro de las prefiguraciones lingtifsticas y poéticas del Ambito histérico. Tales prefiguraciones se hallan “organizadas en torno a cuatro tropos clésicos de la poética, a sa- ber, la metéfora, la metonimia, la sinécdoque y la itonfa: “En re- sumen, mi punto de vista es que el modo tropolégico dominante asi como su protocolo lingtifstco constituyen el irreductible fun- damento umetahist6rico» de cada obra hist6rica.”® La retérica y el analisis del discurso se convierten gracias a Hayden White en las puertas de entrada privilegiadas del historiador, bortando la fron- tera entre lo que rige la ficcibn y lo que rige la historia. Esta indeterminacién de las fronteras entre ambos campos pro- voca de hecho un acalorado debate. En Temps er réct (1983) aul Ricceur ha sefalado ya el interés de las tesis de Hayden White. Saluda en ellas los logros de los narrativistas anglosajones: William Dray, Georg Henrik Von Wright, Arthur Danto, Louis ©. Mink y Hayden White, cuyo mérito comiin consistié en mostrar cémo narraresya explicat, Todos ellos hicieron hincapi¢ en la riqueza de Jos recursos explicativos internos a la narracién. Sus trabajos su- 4 Hayden White, Methior: The Hinorcl Imagination in xD Century Europe Baltimore, The John Hopkins University Press 1973 > Véase ibid, px. Paul Ricoeus, Temps er réi, tomo 1, Pars, Sui, 1983. La historia inceleccual después del linguistic tm / 21 brayan con justa razén el hecho de que la historia es antes que nada escricura, historio-grafia. No obstante, Ricceur no comparte las tesis ms radicales de Hayden White, cuando éste postula, op- tando por una ficcionalizacién de la historia, la indistincidn entre historia y ficcién. El afin veritativo del discurso historiador con- verte a este uitimo en algo distinto del artficio literario. Desde esta perspectiva, Ricceur propone el neologismo de “representancia” para destacar el doble estatus de realidad y de ficcién del discurso historiador, que tiene la intencién de apegarse lo més posible al reference para convertise en su “funcién vicatia de lugartenencia’.” ‘Ala teserva expresada por Ricceur se han afiadido desde 1983 hasta la fecha las criticas més despiadadas de historiadores como ‘Ammaldo Momigliano,® Carlo Ginzburg? 0 Rusell Jacoby;!® asi como las interrogantes criticas de Roger Chattiet.!' Todos ellos han advertido las derivas posibles de un formalismo tendiente al relativismo que, al equiparar todos los discursos, rorna imposible toda discriminacién entre lo verdadero y lo falso y, por ende, im- pide denunciar alos falsficadores, como en el caso del discurso negacionista. ?ara responder tales crticas, Hayden White admite que es po- sible establecer entre las “narraciones en competencia” criterios de evaluacién relativos a “su fidelidad a los datos fécticos, su completud y la coherencia de su argumentacién, sea cual fue- 7 Vease Paul Rice, "Histoire et théorique’, Digbn, ct i. de 1994, p25. ® Arnaldo Momigliano, “The Rhetoric of History and the History of Rethorc: On Hayden Whites Tope, Seino conrbue alle stra del sud clas del mondo antic, Roma, Edigioni di Storia e Literatura, 1984, pp. 49-59. * Carlo Ginaburg, “Just One Wines", en Sail Friedlander (dit), Probing the Limits of Repracncarion Nazism and the*Fnal Solution", Cambridge, Harvard Universiy Press, 1992, pp 82-96 1 'Russll Jacoby, “A New Intellecrual History", American Hisoical Review, nim. 97, abil de 1992, pp. 405-24 UO Roger Chartier, “Figures théoriques et repeéentations historques’, Storia dele Stviogafa, wim. 24, 1993, pp. 133-142; publiado nuewamente en Au bond del falas, Pais, Albin Michel, 1998, pp. 108-25. 22 | Frangois Dosse re”? En respuesta al historiador Arthur Marwick, uno de sus més polémicos detractores, Hayden White replica que de ningu- na manera pretende eliminar del discurso historiador el vinculo con los acontecimientos concretos; simplemente, busca subrayar Ja ambigiledad de la nocién de “hecho” respecto ala nocién de “acontecimiento”: Lanocién de hecho [ft es obviamente ambigua, en la medida en que significa tanto el sentido del acontecimiento [event] (por lo que un examen pertinente de la cuestién remitiria al estatus de una “realidad” o de lo simaginario» de un acontecimiento) como el sen- «ido dela formulacién del aconcecimiento (por lo que un examen pertinente remitiria ala “verdad” o al “error” de unenunciado)..? Hayden White no invita a eliminar los acontecimientos de la historia en nombre de un relativismo absoluto absurdos sencilla- mente preconiza la distincién entre las nociones de even considerando que, contrarios a los acontecimientos, son construcciones historiadoras sujetas a revisién, abiertas hacia tun futuro que habré de reconfigurarlas cada ver de manera distin- «a. Ala afirmacién de Barthes segsin la cual “el hecho histérico no tiene més existencia que la existencia lingistica (como término de un discurso),y no obstance pareciera que dicha existencia no es sino mera «copia» de otra existencia, ubicada dentro de un campo extraestructural, lo eteabs”,'4 Hayden White afiade que los he- "2 Hayden White, “Historical Emplormene and the Problems of Truth’ en Friedlander (dit), Probing the Limit of op its p38. "Vease Hayden White, “Response to Arthur Marwick’ ournalofContemponry History, vo. 30, nie. 2, abril de 1995, p. 238. "le fie bistarigue n'a jamais gulume existence lingwisigue (comme serme dan cour) y cependant touts pase comme si cere existence wat que la ecpien pureetsinpled une astreexence, ste dant wn camp exrastrucand le eres", Roland Barthes, “Le Discours de histoire", Le brusemen dei langue, Pars, Seuil, 1984 (1967), p. 164 La historia intelectual después del linguistic turn / 23, chos, contratiamente alos acontecimientos, son entidades lingiis- ticas, “y por ello quisicra dar a entender que, tal como el filésofo Arthur Danto lo ha establecido, los shechos» son vacontecimien- tos bajo una descripcién.”' Por su parte, la relacién entre he- chos y acontecimientos debe ser retomada sin cesar; es la materia misma de la comunidad historiadora y permanece abierta a nue- vvas conceptualizaciones, no porque los acontccimientos del pa- sado cambien, sino porque nuestra manera de conceptualizarlos dificre. Tales modificaciones son perceptibles ante todo en lo rela tivo a acontecimientos trauméticos como el genocidio de los ju- dios, cuya realidad como acontecimiento hist6rico Hayden White nunca nicga ni relativiza ni banaliza, por supuesto. Elafin porarticular la historia social con los aportes del linguis- tic turn estuvo marcado por un gran acontecimiento, que puede ser atribuido a dos historiadores norteamericanos de la universi- dad de Cornell, Steven Kaplan y Dominick LaCapra, cuando és- tos tomaron la iniciativa de organizar un coloquio sobre el tema. Bl encuentro se Ilevé a cabo en abril de 1980, en la universidad de Cornell (Nueva York), y dio lugar ala publicacién de las ponen- cias centradas en torno a la manera de concebir la historia intelec- tual.!9 Dominick LaCapra ha asumido la defensa del linguistic sur, al que considera como algo sumamente positivo para el his- toriador de la historia intelectual.” Se inscribe en un intento por superar la dicotomia clésica entre el punto de vista internalistay el cenfoque externalista, gracias a una reatticulacién de ambas dimen- siones. Siguiendo el modelo de la distincién postulada por Austin centre el registro constatativo y el registro performativo, LaCapra establece dos niveles de estudio de una obra, Por un lado, es posi- °5 Whit, “Response to Arthur Marwick’, op. cit, p. 239. 16 Seeven Kaplan y Dominick LaCapra (eds), Modern European Intellectual History, Ithaca, Cornell University Press, 1982. 1 Dominick LaCapra, “Rethinking Inelectual History and Reading Texts", cen Kaplan y LaCapra (eds), Modern European Intellectual History, op. cts pp. ATS. 24 | Frangois Dose ble interesarse por el plano documental, que remite la literalidad, alo factico, aquello de lo que da cuenta el observador cuando habla de una realidad empirica pasada y reconstruida. Mas tarde, cs posible abordar otro plano, al que LaCapra califica de “work- ike",!* y que remite a la parte interpretativa, de imaginacién y de compromiso de una historia intelectual que establece un didlogo con el pasado a partir de las interrogantes del presente. Obvia- ‘mente, ambos niveles se hallan en interaccién constante y deben ser estudiados desde una perspectiva de historiografia critica. La Jectura documental de los textos habia predominads ampliamen- te hasta entonces, y LaCapra insiste en los aportes que brinda a la historia intelectual el nuevo interés hacia los divessos usos e in- terpretaciones de las formaciones discursivas estudiadas segiin su dinémica temporal. Ese predominio toral de la concepcién do- cumental condujo a excluir la ficcién del Ambito de estudio del historiador y LaCapra reconoce el mérito de Hayden White al haber vuelto a introducir la dimensién liceraria como fuente de significado. Para renovat la historia intelectual, LaCapra propone redefinir seis marcos problemsticos. El primero de ellos acai la relacién entre as intenciones del autor y su texto. Sin negar la importancia de la parte intencional, LaCapra pone en guardia contra la tenta- i6n de considerar el texto como si derivara tan s6lo de las inten- ciones de su autor, como ocurre en el caso de Quentin Skinner. ‘Ademés de que las intenciones son inciertas las més de las veces, cuando no ambivalentes, también puede trarase de reconstruc- ciones a posteriori El segundo nivel que debe ser reconsiderado es elde la relacién que debe ser establecida entre la vida del autor y su obra. Segiin LaCapra, la idea segiin la cual la vida influye directamente en la ‘obra presenta dificultades semejantes a las que plantea la inten- Esta boga propicia a la historia intelectual dio asimismo ori- gen a toda una corriente de renovacién de la historia literaria, surgida a principios de los afios ochenta en los Estados Unidos. Se pondera asi el linguistic rum, definiendo un programa abierto, calificado de New Histricism —segin la formula acufiada por uno de los representantes de dicha corriente, Stephen Greenblatt—. El proyecto intelectual consiste en restablecer un intexcambio vivo centre literatura ¢ historia, baséndose en una préctica pluridisci plinaria: “El Nuevo Historicismo brinds a los investigadores nue- vas oportunidades para salvar las fronteras que separan historia, antropologia, arte, politica, literatura, economfa.”™ Se trata de sentar las bases de una “poética cultural” que ya ha modificado de ‘manera sensible los estudios de historia literaria. Por regla general, sus iniciadores vivicron el periodo de efervescencia teérica de los 2 Idem. 2 Pid. p. 81 2 Véase H. Aram Vecser (ed), The New Hioricom, Nueva York, Routledge, 1989, px 28 / Frangois Dosse afios sesenta y setenta, dejindose cautivar por el cima estructu- ralista —principalmente parisino, mas no de manera exclusiva—, «empefidndose por adaptarlos modelos alchusserianos 0 lacanianos a los estudio literarios. Empero, se sintieron répidamente insatis- fechos pot los resultados de tales injertos y, conscientes de las aporfas propias de los enfoques en exceso sistematicos y formales, decidie- ron organizar encuenttos con regularidad, ademas de publicar una revista a la que dieton por titulo Representations. Esta corriente, que privilegia un campo de estudio situado a medic camino entre ciencia y ficcién, entre historia y creacién literaria, considera que “no puede alcanzarse ningiin avance en el plano metodolégico sin tuna inmersién total en la préctica”.?¥ Semejante orientacién coin- cide con la postura de Michel de Certeau, cuando elige por hori- zonte de investigacién una articulacién entre el decir y el hacer. Resulta de hecho significativo que la obra de Certeau se haya con- vertido en una referencia de importancia creciente para la corrien- te del New Historiciom, que incluso le dedicé un nimero especial de su revista.”® La dificultad principal a la que se enfrenta esta cortiente consiste en tratar de rebasar la separacién tradicional entre el texto literario y su contexto histérico, refleionando en torno a la tensién propia a ambas dimensiones: “El Nuevo Historicismo renegocia las relaciones entre los textos y las demas pricticassignificantes, yendo lo més lejos posible para disolver la literatura en su complejo histérico de surgimiento.””” Los parti- darios del New Historiciom, como Stephen Greenblatt, Louis Montrose, Jot! Fineman, Richard Terdiman, entre otros, insisten cn las capacidades configurantes de la retérica as’ como en su modalidad de recepcién y de apropiacién. Al mismo tiempo, den- 2 Catherine Gallagher y Stephen Greenblats (ed.), Practicing New Historicism, (Chicago, The University of Chicago Press, 2000, p. 18, 26 “Special Issue: The New World Essays in Memory of Michel de Certeau, Representations, Berkeley, University of California, mim, 33, ivierno de 1991 ? Neeser, The New Hisorcims, op. city p. Xi La historia inteleccual después del linguistic turn 129 tro de la filiacién certaliana, el pasado sigue siendo el ausente, el ‘otro al que no hay que confundir con las categorias del presente. Ello exigeubicarse en un espacio intermedio, incerto, a partir del cual conviene, segtin dice Greenblatt, “hablar con los muertos", respetando su alteridad.”* El significado brota pues de una doble construccién: por un lado, de los juegos temporales puestos en accién una y otra vea entre pasado y presente, entre presente ¥ pasado; por el otro, de los efectos que produce la historia sobre las légicas textuales y de aquellos que producen estas ilkimas sobre la historia: Segiin una expresién en quiasmo, muy al gusto de los “Nuevos Historicistas’, Louis Montrose puntualizaba la postura paradig- tica de los eitcos adeptos de la nueva formula, diciendo que su tarea, tal como dl la coneebia, consistia en examinar “la his- toricidad de los textos y la cextualidad de la Historia” ut, EL CONTEXTUALISMO DE LA ESCUELA DE CAMBRIDGE La escuela conocida como escuela de Cambridge, ubieada en la intersecci6n dela flosofia, dela historia, de la ciencia politica y de la lingiifstica, trastocé las falsas evidencias y abrié un campo de reflexin a una historia intelectual hondamente contextualizada, 2% Stephen Greenblatt, Shakespearean Negotiations: The Ciculaion of Social Energy im Renainance England, BrkleylLos Angeles, The University of California Press, 1988 "Dans une formule chiasmatique chive awe «Nouveaux Hisoricsess, Lows Montrose précis la postion paradigmatique des vitiquesnowveleformale en ‘dst que sa tche, tlle ui la concer, ae d canine sori ds txes ot etal de Hire Pascal Bri “Linco Hie: dem approches complémentires des pratques culturelles et politiques du premier ‘tau en Fedrqu acaa, bal Lesa ily Pans sph Rugg (ed Hirer d Our Manche. Tendance éentes de Uhistriographie brtnnigue, Pari Press de Univer de Sorbonne, 200, p86 30 J Frangois Dose atenta aa singularidad de las situaciones histéricasy a la vex preo- cupada por renovar el cuestionamiento a partir del legado del linguistic turn, inscribiéndose en el linaje de los aportes del Witt genstcin de las Jnvestigaciones floséficas. Los miembtos de dicha escuela, as{ como sus trabajos, empiezan a ser mejor conocidos del otro lado de la Mancha: se trata de John Dunn, Joha Pocock (pro fesor de historia en la universidad Johns Hopkins de Baltimore), ‘Quentin Skinner (profesor de la universidad de Cambridge). Sus obras han sido traducidas al francés y sus tesis son objeto de viru- Jentas discusiones, La fuente principal de inspiracién de esta co- rriente se arraiga en la reflexidn lingifstica levada 1 cabo por los filésofos de Cambridge en los afi cincuenta, as{ como en la re flexién acerca de los actos de habla (speech acti) dssarrollada en aquella misma época en Oxford, entre otros lugares, que privile- giaba una lingtifstica de la enunciacién (ntimamente tributatia de las variaciones contextuales. Ambos mundos, el de los historiado- res y el de los filésofos del lenguaje, suelen permanecer ajenos entre sf; de alli que la excepcién que representa esta escuela de Cambridge sea atin més notable. El principal desplazamiento efectuado consiste en privilegiar un enfoque contextual, gracias a los aportes de la semdntica hist6- rica, rompiendo asf con la busqueda geneal6gica realizada exclusi- vamente a partir del presente por parte de los iticiadores del pensamicnto politico moderno, Esta escuela de Cambridge tiene por ambi 1n_dar cuenta del surgimiento de la concepcién mo- derna del Estado, rastreando “la matriz social e intelectual general de la que provienen” los trabajos de los principales teéricos de 2» Bxisce un balance reciente de los trabajos realizados por esta escuela. Véanse Stefan Collini, Richard Whatmore y Brian Young (eds), Econoray. Polity and Sociey. British Intellectual History 1750-1950, Carnbridge, Cambridge University Press, 2000, y Stefan Collin, Richard Whatmore y Brian Young (eds, History. Religion, and Culture. British Intellectual History 1750-1950, Cambridge, Cambridge University Pres, 2000, La historia intelectual después del ingustic turn / 31 ddicha concepcién.» Su intencién es restcuir con la mayor escru- pulosidad posible el contexto intelectual en cuyo seno algunos tcéricos de lo politico elaboraron sus tesis. Patidatios de un enfo- {que histotiador, los autores de la escuela de Cambridge se empe- fian en partir dc las categorias de pensamiento dela época estudiada y del lenguaje que estaba en uso en aquel momento, tomando distancia de toda forma de proyeccidn a partir de su propio pre~ sente, Su aporte esencial obedece a su capacidad para someter a Jos textos a la prucba de los contextos, sorteando las trampas de un enfogue meramente internalista de la historia de las ideas, pero tomando en serio al mismo tiempo lo que dicen los textos, sin refericlos por la fuerza a datos externos. Al partir de la exterioridad de los textos, estos estudios contribuyen a arrojar sobre ellos nue- vas luces, sin invalidar el enfoque inverso, que va de la interiori- dad de los textos hacia su exterioridad. Simple y Hanamente, a la ‘manera de las escalas de andliss, ponen en evidencia dimensiones no perceptibles desde una lectura diferente. Herederos del linguistic nur en su versi6n pragmatica, buscan restituir lo que significa escribir, ubicando “el acto que cometian sus autores al escribie”*? Semejante perspectiva implica poner es- ppecial atencién a los datos filolégicos de la época estudiada, ast ‘como a las categorias mentales y culturales del momento, sin por ello limitarse a tales elementos, pues los partidarios de la escuela cde Cambridge estan plenamente conscientes de que llevan a cabo tuna labor de interpretacién: “Al intentar situar de esa manera un. texto dentro del contexto que le corresponde, no sélo se propone un escenario para la interpretacién: s¢ inicia el acto mismo de in- terpretacién.”® Asi, la escuela de Cambridge logra someter la fi- losofia politica a la prueba de la historia, sin dejar de respetar la 51 Quentin Skinner, Les fondements de la pende politique modern, Pais, Albin Michel, 2001 (1978), p.9. 2 fhid, p. 12. 8 Ibid, p13. 32 J Frangois Dose singularidad de un pensamiento politico no reductible a su con- texto de enunciacién, Paralelamente a este aporte metodolégico ‘mediante el cual escapan al falso dilema entre internalismo y cexternalismo, dichos historiadores se muestran receptivos a pro- ppuestas heuristicas que modifican profundamente nuestra percep- cin de la ruptura moderna, al mostrar que la autonomizacién del pensamiento de lo politico en Occidente se encuentra arraigado en lo que John Pocock ha llamado el momento maquiavélico. Esta cexpresién va mucho més alld de la persona y la obra de Maquiavelo, ya que designa todo el periodo de surgimiento del humanismo ‘civico en la repiblica de Florencia, a principios del siglo XVI. Se- giin esta escuela, el surgimiento del sujeto politico data de aquella rupcura, caracterizada por una oposicién creciente eatre la accién de los hombres y a de la providencia (Ia Fortuna); sujeto politico cuyas figuras innovadoras son el retérico y el legislador profeta, que pugnan por alcanzar una “ciencia de la accién ddiberada”. De alli resulta un nuevo régimen de historicidad; éste basa su modo de ser en una experimentacién politica que permite 1omper con el ritmo cielico e implacable de la Fortuna. ‘Al evidenciar la fuerza de ilocucién de los conceptos y al de- mostrar el valor performativo de las argumencaciones tebricasins- critas en as convenciones y en los desafios propios de un contexto preciso, la escuela de Cambridge marca su diferencia respecto de Ja historia cisica de las ideas. Jean-Fabien Spitz define la ambi- cién que se ha fijado Pocock en El momento maguiatdlico como la doble resultante de una insatisfaceién epistemoldgica y politica. En efecto, Pocock esté inconforme con un enfoque centrado en tomo a la nocién del contrato, que concede excesivo valor a la ddimensin juridica en'el nacimiento de las formas modernas de lo politico, Hasta entonces, se solia remontar hasta los padres funda- 34). G.A. Pocock, Le moment machiavélin, Pars, PUF, 1997 (1975), con un precio de Jean-Fabien Spitz. Véaseen espafol El momento magsiavélico,Tecnos, Madeid, 2002. La historia intelectual después del lirguistic tun / 33 dores del liberalismo, por ejemplo John Locke, para ver en su obra yen lade los demés promotores del contrato moderno el adveni- ‘miento de un poder juridico-politico que se asigna el objetivo de dat rienda suelta al juego exclusivo de las I6gicas individuales:?> “Escribir la historia del advenimiento de la libertad de los moder- nos consiste pues necesariamente en buscar aquello que anuncia la filosofia de Locke en la época que lo antecede.”* En opinién de Pocock, esta intencién es deformante, pues parte de nuestra con- cepeién contemporinea de los derechos individuales y no de las tensiones propias a la ruptura de la modemidad del siglo XVII, ccuyas cuestiones fundamentales son de un orden totalmente dis- tinto, y se hallan marcadas més por la ética que por la dimensién juridica. Cabe entonces preguntarse si el hombre puede confor- ‘marse con una ampliacién de la esfera de intercambio de las mer- cancias; si es posible prescindir de una implicacién politica sin por ello perder su identidad; o bien sies posible delegar la respon- sabilidad de hacerse cargo de su propia defensa. Tales interrogantes, que giran en torno a la vireud y su articulacién con la divisién social del trabajo, as{ como con el desarrollo de los intercambios, hallan fuentes de inspiracién en el Maquiavelo de los Discursos, cuando éste reflexiona en torno a la corrupcién de ls institucio- nes yal efecto de las costumbres sobre el adecuado funcionamien- to dela repiiblica. Pocock sigue los lineamientos de un pensamiento politico ampliamente marcado por su dimensién moral y metafi- sica, atin hondamente impregnada por la filosofia politica clisica. Esta nueva lectura del momento maguiavelico halla también una fuente, como lo explica el mismo Pocock, en la situacién de crisis, por la que atravesaron los Estados Unidos durante los afios sesen- tay setenta. En plena guerra de Vietnam, Norteamérica se inte- rroga en tornoa los fundamentos de su estar-juntos, en un mundo °].G.A. Pocock, “The Myth of Joba Lock and the Obsession with Liberalism’ en J.G.A, Pocock yR,Asheraft, John Lace, Los Angeles, 1980, 5 jean-Fabien Spc, proficio Pocock, Le moment maize, op. ct p. 34 J Frangois Dose |Z social que se reduce cada vex més a la yuxtaposicién de deseos individuales. Este estado de duda propicié un retomo a los orige- nes de las bases constitutivas de la nacién norteameticana y de sus principios fundadores: “Indiscutiblemente, E! momento magiuia- tilico se suma al deseo de encontrar nuevamente, en los orfgenes de una repiiblica norteamericana, algo con qué alimentar la idea de {que el compromiso de la virtud formaba parte del pacto fundador delanacién.”8” La demostracién de Pocock busca poner en eviden- cia el vinculo siempre existence en el pensamiento liberal moder- no entre las aspiraciones de los individuos a la libertad yal derecho privado y una tradi to de origen data de la época del Renacimiento italiano, momento cen el cual se interpreté desde una éptica diferente el pensamicn- to politico de la Antigtiedad romana. Por consiguiente, el pensamiento politico modetno de los si- ¢glos XVII y XVII se halla en tensién constante entre dos vertientes que pueden parecer contradictorias; empero, intenta conciliarlas al proponer un sistema de poder hibrido, para tomar en cuenta tanto los nuevos imperativos del desarrollo econémico y social como la prescrvacién de la humanidad del hombre a la que aspira- ba el Renacimiento. Este pensamiento politico moderno ya no es, vvisto pues como un pensamiento seguro de si mismo, que avanza decididamente hacia el progreso sino, muy porel contrario, como un pensamiento portador de inquietudes crecientes ante sus pro- pias tensiones, generadas por su afin de preservar la virtud en el corazén mismo de un mundo cada vez més sustentado en el inter cambio, y que intenta evitar las formas de instrumentalizacién de én republicana civica y humanista, cuyo pun- Jo humano para que éste conserve el control de su destino. La orra gran figura de la escuela de Cambridge, Quentin Skin- net —nombrado profesor de ciencias politcas en la universidad de Cambridge alos 37 afios de edad, en 1978—, dirige una colec~ cién llamada Ideas in Context, que incluye mas de cuarenta titu- Ibid, p. xt La historia intelectual después de! inguistic wen / 35 los; asimismo, esté a cargo de un amplio programa de investiga cién colectiva acerca del pensamiento politico moderno, que se empefia en traducir al plano hist6rico las tesis propuestas por la filosofia del lenguaje del Witegenstein de la tltima época y de ‘Austin, En una entrevista concedida en fechas recientes, Quentin Skinner echa un vistazo retrospectivo hacia sus afios de formacién, universitaria y hacia el momento de surgimiento de su programa de investigacién Sefiala cémo, en los aftos cincuenta, se vio es- pecialmente marcado por al libro de Collingwood, The Idea of History, asi como por el de Bertrand Russell, History of Western Philosophy: “Russell siempre ha seguido siendo un modelo para mi.”? Quentin Skinner concluye su formacién en 1962 en Cambridge; en aquel entonces, dominan tanto la corriente estric- tamente positiva y empirica como una corriente de amplia inspi- racién marxista; priva asimismo la influencia del paradigma de la escuela histérica francesa, representada en aquel entonces por Fernand Braudel y, por ende, marcada por un determinismo cau- sal de orden geogrifico. Esta siltima influencia dejaba poco espa- cio para la historia de las ideas, relegada al rango de epifenémeno insignificante, y tuvo “un efecto catastréfico tanto sobre el estatus como sobre el método utilizado en la historia intelectual”. Skinner clige como objeto de estudio a Hobbes y se disocia de las modali- dades de lectura dominantes, espiritualistas o marxistas, para ha- cer valerla necesidad absoluta de restuar la obra de Hobbes en las ccategorias mentales de su época. As, a principios de los afios se- senta, discure en rorno a tales problemas de interpretacién con stu ccolega y amigo John Dunn, que ve en el trabajo de Skinner sobre Hobbes un complemento al realizado anteriormente sobre Locke % Quentin Skinner, “Quentin Skinnce on Encountering the Past", Finnish Yearbook of Political Thought, vol. 6, 2002, pp. 34-63. Entrevista tealizada por Pet Koikkalanen y Sami Syrjimaki el 4 de octubre de 2001 2 Tide p. 36 Tide p38. 36 J Frangois Dosse por Dunn mismo y Peter Lasslet. En 1965, Quentin Skinner toma 1 su cargo un curso en Cambridge acerca de los albores del pensa- miento politico moderno; a partir de esa experiencia, descubre la jimportancia del pensamiento de Maquiavelo. A finales de los afios, sesenta, sus orientaciones se ven confirmadas por la lectura de la obra de Michel Foucault. Sin embargo, como en el caso de toda su generacién en Cambridge desde sus afi de formacién, su prin- cipal influencia es el Wittgenstein de las Investigaciones filoséficas Este interés lo conduce a otorgar una importancia primordial al lenguaje desde una perspectiva pragmética influenciada por lo que se conoce como la filosofia analitica anglosajona. Se inspira en- tonces en los trabajos de Austin, en los que ve una prolongacién de las tesis de Wittgenstein. ‘Skinner afirma asimismo el papel en verdad determinante de Pocock en sus primeros trabajos: “Ejercié una influencia capital sobre mi propia teoria y sobre mi préctica cuando inicié mis in- vestigaciones’.*' Si bien opina que la orientacién de Pocock es en exceso estructuralista, demasiado dada a insistiren el carécter apre- miante de las estructuras del lenguaje, a las que él prefiere consi- derar como otros tantos recursos para el pensamierto, reconoce que sus enfoques convergen en lo esencial. Skinner defiende por Jo demas una postura anti-fundacionalista, nutrida tanto por los trabajos de Thomas Kuhn a los que tuvo acceso desde 1962 como por los de Richard Rorty. Este anti-fundacionalismo se vio refor- zado cuando Skinner ingresé al Instituto de investigacién de Princeton, en el que trabajé de 1974 a 1979 en contacto con Rorty, catedritico por aquel entonces del departamento de flosofia: “Me ayudé mucho, Ieyendo y discutiendo conmigo los trabajos teéri- os que intentaba realizar en aquel momento.” Skinner compar- tia ademés cubiculo con Kuhn y Clifford Geertz, con quienes ‘mantiene intercambios sumamente fructiferos. © tid, p. 48. © Wid, p32. Lahistoria intelectual después del linguistic tun / 37 Rechazando el determinismo sociologizante para dar cuenta de las teorias politicas, Skinner desea privilegiar lo que el texto significa en el momento en que se enuncia; el historiador debe pues trasladarse al interior del universo de construccién del sig- nificado del autor estudiado pata redescubrir aquello que tenia sentido para él: “La interrogante esencial a la que uno se halla confrontado, cuando se estudia un texto, es la siguiente: zqué cra lo que podia tener la intencién de comunicar el autor, enun- ciando lo que enunciaba, al escribir en la época en la que escribia y dado el piblico al que deseaba dirigirse?”™® Para captar la fuerza de ilocucién del texto, Skinner decide recurri ala restitucién his- t6rica del contexto, que ha de permitir comprender los contlictos que el enunciado pone en juego, a partir de las convenciones en uso, definiendo asf la intencionalidad y la estrategia de escritura del autor. He allf la tarea emprendida por Quentin Skinner en su gran suma acerca de los fundamentos del pensamiento politico moder- no.!4 En ella, especifica su proyecto, distancidndose de lo que él lama “textualismo”, en nombre de la necesaria restitucién de las categorias mentales de la época estudiada. Més alld de los autores yy sus obras, intenta despejar segsin lo mencionamos ya, la matriz. social e intelectual general de la que provienen tales obras, acer- cindose as{ en su proceder al de Lucien Febvre con su nocién de utillaje mental. Sin embargo, dicho universo matricial no cons- tituye en opinién de Skinner el resultado exclusivo del trabajo de erudicién, que intentarfa acumularla mayor cantidad posible de datos para restiuir su etiologfa; lo que importa es “intentar pene- trar en el pensamiento del autor”. Esta ambicién, un tanto des- Quentin Skinner, “Meaning and Understanding in the History of leas", en James Tully (ed), Meaning and Contet: Quentin Skinner and bis Critics, Cambridge, Polity Press, 1988, p. 63. Skinnes, Les fondement de li op. et © tid, p.9. “ tid, p12 38 / Frangois Dosse j mesurada, expresa el deseo de Skinner de superar la alternativa centre el internalismo textual y el externalismo contextual, gracias al sitio medular otorgado a la dimensién interprecativa en sf. Tal Jectura conduce a Skinner a valorar la importancia de las catego- rfas mentales del pasado en la enunciacién de la novedad. Asi pues, al estudiar el pensamiento politico del Renacimiento, distingue cen dl las huellas del estoicismo romano; de la misma manera, all estudiar el pensamiento politico que acompafia la labor de la Re- forma, percibe en él la impronta del derecho romana y de la filo- sofia moral escolistica. Su demostracién lo lleva entonces aatenuar Jas rupruras comiinmente postuladas entre perfodos y entre ad- versatios politicos, al demostrar que sus divisiones, por reales que sean, remiten aun mismo universo mental y argumentativo ain ionarios de los albores de ampliamente compartido: “Los revolt la Europa moderna eran sin duda alguna mayoritariamente cal nistas declarados, pero atin no se ha subrayado lo suficiente que sus teorfas estaban impregnadas del lenguaje juridico y moral de sus adversarios catdlicos.’ Estas tesis de la escuela de Cambridge han suscitado frecuentes controversias, durante las cuales se han manifestado objeciones mds 0 menos radicales. En Francia, el fildsofo Yves Charles Zarka, director del Centro de historia de la filosofia moderra, que tiene también por objeto el pensamiento politico, se ha erigido en su critico més severo, maxim” cuando preconiza un enfoque toral- mente distinto del mismo corpus texcual, Director del Centro ‘Thomas Hobbes del Centre National de la Recherche Scientifique, Zarka es un especialista reconocido del pensamiento de Hobbes."* Ahora bien, este investigador desestima el proceder de Skinner, al considera que peca de éstrechamente historicista y que ejerce efec- tos reduccionistas sobre la historia de la filosofia politica. Su prin- * Ibid p14 Yves ChatlesZatka, La déciion metaphysique, Pais, iin, 1987: Hobbes tla persde politique mademe, Pats, PUF, 1995. La historia intelectual después del linguistic turn / 39 cipal critica atafiea la utilizacién por parte de Skinner de elemen- 105 exdgenos a los textos estudiados, que acaban por diluir la parte propiamente filoséfica de dichos textos. Zarka reconoce que el cardcter histérico de tales obras del pasado requiere ajustarse es- crupulosamente a los datos que constituyen el contexto de una época singular, pero considera que ello no debe hacer olvidar el hecho de que se trata de textos cuyo cardcter es ante todo filos6 co: “Todo intento por reducira una dimensién meramente histé- rica el estudio de la filosofia politica equivale, de manera més 0 menos directa, de manera ms 0 menos habil, a negar la especifi- cidad (Filos6fica) del objeto estudiado."® En efecto, Zarka brinda una lectura de Hobbes que pone un énfasis mayor en la moderni- dad de su pensamiento, definida a partir de un vuelco que trans- forma una filosofia del cuerpo en una filosofia del espiticu. Mésallé de esta diferencias entre un enfoque que da la priori- dad al substrato contextual y otro que valora los puntos de ruptu- 1, la oposicién entre el proceder de Skinner y el de Zarka radica principalmence en la relacién que ambos instituyen entre pasado Yy presente. A este respecto, el filésofo pone en guardia al his- toriador contra las tentaciones del historicismo, que niegan la densidad de significado que vincula nuestra actualidad —y sus interrogantes especificas— con el pasado. A este nivel, abe recor- dar el aporte del enfoque hermenéutico, que postula una amplia- ign del significado proporcional ala distancia temporal. Zarka se pone a un historicismo cuyo programa se limite a una mera res- titucién del tenor exacto de los textos mediante la restitucién del contexto de su contenido. Denuncia el efecto relativista de seme- jane enfoque, al término del cual ya no seria posible distinguir “una obra de filosofia politica tan considerable como el Leviatén © “Toute tentative de réduire 2 ume dimension puremens historique Veude de la ‘philosopbie politique revien, plus on moins directement lus ou moins habilement, 2 ner ba péifcité philsophigue) de lobes que lon drudie.” Ywes Charles Zarka, “Comment lie Hobbes ”, Le Débat, nim. 96, sept-oct. de 1997, p. 93, 40 | Frangois Dosse de un simple libelo o de un texto circunstancial.”®” Zarka aboga sin embargo en pro de un estudio de la filosofia a través de su historia, y postula la permanencia de un significado filoséfico de las filosofias del pasado. En su opinién, dicho significado debe ser buscado en el presente del acto de filosofar, y no sélo en la inda- gacién erudita destinada a contextualizar el pensamiento, “pues cual esel significado filosdfico de una filosofia fuera del acto mis- mo de filosofat, cuando éste se ejerce en el presente como biisque- da de una verdad de las cosas?”>! Zarka admite la ausencia de privilegios del pensamiento filo- séfico pues éste, al igual que otras producciones intelectuales, no escapa a su tiempo. Sin embargo, impone una condicién: obser- var los dos principios que subyacen en todo enfoque histérico de 1a filosofia, val como los definié Léo Strauss. Por una parte, el historiador debe demostrar una comprensién del autor estudiado similar a la arencién que brinda a la elucidacién de sus propios pensamientos; ello implica una valorizacién del contexto. Por la otra, y este segundo principio inclina nuevamence la balanza en favor de la especificidad del contenido filosdfico dal texto, dicho texto debe ser considerado como algo mas que el mero reflejo de un momento particular: “Importa pues, en un segundo momen- to, decir que existe una especificidad del texto filoséfico que Io convierte en tal, es decir, en algo filoséfico.”>? El argumento de Zarka en torno ala necesidad de adoprar una doble exigencia —la de la exactitud histérica y aquella propia a la especulacién filosé- fica— resulta obviamente vilido, sobre todo cuando cierta histo- 5° une auore de philosophic politique aussi conidérable que leLéviathan d'un simple libelle ox d'an texte cinconseanciel” Ibid, p. 111 5 car quiast-ce que le sens philesphique d'une phileophieendebors de Vacteiime de philosopher lorsque clue Seerce dans le présens comme recherche dune vérité des choses”. Yues Chatles Zarka, Comment derive Ubitire del pilospbie 2, Pax 1s, PUE, 2001, p. 23. °° tLimporse donc, en un deveiome temps, de dire quily a une spcificie di texte philesophique qui le rend tl, ces-adirephileophigue.” Ibid, p. 27, La historia incelectual después del linguistic tu / 4 ria de los conceptos consideraba tener por proyecto substituir a la historia dela filosofia. Sin embargo, tambien resulta legitimo pensar {que los términos de esta controversia deben ser replanteados, orien tindolos hacia la necesaria distincién entre dos tipos de enfoque, desde luego conexos y para nada incompatibles, cada uno de los cuales tiene su propia legitimidad y su propio aporte especfico: la ‘modalidad de lectura propiamente filoséfica de una historia de la filosofia, por un lado y, por el otro, una historia intelectual que valora las formaciones discursivas en sus relaciones con un marco sociopolitico y mental, en un afin por ubicar con la mayor preci- sidn posible todo pensamiento como acto de enunciacién solida- tio de un contexto. iit, UNA HISTORIA CONCEPTUAL DE 10 POLITICO EN FRANCIA Eldesarrollo de la reflexién sobre el pensamiento politico se nutte cen Francia de la critica del fendémeno totalitario, acerca del cual Marcel Gaucher subraya que “no es en cierto sentido més que un retorno de la parte reprimida de lo politico”.®° Una historia inte- lectual del pensamiento politico se esboza alrededor de los aftos cochenta con la revista Libre, creada en 1977; con la coleccién Cri- tique du politique fandada por Miguel Abensour en 1975 en la editorial Payor; mensual que habr de levarse a cabo durante ocho afios, de 1977 21985, en el que participan Claude Lefort, Pierre Manent, Marcel Gauchet, Frangois Furet, Bernard Manin, Pierre Nora, Jacques Julliard, Krzysctof Pomian, Pierre Rosanvallon, y luego ottos mas. Esta reflexidn colectiva permite aunar distintos enfoques discipli- narios y devolver una perspectiva globalizante a un enfoque histé- rico desde cuya éptica lo politico es visto como un tema transversal posteriormente, con la creacién de un seminatio 53 i) stem un sem gan retour du refoul politique”. Marcel Gaucher, Eiprit, juleago, de 1976. 42 | Francols Dosse y global de las investigaciones.» La historia intelectual de lo polt- tico pretende colocarse en la interseccién de lo histérico y de lo filos6fico; dicha posicién intermedia de observacién le brinda la posibilidad de superar las tradicionales escisiones entre historia po- litica, ciencia politica e historia de las ideas politicas, Pierre Rosanvallon define ese proyecto como un proyecto de claboracién de una historia conceptual de lo politica. Su objetivo consiste en “comprender la formacién y la evolucién de las racio- nalidades politica, es decir, os sistemas de representacién que rigen la manera en que una época, un pais o ciertos grupos socia- les dados conducen su accién y consideran su porvenir."5> Se- ‘mejante manera de proceder presupone cuestionar a separacién, cefectuada hasta entonces entre un velo exterior de representacién, tras el cual habria que identificar las motivaciones reales de los acto- res, y las conductas verificables de estos tikimos. De hecho, esta historia intelectual intenta restituir la labor permanente de refle- xividad que tealiza la sociedad sobre sf misma, su construccién co- ‘mo experimentacién. Se halla pues efectivamente inscrita en una petspectiva hermenéutica, que da prioridad ala compreasién, y rom- pe con Ia ilusién de una visién “desde arriba’, susticuyéndola por algo que Rosanvallon llama la “empatia controlada’.* Aunque esta historia intelectual de lo politico privilegia los conceptos, viendo cen ellos especies de nudos por desenredar para captar lo que po- nen en juego y yendo asi a contrapelo de la historia tradicional de las ideas politicas, no por ello se limita al corpus de las grandes obras canénicas. Desde mediados de los afios ochenta, Pierre Rosanvallon define en apuntes de trabajo lo que él entiende por ese campo de investigacién recién abierto, que presenta de mane- >< Véase Piere Rosanvallon, “Le Politique’, en Jacques Revel y Nathan Wachtel (dirs), Une dole pou les sciences sociales, Paris, CERE-EHESS, 1996, p. 305. °*comprendrela formation et Uévolution des rationalits politique, cese-d-die ler _gpttmes de représentation gui commandent la figon dont une épogue, an pays ox des groupes socaueconduisens leur aeson ex envivagent leur avenin” Ibid, p. 307. 58 Véase ibid p. 309. La historia intelectual despues del linguistic wen / 43, ra programitica.,” Segiin Rosanvallon, la unidad de las muy diver- sas publicaciones —que dan fe de la renovacién de la historia de ls, ideas, de la del enfoque filos6fico de la historia politica y de lade la filosoffa del acontecimiento, as{ como del desarrollo de una antro- pologfa politica o de la reactivacién de la filosofia del derecho— ‘obedece al hecho de que “lo politico no consituye para ellos una sinstancia» 0 un wdmbito» entre otros de la realidad: ¢ el sitio don- de se articulan lo social y su representacién, la matriz simbdlica en Ja cual la experiencia colectiva halla arraigo y reflexién a la ver" Rosanvallon pasa revista a las aporfas de la historia tradicional de las ideas para hacer valer més cabalmente, mediante un efecto de contraste, las ambiciones posibles de la historia conceptual de lo politico. Distingue cinco tentaciones que conllevan flaquezas ‘metodolégicas: la del diccionario, que es desde luego un valioso instrumento, pero que no tiene nada de hist6rico;* la dela histo- ria de las doctrinas, que presupone err6neamente un universo re- plegado sobre s{ mismo, coherente y estable, del que habria que redescubrir los precursores desde una perspectiva teleolégicas la del comparatismo textual, que slo hace existir los textos en su exterioridad y disimula a menudo una ausencia toral de capacidad para interrogar los textos en cuestién;* la del reconstructivismo, que mira desde la distancia la obra con el fin de brindarle una coherencia supuestamente mejor que la que le asigné su autor; ¥ finalmente, la del tipologismo, que se limita a yuxtaponer, a cata- logar las escuclas de pensamiento. A diferencia de estas diversas formas que ha asumido la historia de las ideas, la historia concep- tual de lo politico, segin Rosanvallon, tiene como objetivo “1) ha- 57 Pierre Rosavallon, “Pour une histoire conceprvele du politique (noe de travail)", Ree de synths, ene-jun. de 1986, nim. 1-2, pp. 93-105. Le politigue ie pa pour es une sinstances ow wn vdoaines par tres de lariat: ile lio arcade loi ea repretation, la masrcesrmbli- qe dans agulle experience collective Seracne ese efi tl foi. Iie, p96. 2 Vea ibid, p. 97 tid, p98 44 | Frangois Dosse cer la historia de la manera en que una época, un pais 0 ciertos grupos sociales dados intentan construir respuestas alo que perci- ben de modo més o menos confuso como un problema y 2) hacer la historia del srabajo efectuado mediante la interzccién petma- nente entre la realidad y su representacién, definiendo campos his- sérico-probleméticos."® Recurtiendo a los aportes de la historia de las mentalidades, la historia conceptual de lo politico halla tam- bign fuentes teflexivas en una atencién vigorosa puesta en el di curso, la lengua, el campo léxico. Esta atencién hacia el contexto discursivo podria hacer pensar que dicha historia conceptual, tal como la define Rosanvallon, se asemeja a a orientacién esbozada porla escuela de Cambridge, as{ como a los trabajos de Skinner y Pocock. Desde luego, Rosanvallon reconoce estar en deuda con dicha corriente, cuyo aporte es ineludible; empero, se disocia de las tesis de la cortiente de historia contextualista de las ideas: “En efecto, los términos en los que el debate metodolégico ha sido planteado en Estados Unidos y en Inglaterra en torno a la manera de hacer historia de las ideas han conducido de manera demasia- do sistemitica a Skinner a poner bajo sospecha de «philesophia perenni a todo aquello que tiende intelectualmente a articular la lectura de las cuestiones del presente con la lectura del pasado." Por su parte, Lucien Jaume, otto especialista del pensamiento politico moderno,% mantiene cieta distancia cetica respecto del 1) de ire Pisaire dela mnie dont une pogne an pay ou des groupes seca chchet a contrive det réponse guile perooen: pls mais confit comme ran probleme e 2) de fire Uhstaine dail opt par Uinsrcin permanene ntl rasa reprenation nian: es champs historco-prablematgus.” Zid, p10, "Leterme dans lec ediba mithadelogique ra fcn defied histoire tides ed men ae Bar Unser n Angle nse ef, cn Skinner ‘eapgonner wap stnatiquement de eiloophiaperennis xtc qui tendait ‘melee sartcder la letre des quetionsdprion ave elle dpa” Ii, p. 105 °° ae fase piste: Ln mécomprébenion bisorcite dela pilaepie” Lucien Jaume, Hobbe eta eprint moderne, Pt POP, 1986. La historia intelectual después del ingustc turn / 45, contextualismo de la escuela de Cambridge. Dicha orientacién constituye, a su manera de ver, “una pista falsa: la deficiente com- prensién historicista de la filosofia.” Si bien Lucien Jaume pet- manece muy atento al orden del discurso de los actores, asf como alhecho de que el discurso que manejan no carece de efectos so- bre lo que hacen, también puntualiza que no se trata de dejar hablarinterminablemente ese corpus de textos, sino de reordenarlo, sometiéndolo a diversas interrogantes;® asimismo, preconiza el recurso a probleméticas 0 modelos. Asi pues, refiriéndose a Hobbes, interpreta su obra interrogindola desde el punto de vista de la representacién: “El gran interés de Hobbes, por afiadidura, con- siste en habe sido el primer tedrico que definié un concepto de la representacién.”“ La representacién no es concebida por Hobbes ‘como un mero resultado de fuerzas exteriores ni como una resul- tante capaz de subsumir una tensién. De ninggin modo estitica, la represcntacién preserva su dinémica endégena: es “cteacién con- tinuada’®’ y por ende la conversién que realiza siempre es pro- visional, permanece inacabada, en incesante construccién: “La representacién no reflja, opera."S* De alli la ruptura que la noci de Hobbes establece respecto de las concepciones medievales. Pues- to que la interrogante por resolver en el plano politico se enuncia como la mejor manera de conciliar lo uno y lo miitiple, la res- puesta que propone Hobbes para su siglo sigue interpelindonos —a distancia, claro esti— en nuestra contemporaneidad: “Pare~ ceria dificil sostener que el Leviatén s6lo nos habla del sigho xvi.” & Lucien June, “Philosophie en Science politique”, Le Debt, nim. 72. nor dic. de 1992 p. 140. S Veae ibid, p. 138. (Le uund inte de Hobbes de suerte dere le premier sercien ui ait in an concept dela repréentation.” Lain Jaume, Hobbes et [Etat repréenatif ‘moder p-7. 8 Yeas ibid, p. 185 8, yprentation ne rfl pa elle ope” Idem. © 1 pana difficile de ruteni que le Leviathan ne nous parle que di VIF sitele Ii, p. 227 46 | Frangois Dose ‘Aceste respecto, coincidimos con Lucien Jaume cuando hace pre- valecer el tipo de cuestionamiento propio de nuestra contem- poraneidad, en la medida en que ésta interrogs la tradicién, presuponiendo una fractura pero tambien una inclusién del pasa- do.en el presente; la densidad temporal de este fururo del pasado requiere una lectura hermenéutica, cuyo cuestionamiento siem- pre renovado permite relecturas siempre creadoras La historia de los conceptos politicos, segiin Lucien Jaume, cexige distinguir dos planos de cuestionamiento: ¢s preciso, por una parte, interrogarse en torno a la produccién de los conceptos, ya las diversas modulaciones de sentido que sufrenen el transcur- ‘0 del tiempos por a otra, es necesario hacer visibleel proceder del analista mismo. Jaume privilegia los contextos de surgimiento en su singulatidad y, al mismo tiempo, su método de andlisis recurre a los textos mismos para hacer patentes los efectos propiamente politicos de estos tltimos. A esta dimensién pragmatica que apunta a articular pensamiento y accién, Lucien Jaume stgiere definirla mediante un neologismo: la “ideopraxia” (ideoprasie) que signifi- «2 “la puesta en prictica un pensamiento politico que no debe set separado de sus condiciones concretas de formulacibn’.”° Hacer prevalecer el plano de la préctica y de los usos implica ya no limi- tarse, como en el caso de la historia clisica de las genealogia de los grandes autores canonizados, sino ampliar el corpus de los textos de referencia. Los textos seleccionados por stu capacidad de vehicular una accién son percibidos entonces como cenvites dirigidos a un piiblico particular, portadores de una culeu- 1a politica que permite la comunicacién entre el autor y su desti- natario, Semejante enfoque remice a la vez a la pragmética y a la hermenéutica: “EI meollo de esta manera de proceder consiste en “la mite en ere dane pense poitigue ql ne fue pa sfparr ders conditions concrtesde formulation”. Lucien Jaume, “La pensée en action: pour une autre Histoire ds ides politiques", ponencia presentada durante el coloquio inter nacional Per une storia dei cone ghuridiie polite europei, Népoles, Institut Suor Orsola Benincasa, 20-22 de febrero de 2003. La historia intelectual después del nguistic turn / 47, efecto en determinar mediante la interpretacién el wefecto de sig- nificado» del texto de intervencién politica.””' El historiador no parte pues de un invariante del significado del concepto, de una tunivocidad de su significacién; por el contratio, reintegra el con- cepto dentro del movimiento mismo del actuar politico, coman- do en scrio a los actores, ya que la interrogante planteada busca saber cémo dicen los actores aquello que hacen. Semejante orientacién coincide con la preocupacién expresa- da por Paul Ricceur cuando afirma la necesidad de una “reins- cripcién progresiva de la teorfa del texto en la teorfa de la accién’.”* El criterio de los usos lleva a poner entre paréntesis la cuestién de la verdad, que estard en cambio en el meollo de la interpretacién, propiamente filoséfica. La perspectiva de la historia intelectual halla aqui su caricter operativo, invirtiendo el enfoque clésico de la historia de las ideas. Esta ditima indaga en general la influencia ejercida por tal o cual pensador sobre los actores; pero también conduce al investigador a incursionar por sendas donde toda deci- sién resulta imposible, a falta de poder obtener pruebas a partir de nociones teéricas sacadas de contexto, por ejemplo: “Acaso Rousseau cece influencia sobre los jacobinos2” Muy por el con- ‘ratio, a historia inteleceual vaa partir del contexto mismo, de aque- Ilo que cl contexto pone en juego, pata preguntarse: “;Por qué cicrtos jacobinos citan a Rousseau?” Esta interrogante acerca del significado propio de la referencia textual, comada en el fuego del actuar, contribuye a proporcionar especificidad al tipo de cuestionamiento de la historia intelectual respecto del cuestio- namiento filos6fico. Lucien Jaume sta ese nivel a distancias iguales de la hermencutica tal como la define Gadamer y del contextualis- ‘mo de Skinner. 7 Le cwur de la démarche conte en eff dterminer par voie d'interprétaton I effet de sence de textedintervension politique.” Idem inscription progressive dela théorie deste dan la théorie de V'acion”. Daal Rios, Du texte 2 Faction, Paris, Seu, 1986p 8. 48 | Frangois Dose Esta tercera via resulta en mi opinién especialmente fecunda, pues toma en cuenta el cardcter hrido de esta senda de investign- cién, que e interna tanto en el mundo ideal como enel mundo fic- tico, Ene horizonte de esta opcign se divisa laramence la perspectiva abierta por Ricoeur con su nocién de “refiguracién’, que remite tanto al significado que otorga el actor a su decir como al signifi- cado que adviene para nosotros en nuestra contemporaneidad al leerlo a posteriori. Ello no da por resultado una comprensién su- perior, desde arriba, enunciada en nombre de la ciencia sino, més ‘modestamente, una manera de comprender a los actores “de otro ‘modo? distinta de su manera de comprenderse ellos mismos. rv, La SEMANTICA HISTORICA ALEMANA En Alemania, la historia intelectual constituye también un émbi- +0 sugestivo, hasta el punto de servir cada ver més a menudo de modelo allende las fronteras germanas, sobre todo gracias al pro- igrama de semantica histérica definido por Reinhart Koselleck (la Begrffigeschichte). Durante los afos cincuenta, la historia cultural se hallaba especialmente desacreditada en Alemania y era incluso utilizada a manera de mala palabra; fue pues justamente para to- mar distancia de ella que se afirmé un programa diferente, que con- siscia en realizar una histori lo esencial emana de la Begriffiocology, inspira en un principio los trabajos de sociologia del derecho, primeros en contemplar el pro yecto de una sociologfa de los conceptos. A través dena reflexién acerca de las discontinuidades propias al contenido juridico, el historiador Koselleck va a emprender su tematizacién de una am- biciosa historia de los conceptos. En efecto, rompe con el conti- nuismo de las ideas para anclar socialmente el concepto en su cspacio-tiempo, partiendo del principio segtin el cual el concepto intelectual. Dicha cortiente, que en 7 Vease Jaume, “La pense en action”, oct Li historia intelectual después del linguistic turn / 49 registra el hecho social que est produciéndose. Al mismo tiempo, empero, el concepto es en si un factor del hecho social y no s6lo su reflejo, por lo que el primero cjerce una retroaccién sobre el se- gundo. Koselleck se niega a separar la atencién puesta en las trans- formaciones de aquella puesta en las formaciones discursivas de la historia social, y define un programa de historia intelectual con miras a conservar la historicidad propia de cualquier nocién 0 ‘controversia, Koselleck recuerda la sentencia de Epicteto segtin la cual “no son las acciones las que estremecen a los hombres, sino lo que se dice acerca de tales acciones’™; &sta nos ensefia que la fuerza inhe- tente de las palabras no sélo flotaen la superficie de las cosas. De ello resulta una obligacién metodol6gica en historia, que consiste «en resttur los conflictos sociale y politicos del pasado utilizando aquello que Lucien Febvre llamaba ya el utile mental y que Koselleck lama “la fronteras conceptuales de la época’,” eigien- do asf una postura muy cercana a la de la escuela de Cambridge. Semejante atencién hacia las variaciones diaerénieas y sinerénicas de significado de las nociones, en funcién del sitio que ocupan dentro del sistema, apunta a comprender més cabalmente la his- toria social en su cardcter concreto, escapando al falso circulo vi- cioso que conduce de la palabra a la cosa y viceversa Koselleck ve en el dmt para pensar simultdncamence las transformaciones de los concep- del derecho un conector privilegiado tos y las del universo social, pues el derecho le sirve de indicador de la modemnidad creciente. Tras el aspecto innovador del progra- ma de Koselleck, ¢s posible detectar su insatisfaccién ante una historiograffa como la que representan aquellos historiadores que, sin haberse comprometido con el nazismo, permanecieron en Ale- ‘mania, fieles alas tess cldsicas del historicismo, entre ellos Gerhard 7 Véase Reinhare Koslleck, Le futur paid. Contribution & le simantigue des temps bistorique, Pars, EHESS, 1990 (1979), p. 99. Bid. p. 104, 50.1 Frangois Dose Ritter, Hanz Herafeld, Gerd Tellenbach, Alfred Grundmann y Friedrich Meinecke. Este iltimo es el més representativo ¢ influ- yente de su generacién (1862-1954) y explora la historia de las ideas segiin una modalidad de continuidades, de filiaciones capa- ces de atar nuevamente los cabos de la tradicién y de la moderni- dad, privilegiando la singularidad del Sonderweg alemén. Para toda una generacién de historiadores alemanes de la pos- guerra, semejante visién dejé de ser aceptable, Antes que buscar simplemente la compasién hacia s{ misma, esta generacién inquiere causas positivas capaces de elucidar el porqué del desastre alemn, aquello que pudo suscitar ese abandono ante la barbarie, y exige responsables, culpables. Basindose en ese rechazo y en esa actitud critica hacia la generacién anterior, varios historiadores alemanes, trabajaron en pro de una critica de la prictica historiadora domi- nante, buscando otras sendas de exploracién més fecundas. Tal fue el caso, entre muchos otros, de Reinhart Koselleck, cuyo pro- yecto nacié en el Instituto de historia social creado en Heidelberg por Alfred Weber, hermano de Max Weber. Koselleck, al igual que la mayoria de los historiadores de su generacién, se vio hon- damente marcado por esa experiencia de la guerra, por esa dis- tancia wéxima en Alemania entre la barbarie en la obra de lo cotidiano y el mundo del discurso. La posicién defendida por Koselleck corresponde a una historicizacién sin historismo. Se convierte asi en uno de los arti- fices de una gigantesca empresa editorial, al realizar una gran en- ciclopedia en ocho voliimenes de los conceptos bisicos de la historia, en colaboracién con el historiador Werner Conze y el ‘medievalista Otto Brunner. Este tltimo habia ya suscitado am- plios debates en torno a su resis segiin la cual el Estado no existe cn la Edad media. Dicho diccionario se ha convertido en el mo- humento més representativo de los aportes de la historia de los conceptos, la Begriffigeschichte;”® retine no menos de 7,000 pagi- % Ouo Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck (eds, Geschichaiche La historia intelectual después del linguistic turn / 51 a nas; su realizacién duré veinte afios y 10% del conjunco fue re- dactado por Koselleck. La labor de conceptualizacién efectuada por Koselleck permi- tid ponderar hasta qué punto el pasado tiene un furuto.”” Cuando Ricoeur pone punto final en 1985 a su trlogia dedicada a sus re- flexiones acerca de la relacién entre tiempo y narracién, ve en la hermenéutica de la conciencia histérica definida por Koselleck un medio para escapar a la doble aporética del tiempo: la del tiempo {ntimo, estrictamente psicolégico, tal como aparece en la tradi- cién de San Agustin o en la de la fenomenologia de Husserl;y la del iempo cosmolégico de Aristételes, seguida del tiempo tras- cendental de Kant. Para definir esta manera de pensar el tiempo que conjuga las modalidades de subjetivacién con su dimensién impersonal, Ricoeur se basa en las dos categorias metahist6ricas utilizadas por Koselleck: espacio de experiencia y horizonte de ‘expectativas. Ambas nociones se arraigan en el presente. El espa- cio de experiencia remite a una trama donde se entretejen pasado y presente en funcién de miiltiples trayectorias, mientras que el horizonte de expectativas remite a un futuro vuelto también pre- sente, “vuelto hacia el atin-no”,’ sin dejarse derivar simplemente de la experiencia presente. Asi, desde la perspectiva de Koselleck, el acontecimiento se sia en una tensién interna entre dos categorfas metahistéricas, lade espacio de experiencia y la de horizonte de expectativas. Ambas categorias tematizan un tiempo histérico que puede ser Ieido en la experiencia concreta, con ciertos desplazamientos significativos, por ejemplo la disociacién paulatina entre experiencia y expecta- tivaseen el mundo moderno occidental. Su enfoque tiene el méri- to de mostrar el carécter operativo de los conceptos histéricos, su ‘Grandi. Histricher Lexikon zur politich-socialen Sprache in Dentcland, Seangat, Ernst Klet/].G, Cotta, 1972-1997, 77 Koslleck, Le fsur pas op. cit 78 urn vers le pas-encore”. Riceeat, Temps et rit, tomo 3, op. ct, p. 376. 52 Frangols Dosse capacidad estructurante y a la ver estructurada por situaciones sin- gulares. Dichos conceptos, portadores de experiencia y de expec- tativas, no son meros epifenémenos de lenguaje que habria que poner a la historia “verdadera”; establecen “una relacién especifi- ca con el lenguaje a partie del cual influyen sobre cada situacién y acontecimiento o reaccionan ante ellos”.”? Los conceptos no son reductibles a alguna figura retérica ni son tampoco una mera he- rramienta titil para clasificar por categorfas. Se hallan sujeros al campo de experiencia del que nacieron para dar cuenta de una rmultiplicidad de significaciones. :Es posible afirmar entonces que tales conceptos logran sacurar el significado de la historia, hasta realizar una fusién total entre historia y lenguaje? Al igual que aul Ricaeur, Reinhart Koselleck no va tan lejos; por el contratio, considera que los procesos histéricos no se limitan a su dimension, discursiva: “La historia no coincide nunca perfectamente con la ‘manera en que el lenguaje la capta y la experiencia la formula.” © ‘Tal como lo opina Paul Ricoeur, el campo préctico es el postrer arraigo de la actividad de temporalizacién. La nocién de huella, a la vez ideal y material, constituye el Ambito de investigacién de aquello que Koselleck sefiala como nuestro espacio de experiencia, a saber ese pasado vuelto presente. Permite explorar el enigma de la paseidad pues el objeto memo- rial, desde su sitio material o ideal, no es descrito en términos de rmeras representaciones sino, tal como lo define Ricceur, en térmi- nos de “representancia o de lugartenencia, dando asi a entender {que las construcciones de la historia ambicionan ser reconstruc- Ricceur ciones que tespondan al requerimiento de un visual “un rapport spécifque a langage pari dugue ils influent sur chaguestuaton ce odnement ou y réagient™. Koselleck, Le fut pass op. cit p. 264. 5%“ Lisoire me coincide jamais parfutement avec la fgon dont le langage la sitit cr Lexpevience la formate.” Ibid. p.195. "0 epréemanc onde etenane, sins par que les comuracson desire cone Farition dre des reconerutons répondant i la requtte dun vse. Ricceut, Temps et rt, 3, op. ct, p. 228. La historia intelectual después del linguistic turn / $3 cexpresa de esa manera que la pascidad de una observacién no es “observable en si misma, sino solamente memorable, La narracién constituye la mediacién indispensable para hacer labor histérica y vvincular el espacio de experiencia y el horizonte de expectativas mencionados por Koselleck: “Nuestra hipétesis de trabajo equi- vale asf aver en la narracién el guardin del tiempo, en la medida cen que el inico tiempo pensado seria el tiempo narrado.”*? La configuracién del tiempo pasa por la narracién del historiador. La configuracién historiadora considerada se mueve entre un espa- cio de experiencia que evoca la multiplicidad de los recortidos posibles y un horizonte de expectativas que define un fucuro-vuel- to-presente, no reductiblea una mera derivacién de la experiencia presente: “Asi, espacio de experiencia y horizonte de expectativas rno se oponen polarmente, atin mejor, se condicionan mutuamen- te." La construccién de esta hermenéutica del tiempo hist6rico brinda un horizonte cuya trama ya no estd basada en la mera fina- lidad cientifica, sino que tiende hacia un hacer humano, un didlo- go por instituir entre as generaciones, un actuar sobre el presente. Desde esta perspectiva, la historia intelectual puede fijarse la meta de volver a abrir el pasado, interpretar desde una éptica diferente sus potencialidades y sus devenires no verificados. El presente vuelve a tomar posesién del pasado a partir de un horizonte histérico desprendido de él. Transforma la distancia temporal muerta en “transmisién generadora de significado”. El sitio central de la narracién relativiza la capacidad que tiene la historia de encasillar su discurso en una explicacién entrampada en mecanismos de causalidad. "Narre hypothte de rail revient ainsi tenir le rit pour egardin da tempi, dans la mesure oil ne serait de tomps pens gue raconte” Ibid, p. 435. SS “Aina expace d'expérience et horizon dlatrene font mieux que de sopposer polairement, ils se conditionnent mutuellement.” Ibid, p. 377. ™*pansmssion génértrce de sen”, Ibid p. 399, 54 | Frangois Doste Ambicién sin limite. La intelectualidad mexicana del siglo xx Fennanoo Curie Derossé Resumen Fste ensayo examina las intrincadas relaciones entre el intelectual y el politico a partir del Ateneo de a Juventud, grupo que, adiferencia del {que To precedid, el del modernismo, habitante de la Torre de Marfil, rmostré de inmediato una vocacién social en términos de propagacién de los sabctesy civilidad (independientemente de proclividades indivi-

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