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LA DIALÉCTICA: FUNDAMENTO Y MÉTODO EN EL PENSAMIENTO

DE ENRIQUE PICHON-RIVIERE1∗
Introducción

Al iniciar estas Jornadas la noche del miércoles en el cálido clima de un encuentro


que se prolonga en estos días en el placer del intercambio y la tarea compartida,
decíamos que nos convoca un múltiple reconocimiento: nos convoca la gratitud hacia el
maestro, hacia Enrique Pichon-Rivière, a la vez que se da entre nosotros el
descubrimiento recíproco a través de prácticas diferentes pero articulables en nuevos
desarrollos de la Psicología Social.
Decía, entonces, que una forma de homenajear a E. Pichon Rivière era re-conocerlo e
interrogarlo para profundizar ese conocimiento en el aspecto que él consideraba más
esencial: el de la tarea. Quisiera compartir con ustedes hoy un acercamiento a su
pensamiento que lo interrogue en su médula, en sus fundamentos.
¿Qué dice él de su pensamiento y de su método? En 1966 afirma: "​El análisis que
propongo como método terapéutico podría definirse como análisis dialéctico ya que
consiste en la indagación sistemática de las contradicciones"​. En textos sobre grupo
operativo señala que un aspecto fundamental de la tarea del grupo es el análisis de las
contradicciones que surgen y se despliegan tanto en el texto como en el contexto de esa
tarea. Cuando plantea su criterio de salud y enfermedad habla de dialéctica entre mundo
interno y mundo externo, de una relación dialéctica, mutuamente transformante entre el
sujeto y su contexto vincular-social. Continuando en el desarrollo del concepto de salud
se refiere a la "visualización y resolución de contradicciones que emergen en el sujeto y
en la relación con su contexto". Al definir conducta sostiene que se trata de ​"una
totalidad en evolución dialéctica"​. En 1972 al caracterizar al ECRO dice: "​Es un
conjunto organizado de nociones y conceptos generales, teóricos, referidos a un sector
de lo real, a un universo de discurso, que permite una aproximación instrumental al
objeto particular concreto. Este ECRO y la didáctica que lo vehiculiza están fundados
en el método dialéctico. El método dialéctico por el que se desarrolla la espiral del
conocimiento implica un tipo de análisis que -a partir de los hechos fundamentales las
relaciones cotidianas- devela los principios opuestos, las tendencias contradictorias,
fuente configuradora de la dinámica de los procesos​".
¿Hasta qué punto es cierto esto que Pichon-Rivière afirma de su concepción y
modalidad operativa? ¿Es la dialéctica el fundamento y el método del pensamiento de
Pichon-Rivière en su madurez teórica, cuando propone una Psicología Social? Esta
pregunta no tiene un valor especulativo, teoricista, sino eminentemente práctico. Nos
plantea interrogantes acerca de los instrumentos con los que trabajamos día a día. Pensar
dialécticamente implica una modalidad de comprensión del mundo y en consecuencia
de acción sobre él.
Entre quienes trabajamos en Psicología surge permanentemente un problema
epistemológico: el de la relación entre teoría y práctica. Afortunadamente esta inquietud
se ha expresado en estas Jornadas. Me gustaría que esta charla pudiera aportar, en
alguna medida, a profundizar esta preocupación en lo que hace a la relación teoría y
práctica, y sobre todo al carácter eminentemente práctico de las teorías. A veces en
nombre de la práctica se niega la teoría. Esto es una disociación que no tiene sentido

1
∗​ Conferencia de A.Quiroga durante las Jornadas de Homenaje al Dr. E. Pichon Rivière, octubre 1988.
porque la teoría es el instrumento que ha nacido de la práctica pero que orienta y
organiza la práctica.
Desarrollar la respuesta a la pregunta de si es la dialéctica el fundamento y el método
del pensamiento de E. Pichon- Rivière, significa a mi entender, en primer lugar, una
explicitación acerca de qué es la dialéctica, explicitación que no puede ser superficial
aunque necesariamente será limitada por las circunstancias. Esto nos obligará al trabajo
de conceptos complejos. El otro aspecto de la tarea que nos proponemos es, desde esa
explicitación de la dialéctica, rastrearla en la obra de Pichon-Rivière.

Algunos conceptos básicos sobre la dialéctica

La dialéctica es una concepción del desarrollo que entiende que el movimiento, la


transformación, el cambio, hacen a la esencia de todo fenómeno, de todo hecho. Esto se
da tanto en la naturaleza, como en la sociedad y el pensamiento humano. Ese
movimiento permanente, infinito es un automovimiento. ¿Qué queremos decir con esto?
Que no es promovido por causas externas, sino que su origen su génesis está en las
contradicciones internas, en la identidad y lucha de contrarios que se despliega en la
interioridad de cada hecho, de cada relación, de cada fenómeno, dándole así su carácter
de proceso.
Las definiciones clásicas de dialéctica remiten siempre a esta idea central de
contradicción interna, y a la vez nos enfrentan con una primera contradicción al afirmar
que el desarrollo, el movimiento infinito de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento
se basa en la identidad y lucha de contrarios.
Esto abre interrogantes que no podemos soslayar si lo que pretendemos es plantear
que la dialéctica es el fundamento y el método del pensamiento de Pichon-Rivière,
rastrear la dialéctica en la arquitectura del ECRO.
Surge entonces la pregunta: ¿qué se entiende por contradicción interna? Cada cosa,
cada existente se configura como una unidad de múltiples aspectos, de múltiples rasgos,
a los que llamamos también cualidades o determinaciones. De esos múltiples aspectos,
algunos son opuestos entre sí: constituyen los polos de una o varias contradicciones
internas. Por ejemplo, nuestro crecimiento como seres humanos nos plantea una
contradicción entre aspectos infantiles y maduros, adultos, y esto tanto en lo psíquico
como en lo corporal. Una relación afectiva nos abre la contradicción entre la
dependencia y la autonomía, entre el amor y el odio. En el aprendizaje son polos
opuestos la ignorancia y el conocimiento.
¿Pero por qué unidad o identidad de contrarios? ¿En qué y por qué los opuestos
resultarían idénticos? Porque cada uno de ellos remite al otro, cada aspecto presupone
su opuesto. Cada uno de ellos no puede existir aisladamente sino en relación con ese
otro, que a la vez es su contrario, su negación. Padre remite a hijo. Lo nuevo es la vez
que opuesto, interdependiente de lo viejo. Lo inestructurado a lo estructurado, y así
recíprocamente. Es esta interconexión, esta interdependencia la que hace a su unidad o
identidad. Estos opuestos no son estáticos, son móviles y transitorios. La experiencia
nos muestra que el efecto se convierte a su vez en causa, lo nuevo se transforma en
viejo, el hijo devendrá padre y esta posibilidad de que cada aspecto se transforme en su
contrario, hace al movimiento, a la dialéctica, y en particular a la identidad de los
opuestos.
Cuando hacemos referencia a la identidad de los contrarios aludimos a la
interdependencia, el remitirse recíprocamente y la posibilidad de transformarse el uno
en el otro. Lo viejo va a dar lugar a lo nuevo y lo nuevo inevitablemente se transforma
en viejo.
Los contrarios implican identidad y lucha. Lo esencial de estos aspectos
interdependientes es que se oponen. Lo esencial en esa relación es la diferencia, la no
identidad. En su lucha tienden a excluirse recíprocamente: lo nuevo tiende a reemplazar
a lo viejo, lo estructurado a lo no estructurado. Por lo tanto, la unidad de los contrarios
es transitoria, relativa, temporal. Y la lucha de opuestos, su tendencia a excluirse
recíprocamente es absoluta. ¿Y esto qué implica? Que la estabilidad, el equilibrio es
siempre transitorio e inestable, en tanto el cambio es absoluto, infinito. En la identidad
ya hay lucha pues uno puede transformarse en el otro, desplazarlo. A la vez y
dialécticamente, sin oposición (que implica diferencia e interdependencia) no hay
identidad.
Trabajando este tema reflexionaba acerca del origen de los obstáculos para la
comprensión de las contradicciones, y en consecuencia de estos conceptos. Podría decir
que la génesis del obstáculo está en nuestra formación lógico-formal. Nosotros hemos
aprendido a aprender y hemos configurado modelos de pensamiento, de percepción que
con dificultad incorpora esta complejidad y este juego permanente de movimientos.
Desde la idea fundante de proceso, de movimiento infinito, la dialéctica descubre las
articulaciones existentes entre esferas que la filosofía metafísica trató siempre
aisladamente, como dominios separados: la cuestión del ser, el problema del
conocimiento y la temática del orden social e histórico.
N o podemos hablar de dialéctica sin referimos a Hegel. Es él quien en la ​Ciencia de
la lógica, ​recogiendo un pensamiento que se remonta a Heráclito, sistematiza una
concepción dialéctica para la que el mundo es un conjunto de procesos interconectados,
en el que nada es inmutable, todo está en permanente cambio. El rasgo esencial del ser
es el movimiento, el ininterrumpido proceso de surgimiento y desaparición. Estos
cambios no son sólo cambios de cantidad, aumento o disminución, modificaciones
graduales como lo plantea el mecanicismo, el evolucionismo o las formas no dialécticas
del idealismo. Para Hegel, el desarrollo no se produce sólo a través de cambios
cuantitativos: hay en él rupturas, saltos de calidad, ya que un fenómeno sustituye al otro.
Esto implica que en el curso del desarrollo se dan discontinuidades en las que lo nuevo
emerge como negación de lo previo.
Esta relación entre lo viejo y lo nuevo, y la transformación de cantidad en calidad
puede analizarse a través de hechos cotidianos. Por ejemplo, hay una ruptura, una
discontinuidad y un salto de calidad entre nuestros torpes intentos de subirnos a una
bicicleta y la destreza que nos permite conducir sin manos o poner los pies en el
manubrio. Hay una ruptura y discontinuidad cuando un conjunto de personas que han
trabajado juntas y han formado un grupo, se deciden a constituir una institución.
Nuestra experiencia de trabajo desde la Psicología Social nos muestra con frecuencia
como una de las situaciones de duelo más costosas para los grupos que se
institucionalizan, la renuncia a la primarización de la grupalidad y el pasaje a otra
modalidad de relación: la de la institución. Se trata realmente de un salto cualitativo.
Ese conjunto de personas articuladas en la institución ya no interactuarán de la misma
manera que en el dispositivo grupal.
¿Cuál es la dirección de ese movimiento permanente? Va de lo simple a lo complejo,
de lo inferior a lo superior. El desarrollo es un movimiento espiralado en el que nunca
hay, en sentido estricto retorno a lo anterior. Querría detenerme en esta idea de
movimiento en espiral que impregna el pensamiento de Pichon -Riviére y devela su raíz
dialéctica. ¿Qué supone esta afirmación planteada por Hegel y retomada por la
dialéctica materialista acerca de que en el espiral del desarrollo nunca hay realmente un
retorno a lo anterior? Agregaría a estos interrogantes otros que hacen más
específicamente a nuestro hacer: ¿qué supone esta afirmación respecto a la idea de
repetición sostenida por el pensamiento metafísico como explicación al hecho de la
reaparición de aspectos, e rasgos, de conductas similares a otras previas? y ¿qué
implicancias tiene esto en el terreno del saber psicológico cuando se habla de síntoma,
estereotipo, aprendizaje, transferencia, compulsión a la repetición?
La repetición, desde el pensar metafísico, denota circularidad de un movimiento que
es sólo aparente, ya que retorna al lugar de origen en forma siempre idéntica. Lo que
subyace al fenómeno más allá de una superficial movilidad, es una esencia de
inmutabilidad porque en esa forma de repetición nada cambia. No hay transformación.
¿Qué quiere decir movimiento espiralado: Desde la concepción dialéctica se entiende
que en un momento de desarrollo los objetos y los fenómenos parecen recorrer etapas ya
transitadas, retroceder a momentos anteriores. Sin embargo podemos decir con certeza
científica que nunca es la misma luna la que gira en idéntica órbita alrededor de una
Tierra que en esas pocas horas se modificó en su órbita alrededor de un sol también
diferente. El sujeto parece retornar al pasado: revive afectos, reedita vínculos,
modalidades de relación, y a esto lo llamamos regresión o transferencia según los casos.
Pero no es el mismo sujeto y regresa desde una etapa superior, pues su desarrollo, aun
contradictoriamente ha continuado. Ha vivido distintas experiencias y ya nunca será el
mismo. Nunca hay repetición, en sentido estricto, ni en la naturaleza, ni en el sujeto, ni
en el orden social. Lo previo sólo existe en lo actual, donde está contenido y
transformado, en mayor o menor grado. Esto lo analizaremos más explícitamente al
hacer referencia a cómo Pichon-Rivière en el desarrollo de una Psicología Social
plantea una dialéctica de la necesidad y el vínculo, frente a lo que entiende una
concepción metafísica del deseo y el instinto.

Materialismo, idealismo y dialéctica

Sin embargo, al decir ​dialéctica ​no lo decimos todo, porque aun en el interior de esta
concepción está planteada la polémica que recorre la historia del pensamiento filosófico,
en el que se oponen como contrarios el materialismo y el idealismo. ¿En qué reside esta
polémica y en qué medida nos atañe en la especificidad de la psicología? Su eje es la
relación entre ser y pensar, entre el espíritu y la naturaleza. En ella se discute qué es lo
que precede o fundamenta a lo otro: ¿el espíritu determina la materia?, ¿o por el
contrario es la materia, la naturaleza, la que fundamenta las ideas, la esfera de los
fenómenos llamados espirituales? La comprensión de esta relación es básica para la
elaboración de una teoría psicológica. El enfrentamiento entre el materialismo y el
idealismo, así como las polémicas entre las concepciones metafísicas, ligadas a la idea
de esencia inmutable y de causalidad mecánica por un lado, y por el otro la dialéctica
como visión integradora del ser y el pensamiento en transformación permanente, están
presentes e interpenetran la praxis en el terreno de la psicología, sus
conceptualizaciones y los debates que en ese campo se despliegan.
La dialéctica hegeliana es idealista. Según Hegel, el ser, lo existente, son formas de
desarrollo de un Espíritu Absoluto, de La Idea Absoluta. Este principio ideal (no
material y eterno) sería generador de todo lo existente. Marx, polemizando con el
idealismo de Hegel desde una posición materialista, rescata la racionalidad de la
concepción dialéctica y fundamenta a la vez una nueva concepción: la dialéctica
materialista. Para ésta el mundo es un proceso, es materia sometida a un desarrollo
histórico ya que el movimiento es la forma de existencia de la materia. A la materia le
es inherente el movimiento y esta afirmación es confirmada en los hallazgos de la
ciencia contemporánea. En la medida que se descubrió este carácter esencialmente
móvil de la materia, hubo momentos en que se llegó a negar la existencia de la materia y
a afirmar sólo la existencia del movimiento. Esto luego fue revertido en la comprensión
de que materia es movimiento. Cuando hablamos de materia nos referimos, en cuanto
categoría filosófica, a la realidad objetiva que existe más allá de nuestra conciencia,
nuestra voluntad o nuestra representación.
En cuanto a la cuestión de la relación entre ser y pensar el materialismo dialéctico
toma postura cuando dice: ​"no es la conciencia del hombre la que determina su
existencia sino su ser social lo que determina su conciencia​", Resulta necesario aclarar,
para no caer en determinismos vacíos o esquemáticos, que esa relación no es rígida ni
inmóvil. Se trata de una unidad y lucha de contrarios: las ideas operan sobre la realidad
y permiten su transformación; la ideología y la política modifican y determinan aspectos
de la llamada base material o estructura de la sociedad, aunque ésta sea el sostén de la
ideología y de la política.

La concepción dialéctica y el materialismo en el pensamiento de Enrique


Pichon-Rivière

La relación entre existencia objetiva y psiquismo es definida por Pichon-Rivière


desde una concepción materialista y dialéctica en muchos momentos de su elaboración
teórica, prácticamente desde sus inicios, pero con mucha más claridad cuando plantea
que toda psicología en sentido estricto es social, en la medida en que su práctica clínica
le devela el lugar fundante que tiene la experiencia con el otro, con los otros, en la
configuración del psiquismo. Estos otros no son sólo objeto, estos otros no son
abstractos, sino concretos. Se mueven hacia la gratificación o la frustración. Estos otros
reconocen o desconocen, significan positiva o negativamente las necesidades del sujeto.
Con estos otros se encuentra o desencuentra en un orden social dado, en un sistema de
relaciones sociales concretas que, en tanto condición de posibilidad del psiquismo, de la
subjetividad, la determinan a través de múltiples mediaciones. La interacción, el
vínculo, el grupo, las instituciones, el orden social son incluidos por Pichon-Rivière
como causas internas y condiciones externas no sólo de la constitución del sujeto sino
también de otro proceso dialéctico: el de salud y enfermedad.

Centrados ya en el pensamiento pichoniano y refiriéndonos a cómo define la relación


entre existencia objetiva y psiquismo, podemos señalar que su elaboración teórica da un
salto cualitativo. Éste se produce cuando desde la experiencia de trabajo en el terreno de
la urgencia psiquiátrica y desde allí en el ámbito del grupo familiar, reconoce la eficacia
causal de las relaciones objetivas, de la experiencia del sujeto, su praxis y la acción del
otro en la configuración del mundo interno. Pichon-Rivière sostiene que este mundo
interno es reconstrucción de la realidad externa, de la red de relaciones en las que el
sujeto emerge. Niega así todo principio "preexperiencial", innato, como fuente de
interpretación de la experiencia. Rescata a ésta como forma de la dialéctica sujeto
mundo, abandona la noción de instinto y propone la estructura vincular como unidad de
análisis del sujeto en sus condiciones concretas de existencia. En el vínculo están
presentes y operan el sujeto, el objeto, sus necesidades, su hacer, procesos de
comunicación y aprendizaje. Es decir, los códigos, la normativa y el sistema de
representaciones vigente en el orden social que sostiene ese vínculo.
Cuando decimos que Pichon-Rivière niega todo principio preexperiencial, innato
como fuente de interpretación de la experiencia nos referimos, por ejemplo, a nociones
como la de fantasía inconsciente en la concepción kleiniana, entendida como "correlato
mental del instinto" y a la hipótesis freudiana de las fantasías originarias. Para
Pichon-Rivière no hay contenido psíquico, incluidas las fantasías inconscientes, que no
esté asentado en experiencias y en relaciones de necesidad.
Hemos escuchado una brillante exposición de la Dra. Janine Puget en la que hace una
excelente reinterpretación de ​Los cantos de Maldoror. ​En relación a fantasía
inconsciente y tomando el ejemplo de ​Los cantos de Maldoror ​como una manifestación
de los contenidos inconscientes a través de la poesía, Pichon-Rivière aborda el tema de
lo ​siniestro. ​Aquella forma de lo espantoso que se expresa y elabora en los cantos no es
sólo una ​producción subjetiva. ​Pichon-Rivière entiende que en el mundo interno de
Isidore Ducasse habitaba ese horror. Pero que correspondía no sólo a una estructura
familiar, a una red vincular que determinaba en él la relación de ambivalencia ante una
madre suicida, amada y odiada, y un padre lejano, sino también a la inscripción psíquica
de las formas de relación dominantes en su contexto social: al salvajismo y la violencia
de las que fue testigo en el Sitio de Montevideo. Esa "crónica de la realidad" que es la
fantasía inconsciente para Pichon-Rivière es decir, crónica de una realidad inscripta y
reconstruida en el mundo interno, abarca y está determinada por el orden social,
vincular, familiar.
Como lo señala insistentemente en sus trabajos, la relación entre el sujeto y el
mundo, entre el sujeto y sus condiciones de existencia, entre mundo interno y mundo
externo, es dialéctica. Esa dialéctica es el objeto de su indagación. El mundo externo,
las relaciones reales, al entender de Pichon-Rivière, determinan al sujeto. El mundo
interno es su reconstrucción, su reflejo. El sujeto a su vez opera en la realidad e
interpreta sus vínculos desde modelos que en su historia se inscribieron en su mundo
interno. Mundo interno y mundo externo están en relación dialéctica, en unidad y
lucha. Lo externo se hace interno, pero a su vez esa dimensión intrasujeto obrará en la
intersubjetividad. Para comprender la dimensión intrasujeto es preciso analizar la
intersubjetividad. Dialécticamente, esa relación, ese vínculo se esclarece en la medida
que comprendemos la estructura y el movimiento del mundo interno de los sujetos en
interacción.
Este conjunto de hipótesis surgió, como lo hemos señalado, en el desarrollo de una
práctica cada vez más abarcativa. En un camino que partiendo de la clínica y la
formación se extiende a la investigación del aprendizaje, el proceso creador, las
relaciones grupales, institucionales y comunitarias. Esa heterogeneidad de experiencias
tiene una razón de ser que las unifica y coherentiza: es requerida para la comprensión de
un objeto de conocimiento que a cada aproximación revela la multiplicidad de
interconexiones, la infinitud de procesos que en él se articulan. La concepción dialéctica
lleva a Pichon-Rivière al planteo de una epistemología convergente, a un abordaje
interdisciplinario que en la ​mayéutica grupal, en esa producción social permite el
rescate de la diversidad de experiencias y perspectivas de los sujetos que en su
interacción construyen una visión multilateral, progresivamente enriquecida y concreta
de la realidad a investigar. Esto se logra en un interjuego de análisis y síntesis,
fragmentación e integración. Esa es la esencia de la tarea del grupo operativo. (Cuando
decimos concreto no nos referimos a lo que se da a la experiencia inmediata.
Entendemos por ​concreto ​aquella forma de pensamiento que contiene la mayor cantidad
de rasgos del objeto. A partir de esa concepción sostenemos que el proceso de
producción grupal permite la elaboración de conceptos más concretos.)
En sucesivas vueltas de espiral Pichon-Rivière construye un ECRO que, sustentado
en el materialismo histórico y dialéctico, se desarrolla como Psicología Social. Dice:
"Entiendo al hombre como configurándose en una actividad transformadora, en una
relación dialéctica, mutuamente modificante con el mundo, que tiene su motor en la
necesidad". "El ser humano es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente
en relaciones que lo determinan. El sujeto no es sólo un sujeto relacionado, es un sujeto
producido en una praxis. No hay, nada en él que no sea la resultante de la interacción
entre individuos, grupos y clases". "El sujeto es sano en la medida que aprehende la
realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa
realidad transformándose a la vez él mismo".
He seleccionado estas frases porque creo que en ellas Pichon-Rivière expresa lo
sustancial de su pensamiento, articulando la concepción de sujeto, de salud y
enfermedad, la relación entre psiquismo y condiciones concretas de existencia a partir
de un concepto central: el de praxis. Será este concepto nuestro hilo conductor en el
laberinto del ECRO pichoniano, en la búsqueda de la dialéctica como método y
fundamento.
¿Qué se entiende por praxis? Podríamos decir de ella que es el modo de ser del
hombre en el mundo, produciendo su propia vida. ​Praxis es hacer, acción
transformadora que implica identidad y lucha, interdependencia y oposición entre el
hombre y la naturaleza, el hacer y el pensamiento, el pasado y el presente. La praxis,
actividad sensible de los hombres articulados en relaciones productivas constituye al
sujeto y al mundo en tanto orden histórico social. Como proceso la praxis compromete
al sujeto total en su acción manifiesta y en su acontecer interno.
Desde este lugar fundante de la praxis, la acción transformadora en la constitución
de la subjetividad, Pichon-Rivière sostendrá que la representación y el pensamiento son
acción procesada, elaborada e interiorizada. Como lo hemos señalado, afirma que no
hay actividad psíquica desvinculada de la práctica. No hay procesos ni contenidos
psíquicos que no estén determinados desde las condiciones concretas de existencia. Se
afirma así el carácter social e histórico del psiquismo dejando de lado la concepción de
una naturaleza humana ahistórica y presocial que escotomiza la particularidad de este
entrelazamiento sujeto-mundo, actividad interna-externa, abordado por Pichon-Rivière
desde la complejidad del concepto de tarea.
Praxis implica necesidad, de la misma manera que necesidad significa el desarrollo
de una praxis. Cuando Pichon-Rivière abandona la noción de instinto y la reemplaza por
la de necesidad, intenta una respuesta a la pregunta por la causalidad de la vida psíquica,
busca los orígenes de ese automovimiento.
¿Qué se entiende por ​necesidad​? Como primera aproximación podríamos decir que
es el registro subjetivo de un desequilibrio, de un movimiento de desestructuración que
emerge a partir de transformaciones internas del sujeto y su relación con el medio. En el
seno de la necesidad se halla entonces la contradicción que se despliega en múltiples
interjuegos de contrarios. Se oponen en ella lo previo, lo poseído, lo estructurado, y lo
nuevo, lo no tenido, lo necesitado. Aquello que implicará un nuevo equilibrio
inevitablemente destinado a entrar en crisis y ser superado. Emergentes del movimiento
y contradictorias en sí las necesidades nos remiten a su opuesto: la satisfacción. Pero ese
interjuego entre necesidad y satisfacción, entre desequilibrio y equilibrio,
desestructuración y nuevas estructuraciones implicará necesariamente un movimiento
de transformación: la praxis, la tarea.
Hemos señalado, al referimos al movimiento permanente e ininterrumpido y su
trayectoria espiralada, que Pichon-Rivière opone una dialéctica de la necesidad y el
vínculo a una metafísica del deseo y del instinto. Trataremos de ampliar esta idea sin
duda polémica. La concepción psicoanalítica del deseo como búsqueda eterna de la
huella del primer objeto, como búsqueda de un objeto imposible ya que está en el
origen, en el pasado, es una concepción metafísica. ¿Qué quiero decir con esto? Se
plantea que bajo un apariencia de una movilidad y mutación permanente del deseo, de
una indeterminación absoluta otorgada por lo imposible y lo inhallable, subyace una
esencia inmodificable y, en consecuencia, ahistórica en el devenir del sujeto. Insistimos,
el movimiento permanente si es planteado como circular, al tender al retorno, al origen,
es en esencia inmovilidad.
Resulta coherente esta interpretación del deseo con la concepción del desarrollo
sustentada por Freud en ​Más allá del principio del placer ​y que fundamenta su
afirmación de que el instinto es una fuerza regresiva que tiende a la disolución de lo
orgánico en lo anorgánico.
Hablamos de una dialéctica de la necesidad y del vínculo ya que las contradicciones,
la unidad y lucha de contrarios, la oposición entre el sujeto y el objeto, entre mundo
interno y mundo externo, lo poseído y lo necesitado, lo previo y lo nuevo, constituyen la
causa de un movimiento permanente, de una multiplicidad de procesos en los que se
despliega la vida de cada sujeto concreto, desde su concepción hasta su muerte sin que
ésta implique jamás el retorno a un estado previo sino el inicio de nuevas
contradicciones. Por otra parte la necesidad y el sujeto se transforman en la búsqueda
del objeto, en la experiencia de gratificación o frustración. Necesidad, sujeto y objeto se
metamorfosean en el escenario del vínculo, nunca serán los mismos. Como dice
Heráclito: nunca bajamos al mismo río.
Pero podemos preguntamos, ¿esta dialéctica de la necesidad, esta concepción del
movimiento infinito y espiralado, niega hechos que encontramos cotidianamente en
nuestra práctica clínica, de formación, en la tarea grupal, institucional o comunitaria?,
¿niega hechos que nos hacen pensar en el retorno a lo previo, la regresión, la repetición,
como lo llamara Freud al descubrirlo, o el estereotipo como lo denominara
Pichon-Rivière?, ¿o por el contrario son estos hechos que sin duda emergen en nuestro
campo de trabajo con la apariencia de lo previo, de lo idéntico, los que por su
complejidad nos desafían y exigen una comprensión del ser en movimiento, en
desarrollo, en su particularidad y sus vicisitudes? Estos hechos requieren de un
instrumento de análisis multilateral como es la dialéctica, que nos permita investigar en
cada situación concreta qué polo, qué aspecto de la contradicción es el principal: si el
desarrollo. el proyecto, o el obstáculo, la ansiedad, la resistencia. Cuáles son los indicios
de lo nuevo y cuál es el grado de persistencia de lo anterior. Instrumentos que nos
permitan comprender, por ejemplo, que la crisis psicótica, el emergente de la
enfermedad en un grupo familiar no es sólo el indicador de una interacción patogenética
sino y contradictoriamente, la oportunidad, la posibilidad de que ese grupo alienado y
alienante reencuentre su tarea. Es esta comprensión dialéctica la que le permite a Pichon
- Rivière -siempre a partir de la práctica- descubrir y señalar en la policausalidad, en la
ecuación etiológica, cómo en la aparente unidad del factor genético se despliega la
contradicción entre lo transmitido y lo adquirido en la vida intrauterina, que a más de
orgánico es ya vincular.
Hemos afirmado que la polémica entre el materialismo y el idealismo, entre
concepciones metafísicas y dialécticas está presente e interpenetra la praxis en el terreno
de la psicología. Insisto en señalar que esta cuestión no es especulativa y distante sino
eminentemente práctica y cercana, ya que hace a la esencia de la actitud y la tarea
psicológica. El pensamiento metafísico conduce a generalizaciones que obstaculizan el
análisis de la particularidad y llevan a ver estructuras idénticas donde siempre se esboza
lo diferente.
Al hablar de la metafísica del deseo y la dialéctica de las necesidades, así como de
las distintas concepciones del desarrollo que la sustentan, he señalado significativas
diferencias entre el pensamiento de Pichon-Rivière y el psicoanálisis, divergencias que
Pichon-Rivière no dudó en caracterizar como ruptura en lo teórico y crisis en lo
personal. Hace a la objetividad de nuestro análisis señalar que en el pensamiento
psicoanalítico coexisten, en identidad y lucha, una concepción metafísica y una visión
dialéctica. Ha sido sin duda este aspecto el que le dio su carácter profundamente
innovador en el desarrollo del saber psicológico.
Si bien la praxis como hecho esencial de la vida humana engendra necesidades,
éstas a su vez movilizan y orientan esa relación activa, direccional y transformadora
sobre la realidad. El sujeto de la necesidad es sujeto de la praxis. Esto no es mero
movimiento físico sino actividad externa e interna, implica acción y representación,
conlleva procesos de gran complejidad.

En esta relación, necesidad y praxis, se desarrolla otro acontecer esencial al ser


humano: el aprendizaje. Pichon-Rivière lo caracteriza como ​"apropiación instrumental
de la realidad para transformarla​". Esta apropiación, esta transformación, este hacer y
representar, es tarea. La tarea como praxis es un movimiento cuyo primer paso consiste
en el reconocimiento de la necesidad y la elaboración de un proyecto. La tarea implica
una dialéctica en la que el sujeto transita de la necesidad al objeto que aporta a la
satisfacción, del presente al futuro, de lo conocido a lo desconocido. En estas múltiples
contradicciones emergen las ansiedades que al intensificarse configuran el obstáculo. Se
estructura entonces una nueva contradicción: la que se da entre proyecto y resistencia,
contradicción en cuya interioridad se despliegan las vicisitudes de la unidad y lucha
entre tarea y pretarea.

Por su esencia dialéctica y materialista el concepto de tarea, íntimamente ligado a los


de praxis, aprendizaje y salud mental, hace referencia a la unidad de múltiples procesos
interdependientes. Estos son, entre otros, la acción, la sensación, la representación, el
concepto, la elaboración de ansiedades en una dimensión fantasmática, inconsciente, en
un interjuego permanente de mundo interno y mundo externo, de lo subjetivo y lo
objetivo.
Tarea implica tanto elaboración de escenas internas que se instalan como obstáculos,
como desarrollo de estrategias de acción y de operaciones en la realidad externa. Es por
esto uno de los conceptos más complejos y concretos del pensamiento pichoniano y por
esta razón quizá, frecuentemente mal interpretado y reducido al pragmatismo, el
operacionalismo, el productivismo o distintas formas del conductismo.
En esa tarea en la que el sujeto se constituye, se "personifica" como dice
Pichon-Rivière, se producen las condiciones para el aprendizaje de la realidad, el
desarrollo del interjuego mutuamente modificante entre mundo interno y mundo
externo.
Esa modalidad o calidad de relación del sujeto consigo mismo y con el mundo, es
caracterizada por Pichon-Rivière como salud mental, aprendizaje, adaptación activa a la
realidad o conciencia crítica.
Concluiría esta exposición señalando de qué manera la dialéctica interpenetra este
concepto de tarea. Para Pichon-Rivière la relación salud-enfermedad es entendida como
unidad y lucha de contrarios en la que un aspecto principal o dominante puede
transformarse en su opuesto: la salud devenir enfermedad o la enfermedad salud. Esto se
da en un movimiento en el que hay cambios cuantitativos y cualitativos, saltos de
calidad.
Cada uno de nosotros es escenario de una dialéctica entre aspectos sanos y
patológicos. Esto es lo que permite, según Pichon - Rivière, que aun en la psicosis haya
siempre un espacio y un tiempo para el diálogo terapéutico. En él se establece una
alianza entre los aspectos sanos del paciente y los aspectos sanos del terapeuta en
oposición a los aspectos patológicos de ambos. Por lo tanto todo sujeto cura curándose,
en una unidad semejante a la que se da en el enseñar y el aprender.
Dar una respuesta exhaustiva a la pregunta: ¿es la dialéctica el fundamento y el
método del ECRO pichoniano? Trasciende las posibilidades de una conferencia.
Algunos de los conceptos básicos y muchos de los planteo s metodológicos en los que
Pichon-Rivière despliega esta modalidad de pensamiento, han quedado hoy fuera de
nuestro análisis. Creo, sin embargo, contestada la pregunta que nos hiciéramos al
comienzo.

A modo de homenaje

Desde lo personal quisiera decir que la contradicción entre dialéctica y metafísica la


viví intensamente. Una formación filosófica que valoriza la metafísica como forma
suprema de pensar sigue siendo hegemónica. Y esto en contraste o de espaldas a la
dialéctica desplegada por el conocimiento científico en múltiples campos, en particular
la física, la biología, las matemáticas, etcétera. Yo me formé en medios académicos en
los que Martín Heidegger era considerado el filósofo más importante del siglo XX,
aquél que, sin embargo, podía seguir siendo el rector de la Universidad de Friburgo en
la época del nazismo. Precisamente porque yo pensaba metafísicamente, creía que ese
hecho político no se relacionaba con su concepción filosófica. Sin embargo, otras
teorías, el positivismo lógico, etcétera, abrían interrogantes sobre el misticismo
expresado por una concepción del hombre como "ser para la muerte", el "ser para la
nada", el "ser para el naufragio". Cuando me encontré con Pichon-Rivière esa era mi
formación. Él, con humor, con sabiduría y con afecto me sostuvo en la redefinición de
esos modelos internos. Acompañó mi aprender a pensar. Por eso siento que tengo una
deuda. Quizás en alguna medida le he retribuido, pero me queda como necesidad
interna, como compromiso que emerge de la vivencia de contar con un instrumento
objetivo, transformador en el análisis de la realidad en el campo concreto de mi tarea,
contribuir a su conocimiento y al desarrollo de una concepción que por ser dialéctica es
negación de la clausura. La dialéctica es negación de la inmovilidad, es negación del
dogmatismo. Porque a partir de entender la complejidad y el movimiento permanente de
lo real, sostiene la posibilidad y la relatividad del conocimiento humano, conocimiento
que es histórico porque lo real se desarrolla permanentemente. En consecuencia la
dialéctica está siempre abierta a nuevos desarrollos.

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