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El Fuero Juzgo español instituyó la pena ca- cuentas; a los seductores de mujeres de otros;
pital tanto para “delitos enormes y de a los que cambiaban de sitio mojones
consecuencias funestas” como “para peca- demarcatorios, etc.
dos torpes y afrentosos”. El libro VII, título
IV, ley 7ª del Fuero, prescribió asimismo de Durante la Edad Moderna, la aplicación de
modo expreso la publicidad de la ejecución. la pena capital fue monopolio exclusivo del
Estado en los países europeos.
En los fueros municipales existía gran diver-
sidad de criterios sobre la imposición de la Dos estados se distinguían por su extraordi-
pena de muerte, pues ciertos delitos que en nario rigor sancionatorio: Francia e Inglaterra.
unos municipios eran sancionados con aqué-
lla, en otros quedaban impunes o eran materia La primera llegó a instituir diferentes formas
de composición. de ejecución, como: la decapitación, general-
mente aplicada a los nobles y militares, la
Fueron variados en España los medios de eje- hoguera, comúnmente empleada para los de-
cución. En general se usaba la decapitación litos de herejía, la rueda, la horca, para los
por hacha o la hoguera. Pero se caracteriza- delincuentes comunes y el descuartizamien-
ba Toledo por la lapidación; Salamanca y to, para algunos delincuentes políticos.
Cáceres, por la horca, y Cuenca, por el des- Durante la revolución -con fines piadosos- se
peñamiento. puso en práctica la guillotina a fin de acele-
rar las ejecuciones en masa. Con el tiempo
Las Siete Partidas que instituían también la esta última forma fue la adoptada para todas
pena de muerte para numerosos delitos, uni- las ejecuciones, excepto las relativas a deli-
ficaban la aplicación de medios. Según sus tos políticos y militares.
prescripciones el condenado a muerte debía
ser ejecutado por decapitación con cuchillo o En cuanto a Inglaterra, la pena capital fue
espada, o por la horca u hoguera o por las generalizada a una serie de delitos cuyo catá-
fieras, pero no podía ser apedreado, crucifi- logo oscilaba en función de cada época. En
cado ni despeñado. La ejecución debía ser los casos de delitos de felonía, la pena capital
pública, en el lugar indicado (por el rollo o (frecuentemente la horca) llevaba anexa la de
piedra jurisdiccional) y el cadáver del reo era confiscación de todos los bienes del reo. En
entregado a los parientes o religiosos. los casos de delitos de traición, el reo, des-
pués de ser ahorcado, era descuartizado y se
El mismo principio de las Partidas se aplicó, le aplicaba, además, la pena accesoria de in-
en general, a la legislación de Indias. Pero los famia o envilecimiento de la sangre. Para los
medios de ejecución utilizados por los espa- delitos comunes la sanción capital consistía
ñoles en América excedieron en mucho el en la horca. Y desde la Reforma, los delitos
marco legal. de herejía, sacrilegio y brujería eran penados
con la hoguera.
En las civilizaciones americanas precolom-
binas, la pena de muerte era una Institución Después cuando Samuel Ronully y Roberto
eminentemente jurídico-religiosa. Peel se abocaron a la reforma del derecho
penal inglés, la pena de muerte fue suprimida
Entre los aztecas el rigor sancionatorio era con relación a un número original de aproxi-
de tal magnitud que superaba al Código Dra- madamente doscientos delitos, siendo
coniano. Las más leves faltas y la menor mantenida únicamente para los de traición,
transgresión a ellas eran penadas con la muer- homicidio y su tentativa, rapto, incendio, es-
te, llegándose al extremo de ejecutar a los trago, piratería y asalto con violencia.
hombres que vistiesen con ropas femeninas;
a los tutores que falseaban su rendición de La época contemporánea, con una concepción
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Como resultado de este proceso muchos es- Por su parte, Santo Tomás de Aquino teorizó
tados contemporáneos han abolido la pena de también sobre el problema, confiriendo al
muerte de su legislación penal ordinaria, con- derecho que el Príncipe tiene para aplicar
servándola sólo con relación a algunos delitos la sanción capital, una fundamentación
de orden político o militar. jusfilosófica y, a la vez, teológica. En su
“Summa Theologicae”, Santo Tomás expre-
Entre los países abolicionistas figuran Italia, só que todo poder correctivo y sancionatorio
Portugal, Rumania, Grecia, Suiza, Bélgica, proviene de Dios, dueño de la vida y de la
Holanda, Noruega, Rusia, Alemania, Luxem- muerte, quien lo delega a la sociedad huma-
burgo, Brasil, Mónaco, Venezuela, Costa na. El poder público puede, pues, como
Rica, Argentina, Uruguay y, recientemente, representante de Dios, imponer toda especie
Inglaterra. de sanciones jurídicas debidamente institui-
das con el objeto de sanear los males sociales
Entre los no abolicionistas se cuentan la ma- y defender la salud de la sociedad misma.
yoría de los países asiáticos, algunos africanos, Decía con un cuestionable espíritu cristiano
Francia, España, Estados Unidos de Améri- que, de la misma manera que es lícito y con-
ca del Norte, Canadá, México, Guatemala, veniente amputar un miembro putrefacto para
Turquía, Chile, Perú, Haití, etc. salvar la salud del resto del cuerpo, lo es tam-
bién eliminar al criminal pervertido mediante
III.- DISCUSIONES DOCTRINARIAS. la pena capital para salvar el resto de la so-
ciedad. La misma orientación es seguida con
La antigüedad no promovió ninguna clase de algunas variantes, por los teólogos españoles
polémica doctrinaria en torno a la licitud y Alfonso de Castro y Francisco de Vittoria.
necesidad de la pena de muerte. Quizás el que
primero teorizó sobre ésta fue Platón, quien la La pena de muerte ha sido admitida, asimis-
admitió y discutió como un medio político para mo, por los sostenedores de la Escuela Clásica
eliminar de la sociedad a un elemento nocivo y del Derecho Natural. Con variantes en sus
pernicioso. La fundamentación de Platón es, argumentaciones, Hugo Groccio, Juan Bodin
desde luego, más filosófica que jurídica. Pues y Samuel Puffendorf coinciden en afirmar la
considera que el delincuente incorregible es un necesidad de esta institución como instrumen-
enfermo anímico incurable y que por serlo to de represión. Es particularmente interesante
constituye el germen de aberraciones y pertur- la fundamentación desarrollada por el último
baciones de otros individuos. Siendo ello así, la de los autores nombrados, quien expresa que
vida no constituye para esta especie de hom- no existe contradicción alguna entre el prin-
bres una situación ideal ni ventajosa, por lo cipio del pacto social y la pena de muerte.
cual la muerte es el único recurso que existe Pues un cuerpo social que se forma y organi-
para solucionar socialmente el problema. La za a través de la unión de una multiplicidad
doctrina Platónica fue en cierto modo, conti- de individuos, tiene una organización, una
nuada por Lucio Anneo Séneca en su obra “De voluntad y un conjunto de necesidades distin-
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tas y, por cierto, superiores al de los indivi- vés de sus enfoques antropológico, psicológi-
duos que lo componen. Es entonces -decía- co y sociológico. Son notables en este sentido
admisible que en función de las necesidades los trabajos de Lombroso, Ferri y Garófalo, y
sociales, como la de defender la vida y la se- no menos interesantes las argumentaciones
guridad de todos los individuos, tenga a veces desarrolladas por Romagnosi con un cierto
que sacrificarse la vida de uno solo de ellos. criterio prevalentemente político-social.
Y en cuarto y último lugar es una contradic- los fenómenos sociales parecía moverse como
ción. Contradicción por afirmar de una parte a través de una concatenación de fuerzas
una realidad que se aniquila por otra. Contra- ocultas de misterioso origen y fatal finalidad.
dicción por destruir en otros el sumo bien que
se reclama y exige para sí. En aberrante forma de imputación, las pri-
meras sociedades sacrificaban al individuo,
Sólo un extremo justifica esta contradicción: aniquilaban la vida humana para evitar o para
El dramático extremo en que un hombre mata aplacar la ira de los dioses, ya cuando el má-
a otro por salvar su vida o la de su semejante. gico hechizo lo ordenaba, ya cuando el
Sólo así el inefable valor del vivir reemplaza ancestral tabú era violado. Las primitivas
y acaso supera al irreparable desvalor del modalidades de ilicitud no establecían vincu-
matar. Sin embargo esta es una hipótesis di- lación alguna entre el hombre y su conducta,
versa a la que estamos tratando. ni entre el medio criminoso y el fin social. La
vida humana carecía de sentido autónomo.
Si la sociedad jurídicamente organizada va- Sólo tenía el valor secundario que le asigna-
lora en grado sumo la integridad de su propia ba la caprichosa y complicada construcción
existencia; si en esa valoración está incita la de una cultura incipiente, fuertemente impreg-
estimación de la vida del individuo que la in- nada de superstición. Y, como consecuencia,
tegra, y si, por valorarla, instituye duras penas la pena de muerte tenía en ella un significado
para quien aniquila y suprime esa vida, que trascendente: Un marcado carácter mágico-
es en parte la suya propia, cabe formular esta religioso.
interrogante: ¿Con qué fundamento racional,
con qué facultad inmanente, esa sociedad pos- Cuando los pueblos se sedentarizan; cuando
tula destruir como un mal lo que ella misma las sociedades humanas comienzan a organi-
valora, defiende y tutela como el supremo zar sus poderes y a sistematizar sus
bien? ¿No hay también en el fondo de esto sanciones, la pena de muerte adquiere en-
una irreductible, una trágica contradicción? tonces, un señalado carácter retributivo. La
venganza privada que es su medio más ge-
Enfoquemos ahora desde un punto de vista neralizado de ejecución, se asienta ahora
axiológico el significado que tiene la pena sobre la idea de que el castigo por la ilicitud
capital como acto de cultura. debe equivaler al daño causado por el
ofensor. Tal es el sentido de la vieja prescrip-
Puesto que la cultura humana es un proceso ción mosaica: “Ojo por ojo; diente por diente”.
dinámico, un proceso de desarrollo de ese es- Es la dura, la inflexible concepción talional
píritu transmutable de generación en que va a presidir y orientar al derecho penal
generación, debe enfocarse a esa pena capital durante toda la antigüedad.
con el sentido normativo que ella ha tenido en
las grandes etapas del camino recorrido por La misma Roma fue un exponente cabal de
la humanidad que someramente se han anali- esa concepción. Y aún cuando la excedió en
zado en el presente trabajo. magnitud; aún cuando la vida humana care-
ció de significado frente al poder absorbente
La mente del hombre primitivo, ruda e inflexi- del Imperio y la arbitrariedad de muchos em-
ble, no tenía, por cierto, estructurada al modo peradores, Roma fijó un punto de apoyo cierto,
del hombre actual una rigurosa lógica nor- un punto de partida que más tarde permitió
mativa que delimitase con precisión las despojar a la sanción jurídica de su primitivo
distintas modalidades del obrar. sentido de venganza: Es el señalado carácter
público que tuvo en Roma el Derecho Penal.
El hombre primitivo vivía y actuaba en fun-
ción de impulsos incontrolados, de Posteriormente el Derecho germano,
necesidades inmediatas. Y la producción de en incesante evolución, introdujo por vía con-
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suetudinaria, según hemos visto, una notable generalizado un concepto restrictivo para la
innovación que constituyó a su manera, todo incriminación. El principio “nullum crimen
un progreso en la rigidez de la pena capital. sine lege”, que veda imponer una sanción pe-
Fue el sistema composicional, que permitió nal sin la preexistencia de una norma que
al condenado salvar la vida y hasta recuperar establezca la ilicitud condicionante, constitu-
la libertad mediante el pago de una indemni- ye hoy un límite infranqueable para la
zación equivalente al daño causado. arbitrariedad y el capricho incriminatorios.
Hoy calificaríamos ese sistema de injusto e La pena ha dejado de ser por otra parte la
inmoral. Injusto, porque la vida del delincuen- manifestación de una venganza o la adminis-
te no era perdonada, por muy justificado que tración de un martirio equivalente en
estuviese su delito, si carecía de medios para intensidad al daño causado.
resarcir el daño. Inmoral, porque la vida hu-
mana y la profunda significación de la sanción La creciente humanización de los métodos
capital eran estimadas según modelos pecunia- punitivos ha llevado a caracterizar a la san-
rios y al tenor de valores económicos. Pero, en ción penal no como la exacta reproducción
su época, la composición representó un avan- de un mal, sino como la restricción de un bien;
ce por la mayor importancia que se concedió a restricción que encierra un sentido
la vida del hombre. Fue la primera forma legal correctivo y contiene una marcada orienta-
de superación de la cruenta institución de la ción socializadora.
pena de muerte.
Sin embargo, pese a este concepto, clarifica-
Una nueva época y con ella una nueva con- do, pese a esta tendencia humanizadora, la
cepción sobre los valores inmanentes de la pena de muerte subsiste.
vida humana, han de iniciarse con el adveni-
miento y difusión del cristianismo en Europa. Subsiste como acto punitivo allí donde el in-
Contra la venganza de sangre, fundada en el dividuo ha vulnerado bienes que son objeto
sistema talional, el Derecho Canónico opuso de una mayor tutela jurídico-estatal, a saber:
su derecho de asilo. Contra la extensión de la El orden y la seguridad social; la vida y el
venganza a toda la estirpe del transgresor, el honor de los individuos.
cristianismo opuso la tregua de Dios.
Subsiste como cabal expresión de
Bajo la influencia del cristianismo y tras el la facticidad humana allí donde el individuo
proceso de formación de los estados, iniciase ha demostrado su incapacidad para adecuar
a fines de la Edad Moderna un paralelo pro- su conducta a las formas que rigen el com-
ceso de humanización del castigo jurídico. Se portamiento jurídico.
advierte así que la pena de muerte va adqui-
riendo con el tiempo un carácter excepcional Subsiste allí donde el individuo se ha consti-
en materia de delitos comunes. Y este proce- tuido en un elemento moral y jurídicamente
so de humanización se patentiza, incluso, en negativo, en un peligro latente o efectivo para
los propios métodos de ejecución de la pena la armónica convivencia social.
capital. Al hacha del verdugo y al lento supli-
cio de la hoguera han de suceder la guillotina Congruente o incongruente, necesaria o inne-
y el proyectil. Es como si cada vida que se cesaria, piadosa o despiadada, la pena de
elimina suscitase una imagen de terror en los muerte subsiste. Y subsiste, como ha subsis-
propios ejecutores de la sentencia de muerte. tido a través del tiempo porque se la
fundamenta con mayor o menor extensión en
Uno de los aportes más significativos de nues- el supremo, en el inefable valor jurídico: La
tra época contemporánea en el ámbito del justicia.
derecho penal ha sido, sin duda, el de haber
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Pero aquí, en este punto, se apodera del espí- miento del vencedor circunstancial fuesen los
ritu una duda profunda: ¿Es y ha sido en únicos valederos, los únicos capaces de pre-
realidad la pena capital una concreción del valecer y perpetuarse, los únicos que
valor justicia? traducen la verdad.
En caso de serlo, porque los fines sociales Pero retomemos nuevamente el hilo de nues-
deban prevalecer sobre los fines individua- tra meditación en lo que hace a la institución
les, ¿Cabe fundamentar de igual modo la de la pena de muerte con relación a los deli-
eliminación de una vida humana cuando en tos comunes.
esa eliminación gravita, abierta o veladamen-
te, una concepción política? La intensa corriente mundial de opiniones
contrarias en torno al gran número de ejecu-
Superaría a la imaginación más extraordina- ciones realizadas en el presente siglo en
ria si puntualizásemos cuántas ejecuciones se Europa, y sobre todo en los Estados Unidos
han realizado a través del tiempo, ocultándo- de América del Norte, invita a reflexionar
se bajo la solemne invocación de la justicia acerca de la inmediata y acaso subconsciente
un conjunto de intereses políticos. desaprobación con que el hombre de mundo
observa una ejecución cuando no gravitan en
Aunque resulte crudo decirlo y doloroso re- él, de un modo profundo y central, pasiones
conocerlo, la pena de muerte por delitos ni prejuicios que perturben su neutralidad
políticos no ha seguido la misma curva de expectativa.
humanización que la pena de muerte por deli-
tos comunes. Casi todas las teorías y opiniones que se de-
sarrollan o ensayan en la actualidad con el
Con la extraordinaria proliferación de doc- objeto de fundamentar el mantenimiento de
trinas e ideologías políticas, parecería haberse la pena de muerte suelen coincidir en un pun-
afirmado el concepto de que los delitos co- to: El de que la institución jurídica de la pena
munes afectan mucho menos a los intereses capital constituye, más que un medio especí-
sociales que los delitos políticos, cuyo cabal fico de sanción, un método para preservar por
sentido jurídico muy pocas veces se ha logra- vía de inhibición psicológica el orden y la se-
do fundamentar con pulcritud. guridad sociales. Otras argumentaciones
sostienen, con una reminiscencia de la doctri-
¿Qué principio de justicia puede justificar la na de la peligrosidad acuñada en el siglo XIX
muerte humana cuando, por ejemplo, para la por el positivismo, que la peligrosidad demos-
ideología política del vencedor que la admi- trada por ciertos delincuentes excluye toda
nistra es antijurídica y constituye delito aquella posibilidad de readaptación de éstos y justifi-
acción que para la ideología del vencido es ca, por tanto, el mantenimiento de la sanción
un acto heroico? capital.
Allí donde debiera invocarse con un sentido Estas consideraciones no tienen, a nuestro
muy relativo el valor justicia; allí donde de- juicio, el asidero lógico que parecieran ofre-
biera manejarse la administración de la pena cer. En efecto: Las estadísticas formuladas
con mayor cautela, con mayor cuidado, puesto durante la primera mitad del presente siglo
que ese manejo está siempre impregnado de demuestran fehacientemente que la pena de
pasiones y preconceptos, de intereses y pre- muerte no ejerce, como método de inhibición
ferencias, allí precisamente es donde la pena psicológica, la influencia prevista. Antes bien,
de muerte ha tenido en todos los tiempos y aunque parezca paradójico, la ola de delin-
tiene aún hoy su mayor arraigo, su cuencia se ha recrudecido en aquellos
incondicionada justificación, su irracional períodos en que con mayor profusión se apli-
sentido de razón; como si la idea y el senti- caron sanciones capitales. Ello conduciría, por
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