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¿Dónde está el psicoanálisis hoy en día?

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Adán Díaz Cárcamo

Lo que pasa con el alma es que no se ve

Lo que pasa con el espíritu es que no se

¿De dónde viene esta conspiración de invisibilidades?

Alejandra Pizarnik

Quisiera reintroducir un debate que no es nada novedoso entre psicoanalistas y detractores


post-freudianos o simplemente críticos epistemólogos y científicos que posicionan a la
práctica psicoanalítica como una charlatanería o pseudociencia que no merece más atención
en pleno desarrollo científico del siglo XXI. Lo que hemos escuchado desde los postulados
científicos es que la práctica analítica es un fracaso como actualmente se plantea desde
ciertos desarrollos cognitivos, científicos, conductuales, neurológicos, etc.

Sin embargo, este mensaje que nos están dando los críticos debería echar a andar nuestro
pensamiento para tratar de posicionar la práctica analítica a los tiempos que corren hoy en
día. Esto no quiere decir que tengamos respuestas para todo y que nos volvamos aguerridos
a la defensa del psicoanálisis porque ello nos posicionaría como Amos de un saber, lo cual,
claro está, no somos.

El mensaje que hemos recibido por parte de varios críticos versa fundamentalmente sobre
una cuestión: El psicoanálisis no es una ciencia, más bien es una charlatanería. Mario
Bunge, por ejemplo, es un filósofo, matemático y epistemólogo argentino que critica
fuertemente al psicoanálisis (a tal grado de ponerlo en la posición de una parapsicología)
porque no posee un estatuto científico en el sentido de que no se pueden medir ni
cuantificar sus efectos; además sostiene que el psicoanálisis está muerto en todo el mundo a
excepción de Francia y de Argentina donde la práctica continúa teniendo un fuerte peso
incluso entre los legos.

Postula claramente que la actitud de los analistas es oscura porque no publican papers en
revistas científicas y porque nadie los controla como los médicos psiquiatras que trabajan
bajo un control hospitalario e institucional donde tienen que estar sometidos a revisión
científica; tampoco llevan estadísticas de los pacientes curados, ni datos cuantitativos que
demuestren cosas como “Fulano de tal llegó a terapia en X situación y terminó su proceso
en Y en un lapso de X tiempo, bajo la administración de tal prueba, medida con tal
instrumento, utilizando tal metodología y obteniendo los siguientes resultados. “Nada de
esto hace el análisis en los pacientes, no evalúa, no pone a prueba ninguna hipótesis, no
tienen la menor idea de esto”[1] (link is external)

Otra de las cuestiones que retoma es que en ninguna universidad se dan cursos de
psicoanálisis excepto en la Universidad de Buenos Aires y en la Sorbona de París. Además
Bunge culpa a Freud del supuesto atraso de las neurociencias porque a causa del
psicoanálisis se olvidaron del cerebro y de los procesos neuronales que al parecer darían las
respuestas para entender la mente. Es decir, se le achaca al psicoanálisis la culpabilidad de
que haya habido atraso en desarrollo científico.

Esto por supuesto no es verdad, los desarrollos científicos siguieron, los laboratorios y los
experimentos con ratas continuaron y siguen vigentes en las universidades; las ciencias
neurológicas nunca desaparecieron porque pocos han renunciado al ideal científico; Lacan
mismo era psiquiatra, asimismo hay muchos analistas que son médicos. Entonces la línea
de investigación científica nunca se detuvo. Sin embargo, lo que parece curioso es el
choque ideológico del psicoanálisis que aún se quiere ver dentro de un estatuto científico y
de ahí la discusión eterna que ya conocemos.

Mario Bunge apela por una psiquiatría educativa en donde a parte del fármaco se reeduque
al paciente en términos de lo bueno y malo para su salud mental, en términos conductuales
sostiene que “hay que decirle al paciente lo que tiene que hacer para dejar de tener una vida
sintomática”. Todo ello, por supuesto, sin ejercer un saber o una causa que motive las
conductas y los pensamientos más íntimos del ser humano.

Otra fuerte crítica al psicoanálisis la podemos encontrar en El libro negro del


psicoanálisis[2] (link is external) en donde una serie de científicos, sociólogos y psicólogos
trabajaron para demostrar que el psicoanálisis no es una práctica científica sino una
pseudociencia pasada de moda que ya no debería aplicarse al siglo XXI. Los postulados
principales de este libro eran que los pacientes de Freud nunca habían presentado mejorías
y que Freud había modificado siempre sus teorías y sus resultados para hacer que todo
tuviera sentido dentro de sus márgenes de lo que él llamó teoría psicoanalítica que en
realidad estaba plagaba de mitos y de estructuras literarias, más no de una verdadera ciencia
que pusiera a prueba sus hipótesis o que aplicara instrumentos de medición para establecer
datos duros sobre los avances de la terapia en los pacientes.

Por eso vemos que la crítica que siempre ha enfrentado el psicoanálisis es acerca de su
estatuto científico y de sus alcances terapeúticos medibles en términos de bienestar. Por eso
se le acusa a Freud de mentir, de haber fracasado en su terapéutica y de no poder
responderle a la epistemología de la ciencia con los argumentos para usar el psicoanálisis
como una terapia efectiva. Además de los costosos y largos tratamientos que sólo permiten
a cierto sector de la sociedad acceder a él y aún así, sin garantías de que la inversión que se
haga en la terapia tendrá frutos.
Bien, quisiera volver a tomar el tema sobre la cientificidad del psicoanálisis pero no desde
el lugar común que todo mundo cita cuando Lacan declara en una entrevista inédita lo
siguiente: “El psicoanálisis tampoco es una fe y no me gusta llamarlo ciencia. Digamos que
es una práctica y que se ocupa de lo que no anda bien”[3] (link is external). Sino desde una
perspectiva del psicoanálisis como una producción cultural, una construcción teórica y
práctica que más bien se encuentra del lado de lo humano, lo errado, lo lleno de impasses y
callejones sin salida.

Es por eso que hay que ponerle una mirada antropológica al análisis y partir de sus
postulados teóricos como si fueran una verdad, pero no una verdad universal, ni tampoco
científica y por lo tanto no medible ni equiparable a nada; sino una verdad de cada quien,
de aquella particularidad del ser humano que lo hace único en relación con sí mismo y con
sus significantes que lo tienen preso; o dicho de otra manera más sencilla: los analistas
vamos a ocuparnos del alma humana echa lenguaje porque al final de cuenta no hay que
tener miedo de decir que se trabaja con “lo que no se ve”, con el espíritu que ha enfermado
y pide ayuda a un analista.

Es decir que si no estamos abordando al psicoanálisis como el estudio del alma (psique) o
como un descubrimiento que cada quien hará en su propio desplegar del discurso; y más
bien si lo estamos queriendo entender desde la óptica de la ciencia moderna entonces
estamos parados en el lugar equivocado porque estamos haciendo representaciones
ideológicas del psicoanálisis y no estudiando de qué se trata el psicoanálisis por sí mismo.

Las críticas, tanto las de Bunge como las de los científicos creadores del libro negro del
psicoanálisis y demás detractores me parecen una suerte de representaciones ideológicas
del psicoanálisis ¿Por qué digo esto? Por que las representaciones ideológicas son
acercamientos enunciativos a determinados objetos culturales que son producto de las redes
comunicacionales que abordan sus objetos a partir de posicionamientos, ópticas especiales
y trincheras ideológicas que poco a poco se va naturalizando o simbolizando creando
resistencias en unos grupos y aceptaciones en otros.

Es decir que una representación ideológica del psicoanálisis es un mal entendimiento del
mismo. Quizá esto ocurra porque de alguna manera así lo planteó Freud. El vocabulario
mismo de la obra freudiana está plagado en términos científicos tales como hipótesis,
corroborar, instrumento de investigación, sistema, medición, resultados, investigación, etc.
Porque no olvidemos que Freud fue un médico interesado en el sistema nervioso que tenía
una formación totalmente científica producto de sus investigaciones y de sus maestros
mentores como Hemboltz, Brücke, Herbart, Meynert, etc. los cuales eran todos científicos,
psiquiatras y neurólogos dedicados al estudio de la anatomía, histología, procesos
neuroquímicos, etc. (Anzieu, 1978). Igualmente Lacan al utilizar los matemas, la topología
y la lingüística como herramientas para la construcción científica del psicoanálisis dio
cuenta que su proyecto de alguna manera intentaba ser científico.

La polémica entre la ciencia y el psicoanálisis


Esta es la lectura que los detractores del psicoanálisis y es por esa razón que quisiera poner
estos cuestionamientos hacia el psicoanálisis en el plano de la ideología. Para entrar en el
terreno de la ideología en primer lugar es necesario dejar de lado la óptica Marxista que
dice que el entramado ideológico es el resultado de las formaciones ideológicas
constituyentes de un complejo de representaciones y actitudes que son individuales y
colectivas y que están relacionadas con la posición de clase.

Esta teoría lejos de ayudarnos nos complica más las cosas porque si pensamos que la
ideología es una formación discursiva producto de una clase social que al encontrarse con
otra producirá conflicto y de esa manera funcionará la dialéctica de la historia, no tomamos
en cuenta un aspecto todavía más básico: La ilusión de estar en el origen del sentido, es
decir la cuestión del efecto-sujeto como el supuesto saber, aquel que se supone conoce la
verdad última de las cosas y que por ejercer el poder de su saber se siente con todo el
derecho de opacar todo aquello que no encaje en sus coordenadas de lo que éste considera
como verdadero.

Entonces una ideología sería más bien un abrochamiento de ciertos significados grupales
sin posibilidad de diálogo o comunicación. Es lo que pasa precisamente en los eternos
debates entre científicos que tildan a los analistas de charlatanes literarios y los
psicoanalistas que ponen a los científicos en el lugar de los positivistas modernos que
quieren hacer del hombre un Frankenstein. A mi parecer hacen falta matices para no
presentar la discusión de manera maniquea.

Por el lado del discurso de la Ciencia Moderna vemos cómo se expone a la ideología en su
dimensión fundamental: su incuestionabilidad. La ideología, al igual que los mitos, no se
cuestiona puesto que su refutabilidad representa una amenaza al núcleo duro de de la propia
ideología. Es así que la ideología se encamina en una sola dirección; es decir, se concibe
como una ruta incuestionable cuyo fin es el campo de lucha (Zizek, 1989).

A nivel grupal, la ideología es una entidad comunicable que se comparte entre distintos
individuos provenientes de diferentes posiciones sociales. Siguiendo a Rouquette (2009)
la ideología tiene como modalidad interna el consenso, y como modalidad externa, la
polémica. El consenso da continuidad a la identidad y a la cohesión del grupo; y la
polémica al contrario, fragmenta a los grupos y separara las identidades. Esto puede
explicarse desde el mismo concepto de ideología propuesto por Slavoj Zizek quien rechaza
el mundo posmodernista que propone que vivimos en una era postideológica y se adscribe
a un pensamiento en el que sujeto es en sí mismo un ser profundamente ideológico y
además se encuentra escindido por un intenso antagonismo que determina la realidad
social a través de la cual se inserta la ideología como aquella fuerza que refleja los flujos
de información hacia el propio emisor para imposibilitar la comunicación y crear una
distancia social que asegure la identidad del grupo o de la persona.
Es por eso que en este punto hay que especificar que en el plano de las ideologías “cada
sujeto obtiene su propio mensaje invertido” puesto que el rasgo fundamental de las
posiciones ideológicas es que los flujos de información son meramente centrípetos,
reflexivos, internos. Es solamente a partir de esta “no comunicación”, de la atmósfera de
debate y conflicto entre estas dos posiciones ideológicas que se pueden dar aquellas
representaciones en constante tensión y que se conocen como representaciones polémicas.

Entonces yo creo que la cuestión de la crítica al psicoanálisis es meramente ideológica y


producto de un malentendido histórico; es ideológica porque no se puede establecer un
consenso o un abroche comunicacional entre un grupo científico y otro analítico.

Ahora bien, en esta discusión hay una pregunta por hacer ¿Qué ha dejado a los científicos
tan molestos de que se lleve todavía a cabo una práctica sin fundamentos universales y
objetivos? Desde la perspectiva de Slavoj Zizek (1999) podemos tener otra lectura sobre
por qué sigue existiendo un family feud entre las neurociencias y psicoanálisis, por qué
sigue molestando la manera en que se tratan a los pacientes sin fármacos ni instrumentos, ni
evaluaciones ni mediciones. O por parte de los analistas, ¿por qué se sigue medicando al
paciente? O ¿Por qué se le reeduca en términos conductuales? Para poder comenzar con
esta interpretación habría que retomar la teoría del robo del goce que propone Zizek: “lo
que molesta del otro es la forma en que imita es estilo de vida de los demás porque esta
imitación se considera como un robo, un robo del goce”.

El goce que se plantea aquí está ligado al sentido de pertenencia de un objeto que como
diría René Girard[4] (link is external) “No se comparte”. Estos sentidos de pertenencia se
configuran a partir de lo que lo colectivo instaura como mandato. La disputa entre los
científicos hacia los psicoanalistas y viceversa podría explicarse precisamente porque
algunos científicos consideran que los psicoanalistas han robado el goce y el saber de la
terapéutica y que además lo han degenerado, cambiado y organizado de una manera que no
es la legítima, que no es científica, que no pone a prueba nada ni tiene instrumentos de
medición para corroborar las hipótesis ( lo mismo pasa con los psicoanalistas en contra de
la ciencia); pero que tiene como finalidad los mismos objetos de estudio tales como la
mente, la psique, el cuerpo, la enfermedad mental, etc.

“Siempre le achacamos al ‘otro’ un goce excesivo, quiere robarse nuestro goce (arruinando
nuestro estilo de vida) y tiene acceso a algún goce perverso y secreto. En pocas palabras lo
que nos molesta del ‘otro’ es el modo particular en que organiza su goce, precisamente lo
extra, el exceso que acompaña a su estilo. Para el racista, el ‘otro’ es un adicto al trabajo
que roba nuestros empleos o un flojo que vive de nuestros esfuerzos (Žižek, 1999: 47)”.

¿No es entonces el psicoanalista un charlatán por excelencia que con palabrerías


rebuscadas, mitos y teorías no comprobables se jacta de tratar pacientes que padecen de una
condición psíquica? ¿No es entonces, por ejemplo, Jacques Lacan un científico frustrado
que a través de su discurso críptico impresiona pero no precisa ni dice algo en concreto que
ayude a comprender científicamente los padecimientos del alma? ¿Qué quiso decir Lacan
en su discurso de Bruselas cuando afirmó lo siguiente: “Nuestra práctica es una estafa,
fanfarronear, hacer pestañear a la gente, deslumbrarla con palabras rebuscadas, es lo que
habitualmente llamamos “rebuscado”. (…) Desde el punto de vista ético, es insostenible
nuestra profesión; es por eso que me enferma, porque tengo un superyó como todo el
mundo.”[5] (link is external)?

Esta última aseveración de Lacan pone al psicoanálisis en el lugar del fracaso y por lo tanto
lo opone de alguna manera al éxito de la ciencia, la que cura y comprende los
padecimientos de los llamados “enfermos mentales”. La teoría lacaniana (en Zizek) del
robo del goce me ha parecido importante utilizarla para explicar el conflicto entre unos
grupos y otros y además para postular que aunque suponemos que el mundo se transforma
hacia esa supuesta comprensión y dialogo entre unas ramas de saber y otras, en realidad el
mundo sigue siendo lo mismo que siempre ha sido a lo largo de su historia: El conflicto.

Posicionar el psicoanálisis a la subjetividad de la época

Ahora bien, centrémonos ahora en una sola cosa que es importante comprender en toda esta
polémica de si el psicoanálisis es una ciencia o no y en dónde posicionarlo en pleno siglo
XXI donde al menos en México y en muchos otros países hay más psicólogos y científicos
que psicoanalistas. Esto nos está diciendo algo sobre el lugar del psicoanálisis como
terapéutica tanto a nivel nacional como mundial; nos está diciendo que la causa freudiana
sigue enfrentando la pared dura que la ciencia le pone y la crítica que le cuestiona sus
efectos terapeúticos.

Ya Lacan habría previsto que el psicoanálisis era una práctica que duraría lo que tendría
que durar[6] (link is external) como previniendo más dificultades que se siempre se han
suscitado en la historia del psicoanálisis, dificultades como la disoluciones, desvíos de la
teoría Freudiana, reposicionamientos, apertura de otras ramas de la psicología, etc.

Entonces si ahora se posiciona al psicoanálisis en el lugar de una práctica, de una creación


o un dispositivo cultural y no en el lugar de la ciencia ¿Quién saldría a la defensa de su
estatuto científico? ¿Saldría una nueva vuelta a la causa freudiana o habría que adaptarlo a
las necesidades de la época que vivimos actualmente? ¿Qué debe mantenerse y qué debe
transformarse en la teoría analítica de acuerdo a las nuevas demandas y a las estructuras
emergentes que la sociedad contemporánea? Porque finalmente, no se puede poner a la
práctica analítica fuera de la cultura y de la historia; el psicoanálisis es fundamentalmente
producto de estas dimensiones, fuera de ellas no hay psicoanálisis ni ciencia tampoco.
Entonces las condiciones de producción social y la incidencia de la cultura en la terapéutica
trastocan al psicoanálisis de manera significativa.
Estas preguntas sobre la transformación de la teoría psicoanalítica van por la misma
dirección en la que Silvia Bleichmar (2006) plantea poner al psicoanálisis a partir de la
transformación de ideas obsoletas que funcionaron perfectamente en el tiempo de Freud o
de Lacan pero que ahora ya no son funcionales y más bien van en detrimento del
psicoanálisis. Por ejemplo, lo que mencionó en su seminario La construcción del sujeto
ético (2006) sobre el Edipo y la relación del infante con los padres que eran el modelo de
familia del siglo XIX y que ahora ha mutado a otras posibilidades en donde la familia está
recompuesta y cada vez se ven más madres solteras, parejas gays, familias añadidas, etc.
Entonces el Edipo ya no lo instauran forzosamente los padres sino que ocurre en cada
cultura donde un adulto pauta las legalidades correspondientes para que el goce del adulto
no se desborde sobre el cuerpo del niño. No necesariamente tienen que ser los padres.

Lo mismo ocurre con las funciones materna y paterna, Bleichmar afirma que hay colegas
que dicen que las parejas homosexuales no pueden ejercer sus funciones paterna o materna
porque falta el padre o falta la madre; todo este tipo de “detalles” que necesitan un nuevo
lugar y una serie de matices en la teoría de acuerdo a las transformaciones sociales que
vivimos en el siglo XXI.

Entonces, volviendo a la tarea de intentar redimensionar al psicoanálisis en su terapéutica


actual habría que otorgar las concesiones a la crítica de la ciencia y de algunos filósofos
porque al hablar de análisis no estamos hablando de una ciencia sino de una práctica que
sigue abierta para que sea repensada y mejorada para que encuentre algunas salidas y abra
espacios a otros laberintos e impasses porque finalmente se trata de una práctica humana
que obviamente se presta al error.

El psicoanálisis en ese sentido es una antropología porque es construido por los humanos,
no es un descubrimiento; es decir, no es que el inconsciente u otros conceptos estuvieran
allí y pudieran ser localizables (como lo han estado las neuronas, las dendritas, los axones,
etc); el psicoanálisis, como dice Didier Anzieu (1978), es una invención que Freud hizo a
partir de su propio análisis y de su experiencia como científico neurólogo, su formación
filosófica, literaria y mitológica. Por eso se trata de una práctica que poco tiene que ver con
la ciencia. De esa manera, ahora es posible desligarlo de ella.

Ahora bien ¿Por qué seguimos queriendo ver al análisis con los ojos de la ciencia? ¿Por qué
pesa tanto eso en algunos? ¿Por qué se siguen armando debates e intentos de hacer dialogar
dos cosas totalmente distintas como la psicología científica y el psicoanálisis? En alguna
ocasión recuerdo que me encontraba tomando un curso en la facultad de ciencias del
comportamiento y a una compañera psicóloga le llamó la atención que yo quisiera estar allí
cuando a la par me formaba como psicoanalista. En cierta manera, aquella curiosidad era
comprensible pero yo simplemente estaba allí porque en esa época yo también tenía una
fuerte inclinación por la psicología científica. Ella me invitó a un debate que habría entre un
catedrático neurólogo de la Universidad de Harvard y un psicoanalista lacaniano en donde
ella aseguraba que el catedrático de Harvard “pondría en ridículo” al psicoanalista porque
los psicoanalistas no operaban bajo ningún principio de lógica o cientificidad mientras que
los clínicos científicos tenían todas las de ganar en un debate así.
En primera, yo ahora, después de algunos años, me pregunto ¿Qué clase de circo era eso
donde una psicoanalista hablaría con un científico?, ¿se trataba de un round a tres caídas, de
mostrar quien tenía la razón? Esto me recuerda también un poco al debate de Lacan con
Chomsky donde éste último llamó a Lacan charlacan y Lacan por su cuenta dio un discurso
acerca de no pensar con la cabeza sino con los pies… etc. Toda esta suerte de sucesos ante
los ojos de los demás, de los legos, pasa ser preciso, obviamente demeritan al psicoanálisis
por no estar en el lugar donde debe estar. Los analistas deben tener un poco de sentido
común para no caer en estos juegos porque querer establecer un debate de esta suerte es
como querer establecer un diálogo de un ingeniero naval con un poeta, para exagerar un
poco. Repito: la práctica del psicoanálisis tiene poco que ver con la ciencia, tiene que ver
más bien con la subjetividad, con las cosas que no se ven, con el espíritu.

También hay analistas que no creen siquiera en el espíritu. Jean Allouch pronunció en una
conferencia sobre su libro “El amor Lacan”[7] (link is external) que el problema del
psicoanálisis es que se afinca en la psicología cuando a estas alturas el psicoanálisis ya no
tiene nada que ver con ésta sino a lo que se más se asemeja es a lo espiritual. Aunque
muchos analistas amantes del significante no estén de acuerdo, para Allouch el
psicoanálisis continúa siendo más del orden del alma que de otra cosa.

¿Y por qué decir eso? Porque para Allouch el proyecto lacaniano visto como un proyecto
científico es un verdadero fracaso. El mismo Lacan declaró que a nadie importaría el
psicoanálisis en determinado tiempo, la Escuela Freudiana de Paris se disolvió porque ya
había digresiones, el mismo Allouch sostiene que la introducción del estructuralismo, la
lingüística, los matemas y la topología fracasaron en el intento de crear una ciencia.
Entonces,¿ qué sucede con el psicoanálisis ahora? “Sucede que no se sabe lo que pasará con
él, ni tampoco importa mucho” asevera Allouch.

Lo cierto es que pienso que la verdadera causa perdida es la del debate de las ciencias con
el psicoanálisis. El descubrimiento de área de Brocca es un gran hallazgo para la ciencia
porque se postula que gran parte del lenguaje se genera allí; sin embargo, hay casos en
donde se pierde la mitad de cerebro y éste se las arregla para encontrar en otras áreas las
funciones que aparentemente perdió. Entonces, ¿qué sucede con la función subjetiva? Pasa
que ésta se encuentra fuera del marco científico y aún, si quisiéramos verlo dentro de éste
no se ha podido hasta ahora localizar las funciones subjetivas en las resonancias,
tomografías o cualquier otra imagen.

Hay científicos como Antonio Damasio que aún se cuestiona ¿Dónde está el lenguaje en el
cerebro? Como si hubiera un saber sobre éste; lo que buscan los científicos a mí me parece
que quedará sin respuesta, en el misterio, como mucho de lo que rodea a las neurociencias.
Quieren saber, encontrar un correlato biológico que explique en su totalidad los fenómenos
mentales, quieren entender al hombre. Esto me hace recordar un poco a los ocultos de la
película Dark City[8] (link is external) quienes eran unos alienígenas sin emociones que
querían entender el alma del ser humano pero se topaban que cada vez que parecían llegar a
una comprensión se les escapaba algo, ese algo que se les escapaba era el alma misma
sobre la cual no tenían capacidad de hacer transferencia. Entonces nunca lograban entender
qué era lo que realmente pasaba en la individualidad del sujeto.

Por otro lado también hay neurocientíficos como Edelman y Tononi[9] (link is
external) que postulan la imposibilidad de localizar funciones subjetivas en el sistema
nervioso central. Esto nos está dando una pista de que en cuestiones del estudio de la mente
desde su óptica científica presenta grandes dificultades, problemas e igual de impasses que
presenta el psicoanálisis, la diferencia es que los analistas no nos posicionamos como amos
de un saber porque no nos encontramos inmersos en el discurso de la ciencia.

Tanto las terapias como los medicamentos no son garantía de salud mental. He conocido
casos terapeúticos (de cualquier orientación) que son exitosos como casos de psiquiatría
que también son exitosos en términos de aliviar un síntoma. En cambio otros no lo son ni
en psiquiatría, ni en terapia (cual sea). Lo cierto es que no se puede decir que un tipo de
saber ejerce una cura como si la cura fuera un resultado lógico, como si tuviera que darse a
fortiori. Las críticas de que el psicoanálisis no cura me parecen acertadas porque no se
busca curar; más bien se trata de que el paciente encuentre por sí mismo aquellos síntomas
que le aquejan.

Sin duda hay que repensar la terapéutica a los tiempos que corren. No podemos quedarnos a
decir obviedades, tonterías o a repetir los postulados freudianos, lacanianos, klenianos, etc
como si no pudiéramos pensar por nosotros mismos; tampoco se trata de desechar la teoría
y volvernos unos revolucionarios sino más bien ir poniéndonos de acuerdo para ver lo que
todavía es vigente y lo que no. Críticas al psicoanálisis siempre va haber, siempre las ha
habido desde su creación; sin embargo no por ello debemos quedarnos callados sin
posicionar al psicoanálisis en su lugar: una terapeútica del alma que como decía Freud
ayuda a que el sufrimiento neurótico pase a ser una desdicha común.
REFERENCIAS:

Anzieu, D. (1978) El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. Siglo


XXI, México.

Bleichmar, S. (2006) La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires.

Girard, R. (1983) La violencia y lo sagrado. Barcelona, Anagrama.

Rouquette, Louis, M. (2009) Representaciones e ideología: Una explicación psicosocial. En


Polis, Vol 5, Num 1, pp. 143-160. UAM, Ixtapalapa.

Zizek, S. (1989) <<¿Cómo inventó Marx el síntoma?>> En El sublime objeto de la


ideología. México, Siglo XXI.

Zizek, S. (1989) <<Che vuoi>> En El sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI.

1 Elagoraonline(2011). “Aguafiestas LXXXIII”. [En línea]. Argentina, disponible


en: http://www.youtube.com/watch?v=IPts-E0WY4o (link is external) [Accesado el día 01
de junio de 2013].

[2] (link is external) Meyer, Catherine (2005) “El libro negro del psicoanálisis : Vivir,
pensar y sentirse mejor sin Freud” [En línea]. Francia, disponible
en:http://www.slideshare.net/brianboru/el-libro-negro-del-psicoanlisis (link is
external)[Accesado el día 02 de junio de 2013].

[3] (link is external) Lacan, Jacques (1974) “Entrevista hecha por Emilio Granzotto:
Magazine Literaire” [En línea]. Francia, disponible
en:http://www.psicocuestiones.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=6
3:entrevista-a-jacques-lacan&catid=38:articulos (link is external)[Accesado el día 28 de
mayo de 2013].

[4] (link is external) La tesis original de René Girard (1983) tiene una propuesta que podría
ayudar a entender el conflicto desde una dimensión antropológica; básicamente dice que los
objetos susceptibles de desearse son de dos tipos: por principio están los que se dejan
compartir porque imitar el deseo que inspiran esos objetos suscita la simpatía entre los que
comparten el mismo deseo. Pero también están los objetos incompartibles, objetos que
están demasiado atados para dejar que alguien los imite. La convergencia de dos deseos
sobre el mismo objeto no compartible hace que el modelo y su imitador no puedan
compartir el mismo objeto sin que se vuelva un obstáculo uno para el otro; por lo tanto la
indiferencia, lejos de poner fin a la imitación, la redobla y la vuelve recíproca. Es lo que
Girard llama la rivalidad mimética, extraño proceso de feedback negativo que alberga
secretamente grandes cantidades de envidia, celos y odio.

[5] (link is external)Jacques Lacan; 26 de febrero de 1977, en una conferencia que dictó en
Bruselas y fue publicada por Le Nouvel Observateur, Nº 880, p. 88.

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post-freudianos o simplemente críticos epistemólogos y científicos que posicionan a la
práctica psicoanalítica como una charlatanería o pseudociencia que no merece más atención
en pleno desarrollo científico del siglo XXI. Lo que hemos escuchado desde los postulados
científicos es que la práctica analítica es un fracaso como actualmente se plantea desde
ciertos desarrollos cognitivos, científicos, conductuales, neurológicos, etc.

Sin embargo, este mensaje que nos están dando los críticos debería echar a andar nuestro
pensamiento para tratar de posicionar la práctica analítica a los tiempos que corren hoy en
día. Esto no quiere decir que tengamos respuestas para todo y que nos volvamos aguerridos
a la defensa del psicoanálisis porque ello nos posicionaría como Amos de un saber, lo cual,
claro está, no somos.

El mensaje que hemos recibido por parte de varios críticos versa fundamentalmente sobre
una cuestión: El psicoanálisis no es una ciencia, más bien es una charlatanería. Mario
Bunge, por ejemplo, es un filósofo, matemático y epistemólogo argentino que critica
fuertemente al psicoanálisis (a tal grado de ponerlo en la posición de una parapsicología)
porque no posee un estatuto científico en el sentido de que no se pueden medir ni
cuantificar sus efectos; además sostiene que el psicoanálisis está muerto en todo el mundo a
excepción de Francia y de Argentina donde la práctica continúa teniendo un fuerte peso
incluso entre los legos.

Postula claramente que la actitud de los analistas es oscura porque no publican papers en
revistas científicas y porque nadie los controla como los médicos psiquiatras que trabajan
bajo un control hospitalario e institucional donde tienen que estar sometidos a revisión
científica; tampoco llevan estadísticas de los pacientes curados, ni datos cuantitativos que
demuestren cosas como “Fulano de tal llegó a terapia en X situación y terminó su proceso
en Y en un lapso de X tiempo, bajo la administración de tal prueba, medida con tal
instrumento, utilizando tal metodología y obteniendo los siguientes resultados. “Nada de
esto hace el análisis en los pacientes, no evalúa, no pone a prueba ninguna hipótesis, no
tienen la menor idea de esto”[1] (link is external)

Otra de las cuestiones que retoma es que en ninguna universidad se dan cursos de
psicoanálisis excepto en la Universidad de Buenos Aires y en la Sorbona de París. Además
Bunge culpa a Freud del supuesto atraso de las neurociencias porque a causa del
psicoanálisis se olvidaron del cerebro y de los procesos neuronales que al parecer darían las
respuestas para entender la mente. Es decir, se le achaca al psicoanálisis la culpabilidad de
que haya habido atraso en desarrollo científico.

Esto por supuesto no es verdad, los desarrollos científicos siguieron, los laboratorios y los
experimentos con ratas continuaron y siguen vigentes en las universidades; las ciencias
neurológicas nunca desaparecieron porque pocos han renunciado al ideal científico; Lacan
mismo era psiquiatra, asimismo hay muchos analistas que son médicos. Entonces la línea
de investigación científica nunca se detuvo. Sin embargo, lo que parece curioso es el
choque ideológico del psicoanálisis que aún se quiere ver dentro de un estatuto científico y
de ahí la discusión eterna que ya conocemos.
Mario Bunge apela por una psiquiatría educativa en donde a parte del fármaco se reeduque
al paciente en términos de lo bueno y malo para su salud mental, en términos conductuales
sostiene que “hay que decirle al paciente lo que tiene que hacer para dejar de tener una vida
sintomática”. Todo ello, por supuesto, sin ejercer un saber o una causa que motive las
conductas y los pensamientos más íntimos del ser humano.

Otra fuerte crítica al psicoanálisis la podemos encontrar en El libro negro del


psicoanálisis[2] (link is external) en donde una serie de científicos, sociólogos y psicólogos
trabajaron para demostrar que el psicoanálisis no es una práctica científica sino una
pseudociencia pasada de moda que ya no debería aplicarse al siglo XXI. Los postulados
principales de este libro eran que los pacientes de Freud nunca habían presentado mejorías
y que Freud había modificado siempre sus teorías y sus resultados para hacer que todo
tuviera sentido dentro de sus márgenes de lo que él llamó teoría psicoanalítica que en
realidad estaba plagaba de mitos y de estructuras literarias, más no de una verdadera ciencia
que pusiera a prueba sus hipótesis o que aplicara instrumentos de medición para establecer
datos duros sobre los avances de la terapia en los pacientes.

Por eso vemos que la crítica que siempre ha enfrentado el psicoanálisis es acerca de su
estatuto científico y de sus alcances terapeúticos medibles en términos de bienestar. Por eso
se le acusa a Freud de mentir, de haber fracasado en su terapéutica y de no poder
responderle a la epistemología de la ciencia con los argumentos para usar el psicoanálisis
como una terapia efectiva. Además de los costosos y largos tratamientos que sólo permiten
a cierto sector de la sociedad acceder a él y aún así, sin garantías de que la inversión que se
haga en la terapia tendrá frutos.

Bien, quisiera volver a tomar el tema sobre la cientificidad del psicoanálisis pero no desde
el lugar común que todo mundo cita cuando Lacan declara en una entrevista inédita lo
siguiente: “El psicoanálisis tampoco es una fe y no me gusta llamarlo ciencia. Digamos que
es una práctica y que se ocupa de lo que no anda bien”[3] (link is external). Sino desde una
perspectiva del psicoanálisis como una producción cultural, una construcción teórica y
práctica que más bien se encuentra del lado de lo humano, lo errado, lo lleno de impasses y
callejones sin salida.

Es por eso que hay que ponerle una mirada antropológica al análisis y partir de sus
postulados teóricos como si fueran una verdad, pero no una verdad universal, ni tampoco
científica y por lo tanto no medible ni equiparable a nada; sino una verdad de cada quien,
de aquella particularidad del ser humano que lo hace único en relación con sí mismo y con
sus significantes que lo tienen preso; o dicho de otra manera más sencilla: los analistas
vamos a ocuparnos del alma humana echa lenguaje porque al final de cuenta no hay que
tener miedo de decir que se trabaja con “lo que no se ve”, con el espíritu que ha enfermado
y pide ayuda a un analista.
Es decir que si no estamos abordando al psicoanálisis como el estudio del alma (psique) o
como un descubrimiento que cada quien hará en su propio desplegar del discurso; y más
bien si lo estamos queriendo entender desde la óptica de la ciencia moderna entonces
estamos parados en el lugar equivocado porque estamos haciendo representaciones
ideológicas del psicoanálisis y no estudiando de qué se trata el psicoanálisis por sí mismo.

Las críticas, tanto las de Bunge como las de los científicos creadores del libro negro del
psicoanálisis y demás detractores me parecen una suerte de representaciones ideológicas
del psicoanálisis ¿Por qué digo esto? Por que las representaciones ideológicas son
acercamientos enunciativos a determinados objetos culturales que son producto de las redes
comunicacionales que abordan sus objetos a partir de posicionamientos, ópticas especiales
y trincheras ideológicas que poco a poco se va naturalizando o simbolizando creando
resistencias en unos grupos y aceptaciones en otros.

Es decir que una representación ideológica del psicoanálisis es un mal entendimiento del
mismo. Quizá esto ocurra porque de alguna manera así lo planteó Freud. El vocabulario
mismo de la obra freudiana está plagado en términos científicos tales como hipótesis,
corroborar, instrumento de investigación, sistema, medición, resultados, investigación, etc.
Porque no olvidemos que Freud fue un médico interesado en el sistema nervioso que tenía
una formación totalmente científica producto de sus investigaciones y de sus maestros
mentores como Hemboltz, Brücke, Herbart, Meynert, etc. los cuales eran todos científicos,
psiquiatras y neurólogos dedicados al estudio de la anatomía, histología, procesos
neuroquímicos, etc. (Anzieu, 1978). Igualmente Lacan al utilizar los matemas, la topología
y la lingüística como herramientas para la construcción científica del psicoanálisis dio
cuenta que su proyecto de alguna manera intentaba ser científico.

La polémica entre la ciencia y el psicoanálisis

Esta es la lectura que los detractores del psicoanálisis y es por esa razón que quisiera poner
estos cuestionamientos hacia el psicoanálisis en el plano de la ideología. Para entrar en el
terreno de la ideología en primer lugar es necesario dejar de lado la óptica Marxista que
dice que el entramado ideológico es el resultado de las formaciones ideológicas
constituyentes de un complejo de representaciones y actitudes que son individuales y
colectivas y que están relacionadas con la posición de clase.

Esta teoría lejos de ayudarnos nos complica más las cosas porque si pensamos que la
ideología es una formación discursiva producto de una clase social que al encontrarse con
otra producirá conflicto y de esa manera funcionará la dialéctica de la historia, no tomamos
en cuenta un aspecto todavía más básico: La ilusión de estar en el origen del sentido, es
decir la cuestión del efecto-sujeto como el supuesto saber, aquel que se supone conoce la
verdad última de las cosas y que por ejercer el poder de su saber se siente con todo el
derecho de opacar todo aquello que no encaje en sus coordenadas de lo que éste considera
como verdadero.
Entonces una ideología sería más bien un abrochamiento de ciertos significados grupales
sin posibilidad de diálogo o comunicación. Es lo que pasa precisamente en los eternos
debates entre científicos que tildan a los analistas de charlatanes literarios y los
psicoanalistas que ponen a los científicos en el lugar de los positivistas modernos que
quieren hacer del hombre un Frankenstein. A mi parecer hacen falta matices para no
presentar la discusión de manera maniquea.

Por el lado del discurso de la Ciencia Moderna vemos cómo se expone a la ideología en su
dimensión fundamental: su incuestionabilidad. La ideología, al igual que los mitos, no se
cuestiona puesto que su refutabilidad representa una amenaza al núcleo duro de de la propia
ideología. Es así que la ideología se encamina en una sola dirección; es decir, se concibe
como una ruta incuestionable cuyo fin es el campo de lucha (Zizek, 1989).

A nivel grupal, la ideología es una entidad comunicable que se comparte entre distintos
individuos provenientes de diferentes posiciones sociales. Siguiendo a Rouquette (2009)
la ideología tiene como modalidad interna el consenso, y como modalidad externa, la
polémica. El consenso da continuidad a la identidad y a la cohesión del grupo; y la
polémica al contrario, fragmenta a los grupos y separara las identidades. Esto puede
explicarse desde el mismo concepto de ideología propuesto por Slavoj Zizek quien rechaza
el mundo posmodernista que propone que vivimos en una era postideológica y se adscribe
a un pensamiento en el que sujeto es en sí mismo un ser profundamente ideológico y
además se encuentra escindido por un intenso antagonismo que determina la realidad
social a través de la cual se inserta la ideología como aquella fuerza que refleja los flujos
de información hacia el propio emisor para imposibilitar la comunicación y crear una
distancia social que asegure la identidad del grupo o de la persona.

Es por eso que en este punto hay que especificar que en el plano de las ideologías “cada
sujeto obtiene su propio mensaje invertido” puesto que el rasgo fundamental de las
posiciones ideológicas es que los flujos de información son meramente centrípetos,
reflexivos, internos. Es solamente a partir de esta “no comunicación”, de la atmósfera de
debate y conflicto entre estas dos posiciones ideológicas que se pueden dar aquellas
representaciones en constante tensión y que se conocen como representaciones polémicas.

Entonces yo creo que la cuestión de la crítica al psicoanálisis es meramente ideológica y


producto de un malentendido histórico; es ideológica porque no se puede establecer un
consenso o un abroche comunicacional entre un grupo científico y otro analítico.

Ahora bien, en esta discusión hay una pregunta por hacer ¿Qué ha dejado a los científicos
tan molestos de que se lleve todavía a cabo una práctica sin fundamentos universales y
objetivos? Desde la perspectiva de Slavoj Zizek (1999) podemos tener otra lectura sobre
por qué sigue existiendo un family feud entre las neurociencias y psicoanálisis, por qué
sigue molestando la manera en que se tratan a los pacientes sin fármacos ni instrumentos, ni
evaluaciones ni mediciones. O por parte de los analistas, ¿por qué se sigue medicando al
paciente? O ¿Por qué se le reeduca en términos conductuales? Para poder comenzar con
esta interpretación habría que retomar la teoría del robo del goce que propone Zizek: “lo
que molesta del otro es la forma en que imita es estilo de vida de los demás porque esta
imitación se considera como un robo, un robo del goce”.
El goce que se plantea aquí está ligado al sentido de pertenencia de un objeto que como
diría René Girard[4] (link is external) “No se comparte”. Estos sentidos de pertenencia se
configuran a partir de lo que lo colectivo instaura como mandato. La disputa entre los
científicos hacia los psicoanalistas y viceversa podría explicarse precisamente porque
algunos científicos consideran que los psicoanalistas han robado el goce y el saber de la
terapéutica y que además lo han degenerado, cambiado y organizado de una manera que no
es la legítima, que no es científica, que no pone a prueba nada ni tiene instrumentos de
medición para corroborar las hipótesis ( lo mismo pasa con los psicoanalistas en contra de
la ciencia); pero que tiene como finalidad los mismos objetos de estudio tales como la
mente, la psique, el cuerpo, la enfermedad mental, etc.

“Siempre le achacamos al ‘otro’ un goce excesivo, quiere robarse nuestro goce (arruinando
nuestro estilo de vida) y tiene acceso a algún goce perverso y secreto. En pocas palabras lo
que nos molesta del ‘otro’ es el modo particular en que organiza su goce, precisamente lo
extra, el exceso que acompaña a su estilo. Para el racista, el ‘otro’ es un adicto al trabajo
que roba nuestros empleos o un flojo que vive de nuestros esfuerzos (Žižek, 1999: 47)”.

¿No es entonces el psicoanalista un charlatán por excelencia que con palabrerías


rebuscadas, mitos y teorías no comprobables se jacta de tratar pacientes que padecen de una
condición psíquica? ¿No es entonces, por ejemplo, Jacques Lacan un científico frustrado
que a través de su discurso críptico impresiona pero no precisa ni dice algo en concreto que
ayude a comprender científicamente los padecimientos del alma? ¿Qué quiso decir Lacan
en su discurso de Bruselas cuando afirmó lo siguiente: “Nuestra práctica es una estafa,
fanfarronear, hacer pestañear a la gente, deslumbrarla con palabras rebuscadas, es lo que
habitualmente llamamos “rebuscado”. (…) Desde el punto de vista ético, es insostenible
nuestra profesión; es por eso que me enferma, porque tengo un superyó como todo el
mundo.”[5] (link is external)?

Esta última aseveración de Lacan pone al psicoanálisis en el lugar del fracaso y por lo tanto
lo opone de alguna manera al éxito de la ciencia, la que cura y comprende los
padecimientos de los llamados “enfermos mentales”. La teoría lacaniana (en Zizek) del
robo del goce me ha parecido importante utilizarla para explicar el conflicto entre unos
grupos y otros y además para postular que aunque suponemos que el mundo se transforma
hacia esa supuesta comprensión y dialogo entre unas ramas de saber y otras, en realidad el
mundo sigue siendo lo mismo que siempre ha sido a lo largo de su historia: El conflicto.

Posicionar el psicoanálisis a la subjetividad de la época


Ahora bien, centrémonos ahora en una sola cosa que es importante comprender en toda esta
polémica de si el psicoanálisis es una ciencia o no y en dónde posicionarlo en pleno siglo
XXI donde al menos en México y en muchos otros países hay más psicólogos y científicos
que psicoanalistas. Esto nos está diciendo algo sobre el lugar del psicoanálisis como
terapéutica tanto a nivel nacional como mundial; nos está diciendo que la causa freudiana
sigue enfrentando la pared dura que la ciencia le pone y la crítica que le cuestiona sus
efectos terapeúticos.

Ya Lacan habría previsto que el psicoanálisis era una práctica que duraría lo que tendría
que durar[6] (link is external) como previniendo más dificultades que se siempre se han
suscitado en la historia del psicoanálisis, dificultades como la disoluciones, desvíos de la
teoría Freudiana, reposicionamientos, apertura de otras ramas de la psicología, etc.

Entonces si ahora se posiciona al psicoanálisis en el lugar de una práctica, de una creación


o un dispositivo cultural y no en el lugar de la ciencia ¿Quién saldría a la defensa de su
estatuto científico? ¿Saldría una nueva vuelta a la causa freudiana o habría que adaptarlo a
las necesidades de la época que vivimos actualmente? ¿Qué debe mantenerse y qué debe
transformarse en la teoría analítica de acuerdo a las nuevas demandas y a las estructuras
emergentes que la sociedad contemporánea? Porque finalmente, no se puede poner a la
práctica analítica fuera de la cultura y de la historia; el psicoanálisis es fundamentalmente
producto de estas dimensiones, fuera de ellas no hay psicoanálisis ni ciencia tampoco.
Entonces las condiciones de producción social y la incidencia de la cultura en la terapéutica
trastocan al psicoanálisis de manera significativa.

Estas preguntas sobre la transformación de la teoría psicoanalítica van por la misma


dirección en la que Silvia Bleichmar (2006) plantea poner al psicoanálisis a partir de la
transformación de ideas obsoletas que funcionaron perfectamente en el tiempo de Freud o
de Lacan pero que ahora ya no son funcionales y más bien van en detrimento del
psicoanálisis. Por ejemplo, lo que mencionó en su seminario La construcción del sujeto
ético (2006) sobre el Edipo y la relación del infante con los padres que eran el modelo de
familia del siglo XIX y que ahora ha mutado a otras posibilidades en donde la familia está
recompuesta y cada vez se ven más madres solteras, parejas gays, familias añadidas, etc.
Entonces el Edipo ya no lo instauran forzosamente los padres sino que ocurre en cada
cultura donde un adulto pauta las legalidades correspondientes para que el goce del adulto
no se desborde sobre el cuerpo del niño. No necesariamente tienen que ser los padres.

Lo mismo ocurre con las funciones materna y paterna, Bleichmar afirma que hay colegas
que dicen que las parejas homosexuales no pueden ejercer sus funciones paterna o materna
porque falta el padre o falta la madre; todo este tipo de “detalles” que necesitan un nuevo
lugar y una serie de matices en la teoría de acuerdo a las transformaciones sociales que
vivimos en el siglo XXI.
Entonces, volviendo a la tarea de intentar redimensionar al psicoanálisis en su terapéutica
actual habría que otorgar las concesiones a la crítica de la ciencia y de algunos filósofos
porque al hablar de análisis no estamos hablando de una ciencia sino de una práctica que
sigue abierta para que sea repensada y mejorada para que encuentre algunas salidas y abra
espacios a otros laberintos e impasses porque finalmente se trata de una práctica humana
que obviamente se presta al error.

El psicoanálisis en ese sentido es una antropología porque es construido por los humanos,
no es un descubrimiento; es decir, no es que el inconsciente u otros conceptos estuvieran
allí y pudieran ser localizables (como lo han estado las neuronas, las dendritas, los axones,
etc); el psicoanálisis, como dice Didier Anzieu (1978), es una invención que Freud hizo a
partir de su propio análisis y de su experiencia como científico neurólogo, su formación
filosófica, literaria y mitológica. Por eso se trata de una práctica que poco tiene que ver con
la ciencia. De esa manera, ahora es posible desligarlo de ella.

Ahora bien ¿Por qué seguimos queriendo ver al análisis con los ojos de la ciencia? ¿Por qué
pesa tanto eso en algunos? ¿Por qué se siguen armando debates e intentos de hacer dialogar
dos cosas totalmente distintas como la psicología científica y el psicoanálisis? En alguna
ocasión recuerdo que me encontraba tomando un curso en la facultad de ciencias del
comportamiento y a una compañera psicóloga le llamó la atención que yo quisiera estar allí
cuando a la par me formaba como psicoanalista. En cierta manera, aquella curiosidad era
comprensible pero yo simplemente estaba allí porque en esa época yo también tenía una
fuerte inclinación por la psicología científica. Ella me invitó a un debate que habría entre un
catedrático neurólogo de la Universidad de Harvard y un psicoanalista lacaniano en donde
ella aseguraba que el catedrático de Harvard “pondría en ridículo” al psicoanalista porque
los psicoanalistas no operaban bajo ningún principio de lógica o cientificidad mientras que
los clínicos científicos tenían todas las de ganar en un debate así.

En primera, yo ahora, después de algunos años, me pregunto ¿Qué clase de circo era eso
donde una psicoanalista hablaría con un científico?, ¿se trataba de un round a tres caídas, de
mostrar quien tenía la razón? Esto me recuerda también un poco al debate de Lacan con
Chomsky donde éste último llamó a Lacan charlacan y Lacan por su cuenta dio un discurso
acerca de no pensar con la cabeza sino con los pies… etc. Toda esta suerte de sucesos ante
los ojos de los demás, de los legos, pasa ser preciso, obviamente demeritan al psicoanálisis
por no estar en el lugar donde debe estar. Los analistas deben tener un poco de sentido
común para no caer en estos juegos porque querer establecer un debate de esta suerte es
como querer establecer un diálogo de un ingeniero naval con un poeta, para exagerar un
poco. Repito: la práctica del psicoanálisis tiene poco que ver con la ciencia, tiene que ver
más bien con la subjetividad, con las cosas que no se ven, con el espíritu.

También hay analistas que no creen siquiera en el espíritu. Jean Allouch pronunció en una
conferencia sobre su libro “El amor Lacan”[7] (link is external) que el problema del
psicoanálisis es que se afinca en la psicología cuando a estas alturas el psicoanálisis ya no
tiene nada que ver con ésta sino a lo que se más se asemeja es a lo espiritual. Aunque
muchos analistas amantes del significante no estén de acuerdo, para Allouch el
psicoanálisis continúa siendo más del orden del alma que de otra cosa.
¿Y por qué decir eso? Porque para Allouch el proyecto lacaniano visto como un proyecto
científico es un verdadero fracaso. El mismo Lacan declaró que a nadie importaría el
psicoanálisis en determinado tiempo, la Escuela Freudiana de Paris se disolvió porque ya
había digresiones, el mismo Allouch sostiene que la introducción del estructuralismo, la
lingüística, los matemas y la topología fracasaron en el intento de crear una ciencia.
Entonces,¿ qué sucede con el psicoanálisis ahora? “Sucede que no se sabe lo que pasará con
él, ni tampoco importa mucho” asevera Allouch.

Lo cierto es que pienso que la verdadera causa perdida es la del debate de las ciencias con
el psicoanálisis. El descubrimiento de área de Brocca es un gran hallazgo para la ciencia
porque se postula que gran parte del lenguaje se genera allí; sin embargo, hay casos en
donde se pierde la mitad de cerebro y éste se las arregla para encontrar en otras áreas las
funciones que aparentemente perdió. Entonces, ¿qué sucede con la función subjetiva? Pasa
que ésta se encuentra fuera del marco científico y aún, si quisiéramos verlo dentro de éste
no se ha podido hasta ahora localizar las funciones subjetivas en las resonancias,
tomografías o cualquier otra imagen.

Hay científicos como Antonio Damasio que aún se cuestiona ¿Dónde está el lenguaje en el
cerebro? Como si hubiera un saber sobre éste; lo que buscan los científicos a mí me parece
que quedará sin respuesta, en el misterio, como mucho de lo que rodea a las neurociencias.
Quieren saber, encontrar un correlato biológico que explique en su totalidad los fenómenos
mentales, quieren entender al hombre. Esto me hace recordar un poco a los ocultos de la
película Dark City[8] (link is external) quienes eran unos alienígenas sin emociones que
querían entender el alma del ser humano pero se topaban que cada vez que parecían llegar a
una comprensión se les escapaba algo, ese algo que se les escapaba era el alma misma
sobre la cual no tenían capacidad de hacer transferencia. Entonces nunca lograban entender
qué era lo que realmente pasaba en la individualidad del sujeto.

Por otro lado también hay neurocientíficos como Edelman y Tononi[9] (link is
external) que postulan la imposibilidad de localizar funciones subjetivas en el sistema
nervioso central. Esto nos está dando una pista de que en cuestiones del estudio de la mente
desde su óptica científica presenta grandes dificultades, problemas e igual de impasses que
presenta el psicoanálisis, la diferencia es que los analistas no nos posicionamos como amos
de un saber porque no nos encontramos inmersos en el discurso de la ciencia.

Tanto las terapias como los medicamentos no son garantía de salud mental. He conocido
casos terapeúticos (de cualquier orientación) que son exitosos como casos de psiquiatría
que también son exitosos en términos de aliviar un síntoma. En cambio otros no lo son ni
en psiquiatría, ni en terapia (cual sea). Lo cierto es que no se puede decir que un tipo de
saber ejerce una cura como si la cura fuera un resultado lógico, como si tuviera que darse a
fortiori. Las críticas de que el psicoanálisis no cura me parecen acertadas porque no se
busca curar; más bien se trata de que el paciente encuentre por sí mismo aquellos síntomas
que le aquejan.

Sin duda hay que repensar la terapéutica a los tiempos que corren. No podemos quedarnos a
decir obviedades, tonterías o a repetir los postulados freudianos, lacanianos, klenianos, etc
como si no pudiéramos pensar por nosotros mismos; tampoco se trata de desechar la teoría
y volvernos unos revolucionarios sino más bien ir poniéndonos de acuerdo para ver lo que
todavía es vigente y lo que no. Críticas al psicoanálisis siempre va haber, siempre las ha
habido desde su creación; sin embargo no por ello debemos quedarnos callados sin
posicionar al psicoanálisis en su lugar: una terapeútica del alma que como decía Freud
ayuda a que el sufrimiento neurótico pase a ser una desdicha común.

REFERENCIAS:

Anzieu, D. (1978) El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. Siglo


XXI, México.
Bleichmar, S. (2006) La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires.

Girard, R. (1983) La violencia y lo sagrado. Barcelona, Anagrama.

Rouquette, Louis, M. (2009) Representaciones e ideología: Una explicación psicosocial. En


Polis, Vol 5, Num 1, pp. 143-160. UAM, Ixtapalapa.

Zizek, S. (1989) <<¿Cómo inventó Marx el síntoma?>> En El sublime objeto de la


ideología. México, Siglo XXI.

Zizek, S. (1989) <<Che vuoi>> En El sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI.

1 Elagoraonline(2011). “Aguafiestas LXXXIII”. [En línea]. Argentina, disponible


en: http://www.youtube.com/watch?v=IPts-E0WY4o (link is external) [Accesado el día 01
de junio de 2013].

[2] (link is external) Meyer, Catherine (2005) “El libro negro del psicoanálisis : Vivir,
pensar y sentirse mejor sin Freud” [En línea]. Francia, disponible
en:http://www.slideshare.net/brianboru/el-libro-negro-del-psicoanlisis (link is
external)[Accesado el día 02 de junio de 2013].

[3] (link is external) Lacan, Jacques (1974) “Entrevista hecha por Emilio Granzotto:
Magazine Literaire” [En línea]. Francia, disponible
en:http://www.psicocuestiones.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=6
3:entrevista-a-jacques-lacan&catid=38:articulos (link is external)[Accesado el día 28 de
mayo de 2013].

[4] (link is external) La tesis original de René Girard (1983) tiene una propuesta que podría
ayudar a entender el conflicto desde una dimensión antropológica; básicamente dice que los
objetos susceptibles de desearse son de dos tipos: por principio están los que se dejan
compartir porque imitar el deseo que inspiran esos objetos suscita la simpatía entre los que
comparten el mismo deseo. Pero también están los objetos incompartibles, objetos que
están demasiado atados para dejar que alguien los imite. La convergencia de dos deseos
sobre el mismo objeto no compartible hace que el modelo y su imitador no puedan
compartir el mismo objeto sin que se vuelva un obstáculo uno para el otro; por lo tanto la
indiferencia, lejos de poner fin a la imitación, la redobla y la vuelve recíproca. Es lo que
Girard llama la rivalidad mimética, extraño proceso de feedback negativo que alberga
secretamente grandes cantidades de envidia, celos y odio.
[5] (link is external)Jacques Lacan; 26 de febrero de 1977, en una conferencia que dictó en
Bruselas y fue publicada por Le Nouvel Observateur, Nº 880, p. 88.

[6] (link is external)

[7] (link is external) Allouch, Jean (2012). “¿Dónde está el psicoanálisis hoy?”. [En línea].
Argentina, disponible en:http://www.youtube.com/watch?v=6hbbC8b5Y2o (link is
external) [Accesado el día 28 de mayo de 2013].

[8] (link is external) Dark City es una película neo-noir (link is external) de ciencia ficción
(link is external) de 1998 (link is external) escrita y dirigida por Alex Proyas (link is
external). Fue protagonizada por Rufus Sewell (link is external), Kiefer Sutherland (link is
external), Jennifer Connelly (link is external) y William Hurt (link is external). Sewell
interpreta a John Murdoch, un hombre que sufre de amnesia y que se encuentra acusado de
asesinato; Murdoch intenta descubrir su verdadera identidad para limpiar su nombre
mientras escapa de la policía y un misterioso grupo conocido como “los ocultos”.

[9] (link is external)Edelman G. Tononi J. (2012). “El universo de la conciencia”. [En


línea]. San Diego, California. Disponible en:http://es.scribd.com/doc/6865441/Edelman-
Gerald-y-Tononi-Giulio-El-universo-de-la-conciencia-Libros-en-espanol-ciencias (link is
external)[Accesado el día 30 de mayo de 2013].

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