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“Museo de la Memoria y los Derechos Humanos una apuesta estético-política de legibilidad de

la experiencia dictatorial” Maira Mora

Memoria

Eduard Punset, neurociéntifico español: Sin memoria, por supuesto, no hay pasado. ¡Pero sin memoria tampoco hay
vida! Existe una especie de conexión íntima entre recordar el pasado e imaginar el futuro La memoria no sólo nos
sirve para el pasado, para explicarnos lo que ha sido nuestra vida, sino para concebir, para diseñar, para pensar lo que
será nuestro futuro. Es impresionante ¿no? Ver que cada vez, la separación supuesta entre futuro y pasado, entre vida
y no vida, entre lo que es inerte y lo que está vivo, es más borrosa.
Facundo Manes neurólogo y neurocientífico (PhD in Sciences, Cambridge University)
MEMORIA
Se entiende por memoria la selección de recuerdos significativos del pasado, pero vistos y valorados desde el presente,
considerados relevantes de no olvidar. Este recuerdo se basa en un espacio físico, cosas materiales y relaciones e interacciones
entre las personas. La memoria colectiva se construye rescatando los hechos que se consideran relevantes para dar sentido a la
identidad del grupo. “

”La memoria histórica: derrota, resistencia y reconstrucción del pasado” Dr. Norberto
Emmerich

“Los lugares de la memoria son un signo claro de su desaparición. Esta es, al menos, la categórica
tesis planteada por el historiador francés Pierre Nora (1984). De acuerdo a sus palabras, ellos nacen
y viven del sentimiento de que no hay memoria espontánea, puesto que si la habitáramos realmente,
no tendríamos necesidad de consagrarle lugares.”
“A partir del retorno a la democracia, el país ha llevado a cabo un largo proceso de memorialización
que ha incluido una construcción tanto discursiva como material de la memoria de la dictadura. Y es
que tal como señala Tzvetan Todorov (1998), cuando los hechos vividos por una sociedad son de
naturaleza trágica, el recordar se transforma en un imperativo ético: el deber dar testimonio, el deber
recordar.”
1 La memorialización es el conjunto de prácticas realizadas con el fin de preservar las memorias de algo o alguien. Es
uno de los mecanismos de la justicia transicional, y puede tomar múltiples formas, tales como conmemoraciones,
monumentos, ceremonias y otros.

“La inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en enero de 2010 es, en ese
sentido, la culminación de un largo proceso que se inicia con la publicación del Informe Rettig
(1991) y que da cuenta de la predominancia de una memoria emblemática en particular: aquella que
considera a la dictadura como una ruptura profunda que generó una situación de violencia sin
precedente histórico alguno ni justificación moral 2. En cuanto espacio de reificación de la memoria
colectiva, el museo exhibe una diferencia sustancial respecto a los otros lugares de memoria que han
sido edificados a lo largo del país, y esta es la posibilidad de elaborar un relato: más allá de ser una
marca material en el territorio urbano, una marca política por cuanto es evocadora de una catástrofe,
este espacio es contenedor de una narrativa capaz de vehicular un sentido. Es ahí donde radica
principalmente el origen de las disputas que se generan cada cierto tiempo en torno al museo, el cual
es, en otras palabras, un espacio de memoria institucionalizada y, por tanto, legitimada.”
2 El historiador norteamericano Steve Stern (2000) propone entender el concepto de “memoria emblemática” como
un marco que reúne varias memorias personales otorgándoles un sentido interpretativo compartido. La memoria
emblemática opera entonces como un criterio de selección de memorias personales. Según su perspectiva, a partir de
1973 los chilenos hemos construido cuatro memorias emblemáticas en torno a la dictadura y la violación a los
derechos humanos, cuatro visiones diferentes que responden a la problemática sobre qué sentido atribuir al régimen
militar. La primera de estas memorias considera el 11 de septiembre como la salvación de un país en ruinas; la
segunda, como una ruptura profunda que generó una situación de violencia sin precedente histórico alguno ni
justificación moral; la tercera, como una situación que puso a prueba la consecuencia ética y democrática de las
personas; y, la cuarta, como un episodio de la vida nacional que, dada su imposibilidad de solución y el grado de
conflictividad que provoca, es mejor relegar al olvido.
“Tal como señala la Corte Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ, 2012), “las víctimas de
abusos a los derechos humanos no pueden olvidar, y los Estados tienen el deber de preservar la
memoria de tales crímenes” (“Memory and Memorials”)”

“Existen memorias oficiales, mantenidas por instituciones, incluso Estados, y memorias subterráneas, escondidas o
prohibidas. La “visibilidad” y el reconocimiento de una memoria dependen también de la fuerza de quienes las
portan. En otras palabras, existen memorias “fuertes” y memorias “débiles”. Fuerza y reconocimiento no son
conceptos fijos e inmutables, ellos evolucionan, se consolidan o debilitan, contribuyendo a redefinir
permanentemente el estatuto de la memoria.” Enzo Traverso (2005)

” Guía Metodológica para la gestión de Sitios de Memoria en Chile” Luis Alegría y Natalia
Uribe

Según Jelin (2003) será a partir de las preocupaciones políticas por la democracia de los nuevos movimientos
sociales; del pensamiento sobre la ciudadanía y la constitución de la subjetividad ciudadana, abonados por la práctica
política de lucha de los movimientos de derechos humanos; que se ha implantado en la región un nuevo marco
interpretativo de la esfera pública, de la relación entre Estado y sociedad, y de los mecanismos y articulaciones entre
el plano de las condiciones materiales, las instituciones, la subjetividad y el nivel simbólico-cultural.
“La memoria y el olvido, la conmemoración y el recuerdo, se tornan cruciales cuando se vinculan a
acontecimientos traumáticos de carácter político y a situaciones de represión y aniquilación, cuando se trata de
profundas catástrofes sociales y situaciones de sufrimiento colectivo. En lo individual, la marca de lo traumático
interviene de manera central en lo que el sujeto puede y no puede recordar, silenciar, olvidar o elaborar. En un sentido
político, las "cuentas con el pasado" (Jelin, 2003, pp. 10-11) “
Cultura de la Memoria: La mayoría de los países que sufrieron genocidios durante el siglo XX, atravesaron luego
procesos de transición que involucraron discusiones sobre la construcción de memorias relativas a lo ocurrido, que
dieron lugar a una verdadera cultura de la memoria, materializada en una proliferación de homenajes, monumentos,
placas, museos, e incluso obras literarias y artísticas dirigidas a evocar el recuerdo y construir memorias colectivas de
los sucesos traumáticos.
Memorialización: Adaptando lo formulado por Feld (2011) es posible definir que esta noción da cuenta de un
enfoque procesual del ejercicio tanto individual como colectivo de la memoria, con un fuerte énfasis reivindicativo
que enmarcaría una serie de iniciativas tendientes a la recuperación de la memoria, siendo sus variadas acciones:
recuperar- un espacio que fue enajenado de sus funciones iniciales por la dictadura al instalar allí centros clandestinos
de detención, tortura y exterminio;
“-expropiar- de las manos de los perpetradores (o de las instituciones que siguieron funcionando allí, muchas veces
vinculadas con las fuerzas represivas) un lugar que debería dedicarse a homenajear a las víctimas y servir para
rememorar lo acontecido; -rescatar- de la destrucción, ya sea la que voluntariamente fue afectada por los responsables
de los crímenes como aquella debida al desgaste del tiempo –los restos materiales de aquellas edificaciones; -
salvaguardar- las huellas que aún pueden observarse para que sirvan como pruebas en los juicios por crímenes de lesa
humanidad; -señalar- el sitio y –mostrar- a los vecinos la historia teñida de sangre de esos lugares incluidos en la
aparente “normalidad” de la trama urbana; -abrir- el espacio para un uso público y comunitario; -operar- como
vehículos en la tarea de transmisión de la memoria hacía las próximas generaciones; -resignificar y –transformar- ese
lugar de muerte en un espacio que alberga nuevos proyectos vitales, creativos, artísticos y culturales” (Feld, 2011:
13).
” Liminar Verdad y memoria: escribir la historia de nuestro tiempo” Anne Pérotin-Dumon

“El término “memoria” apareció a la zaga de la verdad para afirmar la resistencia de los recuerdos a las tentativas
oficiales de negar lo sucedido y borrar el pasado.Así,en Chile,la aparición de “la memoria “como consigna puede
situarse alrededor de 1978,cuando Pinochet promulgó también la ley de amnistía (en marzo) y los restos de los
primeros desaparecidos se descubrieron en hornos de cal abandonados en la zona rural de Lonquén, no muy lejos de
la capital (en noviembre).10 “Lembrar ê resistir”, se decía por entonces en Brasil.Del mismo modo, en Europa
Oriental todo acto de rememoración se asimilaba entonces a la resistencia antitotalitaria y a la reconstrucción del
pasado percibida como un acto de oposición al poder.11 En este sentido, se pueden cotejar los títulos de dos películas
de la misma época: “No es posible no acordarse”, de disidentes rusos, y “No olvidar”, del chileno Ignacio Agüero
(1980,sobre los episodios de Lonquén).”
Desde la transición democrática, las palabras “verdad” y “memoria” simbolizan los tiempos difíciles para las
organizaciones de víctimas y de defensa de los derechos humanos que procuran instalar en la conciencia social un
imperativo moral acerca del pasado. En la Argentina, Chile y el Perú (pero no sólo allí) esas organizaciones también
supieron inscribir la cuestión de las violaciones pasadas en las agendas políticas e inculcar en el público la idea de
que la solidez y la legitimidad de las instituciones refundadas habrían de depender de la verdad acerca del pasado. La
expresión “memoria histórica “también se incorporó al vocabulario habitual como un equivalente de “la memoria”.
Es bueno conservar la muy laxa definición que se ha extendido: la memoria histórica es todo lo que se hace y dice en
nombre de la “verdad, memoria y justicia “para conservar el recuerdo activo del pasado a que se refiere.13 El
calificativo de “histórica “no hace sino señalar el carácter dramático y nacional del acontecimiento al cual se hace
referencia. Reconocemos aquí la noción sociológica de mémoire historique que ha atravesado los océanos (y
probablemente hizo un rodeo por el inglés). Con ella llegó a América Latina toda una reflexión iniciada en Europa
sobre la nueva sensibilidad de las sociedades occidentales con respecto al pasado como referente social: ya no es el
porvenir sino el pasado el que legitima la acción presente.14 El “retorno del pasado “se esboza en Europa Occidental
entre fines de la década de 1970 y principios de la década siguiente; el movimiento, por lo tanto, es contemporáneo
del auge de la defensa de los derechos humanos en América Latina. Para designar ese nuevo hecho social, la palabra
“memoria “comienza a utilizarse en un sentido metafórico (aunque no necesariamente con la dimensión moral y
política que cobrará en América Latina). Como lo advirtió ya en esa época Pierre Nora, la “memoria”que moviliza
“remite a todas las formas de la presencia del pasado que aseguran la identidad de los grupos sociales y especialmente
de la nación”.15 El éxito de la noción de memoria como hecho social se debe a “su poder de evocación y la sensación
de que el saber histórico no da cuenta del sentido del pasado tal como el presente lo constituye”, escribe Marie-Claire
Lavabre en “Maurice Halbwachs y la sociología de la memoria”. “Memoria”designa tanto los recuerdos vividos y
transmitidos como los ritos del recuerdo: conmemoraciones, asociaciones, monumentos, y los relatos elaborados por
los grupos y colectividades para explicar el pasado.16 Nos ocuparemos en particular de los relatos de la memoria
histórica ya que éstos se sitúan en el mismo terreno que la historia.
” Memoria histórica en Chile: una perspectiva intergeneracional desde Concepción” Eduardo
Guichard y Guillermo Henríquez

Cuando hablamos de memoria por lo general nos referimos a la capacidad de recordar algo. Así mismo cuando
pensamos en esta capacidad aplicada a los seres humanos, es común formarse la idea de un reservorio de recuerdos
de la experiencia individual y social de estos. En la ciencia social, este concepto ha sido difundido a través de la obra
de Halbwachs (2004), bajo la etiqueta de me
moria colectiva. A partir de él, este concepto se vuelve un objeto recurrente de investigaciones para disciplinas como
la historia, la sociología y la psicología. También en el uso cotidiano esta idea se populariza, como una forma de defi
nir el contenido de los recuerdos de un grupo determinado, por lo general conglomerados de personas con un vínculo
común en torno a una determinada experiencia. Así este concepto en la actualidad, en cierta manera se transforma en
una forma de

“El concepto de memoria en términos generales hace referencia a la capacidad de recuerdo que poseen las personas
sobre determinados acontecimientos de un pasado que han vivido. La idea de memoria colectiva corresponde a un
concepto masifi cado a partir de la obra de Halbwachs (2004), quien sostiene que la reconstrucción del pasado
efectuada por los individuos posee un componente colectivo que implica la posibilidad de plantear que dicha
reconstrucción se fundamenta en la historia misma de las sociedades. Sin embargo, en la historia como
reconstrucción del pasado es posible distinguir al menos dos formas de esta: la historia escrita, asociada a la historia
formal, y la historia viva: «(...) La historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado. O, si
se quiere, junto a una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo
y donde es posible encontrar un gran número de esas corrientes antiguas que solo aparentemente habían
desaparecido» (Halbwachs, 2004: 66). La existencia de esta historia viva es el punto de partida de Halbwachs para
destacar la importancia que tiene la memoria colectiva en la reconstrucción del pasado que hacen las personas (tanto
de su pasado individual como social), más allá de la construcción objetivada y aceptada intersubjetivamente por los
historiadores. En este sentido la idea de memoria colectiva da cuenta de la potencialidad de los individuos para
percibir subjetivamente los acontecimientos socio-históricos de la sociedad en el marco de su experiencia de vida
individual: «Nuestras vidas se situarían en la superfi cie de los cuerpos sociales, seguirían sus revoluciones, sufrirían
la repercusión de sus emociones...» (Halbwachs, 2004: 57). El desarrollo de la memoria no se vincula únicamente con
la construcción tradicional de la historia, la que se presenta inicialmente (en su sentido tradicional) como un discurso
formalizado y segmentado en períodos relativamente diferenciables, sino que posee un claro sentido de continuidad
en torno a la reconstrucción del pasado, el que es posible solo en función de comprender el transcurso del tiempo
histórico y social a partir de la inserción de las vidas individuales en este, como una reconstrucción vivencial del
pasado nutrido de las experiencias de vida personales principalmente, y al mismo tiempo de los recuerdos de nuestros
otros signifi cantes. Halbwachs plantea que la memoria como proceso cognitivo se construye mayormente en función
de un pasado vivido, más que en función de la historia escrita; como un proceso inconsciente que se articula
primeramente en la experiencia y el relato vivo de los hechos pasados. Así, en la medida en que el niño se va
desarrollando y haciéndose partícipe de los grupos y procesos sociales, poco a poco va articulando la distinción entre
historia escrita e historia viva, en la medida en que sus experiencias comienzan a inscribirse en los hechos pasados y
articulando su recuerdo con relación a los hechos históricos y el marco vivencial que posee del pasado: «el recuerdo
es en gran medida una reconstrucción del pasado con ayuda de datos prestados del presente, y preparada, además, por
otras reconstrucciones hechas en épocas anteriores, por las que la imagen del pasado se ha visto ya muy alterada»
(Halbwachs, 2004: 71). Sin embargo, en si
“En las palabras de inauguración de este seminario, se invocó varias veces a “la memoria”, como si ésta fuese una
entidad a la que pudiésemos recurrir para “avanzar hacia una mayor democratización” o bien “superar los dolores del
pasado”. Este tipo de aseveraciones demuestran que circulan entre nosotros determinadas nociones de memoria, ya
sea como fuente de conocimiento sobre el pasado o como proceso explicativo de cómo recordamos o nos
relacionamos con el pasado. Dichas formas de referirse a “la memoria” se dan también en las conversaciones
cotidianas y en la producción académica nacional e internacional que ha tomado por objeto de estudio la memoria
colectiva de la dictadura en Chile u otros temas relacionados.”

“El lenguaje psicológico nutre el debate por la memoria en Chile. Conceptos tales como trauma, elaboración, proceso
terapéutico, recuerdo compulsivo, amnesia, olvido, entre otros, forman parte de nuestras discusiones acerca de cómo
podemos hacernos de un relato inteligible sobre lo que ocurrió en Chile en los años 70 y 80. la violencia acaecida
también instala las categorías de víctima y victimario y, de paso, posiciona al lenguaje de la justicia, la verdad, el o
los responsables, culpables, así como las nociones de castigo, reparación y reconciliación.”

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