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ENCUENTROS 7
J u I i o 2 0 0 1
m
fundación de cultura universitaria
1968: Del Neobatllismo al Autoritarismo
Carlos Demasi
Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Introducción
El status democrático del Uruguay posterior a la segunda guerra mundial es un
tema que está fuera de la discusión; el país atravesó la crisis de la guerra fría sin limitar
los derechos de ningún partido político y la existencia de una competencia electoral
realmente abierta tuvo una resonante verificación en la derrota electoral del Partido
Colorado, en 1958. La democracia política se mantuvo durante los años siguientes a
pesar de los embates de la crisis económica; sin perjuicio de la relatividad del contexto
puede aceptarse sin dificultades la afirmación de L. E. González: "A mediados de los
'60 el Uruguay era el Estado más democrático de América del Sur" 1 .
En la segunda mitad de los '60 esta situación sufrió un fuerte deterioro: los signos
premonitorios visibles en la primera mitad de la década se hicieron evidentes a partir
de 1965, cuando los rumores de golpe de Estado militar se sumaron a la grave crisis
económica y financiera. El espectacular resultado electoral de la "reforma naranja"
pudo despejar el confuso panorama preelectoral de noviembre de 1966, pero la crisis
no hizo más que agravarse posteriormente.
Parece evidente que el funcionamiento del régimen democrático, tal como era
practicado, no facilitó la resolución de los problemas derivados de la crisis económica;
como concluye González, "los propios métodos para resolver problemas eran parte del
problema" 2 . Esto coloca necesariamente a los partidos políticos en el centro del debate;
en el Uruguay, el proceso de profundización de la crisis conducirá directamente al
• ENCUENTROS
golpe de Estado, y en todo ese proceso las elites jugaron un rol protagónico 3 . El análisis
de ese rol es esencial no solamente para comprender la composición y el funcionamiento
del sistema político actual sino para desentrañar algunas claves de su funcionamiento: "...la
discusión sobre las perspectivas de la democracia en Uruguay, después de la restauración
de 1984, debe comenzar por las razones que condujeron al golpe de Estado de 1973"4.
A pesar de la imagen prevaleciente entre los uruguayos, sus partidos tradicionales
podían considerarse tales más allá de las ventajas que usufructuaban gracias a la
legislación electoral. Sin embargo, existían dudas sobre su vigencia que no carecían de
fundamentos: a su ya clásica debilidad estructural y su fraccionalización, a mediados
de los sesenta se agregó la desaparición de los líderes de las principales fracciones.
Las crisis y los reacomodamientos provocados por estos cambios pusieron en primer
plano las internas partidarias: los conflictos por la herencia política de Fernández Crespo
se dirimieron en una verdadera batalla campal en el local donde se reunía la Convención
del sector, y la puja por el liderazgo dentro de la " 15", luego de la muerte de Luis Batlle,
explica los comienzos del movimiento reformista de 1966. Más allá del folklore político,
estas controversias reforzaron inoportunamente (la crisis económica y social alcanzaba
sus máximos niveles históricos) la tendencia al ensimismamiento que han mostrado
muchas veces los partidos uruguayos.
La reforma constitucional no incorporó normas que apuntaran a resolver estos
problemas de organización; por el contrario, el debate reformista no se centró en la
modificación de los procedimientos de designación de candidatos o de elaboración de
programas de los partidos (algo que parecía esencial para iniciar algún camino de
recuperación), sino en la organización del Ejecutivo y en mecanismos de moralización
de las prácticas políticas 5 . Coincidiendo con muchas de las críticas formuladas por los
adversarios de la reforma, decía Aldo Solari poco después de las elecciones de 1966:
"una de las funciones de la reforma ha sido dirigir el inconformismo más sobre el
sistema que sobre los partidos, con lo que ha defendido, aunque pueda parecer paradojal,
lo más básico del sistema, cambiando en definitiva lo que desde el punto de vista
político es accesorio. [...] Al convocar a la reforma de la constitución se daba paso a
lo formalmente más importante que a lo sustancialmente decisivo" 6 .
rapidez, una idea que también tuvo recibo en ámbitos académicos (a fines de la dictadura,
un instituto sueco convocó a un concurso sobre el tema "Uruguay 1966-1973", con el
subtítulo "¿Cómo se explica el rápido deterioro de las Instituciones?") 10 . El estudio
más detenido ha reforzado la conclusión inversa: el proceso de caída de las instituciones
fue excepcionalmente lento" , aunque sin duda los acontecimientos de 1968 tuvieron
importancia decisiva: no solamente la violencia política se transformó en un componente
habitual, sino que la combinación de acontecimientos afectó de manera irreparable la
estaictura de los partidos políticos. Para la evolución del sistema de partidos, sin duda
el año 1968 significa un punto de inflexión.
Este trabajo se propone repasar la historia política de ese año, tratando de mostrar
cómo se produjo este resultado. Se admite que los partidos mayoritarios uruguayos
tienen una forma de existencia compleja: aunque se consideran integrantes de una
misma colectividad política, sus partidarios se dividen en múltiples fracciones que actúan
independientemente. La existencia de organismos comunes y (principalmente) la
presencia de liderazgos fuertes dentro de cada partido, garantizaban el funcionamiento
de bloques fuertemente mayoritarios. La desaparición de los grandes líderes en la
primera mitad de la década se combinó así con la agudización de la crisis económica.
Sin embargo, es conveniente aclarar que en el marco de este trabajo, la función de los
liderazgos es considerada como "una variable residual" 12 ; es decir, que no se supone
que los hechos puedan explicarse por las características personales de los dirigentes.
Sin embargo, es claro que su importancia, si bien no es central, tampoco es desdeñable.
Linz lo expresa así, citando a M. Weber: "No es que un factor como ése 'cree' el
resultado, sino que además de otras fuerzas operando en esa dirección es suficiente para
inclinar la balanza final a favor de uno de los posibles resultados en lugar de otro" 13 .
Sería la implantación desde el Ejecutivo de una política sin apoyo mayoritario la
que generara una reacción social que puso en primer plano los aspectos conflictivos y
le dio un gran protagonismo al Presidente. Tal vez el aspecto más destacable del año
'68 esté en que no fue la renovación de los partidos la que generó políticas para salir de
la crisis, sino que el elemento más activo fue la instrumentación de políticas sin apoyo
parlamentario realizada desde el Ejecutivo. Esto, en el nuevo marco constitucional,
resultó un elemento determinante para la recomposición de los partidos tal como lo
había anticipado Solari.
En el contexto de la crisis, los agentes políticos no inventaban ab nihilo sus
decisiones sino que las inscribían en una ya larga serie (iniciada por lo menos a comienzos
de la década), de políticas económicas. Estas fueron construyendo una "ideología de la
crisis"14 desde el Estado, que sustituyó al modelo de desarrollo clásico del neobatllismo
(explicitado a través de un discurso paternalista y solidarista) por medio de una
reestructuración económica y social que utilizaba, como elemento justificador, el discurso
conservador que había sido característica de los gobiernos nacionalistas del período
• ENCUENTROS
El testimonio recogido por Gillespie define con bastante precisión las estrategias
seguidas por los dirigentes intermedios del coloradismo. En líneas generales los
"excluidos" del gabinete en octubre fueron quienes manifestaron más inquietud frente
a esta situación, porque evidentemente comprendían que les resultaba negativa. Los
dirigentes de estos sectores (concretamente, Michelini, Vasconcellos, Abdala y el
defenestrado ex-Intendente Segovia), optaron entonces por reclamar la instalación de
los órganos de gobierno partidarios, lo que en la tradición batllista significaba una forma
de control de la actuación del Presidente. Así se explica que no todos le adjudicaran
igual importancia: Unidad y Reforma y la Unión Colorada y Batllista preferían no tocar
el tema; Pacheco en su discurso del I o de marzo pareció laudar el tema al prometer la
reunión "sin dilatoria" de la Agrupación de gobierno.
Sin embargo, el acuerdo era solo aparente porque no todos estaban hablando de
lo mismo. La Convención era un organismo adecuado para aumentar el control de las
bases, en cambio en la Agrupación de gobierno participaban funcionarios que
desempeñaban cargos designados directamente por el Presidente; aunque creaba un
espacio de discusión de las políticas gubernamentales, podía desembocar en la
consolidación de un caucus dócil a las influencias de quien parecía ejercer el poder
efectivo en el partido: el Dr. Jorge Batlle.
Desde la muerte de Gestido, J. Batlle quedó en una posición particularmente
favorable. Ya era el verdadero impulsor de la política económica, que él mismo definía
como un vasto plan de medidas económicas que abarcaban desde "la estabilización de
precios y ordenamiento salarial" hasta la redefinición del papel del Estado en la
economía 17 . Realizada por algunos "técnicos" del gabinete que de hecho actuaban a
su nombre (Pintos Risso, Charlone); esta política podía gozar de cierto consenso como
herencia del difunto Presidente, y así se la ponía a cubierto de inesperados cambios de
rumbo de Pacheco.
La estrategia quedaba bastante clara: la "15"aplicaba su proyecto con su líder
actuando como el "poder detrás del trono". Luego, Batlle podría presentarse a recoger
los frutos de esta política: la realidad de los resultados haría olvidar el costo social de su
aplicación, y su coloradismo sería insospechable al haberle brindado su apoyo sin reservas
al Presidente en momentos difíciles; por otro lado el prematuro ascenso de Pacheco lo
eliminaba como potencial adversario dentro de filas en una futura carrera presidencial.
Mientras algunos grupos colorados ofrecían a Pacheco un apoyo condicionado, J. Batlle
afirmaba que estaba dispuesto a brindar su apoyo "sin cuotificar y sin condicionar
nuestra participación en este gabinete o en cualquier otro". El mensaje de J. Batlle a
Pacheco era claro: tendría su apoyo sin desmayos mientras continuara la política
económica de su antecesor, y aparentemente esa condición se cumplía, vista la
permanencia de los ministros y la continuación de las negociaciones con el F.M.I.
• ENCUENTROS
b) El nacionalismo en la oposición
La expectativa de cambios en la política económica encontraba paralizado también
al nacionalismo, que todavía no se había repuesto de la derrota electoral. No solamente
se vio apartado del poder por el triunfo colorado; como consecuencia de los resultados
electorales, las figuras que se habían mostrado más dinámicas en el último período de
gobierno se vieron desautorizadas por magros caudales de votos frente a la "Alianza
Herrero-Ruralista" liderada por el Dr. Echegoyen. Esta obtuvo más senadores que
todo el resto de los sectores nacionalistas, lo que le daba la posición de mayoría dentro
de la minoría (que, como recuerda Real de Azúa, podía resultar mucho más beneficiosa
que ser minoría dentro del partido vencedor 19 ); pero además le aseguraba el control
absoluto del principal órgano de dirección partidario: el Directorio. Esta era la única
autoridad orgánica del partido, lo que de acuerdo con la ley electoral implicaba la
propiedad del lema y el control de uno de sus medios propagandísticos tradicionales, el
diario "El Debate".
Un solo Directorio no suponía la unidad partidaria; por el contrario, sectores
importantes del partido se consideraban excluidos; pero el tema de la unidad era uno
de los tópicos más utilizados en las conmemoraciones partidarias aunque siempre
resultara postergada su materialización. Sin embargo, en marzo de 1968, pareció que
podía llegar a concretarse: Echegoyen anunció a los principales dirigentes nacionalistas20
que estaba dispuesto a impulsar la renovación del Directorio con participación de todos
los sectores.
El anuncio resultó sorprendente porque parecía difícil que el Presidente del
Directorio estuviera dispuesto a compartir posiciones de poder. Sin embargo, Echegoyen
había elegido bien el momento. Al amparo de los resultados electorales, podía intentarse
la elección de un Directorio "de unidad" donde los herreristas tendrían clara mayoría.
De cualquier manera los demás dirigentes nacionalistas aceptaron inmediatamente la
invitación a excepción del Movimiento de Rocha, que aprovechó el momento para
poner condiciones para su intervención y marcar así las distancias con el resto de los
grupos blancos. Desde su fundación, en 1964, el M.N.R. se había ubicado cómodamente
en el sector conservador del espectro político. Dirigido por algunas de las figuras más
• ENCUENTROS
y la CNT no buscó una prueba de fuerza con el gobierno y prefirió solicitar una mediación
al Parlamento42. El momento parecía apropiado para aliviar el costo social de la política
económica, pero cualquier intento en ese sentido fue rápidamente sofocado desde tiendas
de la "15"; "Acción", vocero de la "línea dura", anunció: "No hay lugar para negociaciones"43.
Las diferencias entre estos sectores no se definían solamente dentro del gabinete;
los decretos de junio tuvieron rápida aprobación de los empresarios. El Presidente
recibió una delegación de empresarios de diversas ramas de la actividad que le hicieron
llegar personalmente su apoyo entendiendo que estaba "dispuesto a asumir en toda su
plenitud las responsabilidades que le competen al P.E." 44 . Igualmente entre los
asalariados, "31 gremiales independientes de la CNT" expresaron al ministro Espinóla
"su decidido propósito de colaborar con el Gobierno [...] esbozando sus aspiraciones a que
sea mantenida la libertad de trabajo"45. Se creaba un clima de apoyo para que el Presidente
no diera marcha atrás si las consecuencias sociales o la recesión económica amenazaban
sobrepasar las posibilidades de control; parecía estarse construyendo una nueva forma de
relación con los sectores empresariales, tanto más necesaria cuanto más evidentes habían
sido las vacilaciones del Presidente para definir una posición política.
Por su parte los partidos no estaban en condiciones de enfrentar la política del
gobierno. Cierto cálculo electoralista hacía de la omisión una actitud adecuada: Pacheco
"sacaba las castañas del fuego" mientras estaban lejos las elecciones. Esta estrategia
era útil tanto para blancos como para colorados, aunque tenían una interesante
divergencia en el tramo final: para los primeros era suficiente dejar correr el tiempo y
luego, cuando se acercara la campaña electoral, capitalizar en votos el descontento;
una vez en el gobierno se recogerían los frutos de la política sin haber pagado su costo
político. Para los colorados, por el contrario, la proximidad de las elecciones indicaría el
momento de introducir un cambio en la política, suavizando sus aristas más resistidas;
para entonces se podría apostar a que el bienestar presente hiciera olvidar los problemas
pasados. En cualquier caso, por el momento no hacer nada parecía lo más apropiado.
Correspondía a la Asamblea General adoptar una decisión sobre las medidas; y
recién el 25 de junio consiguió número suficiente para reunirse. De acuerdo con la
compulsa periodística, existía una fuerte mayoría contraria al levantamiento de las
medidas, formada por los legisladores de la "15", la U.C.B., "Lucha Colorada" (Flores
Mora) y algunos ex-integrantes del "Frente Colorado", a los que se sumaban los sectores
blancos de la "Alianza" echegoyenista, la U.N.B. de W. Beltrán y el M.N. de Rocha.
En contra se contaban los legisladores de la "315", la "99" y otros colorados
independientes, y los representantes del FIDEL y del PDC. Aunque el recuento no
incluía a los legisladores heberistas, podía darse por descontado el apoyo al Ejecutivo.
En esa oportunidad, la Asamblea sesionó durante tres días (25, 26 y 27 de junio) sin
llegar a tomar decisión. Sin embargo, el confuso debate que se produjo pennitió ratificar
en líneas generales la distribución de votos que informara la prensa.
• ENCUENTROS
un erudito informe sobre las medidas de seguridad para ser leído en la Asamblea
General. Pero los sucesos de agosto volvieron a paralizar al Parlamento.
La falta de propuestas de los partidos tradicionales durante estos meses críticos,
abrió el espacio para el surgimiento de propuestas impulsadas desde los partidos
minoritarios. El 23 de junio (día que se realizaban en Francia las elecciones
parlamentarias que pondrían fin a la crisis política iniciada con las movilizaciones
estudiantiles de mayo), el diputado del PDC, Juan Pablo Terra, sorprendió al ambiente
político con una propuesta de disolución de las cámaras y nuevas elecciones, para las
que proponía presentar un frente común de todas las fuerzas opositoras 56 . Aunque fue
rápidamente desechada por algunos de sus posibles destinatarios, la propuesta era un
síntoma de una nueva dinámica de fuerzas que hasta entonces parecían condenadas a
desempeñar papeles secundarios en el escenario político.
Un mes después de la propuesta pedecista, se produjo la reactivación del "frente
nacional" convocado en febrero. En una nueva reunión realizada en julio en el Paraninfo
universitario se registró la incorporación de Héctor Gutiérrez Ruiz (heberista) y de
Hugo Batalla (99), y allí se concretó la constitución del "Movimiento de Defensa de las
Libertades" 57 . En la siguiente reunión, el Dr. Carlos Quijano llamó a la oposición "a
dejar de lado todo aquello que pueda dividir a sus diversos sectores, para unirse alrededor
de unos pocos postulados comunes que ofrezcan una real alternativa al pueblo, capaz
de sacar a la República de la crisis" 58 .
Pero los ritmos de las dirigencias políticas no eran compartidos por todos. La
implantación de las medidas logró sus objetivos: los conflictos sindicales se detuvieron,
las movilizaciones estudiantiles perdieron vigor, y los comunicados oficiales que
afirmaban "reina la calma en todo el territorio nacional" no mentían en lo esencial; si
las medidas parecían justificarse poco cuando fueron adoptadas, menos se explicaban
a principios de julio. Sin embargo, las medidas se mantuvieron.
La prolongación de las medidas de excepción, ya sin justificación aparente, fue
provocando un estado de exasperación en algunas fuerzas sociales: las movilizaciones
estudiantiles, detenidas en junio, se reanudaron en julio con mayor participación de los
estudiantes universitarios. Simultáneamente, Montevideo comenzó a verse sacudida
por atentados terroristas. Estos formaban parte de la crónica habitual (solamente en
mayo se registraron tres), y era una modalidad vinculada con los grupos de extrema
derecha. A principios de julio, en cambio, el signo de los atentados cambió: primero se
produjo la voladura de la antena de emisión de Radio "Ariel" (dirigida por J. Batlle), y
luego atentados menos espectaculares, con bombas de alquitrán. El MLN, inactivo
desde hacía varios meses, reiniciaba su actividad; el 7 de agosto saltó a las primeras
páginas con el secuestro de U. Pereira Reverbel, por entonces Presidente Interventor
de U.T.E., y a quien se le consideraba como uno de los más tenaces impulsores de la
"línea dura" en el entorno presidencial. El gobierno no se dejó arrebatar la iniciativa;
• ENCUENTROS
debía encontrar rápidamente un enemigo que recibiera los golpes en lugar de la elusiva
guerrilla, y el blanco elegido fue la Universidad.
En la madrugada del 9 de agosto allanó sorpresivamente los recintos universitarios
en una operación que, inconducente desde el punto de vista policial, tenía la virtud de
mostrar al Presidente a la ofensiva cuando todo el sistema parecía paralizado por el
desconcierto. Los estudiantes reaccionaron con manifestaciones relámpago, a las que
se respondió con represión multiplicada. La velocidad con que se desarrollaron los
acontecimientos sorprendió a todo el sistema político que vio que la situación se les iba
de las manos. Hasta el mismo MLN se vio desbordado por las consecuencias: años
después, E. Fernández Huidobro declaró que "lo que nos decidió a liberar [a Pereira
Reverbel] fue que intuimos que iban a matar a un estudiante en la calle, y entonces
nosotros íbamos a tener que responder matándolo a él" 59 . La escalada iniciada con el
secuestro de Pereira Reverbel culminó siete días después cuando se anunció la muerte
de Líber Arce, uno de los estudiantes que habían sido gravemente heridos en incidentes
en los días previos.
La muerte de Líber Arce enfrió la adhesión de algunos sectores a la política del
Ejecutivo. Mientras una extraordinaria manifestación popular acompañaba el féretro,
algunos aliados hasta entonces considerados "seguros" comenzaron a marcar distancias.
Algunos legisladores de Unidad y Reforma no ocultaron su rechazo, y las frecuentes
reuniones mantenidas entre J. Batlle y el Presidente en junio y julio se espaciaron hasta
prácticamente desaparecer en agosto. También Echegoyen adoptó una posición menos
complaciente, lo que se interpretó como "una etapa que se cierra" en las relaciones
entre el nacionalismo y el Ejecutivo 60 . Sintomáticamente, por problemas de trámite o
por falta de número para tratarlas, las escasas iniciativas del Ejecutivo se empantanaron
en las Cámaras.
La desarticulación del apoyo legislativo de Pacheco pareció dar una nueva
oportunidad a la oposición; ahora se hacían evidentes los motivos de disgusto que todos
los sectores nacionalistas tenían con el Presidente: algunos por la política económica (a
las críticas planteadas inicialmente por el sector de A. Heber se iban sumando
progresivamente integrantes de otros grupos), otros porque se consideraban "desairados"
por el oficialismo (como era el caso de Echegoyen). Sin embargo, los blancos no
llegaron a formar el núcleo de un bloque opositor en el Parlamento.
El momento tampoco pudo ser capitalizado por el "Movimiento de Defensa de las
Libertades" ya que éste estaba atravesando una profunda crisis desde los sucesos de
Checoslovaquia: el 21 de agosto se produjo el ingreso de las fuerzas del "Pacto de
Varsovia" que depusieron al gobierno reformador que presidía Dubcek. Se sucedieron
manifestaciones públicas de protesta y declaraciones de rechazo de los organismos
universitarios y de la F.E.U.U.61 En el seno del "Movimiento..." se enfrentaron los
representantes del PDC -partidarios de emitir una declaración condenatoria- con los
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del FIDEL que se oponían frontalmente a ella; luego de algunas discusiones, el PDC
anunció su desvinculación 62 ante la satisfacción de las fuerzas conservadoras que lo
interpretaban como el fracaso de "un intento de frente popular" 63 . Mientras Pacheco
reunía apoyos a la derecha, la dispersión predominaba entre la oposición.
Cuando meses después se fue diluyendo el consenso de junio ya se había creado
una situación de difícil reversión: el levantamiento de las medidas implicaba la anulación
de todas las disposiciones dictadas a su amparo, tales como el decreto de congelación
de precios cuya derogación lisa y llana aparejaría un fuerte empuje inflacionario, o el
levantamiento de las intervenciones de los Entes, lo que se entendía crearía delicadas
situaciones funcionariales.
Además, se veía como posible que Pacheco mantuviera su política aún contra la opinión
expresa de la mayoría del electorado.
Aunque el Ministro había escapado a la censura parlamentaria, el episodio no
dejó de tener consecuencias políticas: Jiménez de Aréchaga interpuso ineludibles
compromisos y se fue del país; el 17 de diciembre haría llegar su renuncia desde el
exterior. Pero el episodio marcó el fin de las rebeldías parlamentarias; en todo el resto
del año el Legislativo se limitó a aprobar las propuestas presidenciales con la expectativa
de que, satisfechas sus aspiraciones, aceptara retornar al carril constitucional. La
interpelación de mayo inició un ciclo; la de octubre, en cambio, lo cerró.
Esta política era poco sutil pero mostraba que el Presidente tenía firmes en sus
manos las riendas del poder, y ello le acercó adhesiones inesperadas. Su ataque a la
Universidad le atrajo el apoyo del ruralismo (uno de los baluartes más conservadores),
y sus reuniones con los dirigentes más destacados (J. J. Gari y la viuda de Nardone, Olga
Clérici) tuvieron inmediatos efectos visibles: el "Movimiento Nacional de Entidades Agrarias"
(controlado por el ruralismo) pasó bruscamente de la oposición al apoyo; el Presidente,
agradecido, expresó: "Necesito mucho este estímulo y esta solidaridad"65. Se comprende
su emoción: era la primera vez que recibía apoyos explícitos poruña política aplicada por
su iniciativa y defendida (hasta ahora) solamente por sus incondicionales.
Los orígenes políticos de Pacheco explican en buena medida sus pasos en se
momento. "No era un líder de primer nivel ni tampoco un líder particularmente respetado;
tuvo que crear su propio poder dentro del partido después de asumir la presidencia
-pero entre tanto tuvo la ayuda de la constitución más presidencialista que el país
conoció desde 1918. No obstante, no fue capaz de cooptar a muchos de los dirigentes
más importantes de las otras fracciones de su partido. De hecho, nunca logró ser un
líder entre la elite colorada; sí logró tener mucho poder, pero son cosas diferentes que
no deben confundirse. Su estrategia política era simple: se inclinó hacia la derecha y se
convirtió en el campeón del orden establecido contra la subversión y - a l igual que
Terra antes que é l - dejó de respetar las reglas del juego que lo habían llevado a la
• ENCUENTROS
otro dirigente de primera fila de su partido. Como dice González, "...los otros líderes de
primer nivel del partido del presidente tienen que marcar sus diferencias precisamente
porque el presidente ya está en una posición cualitativamente superior; de otra manera
arriesgan perder una visibilidad demasiado cara, fortaleciendo de ese modo la
predominancia del presidente y debilitando su propio futuro político" 70 . Los dirigentes
colorados que trataron de preservar su "visibilidad" frente al titular del Ejecutivo debieron
resignarse a sufrir deserciones 71 , "aunque sólo fuera por el simple oportunismo de los
políticos menores"; estas deserciones desarticulaban los sectores y, en definitiva,
temiinaban aumentando el respaldo al gobierno. En conclusión, si era necesario definirse
era mejor hacerlo en favor del gobierno que en su contra.
Así Pacheco comenzó a adquirir contornos políticos propios y logró hacer olvidar
las indecisiones del comienzo de su mandato; a fines del año el pachequismo, de tan
reciente aparición, era ya la mayoría dentro del coloradismo. Por cierto que podía
señalar aspectos positivos en su gestión: las estadísticas señalaban la contención de la
inflación, la autoridad del Ejecutivo se veía reforzada, había logrado que el Parlamento
aprobase una Rendición de Cuentas que no incluía aumentos para los funcionarios y una
iniciativa que reglamentaba el ejercicio del derecho de huelga. También mostró que podía
devolver algunos golpes a la guerrilla: en octubre el MLN sufrió la captura de algunos de
sus más importantes dirigentes pero, sobre todo, perdió su aureola de invencibilidad.
El fortalecimiento de Pacheco no fue contrarrestado por una reacción fuerte de
parte de sus opositores. Parecía ratificarse la frase de Unamuno que recordaba con
frecuencia el Dr. Quijano: el problema del país no era el gobierno; era la oposición.
Los colorados antigubernistas no lograron elaborar una estrategia común. Mientras
Michelini buscó la coincidencia con otros sectores políticos, Vasconcellos reivindicó el
discurso neobatllista. Una y otra opción implicaban costos importantes. Así, en su
aproximación a otros grupos, Michelini debió diluir su perfil colorado y comenzó a
verse cada vez más separado de su partido. Por su parte, aunque la opción de
Vasconcellos no contribuía a sumar fuerzas con el resto de la oposición, en cambio
podía reunir al electorado que había dado el poder a los colorados en las últimas
elecciones. Esta era una estrategia política apropiada cuando el batllismo era mayoría
y el Partido Colorado predominaba claramente en las elecciones; en aquel contexto,
dominar la interna colorada equivalía a controlar políticamente el país. Pero en 1968,
con un escenario muy cambiante, ninguna de las dos opciones se revelaría eficaz.
La mayoría de los integrantes del Parlamento terminarían adoptando una "línea
media", a tono con las prácticas tradicionales pero poco adecuada a la nueva realidad
política. "Lo que ha ocurrido en este crepúsculo de una clase política -sentenciaba
Real de Azúa- es que ese estilo de compromiso es un modo eficaz de gobierno cuando
se da su caldo de cultivo, pero no un estilo de oposición cuando la orientación concreta
de la gestión estatal difiere tajantemente de él. Convertido, en la urgencia, en palabra
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de oposición, se hace, más que otra cosa, una reivindicación [...] de un ejercicio de
postergaciones" 72 . Con palabras de resignada impotencia ejemplificaba el mismo
concepto el Dr. Echegoyen: "Sin medios para colocar en su verdadero cauce
constitucional al Poder Legislativo frente al Ejecutivo que lo ha desobedecido abierta y
reiteradamente... ¿Qué podíamos hacer frente a u n Poder Ejecutivo que [...] pretendía
imponer su voluntad a la Asamblea General?" 73 .
Aunque no todos mostraron similar actitud, los acontecimientos de ese año parecen
haber incidido con mucha fuerza sobre los legisladores nacionalistas. Los liderazgos de
Ferreira Aldunate y de Dardo Ortiz, que habían asomado con fuerza en mayo, se
eclipsaron esperando mejor oportunidad; mientras otras voces se levantaban contra la
atonía del partido: el senador aliancista Francisco Rodríguez Camusso marcó distancia
con la posición de la mayoría de su sector, y Alberto Heber reivindicó el discurso
opositor de su partido. Habría que esperar hasta fines del año siguiente para que
comenzaran a asomar a la superficie los signos de las transformaciones internas; pero
ya para entonces la imagen del nacionalismo como alternativa opositora estaba
fuertemente afectada.
éstas las que reclamaron un lugar en la lucha contra la guerrilla, sino el poder político
quien las reclamó como pocas veces antes. "En el Uruguay se opera un fenómeno
diametralmente opuesto al comprobado en los restantes países del continente. Mientras
en derredor, miremos a donde miremos, las FF. AA. enfocan la mira hacia la conquista
del poder [...] en el Uruguay, a la inversa, es el poder político el que despliega sus
devaneos ante los hombres de uniforme" 80 .
En ese momento el poder político (quizá porque era consciente de la debilidad y
falta de preparación de las tropas 81 ), limitó su función a tareas de vigilancia: fueron
utilizadas para poner en funcionamiento los servicios públicos, vigilar funcionarios
militarizados y custodiar los locales de enseñanza hasta el 15 de octubre.
Toda esta actividad significó la irrupción de los conflictos sociales en los cuarteles.
Aunque todos coincidían en señalar el carácter "civilista" de las Fuerzas Armadas
uruguayas (y era notorio que la mayoría de sus integrantes adoptaba una actitud
políticamente prescindente), ya entonces podían distinguirse dos tendencias antagónicas,
"constitucionalistas" y "golpistas". No se trataba de enfrentamientos entre sectores
"progresistas" y "conservadores": "el choque de opiniones sólo se advierte,
objetivamente, el afán de una tendencia por mantener a las FF.AA. en la órbita
específicamente profesional, sin puntos de tangencia con la órbita política, hacia la cual
la tendencia contraria pretendería inclinarlas" 82 . Ambos grupos acababan de tener
una importante prueba de fuerza a comienzos del año, cuando se convocó una asamblea
en el Centro Militar con objeto de "rendir homenaje a los soldados caídos en la lucha
contra guerrilleros y mercenarios". Por entonces el pronunciamiento resultó
bloqueado por una mayoría que entendió que no competía al Centro realizar ese
tipo de homenajes; aparentemente, la situación de retiro de los impulsores de la
iniciativa habría sido decisiva: "muy difícilmente un grupo de oficiales, encabezados
por jefes en retiro, podrían imponerse a otro grupo de oficiales encabezados por
jefes en actividad" 8 '. En los meses siguientes el ejército volvió a su rutina. Su
marginación podía considerarse casi completa 84 .
publicó en "Marcha" una serie de artículos bajo el simbólico titulo de "¿Qué hacer?" 92 ,
donde planteaba los pasos a seguir para la conformación de un tercer partido. Según
su propuesta, el nucleamiento debía tener desde el punto de vista programático una
clara definición democrática y antiimperialista, con mayor hincapié en las soluciones
inmediatas que en los objetivos finalistas. Debería contar necesariamente con una
corriente colorada y otra blanca que se separaran simultáneamente del tronco de sus
partidos, reivindicando sus tradiciones progresistas; las fuerzas marxistas podrían
integrarse a éstas si aceptaban no ejercer ninguna forma "predominio o tutoría" que
impidiera la participación de los cristianos 93 . Seis meses atrás, este planteo hubiera
sonado como un ejercicio surrealista; ahora, en cambio, los destinatarios tenían nombres
y apellidos concretos.
Conclusión
En 1968 alcanzó su climax el proceso de crisis que venía incubándose en los
partidos tradicionales. El primero que manifestó los síntomas fue el Partido Colorado,
tal vez porque tenía que organizarse de alguna forma para enfrentar la tarea de gobierno,
o porque tiene una forma de funcionamiento más orgánica y no se encuentra cómodo
con la desorganización. Las definiciones políticas y la aparición de la unidad de la
izquierda, se explican en parte por las actitudes con que los sectores dirigentes de los
grandes partidos asumieron la crisis del '68: la imagen "fuerte" de Pacheco le
proporcionó enormes réditos electorales mientras que J. Batlle pagó las consecuencias
de una estrategia más apta para una época de normalidad que para una de crisis.
El Dr. Quijano acostumbraba decir "No hay gobierno porque no hay partidos".
En 1968 hubo "gobierno" en el sentido que se entiende habitualmente el término, es
decir, se implantaron lineamientos de políticas económicas y sociales que se mantuvieron
por varios años. Sin embargo, la impopularidad de esas políticas trajeron como
consecuencia una fuerte agitación social y esto obligó a las elites políticas a adaptarse a
esa realidad. Esa adaptación forzada y sorpresiva trajo aparejada un conflictivo realineamiento,
que cambió la composición y el discurso de los partidos. Por eso, el año '68 puede
considerarse como fundacional en la historia de los partidos políticos uruguayos.
Notas
González, L. E., pág. 14.
Los problemas insolubles de un régimen son a menudo la obra de sus elites. Linz, J. J., pág. 94.
x
González, cit, pág. 15.
:
La nueva constitución incluyó por primera vez algunas normas sobre el funcionamiento de los partidos,
al exigirles (art. 77 inc. 11) "ejercer efectivamente la democracia interna" en la elección de autorida-
des y "dar la máxima publicidad" a sus documentos programáticos. Uno de los autores del proyecto
• ENCUENTROS
reconocía que "Al no tener sanción efectiva [...] puede quedar en meras enunciaciones teóricas", por
lo que la calificaba de "un tímido intento de legislación de partidos" (Sanguinetti, J. M . y Pacheco
Seré, A., 1967, pág. 65). Tampoco modificaba el aspecto más discutido de la legislación electoral: la
ley de lemas, aunque introducía cierta flexibilización. Si bien en la intención se trataba de impedir
que el lema accidental fuera "un arbitrio que haga posible la suma de votos emitidos en favor de
parcialidades distintas" (id, pág. 67), la reducción de las exigencias impuestas por el art. 78 del texto
de 1952 habilitó la posibilidad de que en 1971 el Frente Amplio utilizara el lema del Partido
Demócrata Cristiano.
' S o l a r i , A.: Elecciones de 1966. Cambio... sin cambiar, en Solari, pág. 187.
'Solari, cit. págs. 197-198.
' U n resumen de los acontecimientos del gobierno de Gestido y las políticas ensayadas, en Alonso Eloy,
R. y Demasi, C., 1986.
" "El proceso fue realmente largo en el caso uruguayo: tardó casi dos décadas." González, cit. pág. 17.
Más pintorescamente, E. Fernández Huidobro dijo alguna vez que se trata del "golpe de Estado más
largo del mundo".
l2
Linz, cit., pág. 17.
13
Linz, cit., pág. 15 nota 9.
14
Rico, A., págs. 15-16.
15
C. Manini Ríos diría años después, que como Vice, Pacheco "no tenía ningún interés en que faltara el
Presidente", lo que parece cierto a la vista de la pasividad de sus primeras semanas. (Reportaje de
C. di Candía a Carlos Manini Ríos en "Búsqueda", 13/VIII/1987, pág. 33). Por otra parte, la
paternidad de una de las primeras y más espectaculares medidas de Pacheco, la proscripción de los
partidos y grupos firmantes del acuerdo, es atribuida por Ch. Gillespie a Gestido: "Un poco antes
de su muerte súbita en diciembre de 1967, el presidente Gestido decretó la proscripción del Partido
Socialista, que abiertamente se había pronunciado por la lucha armada para la "liberación nacional"
(Gillespie, Ch., 1995, pág. 43). La afirmación colide parcialmente con las fechas: el "Manifiesto..."
fue publicado en " É p o c a " el 12 de diciembre, es decir, seis días después de la muerte de Gestido, y
ese m i s m o día se decretó la clausura. Sin embargo la publicación de " É p o c a " afirma que el " M a n i -
fiesto" se aprobó en un acto público "el lunes 4 de diciembre" (Demasi, C., 1996, pág. 38); por lo
tanto, era posible que el "Manifiesto..." fuera conocido ya por el gobierno, y que se hubiera decidido
la proscripción, aunque condicionada a la publicación. Esto explicaría la adopción de una medida tan
excepcional en el contexto de los primeros pasos del gobierno de Pacheco.
22
"El País", 8/V/1968, pág. 3.
23
C. Quijano: Los verdaderos dos partidos; "Marcha", 14/IX/1962, pág.5.
24
La "Carta Pastoral de Adviento", de diciembre de 1967, expresaba: "Quiérase o no, aquellas reformas
estructurales han de venir porque la historia es irreversible. Nosotros no sólo no podemos resistirlas
sino por el contrario, debemos ser sus impulsores" ("Carta Pastoral de Adviento", 1967, pág. 12.).
Este llamado a la acción no excluía la posibilidad del trabajo con sectores marxistas con los cuales,
según la Encíclica "Pacem in Terris", "puede a veces suceder que ciertos contactos de orden práctico
[con sectores marxistas] sean provechosos, o puedan llegar a serlo" ("Carta Pastoral...", pág. 18.)
25
Reunida en La Habana en agosto del año anterior para coordinar la lucha revolucionaria en América
Latina, había destacado el papel de la lucha armada. La decisión no tuvo el apoyo de la mayoría de
la delegación uruguaya, a u n q u e no la del P. C o m u n i s t a , y esto generó un debate que se p r o l o n g ó
en M o n t e v i d e o .
26
Alfaro, M.: El M.L.N. en la coyuntura de 1968 (Inédito, 1987), cap. 2.
27
D.S.A.G„ T. 49, pág. 393.
2!i
Ver Rodríguez, H., 1965.
29
Un frente nacional en "Marcha", 23/11/1968, págs. 6 y 14.
30
"E1 País", 3 de abril, pág. 4; comentarios de D. Ortiz en "El País", 4 de abril, pág. 4; D. Rodríguez Larreta
publicó extensos fragmentos en "Mirador Económico"; "El País", 14 de abril, págs. 3 y 2.
31
El industrial J. Serrato corno Ministro de Transportes, Comunicaciones y Turismo sustituyó a J.
Can-ere Sapriza; el banquero J. Peirano Fació por S. de Brum en Industria y Comercio, y el ganadero
C. Frick Davies pasaba a ocupar el Ministerio de Ganadería en lugar de M. Flores Mora. Este
ocuparía desde ahora el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en lugar del censurado G. Acosta
y Lara, y Venancio Flores, que ocupara una banca en el Senado en representación del PDC entre
1963 y 1967 fue designado Canciller en lugar del también censurado H. Luisi. El único ingreso de un
político fue en la cartera de Educación y Cultura, donde A. Roballo sustituyó a L. Hierro Gambardella.
32
En 1966 el Dr. Legnani había declinado el ofrecimiento de la Vicepresidencia y ocupaba una de las
carteras clave del gobierno. Sin embargo, aunque mostraba poca vocación por el cargo su renuncia
fue rechazada en varias oportunidades. Esta vez le fue aceptada un tanto sorpresivamente, cinco
días después de las d e s i g n a c i o n e s anteriores y c u a n d o ya se c o n s i d e r a b a c o m p l e t a d a la rees-
t r u c t u r a c i ó n . Por otra parte, t a m b i é n es c u r i o s a la elección del sucesor, un a b o g a d o q u e no
residía en el país.
33
"El País", 28/IV/1968, pág. 5.
""Texto en: C.N.T.: Documentos y Congresos /1. Montevideo, CUI, 1986, págs. 10 y 11.
* - E l Diario", 14/VI/1968, pág. 4
43
"Acción", 3/VII/1968, pág. 3.
44
"El Popular", 16/VI/1968, pág. 1; "El País", 22/VI/1968, pág. 3; 29/VI/1968, pág. 5 y 7 / V I I / 1 9 6 8 ,
pág. 3.
45
"bpColor", 13/VII/968, pág. 8.
46
Palabras de J. Pacheco el I o de julio, en "bpColor", 3/VI1/1968, pág. 2.
47
"bpColor", 14/VII/1968, pág. 11.
4S
Conferencia brindada en el Paraninfo de la Universidad; texto completo en "Marcha", 20/VIT/l 968,
págs. 8 a 15.
49
"bpColor", 24/VII/1968, pág. 2.
50
"El País", 26/VII/1968, pág. 3.
51
"El País", 23/VII/l 968, pág. 4. Echegoyen habría hecho algunas sugerencias sobre la fundamentación
("Marcha", 5/VII/1968, pág. 8, y 21/VI/1968, pág. 7).
" R e a l de Azúa agrega algunos datos sobre las estrategias desarrolladas por Pacheco para atraer a los
dirigentes intermedios: "Aun en estos casos [la sustitución de los Directorios de los entes autóno-
mos mediante el mecanismo de la intervención en el marco de las medidas de seguridad] ha primado
el más craso criterio de reparto político en la distribución de los cargos, ofrecidos a tal o cual grupejo
para que éste designe a quien crea conveniente, incluso en funciones de la naturaleza de las que
cumple el Instituto de Colonización o el Tribunal de Cuentas." (Real de Azúa, cit., pág. 153 nota
ENCUENTROS g]
105). Aparentemente, los dirigentes intermedios habrían aprendido las lecciones de las elecciones
de 1966, más rápidamente que el propio Pacheco: según el análisis de A. Solari, los resultados de
1966 demostraron la inutilidad de los "laboriosos compromisos" preelectorales por el descaeci-
miento de las maquinarias partidarias electorales. Pacheco habría mantenido la estrategia de acuer-
dos con caudillos menores, mientras que éstos se habrían nucleado en t o m o a una figura "de
alcance nacional capaz de trasmitir una imagen positiva, justa o injusta, a los electores" (A. Solari,
cit, pág. 197).
í,s
"Acción", 3/IX, pág. 2. Análisis de este discurso en A. Rico, cit., pág. 39 y F. Panizza, (1990), pág.
136-137.
69
Los adversarios políticos volcaron sobre él las sospechas de haberse beneficiado con la devaluación de
abril, mientras que su tibio apoyo luego de la muerte de Líber Arce, f u e visto como una señal de
debilidad por los "duros".
70
González, cit., pág. 74.
'- Ramírez, G., cit, pág. 155, donde puede leerse una crónica de la asamblea.
u
La aparente calma que siguió al episodio de enero, sólo fue alterada por el rumor (que corrió a media-
dos de mayo) de que los superiores de las tres amias le habían exigido a Pacheco la investigación
de los antecedentes de la devaluación (entre ellos la publicación de los nombres de los comprado-
res de moneda extranjera y los montos adquiridos en los días previos) y la atenuación de la "ima-
gen de frivolidad" que presentaba el equipo gobernante. ("Marcha", 17/V/1968, pág. 12).
Sí>
Inició "una serie de visitas protocolares" a los cuarteles (C. Demasi y otros: "La caída..." cit., págs. 58
y 59) y decidió incluir en la Rendición de Cuentas (la misma que no incluía aumentos de salarios) una
partida de seis millones de pesos destinados a la adquisición de inmuebles para la Cooperativa de las
FF. AA. (Ramírez, cit. pág. 248).
" R a m í r e z juzga duramente la actitud de Seregni, calificándolo de "Artillero que abandonó la trinchera"
(Ramírez, cit. pág. 253) y reproduce una versión "no del todo peregrina", según la cual "Seregni
habría preferido deponer el bastón de mando a cambio de [la candidatura a] la suprema magistratura
del país" (id, págs. 255-256), aunque por otro lado atribuye la renuncia de Seregni a las consecuen-
cias de la asamblea del Centro Militar del 4 de enero, (id., pág. 156).
SS
"E1 País", 8/XI/1968, pág. 4.
S9
C. M. Gutiérrez: ¿Hacia un tercer partido? en "Marcha", 18/X/1968, pág. 11.
90
González, cit, pág. 67.
91
González, cit, pág. 67. La excepción que agrega González a continuación, no es válida para el año '68.
92
O. Bruschera: ¿Que hacer?. "Marcha", 25 de octubre, pág. 6; I o de noviembre, pág. 6; 8 de noviembre, pág. 8
93
"Marcha", 8/XI/1968, pág. 8.
Bibliografía
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Alonso, R.; Demasi, C., Uruguay 1958-1968: crisis y estancamiento, Montevideo, EBO, 1986.
Banales, C. y Jara E., La rebelión estudiantil, Montevideo, ARCA, 1968.
Demasi, C. (Coordinador), La caída de la democracia, Montevideo, FCU, 1996.
Gillespie, Ch., Negociando la democracia, Montevideo, FCU, 1995.
González, L. E., Estructuras políticas y democracia en Uruguay, Montevideo, FCU, 1993.
Harari, J„ Contribución a la historia del ideario del MLN Tupamaros, Montevideo, MZ, 1986.