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PRIMERAS CARILLAS DENTALES:

En la década de 1930, un dentista de California llamado Charles Pincus creó


las primeras carillas para mejorar el aspecto y las sonrisas de los actores
y actrices de Hollywood que habían fracasado en cuidar de sus dientes. El
advenimiento de las carillas ayudó a crear la ilusión de que las estrellas de cine
eran las más glamorosas y perfectas, la creación de la legendaria “sonrisa de
Hollywood”.

En aquellos días, las carillas estaban destinadas a sólo durar el tiempo


suficiente para hacer una presentación en público o durante una filmación. Al
principio, un adhesivo para dentaduras postizas era el material de elección para
pegar las carillas sobre la superficie del diente natural. Fue así como empezó a
desarrollar las carillas de porcelana, tenía que cumplir los requisitos de mejorar
los primeros planos de las sonrisas de los actores con algún material que fuera
altamente estético, cómodo, que no interfiriera con la función fonética y que se
mantuviera en la boca el tiempo necesario durante el rodaje de las distintas
secuencias cinematográficas. La técnica que utilizaba para desarrollar las
carillas consistía en coser una capa muy fina de porcelana sobre papel de
aluminio, diseñando de esta forma unas carillas ferulizadas que se pegaban
temporalmente sobre los dientes del actor.

No fue hasta 1955, cuando Buoncore desarrolló la técnica de grabado del


esmalte, el proceso de unión a los dientes de las carillas fue perfeccionado,
permitiendo a las carillas dentales unirse al diente permanente.

DESCUBRIMIENTO DE LAS PLACAS DENTALES:

Brånemark, médico ortopedista, investigaba en los años 40 la microcirculación


para injertos óseos autólogos, diseñando una metodología que implicó un
aditamento óptico de titanio, insertado en una de las extremidades de los
animales del experimento, que permitía la observación directa del flujo
sanguíneo en un microscopio de luz conectado al aditamento. Al finalizar la
investigación, no solo comprobó los factores condicionantes de la circulación
sanguínea en el tejido óseo, sino que, para su sorpresa, el titanio que contenía
el objetivo óptico se había adherido inseparablemente al hueso y este
presentaba una vitalidad organizada alrededor del metal: sin proponérselo,
Brånemark acababa de descubrir el que él mismo identificó como el fenómeno
de la oseointegración, base científica que dio origen a los implantes dentales,
prototipo desarrollado con el patrocinio de Nobelpharma A.B., empresa sueca
que años más tarde derivó en la subsidiaria Nobel Biocare la fabricación de los
implantes y de los componentes protésicos de los mismos.

El primer paciente tratado por Brånemark fue el sueco Gösta Larsson, a quien
le instaló cuatro implantes en el maxilar inferior en 1965. A partir de ese año se
proyectó el estudio clínico más riguroso y documentado en la historia de la
odontología, como fue el seguimiento longitudinal por 24 años de 700
pacientes, que recibieron 4.636 implantes Brånemark. Cada implante fue
observado con la estadística de la Tabla de Vida, para reportar al final del
período el éxito de la técnica. Este estudio, liderado por Brånemark en la
Universidad de Gotemburgo, ha sido invocado por otras casas fabricantes de
implantes, asumiendo que obtendrían con sus productos resultados similares,
afirmación que tiene que ser probada de acuerdo con los cánones de la
medicina basada en la evidencia.

La invención de Brånemark, además de mejorar la calidad de vida de los


pacientes afectados por la pérdida dentaria, inspiró el desarrollo de nuevas
tecnologías afines a la oseointegración

Brånemark, médico ortopedista, investigaba en los años 40 la microcirculación


para injertos óseos autólogos, diseñando una metodología que implicó un
aditamento óptico de titanio, insertado en una de las extremidades de los
animales del experimento, que permitía la observación directa del flujo
sanguíneo en un microscopio de luz conectado al aditamento. Al finalizar la
investigación, no solo comprobó los factores condicionantes de la circulación
sanguínea en el tejido óseo, sino que, para su sorpresa, el titanio que contenía
el objetivo óptico se había adherido inseparablemente al hueso y este
presentaba una vitalidad organizada alrededor del metal: sin proponérselo,
Brånemark acababa de descubrir el que él mismo identificó como el fenómeno
de la oseointegración, base científica que dio origen a los implantes dentales,
prototipo desarrollado con el patrocinio de Nobelpharma A.B., empresa sueca
que años más tarde derivó en la subsidiaria Nobel Biocare la fabricación de los
implantes y de los componentes protésicos de los mismos.

El primer paciente tratado por Brånemark fue el sueco Gösta Larsson, a quien
le instaló cuatro implantes en el maxilar inferior en 1965. A partir de ese año se
proyectó el estudio clínico más riguroso y documentado en la historia de la
odontología, como fue el seguimiento longitudinal por 24 años de 700
pacientes, que recibieron 4.636 implantes Brånemark. Cada implante fue
observado con la estadística de la Tabla de Vida, para reportar al final del
período el éxito de la técnica. Este estudio, liderado por Brånemark en la
Universidad de Gotemburgo, ha sido invocado por otras casas fabricantes de
implantes, asumiendo que obtendrían con sus productos resultados similares,
afirmación que tiene que ser probada de acuerdo con los cánones de la
medicina basada en la evidencia.

La invención de Brånemark, además de mejorar la calidad de vida de los


pacientes afectados por la pérdida dentaria, inspiró el desarrollo de nuevas
tecnologías afines a la oseointegración.

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