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Elisa Calabrese*
1. Un imaginario fundante
Dado que la realidad en tanto tal no es captada por el hombre directamente, sino por
medio de su aparato de aprehensión, constituido por el sistema simbólico -esto es el len- «rT
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* Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es docente e investigadora en la Universidad
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Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Su área de trabajo es la literatura argentina. Ha publicado últi-
mamente: Miguel Briante: genealogía de un olvido (2001), en colaboración con Luciano Martínez , y
entre otros artículos " Genealogías sesentistas" (2002), y " Un resplandor súbito. La poesía de Alfredo!
Veiravé" (2002). Correo electrónico: elisacalabrese@yahoo.com.ar. S
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42 Elisa Calabrese
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Escribir la barbarie argentina 43
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44 Elisa Calabrese
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Pero no nos engañemos: es una constante borgesiana burlarse de su propia retórica,
especialmente en lo referente a su etapa criollista, pese a lo cual esos versos "olvidados y
olvidables" reaparecen, aunque siempre reescritos, en ediciones posteriores. Volvamos a
la escritura para ver cómo la imagen de Quiroga se inscribe en la estirpe bárbara fundada
por Sarmiento. Así, se repone el mito del Tigre, pues el caudillo pertenece al orden de la
naturaleza, o mejor, es su encarnación misma:
2 Ver Calabrese ( 1 996) y Sarlo ( 1 995), uno de los textos críticos donde más claramente se expone la cues-
tión.
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Escribir la barbarie argentina 45
[...] todo giraba vertiginosamente en torno de la figura de Alejandra, hasta cuando pensaba en
Perón y Rosas, pues en aquella muchacha descendiente de unitarios y sin embargo, partidaria
de los federales, en aquella contradictoria y viviente conclusión de la historia argentina, pare-
cía sintetizarse, ante sus ojos, todo lo que había de caótico y de encontrado, de endemoniado
y desgarrado, de equívoco y opaco (Sabato 1961: 186).
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46 Elisa Calabrese
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no peronista.
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Escribir la barbarie argentina 47
Un nuevo tipo de sociedad y nuevas formas de producción exigen un nuevo tipo de arte
más documental, mucho más atenido a lo que es mostrable [...] No concibo el arte hoy si no
está relacionado directamente con la política, con la situación del momento que se vive en un
país dado [...] porque es imposible hoy en la Argentina hacer literatura desvinculada de la
política (Walsh 1973: 19).
6 Walsh apunta en el prólogo que la entrevista efectivamente ocurrió y tiempo más tarde él decidió darle
la forma de un cuento. También conocemos la identidad del coronel, pues una nota de otro texto del
escritor, Operación masacre, nos aclara que se trataba del coronel Moore Koenig.
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48 Elisa Calabrese
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En este trayecto genealógico por los imaginarios bárbaros, incluiría el tan extraño
como inclasificable texto Una sombra donde sueña Camila O 'Gorman (1975), del poeta
Enrique Molina.
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Escribir la barbarie argentina 49
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50 Elisa Calabrese
Si Sarmiento instauró -tal vez para siempre- su poderosa metáfora para corporizar la
barbarie, éste es un saber del que Saccomanno está plenamente consciente, por eso, su
personaje narrador-escritor, Juan Gómez, comienza con una breve parodia-homenaje al
texto fundacional argentino, El gaucho Martin Fierro, pues también a él -sostiene- lo
"desvela una pena extraordinaria". Y si nombrar el dolor implica necesariamente una
pérdida, eso justifica la pregunta inicial con la que Gómez se autointerroga acerca de lo
que va a contarnos: ¿a quién puede interesarle una historia de homosexuales bajo las
bombas del 55? La evidente respuesta es la novela misma, todo lo que vamos a leer a
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Escribir la barbarie argentina 5 1
8 Saccomano ofreció esta respuesta en el marco de una conferencia inscripta en un ciclo de encuentros
con escritores organizados por la editorial Planeta, que tuvo lugar en la ciudad de Mar del Plata, en
marzo de 2004.
Al decir "izquierda" me refiero no solamente a un posicionamiento político, sino también a la militancia
de las diferentes organizaciones guerrilleras, entre las que destacó Montoneros, cuyos militantes eran
mayoritariamente pertenecientes a las clases medias y medias altas.
IU Aramburu asumió la presidencia de la nación después del golpe de Estado de 1955 que derrocó a Perón.
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52 Elisa Calabrese
los fusilamientos
Perón.11 Este es el
la de Saccomanno,
ver los setenta desde el 55.
Esta marca en la memoria, el regressus que ancla subjetivamente una historia plena de
desvíos, de cavilaciones, de reflexiones sobre la cultura y la política, sobre el erotismo y
la sexualidad, extrae su poder de dos motores irresistibles: el deseo y la pasión. Y así la
narración deviene un decir la barbarie por parte del personaje, quien al contar sus propias
pasiones y al descubrirlas en sí y en quienes ama, nos ofrece un sentir el país, su historia,
su política, su violencia y sus contradicciones; naturalmente, también su historia literaria.
Respondiendo polémicamente a Sarmiento, Ezequiel Martínez Estrada observó que
el sanjuanino no alcanzó a comprender que civilización y barbarie eran la misma cosa.
Pero si el iracundo y profético Martínez Estrada piensa la Argentina desde la culpa pri-
migenia -el arrasamiento violento de la Conquista- y lo expone con un discurso reflexi-
vo y sobrecargado de complejas influencias filosóficas, literarias, sociológicas, históri-
cas, Gómez lo hace desde su misma subjetividad, donde las fuertes experiencias que
atraviesa nuclean a la vez lo personal y lo colectivo. Si el peronismo era el nuevo rostro
para la barbarie en los años cincuenta, Gómez, peronista por sentimiento, por proceden-
cia, (es un "cabecita negra", hijo ilegítimo, pero a la vez un profesor, un especialista en
literatura inglesa, un traductor y un apasionado por la literatura) es también un bárbaro,
aunque un paradójico bárbaro letrado, capaz de presentar descarnadamente su propio
resentimiento, su propia violencia, su propia cobardía, su homoerotismo prohibido, y a la
vez su generosidad, sus lealtades, su amistad incondicional, su solidaridad, su delicadeza
de sentimientos.
Y es en estos vaivenes donde reconocemos, como lectores, análogas contradicciones
en el cuerpo social -dentro del peronismo, pero también fuera de él-, a la vez que de
modo implícito recorremos nuestra historia literaria y cultural, los ecos de otros textos
también fundadores (y la mención de Martínez Estrada sería un mero ejemplo de tales
resonancias múltiples), pues si en toda escritura inciden las lecturas del autor, aquí impe-
ran con vigor las huellas de quienes se han formulado los mismos interrogantes. De esto
11 El espacio de este trabajo no me permite profundizar en un tema a la vez tan sugerente como urticante.
Por otra parte, no pretendo plantear una lectura histórica sino una mirada crítica, cuyos fundamentos he
tratado de diseñar teóricamente de modo esquemático. Aún resta mucho por hacer, desde el enfoque
específicamente historiográfico, sobre esta convulsionada época, respecto de la cual hay más incursio-
nes desde el periodismo que desde la historia. Es de imprescindible consulta el libro recientemente ree-
ditado de Silvia Sigal y Eliseo Verón (1988). Entre los estudios recientemente aparecidos, se destaca el
ensayo de Beatriz Sarlo (2003). Puede notarse allí, lo consignado en este párrafo: Sarlo denomina "ase-
sinato" a la muerte de Aramburu y la concibe como producto de una "venganza". Para dar un solo ejem-
plo de una lectura diferente, cito al escritor José Pablo Feinmann, quien fuera militante montonero. Si
bien Feinmann, luego del regreso de la Argentina a la democracia en 1 984, en diversos escritos hace una
crítica de la política tal como la pensaban los Montoneros -es decir, como guerra- y declara la necesi-
dad de la convivencia democrática, ofrece sin embargo un despliegue argumentativo claro para com-
prender la manera en que los Montoneros entendían la historia argentina. Oponiéndose a la "historia
oficial", es decir, a la versión liberal, se ubicaban en la posición del revisionismo histórico con la reivin-
dicación de la barbarie. Por ende, desde el presente miraban el pasado para imponer desde el aquí una
versión opuesta a la consagrada, en función de la máxima "saber es poder". Véase, al respecto Fein-
mann (1988).
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Bibliografía
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