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Los educadores no tienen porque pretender ser sexólogos, ni tener que saberlo todo. Tienen un papel más de mediador
entre usuarios y los recursos, entre los jóvenes y los profesores y familias, aproximando unos a otros. Hacen falta unos
mínimos de sexología y pedagogía. Me parece más bien importante colaborar con las familias. A veces, la familia no es
consciente de que se educa con lo que se habla y con lo que se calla. Es importante tratar de que no haya secretismo, que
nuestros objetivos lleguen a las familias para no despertar fantasmas “¿qué les contarán, que no quieren que nos
enteremos?”, para ello es útil mostrarnos disponibles para contar a las familias cual es nuestro trabajo y que ellos lo
continúen en casa, que no intenten mantenerse al margen y nos hagan responsables de esta labor sólo a los profesores. Es
importante facilitarles claves sobre cómo comunicarse con sus hijos, sobre los temas adecuados para cada edad, el papel
insustituible de la familia, cuando la familia vive al educador como colaborador es poco probable que surjan problemas. Así
no creerán que lo que hacemos es consecuencia de lo que ellos o ellas no hacen nada o lo hacen mal. Pero primordialmente
se debe tener una actitud consiente, sobre el tema del embarazo a temprana edad y las enfermedades que puede causar no
cuidarse, es lo que va a contribuir positivamente en nuestro devenir.