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Revista de la Asociación Española de

Neuropsiquiatría
ISSN: 0211-5735
aen@aen.es
Asociación Española de Neuropsiquiatría
España

Jalón, Mauricio
Reseña de "Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar" de J. M. COETZEE
Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. XXVII, núm. 100, 2007, pp. 531-534
Asociación Española de Neuropsiquiatría
Madrid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=265019653031

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hastío y al abandono de todo posible éxito, en su fondo afectivo y sentimental, se ha versa, que goza secretamente de los dolores Tras serle concedido el premio Nobel en
pero también al goce exquisito de una rara tratado de establecer con ello una tupida y las agonías de la víctima. 2003, afortunadamente se han recuperado
voluptuosidad destructiva. red de sentido que ha anudado lo que esta- En un tiempo donde la mercadería ha no solo algunas de sus novelas anteriores,
Formalmente el libro está configurado al ba separado tanto como lo oscuramente alcanzado el sagrado espacio de la intimi- sino también otras obras de ese rango:
modo de un catálogo de temas que tratan de intuido de la excentricidad o de la perver- dad, que se ha constituido en un nuevo filón Elizabeth Costello (Mondadori, 2004) y
rodear el espacio próximo e íntimo de Bau- sidad baudeleriana. Su singularidad es por a explotar, nueva y fatal vuelta de tuerca del Costas extrañas, ensayos 1986-1999
delaire. No se trata de poner en conexión la ello, en este ensayo, llevada al punto en que proceso de desacralización, se hace necesa- (Debate, 2004), libro en el que por cierto se
aportación poética, crítica y ensayística de toma contacto con la sustancia genérica de rio aproximarse a libros como éste. La acti- han cortado, injustificadamente, tres artícu-
Baudelaire con la emergencia de la moder- lo humano y donde se hace, por tanto, ase- tud ética que preside esta incursión en una los sobre temas africanos (véase Stranger
nidad que indiscutiblemente representa su quible a una comprensión más compleja y intimidad como la de Baudelaire le lleva Shores, Vintage, 2002). Faltan aún otros
obra, no es por tanto un ensayo crítico-lite- abierta al sentido. Se ha dejado de lado en irremediablemente al autor de este ensayo a más; así Doubling the Point (1992), de
rario, tampoco se trata de hallar las deter- esta travesía todo impulso de idealización la identificable hermandad que se deja entre- donde extrae dos apartados para insertarlos
minaciones sociológicas o externas del que, por otro lado, solo conduciría a pro- ver tras una cuidada actitud analítica. Ahora en Contra la censura, y el muy reciente
conjunto de sus comportamientos u opinio- fundizar las identificaciones alienantes que sabemos que no podemos conocer positiva- Inner Workings: Literary Essays 2000-
nes, y como éstas influyeron en su crea- frecuentemente desvirtúan, ya desde sus mente sino desde la construcción participati- 2005 (Knopf, 2007) donde Coetzee conti-
ción, como lo intentara W. Benjamin. Se inicios los más loables intentos de acerca- va y dialógica en la que hacemos uso de núa visitando «costas extrañas», ahora gra-
prefiere, en este ensayo, alcanzar una miento psicológico a un autor. nuestra propia intimidad que ahora pasa a cias a Svevo, Walser, Celan, Benjamin,
matriz subjetiva que dé unidad a la ligazón En este ensayo se opta, por tanto, por constituirse en el delicado instrumento sen- Bruno Schulz, a Faulkner, Bellow o
vida-obra del poeta. Se lo quiere encontrar recorrer el camino que va desde el influjo sible que nos puede abrir a un reconoci- Gordimer.
en las experiencias afectivas primeras de su sensible y emotivo de la vida y la obra bau- miento del otro y de nuestras diferencias. Si en los últimos libros citados el peso
vida, en aquellas en las que, la experiencia deleriana al dibujo inacabado que necesa- de la literatura es manifiesto, en éste de
psicoanalítica, ha puesto su referencial teó- riamente representa todo intento de aproxi- Ernesto Feria Martín 1996 –titulado originariamente Giving
rico más esclarecedor en lo que atañe a la mación psicológica, desde un espíritu, que Offense: Essays on Censorship– agrupa
ligazón del hombre con su Deseo. Deseo quiere compatibilizar, en la crítica, la con- textos de distinta índole, escritos entre
que, en Baudelaire, como aquí se explicita, tenida identificación de autor con el más J. M. COETZEE, Contra la censura. Ensayos 1988 y 1993, que fueron revisados a fondo
es vida, conjunción armónica, proyección alambicado concepto clarificador, la suce- sobre la pasión por silenciar, Barcelona, para fundirlos en un libro coherente. De
fecundante que se lanza al rescate de lo sión azarosa del destino humano y artístico Debate, 2007, 350 pp. modo que todos apuntan ahora a una preo-
más oculto, de lo más proscrito, de lo de Baudelaire con la repetición recurrente cupación muy del siglo XX: la del silencia-
excluido, para hacerlo retornar con el de obsesiones y fantasmas, la superficie Coetzee, el novelista sudafricano que se miento y la total negación, la de la respues-
envoltorio efímero de la ofuscante perfec- insignificante de una actitud, con el fondo nacionalizó en Australia el pasado año, va a ta implacable ante una ofensa imaginaria o
ción de lo bello. Pero también deseo mor- pasional donde se la hace tomar asiento. aumentar su cosecha narrativa, en 2008, real, la del poder para acallar a alguien y
tal, búsqueda ciega de una oscura consu- Esta apuesta por llevar a su cubil –como con Diary of a Bad Year. Pero el conoci- evitar toda trasgresión, la capacidad para
mación extática en un movimiento espiri- gustaba decir Nietzsche– nuestras valora- miento y disfrute de su misteriosa obra –es modificar cierto tipo de expresión discor-
tual hacia lo devastado, refugio trágico de ciones no encuentra pocos obstáculos, pues uno de los pocos escritores originales de las dante o, en fin, para encarcelar y apagar a
aquellos que sufren de la nostalgia mortífe- se trata de establecer continuidad donde en últimas décadas–, no puede dejar de lado su autor. Y es que, ante cierta acusación de
ra de lo primigenio. Voluptuosidad y auto- la superficie hallamos lo discontinuo o lo un ámbito complementario de escritura tan ofensa, como decía Freud, «la negación
sacrificio vienen a definir, para el autor, los insignificante. La vida amorosa de Baude- suyo: el ensayo, el ámbito de un minucioso –consecuencia de la expulsión– pertenece
puntos de tensión desde los que se hacen laire, su obstinación rebelde, sus identifica- creador e intelectual que a la vez es un al instinto de destrucción».
aprehensibles algunos de los caracteres de ciones literarias, su enfermedad fatal, su insólito lector, pues, por encima de todo, Contra la censura nada tiene de ejer-
este destino singular y su proyección recu- recurrente melancolía, constituyen el ina- deja que los libros analizados en su ensa- cicio de salón. Cuatro de sus doce capítulos
rrente, obsesiva, en su arte. cabado mosaico sobre el que se desliza un yística hablen al máximo, siendo capaz se refieren al apartheid, a la censura en
El conjunto de sus opiniones y actitudes análisis que huye premeditadamente de ese además de ofrecer chispazos novedosos Sudáfrica que se estableció sistemática-
son llevadas al fontanal desde donde brotan otro extremo de la idealización, ahora per- sobre su significado. mente entre 1960 y 1970, a las violentas
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LIBROS LIBROS

persecuciones de dos contemporáneos novela Foe vemos asimismo una obra fun- gedia del erasmismo español –ayer y hoy– culo de la imitación– a los mecanismos pro-
sudafricanos: los escritores Brink y damental para conocer su compleja idea de así como los libros rotos, tachados, mutila- yectivos indicados por Freud («La nega-
Breytenbach. (Piénsese, en cambio, en el verdad novelesca y ahondar en el autor de dos que hay en nuestro país en varias biblio- ción», «Un caso de paranoia»), o a las ideas
oscuro y deliberado olvido que hay en Robinsón Crusoe; o también en El maestro tecas; por su parte Coetzee se vuelve al his- lacanianas desplegadas en De la psicosis
España de las décadas de amordazamiento, de Petersburgo hay una apelación directa a toriador Huizinga, encarcelado por los nazis, paranoica. Pero lo que supone en conjunto
y de su efecto hoy en cierto uso desleal de Dostoyevski que, por un lado, refuerza lo holandés como los otros dos, y recuerda su es un recordatorio de que éstos –o Bataille,
la mentira como instrumento político). No ficticio de su relato pero que, por otro, hace monografía sobre el humanista, en particu- Barthes, Sontag, Dworkin y decenas de
trata sólo Coetzee, por ejemplo, de auscul- ver que está abordando un problema esen- lar, su efecto hacia 1930 como libro de com- figuras–, le han inspirado en sus valoracio-
tar tres disidencias en países del Este –des- cial con su «imitación» poética: el de si es bate contra la censura en ciernes. nes y le han permitido expresarse con cono-
taca ahí su escrito sobre Ossip Man- posible seguir estrictamente la tradición. Más generalmente Coetzee habla del cimiento de causa en un territorio que osci-
delstam–, u otras formas de censura como No en vano, por añadidura, Defoe y Elogio de la locura como la manifestación la entre lo personal y lo colectivo, entre la
la del erotismo, partiendo del escándalo Dostoyevski son autores analizados en dos del punto de vista más plural –el de psicología y el modo de gobernar moder-
que produjo un libro tan cargante como ensayos de Costas extrañas. Erasmo–, en un siglo XVI dividido en fac- nos. Pues este libro, con una claridad
Lady Chatterley, o como la de la ubicua También las dos entregas de su autobio- ciones, escindido, enloquecido, en el que juiciosa e independiente, quiere mantenerse
pornografía, discutiendo con la feminista grafía, Infancia y Juventud, son extraordi- cada cual se siente temeroso de sus propias más bien en la aparente llanura del escritor.
MacKinnon, sino que trata de ver cómo, narios tanto por su introspección y calidad palabras, esto es, receloso ante el eco real o Es esa misma prudencia la que le permi-
indirectamente, incide sobre la escritura en verbal como por su modo de dar cuenta ficticio de sus escritos. Y se detiene ahí: te decir, finalmente, que la razón halla la
general (sin excluir la propia), sobre la ver- indirecta, en el primero, de la situación de Coetzee cita los análisis de Foucault en la horma de su zapato en la manía persecuto-
dad de quien se ha visto tocado por la gua- una familia blanca sudafricana y en el Historia de la locura sobre un Erasmo que ria, con independencia de ese despreciable
daña censora e, incluso, sobre cierta idea segundo, del Londres que vivió en solitario objetivaría el desvarío al atraparlo en el acto censor: «En el discurso que estoy
actual de verdad. Coetzee. Ciertas novelas como pueden ser discurso moral; o la respuesta de Derrida a desarrollando, un discurso de crítica (del
Ahora bien, en absoluto vamos a resu- Esperando a los bárbaros y En medio de esa idea, al decir que no hay una locura verbo krino, ‘acusar, someter a juicio’), he
mir los argumentos concretos que desfilan ninguna parte –o todas, en realidad–, aun soberana que pueda llegar a transmitirse colocado bajo sospecha la censura. Sin
por esta obra, que como veremos remite a siendo de un trazado hermético, dibujan (aparece sólo en Foucault como pensa- embargo del mismo modo que pongo a la
las restantes. Al recomendar vivamente su mundos enrarecidos que son trasunto de su miento negativo); o, finalmente, la posición censura bajo la sospecha de ocultar su
lectura –como un ensayo claro, honesto, país de origen, violento en grado sumo; tie- lacaniana ante esa locura como renuncia a auténtica naturaleza, de estar gobernada
lleno de dudas creativas, excelentemente nen partes desmadejadas y partes geniales, plantear un sujeto que sabe. Y sobre todo secretamente por la paranoia, tampoco mi
escrito y ponderado, «erasmistamente» son abstractas y muy concretas, como si vemos cómo Coetzee hace uso de René crítica puede escapar a la dinámica para-
evasivo por añadidura–, añadimos que, en fuesen jirones de una vida interna lacerada Girard; no de su dudoso esquema antropo- noide de juzgar y expulsar. La culpa siem-
contra de lo que opinan algunos críticos, por la historia. Quizá convenga tener en lógico, ni de su antifreudismo, ni de su esti- pre está en otra parte, siempre es desplaza-
Coetzee no sustenta radicalmente una posi- cuenta sus artículos, clínicos y curiosos lo claramente religioso (y bastante censor): da» (p. 241).
ción particular ante los argumentos arriba hasta ser obsesivos, sobre el lenguaje de él se limita a recordar su idea de deseo imi- Por cambiar de ángulo, esa misma situa-
citados, pese a sus idas y venidas, sino que Kafka o sobre los Diarios de Musil para tativo. Cierto mecanismo imitador entraría, ción «desplazada» es a la que se ve conduci-
los narra, los somete a tensiones contradic- poder comprender más a fondo su perspec- dice Coetzee, en el acto de censura, pues da siempre la protagonista de Elizabeth
torias, y nos deja sobre todo el recuerdo tiva creadora. éste penetra en el censurado, lo envuelve y Costello, cuando percibe que su modo de
encendido de su inquietud. Sucede que la pieza central de Contra la acaba por determinar su respuesta. hablar públicamente en defensa de los ani-
En muchos libros suyos –como sucede censura, la más completa y novedosa, es un Sin convertirlo en modelo alguno, lo usa males se vuelve inquietantemente abstracto
en su reflexión indirecta sobre el trato des- texto sobre Erasmo, que fue tan literato pues el escritor una y otra vez, para ver lo y casi absurdo. O asimismo la viven, más
pótico a los animales, bajo la máscara de como pensador. Coetzee de pronto abando- que está detrás de muchos efectos de censu- literariamente, los protagonistas errantes de
Elizabeth Costello–, ensayo y literatura na el siglo XX y se vuelca sobre un autor ra, en los que el perseguido termina atrapa- Vida y época de Michael K y de La edad de
logran a veces fundirse; y quizá por ello censurado, un editor abierto, un enorme crí- do en un campo de fuerzas no querido, hierro en circunstancias bélicas, en dos
nos da una moderna, dolorosa e inquietan- tico, radical, nada partidista, huidizo y insistente y pegajoso. No en vano apela situaciones límite en las que los actos de vio-
te impresión de inestabilidad. Es más, en su valiente. Su nombre aquí nos recuerda la tra- Coetzee rápidamente –ante semejante cír- lencia y de refugio parecen en parte reflejar-
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LIBROS LIBROS

persecuciones de dos contemporáneos novela Foe vemos asimismo una obra fun- gedia del erasmismo español –ayer y hoy– culo de la imitación– a los mecanismos pro-
sudafricanos: los escritores Brink y damental para conocer su compleja idea de así como los libros rotos, tachados, mutila- yectivos indicados por Freud («La nega-
Breytenbach. (Piénsese, en cambio, en el verdad novelesca y ahondar en el autor de dos que hay en nuestro país en varias biblio- ción», «Un caso de paranoia»), o a las ideas
oscuro y deliberado olvido que hay en Robinsón Crusoe; o también en El maestro tecas; por su parte Coetzee se vuelve al his- lacanianas desplegadas en De la psicosis
España de las décadas de amordazamiento, de Petersburgo hay una apelación directa a toriador Huizinga, encarcelado por los nazis, paranoica. Pero lo que supone en conjunto
y de su efecto hoy en cierto uso desleal de Dostoyevski que, por un lado, refuerza lo holandés como los otros dos, y recuerda su es un recordatorio de que éstos –o Bataille,
la mentira como instrumento político). No ficticio de su relato pero que, por otro, hace monografía sobre el humanista, en particu- Barthes, Sontag, Dworkin y decenas de
trata sólo Coetzee, por ejemplo, de auscul- ver que está abordando un problema esen- lar, su efecto hacia 1930 como libro de com- figuras–, le han inspirado en sus valoracio-
tar tres disidencias en países del Este –des- cial con su «imitación» poética: el de si es bate contra la censura en ciernes. nes y le han permitido expresarse con cono-
taca ahí su escrito sobre Ossip Man- posible seguir estrictamente la tradición. Más generalmente Coetzee habla del cimiento de causa en un territorio que osci-
delstam–, u otras formas de censura como No en vano, por añadidura, Defoe y Elogio de la locura como la manifestación la entre lo personal y lo colectivo, entre la
la del erotismo, partiendo del escándalo Dostoyevski son autores analizados en dos del punto de vista más plural –el de psicología y el modo de gobernar moder-
que produjo un libro tan cargante como ensayos de Costas extrañas. Erasmo–, en un siglo XVI dividido en fac- nos. Pues este libro, con una claridad
Lady Chatterley, o como la de la ubicua También las dos entregas de su autobio- ciones, escindido, enloquecido, en el que juiciosa e independiente, quiere mantenerse
pornografía, discutiendo con la feminista grafía, Infancia y Juventud, son extraordi- cada cual se siente temeroso de sus propias más bien en la aparente llanura del escritor.
MacKinnon, sino que trata de ver cómo, narios tanto por su introspección y calidad palabras, esto es, receloso ante el eco real o Es esa misma prudencia la que le permi-
indirectamente, incide sobre la escritura en verbal como por su modo de dar cuenta ficticio de sus escritos. Y se detiene ahí: te decir, finalmente, que la razón halla la
general (sin excluir la propia), sobre la ver- indirecta, en el primero, de la situación de Coetzee cita los análisis de Foucault en la horma de su zapato en la manía persecuto-
dad de quien se ha visto tocado por la gua- una familia blanca sudafricana y en el Historia de la locura sobre un Erasmo que ria, con independencia de ese despreciable
daña censora e, incluso, sobre cierta idea segundo, del Londres que vivió en solitario objetivaría el desvarío al atraparlo en el acto censor: «En el discurso que estoy
actual de verdad. Coetzee. Ciertas novelas como pueden ser discurso moral; o la respuesta de Derrida a desarrollando, un discurso de crítica (del
Ahora bien, en absoluto vamos a resu- Esperando a los bárbaros y En medio de esa idea, al decir que no hay una locura verbo krino, ‘acusar, someter a juicio’), he
mir los argumentos concretos que desfilan ninguna parte –o todas, en realidad–, aun soberana que pueda llegar a transmitirse colocado bajo sospecha la censura. Sin
por esta obra, que como veremos remite a siendo de un trazado hermético, dibujan (aparece sólo en Foucault como pensa- embargo del mismo modo que pongo a la
las restantes. Al recomendar vivamente su mundos enrarecidos que son trasunto de su miento negativo); o, finalmente, la posición censura bajo la sospecha de ocultar su
lectura –como un ensayo claro, honesto, país de origen, violento en grado sumo; tie- lacaniana ante esa locura como renuncia a auténtica naturaleza, de estar gobernada
lleno de dudas creativas, excelentemente nen partes desmadejadas y partes geniales, plantear un sujeto que sabe. Y sobre todo secretamente por la paranoia, tampoco mi
escrito y ponderado, «erasmistamente» son abstractas y muy concretas, como si vemos cómo Coetzee hace uso de René crítica puede escapar a la dinámica para-
evasivo por añadidura–, añadimos que, en fuesen jirones de una vida interna lacerada Girard; no de su dudoso esquema antropo- noide de juzgar y expulsar. La culpa siem-
contra de lo que opinan algunos críticos, por la historia. Quizá convenga tener en lógico, ni de su antifreudismo, ni de su esti- pre está en otra parte, siempre es desplaza-
Coetzee no sustenta radicalmente una posi- cuenta sus artículos, clínicos y curiosos lo claramente religioso (y bastante censor): da» (p. 241).
ción particular ante los argumentos arriba hasta ser obsesivos, sobre el lenguaje de él se limita a recordar su idea de deseo imi- Por cambiar de ángulo, esa misma situa-
citados, pese a sus idas y venidas, sino que Kafka o sobre los Diarios de Musil para tativo. Cierto mecanismo imitador entraría, ción «desplazada» es a la que se ve conduci-
los narra, los somete a tensiones contradic- poder comprender más a fondo su perspec- dice Coetzee, en el acto de censura, pues da siempre la protagonista de Elizabeth
torias, y nos deja sobre todo el recuerdo tiva creadora. éste penetra en el censurado, lo envuelve y Costello, cuando percibe que su modo de
encendido de su inquietud. Sucede que la pieza central de Contra la acaba por determinar su respuesta. hablar públicamente en defensa de los ani-
En muchos libros suyos –como sucede censura, la más completa y novedosa, es un Sin convertirlo en modelo alguno, lo usa males se vuelve inquietantemente abstracto
en su reflexión indirecta sobre el trato des- texto sobre Erasmo, que fue tan literato pues el escritor una y otra vez, para ver lo y casi absurdo. O asimismo la viven, más
pótico a los animales, bajo la máscara de como pensador. Coetzee de pronto abando- que está detrás de muchos efectos de censu- literariamente, los protagonistas errantes de
Elizabeth Costello–, ensayo y literatura na el siglo XX y se vuelca sobre un autor ra, en los que el perseguido termina atrapa- Vida y época de Michael K y de La edad de
logran a veces fundirse; y quizá por ello censurado, un editor abierto, un enorme crí- do en un campo de fuerzas no querido, hierro en circunstancias bélicas, en dos
nos da una moderna, dolorosa e inquietan- tico, radical, nada partidista, huidizo y insistente y pegajoso. No en vano apela situaciones límite en las que los actos de vio-
te impresión de inestabilidad. Es más, en su valiente. Su nombre aquí nos recuerda la tra- Coetzee rápidamente –ante semejante cír- lencia y de refugio parecen en parte reflejar-
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se entre sí, de modo que la culpa se compli- fue una carrera triunfal hasta el año 1574, das, para que, no perfectas, no íntegras, no debate sobre la superioridad del poeta ena-
ca e interioriza (sin que se pierda nunca de momento en que publica su obra más cono- revisadas, salieran a la luz y fueran censu- morado. De inspiración platónica, contiene
vista dónde está la agresión de partida): son cida y por la que ha pasado a la posteridad, radas por aquel sofista que desde hacía ya una bella argumentación sobre la superio-
dos escritos sobre la destrucción presente, y Jerusalén liberada. Después, todo su por- muchos años venía preparando armas con- ridad de la escritura. Jerarquía que corre
sobre las pesadillas de la inseguridad que venir de cortesano en la corte de los Este de tra mí». Tal es el tono con que intenta paralela en su argumentación a la primacía
nos acechan cada vez más cerca. Ferrara se complicará. Tras someter ino- desenmascarar la perfidia que le atormenta. de los espíritus sobre la de los cuerpos. El
En fin, todo ese «desplazamiento» quizá centemente su obra a la supervisión de cua- En «El mensajero», el más largo y pro- texto concluye con una profunda conside-
sea una de las claves del peregrinar constan- tro censores, que de inmediato plagaron el fundo de los textos recogidos en el libro, ración sobre las relaciones del odio y el
te del propio Coetzee, que, nacido en un año texto de objeciones, su biografía se convir- Tasso desarrolla la valoración de su diálo- amor, que Tasso subraya del siguiente
bélico, 1940, ha vivido en África, Europa, tió en una carrera de obstáculos mientras go con los espíritus que habitualmente le modo: «Niego que el amor y el odio sean
América y Australia. Podemos entenderlo que su equilibrio mental desaparecía. hablan. El contenido de este capítulo eleva opuestos en grado máximo, porque esta
así, por un momento, como un mecanismo Rechazado por los aristócratas, que no le el tono y el interés del libro para el psi- oposición se debe considerar o en un
suyo para eludir todo tipo de silenciamien- consideraban a su altura, su mundo se quiatra, en la medida en que se interroga mismo género o en dos géneros diferentes,
tos, empezando por los del apartheid, que transformó en una odisea paranoica donde sobre la condición y la veracidad de los dis- o decir que el amor y el odio son contrarios
Coetzee ha sabido conjurar con un silencio alternan, confusa e indistintamente, la ver- cursos que escucha. Analiza su diferencia como dos géneros contrarios. Y bajo nin-
propio y un apartarse periódicamente de dad de sus razones con el desvarío de sus con los sueños, y se interroga sobre esencia guna de estas modalidades son el amor y el
ciertos refugios episódicos, para darnos a interpretaciones. Entre calumnias, siervos de unas imágenes que «no puede ver aquí odio contrarios». De esta suerte conduce
cambio una obra íntegra sobre el desarraigo infieles y amigos desleales, su desconfian- quien tenga los ojos empañados por el velo nuestro autor el hilo de su reflexión que
actual. Pues él trata en su narrativa de los za se intensifica, se siente amenazado por de la humanidad». Es memorable su expli- resume finalmente en cincuenta conclusio-
excluidos o refugiados y, en el fondo, de ese la Inquisición y teme ser envenenado. cación sobre la existencia de los espíritus, nes, de las que destaco como ejemplo dos.
marco actual de controles y censuras pater- Pronto su conducta se ve desordenada y genios y demonios, creencia común a todos La XXIX, donde enuncia que «los ojos son
nalistas que se refleja en tantos campamen- empieza a llamar la atención por sus ideas los mortales de su época –y no solo de los los que más gozan y de lo que más se goza
tos y ayudas a los que, por ejemplo, escapa y sus extravagancias. Finalmente, en marzo psicóticos–, que considera condicionada en el amor», y la XXV: «Ninguna amada
–a costa de sobrevivir como un indigente– de 1579, fue apresado y conducido al hos- por la conocida necesidad de la naturaleza es ni puede ser ingrata. Ningún amor
Michael K, eso sí pudiendo al menos decir- pital de Sant’Anna por orden del Duque de de no dar saltos, continuidad que determina alcanza nunca su fin».
se: «Me he librado de los campamentos; Ferrara. Allí permaneció siete años y cuatro la necesidad de establecer una escala inter- El libro, que se cierra con un sabroso
puede que, si procuro no llamar la atención, meses. A su salida solo le quedaban nueve media entre lo superior y lo inferior, entre comentario sobre «El arte del diálogo», es
también me libre de la caridad». años de vida que transcurrieron sin dismi- Dios y los mortales. Presencia, por otra un texto singular, brillante y lleno de
nuir la desgracia. parte, que despierta múltiples interrogantes sugerencias psicopatológicas. Valga como
Mauricio Jalón El libro que ahora comento, Los mensa- sobre la historia de la esquizofrenia, pues muestra final para despertar el interés del
jeros, contiene sus prosas más personales, cabe que la presencia de voces inefables lector, esta vibrante descripción: «La
redactadas en plena crisis, durante su reclu- y automáticas en las psicosis modernas ten- melancolía hay que considerarla más
Torquato TASSO, Los mensajeros, Valla- sión hospitalaria. gan algo que ver con la desaparición de la como hidra que como quimera, porque
dolid, Cuatro, 2007, 172 pp. El primero de los escritos, «La fuga», le creencia en los espíritus, que tanto acomo- apenas el melancólico ha truncado un pen-
valió la reputación de melancólico y pen- daban y facilitaban el discurso delirante. samiento, nacen al instante dos en su
Entre los documentos antiguos sobre la denciero irascible. Consiste en un breve En «De amores y desuniones» asistimos lugar, que con mortíferas mordeduras le
locura destaca la vida y la obra de Torquato comentario sobre los reproches recibidos a un diálogo entre Torquato y Danese hieren y le laceran».
Tasso. Nacido en 1544 y muerto en 1595, durante los últimos años, previos al encie- Cataneo, con intervención posterior de un
sus cincuenta años de furibunda existencia rro, y la malevolencia de sus calumniado- tercer invitado, Sanminiato, donde se Fernando Colina
discurrieron en una época fecunda de la res que justifican su huida de Ferrara. «De
cultura pero cruelmente tormentosa. modo que consintió el señor Duque que
Reconocido como una de los cuatros otro me usurpara la posesión de mis com-
poetas más importantes de Italia, su vida posiciones, que ya le habían sido dedica-

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