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Temario General de la ESTT - OEP 2011

Grupo de Materias Generales


Elaborado en 2011

TEMA 23

LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA. LAS LEYES DE LAS COMUNIDADES


AUTÓNOMAS. EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASES. NATURALEZA.
FUNDAMENTO DE LA POTESTAD REGLAMENTARÍA. LÍMITES. LA
INDEROGABILIDAD SINGULAR DE LAS DISPOSICIONES GENERALES.
PROCEDIMIENTO DE ELABORACIÓN. EL CONTROL DE LA POSTETAD
REGLAMENTARIA.

1. LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA.


Definición.
Elaboración.
Reserva de Ley Orgánica.
Contenido.
Reforma.

2. LAS LEYES DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS.

3. EL REGLAMENTO:
3.1. CONCEPTO.
3.2. CLASES.
3.2.1. Por su relación con la Ley.
3.2.2. Por razón de los destinatarios.
3.2.3. Por su origen o titularidad.
3.2.4. Por su posición jerárquica.
3.3. NATURALEZA.
3.4 FUNDAMENTO DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA.
a) En la Administración del Estado.
b) En la Administración Autonómica.
c) En la Adminstración Local.
3.5 LÍMITES.
3.5.1. Materiales.
3.5.2. Formales.
3.6 LA INDEROGABILIDAD SINGULAR DE LAS DISPOSICIONES
GENERALES.
3.7. PROCEDIMIENTO DE ELABORACIÓN.
3.8 EL CONTROL DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA.

Autor: Luís Bermúdez Fernández Tema 23 Página 1 de 18


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1. LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA.

Definición: Según el art. 147.1 de la Constitución Española (CE), “dentro de


los términos de la presente Constitución, los Estatutos serán la norma institucional
básica de cada Comunidad Autónoma (CA) y el Estado los reconocerá y amparará
como parte integrante de su ordenamiento jurídico”:
 A pesar de su autonomía y aplicabilidad territorial, el Estatuto de Autonomía
(EA), norma institucional básica en la CA, al igual que el resto del
ordenamiento jurídico, deber ser interpretado siempre dentro de la
Constitución y sus preceptos continuarán operativos al realizar la asunción de
competencias por parte de la CA. Su techo y límite son la Constitución,
incluso en los procesos de reforma, múltiples en los últimos años. No
obstante, este precepto de sometimiento a la Constitución se ha desvirtuado
en cantidad y calidad por el propio contenido de de los Estatutos reformados
al dar cabida a materias no reconducibles únicamente al art. 147.2 de la
Constitución.
 El Estatuto, como norma institucional básica, es la norma que establece la
estructura organizativa básica de la CA. Pero, a pesar de esta
caracterización, el Estatuto no es expresión de soberanía sino de autonomía,
que hace referencia a un poder limitado.
 El principio de autonomía no se puede oponer al de unidad, sino que es
precisamente dentro de éste último donde alcanza su verdadero sentido. No
se trata de dos ordenamientos jurídicos aislados, el del Estado y el de las
Comunidades Autónomas (CCAA), sino un único ordenamiento: el derecho
propio de las CCAA se integra dentro del ordenamiento jurídico español.

Elaboración del Estatuto: Como norma institucional básica de la CA su


contenido es acordado por la CA y los representantes del Estado. Es la norma
superior del ordenamiento jurídico de la CA después de la Constitución. El artículo
146 CE establece el procedimiento general de elaboración de los Estatutos de
Autonomía: “por una asamblea compuesta por los miembros de la Diputación u
órgano interinsular de la provincias afectadas y por Diputados y Senadores elegidos
en ellas y será elevado a las Cortes Generales para su tramitación como Ley”
aunque sus previsiones deban ser completadas con las del art. 151, utilizado para la
elaboración de los Estatutos de las Comunidades Autónomas de autonomía plena: el
Gobierno convoca a los Diputados y Senadores del territorio para que se constituyan
en Asamblea y elaborar el Proyecto de EA. Necesario: acuerdo de la mayoría
absoluta de sus miembros (Art. 151.2.1º CE). Aprobado el Proyecto, la Asamblea lo
remite a la Comisión Constitucional del Congreso para la formulación definitiva.
(151.2.2º CE) Con referéndum favorable, se eleva a las Cortes. Aprobado, el Rey lo
sancionará y publicará como ley (151.2.3º y 4º).

Reserva de Ley Orgánica (LO): Conforme dispone el art. 81.1 de la CE “son


las leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las
libertades públicas, las que aprueban los estatutos de autonomía y las demás
previstas en la Constitución”. En cuanto a la naturaleza jurídica de los EA indicar que
se trata de una norma compleja y no cabe confundirla con la LO que los aprueba: El
EA se elabora con un procedimiento predeterminado (146 y 151.2 de la CE), antes
de ser aprobado por las Cortes Generales mediante LO. Incluso no pueden ser

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reformados como Leyes Orgánicas, sino mediante los procedimientos en ellos


previstos (152.2 de la CE). El Estatuto es una norma superior a las leyes
autonómicas (igual la Constitución respecto de las leyes del Estado): determina el
órgano y el procedimiento a través del cual se aprobará una ley de la CA, así como
las materias a que puede extenderse la actividad del legislador autonómico.
(STConst. 36/1981).

Contenido de los Estatutos: El apartado 2 del art. 147 de la CE enumera los


cuatro elementos obligatorios en los Estatutos:

1. La denominación de la Comunidad que mejor corresponda a su identidad


histórica. Se han adoptado denominaciones de ámbito geográfico ya
acreditadas sin problemática especial, salvo en la Comunidad Valenciana:
se pactó “Comunidad Valenciana” y no “País Valenciano” o “Reino de
Valencia”. La división política y administrativa de España contempla
diecisiete comunidades autónomas (Por orden de precedencia: País
Vasco, Cataluña, Galicia Andalucía, Principado de Asturias, Cantabria, La
Rioja, Murcia, Comunidad Valenciana, Aragón, Castilla-La Mancha,
Canarias, Comunidad Foral de Navarra, Extremadura, Baleares,
Comunidad de Madrid y Castilla y León) además de Ceuta y Melilla, cuyos
Estatutos de Autonomía les otorgan el rango de ciudades autónomas.
Pese a que Navarra se constituye como comunidad foral, el Tribunal
Constitucional ha equiparado el status de Navarra al de las CCAA.

2. La delimitación de su territorio. La STC 99/1986 señala que la necesidad


de que los Estatutos contengan la delimitación del territorio de la
Comunidad supone “una específica garantía territorial mediante la cual los
límites geográficos con los que se constituyó al nacer la CA, quedan
consagrados en su norma institucional básica”. El criterio más común,
seguido en casi todos los Estatutos, consiste en diferir la delimitación
territorial a las dos entidades administrativas menores preexistentes: la
Provincia y el Municipio.

3. La denominación, organización y sede de las instituciones autónomas


propias. Por lo general los Estatutos contemplan, en la organización
institucional de la CA, una Asamblea Legislativa, elegida por sufragio
universal con arreglo a un sistema de representación proporcional que
asegure, además, la representación de todas las diversas zonas del
territorio; un Consejo de Gobierno, con funciones ejecutivas y
administrativas; y un Presidente, elegido por la Asamblea entre sus
miembros y nombrado por el Rey. Como señala el Tribunal Constitucional,
las CCAA pueden crear, por Ley, otras instituciones de autogobierno, más
allá de las previstas en los Estatutos, si lo juzgan necesario para su
autogobierno: Consejos Consultivos, Defensor del Pueblo, Tribunal de
Cuentas… Tampoco puede deducirse una reserva estatutaria absoluta
para la Sede por lo que puede diferirse a lo que disponga la Ley
autonómica. A pesar de la mención, contenida en el art. 152.1 de la CE,
del Tribunal Superior de Justicia de la CA, dicho órgano no forma parte
de la Administración Autonómica: el Poder Judicial es único para todo el

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Estado. No se trata, pues, de un órgano de la CA sino de un órgano del


Estado en la CA.

4. Las competencias asumidas dentro del marco establecido en la


Constitución y las bases para el traspaso de los servicios correspondientes
a las mismas. Por lo que respecta a las competencias asumidas, se
acude al art. 148.1 de la CE que establece las competencias que pueden
asumir las CCAA y al 149.1 que determina las competencias exclusivas
del Estado. El Art. 148.2, con relación a las CCAA que accedieron a la
autonomía vía art.143.2 de la CE, establece que, transcurridos 5 años y
mediante reforma sus Estatutos, podrán ampliar sucesivamente sus
competencias dentro del marco asumido por el art. 149. De acuerdo con
ello y, conforme a los Pactos Autonómicos de 1992, en 1994 se
reformaron, mediante LO, los Estatutos de 10 CCAA. Según el art. 149.3
de la CE “las materias no atribuidas expresamente al Estado por esta
Constitución podrán corresponder a las CCAA, en virtud de su respectivos
Estatutos. La competencia sobre las materias que no se hayan asumido
por los Estatutos de Autonomía corresponderá al Estado, cuyas normas
prevalecerán, en caso de conflicto, sobre las de las CCAA en todo lo que
no esté atribuido a la exclusiva competencia de éstas. El derecho estatal
será, en todo caso, supletorio del derecho de las CCAA”. Por último, el
traspaso de los servicios correspondientes a las competencias se llevará
a cabo por medio de Decretos de Transferencias que, como señala el
Tribunal Constitucional, no pueden atribuir ni reconocer competencias y,
por tanto, no pueden modificar ni alterar el orden fijado por la CE y el
Estatuto de Autonomía.

Reforma de los Estatutos: Los Estatutos regulan su propio mecanismo de


reforma. La Constitución prevé dos:

1. El General para las CCAA que accedieron a la autonomía vía art. 143.2 CE
y que se contiene en el 147.3: “la reforma de los Estatutos se ajustará al
procedimiento establecido en los mismos y requerirá, en todo caso, la aprobación
por las Cortes Generales, mediante Ley Orgánica”.

2. El especial, reservado a los Estatutos aprobados vía art. 151.1 y


establecido en el 152.2: “una vez sancionados y promulgados los respectivos
Estatutos, solamente podrán ser modificados mediante los procedimientos en ellos
establecidos y con referéndum entre los electores inscritos en los censos
correspondientes”.

En el procedimiento de reforma intervienen tanto el legislador autonómico


como el estatal: los Estatutos prevén una primera fase en el que el proyecto de
reforma es elaborado por el legislador autonómico que lo remite a las Cortes
Generales para que se apruebe por Ley Orgánica.

No hay coincidencia en los diferentes Estatutos a la hora de fijar quiénes se


reservan la iniciativa para proceder a su reforma: unos la reservan al Gobierno
de la Nación, otros a la Asamblea Legislativa, a los Ayuntamientos o a los
Ayuntamientos cuando reúnan una serie de requisitos numéricos.

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Por otra parte, señalar que algunos Estatutos prevén dos procedimientos de
reforma: la del ámbito competencial y la del resto de los supuestos. Sin embargo,
otros no realizan tal distinción. Desde 1991 se han realizado numerosas reformas.

2. LAS LEYES DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS.

La “ley autonómica” es una norma aprobada por el Parlamento autonómico en


el ámbito de sus competencias, que es manifestación de la autonomía política de la
CA. Posee rango, fuerza y valor de Ley y se encuentra jerárquicamente sometida a
la Constitución y al EA.

La afirmación de que la ley autonómica es auténtica ley sólo se desprende de


las consecuencias extrínsecas o formales en cuanto a su régimen jurídico:
elaboración por un cuerpo representativo (Asamblea Legislativa) a través de un
procedimiento abierto al debate, promulgación y publicación formales y, sobre todo,
monopolio del Tribunal Constitucional para el juicio de validez, reconocido
explícitamente con respecto a la ley autonómica en el artículo 153 a) de la
Constitución.

En cuanto a las clases y valor normativo de las disposiciones normativas de


las CC.AA., del art. 153 de la C.E. se deduce que las CC.AA. pueden dictar normas
con fuerza de ley y otras de carácter reglamentario que estarán subordinadas a
aquellas:

 Las disposiciones emanadas de las Asambleas autonómicas tienen verdadera


identidad de Ley. Traen causa directa de los EA y no de la Constitución. No
obstante, según el art. 153 de la CE “el control de la actividad de los órganos
de las CA se ejercerá: a) por el Tribunal Constitucional, el relativo a la
constitucionalidad de sus disposiciones normativas con fuerza de ley”.
 Las CCAA pueden producir normas a través de Decretos Legislativos pero
no decretos leyes. Las disposiciones de las CCAA tendrán aplicación solo en
su territorio y siempre solo en el ámbito de sus competencias. No obstante en
caso de extraordinaria y urgente necesidad el Consejo de Gobierno de la CA
podrá dictar medidas legislativas provisionales en forma de decretos-leyes
que no afecten a derechos o conceptos determinados. La configuración de los
decretos-leyes en los ordenamientos económicos se calca a imagen y
semejanza del artículo 86 de la CE: quedarán derogados en 30 días si no son
convalidados expresamente por el Parlamento autonómico tras un debate y
votación de totalidad y podrá acordar, dentro de ese plazo, la tramitación de
los decretos-leyes como proyectos de ley por el procedimiento de urgencia.
Ejemplo: art. 110 de la LO 2/2007, de Reforma del Estatuto de Autonomía
para Andalucía.
 Decretos. Dictados por el Presidente de la CA, por lo general a propuesta del
Consejero correspondiente y previa deliberación y aprobación del Consejo de
Gobierno.
 Normas Forales. Dictadas por los Diputados Forales de Diputaciones.
Ejemplo: Norma Foral 1/2011, de 29 de marzo, por la que se establecen los
criterios para la determinación de gravámenes a aplicar a los vehículos

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pesados de transporte de mercancías para la utilización de infraestructuras


viarias en el Territorio Histórico de Gipuzkoa.
 Reglamentos. Dictados por el Presidente de la CA y los Consejeros en
materias propias de su Departamento. Según el art. 153 de la CE “el control
de la actividad de los órganos de las CA se ejercerá: c) Por la jurisdicción
contencioso-adva., el de la administración autonómica y sus normas
reglamentarias”.
 Órdenes. Dictadas por Consejeros Autonómicos.
 Resoluciones. Dictadas por Viceconsejeros Autonómicos, Directores de
Institutos, Universidades, Directores (de Tráfico, por ejemplo, en el País
Vasco: “Resolución de 10 de diciembre de 2010, de la Directora de Tráfico,
por la que se convoca prueba selectiva para la obtención del Certificado de
Aptitud de Director/a de Escuelas Particulares de Conductores”), Agencias…

El Estatuto de Autonomía viene a ser para la autonomía lo que la Constitución


para el Estado, estando el Estatuto subordinado a la Constitución. Se resalta el art.
150 de la CE en materia competencial:

Leyes Marco: “Las Cortes Generales, en materias de competencia estatal, podrán


atribuir a todas o a alguna de las Comunidades Autónomas la facultad de dictar, para
sí mismas, normas legislativas en el marco de los principios, bases y directrices
fijados por una ley estatal. Sin perjuicio de la competencia de los Tribunales, en cada
ley marco se establecerá la modalidad del control de las Cortes Generales sobre
estas normas legislativas de las Comunidades Autónomas” (150.1 CE).

Se trata de leyes ordinarias con ampliación de competencias a las CCAA.


Ejemplo: Leyes de cesión de tributos a las CCAA (Ceden capacidad normativa sobre
tributos cedidos) y se someterán a ciertos límites: marco: legislación básica uniforme
(principios, bases y directrices) y controles parlamentarios y jurisdiccionales.

Leyes de Transferencia o Delegación: “El Estado podrá transferir o delegar en las


CCAA, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad
estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o
delegación. La ley preverá en cada caso la correspondiente transferencia de medios
financieros, así como las formas de control que se reserve el Estado” (150.2 CE).

Se emplea, como en los supuestos anteriores, una técnica de ampliación


extraestatutaria de las competencias de las Comunidades Autónomas.

Las diferencias entre "transferencia" y "delegación" de que habla el precepto


son puramente simbólicas. Aunque cabe diferenciar teóricamente ambos
conceptos (" transferencia" equivale a la atribución de la titularidad y el ejercicio de
una determinada competencia a un ente u órgano distinto del que antes la tenía
atribuida, en tanto que en virtud de la "delegación" se transmite el ejercicio de una
competencia, permaneciendo su titularidad en el ente delegante; la transferencia es,
pues, una técnica de efectos traslativos más enérgicos que la delegación), en la
práctica son indiscernibles: lo único que importa es el volumen e intensidad de los
controles que la ley debe establecer, que pueden ser completamente distintos en
cada caso.

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Al contrario de lo que ocurre con los Estatutos de Autonomía, estas leyes no


permiten la traslación de materias en bloque, sino sólo de "facultades" (aunque
cualquier facultad, no sólo poder ejecutivo) correspondientes a materias de
titularidad estatal. La cuestión entonces es determinar qué tipo de facultades son
trasladables mediante esta figura normativa.
Un Estatuto de Autonomía, también LO, se diferencia funcionalmente de la
Ley de Transferencia: el EA es una norma de “auto-organización” (competencias del
art. 148 CE) y la Ley del 150.2 norma de “hetero-organización” (competencias del
art. 149.1 CE).
Según el art. 153 de la CE “el control de la actividad de los órganos de las CA
se ejercerá: b) Por el Gobierno, previo dictamen del Consejo de Estado el del
ejercicio de las funciones delegadas a que se refiere el 150.2”.

Leyes de Armonización: El Estado podrá dictar leyes que establezcan los principios
necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades
Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia de estas,
cuando así lo exija el interés General. Corresponde a las Cortes Generales, por
mayoría absoluta de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad (150.3 CE). Se
trata de leyes ordinarias y de carácter excepcional.

3. EL REGLAMENTO:

3.1. CONCEPTO.

La potestad reglamentaria se define genéricamente como la capacidad


atribuida al poder ejecutivo de dictar normas con subordinación a las leyes, por lo
común en desarrollo o aplicación de éstas.

El art. 97 de la Constitución atribuye al Gobierno de la nación la potestad


reglamentaria. De este tenor se deriva que la Constitución distingue entre la función
ejecutiva (entendida como simple aplicación de la ley) y la potestad reglamentaria,
que aparece por tanto como algo más que la mera ejecución. Desde esta
perspectiva, el ejercicio de la potestad reglamentaria va más allá del desarrollo y la
aplicación de los mandatos legales. La Constitución confiere esta potestad al
Gobierno, quien podrá así proceder a desarrollar reglamentariamente una ley en lo
que sea necesidad indispensable para la efectiva vigencia de sus preceptos. Se
trata, en este caso, de los denominados reglamentos de ejecución de las leyes, en
cuanto contribuyen a hacer posible la ejecución de esas normas. Pero junto a estos
reglamentos de ejecución, el gobierno se encuentra también habilitado para dictar
normas reglamentarias que no sean meramente de ejecución, reglamentos praeter
legem, puesto que su potestad reglamentaria deriva de la Constitución, y no de
habilitaciones legales. La potestad reglamentaria del gobierno comprende pues tanto
los llamados reglamentos de ejecución como los denominados reglamentos
independientes.

Reglamento se define, en el derecho administrativo, como “toda norma


escrita con rango inferior a la ley dictada por una Administración Pública”. Lo
cual significa, que aunque sea posterior a ésta, no puede derogarla y, por el

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contrario, toda norma con rango de ley tiene fuerza derogatoria sobre cualquier
reglamento, pero también significa que no hay materias reservadas a la potestad
reglamentaria en el sentido de que la ley puede entrar a regular cualquiera que con
anterioridad hay sido regulada por el reglamento.

En la actualidad dicho principio de supremacía de la ley tiene dos


manifestaciones:

* La reserva material de ley, que comprende el conjunto de supuestos o materias


respecto de los cuales la Constitución exige su regulación por norma con rango de
ley. Aunque la ley no las regule, en ningún caso estas materias pueden ser
reguladas por normas reglamentarias.

* La llamada reserva formal de ley opera al margen de las concretas previsiones


constitucionales y significa que cualquier materia por mínima que sea, cuando es
objeto de regulación por ley, ya no puede ser regulada por un reglamento. Su rango
se ha elevado, se ha congelado en un nivel superior y es inaccesible a la potestad
reglamentaria.

Diferencias entre reglamento y acto administrativo:

El reglamento, a diferencia del acto, se trata de una norma general y


abstracta no referida a los administrados concretos, no se agota por una sola
aplicación ni por otras muchas, se inserta en el ordenamiento jurídico, goza de
inderogabilidad singular y deviene nulo de pleno derecho, no anulable.

3.2. CLASES.

3.2.1. Por su relación con la ley:

 Reglamentos independientes de la ley (extra o praeter legem: más allá de la


ley). Operan sobre ámbitos distintos de los regulados por la ley . A diferencia
de los ejecutivos, no completan las disposiciones legales y suelen utilizarse
en el ámbito organizativo de la Administración o para regular situaciones de
especial sujeción.
 Reglamentos ejecutivos o de desarrollo (secundum legem: según la ley):
son los que desarrollan y complementan una Ley para concretar o
pormenorizar las previsiones abstractas y, normalmente, porque la Ley ha
llamado e impuesto el dictado de un reglamento. Peculiaridad: requisito del
informe preceptivo del Consejo de Estado, para controlar que se ajuste a la
norma que desarrolla.
 Los reglamentos de necesidad (contra legem: contra ley): los dicta la
Administración para hacer frente a situaciones extraordinarias de emergencia,
calamidad pública (puede el Alcalde) o necesidad.

3.2.2. Por razón de los destinatarios:

 Reglamentos Generales: Se dirigen a una pluralidad indeterminada de


individuos, el conjunto de los ciudadanos, sin precisarse características
singulares de los sujetos a los que van a afectar. Sin embargo, en ciertas

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ocasiones, el propio sujeto puede colocarse o no en las circunstancias de


aplicación: el Reglamento de Carreteras se aplica a todos los ciudadanos sin
distinción aunque sólo afectará directamente a los usuarios de las carreteras.
Suelen contener aspectos policiales o de seguridad.
 Reglamentos Especiales: Esta relación une a la Administración con
determinados ciudadanos por una situación de relación especial o singular
frente a la Administración. Por lo general han sido los propios ciudadanos
quienes libremente han decidido incorporarse a esa relación de especial
sujeción con la Administración.

3.2.3. Por su origen o titularidad:

 Reglamentos Estatales:

De mayor jerarquía son los del Gobierno, al que el art. 97 de la C. atribuye


explícitamente el ejercicio de la potestad reglamentaria y se aprueban y justifican
bajo la forma de Real Decreto. Subordinados a éstos y a las Órdenes acordadas por
las Comisiones Delegadas del Gobierno: los reglamentos de los Ministros, en forma
de Ordenes Ministeriales, en las materias propias de sus departamentos (Arts. 23,
24 y 25 de LG). Los de las Autoridades inferiores adoptan la forma de Resoluciones,
Instrucciones, Circulares u Órdenes de Servicio, de la respectiva autoridad que los
dicte.

 Reglamentos de las Comunidades Autónomas:

Analogía con los Estatales. Se denominan de la misma forma que aquellos:


Decretos, los del gobierno de la comunidad. Órdenes, las de los Consejeros etc.

 Reglamentos de los Entes Locales:

La Ley de Bases de Régimen Local de 1985 distingue el Reglamento


Orgánico de cada Entidad de las Ordenanzas Locales (normas de eficacia externa,
competencia del Pleno) y de los Bandos que el Alcalde puede dictar en materias de
su competencia.

 Reglamentos de los Entes institucionales:

Con subordinación a los reglamentos de los Entes Territoriales (organismos


autónomos: Estatales, autonómicos y locales) y reglamentos de los Entes
Corporativos: Colegios profesionales.

3.2.4. Según su posición jerárquica: afecta el mayor o menor rango del órgano del
que emanan los Reglamentos. El art. 23 de la Ley de Gobierno establece: “Los
reglamentos se ajustarán a las siguientes normas de competencia y jerarquía:
1. Disposiciones aprobadas por Real Decreto del Presidente del Gobierno o
del Consejo de Ministros.
2. Disposiciones aprobadas por Orden Ministerial.
Ningún reglamento podrá vulnerar preceptos de otro de jerarquía superior”.

3.3. NATURALEZA.

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Respecto a la naturaleza jurídica, se resalta que, para la mayoría de la


doctrina, el reglamento es un acto de administración, pero no un acto administrativo
propiamente dicho, ya que no es expresión de una función ejecutiva de la
Administración, sino de una función normativa de la misma (Enterría, Trevijano,
Entrena Cuesta…). Sin embargo, Garrido Falla entiende que se trata de un acto
administrativo, pues, todo acto de la Administración, regulado por el Derecho
Administrativo, es un acto Administrativo.

Los reglamentos son verdaderas normas de regulaciones abstractas y


generales de situaciones de futuro, que deben ser publicadas y su vigencia es
indefinida hasta que sean derogadas por otro reglamento o por una norma de rango
superior. Se diferencia de los actos administrativos (Visto en concepto).

Otros actos administrativos que son más difíciles de distinguir de los


reglamentos, los “actos generales no normativos”; estos pueden tener efectos en
una pluralidad de personas, llegando a publicarse en el BOE o en la prensa
(llamamiento a convocatoria). Tampoco tienen naturaleza normativa, por lo tanto, no
son reglamentos las instrucciones y órdenes de servicio. A través de estos actos se
lleva a cabo la dirección de los órganos superiores de la administración, sobre los
inferiores; pero no afecta a terceros, es decir, a los administrados. Estas normas no
pueden ser objeto de recursos, al menos que afecte a los derechos de los
funcionarios. Otros actos no normativos, son las recomendaciones que ejercen los
Órganos Consultivos.

3.4 FUNDAMENTO DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA.

La potestad reglamentaria es la facultad de la Administración para dictar


reglamentos. El Poder Legislativo debe remitir la regulación pormenorizada de
determinadas materias a favor de la Administración ante la imposibilidad de que la
Ley pueda prever con precisión los supuestos concretos. Con este fundamento, se
procede a realizar una habilitación a favor de la Administración que le permite dictar
normas reglamentarias que se integran en el ordenamiento jurídico.

Existen dos tipos de habilitación. De un lado, la habilitación expresa realizada


por el Parlamento a favor de la Administración en una norma legal, para que
desarrolle las previsiones legales mediante la aprobación de reglamentos. De otro
lado, también se alude a la existencia de una habilitación genérica a favor de la
Administración que le permite dictar disposiciones reglamentarias en las materias de
su competencia. Dicha habilitación genérica de la potestad reglamentaria viene
establecida en el artículo 97 de la Constitución Española y se desprende también del
ordenamiento jurídico en su conjunto.

Titulares de la potestad reglamentaria:

La potestad reglamentaria se atribuye a los órganos del Poder Ejecutivo:

a) En la Administración del Estado:

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Según el artículo 97 de la Constitución Española el Gobierno tiene como una


de sus principales atribuciones el ejercicio de la función ejecutiva y la potestad
reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes.
Así pues, en el ámbito estatal debemos remitirnos a lo expuesto por la Ley
50/1997, de Gobierno (LG). En el artículo 5 de esta norma legal se señala que el
Consejo de Ministros dispone de competencia para la aprobación de los
reglamentos para el desarrollo y ejecución de las Leyes, así como las demás
disposiciones reglamentarias que procedan. Además, los Ministros también tienen
reconocida potestad reglamentaria mediante lo expuesto en el artículo 4 de la
Ley de Gobierno, para su ejercicio en las materias propias de la competencia o ramo
del Departamento Ministerial del que son titulares (Ejemplo: La Ministra de Medio
Ambiente tiene competencia para aprobar reglamentos en materia de M-A, pero no
en materia de Sanidad).

b) En la Administración autonómica:

En las distintas CCAA la potestad reglamentaria la ejerce, de un lado, el


Consejo o Junta de Gobierno, y de otro, los Consejeros, éstos últimos en las
materias propias de su departamento.
Algunos Estatutos de Autonomía atribuyeron, desde el inicio, la potestad
reglamentaria al Consejo de Gobierno (así los de País Vasco, Galicia, Cantabria o
Extremadura), si bien en la mayoría de los casos fueron la Leyes de Gobierno y
Administración de cada Comunidad Autónoma las que la regularon expresamente.

c) En la Administración local:

Los Reglamentos locales encuentran su fundamento en el reconocimiento de


un ámbito de autonomía a los entes locales en los arts. 137, 140 y 141 de la CE -por
lo que la potestad reglamentaria se encuentra implícita en dicho ámbito de
autonomía-. Esta potestad se reconoce de forma expresa y se desarrolla en los arts.
4 y 49 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen Local
(LRBRL).

En el nivel de la Administración local los titulares de la potestad reglamentaria


son los Plenos de los Ayuntamientos y de las Diputaciones. La competencia del
Pleno de estos órganos resulta indelegable en los casos previstos en los arts. 22.4 y
33.4 de la LRBRL.

En el caso de Ayuntamientos la atribución de dicha facultad se establece por


el art. 22.2.d) de la LRBRL al señalar que “corresponden, en todo caso, al Pleno las
siguientes atribuciones: d) La aprobación del Reglamento orgánico y de las
Ordenanzas”. Las referidas Ordenanzas municipales incorporan los reglamentos de
este ámbito.

En lo relativo a las Diputaciones Provinciales, el art. 33.2.b) de la LRBRL


establece que “corresponde en todo caso al Pleno: b) La aprobación de
Ordenanzas”, que son las normas mediante las cuales se procede a la aprobación
de los reglamentos.

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3.5 LÍMITES.

La Administración en sus tres niveles (Estatal, autonómico y local) goza de


reconocida potestad reglamentaria. Sin embargo dicha potestad no resulta infinita
sino sujeta a una serie de límites, siguiendo a José Luis Peñaranda: materiales y
formales:

3.5.1 Materiales:

Al ordenamiento, como conjunto unitario y coherente de normas, se refieren


los arts. 9.1 (los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y
al resto del ordenamiento jurídico) y 103.1 de la CE: La Administración sirve con
objetividad los intereses generales... con sometimiento pleno a la ley y al Derecho.
La expresión “Derecho” trasciende, pues, a las normas escritas para alcanzar a otras
normas y a los Principios Generales del Derecho (PGD). De este modo, como
manifiestan García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, quedan excluidos del
ámbito de validez de del 9.1 y 103.1 los reglamentos que infrinjan los PGD, estén o
no consagrados en la Constitución: interdicción de la arbitrariedad, proporcionalidad,
seguridad jurídica, buena fe, confianza legítima de los ciudadanos… Dentro de los
PGD, cobran especial relevancia estos dos principios: interdicción e irretroactividad:

Principio de Interdicción de la arbitrariedad: constituye, en muchos casos,


el parámetro de control insustituible de los reglamentos para su enjuiciamiento por
los Tribunales. Éstos no pueden, según el art. 71.2 de la Ley de Jurisdicción
Contencioso-Administrativa (LJCA) determinar la forma de redacción de los
preceptos de una disposición general, pero pueden anularla si entienden que la
regulación establecida carece de justificación, no resulta razonable o es
manifiestamente arbitraria. Como norma general, para fiscalizar el ejercicio de
cualquier potestad discrecional es imprescindible conocer la motivación de de la
potestad; es decir, analizar la parte de las disposiciones reglamentarias (exposición
de motivos) o de los documentos justificativos de las normas (memorias, informes…)
que permita pronunciarse sobre su “razonablidad” o “arbitrariredad”.

Principio de irretroactividad de las normas: consecuencia del principio de


seguridad jurídica, impone que los sujetos de derecho sepan a qué atenerse y no
puedan verse sorprendidos por la aplicación de unas normas no existentes al tiempo
de realizar sus comportamientos.
La irretroactividad significa, según Federico de Castro, que la ley se aplicará
al futuro y no al pasado; principio ya recogido en el art. 2.3 del Código Civil: “las
leyes no tendrán efecto retroactivo, si no dispusieren lo contrario”.
Este principio viene proclamado expresamente por el art. 9.3 de la CE y tiene
su sanción en el 62.2 LRJAP y PAC al declarar nulos los reglamentos que
establezcan la retroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o
restrictivas de derechos individuales. Tampoco pueden ser afectados por este
principio los derechos individuales (según opinión generalizada: los que se refieren
al ámbito de los derechos fundamentales y libertades públicas regulados en la
Constitución) reconocidos y amparados en una norma que ya se ha perfeccionado y
dotados de acción para ser defendidos eficazmente.
En consecuencia, no se ven afectadas por la irretroactividad de los
reglamentos: las disposiciones meramente interpretativas, las de organización y

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procedimiento y las favorables a sus destinatarios que no perjudiquen a situaciones


individualizadas de terceros (Parejo Alfonso).

Principio de Reserva de Ley: En la actualidad se encuentra consagrado en


la Constitución para definir el ámbito material que corresponde a la Ley y al
Reglamento. La regulación de determinadas materias ha de llevarse a cabo
necesariamente por Ley y eso se impone tanto al legislador como al titular de la
potestad reglamentaria. La CE emplea numerosas expresiones para aludir a la
intervención de la Ley: entre otras:
 53.1: “sólo por Ley” podrá regularse el ejercicio de los derechos
fundamentales y libertades públicas.
 20.1.d): “La Ley regulará” el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto
profesional en el ejercicio de la libertad de comunicar o recibir libremente
información.
 128.2: “Mediante Ley”… (los monopolios…).
 31.3: “Con arreglo a la Ley” sólo podrán establecerse prestaciones personales
o patrimoniales de carácter público.
 121: “Conforme a Ley” los daños causados por error judicial, darán derecho a
una indemnización.
 13.1: Por “los tratados y la Ley” se regirán las libertades públicas de los
extranjeros.
 29.1: “En la forma y con los efectos que determine la Ley”, los españoles
tendrán el derecho de petición individual o colectiva.
La reserva de Ley tiene en nuestro Derecho fundamento constitucional lo que
permite distinguir a la Doctrina entre
a) Reserva material: es la reserva en sentido estricto, la establecida en el texto
constitucional y alude a las materias que únicamente la Ley puede regular; y
b) Reserva formal: es la impuesta por una norma con rango de Ley al regular
materias no reservadas constitucionalmente a la Ley.
Al principio de reserva de ley se refieren los arts. 23.2 de la Ley de Gobierno:
los Reglamentos no podrán regular materias objeto de reserva de esta Ley y 51.1 de
la LRJAP y PAC: las disposiciones administrativas no podrán vulnerar la Constitución
o las Leyes, ni regular aquellas que la Constitución o los Estatutos de Autonomía
reconocen de la competencia de las Cortes Generales o de las Asambleas
Legislativas de las CCAA.
Pero en el ámbito de materias reservadas, sí cabe un cierto grado de
colaboración entre Ley y Reglamento que difiere según las materias y los grados de
remisión normativa. Así, es más reducido en materia sancionadora o tributaria.
Según el art. 129.3 de la LRJAP y PAC los Reglamentos que desarrollen las Leyes
podrán introducir especificaciones o graduaciones del cuadro de infracciones o
sanciones que contribuyan a las más correcta identificación de las o la más precisa
determinación de las sanciones correspondientes, pero sin llegar a tipificar nuevas
infracciones o sanciones ni alterar la naturaleza o límites de las que la Ley
contempla.

3.5.2. Formales:

Competencia: El art. 23.1 de la Ley de Gobierno reproduce el tenor del


97 de la CE para disponer que la potestad reglamentaria corresponde al

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Gobierno. El 5.1.h la atribuye expresamente al Consejo de Ministros: le


corresponde “aprobar los reglamentos para el desarrollo y la ejecución de las
leyes, previo dictamen del Consejo de Estado, así como las demás disposiciones
reglamentarias que procedan”. La misma Ley también atribuye potestad al
Presidente del Gobierno, a los Ministros, y Comisiones Delegadas. Las
autoridades de rango inferior a Ministro limitan su producción al campo de las
Instrucciones, Circulares u Órdenes de servicio. Igualmente gozan de potestad
reglamentaria la Administración Autonómica y la Local.

Jerarquía: Se establece piramidalmente: el primer lugar lo ocupa la


Constitución, a la que siguen las leyes y las normas con rango de Ley y,
finalmente, los Reglamentos. Conforme al principio de Jerarquía (del 9.1 de la
CE) ninguna norma puede vulnerar otra de rango superior. Los Reglamentos
estatales, autonómicos o locales se ordenan, a su vez, jerárquicamente: “ninguna
norma reglamentaria podrá vulnerar los preceptos de otra de rango superior y los
reglamentos se ajustarán al orden de jerarquía que establezcan las leyes” (Arts.
51.2 y 3 de LRJAP y PAC). A nivel general, el 23.3 de la Ley de Gobierno
establece: “los reglamentos se ajustarán a las siguientes normas de
competencia y jerarquía: 1º Disposiciones aprobadas por Real Decreto del
Presidente del Gobierno o del Consejo de Ministros, 2º Disposiciones aprobadas
por Orden Ministerial. Ningún reglamento podrá vulnerar preceptos de otro de
jerarquía superior”.

Procedimiento de elaboración: El ejercicio de la potestad


reglamentaria ha de seguir en nuestro Derecho un determinado procedimiento.
Ver epígrafe 3.7.

3.6 LA INDEROGABILIDAD SINGULAR DE LAS DISPOSICIONES GENERALES.

Para que produzcan efectos jurídicos de carácter general los reglamentos,


habrán de publicarse en el BOE y entrarán en vigor conforme a lo dispuesto en el
art. 1 Código Civil (CC) a los 20 días, salvo que la norma determine otro plazo (art.
2.1 CC).

Publicación de los Reglamentos de las CCAA: en el Boletín o Diario de la


Comunidad. La de las ordenanzas locales: en el BOP y no entran en vigor hasta
que no se haya publicado completamente su texto y haya transcurrido el plazo de 15
días desde que el mismo sea recibido por la Administración del Estado y de la CCAA
respectiva (70.2 LRBRL).

La eficacia es de duración ilimitada y se impone a los Administrados, los


funcionarios y los jueces, salvo excepción de ilegalidad. El reglamento goza como
los actos administrativos de la presunción de validez y del privilegio de
ejecutoriedad, si bien ésta ha de actuarse a través de un acto administrativo previo
(arts. 93 a 101 de la ley LRJAP y PAC.).

El reglamento puede ser derogado por la misma autoridad que lo dictó.


También puede proceder a su modificación parcial. Pero lo que no puede hacer la
autoridad que lo dictó ni otra superior es derogar el reglamento para un caso

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concreto (excepción privilegiada en favor de persona determinada). A ello se opone


la regla de inderogabilidad singular de los reglamentos recogida en el art. 52.2
de la LRJAP y PAC: “Las resoluciones administrativas de carácter particular no
podrán vulnerar lo establecido en una disposición e carácter general, aunque
aquéllas tengan grado igual o superior a estas”.

Según la tesis de la inderogabilidad, la Administración habría recibido de la ley


la potestad de dictar reglamentos y de derogarlos con carácter general, pero no la
facultad de derogarlos en casos concretos. Dicha potestad es más limitada que la
del poder legislativo, al que nada impide otorgar dispensas individuales (García de
Enterría).

3.7. PROCEDIMIENTO DE ELABORACIÓN.

No contempla la LRJAP y PAC un procedimiento de elaboración de


reglamentos común a todas las Administraciones.
Para los estatales, la regulación se contiene en el art. 24 de la Ley de
Gobierno, sin perjuicio de previsiones específicas en las leyes sectoriales
(urbanística, universitaria..).
Las CCAA regulan sus propios procedimientos de elaboración de los
reglamentos al amparo de su competencia en materia de organización propia (art.
149.1.18ª de la CE), sin perjuicio de contener especialidades en la legislación
sectorial.
Para las normas estatutarias locales, la LRBRL dispone de reglas específicas
en los arts. 47, 49, 70.2, 107 y 111.

El art. 24.1 de la Ley de Gobierno determina un conjunto de fases y trámites


-unos necesarios y otros potestativos- al que ha de someterse la elaboración de los
reglamentos:
a. La iniciación del procedimiento corresponde al centro directivo competente
mediante la elaboración del correspondiente proyecto (de un texto
articulado), al que se acompañará un informe sobre la necesidad y
oportunidad de aquél, así como una memoria económica que contenga la
estimación del coste a que dará lugar.
b. A lo largo del proceso de elaboración deberán recabarse, además de los
informes, dictámenes y aprobaciones previas preceptivos, cuantos estudios
y consultas se estimen convenientes para garantizar el acierto y la legalidad
del texto. En todo caso, los
reglamentos deberán ir acompañados de un informe sobre el impacto por
razón de género de las medidas que se establecen en el mismo.
c. Elaborado el texto de una disposición que afecte a los derechos e intereses
legítimos de los ciudadanos, se les dará audiencia, durante un plazo no
inferior a quince días hábiles, directamente o a través de las organizaciones
y asociaciones reconocidas por la Ley y cuyos fines guarden relación directa
con el objeto de la disposición. Cuando la naturaleza de ésta lo aconseje:
información pública durante el plazo indicado.

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Este trámite podrá ser abreviado


hasta el mínimo de siete días hábiles cuando razones debidamente
motivadas así lo justifiquen. Sólo podrá omitirse dicho trámite cuando graves
razones de interés público, que asimismo deberán explicitarse, lo exijan.
d. No será necesario el trámite previsto en la letra anterior, si las
organizaciones o asociaciones mencionadas hubieran participado por medio
de informes o consultas en el proceso de elaboración indicado en el
apartado b.
e. El trámite de audiencia a los ciudadanos, en sus diversas formas, reguladas
en la letra c, no se aplicará a las disposiciones que regulan los órganos,
cargos y autoridades de la presente Ley, así como a las disposiciones
orgánicas de la Administración General del Estado o de las organizaciones
dependientes o adscritas a ella.
f. Junto a la memoria o informe sucintos que inician el procedimiento de
elaboración del reglamento se conservarán en el expediente todos los
estudios y consultas evacuados y demás actuaciones practicadas.

24.2. En todo caso, los proyectos de reglamentos habrán de ser informados


por la Secretaría General Técnica (competente por razón de la materia; su omisión
pude originar la declaración de nulidad), sin perjuicio del dictamen del Consejo de
Estado en los casos legalmente previstos (El dictamen es obligatorio, aunque no
resulte vinculante, cuando así se establece expresamente en su norma reguladora.
La omisión de este trámite: motivo de nulidad del reglamento según jurisprudencia
contencioso-administrativa).

24.3. Será necesario informe previo del Ministerio de Administraciones


Públicas cuando la norma reglamentaria pudiera afectar a la distribución de las
competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas.

(Por último: al informe se acompañará un informe sobre el impacto por razón


de género -art. 19 de la LO 3/2007, para igualdad efectiva de mujeres y hombres-)

24.4. La entrada en vigor de los reglamentos aprobados por el Gobierno


(Presidente, Consejo de Ministros, Comisiones Delegadas, Ministros) requiere su
íntegra publicación en el Boletín Oficial del Estado.

3.8. EL CONTROL DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA.

La vulneración de los límites materiales y formales de los reglamentos origina


su invalidez en su grado máximo: nulidad de pleno derecho -en lugar de la mera
anulabilidad-. Así se desprende del art. 62.2 de la LRAP y PAC. que impone “la
nulidad de pleno derecho de las administrativas que vulneran la Constitución, las
Leyes u otras disposiciones administrativas de rango superior, las que regulen
materias reservadas a la Ley, y las que establezcan la retroactividad de
disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales”.

Nuestro ordenamiento contempla diferentes vías de reacción frente a los


reglamentos inválidos o ilegales:

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El art. 506 del Codigo Penal (CP) incrimina la conducta de la autoridad o del
funcionario público que invadiere las atribuciones legislativas dictando disposiciones
generales. La condena del autor o autores del reglamento ilegal implicaría el
reconocimiento de que su aprobación ha sido constitutiva de delito (por falta de
competencia) y la consiguiente nulidad de pleno derecho de la norma.

Los Jueces y Tribunales no aplicarán los Reglamentos o cualquier otra


disposición contrarios a la Constitución, a la Ley o al principio de jerarquía normativa
(art. 6 Ley Orgánica del Poder Judicial).

Declaración formal de nulidad por parte de la Administración en los


supuestos previstos en el art. 62.2 LRJAP y PAC (102.2). La potestad de revisión no
está sometida a plazo, pero requiere el dictamen favorable (obligatorio y vinculante)
del Consejo de Estado o del órgano consultivo superior de la CA, sin cuya opinión
favorable a la nulidad, no puede declararse la nulidad.

Impugnación ante la Jurisdicción Contencioso-Administrativa:


consecuencia lógica del art. 106.1 de la CE: “Los Tribunales controlan la actividad
reglamentaria y la legalidad de la actuación administrativa,…”. Según el art. 26
LJCA, admite dos modalidades: a) Recurso directo: impugnación contra los
reglamentos, una vez aprobados definitivamente y b) Recurso indirecto:
impugnación de los actos de aplicación de tales disposiciones, en base a que éstas
no son conformes a Derecho. Legitimados para la impugnación: lo titulares de
derechos o intereses legítimos afectados por la norma, así como las organizaciones
y asociaciones representativas de intereses profesionales o colectivos.

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BIBLIOGRAFIA Y LEGISLACIÓN:

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 Constitución Española de 6 de diciembre de 1978. (CE)


 Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. (LRJAP
y PAC)

 Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-


Administrativa. (LJCA)
 Código Penal. (CP)
 Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local.
(LRBRL)
 Ley 50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno. (LG)
 Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial. (LOPJ)
 Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y
hombres.

Luis Bermúdez Fernández.


Vitoria-Gasteiz, 15 de junio de 2011.

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