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Facultad de Humanidades
Departamento de Filosofía
F 237 Existencialismo
Lic. Harold Soberanis
El siglo XX trajo consigo lo que podría calificarse como la debacle de ese gran
proyecto racionalista. La cultura occidental había derivado en la I y II Guerras Mundiales, el
surgimiento del neocolonialismo y el recrudecimiento del sistema capitalista de explotación.
Nietzsche, fue también un referente para las nuevas corrientes de pensamiento del
siglo XX, pues arremetía en contra de ese proyecto de la modernidad que pretendía uniformar
a todos los individuos bajo ideales beatones que condenaban lo verdaderamente humano y
que pretendía reducirlo todo –de nuevo- a lo meramente racional. Nietzsche decía que al
sujetarnos a las normas de la cultura moderna terminábamos siendo extraños a nosotros
mismos.
Es evidente entonces que desde sus inicios, el Existencialismo ha planteado la
cuestión de esa desconexión de la filosofía especulativa a la problemática del hombre común,
particular, que se encuentra como carente de una tradición filosófica que responda y que
remita a lo que le es más concreto. Es decir, de nada le sirvieron las quiméricas conjeturas
metafísicas y ontológicas en lo político y en lo social –pues sigue existiendo la miseria, la
injusticia- y menos aún, le sirvieron en lo personal, en el meollo de su problemática como
individuo. En Kierkegaard, vemos que, como explica, Marcuse “la verdad no reside en el
conocimiento… El conocimiento trata sólo de lo posible y es incapaz de hacer que nada sea
real y aun de captar la realidad. La verdad reside solo en la acción…” (Marcuse, 1994, pág.
260) Esa acción que alude solo a la vida individual, de donde surgen y en donde se resuelven
todos los problemas. Si bien Kierkegaard basa su filosofía en un cristianismo, este
cristianismo es muy particular, es radicalmente individualista y anti religioso, pues está en
contra de la Iglesia como institución ya que la práctica cristiana debe ser solo personal y debe
carecer de cualquier mediador. Así que en tanto ese existencialismo nos habla de la acción,
nos habla ya de una ética, cuya particularidad general posterior devendrá en que no se
reconoce en ninguna metafísica.
La existencia de la que nos habla Heidegger, es el modo de ser del “estar ahí” que no
es fijo, estable, sino que constituye siempre un “poder ser”, una posibilidad. El hombre es
por eso, un proyecto, que se define o va definiéndose (aunque nunca concluyentemente) en
su acción. El mundo es para él, un conjunto de herramientas, de utensilios que sirven a su
proyecto. Al transformar al mundo, se forma y se transforma a sí mismo. En esta serie de
acciones, puede elegirse a sí mismo, o puede perderse. Elegirse a sí mismo significaría pensar
y actuar conforme al propio criterio, y no dejarse guiar por habladurías, por el “se dice” o por
instituciones “establecidas”. La existencia inauténtica es una existencia anónima, una
existencia al nivel de los entes –óntica-, que no se preguntan por nada, ni tienen sentido por
sí mismos, que no se proyectan conscientemente. Al inquirir el das-Sein sobre el sentido del
Ser, su vida cobra sentido y se vuelve al plano ontológico. Así, solo cuando el hombre se
entiende a sí mismo sabe qué puede hacer de sí mismo (Reale & Antiseri, 1988).
Con Jean Paul Sartre (1905), el problema ético de la existencia adquiere nuevos e
importantes matices. Con su existencialismo ateo, dice que al no existir Dios, no hay valores
eternos, establecidos, y entonces, no hay de donde aferrarse, no hay excusas, ni
justificaciones.
No hay determinismo, ya que el hombre es Libertad. Por eso dice “el hombre está
condenado a ser libre”. En su obra, “El existencialismo es un humanismo” (1946) dice que
el individuo no se ha creado a sí mismo y una vez arrojado al mundo es responsable de todo
lo que hace. No puede haber, ni la hay, una moral a priori. Expone entonces que elegir es
inventar, pues cada uno da su sentido, su valor, su interpretación. Ese desamparo planteado
anteriormente implica que cada cual elija su ser.
De tal manera que el hombre empieza por existir, se encuentra en el mundo y después
se define. El ser humano comienza por ser nada y solo “es” después como se haya hecho, no
responde a ninguna naturaleza humana que le instituya en ningún arquetipo o ideal. El
hombre es responsable de lo que es. Es responsable de su estricta individualidad pero también
de la de todos los hombres, porque cada cual elige (elige lo que le parece mejor) y al elegirse,
lo hace para todos los hombres porque se crea así una imagen, un modelo para todos. Nuestra
responsabilidad compromete a la humanidad entera. De aquí nace la angustia, que no implica
quietud, no impide la acción, pero compromete. La mala fe de la que Sartre habla en muchos
escritos, es el enmascarar la angustia, mentir, o en todo caso no asumir la libertad, y caer en
determinismos, como pensar que hay un destino, o que las cosas son de tal o cual forma
debido a algún plan preestablecido.
Los filósofos denominados existencialistas en definitiva son muy diversos entre sí,
pero uno de esos hilos que les une es el enfoque hacia el actuar del individuo particular,
condicionado por su entorno y preso de la urgencia de los problemas de su existir. El
existencialismo aborda estos problemas y aporta reflexiones que atañen al individuo, pero
que sin embargo tienen una resonancia social. Al cambiarse el hombre a sí mismo, cambia el
mundo. Aunque Kierkegaard, precursor de este pensamiento, represente a un individualismo
radical en contra de lo político y lo institucional, la filosofía que derivó después presentó
propuestas cuyo significado tuvo un carácter eminentemente político que conllevó a un
rechazo al estado de las cosas, al orden económico social establecido que hacía del hombre
un ser inauténtico, un ser que actúa de mala fe, que se rinde ante la cotidianidad, que se rige
por determinismos y que vivía –y aún vive- rebajado al carácter de ente, un ladrillo, un
engranaje más de la producción, un objeto más de la sociedad de consumo.
Bibliografía
Camus, A. (1994). El mito de Sísifo. (L. Echávarri, Trad.) Barcelona: Ediciones Altaya, S. A.
Camus, A. (2006). El Extranjero. Madrid: Alianza Editorial.
de Unamuno, M. (1993). Del sentimiento trágico de la vida. Barcelona: Ediciones Altaya, S. A.
Ferrater Mora, J. (1950). Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Marcuse, H. (1994). Razón y revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social. Barcelona:
Ediciones Altaya, S.A.
Reale, G., & Antiseri, D. (1988). Historia del pensamiento filosófico y científico (Vol. III). (J. A.
Iglesias, Trad.) Barcelona, España: Editorial Herder S.A.
Sartre, J. P. (2014). El existencialismo es un humanismo (Segunda ed.). (L. Rutiaga, Trad.) México,
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