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CUANDO “MIS PROPIAS VERDADES” SE CONVIERTEN EN “NUESTRAS PROPIAS VERDADES”

Buenas tardes para el profesor Tomás, y para mis compañeras y compañeros.

Siglos atrás, filósofos como Descartes, Hume o Locke, se preocupaban por la verdad de la realidad
a la que accedemos los seres humanos, especialmente en lo ateniente a la realidad sensible y
tangible de las cosas que podemos experimentar con los sentidos.

Hoy, ya no indagamos tanto por lo real de lo que percibimos con nuestros sentidos como por
aquello que llamamos “verdad” y que configura la manera en que nos enfrentamos a la “realidad”
individual y social de nuestra vida cotidiana. Es decir, no dudamos del sol, del árbol o el río, pero
nos preocupa –a algunos, al menos-, la verdad de las opiniones, de las aseveraciones que hace el
medio de comunicación de moda -se trata más de percepción “por la razón” más que una
percepción “por los sentidos”-.

En esta era de la posverdad, el problema radica en que nos fascina ser dueños de la verdad, por
eso, como dice el profesor Tomás Barrero (2017), en entrevista del programa radial UN, aquello
que confirma nuestros propios prejuicios, nos gusta. A estos prejuicios llamo yo “las propias
verdades”.

Ese gusto por “las propias verdades” conlleva a que cuando alguien dice lo que se quiere
escuchar, no solo se aplaude, sino que se magnifica, se exagera y se expande de manera rápida a
través de redes sociales –se engendra la posverdad-, pues “la epidemia se produce por iteración:
una opinión reproducida miles o tal vez millones de veces se transforma en algo tan satisfactorio
como un hecho” (Barrero, 2017). Por supuesto apoyado todo este fenómeno, por la incapacidad
crítica de la sociedad actual.

Se hace necesario, entonces, buscar una salida a esta situación generada por la posverdad; tal
vez sea hora de atender a los criterios que Hume (1984) plantea para evaluar un testimonio; entre
otros cuidados, hemos de dudar de testimonios que tienen intereses en lo que mantienen, y
cuando atestiguan con vacilaciones o violencia. Es precisamente lo que sucede en el ámbito
político, ya que es en este campo donde el deseo de poder, la avaricia y la vanidad, hacen que las
personas pretendan falsear la realidad. Sin embargo, en el ámbito escolar no escapa a la influencia
desaforada de las redes sociales.

Por todo esto, si tenemos en cuenta que las aseveraciones que circulan en redes sociales son
tomadas como testimonio de la “verdad” que se comunica, ¿qué podríamos hacer en el aula para
que sea más crítica la posición de nuestros estudiantes frente a estos testimonios? ¿Qué hacer
para que nuestros estudiantes sean más responsables con aquello que replican en las redes
sociales?

Un saludo.

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