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 28/03/2018 - 08:18 Ι Clarin.

com Ι Buena Vida

Adolescentes

Del llevarlos a
"debutar" a la
hipererotización:
cómo acompañar a
los chicos en el
despertar sexual
Encuentros íntimos precoces y
despersonalizados son moneda corriente en
la actualidad. El preocupante juego de la
"ruleta rusa".

Que el encuentro sexual sea entre dos personas y no únicamente entre


dos cuerpos.

Alejandro Schujman

“Ale, una compañera del colegio me mandó
una foto medio desnuda, me invita a su casa,
está sola. Los padres se fueron de viaje, me
dan muchas ganas, pero me da miedo, un
montón de miedo.”

Levanta 1, 50 mts del suelo, tiene apenas 14


años, desde el diván me pide ayuda y por
supuesto la tuvo. Ese día fue directo desde mi
consultorio al club, a su entrenamiento de
básquet.

...

Quiero decirles algo, quiero ser claro y


contundente: me preocupan nuestros
chicos, me preocupan y mucho. Quisiera que
estas letras que forman palabras tengan la
misma intensidad que reflejen la magnitud
de mi sentir. No estamos cuidando lo más
valioso que tenemos: nuestros niños.

Me preocupa lo rápido que van en algunas


cuestiones en las que debieran ir lento, y lo
calmos que están en cosas de la vida y del
querer en las que debieran tomar cierta
prisa. Quisiera humildemente sumar mi
granito de arena para que tomemos
conciencia.

Los chicos están en peligro frente a una


mirada “amorosamente tibia” de quienes
debemos cuidar de ellos. A mis 13 años
jugaba a verdad-consecuencia, a la botellita,
a bailar lento con los brazos extendidos y
tensos como distancia inexorable con mi

pareja de baile. En verdad-consecuencia, la
segunda opción, la de consecuencia, era un
beso prudente en la mejilla, la boca no era
ni remotamente una opción. Los corazones
latían fuerte, los rostros transpirados.

Los teléfonos inteligentes contribuyen a generar altos niveles de


exposición personal.

Salíamos del horror de la dictadura, la


desnudez de los cuerpos era cosa prohibida,
las revistas eróticas (de pornografía ni
hablar) venían recubiertas por sugestivos
plásticos negros. Jugábamos en los asaltos -
los varones llevábamos algo de tomar, las
chicas algo para comer-. Jugábamos a 
descubrirnos, en nuestro tenso y calmo
erotismo naif, exultante y temeroso. Eran
tiempos complejos (¿cuáles no lo son?) para
crecer. Bienvenida la democracia en el '83.

Casi cuarenta años después, los tiempos han


cambiado, pero la esencia es la misma,
aunque los juegos son otros. Los chicos de
hoy no juegan a verdad-consecuencia ni a la
botellita, los cuerpos desnudos pueden
verse a través de las redes sociales.

Los chicos juegan sin nada de ternura y lejos


de lo naif, y lo hacen muchas veces cerca del
horror: la despersonalización del
encuentro íntimo con el otro me produce
mucha tristeza.

Los chicos hoy, y me corrijo, no juegan, viven


un “como si” fueran grandes, pero no con la
ternura de “¿dale que tomamos él té como
mamá y la tía?”. No, ponen en acto lo más
descarnado de una adultez sin tapujos, ni
límites, ni tabúes. Saltan de los autitos y las
muñecas al vértigo sin fin ni sentido.

El juego de la ruleta, el juego del


miedo
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis decía
que un bebé recién nacido es puro principio
de placer, satisfacción inmediata. A medida
que crecemos se instala el principio de
realidad, aprendemos (o deberíamos hacerlo)
a esperar para cubrir nuestras urgencias,
sueño, hambre y esto debiera incluir, claro
está, el deseo sexual. 
Me preocupa que estamos criando niños
puro principio de placer; frustración y
capacidad de espera, cero.

Padres amorosamente tibios que no


encuentran la manera de acotar a estos
jóvenes que los tiranizan, cultura de la
inmediatez que propicia la urgencia y la
utopía de la satisfacción inmediata como
premisa:

-Si tengo vergüenza y soy tímido, entonces


me emborracho, e inmediatamente me
desinhibo.

-Si la excitación sexual es la urgencia, pues


entonces resolveré rápidamente -no con la
autosatisfacción propia de la
adolescencia-, sino con encuentros
desprovistos de afecto y en el marco del
frenesí.


x

La hipererotización actual corrió los límites del mundo privado.

El motivador de esta preocupación que


comparto con ustedes fue, entre tantas otras
cosas, una nota que me comparten de una
rara práctica nueva: el “juego” de “la ruleta
sexual” o “el muelle”.

Dice la nota -y el informe que armó un canal


de noticias- que los chicos (de entre 13 y 16
años) se ubican en ronda; los varones, sin
ropa interior y manteniendo una erección.
Las chicas, forzando la penetración o con
sexo oral, disponen de 30 segundos con

cada niño para intentar que eyaculen:
pierde el que lo hace y como consecuencia
sale de la ronda, y gana el último que resiste
sin hacerlo. Se combina esta práctica con
alcohol y sustancias psicoactivas.

El horror, sencillamente, el horror.

Más allá de embarazos claramente no


deseados, contagio de enfermedades de
transmisión sexual, entre tantos riesgos, lo
que queda al desnudo, además de los
cuerpos, es la inocencia.

Lo que queda desprotegido son las cabecitas


de estos jóvenes que siguen los designios de
los impulsos hormonales, del mandato
grupal (y cultural), pero no tienen
herramienta alguna para procesar lo que
viven.

Inconsciente colectivo, el riesgo de


vivir sin entender
Viaje de regreso de las vacaciones, en la ruta,
padres adelante del auto familiar, los hijos
atrás.

Josefina, de 9 años, se despierta y canta


fuerte, con ganas, con sentimiento: “A mí me
gustan bien grandes, que no me quepa en la
boca.”

Su padre da un respingo, sale a la banquina y


grita, al borde la hiperventilación: “¿Qué
estás cantando? ¿Vos sabés lo que estás
diciendo?”

Por supuesto que la nena no entendía nada
de lo que decía, pero como loro repetía uno
de los hits del verano. Y extraño (¡y cómo!) a
María Elena, a Pipo Pescador y los audaces
Gaby Fofó y Miliki.

Remata el padre, ya calmo y con pulsaciones


restablecidas: "A tus 15, mi vida, la cosa será
mucho amor y sandwichitos de miga.

Frente a la mirada inquieta de la niña,


aclara: "Mucho amor, porque siempre papá
te va a querer mucho, y sandwichitos de
miga porque eso es lo que va a pasar por
debajo de la puerta, ¡vos no vas a salir a
ningún lado!"

...

Así comienza hoy, muchas veces, el ingreso a


la sexualidad de nuestros chicos,
empalagados de sensaciones a las que no
pueden poner palabras, porque su cuerpo
está preparado, pero sus cabecitas no.

Los tiempos son particulares, contradictorios:


los chicos suelen quedarse en lugares de los
que debieran salir para crecer y entran
temprano a situaciones para las que aún no
están preparados. Empacho de erotismo
que no pueden decodificar.

El avance tecnológico y su incorporación a la


vida cotidiana son estímulos que impactan
en la subjetividad de los jóvenes generando
altos niveles de exposición personal. Las
redes sociales se convierten en espacios de 
interacción muchas veces indiscriminadas, y
allí desnudan cuerpos y almas. La posibilidad
de compartir experiencias pareciera no tener
límites.

Schujman aconseja que los padres eviten conceder ciertos permisos


porque "todos los hacen".

En tiempos de vértigo virtual, los procesos


son abolidos por la ansiedad de la
concreción inmediata. Es tarea de los
adultos ayudarlos a sincronizar hormonas y
tiempos saludables desde lo emocional.

Videos íntimos de adolescentes circulando en


la web, embarazos no deseados, trastornos
de la imagen y esquema corporal, mundos
afectivos pobres, son algunas de las
consecuencias.

El inicio de las distintas fases del desarrollo


se acelera demorándose de manera
preocupante la salida de los últimos estadíos.
La de la adolescencia se demora y se estira
cada vez más, los procesos de crecimiento,
armado de proyectos económico-afectivos, y
demás anclajes en el mundo adulto se corren

y dificultan.
La ansiedad de muchos padres para ver
concretada una genitalidad plena y
efectiva -en sus hijos varones sobretodo-
hizo que en otras épocas impulsaran el debut
sexual de sus niños con prostitutas. Hoy en
día, el vértigo y la hipererotización han
hecho lo suyo, de manera tan tóxica como
esas viejas y, a mi criterio, poco saludables
costumbres.

Debemos ayudar a que puedan los chicos


sincronizar cuerpo y mente para que el
encuentro sexual sea entre dos personas y no
entre dos cuerpos que solamente conectan
desde lo hormonal, a veces casi en forma
animal.

Demos referencias claras. Los chicos dan


señales, preguntan, y necesitan que desde las
funciones paternas y maternas dejemos
mojones a la vera del camino para que sean
verdaderos dueños de sus historias y no
repliquen lo que la coyuntura marca.

Que no den pasos más largos que los que sus


pies permitan.

Caja de herramientas
Ejercitemos como padres el NO.

Digamos no a nuestros hijos a aquellas cosas


que merecen y precisan nuestro cuidado y
nuestro límite. Y enseñemos a que ellos
puedan ejercitar el decir “NO” cuando lo
necesiten como escudo y freno a la presión
de pares entre otras cosas. 
Evitemos la trampa del “todos lo hacen”.

No son todos los que juegan el juego del


miedo, y somos los padres los que podemos
hacer diferencia. Si es el único/a que no va a
una fiesta que consideramos peligrosa, no lo
dejamos solo, lo cuidamos, sencillamente.

Hablemos de sexualidad con ellos.

Hoy nuestros hijos tienen una cantidad


enorme de información a través de las redes
sociales, pero cada generación sabe un poco
menos acerca de lo que tiene que saber. De la
libertad, del placer responsable, de eso saben
muy poco. Es lo esencial, y se educa.

Respondamos sus preguntas sin miedo

Perdamos miedo a que sufran

A que no tengan lo que quieren “YA”.


Eduquemos la espera, la frustración.

Mirá también
Cómo cambió el debut sexual desde que
existen las redes

Estoy preocupado, les decía, y no se trata de


que vuelvan “los lentos”, ni el juego de
verdad-consecuencia, no se trata de eso. Si de
que dejemos las tibiezas y eduquemos a
nuestros niños. Hagamos de cada chico un
ser libre, plenamente libre. Que disfruten
de su vida y su sexualidad de manera
plenamente responsable.


No tengo ninguna duda de que entre todos
podemos sumar para que vuelvan a ser
chicos y acompañarlos en el camino del
crecer, que de eso se trata.

*Alejandro Schujman es psicólogo


especializado en familias. Director de Escuela
para padres. Autor de Generación Ni-Ni, Es
no porque yo lo digo y coautor de Padres a la
obra.

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