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Según los criterios de la OMS, los valores límite aumentan progresivamente con la
edad, al tiempo que reducen la esperanza de vida. Existen diferencias entre hombres
y mujeres; éstas, hasta llegar a los 50 años, debido a que poseen factores hormonales
preventivos, padecen menos hipertensión que los hombres, situación que
posteriormente desaparece.
No obstante, parece que a partir de esa edad las mujeres superan a los hombres, pero
sólo se trata de un artilugio estadístico, pues lo que realmente ocurre es que los
hombres mayores de 50 años e hipertensos padecen de un mayor índice de
fallecimientos, como consecuencia de lo cual, se produce una reducción de la media
de presión arterial en ese rango de edades.
Muchas veces esta última es consecuencia de los daños generados por una
hipertensión esencial no tratada; también puede provenir de la interacción de
determinadas sustancias farmacológicas. A lo largo de todo este epígrafe nos
centraremos fundamentalmente en la hipertensión esencial. Por último, cabría
considerarla como un trastorno atípico, por cuanto su padecimiento no está
acompañado por una sintomatología específica, tal como dolor, fiebre, malestar, etc.
(Pennebaker y cols., 1982). Además, cuando se manifiesta causa daños irreparables e
incluso la muerte. Por todo ello, una de las principales dificultades radica en su
detección antes de que haya causado algún mal.
Intervención psicológica
El primer tipo de actuación se refiere a los casos en los que, tras la evaluación
situacional, encontramos reactividad a las condiciones de medida de la presión
arterial (hipertensión de bata blanca), en cuyo caso la intervención se debe realizar
mediante una desensibilización sistemática a las situaciones de medida y a las
sensaciones que el paciente siente frente a la pera de presión durante este proceso. Si
como consecuencia de la desensibilización se consiguen valores de normotensión y
éstos se mantienen, al término del periodo pertinente de seguimiento, la intervención
se debe dar por terminada. Pero a veces, además de la reactividad a las condiciones
de medida de la presión existe una verdadera hipertensión, es decir, que después de la
desensibilización los valores de la presión, aunque menores, siguen en niveles
elevados. En este último caso, se debe continuar la intervención con el tratamiento
genérico. El segundo tipo de intervención, que es la que hemos denominado
genérica, sería de aplicación tanto a los pacientes que provienen del primer tipo de
tratamiento, como a los no reactivos a las condiciones de medida y a los sometidos a
un programa de prevención coronaria. El planteamiento de este tipo de intervención
se debe a las habituales limitaciones de recursos tanto humanos como materiales que
plantean la realización de los procesos de evaluación hemodinámica y de tratamiento
personalizado. Así pues, esta intervención se debe
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