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Hipertensión esencial

La hipertensión es un trastorno del sistema cardiovascular, con una prevalencia de


alrededor de 20% de la población adulta, porcentaje que se incrementa con la edad.

Así, en la población infantil es de 4%, y en personas mayores de 65 años llega a


50%. Como hemos visto, la hipertensión es un factor de riesgo de gran importancia,
del que se derivan entre otras, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardiaca
congestiva, la insuficiencia renal, la claudicación intermitente o la patología
cerebrovascular.

Este trastorno se caracteriza por la presencia de niveles elevados de presión


sanguínea, por encima de los requerimientos metabólicos del organismo.

Según los criterios de la OMS, los valores límite aumentan progresivamente con la
edad, al tiempo que reducen la esperanza de vida. Existen diferencias entre hombres
y mujeres; éstas, hasta llegar a los 50 años, debido a que poseen factores hormonales
preventivos, padecen menos hipertensión que los hombres, situación que
posteriormente desaparece.

No obstante, parece que a partir de esa edad las mujeres superan a los hombres, pero
sólo se trata de un artilugio estadístico, pues lo que realmente ocurre es que los
hombres mayores de 50 años e hipertensos padecen de un mayor índice de
fallecimientos, como consecuencia de lo cual, se produce una reducción de la media
de presión arterial en ese rango de edades.

Además, es preciso diferenciar entre las dos grandes familias de hipertensión


existentes. En primer lugar, existe la hipertensión esencial o primaria, cuyo origen no
puede ser determinado orgánicamente, por lo que es un trastorno de carácter
funcional, y a la cual pertenece 95% de todas las hipertensiones. En segundo lugar
tenemos la hipertensión secundaria, que se debe a un fallo o daño orgánico.

Muchas veces esta última es consecuencia de los daños generados por una
hipertensión esencial no tratada; también puede provenir de la interacción de
determinadas sustancias farmacológicas. A lo largo de todo este epígrafe nos
centraremos fundamentalmente en la hipertensión esencial. Por último, cabría
considerarla como un trastorno atípico, por cuanto su padecimiento no está
acompañado por una sintomatología específica, tal como dolor, fiebre, malestar, etc.
(Pennebaker y cols., 1982). Además, cuando se manifiesta causa daños irreparables e
incluso la muerte. Por todo ello, una de las principales dificultades radica en su
detección antes de que haya causado algún mal.
Intervención psicológica
El primer tipo de actuación se refiere a los casos en los que, tras la evaluación
situacional, encontramos reactividad a las condiciones de medida de la presión
arterial (hipertensión de bata blanca), en cuyo caso la intervención se debe realizar
mediante una desensibilización sistemática a las situaciones de medida y a las
sensaciones que el paciente siente frente a la pera de presión durante este proceso. Si
como consecuencia de la desensibilización se consiguen valores de normotensión y
éstos se mantienen, al término del periodo pertinente de seguimiento, la intervención
se debe dar por terminada. Pero a veces, además de la reactividad a las condiciones
de medida de la presión existe una verdadera hipertensión, es decir, que después de la
desensibilización los valores de la presión, aunque menores, siguen en niveles
elevados. En este último caso, se debe continuar la intervención con el tratamiento
genérico. El segundo tipo de intervención, que es la que hemos denominado
genérica, sería de aplicación tanto a los pacientes que provienen del primer tipo de
tratamiento, como a los no reactivos a las condiciones de medida y a los sometidos a
un programa de prevención coronaria. El planteamiento de este tipo de intervención
se debe a las habituales limitaciones de recursos tanto humanos como materiales que
plantean la realización de los procesos de evaluación hemodinámica y de tratamiento
personalizado. Así pues, esta intervención se debe

realizar mediante un paquete terapéutico basado en métodos indirectos para el


control de la presión arterial, los cuales presentan pocos requerimientos para su uso y
tienen una adecuada relación costo-eficacia. Los componentes de este paquete
terapéutico se basan en el control de la ingesta, la relajación, la solución de
problemas y el autocontrol. La fase educativa sobre los efectos de la ingesta sobre la
hipertensión abarca desde aspectos generales, como explicar los beneficios de una
dieta hiposódica (no deben superarse los 3-4 gramos por día), hasta situaciones más
específicas, por ejemplo, la forma en que, en los obesos, una reducción de 10% del
peso supone una reducción de unos 5 mmHg, o como en el caso de ingesta crónica de
alcohol, su abandono supone una reducción de 6 mmHg. La relajación puede
abordarse con diferentes técnicas de desactivación, aunque la más utilizada es la
relajación progresiva en cualquiera de sus versiones abreviadas. La solución de
problemas se utiliza para potenciar formas de afrontamiento alternativas a las activas
que suelen aparecer como de uso casi exclusivo. Es necesario tener en cuenta que el
objetivo no es eliminar todas las formas de afrontamiento activo, pero sí reducirlas a
las situaciones en las que no haya otra alternativa. Por último, el autocontrol se
utiliza para intentar demorar y/o controlar las reacciones emocionales explosivas.
Una vez terminada la aplicación del paquete genérico, el paciente puede haber
alcanzado valores de normotensión, lo que ocurre en 68% de los casos (Fernández-
Abascal y Pozo, 1990), tras lo cual se debe hacer el pertinente seguimiento y, en este
caso, con sesiones recordatorias de lo entrenado. Sin embargo, también puede ocurrir
que la reducción obtenida no sea suficiente y su presión siga con valores muy
elevados. En este último caso se debería aplicar el tratamiento personalizado, que se
inicia con una evaluación hemodinámica para saber en qué momento del desarrollo
se encuentra la hipertensión, y con base en los resultados obtenidos aplicar la técnica
más eficaz para cada momento de su desarrollo. Así, en el caso de la presión reactiva,
la intervención más eficaz se obtiene con biofeedback de contractibilidad miocardial
o alternativamente, de frecuencia cardiaca; en el caso de la hipertensión borderline,
mediante biofeedback de presión sistólica o alternativamente, de conductancia de la
piel; por ultimo, en el caso de la hipertensión esencial ya cronificada, mediante
biofeedback de presión diastólica o con entrenamiento en relajación autógena, hasta
la fase de relajación cardiovascular. Una última forma de intervención es el
tratamiento específico, que tiene su campo de aplicación cuando nos encontramos
ante una hipertensión esencial que se encuentra controlada mediante fármacos
antihipertensivos (diuréticos, bloqueantes beta-adrenérgicos, alfa 1, de los canales de
calcio o inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina) y con una mayor
indicación cuando el control se realiza mediante dos o más tipos de fármacos. En
tales casos, el objetivo terapéutico no es reducir la presión arterial ya bajo control,
sino mantenerla controlada pero, a la vez, reducir los fármacos. Otra situación
especial de uso de este tratamiento específico es en el caso de la hipertensión que
aparece en embarazadas. El tratamiento más eficaz en este tipo de situaciones se
obtiene mediante el entrenamiento en biofeedback de temperatura periférica. Para
terminar, hay que recordar que a pesar de que se consiga reducir los niveles de
presión arterial y de que estas reducciones se mantengan durante un periodo
relativamente largo, las personas que han desarrollado hipertensión adquieren una
gran facilidad para repetirla. Por ello, es de especial importancia realizar sesiones de
seguimiento y recordatorias con una frecuencia de entre 6 y 8 meses, durante los dos
años siguientes a la terminación del tratamiento.
Conclusiones sobre la hipertensión esencial
La intervención psicológica en casos de hipertensión presenta una problemática y
peculiaridades que la diferencian de la intervención en otro tipo de conductas
problema e incluso de 123 otros trastornos psicofisiológicos. Una de estas primeras
características son las diferentes etapas por las que pasa la hipertensión hasta su
cronificación, lo que junto con su falta de sintomatología específica, dificulta su
identificación y, por tanto, su tratamiento. Otra de estas peculiaridades —y que a su
vez es otra importante limitación— son las técnicas utilizadas en la intervención,
principalmente en lo que se refiere a las empleadas para controlar directamente los
actores hemodinámicos, mediante biofeedback de la presión o índices de actividades
relevantes en la regulación de ésta. Cualquiera de estas técnicas de control directo de
factores hemodinámicos, implican de nuevo el uso de recursos materiales (equipos de
biofeedback altamente especializados) y personales, que tampoco son habituales en
las condiciones en las que se realiza la atención psicológica clínica. Por todo ello, se
han propuesto varias alternativas de tratamiento diversificadas, que intentan cumplir
criterios de máxima eficacia con el menor costo posible y ajustándose a las diferentes
casuísticas clínicas.

Referencia:

- Mussi, C. (2004). Enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes y


cáncer. Psicología de la salud y calidad de vida, 113-148.

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