Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
TÍTULO
MARIO OPAZO
EN LA QUINTA VERSIÓN DEL
PREMIO LUIS CABALLERO
SEUDÓNIMO:
DOCTOR TRUENO
CATEGORÍA:
ENSAYO LARGO
1
COMA AZÚL HORIZONTAL
MARIO OPAZO
EN LA QUINTA VERSIÓN DEL
PREMIO LUÍS CABALLERO
RESUMEN
POSITIVISMO, IMAGINACIÓN
PARA-INVESTIGACIÓN, ARTE Y
POESÍA
La tradición poética de Occidente tuvo la siguiente intelección como pauta para las
acciones plásticas: el pensamiento que estructura el sentido humano es un tejido frágil
conformado por signos e imágenes. Creyó que no puede existir poesía sin imagen, ni
creación plástica sin signos; sabía que la poesía es pintura parlante y la pintura poesía
silente. Algunos artistas contemporáneos que han logrado escapar del control ejercido
por el formalismo epistemológico aún en boga en algunas instituciones estéticas, han
3
planteado esta misma interdependencia con la idea según la cual, lo propio que el
hombre y la mujer reclaman para sí como horizonte de comprensión, se convierte en
una entelequia vacía si se lo despoja de la experiencia en sí de lo ajeno, pues el
destino del ser con sentido es reconocerse en lo abierto que nos cierra lo extraño, una
vez ha regresado de su destierro a lo que aún no tiene nombre (Heidegger, 2005:106).
El positivismo que caracterizó buena parte del pensamiento moderno desde el siglo
XIX y determinó la comprensión de las prácticas sociales, políticas y estéticas de la
primera mitad del siglo XX, es una ruptura con esta tradición. Desperdigó el tejido
del pensamiento tradicional y esta pedagogía antigua poco a poco fue olvidada por
los artistas plásticos y los poetas cuando decidieron abstraerse del sentido del mundo.
Unos y otros fueron forzados a errar en el vacío creado cada uno por su lado. El
proyecto individualizante moderno así lo exigía. El positivismo residual en algunas
prácticas artísticas contemporáneas aún se resiste a reconocer esta interdependencia
entre palabra e imagen. A su vez, aún son muchos los artistas contemporáneos que no
alcanzan a vislumbrar la ideología del positivismo que se apoderó del pensamiento
artístico en los últimos lustros y en Colombia los convirtió es para-investigadores al
servicio de un statu quo que proscribe pensar el sentido humano, las formas
fundamentales que controlan las manifestaciones culturales.
Todos los artistas desean comprender su época para fijarla en el tiempo. No existe
comprensión de época si el signo y la imagen pensados por el artista no logran
reconfigurar su antiguo tejido de sentido, si no restauran la inquietud espiritual que
propicia y erige tiendas en el desierto creciente que lacera nuestro hábitat, si el
pensamiento no vuelve a fluir libremente su simiente en el ámbito de la imaginación.
El poeta requiere de la agudeza visual del artista plástico, y éste del oído músico de
aquél. La ausencia de sentidos que caracteriza al filósofo positivista, es una
herramienta negativa, incapacita al artista para comprender su realidad, lo
imposibilita para prestar alguna ayuda al bereber que guía nuestra caravana a través
del desierto de mercancías verde-dólar en expansión. Desde la sombra, el mítico
5
Kaspar Hauser nos recuerda permanentemente que el poeta palpa la realidad con el
gusto. Ésta es la única manera de aprehender la realidad en su ensí, en el momento
que se apresta a configurar mundos. Ensí que no tiene sentido para el pensador
positivista, porque el método experimental es exterioridad rampante, nuda, y le ha
bloqueado todos los accesos a la dimensión más fundamental del sentido humano.
La sombra tenue es la luz más adecuada para construir la realidad propia porque
propicia revelar lo real en lo extraño que siempre está acercándose y fugándose del
lenguaje. Es aquélla que nos proporciona la palabra e imagen poéticas, la que elude
los controles epistémicos del monstruo sonámbulo, instaurados por la mano invisible
en nuestro inconsciente para administrar nuestras libertades e impedir la
emancipación de la imaginación. Al contrario, la luz seca que enajena el pensamiento
artístico contemporáneo es el logos instrumentalizado, aquel que es disciplinado por
los métodos y la investigación empírica o de campo. La primera iluminación revela
una época, reinstaura el pensamiento ilustrado sensibilizado como guía para la acción.
El cientifismo de la última, arrastra el verbo hacia el despeñadero de los medios
masivos para incomunicar y someter, instaura como esencia la abominación de la
carne observable, medible, trémula, nuda. La carne se hace verbo, lo cosifica y lo
suple (Paz, 1998: 32). El verbo deviene cosa medible, vendible al detal,
coleccionable, exportable a los mercados vacíos de mundo.
EL SENTIDO EN LA POESÍA Y LA
SIMULACIÓN DEL SIN SENTIDO
El artista porno expone sus vísceras sin mediaciones poéticas. Para evitar su
naufragio, se aferra a objetos crudos en sentido –readymades–, comestibles y
fácilmente digeribles por el mercado, sin verdades que revelar o comprender,
desnudos y transparentes en sí mismos (Baudrillard, 2006: 32). Los objetos nudos de
sentido ya ni siquiera repugnan, hemos aprendido a excitar nuestra imaginación con
sus abominaciones, con su simpleza material e inexpresiva. Esta pornografía visual y
objetual que se expande sobre el sentido de nuestra humanidad como un cáncer,
refuerza la pedagogía del morbo que promueven los medios masivos para
incomunicar, supuestamente tiene el mérito de hacer el mundo más plácido porque
con la realidad también desaparecen las problemáticas que acucian nuestra existencia
en la contemporaneidad. Las desaparece porque ya no es posible confrontar la
realidad mediante ningún instrumento. El sujeto que comprende es suplantado por el
objeto escueto, todo ha quedado reducido a imagen-objeto; el artista cínico queda
atrapado en el simulacionismo que instaura el readymade contemporáneo.
11
Ante la ausencia de sujeto, el pensamiento artístico queda disuelto en la nada en que
encallan todos los objetos que gobiernan el sin sentido del mundo. Por supuesto, la
crítica artística no tiene lugar en esta realidad simulada. Sin sentido alguno para
hacer un frente común con lo extraño y enfrentar la realidad confiscada, no queda
lugar para la crítica como el arte de cuidar mediante la interpelación de la alegría de
habitar, como acción para develar lo verdadero en todo habitar. El artista trepanado, a
veces seducido o reducido a gestor, o hábilmente travestido de curador por el
régimen economicista que lo administra y mima, asume la apertura de los espacios
del arte que este propicia, como una última oportunidad para evitar su disolución, así
sea para servir al Divertimento Pop que interesa tanto a nuestro mercado de bienes.
La crítica abstracta que caracterizó a las primeras vanguardias artísticas del siglo XX,
es suplantada por la promoción comercial de las vísceras cosificadas del artista, en las
revistas de arte especializadas en mercadear pensamientos sin sentido. El artista ya no
construye aerolitos. Diseña y produce mercancías (Deleuze, 1993: 16).
que nos ha prometido. Sus ideas evidencian también la desolación de una humanidad
precaria en sentido, que no alcanza a comprender por qué Dios se ha puesto en contra
de todos nosotros, como enigmáticamente lo empresa el título de la película de
Werner Herzog sobre Kaspar Hauser. (Personaje histórico enigmático para la
sensibilidad de Opazo porque evoca momentos y circunstancias de su propia
experiencia de vida). Morigerada en las formas plásticas que fluyen en su
pensamiento, quizá cuestiona con desesperación la falta de solidaridad de Dios para
con nuestra especie. La sombra de silencios que nos proporciona esta alegoría es
legítima, a pesar del fruncido de cejas del liberal a ultranza, sin historia, sin
conciencia de lengua, que no quiere un nuevo Prometeo, que se resiste a ser rescatado
del infierno de la técnica y la mercancía. Legítima, porque el lenguaje que habita
nuestros pueblos está entreverado con símbolos y alegorías religiosas que no han
perdido su vigencia moral y epistemológica, por lo menos en Colombia, este paraíso
azul en donde Dios, para solaz de nuestra clase dirigente, todavía nos habla entre las
nubes. Sin duda, gracias a sus dioses, Colombia es el país más feliz del mundo.
A pesar de las condiciones inhóspitas de la Galería Santa Fe, Opazo comenzó por
pensar el lugar que se propuso habitar. Sabe que no se puede habitar sin pensar y que
sin pensamiento ninguna acción es posible. Comprendió que existe una relación
consustancial entre pensar y habitar, entre forma y contenido, paradigmas de
comprensión que no han perdido su vigencia. Tiene claro que sin forma no emergen
los contenidos que buscan su realidad, que toda creación contemporánea comienza
por habitar aquello que se nos revela para interpelarlo. Tanto las gracias como las
desgracias requieren ser conversadas y pensadas en presencia del extraño en nosotros
mismos. Habitar consiste en idear una representación capaz de interpelar la
revelación que nos ha sido ofrecida para reconfigurar permanentemente el mundo
como algo propio. Al hacerlo lo cuidamos con nuestras preguntas.
13
La representación plástica devela la fragilidad o la artificiosidad en la verdad del
mundo. Con el cuidado poético mejoramos nuestra permanencia entre los diferentes
que se hablan, e instauramos la belleza, la alegría que constituye el encuentro para
conversar las diferencias. Somos cuidando de lo extraño que nos ronda con
insistencia y de manera permanente. Habitando es como somos en el mundo, es la
manera como sacamos del olvido las relaciones otorgadas por las Moiras cuando el
tiempo no se había inventado, cuando los nombres todavía andaban en busca de sus
cuerpos. Ésta es la manera como comprendemos las verdades allí entreveradas. El
artista es la persona idónea para revelarlas porque permanentemente sale en busca del
extraño en sí mismo. El artista desafía el tiempo que cuchichea obstinadamente en su
cuerpo prisionero ya de los nombres que han dejado los otros cuerpos que lo han
habitado.
Opazo nos mostró que las soluciones artísticas sencillas, las pensadas con
sensibilidad son las más efectivas para crear las condiciones mínimas de todo habitar.
Mediante una intervención sutil transformó un espacio pétreo –no apto para habitar–
en desierto volátil y virtual, frágil y móvil, aunque precario en su libertad y en su
14
solidaridad. Lo transformó en una piragua ante la inminencia del fin del sentido del
mundo. Repobló el espacio de la Galería con los muñones de silencios de rumores y
de algarabías que fluyen en los cuchicheos de infancia y juventud que arrastra
pesadamente otra piragua, guiada por el bereber cegado en sí mismo. Conduce
pacientemente su piragua llena de recuerdos hasta este desierto neutro e impasible,
monstruoso e implacable, para exponerlos al fuego blanco cool de la Galería Santa
Fe. Sus recuerdos le proporcionan la sombra desde con la cual nos protege
momentáneamente de su mirada de medusa. Al dejarlos ser en el fluir de su
pensamiento, son refrescados mediante las formas artísticas seleccionadas para
traducir a un lenguaje habitable verdades inasequibles por su monstruosidad y
relevancia. El sentido desprovisto de realidad y protegido por el monstruo en nosotros
mismos, no es de naturaleza pétrea. El sentido busca su verdad. Verdad es aquello
que poco a poco va emergiendo a la realidad para su transformación en lenguaje, es
el sentido que alcanza realidad, sentido. Lo pétreo no es verdadero porque no tiene
sentido, es sólo un peñasco de nula actividad, un Ídolo. Sólo la naturaleza plástica de
la conversación que inicia el artista con el sentido desprovisto de verdad puede
reivindicar la realidad contemporánea, vitalizarla.
Este bereber cegado por el blanco transparente del desierto contemporáneo, decidió
clausurar la entrada principal de la Galería e intervino el acceso secundario, el que
comunica con la Sala Alterna. Redujo considerablemente esta entrada para forzar en
el visitante de su emplazamiento, un movimiento que lo condicionaba a asumir una
actitud ritual, de menor arrogancia; lo obligaba a inclinarse, a reencontrarse en sí
mismo para escuchar a su poeta reprimido, a reducir el ego de la mirada sorda y vacía
de mundo del transeúnte contemporáneo despojado de su sentido. La entrada ideada
era propicia para el ingreso de niños y niñas, me comentó el artista, significando que
debemos desprendernos con generosidad del rencor que nos gobierna a la mayoría de
los adultos, quizá a nuestro pesar. Aunque tiene en mente la arquitectura árabe, –la
cual ha pensado y experienciado el proceso de habitar en condiciones hostiles–,
Opazo nos indica que hemos ingresado en un lugar de inclusión estética que hace
evidente la exclusión política en las reclusiones contemporáneas. Lugar que puede
ser tanto una tienda de campaña en el desierto del Sahara Occidental, una Iglesia
15
ACONTECIMIENTO Y NO-
ACONTECIMIENTO
«Allá dentro es afuera, es todas partes y ninguna parte, las cosas son las mismas y
son otras, encarcelado en un icosaedro hay un insecto tejedor de música y hay otro
insecto que desteje los silogismos que la araña teje colgada de la luna» (Paz, 1998:
18). Lo propio es lo extraño, lo extraño es lo familiar, allende el mar es aquí en la
cordillera. Ésta es la realidad que teje el artista en complicidad con el poeta que
devela las falacias administrativas con las cuales se atrapa y se silencia a la belleza.
Los rumores y silencios que modelan los tonos de la música en los objetos del
emplazamiento de Opazo, facilitan la comprensión de las falacias que la araña
mediática teje pacientemente para nosotros, columpiándose plácidamente en los hilos
de lentejuelas de la investigación estética empresalizada en el Ministerio de Cultura:
nuestra luna, nuestra sombra, nuestro sueño, la fuente de todas nuestras
inspiraciones.
La entrada a la piragua de Opazo estaba resguardada por un texto curatorial, pero era
más que eso. Generalmente este tipo de literatura dice poco o nada a quien requiere
mayores referentes sobre una propuesta artística. Las palabras pensadas por Opazo
realizaron la función de detonar el acontecimiento del sentido en los elementos de la
Instalación. No eran una realidad externa, superflua, como suelen ser los textos
curatoriales que no son pensados por los mismos artistas. Una meditación plástica
sobre la naturaleza de la memoria estructura su pensamiento en la lucha interna que
mantiene el artista por habitar su memoria inhabitable en su monstruosidad. Opazo
quiere proporcionarle un lugar en este desierto de sentido, que nos ciega con su luz
fría de fuego, blanca de sombras. Su lucha es doble, aguerrida en uno y otro flanco.
17
La mediación escrita de Opazo no es el texto curatorial pedante escrito en lacanés o
en deleuzés, travestido de psicólogo o de filósofo, que en lo posible esquivamos en la
mayoría de las exposiciones. Al contrario, leída la primera línea nos sumimos en la
búsqueda de su sentido: «si la memoria fuera una cosa, en mi caso sería un barco,
oscuro como los bosques, inestable como la arena, invisible como el olvido (…)».
Esta constelación de palabras dinámicas mantiene en movimiento las ideas
articuladas en la Instalación, le permite a Opazo explorar diversas imágenes para
orientar su pensamiento que, incierto por la naturaleza misma de los procesos
creativos, navega en las tormentas de rumores y silencios que le llegan de un pasado
no menos tormentoso y amenazante. Intenta dar nombre a esas vibraciones del
sentido en las cosas que asaltan abruptamente su memoria petrificada por la medusa
contemporánea. Quiere recogerlas en signos y transportarlas en su barco-memoria a
un tiempo futuro, nuestro presente, al otro lado del tiempo pasado que yace en la
oscuridad que ilumina un bosque perdido en la infinitud.
EL MONSTRUO SORPRENDIDO Y
TRADUCIDO A LOS SIGNOS DEL
POETA
Las sendas por las que deambula Opazo son inhóspitas, están habitadas por
realidades prolijas en abismos, angustias y sinsabores. Aunque el artista se siente en
casa con Neruda, quien ya lo ha acompañado en algunos de sus descensos al infierno
del sentido contemporáneo, esta vez será otro el bereber convocado para transportar
la sombra que nos dará la luz adecuada para iluminar las encrucijadas que conforman
sus pasos al cruzarse con los nuestros.
CUERPO EN SUSPENSO
En un primer momento el cuerpo de Opazo no era asequible a nuestra vista. Una vez
adaptados al interior de la Galería-Piragua nos parapetamos nuevamente en el mundo
21
Opazo se ha nutrido del duelo, de esa experiencia de infinitud que nos abre las
puertas a lo real, informidad que se mantiene aislada de los hombres ordinarios.
Opazo no estaba presente en la Galería estando sedente. Sus emociones y
sensaciones saturadas de colores sombras, se liberan de la cotidianidad creada por el
artista en su piragua, se fugan en la arenga al desierto para hablarnos universalmente
de lo que jamás seremos: hombres y mujeres felices, seres para la libertad.
22
Los visitantes y curiosos que acudían a la piragua encallada en la Galería ignoraban
que el artista estaba presente. Finalmente comprendían perfectamente que su
propósito no era hacerse presente en carne viva, comprendieron que este no es el
propósito de una acción plástica; sólo los caricaturistas la implementan de esta
manera. Como Paz, percibían en principio, unos vagones varados en los charcos de
la memoria del artista, unos charcos de desierto que pueden estar en África, en Chile
o Tomé, en Colombia o Taganga, igual que en Soacha o en Ocaña. Al igual que
muchos artistas de todas las épocas, el pensamiento de Opazo parece felizmente
encallar en una idea fija. La libertad ultrajada, humillada y ofendida nos permite
comprender nuestra época: allá es aquí: afuera es adentro: lo más monstruoso es lo
más familiar. No todos los artistas encallan prolíficamente. La meditación de Opazo
parece política, no lo es, es más sustancial. Es fundamentalmente moral. La
vergüenza por el ultraje y la indignación ante la humillación son sentimientos
morales.
Sin duda, los paisajes marinos del Sahara Occidental presentes en sus videos
actualizan la infancia de Opazo en Tomé, logran que sus sueños y fantasías
libertarias desborden a cántaros en una contemporaneidad árida de sentidos, de
emociones e ilusiones, así el sosiego alcanzado lo lleve a pensar con nostalgia que la
tierra prometida es un embuste de la ideología contemporánea. El artista ha quedado
en deuda con el pueblo saharauí, el pueblo latinoamericano en África (Opazo, 2008b).
Recibe de los saharauís más de lo que muchos visitantes creen que Opazo quiere
darles. Si esta propuesta que llegó al premio Luis Caballero fue considerada por sus
críticos como falsamente humanitaria, por parte de Opazo, no podemos dudar del
ejemplo de humanitarismo que recibimos por parte del pueblo saharaui hacia
24
nosotros: seres para la soledad. De sus bereberes, el artista recoge para nosotros las
palabras fundamentales con que riegan y acompañan su habitar. Aprendió de ellos
que la realidad la sorbemos en tres tragos. El primero amargo como la vida. El
segundo dulce como el amor. El tercero suave como la muerte. Son pocos los que
alcanzan el segundo momento. Sin duda este pensamiento trágico retrata al artista y
resume con creces la propuesta presentada en la quinta versión del premio Luis
Caballero. En la contemporaneidad, llegamos a la muerte sin pasar por la amargura
que nos deja la adquisición de nuestros primeros conocimientos, sin haber compartido
la alegría en el amor. Vivir la muerte de esta manera es la mayor desgracia de nuestra
época.
EZKHARIT
En su camino hacia una falsa tierra prometida, la imagen de una piragua domina todo
el emplazamiento. Nos oculta la realidad de un cuerpo mecanizado que es desprovisto
de lenguaje, cegado con signos de patriotismo, de solidaridad negativa. De cuando en
cuando, con las señales que emite al tañer de una campana dorada, el bereber cegado
25
por una montaña mediática intentaba responder a una arenga absurda que le llegaba
perdida en el desierto. Absurda por el contexto árido, desértico, no-político de la
acción registrada, un lugar sin habitar, sin construcción, sin hogar para las emociones
que se encarnan en las cosas, desprovistos de hombres y mujeres modelados por las
leyes y las artes. La voz provenía de otro video en el cual el artista recuerda en medio
del desierto en que inmigran sus recuerdos, acontecimientos de relevancia social y
política para el continente americano: Tomé empapada en sangre el otro 11 de
septiembre. Para fortuna de Chile, no se encuentra mistificado por los medios
masivos de incomunicación ni es mitificado y utilizado con fines ideológicos para
reducir nuestras libertades. La arenga recordaba la madre del artista que lo cubría con
la bandera de Chile para apaciguar la indignación de sus hermanos insubordinados en
armas, para neutralizar la agresión de los militares golpistas que cortaron como flores
las libertades de los chilenos y las chilenas durante varios lustros. Como Filoctetes,
Opazo se lamenta por una humanidad perdida y reducida a polvo de desierto. Sopla
a los oídos del viento su querella (en otro espacio podría correr todos los peligros que
corren los hombres y las mujeres libres), le narra la acción heroica de las madres de
la Plaza de Mayo y la humillación de las madres de Soacha. En este desierto de leyes
evoca la acción de su madre: aquí, allí y en todas partes donde otros pueblos son
humillados y ofendidos por las potencias imperiales poscoloniales que administran a
su acomodo las libertades liberales. Sin embargo, esta vez el artista sólo se venda los
ojos con la bandera de Chile, gesto que quizá indica la ceguera que le permite
acercarse a comprender el monstruo que oprime el presente de nuestros pasados. La
acción plástica de Opazo en la arena saharauí, incorpora la acción de su madre
presente en la voz Ezkharit de las mujeres saharauís cuando luchan por sus libertades
(Opazo, 2008b).
Una vez alcanzada la realidad que ocultaba el video dominante –no todos los
visitantes lo lograron– nos percatamos de que la imagen central en verdad era un
muro que invisibilizaba, que condenaba a un silencio oscuro la presencia y la voz del
artista. Su pensamiento había sido secuestrado, sitiado, confundido con un
combatiente enemigo (el individuo que es desprovisto universalmente de toda
26
protección judicial). Metáfora sugestiva, pues nos indica que las masas sólo vemos
apariencias construidas, que no estamos facultados para acceder a lo real, que la
realidad contemporánea es prefabricada en los medios masivos para incomunicar, que
es un acontecimiento imposible.
Con los ojos vendados y en penumbra, descubrimos el artista sentado en una silla
rústica, detrás del mar-muro-montaña, que en verdad es la puerta-cárcel-abismo
contemporáneo. Aquello que vemos del otro lado del muro que disimula esta imagen
de video es otra imagen, la de un hombre reducido, vejado por una imagen-muro-
abyección que asume funciones de dulce y esperanzadora realidad, de tierra
prometida, de sueño americano. Por supuesto, a espaldas de la realidad traumática
que encarna el artista secuestrado como adelantado de toda una generación reducida a
la simulación permanente. En verdad, la tierra prometida es un artificio para
entrampar los conatos de libertad que hombres y mujeres arriesgamos de cuando en
cuando. La imagen-muro-abyección, evoca los muros de ladrillos de silencios
impuestos al pueblo saharauí, al pueblo palestino y últimamente al pueblo mejicano.
La obsesión de Mario Opazo –privada– ha coincidido con un interés general –
27
EL SILENCIO OSCURO DE
LA ACCIÓN INSTALADA
Para comprender una acción plástica es necesario haber comprendido la historia que
configura el hábitat de Kaspar Hauser. Opazo la conoce. Este acontecimiento
histórico refleja algunos de los sentimientos presentados y elaborados en Expulsados
del Paraíso. La acción plástica de Opazo no es una acción en sentido estricto, no
alcanza a serlo, no puede serlo. Ninguna acción plástica logra realizarse plenamente,
su destino es romperse en el camino, quedarse corta en el manejo de los medios que
despliega el pensamiento en su comunicación convencional. El pensamiento
evidencia esta carencia práctica en la acción instalada de Opazo. Sus herramientas
comunicativas son precarias, su destino es colapsar estrepitosa y silenciosamente en
un movimiento mecánico; es el estertor de un pensamiento-muñón que ha sido
desprovisto de lenguaje, al cual le han sido arrancadas con violencia sus palabras,
sus rumores y sombras fundamentales. Los administradores de los fantasmas de
nuestras libertades previenen permanentemente conatos de expresión, de libertad,
por eso enclaustran a Kaspar Hauser y muere a manos de la bestia.
de Opazo hasta la contemporaneidad. Las cosas son una imagen borrosa del ojo-
muñón-sica que los amenaza y los mira caer en el infinito mediático, precipitarse en
el voladero en que son arrojados los recuerdos que luchan incesantemente por
alcanzar a un poeta que les proporcione elaboración plástica (Paz, 1998: 12).
Una luz tenue de linterna, suerte de faro robada al capitán ciego, al Kaspar Hauser en
sí mismo, fue emplazada en la frente del artista. Iluminaba tenuemente la campana
que tañía con estrépito la angustia con que Opazo respondía al recuerdo de todas
las madres en la memoria de su madre. Las mujeres violentadas que nos cuidan
infructuosamente de todas las violencias del pasado. ¡Ay Hécuba! ¡Ay de las
troyanas! ¡La resistencia no es un valor para el agresor! ¡Es una necedad humana!
¡Una de las necedades que nutre la humanidad! En el salto que hemos dado hasta
esta piedra que hemos alcanzado siguiendo los rastros de Opazo, Madre es una
palabra que no podemos pronunciar sin ser embargados por pena atravesada de
dolor. No obstante, este sentimiento filial hacia la madres, fundamental para su
pensamiento, no logró reverdecer en este pequeño encuentro extemporáneo de rimas
que protagonizan las palabras, las emociones y las cosas embarcadas en su piragua:
«los nombres que la nombran dicen: nada, palabra de dos filos, palabra entre dos
huecos» (Paz, 1998: 40). La ausencia de este sentimiento es una punzada, provoca en
nosotros un vacío: vértigo: tememos por todas las madres que desde la Patagonia
hasta Soacha, nuestra Patagonia, nuestras Puertas al Infierno, buscan rescatar y
proteger los cuerpos de sus hijos, vivos o muertos. Sufrimos por todos los hijos e
hijas que sólo tuvieron abuelos y abuelas porque sus madres y padres están
desaparecidos, porque se esfumaron en un mar de arena o en un desierto-agua-sangre.
En Tomé lo mismo que en Santiago. En Ocaña lo mismo que en Chivor o Soacha:
¡ay!: «pirámides de huesos, pudrideros verbales: nuestros señores son gárrulos y
feroces» (Paz, 1998: 42).
Sólo una acción plástica instalada logra atrapar a las sombras que hacen olas en los
rumores. Con otros tres videos y un conjunto de artefactos diversos, Opazo se
emplazó en la Galería Santa Fe con el firme propósito de habitar sin habitar, de
30
comprender los rumores que alcanza a escuchar del pasado sobre acontecimientos que
develan la ignominia en la aureada, por la propaganda, bestia alada que impera y
campea en nuestra contemporaneidad. “Habitar sin habitar” quiere decir que el
habitar en la acción plástica instalada es un balbuceo, que el habitar se construye
sobre el lenguaje: el balbuceo es el amanecer donde el lenguaje cosificado renace una
vez más y vuelve a recobrar su libertad. El artista insistió con la terquedad emotiva
que refractan cada una de sus cosas, que él podía afrontar con éxito el reto de habitar
este espacio. No creo que lo haya logrado. Por definición los balbuceos no son
suficientes para habitar, son extremadamente frágiles; necesitan madurar las formas
que nacen con ellos para que el habitar pueda enraizar. No se trata de falta de
sensibilidad o de competencias artísticas. Es la condición de la acción plástica
instalada. Sin embargo, su pensamiento viene pensando de tiempo atrás con cierta
terquedad, la manera de habitarse a sí mismo, para dejar de deambular en busca de
ese embuste que es la tierra prometida. Existe un balbuceo en todo deambular de aquí
para allá. Con seguridad logrará madurar las formas que finalmente enraizarán su
habitar, cuando observe con más cuidado cada una de las huellas que ha seguido en
los rumores que nos ha amplificado en su piragua, cuando logre cantar como el poeta
que nos guía en el desierto: «estoy donde estuve: voy detrás del murmullo, pasos
dentro de mí, oídos con los ojos, el murmullo es mental, yo soy mis pasos, oigo las
voces que yo pienso, las voces que me piensan al pensarlas. Soy la sombra que
arrojan mis palabras» (Paz, 1998: 43,44). En lo fundamental somos sombras de otras
sombras, reencontrarnos en todas ellas mejora nuestro habitar. A veces tengo la
impresión de que Opazo no sigue los murmullos que parecen acuciarlo, que va
delante de unos murmullos que no provienen de su pasado. No podemos olvidar que
las palabras que se arremolinan en nuestra mente debemos oírlas con los ojos para
poder oler la sombra que proyectan.
Las sombras oídas con los ojos nos permiten habitar, acompañar efectivamente, sin
distancias ni simulacros. Los cuchicheos del pasado que realizan las palabras con las
cosas del presente, constituyen el entramado emotivo que abre todo habitar. No se
trata ya de la tierra prometida, lo que importa aquí y ahora es la tierra presentida por
31
las madres violentadas para cubrir con ella a sus hijos e hijas agredidas, una tierra
con marcas que debemos interpretar y transformar en formas plásticas. Las voces de
las madres nos llaman queda y permanentemente para proporcionarnos su sombra en
medio del desierto. Este legado de rumores nos llega del pasado transportado por
palabras embarcadas en piraguas en la Patagonia con destino Soacha. Los tormentos
que nos llegan en los murmullos del pasado quedan apaciguados en las cosas
repensadas por el artista, sus formas amplían su sombra para dar luz a nuestro habitar
contemporáneo: estamos donde estuvimos gracias a las cosas que repensamos como
arte de piragua, para navegar sin el oprobio y la angustia de una tierra prometida, sin
salirnos de la sombra y las emociones que nos arrojan las palabras, sin renegar de la
voces de las madres sacrificadas.
TURBANTES DE LIBERTAD
Al traspasar la entrada para niños y niñas e ingresar a la piragua blanca en que fue
32
apariencia de ser la cosa más estúpida del mundo. La estupidez en la poesía es una
apariencia para eludir los ataques de las bestias a la libertad: la estupidez atribuida a
la poesía en las artes es un espantapájaros.
Hasta aquí las ideas de Opazo y los objetos mediante los cuales se han desdoblado
para habitar el premio Luis Caballero, el corazón del arte contemporáneo en
Colombia. El artista cierra su pequeño poema en prosa con una suerte de epitafio:
«en mi caso, la memoria sería un barco errante, abandonado a su suerte, seguramente
expulsado al reino de la imaginación». Una vez el visitante gravitó entorno a la
constelación de sensaciones y emociones en los objetos desplegados en la Galería y
asume de nuevo su rol de sabio, de dios resentido y rencoroso, piensa que esta idea
es todo lo contrario: la imaginación es expulsada del reino de la imaginación por
cuenta de la desesperación que se apoderó del pensamiento de algunos de los artistas
contemporáneos más influyentes en nuestro país. Sin embargo, Paz quien acompañó
tanto al artista como al visitante en su recorrido por los desiertos que asolan la
contemporaneidad; Paz familiarizado con la historia del arte, no arriesgaría un juicio
así, y todos decidimos poner fin a nuestra travesía.
37
FIN DEL VIAJE
Recíprocamente, el crítico esteticista, el que mira con horror el mundo y lo elude para
no mancharse de rumores o de sombras, no puede censurar a quienes se preocupan
por la crueldad implementada en las instituciones públicas. Con plena legitimidad, los
reductos del esteticismo en que fueron arrinconados muchos artistas en la
Modernidad, aún pueden reivindicar para sus procesos creativos intereses diferentes a
los que despliegan en su pensamiento los artistas contemporáneos. Pueden insistir por
ejemplo, en explorar en el mundo de los sueños y brindarnos imágenes que nos
hablen de todos nuestros demonios sexuales desatados por la mano invisible que
gobierna todos nuestros deseos, entre otras cosas, con el propósito de mistificar
nuestros anhelos de libertades políticas más amplias. No obstante, el reconocimiento
de estas obsesiones exige reciprocidad: los esteticistas no pueden banalizar el interés
que muchos ciudadanos y ciudadanas muestran por disminuir la crueldad en el
mundo. No todo el pensamiento artístico que explora las problemáticas sociales y
políticas de nuestra época termina penosamente en líbelo, en ruptura cruda y
dolorosa con el mundo, dramáticamente clausurando todos los espacios para el
diálogo que crea la imaginación.
cuerpo. Más relevante es saber por cuáles lugares pasaría. Ahora, lo interesante para
mi tesis es la cifra inicial de desparecidos reivindicados: 7000. ¿Hace falta entonces
recordar los 7000 robles de Beuys en Documenta 7?
Opazo nos ha deslizado este dato, quizá de manera inconsciente, para que no nos
equivoquemos en nuestros juicios. Sus readymades devienen sensaciones y
emociones gracias al uso pictórico que hace de ellos, recogen todo tipo de voces del
pasado y del presente, conforman un estado de cosas que le permite comprender el
pasado violento que nos narra lacónicamente en uno de sus videos y en algunas
metáforas para las cuales no disponemos de una interpretación. No podemos
relacionarlos con una crítica a la representación o a la referencia artística, pues su
poema es una representación. Tampoco están presentes porque haya decidido
clausurar o declinar la vocación crítica de la Modernidad y se haya entregado
plácidamente a ellos. Para comprender los objetos desplazados por Opazo hasta el
hábitat del premio Luis Caballero, debemos tener presente la función ritual,
terapéutica y política que tienen los objetos en el pensamiento de Beuys: son
instrumentos de reconciliación: con Dios, la naturaleza, la sociedad, la madre, el
padre, el hermano, el amigo, la amiga, la novia, la esposa, y el yo. Esta
reconciliación es el anuncio de que se ha comprendido la inminencia de la muerte, lo
mismo en Beuys que en Opazo. Los objetos de este último no son instrumentos de
confrontación inútil e ingenua, su pretensión es mayor: aprender de la desmesura
humana de la cual quizá también él sea un partícipe pasivo. Aspira a hacernos
comprender que lo peor que nos puede ocurrir a hombres y mujeres libres es vernos a
nosotros mismos como personas crueles (Rorty: 1989).
Estas precisiones sucintas evitan la crítica que podríamos con justeza dirigirle: una
sumisión a los objetos de consumo masivo, de uso comercial e industrial. Su exilio
voluntario del reino de la imaginación crítica y subjetiva, la entrega de su voluntad y
pensamiento a unos porno-objetos, indiferentes, transparentes a sí mismos, impíos,
destinados a las reverencias que les rinde la Cultura Pop. Estas críticas no vienen al
caso. Otra cosa sería mostrar que las heridas de guerra a que alude la acción de Opazo
40
No hay razones para desconfiar del artista. Los testimonios en su autobiografía nos
conminan a creer en su sinceridad, en que estos objetos le permiten acceder a
verdades silenciadas, quizá temidas, en principios personales pero de interés
universal: «todavía tengo miedo. / Solo ahora sé que era miedo. / Solo ahora sé que
era su miedo» (Opazo, 1998: 2008). Este temor enfrentado en el desierto que es él
mismo y que merodeaba el hábitat de Opazo es aquello que lo hace contemporáneo.
Nosotros somos miedo, aunque, a diferencia de Opazo, aún no sabemos que es
miedo aquello de lo cual sufrimos, aquello que nos obliga a retraernos, a inhibir el
pensamiento. Su propuesta artística da cuenta de esta situación contemporánea, de los
miedos que han resquebrajado nuestro habitar.
DOCUMENTALES
Opazo, Mario. (2008b) Amargo como la vida. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.
PELÍCULAS
Herzog, Werner. (1975) El enigma de Kaspar Hauser: Cada uno a favor de sí mismo,
y Dios contra todos.
42