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El bajo deseo sexual puede haber existido siempre, y la mujer relata que siempre fue
así, que desde joven nunca tuvo mucho interés por el sexo, pero cuando su novio o su
marido la estimulaba con dedicación le venían ganas. Esto se considera un problema
"primario", y es "secundario" cuando no siempre ha ocurrido así y la mujer ha vivido
una etapa donde estaba presente el deseo por tener relaciones sexuales y luego con
el tiempo este deseo fue disminuyendo o desapareciendo. Como vemos existen
variaciones, por ejemplo hay mujeres que experimentan una falta total de interés en el
sexo, pero responden a los estímulos de la pareja y consiguen excitarse luego de un
tiempo de juegos preliminares, hasta aquellas que rechazan y/o evitan totalmente la
relación sexual y los juegos eróticos.
Hay médicos que opinan que “la función hace al órgano”. Lo que entendemos es que
cuando por algún motivo la actividad sexual no es estimulada ni ejercitada, suele
retrotraerse el deseo en forma cada vez más permanente. En este sentido, la pérdida
del deseo sexual junto a la falta de actividad sexual, puede contribuir en una pérdida
del interés cada vez mayor, por lo que el circuito se fortalece.
Los elementos más frecuentes que surgen en la consulta suelen ser la presencia de
conflicto en la relación de pareja, que se expresa a través del enojo, el reproche y la
discusión frecuente, las fantasías de lo que deberían ser las relaciones sexuales y
cómo debe responder la pareja, sobre todo producto de la presión social, los mitos
acerca del rol de los géneros y su desempeño sexual, los trastornos o conflictos
producidos por la desaprobación de la imagen corporal, sintiéndose la mujer carente
de atractivo y poco deseable, la pobre valoración de si misma, la rutina en la
convivencia y las relaciones sexuales, la falta de creatividad, la falta de compañerismo;
cuando las expectativas generadas durante el noviazgo no se cumplen durante el
matrimonio o convivencia; el estereotipo en los roles de género, el cansancio
frecuente, la depresión, el stress laboral, antecedentes de abuso sexual, violencia
doméstica, factores orgánicos, efectos farmacológicos, abuso de alcohol, de
narcóticos, etc.
Este bajo deseo sexual se traduce en la intimidad a través de varias formas, por
ejemplo, ausencia de fantasías sexuales, desinterés por películas o cualquier material
erótico, no les llama la atención una persona sexualmente atractiva, desinterés por el
autoerotismo, no tener iniciativa en comenzar la relación sexual, cuando hacen el amor
distraerse pensando en otra cosa sin poderse concentrar. No responder, rechazar o
evitar mediante variadas excusas (“no me siento bien”, “estoy cansada”, “me duele la
cabeza”, “estoy menstruando”, fingir estar dormida, permitir el colecho con los hijos,
etc.) las aproximaciones de la pareja para hacer el amor, no participar tolerando una
relación sexual mecánica y no placentera. Evitar mediante cualquier tipo de
acercamiento erótico, ya sea besos, caricias, abrazos, de parte de la pareja, evitar
realizarlos en cualquier momento del día y sobre todo en el lecho, para no “dar pie” a
que el compañero malinterprete que desea “algo mas”. Estos desencuentros y
desacuerdos sexuales son frecuentes, lo cual lleva a discusiones, ofensas entre
ambos, generando sentimientos de no ser queridos.
En algunos casos si la pareja permite la estimulación del compañero, sobre todo
directamente en los genitales, los reflejos funcionan y puede dispararse la respuesta
sexual completa, es decir puede excitarse y hasta orgasmar.
Hay mujeres que no disfrutan haciendo el amor y no se excitan frente a ningún
estímulo, sin experimentar, sin embargo, ninguna frustración sexual.
Muchas veces consultan buscando alguna fórmula externa para que “les venga” el
deseo, y así poder responder a los requerimientos de su pareja; no buscan su propio
disfrute, sino conservar su matrimonio.
El escaso o ningún deseo puede llegar a afectar todo el repertorio de interacciones
sexuales. También afecta toda la respuesta sexual de la mujer, acarreando problemas
de lubricación, de orgasmo, dolor e irritación durante el coito.
Por lo general sienten que su pareja es mucho más activa sexualmente y que siempre
tiene ganas, cuando ellas podrían vivir prescindiendo de las relaciones sexuales sin
problema, hasta con alivio, si no causara conflicto conyugal.
Elementos diagnósticos
Para poder precisar que estamos en presencia de este tipo de dificultad, es necesario
realizar una historia clínica detallada. Conocer la vida sexual previa de la persona que
nos consulta. Cómo era su sexualidad antes de tener pareja, cómo eran sus ganas
cuando comenzó su vida sexual, desde cuándo comenzó a disminuir el deseo y cómo
es su apetito habitual. La paciente debe precisar qué entiende por no tener ganas, por
ej. si es porque no puede acompañar a su pareja en la frecuencia que esta querría, si
determinadas prácticas sexuales no la motivan, si su compañero no la estimula como
ella desearía, si el sexo se ha vuelto muy rutinario y ya no la enciende, si el
compañero la presiona para que responda sexualmente, o si por más que el
compañero se esmere en prepararla adecuadamente no le vienen ganas de tener una
relación sexual, le resulta imposible excitarse y hasta se molesta. Como expresan
algunas mujeres: “Es como si te pusieran enfrente una comida y tu sentís que no tenés
ganas de comer”, “No quiero tener relaciones sexuales, si no existieran me sacaría un
peso de encima”, “Si por mí fuera nunca tendría sexo y viviría lo mas bien”. Estas
pacientes se hallan cómodas con la falta de vida sexual, no sienten su ausencia.
Es preciso indagar qué factores pueden afectar al deseo como por ej. la edad, el
estado de salud física y emocional, si consume fármacos, abuso de alcohol, otras
disfunciones sexuales asociadas, el entorno en el cual vive la pareja, si tienen hijos, si
viven con la familia de origen, cómo es la relación conyugal, si existe atractivo físico
por la pareja, si tiene otros intereses sexuales, etc.
Estrategia terapéutica
Es importante aclarar que salvo en los casos que están presentes factores orgánicos o
trastornos patológicos como por ej. la depresión, los cuales son responsables de la
alteración de la libido, las posibilidades de que la persona se adhiera al plan
terapéutico dependen en mayor parte de su motivación. Si esta persona viene
pidiendo ayuda debido a la continua demanda de su pareja pero no muestra
particularmente ningún interés en cambiar su situación, la terapia no dará ningún
resultado ya que es posible que la persona se resista a colaborar en la estrategia
terapéutica. Es decir, muchas veces son mujeres que no logran comprometerse con
las indicaciones terapéuticas ni desean colaborar en la exploración de sus causas
personales o diádicas, no se entusiasman con las estrategias que apuntan a
enriquecer la propia vivencia de su sexualidad y todo el repertorio de interacciones
sexuales con su pareja. Muchas veces vienen buscando soluciones mágicas,
externas, que hagan “surgir el deseo”, colocando en el terapeuta la responsabilidad de
encontrarles una solución.
La terapia para el bajo deseo sexual es improbable que resulta efectiva si uno de los
integrantes implicados demuestra escaso o ningún interés por involucrarse y
comprometerse. Es muy importante contar con la cooperación y la motivación de
ambos miembros de la pareja donde se trabaja partiendo de la dinámica de la relación
y trabajando también con los elementos individuales, como la incidencia de factores
orgánicos, farmacológicos, la educación, la vivencia de la sexualidad por parte de cada
uno, las expectativas que manejan, qué consideran tener una sexualidad satisfactoria.