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Proceso histórico-religioso de de monoteización y ocultamiento del culto a

La Gran Diosa.

Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han
dado culto a sus dioses, en lo alto de los montes, en las colinas y bajo todo
árbol frondoso; demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, quemaréis
sus cipos, derribaréis las esculturas de sus dioses y suprimiréis su nombre
de ese lugar” (Deuteronomio. 12-2) Así, mediante estas órdenes airadas se
busca preservar la nueva ley yahvista de la contaminación de los cultos a la
madre cananeos.

La primera intervención para establecer esa supremacía fue borrar o


desfigurar lo referente a esas deidades. Tal lo ocurrido con la palabra
asera. Aparece alrededor de cuarenta veces en el Antiguo Testamento con
una significación deformada de cipo, arboleda, tronco o palo cuando en
realidad se trataba originariamente del nombre de una deidad.

“— las diosas eran muy conocidas para los hebreos de los tiempos
bíblicos, quienes les rendían culto en los bosquecillos de la diosa Asera,
(Jueces III.7, VI.25-26, 30; I Reyes XVI.33, XVIII.19) y se inclinaban ante sus
imágenes (2 Reyes XXI.7; 2; Crónicas XVII. 6, etc.) No mucho antes de la
destrucción del reino de Judá por Nabucodonosor (586 a.C.) las mujeres
judías le ofrecían tortas como “Reina del Cielo (Jeremías VII.18) cuyo
nombre sobrevive en la Biblia como el de la madre de Samgar (Jueces III.31,
V.6)…”1

El proceso de monoteización lingüístico llevado a cabo fue muy efectivo


porque habría que esperar recientes descubrimientos arqueológicos para
restaurar el esplendor de Asera.

Asera recibió en ocasiones el nombre de Ela, “la Diosa”, la reina y madre


de todo el panteón semítico. En las tabletas de Ugarit (siglo XIV a.C.) se la
identifica con la siria Astaré –Anath- y también se la emparienta con la
babilónica Ishtar. Entre los hititas, la diosa aparece como Asherdu oAsertu.
Conforme a las más recientes teorías, Astarté sería la denominación
correspondiente a la Edad de Hierro (después del 1200 a.C) de la que fuera
Asera –Asherah o Attiratu- en la Edad de Bronce (antes del 1299 a.C.)2
El proceso de escamoteo patriarcal se cumplió en varias etapas. Luego de
reinar omnímoda, la usurpación de sus funciones y atributos en la
literatura ugarítica -sobre todo en el Ciclo de Baal- colocó a Asera como. la
paredra de Ilu, la jerarquía suprema, ante quien hubo de intervenir en
cuanto se relacionara con el destino o las cometidos de otros dioses. Así,
en una primera instancia, quedaba subalternizada la figura de la Gran
Diosa, ella, la que había conocido el reconocimiento de ser la procreadora
de las especies, la madre de los “setenta hijos”.

Muchos son los títulos que le otorga a Asera la literatura cananita; entre
los que se destacan ”La que dio nacimiento a los dioses”, ·La Reina del
Cielo” y “La Dama que atravesó el mar” Sin embargo, cuando Baal
desplazó a El pasó a ser su consorte y lo continuó siendo cuando Yahvé se
impuso sobre Baal: “Y sucederá en aquel día -oráculo de Yahvé-, que ella
me llamará ´’marido mío’ y no me denominará más “´Baal mío’. (Oseas,
2.16)

Pero la búsqueda de supremacía absoluta no se detuvo en ese punto sino


que continuó sin piedad ni miramientos; Se procuró destruir los altares de
todas las deidades, se castigó a sus seguidores, se confundieron sus
símbolos. Asera se constituyó en un blanco privilegiado. El mandato es
inequívoco: «Envía a reunir junto a mí a todo Israel en el monte Carmelo, y
a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, que comen a la mesa de
Jezabel y a los cuatrocientos profetas de Asera de los que no se volverá a
hablar” (1Re18:19).

Patai llega a arriesgar la teoría de que “la repudiación por parte de Dios en
Ezequiel XXIII de las lascivas Olá y Oliná está dirigida contra esas diosas
(Astarté y Aserá) más bien que contra Jerusalén y Samaria.”3

Lo cierto es que el nombre de la Gran Diosa hebrea se volvió tabú o, peor


aún, se procuró erradicarlo como apelativo, En tiempos de los redactores
finales del Antiguo Testamento se había consumado la desaparición
mediante el ardid lingüístico de la metonimia, esto es, la escritura de los
textos sugiere que asea es sólo un símbolo, por ello se lo traduce como
“tronco”, “·cipo” o “arboleda”.
Borrar la memoria. Reconstruir la memoria. La memoria colectiva tiene
juegos extraños; lo que se creía sepultado es llevado a la superficie e
interpretado bajo una nueva luz. Merced a los descubrimientos
arqueológicos efectuados a partir de 1929 ha vuelto a surgir la figura
brillante de Asera..

La traducción de los textos ugaríticos, las vasijas encontradas en Kuntillet


Arjud, en el desierto de Sinaí, muestran la conexión de la diosa con Yahveh.
En muchas de esas tinajas del siglo VIII a.C. aparece una combinación de
iconografía e inscripciones que muestran figuras antropomórficas y la
leyenda “Yaweh de Teman y su Ashera” y Yahweh de Samaria y su
Ashera”.

Estos hallazgos epigráficos hablan


de una etapa del ciclo de Aserá en que ya había sido destronada como
Diosa única, reina de la fertilidad. Pero la figura patriarcal, que buscaba
empecinadamente prevalecer y dominar, debía borrar la memoria de las
diosas de la vegetación y su culto al árbol. El árbol significaba, a la vez, el
conocimiento y la vida, razón de que en Babilonia se conociera a Asera
como la Diosa del Árbol o la Divina Dama del Edén4 .Y sus frutos
representaban tanto la comida material como la espiritual.

Por ello, los escritores bíblícos de la postrer monarquía, que odiaban


cuanto recordara a Asera, dirán en el Deuteronomio 16, 21: “No plantarás
ningún cipo ni ninguna clase de árbol junto al altar del Yahveh tu Dios, que
tú hayas construido y no le erigirás estela, cosa que detesta Yahveh tu
Dios”
Árbol-estela; un binomio significativo para datar la antigüedad del culto.
Dice Mircea Eliade al distinguir las características de los cultos de la
vegetación: “…el conjunto piedra-árbol-culto, constituye un microcosmos
efectivo en las capas más antiguas de la vida religiosa”5. Y luego continúa
Eliade clasificando el árbol como imagen del cosmos, como teofanía, como
símbolo –de la vida y la resurrección- como centro del mundo. Vale decir, el
árbol se proyecta en todos los niveles como representación de las diosas y
los ciclos de la vegetación.

La proyección del árbol no hubo de cesar. Se mantuvo abiertamente en


Roma, con los/las sacerdotes de Atis, los dendrophori, que anualmente
tomaban una rama del bosque sagrado, para introducir la imagen de la
diosa en el templo. Y continuó ocultamente en Europa, en las sociedades
de mujeres que bailaban, como en illo tempore, alrededor de un árbol
elegido.6

Y reapareció, metamorfoseado, en el árbol de Navidad de la cultura judeo-


cristiana que, como los antiguos romanos, se valió de un pino para
simbolizar el nacimiento como imagen sagrada.

Encubierta en sus propios símbolos que hicieron suyos religiones


patriarcales, o en la esplendidez de los textos y ajuares recientemente
descubiertos, Asera burló el olvido, la muerte, el desprecio, la ignorancia
para volver a brillar como la Dama del Cielo, la Señora de la Luna y la
Fertilidad, genitora a la que vuelve la mirada quien, sin prejuicios, reconoce
la injusticia del destierro que padeció durante siglos la Gran Diosa Madre.

Leonor Calvera

Referencias:

1 ROBERT GRAVES. RAPHAEL PATAI. Los mitos hebreos, Buenos Aires, 1969

2 MARK SMITH. The Early History of God– Cambridge, 2002. Ver tambié, para
la declinación de la figura de la diosa: LEONOR CALVERA. Historia de la Gran
Serpiente. Buenos Aires, 2002

3 OBEERT GRAVES y RAPAHEL PATAI, , op. cit


4 COUNT GOBLET D’ÁLVIELLA. The Migration of Symbols. New York, 1956.

5 MIRCEA ELIADE. Tratado de historia de las religiones. México, 1972, El


subrayado es del autor.

6 LEONOR CALVERA. Diosas, brujas y damas de la noche. Buenos aires, 2005

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