Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Como lo señala Enneccerus (p. 621), no es raro que uno actúe en interés de otro, que se
cuide de un asunto ajeno sin estar facultado ni obligado en absoluto por alguna causa;
y los motivos de tal actuación pueden ser los más diversos (amistad, compasión,
humanidad, etc.).
Por ejemplo, se paga una deuda ajena, se penetra violentamente en la casa del
vecino ausente y se cierra el agua porque ha estallado una cañería, se cuida a un
hombre a quien se ha encontrado desamparado, se da de comer a un perro escapado
de la casa de su amo, etc. Estos casos, frecuentes en la práctica, son supuestos
típicos de la gestión de negocios, figura regulada por los ARTÍCULOS 1950 y siguientes
de nuestro Código Civil.
De modo general, y como lo señala Borda (p. 764), "hay gestión de negocios cuando
alguien no obligado por contrato ni por representación legal realiza espontáneamente
una gestión útil para otro".
Nótese que la gestión es un acto unilateral y de propia iniciativa del gestor, por el cual
este cuida un negocio que no es suyo, sin contar con poder o autorización del dueño.
En esa línea, como lo señala Cárdenas Quirós (p. 750), "resulta innegable que
asumir la administración de un negocio ajeno sin haber encargo alguno en ese sentido o
sin mediar obligación impuesta por leyes una invasión en la esfera patrimonial ajena,
siendo la regla que esta debe ser respetada portadas". Cabe preguntarse entonces por
qué la ley no sanciona la gestión ¬u intromisión en el negocio ajeno¬ sino que, por el
contrario, obliga al dominus a pagar los gastos y daños acaecidos.
Para Betti (p. 125), la razón de la tutela que el ordenamiento jurídico otorga a la gestión
de negocios puede encontrarse en el interés social de solidaridad, de que no sean
abandonados los negocios del ausente o del incapaz.
En sentido similar, Pérez González y Alguer, comentando la obra de Enneccerus (p. 628),
señalan que tal tutela responde a la conceptualización universal de proteger el auxilio
mutuo entre los hombres dentro de los límites prudentes de la conveniencia y el
respeto a sus intereses. En efecto, el valor solidaridad o ayuda mutua entre las
personas es el fundamento de la gestión de negocios, de su licitud y consecuencias
legales.
La ley promueve que los agentes actúen en favor de terceros que, por diversas
circunstancias, no pueden cuidar adecuadamente sus negocios o asuntos, por lo cual se
obliga al dueño a cubrir los gastos o daños del gestor, aun cuando se haya producido una
intromisión no autorizada en su esfera patrimonial. Lo contrario significaría desincentivar
las conductas altruistas que tengan por finalidad hacer gestiones beneficiosas para
terceros y justificadas por las circunstancias. Y es que, como lo señala León
Barandiarán (p. 188), "la interposición gestoria responde a una razón de índole
altruista; velar por el interés ajeno, en base al propósito de favorecer al dominus sin
beneficio correlativo para el negotiurum gestor. Si el propietario se halla ausente o le
atañe alguna otra circunstancia impediente para atender a un asunto, a un interés, a
él correspondiente, podría sufrir un daño o perjuicio irreparable si no se permitiese que
otra persona, guiada por un sentimiento de solidaridad social, se ocupase
espontáneamente de atender ese asunto, ese interés".
ARTÍCULO 1951
CONCORDANCIAS:
1. Introducción
En virtud del ARTÍCULO 1951 del Código Civil, cuando los actos de gestión de negocios
o administración de bienes ajenos sean asumidos por más de un gestor, la
responsabilidad de estos es solidaria. Como lo indica Cárdenas Quirós (p. 763) el
ARTÍCULO contempla un caso de solidaridad legal, reproduciendo en lo fundamental el
texto del ARTÍCULO 1659 del Código Civil de 1936. ¿De qué se hacen responsables
solidarios los gestores? Evidentemente, del cumplimiento de sus deberes como tales.
Como se observa del ARTÍCULO 1950, todo gestor tiene un deber fundamental:
desempeñar la gestión en provecho del dueño. El incumplimiento de este deber, por lo
tanto, obliga a los gestores a responder solidariamente por los daños producidos.
Todos estos deberes serán desarrollados a continuación, de modo tal que pueda
advertirse con claridad los alcances de la responsabilidad que asumen los gestores de
negocios ajenos. Luego analizaremos los efectos concretos de la solidaridad estipulada
en el ARTÍCULO 1951.
Desde el punto de vista subjetivo, actuar en provecho del dueño significa que el gestor
debe contar con el animus aliena negocia gerendi; esto es, "debe se consciente de
gestionar un negocio ajeno en interés ajeno" (CÁRDENAS QUIROS, p. 753). No cabe,
por tanto, que el gestor actúe en interés propio, o considerando equivocadamente el
negocio ajeno como propio, o por un mero ánimo de liberalidad, supuestos en los cuales
no existe el animus, como se vio en nuestro comentario al ARTÍCULO 1950.
De otro lado, desde el punto de vista objetivo, actuar en provecho del dueño significa que
el gestor debe comportarse como si fuera el dominus, teniendo en cuenta la voluntad real
o presumible de este último (ENNECCERUS, p. 626). Como lo indica Cardenas Quirós
(p. 758), el gestor debe efectuar toda actividad que el dominus hubiera realizado
empleando la diligencia ordinaria requerida por la naturaleza de la obligación y que
corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar, en el supuesto
de haberse visto obligado a actuar directamente en la gestión del negocio.
La diligencia exigida al gestor, a decir de Messineo (p. 450), es la que tendría un buen
padre de familia. En esencia, la idea es comparar la conducta del gestor con un
patrón standard del comportamiento esperado de una persona diligente y razonable en
las circunstancias dadas. Particularmente tendrá que tenerse en cuenta cómo
presumiblemente se habría comportado el dominus, o su representante, en la situación
concreta. Una conducta distinta del patrón esperado determinará la responsabilidad del
gestor por los daños que pudieren generarse al dominus.
En conclusión, un gestor solo podrá exigir el reembolso de los gastos efectuados por
la gestión y la indemnización de los daños y perjuicios sufridos si cumple con los
aspectos subjetivo y objetivo de su deber de gestionar el negocio en provecho del
dueño. Ello sin perjuicio de que el ARTÍCULO 1952 exige el aprovechamiento efectivo
del beneficio de la gestión por el dominus para que la gestión de negocios sea
plenamente eficaz, como señalamos en nuestro comentario al ARTÍCULO 1950 del
Código Civil.
En nuestra opinión, tendrá que verse cada caso concreto para determinar si es aceptable
o no una gestión inconclusa, teniendo en cuenta el provecho que se hubiere o no
producido. Así, pues, es posible que en algunos casos la conducción parcial, y no
total, del negocio ajeno genere igual algún provecho para el dominus, o le evite un
perjuicio, de modo tal que surgirá la obligación de sufragar los gastos un gestor o cubrir
sus daños. Pero de no producirse provecho alguno, el gestor deberá cubrir los daños
que sufra el dominus.
Como lo señala Medicus (p. 667) ante todo el gestor tiene que devolver al dueño lo
conseguido por la gestión del negocio. Esto es, debe entregar los provechos obtenidos
por la gestión, fuera de la obligación, lógica, de devolver el bien o negocio administrado
una vez concluida la gestión o cuando lo solicite el dueño.
¿Cabe que el gestor ejerza un derecho de retención sobre el negocio o los provechos
obtenidos si el dueño no sufraga los gastos o no indemniza los daños y perjuicios?
El criterio de imputación a aplicarse en este caso debe ser subjetivo o por culpa,
pues, en nuestra opinión, aplicar un criterio objetivo simplemente desincentivaría las
actividades gestoras. En todo caso, como señala Borda (p. 770), la culpa debe ser
apreciada con un criterio objetivo; es decir, "será culpable quien no obre con el
cuidado y diligencia propios de una persona prudente". Luego, el ARTÍCULO 1951 del
Código Civil establece que en cuando la gestión hubiere sido efectuada por varios
agentes, la responsabilidad de estos frente al dueño será solidaria. Quiere decir entonces
que el dueño podrá dirigirse contra cualquiera de los gestores intervinientes a los efectos
de exigir el pago del total de los daños ocasionados. Como lo señala Cárdenas Quirós
(p. 763), la solidaridad ex lege impuesta a los gestores no tiene otro propósito que
ofrecer más seguridades al dominus. Adecir de Manrresa y Navarro, citado por León
Barandiarán (p. 204), el fundamento de la solidaridad está en la imposibilidad de que
concurra la voluntad del dominus en los actos de gestión que producen el daño (dada la
ignorancia de la gestión), por lo cual es razonable conceder a dicho agente tal protección.
Por otro lado, a efectos de que opere la solidaridad, el ARTÍCULO 1951 exige que los
gestores asuman conjuntamente la gestión. Como lo precisa Cardenas Quirós (p. 763),
no basta la mera pluralidad de gestores, pues "[s]i la gestión fuese desempeñada en
forma sucesiva e independiente por los gestores, si actuasen separadamente, su
responsabilidad no será solidaria".