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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

UNIDAD XOCHIMILCO

TRIMESTRE LECTIVO: 18I GRUPO: AI01I NIVEL TRIMESTRAL: IX

ENSAYO:

FACTORES DETERMINANT ES DEL ESTILO DE VID A SOCIAL EN

EL S IGLO XXI Y DE CÓ MO LOS PATRONES DE LAS

RELACIONES INTERHUMA NAS Y SU FUNCIONAMIE NTO

ACTÚAN ANTE UNA CULT URA DE CONSUMO.

NOMBRE DEL PROFESOR: LUIS ROBERTO CRUZ PÉREZ

NOMBRE DEL ALUMNO: BRENDA PAOLA NARANJO JIMÉNEZ

FECHA DE ENTREGA: 07-04-2018


ENSAYO: FACTORES DETERMINANT ES DEL ESTILO DE VID A

SOCIAL EN EL SIGLO X XI Y DE CÓMO LOS PATRONES DE LAS

RELACIONES INTERHUMA NAS Y SU FUNCIONAMIE NTO ACTÚAN

ANTE UNA CULTURA DE CONSUMO.

KEYWORDS: objetos de consumo, sociedad de consumo, cultura consumista, generación y,

sociedad del espectáculo, posmodernismo,

El consumismo como eje central, se convierte en la parte visible de la subjetividad de una

mente que ha sido condicionada, pero es una idea de consumo tergiversada la que se ha vuelto una

carga innecesaria, ya como el cubrir necesidades básicas, ya como el deseo y anhelo de objetos

que satisfacen necesidades un tanto banales y triviales y que giran en torno al propósito mismo de

la existencia. Necesitar se convierte en un deseo por experimentar emociones y momentos, breves

espacios de felicidad garantizada que se transforman en una serie de ideas glorificadas en la mente

del consumidor.

El consumo genera la principal fuerza de impulso de la sociedad, existe un contrato o

acuerdo socialmente aceptado entre los productores y los consumistas. Ya no encaminado a la

producción puramente de objetos sino también de emociones y deseos, la tan llamada “fábrica de

sueños” ya no sólo se relega hacia los medios audiovisuales del cine y la televisión, ahora más que

nunca mucho del deseo se puede percibir deliberadamente en las pantallas de los irónicamente

llamados —teléfonos inteligentes—, en la publicidad y en toda la parafernalia que ostenta el

mundo actual.
Como menciona Baumann, “los adolescentes equipados con confesionarios electrónicos

portátiles no son otra cosa que aprendices entrenados en las artes de una sociedad confesional –

una sociedad que se destaca por haber borrado los límites que separaban lo privado de lo público,

por haber convertido en virtudes las obligaciones publicas el hecho de exponer abiertamente lo

privado” (Bauman, 2007:14). Se pueden citar textos que hablan de consumismo a partir de los

años setenta y ochenta pero es en esta época cuando los requerimientos de producción van dirigidos

a una sociedad —necesitada—, encadenada al universo virtual, apelando a las tendencias, a las

cargas emocionales y a los deseos más primitivos junto con el ingreso de las nuevas tecnologías y

el auge de una generación joven dispuesta a consumir y ser consumida.

Esta generación llamada “generación global, millenial o simplemente generacion Y”, está

basada en el ideal del individuo moderno que puede comunicarle a un grupo indeterminado de

personas cuestiones de diversa índole, como sociales, políticas e incluso mayormente personales,

ésta generación es la nacida entre los años 90 y 2000, poseen el conocimiento del pasado y el

cambio tecnológico que se atravesó durante esa década, es una generación de transición, por ello

el modelo ideal, es atractivo, burgués y de intereses variados, éste se convierte en un sujeto

costeable y por lo tanto vendible, se pasea por la red ofreciendo su mejor mercancía, es decir su

propia imagen mientras es constantemente bombardeado por publicidad, compras y ventas de todo

tipo. Hoy uno puede conseguir con un click lo que desee, una sonrisa, una palabra de afecto,

compras en línea, una relación… etcétera. Todos ellos se convierten en bienes inmediatos,

efímeros y acelerados. Así como se adquiere se deshecha y se requiere aún más.

En este contexto, la llamada ‘posmodernidad’ juega un papel importante, que como

cualquier época histórica posee virtudes y defectos, en la que se observa una extensión de la

información y un acceso al confort pero sobre todo al consumo. Al ser parte de una sociedad
globalizada, personalmente la llamaría estandarizada, como dice Noam Chomsky “ellos

entendieron que era más sencillo crear consumidores que someter a esclavos”, se observa que

todos los grandes monopolios funcionan como una gigantesca máquina si se está constantemente

“fabricando consumidores” (Veblen, 1899). Con el régimen capitalista reducido a una serie de

premios de aceptación, el sostén del capitalismo implica que haya un demandante y un ofertante,

pero que el valor de la transacción sea lo suficientemente atractivo como para ser completado.

Aquí es donde resulta interesante estudiar las motivaciones de los consumidores y el cambio social.

En este caso el mismo sujeto del que se habla se convierte en un bien vendible y

socialmente aceptado, una figura de la subjetividad de lo que es correcto. El filósofo polaco

sostiene que “al igual que el fetichismo de la mercancía, el fetichismo de la subjetividad, también

está basado en una mentira y por las mismas razones, por más que dos variantes del fetichismo

concentren encaras opuestas de la dialéctica sujeto-objeto intrínseca a la condición humana.

Ambas variantes tropiezan y caen frente al mismo obstáculo: la obstinación del sujeto humano,

que resiste valerosamente los embates constantes de la cosificación” (Bauman, 2007:36).

Hay una tendencia a reemplazar, a deshechar con la esperanza de volver a obtener el mismo

resultado, esta vez sin la promesa de un eterno retorno. En la búsqueda de la felicidad no existe

precio que no se pueda pagar ni deseo que no se pueda cumplir. Ya no queda espacio para la

nostálgia del acumulamiento y el almacén, “lo pequeño, lo liviano, lo más portable significa ahora

mejora y "progreso". Viajar liviano, en vez de aferrarse a cosas consideradas confiables y sólidas

—por su gran peso, solidez e inflexible capacidad de resistencia—, es ahora el mayor bien y

símbolo de poder.” (Bauman, 2003:19) Ahora el continuo malestar reside en la urgente necesidad

de poseer y de ser necesitado, de tener para poder ser. Y aún más “el valor característico de una

sociedad de consumidores, el valor supremo frente al cual todos los demás deben justificar su peso,
es una vida feliz. Y más la sociedad de consumidores es quizás la única en la historia humana que

promete felicidad en la vida terrenal, felicidad aquí y ahora y en todos los ahoras siguientes es

decir felicidad instantánea y perpetua” (Bauman, 2007:67). Esto concuerda con aquel epigrama

que rezaba Goethe sobre elegir —ser el yunque o el martillo—, en tanto que “el consumidor no

sólo no encuentra la felicidad añorada sino que se somete a un “yugo hedonista” (ibid:69).

Nadie quiere convertirse en un objeto obsoleto que deja de ser atractivo para los demás,

empieza uno a querer venderse como mercancía útil, fresca y deseable. El uso de las redes sociales

se convirtió en el perfecto punto de referencia, en el registro fiel e incluso incubadora de dicha

actividad. El éxito de las empresas generadoras de las diversas redes recae en la idea de poder

convertirse en un objeto de consumo agradable y sobre todo cuantificable. Es necesario recalcar

que no todo lo que se oferta en la red debe ser un bien inmanejable y superfluo. El hecho de no

poder satanizar a la tecnología, como –poder inanimado que destruye a los hombres y los aleja del

bien común- parte de la idea de que dicho poder no reside sino en las manos de quien busca obtener

su propio beneficio.

Pasar varias horas frente al computador o en el smartphone, genera ganancias apenas

suceptibles para los usuarios promedio, mientras ellos se ofrecen como mercancías de valores

diminutos existen otros que perciben en magnitudes a gran escala la generación de ganancias en

los círculos que rodean a los individuos que poseen un mayor nivel de aceptación. Las estrellas

del pop, los representantes de los movimientos actuales generan mayores ingresos actualmente a

través de la publicidad en redes frente a otro tipo de negocios, incluso frente a su verdadero valor

que ofrecen en el mercado. El valor de cambio en el sujeto promedio es la aceptación de su

identidad dentro de la sociedad.


Pero cómo poseer una identidad, está por demás decir que sea —propia—, cuál es la esencia

de la vida en un mundo donde los verbos —ser y estar— se han confundido, si todos estamos

siendo cómplices del mismo sistema que nos sojuzga, vivimos en la sociedad del espectáculo, que

necesita estar expuesta para ser vendible como en la vitrina de algún aparador en un enorme

almacén, y ahora incluso por comparación, limitado a una compra online, en la que basta con sólo

una imagen en una pantalla, porque aunque pareciera que todo está expuesto, como una base de

información de gustos e intereses, en realidad lo que se evita es la parte objetiva de relacionarse

con los demás, "los consumidores suelen compartir los espacios físicos de consumo como salas de

concierto o de exhibición, sitios turísticos, de actividad deportiva, shoppings y cafeterías, sin

mantener ningún tipo de interacción social". (Uusitalo, 1998:221)

Esos espacios instan a la acción, no a la interacción, la ciudad como punto de encuentro,

donde “las mismas cualidades plásticas que hacen que la gran ciudad sea liberadora de a identidad

humana también son la causa de su especial vulnerabilidad a la psicosis y a la pesadilla totalitaria”

(Harvey, 90:19). Y toda ésta plasticidad es aplicable no sólo a la ciudad sino también a la

consistencia matérica de algo tan poco sólido como una red social virtual. Partimos del mismo

lugar donde la misma fugacidad que pregonan los llamados posmodernos no da paso a pensar en

los efectos cíclicos de las cosas ni de las personas y donde todo lo que sucede es reducido a historia

hecha polvo, ya no hay una creencia generalizada en un futuro en conjunto, ahora es donde no se

tiene la certeza de nada, pero es quizás ésta misma frugalidad de las cosas que nos rodean, la que

nos hace repensar nuestra posición ya no en la sociedad, ni el mundo sino en un nivel más alto de

consciencia, es decir, en la medida que alguien es consciente de su existencia, volviendo a la

cuestión del —viajar ligero— dentro de los límites de peso y levedad “el mito del eterno retorno

viene a decir, per negatio-nem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no
retorna es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella,

elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan” (Kundera, 1984).

Existe una lógica por deducción, al decir que, se puede tomar significado de algo que es

esencialmente fugaz, que es intrascendente, para saber lo que sí es verdaderamente trascendente.

Es bastante obvio para quien le resulte incómodo el estar rodeados de objetos inanimados,

rodeados de máquinas, saber que el consumidor que ha sido programado cual autómata no es una

máquina más, daría paso a la posibilidad de una revolución a niveles más sutiles, al observar lo

que ya está solucionado en nivel de necesidades, el pensamiento del hombre buscaría resurgir

como principio generador de ideas más nobles y no de necesidades creadas, que al final son deseos,

y que son simplemente meros reflejos de la sociedad en la que se proyectan. Aquí es donde se da

la inclinación a imitar a las clases sociales superiores y produce el efecto en masa. Siendo objetivos

cualquier objeto que se desee está al alcance de cualquier persona que tenga la capacidad de pagar,

o dicho de otra manera, de endeudarse.

Ya los objetos dejan de ser exclusivos por pertenecer a un sector que no permitía su

consumo, por el viejo modelo aristocrático, sino que se da una supuesta “apertura” por demás falsa

y maliciosa. Aunque con esto se da paso abierto a un gobierno autónomo de sí mismo, a la toma

de consciencia en las múltiples decisiones en los que impere el ser un individuo dentro de una

sociedad sin un discurso totalizante, sino más bien integrador (ya que la mayoría no siempre sabe

lo que es en esencia correcto), y si bien es cierto que no se puede dejar de consumir, pero sí percibir

los efectos de lo que se consume y que estos pueden elegirse y controlarse, “el tipo de gastos

aceptado en la comunidad o en la clase a que pertenece una persona determina en parte cuál ha de

ser su nivel de vida” (Veblen,1899:117), ya que al existir una diferenciación valorativa del sujeto,
habría que señalar una diferencia entre aquello que privilegia el individuo, el ocio o el consumo,

si es un derroche de tiempo y esfuerzo o un derroche de bienes.

Existe la teoría de que el consumo es originado por la mente como vía de escape, visto

desde un punto psicológico, como una fuga de la realidad, y es que nos hemos convertido en

esclavos de nuestra imagen al estar inmersos en unas realidades tan deterioradas, que es por esto

que, —volviendo al origen de este ensayo—, se crean nuevas plataformas donde la realidad está

distorsionada, de por sí que es curioso que las redes sociales se llamen redes, bien lo decía Bauman

en palabras proféticas “Las redes sociales son una trampa” una suerte de sistema de máquinas

vivas que manejan a otras máquinas que ni siquiera son personas, ya que como se sabe “no

podemos librarnos de las máquinas, por la sencilla razón de que el proceso de la liberación nos

forzaría a librarnos de esa mitad de la raza humana cuya existencia en el planeta sólo es posible

debido a la existencia de las máquinas. (...) la producción mecánica no puede abolirse; está

definitivamente establecida. La cuestión estriba en saber si está establecida para que sea un

instrumento de esclavitud o un medio de liberación” (Huxley,1939:172) porque esas mismas redes

o trampas que se han ilusoriamente tejido en el universo virtual pudieran ocuparse para una visión

más o menos fantástica, al puro estilo de un final de ciencia ficción, en la que un simple error de

programación despierte a las máquinas.


Bauman, Zygmunt (2007) Vida de consumo. Trad. de Mirta Rosemberg y Jaime Arrambide.

México: Fondo de cultura económica.

Bauman, Zygmunt (2003) Modernidad líquida. Trad. de Mirta Rosemberg y Jaime Arrambide.

México: Fondo de cultura económica.

Harvey, David. (1990) La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del

cambio cultural. Oxford, Inglaterra: Basil BlackwellLtd

Huxley, Aldous (1939) El fin y los medios: una encuesta acerca de la naturaleza de los ideales y

de los métodos empleados para su realización. EU: Hérmes.

Kundera, Milan (1984) La insoportable levedad del ser. España: Trusquets Editores.

Uusitalo, Liisa (1998) "Consumprion in posmodernity", en: Marina Bianchi (comp.), Tlte Active

Consumer, Londres, Routledge.

Veblen, Thorstein (1899) Teoría de la clase ociosa. Madrid: Alianza.

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