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I. INTRODUCCIÓN
Comienza un partido entre dos equipos de fútbol: Business F.C. contra
Atlético Obrero. Por un lado tenemos que Business F.C. presenta un equipo que
cuenta con uniformes reglamentarios completos y once jugadores, lo cual es lo
usual pero al dar un vistazo del otro lado del campo observamos que Atlético
Obrero juega con nueve jugadores y descalzos. Inmediatamente nos preguntamos
¿Por qué un equipo se encuentra completo, tanto en jugadores como en
implementos, y el otro equipo no? Las posibilidades que gane el equipo en
inferioridad tanto material como instrumental, jugadores y chimpunes, son remotas
y eso no se discute. Entonces las nuevas preguntas que vienen inmediato a
nuestra cabeza son ¿Por qué hay tanta desigualdad? ¿Cómo logramos que
ambos equipos estén en las mismas condiciones?
Este escenario deportivo que hemos empleado es básicamente el
escenario natural de los trabajadores frente a su empleador y es el Derecho del
Trabajo el encargado de intentar poner igualdad de condiciones en el campo.
Como bien lo expone el Dr. Javier Neves Mujica la situación del trabajador, desde
casi el inicio de la Revolución Industrial se dio de la siguiente manera: “la rigidez
propia del liberalismo, mostró que los valores consagrados por el Derecho civil (de
igualdad) no se verificaban en la realidad: el trabajador solo dispone de su
energía, que debe ofrecer a quien la vaya a utilizar, que será un empresario, a
cambio de una retribución. Pero como la necesidad de obtener un empleo es
mucho mayor que las probabilidades de encontrarlo, la voluntad única del
empleador establece los derechos y obligaciones entre las partes” 1. Este status
quo es lo que el Derecho del Trabajo ha buscado, busca y buscará revertir en pos
de una igualdad entre las partes o en el peor de los casos un acercamiento a
dicho estado ideal.
Quizás al final incluso si emparejamos la situación inicial de nuestro
encuentro futbolístico imaginario entre Business F.C. y Atlético Obrero los últimos
pierdan por una innumerable cantidad de razones pero al menos fuimos capaces
de establecer condiciones mínimas para que el trámite del partido sea
razonablemente justo. Este es el espíritu del Derecho del Trabajo, intentar
equiparar las condiciones entre los trabajadores y su empleador. No es necesario
1
NEVES MUJICA, Javier. Introducción al Derecho del Trabajo. Fondo Editorial de la PUCP.
Lima. 2008. Pág. 1.
que se dé un conflicto o enfrentamiento entre ambos para que recién se busque
establecer una paridad entre ellos pero es en el momento en que se enfrentan
cuando es aún más esencial que ambos ins but yours
icien las acciones con las mismas herramientas.
Diversas herramientas se ponen al servicio del trabajador para hacer
valer sus derechos a lo largo de la relación laboral. Desde su inicio al momento de
establecer que efectivamente existe dicha relación laboral, para poder ser titular
de los derechos que ello conlleva; durante la relación laboral, para que su
situación como empleado y ser humano sea respetada por quien se beneficia de
sus servicios y al momento del quebrantamiento de la relación laboral para que no
se incurra en un desenlace laboral que de orden arbitrario por parte del
empleador. Entre estas herramientas podemos nombrar la primacía de la realidad,
el in dubio pro operario, la aplicación de los tratados internacionales suscritos por
el Estado y a nivel procesal, y materia central de este artículo, la inversión de la
carga de la prueba.
Este espacio no es, definitivamente, el indicado para explorar a
profundidad las herramientas a las que hemos hecho referencia pero respecto de
la inversión de la carga de prueba y específicamente en el proceso de la nulidad
de despido, pretendemos hacer un análisis general y finalmente entender la forma
en que opera dicha herramienta para entender sus beneficios y apuntar sus
carencias en nuestro ordenamiento actual finalizando con una apreciación del
reciente proyecto de Ley Procesal Laboral.
7
ARCE ORTIZ, Elmer. La nulidad del despido lesivo de derechos constitucionales. 2°
Edición. Ara Editores. Lima 2006. p. 132.
8
b. Ser candidato a representante de los trabajadores o actuar o haber actuado en esa calidad;
c. Presentar una queja o participar en un proceso contra el empleador ante las autoridades competentes, salvo que
configure la falta grave contemplada en el inciso f. del Articulo 25;
e. El embarazo si el despido se produce en cualquier momento del período de gestación o dentro de los 90 días posteriores
al parto. Se presume que el despido tiene por motivo el embarazo, si el empleador no acredita en este caso la existencia de
causa justa para despedir.
Lo dispuesto en el presente inciso es aplicable siempre que el empleador hubiere sido notificado documentalmente del
embarazo en forma previa al despido y no enerva la facultad del empleador de despedir por causa justa
Por parte del empleado se entiende que tiene la carga de
probar necesariamente, como presupuesto, que evidentemente existió un vínculo
laboral, sin ello no tendría sentido la misma postulación del proceso y así mismo
que evidentemente operó el despido y que este obedeció a una causa
contemplada dentro de las causas que se entienden como nulas en el artículo 29°
de la LPCL. Por su parte el empleado tendrá la carga mínima de probar que ha
cumplido con las obligaciones laborales, dado el presupuesto de la existencia de
vínculo laboral, y que la causa del despido devino de una causa aceptada por la
ley.
Como vemos entonces corresponde al trabajador el probar
que se ha incurrido en uno de los supuestos del artículo 29° de la LPCL,
corresponde al afectado en sus derechos fundamentales el probar la lesión que ha
sufrido. Esta afirmación se obtiene de leer detenidamente el numeral 3) de la LPT
en su artículo 27. Utilicemos un ejemplo práctico para poder graficar esta
situación. Supongamos que existe un grupo de líderes sindicales a nivel de
empresa en una empresa con sucursales a nivel nacional. Supongamos que este
sindicato se encuentra en vías de asentarse y ha empezado a dar señales de
accionar contra los excesos, abusos o inobservancia de los derechos que les
corresponde por su condición de trabajadores. Pues bien, dentro del siguiente mes
que la empresa toma conocimiento del nivel de desarrollo del sindicato, ante
cualquier infracción por insignificante que parezca los miembros del sindicato que
encabezan la dirigencia son despedidos. Es a cargo del ex-empleador el postular
dicha prueba al proceso. Por parte del empleador esta de su carga el probar que
dicho despido obedeció a un justo. La norma lamentablemente no señala
obligación alguna por parte del empleador para que acredite que no se dieron
actos de hostilización contra quien ahora es el demandante. De esta manera, si el
empleador afirma que no ha incurrido en actos de hostilidad entonces debe probar
que los actos denunciados por el demandante no fueron de carácter hostil o que
los mismos nunca existieron.
Como podemos observar entonces en nuestro ordenamiento
la “carga de la prueba que se impone al trabajador presenta tal dificultad que aún
tratándose de una cuestión de orden procesal, puede comprometer, hasta el punto
de tornarla inocua, la protección contra el despido lesivo de derechos
constitucionales configurada mediante el despido nulo”9. Esta categórica
afirmación tiene aún más trascendencia si tenemos en cuenta que por lo general
el despido nulo opera de manera encubierta. Los casos en los que el despido nulo
queda al descubierto de manera evidente no pueden ser los más puesto que el
empleador, de ser tan descuidado, enfrenta una contingencia patrimonial
considerable por lo que debe esperarse que el mismo no deje rastro de su
accionar ilegal.
9
BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. El despido en el Derecho Laboral peruano. 2° edición.
Ara Editores. Lima 2006. p 353.
IV. CONCLUSION