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El tiempo subjetivo y el tiempo abstracto en la literatura modernista inglesa y

el boom latinoamericano, La señora Dalloway y Cien años de soledad.


Por: Ricardo Hurtado Arroyave

Introducción
El modernismo inglés es la materialización de la ruptura con los valores y
presupuestos literarios establecidos durante la época victoriana, además implica
también una constante manipulación de la forma, con la intencionalidad que
persigue la innovación, y la necesidad de encontrar nuevos caminos para lograr
representar la nueva realidad sociocultural al iniciar el siglo XX. Es la
experimentación formal la que caracteriza la estética modernista, tal experimento
implica una reinterpretación de la construcción psicológica de los personajes;
puesto que el individuo siempre percibe el mundo real a través de su propia mente,
es por esto por lo que, para los modernistas, la mejor forma de reflejar la realidad
es centrándose en el contenido psíquico de los personajes.

La mente es producto del pasado el cual es memoria. la conducta presente es la


respuesta que se tiene ante las circunstancias, condicionada por el pasado, es decir,
que la experiencia de lo presente se halla determinada por lo vivido.

Así pues, es que estos autores -los modernistas- comienzan a dar existencia a
nuevas técnicas y métodos narrativos, enfocándose en representar la subjetividad
de sus personajes. Innovación de gran impacto que tendría eco en la creación
literaria contemporánea y posterior a su época, “El boom latinoamericano” no
despreciaría el ofrecimiento del modernismo ingles en su construcción literaria, el
tiempo interno será de presencia evidente en obras como Cien años de soledad;
donde al igual que en La señora Dalloway, el tiempo deja de ser entendido por los
personajes -la estructura misma de la obra así lo presenta-, como una linealidad,
medible y aprehensible desde la exterioridad.
La señora Dalloway y el flujo de conciencia, la narrativa del tiempo subjetivo
Virginia Woolf refleja perfectamente la disyuntiva que tiene el ser humano entre la
necesidad de disfrutar de su mundo privado y la necesidad de relacionarse con los
demás, atravesadas por la obsesión por el tiempo y la amenaza de la muerte. Para
dar cuenta de la temporalidad, esta escritora recurriría a técnicas complejas en que
el narrador pierde espacio para ganarlo el interior de los personajes, en cuyas
mentes reside el pasado y se vislumbra el futuro; porque la mente es el recinto de
la duración, del devenir temporal que es la vida. Clarissa Dalloway, es jalonada a lo
largo del día por las campanadas del Big Ben, “la hora irrevocable”, las cuales
marcan el tiempo cronológico a lo largo de la novela y son las que hacen regresar
al presente los recuerdos que se suceden en el interior del personaje. El narrador
omnisciente no pasa por alto situarnos en el momento en que se producen los
acontecimientos del relato: “Porque estamos a mediados de junio. La guerra había
terminado…”1 haciéndolo desde el interior de la protagonista, pasando a un primer
plano la voz del personaje y desdibujando al narrador. Así es que acerca al lector al
pensamiento de los personajes, permite seguir las evoluciones del tiempo presente
y pasado en la mente de Clarissa. Hay que tener en cuenta que para el contexto
histórico de Woolf están en boga las teorías freudianas sobre la estructuración
psíquica de los individuos, así como reflexiones desde la filosofía2, que otorgan
preponderancia a la intuición por encima de la razón.

El rumbo de la narrativa que se hace evidente en Woolf; es aquel en que la


concepción de la realidad pasa a ser algo dinámico, inaprehensible por la razón en
su totalidad, sólo desde la intuición es accesible la totalidad de la realidad, para esto
se distingue, a su vez, entre un concepto de tiempo abstracto medible a través del
reloj, y por otro lado un concepto del tiempo psicológico, de carácter subjetivo, un
tiempo que depende de nuestra experiencia personal y supone la duración real de
las cosas. En esta forma narrativa los objetos del mundo exterior tienen el papel de
desbordar imágenes, sensaciones, asociaciones, fragmentos, con los que Virginia
Woolf reorganiza, la línea continua de la vida. Realidad fragmentada, momentos

1
Virginia Woolf, La señora Dalloway, Londres 1925, p.9
2
Mario Alzamora Valdez, La filosofía de Bergson, Universidad Pontificia Bolivariana, 9, 1941, p. 144-161.
que se convierten en estáticos y, por lo tanto, en tiempo puro, en eternidad. El
tiempo subjetivo de la temporalidad. Como bien lo plantearía Paul Ricoeur: “El arte
de la ficción consiste así, en tejer juntos el mundo de la acción y el de la
introspección, en entremezclar el sentido de la cotidianeidad y el de la interioridad”3

El “flujo de consciencia” es la herramienta narrativa por la cual la autora presenta


una acción de forma no lineal, en una serie de momentos inmersos en tiempos más
o menos cronológicos, hace uso del tiempo interno y subjetivo del personaje, el cual
sienta sus bases en la intuición y en la memoria involuntaria. Es en ese fluir de la
conciencia de los personajes que el presente se entremezcla con las memorias del
pasado y salta hacia las expectativas para el futuro. Aparece pues ante el lector,
una narrativa de carácter múltiple, y es que, de forma simultánea en el desarrollo
del relato surgen tiempos diferentes, el pasado acaba por determinar el presente,
por ejemplo: Clarissa Dalloway, Peter Walsh o Septimus Warren Smith se ven
repetidamente condicionados por recuerdos y momentos pretéritos que se
acumulan en su mente y tienen un altísimo impacto en la manera en que deciden y
perciben sus acciones.

El tiempo y la realidad experiencial de Cien años de soledad


En esa misma línea se enmarca el concepto de tiempo usado en Cien Años de
Soledad, en un ejercicio de identificación con el lector, el tiempo de los personajes
se aleja de la linealidad tradicional de la narrativa, se acoge a ese tiempo subjetivo,
utiliza a la memoria como un estado mental que implica la conciencia del devenir
temporal. Al recordar, se recrea, en el presente, una vivencia que no es una
duplicación de la misma, sino una representación del pasado en la actualidad, con
lo cual éste cobra una nueva significación. Siendo así que se termina por rescatar
el vínculo entre los personajes y el lector, desde la narrativa se da el acercamiento
a la humanidad del personaje al representar, de manera más acorde a la realidad
experiencial de los hombres, la mecánica que relaciona entre si al tiempo y la
memoria, este aspecto también hace alusión a otro resaltado con anterioridad: la
necesidad de relacionarse con las demás personas, y es que en ésta obra la

3
Paul Ricoeur, Tiempo y narración. México: Siglo XXI, tomo 3. 2004, p. 539.
soledad se manifiesta como aislamiento, no solo espacial (Macondo y su
desconocida ubicación que ni gobiernos, ni los mismos muertos conocen), sino
como separación del sujeto y su conciencia temporal, ósea, el propio transcurrir
histórico del personaje, o incluso como progreso colectivo.

Es que Macondo progresa a un ritmo diferente del mundo “exterior”, allí se vive en
un mundo aislado y limitado a la conciencia individual; allí se mantiene un deseo de
independencia de toda ley natural, estatal, humana o divina, el progreso pues, cómo
el tiempo, no se entiende dentro de los cánones efectivos. Se establece como un
espacio de control de su propia conciencia enmarcada en el tradicionalismo, egoísta
y destructivo que le permite aislarse de la realidad del impacto de esas mismas
acciones en los cánones reales.

Conclusiones
El desarrollo de la narrativa de flujo de conciencia que plantea Virginia Woolf sienta
las bases de la innovación narrativa del modernismo inglés el tiempo subjetivo que
termina por expresar como en la señora Dalloway, confluye el desarrollo teórico de
diferentes disciplinas sociales que ven la luz del día durante la primera mitad del
siglo XX, tales innovaciones tienen un impacto preponderante en la forma en que
los autores posteriores, en este caso Gabriel García Márquez, quien toma de ella la
forma de presentar la conciencia temporal interna de los personajes, el impacto de
la memoria en la psicología de los personajes se humaniza, alejándose del
positivismo narrativo del tiempo, como linealidad teleológica común hasta el
momento.

El tiempo se reinventa en la literatura, con su carácter subjetivo, fragmentario, se


alcanza una libertad en el relato que acaba por permitir la reorganización estructural
de la psicología de los personajes, acercando finalmente la sensación temporal de
los relatos, a la experiencia misma de la realidad, facilitando así la comunicación
entre el universo de las obras ficcionales y el del lector, para quien resulta más
dinámica y por lo tanto, expandiendo el horizonte de expectativas del impacto de la
obra en la realidad tangible.
Desde la inclusión del tiempo relativo, acorde a las teorías tanto desde las ciencias
duras (la relatividad general einsteniana) y de las ciencias “blandas” (el inconsciente
freudiano y la intuición bergsoniana), la literatura da un giro sobre la forma como se
interioriza al lector en la obra, hay entrecruzamiento de la historia y la ficción porque
ambas se tejen narrativamente4; Se expande exponencialmente la capacidad
inmersiva de la literatura, desdibujando la línea entre ficción y realidad, haciendo
evidente además, la gran distancia entre el individuo y la colectividad expresada en
el tiempo consensual, abstracto y medible, exterior y colectivo, frente al tiempo del
individuo, interior, subjetivo, relativo y dinámicamente variable pero más
correspondiente a la experiencia humana “real”.

Referencias
Alzamora Valdez, Mario, La filosofía de Bergson, Universidad Pontificia
Bolivariana, Medellín, 1941, p. 144-161.

García Márquez, Gabriel, Cien Años de Soledad, Editorial sudamericana,


Buenos Aires 1967.

Ricoeur, P, Historia y narratividad. Barcelona: Paidós. 1999.

Ricoeur, P, Tiempo y narración. México: Siglo XXI, tomo 3. 2004.

Woolf, Virginia, La señora Dalloway, Londres 1925.

4
Paul Ricoeur, Historia y narratividad. Barcelona: Paidós. 1999.

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