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Jon Mooallen
[LA BELLEZA NO] Sergio Vilela
Alan Pauls
RECETARIO DE
COCINA
Alonso Cueto
68_
Y MÁS
GATOS
46_ Carlos Monsiváis
MANUAL DE
INSTRUCCIONES
Wilbert Torre
83_
FICCIONARIO
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Un cuento de
BIBLIOTECA DE Santiago
M A R Z O
AUTOAYUDA Roncagliolo
Fritz Berger Ch.
etiqueta negra
06_ CRÉDITOS 18_ 19
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AÑO 6 - MARZO 2007 S E G U N D O T I E M P O
Hecho en el Perú
portada de este número: axis consultores
etiqueta negra no se responsabiliza por el contenido de las crónicas, que son de entera responsabilidad de sus autores
08_ CARTA DEL EDITOR 18_ 19
SALVEMOS
aún más triste: casi nadie lo tiene. He buscado ese raro
ejemplar en los archivos de la revista, en los cajones con
AL CERO llave del gerente, en la casa del editor fundador, en las li-
brerías de viejo. Y nada. Era, pues, febrero del 2002, y en
un exceso de confianza –característica que refleja tanto
nuestro espíritu emprendedor como la conmovedora falta
de calculadoras– se imprimieron dos mil ejemplares de
una revista que entonces nadie conocía y que prometía,
según la carta-cero del editor, portarse como la orquesta
del Titanic. «Etiqueta Negra […] tocará su propia música
así se hunda el barco», escribió Julio Villanueva Chang en
tono profético. Los más optimistas, desde su orilla, le da-
ban a la orquesta sólo unos meses de música. Hace unos
n un principio fue el número cero. días, luego de que dijera «Chau» cinco años después de
La revista tenía un logo rectilíneo y publicar el cero, le pregunté a Chang si en esa prehistoria
blanco, el rostro de una mujer en la porta- creyó que Etiqueta Negra sobreviviría. «Nunca pensé en
da, mirándote de cabeza y con el pelo suel- si sobreviviría o no: sólo la hice –me respondió por chat–.
to cayendo en frenética cascada. Decía, al Uno no hace las cosas para que mueran». El número cero,
centro de esa portada-cero: sin embargo, parece haber desaparecido.
«Etiqueta Negra. Una revista Ahora es claramente un número en extin-
para distraídos». Visto des- ción. He preguntado en la propia revista y
de el futuro, es decir, desde me cuentan que la última vez que alguien
el presente, aquel número vio un ejemplar cero, el pobre estaba re-
cero fue muy raro. Por su costado en el escritorio del gerente, con
aspecto, es único en su espe- algunas páginas pegadas por la espantosa
cie: Etiqueta Negra jamás se humedad de Lima. Pero eso fue hace al-
volvió a parecer a su génesis. gunos años, cuando nos preocupaba más
Febrero del 2002. Nuestra el hundimiento de la nave que la memoria
historia empezaba con un del primer compás. Hoy, cuando el mar
número que denota ausencia, el vacío, la está quieto y el barco flota mejor que nunca, sí conviene
inexistencia de algo: el cero. Era un ensayo pensar en ese origen. Salvemos al cero del olvido. Cuaren-
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de lo que queríamos ser, y ya se sabe que el ta y seis números más tarde y varias tormentas después,
simulacro (es decir, el cero), nunca se pa- seguimos tocando nuestra propia música gracias a ese si-
M A R Z O
rece al temblor (es decir, al uno). Lo dijo el mulacro. Ahora sí: empecemos de cero.
cronista Martín Caparrós: «Es difícil pensar
etiqueta negra
EDMUNDO FERNANDO
fotografía: el comercio
Nací junto al mar y nunca lo he abandonado. Cuando vivía en Para mí la playa es una memoria feliz, apropiadamente
Madrid o en Austin, hacía lo posible por llegar a la costa más nostálgica, brumosa, situada entre la infancia y la juventud, y
Bolivia. Escritor. Su obra ha sido traducida a ocho idiomas. Enseña en Perú. Cuentista, novelista y periodista. Es editor en jefe
la universidad de Cornell (Nueva York). de la Unidad de Investigación de El Comercio de Lima.
Recuerdo cuando, a mis nueve años, mi mamá me llevó a Años atrás, si algún desconocido me detenía en una calle
GABRIELA ALAN
conocer el mar. Había edificios coloridos por todas partes oscura y me preguntaba qué está buscando usted aquí, yo solía
–estábamos en Miami–, mucha arena, y el agua estaba fría. tener una sola respuesta: «el mar, estoy buscando el mar».
PAULS
Hoy, por cierto, estoy en lo mismo, aunque ya no lo busco, sino
WIENER
Sabía del mar gracias a mis clases, pero aquella vez, en pocos
minutos, aprendí más que en mis horas de historia (¡ah, Chile!). que más bien lo encuentro en todas las ventanas de mi casa.
Perú. Periodista. Escribe en diarios y revistas de Hispanoamérica. Argentina. Escritor y periodista. Ha publicado las novelas El pudor del
pornógrafo,El coloquio y El pasado, con la que ganó el Premio Herralde.
Como dice Luis Miguel, la playa no tiene la culpa, pero sí mi
Hay una canción de Marta and The Muffins, «Echo Beach», Cada vez me gustan más las playas artificiales. Las he visto
MOOALEM CASTAÑO
Beach. Cada vez que la escucho espero que ella lo logre.
Me gustaría acompañarla.
Estados Unidos. Periodista. Escribe para Harper’s y Colombia. Periodista. Ha hanado el Premio Rey de España y el Casa de las
The Believer. Vive en San Francisco. Américas de Literatura. Ha escrito ¿Cuánto cuesta matar a un hombre?
El mar huele a herrumbre y a oxígeno, a vida. Me seduce el No soy de las que van temprano a la playa, no me gusta
MUSUK DANIELA
ritmo implacable con que rompen las olas, una tras otra. Sólo correr bajo el sol y no soporto la idea de embadurnarme con
el invierno puede brindarle el dramatismo que merece. Me bronceador. Me gusta disfrutar del mar por la tarde, flotar y
PAVEZ
cerrar los ojos sin miedo al sol, temerle a las olas y dejarme
NOLTE
encanta el mar.
levantar por ellas cuando se acercan.
Perú-México. Fotógrafo y músico. Ha publicado Chile. Periodista. Directora y fundadora del sitio web revistasandia.cl.
en las revistas The Trace, NY y Facto. Trabaja en El Mercurio de Valparaíso.
En la mar la vida es más sabrosa. No me consta. Después de un centro comercial, el segundo lugar más
detestable en esta vida es la playa en verano. La gente, el calor,
el sudor y la arena son la peor combinación. Por eso no voy a la
playa desde hace más de seis años.
12_ CÓMPLICES
SANTIAGO
RONCAGLIOLO
Perú. Escritor. Premio Alfaguara 2006.
Mi primer recuerdo ocurrió en una playa mexicana llamada
SERGIO
mar, de modo tal que tengo frente a él la misma confusión de
sentimientos que tengo frente a absolutamente todos los demás
VILELA
asuntos del universo.
TORRE
México. Periodista. Corresponsal de E tiqueta Negra en Nueva York.
En el 2006 asistió a un taller de narrativa con Gay Talese.
Me gusta la playa, pero evito sumergirme más allá de la
SUSANA
cintura. Prefiero el ceviche y las sirenas en tierra firme.
TORRES
Perú. Artista plástica. Trabaja en una serie de grabados sobre la
educación en el Perú y en proyectos de cine.
FERNANDO
era niño. Luego, con los revolcones que sufría por tratar de
correr olas en Punta Hermosa. Después, con el placer increíble
CÁRDENAS
de hacer muertito mirando el cielo y escuchando el agua.
Al final, creo que casi nunca me divertí tanto como cuando
fotografié a los bañistas en Agua Dulce.
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POSTALES
ÚLTIMAS
bueno para descansar. Hoy es el balneario más exclusivo del Perú. También el más concurrido:
en tres meses, su centro comercial recibe más visitantes que Machu Picchu en todo un año.
Y hasta dicen que pronto habrá una pista de aterrizaje para llegar e irse más rápido.
¿Qué ocurre cuando un oasis de vacaciones empieza a padecer la rutina de una gran ciudad?
Hoy, vista desde el cielo, Las Palmas parece una adictos a la diversión, y donde Tiesto, uno de los DJs más populares
versión en miniatura de The Hamptons, aquel bal- del mundo, puede ser contratado para pinchar discos hasta el ama-
de ese lugar. Pero esta verdad no es 2. –El olor del guano debía hacer bien a los pulmones –bromea
Ricardo Mulanovich, un alto funcionario de una compañía
de seguros cuya piel es tan blanca que parece que su vida ha con-
sus primos bromean y se toman fotografías. María
Cristina G. luce incómoda: aquella no es su familia y
ésa tampoco es su reunión. Ella sólo es una invitada
–Asia es como una ciudad a orillas del mar –dice.
Pero Lima, donde ella vive, es una ciudad grande con discote-
cas más grandes y playas muy concurridas. ¿En qué se diferencia de
útil para la publicidad. Ni siquiera es sistido en huir del sol. en esta tarde de verano. Sólo los dueños de casa –o Asia? María Cristina G. baja la cabeza y abre sus ojos verdes para dar
una verdad evidente. Conviene decir Mulanovich tiene setenta años, adora la playa y tiene una casa sus amigos cercanos– tienen derecho a ingresar a los una respuesta que le parece innecesaria:
en Las Palmas, un club frente al mar de Asia lleno de casitas con clubes de Asia. Aquí las reglas son tan claras como –Lima está llena de cholos –susurra como si dijera una mala
que ahora el novelista Mario Vargas jardines cuidados, paredes blancas y terrazas donde asoma gente las fronteras: María Cristina G. sólo es una extranje- palabra.
bronceada y linda. Este domingo de febrero hay un sol tibio que ra con salvoconducto. Diccionario de la Real Academia. Cholo: «mestizo de sangre eu-
Llosa se pasea en Asia; que el español no castiga la piel. Mulanovich saborea un trago de pisco en casa de Siguen las fotografías. Ahora la dueña de casa ropea e indígena». Es lo blanco que se tiñe de indio. La mezcla. En
uno de sus vecinos y habla de dos cosas: 1) Es tío de la ex campeona invita a María Cristina G. a posar con todo el grupo. Lima, un cholo encarna lo que no se quiere ser: sucio, maleducado,
Miguel Bosé cantó en una discoteca de mundial de surf, Sofía Mulanovich; y 2) fue uno de los primeros ve- Ella responde con una sonrisa de compromiso mien- feo, mestizo. Pero a María Cristina G. no le interesan mucho las de-
Asia; y que el capitán de la selección alemana de cinos de Las Palmas, el más antiguo de los treinta clubes privados tras encuentra su lugar en medio de los desconoci- finiciones. Le preocupa más esa tos que la persigue. Aún le quedan
fútbol, Michael Ballack, visitó el Perú y se alojó en de Asia. Años sesenta: en todo el distrito sólo hay cuatro pueblos dos. Más tarde dirá que, a veces –cuando pasa los cuatro días en Lima.
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Asia. Las celebridades –esos dioses contemporá- de pescadores y agricultores. También un criadero de toros. El jo- fines de semana en Asia–, extraña la sensación de La pregunta continúa: ¿Por qué Asia está de moda?
neos– inventan los sitios de moda, y Asia parece ven Ricardo Mulanovich y su grupo de amigos, aficionados a esos compartir aquellos días con su propia familia. María
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un milagro de concreto en medio del desierto y a animales, suelen acampar muy cerca de allí: hacen parrilladas, be- Cristina G. tiene una cabellera rubia que cae sobre
cien kilómetros al sur de Lima, esa ciudad que an- ben vino y se sienten a salvo de la ciudad de Lima, donde viven. su camiseta rosada. Tiene veintidós años y, desde los
5. Luis Indacochea pide una cerveza desde la terraza de su casa,
etiqueta negra
tes lo era todo en el Perú. Ahora, frente a las playas La playa de Asia les gustaba tanto –dice Mulanovich– que pronto dieciséis, va todos los sábados del verano a las disco- en el club Las Palmas. Entonces Gladis, una mujer pequeña y
de Asia, hay un gran centro comercial con bouti- empezaron a construir allí sus casas de verano. ¿Cómo encontrar tecas de moda del Sur Plaza Boulevard, ese centro morena, sube por las escaleras, le entrega la cerveza y luego desapa-
ques, un supermercado, salas de cine, restaurantes las huellas de ese pasado en medio de la arena? comercial de Asia que seduce a cientos de jóvenes rece por el mismo camino.
18_ PLAYAS
Indacochea es gerente en una fábrica de acero Se refiere al futuro de Asia Mayor. Pero en el presente es la
de Lima, tiene un cuerpo robusto y cejas tupidas. hora del almuerzo.
Dice que es amigo de Gladis y que ella no duda en
llamarlo a Lima cuando tiene un problema. Gladis
vive en un pueblo cercano. Indacochea dice que
las empleadas del hogar que contrata siempre han
sido de Asia. Es decir, de Asia pobre, un antiguo
6. Dicen que en los clubes de Asia hay reglamentos que prohíben
que más de dos empleadas del hogar paseen juntas por las ca-
lles. Que tampoco les permiten bañarse en el mar antes de las siete
conjunto de villorrios de pescadores y agricultores de la noche. Si todo espacio secreto proyecta rumores alrededor de
dispersos en los extramuros de los condominios de su fama, la exclusiva playa de Asia tiene una leyenda acerca de sus
lujo. Una suerte de Asia Menor. vecinos: allí los pobres no sólo son pobres, son los sirvientes. Eso es
Las comparaciones son odiosas. También son lo que se dice.
útiles. Años setenta: Asia es un distrito desértico, a Un domingo de enero, los funcionarios de unas ONG de dere-
cien kilómetros de la ciudad de Lima, y en sus pla- chos humanos trasladaron hasta las arenas de Asia a cientos de mu-
Antes, cuando la playa de Asia no estaba de moda –recuerda el alcalde de Asia–, en el mar se
podía atrapar peces de más de treinta kilos. «Ahora esos peces han huido debido a la gente
que viene a pasar aquí el verano». Parecen los costos del progreso. Pero luego el alcalde
enumera los proyectos para los pueblos pobres de su distrito: un hospital, un pozo de agua,
diez plazas públicas, Internet. Y entonces parece ilusionarse otra vez con el porvenir
yas algunos aventureros de la capital construyen jeres que vestían uniformes de «empleadas del hogar». Una vez allí,
sus casas, atraídos por la apacible lejanía del lugar. ellas se tomaron de las manos y entraron al mar. Si en las playas de
Allí todavía no hay lujos, ni agua ni electricidad. Asia era incorrecto que las empleadas se mojaran los pies en la orilla
Luis Indacochea bebe un sorbo a su cerveza y re- –pensaron los ideólogos de esa protesta–, ver a muchas de ellas de-
cuerda que por aquella época él también construyó safiando las olas durante un mediodía luminoso debía generar mues-
su casa en la playa de Asia. Entonces, para conse- tras de malestar entre los vecinos. La misma reacción de los vampiros
guir agua, debía ir hasta uno de los pueblos de Asia expuestos a la luz. Pero los diarios del día siguiente no dieron cuenta
Menor para compartir un pozo con los vecinos de de tales resultados. Un fin de semana más tarde, las playas de Asia
ese lugar. A veces –recuerda– también intercam- volvieron a su amurallada tranquilidad.
biaban bromas. Pero el tiempo pasó como una ola –Yo no creo que haya racismo –dice Carmen, una empleada de
furiosa, y ahora aquellos aventureros de Lima son unos cuarenta años que trabaja en una casa del club Las Palmas–.
tres mil familias, viven en condominios llenos de Tampoco conozco esos reglamentos de los que tanto se habla.
comodidades y protegidos por murallas. Ésta es la Quizá esos reglamentos no existan y sólo sean un rumor regado
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zona exclusiva de Asia: Asia Mayor. por los que no tienen casa en Asia. En Asia Mayor. Es un miércoles
Si en el principio del mundo no existían las de enero y Carmen pasa uno de sus días libres sentada en la sala de
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fronteras, el futuro consiste en dividir. Dividir es su casa en Rosario, un pueblo de Asia Menor. Asia es un valle, un dis-
humano. Luis Indacochea sigue bronceándose en trito de diez pueblos, una playa. Las ventanas de Carmen no tienen
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una silla de su terraza, en el club Las Palmas. vidrios, pero unos bloques de madera impiden que por allí ingrese el
–Pronto éste será un distrito con elecciones y polvo. A ella le gusta la limpieza, y en la casa de playa donde trabaja
alcalde propios –dice. retribuyen su empeño con un buen sueldo y ropa, y alimentos, y li-
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ne quince y ha empezado a trabajar limpiando una Asia. Antes, cuando Asia no estaba de moda, recuerda, en el mar se llegó cuando allí no había nada, ahora es el gerente de El dueño de Asia.
casa frente al mar de Asia Mayor. Lo que la niña podía atrapar peces de hasta treinta y cuatro kilos. general del Sur Plaza Boulevard, ese centro comer- A cincuenta metros del Sur Plaza Boulevard una muralla muy
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ahorre en ese empleo le servirá para pagar sus es- –Ahora esos animales han desaparecido. Los peces han huido cial en medio del desierto, donde cada dos segundos alta protege un terreno amplio y secreto. Según el proyecto de sus
tudios. Carmen dice que la niña no ha tenido tanta debido a la cercanía de la gente que viene a pasar el verano. alguien compra o vende algo. El dueño de Asia es propietarios, allí habrá un hotel de doscientas habitaciones, un casi-
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suerte con sus jefes. Parecen los costos del progreso. Luego García enumera sus pro- un hombre delgado, de rostro redondo, cabello muy no y una clínica de cirugía estética. Será un rival difícil para El dueño
–Ellos no le regalan nada –dice–. Pero al me- yectos para los pueblos pobres: un hospital, un pozo de agua, diez corto y un ligero temblor en sus manos que acom- de Asia. Pronto podría haber una guerra comercial. Por ahora luce
nos no la tratan mal. plazas públicas, Internet. Y entonces parece ilusionarse otra vez con paña cada momento de su rutina. Podría ser uno de tranquilo. Ni siquiera tiene una casa en Asia.
22_ PLAYAS
Si hasta hace un siglo las playas todavía eran exóticos parajes, hoy son paisajes codiciados
por la industria del bienestar. A principios de los noventa, Dubai era una franja desierta en los
Emiratos Árabes, hasta que el jeque de ese país decidió explotar la playa. Más de una década
y millones de dólares después, Dubai tiene rascacielos a orillas del mar, turistas, islas artifi-
ciales, y hasta el único hotel de siete estrellas del mundo
y allí reposan los padres de Milagros, su abuela, su ¿Acaso los lugares exclusivos son especies con plazo de expira-
hermana, dos amigas. También está su novio. Pare- ción? A mediados del siglo veinte, Ancón era el balneario de moda en
cen una tribu en reposo, y este sería el día de playa el Perú, a cuarenta kilómetros al norte de Lima: malecones elegantes,
perfecto pero a Milagros Oviedo le es indiferente. clubes deportivos, casas de balcones frente al mar. Décadas después,
Para ella Asia, la playa donde se refugia cada verano, Lima se expandió y devoró ese lugar. Ahora allí veranean los nuevos
se parece cada vez más a una de esas pesadillas que barrios que crecieron en los alrededores, y del antiguo Ancón de lujo
emergen de la nada: una ciudad. sólo queda una lista de casas en venta. Parece la condena de los «pa-
Si hasta hace un siglo las playas todavía eran raísos» que construye la gente de mucho dinero: se ponen de moda
exóticos parajes que sólo se podía visitar después de y pronto todos quieren estar allí. Entonces los habitantes originales
largas excursiones, hoy son los paisajes codiciados huyen en busca de la paz perdida. Se van. ¿Cuánto tiempo de vida le
por la industria del bienestar. A principios de la dé- queda a Asia Mayor?
cada del noventa, Dubai era una marchita franja del Ahora, sobre su toalla rosada, Milagros echa un vistazo alrededor
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desierto de los Emiratos Árabes, en Oriente Medio, con indiferencia. Dice que a veces, cuando está en su casa de verano
hasta que el jeque de ese país se convenció de que el le dan ganas de huir. A veinte kilómetros de Asia –a ciento veinte ki-
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desarrollo llegaría si explotaban la playa. Más de una lómetros de Lima– Puerto Fiel es una playa menos poblada donde a
década y millones de dólares después, Dubai es una ella le gustaría vivir. Sus padres la visitaron cuando aún buscaban una
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de las ciudades más lujosas del mundo: allí hay ras- casa, pero no les gustó. Entonces no había luz eléctrica.
cacielos a orillas del mar, turistas, islas artificiales, y
hasta el único hotel de siete estrellas del mundo. –Reportero asistente: Miguel Ángel Farfán.
24_ PLAYAS
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gregario:
stal, todo es
cu alqu ie r sociedad po
En la playa, co
mo en mujeres,
helados, las
ño s, lo s vendedores de
ni
bañistas, los ad compartida
?
allí están los ser una cualid
la be lle za
¿Puede
las almejas.
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De haber leído a Proust, en particular la segun- movido y arremolinado de las descripciones de conjunto, que reco-
da parte de A la sombra de las muchachas en flor, nocen señas particulares pero son incapaces de atribuirlas a sujetos
mi amigo no hubiera evitado la decepción pero sí, al individuales. Mi amigo sucumbió a la ilusión de que lo que lo había
menos, el impacto de la sorpresa. Proust le habría flechado era una mujer, no el grupo difuso, molecular, sin demar-
enseñado hasta qué punto la forma que la vida adop- caciones internas, en el que la había descubierto almorzando. (El
ta en la playa –toda vida, desde la de las almejas y grupo, en la playa, lo es todo: hábitat, ecosistema, medio ambien-
devoto como yo de la playa, de hacer sonar siempre a la intemperie, cuando miró hacia fuera, las gaviotas hasta la de las personas, pasando por la te). Ése fue su error, y su error explica, también, que a la hora de
hacia el deck del bar, donde media docena de sombrillas trataba de las estrellas, salvo quizá la vida verdaderamente describirla sólo fuera capaz de balbucear vaguedades. Lo indefinido
según dice, me cuenta que de amparar al ala más radical de los veraneantes, esos que no están excepcional, la que Federico Fellini, por ejemplo, de su retrato no era efecto de un déficit de observación sino de una
dispuestos a sacrificar un minuto de aire libre y de sol por nada del hace aparecer sobre la arena en el tétrico amanecer atribución errónea: creyendo pintar a la mujer, mi amigo, sin saber-
el verano pasado, de vaca- mundo y mucho menos por algo tan vulgar como el hambre, y le final de La dolce vita: la vida del monstruo– es gru- lo, pintaba al grupo, pintaba el fuera de foco, la condición huidiza y
pareció que quedaba prendado –fue la palabra que usó– de una mu- pal, nunca individual, y hasta qué punto la belleza como desparramada de los sortilegios grupales. Éste es el tipo de se-
ciones en un modesto balneario de la jer que almorzaba con un grupo de amigas. Le pregunté cómo era. o la seducción, cuya fuente estamos acostumbrados ducción específica, tan de otro orden que el individual, al que Mar-
costa uruguaya, almorzaba solo en uno Salvo algunos rasgos vagos, que no llegaban a detalles y de los que,
además, ni siquiera estaba del todo seguro, no fue capaz de agregar
a identificar con objetos o criaturas singulares, son
aquí siempre un fenómeno gregario, de banda, que
cel comprende de entrada que sucumbe: «La traslación continua de
una belleza fluida, colectiva y móvil». En el tercer capítulo de Suave
de esos lugares que ciertos aventureros demasiado, algo que, mientras sucedía, pareció sorprenderlo más a sólo surte efecto cuando todas sus partes están co- es la noche, versión de la Recherche en clave lost generation escri-
él que a mí, ya que a lo largo de aquel almuerzo –uno de los pocos, presentes y se disipa por arte
comerciales montan a principios de di- gracias al descubrimiento de aquella mesa de mujeres, que recor- de magia, como mi amigo
daba con algún entusiasmo de un verano particularmente pobre en tuvo la desdicha de com- En la playa, los especímenes de los grupos se atraen, se acercan,
ciembre sobre cuatro pilotes trémulos estímulos– casi no le había quitado los ojos de encima, a tal punto probarlo esa tarde en Bue-
se juntan, se entraman, se despegan. Vivir en la playa exige una
a metros del mar, ambientan con unos que recién recordó que estaba en medio de su almuerzo cuando un nos Aires, cuando el grupo
mozo, brotando de esa nada que es, para el absorto, todo lo que no es se reduce a una sola de sus sola condición, y es misteriosamente cuantitativa: exige sumarse
restos de anclas cubiertas de óxido, aquello que lo tiene cautivo, le preguntó si podía llevarse el aceite y el partes. Si el narrador de En
vinagre y lo sacó de su ensimismamiento, y al bajar la vista compro- busca del tiempo perdido no
algunas boyas descoloridas y un par bó que su plato, además de intacto, estaba irremediablemente frío. se decepciona es porque, al revés que mi amigo, de- ta por Scott Fitzgerald, Rosemary, la heroína –«la única muchacha
Apuró unos bocados, menos por hambre, ya, que por vergüenza, y masiado respetuoso de las exigencias eróticas con que he visto que de verdad parece en flor», como la piropea pocas
de viejas redes de pesca, arruinan con cuando desistió y apartó el plato de sí y volvió a alzar los ojos com- que la playa atormenta al veraneante solitario, sabe páginas después su galán, Dick Diver–, le confiesa a su madre: «Me
prendió que ya era tarde: la mesa de las mujeres estaba vacía, una matizar sus deseos con la vocación etnográfica y he enamorado en la playa». «¿De quién?», pregunta su madre. «Pri-
reggae, bossa nova y los compilados pareja de viejos desproporcionados –él muy alto, ella muy gorda, los no se hace ilusiones. Instalado en el Grand Hotel mero de un grupo de gente que parecía muy agradable», dice ella, «y
de José Padilla, y que a la temporada dos pertrechados como para sobrevivir pálidos un año en el Saha-
ra– sacudía las migas de las sillas para sentarse. No volvió a ver a la
de Balbec, versión imaginaria de Cabourg, clásica
playa europea de fines del siglo XIX, con su aire
luego de un hombre».
Cerca de Cannes, en el Hotel des Étrangers de Gausse, donde
siguiente, después de haber atravesa- mujer ni a ninguna de las del grupo y las olvidó, pensando –con esa británico y su infalible trípode chic (hotel-casino- Rosemary, partiendo de la diferencia esencial, bronceado/no bron-
candidez con que exigimos de una explicación no sólo las razones baños), Marcel se toma su tiempo para detectar, en- ceado, aprende a descifrar al mismo tiempo la lógica de la playa, la
do todo el verano colmados hasta re- sino también el consuelo de una pérdida– que quizá pertenecieran tre la población de desconocidos que ocupa el hotel del amor y la de la sociedad, así como en Balbec, Villa Gesell o inclu-
a la raza de las turistas golondrina, que hacen base en un balneario y se dispersa por la playa, a la chica que le gusta, so Cabo Polonio, cuya condición edénica, tan propicia a la soledad, a
ventar, ya no existen o han cambiado más o menos importante y desde ahí se mueven por los alrededores y sólo llega hasta ella, hasta su identidad particu- los encuentros individuales y al téte-á-téte como estilo erótico, pare-
de propietario (pero no de decoración ni de músi- para explorar en viajes relámpago las playas satélite de la zona. Un lar, su rostro, su nombre (es Albertine), a través del ce a primera vista incompatible con los placeres (y las pesadillas) de
ca). Comía –mal, como se suele comer en todos los par de meses después, cuando casi había borrado el episodio, trope- enjambre de amigas con las que se pavonea por las la sociedad grupuscular, todo en la playa es cuestión de conjuntos,
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lugares efímeros– en una mesa de adentro, prote- zó con la desconocida en una calle de Buenos Aires. El contexto, el calles del balneario. camarillas, bandadas, células autosuficientes. Como si observara el
gido al menos de la música, una peste que, acaso clima, la luz, el sonido (¡y la ropa!): todo había cambiado. Y aun así Son cinco o seis; Marcel las descubre siempre paisaje de Gausse a través de un microscopio, Rosemary se pasa los
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para favorecer la difusión de sus efectos letales, tan la vio y supo que era ella. Curiosamente, el puñado de imprecisiones en movimiento, mientras bajan de un auto, irrum- primeros días de playa relevando sin descanso la dinámica cambian-
parecidos a los que me producía, en mi época de fu- con las que no había conseguido que yo me la imaginara al contarme pen en la pista de baile del Casino o alborotan la te de un funcionamiento que casi no reconoce identidades individua-
mador, fumar por la mañana antes de haber comido el episodio le sirvieron a él, esa tarde, en el centro, para reconocerla heladería de Balbec, y todo lo que puede decir de les. Los especímenes de los grupos se atraen, se acercan, se juntan, se
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algo o ver pornografía al despertarme, los dueños en el acto. Pero no tuvo tiempo de alegrarse: la mujer, que esta vez ellas, los rasgos físicos que le llaman la atención, entraman, se despegan. Vivir en la playa exige una sola condición, y
de todos esos lugares de playa tienen la costumbre iba sola, lo dejó completamente indiferente. los matices que lo atraen, tiene el carácter confuso, es misteriosamente cuantitativa: exige sumarse.
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Así, pensado en relación con dos de los princi- portadas de los semanarios de actualidad, llegaría a la conclusión, en un callejón a las adolescentes distraídas. Visible, mar, y el desafío máximo, ¡la caminata hasta Cariló!, que peligros
pios que organizan las formas de la atracción en la por lo menos curiosa, de que el río es casto, las sierras un templo de explícita y democrática, la playa, que moviliza la terribles como la deshidratación, los calambres y la caída del sol du-
playa –la desnudez como principio social consen- salud y el campo un territorio de retiro y reflexión ideal, mientras que más vasta superficie de piel expuesta del planeta, rante la caminata mantenían lejos todavía de nuestro entusiasmo de
suado y el efecto difuso, como desdibujado, de la la playa, poblada de los cuerpos sobreproducidos que suelen animar es básicamente el candor hecho espectáculo. Todo jóvenes colonos) y que por las noches, cuando el fresco de la brisa y el
sensualidad de enjambre–, el famoso erotismo ma- a la vez la prensa del fitness y los house organs del porno suave, es está a la vista y en todo el mundo, en la diosa ben- sol acumulado en la piel nos obligaban al tormento de una remera o
rítimo que proclaman tan a menudo los que vuelven una suerte de gigantesco parque temático consagrado al desenfre- decida por la naturaleza y en el tero patizambo, un abrigo, nos llevaban de un extremo al otro de la avenida 3 durante
de la costa con las valijas llenas de trofeos y proezas no y la lujuria. Ése es el insomne polvorín erótico sobre el que se en el gordo irredimible y en el que se jacta de los horas, dromómanos de verano que sólo condescendían a las paradas
genitales siempre tiene algo sobreactuado, cierta monta todos los años Moria Casan para fundar otra de sus playas músculos que lleva años tallando en el gimnasio. Al de rigor –Tía Vicenta, Carlitos, el Combo Park, la galería Kenka, el
pátina aceitosa y reluciente, muy parecida al brillo nudistas en el corazón de Mar del Plata. Moria alega que lo hace lado de la vocación tolerante y pluralista de la playa kiosco de revistas, Casa Böhm, los puestos de los artesanos, la pista
de las páginas de los semanarios donde se lo celebra, con fines emancipatorios, amparada en la temperatura «natural» de común, que da por sentada la de patinaje (donde acepté hacer el ridículo durante años sin recibir a
que lo vuelca más bien del lado del erosculturismo. un espacio –la playa– que ya los alienta, pero cada vez que, ciega y desnudez con la misma abu- cambio absolutamente nada) y la de karting, el local de los alfajores
En esa especie de hiperbolismo maníaco, donde los sorda a sus catastróficos rendimientos comerciales, procede a algu- rrida naturalidad con que Amalfi– para reponer energías y reanudar la marcha una vez más,
imperativos de la salud se funden con los del deseo no de esos clásicos despliegues de franqueza (Playa Franka, creo, los daneses la pornografía así, sin parar, hasta las tres o cuatro de la mañana, cuando la avenida
y el deporte y el sexo entran en una vampirización se llamaba el único de sus emprendimientos o los holandeses las dro- 3 empezaba a ralear, los hippies a embalar sus artesanías, los mozos
mutua, descansa por otra parte la sobreexplotación que recuerdo), lo que gas, las tapas hot de los a sentar las sillas sobre las mesas y los letreros luminosos a apagar-
de la playa a la que se entrega la industria mediáti- semanarios o las aren- se, y la banda iba perdiendo pedazos de a poco, dos aquí, tres allá,
ca todos los veranos. Antes que la política gas nudistas de Moria uno acá, según el hotel o la casa o la calle por las que pasaba nuestra
o incluso que la Casan sólo pueden sonar caravana, hasta que sólo quedábamos mi padre, mi hermano y yo,
como obligaciones, mili- exhaustos de caminar pero sobre todo de felicidad, de la euforia de
tancias, exhortaciones prepoten- haber extenuado nosotros a la noche y no al revés, y las piernas me
tes, es decir: parodias de libertad que temblaban y mi padre –última ofrenda de una noche de gloria, como
imponen la coacción en nombre de la trans- por otra parte todas y cada una de las 28 noches de febrero, cifra, 28,
gresión y el deseo. que durante años representó para mí el emblema de la dicha abso-
Si la playa es –no importa la edad cronológica luta– me alzaba por las axilas y me llevaba a caballo sobre sus hom-
ni la experiencia de los que la frecuenten– un espa- bros, mientras me dejaba peinar por las ramas de los árboles, las dos
cio eminentemente adolescente, es justamente por cuadras y media que nos separaban del hotel Rideamus.
está ultrajando, en reali- el papel central que juega ese espíritu de cuerpo a Fue ahí, en el comedor de eso que llamaban y llaman, sigo siem-
dad, no es la hipocresía del argen- la vez sólido, compacto e irregular que Proust de- pre sin saber por qué, «residencial», comedor modesto y limpio,
tino medio ni los tabúes corporales a los que tectaba en el revoloteo de las muchachas en flor de como también durante años pensé que debían ser todas las cosas
se aferraría su quintaesencia puritana, como no se cansa Balbec, y que decide no sólo las formas de habitar hechas a la medida de mis deseos, donde unté por primera vez una
de repetir siempre que le toca cortar una cinta, sino la virtud a la el territorio sino también las de ejercer en él el de- medialuna de panadería con manteca y dulce (una combinación re-
vez más extraña, más verdadera y más profunda de la experiencia recho al deseo. Todavía vívidos en mí, y hasta alar- pugnante o quizá herética, a juzgar por la cara que puso la moza,
«actualidad» –una erótica de la playa: la ingenuidad. mantemente para alguien que ya empieza a ver por hasta ese momento encantadora, al verme inventarla, a tal punto
categoría que, presente en mí La playa no puede democratizar la belleza pero sí la desnudez. segunda vez películas que cree estar descubriendo que mi padre, alarmado, llegó a consultar con el hijo mayor de la
desde que tengo uso de razón o de lectura, ni si- Es esa ética igualitaria –tan insobornable que ni siquiera está dis- y se pregunta con nostalgia por los amigos con los familia que regenteaba el hotel –un croata con un canino roto, amigo
quiera hoy puedo emplear sin sentir que el que la puesta a claudicar ante los especimenes más abusivos, esos que an- que cenó hace sólo un par de noches, de los veranos de años de mi padre, que a menudo compartía la playa con nosotros
emplea no soy yo, mero portavoz zombi, sino la que tes que suscribirla parecen más bien aprovecharse de ella– la que, pasados en Gesell, por ejemplo, yo recuerdo menos y cuya manera de correr hacia el mar, ágil pero como ralentada, con
hizo todo por crearla: la revista Gente–, la playa y instalando la desnudez en el más común de los sentidos y volviéndo- rostros y nombres, las dos huellas privilegiadas las dos piernas formando un rombo perfecto, yo solía imitar en la ha-
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el verano en la playa son sin duda para mí los dos la masiva, convierte la aparente impudicia de la playa en un alarde de la identificación individual, que una especie de bitación sólo para mi padre, como un secreto, hasta el día en que el
primeros objetos inventados por la prensa –pero de ingenuidad y desactiva al mismo tiempo cualquier impulso eróti- movimiento continuo, flujos y reflujos, trasiegos, amigo croata, recién salido del agua, vino hacia mí con un aire inusi-
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inventados por completo– de los que tenga con- co salvaje. En ese sentido, el exhibicionismo que es ley en la playa se interminables migraciones mixtas protagonizadas tadamente grave y sin decir una palabra hizo algo que hasta el día de
ciencia. Si a la delegación marciana que desde hace parece más al que rige al pequeño ejército de recién nacidos que un por adultos (mi padre, los amigos de mi padre) y hoy, cuando lo recuerdo, me deja estupefacto: me imitó imitándolo, y
décadas amenaza con visitarnos se le ocurriera ate- pequeño ejército de padres contempla embobado a través del cris- por chicos (yo, los hijos de los amigos de mi padre) entonces supe de una vez y para siempre que no se comparten secre-
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rrizar entre nosotros un 18 de enero, por ejemplo, y tal de la nursery que al acting tortuoso, a mitad de camino entre en las que emprendíamos durante el día las aventu- tos con adultos– si mezclar la manteca con el dulce no infringía algu-
deducir sus primeras impresiones del planeta de las el crimen y el deleite, que en los chistes gráficos suele sorprender ras clásicas de la playa (médanos, bosques, muelle, na antigua costumbre balcánica que ignorábamos) y donde aprendí
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a jugar al ajedrez,
primero con el juego maltrecho del hotel, del
que habían desertado dos peones y un caballo blan- el que nadie está al mando y cada uno se adecua segundo
co que reemplazábamos con monedas, o caraco- a segundo a condiciones que son estrictamente locales. Así, la playa
les, o piezas de bingo, después, ese mismo verano, deja de ser el paraíso erótico-kitsch que celebran Moria Casan, las
cuando el estupor de aprender se convirtió en una ediciones de verano de las revistas de actualidad y los profesionales
especie de avidez suicida y ya no jugaba sólo en el del priapismo y se convierte de algún modo en un experimento eró-
comedor del Rideamus sino también en la playa, en tico-político. Lo que se desea no son cuerpos, o no solamente, sino
el boliche donde almorzábamos (o donde, absorto sobre todo la maqueta provisoria, estacional, de una pequeña socie-
en la última jugada de mi padre, dejaba languidecer dad sin estado y sin mercado. (Aunque domesticada por el afán de
tranquilamente mi comida), de pie junto al metegol seguridad que reclama todo proyecto de explotación turística, a me-
o caminando rumbo al cine, en el juego magnético nudo reducida a una réplica de reality show, es esa misma fuerza
que convencí a mi padre de que me comprara. Pero utópica de la playa, sin embargo, la que reaparece cada vez que un
fue en Gesell, extenuándome en esa manía ambula- pionero desquiciado o un entrepreneur amigo de los simulacros pre-
toria grupal de la que ahora puedo evocar la intriga, tende reproducir artificialmente –es decir: esterilizándola– toda la
la curiosidad, los estremecimientos y hasta la excita- complejidad de su ecosistema: la Jantzen Beach del río Columbia de
ción que me provocaba pero no exactamente quién Portland –Oregon–, parque acuático creado en 1939 por Paul Huede-
o quiénes me las provocaban, a tal punto me envol- pohl, un experto en la industria del entretenimiento a la intemperie
vían como un efecto ambiental, una atmósfera, una que buscaba construir la pileta perfecta sobre el modelo del resort
burbuja, donde tuve por primera vez la impresión de de playa; el Phoenix Seagaia Resort de Japón, que casi sesenta años
que, si hay una erótica de la playa, en rigor es la que después ofrece mil cuatrocientos metros cuadrados de océano real,
nace y circula en esa esfera comunitaria, y de que ochocientos cuarenta de playa de mármol triturado, temperatura vi-
la libido que la anima se invierte menos en objetos gilada por más de cien sensores ultrasensibles, un volcán que hace
puntuales que en formas de vida utópicas. Aprendí erupción cada quince minutos y un inmenso techo retráctil dispuesto
que si la playa es deseable –y para mí no hay nada a abrirse o cerrarse según la necesidad de dejar entrar la naturaleza
más deseable–, no es tanto por las facilidades que o de mantenerla a raya; la playa que el pobre de Bob Geldof intentó
ofrece en tanto mercado de cuerpos desnudos –es montar hace unos años en Londres, vetada de plano por el concejo
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decir: inmediatamente tasables– como por el mo- municipal de Southwark, o Aquaboulevard, en la Porte de Sèvres de
delo de espacio cívico que propone: vida común sin París, un complejo donde la gente, protegida por un gigantesco techo
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autoridad, autorregulación sin control, placer sin de vidrio a dos aguas, finge leer o tomar sol sobre una alfombra de
compromiso, anarquía sin agresividad. Lo que los arena sólida y una sirena anuncia cada diez minutos la producción
teóricos de la complejidad llaman una emergencia; de una ola gigante).
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Manuel Contreras Sepúlveda fue uno de los co- detenida-desaparecida, es desaparecer para siempre –concluyó una
laboradores incondicionales del general Pinochet y investigadora de la Corporación de Derechos del Pueblo de Chile–.
responsable de la DINA. En el 2004, luego de que El agua no deja rastros, ni señales, ni responsables». ¿Acaso existe
Pinochet se desentendiera de las violaciones a los un mejor lugar para ocultar evidencias de torturas y muertes?
derechos humanos durante su gobierno, y responsa- Eso debió preguntarse Manuel Contreras. Ahora él está preso,
bilizara de ellas a sus subordinados, Contreras –tal y ha acumulado hasta ciento veintinueve años de cárcel por violacio-
es agitado y frío. Traicio- –La bauticé como playa Quitito –me cuenta Myrna Troncoso vez su subordinado número uno– declaró: «Nos dejó nes a los derechos humanos. ¿Era un buen escondite el mar? Quizá
mirando hacia la arena–, porque así le decíamos a Ricardo. Como absolutamente solos. Perdió la oportunidad de ha- sí. Tal vez el propio Contreras, que se formó como militar muy cerca
nero, como cualquier mar. era el menor, era el chiquitito de todos. ber sido un líder». Meses después, hundido en acu- de un puerto, haya elegido el lugar. Parecía un plan impecable. Al
Cae el sol y el frío se hace incómodo. Ella pide que entremos. saciones, entregó a la justicia chilena una lista con menos hasta que Marta Ugarte, una dirigente del Partido Comunis-
Costa Brava es un bal- En su sala de playa hay muebles color café, paredes blancas, los nombres de otros oficiales chilenos implicados ta, regresó. Su cuerpo descompuesto varó en la playa La Ballena, un
cuadros de naturaleza muerta, y sólo se escucha el sonido de las en delitos y casi seiscientos nombres de detenidos balneario al norte de Santiago. Ese inesperado retorno habría sido
neario a casi dos horas de Talca, esa olas rompiendo en la orilla. El ambiente es apacible. Myrna Tron- que fueron asesinados y luego lanzados al océano. el único error en la operación.
ciudad de construcciones coloniales coso alguna vez disfrutó de estos veranos en Costa Brava. Ya no. –Según las investigaciones judiciales, todos –¿Puedes imaginar levantarte todos los días sabiendo que hay
El mar ya no es el mismo. Al menos para ella, no. El cadáver de su los detenidos de la DINA fueron a dar al mar –dice un familiar tuyo que simplemente desapareció de la tierra? –se pre-
y calles viejas a cientos de kilómetros hermano, Ricardo Troncoso, está en algún lugar del fondo de ese Myrna Troncoso–. Era la única forma segura para gunta Myrna Troncoso–. ¿Que no hay culpables, que no hay huellas,
mar. Allí lo lanzaron después de que lo mataron. Ésa es la historia deshacerse de los cuerpos; y tenían mar de norte a ni justicia, y que allí sólo hay un océano inmenso?
al sur de Santiago de Chile. El nombre que Myrna quiere contar. Tener una casa en Costa Brava tal vez sea sur para hacerlo. Afuera de la casa, en Costa Brava, se escucha el mismo sonido
como veranear frente a un cementerio. Chile tiene más de cuatro mil kilómetros de de las olas que llegan a la orilla y luego regresan.
de la playa explica toda su fama: ya ha costa. A esos detenidos que eran arrojados al mar –No basta con que nos digan que fueron lanzados al mar –dice
pasado antes que, al menor descuido, a fórmula es la de todo régimen de terror: si alguien opi-
los llamaban «los paquetes».
–Amarraban los cuerpos con rieles recién cor-
ella–. Eran personas, y por respeto es inaceptable que no nos hayan
dicho toda la verdad.
sus olas te arrastran quién sabe adón- na en contra del poder, debe ser eliminado. Entonces tados y los apretaban con alambres para que no se En el 2001, una Mesa de Diálogo que reunió a miembros de
eran los primeros días de la dictadura de Augusto Pinochet. 1973. soltaran –dice ella frente al mar de Costa Brava. Su las Fuerzas Armadas y a defensores de los derechos humanos en
de. Myrna Troncoso –sesenta y cuatro El mundo aún vivía la resaca de la guerra de Vietnam. En Argenti- voz ya no es suave. Se siente algo de rabia conteni- Chile, confirmó que al menos ciento cincuenta personas habían sido
na, Juan Domingo Perón regresaba al gobierno luego de un exilio da–. Luego los metían dentro de un saco de papas y arrojadas al mar. Después de eso, los abogados de la causa de Myr-
años, blusa rosada, ex funcionaria del prolongado. El ejército uruguayo tomaba el control de su país. Chi- los cargaban en helicópteros Puma. na Troncoso le dijeron que el «posible paradero» de su hermano
le participaba con violencia de esos tiempos de cambio: la Direc- Alguien –Contreras, Pinochet, quién sabe era ése. Que si bien no aparecía en la lista, todo hacía suponer que
telégrafo de Talca– vive justamente ción de Inteligencia Nacional (DINA), comenzó a deshacerse de las quién– ordenaba quitar los asientos de los helicóp- el destino de los más de mil desaparecidos era el océano. Sólo eso.
frente a esta playa. Su casa es de ma- voces disidentes. Esa historia ya es conocida. Deshacerse quiere teros para que allí metieran los sacos. Entraban en- Cómo, cuándo, dónde, por qué, quiénes lo hicieron; de eso nadie
decir que detenían, torturaban y asesinaban a los opositores a la tre ocho y quince. A veces, de esos sacos, sobresalían le ha dicho nada. Tiempo después, luego de la lista de Contreras,
dera y las paredes se elevan encima de Junta del Gobierno Militar que presidía Pinochet. El hermano de zapatos y tacones de mujer. Muchas de esas bolsas Myrna dice que vivió una pesadilla. Se negaba a salir. El sonido de
Myrna, Ricardo Aurelio Troncoso, fue uno de esos muertos. estaban manchadas de sangre u olían a descompo- las olas le parecía una tortura. Era el 2005 y pensó que nunca más
gruesos pilotes rodeados de arena y Cuando desapareció tenía veintiséis años, era profesor de sición, como si ya hubiesen estado enterradas hace podría mirar el mar. Dos años después, algo sucedió.
Biología y miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria algún tiempo. Los paquetes más chicos eran sólo Un atardecer de enero del 2007, decidió buscar a su hermano.
agua. De hecho, ella puede ver el mar (MIR). La última vez que se supo de él fue en marzo de 1974. «He partes de cuerpos. A esas operaciones les decían Myrna Troncoso bajó a la playa y se sentó en la orilla. Dice que allí
desde cualquier ventana de su casa. decidido unirme a la lucha clandestina», escribió en una carta.
Cinco meses después, alguien llamó a su familia para avisar que
«los vuelos de la muerte», y se cree que hubo más
de cuarenta durante los primeros años de dictadura.
se dio cuenta de que llevaba casi treinta años enojada con él, repro-
chándole por haber desaparecido.
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–Tengo una buena vista –comenta, como si no Ricardo Troncoso había sido detenido por agentes de la DINA. No Levantaban los sacos sin ver las caras y sin conocer –Ricardo me ha hecho mucha falta –se lamenta de pronto–.
fuera obvio. les dijeron nada más. Ni la hora, ni el lugar, ni el paradero. los nombres. Por eso, la lista de Contreras puede que Mis padres murieron sin saber qué había sido de él.
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Hoy es un sábado de febrero y Myrna Tronco- –En ese tiempo no sabíamos adónde eran llevados ni mucho sea nada más que la punta del iceberg: aún hay más El sol se puso aquel atardecer de enero. Myrna Troncoso cuen-
so está sentada en su terraza. Hace unas horas, el menos lo que hacían con ellos –me dice Myrna Troncoso, acen- de mil detenidos que desaparecieron entre 1973 y ta que llamó a su hermano. Eso dice. Que estaba en la orilla y que
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sol quemaba con tanta intensidad que mis manos se tuando las erres, como en el francés–. Se presumía que iban a las 1978 y de los que tal vez nunca se tenga noticia. Con dijo (o tal vez lo pensó) algo así como que «quiero que vengas y que
hincharon de calor. Pero ya es algo tarde y el viento cárceles, pero nada más. Jamás se nos pasó por la mente el horror el peso del riel, la evidencia de la tortura se hundía me digas por qué lo hiciste». Así estuvo por más de una hora, pero
sopla fuerte. Los veraneantes ya se fueron. al que eran sometidos. en el mar. «Ser lanzado al agua, para una persona el viento costero la hizo regresar a casa. Fue después de entrar al baño
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que asegura que lo vio. Es decir, asegura que Ricar- la década del setenta, se montaron «vuelos de la muerte», y miles Ahora, desde la AFDD, ve la cuenca de cuarenta y cinco
do Troncoso se le apareció sonriente, sin vestigios de de detenidos-desaparecidos de esos países fueron arrojados al mar Viviana Díaz me cuenta que cerros que conforman la bahía
haber sido torturado. –vivos y drogados– desde aviones militares. Incluso existían vue- vive para que los treinta invo- Les decían «los vuelos de la de Valparaíso. Al otro, el mar
–Me pellizqué varias veces, pero él seguía ahí. los de la muerte en combinación entre países. Era un verdadero eje lucrados como responsables de los chilenos. La panorámica
La «aparición» terminó por convertirse en una del mal: los militares del sur de América coordinando estrategias de de «los vuelos de la muerte»
muerte», y se cree que hubo más es perfecta y se lo digo.
leyenda familiar. Ahora, en Costa Brava, se me hace torturas, detenciones y asesinatos. Es tristemente célebre el caso de en Chile reciban una condena. de cuarenta durante los primeros –Eso dicen –responde Lara,
imposible juzgar su historia: debe ser difícil saber Jorge Eduardo Acosta, a quien apodaban El Tigre, que en Argentina Pero nunca va al mar. cortante.
que tienes un muerto en el mar y veranear frente a fue responsable de muchos de esos vuelos, y se dice incluso que hacía Siempre evita acercarse a la años de la dictadura de Pinochet. José Alfonso Lara es con-
él. Igual, Myrna ya perdonó a su hermano. También bailar samba a los detenidos para que «estuvieran alegres» antes de costa.
«Amarraban los cuerpos con rieles serje en una universidad de
al mar. A las pocas semanas, como si esa leyenda no que los drogaran y los lanzaran al agua. –Han pasado tantas co- Viña del Mar. Tiene el pelo
fuese suficiente, su esposo jura que también lo vio, Pero cuando el cuerpo de Marta Ugarte apareció en una playa sas desde que mi madre murió recién cortados y los apretaban con cano y la piel morena sin arru-
caminando por unas dunas. de Chile, Viviana Díaz empezó a sospechar que su padre había corri- –dice a modo de excusa–: la gas. Sus respuestas son lacóni-
–Mi marido me juró que era él, se desesperó y do la misma suerte. Ya tenía cuatro meses de desaparecido. lista de Contreras, la muerte
alambres para que no se soltaran», casi hasta se diría que Lara es
lo noté en su cara. Desde ese día, todos aceptamos –Tiempo después supimos que, cuando lo detuvieron, los agen- de Pinochet y el proceso de mi dice Myrna Troncoso, hermana de de una frialdad chocante si es
que Ricardo está en el mar. tes de la DINA estaban eufóricos –recuerda–. Un testigo contó que padre. He tenido varias razo- que no entiendes su historia. Su
eran más de diez y todos gritaban excitados: «por fin encontramos nes para no moverme de aquí. uno de esos muertos. Luego los hermano también es uno de los
al Chino Díaz». Le digo que no puede desaparecidos que posiblemen-
urante años, los familiares de los des- La sede de la AFDD de Santiago queda en una casa del centro evitarlo por siempre: Chile
metían dentro de un saco de papas te estén en el océano. Fernando
aparecidos peregrinaron por hospitales, de la ciudad, a pocas cuadras de la Alameda Bernardo O’Higgins, la es un país con vista al mar. y los cargaban en helicópteros Antonio Lara, se llamaba el her-
morgues, hospederías y cárceles. Presentaron recur- principal arteria de la capital. Hoy hay sólo cuatro personas. Una Viviana Díaz no responde. No mano perdido. Tenía veintisiete
sos de amparo, exigían respuestas a los jueces. Las mujer que barre la entrada, alguien que riega el patio interno, otra por ahora. para lanzarlos al agua años cuando lo detuvo la DINA,
respuestas, sin embargo, eran siempre las mismas: hablando por teléfono, y a mi lado, en la «sala de conferencias» de –Lo más duro es saber acusándolo de «formador de
«Usted no tiene un hijo, señora». «¡Pero qué imagi- paredes blancas, Viviana Díaz con los ojos cafés muy claros y las me- que jamás podremos encon- guerrilleros». Era un dirigente
nación la suya!». «En Chile no pasan esas cosas». jillas rosadas. Tras ella cuelga una gigantografía con los rostros de trar sus cuerpos –dice antes de despedirnos. regional del Partido Comunista. José Alfonso, un funcionario acti-
Pero sí pasaban. algunos de los detenidos que desaparecieron. Hay hombres y muje- Yo viajo hasta Valparaíso, el puerto principal. vo de Carabineros de Chile, la policía del Estado, otra rama de las
La aparición del cuerpo de Marta Ugarte, que res de todas las edades. Allí también está la cara de su padre. Viviana Viviana se queda en Santiago. Allí se siente a salvo. Fuerzas Armadas. Desde Valparaíso no podía saber mucho sobre
varó en La Ballena, sólo había sido la primera señal. Díaz ha preferido conversar con ellos como telón de fondo. qué había pasado con su hermano. Era peligroso estar vinculado a
Dijeron que se había tratado de un crimen pasional, A Víctor Díaz lo detuvieron en mayo de 1976, luego de que pa- un perseguido político, sobre todo si estabas dentro del bando de
esa clase de historias que se cuentan todos los días en sara escondido más de tres años. Su esposa, Selenisa Caro, buscó osé Alfonso Lara vive en la parte más alta los cazadores.
los diarios. Algo andaba mal. su cuerpo durante toda su vida: hospitales, morgues, hospederías de Valparaíso, el puerto principal de Chile. Desde el gran cerro de Playa Ancha, el mar parece una pintura
Viviana Díaz tenía veinticinco años cuando eso y cárceles. Nunca lo encontró, pero siempre tuvo la sospecha de El lugar se llama Playa Ancha y allá el viento sopla lejana. La orilla más cercana está a unos treinta minutos, pero la
pasó. Ambas se conocían. Marta Ugarte era dirigente dónde podía estar, sobre todo después del cadáver que varó en La fuerte. Son cerca de las tres de la tarde de un calu- altura da una perspectiva casi omnipotente del océano: el mar está
comunista en una coalición en la que el padre de Vi- Ballena. Selenisa Caro, antes de morir, pidió que la incineraran y roso sábado de febrero y la gente del puerto baja en a nuestros pies.
viana, Víctor Díaz, era el subsecretario general. Los que arrojaran sus cenizas a las aguas de la Caleta Coloso, un pueblo buses hacia la playa llevando toallas y bronceado- –Por los relatos de los que salieron libres supimos que Fer-
dos habían trabajado para Salvador Allende. costero a varios cientos de kilómetros de Santiago, donde ellos dos res. Faltan pocos días para que se terminen las va- nando estuvo en varios centros de detención –recién se le empieza
–Me impresionó saber que la habían encontra- se conocieron. caciones y empiece una vez más la rutina de marzo. a quebrar la voz–. Pero no sabemos cuánto tiempo estuvo en ellos
do muerta en una playa –recuerda Viviana Díaz en –Arrendamos una pequeña lancha y, junto a mi hermana y La mayoría quiere aprovechar los últimos días de ni tampoco adónde fue a parar su cuerpo. Y mi madre, que tiene
la sede de la Agrupación de Familiares de Detenidos a unos amigos, nos fuimos mar adentro –dice Viviana Díaz–. Las playa. A otros –a José Alfonso Lara, por ejemplo–, ochenta años, todavía lo espera.
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Desaparecidos, la AFDD de Santiago–. ¿Era una se- aguas golpeaban con fuerza la embarcación y los pescadores nos no les importa. Ya no dan ganas de mirar la panorámica de la bahía.
ñal de las Fuerzas Armadas para que dejáramos de contaban que siempre era así. Su casa está junto a un amplio mirador con una –Dicen que allá enterraron a todos nuestros familiares. Que los
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buscar? ¿Para decirnos que nuestros familiares ya Luego de ese día, Viviana no volvió más al mar. El nombre de su baranda de metal oxidado. De día, el mirador es un detenidos-desaparecidos están en el mar.
estaban muertos y se deshacían de ellos en el mar? padre apareció en la lista de desaparecidos de la Mesa de Diálogo. El espacio para que jueguen los niños; y de noche, un –¿Y qué se siente vivir frente al mar? –le pregunto entonces.
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En todo caso, Chile no era el único lugar en dato sería confirmado por las indagaciones de un juez: a Víctor Díaz motel al aire libre. En realidad no es un lugar muy –El mar no tiene la culpa –responde.
donde eso ocurría. Los vecinos pueden ser igual de lo asfixiaron y lo lanzaron al mar frente a las costas de San Antonio, lindo: un bloque de concreto con una baranda de Luego vuelve a mirar Playa Ancha, el océano a nuestros pies.
inhumanos. En Argentina y en Uruguay, también en al sur de Santiago. metal. Lo que impresiona es la vista. A un lado se –¿Le parece linda la vista ahora? –dice.
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inconsolable
una palabra de (Del lat. inconsolabilis). 1. adj. Que no puede ser
edmundo paz soldán consolado. 2. adj. Que muy difícilmente se consuela.
inquieto agitarse en la duermevela o a las tres de quieras mañana. Él rompe el billete con furia y lo tira al suelo.
la tarde, cuando todo es quietud y uno es incapaz Me dice que soy el peor papá del mundo, y que quisiera que ella
de imaginar que, en una cercana habitación de un y yo estuviéramos «des-separados». Me emociona la palabra que
hotel de paso, hay un hombre frente a un espejo acaba de crear. Pero no me sirve de nada esa emoción; lo cierto
contemplando la posibilidad del suicidio. Y La des- es que no sé cómo explicarle ciertas cosas que ocurren en el mun-
esperanza no se encuentra entre las mejores nove- do de los adultos, ese mundo huraño y corrupto del «Bienvenido,
las de José Donoso, pero ese título, ah, qué no hu- Bob» de Onetti. Se me ha acabado la metafísica. Dejo a mi hijo
biera dado por llegar primero a ese título. Palabras que llore, inconsolable. Y yo no lloro, ni siquiera lagrimeo, pero
tristes, palabras que cierran puertas, que hablan de me siento como él.
sentimientos que nos agotan y al hacerlo nos reve-
lan inermes, vulnerables, frágiles.
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primera cara. Pese a todo, gracias a Devauchelle oí de un tal Dennis Smith, un hombre que se ha pasado gran parte
y a Dubernard, los médicos franceses del Centre de su vida recostado en un quirófano para parecerse a un gato. No
Hospitalier Universitaire, parece haber recupera- sé si sea cierto, pero sí puedo asegurar que no es imposible. Ya no.
do las ganas de vivir. «Ahora tengo una cara como ¿Qué cosa es imposible ahora? Tras quince horas de operación, y
todo el mundo –declaró Isabelle Dinoire el día que casi un año de tratamiento, Isabelle Dinoire sigue adaptándose a
dejó ver su nuevo rostro en público–. Ha cambia- su nueva yo. Dicen que todavía no logra controlar del todo sus nue-
do mi vida». Cuando uno ve su fotografía, no pue- vos labios. Con el trasplante facial ha nacido una nueva forma de
de dejar de sentir cierto pánico por el futuro. trascendencia. Muy pronto morir habrá pasado de moda.
Dinoire no parece humana. Pero aunque la
apariencia de una muñeca de trapo remendada
será difícil de superar, estamos a un paso de poder
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tejido eréctil del pene izquierdo era más fibroso, freaks o hacerse famoso como fenómeno de la naturaleza. 2. Sen- produce calor. Las hay disponibles en verde oscu- la fama por su mutilación. Pronto hasta podría sorprender incursio-
elástico y musculoso que el del derecho. Aunque tir el doble de placer, por ejemplo, al tener sexo anal y vaginal a ro, negro y pronto en anaranjado. nando en el todavía elitista rubro de la zoofilia con iguanas. No hay
es verdad que Mozart podía hacer el amor a dos la vez con la misma mujer, o con dos mujeres al mismo tiempo. 3. Quizá los hombres y los reptiles no somos tan castración que por bien no venga. Como dijeron los veterinarios, el
chicas iguanas penetrándolas al mismo tiempo Efectuar dos masturbaciones al mismo tiempo. 4. Eyacular dentro diferentes. El terápsido era un animal mitad ma- caso de Mozart no es dramático. Y éste es el revés de la historia: la
–he ahí la gran ventaja de tener dos en lugar de y eyacular fuera, en simultáneo o sucesivamente. Y entre los mis- mífero y mitad reptil que vivió hace más de cien iguana más popular de Bélgica no ha visto mellada ni un ápice su
uno–, en los tríos habituales, las hembras pugna- mos encuestados surgieron las siguientes dudas: ¿Cuánta cantidad millones de años, y que habría sido un antepasado capacidad reproductiva ni su oscuro morbo. Sólo tiene que volver al
ban por estar con el lado más robusto de Mozart. de semen pueden expulsar dos penes en forma conjunta? ¿Sería del ser humano. Al parecer, aún conservamos cier- redil con sus cuatro concubinas (y viudas, al menos en parte), ahora
Sólo con éste ellas podían escuchar sinfonías en indispensable contar con un nuevo par de testículos? ¿Tendrían tos rasgos del cerebro del reptil, sobre todo los im- que ha terminado la cuarentena, y sacar el adminículo de repuesto.
mi bemol. ambos penes el mismo tamaño? ¿Importaría el tamaño? ¿Sería pulsos instintivos: huir, atacar, comer, depredar Como el pene del macho humano, que vive en su ingenuo pero feliz
Pero esa mañana de enero, en plena estación recomendable usar dos calzoncillos? ¿Sería un espectáculo en la y reproducirse. Sólo nos faltó un pene adicional. solipsismo, al otro pene de Mozart le ha llegado su momento. Va a
de apareamiento de las iguanas, no hubo más sig- playa? ¿Existe alguna persona con dos lenguas? Qué pene. enterarse por fin de las buenas y malas noticias de ser el único.
44_ RECETARIO DE COCINA 18_ 19
alfredo bryce y
la sopa china
un texto de
alonso cueto
cómo construir mos una gran exploración de cada uno de los museos,
su arquitectura y galerías. Hicimos por lo menos diez
una entrevista de
wilbert torre una torre de cristal diferentes estudios de sol en cada una de ellas hasta
encontrar el grado de iluminación que deseábamos.
El resultado es una pila de museos de ciento ochenta
E
metros de altura, flotando entre complejos espacios
nrique Norten. Ciudad de México, 1954. Arquitecto. Creador de rascacielos, hoteles y museos en Norteamérica, y envueltos por una piel de cristal. Será un faro de la
Asia y Europa. Sus proyectos suelen rozar el cielo y tener la apariencia invisible del cristal. En Guadalajara está ciudad, un destino para el mundo. El museo estará
levantando una torre traslúcida que limitará con las nubes y con el filo de una barranca. Será el museo Guggenheim, como levantado en el filo de una barranca, convirtiéndose
sus homónimos en Bilbao, Nueva York y Río de Janeiro. Comenzó a construirse en el 2007 y se terminará tres años después. en un punto de encuentro para los habitantes de Gua-
Norten ha ganado el Premio Mundial de Artes Leonardo Da Vinci, el segundo más importante para la comunidad cultural dalajara y del mundo.
después de los Premios Nobel. Entre sus futuros proyectos, Norten revivirá la rivera del Mississippi, destruida por el hura-
cán Katrina. Vive entre Nueva York y la Ciudad de México. ¿Cuando está frente a un proyecto como éste, qué surge
primero? ¿La idea? ¿O los trazos iniciales surgen de manera
inconsciente?
Todo es simultáneo. La arquitectura es muy com-
pleja y no es una cuestión de inspiración y de trazos o
De niño tenía una afición por desarmar cosas. ¿Aún Ha dicho que lo más importante es «construir arquitectura», no soñar ni líneas. Consiste en entender una problemática com-
piensa que es necesario destruir para crear? pensar al respecto. ¿Cómo entender esto? pleja formada por varias capas de información que
No siempre. Mi interés muchas veces era des- Hay mucha gente que se dedica a la investigación sobre arqui- hay que analizar, digerir y permitir que vayan en una
truir como una forma de creación y no en forma tectura. A mí lo que me interesa es el momento de la habitabilidad, manera casi cubista haciéndose transparentes unas
negativa. A veces se construye limpiando o se crea cuando el objeto de la arquitectura entra en relación con los indi- con otras. Y de esa complejidad es donde eventual-
quitando. Destruir no es necesariamente una con- viduos o los grupos que de alguna manera activan la arquitectura. mente comienzan a salir ideas que se manifiestan en
dición negativa. Mucha gente pregunta cómo des- Para eso tiene que estar construida. papel y maquetas.
cubrí que quería ser arquitecto. La verdad yo no
sabía que quería ser arquitecto. Pero en retrospec- Hay quienes opinan que el proyecto del Guggenheim de Guadalajara no Cuando el proyecto Guggenheim parecía imposible, usted
tiva reconozco que desde niño tuve una gran curio- concuerda con el entorno natural de una barranca. ¿Cuál es la fascinación afirmó que sí sucedería. The New York Times dijo que su optimis-
sidad por el mundo de los objetos. Me interesaba que encontró en una torre elevada en un cerro? mo era consecuencia de que usted era relativamente nuevo en
mucho saber qué era esto [la grabadora] y cómo La idea de la torre viene de muchas razones. La arquitectura Nueva York. ¿Esta ciudad le ha enseñado a ser pesimista?
funcionaba, no por destruirlo, sino por entenderlo nunca tiene una respuesta directa y de una sola línea. Guadalajara ¿Cómo fue armando pieza por pieza esta obra? De ninguna manera. Los arquitectos no podemos ser pesimis-
y conocerlo. Me gustaba cambiar cosas. Y luego me es una ciudad muy plana, con poca condición topográfica. Y este Hicimos estudios sobre las condiciones de la tas. Tienes que ser enormemente positivo y optimista en esto. Por
di cuenta de que tenía una inclinación por el mun- edificio, que va a ser un destino global, está localizado en una parte barranca. Nos preocupaba cómo respetar el par- el contrario, diría que Nueva York me ha recibido muy bien y me
do de la creación de los objetos que se desarrolló de Guadalajara que muy poca gente visita. Hay gente de Guadalaja- que y cumplir al mismo tiempo con las restriccio- ha hecho aún más optimista.
en una condición de arquitectura y no de creación ra que nunca ha visto la barranca. Debíamos hacer algo que pudiera nes del terreno. El predio donde se construirá el
SUPERMERCADO
artística. ser identificado desde cualquier parte de la ciudad. museo es un parque público y mantenerlo abierto ¿Qué diferencia a su profesión de otras?
era una prioridad. La decisión de apilar las gale- Todo. Es una profesión que reúne muchas cosas: considera e
¿Qué fue lo primero que recuerda haber desarmado? ¿Cómo concibió la idea de una torre de cristal? rías una sobre otra vino como consecuencia de la incluye condiciones técnicas, sociales y estéticas. Al final es todo,
Si había un radio viejo en casa, me interesaba La arquitectura no es resultado de un instante de inspiración. necesidad de ocupar un mínimo de terreno: para y si cualquiera de esta multiplicidad de planos a los que me referí
ver esos bulbos que se prendían, o cómo funciona- No te cae del cielo un rayo divino que te hace ver la luz. Es una con- evitar distribuir el programa de forma horizontal, antes se descuida, la arquitectura no alcanza su plenitud. Es una
ba el televisor, o entender por qué daban vuelta las dición de mucho análisis y síntesis que eventualmente te lleva a en- lo desarrollamos en sentido vertical. Hicimos es- profesión de enormes satisfacciones. Vives tu trabajo. No tiene la
ruedas de un carro. Deseaba saber qué era un eje, contrar un camino. La solución de un museo vertical fue resultado tudios comparativos acerca de la arquitectura y la abstracción por ejemplo de la abogacía y otras profesiones. Conoz-
cómo funcionaba mi bicicleta y qué hacía que las de un proceso de investigación. Antes de llegar a este proyecto, se- tipología de cerca de diez museos; entre ellos los co a mucha gente y aprendo mucho todos los días y me enfrento a
fuerzas de mis piernas transmitieran esa condición guramente pasamos por treinta condiciones distintas. No recuerdo Guggenheim de Bilbao y Río de Janeiro; el Museo nuevas condiciones con frecuencia, a diferencia, por ejemplo, del
a los pedales e hicieran girar las ruedas. Era una cuántas maquetas hicimos. Como todo en arquitectura, éste no fue de Arte de Taichung, el Museo de Arte Moderno de cardiólogo, que hizo seis mil transplantes de corazón. Lo mío es lo
curiosidad técnica. un proceso lineal, sino de distintas consideraciones simultáneas. Nueva York y el Centre Pompidou de París. Realiza- contrario. No hay nada que se repita.
48_ BIBLIOTECA DE AUTOAYUDA 18_ 19
por fritz berger ch.
la mentira. Por eso usted debe tener especial cuida- ce: «Apuesto la cuenta a que en esa oreja entra de todo».
do a la hora de no decirles la verdad. Organícese. 6. Intimidad. Éste es un momento crucial. Aquél en que con-
Planifique. Adultere documentos de ser necesario. fluyen los cinco puntos anteriores. En la convergencia de este pen-
Desarrolle una reacción intelectual espontánea ca- tagrama de seducción es donde usted debe entrar. Al menos su viril
paz de generar coartadas creíbles en el acto. Toda apéndice. Por más desvalido que se considere a sí mismo, usted está
verdad es relativa, pero la suya tiene que ser perfec- solo en esto. Si se diera el caso de la imposibilidad orgánica –como
ta. El amor es una ilusión, así que aprenda a darle a mí me ha ocurrido alguna vez– no muerda el polvo de la derrota y
vida a lo imaginario. vislumbre esa oportunidad que ante sus ojos aparece. Comparta y re-
2. Presencia física. A pesar de la incredu- gale este conocimiento que circunda el globo de mano en mano y que
lidad generalizada, es verdad lo que se dice de las ahora usted recibe de las mías: inicie a la susodicha en las artes de la
mujeres: para ellas el aspecto físico es un factor autoayuda. Recordemos a Francisco de Asís: «Dar es recibir».
50_ ENCIERROS 50_ 51
LA CÁRCEL
DEL AMOR
Casa Blanca es un penal mixto de Colombia donde hombres y mujeres
A los hombres y mujeres de la prisión los separa un muro con varillas de acero.
Sólo hay un tramo donde la pared se interrumpe y da paso a una reja metálica. Se le
conoce como El paso del amor. Decenas de presos que están a un lado han logrado
conseguir novia en ese breve momento en el que las reclusas pasan sin detenerse.
Son más de mil hombres y sólo ochenta mujeres. La competencia es atroz
arcos de fútbol que las reclusas usan para extender Decenas de presos que están al otro lado han logrado conseguir
los bordados que les hacen a sus enamorados del novia en ese breve momento, cuando las mujeres pasan sin permiso
patio contiguo, todos hombres condenados –igual para detenerse. Los hombres les gritan, les dicen cosas, intentan
que ellas– por asesinato, robo, secuestro, tráfico de seducirlas con frases memorizadas de revistas, de libros de poesía,
cocaína, lesiones personales, intento de homicidio. de novelas de la televisión: «Soy tierno y estoy aquí para ti». «Te
Esta cárcel es la única prisión mixta de Colombia. quiero conocer, dame la oportunidad». «No soy mentiroso, te daré
Yolima, una mujer de ojos achinados, nariz redonda todo lo que tengo». «Estoy solo, pero guardo la esperanza de cono-
y dientes muy blancos, teje un mantel con un cora- certe». «Yo sí creo en el amor, déjame que crea en ti». «¿Cómo te
zón dentro. Ella entrecierra los ojos, saca la lengua, llamas? Yo soy Darío. Darío tuyo». Las voces de los pretendientes se
levanta las cejas, y la aguja es invisible en las ma- confunden, sus bocas se pegan a la malla por orificios que parecen
nos que van y vienen. Una vez estuvo casada, pero las celdas de una colmena. La competencia es atroz y los hombres
su marido murió de repente, dice. Una interna dirá tienen contados los pasos que dan las reclusas:
después que en realidad Yolima lo mató y que ente- –Dieciocho si pasan corriendo, veinticinco si pasan lento
rró su cuerpo en el patio de la casa. Al parecer sólo –dice un hombre condenado a quince años–. En Casa Blanca hay
la descubrieron porque el hambriento perro de una que moverse porque el amor pasa muy rápido.
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vecina escarbó en el piso atraído por el hedor de los La muchedumbre de los pretendientes se oye como un zum-
despojos y se robó un dedo acusador. bido. Entonces ocurre el prodigio. Sin detenerse, apresuradas por
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–Pero aquí me di otra oportunidad para cono- los guardias que siempre las escoltan cuando salen del pabellón,
cer el amor –dice la mujer mientras clava la aguja las mujeres, de pronto, giran en dirección de alguno y revelan su
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una y otra vez en el corazón que borda. nombre: María, Claudia, Bertha, Carolina, Jenny, Doralba, Lina,
La cárcel se llama Casa Blanca y está en Vi- Manuela, Rosario, Idalí, Gracia. Para los hombres, el cobertizo de
llavicencio, una ciudad de los llanos orientales a las reclusas no es el infierno. Ellos prefieren llamarlo El cielo.
54_ ENCIERROS
Los mayores líos para el director del penal no son las fugas ni los motines ni
las riñas ni los intentos de suicidio. Su mayor problema son las solicitudes
de los internos enamorados que piden verse. La dirección de Casa
Blanca se ha convertido en una suerte de agencia de parejas
W
esa delicada cuestión depende que no haya motines
ni peleas.
–Si me equivoco, con tanto amor suelto por ahí ilson Bejarano es un payaso sentenciado a cinco años.
puede haber una tragedia –admite el jefe de Casa No quiere contar por qué cayó preso. A las cárceles, dice,
Blanca. entra el hombre y no el delito.
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El regulador de aire mantiene la temperatura de –Lo que hice se quedó afuera –sentencia, y ensaya una risa sin
su oficina en diecisiete grados centígrados. Ahora el pintura.
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hombre revisa cinco nuevas solicitudes de internos Ahora Bejarano es el locutor de «Ecos de libertad», la emisora
que piden verse. Su escritorio es de madera brillante de la cárcel. Los enamorados le mandan papelitos para que los lea
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pero tiene las puntas astilladas. Su silla es negra, de en el programa de las dedicatorias. Él admite que nunca antes, ves-
espaldar alto y brazos desgastados. Parece la silla de tido con zapatos rojos y peluca anaranjada, fue capaz de producir
un banquero en quiebra. Afuera, el sol extiende sus tanta alegría.
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–Un beso a Cindy, que lleva en ella algo que Poco después pone una canción de José Luis Perales, una que
es mío, que es nuestro –lee el payaso en una de las habla de un barco llamado libertad y del viaje que una muchacha
cartas, y su voz se riega por los altavoces de los pa- hace sobre él. A mediodía, cuando el sol pega más duro y casi de-
tios como lluvia. rrite los parches de brea en los techos, Wilson Bejarano cambia la
Poco después se oyen aplausos. En El infierno, música de la emisora por melodías de Richard Clayderman. En-
una mujer ríe feliz. Se llama Cindy Caterine Díaz, tonces todos caen en un sopor silencioso, en parte producido por
tiene dieciocho años y dos meses de embarazo. el calor, en parte por la música. Algunos duermen, todos sudan. Es
Wilson Bejarano, el payaso, lleva bigote, un estor- la hora en que muchos leen la correspondencia tumbados en sus
bo de pelos que antes nunca se permitió porque le literas de cemento.
habría impedido maquillarse. Cuando la policía lo –Sí, ya sé que estás presa por robo agravado. Eres una ladro-
buscó para capturarlo, pensaron que quizá inten- na. Me robaste el corazón entero –lee Rosario, una interna conde-
taría escapar disfrazado de payaso. Pero no fue así. nada a cinco años.
Wilson Bejarano ahora se viste de hombre común, La carta tiene un corazón que sangra y un arco iris pintado
sin peluca ni zapatones de colores. Nadie que lo ve con lápices de colores. A veces, una misma condenada recibe co-
de pantalón azul y camisa a cuadros sospecharía rrespondencia de tres o cuatro pretendientes, todo porque hay al-
que además es malabarista, y equilibrista, y mago, gunas que sucumben a ese encanto de verse codiciadas. Y deciden
y domador. no entregarse a nadie. Incluso, sólo para mantener el encanto, se
En la calle le decían Crispín y animaba fiestas niegan a dejarse ver. Tras años de encierro, esas mujeres, sobre
infantiles, primeras comuniones y celebraciones de todo las mayores, saben que la imposibilidad estimula el amor, y
cumpleaños. Su nariz es redonda y bastaría con un en todo caso el ingenio. «Quiero verte. Saber cómo eres. Me imagi-
poco de color rojo para hacerla pasar por una de no tus ojos verdes. Es lo primero que pienso al despertar, lo último
goma. Un día se enamoró de una reclusa. Él cuenta en lo que pienso al dormirme. Dime que al fin podremos vernos».
que la vio por El paso del amor y que le robó el co- Los condenados –hombres y mujeres– guardan las cartas re-
razón. Ese lugar común, dicho en la voz del payaso, cibidas debajo de los colchones, arriba de zarzos improvisados, en
suena como una broma. Ella se llama Ana Rubiela, fundas convertidas en cofres. Algunas tienen formas de barquitos,
está presa por hurto y también por homicidio. Se de aviones, de flechas que vuelan, todas metáforas de la libertad
casaron el año pasado en El infierno. El director de hechas en hojas de cuaderno. «Nos veremos este sábado. La espe-
la cárcel no dejó que les tomaran fotos en la boda, ra es muy larga pero el corazón aguanta. Quiero que te vengas bien
y dijo que era por seguridad. La esposa del payaso linda. Yo me voy a afeitar». Hay cartas que no tienen la caligrafía
es mucho menor que él. Crispín intenta una des- de quienes las mandan. «Perdona, Laura, yo no sé escribir, pero
cripción de ella: cuenta que es una mujer de armas mi amigo me escribe todo lo que yo le dicto. Él es Jairo, y también
tomar, y vuelve a reírse. Con suerte, él saldrá de la me lee tus cartas. Él lee muy bien y yo te quiero mucho».
cárcel en cinco años; su mujer, en veintitrés. Si ca- En el patio de los hombres, un preso huele un pañuelo con
sarse casi siempre supone formar una familia, ¿cuál marcas de besos rojos y olor a perfume. Uno dulce, describe él, y
es la idea del hogar para dos personas que saben luego dice que ese olor le recuerda las tortas de cumpleaños. Le
que no podrán estar juntas? La promesa que deben llegó con el correo el día anterior. Se lo mandó su novia, una mu-
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cumplir estos hombres y mujeres no es hasta que la jer de veinte años condenada al doble de su edad por matar a su
muerte los separe. ¿Hasta que la libertad lo haga? hermano y a su padrastro a puñaladas. El pañuelo en realidad es
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Quizá sí. un trozo de toalla blanco, con los bordes deshilachados. Las mar-
–Te quiero María –lee el payaso en otra carta–. cas rojas de los labios parecen rastros de sangre de alguien que
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Espero que podamos estar juntos en poco tiempo. se cortó. El hombre hurga la tela con su nariz. El sudor le corre
Gracias por el corazón de chocolate que me enviaste por la espalda desnuda. En el antebrazo derecho tiene tatuado un
con el correo. Ya me lo comí.
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El preso, en una primera carta, debe decirle a la interna su nombre, el delito por el que fábulas (reales)
está allí, los años a los que fue condenado, el color de sus ojos, algunos rasgos de su
personalidad, si alguna vez se casó, la fecha en que saldrá libre. Es clave que en esa y una moraleja
sobre el reino animal
carta escriban el número de su expediente. Si la mujer lo desea, puede verificar el
crimen. Si se interesa, responde. Y así empiezan los noviazgos en el penal
corazón con el nombre Gloria en letras azules. Su su casa abandonada y comenzaron a desbaratarla para venderla por
novia de la cárcel se llama Inés. pedazos. Primero quitaron los ladrillos de los muros y las tejas del
–Los amores viejos dejan marcas y uno ya no techo, después el marco de las ventanas y de las puertas, y por últi-
puede borrárselas –explica sin quitar la cara del mo el sanitario del baño y una palmera sembrada en el patio. Con
trozo de tela–. La otra semana voy a tatuarme otro ese botín de desperdicios pagaron sus raciones de droga al nuevo
corazón y el nombre de Inés. vendedor del barrio. Ahora, madre e hijo tienen permiso para verse
Él se llama Mauricio y está preso por degollar en la reja. Abrazarse es imposible. Peligro acerca la mejilla por los
a tres campesinos. Tiene los dientes cariados y un orificios, La abuela estira los labios. Ambos hablan en voz baja. Ella
rostro cuadrado, de orejas pequeñas. está preocupada porque pronto saldrá y no sabe adónde irá a vi-
–Uno se enamora y se vuelve un pedazo de car- vir. Quiere quedarse, pero sabe que la obligarán a marcharse. Como
ne –dice. las otras parejas de enamorados, madre e hijo pueden encontrarse
P
cada mes. Su caso no es único.
Otra mujer, Flor Santiago, se pega a la malla para besar a su
ero no todos los amores de Casa Blanca son hijo, encarcelado igual que ella por apuñalar a una vecina. Ellos di-
iguales. A veces la prisión del amor es testi- cen que son inocentes y que saldrán rápido. Se miran, alargan los
go de relaciones impensables: las de madres e hijos dedos para tocarse. Su encuentro es breve. En un descuido de los
condenados que también se mandan cartas y se es- guardias, un hombre aprovecha para entregarle un cuaderno a Flor
pían por la reja de El paso del amor. Josefa Muñoz Santiago por una rendija de la malla. Le pide que por favor se lo
cumplió setenta y cinco años. Es la presa más an- entregue a su novia, una con la que todavía no se encuentra. Es una
ciana de Colombia. Su apodo no es original, apenas carta-cuaderno, una suerte de diario que algunos enamorados se
literal. Le dicen La abuela. Su hijo, al otro lado del las ingenian para llevar y que se turnan una vez por semana. Allí se
muro, se llama Luis Alberto Muñoz, pero todos lo escriben casi sin parar y se hacen dibujos y se preguntan y se res-
llaman Peligro. También le dicen Josefa. ponden y se dedican poemas y letras de canciones. La carátula de
Ella es pequeña, de metro y medio, calza trein- este cuaderno es un patinador extremo que salta un muro enorme.
ta y cuatro y lleva el pelo recogido. Su vestido es Lo firma Orlando, un hombre que sólo exige a cambio «toda la sin-
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anaranjado, sus ojos cafés. Está presa por vender ceridad del mundo». Él tiene treinta y dos años y está preso por fal-
droga. Su hijo también. Él es delgado, de huesos sificar un documento. Adentro de El infierno, la mujer que recibe la
pingüino_ mario bellatin. perro_ beto ortiz. rata_ susana torres.
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que se adivinan bajo la piel, pero sonríe y es ama- carta-cuaderno llora acostada en su litera de cemento. Hace tanto gatos_ fernando ampuero y carlos monsiváis.
ble, casi tímido. El primer apodo, Peligro, no le va, calor que el sudor y las lágrimas parecen la misma cosa líquida. Está
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tampoco los zapatos que lleva puestos, dos tallas enamorada, dice una compañera, y luego explica lo que ocurre:
más grandes. Cuando ambos fueron capturados, los –Es que descubrió que su novio también le escribe a otra peluches_ sheila alvarado
ladrones a los que les vendían droga se metieron a reclusa.
60_ ANIMAL PLANET 60_ 61
El gato,
mi mujer, y la rama de un árbol
ta. Tan pronto el felino se acurrucó entre los brazos cinco horas para buscar al gato, cosa que me dispuse a hacer de manchado con barro de pies a cabeza, era un mise- revelar que el gato había muerto, pero de manera incomprensible
de Sandra, quedé consternado. Me repugnaba su inmediato tras oír un ruidito en los mangles. Y aquí protagonicé rable fantasma. acabé diciéndole que venía de enterrarlo. Ella, muy tranquila, asin-
M A R Z O
pelo atigrado, me intimidaba la pertinaz atención un larguísimo ir y venir de la jungla a la playa, y de la playa a la En mi siguiente salida, revisando el lado tió. «¡Qué pena!», dijo. «Mañana o pasado buscaré otro gato, y es-
de su oscura mirada. jungla. Lluvia, lodo, heridas en los brazos por cactus y mangles. opuesto de la playa, encontré al gato. Se hallaba en pero que esta vez no le pongas mala cara».
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Una mascota suele ser un silencio lleno de la rama de un árbol, muy quieto, atento como un En ese momento sentí que algo muy frágil, dentro de mi pecho,
pelos y afectos. Y así, calladito, siendo una amable vigía. Estiré la mano y lo toqué: estaba tieso. Las se rompía para siempre. Unos meses después, al regresar a Lima,
1 Designo a mi mujer con el nombre que le inventé para «Noche de gatos», cuento del volumen
compañía, era el gato con mi mujer, en tanto que Malos modales [nota del autor]. siguientes horas las gasté en llevar el gato a la ca- me separé de mi mujer.
62_ ANIMAL PLANET 62_ 63
La rata,
la ducha, y el mendrugo de pan
«¿Adónde llevas ese pan?», me preguntaron un día. Yo respondí que era para
alimentar a mi rata. «Ah, es para su mascota imaginaria», le explicaba mi madre a
un testimonio de susana torres las visitas. No sé cuánto tiempo duró eso, lo cierto es que alimenté a mi rata hasta
que se puso obesa, como una pelotita. Yo sentía que la hacía feliz. Lo que no sabía
era que sin querer la llevaba a su fin
i primera mascota fue una rata. No un –¿Adónde llevas ese pan? –me preguntaron otro día.
perro, ni un gato, ni siquiera un hamster. Yo respondí que era para alimentar a mi rata.
Sino una rata. Negra y peluda, de alcantarilla. –Ah, es para su mascota imaginaria –le explicaba mi madre a
–¡Tengo una lata que está en mi lucha! –grita- las visitas cuando veían que la bebe; o sea yo, pasaba con mendru- Qué hice mal, pensé. Tal vez mi rata odiaba pan que yo le daba había ayudado a la superación personal de mi
ba en un castellano incipiente, esforzándome para gos directo al baño. el pan y no podía decírmelo; debí darle un menú roedor en una ciudad extraña. Con el tiempo, dejé de preguntar por
que mis palabras no sonaran tanto a mandarín. No sé cuánto tiempo duró eso, lo cierto es que amaestré a mi más variado. No entendía por qué no regresaba y ella.
A los dos años y medio se me hacía difícil ha- rata –o ella me amaestró a mí– ya que la alimentaba con puntua- me sentía cada vez más decepcionada y triste. La –¿Y qué pasó con mi rata? –pregunté por fin después de casi
cerme entender, peor si no me tomaban muy en lidad cada día. Sólo se asomaba cuando yo llegaba sola, para ha- pena se me notaba. quince años.
serio. cerme sus muecas que yo interpretaba como un: «¡Dame más pan, –Tu rata se fue a Trujillo –me dijo mi madre. –¿Tu rata? Ah… tu rata. –se acordó mi madre entre culposa y
–Tengo una lata que está en mi lucha y me criatura!». Así que le daba más y más pan, hasta que mi rata se Me sentí aliviada: mi rata se había ido a otra divertida.
hace así… –decía mientras movía la nariz como si puso obesa, como una pelotita. Yo sentía que la hacía feliz. Lo que ciudad, y había dejado el encargo de que me avisa- Luego me contó cómo la había encontrado, atorada en el sumi-
una mosca se hubiese posado en ella. no sabía era que sin querer la llevaba a su fin. ran. No sabía por qué había elegido Trujillo, pero dero de la ducha de lo gorda que estaba. Me dijo que habían llamado
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Por fin, mi madre entendió el mensaje. Una mañana me sobresaltó un grito. Era mi madre que salía me hacía feliz saber de ella. A partir de entonces, a mi abuelo, quien no tardó en matarla con su técnica de «sólo un
–La bebe dice que tiene una rata en su ducha corriendo del baño, envuelta en una toalla. Recuerdo otros gritos, cada cierto tiempo preguntaba por mi rata. Siem- golpe seco». Mi madre estaba muy entusiasmada con el relato y los
M A R Z O
–decía–. ¡Cuánta imaginación! mucha confusión, y luego a Lilia, nuestra cocinera, que me llevaba pre me mandaba saludos y creo que hasta se casó detalles escabrosos. Yo sólo le pregunté que por qué Trujillo.
Todos me miraban encantados. No enten- rápidamente a comprar algo. Tuvimos un paseo largo. en la Ciudad de la Eterna Primera. –Tenías mucha imaginación de chica –me contestó sin con-
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día muy bien lo de la imaginación, pero me quedé De regreso, noté rostros evasivos, demasiados silencios. No les Mi mamá me contaba los éxitos de mi mascota testar.
tranquila, hasta feliz porque habían aceptado a mi hice mucho caso porque más preocupada estaba en la noble misión y, por supuesto, yo me sentía partícipe y mentora Le sonreí y dejamos el tema para siempre. «Mucha imagina-
peluda mascota. de alimentar a mi rata. Pero ella no volvió. No la vi más. de sus hazañas. De alguna extraña manera, aquel ción», pensé, ¡qué rata!
64_ ANIMAL PLANET 64_ 65
El pingüino
y la carta amarrada en el ala
un testimonio de mario bellatin Mientras intentábamos acomodarnos en una mesa desde la cual se podía ver el
mar, descubrí al pingüino con la carta amarrada en el ala. La desamarré con mucho
cuidado. La leí lentamente. Algunas letras eran borrosas y había frases que no podía
entender. Me pareció, no sé la razón, que un hombre se la enviaba a otro hombre
Te llamé por la desilusión que me causa Desde que se adquirió el certificado que acreditaba mi paso por
saber que estás dando una versión poco la escuela secundaria sucedía lo mismo. Yo podía leer lo que quisie-
digna de lo que pasó entre nosotros. No es cierto, y ra, siempre y cuando estuviera publicado en el diario que la fami-
tú lo sabes, que te negaste la posibilidad porque no lia adquiría cada mañana. Era sábado. Día de playa. Ya sabía yo que
sabías qué hacer con “mi enamoramiento”. Estos co- después de darme de desayunar, me vestirían de manera apropiada
mentarios pretenden que yo tome un lugar que ni se y guardarían los implementos necesarios para que me entretuviera mi walkman sobre una de las mesas. Algunas letras cuando intenté meter mi pie en el mar o la vez que me obligó a divor-
corresponde con la realidad ni acepto». en la arena sin necesidad de entrar al mar. Me lo tenían prohibido. eran borrosas y había frases que no podía entender. ciarme de la sirvienta que hacía las tareas del hogar, junto a quien
Sé que no me lo van a creer, pero el texto ante- Nunca podía acercarme más allá de la franja húmeda de la orilla. En Me pareció, no sé la razón, que un hombre se la en- fui feliz por unas cuantas semanas. Corrí lo más que pude. La voz
rior lo encontré atado al ala de un pingüino que se cierta ocasión quise poner un pie en el agua, pero mi madre cayó en viaba a otro hombre. de mi padre no fue escuchada en ningún momento. Apenas llegué al
movía entre las mesas de un restaurante de la playa un extraño estado de pánico y no tuvimos otra opción que la de em- Mis padres no daban muestras de advertir mar sentí que el pingüino dejaba de picotearme. Su interés parecía
Gallardo, en las afueras de Lima. Me habían llevado pacar y regresar a la ciudad de inmediato. Recuerdo que aquella vez lo que estaba haciendo. El pingüino se replegó en estar puesto sólo en las olas. No sólo introduje mi pie –como la vez
mis padres a ese lugar. Yo en ese tiempo no gozaba no me había rasurado. Lo sé porque mi madre trataba de acariciarme una esquina. Luego de leer la carta lo quise tomar. en que mi madre cayó en un peculiar estado de nervios–, sino que
todavía de la autonomía necesaria para tomar nin- el rostro y decía todo el tiempo –en medio de su crisis– que hacerme Quizá deseaba acariciarlo. Pero ante mi intento el mojé mis tobillos y mis rodillas. No llegué a más por temor de estro-
guna decisión, salvo, quizá, la de leer la sección de cariño había dejado de ser lo mismo. ave cayó de espaldas. Miré con sorpresa que esta- pear la carta que mantenía en uno de mis bolsillos. Solté al animal,
noticias de carácter policial del periódico que diaria- Pero ese día no estaba dispuesto a desobedecer ninguna de las ba incapacitado para ponerse de pie. El salón del quien se reanimó de una manera impresionante y empezó a nadar
mente llegaba a la casa familiar. Precisamente esa órdenes de mis padres. Llegamos cerca del mediodía a una playa le- restaurante estaba ubicado al aire libre. Era posible hacia mar adentro. Lo miré alejarse con una elegancia extrema. Mi
mañana, antes de partir con rumbo al mar, había leí- jana. Recorrimos creo que cerca de doscientos kilómetros. Lo supe que el pingüino hubiese llegado allí por sus propios madre entró al agua detrás de mí. Me tomó de los hombros y se
do el caso de un novio que había muerto acuchillado por la cantidad de canciones, veintiocho en total, que escuché en mi medios. O tal vez se trataba de la mascota del lugar. mantuvo de esa manera, como cuidando que no fuera a perder el
a manos de los padres de su amada. Durante el cami- walkman. Hicimos una primera parada en un restaurante que ha- No lo quise averiguar. Ver al animal acostado de es- equilibrio. «En el restaurante me han informado que el pingüino
no estuve pensando en ese suceso. La escena había bía sido levantado en la costa de manera improvisada. Mis padres paldas sin posibilidad de moverse me hizo cargarlo. tenía una carta amarrada en el ala», me dijo. «Devuélvemela, lo sé
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ocurrido en la cocina de la casa de los padres de la dijeron que necesitaban reponerse de la noche anterior. Por lo que El pingüino trató de darme unos picotazos. En ese todo». Se la entregué sólo cuando volvimos a la arena seca. Yo me
novia. A la muchacha la habían mantenido encerra- entendí, habían tomado alcohol de manera desmesurada. Fue ése el momento corrí hacia el mar llevándolo entre los detuve y ella comenzó a caminar hacia la terraza improvisada. Lle-
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da bajo llave en una habitación del segundo piso. Mi momento –mientras intentábamos acomodarnos en una mesa desde brazos. Me di cuenta entonces de que era un pin- vaba una suerte de falda de colores y mantenía al descubierto la
madre, mientras trataba de darme el desayuno en la la cual se podía ver el mar en la lejanía– cuando descubrí al pingüino güino bebé. parte superior de su traje de baño. Supe entonces que el pingüino
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boca –como lo hace desde el día en que casi me atra- con la carta amarrada en el ala. Mis padres lo ignoraron. Estaban an- Mi madre notó mi huida cuando ya me encon- no regresaría, como tampoco lo haría el amante muerto por la furia
ganto con un hilo que envolvía el paté–, no pareció siosos por ordenar algo. En lugar de sentarme me acerqué al animal. traba a mitad del camino. Escuché sus gritos a la leja- de los padres de su amada. Supe también que la carta hallada en el
darse cuenta de qué era lo que estaba leyendo. Desamarré con mucho cuidado la carta. La leí lentamente. Coloqué nía. No la había oído llamarme de esa manera desde ala del pingüino era en realidad un adiós definitivo.
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La perra,
la pascua y el secuestrador
patéticos chillidos de chihuahua. Acaso yo la haya
bautizado así en mi imaginación desde mucho an-
tes de tenerla, en alabanza de la dulcísima asesina
de la película de Jean Luc Besson.
un país reventado desde siempre por la violencia y la tuberculosis. Las
llamadas furibundas de televidentes –que, sin duda, se sabían todos
los villancicos– hicieron colapsar la central telefónica. Nadie enten-
día qué estaba pasando. Los camarógrafos quitaban el ojo del lente
para mirarme intrigados y mi productora imploraba calma juntando
Y
las manos. De pronto, uno de mis asistentes se acercó hasta la mesa
o no me cansaba de ofrecer recompensas cada de conducción y depositó un paquetito con timidez. Era una diminuta
vez mayores a quien creyera tener el menor caja envuelta en papel de regalo que, por supuesto, rechacé con seca
un testimonio de beto ortiz indicio. Tampoco de responder las llamadas de los displicencia.
chistosos o los despistados que, aprovechando el –¡Que lo abra! –gritó la productora y pronto todos se sumaron
pánico, exigían hablar personalmente conmigo y, a su coro.
cuando lo conseguían, me bombardeaban de pistas Bah. ¿Por qué no se guardaban un poquito sus obsequios en el
falsas o de diatribas que yo no tenía fuerzas para res- orto? Desaté el moñito rojo con la sonrisa de un condenado a la in-
a aciaga llamada convirtió en un manico- Ella lucía entonces tan pequeña e indefensa y, sin embargo, algo la ha- ponder. Mi ánimo, otrora festivo y exultante, se fue yección letal. Bah. Bah. Tres veces bah. ¿Por qué no se iban todos a
mio el switcher o control maestro de aquel cía parecer potencialmente peligrosa. Ni bien sentí el primer impacto marchitando inexorablemente ante la teleaudiencia rellenar su pavipollo con miga de pan?
pobrecito canal de televisión en el que yo hacía mis de ésa su clásica miradita de loba feroz con la que tan eficazmente me y el tono de mi programa pasó, en tiempo récord, del –¡Que lo abra! –insistieron todos aplaudiendo, así que, más de
torpes pininos como conductor. Que a nadie se le derrite hasta el día de hoy, llamé con la mano a aquel colegial tan bien sarcasmo inmisericorde a la cuadriplejia espiritual. fuerza que de ganas, abrí por fin la puñetera caja y en los monitores
ocurriera sacarla al aire fue una fina cortesía de los peinadito que, escabulléndose del escrutinio de los mozos, la ofre- Los índices de sintonía se desplomaron. Nadie que- del estudio todos vieron aparecer multiplicada la cabecita curiosa de
dioses, siendo que mi cándida secuencia consistía, cía de mesa en mesa, pregonando bajito. «¡Siberian Husky, Siberian ría comenzar su mañana con mi flamante show de la una preciosa siberiana recién nacida. Y aunque me había jurado nun-
justamente, en entablar majaderas tertulias en vivo Husky!», repetía el mocoso al oído de los comensales del café Haití, desesperanza. Me había transformado en un pobre y ca llorar en televisión, mis ojos se ensoparon sin remedio mientras
con los casi siempre groseros televidentes y tolerar como si en lugar de una noble y majestuosa raza canina aquella fuera triste desanimador. Los auspiciadores se retiraban cargaba a la nueva bebé y los créditos finales intentaban atenuar el
con perfecto estoicismo sus más deplorables ocu- la denominación de unos chocolates recién importados de Europa. en estampida y si las cosas continuaban así, aquella melodrama. Huelga decir que todita mi arenga antipascual se me fue
rrencias. Apenas nos fuimos a comerciales, corrí al diminuta televisora –que vivía de mí– sucumbiría. al diablo, sobre todo cuando, horas después, el jefe de seguridad del
T
teléfono. La voz glacial del secuestrador me paralizó: El presidente del directorio convocó a una reunión canal se acercó corriendo al auto en el que la sucesora y yo nos íbamos
–O pagas o la matamos. an boba tentativa de negociación lógicamente fracasó: la llama- de urgencia a todos los gerentes y ordenó buscar a y, todo agitado, nos detuvo diciendo:
–Primero quiero hablar con ella –desafié. da se cortó de golpe, las instrucciones quedaron inconclusas y Nikita hasta debajo de las piedras. Mientras ella no –Dos palomillas le trajeron esto.
–¿Hablar con ella? ¿Eres imbécil? perdí contacto con los plagiadores durante un horrible mes marca- apareciera, la ruina nos acechaba a todos. Recupe- Era Nikita. A los acordes de sublime partitura de Ennio Morri-
–Pónganmenla al teléfono, carajo. do por una angustia sin fondo. «¿Dónde estás, Nikita?», rezaban los rarla pasó a convertirse en el más urgente objetivo cone, nos abrazamos en cámara lenta. Mis navideñas lágrimas, sin
Lo hicieron. Lo primero que pude oír fue su ja- generosos titulares que mis colegas escribían en los tabloides junto empresarial. duda, habían disuelto el odio que anidaba en el corazón del secues-
deante respiración. Luego, al reconocer mi voz repi- a gloriosas fotografías de tiempos más felices. Mi mascota se había trador. Era un milagro, un milagro del niño Dios. Y el happy end nos
-
tiendo su nombre, no pudo más y lanzó un quejido vuelto una celebridad, pero nadie parecía tener idea de por dónde hubiera quedado perfecto si no fuera porque, al minuto siguiente,
lastimero. No había duda, puta madre, era Nikita. empezar a buscarla. Diciembre es el mes más cruel –sentencié, di- cual Tarzán peleando contra el cocodrilo, me vi forzado a abrirle las
Los malditos la tenían. Era ella. rigiendo hacia la cámara dos una lóbrega mi- fauces con las manos para que escupiera a Anastasia, mi pobrecita
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N
–Tienes dos horas para juntar la plata. Ya sa- rada que resumía toda la maldad del mundo. cachorra nueva a la que había pescado veloz de un solo mordisco,
bes: cien dólares o le cortamos el pescuezo. ikita fue mía por primera vez una noche tibia del verano del Era el programa especial de Nochebuena y mi absolutamente ciega de celos perros. Eso fue en el 2000 y hasta hoy
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1997. Desde entonces y pese a mi tenaz alergia al pelo de pe- pavorosa venganza contra la raza humana consistía son aliadas inseparables, especialmente a la hora de propinarles
A
rro, debo haber dormido con ella las últimas tres mil noches de mi en despotricar con ferocidad de la estúpida farsa na- sincronizadas golpizas a los matoncitos machos que no terminan de
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cambio de su fidelidad perpetua, había abona- vida. Fue una chica decidida y peleonera desde cachorra. Pitbulls videña que, por si no se habían dado cuenta, era la entender por qué mis bellas nunca se dejan. Pobres. Deben creer que
do, años antes, la misma indigna suma como y rottweillers que han pretendido faltarle el respeto han rodado más perversa exacerbación de las desigualdades en son pareja.
única retribución. Ahora lo recuerdo, avergonzado. sin remedio por el polvo para terminar huyendo, baboseados, entre
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Moraleja:
los gatos y el arte del asombro
un ensayo de carlos monsiváis
surge la definición más precisa, aquella que expre- acaba con el que firma este artículo): tengo doce gatos que se lla-
san la admiración plena y las vivencias gozosas. man, ni en orden ni en desorden, Ansia de Militancia, Catzinger,
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Ya lo dijo Blake: «El gato es nuestra única Eva Siva, Ale Vosia, Miss Oginia, Miss Antropía, Voto de Castidad
oportunidad de acariciar el tigre». (¿Podría decir- (el único voto útil), Caso Omiso, Peligro para México, La Monja
se: «El tigre es nuestra única oportunidad de ser Desmecatada, Mito Genial y Miau Tse Tung.
70_ A FAVOR Y EN CONTRA 70_ 71
una diatriba de
ilustración de jimmy sánchez chirinos
me gusta leer a no me gusta leer a
sergio galarza
patricia pinilla
fue hippie, paciente psiquiátrico, estuvo en prisión, y las palabras son insuficientes para sanarlo
y supo salir de esos infiernos con sabiduría
tiempo, Balzac tentó antes innumerables posibili- enganche con la trama o la curiosidad por conocer el desenlace de confirma que, ante el ocaso de instituciones como decir, la autoayuda no existe y Paulo Coelho hace dinero gracias a
dades profesionales para lograr su objetivo: escri- sus historias. Me gustan sus escenarios exóticos –prueba de su uni- la familia, el único sobreviviente será la industria un fantasma. No leeré jamás sus libros porque yo no leo buscando
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bió ensayos filosóficos, hizo periodismo, escribió versalidad– y cómo lo místico y lo simbólico cobran vida en sus tex- del consumismo (que se alimenta de la urgencia el bienestar y el consuelo. Para mí, la lectura es un acto de extraña
tragedias para teatro, fue editor de libros, trabajó tos. Paulo Coelho ha demostrado que los lectores estaban buscando por respuestas inmediatas a preguntas eternas). complicidad con las desgracias ajenas.
en una fundición y, protegido por seudónimos, se algo que nadie les ofrecía. Me gusta leer a Coelho porque no deja de Odio leer a Paulo Coelho porque sus fábulas de
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inició como novelista por encargo. La biografía de sorprenderme, y creo que ésa es una de las condiciones que debe personajes redimidos esclavizan a los lectores con
Paulo Coelho es incluso más prolífica: ha sido dra- reunir toda creación literaria. una simbología que exagera lo sencillo y desnatu-
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DETECTIVES
DE LA CARNE
A principios del 2001, un virus destruía el cerebro de millones
provenientes de la industria de la carne: sangre de cado para una vivaz e incisiva literatura centrada en las condiciones quien alguna vez fue también un granjero, concluye dad, Matthew Scully visita Carroll’s y concluye que la granja ha sido
vaca en la espuma de los extintores y en la madera del ganado y de la producción de carne. En las estanterías y entre los que «las maneras de hacer las cosas que han sido disociada del granjero y la vida ha sido destilada del ganado. Los
contraplacada; sebo de buey en los aislantes sumer- periódicos y revistas, en todo Estados Unidos, aparecieron trabajos probadas y asumidas como seguras por largos pe- granjeros son «mano de obra en sus propias propiedades», contrata-
gibles, en la medicina contra el acné, en lubricantes como La carne que comes: cómo la crianza industrial ha puesto en peli- ríodos de tiempo están ahora siendo abandonadas dos por Smithfield para alimentar –a su propia cuenta y riesgo, y de
para motores de avión, y en el recubrimiento de los gro la fuente de alimento de los Estados Unidos, de Ken Midkiff; una con rapidez y reemplazadas por nuevas formas que acuerdo con normas astringentes– una pequeña parte de los ochenta
cables en nuestros electrodomésticos. La carne de pintoresca denuncia de Howard F. Lyman titulada ¡No más toros! El parecen ser más eficientes», sin gran previsión sobre y dos mil trescientos animales que la corporación adquiere para ulti-
pronto nos aterrorizaba; su amenazante ubicuidad vaquero loco ataca al peor enemigo de los estadounidenses: nuestra sus efectos acumulativos. mar cada día, matando siete millones al año tan sólo en Carolina del
se veía reforzada por el eslogan: «Es lo que hay dieta; Vacas locas U.S.A.: ¿Podría darse la pesadilla aquí?, de Shel- Ese afán por la eficiencia se inició en los años Norte, a razón de casi uno por segundo.
para cenar». don Rampton y John Stauber; Más allá del bife: ascenso y caída de la cincuenta, cuando el Secretario de Agricultura, Ezra Lograr tales cifras requiere «intensidad gerencial». Las cama-
Al mes siguiente, todo explotó. Para erradicar cultura de la carne, de Jeremy Rifkin; o Matadero, de Gail Eisnitz, Taft Benson, lanzó este ultimátum a los granjeros das de cerdos de doscientos veinte kilos son mantenidas casi inmó-
una segunda epidemia –la fiebre aftosa– los ran- que exponía los abusos en el camal estatal de Washington. norteamericanos: «Háganse grandes o lárguense». viles, unas veinte por cubículo, con unos veinticinco cubículos por
cheros europeos encerraron, dispararon, incine- En los Estados Unidos, se han descubierto desde entonces dos Ayudado por los generosos subsidios del gobierno cada nueve metros cuadrados. Éstos no son, a primera vista, puercos
raron, y/o quemaron los cuerpos de más de diez vacas locas nativas y un caso humano del mal de Creutzfeldt-Jakob. y la poco vigilante defensa del Código de Salud, la saludables. «¿Qué es esa cosa con pinta de tumor en el cerdo #NPD
millones de animales. En Gran Bretaña, la grasa Pero la primera vaca provenía de Canadá, y el sujeto en cuestión ha- industria creció rápido, inflándose y convirtiéndose 40-602?», pregunta Matthew Scully a una joven empleada que se
resultante de esta matanza masiva –sumada a bía vivido en Inglaterra, así que los vimos rodar por los noticieros por –como el Increíble Hulk– en las fábricas de produc- explaya hablando sobre los tristes y a menudo semi-comatosos ma-
aquella de los cientos de cabezas de ganado descar- un rato y al cabo todos, o la gran mayoría, volvimos a nuestra mesa ción en masa, recargadas de fármacos, que vemos rranos como si fueran mascotas familiares. «Es sólo un bulto de pus
tados para frenar el primer brote de la enfermedad para la cena. Luego, los expertos del Departamento Estadounidense hoy en día. La carne se hizo barata y abundante. –contesta–. Todos tienen de ésos». La Nueva Agricultura puede
de las vacas locas, cinco años atrás–, dejó al país de Agricultura (USDA), simplificaron las disposiciones destinadas Esta rala recompensa es tratada como un triunfo permitirse los bultos de pus. Puede incluso permitirse lidiar con la
con un stock de casi medio millón de libras de sebo a protegernos contra las vacas locas, mandando las tripas de vuelta de la industria, pero para los escritores de la carne muerte. «Las granjas-fábricas no sólo pueden soportar la pérdida de
vacuno. Rebaños enteros se apilaban en las fosas a las salchichas. No hemos desechado o cremado nada. En lugar de –aquellos inclinados a investigar los muchos costos parte de su stock, sino que en realidad ya cuentan con ello –escribe
comunes, desechados como mercancía defectuosa. ello, hemos escarbado en lo más recóndito de la moderna industria ocultos del sistema– es un signo elocuente de que Scully–. El propio sistema presupone una alta tasa de merma, con-
Poniéndolo en términos amables, todo lo relacio- de la carne y la hemos puesto en boga. Leer cuán repulsiva es nuestra algo anda muy mal. «Más que cualquier otra institu- trapesada por una altísima tasa de producción». Lee suficiente Meat
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nado con la industria de la carne de pronto parecía comida se ha convertido en un nuevo pasatiempo norteamericano. ción –escribió Michael Pollan en el New York Times Writing y empezarás a ver la industria entera corriendo sobre una
un tanto sospechoso y ligeramente fuera de con- Magazine– la granja ganadera industrial norteame- especie de sistema de supervivencia asistida.
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2. Disonancia digestiva
trol. Observábamos el apocalíptico metraje de piras ricana ofrece una mirada de pesadilla a lo que puede Varios escritores señalan que la dieta regular de las reses a me-
humeantes de ganado en los noticieros nocturnos, volverse el capitalismo en ausencia de parámetros nudo incluye cartón reciclado y otros carbohidratos producidos a
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mientras nos preguntábamos cómo la grasa de un El primer libro contemporáneo de Popular Meat-Writing fue Car- morales o regulativos». partir de deshechos, diseñados para engordarlas de la manera más
cuadrúpedo viviente de seiscientos kilos termina ne moderna, de Orville Schell, publicado en 1984. Schell, escritor del Si lees suficiente Meat Writing, empiezas a vi- rápida y barata hasta el peso requerido por el camal. En lugar de
recubriendo los cables de nuestro televisor. The New Yorker, viajó por Estados Unidos investigando el muy di- sualizar especies enteras congeladas en un perpetuo eliminar peligrosas grapas de su alimento, los rancheros le dan de
estado de supervivencia asistida, sin propósito o po- tragar a las vacas un imán al inicio de su comida para recolectar las
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grapas con seguridad. Otro ejemplo que Scully saca fisura, una misión a menudo evidente en la estructura del propio
a la luz es el «recorte de colas». Dado que los lechon- trabajo. Eric Schlosser devela «El lado oscuro de la típica comida
citos son separados de sus madres antes de ser des- norteamericana», haciendo un trabajo de regresión en cada compo-
tetados, usualmente toman sus colas y se las ponen nente de esa comida, llevando la hamburguesa hasta el criadero y la
al frente como si se tratase de una teta. Los puer- papa frita hasta el sembrío en sucesivos capítulos. La memoria de
quitos, inmovilizados, las chupan y las mordisquean la carne de Peter Lovenheim, Retrato de una hamburguesa como una
hasta arrancarlas. Un cerdo deprimido tiene pocas joven ternera (2002), en la que el autor cría a dos becerrillos para la
razones para defenderse de semejante abuso, lo que mata, da inicio con su propia epifanía de la disonancia digestiva: en
da como resultado frecuentes infecciones e incluso McDonald’s, Lovenheim encuentra dos vacas Beanie Baby –llama-
la muerte. En lugar de ampliar los espacios de los das Snort y Daisy– que son entregadas como obsequio a los niños
cerdos, los granjeros mutilan de manera parcial la que compran hamburguesas. De inmediato, presta atención a «la
cola de cada cerdo hasta dejar un muñón extra-sen- profunda desconexión entre lo que comemos y su procedencia» y se
sible. «Recortar» la cola de esta manera hace que el propone «unir los puntos» entre «el nacimiento y la hamburguesa»,
mordisqueo sea tan insoportable que garantice al «la concepción y el consumo», para conocer íntimamente los mu-
menos una mínima resistencia. chos tonos de gris entre ambos extremos.1
Varios escritores señalan que la dieta regular de las reses, para engordarlas de
manera más rápida y barata, incluye cartón reciclado y otros deshechos. En lugar de
eliminar peligrosas grapas de su alimento, los rancheros les hacen tragar un imán
al inicio de su comida para recolectar esas grapas con seguridad
Pero mientras la industria crecía, haciéndose Michael Pollan se sometió al mismo ejercicio en un artículo
más idiosincrásica y más abominable, también se para el New York Times Magazine, comprando y criando una ter-
hizo menos visible. Como señala Wendell Berry en nera para averiguar cómo un bife moderno e industrial es produ-
su ensayo El desequilibrio de los EE.UU.: cultura y cido en Norteamérica en estos días, «desde la inseminación hasta
agricultura, un ex-Secretario de Agricultura se jac- el matadero».
taba de que noventa y cinco por ciento de los ameri- Es interesante notar que tanto Peter Lovenheim como Michael
canos había sido liberado de la «carga de tener que Pollan son de mediana edad, profesionales, hombres de familia su-
preparar su propia comida». Desde esa perspectiva, burbana. Lovenheim tiene un título en Derecho y vive con su mujer y
las cosas nos parecerían mucho más como le parecen dos hijos en las afueras de Rochester, Nueva York. Pollan es también
a Jurgis, el inmigrante empacador de carne y prota- de clase media alta, y vive en un pueblo acomodado en Connecticut.
gonista en la novela de Upton Sinclair, La jungla, un En breve, cada uno de ellos ejemplifica al norteamericano liberado
ancestral precursor del Popular Meat Writing. Los del fastidio de preparar su propia comida y capaz de escribir sobre
orígenes de nuestra comida «no deben cuestionar- las maquinaciones de la industria de la carne, en palabras de Upton
se o entenderse más que nuestro propio universo». Sinclair, «a no cuestionarse o entenderse más que nuestro propio
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Sólo podemos hacer lo que se nos indica: comer mu- universo». Pero cada uno es un escritor de la carne, y un escritor
cho, y barato. de la carne no da marcha atrás ni por timidez ni por ignorancia. Un
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El escritor de la carne está en sintonía con la escritor de la carne rebusca en la información, desenmarañando de
predominante desconexión entre lo que comemos
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«Para los nueve millones de vacas en los Estados Unidos –escribe el periodista Peter
Lovenheim–, en un momento dado no hay quizá más de unos pocos cientos de toros
proveyendo de semen». Un legendario vacuno llamado Sunny Boy tenía un hijo o
hija naciendo en algún lugar del mundo cada dos minutos. ¿Qué podría significar
para la especie humana el comernos esos miles de medio-hermanos?
forma sistemática la grotesca verdad detrás de cada pensar de forma crítica sobre lo que ve. Debe reportar meticulosa
mordida. Mientras menos sepamos de las muchas e incisivamente pero lidiar a la vez con símbolos y señales. Oír el
perversiones de la industria, con más detalles po- aullido porcino del universo a través de todo lo que la industria ha
drán deslumbrarnos. O revolvernos el estómago. O erigido para acallarlo. En resumen, el escritor de la carne debe
ambas cosas. poder tener la visión macro, la visión micro y los vestigios de cada
una de ellas en la otra.
3. El berrido del Michael Pollan sobresale en esto último con su texto para el
universo
New York Times Magazine mientras observa a su pieza de ganado,
Nº. 534, en fila para el matadero. Peter Lovenheim, en Retrato de
una hamburguesa, a menudo deambula por el proceso con despreo-
Por el contrario, hoy por hoy los escritores de Mientras tanto, Lovenheim conoce a Bonanza, el semental
la carne apuntan de manera explícita al estómago. que se apareará artificialmente con su ganado. Conocido en la
M A R Z O
Pero revolver nuestros estómagos por estos días industria por la robustez de sus crías, Bonanza provee de semen
requiere más que observación sangrienta. Magnifi- por cerca de veinte dólares la dosis. La inseminación artificial se
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cando, y desafiando a nuestra disonancia digestiva, ha convertido muy rápido en la norma, explica Lovenheim, para
el escritor de la carne debe establecer conexiones y mantener el producto final en una alta calidad uniforme. Esto
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4. Pero es delicioso
significa que algunos sementales ejemplares como falaz. Se centra de manera específica en sus reses pero se niega a de quistes y el desarrollo sexual prematuro de los
Bonanza tienen mucho trabajo. Según Lovenheim, ver el panorama completo. Ignora los hechos fundamentales en la niños expuestos al mismo, como por ejemplo in-
en un momento dado, no hay quizá más de unos producción moderna de carne: se trata de una economía de escala. fantes de ambos sexos desarrollando vello púbi- En uno de los pasajes más impactantes de La jungla, Upton Sinclair
pocos cientos de toros proveyendo de semen a los Lovenheim emplea a sus vacas tan sólo para llegar a esta conclu- co y senos. En la novela de Ruth Ozeki, Mi año de devela la verdad sobre la producción de salchichas: «Tras limpiar los
nueve millones de vacas de los Estados Unidos. sión: es duro matar vacas, como individuos. carnes, un joven documentalista descubre el uso toneles de desperdicios de la planta –un trabajo hecho sólo una vez
Se estima que, durante su apogeo, un legendario Pollan, por otro lado, usa su única vaca para pintarnos todo ilegal de DES en un rancho de Colorado con trági- al año para ahorrar dinero– los despojos resultantes: mugre, gra-
Holstein llamado Sunny Boy tenía un hijo o una el cuadro, llegando a mostrarnos lo que resulta tan absurdo y tan cas consecuencias para la hija del granjero, de sólo sa, óxido, uñas, y porquería en general son ceremoniosamente re-
hija naciendo en algún lugar del mundo cada dos destructivo –en términos ecológicos, médicos e, incluso, políti- cinco años: «Ella usaba ropita interior de algodón, bautizados “Ingredientes”. Y peor aún: viejas salchichas que habían
minutos. Viendo la semilla de Bonanza a través de cos– sobre esta industria. «Pero puedes ir aún más allá y rastrear ajustada muy por encima de su barriga. Bunny se sido devueltas, maltrechas y blancuzcas, son rociadas con bórax y
un microscopio, Lovenheim prefiere no especular el fertilizante necesario para hacer crecer ese maíz hasta los cam- acercó y levantó sus caderitas y remangó sus calzo- glicerina, y echadas de vuelta en los silos. Esto no es un cuento de
sobre qué tan dañino o incluso cuestionable puede pos petrolíferos del Golfo Pérsico», escribe Pollan en su reportaje, nes hasta la altura de sus caderas. La piel de bebé hadas ni una broma; la carne era apilada en carritos, y el sujeto a
resultar el reducir la diversidad genética de una un texto publicado cuando eran cada vez más intensos los rumores continuaba, suave e ininterrumpida, hasta la hin- cargo de apilarla no se preocupaba en sacar una rata si la veía. Hay
especie en nombre de la grasa bien esculpida, o de una guerra en Irak. Se tomarán doscientos ochenta y cuatro ga- chazón de su pancita a su hueso púbico, donde de cosas entrando a la mezcla de la salchicha contra las que, en compa-
qué podría significar para la especie humana el que lones de petróleo sólo para alimentar a esta única vaca. «Hemos
se esté comiendo a esos miles y miles de medio- logrado industrializar la res, transformando lo que una vez fue un
hermanos y medio-hermanas. En lugar de ello, él rumiante basado en energía solar a lo que menos necesitamos: otra Parece no haber manera de sobreponerse a la autoridad moral del estómago. La carne nos
ve «el inicio real de mi jornada». máquina de combustible fósil». Son estas macro-conclusiones las
Ambos escritores alimentan a sus terneras que hacen que el Meat Writing más difundido tenga tanto gancho
sabe muy bien. No es aventurado asumir que muchos de los millones que leen libros sobre
con una dieta regular de maíz, por mucho, la ma- con la gente. carne son carnívoros convencionales, que se alimentan de manera rutinaria de Big Beef. Hay
nera más rápida y económica de llevar a una res a Aun así, siempre hay ironías más pequeñas en el camino. Ma- una desconexión entre lo que comemos y lo mucho que sabemos sobre ello
los casi quinientos cincuenta kilos, el peso que se ttew Scully, por ejemplo, quien visitara Carroll’s, presiona a un
requiere para llevarlas al matadero2. Michael Po- representante de Smithfield hasta que sólo puede obtener de él la
llan aprovecha esta oportunidad para explicar los más fútil defensa de sus instalaciones de confinamiento masivo:
costos ocultos, como los inmensos subsidios del «Los animales que están afuera corren el riesgo de ser mordidos pronto, como un grotesco graffiti, su piel estaba ración, una rata envenenada es un aperitivo». ¿Por qué los obreros
gobierno y los fertilizantes petroquímicos (deriva- por un mosquito y cosas así. Nuestros animales no sufren eso». lacrada por una hirsuta maraña de pelo»3. La ver- inmigrantes –aquellos que andan metidos hasta las rodillas en las
dos del petróleo) que han hecho al maíz tan barato, Muy a menudo, todas las ironías de la industria pueden ser encap- dad empieza a parecer una sátira. Recorta-colas, trincheras apilando ratas– alimentan a sus hijos con esas salchi-
así como el altísimo contenido de grasas saturadas suladas en una simple imagen, un escalofriante símbolo que dela- bultitos de pus, peces hermafroditas. Para una cul- chas? Eric Schlosser comió ingentes cantidades de comida chatarra
de las vacas alimentadas con él, comparadas con ta al berrido universal que está detrás. En Carne moderna, Orville tura moralista como la norteamericana, aún no tan durante su investigación y Orville Schell se desvió de su ruta para
las que son alimentadas con pastos. Schell escribe, «En una ocasión, por ejemplo, fui testigo de cómo cómoda con sus instintos capitalistas, todo esto –y cenarse toda esa carne de la que escribe en sus viajes, deleitándose
A Lovenheim tampoco le agrada el régimen un vaquero tejano levantó una jeringa como si fuera una pistola de nuestra complicidad en ello–, nos deja una lectura con un jugoso bistec «a pesar de estar posiblemente contaminado
de maíz y discute con el ranchero la manera de agua y disparó a un compañero de trabajo en la cara con estradiol mórbida y fascinante. con DES». Al final de su reportaje, Michael Pollan espera la llegada
variarlo en sus animales, no porque haya logrado cypionate, un estrógeno inyectable usado para hacer abortar a los Una vez que tomamos consciencia sobre el de una caja con cortes de No. 534 por correo. Observando a la madre
comprender el sistema sino porque sabe que está animales o inducirlos a expulsar fetos momificados». duro y bizarro mundo de la producción de carne, ya de su ternera ser descuartizada en un camal, Peter Lovenheim, quien
dañándolos. Luego de mucha reflexión e infruc- Una hormona a la que Orville Schell presta particular aten- podemos reírnos de aquel ingenuo que se anda pre- come carne muy de vez en cuando, de pronto siente hambre. «A de-
tuosas consultas con el gurú Su Santidad Jagan- ción es el DES, un estrógeno sintético empleado de manera libre ocupando por una cucharadita de ají cancerígeno, cir verdad –escribe–, se me hace agua la boca».
natha Dasa Puripadasat, un ex-muñeco Ronald para promover el crecimiento del ganado. La Agencia Administra- devastadora para el medio ambiente y aborrecible Si se trata de reconciliar la disonancia digestiva, parece no ha-
McDonald y biógrafo de los Beatles que advierte a dora de Comida y Fármacos de EE.UU. prohibió esta práctica tras para la moral, aún si aquel ingenuo es uno mismo. ber manera de sobreponerse a la autoridad moral del estómago. Por
Lovenheim: «Si las matas, el karma instantáneo va hallar una conexión entre el compuesto en la carne y la aparición Mientras más ignorantes nos encontremos, y más encima de todo, está el hecho de que la carne, aún producida de ma-
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a atraparte y ¡mandarte a la mierda!», Lovenheim saturados de disonancia digestiva, más dramática nera industrial, a muchos de nosotros nos sabe muy bien. Es delicio-
desiste y manda a sus bellezas a vivir sus vidas en se hará la ironía con la que tiene que trabajar el sa. Aunque el consumo de carne está declinando poco a poco en los
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2 La dieta de maíz requiere aplicar dosis periódicas de antibióticos para prevenir quistes y evitar que
un lugar llamado «El Santuario Granja». los rumiantes estómagos se llenen de gases y de acidez. Es sólo otro ejemplo del modus operandi
escritor de la carne. Considerando lo que se ha- Estados Unidos, el auge del Popular Meat Writing coincide con la
La afirmación de Lovenheim «de emprender a corto plazo de la industria: aún con antibióticos, esta dieta a menudo genera un absceso en el lla en juego la vida, la muerte, la moral, esa ironía
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hígado de la res y puede causar una variedad de desórdenes metabólicos. Pero los rancheros
el viaje de regreso desde billones y billones servi- juegan con las cifras sabiendo que un porcentaje satisfactorio de las criaturas malnutridas con alcanza proporciones shakespeareanas. Nosotros,
dos hasta uno mismo» para entender mejor «la ali- prescripción llegarán al matadero. Hemos, en esencia, encontrado el alimento que engordará el carnívoros y capitalistas, somos nuestros propios 3 Aunque es ficticia, la descripción de Ozeki refleja el reportaje real en Carne moderna, donde
ganado de la forma más rápida y barata, y luego las hemos transformado químicamente para vivir Schell describe fotografías de niños contaminados con DES que le fueron mostradas por un
mentación de una nación» resulta, de este modo, de él de manera precaria. Reyes Lear. pediatra en Puerto Rico.
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explosión de la Dieta Atkins y la Dieta South Beach, la pregunta revela la más fundamental ignorancia de la vida en los
ambas de moda y ricas en carnes. Más aun, las car- grandes condominios y chalecitos del Lado Este en la Era de Radical
nes alternativas, como el corazón, riñones, o tripas, Chic. ¡Vaya, Dios mío! Los sirvientes no sólo son convenientes; son
ASUNTOS
están empezando a asomarse en las más haute de las una necesidad absolutamente psicológica. Dios, qué aluvión de pen-
altas cocinas.4 samientos tabú corren por la cabeza de uno en estos eventos de Chic
No es aventurado asumir que muchos de los mi- Radical… pero es delicioso. Es como si las terminaciones nerviosas
llones que leen libros sobre carne, si no la mayoría, de uno estuvieran en alerta roja ante las más íntimas sutilezas del
así como la legión de críticos que les derrama elo- status». Todo ello es delicioso.
gios como aderezos, son carnívoros convencionales, Es delicioso ver cómo dos sujetos convencionales como Pollan
que se alimentan de manera rutinaria de Big Beef. y Lovenheim, en el paroxismo de la disonancia digestiva, pueden u n c u e n t o d e S A N T I A G O R O N C A G L I O L O
INTERNOS
De este modo, hemos encontrado una nueva forma ponerse camisas de denim y chancabuques, y ser redimidos. Pue-
de disonancia digestiva: la desconexión entre lo que de ser superficial, pero el Popular Meat Writing nos permite esta
comemos y lo mucho que sabemos sobre ello. oportunidad de catarsis sustitutiva. Aun así, sospecho, y espero, que
Podemos desviar la culpa, al menos de forma haya más.
parcial. Como muchos escritores señalan, la indus- Cuando Walt Whitman inició lo que se convertiría en su obra
tria ha hecho su mejor esfuerzo para mantenernos maestra, Canto a mí mismo, ésta fue una de las primeras líneas que es-
en la ignorancia, o al menos generar la suficiente dis- cribió: «Una vaca paciendo con la cabeza inclinada supera en belleza
c o n I L U S T A C I O N E S d E V I C T O R C U R O
tracción entre nosotros. Ha reforzado nuestra diso- a todas las estatuas». La nobleza de la rumiante vaca, convirtiendo
nancia digestiva perfeccionando la transformación pastos en proteínas, lanza al poeta al anuncio apasionado de su pro-
de millones de seres vivientes, únicos, en productos pia identidad y a una instantánea conciencia de sí mismo, atrapado
abundantes y uniformes. «¿Qué producto de super- en la expansiva telaraña del mundo. Whitman, de alguna forma, pue-
mercado es más discreto sobre sus orígenes que un de ser el primer escritor de la carne norteamericano. El reconoci-
bistec empaquetado al vacío?», pregunta Michael miento y la inmediata reconciliación con la disonancia digestiva, la
Pollan, sobre todo cuando ese bistec ha sido arregla- conexión de sí mismo con su comida y más allá, es el momento catali-
do, limpiado de cartílagos, decorado y acomodado en zador en su extática celebración de la vida. Una figura parecida fue la
la forma exacta que ha probado verse más atractivo. que llevó a Mahatma Gandhi a una conclusión similar, proclamando
Pero si no deseamos desviar nuestros apetitos a «Para mí, la vaca es la encarnación del mundo infrahumano entero;
otras criaturas producidas de manera más humana y ella permite al creyente apreciar su unidad con todo lo que vive. La
segura, o más aun, decidir no comer carne, ¿por qué vaca es un poema a la compasión». l fin de semana recordé a mi viejo amigo limito a beber gratis en los bares en que actúa
seguimos leyendo sobre lo horrenda que es? El cínico El Popular Meat Writing trata de hacer conexiones, atando lo El Chino Pajares, el que tiene un revólver Borja y a reírme de sus chistes, aunque ya me
que vive en mí piensa en Radical Chic, la crónica de ubicuo con lo sensacional, restituyendo un lugar y un rostro a lo in- y un día casi me dispara en la cabeza. los sé de memoria.
Tom Wolfe sobre un evento de sociedad en Park Ave- distinto y desarraigado. Pone nuestro jamón navideño de vuelta en Me acordé de él porque fui a Albacete El caso es que el domingo, después de al-
nue, con la presencia de las Panteras Negras a fines un atiborrado criadero de Smithfield, y deposita la guerra de Irak con otro amigo, Borja. Borja es cómico. Presen- morzar, cuando ya íbamos a regresar a Madrid,
de los años sesenta. Wolfe cuenta sobre un evento de directamente en nuestros platos. Así, tan horrendas como pueden ta el monólogo de un superhéroe fracasado que descubrimos que la grúa se había llevado el co-
recolección de fondos para las Panteras en Felicia, el resultar estas conexiones, pueden también ser reafirmantes. Porque se llama Guarromán. Sale al escenario con un che de Borja. Una calcomanía en el suelo donde
penthouse dúplex de trece habitaciones, propiedad los detalles pueden despertar en nosotros, como lo hicieron en Whit- calzoncillo rojo y cuenta chistes durante una había estado el vehículo nos informaba de que
de Leonard Bernstein. Allí, Wolfe encuentra ese mis- man, la propia conciencia, una mayor sensibilidad hacia nuestras hora. Yo siempre lo acompaño en sus giras y ahí estaba prohibido estacionar, pero Borja se
mo tipo de dramática ironía que el escritor de la car- responsabilidades, si es que al final podemos honrarlas o no. Des- digo que soy su road manager argentino (por- puso furioso. Dijo que no había ninguna señal.
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ne encuentra en la fábrica-granja. Por ejemplo, ¿qué pués de todo, el Meat Writing nos conecta con algo, y a nadie le gusta que un road manager peruano suena más falso Dijo hasta «chuchasumadre», en perfecto pe-
color de piel deben tener los sirvientes en ese tipo de comer solo. de lo que ya es). Pero en realidad no trabajo. Me ruano (Borja es sevillano, pero un día de éstos,
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qué no arreglárselas sin sirvientes, simplemente, si 4 De Slate.com: «Cuando los comensales en Babbo, el elegante restaurante italiano de Mario
el asunto crea una tensión insoportable y si uno de Batali en New York, pagan $10 por “Testa”, están pagando un alto precio por una sustancia
hecha cociendo la cabeza de un cerdo, recogiendo los trozos de sesos, cartílago, y otros efluvios
verdad cree en la igualdad? Bueno, tan sólo formular que salen a la superficie, y convirtiéndolos en salami. ¿Es esto irónico?»
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de tanto andar conmigo, le van a pedir visa para en- –Sí, claro. –… para tomarnos una foto. Nos tomamos seis, en poses
trar en su país). Y no paró de insultar a la autoridad –O sea que está usted difamando a la autoridad. –De todos modos, si cree usted que ha habido varias. Fue divertido.
en todo el camino hacia la comisaría. Decía: –Oiga, esto es una trampa de usted y del otro una irregularidad, puede interponer un recurso de Pero la diversión duró poco. Abajo del puente
–Vas a ver cómo le grito a este policía fascista. policía para robarme. queja. Yo mismo pondré a su disposición los pape- nos esperaban una tanqueta y un carro de combate.
¡Esto es abuso de autoridad, joder! –No pues, doctor, no me falte al respeto. Eso es les necesarios y lo ayudaré a llenarlos si tiene algún Unos infantes de Marina nos pidieron nuestros docu-
Y lo decía en serio. Es una cuestión de tempera- agresión a la autoridad y desacato. problema. mentos y la cámara. Nos explicaron que el flash de las
mento. Cuando dos españoles chocan entre sí, bajan Papá trató de protestar un poco más, pero Dijo todo eso con la misma sonrisa. Y compren- fotos había iluminado la mitad de la villa militar que
de sus autos, discuten, se gritan durante media hora, pronto se dio cuenta de que a ese paso acabarían dí que yo llevaba media hora secundando las para- rodeaba al puente peatonal. Nos hicieron saber que, a
se echan la culpa mutuamente y luego se toman los acusándolo de intento de asesinato. Tuvo que ir con noias de un hombre que vive de mostrarse en público partir de las diez de la noche, estaba prohibido subir
datos y se van a sus casas. En cambio, cuando dos pe- el policía hasta un cajero automático, sacar más di- con un calzoncillo rojo. al puente y que estábamos en estado de emergencia.
ruanos chocan, bajan de sus autos, se fijan si el otro nero y entregarlo con la pistola, para que no quedase La multa nos dejó sin dinero ni para el autobús. No nos devolvieron los documentos. Ni la cámara. En
está bien, se disculpan por el accidente (lo llaman huella de sus crímenes. Tuvimos que atravesar la ciudad a pie para ir a bus- vez de eso, nos hicieron subir a un camión con varios
incidente), se tratan con mucha amabilidad y luego Por eso, este fin de semana en Albacete, me car el auto en un depósito del cinturón industrial. soldados. En la puerta del camión había un conscrip-
sacan dos revólveres y lo resuelven a tiros. De verdad. daba un poco de miedo que Borja quisiese gritarle to. No tenía más de dieciocho años, pero tenía un fu-
Es que los peruanos son especiales, sobre todo los po- al policía. sil. Un Kalashnikov, creo. Arrancamos.
licías. A mi padre lo detuvo uno una noche. Le pidió Pero en Albacete, a diez mil doscientos cuarenta l Chino se compró un revólver y estaba feliz. Se Quince minutos después, como aún no llegá-
la licencia –que en Perú se llama brevete–, le hizo kilómetros de Lima, las cosas son diferentes. Borja pasaba el día puliéndolo y acariciándolo. Nunca bamos al final del camino, empecé a sospechar que
probar todas las luces, le abrió la maletera, lo cacheó. llegó al mostrador de la comisaría y le dijo al policía le vi querer a una mujer como a su arma. no íbamos a la comisaría de Chorrillos, como en las
Como no encontró nada para multarlo, le preguntó si de guardia: redadas normales, sino a algún otro lugar más lejos.
–Tienes que abrir los ojos, huevón. Esto se
llevaba armas. Papá le respondió que no, y el policía –Vengo a protestar porque se han llevado mi Discretamente y susurrando, le comenté al Chino mi
va al carajo. El día menos pensado, todos vamos a
se sorprendió mucho y le puso una pistola en la cara: coche injustamente, malditos franquistas. preocupación. El Chino asintió con la cabeza y se vol-
matarnos entre todos.
–¿Cómo no va a tener, pues, doctor? ¡Si esta Borja estaba de muy mal humor y me instruyó vió hacia el soldado del fusil. Se quedó un rato mirán-
zona es peligrosísima! Yo le puedo vender ésta para al oído para que, si el policía lo golpeaba, yo saliese a
–¿Estás hablando del país? –pregunté. dolo fijamente en silencio. Después le dijo con aire de
su protección. la calle y trajese civiles que atestiguasen la agresión. –Estoy hablando del mundo –dijo con seguridad entendido:
Como el cañón de la pistola apuntaba hacia su Pero el policía sonreía mientras buscaba los datos en –Creo que el seguro de tu arma está mal puesto,
nariz, mi papá optó sabiamente por comprarla. En- su computadora. Luego dijo: cholo. En caso de fuego cruzado, se te va a trabar el
tregó el dinero que llevaba, guardó el arma con cui- –Ya sé cuál es. Ese coche me lo llevé yo perso- Mientras caminábamos y oscurecía y los coches de disparo.
dado en la guantera y se fue tan pronto como pudo. nalmente, porque había un vado. la carretera parecían estrellas fugaces, me acordé del Y le dio unas palmaditas en el hombro. El solda-
Tres calles más allá, lo detuvo otro policía. Le pidió –¡No había ningún vado! –ya he dicho que Bor- Chino Pajares, el del revólver, porque él era experto do no supo si agradecerle el consejo o dispararle de
la licencia, le hizo probar todas las luces del coche ja estaba furioso. en manejar a los policías. inmediato. Un cabo nos hizo callar y envió al Chino
–que en Perú se llama carro–, le abrió la maletera, lo –Si quiere podemos ir y verificarlo –respondió Al Chino lo conocí en Chorrillos, el año 92, po- al fondo del camión. Entonces me volví a preguntar
cacheó. Finalmente, le preguntó si llevaba armas. Mi el policía con una sonrisa que no era sarcástica, era cos días después de que un coche bomba volase la adónde íbamos pero, sobre todo, me pregunté quién
padre, orgulloso y contento, le respondió que sí y le sólo amable–. De hecho, yo no me lo iba a llevar, pero calle Tarata. Salimos juntos de una fiesta en casa de era el psicópata imbécil que me acompañaba.
mostró la que traía. El policía dijo: los vecinos nos llamaron porque su coche impedía la un amigo común. Era de madrugada y ya estábamos Nos llevaron como sospechosos a la Dirección
–¿Y la licencia para portar armas? circulación. bastante borrachos. Como íbamos al mismo barrio, Contra el Terrorismo en la avenida España (qué
–Es que… me ha vendido esto otro policía, dos –¡La señal de vado era muy pequeña, entonces! atravesamos un puente peatonal para tomar el au- gracioso, qué premonitorio me parece ahora que
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calles más abajo. –Del tamaño oficial de todos los vados de Espa- tobús de la línea 10, la del Cementerio. A la mitad la avenida de la DINCOTE se llame España). Ahí,
–¿Está seguro de eso? ña. Si fuese más grande, obstruiría la circulación. del puente, El Chino pensó que era un buen lugar un teniente llamado Valdivia nos interrogó sobre
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nuestras actividades, intenciones, gustos y estado para ver si nos contradecíamos. A mediodía, nues- una vez la papeleta –o sea, la multa– porque voy al Lo que sí mantuvo siempre fue su habilidad con
civil. Luego nos envió a un pabellón lleno de tros padres nos traían comida que compartíamos hospital in-me-dia-ta-men-te. los policías. Una vez se metió en sentido contrario
cucarachas, con algunas ratas y alrededor de cien con otros presos. Cuando finalmente nos soltaron, el El policía quedó tan impactado por la noticia por la vía rápida del circuito de playas. También es-
terroristas. Nos metieron en una celda que tenía teniente Valdivia nos devolvió la cámara de fotos sin que nos dejó ir. La mamacita de uno es sagrada, ar- tábamos borrachos y un poquito pasados de todo,
un agujero en un rincón para cualquier necesidad rollo. Nos dijo: gumentó. El Chino hasta se dio el lujo de pedirle por pero fue divertido. Cuando el policía nos detuvo y
fisiológica. Cuando apagaron las luces, oímos gritar –A ustedes no los han encerrado por sospecho- favor la papeleta –o sea, la multa, qué pesado es es- le pidió su licencia, El Chino le alcanzó su carné de
a uno de los reclusos: sos sino por huevonazos. cribir con traducción simultánea–, porque pensaba abogado. El policía dijo:
–¿Esos pitucos están pitos? Y se rió. que se la merecía a pesar de todo. El policía se negó –Le he pedido el brevete, joven.
En mi país, es así como se pregunta si esos pi- Semanas después, leí en el periódico que duran- rotundamente a multarlo, y no se hable más. Antes El Chino se disculpó y, de la guantera llena de
jos son vírgenes. te un confuso motín en la DINCOTE, uno de los reclu- de irnos, nos regaló un par de boletos para una rifa bolsas de coca y ramas de marihuana, sacó su acre-
Al día siguiente, mientras echábamos desin- sos había muerto como consecuencia de seis balazos de la policía que nunca ganamos. ditación del Congreso de la República. El policía se
fectante en los baños por orden superior, conoci- policiales. Su nombre era Rodolfo Portugal Peña (a) Con el talento que tenía, El Chino Pajares no molestó:
mos al que había hecho la pregunta sobre nuestra El Mosca. Imaginé al teniente Valdivia apuntando su tardó en entrar en política. Mientras terminaba la ca- –Oiga, ¿qué me está tratando de decir?
condición sexual. Era un señor llamado El Mosca, revólver contra la cabeza de nuestro amigo, pero el rrera de derecho se hizo asesor de un congresista y, El Chino puso cara de que todo estaba muy cla-
y también limpiaba el baño con nosotros. A pesar periódico no decía quién había disparado. con su nuevo sueldo, se compró un carro más gran- ro. Para él siempre estaba todo muy claro.
de nuestra primera impresión, El Mosca era buena Esa noche, en memoria de El Mosca, El Chi- de. No lo hizo por ostentación, sino porque decía que –Nada, jefe. Sólo le muestro que soy un funcio-
gente. De entrada, como se nos notaba un poco que no Pajares y yo fuimos a tomar unas cervezas en un en las calles de Lima nadie respeta a los chiquitos. O nario público, ¿me entiende? Porque en el Congreso
no éramos terroristas, se sintió entre amigos y nos bar de Barranco. Conversamos ocho horas seguidas. eso lo decía de la política, no recuerdo bien. cumplo una función pública, ¿no?
confesó su secreto: Descubrí que sus hobbies principales eran escribir El nuevo auto, un Corolla, tuvo dos efectos im- –Ajá… –el policía trataba de seguir el
–¿Sabes qué, flaco? Yo soy ladrón de casas, de poesías buenísimas y conducir borracho. Esa madru- previsibles. El primero fue que El Chino se puso más razonamiento.
carros, asaltante, he matado una vez pero por nece- gada fue la primera vez que nos detuvo un policía, no bestia para conducir, y el segundo, que dejó de escri- –Y usted también es un funcionario público,
sidad, y de vez en cuando, también sólo por necesi- un cuerpo de la infantería de Marina. bir poesía. Era un poeta realmente bueno y aún leía es un policía, un guardián de la ley y el orden…
dad, me violo a alguna huevona. ¿Pero terrorista? Es que El Chino era bien bruto. Iba por la ave- mucho, de hecho tenía un enorme afiche de Bukowski ¿Verdad?
¡Ni cagando, pues, hermano! Yo soy gente decente. nida Benavides a noventa y seis por hora con media sobre su cama, al lado de la «chica Penthouse» del 91. –Claro…
Estaba indignado, El Mosca. Y tenía sus razo- botella de whisky en la mano y media más en la san- Pero ya sólo escribía para Pasión Popular, la revista –Entonces, como los dos somos funcionarios
nes. Los terroristas eran bastante antipáticos. No gre buscando a alguna ancianita o cochecito de bebé de las barras bravas del Universitario, donde aren- públicos, estoy seguro de que nos volveremos a en-
tenían sentido del humor ni se mezclaban con nadie para llevárselo de encuentro. Cuando el policía vino a gaba a los hinchas del equipo a abollar las cabezas contrar. ¿No cree?
que no fuese de su grupo. A los senderistas, incluso amonestarnos, simplemente no podía creer que exis- del enemigo y romper todo en caso de derrota, para El policía estuvo de acuerdo. Le perdonó la falta
los emerretistas les parecían unos maricones inúti- tiésemos: que el mundo supiese que la U estaba de luto. Yo me pero que sea la última vez, y detuvo el tráfico para
les. Y viceversa. Nuestra única comunicación con –Oiga, joven, ¿usted se ha vuelto loco o qué le reía mucho con sus textos en Pasión Popular, pero que El Chino pudiese dar la vuelta y seguir su cami-
ellos fue leer las inscripciones de consignas raspa- pasa? –dijo. un día le pregunté por qué no escribía más poemas. no. Buena gente, el policía.
das en las paredes de la celda. Sólo hablábamos con Entonces descubrí el gran talento del Chino, Me miró largamente, y en su mirada leí la compasión Unos meses después de eso, El Chino se compró
El Mosca, que le enseñó al Chino Pajares a pelear cuando visiblemente nervioso y con lágrimas en los que le inspiraba mi pregunta. Aspiró una gran boca- el revólver que ya dije. Estaba feliz. Tenía el kit com-
con navaja atacando siempre de lado a lado, nunca ojos (de verdad, no sé de dónde las sacó, pero tenía nada de su cigarrillo y me dijo: pleto de limpieza y varios tipos de balas, algunas de
en punta. lágrimas) respondió: –¿No te has dado cuenta de que todos los escri- ellas prohibidas por tratados internacionales, como
Pasamos encerrados en la DINCOTE cuatro –Lo siento, jefe, pero es que mi madre tenía cán- tores son unos maricones sin futuro? repetía con orgullo. Se pasaba el día puliéndolo y
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días con sus noches. Todas las mañanas, el tenien- cer. ¡Y se ha sanado, jefe! El tumor ha desaparecido. Yo no me había dado cuenta. Aún no me he acariciándolo. Nunca le vi querer a una mujer como
te Valdivia nos interrogaba repitiendo las preguntas Ha sido un milagro. Así que, por favor, póngame de dado cuenta. a su arma. A las mujeres sólo se las tiraba. Todo el
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día. Una vez pasamos juntos un fin de semana en la violación. El interrogatorio había empezado pregun- –Pero es diferente, pues, doctor… esos retortijones que le suben a uno hasta la gargan-
playa. Cada uno llevó a su novia. El Chino no salió de tándole a la chica si solía ir a fiestas, si usaba mini- –¿Qué diferente va a ser, cabeza de mojón? ¿Ah? ta cuando le sacuden esas partes. Cerró los ojos y El
su dormitorio en todo el viaje. Increíble, de verdad. falda, si bailaba muy pegada, si provocaba mucho a Tú tienes el culo gordo. ¿No nos estás provocando? Chino le dijo:
En comparación, yo parecía un impotente. Pero se los varones, si le gustaría que le hicieran un examen Con ese culo, te tenemos que violar, ¿o no? Bien apre- –No quieres ni saberlo, cuerpo de choclo. No
peleaba mucho con esa chica, cuando no se la esta- médico exhaustivo, si le gustaban ellos, los agentes, tadito llevas el pantalón, mamacita. quieres ni saberlo.
ba tirando. En cambio, nunca lo vi pelearse con su hasta que empezó a parecer más una segunda viola- El policía no respondió, pero no le gustaba lo Le dio la espalda y se fue. No hizo eso por mo-
arma. A ella la quería de verdad. A mí, en cambio, ción que un procedimiento de investigación. que oía. lestar ni con la intención de humillar al sargento. Lo
nunca me han gustado las armas. Cuando le pregun- Indignado, El Chino había irrumpido en la ofi- –Bueno, pues de ahora en adelante, a las seño- hizo para que, en adelante, actuase con mayor digni-
té por qué se había comprado una, me respondió: cina de los policías, había mandado salir a la chica ritas las vas a tratar con respeto, ¿me oyes? Lo que dad institucional.
–Tienes que abrir los ojos, huevón. Esto se va al y se había encarado a los policías con tanto aplomo tienes que aclarar es si las han violado o no. Quién El aprecio del Chino por los policías era tanto
carajo. El día menos pensado, todos vamos a matar- que ellos hasta pensaron que El Chino tenía alguna que pronto fue nombrado jefe de Asuntos Internos.
nos entre todos. Y ahí, el que no tenga un arma, se autoridad para hacer lo que estaba haciendo. Le dijo Era como esos policías que aparecen de repente
jodió. Así de fácil. al sargento: l Chino tuvo algunos problemas para que lo vestidos de civil en las películas policiales y dicen
–¿Estás hablando del país? –pregunté. –A ver, usted. Si yo lo violo, ¿es culpa de usted? tomasen en serio en el cargo de jefe de Asuntos «Asuntos Internos» y todo el cuerpo se acojona, sólo
–Estoy hablando del mundo –dijo con segu- –¿Cómo? Internos de la Policía. No por ser joven, sino que en vez de ellos, era El Chino Pajares.
ridad. –¡Ya me ha oído! Suponga que llamo a dos porque era soltero y blanco. En consecuencia, Al principio, tuvo algunos problemas para que
Siempre que decía esas cosas me miraba con agentes, lo amarramos contra la mesa y se la mete- era sospechoso de maricón. Pero cuando se corrió el lo tomasen en serio en el cargo. No por ser joven ni
compasión, porque yo, según él, no entendía nada. mos por el culo, uno por uno. rumor de que tenía un arma y golpeaba a su novia, por ser civil, sino porque tenía veinticinco años y era
Con el tiempo, prosperó aún más. Tras la –No me falte al respeto, pues, doctor. hasta los generales empezaron a respetarlo soltero y blanco. En consecuencia, era sospechoso de
reelección de Fujimori, a su jefe lo nombraron –No, no, no, ni respetos ni niño muerto. Le es- maricón. Y a los policías no les gusta que los marico-
viceministro del Interior, y El Chino Pajares empezó toy haciendo una pregunta y quiero una respuesta. nes les den órdenes, y menos todavía que los inves-
a trabajar cada vez más cerca de los policías. Pasó un ¿Es culpa de usted o no es culpa de usted si lo vio- tuvo la culpa ya lo verá el juez. ¡Y no te quiero volver a tiguen. Sin embargo, cuando se corrió el rumor de
tiempo recorriendo el país inaugurando comisarías lamos? ver haciendo cojudeces porque te juro que vengo y te que tenía un arma y golpeaba a su novia, hasta los
a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. –… No. la meto en persona! ¿Está claro? generales empezaron a respetarlo.
Ya a estas alturas, sus compañeros de promoción –¿Y por qué no? ¿No va a fiestas usted? ¿Ah? –Sí, señor. De todos modos, no siguió golpeando a la no-
ganaban tres mil dólares al mes trabajando en ¡Contesta, pues, cara de rata! –Así me gusta. Y consíguete un uniforme que no via por mucho tiempo, si alguna vez lo hizo (nun-
bufetes privados. Él no cobraba ni la tercera parte –Oiga, no le permito q… te marque el culo, ¿ya, hijito? ca se lo pregunté). Una noche, meses después de
de eso. Pero se divertía. Decía que su máxima –¿Sí o no? –Señor… su nombramiento, El Chino se ofreció a llevarme
aspiración era tener algún día su propio estudio, Éste era el punto en que, para atreverse a hacer –¿Qué pasa? a casa a la salida de un bar. En el camino al carro,
trabajar poco para ganar lo suficiente y dedicar el eso, El Chino Pajares tenía que tener autoridad o es- El sargento titubeó un poco antes de decirlo, se encontró con su novia, que ni me acuerdo cómo
resto del tiempo a defender a los policías –que sí tar dispuesto, en el mediano plazo, a que le arranca- pero sentía que tenía que saberlo: se llamaba. El Chino me pidió que lo disculpase un
ganan muy mal– y a las víctimas de los policías sen la piel con una navaja de afeitar. Pero el policía –¿Quién es usted? segundo. Durante la siguiente media hora, los dos
–que la pasan muy mal también–. no estaba en condiciones de arriesgarse a reaccionar Fue un momento tenso. se gritaron en mitad de la calle mientras yo fumaba
Sobre todo, al Chino le preocupaba la educación con violencia ante un funcionario de rango indeter- El Chino se le acercó, hasta casi respirarle en el un cigarrillo tras otro al lado. Se dijeron de todo.
de los policías. Se sentía responsable por sus buenos minado del ministerio. Bajó la cabeza y susurró: cuello. Tenía la mano muy cerca de la entrepierna del Luego nos fuimos hacia el carro. Avanzamos seis
modales y su urbanidad. Alguna vez, había entra- –… Sí. policía –esto me lo ha dicho él mismo– y parecía que metros y El Chino se acordó de unas cosas que no le
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do a una comisaría en la que un sargento y un cabo –Ah, vas a fiestas. Y bebes y bailas pegado. Segu- iba a agarrarle los testículos como si fueran peloti- había gritado y volvió atrás a decírselas. Eso tomó
recogían el testimonio de una presunta víctima de ro que hasta metes mano, ¿o no? tas anti-stress. Antes de tocarlo, el policía ya sentía media hora más de gritos suyos y cigarros míos.
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A AS SU UN NT TO OS S I IN NT TE ER RN NO OS S
Repetimos la operación cuatro veces hasta que aca- cuando una viejita salió de la esquina caminando
bé la cajetilla y decidí irme a casa solo. Nunca volví con una andadera. El Chino le gritó «¡Fuera! ¡Lár-
a ver a esa chica. gate!» pero la viejita ni siquiera se dio por aludida,
Para consolarse de la pérdida, El Chino se com- se detuvo a tomar aire en la esquina y sólo se movió
pró un perro llamado Chimbombo y se inscribió en muchos, muchísimos segundos después, cuando el
el polígono de tiro de la avenida Pardo, donde cono- carro del Chino ya se había perdido en el borroso ho-
ció gente con sus gustos y aficiones. Ahí, un efectivo rizonte de Lima.
de la Fuerza de Operativos Especiales, que había pe- Entonces El Chino, furioso, volvió hacia mí el
leado en la guerra con Ecuador y que una vez había cañón del arma. Fue un movimiento reflejo, como si
matado a dos ladrones que se habían metido a su una vez que hubiese apuntado, tuviese que disparar-
casa, le enseñó al Chino lo que llamaba la «lección le a alguien. Nada personal, sólo mala suerte. Tenía
número 1»: el cañón dirigido hacia mi frente. Me aterré. Otras
–Cuando vayas a dispararle a alguien, no te veces, riéndonos en medio de una fiesta, El Chino me
pongas a disparar a todos lados como una mocosa había puesto el cañón en el cuello para asustarme un
histérica. Un solo disparo, entre los ojos, tiene que poco. Eso ya me daba miedo, porque me acordaba
ser suficiente. En cambio, si disparas demasiadas del Flaco Cacho, un amigo del colegio, al que una vez
veces y el otro tiene un arma, te cagaste, porque él sí le hicieron esa misma broma y por descuido le solta-
disparará sólo una vez. ron un tiro. Dice El Flaco que no sintió nada y se fue
Cuando El Chino me repitió a mí la lección, le a su dormitorio (estaban en un retiro espiritual del
dije: colegio, para colmo), pero al quitarse la camisa para
–Hablas como si ya hubieras matado a alguien. tomar una ducha vio que tenía la espalda llena de
–Nunca he matado a nadie –respondió–, pero sangre. De puro milagro, la bala le había atravesado
un día de éstos, con un poco de suerte, la hago. el cuello sin tocar ningún órgano vital. Y El Flaco
Tuvo su oportunidad una tarde, mientras to- Cacho contaba esto con la cicatriz del cuello y todo el
mábamos unas cervezas con El Zapatón Ronsoco. colegio por testigo, o sea que era verdad. Así y todo,
Ni siquiera habíamos tenido tiempo de beber de- si pongo en la balanza todas las veces en que El Chi-
masiado cuando entró en la casa El Mellizo Cuéllar no me puso el cañón en el cuello, no suman tanto
gritando que al Chino le estaban robando el carro. miedo como el que sentí ese día, cuando me apuntó
El Chino ni siquiera titubeó. Vio la oportunidad de a la cabeza con el gesto de quien realmente te va a
matar legalmente en defensa propia y corrió a la ca- descerrajar un tiro sólo para desahogarse.
lle. Los demás lo seguimos. Llegamos a tiempo de Pero no me disparó.
ver cómo los ladrones arrancaban el carro. El Chino Sólo dijo mierda. Vieja de mierda. Y bajó el
apuntó con cuidado y calma y esperó a que diesen la arma.
vuelta en la esquina con la intención de disparar de
costado y darle de lleno al conductor. Tuve ganas de
decirle que no lo hiciese, pero es mejor no interrum- n día, colaboré con El Chino Pajares y con
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pir a alguien que tiene un arma de fuego en la mano. mi país para reducir la corrupción policial.
El coche empezó a doblar, ya estaba casi en la mira, Me lo pidió él en persona, como parte de un plan
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que tenía y que, milagrosamente, el ministro había Me dio su tarjeta. Pero antes de seguir nego- cometer todos los desastres posibles al volante para –Pero se ha saltado una luz roja.
aprobado. Es que la corrupción policial de verdad, ciando, El Chino Pajares me hizo pasar a su oficina hacerme detener. Y eso era todo. Cuando el poli- –En efecto, sí.
la más gorda, ocurre en los contratos de venta de y me ofreció un whisky. Nos sentamos y le conté la cía me pidiese un soborno, la cámara transmitiría –¿Y su tarjeta de propiedad?
uniformes, comida, equipos, armas a cargo de los historia del empresario de los forros. Se rió: sus palabras e imagen en vivo y en directo a un –Tampoco dispongo de momento, señor
altos rangos. Pero la corrupción más visible para –Ése no va a lograr nada. Si los forros se hacen fiscal apostado en una camioneta que seguía a mi policía.
los civiles es la de los policías de tránsito que no obligatorios, los pondremos nosotros. Mejor que deportivo. El Chino Pajares y dos agentes vestidos Mal. Mal. Mal.
llevan grandes contratos, así que se consuelan pi- ruegue porque no le hagan caso. de civil también estarían en la camioneta –tomán- –Uy, y aquí huele a trago, ¿ah?
diéndoles lapiceros y gaseosas a los conductores o, Luego siguió hablándome del plan de reduc- dose un whisky, según me había explicado El Chi- –Es verdad, estuve bebiendo.
por lo menos, vendiéndoles rifas para que la cosa ción de la corrupción policial. Fijó metas, trazó no– y bajarían a detener al policía bajo cargos de Sonrió satisfecho.
resulte una transacción legal. gráficos, mostró cifras. Yo me sentí obligado a ser corrupción. Si el experimento salía bien, las cintas –Le voy a tener que poner una papeleta.
Por eso, El Chino Pajares convenció al minis- sincero: –Ya.
tro de que, si mejoraban la imagen de la policía de a –Chino, no entiendo. Todos aquí son una –No me queda más remedio.
pie, habría menos presión para investigar los gran- tira de corruptos. Tú también. ¿De cuándo acá les n militar le enseñó al Chino lo que llamaba la –Comprendo.
des contratos. Luego me llamó por teléfono y, dos preocupa la corrupción policial? «lección número 1»: Se quedó en silencio cuatro minutos y medio.
días después, yo estaba en una sala de espera del –No, pues hermano. Una cosa es buscarse la –Cuando vayas a dispararle a alguien, no te Luego dijo:
Ministerio del Interior esperando por una cita con vida, otra muy distinta es mancillar a la institución. pongas a disparar a todos lados. Un solo –Esto le puede costar doscientos soles.
El Asesor Chino Pajares. A mi lado había un señor Hay que salvaguardar el honor de la institución. disparo, entre los ojos, tiene que ser suficiente. –Me imagino, sí.
calvito, gordito y con un anillo de oro. Como está- Lo dijo pleno de respeto y solemnidad. El Chi- Cuando El Chino me repitió a mí la lección, le dije: –Ah. Ya veo que le sobra la plata.
bamos aburridos, nos pusimos a conversar. no Pajares cada día me sorprendía más. –Hablas como si ya hubieras matado a alguien. –No, señor. De hecho, no tengo doscientos
–¿Y usted qué hace por aquí? –me preguntó. –¿Y por qué esa institución no se puede man- –Nunca he matado a nadie –respondió–, pero un día de soles.
–Aquí pues, vengo a ver a un asesor. cillar? Total, todas las demás… éstos, con un poco de suerte, la hago –Yo no lo quiero perjudicar.
–Ah, carajo, a un asesor –me dijo con interés. –Es que la Policía no es como las otras. ¿No –No, claro. Comprendo.
–¿Y usted? has visto su lema?: «El honor es su divisa». –Además, tiene que pagarla lejísimos, en El
–Yo tengo un negocio en el aeropuerto No tuve nada que responder a eso. El Chino grabadas se ofrecerían a la televisión para hacer un Agustino. Usted ni va por allá, seguro.
internacional. Soy el que le pone forros plásticos al continuó hablando, ahora hablaba sobre mi labor. reportaje de efecto disuasivo para otros policías. Y –No sabía que las multas se pagan en El
equipaje. Me preguntó si tenía brevete. No tenía. Me pregun- todo gracias a mí. Agustino.
–Ah, sí, pues. Sí he visto sus máquinas y sus tó si había conducido un auto antes. Sí lo había he- La primera parte del trabajo fue fácil. Conduz- –Es una nueva disposición.
forros. cho. Y mal. Me preguntó si me interesaba ganarme co tan mal que en la primera calle entré contra el –Fíjese.
–Claro, pues, doctor –dijo él. Es que yo iba con un extra. Me interesaba. Sonrió. Me dijo que be- tráfico, en la segunda –que era la calle de la clínica Permaneció meditando dos o tres minutos
corbata, eso te convierte en doctor–. Estoy tratan- biese más y que, de ser posible, derramase un poco Ricardo Palma– bloqueé el paso de dos ambulan- más. Pensé en El Chino Pajares riéndose con su
do de que la dirección general de aduanas apruebe de alcohol sobre mi ropa. Me necesitaba apestoso, cias, y en la tercera me salté una luz roja. Ahí, fi- whisky en la mano. Me estaba aburriendo. Dije:
que el forro plástico sea obligatorio. señaló. nalmente, oculto detrás de un muro en espera de –¿Y cómo podríamos arreglar esto?
Me miró como esperando una felicitación o un Esa misma tarde, salí del ministerio al vo- incautos infractores, había un policía. En cumpli- –Eso será según su criterio. Yo no lo quiero
sello preescolar de sonrisita. lante de un deportivo amarillo decomisado a un miento de su deber me detuvo. perjudicar.
–¿Y por qué sería obligatorio? –pregunté. narcotraficante. El vehículo iba equipado, además –Buenas tardes. Su brevete, por favor. –Gracias.
–¡Porque nos llenamos de plata, pues doctor! del equipo de música y el clima artificial, con una –No tengo, señor policía. Me acercó su reglamento abierto, en una po-
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Más bien, si usted puede mover sus influencias con microcámara colocada en la puerta del copiloto y El policía puso cara de preocupación, de gra- sición que albergaría justo un billete. Pero no me
el asesor, ya nos repartimos las ganancias. dirigida hacia mi ventanilla. Mis instrucciones eran vedad de la situación, de magnitud de la tragedia. pidió nada que ameritase la intervención del fiscal.
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–Es que ha cometido una infracción muy –Mañana me voy de fin de semana al norte, a La cosa es que llegamos a la casa del papá ya se calme. La camioneta trata de adelantarlos y los
grave. Mire, aquí está estipulado lo referente a ver a mi viejo que vive en Tumbes. Voy con El Me- de noche. El Señor Chino Pajares tenía una novia empuja fuera del camino. Al sentir el raspón en la
semáforos. llizo. ¿Quieres venir? morena con un culo enorme y nos saludó a los tres carrocería, el papá da un golpe de timón, se les cru-
–Sí, lo veo. Salimos al día siguiente. igual, no como si todos fuésemos sus hijos, sino za y chocan. El golpe no es grave pero bajan a verlo.
Se aseguró de que lo viese bien. Yo siempre había pensado que alguien como como si ninguno lo fuera. Durante la cena, no ha- El papá indignado argumenta que lo han chocado
–Y aquí lo del uso de estupefacientes. Porque El Chino Pajares no podía tener papá. Quería saber bló. Y luego se fue a Ecuador a pasar la noche, por- por detrás, así que es culpa de la camioneta. El de la
yo no le voy a hacer un dosaje ahora, pero hay cosas de él, pero en los más de mil kilómetros hasta que tenía unos negocios. camioneta le dice que se vaya a la mierda. Cuando
que están claras, ¿no? Entre nosotros, sin ofender. Tumbes ni lo mencionó. Aparte de no hablar del A partir de aquí, narraré según lo que me con- van a llegar a las manos, aparece un patrullero.
No dije nada. Luego se despegó del auto y dio papá, durante el camino disparamos a los pelícanos taron y lo que yo mismo deduzco. Ya en Ecuador, El patrullero conversa con uno, luego con el
algunas vueltas silbando una canción de Euforia. en la playa, fumamos y jugamos con el botiquín del como a medianoche, la novia del culo enorme le otro. El papá se niega a darle dinero y luego ve que
Cuando vio que yo no me movía, regresó: Mellizo. el conductor de la camioneta sí le ofrece billetes.
–Mire, usted parece un buen muchacho. Era bien bestia El Mellizo. Disparaba con Billetes pequeños. El papá se enoja mucho, pega de
–Gracias. armas de fuego por afición, pero lo suyo eran las os llevaron como sospechosos a la Dirección gritos, le da un infarto y se muere ahí mismo, en la
–Un señor hecho y derecho. drogas de síntesis. Y todas las demás. Le gustaba Contra el Terrorismo. Ahí, un teniente carretera. Ni siquiera agoniza, se muere nomás.
–Gracias. llamar por teléfono a una farmacia pidiendo ampo- nos interrogó sobre nuestras actividades, En consecuencia, el policía abandona el lugar
–Voy a confiar en usted. Lo dejo que se vaya y, lletas inyectables de un tranquilizante para gatos de los hechos y la camioneta también. La novia se
intenciones, gustos y estado civil. Luego nos
ya si usted buenamente quiere pasarse por acá, yo llamado Ketalar. Metía el contenido al microon- queda sola con el cadáver, la madrugada y su culo
envió a un pabellón lleno de cucarachas, con algunas
estaré hasta las ocho de la noche. das en una taza. El líquido se evaporaba y dejaba enorme.
ratas y alrededor de cien terroristas. Cuando apagaron
Luego detuvo el tráfico para que yo pudiese cristales. El Mellizo los raspaba con una tarjeta de El cuerpo llega a la casa a las cuatro de la ma-
las luces, oímos gritar a uno de los reclusos:
salir. crédito y los aspiraba. Nada especial, pero El Me- ñana, ya frío, más bien duro y con los ojos abiertos.
Tratamos con muchos policías más, pero pasó llizo estaba contento de poder pedir sus drogas a la
–¿Esos pitucos están pitos? Antes de explicarnos lo ocurrido, la novia llora y
lo mismo. farmacia. Este país avanza, decía. En mi país, es así como se pregunta si esos pijos son vomita. El Chino Pajares, que sabe de estas cosas,
El fracaso de su proyecto anticorrupción de- Durante el trayecto a Tumbes, sólo tuvimos vírgenes no llora ni vomita. Dice que es necesario un reco-
primió mucho al Chino Pajares. Empezó a meterse un incidente con la Policía. Habían montado una nocimiento médico y un certificado de defunción
demasiadas porquerías al cuerpo. Solía venir a mi redada de rutina y El Chino Pajares iba como a para ponerle una denuncia al huevonazo del policía
casa con un paquete de cervezas. Se sentaba, deja- ochocientos por hora bien pasado de todo, como le dice al papá que sería mejor que viese a su hijo. Que ese que no sabe con quién se ha metido. El Melli-
ba una bolsa de coca en la mesa y se sacaba el arma gusta. Cuando vio la cola de la redada, frenó, dejó nunca lo ve. Que El Chino Pajares es un buen chico. zo Cuéllar le prepara a la novia un combinado de
del cinturón. Siempre tenía que recordarle que yo el vehículo en la cola y se pasó al asiento de atrás. Que conversen ese problema que tienen. O que no diazepam y Ketalar. Luego tratamos de meter al
vivía con mi madre y era mejor que ella no viese Cuando el policía llegó a la ventanilla, El Chino lo conversen, pero que al menos se vean. El papá papá en la maletera del auto del Chino, pero él dice
esas cosas. Entonces guardaba sólo la coca, porque Pajares le dijo que el conductor había bajado del duda un rato y refunfuña pero termina por ceder. que mejor lo sentemos en el asiento de atrás, con
el arma tenía licencia y era legal. auto y se había ido corriendo. No. No sabemos a Le toca el culo enorme, la besa y da la vuelta. El Mellizo sosteniéndolo, para que no se tuerza. Y
Luego se murió su perro Chimbombo y dejé de dónde. No. No podemos mover el auto porque Regresan a la frontera, cruzan el puente apes- salimos a buscar un hospital.
verlo durante unos meses. Creo que lo pasó muy estamos todos borrachos. Sería ilegal. El policía toso sobre el río sin agua y se dirigen a su casa. A la Ahora El Chino conduce como si fuese una
mal. Quería a su perro como a su revólver. Además, movió el carro hasta un lado de la carretera y nos mitad del camino, una camioneta de transporte pú- nave espacial. Ni siquiera se ven los árboles al lado
supe que lo habían echado del ministerio por pesa- dejó ahí. Y ahí nos quedamos tres horas hasta que blico empieza a darles bocinazos para que se quiten del camino, aunque me pregunto si hay árboles en
do y por sospechoso de maricón. Pensé que eso lo se fueron. Ese incidente ocurrió en Huanchaco, de su camino. La vía es angosta, así que el papá no Tumbes, donde sólo he visto mandarinas y putas.
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mataría. Pero tras varios meses sin aparecer, pasó pero no importa porque en Huanchaco siempre se aparta. La camioneta –combi la llaman allá– si- La cosa es que vamos tan rápido que una sirena po-
una noche por mi casa. Estaba de buen humor. ocurren incidentes. gue molestando. El papá grita. La novia le pide que licial nos pide detenernos. El Chino Pajares acata
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la orden. Reduce la velocidad. Apaga el motor. En- –Chocherita –le dice al Chino–. ¿Tú estás bo-
ciende un cigarrillo y espera. Todos esperamos. El rracho o qué chucha te pasa?
papá espera con los ojos abiertos y sin fumar. El El Chino, por primera vez, ni siquiera tiene
policía baja del patrullero y camina hacia nosotros. fuerzas para inventar nada.
El Mellizo dice, muy bajito: –Mire, jefe, es que llevábamos a mi viejo al
–Chino, ¿qué estás haciendo? hospital y tenemos mucha prisa.
–Me han detenido. Me detengo. El policía me mira a mí, mira al Mellizo Cué-
El Chino está de mal humor. No le gusta que lo llar y, sólo al final, sus ojos se posan sobre el papá
detengan. Ahora, El Mellizo habla con mucha lenti- recostado contra el cristal, rígido. Se queda mirán-
tud, como le hablaría a un niño de cinco años. dolo larga y fijamente, al menos eso me parece a
–Chino, toma conciencia: en este carro hay mí. Al final, dice:
una bolsa de marihuana, dos piedras de coca, va- –Sí pues. Se ve un poco pálido el señor.
rias pastillas de todo tipo, tres armas de fuego y un –Sí –dice El Chino.
cadáver. Haz el favor de acelerar ahora mismo. –Ya –digo yo.
Y se queda calladito. Todos nos quedamos ca- Entonces El Mellizo abraza al cadáver, pone a
lladitos, especialmente el papá. El policía se acerca temblar sus labios y sus pupilas, acaricia el rostro
al auto, desde atrás. Ya casi puede tocarlo. Llega a frío del papá con su mejilla llena de lágrimas. Dice:
decirnos algo. Pero el ruido del motor apaga su voz. –De repente, se ha puesto pálido y se ha des-
Y el policía empieza a alejarse y hacerse más chi- mayado. No sabemos qué le pasa.
quito en el espejo. Y el papá calladito, sin gritarle Todos tratamos de llorar.
a nadie. –No hay problema –dice el policía–. Si se trata
Entonces empieza una persecución de pelícu- de una emergencia, sigan adelante. Los escoltare-
la gringa, pero en un barrio de telenovela peruana. mos hasta la posta médica.
Corremos, chocamos contra los basureros, contra Y nos escoltaron hasta la posta médica. Y se
un quiosco, contra un perro, creo. Y los policías fueron antes de que subiésemos al papá por las es-
detrás. Me parece que son varios patrulleros pero caleras de la entrada. El Mellizo no paró de llorar
no lo sé porque tengo los ojos cerrados. En reali- en todo el camino, abrazado al cadáver.
dad, tampoco creo que sea una gran persecución, Al amanecer, mientras esperábamos los pape-
ahora que lo pienso, no hay muchos patrulleros en les del muerto, le conté al Chino Pajares que me
Tumbes. Pero tengo miedo. Uno de los patrulleros quería ir a España. A vivir. El Chino Pajares respiró
se cruza frente a nosotros. Ahora tenemos que de- hondo y cerró los ojos para disfrutar los primeros
tenernos o matarlo. rayos solares de la mañana.
Preferimos detenernos. –España –suspiró–. A mí me habría gustado
El policía baja del auto furioso. Grita algo que vivir en la Guerra Civil Española. No sé en cuál de
no oímos. El Chino Pajares quiere hacer algo pero los dos bandos. En cualquiera. Habría sido de la
no sabe qué. El Mellizo llora. Sí. Llora. Pero no vo- puta madre.
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