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La Inclusión en la Época de la Negación del Otro:

La Lucha contra la Indiferencia


Por Jorge Silva F.

Es un hecho innegable que la inclusión hoy es tema y nadie se ha visto fuera de la


discusión actualmente en Chile.

Es precisamente hoy donde se habla más acerca de “políticas de inclusión” o del “lenguaje
inclusivo” y se escuchan más denuncias de los colectivos históricamente invisibilizados, es
hoy donde las figuras públicas comienzan a sufrir fuertes cuestionamientos de la ciudadanía
cuando abusan de alguna condición de privilegio para burlarse de otros más vulnerables. Es
hoy donde se ha estado alcanzando cierto grado de furia que desborda en cuanto la
defensa de la inclusión como derecho y deber tomó protagonismo y se toma partido por
décadas de silencio y falta de preocupación de la sociedad hacia ellos…

Pero esa misma sociedad que ahora abiertamente condena y censura es la misma sociedad
ensimismada en una actitud de negación al otro como forma de funcionar en la vida. Y
prueba de eso tiene que ver con aquellas percepción que tenemos de los fenómenos
psicosociales que están aconteciendo en Chile (la inmigración, los derechos fundamentales
de la infancia, etc) donde la vieja guardia está tratando de retomar su protagonismo y, sin
embargo, aquellos que dicen defender los principios fundamentales acogen para si mismos
una burbuja donde sentirse seguros de algún tipo de cuestionamiento, en vez de adquirir la
suficiente resiliencia (esto es, no sólo cuestionando) ante un mundo cada vez más
quisquilloso y cambiante (en parte, gracias a ellos). El otro no cuenta con esa ventaja.

Pues ese mundo cada vez más quisquilloso tiene, a pesar de eso, suficientes ganas de
reformular sus principios jurídicos (vale decir, de normación) y bueno… ¿qué ocurre debajo
de lo jurídico? ¿qué ocurre por ejemplo en las interacciones cotidianas donde los valores
humanos se ponen en juego y ocurren los procesos de significación que afectan más la vida
de las personas? ¿Qué ocurre, por ejemplo con los niños con Necesidades Educativas
Especiales (NEE) que terminan siendo otro ejemplo de caridad forzada cuando les piden
abandonar (porque justamente por esta reformulación no pueden echarlos) sus
establecimientos a punta de acosos? ¿qué ocurre con esas personas que recién están
comenzando a dilucidar el origen de sus problemas de salud (ej: Parkinson, diabetes, etc)
luego de décadas expuesto a diversos peligros sin haber mejorado su calidad de vida en el
proceso? ¿qué pasa con el trato de la gente hacia los funcionarios, los trabajadores y de
estos hacia ellos en las esferas del ciclo vital?.

Porque cuando se trata de enumerar estas cosas nos da por volvernos nostálgicos…

Tratamos de encontrar ejemplos morales donde apoyar un proceso que creemos degeneró
completamente, cuando en realidad son signos históricos de adoctrinamiento que hoy
apelamos más a ellos cuando, irónicamente, estamos comenzando a abrirnos más a temas
que no lograron consistentemente ser puestos en la palestra (de lo violentamente que
fueron callados tal vez).

Ese proceso tiene que ver con el hecho de que, siendo la sociedad que somos, estamos
comenzando a descubrir al otro. Y lo hacemos desde una vereda de inseguridad.

Descubrir al otro no es simplemente descubrir más sobre la vida de quienes son similares a
mí sino que también significa descubrir aspectos sobre grupos que no lograron la
adaptación que la sociedad considera necesaria y que, por años de adoctrinamiento o por
cognición social, su información significa para mí un estrés, una molestia o un desajuste de
mi propia adaptación a un medio que explota lo más que puede de mí. Comprender a ese
“otro” significa comprender primero mis propios sacrificios para ponerme en el pedestal de
ser considerado un sujeto productivo y normal, del cual siento debo resguardar de los
demás (de la envidia, de los peligros propios y ajenos) y de sus críticas. Resalta el esfuerzo
por tratar de comprender en tanto existe una reticencia a adoptar un discurso que suena
ajeno (porque va en contra de lo hegemónico, que es resistente a la crítica del contrario) y a
su vez, de ponerme en el lugar de desafiar mi disonancia cognitiva para recién pasar de
“ese niño está alterando la educación de los demás niños” a un “hay que encontrar una
manera de que ese niño siga aprendiendo”, de “nos invaden estos extranjeros de mierda” a
un “¿de qué manera podemos convivir?”

Algunos toman caminos violentos para reafirmar su posición, pero lo más común de ver es
la indiferencia. Es, por tanto, la lucha por la inclusión una lucha contra la indiferencia en
primer lugar. Es con la incomunicación que se batalla mientras se tiene el rótulo de
“complejo de comunicar” etiquetado por la misma sociedad que incomunica, siendo este un
problema dialéctico. Para poder acceder a comunicar, se necesita un suficiente alero
comunitario que pueda luchar por ti o bien, se necesitan años para curtirse intelectualmente
y tener la capacidad de salir a la superficie de alguna forma u otra. Y en ambos procesos se
tiene que soportar la negación de tu propio papel dentro de la sociedad.

Esta época viene negando al otro en tanto sentimos que tenemos el deber de acabar con un
mayor número de amenazas externas de la cual adquirimos consciencia, en tanto
aumentaron los cuestionamientos hacia nuestro estilo de vida clásico y también por el
hecho de que la economía enfatiza siempre en hacerte sentir empoderado para consumir y
acceder a lo que tú quieras, lo que inevitablemente se traslada hacia otras esferas de la
vida donde pones a prueba estos principios (la educación, la búsqueda de estatus, etc). No
sé qué tan inocente pueda sonar que el desconocimiento ayude en todo esto, que la
invisibilización ocurra por un desconocimiento genuino sobre los aspectos que los que no
pueden o no quieren adaptarse a una forma enajenada pero funcional (en términos
político-económicos) tienen que convivir a diario.

La capacidad de empatía podría sufrir en realidad un proceso de “rarificación” que nos haga
pensar ilusamente que esta se perdió o se extinguió y que por eso ocurren estas cosas.
Lamentablemente pienso que acudir a esta primicia sería una excusa puesto que muchas
de las decisiones que terminan por cosificar al otro pasan primero por un análisis de cómo
supuestamente se desenvuelve, en el contexto que tenemos que vivir. Ese es un grado
primitivo de empatía, donde se carece del concepto de alteridad.

Faltan muchas cosas más por las cuales luchar cuando se trata de inclusión.

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