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EL NUEVO ROSTRO

DE LA MORAL

Eduardo
López Azpitarte
EL NUEVO ROSTRO
DE LA MORAL

Eduardo López Azpitarte, sj

"I SAN •,

benito
ÍNDICE

I N T R O D U C C I Ó N . J U S T I F I C A R UN ESTILO DE VIDA I

1. L A CRISIS DE LA M O R A L EN N U E S T R O M U N D O D E HOY 1)

2. LA N E C E S I D A D D E UNA D I M E N S I Ó N ÉTICA 3!

3. M E T O D O L O G Í A PARA UNA F U N D A M E N T A C I O N D E L A M O R A L 4

4. F E C R I S T I A N A , É T I C A C I V I L Y T O L E R A N C I A «1
1 o edición, diciembre de 2003
5. A U T O N O M Í A Y A U T E N T I C I D A D D E L C O M P O R T A M I E N T O 1!
Diseño de cubierta e interior: Elena Arias
6. F U N D A M E N T A C I O N A N T R O P O L Ó G I C A DE L O S V A L O R E S ÉTICOS. . 101

7. L A É T I C A N O R M A T I V A 121

8. LA É T I C A P E R S O N A L 14
Con las debidas licencias - Queda hecho el depósito que
marca la ley 11.723. 9. F U N C I Ó N M O R A L D E LA C O N C I E N C I A 1«
Impreso en Argentina - Industria argentina
10. EL M A G I S T E R I O D E LA I G L E S I A 11!

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11. D I M E N S I Ó N R E L I G I O S A DE LA ÉTICA C R I S T I A N A 1«
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pia y el tratamiento informático. 13. L I B E R T A D Y D I S C E R N I M I E N T O D E L O S HIJOS D E D I O S 211

14. LA O P C I Ó N F U N D A M E N T A L 21

15. EL P E C A D O P E R S O N A L 21!

© San Benito 16. E L P E C A D O C O L E C T I V O 25!


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INTRODUCCIÓN

JUSTIFICAR UN ESTILO DE VIDA

Hace ya mucho tiempo, Pascal se atrevió a escribir una frase que


muchos podrían repetir en las circunstancias actuales: «Tú, Señor, puedes
pedirnos que te amemos, pero tú no puedes pedir que amemos la moral».
Es una confesión explícita del malestar y rechazo que provoca en el psi-
quismo la experiencia de la obligación que se impone, de la ley que coac-
ta nuestra autonomía, de la culpabilidad que destroza la alegría del vivir.
Un peso demasiado grande para llevarlo siempre sobre la conciencia, sin
otra alternativa que aguantar pacientemente o terminar arrojándolo como
algo insoportable. Lo menos que puede decirse es que la moral cristiana
no es un valor en alza en el mercado de la sociedad. Al contrario, se en-
cuentra tan devaluado que muy pocos se arriesgan a invertir por la poca
rentabilidad que ofrece.
Una de las razones fundamentales, que ha fomentado una imagen tan
poco atrayente de la moral, ha sido la forma con la que se ha presentado
en muchos libros de formación y la pedagogía utilizada para su enseñan-
za. Los intentos de renovación no han faltado en estos últimos años, aun-
que los avances efectuados no hayan repercutido todavía en la conciencia
de muchas personas. La asimilación generalizada requiere un espacio ma-
yor de tiempo hasta que se acepte con toda naturalidad.
En el año 1980 publiqué por vez primera Fundamentación de la éti-
ca cristiana, con el deseo de colaborar a esta renovación. Las ochos edi-
ciones en castellano agotadas indican que el esfuerzo no ha sido estéril.
Ello me anima a ofrecer este nuevo libro que presento con la misma inten-
ción: Queremos dar una explicación razonada de nuestro estilo de vida. Si
hay que estar «dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo
el que os pida una explicación» (1 Pe 3,15), con mayor motivo aún tene-
mos que estar preparados para justificar una determinada conducta que, si

7
es válida y buena para la persona, no puede serlo simplemente por el hecho cian a cualquier tipo de trascendencia, para insistir únicamente en su ca-
de estar mandada. rácter humano, y los que defienden una justificación exclusivamente reli-
Aquí recojo, por tanto, los contenidos fundamentales de los trabajos giosa, negando cualquier intento de explicación racional. Aunque dentro
anteriores. Otros están elaborados de nuevo o renovados. He procurado de esta opción intermedia los autores subrayen más un aspecto que otro,
omitir aquellos temas históricos o más especulativos para facilitar su lec- habrá que evitar, en cualquier hipótesis, que la moral de fe no llegue a pre-
tura a otras personas que no buscan este tipo de conocimiento. Por la mis- sentarse como razonable o que la ética de razón pierda su riqueza sobre-
ma razón han desaparecido las notas bibliográficas a pie de página, que so- natural y trascendente (cap. 3).
lo resultan interesantes para los que pretenden profundizar en algunos Antes de comenzar nuestra reflexión específica sobre la moral, ha-
puntos, pero que no tienen mayor interés para el que busca una formación bría que plantearse primero dos temas previos. Al vivir en una sociedad to-
general. Al final de cada capítulo, sin embargo, propongo una amplia bi- lerante y pluralista, es necesario descubrir cuál es la función de la ética
bliografía en castellano para los que deseen ampliar con estas lecturas los cristiana. Ha de vivir abierta a otras ideologías y mentalidades, sin ningún
diferentes aspectos que se han ido desarrollando. tipo de fanatismo o imposición, pero sin renunciar a su sensibilidad evan-
gélica. Aunque no cambien sus contenidos éticos, su forma de actuar y
proponer el mensaje cristiano sí adquiere nuevos matices para que nuestra
El itinerario propuesto oferta tenga eco en un mundo secular (cap. 4).
La primera condición básica y previa, por otra parte, para que una
Aunque no sea el único camino posible, propongo de manera sintéti- conducta se adjetive como humana y religiosa, es que supere el carácter au-
toritario y heterónomo que tiene el comportamiento infantil, hasta alcanzar
ca el itinerario que vamos a recorrer. Puede ayudar, desde el principio, tener
una autonomía adulta que conozca las razones de su actuación. Lo que de-
presentes las diferentes etapas que nos conducen hacia la meta propuesta.
biera ser una etapa pasajera no ha de convertirse en algo estable y definiti-
He preferido partir de una constatación objetiva y realista: la crisis
vo. Si la autoridad es el único argumento para la aceptación de unos valo-
existente en torno a la moral, y las denuncias que, desde otros puntos de vis-
res, la moral perdería por completo su vigencia en un mundo como el nues-
ta, han surgido contra el planteamiento mismo del problema ético o contra tro, donde la gente pide y tiene derecho a una explicación razonable, cuan-
determinadas formas de vivirlo. Toda critica, por muy falsa que sea, encierra do se le exige un comportamiento como obligatorio. La psicología nos ayu-
siempre una parte de la verdad, y sería deshonesto no reconocer lo que de fal- dará a descubrir también el mundo de motivaciones interesadas e incons-
so y mentiroso ha existido en nuestro comportamiento cristiano (cap. 1). cientes que, con tanta frecuencia, se ocultan en nuestro interior provocan-
A pesar de todas las dificultades, la moral se impone como una exi- do conductas pseudo humanas y pseudo evangélicas. El peligro de una mo-
gencia de nuestras propias estructuras antropológicas. El ser humano está ral inconsciente hay que superarlo con una mayor autenticidad (cap. 5).
obligado a ser ético por su misma naturaleza, a la que le tiene que dar ine-
A partir de estos presupuestos, será posible descubrir el significado
vitablemente una orientación en función del sentido que quiera darle a su
y la importancia de los valores éticos, como cauces que orientan e ilumi-
existencia. Nacemos sin estar hechos y la moral no es sino el estilo de vi-
nan la libertad hacia la meta propuesta con anterioridad: realizarnos como
da que cada uno elige en coherencia con su propio proyecto. La revelación
personas y, si somos creyentes, responder a nuestra vocación de hijos de
tiene aquí una palabra iluminadora que nos explícita cuál es el destino al
Dios. La percepción de estos valores reviste unas características singula-
que Dios nos invita. Sin ese plan humano o religioso, que motiva y da co-
res, pues intervienen también otros factores que dificultan su conocimien-
herencia a las múltiples renuncias y elecciones con las que la persona tie-
to y aceptación. El tema de la moral como ciencia es una derivación de lo
ne que enfrentarse en la vida, la armonía e integridad psicológica del indi-
que se entiende por experiencia ética. La teoría clásica de la ley natural, a
viduo, necesaria para su equilibrio y madurez, se hace inasequible (cap. 2).
pesar de sus interpretaciones y ambigüedades históricas, conserva un sig-
Si la moral brota tanto de la naturaleza del hombre como de la Pala- nificado actual en esta perspectiva (cap. 6).
bra revelada, hay que plantearse previamente cuál es la metodología a se-
Centrarse en el descubrimiento de estos valores concretos es la gran
guir en la elaboración de los contenidos éticos. Si partimos de la razón o
tarea de la reflexión moral. En primer lugar, la ética normativa nos presen-
nos apoyamos en la fe; si hacemos una ética secular o una moral religio-
ta el conjunto de aquellos valores que, en teoría y en abstracto, parecen los
sa. El camino elegido adopta una postura intermedia entre los que renun-
más justos y adecuados para autorrealizarnos como personas y como hijos

8 <)
de Dios. Es el problema gnoseológico para captar la rectitud de una ac- de tantas deformaciones introducidas en la praxis diaria. Los datos que nos
ción. Para ello es necesario el diálogo con las ciencias que nos ayuden a ofrecen la fe y la tradición serán imprescindibles para resolver los proble-
saber de verdad lo que nos conviene. Este conocimiento progresivo y rea- mas actuales que se presentan en este campo (cap. 15). El análisis del pe-
lizado a partir de una cultura le dan a la moral un carácter histórico y evo- cado estructural y comunitario servirá para romper el peligro de una mo-
lutivo, que no supone caer en un relativismo extremista e inaceptable (cap. ral demasiado individualista, donde con tanta frecuencia se ha caído, olvi-
7). Pero esos valores normativos habrá que aplicarlos también a las cir- dándose de la responsabilidad y culpabilidad que todos tenemos en la ges-
cunstancias concretas para ver si en esta situación determinada es necesa- tación de un mundo tan injusto como éste (cap. 16).
rio cumplirlos o requieren alguna pequeña acomodación. La bondad o ma- Al terminar la lectura de estas páginas, espero que el lector esté ya
licia de una acción radica en este juicio de la ética personal, cuya funda- capacitado para responder por sí mismo a los múltiples interrogantes que
mentación constituye uno de los puntos más discutidos de la actualidad. El hoy se presentan en el campo de la moral y conozca un poco mejor las
problema axiológico nos servirá para la valoración de estas acciones par- nuevas líneas de orientación por donde hoy avanza la reflexión ética. Al
ticulares y concretas (cap. 8). menos, esto es lo que humilde y sinceramente pretendemos.
En este juicio personal del valor, tenemos que ver cuál es el papel y
la función de la conciencia. Entre el legalismo exagerado, que hace de la
conciencia un simple mecanismo en la aplicación de la ley a la realidad, y
el situacionismo extremo, que niega la objetividad de los valores para apo-
yarse únicamente en la propia decisión, habrá que armonizar ambas dimen-
siones -la personal y la objetiva- como una dialéctica complementaria
(cap. 9). El magisterio de la Iglesia constituye, además, un dato de especial
importancia para la formación de esta conciencia, aunque su valor e inter-
pretación haya provocado en la actualidad algunas discusiones (cap. 10).
Cualquier intento de construir una ética exclusivamente humana re-
sulta incompleto para el creyente. La dimensión religiosa nos abre a un
horizonte diverso, que nos hace vivir con una nueva orientación. La res-
puesta a la palabra de Dios y el seguimiento de Cristo se convierten en los
temas fundamentales del actuar cristiano. Tal perspectiva, sin embargo, no
tiene por qué anular la validez y seriedad de una reflexión racional. Tam-
bién aquí existe una profunda sintonía entre una moral religiosa y una éti-
ca humana (cap. 11). La especificidad de la conducta cristiana no habría
que ponerla tanto en los contenidos éticos, cuanto en el mundo de las mo-
tivaciones y en las perspectivas que ofrece para la garantía, sensibilidad y
criterios de preferencia en su conocimiento y aplicación (cap. 12). Es más,
el cristiano debería quedar libre de toda ley, pues ésta ha perdido su vali-
dez en la nueva economía de la gracia, donde el Espíritu es la única fuer-
za que dinamiza la existencia y nos lleva a conocer la voluntad de Dios, a
través del discernimiento espiritual (cap. 13).
Frente a la llamada de los valores y frente a las exigencias de Dios,
el ser humano tiene la capacidad de responder y de tomar decisiones li-
bres, por encima de todos los condicionantes que amenazan la libertad.
Una conquista difícil que sólo puede comprenderse con una adecuada in-
terpretación de la opción fundamental (cap. 14). La negativa a vivir esta
vocación constituye la realidad del pecado, cuya imagen hay que purificar

10 11
CAPÍTULO 1

LA CRISIS DE LA MORAL EN NUESTRO MUNDO DE HOY

1. Rechazo generalizado de la ética

No es fácil hablar hoy en nuestro mundo de la moral. La misma pa-


labra provoca de inmediato fuertes sentimientos de rechazo y actitudes
agresivas. Los esquemas sociales que nos rodean son muy diferentes a los
de otras épocas anteriores, en los que se aceptaba con docilidad las normas
impuestas y heredadas del pasado. Aunque siempre existieron debilidades
e incongruencias, apenas se ponía en duda el valor de la norma. La con-
ciencia estaba tan acostumbrada a su cumplimiento que cualquier trans-
gresión venía acompañada por el dolor de la culpabilidad.
En este clima la imagen de Dios jugaba un papel importante, pues la
amenaza de perder su amistad por el pecado y la posibilidad de una eter-
nidad desgraciada, presionaban de tal manera el interior que parecían des-
truir nuestra propia libertad. El peso de la ley era excesivo como para vi-
vir con alegría las exigencias humanas y cristianas. Me impresionó el re-
cuerdo que aún le quedaba a una persona adulta de sus años infantiles. So-
lía repetirle con frecuencia a su madre: «mamá, yo soy muy buena, pero
no soy feliz». La confesión no deja de ser dramática, ya que no existía otra
alternativa que el sacrificio, la renuncia, la privación, el fastidio para con-
seguir una conducta buena y honrada, o buscar la felicidad por otros ca-
minos que terminaban despertando la intranquilidad y el remordimiento
interior. El antagonismo entre el deseo más profundo de vivir a gusto y sa-
tisfechos, y las imposiciones éticas que desde pequeños nos imponían, era
demasiado evidente como para pensar en una posible reconciliación.

13
No hay que ser muy pesimista para constatar el cambio que se ha basta la mayoría de las veces para la realización del bien, como creía Só-
operado. Una fuerte mayoría de personas, que fueron educadas en un am- crates, si no va acompañado de un entusiasmo que seduzca y estimule a
biente cristiano, han dejado de creer en las enseñanzas éticas recibidas. practicarlo, pues la inteligencia resulta demasiado fría cuando el valor no
Entre la misma doctrina de la Iglesia, que sigue recordando su normativa impresiona también al afecto y a la sensibilidad.
sobre temas fundamentales de la praxis, y la vida de muchos creyentes, se Esta era la orientación presente en toda la rica tradición catequética
da una excesiva separación, como si se tratara de líneas paralelas. La cri- y homilética de la Iglesia, desarrollada en estrecha vinculación con la li-
sis de la moral es demasiado evidente como para negar su existencia. turgia. Los comentarios a la Escritura, bajo sus diferentes formas, consti-
Las razones que han motivado semejante situación pueden ser múl- tuían para los Padres la principal fuente de sus enseñanzas morales. Su
tiples, como sucede en todos estos fenómenos complejos y extendidos. No lectura de la Palabra no quedaba reducida a una exégesis informativa, si-
bastaría una análisis superficial e ingenuo, como si el diagnóstico de la no que en ella encontraban los criterios básicos de la conducta cristiana y,
realidad fuera tan constatable y patente como ésta. No pretendo ahora sobre todo, el estímulo y la motivación última para su realización. El cris-
abordar el tema con algo de profundidad, pero sí me parece que existe un tiano no puede olvidar las verdades fundamentales de su fe que le llevan
denominador común, hacia el que confluyen las diferentes dificultades. El a un estilo de vida concorde con el radicalismo evangélico. Convencido de
rostro de la moral cristiana no resulta atractivo ni seductor en nuestro esta llamada a vivir como hijos del Padre y discípulos de Jesús, necesita-
mundo de hoy. Vale la pena, por ello, apuntar las formas principales que ba de un recuerdo y aliento constante para no rebajar el ideal de su vida.
ha tenido la moral cristiana. No es extraño, entonces, que este tipo de moral quedase vinculado, de ma-
nera casi exclusiva, con la espiritualidad.
Las escuelas monásticas intentarán cumplir con esta tarea durante
buena parte de la Edad Media. Con su renuncia a la dialéctica impedirán
2. La dimensión parenética y espiritual
que la teología -y la moral- caigan en una especulación metafísica, que-
dando vacía de su sabor religioso. El apego a la Escritura y un estudio me-
El acontecimiento de la revelación, sobre todo en la persona de Je- nos científico, pero realizado en un clima de oración, le dan un sentido
sús, despertó un movimiento de entusiasmo. Era una llamada a la salva- místico y mucho más cristológico, como se hace presente en toda la escue-
ción que se manifestaba en la Buena Noticia y exigía una entrega de fe en la franciscana. No es de extrañar, por tanto, que, a lo largo de la historia,
el Dios que nos salva y un compromiso en la tarea de realizar su Reino. hayan surgido de vez en cuando movimientos y autores que buscaban una
Los temas tan bíblicos de la conversión y del seguimiento de Cristo, con renovación espiritual para que la ética no perdiera su sabor evangélico.
todas las exigencias que de ahí se derivan, constituyen el punto de partida
de una ética evangélica. Vivir como Jesús comporta una serie de actitudes
que se aceptan fundamentalmente por el hecho de la fe, sin necesidad de
ninguna otra explicación. El asombro y agradecimiento por las verdades 3. La dimensión científica y racional
trascendentes y desconocidas de la revelación eran suficientes para avan-
zar por ese nuevo camino. Sin embargo, ya desde los primeros tiempos, nace otra nueva orien-
Una de las funciones primordiales de la moral va a ser precisamen- tación que podríamos adjetivar como científica. Los apologetas son auto-
te el recuerdo de estas exigencias cristianas. Muchas de las exhortaciones res que, además de sentirse obligados a transmitir la fe y exhortar a una vi-
que aparecen en el Nuevo Testamento y en los escritos de los Santos Pa- da de acuerdo con ella, buscan la defensa contra todas las corrientes que
dres manifiestan esta dimensión parenética. No se trata de probar la bon- la atacan para probar que la conducta y creencia de los cristianos respon-
dad o la malicia de una acción determinada, sino de animar a su fiel cum- den a las aspiraciones filosóficas y encuentran también una explicación in-
plimiento, a vivir en coherencia con lo que se acepta ya como válido o ne- telectual. Si la Escritura es la fuente primera del pensamiento patrístico, la
gativo. La preocupación no se centra en proponer las razones que justifi- sabiduría griega va a ser también un motivo de inspiración. A partir del si-
can o condenan un comportamiento. Lo que se busca, porque la persona glo III, sobre todo, se observa un proceso evidente de racionalización pa-
está previamente convencida de su moralidad, es animarla a ser conse- ra darle a la moral una base científica. Las ideas platónicas y especialmen-
cuente con el ideal y la meta propuesta. El conocimiento especulativo no te los autores neoplatónicos, la moral estoica y el derecho romano se ar-

14 15
monizan con las enseñanzas de la fe, a través de un proceso de asimilación cientemente conocida. El casuismo ya está presente en algunos Santos Pa-
que había comenzado con el mismo san Pablo. dres que debieron solucionar casos concretos e inéditos para la conciencia
La revelación no elimina la existencia de una ética humana, patrimo- cristiana. A partir de la fe había que reflexionar sobre cómo actuar y com-
nio de todos los hombres, a la que se acude para desarrollar una normati- portarse en aquellas ocasiones que pudieran resultar ambiguas y peligro-
va más amplia que abarque a todos los campos del comportamiento huma- sas. La solución aportada sobre estos problemas particulares y determina-
no. La reflexión se realiza con un sentido profundamente humano, sin que dos -relaciones con el Emperador, asistencia a espectáculos, licitud de
pierda tampoco su dimensión cristiana. Si la escuela alejandrina aparece ciertas profesiones, violencia, limosna, sentido del placer, estados de vida,
como el primer esfuerzo para conjugar las categorías filosóficas y cultura- esclavos, etc.- servirá de guía práctica a los fieles. La moral no es una
les del paganismo con el pensamiento teológico, será san Agustín quien ciencia puramente especulativa, sino que tiene como objetivo clarificar y
construirá una de las primeras síntesis -la más genial e importante- para dirigir la conducta humana. Esta finalidad pastoral, sin embargo, quedó
hacer comprensible el saber de la fe. demasiado vinculada con la práctica de la confesión.
Esta corriente experimenta un nuevo florecimiento en las escuelas La historia demuestra que, con el comienzo de la penitencia privada
creadas junto a las grandes catedrales -origen y cuna de toda la escolásti- en la Iglesia, se confeccionaron los primeros Libros penitenciales, como
ca posterior- que, frente al espiritualismo de los centros monacales, van a ayuda al confesor para cumplir con las exigencias de este ministerio. Se
subrayar la importancia de las ciencias y de la reflexión humana. El méto- trataba de ofrecer una catálogo más o menos amplio de pecados, con la co-
do escolástico se caracteriza precisamente por la importancia que se da no rrespondiente penitencia que habría de imponerse en función de la grave-
sólo a los grandes autores, cuyas enseñanzas se presentan como una ayu- dad e importancia de la falta cometida. A partir del siglo XIII y XIV, con
da para la formación intelectual, sino por el análisis discursivo y racional la predicación de la nuevas órdenes mendicantes y el precepto de la con-
de esas verdades para la elaboración de una verdadera ciencia. La dialéc- fesión anual, impuesto por el Concilio Lateranense (1215), se sintió la ur-
tica se convierte en un instrumento para confrontar, discutir y defender un gencia de reformar estos libros manuales para tener en cuenta también las
conocimiento más profundo de la verdad humana y revelada. Una técnica nuevas leyes eclesiásticas emanadas de los decretos conciliares y docu-
intelectual que dará una forma característica a toda la producción teológi- mentos pontificios. Así nacieron las llamadas Sumas de confesores, en las
ca de la Edad Media y que permanecerá durante largo tiempo en la refle- cuales, además de recoger las listas de pecados y su tarifa penitencial, se
xión posterior de la Iglesia. añadieron con frecuencia algunos cuantos principios fundamentales. Su
La obra de santo Tomás queda como un modelo maravilloso de esta función seguía siendo la misma: la mera ayuda a los sacerdotes para que
armonía y enriquecimiento entre la fe y la razón. Su Suma Teológica ser- puedan estar informados de todo lo perteneciente a sus obligaciones.
virá, en adelante, como texto en todas las universidades, y como punto de Sin embargo, no parece que el clero alcanzara siempre un nivel mí-
referencia para todos los que, en épocas posteriores, van a pretender una nimo de conocimientos teológicos y morales para el cumplimiento de su
renovación teológica o moral. Y es que el rigor de un trabajo científico se ministerio. El hecho era demasiado evidente como para que los Padres
armoniza espléndidamente con el patrimonio de la fe y la riqueza de la tra- conciliares, reunidos en Trento, no sintiese la urgencia de una formación
dición. Dios, como fuente y origen de toda la creación, es también el fin pastoral mayor para la administración del sacramento de la penitencia. La
hacia el que todo ser humano camina, mediante la salvación de Cristo. En moral especulativa fue perdiendo vigencia, pues lo que más interesaba era
esa vuelta hacia Dios, que ocupa la segunda parte de la Suma, analiza la formación de los sacerdotes. Su dimensión más evangélica y científica
aquellos elementos naturales y sobrenaturales por los que la persona se quedó bastante marginada. Aparecía, entonces, como un verdadero peca-
orienta hacia su meta final. tómetro que señalaba, con una exactitud precisa, cuándo un comporta-
miento debía considerarse lícito o inadmisible.
El seguimiento a Jesús del cristiano quedó reducido a un código de
4. La dimensión práctica y casuística leyes, preceptos, normas, mandatos, prohibiciones y exigencias, que se
imponían desde fuera como condición para estar en paz con Dios y con la
propia conciencia. Hay que reconocer que la mera lectura de estas obliga-
Finalmente nos encontramos con un nuevo tipo de orientación, ca- ciones, tal y como se presentaban en los libros de texto, despiertan hoy un
racterizado por su dimensión práctica y pastoral. Su génesis resulta sufi- fuerte malestar y rechazo, si no se toman con una cierta dosis de humor y

16 17
tolerancia. Pero no era fácil mantener esta actitud comprensiva, cuando para provecho de la clase dominante el orden establecido. La misma insis-
por dentro quedaban tantos sentimientos y experiencias negativas, que no tencia religiosa en buscar la propia salvación, como objetivo prioritario, ha
se olvidaban con facilidad. Es más, si no fuese posible otra presentación fomentado una dimensión demasiado individualista, que margina con ex-
de la ética cristiana más adecuada y convincente, tendríamos que entonar ceso la preocupación por el cambio social.
por ella un último y definitivo réquiem. Desde una perspectiva más psicológica se insiste en las motivacio-
La objetividad de esta insatisfacción se demuestra en que ya estaba nes inconscientes que condicionan con frecuencia la conducta humana. La
presente desde hace bastante tiempo en el seno de la Iglesia. Con anterio- persona, ahogada por los problemas y dificultades de la vida, necesita en-
ridad al mismo Vaticano II, ya hubo intentos por cambiar semejante orien- contrar una solución adecuada a todas las frustraciones y límites de su
tación, y se han ido repitiendo en todos estos últimos años. Tanto la antro- existencia. Como cuesta aceptar la realidad tal cual es, se sueña en un más
pología como la teología subyacente a esta concepción nos parecen ya ina- allá donde se nos ofrece todo lo que aquí abajo nos falta. Y ninguna for-
decuadas e incompletas. La renovación de la moral es un esfuerzo que aún ma de cultura recompensa y gratifica tanto como la ilusión de un Dios
no está acabado, y que se ha hecho conflictivo, en la actualidad, dentro de bueno y providente que nos premiará con toda certeza. La fe se convierte
la misma Iglesia. Pero se trata de una tarea a la que no podemos renunciar, en un mecanismo de defensa para protegernos de las amenazas que nos
si queremos hacer presente su mensaje en el mundo de hoy. vienen del destino y, sobre todo, del fracaso ante la muerte. No existe nin-
gún narcótico tan eficaz para el sufrimiento humano como la experiencia
de la fe. Nace de unos deseos profundos y reales, pero su contenido es so-
5. La filosofía de la sospecha lo una simple ilusión. La conducta buena y virtuosa es la forma concreta
que utilizamos para conseguir el beneplácito de Dios, cuyo cariño y pro-
tección nos resulta imprescindible.
Sin embargo, el rechazo que hoy se expresa no es solo contra una
forma concreta de presentar la moral, como se ha expuesto y vivido en es- La moral responde, por tanto, a una serie de intereses ocultos e in-
ta época más reciente de nuestra historia. Las dificultades que nacen con- conscientes, que se racionalizan con posterioridad y se encubren con la
tra ella tienen también otras raíces más profundas y serias. Desde perspec- imagen narcisista e idealizada que ella nos presenta. La justificación de
tivas muy diferentes, aparecen un cúmulo de críticas que destruyen, en el nuestro comportamiento se explica por otras motivaciones más profundas
fondo, la posibilidad del mismo planteamiento ético. que no nos interesa llegar a conocer. Nuestra psicología es demasiado
Son muchas las ideologías y movimientos que han arrojado una fuer- compleja para admitir con una excesiva ingenuidad que todo tiene una ex-
te dosis de recelos, sospechas y dudas en torno a esta problemática. Más plicación consciente. Por debajo queda un mundo de influencias, cuyo co-
que sus análisis abstractos sobre el origen de la moral en el psiquismo hu- nocimiento ha despertado un clima de duda y vacilación. Las razones que
mano, sus esquemas más simplistas y populares son los que han influido se dan, aunque aparezcan como buenas y evangélicas, no responden a las
en su desprestigio práctico. Toda la filosofía de la sospecha tiene un mis- verdaderas motivaciones. La vida ética y religiosa puede vivirse con unas
mo denominador común. La moral, en el fondo, es una auténtica inmora- características que reflejan muy bien las críticas anteriores. La fe, la cul-
lidad, pues tiene su origen en otra serie de motivaciones muy diferentes a pabilidad, el deseo de perfección encuentran también otras raíces incons-
las que aparecen en nuestra conciencia. Los guardianes y defensores del cientes, infantiles, narcisistas, cuyo auténtico rostro no es el que se mani-
bien y de la libertad no se han dado cuenta de que terminaron prisioneros fiesta hacia afuera.
de una ideología que encubre su propio engaño.
Encubierta bajo el idealismo y los buenos sentimientos se encuentra
una sociedad corrompida por la injusticia y el egoísmo. Los valores éticos 6. El ansia de autonomía
no son otra cosa que esquemas racionalizados para defender los propios
intereses económicos. Con la ingenua ilusión de obedecer a unos valores Nuestra cultura actual ha visto en las normas éticas una violación de
éticos, se mantiene y defiende una realidad deshonesta. La moral, en lugar la dignidad humana y una amenaza contra su libertad. Cualquier coacción
de ser un grito de protesta, se hace mentira y alienación, pues lo único que externa que limite nuestra responsabilidad, o la fundamentación trascen-
busca en el fondo, creando encima una conciencia inocente, es conservar dente de cualquier orden debe ser eliminada como un atentado violento.

18 I')
La persona se siente hoy, más que nunca, constructora de su propia histo- pues podrá comprobarla-, pero sería absurdo imponer a todos la obliga-
ria y considera una cobardía no afrontar el riesgo de la propia decisión y ción de tomar la ducha a una temperatura determinada.
buscar una seguridad infantil en las normas externas para escaparse del El saber científico es el único que brota de la razón; el mundo de las
miedo a su libertad. Está condenada a elegir y optar, y constituye una co- valoraciones éticas, sin embargo, pertenece a otro ámbito diferente, donde
bardía el sometimiento a lo que no brote de la propia conciencia. no hay espacio para esta dimensión racional.
Este miedo a la esclavitud de unos principios alienantes hizo surgir De ahí la diferencia que muchos autores señalan entre la ética y la
la ética de situación. Fue un gesto de protesta contra la opresión excesiva moral. La primera es una disciplina científica, pues analiza con métodos
de las normas, con olvido de las peculiaridades y circunstancias de cada históricos los sistemas morales, que se han dado a lo largo de la historia,
individuo. El carácter absoluto de la ley reducía el papel de la conciencia para probar su doctrina, descubrir su génesis o reconocer sus influencias
a ser una simple computadora de datos, sin dejar margen ninguno a la pro- posteriores. Pero la moral, que valora conductas o impone obligaciones, es
pia creatividad. Y eso supone la negativa de un derecho inviolable: la ca- fruto de un proceso emotivo o el resultado de una decisión personal, que
pacidad de juzgar y elegir según el propio dictamen personal. será válida para mí, pero que no podré imponer a los demás. Se trata de una
Esta mayoría de edad que el mundo ha conseguido, después de tan- decisión respetable, porque afecta al mundo más íntimo de la persona, pe-
tas emancipaciones históricas, reclama también una independencia de ro sería injusto condenar a los que se comportan de una manera diferente,
cualquier vinculación religiosa o metafísica. La hipótesis de Dios ya no pues cualquier valoración goza del mismo grado de racionalidad subjetiva
se requiere para la explicación de las realidades humanas. Su existencia y merece el mismo respeto. Aquí también podría decirse que sobre prefe-
sería necesaria para explicar los misterios del universo, cuando la igno- rencias éticas, como sobre gustos, no hay nada escrito y obligatorio.
rancia humana no podía encontrar otra explicación que no fuera sobrena-
tural. Hay que reconquistar para la razón humana la capacidad cada vez
mayor de hacer comprensible lo que no tiene ningún otro tipo de justifi- 7. Los cambios y el pluralismo ético
cación fuera de ella. Es la ciencia la única que tiene derecho a fundamen-
tar la conducta del ser humano, pues todo lo que escapa a este horizonte
Muchas de estas dificultadas apuntadas tal vez no afecten a bastan-
viola su dignidad.
tes personas que no están implicadas en el mundo especulativo de la mo-
Lo que sucede es que la misma ciencia se ha convertido para muchos
ral. Pueden parecer discusiones más abstractas, aunque, como hemos vis-
en un obstáculo para fundamentar la moral. Hoy sólo se cree y admite lo
to, critiquen y rechacen sus propios fundamentos. Me atrevería a decir que
que resulta científicamente verificable a través de observaciones, análisis,
hoy la gente lo que siente y experimenta es un fuerte desconcierto y gran
experimentos, confrontaciones, o de las conclusiones obtenidas racional-
inseguridad.
mente, por deducción o inducción, de estas verdades empíricas. Como los
Existe, por una parte, un enorme pluralismo ético dentro de nuestra
juicios éticos de valor se resisten a esta verificación no pueden considerar-
sociedad actual. La oferta de opciones sobre los múltiples problemas éti-
se científicos. Su origen queda explicado por otros factores diferentes, ya
cos es tan amplia y contradictoria que se encuentran soluciones para todos
que no tienen ninguna justificación real.
los gustos e ideologías. Esta diversidad no afecta exclusivamente a la so-
Es la célebre y repetida falacia naturalista, cuando de la existencia
lución de ciertos problemas, como siempre ha sucedido en todas las épo-
de un simple hecho empírico -el gesto de que Pedro da una limosna a un
cas, por la complejidad de los valores éticos y su aplicación a las situacio-
pobre-, deducimos un conclusión ética que escapa a toda comprobación,
nes concretas. Las diferencias abarcan también a otros aspectos mucho
como el afirmar que, por ello, Pedro es bueno. Lo único constatable y ob-
más fundamentales. La concordia básica de antes se ha fraccionado en di-
jetivo, puesto que puede probarse su existencia real, es la ayuda que se
versas posturas que mutuamente se excluyen. Cualquiera que busque una
presta en ese acto concreto, pero valorar ese hecho como bondadoso y po-
información se va a encontrar con una variedad de respuestas, que ha ro-
sitivo, escapa a cualquier tipo de comprobación. Sería dar un salto desde
to la mayor armonía que pudo existir en épocas anteriores.
la realidad que existe -la única que se puede verificar- a un deber de ca-
Diferencias que no solo existen entre ideologías contrapuestas, sino
ridad que no tiene ya ninguna lógica científica, sino que es motivado por
que se constatan en el interior mismo de la Iglesia y de la comunidad cre-
la emociones, sentimientos o decisiones personales. Se puede probar que
yente. La disparidad de criterios para la valoración de algunos problemas
el agua hierve a 100° -y toda persona sensata admitirá esa conclusión,

20 21
concretos ya desconcierta a muchos, pues no comprenden por qué sobre ción actual. Cualquier nostalgia de la unidad y armonía perdida no tiene
un mismo hecho puede darse un juicio distinto. La explicación, sin embar- ninguna justificación. El fin de todo proyecto y normativa totalizante sig-
go, tiene raíces más profundas. Los presupuestos de base en los que se nifica el fin de la ética, al menos en la forma que prevalentemente ha asu-
apoya la licitud o inmoralidad de un comportamiento no son idénticos pa- mido en el pensamiento moderno.
ra todos, como tendremos ocasión de analizar en capítulos posteriores. A partir de los anteriores presupuestos, no resulta extraño que se lle-
Los cambios, por otra parte, han sido demasiado evidentes y signifi- gue al rechazo de toda valoración que pueda considerarse como definiti-
cativos para seguir creyendo que lo que ahora se manda va a ser una ver- va, pues todo está sujeto a cambio cuando se descubren otras alternativas
dad definitiva e inmutable. Hoy se aceptan conductas que, en épocas ante- mejores. Si la época de las verdades absolutas pertenece al pasado, en el
riores, estaban condenadas, y lo que antes no era lícito, a lo mejor hoy re- que se buscaban garantías con una consistencia dudosa, ya no se puede
sulta posible. Una moral que cambia y evoluciona pierde por completo su reivindicar la incondicionalidad de ningún principio como el único depo-
credibilidad, pues no tiene razones suficientes para exigir una confianza sitario para el discernimiento de la maldad o del bien. Nada hay definiti-
plena. El esfuerzo por una explicación razonable, al que muchos se aferra- vo, pues todo puede cambiarse con el tiempo y las circunstancias. La úni-
ban como la única alternativa posible, no ha tenido demasiado éxito. La ca obligación es la renuncia a cualquier tipo de dogmatismo como un sig-
disparidad de criterios y los cambios éticos son un síntoma manifiesto de no de respeto hacia otras mentalidades y como una confesión explícita de
esta incapacidad para la valoración objetiva de tantos problemas que hoy nuestra propia incapacidad para la búsqueda de seguridades. Del hombre
nos afectan. Una sensación de vacío y desencanto se apodera de muchos orgulloso por sus conquistas y descubrimientos no queda ya nada más que
ambientes, como si fuera imposible la búsqueda de una opinión común. No una imagen triste y despojada de su antiguo esplendor, donde todo se ha
cabe otra alternativa que la resignación ante un intento inalcanzable. Del relativizado para quedar en manos de la provisionalidad.
apogeo y exaltación de la razón humana, que había impulsado la moderni- Hay que resignarse, por tanto, a vivir sin absolutos, pues la entrada
dad, se ha pasado al pesimismo y desconfianza en la cultura postmoderna. de la razón en el mundo de la ética, tan exigida en los autores actuales, no
da tampoco ninguna garantía absoluta, hasta el punto de convertirse, por
su incapacidad para responder a los interrogantes morales, en una razón
8. El fenómeno de la microética sin esperanza. En cualquier caso, siempre será mejor un pluralismo en la
razón, aunque no ofrezca seguridades, pues no queda otra alternativa que
En este clima no desaparece por completo la preocupación ética, co- el racionalismo o la barbarie.
mo si no quedara otra salida que el más absoluto amoralismo, sino que su Tampoco se aprecia la coherencia de los criterios dentro de una sínte-
imagen aparece dibujada con una serie de matices característicos, que no sis armoniosa. Cada uno puede elegir, entre las múltiples ofertas que se pre-
se identifican con los más clásicos y tradicionales. Hoy ya se habla sobre sentan, aquellas que en cada momento le parezcan más seductoras, sin preo-
la existencia de una microética que se aleja progresivamente de los esque- cuparse por la armonía e integración del conjunto. La obsesión por el este-
mas anteriores. Sin estar ausentes los contenidos axiológicos, su rostro ticismo ético, donde todo se encuentra bien encajado, es un intento por es-
presenta perfiles profundamente significativos, condicionados por el fenó- caparse del destino desgarrado y del asedio de tantas sospechas como hoy
meno de la postmodernidad. Sólo nos interesa apuntar con brevedad algu- nos amenazan. La clave está en vivir cada momento sin ninguna otra refe-
nos rasgos principales. rencia. Sólo la propia conciencia está capacitada para optar por aquellas re-
Ya no existen las grandes visiones universales, como un programa glas de comportamiento en medio de esta multiplicidad existente. Vivimos,
coherente que orienta la vida, sino actitudes realistas y pragmáticas para para sintetizarlo en unas palabras, en la edad del fragmento, de lo parcial y
resignarse con lo poco que en cada momento se pueda. Todo proyecto provisorio, de lo débil e inconsistente, de la inseguridad y de lo relativo.
idealista y utópico está condenado al fracaso. La era de los grandes rela-
tos o de las síntesis armónicas pertenece a una época superada. Sería inge-
nuo reconstruir la unidad perdida cuando sólo quedan fragmentos aisla- 9. El valor prioritario de la tolerancia
dos. No hay razón para creer en algo que pudiera servir de fundamento. La
fragmentación y el pluralismo forman parte inevitable de nuestra condi- En estas circunstancias, cuando nada se considera cierto, absoluto y
definitivo, la tolerancia se revela como el valor prioritario de toda socie-

22 21
dad. En lo único que todos estamos de acuerdo es en que no todos tene- drá que hacerse intolerante para los atropellos, injusticias y discriminacio-
mos que estar de acuerdo por la complejidad de los problemas, el pluralis- nes que la sociedad considera inaceptables. El que no comparta la racio-
mo de las soluciones y las dificultades para encontrar un fundamento co- nalidad de este planteamiento será un individuo cerrado e insensible a la
mún. Como no se puede imponer ninguna verdad por encima de las otras dimensión comunitaria de la vida. La misma comunidad sabrá cómo de-
opiniones, no cabe otra salida que el respeto hacia las diferencias. Esta to- fenderse de la amenaza que supone esta actitud insolidaria y egoísta.
lerancia que nace de la deferencia y de la comprensión hacia el que no par-
ticipa de las propias ideas es un signo de madurez personal y comunitaria.
El fanatismo ha generado mucha violencia, incluso con un carácter 10. Los riesgos y peligros de esta situación
religioso y sagrado, a lo largo de la historia y en nuestro mundo actual. Co-
mo patología del comportamiento se caracteriza por creerse poseedor ab-
En un contexto cultural como éste, se esconden algunos peligros fá-
soluto y exclusivo de la verdad, que necesita imponerla a los otros por me-
cilmente comprensibles y que constatamos con frecuencia a nuestro alre-
dio de la fuerza y de la violencia. Y este peligro se aumenta más en el ám-
dedor. Solamente me limito a enumerarlos.
bito sagrado de la religión. Aquí no se trata de salvaguardar ideologías hu-
Se aumenta, en primer lugar, un talante de escepticismo e indiferen-
manas, por muy dignas y queridas que sean, sino de proteger con absolu-
cia ante la dificultad de una fundamentación cierta y segura. Cuando son
ta fidelidad las enseñanzas reveladas por Dios, mantener la unidad de los
fieles contra las falsas interpretaciones que amenazan la comunión en una tantas las opiniones y tan diferentes las ofertas éticas, no hay ningún mo-
misma creencia, e intentar la comunicación del mensaje a los que todavía tivo para aceptar unas por encima de otras. No existe ningún imperativo
no lo han descubierto. obligatorio por el que merezca la pena un determinado esfuerzo o sacrifi-
cio. El ecumenismo ético se vuelve tan amplio e indulgente que no se re-
Cuando el creyente está convencido de que su fe es la única verda- chaza como inaceptable ninguna conducta. La tolerancia no es, entonces,
dera, sin ninguna otra alternativa para la salvación, y con un carácter obli- fruto de la consideración y deferencia hacia el otro, sino el síntoma de un
gatorio para todos por la universalidad de su mensaje, la semilla de la vio- escepticismo radical. Como la verdad no está garantizada, que cada uno
lencia se hace presente en su corazón. La experiencia de lo sobrenatural en actúe y se comporte como le parezca. Hasta manifestar el propio conven-
lugar de llevar a la reconciliación comprensiva y respetuosa hacia los que cimiento, si es que se tiene, provoca vergüenza y malestar, por temor a ser
no la comparten, conduce a la lucha intransigente por vencer al error. Por considerado como poco comprensivo frente a otras posturas. Es curioso
eso, es muy difícil que el fanático ortodoxo se crea intolerante, pues tiene observar cómo en muchas encuestas que se hacen por la calle para deter-
conciencia de que lo que está en juego no es la fidelidad a sus propias minados programas, cuando se pregunta sobre alguna valoración ética, la
ideas sino la obediencia a Dios, que no admite ningún otro compromiso. respuesta más frecuente es dejar que cada persona proceda como juzgue
Estará dispuesto a ofrecer su propia vida antes que renegar de tales exigen- conveniente.
cias sobrenaturales.
Esta incertidumbre e indiferencia se convierte también en un estímu-
Semejante postura queda hoy reducida a los grupos fundamentalis- lo para la comodidad, pues si cualquier oferta ética aparece tan válida co-
tas, que no permiten ningún tipo de discrepancia. En el ambiente de las so- mo las otras, la inclinación hacia lo que resulta menos molesto y exigente
ciedades democráticas, el aire que se respira está bastante más purificado. se hace comprensible. Nadie tiene derecho a exigir o prohibir una conduc-
Existe un acuerdo mayoritario para defender que la legislación civil no ha ta determinada, ya que todas gozan más o menos de la misma probabili-
de prohibir o aceptar los códigos éticos de una mentalidad concreta, sino dad. La elección pertenece en exclusiva al propio individuo y, en esta hi-
que debe permanecer abierta a las otras valoraciones diferentes que resul- pótesis, sería absurdo optar por la más difícil y sacrificada. Frente a una
ten válidas y razonables para otros grupos. Renuncia, incluso, a encontrar ética de exigencias y heroísmos se levanta una moral del menor esfuerzo
la justificación de cada postura para eludir las discusiones largas y, a ve- posible, pues cualquier opción que se tome está respaldada por la ley. Una
ces, antagónicas de los propios presupuestos en los que tampoco habrá ética de mínimos es a lo único que se puede aspirar.
acuerdo, pero nace de una justificación razonable por la que se descubre
El peligro radica, entonces, en no distinguir suficientemente lo legal
la urgencia de un pacto común y la necesidad de adherirse y defender lo
de lo ético, y terminar aceptando, con todas sus lamentables consecuen-
que resulta válido para todos. Aunque tolere otras formas de conducta y
cias, que la tolerancia o prohibición jurídica se identifica con la bondad o
comportamientos, que están excluidos para determinadas ideologías, ten-

24 25
la malicia ética. La conducta legal que se permite o rechaza es fruto, en- cogiendo ahora en nuestra sociedad. Cada uno podrá pensar como prefie-
tonces, de un consenso social que deja espacio a otra serie de conductas ra sobre la conveniencia o no de esta vuelta a un pasado, donde la influen-
diferentes. Y no cabe duda de que la ley, aunque solo tolere o despenalice, cia de la Iglesia era mucho mayor, pero esperar el fin de esta crisis es so-
encierra siempre un valor pedagógico y, cuando aparece como legalmente ñar con una época que no volverá a repetirse. La dinámica de los procesos
aceptado lo que se valora por otros muchos como éticamente inaceptable, históricos no se dirige con las simples nostalgias ni los buenos deseos.
aparecen una serie de problemas. Mientras tanto, por si algún día se consiguiera, sólo cabe el lamento pesi-
La consecuencia más obvia de esta situación es que se llegue a la mista para manifestar el rechazo de la situación actual, pero que no apor-
pérdida de la propia identidad ideológica, de relativizar con exceso la ver- ta otras alternativas, ni estimula demasiado a un compromiso y esfuerzo
dad sincera de cada uno, para diluirla confusamente en un conjunto de va- por mejorar lo que sea posible. La denuncia retórica solo sirve para fomen-
loraciones demasiado comunes y poco exigentes. Que la moral cristiana, tar una buena conciencia epidérmica, porque se da por supuesto que la cul-
en una palabra, pierda por completo su riqueza y sabor evangélico, al par- pa de lo que acontece recae siempre sobre los demás.
ticipar como una más en el debate de los problemas éticos. Si la discusión Tampoco tiene sentido una retirada hacia la privatización de la fe y
pública se centra en los consensos mínimos, ¿no se rebajarán también las de la moral cristiana, como si en un mundo como el nuestro no hubiera
exigencias cristianas? ninguna posibilidad de hacer presente nuestra oferta o su palabra no tuvie-
Ante una situación como ésta, son muchas las preguntas que saltan ra ya ninguna resonancia en el foro civil. El cristiano no puede resignarse
inevitablemente frente a la moral. ¿Es un camino de libertad o una forma a una vida de culto y oración, hacia la que muchos desearían orientar a la
de represión e infantilismo? ¿Nace de una exigencia humana o se impone Iglesia, incluso entre los mismos creyentes, para evitar la crítica de sus
como una forma de dominación? ¿Sirve para realizar al hombre o sólo pa- propios esquemas e intereses. Sería una traición ocuparse de las cosas del
ra gratificar su narcisismo y eliminar sus sentimientos de culpabilidad? Padre, olvidando que el rostro de Dios está escondido detrás de todos
¿Resulta compatible una vida feliz y dichosa con el sometimiento obliga- aquellos que sufren las consecuencias de nuestros egoísmos e injusticias.
torio a un cúmulo de leyes? ¿Es posible la certeza en medio de un plura- El proyecto evangélico no es sólo escatológico, sino que hay que hacerlo
lismo ético? No hay que multiplicar los interrogantes, aunque cada uno presente en las realidades del mundo actual. Sin negar el valor profundo
puede añadir sus propias dificultades. Para encontrar una respuesta ade- de la vida contemplativa, algunos movimientos renovadores corren el pe-
cuada, habría que descartar, ante todo, algunas soluciones que no conside- ligro de un esplritualismo exagerado, que se hace muchas veces más có-
ro válidas ni eficaces. modo y menos arriesgado que una presencia comprometida. La imagen
evangélica de la levadura no elimina la obligación de que la luz brille y
exista un testimonio público de la comunidad creyente.
11. La nostalgia de un pasado o la huida hacia la privatización

La primera pretende una vuelta nostálgica a épocas anteriores, con la 12. El juego de las estrategias y concesiones
añoranza de recuperar ahora las seguridades perdidas, la mayor unanimi-
dad, el respeto a la tradición, el ambiente religioso que daba mayor garan- Otros intentan reaccionar por el camino opuesto. A pesar de la de-
tía. Un retorno a los tiempos de la cristiandad, donde la fe católica orien- cadencia y corrupción que pueda darse, la crisis actual corresponde a una
taba la vida social. Lo que hoy se requiere es levantar la voz con mayor conciencia nueva de la humanidad, que denuncia como falsos e hipócritas
énfasis para acallar las voces disonantes, para definir con autoridad las muchos de los principios morales. Si la sociedad no vive de acuerdo con
fronteras entre lo bueno y lo inaceptable. Muchos creerán, a lo mejor, que la moral es porque ésta no responde ya a sus exigencias actuales. La tarea
todos los males actuales provienen de no haber mantenido los métodos tra- básica consistirá, entonces, en la búsqueda posible para acomodar la ética
dicionales, como si la Iglesia, en nuestro caso, hubiese renunciado a su ri- a las necesidades y urgencias del momento presente. Se trataría de reali-
ca tradición para diluirla entre las novedades actuales y perder la certeza zar, incluso, una operación parecida a las rebajas comerciales -abaratando
y seguridad que demostró en otros momentos. el precio del mercado, con menores exigencias-, a ver si la gente se ani-
ma un poco y acepta mejor el producto que se le ofrece. Si no llegan a sal-
No valoro esta postura, aunque se corre el peligro de idealizar con
tar la altura propuesta, el remedio más eficaz no será mantenerla, para no
exceso el pasado, olvidando qu? los frutos de esa siembra los estamos re-

26 27
renunciar a los principios de siempre, sino rebajar el listón a las posibili- de estos presupuestos que hemos constatado. A ellas quisiéramos respon-
dades de ahora. der de una manera más o menos directa a lo largo de estas páginas. Si al
Ambas posturas resultan insatisfactorias, porque no basta repetir, terminar la lectura de estos capítulos, el lector encontrara datos para ela-
aunque sea con más fuerza y energía, sin convencer, y porque no se trata borar una respuesta personal y convincente, habremos alcanzado nuestro
de reducir y aminorar, aunque a veces también se requiera una adaptación, objetivo.
sino de autentificar y esclarecer. Cualquiera de las dos opciones está inca-
pacitada para responder a los retos actuales, porque o no quiere enfrentar-
se con la realidad existente, cargada de interrogantes que no se descifran * **
con esquemas pasados, o busca una interpretación que elimina otros datos
fundamentales. BIBLIOGRAFÍA

Mucho más interesante es abrirse al diálogo con otras ideologías, no


VV.AA, «Postmodemidad y Moral: ¿matrimonio imposible?»: Sínite 109 (1995).
temer la confrontación con otros criterios éticos diferentes, hacerse sensi-
ble a las críticas ajenas. Este camino no es sólo un gesto de respeto, sino ALBURQUERQUE, E., Moral cristiana y pastoral juvenil. Fundamentos para una pro-
puesta ética, CCS, Madrid 1990.
que constituye también una ayuda para el enriquecimiento del propio pa-
ANDONEGUI, J. «LOS católicos ante la ética moderna»: Lumen Al (1998), pp. 297-325 y
trimonio. Cualquier sistema, por muy falso que sea, pone de relieve algún 403-438.
aspecto de la verdad que no conviene dejar en el olvido. También la cari- BERMEJO, D., «Posmodernidad y ética»: Lumen 50 (2001), pp. 237-253.
catura está deformada y, sin embargo, sabemos muy bien a quién se refie- CORTINA, A., «Religión y ética civil»: Iglesia Viva 187 (1997), pp. 63-73.
re. Hasta la misma herejía no es nada más que la deformación exagerada CUESTA, B., «Recrear la moral: apuntes para una Teología moral al final del milenio»:
de una verdad. Moralia 22 (1999), pp. 11-38.
DEL BARCO, J. L., «Del ocaso de la modernidad a la sensibilidad postmoderna»: Pen-
Lo que no se puede es entrar en un juego de estrategias y concesio- samiento 49 (1993), pp. 201-216.
nes, como si se tratara de un simple debate político para buscar un acuer- DIUMENGE, L., «Postmodernidad y educación moral a partir de jóvenes españoles 94»:
do. Entrar en el diálogo como un interlocutor más, sin la fuerza para im- Sínite 36 (1995), pp. 289-308.
poner a todos las propias valoraciones, no significa renunciar a su defen- GÓMEZ MIER, V., «Quehaceres de las éticas teológicas del siglo XXI»: Moralia 23
sa dentro de una sociedad plural y democrática. El laicismo autoritario, tal (2000) pp. 91-96.
vez como reacción a los influjos anteriores de la Iglesia, quiere que domi- LAHIDALGA, J. M. «La encíclica «Fides et ratio»: reflexiones de un moralista»: Lumen
49(1999), pp. 119-144.
ne una explícita mentalidad a-religiosa, pero en una sociedad laica, donde
LÓPEZ AZPITARTE, E., «Cuestiones debatidas en el campo de la moral»: CÍAS (Argenti-
todas las ideologías civiles y creyentes han de tener espacio, cualquiera de
na) 49 (2000), pp. 341-363.
los participantes tienen derecho a presentar sus propias opciones. MARDONES, J. M., Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento, Sal Terrae,
Es verdad que la visión cristiana ya no aparece como el único pro- Santander 1988.
yecto ético con validez universal, pero ello no implica renunciar al talan- , Análisis de la sociedad y fe cristiana, PPC, Madrid 1995.
PODGA, E, «Principales propuestas de la moral fundamental posconciliar»: Moralia 23
te y radicalismo evangélico que le caracteriza. Las palabras de Jesús sobre
(2000), pp. 481-492.
la sal que se vuelve insípida y «no sirve para nada más sino para ser tira- RUBIO, M., «El contexto de la modernidad y de la postmodernidad»: en (Vv.Aa.) Con-
da fuera y pisoteada por los hombres» (Mt 5,13) es un recuerdo que no de- ceptos fundamentales de ética teológica, Trotta, Madrid 1992, pp. 107-144.
bemos olvidar. Es decir, la moral católica no tiene que cambiar por el he- , «La condición postcristiana de la sociedad actual»: Moralia 20 (1997), pp.
cho de estar situada en una sociedad pluralista. Al contrario, en un mundo 211-234.
donde las prácticas y las creencias no ayudan para nada y existen otros , «Hermenéutica de la crisis ética actual»: Moralia 23 (2000), pp. 151-172.
múltiples atractivos, la luz y la fuerza del Evangelio deberían tener una SANABRIA, J., «Ética y postmodernidad»: Revista de Filosofía (México) 27 (1994), pp.
51-96.
presencia mucho mayor.
SÁNCHEZ MONGE, M. «Evangelizar en tiempos de tolerancia»: Surge 54 (1996), pp. 25-
Si se ha insistido en la crisis que afecta a la moral, no ha sido por el 46.
deseo de ensombrecer aún más el panorama. Aunque la valoración pueda VAI.ADIER. R, La Iglesia en proceso. Catolicismo y sociedad moderna, Sal Terrae, San-
ser algo diferente, según la perspectiva de la que cada uno parta, las difi- tander 1990.
cultades contra la ética -y más en concreto contra la ética cristiana- nacen

28 29
VALADIER. R, Un cristianismo de futuro. Por una nueva alianza entre fe y razón, PPC,
Madrid 2001.
VATTIMO, G., El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmo-
derna, Gedisa, Barcelona 1986.
Vico PEINADO, J., Éticas teológicas, ayer y hoy, San Pablo, Madrid 1996.
VIDAL, M., Nueva Moral Fundamental. El hogar teológico de la ética, Bilbao, Desclée
De Brouwer 2000, 295-572.
VIDAL, M., «Rasgos de la Teología moral del año 2000»: Moralia 20 (1997) pp. 153-
170.
WEBER, PH., «La moral del cristiano ayer y hoy»: Selecciones de Teología 30 (1991)
pp. 287-295.
CAPÍTULO 2

LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA

1. Un reduccionismo antropológico

Por muchas que sean las críticas lanzadas contra la moral, como aca-
bamos de señalar en el capítulo anterior, habría que insistir sobre su urgen-
cia y necesidad. El rechazo que nace contra ella, desde diferentes perspec-
tivas, no elimina su existencia, pues forma parte de nuestras propias es-
tructuras antropológicas. Por el hecho simple de vivir estamos obligados a
reconocer semejante dimensión. La única exigencia indispensable es su-
perar una simple visión zoológica de la persona. Hasta ahora los ataques
no iban dirigidos tanto contra el mundo de la ética, sino contra una moral
concreta y especificada por unas características propias. Pero todos esta-
rían de acuerdo en la urgencia y necesidad de unos criterios que regulen la
convivencia humana.
Ahora se ha dado un paso más adelante para destruir también el mi-
to humanista, de los que todavía creen que el ser humano está por encima
de la materia y de los mecanismos biológicos. Para los que viven este sue-
ño antropológico no hay otra respuesta que una risa compasiva y filosófi-
ca, ya que no cabe ninguna otra interpretación que no brote de los compo-
nentes físico-químicos de la propia naturaleza. El azar aparece como la
única ley básica para explicar las estructuras más específicamente huma-
nas. Las alteraciones genéticas son accidentes aleatorios de un proceso
evolutivo que termina en esa realidad llamada hombre, pero que no es otra
cosa que una máquina mejor programada o un animal que ha alcanzado un
estadio de mayor evolución.

30 31
La ética es un producto biológico que asegura la estabilidad y sirve, La originalidad biológica del ser humano radica en sus carencias y
como la religión, para obtener el bienestar de los que la practican. El necesidades. No cuenta con ninguno de los resortes naturales que facilitan
egoísmo genético busca, de forma muy sutil y sofisticada, todo aquello la supervivencia del animal. Es el mamífero que nace en un estado mayor
que le interesa para subsistir y desarrollarse. Hasta el altruismo y la mis- de fragilidad e indigencia, como si se tratara de un alumbramiento prema-
ma santidad encontrarían su explicación última en los genes. Las reaccio- turo. Física y psicológicamente se encuentra sin defensas frente a los
nes humanas están programadas, como las de un robot, aunque sea mucho agentes externos, en una actitud de dependencia radical. Carece de una ba-
más perfeccionado y complejo. Las manifestaciones típicamente huma- se común que lo oriente hacia unas tareas determinadas y lo impulse ha-
nas, que todavía no se han podido explicar con este presupuesto, quedarán cia un modo específico de ser o de comportarse. Su permanencia aparece
también algún día clarificadas con el avance de la ciencia. Lo importante casi como un milagro, pues no se encuentra equipado por la naturaleza pa-
es aceptar que no se requiere ninguna interpretación metafísica, más allá ra enfrentarse a todas las amenazas que se le presentan.
de los puros componentes bioquímicos. Este reduccionismo antropológi- Esta carencia radical con relación a los animales, que catalogaría a
co elimina de raíz la posibilidad de una reflexión ética, pues no hay suje- la especie humana como inferior y menos perfecta, se compensa radical-
to capaz de tomar decisiones responsables, ya que la libertad es, en el fon- mente por la existencia de la libertad. Si la adecuación del animal con su
do, un lamentable autoengaño. medio se realiza sin ningún problema, pues hay un ajustamiento innato
Hay que reconocer, sin embargo, que semejante planteamiento no tie- que le viene ofrecido por sus propios mecanismos, el ser humano está do-
ne tampoco ninguna objetividad científica, pues muchos interrogantes que- tado de una capacidad superior para adaptarse con su libertad al ambiente
dan sin respuesta, a la espera de una hipotética y futura explicación, o los que le rodea. El modela, modifica y configura la realidad para ponerla al
mismos datos científicos ya son interpretados por una ideología o por una servicio de sus intereses. A pesar de su inadaptación y falta de firmeza
especie de convencimiento metafísico que se escapa por completo a los constitutiva, sabe encontrar los caminos para su realización. Está llamado
postulados de una ciencia empírica. Por eso, son muchos los que parten de a conseguir, con su trabajo y responsabilidad, la tarea que no le han faci-
una antropología que reconoce en el ser humano unas características pecu- litado sus estructuras naturales.
liares que lo distinguen y elevan por encima de cualquier otra realidad.

3. La estructura ética de la persona


2. Un salto cualitativo
Ese plus cualitativo no se explica con una comprensión zoológica de
Aunque la sociobiología haya descubierto en la conducta humana es- lo humano. Las peculiaridades de este nivel requieren superar una visión
tructuras parecidas al comportamiento de los animales, existe una frontera demasiado monista y reductora. El conocimiento, los sentimientos, la li-
cualitativa que separa con nitidez ambos mundos. Los seres irracionales si- bertad emergen como funciones que no radican exclusivamente en la ba-
guen ciegamente las leyes de su naturaleza e instintos, que los conducen se neurológica del cerebro, como si se tratara de una pura reacción ciber-
con una eficacia admirable a la consecución de sus objetivos. La obedien- nética. El alma, prescindiendo ahora de los datos de la revelación y de los
cia a estos datos es suficiente para dirigir sus reacciones hacia una finali- diferentes nombres con que pudiera designarse, expresaría simplemente la
dad determinada. No tienen otra moral que el sometimiento a sus impera- trascendencia de la materia para desarrollar ahora unas funciones para las
tivos biológicos, teleológicamente ordenados al bien individual y de la es- que no está capacitada sin esta información. Sería una forma de señalar el
pecie. Su orientación resulta tan perfecta y adecuada que, para actuar bien, carácter único e irreductible del cuerpo humano, como algo radicalmente
sólo tienen que dejarse llevar, sin necesidad de poner ningún reparo, por el distinto a cualquier otro tipo de vida.
dinamismo interno de sus propias tendencias. Los estímulos ambientales y Lo que interesa, para lo que pretendemos, es constatar, hasta como
las posibles respuestas derivadas de su biología establecen un equilibrio di- un dato empírico y observable, esa diferencia entre los seres. En el animal,
námico y perfecto. Aquí radica la grandeza que tantas veces admiramos en los estímulos suscitan una respuesta adecuada. Para vivir no necesitan si-
los mecanismos de las plantas y, sobre todo, de los animales. A primera vis- no dejarse llevar por las leyes de sus propios instintos. Trabaja bajo la ten-
ta, incluso, habría que decir que se encuentran mucho mejor programados sión del incentivo presente y sigue con exactitud el ritmo impuesto por la
y con una dotación mejor de la que el mismo hombre posee.

32 U
naturaleza. El hombre, por el contrario, que no goza de esa organización lo de vida que cada persona le quiere dar a su existencia. Mientras que su
ni encuentra en sus estructuras las respuestas determinadas, tiene que mo- segunda acepción haría referencia a los actos concretos y particulares con
delar sus pulsiones y rehacer su vida como una tarea. Nace sin estar hecho, los que se lleva a cabo semejante proyecto.
y su evolución y progreso debe conseguirse a través de un aprendizaje. Tendríamos que decir, por tanto, que la función primaria de la ética
Cuando Freud definía al niño como un perverso polimorfo expresa- no se centra en las acciones concretas, sino en otro objetivo mucho más
ba de otra manera esa misma realidad. Necesitamos de una orientación pa- básico: dar una orientación estable, encontrar el camino que lleva hacia
ra canalizar las fuerzas anárquicas e instintivas hacia una meta que no se una meta, crear un estilo y manera de vivir coherente con un proyecto. La
consigue, dejándose conducir pasivamente por ellas; En este sentido, po- ética consistiría, entonces, en darle a nuestro pathos -ese mundo pasivo y
dría decirse que estamos irremisiblemente condenados a ser éticos. La ur- desorganizado que nos ofrece la naturaleza- el estilo y la configuración
gencia de configurar nuestros mecanismos antropológicos es lo que Zubi- querida por nosotros, mediante nuestros actos y formas concretas de ac- ¿
ri llamó moral como estructura, como el que intenta crear una obra con tuar. Aquí está la gran tarea y el gran destino del hombre.
los materiales informes que tiene entre manos. Las opciones concretas y
los caminos que se elijan serán diversos de acuerdo con la decisión adop-
tada. El conjunto de normas y criterios particulares que se escojan para 5. La búsqueda de un sentido: el proyecto ético
realizar esa tarea será la moral como contenido,

El ser humano experimenta la capacidad de auto dirigirse, a pesar de


sus determinismos y limitaciones parciales, pues tiene conciencia de que,
4. Significado etimológico de la moral por encima de todo, él puede orientar su vida, dotándola de un estilo pe-
culiar y característico. No se encuentra dirigido, en circunstancias norma-
Esta misma urgencia se constata recordando el sentido más arcaico, les, por ningún impulso que le obligue a comportarse de una forma con-
primitivo y original que se descubre en la misma etimología de la palabra. creta, al margen del destino que quiera darle su libre voluntad. Sus pulsio-
Sus raíces manifiestan una riqueza de significación que se ha quedado nes no son como las del animal, que no puede prescindir de ellas, diferir-
muy reducida con posterioridad. La filología, como tantas veces, abre a las, o moldearlas en función de unos objetivos humanos, más allá de la ne-
unos horizontes que posibilitan una mejor compresión. cesidad inmediata e instintiva. Es lógico, pues, que, en un momejito deter-
El ethos, en la existencia humana, es la cara opuesta del pathos, co- minado, se tenga que preguntar por la meta hacia la que desea dirigirse. Si
mo una doble dimensión que cualquier sujeto experimenta. Dentro de es- vale la pena vivir, tiene que ser por algo y para algo.
ta última acepción entraría todo lo que nos ha sido dado por la naturaleza, El hombre, en efecto, se siente arrojado en un ambiente misterioso y
sin haber intervenido o colaborado de manera activa en su existencia. Lo desconcertante. No es sólo su naturaleza personal, con la riqueza y el an-
llamamos así por haberlo recibido pasivamente, al margen de nuestra de- tagonismo de sus tendencias y sentimientos, que experimenta en su inte-
cisión o voluntad. Es el mundo que constituye nuestro talante natural, rior. Es también toda la realidad externa que le rodea y por la que se sien-
nuestra manera instintiva de ser, que padecemos como algo que nos ha si- te afectado, sin haberla elegido. Por todos lados se le hace presente el mis-
do impuesto, y que no sirve, como hemos visto, para dirigir nuestra con- terio, provocándole, desde el momento en que se pone a pensar, una serie
ducta. Ofrece los materiales sobre los que el hombre ha de trabajar para de interrogantes. El dolor, el fracaso, la culpa, el mal, la muerte serán si-
construir su vida, como el artista esculpe la madera para sacar una obra de tuaciones límites y de mayor importancia, que le impulsen a buscar una
arte. La educación es el esfuerzo para extraer (educere) de esa realidad respuesta. Pero hasta las múltiples posibilidades con las que se enfrenta en
anárquica una conducta humana. su quehacer diario le harán plantearse cuál es la meta hacia la que quiere
Para expresar este esfuerzo activo y dinámico, que no se deja vencer orientarse. Siente el peso de su responsabilidad y necesita saber el destino
por el pathos recibido, el griego se valía de la palabra éthos, pero con dos hacia el que dirigir su esfuerzo.
significaciones diferentes, según se escribiera con eta o con epsilon. En el La libertad no es una espontaneidad ciega, ni un comportamiento
primer caso, -además de expresar la residencia, morada o el lugar donde anárquico para actuar en cada momento según guste o en función de las
se habita- indicaba fundamentalmente el carácter, el modo de ser, el esti- apetencias más instintivas. Su papel primario consiste en buscarle a la vi-

34 35
da una orientación básica, en darle un destino, en encontrar un proyecto de decide suicidarse, en un estado de lucidez razonable, es porque ha encon-
futuro que va a determinar un comportamiento concreto, de acuerdo con trado ya una solución: la vida no vale la pena, en determinadas condicio-
la meta que cada uno se haya trazado. Si se quiere, el problema de la éti- nes, y es mucho mejor escaparse de ella. Y el que se niegue a buscar una
ca es fundamentalmente un problema metafísico: mirar un poco más allá respuesta, actuará de acuerdo con la opción que ha tomado de no perder el
de lo empírico y existente para ver si le encontramos algún sentido y sig- tiempo en busca de una opción. Lo mismo que el que se decide por la in-
nificación, como el que busca un horizonte que ilumine un poco el descon- decisión, se decide de alguna manera.
cierto que la propia vida produce.

7. Valor estructurante y psicológico


6. La necesidad de una opción
Por otra parte, este planteamiento, además de filosófico, tiene pro-
Plantearse la moral como un proyecto ético no es sólo un problema fundas resonancias en la psicología. El ser humano no puede vivir en un
filosófico, que se justifica por las propias estructuras antropológicas, sino estado permanente de indecisión, pues su personalidad quedaría descen-
que se presenta, además, como una cuestión irrenunciable a la que nadie trada, sin un eje básico y consistente en torno al cual unificar todas sus ac-
se puede sustraer, ni siquiera cuando aparentemente se busca refugio en ciones. Se requiere una toma de posición en la medida en que el sujeto al-
otras soluciones que intentan negarla. En medio del drama, de la oscuri- macena los múltiples datos de la experiencia y opta poco a poco, incluso
dad y del riesgo, hay que atreverse a decidir, aunque las soluciones no apa- de forma insensible, por aquella alternativa que le parece la más adecua-
rezcan muchas veces claras y evidentes. Si no se quiere vivir en un estado da. Sin ese dinamismo interior, el ser humano sería juguete de las circuns-
de inconsciencia o de infantilismo permanente, hay que buscarle una res- tancias ambientales e inmediatas en las que se encontrara, y no alcanzaría
puesta a esa pregunta para saber qué se hace con la vida. nunca un nivel adulto de maduración.
Algunos juzgan esta preocupación como absurda y desfasada. Lo mis- Una situación polivalente, en la que se optara de una u otra manera
mo que los demás fenómenos físicos, la vida simplemente está ahí, impues- según le pareciere oportuno, crearía una ambigüedad desorientadora, ca-
ta por el destino. Y buscarle un significado que se descubre oculto y ence- paz de crear un conflicto existencial que, de no ser resuelto, se convertiría
rrado en ella, resulta demasiado simplista, propio de una cultura y de una en crónico. Nos encontraríamos con la actitud de aquellos que, por no re-
época trasnochada. Los hechos empíricos son en sí mismos insignificantes, nunciar a ninguna de las posibilidades, dejan abierto indefinidamente el
sin ninguna relación causal o finalista, sin ningún sentido previo. Lo más proceso de decisión y mantienen su conducta con un matiz fragmentario y
que podríamos llegar a discernir es la forma en que el organismo humano desconcertante. No existe una referencia de todos los procesos a un Yo
reacciona frente a la naturaleza para satisfacer sus necesidades e intereses, unitario, para que la libertad pueda darle a la vida un proyecto global y ac-
su capacidad de adaptación para asegurarse una supervivencia, que se le ha- tualizarlo armónicamente en las diferentes situaciones de la vida.
ce difícil frente a los restantes elementos que le amenazan. En un mundo in-
Cuando se ha tomado una determinada orientación, sea la que fuese,
sensato, el individuo actúa sobre su entorno para sacar de él los elementos se produce una reestructuración de toda la personalidad, que busca man-
que le resultan imprescindibles en su existir. La finalidad no es nada más tenerse en coherencia con la decisión adoptada, creándose un sistema de-
que un mecanismo de la naturaleza que, como la cultura, sirve para satisfa- fensivo y protector que facilite y asegure, mediante la elección de ciertas
cer ciertas necesidades y resolverle los innumerables problemas que le pre- acciones y el rechazo de otras, el objetivo propuesto. Se da, por tanto, un
senta la realidad. Detrás de toda decisión humana no hay ninguna finalidad reajuste interior que equilibra psicológicamente, pues se sabe lo que hay
ni existe ningún orden consistente que le ilumine en su camino. El sentido que elegir o a lo que se debe renunciar, aunque después no se actúe siem-
no hay que descubrirlo, sino crearlo en cada momento y situación. pre con la debida coherencia. Y, al mismo tiempo, armoniza e integra las
Lo importante es caer en la cuenta de que, de una u otra manera, to- pequeñas y múltiples decisiones de la vida dentro de un proyecto global,
dos los sistemas e ideologías mantienen una opción de base, defienden una evitando una conducta demasiado periférica y fragmentada. Es como un
forma de vida en coherencia con un proyecto que ya está escrito o deter- sistema defensivo para no sentirnos llevados por las urgencias variadas y
minado, o que cada uno se tendrá que construir o inventar. Hasta el que contradictorias de cada situación.

36 37
9. La fundamentación del sentido metaético
8. Para superar el vacío existencial

Ya hemos visto cómo, desde una perspectiva humana, la persona que


Hoy se habla mucho sobre la crisis de identidad. Ya no se acude al
llega a la existencia se encuentra abocada a tener un proyecto que oriente
psicólogo exclusivamente para superar ciertas manías o síntomas neuróti-
y determine su vida. Su desajuste inicial constituye el punto de partida que
cos. Son cada vez más los que, sin saber por qué, se siente infelices, de-
justifica esta decisión. Un presupuesto básico, que aparece como algo ra-
primidos, con una tristeza de fondo que siempre les acompaña. La expli-
zonable, pero cuya fundamentación no puede ser apodíctica, ni alcanzar
cación última tal vez radique en todo lo que acabamos de decir. Cuando a
una certeza matemática. Quiero decir que al porqué último para realizarse
la vida no se le ha encontrado un sentido, aunque sea para luchar en me-
como persona es difícil encontrarle una respuesta evidente. Cuando al-
dio de la insensatez y el absurdo, nace consecuentemente un sentimiento guien se pregunta:"¿Por qué tengo que configurar mi existencia?, ¿que ra-
de hastío y aburrimiento existencial. Se vive por inercia y rutina, con el zón me obliga a realizar el bien?", no existe ningún argumento apodíctico
único deseo de esquivar en lo posible el dolor, la preocupación o los ma- para convencerle de que no hay otra alternativa. Como el que quiera de-
los ratos, pero sin nada de fondo que valga la pena y llene de mayor opti- fender que lo mejor es que cada uno se comporte como le apetezca, por-
mismo e ilusión la existencia limitada. que esa es la decisión que ha tomado en su vida, y no se siente compro-
Muchos autores han insistido en la importancia de esta dimensión. metido por ninguna otra obligación.
Si hay una psicología que penetra en lo profundo del hombre para descu- En medio de las diferentes opiniones que pudieran darse; el camino
brir nuestro interior, se necesita también otra que nos abra hacia arriba pa- más eficaz iría por una experiencia unlversalizada que nace del sentido co-
ra encontrar un horizonte de sentido. Una neurosis que no brota por la re- mún. La mayoría está plenamente de acuerdo con la validez de este pro-
presión de la libido (Freud), o del instinto de poder (Adler), sino de una yecto último, como lo demuestra la historia a través de todos los sistemas
civilización tan absurda y falta de ideales, que impide sentirse satisfecho. éticos que han existido. Se trataría de una racionalidad valorativa, que na-
Por eso, el vacío existencial se da incluso cuando se tienen satisfe- ce en el corazón del grupo humano y que se experimenta como válida y
chas todas las necesidades básicas. Las estadísticas demuestran que, en las urgente en la sociedad, pues se comprende sin mucho inconveniente que
sociedades desarrolladas, consumistas y de bienestar, el índice de suici- no basta la fuerza bruta para una convivencia armoniosa. Una especie de
dios es mayor que en los pueblos pobres y necesitados, con la única preo- intuición que no requiere ningún otro presupuesto racional.
cupación de luchar por la subsistencia, pero sin motivos para experimen- Comprometerse con esta tarea no constituye ninguna sinrazón o in-
tar la frustración y el absurdo. Hasta en las situaciones extremas, como se sensatez -mucho más irracional sería desligarse de ella-, aunque se re-
constató en los campos de concentración nazis, la supervivencia fue ma- quiera una nueva experiencia y sensibilidad, por la que se capte que seme-
yor en los qué miraban al futuro con la esperanza de realizar aún alguna jante compromiso vale la pena, que es digno y válido en sí. Como en to-
tarea. Y es que, cuando la vida ha perdido todo sentido, la muerte se vis- das las grandes opciones de la vida, aquí también los elementos afectivos
lumbra como la única liberación. y sentimentales ofrecen un plus, que no se encuentra en la frialdad de un
Los autores que han estudiado la naturaleza psicológica de la profe- simple y puro razonamiento. Toda la tradición escolástica, con santo To-
sión -el proyecto sería una verdadera vocación existencial- afirman que más al frente, admitía que el primer principio de la moral: «haz el bien y
su existencia se descubre y manifiesta por la consistencia interior: una sen- evita el mal», no puede demostrarse en el campo estricto de la lógica. Y
sación benéfica y gozosa que brota ineludiblemente, permaneciendo siem- no olvidemos que sobre este presupuesto básico se fundamentan todas las
pre por dentro, cuando se vivencia que el camino escogido y con el que demás obligaciones éticas de la ley natural.
uno se cómpremete vale de veras la pena y responde a las aspiraciones Cuando se habla del sentido metaético, por tanto, no significa, como
más profundas. Por eso, aun en medio de todas las dificultades y proble- algunos falsamente entienden, que no existe ninguna posibilidad de fun-
mas, queda escondido un sentimiento positivo, que explica la estabilidad damentación, como si la elección dependiera de un simple gusto o senti-
y consistencia a pesar de todo. miento. Lo que se quiere es tomar conciencia de que en el ámbito moral,
como veremos más adelante, no bastan las simples ideas si no existe tam-
bién un mínimo de sensibilidad para captarlas.

V)
38
Supuesta la racionabilidad de esta postura, la revelación constituye,
cristiano en la construcción y mejoramiento del mundo presente. Las crí-
además, una ayuda formidable para esta justificación. Quien ha sido im-
ticas que por este motivo se han dirigido contra la fe no han estado exen-
pactado por el mensaje de Dios para formar parte de su alianza, o quien
tas de fundamento y han servido para recuperar la eficacia de aquélla so-
acepta el seguimiento de Jesús para hacer presente su reino, comprende
bre las estructuras del mundo presente. Por ello, esta presentación escato-
mejor que nadie lo que ello significa. En adelante no podrá experimentar lógica, aunque no tendría ni debería haber sido así, levanta ciertas sospe-
ninguna duda de que la realización del ser humano como persona, que nos chas, como si fomentara una huida de la realidad. El compromiso con las
hace como creyentes hijos del Padre y seguidores de Cristo, tiene suficien- realidades terrestres no estuvo demasiado presente en nuestra tradición.
te consistencia para quedar comprometidos con esta tarea. Creer se con-
Al mismo tiempo hay que reconocerle también un carácter demasia-
vierte en un estímulo eficiente que ilumina el horizonte y despierta las
do individualista, ya que la preocupación básica del cristiano estaba cen-
energías para mantener esta lucha ilusionada por algo mejor. El creyente,
trada en su propia salvación, marginando excesivamente la dimensión co-
de esta manera, posee una garantía y solidez superior a la que pudiera ob-
munitaria de la misma. Lo único importante era conseguir esa meta, me-
tener con cualquier reflexión filosófica.
diante la perfección individual, en la que la salvación del alma aparecía
Por lo dicho hasta ahora, se comprende que todos los textos clásicos como el objetivo primario que concentraba la lucha y el esfuerzo de cada
de moral comenzaran siempre por el tratado sobre El fin último, como me- persona. El mensaje bíblico del reino de Dios ofrece un contenido mucho
ta de la suprema aspiración que ansia el ser humano. La felicidad apare- más completo y universalista, pues sus fronteras no son las simplemente
cía, de acuerdo con la tradición aristotélica, como el ansia más honda que personales y abarcan a la naturaleza entera.
se busca por todos los rincones de la tierra. Ahora bien, como la fe nos en-
Algo parecido podría decirse sobre el sentido egocéntrico que apa-
seña que sólo Dios puede llenar semejantes aspiraciones, la conclusión
renta defender. Si la salvación eterna interesa es porque con ella nos juga-
aparecía lógica y evidente. El fin último consiste en la salvación sobrena-
mos nuestra propia felicidad. Hasta la obediencia y sumisión a Dios esta-
tural que Él nos ofrece. Con expresiones más o menos diferentes, existía
ría motivada por el interés personal, ya que es la condición exigida para
•una mentalidad común, que llegó a convertirse en el fundamento de toda
no perder el premio prometido. Si éste pudiera obtenerse al margen de la
la vida y conducta cristiana. Desde las primeras enseñanzas catequéticas, moral, el buen comportamiento dejaría casi de tener sentido, pues lo úni-
pasando por los libros de mayor influencia espiritual entre los cristianos, co que importa, por encima de todo, es no sentirnos condenados a una des-
hasta las grandes síntesis teológicas de la moral, se repetía incansablemen- gracia que, además, resulta eterna. Dios y sus mandamientos se llegan a
te este mismo presupuesto. La ética era el itinerario a recorrer para llegar vivir como un peso molesto, pero inevitable, como simples medios utilita-
hasta nuestro último destino. rios para conseguir otro objetivo deseado.
Nadie que sea creyente podrá negar la veracidad de tales afirmacio-
Repito que no sería justo acusar a la tradición de haber enseñado es-
nes. Sin embargo, una presentación como ésta ha sido objeto de algunas
tas desviaciones. Sin embargo, una cosa es el significado exacto de esa en-
críticas y discusiones. No dudo que tales dificultades podrían superarse sin señanza -la vida eterna es una afirmación capital del cristianismo y de ella
mayores inconvenientes, pero es evidente que el mundo, en el que se hizo se deriva necesariamente una espiritualidad y una práctica-, y otra muy dis-
presente esa respuesta, es bastante diferente al nuestro y encuentra en ella tinta, la traducción y formas concretas con que la han vivido los cristianos.
algunas ambigüedades que no siempre se han esquivado. Por eso, es razonable formular este proyecto con otro lenguaje que evite el
peligro que de hecho se ha dado en la presentación tradicional. El siguien-
te capítulo sobre la metodología señalará el camino que vamos a seguir.
10. Los riesgos y dificultades de esa formulación
* * *
La felicidad eterna y sobrenatural, como destino de la persona, ha fo-
mentado, precisamente por su dimensión trascendente y escatológica, un
desprecio del mundo, que se ha convertido muchas veces en una verdade-
ra alienación religiosa. Por esta orientación hacia el más allá tan acentua-
da, se olvidó exigir con la misma fuerza las tareas y responsabilidades del

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tampoco podemos eliminar nuestra dimensión trascendente, que nos hace
encontrar en Dios la explicación fundamental de nuestra vida. La escucha
y docilidad a su palabra forman parte de nuestros presupuestos éticos.
El problema metodológico que ahora se nos plantea es precisamen-
te saber cuál ha de ser nuestro punto de partida. Si partimos de la razón pa-
ra construir una ética humana, o nos apoyamos en la fe para elaborar una
moral religiosa. Es verdad que, a pesar de las diferencias, se dan también
mutuas relaciones entre ambos términos. La historia demuestra, por una
parte, que no existe ninguna religión que no comporte, al mismo tiempo,
una serie de exigencias éticas, como símbolo y expresión de la fe. De la
misma manera que el itinerario ético es un camino ordinario para el en-
cuentro con Dios, en quien, con frecuencia, se busca también el funda-
mento y la confirmación de tales obligaciones. Sin embargo, no todos ad-
miten esta vinculación, ni explican de igual forma la preferencia que una
dimensión pueda tener sobre la otra. Veamos, pues, cómo se plantea esta
doble diversidad.

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Existe una primera postura que defiende una clara y completa sepa- Frente al esfuerzo por consagrar al mundo y someterlo al imperio de Dios,
ración entre ambos aspectos, pues resulta imposible integrar la dimensión el ser humano intentaría un proceso de liberación constante para vivir de
humana y racional con una perspectiva religiosa. Al ser dos realidades dis- manera autónoma e independiente, libre de toda esclavitud.
tintas y antagónicas, no cabe otra postura que presentar una ética al mar- El mito de Prometeo se ha convertido, desde la antigüedad, en un
gen de la fe y sin ningún apoyo en el mundo trascendente, como defiende símbolo maravilloso de esta lucha contra todo tipo de alienación religiosa.
una moral secular. O encontrar exclusivamente en la revelación el funda- Tuvo la osadía de robar el fuego a los dioses y ofrecerlo a los hombres pa-
mento de la conducta, pues la razón está incapacitada para el descubri- ra que pudieran valerse por sí mismos y emanciparse de toda tutela sobre-
miento del bien y del mal, como afirma la teología protestante. natural. Para Marx fue el primer santo y mártir de su calendario filosófi-
co, como prototipo de la clase oprimida. Representa el genio humano que
supera los límites establecidos, cuestiona los privilegios a los dioses, pro-
2. Los planteamientos de la ética secular testa contra el engaño de una religión infantil y dominadora y coloca fi-
nalmente al ser humano como el único artífice y responsable del universo.
Aquí comenzaría la gesta de la liberación, el intento por recuperar los te-
Todo el movimiento de la ética secular proclama y mantiene la con-
rritorios que, por una fuerza superior, habían dejado de ser propiedad de la
sistencia humana de las normas y deberes, sin valerse de otras justificacio-
humanidad.
nes externas, que pretendan suplir a la credibilidad racional de sus propios
enunciados. El bien y el mal pueden ser analizados por la razón humana,
sin necesidad de acudir a ninguna revelación. Para la ética no se requiere
ninguna dimensión religiosa o trascendente. 3. La muerte de Dios como conquista de la técnica
La secularidad es un fenómeno contrario al proceso de consagración.
Una realidad o persona se considera sagrada cuando se la aparta de su fun- Es natural que, en la medida en que nuestros conocimientos resulta-
ción natural, cuando ya no se utiliza para los trabajos y usos comunes, ban incapaces para la explicación de muchos fenómenos, los atribuyéra-
pues su existencia, en adelante, queda puesta al servicio exclusivo de mos a una realidad extraña y superior a nosotros. Dios, con minúscula,
Dios. Su destino humano ha experimentado un cambio significativo de aparecía en todas las culturas como la única justificación coherente de tan-
rumbo. Aunque lo sagrado no aparecía como un elemento original de su tos misterios desconcertantes. La ignorancia encontraba en la divinidad la
existencia, desde el momento de su consagración, la divinidad adquiere un respuesta y garantía de lo que no había llegado a comprender. La progre-
dominio definitivo sobre ella y permanece sometida por completo a su vo- siva conquista de las ciencias ha hecho que la hipótesis de Dios sea cada
luntad. La independencia o iniciativa del hombre o del mundo se pierden día menos necesaria, pues el recurso a un poder superior se cambia con
por esta nueva forma de relación. El dominio de lo sobrenatural adquiere mayor eficacia por la técnica y demás instrumentos adecuados.
así un poder absoluto sobre las realidades creadas y nada permanece aje- Como su existencia no tiene otro fundamento que dar respuesta a los
no a este influjo divino y trascendente. interrogantes humanos o servir de aparente explicación a los fenómenos
El proceso inverso lo constituye el fenómeno de la desacralización o que nos resultan excesivamente misteriosos, los descubrimientos científi-
secularización. Son situaciones históricas en las que el Estado pretendía cos llevarán, poco a poco, a una sociedad en la que Dios ya no tenga sen-
apoderarse de los bienes e instituciones eclesiásticas, pertenecientes a un tido, donde su muerte sea el fruto lógico del progreso y de la técnica. La
poder sagrado, para transferirlas a un régimen civil o secular. Todavía se significación del universo no habrá que buscarla fuera de nuestros límites,
habla de secularización cuando a un sacerdote se le concede dispensa pa- en una realidad superior, con la que se mantienen unas relaciones de su-
ra abandonar sus obligaciones sagradas y poder vivir como un laico o se- misión y dependencia. Muchos representantes del ateísmo moderno creen
glar (secular). Es un intento, por tanto, de reconquistar los dominios que todavía que la idea de Dios constituye la negativa del hombre, un obstá-
permanecen sujetos a la esfera sagrada, sin gozar de la libertad y autono- culo para su libre desarrollo. Su eliminación es un presupuesto básico pa-
mía que les habían arrebatado con esa consagración. ra que el mundo recupere su carácter secular, donde Él no tiene ya cabida,
La secularidad puede vivirse, en muchas ocasiones, como una lucha pues no cumple ninguna misión ni realiza ninguna tarea que no pueda ser
encarnizada entre dos fuerzas antagónicas que buscan su hegemonía. cumplida por la capacidad y el poder humano.

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Lo sagrado no es nada más que el reflejo de la ignorancia que, cuan- sidiría, entonces, en que ella no destruye ni tiene por qué eliminar la ex-
do se vincula con lo divino, se convierte en una superstición alienante. Eli- periencia o el saber adquirido por la fe, sino que lo conserva y protege ba-
minar esta división entre lo sagrado y lo profano es una de las tareas fun- jo una forma distinta.
damentales de la sociedad adulta y responsable, como ha llegado a ser la Sólo cuando la secularidad se cierra por completo en sí misma, con
nuestra. El hombre moderno ha renunciado con toda razón a un dios que la exclusión absoluta de Dios, se convierte en un secularismo ateo y la fe
sirve como refugio y protección a todas nuestras deficiencias. Por eso, en queda reducida a una misión puramente profana, sin ninguna perspectiva
muchas definiciones de la secularización, aparece siempre esta idea de li- trascendente. Podríamos decir en este último caso, aunque la afirmación
bertad e independencia. parezca paradójica, que la secularidad no se ha mantenido fiel a su finali-
En este ambiente la ética cristiana se rechaza como un cuerpo extra- dad primordial. Con el deseo de salvar la autonomía de Dios y la de la hu-
ño, pues se la valora como heterónoma y represiva. No se acepta que las manidad en medio del mundo, ha confundido precisamente las fronteras
normas de conducta puedan tener una origen religioso y que la obediencia entre ambas realidades, haciendo de la creación un dios en miniatura o re-
a Dios sea el motivo último del comportamiento. Si los mandamientos tie- duciendo a Dios a unos límites pequeños. De cualquier manera, la clarifi-
nen vigencia no es por ser expresiones de su voluntad, a la que hay que cación que se buscaba se ha hecho mucho más confusa y peligrosa. Pero
doblegarse sin ninguna otra justificación. Lo mismo habría que decir de lo que sí es cierto es que la secularidad defiende una ética basada en la ra-
las enseñanzas de la Iglesia, que determina más en concreto, de acuerdo zón, aunque la fe descubra para los creyentes una moral distinta que parte
con las circunstancias y situaciones diferentes, el mensaje moral de la re- de otros presupuestos. Lo que se acepta como imposible es la identidad y
velación. La mayoría de edad de un mundo secularizado impide la exis- reconciliación de ambas, pues cada una posee su propia metodología y
tencia de una moral religiosa, que sólo tendrá vigencia para los que no ten- elaboración.
gan otra fundamentación. Si la ética tiene sentido, hay que encontrarlo al
margen de la fe, por debajo de la religión, en la capacidad misma del ser
humano para descubrir con su razón los valores que orienten su vida.
5. La respuesta protestante: una ética más allá de la razón

Aquí también se mantiene la diversidad, pero con un radicalismo an-


4. Hacia un intento de clarificación tagónico aún más fuerte. La postura protestante ha sido siempre taxativa y
sin ningún asomo de duda: para el cristiano no cabe otra opción que una
Sin embargo, hay que tener en cuenta que este radicalismo ateo al ética puramente religiosa, pues sólo puede actuar con rectitud cuando se
que ha llegado el movimiento de la secularidad no es una consecuencia ne- hace oyente de la Palabra y se deja dirigir por el mensaje de la revelación.
cesaria de sus presupuestos esenciales. Lo que busca fundamentalmente es Cualquier otro intento de orientar la vida mediante los valores humanos,
liberar a la creación entera de toda vinculación religiosa, metafísica, míti- elaborados con el esfuerzo racional, le llevaría a un fracaso absoluto, ya
ca, de la que pueda sentirse esclavo y que vaya, por tanto, contra su dig- que no existe en nosotros ninguna capacidad de descubrir el bien con
nidad personal. Y no puede negarse que semejante intento pertenece tam- nuestros propios medios. La explicación de esta impotencia se deduce ló-
bién al núcleo más profundo de las obligaciones cristianas. Cuando la fe gicamente de otros presupuestos teológicos.
se convierte en una droga, en un escapismo, en una simple búsqueda de Por el pecado, la creación entera que había brotado como una casca-
seguridad, el cristiano hace de Dios un ídolo creado a su imagen y para cu- da limpia y trasparente de las manos de Dios, en donde se reflejaba su san-
brir su necesidad. La desmitificación de este proceso tan frecuente es una ta voluntad, se ha convertido en un caos gigantesco. El reino del mal y de
exigencia bíblica, pues aquí se trata también de dar a Dios lo que es de la muerte invade por completo a la naturaleza y al hombre, que han deja-
Dios y al César lo que es del César. do der ser una imagen luminosa del Creador. Todo ha quedado destruido
En este sentido, la secularidad es un esfuerzo de clarificación para y aniquilado, sin que pueda encontrarse ningún reflejo de Dios en ese de-
delimitar las relaciones entre Dios y el mundo, para distinguir con mayor sastre absoluto, como un espejo que se hubiera roto en múltiples y peque-
exactitud la esfera que a cada uno le pertenece y evitar una mundanización ños pedazos. La redención operada por Cristo no vino a re-crear de nuevo
de Dios o una divinización del mundo. Lo propio de la secularización re- este mundo corrompido. Dios nos ofrece la salvación sin restaurar nuestra

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naturaleza destrozada en cuanto que, por los méritos de Jesús, ya no tiene que la fe, como novedad de vida, nos impulse e ilumine constantemente pa-
en cuenta nuestra situación pecadora y nos acepta misericordiosamente ra inventar las formas concretas de nuestra actuación y comportamiento.
como somos, sin ninguna colaboración o merecimiento por nuestra parte, En el fondo de una postura como ésta se dibuja una imagen de Dios
pues continuamos como seres muertos e irrecuperables. De ahí la prima- henchida de majestad y de una independencia grandiosa. Él se ha manifes-
cía de la solafides en el campo del protestantismo. tado siempre en la historia como el Ser soberano y absoluto, absuelto de
Las consecuencias éticas de esta antropología teológica llevan inevi- todo, no sujeto a nada en medio de su asombrosa libertad. Encerrarlo en
tablemente al rechazo y negación de toda ética humana. Al quedar la na- nuestros esquemas morales es un gesto de envilecimiento para hacerle pe-
turaleza aniquilada por el pecado, sin ninguna restauración posterior, no queño y comprensible, al alcance de nuestras pobres categorías, como si
puede servirnos como fundamento de nuestra conducta. El único proyec- no pudiéramos soportar su grandeza y misterio. Para Él no existe otra ley
to, escrito por Dios en la creación primera, ha perdido su vigencia, pues o normativa que su santa voluntad. El bien y el mal son una consecuencia
todo se encuentra corrompido y la naturaleza actual ya no corresponde a exclusiva de sus propias decisiones soberanas.
la voluntad verdadera del Señor. Es más, aun en la hipótesis de que exis- El modelo clásico para muchos autores protestantes es la actitud des-
tiera un determinado orden, como norma y criterio de conducta, la razón concertante de Abrahán frente al sacrificio de su propio hijo. El juicio éti-
humana sería incapaz de conocerlo como consecuencia del mismo peca- co lo tendría que condenar como un frustrado parricida y como un acto in-
do. Su ceguera le imposibilitaría llegar a ese conocimiento. tolerable, pero la fe transforma este posible crimen en un sacrificio litúr-
Para descubrir el sendero del bien no existe otra posibilidad, por tan- gico y religioso. Se da, pues, una manifiesta contradicción entre los impe-
to, que dejarnos iluminar por su Palabra. Admitir otra fuente de discerni- rativos éticos y las exigencias religiosas. Si él hubiera querido atenerse a
miento o intentar cualquier otra fundamentación es ir contra el carácter los primeros, habría cumplido ciertamente con una normativa moral, pero
único y absoluto de la gracia y de la revelación. La ley y el Evangelio son no habría sido fiel a la llamada de su vocación, ni habría llegado a ser el
términos antagónicos y contradictorios. La originalidad plena de Dios, modelo de todos los creyentes. Y es que cuando la fe penetra en la vida
manifestada en su mensaje, es el único criterio decisivo para la búsqueda cristiana, lo ético debe quedar suspendido, sin dejarse seducir por la apa-
de un comportamiento adecuado. Su anuncio constituye siempre un gesto rente racionalidad de unos argumentos humanos, para convertirse sólo en
desconcertante, que sería desvirtuado por cualquier sistematización huma- el caballero de la fe, que acepta, como único criterio, el absurdo, la con-
na. Nadie tiene derecho ni capacidad para traducir en normas concretas su tradicción y la inseguridad de un Dios desconcertante, que conduce mu-
soberano querer. El moralista no puede usurpar el trono de Dios para dic- chas veces por caminos desconocidos y hacia tierras misteriosas. Su deber
taminar lo que es bueno y lo que resulta inaceptable, como si tuviera la primordial consiste en renunciar a cualquier ética humana por muy razo-
misma competencia que solo a Él le pertenece. Cualquier intento de fun- nable que parezca.
damentar la ética por este camino está condenado al fracaso. Ingresar en el área de lo religioso supone haber destrozado los esque-
mas de una moral lógica, exacta, perfectamente definida, donde el bien y el
mal quedan encasillados en función de unos criterios humanos, para co-
6. El absurdo religioso como única categoría ética menzar una aventura insospechada en el mundo de lo indecible y paradóji-
co. A este nivel religioso, la única categoría ética vigente es el absurdo. El
Por ello, la primera obligación cristiana es mantener una actitud de cristiano, como un auténtico quijote, camina por la vida sin ningún otro
rebeldía e inconformismo contra toda norma que no brote directamente de apoyo ni báculo que el de la plena confianza y docilidad a la inmediatez de
ese otro querer sobrenatural, y aceptar la crisis de la propia ética hasta su un Dios que se hace presente como sorpresa y le deja sentir su palabra co-
completa eliminación, para no quedar seducidos, como en el paraíso, por el mo una llamada singular e irrepetible. Ninguna otra ley tiene fuerza obli-
deseo de conocer la ciencia de Dios y penetrar en una región que no nos gatoria. La actitud moral y religiosa no pueden darse juntas, porque en la
pertenece. La primera misión de la ética cristiana debería consistir en la primera se da la primacía al deber y a la ley, mientras que en la segunda se
condena y renuncia de este saber absurdo y peligroso. Sólo cabe una acti- entra en una relación personal con Dios que puede provocar, como en el ca-
tud teológica en la que el ser humano acepte su incapacidad básica para so de Abrahán, la suspensión de cualquier otra obligación ética.
descubrir el bien, y la necesidad de una obediencia sin condiciones para

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7. Obediencia y docilidad a la palabra de Dios caso, el denominador común de toda la ética protestante es la primacía de
la fe más allá de la razón. El papel de ésta, aun cuando fuese necesario su
empleo en algunas circunstancias concretas, será siempre muy secundario
La aparente radicalidad de esta postura no deja de plantear también
y accidental, sin arrebatar nunca a la fe su carácter prioritario. La moral
serias dificultades. Al defender que la conducta moral debe tener, como
habría que definirla como la ciencia que nos hace dóciles y obedientes a
base imprescindible y exclusiva, la Palabra revelada, el estilo de vida que
la palabra de Dios.
de ahí resulta será solamente válido para los que comparten la misma fe.
El mundo de valores que el creyente recibe de la revelación será incom-
prensible para aquellas personas que no están vinculadas por esa dimen-
sión religiosa. La ética quedaría reducida, entonces, al grupo exclusivo de 8. La moral católica como camino intermedio y complementario
creyentes que, además, estarían incapacitados para el diálogo con la ma-
yoría de la sociedad que excluye semejante presupuesto. Dentro del catolicismo, se ha defendido siempre una postura inter-
La teología protestante es consciente de esta limitación y sabe que media que evite, por una parte, los extremismos de la ética secular, que ex-
para el diálogo con un mundo secular, cerrado por completo a la trascen- cluye la dimensión religiosa como algo absurdo e inaceptable, y por otra,
dencia, necesita un lenguaje que sea comprensible para todos. Barth es, sin la moral protestante que rechaza la existencia de una ética profana, que en-
duda, uno de los autores más radicales, que ha luchado siempre por una cuentra su fundamento en la razón. La misma fenomenología de la expe-
moral religiosa, ya que no existe ningún orden que pueda tener vigencia riencia ética y religiosa nos lleva a encontrar una cierta complementación
fuera de Cristo. El puesto de la diosa razón, a la que desacredita y poster- entre ambas.
ga, ha de ser ocupado por la fe. No existe ninguna otra ley que la divina y Cuando los valores éticos y religiosos son vividos hasta el fondo, la
la búsqueda de cualquier otra será siempre una vana ilusión. A pesar de llamada de un bien concreto puede abrir hacia una dimensión trascenden-
ello, se siente obligado a buscar un punto de encuentro entre la comunidad te, en la que Dios se vislumbra, al mismo tiempo, como el Valor supremo
creyente y la que no ha sido iluminada por Dios, pues, como dice muy y el Bien definitivo y último del hombre. Más allá de la invitación particu-
bien, la comunidad civil -cuando no ha sido iluminada por Aquel que es lar y de su justificación inmediata, se escucha el eco de otra llamada que
su centro- no tiene otra salida posible que esforzarse, de una u otra mane- fundamenta la obligación de las mismas exigencias. El salto hacia el Abso-
ra, en pensar, hablar u obrar a partir de los datos de una ética racional. luto desde la experiencia ética no es ciertamente la conclusión de un silo-
Por eso, la vuelta hacia un cierto naturalismo es una característica gismo ni aparece a la razón como una evidencia, pero, supuesta la fe, la
bastante significativa del pensamiento protestante actual, como el único apertura a lo trascendente se hace comprensible. Los imperativos éticos son
camino que existe para que las denuncias éticas y las exigencias morales también llamadas del Señor y en Él encuentran su explicación última.
tengan resonancia en nuestra sociedad. Siempre, sin embargo, conservará De la misma manera la vivencia religiosa invade, por su parte, la vi-
un papel secundario, penúltimo, interino, pues la primacía y el fundamen- da entera del individuo y le impulsa a una nueva forma de comportarse
to de toda conducta cristiana sólo puede encontrarse en un clima religioso que afecta profundamente a su conducta. Una experiencia religiosa que no
y sobrenatural. La misma experiencia ética de la Iglesia, como reflexión tuviera esas repercusiones prácticas se disolvería en un misticismo senti-
comunitaria de los cristianos, es una oferta que orienta la vida, un mode- mental que pondría en duda la autenticidad de aquélla. Pero como la fe no
lo que invita e ilumina, pero con la condición de atender, por encima de es suficiente para configurar el orden ético en todos sus detalles, el recur-
todo, a la posible llamada de Dios. La ética será, antes que nada, una do- so a la razón no es algo superfluo, sino necesario. Aunque Dios sea la res-
cilidad absoluta a su Palabra. puesta a las preguntas últimas y esenciales de la existencia, no responde
El esfuerzo por traducir esos valores evangélicos en la sociedad ci- casi nunca a las primeras y más inmediatas. La ética racional, elaborada
vil, lo que para los católicos sería el derecho natural, se niegan por com- con el esfuerzo humano, es el único recurso que nos queda para saber có-
pleto a aceptarlo, pues la dualidad de una conocimiento ético, a través de mo orientar nuestra conducta.
la razón o de la fe, destruiría la unicidad y exclusivismo de la única fuen- La teología católica admite, por supuesto, las consecuencias trágicas
te que nos viene de Jesús. Y en la doctrina iusnaturalista de los católicos del pecado original, aunque su explicación teológica no sea tan simple e in-
han visto siempre el riesgo de esta peligrosa dicotomía. Es una pretensión genua, como algunos la interpretan, pero retiene como base de su optimismo,
lamentable llegar al reino de Dios desde una ética humana. En cualquier

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frente a la postura protestante, que la naturaleza humana, a pesar de su des- El acto de mandar, fuera de las leyes estrictamente positivas, no fun-
trozo, sigue siendo aún reflejo de la voluntad santa de Dios. El descalabro damenta la moralidad de ninguna norma. Si Dios o la Iglesia aprueban o
producido por el pecado no fue definitivo ni para siempre, pues la redención condenan alguna conducta determinada, no se convierte en buena o mala
de Cristo supuso una nueva re-creación de aquellas posibilidades primeras, por este mandato o prohibición, sino que la valoran de esta manera por
aunque no las hayamos recuperado en toda su plenitud. La ética natural con- considerarla humana o deshumanizante. Y esta valoración tendrá una ex-
serva, por tanto, su vigencia en la economía actual de la salvación. plicación racional, el único camino para hacerla comunicable a otras per-
De esta manera, la dimensión humana y la religiosa no son dos rea- sonas, sin necesidad de acudir a la revelación.
lidades excluyentes ni antagónicas. Entre la fe y la razón se da una armo- Por eso, como veremos más adelante, no creen que la moral cristia-
nía complementaria, sin que ninguna pierda su valor y utilidad. La Igle- na tenga que distinguirse de otras por una serie de contenidos éticos, re-
sia ha querido valerse de la revelación para encontrar en ella su inspira- servados exclusivamente a una razón iluminada por la fe, como si la per-
ción básica, pero sin excluir tampoco la importancia de los valores natu- sona estuviese incapacitada, sin esta ayuda sobrenatural, para el conoci-
rales. En sus enseñanzas busca siempre una coherencia con la palabra re- miento de ciertos valores. La historia demuestra cómo en otras culturas,
velada y con las exigencias de la razón. La integración de ambos elemen- anteriores o ajenas a la revelación, se aceptaban conductas, consideradas
tos es un patrimonio común en toda la tradición católica. Ambas dimen- por algunos como propias y exclusivas del cristianismo. Hasta el mismo
siones tienen que encontrarse, por tanto, de alguna manera implicadas y amor a los enemigos, que se citaba como uno de los ejemplos más carac-
en estrecha relación, pues ninguna alternativa resulta válida, cuando se terísticos, fue defendido y proclamado muchos siglos antes de la revela-
toma una opción excluyente por lo humano o por lo sobrenatural. El ción judaica. Los límites y deficiencias de la razón no impidieron captar
acuerdo sobre este presupuesto de base alcanza una plena unanimidad en- el significado profundo de este comportamiento.
tre los autores católicos. Estos autores insisten en que la fe ha servido a muchos creyentes pa-
Sin embargo, la insistencia y el énfasis que se ponga en cada uno de ra el descubrimiento de aquellos valores que aparecen, sobre todo, en la vi-
ellos da lugar a un doble planteamiento, que se ha convertido hoy en un da y mensaje de Jesús. Cuando la educación se desarrolla en un clima reli-
tema polémico dentro de la comunidad católica. Se trata de inclinarse ha- gioso, el aprendizaje de la moral no excluye esa referencia que ilumina y
cia una ética autónoma, donde se subraya más la racionabilidad de los estimula a un comportamiento determinado. Pero descubrir un valor por la
contenidos éticos, o hacia una moral de fe, en la que se reclama la prima- enseñanza de la revelación no significa que sólo por ella quede justificado.
cía de la revelación. El problema no es sólo una cuestión especulativa, si- Las conductas y actitudes, que se llegan a conocer por ese camino, se ha-
no que preocupa por sus implicaciones prácticas y pastorales. De forma rán también comprensibles y aceptables desde una reflexión racional.
esquemática me atrevería a sintetizarlas con estas características.

10. Una autonomía teónoma


9. La ética autónoma: a la búsqueda de un lenguaje común
El creyente sabe que esa autonomía para dirigir la vida le viene como
La ética autónoma quiere ser una respuesta adecuada a las exigen- un regalo del Creador en el que encuentra la explicación última de toda la
cias del mundo secular, que no se conforma con una ética ingenua y hete- realidad. Y conoce también que su destino es sobrenatural, más allá de to-
rónoma, sino que desea conducirse por un convencimiento interior y no das las posibilidades humanas, hacia el que camina atraído por la fuerza de
por el simple hecho de estar mandado. La urgencia de entablar un diálogo su fe. Pero esta relación de origen y destino, que ha descubierto por la pa-
con esta cultura cerrada a lo trascendente le hace insistir con fuerza en es- labra revelada, no destruye tampoco su capacidad de autogobierno.
ta dimensión. El conocimiento de los contenidos éticos no requiere, como El orden de la salvación, por el que Dios se nos ha acercado de una
condición previa, la vivencia de la fe. Una persona honesta y sincera está manera singular, no tiene por qué eliminar el orden primero de la creación,
capacitada para sentir su llamada e invitación, y comprometerse con ellos, que dejó en manos de su criatura el dominio y responsabilidad sobre el
a pesar de los múltiples factores de todo tipo que condicionan el descubri- mundo surgido también de su amor. Por ello, más que de autonomía, ha-
miento de la verdad y del bien. bría que hablar de una moral teónoma que, aunque relacionada y depen-

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diente de Dios por estos vínculos, irrenunciables para el creyente, no se
11. La moral de fe: rechazo de toda autonomía
opone a esta capacidad de autogobierno en contraposición a cualquier otra
ética heteronóma y dependiente.
La moral de fe, como es lógico, manifiesta serias reservas sobre algu-
Esto significa la aceptación de un lenguaje común -el de la razón-,
nas afirmaciones de la postura anterior. El mismo término de autonomía
como lugar de cita y de diálogo con todos los que buscan y trabajan por el
despierta ya un fuerte rechazo, pues lo consideran cargado de un contenido
bien y la mejora de la sociedad. El mensaje moral evangélico y los crite-
inaceptable en un discurso cristiano. El gran error ha consistido en incor-
rios orientadores sobre la conducta humana que de él se derivan, se harían
porar al lenguaje teológico una palabra cuyo origen y significación arras-
demasiado extraños y esotéricos si no existiera la posibilidad de un acce-
tran un peso de laicismo e independencia que la hacen extraordinariamen-
so razonable a tales valores. Lo que se quiere subrayar en esta postura es
te ambigua y polémica. La autonomía es un concepto incompatible con el
que la fe no es un requisito necesario para ese conocimiento ético, como núcleo más hondo de la fe. Significaría, por toda su configuración históri-
si todos aquellos que no la comparten fuesen incapaces, por este mismo ca, dar al ser creado una emancipación que va contra la soberanía absoluta
hecho, de llegar a conseguirlo. de Dios, y que niega, por ello, su carácter de criatura dependiente.
El creyente, regenerado con la presencia de la gracia, actúa como hi-
Es verdad que el cristianismo ha sabido asumir otras palabras-cla-
jo de Dios, con una ontología sobrenatural y transformada, con la fuerza
ves, recogidas de otros ambientes y filosofías muy ajenos a la revelación,
de un Espíritu que le dinamiza y estimula al cumplimiento del bien, pero
y que integraron en su síntesis los grandes teólogos, pero ninguna de ellas
sabiendo que, a pesar de todo esto, la verdad ética tiene que descubrirla
expresaba un contenido tan intrínsecamente negativo por su origen anti-
con el esfuerzo de su razón. Para responder a los interrogantes éticos, fren-
cristiano. Aunque después se quiera compaginar con la fe, dando las ex-
te a los que tiene que decidirse, no basta acudir a la palabra de Dios para
plicaciones oportunas, mucha gente se quedará con el sentido más inme-
encontrar en ella la solución adecuada. Las orientaciones más generales,
como postulados básicos y hasta evidentes para la razón, requieren ser diato del término. El punto de partida no ha podido ser más funesto. Pero
proyectadas sobre las situaciones mucho más complejas de la vida, en las las dificultades no terminan aquí, ya que no se aceptan otros presupuestos
que Dios no ha venido a darnos las respuestas concretas que se buscan. tan discutibles como éste.
La antropología subyacente en la corriente anterior se considera tam-
La fe recuerda la absoluta primacía de Dios, como valor supremo
bién demasiado ingenua y optimista, pues olvida las consecuencias del pe-
por encima de cualquier otro, y la obligación presente en cada cristiano de
cado sobre la naturaleza del hombre. Su capacidad para el conocimiento
obedecer a su voluntad, pero ésta no se ha manifestado de una manera di-
del bien ha quedado de tal manera reducida que cualquier intento racional
recta, como si fuese un simple dictado, sino que su querer está escondido
para descubrirlo está llamado al fracaso. No es posible fundar un valor con
allí donde el ser humano descubre un verdadero valor. La obediencia a su
seguridad y garantía sin ninguna referencia a la revelación. Lo contrario
palabra es incondicional, como lógica consecuencia de nuestra condición
sería defender una ética sin base ni objetividad. La historia demuestra, de
creada; lo difícil, en muchas ocasiones, es conocer precisamente lo que Él
forma manifiesta y constante, esa interminable lista de errores, equivoca-
quiere y desea de nosotros. ciones y barbaridades que se han cometido en nombre de una fundamen-
j En síntesis, podríamos decir que la ética autónoma tiene, como pun- tación racional y autónoma.
to de partida, una mayor confianza en la capacidad de la razón humana, a
El tema de la Ilustración se presenta como un ejemplo que no debe-
pesar de sus limitaciones y condicionantes, Y pretende, como meta, hacer
ría repetirse. Colocar otra vez a la razón humana como criterio definitivo
comprensibles los valores éticos en un mundo secularizado y adulto, que
es negar de antemano la solución a los problemas éticos. La experiencias
pide una explicación racional para su propio convencimiento. La fe des-
pasadas son demasiado elocuentes para caer de nuevo en los mismos en-
cubrirá al creyente que esa autonomía le ha sido dada como regalo de
gaños. La ética requiere ineludiblemente la iluminación de la fe, si quiere
Dios, y encontrará en ella una ayuda y complemento para la justificación
de los valores, pero sin que destruya los presupuestos sobre el origen y orientar con eficacia la vida de los hombres. Y en este sentido, parece ab-
destino de la autonomía ética., surdo o, por lo menos, incongruente, hablar de autonomía. O se acepta la
dependencia de Dios o caemos en una moral sin fundamento. Entre la he-
teronomía o anomía no queda ningún espacio intermedio. Una ética que
carezca de una base teísta y no tenga en cuenta la revelación cristiana, se
desliza irremediablemente hacia una devaluación progresiva.

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unos esquemas humanos que lo falsificarían por completo y, además, no
No es fácil tampoco exponer aquí la variedad de posiciones y mati-
son muchas las posibilidades de éxito en un terreno tan frágil y resbaladi-
ces con que se presenta esta postura. El denominador más común, frente
zo como ése, donde la unanimidad se hace difícil en casi todas las situa-
al optimismo realista de la anterior, es la desconfianza que todos sus de-
ciones. El camino más eficaz consistiría en anunciar la fe, que posibilita el
fensores sienten hacia la capacidad humana de la razón, fuente y origen de
conocimiento auténtico de los valores.
todos los errores históricos. Ninguno de ellos aceptará los presupuestos
teológicos de la ética protestante, pero el tono en que se mueven sus con- La fe, por tanto, no tiene una función que algunos consideran deco-
sideraciones se acerca más, en este punto, a una visión reformada que a los rativa, como realidad complementaria que motiva, ayuda, confirma, faci-
planteamientos tradicionales del catolicismo. Sólo la fe posibilita el cono- lita o corrige los valores conocidos por la razón. Su importancia es prima-
cimiento de los auténticos valores y evita el subjetivismo peligroso de ha- ria y absoluta, como el único punto de apoyo válido, más allá de cualquier
llar la verdad con el propio esfuerzo. otro esfuerzo. La moral forma parte de una cosmovisión cristiana más am-
plia, que sólo se hace comprensible desde la revelación. Existen determi-
nados comportamientos o exigencias aparentemente irracionales, que no
se explican por ninguna argumentación humana. Sólo desde una óptica so-
12. La vigencia de lo humano: una función sin relieve brenatural, que incluye también la dimensión escatológica, es posible cap-
tar el sentido pleno de la vida y de tantos otros acontecimientos frente a
Esta tendencia se radicaliza en algunos autores hasta el extremo de los que el individuo se siente desconcertado y sin ninguna explicación.
ser criticados por otros que la defienden. El desprecio de lo humano tiene, Como síntesis, podríamos decir que, en esta tendencia, el punto de
entonces, el peligro de deslizarse hacia un fideísmo, cargado también de partida es una visión más pesimista de la razón humana que, para evitar
graves consecuencias, como si la Escritura tuviese que darnos los proble- los errores propios de su condición pecadora, debe apoyarse en la luz y en-
mas éticos resueltos. Dios volvería a ser, como en otras épocas ya supera- señanzas de la revelación. Su meta es defender la plenitud de la moral
das, el recurso invocado para compensar la radical deficiencia del hombre. evangélica, sin recortes que la despojen de su radicalismo, aunque para
Y la imagen subyacente a este radicalismo asusta a otros muchos que com- ello sea necesaria la renuncia a los intentos de explicación racional. La fe,
parten los mismos presupuestos. Para otorgar la primacía a lo sobrenatu- por tanto, no sólo descubre, sino que es la única justificación objetiva de
ral no juzgan necesario marginar otros eJementos importantes, de induda- los valores éticos.
ble relieve en la misma tradición de la Iglesia. Ninguna de las dos tendencias excluye la necesidad de compartir la
En cualquier caso, la balanza se inclina en todos hacia la dimensión dimensión religiosa con las exigencias de la razón. Pero queda claro que
religiosa, la única que ofrece garantías para la configuración ética de la la ética autónoma se acerca más a un planteamiento secular, sin caer en su
existencia. Con ello se conserva una tesis bastante común en la tradición, rechazo de lo trascendente, mientras que la moral de fe se inclina más ha-
que otorgaba a la moral un estatuto primordialmente revelado. Típica de cia una moral protestante, aunque sin excluir por completo la fundamen-
este pensamiento es la idea, repetida con frecuencia en muchos textos, de tación racional.
que sin fe se arruina por completo el orden moral. Hasta deducir, incluso,
de éste una prueba más de la existencia de Dios, el único que puede darle
verdadera estabilidad y garantía. La función de la ley natural, de la gracia
13. La posibilidad de una doble alternativa
que sana y eleva las estructuras humanas, de la imagen de Dios que se re-
fleja en la creación, a pesar del pecado, etc., no la excluyen, pues forman
parte fundamental del patrimonio católico, pero recibe una interpretación Al margen de las consecuencias que se derivan de uno u otro presu-
reductora. puesto, como veremos en capítulos posteriores, el punto de partida podría
La vigencia de lo humano tiene escasa consistencia, ya que sirve ser cualquiera de los dos, pero con una condición que me parece irrenun-
fundamentalmente para confirmar las enseñanzas de la revelación y como ciable en ambos casos. Si se acepta la fe como fuente de inspiración bási-
instrumento subordinado por entero a los mandatos de Dios. El deseo de ca para recoger toda la riqueza de la palabra revelada y presentar una cos-
dialogar y hacer comunicables los valores evangélicos no podrá realizarse movisión de la existencia abierta a lo trascendente, quedará todavía un es-
en el ámbito de la razón, pues el mensaje de Jesús quedaría reducido a fuerzo posterior. La fe implica también una forma de actuar y comportar-

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se que exige una fundamentación racional, pues los valores éticos no se tación, para abrirnos después a los nuevos horizontes que la revelación nos
encuentran concretizados en la revelación. Si al cristiano, como dijimos al ofrece.
comienzo, se le pide una explicación de su fe, que encierra misterios in- Pero antes de comenzar esta elaboración, sería conveniente apuntar
comprensibles, -«dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a
cómo se compagina la moral cristiana con este fuerte pluralismo de nues-
todo el que os pida una explicación» (1 Pe 3,15)- con mucho más motivo
tra sociedad. Las relaciones no siempre fueron amistosas por la intoleran-
deberá estar preparado para justificar su conducta.
cia con que se enfrentó a otras ideologías diferentes. El diálogo solo será
Cuando se trata de hacer comprensible una exigencia moral, el re- posible si comprendemos con anterioridad el papel que juega la fe en una
curso inmediato a la autoridad, aunque haga referencia a Dios o a la Igle- ética plural y secularizada.
sia, despierta de inmediato serias sospechas al no ofrecer ninguna otra ar-
gumentación. Si la única explicación que los creyentes aportamos se basa
en una cita bíblica o en un documento eclesiástico, la enseñanza ética per-
derá por completo su credibilidad para aquellos que no participan de nues- ***
tras creencias. El miedo a una alienación quedaría flotando en el ambien-
te. Lo cual significa que una moral religiosa -incluso hasta para el mismo BIBLIOGRAFÍA

cristiano, como indicaremos en el próximo capítulo- demanda también


ANDONEGUI, J., «Doctrina moral, autonomía moral y derechos humanos»: Lumen 36
una explicación racional. De lo contrario, se haría una presentación muti- (1987), pp. 291-322 y 443-472.
lada y reductora, como si la praxis cristiana no tuviera otro fundamento ARTOLA, J. M*., «Ética y religión en el pensamiento de Kant»: Ciencia Tomista 127
que la simple autoridad. Un positivismo fundamentalista que está muy le- (2000), pp. 161-171.
jos de la misma tradición teológica en sus mejores momentos. BARTH, K., Comunidad civil y comunidad cristiana, Marova, Madrid 1976.
BASTIANEL, S., «Autonomía y teomomía», en (VV.AA.), Nuevo Diccionario de Teolo-
Algo parecido habría que decir cuando la reflexión ética parte de la
gía Moral, San Pablo, Madrid 1990, pp. 120-135.
otra hipótesis: el intento de hacer comprensible una forma de vivir que BOCKLE, R, «Moral autónoma y exigencia de la revelación»: Proyección 32 (1985), pp.
pueda resultar válida incluso para los no creyentes. La ética sería una pla- 83-95.
taforma común en la que todas las personas honradas y sinceras podrían CONSOLI, S., «Religión y moral», en (Vv.Aa.), Nuevo Diccionario de Teología Moral,
encontrar valores fundamentales, que reciben una amplia aprobación. Sin San Pablo, Madrid 1990, pp. 1600-1612.
embargo, si la adjetivamos como cristiana, resultaría inadmisible que no CORTINA, A., Ética civil y religión, PPC, Madrid 1995.
estuviera completada con los múltiples datos revelados que la enriquecen GONZÁLEZ LÓPEZ, S., El proceso de secularización (Para una sociología del hecho re-
ligioso), Instituto De Sociología Aplicada, Madrid 1985.
y densifican.
HILPERT, K., «Recepción teológica de la idea de autonomía»: Concilium 192 (1984), pp.
En cualquier caso, no se puede renunciar a ninguna de las dos di- 179-189.
mensiones. Queremos una ética que sea profundamente religiosa, sobrena- LAGE, F., «Moral y religión: posibilidades y expectativas»: Moralia 23 (2000), pp. 391-
tural y trascendente, pero que no deje de ser, al mismo tiempo, auténtica- 410.
mente humana, racional y comprensible. La pregunta no consistiría, en- LÓPEZ ARANGUREN, J. L., Catolicismo y protestantismo como formas de existencia,
tonces, en ver si hacemos una moral fundamentada en la razón o apoyada Alianza, Madrid 1980,
LÓPEZ AZPITARTE, E., La ética cristiana: ¿fe o razón? Discusiones en torno a su funda-
en la palabra de Dios, sino en analizar, desde el punto de vista metodoló-
mento, Sal Terrae, Santander 1988.
gico, qué punto de partida sería mejor para la elaboración de una ética cris- MARDONES, J. M"., Análisis de la sociedad y fe cristiana, PPC, Madrid 1995.
tiana: partir de los datos de la revelación para probar después su carácter MEHL, R., Ética católica y ética protestante, Herder, Barcelona 1973.
humano y razonable, o mostrar la racionabilidad de unos valores que se MORAN, A., «Ética y religión en algunas culturas mesoamericanas. Diversidad de inter-
manifiestan después abiertos y coherentes con la palabra de Dios. pretaciones»: Revista Latinoamericana de Teología 17 (2000), pp. 265-291.
Como el mundo de hoy, incluso el que se adjetiva como cristiano, MORENO, M., «Moral autónoma y ética de fe», Proyección 36 (1989), pp. 199-214.
experimenta un rechazo instintivo por la moral y se pone en guardia con- OSUNA, A., Derecho natural y moral cristiana. Estudio sobre el pensamiento ético-ju-
rídico de Karl Barth y otros autores reformados, San Esteban, Salamanca 1978.
tra la dimensión religiosa y trascendente, como si fuera una alienación, me
OVIEDO TORRÓ, L., La secularización como problema. Aportaciones al análisis de las
ha parecido mejor comenzar con una introducción más humana, en estos relaciones entre fe cristiana y mundo moderno, Facultad de Teología, Valencia
primeros capítulos, que haga comprensible y razonable nuestra fundamen- 1990.

58 5«>
-—, L., «Secularización y secularismo», en M. MORENO VILLA, Diccionario de Pensa-
miento Contemporáneo, San Pablo, Madrid 1997, pp. 1068-1073.
VALADIER, P., Un cristianismo de futuro. Por una nueva alianza entre fe y razón, PPC,
Madrid 2001.
VIDAL, M., Nueva Moral Fundamental. El hogar teológico de la ética, Bilbao, Desclée
De Brouwer 2000, pp. 439-445.

CAPITULO 4

FE CRISTIANA, ÉTICA CIVIL Y TOLERANCIA

1. Situación actual

Al vivir hoy en una sociedad que se caracteriza por el pluralismo de


opiniones éticas y religiosas, la unanimidad de otros tiempos ha quedado
rota en múltiples fragmentos que no se pueden reunificar. Esto significa,
como una consecuencia inevitable, que el influjo de la Iglesia en la confi-
guración del orden social ha quedado muy reducido y casi sin eficacia. El
régimen de cristiandad, en el que la legislación civil aceptaba y defendía
los planteamientos de la religión católica, no está hoy vigente en ningún
país. Podrá o no gustarnos esta situación, de acuerdo con los presupuestos
que cada uno mantenga, pero la constatación de la realidad que ahora nos
toca vivir resulta tan evidente que nadie se atreverá a negarla, aunque se
valore de forma distinta.
No es necesario recordar que el mismo Vaticano II consagró la legíti-
ma autonomía de las realidades temporales y la libertad ética y religiosa de
cada individuo para actuar de acuerdo con sus propias convicciones, respe-
tando siempre el derecho de los demás. El cambio suponía una ruptura tan
fuerte con la tradición anterior que provocó en muchos una alarma justifi-
cada. Es el miedo que manifestaron algunos obispos españoles a Pablo VI,
tratando de impedir la aprobación del decreto conciliar sobre la libertad re-
ligiosa, cuando la inmensa mayoría ya había dado su parecer positivo.
Quiero con ello decir que, a pesar de la nostalgia por parte de algu-
nos, de volver a épocas pasadas, donde la unanimidad mayor estaba res-
paldada por la misma legislación, querer eliminar el pluralismo de nuestro
mundo indica una ingenuidad excesiva, e imponer la conformidad por la
fuerza se hace también ilícito.

60 61
Sin embargo, todos están de acuerdo en que la convivencia social re- excluir cualquier tipo de justificación religiosa, pues para muchos ha sido
quiere una cierta regulación ética. La democracia, que todos defienden co- siempre una remora y obstáculo al verdadero humanismo. Prescindir de la
mo un derecho humano, tolera la diferencia, pero no tiene por qué estar re- fe sería la primera condición para revalorizar al ser humano, como si su ple-
ñida con la moralidad. Si admite el pluralismo es porque no quiere impo- nitud sólo pudiera construirse sobre las ruinas del Creador. Pero para otros,
ner a todos sus miembros una determinada ideología o valoración, pero su muerte llevaría también a la destrucción de la ética, al no encontrar nin-
eso no significa abrir la puerta a cualquier tipo de conducta. En estas cir- gún otro punto de apoyo con las garantías suficientes.
cunstancias, la ética civil aparece como la única alternativa posible. La ética civil no entraría tampoco en este complejo diálogo, donde
Según esto, la ética civil podría definirse como el conjunto de exi- la postura de los mismos cristianos reviste matices diferentes. Su reflexión
gencias mínimas en las que coinciden los ciudadanos que mantienen dife- se caracteriza por tener un punto de partida aconfesional, neutro desde una
rentes concepciones éticas o religiosas. Si se acepta que no todos han de perspectiva religiosa, pero que no exige a nadie el abandono de su propia
estar de acuerdo en todo y que la divergencia no ha de ser un estímulo al identidad. Para el creyente, ni Dios ni la fe constituyen un estorbo en la
relativismo individualista, que no tiene para nada en cuenta el bien de la configuración de su existencia, sino un enriquecimiento y ayuda para su
comunidad, es imprescindible la búsqueda de una plataforma común en la reflexión moral, pero tampoco debería dar la impresión de que, al prescin-
que todos coincidamos. Son criterios básicos y fundamentales que orien- dir de esta fundamentación religiosa, el sujeto ético se pierde por comple-
tan la praxis de los individuos y de las instituciones por encima de las di- to y ya no existen valores humanos que se puedan garantizar. Un lengua-
ferencias existentes, ya que ninguna de las valoraciones concretas posee la je como éste tiene el peligro de una alternativa demasiado radicalizada,
suficiente garantía para ser impuesta a los demás. No cabe otra salida, por que obstaculiza el único camino para el diálogo en un mundo secular: o se
tanto, que el respeto a la diferencia. acepta a Dios o la búsqueda del bien se hace imposible. Si la fe fuese una
La tolerancia que nace del respeto y de la comprensión hacia el que condición necesaria e insustituible para vivir con honradez, estaríamos
no participa de las propias ideas es un signo de madurez personal y comu- confirmando la tesis lamentable de Dostoievski, en Los hermanos Kara-
nitaria. Si nadie puede imponer su propia normativa, es necesario llegar a mazov, y que tantas veces se repite en ciertos ambientes: si Dios no exis-
un acuerdo entre los diferentes grupos e ideologías para impedir actuacio- te, todo estaría permitido, incluso hasta la misma antropofagia.
nes que vayan contra el bien común y para regular la conducta dentro de Pero admitir una ética laica, con una neutralidad confesional, sin re-
los límites tolerables. curso a una fundamentación trascendente, no se identifica tampoco con
una postura laicista, que intenta imponer una mentalidad anti -o, al menos,
profundamente arreligiosa. Es un peligro real, sobre todo por un senti-
2. El respeto a la diferencia en una ética laica miento de revancha, cuando se ha conseguido suprimir el talante religioso
de una sociedad determinada. El laicismo, como la cristiandad, no se abre
La legislación civil no ha de prohibir o aceptar, por tanto, los códigos al diálogo pluralista y se convierte también en un fundamentalismo peli-
éticos de una mentalidad concreta, sino que debe permanecer abierta a las groso y en una amenaza para la convivencia social. La moral civil busca
otras valoraciones diferentes que resulten válidas y razonables para otros precisamente dar el margen necesario para que todos puedan actuar en
grupos. Renuncia, incluso, a encontrar la justificación de cada postura pa- función de sus creencias y convicciones personales, sin exigirle a nadie la
ra eludir las discusiones largas y las motivaciones, a veces, tan divergentes. renuncia a su propia identidad. El poder expresar la fe religiosa o vivir de
La explicación última y más razonable radica en la urgencia de un pacto co- acuerdo con la conciencia personal no es ningún privilegio que el Estado
mún y en la necesidad de adherirse y defender lo que resulta válido para to- concede, sino un derecho que él mismo tiene que defender, mientras tales
dos y benéfico para la sociedad. Aunque tolere otras formas de conducta y prácticas respeten las exigencias concertadas.
comportamientos, que están excluidos para determinadas ideologías, tendrá
que hacerse intolerante para los atropellos, injusticias y discriminaciones
que la colectividad en su conjunto considera inaceptables. El que no com- 3. Relación entre la ética cristiana y la civil
parta la racionalidad de este planteamiento será un individuo cerrado e in-
sensible a la dimensión comunitaria de la vida. Es cierto que para algunos Hay que aceptar, entonces, que la ética civil queda reducida a unas
la muerte de Dios es un requisito previo para elaborar una ética. Hay que exigencias mínimas, en las que la mayoría está plenamente de acuerdo. Ni

62 63
siquiera puede imponer otras obligaciones más altas para no cerrar la puer- Por eso, aunque la ética cristiana no coincida con la civil ni deba
ta a los individuos o ideologías que no se sienten vinculados por ellas. Pe- cambiar sus exigencias concretas, su forma de actuar y proclamar el men-
ro también resulta comprensible que la moral católica -y otras éticas dife- saje cristiano sí adquiere nuevos matices. Es el anuncio a un mundo que
rentes- no se queden tranquilas y satisfechas con la normativa reductora conoció al cristianismo, pero terminó por rechazarlo. Su lenguaje ya no
que defiende la sociedad civil. puede ofrecer un contenido exclusivamente religioso, pues perdería toda
El cristianismo, en teoría, aspira a una moral de máximos, muy por su credibilidad en una sociedad laica, que no admite semejantes esquemas.
encima de los mínimos exigidos en una legislación laica. Aunque después Sus propuestas son un intento por defender la dignidad del ser humano, en
la praxis de los creyentes no responda al ideal dibujado, nunca se pueden la que no siempre estamos de acuerdo. La Iglesia y la ética cristiana tie-
sentir satisfechos con el programa minúsculo de las obligaciones legales. nen derecho, como cualquier otra institución, a manifestar su palabra, pe-
Habría que dejar muy claro desde el principio, para evitar ambigüedades ro conscientes de que para entrar en el diálogo no la presentan en nombre
posteriores, que la ética civil no tiene que cambiar en nada la moral de los de la religión o de una autoridad que otros muchos no comparten ni admi-
que tienen otra serie de exigencias. Dicho de otra manera, todo lo que se ten. Es la única plataforma de encuentro que ahora tenemos para configu-
permite en una legislación civil, como signo de tolerancia y respeto al plu- rar un orden social que deseamos profundamente justo y humano.
ralismo vigente, no tiene por qué ser aprobado por la moral cristiana. De
la misma manera que todas las exigencias de ésta no deben quedar tampo-
co sancionadas por el derecho. 4. La pérdida de un monopolio
Ya el mismo santo Tomás, siguiendo a otros autores tradicionales,
ofrece una serie de consideraciones básicas y de extraordinario interés, in- En este contexto, la ética cristiana, como Jesús, sufre un proceso de
cluso para su aplicación actual. Parte de un presupuesto realista. La ley hu- rebajamiento para encarnarse en la realidad limitada e imperfecta de la ci-
mana está dirigida a una multitud de individuos, de los que la mayor parte vil. Entrar en el debate como un interlocutor más obliga, por una parte, a
no son perfectos. Por ello, sería absurdo que impidiera todas aquellas con- superar cualquier sentimiento de prepotencia y desprecio, que despertaría
ductas que se consideran ilícitas, pues semejante legislación apenas tendría de inmediato el rechazo de los que no piensan lo mismo. No es una tácti-
eficacia. Solo debe impedir y condenar aquellas conductas más graves que ca sutil para no llamar la atención y defender con eficacia sus propuestas,
fueran en perjuicio de los demás, y contra el bien de la comunidad huma- sino el reconocimiento sincero de que ya no posee el monopolio de ofer-
na. Por tanto, concluye, la ley humana no puede prohibir todas las cosas tas y soluciones a los múltiples problemas éticos de la vida. Rehuye cual-
que prohibe la ley natural. De ahí, que en la más amplia tradición de la Igle- quier tipo de imperialismo moral que no deja espacio para las otras dife-
sia se haya mantenido siempre una clara distinción entre la tolerancia civil rencias lejanas de sus ideales.
de un hecho y su aprobación moral, sabiendo que no todo lo que está per- Pero, por otra parte, esta situación constituye un desafío al que no
mitido legalmente es lícito también desde el punto de vista ético. siempre se estaba preparado. La moral católica se había distinguido preci-
Aceptar esta división entre lo legal y lo ético, no supone tampoco la samente por su apoyo religioso. La garantía de sus enseñanzas se funda-
privatización de la fe para borrar sus huellas en nuestro mundo. Algunos de- mentaba en la palabra de Dios y en la autoridad del magisterio para apli-
searían que la Iglesia se ocupara exclusivamente del culto para dejar el cam- carla a las situaciones concretas. Semejante planteamiento ha perdido su vi-
po libre a otras fuerzas de signo diferente. Incluso, ciertos movimientos de gencia en nuestro mundo secular. La Iglesia ha de hacer comprensible y ra-
espiritualidad corren el peligro de refugiarse en la vida interior, como si el zonable su proyecto ético para presentarlo como oferta a otras personas que
hecho de creer fuese una simple relación privada con Dios, sin ninguna re- no comparten la fe. Cuando defiende un determinado valor ético, el cristia-
sonancia en los niveles sociales, políticos y económicos. Sería una postura no expone las razones que lo justifican, reflexiona sobre las críticas que se
demasiado cómoda para escaparse de estas responsabilidades y semejante presentan desde otros puntos de vista, reconoce los fallos y deficiencias
huida supondría la renuncia a ser la sal de la tierra y la levadura de la ma- históricos, admite la fragilidad de ciertos argumentos que nunca serán evi-
sa. También en esta sociedad ha de resonar el mensaje del Evangelio y Dios dentes, con el deseo último de que su respuesta resulte lo más convincente
quiere que testimoniemos su presencia en las circunstancias actuales. Pero posible. Creer que cualquier rechazo es consecuencia de una denuncia pro-
mantener el espíritu misionero y profético no requiere, como en otros tiem- fética o fruto de una persecución religiosa es un recurso poco honesto y ex-
pos, valerse del brazo secular para imponerse con la fuerza de la ley. cesivamente cómodo, cuando no se sabe aportar una seria justificación.

64 65
El que tenga miedo al pluralismo existente o no quiera el diálogo en-
En estas condiciones, la ética cristiana no puede perder su sensibili-
tre las diversas posturas, se ha incapacitado para colaborar en el rearme
dad evangélica. Hay que aumentar el convencimiento interior de los cre-
moral de la sociedad. Es el único foro donde el cristiano puede decir una
yentes en su propia identidad moral y religiosa. Lo jurídico no puede de-
palabra que sea creíble y escuchada por otros interlocutores. Tal vez, uno
jarnos nunca satisfechos, como si no hubiera otros ideales por los cuales
de los mayores retos en la tarea educativa es cómo preparar a los creyen-
vale la pena luchar, pero conscientes también de que la inseguridad y frag-
tes para que sepan dar una explicación razonable de su ética en un mundo
mentación de ahora no se supera con imperativos categóricos ni con sim-
donde no puede excluirse la confrontación y el diálogo pluralista. ples denuncias retóricas. Si la ética civil corresponde de ordinario a la sen-
Por convencimiento o por necesidad, no existe otra alternativa para sibilidad generalizada de sus miembros, el gran esfuerzo habría que poner-
el cristiano, en las actuales circunstancias, que la ética civil; pero aceptar- lo en elevar esta conciencia comunitaria que se manifieste, después, en
la no implica ignorar sus riesgos y desconocer las dificultades que plantea. una legislación más acorde con la dignidad auténtica del ser humano.
Un esfuerzo de formación más serio para que los creyentes puedan
explicar, de manera razonable, que nuestras exigencias éticas se identifi-
5. Los riesgos de la ética civil can también con lo humano. Lo que se pide y defiende es la dignidad de
la persona, aunque no todos compartan la misma valoración. Una tarea
Al hablar, en el capítulo primero, del enorme pluralismo existente en educativa en la que aún queda mucho camino por andar, después de tanto
nuestra sociedad, ya insistí en los peligros que encierra: fomentar un cierto tiempo en que los argumentos de autoridad eran los prioritarios.
escepticismo frente a tantas opiniones diversas; perder la identidad de nues- De esta forma, la ética civil se convierte para los cristianos en una
tros criterios, que conviven con otros muchos tan opuestos y contradictorios, invitación y en un desafío al que tenemos que responder por fidelidad al
a los que también hay que respetar; elegir, entre las diversas opciones, aque- ser humano y a nuestra fe. La única posibilidad para ello exige nuestra par-
llas que requieran menos esfuerzo y parezcan más gratificantes. Sin embar- ticipación en ese diálogo, sin los privilegios y ayudas que existieron en
go, creo que el mayor riesgo se encuentra más oculto y solapado. tiempos pasados. Esta nueva situación ha de abrir camino hacia una acti-
La configuración ética de una sociedad está producida por las múlti- tud de tolerancia que supere los fanatismos de otras épocas. La ética cris-
ples acciones, conductas y criterios de los individuos que la forman. Los tiana ha de superar también cualquier actitud intolerante que, con frecuen-
pequeños gestos repetidos, aunque no tengan una relevancia social, van cia, se ha dado en la historia.
quedando tipificados en la conciencia colectiva, que ofrece un amplio es-
pacio para que tengan cabida incluso las conductas minoritarias. Esos es-
quemas éticos son los que aparecen después en la legislación que solo pro- 6. Factores que han fomentado la intolerancia
hibe ciertas conductas graves, o tolera, por el bien común, otros compor-
tamientos que para otros serán éticamente negativos, pero que legalmente Cualquier institución, sin excluir las de signo religioso, requiere una
no se pueden rechazar. Es la sociedad ahora la que determina las normas cierta identidad que la especifique y distinga de otras semejantes. Lo cual
legales que tendrán que admitir y respetar los individuos en su actuación supone un nivel de armonía y cohesión entre sus miembros para no poner
concreta. en peligro su propia permanencia. Como el organismo biológico, el grupo
está dotado de mecanismos de defensa que rechazan todo elemento extra-
La legislación civil tiene, por tanto, una función pedagógica. De al-
ño que pueda romper su integridad. Y la ortodoxia, hasta la de los partidos
guna manera, ella ilumina y condiciona la vida de los ciudadanos, trazan-
políticos, constituye una preocupación y responsabilidad de sus dirigentes.
do las fronteras entre lo que no se debe admitir de ninguna manera -los
Defender los valores que pertenecen a su naturaleza constitucional no su-
mínimos éticos- y aquello que se ha de tolerar, aunque no responda a una pone ninguna actitud intolerante, sino una coherencia fiel a los principios
moral de máximos. El peligro radica, entonces, en no distinguir suficien- de su fundación. Pero también es evidente que este celo por mantener lo
temente lo legal de lo ético, y terminar aceptando, con todas sus lamenta- que se considera esencial siembra inevitablemente el peligro de la intole-
bles consecuencias, que la tolerancia jurídica se identifica sin más con la rancia. Se trata de saber, en último término, cuándo lo intolerante se hace
bondad ética. Incluso, cuando solo se despenaliza una conducta para no por completo intolerable.
añadirle ninguna sanción a ese hecho determinado, se termina aceptando
que semejante comportamiento se ha convertido en un verdadero derecho.

66 67
iluminado por otras interpretaciones que sólo sirven para robar claridad a
Y este peligro se aumenta más en el ámbito sagrado de la religión.
las enseñanzas recibidas.
Aquí no se trata de salvaguardar ideologías humanas, por muy dignas y
queridas que sean, sino de proteger con absoluta fidelidad las enseñanzas La aplicación de esta mentalidad se proyecta sobre las verdades re-
reveladas por Dios, mantener la unidad de los fieles contra las falsas inter- veladas, que no necesitan tampoco de aclaraciones posteriores. La palabra
pretaciones que amenazan la comunión en una misma creencia, e intentar de Dios es definitiva, inmutable y no queda otra opción que aceptarla en
la comunicación del mensaje a los que todavía no lo han descubierto. su totalidad. Cualquier confrontación o intercambio supondría negar el ca-
Cuando el creyente está convencido de que su fe es la única verdadera, sin rácter supremo de la revelación, como si la inteligencia humana pudiera
ninguna otra alternativa para la salvación, y con un carácter obligatorio comprender lo que trasciende por completo a su capacidad, o su conoci-
para todos por la universalidad de su mensaje, la semilla de la violencia se miento fuera definitivo. El mandato divino de no fabricar imágenes de
hace presente en su corazón. La experiencia de lo sobrenatural, en lugar Dios habría que aplicarlo también al mundo de las ideas. Basta tener un
de llevar a la reconciliación comprensiva y respetuosa hacia los que no la poco de perspectiva para caer en la cuenta de las deformaciones históricas
comparten, conduce a la lucha intransigente por vencer al error. Por eso, el con que hemos traducido la buena noticia de la salvación. El pluralismo
fanático ortodoxo es muy difícil que se crea intolerante, pues tiene concien- no sería un enriquecimiento, que completa y perfecciona visiones parcia-
cia de que lo que está en juego no es la fidelidad a sus propias ideas, sino les, sino la confesión explícita de que la autoridad divina no es el criterio
la obediencia a Dios, que no admite ningún otro compromiso. Estará dis- último para la aceptación de un mensaje revelado.
puesto a ofrecer su propia vida antes que renegar de tales exigencias sobre- El mismo esfuerzo racional quedaba siempre subordinado a las exi-
naturales. No olvidemos que el fanatismo tuvo en sus comienzos una con- gencias derivadas de la fe. La filosofía era una ciencia al servicio de la re-
notación sagrada por su relación primitiva y etimológica con el templo. flexión teológica, cuya tarea fundamental se centraba en confirmar con la
Lo difícil, sin embargo, es trazar la frontera entre las verdades bási- razón los datos revelados. Si sus conclusiones resultaban diferentes era por
cas y aquellas que son derivaciones falsificadas o consecuencias menos haberse apartado del camino verdadero, fiándose más de la propia capaci-
correctas de las primeras; saber cuándo el pluralismo se convierte en una dad que de la revelación. El creyente forma parte de un grupo privilegiado
verdadera amenaza a la unidad o supone un enriquecimiento de las tradi- que encuentra en Dios la justificación de sus creencias. No cabe otra garan-
ciones recibidas; discernir si los medios para la predicación de la fe son tía que el recurso a su palabra para evitar el riesgo de la equivocación.
los adecuados o se utilizan métodos que, a pesar de su posible eficacia, no Semejantes presupuestos, cuyos perfiles negativos hemos subrayado,
ayudan a la integración de una doctrina. El análisis y la interpretación de contienen una mezcla de afirmaciones poco clarificadas, que, aunque no
estos aspectos son los que van a condicionar, en el decurso de la historia, excluyan por completo la posibilidad de la tolerancia, inclinan más bien ha-
las épocas de mayor o menor tolerancia/intolerancia. Voy a señalar con cia la radicalidad de ciertos fundamentalismos. A quien no se acoja a esta
brevedad aquellos criterios que fomentaron las actitudes intolerantes, pa- irrupción de la divinidad, no le cabe otra alternativa que vivir en un error
ra examinar, después, las razones que condujeron a un clima de mayor diá- lamentable, aun sin ser voluntario, y quedar excluido de la salvación.
logo y comprensión.

8. Fuera de la Iglesia no hay salvación


7. Posesión de la verdad absoluta
Esta mentalidad ha estado vigente en el catolicismo durante muchos
Ha existido, en primer lugar, un concepto de verdad heredado de la
siglos, incluso como soporte para toda su dimensión misionera. La Iglesia
filosofía griega y permanente en muchas reflexiones posteriores. Una vi-
se presentaba como el único espacio sagrado, donde era posible el encuen-
sión demasiado monolítica, objetiva, donde no cabe un conocimiento his-
tro del ser humano con Dios. Fuera de sus límites visibles e instituciona-
tórico y evolutivo, que conquista y descubre paulatinamente toda su rique-
les no existía ninguna esperanza salvadora. La frase tradicional de que
za interior. Como si se tratara de una fórmula matemática sobre la que no
«fuera de la Iglesia no hay salvación», repetida en tantos libros de teolo-
cabe ninguna discusión. O se está de acuerdo con ella, o no existe otra al-
gía y catequesis, está tomada de san Cipriano, pero en un contexto y con
ternativa que la del error. No hay espacio para el pluralismo que se recha-
un significado diferente. Como otros santos Padres, aprueba la conducta
za como algo que desconcierta y relativiza, ni la posibilidad de sentirse
de algún obispo que excomulgaba a los que rompían la disciplina eclesiás-

68 69
tica y negaban la obediencia debida a la autoridad. Como rebeldes o here- contra el que había que defenderse para salvaguardar el orden público. La
jes se apartaban de la comunión y quedaban excluidos de la única casa de afirmación de Lutero «quemar a los herejes va contra la voluntad del Es-
Dios, por renegar voluntariamente de la fe aceptada en el bautismo. Es ló- píritu Santo» fue condenada por el concilio de Trento. En este contexto, la
gico que, en estas circunstancias, se afirmara que fuera de la Iglesia no Inquisición era un tribunal público que imponía la pena de muerte a quien
hay salvación para nadie. Pero la universalización de este principio, apli- atentara contra la paz y convivencia religiosa de los ciudadanos, de la mis-
cable también a todos los que no pertenecían a la institución eclesial, fue ma manera que se eliminaban a los criminales que ponían en peligro la vi-
el motivo primario para propagar e imponer la religión. da de los demás. Semejantes conductas merecen hoy una completa repro-
El mismo san Agustín, que condenó el uso de la fuerza y de la vio- bación, pero el contexto cultural hace más comprensible lo que para noso-
lencia contra los herejes donatistas, terminó por admitirlas para evitar su tros, ahora, resulta intolerable. Era la aplicación literal de las palabras de
proselitismo y extensión. La parábola de los llamados al banquete, que re- Jesús: «Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmien-
husan la invitación, le sirve para interpretar el texto evangélico con una to, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden» (Jn 15,6).
mentalidad impositiva. Si el señor manda a su criado que salga a los ca- La opinión de santo Tomás, en la Suma Teológica, 2-2, q. 11, a. 3, que
minos y obligue a entrar en su casa a los pobres y lisiados, a los ciegos y era aceptada como doctrina común, no ofrecía ninguna duda: «Mucho más
cojos (Le 14, 21-23), este mandato significa que la Iglesia debe utilizar el grave es corromper la fe, que da la vida al alma, que falsificar el dinero ne-
poder de los reyes para que a todos los cismáticos y herejes se les obligue cesario para la vida temporal. Por tanto, si los falsificadores y otros malhe-
a volver de nuevo a la única fe. La condena evangélica de los que usan la chores son condenados de inmediato a muerte por los príncipes seculares,
espada queda ya reducida exclusivamente a quienes la empleen ahora sin con mucha más razón los herejes, después de probada su herejía, no sólo
el mandato de la legítima autoridad. Desde que, con el edicto de Tesalóni- pueden ser excomulgados, sino también matados con toda justicia».
ca (380), se aceptó al cristianismo como la única religión oficial del Im- Incluso después de la reforma, con el cisma de las Iglesias, se quiso
perio, la Iglesia va a encontrar en el poder civil su mejor aliado para la pro- mantener esta unidad socio-religiosa, con el célebre principio «cuius re-
• pagación de la Buena Noticia. gio, et eius religio», para que cada nación se sintiera unificada bajo la fe
de un mismo credo. La historia demostró, sin embargo, que la existencia
de este pluralismo de iglesias no facilitó la convivencia pacífica, sino que
9. Las armas al servicio de la fe el espíritu bélico e intolerante provocó múltiples guerras y contiendas,
hasta que la paz de Westfalia (1648) estimuló a un mejor entendimiento
La historia continuará por este camino, en el que la autoridad tempo- entre católicos y protestantes. Si, a pesar de todo, hubo momentos de ma-
ral queda al servicio de los intereses religiosos. Los reyes no serían nece- yor tolerancia, algunos estiman que no era tanto fruto del respeto y com-
sarios si las personas aceptaran voluntariamente la fe cristiana. Su oficio y prensión, sino de otros intereses políticos y económicos.
misión se centra en imponer la verdad por el terror de la fuerza. Cuando la
guerra se emprende en nombre de Dios y como defensa de su reino, ya no
es rechazable, como en los primeros tiempos del cristianismo, sino que se 10. Mecanismos psicológicos
convierte ahora en un magnífico testimonio de fe. Se consagra la violencia
de las armas, siempre que sea en defensa de la cristiandad. Existía hasta una Además de todos estos factores ideológicos y culturales, el psiquis-
liturgia especial para bendecir la espada y la armadura de los cristianos que, mo humano ha servido también como un estímulo complementario. La
por un impulso religioso, se oponían a las invasiones ideológicas o territo- psicología nos recuerda que, sobre todo a nivel inconsciente, lo que es dis-
riales contra la Iglesia. Era el mismo motivo que se utilizó en la conquista tinto amenaza de inmediato nuestra seguridad. Al romper con nuestros es-
de América. El mandato de Jesús de «Id por todo el mundo y proclamad la quemas habituales o no encajar dentro de nuestras costumbres adquiridas,
Buena Nueva a toda la creación» (Me 16,15) exigía el concurso de las ar- se vivencia como algo peligroso que pone en peligro la tranquilidad con-
mas contra los indios que se opusieran a este mandato universal. seguida, que desafía los planteamientos tradicionales, que desestabiliza la
Hay que tener en cuenta, por otra parte, que en aquellos momentos, armonía alcanzada, después de muchos esfuerzos. Es el mismo fenómeno
la unidad política estaba profundamente vinculada con la comunión reli- que acontece con todo lo nuevo cuando, con su originalidad inédita, con-
giosa. El hereje o cismático aparecía como el gran enemigo de la sociedad, mociona el orden establecido.

70 71
No resulta extraño, por tanto, que los mecanismos de defensa actúen repite al rey Boris de Bulgaria que ni siquiera para la conversión de los pa-
contra estos elementos difíciles de integrar. El rechazo, desprecio o mar- ganos es lícito utilizar la violencia, ya que si hubiera querido utilizar la
ginación son los caminos más frecuentes para evitar una presencia que fuerza para imponer la fe, nadie hubiera podido resistir a su omnipotencia.
molesta. La historia está llena de acontecimientos que, en el ámbito social, De la misma manera que san Isidoro o el Concilio IV de Toledo rechaza-
político, cultural o religioso, demuestran esta exclusión, con la violencia ron la alternativa propuesta por algún rey visigodo a los judíos españoles
inherente a cualquier forma de fanatismo. de convertirse al cristianismo o ser desterrados.
Por otra parte, la agresividad es siempre fruto de una frustración, de Frente a la intolerancia presente en la conquista de América, donde se
una expectativa sin respuesta, de un amor herido por los límites que impo- actuó con los criterios mayoritarios de la época, no faltaron tampoco las de-
ne la realidad. Cuando la persona no acepta la inevitable finitud de la vi- nuncias contra los métodos de evangelización. Baste, como ejemplo, entre
da, fomenta en su interior un rechazo visceral contra todo lo que se opon- otros muchos, el parecer de los teólogos de Salamanca, elaborado por F. de
ga a su deseo de omnipotencia infantil. Y si el ideal de una sociedad cris- Vitoria: «Los indios tienen derecho a no ser bautizados y a no ser coaccio-
tiana se le resiste, a pesar de su esfuerzo inagotable, tiene que proyectar nados a convertirse al cristianismo contra su voluntad. Todos y cada uno de-
sobre los causantes de este fracaso todo su malestar interior. La intoleran- ben de convertirse libremente y no se puede obligar a renunciar a la religión
cia será siempre una conducta infantil, que no se resigna al realismo de de sus antepasados. Los pueblos indios, que espontánea y libremente se han
nuestra pequenez e insuficiencia. sometido a príncipes cristianos a condición de que no sean obligados a creer
A pesar de que la intolerancia ha sido históricamente una caracterís- en la religión cristiana, no pueden ser coaccionados por el Emperador o Rey
tica de las religiones -y del catolicismo, en concreto-, es posible encon- de España a convertirse y se debe respetar la libertad religiosa pactada».
trar no pocos documentos y testimonios que defienden la alternativa con- Es más, durante mucho tiempo, se mantuvo el criterio defendido por
traria, con un talante muy parecido al que hoy podemos respirar. santo Tomás de que «es voluntario aceptar la fe, pero es necesario mante-
ner la ya aceptada». De ahí que se deba obligar, incluso con la fuerza, a
que los herejes cumplan con lo que prometieron, pero hay que respetar las
11. El largo camino hacia la tolerancia creencias de los que nunca han sido cristianos.

Si en la antigüedad clásica el fenómeno religioso se vivió más como


un hecho sociológico, pues se recibían por tradición las creencias de los 12. Hacia un cambio de mentalidad
antepasados, fue el cristianismo quien subrayó la urgencia de un conven-
cimiento personal: Ya desde los tiempos de Tertuliano, muchos autores re- Estas ideas, que ciertamente resultaron minoritarias dentro de la co-
conocían el derecho que cada persona tiene para adorar lo que cada uno munidad eclesial, fueron ampliándose en la sociedad civil, a partir de la
quiera, pues la religión debe ser adoptada espontáneamente y nunca por la Ilustración. La separación Iglesia-Estado ayudó a clarificar la función de
fuerza. Sin esa libertad, como presupuesto, la fe pierde todo su sentido. ambas instituciones, aunque no faltaron críticas y enfrentamientos por in-
El mismo edicto de Milán (313) no es el triunfo del cristianismo so- vasión de poderes, que provocaron la condena de varios pontífices contra
bre las demás religiones, como a veces se ha dicho, sino una verdadera de- la indiferencia religiosa, el racionalismo extremo y la tolerancia exagera-
fensa de la libertad religiosa. Como afirmaba Lactancio: «No hay cosa da. Habrá que esperar todavía algún tiempo para que la Iglesia se resigne
más voluntaria que la religión, puesto que deja de serlo y reducida a la na- a perder su relevancia social. León XIII (1885) insistía en que lo ideal -la
da, si falta la intención del que ofrece sacrificios... No exigimos que se tesis- es la situación de privilegio para la verdadera religión, aunque co-
adore a nuestro Dios a la fuerza y mediante coacción, aunque sea el Dios mo solución transitoria para conseguir otros bienes o evitar males peores
de todos, y no nos molestamos con quien se niega a ello». Y de san Agus- -la hipótesis- se acepte la tolerancia de cultos.
tín -quien después cambió su postura, como vimos- es la célebre frase: El largo camino hacia la tolerancia se fue recorriendo con dificultad
«nadie puede creer contra su voluntad». hasta adoptar un talante diferente, que todos queremos defender. Los pre-
No resulta extraño, entonces, que haya testimonios de Papas, Obis- supuestos que han motivado este cambio se mueven en otra óptica, aleja-
pos y teólogos que condenan los celos exagerados de los que no permiten da de los que se dieron en épocas pasadas.
a otras religiones sus cultos y manifestaciones externas. El Papa Nicolás I

72 73
El concepto de verdad se analiza con una dimensión mucho más his- sus deberes para con los demás y para con el bien común de todos». Reco-
tórica, donde entran otras múltiples mediaciones humanas. No es un obje- nocer el valor de la tolerancia religiosa no significa caer en un indiferen-
to de museo, que perteneció a otros tiempos, sino que se enriquece y actua- tismo absoluto, como si nuestra experiencia de fe hubiera perdido su ca-
liza de manera progresiva. La revelación divina no es tampoco patrimonio rácter prioritario, o el impulso evangelizador y misionero fuese una pérdi-
exclusivo de los creyentes, ni queda reducida, como antes creíamos, al ám- da de tiempo. En nada tiene que aminorar el aprecio del don recibido, por
bito de la Iglesia. El Dios que se manifiesta y desea comunicarse a todos se el que Dios se nos ha hecho cercano, y la ilusión por que otros compartan
nos acerca de múltiples maneras, a través, incluso, de otras religiones y cul- la perla evangélica (Mt 13,45) que se nos ha descubierto. La unidad en una
turas, porque cualquier realidad puede convertirla en teofanía, por la que misma fe es imposible en esta sociedad descreída, agnóstica y pluri-reli-
nos habla y se descubre. Su imagen, que será siempre un misterio inacce- giosa, mientras caminamos hacia la etapa final. Sólo Dios sabe cómo su
sible, se completa y perfecciona con otras experiencias religiosas. voluntad salvadora se hace presente en el mundo, con otros esquemas que
La Iglesia se siente evangelizada por los profetas seculares. Si, en no corresponden a los nuestros.
ocasiones, ella abrió el camino para responder a necesidades que, después, En una situación como ésta, no se trata de emprender nuevas cruza-
asumió el Estado, o despertó preocupaciones que sensibilizaron a los de- das religiosas para convertir a la única y verdadera religión, sino de cono-
más, en otras, ha sido la sociedad civil quien ha descubierto valores y ac- cer y respetar a los que buscan a Dios por otros caminos, y de ofrecer a los
titudes más difuminadas en la comunidad eclesial. que deseen el gozo de nuestra propia experiencia personal. Cuando los
Desde las «razones seminales» de Justino y la filosofía como nuevo discípulos de Juan fueron a preguntar a Jesús si era el Mesías esperado, só-
testamento para los griegos hasta los cristianos anónimos de Rahner, la fe lo respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído» (Le 7,22).
ha descubierto una presencia religiosa y salvadora, en múltiples realidades Entre el proselitismo exagerado de antes y la apatía misionera de ahora, el
humanas, más de acuerdo con la anchura y el corazón de Dios. Pero la mis- Evangelio nos vuelve a recordar la importancia del testimonio y de la co-
ma consideración podría hacerse desde una óptica secular: todo lo que sea herencia con la fe, que invita, provoca y estimula, pero que manifiesta
• auténticamente religioso estará también impregnado de humanismo verda- también la bondad y tolerancia de Dios sobre buenos y malos.
dero. Como reconoce el Vaticano II, en la génesis del ateísmo han tenido
parte no pequeña los propios creyentes, cuando el rostro genuino de Dios
se ha desfigurado no tanto por los misterios que transcienden la razón, si- 14. Conclusión
no por las insensateces que, en ocasiones, hemos añadido. De esta manera,
cualquier valor legítimo se descubre como una nueva epifanía de Dios. Hoy somos mucho más críticos con las razones ideológicas y cultu-
rales, que sembraron de intolerancia los caminos de la historia, pues no de-
ja de ser chocante y poco comprensible que en el nombre de un Dios-
13. Los derechos de la conciencia amor, como se manifiesta en casi todas las religiones, hayan existido con-
denas, violencias, guerras y muertes.
Finalmente, el respeto a la libertad de conciencia ha perdido las con- Defender las propias creencias es un derecho en cualquier sociedad
notaciones negativas de otras épocas para convertirse en un derecho basado democrática; transmitir y ofrecer a los demás las propias convicciones cons-
en la dignidad de la persona. El decreto sobre libertad religiosa del último tituye también un ejercicio protegido por la libertad de conciencia, dentro de
Concilio supone un cambio completo de orientación frente a la intolerancia un pluralismo ideológico. Lo que ya no cabe, dentro de la comunidad huma-
de antes: «En materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su con- na, es el desprecio, el rechazo, la incomprensión absoluta frente a lo que es-
ciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado o en público, capa a nuestros esquemas. Y algo de esto aún subsiste en grupos radicaliza-
solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos». Aquí no intervie- dos de cualquier índole, incapaces de vivir en un clima de respeto y toleran-
nen para nada la buena o mala voluntad de las personas en la búsqueda de cia. Si el que actúa de esta manera se considera creyente, hay razones fun-
la verdad, ni siquiera el contenido de la opción que cada una realice, pues dadas para no creer en su mensaje y testimonio, pues toda religión o perso-
«el derecho a esta inmunidad permanece también en quienes no cumplen na que se hace intolerante pierde su autoridad para hablar de Dios. También
con la obligación de buscar la verdad y darle su admisión». La única condi- la moral cristiana ha de aprender a abrirse paso en una sociedad pluralista y
ción, como señalará más adelante, es «tener en cuenta los derechos ajenos y a evitar una rostro intolerante, como muchas veces se ha presentado.

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TORRES QUEIRUGA, A., «Cristianismo y tolerancia hoy»: Sinite 36 (1995) pp. 9-32. impone la urgencia de una ascesis, no ya como un lujo religioso, sino co-
VELASCO, F. «La religión a prueba: tolerancia versus fanatismo» Moralia 18 (1995) pp. mo una necesidad insoslayable para evitar la anarquía del simple capricho.
189-202. Es la función de los padres en estas primeras etapas. Se trata de que la con-
C. VIDAL MANZANARES, Psicología de las sectas, San Pablo, Madrid 1990.
ducta no se modele en función de las necesidades instintivas y se acepte la
VILANOVA, E., «Tolerancia e intolerancia en la historia de la teología»: Sinite 36 (1995)
consiguiente renuncia imprescindible para una progresiva humanización.
pp. 33-55.
VIVES, J., «LOS Padres de la Iglesia ante las religiones no cristianas»: Estudios Eclesiás- Lo más característico de una pedagogía humana consiste precisamente en
ticos 10 (\995) pp. 2&9-316.

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el sometimiento a una satisfacción diferida, retardada más allá de su lla- biológica. La falta de cariño, el no sentirse arropado por las manos y el co-
mada inmediata, o incluso el rechazo de semejantes exigencias. Si el ani- razón de los que le rodean, puede provocar una situación de anemia psi-
mal puede satisfacer sus propios impulsos a un ritmo instintivo y esta con- cológica que obstaculice su proceso de evolución y desarrollo. Son mu-
ducta queda ordenada por la teleología especial de cada uno, en el ser hu- chos los estudios realizados sobre las posibles repercusiones en el psiquis-
mano no es posible tal regulación. mo del feto que no ha sido acogido amorosamente por los padres, o los
Todos sabemos que el niño es un ser profundamente egoísta desde el traumas que llegan a provocar las experiencias de rechazo en los primeros
punto de vista psicológico y que reacciona, actúa y se comporta impulsa- momentos de la vida. Basta penetrar en cualquier internado de huérfanos
do por las necesidades cercanas que busca satisfacer. Lo único que le in- o niños abandonados para descubrir la mirada triste y melancólica, el de-
teresa es colmar las exigencias de cualquier tipo, en el momento que ex- seo de sentir la caricia y cercanía de los que se acercan, pues apenas si han
perimenta la necesidad o siente el vacío de una respuesta. Como no tiene experimentado el calor y el afecto por la ausencia de un hogar.
perspectiva de cara al futuro y el campo de visión se reduce al presente, De esta manera, el proceso educativo del niño tiene mucho que ver
con un mínimo de posibilidades, la renuncia a la satisfacción inmediata con el fenómeno de la domesticación. Como el animal, al que se la da un
provoca el malestar y la frustración, que patentiza de muchas maneras. Si terrón de azúcar después de cada actuación, el niño es domesticado para
él pudiese organizar su conducta de acuerdo con sus deseos más íntimos y que actúe también de acuerdo con unos patrones y normas de conducta y,
urgentes, todo quedaría subordinado a satisfacer, lo antes posible, las ape- cuando así lo haga, recibirá como premio el cariño que necesita por enci-
tencias que experimenta. El final de este proceso llevaría a una deshuma- ma de todo, pues sin él la vida se le haría radicalmente insoportable. Si se
nización progresiva, pues la motivación de cualquier comportamiento se adapta a la realidad y se somete a las frustraciones y límites que se le im-
basaría, como última razón, en la búsqueda del placer que apagara exclu- ponen, es porque, detrás de la privación inmediata, hay algo que anhela
sivamente su propia necesidad. La conducta humana quedaría, entonces, con una mayor ilusión: el no sentirse como extraño, huérfano y solitario
sometida al egoísmo del instinto, eliminando los otros valores que pudie- en su propia casa, el poder experimentar la alegría benéfica de una acep-
ran dignificarla. tación y de una ternura. El útero materno ha sido sustituido por este clima
amoroso en el que se siente acogido y continúa su evolución. Está demos-
trado el carácter prematuro del nacimiento humano y la necesidad de un
útero social para que su desarrollo no se paralice. Es significativo que, en
2. Dimensión egoísta de la educación infantil
algunas tribus africanas, se llame placenta al paño con el que la madre su-
jeta a su hijo en la espalda, bastante tiempo después del parto.
La educación, por tanto, no es posible sin una dosis de sacrificio pa-
ra no dejarse llevar por el capricho inmediato, para tener en cuenta tam- La ética, es decir, un determinado estilo de comportamiento, nace
bién la presencia y los derechos de otras personas. Ahora bien, al niño no por una imposición externa y autoritaria, ya que el niño desconoce cómo
se le puede imponer una renuncia repetida, como ésta, si no encuentra, al tiene que actuar. Este aprendizaje se realiza por la presencia en su psiquis-
mismo tiempo, una recompensa y un premio que desea mucho más que la mo de un egoísmo interesado: Será bueno todo lo que le sirva para obte-
satisfacción de su propio placer. Sería incapaz de comprender por qué en ner el afecto, cariño y aprobación de sus padres. Mientras que considera-
función de otro valor, que le resulta desconocido e inaccesible, tiene que rá malo y depravado aquello que le provoque la pérdida de ese amor o
abandonar lo que le gusta y apetece en ese momento. La única motivación ponga en peligro su consecución.
eficaz para la aceptación de ese sacrificio sólo puede encontrarse en que El único criterio para distinguir la bondad de la malicia es el benefi-
lo descubra como algo útil y necesario para su propio interés. El egoísmo cio o la amenaza que experimenta.
humano tiene aquí una función ético-pedagógica insustituible. La obe- No es de extrañar, por tanto, que por debajo de su docilidad y sumi-
diencia se abraza por una razón enormemente interesada: es el precio pa- sión, exista también una dosis de agresividad profunda, que ni siquiera se
ra no sentirse rechazado por sus padres y encontrar una acogida benévola atreve a reconocer. La autoridad paterna es la primera que contradice sus
que lo llene de cariño y seguridad. propios deseos e impide que se comporte de acuerdo con sus gustos y ne-
La psicología moderna ha insistido mucho en que esta alimentación cesidades inmediatas. Si obedece es porque no tiene otra alternativa para
psíquica y afectiva es todavía mucho más importante que la meramente merecer la recompensa que busca, aunque por dentro sienta la presión que
le imponen. Desde el principio sabe muy bien cómo debe comportarse, pe-

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ro esta ética infantil se caracteriza, por ignorar las razones para actuar de ble que tanto el conservador, que afirma defender una larga tradición, co-
una forma determinada. La única justificación reside en los sentimientos mo el progresista, que dice buscar la verdad por encima de todo, quieran
que despierta su docilidad o desobediencia. simplemente conservar el espacio ideológico en el que se encuentran ins-
talados. Han encontrado apoyo, acogida y estabilidad, y sería demasiado
duro renunciar a esa situación por miedo al rechazo inevitable del propio
grupo y a la dificultad de ser acogido por otro. Las presiones sociales y las
3. Presiones posteriores en el psiquismo humano
exigencias del ambiente modelan la conducta del individuo que se some-
te, sobre todo, para conseguir el afecto de su entorno. También aquí, como
Por otra parte, más allá de la infancia, la civilización impone tam- el niño, el adulto sabe cómo debe comportarse, pero desconoce los moti-
bién una serie de renuncias, como exigencias necesarias para vivir armo- vos que justifican su actuar. Es el sentimiento que sigue predominando so-
niosamente en sociedad. La persona necesita sentirse aceptada también bre la razón.
por la comunidad en que vive, encontrar un grupo donde no se experimen-
te como extraño o extranjero, pues sabe muy bien que, sin esa acogida, no
podría desarrollar todas sus posibilidades, ni superar el vacío impresionan-
te de una existencia solitaria. En el fondo, todos tememos la posibilidad de 4. La presión de la propia conciencia
un rechazo, de una expulsión que nos separe del grupo, de la ideología, de
los otros miembros con los que estamos unidos; sobre todo si esta vincu- Todo este conjunto de presiones, normas, imperativos, prohibicio-
lación se ha mantenido durante mucho tiempo. nes, pautas de conducta, costumbres aceptadas, experimenta un proceso
Este miedo a perder el cariño social -aquel rincón donde vivimos al constante de interiorización en la conciencia, por lo que pueden llegar a
abrigo de la intemperie, al calor de la amistad acogedora- puede modelar convertirse en un eco exacto de la autoridad externa. Es un mecanismo
nuestra conducta de manera parecida a como sucede en el niño. Si obede- que resulta muy importante para el control de las pulsiones, pues si la pro-
cemos a los imperativos de la autoridad social -llámese Iglesia, partido o hibición viniera siempre del otro, aparecería como algo frustrante y difícil
ideología- sería también, en este caso, para evitar cualquier tipo de exco- de soportar a la larga. En un principio se acepta la obediencia por un pro-
munión. El mayor castigo consistiría en caminar por la vida como seres ceso de idealización en el que la autoridad es revestida de atributos y cua-
solitarios y vagabundos, sin ningún calor y compañía a nuestro lado. Caín, lidades perfectas, sin ninguna posibilidad de crítica. Es un aspecto del es-
que experimentó después de su crimen esta maldición -«Vagabundo y tado amoroso, donde queda poco lugar para la estima propia y mantiene al
errante serás en la tierra» (Gen 4,12)- confiesa dolorosamente que «es de- sujeto pequeño y dependiente del idealizado. Cuando estas figuras se des-
masiado grande para soportarla» (Ib. 4,13). moronan, brota la rebeldía y la agresividad, pero la identificación hace po-
sible que las órdenes impuestas antes desde fuera aparezcan ahora como
Y es que todos necesitamos también un espacio que nos ofrezca pro-
exigencias internas.
tección y seguridad; el calor de un ambiente que evite la sensación de vi-
vir como seres solitarios y sin ningún cobijo; la cercanía afectiva de otros Así, por este mecanismo connatural, comienza a funcionar la con-
que haga más llevadera la propia existencia. No habría peor castigo que la ciencia, bajo una aparente autonomía, en cuanto que las prohibiciones
expulsión y el rechazo del grupo que sirve como asilo y refugio para no ejercen su influjo en ausencia de los padres o al margen de las pautas so-
caminar en la soledad. El precio a pagar es aquí también el sometimiento ciológicas. Se hará lo que estaba mandado, pero no ya por conseguir el
a unas normas de conducta, a determinadas costumbres sociales, como re- afecto de la familia o la estima de la sociedad, sino por ser fiel a esta otra
quisito para evitar la marginación. En la medida en que se responde a las llamada que llega desde el corazón. Obedecerla es ahora también la única
expectativas de los demás, la recompensa será el aprecio y estima de los forma de alcanzar el premio y la aprobación del propio yo. Una recompen-
que nos rodean. Habrá que sacrificar lo que sea necesario con tal de no sa personal que se valora por encima de las externas, como acontecía has-
sentir, como una terrible amenaza, la condena de la exclusión que nos ta esta etapa. De la misma manera que el remordimiento interior, cuando
arroja al desamparo. no se escucha su llamada, castiga y reprocha con una fuerza más grande.
No todas las lealtades a los compromisos adquiridos con las institu- Es la mala conciencia quien impide la satisfacción por el deber cumplido
ciones o personas conservan una motivación limpia y razonable. Es posi- y destroza el cariño y la estima personal, que también se necesita.

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Sin embargo el sentido oculto de semejante comportamiento sigue psicológicos, sin excluir los conflictos y agresividades, que actúan en nues-
siendo infantil e injustificado: la razón para actuar así es posible que tam- tras relaciones con los otros, están presentes también en la relación sobrena-
bién se desconozca por completo. Hay que comportarse de esta forma por tural, a pesar de que semejante experiencia religiosa sea fruto de la gracia.
el simple hecho de que está mandado pues, de lo contrario, se desencade- Lo que no deja de ser lamentable es que este proceso purificatorio
na la agresividad, el dolor y el remordimiento, de los que se quieren huir sea insignificante en bastantes cristianos que, después de mucho tiempo de
por el malestar que causan. El yo ideal, que tanto gratifica al propio nar- trato y oración, se mantienen fieles a Dios, especialmente y sobre todo,
cisismo, ha quedado roto, dejando a la persona sumida en su fracaso. por evitar las consecuencias trágicas de una mala conducta. También aquí
Estos mecanismos infantiles no se eliminan siempre en la experien- su buen comportamiento, cuya racionabilidad y significado ignoran casi
cia religiosa. La idea de un Dios que premia o castiga, o la obediencia a la por completo, es el precio para no experimentar un rechazo eterno y defi-
Iglesia, que nos manifiesta y comunica su divina voluntad, pueden ser los nitivo. De esta forma, la ética se vive en un clima de sumisión, miedo y
sustitutivos de aquellas presiones externas e interiores, cuando el someti- remordimiento, incompatible con una relación amorosa y filial: «No cabe
miento reviste el mismo carácter infantil, ciego y egoísta que hemos seña- temor en el amor; antes bien, el amor pleno expulsa el temor, porque el te-
lado con anterioridad. La vida cristiana está llena también de múltiples im- mor entraña castigo; quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor»
purezas psicológicas, fáciles de constatar. ( U n 4,18).
Es un paralelismo semejante al que se experimenta con la imagen del
padre, cuyo poder suscita la atracción y el cariño, pero también la agresi-
5. El miedo y la amenaza de Dios vidad e, incluso, un odio profundo, que de ninguna manera interesa llegar
a reconocer. Es más reconfortante y positivo seguir creyendo que se ama,
pues descubrir lo contrario sería suficiente para sentirnos culpables y me-
La fe nos hace creer en la existencia de un Dios, que aparece como
recedores de castigo. No sería extraño encontrar algunos creyentes para
objeto supremo de la felicidad que el ser humano anhela, como plenitud de
los que la hipotética idea de la no existencia de Dios constituiría un alivio
huestra realización personal, ayuda para nuestras limitaciones, refugio de
impresionante, para vivir así más a gusto y con mayor libertad, aunque no
nuestra angustia ante la gran aventura de la vida, el gran perdonador de
pueden concientizar semejante sentimiento, pues las reacciones serían te-
cualquier debilidad. En una palabra, es el mayor bien ofrecido al creyente,
rriblemente negativas.
y su pérdida constituye la mayor tragedia o calamidad, sobre todo tenien-
do en cuenta la dimensión eterna del castigo, en caso de ser rechazado por
Él. En esta contextura psicológica es muy fácil que la conducta del cristia-
no, su docilidad a los preceptos divinos, esté fundamentalmente motivada 6. El peligro de una conciencia autoritaria
por el miedo a perder su protección y seguridad. Si queremos obtener la
salvación eterna, la mayor recompensa de bienestar y gozo que se nos pue- Todo lo que hemos dicho hasta ahora explica por qué se forma con
de ofrecer, no hay otro camino que la obediencia a su ley. Una sumisión que tanta facilidad una conciencia autoritaria, como un mecanismo espontáneo
se hace de nuevo irracional, sin saber por qué, ni estar convencidos de lo del psiquismo humano. El aspecto más característico reside en que sus de-
que está mandado. El único motivo latente sigue siendo el propio interés: terminaciones e imperativos no nacen por un juicio de valor sobre la con-
la conquista de algo que se anhela por encima de cualquier otro cariño. ducta, por un convencimiento racional de que así hay que comportarse, si-
No dudo de que este camino resulta positivo como etapa introducto- no por ser simplemente mandatos de la autoridad. Su fuerza radica en las
ria, con tal de superar esta primera fase egocéntrica. Dios no utiliza esque- emociones de temor y admiración que despierta, no en el análisis motiva-
mas ajenos a nuestra psicología, y nuestro narcisismo tiene que sentirse ilu- do de sus contenidos. La buena conciencia se tiene por el mero hecho de
sionado por ese ofrecimiento de felicidad que descubrimos en su mensaje. haber obedecido a la autoridad, lo cual produce un sentimiento benéfico
El deseo de conseguirla nos abre el corazón a su palabra y, como sucede en de seguridad y bienestar, al recibir su aprobación. Y la mala, por el contra-
las primeras experiencias del amor humano, nuestra relación con El se ini- rio, brota ante el peligro de ser castigado y, sobre todo, ante la posibilidad
cia siempre en un clima de marcado egoísmo, que habrá de purificarse con de sentirse abandonado por ella. Lo que se busca, por encima de cualquier
el tiempo y la maduración. No hay que olvidar que los mismos mecanismos otro deseo, es una especie de regazo materno, donde el individuo se sien-

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ta seguro y defendido. Para ello no hay mejor camino que la obediencia 7. La autoridad en el campo de la ética
sumisa para quedar amparado por la fuerza del poder.
La virtud mayor, en una estructura como ésta, es la sumisión absolu- De todo lo dicho creo que puede sacarse una primera conclusión evi-
ta que impide no sólo la crítica o el disentimiento, sino hasta la misma po- dente: si queremos vivir de una manera adulta, no basta la simple obedien-
sibilidad de dudar. Es una imagen, a nivel personal, de lo que sucede en to- cia a la ley, el sometimiento a lo mandado por la autoridad, sin saber dar
da dictadura política y religiosa. La presión interior impuesta es mucho más una explicación motivada de nuestra conducta. La justificación última so-
eficaz que cualquier coacción externa de la misma autoridad, pues de aque- bre la bondad o malicia de una acción no se encuentra jamás -a no ser en
lla no es posible escaparse y acompaña siempre con una vigilancia constan- el caso de las leyes puramente positivas- en el hecho de que esté manda-
te, que jamás abandona. Fromm ha insistido también en cómo se forma es- da o prohibida, pues esto constituye lo más característico del comporta-
ta estructura autoritaria a nivel sociológico y político. Hay personas que só- miento infantil, sino en el análisis y estudio de su contenido interno. Hay
lo son felices obedeciendo a la autoridad, lo mismo que otras disfrutan re- que pasar de una moral heterónoma e impositiva a una conducta adulta y
belándose. En todos estos casos la subordinación está sostenida no por mo- responsable.
tivaciones racionales, sino por los influjos del mundo afectivo. Los senti-
Todos los autores que han tratado sobre el desarrollo del sentido mo-
mientos de miedo, admiración, cariño, seguridad, etc., hacen que el subal-
ral insisten en que la autonomía, aunque se utilicen a veces otros términos
terno renuncie con gozo a su propia autonomía para convertirse en un ins-
distintos, constituye la plenitud y meta de todo el proceso evolutivo. Lo
trumento del superior, cuya voluntad decide siempre de forma definitiva.
que debiera ser una etapa pasajera no ha de convertirse en algo estable. La
Como el sometimiento mantenido siempre con medios violentos y pre-moral necesaria para una educación no podrá ser la única forma de re-
coactivos provocaría, antes o después, un malestar impresionante que in- gular la conducta más adelante, ni el prólogo llegar a convertirse en una
citaría a la rebelión, es mucho mejor que tales mecanismos represivos se conclusión definitiva. De lo contrario, las críticas de Freud contra una mo-
interioricen en el mismo inconsciente. Las razones y justificaciones que se ral superyoica e inmadura seguirán teniendo validez y todo intento de
aportan no responden a las verdaderas, que permanecen ocultas y encu- construir una ética por este camino estará condenado al fracaso. Su error
biertas. Cualquier deseo o impulso incompatible con los esquemas pro- pudo estar precisamente en no aceptar la posibilidad de un paso posterior,
puestos queda de inmediato reprimido. Es verdad que esta renuncia supo- donde la conciencia llega a superar ese estadio infantil, como otros auto-
ne siempre una dosis de frustración, pero la obediencia contiene también res de inspiración psicoanalítica han señalado.
mucho de placentero, pues satisface tanto la necesidad de mitigar el mie- Esta posibilidad de evolución, sin embargo, no significa que de he-
do, como la exigencia de grandeza y poder, al sentirse vinculado con la au- cho llegue siempre a realizarse en la praxis humana. Son muchos los que
toridad. El requisito indispensable de esta última es que los individuos es- viven con una conciencia manipulada e ignorantes de esta situación, pues
peren de ella protección y firmeza, pero que, al mismo tiempo, le teman lo resulta mucho más cómodo y tranquilizador que enfrentarse con la propia
suficiente para evitar el rechazo o exclusión. autonomía y responsabilidad. Por muy acostumbrados que estemos a vivir
Lo más peligroso de todo esto es que la autoridad puede terminar por de esta manera, como si fuese la más cristiana y religiosa de todas, la au-
hacerse anónima, como si no existiera. No supone ninguna coacción apa- toridad no puede convertirse en el argumento último y definitivo para la
rente, sino sólo una suave presión, ya que no se sospecha de dónde vienen valoración de una conducta.
las órdenes. El individuo ni siquiera se siente esclavo. Es como un autóma- Ni siquiera basta para la aceptación de una normativa buscar un apo-
ta que se deja llevar por el conformismo, sin necesidad de hacerse alguna yo en la santa voluntad de Dios, que confirme con su palabra una conduc-
pregunta. Las mismas rebeldías son epidérmicas y superficiales. El rebel-
ta concreta. Dios no es un ser caprichoso, que hace bueno o malo lo que a
de, en estas estructuras, libera su hostilidad contra la excesiva dureza, la in-
Él se le ocurre, como la Iglesia tampoco puede serlo, pues sena caer en un
justicia o la falta de amor, aunque sólo superficialmente, pues conserva las
nominalismo que ha sido ya muchas veces rechazado en la historia. Si un
mismas necesidades psicológicas de protección y apoyo, de las que la au-
comportamiento resulta inadmisible, no es por estar prohibido, sino que
toridad sabrá también aprovecharse. Por eso, hasta la libertad de ciertas de-
está prohibido justamente por su carácter deshumanizador. El mismo san-
mocracias se queda siempre en una esperanza ilusoria, que no llega a rea-
to Tomás defiende este presupuesto de base cuando afirma, en su comen-
lizar. Hay otras dictaduras más sutiles de las que no es tan fácil liberarse,
tario a la 2a carta a los Corintios, que el que evita hacer un mal no por su
pues entran enjuego otros mecanismos más complejos y ocultos.
maldad intrínseca, sino por el hecho de estar mandado, no podrá conside-

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rarse como una persona libre. La sumisión ciega no dignifica al que la im- Cuando Dios o la Iglesia prohiben una conducta, el creyente tendrá
pone, pero tampoco al que la acepta, pues se elimina la dimensión racio- que aceptar su malicia, pero tiene derecho a preguntarse también por las
nal de la conducta, como si de diera un regresión infantil. razones de tal prohibición para actuar de forma adulta y convencida. Si la
fe nos presenta una serie de misterios que no se explican por la razón, si-
no por la autoridad de Dios que se revela y se comunica, la ética humana
8. Hacia una autonomía adulta no pertenece a ese mundo misterioso, aunque admitamos la complejidad
de una valoración concreta y lo difícil que resulta encontrar, a veces, la so-
lución más adecuada. El intento por orientarnos hacia esa autonomía, pa-
Es cierto que la confianza en la autoridad, en los que más saben so-
ra comprender los motivos de nuestra conducta y superar un comporta-
bre un tema, es garantía suficiente para dejarnos guiar en la praxis ordina-
miento infantil, es, pues, una primera exigencia ética y psicológica como
ria de cada día. Resulta imposible que todos los individuos alcancen un
requisito para la maduración de la persona y del cristiano. Creo que es el
grado de conocimiento tal que puedan comprender por sí mismos lo acer-
mayor desafío con el que hoy se encuentra cualquier tarea educativa y al
tado de las decisiones que toman las personas competentes en el campo de
que no siempre se ha respondido en la formación de la conciencia.
su especialidad. Al médico, al abogado, al técnico en cualquier oficio no
se le suele pedir una explicación científica de su diagnóstico, valoración o
método que utilice, porque no siempre existe capacidad para entender sus
justificaciones. Hasta el mismo lenguaje empleado resulta con frecuencia 9. La cara oculta del inconsciente
incomprensible. Pero es cierto también que, si me fío de él, es porque creo
que sus juicios están fundamentados en razones objetivas, y perdería por No basta conocer las razones que existen para actuar; es necesario un
completo su credibilidad en el momento en que desconfiara de la raciona- esfuerzo posterior para descubrir cuáles son las verdaderas, las auténticas,
bilidad de sus decisiones, cuando la experiencia demuestre que no suelen las que influyen realmente en nuestra forma de actuar. La psicología nos
' ser acertadas y que se equivoca con frecuencia. En cualquier caso, sus co- recuerda que la persona suele tener con frecuencia dos motivaciones dife-
nocimientos deben ser suficientes para poder dar una justificación razona- rentes en su conducta: Una la que dice y manifiesta hacia fuera, la más su-
ble siempre que alguien se la pida. perficial y aparente de nuestro yo, que le sirve de justificación ante sí mis-
Quiero decir que fiarse de los especialistas en un tema es una mues- ma y ante los demás. Otra, la verdadera, que opera bajo la superficie, con
tra de sensatez, porque están preparados para encontrar la mejor solución. un influjo auténtico, aunque encubierto y disimulado. De esta última so-
Sin embargo, para que su autoridad termine siendo creíble y goce de sufi- mos con frecuencia ignorantes, pues pertenece al mundo inconsciente, ha-
ciente garantía tiene que ganarse esa confianza y demostrar la competen- cia el que arrojamos con una premeditación ocultamente dirigida todo lo
cia en sus actuaciones. Algo parecido habría que decir de la moral. Tam- que no gusta aceptar o reconocer. Además de los olvidos naturales, en el
poco es fácil que, en este terreno concreto, la gente sepa las razones para psiquismo humano se dan otra serie impresionante de olvidos interesados.
admitir o rechazar una conducta determinada. Que la Iglesia ofrezca su en- Hay, en efecto, una zona oscura y sombría de nuestra personalidad,
señanza para iluminar a estas personas es un servicio que presta a todo el donde guardamos celosamente los aspectos negativos con los que no de-
que lo necesita. Pero existe una diferencia significativa en comparación seamos encontrarnos en la realidad. Es la consecuencia del fenómeno tan
con otras especialidades. conocido de la represión. Cuando la censura -bajo el nombre de padre,
Interpretar la ley vigente para llevar adelante un proceso, o diagnos- conciencia, sociedad, Iglesia o Dios- impide la manifestación de ciertos
ticar una dolencia a través de ciertos síntomas requiere una preparación y impulsos, los cataloga como pecaminosos o deshumanizantes, los denun-
experiencia reservadas al especialista. Conocer, sin embargo, por qué una cia como indignos o vergonzosos, la mejor forma para escaparse de ellos
conducta deshumaniza y por qué, si uno es creyente, rompe además la re- es llegar a reprimirlos por completo.
lación con Dios, encierra una explicación accesible a todo el que la de- Cuado todo el interés se centra en vivir de acuerdo con el yo ideal,
mande. En tiempos anteriores es posible que la gente tuviera más confian- que nos han impuesto desde pequeños, que la sociedad nos exige y que de-
za en la enseñanza oficial. Pero esa credibilidad ha descendido hoy mu- manda la misma conciencia, cualquier elemento que no encaje con ese
cho, tal vez porque no siempre se ha presentado con una base suficiente. proyecto es una herida dolorosa al propio narcisismo. Lo mejor, entonces,

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es apartarlo de nuestra vista, ignorarlo como si no formara parte de nues- 10. El peligro de una pseudo moral
tra existencia. Así se elimina de raíz cualquier tipo de angustia o culpabi-
lidad, pues la vida consciente se mantiene limpia y en tensión perfecta ha- De esta forma, la personalidad queda fuertemente recortada, pues el
cia el ideal programado, con la alegría interior de responder a las expecta- yo externo y consciente, que actúa con educación, elegancia y buenos mo-
tivas que nos han creado y a las exigencias de una imagen perfeccionista. dales, es sólo la parte más superficial de nuestro ser. Por debajo y escon-
La represión no es un acto de voluntad por el que se renuncia a las dido en lo hondo, queda la existencia de un mundo que, a pesar de la tran-
pulsiones anárquicas y descontroladas, de una manera consciente y res- quilidad aparente y de su silencio clandestino, va a orientar e intervenir
ponsable, para integrar esas fuerzas dentro del psiquismo. Es un mecanis- poderosamente en el mismo comportamiento exterior. La moral, como la
mo del que no se tiene conciencia, que busca arrojar en el silencio más ab- educación, encierra también este grave peligro, cuando con sus normas y
soluto para que su voz no se oiga, todo aquello que moleste o desagrade. obligaciones intenta regular la conducta periférica y visible, la que más in-
Un engaño pretendido para hacernos creer que todo está superado, pues ni teresa y gratifica al individuo, favoreciendo la falsa ilusión de que todo es-
siquiera existe la sospecha de que existen otras realidades escondidas en tá integrado y asumido, sin caer en la cuenta de que su victoria ha sido
lo más profundo. No se trata, pues, de un esfuerzo laborioso o ascético, si- muy parcial y reducida. Por dentro, aún queda una región desconocida,
no precisamente de todo lo contrario: La ausencia más absoluta de un ins-
que va a ser fuente de otras compensaciones negativas y peligrosas, como
tinto o pulsión que, al quedar reprimido, deja de llamar a las puertas del
vamos a señalar.
psiquismo conciente, no molesta con sus insinuaciones, ni sus influjos se
Si hay algo claro que ha puesto de manifiesto el psicoanálisis, es la
constatan de una forma directa. La impresión es de que todo queda perfec-
actividad encubierta de todos los elementos reprimidos. El dinamismo del
tamente integrado y en una completa armonía.
impulso no desaparece por la represión, sino que lucha por salir constan-
Todo ello supone la presencia de un doble sistema psíquico en nues- temente a la superficie, aunque para conseguirlo necesita cambiar de nom-
tra personalidad. El inconsciente es la sombra, el lado oscuro del ser huma- bre e imagen, a fin de que la censura no lo reconozca como indeseable y
no, el vertedero de la vida, donde arrojamos la basura y miseria de la pro- le impida su manifestación. Si logra burlar la vigilancia y atravesar las
pia existencia. Y el otro, -la personalidad aparente, la que presentamos ha- fronteras de lo consciente, es por haber ocultado, bajo otras apariencias, su
cia el exterior, modelada por las normas sociales de comportamiento- verdadera identidad. La conducta que aparece entonces como buena y
constituye la persona, que oculta y disimula la verdad completa de lo que aceptable, puede tener, en el fondo, otras motivaciones bastantes diferen-
somos. Persona, en griego, era sinónimo precisamente de la máscara que tes de las que el individuo sospecha. Se trata, en realidad, de un compor-
se utilizaba en el teatro para la representación de los diferentes personajes. tamiento pseudo-moral, pues la persona, víctima de ese engaño, justifica
La meta final de la educación, a todos los niveles, intenta hacernos más so- su actuación con motivos auténticos en apariencia, pero cuyo significado
ciales y aceptados por la exterioridad de nuestra conducta. El yo recibe de es otro muy diferente y desconocido.
esa forma su premio y gratificación, con el reconocimiento otorgado por la
Nadie desea reconocer las múltiples tendencias negativas que cada
sociedad y por la propia conciencia. Lo importante, desde pequeños, es
uno almacena en su interior, y mucho menos, si intenta vivir con honesti-
acomodar nuestra conducta externa a esas pautas que reportan el aprecio y
la buena fama. Todas las otras tendencias que no concuerdan con el ideal dad, le gustaría dejarse llevar por ellas. Pero tampoco hay que olvidar su
propuesto y podrían rebajar la estimación conseguida, tienen el peligro de enorme influjo en la práctica, cuando se hacen presentes, disimuladas ba-
ser arrojadas a la sombra -la región más humillante y vergonzosa de la per- jo otras apariencias positivas, que aparecen, incluso, como virtuosas y has-
sonalidad, cuya realidad no interesa conocer para no despertar la mala con- ta evangélicas. El único esfuerzo se centra en darle un nombre distinto,
ciencia o la necesidad de un esfuerzo posterior. Por eso se ha dicho, con ra- que le pueda servir como un disfraz, para que no encuentre ninguna con-
zón, que la verdad de una persona es sobre todo aquello que se oculta. dena u oposición al querer entrar en la zona consciente. Si apareciera con
su verdadera identidad sería de nuevo reprimida, pues el super-yo narci-
sista impediría el paso de todo aquello que pudiera afearle, o que no enca-
jara con su yo ideal.
También a nivel consciente, basta llamar a las cosas por otro nombre
para que su aceptación social no despierte mayores dificultades. Cuando
de una persona, que especula y se aprovecha de sus amistades para reva-

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lorizar unos terrenos que ha comprado a gente necesitada, se dice que tie- Este mantener lo reprimido fuera de la conciencia supone un gasto
ne una vista espléndida para los negocios, se le acepta mucho mejor que continuo de energías, porque los elementos inconscientes ejercen una pre-
si lo designaran como a un auténtico ladrón. O si a un sujeto, incapaz de sión constante para encontrar una salida hacia fuera. Pero la vigilancia es
dar un juicio por su ignorancia y desconocimiento, se le adjetiva como rígida y firme para impedir cualquier tipo de huida y mantenerlos en silen-
prudente, tampoco le faltará una dosis de estima y aprecio. El juego con- cio y en la oscuridad. Por eso, lo reprimido permanece siempre inalterable
siste en cambiar las apariencias, como acontece aún más en el mundo del e imperecedero, sin posibilidad ninguna de integración, y al cabo de mu-
inconsciente. chos años se encuentra tal y como estaba al principio, como una fuerza
Así, cualquier tipo de fanatismo o deseo de dominación, que sería anárquica y descontrolada. Lo cual explica que a veces, en épocas tardías
vergonzoso reconocer en nuestra sociedad abierta y democrática, encuen- de la vida y cuando se tenía la impresión de que todo estaba superado, pue-
tra una salida airosa cuando se le oculta bajo el nombre de celo apostóli- den presentarse, con todo su realismo negativo, determinadas tendencias,
co. La pasividad de quien apenas tiene dinamismo o siente miedo de su de cuya existencia ni siquiera se llegaba a sospechar.
responsabilidad se encubre con el rostro de la obediencia, como camino La misma neurosis, en sus manifestaciones más o menos patológi-
más seguro para la toma de las propias decisiones. La avidez que nunca se cas, es una forma concreta de superar tales tensiones internas. La expe-
halla satisfecha se exalta y disimula con el espíritu de creatividad. El in- riencia demuestra que los mecanismos neuróticos son una falsa evasión
fantilismo del inmaduro que necesita una dependencia constante se con- para no enfrentarse a una verdad que resulta dolorosa, una salida por la
funde con el abandono en la Providencia o con la infancia evangélica y es- puerta falsa, que alivia la presión interior. El yo descubre en los síntomas
piritual. Llenar la anemia afectiva o el hambre de cariño, que supondría patológicos un cierto beneficio y una dosis de satisfacción, a pesar del ca-
aprovecharse de los demás, no provoca rechazo cuando se considera un rácter doloroso y molesto que encierran, pues le sirven para liberarse de
gesto sincero de amistad y un camino para la madurez. El masoquismo en- las resistencias impuestas. Por eso al neurótico, aunque diga que lo está
cubierto por el que uno quiere hacerse daño, y cuya existencia humilla, se deseando por el sufrimiento que soporta, no le interesa su curación, ya que
.disimula con gran elegancia en ciertas prácticas ascéticas y se hace virtuo- debería afrontar entonces otra realidad más molesta, que ha suavizado con
so a la sombra de la austeridad cristiana. Y hasta los conflictos internos, su síntoma actual. En cualquier terapia, más o menos profunda, se consta-
que no interesa solucionar, resultan menos dolorosos si se viven como una ta enseguida cómo el enfermo se defiende de inmediato y rechaza de múl-
tentación que purifica. tiples maneras el camino que le puede llevar a su curación. Es mejor se-
guir soportando la carga actual que acercarse al verdadero problema del
que huye.
11. Los mecanismos neuróticos Si la ética es la ciencia que debe orientar al ser humano hacia su ple-
na realización como persona, no basta quedarse satisfecho con adecuar la
conducta externa de acuerdo con sus exigencias morales. Ese primer paso
La lista se podría aumentar en otra multitud de comportamientos. Lo
será necesario para impedir cualquier descontrol, pero debería denunciar
dicho no es más que un pequeño muestrario de cómo la pseudo-moral del
inconsciente reproduce externamente las normas y los valores de la ética también, como un segundo requisito previo, la posible mentira hipócrita
verdadera y objetiva, aunque el modo de vivirla sea diferente por el influ- de aquellos comportamientos aparentemente aceptables que tienen su ori-
jo de esa motivación desconocida. La falsedad de tal conducta no reside gen en el mundo del inconsciente. Es decir, que no solo estén fundamen-
en que el sujeto debería de comportarse de otra manera o que no tenga ra- tados, sino que, además, la motivación que se aporte sea, al mismo tiem-
zón para actuar como lo hace, sino en que el motivo último para obrar así po, la verdadera.
no es tanto el que dice y con el que se justifica, cuanto otro más oculto e
inconfesado. Desde el punto de vista extemo, que es lo que fundamental-
mente se busca, su comportamiento podría considerarse como humano y 12. Hacia el encuentro con la propia verdad
evangélico; lo único que acontece es que la dinámica que lo impulsa nace
de otros intereses camuflados, aunque las apariencias sean idénticas a la Llegar al descubrimiento de las raíces más profundas no es posible
de otra persona madura y buena. sin un serio psicoanálisis, pues se trata de caminar hacia esas zonas corn-

90 al
pletamente desconocidas que no salen a la superficie de la conciencia. provoque un descontrol que el sujeto no consigue dominar, aumentando su
Tampoco es necesario su empleo en las personas que no manifiestan sín- angustia y culpabilidad. Algunos han condenado este tipo de ayuda por de-
tomas de un mayor desequilibrio y conflictividad. Pero, aunque no se lle- jar al individuo inerte, sin capacidad de dominar sus impulsos, pero olvi-
gara a un conocimiento pleno y total, el yo debe ampliar las fronteras de dan una condición previa muy importante. Para adquirir una virtud, sea la
su territorio e ir conquistando, poco a poco, aquellas regiones que no es- que sea, es preciso primero tener libertad para obrar de otra manera. Y una
taban bajo su dominio. A medida que este proceso avance, de las múltiples conducta reprimida, por muy virtuosa que parezca, no tiene ningún valor
maneras posibles y al alcance de cualquier persona normal, se irá redu- humano ni religioso. La terapia no destruye la moral, sino que descubre y
ciendo el peligro de tantos ilusionismos falsos y peligrosos de los que aca- purifica las motivaciones y complejos ocultos para que, sobre una realidad
bamos de hablar. No creo que esto equivalga, como a veces se afirma, a más auténtica, el individuo alcance la capacidad de orientar su vida como
una negación refinada del mismo inconsciente, al eliminar de esta forma quiera, pero ya de una forma libre y responsable. Lo que a primera vista
su inaccesibilidad a la conciencia. Si no hubiera esta posibilidad de acce- pudiera parecer un retroceso, al actuar circunstancialmente contra algunos
so, aunque sea siempre de forma limitada, no sería tampoco posible nin- valores éticos, es un signo de alegre esperanza: es ahora cuando podrá vi-
gún tipo de terapia, pues la cura psicoanalítica dejaría de tener sentido, ya vir, si se esfuerza y trabaja, una verdadera moral, aunque en algunos casos
que se ha construido sobre este presupuesto que, por muy difícil que sea, llegue a optar por otro camino diferente. Además de que no siempre la des-
no es del todo imposible. La vocación ética del hombre consiste en esta represión de una tendencia ha de llevar necesariamente al descontrol y fal-
conquista progresiva para que los motivos inconscientes vayan siendo su- ta de dominio en ese terreno.
perados por otros que acepta con libertad.
Hay, pues, una segunda obligación de sacar a la luz los estratos más
profundos de la personalidad -en la medida, repito, de nuestras posibilida- 13. Entre la ilusión ingenua y el desencanto pesimista
des-, cuya jurisdicción escapa al dominio de nuestro yo consciente. El psi-
coanálisis se muestra aquí con mayores exigencias que la misma moral
tradicional, pues nos hace sentirnos responsables de esos procesos incons- El ser humano, por tanto, ha de aprender a vivir, pacífica y armonio-
cientes para poner los remedios adecuados a nuestro alcance y así procu- samente, con una serie de elementos con los que había luchado a muerte
rar que la conducta responda a una motivación limpia y auténtica. Cuan- para vencerlos o ignorarlos. Es el comienzo de una difícil y dolorosa con-
do la preocupación se centra en obedecer a la ley y atenerse a lo que está vivencia, pues ha descubierto que los tendrá como compañeros insepara-
mandado, como tanto se ha insistido en la educación, el peligro de una bles, durante el largo viaje de su historia. Desde ahora en adelante hay que
pseudo-moral se hace mayor. proseguir el camino en estrecha relación con nuestras tendencias egoístas,
interesadas, anárquicas, hipócritas o con cualquier otro impulso negativo.
Este avance hacia el descubrimiento de nuestra propia verdad no se
da sin una crisis, que sacude el mundo superficial en que se vivía y produ- Todo esto significa la serena y humilde confesión de que, por deba-
ce un efecto desolador. Es el encuentro terrible y desconcertante con la jo de todo perfeccionismo, existe en nuestro corazón, como en el de cual-
realidad que no se quería aceptar de ninguna forma y, por ello, se había quier otra persona, una misma e idéntica realidad miserable. La antigua
postergado en el más absoluto de los olvidos. Lo que cuesta trabajo y ha- imagen perfecta, el yo ideal que nos habían impuesto y que habíamos asi-
ce tambalear a nuestro psiquismo es admitir sin tapujos que esa otra ver- milado con la ayuda de nuestro narcisismo, para sentirnos superiores y
tiente sombría y vergonzosa, con su aspecto descorazonador, hostil y re- ajenos a las limitaciones humanas, se siente destrozado por una profunda
pugnante, forma parte de nuestra condición. Equivale a sentir desde fuera, conmoción, expulsado de su trono majestuoso, y hundido en la misma po-
como una acusación impresionante, la voz de un Natán que hace recaer so- breza y miseria que atenaza a los demás. Es como una visión diferente,
bre nosotros la verdad que cuesta reconocer: "Tú eres ese hombre" (2 Sam donde muchas ilusiones ingenuas quedan derribadas por tierra, cuando se
12,7). Entonces, el individuo tiene que reconciliarse con la totalidad de su constata la fragilidad y poca firmeza del fundamento en que se apoyaban.
existencia, sin el intento de disminuir o disimular, con otros mecanismos Es doloroso, por una parte, pero consolador, por otra, descubrir có-
de defensa, lo que constituye una parte real de su patrimonio. mo se desmorona esta imagen perfeccionista y virtuosa, que se había ela-
No es extraño que durante este duro proceso, sobre todo en situacio- borado después de muchos esfuerzos. El deseo de responder a tantas ex-
nes más complejas y problemáticas, la ruptura de los diques inconscientes pectativas e ideales obligó a realizar una obra, condicionada por otras pre-

92 93
siones que no nacían de la propia interioridad. Al cabo del tiempo, el in- más, y que solo nos afecten los problemas personales que cada uno expe-
dividuo tendrá que reconocer con pena que aquella persona no reflejaba su rimenta en su interior. El prójimo se aleja de tal manera que deja de ser
auténtico yo. Ahora comienza otra etapa en la que él quiere convertirse en próximo y se convierte en un huésped desconocido, que despierta recelos
el único protagonista, como si hubiera recuperado la personalidad de la y hasta ciertas hostilidades.
que otros le habían despojado. Cualquiera que tenga un poco de experien- Sin embargo, a pesar de esta primera valoración espontánea muy po-
cia en este campo sabe muy bien que se trata de un fenómeno bastante nor- co positiva, no creo que exista una virtud tan difícil de alcanzar como
mal y corriente. amarse a sí mismo. Un verdadero arte que, por prejuicios y falsas interpre-
La respuesta a esta experiencia desoladora podría llevar también al taciones, no hemos aprendido con mucha frecuencia, ni entraba tampoco
extremo contrario, como una nueva forma de protesta o venganza contra entre los objetivos de una buena educación o de una pedagogía moral. La
la historia vivida con anterioridad. El sentimiento de fracaso le invade de meta se colocaba en el extremo contrario. La condición para entregarse a
tal manera que ha perdido cualquier ilusión de trabajar por un futuro di- los otros era precisamente el olvido y desprecio de sí mismo, para no que-
ferente, como si no valiera la pena luchar contra lo que parece irremedia- dar prisioneros y encerrados en la propia interioridad. Cuanto menos cari-
ble, prescindir. Si antes valoraba ilusamente su yo, ahora lo devalúa has- ño exista hacia uno mismo, el amor a los demás irá creciendo, como el que
ta el punto de entregarse cobardemente a sus exigencias. Aceptar el lado desea entregar todo lo que tiene, sin quedarse para sí ninguna reserva.
negativo de la sombra no significa dejarse llevar por ella. Ni tomar con- Por supuesto que este difícil arte no lo identificamos con el típico
ciencia del lado oscuro del inconsciente implica un abandono pasivo en egoísmo individualista, doblado sobre sí mismo, sin espacio ni cabida pa-
sus manos, pues semejante actitud no resuelve el problema planteado, ni ra los demás, insensible frente a las necesidades ajenas, con un olvido pro-
ayuda a una mejora posterior. Es ahora, como hemos dicho, el momento fundo hacia todo lo que no le afecte a su persona. La condena de semejan-
de iniciar un proyecto sobre unas bases más firmes que las que existían te actitud no ha perdido vigencia y resultará siempre válida en cualquier
con anterioridad. época o circunstancia. Desde la propia psicología se insiste en que por ese
Cuando se consigue renunciar a la falsa ilusión y no caer en el de- camino nunca se llegará a la maduración humana, pues supone un recha-
sencanto, se opera una transformación gozosa de la personalidad, pues el zo profundo de la oblatividad que marca la meta de todo proceso educati-
sujeto va recuperando poco a poco una zona extensa, que permanecía aje- vo. Y desde el Evangelio se nos recuerda también la misma verdad, aun-
na a su dominio y control. Hasta ahora, aunque su imagen externa desper- que con otra terminología: quien está preocupado por salvar su vida, la
tara admiración, tenía un conocimiento imperfecto y deformado de su pro- perderá (cf. Le 9,24). El amor es la única moneda que se multiplica cuan-
pia realidad, una ilusoria idealización de yo, que irá cambiando lentamen- do se comparte. Poéticamente lo había dicho A. Machado: «Moneda que
te por otra nueva. Si a primera vista esta última parece más pobre y limi- está en la mano/ quizá se pueda guardar,/ la monedita del alma/ se pierde,
tada, es sin duda mucho más bella y enriquecedora por su verdadera au- si no se da».
tenticidad. Una ética humana y evangélica no podrá olvidar nunca esta di- Los datos psicológicos y las recomendaciones evangélicas nos
mensión. abren, sin embargo, a otra perspectiva bastante diferente. Mientras la per-
sona no sea capaz de amarse a sí misma, reconciliarse con sus limitacio-
nes, aceptar sus sombras y desajustes interiores, tampoco será posible
amar al prójimo con sus propias deficiencias y fallos. Y Jesús vuelve a in-
14. El difícil arte de amarse a sí mismo
sistir en esta verdad cuando le responde al escriba sobre cuál es el prime-
ro de todos los mandamientos. Después de hacer referencia al texto cono-
Hablar de amor propio tiene connotaciones muy negativas. Siempre
cido del Deuteronomio (6,4-5) para amar al Señor con todo tu corazón,
se ha condenado esta actitud, dentro de nuestra espiritualidad cristiana, co-
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, añade de for-
mo si se tratara de algo indigno y pecaminoso. Se la valora con un senti-
ma explícita: «El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Me.
do peyorativo, pues parece un serio obstáculo para la experiencia del ver-
12,31). En este caso, el amor hacia sí mismo posibilita y condiciona el ca-
dadero amor, que supone una apertura de sí mismo para el encuentro y la
riño a los demás, como fácilmente puede comprenderse.
comunión con las otras personas. Querer supone salir del propio yo para
poner en el otro el centro de nuestro interés y preocupación. Y nada hay La cara oculta y sombreada que cada uno lleva en su interior no es
más opuesto a este altruismo generoso que permanecer cerrados a los de- nada más que un reflejo significativo de la sombra existente en el corazón

94 «Í5
de los demás. Por eso, la persona incapaz de reconciliarse con los elemen- na reconciliación. La ayuda humana y psicológica mejor, que puede pres-
tos negativos que oculta en su interior, ya sea porque no los conoce o por- tarse en esas situaciones, es sentir la presencia de alguien que me acepta y
que no quiere aceptarlos de ninguna manera, está imposibilitada también me quiere como soy, a pesar de conocer la opacidad de mi interior. Como
para aceptar esos mismos componentes en las otras personas. El encuen- una invitación permanente a que el mismo sujeto descubra también la po-
tro y la reconciliación con el prójimo comienza, a pesar de las diferencias sibilidad de amarse a sí mismo. La mirada compasiva y misericordiosa de
y limitaciones, cuando el sujeto admite, de una forma comprensiva, bené- Dios debería ser, además, un nuevo estímulo para esta reconciliación amo-
vola y no exenta de humor, la realidad pequeña y limitada que posee. rosa, que lleva a la serena y humilde confesión de que, en nuestro interior,
Cuando se reconcilia consigo mismo y se abre con cariño y benevolencia como en el de cualquier otra persona, quedan siempre espacios más o me-
hacia el fondo más profundo y negativo de su verdad. A partir de este abra- nos oscuros y miserables. De lo contrario, es muy fácil que se produzca
zo amoroso con todo lo que uno es y lleva colgado a su espalda, y no sim- una reacción muy frecuente que se oculta en toda crítica dura y agresiva:
plemente con lo que uno sueña ser, el amor se convierte en un arte y exi- una condena tajante puede ser una confesión implícita de lo que no se
ge una pedagogía adecuada. Cuando no se quiere a los demás no es por quiere reconocer de ningún modo en uno mismo.
amarse demasiado a uno mismo, sino porque el cariño personal no es aún El rechazo enérgico y vigoroso produce ilusoriamente la impresión
suficiente. de que se vive muy lejos de lo que se fustiga, de no estar manchado por la
suciedad que se reprueba, de no tener vinculación con lo que se juzga per-
verso. Cuando, en realidad, son intentos superficiales por encubrir con la
15. El rigorismo y la intolerancia: raíces psicológicas palabra, ante los demás y ante nosotros mismos, que nada de esa fealdad
afecta a nuestra vida. Parodiando un poco el refrán popular, podría tam-
Podríamos decir, por tanto, que cualquier forma de rigorismo que bién decirse en estos casos: Dime de lo que criticas y te diré lo que eres.
conduce al escándalo, desprecio, o incomprensión, aunque se pretenda Así la condena del incrédulo o del hereje sin paliativos puede encu-
•justificar con una serie de argumentos racionales, es la consecuencia lógi- brir las propias dudas de fe, como si los anatemas lanzados contra ellos
ca de que la persona no ha llegado a conocerse con una cierta profundi- produjeran una seguridad mayor en la propia ortodoxia y evitaran cual-
dad, o pretende condenar en el otro lo que no desea aceptar de ninguna quier vacilación en un punto que se considera tan importante. El cleptó-
manera en su interior. mano, que quisiera eliminar a toda costa una conducta incontrolable y que
En el primer caso, como existe una buena conciencia en la superfi- le humilla, experimentará una reacción agresiva contra el niño que roba al-
cie, por la ignorancia de aquellas tendencias que no dan señales de existir, gunas monedas, para convencerse de que no se apropia de nada. Cuando
resulta difícil comprender cómo es posible que tales inclinaciones se ma- se desprecia, se insulta y hasta se desea la muerte a una mujer que inte-
nifiesten en los otros. Pero en la medida en que se vislumbra interiormen- rrumpió su embarazo, en circunstancias dramáticas, tal vez se oculte el
te la presencia, aunque sea insignificante y embrionaria, de todos los im- mismo sentimiento reprimido que ni siquiera pudo aflorar en situaciones
pulsos negativos ocultos en el psiquismo humano, el reconocimiento de la parecidas. Convertir al homosexual en un objeto de crítica e ironía consti-
propia realidad negativa nos hace ver en el otro, por muy perverso que sea, tuiría un modo sutil de no reconocer la dosis de homofilia existente en la
a un hermano que participa y comulga con nuestra misma condición. La persona heterosexual. Y todos conocemos a esos individuos, acérrimos de-
fensores de la libertad, que se vuelven pequeños tiranos cuando la ocasión
interioridad del ser humano está tejida con los mismos elementos en todas
les resulta propicia.
las personas. Y desde el momento en que se vivencia que todos por den-
tro somos parecidos, pues cualquier semilla mala está sembrada en el in- La defensa de las propias ideas y la condena de lo que se juzga ina-
terior, aunque no se desarrolle y fructifique, quedará siempre un espacio ceptable hay que mantenerlas. Ni la tolerancia supone un recorte en los
para la misericordia y compasión. Aquí también la justificación psicológi- propios criterios. Pero ninguna persona, más o menos consciente de su
ca brota, como la evangélica (cf. Le 18,9-12), cuando uno experimenta el verdad y con una reconciliación y reconocimiento amoroso de sus elemen-
gozo y la alegría de ser como los demás. tos negativos, se atreverá a rechazar con un rigorismo e incomprensión
Pero no basta tomar conciencia de nuestra verdad. Se requiere toda- exaltada ninguna conducta por muy perversa que fuere. El que sabe reco-
vía un paso más decisivo y molesto: la aceptación, henchida de cariño, de nocer y acercarse con cariño a su propia realidad, lo hará de la misma ma-
todos esos elementos que cuesta tanto trabajo admitir hasta llegar a la ple- nera cuando se aproxime a la ajena.

96 <>7
16. Conclusión BIBLIOGRAFÍA

ARRIETA, L., «El poder de la Iglesia. ¿Poder para dominar o poder para servir y libe-
Estas reflexiones nos llevan a la concluir que lo más importante no es rar?»: Sal Terrae 84 (1996) pp. 35-51.
que el individuo sea bueno, cumpliendo con unas determinadas normas de AYESTARÁN, S., «Reconciliación consigo mismo»: Verdad y Vida AA (1986) pp. 185-
comportamiento, que hasta podrían darse en animales domesticados. La 199.
educación ética debería orientar, a lo largo de todo el proceso evolutivo, ha- BONET, J. V., Aprender a quererse. Manantial, Valencia 1998.
cia una conducta autónoma, madura, no infantilizada, psicológicamente lim- , Teología del gusano. Autoestima y evangelio, Sal Terrae, Santander 2000.
pia, para que los elementos reprimidos no busquen otro tipo de compensa- CHASSEGNET-SMIRGEL, J., El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la «enfermedad
de idealidad», Amorrortu, Buenos Aires 1992.
ciones. El mal oculto, que actúa bajo la superficie, es aún más peligroso que
DOMÍNGUEZ MORANO, C , Creer después de Freud, San Pablo, Madrid 1992.
aquel del que se tiene conciencia, por la imposibilidad de su integración. DYRUD, J., «El "narcisismo" como modelo cultural dominante»: Concilium 176 (1982)
Con frecuencia, el objetivo prioritario de la moral se dirige hacia pp. 394-400.
otra meta, que fomenta actitudes ambiguas y mentirosas. Lo importante es ETXEBARRÍA, X., «Etica como amor a sí mismo, ética como amor al otro»: Pastoral Mi-
la imagen exterior, educada, que responda a una conducta ideal que se sionera 176 (1991) pp. 53-72.
ofrece como modelo, y que ha de servir para merecer el aprecio social. FREUD, A., El Yo y los mecanismos de defensa, Paidós, Madrid 1976.
FROMM, E., Etica y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México 19717.
Frente a la posible rebelión o descontento, las obligaciones se imponen,
, El arte de amar, Paidós, Buenos Aires 1970FROMM, E., El miedo a la libertad,
sobre todo, por la fuerza de la autoridad, sin añadir ninguna otra justifica- Martines de Murguía, Madrid 1977 3 GARCÍA MATARRANZ, F., «Uno de los dramas
ción o explicaciones convincentes. Utilizar la presión, el miedo y hasta los del hombre, la escisión del yo»: Lumen 40 (1991) pp. 496-525.
sentimientos de culpabilidad son métodos eficaces para fomentar la obe- GARCÍA-MONGE, J. A., «Psicología de la sumisión y psicología de la responsabilidad en
diencia sumisa, que elimina cualquier posible disentimiento. La persona la Iglesia»: Sal Terrae 84 (1996) pp. 21-34.
regula su comportamiento, de acuerdo con los esquemas propuestos, por , Treinta palabras para la madurez, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997.
"todos los beneficios que le aporta, pero no sabe dar una respuesta razona- GATTI, G., Ética cristiana y educación moral, Central Catequética Salesiana, Madrid
1988.
ble y convincente a su actuación. Una moral así está hoy desprestigiada y
GRÜN, A„ Portarse bien con uno mismo, Sigúeme, Salamanca ] 997.
no despierta ninguna credibilidad en el mundo moderno. El esfuerzo por GUINDON, A., Evolución y desarrollo moral, PPC, Madrid 1990.
dar una justificación a sus enseñanzas no es sólo por hacerla presente en HOLGADO, M., «El centro de la burbuja. (En torno al narcisismo)»: 5a/ Terrae 77 (1989)
nuestra sociedad; es también una exigencia de la vida cristiana que no pue- pp. 803-816.
de estar reñida con esta autonomía del adulto creyente. LAHIDALGA, J. M.„ «El amor a sí mismo: Fromm y la ascética cristiana»: Surge 45
La insistencia, por otra parte, en alcanzar el yo ideal, sobre el que se (1987) pp. 186-199.
LÓPEZ-YARTO, L., «Formas constructivas y formas evasivas de abordar los conflictos»:
centran todos los esfuerzos e ilusiones; y hasta la imagen de Dios que se
Sal Terrae 80 (1992) pp. 763-773.
utiliza para insistir en este perfeccionismo, ayuda a mantener una concien- MASÍA, J., «Perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar»: Sal Terrae 78 (1990) pp. 791-
cia tranquila y autosatisfecha, pero con el peligro también de arrojar en el 802.
olvido y reprimir todo lo que no concuerda con ese proyecto, o afea nues- , «El miedo, raíz de la intolerancia. 'Díme cómo dogmatizas y te diré qué temes'»:
tro narcisismo humano y espiritual. Sal Terrae 81 (1993) pp. 547-554.
La autonomía y autenticidad del comportamiento no es posible alcan- MONBOURQUETTE, J., Reconciliarse con la propia sombra. El lado oscuro de la perso-
na, Sal Terrae, Santander 1999.
zarla en su totalidad, precisamente por el déficit que siempre acompaña a
PÉREZ DELGADO, E., «Educar moralmente ¿para qué? Debate actual en ciencias huma-
nuestra naturaleza. Y, además, sería una desgracia conseguir semejante ob- nas sobre ios fines de la educación moral» Escritos del Vedat 27 (1997) pp. 113-
jetivo, ya que, entonces, nacería otra amenaza mayor: la de sentirnos con- 153.
tentos y autosuficientes por ese trabajo estético y perfeccionista, que nos ha- QUINTANA CABANAS, J. M., Pedagogía moral: El desarrollo moral integral, Dykinson,
ría impermeables a la gracia y amistad de Dios. De ello tendremos que ha- Madrid 1995.
blar más adelante. Pero, en cualquier caso, la moral debiera ser una orienta- ROVALETTI, M., «Conciencia y autoridad en el pensamiento de Erich Fromm», Revista
Internacional de Sociología 44 (1986) pp. 547-561.
ción y no un obstáculo hacia esa meta. Mientras no hayamos conseguido un
TRECHERA, J. L., ¿Qué es el narcisismo? Desclée De Brouwer, Bilbao 1996.
cierto nivel de autonomía y autenticidad, la ética no debería adjetivarse co-
VALADIER, P., «La autoridad en Moral» Selecciones de Teología 33 (1994) pp. 193-200.
mo humana ni cristiana. Una condición que nunca convendría olvidar.

98 <>«)
ZACARÉS, J. J.- SERRA, E., La madurez personal. Perspectivas desde la psicología, Pi-
rámide, Madrid 1998.
ZANÓN, J. L., «Desarrollo de la capacidad de razonamiento sociomoral y valores huma-
nos en adolescentes»: Analecta Calasanctiana 40 (1996) pp. 389-540.

CAPITULO 6

FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA
DE LOS VALORES ÉTICOS

1. La tensión entre el ser y el deber

Ya insistíamos en un capítulo anterior, al hablar de la moral como


exigencia antropológica, en que el ser humano nace como una realidad in-
cipiente, inacabada, sin esquemas determinados para la orientación de su
conducta, como acontece en el mundo de los animales. Desde su pobreza
radical, por esa falta de organización interna, necesita plantearse un pro-
yecto para darle sentido a su vida. No puede quedarse contento con ese de-
sajuste inicial, que imposibilita una verdadera existencia humana. Desde
esta perspectiva podría afirmarse, con toda verdad, que la ética brota radi-
calmente de una insatisfacción profunda. A partir de la realidad que la na-
turaleza ofrece a la persona nace la ilusión de configurarla de acuerdo con
un modelo diferente, como el artista esculpe su obra con el material que
utiliza. Existe, por tanto, una tensión entre lo que uno es en sus comien-
zos, con los componentes desorganizados que nos entregan, y lo que uno
sueña paia ensamblarlos en un proyecto armonioso. La moral será, enton-
ces, un estímulo que incita a recorrer ese itinerario desde el ser hasta el de-
ber propuesto; una invitación a salir desde ese punto de partida para alcan-
zar otra meta mejor; un recuerdo permanente para no detenerse en ningu-
na etapa de ese camino.
Ahora bien, si la ética es dinamismo, impulso, búsqueda, tensión,
que lanza al individuo para realizarse como persona, es necesario descu-
brir las sciiclas que conducen hacia semejante objetivo. Nadie conseguirá

101

100
ese proyecto si no tiene en cuenta un itinerario concreto y adecuado, pues El deseo de satisfacer sus carencias le hace buscar de múltiples ma-
los mecanismos naturales son incapaces de cumplir con esa tarea. Es la neras el remedio que le falta. Cualquier realidad, por tanto, que colma ta-
opción responsable de cada uno la que debe elegir qué sistemas de prefe- les aspiraciones, se hace valiosa, constituye un valor hacia el que se expe-
rencia resultan los más eficaces. rimenta una inclinación natural y espontánea. Él viene a llenar una ausen-
Esta función orientadora, como una brújula que señala por dónde lle- cia, a saciar una nostalgia, a ofrecer una solución. El atractivo, sin embar-
gar al puerto, quedaba vinculada con la luz resplandeciente de la ley. En go, que despierta esta llamada del valor tendrá que ser muy diferente de
todos los tratados clásicos, la providencia de Dios, como ley eterna y uni- acuerdo con la naturaleza de cada uno.
versal, dirigía a todo el universo con extraordinaria eficacia. Los seres En el nivel más bajo encontramos la esfera de los valores biológicos,
irracionales quedaban gobernados por sus mecanismos físicos y biológi- que engloban las exigencias instintivas y todo lo que dice relación a nues-
cos, de los que no podían liberarse. Mientras que las criaturas racionales tra sensibilidad. Cuando después de un esfuerzo físico se experimenta la
eran conducidas por las exigencias de la ley natural, que cada una encon- sed o el cansancio, un vaso de agua o el reposo tranquilo aparecen como
traba presente en su corazón. Las obligaciones que de ella nacían se con- una valor deseable, como tantas otras cosas que necesita el organismo pa-
cretizaban después en la legislación eclesiástica o civil, que determinaban ra encontrarse satisfecho. A veces son los más urgentes, cuando está en pe-
más en concreto los diferentes campos de la actividad. ligro la vida, pero no son los más importantes.
Por encima de ellos, descubrimos aquellos otros que, aunque más es-
Una orientación así, como muchos autores han señalado y tendremos
pecíficamente humanos, sólo interesan a una zona de nuestra personali-
ocasión de analizar más adelante, ha caído con frecuencia en un legalismo
dad. Por dentro quedan otra serie de exigencias psicológicas, intelectuales,
excesivo, hasta convertir a la ley en el centro de toda la preocupación éti-
culturales, estéticas, afectivas, etc., que complementan y perfeccionan
ca. Por otra parte, al vivir en un mundo tan amante de la libertad, cualquier
también algún aspecto del individuo. Forman parte de ese conjunto de bie-
ley se vivencia de inmediato como una fuerza coactiva y externa que des-
nes sin los cuales la vida no llega a desarrollarse con normalidad, cuando
truye nuestra autonomía y enajena nuestra decisión responsable. Es una de
no se consiguen en un grado suficiente. Su ausencia se considera un mal,
las razones por las que existe un rechazo tan fuerte a la moral. Por eso, como la falta de algo valioso, para poder vivir de una manera más plena.
aunque sería posible darle a este planteamiento una interpretación más Es doloroso no gozar de la amistad y el cariño; no tener la formación ne-
comprensible, me parece mejor otro punto de partida diferente. En lugar cesaria par sentirse útil; estar incapacitado para gozar del arte o de la mú-
de ley, preferimos hablar de valores éticos. La finalidad es idéntica -en- sica; descubrir la ignorancia del que apenas posee una cultura; no encon-
contrar el camino para vivir como personas-, pero el mismo contenido se trar trabajo para gozar de una autonomía económica. Y tantos otros que,
expresa con otro talante que resulta más comprensible. aunque pertenezcan a este nivel intermedio, nadie rechaza por el enrique-
cimiento humano que aportan.
Y existen finalmente otras necesidades superiores y más importan-
2. La menesterosidad del ser humano tes, que podemos catalogar como las más profundamente humanas. Ya he-
mos visto cómo cada ser humano busca realizar un proyecto a través de
sus propias decisiones. Si su condición estructural le impulsa a darle un
Precisamente por su carencia radical, el ser humano, desde antes in-
estilo a su existencia, para autorrealizarse como persona, aquella forma de
cluso de su nacimiento, experimenta una serie de necesidades de diversa
actuar y comportarse que le oriente hacia ese destino se convierte para él
índole e importancia, que requieren una respuesta satisfactoria. Sus limi-
en algo valioso. Este valor lo adjetivamos como ético, porque responde
taciones y carencias le vuelven menesteroso en todos los niveles de su
justamente al dinamismo primordial de su ethos, a la urgencia de estruc-
personalidad. No sólo por su condición animal tiene que responder a una
turar su vida para adecuarla a la dignidad de su condición. Si quiere con-
serie de exigencias biológicas, imprescindibles para su mantenimiento y
seguir ese proyecto -la vocación humana por antonomasia-, no tiene otra
supervivencia, como se constata en cualquier otra especie. Su dimensión
alternativa que realizar estos valores que lo humanizan y dignifican. Co-
racional, que lo eleva y dignifica en el universo por encima de los otros
mo tiene que abrirse al amor o satisfacer sus carencias orgánicas, si desea
seres, lo deja también con la sensación devacío, porque otras aspiracio-
un cierto bienestar para otros niveles de su existencia.
nes más sublimes y específicamente humanas tampoco han encontrado
respuesta.

10.1
102
En este ámbito entrarían también los valores religiosos, en los que el Si los valores estéticos despiertan, por ejemplo, sentimientos seduc-
creyente encuentra la respuesta última a la nostalgia de plenitud y totali- tores y de admiración, cuando se contempla una obra de arte; y los valo-
dad, de esperanza definitiva, de un Absoluto que vislumbra y ansia, pero res afectivos fomentan emociones atractivas que vinculan y encantan; la
que no lo puede hallar en las realidades creadas. Dios puede valerse de es- respuesta específica que provoca el valor ético es la experiencia de la obli-
tos mecanismos para descubrir su presencia misteriosa y oculta, bajo la gación. Se trata de una vivencia muy especial, con un carácter ineludible
mirada de la fe, aunque para otros el fenómeno de la religión tenga expli- y absoluto, que viene de un impulso que se impone al sujeto desde dentro,
caciones inconscientes y psicológicas. pero sin forzar, sin ningún tipo de presión física. Su mensaje penetra has-
ta el corazón, insistiéndole de manera continua, sin que podamos reducir
al silencio su llamada, pero al mismo tiempo nos hace sentir la grandeza
majestuosa y desconcertante de la libertad, que permite orientar nuestro
3. Fenomenología del valor ético
rumbo por caminos diferentes o hacernos sordos a la voz de su invitación.
No sólo se capta el conocimiento teórico y contemplativo del valor -lo que
Todos los valores, por tanto, interesan a la persona, constituyen un es bueno y lo que es malo-, sino que encierra una dinámica activa, enfo-
bien para ella, pero lo típico del valor moral, su nota más característica, es cada a la acción, por la que el individuo se siente inclinado a ejecutarlo,
que no la perfecciona en una sola dimensión -es decir, en su biología, en cuando entre las diversas posibilidades que se le ofrecen, su inteligencia
su inteligencia, o en su afectividad-, sino que la promociona en la totali- sabe y su voluntad queda seducida para actuar de esta forma concreta.
dad de su existencia. Son una llamada a su libertad, en cuanto responsable
de su propio destino. Los otros valores, aunque completen otras dimensio-
nes de la personalidad, permanecen silenciosos ante el proyecto último de
4. La moral como eco de una llamada profunda
su vida. Se puede ser un gran técnico en el campo de la economía y adqui-
rir un prestigio internacional, pero ese valor científico no evita la posibili-
dad de ser también un ladrón. La estima y el éicito social no nos hacen hon- El análisis de esta experiencia nos descubre un aspecto muy impor-
rados y buenos por el simple hecho de obtenerlos. Y por mucha moral que tante de la moral, en contra de lo que la mayoría de la gente vivencia. Su
se llegue a saber, este conocimiento especulativo no elimina tampoco una invitación, aunque parece venir desde fuera como una fuerza que aprisio-
conducta perversa. na, se manifiesta desnuda de toda coacción exterior, sin ningún sentido
Dicho de otra manera, sólo el valor étic» adjetiva como buena o ma- mutilante de la propia autonomía. No es posible una lucha antagónica, co-
la a una conducta, mientras que todos los demás, aunque complementen y mo si se tratara de fuerzas contradictorias e irreconciliables, entre los im-
perfeccionen algún aspecto, son incapaces deconferir esa dignidad. Cuan- perativos auténticos de la ética y las exigencias personales más profundas.
do decimos de una persona que es un buen negociante, semejante valor La moral no es la frontera que encierra y esclaviza a la libertad, algo aje-
técnico no significa que sea justa y honrada, sino que hacemos referencia no y opuesto a ella, como un adversario que quisiera destruirla. Es, por el
a su habilidad y astucia para llevar adelante sus negocios. contrario, el cauce que orienta su ejercicio, la luz que ilumina el sendero
para que llegue a conseguir precisamente lo que quiere: modelar lo que so-
Por ello, podríamos definir el valor moial como aquella cualidad in-
mos instintivamente, como ofrecimiento primario de la naturaleza, para
herente a la conducta que la hace auténticamente humana, conforme a la
construir la imagen de persona que se ha proyectado.
dignidad de la persona, y de acuerdo, por tanlo, con el sentido más profun-
do de su existencia. Precisamente por este carácter integral y totalizador, Habría más bien que definirla entonces como la ciencia de los valo-
el valor ético se halla siempre y en todas partes presente, como una urgen- res que dirige y encauza nuestra realización humana, libre y responsable,
cia que nunca abandona, como una llamada constante que invita a seguir hacia este destino. Frente a la llamada de otros bienes apetecibles y gusto-
su voz, como un testigo que recuerda los olvidos y estimula la decisión. sos, pero que ponen en peligro la consecución de este proyecto, el valor
Será lícito renunciar a otro tipo de valores, perqué no encajan en la estruc- ético aparece como una defensa y un grito de alerta contra esos posibles
tura psicológica de una persona concreta, per» nadie puede excluir las exi- engaños, y un punto de referencia básico para no desviarnos de nuestra
gencias de una valor ético, porque lo que ahora está en juego es su propia orientación fundamental. Entre los diferentes dinamismos que nos inducen
dignidad. a amar todo aquello que se nos presenta como un bien, la obligación me

104 105
culpabilidad, por las presiones sociales a las que estamos sometidos.
expone como primario aquel que se muestra, por encima de todos, como
Cuando se obedece a la obligación es por una fuerza coactiva de la que
el más preferente e importante.
cuesta trabajo prescindir. En el fondo, si fuera posible, nada sería mejor,
La obligación ética encierra en sí, por tanto, una profunda complici-
como se ha repetido, que prohibir cualquier prohibición, para gozar de una
dad con la dimensión más íntima del propio deseo. No nace mientras no
libertad plena.
constata un querer espontáneo en el corazón de cada sujeto: la ilusión por
Semejante experiencia, sin embargo, no es fruto de la misma obliga-
vivir su vocación humana, con todo lo que ello comporta. Si el imperati-
vo moral no interesara de veras a lo más profundo de la persona, no sin- ción, sino del estado militante y peregrino de la condición humana. Son
tonizara con esas otras llamadas ocultas en el corazón, tendríamos una for- muchos los valores, como veíamos antes, que satisfacen nuestras múlti-
ma de violencia psicológica, un tipo determinado de esclavitud, porque ples carencias, y hacia los que nos sentimos atraídos. Muchos de ellos des-
impone una normativa a la fuerza, que no tiene ningún sentido para el pro- piertan una atracción especial por tratarse de bienes más inmediatos y
pio sujeto. Es decir, nos hallaríamos en las antípodas de una ética libre y agradables, pero que obstaculizan, por otra parte, un bien superior, como
responsable, pues seríamos arrastrados por una presión extraña y ajena, el vivir de acuerdo con lo que significa ser persona. Cuando la renuncia a
que no guarda ninguna relación con nuestros verdaderos intereses. un valor inferior se presenta como necesaria, no deja de ser molesta y do-
lorosa, pues incluye el rechazo a una realidad gustosa y placentera, la ne-
Ahora se comprende mejor por qué la autonomía personal no se de-
gativa a llenar una necesidad, que satisface otros niveles, pero que no se
grada o aniquila por la obediencia dócil a sus insinuaciones, como si im-
adecúa a otras tendencias, las más auténticas y verdaderas.
plicara una renuncia a la dignidad humana para entregarse al poder anóni-
Y es que, a pesar de la orientación irresistible hacia el bien superior,
mo e impositivo de la obligación. Todo lo contrario, la ética es quien mar-
los otros bienes relativos y contingentes se presentan como un engaño,
ca la senda que conduce hacia la meta deseada, hacia el bien que se anhe-
cuando la compensación pequeña que ofrecen -de ordinario, mucho más
la con una exigencia incontenible. Cobarde sumisión sena, como Sartre ha
atrayente para nuestra sensibilidad- provoca un estado de duda e indeci-
caricaturizado tantas veces en sus novelas, si la llamada del valor ético no
sión. Como el enfermo que, sabiendo el riesgo que corre su salud, no quie-
•descubriera su propia justificación y legitimidad en la estrecha vincula-
re privarse de un capricho pequeño, que ahora le atrae con mayor fuerza.
ción que mantiene con nosotros. Nunca deben'a olvidarse que lo mandado
Frente a esa pluralidad de valores que a veces se hacen incompatibles, se
por la moral es lo que, en último término, el individuo añora desde lo más
requiere la lucidez indispensable, en cada momento, para optar por el me-
íntimo de su ser. A la llamada del mandato que aparenta venir desde fue-
jor y el más preferente en función de una determinada jerarquía. Si el va-
ra, se añade de inmediato, como una fuerza impetuosa, la tendencia ocul-
lor ético, como queda indicado, afecta a la totalidad de la persona y se en-
ta e inmanente de lo que la obligación ordena. Esta, con su llamada repe-
cuentra en la cúspide, junto al valor religioso, como el de mayor trascen-
tida en el silencio interior, sólo intenta movilizar las aspiraciones más au- dencia e importancia, no debería sacrificarse en aras de aquellos otros que
ténticas que, a veces, se quedan demasiado soterradas. Lo que nosotros de- sólo valen para una dimensión más particular y secundaria. Para conseguir
bemos es fundamentalmente lo que nosotros amamos, lo que nosotros de- un cierto nivel económico, bueno y deseable, nadie aprobaría alcanzarlo
searíamos conseguir. Su mandato no es más que el eco de la palabra que con la injusticia y el engaño de los más necesitados. Por eso, a medida que
brota de nuestro interior y nos impulsa a vivir de acuerdo con nuestra vo- la sensibilidad se educa para dejarse seducir por los bienes más verdade-
cación humana. ros, el sacrificio se hará más pequeño y la obligación irá perdiendo tam-
bién su carácter coactivo.
La misma experiencia, aunque en sentido inverso, se llega a descu-
5. Carácter coactivo de la obligación brir a través del sentimiento de culpabilidad. Sin negar sus posibles defor-
maciones psicológicas o religiosas, de las que hablaremos en el capítulo
Lo dicho con anterioridad puede parecer demasiado ingenuo, ya que sobre el pecado, su explicación se hace incompleta, acudiendo a mecanis-
si el rostro de la moral fuera tan atractivo y seductor como se ha dibujado, mos inconscientes, a residuos narcisistas o a patologías neuróticas. Más
la gente no sentiría entonces su matiz coactivo y doloroso. Sus exigencias allá de estos factores condicionantes, puede darse una vivencia muy seria
se hacen muchas veces difíciles de soportar, ramo una carga pesada y mo- y profunda, al margen incluso de cualquier dimensión religiosa. El indivi-
lesta, pero de la que no podemos prescindir, aun al margen de la propia duo que ha rechazado un valor moral, aunque nadie lo haya visto ni espe-

106 107
re ninguna consecuencia negativa, toma conciencia de su mal comporta- gún tipo de acuerdo. Mientras que para unos la moral es una verdad obje-
miento y comprende, por debajo de sus intereses más inmediatos, que de tiva -lo que es bueno para el hombre existe y puede ser conocido, a pesar
esa manera no ha sido fiel a otras exigencias mayores. La culpabilidad ver- de los errores y dificultades-, para los otros es consecuencia de un conta-
dadera es, en el fondo, el reconocimiento sincero y humilde de una equi- gio afectivo, de vivencias y decisiones personales, que otros también com-
vocación voluntaria, la aceptación de un error lamentable que recae sobre parten, aunque sin ninguna posibilidad de demostración.
la propia responsabilidad: en lugar de actuar como persona, me he dejado El problema radica, como fácilmente se comprueba por lo dicho, en
conducir por otras voces engañosas. El dolor que brota no es por miedo a admitir que la única racionalidad científica es la verificable, o que también
ningún castigo, por la herida abierta en nuestro narcisismo, ni siquiera por existe otro tipo de argumentación diferente. Si lo empírico es real, también
haber hecho lo que es irremediable. Es simplemente la pena asumida por son reales otros datos objetivos que no siempre se demuestran con instru-
no haber respondido a otro ideal más alto. mentos de laboratorio o con la metodología de otras ciencias empíricas.
En el fondo, todo va a depender del significado y amplitud que se le atri-
buya al término experiencia. Una reducción tan drástica, como la que se
ha operado hoy en ciertos ambientes científicos, desposeerá de valor ob-
6. Una doble interpretación de la experiencia
jetivo a otra serie de experiencias que son, precisamente, las que encierran
un mayor contenido y riqueza humana.
Ya vimos también, al recoger las dificultades contra la moral, que pa- El significado de un gesto involuntario para el psicólogo, el valor de
ra algunos científicos queda desposeída de una base objetiva y razonable. un pequeño síntoma para el médico, o la expresión de una mirada concre-
En el reino de la ciencia no existe espacio para los valores éticos. Solo go- ta para el amante, llevan al descubrimiento de una realidad más profunda
za de una garantía suficiente aquello que se puede demostrar con la expe- que no aparece hacia el exterior. Lo que se constata desde fuera no respon-
riencia. La ética, como estudio histórico de los diferentes sistemas morales de a ese otro mundo que se encubre. La intuición humana, en estos casos,
que han existido, puede adjetivarse como científica, pues utiliza los méto- tampoco resulta verificable, pero abre a un conocimiento interior que está
dos que el historiador posee para detectar la verdad de una doctrina concre- más allá de las simples apariencias, aunque para evitar subjetivismos y
ta. Pero el juicio de un valor ético pertenece mucho más al mundo del afec- equivocaciones sea conveniente aportar una cierta justificación.
to y del sentimiento. La bondad o malicia de una acción nunca podrá veri-
También, en un comportamiento determinado, es posible percibir un
ficarse con la seguridad que aporta una experiencia científica.
contenido más hondo que late por dentro. Cuando alguien se preocupa por
Las decisiones que cada persoaa tome en su vida privada merecen un una persona necesitada y le ofrece su colaboración, cuando se respeta la vi-
profundo respeto, pues constituyen para ella una opción que considera im- da ajena, se defiende la veracidad de las relaciones, o se mantiene la fideli-
portante. Incluso tendrá derecho a defender lo que admite y estima para dad a los compromisos contraídos, por citar algunos casos concretos, exis-
que otros compartan las misma opiniones. Su actitud, sin embargo, se vol- te algo más que un simple hecho físico. El sentido común descubre un plus
vería condenable desde el momentoen que quiera imponerlas a los demás. de humanismo, una dimensión enriquecedora, al comprender que la solida-
Tales valoraciones éticas nunca serán justificables, ya que resulta imposi- ridad entre las personas, la defensa de la vida, la verdad o cumplir con lo
ble demostrar, con los datos de las ciencias experimentales, que una deter- prometido es mucho mejor que el egoísmo y la indiferencia frente al nece-
minada conducta resulta más aceptable que otra distinta. Sobre gustos no sitado, la mentira, el crimen o infidelidad. El hecho físico en sí no es sólo
hay nada objetivo y cada uno tiene derecho a elegir el color que más le le objetivo, sino la lectura que hacemos de él para caer en la cuenta de que
agrade o el tipo de música que le gusta. Es un error exigir cualquier com- se viviría mejor si todos actuaran de esa manera. El paso del ser al deber no
portamiento, como si fuera el único que debiera admitirse. El relativismo sería ya una incoherencia o una deducción ilógica, porque en la realidad
es la única condición de una moral saneada, pues lo contrario supondría la ajarente que se observa, existe otra más profunda. La existencia resultaría
absurda ilusión de haberse encontrado con la verdad, cuando aquí sólo va- más humana y aceptable que si la gente se despreocupara de esos valores.
le la incertidumbre, la duda y el pluralismo.
La postura de una ciencia meramente empírica está clara: todo aque-
Hay que reconocer que en el diálogo con los defensores de esta teo-
llo que trascienda la realidad no encuentra justificación científica. Mien-
ría no cognoscitiva, tanto en el campo de la filosofía del lenguaje como en
tras que para otros muchos no puede excluirse otro tipo de racionalidad
el más práctico de las ciencias experimentales, no es posible llegar a nin- objetiva, que no se reduce solo a un conocimiento intelectual.

108 109
7. La captación de los valores éticos allá de la pura razón, de la misma manera que se requiere un plus para oír
lo que no interesa escuchar o para ver aquello de lo que uno quisiera re-
Y es que ciertamente el conocimiento de una valor ético es más com- huir. Lo único que deseamos subrayar con lo dicho, porque me parece al-
plejo y difícil que el de una mera realidad empírica. No es un fenómeno go objetivo, es la influencia mayor que tienen, en este campo, todos esos
puramente racional, como si se tratara de una operación matemática o de elementos para-racionales.
la conclusión de un silogismo. El sentimiento y la sensibilidad forman par-
te de él, como estímulo y condición previa para comprender el valor de
8. Ceguera y encanecimiento ante los valores
una conducta, que dignifica a una persona, o como obstáculo e impedi-
mento para ese objetivo.
Hasta para captar los valores biológicos, como la limpieza o la higie- Por el hecho de que todo valor moral invita a un coherencia posterior
ne, ya se requiere una educación previa que facilite la aceptación de ese bien. para vivir de acuerdo con sus exigencias, existe el peligro de que surjan
Cuando el niño vive en un ambiente de miseria y abandono es casi imposi- ciertos mecanismos de defensa, como una pequeña coraza, que encallecen
ble que se preocupe por estar aseado, pues no le encuentra ningún sentido a la propia sensibilidad. Sería demasiado molesto permanecer en una dicoto-
esa inquietud. Mayor sensibilización se necesita aún para sentirse afectado mía constante entre la llamada que brota del deber y la praxis que actúa con
por los valores superiores, como los estéticos o culturales. El que nunca ha- otros criterios. En estas ocasiones, es normal que se produzca una ceguera
ya oído una buena sinfonía será muy difícil que se entusiasme por la música deseada y pretendida, como la mejor solución para eliminar el complejo de
clásica. De la misma manera que el que no haya aprendido a leer o asistido culpa o el sentimiento de indignidad. Es la única manera de escapar a una
a la escuela creerá que la formación es una pérdida de tiempo. tensión insoportable, cuando se está convencido de la urgencia y validez de
un valor y, sin embargo, no existe ningún empeño para traducirlo después
Lo mismo habría que decir sobre los valores éticos. Reconocer la
en la práctica. Como se dice popularmente, «a fuerza de no vivir como pen-
importancia de la veracidad, el respeto a los demás, la fidelidad a los com-
samos, llegamos a pensar como vivimos». El valor en cuestión va dejando
promisos, la ayuda solidaria, las exigencias del bien común y tantos otros
no es un conocimiento innato ofrecido por la naturaleza, sino un descubri- de tener importancia hasta que su voz se aleja por completo y no suscita ya
miento que no es posible tampoco sin una educación de la propia sensibi- ningún interés. Lo que antes inquietaba ha terminado en el más absoluto si-
lidad. El que desde pequeño vive en un ambiente de engaño e hipocresía, lencio. Ahora nace otra serie de justificaciones que recuperan una tranqui-
como constata en aquellos que le rodean, no tendrá ninguna dificultad en lidad imposible de sentir en épocas anteriores.
utilizar la mentira, siempre que lo necesite. Como quien descubre a su al- Cuando se reflexiona sobre los múltiples factores condicionantes
rededor que cada uno busca solo su interés personal, no siente la impor- -prejuicios, cultura, ideología, situación económica, temperamento, moti-
tancia del servicio o solidaridad. Si la llamada del valor no resuena tam- vaciones inconscientes, presiones diversas, experiencias personales, etc.-,
bién en el corazón, su invitación se hace demasiado lejana y silenciosa. que matizan o dificultan ese conocimiento objetivo, sería bueno mantener
Por otra parte, semejante conocimiento requiere también una verdadera siempre una cierta dosis de sospecha en muchas de nuestras valoraciones.
decisión que compromete a la persona. No se trata de saber algo abstrac- Precisamente porque tales elementos son ocultos e interesados, y en ellos
to y especulativo que no afecta a la propia vida, como si fuera una simple se entremezclan las medias verdades tan peligrosas, la mala fe no se de-
información neutra. Su voz exige una concreta actuación, que se enfrenta, tecta con claridad y pasa muchas veces desapercibida, sin despertar nin-
muchas veces, con otras exigencias más agradables y sensibles de la mis- gún remordimiento o culpabilidad. Aunque esta capacidad de autoengaño
ma persona, pero de una importancia secundaria para su realización total. sea grande, no elimina, por ello, la posibilidad de una valoración objetiva.
Todo lo cual indica que no se trata de proposiciones irracionales o de Esto explica también la dificultad e impotencia para transmitir valo-
valoraciones puramente subjetivas, como si fuera un simple gusto perso- res éticos en una cultura hipertecnificada como la nuestra, donde la dimen-
nal, pero que tampoco es un asunto que se reduzca a la mera inteligencia. sión humana ha desaparecido casi por completo, para dar la primacía a la
El recurso a la razón es un intento de hacer comprensible un cierto instin- rentabilidad y eficacia de la acción. La cultura configura de tal manera el
to moral que se hace presente en la conciencia lúcida y sensibilizada. Ha- ambiente social que los individuos se vuelven incapaces de captar ciertos
bría más bien que decir, por la presencia de los factores intuitivos y emo- valores, sobre todo aquellos que no gozan de una aceptación generalizada.
cionales que lo condicionan, que se trata de un conocimiento que va más Por eso, el testimonio de vida reviste también una fuerza y atracción más

110 III
grande que la simple información sobre la importancia de un valor determi- Aunque la moral de Israel se vive dentro del marco de la alianza y los
nado. La coherencia de vida no solo manifiesta su validez, sino que añade un mandamientos se aceptan primariamente como voluntad de Dios, en un cli-
nuevo contenido parenético y estimulante de mayor importancia. Se procla- ma religioso, esos mismos valores tienen también una consistencia inde-
ma con los hechos que, a pesar de su dificultad o de las renuncias que exige, pendiente como deberes fundamentales de todo ser humano. Constituyen
es posible también practicarlo. De la misma manera que una enseñanza éti- una norma de conducta que debe ser observada por los demás pueblos, y su
ca se desacredita, cuando el que la propone, más allá de las inevitables debi- incumplimiento hace recaer un juicio de condena sobre la vida de los pa-
lidades y limitaciones, no actúa en coherencia con lo que enseña o defiende. ganos, aun sin haber sido depositarios y conocedores de la revelación.
Esta misma idea está en la base de todo el Evangelio. Sin ella no se-
ría posible la culpabilidad de los que no han conocido a Jesús. La regla de
oro -«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
9. Los datos fundamentales de la ley natural también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas» (Mt 7,12)-
alcanza una categoría universal. También los paganos serán merecedores
Esta orientación secularizada y autónoma, en la que hemos insistido de premio o castigo, según haya sido su comportamiento de cara al precep-
hasta ahora, ha sido aceptada en la tradición más genuinamente católica. to supremo del amor (Mt 25,31-46). Y san Pablo, sobre todo, va a hablar
La importancia que siempre ha tenido la ley natural es una prueba eviden- con una claridad extraordinaria sobre el conocimiento de las normas mora-
te de esta afirmación. Por encima de las diversas interpretaciones que han les por un camino diferente a los datos revelados en la Escritura. Los pri-
podido darse a este concepto y a pesar de los equívocos posibles con que meros capítulos de la carta a los Romanos conducen a esta única conclu-
a veces se ha utilizado, como enseguida veremos, quedaba latente una in- sión: entre los judíos y los gentiles no existe ninguna diferencia, porque
tuición básica: las normas de conducta se hallan insertas en la misma in- «todos pecaron y están privados de la gloria de Dios» (Rom 3,22). La cul-
terioridad del ser humano, aunque su lectura estuviese matizada, en oca- pabilidad de los primeros está en relación con el mensaje divino que les ha
siones, por una óptica cristiana. sido revelado -«cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados»
(2,12), pero la culpabilidad de los gentiles-«cuantos sin ley pecaron, sin ley
La universalidad que se le otorgaba, como fuerza orientadora para
también perecerán» (ib.)- se hace también patente, porque llevan «esa ley
todos las personas y tiempos, reflejaba la idea de una moral secular, don-
escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia» (2,15). El desconoci-
de la fe no venía a privatizar su validez al ámbito de los creyentes. La ela-
miento de la revelación es suplido de tal manera por la ley interior que has-
boración de una ética así no postula, en su explicación primera, ningún
ta el pagano podría llegar a un cumplimiento tan perfecto como el del mis-
fundamento religioso o sobrenatural, pues entonces se eliminaría lógica-
mo judío (2,28). Así, pues, existe una capacidad en la persona para discer-
mente su consistencia humana y su carácter universalista. Y de lo que se
nir, aunque ignore los mandamientos revelados, cuándo su conducta es ho-
trataba era de dar crédito a la misma enseñanza de la Iglesia, mediante los
nesta o merece una reprobación. A esto se le puede llamar con bastante pre-
postulados racionales del derecho natural. De ahí que el magisterio ecle- cisión las exigencias que dimanan de nuestra naturaleza humana.
siástico haya pretendido siempre que su doctrina, en el campo de la pra-
xis, fuese asequible a todos los individuos sinceros y honestos. Al fin y al Sin embargo, cuando se busca reflexionar sobre los contenidos de
cabo, la ley, en sus diferentes niveles de expresividad, no hace sino tradu- este concepto, su elaboración filosófica se diversifica de acuerdo con las
cir y concretizar un determinado valor ético, hasta en la reglamentación diferentes interpretaciones que se le han atribuido en cada momento his-
más detallada de la ley positiva. tórico. Apuntamos en síntesis los datos más relevantes para comprender
Su misma existencia puede encontrar un fundamento en las enseñan- sus posibles significados.
zas de la revelación. Ningún exegeta moderno justificará este intento,
cuando se quiere descubrir en ella una determinada interpretación de las
muchas que se han dado. Sin embargo, sí creo que puede deducirse un he- 10. Vivir de acuerdo con la naturaleza
cho de indiscutible valor. Si la entendemos de una manera generalizada
como el conjunto de normas éticas, que pueden ser conocidas por la hu- Ya desde la antigüedad, los filósofos griegos habían insistido en la
manidad con independencia de la palabra de Dios, tanto el Antiguo como existencia de leyes que deben ser obligatorias en todas partes, más allá de
el Nuevo Testamento confirman sin duda esta posibilidad. la legislación particular que se da en las diversas ciudades o estados. Su

112 113
cumplimiento es anterior a cualquier norma positiva, pues no nacen por 11. Actuar de acuerdo con las exigencias de la razón
mandato de ninguna autoridad, sino por una exigencia más profunda que
radica en la propia naturaleza de los seres. Una concepción como ésta no tardó mucho tiempo en superarse, al
En un primer momento, su contenido abarca a todas las cosas que se caer en la cuenta de que la síntesis entre los imperativos éticos y los fenó-
ofrecen a nuestra observación y que constituyen el objeto de las ciencias menos naturales no parecía coherente ni aceptable. La razón humana no tie-
naturales. El punto de partida era la visión de un cosmos (naturaleza) per- ne por qué someterse a unas orientaciones de ese tipo. Lo que es bueno no
fectamente armónico y ordenado, como reflejo de una inteligencia supre- se expresa fundamentalmente en las exigencias biológicas del ser viviente
ma (logos), que lo gobierna y orienta de una forma providencial. La natu- ni en el ritmo de otros acontecimientos de la naturaleza. Dios mismo colo-
raleza aparece así revestida de un halo sagrado, pues participa de un orden có al hombre como dueño y señor del universo, para que pudiera dominar-
superior y se convierte por ello en una manifestación de esa sabiduría di- lo y someterlo al servicio y bienestar de las personas. Fue Ulpiano, el fa-
vina, de esa ley eterna y soberana de los dioses que anima a todo el uni- moso jurista de Roma, quien expresó con más fuerza esta distinción funda-
verso y sirve de criterio orientador a la conducta humana. El orden cósmi- mental, al admitir ya un doble derecho, delimitado con una clarificadora
co empieza a considerarse intocable y lo puramente natural se hace ya nor- exactitud: el natural (ius naturale), que regula el mundo de las cosas y de
mativo, pues manifiesta la voluntad divina sobre la creación.
los animales, y el específico de los seres humanos (ius gentium) que, dis-
Este principio penetra de inmediato en la ética cristiana de los pri- tinto del primero, sólo puede aplicarse a la criatura inteligente y racional.
meros tiempos, pues la fe confirmaba esta misma perspectiva. El mundo Como lo más característico del ser humano es su logos, deberá ac-
entero había nacido de las manos amorosas de Dios para convertirse en tuar de acuerdo con su razón para discernir, entre las múltiples posibilida-
una espléndida epifanía y manifestación de su querer sobre la criatura hu- des que se le ofrecen, cuáles son las más dignas y humanizantes. Lo difí-
mana. La primera obligación moral, por tanto, era el respeto a este orden cil va a ser el descubrimiento de esas exigencias racionales en una natura-
sagrado de la creación. Atenerse a los mecanismos naturales que en él se leza humana compleja, cuya lectura se va a realizar de manera diferente y
.descubren aparece como la norma fundamental que ha de regir la conduc- con oscilaciones bastantes significativas.
ta. Así encontramos abundantes autores que condenaban, por ejemplo, Ya los Santos Padres reconocían que, con el pecado, se había hecho
afeitarse la barba, llevar peluca, utilizar productos de belleza, teñirse o presente el desorden en el mundo y que, por tanto, no todas las leyes de la
cortarse el pelo, valerse de medios artificiales, etc., por ser una ofensa al naturaleza, ni siquiera ciertas exigencias racionales, manifiestan el querer
Creador, cuya voluntad se explícita en todos los fenómenos naturales. primitivo de Dios. Por ello, se admite desde el comienzo un doble derecho
Lo natural y lo ético quedaban íntimamente vinculados como conse- natural -primario y secundario-, que corresponde a los dos estadios por
cuencia de una actitud religiosa, aunque demasiado arcaica ante el proble- los que atravesó la humanidad antes y después de la caída. La distinción
ma de la vida. El hombre primitivo que se asoma al universo intenta racio- era oportuna para explicar ciertas conductas que no parecían dignas de la
nalizar su asombro, buscando un principio explicativo y teleolúgico a la voluntad del Creador, como la esclavitud, el sometimiento de la mujer, la
realidad que le circunda. La existencia de esc logos eterno y superior, que pena de muerte, o la propiedad privada, por ejemplo, que no entraban en
todo lo ordena y dirige, constituía una respuesta satisfactoria al misterio su planes primitivos. Pero con ella se inicia también el camino hacia una
de la naturaleza. Dejarse guiar por ella es lomas seguro, pues evita el pe- reflexión excesivamente abstracta e irrealista de la ley natural. Como la
ligro del error o de la equivocación. Un planteamiento que ha servido mu- norma no puede ser ni la naturaleza tal y como hipotéticamente pudo exis-
chas veces en la historia para exigir un respeto excesivo a los procesos na- tir en el paraíso, ni la que ha surgido después del pecado, se concibe co-
turales, aun cuando semejante intervención estuviera ordenada al bien de mo una estructura metafísica de aquellos elementos necesarios que cons-
la humanidad. Y es que un análisis neutro de estos simples fenómenos no tituyen a la persona, al margen de sus realizaciones concretas. Es decir,
es suficiente para fundamentar ninguna valoración ética. La técnica, decía una abstracción que nunca ha llegado a darse en la historia y que será in-
Ortega y Gasset, supone siempre una cierta liolación de los elementos na- terpretada después de diferentes maneras.
turales para ponerlos al servicio de los intereses humanos, pero resulta No es el momento de analizar todas las que se han dado ni las cir-
también intolerable, según ha denunciado lamoral ecológica, no respetar cunstancias que las motivaron, pero sí conviene tener en cuenta tres des-
estos mismos mecanismos, cuya transgresien constante se ha convertido viaciones históricas, antes de acercarnos al pensamiento de Santo Tomás
en una verdadera amenaza para el bienestarde la humanidad. para ver cómo aún puede mantener su vigencia en nuestro tiempo.

114 115
se más de la cuenta, penetra sin querer en el campo del derecho positivo,
12. Diversas interpretaciones históricas
dándole a éste una fuerza que no le pertenece. Estas constantes históricas
han hecho que el rostro de la ley natural haya quedado tan desfigurado por
La distinción enriquecedora de la que hablábamos antes, entre el de- las diversas interpretaciones de la tradición, que muchos prefieren evitar
recho natural y el derecho de las personas, acaba por diluirse en muchos au- ese vocablo e intentan recoger esa herencia positiva a través de un lengua-
tores. De esta manera, la norma orientadora queda configurada precisamen- je distinto y más de acuerdo con la mentalidad actual. En algunos docu-
te por la dimensión menos racional. «Lo que la naturaleza enseña a todos los mentos recientes de la Iglesia, se deplora el olvido y la pérdida de este
animales», según la expresión tradicional, es el criterio básico de toda con- concepto en la reflexión ética de muchos moralistas. Creo, por ello, que
ducta, mientras que lo más específico del ser humano se mantiene como al- vale la pena hacer una relectura del mismo santo Tomás, pues descubre
go accidental y secundario. Las exigencias de nuestra condición animal apa- otros horizontes, más lógicos y comprensibles, para una cultura que des-
recen, entonces, como más importantes y fundamentales que las típicamen- confía con exceso de las exageraciones anteriores.
te humanas. Así la persona queda enmarcada dentro de un concepto unívo-
co de naturaleza, aplicable a los demás seres irracionales, sin tener en cuen-
ta que su índole espiritual impide semejante unificación. Aunque algunos
autores significativos, como san Alberto Magno, se opusieron a este plan- 13. El ser humano, como pequeña providencia
teamiento, no tuvieron la fuerza suficiente como para impedir su defensa.
El intelectualismo aristotélico y tomista, que propugnaba la prima- La definición tomista de la ley, como una ordenación de la inteligen-
cía de la razón, se oponía a estas concepciones demasiado poco raciona- cia, le sirve para distinguir cuándo una ley lo es con toda propiedad y cuán-
les. Y precisamente contra esta orientación se alza toda la corriente nomi- do lo es sólo en un sentido analógico Para él la ley eterna no se identifica,
nalista, radicalizada sobre todo en la Edad Media. La ley se fundamenta como para los estoicos, con el orden externo que se contempla en la natura-
en la simple voluntad del legislador divino o humano. Lo que él desea y leza, sino que incluye también una dimensión personal: la providencia y el
quiere es bueno y lo que prohibe es malo, sin necesidad de ninguna otra cuidado amoroso de Dios sobre toda la creación. El universo entero se en-
justificación. Esta postura, como es lógico, eliminaba de raíz la existencia cuentra gobernado por esa eterna y majestuosa sabiduría del Creador. No se
de la ley natural o reducía, al menos, su extensión para defender un posi- trata ya de un valor cósmico, sino que se identifica con su mismo ser.
tivismo ético de absurdas consecuencias. Si Dios hubiera querido, el adul- Ahora bien ese gobierno se expresa y realiza de una doble manera,
terio, el robo o el asesinato serían conductas éticamente aceptables. Los según se refiera a los dos tipos diferentes de seres que se dan en la crea-
mandamientos de la segunda tabla del Decálogo no pertenecían ya a la ley ción. A los irracionales, incapaces de autogobemarse por sí mismos, Dios
natural. La ética quedaba reducida así, en su mayor parte, a un catálogo de los ha dotado de leyes y tendencias perfectamente controladas e insertas
conductas aceptadas o prohibidas por la autoridad competente, sobre todo en su misma naturaleza, para que puedan cumplir, aunque sea de forma
para establecer dónde comienza la obligación grave. ciega, con las tareas y funciones que a cada uno le tiene encomendadas.
Toda la corriente iusnaturalista posterior, como reacción al nomina- Sería la ley natural, en su sentido analógico, que rige la mecánica del uni-
lismo positivista, estaba plenamente justificada, aunque no fue del todo fe- verso y abarca también, según la definición apuntada con anterioridad, a
cunda. Su intento llegó tal vez demasiado lejos y vino a caer en el extre- aquellas exigencias básicas que la naturaleza enseña a todos los animales.
mo opuesto. Para dar firmeza y consistencia a las normas de conducta, que En el ser humano, por el contrario, el gobierno de Dios se realiza de
serían fluctuables en una óptica voluntarista, se incluyeron en el ámbito de forma mucho más admirable y excelente Como criatura racional, dotada
la ley natural todas las conclusiones que pudieran derivarse de los prime- de libertad responsable, no puede someterse a los simples imperativos de
ros principios. Se quiso construir una ciencia puramente deductiva, a par- una naturaleza ya predeterminada por los mecanismos físicos o biológicos
tir de las exigencias más evidentes y universales. Así se desarrolla una de las leyes que le orientan. La Providencia quiere también dirigirlo, pues
concepción tan extensa de esta ley, que en ella adquieren validez perma- ninguna criatura se escapa a este gobierno universal, pero la manera de lle-
nente una serie de normas éticas, que no debieron absolutizarse, ya que di- varlo a su destino reviste una característica muy singular y llamativa. Por
chas conclusiones resultaban lejanas y sinmayor conexión con los princi- tratarse de seres racionales ha querido convertir a cada uno de ellos en una
pios más fundamentales. Y es que cuando la ley natural pretende extender- providencia pequeña para sí y para los demás. Esta capacidad para gober-

117
116
narse a sí mismo, que participa de la providencia divina o ley eterna, es lo
griega hablaba de una justicia obvia, evidente, natural, en contraposición
que constituye la ley natural en su más auténtico significado. Aquí radica
a las otras obligaciones dimanantes de las leyes civiles. Mientras estas úl-
la idea básica y el punto central de todo su pensamiento.
timas son producto del consentimiento, que hace posible la vida social,
Lo que el ser humano conoce mediante su inteligencia es lo que po- aquélla encuentra su base en la misma naturaleza humana. Por encima de
sibilita y fundamenta la ética natural. La luz de la razón es el instrumento lo legal, existe otra fuerza superior, emanada de los dioses, que puede im-
válido que hace posible semejante conocimiento. Por eso, el principio más poner una conducta contraria. Es más, la ley escrita de la polis exige estar
universal y evidente, del que habrán de deducirse las restantes conclusio- de acuerdo con estos postulados fundamentales de la razón y del sentido
nes, es el de hacer el bien y evitar el mal. Sólo los juicios que gocen de es- común. Se trata de una norma agrapha, cuya obligatoriedad nace no por
ta mayor evidencia deberían ser catalogados como referentes a la ley na- estar reglamentada en algún código, sino por la evidencia de su propia
tural, pues a ellos pertenecen también las propiedades esenciales que la ca- fuerza y valor.
racterizan, como la unidad, la inmutabilidad y la indefectibilidad. A lo mejor sería bueno un cambio de lenguaje y, en vez de hacer re-
Sin embargo, cuando se quería concretar tales principios en otras exi- ferencia a la ley natural, insistir hoy día en los derechos fundamentales de
gencias más determinadas, su pensamiento fue interpretado de forma dis- la persona. Hay un convencimiento generalizado en nuestra sociedad so-
tinta por los comentaristas posteriores. Lo que indica que la dificultad no bre la existencia de ciertos universales éticos, que son ya patrimonio de to-
radica tanto en la existencia de la ley natural, sino en los contenidos parti- dos los pueblos y culturas. Se trataría de esos valores básicos que delimi-
culares que cada autor le atribuye. Las fronteras que delimitan los compor- tan y protegen los intereses de los individuos y de la comunidad frente a
tamientos exigidos por ella y los que nacen de una legislación positiva no cualquier tipo de arbitrariedad y capricho. Cuando la gente protesta o de-
siempre quedaron bien señaladas. A pesar de todo, me parece muy válida manda justicia contra las leyes vigentes, es porque se apoya en un derecho
su intuición, de la que puede deducirse una doble consecuencia. superior, que justifica su queja.
La dificultad mayor sigue siendo la misma: explicitar en concreto
cuáles son esos contenidos básicos y fundamentales. El obstáculo no se
14. Consecuencias actuales de este planteamiento supera por elegir el término de ley natural o seguir hablando de los valo-
res éticos. Tanto en un caso como en otro, lo importante radica en descu-
Frente a la antropología agustiniana, mucho más pesimista y negati- brir qué exigencias son absolutas y cuáles son aquellas que no alcanzan es-
va, al insistir en la impotencia humana o en los límites de la filosofía, la te carácter. Y las diferencias que existan al valorarlas de forma diferente
visión tomista nos abre a un optimismo mayor: la persona, como ser razo- es por la complejidad de tales acciones, que impide una opinión unánime.
nable y libre, se ha hecho un dios pequeño y providente para darle senti- Sobre este problema vamos a reflexionar en los próximos capítulos.
do a su existencia y proyectar su futuro hacia una meta determinada. Esta
capacidad para autogobernarse a través de la razón presenta la imagen de * * *
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1. El descubrimiento de los valores concretos

Hay que reconocer que los valores universales gozan de una eviden-
cia tan grande que nadie puede negarles una firmeza permanente. Todos es-
tamos de acuerdo en que hay que hacer el bien, practicar la justicia, vivir
de acuerdo con la razón, respetar la dignidad de la persona, decir la verdad
o defender la vida humana, pues ningún código ético o civil defiende el
asesinato y el robo, o permite la injusticia y la mentira. Es una defensa de
los bienes y valores fundamentales para el ser humano y para la sociedad
en la que vive. Sin ellos no sería posible la vida social ni la misma civili-
zación, pues sólo imperaría la ley de la fuerza. En este sentido, encierran
un carácter universal, en cuanto constituyen el patrimonio ético de la hu-
manidad, y revisten una dimensión absoluta, pues ofrecen una primera
orientación necesaria y estable para todos los tiempos y circunstancias. Ha-
cer el mal o cometer un crimen es algo que no admite ninguna justificación.
Pero semejantes criterios, por otra parte, resultan completamente
ineficaces para la orientación concreta de la vida. Aunque necesarios co-
mo punto de partida, no son suficientes para dictaminar la moralidad de
una determinada acción. No basta defender la dignidad de la persona, si-
no que hay que examinar qué comportamientos concretos la fomentan o la
degradan. Es más, la proclamación de estos valores más abstractos podrían
convertirse en una cierta alienación o en un tipo de ideología manipulado-
ra, cuando bajo su aparente validez -en nombre de la dignidad, del amor,
de la libertad, del bien común, de la ley natural, etc.- se permiten o con-

120 121
denan conductas que no se derivan de tales presupuestos. En su evidencia darle a conseguir esta finalidad. Las costumbres de los animales, el mun-
primera se incluyen algunos aspectos, introducidos sin duda por otros in- do de los primitivos, las experiencias acumuladas de la historia, la rique-
tereses implícitos. Por eso, lo que es bueno para la persona hay que inten- za de las diferentes culturas y etnologías, los resultados de la técnica y de
tar traducirlo y concretizarlo a los diferentes campos de nuestra actividad. los experimentos, el avance de la medicina en todas sus ramas, los nuevos
Y es que lo que a nivel especulativo parece bastante claro, no se hace tan descubrimientos en cualquier campo del saber, y hasta los errores y equi-
evidente en su aplicación a las realidades concretas. vocaciones cometidas aportarán siempre aspectos interesantes y de gran
La experiencia más vulgar confirma este presupuesto. Cuantos más utilidad. El Vaticano II reconoció de manera explícita la influencia positi-
abstractos y universales son los principios y valores éticos, menos dificul- va y benéfica del progreso científico en la elaboración de la moral.
tad existe en conocerlos y admitirlos, pues se trata de enunciados tan ge- «La experiencia de los siglos pasados, el progreso de las ciencias,
nerales que se descubren por una intuición elemental. Pero cuando se bus- los tesoros escondidos en las diversas formas de cultura, con la que se ma-
ca una encarnación progresiva y cada vez más detallada para deducir có- nifiesta la naturaleza del hombre y abre nuevos caminos para la verdad,
mo el bien, en abstracto, se traduce en una acción determinada, la dificul- aprovecha también a la Iglesia... Para aumentar este intercambio, la Igle-
tad se hace presente de inmediato. Aceptando un mismo valor teórico, co- sia, sobre todo en nuestros tiempos, en que tan rápidamente cambian las
mo el respeto a la vida, unos prohiben la interrupción del embarazo, la pe- cosas y tanto varían los modos de pensar, necesita de un modo particular
na de muerte, o la fecundación artificial, y otros, sin embargo, no se atre- la ayuda de quienes viven en el mundo, conocen sus diversas instituciones
ven a condenarlas por completo.
y disciplinas y asimilan su mentalidad, sean creyentes o no» (Constitución
Lo único que puede orientar con eficacia es el conocimiento concre- Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, n° 44).
to de los valores que humanizan o destruyen a la persona en cualquiera de Y es que sin tener en cuenta las aportaciones que cada una de ellas
sus comportamientos. Habrá que analizar, por tanto, qué sistema económi- presenta y su armonización posterior en una síntesis humanista, global y
co ayuda mejor a las relaciones de justicia entre individuos y comunida- unitaria, no se llegarán a descubrir los auténticos valores para orientar la
des, qué formas de actividad sexual respetan y maduran o son un peligro conducta. Sería ingenuo presentar una ética económica que no tuviese en
para el estancamiento psicológico y la dignidad de la persona, qué límites cuenta la complejidad de este mundo y las reflexiones de los especialistas
se hacen imprescindibles para defender la vida cuando se quiere manipu- en economía. De la misma manera que sería absurdo ofrecer una ética se-
lar o experimentar sobre ella, cuáles son las ventajas e inconvenientes pa- xual que no reflexionara sobre las aportaciones del psicólogo y del médi-
ra una sociedad particular de una legislación tolerante o represiva sobre un co, o que ignorara la contribución de la misma etología. Una parte nota-
punto determinado, qué factores intervienen en la actualidad para permitir ble, por ejemplo, del dinamismo humano es una herencia común con los
la guerra o lanzar una condena sin paliativos. animales y bajo ciertos aspectos, por tanto, existe una determinada progra-
La ética normativa, a este nivel más práctico y concreto, no hace to- mación que no conviene olvidar, a pesar de las radicales diferencias.
davía buena o mala a la persona, pues sólo indica lo que es recto y justo pa- Bajo este aspecto, habría que considerar a la ética como una ciencia
ra su autorrealización. Nadie se hace honrado por reconocer simplemente humilde y sensible, abierta siempre a las enseñanzas y datos que puedan
el derecho de los demás, sino por actuar de acuerdo con las exigencias que entregarle las demás. No es posible mantener determinados principios que
de ahí se derivan, f ibre la valoración de la conducta personal hablaremos un día se adjetivaron como éticos, si los presupuestos científicos en los
en el capítulo siguiente. Ahora se trata de encontrar los caminos para saber que aquéllos se apoyaban han perdido su validez o se demuestran inexac-
los valores que iluminan la rectitud de cualquier comportamiento. tos. Quiero decir que todo aquello que en moral se considera inaceptable
o, desde el punto de vista religioso, se cataloga como pecado no será tam-
poco, en una óptica científica, la mejor manera de realizarse como perso-
2. El diálogo con las ciencias na y la expresión mejor, desde todos los puntos de vistas, de una madura-
ción y equilibrio humano. Cuando santo Tomás reflexiona sobre la ofensa
que el pecado infiere al Creador, lo hace con una visión científica y huma-
Si la moral es el conocimiento que busca la mejor realización del ser nista, pues afirma con una profundidad impresionante que «Dios no se
humano, todas las ciencias, en una proporción diferente según sus propios siente ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro pro-
objetivos, pueden entregar datos de enorme interés al moralista para ayu- pio bien» (Suma contra los gentiles, III, 122.) Y este bien, por supuesto,

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no lo determinan las ciencias, pero tampoco se obtiene al margen de ellas, de la moral. Y es el carácter específico de cada disciplina. Cualquier cien-
pues ni la teología ni la moral poseen el único saber válido sobre la natu- cia, sea la que fuere, se acerca a la realidad humana desde una perspecti-
raleza de la persona. va muy peculiar y limitada. Cada una tiene su ángulo específico de visión,
a través del cual analiza un mismo hecho objetivo, y así, por muy profun-
El diálogo, por tanto, con las ciencias, sobre todo con las más rela-
das y exactas que sean sus conclusiones, no pueden aceptarse como una
cionadas con el ser humano, es una necesidad apremiante de la ética ac-
tual. Tal confrontación posibilita que la lectura de la realidad se haga so- síntesis completa, al desconocer otros aspectos ajenos al campo de su re-
bre una base razonable y que el discurso ético no quede alejado de los da- flexión. Incluso cuando se examina un idéntico problema, el fenómeno es
tos reales y objetivos. En teoría se aceptaba la urgencia de este presupues- matizado de manera diferente, según sea visto por un biólogo, un jurista,
to evidente, pero después, en la práctica, la actitud de recelo y sospecha un sociólogo, un antropólogo, un político, un economista, un psicólogo o
frente a los nuevos avances científicos se ha dado, por desgracia, con al- un historiador. Cada uno se detiene en aquellos aspectos más cercanos a
guna frecuencia, cuando ponían en crisis ciertas enseñanzas tradicionales. su especialidad.
Si la moral pretende ofrecer el mejor camino para la propia autorrea-
lización, no es válido quedarse con las conclusiones científicas, por muy
dignas de consideración que sean, pues ya insistimos en que el valor ético
3. Las limitaciones de los datos científicos
no busca una sola dimensión la persona, sino que reflexiona sobre lo que
es mejor para su totalidad. La eficacia que subraya un policía para averi-
Lo mismo que se ha dicho siempre que no puede darse un auténtico
guar un crimen, el derecho a la información de un periodista para comu-
conflicto entre la fe y la razón, aunque se muevan en planos tan diversos,
nicar un acontecimiento, la tolerancia de un político para mantener un ni-
tampoco debería existir ninguno entre la moral y la ciencia. Toda valora-
vel de convivencia, la frecuencia que detecta un sociólogo en las costum-
ción ética ha de partir, como presupuesto, de una buena base científica,
bres de un pueblo, o la que el etólogo constata en el mundo de los anima-
pues lo contrario supondría la defensa de una actitud infantil o ignorante.
les, son sin duda aspectos valiosos, pero que no sirven por sí mismos pa-
Pero el hecho de insistir en el papel de las ciencias no es para dejar a la
ra valorar la rectitud de una acción. Los métodos más aptos para descubrir
moral en manos del técnico, como si él tuviera que aportar la última pala-
un crimen o para exponer la verdad de un hecho serán muchas veces
bra. También las ciencias tienen sus límites y fronteras, que conviene se- opuestos a las más elementales exigencias de la intimidad personal. La
ñalar para que no se excedan en sus pretensiones. ciencia, en este caso, debe subordinarse también a los derechos primordia-
La primera limitación surge, porque con frecuencia las conclusiones les del individuo.
científicas no llegan a conseguir la suficiente unanimidad para considerar-
las como base segura y con un mínimo de garantía. No todos los proble- Cuando se quiere valorar una conducta no basta, por tanto, constatar
mas están resueltos de forma clara y convincente con los datos actuales de sus efectos benéficos o sus consecuencias perniciosas desde una sola pers-
pectiva. Todo comportamiento, aun el más deshumanizante, encerrará al-
las ciencias, ni son aceptables, por tanto, todas las opiniones, a veces con-
gún efecto positivo, lo mismo que cualquier acción recta podrá causar al-
tradictorios, que pueden darse sobre un mismo tema. Lo que se acepta co-
guna molestia y sufrimiento. Lo importante, para valorar la eticidad de una
mo una buena hipótesis o una respetada opinión es motivo para quedar
conducta, es analizar lo que en conjunto, teniendo en cuenta sus ventajas
abiertos al estudio reflexivo y a la espera de nuevos horizontes éticos, pe-
e inconvenientes, resulta de verdad más benéfico para el bien de la perso-
ro, mientras esas ideas no se confirmen con una mayor seguridad, no pa-
na, los derechos de la sociedad en la que vive y hasta las exigencias de
rece que sean suficientes para la fundamentación de una conducta. La plu-
nuestro habitat. El moralista deberá prestar, por ello, una constante aten-
ralidad existente en torno a tantos problemas impide tomai, a veces, una
ción a los resultados científicos, pero sin olvidar, al mismo tiempo, su ca-
determinada opción, hasta que no se demuestre, al menos, que la nueva
rácter limitado, y dispuesto a impedir cualquier tentativa de absolutizar
teoría ofrece mejores posibilidades que la mantenida con anterioridad. Se-
una visión parcializada del problema.
ría demasiado peligroso dar luz verde y generalizada a una acción por el
simple hecho de que meras hipótesis en estudio pudieran cambiar un día
lo que hasta el momento se considera mejor.
En segundo lugar, no hay que olvidar tampoco un aspecto que impi-
de la identificación de lo científico con la dimensión humana que defien-

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4. La ambigüedad de la técnica cerse debe terminar realizándose, si no queremos llegar, por el camino de
la pura eficacia, a una completa deshumanización: Una ciencia que no
acepte ningún límite ético en sus planteamientos termina por convertirse
El ser humano, como gran artesano de la creación, posee hoy una ca-
pacidad impresionante para configurar e imponer sobre ella su voluntad, en una amenaza para la humanidad.
como si se tratara de un material dúctil y maleable en sus manos. La téc-
nica ha hecho posible que los fenómenos biológicos y naturales no sean ya
los únicos arbitros que determinan muchos de los acontecimientos, princi- 5. La rebelión de los medios
palmente los relacionados con la vida. Lo mismo que la civilización ha
surgido por ese dominio del hombre sobre las fuerzas naturales. Frente a Semejante riesgo no brota de un miedo infundado, sino de las caracte-
un cosmos sagrado e intocable que, durante mucho tiempo, había sido ob- rísticas que reviste nuestra tecnología actual, pues la cultura tecnológica co-
jeto de respeto y contemplación, la naturaleza se fue convirtiendo, poco a mienza a estar regida por la autonomía de un crecimiento ciego, donde el ser
poco, en un inmenso campo de experiencias para obtener de ella una res- humano ha dejado de ser el señor para convertirse en un déspota de la crea-
puesta lo más útil y provechosa posible a nuestros intereses. La historia re- ción. Ahora no hay voluntad de aceptar ninguna frontera, pues cualquier
vela ese progreso continuo de los conocimientos científicos y técnicos, misterio humilla y se considera como un reto a la supremacía humana. To-
que han posibilitado todo el desarrollo actual. Es verdad que la ignorancia do lo que hoy se puede hacer, habrá necesariamente que legitimarlo, ya que
humana es aún impresionante, como un reto que humilla nuestra suprema- la factibilidad se convierte por sí misma en un concepto normativo. La úni-
cía, pero la ciencia prosigue, paso a paso, su camino, como si se sintiera ca limitación aceptable es la simple imposibilidad física, que algún día ter-
profundamente estimulada a la conquista de esas regiones desconocidas. minará por superarse. Como consecuencia de lo anterior, la eficacia y la ren-
Algún día se conseguirá lo que hoy parece imposible. Nadie duda de los tabilidad se han convertido en los valores supremos y más importantes. Si
beneficios incalculables que todo ello ha supuesto para la humanidad, y toda acción está dirigida a conseguir un conocimiento mayor de la realidad,
•hay motivos sobrados de esperanza, con el horizonte que se nos abre ha- la búsqueda cada vez más perfeccionada de los medios, para alcanzar ese
cia el futuro, para encontrar soluciones a muchos de los problemas que nos objetivo, termina por imponerse como el único criterio de orientación. Ya no
angustian y amenazan. Sería asombroso si pudiéramos contemplar, con son los fines los que determinan los medios, sino que los medios técnicos
una visión de conjunto, la lucha entablada ahora, en todos los campos de deciden y justifican por sí mismos. Se ha perdido la teleología del progreso
la investigación, para conseguir esas victorias parciales, después de tantos para caer en lo que algunos autores han denominado la rebelión de los me-
trabajos, luchas y esfuerzos. dios, que termina ahogando la dimensión humana del desarrollo científico.
Sin embargo, semejante optimismo, plenamente justificado, no está Las cosas no se realizan ya porque sean positivas y benéficas para el
exento de peligros y ambigüedades. La preocupación tiene raíces profunda- hombre, sino porque son posibles y nada debe impedir un nuevo avance o
mente humanas, porque si la historia y el sentido común han dado su apro- descubrimiento. Todo está orientado hacia esa meta, pues lógicamente las
bación a la técnica -a la que no es posible eliminar por los beneficios que ha nuevas técnicas y la mejora de los instrumentos facilita ese autocrecimien-
supuesto y producirá para el bienestar y desarrollo humano-, existe también to constante. Se valora el cambio, porque se valora el progreso, aunque a
el miedo de que semejante bendición pudiera convertirse en algo maldito. veces se ignora para qué lo queremos, cuáles serán sus consecuencias y
La civilización ha sido, en gran parte, producto de la técnica, pero la qué coste de humanismo habrá que pagar para obtenerlo. La ética es un
técnica, como apuntaba Ortega y Gasset, es una manipulación de la natu- elemento extraño y ajeno al mundo de la técnica, del que tiene que pres-
raleza para dominar sus mecanismos y ponerlos al servicio de la persona. cindir por completo para no entorpecer su avance. Una especie de maquia-
Un fenómeno de signo contrario al que se realiza en la adaptación de las velismo por el que todo se considera útil y aceptable en función exclusiva
especies al medio ambiente, pues no es el ser humano el que se somete, si- de la eficacia. Todo esto conduce de manera irremediable hacia una sepa-
ración absoluta entre técnica y moral, a un divorcio entre las exigencias
no el que impone una reforma a la fuerza de la naturaleza para adaptarla a
irreconciliables de los científicos puros y las de los humanistas. Por eso,
sus propios proyectos. Hoy somos conscientes, mucho mejor que en épo-
son bastantes los autores que insisten en la urgencia de una ética de frenos
cas pasadas, de los riesgos y peligros que se encierran en un poder desor-
voluntarios, de contención, de límites indispensables para evitar que el pa-
bitado. La ecología no es nada más que un ejemplo que confirma la ambi-
raíso de la técnica se convierta en una caja de sorpresas desagradables.
güedad del progreso ilimitado. Esto indica que no todo lo que puede ha-

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6. Recuperar la dimensión ideológica 7. Replanteamientos de los problemas éticos

Y el primer paso para una humanización de la ciencia consiste en re- Por este influjo que los datos científicos tienen en el planteamiento
cuperar de nuevo la dimensión teleológica; es decir, cuál es la finalidad que de los problemas morales, no resulta extraño que, con el avance y los nue-
buscamos por encima de todo, porque lo importante no es avanzar cada vez vos descubrimientos en el campo de las ciencias, haya que replantearse las
más, sino tener en cuenta hacia dónde se dirigen esos conocimientos, qué soluciones aceptadas con anterioridad o darles una interpretación diferen-
metas se pretenden, cuáles son sus efectos y consecuencias. El sentido co- te para integrar las nuevas posibilidades. Los ejemplos han sido numero-
mún más elemental y espontáneo exige que la meta última -la que debe sos a lo largo de la historia. Baste recordar, como pequeñas manifestacio-
buscarse en cualquier progreso científico- sea el mayor bien y perfecciona- nes que, al comprender el valor económico del dinero, se solucionó el pro-
miento del ser humano en su aspecto personal, comunitario y del mundo en blema grandemente debatido sobre el préstamo a interés, condenado du-
el que vive. Todo avance, en esa conquista larga y dolorosa de la ciencia, rante mucho tiempo por la Iglesia como un pecado de usura. O la posibi-
pierde por completo su sentido humano, cuando se convierte, por sí mismo lidad más reciente de los trasplantes orgánicos de riñon entre personas vi-
o por sus consecuencias, en un obstáculo para cumplir con ese servicio. Se- vas, que motivó una interpretación más personalista del principio de tota-
ría absurdo abrir caminos y continuar su recorrido, cuando no sabemos ha- lidad, cuya formulación clásica los impedía como si se tratara simplemen-
cia dónde vamos e ignoramos los peligros que comportan. te de una mutilación.
En función de esta meta humanizante, habría que entablar una lucha Los principios éticos, como traducción de los valores generales, se
para aplastar la rebelión de los medios y obligarles de nuevo a reconocer elaboraron para dar soluciones a los casos concretos que se presentaban.
una doble dependencia. La primera, que su función consiste en orientarse Muchos de ellos conservan su vigencia orientadora, pues mantienen su va-
hacia ese objetivo humanista y que, cuando lo ignoran o se autoindepen- lidez en las nuevas situaciones. Pero otras veces las nuevas posibilidades
dizan, destruyen su valor y sentido, pues será siempre la humanidad quien descubiertas por las ciencias, nos hacen descubrir los límites e imperfeccio-
acabe perdiendo. Y en segundo lugar que para obtener una finalidad, por nes de su enunciado anterior, incapaz de tener en cuenta las circunstancias
muy digna y loable que sea, tampoco resultan aceptables aquellos méto- actuales en las que deberían aplicarse. Las deficiencias que pudieran ence-
dos que no respetan la misma dignidad de la persona. Lo que en un prin- rrar no se deben a la falsedad del valor que defienden, sino a una formula-
cipio se podría justificar como un signo de progreso y una conquista de la ción menos correcta, realizada en otras circunstancias diferentes. Si la mo-
ciencia, se despoja de su contenido humano desde el momento en que los ral ilumina de ordinario a la situación, también ésta en ocasiones ayuda al
medios mismos suponen un atentado contra la persona. perfeccionamiento de los criterios éticos, cuando revela algunos aspectos
La superación requiere, por ello, un convencimiento explícito de que que todavía, por la falta de conocimientos adecuados, no se habían podido
la ciencia tiene también sus límites, no sólo porque devora y destruye al tener en cuenta. Cualquier valor ético necesita como presupuesto una bue-
ser humano cuando se utiliza sin ninguna finalidad, sino porque ella nun- na base científica. De ordinario, los nuevos datos aportados no eliminan su
ca podrá tampoco satisfacer a sus necesidades y aspiraciones más profun- vigencia y validez, sino que matizan con mayor exactitud sus exigencias.
das. No basta el repudio estéril. Es necesario, sobre todo, el humilde reco- La existencia de técnicas modernas en el campo de la medicina, por
nocimiento de su limitada validez para no otorgarle ese carácter absoluto ejemplo, que pueden ser aplicadas a cualquier ciudadano para curar una
y casi sagrado. Decir que no cuando se traspasa esa frontera, es apostar por patología, ha hecho inútil, por desfasada, la división tradicional entre me-
un futuro mejor y por una mejora del vivir humano. Humanizar la ciencia dios ordinarios, que han de aplicarse a todos los enfermos, y los medios
supone la renuncia de aquellas posibilidades que, aunque sirvieran para un extraordinarios, cuya utilización no se impone como obligatoria. El mayor
cierto progreso, no se podrían adjetivar como humanas. bien del individuo, que se intentaba salvaguardar con esos principios, ana-
lizando las ventajas e inconvenientes de un recurso terapéutico, hoy se cla-
rifica mejor hablando de remedios proporcionados y desproporcionados.
La lucha por la vida, que antes no creaba ningún problema con las técni-
cas existentes, se puede prolongar de una manera tan artificial e insensata
que hoy se plantea el derecho del enfermo a morir con dignidad, como una
exigencia ética ineludible.

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tampoco podemos prescindir a la ligera de unos valores, tejidos con la ex-
8. La ética de la experimentación: su carácter provisional
periencia de la tradición, cabria pensar en la validez de una moral de lo
provisorio. No para negar la urgencia de unos criterios éticos, cuando son
Este progreso científico no es posible sino a través de la experimen- definitivos y absolutos, sino para estar abiertos, por una parte, a los des-
tación en todas sus formas, de la apertura hacia nuevos horizontes desco- cubrimientos de una verdadera ciencia humana, y no caer tampoco, por
nocidos e inexplorados, como una de las propiedades esenciales de la otra, en un amoralismo completo. Lo que no se debe aprobar de inmedia-
ciencia moderna. El avance comporta siempre algún riesgo, al caminar por to, por la incertidumbre e inseguridad de sus conclusiones, a lo mejor tam-
un terreno desconocido, sin saber aún con certeza cuáles serán sus conse- poco debería excluirse enseguida hasta no poseer una experiencia mayor.
cuencias benéficas o negativas. Si se experimenta es precisamente porque La luz intermitente que aconseja la prudencia hasta un esclarecimiento
se ignoran los resultados y se desea conocerlos para el bien de la persona. posterior sena una postura sensata y equilibrada. El que quiera ahorrarse
La búsqueda de estos conocimientos, sin embargo, podría tropezar con este esfuerzo, con las dificultades, vacilaciones y oscuridades que encie-
una dificultad grave: que la ética se convierta en un obstáculo para el mis- rra, pensará que nunca llegó a equivocarse, pero la verdad se le irá hacien-
mo progreso, al condenar de inmediato cualquier investigación que no tu- do cada vez más lejana y escondida. La moral se convertiría entonces en
viese en cuenta las normas de su enseñanza anterior. Ahora bien, cuando una fuerza paralizante contra el dinamismo creador de la vida.
se intenta abrir nuevos caminos, es posible que algunas normas orientado-
ras no sean ya suficientes y adecuadas para iluminar, como decíamos an-
tes, la nueva situación de cara al futuro. El conflicto surge, entonces, en-
tre la fidelidad a un valor, tal y como se había presentado en la tradición, 9. La cultura como fenómeno condicionante de la moral
y la fidelidad a una nueva verdad que está naciendo. Es la tensión que bro-
ta, sobre todo en sus comienzos, cuando la vida presenta posibilidades que Es una ilusión falsa y demasiado ingenua creer que el conocimiento
no estaban aceptadas por la moral. de la realidad se efectúa desnudos de cualquier condicionante previo. Ja-
Una gran parte de las leyes y normas generales tienen una funda- más nos acercamos a ella de forma aséptica, en una actitud de despojo ab-
mentación ideológica. Es decir, no se deducen siempre de un principio su- soluto, para atenerse simplemente a los puros datos objetivos. Semejante
perior en el cual, de alguna manera, se contenga, sino que se imponen des- visión implicaría una metafísica mecanicista, que intenta explicar el fenó-
pués de haber analizado las consecuencias y efectos que producen, para meno humano olvidando justamente su dimensión más personal. Lo real
valorar, entonces, qué tipo de acción resulta más positiva para el hombre. no es la materia fría y descarnada de los elementos naturales, sino ese otro
La traducción de los grandes principios universales y absolutos requiere mundo que el individuo aporta para darle una lectura más completa y tras-
una confrontación con la realidad para deducir de ella lo que parece más cendente, desde esa óptica que condiciona su visión. La importancia de es-
ético y humanizante. Una ley o valor surge cuando la experiencia ha de- te influjo se constata en otras múltiples experiencias más pequeñas, que
mostrado que la conducta contraria atenta, de una u otra forma, contra el indican los condicionamientos humanos para cualquier valoración. Todos
bien de la persona y de la sociedad. No son obligaciones tan evidentes que sabemos lo que un simple cambio de humor provoca para analizar una
se captan por una intuición o sentido común, sino que se constatan a tra- misma realidad, que se contempla con pesimismo o esperanza, sin ningún
vés de la vida. otro cambio que el de nuestro mundo interior. Lo mismo acontece cuando
observamos desde nuestra situación actual ideas, acontecimientos, escritos
De ahí que la tradición, en su sentido más auténtico, encierra un pa-
o reacciones que se tuvieron en el pasado y que ahora se ven con matices
trimonio ético de enorme importancia. Son siglos de historia que transmi-
diferentes. O la incapacidad para comprender el arte, las costumbres y las
ten una experiencia para no partir nunca de cero, y que sería absurdo olvi-
expresiones populares de un determinado pueblo o región. La causa de
dar para comenzar siempre de nuevo. Ese patrimonio, sin embargo, tam-
esas visiones diferentes no se encuentra en el hecho real, sino en el ángu-
bién aumenta y se enriquece con otras aportaciones modernas. Sin renegar
lo específico desde el que se observa y contempla.
de lo anterior, hay que estar abierto a lo moderno. Y ello comporta un
equilibrio difícil entre lo que ya estaba dicho y lo que aún queda por de- Atenerse a la realidad no significa, pues, someterse a los datos apa-
cir, para ver si lo antiguo aún tiene vigencia o necesita una reformulación. rentes que se nos ofrecen, sino a ese nuevo modo de existir que se añade
Precisamente porque estas posibilidades modernas van siendo cada con la cultura. Cuando se la intenta conocer y valorar, el encuentro se rea-
vez más frecuentes, al ritmo que avanza hoy el progreso técnico, y porque liza ya desde una óptica cultural, que selecciona, modela e ilumina con sus

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propios matices el entorno que le rodea. Ser objetivos -una preocupado culo entretenido. De ahí, las frecuentes injusticias e incomprensiones que
en la que se ha insistido siempre con tanta fuerza- no consiste en abarca se cometen al juzgar los comportamientos de otras épocas o de otros pue-
la simple materia, como algo ajeno e independiente del sujeto, sino a ese blos desde la situación en que uno se encuentra. Mientras no se compren-
nuevo mundo significativo que nace de una naturaleza transformada y en- da y se ame el entorno cultural y el significado de sus manifestaciones que
riquecida por la cultura. Y esta realidad cultural, tan constatable como escapan a cualquier otra mentalidad, se hace muy difícil hacer una valora-
aquélla, es la única que da sentido a la vida y responde a nuestras exigen- ción adecuada. Es el presupuesto indispensable para un análisis ético, que
cias más específicas y fundamentales. no siempre se tiene en cuenta cuando se critican o condenan otras conduc-
tas. Todo lo que hoy nos parece anacrónico y desfasado tuvo también una
explicación razonable en otro contexto diferente.
10. Influjo espontáneo e inconsciente de los datos culturales

Nadie inventa la moral ni se enfrenta con estos problemas sin un ba- 11. La primacía de ciertos valores en los diversos modelos culturales
gaje que le impide partir de cero. Desde el comienzo de la existencia con-
tamos con la educación -con una concreta educación- que se determina, La existencia de distintas culturas, esparcidas por el tiempo y la geo-
sobre todo, por el clima familiar en que se efectúa, condicionado, a su vez, grafía, es un hecho tan evidente que no necesita de ninguna justificación.
por el ambiente cultural en que se vive. Sin ella ya dijimos que no es po- Y esto explica, por tanto, la diversidad y pluralismo de los valores mora-
sible el conocimiento y la sensibilidad para captar los valores. Lo que se les. Es imposible defender, fuera de los criterios más universales y eviden-
enseña en este campo se acepta como lo más lógico, natural y evidente. tes, que son ya patrimonio de la humanidad, un contenido ético que resul-
Aunque más adelante se rechacen algunos valores, para afirmar la propia te válido para todas las épocas y pueblos. Incluso dentro de un mismo ám-
identidad, la cultura transmitida se integra dentro de nuestros esquemas y bito cultural, como el de occidente y el de la misma Iglesia, se dan cam-
'configura de forma espontánea y hasta inconsciente nuestra visión de la bios que repercuten en la formulación de la ética concreta.
realidad. Incluso cuando nos enfrentamos a un idéntico hecho, como la Durante muchos siglos se aceptó con naturalidad el fenómeno de la
existencia de Dios, la fe del medievo, aunque sea fundamentalmente la esclavitud y casi nadie se escandalizaba de que la inquisición condenase
misma, no aparece igual a la de una sociedad tecnificada, ni el catolicis- en la hoguera a los herejes.
mo europeo podrá ser en todo comparable con el del pueblo africano. De
Lo más característico de toda cultura es el ensamble y armonía exis-
igual manera que el artista, el filósofo, el monje, el aldeano o el poeta tie-
tente entre todos los elementos que la componen, lo que hace muy difícil
nen su forma peculiar de relacionarse con Dios.
el trasvase aislado de alguno y su posterior integración en otro conjunto
La valoración ética tampoco se escapa por completo a estos factores diferente, como el cuerpo extraño que es rechazado por el organismo. Pa-
históricos y culturales, máxime cuando su influencia se produce de mane- ra que se dé una evolución, basta otorgarle la primacía a uno de esos ele-
ra desconocida, pues no existen en ese contexto aislado y diferente otros mentos que ha de condicionar un inevitable reajuste de todos los restantes.
puntos de referencia que ayuden a relativizar nuestro ángulo de visión. A En función de ese valor prioritario, los esquemas de conducta sufren los
ningún niño, que nazca en una familia hindú, le resultará absurdo venerar consiguientes desplazamientos, y el nuevo modelo influirá en la elección
a las vacas como sagradas. Lo que vemos y juzgamos en ese momento es de las normas para realizarlo.
lo que creemos, naturalmente, que responde a la verdad, lo que nos pare- En el ámbito individual, el temperamento de cada uno, modelado por
ce más lógico y coherente. Incluso cuando echamos la mirada sobre otros la educación, ayuda o dificulta a la captación de ciertos valores. Todos co-
modos de conducta, aunque sean los de un pueblo cercano y conocido, nocemos personas insensibles, por ejemplo, a la veracidad o al respeto de
nuestra reflexión se hace difícil y parcializada, porque a ellos nos acerca- las intimidades ajenas, pero acérrimos defensores de la justicia y del tra-
mos desde nuestras propias categorías, ignorando los significados y las ra- bajo. Sin negar la posible responsabilidad en sus decisiones, en cada indi-
zones más profundas que en ellos se encierran. Por eso cuesta comprender viduo existe una mayor o menor facilidad para sentirse afectado por la lla-
y, aún más, estimar la música, los bailes o las costumbres de una cultura mada de uno u otro valor. El mismo fenómeno ocurre en la sociedad, don-
desconocida, aunque se contemple como un hecho curioso o un espectá- de se ha dado más prevalencia a ciertos aspectos morales en una época,

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mientras que en otra posterior han surgido con más fuerza otros diferen- 12. El desarrollo evolutivo de la moral
tes. De ahí la licitud de conductas aceptadas por nuestros antepasados, y
que hoy nos resultan intolerables; o, por el contrario, que haya habido Todo esto indica que la ética normativa, como conjunto de valores,
comportamientos condenados en la tradición anterior que hoy se defien- no ha quedado configurada de manera definitiva y para siempre, sino que
den como auténticos derechos humanos. está sometida también a un proceso evolutivo. No en el sentido de un cam-
La historia está llena de ejemplos. Si el peor enemigo de la convi- bio constante, como si fuera una veleta en manos del viento que sople, si-
vencia y de la paz entre los ciudadanos, en una determinada sociedad, no no como actitud de búsqueda permanente para responder en cada situa-
es el invasor y el asesino, que podrá destruir la autonomía y vida de sus ción, de la forma más humana y evangélica, a los problemas que se pre-
habitantes, sino el defensor de falsas ideas religiosas que desintegra la co- sentan. Basta recorrer un poco la historia para constatar los cambios que
munión e identidad de ese pueblo, se hace explicable la quema de herejes se han ido efectuando en las diferentes épocas.
por la misma razón que todavía se mata en la guerra o se impone la pena Esta evolución histórica tiene que provocar necesariamente momen-
de muerte a los criminales. En ambos casos, el hecho de quitar la vida que- tos de crisis y vacilación, pues todo cambio rompe la estabilidad consegui-
daría justificado por una justa defensa frente al agresor. Pero si se acepta, da y supone un desajuste entre lo nuevo y la norma aceptada con anterio-
en un momento cultural diferente, que el valor más importante es el res- ridad. Y en un momento de crisis no se tiene siempre a mano la respuesta
peto sincero a la conciencia personal de cada uno, donde se toman las adecuada a la nueva situación. El Vaticano II no tuvo inconveniente en re-
grandes decisiones éticas o religiosas, entonces habrá que reconocer el de- conocer esta dificultad: «Las instituciones, las leyes, los modos de pensar
recho a la libertad «fundado en la dignidad misma de la persona humana, y sentir, heredados del pasado, no siempre parecen adaptarse bien al actual
tal como se conoce por la palabra de Dios revelada y por la misma razón estado de cosas; de ahí una grave perturbación en el comportamiento y aun
natural», como la defendió el Vaticano II (Dignidad humana, 2). en las mismas normas reguladoras de éste» (Constitución Pastoral de la
Si de forma espontánea se admite que una persona pueda nacer lo Iglesia en el mundo moderno, n° 7).
mismo hombre que mujer, blanco o negro, libre o esclavo, parecerá lógi- Esto origina una sensación de inseguridad molesta, que sólo el tiem-
ca la esclavitud, como sucedió en los primeros tiempos del cristianismo, a po y la reflexión podrán ir superando con lentitud. Es el riesgo inherente
pesar de la dignidad e igualdad de todos ante Dios, como proclamaba la a toda aventura humana cuya solución definitiva no es posible siempre es-
revelación. Escandalizarse de que san Pablo no haya luchado contra ella, clarecer de inmediato. Por ello no es fácil conservar el equilibrio entre una
supone sólo un desconocimiento de su situación cultural. Como nos pare- doble tentación, que puede darse con facilidad: la de mantenerse inmóvil
ce hoy incomprensible que se permitiera la castración de los niños canto- y anclado en la tradición, o la de sentirse de inmediato atraído por la no-
res o se consintiera la tortura para asegurar las pruebas ante los tribunales. vedad de lo inédito. Ninguna de las dos posturas resulta convincente, ya
Aquí habría que reflexionar también sobre todo el mundo de prejuicios co- que una busca eliminar el progreso para defenderse del miedo al cambio,
lectivos, conscientes e inconscientes, que fundamentan ciertos privilegios y con la otra se cae en una especie de relativismo radical, donde todo es
o injusticias que de ellos dimanan, sin que provoquen ningún tipo de reac- provisorio y sin ninguna consistencia.
ción mientras no se hayan desenmascarado. La superioridad del hombre La primera reflejaría una creencia ingenua de que la verdad ha sido
sobre la mujer, del blanco sobre el negro, del capital sobre el trabajo, del ya descubierta por completo, sin otra posibilidad que repetir lo mismo de
rico sobre el pobre se siguen viviendo muchas veces como postulados que manera continua. Cualquier nuevo planteamiento habría que examinarlo a
no necesitan demostración, y que son causa de tantas desigualdades. la luz de los principios anteriores para poder admitirlo, si se ajusta a ellos,
Aquí también, como afirmábamos con anterioridad a propósito de las o rechazarlo, si no responde a estos esquemas de conducta. La moral se-
ciencias, la ética tiene derecho a criticaí cualquier tipo de cultura que no na, entonces, una ciencia estática, anodina, incapaz de responder a los in-
ayuda a la humanización del individuo y de la sociedad, sino que dificulta terrogantes que se presentan en cada momento histórico, pues la solución
precisamente la consecución de semejante objetivo. Lo difícil, en estos ca- ya ha sido buscada con anterioridad. Más aún, llegaría a convertirse en una
sos, es tener la libertad y la perspectiva necesaria para alejarse de ese am- fuerza opresora para impedir cualquier evolución, como a veces lo ha si-
biente que nos invade, y descubrir desde fuera otras alternativas mejores. do, y defender otras seguridades e intereses, que con frecuencia se escon-
den en algunas actitudes inmovilistas y radicalmente conservadoras.

135
134
La evolución es un proceso que se realiza con frecuencia a través de
Si quisiéramos mantenernos siempre fieles a las normas de conducta
los hechos consumados y de la praxis sociológica. Todos están de acuer-
tradicionales, toda nueva experiencia quedaría condenada desde sus co- do en que la sociología no tiene ninguna fuerza normativa, pues sólo cons-
mienzos. Aquéllas nacieron para iluminar situaciones anteriores, pero es tata la realidad, al margen de los valores que en ella se encierran. Ni el
posible que más adelante resulten insuficientes para la orientación de las bien, por supuesto, pierde su carácter universal y obligatorio porque la ma-
nuevas posibilidades. La fidelidad a unas normas de conducta, que surgie- yoría de las personas no quieran vivirlo. Sin embargo, ayuda a revelar la
ron como consecuencia de la cultura y de los conocimientos científicos de existencia de otras convicciones y motivos más ocultos, que explican los
aquel momento, llegaría a convertirse en una negativa de progreso. Y es cambios de conducta efectuados o los que pudieran realizarse en un futu-
que no podemos olvidar, aunque para algunos sea una afirmación intolera- ro cercano.
ble, que si nos hubiéramos atenido siempre nada más que a lo que estaba
Es verdad que la masa resulta con frecuencia manipulada por unos
mandado o permitido, el avance apenas hubiera sido factible. Hay fidelida-
esquemas de comportamiento impuestos por la presión social, entre otras
des que no nacen por conservar un valor para defenderlo contra el desgas-
razones, porque existe un temor escondido y muy grande a sentirse recha-
te del tiempo, sino por la inercia de una costumbre que ya no tiene sentido, zado del grupo y del ambiente que nos rodea, y aparecer como extraño y
o por la obstinación narcisista y cómoda del que prefiere la rutina, sin atre- marginado. Es verdad también que la dinámica de una multitud no respon-
verse a recrear el pasado. Pero el peligro contrario es también una realidad. de siempre a exigencias verdaderamente humanas, sino a otros intereses,
La riqueza histórica y el patrimonio cultural de las generaciones anteriores en ocasiones no confesados, del egoísmo personal y comunitario. Ni es di-
no se pueden sacrificar en aras de cualquier novedad. Nadie debe renegar fícil dirigirla en una dirección, con las técnicas adecuadas, según el deseo
tampoco de un pasado, henchido de experiencias, que le ayudan a prose- de unos cuantos dirigentes, aunque a eso se le llame después votación de-
guir su camino con menor esfuerzo y con mayores posibilidades de éxito. mocrática. Pero creer que la praxis sólo se explica por el engaño, la per-
Sería un signo también de ingenua inmadurez identificar el cambio necesa- versión, la fragilidad o el pecado es adoptar una postura demasiado cómo-
rio, para vivir al ritmo de los tiempos, con un pleno y absoluto relativismo, da, que evita el trabajo de un replanteamiento y la urgencia de una refle-
como si los descubrimientos y esfuerzos de nuestros antepasados hubieran xión para descubrir si constituye un proceso benéfico y positivo o el cami-
sido totalmente falsos y en nada pudieran ayudarnos. no iniciado resulta peligroso.
Si los hechos por sí mismos no tienen fuerza moral para imponer una
conducta determinada, como si fuese la moda del momento, sí pueden en-
13. La racionalidad oculta de los hechos consumados frentarnos con una realidad oculta, que justificaría un re-conocimiento
más a fondo de los datos anteriores. Por debajo de un comportamiento que
No supone ningún descrédito para la autoridad el reconocer que su se extiende de forma progresiva y empieza a considerarse como válido y
carisma y función no se centra precisamente en ser agente de cambio, si- aceptahle, es posible constatar la existencia de auténticos valores norma-
no en mantener la armonía, cohesión y unidad del grupo para evitar el pe- tivos que no han llegado a explicitarse aún con claridad y que se revelan
ligro de la desintegración. Los nuevos caminos y posibilidades que se vis- como más justos y buenos que las antiguas normas. Lo importante no es
lumbran en el horizonte se originan de ordinario entre los que no tienen la pura facticidad, sino el dinamismo interno y razonable que los impulsa.
nada que perder, pues los que detentan la responsabilidad se encuentran Lo que al comienzo se considera como un gesto de indisciplina o desobe-
condicionados por múltiples factores. Su mirada estará puesta sobre el diencia, como una conducta propia de personas rebeldes o inobservantes,
bien de sus subordinados, pero no deja de mirar también hacia los que des- termina por imponerse más tarde como algo normal y confirmado por la
de arriba vigilan su forma de actuar. El responsable ha de ofrecer garan- misma autoridad. Tendríamos que cerrar mucho los ojos para no ver que
tías de que realizará su función de acuerdo con las orientaciones dadas por por este camino se han realizado, en la sociedad civil y eclesiástica, mu-
el que ha puesto en él su confianza. Sabe que,para permanecer en su pues- chos de los progresos históricos.
to, se le pide una absoluta fidelidad. No es difícil descubrir esa evolución
en personas que, desde un talante abierto y conciliador, se han ido cerran-
do en sus ideas y planteamientos ante las presiones recibidas que terminan
por interiorizarse, aunque a nadie le guste reconocer este influjo y se en-
cubra con otras justificaciones más aparentesque objetivas.
137
136
14. El valor benéfico de ciertas transgresiones sus esquemas, más tradicionales y seguros, si no se siente presionado por
otras iniciativas diferentes. Quien vea en esta líneas un elogio incondicio-
De ahí la lógica tensión entre la autoridad, que busca conservar la nado a la desobediencia es porque añade algo más a lo que está dicho.
unión e intenta defenderla con la docilidad y obediencia, y la nueva fuer- También la autoridad se equivoca y cuando el subdito expone, demanda,
za que se despierta y que todavía no se puede fundamentar con una lógica critica y se rebela no está siempre impulsado por el mal espíritu. Lo difí-
exacta. Aquélla tiende a desprestigiar, como pecadores y rebeldes, a los cil en esos momentos es discernir quién se acerca más a la verdad, quién
que buscan un futuro que intuyen como mejor, para evitar su influencia y la busca con mayor ahínco, dispuesto a jugarse todo por defenderla. Si el
el peligro de contagio a los demás, pues mientras la transgresión produce cambio y la evolución son necesarios, para no caer en una esclerosis la-
sentimientos de culpabilidad y arrepentimiento se confirma el valor de la mentable, habría que mantener esperanza de que no falten nunca los cris-
ley y de la costumbre, pero, en la medida en que en estos sentimientos dis- tianos incómodos, los insatisfechos que no pierden la ilusión de buscar
minuyen, se facilita su posterior incumplimiento. nuevos horizontes, a pesar de los recelos provocados.
Muchos santos y todos los revolucionarios fueron molestos, sospe-
chosos y criticados por las autoridades competentes, ya que resultaban pe-
ligrosos para los esquemas teológicos, culturales o políticos del momento. 15. El miedo psicológico al cambio
Con el paso del tiempo y la valoración histórica sólo nos queda ahora la
cosecha de aquella siembra que agradecemos, pero dejamos en el olvido La resistencia al cambio tiene, además, otras raíces psicológicas.
el dolor, los conflictos y el esfuerzo que supuso, cuando fueron condena- Cualquier tipo de evolución provoca siempre un sentimiento de inseguri-
dos como traidores, iluminados, locos o equivocados. La visión, que ellos dad, pues constituye una pequeña amenaza al orden establecido. Como la
ofrecían, resultaba aún demasiado nebulosa e incierta como para dejarse sociedad, el individuo busca su propia permanencia, que sólo consigue
iluminar por ella. Y el remedio más eficaz, para evitar cualquier renova- cuando logra una síntesis, a veces después de muchos esfuerzos y traba-
ción, ha sido siempre el desprestigio y la condena de los que vislumbra- jos, que responda a las amenazas e incertidumbres ambientales, y reasegu-
ban nuevas posibilidades. re a todos los miembros del grupo. De ahí la tentación de absolutizar lo
Como, además, muchas transgresiones terminan en el fracaso y re- que ya hemos alcanzado y la reacción espontánea de intolerancia, como un
sultan estériles, su recuerdo se utiliza como argumento para legitimar la mecanismo de defensa contra todo aquello que por su novedad pudiera
normativa vigente e impedir que otros se dirijan hacia nuevos caminos. Lo romper el equilibrio personal y comunitario.
que no se dice es que, en otras muchas ocasiones, también resultaron po- En el momento en que un cambio cultural, sobre todo si es rápido,
sitivas y sirvieron como punto de arranque para los cambios posteriores. pone en crisis los valores tradicionales, aparece una sensación de vacío y
Entonces, cuando la autoridad los confirma e, incluso, cuando recompen- soledad, como si tuviéramos que enfrentarnos con una pequeña experien-
sa y alaba más adelante a los que censuró coi anterioridad, los más tran- cia de muerte. Es una situación que puede arrebatar algo que resultaba va-
quilos y observantes caminan ya con buena conciencia por senderos que lioso y querido, aquello con lo que existía una fuerte identificación. La
otros abrieron con una desobediencia fecunda y dolorosa.
ideología representa, en este caso, el papel de una buena madre que ase-
Son momentos en los que no es fácil discernir qué será lo mejor. La gura y defiende, y de la que no quisiéramos prescindir, para no sentirnos
autoridad tiene la obligación de defender el patrimonio recibido de la histo- demasiado huérfanos y abandonados. Cualquier cosa que atente contra su
ria y evitar que la evolución se convierta en un desastre, pero su celo debe- permanencia origina una agresividad profunda y un nuevo intento de jus-
ría también mantenerse dentro de unos límites razonables, pues algunos tificación, para convencerse de que lo nuevo es siempre lo malo, lo heré-
cambios merecerán una seria reflexión. La defensa de la veidad conocida es tico, lo injustificable.
una responsabilidad grande y de todos, pero también existe un espíritu men- Y es que la posibilidad de cambio no puede darse mientras no se re-
tiroso que se cierra y rechaza a la verdad que aún nos queda por conocer. conozca la propia mortalidad, mientras no haya un enfrentamiento lúcido
Es evidente, por tanto, que si la única respuesta hubiera sido la do- con lo que aparece como peligroso y destructor. Este miedo a morir es la
cilidad sumisa, el avance histories no hubiera sido posible, porque parece angustia por la pérdida de lo que se consideraba como más definitivo y por
ingenuo esperar que el poder, por su propia dinámica, busque modificar el abandono de lo que se había defendido con ilusión y cariño. El apego a

138 l.V)
lo conocido se hace mucho menos doloroso que la entrega a un futuro algo cas y culturales de cada época o pueblo. Si esta expresión nos parece ya
incierto y que todavía se desconoce. En todo proceso evolutivo hay que inaceptable, tal vez siga teniendo vigencia el valor que con ella se quería
aceptar, pues, la posibilidad de un duelo: la muerte de algún ideal con el defender.
que se estaba identificado, pero que en este caso no coincide con la verdad. Lo que es bueno para el ser humano, como hemos dicho, sólo puede
Solo cuando alguien se reconcilia con su propia finitud, queda uno abierto deducirse de los datos que en cada momento la humanidad posea y de la
al enriquecimiento del cambio. En el fondo de todo inmovilismo suele es- óptica con la qu los examina. Por eso, muchas soluciones éticas eran per-
tar latente el temor a un despojo que exige cualquier tipo de conversión. fectamente lógicas y explicables para un determinado contexto, aunque
después hayan quedado superadas en otro diferente. Si conociéramos to-
das las circunstancias que motivaron una normativa concreta, se compren-
16. Para superar la incertidumbre e inseguridad dería muy bien por qué se aceptó una determinada conducta. Esta consti-
tuía, sin duda, la mejor respuesta en aquella situación histórica, pero si la
Aceptar esta dimensión evolutiva que las ciencias, la cultura y la his- ética ha de conducir la vida humana, habría que preguntarse de nuevo si
toria introducen en la moral, no supone caer en un escepticismo relativis- continúa siendo la más adecuada para las circunstancias actuales. Al fin y
ta, ni fomentar un clima de constante angustia, como si nada tuviese vali- al cabo, lo que antes, como ahora, se pretendía era actuar de la forma más
dez ética o no existiese ninguna base estable para fundamentar nuestra recta y justa posible.
conducta. Sin negar los momentos de tensión, de duda, de oscuridad, in- De ahí la imposibilidad de juzgar otras conductas desde nuestra pro-
cluso admitiendo el riesgo de un retroceso o de un error lamentable, con- pia perspectiva cultural, pues nos hacemos incapaces entonces para com-
viene tener en cuenta dos observaciones fundamentales. prender su existencia y justificación. Una valoración ética, en estas condi-
En primer lugar, no cabe duda de que el conocimiento ético de la hu- ciones, será siempre injusta. De la misma manera que, dentro de unos
manidad ha progresado, a través del tiempo y a pesar de todas las dificulta- años, cometerían el mismo error si analizaran nuestra praxis actual con
des, de una manera constante e irreversible. Aunque luego no sea capaz de otros esquemas diversos.
cumplir con todas las exigencias y obligaciones que admite como válidas y La explicación de esta realidad evolutiva en el descubrimiento de los
objetivas, las metas e ideales éticos de hoy superan, en su conjunto, a los que valores tiene sus raíces humanas y sobrenaturales. Estas reflexiones fina-
tenían nuestros antepasados. La Carta de los Derechos fundamentales del les ayudarán a comprender el porqué último de todo este progreso, que se
hombre, aceptada por la casi totalidad de los países, al menos en teoría, su- gesta a través del tiempo y de la historia.
pone una conquista definitiva que no alcanzaron las generaciones anteriores.
Ciertas conductas serán ya intolerables para el futuro y, de volver a repetir-
se, sería con la condena unánime de todos los demás. Sólo la nostalgia senil
17. Una explicación antropológica y sobrenatural
de un pasado siempre mejor explicaría el rechazo de este progreso eviden-
te, aunque después en la práctica no se viva en coherencia con él. Y por otra
parte, si es verdad que algunos puntos hoy se discuten o que ciertos proble- Aunque la verdad tenga que ser siempre verdad y poseer un carácter
mas no están del todo clarificados, existe, sin embargo, una base lo suficien- absoluto, la dificultad reside en tener un conocimiento que sea desde el
temente amplia y confirmada, que sirve para orientar la vida de manera se- principio definitivo y completo. La reflexión se realiza siempre desde un
gura. Nadie podrá afirmar que, por estos cambios y evoluciones, desconoce ángulo restringido y mediatizado por los datos científicos y limitaciones
cómo ha de actuar para vivir con honradez y honestidad. culturales, que obstaculizan el encuentro pleno con ella. Su misterio se nos
Hay que reconocer, en segundo lugar, que las mutaciones éticas, patentiza, enriquece y perfecciona de una manera lenta y progresiva. Cual-
efectuadas a lo largo del tiempo, no son tan profundas como parecen a pri- quier valor, fuera de los más evidentes y generales, está grabado por el se-
mera vista. En la historia de las costumbres, más interesante que detener- llo de la época. Y es comprensible que, al surgir otras circunstancias, cam-
se en la normativa concreta es el intento por discernir los valores que con liar los conocimientos o tener una sensibilidad algo diversa, pueda resul-
ella se defienden. Estos últimos pueden tener validez universal y ser acep- tar inadecuado y hubiera que matizarlo de nuevo para que exprese y de-
tados por los diversos grupos humanos, aunque la traducción realizada a fenda los mismos valores que intentaba mantener con anterioridad. La
través de las normas haya sido diferente, debido a las condiciones históri- aistencia humana es un proceso dinámico, y a una fase particular y deli-

140 141
ro que no lograrán descubrirlos por completo hasta su encuentro con la
mitada en el tiempo no se le puede atribuir un significado absoluto. De es-
Verdad y el Bien.
ta manera, la herencia del pasado y de la tradición se explícita cada vez
con mayor claridad, se formula con mayor precisión, o se corrigen errores La ética normativa nos enseña lo que es moralmente justo, el cami-
no recto, las normas objetivas de orientación que se han ido elaborando en
anteriores.
la historia. Sin embargo, ella sola no basta para la bondad o malicia de un
El ser humano quiere y debe seguir investigando, como lo ha hecho
acto. Se requiere una reflexión posterior, realizada por el mismo indivi-
hasta el presente. Si no ha encontrado aún lo que busca, no es sólo por la
duo, para aplicarla en cada caso y situación personal. Cómo descubrir es-
incapacidad de su inteligencia, ni mucho menos por la perversión de su
te valor ya personalizado, el único que nos hace buenos o malos, será el
voluntad, sino porque su intento está lleno de luchas y dificultades. Ya se
objeto del próximo capítulo.
ha conseguido mucho en esta conquista progresiva de la verdad, pero no
puede permanecer tranquilo, pues su tarea no queda cerrada con el presen-
* **
te. Sería demasiado orgulloso sentirnos definitivamente poseedores de al- BIBLIOGRAFÍA
go que ha necesitado, y que requerirá todavía en el futuro un esfuerzo
constante e incansable. ANTÓN, A., «La recepción en la Iglesia y Eclesiología I y II»: Gregorianum 11 (1996),
Estos mismos cambios tienen también un significado sobrenatural pp. 57-95 y 437-469.
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venir, sino en algo ciego, irracional, ilusorio. Una espera trágica y sin sen- (1991), pp. 97-108.
tido. La visión bíblica adquiere una tonalidad mucho más positiva. Desde CUADRÓN, A. A., «Los valores desde la antropología cultural»: Moralia 1 (1979), pp.
el momento de la creación, el ser humano se hace responsable y domina- 181-204.
dor de la tierra. Mientras Dios se retiró a descansar, cuando vio que todo ESTRADA, J. A., «Crítica a la sociedad tecnocrática»: Estudios Filosóficos 39 (1987), pp.
era bueno, él se quedó en medio del mundo con la tarea gigantesca de lle- 109-142.
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propia existencia, un ser providente para sí y paia los demás, esta misión
, «La incertidumbre moral y la intolerancia»: Estudios Filosóficos 44 (1995), pp.
tendrá que realizarla a un ritmo pausado e histórico, sumergido en el tiem- 409-430.
po, para que pueda poco a poco avanzar hacia el final. GARCÍA, V., «El multiculturalismo: una interpretación ética»: Moralia 23 (2000), pp.
Cuando santo Tomás se pregunta si era coaveniente el conocimien- 193-206.
GÓMEZ GARCÍA, P., «Génesis y apocalipsis de la técnica» Pensamiento 51 (1995), pp.
to de la ley nueva desde el principio de los tiempos, afirma que no todo al-
237-257.
canza su perfección al comienzo, sino mediante un ritmo temporal y pro- GONZÁLEZ FAUS, J. I., «Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos.
gresivo. La condición temporal del ser liumano es algo indispensable en la Cuando el pueblo de Dios tenía voz y voto»: Sal Terrae 84 (1996), pp. 97-106.
economía de la salvación y Dios ha conducido a la humanidad siempre, HERNANDO, B . M., «El desafío de la cultura a la Iglesia»; Sal Terrae 78 (1990), pp 29-
por los caminos de la historia, con una pedagogía paciente en medio de las 38.
vacilaciones y dificultades. La razón última de la evolución en el descu- LABOA, J. M . , «LOS cristianos incómodos»: Sal Terrae 78 (1990), pp. 291-302.
brimiento de los valores encuentra aquí su más profunda explicación. Con , «Teólogos bajo sospecha»: Sal Terrae 84 (1996), pp. 107-116.
esperanza vamos caminando hacia la plenitud. Es una vocación de pere-
grinos, que lentamente se acercan con ilusión hada la verdad y el bien, pe-
143
142
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CAPITULO 8
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pp. 5-19. ponde, según hemos dicho, a las exigencias más profundas del ser huma-
no, nadie podrá negarse a escuchar su invitación y a seguir por el camino
que le indica. Sin embargo, esta mayor concreción de los valores éticos no
es todavía suficiente para la orientación definitiva de una conducta. Se re-
quiere una aplicación ulterior que tenga en cuenta, además, las circunstan-
cias específicas de cada persona y los datos que ofrece su propia situación.
Todos estamos de acuerdo en que el respeto a la vida ajena o la ve-
racidad de las relaciones humanas son valores positivos y necesarios para
una armoniosa convivencia en sociedad. Por ello, la ética normativa nos
recuerda que el no matar o el no mentir constituyen una obligación a la
que debe atenerse nuestra conducta. Ningún código ético va a defender el
crimen o la mentira, como un comportamiento digno y aceptable, pues
cualquiera intuye que sin esos principios se hace imposible el diálogo y la
confianza mutua. Sin embargo, a pesar del carácter marcadamente absolu-
to que parecen revestir tales formulaciones, nos encontramos con algunas

144 145
circunstancias concretas en las que no decir la verdad o, incluso, el matar 2. Relaciones mutuas y complementarias
a otro se considera también como una acción lícita. Ninguna moral sensa-
ta podrá condenar a quien, por evitar una tremenda injusticia contra per-
sonas inocentes, no llegue a manifestar la verdad, o cause la muerte al Es evidente que entre estos dos niveles no existe ninguna antítesis o
agresor injusto como un acto de legítima defensa. contraposición, pues la ética personal necesita un punto de referencia en las
normas más universales para confrontar con ellas la propia situación. Sería
Esto significa que lo que en teoría se presenta como un principio vá-
ilógico e imprudente que la obligación concreta surgiera exclusivamente de
lido y aceptado, en la práctica se dan situaciones en las que no se debe
las simples circunstancias, sin tener para nada en cuenta los otros valores
cumplir. Existe, pues, un desajuste, imposible de evitar siempre, entre el
más universales que, a lo mejor, deberían salvaguardarse por encima de to-
valor ético en abstracto, tal y como aparece en la ética normativa, y su
do. Si en algunas ocasiones no se aceptan literalmente los postulados de
aplicación a una conducta concreta y determinada. El sujeto, para saber
una ética normativa, no es porque sean falsos o no merezcan nuestra con-
cómo debe actuar, ha de tener en cuenta también otros elementos circuns-
sideración y respeto, sino porque en la realidad se presentan con tales ca-
tanciales, de modo que reflexionar sobre ellos y decidir si lo que está man-
racterísticas, que exigen una más profunda reflexión por la presencia de
dado o prohibido sigue aún manteniendo la misma validez. Lo normal y
otros valores que merecen también nuestro reconocimiento. No siempre,
ordinario es que así sea, pero si entraran en juego otros factores importan-
por tanto, de una ética normativa se deduce la obligación personal.
tes, la opción personal podría ser diferente.
Lo decisivo de la moral, en su sentido más auténtico y estricto -es
La ética normativa tiene que convertirse, por tanto, en una ética per-
decir, lo que nos hace buenos o malos-, radica en esta valoración personal
sonal. Mientras no se realice esta última determinación, el juicio valorati-
que el sujeto realiza, cuando analiza todos los datos y elementos con los
vo de una conducta, por la que una persona se hace buena o mala al eje-
que debe confrontar su decisión. La ética normativa sólo lo sería de una
cutarla, debe quedar en suspenso. Por el simple hecho de quitar la vida, na-
forma analógica, puesto que por el mero cumplimiento de lo que ordena o
die puede ser considerado como un criminal, sin tomar en consideración
prohibe no se adjetiva como buena o perversa la conducta de un individuo.
todos los elementos que forman parte de semejante comportamiento. Por
Se hace moral en cuanto que la persona, que se deja iluminar por ella y ac-
eso muchos autores insisten en la necesidad de distinguir claramente entre
cede a su invitación, se hace buena o mala; pero esta bondad o malicia, sin
una norma abstracta e inadecuada y una norma concreta y aplicada a la si- embargo, no afecta a la persona, mientras que ésta, después de su refle-
tuación. La primera, que hemos designado como ética normativa, estaría xión, no opte por la obligación que en este momento experimenta o se cie-
formada por la ciencia moral que con sus principios y valores ilumina la rre a su llamada. Por eso, algunos creen, para evitar una doble formulación
conducta humana y nos señala su rectitud. La segunda, que sería la ética de normas morales, que la única verdaderamente moral es la que brota del
personal, nacería de la reflexión del sujeto que, sin olvidar los datos y individuo singular en una determinada situación, cuando en ella descubre
orientaciones de la anterior, los confronta con la propia realidad, para dis- la opción concreta que ha de realizar. ¿Cómo fundamentar, entonces, los
cernir si algún nuevo elemento debiera matizar su respuesta. Según lo di- valores de esta ética personal?
cho podríamos sintetizar de la siguiente manera nuestro pensamiento. Por
su capacidad racional el ser humano descubre, apoyándose en los valores El método utilizado por los autores ha tenido siempre un doble pun-
más universales, que la verdad, el respeto a la \¡da, o la justicia, por ejem- to de partida. La moralidad concreta de una acción se descubría a través
plo, son exigencias necesarias en el mundo de las relaciones personales. de una argumentación deontológica o por medio de un razonamiento te-
De ahí se deduce otra serie de principios más determinados —no mentir, no leológico. Las diferencias entre ambas posturas podría sintetizarse de la si-
cometer un crimen, o pagar a cada uno lo que se merece, etc.-, que perte- guiente manera. Una teoría normativa será deontológica cuando la mora-
necen al campo de la ética normativa. Finalmente habrá que ver si, en esta lidad de un comportamiento concreto se deduzca por el análisis de su pro-
situación concreta , hay que realizar esos valoies o es preferible no tener- pia naturaleza, sin darle mayor importancia a las consecuencias o efectos
los en cuenta para evitar otros males peores, según acabamos de apuntar. negativos que pudieran derivarse de ella. Mientras que la teleológica, por
Esta última decisión constituye lo que hemos limado la ética personal. el contrario, aunque tenga también en cuenta la naturaleza de la acción, no
se atreve a valorarla hasta no considerar los otros factores que también for-
man parte de ella.
Meparece importante insistir en que hablamos de laeticidad de la ac-
ción contreta y particularizada, pues la fundamentación de la ley, dentro de

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la ética normativa, ha tenido con mucha frecuencia en la tradición una jus- inocentes. Ya san Agustín había insistido en que lo importante de esta cues-
tificación ideológica. Su existencia se apoyaba, sobre todo, en la conve- tión es saber si la mentira constituye una iniquidad y, una vez aceptado es-
niencia o necesidad de lo mandado o prohibido, para evitar una serie de te presupuesto, habrá siempre que excluirla en cualquier hipótesis. El fin,
consecuencias negativas. Incluso el mismo argumento de la pendiente res- por tanto, jamás justifica los medios; y cuando se ha demostrado, al mar-
baladiza, que se utilizaba en muchos casos, partía de este presupuesto: si la gen de las consecuencias, que una acción es mala, ninguna otra finalidad,
norma universal no condenara una conducta o permitiera alguna excepción, por muy digna que sea, llegará a convertirla en positiva, pues la buena in-
los resultados a corto o largo plazo serían imprevistos y lamentables. tención queda pervertida por la malicia del medio utilizado. La misma apli-
Intentaremos explicar los presupuestos, características y dificultades cación habría que hacer a otros comportamientos parecidos.
de ambas posturas, para analizar a continuación las posibles convergencias Esta postura implica, por una lógica coherente, la aceptación de al-
mutuas y los puntos de controversia actual sobre los que hoy se discuten y gunas acciones que se denominan intrínsecamente pecaminosas, cuando la
aquellos en los que no se da una mayor coincidencia. Habrá que hacer tam- prohibición, contenida en una norma concreta, aparecía con una validez
bién una explícita referencia a la doctrina de Juan Pablo II, en la encíclica tan universal y absoluta que no cabía otra posibilidad que aplicarla en la
Veritatis splendor, y analizar las condiciones que se requieren para estar de práctica, sin ningún tipo de excusa o posibilidad de excepción. El no cum-
acuerdo con el magisterio de la Iglesia en este tema discutido. plir con semejante expenda, a no ser por falta de libertad o conocimien-
to, sería siempre algo i cito y condenable. La ética personal, en esos ca-
sos, tendría que someterse por completo a las exigencias de la ética nor-
mativa, ya que no cabe otra interpretación ni puede tolerarse ninguna otra
3. El planteamiento deontológico alternativa. Quedaba formulada de una manera tan adecuada y completa
que, por hipótesis, ninguna otra circunstancia o finalidad podría cambiar
Sin duda ha sido el más clásico y tradicional. Para valorar la eticidad su valoración negativa.
de una conducta basta tener en cuenta la naturaleza de la acción. De los
tres elementos fundamentales que constituyen la moralidad de la acción Sin embargo, hay que reconocer que la existencia de estas normas
-la naturaleza, el fin y las circunstancias-, se da la primacía al primero de absolutas no eran tampoco muy numerosas en nuestra moral tradicional.
ellos, como el más trascendental e importante. Así, por ejemplo, se descu- Este carácter absoluto, además de los principios tautológicos, como no es
bre que, si la sexualidad humana encierra una dimensión unitiva y pro- lícito cometer un crimen o hacer daño a una persona por capricho, sólo se
creadora, vivirla de una manera solitaria y egoísta, cuando no existe en- daba en pocos casos. Para la mayoría habría que tener en cuenta las cir-
cuentro amoroso y fecundo, constituye una deshumanización inaceptable. cunstancias en que se realiza la acción para descubrir su moralidad. Como
La masturbación, en cualquier hipótesis, será siempre no sólo un compor- recordaban los autores clásicos, a la naturaleza del acto pertenece todo
tamiento incorrecto, a nivel de la ética normatra -como ideal de la sexua- aquello que lo constituye por ser un elemento esencial y necesario. Por
lidad-, sino que tampoco podrá nunca justificarse, en ninguna situación, esc, si algo le falta o se le añade, su valoración ética podría ser diferente.
aunque con ella llegara a producirse algún bier importante o se alcanzara De acuerdo con esta casuística, estaba permitido tirarse desde un ras-
alguna finalidad positiva. Si un hombre infecundo tuviera que hacerse un cacielos, aun sabiendo que la muerte era inevitable, para no perder la vir-
análisis espermático para conocer la raíz de su esterilidad, la obtención del ginidad o evitar una violación. Se podía provocar el naufragio o incendiar
semen para analizar la ausencia, el número insuficiente o la falta de vita- la nave para no caer en manos del enemigo, cuando lo exigiera el bien pú-
lidad de los espermatozoides, no podría realizarse por este mecanismo. blico. Lo mismo que nunca se condenaron los torpedos suicidas. Era líci-
Lo mismo habría que decir a propósito déla mentira. El lenguaje hu- to matar al agresor ebrio o demente o, incluso, al pequeño inocente que el
agresor se pone como defensa «porque la injusta agresión redunda sobre
mano tiene como finalidad la comunicación entre las personas, y este diá-
el niño». Se aceptaba la cooperación pasiva, sin resistencia externa, a una
logo, indispensable para la vida social, sólo es posible a través de una lo-
violación o a un acto matrimonial con preservativo, cuando existiera una
cución verdadera y sin engaño. Si la mentira pervierte el significado de es-
grave dificultad. Reafirmar que no se sabe un secreto, aunque se pregunte
ta facultad, habrá que considerarla también cono un actc inaceptable, que
si se hace alguna restricción mental, no se consideraba una mentira. Y co-
nunca se podrá justificar tampoco por ningún fin bueno o para evitar otras
mocriterio general se afirmaba que, en caso de perplejidad, elija cada uno
consecuencias por muy desastrosas que fueran. Siempre se había dicho que
el mal que le parezca menor.
una mentira jamás sería lícita, aunque se salvara con ella la vida ie muchos

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4. La aceptación de determinadas excepciones ción, a pesar de la aparente claridad de su enunciado, requería una serie de
explicaciones que difícilmente se hacían comprensibles en bastantes oca-
En todas estas situaciones habría que decir que lo que normalmente siones. Algunos ejemplos, propuestos como casos de conciencia en los li-
parece intrínsecamente pecaminoso dejaría de serlo en algunas circunstan- bros de texto, serán suficientes para confirmar estas dificultades.
cias, o -con mayor precisión todavía- que no se debe valorar como tal una No es fácil entender por qué era lícito cortar la trompa con un feto
acción hasta que no se considere cómo se realiza en concreto. Lanzarse al ectópico, como un remedio terapéutico, pero no se podía abrir para extraer
vacío, matar a una persona inocente, colaborar en un acto pecaminoso, re- exclusivamente el embrión, y conserva así la posibilidad de un nuevo em-
velar un secreto, o dar una información contraria a la verdad no siempre barazo. Se admitía que una mujer, como hemos visto, se tirara de un piso
constituyen un suicidio, un asesinato, una acción perversa o una mentira. alto, aun con la certeza de su muerte, para defender su virginidad, pero no
Un mismo gesto encierra una valoración diferente, según las condiciones darse un tiro con esa misma intención, pues se trataría entonces de un sui-
y circunstancias en que se realice. cidio inadmisible. O qué razón existe para aceptar los torpedos suicidas,
Muchos de nuestros principios tradicionales tenían precisamente es- que tiene como objetivo destruir el barco y la vida de sus tripulantes, cuan-
te carácter reductor de otras normas más universales. La distinción entre do la muerte del que los conduce se hace, al mismo tiempo, irremediable;
cooperación material y formal permitía colaborar en una acción pecami- y, sin embargo, es ilícito provocarse la muerte si fuera el único medio pa-
nosa, que no debería realizarse, cuando por serias razones no fuese posi- ra salvar muchas vidas inocentes.
ble una completa ruptura. El adjetivo material indicaba que no se quiere Lo único que me interesa, por el momento, es indicar cómo muchas
ni pretende, aunque haya de prestarse una cierta ayuda, pero sin ningún de las obligaciones que aparecen como más absolutas -no matar, no men-
consentimiento interior. La misma virtud de la epiqueya y de la prudencia tir, no hacer el mal, etc.- quedaban después reducidas en su aplicación
buscaba una aplicación diferente o matizada de la norma, siempre que las práctica. Existía, en el fondo, como una intuición de que no se puede cum-
circunstancias dificultasen por algún motivo serio su fiel cumplimiento. plir siempre con todos los valores en cualquier hipótesis o circunstancia, y
No era una simple excusa sutil y farisaica para escaparse de la ley, sino se intentaba de esta forma armonizar, por una parte, la validez de la norma
una verdadera virtud que aplica rectamente la ley necesitada de una ulte- y, por otra, permitir ciertas acciones que aparentemente irían contra ella.
rior interpretación.
Algo parecido podría decirse de la llamada "ley de la gradualidad" o
crecimiento, aceptada por el mismo Juan Pablo II. El ideal, a veces, no lle- 5. La fundamentación ideológica
ga a cumplirse de inmediato por una serie de circunstancias. El camino ha-
cia él, cuyo valor objetivo se admite y defiende, habrá que iniciarlo, enton- Para superar estos inconvenientes apuntados, hace ya algunos años
ces, de forma imperfecta, hasta conseguir con la gracia y el esfuerzo una se quiso buscar un nuevo planteamiento que parecía más comprensible y
mayor adecuación. Esos primeros pasos, que no responden todavía a las exi- lógico. El teleólogo deduce el valor ético de una acción concreta, reflexio-
gencias objetivas, deberán valorarse con un espíritu de comprensión y tole- nando no sólo sobre su naturaleza, sino teniendo en cuenta también las
rancia, pues la culpabilidad personal podría quedar ausente o disminuida. buenas o malas consecuencias que pudieran producirse. Mantener una
Hasta el conocido principio de doble efecto, tan utilizado en la tradi- norma como absoluta, cuando con su cumplimiento se destruyen otros va-
ción, pretendía discernir cuándo puede tolerarse un efecto malo, que se en- lores muchos más importantes, no parece que sea un comportamiento
cuentra estrechamente vinculado con otro fin bueno que se pretende. La aceptable. Por eso, para la moralidad de una conducta habrá que tener en
entidad del acto humano, en efecto, es tan compleja que no siempre es po- cuenta las orientaciones de la ética normativa, como criterios básicos y
sible separar el uno del otro. primarios, pero no se deben marginar tampoco las circunstancias concre-
Los autores exigían la verificación de cuatro condiciones fundamen- tasen las que ella se realiza, no vaya a ser que sus efectos negativos resul-
tales: a) que la acción sea buena o indiferente en sí misma; b) que el fin te» peores que el valor que se pretende con su cumplimiento. Si la etici-
pretendido se considere bueno y honesto; c) que el efecto bueno no se con- daJ de una conducta depende también de sus consecuencias, el juicio mo-
siga a través del malo; d) y que exista una razón proporcionalmente grave ral no será definitivo ni completo hasta no considerar, al mismo tiempo,
que justifique la tolerancia del efecto malo. Sin meternos en otras explica- todas las circunstancias que la rodean.
ciones más detalladas de estos presupuestos, la realidad es que su aplica-

150 151
Puesto que con anterioridad a la situación no es posible conocer las
consecuencias, la norma que manda o prohibe es sólo un bien o un mal ye radican en el peligro de caer en una ética utilitarista, que se haga al mis-
pre-moral, pues su valoración ética sólo se completará al tener en cuenta mo tiempo demasiado subjetiva, y que rechaza la existencia de las accio-
todos los elementos de la acción. Adjetivarla de esta manera no significa nes intrínsecamente pecaminosas. ¿Es posible evadir estos riesgos?
negar su validez e importancia, como si pudiera prescindirse de ella. Lo
único que se dice es que todos estos hechos -no respetar la vida, provocar
una esterilización, o no decir la verdad-, aunque en teoría son valores ne- 6. La superación de una ética utilitarista
gativos que deberían excluirse, deben ser analizados según las situaciones
en que se realizan para saber si constituyen un crimen, una acción anticon-
ceptiva o una mentira. Sólo cuando no se cumple con el valor ideal, sin Los defensores de esta tendencia creen que juzgar la eticidad, tenien-
ninguna razón proporcionalmente grave, el ma! físico o pre-moral se con- do en cuenta también sus consecuencias, no supone caer en una moral de
la pura eficacia, en la que el valor concreto de un comportamiento quedara
vertirá también en ético.
determinado por la dimensión utilitaria del mismo. Las consecuencias no
El principio de doble efecto se presenta también con otra perspectiva,
son ni los únicos, ni los elementos más relevantes para la moralidad de una
que parece a estos autores más asequible y menos complicada. La limita-
acción. Los que mantienen este tipo de fundamentación es porque han que-
ción humana, que no nace sólo de su voluntad libre sino de su misma con-
rido insistir, hablando en términos clásicos, en que la bondad o malicia no
tingencia, impide muchas veces que el resultado de tales comportamientos
brotan tampoco al margen del fin y de las circunstancias, ya que la influen-
sea positivo en todos sus aspectos. Aun con la más buena intención, cuan-
cia de estos factores era demasiado pequeña en los manuales de moral. Dos
do se busca conseguir un bien, brota otra serie de efectos negativos que no
razones fundamentales se aportan para evitar un utilitarismo condenable.
se pretendían. El bien moral consiste, entonces, en discernir con lucidez y
objetividad qué alternativa se presenta como la más humana y evangélica: Es importante distinguir, en primer lugar, entre acciones que podrían
defender el valor que se consigue con la acción, a pesar de sus consecuen- adjetivarse como útiles y productivas, porque sirven para obtener un fin de-
cias negativas, o dejar de hacerla para evitar los otros males que se juzgan terminado, y aquellas otras que sólo tienen una carácter expresivo e insigni-
más importantes que la no-realización del valor deseado. ficante, pues no están destinadas a producir ningún efecto, sino a manifes-
tar de forma clara y visible la actitud interior del que las realiza. La comida
El único problema de esta nueva formulación reside justamente en
es un remedio para eliminar el hambre, como el estudio se convierte en un
descubrir cuál es el valor superior, que hemos de buscar por encima de to-
medio para obtener un título y ganarse la vida. Ambas acciones resultan úti-
do. O dicho de otra manera, se trata de ver si existe una razón justa y pro-
les y beneficiosas para conseguir el objetivo propuesto. Sin embargo, cuan-
porcionada que permita y compense la realidad de determinados efectos
do se deja un ramo de flores sobre la tumba de un difunto, se da un apretón
negativos que no son los que se intentan y los que se quieren. Este valor
de manos a la persona afectada por una desgracia, o se ofrece un beso a
supremo, que debe prevalecer y mantenerse como el de mayor preferen-
alguien a quien se ve después de algún tiempo, la utilidad de tales gestos es
cia, es el que dignifica una conducta en concreto, aunque de ella se deri-
prácticamente nula. Son nada más que el símbolo de un recuerdo amoroso
ven algunas consecuencias que, desde un punto de vista físico, hubiera que
que perdura en el corazón, de un afecto con el que se podrá siempre contar
catalogar como lamentables. La misma dificultad que se daba en su for-
en cualquier circunstancia, o un signo gozoso por la alegría del encuentro.
mulación tradicional. Por eso en ésta también se insistía en que «hay que
considerar todos los elementos, las ventajas e inconvenientes, tanto indi- La vida está llena de estas acciones, a primera vista, inútiles y sin
viduales como sociales, los inmediatos como los más remotos, que influ- provecho, pero que encierran en su interior, por debajo de las simples apa-
yen en la formación del juicio recto». riencias, un contenido extraordinario de riqueza humana. Para una mirada
superficial apenas si tienen explicación, pues no se descubre en ellas nin-
Estos nuevos planteamientos, aceptados por una amplia mayoría de
guna finalidad que pudieran justificarlas. Producen la impresión de ser
moralistas actuales, han sido objeto de una fuerte crítica por parte de otros
muchas veces una pérdida de tiempo, un vulgar despilfarro, un esfuerzo
autores. Muchos creen, incluso, que son contrarios a la enseñanza de Juan
inútil que debería haberse empleado de una forma más razonable. Los
Pablo II en la encíclica Veritatis splendor. Por ello quisiera probar breve-
efectos de una acción no hay que medirlos, por tanto, con una mentalidad
mente cómo ciertas acusaciones o condenas contra esta teoría no me pare-
mercantilista para ver lo que, desde el punto de vista cuantitativo y renta-
cen que estén justificadas. Las tres dificultades mayores que se les atribu- ble, resulta más provechoso, aunque sea para el de la mayoría. Una men-

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talidad como ésta será propia de un utilitarismo pragmático, que también be comportarse. Nos indican el camino que se ha de recorrer para vivir de
es rechazado por una teleología humanista y moderada. acuerdo con la dignidad de la persona. Constituyen el cauce de una liber-
El que denuncia una injusticia sabiendo que no logrará ninguna me- tad responsable y una ayuda imprescindible para nuestra propia realiza-
jora, aunque él pagará su protesta con la vida o terminará encerrado para ción. Las personas que ignorasen su existencia, rechazando la iluminación
siempre en una cárcel, sin ninguna posibilidad de actuar en el futuro; el que que de ellos proviene, caerían en un subjetivismo anárquico, al no con-
renuncia a unos privilegios para compartir con los más necesitados, con- frontar su conducta con unos criterios objetivos, patrimonio de una rica
vencido de que con ello no elimina la condición miserable de los demás; el herencia y tradición.
que realiza una huelga de hambre, como grito de protesta por una causa jus- Pero que algunos valores queden condicionados y se relativicen de
ta, pero con la conciencia de que nada va a conseguir, se podría considerar, alguna manera, no supone negar su obligatoriedad ni la urgencia de una
dentro de unos esquemas utilitarios, como una persona insensata e irracio- decisión objetiva, independiente de los gustos o criterios personales. Pre-
nal. Se trata, como fácilmente se constata, de acciones completamente inú- cisamente para no caer en un subjetivismo peligroso, sin ningún punto de
tiles y que no sirven para nada desde una visión pragmática de la vida. Sin referencia, se requiere la universalidad de la norma como un elemento
embargo, la óptica de la teleología no defiende límites tan estrechos. Más constitutivo de la decisión moral. La ética como ciencia tiene, pues, una
allá de la utilidad y eficacia, se abre una perspectiva diferente, que sopesa función protectora por la que nadie debe sentirse molesto y oprimido. Si
y analiza también la importancia y la riqueza humana de esas acciones. El en alguna situación concreta, como sucedía en la casuística tradicional, un
valor del testimonio en esos casos, con la esperanza, el dinamismo y la ilu- determinado valor ético no resultaba obligatorio -respetar la vida de un
sión que despiertan, encierra un valor muy superior a otras posibles venta- inocente, o atentar contra la propia lanzándose al vacío, según veíamos
jas que podrían obtenerse con un planteamiento utilitarista. con anterioridad-, era porque se valoraba objetivamente como más impor-
Y es que cuando la acción brota de un enorme amor, en él encuentra tante otra obligación superior.
su completa significación. Si aparece como inexplicable para el que no lo Por eso, en esta concepción, no queda lugar tampoco para un relati-
vivencia, es porque habla un lenguaje que no todos están capacitados para vismo arbitrario, que induciría a comportarse como a cada uno le parecie-
entender. Y justamente por esta incapacidad de comprensión tan generali- ra. La objetividad de una conducta no depende de la simple obediencia a
zada, en una sociedad opaca a esta dimensión humanista, su gesto se hace la ley, sino de la sumisión concreta a aquel valor que, en tales circunstan-
tanto más necesario y se convierte en un valor con una densidad impresio- cias, haya de prevalecer y respetarse por encima de todos. Se trata de en-
nante. La respuesta de Jesús contra los que murmuraban de aquella mujer contrar la mejor respuesta posible a las diferentes exigencias éticas que se
que le había derramado un frasco de alabastro con perfume auténtico (Me acumulan en una situación. Cuando la persona opta así, en función del va-
4,3-9), porque hubiera sido más útil dedicar ese dinero a los pobres, denun- lor preferente, su decisión es plenamente objetiva, aunque a lo mejor no
cia esa ceguera de juicio de quien sólo valora la utilidad inmediata. sería la misma, si las circunstancias variasen su planteamiento anterior.
Afirmar, como algunos autores han escrito, que la ética teleológica no es
nada más que una técnica para justificar cualquier decisión, me parece
7. La objetividad de la decisión personal completamente falso e injusto.
En lo que hemos llamado ética personal se da, por tanto, una orienta-
El peligro de relativizar las normas con una visión demasiado subje- ción abstracta, no particularizada a ninguna situación, que nos indica la exis-
tiva es una preocupación justificada en este tipo de fundamentación. La in- tencia y jerarquía de un mundo de valores que favorece e ilumina la deci-
sistencia de Juan Pablo II, en la encíclica antes citada, es perfectamente sión a tomar y, al mismo tiempo, un imperativo concreto y ya pormenoriza-
comprensible. «Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia do -el único absoluto y obligatorio para esta ocasión-, que tiene en cuenta
se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es ver- también los elementos específicos no incluidos en esa normativa general. El
dadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia» (VS. n° 32). ser humano, en su actuación ética, no debe aplicar sólo una norma, que es
incompleta en su generalidad para todas las ocasiones, pero tampoco debe
Es cierto que, aunque ella sea la norma última de moralidad, no es nunca
fijarse exclusivamente en una determinada situación, según su criterio indi-
una fuente autónoma para decidir lo que es bueno o está mal. Los valores
vidual, que le llevaría a un subjetivismo exagerado, sino hacer una síntesis
que la ética normativa nos enseña, aunque a un nivel más abstracto, son
de ambos elementos para formarse un juicio último lo más objetivo posible.
datos de fundamental importancia cuando la persona desea saber cómo de-

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8. La existencia de acciones intrínsecamente pecaminosas La discusión podrá plantearse cuando se analice si esta acción con-
creta por la que se atenta contra una vida es un crimen o una muerte pro-
vocada por un acto de doble efecto. Si apropiarse de lo ajeno es un robo o
Es otro de los puntos fundamentales que el Papa recuerda como una
una necesidad ineludible. Si no utilizar un medio desproporcionado con un
enseñanza tradicional en todo el magisterio de la Iglesia. Intrínsecamente
enfermo terminal es un gesto eutanásico o un derecho del propio pacien-
pecaminosa es aquella acción que se considera mala en sí misma y no por
te. Todo lo cual indica que, en muchas ocasiones, antes de valorar a una
el hecho de estar mandada, teniendo que admitirla como tal en todas las cir-
acción como intrínsecamente pecaminosa, hay que analizar su misma na-
cunstancias y ocasiones, sin ninguna posible justificación. Ya en su exhor-
turaleza para ver si encierra las condiciones que la especifican como tal.
tación sobre La reconciliación y penitencia insistía con toda claridad sobre
este aspecto: «Es un deber añadir -como se ha hecho también en el Síno-
do- que algunos pecados, por razón de su materia, son intrínsecamente gra-
ves y mortales. Es decir, existen actos que por sí y en sí mismos, indepen- 9. Condena explícita de radicalismos extremos
dientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por ra-
zón de su objeto. Estos actos, si se realizan con el suficiente conocimiento
Creo que una gran mayoría de autores están de acuerdo con las ver-
y libertad, son siempre culpa grave» (n° 17). El hecho del martirio cristia-
dades básicas y fundamentales de la encíclica, que no tienen por qué sus-
no es una confirmación elocuente de que la fidelidad a Dios es absoluta e
citar ninguna crítica seria o rechazo. La conciencia debe permanecer
incondicional y de que existen «normas morales negativas relativas a com-
abierta a la llamada de los valores objetivos que evite un situacionismo re-
portamientos determinados y que son válidas sin excepción» (VS n° 90).
lativista e inconsistente. Lo mismo que la opción por Dios se refleja y au-
Hay que reconocer que tal afirmación iría contra la teoría extremis- tentifica en los actos particulares. La vinculación entre libertad y ley, con-
ta de aquellos que negaran, fuera del principio radical del amor, la existen- ciencia y verdad, constituye un patrimonio evidente de la moral cristiana.
cia de otras normas que, en cualquier hipótesis y ocasión, hayan de consi- El actuar es moralmente bueno cuando las elecciones de la libertad están
derarse siempre como absolutas. La siguiente afirmación de la encíclica conformes con el verdadero bien de la persona. No existe separación en-
solo podría aplicarse a una teleología radicalizada: «Las teorías éticas te- tre el orden ético y el orden de salvación, pues la dicotomía entre fe y mo-
leológicas (proporcionalismo, consecuencialismo), aun reconociendo que ral es inaceptable. El pecado mortal no se verifica sólo en el rechazo ex-
los valores morales son señalados por la razón y la revelación, no admiten plícito de Dios, sino cuando la persona compromete su libertad en una ma-
que se puedan formular una prohibición absoluta de comportamientos de- teria moralmente grave. Los cristianos tienen en la Iglesia y en su magis-
terminados que, en cualquier circunstancia y cultura, contrasten con aque- terio una gran ayuda para la formación de la conciencia. Son afirmaciones
llos valores» (VS n°75. También 79; 80; 81; 96; 115). tan evidentes que ninguna persona sensata se atreverá a negar.
No creo, sin embargo, que nadie se atreva a decir, por citar algunos Y es que los interrogantes o dificultades que plantea parecen hacer
ejemplos, que renegar de Dios, odiar a las personas o desearles un mal, referencia a posturas mucho más radicales de las que se aceptan en las
violentar su intimidad por medio de la tortura, la trata de blancas, la per- orientaciones actuales de la moral:
versión de menores, podrían justificarse en algunas situaciones. La prima- «¿Es posible obedecer a Dios y, por tanto, amar a Dios y al prójimo,
cía de Dios como valor supremo y absoluto, por encima de cualquier otro, sin respetar en todas las circunstancias estos mandamientos?» (n° 4).
la imposibilidad de conseguir algún bien con el odio, o pisotear la digni- «Algunos han llegado a teorizar una completa autonomía de la ra-
dad y el respeto de la persona, configuran de tal manera estas acciones que
zón en el ámbito de las normas morales» (n° 36).
las hacen completamente injustificables en cualquier circunstancia. Son,
«En virtud de una opción primordial por la caridad, el hombre -se-
sin duda alguna, intrínsecamente pecaminosas. El mismo Papa recoge las
gún estas corrientes- podría mantenerse moralmente bueno, perseverar en
afirmaciones del Vaticano II como «una amplia ejemplificación de tales
la gracia de Dios, alcanzar la propia salvación, a pesar de que algunos de
actos» (VS n° 80), en las que todos estamos completamente de acuerdo. El
sus comportamientos concretos sean contrarios deliberada y gravemente a
homicidio, que equivale a matar injustamente, nunca podrá aceptarse. De
los mandamientos de Dios.»
la misma manera que robar por capricho, mentir por comodidad o egoís-
«Según estos teólogos, el pecado mortal, que separa al hombre de
mo, tolerar un mal por cobardía, o eliminar a un discapacitado por su con-
Dios, se verificaría solamente en el rechazo de Dios» (n° 69).
dición, etc., no se convertirán nunca en algo bueno.

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«¿Cómo se asegura esta ordenación de los actos humanos hacia excluirse que deje de tener vigencia en algún caso concreto. Para dotarlo
Dios! ¿De la intención del sujeto que actúa, de las circunstancias -y, en de un carácter absoluto habría que tipificar todas las posibles excepciones,
particular, de las consecuencias- de su actuar, del objeto mismo de su ac- integrándolas dentro del propio valor normativo. No es lícito matar a una
to?» (n° 74).
persona, a no ser en legítima defensa, en tiempo de guerra justa, condena-
«El primero {teleologismo) pretende deducir los criterios para la rec- da por la autoridad competente, o en las múltiples e inabarcables ocasio-
titud de un determinado modo de obrar sólo del cálculo de las consecuen- nes en las que su muerte se produce de una forma indirecta, dentro de una
cias que se prevé pueden derivarse de la ejecución de una decisión» (n° 75). acción con doble efecto. Si esto fuera posible, el principio se convertiría
«Las teorías éticas teleológicas (proporcionalismo, consecuencialis- en un enunciado tautológico: no es lícito matar injustamente, ya que en las
mo), aun reconociendo que los valores morales son señalados por la razón otras circunstancias perdería su contenido perverso.
y la revelación, no admiten de ninguna manera que pueda darse una pro- Cuando la valoración encierra un carácter absoluto, como en este ca-
hibición absoluta de elegir comportamientos determinados que, en cual- so, nunca se podrá justificar el fin que se pretende por muy bueno que pa-
quier circunstancia y cultura, estén en contradicción con aquellos valores» rezca. De la misma manera que robar a una persona con la buena finalidad
(n° 75). de prestar ayuda a un necesitado, a quien no se quiere socorrer con los pro-
«Así pues, hay que rechazar la tesis, característica de las teorías teleo- pios recursos, nunca estará permitido, pues el robo -también en esa con-
lógicas y proporcionalistas, según la cual sería imposible cualificar como creta ocasión- sigue siendo inadmisible. Tampoco en este punto existen
moralmente mala según su especie -su 'objeto'- la elección deliberada de criterios opuestos.
algunos comportamientos o actos determinados, si se prescinde de la inten- Las diferencias radicarían en que el deontólogo, para justificar las
ción por la que la elección es hecha o de la totalidad de las consecuencias posibles excepciones que pudieran darse, las explica con otros principios
previsibles de aquel acto para todas las personas interesadas» (n° 79). de valoración. De esta forma intenta defender la objetividad de las solu-
Cualquiera que conozca la bibliografía actual sabe que la fundamen- ciones, que podría peligrar sin la existencia de otras normas, para regular
tación teleológica moderada no cae en ninguna de estas exageraciones, ni con exactitud cualquier aparente conflicto. De hecho, éste nunca es autén-
tampoco niega ninguna de las verdades que se derivan de la antropología tico y verdadero, pues siempre queda resuelto con acudir a estos últimos
cristiana expuesta con anterioridad. criterios. El que crea encontrarse ante un conflicto de valores es conse-
cuencia de un error o ignorancia, que fácilmente podrá superar con el es-
tudio o la información. Se prefiere asegurar la objetividad de la decisión,
10. Convergencias y divergencias entre ambas teorías aunque sea sacrificando ciertos aspectos de la coherencia lógica, como
apuntábamos con anterioridad.
El teleólogo, aunque comparte con frecuencia las mismas solucio-
A pesar del diverso planteamiento que se da en cada una de ambas
posturas, existen también profundas convergencias que conviene subrayar, nes, prefiere llegar por otro camino que lo juzga más coherente. El valor
aunque en la solución de algunos casos concretos puedan darse ciertas di- que se busca realizar podría, a lo mejor, producir efectos peores, y ante es-
ferencias. te conflicto hay que resignarse a perder uno y optar por el de mayor im-
portancia y preferencia, de acuerdo con una escala y jerarquía que hace
Hay un común acuerdo en defender la importancia que tienen los va-
objetiva la decisión. Se trata, con otras palabras, de hacer el mayor bien
lores de la ética normativa, como criterios básicos de orientación. El ideal
posible, cuando no se puede cumplir, por desgracia, con todos los valores
sería siempre cumplir con las exigencias que contienen y poder realizarlos
que entran e n juego, o de excluir aquel mal que se considera peor, cuando
en cualquier situación. Lo que es recto debería aplicarse en la práctica, ya
no todos los males llegan a evitarse. La posibilidad de error nunca podrá
que, por hipótesis, constituye un camino válido para laautorrealización de
eliminarse p o r completo, como tampoco está exenta de ella el deontólogo,
la persona. No es posible una vida moral que no tenga constantemente de-
cuando reflexiona sobre la razón proporcionalmente grave para permitir
lante la urgencia de estos valores.
un efecto m a l o , o sobre las causas que justifican una epiqueya en el cum-
Tampoco habría disparidad en admitir el carácter relativo que, a ve-
plimiento d e la ley.
ces, revisten en algunas circunstancias. Como un valor normativo es im-
posible que abarque a todas las peculiaridades de una situación, no puede

158 I5<>
12. Motivos justificantes para la tolerancia del mal
II. Doble postura frente a la conflictividad ética

La aceptación del compromiso no nace, pues, por la ley del menor


Hay que reconocer, como ya hemos apuntado, que la fundamenta-
esfuerzo o por un deseo de satisfacer los gustos personales; ni siquiera
ción deontológica goza de una arquitectura mucho más armónica, donde
constituye una defensa del minimalismo ético. La posibilidad de conseguir
todos sus elementos quedan perfectamente encajados. No queda espacio
el mayor bien es el único motivo que justifica la existencia de otros ma-
para la perplejidad y la duda, que se consideran productos de la ignoran-
les. Por ello se debería mantener con un sentido de provisionalidad, la dis-
cia o del error. Esta experiencia de incertidumbre, que impide tomar una
decisión determinada entre obligaciones aparentemente contradictorias, es posición a cualquier cambio, cuando se constatara que, mediante otra op-
una consecuencia del hombre ignorante y enfermizo. Por ello, la actitud ción diferente, la pérdida del bien resultara mucho menor. Con esta acti-
pastoral debe ser anáioga a la que se adopta con la conciencia turbada por tud ninguno puede sentirse satisfecho con la elección efectuada, pues su-
los escrúpulos. pone vivir en un estado de constante vigilancia para no perder el rumbo y
la orientación más conveniente.
A pesar de estos conflictos aparentes, la moral tenía bien estudiadas
Aún más, incluso la tolerancia de ese mal debería provocar una cier-
semejantes situaciones para atinar con la solución única y definitiva a esas
ta molestia interior, como una nostalgia serena, por esa herida que en el
primeras incertidumbres superficiales. El que se deja llevar por la claridad
mundo del bien se ha producido. Aunque moralmente no sea condenable
de los principios éticos gozará siempre de un juicio radiante y luminoso sin
ni despierte ningún sentimiento de culpabilidad, el mal será siempre una
sombras ni opacidades que dificulten su decisión práctica. A un nivel teoló-
lástima y un desorden. Lo ideal hubiese sido, sin duda, haberse encontra-
gico, tampoco parece aceptable a esta orientación que Dios, como legislador
do en otra situación donde no hubiese sido necesaria su presencia ni se hu-
supremo y sabio, coloque a sus criaturas en tales situaciones conflictivas en
biera creado ese conflicto.
las que el cumplimiento de una obligación suponga el abandono de otra,
aunque fuera menos importante. Aceptar un conflicto como éste supondría Es evidente que, al hablar de conflicto, no se entienda como una con-
una limitación inconcebible en su providencia sobre las personas. traposición entre los valores éticos y religiosos -los más altos y sublimes
de la escala jerárquica- con otros pertenecientes a un mundo inferior. No
La fundamentación teleológica se presenta, por el contrario, con un
se puede negar una graduación entre todos ellos y nunca se aceptará como
carácter más conflictivo y agónico. Vivimos en un mundo en el que, por
lícita la opción por alguno de estos últimos que lleve consigo la elimina-
desgracia, no siempre es posible mantener en alto todos los valores huma-
ción de los primeros. Para mantener la fama social no estará permitido el
nos y evangélicos. Esto significa, aunque nos cueste trabajo admitirlo, que
sacrificio de una vida inocente, pues todo comportamiento debe tener en
tenemos que regatear a veces con el amor, que su rostro no manifiesta con-
cuenta, para no caer en un situacionismo inaceptable, la jerarquía y obje-
tinuamente la satisfacción y alegría de que todo ha quedado cumplido. Y
tividad de los valores.
esto no por pura cobardía o pereza egoísta -lo cual siempre será pecami-
noso-, sino por una exigencia de nuestra condición humana, transida por De la misma manera que, cuando una determinada acción se puede
valorar como intrínsecamente pecaminosa, ya no será posible realizarla
el pecado y la limitación. Pactar con lo que, en teoría, no está bien, es la
por muy bueno que sea el fin que se pretenda. Creo, por tanto, que una te-
única salida que muchas veces queda abierta para evitar mayores males y
leología moderada, como la que hoy aceptan muchos autores, no cae en
tragedias. El compromiso aparece así como una urgencia del ser humano,
los errores condenados por la Veritatis splendor. Podrán existir opiniones
que peregrina y se esfuerza en la búsqueda de la verdad: la única que pue-
diferentes sobre la valoración intrínseca de un acto concreto, pero tales di-
de llevarlo a la mejor realización, en este momento, de su propio destino.
ferencias se encuentran también entre los mismos defensores de una ética
Sería más elegante y hasta gratificador para nuestro narcisismo una deontológica. Si hemos insistido en una visión más teleológica es porque
conducta ajena por completo a todo tipo de compromiso, pero la vida se nos parece más coherente y, aunque algunos pretendan lo contrario, no in-
impone muchas veces con un realismo donde lo mejor se convierte con curre en la condena de la encíclica citada, cuando se mantienen los crite-
frecuencia en enemigo de lo bueno. El radicalismo extremo y quijotesco, rios básicos afirmados por ella.
cuando aumenta la fuerza del mal, no tiene nada que ver con una actitud
La decisión personal en ambas posturas adquiere, en cualquier hipó-
heroica. Héroe es aquel que está dispuesto a dar su vida por lo que juzga
tesis, un relieve extraordinario. Sólo la propia conciencia tiene la última y
más conveniente y digno, dentro de las posibilidades con que cuenta.

161
160
definitiva palabra para la moralidad de nuestras acciones. En toda la tradi-
ción se ha defendido siempre la importancia de este principio. Será el te-
ma del próximo capítulo.

** *

BIBLIOGRAFÍA

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de la 'Veritatis splendor'»: Salmanticensis 41 (1994), pp. 37-65. to, si no se h a tenido en cuenta su voz. Esta doble función que determina
coi anterioridad lo que se debe hacer, y que recompensa o reprocha des-
pués la decisión tomada, es la que revela mejor su función específica, co-
me norma última de moralidad.
El Vaticano II recogió con belleza y profundidad la dignidad e impor-
tancia de e s t e juicio: «En lo hondo de la conciencia, el hombre descubre
umley que é l no se da a sí mismo, a la cual debe obedecer y cuya voz sue-
na oportunamente en los oídos de su corazón, invitándole a amar y obrar el
bien y a evitíar el mal: haz tal cosa, evita tal otra. El hombre lleva en su co-
razón la ley escrita por Dios, en cuya obediencia consiste su dignidad y se-
gur la cual s e r á juzgado. La conciencia es como un núcleo recóndito, co-
moun sagrar io dentro del hombre, donde tiene su cita a solas con Dios, cu-
ya voz r e s u e n a en lo más íntimo de aquélla. La conciencia le da a conocer

162 163
de modo maravilloso aquella ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de nes de la propia conciencia, el deber de ajustaría a las normas y principios
Dios y del prójimo» {La Iglesia y el mundo moderno, n° 16). objetivos, que expresan con exactitud los valores que deben orientar a la
Pero, además, en un mundo democrático y personalista, como quie- conducta humana.
re ser el nuestro, donde la libertad se considera patrimonio inalienable de En un planteamiento equilibrado hay, pues, que armonizar la impor-
todo ciudadano, los derechos de la conciencia han adquirido todavía un tancia de ambas dimensiones. La personal, como juicio interior que deter-
mayor relieve, hasta adquirir con frecuencia un carácter institucional. mina para el sujeto la moralidad de la acción; y la objetiva, que busca la
Cualquier limitación a esta prerrogativa se considera un atentado a la au- adecuación de este juicio con las exigencias de la verdad. El derecho a se-
tonomía de la persona. Solamente el individuo desde su propia interiori- guir su voz no elimina la obligación de que su mandato responda a la ob-
dad está capacitado para tomar estas decisiones que afectan a su conduc- jetividad de esos valores. Dos aspectos que, en teona, no debieran darse
ta. En las grandes opciones frente a la existencia -religiosas, éticas, polí- aislados, ya que ambos son necesarios y mutuamente se implican para evi-
ticas y profesionales- nadie podrá sentirse obligado, al margen de su de- tar caer en una moral despersonalizada, donde sólo la norma se imponga
cisión personal e intransferible. La doctrina del Concilio, en contra de las por la fuerza, sin ninguna asimilación interior, o en una ética de situación
enseñanzas anteriores de la misma Iglesia, ha defendido este derecho pa- subjetiva, en la que no queda ningún criterio para medir la objetividad de
ra que no «se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impi- la decisión.
da que actúe conforme a ella en privado o en público, sólo o asociado con Se trata de una doble visión algo distinta -contemplativa o creado-
otros, dentro de los límites debidos» (Dignidad Humana, n° 2). En el tex- ra-, que provoca también reacciones contradictorias. Desde la creatividad,
to no se habla para nada de la buena o mala fe del individuo en búsqueda la función puramente contemplativa es una óptica demasiado pobre y re-
de la verdad ni del contenido objetivo de la opción que cada uno realice, ductora, que somete la conciencia al imperativo de la ley. Una especie de
pues «el derecho a la libertad religiosa no se funda en una disposición sub- obediencia legalista que destruye la dignidad del ser humano, pues todo
jetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por eso el derecho a es- está ya decidido y dispuesto, sin apenas espacio para la autonomía perso-
ta inmunidad permanece también en quienes no cumplen con la obligación nal. Como si la ética fuese un trabajo mecánico que podría realizar cual-
de buscar la verdad y darle su admisión» (Ib.). quier máquina computadora. Es posible que muchos rechazos y agresivi-
Hay que reconocer, sin embargo, que es un aspecto de la personali- dades contra la moral nazcan de una presentación demasiado desfigurada
dad que se presta con facilidad a cualquier forma de manipulación o influ- por este rostro, que no genera ningún entusiasmo en nuestro mundo.
jo alienante. En su génesis intervienen múltiples factores psicológicos, Desde una óptica contemplativa, por el contrario, hablar sobre la
educativos, sociales, temperamentales, que condicionan nuestra valora- creatividad de la conciencia es un lenguaje profundamente arriesgado, que
ción interior. Lo mismo que el mundo de nuestros sentimientos, deseos, convierte a la moral en una decisión subjetiva, más de acuerdo con los
intereses, miedos o prejuicios, a veces demasiado oculto y desconocido, gustos y sentimientos personales que con el carácter objetivo y universal
despoja al juicio ético de una visión objetiva para caer en un subjetivismo de la obligación. Sería caer de nuevo en la tentación primera del paraíso,
peligroso. Por eso, en toda la tradición, se ha insistido siempre en la nece- cuando el ser humano quiso comer del árbol prohibido para ser «como
sidad de que semejante valoración personal responda a unas normas obje- dioses, conocedores del bien y del mal» (Gen 3,5). No hay otra alternati-
tivas y se haga en función de unos valores que nunca son creados por el va que la humilde sumisión a los imperativos éticos, que la conciencia
propio individuo. contempla y aplica con esmero a la realidad.
Hay que reconocer que, dentro de la moral católica, esta última visión
se ha defendido con mucho mayor énfasis. Sin negar nunca en abstracto la
2. La doble dimensión de la conciencia primacía del juicio personal, como norma última de moralidad, se insistía,
sobre todo, en la prevalencia de la objetividad. Como solía decirse, el jui-
cio moral de la conciencia no era sino la conclusión lógica y necesaria de
Y es que, al hablar de la conciencia, se levanta de inmediato el mie- un silogismo, cuyas premisas estaban dadas por la ciencia moral. Si no hay
do y la sospecha de inclinarse hacia un subjetivismo exagerado, como ca- error lógico, no cabe más que esa solución como la única verdadera. Era el
mino abierto a otra serie de errores y equivocaciones. De ahí la insistencia modo mejor de formular la obligatoriedad de las normas, principios y va-
de otros autores en subrayar, junto a la obligación de seguir los dictáme- lores, asumidos personalmente por la evidencia de la conclusión.

164 165
Este planteamiento suponía en el fondo una determinada concepción profetas no se cansará de repetir esta misma invitación (Os 4,2; Is 1,15;
ética, que tuvo su apogeo durante bastante tiempo, pero que no ha sido la 44,22; 55,6-7; 57,15; Jer 3,14; 4,1; 18,3; Ez 2,18-19; 14,6; 18,21-32; 33,7-
única ni probablemente la más adecuada. Algunos datos históricos ayuda- 11; J 11,3-15; 2,12; Za 1,4).
rán a comprenderlo. Algo parecido habría que decir sobre el empleo de la sabiduría y pru-
dencia, que no encierran un sentido puramente especulativo, sino que in-
dican también un conocimiento práctico aplicado a la realidad. Ellas ense-
ñan el arte de dirigir la propia vida y orientarla por los senderos del bien.
3, Aportaciones bíblicas Por eso aparecen como atributos divinos por excelencia, que Dios reparte
entre sus elegidos como un don, más allá de sus cualidades naturales.
Esta capacidad de juicio sobre la moralidad de las acciones había si-
do admitida desde la antigüedad, pero con una perspectiva mucho más
global y unitaria. De hecho, el término "conciencia" no se utiliza, sino 4. La conciencia en los escritos paulinos
apenas, en la literatura clásica, ni siquiera en los escritores griegos más
cercanos al cristianismo. Muchas lenguas, en las que aún no se empleaban
La palabra syneidesis (conciencia) aparece con mucha frecuencia en
los nombres que se elaboraron después en la reflexión filosófica, se valie- los escritos paulinos. No es probablemente una herencia recogida de la fi-
ron de expresiones equivalentes para significar el mismo contenido. Den- losofía pagana, sino que tenía un origen más popular al que san Pablo va
tro de la revelación sólo aparece alguna vez en el Antiguo Testamento y a darle un contenido y significación algo diferente, añadiendo la dimen-
ninguna en los Evangelios, pero con otros vocablos se llega a expresar la sión bíblica que antes apuntábamos. Si en la filosofía popular, representa-
riqueza y el significado que para nosotros encierra la "conciencia". da sobre todo por los cínicos, epicúreos y estoicos, aparecía como el tes-
Llamado a la alianza con Dios, el hombre del Antiguo Testamento es- tigo de las acciones o el acusador que condena las faltas, Pablo va a insis-
tá en una escucha constante de la palabra de salvación que le llega de Ya- tir en ese dinamismo interior por el que la persona se capacita para orien-
vé. El corazón principalmente aparece como el lugar por excelencia donde tar su existencia hacia un destino concreto y valorar su propia conducta:
Dios deja caer su palabra para enseñarle su camino y su voluntad. La ora- «cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las pres-
ción del salmo es bien significativa: «Con todo mi corazón te busco; no me cripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes
dejes desviar de tus preceptos. En mi corazón guardo tus consignas, para muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo
no pecar contra ti» (119, 10-11). Los sentimientos que nacen de su interior su conciencia» (Rom 2,14-15).
son testigos de la mala conducta (1 Sara 24,6; 2 Sam 24,10), recuerdan el Esa ley no escrita, anterior y por encima de cualquier otro derecho,
mal que se hizo (1 Re 2,44), absuelven de las condenas falsas (Job 27,6), a la que este mismo se encuentra sometido, se revela en el interior de la
juzgan en definitiva la culpabilidad o inocencia de la persona (1 Sam 16,7; propia conciencia. Sus dictados cumplen la misma función que para los ju-
Prov 21,2; Jer 11,20; 17,10; 20,12). Allíes donde hay que tener escondidos díos tenía la Ley revelada por Dios. Al margen de ella o de cualquier otro
sus preceptos (Prov 2,1-5; 10-15; 3,1-3; 4,21-23; 7,3). La ley de la nueva mandato, el individuo lleva siempre sobre sí una palabra que lo vincula y
alianza, anunciada por Jeremías (31,33) y Ezequiel (11,19), será grabada le obliga. Las exigencias de la ley natural nos hablan y comprometen a tra-
por Dios definitivamente en el corazón de sus fieles para que no haya nin- vés de este dinamismo interior. Su tarea más importante no consiste en
gún velo que encubra los misterios de Dios (2 Cor 3,12-16). aplicar a lo concreto los principios generales, sino en darle un sentido y
orientación a toda la existencia. La ley divina queda escrita en el corazón
Ya veremos más adelante, al tratar el tema del discernimiento, la im-
y en función de ella cada uno ha de enfocar su vida. En términos más ac-
portancia que tiene la sensibilidad delcorazón, propia de los hijos de la
tuales, podríamos decir que constituye la toma de conciencia radical por
luz, frente a la dureza y encanecimiento de los que se cierran al mensaje
la que una persona se cómpremete con su proyecto ético y en la que se re-
de Jesús. El corazón es, en una palabn, el que posibilita el diálogo y en- vela de forma valorativa su significado más profundo. Es ahí donde la per-
cuentro con Dios, que lo sondea y lo conoce, para manifestar la entrega y sona vislumbra su destino temporal y su salvación eterna.
sumisión del creyente o su negativa al amor. No en vano, la revelación se
En cuanto derivación consecuente de esta función primaria, la concien-
convierte en un recuerdo constante pan esa conversión al Señor, el único
cia aparece también como acto, que aplica las exigencias fundamentales a los
que puede quebrantar los corazones endurecidos. La predicación de los
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166
casos y acciones concretas y determinadas. Si a la primera se le designaba co- sólo puede nacer de la verdad. Mientras que para el segundo, este objetivis-
mo conciencia habitual, por la actitud y disposición interior y permanente en mo resultaba inaceptable, pues cualquier tipo de ignorancia o equivocación
la búsqueda del bien, esta segunda quedó definida como conciencia actual. en los juicios de conciencia eximen de toda culpa, cuando se actúa con sin-
Fue el mismo san Pablo quien desarrolló también este segundo aspecto. Las ceridad. La bondad o malicia no radica en la materialidad del hecho, sino
situaciones particulares y comunitarias a las que tuvo que hacer frente para en la decisión interna y en la buena fe de la persona.
encarnar el mensaje evangélico, le llevaron a presentar con mayor amplitud La obediencia a la ley aparecía entonces como el remedio más eficaz
los criterios de conciencia necesarios para la solución de estos conflictos. para la superación de estos peligros. Atenerse a lo que está mandado era la
La interpretación patrística seguirá por este mismo camino. La con- forma más segura de superar cualquier subjetivismo o equivocación. El in-
ciencia es ante todo la voz de Dios que resuena en lo íntimo del corazón flujo del nominalismo, que se hizo presente con más fuerza de lo que se pu-
humano. Como buen maestro y pedagogo conduce al alma por el camino diera pensar a primera vista, vino a confirmar este presupuesto. Como la bon-
recto, hasta encontrar en ella, como en una alcoba interior la fuente del dad o malicia de las acciones no depende tanto de su propia naturaleza, sino
bien. El gozo de la buena acción o el remordimiento de una conducta per- de que estén mandadas o prohibidas por la autoridad, la preocupación va a
versa no son sino el testimonio aportado por la propia conciencia. En el centrarse en el análisis de la ley para descubrir a qué y hasta dónde obliga.
tribunal interior, el testigo, el juez y el acusado son una misma realidad Esta orientación de la conciencia hacia la objetividad de la ley hace
que siempre nos acompaña. Existe como un optimismo generalizado en que aquélla se revele principalmente como un mecanismo para aplicar és-
esta capacidad del ser humano, cuya negación sería una blasfemia contra ta a la realidad. La tensión dialéctica entre ambas se inclinará, en último
el Creador que ha querido gobernar así, con su Providencia, a todas las término, por darle una preponderancia indiscutible a la dimensión objeti-
criaturas racionales. Con ello no se buscaba engrandecer al hombre para va sobre la personal. Para que continúe siendo la norma última de morali-
hacerlo autosuficiente, sino admirar en él la obra de Dios. dad, ha de ajustarse con precisión - a no ser en casos extremos de ignoran-
cia inculpable- a la normativa vigente. Ya no es el lugar donde la persona
descubre cómo orientar su vida para la realización del fin último, sino el
5. La sistematización histórica instrumento que señala las fronteras de la libertad en función de la ley y el
grado de obligación que ésta me impone.
La reflexión escolástica posterior consagrará definitivamente esta
Todos los manuales van a insistir, por tanto, en las características que
doble concepción que ya hemos apuntado, distinguiendo entre la sindére- debe tener la conciencia para que su juicio sea objetivo. Las exigencias de
sis, como capacidad originaria en la percepción de los valores {conciencia rectitud, certeza y veracidad en su formación se recordaban de manera
habitual), y la aplicación de estos valores a las situaciones concretas {con- constante.
ciencia actual). En adelante, el interés mayor de casi todos los autores y
la preocupación básica de la moral va a centrarse precisamente en esta se-
gunda acepción. El tratado sobre la conciencia sufrirá un desplazamiento
de su sentido más primordial al más secundario. 6. La formación de la conciencia
En la explicación de este cambio late la preocupación común por bus-
car la mayor seguridad posible, con el deseo de eludir el riesgo del engaño La conciencia sería recta cuando la conclusión del silogismo, que de-
o la equivocación. La culpabilidad o no de la conciencia errónea fue obje- termina una obligación, ha tenido en cuenta las leyes de la lógica. A partir
to constante de amplias discusiones. Afirmar que el error de buena fe tiene de unas determinadas premisas, la conclusión se impone con toda coheren-
también sus derechos parecía demasiado peligroso. Baste recordar las dis- cia, a no ser que el individuo realice una deducción incoherente y, en ese ca-
cusiones medievales entre san Bernardo y Abelardo, que se prolongaron so, nos encontraríamos ante una conciencia viciada por su falta de rectitud.
durante bastante tiempo. Para el primero, si la conciencia es la voz de Dios, La conciencia se considera verdadera si las premisas en las que se apo-
el testigo verídico de su presencia, ha de estar siempre iluminada por la ver- ya su valoración están de acuerdo con el orden objetivo. De lo contrario se
dad objetiva. Todo conocimiento erróneo, aunque se actúe con buena vo- hablaría d e una conciencia errónea o falsa, ya que no responde a las exigen-
luntad, será siempre pecaminoso. La conciencia falsa no hace bueno nin- cias incondicionales de la verdad. Es posible, como fácilmente se compren-
gún acto, porque en ella no se manifiesta la llamada de Dios y del bien, que de, que u n a conciencia recta sea al mismo tiempo falsa y que una conciencia

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dificultades no irían contra uno u otro de los diferentes sistemas, sino
viciada llegue a ser, sin embargo, verdadera. El vicio lógico o la falsedad se-
contra la orientación y enfoque básico, presente en todos los planteamien-
rán culpables si no se han puesto los medios normales para superar la preci-
tos. La ley aparecía como el centro del orden moral, el valor supremo del
pitación, la ignorancia o el conocimiento informativo. En caso de no haber
que sólo es lícito prescindir cuando las razones contrarias adquieren un
culpa, el juicio de conciencia sigue siendo la norma última de moralidad.
peso suficiente. Lo de menos eran las condiciones exigidas para eximir
La conciencia finalmente ha de ser cierta cuando los presupuestos en
de la obligación. Lo lamentable fue esa concepción legalista, que impreg-
los que se fundamenta son evidentes y excluyen cualquier duda razonable.
nó por completo a la moral y que ha estado vigente durante tanto tiempo.
No se trata, por supuesto, de una certeza absoluta, sino que basta la que se
La ley y la libertad aparecían como términos contrapuestos y casi contra-
considera como moral, que excluye el temor prudente de equivocarse. Ac-
dictorios. Toda la preocupación se centraba en ver cuándo era posible li-
tuar con una conciencia dudosa constituye una opción arriesgada e injusti-
berarse de ese peso, dejando un espacio mayor a la libre decisión. Los que
ficable, pues con ella se acepta implícitamente la posibilidad de cometer un
se inclinaban por la defensa de la ley eran tachados de un cierto rigoris-
error. Mientras no exista tal seguridad moral, la acción será pecaminosa.
mo y los que preferían más bien proteger la libertad eran acusados de la-
Esta última condición planteaba mayores dificultades. La compleji- xistas. Pero tanto unos como otros estaban imbuidos del mismo espíritu
dad de algunas soluciones impedía una mayor unanimidad entre los auto- legalista, comprensible en aquel ambiente histórico y en aquellas circuns-
res y, lógicamente, cuando se da un cierto pluralismo en las opiniones, no tancias culturales.
se hace fácil saber cuál es la única cierta y verdadera.
La teoría de las leyes puramente penales es un síntoma inequívoco
¿Qué hacer, entonces, cuando las opiniones diferentes impedían al- de este predominio legal y de la multiplicación alarmante de las obligacio-
canzarla? De una u otra manera, había que buscar una salida para que, a nes jurídicas. Sus defensores partían de una constatación evidente: el ser
pesar de las dudas o vacilaciones, se pudiera obtener una seguridad sufi- humano no puede psicológicamente sentirse obligado por un cúmulo tan
ciente para obrar con licitud. En este contexto, resultan comprensibles las enorme de leyes que pesan sobre su conciencia. Sería imposible el cum-
amplias discusiones que existieron para determinar cuándo una ley pierde plimiento de todas ellas, pues terminaría rompiendo la paz y tranquilidad
su carácter obligatorio. Cada uno de estos sistemas exponía un camino al- interior por el agobio que produciría semejante tensión. Por ello se encon-
go distinto para pasar de la duda especulativa a la certeza práctica. tró una salida ciertamente ingeniosa. Algunas de estas leyes no pueden
El tuciorismo fue el sistema más rigorista de todos. Para que alguien obligar en conciencia a su cumplimiento, pero como existen y son de al-
se sintiera liberado de una obligación, las opiniones contrarias a la ley te- guna forma obligatorias, sólo obligan a satisfacer la pena que se imponga,
nían que ser prácticamente ciertas y unánimes. Era la forma más segura en caso de ser cogidos como infractores en la transgresión. Era una confe-
(tuciorismo) de mantener la objetividad de una decisión. En el extremo sión explícita del ahogo experimentado por este legalismo desbordante.
contrario se situó el laxismo, que fue condenado también por la Iglesia.
La misma ética de situación aparece como un grito de protesta con-
Según él, bastaba una opinión contraria a la ley, probablemente probable,
tra esta mentalidad. Todo movimiento contestatario encierra el peligro de
para quedar libre de toda obligación, aunque la opinión contraria fuese
caer en un extremismo opuesto y radicalizado. La conciencia no puede
más unánime y razonable. Y entre ambas corrientes aparecieron otra serie
nunca quedar sometida a ninguna norma exterior, pues equivaldría a ro-
de posturas intermedias, que buscaban evitar los radicalismos anteriores,
barle su propia autonomía y dignidad. A ninguna persona se le puede im-
aunque cada una de ellas se inclinara más hacia un extremo u otro. Cual-
poner ningún límite en su actuación. El derecho a ejercitarla, de acuerdo
quier duda seria sobre la existencia u obligatoriedad de una ley es suficien-
con su personal decisión, se convierte, al mismo tiempo, en el criterio úni-
te para no sentirse comprometido con ella o imponer a otro su cumpli-
co y fundamental de conducta. Es el rechazo completo de cualquier otra
miento. La afirmación lex dubia, lex nulla -una ley dudosa es como si no
alternativa-Dios, naturaleza, Iglesia o moral- que intentara apoderarse de
existiera- se hace clásica en toda la historia posterior.
ese valor supremo de la persona. La negativa absoluta de todo valor obje-
tivo, para hacer de la propia conciencia el único fundamento de la morali-
dad, llevaría lógicamente a un subjetivismo impresionante, con todas sus
7. Hacia un planteamiento legalista
lamentables consecuencias y contradicciones.
Sin tanta radicalidad, otros autores insistieron en la insuficiencia de
Hoy resulta anacrónico, después de las discusiones fuertes y acalo-
la norma general y abstracta para regular la situación, que es exclusiva de
radas de otras épocas, detenerse en el estudio de esta problemática. Las

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170
cada persona e irrepetible en el camino de la propia historia. No se nega- la conciencia tiene que abrirse a otros horizontes más allá de esta ley o nor-
ba la existencia del valor objetivo, sino sólo su carácter absoluto, pues ha- mativa general. Tendríamos que insistir de nuevo en que su función prima-
bría que dejar un margen amplio a la conciencia para que ella determina- ria es dinámica y orientadora. Busca de verdad lo que es bueno para la per-
ra, en último término, si era oportuno aplicarlo en cada situación concre- sona y le sirve para autorrealizarse en función de su proyecto último.
ta. La objetividad de los principios abstractos quedaba también fuertemen- Ahora bien, como ya expusimos en el capítulo anterior, la bondad de
te relativizada en sus aplicaciones particulares. Aunque de forma más mo- una acción no se descubre sólo en su formulación abstracta, por muy ob-
derada, el valor de la ley seguía sin tener mayor importancia, ya que la jetiva y verdadera que sea, sino en el imperativo concreto y pormenoriza-
conciencia es la única que decide sobre la moralidad de su conducta. do de cada situación, donde entran además otros valores que exigen tam-
La postura de la Iglesia en aquellos momentos fue explícita y sin ningu- bién ser reconocidos y aceptados. Y cuando diferentes valores entran en
na ambigüedad. No se podía defender un sistema que eliminaba, de una for- conflicto, cuando algunas circunstancias impiden el cumplimiento de una
ma más o menos radicalizada, los principios objetivos de la moral. La bondad obligación, no existe ninguna otra ley más particularizada que imponga
o malicia de una acción no brota sólo de la decisión personal, sino que se fun- con su fuerza una de las posibles opciones a tomar. Aquí sólo la concien-
damenta también en un orden de valores externos e independientes del sujeto cia debe y puede discernir lo que parece mejor. Si la moralidad radica en
y de las situaciones en que pudiera encontrarse. Una vez más se repite que la este último juicio, tenemos que aceptar que, en cierto sentido, ella es la
función primordial de la conciencia consiste en aplicar la ley a un caso más creadora y artífice del valor ético de esta determinada acción. Su punto de
particularizado. El miedo a los errores y desviaciones de la nueva moral im- vista no es tanto el cumplimiento de la norma que tiene delante, cuanto la
pedía una mayor comprensión de esta doctrina, aunque no faltaron autores búsqueda de las mejores posibilidades entre las muchas tal vez existentes.
que quisieron extraer de ella aspectos olvidados de la ética tradicional y que También dijimos que esta creatividad de la conciencia no es exclusi-
merecían ser tenidos en cuenta como elementos enriquecedores. va de la fundamentación Ideológica; también la deontología acepta otros
conflictos y situaciones en las que el individuo necesita tomar una opción,
sin que ninguna otra norma le dicte lo que ha de elegir. En todos estos ca-
8. Lo personal y lo objetivo: una doble exigencia sos, una vez que se ha calibrado el peso de las razones favorables o con-
trarias, la moralidad surge por la decisión de conciencia adoptada.
Con una mayor perspectiva histórica y serenidad, el problema pue- Cuando no se logra alcanzar el grado de certeza necesaria para una
de situarse en un marco diferente y con nuevos matices. No se trata de eli- prudente actuación, tampoco se requieren los recursos a los sistemas apun-
minar ninguna de las dos dimensiones que constituyen el hecho ético. En- tados con anterioridad. Con ellos se da la impresión de que se pretende la
tre el ser humano contemplator, que fomenta un objetivismo extrinsecista, búsqueda de una libertad legal, aunque algunos la concedan más fácilmen-
y el ser humano creator, que conduce hacia un situacionismo peligroso, no te que otros, para eximir de una obligación que resulta molesta. Aquí la so-
existe una contraposición antagónica para ver quién triunfa: si la pura su- lución a cualquier duda razonable se encuentra por otro camino menos
misión y obediencia pasiva al dato real, o la creatividad original del indi- complicado y dificultoso. Si después de una seria reflexión no se sabe qué
viduo, que sólo tiene presente los rasgos peculiares de su situación. Una elegir, ni se consigue eliminar las dudas presentes, existe la suficiente se-
síntesis armónica de ambos elementos es la única que podría superar cual- guridad de que, en tales situaciones, no existe ninguna obligación determi-
quier alternativa extremista. nada y la persona queda libre, por tanto, no para prescindir de la ley, sino
La experiencia ética nos revela precisamente esta mutua comple- para hacer lo que valore como el mayor bien posible, lo que juzgue como
mentariedad. En todo juicio moral quedan implicados tanto el deber inte- mejor y más importante para su autorrealización, lo que vea más cercano
rior de una persona como su confrontación con otra transubjetividad. Se y concorde con el Evangelio.
apunta hacia dentro para enaltecer el valor de la conciencia, y se mira ha- La obligación del juicio moral no nace, pues, por un simple meca-
cia fuera para no dejarse llevar por el subjetivismo. Sujeto y objeto se ar- nismo interior a la persona, algo que dimana del propio corazón, sino por-
monizan y complementan. que ese convencimiento se basa en una valor objetivo y responde a las exi-
La dimensión interna es imprescindible, no sólo porque se requiere gencias reales de la verdad. Si de ordinario la ley manifiesta en su formu-
ese convencimiento personal, autónomo y responsable, sin el cual no exis- lación este ideal objetivo, queda siempre como posible algún pequeño de-
tiría una ética adulta^ sino porque la misma aplicación concreta hecha por sajuste, que sólo la honradez de la conciencia está capacitada para dirimir.

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9. Un camino intermedio entre el legalismo y el antinomismo da día, no excluye ciertamente la posibilidad del error. Es un riesgo que
pesa sobre toda opción humana desde el momento en que se ofrecen dife-
Si lo que asustaba en la ética de situación era que la moral cayera en rentes caminos a seguir, sin saber cuál será el más adecuado. Ni siquiera
un puro subjetivismo, la preocupación -explicable en un comienzo, dado con el simple cumplimiento de la ley se elimina semejante peligro. Resul-
su contexto histórico- parece excesiva y se elimina cuando se tiene en ta demasiado ingenuo e infantil afirmar que, con la sumisión a lo que es-
cuenta un mínimo de garantías. Lo que surge de este planteamiento no es tá mandado, desaparece toda amenaza de equivocarse. La obligatoriedad
una imagen caprichosa y descontrolada de la conciencia, reformable en surge de la conciencia prudente cuando ésta discierne lo mejor, después de
función del criterio individual de cada persona, sino una visión que corres- examinar todos los datos que ofrece la realidad. Y si la pura obediencia
ponde al deber moral, conocido después de una confrontación y análisis produce tranquilidad habrá que preguntarse si es auténtica -como lo será
sobre todos los datos que forman parte de la situación, para optar por el de ordinario- o fruto de un conformismo que intenta escaparse de la pro-
valor preferente, el de mayor urgencia, o el más necesario para cumplir pia responsabilidad.
con la obligación suprema de nuestro destino último humano y sobrenatu- Cuando la gente pregunta sobre la solución de un problema ético, no
ral. Aquí podría aplicarse lo que santo Tomás escribe acerca de la epique- viene de ordinario para recabar datos, reflexionar y enfrentarse después
ya: «Juzga de la ley quien afirma que no está bien hecha, pero el que dice con el riesgo de la decisión; lo que busca y pretende es que se le dé una
solamente que la letra de la ley no hay que guardarla en este caso concre- respuesta concreta para no cargar con el peso de su responsabilidad, que
to, no juzga a la ley, sino a una situación particular que sucede» {Suma la deja en manos del otro. No sé hasta qué punto con esta pedagogía ayu-
Teológica, II-II, 120, 1 ad 2). damos al crecimiento humano y a la madurez cristiana.
La relación ley-conciencia podría vivirse, entonces, con tres estilos
o modalidades diferentes. Para el legalista la ley mantiene siempre una ab-
soluta primacía, incluso cuando la conciencia no acaba de ver su obligato-
10. Conclusión
riedad. Sería el criterio más seguro para no caer en el subjetivismo. El an-
tinómica anula, por el contrario, la importancia de la ley y opta por seguir
los dictámenes de su conciencia, aun con el riesgo de la equivocación. Pre- La conciencia tendrá, pues, que certificar y verificar su juicio. Ella
fiere sacrificar la objetividad de la ley en aras de su propio juicio y auto- es la única que puede darle el calificativo de moral a nuestras acciones. No
nomía. Y entre ambos extremos, el situacionista -eliminando el sentido es posible una llamada del valor, ni oír la palabra del Padre que en ella se
peyorativo y antinomista que tuvo en sus primeros momentos— acepta, al comunica, sin una adhesión razonable de la subjetividad. De lo contrario
mismo tiempo, la validez y obligatoriedad de la ley, pero la subordina en no hay moral auténtica, pues ésta no existe sin una libertad responsable
ocasiones a las exigencias más altas de su conciencia, cuando se enfrenta que asume su obligación y quiere sentirse obligada por esa exigencia. Pe-
con otros valores más importantes que demandan un cumplimiento priori- ro también sería temerario y engañoso que pesara la moralidad sin preo-
tario, con tal de que tales acciones no se consideren intrínsecamente peca- cuparse, al mismo tiempo, por la exactitud de la balanza. Hay que seguir
minosas, como ya hemos repetido. su dictamen e intentar constantemente su formación. La negligencia o de-
Dentro del catolicismo, todos podríamos estar de acuerdo en que es- sinterés de este último aspecto crea una conciencia errónea y culpable, por
te último es el camino más apropiado, pues no es posible negar ninguno no tener en cuenta este compromiso con la verdad. Sin embargo, la culpa
de los dos términos. Las diferencias, una vez más, radicarían en la fuerza no reside nunca en seguir su mandato sincero, sino en el descuido anterior,
con que se acentúe alguno de estos extrenos. Son dos perspectivas algo cuando pudo haber conseguido, con mayor ilusión y empeño, un conoci-
diferentes. Una tiende a sospechar que la contraria puede deslizarse hacia miento más completo y exhaustivo.
un mayor subjetivismo, por subrayar con mayor fuerza la importancia de Esta visión personalista de la conciencia integra armoniosamente la
la dimensión objetiva; mientras que la otra teme que el valor de la con- dialéctica entre la doble dimensión objetiva y subjetiva de la moral. El ol-
ciencia quede reducido en exceso. Reconocer tales peligros sería una acti- vido de alguna de ellas llevará sin remedio a cualquiera de los extremis-
tud sensata y prudente para no caer en ellos e intentar superarlos. mos opuestos. La alternativa entre ley y conciencia, como fuerzas contra-
Cualquier decisión de conciencia, cuando se toma ante diversas al- dictorias, sería indicio de no haber dado con el camino intermedio, donde
ternativas o posibilidades, incluso en las pequeñas determinaciones de ca- la norma y la decisión personal mutuamente se iluminan y complementan.

174 175
Una pedagogía de la moral no consiste en imponer con intransigencia una
determinada norma, sino en despertar conciencias libres y responsables
para dejarse seducir por la llamada del bien.
En la formación de la conciencia, los católicos han defendido siem-
pre, como un elemento básico y primordial, el valor e importancia del ma-
gisterio eclesiástico. Por ello, vale la pena detenerse ahora para ver cuáles
son sus funciones en el campo concreto de la moral.

* **
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CAPITULO 10
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pp. 247-268.
ra nuestro tiempo, aunque la idea de fondo conserve su valor actual. Todo
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ello exige un esfuerzo de interpretación para distinguir lo que es un dato
cultural o una enseñanza permanente.
Hay que reconocer, por otra parte, que para la mayoría de los proble-
mas que hoy nos preocupan, tanto en el ámbito personal como colectivo,
la revelación no ofrece ninguna respuesta concreta. Sería absurdo buscar
en ella una valoración sobre los sistemas económicos, los métodos anti-
conceptivos, las técnicas de reproducción artificial o los trasplantes y do-

176 177
nación de órganos. Sin embargo, la ética es también imprescindible en la cerrar mucho los ojos para no verlo. Las causas de esta realidad serán múl-
realización del Reino y para mantener la propia amistad con el Dios que tiples y variadas, y cada uno subrayará aquéllas que estén más de acuerdo
nos salva. con su propia visión e ideología. Desde el poco compromiso cristiano que
provoca un menosprecio hacia la institución y un sentimiento de superio-
Por todo ello, la Iglesia levanta su voz de alerta cuando descubre que
ridad hasta el desconcierto que muchos han creado en la buena voluntad
determinados comportamientos se alejan del espíritu evangélico y se con-
de las fieles, existe un amplio margen posible de explicaciones, pero con
vierten en una amenaza para el bien de las personas. Presenta el testimo-
un denominador común: la frecuencia excesiva con que se marginan e ig-
nio de una experiencia tradicional que pretende ahondar sus raíces en el
noran, en la práctica, las intervenciones eclesiásticas sobre temas referen-
ethos de Jesús para aplicarlo a las situaciones actuales. Es una función que
tes a la moral.
le compete y que le está garantizada, con un grado diferente de seguridad,
por la ayuda prometida del Espíritu. Algunas confesiones protestantes han Es un hecho evidente y doloroso que bastantes católicos viven hoy
lamentado esta ausencia de normativas y orientaciones, que han motivado con una lejanía afectiva de la Iglesia como institución, y mucho más cuan-
un excesivo pluralismo de credos. do ejercita su función de magisterio, centrada de ordinario en la condena
de planteamientos éticos y conductas negativas. A veces son objeto, inclu-
Por eso su testimonio se hace vinculante y goza de una primacía y su-
so, de una crítica agresiva e irónica. Creen que su enseñanza ya está lo su-
perioridad por encima de cualquier otra opinión. Todo fiel tendría que sen-
ficientemente desacreditada como para otorgarle la confianza que se les
tirse sensible a estas declaraciones, como una señal relevante que le obliga
pide. Después de tantos cambios como se han operado en su doctrina, se-
a revisar sus posturas anteriores y a reflexionar con afecto y sinceridad so-
ría mejor que se callase o insistiese mucho más en la condena, con un ca-
bre los datos que se le aportan. Es un elemento que forma parte de la di-
rácter profético, de las grandes injusticias que se cometen en el mundo, en
mensión religiosa de la moral, ya que su existencia pertenece al mundo de
vez de culpabilizar las conciencias individuales con otros problemas se-
la fe y su autoridad no nace como la de cualquier otro grupo humano.
cundarios. Sus intervenciones no tienen ninguna eficacia, pues la vida
continúa adelante, a pesar de todos los documentos, y la gente se siente
molesta con tantos noes y prohibiciones.
2. Nuevas situaciones y actitudes Y entre unos y otros, aún queda un espacio reducido para los que ex-
perimentan un desconcierto que participa, de alguna manera, en los dos
El ambiente, sin embargo, en el que ahora vivimos ha provocado acti- anteriores. Desean mantener su fidelidad y aprecio a esta función magis-
tudes mucho más diferenciadas que las que existían en épocas anteriores. terial y no quieren prescindir, con la libertad e indiferencia de unos, de los
Algunos quisieran recuperar de nuevo los criterios más tradicionales como datos ofrecidos por la Iglesia, pero no saben cómo actuar cuando alguna
la única forma de evitar este confusionismo pluralista. La obediencia al ma- doctrina les resulta incomprensible, porque tampoco creen que la única sa-
gisterio se defiende como norma absoluta de verdad y como señal inequívo- lida sea la obediencia aerifica y absoluta de los primeros.
ca del respeto debido a la Iglesia. Cuando oyen otras opiniones o se inter- Las dudas y dificultades que han surgido últimamente sobre su ac-
preta la doctrina con matices diferentes, experimentan un malestar profun- tuación y fundamento lo han convertido en un punto de polémica y con-
do. Las divergencias son fruto siempre de la mala voluntad, del subjetivis- troversia. Sin necesidad de agotar la materia, conviene hacer unas cuantas
mo relativista, del desinterés religioso, o de la insensibilidad ética. En me- reflexiones que ayuden a iluminar el tema en el ámbito concreto de la mo-
dio de tantas voces discordantes, la palabra de la Iglesia debería ser el crite- ral, ya que en la formación de la conciencia los católicos han defendido
rio definitivo, por encima de cualquier otra consideración, y ni siquiera com- siempre el valor y la importancia de esta enseñanza.
prenden cómo es posible la duda frente a sus declaraciones oficiales. Es una
tensión que nace por afán de fidelidad y cariño al magisterio.
En el extremo opuesto, encontramos otro grupo que, cuando no ma-
3. El planteamiento tradicional
nifiesta su agresividad y rechazo, revela, al menos, un claro desapego e in-
diferencia frente a las enseñanzas de la jerarquía. Las estadísticas demues-
tran una disconformidad significativa entre lo que la Iglesia propone y lo Era una consecuencia de los presupuestos teológicos que se admi-
que la gente practica. El fenómeno es un hecho constatable y habría que tían. Si la moral humana sólo resulta cognoscible desde la fe, el magiste-

179
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rio de la Iglesia adquiría también un relieve extraordinario. La ley natural creación y la fe forman una unidad dialéctica y articulada, como dos fuen-
entra dentro del depósito de la revelación, al menos de una manera indi- tes de conocimiento moral, y sólo la Iglesia está capacitada para interpre-
recta, en cuanto que el cumplimiento de sus preceptos forma parte de la tar e imponer los contenidos y límites de tales enseñanzas. La búsqueda de
actual economía de la salvación y la persona se juega en ese campo, como cualquier otro criterio no posee ninguna garantía para superar el error.
hemos dicho, sus relaciones de amistad con Dios. Si la Iglesia debe con-
servar, defender y transmitir este patrimonio de fe y guiar a sus hijos por
los senderos de la verdad y del bien, la autoridad eclesiástica tiene la obli-
4. Un nuevo intento de valoración
gación y la capacidad de imponer una enseñanza ética, cuya justificación
última no radica en los argumentos racionales aportados, sino en motiva-
ciones teológicas de orden superior. Nuevas hipótesis fueron presentadas por algunos autores en contra-
El valor de su enseñanza, sin embargo, no es el mismo en todas sus posición a la enseñanza más clásica y tradicional. Según estas opiniones,
declaraciones. Se distinguían con claridad las doctrinas que se han de nadie duda que la Iglesia, constituida por Dios como guardiana y defenso-
creer por haber sido declaradas como infalibles por el magisterio solemne ra de su palabra, tenga una función única e insustituible en la interpreta-
de la Iglesia. Aquellas otras verdades que son necesarias para entender la ción del mensaje. A ella pertenece decidir también si una tesis, que se pre-
doctrina revelada y que, por su íntima conexión con esta, se han de man- senta como un derecho natural, es conciliable o no con la enseñanza reve-
tener, aunque no aparezcan expresamente en el depósito de la revela- lada. Pero cuando la Iglesia hace declaraciones sobre un contenido ético
ción.Y las que son propuestas, sin alcanzar el valor de las dos anteriores, que no tiene ningún fundamento bíblico ni está relacionado con ninguna
y que pertenecen a lo que se designaba como magisterio ordinario. Era la otra verdad de fe, esas afirmaciones, aunque se expresen de una forma so-
forma más frecuente de comunicar su enseñanza en las diferentes encícli- lemne, pertenecen a una función pastoral y orientadora más que a un au-
cas y documentos pontificios, o en los de algunas Congregaciones roma- téntico magisterio doctrinal. Sus palabras no serán absolutamente obliga-
nas por la aprobación explícita que recibían del Papa. El asentimiento de torias, a no ser que el contenido de tales proposiciones se encuentre mani-
fe se requiere en el primer caso. Existe la obligación de aceptar y conser- festado en la misma revelación.
var firmemente las enseñanzas vinculadas con la palabra revelada, en el La Iglesia, incluso, tendría el derecho y deberá pronunciarse, en al-
segundo. Y la obediencia y docilidad a lo que se propone de modo autén- gunas circunstancias, sobre determinadas exigencias de la ley natural. Pe-
tico, pero no definitivo. Su autoridad es suficiente para aceptar lo que di- ro, al actuar así, no lo hace en virtud de su magisterio doctrinal, sino por
ga, en el campo de la moral, aun cuando no parezca del todo convincente. una preocupación sincera y práctica para que oriente e ilumine la concien-
Pío XII sintetizó, como en otros puntos, una larga tradición que le cia de sus fieles, cuando éstos no se hallen capacitados o surjan dificulta-
había precedido. Cuando el Papa, o las Congregaciones romanas compe- des específicas para descubrir los valores en las múltiples y comprometi-
tentes para ello, exponen su parecer sobre alguna doctrina discutida, tal das situaciones humanas. En último término, realiza una función vicaria y,
enseñanza no puede tenerse ya como objeto de libre discusión. El trabajo en ocasiones, de absoluta necesidad, pues ayuda al discernimiento de las
del teólogo se reduce a indicar cómo ella se encuentra más o menos explí- conciencias opacas, aporta nuevos e importantes datos de peso, llama la
citamente contenida en las fuentes de la Escritura y de la tradición ante- aiención sobre aspectos que no conviene marginar, pero nunca podrá obli-
rior. La licitud de un posible disentimiento, aunque se admitiese en teoría, gar a una absoluta sumisión de la voluntad y del entendimiento.
era prácticamente eliminada por la serie derequisitosexigidos y porque se Se trata, por hipótesis, de una verdad sobre la que Dios no ha mani-
ponía en guardia contra la presunción y soberbia del que se fía más de su festado ninguna enseñanza particular y sólo queda el recurso a la razón hu-
propio parecer que del manifestado por la Iglesia, recordándosele, además, nana, a la reflexión honesta sobre los datos que en ese momento se po-
la cuenta que un día dará ante el tribunal definitivo de Dios. El magisterio seen, para deducir qué es lo que parece mejor. No se ve qué otros elemen-
ordinario, aunque no se trate de una doctrina enseñadacomo infalible, vin- tos pueden entrar en juego, fuera de la seriedad, honradez y esfuerzo hu-
cula de tal modo a la conciencia que no cabe ninguna otra alternativa sino mano, para que su doctrina -sobre todo, en problemas difíciles y comple-
la sumisión y obediencia a datos que se aceptan por la fe. jos, discutidos, incluso, por los profesionales dedicados a su estudio- ten-
Hay un nexo teológico entre la revelación y las exigencias de la ley ga un carácter autoritario y obligatorio. En este campo, no tiene otro fun-
natural, pues el mismo Dios se nos comunica de esa doble manera. La damento para imponerse que la veracidad y autenticidad de su testimonio

180 1SI
y de su razón. Sólo la propia conciencia deberá decidir, después de exami-
que no hable ex cátedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su
nar también la doctrina del magisterio, pero sin una especial y mayor vin- magisterio supremo y con sinceridad se haga suyo el parecer expresado
culación a sus enseñanzas. Éstas no encierran un valor doctrinal y vincu- por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede descu-
lante, sino que son orientaciones pastorales para favorecer con posteriori- brirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con que
dad la propia decisión. Sin negar la asistencia peculiar del Espíritu, que no repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas empleadas»
excluye la posibilidad del error en el magisterio no infalible, temen que un (Constitución dogmática sobre la Iglesia, n° 25).
fácil recurso al elemento sobrenatural se haga un tanto sospechoso, como
Los comentarios posteriores no han sido del todo unánimes en algu-
si el Espíritu tuviese como tarea suplir la falta de argumentos o confirmar
nos aspectos más secundarios. Por una parte, la naturaleza de la religiosa
con su autoridad divina a lo que no posee otras justificaciones más con-
sumisión era interpretada con matices algo diferentes: desde los que no
vincentes.
permitían el menor disentimiento hasta los que aceptaban la posibilidad de
A los católicos se les enseñó a ver no las razones de una proposición, un cierto desacuerdo filial y sincero, cuando se hiciera difícil aceptar una
sino la autoridad de quien la presentaba, pero insisten, al mismo tiempo, enseñanza que no resultaba convincente. Este hecho era considerado co-
en que un deber de la autoridad es despertar precisamente la confianza en mo extraordinario, pues suponía la competencia y honradez del que se
los subditos, y cuando ésta desaparece, por las razones que sea, su magis- atreviera a caminar por un sendero distinto.
terio pierde también credibilidad. La autoridad de los maestros oficiales
debe legitimarse a sí misma en su ejercicio, mediante la capacidad de dis- Y por otra, el significado del términos mores (costumbres), utilizado
cernimiento espiritual, que manifiesta la atención que presta a los datos desde antiguo en los documentos de la Iglesia como objeto de su magiste-
oportunos; las preguntas inteligentes que haga y las respuestas coherentes rio, además de los datos pertenecientes a la fe, no fue siempre el mismo.
que dé; el respeto que tenga a la evidencia y la sensibilidad para las obje- La fórmula tiene un origen patrístico, que no hacía referencia a la doctrina
ciones; su sintonía con el mundo concreto en que viven los cristianos, etc. moral, sino a la tradición de la Iglesia. Tampoco Trento lo aplicó a los pre-
De ahí que se subrayara por todos estos autores la necesidad de una valo- ceptos de la ley cristiana o principios morales, sino a los usos rituales de la
ración nueva del magisterio, sin negar, por supuesto, su servicio e impor- disciplina y de la liturgia. En la teología postridentina, adquiere ya un sig-
tancia, pero donde desaparezca el carácter excesivamente autoritario de nificado ético, aunque en el Vaticano I se dejó intencionadamente como un
otras épocas y se convierta en un estímulo para la madurez y sinceridad de tanto vago, pero incluye los principios de moral presentes en la revelación.
la propia conciencia. En la reflexión posterior se aceptó siempre la competencia de la Iglesia pa-
ra enseñar los criterios éticos, aunque no se consideraran infalibles.
Es lo que expone de forma sintética y muy clara el Catecismo de la
Conferencia episcopal alemana: «Sería equivocado concluir de ahí que el
5. La doctrina del Vaticano II magisterio se engaña de ordinario en sus aseveraciones. Por tanto, los jui-
cios sobre cuestiones morales que entran dentro del campo de competen-
Esta teoría, sin embargo, que se aparta de la doctrina tradicional, no cia del magisterio deberían poder reclamar para sí, hasta que no se de-
está de acuerdo con la que aparece claramente expresada en la Lumen gen- muestre lo contrario, la presunción de que son atinados» (Catecismo Ca-
tium. El problema de la autoridad del magisterio oidinario y la obediencia tólico para adultos, II, 96). Quien crea que puede seguir otra opinión de-
debida a sus enseñanzas aparecieron ya en muchas de las propuestas pre- berá preguntarse ante Dios y ante su propia conciencia si está capacitado.
sentadas para la preparación del Concilio. Existía un cierto temor de que La publicación de la Humanae vitae, sobre los métodos lícitos para
no se prestara la suficiente atención al magisterio no infalible, con el pre- la regulación de los nacimientos, provocó un cambio significativo de pers-
texto justamente de su no-infalibilidad. Fueron bastantes las redacciones pectivas. Fueron muchas las Conferencias episcopales que, para facilitar
que se hicieron y varios también los documentos en los que se quisieron la comprensión de la encíclica, recordaron la doctrina tradicional sobre es-
insertar los diferentes textos. Después de las diversas discusiones y en- te punto: su enseñanza pertenece al magisterio ordinario que exige la de-
miendas, se aprobó como definitiva la siguiente afirmación: bida sumisión de los fieles, pero no puede excluirse que, cuando una per-
sona no esté convencida delante de Dios de las razones en que se apoya,
«Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de mo-
pueda disentir de esta enseñanza sin que, por ello, sea considerado como
do particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun-
infiel a la Iglesia. Es verdad que también se insistía en las condiciones y

182
183
actitudes necesarias para tomar esta opción. Sin embargo, hay que recono- dad de esta Comisión impide catalogar a este fenómeno c >mo un acto de
cer que tales interpretaciones pastorales produjeron una desvalorización rebeldía o como un gesto falto de amor hacia la institución eclesial. Lo va-
del magisterio ordinario. Para muchos la interpretación se hizo demasiado lora, en primer lugar, como un hecho que no tiene nada de anormal o ex-
simplista. Como el disentimiento resulta lícito, cuando la doctrina no re- traordinario: «No es extraño ni hay que esperar que pueda solucionarse al-
viste un carácter infalible, cualquier persona se creía competente para ac- guna vez por completo en esta tierra». Y lo considera, además, como algo
tuar, sin tener en cuenta para nada los planteamientos de la encíclica. positivo y enriquecedor, «pues no supone enemistad o auténtica oposición,
sino un esfuerzo vital y estímulo para cumplir juntos, en forma de diálogo,
el propio oficio de cada uno» (Tesis sobre la relación mutua entre el Ma-
gisterio y la Teología, Tesis 9). La última Instrucción sobre este tema repi-
6. La nueva valoración del magisterio definitivo
te la misma idea: «si las tensiones no brotan de un sentimiento de hostili-
dad y de oposición, pueden presentar un factor de dinamismo y un estímu-
Es muy probable que para darle una consistencia mayor a la enseñan- lo que incita al Magisterio y a los teólogos a cumplir sus respectivas fun-
za del magisterio ordinario, se introdujera una nueva división que resulta- ciones practicando el diálogo» (La vocación eclesial del teólogo, n° 25).
ba desconocida en la tradición anterior. Entre la doctrina infalible -verda- La historia demuestra cómo tales discrepancias -con el dolor y su-
des reveladas o vinculadas con ellas que hay que creer o mantener- y la que frimiento que conllevan, a pesar de la buena voluntad- fueron fecundas
exige una docilidad y sumisión, aunque no sea infalible, se incluye una para el progreso de una doctrina, o habrán servido por lo menos para cla-
nueva valoración intermedia, que se considera como enseñanza definitiva. rificar mejor el depósito de la fe. Basten recordar otras crisis que se han
No es infalible, pero tampoco cabe la posibilidad de disentir, como se acep- vivido en la Iglesia, como sucedió en el siglo pasado con la Escritura y la
taba, bajo determinadas condiciones, en el magisterio ordinario. Teología. Autores, cuyas obras fueron condenadas por el magisterio, y que
La Instrucción Donum veritatis (26-VI-1990), sobre la vocación ecle- fueron después revalorizados y premiados por la propia autoridad ecle-
sial del teólogo, repite lo que ya aparecía en el Juramento de Fidelidad (23- siástica. Y en el campo de la moral recuerdo las vicisitudes y condenas de
11-1989): «El oficio de conservar santamente y de exponer con fidelidad el aquellos autores que, por la época de los 40, se atrevieron a defender la di-
depósito de la revelación divina implica, por su misma naturaleza, que el mensión unitiva del matrimonio frente a la doctrina tradicional que veía en
Magisterio puede proponer de modo definitivo enunciados que, aunque no la procreación el fin primario y más importante. Ahora hasta el nuevo De-
estén contenidos en las verdades de fe, se encuentran, sin embargo, íntima- recho canónico ha dado por superada semejante formulación.
mente ligados a ella, de tal manera que el carácter definitivo de esas afir-
maciones deriva, en último análisis, de la misma revelación» (n° 16). Final-
mente con la Carta apostólica Ad tuendam fidem se añade al canon 750 un
7. La relación entre teología y magisterio
segundo párrafo para incluir la doctrina sobre estas verdades definitivas.
No entro ahora en las dificultades que para muchos ha creado esta
nueva división, pues el problema pertenece más al campo de la dogmáti- Y es que la elaboración del magisterio eclesial debe observarse des-
ca. Solo constato el hecho por el que se adjetivan como definitivas -y pa- de una visión realista. Es lógico y comprensible que en su enseñanza no
ra algunas interpretaciones, prácticamente, como infalibles- doctrinas que aparezca ninguna novedad especial o sorprendente. Cuando la Iglesia con
se consideraban hasta ahora como magisterio ordinario. En cualquier hi- su autoridad suprema expone una doctrina determinada, ésta suele llevar
pótesis, las enseñanzas de la Iglesia, incluso cuando hace declaraciones mucho tiempo presente en otros niveles de la misma institución. Entre lo
sobre contenidos éticos que no aparecen directa ni explícitamente en la re- que dice el pueblo, predican los sacerdotes, escriben los teólogos, mani-
velación, exigen una sumisión y docilidad por parte del fiel católico. Sin fiestan algunos obispos, confirma una Conferencia episcopal, aprueba un
embargo, semejante postura no está exenta de tensiones y conflictos que Sínodo y proclama el Papa tiene que darse inevitablemente una reducción
no pueden superarse exclusivamente con una llamada a la obediencia. progresiva. A medida que se asciende por esa escala, la opinión sostenida
ha de adquirir una dosis de mayor firmeza y seguridad. Sería absurdo que
Hace ya algunos años, en 1975, la Comisión Teológica Internacional
una encíclica expusiera una enseñanza discutida y que no ha obtenido to-
publicó un documento sobre la relación entre la teología y el magisterio,
davía un grado de suficiente solidez. Ni lo que un obispo enseña en su dió-
donde hablaba de la inevitable tensión entre ambas funciones. La autori-

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cesis tiene que ser asumido siempre por todos los pastores de la nación.
Ahora bien, cuando el magisterio supremo confirma lo que ya estaba, de nales, que aún deben conservarse como doctrina oficial. A lo mejor será
una u otra manera, en la conciencia eclesial, supone el espaldarazo y con- necesario confirmarla, porque no parecen aceptables los nuevos caminos,
firmación definitiva de tales orientaciones. La novedad no consiste en el pero esa búsqueda requiere, con frecuencia, un tiempo de clarificación
contenido de tal enseñanza, como sí hasta ese momento se desconociera su problemático y un esfuerzo de racionalidad y diálogo por parte de todos.
existencia, sino en la aprobación y carta de ciudadanía que se le otorga. Por eso, la fidelidad a la tradición y el cariño respetuoso al magisterio no
suponen siempre una aceptación literal de su contenido. Un amor apasio-
Esto significa que para el avance y el progreso de la teología -y en
nado a la verdad y la ilusión de hacerla comprensible impulsan más allá
nuestro caso, de la moral-, la reflexión de los teólogos tiene que ir a ve-
de lo oficialmente confirmado, aun sabiendo que se trata de una mera hi-
ces un poco más allá de la doctrina oficialmente aceptada. Son como los
pótesis, sujeta a discusión y abierta con docilidad al juicio posterior de la
primeros pasos e hipótesis que se ofrecen a la misma Iglesia para que ella
Iglesia. Mientras tanto, la preocupación, el dolor y la tensión entre los que
dé su aprobación más adelante o manifieste sus dificultades concretas. En
tienen la obligación de proteger la verdad y los que intentan sinceramente
este contexto, la no-aceptación o, incluso, las reservas contra algunos pun-
una mejor interpretación y conocimiento de ella se hace inevitable. Am-
tos no supone, al menos en todas las ocasiones, una simple y pura conde-
bos buscan una misma fidelidad a la palabra de Dios, pero desde perspec-
na, sino que para la autoridad competente semejantes ideas teológicas o
tivas diferentes.
pastorales no lograron aún la garantía plena como para darles una confir-
mación definitiva. Afirmar, por tanto, que todo lo que se aparta algo de la
enseñanza oficial supone siempre un desprecio del magisterio o una falta
de identificación afectiva con la Iglesia me parece bastante arriesgado y 8. Perspectivas del magisterio y de la teología
poco de acuerdo con la realidad. Lo que todavía no se puede hacer o pen-
sar, porque existen dudas y dificultades para su aceptación, no siempre su- Como guía y maestro de la comunidad cristiana, el magisterio pre-
pone una condena definitiva. El estudio y una toma de conciencia más tende, sobre todo, transmitir a todos en su integridad la verdad revelada,
profunda, tal vez hagan posible una acogida posterior que, por el momen- conservarla como la herencia y el patrimonio más precioso que Dios ha
to, no se considera oportuna. dejado a la humanidad y del que se siente depositario. Por eso, en sus en-
Entre las Proposiciones presentadas por algunos Sínodos, con una señanzas se omiten los problemas que pertenecen más bien a las discusio-
aprobación mayoritaria casi absoluta, y las Exhortaciones apostólicas pos- nes e investigaciones teológicas, cuando no está en peligro la fe o la mo-
teriores de Juan Pablo II existen diferencias, añadiduras y omisiones signi- ral del pueblo. Lo más importante es mantener el depósito de la revelación
ficativas. Que el Papa no las recoja plenamente sólo significa que no quie- libre de todas las impurezas y novedades que pudieran adulterarlo o ser
re, por diferentes motivos, confirmarlas con su autoridad, pero sería injusto causa de una mala interpretación. En función de esta tarea se procura de-
y ofensivo decir que no es posible pensar como lo hace una Asamblea de fender mucho más que renovar, repetir lo anterior más que innovar, y, si
tanto peso y categoría, aunque no sea la doctrina oficial. Como declaraba el fuera necesario, asegurar una evolución homogénea, sin rupturas ni con-
documento de la Comisión para la Doctrina de la Fe, antes citado: «A me- tradicciones que pudieran provocar extrañeza o desconcierto.
nudo sólo después de un cierto tiempo es posible hacer una distinción entre Por otra parte, al tener como destinatario la comunidad de fieles, su
lo necesario y contingente» (La vocación eclesial del teólogo, n° 24). enseñanza conserva un sentido pastoral para que, en medio de las diferen-
Juan Pablo II, en su discurso a los teólogos alemanes, presenta una tes opiniones, el católico sepa distinguir lo fundamental y no le confundan
actitud más abierta y estimulante que la ofrecida per la teología tradicio- otras explicaciones. Es lógico, por tanto, que en sus documentos no apa-
nal. El trabajo del teólogo no debe reducirse a probar la doctrina del ma- rezcan ideas innovadoras, que no han sido todavía verificadas o que son
gisterio, como si cualquier nuevo intento de explicación fuera una infide- objeto de estudio e investigación por parte de los teólogos. Por todo ello,
lidad a la fe: «debe hacer nuevas propuestas... pero no son nada más que y sin darle ningún sentido peyorativo a la palabra, revisten más bien un ca-
una oferta a toda la Iglesia. Muchas cosas tendrán que ser corregidas y am- rácter conservador y se expresan de ordinario bajo la forma de condena o
pliadas en un diálogo fraterno hasta que las pueda aceptar toda la Iglesia». prohibición, pues son las fórmulas más explícitas y claras de manifestar su
El conflicto se hace así inevitable por ese hasta que, cuando las hi- propio pensamiento. Lo que se propone de ordinario es señalar las posi-
pótesis y nuevas soluciones no encajan por completo con las más tradicio- bles deficiencias o inexactitudes que pueden encontrarse en determinadas
ideas o planteamientos.
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El teólogo, por el contrario, intentará principalmente explicar y jus- 9. Justificación y racionalidad de sus enseñanzas
tificar esa misma verdad mucho más que transmitirla. Quiere hacerla inte-
ligible y razonable al mundo y a la cultura de hoy, acomodarla a los actua- Puesto que la ética y los problemas más importantes del derecho na-
les descubrimientos y sensibilidad. Le preocupa abrir nuevos horizontes tural no tienen una respuesta explícita en la Biblia, habría que insistir más
de comprensión, profundizar cada vez más en el conocimiento del dato re- en una fundamentación convincente y razonada, que no se apoye sólo en
velado o de las exigencias éticas que hayan de aplicarse a la realidad en la la simple autoridad. Si las exigencias éticas de la revelación, como ya he-
que vivimos. Esto hace que, en ocasiones, su pensamiento rebase la doc- mos dicho, no se justifican solo por ser voluntad de Dios, su obligatorie-
trina oficial, proponga hipótesis diferentes a las que se consideran más tra- dad encierra también una base humana y razonable. La oferta que la Igle-
dicionales y hasta que provoque una cierta inquietud y confusionismo en sia presenta, en un mundo como el nuestro, tendrá muy poca credibilidad,
aquellos que por temperamento, formación o ignorancia se sientan des- cuando no logra hacerla verdaderamente comprensible. Sin esta condición
concertados. será cada vez más difícil que la sociedad de hoy, consciente de su autono-
La armonía, la mutua influencia y la amigable colaboración entre mía y responsabilidad, preste con libertad su asentimiento. Si hay razones
ambas perspectivas ayudarían mucho a que la doctrina enseñada gozase suficientes, estas deberían explicarse en un lenguaje adecuado, para supe-
siempre de la mayor credibilidad posible. Sin embargo, este ideal difícil- rar cualquier tipo de reticencias o indiferentismo que se han levantado con
mente se puede conseguir. Cuando se da una dialéctica entre objetivos di- exceso en muchos ambientes católicos.
ferentes, aun dentro de una misma finalidad, es comprensible que surja Ya no se puede imponer desde fuera y por una especie de coacción
una cierta tensión y conflicto. También aquí, si únicamente pudiera decir- extrínseca y autoritaria una doctrina ajena a la estructura racional y valo-
se lo que está oficialmente aprobado por el magisterio, el avance y el pro- rativa en que se mueve la conciencia moderna. No es rechazo o rebeldía,
greso de la teología y de la moral quedarían paralizados, sin ningún dina- cuando existe un profundo cariño a la Iglesia y un deseo sincero de alcan-
mismo que los estimule. zar la verdad, sino un requisito que la misma Iglesia admite, para defen-
• Es cierto que la Iglesia no se rige por criterios democráticos, y la je- der su propia credibilidad y facilitar el asentimiento debido. Aun hablan-
rarquía, en un momento determinado, tendrá la última palabra, pero la ex- do de la teología, cuyo fundamento último es la fe, el documento antes ci-
periencia nos demuestra que, si no hubiera sido por la desobediencia y tado afirma que «es necesario que el teólogo esté atento a las exigencias
oposición de los teólogos, el enriquecimiento progresivo de la misma doc- epistemológicas de su disciplina, a los requisitos de rigor crítico y, por lo
trina se habría convertido en una simple posibilidad. De igual modo que, tanto, al control racional de cada una de las etapas de su investigación»
sin las señales de alerta o las llamadas de atención por parte del magiste- (La vocación eclesial del teólogo, n° 9). La acción ética de una persona
rio, hubieran acaecido también otras consecuencias peligrosas. No se tra- adulta ha de estar motivada por argumentos objetivos. Con la moral racio-
ta de equiparar, por tanto, ambas funciones, sino de insistir en la necesi- nal no se puede proceder exclusivamente de forma autoritaria.
dad de un diálogo constructivo y respetuoso. Juan Pablo II, en su discur-
Como pueblo de Dios y comunidad de creyentes, en la que acepta-
so a los teólogos españoles en Salamanca, insistió también en lacreativi-
mos la función de vigilancia y la defensa del patrimonio cristiano, muchos
dad y fidelidad como características básicas del trabajo teológico por la
quisiéramos también, como un deseo que es lícito expresar, que aquélla se
doble dimensión que encierra. Como ciencia debe hacerse «sensible a las
realizase con otros matices distintos. Es un hecho sociológico que el ma-
exigencias de la cultura moderna y a los problemas más profundos de la
gisterio ha perdido credibilidad y su doctrina provoca con frecuencia un
humanidad actual», pero como teología debe estar «dinámicamente inte-
cierto rechazo por parte de los fieles. No dudo que a veces se requiere una
grada en la misión de la Iglesia, especialmente en su misión profética».
cierta osadía evangélica para anunciar el mensaje de Jesús y defender va-
Para la complementariedad de este diálogo en el campo de la moral, sería
lores éticos muy difuminados en nuestra sociedad. En este sentido, su voz
conveniente tener en cuenta algunos aspectos importantes.
se hace profética y constituye siempre una seria invitación a revisar las
propias opiniones. La tarea de hacer presente en nuestro mundo el mensa-
je evangélico se ha hecho cada vez más difícil.
Pero precisamente por eso, es necesario que, entre las diferentes ofer-
tas que se presentan dentro del pluralismo reinante, el ethos cristiano aparez-
ca como profundamente humano y racional. Renunciar a este esfuerzo de

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ciertos valores por una educación deficiente, o hasta de una autosuficien-
fundamentación llevaría a una pérdida de credibilidad y estima por parte del
hombre moderno, aunque tampoco pueda acomodarse a las costumbres im- cia orgullosa que se cierra a otros puntos de vista. Pero es posible también
perantes o a las opiniones de moda, perdiendo su función orientadora. La que, después de un esfuerzo serio y honrado, continúe sin comprender la
verdad y el bien no se descubren por una votación democrática. Y una visión ilicitud de una conducta. «Cabe la posibilidad de que algunos cristianos, a
cristiana, que no abandona nunca su racionalidad, debería ser lo suficiente- pesar de su esfuerzo sincero para aceptar determinadas afirmaciones del
mente lúcida para convertirse en una conciencia crítica de la sociedad, junto magisterio, tengan dificultades serias para despejar sus dudas» (Catecismo
al testimonio de otros que se han dejado iluminar por los mismos valores. Católico para adultos, II, 96).
La garantía del Espíritu, aun en el caso del magisterio no infalible, no La Iglesia no ha estado siempre libre de errores que ha corregido con
exime de este esfuerzo, ni evita la conveniencia de un cambio posterior, co- el paso del tiempo. Pero sería una lamentable equivocación deducir de ahí
mo se ha demostrado muchas veces. Insistir con exceso en esta dimensión que se engaña de ordinario en sus afirmaciones. Hasta que no se demues-
sobrenatural, marginando su justificación razonada, se presta a malas inter- tre lo contrario habría que inclinarse por la presunción de su objetividad.
pretaciones. Existe el peligro de que el carisma de la infalibilidad se extien- Y como los obispos alemanes subrayan: «quien crea que puede albergar la
da más allá de los límites de la revelación o de lo que resulta necesario pa- opinión privada de que posee ya ahora el futuro conocimiento mejorado
ra defenderla o difundirla. Una revista muy cercana a la Santa Sede hace ya de la Iglesia debe preguntarse ante Dios y ante su conciencia, con sobrio
tiempo escribió un editorial que merece la pena recogerlo: examen autocrítico, si posee la necesaria amplitud y profundidad de cono-
cimientos teológicos para disentir, en su teoría privada y en su praxis, de
la doctrina sostenida en la actualidad por el magisterio eclesiástico» (Ib.).
(El infalibilismo) «expresa una mentalidad maxi-
Por otra parte, ninguna enseñanza del magisterio es intemporal, ni
malista, que confunde infalibilidad con impecabilidad,
surge casualmente sin un contexto determinado. Todos sus documentos
o extiende el ámbito del carisma petrino más allá de los
nacen en una fecha concreta y condicionados por las discusiones y datos
confines de la revelación o de lo que concierne a su
existentes en ese momento. También ellos requieren a veces su correspon-
protección y difusión. El infalibilismo es, por tanto, una
actitud psico-sociológica, no siempre ajena al servilis- diente hermenéutica. La aceptación literal de una doctrina no es siempre
mo, típico en cierto modo de la mentalidad cortesana, la mejor forma de aceptación, pues corre el peligro de cerrarse a otros ho-
que germina al margen de la pura doctrina de la infa- rizontes y de olvidar también otras verdades de las que tampoco es lícito
libilidad personal del Papa, como una excrescencia de prescindir. Es natural, como sucede con frecuencia en el análisis e inter-
ella; y si a veces por razones contingentes, ha podido pretación de cualquier documento, que la unanimidad no sea absoluta so-
desarrollar un papel apologético, hay que decir con bre algún punto cuando se trata de explicarlo y comprenderlo. El pluralis-
franqueza que ha sido efecto y causa de aquel pirami- mo de opiniones en estos casos parece lícito y nadie debería defender su
dismo eclesiástico, que ha visto proliferar las exagera- postura como la única verdadera y ortodoxa cuando en esas ocasiones no
ciones de la papolatría y del bizantinismo cortesano» existe ningún tipo de condena oficial. Se puede aceptar una doctrina con-
(La Civiltá Cattolica, 136/4, 1985, 217). creta y aplicarla con matices algo diferentes.
Sin embargo, comprendo los peligros que hoy existen cuando se ha-
bla de esta posibilidad. Por eso, me parece importante señalar algunas con-
diciones básicas para que semejante hipótesis no se convierta, como ya ha-
10. La posibilidad de un disentimiento respetuoso bía indicado Pablo VI, en una solución demasiado frecuente y superficial.

Esta tensión podría extenderse también a las relaciones entre la doc-


trina oficial y el juicio honesto, reflexivo y sincero de la propia concien-
11. Condiciones básicas y fundamentales
cia que, a pesar de su buena voluntad, no comprende las razones justifica-
tivas de una enseñanza concreta. Es posible que tal incomprensión sea
consecuencia de motivos interesados más o menos ocultos, de poca luci- La primera sería superar esa excesiva desafección hacia la Iglesia y
dez para analizar el problema con mayor amplitud, de insensibilidad para sus enseñanzas que hoy se da con tanta frecuencia en nuestros ambientes

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cristianos. Desde esa indiferencia afectiva es muy difícil comprender el afectar de inmediato a la vida de muchas personas y son divulgados am-
mensaje de un documento, porque imposibilita una lectura serena y obje- pliamente por los medios de comunicación y la amplia bibliografía. Los
tiva. El disentimiento nunca podrá nacer como un gesto de rebeldía o una expertos en el campo moral no se limitan exclusivamente a los teólogos de
forma de agresividad. Dicho de otra manera, quien no experimenta este profesión. Bastantes problemas éticos están relacionados con la técnica y
cariño hacia la institución es porque no se siente del todo vinculado con las ciencias, y los seglares interesados por el tema pueden llegar a formar-
ella. Aquí podría aplicarse también lo que el mismo K. WOJTYLA afirma- se un juicio maduro y responsable. Por ello, si existen disentimientos po-
ba de la oposición solidaria y comprometida con el bien común: co personales, como producto de otras presiones externas o actitudes inte-
riores, sin apenas reflexión ni responsabilidad, es posible también que, en
«El que proclama su oposición, no por ello recha- otras ocasiones, tal decisión se realice con estudio, seriedad y amor.
za su condición de miembro de la comunidad... Por el
contrario, buscan su propio lugar dentro de la comuni-
dad, buscan esa participación y esa actitud hacia el
12. Conclusión
bien común que les permitiría conseguir una participa-
ción mejor, más completa y más efectiva en la comuni-
dad» (Persona y acción, BAC, Madrid 1982, 334). Es comprensible que la autoridad insista en la obediencia incondi-
cionada para evitar las interpretaciones subjetivas y las tensiones que pue-
da provocar. Si he hablado de esta posibilidad es por tratarse de un punto
Una segunda exigencia sería el conocimiento de la doctrina presen- que forma parte de la misma teología católica y porque tampoco se pue-
tada. Es muy frecuente escuchar las críticas de un documento, cuando el den ocultar los problemas, aunque resulten molestos. Pero con más fuerza
que las realiza no ha llegado ni siquiera a leerlo. La información obtenida se habrá de repetir que el que se sirva y utilice este planteamiento para ac-
se reduce para muchos a los resúmenes de prensa, que, como es natural, tuar por su cuenta, excluir los datos que el magisterio aporta, y mantener
acentúan lo más llamativo y sensacionalista. Aunque no tergivérsenla ver- una actitud de disentimiento frecuente, no ha comprendido tampoco el
dad, se hace, lógicamente, una lectura parcializada y expuesta, a veces, sentido de esta enseñanza. Las exageraciones y las faltas de sintonía ecle-
con una dosis de ironía y negativismo. Si en cualquier herejía existe una sial suelen tener otras raíces más profundas, aunque se quieran encubrir
verdad que ha sido deformada, me imagino que no será tan difícü hallar con justificaciones aparentes.
un poco de luz y de orientación en lo que viene de la propia Iglesia. Y ese
Esto no elimina la responsabilidad que tenemos los creyentes de ha-
deseo sincero de información, análisis y estudio, efectuado desde un amor
cer también comprensibles y razonables nuestras propuestas. El mismo
sincero y abierto al magisterio, hay que reconocer que falta, por desgracia,
magisterio de la Iglesia ganaría mucho prestigio y audiencia si condenara
con demasiada frecuencia.
con claridad, como ya ha hecho en algunos documentos, lo que va clara-
Disentir no es tampoco optar p r una de las diversas opiniones exis-
mente contra los valores auténticamente humanos y evangélicos, y sobre
tentes, en función de los gustos personales o de las simpatías experimen-
otros puntos más discutidos manifestara sus dificultades y ofreciera como
tadas hacia las ideas o autores que las defienden. Ya hemos dichoque la
ayuda su pensamiento, pero sin atreverse a una condena absoluta.
autoridad del magisterio está por encima de la de cualquier teólogo, como
La verdad es una conquista lenta y afanosa que nunca termina y to-
la única doctrina oficial. Apartarse de ella será lícito cuando, después de
dos -cada uno desde su propia tarea y responsabilidad- estamos compro-
conocerla y confrontarla, se hace difícil el sincero convencimiento perso-
metidos con esta misión. Las mismas tensiones, como reconoce la Iglesia
nal. No fiarse sólo del propio juicio <s una postura sensata y de sentido co-
y apuntábamos con anterioridad, representan un estímulo para su descubri-
mún, pero la situación cambia cuando se sabe que son muchos los que, con
miento, a través de un diálogo fecundo. Cualquier dificultad, de las que ha-
toda honradez y sinceridad, siéntenlas mismas dificultades frente a una
blábamos al comienzo, habrá que superarla con una comprensión mutua y
determinada doctrina.
llena de cariño, pero ¿existe algún amor sin tensiones y sufrimientos?
Por otra parte, lo que antes en exclusivo de algunos técnicos en la
materia -los únicos que tenían un conocimiento más científico- hoj se ha
* *#
generalizado, pues en nuestro ambente social los temas éticos suelen

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ción creativa?: Concilium219 (1999) pp. 255-280. limitaciones e inconvenientes que en él se encierran cuando se analiza con
Vico PEINADO, ]., «Ética y magisterio de la Iglesia en la 'Veritatis splendor'»: Moralia una perspectiva religiosa. Algunas dificultades ya quedaron planteadas, al
17 (1994), pp. 67-92. menos de forma implícita, en capítulos anteriores. Ahora las recogemos de
VITORIA, J., «Los conflictos en h Iglesia»: Sal Terrae 80 (1992), pp. 775-784. nuevo y añadimos otras para encontrar las respuestas adecuadas.
VITORIA CORMENZANA, F. J., «Fnndosidad y credibilidad del Magisterio de la Iglesia»:
Si la fe enseña la absoluta dependencia del hombre de su Creador,
Iglesia Viva 182 (1996), pp. 95-98.
WALDENFELS. J., «Infalible. Reflexiones sobre la obligatoriedad de las enseñanzas de la como un ser radicalmente heterónomo, lo único importante es conocer lo
Iglesia»: Selecciones de Ttología 36 (1997), pp. 131-140. que Él quiere de nosotros. Sólo la moral revelada podrá descubrirnos las
exigencias d e su voluntad. El conocimiento y la búsqueda del bien, al mar-
gen de su palabra, sigue siendo, como en el Paraíso, un intento de autono-

194
195
mía e independencia que nos aparta de Dios. El árbol de la ciencia del bien El cristianismo es una religión de personas salvadas, donde Dios to-
y del mal continúa estando prohibido, ya que semejante capacidad no es- ma la iniciativa de ofrecernos su cercanía y amistad. Y para ello, lo prime-
tá al alcance de nuestras manos. ¿Es posible defender entonces, como he- ro e imprescindible es tomar conciencia de la necesidad de sentirnos sal-
mos hecho, una cierta autonomía? vados, de que esta gracia no es un derecho o una conquista que el indivi-
La misma fe nos habla, como un dato irrenunciable, de la realidad duo obtiene con su buen obrar. Ser cristiano supone la experiencia íntima
del pecado y de sus consecuencias sobre la naturaleza humana. Sin caer en de sentirse sostenido misericordiosamente por Dios, de que una fuerza,
una teología tan pesimista, como la que vimos en el pensamiento protes- más allá de nuestras posibilidades, nos ha situado a un nivel radicalmente
tante, hay que admitir su influencia sobre la lucidez y libertad de la perso- distinto, en el que los méritos personales no constituyen ningún derecho.
na, que le impide con frecuencia un conocimiento seguro y objetivo. Sin La fe no es el apéndice final de lo humano, como una especie de premio a
la ayuda de la revelación, es muy fácil que los esfuerzos humanos para nuestro buen comportamiento, sino que supone la ruptura de todo esfuer-
captar los auténticos valores terminen con frecuencia en un error lamenta- zo personal. Jesús vino para darnos la gran noticia: el ofrecimiento hecho
ble. La historia está llena de estas equivocaciones, cuando el punto de apo- por Dios de convertir al ser humano en hijo suyo, de ofrecerle para siem-
yo se ponía no en la enseñanza de Dios, sino en el poder de la razón. El pre su amistad. La única condición es permanecer abiertos al don y a la
intento de una moral secular parece, por tanto, condenado al fracaso. gracia, aceptando nuestra incapacidad de merecerla.
Es más, aunque se llegara al descubrimiento del bien por ese cami- Ahora bien, el trabajo para llevar una vida honesta, la perfección que
no, habría aún que preguntarse si es posible, sin una fundamentación tras- se va alcanzando con las propias virtudes, la superación progresiva de in-
cendente que busca en el Creador la explicación última y definitiva, darle coherencias y debilidades provoca en la conciencia una dosis de autosatis-
una carácter absoluto a la llamada de los valores. La célebre afirmación de facción, más o menos explícita, que la hace poco a poco insensible a la gra-
de F. M. Dostoievski, cuando afirmaba que «si no hubiera Dios, sería me- cia, hasta olvidar su condición de pobreza e indigencia absoluta frente al
nester inventarlo», es algo más que una intuición literaria, pues mucha don de Dios. Y una conciencia autosuficiente nunca llegará a sentir de ver-
gente sigue creyendo, aunque con frecuencia no se lo explicite que, sin su dad -o a lo más, sólo con la cabeza y con las puras ideas- la necesidad de
existencia, toda la moral quedaría destruida, sin una base firme y estable. una presencia salvadora. De esta forma, el individuo perfecto se hace ple-
namente incompatible con Dios, pues sus propias virtudes tiene el peligro
de convertirse en una barrera que lo separen del amor gratuito y misericor-
dioso. Desde el fondo de su corazón brota, la mayoría de las veces de for-
2, La gran tentación del fariseísmo ma imperceptible, aquella oración farisaica que imposibilita la justifica-
ción auténtica y verdadera: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como
A pesar de todo, no creo que tales interrogantes expresen el mayoi los demás hombres» (Le 18,11). El cristiano se vuelve así impermeable a
riesgo de una ética humana, que trabaja y lucha por responder a las exi- la salvación y la moral se convierte en un obstáculo para la gracia.
gencias de los valores. El individuo moral se esfuerza por conseguir una
perfección que lo haga invulnerable a los golpes y debilidades de la vida,
Su piel permanece intacta, sin ningún tipo de herida que pueda crearle una 3. Raíces humanas del fariseísmo
sensación de angustia o culpabilidad. El trabajo ha resultado excesivo,
prolongado y molesto para sentirse después a la misma altura que cual-
El peligro de una conducta farisaica no nace directa y primariamen-
quier otra persona. El ideal ético parece haberle colocado en un ámbito di-
te de la religión, sino que hunde sus raíces en nuestras experiencias infan-
ferente, como segregado y aparte del común de los mortales. Aun cuando
tiles más primitivas. La educación nos obliga a moderar nuestro mundo
tenga sus deficiencias, el deseo de proseguir hacia una meta más alta y su-
pulsional para hacer posible la convivencia. De ahí brota la necesidad de
blime lo caracteriza de forma singular. Pertenece a una raza distinta, qu«
la ley a la que debe someterse el niño, como condición indispensable, pa-
no quiere pactar con la vulgaridad, la apatía o el libertinaje. Y el graví
ra obtener la recompensa del amor y de la seguridad que busca por enci-
riesgo de una conducta tan humana y perfecta es que termine alejando át
ma de todo. Ya vimos cómo desde pequeños aprendimos que la obedien-
Dios, en lugar de conducir a su encuentro. La afirmación, aunque pudiera
cia y la buena conducta consiguen el premio deseado: el cariño de los pa-
parecer exagerada, tiene una explicación teológica irrefutable y evidente
dres, la estima de los que nos rodean, la alegría y tranquilidad de la propia

196 1«)7
4. La conducta y el mensaje de Jesús
conciencia. D e la misma manera que otras múltiples vivencias n o s hicie-
ron descubrir que la transgresión y el mal comportamiento provocan el re-
El ejemplo y la palabras de Jesús constituyeron un verdadero escán-
chazo, la condena y el remordimiento interior.
dalo, porque vino precisamente a romper estos esquemas éticos y teológi-
Estamos, por tanto, acostumbrados a recibir el premio del amor co-
cos de la cultura religiosa del judaismo. Los doctores de la ley y los escri-
m o fruto del buen comportamiento. L a recompensa se merece con el es-
bas eran los grandes defensores del sistema. Contra ellos van dirigidas las
fuerzo y los méritos acumulados. Por eso el rechazo y la condena son tam-
críticas más fuertes del Evangelio. Es comprensible, por tanto, que se sin-
bién merecidos, cuando no se actúa de acuerdo con las normas exigidas.
tieran desconcertados y condenaran c o m o demonio y embaucador a una
El malo pierde todo derecho a sentirse querido. En una palabra, el amor
persona que se apartaba por completo de su espiritualidad y actuaba con
no se experimenta c o m o un don gratuito, sino c o m o una conquista que se
otros criterios m u y diferentes. Se acercaba a todos los pecadores para ofre-
consigue con la buena conducta. Y se vivencia como una injusticia ofre-
cerles su perdón y amistad sin ningún requisito previo; comía y se dejaba
cerlo a quien no haya hecho los méritos suficientes. Hay, pues, un incons-
tocar p o r ellos, hasta el punto de que el cariño de Dios no aparece nunca
ciente colectivo que mercantiliza toda relación como un deber de justicia,
c o m o premio a la virtud. A los únicos que margina y abandona es precisa-
sin espacio para la gratuidad. El bueno y obediente puede exigir lo que se
mente a los fariseos, no porque se niegue a su encuentro, sino porque el
merece, mientras que para el perverso e insumiso no queda otra alternati-
m i s m o fariseo se cierra e incapacita a este don, desde el m o m e n t o que lo
va que el justo castigo y la condena. Cualquier otra ecuación chocaría con-
considera c o m o un merecimiento y no c o m o una gracia.
tra el sentimiento m á s primitivo de una justicia legal y objetiva.
La doctrina de Jesús está en plena coherencia con su práctica. L a pa-
Es m u y fácil que estas vivencias, en las que nos han educado y que
rábola del publicano y del fariseo (Le 18,9-14), la del hijo pródigo (Le
integramos en nuestro psiquismo con toda naturalidad, se hagan presentes
15,11-32), la de los jornaleros enviados a la viña (Mt 20,1-16) - p o r citar só-
también en nuestras relaciones con Dios. Cuando por la obediencia a la ley
lo los textos más conocidos y simbólicos- denuncian siempre la misma ac-
y con el esfuerzo de las buenas obras se cree merecer el beneplácito de
titud d e fondo. Nos sigue pareciendo incomprensible que el bueno no alcan-
Dios y su amistad o, por el contrario, cuando se considera imposible, por
ce la justificación; nos indignamos de que se celebre una fiesta por el hijo
la mala conducta, que El nos ame sin méritos de nuestra parte, brota de in-
que se h a gastado los bienes con malas mujeres y no haya habido ningún
mediato el fariseísmo.
premio para el que siempre permaneció en su casa, dócil y obediente; y to-
N o sabemos con certeza quiénes eran estos personajes, pero algunos
davía consideramos c o m o una injusticia que nos rebela el hecho de pagar
datos se deducen con claridad de los evangelios. El fariseo, como su mis-
con el m i s m o salario a los que han trabajado sólo una hora que a los que
ma etimología expresa, se considera un separado, alguien muydiferente a
cargaron con el peso del día y del bochorno. Y es que en este campo las
los demás, que por su observancia fiel de la ley y de la tradiciones perte-
ecuaciones humanas no tienen nada que ver con las matemáticas de Dios.
necía a una especie de aristocracia espiritual, p o r encima de la vulgaridad
U n a de las enseñanzas más claras y evidentes de toda la Biblia es el
y perversión d e la masa. Su piedad y obediencia atraía la cercanía y salva-
carácter totalmente gratuito de la obra salvadora. El único impedimento
ción d e Dios, de la que no podían gozar los publícanos y gente de mal vi-
eficaz, p o r q u e se opone justamente a la gratuidad de su designio, es la au-
vir. Sólo los justos experimentan la amistad divina, mientras que los peca-
tosuficiencia, por ser una negativa absoluta a lo esencial de su mensaje. En
dores - r e c a u d a d o r e s de impuestos, prostitutas y adúlteras, pajanos, y to-
este c o n t e x t o hay que entender las denuncias de Jesús contra el poder, la
dos aquellos que portan las consecuencias de su pecado, como los lepro-
riqueza y los valores h u m a n o s . Su ambigüedad no reside en la simple uti-
s o s - no experimentan únicamente la lejanía y rechazo de Dios, sino la
lización, q u e podría tener pleno sentido en orden a una eficacia mayor y
condena por parte de los buenos, que no podían tratar n i acercarse a aqué-
para e v i t a r un excesivo esplritualismo, sino en el inminente peligro de que
llos. El cariño de Dios quedaba condicionado por la c o n d u c t a humana. Por
su e m p l e o y posesión nos lleve a confiar en ellos y a sentirnos autosufi-
eso, tenían que esforzarse para cumplir con minuciosidad hastalas obliga-
cientes c o n su ayuda.
ciones más pequeñas y, a veces, ridiculas. La observancia se convertía en
el centro de todas sus preocupaciones religiosas para consegár su bene- L a moral corre, pues, el peligro de ofrecer, c o m o ideal de perfección,
volencia y evitar su rechazo. un e s t e t i c i s m o virtuoso, que deseamos alcanzar con un gasto enorme de
energías. La meta se pone en superar cualquier deficiencia que impida ese
objetivo, para sentirnos en el fondo satisfechos de cumplir con tal obligá-

1»>8 is
ción, pero sin tener en cuenta que lo que vale es la plenitud de una entre- saciones que le echaban en cara los fieles a los que predicaba el Evange-
ga amorosa, a pesar y por encima de las propias limitaciones. Y es que a lio. Podría decirse que lo hace con una cierta insolencia orgullosa, ya que
fuerza de ser buenos y de tener tantas virtudes, nace el riesgo de caer in- afirma que no se siente inferior a ninguno de los apóstoles, pues «en cual-
sensiblemente en un narcisismo farisaico. quier cosa en que alguien presumiere -es una locura lo que digo- también
Que la salvación se haya realizado por el pleno fracaso de Cristo se- presumo yo» (ib. 11,22). Es más, cree que lo que él ha sufrido por el Evan-
rá siempre un misterio incomprensible, pero cabría un intento de explica- gelio es superior a lo que han padecido los demás por la misma causa. Re-
ción humana por este camino. El Padre no es un masoquista que se goce fiere, incluso, aquellas visiones y revelaciones que le han descubierto mis-
en el sufrimiento o desamparo de su Hijo, ni pretende reparar la ofensa del terios inefables. En este contexto, que podría crearle también una concien-
ser humano con la sangre y el dolor de una víctima inocente, sino que ha cia autosuficiente, nos explica la otra cara de su realidad.
querido simbolizar de forma impresionante y llamativa esta misma ense- Por dentro siente en su interior, «para que no me engría con la subli-
ñanza: la salvación se realiza allí donde lo humano ha perdido toda su ca- midad de esas revelaciones», un aguijón clavado en su carne. Aunque los
pacidad y autosuficiencia. Es la confesión más solemne de que no es el po- autores no sepan con seguridad en qué consiste, lo que resulta evidente es
der humano, del tipo que sea, el que salva y justifica, sino la gratuidad que él lo experimenta como algo satánico, como un obstáculo para llevar
asombrosa de su amor. adelante su vida personal o apostólica. Su reacción es coherente y com-
prensible: pedirle a Dios con empeño que lo libere de semejante estorbo
que dificulta su trabajo. Su petición insistente, sin embargo, no encuentra
5. La fuerza de Dios en la debilidad humana la respuesta deseada, pero, en cambio, va a comprender en la oración una
verdad que tampoco había asimilado: la fuerza de Dios pone su tienda en
la debilidad e impotencia del hombre, como requisito previo para ofrecer
Por eso, no creo acertada esa pedagogía en que se ha educado con
su fuerza y amistad. La reacción, entonces, se hace consecuente: «Por tan-
tanta frecuencia. Ya vimos los peligros que provoca un yo ideal hacia el
to, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para
que se orientan todos los esfuerzos para conseguir el aprecio de los que
que habite en mí la fuerza de Cristo» (12,9). Alegrarse en la propia incapa-
nos rodean, marginando aquellos otros aspectos que no interesa conocer.
cidad y limitaciones es la única forma de sentirse potente. El Espíritu nos
En el ámbito religioso ese objetivo se traducía en la búsqueda de la más
da una visión muy distinta, que nos libera del apego a la misma perfección.
alta perfección. El «sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celes-
Pocas enseñanzas hay en la Biblia más claras y evidentes que el ca-
tial» (Mt 5,48), obligaba a una tensión constante para superar cualquier ti-
rácter totalmente gratuito de la obra salvadora. El único impedimento efi-
po de incoherencia o debilidad, pero sin tener en cuenta que lo que vale es
caz, porque se opone justamente a la gratuidad de su designio, como ya
la plenitud de una entrega amorosa, a pesar y por encima de las propias li-
hemos insistido, es la autosuficiencia de cualquier signo, por ser una ne-
mitaciones. Y es que a fuerza de ser buenos y de tener tantas virtudes, na-
ce el riesgo de caer insensiblemente en un narcisismo farisaico. gativa absoluta a lo esencial de su mensaje. Así se comprenden mejor las
fuertes denuncias de Jesús contra el poder, la riqueza y los valores huma-
Desde esta perspectiva, no creo exagerado afirmar que uno comien-
nos. Su ambigüedad no reside en la simple utilización, que podría tener
za a ser cristiano a partir del momento en que abandona las ganas de ser
pleno sentido en orden a una eficacia mayor y para evitar un excesivo es-
perfecto. Es decir, cuando el interés principal no queda absorbido por con-
plritualismo, sino en el inminente peligro de que su empleo y posesión nos
seguir una imagen estética, que despierta el narcisismo y fomenta una
lleve a confiar en ellos y a sentirnos capaces con su ayuda.
cierta satisfacción interior. Una actitud que no lleva a cruzarse de brazos
ni a un cómodo conformismo, sino a buscar con empeña otra orientación
diferente. Lo que importa es apostar la vida por Dios y por la causa del
Reino, y esa entrega radical irá configurando nuestra conducta, sin la ob- 6. Los recursos humanos para la proclamación del Evangelio
sesión por tanto perfeccionismo.
La experiencia que san Pablo nos descubre en 2 Cor 12, 7-10, es una Es cierto que para llevar adelante las tareas del Reino, se requieren
lección que cuesta mucho trabajo asimilar. En esta tercera parte de su car- una serie de recursos e instrumentos, como mediaciones humanas, pues
ta tiene que hacer una impresionante apología de sí mismo frente a las acu- Dios ha querido contar con nuestra colaboración. Pero el peligro continúa,

200 201
La revelación viene a confirmar lo acertado de este planteamiento.
como una amenaza permanente que nos acecha, de caer en un trabajo es-
Una visión de conjunto muy sintética sobre el Antiguo y Nuevo Testamen-
téril y sin sentido, en la medida que busquemos encontrar fuera de Él nues-
to nos descubre la importancia de esta dimensión religiosa.
tro apoyo y esperanza. Ya sé que nunca defendemos con la cabeza esta
idea, que de tanto repetirla se ha convertido en una frase gastada. Lo que
acontece, en la práctica, es que ahí ponemos precisamente nuestro interés
y preocupación, como si, despojados de esos medios, la obra evangelizado- 7. La moral de la alianza
ra no fuera posible. No sé si, a veces, hay mucho miedo de proclamar el
Evangelio con el escándalo y la locura de la cruz, con la fuerza del Espíri- La ética de Israel no se fundamenta en un análisis de la naturaleza
tu presente en la debilidad e impotencia, y buscamos la otra sabiduría hu- humana, sino que aparece, desde el principio, como una manifestación ex-
mana del poder, del influjo y de la economía. Las denuncias de Jesús con- plícita de la voluntad de Yavé. El fiel creyente no empieza a preguntarse
tra los ricos no hay que aplicarlas sólo a los bienes materiales. Son una con- sobre la legitimidad de unos mandamientos para obedecer después, cuan-
dena significativa pero, al mismo tiempo simbólica, de que todo lo que sea do está convencido de su racionalidad. El punto de partida tiene una orien-
tener nos inclina insensiblemente hacia la conciencia de que somos y vale- tación diferente. Dios ha ofrecido al pueblo, por un gesto inaudito de ca-
mos algo. El camino que, una vez más, nos acerca a la autosuficiencia fa- riño, la posibilidad de una alianza, de mantener para siempre una relación
risaica de antes y nos cierra, por consiguiente, a cualquier ayuda de Dios. de amistad. Su amor se ha manifestado en todos los acontecimientos de
No es fácil mantener un equilibrio armonioso entre la absoluta pri- una historia, cuya explicación última radica en una gratuita elección: «No
macía de la gracia y la cooperación humana, pero como el riesgo mayor porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yavé
es el de apoyarnos con seguridad en nuestras fuerzas y posibilidades -y a de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pue-
éstas no vamos a renunciar de forma voluntaria-, no sé si sería una bendi- blos; sino por el amor que os tiene» (Dt 7,7).
ción —yo personalmente lo creo- que, de vez en cuando, la Providencia de Estos hechos portentosos, manifestados en el éxodo y en la peregri-
Dios, a través de múltiples circunstancias imprevistas, nos despojara de to- nación por el desierto, constituyen el fundamento jurídico de una obedien-
do lo que juzgamos necesario o conveniente para que, desnudos y sin re- cia y sumisión a su querer, que el pueblo entero acepta con alegría y liber-
cursos, trabajáramos con la esperanza puesta exclusivamente en la fuerza tad: «¡También nosotros serviremos a Yavé, porque es nuestro Dios!» (Jos
que nos viene de arriba. A lo mejor tendríamos, entonces, una mirada mu- 24,18). El Decálogo, como símbolo fundamental de la voluntad divina, se
cho más limpia para comprender mejor la doctrina del Evangelio sobre el convierte así en la forma concreta de responder al ofrecimiento de Dios:
fariseísmo. «Todo el pueblo a una respondió: 'haremos todo cuanto ha dicho Yavé'»
Si hemos insistido tanto en este aspecto es por subrayar la necesidad (Ex 19,8).
e importancia de una dimensión trascendente. A pesar de la autonomía y Para estudiarlo no basta, por ello, un análisis minucioso de la mate-
de la seriedad secular con que debemos afrontar la vida, el cristiano tiene rialidad de sus preceptos, sino que hay que examinarlo en su conjunto,
que sentirse salvado por la presencia desconcertante y amorosa de Dios. dentro del marco general de la alianza. De esta manera, el Decálogo apa-
Es decir, la ética humana exige un despliegue hacia lo sobrenatural, debe rece no como la formulación de un derecho natural, basado en un simple
penetrar en una atmósfera religiosa, quedar transformada por una energía humanismo, sino como parte de otro orden superior a la naturaleza huma-
superior que descentre al individuo de su preocupación ética, como obje- na: lo importante y definitivo es ser palabra y revelación del Señor. En él
tivo primario, y lo desligue de su afán perfeccionista. El creyente ha de se manifiesta el estilo de vida que Dios quiere de su pueblo, como raza sa-
buscar, por encima de todo, un encuentro de amistad mucho más que su cerdotal y consagrada. Es el signo de la amistad y la expresión de haber
propia autorrealización. Es un ser cuya meta y centro de gravedad adquie- aceptado su plena y absoluta soberanía.
re un nuevo destino: se siente llamado a una vida de relación personal con La vida moral consiste en reconocer el hecho de esta dependencia
Dios que le ofrece su amistad. La dinámica y el motivo de su actuación se amorosa. Israel no queda invitado a elegir entre la sumisión y la indepen-
hacen profundamente religiosos. Lo único que interesa, en adelante, es dencia. Lo quiera o no, es un pueblo propiedad del Señor, como lo mues-
responder a las exigencias de semejante vocación,con una actitud de obe- tra toda su historia. Lo único que Él busca es la aceptación o rechazo de
diencia filial y sumisa a los imperativos de su Seíior. esa realidad, la obediencia o la rebelión: «Mira, yo pongo hoy delante de

2IM
202
ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos de te... y nos mandó que pusiéramos en práctica todos estos preceptos'» (Dt
Yavé, tu Dios... vivirás y te multiplicarás...Pero si tu corazón se desvía y 6,20-25). Por eso, incluso cuando se enumeran las motivaciones éticas de
no escucha, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio» (Dt 30,16-18). lo que está mandado, el argumento definitivo se repite de manera constan-
El pueblo comprende que L entrega a su voluntad es la única respuesta te, como una antífona: es la voluntad del Señor.
justa, y el vivir de acuerdo con sus preceptos se convierte en una acto con- La respuesta moral de Israel es una auténtica obediencia religiosa,
tinuo de reconocimiento pleno y absoluto. La ética se fundamenta en la re- no una pura observancia; un acto de adoración personal y no un cumpli-
ligión y la fe se expresa, al mismo tiempo, en una vida moral. Esta reci- miento legalista sin contenido. Así como debe observar todos los manda-
procidad, por la que Dios y el pueblo van a mantener un diálogo perma- mientos, básica y fundamentalmente porque ama a Yavé, también tiene
nente, es el signo más característico de la religión y de la moral de la alian- que amarlo en la fiel aceptación y práctica de todos sus preceptos. De es-
za: «Hoy le has hecho decir a Yavé que él será tu Dios y tú seguirás sus ta forma, es lógico que se llegue a la exaltación de la ley como una reali-
caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y es- dad sagrada, como un verdadero sacramento de la presencia de Dios, que
cucharás su voz. Y Yavé te ha hecho decir hoy que tú serás su pueblo pro- acompañó al pueblo durante su éxodo hacia la tierra prometida, y se guar-
pio, como él te ha dicho (Dt 26,16-17). daba con unción en el Templo. Sólo cuando se pierde esta dimensión reli-
giosa, la moral se convierte en un puro casuismo. Lo que más interesa, en-
tonces, es la mera ejecución del precepto, para saber hasta dónde obliga,
8. El cumplimiento de la ley como acto de adoración personal y quedarse con la conciencia tranquila. La letra vence al espíritu, como su-
cederá tantas veces con posterioridad, en el momento en que se pierde de
Con esta perspectiva se supera la acusación de legalismo, que con vista la función mediadora de la ley, y el clima religioso se ahoga por otras
tanta frecuencia recae sobre la ética del Antiguo Testamento. Ante una preocupaciones secundarias.
cantidad tan extraordinaria de leyes, preceptos y ritos, el peligro de esta
tentación no fue una mera posibilidad, como demuestra la denuncia de los
profetas contra las prácticas y el culto sin sentido, pero ello no significa 9. La Buena Noticia de Jesús: el Reino de Dios
que la moral se viviera siempre con ese vacío. Lo importante no era el
cumplimiento material de esta o aquella ley en concreto, sino el significa- Para Jesús, como para Israel, la conducta está regida por el precepto
do que tal práctica reviste, dentro de una intencionalidad mucho más glo- de Dios, expresado fundamentalmente en el Decálogo y en el mandamien-
bal y religiosa. Para ello, habría que insistir en la diferencia existente en- to básico del amor. Así lo manifiesta explícitamente en su respuesta al fa-
tre la estipulación general o espíritu de la ley, y las estipulaciones particu- riseo que le pregunta con ánimo de ponerlo a prueba (Mt 22, 34-40). Si el
lares o letra de la ley. centro de todo el mensaje evangélico es la persona y la obra de Jesús, en
En la primera radica la intención profunda que da sentido y valor a tomo a su vida, pasión, muerte y resurrección, la predicación del Jesús his-
la observancia concreta y dirige el cumplimiento hasta los más mínimos tórico no se refiere al anuncio de su Pascua, sino a la proclamación del
detalles. No es, por tanto, el primer mandamiento o el más importante, si- Reino de Dios. Se trata de la única fórmula que todas las fuentes presen-
no el alma de todos los demás. Las formulaciones de este principio gene- tan como objetivo de las enseñanzas de Cristo (Mt 13; 18,1-5; 19,11-12;
ral son múltiples y diversas: amar a Yavé, no olvidarle, temerle, escuchar 20,1; 21,28-32; Me 4,26; 30). El manifiesto de cite, Reino constituye su
su voz, servirle seguir sus caminos, hacer lo que es bueno y justo a sus Buena Noticia (Mt 3,2; 4,17; 9,35; 24,14; Me 1,14-15; Le 8,1), el tema de
ojos, no adorar a otros dioses, y otras muchas parecidas. En el fondo es la su invitación y llamada (Mt 6,13; 7,21; 11,12; Me 9,43-48; 10,14-15; 23-
opción por Dios para quererlo «con todo tu corazón, con toda tu alma y 25. Le 12,31; 18,29-30).
con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). Tal término, que tiene raíces veterotestamentarias, expresa no sola-
Esta actitud hondamente religiosa y teocéntrica es la que se encarna mente la soberanía de Dios sobre la creación, sino al mismo tiempo la co-
y se hace expresiva en el cumplimiento de los diversos preceptos. No hay munidad o el lugar sobre el que va a rei ar. Jesús afirma que ya se ha he-
que buscar otra justificación: «Cuando el día de mañana te pregunte tu hi- cho presente y, por ello, invita a participar de su reino, mediante una pre-
jo: '¿Qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas...?1, dirás a tu cia conversión. Pero esta predicación implica también un doble compro-
hijo: 'Éramos esclavos del Faraón... y nos sacó de Egipto con mano fuer- miso que ahora nos interesa subrayar.

204 205
Aceptar su reino exige, como primera condición, reconocer que Dios 10. La superación de un mimetismo narcisista
es la única realidad absoluta e incondicionada. La importancia de la fe ra-
dica en esta entrega en manos del Padre. Los judíos pronunciaban dos ve-
Imitar a Jesús tiene, sin embargo, sus peligros. La atracción de un
ces al día esta confesión: «Escucha Israel, sólo hay un Dios y ninguno fue- modelo puede provocar un deseo de identificación para reproducir en uno
ra de él». Sin embargo, Jesús los recrimina como a una generación incré- mismo, con grandes esfuerzos y a través de un aprendizaje costoso, los
dula y perversa (Mt 12,39; 16,4; 17,17), pues no basta una proclamación rasgos específicos de esa imagen. Es un intento muchas veces inconscien-
externa, si no nace de una donación más profunda. El reino de Dios se rea- te por apoderarse, mediante ese mecanismo, de la plenitud y perfección
liza en la medida en que cada persona hace una ofrenda libre y voluntaria que de ella dimanan. La semejanza progresiva con el ideal asegura y gra-
al Señor, y reconoce que su existencia depende por completo de El. Cuan- tifica, pues nos hace sentir satisfechos y protegidos por la autoridad y el
do se ha descubierto esta verdad, la vida adquiere una orientación diferen- poder de aquel a quien deseamos asimilar de alguna manera. Como este
te. Se ha encontrado el tesoro y la piedra preciosa (Mt 13,44-46) por la que proceso infantil nunca se consigue por completo, es muy fácil que brote la
vale la pena dejar todo y vivir en adelante con esta opción. A todos los cre- agresividad por los intentos fracasados, el malestar interior de la insatis-
yentes, como a los discípulos, «se os ha dado el secreto del Reino de Dios» facción repetida, los sentimientos de culpa por los desajustes observados,
(Me 4,11), que el Padre ha escondido a los sabios y entendidos y las ha re- la impresión final, en una palabra, de ser una tarea imposible. Como en la
velado a la gente sencilla (Mt 11,26). evolución psicológica, hay un momento en que es necesaria la ruptura y la
La predicación de Jesús no representa tampoco una ética del reino separación para ser uno mismo y no quedar prisionero de sueños y vincu-
elaborada en todos sus contenidos concretos. Pero la entrega a Dios exige laciones primarios, que nos dejan, como a Narciso, enamorados de la pro-
también un trabajo ilusionado por hacer presente su Reino en este mundo, pia imagen en la que terminamos ahogados.
aunque no alcanzará su plenitud hasta el momento de su realización defi- Y es que la misma forma de entender la perfección ha estado más
nitiva. Seguirle es un compromiso con su persona y con su obra. La mo- cercana del pensamiento griego o de una mentalidad esteticista que de las
ral .es también la forma de expresar ese seguimiento y de colaborar con la enseñanzas de la revelación. Perfecto es aquel ser al que nada le falta en
implantación del Evangelio. su género. Todo el esfuerzo se ponía, entonces, en alcanzar una conducta
Ahora bien, cuando Jesús aparece en el Evangelio como el modelo donde no hubiera fallos y desajustes. La vida cristiana se concebía como
por excelencia no es para copiar su conducta, ni siquiera para escuchar un progreso constante para cumplir con todas las tareas, obligaciones y
unas pautas de comportamiento concretas y particularizadas. Sería una in- exigencias que la moral o la espiritualidad ordenaban. Con la buena con-
genuidad asombrosa acercarse a su vida para reproducir unos gestos o pa- ducta y la observancia completa de la ley se buscaba conseguir el ideal de
ra extraer de sus palabras, mediante la utilización de unas cuantas citas, la perfección.
orientaciones válidas para solucionar nuestros problemas éticos y saber Es verdad que el texto de san Mateo, al que antes hacíamos alusión,
cómo actuar. Y esto por dos razones fundamentales, pues Jesús no ha ve- utiliza el adjetivo perfecto, que no es aplicado a Dios en la Biblia nada más
nido para enseñarnos ningún código completo de moral, ni sus enseñanzas que por este autor y en una ocasión (5,48). Los exegetas están de acuerdo,
podrían ser aplicadas a nuestra situación sin una previa hermenéutica. sin embargo, en que aquí el evangelista emplea un antropomorfismo, pro-
Lo que Cristo vino a revelar, sobre todo, fue un estilo de vida radica- yectando sobre Dios una cualidad que sólo es posible atribuir al ser huma-
lizado en el amor, como el ethos básico y fundamental de cualquier compor- no. Los adjetivos hebreos o árameos que se traducen por "perfecto" impli-
tamiento para manifestarse como discípulo suyo (Jn 15,12-13). Si hay algo can un concepto de totalidad y se asignan a lo que ya está completo y no
definitivo en el Evangelio es que Jesús ha sido el hombre para los demás, el le falta nada. En este sentido, es un término destinado nada más que a los
que ha sabido hacer de su existencia un don y una ofrenda permanente a seres limitados, capaces de alcanzar una mayor plenitud. La versión de
Dios y a los hermanos. Nadie, como el Hijo, ha sido capaz de esta entrega Mateo nos invita a ser perfectos para imitar a Dios, pero para imitarlo en
tan absoluta y generosa, como gesto supremo de amor (Jn 15,13; 10,11-18). una cualidad que no es propiamente divina, sino más bien la proyección
Seguir a Jesús no es andar preocupados tampoco por la propia perfección, en Él de un ideal humano. Mientras que Lucas nos anima a esa imitación
sino caminar tras sus huellas, intentando hacer también de la propia vida una para reproducir en nuestra conducta los atributos específicamente divinos
ofrenda para ponerla al servicio de Dios y de los hermanos. de su misericordia y compasión: «Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo» (6,36).

206 207
Ya desde el Antiguo Testamento, la invitación de Yavé tiene un matiz Habría que decir, por tanto, que lo que Yavé manda y quiere en el
significativo: «sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo" (Lv campo de la conducta es fundamentalmente lo que el mismo ser humano
19,2). Si el pueblo quedó elegido y consagrado por el amor de su Dios, de- descubre que debe realizar. Así se explican mucho mejor los cambios evo-
be observar en adelante una conducta que corresponda a esa consagración. lutivos y hasta los juicios morales contradictorios que con frecuencia apa-
El motivo justificante no consiste en actuar como Él, sino en vivir así por- recen en la revelación del Antiguo Testamento. Muchos de sus pasajes éti-
que Él es santo. La imitación se realiza al amar, ser compasivos y misericor- cos resultaron escandalosos y, desde luego, inaceptables para una menta-
diosos, porque Dios nos ama, lleno de compasión y misericordia (Dt 10,18- lidad ajena a la cultura de aquella época. Los intentos de solución han si-
19; Lv 22,28; Miq 7,8; Ex 34,6; Col 3,12-13; Ef 4,32-5,1; 1 Pe 1,5-6, etc.). do múltiples en la historia, pues se hacía difícil comprender y aceptar se-
Lo importante es revestirse de esa ternura y cariño, porque nos ha amado de mejantes conductas como expresión directa de la voluntad de Dios.
esa manera: «Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en No es que Dios se acomode a la mentalidad de cada época o cultura
el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros» (Ef 5,1). y se haga tolerante con la insensibilidad del corazón humano para mandar
o permitir lo que después prohibirá con el avance del progreso, o condenar
ahora lo que más adelante aceptará como lícito. Sería una actitud demasia-
11. Palabra de Dios y palabra humana do vacilante y poco digna del supremo legislador. Es Dios mismo quien de-
ja a la persona que busque, como ser dotado de autonomía y responsabili-
dad, las formas concretas de vivir para relacionarse con Él y expresarle su
Todo esto no significa, sin embargo, que nuestra moral necesite una
fundamentación exclusivamente religiosa, que la justificación de una con- amistad. Si la moral revelada cambia y evoluciona al ritmo de la historia,
ducta sólo pueda encontrarse en la palabra de Dios, sin que su base racional es porque la inteligencia humana no ha conocido con plenitud los verdade-
tenga mayor importancia. Para muchos autores la diferencia entre ética y ros valores desde el comienzo y sus juicios encierran necesariamente una
moral consiste principalmente en esta doble argumentación. Mientras que la serie de lagunas e imperfecciones, consecuencias de su limitación. Se acer-
primera utiliza la inteligencia humana para descubrir el bien, la segunda lo ca a la verdad con titubeos y equivocaciones, que irá remontando lenta-
encuentra de inmediato en la revelación, tal y como se explícita en las ense- mente en una búsqueda difícil e histórica. Dios no ha querido exigir más
ñanzas de la Iglesia. No sólo el fin, sino las fuentes y la metodología del co- de lo que los hombres hemos ido descubriendo, poco a poco, con el tiem-
nocimiento señalaban una clara distinción entre una y otra. Esta postura de- po. Su voluntad se hace presente en esa palabra y en ese querer humano de
bería tal vez hoy matizarse un poco, teniendo en cuenta algún aspecto de ex- encontrarse con el bien. La forma de manifestar nuestra obediencia no con-
traordinario interés, puesto de relieve por la investigación exegética. siste en someternos a unos mandamientos directamente revelados por Él,
sino en la docilidad a las exigencias e imperativos de la razón, pues ha pre-
Según la opinión más generalizada en la actualidad, no es fácil afir-
tendido conducirnos por medio de esta llamada interna y personal.
mar que las normas de conducta y los contenidos éticos que aparecen en
la Biblia hayan sido revelados por Dios de una manera directa e inmedia-
ta. La gran epifanía del Sinaí, para la promulgación del Decálogo, no hay
que interpretarla de forma literal: «Estas palabras dijo Yahvé a toda vues- 12. la estima bíblica del esfuerzo racional
tra asamblea, en la montaña... con voz potente...Luego las escribió en dos
tablas de piedra y me las entregó a mí (Dt 5,22). Entre otras razones, por- No pretendo despojar a la moral bíblica de su dimensión religiosa,
que existe un paralelismo excesivo, sin negar las diferencias y purificacio- sino insistir en que la misma fe le da también consistencia a la razón. Un
nes efectuadas al ser asumidos por la revelación, entre los mandamientos ejemplo claro es toda la literatura sapiencial. Tales libros no gozaron de
divinos y los de otros países cercanos, como los que se encuentran graba- mucha estima durante largo tiempo ni fueron especialmente apreciados en
dos en algunos templos de Egipto. Esto indica que, en la elaboración de la tradición. La explicación última de semejante actitud radicó en su ca-
los libros sagrados, se da un proceso de asimilación de los valores éticos, rácter aparentemente poco religioso, ya que sus reflexiones no se centra-
elaborados por otros pueblos y culturas, para injertarlos en el marco de la ban en los grandes temas de la revelación -éxodo, elección, alianza, ley-
alianza y convertirlos en palabra de Dios. La originalidad no está tanto en sino en una sabiduría popular, práctica, empírica en torno a las realidades
los contenidos sino en la forma de integrarlos a su fe y en la manera de vi- de la vida normal y diaria. Es un género que había florecido en Oriente
virlos como expresión ya de la voluntad amorosa de Dios. desde la más remola antigüedad y que se llegó a introducir de tal manera

208 209
en Israel que los sabios, como los sacerdotes y profetas, se convirtieron en La ética de san Pablo va también en la misma línea. Los autores sue-
los guías espirituales del pueblo. len estar de acuerdo en admitir que los contenidos éticos que presenta no
No reclaman para su enseñanza el respaldo de Dios, ni presentan una los deduce de la revelación, sino de los códigos y prácticas aceptados por
verdad en relación con un credo, o analizan la historia con una óptica re- la moral de su tiempo. Los catálogos de vicios y virtudes que expone en
ligiosa. Su atención se orienta a los quehaceres de la vida ordinaria, bus- sus cartas, son orientaciones plenamente válidas para la vida del cristiano,
ca el sentido de las realidades naturales, reflexiona sobre los misterios que aunque tengan una procedencia estoica o rabínica. Si los paganos que no
nos interrogan. Es el fruto de la experiencia y del sentido común, que se tienen ley «cumplen naturalmente las prescripciones de la ley»(Rom
transmite a través de las sucesivas generaciones, en forma de sentencias, 2,14), esto significa que la praxis de los creyentes y de los que no lo son
aforismos, proverbios, alegorías..., para compartir un conocimiento que no debería resultar diferente. La conducta del cristiano se especifica no
sirva a otros muchos a guiarse por la vida. En ocasiones, aunque no aban- tanto por la justificación y origen de sus obligaciones, sino por los moti-
donen el plano racional, se abren más allá de los límites humanos, en bus- vos y el dinamismo interior que le impulsa a comportarse de esa manera.
ca de la explicación secreta y definitiva de la realidad misteriosa. Su men-
saje no va dirigido al pueblo creyente, sino al individuo como miembro de
la raza humana. 13. Dimensión sobrenatural y humana de la ética
Es un esfuerzo, podríamos decir, de tipo secular y profano, pues es
la persona, con su propia inteligencia y aliento, quien debe aprender a ca- De acuerdo con todo lo dicho, la moral cristiana no es tampoco la
minar por el mundo, descubriendo ella mismo las reglas de su comporta- ciencia de valores que conduce hacia la autorrealización de la persona. Sin
miento. Una experiencia al alcance de cualquier persona honesta y, por negar nada de lo que hemos afirmado en los capítulos anteriores, el nivel
ello, no hubo ninguna resistencia para aprovecharse e integrar las expe- ético queda trasformado por la dimensión sobrenatural y religiosa. Lo que
riencias, consejos y normas provenientes de otros pueblos. Su teología no ahora preocupa e interesa es vivir como hijos de Dios y responder a su lla-
consiste en acudir a Dios primero para saber cómo se ha de actuar, sino en mada que nos ha hecho conscientes de un nuevo destino. El cumplimien-
buscar primero la sabiduría que orienta la vida y nos lleva al encuentro de to de los valores no se vivencia como un camino válido para nuestra ma-
Él. El sabio podría experimentar, incluso, una agradable sorpresa: que la durez y perfección, y mucho menos como un simple imperativo categóri-
sabiduría en persona le salga a su encuentro y le llene de su plenitud: «Con co, sino como la respuesta a una invitación y la aceptación de una amistad
ella me vinieron a la vez todos los bienes e incalculables riquezas en sus que Él ha querido ofrecernos. La conducta que a primera vista estaba de-
manos. Yo disfruté de todos, porque la Sabiduría los trae, aunque ignora- masiado centrada en sí mismo, se convierte en un lenguaje de entrega y
ba que ella fuera su origen.» (Sab 7,11-12). Yavé aparece, entonces, como sumisión, como gesto de fidelidad y cariño a una persona.
la fuente y el dador de ella a las personas y, por eso, a pesar de su exalta- En este sentido, la moral sería la ciencia que nos hace dóciles y obe-
ción, se condena también el orgullo y la autosuficiencia del que se cree se- dientes a la palabra de Dios, aceptando la definición protestante con toda
guro, como el necio, y sabio a sus propios ojos. El reconocimiento de ta- su densidad y riqueza religiosa. La diferencia que nos separa no radica en
les límites es también una nota de humanismo realista: «Por más que se esta apertura a lo sobrenatural, sino en la antropología teológica de la que
afane el hombre en buscar, nada descubrirá, y el mismo sabio, aunque di- cada uno parte. La teología católica admite también las consecuencias trá-
ga saberlo, no es capaz de descubrirlo (Qo 8,17). gicas del pecado, pero retiene como base de su optimismo, frente a la pos-
Los profetas operan también una moralización racional de la fe, ya tura más pesimista de la protestante, que la redención operada por Cristo
que la religión pierde su sentido si no va acompañada de una comprta- ha restablecido en parte las capacidades humanas del creyente. El destro-
miento ético en el que se traduzca su autenticidad. Los frecuentes orácu- zo no ha sido definitivo ni completo, pues el don gratuito de la amistad di-
los contra las naciones sin fe -baste recordar los dos primeros capítulos de vina ha re-creado nuestra propia naturaleza, aunque no en toda su pleni-
Amos- demuestran que, a pesar de su ateísmo, también ellas están obliga- tud. Desde entonces, se ha recuperado la posibilidad de buscar y descubrir
das al cumplimiento de las exigencias morales, sobre todo en el campo de el bien, a pesar de las dificultades que comporta. La ética humana sigue
la justicia. Es una clara confesión de que no se necesita un recurso inme- teniendo vigencia y validez para el católico, mientras que para el protes-
diato a Yahvé para imponer una serie de obligaciones y condenar las jrác- tante perdió por completo su sentido. Al responder a las exigencias de una
ticas inmorales. obligación moral se realiza ciertamente como persona, pero al mismo

210 211
tiempo descubre el eco de una llamada superior, que le invita a demostrar ARZUBIALDE, S. G., Theologia spiritualis. El camino espiritual del seguimiento a Jesús,
Comillas, Madrid 1989, vol. I, 65-82.
su cariño y fidelidad con esa conducta, y a vivir así como hijo de Dios.
BARBAGLIO, G., «Decálogo», en Aa.Vv.: Nuevo Diccionario de Teología Moral, San
La moral podría también definirse a un nivel cristológico, como la Pablo, Madrid 1992, pp. 310-326.
ciencia que nos ayuda y conduce hacia una cristificación progresiva. Se- CASTILLO, JOSÉ M", El seguimiento de Jesús, Sigúeme, Salamanca 1986.
guir a Jesús es vivir el radicalismo del amor que lleva a entregar la vida DYRUZ, J., «El 'narcisismo' como modelo cultural dominante»: Concilium 176 (1982),
por los demás, pero ello no elimina la búsqueda de encontrar, con el es- pp. 394-400.
fuerzo y la razón humana, las formas concretas de traducir ese ethos evan- EXELER, A., Los diez mandamientos. Vivir en la libertad de Dios, Sal Terrae, Santander
gélico. 1983.
FERNÁNDEZ, B., Seguir a Jesús, Claretianas, Madrid 1998.
Así se comprende mucho mejor cómo la dimensión humana y reli-
FLECHA, J. R., Teología moral fundamental. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid
giosa de la moral no son dos fuerzas incompatibles y enemigas que inten- 1994, pp. 75-114.
tan apoderarse de ella para convertirla, como si se tratara de una victoria, GARCÍA, J. A., «'Sed perfectos'... Canto y compromiso en el acercamiento salvador de
en una ciencia secular o profana. No hay que elegir una para dejar en el Dios»: Sal Terrae 74 (1986), pp. 703-714.
olvido la otra. Son más bien dos aspectos complementarios de una misma , «Así es Dios, tan bueno. Parábola al fariseo que habita en nuestro corazón»: Sal
realidad. Es humana en cuanto que existe la capacidad de descubrirla con Terrae 78 (1990), pp.133- 147.
, «¿Bajo la gracia o la ley? Cuando la fe cristiana se tiñe de moralidad»: Sal Terrae
la razón, de hacerla comprensible a otras personas, de justificarla con mo-
83 (1995), pp. 763-776.
tivos que revelan su carácter humanizante. Y se hace religiosa cuando se GARCÍA LÓPEZ, E, El Decálogo, Verbo Divino, Estella 1994.
vive como respuesta a un Alguien que está más allá del valor, cuando lo GARCÍA TRAPIELLO, El problema de la moral en el Antiguo Testamento, Herder, Barce-
que impulsa a su cumplimiento es el amor a una persona, cuya voz resue- lona 1977.
na escondida en cualquier exigencia ética. GOFFI, T., «Seguimiento/imitación», en Aa.Vv.: Nuevo Diccionario de Teología Moral,
De esta forma, se da consistencia a lo humano, pero sin cerrarnos en San Pablo, Madrid 1992, pp. 1669-1681.
una pura autonomía, que se hace inadmisible para la fe. Y esta apertura a lo LAGE, E, «Ley y alianza. Autonomía de la ética en el pensamiento del Antiguo Testa-
mento»: Moraiia 6 (19984), pp. 9-39.
sobrenatural y a la trascendencia no elimina, limita o contradice tampoco la
MIETH, A., «'Ethos' del fracaso y de la vuelta a empezar. Una perspectiva teológica ol-
urgencia y seriedad de una ética razonable. Es decir, la vida cristiana no se vidada» Concilium 231 (1990), pp. 243-259.
realiza al margen de la existencia natural, sino en las estructuras específicas RUBIO, M., «La 'cristicidad' de la ética cristiana. Jesús de Nazaret, punto de referencia
de ésta cuando la gracia la eleva a su consumación sobrenatural. ¿En qué de los valores»; 5a/ Terrae, 81 (1993), pp. 495-510.
consiste, entonces, lo más propio y característico de una moral cristiana? El SCHWAGER, R., «Imitar y seguir»: Selecciones de Teología 27 (1988), pp. 173-178.
próximo capítulo lo dedicaremos al estudio de esta respuesta. VENIN, A., «El decálogo; revelación de Dios y camino de felicidad»: Selecciones de
Teología 34 (1995), pp. 325-343.
WEBER, H., Teología Moral General. Exigencias y respuestas, Herder, Barcelona 1994,
# * *
pp. 38-108.
XAVIER, A., «Fuerza de la flaqueza. Pastoral de san Pablo en Corinto» Selecciones de
Teología 25 (1986), pp. 155-159.
BIBLIOGRAFÍA

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ALEIXANDRE, D., «El profetismo, cara y cruz de la ley»: Selecciones de Teología 35
(1996), pp. 265-271.
ÁLVAREZ VERDES, L., «La función de la 'razón' en el pensamiento ético de S. Pablo»:
Studia Moraiia 34 (1996), pp. 7-42.
, «Ética bíblica y hermenéutica»: Studia Moraiia 35 (1997), pp. 313-343.
, Caminar en el Espíritu. El pensamiento ético de San Pablo, Editiones Academiae
Alphonsianae, Roma 2000.
APARICIO, A., «¡Sed perfectos!»: Vida Religiosa 82 (1997), pp. 174-183.

212 213
CAPÍTULO 12

LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA

1. La búsqueda de la propia identidad

El sentimiento de identidad no es sólo un proceso necesario para la


maduración y equilibrio del individuo, sino que se requiere también para
la cohesión y supervivencia de cualquier grupo. Hoy se habla mucho so-
bre la crisis de identidad que afecta a las personas y comunidades, como
consecuencia de las condiciones que influyen en nuestro mundo actual. Y
cuando no se sabe qué nos une, con qué estamos comprometidos, qué es
lo que pretendemos; es decir, cuando ignoramos las características que nos
distinguen y especifican, existe el peligro de que se diluya el aire cristia-
no y se pierda el sentido evangélico de nuestra conducta.
Los signos que hasta hace poco servían como identificación, han de-
jado de ser reveladores. No basta la pertenencia eclesial por el hecho de
estar bautizado, ni la adhesión intelectual a un cuerpo de doctrina que ape-
nas influye en la vida, o una praxis moral determinada por el cumplimien-
to de ciertas normas o preceptos. El diálogo ecuménico, el conocimiento
de otras religiones, la búsqueda de aquello que nos une para trabajar jun-
tos, la renuncia a un régimen de cristiandad, han podido encubrir demasía-
do los rasgos de un cristianismo que no representa ya para muchos un mo-
delo de identificación. Es comprensible, por tanto, que, frente a todas es-
tas circunstancias que difuminan y oscurecen la identidad cristiana, se
quiera reforzar ahora sus caracteres distintivos.
El problema se acentúa aún más en el campo de la ética. Si se admi-
te que las normas concretas de conducta no se extraen directamente de la

215
revelación, pues requieren también el esfuerzo racional para descubrirlas, no para las normas que deben regir y orientar la conducta. Si la explica-
¿podemos decir que son patrimonio exclusivo del creyente? Y si se acep- ción se hace por su naturaleza incomprensible o el sujeto estuviera inca-
ta, por el contrario, que sólo la palabra de Dios las enseña y manifiesta, pacitado para comprenderla, más que frente a un acto moral nos encontra-
¿podrá un agnóstico conocerlas y cumplirlas cuando rechaza esa fuente de ríamos frente a un acto de sumisión y docilidad por otros motivos ajenos.
conocimiento? Las respuestas negativas a estas preguntas plantearían Sería un mandato de Dios, pero no una norma ética. Integrar la praxis den-
otros nuevos interrogantes. En la primera hipótesis, si cristianos y no cris- tro de un contexto teológico, como hizo santo Tomás, no significa quitar-
tianos poseen una plataforma común de actuación, ¿en qué radica, enton- le su fundamentación racional, pues la dimensión religiosa de la teología
ces, lo peculiar de la conducta evangélica?, ¿no se difuminan de esta ma- moral, como acabamos de ver en el capítulo anterior, no excluye sino que
nera los rasgos significativos de la moral cristiana? En el segundo caso, si supone la base razonable de los actos y comportamientos humanos.
sólo la fe descubre los valores éticos, al menos con plenitud y totalidad, El que otros no compartan todos nuestros valores éticos se explica
¿es posible fuera del cristianismo una vida honesta? Cuando nos encontra- por la complejidad y dificultades que reviste este tipo de argumentación
mos con personas que la viven ¿serán cristianos que ignoran su condición? cuando se analizan problemas discutidos, pero no por que sean algo irra-
Cuando se habla sobre la especificidad de la moral cristiana, hay que cional o absurdo, cuya única justificación se base en la autoridad de quien
centrar muy bien el objetivo de esta reflexión. No se trata de un análisis los enseña. Cuando la tradición insiste en las exigencias éticas reveladas
puramente sociológico para ver cuáles son los elementos característicos no indica, por tanto, que a tales contenidos no tenga acceso la razón. Lo
que la distinguen de cualquier otra. Desde este punto de vista, no cabe du- que la revelación manifiesta es la autenticidad de una ética racional que así
da de que nuestra moral queda configurada por unos contenidos específi- queda confirmada con una mayor garantía.
cos y por un cuerpo de doctrina que, tal vez, no se encuentran en otros co- El conocimiento mayor de otras culturas y civilizaciones, como el
lectivos ni se defienden en otras ideologías. Sus enseñanzas sobre el res- mundo ético de muchas personas honestas sin relación especial con la fe,
peto a la vida desde el momento de la fecundación, la indisolubilidad del hace muy difícil probar que algunos valores éticos son exclusivos del cris-
matrimonio sacramental y consumado, los métodos anticonceptivos, las tianismo. Los contenidos concretos, señalados por algunos autores como
técnicas de reproducción artificial, las relaciones pre-matrimoniales, el los más típicos y exclusivos de la moral católica, se han encontrado tam-
suicidio etc., forman un conjunto que, como tal, se podría considerar típi- bién fuera de ella. Hasta el perdón de los enemigos, que se propone como
co de la Iglesia católica. De igual manera que otros rasgos distintivos ca- el más característico de la revelación, estaba presente en otras religiones y
racterizan también a determinados grupos dentro de la misma Iglesia. códigos antiguos, que enseñan también otros valores éticos bastantes uni-
El problema debería plantearse con otra perspectiva. Aun en el su- versales y comunes.
puesto de tener un patrimonio ético que no comparten otros grupos reli-
No me resisto a copiar el siguiente texto, muchos siglos antes del
giosos e ideologías, lo importante es analizar si tales valores son también
cristianismo (entre 1600-1200), en el que el padre exhorta a su hijo con un
comunicables, poseen una capacidad de explicación humana, se pueden talante que nos recuerda mucho al sermón de la montaña: «No hagas mal
presentar con una base de justificación racional, o no existe otra posibili- a tu adversario, recompensa con bienes al que te hace mal; procura que se
dad de fundamentarlos que el recurso a la revelación o a la autoridad de la haga justicia a tu enemigo, sonríe a tu adversario... muéstrate amable con
Iglesia que los enseña. En una palabra, se trata de la comunicabilidad del el débil, no insultes al oprimido, no lo desprecies con aire autoritario... Da
mensaje ético de Jesús y no tanto de ver si esos valores son únicos y ex- pan de comer, cerveza de beber, honra al que te pide limosna, vístelo, su
clusivos de los que aceptan el Evangelio. dios se alegra de esto..., lo recompensa con bienes. Ayuda, haz el bien».
Estos hechos demuestran que la razón humana, a través de la expe-
riencia y de la reflexión individual y comunitaria, llega a captar hasta los
2. La racionabilidad de los valores éticos
valores catalogados como más difíciles e incomprensibles. En algunos ca-
sos, sin ayuda ninguna de la revelación cristiana. Y en otros, aunque se hu-
Ya hemos insistido con anterioridad, en diversas ocasiones, en que el
bieran conocido por estar ya en un clima cristianizado, se mantienen y
comportamiento ético adulto y responsable exige una conocimiento de
conservan por un convencimiento personal, ya que la fe para el agnóstico
causa, un motivo razonable para su aceptación, ya que la simple obedien-
o ateo no fundamenta ninguna valoración.
cia será necesaria para los misterios de fe que son incomprensibles, pero

216 217
3. La existencia de una amplia tradición 4. Entre la crítica y el triunfalismo

Tal vez, por ello, algunos autores no subrayan tanto las normas con- Es verdad que el cristianismo, no sólo a través de innumerables per-
cretas, sino que insisten en las actitudes que nos distinguen de otras reli- sonas concretas, sino como comunidad de fe ha defendido valores que
giones, en la presencia de otros influjos espirituales, como apuntaremos
constituyeron una extraordinaria riqueza para la misma sociedad humana.
enseguida, o en el hecho de que los valores propios del cristianismo no ha-
Su voz se ha levantado muchas veces, como denuncia y defensa al mismo
yan de considerarse como exclusivos. Pero en todas estas hipótesis, el pro-
tiempo, cuando conductas e ideologías amenazaban la dignidad del ser hu-
blema se plantea en otro ámbito diferente, pues la discusión se centra pre-
mano. Hay que estar muy ciego para no verla como «experta en humani-
cisamente sobre los contenidos concretos.
dad», según la afirmación del Vaticano II, trabajando con ilusión por la de-
Esta postura, que no defiende una clara diferencia entre los valores fensa de la humanidad. Pero también se hace difícil defender que sólo con
de una ética profana y religiosa, algunos la consideran fruto del ambiente la fe se ha conseguido este conocimiento moral.
secular y modernista en el que vivimos. Sin embargo, hay que reconocer
Se debe reconocer con humildad, por otra parte, que los cristianos, a
que goza de una amplia tradición en el pensamiento de la Iglesia. Aunque
pesar de la función iluminadora de la fe, no hemos sobresalido siempre en
en otro contexto bastante diferente al que ahora existe, los santos Padres
la defensa de otros valores, ni en la condena de ciertas injusticias. Cual-
descubrían en el Decálogo la expresión misma de la ley natural, que ma-
quiera que conozca un poco la historia de la moral sabe que, dentro de la
nifiesta el querer de Dios sobre sus criaturas. Santo Tomás no dudaba en
Iglesia, como doctrina oficial o comúnmente aprobada, se permitieron
admitir que «para las obras de las virtudes somos guiados por la razón na-
comportamientos que hoy nos resultan censurables, o se prohibieron ideas
tural que es la regla del obrar humano... y por ello no fue necesario dar
y conductas que después se aceptaron sin dificultad. Las anécdotas nega-
otros preceptos que los preceptos morales de la ley dictados por la razón»
tivas de su trayectoria no quitan la importancia impresionante de su apor-
(Suma Teológica, I-II, 108, 2 ad 1).
tación, pero la realidad es que no siempre se atinó con lo recto, cuando a
Ya desde esa época, otros autores, como en el famoso Decreto de lo mejor otras personas sin fe no estaban de acuerdo con esas valoracio-
Graciano, cuya importancia histórica fue considerable, afirmaban que «el nes. Lo que significa que, aunque teóricamente se diga que estamos en
derecho natural es lo que se contiene en la ley y en el Evangelio». La fra- mejor situación para el conocimiento moral, esa posible ventaja no exime
se resulta un tanto ambigua en su generalidad, pues podría manifestar una de otras equivocaciones, al margen de las incoherencias que puedan darse
visión teocéntrica y cristiana del derecho, como si a las exigencias racio- por la propia debilidad.
nales hubiera que añadir las que provienen de la revelación, para comple-
La búsqueda del bien supone un trabajo donde entran múltiples me-
tar las omisiones que aquellas encierran. Pero cabría también una interpre-
diaciones humanas y es normal que semejante esfuerzo, cuando la revela-
tación más secular de la misma Escritura, en cuanto que las exigencias éti-
ción no da ninguna solución concreta, como sucede de ordinario, no termi-
cas evangélicas ya están recogidas y formuladas por la razón. De hecho,
ne siempre en un éxito absoluto. Decir, por tanto, que los valores de la mo-
esta orientación fue la prevalente en muchos moralistas, que no dudaron
ral cristiana son también razonables y que, en teoría, no debieran ser distin-
en admitir que Cristo no añadió ningún nuevo precepto a los exigidos por
tos de los que profesa cualquier persona honrada, parece una postura sensa-
la ley natural, como aparece en la mayoría de los manuales tradicionales.
ta y no va tampoco contra los datos de la misma tradición eclesial. Aunque
A esta misma conclusión conduce un análisis pragmático de la reali- respeto la opinión contraria, ésta me parece más fundada y coherente con to-
dad, al margen de otras consideraciones más especulativas. Si la comuni- dos los presupuestos anteriores. Entre la crítica despiadada que rechaza la
dad cristiana, al menos en sus grupos más significativos y radicales, hu-
aportación positiva de la fe, como una remora y obstáculo para el descubri-
biera sido un espacio donde los valores profundamente humanos se vivie-
miento del bien, y el triunfalismo ingenuo del que afirma que solo con ella
ron siempre con autenticidad, o se hubieran defendido, por lo menos, en
se hace posible encontrar la verdad ética, una postura intermedia me parece
teoría, aunque no siempre se llevasen a la práctica, la deducción sería ló-
más realista y respetuosa. Todos estamos capacitados para descubrir la lla-
gica y evidente: sólo a partir de la fe se hace posible la fundamentación de
mada del valor, al margen de la iluminación religiosa, y todos hemos come-
la moral, sobre todo si, al margen de esta iluminación sobrenatural, tam-
tido errores y equivocaciones en la conquista de este difícil objetivo.
poco se hubiera alcanzado el conocimiento de estas verdades éticas.
Esta opinión, sin embargo, no rechaza los múltiples influjos positi-
vos y benéficos de la fe, que repercuten sobre la praxis del ser cristiano y
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que determinan de alguna manera su comportamiento, aunque en otros ni- Porque cree en Dios y se siente llamado a su amistad, porque busca
veles diferentes al simple descubrimiento del valor, que realiza también la imitación y el seguimiento de Cristo, porque su persona constituye el
cualquier otra persona. Aunque con matices variados, todos los autores amor más absoluto de la existencia, el cristiano posee una motivación ex-
que la defienden insisten en que la fe no es algo superfluo e insignifican- traordinaria que no la tendría a lo mejor si buscase solamente la honradez
te, como si fuera una realidad extrínseca y ajena por completo al campo y honestidad de una conducta. Así, cuando la fe resuena con fuerza en el
de la conducta. Negar esta influencia eliminaría por completo el aspecto interior del corazón, se crea un mundo de motivaciones que estimula a una
sobrenatural de nuestra vida, al que no podemos renunciar tampoco de coherencia en la vida.
ninguna forma. Si vivimos como creyentes y como cristianos, la revela- Hemos repetido con anterioridad que la moral tendría vigencia aun
ción y Jesús pertenecen a la esencia más íntima de nuestra existencia. en la hipótesis de que Dios no existiese, pero quedaría un interrogante pos-
¿Qué función tienen entonces en el ámbito de la moral cristiana? terior: ¿seríamos capaces de vivirla y sentirnos comprometidos con ella,
sin el dinamismo de la fe? Incluso aunque tuviéramos esta capacidad, co-
mo muchas personas agnósticas lo demuestran, el distintivo más claro y
5. Una motivación que da coherencia a la vida específico de una conducta cristiana radicaría en esta última intencionali-
dad religiosa: queremos ser buenos no sólo para realizarnos como perso-
Se ha señalado con frecuencia que lo más significativo e importante nas y responder a las exigencias de unos valores humanistas, sino, sobre
de la ética cristiana radica en el campo de la motivación. A primera vista todo, para demostrarle a Dios nuestro cariño y amistad. El amor impulsa
podría parecer algo demasiado pequeño y secundario, cuando en realidad y motiva un estilo de conducta, que resulta válido para todas las personas,
constituye una influencia enorme y decisiva. Todos tenemos la experiencia y para el cristiano se convierte, además, en una respuesta agradecida al Se-
de que, aunque sabemos cómo se debe actuar, no somos capaces muchas ñor. La vida cristiana tiene como raíz y fundamento este poder de atrac-
veces de llegar a realizarlo. Lo que falta, en esas ocasiones, no es la simple ción que deriva de nuestro destino sobrenatural.
iluminación del conocimiento, sino una razón definitiva y convincente pa-
ra actuar. En último término, es el difícil problema de la decisión que nos
falta para vivir en coherencia con el pensamiento. Hay que tener un moti- 6. Una luz que ilumina y garantiza
vo determinante muy fuerte para dejarse conducir por el bien, por encima
de cualquier otro interés que nos solicita como más inmediato y agradable. Insistir en la importancia de la razón no significa una plena confian-
El mensaje de Dios exige la conversión como respuesta a su llama- za en sus posibilidades, como si no hubiera motivo para sospechar de sus
da para vivir en amistad filial. Y lo primero es la ofrenda de la fe -don de conclusiones. Las experiencias pasadas son también elocuentes para no
su gracia y decisión de la persona, al mismo tiempo-, por la que nos en- caer de nuevo en los engaños de un racionalismo ingenuo, que adora a la
tregamos a Él como valor primario y absoluto. No hay ninguna otra reali- razón como a un pequeño dios. Su trabajo se efectúa en un contexto difí-
dad que pueda compararse a esa relación. El radicalismo de Jesús no per- cil, condicionado por una serie de factores a veces desconocidos, que im-
mite componendas. Hay que estar dispuestos a perder posesiones, familia piden la objetividad y lucidez del conocimiento. Aceptar una cierta sospe-
y amigos, tareas y ocupaciones, la mano y el ojo e, incluso, la propia vida cha sobre sus valoraciones no es defender el escepticismo, sino un gesto
(Mt 10,37-39; 18,8-9; Le 12,13-19), pues «todo aquel que no renuncia a de prudencia y sensatez frente a los posibles engaños que esconde.
todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (Le 14,33). Aunque sus ex- Por eso el creyente descubre en el mensaje revelado no sólo el im-
presiones son duras y no se reducen a una simple retórica, no hay que in- pulso dinámico de la motivación, sino la luz que, a veces, confirma de ma-
terpretarlas tampoco con un sentido literal. Lo que indican siempre, dicho nera explícita sus propias conclusiones y las corrige de sus adherencias ne-
de otra manera, es la relatividad de todo en función de lo «único necesa- gativas. Lo que el Vaticano I afirma sobre la necesidad de la revelación pa-
rio» (Le 10,42). Una actitud que jerarquiza, selecciona e interpreta la rea- ra el conocimiento natural de Dios podría aplicarse de la misma manera al
lidad con unos ojos diferentes. Su valoración queda transida por una mi- tema que ahora nos ocupa. Para descubrir los valores éticos de una mane-
rada que trasciende hacia otros horizontes. Es normal, por tanto, que las ra más fácil, con una certeza mayor y sin mezcla de errores, es convenien-
decisiones del cristiano estén influenciadas y se maticen por esta luz, más te también esta otra iluminación sobrenatural. No es que busquemos en la
allá de su propio conocimiento racional.
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Escritura una solución concreta para nuestros problemas actuales, pero sí revela y no pretende engañarnos. Pero a partir de ahí, no cabe otra expli-
nace de ella como un instinto peculiar, una sintonía de fondo que puede cación que los pueda hacer comprensibles. Esta mirada trascendente posi-
impregnar al cristiano y dotarle de una transparencia y lucidez peculiar. bilita una cosmovisión que densifica y enriquece cualquier otra perspecti-
Cuando el Concilio, al enfrentarse con los problemas más urgentes de la va humana. Entre estos misterios, ya que no es posible una visión más de-
humanidad, se siente «guiado por la luz del Evangelio y de la humana ex- tallada, quiero fijarme en tres por su mayor resonancia en la praxis del
periencia» (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno cristiano.
n° 46), parece defender esta misma orientación. El Dios que nos había hablado «muchas veces y de muchas mane-
No es fácil descubrir con la pura razón algunos valores éticos, como ras», nos ha dado su palabra última y definitiva por medio de Jesús (Heb
el perdón de los enemigos, el compromiso y solidaridad con los más ne- 1,1-2). A través de esa revelación progresiva, llegamos al conocimiento de
cesitados o la relatividad de los bienes materiales. La conducta y el men- ciertos aspectos que forman el núcleo fundamental de nuestra fe. La gran
saje de Jesús tienen sin duda en estos, como en otros puntos, una función epifanía desde el comienzo, que Jesús va a confirmar con su predicación
iluminadora. Cualquiera que conozca su enseñanza y el testimonio que y que la comunidad primitiva recoge en sus enseñanzas, consiste en dibu-
ofreció con su vida queda garantizado en la verdad y grandeza de sus va- jarnos el rostro de Dios como Padre. Toda la misión de Cristo se centra en
loraciones. El discípulo de Jesús no necesita pensar mucho con la cabeza esta tarea: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce na-
para devolver mal por bien. El ejemplo de su Maestro le estimula y le con- die sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27).
firma en la verdad del camino emprendido. Su amor gratuito a todas las personas, sin distinción de ninguna clase (Mt
De hecho la cultura de Occidente, como han notado algunos histo- 5,43-45; Le 7,33-50), ofrecido con anterioridad a cualquier mérito, como
riadores, recibió una fuerte influencia del cristianismo. Incluso a un nivel vimos en las parábolas del capítulo anterior, dispuesto al perdón todas las
individual, el encuentro con los valores lo ha tenido antes el creyente en veces que sea necesario (Mt 18,21-35), lleno de gozo y alegría por la con-
el ámbito de la fe que en el de su reflexión racional y personalizada. Las versión de un pecador (Le 15,1-32), dispuesto a querernos de forma incon-
normas fundamentales de la ética, para los que nacieron en una familia dicional (Le 7, 36-50), sobre todo cuando más incapaces y pobres nos sen-
cristiana, se transmitieron en la educación dentro de un clima religioso, timos (Le 7,18-23), etc., expresan una imagen muy diferente a la de cual-
aunque después se haya buscado una explicación racional. Y es que, cuan- quier filósofo que reflexione sobre el Absoluto. Dios es Padre, por encima
do se integran las enseñanzas y testimonios evangélicos, aumenta la sen- de todo, y el creyente puede dirigirse a Él con la misma expresión oída en
sibilidad interior para captar el mundo de los valores éticos. la boca de Jesús -Abba (Me 14,36)- que manifiesta la confianza y fami-
liaridad con que podemos tratarlo. Cristo, como imagen e icono perfecto
Bajo esta óptica, el aprecio de las virtudes pasivas, como la humil-
del Padre, es el único que nos lo puede revelar.
dad, la esperanza, la paciencia, el servicio o la sumisión, adquieren un re-
lieve del que no gozan en otras especulaciones. Nada de esto escapa a una Esta filiación ha trasformado la naturaleza humana, creando una
visión humanizante de la vida, ni se hace incomprensible al margen de la nueva antropología sobrenatural, que hace del ser humano también un pe-
fe, como si fuera algo exclusivo del creyente, pero no es menos cierto que queño icono de Dios. La gracia no sólo nos regenera, como un nuevo na-
ese influjo sobrenatural puede ser fermento de un humanismo más autén- cimiento, sino que nos fortalece y ayuda para superar las debilidades e in-
tico y profundo. Cuando la fe nos abre a un horizonte desconocido e ina- coherencias, introducidas por el pecado. La fuerza del cristiano no radica
bordable, que la inteligencia humana nunca hubiera podido descubrir ni en su esfuerzo o buena voluntad, pues «llevamos este tesoro en recipien-
sospechar, aparecen nuevos criterios de preferencia, que no existen de or- tes de barro» (2 Cor 4,7). Hay un poder, por encima de nosotros, que nos
dinario en los esquemas racionales. alienta y estimula cuando se siente la propia incapacidad frente a cualquier
exigencia. El «yo sé bien de quién me he fiado y estoy firmemente persua-
dido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que
me dio» (2 Tim 1,12) es una experiencia que descubre la fe y renueva la
7. La nueva antropología sobrenatural
ilusión, a pesar de las dificultades e intentos fracasados.
La palabra de Dios nos abre, como último aspecto que deseo apun-
Aunque la teología sea un intento por hacer razonable la dimensión
tar, a una dimensión escatológica. No se trata de un engaño infantil o de
trascendente, como decía san Anselmo, sus misterios escapan por comple-
un sueño de omnipotencia, aunque estos mecanismos puedan también ac-
to a nuestra razón. Su credibilidad radica en la autoridad de Dios que los

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tuar. Para el cristiano no termina todo con la muerte, ya que la revelación omnipotencia absoluta, si no quiere arrepentirse de su proyecto creacional.
es muy clara y explícita en este punto: hay un más allá, definitivo y eter- Tiene, por tanto, que respetar las leyes de la naturaleza, aunque se levan-
no, hacia el que caminamos a lo largo de nuestra existencia. Lo cual sig- ten contra el bien del hombre, provocando múltiples catástrofes. Y ha de
nifica que la vida sólo adquiere un sentido pleno e íntegro cuando se la en- respetar la libertad humana que determina otras muchas tragedias. Esto no
foca con esta visión trascendente, sin que ella elimine el compromiso y la significa que Él sea lejano e indiferente a todas nuestras inquietudes, pero
entrega a las tareas de este mundo. Negar este dato supone destruir en un tampoco interviene con su poder, fuera de casos muy excepcionales, para
aspecto básico el conjunto de la revelación. impedir su actuación a todas las causas segundas. Por eso es muy difícil
Todas estas verdades no son algo abstracto y especulativo, sin nin- comprender la coexistencia de un amor omnipotente, que podría solucio-
guna relación con el actuar de la persona. El que las acepta y asimila ex- nar todo, con el mundo de dolor y calamidades que nos rodea.
perimenta una renovación interior, que le hace enfrentarse a la realidad La alegría cristiana tiene otro contenido diferente. A ese Dios despo-
con un talante diferente. Tampoco es posible enumerar todas las conse- jado aparentemente de un poder sin límites, en el fracaso y muerte de Jesús
cuencias y sólo me limito también a ofrecer las más importantes. -como en tantos fracasos y muertes humanas-, la Iglesia lo proclama como
pantocrator, como el que gobierna todo, como el que tiene al universo en
sus manos. Pero su omnipotencia permanece escondida en el misterio de su
8. La esperanza que llena de ilusión la existencia del creyente amor, mientras caminamos por el mundo. Su fuerza aparecerá algún día,
cuando descubramos que nada escapó a su providencia y que el triunfo fi-
nal está asegurado por su promesa inquebrantable. Será el momento de la
La fe no sólo tiene capacidad para iluminar y confirmar los valores
consumación definitiva, cuando Dios sea todo en todos (cf. ICor 15,24-27).
en función del proyecto definitivo, sino que llena de ilusión y esperanza la
vida entera del creyente. La providencia de Dios es universal, aunque mis- Mientras tanto, nos queda la esperanza. El Dios que acogió el fraca-
teriosa, pues actúa a través de múltiples mediaciones humanas, pero pro- so y la muerte de Jesús para resucitarlo del sepulcro, nos enseña ya que la
voca un convencimiento de que todo tiene sentido, ya que ninguna reali- cruz no es su palabra definitiva. Desde ese momento hace posible, aunque
dad, por muy negativa que sea, termina siendo estéril e infecunda. Cristo no lo comprendamos fácilmente, que ninguna realidad, por muy negativa
que sea, termina siendo estéril o infecunda. Incluso cuando el dolor se pre-
mostró su mesianidad realizando múltiples signos para liberar a la perso-
senta por causas naturales e imprevistos absurdos, no hay que pensar en
na de toda clase de males. Con ello no promete una felicidad humana, co-
que son necesarios para la salvación. Sería como decir que Dios exige la
mo si el cristiano estuviera libre de las amenazas y calamidades que pesan
sangre y el sufrimiento humano para otorgar su gracia y amistad. Y un ser
sobre los demás. Como cualquier otro ser sentirá también, en múltiples
que se muestra tan sádico en sus exigencias no invita al cariño, ni refleja
ocasiones, las dificultades de la vida.
la misericordia del Padre que hace nacer el sol sobre los buenos y los ma-
Un creyente, sin embargo, nunca podrá excluir el cuidado amoroso
los. La cruz seguirá siendo un misterio, pero desde que el Padre acogió al
de Dios sobre sus criaturas, pero consciente de que su amor es, al mismo
primer crucificado, su corazón quedó abierto también a todos los crucifi-
tiempo, misterioso y desconcertante, ya que su gobierno providente actúa
cados del mundo. Con ello no promete una simple felicidad humana, co-
a través de múltiples mediaciones humanas. El Dios todopoderoso, que
mo si el cristiano estuviera libre de todas las calamidades que amenazan
proclamamos en el Credo, es un atributo del Creador que ha sacado toda al hombre. Como cualquier otra persona sentirá, en múltiples ocasiones, la
la realidad existente de la nada. Allí, donde antes de la creación no se da- angustia del vivir, pero con su fe vislumbra un sentido que, a lo mejor, no
ba nada más que su presencia absoluta, dejó espacio para que otros seres capta de inmediato, como el grito desgarrador de Cristo en el calvario, pe-
pudieran existir. Este gesto de generosidad, para compartir su vida con ro que está garantizado por el hecho de la resurrección.
otras muchas, es ya una autolimitación voluntaria, porque a todo lo que ha
salido de sus manos lo dotó de una cierta autonomía. Desde ese momen-
to, su poder quedó sometido a los límites que él mismo marcó a sus cria-
turas: no podrá interferir de manera constante y milagrosa en los procesos 9. El prójimo como sacramento
naturales o en la voluntad libre que impuso a la creación.
Si el Hijo, al encarnarse, se despojó de su condición divina para ha- Otro aspecto, de singular importancia, se deriva del mensaje revela-
cerse uno de tantos (Flp 2,6-8), el Padre, al crear, renunció también a una do. La moral que se centra en la propia realización, sin abrirse a la comu-

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Es más, habría que añadir, como apunté antes, que ni siquiera con esa
nión con los demás, nunca podrá adjetivarse como cristiana. El Evangelio actitud religiosa, por muy buena voluntad y honradez que encierre, se garan-
nos presenta al ser humano como un verdadero sacramento, un lugar de ci- tizan todas las valoraciones posteriores. La Iglesia, como comunidad de fe
ta privilegiado para encontrarse con Dios. Si de alguna manera se ha con- que busca los valores morales, y hasta los santos dentro de ella, como testi-
vertido también en icono del Padre, reflejo y manifestación de su amor, la gos de Dios más iluminados, han defendido conductas que hoy no se valo-
dignidad humana queda aún más enaltecida por esta singular vocación. El ran tan humanas y evangélicas, o han condenado otras que se han permitido
respeto a la persona, con todas sus derivaciones, o la igualdad de todos los con posterioridad. Tales situaciones no se debían a la opacidad de juicio o a
seres como depositarios de las mismas exigencias y derechos, encuentra la perversión de la voluntad, ya que había un deseo sincero por encontrar la
aquí una confirmación y un motivo complementario para su defensa. For- verdad del comportamiento, sino a la complejidad de un análisis que se en-
mamos una familia, en la que debe imperar la comprensión, el perdón y el contraba condicionado por otros factores, aunque quisieran partir de las raí-
cariño «como vuestro Padre es compasivo» (Le 6,36). ces más evangélicas. Era lo que parecía mejor, teniendo en cuenta todos los
Es más, Dios se identifica de tal manera con la persona, sobre todo elementos de aquellas circunstancias concretas. Después, con una cierta
con las más pobres y necesitadas, que cualquier atentado contra ellas se perspectiva histórica para analizar el pasado, se comprenderá mejor todos
convierte en una negativa a su amistad. El Evangelio proclama, como nú- los condicionantes y dificultades que no se advertían en aquella situación.
cleo central de todo su mensaje, el ágape fraterno, que ha de extenderse in- De la misma manera que la historia se encargará de hacer una valoración
cluso a los propios enemigos «para ser hijos de vuestro Padre del cielo» más objetiva sobre todos los que ahora pesan sobre nosotros, aunque preten-
(Mt 5,43-48; Le 6,27-36). Nuestra actitud ante el hermano va a revelar me- damos realizarlo a la luz de la fe y con criterios evangélicos.
jor que cualquier otra práctica, por muy religiosa que sea, nuestra sinceri-
La vida cristiana será, entonces, un auténtico humanismo. Su dimen-
dad ante Dios, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar
sión escatológica le impide una visión inmediata y reducida al tiempo de
a Dios a quien no ve» (1 Jn 4,20).
ahora, pues el futuro último del ser humano encierra una trascendencia de-
Quien se acerque a la revelación, vea la conducta de Jesús o escuche
finitiva. Y si este lado más oculto relativiza, de alguna forma, la construc-
sus enseñanzas, para encerrarse después en un espiritualismo individualis-
ción y perfeccionamiento de la realidad terrestre y de los valores actuales,
ta que sólo se preocupa de la propia perfección, ha tenido una experiencia
despierta, por otra, las exigencias más profundas de un amor que se entre-
engañosa y mutilada. El compromiso frente a las urgencias y necesidades
ga con totalidad a las tareas y necesidades de este mundo. El Evangelio no
de los demás es el criterio por antonomasia del discernimiento, porque
absorbe los valores naturales en la trascendencia de lo escatológico, ni
«cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
tampoco se pierde en la inmanencia de un proceso puramente histórico y
hicisteis... y cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, tam-
actual. Dios envía al hombre a su quehacer humano, no para que edifique
bién conmigo dejasteis de hacerlo» (Mt 25,40 y 44). El tema es suficiente-
otro mundo al lado del mundo en que vivimos -Jesús ha redimido con su
mente conocido para insistir más. Lo importante es caer en la cuenta de es-
muerte la creación entera-, sino para que encuentre en él su vocación au-
ta actitud que también dinamiza y orienta las decisiones del cristiano.
ténticamente humana, aunque no podrá realizarse por completo dentro de
los límites temporales. Por la fe, la ética recibe la energía creadora de un
amor sobrenatural, que radicaliza con más fuerza las exigencias de cual-
10. La necesidad de una asimilación quier ética humana. Así el deseo de responder a la llamada de Dios y de
seguir a Jesús no disminuye, sino aumenta y fortalece la ilusión de reali-
Todo esto, en teoría, parece innegable y evidente, pero hay que reco- zarnos como personas desde ahora.
nocer, si somos sinceros, que semejante predisposición no está con fre- Vivir como cristiano supone, pues, una vida auténticamente humana
cuencia asimilada. Para muchos cristianos los datos de la revelación se re- y una vida auténticamente humana debe estar ya muy cercana de Dios. Si
ducen al simple conocimiento intelectual de estas verdades, sin ninguna la fe no cambia los valores éticos, sí produce un nuevo estilo de vivirlos
influencia posterior y eficaz en su discernimiento ético. En estos casos, la en un clima de libertad y relaciones familiares con Dios. Este aire de fa-
ayuda de la fe es demasiado extrínseca y no tiene mayor relevancia prác- milia crea una connaturalidad en el conocimiento del bien, que lleva inclu-
tica. La supuesta lucidez y sensibilidad desaparecen por esa falta de inte- so a la superación de la moral.
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Madrid 1999. na. Cualquier esfuerzo por liberarse de esta exigencia repercutiría negati-
vamente sobre su propio psiquismo.
Esta misma ley es una exigencia que brota también de la dimensión
comunitaria de la persona. El ser humano, de ordinario, no vive como un
eremita solitario en el desierto, sino que su vida se desarrolla en una rela-
ción y contacto continuo con los demás. Su conducta debe tener en cuenta
los derechos y obligaciones de cada uno para que sea posible la conviven-
cia social y el respeto mutuo. La ley marcará los límites, que defiende ta-
les espacios, con el deseo de que la instintividad o intereses individuales se
configuren de acuerdo con el bien común y no sólo en función de las pro-
pias apetencias. Someterse a tales obligaciones es un camino de madura-
ción y equilibrio personal, y una forma de colaboración para la armonía del
grupo. La liberación ile este imperativo desembocaría en un capricho infan-

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til o en un anarquismo sin sentido. Cualquier persona sensata aceptará con gos: «En el comienzo existía la ley». La doctrina del judaismo rabínico
gusto esta función, aunque limite algunas de sus posibilidades. quedaría expresada, con toda su fuerza y estima, en aquella frase del ser-
Todo grupo que busque una cierta estabilidad y permanencia requie- món de la montaña: «mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar
re además, por este motivo, un mínimo de institucionalización. Es la úni- vigente ni una i ni una tilde de la ley sin que todo se cumpla». (Mt 5,18).
ca forma de vincular a los individuos, que desean comprometerse para te- Aquí también, la lucha por sentirse liberados de ella destruiría, en este ca-
ner todos una misma finalidad y saber, por otra parte, los medios concre- so, la identidad religiosa del pueblo elegido.
tos para conseguirla. Una promesa privada o la buena voluntad serán su- No es extraño, por tanto, que este aprecio de la ley se haya manteni-
ficientes para mantener una cohesión individual y bastante limitada, pero do en la espiritualidad cristiana. Si la moral nos enseña no sólo a realizar-
aplicar estos criterios, cuando se trata de llevar adelante una tarea mucho nos como personas, sino a vivir como hijos de Dios y responder a su pa-
más amplia, estable y universal, no deja de ser una ingenua ilusión. La ins- labra, lo más importante para la vida del creyente es encontrarse con la vo-
titucionalización tiene también sus peligros, cuando se esclerotiza e impi- luntad del Señor en un clima de fe, hacerse dócil y obediente a esa llama-
de el dinamismo y la evolución de la vida, pero, a pesar de estos riesgos, da que nos viene de arriba. De ahí, la pregunta básica y fundamental, en
ofrece siempre una garantía mayor y más eficaz que el simple compromi- el campo de la praxis, de cómo es posible el descubrimiento de esa voca-
so de palabra. La ley manifestaría, en este caso, esas reglas fundamentales ción. La respuesta más común y ordinaria remitía de nuevo a la moral:
que identifican a los miembros de una determinada sociedad, y que debe- cumpliendo con los preceptos y normas de conducta expresamos nuestra
rán ser respetadas por todos aquellos que deseen formar parte de ella y co- obediencia a Dios. De esa manera la ley se mantenía como la señal más
laborar en la realización de una tarea específica. Sin esta legalización, con universal y explícita de su soberana voluntad, manifestaba el camino más
todo lo que ella comporta, no es posible otorgar existencia jurídica a los corto y evidente para conocer sus designios concretos sobre cada persona.
proyectos de ningún grupo. Y la experiencia está ahí para demostrarnos Vivir cristianamente equivalía al cumplimiento, lo más exacto posible, de
que sólo por este camino hay esperanza de continuidad. los valores e imperativos éticos.
Por eso, la excesiva y hasta ansiosa preocupación de los cristianos en
torno a las obligaciones y leyes morales, tal y como se expresaban en los
2. Dimensión religiosa catecismos y libros de texto. Se quería describir en ellos lo bueno y lo ma-
lo, con sus fronteras y límites perfectamente definidos, para saber cómo
Desde una perspectiva religiosa, la ley encierra también un valor de acercarse al Señor y evitar su lejanía por el pecado. En caso de duda se
extraordinaria importancia y profundidad, pues era la memoria y el recuer- acudía al técnico, para que él nos explicara el alcance y contenido de las
do constante, que resonaba en el corazón del judío piadoso, de un hecho tan diferentes obligaciones. Sólo así se obtenía la certeza de conocer con
asombroso y desconcertante como el de la alianza de Dios con su pueblo exactitud la divina voluntad. Las alabanzas a la ley y la invitación a su más
elegido. Un gesto inaudito, del que nunca podrá olvidarse, porque formará estricta observancia encontrarían aquí su justificación humana y espiritual.
parte definitivamente de su propia historia y marcará de manera significati- La ascética religiosa ha subrayado siempre este aspecto, aunque, en algu-
va su propia identidad: «¿qué nación hay tan grande cuyos preceptos y nor- nas ocasiones, lo haya hecho con excesivo énfasis, y, en otras, no siempre
mas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy?» (Dt 4,7). por motivaciones transparentes y desinteresadas.
Es comprensible, por tanto, que la ley no despertara ninguna agresivi-
dad o rebeldía, sino que se convirtiera en una realidad sagrada, digna de ve-
neración y agradecimiento. Tenía un carácter sacramental, como símbolo de 3. Los riesgos de un legalismo
la presencia y cercanía de Yavé, que nunca abandonaría a los que así había
amado. Por eso, cuando en el destierro se encontraban sin Templo, la con- No pretendo negar que semejante presentación sea verdadera en su
servaban como signo inequívoco de su destino histórico. Era una evocación conjunto, sobre todo si se enmarca en un contexto mucho más matizado.
permanente de todas las maravillas que Dios había realizado con ellos. Sin la menor duda, el querer de Dios se nos hace cercano y presente en ca-
Con razón los judíos no experimentaban ninguna dificultad en apli- da una de las obligaciones morales que se experimentan en lo más profun-
car a la ley, vivida con toda su riqueza simbólica y espiritual, la afirma- do del corazón. Esta llamada resuena con un eco perfecto en la interiori-
ción que aparece en el prólogo del evangelio de san Juan, referida al Lo- dad de la propia conciencia que nos hace presente su voz.

230 231
Sin embargo, y a pesar de todas estas alabanzas psicológicas, comu- nunca la ley, sino el amor que la supera y trasciende. De ahí el grito incon-
nitarias y religiosas, cuya objetividad nadie niega, la ley ha sido también tenible de san Pablo cuando recuerda a los cristianos su auténtica vocaC-ión:
objeto de importantes críticas desde esas mismas ópticas. El cumplimien- «Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad» (Gal 5,13). Sus
to de la ley ha tenido siempre el riesgo de inclinarse hacia un legalismo palabras no se pueden interpretar como si fueran un género literario o un
que psicólogos y profetas de todos los tiempos no se han cansado de con- simple recurso oratorio. Son ideas que explícita de manera constante y con
denar. Podríamos afirmar, sin miedo a equivocamos, que la raíz de mu- un lenguaje muy claro, pues no sólo las tiene profundamente asimiladas, si-
chos conflictos humanos y espirituales encuentra aquí su más profunda ex- no que siente la obligación de proclamarlas, como parte fundamental de su
plicación. La no aceptación de sí mismo, con la consecuente intolerancia trabajo misionero. Jesús aparece en su teología como el gran libertador.
que afecta también a los demás, y el fariseísmo del hombre piadoso, tie- Nos ha rescatado de la esclavitud del pecado para que, a pesar de ese mis-
nen mucho que ver con la forma de relacionarse con la ley, como ya he- terio de iniquidad que domina a la creación entera, el hombre pueda reali-
mos apuntado en capítulos anteriores. zar el bien; nos ha librado de la muerte, sembrando una nueva esperanza
que vence y supera la finitud de nuestra existencia; y nos ha dado una últi-
La observancia ha degenerado, a veces, en una búsqueda de seguri-
ma y definitiva victoria, pues él también «nos rescató de la maldición de la
dad infantil que elimina otras preocupaciones y responsabilidades; ha ser-
ley» (Gal 3,13). Todo régimen legal ha caducado definitivamente con l;i ve-
vido como instrumento para obtener el aprecio y la estima de los demás,
nida de Cristo y queda sustituido por otro régimen de relaciones familiares:
que lo ofrecen como recompensa a los que obedecen y aceptan lo que es-
«... envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, sometido a la Ley, para rescatar
tá mandado; sirve para satisfacer nuestro propio narcisismo, cuando que-
a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la condición de hi-
remos responder a un yo ideal y perfeccionista, que no tolera ningún de-
jos» (Gal 4,4-5). En la economía actual de la salvación no existe nada más
sajuste entre lo que nos exige y lo que somos; y hasta se pretende con ella
que una doble alternativa, sin ningún término medio que suavice su radica-
obtener la salvación, aumentar la amistad con Dios y hacer presente el rei-
lismo: o vivir en un régimen de esclavitud que nos somete a su imperio
no de Dios entre nosotros.
-«Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición.
Nadie está exento de estas desviaciones, que nacen de un legalismo
(Gal 3,10)-, o seguir a Cristo para liberarnos de esa maldición, pues «si sois
que no tiene ningún valor humano ni religioso. En este sentido, la libera-
guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,18).
ción de la ley se impone como una exigencia ineludible para vivir nuestra
condición de personas y de cristianos. Pero, sobre todo, cuando se busca
cómo descubrir en serio la voluntad de Dios y cuál es la metodología cris-
5. El escándalo de un mensaje
tiana para conseguir esa meta, ni la moral ni la ley constituyen la mejor
manera de alcanzar ese objetivo. Sólo un discernimiento espiritual autén-
El evangelio de la libertad fue motivo de escándalo para la gente pia-
tico capacita de veras para una finalidad como ésta, por dos razones fun-
dosa de aquel tiempo. Convertirse al cristianismo suponía renegar de una
damentales que vamos a explicar.
tradición sagrada en la que el judío había sido educado. Las diversas sec-
tas rivalizaban en su adhesión más incondicional a la ley y no podían com-
prender que un verdadero israelita se atreviera a defender una doctrina tan
4. La vocación cristiana a la libertad contraria a esta observancia religiosa. La reacción del pueblo, frente a un
movimiento que rompía su propia identidad histórica, resulta bastante
En primer lugar, conviene insistir con fuerza en un aspecto demasia- comprensible. Y no resulta extraño que, desde entonces, la misma litera-
do olvidado de nuestra praxis cristiana. La economía de la salvación se ca- tura rabínica no haga ninguna mención de Pablo o lo considere como un
racteriza por situar al creyente en un clima de relaciones familiares con auténtico hereje y cismático. No en vano, su pensamiento chocaba de fren-
Dios. Jesús, ha venido para darnos la gran noticia, que nos abre a un hori- te contra uno de los puntos básicos en la teología de aquel tiempo.
zonte insospechado: somos hijos de Dios y por eso, desde lo más hondo del
A pesar de ello, podemos catalogar su postura de intransigente, pues
corazón, nace una exclamación jubilosa: ¡Abba! (Cf. Gal 4,7). Con la mis-
se trataba de un punto donde no cabían concesiones de ningún tipo, ni be-
ma palabra que tantas veces oyeron a Cristo en su oración, el cristiano pue-
névolas tolerancias, si quería defender lo más específico de la experiencia
de ahora dirigirse al Señor. Y en una familia, donde las relaciones deben ser
cristiana. El cariño y la comprensión no debían disimular lo más mínimo
afectivas y cordiales, lo que prevalece como factor más importante no será

2.U
232
un aspecto tan importante de la fe. El episodio de Antioquía revela esa ac- a la ley como tal, que se caracteriza por ser un mandamiento exterior al
titud inquebrantable frente a la conducta más ambigua del mismo Pedro, hombre (cf. Rom 3,27.31; 5,20; 13,8, etc.). Sus expresiones demuestran
que no tuvo el suficiente valor para enfrentarse a los partidarios de la cir- que no hace ninguna distinción entre los preceptos intangibles, como el De-
cuncisión. No podía tolerar que algunos falsos hermanos, como intrusos, cálogo, y las otras leyes y preceptos secundarios. La ley es un todo integral
quisieran privar de esa libertad a los cristianos para esclavizarlos de nue- que revela la voluntad de Dios sobre la humanidad, de la misma manera
vo con el yugo de la ley: «ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a que para el judío piadoso tampoco cabían distinciones jurídicas entre man-
fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio» (Gal 2,5). Es datos más o menos importantes. La observancia constituía siempre la úni-
una doctrina que siempre va a mantener con una coherencia absoluta. ca respuesta posible, pues por muy onerosa y pequeña que fuese, era un
Que la doctrina paulina sobre la libertad de la ley fue captada con to- motivo de gozo responder con absoluta fidelidad al Dios de la alianza.
do su radicalismo se deduce de los intentos que, desde el comienzo, exis- La ley para él era el símbolo de toda normativa ética impuesta des-
tieron por suavizar su pensamiento. No sólo hubo copistas bien intenciona- de fuera a la persona. El que vive en función de ella no ha penetrado toda-
dos que, por su cuenta y riesgo, quisieron limar las afirmaciones que juz- vía en la esfera de la fe ni se encuentra vivificado por la presencia del Es-
garon exageradas, sino que, hasta en épocas recientes, se han ofrecido in- píritu. Su vida se mantiene todavía en una situación infantil, ya que «la ley
terpretaciones que desvirtúan su auténtica originalidad y fuerza. Y es que fue nuestro pedagogo hasta Cristo» (Gal 3,24). Por eso el que permanece
la aceptación de este mensaje no fue ni ha sido nunca fácil, pues la tenta- protegido por ella no será nunca un verdadero hijos de Dios, «porque to-
ción de acudir a la ley para encontrar en ella la salvación y la seguridad de dos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom
un guía certero ha sido demasiado frecuente en todos los tiempos. Si sus 8,14). Tal vez la traducción más exacta de su pensamiento, para compren-
afirmaciones admitieran una interpretación reductora y suavizada, no ha- der el choque que supuso contra la mentalidad de su época, sería afirmar
brían sido motivo de escándalo, ni provocado tanta crítica y discusión. hoy que el cristiano es una persona rescatada por Cristo de la esclavitud
de la moral, un ser que vive sin la maldición de esta ley.

6. Interpretaciones defectuosas
7. Otras conclusiones equivocadas
Para algunos, el término "ley", en sus escritos, haría referencia ex-
clusiva a todo el conjunto de prescripciones, ritos y observancias, propias Ya sé que esta afirmación puede resultarnos aún demasiado descon-
del Antiguo Testamento, que perdieron definitivamente su validez con la certante, y prestarse a múltiples equívocos y falsas interpretaciones. De
venida de Cristo. Un mundo de preceptos y normativas secundarias que hecho, el mismo san Pablo tuvo que luchar y corregir ciertas conclusiones
fue eliminado por la superioridad y plenitud del Evangelio. equivocadas, que algunos pretendieron deducir de esta enseñanza. El «to-
La explicación resulta, a primera vista, coherente y comprensible, pe- do me es lícito» (1 Cor 6,12) podía servir de justificación para comporta-
ro no hubiera levantado tanta oposición si el objetivo de esta libertad hu- mientos inaceptables, como si el sentirse liberado de la ley se convirtiera
biera sido sólo la eliminación de unos cuantos preceptos, aunque alguno de en un camino de inmoralidad, que justificara la gula y la lujuria. Y el de-
ellos fuera tan estimado y tradicional como el de la circuncisión. Además, senfreno no es la meta de esta liberación, pues aunque todo me esté per-
las afirmaciones del mismo san Pablo no permiten esta exégesis poco ob- mitido, «¡no me dejaré dominar por nada! (ib.). Otros muchos, amantes y
jetiva. Cuando les dice a los cristianos que «ya no estáis bajo la ley» (Rom defensores de la ley, querían conservar, por el contrario, la fidelidad más
6,14) o que «quedasteis muertos respecto a la ley» (Rom 7,4) no se refiere absoluta a las tradiciones de sus mayores, y ya sabemos con qué energías
exclusivamente a la ley judía ya caducada, sino que lo aplica también, y de se opuso a las prácticas judaizantes que empezaron a introducirse dentro
una manera explícita, a un precepto tomado del Decálogo, como el «no de- incluso de las comunidades cristianas.
searás». Es decir, la maldición y esclavitud de la que Cristo nos ha libera- Y entre estos extremismos radicales no faltaban quienes confundían
do incluye cualquier tipo de ley, aun la más sagrada y obligatoria. el mensaje de la libertad con un cambio sociológico que los convirtiera en
No es tanto su contenido de mayor o menor trascendencia, sino el sig- ciudadanos libres para escapar de su condición de siervos esclavizados (1
nificado general lo que plantea el problema. Numerosos pasajes demues- Cor 7,21-24), o se apoyaban en él para actuar sin ninguna discreción, ol-
tran que Pablo emplea el término nomos, con o sin artículo, para designar vidando el bien de los otros (1 Cor 8,9). Pablo no era un iluminado inge-

234 235
nuo, que desconoce la situación del pecado que atenaza a los seres huma- ros los casos de liberación por filantropía y recompensa. Al que había si-
nos y los condiciona en su interior. Ni pretendía liberarse, como el adoles- do comprado se le entregaba después el título de hombre libre, que lo co-
cente que busca su independencia, en un gesto de regresión, como si no locaba para el futuro en un nivel social diferente. Ya no sería nunca más
tuviera ningún sentido y se pudiera vivir con absoluta autonomía. La esen- esclavo y gozaría de los derechos y prerrogativas de los demás ciudada-
cia de su pensamiento nos hará comprender cómo su enseñanza continúa nos. Algunos, no obstante, como respuesta y agradecimiento a esta gene-
siendo aplicable a nuestra situación actual. rosidad, permanecían voluntariamente al servicio del templo o de su señor,
La libertad de la ley tenía para él un sentido fundamentalmente so- pero no ya como esclavos, sometidos a la fuerza, sino como personas ju-
teriológico. Lo que no podía tolerar, de acuerdo con la teología vigente en- rídicamente libres que desean entregarse a esa tarea.
tre los fariseos y hasta entre los humildes fieles del Qumram, es que la sal- En este contexto, Cristo aparece también como el gran mecenas que,
vación ofrecida por Dios fuera fruto y consecuencia de los méritos perso- después de pagar el precio del rescate -«no os pertenecéis, ¡habéis sido
nales, obtenidos con nuestra obediencia y sumisión; ni que sólo cuando el bien comprados!» (1 Cor 6,20)- nos libera del pecado, de la ley y de la
hombre supera sus culpas e infidelidades, con el cumplimiento escrupulo- muerte, y nos otorga la más absoluta libertad de cualquier esclavitud. Co-
so de la ley, podrá sentirse salvado y obtener la amistad divina. El esfuer- mo signo de amor y agradecimiento, el cristiano se convierte, por su pro-
zo individual conseguiría de esa manera lo que sólo se puede esperar co- pia voluntad, en el esclavo del Señor. Una dinámica distinta -la que nace
mo don y como gracia. Aquí radicaba el punto decisivo de toda su predi- de su condición de ser libre- es la que orientará en adelante su conducta.
cación. Para san Pablo, al contrario que para toda la mentalidad judía, la Sirve a Dios porque quiere, porque está lleno de cariño y desea responder
ley queda despojada por completo de su carácter salvador. al que tanto le ha amado con anterioridad. De la misma manera que un in-
dividuo podía, mediante un contrato especial, enajenar su libertad en be-
neficio de un amo o patrono a quien se obliga a servir, el rescatado vive
8. La esencia del pensamiento paulino bajo la fuerza del Espíritu, sin que ninguna norma exterior le coaccione
desde fuera, porque «el amor de Dios nos apremia»(2 Cor 5,15). La con-
ducta será ya una respuesta de cariño agradecido, pero conscientes de que
Por la fe aceptamos que la justificación es obra exclusiva de la gra-
todo lo esperamos de su gracia.
tuita benevolencia de Dios. Cualquier intento de alcanzarla por otre cami-
no desemboca irremisiblemente en una autosuficiencia, que nos hace por
completo impermeables a su gracia. Es una verdad latente en todas las pá-
9. La fuerza de un dinamismo diferente
ginas de la revelación, como condición básica e insustituible: Dios nunca
podrá estar cerca del que se cree con méritos y posibilidades.
La libertad cristiana alcanza así su densidad más profunda. Vivir sin
Y es que, bajo el imperio del pecado que nos atenaza, la obseivancia
ley significa sólo que la filiación divina produce un dinamismo diferente,
se vive como una garantía del premio, y todo cumplimiento termina, en-
que orienta la conducta no con la normativa de la ley, sino por la exigen-
tonces, en una pseudojustificación, como si la gracia pudiera comprarse.
cia de un amor que radicaliza todavía más el propio comportamiento. Pa-
Al liberarnos del pecado, nos rescata también de la muerte y de esta mal-
ra el cristiano, vivificado por el Espíritu e impulsado por la gracia interna,
dición de la ley. El don del Espíritu es el signo de la nueva economí. Ani-
no existe ninguna norma exterior que le coaccione o impongan desde fue-
mados por Él, nuestra conducta se desarrolla con otra actitud radicalmen-
ra y ante la que se siente molesto. Colocar de nuevo a la ley en el centro
te distinta. La idea paulina sólo puede comprenderse teniendo en cuenta el
de su interés significaría la vuelta a un estadio primitivo e infantil, pues
trasfondo social, que sus contemporáneos conocían a la perfección
«hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía
Sabemos que en la antigüedad existían grandes mercados de escla- aprisionados, de modo que sirvamos según un espíritu nuevo y no según
vos umversalmente conocidos por el prestigio de su organización. Allí es- un código anticuado» (Rom 7,6).
taban los vendedores para ofrecer su mercancía y los que necesitaban de
La iluminación de la vida, para saber cómo actuar y comportarse, no
esclavos para ponerlos a su servicio, intentando cada uno obtener lis me-
se efectúa ya por el conocimiento de unos principios éticos, ni por el aná-
jores condiciones. Con la compra quedaban en propiedad exclusiva de
lisis exacto y detallado de todos sus contenidos, sino sólo cuando, movi-
quien sería en adelante su único dueño y señor. Sin embargo, no eran ra-
dos por la fuerza interior del Espíritu y libres de toda coacción legal, nos

236 237
dejamos conducir por la llamada del amor. Este dinamismo original y sor- En la práctica, sin embargo, este personalismo ético quedaba muy di-
prendente es el que inventa la propia conducta del cristiano. El que tema fuminado en nuestra moral, ya que la verdadera obligación sólo podía dedu-
vivir en este régimen de libertad no pertenece a la familia de Dios, donde cirse de la exigencia concreta de una ley. Por eso, se dejaba a otra discipli-
la única ley existente está oculta en el interior: «pondré mi Ley en su in- na el estudio de la espiritualidad y de aquellos consejos que, aunque se con-
terior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi sideraban como llamadas y exigencias de Dios, no se presentaban como au-
pueblo» (Jer 31,33). ténticas obligaciones. Parecía una ética demasiado burocrática, pues su fun-
damentación se apoyaba sobre una base legal, sin dar ningún contenido obli-
El miedo y recelo existente a utilizar este lenguaje de la revelación es
gatorio a la voluntad de Dios que se manifiesta a un individuo concreto. Co-
un indicio de la esclavitud de muchos cristianos, que la prefieren para ma-
mo si su palabra no tuviese la fuerza suficiente para obligar a un cristiano,
yor seguridad y para eximirse de todo compromiso responsable. Y es que
resulta duro comprender -tal vez porque no vivimos en ese clima- que, pa- cuando le sale al encuentro en cualquier circunstancia de la vida.
ra los hijos de Dios, no existe ya otra ley que la que nace por dentro, como De esta manera, aunque se obedeciese a todas las normas morales, el
imperativo del amor y que lleva a una vida moral y honesta: «proceded se- exacto cumplidor de ellas sería incapaz de responder a las llamadas perso-
gún el Espíritu, y no deis satisfacción a las apetencias de la carne... si sois nales de Dios, sin un plus que vendría a ofrecerle la asignatura de espiri-
guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,16-18). El "ama y haz tualidad. Esta tenía como tarea dirigir a las personas que aspirasen a una
lo que quieras" de san Agustín parece todavía demasiado peligroso. Pero mayor perfección, mientras que la moral presentaría sólo el mínimo reque-
olvidarlo equivale a eliminar el sentido más auténtico de la diaconía cris- rido e indispensable para vivir como simple cristiano, sin perder la gracia
tiana: «servios unos a otros por amor. Pues toda la ley alcanza su plenitud y amistad de Dios. Lo menos que debe decirse de este planteamiento es
en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gal 5,14). que semejante ética no merece adjetivarse como cristiana y es ajena por
completo a las enseñanzas radicales de la revelación. La distinción clási-
ca entre preceptos y consejos estaba imbuida de esta mentalidad. Si los
primeros eran obligatorios, estos últimos no constituían ninguna obliga-
10. Más allá de las obligaciones generales ción, ya que no se imponen a todos los creyentes.

La ética, en segundo lugar, como ciencia de principios válidos para


todas las personas que la aceptan, no puede tampoco revelarnos las obli-
gaciones concretas del cristiano en cada situación. Se necesita un persona- 11. La búsqueda de lo que agrada al Señor a través del discernimiento
lismo más auténtico que rompa los horizontes minúsculos de una moral
excesivamente legalizada. Tan erróneo y peligroso sería no encontrarle Si la moral, como insistimos en un capítulo anterior, es la ciencia que
ningún sentido a la ley, como creer que todo valor y obligación ética debe nos enseña a ser dóciles y obedientes a la Palabra, cualquier llamada que
tener su origen en ella. Existe una zona íntima y exclusiva de cada perso- de ella provenga, por muy privada y original que sea, creará de inmediato
na, donde las leyes y normas universales no tienen entrada, ni pueden te- una obligación de la que el cristiano tiene que sentirse responsable. Cuan-
nerla. Se trata de una esfera de la vida moral y religiosa que, por el hecho do Dios se acerca e insinúa su voluntad para llevar a cada uno por un sen-
de no estar reglamentada, no queda tampoco bajo el dominio del capricho, dero concreto, nadie puede defenderse con la excusa de que tales exigen-
ni de una libertad absoluta. Dios es el único que puede penetrar hasta el cias no pertenecen al campo de la ética, o que no constituyen verdaderos
fondo de esa intimidad, oculta a cualquier otro imperativo, para hacer sen- y auténticos imperativos, aunque no sean válidos para los demás. Una éti-
tir su llamada de manera personal, exclusiva e irrepetible. ca cristiana debería ser siempre una ayuda para descubrir esta vocación
personalizada. Pero cuando se trata de encontrarla, no basta el simple co-
La negativa de esta posibilidad supondría la eliminación de una ética
nocimiento y aceptación de todos los valores y principios éticos, incapa-
individual que, sin ir contra las leyes universales, nos afecta personalmente
ces por su universalidad de cumplir con una tarea semejante, sino que se
e impone unos deberes que no nacen de la aplicación de una ley, sino de la
requiere un serio discernimiento espiritual, como el único camino para se-
palabra de Dios escuchada en el propio corazón. Incluso el núcleo más ínti-
mejante descubrimiento interior. Por eso, resulta desconcertante que el te-
mo de cada persona queda siempre sometido a su querer, pues seria absur-
ma no se exponga en ningún tratado de moral, ni siquiera se hable de él en
do e inadmisible que El no pudiera dirigirse a cada uno nada más que como
los escritos de ética relacionados con la Biblia.
miembro de una comunidad y no de una forma única y exclusiva.

' <<)
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Es san Pablo, sobre todo, quien otorga al discernimiento una importan- 12. El abandono de los esquemas humanos
cia decisiva en la vida ordinaria de cada cristiano. La expresión «lo que agra-
da al Señor», tan constante y repetida en sus escritos, se encuentra siempre re- Cuando se constatan, sin embargo, las exigencias básicas para efec-
lacionada con este discernimiento personal. No se trata de ver cómo se apli- tuarlo con garantía, que aparecen en la revelación como condiciones pre-
ca una norma a las situaciones particulares, o de interpretar su contenido en vias y básicas, se comprende fácilmente que, a pesar de las dificultades,
función de las circunstancias, sino de enfrentarse con el querer de Dios para no quede tanto sitio para la anarquía, el engaño o el libertinaje. El mismo
descubrir lo que me exige de una forma muy particularizada, más allá de las san Pablo aconseja a los fieles la prudencia y la reflexión: «no seáis insen-
obligaciones generales. De ahí el interés que reviste el término dokimasein en satos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor» (Ef 5,17). Y es que
orden a conocer su voluntad, como el único camino válido y acertado. siempre que se habla de discernir, los textos manifiestan la urgencia y ne-
No resulta extraño, por ello, que cuando se busca una caracterización cesidad de una transformación profunda en el interior de la persona. La in-
en la fisonomía del adulto espiritual a diferencia de los rasgos específicos teligencia y el corazón, como las facultades más específicas del ser huma-
del niño, se nos dé precisamente este signo: «tienen las facultadas ejerci- no, requieren un cambio radical, que las coloca en un nivel diferente al an-
tadas en el discernimiento del bien y del mal» (Heb 5,14). Esto último se- terior y les posibilita un conocimiento y una sensibilidad que han dejado
ría suficiente para fijar, al menos en teoría, dónde se encuentra el ideal de de ser simplemente humanas. Se trata ahora de conocer y amar, de alguna
la vida cristiana y superar ese miedo, más o menos latente, a que los cris- manera, con los ojos y el corazón de Dios.
tianos caminen por ese sendero. Muchos creen todavía que la mejor ma- El presupuesto fundamental, por tanto, es una previa conversión en
nera de educar en la fe es mantenerlos en un estado de infantilismo espi- su sentido más auténtico, para recibir esa nueva forma de enjuiciar y sen-
ritual permanente, arropados por la ley y la autoridad, sin ninguna capaci- tirse afectado siempre que se necesite tomar una opción. Algunos textos
dad de discernimiento. La afirmación bíblica es demasiado clara, cuando paulinos señalan expresamente la urgencia de este cambio y renovación.
considera como niños a los que no tienen este juicio moral (Cf. Heb 5,13). Al comienzo de la parte moral aparece una súplica vehemente a los
El único peligro que existe en este campo, como en tantos otros, es cristianos de Roma, con el deseo de que respondan a la elección miseri-
darle al discernimiento un significado ajeno a lo que nos enseña la revela- cordiosa de Dios, haciendo de la propia vida una entrega y una oblación,
ción. No se puede negar el riesgo de un subjetivismo engañoso y autosufi- que constituye la liturgia y el culto verdadero. Si los romanos han sido ob-
ciente para acomodar la voluntad de Dios a la nuestra y guiar la conducta jeto de la mirada cariñosa y benevolente de Dios, ellos tienen que respon-
en función de nuestros propios intereses. Todos tenemos experiencias cons- der de una manera semejante: «de forma que podáis distinguir cuál es la
tantes de nuestras faltas de objetividad, que hacen ver las mismas cosas con voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto» (Rom 12,2). La úni-
perspectivas muy diferentes. Son múltiples los factores que pueden influir ca condición para conseguir esa meta es volverse intransigente con el es-
en el psiquismo y que dificultan la lucidez de nuestros puntos de vista. tilo y los esquemas humanos -«no os acomodéis al mundo»-, y sentirse
El sujeto que discierne no es un absoluto incondicionado, sino que recreados por una inteligencia superior-«antes bien transformaos median-
se encuentra ya con una serie de influencias, que escapan de ordinario a su te la renovación de vuestra mente»-.
voluntad. Nunca se sitúa de una forma neutra ante sus decisi nes, pues ya Lo más significativo es la fuerza de los verbos utilizados. La asimi-
está afectado por su estructura psicológica, con todo el mundo de expe- lación superficial, pasajera y mentirosa (sjema), como la de los falsos
riencias pasadas y de sentimientos frente al futuro, que le están condicio- apóstoles que se disfrazan de mensajeros de la luz (2 Cor 11,13-14), es la
nando. Un esfuerzo por analizar la situación personal y concreta desde la que hace semejantes al mundo, mientras que para la renovación profunda
que se efectúa, es una condición imprescindible para no espiritualizar con y verdadera emplea siempre los compuesto de morfé. Una renovación que,
exceso lo que se explica por otras raíces. La misma ideología política, la en este caso concreto, afecta a la inteligencia (nous) no como simple fa-
cultura ambiental, el nivel económico con los que cada uno se encuentra cultad de conocimiento, sino como principio de un juicio práctico, y de tal
identificado influyen, más de lo que a veces se piensa, en que los análisis manera la modifica que emplea la misma palabra para designar el cambio
y juicios de una misma realidad se hagan divergentes. Si a esto añadimos cualitativo y completo que se opera con el bautismo.
el influjo de los mecanismos inconscientes, que operan de manera subrep- Sólo cuando se abandonan los criterios mundanos, la propia escala
ticia y que condicionan con más fuerza la visión personal, el peligro de de valores, y se acepta un nuevo orden desconcertante, una sabiduría dife-
una deformación o engaño es fácil y comprensible. rente (Cf. 1 Cor 1,20-21), se está capacitado para discernir de verdad. Las

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personas vendidas al mundo no podrán comprender nunca los criterios de el hecho de encontrarse con una inteligencia (nous) vacía y a oscuras, con
Dios. Y es que la unidad profunda entre el ser y el actuar del cristiano tie- un corazón encallecido y con una falta de sensibilidad: «que no viváis ya
nen también aquí una perfecta aplicación. Hasta que no se realice una con- como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, obcecada su men-
versión interna no es posible un discernimiento adecuado. te en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay
Una antítesis a esta postura quedaba recogida en el capítulo primero en ellos y por la dureza de su corazón, los cuales, habiendo perdido el sen-
de la misma Carta, al exponer el problema de la justificación. La vida mal- tido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno to-
vada de los paganos que les lleva a realizar lo que no conviene -es decir, da suerte de impurezas» (Ef 4,17-19). Mientras que a los cristianos les en-
todo lo contrapuesto a lo bueno, agradable y perfecto (Rom 12,2), pues es- señaron a despojarse «de la vieja condición humana... a cambiar vuestra
tán «llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad...» (Rom actitud mental {nous) y a revestirnos de esa nueva condición (nueva hu-
1,28-29)-, es una consecuencia del rechazo de Dios, que les provoca la manidad) creada a imagen de Dios, con la rectitud y santidad propias de
perversión precisamente de la inteligencia para conocer. Como había ex- la verdad (Cf. Ef 4,22-24). Es decir, la gran diferencia consiste de nuevo
plicado poco antes «se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato co- en la renovación que afecta a lo más profundo de la persona para enjuiciar
razón se entenebreció» (1,21). El desconocimiento y la lejanía de Dios les la realidad que nos rodea.
ha llevado a la degradación más espantosa, pues no pueden ya discernir lo
Podríamos decir, entonces, que la realización del discernimiento es
que les conviene.
el fruto y la consecuencia de una recreación ontológica: el nuevo ser del
cristiano posibilita la búsqueda de «lo que agrada al Señor», que capacita
para apreciar y discriminar como por instinto lo que está bien o mal. Los
13. Una nueva forma de conocer y experimentar gentiles fueron incapaces a consecuencia de su desorden religioso y los ju-
díos no pudieron por su apego a la ley. Si el cristiano acierta con lo mejor
Por eso, la oración de Pablo por los fllipenses tiene un objetivo muy es sólo por la fuerza del cariño, que lo transforma y renueva de tal mane-
concreto: «que vuestro amor crezca más y más", pues la consecuencia de esa ra por dentro que le lleva a descubrir lo bueno, lo agradable y lo perfec-
cariño será un crecimiento posterior en el conocimiento y sensibilidad nece- to. Vivificado por el Espíritu, adquiere una visión y una hipersensibilidad
saria «para que podáis aquilatar lo mejor» (Flp 1,9-11). El amor ejerce una extraordinaria para saber lo que Dios pide en cada momento. Es una for-
función iluminante sobre la inteligencia (epígnosis) que posibilita un cono- ma de captar, pero ya con una perspectiva diferente, lo que está de acuer-
cimiento más pleno y profundo -precisamente lo que les faltaba a los paga- do con El y no lo que gusta o apetece.
nos, en el texto comentado con anterioridad-, y al mismo tiempo un afina-
miento exquisito de la percepción espiritual (aiscesis), en el sentido moral
práctico. El judío intentaba acertar con lo mejor, valiéndose de la ley como
14. La identificación con Dios
norma orientadora, pero ese camino era falso y engañoso. El apoyo que en
ella buscaba sólo le sirvió para convertirse en "guía de ciegos, luz de los que
andan en tinieblas, educador de ignorantes, maestro de niños, porque posees Toda persona actúa en función de los esquemas de valores que jerar-
en la ley la expresión misma de la ciencia y de la verdad» (Rom 2,19-20). quiza en su vida, pero aquí se trata de aceptar una subversión radicaliza-
El cristiano utiliza otra metodología en la búsqueda del bien, cuando se sien- da, para vivir de acuerdo con la verdad de Dios y pensar no con la propia
te renovado por dentro y el amor sustituye al antiguo régimen legal. Y es cabeza, sino con los criterios de Jesús. Esta purificación de elementos
que, aun humanamente, nunca se puede conocer a fondo una realidad o una mundanos y la connaturalidad que produce la cercanía del Evangelio rea-
persona, ni juzgarla con objetividad y plenitud, mientras no se dé un acerca- liza la primera transformación indispensable para el discernimiento. Mien-
miento a ellas con una dosis grande de amor y comprensión. tras no se renuncie a las propias ideas excesivamente naturales, no es po-
sible tampoco recibir la iluminación íntima que nos viene de arriba para
En la Carta a los efesios Pablo dibuja también con extraordinaria ni- percibir la realidad con otra óptica diferente. Y es que en todo discerni-
tidez la diferencia existente entre los hijos de la luz -que se manifiesta «en miento hay una incógnita que no cae bajo la observación de los sentidos
toda bondad, justicia y verdad», mirando siempre lo que agrada al Señor ni es deducible por la lógica de la razón, sino que pertenece al ámbito de
(Ef 5,9-10)- y la vida de los paganos, los hijos de las tinieblas. Lo más ca- la fe y cuya revelación, utilizando palabras evangélicas, no es fruto de la
racterístico de estos últimos, como su rasgo más distintivo, es justamente carne ocle la sangre (cf. Mat 16,17).

242 243
Esto significa que el discernimiento tiene que ver muy poco con la medida que se vislumbren nuevos horizontes. Un caminar siempre perfec-
democracia. Ésta será la forma menos mala de gobernar una sociedad, pe- tible, que no puede cerrase nunca de manera definitiva.
ro la presencia del Espíritu, su invitación y su palabra no se detecta siem- El signo más claro de haber hecho una buena elección no se detecta
pre allí donde vota la mitad más uno. Como tampoco está presente en los con las ideas o razonamientos aportados, sino que se deduce sobre todo
responsables de la Iglesia por el simple hecho de estar constituidos en au- por los sentimientos que tanta importancia adquieren en el campo del dis-
toridad, ni en los hombres de ciencia por mucha teología que dominen. cernimiento espiritual. La lista más completa aparece también en la Carta
Cuando se trata de discernir son otras las categorías que entran en juego. a los gálatas: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabi-
A Dios lo captan fundamentalmente los que se encuentran comprometidos lidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí. Contra tales cosas no
e identificados con El, los que han asimilado con plenitud los valores y las hay ley» (Gal 5,22-23). Todos ellos se citan en los textos donde se habla
perspectivas evangélicas. Como insistía D. Bonhóffer en su Ética: «no se sobre la capacidad de discernir, ya que toda experiencia subjetiva, si ha na-
puede examinar por sí mismo simplemente cuál es la voluntad de Dios, cido por la fuerza de Dios, se convierte inevitablemente en frutos del Es-
partiendo del propio saber del bien y del mal, sino totalmente al contrario: píritu. El consuelo y la desolación, con sus diferentes manifestaciones, son
sólo puede hacerlo aquel a quien se le ha privado del propio conocer el los signos por los que se descubre el origen bueno o malo de tales afectos.
bien y el mal y que, por tanto, ha renunciado a saber por sí mismo la vo- Es llamativa la insistencia de Pablo y de todos los maestros espirituales en
luntad de Dios. Aquel que vive ya en la unión de la voluntad de Dios, por- urgir y analizar siempre esta dimensión.
que la voluntad de Dios se ha realizado ya en él». La legitimidad de los sentimientos, sin embargo, hay que verificarla
La comunidad debería ser el espacio apropiado donde crece, madu- también con el realismo de los hechos. Como Cristo había señalado, el
ra y se realiza finalmente este discernimiento. Las experiencias, senti- único criterio para discernir a los verdaderos de los falsos profetas es la
mientos e inspiraciones de cada uno aportarían un enriquecimiento global autenticidad de vida: «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16). Un prin-
y una ayuda formidable en el caminar hacia ese objetivo. La dificultad ma- cipio que tiene validez general para todas las circunstancias y situaciones
yor reside en el presupuesto indicado. Aquí también cada individuo debe- particulares, pues «por el fruto se conoce el árbol» (Mt 12,33). La ortopra-
ría estar desnudo de su propia mentalidad y esforzarse, abierto de lleno y xis aparece así como la mejor garantía para juzgar y valorar la ortodoxia
humildemente a esa renovación interior, para no convertir tantas reuniones del discernimiento. La entrega de la vida a los demás termina siendo el de-
espirituales, donde se examinan a veces problemas muy importantes rela- finitivo criterio, como signo evidente de la presencia del Espíritu en cual-
cionados con el Reino, en un pequeño parlamento político. Cuando para quier decisión. Como veíamos poco más arriba, al tratar de la libertad cris-
sacar adelante un proyecto determinado hay que pactar con otros grupos tiana, el amor se convierte en impulso y confirmación de la conducta. San
afines, hacer concesiones mutuas, buscar el apoyo de otros grupos o ideo- Juan lo expresa con la frase bien conocida «Si nos amamos unos a otros,
logías, con todos los intereses que entran enjuego, las proposiciones apro- Dios mora en nosotros» (Jn 4,12).
badas por mayoría tendrán una fuerza jurídica, pero se podrá dudar coa ra- En un clima de libertad cristiana, que nos salva de la esclavitud de la
zón si la voz de Dios se ha dejado sentir entre tanta política oculta y pos- ley y donde el discernimiento ocupa el lugar de preferencia, ¿tiene algún
turas tomadas con antelación. sentido entonces la moral como conjunto de normas? Para la persona cre-
yente que vive en un régimen de amistad, impulsado por la gracia del Es-
píritu, ¿cuál será su función? Si el cumplimiento más exacto y observante
15. Los signos de una elección acertada de todas las normas éticas no sirve de ninguna manera para justificarnos y
convertimos en hijos de Dios, ni el conocimiento de todas las leyes basta
De cualquier forma, siempre quedará presente una cierta dosis de in- para descubrir su voluntad, ¿no habrá perdido por completo su misión?
certidumbre, propia de toda elección que opta entre diversas posibilidades,
como acontece, incluso, cuando se trata de aplicar cualquier norma auna
situación concreta. La racionabilidad espiritual no es tampoco sinónimo 16. La función pedagógica de la moral
de obediencia o de seguridad absoluta, ni existe ningún criterio que garan-
tice por completo nuestra fidelidad a Dios. Hay que admitir un margen de Si todo lo que hemos dicho es verdadero, la moral, como conjunto
vacilación, mantener una actitud de apertura y flexibilidad posterior, en la de normas y leyes, debería representar para los cristianos un papel bastan-

244 245
te más secundario y accidental de lo que ha significado para muchos. San sión eucarística, como un intento de recordar lo que ya se había perdido.
Pablo utiliza una metáfora que todavía conserva una riqueza y expresivi- En este sentido puede afirmarse con toda propiedad que ninguna ley o có-
dad extraordinarias. La ley ha ejercido la función de pedagogo, como un digo ético "ha sido instituida para la gente honrada; está para los crimina-
maestro que orienta y facilita la educación de las personas, hasta la llega- les e insubordinados, para los impíos y pecadores... y para todos los demás
da de Cristo (Gal 3,24). Ella nos abrió la senda que nos conduce hacia el que se opongan a la sana enseñanza del Evangelio" (1 Tim 1,9-11).
Salvador, por un mecanismo del que todos hemos sido conscientes. El día que la exigencia interior decaiga en el justo, la ley vendrá a re-
La única condición, en efecto, para recibir la gracia es experimentar la cordarle que ya no se siente animado por el Espíritu. Desde fuera oirá la mis-
urgencia de sentirse salvado por una fuerza trascendente. En la medida en ma invitación, pero que ya no resuena por dentro. Es más, cuando la coac-
que capta su pobreza, indigencia y pecaminosidad buscará fuera la salvación ción externa de la ley se experimente con demasiada fuerza, cuando resulte
que él no puede conseguir. Ahora bien, «la ley no da sino el conocimiento excesivamente doloroso su cumplimiento, sera un síntoma claro de que
del pecado» (Rom 3,20). Al confrontarnos con ella, aunque su cumplimien- nuestra tensión pneumática ha ido en descenso progresivo. Si la ley se vi-
to no justifique, se comprende el margen de impotencia y limitación que la vencia como una carga molesta, como una forma de esclavitud, habría que
persona nunca supera por sí misma, pues "aunque quiera hacer el bien es el tener una cierta nostalgia, pues "donde hay Espíritu del Señor, hay libertad"
mal el que se presenta» (Rom 7, 21). Esta sensación dolorosa que la moral (2 Cor 3,18). La moral, de esta forma, no sólo nos ayuda a sentirnos salva-
nos revela despierta un grito de esperanza: "¿Quién me librará de este ser dos por Cristo, sino que descubre a cada uno la altura de su nivel espiritual.
mío, instrumento de muerte? Pero ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesu- Finalmente tampoco se debe olvidar que nuestra libertad, como nues-
cristo nuestro Señor!", quien "lo que resultaba imposible a la Ley... lo ha he- tra salvación, se mantiene en un estado imperfecto, sin haber alcanzado la
cho" (Rom 7,24 y 8,3). A través del fracaso, experimentado por la inobser- plenitud, pues sólo tenemos la primicia (cf. Rom 8,23) y la garantía (cf. 2
vancia de la ley, se ha descubierto la necesidad de un Salvador. Se recono- Cor 1,22) de la liberación definitiva. En este estado, la norma objetiva ayu-
ce la propia indigencia que nos abre a la posibilidad de una gracia. dará a discernir sin equívocos posibles las obras de la carne y los frutos del
El régimen legal, que debería ser sólo una etapa pasajera e introduc- Espíritu, a no confundir las inclinaciones y apetencias humanas con la lla-
toria, no debe convertirse en algo absoluto y definitivo. Si en lugar de pre- mada de Dios. El que peregrina todavía por el mundo está todavía sujeto a
parar al cristiano para una libertad adulta y responsable se prefiere seguir sus engaños y mentiras, y su libertad, por ello, es demasiado frágil e imper-
manteniéndolo en un estado infantil -con la ley como una niñera que no fecta. Tener delante unas pautas de orientación con las que poder confrontar
se aparte de su lado-, la crítica que aparece en la Carta a los hebreos ten- la conducta es un recurso prudente y necesario. En aquellas ocasiones, so-
drá en nuestro ambiente una perfecta aplicación: «Cierto, con el tiempo bre todo cuando la complejidad del problema y la falta de conocimiento im-
que lleváis, deberíais ya ser maestros y, en cambio, necesitáis que os en- piden una valoración más personal, las normas iluminan, dentro de sus po-
señe de nuevo los rudimentos de los primeros oráculos de Dios; habéis sibilidades, el camino más conveniente. Pero nunca deberían ocupar el pues-
vuelto a necesitar leche, en vez de alimento sólido; y claro, los que toman to de privilegio que tantas veces se les ha otorgado.
leche están faltos de juicio moral, porque son niños» (Heb 5,13). Lo mismo que el legalismo supuso un período de infancia en la his-
toria de la humanidad hasta la liberación traída por Jesús (Gal 4,1-7), en
la vida moral de cada persona se da también una etapa infantil -que se pro-
17. Recuerdo de otras exigencias interiores longa con frecuencia durante mucho tiempo o hasta el final de la vida-,
caracterizada por la preponderancia de lo moral y jurídico. Caminar hacia
Incluso para los justos, la moral puede servir como termómetro para la libertad y el discernimiento supone un esfuerzo constante en busca de
medir el grado de nuestra vivificación interior. La afirmación de Pablo no la madurez cristiana. Sólo los que consiguen esta meta viven el ideal evan-
deja lugar a dudas: «Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajóla ley» gélico. Para los demás únicamente queda elegir entre una doble esclavi-
(Gal 5,18). Es decir, cuando existe una tensión interna, espiritual y diná- tud: la de la ley, cuando se quiere encontrar en ella el fundamento y la ple-
mica no se requiere ninguna reglamentación. Mientras los cristianos cele- nitud de nuestra conducta; o la del libertinaje, si se orienta la vida de
braban la Eucaristía y comulgaban con frecuencia no fue necesariíque la acuerdo con los gustos y apetencias humanas. La pregunta de san Pablo
Iglesia obligara al precepto dominical o impusiera la comunión por Pas- hay que seguir repitiéndola: "¿Queréis ser sus esclavos otra vez como an-
cua. El precepto surgió a medida que el pueblo iba olvidando estaümen- tes?" (Gal 4,10).

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De ahí la urgencia de reflexionar, como se hacía en todos los manua-
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les clásicos, sobre los actos humanos, uno de los tratados que, junto con el
VIVES, J., «Vida cristiana y discernimiento»: Sai Terrae 74 (1986) pp. 59-76.
del fin último, el de la conciencia y el de la ley, formaban parte de la mo-
ral fundamental. Mientras que los actos del hombre se realizan sin ínter-
vención del entendimiento y de la libre voluntad, como los procesos bio-
lógicos y sensitivos o aquellos que se efectúan de manera espontánea, sin
la debida reflexión, o en estados menos conscientes, los actos humanos se
caracterizan por nacer de un conocimiento suficiente y de una libertad que
posibilite la propia decisión. Múltiples factores, como la ignorancia, el
error, la poca atención, el temor, la pasión, la presión social, etc., pueden

248 249
ciedad de la anarquía y a los individuos de las arbitrariedades y abusos de
impedir la lucidez para una valoración racional y libre. Es posible, inclu- la autoridad.
so, que la presencia de estos elementos no elimine la capacidad de ser res-
Semejante experiencia sociológica se traslada después al ámbito de la
ponsables, bien sea porque no anulan por completo al entendimiento y a
psicología personal. La libertad no se encuentra sólo amenazada por las
la voluntad, o porque tales influencias se deban de alguna manera a un
fuerzas exteriores, sino que el propio conocimiento descubre también un
descuido anterior y responsable del individuo. La inmutabilidad de tales
mundo interior de condicionantes, que limitan -menos llamativamente, pe-
acciones no se suprime, por el descuido anterior existente al no haber
puesto los medios para superar tales condicionantes. ro con la misma eficacia- las decisiones individuales. Su libertad psicológi-
ca es también esclava de múltiples presiones, más o menos conscientes, que
De cualquier forma, son temas que pertenecen más al campo de la
eliminan o, al menos, disminuyen la responsabilidad de su actuación. El yo
psicología que de la moral, aunque tengan una íntima relación con ésta,
humano es demasiado complejo y oscuro para que todos sus actos conten-
por tratarse de aspectos fundamentales para saber cuándo una acción se
gan el grado de voluntariedad que aparentemente se les atribuye. El ansia de
adjetiva como verdaderamente humana. Ya hemos tocado también, al ha-
blar sobre la percepción de los valores éticos y sobre las características del liberación se extiende, por tanto, a todos esos mecanismos que dificultan y
juicio de conciencia, algunos de estos elementos indispensables para un ensombrecen las opciones de la voluntad. Una conquista que, como la auto-
conocimiento valorativo. Vamos a fijarnos ahora principalmente en el pro- nomía sociológica, haga a la persona responsable de su destino. Mas aún,
blema de la libertad, como presupuesto indispensable para la moralidad de desde esta perspectiva, la libertad interior es más importante que las coac-
cualquier acto. Sin olvidar el enunciado clásico y evidente de que «nada ciones externas, pues constituye el último reducto inviolable que se puede
puede quererse sin antes ser conocido». El conocimiento y la libertad se defender y conservar, aun en medio de otras tiranías y esclavitudes. La vio-
encuentran estrechamente vinculados. lación de ese reducto sagrado es el atentado mayor contra la persona, pues
supone despojarla de su dignidad para reducirla a puro objeto.
Quedaría aún por hacer la pregunta más importante: ¿Es posible la
2. . La libertad como requisito previo libertad? ¿No está el hombre excesivamente condicionado? ¿No se trata,
en el fondo, de una ilusión ingenua e infantil? El tema ha constituido siem-
pre un motivo de estudio y reflexión a lo largo de toda la historia. Y la mo-
El concepto de libertad tiene un origen primario sociológico, como
ral tampoco podía dejar de lado semejante problema, pues perdería por
un deseo de autonomía frente a las estructuras sociales que aprisionan al in-
completo su sentido desde el momento en que el ser humano estuviese pri-
dividuo de diferentes maneras. La índole comunitaria del ser humano im-
pide una libertad absoluta, pues hay que defender y respetar los derechos vado de esa dimensión. La vida ética no se fundamenta en el tener que de
de otras personas, pero existen otras circunstancias en las que se siente pri- la coacción y del sometimiento a la fuerza, sino en el deber que nace y se
sionero de una tiranía que coarta sin razones su capacidad de autodetermi- acepta en la autodeterminación del propio destino. Sin libertad habría rea-
nación, o experimenta la esclavitud como un estado en el que se niegan los lidades que se imponen, pero nunca valores éticos que obligasen, porque
derechos legales que se otorgan a otras personas. En cualquier caso, la per- la naturaleza misma de la obligación moral, como ya vimos, revela la ne-
sona padece una limitación significativa que le impide actuar como ella cesidad urgente de esta condición.
quisiera. La rebeldía y el inconformismo brotan como una reacción instin-
tiva del que pretende superar la dependencia forzosa y opresiva.
El deseo individual se transforma en comunitario, cuando ciertos 3. Las críticas del deterninismo
grupos o naciones sufren la dominación injusta de otro poder que los do-
mina y somete. Es un grito de protesta contra cualquier tipo de dictadura,
La doctrina de la libertad ha visto su más peligroso adversario en
que nace de un sentimiento muy profundo y universal. En la reflexión fi-
cualquier tipo de determinismo de los muchos que se han dado en la his-
losófica posterior, apoyada sobre estas aspiraciones primarias, se termina-
toria. Todas las escuelas de psicología no ponen dificultad en aceptar la in-
rá hablando de un derecho fundamental, como exigencias ineludibles de la
determinación del ser humano, en cuanto que no nace con unas pautas de
dignidad del ser humano. La misma legislación civil se encargará de ar-
conducta tan automáticas, predeterminadas e idénticas a las que se obser-
monizar las exigencias individuales y comunitarias para defender a la so-
van en el mundo de los animales. Su plasticidad es mucho más grande, por

250 251
lo que puede configurarse mejor y más ampliamente que en el caso de una 4. La opción por la libertad: un planteamiento razonable
domesticación con seres irracionales. Sin embargo, según los defensores
de este planteamiento, cuando cree tomar conciencia de su libertad y au- No es el momento ahora de hacer una apología de la libertad; ni es
tonomía, semejante vivencia es una simple ilusión, pues ya quedó moldea- probable que tuviera fuerza para los que, detrás de cada conducta, intuyen
do por una serie de factores que él mismo desconoce y de los que no tie- un mundo desconocido e inconsciente de mecanismos y presiones de cual-
ne por qué sentirse responsable. La persona es un ser tan dependiente de quier índole que condicionan a la persona, sobre todo en sus niveles más
su pasado, de sus experiencias, de sus presiones ambientales e interiores, profundos. Es un punto, sin duda, que no admite una prueba evidente y sin
de sus mecanismos inconscientes, de su atracción por los estímulos que, ninguna posibilidad de explicación. El que quiera empeñarse en no admitir
aunque lograra detectar sus propios condicionamientos, sólo llegaría a un la libertad hallará siempre posibles motivaciones para justificar su postura,
grado mayor de aceptación y realismo, pero nunca conseguirá obtener lo cuya refutación no será fácil por quedar siempre abierto el recurso a esos
que de verdad quiere y desea. Su única salida, para vivir con un cierto go- otros elementos inconscientes. Detrás de cada elección, aparecerá la sospe-
zo y armonía interna, es buscar la reconciliación con este Destino. cha que ciertas experiencias, presiones, recuerdos, intereses, expectativas,
No es necesario recorrer ahora las diferentes escuelas y movimien- etc., habrían ya inclinado la balanza hacia un lado de manera inevitable.
tos deterministas. Algunas corrientes de pensamiento se mantienen en una Hasta los científicos están hoy de acuerdo mayoritariamente en
línea de moderación, pues sólo constatan el hecho de los condicionantes, aceptar el presupuesto de la libertad. Los múltiples determinismos que la
sin que ello implique la anulación absoluta de la libertad. Únicamente el amenazan no tienen por qué destruir la capacidad básica de autodetermi-
determinismo estricto representa un atentado radical contra esta caracte- nación. La hipótesis de su existencia no es un dato anticientífico, hasta el
rística del ser humano. El estructuralismo y la psicología han radicalizado, punto de que la defensa del determinismo estricto y radical se considera
sobre todo, esta última postura, dentro de la amplitud y carencia de unidad hoy en franco declive, como casos más bien raros y excepcionales. Desde
que existe entre los autores que las representan. los mismos ámbitos en que antes se negaba -psicología, ciencias sociales,
En una concepción como ésta no queda espacio para la moralidad. biología y hasta la neurología-, otros autores han descubierto motivos pa-
Cualquier comportamiento está ya regulado por unos mecanismos previos ra probar la racionalidad de su presunción.
-biológicos, psicológicos o sociales- que lo orientan en una determinada Aunque los razonamientos filosóficos no la impongan con absoluta
dirección, aunque la persona se imagine, como un falso espejismo, que es claridad, pues la sospecha de otros mecanismos desconocidos podrá estar
ella la que decide y se hace responsable de su conducta. El error y el en- siempre presente, hay que inclinarse por lo que parece más racional, a pe-
gaño serán, incluso, posibles cuando entre varias opciones no se acierte sar de sus dificultades. La insistencia permanente en esta peculiaridad es-
con la mejor, pero tal elección no será nunca culpable, ya que, aunque de pecífica del ser humano, con los análisis y valoraciones de todo tipo que
manera equivocada, se ha optado por lo que de hecho para el individuo re- se han utilizado, es el signo de una creencia común, defendida como pa-
sultaba más benéfico y convincente. Nadie elige algo en su contra y, por trimonio precioso de la humanidad, cuando se ha descubierto el peligro de
eso, cuando rechaza a Dios o resiste a la llamada de un valor ético, es por perderla. Precisamente hoy que tanto se pregonan los derechos de la liber-
haber encontrado otra atracción por la que se siente inevitablemente sedu- tad en todos los órdenes y el respeto que ella merece como símbolo de la
cido, sin otra posibilidad de elección. El mismo neurótico, que soporta y dignidad humana, resulta paradójico y desconcertante combatir su posibi-
padece las consecuencias de su patología, descubre en su propia enferme- lidad, como si el mero enfrentamiento con ella produjera un miedo instin-
dad un beneficio inconsciente, que le obliga a mantenerse en ella, a pesar tivo. Si la persona no fuera libre quedaría despojada de esa dignidad y el
de sus protestas por los sufrimientos y sus deseos de curarse. Ninguno va mundo de los derechos y obligaciones tendría coherentemente que desa-
contra su propio bien, y si se opta por un camino equivocado, no existe parecer de la tierra. Más aún, si el determinismo fuera cierto, sus defenso-
otra explicación que la patología o el error. Todo menos aceptar el prejui- res no podrían sostener racionalmente su verdad, como algunos han apun-
cio de la libertad, pues no es otra cosa que una falsa e ingenua ilusión. La tado, ya que se trataría de una afirmación lógica sin ningún fundamento.
aventura humana queda muerta en su raíz. Se quita, es cierto, la servidum- También ellos se encontrarían condicionados para pensar de esa manera,
bre de la responsabilidad, pero hay que pagar un precio excesivamente ca- sin tener otra alternativa que los librara de semejante presión.
ro: ya no existe tampoco la grandeza de la decisión.

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5. La conquista de la libertad: una lucha contra los determinismos no para ir superando y venciendo, en la medida de sus posibilidades y po-
co a poco, aquellos compromisos y determinismos que no quiere aceptar
Por otro lado no es posible tampoco la defensa de la libertad con una ni los considera válidos en función de su destino. Es una situación análo-
ingenuidad o idealismo excesivo. El concepto de indiferencia, con el que ga a la del preso que está con libertad condicionada. Sabe que no tiene au-
muchas veces se identificaba, no deja de ser ambiguo y causa de absurdas tonomía para todo, pero goza, al menos, de un amplio espacio para actuar
interpretaciones. Parecía como si la voluntad de elegir fuera plenamente con normalidad.
autónoma, como el fiel de la balanza que debe permanecer en el centro,
sin inclinarse hacia ningún lado. La libertad podría considerarse entonces
como una indeterminación insensible frente a diversas opciones contradic-
torias, por las que no se siente condicionada para elegir. Semejante visión 6. Una paradoja radical: la capacidad de preferencia
ha tenido sus consecuencias negativas en el planteamiento de la misma
moral, que se centró más en el estudio de las leyes y obligaciones que en Se trata, pues, de una actitud violenta y paradójica entre los compo-
las virtudes e inclinaciones naturales. Estas últimas constituirían una ame- nentes deterministas y el ansia de autonomía, que se entrecruzan constan-
naza a la libertad, pues se trata de hábitos y tendencias que nos afectan in- temente en nuestra estructura psico-biológica. Ahí se basa la paradoja ra-
teriormente e impedirían la indiferencia pretendida, mientras que aquéllas dical de la libertad humana, en contraposición a la que pueda darse en el
nos manifiestan el deber que se ha de asumir frente a otras posibilidades, mundo de los espíritus. Poseemos una libertad, en parte determinada, y un
sin que ninguna nos condicione. determinismo que, en parte, es también responsable, aunque la proporción
Sin negar otras posibles explicaciones, no cabe duda de que la ima- de ambos elementos resulta variable y diferenciada según los individuos
gen es peligrosa. Las ciencias naturales y humanas han ido descubriendo concretos o en función de las circunstancias. Qué zonas se hacen impene-
progresivamente los múltiples condicionantes de nuestras acciones. Esta- trables a la libertad y por qué, habrá que estudiarlo en cada caso, pero es-
mos profundamente condicionados y en un grado bastante superior a lo que tos límites y reducciones no exigen su completa eliminación.
sospecha el individuo normal y ordinario. Antes de tomar una decisión, el Ya insistimos antes en la estructura dinámica de la ética como ten-
fiel de la balanza nunca se encuentra en el centro. Son muchos los datos, sión entre lo que se es y lo que se debe ser. No estamos condenados a vi-
experiencias, influjos ambientales, modelos culturales, formas de tempera- vir únicamente con lo que somos, como cualquier piedra o animal, pero
mento, necesidades psicológicas, impulsos desconocidos, tendencias natu- tampoco es posible ser dueños absolutos de nuestro futuro. Con la mirada
rales, etc., que impiden un absoluto equilibrio y neutralidad para no conce- puesta en el más allá, hacia el que nos orientamos con nuestro querer,
der ciertas ventajas a algunas de las opciones. Los datos que aporta el de- avanzamos por caminos difíciles y con obstáculos. La aspiración infinita
terminismo se podrían aceptar sin excesivo temor o recelo. Es verdad que de llegar por fin a la meta se realiza con errores e inconsecuencias, pro-
estamos comprometidos con una realidad impuesta, situados en un contex- ducto de la limitación. El dinamismo insaciable se mezcla con el vacío y
to del que no podemos huir por completo, dirigidos por una serie de leyes la frustración del que, a pesar de las buenas intenciones, no las traduce
que mantienen su eficacia y causalidad. Son hechos de experiencia y cien- siempre en el realismo de los hechos. El mismo poder revela nuestra im-
tíficamente demostrados, pero de ahí tampoco se deduce una simple ética potencia. Queremos y no podemos, pero a veces también podemos y no
de la necesidad, sin otros horizontes que el sometimiento forzoso a los cie- queremos. Y en esa vivencia un tanto contradictoria se revela nuestra con-
gos mecanismos. Solo existe incompatibilidad entre los datos de la ciencia dición. No somos siempre responsables de nuestras incoherencias, pero
y la pretensión de una libertad absoluta, sin ningún tipo de condicionantes tampoco inocentes por completo de tales limitaciones. Pero entre la plena
Es más, el reconocimiento de estas limitaciones es un paso previo inocencia o la perversión total, queda una franja amplia donde nuestra li-
para el proceso posterior de emancipación, pues la existencia tiene ura bertad actúa y se decide con una cercanía mayor o menor hacia uno de
marcado carácter dialéctico entre lo que nos ha sido dado, al margen de esos extremos. Aunque no en todas las ocasiones seamos plenamente li-
nuestra voluntad, y el proyecto o meta hacia la que dirigimos nuestros pi- bres, l o somos de ordinario de forma suficiente.
sos. La libertad, por tanto, no es un regalo gratuito de la naturaleza, sino La defectibilidad es propia de una libertad que todavía no es comple-
una conquista que sólo se consigue a través de un enorme y dramático tamente libre, como la humana. Esto explica, según santo Tomas, que los
combate. Habría más bien que definirla como la capacidad del ser huma- bienaventurados o los ángeles en el cielo no puedan realizar el mal. De tal

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manera se encuentran seducidos por el bien que no es posible desviarlos que en ese instante se está diciendo. Para la valoración ética de un acto es
hacia otros objetivos. Por eso, la decisión libre no habría que considerarla necesario, por tanto, tener presente la raíz profunda que lo sostiene y uni-
así por el hecho de no estar vinculada. En lugar de indiferencia sería más fica, pues forma parte también de ese conjunto; y la fuerza, vehemencia e
apropiado el término de preferencia. La dinámica del ser humano busca el interés con que se realiza para vislumbrar el grado del compromiso inte-
bien con un ansia incontenible y su libertad será tanto más plena y com- rior. La vida moral de un individuo se encuentra elaborada por ese mundo
pleta cuanto más seducida, vinculada y comprometida se sienta con él. Si de elecciones concretas, que están orientadas hacia un objetivo superior, y
algún día no pudiera ya separarse para elegir otras opciones, como el que que se hallan, al mismo tiempo, condicionadas por otra serie de influjos
ama con profundidad a otra persona, no es porque haya perdido su liber- que modifican la fuerza de su ejecución.
tad, sino porque la ha llevado a su plenitud. De la misma manera que el Si la libertad es ante todo pasión y preferencia por el bien, antes de
automatismo de un artista para tocar un instrumento no es ninguna escla- ejercitarla en las múltiples elecciones pequeñas y ordinarias de cada día,
vitud que lo condicione. Es un arte que ha conseguido con el esfuerzo de hay que haber encontrado otra opción suprema que las justifique y estimu-
un aprendizaje para actuar con espontaneidad y sin cometer ningún error. le. Los actos concretos, sin ninguna vinculación con este fin, carecen de
La pena consiste en que, como veremos más adelante al tratar del pecado, sentido humano, como si fueran los gestos de un autómata o insensato. La
la opacidad de nuestro ser contigente se autoengaña con mala fe para de- persona tiene que decidir el significado último y definitivo que quiere dar-
jarse seducir por el mal como si de algo bueno se tratara. le a su vida y en función del cual nacerá un estilo determinado de conduc-
ta. La autodeterminación libre del ser humano se realiza primaria y prin-
cipalmente en esta capacidad para elegir su proyecto y destino. Es lo que
se ha llamado desde hace tiempo la opción fundamental: aquel valor, ideo-
7. Necesidad de una opción
logía o persona que, por considerarse lo más absoluto e importante de to-
do, se convierte en un punto de referencia básico para las restantes deci-
La psicología ha subrayado dos aspectos muy importantes para la siones. Es imposible elegir, sobre todo cuando se ofrecen posibilidades
comprensión del acto moral. Nuestros tratados tradicionales hacían un es- contradictorias, si no existe una intención más radical que motiva y justi-
tudio del mismo para analizar su moralidad como un gesto aislado, sin fica por qué aceptamos unas y rechazamos las restantes.
ninguna otra relación dentro de un contexto histórico y personal. Como las
bolas de un collar, unidas por un hilo diferente, que las yuxtapone y vin- El ser racional busca y anhela algo, más allá de sus reacciones y for-
cula, pero sin ninguna interferencia mutua. Son entidades distintas que se mas de comportamiento, que constituye la meta y el ideal hacia el que se
agrupan desde fuera, cada una con su autonomía y diferencia. orienta. Lo que ayuda y sirve a esa finalidad última está dispuesto a reali-
zarlo y lo que obstaculiza e impide, aunque le guste por otros motivos, lo
La conducta humana encierra otro perfil muy diverso. No es un con-
sacrifica consciente de su necesidad para conseguir lo que quiere. La en-
junto de actos autónomos, sino el cauce de un río que ha sido formado por
trega a una causa supone un empeño costoso, que exige necesariamente
otros múltiples afluentes que se integran en una misma dirección. Una
muchas renuncias. Comprometerse en serio con algo lleva precisamente a
nueva realidad que surge no por la existencia de un simple hecho, sino por
desligarse de otros compromisos menores o ataduras, para darse con ple-
la incorporación de otros muchos dentro de la misma dinámica que la den-
nitud a otra tarea más importante. Es un riesgo, sin duda, que hace aban-
sifican y enriquecen, pero que también la condicionan. donar muchas veces el interés inmediato y las ilusiones presentes en aras
Estas mismas acciones, en segundo lugar, por el hecho de ser huma- de un porvenir, todavía demasiado lejano e incierto. Esta falta de seguri-
nas, tienen que ser voluntarias y conscientes; pero la experiencia demues- dad en el futuro, que sólo puede superarse con una esperanza convencida
tra que su intensidad psicológica y el nivel de atención pueden ser muy e ilusionada, motiva el miedo instintivo que tan frecuentemente se consta-
distintos. No basta analizar la importancia del gesto concreto que se reali- ta hoy, cuando hay que optar en la vida por un compromiso permanente.
za. Es posible que, en un momento importante y decisivo, la conciencia se Por eso, la libertad sigue siendo, por encima de todo, un acto de preferen-
encuentre más distraída que cuando se hace un gesto rutinario y sin impor- cia, de amor y entrega a un ideal.
tancia. Una simple mirada es capaz de descubrir el odio y desprecio que
se experimenta por una persona, mientras que la palabra por la que se
acepta un compromiso definitivo podría darse sin caer en la cuenta de lo

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8. La dimensión religiosa y trascendente 9. El compromiso de la fe en la vida cristiana

Muchos autores han insistido en la apertura religiosa implícita de to- Para el cristiano, sin embargo, que ha vivido en un clima religioso y
da opción fundamental. Ya en la Edad Media, el problema de los que mo- conocido la revelación, esta opción fundamental se efectúa de una forma
rían sin bautismo y sin culpa grave personal provocó la reflexión de los más explícita por medio de la fe. La experiencia fenomenológica del amor
teólogos sobre el destino eterno reservado a estas personas. ¿Cómo po- nos descubre que, entre todas las personas hacia las que se dirige el afec-
drían salvarse sin una opción religiosa por Dios? ¿Y cómo serían conde- to y con las que se mantiene una relación de amistad, se da siempre una
nados sin ninguna culpabilidad personal? La idea de que, cuando se reali- que se valora por encima de todas las demás. Si cualquier otra llegara a
za esta opción, existe también una referencia implícita a Dios, evitaba in- impedir ese cariño, no hay otra alternativa que la de mantener la fidelidad
cluso el planteamiento del problema. No se concibe la toma de una deci- a quien uno se ha entregado como valor supremo. La experiencia de la
sión por un proyecto de vida, que no ponga en juego, al mismo tiempo, conyugalidad, cuando el amor se hace totalizante, único y exclusivo, es
una orientación religiosa favorable o contraria frente a un Ser trascenden- una confirmación de este hecho. Ya no existe en el mundo nadie a quien
te. El mismo santo Tomás defendía la riqueza teológica de semejante de- pueda quererse de esa manera. Cualquier otro amor tendrá siempre un ca-
cisión. Es un impulso originario que envuelve a la totalidad del que lo rea- rácter condicionado, pues deberá respetar y no destruir al que se vivencia
liza y va unido a una falta de certeza objetiva, pero sin que sea tampoco como el más importante.
sencillamente ciego. Una cierta claridad sin objeto, pero no sin contenido, En este sentido, Dios es el único amor incondicional para el cristia-
aunque no se pueda comunicar como una experiencia separada de la mis- no, ya que la entrega a Él se coloca por encima de cualquier otra realidad.
ma elección realizada. Para el creyente verdadero no existe ningún otro valor que, al ser compa-
Con independencia del conocimiento que cada persona posea sobre rado con el que se le manifiesta en su vivencia religiosa, alcance el mismo
Dios, la idea del bien es una invitación constante, que se hace sentir en el grado de compromiso. Es el mandamiento definitivo, que mantiene para
corazón de cada individuo. Su respuesta a esta llamada o su negativa a se- siempre su vigencia: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
guirla no es solo un acto de bondad o malicia sobre un objeto concreto, si- toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). Todo lo demás se hace de
no la apertura o negación a una realidad trascendente, por la estrecha rela- alguna manera secundario, puesto que su valor radica en la vinculación
ción entre Él y el Bien absoluto. De alguna manera podría decirse que, que mantiene con esta última finalidad. Hablar de la relatividad de las cria-
turas no significa negarles su dignidad e importancia. El amor y cariño a
frente a la alternativa que todo valor ético ofrece, hay también una deman-
las personas, sobre todo, no es un puro medio para un objetivo posterior,
da religiosa implícita y atemática. Como si en cualquier exigencia moral
pues sería destruir su condición humana y reducirla al nivel de un simple
se diese una pequeña epifanía trascendente, que hace de un gesto humano
instrumento utilitario. Relativizar es un acto de preferencia para optar por
una conversión religiosa o un rechazo a lo sobrenatural.
lo que más se quiere, aunque suponga una cierta renuncia por lo que se es-
Por este camino se explicaría mucho mejor el deseo salvífico y uni-
tima y desea, pero que, en este caso, no entra en la dinámica de la opción
versal de Dios sobre toda la humanidad, más allá de los medios ordinarios fundamental.
que nos ha ofrecido. Todas las personas, sean o no creyentes, son respon-
sables frente a la salvación que nos regala. Ya el Vaticano II, en la Cons- La Biblia explícita esta posibilidad del ser humano para aceptar la
titución sobre la Iglesia (n° 16), indica que la providencia divina no puede alianza que Dios le ofrece o cerrarse a semejante llamada. Las dificultades
negar los auxilios necesarios a los que, sin culpa ninguna, están privados anteriores para admitir con absoluta certeza la libertad se difuminan por
del conocimiento explícito de su existencia y voluntad, pero se esfuerzan completo en la revelación. Esta capacidad de optar libremente es un pos-
por llevar una vida recta y honrada. El mismo Juan Pablo II repite esta ver- tulado irrenunciable de toda la teología, ya que de lo contrario caerían por
dad tradicional en una de sus últimas encíclicas: «La Iglesia sabe que la tierra las enseñanzas más fundamentales de la palabra de Dios. Si Él ofre-
cuestión moral incide profundamente en cada hombre; implica a todos, in- ce una alianza e invita a una conversión radical, es porque esa decisión re-
cluso a quien no conoce a Cristo, su Evangelio y ni siquiera a Dios. Ella sulta posible y válida, a pesar de todas las limitaciones; de la misma ma-
sabe que precisamente por la senda de la vida moral está abierto a todes el nera que denuncia y condena a los que se han hecho sordos y ciegos a tal
camino de la salvación» (Veritatis splendor, n° 3). Una puerta que nunca invitación. Sería demasiado sarcasmo utilizar un lenguaje donde se supo-
ne siempre esta posibilidad de orientar la vida de cara a Dios o de volver-
queda cerrada a nadie para que pueda gozar de la salvación.

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le la espalda, cuando de verdad sólo existe una falsa e ilusa creencia, ya te en el horizonte. Toda la conducta empieza justificarse porque detrás de
que la persona no tiene en sus manos semejante capacidad. cada elección, aunque sea minúscula, aparece un ideal que motiva las di-
La imagen bíblica de Dios se destruye y la historia pierde su dimen- ferentes reacciones. Si al principio el interés, el miedo o el gusto origina-
sión salvadora desde el momento en que el ser humano fuera simplemen- ban cualquier actuación, más adelante llegará una época en la que el bien
te un producto de la necesidad. No sería entonces un diálogo personal y y el amor, como valores supremos, serán los que de verdad determinen un
responsable lo que se opera en el mundo de la fe, sino los mecanismos estilo de comportamiento. Porque uno quiere vivir de acuerdo con unas
ocultos de un fatalismo que le da a cada individuo un papel determinado, pautas de moral para ser bueno, como le han enseñado, o responder a las
sin que él intervenga para nada en la elaboración de su propio proyecto. exigencias e invitaciones de una persona con la que se siente profunda y
Dios ha tomado muy en serio al ser humano, como responsable de sus afectivamente ligado, la vida adquiere una cierta tonalidad específica y
obras; y sin esta libertad, la alabanza o condena, que tan repetidas veces una coherencia.
hace recaer sobre su conducta, no estaría de ninguna manera justificada. Tal vez el proceso guarde una estrecha relación con el fenómeno del
La afirmación del Vaticano II recoge estas mismas ideas: enamoramiento. No es posible negar que a partir de un primer encuentro
«Por consiguiente, la dignidad del hombre requiere que obre según o mirada surja una experiencia tan emotiva que les vincule afectivamente
una libre y consciente elección, movido e inducido personalmente, desde para siempre. Lo normal, sin embargo, es que tal vínculo nazca a través de
dentro, no bajo un impulso ciego o una mera coacción externa. Una dig- una relación que, con el tiempo y sin poder a veces precisar cuándo, se ex-
nidad tal la obtiene el hombre cuando, librándose de toda cautividad de perimenta de pronto como algo inédito, aunque ya se presentía. También
sus pasiones, busca su fin en la libre elección del bien, y para ello se pro- en el ámbito moral, sin saber muchas veces ni cómo ni cuándo, se ha lle-
cura, eficazmente y con inteligentes iniciativas, las oportunas ayudas... Y gado a una decisión por la que se busca la realización del bien ético o, en
cada uno tendrá que dar cuenta ante el tribunal de Dios de su propia vida, el plano religioso, se desea agradar a Dios por encima de todas las cosas.
según él mismo haya obrado el bien o el mal» (Constitución Pastoral so- Desde ahora en adelante existe una orientación fundamental que, con una
bre el mundo y la Iglesia, n° 17). densidad más o menos profunda, según el grado de maduración psicológi-
ca con que se efectúe, compromete a toda la persona. Ya no podrá actuar,
si quiere ser consecuente, nada más que de acuerdo y en la línea que pre-
10. La génesis de esta opción tenda su opción. Así cristaliza la etapa de todo el proceso moral anterior y
de la misma conversión religiosa.
Como sucede en otras muchas situaciones de la vida, no es fácil sa-
ber en qué momento exacto se tomó una decisión concreta. La experien-
cia diaria nos enseña que el niño, desde muy pequeño, realiza multitud de 11. Importancia de los mecanismos preparatorios
elecciones insignificantes, que aparentemente brotan de su libertad. Tal
comportamiento no parece que pueda excluirse del mundo de los anima- Ahora no tocamos el punto de cuándo se hace posible, que pertene-
les. Pero ni en uno ni en otro caso ese tipo de libertad se adjetiva como hu- ce más bien al mundo de los psicólogos, aunque la gracia también inter-
mana, por no estar sostenida por una opción más fundamental que revele venga por la dimensión teológica que un acto como éste encierra. Todos
lo que en el fondo se busca y hacia lo que uno se orienta. De ahí que la va- están de acuerdo en que tal momento depende mucho más de la madura-
riedad de las múltiples y pequeñas decisiones diarias resulte insensata -es ción psicológica que de la simple cronología. Y es que mientras existen
decir, sin sentido humano-, cuando no existe esa orientación básica y to- signos evidentes de la madurez fisiológica, no disponemos de manifesta-
talizante que, de alguna manera, las armoniza hacia una misma finalidad. ciones e indicios tan claros para medir el progreso de esta otra evolución
Ahora bien, su elaboración, sobre todo si se trata de la primera que personal. Sin embargo, parece también una opinión bastante aceptada que
llega a realizarse, no brota de un modo espontáneo y casi sorpresivo a tra- con el llamado uso de razón, en torno a los siete años, no se alcanzan los
vés de un gesto determinado. Es el fruto de una larga y silenciosa madu- requisitos psicológicos indispensables para decidirse con suficiente res-
ración en el tiempo, que poco a poco se explícita por una serie de actos, ponsabilidad, como enseguida apuntaremos. A no ser en sujetos excepcio-
con los que intenta ya conseguir un proyecto que se dibuja paulatinamen- nalmente dotados por alguna circunstancia, resulta difícil que, antes del fi-

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nal de la adolescencia, se haya conseguido esta maduración. Sin olvidar 12. Manifestaciones de la opción fundamental
aquellos otros que, por razones diferentes, experimentan incluso un retra-
so todavía mayor.
Esta orientación fundamental, con una densidad variable según la
La libertad fundamentad, pues, que admitimos como un requisito pa-
evolución del individuo, no se reduce a un mero sentimentalismo ni a un
ra la autonomía adulta y para la entrega religiosa, radica en la capacidad
simple deseo abstracto de lo que uno quisiera ser, sino que su misma di-
que el individuo tiene, a pesar de sus condicionantes y determinismos de
námica interna provoca un auténtico compromiso, que se explícita y tra-
índole diversa, de optar por un rumbo definido, hacia la meta que ya ha
duce en una forma concreta de actuar. La realización de la persona, que
vislumbrado con cierta urgencia en su interior. Si un compromiso como
para el cristiano es también la llamada e invitación de Dios, exige una to-
éste no nace de una manera instantánea es porque durante todo el proceso
ma de postura frente a los diferentes valores éticos. El que opta por entre-
de elaboración se ha ido configurando a través de otras pequeñas acciones.
garse al Señor como valor supremo de su existencia, o seguir a Jesús para
Que durante esta primera etapa no se tenga todavía una responsabilidad
hacer presente su reino demuestra la veracidad y autentificación de su en-
grave -tanto para el bien como para el mal- no significa negar la existen-
trega en su compromiso con la justicia, la honradez, la fraternidad, el ser-
cia de otras responsabilidades menores, que constituyen precisamente una
vicio, la castidad, la paciencia y tantas otras exigencias morales que mo-
preparación para el futuro. Las ayudas que para una orientación positiva o
delan y configuran el comportamiento humano. Esta postura permanente
negativa pueden prestarse, en este período introductorio, tienen una im-
de fidelidad a todo lo que humaniza y expresa la voluntad de Dios se con-
portancia pedagógica extraordinaria. En la medida en que una educación
vierte en actitud. No es posible la realización sincera del proyecto adopta-
adecuada ofrece, prepara y estimula la conquista de valores éticos o de ac-
do si no se traduce y cristaliza en estas disposiciones básicas y en los di-
titudes religiosas, el camino se recorre con mayor eficacia y en condicio-
versos campos de la actividad.
nes ventajosas mejores. Incluso se podrán ir dando pequeñas opciones
fundamentales, aunque no tengan aún la densidad y fuerza que posterior- Aunque el término se utiliza para denotar una postura del cuerpo o
mente alcanzarán. una forma de ser, en psicología encierra un significado algo distinto. Es
una orientación más perdurable, que se adquiere con el ejercicio y predis-
De la misma manera que cuando el conocimiento y la estima de esos
pone para actuar de una manera determinada. En este sentido, abarca todo
objetivos concretos han fallado por una falta absoluta de información o
ese conjunto de disposiciones -fruto del propio temperamento, de las ex-
por el desprecio y la indiferencia que los rodea en un ambiente determina-
periencias tenidas, de los conocimientos acumulados, de los influjos edu-
do, se tardará más en una toma de conciencia responsable, o se habrá di-
cativos, de los sentimientos y prejuicios, etc.- que nos lleva a reaccionar,
ficultado mucho una opción positiva. Ciertos intentos para dejar al niño en
de forma positiva o negativa, frente a la llamada de los valores.
una situación neutra, como desnudo de toda coacción educativa, para que
más adelante él sólo opte con entera libertad en su vida ética y religiosa, La actitud moral podríamos definirla, entonces, como la encarnación
reflejan una ingenuidad asombrosa. Parece más bien que lo que se preten- concreta de la opción fundamental en cada una de las áreas que regulan la
conducta. El que la rechace conscientemente y no se deje orientar en la
de, por debajo de ese respeto a la propia autonomía, es justamente todo lo
práctica por ella manifiesta, sin duda, revela que su interés supremo se ha
contrario: impedir que el individuo se halle protegido en la búsqueda de
desviado hacia otros horizontes, o que la afirmación y deseo de conservar
los valores o de la fe que no se quieren defender desde otra ideología. Los
su primera orientación se han hecho demasiado ilusos y engañosos como
padres, la escuela, la sociedad deben ofrecer lo que juzgan bueno y posi-
para tomarlo en serio.
tivo, educar para que esas enseñanzas y aprendizajes, que el niño por el
momento no comprende, pueda después integrarlos como suyos, desde su También aquí nos enfrentamos con una libertad condicionada por
propio convencimiento y decisión. Nadie le quitará más adelante la posi- múltiples factores. Todos somos conscientes de que el aprecio o repulsa
bilidad también de rechazarlos si lo cree más oportuno. Pero no debe ol- por determinados valores, que caracterizan de manera singular la fisono-
vidarse que la ausencia de ciertos determinismos no es un factor que ayu- mía de una persona, son producto, en gran parte, de su historia pasada.
de a la libertad, sino que tal carencia se convierte, a su vez, en un condi- Tantos las virtudes como los vicios tienen sus raíces hundidas en terrenos
cionante que opera en sentido contrario. que no han sido cultivados por la propia libertad. La sensibilidad para cier-
tas dimensiones morales de la vida, y la ceguera que imposibilita la valo-
ración adecuada de otras, alcanza su explicación en niveles alejados con
frecuencia de la ética. El que un mismo individuo estime y defienda con

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ahínco la solidaridad con los demás y apenas experimente la culpa, cuan- Ellos son, en primer lugar, los que realizan la génesis de esta opción, bien
do utiliza en su provecho la mentira, no se justifica sólo por sus deficien- sea a través de un acto determinado, con la suficiente densidad humana pa-
cias morales. El mismo temperamento inclina espontáneamente hacia el ra poder gestarla; o bien a través de otros más pequeños y de menor im-
ejercicio de algunas virtudes y fomenta el peligro de ciertos defectos. Sin portancia, pero que terminan orientando la vida hacia ese valor supremo.
embargo, tampoco esta connaturalidad elimina el carácter responsable, Estos mismos actos, en segundo lugar, aumentan, poco a poco, con
puesto que, sobre los datos ofrecidos de la propia naturaleza, cada uno de- su influjo silencioso y velado la densidad de la opción. A medida que és-
be seleccionar aquellos que le sirvan para la consecución de su intento y ta se traduce y encarna en acciones, -aunque no tuvieran la fuerza para
limar con su esfuerzo aquellos que lo dificulten. crearla, en caso de no vivir ya con tal orientación-, su existencia se asegu-
ra y robustece, como el cariño que se alimenta con las expresiones norma-
les y sin ningún relieve. La repetición de tales gestos la hacen crecer y la
integran con mayor profundidad en la propia vida, pues nunca se alcanza
13. Valoración ética de los actos particulares
un nivel en el que el individuo llegue a sentirse satisfecho. El amor no tie-
ne límites porque, aunque se alcanzara lo más alto, quedaría siempre por
En este contexto de opción y actitudes fundamentales hay que situar dentro la nostalgia de una plenitud y totalidad mayor.
el significado de los actos particulares y concretos. No se puede realizar su En esta misma línea, finalmente, su influjo se hace negativo, en
enjuiciamiento ético de forma aislada, como si el peso de la moralidad re- cuanto que también pueden cambiarla de igual forma que la crearon. Un
cayera en exclusiva sobre la materialidad del gesto. En la ética tradicional acto concreto podría dar lugar a una modificación de signo opuesto a la
no se había señalado con fuerza esta íntima vinculación y los juzgaba con que se había adoptado con anterioridad; o una serie de actos que no se en-
frecuencia como hechos aislados, sin apreciar la trascendencia significati- cuentran ya orientados por ella, sino que comienzan a manifestar, aunque
va que poseen. Toda la importancia se ponía en la materia sobre la que ver- sea de forma soterrada, un interés diverso, acabarían también por causar
saban. La mayor o menor gravedad de ésta era suficiente para saber, nor- una opción distinta.
malmente, cuándo se daba una ruptura importante con Dios o sólo un de-
bilitamiento de las relaciones. La definición más extendida del pecado se
centraba en esta perspectiva: una acción con advertencia y conocimiento
contraria a la ley, cuya gravedad, en ocasiones, no tenía otro fundamento 14. Materia grave y materia leve: nuevas matizaciones
que la simple afirmación repetida de manera constante.
No es el momento de tratar ahora cuándo y porqué se cayó en esta Desde esta perspectiva, la gravedad o levedad de un acto, sea bueno
especie de atomización moral y extrinsecismo. Como había que explicitar o pecaminoso, no habría que situarla tanto en la importancia que tiene la
el número, especie y gravedad de los pecados, se llegó probablemente a materia sobre la que versa, sino en la fuerza y densidad que encierra dicho
una presentación de la moral en la que los actos aislados y concretos se lle- acto para crear una acción o actitud determinada si no se viviera en ella, o
vaban la primacía. Era la forma más fácil y clara de formar la conciencia, para producir otra de signo diferente. La distinción tradicional entre mate-
saber cómo hay que actuar y prepararse para la confesión. La lista de pe- ria grave y leve, cuando hace referencia a lo ilícito y prohibido, no seña-
cados que se enumeraban en los libros de texto y devocionarios, sobre to- laría la frontera entre el pecado mortal y venial, sino que constituiría más
do para el examen de conciencia, reflejaba esta mentalidad. Un acto se va- bien una señal orientadora y pedagógica, como ayuda a la valoración ínti-
lora por la realización de lo que está mandado o prohibido. El casuismo ma de una acción. De ordinario y en circunstancias normales, cuando es-
ta se dirige hacia una materia importante (grave), hay que suponer que la
intentaba responder con todo lujo de detalles y distinciones a esta preocu-
densidad profunda de ese gesto es la suficiente para comprometer a la per-
pación bastante generalizada.
sona en su totalidad, aunque otras condiciones subjetivas, como se acep-
No hay que negar la importancia de los actos, por supuesto, pero sí
taban también en la tradición, eliminen accidentalmente la gravedad de la
hay que descubrirla en la referencia que todos ellos hacen, en último tér- culpa. Mientras que la materia leve, por tratarse de hechos menos trascen-
mino, de la opción fundamental. Su valor ético radica precisamente en la dentes —no es lo mismo planear un crimen que decir una pequeña menti-
estrecha vinculación que guardan con la existencia de ese proyecto, me- ra-, indicaría que en estos casos la decisión humana no es tan comprome-
diatizado por las actitudes que se adopten frente a los diversos valores.

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tidu, pues brotará probablemente de un acto superficial que no nace desde motivación verdadera, sino que él mismo intenta convencerse de la auten-
el corazón del individuo, ticidad de su amor, mostrándose especialmente cariñoso.
La raíz de la gravedad hay que encontrarla, pues, en la libre disposi- Lo mismo con Dios. Ciertas prácticas religiosas y buenos senti-
ción que la persona realiza de sí misma en el acto moral, aunque sea de mientos pueden ocultar una lejanía de hecho, haciendo creer que se le ama
manera implícita, Lo cual supone una dosis de lucidez, sensibilidad, cono- por encima de todo, cuando, en realidad, existe una vinculación mayor
cimiento y libertad que no siempre se posee cuando nos enfrentamos con con otros valores que le roban la primacía, aunque no de forma, explícita
decisiones que no se consideran importantes y en las que, por ello, la con- y del todo consciente. Si El es lo primero, la actitud ante los valores éti-
ducta no expresa esa totalidad de disposición, ni se capta fácilmente la re- cos ha de ser positiva y manifestarla, a su vez, en los actos concretos de
lación última con Dios. acuerdo con las exigencias morales. No responder a esta llamada signifi-
Esto explica, según santo Tomás (Suma Teológica, I-II, 89, 3 y 4), que ca que, en la práctica, aunque se afirme otra cosa de palabra, existe algo
los primeros padres en el paraíso, con el don de la integridad, no pudieran que de ordinario o en este momento resulta más atractivo y nos dejamos
pecar venialmente. Lo mismo que los espíritus puros, si en un momento seducir por sus apariencias. Decir simplemente que sí, sin ser después
concreto pudieran ir contra la voluntad de Dios, su acto sena siempre gra- consecuentes en la realidad de los hechos, no es cumplir con la voluntad
ve, nacido desde la totalidad de su ser, ya que no existe ningún atenuante, del Padre (Mt 21, 30-31).
como se da en el ser humano, que explique la ligereza y superficialidad de
sus decisiones. Cuando ellos dicen que no, rompen necesariamente su amis-
tad con Dios, aunque se tratara de prohibiciones sin importancia, mientras
16. La madurez indispensable
que el no humano es tan poco lúcido en esas ocasiones que la negativa no
afecta a su destino último. El acto que ejecuta no se considera normalmen-
te como grave. Sin embargo, aunque no exista un claro rechazo, tampoco se La seriedad de una opción como ésta no es posible realizarla con una
integra la conducta en la lógica y coherencia del sí otorgado. psicología infantil o todavía demasiado inmadura. El niño comienza los
primeros pasos educativos que lo preparan para efectuarla con posteriori-
dad. Incluso, durante ese proceso, podrá hacer pequeñas opciones, como
etapa introductoria hacia los momentos más decisivos. Pero siempre esta-
15. Conclusiones pastorales: imposibilidad de opciones contradictorias rán marcadas por las características de una persona que todavía no puede
tener una responsabilidad mayor, ni siquiera para la realización del bien.
Las aplicaciones de todo lo dicho al tema concreto del pecado las ve- Su entrega a Dios nace de una buena voluntad, pero que no deja de ser in-
remos en el próximo capítulo, pero ya, desde ahora, es posible deducir al- fantil, al estar condicionada mucho por la educación y el ambiente en que
gunas conclusiones pastorales, que conviene tener en cuenta para com- se mueve. Catalogarla así no supone negar la importancia, el encanto y
prender mejor la riqueza y complejidad de la decisión humana. hasta el valor religioso que encierra, sino reconocer el alcance que tienen,
La primera de todas sería insistir en un hecho de sentido común so- en estos años, los elementos psicológicos que la condicionan.
bre el que no se reflexiona, sin embargo, como valdría ia pena: la existen- Lo mismo habría que decir, con toda coherencia, sobre la posibilidad
cia imposible de dos opciones fundamentales simultáneas y contradicto- de romperla durante este proceso evolutivo. Esto significa, dicho con otras
rias. La afirmación de Jesús es, además, tajante y sin ninguna alternativa: palabras, que defender la posibilidad de una ruptura grave con Dios pare-
«No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Es decir, aunque el ser ce demasiado injusto e incomprensible. Ningún psicólogo se atrevería a
humano busque muchas veces múltiples componendas, no es posible la exigir una grave responsabilidad mientras no se haya alcanzado la madu-
entrega sincera a Dios si otros valores importan por encima de El. La preo- rez indispensable para una decisión tan importante y trascendente. Como
cupación básica sería reconocer a qué señor (Le 16,13) se quiere en serio ningún código civil condena a muerte a un niño, por muy grande que sea
agradar, pues muchas veces no interesa descubrir la verdad de nuestra op- la acción que haya podido cometer. Lo de Jesús, cuando habla sobre la efi-
ción, que se disimula con falsas ilusiones y aparentes deseos de que se ha cacia de la petición, sería también aplicable a este caso: «Pues si vosotros,
elegido la única cosa que es necesaria (Le 10,42). Como el cónyuge que siendo malos, sabéis dar cosas buenas... ¡cuánto más vuestro Padre que es-
se ha casado por un mezquino interés económico y no quiere aceptar su tá en los cielos!» (Mt 7,11). Si los hombres tenemos comprensión y bene-

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volencia para los fallos cometidos a esa edad, Dios será mucho más com- En este contexto, habría que replantearse más a fondo el hecho de es-
prensivo y benevolente en las mismas circunstancias. tos cambios repentinos y frecuentes. Cuando este proceso se manifiesta en
Lo cual no indica tampoco que, durante ese período, no haya espa- una serie de caídas y confesiones que se suceden de forma habitual, me pa-
cio para la culpabilidad, la falta y la negativa al amor, pero siempre a un rece que no cabe más que esta doble alternativa: o esos pecados no son
nivel y con unas características que impiden considerarlas como graves. subjetivamente graves o la penitencia sacramental no supone una verdade-
Ni siquiera hay que disminuir la trascendencia de esa conducta primera ra conversión. Cualquier otra hipótesis no resulta comprensible.
para una opción posterior, pues ya hemos dicho que su génesis y creci- La persona que ha decidido en serio su entrega a Dios por encima de
miento se efectúan a través de esas pequeñas respuestas o negativas, que todas las cosas, ya hemos dicho que no puede volverse atrás de inmediato
posibilitan un día el encuentro más profundo con Dios o el rechazo de su y constantemente. Es posible, sin embargo, que todavía quede, como con-
amistad. secuencia de sus hábitos anteriores, una incapacidad para dirigir todos los
Nadie puede saber con precisión en qué momento se da esa madurez actos concretos en coherencia con su opción. La gracia de Dios que per-
indispensable, ni creo tampoco que la preocupación deba centrarse en co- dona no hace desaparecer los conflictos internos, los mecanismos más o
nocer con exactitud el tiempo justo en que se realiza. Lo importante es pre- menos inconscientes, las inclinaciones condicionadas al mal, etc.; es de-
parar a la persona para que un día la lleve a efecto, aunque se efectúe de cir, ese reato de la pena que aún perdura después del perdón, como fruto
una manera más o menos implícita. La edad cronológica no es siempre el y consecuencia de la culpa. La ilusión y el esfuerzo van orientados a con-
factor más importante, ya que otros elementos psicológicos intervienen seguir un dominio total que por el momento no tiene, a lo mejor, el recién
con mayor fuerza. Ciertos criterios servirán de ayuda, sin que aporten la convertido. Son gestos, por tanto, que no expresan ni brotan de lo más pro-
evidencia que algunos desean. Pero lo que sí es claro es que antes de la fundo de su ser y no constituyen, por ello, un acto grave, plenamente hu-
adolescencia, en circunstancias normales, no se consigue esta previa ma- mano.
duración. Según la división apuntada poco antes, tales actos habría que adjeti-
varlos como leves, superficiales y periféricos, aunque se refieran a una
materia importante, al no tener la riqueza de expresión ni la fuerza para
17. Imposibilidad de un cambio continuo y frecuente romper la conversión efectuada. El abandono inmediato de un condicio-
nante anterior no se consigue siempre de inmediato, a pesar de la buena
voluntad con que se intente. Lo fundamental, en esos casos, no es quedar-
Una vez que la opción se ha realizado en serio y de manera adulta,
se prisioneros de la preocupación por los fallos singulares, sino seguir for-
resulta también psicológicamente imposible un cambio continuo y fre-
taleciendo y vigorizando la nueva orientación positiva, hasta obtener la in-
cuente. Dios ha querido valerse del amor conyugal en la revelación como tegración y el control deseado. Es lo que algunos han llamado una pasto-
símbolo de las relaciones mutuas que desea mantener con los hombres. ral de crecimiento, que avanza hacia el ideal aceptado de corazón, aun en
Ahora bien, cuando existe ese amor profundo o una relación de auténtica medio de las deficiencias que no han llegado a superarse por completo.
amistad, se mantiene, al menos, una cierta permanencia estable, que impi-
de un ritmo casi constante de pecado-conversión. Los únicos que se pelean Pero la segunda hipótesis no hay tampoco que excluirla. En ocasio-
y hacen las paces todos los días son los niños o las personas sin un grado nes, la confesión podría ser un simple requisito para acercarse a la Euca-
mínimo de maduración psicológica. Aunque la firmeza sea diferente, de ristía, o para liberarse superficialmente de un sentimiento de culpabilidad
acuerdo con la experiencia vivida de cada uno, una entrega sincera y com- que molesta y hiere el propio narcisismo. Con ella no se opera una verda-
prometida no se destruye de forma repentina. Santo Tomás tiene un texto dera conversión, ni se expresa un deseo eficaz de darle un nuevo rumbo a
formidable para que no sintamos extrañeza ante un planteamiento de la la vida. A lo más, manifestaría la nostalgia de quien hubiera preferido ac-
más pura teología clásica: «Aunque por un pecado mortal se pierda la gra- tuar de otra manera, pero sin comprometer eficazmente el futuro en otra
cia, sin embargo, la gracia no se pierde fácilmente, pues al que la posee no dirección. El sacramento de la penitencia se ha convertido en un rito de-
le resulta fácil realizar ese acto por la opción contraria que tiene» {Sobre masiado fácil, pues no implica, como en la época primitiva, mayores difi-
la verdad, 27, 1 ad 9). cultades que demuestren su autenticidad. La satisfacción de nuestras con-
fesiones actuales, sin caer en el rigorismo antiguo, debería servir algo más
como prueba y testimonio del arrepentimiento manifestado y no quedarse

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La lista de pecados graves y leves ofrecía una ayuda segura para la valo-
en algo puramente simbólico y descomprometido. Aquí habría que decir
ración de la conducta personal. Este juicio sobre la gravedad de una acción
también que tal gesto -el hecho de confesarse- no reviste tampoco la den-
se ha hecho hoy más complejo, pues en bastantes circunstancias el mismo
sidad suficiente para efectuar la conversión.
sujeto no llega a saber con certeza cuál es su propia situación, que sólo
puede intuir por ciertos indicios de probabilidad. Y si la persona no llega
a saberlo con exactitud, a pesar de sentir las propias experiencias, mucho
18. Moralidad de la situación: el significado del acto menos podrá valorarse desde fuera.
No es el momento de intentar a toda costa una mayor lucidez objeti-
La importancia ética del acto habría que buscarla, por ello, mucho va, que no se consigue por muchas consultas, lecturas y reflexiones. El ser
más en la actitud y opción que se va fraguando que en el gesto concreto humano actúa siempre con una mezcla de luces y sombras, de cobardía y
que se realiza. Es posible, por tanto, que el alejamiento de Dios y el des- esfuerzo sincero, de condicionantes y libertad, cuya frontera permanece
precio o indiferencia por algunos valores fundamentales existan aun antes cubierta por la penumbra. La postura más evangélica entonces es abrazar
de cometer una acción considerada como gravemente pecaminosa. Esta si- con alegría esa docta ignorancia, humilde y sincera, de no tener miedo a
tuación pecaminosa se daría cuando Dios o un valor determinado ya no desconocer delante de Dios cuál es nuestra verdadera situación. Sólo Él
tienen para la persona ninguna vigencia o interés. Si no se ha ido más allá penetra en ese mundo oculto y misterioso donde se entrecruzan el bien y
en la práctica, es porque no se han presentado todavía las circunstancias el mal en proporciones tan diferentes, según los casos y las circunstancias,
favorables para su comisión. Como una persona casada para la cual, aun- pero casi siempre tan opaco para nosotros. Es un esfuerzo por colocarse
que se mantenga por el momento fiel a su amor, el cónyuge ya no repre- ante Él sinceramente, sin condenarse con exceso ni sentirse inocente con
senta un alguien único e insustituible. Su infidelidad no brota el día que ingenuidad. En último término, sin saber lo que somos, esperando siem-
comete un adulterio, sino que tal hecho es el síntoma y la revelación, co- pre su perdón y abiertos al cariño y al agradecimiento. No en vano todos
mo la fiebre, de una enfermedad interna ya contraída con anterioridad. De somos, al mismo tiempo, justos y pecadores. El tema del pecado lo vamos
la misma forma que ha podido fraguarse una entrega a Dios y un compio- a desarrollar con mayor amplitud en el capítulo siguiente.
miso con los valores, sin haberse dado todavía un acto explícito de con-
versión. Tal sintonía hace posible precisamente que poco después termine * * *
efectuándose con una conciencia e intencionalidad mayor.
El pecado como acto, en este caso, constituye una llamada a la refle- BIBLIOGRAFÍA
xión para reconocer, con realismo y evidencia, lo que ya veníamos siendo
o lo que éramos de verdad, aunque no se quisiera admitir, pues surge co- ARTEAGA, J., «Algunas reflexiones sobre moral y libertad»: Teología y Vida 40 (1999),
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YÁÑEZ, H. M., Esperanza y solidaridad. Unafundameníación antropológicoteológica remordimiento del pecado. Ahora la gente no se deja engañar con la mis-
de la moral cristiana en la obra de Juan Alfaro, Comillas, Madrid 1999, pp. 315- ma facilidad por una educación rigorista y temerosa, que conducía de for-
340. ma bastante irremediable a una culpabilidad en la que entraban demasia-
dos elementos patógenos. La superación de todas estas barreras ha sido
una conquista que se va extendiendo paulatinamente, aunque todavía que-
den reductos sin liberar. Hay motivos de optimismo, ante el futuro, para
esperar que un día cercano tales complejos y reacciones negativas dejen
por fin de influir en la psicología de los cristianos. El réquiem por el sen-
tido del pecado se ha entonado con aires festivos. La muerte de algo ab-
surdo, trasnochado y producto de una cultura religiosa muy determinada,
no es motivo de llanto o lamentación.
Otros, sin embargo, deploran esta situación como una lamentable
pérdida. Creen, como ya había lamentado Pío XII hace tiempo, que el ma-
yor pecado actual del mundo es haber perdido esta conciencia de culpabi-
lidad. Su eliminación no es, por tanto, ningún signo de progreso, sino una
consecuencia más bien del proceso deshumanizante en el que la sociedad
vive. El encanecimiento de la gente es un mecanismo de defensa para no
sentirse comprometida frente a ninguna llamada de la obligación. A la cul-
pabilidad irracional y patológica ha sucedido una inocencia demasiado

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descarada como para no descubrir en ella otras motivaciones ocultas e in- limitación, angustia, pena, condenación, remordimiento..., como si fuera
teresadas. ¿Ha sido, entonces, una conquista o una regresión? imposible revelar con un solo término la riqueza de sensaciones y senti-
Es difícil optar por alguna de estas alternativas, sobre todo cuando se mientos que despiertan esta realidad.
radicalizan y se hacen excluyentes. Probablemente porque ambas tienen La presencia y constancia de tales símbolos, a lo largo de todas las
una buena parte de verdad y cada una acentúa lo que la otra no subraya culturas y de todos los tiempos, invalidan la opinión, defendida por algu-
con tanta fuerza. Las exageraciones e influencias patológicas de una pas- nos, de que se trata de una experiencia propia de los pueblos primitivos,
toral del pecado, centrada en el miedo y en la culpabilidad, han sido de- sin un mayor desarrollo cultural. El ser humano siente la amenaza cons-
masiado evidentes para negarlas. Aunque a veces se hayan caricaturizado tante de la mala conciencia, que ni siquiera brota de la religión, sino de su
con exceso para criticarlas, hay una base muy real que invita a la reflexión. misma estructura antropológica. Desde pequeños existe la necesidad de
Bastante de los fenómenos que acompañan a la experiencia de la culpa no moderar nuestros impulsos pulsionales e instintivos para hacer posible la
tienen raíces religiosas. Es una pena que la imagen de Dios subyacente a convivencia y el respeto mutuo. De ahí nace la exigencia de la ley a la que
la finitud humana haya servido tanto para vivir en la angustia y en el te- todos deben someterse, como criterio primario para regular las relaciones
mor de una psicología inmadura y atormentada, fronteriza muchas veces entre los miembros del grupo y con otras comunidades. La obediencia es
con la patología y ajena, desde luego, a los datos de la revelación. lógico que provoque un sentimiento benévolo al acatar las reglas funda-
Pero también sería falso no admitir la decadencia que acompaña al mentales del juego social, lo mismo que la trasgresión, aunque permanez-
sentimiento del pecado, como si un eclipse impidiera contemplar toda su ca oculta, despierta la vergüenza y el remordimiento por no haber jugado
verdad. Un deseo inconsciente de inocencia impide el reconocimiento de de manera limpia. La trampa no constituye ningún motivo de orgullo. Por
la propia culpa. Precisamente porque es pecador, al ser humano le cuesta debajo queda la sensación de no haber actuado con rectitud.
aceptar sus límites e incoherencias, y encuentra múltiples excusas para
Por eso, la persona se ha sentido siempre culpable, a pesar de todos los
que no recaiga sobre él la responsabilidad. Las afirmaciones de Dios en la
intentos para convencerle de su inocencia. Su limitación, que experimenta
revelación sobre la existencia del pecado son tan serias, que no es posible
de múltiples maneras, le hace incapaz de abarcar todo y le recorta sus ansias
interpretarlas como recursos oratorios o amenazas infantiles. Es una reali-
de infinitud. Aunque quiera y se esfuerce, tiene la sensación de no realizar
dad que existe en el corazón de toda persona, y que necesita de la reden-
siempre lo que debe, como si una fuerza superior le dificultara la realización
ción de Cristo y de la ayuda de la gracia para ser dominada.
de sus deseos. Reconoce, sin embargo, que tales límites dejan un margen de
Guardar el equilibrio entre un exceso de culpabilidad y un afán de maniobra y un espacio suficiente para hacerse responsable de su actuar. En
inocencia se hace dificultoso. Para recuperar el verdadero concepto de pe- medio del enigma y de la contradicción, sabe que los fallos no son produc-
cado y purificarlo de otros elementos espurios haremos una reflexión, en to exclusivo de un mal funcionamiento, sin ninguna intervención de su vo-
primer lugar, sobre la experiencia antropológica de la culpa y los senti- luntad responsable. Cualquier individúo, por muy normal y culto que sea,
mientos que la acompañan, con el intento de constatar los diferentes nive- experimenta sentimientos de este género, cuando toma conciencia de una
les humanos, éticos y religiosos en que se viven. Los datos de esta expe- acción con la que ha herido injustamente a la persona que ama.
riencia los confrontaremos después con los que se encuentran en la reve-
Habría que afirmar, por tanto, que el sentido de la culpa no nace de
lación, antes de responder finalmente a los problemas y discusiones actua-
conciencias ignorantes o alienadas, como si fuera incompatible con la evo-
les que el tema nos plantea.
lución cultural y científica. Al contrario, su ausencia y eliminación supon-
drían más bien la muerte de un- sentimiento muy digno y que desempeña
también una función importante en la economía del psiquismo humano. El
2. La experiencia antropológica de la culpa que se vivencie a veces de forma inmadura o patológica, no excluye los
valores positivos que aporta, como un toque de atención para reflexionar
sobre las falsas justificaciones y caer en la cuenta de los propios errores.
Los etnólogos han constatado la universalidad de este fenómeno que La necesidad de purificar este concepto de tantos otros elementos que no
descubre la finitud radical del ser humano. Son muchos los símbolose son inherentes a su propia naturaleza, no justifica nunca el intento de eli-
imágenes que intentan expresar el contenido íntimo de esta vivencia: man- minarlo, como si el progreso y la maduración terminaran algún día por ex-
cha, desvío, error, fallo, rebeldía, vacío, soledad, injusticia, enfermedad, cluirlo de forma definitiva.

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Es más, los mismos etnólogos están de acuerdo en que los diferen- esa ilusión gratificante no sería difícil sacar a la luz una voluntad de poder
tes síntomas o niveles en los que puede vivirse, no responden a una evo- que nos remite de nuevo a la infancia.
lución que se haya ido superando, desde los estadios más primitivos hacia El niño constata, en efecto, desde su primer año de vida, la realidad
otros más desarrollados. En cualquier época coexisten mezclados dentro del mundo que le rodea por las experiencias repetidas de frustración, de
de una misma cultura o civilización, como elementos que se integran sin vacío, de soledad. Se empieza a dar cuenta de que no es el centro exclusi-
ninguna dificultad. Una mezcla y confusión que se hace también consta- vo de las atenciones por parte de los demás, el único objeto de cariño. A
table en el interior de una misma persona, capaz de vivir en algunos mo- pesar del afecto que lo alimenta, no se encuentra siempre acompañado ni
mentos experiencias muy auténticas, para caer después en otras reacciones todas sus necesidades se satisfacen de inmediato. Es decir, descubre su
regresivas e inmaduras. Veamos algunas de ellas. existencia como finita, limitada, imperfecta, relacional. Al no estar solo es
imposible que todo lo tenga y le satisfaga como en la época anterior, cuan-
do no había sentido aún los límites dolorosos y reducidos de la vida. El
3. El mito del paraíso perdido: la negación de la moral psicoanálisis revela que cada ser porta, en la profundidad de su incons-
ciente, una nostalgia absoluta de totalidad y omnipotencia, como un deseo
radical que sueña con romper las fronteras de su finitud. Desearía trans-
La raíz de donde brota la experiencia de culpa es idéntica en todos portarse a otro mundo donde no tenga que experimentar la limitación que
los individuos. Somos seres limitados y con una incapacidad básica para se le impone, la incapacidad que siente, la insatisfacción constante con la
hacer el bien y evitar el mal, sin las fuerzas y recursos necesarios para una que tropieza, la muerte que un día terminará venciendo y que ya se le acer-
conducta rectilínea. El error y la equivocación forman parte de nuestro pa- ca con otros duelos pequeños.
trimonio, como una consecuencia inevitable de nuestra propia finitud, que
nos imposibilita la coherencia de las decisiones. La falta, sin embargo, no Es el mito del paraíso perdido, cuya nostalgia impide tantas veces,
se debe a la libertad de quien así actúa, sino que constituye un fallo técni- aunque no se conozca ni explicite, la reconciliación amorosa con la propia
co de la naturaleza del que nadie puede sentirse responsable. Es un acon- verdad. Como cada día renace la esperanza inconsciente de esta omnipoten-
tecimiento que molesta y duele, porque afecta a las fibras más íntimas de cia, que se vuelve de nuevo a romper con el realismo de la vida, hay que
la personalidad, ya que no responde a los propios ideales ni a las expecta- buscar excusas y justificaciones para huir de aquello que atemoriza. Esta
tivas que otros hayan proyectado sobre nuestra conducta. Pero lo que nun- formidable presión interior nos lleva también a soñar con que el fracaso de
ca debería desencadenar es un sentimiento de culpa. Sobre el ser humano, la culpa no es algo que dependa de nosotros, como un signo más de nuestra
aunque cometa el mal, no es posible lanzar ninguna condena acusatoria. limitación, sino un hecho lamentable que no afecta ni humilla a la propia li-
Cometerá un error o se habrá equivocado, pero jamás será culpable, pues bertad. ¿No significa esto una regresión y una falta de madurez?
su aparente malicia no es sino un desgraciado accidente debido al mal fun-
cionamiento de su naturaleza. Así esta hecho y él no tiene ningún poder
para evitar semejante fallos. El fracaso, en último término, no es imputa- 4. La trasgresión del tabú: Una ética de la irracionalidad
ble al individuo, sino a los defectos de fabricación con los que ha nacido,
sin ninguna garantía para asegurar la perfección de su mecanismo.
La fundamentación mágica de la culpa se basa en un estadio de con-
En algunos ámbitos de la sociedad moderna ha surgido la necesidad ciencia que no distingue el orden ético de la maldad y el orden cosmobio-
de mantener el mito de la inocencia, como el solo camino para desemba- lógico de la desgracia. Al no existir ninguna explicación causal de los fe-
razarse del fardo pesado y agobiante de la culpabilidad. El único pecado nómenos físicos, la existencia del mal se atribuye a una falta cometida con
consiste en mantener las estructuras generadoras de la mala conciencia. antelación. Cualquier desgracia se interpreta como castigo de un hecho
Parece un avance y un signo de madurez el haber encontrado la explica- malo que se ha cometido, aun sin saberlo y sin intervención de la volun-
ción de los fallos éticos en mecanismos ajenos a la propia libertad, dejan- tad. La culpa recae sobre el individuo, como una mancha que ensucia, al
do en el olvido que se requiere una mayor maduración y equilibrio para margen por completo de su decisión. Es posible contraerla, incluso de una
reconocer la culpa que para excusarse de ella. Y es que, en el fondo de es- forma involuntaria e inadvertidamente, por una especie de contagio que
ta apología, tal vez se halle una búsqueda infantil de inocencia, cono el infecta y se apodera de la persona. Un tropiezo que, aunque no se quiera
niño que achaca a los demás la causa de cualquier estropicio. Y detrás de ni pretenda, provoca de inmediato una serie de consecuencias negativas.

276 277
Se trata de una sanción automática por haber transgredido un tabú: aque- Cuando este fallo se vivencia, además, como una negativa al querer
lla realidad absolutamente inviolable y henchida de peligro por la relación de Dios, el nivel ético adquiere una dimensión religiosa y la culpa del
que guarda con un poder supremo. Un temor instintivo se encuentra liga- hombre se transforma en pecado del creyente. La deshumanización que
do con esta fuerza y la menor infracción engendra el sentido de culpa. comporta la primera se experimenta, al mismo tiempo, como una ruptura
En este nivel mágico, hay que vivir en un estado permanente de ten- y quiebra de la amistad ofrecida por él. Como diremos enseguida, el tér-
sión. La obediencia a la ley y la observancia de todas las prescripciones se mino bíblico de adulterio expresa, con lenguaje humano, el contenido es-
impone como el único remedio para escapar de esta amenaza. Si por cual- piritual del gesto pecaminoso. Es la infidelidad de un amor que se deja se-
quier motivo alguno no llegara a librarse, al haber fallado en algo sin saber- ducir ahora por otros ídolos diferentes. Desde la trasgresión de un orden
lo, tendrá que acudir a una serie de ritos purificatorios para borrar la man- que mancha con un automatismo mágico, o desde la resistencia a la llama-
cha y evitar los castigos que podrían incluso recaer sobre los otros miem- da de un valor, se pasa a la ofensa de una persona que se quiere.
bros del grupo. Por eso el mal o la desgracia que éste padezca serán debido En todas las épocas transidas de una profunda religiosidad y en cual-
a la culpa de algunos de sus componentes. Habrá que buscar al trasgresor quier persona creyente, la culpa y el pecado se viven como una misma rea-
para que reconozca su falta, expíe su delito y aplaque la venganza de las lidad por el carácter trascendente que encierran los valores éticos. Ya vi-
fuerzas superiores. La dimensión racional está ausente de todos estos meca- mos cómo la invitación que éstos nos dirigen no es sino el eco de otra pa-
nismos que surgen, se mantienen y actúan en el mundo exclusivo de la ma- labra que nos llega desde arriba, en la que Dios nos descubre también su
gia. No existe ninguna otra justificación que resulte razonable. Las prohibi- voluntad. Si esta trascendencia religiosa desaparece, ya no sería posible
ciones-tabú invaden la conciencia para convertir al individuo en un ser des-
hablar de pecado, que supone siempre esta vinculación directa con Dios,
graciado e impotente contra el destino. Si ciertas manifestaciones son típi-
pues la falta cometida quedaría dentro de un nivel ético que no descubre
cas de sociedades más primitivas, sus raíces se hallan presentes en cualquier
el horizonte de la fe.
persona normal y asoman a la superficie en otras expresiones que, aunque
sean menos llamativas, son producto de la misma mentalidad.

6. El sentimiento de culpabilidad: condicionantes psicológicos

5. La dimensión ética y religiosa: La culpa y el pecado


La experiencia de la culpa, al provocar un desorden, una mancha,
una ruptura, un error o equivocación, una infidelidad..., despierta un ma-
Supone la superación habitual de los estadios anteriores y la ruptura lestar interior y el deseo consiguiente de reparación. Se trata, por tanto, de
con los esquemas que los condicionan. Aquí la persona toma conciencia un sentimiento muy lógico y natural, como consecuencia del fallo come-
de su verdadera responsabilidad, cuando rechaza la invitación de aquellos tido. Lo extraño sería que, después de todo lo que supone la culpa o el pe-
valores que él mismo considera como humanizantes. Sus actos le son im- cado, el sujeto permaneciera indiferente como si nada de eso le afectara o
putables, porque reconoce su opción por una conducta desintegradora de preocupase. Semejante frialdad sólo tendría explicación por la ignorancia
lo humano. Acepta sus condicionantes, pero sabe que no le quitan por o el cinismo del que no ve las consecuencias o le importa muy poco lo que
completo su autonomía. A pesar de los determinismos diferentes de uno u haya acontecido. La ausencia del sentimiento de culpabilidad no es ningún
otro tipo, tiene el convencimiento sincero de que pudo actuar de otra ma- signo de progreso, sino que revelaría más bien una estructura psicológica
nera mejor. Podrá ignorar el grado de libertad, pero advierte que su equi-
deficiente. El fracaso de un proyecto humano o religioso, aunque no sea
vocación es también efecto de su culpa. Más allá de la mera trasgresión,
absoluto y definitivo, tiene que producir en una persona normal ciertas
el mal radica en la intencionalidad interior, libre y voluntaria que lo ha
reacciones interiores que no la dejan tranquila e inmutable, como si nada
provocado. Pudiendo y debiendo haber actuado de otro modo, eligió un
hubiera pasado. La culpabilidad, como el dolor o la fiebre en los mecanis-
camino que no conducía a la meta y proyecto deseado. Ni los demás ni las
mos biológicos, hace sentir el mal funcionamiento de la persona y el de-
realidades materiales causan la culpa, al margen de la propia voluntad. Só-
seo de una curación eficaz. Luchar contra ella es privar a la psicología hu-
lo el rechazo o la indiferencia frente a los valores humanos hacen surgir el
mana de una señal benéfica para su reorientación interior.
fallo que el propio individuo acepta y reconoce.
Sin embargo, aquí también pueden intervenir otros muchos factores
que la convienen en un fenómeno anormal y patológico. Y un sentimien-
278 27«>
to provocado por dinamismos inconscientes, o producto de un narcisismo
satisfacción de fondo por la incapacidad de obtener la meta soñada en la
herido, tiene poco que ver con lo que antes decíamos. Muchas de las crí-
que estaban depositadas tantas esperanzas personales y expectativas de los
ticas que desde la psicología se han hecho a la moral y a la religión, po-
demás. Es un inconformismo egocéntrico, fomentado más que nada por la
drán ser objetivas, pero son denuncias contra las deformaciones y patolo-
urgencia de la propia autosatisfacción. El fracaso es doloroso no porque
gías que han generado por una falsa educación o por las condiciones pe-
esté en juego el bien de los otros, sino por haberse roto de nuevo la ima-
culiares del sujeto que la ha recibido. Por ello, es útil apuntar las principa-
gen narcisista, que nos humilla y destroza. Y un inconformismo estéril e
les causas que las originan.
infecundo, porque toda la energía se ha puesto al servicio de una 'perfec-
En el fondo de todo sentimiento de culpabilidad existe una sensación ción' que, aun en la hipótesis de que se alcanzara, no tendría sentido hu-
de angustia por el temor a una pérdida, por el miedo a un castigo. Es el re- mano ni evangélico, ya que no nace del altruismo y donación.
chazo de una impresión que resulta intolerable. Desde sus primeras expe-
Las prácticas religiosas tienen como objetivo la misma finalidad.
riencias, el niño necesita hacer suyos los deseos paternos, que van con fre-
Dios es como una especie de medio que se utiliza a ver si, por fin, con su
cuencia contra lo que él quiere y apetece, para poder amar así a sus padres
ayuda, se alcanza lo que no está en nuestras manos. De ahí, la obsesión por
sin tensiones ni conflictos. Esta frustración inconsciente y angustiosa, an-
medir y contabilizar los posibles avances o retrocesos. Es una desgracia
te la imposibilidad de seguir sus propios deseos, desencadena a ese mis-
renovar los esfuerzos, después de las muchas tentativas que terminaron en
mo nivel un movimiento de agresividad. El objeto de amor se convierte
el fracaso. Como consecuencia de esta actitud nace por dentro una impre-
también en motivo de odio que, aunque no se expresa ni manifiesta, pro-
sión sutil de amargura y tristeza, al comprobar la esterilidad de tantos
duce la angustia de la culpabilidad. Atreverse, aun inconscientemente, a
alientos inútiles. O lo que sería aún peor, un sentimiento farisaico de au-
transgredir la ley del amor merece sin duda un castigo, y la posibilidad de
tosuficiencia, si el progreso hacia la supuesta perfección resultara consta-
perder el cariño del objeto amado y odiado se vive como una amenaza per-
manente. Aunque desde fuera no se cumplan estos temores, el propio su- table. En cualquiera de las dos hipótesis, la razón para el gozo o la triste-
per-yo castigará, con mayor saña y rigorismo, el incumplimiento de la ley. za surge de un narcisismo perfeccionista. Lo que más importa es la impre-
El sentimiento de culpabilidad será la venganza cruel del propio sujeto. sión que nos pueda causar nuestra propia imagen. Pero el castigo de esta
orientación egocéntrica lo lleva el mismo narcisista en su complejo de cul-
Es una vivencia que corresponde, en gran parte, al nivel infra-moral pabilidad, pues nunca podrá estar satisfecho de haber subido hasta lo alto.
de la culpa. La reconciliación se intenta conseguir también de una forma
El remordimiento se hace compañero constante del camino. Consis-
mágica, con ritos catárticos y purificatorios que ahoguen, por lo menos, o
te en querer que no haya habido culpa, en desear haber sido de otra mane-
encubran la mala impresión. De la misma forma que la culpa es un gesto
ra, en sufrir por un pasado que ya no se puede suprimir. Como un lamen-
casi mecánico, la purificación se realiza más por la fuerza del rito escru-
to inútil del que llora sin ningún consuelo, porque choca contra lo irreme-
pulosamente cumplido que por la intención de la voluntad. Lo importante
diable; una demanda de ayuda que cae en el vacío, porque no hay por de-
es cumplir con las rúbricas ordenadas, pues el perdón se consigue de ma-
lante ninguna esperanza. El porvenir se clausura con el pasado, como un
nera automática por el poder mágico que contienen. Lo que duele no es el
muro inexpugnable que no ofrece ninguna salida y que se hace ya defini-
mal hecho, sino las malas consecuencias que de él se derivan.
tivo y permanente. Como un círculo que se ha cerrado, aprisionando en su
interior al que estaba preocupado sólo de sí mismo.

7. La dinámica del narcisismo: el fracaso ante el yo ideal


8. El verdadero sentimiento de culpabilidad:
En otros estadios posteriores y más conscientes, el sentimiento de el dolor por una ruptura
culpabilidad se alimenta del propio narcisismo. La culpa es un hecho que
destruye el yo ideal con el que el individuo se encuentra identificado. Ha-
El sentimiento de culpabilidad humano y religioso supone una ma-
cia él ha encaminado multitud de esfuerzos con la ilusión de conseguir al-
durez psicológica mayor. Para ser cristiano no hay que estar suficiente-
gún día su plena realización. El desajuste entre ese ideal y su ejecución
mente enfermo, como decía Nietzsche, ni vivir en un estado decadente.
práctica crea los sentimientos de condena, rechazo, degradación. Una in-
Basta experimentar la culpa, según afirmábamos antes, como un gesto de

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La imagen de Dios, como juez que todo lo escruta y conoce hasta en
deshumanización, pero que rompe, al mismo tiempo, la comunión con
los más mínimos detalles, sin que nadie pueda escaparse a su control, ha
Dios e inflige siempre, de una u otra manera, un daño a los demás. Es el
fomentado una obsesión por esa mirada que se hace insoportable y des-
reconocimiento del mal frente al otro, con una serenidad objetiva que no
tructora. La utilización tan frecuente del miedo en nuestra pastoral, que ha
requiere exculpaciones ni condenas, aunque no se pueda valorar con exac-
hecho vivir a muchos profundamente atemorizados, en contra del mensa-
titud la malicia. Se acepta la culpa, aun sin saber con certeza su nivel de
je de san Juan (Cf. 1 Jn, 4,17-18); y la posibilidad de un castigo eterno con
gravedad. En cualquier caso, ha existido un daño personal y comunitario
el que se amenazó tantas veces, no ayudó precisamente a un tipo de rela-
por el que uno se siente triste y con pena.
ción amorosa y confiada. El interés estaba centrado en la salvación perso-
El arrepentimiento no busca entonces la eliminación de todtw los
nal y todas las prácticas de piedad -a veces, con rituales un tanto mágicos-
sentimientos negativos, que comprensiblemente deben nacer, para recupe-
estaban al servicio de esta tarea. La misma oración, en lugar de ser un diá-
rar otra vez la tranquilidad de la buena conciencia. Ni siquiera ofrece la
logo de amistad, se convertía en un gesto utilitarista para sacar provecho
oportunidad de un nuevo intento para ver si ahora se orienta mejor la con-
y beneficios en todas nuestras iniciativas particulares.
ducta. Lo único que pretende es restablecer la fidelidad traicionada, reno-
var el compromiso roto, reparar el daño causado. Ya no se sufre por la pro- No es necesario hacer una lista exhaustiva para indicar las angustias
pia imperfección, aunque siempre duela constatarla; lo que más importa es de conciencia que, aunque vayan desapareciendo, todavía atormentan a
la ruptura de esa relación trascendente y el perjuicio infringido a los de- muchos cristianos. La insistencia minuciosa en el examen para medir el
más. El perdón no satisface tanto por lo que evita -castigo, condena, re- progreso que autosatisface o el estancamiento que deprime; una concep-
mordimiento-, cuanto por la alegría de una amistad renovada. ción de la cruz y el dolor voluntariamente buscado como el único camino
para aplacar la ira divina; la idea de que las desgracias naturales son cas-
Por eso, la verdadera conciencia de pecado no mira hacia atrás, co-
tigos de Dios, como reacciones vengativas a nuestra maldad; el recurso a
mo el remordimiento angustioso, para comprobar si se ha hecho todo lo
la confesión como método catártico para expulsar remordimientos y con-
necesario para obtener el perdón. Está convencida de éste porque ha ofre-
seguir la paz interior; y las múltiples prácticas populares que, sin negar sus
cido a Dios, a la Iglesia y a sus hermanos una palabra de arrepentimiento
raíces religiosas, manipulan de alguna manera lo religioso, son nada más
sincero, y ahora se abre a un futuro con esperanza e ilusión, pero sin rene-
que manifestaciones reducidas y simbólicas de estos peligros, que la ex-
gar tampoco de su pasado o pretender cambiarlo. Lo de menos es lo que
periencia y reflexión de cada uno podrá ampliar a otros muchos campos.
ha sido su historia. El arrepentimiento contempla el porvenir y ese gesto
Una actitud de alerta será necesaria, pues aun la persona más equilibrada
reajusta la vida entera, incluyendo el pasado miserable, hacia una nueva
no está exenta de estos peligros.
orientación.
Tales impurezas, sin embargo, no eliminan la objetividad del peca-
do. El acercamiento a los datos de la revelación nos hará conocer, en pri-
mer lugar, la existencia de este acontecimiento negativo y una valoración
9. Las deformaciones en la vida cristiana posterior más profunda de su propia naturaleza.

No es extraño que el peligro de estas deformaciones, más o menos


acentuadas, se presente en la vida cristiana. Determinados aspectos de la es- 10. Los datos fundamentales de la fe
piritualidad, si no se compensan con otras verdades de la revelación, sirven
para aumentar más aún los mecanismos psicológicos de la culpa. Ello expli-
ca la mayor frecuencia de sentimientos anormales en el ámbito de la reli- Sin entrar en un desarrollo más amplio, que pertenece a la teología
gión, aunque no sean sólo patrimonio de ésta. Por eso, vale la pena reflexio- dogmática, baste recordar algunos apuntes fundamentales. Toda la revela-
nar sobre este mundo de sentimientos y reacciones, que con tanta frecuen- ción está centrada en el tema prioritario de la salvación. Es un presupues-
cia se introduce sutilmente en la conducta de la persona normal y creyente. to básicoe irrenunciable que está presente a lo largo de todas sus páginas.
Sin caricaturas m exageraciones -entre otros motivos, porque la compleji- Ya desde el comienzo, Yahvé anuncia la promesa de un Mesías que termi-
dad de la psicología humana hace comprensible estas desviaciones-, hay nará redimiendo al pueblo de todos sus pecados. La historia de Israel se
que reconocer los elementos negativos que se gestan en torno al pecado. convierte de esta manera en el gran gesto salvador. Todos sus aconteci-

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mientos y vicisitudes quedan misteriosa y desconcertantemente ordenados
cuitad de una comprensión simplista. No se trata de recorrer todos ellos,
hacia la venida de Jesús. La condición pecadora de la humanidad la inca-
sino de señalar algunos de los más importantes para ir profundizando, po-
pacita para un encuentro con Dios, que sólo es posible por la gratuidad de
co a poco, en la realidad de lo que significan.
su cariño y predilección, hasta la llegada definitiva del Salvador. Una es-
Un primer aspecto que ayuda para introducirse en este mundo com-
pera larga y confiada mantuvo en pie al pueblo elegido, a pesar de sus pre-
plejo. Puede parecer una imagen más externa y superficial, pero no deja
varicaciones e infidelidades, con la mirada puesta en Aquel que sería luz
de ser realista y significativa. Es el concepto de mancha que, aunque no se
para alumbrar a las naciones. Los hechos irán demostrando la fidelidad in-
explicite con esta designación, hace presente la idea con mucha frecuen-
destructible de Dios, que nunca se vuelve atrás en sus promesas.
cia. Probablemente tiene un sentido más arcaico. Hay ciertas realidades
La vida, pasión y muerte de Jesús aparecen de forma explícita y re- con las que no se puede entrar en contacto sin quedar afectados por ese en-
petida con este carácter de liberación. Es el cumplimiento de todos los cuentro. El kakós griego, como opuesto a lo bueno {agazós), está relacio-
anuncios realizados con anterioridad. Ha venido a rescatarnos de la muer- nado con el lenguaje infantil del excremento. Todavía, cuando a un niño
te, de la ley y del pecado. Entregó su existencia para la remisión de los pe- se le quiere disuadir de que realice una cosa que está mal, hacemos refe-
cados del mundo y hacer posible la nueva y definitiva alianza. La amistad rencia a este concepto. Todo lo malo reviste un sentido de suciedad, pues
sobrenatural es obra exclusiva de la gracia que Dios ha otorgado abundan- cualquier persona que se acerque y lo toque queda también contaminada.
temente por los méritos de Cristo. Su vida y doctrina es la manifestación Algo parecido ocurre con el pecado, ya que opera un cambio interior
de este espléndido acontecimiento. Él nos revela el rostro de un Dios mi- profundo y cualitativo. Una situación que llega a provocar la propia repug-
sericordioso y dispuesto a perdonar todas las veces que sea necesario. nancia y el desprecio de los demás: «Les ha sucedido lo de aquel prover-
Pero la salvación de Jesús, que posibilita la realización del bien, no bio tan acertado: 'El perro vuelve a su propio vómito' y 'cerda lavada se re-
excluye la libertad frágil y quebradiza del ser humano. Mientras peregri- vuelca en el fango'» (2 Pe 2,22). No es algo que se le imputa desde fuera,
na por este mundo es capaz de optar por Jesús o de rechazar su mensaje y sino que le afecta en lo más hondo de su personalidad. La importancia que
su persona. Una decisión que afecta a nuestras relaciones con Dios, pero el Levítico, por ejemplo, daba a las prácticas de pureza ritual para lavarse
que se j uega en nuestras actitudes y reacciones frente a los demás. Si el pe- de toda contaminación, se interioriza en el corazón de cada creyente. La pu-
cado no existiera, quedaría destruido todo el anuncio de la revelación. Ne- reza que Dios exige es la adhesión a él sin divisiones. Cualquier relación
gar, por tanto, la condición pecadora de la humanidad y de cada uno de los en la que la fidelidad no se comprometa totalmente se hace sucia. Una im-
miembros que la componen es rebelarse por completo contra la buena no- pureza tan profunda (Jer 13,23) que solo el Espíritu de Dios podrá purifi-
ticia de los evangelios. carla como si fuera una nueva re-creación (Ez 36,24-30). No es extraño,
Por eso, para conocer un poco más la naturaleza del pecado, es bue- por tanto, que el salmista, al reconocer su culpa, pida la purificación y que
no acercarse a los datos de la revelación. La palabra de Dios puede ilumi- lo dejen limpio y lavado para quedar «más blanco que la nieve» (Sal 50,9).
nar mejor que nada la índole de este acto, que a la persona se le hace más El peligro de una concepción tabuística y demasiado superficial que-
difícil captar precisamente por la opacidad y confusión que aquel mismo da superado con las actitudes y afirmaciones de Jesús. La hospitalidad que
le provoca. Al mismo tiempo, iremos confrontando los términos bíblicos él ofrece a los pecadores y su contacto con las personas de mala vida no
utilizados con las expresiones empleadas por la tradición cristiana. le contagian en absoluto. Lo fundamental es la pureza de corazón, pues
«no mancha al hombre lo que entra por la boca» (Mt 15,10), sino lo que
sale de su propio interior.
U. El lenguaje de la revelación: la mancha

12. La trasgresión: una acto de injusticia


Aquí también la multiplicidad de denominaciones es un claro índice
de los muchos aspectos que el pecado encierra. Son intentos por definir un
contenido religioso que, debido a su riqueza, no se puede expresar con un Un segundo término que aparece con más frecuencia y que sirve co-
solo término. Sus equivalentes en otras lenguas, tanto antiguas como mo- mo justificación para comprender el estado anterior. La trasgresión, aun-
dernas, encierran también este pluralismo de facetas y confirman la difi- que se aplica también a las relaciones entre las personas y los pueblos, se

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utiliza principalmente con un contenido religioso. Es un ir más allá de lo pide la consecución de una meta propuesta, pero es al mismo tiempo una
que está mandado, ultrapasar los límites que a cada uno corresponde, no ruptura y separación del encuentro con Dios que esperaba detrás de ese
respetar el derecho de los otros. Como una especie de violación que se proyecto. La raíz hebrea de la palabra perversión contiene este mismo sen-
apodera de aquello que no le pertenece. Si toda relación comunitaria re- tido original, como el que está descompuesto, profundamente desorienta-
quiere ciertas normas de conducta, el quebrantamiento de éstas implica do, torcido con violencia, desviado del recto sendero.
una trasgresión, al introducirse en un terreno que no se debe pisar. Es el Es evidente que si fuera sólo un error o una equivocación se podría
mismo sentido que contiene el concepto de prevaricación -avanzar alar- considerar como un gesto lamentable, pero nunca como un pecado. La
gando las piernas más de lo consentido, invadir la propiedad de otro-, que existencia de éste se constata, sin embargo, por ser producto de un engaño
se empleaba en la antigua terminología agrícola. voluntario, de un fallo que ha brotado de la mala fe. Su malicia ética radi-
Es verdad que desde el principio el término se encuentra estrecha- ca siempre en el conocimiento y la aceptación del pecado, pero el pecador,
mente vinculado con la ley, pues ella es la que traza y señala las fronteras de ordinario, no llega a un grado alto de perversión. Realiza el mal porque
que deben respetar nuestra actuación. Pero no se trata sólo de una desobe- no consigue descubrir en él su verdadero rostro, velado y cubierto por otras
diencia legal o burocrática. Ya vimos cómo la ley tenía para el judío un ca- apariencias superficiales y más bondadosas. Antes de cometerlo, tiene que
rácter sagrado, pues manifestaba las exigencias de Dios al pueblo que ha- convencerse, de una u otra manera, de que busca hacer un bien, en el fon-
bía elegido para entablar una alianza. Ella simboliza su querer, señala el do; o de que, por lo menos, la conducta no parece tan negativa como se di-
camino trazado por Yahvé para gozar con el cumplimiento de sus prome- ce. Es un juego en el que no existe una limpieza completa ni una absoluta
sas. Al transgredir su ley no se abandona una simple obligación, sino que claridad, aunque tampoco se acepta la trampa con descaro. Hay que utili-
también se vulnera sus planes, se anda por terrenos prohibidos, como una zar las medias verdades y manipular los datos, según los propios intereses,
marcha que se apodera de tierra ajena. Más que una conducta contraria a para acabar venciendo pero sin mala conciencia. Lo que se busca precisa-
la ley es una actitud que se designa como iniquidad. Todo lo que es con- mente es una justificación pseudo verdadera, que permita hacer lo que no
trario a la justicia, lo que no está de acuerdo con la razón, lo opuesto a la se debe a través de un convencimiento engañoso que elimina la lucidez.
rectitud de conducta, como lo confiesa Caín al reconocer su crimen (Gen El Génesis ya expresa en sus primeras páginas esta experiencia pri-
4,14). En el Nuevo Testamento se traduce generalmente por adikía -injus- mitiva que se ha ido repitiendo después en todos los seres humanos. La as-
ticia-, que responde a 36 palabras hebreas diferentes, aunque para los ma- tucia de la serpiente consigue, con falsas apariencias e inocentes pregun-
tices particulares haya que tener en cuenta el contexto donde se halla. tas, que la seguridad y confianza en un mandato se diluya progresivamen-
te para que, lo que antes se consideraba trasgresión y desobediencia, se
convierta ahora en un objeto seductor. Por eso en la Biblia, el pecado apa-
13. Un errar en el blanco rece siempre como un sutil engaño, y Satán es designado como el padre
de la mentira (Jn 8,44). No en vano, su identificación con la serpiente del
Si la persona comete una trasgresión es sin duda por un desvío la- paraíso le hace ser el «animal más astuto» (Gen 3,1) y, en la lucha final del
mentable que sufre, al caminar por un terreno que no le pertenece, como Apocalipsis, se manifiesta como el gran seductor, «el que extravía a la tie-
el que yerra su tiro después de todos los esfuerzos para dar en el blanco. rra entera» (Ap 12,9). Son muchos los relatos bíblicos que acentúan este
El Antiguo Testamento apunta con claridad esta nueva característica. Pre- proceso de obnubilación y autoengaño hasta concluir en un estado de en-
cisamente por esa equivocación ya no es posible llegar a la meta propues- canecimiento y esclerosis, que incapacita para encontrarse con la verdad.
ta, al haber elegido un falso camino. En el fondo, es la enorme frustración Todo el cuarto evangelio es una meditación fantástica sobre esta opacidad
del que ha puesto sus ilusiones en un objetivo concreto y tiene que reco- culpable que condujo a la muerte de Cristo. La ignorancia de los judíos no
nocer con posterioridad su grave error por no haber acertado en la elección libera de la culpabilidad, pues fue una ofuscación pretendida y voluntaria
de los medios concretos. Aunque los términos no se limiten al ámbito re- para no sentirse obligados a la aceptación de Jesús como Mesías.
ligioso, la referencia a Dios se explícita con preferencia. Pecar es desviar-
se de la senda que nos conduce hacia él; buscar otros derroteros distintos
que terminan en el fracaso. Aquí se unifican los dos aspectos que analizá-
bamos antes. Es ciertamente un mal que afecta a la persona porque le im-

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14. Los datos de la tradición la dimensión teológica, puesto que la seducción de otros valores menos
importantes ha originado el abandono de Dios. Una opción equivocada
que se ha desviado del buen camino, bajo el influjo de un engaño elabora-
La tradición, con diversas fórmulas, ha recogido estas diferentes
do con cierta dosis de mala fe y opacidad voluntaria. El fallo no consiste
perspectivas para expresar la naturaleza del pecado. Aunque los términos
en amar a las criaturas, dignas de toda estima y afecto, sino en darles una
no sean los mismos, encierran también idénticos significados. Frente a la
primacía por encima del Creador, convirtiéndolas en pequeños ídolos que
idea de mancha, trasgresión, o errar en el blanco, se utilizan otros muchos,
le roban su absoluta superioridad.
como si no fuera posible con uno solo reflejar todo su contenido.
De ahí que este abandono se haya formulado también con el térmi-
También el sujeto que realiza una mala acción se mancha, se ensu-
no de ofensa, como algo que repercute de alguna manera sobre el propio
cia, se hace impuro. Provoca en su interior un profundo desorden, que des-
Dios y le afecta. Así se ha expresado generalmente la noción de pecado en
troza la armonía e integración de la vida, por ser un gesto que impide la
los libros de textos y en la catequesis al pueblo cristiano, para insistir so-
relación amorosa con Dios. La conducta no queda regulada por las normas
bre todo en el aspecto sobrenatural y trascendente. Sin embargo, no hay
que orientan nuestras acciones y se crea, por consiguiente, un caos por la
que olvidar que la expresión es un antropomorfismo, ya que no es posible
falta de criterios iluminadores. Existe demasiada oscuridad para orientar-
hacerle ningún daño (Cf. Jer 7,18). El mal que se infiere al Creador no
se hacia el fin último. existe nada más que en la intención del sujeto, que desea apartarse de él
El concepto de trasgresión ha sido el más utilizado en los textos de para buscar su autonomía e independencia, aunque el fin de ese intento ter-
moral. Desde la definición clásica de san Agustín -«cualquier hecho, di- mine siendo la destrucción del propio individuo. Y si Dios nos quiere, de
cho o deseo contra la ley eterna»-, casi todos los autores lo han empleado alguna manera le tiene que afectar el daño sufrido por la persona. A nivel
después, con algunos matices, para incluir otros aspectos que se querían religioso expresa, por tanto, la ruptura de una comunión con Dios, de unas
señalar. La orientación legalista de la moral propiciaba esta interpretación, relaciones de amistad, donde el énfasis se pone en la voluntad del que to-
que se ha mantenido durante mucho tiempo. Pecar equivalía a no cumplir ma la decisión.
con una ley, como si la importancia residiera en la simple trasgresión. Pe-
Tal vez por todo ello, no exista otra palabra mejor para designar es-
ro más allá de este incumplimiento, habría que insistir en su significado
ta ruptura de amor que la de adulterio. La misma revelación ha querido
primitivo más profundo. El pecado no sólo tiene una repercusión interna
emplear el símbolo del matrimonio para demostrar cómo han sido las re-
y personal, sino que encierra también otra dimensión social y comunitaria,
laciones amorosas de Yahvé con su pueblo. El lenguaje sobre todo de los
al violentar la justicia y el derecho de Dios y de los demás, invadiendo
profetas demuestra la profundidad de su cariño que, aunque se siente trai-
fronteras que no nos pertenecen. Es cometer un acto prohibido, pero por-
cionado con infidelidades y adulterios, se mantendrá fiel hasta el final:
que no existe capacidad para realizarlo. Describe, pues, un nuevo aspecto
«Yo me acordaré de la alianza que hice contigo, cuando eras joven, y ha-
de la acción pecaminosa, aunque tampoco la abarca con plenitud.
ré contigo una alianza eterna» (Ez 16,60). El pecado sería, por tanto, un
El tema de la tentación, al margen de las imágenes demasiado infan- gesto de infidelidad que hiere a Dios no porque se sienta abandonado o ha-
tiles, encierra una riqueza psicológica extraordinaria en los escritos de los ya fracasado en su alianza con los hombres, sino porque, como los ama, le
grandes autores espirituales. En el fondo de todas sus reflexiones se halla duele de alguna forma la opción errónea que los lleva a la desgracia.
siempre la misma evolución hacia un conocimiento cada vez más falso y
engañoso. El objetivo de este proceso es llevar a un estado de mala fe en
el que a medias nos engañamos a sabiendas y a medias creemos en el en-
gaño. Si no hubiera esta mezcla de luz y opacidad, no cabría otra alterna- 15. Hacia una definición complexiva
tiva que la del simple error sin culpa o la de una mala fe sin atenuación. Y
entre el que está equivocado por completo o el perverso absoluto, s< sitúa Después de todo lo dicho, se hace muy difícil sacar una definición
la persona normal que con el rabillo del ojo conoce que se engaña, pero no completa, que abarque todos los aspectos que se dan en el hecho del peca-
le interesa saber tampoco su falsa justificación. do. Es algo que afecta de modo individual, pues cambia por dentro a la
Muy frecuente ha sido también definir al pecado como un alejamien- persona, como una mancha que ensucia o un desorden que destroza la ar-
to de Dios y conversión a las criaturas. En ella se subraya mucho mejor monía interior, y nos conduce por sendas equivocadas hacia el propio fra-

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caso. Es una violación que pisotea los derechos ajenos, al actuar con ini- psicología moderna, la preocupación por no culpar o no poner frenos a la
quidad y en contra de la justicia, como producto de un engaño que el pro- libertad, lleva a no reconocer jamás una falta». La extrapolación de la so-
pio sujeto se fabrica. Y es, sobre todo, por la primacía de la dimensión re- ciología conduce a «cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el
ligiosa, una ruptura de la amistad con Dios, una infidelidad a su cariño que individuo es declarado inocente». Mientras que «una cierta antropología
se traiciona, para dejarse seducir por otros valores secundarios. La idola- cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos
tría, en último término, del que sigue a otros dioses y no desea amar a ambientales e históricos que actúan sobre el hombre, limita tanto su posi-
Dios, en este caso, «con todo tu corazón, con toda el alma y con todas las bilidad que no le reconoce capacidad de ejecutar verdaderos actos huma-
fuerzas» (Dt 6,5). Un punto de convergencia en el que se entrecruzan múl- nos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar» (Ib. 18).
tiples dimensiones: lo individual y lo comunitario; la malicia y la debili- El relativismo histórico que niega todo valor absoluto e incondicio-
dad; lo divino y lo humano; lo trascendente y lo horizontal; el bien que se nal y rehusa la existencia de «actos intrínsecamente ilícitos, independien-
busca y el mal que se encuentra. temente de las circunstancias en que son realizados por el sujeto», o un
Cualquier formulación que se proponga es imposible que explicite cierto positivismo legal y sociológico que somete «a modelos éticos im-
todos estos aspectos. Por eso, insistiendo en su carácter teológico y con puestos por el consenso y la costumbre general, aunque estén condenados
una preocupación pastoral para lo que digamos después, me atrevería a por la conciencia individual» (Ib. n° 18).
proponer la siguiente definición: todo acto o estado, con la suficiente li- Junto a estos factores más importantes, algunas otras tendencias,
bertad y conocimiento valorativo —sin excluir la ceguera culpable— que, dentro del pensamiento y de la vida eclesial, han favorecido también esta
por cualquier motivo o justificación, niegue -al menos, de hecho y en la decadencia. Los rigorismos del pasado han llevado a nuevas exageracio-
práctica- la primacía de Dios en la vida del creyente. El que haya leído nes: «pasan de ver pecado en todo, a no verlo en ninguna parte; de acen-
con atención \o que hemos dicho en éste y en ú c a p t o r anteñoT ^odíá tuar demasiado el temor de las penas, a predicar un amor de Dios que ex-
comprender mejor el sentido de cada palabra. No es extraño que resalte- cluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad en el esfuerzo
mos su dimensión sobrenatural, ya que se trata de un acontecimiento reli-
por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto respeto por la con-
gioso, con una referencia última a Dios, pero ello no excluye su mediación
ciencia, que suprime el deber de decir la verdad» (Ib. n° 18). Y finalmen-
humana-respuestas a los valores éticos-, pues de ordinario es en ésta don-
te subraya con fuerza también «la confusión creada en la conciencia de
de nos jugamos implícitamente nuestra amistad con él.
muchos fieles debido a la pluralidad y divergencia de opiniones en la en-
señanza de la teología, en la predicación, catequesis y dirección espiritual
sobre cuestiones graves y delicadas de la moral cristiana» (Ib. n° 18)-
16. La crisis actual del pecado: hacia un intento de valoración

El sínodo sobre la reconciliación y la penitencia motivó una refle- 17. La naturaleza del pecado: ¿un cambio de opción fundamental?
xión amplia sobre este problema, ya que la crisis del sacramento de la pe-
nitencia está causada, en gran parte, por la crisis actual en torno al peca- La primera forma de afrontar esta crisis consistiría en recuperar de
do. Juan Pablo II, en su exhortación apostólica posterior, se hizo eco de las nuevo el sentido del pecado, «pero el sentido del pecado se restablece úni-
aportaciones ofrecidas en el aula. Entre las causas que amenazan o debili- camente con una clara llamada a los principios inderogables de razón y
tan el sentido de pecado, enumera las siguientes: deje que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre» (Ib. n° 18).
«El secularismo que por su misma naturaleza y definición es un mo- Intentaremos ver ahora cómo lo que hemos afirmado, tanto en el capítulo
vimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace to- anterior como en éste, concuerda plenamente con estos principios. La con-
tal abstracción de Dios», y si esta perspectiva religiosa desaparece, «falta frontación se hace necesaria, pues algunos creen y han escrito que lo que
el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido hoy afirmamos muchos autores no está de acuerdo con este documento. Y
del pecado» (Reconciliación y penitencia, n° 28) el primer punto sería el tema de la opción fundamental.
Los equívocos que se derivan al aceptar ciertos resultados de las El pecado lo define como «desobediencia del hombre que no reco-
ciencias humanas: «Así, basándose en determinadas afirmaciones de la noce mediante un acto de su libertad el dominio de Dios sobre la vida, al

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menos en aquel determinado momento en que viola su ley» (Ib. n° 14). Por Y es que sería una excusa demasiado fácil y engañosa autoconven-
eso, como condensa más adelante, siguiendo la tradición de la Iglesia, cerse de la permanencia de una opción, con el deseo ilusionado y hasta
«llamamos pecado mortal al acto mediante el cual un hombre, con liber- sincero de mantenerse en ella, para no sentirse afectado por las inconse-
tad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor que Dios le cuencias prácticas que despertarían un sentimiento de culpabilidad. Es po-
propone, prefiriendo volverse a sí mismo, a alguna realidad creada y fini- sible que no se quiera romper, pero su vigencia no depende del simple sen-
ta, a algo contrario a la voluntad divina» (Ib. n° 17). Evidentemente que el timiento, por muy bueno que sea, si no resulta eficaz en la práctica. Es
rechazo de Dios, de su ley o alianza para volverse a otra realidad supone aquí donde hay que verificar la seriedad de un compromiso auténtico. Pe-
siempre un cambio de opción fundamental, porque Él ya no constituye el cado es, pues, un cambio de opción, que podría realizarse con un acto con-
valor supremo y último. creto, aunque no se pretenda con él un rechazo directo de Dios.
En este sentido, se debe seguir afirmando que el pecado, como la Los niveles de adhesión serán diferentes. Entre el que no se preocu-
conversión, conlleva una opción fundamental negativa o positiva de cara pa lo más mínimo por conservarla y el que mantiene, al menos, una ilu-
a Dios. Y no existe ninguna frase de condena contra semejante afirmación. sión oculta de ser fiel, aunque sin coherencia en este caso concreto, no
Lo que el Papa sí rechaza es una interpretación de tal teoría que reduzca puede darse la misma proporción de culpabilidad. Ciertas conductas hie-
el pecado mortal a una opción, pero «entendiendo con ello un desprecio ren de tal modo la relación afectiva que, aunque no se quiera directa y ex-
explícito y formal de Dios o del prójimo». Es decir, aceptar que sólo hay plícitamente destruirla, constituyen un atentado serio contra el amor. Es
verdadero pecado cuando se da una negativa directa, una ruptura frontal una reconciliación imposible que sólo llega a superarse con el engaño,
con Dios, y no, como sucede muchas veces, «cuando el hombre, sabiendo pues lo que se admite de forma consciente e intelectual se está negando de
y queriendo elige, por cualquier razón, algo gravemente desordenado». En forma implícita y en la práctica.
tal elección, aunque de manera implícita e indirecta, «está ya incluido un
La concepción tradicional del pecado no se atenúa, ni la visión tra-
desprecio del precepto divino, un rechazo del amor de Dios hacia la hu-
dicional cambia porque no sepamos, a veces, cuándo la persona compro-
manidad y hacia toda la creación» (Ib. n° 17). La gravedad será, sin duda,
mete su opción con un acto determinado, a pesar de los criterios objetivos.
diferente, pero la ruptura se produce en ambas situaciones. En una, habrá
La mayor opacidad de las situaciones interiores se aceptaba sin problemas
un alejamiento de Dios por rebeldía, desprecio o indiferencia, y en la otra,
en la moral tradicional, pues como la misma Exhortación señala, «pueden
porque, aunque no exista tal actitud, hay de hecho un valor que interesa
darse situaciones muy complejas y oscuras bajo el aspecto psicológico que
por encima de él.
influyen en la imputabilidad subjetiva del pecador». Aunque exista una di-
ferencia objetiva en la gravedad del pecado -mortal y venial-, «no es
siempre fácil, en las situaciones concretas, deslindar netamente los confi-
18. Importancia de los actos particulares nes» (Ib. n° 17).
Cuando se duda de que un acto pueda cambiar la opción es porque se
Nadie debe poner en duda tampoco que la opción fundamental puede duda de que sea un pecado mortal, como sucedía en los manuales clásicos,
ser radicalmente modificada por actos particulares. Con un acto concreto, por las limitaciones subjetivas existentes en el campo del conocimiento va-
si tiene un nivel psicológico suficiente de conocimiento y libertad, es posi- lorativo y de la libertad psicológica. Según la doctrina común, a estos pe-
ble marginar a Dios de la vida o colocarlo como valor inferior, dentro de cados objetivamente mortales se les consideraba veniales por la imperfec-
una jerarquía determinada. De lo contrario, existiría el peligro de darle a es- ción del acto. De la misma forma que, como dijimos en el capítulo anterior,
ta orientación fundamental una consistencia abstracta e independiente, co- no todo gesto de conversión, aunque se realice mediante el sacramento de
mo si en ella no tuviera resonancia el mundo concreto de la acción. De es- la penitencia, supone una nueva opción por Dios. Puede realizarse con tal
ta forma, el que afirmara sentirse comprometido y mantenerla vigente en lo superficialidad o con un arrepentimiento tan periférico que el hecho de pe-
profundo de su corazón, podría actuar y comportarse como le pareciera, sin dir perdón no suponga un cambio verdadero, pues el esquema de valores
continúa invertido, sin que él vuelva a convertirse en el supremo. Tal vez
tener en cuenta las exigencias de los valores éticos u obligaciones persona-
la única diferencia radique en que la teoría de la opción ha hecho compren-
les. Lo que aquí se denuncia es la ambigüedad de este planteamiento, co-
der que semejante cambio no resulta tan fácil y frecuente, como algunos
mo se ha recordado varias veces en diversos documentos de la Iglesia.
podían creer con anterioridad, cuando se hablaba de actos concretos.

292 2V3
Es verdad que Juan Pablo II no admite que sea «difícil, al menos psi- Por ello, muchos no la hemos creído necesaria, al no existir una cla-
cológicamente, aceptar el hecho de que un cristiano, que quiere permane- sificación más unánime que evite tantas interpretaciones. Como afirma
Juan Pablo II, «esta triple distinción podría poner de relieve el hecho de
cer unido a Jesucristo y a su Iglesia, pueda cometer pecados mortales tan
que existe una gradación en los pecados graves», pero recuerda que, como
fácil y repetidamente como parece indicar a veces la 'materia' misma de
«entre la vida y la muerte no existe una vía intermedia», la distinción de-
sus actos» (El esplendor de la verdad, n° 69). Sin embargo, la postura de
cisiva y radical se da entre los que rompen la amistad con Dios y los que
santo Tomás ofrece otra perspectiva: «Aunque por un pecado mortal la
no destruyen semejante relación. El Papa prefiere, por tanto, la división
gracia se pierda, sin embargo, la gracia no se pierde fácilmente, pues al
clásica. El pecado se denomina mortal por la pena eterna que incluye, si
que la posee no le resulta fácil realizar ese acto por la opción contraria que
no es perdonado; y se considera también grave por la importancia de la
tiene» {Sobre la verdad, 27, 1 ad 9). Una opinión que no estaba ausente en
materia a la que hace referencia: «por eso, el pecado grave se identifica
la tradición de la Iglesia.
prácticamente, en la doctrina y en la acción pastoral de la Iglesia, con el
pecado mortal (Ib. n° 17).

19. Pecado mortal, grave y venial


20. Conclusión
Para una mayor clarificación sobre la naturaleza del pecado, hace ya
tiempo que se introdujo una triple distinción, en lugar de la doble más clá-
sica y conocida. De acuerdo con esta nueva nomenclatura -en la que el ve- Es posible que en un mundo como el nuestro, por las razones antes
nial no sufre ninguna alteración-, el pecado mortal, en contraposición al apuntadas, el sentido del pecado se haya desvanecido. Para recuperarlo ha-
grave, ha revestido sentidos y significaciones muy variadas entre los auto- brá ciertamente que aumentar la fe, elemento primordial de esta vivencia,
res que la defienden. Sena mortal la opción última y definitiva en el mo- pero también me parece muy necesario fundamentar con la razón la índo-
mento de la muerte, sin posibilidad ninguna, por tanto, de una vuelta atrás le deshumanizante de la culpa, de la negativa al cumplimiento de lo que
o conversión; aquel que nace de una actitud maligna y perversa; el que tie- se presenta como un valor ético. De lo contrario, se hará difícil compren-
ne una dimensión pública y comunitaria; destruye la opción fundamental; der por qué algo que no parece malo para la persona, llega a producir una
supone una ruptura prolongada con Dios; o versa sobre una materia im- ruptura con Dios.
portante y libremente aceptada. Mientras que se considera grave, a dife- El que a veces no sepamos con claridad hasta qué punto somos cul-
rencia del anterior, el realizado durante la vida; cuando es producto más pables, no supone tampoco ningún obstáculo para nuestra conciencia de
bien de la limitación y debilidad; no es público ni escandaloso; transfor- pecadores. Sólo el fariseo y el autosuficiente necesitan una certeza mayor,
ma una actitud, pero sin afectar a la opción; no rompe la esperanza y el de- pues no soportan ignorar su situación para poder sentirse tranquilos. La
seo de la entrega a Dios, aunque se trate de una infidelidad importante; o actitud ética y religiosa no se descubre mirando a una ley y a los requisi-
porque la imperfección del acto impide que llegue a mortal. tos de su cumplimiento, como si después ya fuera posible quedarse satis-
fechos, sino a las exigencias continuas y concretas del corazón que nunca
El intento no parece que pueda catalogarse como positivo, por la plu-
permanece silencioso.
ralidad de significados que un mismo término encierra según la clasificación
A pesar de la buena voluntad, se da también la malicia, la fragilidad e
de cada autor. La falta de un vocabulario común impide comprender el len-
incoherencia, los condicionantes personales de cada individuo. Hacemos el
guaje empLeado, mientras no se conozca con antelación lo que se quiere ex-
mal, aunque no sepamos en qué medida. Lo importante es vivir siempre de
presar con cada palabra. Si dentro de lo que tradicionalmente se llama "pe-
cara a Dios para renovarle nuestra entrega como Bien supremo, y a la espe-
cado mortal1' pueden darse diferentes matices en la gravedad -por su impor-
ra de su perdón en el que todos confiamos. Pero el que haya apostado su vi-
tancia o perversión, por su conocimiento público o escándalo social, por su
da por él, será más raro que peque. Es la única forma de comprender aquella
carácter más definitivo o pasajero, por los atenuantes subjetivos, etc.-, estas
doble afirmación paradójica de san Juan: «El que ha nacido de Dios no pe-
diferencias resultan explicables con esa sola denominación. Pero seria muy
ca» (1 Jn 5,18), y «si afirmamos no haber pecado nunca, dejamos a Dios por
difícil comprenderlas cuando esa misma palabra expresa ya significados dis-
embustero y, además, no llevamos dentro su mensaje» (1 Jn 1,10).
pares y ajenos a la definición más común y generalizada. ** #

")S
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(1990), pp. 87-105. el campo económico, responsabilidades sociales y políticas, etc., se anali-
zaban con una intencionalidad subjetiva: conocer las obligaciones indis-
pensables de cada uno para que, una vez que se hayan cumplido, quedar-
se ya con la conciencia tranquila. Lo importante era no sentirse culpable
de la actuación individual. Si a pesar de la propia honestidad continua
existiendo el mal y el pecado, semejante situación será entonces producto
de las otras personas, de los que no actúan y se comportan de acuerdo con
las exigencias morales. El único camino para eliminar estas situaciones
pecaminosas es seguir insistiendo en la conversión particular de cada in-
dividuo, pues los aspectos sociales, pecaminosos e injustos, son conse-
cuencias exclusiva de esos fallos personales.
El que viva, por tanto, con una conciencia limpia de culpa no tiene
por qué sentirse moralmente preocupado frente al mal que nos rodea, ya
que la existencia de éste es por completo ajena al propio comportamiento.
La misma salvación eterna, en el ámbito de la fe, quedaba marcada con es-
te carácter individual, pues Dios sólo castiga y recompensa por las accio-
nes de las que cada uno se siente autor y responsable. Como la culpa de

296 297
tantas injusticias y atrocidades que se cometen no recaen sobre el hombre del Concilio desenmascara esta postura: «La profunda y nipiíln initmlni
bueno, no hay ningún motivo para el remordimiento o la intranquilidad. mación de la vida exige con suma urgencia que no huya nadie que. > | <>i
Una privatización tan acentuada del pecado se hace ya insostenible despreocupación frente a la realidad o por pura vivencia, se conlmiiK' i'on
en una cultura donde la dimensión política y social alcanza un relieve ex- una ética meramente individualista» (GS 30).
traordinario. La perspectiva ha ido evolucionando de tal manera en estos Las críticas contra la religión ha tenido muchas veces una htiNC o!>
últimos tiempos, que las deficiencias personales apenas tienen resonancia jetiva. Al cristiano se le ha achacado una especie de retirada hacia lu inli
e interés ante la magnitud que revisten los que podríamos llamar, por el midad, una búsqueda de consuelo y esperanza ante la tragedia de lautas .si
momento, pecados colectivos. Las estructuras, las instituciones, las ideo- tuaciones injustas, que dificultó la lucha y el esfuerzo por cambiarlas. Y i*s
logías, los sistemas sociales y económicos..., verdaderos artífices y pro- que en la medida en que la persona se afirma inocente, no es posible el
ductores de tantas desigualdades injustas y atropellos, requieren un cam- compromiso con una realidad que se considera por complejo ajena e hule
bio mucho más urgente e importante que el de los individuos concretos. pendiente al propio quehacer. Por eso, los cambios personales no son su
Habría que eliminar por encima de todo el pecado de la burguesía, de la ficientes para eliminar las situaciones de pecado e injusticia. Sin meternos
burocracia, de los totalitarismos de cualquier clase, de las influencias, de en discusiones históricas, hay que decir que si el comportamiento cristia-
los racismos y violencias. Es el sistema, en último término, lo que está no se orientó a veces por este camino, fue precisamente por no responder,
brutalmente corrompido y genera un ambiente infecto e irrespirable. a pesar de las explicaciones que pudieran darse, a un ideal evangélico.
Preocuparse, pues, por unas deficiencias personales, cuya superación En el fondo, podría existir una imagen demasiado pesimista de la
absorbe las fuerzas del individuo, es un engaño manifiesto y una orientación realidad. La fuerza y el poder anónimo de la estructura convierten a la per-
peligrosa. Por ese camino no se solucionan los problemas más graves, que sona en un esclavo alienado, sometido a los imperativos de unas leyes im-
exigen otro planteamiento de signo comunitario. O peor, se fomenta una ac- placables, incapaz de liberarse de tantos condicionantes e influencias. Los
titud farisaica, que busca la paz de una conciencia narcisista e hipócrita, .o- mecanismos funcionan con una eficacia extraordinaria y con independen-
rao si fuera posible vivir tranquilo e inocentes en medio de una humanidad cia de los sujetos, que no son sino una pieza más de ese gigantesco engra-
pecadora. Bajo este aspecto, hay que insistir mucho menos en la culpabili- naje. Su personalidad tiende, por tanto, a desaparecer en la insignificancia,
dad y fallos individuales para poner todas las energías en la reforma comu- a quedar marginado en la esfera privada. Si en este nivel la libertad toda-
nitaria y en un cambio más profundo de la sociedad. El tema éti.-.»ha (,c en- vía es posible y la ética mantiene su valor, en la vida pública no existe es-
marcarse ineludiblemente en un contexto político. Ninguna de las dos pos- pacio para la moral. Desempeñamos papeles y funciones previamente de-
turas, cuando se hacen extremas y excluyentes, parecen aceptables. finidos, como elementos minúsculos que sirven para el funcionamiento de
la máquina, pero que no pueden impedir su trabajo demoledor. En caso de
que alguno se opusiera o negara su colaboración, sería sustituido de inme-
diato por otro recambio. Las mismas estructuras se autoinmunizan y re-
2. Superar una visión demasiado fatalista chazan cualquier cuerpo extraño que no se integre dentro del sistema.

Por una parte, es cierto que no basta la tranquilidad de la propia con- La buena voluntad individual sirve de poco frente al peso y tiranía del
ciencia. Sería un mecanismo psicológico, como muchas veces sucede con poder técnico, que busca otros objetivos diferentes y se preocupa de los re-
ciertas patologías, para evitar el enfrentamiento con otras exigencias más sultados, sin tener en cuenta otro tipo de valoraciones. Cualquier preocupa-
urgentes y que requieren un mayor compromiso. De esta manera se pro- ción moral se hace demasiado lejana, pues son otros los intereses que se
duce un desplazamiento de la culpabilidad hacia un ente social y anónimo, buscan, y el individuo, pasivo y dócil a todo lo que le presenta, no tiene ca-
representado por las estructuras de cualquier clase, como causantes del pacidad para enfrentarse de forma crítica a ese crecimiento ciego. La ten-
mal. Es muy útil tener un chivo expiatorio y culpable que posibilite el sen- tación radica, entonces, en que se entregue impotente en manos de las es-
timiento de nuestra inocencia interior. La explicación última de por qué tructura, sintiéndose vencido por la fuerza de un destino fatal, frente al que
estamos así radicará siempre en los demás. Son ellos los únicos culpables no cabe otra postura que la de una aceptación realista y sin ingenuidades;
de todo el mal que acontece. Así se construye por dentro un falso refugio, o la de lanzar, desde su pequenez e insignificancia un grito de condena pu-
donde el hombre bueno se experimenta lejano a esa realidad y siente el ramente retórico para convencerse y demostrar la honestidad de su con-
consuelo de que sus manos quedan limpias de todo pecado. La afirmación ciencia. ' 'n lamento que mantiene a salvo su propia dignidad, pero sin nin-

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298
guna resonancia en el ámbito público, que se vuelve impermeable para to- des que de ahí se derivan. Por ello, se insistió en estos cuatro aspectos, que
do lo que dificulte la consecución de sus objetivos. Lo importante, como deberemos tener presente a lo largo de nuestras consideraciones: a) No sen-
nos recordaba Juan Pablo II, es que la existencia de tales estructuras peca- tirse inocente, echando la culpa sobre las estructuras sociales o sobre los de-
minosas «no debe inducir a nadie a disminuir la responsabilidad de los in- más, b) Creerse impotente y sin libertad por el influjo de los condicionantes
dividuos, sino que quiere ser una llamada a la conciencia de todos para que sociológicos, que llegarían a eliminar las propias responsabilidades, c) La
cada uno tome su responsabilidad, con el fin de cambiar seria y valiente- falta de compromiso en la lucha contra el mal presente en el mundo, como
mente esas nefastas realidades y situaciones intolerables» (RyP n° 16). si fuera suficiente la buena conciencia individual, d) La búsqueda de una
transformación social que no vaya acompañada de la propia conversión.
La reflexión fundamental podría centrarse en torno a esta pregunta
3. Necesidad de la propia conversión básica: ¿Cuál ha de ser la actitud ética y cristiana de la persona conscien-
te de su compromiso, frente a las injusticias y pecados sociales que no de-
Por otra parte, tampoco basta la simple reforma de las estructuras e penden de ella ni podrá eliminar?
instituciones que se consideran pecaminosas. Una rebelión contra la injus-
ticia puede echar abajo un determinado sistema, pero romper estas cade-
nas no significa escapar de la esclavitud. La historia demuestra cómo los 4. La realidad del pecado colectivo
cambios, bajo el signo de la libertad, han terminado otras veces en una
opresión de signo diferente. Se requiere demasiada ingenuidad para creer La existencia del pecado colectivo constituye un primer punto de re-
que la solución puede encontrarse sin la correspondiente renovación per- flexión. A primera vista nadie puede negar su presencia en todos los ámbi-
sonal. De la misma manera que la responsabilidad individual no es nunca tos de la sociedad. Los hechos son tan evidentes, que la indignación brota
aislada ni solitaria, el deber colectivo tampoco nace de un ser anónimo e con espontaneidad ante las múltiples situaciones que hieren la sensibilidad
impersonal. Si antes existía el peligro de ignorar la dimensión comunita- de cualquier persona honrada. La letanía de hechos y acontecimientos se-
ria para insistir en un planteamiento individualista, ahora se tiende a des- ría innumerable y definida. Basta mirar a nuestro alrededor para darse
conocer este carácter personal para quedarse en el análisis objetivo y des- cuenta de las atrocidades e injusticias de nuestra sociedad. Se requiere un
nudo de las estructuras sociológicas. No es posible humanizar la sociedad, encanecimiento cínico para no sentirse impactado por las desigualdades
si no busca al mismo tiempo la propia humanización. Hay que socializar existentes entre los países desarrollados, con un nivel de lujo y consumis-
la responsabilidad personal y personalizar la responsabilidad comunitaria. mo escandaloso, frente a la indigencia y hambre de las dos terceras partes
Si la lucha por el cambio sólo se puede hacer a partir de la política, de la humanidad, o las mismas diferencias abismales entre los miembros de
ésta se hace también únicamente aceptable cuando se realiza a partir de la una nación. Mucha razón tenía Gandhi, cuando repetía que «el planeta tie-
propia honestidad. La moralidad individual que antes se valoraba con ex- ne cuanto el hombre necesita, pero no cuanto el hombre codicia».
ceso, tiene ahora el peligro de marginarse, como si no tuviera ninguna Todos tenemos conciencia, más o menos latente, de vivir en un mun-
trascendencia. Si el individuo desaparece bajo el peso de las estructuras y do podrido por el egoísmo, la mentira, el lucro, la ambición, la falta de so-
sistemas, moriría cualquier posibilidad de humanismo y sólo seguirían lidaridad, cuyas estructuras y funcionamiento no tienen casi nada de huma-
funcionando las fuerzas ciegas del poder y de la técnica, que se mueven no. El mismo deseo de luchar y mantener ciertos valores morales y evan-
por unos determinados intereses, al magen por completo de la preocupa- gélicos parece una ilusión demasiado ingenua y utópica. El mal se encuen-
ción ética. Lo que Maquiavelo aplica il hombre político, habría que au- tra arraigado con tal fuerza y proporciones, que sólo cabe la protesta y el
mentarlo mucho más, cuando se haya «pulsado del mundo la dimensión conformismo, pero no una lucha eficaz en la que el bien siempre termina-
humana que la moral nos aporta. rá vencido. No hay que ser pesimista en la visión de la realidad que nos ro-
Se trata de ver, por tanto, cómo integrar los aspectos dialécticos de es- dea, pero tampoco conviene ser demasiado ingenuo, como si bastara cerrar
ta problemática, para no caer en un individualismo que privatice los aspec- los ojos para no encontramos con ella. Hay que denunciarla, sin duda, pe-
tos comunitarios, ni en una denuncia abstracta que elimine o prescinda de ro también analizar las causas que provocan esa situación. Como Helder
las obligaciones concretas y personales.En el Sínodo de 1983 salió a la luz, Cámara decía: «cuando doy pan a los pobres dicen que soy un santo; cuan-
en repetidas ocasiones, este doble peligo, con las correspondientes actitu- do pregunto por qué los pobres no tienen pan, me llaman comunista».

300 .MU
El campo de condena se ampliaría mucho más si analizáramos el mun- En todo pecado existe ciertamente una dimensión social por el influ-
do de prejuicios colectivos, más o menos inconscientes, que fomentan y de- jo negativo que provoca en la comunidad. Estamos configurados de algu-
fienden esas mismas injusticias: la superioridad del hombre sobre la mujer, na manera por las repercusiones de los otros sobre la vida de cada uno. De
del blanco sobre el negro, del rico sobre el pobre (no sólo a nivel económi- la misma manera que necesitamos del testimonio ajeno para que nos esti-
co), del capital sobre el trabajo... con los consiguientes privilegios dimanan- mulen y confirmen en nuestras actitudes positivas, el pecado, sobre todo
tes de esa supuesta primacía. Lo más significativo de estas actitudes comu- en sus expresiones más públicas y externas, obstaculiza la práctica del
nitarias es la naturalidad con que se aceptan, como si se tratara de principios bien, creando un clima negativo que infesta y contagia. «Es ésta la otra ca-
incuestionables, y aunque en un tiempo posterior se descubra su errónea ra de aquella solidaridad que, a nivel religioso, se desarrolla en el miste-
consistencia, son muchas las arbitrariedades y atropellos que se han produ- rio profundo y magnífico de la comunión de los santos» (RyP n° 16).
cido con anterioridad. Por eso ante la esclavitud, la inquisición, el antisemi- El pecado social abarca también todas aquellas actitudes que afectan
tismo, la pena de muerte, la intolerancia, por citar algunos ejemplos, senti- directamente al mundo de nuestras relaciones con los demás y que se cen-
mos hoy una cierta vergüenza y confusión, a pesar de los factores históri- tran, sobre todo, en el campo de la justicia. Todo acto cometido contra los
cos, culturales e ideológicos que sirvieron de soporte. Realidades como és- derechos de la persona humana o de otros grupos y comunidades reviste
tas, que se utilizaron con buena voluntad, pero fueron causa de abusos y crí- también este carácter social.
menes, solemos denunciarlas hoy con un grito de protesta: ¡No hay derecho!
Pecado colectivo, por el contrario, podría considerarse aquel que re-
A una sociedad que ha producido tantas barbaridades y que todavía cae sobre un grupo de personas o una determinada sociedad, cuyos miem-
genera en abundancia una profunda perversión, habría que condenarla éti- bros son culpables de las acciones que se ejecutan. Como la culpa supone
camente como injusta y desde un punto de vista religioso como pecadora. siempre una conciencia individual, libre y responsable de los propios actos,
En estos casos no señalamos a nadie de una manera concreta, aunque al- la simple pertenencia a un estado, comunidad o agrupación no puede con-
gunos individuos puedan tener mayor culpabilidad. Condenamos simple- siderarse como pecaminosa sin esta culpabilidad de cada uno. En este sen-
mente a una comunidad que ha vivido y actúa de esa manera, siempre que tido, la Iglesia «cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como
los derechos fundamentales de la persona no se hayan respetado. ¿Es jus- pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colecti-
to y objetivo este pronunciamiento? ¿Podemos hablar de un auténtico pe- vos..., sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acu-
cado colectivo? mulación y la concentración de muchos pecados personales» (RyP n° 16).
El tema hace tiempo que se había discutido. El término, sin embar- Finalmente, se designa como pecado estructural al que se hace pre-
go, se quiso evitar intencionadamente en el Vaticano II, aunque se insistió sente como una situación perversa en las instituciones, estructuras e ideo-
en la dimensión social de todo pecado. Fueron los obispos latinoamerica- logía, etc., que facilitan el mal y dificultan la práctica del bien. Su génesis
nos quienes, en Medellín y en Puebla hablaron de forma expresa y repe- se explica por la finitud y pecaminosidad de las personas, pero muchas ve-
tida del pecado social, con diversas denominaciones. La causa decisiva de ces se despersonaliza y diluye de tal manera que no es fácil encontrar a los
tanta pobreza y marginación no se presenta como un producto de la fata- verdaderos culpables. «Se debe pues admitir que realidades y situaciones
lidad, sino que es consecuencia de las estructuras económicas, sociales y como las señaladas, en su modo de generalizarse y hasta agigantarse co-
políticas que originan ese estado de pobreza. Una realidad que exige la mo hechos sociales, se convierten casi siempre en anónimas, así como son
conversión personal y un cambio profundo de las mismas estructuras. complejas y no siempre identificables sus causas». En este último sentido,
cuando se aplica el concepto de pecado a una realidad no personal, la ex-
presión reviste sólo un significado analógico. (RyP n° 16).
5. Hacia una clarificación del concepto Aunque hoy estemos más de acuerdo en estas diferentes divisiones,
el problema, a mi manera de ver, habría que plantearlo a otro nivel distin-
Son bastantes los autores que, Jeseosos de mantener una precisión to. No se trata de una cuestión de terminología -para ver si esas situacio-
jurídica y desconfiados de las apreciaciones universales y un tanto ambi- nes colectivas de pecado hay que entenderlas en un sentido estricto o más
guas, adoptan una actitud de rechazoa, al menos, de cierta reserva frente analógico e impropio-, sino de reflexionar sobre la actitud del cristiano
al pecado estructural o comunitario. Para una mejor clarificación del vo- frente a esas realidades pecaminosas. O dicho con otras palabras, hasta
cablo habría que distinguir diferentesaspectos. qué punto la conciencia personal no se encuentra interpelada y comprome-

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tida en esas circunstancias, en las que -sin saber de una forma cierta quié- otro dios «que vaya delante de nosotros, pues no sabemos qué ha sido de
nes son los culpables, como en el pecado estructural; o de las que el indi- ese Moisés que nos sacó del país de Egipto» (Ex 32,1). Frente a este he-
viduo no tiene la culpa, como en el pecado social o colectivo- el mal se cho se descubren dos posturas antagónicas y contradictorias. Por una par-
ha hecho presente con todas sus consecuencias dramáticas. te Aarón, el más culpable de todos, quiere escaparse de la culpabilidad in-
Creo que la palabra de Dios ofrece un punto de partida válido para dividual y colectiva. Su excusa manifiesta el deseo absurdo de no verse
avanzar por este camino. Dos puntos fundamentales va a subrayar en su implicado en el hecho, como si fuera algo que ha sucedido sin apenas co-
enseñanza: la solidaridad que el individuo honesto y sin culpa ha de tener laboración de su parte. La respuesta a la pregunta de Moisés encierra una
con el pecado que existe en el mundo; y el compromiso ineludible de lu- lectura significativa: «No se encienda la ira de mi señor. Tú sabes que es-
char contra su existencia y los efectos que desencadena. te pueblo es obstinado. Me dijeron: 'Haznos un dios que vaya delante de
nosotros'» (32,22). El no hizo más que pedir el oro, echarlo al fuego «y
salió este becerro». La culpa, pues, radica fundamentalmente en la mali-
6. La dimensión solidaria del pecado cia de los demás, en la perversidad de los otros, que no han sido capaces
de cumplir con su obligación. Moisés, sin embargo, inocente y lejano del
Es una de las características más importantes, tal y como Dios lo culto idolátrico, se siente tan solidario con el pecado y el destino del pue-
contempla desde su óptica divina. Sus afirmaciones son a veces tan rotun- blo que su oración a Dios resulta profundamente conmovedora: «Este pue-
das y tajantes, que provocan un sentimiento de rechazo e incomprensión, blo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. Pero ahora, o
como si la conducta de Dios resultara demasiado injusta. Hoy nos parece perdonas su pecado o me borras del libro que has escrito» (32,31-32).
insostenible que el castigo por la culpa de uno se extienda a toda su fami- Un intento de justificación y huida, como el de Aarón, se descubre
lia y que la falta de los antepasados deba expiarse también en las genera- ya en las primeras páginas del Génesis, cuando Adán echa la culpa de lo
ciones venideras. Tal vez pudiera sospecharse que nos estamos moviendo que ha acontecido sobre Eva y ésta la descarga a su vez sobre la malicia
en- un ambiente muy primitivo, donde el pecado aparece como una man- de la serpiente. Es la misma reacción ciega de los que se lanzan sobre la
cha que afecta a todas las personas incluso en contra de su libre voluntad, mujer adúltera para lapidarla y a los que Jesús tiene que colocar ante la
o en un clima excesivamente jurídico que responsabiliza a los individuos verdad de su conciencia: ellos también son culpables y por eso «fueron sa-
por el simple hecho de pertenecer a un mismo pueblo o familia. liendo uno a uno, empezando por los más viejos» (Jn 8,9). ¡Cuántas veces
La Biblia ciertamente no está exenta de estas concepciones menos la indignación virtuosa y las denuncias agresivas son una forma sutil de ta-
desarrolladas, pues en ella se da un proceso de evolución progresiva y, en par la mala conciencia y quedarnos tranquilos de nuestra pasividad ante el
este terreno concreto, se advierte con claridad un cambio de orientación mal! Gritar en voz alta es el mejor camino para decir que nosotros no so-
paulatino hacia la conciencia personal, como la única fuente de la culpa- mos culpables ni estamos comprometidos con la realidad del pecado.
bilidad auténtica y verdadera. Las afirmaciones de Ezequiel, en su célebre La enseñanza de la Biblia parece que va en sentido contrario. Es una
capítulo 18, alcanzan ya un grado tal de exactitud y precisión que no ten- invitación a la solidaridad, a no sentirnos desligados de los males y defi-
dría dificultad en firmarlas el jurista más escrupuloso. Sin embargo, y a ciencias de la comunidad humana en que vivimos, a no creernos ajenos y
pesar de este progreso que podría considerarse como definitivo y superior sin ninguna relación con la presencia del pecado en cualquiera de sus di-
a las concepciones arcaicas de épocas anteriores, no desaparece la dimen- mensiones. Habría que insistir, por tanto, sin atenuaciones de ningún géne-
sión comunitaria del pecado. Cuando nos encontramos ante una situación ro, que la postura de los que culpan a los demás -los otros, la sociedad, los
pecaminosa, nadie puede creerse con las manos limpias y su conciencia sistemis o las estructuras- como protagonistas de un pecado con el que no
tranquila. La palabra de Dios denuncia la falsa ilusión de los que quisie- tienen personalmente ninguna vinculación, no puede catalogarse de cristia-
ran verse libres de cualquier responsabilidad en semejantes ocasiones, por na. Una actitud como ésta sería una copia exacta de la tomada por el fari-
el hecho de no ser los culpables de ellas. El episodio tan conocido del be- seo, que se acercaba al Templo con un corazón inocente para darle gracias
cerro de oro puede ser revelador en este sentido. a Dios de no ser «como los demás». La condena de Cristo no deja lugar a
En el Éxodo se nos describe la realidad de un pecado comunitario. dudas: por ese camino nunca se alcanzará la justificación (Le 18,9-14).
El pueblo entero se ha entregado a la idolatría, desesperado por la tardan-
za de Moisés. Aarón aparece a la cabeza del pueblo culpable, que busca

304 105
7. La lucha comprometida contra el pecado cristiano, este nuevo tipo de comunidad. Su victoria fue completa en cuan-
to que el ser humano ya ha sido liberado del mal por la recreación de la
Es un segundo aspecto que se detecta con claridad en la reflexión gracia, pero todavía no es definitiva ni absoluta, pues queda un largo cami-
paulina sobre la presencia del pecado. Él distingue con nitidez el pecado no, hasta el final de los tiempos, para llevar a su plenitud la obra de Cris-
en singular (hamartía), de los actos pecaminosos que se manifiestan en las to. Mientras tanto, como responsables y cooperadores de este destino por
caídas (paraptóma), y de las transgresiones personales (parábasis). El pri- nuestra solidaridad con Jesús, los cristianos arriesgan su vida no sólo por
mer significado, que corresponde a lo que más adelante designa como eliminar el pecado de su corazón, sino para desterrarlo también de la exis-
misterio de iniquidad (2 Tes 2,7), ocupa la primacía de su enseñanza. El tencia humana esa fuerza destructora. La permanencia del mal es un reto
misterio no encierra aquí un sentido puramente intelectual, como si se tra- continuo, que nos recuerda la obligación básica de nuestra fe. Como Jesús,
tara de algo que escapa a nuestro conocimiento, cuya existencia o com- tampoco podemos ser conformistas con esta realidad. Nuestra tarea consis-
prensión no se puede demostrar. Para una mentalidad mítica, el misterio te en continuar la misma lucha para que un día sea posible el triunfo final.
es, ante todo, una realidad más fuerte que invade a la persona y la desbor-
da, de tal manera que provoca una desorientación, una incapacidad de do-
minarla y reducirla a nuestros esquemas y posibilidades humanas. Cuan- 8. Sin espacio para la neutralidad
do este dominio no se consigue de ninguna forma y tampoco con la razón,
la realidad se hace opaca, huidiza, profundamente incomprensible. Ahora no pretendo deducir tampoco que esa realidad, manifestada
En el mundo existe este misterio del mal, una fuerza inicua que pe- en la revelación, equivale por completo a nuestras categorías actuales de
netra en el corazón de las personas, se apodera de las estructuras e impo- pecado. Su insistencia radica en esa fuerza que esclaviza e impide la prác-
ne su dominio sobre la creación. Es un clima y una atmósfera contamina- tica del bien, y que, en la tradición posterior, se ha designado como peca-
da y corrompida, que impide la salud espiritual de los individuos. Sumer- do original. Sería imposible vivir con honradez, si Jesús no hubiera reali-
gidos en ese ambiente se encuentran cerrados por completo a la práctica zado esta liberación. Lo de menos es la terminología. Lo más importante
del bien. La explicación última de todos los pecados personales radica en es la conclusión evidente que se deriva de tal enseñanza: cuando el peca-
esta trágica situación, de la que la humanidad se siente prisionera e inca- do penetra en el mundo y produce sus frutos en la existencia humana, nin-
paz para conseguir su libertad. A Satán, como personificación de ese mis- gún cristiano puede sentirse inocente y sin ninguna vinculación con él.
terio, le interesa sobre todo fomentar y extender semejante condición, pues ¿Significa esto que todos somos verdaderamente culpables?
en la medida que su presencia se acentúa, el reino del pecado se hace más Si queremos ser exactos en nuestras apreciaciones, no se debe acep-
fuerte y la victoria del mal, incluso en las personas particulares, adquiere tar ninguna culpa, al menos en su sentido más estricto, mientras no exista
mayores dimensiones. La carta a los Romanos principalmente es un testi- una relación entre esas situaciones pecaminosas y nuestra libertad perso-
monio impresionante de esta visión dramática de la humanidad, que otea nal. Hay, pues, que entroncar ese mal objetivo con la conciencia de cada
con esperanza La venida de un salvador, alguien que posibilite la lucha y individuo concreto, para ver qué tipo de comunión pudiera existir entre es-
la victoria contra esa fuerza que tiene sometida a toda la creación. El ser tas dos realidades que, a primera vista y en la mayoría de los casos, apa-
humano ha experimentado en su propia carne una incapacidad absoluta pa- recen como autónomas e independientes. Aquí se encuentra justamente el
ra romper el círculo de esclavitud y muerte en que se encuentra encerrado. punto más álgido y molesto de la cuestión.
Cristo ha venido a sembrar en el mundo esta nueva semilla de libe- Por experiencia sabemos muchas veces lo difícil que resulta juzgar
ración. Frente a la opacidad del pecado, la Palabra iluminadora pone su desde fuera la conducta de un individuo del que no tenemos un mayor co-
tienda entre nosotros y comienza una dura batalla para quitar el pecado del nocimiento, e ignoramos las circunstancias peculiares que pudieran expli-
mundo. No quiere sólo una conversión personal de cada individuo. Su lu- car sus reacciones y formas de conducta. Nuestra propia culpabilidad in-
cha es contra este mundo y el orden vigente, que no reconoce ni admite los terior se nos hace también confusa, pues hay ocasiones en las que no ve-
valores humanos y evangélicos de un reino cuyos esquemas se fundamen- mos con claridad el grado de compromiso que hemos contraído. Si con
tan en otros presupuestos diferentes. Jesús invita a esta tarea salvadora, que tanta frecuencia es temerario e impreciso un juicio ético a nivel individual,
supone el deseo de conseguir, mediante el compromiso y esfuerzo de cada ¿cómo va a ser posible, entonces, una condena tan generalizada?

306 MI7
Hay que reconocer, además, la enorme desproporción objetiva entre Para evitar este círculo engañoso tendríamos que descubrir con ma-
lo que depende y puede hacer un individuo concreto y esa zona tan gigan- yor exactitud en qué consiste esta diferencia. Es lo que popularmente se
tesca del mal, tan compleja, universal y difuminada, que escapa absoluta- intuye cuando se dice muchas veces que no basta la buena voluntad. La
mente al control y dominio de cada persona. Si uno renuncia a todos sus experiencia confirma repetidamente lo objetivo de esta afirmación. Se
bienes para entregarlos por completo al servicio de los pobres, puede es- puede estar lleno de ilusiones y deseos formidables por ayudar, servir o
tar seguro de que otros muchos seres humanos seguirán viviendo y mu- hacer el bien, pero tener una actuación desafortunada, errónea o sin tacto
riendo en la miseria. Por muchos esfuerzos que realicemos en la lucha por que, a pesar de la excelente disposición, provoque una serie de consecuen-
la paz, la guerra, el terrorismo, la fabricación de armas mortíferas, los ase- cias lamentables y hasta de extraordinaria importancia. Sin embargo, al
sinatos prosiguen su ritmo creciente. ¿Qué puede intentar un individuo pa- que haya actuado de buena fe y con su mejor buena voluntad, nunca se le
ra la eliminación de tantas tragedias, injusticias, pecados y desastres? podrá condenar como perverso y pecador.
¿Qué culpa vamos a tener de las situaciones pecaminosas que se dan en Los ejemplos podrían multiplicarse en todos los campos. Basta pen-
otros continentes y muy lejos de nosotros? sar, por citar uno solo, en los efectos de una educación rígida y autoritaria
Un planteamiento así desemboca ciertamente en un callejón sin sa- hasta el extremo, falta de comprensión y suficiente autonomía, efectuada
lida. Son demasiados los factores que intervienen en los complejos meca- por unos padres ilusionados en hacer de su hijo una excelente persona, pe-
nismos de la sociedad y ante los que una persona sólo puede confesar su ro que termina en un auténtico desastre psicológico. Nadie podrá culpar a
impotencia. Es aquí donde brota la tentación de caer en una simple denun- los padres que han puesto su interés, esfuerzo y medios a su alcance para
cia estéril o, lo que es peor, de aceptar con resignación -teñida incluso de conseguir precisamente todo lo contrario de lo que pretendían. Pero si se
matices cristianos- tales hechos injustos como fenómenos humanos que intenta conocer las causas más profundas y verdaderas de tal situación,
han de darse por encima y a pesar de todo. Lo único que se conseguiría de ellos aparecerán sin duda alguna como los más directos responsables. Y es
esta forma es adormecer aún más una actitud responsable y fomentar una que la responsabilidad, en último término, no es nada más que la respues-
especie de fatalismo ciego y trágico, que deja tranquilo y satisfecho por el ta a una simple pregunta: ¿Quién ha hecho esto? ¿Cuál es la causa de es-
convencimiento de que no existe ninguna solución ni es posible ningún re- te fenómeno? Después vendrá un análisis posterior para constatar si el res-
medio para evitarlo. ¿Cómo despertar, entonces, el sentimiento de nuestra ponsable de esas consecuencias es también culpable de ellas o, desde el
responsabilidad comunitaria? punto de vista moral, no ha existido ningún pecado

9. Responsabilidad y culpabilidad 10. Las consecuencias imprevisibles de nuestras acciones

Tal vez el camino mejor para encontrar una salida a esta situación pa- Todo comportamiento humano tiene un mundo de consecuencias
radójica sea hacer una clara distinción entre los dos términos -responsabi- que, como hemos dicho, escapa muchas veces a las previsiones más sin-
lidad y culpabilidad- que se barajan con tanta frecuencia en el campo de la ceras, formando una serie de reacciones en cadena, que resultan ya inevi-
ética. En el lenguaje más corriente se utilizan muchas veces como vocablos tables. El ser humano, como fruto de su limitación e impotencia, no llega
sinónimos y así lo hemos empleado en otras ocasiones anteriores. El res- a dominar todo lo que surge de su querer y libertad. En ocasiones, estas
ponsable de una mala acción aparece también de ordinario como culpable. mismas consecuencias se vuelven contra sus propios intereses o producen
Y si existe algún elemento que atenúe o disminuya su culpa, en la misma sobre los demás determinados efectos que no se habían pretendido ni si-
medida se afirma que su responsabilidad es menor. Por ello, si juzgamos quiera previsto. Él será el primero en lamentarse por el curso de los acon-
que la culpa personal en esas situaciones concretas de pecado es mínima o tecimientos. Aunque no se lo deba acusar, en tales circunstancias, de lo
apenas existe, debido a nuestra impotencia para un cambio radical o, inclu- que trasciende más allá de su voluntad, tampoco hay que eximirlo de todo
so, imposible de conseguir por una serie de imponderables ajenos a la vo- lo que no ha pretendido con su acción. Sería una actitud ligera y farisaica
luntad del individuo, nadie tampoco se creerá responsable y solidario mien- si se le desligara por completo de las consecuencias de su conducta por el
tras mantenga la conciencia tranquila frente a sus obligaciones particulares. simple hecho de no haberlas querido ni deseado.

308 3U<)
En nuestra moral clásica se insistía sobre todo en la responsabilidad
vidad privada o social no mire más que a los intereses personales o del
ética, cuando la libertad quedaba directa o indirectamente comprometida grupo, se da una perversión responsable del sentido comunitario. «Con es-
por haber querido las consecuencias, haberlas previsto, o realizar una ac- to el mundo deja de ser el espacio de una auténtica fraternidad» (GS 37).
ción, sin motivo proporcionado, de la que pudieran derivarse. El conocido
Ahora bien, nadie puede estar cierto de que su opción en la vida, por
principio de doble efecto y otros semejantes, que ya vimos, tenían como
muy buena voluntad que ponga, no va a provocar también consecuencias
función clarificar la culpa en este última caso, para saber hasta qué punto
negativas. Hasta el mismo testimonio evangélico puede suscitar en algu-
el individuo debe sentirse culpable de los efectos malos producidos por su
nos efectos perniciosos. Incluso si la decisión hubiera sido distinta, los re-
acción. Pero no debemos quedarnos aquí, limitando nuestra preocupación
sultados no habrían sido tampoco únicamente positivos. En cualquier hi-
al campo de la eticidad individual. Hay que insistir en la dimensión comu-
pótesis, somos responsables de todas esas secuelas que brotan de nuestras
nitaria, social, política -en su sentido más etimológico y profundo- para
decisiones y que producen efectos que no pretendemos e incluso ignora-
que la persona tome conciencia de la influencia de sus actos, de su ideo-
mos. Una opción que abarca no sólo su manera concreta de actuar, sino so-
logía, de su cultura etc., en la historia y desarrollo de la sociedad. Se trata
bre todo su actitud frente a los grandes problemas básicos del mundo y de
de acentuar, por tanto, el carácter comunitario de nuestra responsabilidad.
las personas. Cada uno posee su ideología religiosa o política, está vincu-
De una manera sintética podríamos definirla como la responsabili-
lado a un grupo económico y cultural determinado, tiene sus intereses y
dad nacida por la influencia de nuestros actos en los demás, aun en la hi-
preferencias, etc., que condicionan enfoques y ópticas muy diferentes.
pótesis de que el propio comportamiento no resulte pecaminoso. En este
¿Quién puede asegurar que su punto de vista será el mejor para la socie-
último caso no habría lugar para el arrepentimiento, que supone siempre
dad?, ¿que las soluciones adoptadas encierran menos inconvenientes'? El
una mala voluntad libre y aceptada, pero podrían surgir, incluso, auténti-
convencimiento sincero de que así será podrá evitar la culpa, pues se vive
cas obligaciones de justicia, que exijan una reparación. Aunque no exista
de forma coherente con lo que parece lo mejor, pero no elimina los erro-
culpa, la obligación de repara los daños causados resulta bien conocida en
res y equivocaciones lamentables que se detectarán en el futuro, o los ma-
el mundo jurídico. Es como la distinción que se da en el mismo derecho
les inevitables que siempre brotarán, sea cual sea nuestra decisión.
entre la responsabilidad civil y criminal. El problema no radica, entonces,
A nivel personal, todos tenemos pequeñas experiencias de este fenó-
en medir simplemente el grado de culpa que pueda darse en un individuo
meno, cuando se recuerdan épocas pasadas de enorme autenticidad, pero
concreto, sino en analizar con lealtad y lucidez, para aceptarlas, las res-
que ahora valoramos de forma algo distinta y con las que ya no estamos
ponsabilidades que nazcan aun sin culpa personal. Esto indica una sensi-
identificados. Ahora no nos atreveríamos a decir lo mismo o nos compor-
bilización mayor frente a las obligaciones sociales que nos afectan, pues
taríamos de forma diferente. En el momento actual, al ver las cosas con
no es suficiente examinar la responsabilidad a la luz exclusiva de las fal-
nuevos matices, se adoptan otras determinaciones que se valoran como
tas personales. El enfoque de nuestra reflexión se abre así hacia otros ho-
mejores, pero que no dejarán de tener sus inconvenientes. Es verdad que
rizontes muchos amplios y universales, que nos hacen sentirnos solidarios
muchas veces se requiere una perspectiva histórica para caer en la cuenta
de la historia en todas sus direcciones.
de la equivocación o simplemente de la falta de prudencia. No siempre se
tiene suficiente lucidez, acosado por múltiples motivaciones ocultas, pre-
juicios colectivos, intereses de toda índole, para una visión objetiva y de-
11. La responsabilidad de cara al futuro sapasionada, por mucho que se proclame la independencia y honestidad.
Sólo el tiempo y la experiencia le harán descubrir los factores que le con-
La responsabilidad comunitaria es, en primer término, el compromi- dicionaban en su actuación y valoraciones.
so que todos tenemos de colaborar solidariamente, desde el lugar en que La salvaguardia de ciertos privilegios y el derecho a determinadas
cada uno se encuentra, en la construcción de una sociedad más justa y hu- acciones, que los individuos, grupos o países se atribuyen como una espe-
mana. El Concilio señala con evidencia esta dirección hacia el futuro, cie de derecho inalienable, se aceptan y racionalizan de tal manera que la
cuando habí;, de la tarea que a todos nos incumbe de edificar un mundo simple posibilidad de revisión resulta casi inaudita y desconcertante. Sólo
m:'.;. acorde con los planes de Dios: «De ahí que la norma de la actividad el tiempo aportará los datos necesarios para comprender las injusticias
humana es q„c, según el designio y voluntad divina, responda al auténti- que, en nombre de Dios y del bien común, se han cometido en la historia.
co bien del género humano» (GS 35). En el momento que cualquier acti- Por amor y en defensa de la verdad se ha producido mucho daño, aunque

310
311
sea de forma involuntaria. El inconsciente freudiano o la ceguera de cora- Por ahí podrá comprenderse mejor los fallos de ciertos sistemas y la
zón bíblica han encubierto, bajo ciertas ideologías, decisiones demasiado desmitificación de algunas ideologías. Difícil será la unanimidad del diag-
interesadas que han servido para aprovecharse de los otros que se encon- nóstico -y el respeto a otras lecturas de la realidad es también una exigen-
traban en estado de inferioridad. En cualquier caso, lo único que quiero su- cia humana-, pero ello confirma la idea básica que hemos apuntado. Por
brayar son las consecuencias negativas que, al margen de la buena volun- muy convencidos que estemos de la verdad -cuando este convencimiento
tad e intención, irremisiblemente se escapan de nuestras opciones, cual- se hace apasionado, resulta ya un tanto sospechoso-, nadie puede asegu-
quieras que ellas sean. rarnos que el camino y la opción tomada vayan a ser la mejor para el fu-
turo, la más lúcida y eficaz. Y siempre quedará, al menos, la sensación de
que el mundo futuro es consecuencia de nuestra responsabilidad, aunque
sea en proporciones pequeñas. De alguna manera, todos los que formamos
12. El juicio inexorable de la historia
parte de la sociedad somos causa -tal vez sin culpa- de aquellos males que
nos rodean y se hacen presentes entre nosotros.
Hoy somos más conscientes de las responsabilidades contraídas por
la misma Iglesia en momentos decisivos de la historia, que provocaron
grandes males para la posteridad. Los estudios sobre el cisma de Oriente,
que rompió la unidad cristiana; la actitud frente a los ritos chinos, que, se- 13. La solidaridad con el pasado
gún la opinión de algunos, cerró las puertas a la evangelización de un con-
tinente; la pérdida de la clase obrera, que el mismo Pío XI señaló como el Cuando miramos atrás, hacia la historia que nos ha precedido y en la
«escándalo del siglo XIX» -y no puede haber escándalo sin responsabili- que nos encontramos situados, no podemos ciertamente sentirnos culpa-
dad-; la mayor cercanía a los poderosos de este mundo, sin seguir la doc- bles de nada. Sobre nosotros, en concreto, no cae el peso de la culpabili-
trina y los ejemplos de Jesús; la falta de intrepidez evangélica para luchar dad que han amasado nuestros predecesores. Las injusticias, las guerras,
contra el antisemitismo y los racismos de cualquier tipo; la condena de el odio, las incomprensiones, los atentados contra la persona humana y to-
personas y doctrinas que se han revalorizado con posterioridad; la descris- do el mundo que brota de la malicia inserta en nuestra naturaleza pecado-
tianización de una masa que en su mayoría pasó por colegios religiosos y ra han crecido sin nuestra colaboración personal. Nadie nos puede lanzar
recibió una formación cristiana, etc., constituyen sólo unos pocos ejem- una condena por realidades que han sucedido al margen por completo de
plos de la responsabilidad enorme que recae sobre la comunidad cristiana, nuestro querer. Pero tampoco podemos olvidar la otra vertiente. Nosotros
Lo que vemos ahora con mayor claridad, mirando al pasado, volve- somos también hijos de esa historia. Lo cual significa que todo lo que so-
rá a repetirse en el futuro, cuando entremos en el juicio de la historia. En- mos y tenemos ha sido fruto, en una proporción desconocida y misteriosa,
tonces se comprenderá también el mal que, sin querer, hemos hecho a cau- pero real, de las situaciones anteriores, con todo su contexto de pecado.
sa de nuestra ceguera, conformismo, apatía, huida de la realidad, falta de Basta reflexionar un poco para darnos cuenta de cómo nuestra cultura
iniciativa, desconocimiento de los mecanismos sociales, ausencia de soli- personal, el nivel económico, los privilegios sociales obtenidos y, en una pa-
daridad, aunque en aquel momento se hubiera realizado lo que mejor pa- labra, todo lo que supone una valor de cualquier tipo, ha nacido en un clima
recía. La lucha contra el mal objetivo, que invita y arrastra a la degenera- donde no se han respetado los derechos de los demás ni ha existido espacio
ción de las personas, hay que plantearla en el ámbito de lo social. Más im- para la fraternidad y la justicia. Probablemente no habríamos conseguido
portante que dar limosna a un necesitado es trabajar por una sociedad en muchas d e las ventajas que poseemos, si no hubieran sido amasadas por el
que la miseria sea menor y los recursos económicos se repartan más fra- sufrimiento y la privación de quienes han sido siempre los marginados de
ternalmente. Y mejor que condenar a una asesino es la búsqueda de un cli- ciertas posibilidades. Nada poseemos que no provenga de la sociedad, pero
ma comunitario donde la paz y la reconciliación se hagan posibles. El aná- de una sociedad que no ha respondido nunca a las exigencias humanas y del
lisis político de esta dimensión, del que tan ausentes han estado a veces los evangelio. De alguna manera, nuestro patrimonio particular es fruto ilegíti-
cristianos, constituye una obligación para quien no desee mantener una mo de la historia pasada, con la que debemos sentirnos solidarios.
conciencia acrítica y demasiado ingenua. Y toda opción política está llena A medida que se avanza por este camino, un sentimiento de vergüen-
de responsabilidades futuras. za y responsabilidad aumenta en el corazón y se elimina progresivamente

312 \\\
una postura tranquila y cómoda, como si se tratara de realidades que nada blo II, que recoge las múltiples dimensiones que afectan directamente a la
tienen que ver con nosotros. Así resulta comprensible que la Iglesia de persona e influyen, por tanto, en el discernimiento de las posibles culpa-
ahora, sin culpar a nadie, pueda pedir perdón, como lo hizo Juan XXIII, bilidades. Cuando insiste en la necesidad de vincular los pecados sociales
por las responsabilidades que tuvo en el cisma y separación de todas las con los fallos de los individuos, afirma en un párrafo muy rico de conte-
Iglesias; o como lo ha vuelto a demandar Juan Pablo II, a pesar de la opo- nido: «Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o
sición que tuvo que vencer, por los errores cometidos en épocas pasadas, explota la iniquidad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o,
que provocaron también tantas consecuencias negativas. Lo mismo que el
al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pere-
Estado alemán ha buscado reparar, aunque sus dirigentes actuales no tu-
za, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o indiferencia; de
vieron culpa, las atrocidades e injusticias del totalitarismo nazi. No se pre-
quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y
tende, como ya dijimos, lanzar juicios sobre la moralidad de un compor-
también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supues-
tamiento o de una actuación personal y comunitaria concreta. Lo que se
tas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabilida-
acepta ahora es que el error, el pecado, la falta de sensibilidad y compren-
des son de las personas» (RyP n° 16).
sión, las visiones parciales... han provocado unas circunstancias determi-
nadas, en las que nosotros ahora vivimos y de las que nos estamos apro- El análisis detallado de las formulaciones manifestadas en el texto,
vechando. Si nos sentimos solidarios y comprometidos para lo que nos in- podrían servir como criterios indicadores para su aplicación individual. Es
teresa y beneficia, no podemos desligarnos tampoco de los aspectos nega- una invitación a reconocer esa complicidad tácita y silenciosa, en la medi-
tivos, aunque no hayamos sido los culpables. da que se aceptan tranquilamente esas situaciones injustas o no se emplea
la ilusión y el trabajo correspondiente para cambiarlas. Los que sí parece
claro es que el pecado de omisión adquiere una densidad e importancia ex-
traordinaria, pues siempre será posible una dosis mayor de esfuerzo y en-
14. No hay lugar para la neutralidad tusiasmo para que el mundo tome nuevos derroteros. No todos podemos
hacerlo todo, aunque todos tengamos algo que hacer. Y con seguridad to-
El ser humano no es una isla abandonada, una persona perdida en el dos tendríamos que realizar muchas cosas que omitimos y que ciertamen-
desierto, sino que se halla profundamente vinculado con todo el ciclo his- te servirían para una mejora del mundo. Al menos, no permanecer silen-
tórico que le ha precedido e influye en su presente, con el mundo en el que ciosos en manos de un trágico destino y que la injusticia se consolide por
ahora se mueve y se realiza, y con el porvenir que va a nacer de su presen- nuestra cómoda resignación. Las propias exigencias personales adquieren
te actual. Una conciencia ajena e independiente de todo lo que nos rodea también matices muy diferentes y cada uno tendrá que detectarlas en el
es la negativa de la solidaridad humana, que a todos nos une en el bien y ámbito de su vocación social y de sus exigencias personales. Para ello, po-
en el mal. En esta difícil y complicada situación no hay sitio para la neu- dríamos encontrar en la Biblia algunas pautas orientadoras.
tralidad, ni existe una tierra de nadie donde podamos quedar al abrigo de
esta dimensión responsable, tal y como la hemos explicado. Queramos o
no queramos, somos herederos de las realidades pasadas, vivimos al calor
y a la sombra de ellas y preparamos un futuro para los demás.
75. El prójimo como sacramento
Hasta ahora no hemos hablado de la culpabilidad personal. El miste-
rio de la culpa se vuelve mucho más opaco cuando se intenta discernir en
Tal vez, para constatar el grado de apatía y la falta de compromiso
estas circunstancias. No es fácil conocer el grado que a cada uno le corres-
frente al mal, no exista otro método mejor que reflexionar sobre nuestra ac-
ponde. Aunque las posibilidades estructurales impidan alcanzar un nivel
titud, ante la llamada de una persona que necesita ayuda. La idea fue de
alto de humanismo social, esa cota queda todavía más rebajada por las de-
Cristo en su parábola del buen samaritano. El prójimo se convierte así en
ficiencias y culpas personales. Lo cual significa que el déficit total es pro- un test clarificador para manifestar las profundas disposiciones del cora-
ducto de los mecanismos sociales y de los individuos concretos. Somos zón. Ante el otro, como persona, no hay sido para el engaño o las medias
pecadores y estamos también inmersos en unas estructuras de pecado, que verdades: o se da una disposición de entrega y servicio o una negativa de
mutuamente se condicionan y estimulan. Para medir las posibles deficien- amor y colaboración. Jesús no alaba al samaritano porque todo saliera bien.
cias personales, vale la pena reflexionar sobre la siguiente cita de Juan Pa- Aquel herido se le podía haber muerto o encontrarse él mismo sin recursos

314 315
para ayudarlo. Lo decisivo fue que se paró ante una persona concreta, es- 16. Una actitud de esperanza: la promesa de un nuevo inundo
tuvo atento ante una necesidad de la que él no era culpable, y en función de
esa llamada ajena supo organizar su camino. El «anda, haz tú lo mismo» No hay que ser ingenuos ni triunfalistas, soñando en un paraíso terre-
(Le 10,37) es una condena de los que pasan de largo, porque nadie puede no donde no exista ninguna clase de mal. La solución de problemas anti-
eliminar a los salteadores y ladrones. Ante el mal gigantesco, sena iluso guos ha supuesto la presencia de otros nuevos y más difíciles. Y la misma
sentirnos quijotes de una sociedad radicalmente distinta; y demasiado co- naturaleza humana es lo suficientemente débil como para repetir su histo-
barde lamentarnos de todo con los brazos cruzados. La única posibilidad ria de pecado. Lo cual significa que, a pesar de todos los intentos y csliiei
real, que siempre se nos ofrece, es descubrir la vocación de samaritano que zos que puedan realizarse, el mundo seguirá siendo un semillero de mal
todos llevamos dentro, y actuar de acuerdo con lo que ella nos dicte. dad. Con esto no defendemos una postura fatalista ni resignada, pnrn que
Pero la entrega al prójimo no requiere siempre un encuentro perso- dar con los brazos cruzados ante la imposibilidad de un cambio radieal y
nal. La ayuda puede prestarse de muchas maneras y, hoy sin duda, las for- definitivo. Es un dato indiscutible de la fe, por la que sabemos que la vii
mas más eficaces revisten un sentido funcional, mediatizado a través de toria completa de Cristo no tendrá lugar hasta el final de los tiempos. La lu
las mejoras y reformas de las estructuras. La política y la preocupación so- cha y el compromiso contra el pecado hay que conservarlos, como lo hi/«>
cial se convierten así en auténticas relaciones por medio de las cuales se Jesús que no se cansó por el aparente fracaso de su propia vida, pero con la
entra en contacto con los rostros desconocidos que forma la masa anóni- conciencia de que la cosecha y el fruto final sólo serán verdaderos en el
ma de la sociedad. El prójimo, como sacramento del encuentro con Dios, nuevo mundo que ha de venir, como culmen de las promesas divinus.
aparece de nuevo bajo una perspectiva comunitaria. Esta dimensión teoló- Algunas parábolas evangélicas ponen de relieve esta dimensión es-
gica confirma en cualquier actividad humana la presencia del amor, con catológica del reino de Dios. San Mateo recoge esta enseñanza en algunas
toda la amplitud de que es capaz. de las más conocidas, a las que acompaña una exégesis del mismo Jesús.
Hay un segundo aspecto que manifiesta también la revelación: la re- En la parábola de la red (Mt 13,47-52), se subraya que en esta vidu no es
nuncia que el hombre justo, aun sin culpa personal, hace de sus derechos posible una separación de buenos y malos, pues esta distinción sólo ten-
y posibles privilegios para identificarse con los demás. La postura de Moi- drá lugar al final del tiempo». Cualquier intento de medir el éxito eclesial
sés en el episodio del becerro de oro, que apuntábamos al principio, alcan- por el número de creyentes o por las influencias de los cristianos en las es-
zará su expresión máxima en el anonadamiento de Cristo. San Pablo ex- tructuras terrestres, constituye una sutil tentación, pues aquí también las
horta a los filipenses a tener la misma actitud de Jesús: «El cual, siendo de estadísticas son una forma ilusoria de medir el progreso del reino con es-
condición divina, no codició el ser igual a Dios; sino que se despojó de sí quemas humanos. Si para algo sirven, sería sobre todo para el orgullo y la
mismo tomando condición de esclavo, haciéndose uno de tantos. Asu- vanagloria en la hipótesis de ser positivas, o para la desesperación, en ca-
miendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se re- so contrario.
bajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de La de la cizaña (Mt 13,24-30), añade a la anterior un nuevo aspecto
cruz.» (Flp 2,6-8). Un gesto de solidaridad amoroso, que se ha ido repi- interesante. Además de no poder separar los buenos de los malos, aquí se
tiendo siempre a lo largo de la historia. Son testimonios de personas libres insiste en la unión casi indestructible que se da entre el bien y el mal en la
y comprometidas, que abren un horizonte de esperanza a los que sufren y propia condición humana. Desear quitar la cizaña, como si fuera posible
dan un toque de atención a los privilegiados. La encarnación no es un tó-
la búsqueda absoluta y limpia del bien, tiene el grave peligro de que se
pico común, ni una palabra que va siendo manida. Es el camino abierto
arranque también el trigo. Jesús nos invita de nuevo a «dejadlos crecer
por Dios para llevar a cabo la salvación. El Evangelio sólo es posible pro-
juntos hasta la siega». Dios no quiere que todo el mal desaparezca, no sea
clamarlo desde la solidaridad con los más necesitados y en la lucha por la
que, al mismo tiempo, se ahoguen otras parcelas de bondad estrechamen-
justicia, que tiene como objeto privilegiado de atención a los pobres. Tam-
te vinculadas con aquél.
bién aquí lis exigencias podrán ser diversas de acuerdo con las llamadas
personalesde Dios. Y e n la de la levadura y la masa (Mt 13,33), nos recuerda un carác-
ter fundamental de la evangelización. En el crecimiento y trasformación
de la masa ya no se puede reconocer la presencia específica de la levadu-
ra, que fue el origen de todo el cambio posterior. Lo del grano de trigo que

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BIBLIOGRAFÍA
cae en la tierra y muere es una traducción de la misma verdad. El trabajo
no fructifica muchas veces en obras manifiestas y palpables, como si el
ÁLVAREZ, A., «Caín y Abel y el pecado original 'social'»: Selecciones ,/. /»•*•/.• i
éxito aparente tuviera que acompañar a todas las iniciativas. El mundo en-
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tero se encuentra ya fermentado por la presencia salvadora de Cristo, aun- BERZOSA MARTÍNEZ, R., «A vueltas con el pecado original»: Lumen 48 (iw>). |>
que no podamos distinguir su presencia en medio de un mundo tan lejano 171.
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ra cómoda y conformista. Y es que no tendremos derecho a pregonar la 75-125.
verdad de nuestro mensaje en esa promesa venidera, si no tomamos en se- LAGE, F., «Culpa y responsabilidad en el pensamiento judaico»: Moralia, 9 (1987), pp.
rio al mundo en que vivimos, y luchamos también aquí con el mismo es- 19-38.
fuerzo y preocupación como si no existiera el futuro que esperamos. , «Revisando la antropología bíblica: la personalidad corporativa»: Moralia 1
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Mientras tanto, la comunidad de creyentes tendría que intentar ser un LÓPEZ AZPITARTE, E., «El tema del pecado en los documentos del Sínodo del 83», en
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sar de todas las dificultades, de un estilo de vida inspirado en los valores MOSER, A., «Pecado estructural», en Nuevo Diccionario de Teología Moral, San Pablo,
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Si no hacemos pensar a los demás, como un golpe que sacuda la vulgari- SAYÉ, J. A., «El pecado original en la última década (1991-1999): Burgense 41 (2000),
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