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Antenor Orrego, en un coloquio en Córdoba Argentina, quien hablo de su amigo Cesar Vallejo.
En la cual hace mención de una frase de Vallejo que no entendía, lo cual lo lleva a examinar como
él dice la forma en como era el Trujillo donde caminaba Cesar Vallejo y cuáles fueron las causas
por la que Vallejo hablaba de esa forma.
Encontramos siete subtemas en los cuales el autor hace mención de una parte importante de
Cesar Vallejo:
“Trujillo es una isla en medio de quince mil años de antigüedad”, así describe el autor a Trujillo, en
donde se podía ver los ábsides de dos formidables pirámides “las del sol y la luna”. Al igual que por
la carretera por sus lados se veía a maravillosa CHAN CHAN.
Chan Chan lugar donde algunos creen que fue devastada por un fenómeno meteorológico, y otros
creen que perecieron después de una masacre perpetrada por sus enemigos.
En 1932 hubo una revolución popular en Trujillo, en donde después de dos semanas, cinco mil de
sus defensores fueron conducidos a Chan Chan y fusilados de espaldas a los paredones sombríos.
(1910) “En Vallejo la visión de historia y el ejercicio de la poesía son inseparables de los fenómenos
sociales de su tiempo”. Por ello el autor trata de recordar EL TRUJILLO donde las guerras y
revoluciones que se dieron en el mundo en ese tiempo, llego a sacudir a una ciudad que solo era
serán y mansa en su superficie.
En 1913 llego Cesar a Trujillo. Allí debía perseguir los estudios universitarios que antes abandonara
por falta de dinero.
Un amigo de Cesar había dicho que la ciudad es un oráculo, los chamanes dicen que esta colmada
de mensajes, que solo basta con dormir una noche para entenderlo todo en la vida, casi todo. El
resto tiene que ser vivido.
También hablo de Chan Chan, dijo es la ciudad de barro más grande del mundo en los días en que
cristo predicaba en Jerusalén.
“En la región no llueve nunca- quizás le anticipo- o tal vez, sí. Estallan tormentas un o dos veces
por siglo, y pueden llevarse una ciudad o una civilización. Debe ser por es, que todo anda como
guardado allí, y el tiempo parece que no transcurre” .
Cuando finalizo la colonia un príncipe español desempeño el cargo de alcalde y consiguió para
Trujillo privilegios que ninguna ciudad de América colonial llegaría a ostentar jamás. En 1793 y
luego de un empate por el cargo del gobierno de la ciudad el obispo Manuel Sobrino y Minayo
propuso un nombre que nadie iba a poder discutir, el de Manuel Godoy.
Gracias a Godoy se rompió el centro del monopolio comercial que se encontraba en la capital del
virreinato. A partir de encetes las mercaderías y las ideas comenzaron a entrar y salir por un
puerto de la región.
Sin embargo, esto es solamente una tarjeta portal del Trujillo colonial. Otra será la imagen que
ofrecerá durante los años del siglo XIX.
El 29 de diciembre esta Metrópoli. Capital política del norte del Peru. Es la primera en arriar el
pendón colonial. Reemplazarlo por la nueva bandera republicana y proclamar la libertad de la
patria.
La hacienda Menocucho/ cobra mil sinsabores diarios por la vida- dice Vallejo en su poema “los
arrieros”. La mención del nombre de esa empresa agrícola nos trae el recuerdo de una de las
dolorosas historias de explotación y muerte que fueron comunes durante esos años.
En el siglo XIX, las ideas de la libertar y de abolición han llegado a Trujillo, se conoce por los menos
los nombres de los hacenderos que dieron libertad a sus esclavos y en los dos casos se trata de
grandes empresas agrícolas, Alfonso Gonzales Pinillos, en las haciendas Nepen y Cajanleque e
Hipólito de Bracamonte en Chiclin y Sausal.
1851 se hace una escritura pública de manumisión tanto para los trabajadores de campo como
para los esclavos.
Sin embargo y como luego habrá de ocurrir muchas veces el gobierno envía fuerzas de guerra que
desembarcan en Huanchaco y después de una feroz resistencia, someten a los antiguos esclavos,
declaran sin valor el documento abolicionista e inician una verdadera fiesta de la muerte
ejecutando a los vencidos, desmembrando a los más jóvenes y ordenando que los cadáveres de
los dirigentes queden insepultos.
Tres años más tarde el presidente Ramón Castilla decretara la abolición de la esclavitud en el Peru.