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El Ormus (oro monoatómico) es una sustancia superconductora, es decir, una sustancia que
permite que la energía o la consciencia fluyan sin resistencia. Está compuesto por átomos de
oro, iridio y rodio en estado monoatómico, lo cual significa que su giro es mucho más rápido
que el de un átomo normal, creando un vórtice de luz, que transporta, a una gran velocidad,
más y más luz a través de nuestro cuerpo. Este proceso es el responsable de una
transformación biológica (incluye cambios biológicos y bioquímicos muy específicos en el
ADN) física y psicológica en los niveles más altos vibracionales.
Un poco de historia
Hoy en día, los seres humanos “normales”, tenemos a nuestro alcance esta sustancia que
formó parte de la alimentación de la civilización egipcia, siendo uso exclusivo de faraones y de
unos pocos elegidos, ya que sólo a ellos se les consideraba dignos de la iluminación espiritual.
Este “alimento” tenía fama de entregar a quien lo consumía mayor conciencia y una mayor
esperanza de vida.
En 1885, la medicina moderna introdujo de forma exitosa en EEUU el uso del oro, por su
actividad curativa, en problemas de corazón y en problemas de circulación, además de por sus
propiedades anti-artríticas. En 1890, el Dr. Robert Koch descubrió que el bacilo de la
tuberculosis no podía vivir en una solución de oro coloidal; su trabajo fue laureado con el
Premio Nobel en Medicina.
Actualmente, numerosas investigaciones andan confirmando las propiedades de los diversos
elementos monoatómicos. Entre ellos, el oro es el elemento encargado de potenciar la mente.
Háztelo tú mismo.
Hay dos formas de hacerlo:
CARBONATO (bastante más sencilla, pero, desde nuestro punto de vista, resulta más eficaz
hacerlo con Sosa Cáustica). Se cogen unas 4 cucharadas soperas de carbonato sódico (100
gramos más o menos) y se echan en un litro de agua de mar. Se deja reposar una semana, se
quita el agua y se cogen los cristales de Ormus.
El carbonato sódico se puede encontrar en droguerías, no es tóxico, así que las medidas no
tienen que ser exactas.
(También te puedes hacer tú mismo el carbonato sódico de la siguiente manera: en una
bandeja de horno se extiende una capa de bicarbonato sódico y se mete al horno durante 15
minutos a 200o C. Tras este tiempo, se saca, se remueve y se vuelve a meter al horno otros 15
minutos más a 200o C. Tras esa media hora en total, ya tendremos preparado nuestro
carbonato sódico listo para hacer Ormus).
SOSA CÁUSTICA. Se llena un tarro de cristal con 2 ó 3 litros de agua de mar. En un
gotero, echamos dos cucharadas de postre de sosa y mezclamos con agua dulce. Vamos
echando gotas en el tarro con agua de mar, midiendo con un peachímetro y removiendo con
una cuchara de plástico. El PH irá subiendo y, cuando lleguemos a valores entre 10.74 y 10.78
(otras informaciones dicen que entre 10.4 y 10.9, pero que nunca suba de 11), paramos y
dejamos reposar unas horas hasta que precipite todo el Ormus.
Sacamos el agua que queda arriba con una jeringa y echamos agua destilada. Removemos y
dejamos reposar. Repetimos este proceso 4 ó 5 veces, ya que la sosa es muy tóxica y hay que
lavarla bien (realiza este proceso con mucha precaución: guantes, gafas y al aire libre o con
mascarilla).
Una vez realizados estos lavados, podrás guardar tu Ormus en un frasco oscuro de cristal.
Posología
Dependerá de cada caso y de las señales que tu cuerpo te vaya haciendo. Una dosis estándar
podría ser una cucharadita pequeña por la mañana y otra por la noche (vigila que la cuchara
no sea de aluminio; mejor de plástico, madera o acero), pero si tienes dudas, conviene que te
pongas en contacto con algún fabricante y le pidas más información. Por supuesto, te
recomendamos que consultes con algún médico que tenga conocimientos del tema.
Otros enlaces de interés
Aquí te mostramos algunos enlaces de interés donde te podrás informar sobre este producto y
sus beneficios y donde, también, podrás adquirirlo si no te apetece ponerte manos a la obra
para hacerlo.
Dos años más tarde, en los meses de verano, como “treball de recerca” de un alumno de bachillerato del
Institut Damià Campeny, se hizo una prueba en macetas de plástico, todas con una misma tierra virgen
de bosque recién extraída, adicionada de abundante estiércol de caballo y previamente muy mezclada y
uniformizada. Un total de 54 macetas de 4 l de capacidad, con tres hortalizas de desarrollo rápido,
lechuga, espinaca y rabanito, con 3 variantes de 6 macetas cada una, A, testigo sin nada, B con abono
standard 15,15,15, Nitrógeno, Fósforo y Potasio, y ORMUS de agua de mar. No se notaron diferencias
entre unos y otros incluso los que tenían abono no se aventajaron, por lo que tampoco se pudo
comprobar una posible actividad del ORMUS. En todas las variantes los rendimientos fueron más bajos
de lo normal que en la tierra de un huerto. O bien este ORMUS no es efectivo, o la prueba estaba mal
hecha o la tierra no era la adecuada, o el proceso no funciona en macetas de plástico.
Con todo, aunque este ensayó fue inútil, por lo que hemos leído, estamos convencidos de que el
producto que llamamos ORMUS, al menos en agricultura, tiene un potencial que merece ser investigado
en serio. Ello es importante de cara a un futuro con escasez de agua dulce, ya que por una parte los
cultivos con ORMUS producen más cantidad con la misma agua y por otra son más resistentes a las
sequías. Han sonado alarmas por el temor a destinar tierra a cultivos para producción de carburantes, en
detrimento de las destinadas a alimentos y provocar hambrunas, (ello ya ha empezado con la alarmante
subida de los precios de los cereales) pero esto se podría corregir con una mayor productividad de los
cultivos alimentarios. Además aplicando ORMUS a los cultivos de biocarburantes, se podría mejorar su
rendimiento y requeriría menos tierras. El precio de los fertilizantes, con la excusa del petróleo, se ha
doblado en un año. La aplicación de ORMUS, permitiría reducirlos y suprimir algunos...
Así como el efecto de la ingestión directa de ORMUS sobre la salud es discutible, el efecto positivo de la
ingesta de alimentos cultivados con él, o con sólidos totales marinos, al menos en animales, parece
mucho más comprobado. Aunque es difícil creer que los efectos del ORMUS en Agricultura se deban a un
enigmático e incomprensible contenido en metales preciosos, no comprobable por las técnicas analíticas
usuales, lo importante es que funcione, y eso sí se puede comprobar.
El agua de mar es inacabable y gratuita, y el proceso para obtener ORMUS, sencillo y barato. Se puede
automatizar y abaratar, y facilitar el transporte eliminando más agua. Las cantidades necesarias son
ridículas. Hemos creído necesario divulgar esta información despojándola de mitos y leyendas para
animar a futuros investigadores. Es probable que el asunto ya se esté investigando y no se publique
ningún trabajo serio. Obviamente a las compañías de fertilizantes, semillas, etc., aunque les conviene
estar informadas, no les interesa que se divulgue, y no subvencionarán ninguna investigación
universitaria o estatal. De todos modos, Dudley cita un trabajo (sin referencia) de la Universidad A&M de
Texas, que es un centro con prestigio, con soja y aumento de rendimiento del 30 %. Y si realmente tiene
estas propiedades físicas tan raras que desafían la gravedad, entra en materia reservada militar.
Si los ensayos fueran positivos, el proceso sería fácilmente industrializable reciclando barcos pesqueros
obsoletos provistos de la correspondiente instalación de precipitación en continuo, y maquinaria,
centrifugadoras, para reducir el precipitado de ORMUS, al mínimo volumen. Recogerlo en alta mar y
posteriormente acabar de purificarlo en tierra. Un proyecto más ambicioso sería un buque factoría que
llegara hasta la obtención de un ORMUS desecado, con un rendimiento de 2 Kgs por 1000 l de agua
tratada.
Nota final. El presente artículo es obra de Alberto Borrás Gabarró y por deseo del mismo no presenta
ningún tipo de derecho de propiedad intelectual. Solo se pide no sacar de él ningún tipo de lucro
comercial y que de ser reproducido, se haga constar la fuente original aquí.