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Hermanos y rivales

Solo ahora los psicólogos están entendiendo las dinámicas de la rivalidad entre hermanos, y
estudiando sus efectos en la edad adulta, que pueden ser muy perjudiciales.

Se calcula que el 45 por ciento de las personas adultas tiene conflictos con sus hermanos
Las rivalidades entre hermanos son tan comunes que la mayoría de los psicólogos las consideran
normales. Tener que luchar con otros por el afecto y la atención de los padres, dicen los expertos, es
el primer curso para aprender el puesto en la familia así como uno que otro detalle de socialización,
desde entender que la vida no es justa hasta prepararse para la competencia futura, que será brava.

A pesar de que se ha escrito mucho sobre este tema en la niñez, todavía es un campo inexplorado lo
que sucede cuando esas rencillas permanecen en la etapa adulta. Se calcula que 45 por ciento de
los hermanos mayores tienen una relación complicada con otro hermano debido a conflictos no
resueltos cuando eran pequeños. Esto es significativo si se tiene en cuenta que estas relaciones, mal
que bien, son las más prolongadas de la vida.

En algunos casos, los hermanos siguen peleando como perros y gatos hasta que el problema
escala, como en el caso de los Gallagher, líderes del grupo Oasis, cuya contienda ha llegado a los
estrados judiciales. Noel protagonizó el año pasado la más reciente cuando demandó a Liam porque,
presuntamente, una borrachera suya llevó a la cancelación de un concierto.

Otros escogen una vía más práctica y, bajo el argumento de “yo no los escogí”, se alejan y limitan su
contacto a lo estrictamente necesario. Algunos, a pesar de la rivalidad, logran separar las cosas y
tener espacios amables entre sí, como sucede con las hermanas Serena y Venus Williams, cuya
competencia en las canchas no altera el afecto que se profesan fuera de ellas.

No obstante, la gran mayoría vive la hermandad en medio de sentimientos ambiguos porque no


entiende las dinámicas de la relación ni tampoco sabe qué hacer para cambiarlas. En estos casos,
se crea una tensión tal que ir a reuniones familiares puede compararse con viajar a la cima de un
volcán que no se sabe cuándo va a explotar. “En estas reuniones todos vuelven a tomar sus roles de
infancia. La hermana mayor sigue asumiendo su postura dominante y mandona y, los otros, ya
hechos y derechos, se le rebelan; aunque también puede pasar que los menores tomen su rol
original de indefensos”, dice la psicóloga Evelyn Peckel.

Incluso la madre puede seguir operando bajo la misma lógica de sus favoritismos con uno de los
hijos, lo que molesta a los demás. También se ven casos de familias en que la oveja negra, por más
que se haya enderezado con los años, sigue siendo el hermano ‘calavera’.

La psicóloga Jane Saber, autora del libro Cain’s Legacy, ha visto que los hermanos rivales hablan un
lenguaje diferente al que se emplea a diario en otras relaciones y en el que hay muchas frases del
estilo “mi mamá siempre te prefirió”. “La gente no sabe qué responder a esto por miedo a crear más
conflicto. Estas relaciones son como una caminata larga que se hace como pisando huevos”, le dijo
Saber a The Wall Street Journal.

El origen de estas rivalidades, según Peckel, es variado, y aunque se da por la interacción propia de
los hermanos, los padres tienen una enorme responsabilidad en el asunto. “Puede darse por el
favoritismo de ellos frente a las características de cada hijo, por ejemplo, que uno es más cariñoso
que el otro”, señala. El carácter, la genética, el sexo, los patrones generacionales, la gente y las
experiencias por fuera de la familia son otros aspectos que influyen para que dos hermanos se
conecten o se alejen.
En cuanto al género, hay evidencia de que la relación hombre-hombre es la más conflictiva de todas
porque los papás son más dados a compararlos. Los hijos, además, tienen un espíritu más
competitivo y tienden a enfocarse en quién tiene más éxito, mientras que las hijas no solo son menos
dadas a competir, sino que cuentan con más herramientas para tender puentes de reconciliación si
se presentan confrontaciones.

A veces estas relaciones empeoran con el tiempo. Por ejemplo, la relación de Magdalena con Laura,
su hermana menor, fue distanciándose en la medida en que crecieron y se casaron. Como hoy
saben que tienen muy poco en común, son lejanas, no solo geográfica sino emocionalmente. “Quiero
que ella viva bien, pero lejos. No es porque esté brava con ella, sino porque hay relaciones
fraternales que, como esta, son genéticamente incompatibles”, dice Magdalena.

Los expertos consultados señalan que en el tiempo estas relaciones sufren cambios. En la infancia
los hermanos pasan mucho tiempo juntos, pero luego se separan por sus carreras y sus propias
familias. Al final, sin embargo, muchos se vuelven a acercar. Un estudio reveló que el 80 por ciento
de los hermanos mayores de 60 años tienen buenas relaciones debido a que las rencillas de la
infancia tienden a disiparse en la vejez. “Los amigos y vecinos se van, los antiguos colegas de
trabajo se olvidan, los matrimonios se acaban, los padres mueren, pero los hermanos lo siguen
siendo toda la vida”, escribió Jane Mersky Leder en Psychology Today.

Y aunque es cierto que esta relación es muy importante porque es una especie de despensa
emocional a donde todos recurren en momentos de crisis, “la gente cree que es ideal y que los
hermanos se deben querer toda la vida, protegerse y cuidarse de manera incondicional”, señala la
psicóloga María Elena López. Pero lo cierto es que “se olvida que se rigen por los mismos criterios
de otra relación, que el conflicto y la divergencia hacen parte de ella y que se construye como
cualquier otra porque no está dada desde el comienzo”, enfatiza.

En ese sentido, cada cual está en el derecho de tener la relación que quiera con sus hermanos. Pero
los expertos no aconsejan mantener un conflicto eterno con ellos porque puede llevar a un desgaste
emocional muy grande. En este caso hay que tender puentes, hablar, sacar los rencores de la niñez
y perdonar. Como dice la experta, vale la pena limar las asperezas, pues se trata de una experiencia
muy formativa porque los hermanos fueron, antes que nada, la escuela de todo: “de la empatía, la
asertividad, la compasión, la solidaridad”.

Artículo de la Revista Semana:

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