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EL OBJETIVO DE CADA CUAL

Una ranita estaba triste, ya no quería nadar y solo se pasaba las horas mirando a lo lejos. De repente
la paloma se acercó a ella y le preguntó:

– Ranita, ¿qué te pasa? ¿por qué estás tan triste?

– Es que me aburre andar de un lado a otro en este charco.


Tú puedes volar y eres hermosa, yo soy fea y
solamente puedo nadar. – Dijo la rana.

– Ranita, todos cumplimos un objetivo pero sí te puedo


ayudar a estar más feliz, te puedo prestar mis alas. –
Respondió la paloma.

La ranita muy contenta se puso las alas e intentó volar pero


por más que trató no podía y cansada de intentar le
devolvió las alas a la paloma diciéndole:

– No me gusta volar, quisiera ser como una araña que teje bonitos trajes.

Una araña que andaba cerca al escuchar le dijo:

– Ten mi hilo, recuerda que todos cumplimos un objetivo pero si te hace feliz te lo presto.

La ranita colocó el hilo en su espalda y por más que intentaba tejer solo se enredaba.

Como la ranita andaba ocupada tratando de ser quien no era nadie observaba el charco y Don Lagarto que ya
tenía muchos años y no veía bien cayó al agua gritando.

– ¡Auxilio, ayuda, no sé nadar!

La paloma no sabía cómo ayudar solo volaba en círculos, la araña intentaba ayudar con su red pero se
desmoronaba al tocar el agua sus finos tejidos. La ranita de un gran salto cayó al agua y sacó a Don Lagarto que
ya casi no podía respirar. Todos los animales de la zona se reunieron y aplaudieron y decían:

– Ves ranita, cada cual tiene un objetivo, nadar es el tuyo.

Ahora la ranita ya se sentía orgullosa de nadar en el charco, siempre pendiente y cuidando a todos los que
pasan por allí, y en los días de lluvia se le oía cantar: Crua, crua, crua.

FIN
HADAS BUENAS, MALAS Y FELICES

Cuento Corto Infantil para niños, escrito por: Amanda Peña y Fernanda Vasquez

Hay hadas buenas, hadas malas y hadas felices, pero cada una
tiene un sentimiento. El hada buena siempre le pasaban cosas
buenas, pero un día le ocurrió algo muy muy malo.

Una mañana, el hada buena llamada Anais, estaba con sus amigas
tomando el té y de pronto llegó el hada mala llamada Valentina;
que fue a destruir su casa y le lanzó un hechizo.

El hada Valentina le dijo a Anais:

– Esta es mi venganza por no haberme invitado a tu fiesta.

Las amigas llevaron inmediatamente al hada Anais al hospital para que le quitaran el hechizo.

Después Valentina fue a la casa del hada buena y dijo muy triste:

– ¿Por qué lo hice?, ¿por qué lastimé a Anais?

El hada Valentina recapacitó, se arrepintió de lo que había hecho y se puso a ordenar el desastre que había
provocado.

Al rato llegaron las amigas de Anais y vieron a Valentina muy triste.

Le preguntaron al hada buena si le perdonaba y les confirmó que sí, pero solo si prometía que nunca iba a
destruir las cosas ni a dañar a nadie, que tampoco se enfadara por cosas sin sentido e intentara ser más buena
y feliz. El hada Valentina se lo prometió.

Anais le dijo a Valentina si quería acompañarla a tomar el té con ellas y así poder ser todas buenas amigas.
Valentina accedió a la invitación. A partir de ese momento Valentina fue muy feliz porque le habían invitado
a su primera fiesta con sus amigas nuevas.

FIN
LOS TRES CERDITOS
Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el
malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos dijo un
día el mayor:

- Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos
escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.

A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo
respecto a qué material utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que
cada uno la hiciera de lo que quisiese.

El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse
a jugar después.

El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y tampoco le llevaría mucho tiempo
hacerla. Pero el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una casa resistente y fuerte
con ladrillos.

- Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno, pensó el cerdito.

Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces apareció por ahí el malvado lobo. Se
dirigió a la de paja y llamó a la puerta:

- Anda cerdito se bueno y déjame entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose abajo. Pero el cerdito echó a correr y se refugió
en la casa de su hermano mediano, que estaba hecha de madera.

- Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más esfuerzos para derribar la casa, al final la
madera acabó cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección hacia la casa de su hermano mayor.

El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta vez no tenía nada que
hacer porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos celebraban la resistencia de la casa de su
hermano y cantaban alegres por haberse librado del lobo:

- ¿Quien teme al lobo feroz? ¡No, no, no!

Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar para descansar y entonces
reparó en que la casa tenía una chimenea.

- ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me los comeré a los tres!

Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea de leña y pusieron al fuego un gran caldero con
agua.

Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal quemazo que salió gritando de la casa y no
volvió a comer cerditos en una larga temporada.
EL PATITO FEO

Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los polluelos de mamá pata. Llevaba días
empollándolos y podían llegar en cualquier momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac, cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno
empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos menos uno.

- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.


- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.

Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al
resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del corral
no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.

- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban

Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los


patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se burlaban
de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un pato feo y
tonto.

- ¡Vete, no quiero que estés aquí!

El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que a pesar de su fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un
día aparecieron allí unos cazadores y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el patito de correr la
misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y decidieron no morderle.

- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.

Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de
poner huevos también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para nada.

Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de pájaros grandes que le dejó con la
boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .

Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.

Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de mucho frío se metió en el estanque y
se quedó helado. Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo y se lo llevó a su casa el patito siguió vivo.
Estando allí vio que se le acercaban unos niños y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así que se asustó
y causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de allí.

El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo muerto de hambre también. Pero a
pesar de todo logró sobrevivir y por fin llegó la primavera.

Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para contemplar las flores, que comenzaban a
llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos de aquellos pájaros grandes y blancos y majestuosos que había visto una vez
hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado mirándolos, pero esta vez tuvo el valor de acercarse a ellos.

Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y
feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O mejor dicho,
siempre lo había sido.

Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había negado y aunque escuchó muchos
elogios alabando su belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.
EL HADA FEA

Las hadas, por lo general, son criaturas bellas, dulces, amables y llenas de amor. Pero hubo una vez un hada
que no eran tan hermosa. La verdad, es que era horrible, tanto, que parecía una bruja.

El Hada Fea vivía en un bosque encantado en el que todo era perfecto, tan perfecto que ella no encajaba en
el paisaje, por eso se fue a vivir apartada en una cueva del rincón más alejado del bosque. Allí cuidaba de los
animalitos que vivían con ella, y disfrutaba de la compañía de los niños que la visitaban para escuchar sus
cuentos y canciones. Todos la admiraban por su paciencia, la belleza de su voz y la dedicación que prestaba a
todo lo que hacía. Para los niños no era importante en absoluto su aspecto.

- Hada, ¿por qué vives apartada? -le preguntaban los niños.


-Porque así vivo más tranquila -contestaba ella.

No quería contarles que en realidad era porque el resto de las hadas la rechazaban por su aspecto.

Un día llegó una visita muy especial al bosque encantado. Era la reina suprema de todas las hadas del
universo: el Hada Reina. La cual estaba visitando todos los reinos, países, bosques y parajes donde vivían sus
súbditos para comprobar que realmente cumplían su misión: llevar la belleza y la paz allá donde estuvieran.

Para comprobar que todo estaba en orden, el Hada Reina lanzaba un hechizo muy peculiar, que ideaba en
función de lo que observaba en cada lugar.

-Ilustrísima Majestad-dijo el Hada Gobernadora de aquel bosque encantado-. Podéis ver que nuestro bosque
encantado es un lugar perfecto donde reina la belleza y la armonía.
-Veo que así parece -dijo el Hada Reina-. Veamos a ver si es verdad. Yo conjuro este lugar para que en él
reinen los colores más hermosos si lo que decís es verdad, o para que desaparezca el color si realmente hay
algo feo aquí.

Pero en ese momento, el bosque encantado empezó a quedarse sin colores, y todo se volvió gris.

-Parece que no es verdad lo que me decís -dijo el Hada Reina-. Tendréis que buscar el motivo de que vuestro hogar haya perdido el color. Cuando lo
hagáis, este bosque encantado recuperará todo su brillo y esplendor. Sólo cuando la auténtica belleza viva entre vosotras este lugar volverá a ser
perfecto.

Tras la visita del Hada Reina se reunieron urgentemente todas las hadas del consejo del bosque encantado.
-Esto es cosa del Hada Fea -dijo una de las hadas del consejo-. Ella es la culpable.
-Vayamos a buscarla -dijo el Hada Gobernadora del bosque -. Hay que expulsarla de aquí.

Todas las hadas fueron en busca del Hada Fea. Cuando la encontraron le pidieron que se marchara. La pobre Hada Fea, pensando que era la
culpable, se marchó.

Pero cuando cruzó las fronteras del bosque, éste dejó de ser gris y pasó a ser de color negro.

Mientras los niños se enteraron de la noticia fueron rápidamente a hablar con el resto de las hadas muy enfadados.
-¿Qué habéis hecho? ¿Por qué le habéis echado de aquí? -decían llorando los niños -. Puede que el Hada Fea no sea muy bonita, pero es mucho
mejor que vosotras.
-¡Dejadla que vuelva a entrar! Ella es buena y cariñosa, y no como vosotras que sois presumidas y egoístas. No es el Hada Fea quien hace feo este
lugar sino vuestro egoísmo.

El Hada Fea no andaba muy lejos del bosque y al escuchar a los niños gritar enfadados volvió para ver qué ocurría.

-Niños, ¿qué ocurre? -dijo el Hada Fea entrando de nuevo en el bosque.

Los niños corrieron a abrazarla. Todos menos uno, que se quedó con la boca abierta.

- ¡Mirad eso! -dijo el niño. El suelo que acaba de pisar el Hada Fea ha recuperado su color, y también las flores que tiene a su lado.

El resto de hadas comprendieron en ese momento lo equivocadas que habían estado.

-Hada Fea, perdónanos -dijo el Hada Gobernadora-. Pensábamos que estropeabas nuestro bosque y no hemos sido capaces de ver que éramos
nosotras quienes lo hacíamos siendo injustas contigo. Tienes un corazón es bueno y puro. Te pedimos que nos disculpes por favor.

El Hada Fea perdonó a sus hermanas y las acompañó por todo el bosque. Todo el mundo pudo admirar el gran corazón de aquel hada que, aunque
tenía una cara muy fea, emocionaba a todos con su belleza interior.

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