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EL APEGO COMO FACTOR PROTECTOR


Maritza Carvajal Álvarez
Trabajadora social

INTRODUCCION

Se pretende hacer un acercamiento a la importancia de la familia, y como esta


al cumplir su rol, convierte a su hijo en un individuo con herramientas para
enfrentar la sociedad como un adulto responsable que sea capaz de entregar
afecto que sin lugar a dudas determinara la seguridad y confianza de este
individuo.

Es importante destacar que nos referiremos a familias vulnerables, las que se


ven dificultadas en la entrega de afecto y muchas veces de cuidados
personales a sus hijos, principalmente por las necesidades de dejar al cuidado
de otros, sala cunas y jardines, mientras desarrollan su función laboral que por
lo general son de baja remuneración y conlleva un largo periodo fuera del
hogar.

Para centrarlo en el tema es necesario hacer una explicación de cómo se ha


evolucionado en el tema de los derechos de los niños y niñas, además de
conocer lo que se ha investigado del tema del apego y las características y
descripción del concepto.
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EVOLUCION E IMPORTANCIA DE PROTECCION

En nuestro país, entre 1900 y 1930, se comienza a trascender las primeras


propuestas, sin embargo no estuvo exento de críticas, no alcanzando mayor
presencia principalmente por la poca claridad de lo que realmente se buscaba
conseguir.

A comienzos del siglo XX ya estaba asentada la idea, a lo menos a nivel


institucional, que a los niños y niñas se les debía asegurar un cierto nivel de
bienestar material y espiritual.

Comienzan los primeros acercamientos, si bien en un desarrollo más bien


sentimental, casi de compasión, la idea de que los niños y niñas requerían de
cierta protección por su propia condición vulnerable y frágil, pronto se relacionó
con el concepto de "derechos". La influencia cultural europea, y luego
norteamericana, fue clave para la difusión de esta visión. 1

En Chile, no existía mucho conocimiento, en mayo de 1924, el gobierno chileno


aprobó el reglamento de la Cruz Roja Juvenil y, con ello, se adhiere a la
Declaración de Ginebra.

En 1925 se resguarda el cuidado del niño o niña al no ser expuesto en los


casos de juicio así también la ley sobre abusos de publicidad. La ley de
menores de 1928 profundizó estos cambios, al establecer un sistema que
excluyó del sistema penal a todos los menores de 16 años.

Otro tema es el debate sobre la "Cuestión social", la protección de los niños


trabajadores fue uno de los puntos coincidentes de los diversos
proyectos.

En 1990, las Naciones Unidas aprobó la Convención de los Derechos del Niño,
a la que Chile suscribió junto a otros 57 países. Ésta fue firmada por el
gobierno de Chile, el 14 de agosto de 1990. La Convención es un

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JORGE ROJAS FLORES, LOS DERECHOS DEL NIÑO EN CHILE: UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA, 1910-
1930, Universidades de Talca, Arcis, Alberto Hurtado y Finis Terrae.
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instrumento de obligatorio cumplimiento para los Estados firmantes y esta


basado en la doctrina de la protección integral del niño, su reconocimiento
como sujeto de derechos y el principio del interés superior del niño.

Considerando que los niños necesitan protección, cuidado, y aun no


adquieren la total madurez física y mental.

El reconocimiento de estos derechos ha sido un gran paso. Sin embargo, para


incorporarlos en la convivencia cotidiana de la familia, la escuela y la
comunidad, es necesario educar a niños y adultos en el conocimiento y
ejercicio de sus derechos.

APEGO

Por lo tanto, se puede definir al apego como un “proceso de maduración a


través del cual el cuidador principal de la infancia adquiere la calidad de un
objeto de amor” (England, 1981; citado por Aizpuru, 1994), o como la “conducta
que reduce la distancia de las personas u objetos que suministrarían
protección” (Bowly, 1985; 1998).

Desde los primeros meses de vida y durante toda la existencia del ser humano,
la presencia o ausencia de un adulto responsable que entregue afecto, es una
variable clave que determina la seguridad del individuo.

Una segunda variable es la confianza o falta de confianza que experimenta la


persona con respecto a la disponibilidad de la figura de apego (este o no
presente físicamente) de responder a sus requerimientos cuando por alguna
razón lo desee (Bowlby, 1985; 1998).

La familia tiene una función eminentemente protectora y socializadora. Dentro


de ésta, el niño establecerá nexos con el mundo exterior, haciéndose patente a
través de la seguridad que se vaya solidificando según las relaciones entre los
miembros de la familia. Se producen alianzas y coaliciones que en parte
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definen su estructura funcional. La ruptura de una alianza o coalición implica la


necesaria reestructuración de la dinámica familiar (Ortigosa, 1999). Las
relaciones afectivas familiares tempranas proporcionan la preparación para la
comprensión y participación de los niños en relaciones familiares y
extrafamiliares posteriores. Ayudan a desarrollar confianza en si mismo,
sensación de autoeficacia y valía (Trianes, 2000). Dentro de esta, la riqueza de
las interacciones madre-hijo o cuidador-hijo es el predictor mas consistente de
la habilidad, el conocimiento y la motivación en los niños (Pino y Herruzo,
2000).

El primero en desarrollar una teoría del apego a partir de los conceptos que
aportara la psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar por
qué los niños se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus
primeros cuidadores, así como los efectos emocionales que resultan de la
separación, fue John Bowlby, quien intenta mezclar los conceptos
provenientes de la etología, el psicoanálisis y la teoría de sistemas para
explicar el lazo emocional del hijo con la madre (Yarrow, 1972; citado por
Aizpuru, 1994). De esta forma, Bowlby (1985; 1998) define al apego como “la
conducta que reduce la distancia de las personas u objetos que suministrarían
protección” Desde esta perspectiva, la conducta de apego parece ser un
componente más de entre las heterogéneas formas de conducta comúnmente
clasificadas dentro de la categoría de conducta dictada por el temor.

Ainsworth y cols., (1978) diseñaron una situación experimental, la Situación del


Extraño, para examinar el equilibrio entre las conductas de apego y de
exploración, bajo condiciones de alto estrés. La Situación del Extraño es una
simple prueba de laboratorio para medir el apego, en niños de 1-2 años.
Consta de dos episodios de una breve separación entre el niño y la persona
que lo cuida. El objetivo era evaluar la manera en que los niños utilizaban a los
adultos como fuente de seguridad, desde la cual podían explorar su ambiente;
también la forma en que reaccionaban ante la presencia de extraños, y
sobretodo en los momentos de separación y de reunión con la madre o
cuidador.
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En los resultados de la prueba, Ainsworth encontró claras diferencias


individuales en el comportamiento de los niños en esta situación. Estas
diferencias le permitieron describir tres patrones conductuales que eran
representativos de los distintos estilos de apego establecidos:
1. Apego seguro
2. Apego inseguro-evitativo
3. Apego inseguro ambivalente

En el apego seguro aparece ansiedad de separación y reaseguramiento al


volver a reunirse con el cuidador. Se interpreta como un Modelo de APEGO,
Funcionamiento Interno caracterizado por la confianza en el cuidador, cuya
presencia le conforta (Fonagy, 2004). Las personas con estilo de apego seguro
son capaces de usar a sus cuidadores como una base segura cuando están
angustiados.

En el apego inseguro-evitativo, la observación fue interpretada como si el


niño no tuviera confianza en la disponibilidad de la madre o cuidador principal,
mostrando poca ansiedad durante la separación y un claro desinterés en el
posterior reencuentro con la madre o cuidador. En la situación extraña los niños
con estilo de apego evitativo no lloran al separarse de la madre, sin embargo,
hay evidencia de que se dan cambios en su sistema nervioso notables en la
aceleración del ritmo cardíaco y otras alteraciones (Botella, 2005). Debido a su
conducta independiente en la Situación del extraño y su reacción carente de
emociones ante la madre, podría interpretarse como una conducta saludable.

En el apego inseguro-ambivalente el niño muestra ansiedad de separación


pero no se tranquiliza al reunirse con la madre o cuidador, según los
observadores parece que el niño hace un intento de exagerar el afecto para
asegurarse la atención (Fonagy, 2004). Estos niños se mostraban tan
preocupados por la ausencia de la madre que apenas exploraban en la
Situación del Extraño.
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El hecho de poder confiar en una figura de afecto, además de mostrarse


accesible y que pueda ser capaz de responder a los requerimientos del sujeto,
dependería de:

a) que se estime que la figura de apego es o no el tipo de persona que por lo


general pueda responder a los requerimientos de apoyo y protección;

b) el que uno mismo, de acuerdo con las estimaciones, sea o no el tipo de


persona hacia quien un tercero pueda responder con muestras de apoyo.
Como resultado, el modelo de la figura de afecto y el modelo de si mismo
suelen desarrollarse de manera tal que se complementan y reafirman
mutuamente (Bowlby, 1985; 1998).

El desarrollo emocional durante el primer año establece la base de la salud


mental en el individuo humano (Winnicott, 1995), pero desde el momento del
parto y las semanas posteriores, el apego de la persona se va consolidando.

En cuanto al miedo a los extraños, la secuencia se encuentra marcada por los


siguientes hitos:

1) Los primeros días de vida, el bebe no discrimina entre personas


familiares y no familiares. Reacciona de forma similar ante unos y otros.

2) Audaz: la presentación de objetos novedosos desencadenan respuestas


de interés sin temor.

3) 3 y 6 meses: reacción positiva ante personas desconocidas, pero


comienza la diferenciación en la interacción con las personas conocidas
y no conocidas.

4) 6 y 8 meses: cauto e inhibido ante la persona extraña.

5) 8-9 meses: miedo a los extraños.


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6) 9-12: aumento en la intensidad conductual del miedo a los


desconocidos.

7) 24 meses: máximo de intensidad del miedo. A partir de los dos años


suele perder intensidad debido a procesos autorregulatorios (Fernández
et. al, 2002).

Con respecto a las figuras de apego Osofsky y Ebehart (1988) (mencionados


por Lartigue y Vives, 1992), identificaron patrones de riesgo en los que tenía
lugar un intercambio de afectos negativos.

El primer patrón fue de blandura o aburrimiento en la interacción, en el cual


casi no existe comunicación, teniendo en conocimiento lo importante de la
comunicación en todas las relaciones interpersonales, siendo la base de las
relaciones;

El segundo patrón caracterizado por el enojo y rabia de la madre hacia el bebé;

El tercer patrón como un intercambio negativo mixto donde el infante y su


madre aparecen fuera de sincronía el uno con el otro;

El cuarto patrón de interacción recíproca positiva caracterizado por la


disponibilidad emocional, sintonía afectiva y sensación de bienestar.

El solo hecho de estar cerca de una madre y poder verla parece suficiente
como para brindar a un pequeño de dos años una sensación de seguridad, en
tanto que un pequeño de un año suele insistir en sus deseos de entablar
contacto físico. Los niños de dos años se quejan menos que los de un año
durante periodos breves en que las madres los dejan solos. Lee llega a la
conclusión de que, por comparación con los niños de un año, los de dos años
poseen estrategias cognitivas más perfeccionadas para mantener el contacto
con la madre. Recurren en medida mucho mayor a la comunicación ocular y
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verbal, y con probabilidad también elaboran imágenes mentales (Bowlby, 1985;


1998). .

De algunos estudios de experiencias en separación, se concluye que:

En una situación benigna, aunque ligeramente extraña, los pequeños de once a


treinta y seis meses, criados en el seno de su familia, advierten de inmediato la
ausencia de la madre y por lo común demuestran cierta inquietud, cuyas
pautas varían considerablemente, pero que con frecuencia llega a revestir la
forma muy obvia, y a veces intensa, de ansiedad y zozobra. La actividad del
juego se reduce abruptamente y puede cesar por completo. Son comunes los
esfuerzos dirigidos a alcanzar a la madre ( Bowlby, 1985; 1998).

Por otra parte, los padres que participan en el nacimiento de su hijo sienten una
atracción casi inmediata por él, acompañada de sentimientos de alegría, orgullo
y autoestima Algunos estudios indican que tienen un vínculo y apego más
fuertes con el hijo que los que no intervienen en el nacimiento ni en los
cuidados iniciales; pero dichos padres pueden distinguirse en muchos otros
aspectos (que pudieran favorecer tal vínculo) de los que no optan por tener tal
contacto (Craig, 1999).

APEGO Y TEMPERAMENTO

Según el modelo Bowlby-Ainsworth los determinantes de la seguridad de


apego pueden ser próximos o distantes. Los determinantes próximos son los
que influyen en la cualidad de la relación padres-hijo y abarcan, sobre todo, el
temperamento infantil y la sensibilidad de la madre. Los determinantes
distantes son los que influirán en el futuro (Fonagy, 2004). Vaughn y Bost
concluyen una exhaustiva revisión sobre el tema con estas palabras: “La
seguridad del apego influye en el temperamento cuando se trata de
comprender la personalidad y/o para explicar características de las acciones
interpersonales” (p.218).
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Se ha establecido que la conducta de apego encuentra su periodo álgido entre


los nueve meses y los tres años. A este punto referido, Griffin y Bartholomew
(1994) añaden que las formas de apego se desarrollan en forma temprana y
poseen alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida. Esto puede
interpretarse también como un periodo crítico, puesto que la mayor parte de las
carencias de apego que pueden lastrar la conducta infantil posterior se centra
en estos años (Del Barrio, 2002; Winnicott, 1995; Bowlby, 1980).

Como se menciono con anterioridad la familia es el primer referente social, por


lo que su papel es esencial a la hora de configurar los esquemas que regularán
la interacción futura del niño con el entorno (Musitu y Cava, 2001; Trianes,
2002).

Unas buenas relaciones familiares pueden garantizar una adecuada adaptación


social, entendiendo que estas relaciones incluyen las de pareja, las de padres e
hijos y las de los hijos entre sí (Mikulincer y Florian, 1999). La familia ha sido
especialmente estudiada desde la teoría sistémica. Minuchin (1968) defiende
que no se pueden entender los problemas de un sujeto si no se atiende al
conjunto total de la dinámica familiar (citado en Del Barrio, 2002).

EL APEGO Y LO COGNITIVO

Este enfoque fenomenológico contempla como factores fundamentales los


esquemas emocionales en la misma línea y compatible con el modelo
cognitivo. Así, los esquemas mentales se entienden como estructuras mentales
que moldean las experiencias y fenómenos emocionales a partir de los cuales
se producen las diferentes respuestas emocionales propias de cada persona
(Botella, 2005).

Sobre los factores determinantes en los estilos de apego y los procesos


cognitivos, Del Barrio (2002) destaca, apoyándose en Lafuente (2000) que las
condiciones óptimas de los padres para desarrollar una buena conducta de
apego son: sensibilidad, aceptación del niño, estimulación contingente,
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capacidad de anticipación, capacidad de equilibrar el control y autonomía del


niño y el apoyo intelectual y afectivo en la realización de tareas.

La relación con las figuras de apego posibilita la construcción de un modelo del


mundo y de sí mismo en función del desarrollo cognitivo y afectivo que le
permitirá actuar, comprender la realidad, anticipar el futuro y establecerse
metas (Bradley y Cafferty, 2001).

Las personas con estilo de apego seguro realizan una búsqueda activa de
información, están abiertos a ella y poseen estructuras cognitivas flexibles ya
que como su nivel de ansiedad es mínimo, son capaces de incorporar nueva
información, aunque esto les lleve a períodos momentáneos de confusión, son
capaces de reorganizar sus esquemas (Botella, 2005; Oliva, 2004). Esta
capacidad les permite ajustarse de manera adecuada a los cambios del
ambiente, a proponerse metas realistas y a evitar creencias irracionales. Las
personas con estilo de apego evitativo, rechazan la información que pudiese
crear confusión, cerrando sus esquemas a ésta, teniendo estructuras cognitivas
rígidas. Las personas ansiosas-ambivalentes también muestran este
comportamiento, pero a diferencia de los evitativos, desean acceder a nueva
información, pero sus intensos conflictos les llevan a alejarse de ella.
(Mikullincer, 1997).

El estilo de apego depende del trato recibido por las principales figuras
afectivas que a su vez deriva de las características personales de las mismas
(Lafuente, 2000). En otras palabras, el apego es el resultado de una relación
que se establece entre los dos miembros de una díada donde las
características del niño y del cuidador pueden influir en la seguridad del apego
que se ha establecido (Oliva, 2004

En la infancia existen cantidad de situaciones y acontecimientos que pueden


ser considerados como estresores, porque implican daño o pérdida; son
amenazas reales o potenciales para el bienestar, retos ante los cuales
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irremediablemente hay que responder. Migram (1996) (citado por Trianes,


2000), propone una clasificación de dichos acontecimientos:

1) tareas rutinarias,.
2) actividades o transiciones normales del desarrollo
3) acontecimientos convencionales,
4) acontecimientos negativos,
5) alteraciones familiares graves,
6) desgracias familiares,
7) desgracias personales y
8) desgracias catastróficas.

Toda separación ejerce un efecto particularmente adverso sobre los niños


cuyos padres suelen mostrarse hostiles o amenazarlos con la separación como
medida disciplinaria, o cuya vida familiar es inestable. De esta forma, se
observa que las amenazas de abandono por parte de los padres, suelen
desarrollar más la elaboración de un apego ansioso.

8. APEGO Y MALTRATO

Los padres de un niño maltratado son menos afectuosos, interfieren en las


actividades y conductas de su hijo, existe poca interacción con él y su contacto
ocular es pobre (Aizpuru, 1994).

Lyns-Ruth, et al., (1987) (citados por Aizpuru, 1994), refiere que en diversos
estudios se ha encontrado que en niños maltratados hay una mayor incidencia
de apego ansioso; puesto que ellos muestran un mayor índice de frustración,
de agresión. Al haber menor respuesta de la madre, acompañada por una falta
de seguridad el niño teme acercarse a los adultos amistosos, impidiendo así, la
interacción.
Los infantes maltratados desarrollan con mayor probabilidad relaciones de
apego inseguras como respuestas a experiencias repetidas de maltrato y/o
desconcertantes. Además esas experiencias y expectativas conducen al
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desarrollo de una estrategia defensiva a través de la cual estos infantes dirigen


su atención lejos de sus madres con el propósito de mantener su organización
frente al conflicto surgido por la incompatibilidad de sus deseos (Aizpuru,
1994).

Algunos individuos se recuperan en gran medida o completamente de las


experiencias de separación y pérdida. En cuanto a las condiciones que
desempeñan cierto papel en la respuesta diferencial, se encuentran:

1) la intrínsecas a la separación en sí, o estrechamente relacionadas


con ella, en particular las condiciones en que se cuida al niño en ausencia
de la madre.
2) Las presentes en la vida del pequeño durante un periodo más
prolongado; en particular, sus relaciones con los padres durante los
meses o años anteriores y posteriores al hecho (Bowlby, 1985; 1998).

Con niños pequeños, la implicación de la familia en amplificar o amortiguar el


impacto del estrés es más intensa, ya que el apoyo de los iguales tiene un
papel menos relevante que en edades posteriores donde El efecto
amortiguador más fuerte del estrés se ha encontrado en el apoyo social
presentado por los compañeros y amigos (Trianes, 2000).

Entre las condiciones que mitigan la intensidad de las respuestas de los


pequeños separados de la madre, las más eficaces parecen ser:

1) La presencia de un acompañante familiar y/o posesiones familiares


2) Los cuidados maternos proporcionados por una madre sustituta (Bowlby,
1985; 1998).

La presencia de un acompañante familiar, incluso si no suministra casi ningún


cuidado como sustituto materno, constituye un factor de alivio de bastante
importancia. También proporciona algún consuelo los objetos inanimados,
como juguetes favoritos o ropas personales (Bowlby, 1985; 1998).
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Una segunda opción que mitiga el dolor provocado por la separación, son los
cuidados maternos que brinda una madre sustituta. Inicialmente el pequeño
teme a la extraña y rechaza sus intentos de brindarles afecto y cuidados
maternos.

EL CICLO DEL APEGO

Después de su primer llanto, el niño puede ponerse progresivamente enfadado


o furioso; su estado de excitación es alto. Es en este momento cuando es
receptivo de los esfuerzos de gratificación de sus padres, lo que incluye el
contacto físico, sonreír, mecer, alimentarle, cambiarle, establecer contacto
ocular y palabras consoladoras, presentan una valiosa oportunidad para
apegarse entre padres e hijo, estos actos permiten que el niño comience a
confiar en que sus padres pueden y le cuidarán y protegerán.

El ciclo es repetido cientos de veces durante los dos primeros años de vida del
niño, formando la base de cualquier otra tarea del desarrollo de la vida
humana. Esto no indica que acontecimientos posteriores no tendrán que ver
con el curso de la vida de una persona. En cambio, se dice que sin la
consecución satisfactoria de este ciclo en algún punto, es dudoso que el
crecimiento personal suceda normalmente sin la intervención de un terapeuta
específico.

El hecho de completar y repetir el círculo del vínculo provoca serios problemas


en la formación del la personalidad del niño, lo cual, en muchos casos, tendrá
implicaciones en toda la vida. Cuando el círculo del vínculo se interrumpe los
problemas surgen en estas áreas:

 Desarrollo social y conductual.


 Desarrollo cognitivo.

 Desarrollo emocional.

 Pensamiento causa-efecto.
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 Desarrollo de la consciencia.

 Relaciones recíprocas.

 Paternidad/maternidad.

 Aceptación responsable.

Existen una serie de dimensiones positivas de la conducta parental que están


íntimamente relacionadas con el apego padres/hijos: la sensibilidad, la dulzura,
la capacidad de respuesta y la capacidad de aceptación. De hecho, la calidad
del apego nos dice, de alguna manera, de cómo un niño ha sido tratado. Así
Reiss y col (1995) utilizando un protocolo controlando las variables genéticas
de la conducta han demostrado que el nivel de actitud negativa de los padres
frente al hijo predice los comportamientos antisociales, al margen de la
predisposición genética., siendo otro aspecto muy importante la confusión de
límites con inversión de los roles.

El apego juega un rol muy importante en lo que se refiere a la regulación


emocional. Esta regulación, dependiendo del apego, puede se flexible o rígida.
Fonagy y cols (1997) propone que la seguridad en el apego permite y facilita la
capacidad auto-reflexiva y la mentalización que asegura la comprensión
intuitiva de las motivaciones del otro y su predicción. Esto protegería contra los
trastornos de conducta en la medida que el adolescente es capaz de intuir los
sentimientos del otro, generando relaciones empáticas.

Se ha demostrado que los niños con un trastorno negativista desafiante


presentan de forma significativa un apego inseguro tanto a la figura paterna
como materna. Sin embargo, el hecho de que un porcentaje importante de
niños con trastornos de conducta presenten un apego seguro, nos indica que el
apego inseguro no es más que un aspecto más de los implicados en la génesis
de los trastornos de conducta. Por tanto es importante resaltar que la
“inseguridad” en el apego no es sinónimo de psicopatología.
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Los niños con apego desorganizado si lo comparamos con las demás


modalidades de apego presentarán un repertorio mayor de conductas
agresivas, violentas, abusos sexuales y han estado expuestos con más
frecuencia a experiencias terroríficas a igual que sus padres. Niños sumergidos
en la paradoja de necesitar establecer un apego seguro frente a unos padres
maltratantes y desorganizados. En estos casos se ha dicho que el trastorno de
conducta no sería más que una forma de expresar la necesidad controlar la
situación tal como se manifiesta en la edad escolar: serían niños más
controladores y agresivos respecto a sus padres.

Greenberg y cols (1991) estudiaron algunos factores asociados al trastorno


negativista desafiante en niños en edad escolar encontrando cuatro
dimensiones que predicen, según su investigación, este trastorno:

- Temperamento difícil,
- Estrategias educativas parentales,
- Adversidad familiar y
- Apego inseguro.
-
nguna de ellas aisladamente sirve como predictores de riesgo. Cuando un niño
presenta al menos dos o más de estos factores de riesgo se incrementaría en
34 veces más la probabilidad de presentar un trastorno negativista desafiante.

En definitiva lo que hoy se mantienen es que el tipo de apego incrementaría el


riesgo aunque ni es necesario ni suficiente.
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CONCLUSION

Al finalizar el trabajo denominado, El apego como factor principal de la primera


infancia, se ha obtenido un resultado, más bien de alerta a la labor que
convoca el conocer, transmitir, intervenir, fomentar, orientar y principalmente
educar.

Será un aporte desde como se inicia una protección a los que necesitan estar
protegidos, como se incorporan conceptos como la resiliencia y el apego para
reconocer la importancia de los vínculos , y estos juntos como otras
características genéticas conforman y forman al individuo.

El apego otorga las primeras formas de socialización con los pares que hacen
menos traumático el proceso de desvinculación momentánea del adulto
responsable.

El conocer implicancias, característica formas y modos de apego y como


internalizar, son los efectos que conlleva la falta de apego y los efectos que
provoca y como esto afecta en el desarrollo temprano.

Así como la relación entre la falta de apego y la vulnerabilidad, como los que no
pueden satisfacer sus necesidades básicas, no son capaces de entregar
afecto, definitivamente la educación juega un rol importante como causa y
efecto de la pobreza, sin educación no se puede pretender una oportunidad
laboral con ingresos que permitan satisfacer las necesidades.

Si no se puede satisfacer las necesidades, se generan estresores que no


permiten una preocupación solo de la formación de los hijos, la familias son
más vulnerables, viviendo en condiciones desfavorables, muchas veces de
hacinamiento.

Es entonces la información que se requiere para la intervención, identificar a


las familias y concientizar al educando, que se requiere formar. No es posible
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que además de todas las dificultades que deben vivenciar los niños no tenga la
posibilidad de disfrutar del apego de los adultos responsables, para que sean
mas llevadera las necesidades económica y tengan herramientas distintas
para enfrenta la vida, siendo futuros adultos responsables, seguros y confiables
que permitan formar también adultos responsables.

Concluir que la importancia radica en la formación que se inicia en la familia,


existe en la actualidad un acercamiento o los primeros pasos para comenzar
hablar del apego en el programa “Chile Crece Contigo”, a través de los centros
familiares de salud, en el proceso de gestacion se realizar talleres que hablan
de la importancia del apego, esto en el marco del programa que es mucho más
que los talleres.

El tema se está trabajando, si los resultados son efectivos entonces tendremos


niños que en su primer proceso podrán mostrar mayor seguridad hacia los
adultos responsable de su cuidado, si además se logra el compromiso en las
escuelas con los docentes, entonces allí estaríamos en condiciones de esperar
un futuro con personas con claridad, responsabilidad, seguridad y aportes
reales a la sociedad.

No debemos olvidar la realidad que nuestro país, como constantemente vemos


en las noticias jóvenes delincuente, se ha incrementado el número de niños
drogadictos, alcohólicos o la forma de enfrentar los adolescente los conflictos
que muchas veces llegan al asesinato del otro que no pensaba igual.

Si revisamos su historia de vida, nos encontramos que vienen de familias


disfuncionales, donde la falta de afecto es una constante y lo más seguro es
que los padres también en su niñez sea igual, y se convierte en un ciclo, que se
debe romper.

El país ha invertido recursos en diversos programas para combatir la


delincuencia, la drogadicción y otras series de problemas sociales, las familias
son intervenidas por varias instituciones que trabaja con el caso aislado siendo
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visitadas por distintos profesionales que van en busca de cumplir metas, las
familias están agotadas y los resultados no han sido favorables.

Si los esfuerzos y los recursos fueran bien enfocados los resultados serian
distintos, estos deben centrarse en la familia, en sus roles y funciones para
lograr un cambio, realizar nuevas tipologías de la familia, porque ésta cambio y
no hemos mostrados sus cambios, porque los niños y niñas necesitan y
requieren limites, normas y reglas, pero por sobre todas las cosas necesitan el
afecto, la protección y el amor. Con esta basica acción de entregar afecto
hacemos un aporte inimaginable para el desarrollo de la persona adulta.

El apego es un factor principal de la primera infancia, no es el único, pero si lo


trabajamos desde la gestacion, lo reforzamos en el proceso educativo tan
importante para la socialización, involucramos a los padres, profesores,
formadores, sin lugar a dudas que se esta contribuyendo en la formación de
personas más seguras, aportando a la sociedad adultos responsables, no tan
solo con su vida sino también con la de los demás.

BIBLIOGRAFIA

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edición, editorial Gedisa, S. A., Barcelona, España.

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edición, editorial Gedisa, S. A., Barcelona, España.

Unidad de intervención temprana, “Manual de estimulación temprana para


bebes de 0 a 12 meses”, publicación SENAME.
19

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