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ESENCIAY FORMAS DE LA SIMPATIA

HERMENEIA MAX SCHELER


48

Colección dirigida por


Miguel Garcia-Baró

E, SE,NCIAY FORMAS
DE LA SIMPATIA

EDICIONES SÍCUEME
SALAMANCA
2005
CONTENIDO

Presentación, por Íngrid Vendrell Ferran

Esta obra ha sido publicada con ayuda de la Dirección General del Libro, ESPNCIA Y FORMAS DE LA SIMPATÍA
Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España
Dos prólogos 23
A la tercera edición 23
A la segunda edición 24

I. Le swtPArÍA
l. La llamada ética de la simpatía ... 35
2. Distinciones entre los fenómenos de «simpatía» 39
3. Teorías genéticas de la simp atia 75
4. Las teorías metafisicas 93
l. Teoría de Schopenhauer 93
2. El alcance de las teorías metafisicas en general . 98
3. El amor y las interpretaciones metafisico-monistas tt4
Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín
4. La unificación afectiva y la metafisica 118

O Tradujo José Gaos sobre el original alemán Wesen und formen der sympathie 5. La unidad de la vida t2l
(1923). Íngrid Vendrell Ferran revisó la traducción y redactóla Presentación de 5. La unificación afectiva cósmica en las grandes formas histó-
esta nueva versión ricas del espíritu t25
e Ediciones Sígueme S.A.U., 2005 6. Las leyes de fundamentación de la simpatía ... t47
Cl García Tejad o, 23-27 - E -37007 Salamanca / España 1. La unificación afectiva es fundamento del sentir lo mismo
Tlf: (34) 923 2r8 203 - Fax: (34) 923 270 563
que otro t47
e-mail: ediciones@sigueme.es
www.slgueme.es 2. El sentir 1o mismo que otro es fundamento de la simpatía ... t49
3. La simpatiaes fuirdamento del amor al hombre (humanitas) . 150
ISBN: 84-301-1539-0 4. El amor al hombre es fundamento del amor acosmístico a
Depósito legal: S. 12-2005 la personay a Dios l5l
Fotocomposición Rico Adrados S.L., Burgos
Impreso en España / Unión Europea
7 . La cooperación de las funciones simpáticas (unificación afec-
Imprime: Gráficas Varona S.A. tiva, sentir lo mismo que otro, simpatía, amor al hombre, amor
Polígono El Montalvo, Salamanca 2005 acosmístico a lapersona) t57
8 Contenido

8. Origen y desarrollo filogenéticos de la simpatía 189 PRESENTACION


9. La compasión y la congratulación y los modos de sus varie-
dades 195
10. Sobre el valor ético de la simpatía ... r99
I I . Relación del alnor con la simp atia 201

II. El evoR Y EL oDIo


Ingrid Vendrell Ferran
l. Para la fenomenología del amor y el odio 209
l. Lo que no son 209
2. Rasgos fenomenológicos positivos 2t5
a) El amor como referido al valor en general . 218 Max Scheler ( I 87 4-1928) fue un escritor verdaderamente pro-
b) La manera de darse de los objetos de valor en el amor lífico. En sus obras se reflejan los múltiples intereses que le mo-
y en el odio 220 vieron -intereses que van desde la metafisica hasta la antropología,
2. Los valores fundamentales del amor y el ((amor al bien>) ........ 227 la filosofia de la religión y la sociología del conocimiento-, pero el
3. El amor y la persona 231 auténtico eje vertebrador de todas ellas ha de buscarse en sus preo-
4. Las formas, los modos y las especies del amor y del odio 23s cupaciones éticas.
5. Los límites de las teorías naturalistas del amor 243 Ya en su tesis doctoral,leída en Jena en 1897, bajo la tutela del
6. Crítica de la teoría naturalista y principios de una teoría edifi- neoidealista R. Eucken y titulada Beitrcige zl,tr Feststellung der Be-
cada sobre los fenómenos 249 :iehungen zwischen den logischen und ethischen Prinzipien («Con-
l. El amor y el impulso 249 tribuciones a la constatación de las relaciones entre los principios
2. Los hechos de la perspectiva de intereses 259 lógicos y éticos»»), vemos reflejado su interés por la ética. Tres años
3. El problema de la <<transmisión» 263 nrás tarde, justamente cuando vieron la luz las Investigaciones ló-
4. La extensión por igual del amor y del odio 267 gicas de Husserl, se habilitó en la misma universidad con el traba-
5. Sobre la ontogenia de Freud ... 268 -jo académico Die transzendentale und die psychologische Methode
(«El método trascendental y el psicológico»). La lectura de las In-
III. Dsl Yo AJENo t,estigaciones lógicas y el encuentro con el propio Husserl sólo dos
Ensayo de una eidología, teoría del conocimiento y metafisica de años después, hizo que Scheler no permaneciera por mucho tiem-
la experiencia y posicionamiento real del yo ajeno y del ser vivo po en el ambiente neoidealista y neokantiano en el que se habían
forjado sus ideas iniciales, abandonando prematuramente Jena y
1. Significación y orden de los problemas 287
sus primeros maestros. Se produjo así un cambio hacia la orienta-
2. La evidencia del tú en general 313
ción fenomenológica.
3. La percepción del prójimo 319
Esta convergencia entre los intereses de Scheler y el método
husserliano auspiciaba nuevos caminos para la investigación feno-
rnenológica. Podemos afirmar sin rodeos que lo que Scheler des-
cubrió en la fenomenología fue la visión de esencias, un método
que le permitia desarrollar y proseguir sus geniales intuiciones. Su
interés por las cuestiones morales encontraba así nuevas líneas de
investigación, de suerte que el método y el ideal fenomenológicos
hallaron en el suelo de la ética un fructífero campo aún por indagar.
t0 Presentación Presentación tI

La cuestión principal de la éttca para Scheler es la cuestión del nreros borradores del ensayo Ordo omoris, QUe amplía en 1916,, re-
valor y de cómo llegamos a conocer los valores. Los valores exis- tlactando en 191 7 Reue und Wiedergeburt («Arrepentimiento y re-
ten en un reino independiente ordenados por rangos, ufl reino de rr¿rcimiento»). De todos sus escritos son, sin embargo, Esencia y
objetos ideales aprehensible sólo por medio de sentimientos de va- litrmas de la simpatío y Ética los dos pilares básicos de su teoría
lor, que difieren de otros sentimientos que en sí son indiferentes a sobre la persona y las emociones. Las obras anteriormente men-
valores. El sentir es, por decirlo así, el «órgano)) de la aprehensión cionadas sólo presentan teorías complementarias, amén de reflejar
de valores que nos permite aprehender este tipo especial de objetos cl proyecto del autor de elaborar un estudio pormenorizado de la
en su eterna ordenación. Así pues, de la misma forma en que los vida emocional, buscando completar de esta manera sus investiga-
actos lógicos apuntan a contenidos con una legalidad propia, los ac- ciones éticas. Este interés de Scheler se reforzará apartir de 1913
tos alógicos del sentir se dirigen a un dominio de objetos que tam- crrando, con A. Pftinder, M. Geiger y A. Reinach, dé inicio a su tra-
bién posee una legalidad que le es peculiar. Precisamente la exis- bajo como coeditor del Jahrbuchfiir Philosophie und phcinomeno-
tencia de una legalidad propia de este reino de objetos ideales Irryische Forschung. Todos estos autores compartían una misma
implica que en los actos del sentir se nos dan valores de un modo preocupación por las cuestiones morales y su relación con los afec-
intuitivo en su a priori materi al y, por esta razón, el conocimiento tt)s, y precisamente a esta temática dedicaron gran parte de sus in-
ético, aunque se real iza a partir del percibir sentimental, no por ello vestigaciones fenomenológicasr. Por tanto, la obra de Scheler ha de
es necesariamente subjetivo. En estas consideraciones se hace pa- verse inserta en un plan común junto a otros autores, aunque su
tente, pues, que las investigaciones que Scheler lleva a cabo sobre contribución ala ética rebasa las aportaciones de los otros fenome-
el sentir, los sentimientos y las leyes que rigen la vida emocional al rrólogos y se revela como singular y original.
aplicar de un modo sui generis los principios de la teoría fenome- En efecto, en el estudio fenomenológico del sentir Scheler des-
nológica de Husserl desarrollada en las Investigaciones lógica,s, no cubre que no todo sentir es de la misma índole ni nos presenta los
tienen su origen en un interés meramente psicológico, sino que se rnismos valores, lo que implica que dentro del sentir mismo existe
hallan enraizadas en la éttca y en la teoría sobre la persona. una división en tipos y subtipos establecida a partir de tres crite-
La obra que presentamos en este volumen fue public ada en rios. Según el primero, el criterio de la irreductibilidad, hallamos
1923 con el título definitivo de Esencia y formas de la simpatía. El cuatro modos de sentir que no son reducibles unos a otros, siendo
texto de 1923 viene a ser una ampliación de un ensayo escrito diez cadauno de ellos del mismo modo originario. En segundo lugar, se
años antes bajo el tí¡rl o Zur Phcinomenologie und Theorie der Sym- observa que algunos de estos modos de sentir son intencionales,
pathiegefi)hle und von Liebe und Hass. Este ensayo <«sobre la fe- mientras que otros carecen de este atributo. Finalmente, se estable-
nomenología y teoría de los sentimientos de simpatia y de amor y
I . Así, A. Pftinder publicó en 1900 Phcinomenologie des Wollens («Fenomeno-
odio» constituye uno de los primeros análisis de Scheler sobre la
logía del querer»); en 191l, en Miinchener PhilosophischAbhandlung, el artículo
vida emocional, y forma un todo unitario con otras publicaciones <«Motive und Motivation»); en l9l3 Zur Psychologie der Gesinnungen («Psicología
escritas en el plazo de un lustro que versan también sobre la étrca y de los sentimientos directos»). Por su parte, M. Geiger realizó interesantes análisis
f-enomenológicos sobre el placer estético en Beitrcige zur Phcinomenologie des
su relación con los sentimientos. Dichos estudios fenomenológicos
tisthetischen Genusses («Contribuciones para una fenomenología del placer esté-
de las emociones se inician en 191 2 con Los ídolos del autocono- tico»), que puede hallarse en el Jahrbuch ftir Philosophie und phcinomenologische
cimiento y el Resentimiento en la moral. Sólo un año después, ade- Forschung l, 567-884, publicado por Max Niemeyer Verlag, Tübingen 1974; un
análisis sobre la empatía de las disposiciones de ánimo en Zum Problem der Stim-
más del citado ensayo sobre la simp atia y el amor y el odio, redac-
mungseiffihlung, aparecido en Zeitschrift fir Á'sthetik YI, l-42; y sobre la con-
ta Scheler Sobre el pudor y el sentimiento de vergüenza y Zur ciencia de sentimientos en Das Bewusstsein von Gefiihlen, que formaba parte de
Rehabilitierung der Tugend («La rehabilitación de la virtudr), ala Münchener Philosophische Abhandlungen, 125-162. Por último, entre las obras
más importantes de A. Reinach puede citarse la que apareció en I 912: Die Über-
vez que edita la primera parte de su Éfica, culminada con una se- legung: ihre ethische und rechtliche Bedeutung (<<La reflexión: su significación éti-
gunda parte en 1916. El año 1914 Scheler pone por escrito los pri- ca y jurídica»).
t2 Pre,santut'ión Presentación t3

ce una división tripartita según la forma en la que se lleva a cabo superior, cuyo objeto intencional únicamente puede ser un solo va-
este sentir, de tal suerte que hay unas maneras de sentir que son es- lor. Y mientras que en el preferir y el postergar se nos informa de la
tados, otras funciones y otras actos. A partir de estos criterios, y si- jerarquía de los valores, en el amor descubrimos nuevos valores, de
guiendo la exposición que nos presenta en su Éfica2, diferenciamos tal suerte que el reino de valor accesible al percibir sentimental ex-
entre los siguientes modos de sentir: perime nta una ampliación o, en el caso del odio, una restricción.
En primer lugar, la investigación fenomenológica nos revela Ahora bien, el amor no se dirige hacia un valor después de haber-
que hay estados sentimentales. Dichos estados pueden ser sentidos lo percibido sentimentalmente como una reacción al sentir el valor,
de varios modos: pueden ser sufridos, aguantados, consentidos, sino que es espontáneo y surge por sí mismo, y como descubridor
disfrutados... Ellos pertenecen a los contenidos o fenómenos, y no de valores, como guia, como el que amplía la esfera de los valores
a los actos. Por eso mismo, se trata de vivencias que a pesar de en- preferibles y sentimentalmente preferibles precede al preferir y al
lazarse con objetos por medio de sensaciones, representaciones y sentir el valor. El amor es un movimiento en la dirección del valor
percepciones, flo se refieren a ellos de un modo intencional. más bajo hacia el más alto y sin que nos tengan que estar dados los
Frente a este primer tipo de sentir hallamos un segundo tipo: el dos valores. Scheler agrupa los actos de amor y de odio en tres di-
sentir intencional de algo. En este caso ya no estamos ante un es- recciones: las formas, las especies y los modos. Existentresformas
tado sentimental, sino ante unafunción dentro de la cual se da una de amor y de odio, que se basan en los actos emocionales en tres
triple división: I ) El sentir de sentimientos en el sentido de estados. estratos. En el estrato inferior de los actos vitales o actos del cuer-
2)El sentir de los caracteres del ánimo -objetivos y emocionales-, po está el amor pasional, con los correlatos noemáticos de los va-
como es por ejemplo el caso de sentir la tranquilidad de un río, la lores de lo noble y de lo vulgar. En los actos psíquicos o del yo es-
serenidad del cielo, la tristezade un paisaje... En este modo de sen- tá el amor anímico, dirigido a los valores del conocimiento y de lo
tir hay notas cualitativas emocionales que pueden darse como cua- bello. En el estrato de los actos espirituales o de la persona está el
lidades de sentimiento, pero que nunca son vividas como senti- amor espiritual de la persona, dirigido a los valores de 1o sagrado y
mientos, esto es, que no están referidos al yo. 3) El sentir de los de lo profano. De estas formas se distinguen las especies de amor
valores de 1o agradable, lo bello y lo bueno. Y puesto que en este y odio. Aquí se observa otro aspecto que atañe ala coloración emo-
tercer tipo de sentir intencional nos referimos y dirigimos hacia los cional en el vivenciar real. Ejemplos de especies de amor son el
valores, el sentir alcanza una función cognoscitiva que no tiene en amor materno, el amor alapatria o el amor sexual. En este caso las
los casos anteriores, de modo que existe una relación intencional emociones no difieren entre sí sólo porque se dirijan a objetos di-
con su correlato de valor. Los valores son los propios objetos de es- ferentes, sino que sentimos las diferencias como cualidades espe-
te sentir y en el sentir los aprehendemos sin necesidad de que nos ciales de las emociones mismas, independientemente de sus obje-
sean mediados por una representación. tos. Los modos del amor y del odio son modos de conducirse que
En tercer lugar, es posible distinguir los actos emocionales, que resultan de vinculaciones de actos de amor con modos de compor-
a su vez se dividen en dos subclases. Una primera subclase viene tamiento y vivencias de simpatía. Estos modos no son esenciales ni
configurada por el preferir y el post ergar, que son los encargados originales como las formas o especies de amor, sino que están so-
de que captemos la jerarquía de los valores. Por ello, pueden diri- cialmente determinados. Algunos de estos modos aparecen con un
girse a una gran variedad de valores y pertenecen alaesfera del co- cierto nivel de desarrollo (cortesía, piedad.. .), otros son más gene-
nocimiento del valor y no de la tendencia. La segunda subclase es ralmente humanos (agradecimiento). Por último, sin explicitarlo
la del amor y el odio, los cuales son actos emocionales del estrato más, Scheler apunta a una cuarta subclase de amor y odio, las me-
ras combinaciones de agitaciones del ánimo en las que amor y
2.
M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, sec-
odio sólo representan una parte esencial sin dar al todo su carácter
ción V cap. l, subcap.2, en Gesammelte Werke II (versión
cast.: Éfica; nuevo en-
sayo de.fundamentación de un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001). fundamental (lealtad humildad, envidia, celos )
t4 Presentación Presentación t5

Tras esta clasificación se nos pone de manifiesto que no todos picor (comezón) y las sensaciones sexuales; y 3) la agradabilidad o
los estados, funciones y actos sentimentales tienen un contenido desagradabilidad ligadas a sensaciones de los sentidos y con tem-
intencional y que las funciones y actos, que de suyo son intencio- peraturas, olores, gustos, tonos y coloress . La existencia de este ti-
nales, no tienen el mismo grado de intencionalidad. Se da así un fe- po de vivencias fue defendida asimismo por Husserl, siguiendo de
nómeno que hasta Scheler había pasado desapercibido: el fenóme- cerca los análisis de su maestro Stumpf. Husserl mismo propone
no de la profundidad de la vida emocional. Los diversos grados de un ejemplo del que nos podemos servir para aclarar la manera de
profundidad son los responsables de que no puedan mezclarse ser de estos sentimientos. Suponemos que nos quemamos. Al que-
aquellos sentimientos que ni son de la misma cualidad ni tienen el marnos sentimos un dolor que se refiere, por un lado, al yo, a la
mismo nivel de profundidad. Atendiendo a este criterio, Scheler parte del cuerpo que sufre la quemadura, y por otra parte, al objeto
descubre cuatro estratos de la vida afectiva3. que nos la produce. La referencia al objeto que causala sensación
Siguiendo las investigaciones anteriores de Stumpf y de Hus- no es intencional. Esto se debe a que el dolor es una sensación, es
serl, Scheler acuñaparu el primero de estos estratos el término de decir, un contenido sensible y no un acto o vivencia intencional,
sentimientos sensibles o sensaciones afectivas. Están referidos a un siendo independiente de que luego sobre las sensaciones llevamos
a cabo actos d" juicio, de creencia, de atención... actos que pueden
modo de sentir no intencional, vivencias que a pesar de poseer un
objeto, no tienen el carácter de acto. Este tipo particular de viven- ir cambiando mientras las sensaciones siguen siendo las mismas.
cias no intencionales fue estudiado con gran detenimiento por Así pues, para Husserl las sensaciones no implican juicios ni son
intencionales, aunque nos presentan directamente las cosas de las
Stumpf, en contra de las enseñanzas de Brentano (para el que toda
cuales tenemos sensaciones. Sobre esta peculiaridad volveremos a
vivencia se caracteriza por la intencionalidad). Los sentimientos
incidir más adelante, por ahora basta decir que esta posición recibe
sensibles o sensaciones afectivas no son intencionales porque, efl
el nombre de realismo directo o ingenuo. La conclusión de Husserl
realidad, son un tipo especial de sensaciones sui generis, una sub-
es la misma ala que ya había llegado Stumpf: «En lapatente uni-
clase especial de sensaciones que tiene sus peculiaridades como
dad esencial de este género que comprende exclusivamente actos,
subclase, pero que comparte las propiedades esenciales de las sen-
no se pueden incluir aquellas sensaciones de dolor y de placer, és-
saciones y sigue su legalidad, y que se diferencia esencialmente de
tas más bien concuerdan descriptivamente por su esencia específi-
las emociones, pues éstas sí son intencionales y tienen una base
ca con las sensaciones de contacto, gusto, olor...)»6. Conforme a lo
cognitiva, mientras que las sensaciones sólo necesitan de una im-
dicho, Scheler caracteriza estos sentimientos sensibles como no in-
presión sensorial y no de una función intelectuala . La razón que
tencionales, aunque no carecen de objeto. Además se caracterizan
puede inducirnos a considerar que esta subclase de sensaciones es
por tener una localización en determinadas partes del cuerpo, ser
en realidad un tipo de sentimientos, ha de verse en que a menudo
extensos, y estar determinados local y temporalmente en la forma
estas sensaciones aparecen vinculadas con sentimientos elementa-
del placer y del desplacer. Esto hace que se trate de sentimientos
les. Sin embargo, el ámbito peculiar de estas sensaciones queda
sensibles actuales con una referencia muy indirecta al yo. Carecen
bien delimitado en los siguientes sectores: I ) el dolor puramente
de duración y de continuidad de sentido. Dado su carácter sensible,
corporal sin funciones intelectuales siendo indiferente si viene de la atención, que normalmente hace desvanecer a los sentimientos,
dentro o de fuera del organismo; 2) el bienestar corporal en sus no les perjudica. Y además se hallan sujetos ala voluntad son pro-
formas generales y específicas; entre estas últimas, el componente
vocables. Aparte de los ya citados por Stumpf, Scheler añade al do-
de placer del cosquilleo, las sensaciones que se originan a partn del
lor o al frío y a los sentimientos de estados las pasiones y las reac-
ciones (como la venganza).
3. Cf. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik, secciónY cap. l, subcap. 8.
4. Para un desarrollo más detallado de las sensaciones afectivas, cf. C.
Stumpf, GertiH und Geff)hlsempfindung, Verlag von Jahann Ambrosius Barth, 5. C. Stumpf, Geíuhl und Gefilhlsemp/indung,54-55.
Leipzig 1928, 3. 6. E. Husserl, Investigaciones lógicas I y II, Alianza, Madrid 1999,509.
Presentación Presentación t7
16

En segundo lugar, hallamos el estrato de los sentimientos cor- dable y de lo desagradable (y útil e inútil).A los valores vitales per-
porales (como estados) y los sentimientos vitales (como funcio- tenecen los valores de lo noble y lo vulg zr, y también los valores de
nes). A ellos pertenecen los sentimientos de salud y de cansancio, lo bueno y lo malo como habilidad y eficiencia (no en sentido mo-
que a pesar de estar vinculados al cuerpo no son localizables. Este ral). En tercer lugar, a los valores espirituales pertenecen los valo-
tipo de sentimientos son unitarios y difieren del estado separado en res éticos de lo justo e injusto, los estéticos de lo bello y feo, y los
que se encuentran los sentimientos sensibles en el cuerpo. Su ca- valores del conocimiento de lo verdadero y falso. Y en cuarto lugar,
rácter es funcional o intencional, y nos indican la significación va- hallamos los valores religiosos de lo sagrado y lo profano.
liosa de los procesos que tienen lugar en nuestro cuerpo y a su al- Una vez presentados, descritos e investigados estos estratos y
rededor. Ellos no nos presentan el valor de lo presente, sino de lo cstos modos de sentir, la siguiente cuestión que ocupa a Scheler es
que está por venir. A esta clase pertenecen la angustia, el miedo, el la pregunta por aquello hacia lo que podemos tener simpatia en los
asco, la vergienza,, el apetito, la aversión, la simpatia y la repug- clemás . La simpatía se diferencia del mero contagio afectivo, de la
nancia vitales. En ellos sentimos la vida misma, su ascenso o su unificación afectiva, de la comprensión de las emociones de los de-
decadencia, su enfermedad y su salud, su peligro y su porvenir. Es- nrás y del sentir lo mismo que el otro, QUe nos presentalaemoción
tos sentimientos en su calidad de anticipadores de valores resultan clel otro sin vivirla. Frente a éstos la simpatía está relacionada con
de suma importancia paru la éttca y Scheler se propuso investtgat- el sentimiento del otro como tal, y no como fusionado con el que
los en su sentido y significado para el que los vivencia. A esta tatea simpatiza.Así, los sentimientos sensibles del otro, aunque pueden
vastísima se le unieron otros fenomenólogos que seguían su clasi- estimular al contagio afectivo, no se pueden simpatizar, ya que pa-
ficación de la vida emocional. Entre ellos, ya hemos nombrado las ra sentirlos los tenemos que reproducir. En cambio, el simp atizat si
valiosas aportaciones de M. Geiger, que analiza el placer estético y es posible en los sentimientos vitales, y más aún en los anímicos y
la emp atia de las disposiciones de ánimo; y también A. Kolnai, QUe los espirituales. La función de la simpatiaconsiste en que nos per-
realtzaestudios monográficos sobre el asco, el orgullo y el odio7. rnite el conocimiento del «yo ajeno en general>» como un yo que
En tercer lugar, se halla el estrato de los sentimientos anímicos tiene la misma realidad que el nuestro propio. Sintiendo lo mismo
o sentimientos puros del yo. Sentimientos que no están ligados al que otro, aquello de lo que únicamente tenemos conocimiento es el
cuerpo, sino al yo psíquico (por ejemplo, la tristezay la alegría) y estado del prójimo, pero no tenemos conocimiento de que el otro
que como cualidades del yo siguen sus leyes propias y pueden es- tenga la misma realidad que nosotros. De este modo, aunque la
tar más o menos alejados de é1. simpatía es capaz de ampliar el horizonte de nuestra vida anímica
Por último, los sentimientos espirituales o sentimientos de la rnás allá de los confines de las propias vivencias, es reactiva, ya
personalidad (como la desesperación y la beatitud), cuya caracte- que sólo se puede simpatizar con seres que sienten. Por el contra-
rística esencial es que o bien no son vividos en absoluto, o bien to- rio, el amor, como hemos visto, es espontáneo.
man posesión de todo nuestro ser. El problema de la simpatiay del amor nos abre el camino hacia
Así, con arreglo a estos cuatro estratos de la vida emocional se la cuestión de la percepción del yo ajeno, que está íntimamente
ordenan también cuatro clases de valores. En el primer estrato se nos vincul ada a la cuestión más general de la percepción y de lo psí-
dan los valores sensibles que se ordenan en los valores de lo agra- quico en general. Las novedosas y atrevidas tesis de Scheler sobre
la percepción del yo ajeno, así como del propio yo, las desarrolla
7 . Los estudios de A. Kolnai pueden hallarse en'. Der Ekel, en Jahrbuch für en la última parte de Esencia y formas de la simpatía y en una de
sus obras menores, Los ídolos del autoconocimiento.La peculiari-
dad esencial de su tesis ha de hallarse en que postula el realismo
directo husserliano sobre la percepción externapara la esfera de lo
48,213 Heft, Fulda 1935, 147-187. psíquico, sea propio o ajeno. Como ya hemos mencionado, Husserl
Presentación 19
t8 Pre.sanlut'ititt

defiende en sus Investigaciones lógiccrs la tesis de que las sensa- bargo, a pesar de que no haya modo posible de verificar fenome-
ciones no implican juicios, e s decir, que,, por ejemplo, cuando ve- nológicamente esta tesis, no por ello deja de tener un carácter ten-
lnos una cosa la vemos directamente, sin necesidad de efectuar un tador y un fuerte poder de atracción por oponerse de forma tan ra'
juicio sobre lo visto. Aplicado a lo psíquico ajeno esto implica que dical a las anteriores teorías sobre el conocimiento de la conciencia
podemos ver la alegría del otro en su sonrisa, su sufrimiento en su de los demás.
llanto, etc., sin necesidad de que haya un juicio o un razonamiento
sobre estas expresiones para saber del sentimiento del prójimo. Es-
to es así porque el otro no nos está dado primero como cuerpo fi-
sico y, luego, realizamos inferencias a partir de éste, sino que nos La obra que presentamos a continuación fue traducida por José
es dado como una totalidad en la que podemos ver directamente Gaos en 1 943. Nuestro trabajo se ha limitado a revisar esta versión
sus sentimientos (aunque tal aseveración no excluye que exista un de la obra, tomando como texto base el séptimo volumen de las
área de privacidad del yo que por su parte no tiene nada que ver Gesammelte Werke, editado por Francke Verlag, Berna, en su sex-
con el yo puro). Esta tesrs presupone que no hay una primacía epis- ta edición de I 973. Además de corregir posibles erratas y de modi-
temoló gica de la percepción interna sobre la externa. De hecho ««es ficar la traducción de algunos vocablos, hemos procurado actuali-
seguro, en general, que no pueden coincidir los dos pares de con- zar las referencias bibliográficas, indicando en cada caso si existe
ceptos: percepción interna y externa, evidente y no evidente»>8, de una traducción castell ana de los textos que se citan, para facilitar
manera que puede haber percepciones externas evidentes y per- potenciales consultas por parte del lector. Sin embar5o, z pesar de
cepclones rnternas que no lo son. De lo dicho resulta que la prime- este trabajo, el texto sigue conservando el estilo que J. Gaos le con-
ra persona no slempre está en una posición de autoridad infalible firió en su momento.
respecto a aquello que siente; parafraseando a Scheler podemos de-
cir que la cerc ania que nos tenemos a nosotros lnlsmos no es una
cercania en el conocimiento. Así pues, esta teoría defiende que el
yo ajeno y su vivenciar puede percibirse interiormente del mismo
modo que el yo propio, dado que existe una corriente de vivenciar
indiferente a partir de la cual se van progresivamente diferencian-
do las vivencias propias y las ajenas.
Esta tesis suscitó fuertes controverslas entre los fenomenólogos
mismos. Algunos de ellos la secundaron con fervor, como M. Gei-
gere o K. Bühlerr0, mientras que otros la convirtieron en el blanco
de agudas críticas, como E. Stein en su tesis doctoral" yA. Schütz
en sus trabajos sobre la fenomenología del mundo socialr2. Sin em-

8. E. Husserl, Investiga.ciones lógicas I y 1I,77


9. M. Geiger, Das (Jnbewu.ss/e und die psychische Realitcit, en Jahrbuch.fiir
Philosophie und phcinomenologische Forschung lY, Verlag von Max Niemeyer,
Halle 1921.
10. K. Bühler,, Crisis de la psicología, Morata, Madrid 1966, 105- 130.
I l. E. Stein, Zum Problem der Einfi)hlung, Buchdruckerei des Waisenhauses,
Halle lgll ,lI parte, cap. 6 («Controversia con la teoría de Scheler sobre la apre-
hensión de la conciencia ajena»).
12. A. Schütz, La construcción significativa del mundo social, Paidós, Ma-
drid 1993.
ESE,NCIAY FORMAS DE LA SIMPATÍA
DOS PRÓLOGOS

A la tercera edición [Colonia, abril de 1926)

La tercera edición de este libro aparece sin modificaciones en


la forma de la segunda edición. La segunda edición encontró una
acogida muy amistosa en los círculos filosóficos, psicológicos y
sociológicos interesados del país y del extranjero -lo que sin du-
da significa muy poco para una obra de filosofía-; pero mayor
satisfacción ha provocado al autor un número muy considerable
de investigaciones especiales, rigurosamente científicas, sobre
los problemas tratados y durante tanto tiempo descuidados. Veo,
ahondados y ampliados, ciertos análisis y tesis de este libro con-
cernientes a los actos de simpatia más altos y de significación éti-
ca, especialmente en las partes correspondientes de la grandiosa y
profunda obra de Nicolai Hartmann, Ethik (de Gruyter, 1926). Por
el lado más bien de la sociolo gia y la filosofía de la cultura, ha
aprovechado y desarrollado fecundamente análisis y teorías de es-
te libro Th. Lit en la tercera edición de su importante obra Indivi-
duum und Gemeinschaft («Individuo y comunidad»). En 1o que
concierne ala cuestión gnoseológica de la aprehensión y admisión
de una realidad psíquica ajena, ha seguido construyendo instructi-
vamente sobre lo expuesto aquí el notable ensayo de H. Plessner
y F. J. J. BuUtendijk, Die Deutung des mimischen Ausdrucks, ein
Beitrag zur Lehre voin Bewusstsein des anderen lchs («La inter-
pretación de la expresión mímica, una contribución ala teoría de
la conciencia del otro yo»), en H. Plessner-F. Cohen (eds.), Phi-
losophischer Anzeiger, de 1925. También la Einfihrung in die
Probleme der allgemeinen Psychologie («Introducción a los pro-
blemas de la psicología general»), por el psiquiatra A. Ludwig
Binswanger, contiene más de una importante utlhzación de los re-
sultados de este libro. El trabajo de Albert K. Weinberg, The phe-
nomenological method in its application in Max Scheler (Mary-
24 Prólogo cle 1926 Prólogo de 1922 25

len, Baltimore 1924), ha introducido muy diestramente el libro en de la investigación intelectual tiene un instrumento indispensable
la filosofía y psicología norteamericanas, y especialmente 1o ha de la experiencia>» (Milcrokosmos I, cap. V).
analizado en su aspecto metodológico, y lo ha comparado con los El autor mismo, en su libr o Der Formalismus in der Ethik und
métodos de la psicología americ ana. Una traducción ya acabada die materiale Wertethikt (p.260s, II Aufl., Niemeyer, Halle l92l),
del libro al francés aparecerá en las próximas semanas en la edito- ha recogido la antigua y grande idea de Blaise Pascal, de un <<ordre
rial Payot, París. du coeur)), «logique du coeun», <<raison du coeuD), Y ha hecho de
ella uno de los fundamentos de su ética. En la serie de estos tomos,
titulados las Leyes del sentido de la vida emocional, va a ser de-
A la segttnda edición [Colonia, agosto de 1922] sarroll ada en detalle esta idea, en concreto sobre lo que hace refe-
rencia a las ramas principales especialmente de nuestra vida emo-
Desde hace mucho estaba agotado el libro publicado en 1913, cional con significación ética, social y religiosa, y va a encontrar
Zur Phcinomenologie und Theorie der Sympathiegefühle von Liebe una demostración más riguros a la idea verdadera y profunda de B.
und Hass («Para la fenomenol ogia y teoría de los sentimientos de Pascal. El plan es añadir al presente volumen los siguientes: Esen-
simpatia y sobre el amor y el odio»), sin que debido a las circuns- cia y.formas del sentimiento de vergüenza, Esencia y formas de la
tancias adversas hubiera sido posible publicar una nueva edición angustia y del miedo, Esencia y formas del sentintiento del honor.
del trabajo, frecuentemente solicitado. Hoy aparece el libro en for- Como ya en el presente tomo sobre la simp atia, serán tratados tam-
ma notablemente distinta y con un volumen más que duplicado, bién en cada tomo los derivados más importantes de la rama del
bajo un título que responde mejor a su contenido actual, Wesen und sentimiento respectivo, y objeto de una consideración especial, ade-
Formen der Sympathie («Esencia y formas de la simpatía»), al mis- más del punto de vista psicológico y axiológico, el orden rCe desa-
mo tiempo que como primer volumen de una serie de estudios re- rrollo de los correspondientes sentimientos en el individuo y en la
cogidos en sendos tomos, cuyo sentido uniforme y cuya finalidad especie, así como su significación en cuanto ala organizacióny la
conjunta indica el título general, Die Sinngesetze des emotionalen conservación, las formas y la especificación de los grupos huma-
Lebens («Las leyes del sentido de la vida emocional»). nos. La razón por la que creemos poder abarcar sistemáticamente,
Es un deber del autor informar a los lectores sobre el conjunto en el orden indicado de temas de los tomos, todas las ramas esen-
más amplio de estudios al que pertenece el libro , y al mismo tiem- ciales de sentimientos con la significación y ética, no puede ser
po sobre el contenido de sus nuevas partes. elucidada tod av ia aquí.
La existencia, junto a las leyes causales y a las relaciones psi- En el presente volumen se han añadido a la primera edición las
co-físicas de dependencia de la vida emocional respecto de los siguientes partes y capítulos de nueva redacción. E,l capítulo nuevo
procesos corporales, de leyes del sentido de los actos y funciones sobre la <<unificación afectiva» (identificación afectiva), cuya ín-
emocionales llamados ((superiores)) y distintos de las sensaciones dole peculiar no se le habia hecho patente todavía al autor en la pri-
afectivas, leyes ellas mismas independientes, fue algo olvidado du- mera edición, es el capítulo 2, punto 4; también, todo el capítulo 4,
rante largo tiempo . La naturaleza intencional y cognitiva del valor, sobre <<Las teorías metafísicas de la simpatía» (con excepción de
propia de nuestra vida afectiva «superior»», fue redescubierta úni- las consideraciones sobre la teoría de Schopenhauer, QUe ya conte-
camente por H. Lotze,pero a pesar de ello fue poco tenida en cuen-
nía la primera edición); el capítulo 5, <<La unificación afectiva con
ta porque Lotze solamente se limitó a afirmar en términos muy el cosmos en las grandes formas del espíritu en la historia»; el 6,
<<Las leyes de fundamentación de la simpatia>>; el 7, <<La coopera-
generales esta «logique du coeur»>, sin ponerla de manifiesto en de-
talle. De él procede la idea y la afirmación de que <<en el senti- ción de las funciones simpáticas»»; todos estos capítulos son ínte-
miento de los valores de las cosas y de las relaciones entre ellos po- I . La versión castellana lleva por títul o: Étiro: nL evo ensa.vo cle fundantenta-
see nuestra razón una revelación tan seria como en los principios ción de un personalismo ético, Caparrós, Madrid 200
26 Prólogo de 1922 Prólogo de 1922 27

gramente nuevos. El ensayo sobre el ((Conocimiento del yo ajeno)), este aspecto de la cuestión.Ya en ella se rechazabanlos excesos de
aparecido en la primera edición como «apéndice»», figura ahora co- la llamada «psicología asociacionista)) genética, por medio de una
mo la terc era parte del libro, y ha sido aumentado en los capítulos crítica detallada especialmente de los teóricos ingleses D. Hume,
I y 2, «Significación y orden de los problemas» y «La evidencia del A. Bain, Ch. Darwin, H. Spencer. En la segunda edición es nueva
tú en general». En muchos lugares del libro se encuentran además en este sentido la tipología de la «genuina unificación afectiva»
grandes y pequeñas adiciones, modificaciones y nuevas notas. identificadora, en la cual vemos la forma más primitiva de los fe-
Los motivos para esta profunda transformación del libro son de nómenos de simpatía (cf. capítulo 2,4). Pero ante todo se ha inten-
distinta naturaleza y de distinto peso. Únicamente trabajando a tado dar (cf. el capítulo 4, sobre <<Las leyes de fundamentación de
fondo sobre los problemas durante largos años, se le fue haciendo la simpatía») una teoría de los grados evolutivos de las formas de la
patente al autor cuán complicadas son las cuestiones filosóficas simpatía, en la que se han uttbzado mucho más que antes la psico-
que se refieren a los fenómenos de la simpatía. Los primeros aná- logía de los animales y de los niños, así como los fenómenos pa-
lisis exactos de sentimientos de simpatia los debemos en la edad tológicos de la pérdida de las funciones simpáticas. Un trabajo más
moderna a los grandes psicólogos ingleses Schaftesburg, Hutche- extenso y ya acabado sobr e Entwicklungsstufen der Seele und ihrer
son, D. Hume, H. Spencer, Adam Smith, A. Bain, etc. Prescindien- Funktionen («Grados evolutivos del alma y sus funciones»»), que el
do de los profundos errores que contienen estos análisis (como autor piensa publicar dentro de poco tiempo, situarála teoría aquí
muestra nuestro libro), errores que ya Guyau percibió en parte en dada sobre los grados evolutivos de la simpatía dentro de una con-
su obra sobre la filosofia moral inglesa, como vi más tarde, pade- cepción y una teoría más general y más ampliada de la evolución
cen de la doble limitación de que estudian los fenómenos solamen- psíquica.
te desde el punto de vista empírico-genético, o sea, no desde el fe- Un interés considerable por los fenómenos de la simpatía no
nómeno lógico-esencial, ni desde el rigurosamente descriptivo, y pueden menos de tomarlo además la sociolo gia y la psicología so-
de que además sólo analizan los hechos con la intención de dar ala cial. Como todas las formas de grupos humanos, empezando por la
ética un fundamento más profundo. Ahora bien, por importantes ((masa» inorg anizada, unidas por contagio de sentimientos, hasta
las más altas organi zaciones, están unidas, además de otras fuerzas,
-si bien rechazamos ya desde el comienzo del libro toda específi-
ca «ética de la simp atia>>- que los fenómenos de la simpatia sean por estructuras de conducta simpática específicas de cada caso, la
para la ética -baste pensar en la crítica que hace F. Nietzsche de caracterización de estas estructuras es una parte importante de la
la teoría de la compasión de Schopenhauer-, el problema total de la «psicología social»), es decir, de la ciencia de los actos del alma in-
simpatía tiene partes y aspectos que no alcanzan un mero análisis y dividual socialmente relevantes. En la nueva edición dista muchísi-
consideración dentro de cuestiones éticas. Prescindiendo de su mo de estar agotado este aspecto del probleffi?, pero de todas for-
significación para la estética, que en Alemania ha hecho del con- mas es objeto de mucha mayor atención que en la primera. Así
cepto de la ((empatia>> uno de sus conceptos fundamentales desde especialmente en la tercera parte, en que han sido objeto de una
H. Lotze hasta Lipps y Volket (cf. últimamente la obra de J. Volket consideración atenta los distintos modos de darse el «yo ajeno»» en
sobre Das cisthetische Bewusstsein [«La conciencia estética»]), es- cadauna de las distintas formas esenciales de grupos y conjuntos
tán profundamente interesadas en la dilucidación de estos fenó- humanos (masas, comunidad de vida, sociedad). También la teoría
menos toda una serie de fundamentales disciplinas filosóficas y del razonamiento de analogía, rechazada como teoría del origen y
científicas. del fundamento de nuestra creencia en la existencia del «tú)), con-
En primer lugar, son la psicología descriptiva y la psicología serva así un derecho limitado de vali dez para el grado de la socie-
genética del individuo y de la especie las que tienen que ocuparse dad de fines, la sociedad racional. Por lo demás, la primera edición
de los fenómenos de la simpatiay las formas del amor. Ya en la pri- no ten dia aun ningún puente desde los fenómenos elementales de
mera edición se había intentado aclarar de un modo más profundo la simpatia, constantemente inherentes al alma humana, hasta la
28 Prólogo de 1922 Prólogo de 1922 29

historia del espíritu y las ideas, valoraciones y «formas del espíri- de la «simpatia>> son indicio de la existencia de una unidad su-
tu»» relativas a la simp atia -como nosotros las llamamos- que do- praindividual de la vida. Además, en los dos capítulos nuevos de la
minan en cada caso, círculos enteros de cultura. Este puente queda tercera parte (el 1 y el 2) y en el capítulo 4, apartado 2, Se ha tta-
tendido ahora con el capítulo <<La unificación afectiva con el cos- tado más a fondo la función cognitiva de la simpatía; como «vivir
mos en las grandes formas del espíritu en la historia>», donde se ex- lo mismo que otro>» y ((sentir lo mismo que otro»>, en la psicología
pone cómo se han reahzado y expresado en cada caso por su lado ((comprensiva)) y en las ciencias históricas del espíritu, así como en
posibilidades ideales y esenciales del alma hum ana, señaladas por cuanto fuente de la conciencia prelógica de la realidad de sujetos
primeravez, en el círculo de la cultura índica, de la antigua clásica, de conciencia ajenos. El hecho de que el problema «del yo ajeno)),
de la cristiana y de la occidental moderna. del sentido y del derecho a hacerse que tengan la afirmación de su
Mucho menos que los mencionados aspectos del problema de la realidad y su comprensibilidad (y los límites de ambas), estudiado
simpatiaha sido atendida hasta aqui la función gnoseológica de en la tercera parte, con nuevas y esenciales adiciones, constituye
la simp atia, puesta de nuevo modernamente en primer término por la j ustamente el problema fundamental de toda teoría del conoci-
filosofía intuicionista de H. Bergson. Y sin embargo, ni una teo- rniento en las ciencias del espíritu, es cosa reconocida ahora por un
ría del conocimiento de la vida orgánica, ni una teoría del conoci- gran número de investigadores. Citaré aTh. Lipps, B. Erdmann, E.
miento en las ciencias históricas del espíritu puede pasar de largo Becker, E. Kronfel{ H. Driesch, E. Troeltsch, J. Volkelt, E. Hus-
junto al problema de la simpatia. Únicamente la biología mec ánica, serl, E. Spranger. De un modo certero enuncia este hecho última-
que aparece y se extiende en occidente desde Descartes, ha negado, mente E. Troeltsch en las siguientes palabras: <<En el punto medio
según las certeras consideraciones de Radl (cf. Historia de las teo- está aquí la cuestión del conocimiento de la psique ajena, que es la
rías biológicas 12: <<La decadencia de la visión orgánica de la natu- verdadera teoría del conocimiento histórico, como por lo demás un
raleza>»), que la simpatia sea una legítima fuente de material para el punto central de toda filosofía, porque en ella descansan las po-
conocimiento de los fenómenos vitales y de sujetos orgánicos, afir- sibilidades y las dificultades de un común pensar y filosofar en
mando -en lugar de la concepción primitiva, y vigente como de su- general» (Die Logik des historischen Entwicklunsbegrffis [«La
yo comprensible de la simp atía como una fuente de material para el lógica del concepto histórico de evolución»], en Kantstudien Bd.
conocimiento (por lo menos del mundo de la vida), existente con XXVII, Heft 3-4, p. 286). En esta segunda edición me he esforza-
toda legitimidad junto al entendimiento y la percepción- que entre do por tener muy en cuenta las observaciones sumamente varia'
lo muerto y lo vivo no hay una diferencia esencial objetiva y ónti- das, unas de aprobación, otras lo contrario, que fueron hechas al
cd, y que solamente la introducción proyectiva de nuestros huma- «apéndice>» de la primera edición de este libro. Así han sido sope-
nos sentimientos subjetivos en ciertos fenómenos sensibles de la sadas en los pasajes pertinentes las observaciones hechas a mi tesis
naturaleza engendra la ilusión de que entre lo muerto y lo vivo por B. Erdmann, J. Volkelt, Edith Stein, E. Becher, H. Driesch, E.
existe una diferencia óntica esencial . La teoría proyectiva de la em- Troeltsch, A. Kronfel{ E. Spranger, N. Losskij y otros.
patia, que en mi libro se refuta en todas sus formas, y la teoría me- Un interés tan decisivo como importante es el que no puede
cánica de la vida constituyen así ideas que se apoyan mutuamente rnenos de tom ar la más central de las disciplinas filosóficas -la
y que resultan inseparables. La nueva edición trata también de metafisica- por los fenómenos de la simpatia y del amor, sólo con
arroj ar, más profundamente que la primera,luz en estas cuestiones la condición de que se trate de los protofenómenos, irreductibles
(cf.capítulo 4,,apartado 5; y terceraparte, capítulos 1,2 y 3) y, por desde el punto de vista empírico-genético, bien de la vida psíquico-
ello, discute también la cuestión, vuelta aplantear últimamente por vital, bien de la vida espiritual y noética. Como tales protofenóme-
H. Driesch, H. Bergson y E. Becher, de hasta qué punto los hechos nos los consideramos nosotros y, como tales, fueron con razón tta-
tados metódicamente por casi todos los grandes metafísicos de la
2. Existe una versión castellana en Revista de Occidente. historia. Así han hecho los grandes maestros índicos, Platón (en el
30 Prólogo de 1922 Prólogo de 1922 3l

Symposio y en el Fedro), san Agustín, santo Tomás de Aquino, G. ¡rios puntos de vista en sus Pa thopsychologische Beitrage zur psy-
Bruno, B. Spinoza, Hegel, E v. Baader, A. Schopenhauer, E. v. Hart- ,, ho logis chen P hcino meno I ogi e Lieb e und Mitíuhl en (<<Contribuc io-

mann, H. Bergson, recientemente H. Driesch y E. Becher, por nom- nes psicopatológicas ala fenomenología psicológica del amory la
brar sólo algunos característicos ensayos para mostrar en el amor y sirnpatía») y en sus Bemerkungen zu einer phcinomenologischen
la simp atia de una determinada índole funciones que nos acercan al I'sychologie der invertierten Sexualit(it und erotischen Liebe («Ob-
fondo mismo de todas las cosas o, por lo menos, ensayos para sa- :.iervaciones a una psicología fenomenológica de la sexualidad in-
car, sobre la base de la existencia y la esencia de estos fenómenos, vertida y del amor erótico»; cf. Zeitschrft íur die gesamte Neuro-
determinadas conclusiones referentes a la unidad y naturaleza del logie und Psychiatrie,65, H. 1 y 2,y 7l;cf. tambiénA. Kronfeld,
principio del mundo. Todos ellos -por radicalmente distintas en su nota bibliog ráfica Über neuere p athop sy chis ch-phcinomenolf§is che \C

forma que fuesen sus doctrinas metafisicas de la simpat ía y del .,4rbeiten (<<Sobre algunos nuevos trabajos fenomenológicos psico-
amor, teístas, panteístas, pandemonistas, panenteístas- han pensa- patológicos»), en el Zentralblatt fiir die gesamte lVeurologie und
do en el sentido de los versos de F. Schille r A la alegría: Psychiatrie (vol. XXVIII, H. 9). Rodolf Allers, en su meritoria y
fina Psychologie des Geschlechtslebens («Psicología de la vida
Cuanto el gran cielo ha poblado
sexual)), en S. Kafka [ed.] , Handbuch der vergleichender Psycho-
culto dé a la simp atia,
que hasta las estrellas guia,
logie III [«Tratado de psicologia comparada»]), ha desarrollado
el trono del Ignorado. considerablemente -tanto en sus consideraciones positivas como
cn su critica de las doctrinas de Sigmund Freud sobre la ontogenia
Nosotros hemos dedicado el capítulo 4 por entero, eo la nueva cle lasformas del amor- algunos de los problemas de psicología se-
edición, a estos ensayos de interpretación del sentido metafisico de xual tratados en la primera edición de este libro, sobre la base de lo
los fenómenos de la simp atia y del amor, y esperamos haber contri- cn ella encontrado.
buido algo de este modo por lo menos a aclarar estos problemas
eternos. Creo haber mostrado que al menos los fenómenos del amor
genuinamente espirituales (a diferencia de los vitales), de los que
afirmamos la imposibilidad de derivarlos genéticamente de estos
últimos, no aportan nada en apoyo de una forma de metafisica mo-
nista y panteísta, antes bien, sólo se revelan compatibles con una
metafisica teísta o panenteísta que afirme un principio del mundo
espiritual y personal. En el capítulo 7 he intentado continuar en al-
gunas direcciones la <<metafisica del amor sexual)) no vuelta a in-
tentar desde A. Schopenhauer, para lo cual he esbozado un cuadro
ideal del «recto ordo amoris»» es decir, de la recta ((cooperación de
las funciones simpáticas»> en el alma humana, cuadro al que conce-
do también interés para la crítica de la cultura y la pedagogía.
Finalmente, ha supuesto para mí una satisfacción especial que
la primera edición del libro haya sido objeto de una atención con-
siderable no sólo en los círculos profesionales filosóficos y psico-
lógicos, sino también en los círculos de la nueva dirección feno-
menológica dentro de la psiqui atria y la ciencia de la sexualidad. El
psiquiatra K. Schneider ha completado de un modo feliz mis pro-
PanrE PRTMERA

LA SIMPATÍA
1

La llamada ética de la simpatia

Comienzo el estudio no con un análisis del amor y del odio, sino con
el examen de aquellos procesos que se llam an congratulación y compa-
sión, o lo que es lo mismo, aquellos procesos en los cuales parecen hacér-
senos inmediatamente «comprensibles» vivencias de otros seres, en las
cuales <<participamos». Procedo así, porque estos modos de conducirse
han sido tomados frecuentemente en la historia de la ética (en particular
Antes de proceder al análisis, expongamos concisamente las ra-
de Ia «ética de la simpatía» de los ingleses, así como de Rousseau, de
zones por las cuales una ética que ve en la simp atia el sumo valor
Schopenhauer, etc.) por mas primitivos que el amor y el odio, pensándo-
se poder considerar el amor como una forma o consecuencia particular de lnoral y quisiera derivar de é1 toda conducta moralmente valiosa no
la conducta simpatizante. También es de gran importancia para el estado puede hacer jamás justicia a los hechos de la vida moral.
acfual de los problemas éticos hacer luzenestas cosas; pues dichos modos
de conducirse son en estos últimos tiempos objeto de juicios de valor éti- 1 . La ética de la simp atia no hace primariamente inherente el

cos completamente distintos. Recuérdese tan sólo la manera de interpretar valor moral al ser y a los modos de conducirse de las personas, a su
y juzgar la compasión de Schopenhauer y Nietzsche. ,\er-persona y su esenciz, z su obrat y querer, etc., sino que preten-
de derivarlo originariamente de la conducta del espectador (o de
aquel que reacciona afectivamente a una vivenc ta y conducta de
otro): por consiguiente, en el fondo siempre da por supuesto lo que
pretende derivar. A buen seguro no es moralmente valioso simpati-
zar, por ejemplo, con la alegría que alguien tiene por algún mal o
con su dolor por algún bien que ve delante de sí, o con su odio, su
rnaldad, su alegría del mal ajeno. ¿O es que el simpatizar -aquí
congratularse- con la alegría que A tiene por el mal de B es una
conducta moralmente valiosa? Es claro que sólo puede ser moral-
mente valioso el congratularse de una alegria que sea ya en sí mo-
ralmente valiosa y que esté requerida con sentido por el complejo
objetivo de valores «del>» cual se siga. Aquí se ve en seguida una de
las diferencias esenciales que existen entre la simp atia y el amor.
El amor al prójimo exige y trae consigo a menudo que padezcamos
porque el prójimo pueda alegrarse de «algo semejante»», por ejem-
plo, cuando es cruel y se alegra de atormentar a otro; la mera sim-
patia, por el contrario, es en cuanto tal completamente ciega para el
valor de la vivencia correspondiente. En los actos de amor y odio
está esencialmente presente un valor o un desvalor; de qué modo,
36 Lu sintpatíct La llantada ética de la sintpatía 37

lo veremos ntás La simpatía es, pues, en cualquiera de


tarde . sus otra parte, un hombre que por «falta de conciencia moral») no sin-
posibles formas, y por principio, ciega para los valorest. tiese el no-valor de su volición, sino que se presentase con perfec-
ta ingenuidad en toda forma ((como si no hubiese hecho absoluta-
2. Sería totalmente erróneo creer que todo enjuiciamiento éti- mente nada»» podría con la forzosa energía psíquica de esta especie
co haya de pronunciarse através de un sentimiento de simpatía. He de «cinismo»» acabar contagiando a los demás de su sentimiento de
aquí ante todo la clase entera de los enjuiciamientos éticos sobre sí inocencia, hasta el punto de que también ellos lo tuviesen por ino-
mismo. ¿Acaso tiene lugar aquí un sentimiento de sirnpatía? ¿Por cente. En este caso, según Smith, tendría también que ser inocente.
ejemplo, en todos los <<remordimientos de conciencia)), en el <<arre- Pero seguramente no lo sería.
pentimiento», en todos los juicios de valor positivos sobre sí mis- La ética de la simp atía yerra también el camino porque choca
mo? Adam Smith opinaba que éste era también el caso. El hombre de antemano contra la evidente ley de prefere ncia2, según la cual
solo paru sí nunca aprendería inmediatamente, según Smith, valo- todos los actos ((espontáneos)) positivamente valiosos son prefe-
res éticos en sus vivencias, su querer, su obrar, su ser. Unicamente ribles a los meramente «reactivos»». Ahora bien, toda simpatía es
sumiéndose en los juicios y modos de conducirse del espectador esencialmente «reactiva)) -lo que no es, por ejemplo, el amor-.
que loa o censura su conducta, o considerándose en conclusión a sí Pero no sólo el enjuiciamiento sobre sí mismo puede llevarse a
mismo con los ojos de un ((espectador imparcial>» para tomar parte cabo sin interpelación de actos simpatéticos; tarnpoco el enjuicia-
inmediata por medio de la simpatía en el odio,la ira, la indigna- miento sobre el prójimo necesita en modo alguno pasar por un sen-
ción, el impulso de venganza,, etc. , de este espectador,, contra é1, se timiento de simpatía, corno mostrarán los análisis siguientes.
engendra también en él la tendencia a enjuiciar sobre sí mismo en
sentido positivo y negativo. El ((remordimiento de conciencia)), por
ejemplo, sólo sería un participar singularmente inmediato en estos
variados actos de reprobación de los espectadores. A esto hay que
decir: seguramente que se da el hecho de vernos frecuentemente
dominados en nuestro propio juicio sobre nosotros por el contagio,
digámoslo así, que sobre nosotros ejerce la conducta de los demás
hacia nosotros; el hecho de que la idea que ellos se hacen de nues-
tro valor se antepone, por decirlo así, al valor inmediato dado en el
sentimiento del propio valor -y como nos lo oculta-. Así era, por
ejemplo, cuando con ocasión de los procesos medievales muchas
brujas se sentían ellas mismas culpables de bruj eria y justamente
condenadas a muerte. Pero ¿no es esto precisamente un engaño de
la conciencia moral propia, una ofuscación de los valores dados en
ella por la sugestión social? Según Adam Smith, un condenado
inocente a quien todo el mundo tuviese por culpable, tendría que
sentirse también culpable; más aún, sería «culpable» (prescindien-
do de errores de hecho). Pero seguramente no es así. De esta om-
nipotencia de la sociedad nada sabe nuestra conciencia moral. Por
2. Sobre la esencia de las «leyes evidentes de preferencia»», cf. mi libro Der
l. Sin ernbargo, puede ella misma ser portadora de valor, inde¡tendientemen- Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, en Gesammelte Werke ll
te del complejo de valor de que se sigue la alegría ajena o el sufrimiento ajeno; pe- (versión cast. : Étirot nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético,
ro el valor mismo no puede derivarse de ella. Caparrós, Madrid 2001 ).
2

Distinciones entre los fenómenos de <<simpatia>>

De la simpatía propiamente dicha es preciso distinguir, en


primer término, toda conducta que sólo sirve para aprehender,
comprender y eventualmente vivir las mismas («sentir las mis-
mas») vivencias que otro, entre ellas los estados afectivos. Estos
actos han sido equiparados frecuentemente, pero sin razón algu-
na, a la simpatía. Particularmente, ha sido así por obra de la teo-
ria de la ((empatia>> proyectiva, que creía explicar simultánea-
mente unos y otra.
Pero es inmediatamente claro (aun antes de estudiar esta serie
de actos) que toda especie de congratulación o compasión presu-
pone alguna forma de saber del hecho de las vivencias ajenas, de la
naturalezay cualidades de estas vivencias, así como, naturalmente,
la vivencia de la existencia de seres animados ajenos en general,
vivencia que es condición de semejante saber posible. No es sólo a
través de la compasión como me es dado el padecer ajeno; sino que
este padecer tiene que estar dado ya en alguna forma, para que yo,
dirigiéndome a é1, pueda com-padecer. Ver la cabeza de un niño
que se desgañita hasta poners e azul, simplemente como cabeza de
un cuerpo (no como fenómeno de expresión de un dolor, de ham-
bre, etc.) y verla como tal fenómeno de expresión, es decir, nor-
malmente, y sin embargo no ««tener compasión del niño)), son he-
chos completamente distintos. Las vivencias de compasión y las
simpatías se adhieren siempre, en definitiva, alavivenciaajenaya
aprehendida, comprendida. El hecho de estar dadas estas vivencias
mismas no se constituye en absoluto tan sólo en la simpatia o el
simpatizar; ni tampoco, naturalmente, el valor de ellas; para no
hablar de que se constituya la existencia de otros yos (como creia
40 La simpatía Distinciones entre los ./bnómenos de «simpatía» 4I

Clifford)'. Y esto en modo alguno es simplemente válido, como las vivencias ajenas. Al vivir lo mismo que otro podemos perrla-
pudiera pensarse, para el saber dado en el iuicio «X siente un do- necer totalmente «indiferentes>» frente al objeto de este vivir.
lor» (lo que puede serme también participado) o parala aprehen- No vamos a estudiar ya aquí in extenso los actos que dan la exis-
sión de «que X padece el dolor»», sino que la vivencia ajena puede tencia del yo ajeno y de sus vivencias3. Haremos resaltar sólo que la
darse plenamente también en la forma particular del «vivir lo mis- aprehensión y comprensión de ella no se produce ni por medio de un
mo que otro»> -sin gue , por ello, se suponga forma alguna de sim- Íazonamiento (<<razonamiento por analogía»), ni por medio de <<em-
patía-. Tiene perfecto sentido decir: «Siento muy bien lo mismo patia>> proyectiva e «impulsos de imitación» (Lipps)4. El hecho de
que usted, pero no tengo compasión alguna de usted». El «sentir lo estar dado en general un yo, cuando nos está dada una vivencia, es-
mismo que otro»» permanece todavía en la esfera de la conducta tá fundado inmediatamente en la intuitiva conexión de esencia exis-
cognoscitiva y no es ningún acto moralmente relevante. El histo- tente entre vivenctay yo; no es menester para ello ninguna empatia
riador de relieve, el novelista, el artista dramático necesitan poseer del yo propio. Por esto, puede dársenos además el hecho de que el
en alto grado el don de «vivir lo mismo que otro»». Pero no necesi- prójimo tiene un yo individual, que es distinto del nuestro, y de que
tan tener ni la más mínima simpatía por sus objetos ni personajes. este yo individual tal cual está ínsito en toda vivencia psíquica jamás
Hemos de distinguir rigurosamente, pues, el <«sentir lo mismo podremos aprehenderlo de una manera plenamente adecuada, sino
que otro»» y el «vivir lo mismo que otro»» del «simpatizar)). Es, en exclusivamente el aspecto de su yo individual para nosotros, es de-
efecto, un sentir el sentimiento ajeno, no un mero saber de él o cir, acondicionado por nuestra manera de ser individual. También el
simplemente un juicio que dice que el prójimo tiene tal sentimien- hecho de que el «prójimo» tiene -como nosotros mismos- una ab-
to; pero no es un vivir el sentimiento real colno un estado propio. soluta esfera de intimidad de su yo que no puede sernos dada nunca,
Al vivir lo mismo que otro aprehendemos afectivamente además la es cosa supuesta en la misma conexión de esencia. Pero el hecho de
cualidad del sentimiento ajeno -sin que éste transmigre a nosotros que existen <<vivencias»» nos es dado en los fenómenos de expresión
o se engendre en nosotros un sentimiento real e idéntico2-. La ma- -una vez más no por medio de un razonamiento, sino <<inmediata-
nera de darse del sentimiento ajeno es, en este caso, exactamente mente>)-, en el sentido de una ((percepción»» origin aria. Percibimos
análoga ala de darse, por ejemplo, un paisaje que ((vemos» subje- la vergienza en el rubor, la alegúa en el reír. La observación de que
tivamente en la conciencia mnémica, o una melodía que <<oímos ««ante todo nos es dado sólo un cuerpo)) es completamente errónea.

igualmente»»; un fenómeno que se diferencia netamente del fenó- Sólo al médico o al científico le es dado algo así, es decir, al hombre
meno de recordar simplemente el paisaje o la melodía (acaso con que artificialmente abstrae de los fenómenos de expresión dados de
el recuerdo concomitante del hecho «de haberlo visto u oído»). todo punto en modo primario. Lo que pasa es más bien que los mis-
También en este caso se da un verdadero ver u oír, sin que, sin em- mos fenómenos absolutos de los sentidos que constifuyen el cuerpo
bargo, lo visto u oído sea percibido ni esté dado como real y pre- para el acto de la percepción externa, pueden constituir para el acto
sente. Lo pasado está simplemente «hecho presente». Tampoco im- de la percepción interna del prój imo los fenómenos de expresión en
plica el sentir ni el vivir lo mismo que otro ningún «participar» en que las vivencias parecen <<terminar»», por decirlo así. Pues lo que
tiene lugar aquí es una relación simbólica, no una relación causals.
l. También A. Riehl le ha seguido en esto. Cf. Kritizismus,II, tomo II, 156. Podemos ((percibir interiormente» también a los demás, aprehen-
Cf. W. K. Clifforü Seeing and Thinking, Lectures and essavs (2 vols.), 1879. Cf. diendo su cuerpo, como campo de expresión de sus vivencias. En
la crítica, en parte certera, en parte que va más allá del blanco, de la tesis de Riehl
y Clifford hecha por O. Külpe en su libro Die Realisierung (<<La realización») II,
1920,40. Cf. también el último capítulo de este libro. 3. Cf. la tercera parte de la presente obra, su título: «Del yo ajeno».
2. Sentimos la cualidad del padecimiento ajeno, sin compadecer por ella; la 4. Cf. Th. Lipps, D as Wssen von.fremdem lchen («El saber de los yos ajenos»).
cualidad de la alegria ajena, sin congratularnos de ella. Cf. sobre este punto Edith 5. Podemos decir también: no la mera referencia de la «señal» de la existen-
Stein, Ir,leues zum Problem der Einfiihlung («Nuevos puntos acerca del problema de cia «de algo»», que únicamente se realiza en el raciocinio, sino la referencia de un
la empatía»), disertación de Friburgo, 1917,14. genuino y originario «ser-signo)).
42 La simpatía Distinciones entre los .fenómenos de «simpatía» 43

los fenómenos visuales de las manos entrelazadas está dada, por Las conexiones entre vivenciay expresión tienen bases de co-
ejemplo, la «plegaria»» exactamente así como la cosa corpórea -{que nexión elementales que son independientes de nuestros movimien-
también nos está «dada») como cosa en cuanto tal (untamente con el tos de expresión específicamente humanos. Hay aquí una gramáti-
hecho de tener interior y dorso)- en el fenómeno visual. ca universal, por decirlo así, que es válida para todos los lenguajes
Ahora bien, las cualidades (es decir, la manera de ser) de los fe- de la expresión y suprema base para la comprensión de todas las
nómenos de expresión y las cualidades de las vivencias forman co- especies de mímic a y pantomímica de lo viviente. Sólo por esto
nexiones de esencia de una índole peculiar, que no descansan en podemos también, por ejemplo, percibir la inadecuación de un
absoluto sobre una previa aprehensión de nuestras propias viven- movimiento expresivo ajeno ala vivencia correspondiente, o toda-
cias reales + los fenómenos de expresión ajenos; de tal suerte que via más, la pugna de lo que el movimient o expresa con lo que debe
simplemente una tenden cia a imitar los movimientos de las gesti- expresar. Pero incluso prescindiendo de todo esto, es seguro que la
culaciones vistas no podría menos de reproducir nuestras vivencias imitación de los movimientos expresivos ajenos no puede hacernos
anteriores. La imitación incluso como mera «tendencia»» más bien comprensible el acto de comprender la vida ajena. Lo único que
supondr'ía ya un tener la vivencia ajena, y esto basta para que no pueden hacer comprensible la imitación y la reproducción de una
pueda explicar aquí lo que debiera. Cuando, por ejemplo, imitamos vivencia propia semejante alavivencia de los gestos expresivos, es
(involuntariamente) un gesto de miedo o de alegria la imitación no que en mí tiene lugar una vivencia real objetivamente semeiante a
es nunca suscitada meramente por la imagen óptica del gesto; sino la del prójimo cuya expresión imito. Pero con esta semej anza obje-
que el impulso de imitación surge únicamente si ya hemos apre- tiva de las vivencias ni siquiera se da necesariamente la conciencia
hendido el gesto como expresión del miedo o de la alegría. Si -co- de la semej anza; mucho menos, pues, el acto intencionalmente di-
mo Th. Lipps opina- esta aprehensión misma únicamente fuese po- rigido del «comprender»», del «sentir lo mismo que otro»>, del «vi-
sible por una tenden cia a la imitación y la reproducción, provo cada vir lo mismo que otro»». Pues el que transcurra en mí una vivencia
por esta tenden cia, de una alegría o un miedo vividos con anterio- semejante aladel prójimo no tiene todavía lo más mínimo que ver
ridad (+ empatia, de lo así reproducido, en el prójimo) nos move- con ((comprender». Fuera de esto, semejante reproducción de una
ríamos dentro de un evidente círculo. Tal cosa es válida también vivencia propia requeriría que la <<comprensión» de una vivencia
para la imitación «involuntaria»» de movimientos. Estos suponen ya ajena supusiera una viven cia real semejante en el que comprende
la imitación de la intención interna de la acción, eue puede reali- (como también un breve espacio de tiempo siempre), es decir, una
zaÍse en lnovirnientos totalmente diversos de las partes del cuerpo6. reproducción del sentimiento en los sentimientos, que daria siem-
Los mismos o parecidos movimientos en complejos intuitivos no pre un sentimiento actual. Pero quien comprende la angustia lnor-
orgánicos, por ejemplo, de la naturaleza inanimada, donde no pue- tal de alguien que se ahoga no necesita lo más mínim o vivir una an-
den ser fenómenos de expresión de vivencias psíquicas, no son gustia mortal real atenuada. Es decir, esta teoría contradice el
tampoco imitados por nosotros. Contra la teoría de la imitación de hecho fenoménico de que en la comprensión no vivimos realmen-
Lipps habla además el hecho de que podemos comprender viven- te en modo alguno lo comprendido.
cias, por ejemplo, de animales cuyos movimientos expresivos r¿o Parece también claro que lo que esta teoría pudiera hacernos
somos capaces ni siquiera de «tendeD) a imitar, por ejemplo, la ex- concebible es exactamente lo contrario del genuino ((comprender».
presión de la alegria por los ladridos o de los movimientos del rabo Este <<contrario»» es el contagio por las emociones ajenas, como se
del perro o por los trinos del pájaro. encuentra,por ejemplo, bajo la forma más elemental, en las accio-
nes de los rebaños y de las «<masas)). De hecho, aquí hay ante todo
6.Sobre la diferencia entre la imitación de la acción y la del movimiento, cf.
K. Koffka, Die Grundlagen der psychischen Entwicklung,2l9s (versión cast.: Las un hacer los mismos movimientos expresivos que sólo secundaria-
bases de lct evolución psíquica: introducción a la psicología infanril, Revista de mente origina emociones, tendencias e intenciones de actos seme-
Occidente, Madrid I 926). jantes en los correspondientes seres humanos o animales imitado-
44 La simpatía Distinciones entre los fenómenos de «simpatía» 45

res; así, por ejemplo, el contagio del miedo en un rebaño al divisar na de A no es en modo alguno «objetiva» para B, como, por ejem-
la actitud medrosa del animal guía y, análogamente, en los casos plo, lo es parael amigo C, que se agrega a los padres y tiene com-
humanos. Pero justamente es característico de este hecho la ausen- pasión «de ellos» o «de su dolor»>. No; los padres la sienten ((uno
cia completa de una «comprensión» mutua. Más aun, cuanto más con otro»> en el sentido de un sentir en compañia, de un vivir en
puro es uno de estos casos, cuanto menos interviene en él un acto compafiia, no sólo «el mismo») complejo de valor, sino también la
rudimentario de comprensión, con tanta mayor claridad se da jus- misma actividad emocional en dirección a é1. La ((pena)) como
tamente el hecho sui generis de que el que hace lo mismo tiene por complejo de valor y el padecer como cualidad funcional son en es-
vivencias originariamente propias las vivencias engendradas en él te caso una y la rnisma cosa. Vemos al punto que así sólo puede
a partir de su hacer lo mismo, e s decir, no es en general consciente sentirse un dolor anímico; no, por ejemplo, un dolor físico, un sen-
del contagio al que sucumbe. El acto de voluntad ejecutado por timiento sensible. No hay «condolencia»» fisica. Todas las clases de
obra de una sugestión posthipnótica no es consciente como sugeri- sentimientos sensibles («sensaciones afectivas)) de C. Stumpf) son
do (a diferencia de la «orden)) y de la «obediencia)», en cuya ejecu- incapaces por esencia de esta forma suprema de la simp atia. Estos
ción la voluntad ajena resulta consciente ((como ajena»), antes bien sentimientos tienen que hacerse en alguna forma «objetivos»». Se li-
es justamente característico de él el que yo lo tenga por mi propio mitan en todos los casos a excitar compasión «<de»» y «por» el pa-
acto de voluntad; pues bien, tampoco la vivencia semejante engen- decer del dolor del prójimo. Igualmente hay sin duda congratula-
drada por el hacer el mismo movimiento expresivo ajeno se da jus- ción por un placer sensible; pero nunca un placer conjunto (en el
tamente como vivencia del prójimo, sino como propia. Por esta ra- sentido de una sensación simpatética). Puede ser también que pri-
zón, distinguimos también ya en la vida diaria un merc imitar al mero sienta ,4 sólo esta pena y que luego B la sienta ((con él». Pero
prój imo («cómo carraspea y expectora») del <<comprender» al pró- esto presupone -colno se mostrará más adelante- la forma supre-
jimo y oponemos ambas cosas. ma del amor.
No es necesaria, pues, ni una ((empatia>> proyectiva, ni una
«imitación» para hacer comprensible esta primera componente de 2. Totahnente distinto es lo que pasa en el segundo caso. Tam-
la simp atía, la comprensión, el sentir lo mismo que otro y el vivir poco aquí es el padecer simplemente la causa del padecer ajeno. Tb-
lo mismo que otro. Pero, en tanto que aquellos actos intervienen, da simpatia implicala intención del sentir pena o alegría por la vi-
no crean la comprensión, sino precisamente los engaños posibles vencia del prójimo. La simpatia está «dirigida» a ella, en cuanto
de la comprensión. <<sentir)), y no sólo en virtud del <<juicio» o de la representación de
Ocupémonos, pues, ahora de la simpatía, que se erige funda- ((que el prójimo siente una pena»); la simpatia no surge sólo en vis-
mentalmente sobre esta componente hasta aquí tratada. o sea, del ta del padecer ajeno; sino que «<menta>> la pena ajena y la menta co-
comprender sintiendo lo mismo que otro. Es preciso distinguir an- mo función afectiva mismaT. Pero aquí el dolor de A se hace prime-
te todo cuatro hechos por completo diferentes. Los denomino: 1) El ro presente, como perteneciente d A, en un acto de comprensiófl, o
inmediato simpatizar con otro, por ejemplo, una y la misma pena de sentir lo mismo que otro de manera presente, vivido como tal ac-
((con alguien>>; 2) «El simpatizar en algo)), congratulación ((por)) su to; a la materia de este acto se dirige luego la originaria com-pasión
alegria y compasión <<de»» su padecer; 3) El mero contagio afectivo; de B, es decir, mi compadecer y su padecer son fenomenológica-
4) La genuina unificación afectiva.
l. Witasek sostuvo en su trabajo Zur psttchologischen Analyse der cistheti-
intuición estética»»), la afir-
schen Anschaululg («Para el análisis psicológico de la
1. Un padre y una madre están al lado del cadáver de un hUo rnación de que lo que llamamos comprender y sentir lo mismo que otro se reduce
querido. Sienten uno con otro <da misma)) pena, ((el mismo» dolor. a ((representarse rnturtrvamente las vivencias correspondientes». Certeratnente re-
futada se halla esta tesis en E,. Stein, Neues zlu?t Problem der Ein/iihlung, § 4 («Der
Esto no significa que .4 sienta esta pena y B la sienta también y que Streit zwischen Vorstellungs - und Qualitátsansicht» [«El debate entre el punto de
además sepan que la sienten. No; es un sentir-uno-con-otro.Lape- vista de la representación y el de la cualidad»]), 19.
Distinciones entre los fenómenos de «sirnpatía» 47
46 La simpatía

mente dos hechos distintos,y no un hecho, como en el primer caso.


A diferencia de la crueldad, la <<rudeza)) es sólo un ((no tomar
en consideración» las vivencias ajenas, dadas, sin embargo, asi-
Mientras que en el primer caso la función del vivi. y del sentir lo
mismo en el sentir. Quien, por ejemplo, tomase a un hombre por un
mismo que otro está entretejida con el auténtico simpatizar, de tal
trozo de madera y «tratase)) al objeto como tal, no podría ser ((ru-
manera que no se llega en absoluto a una separación vivida de las
do» con é1. Por otra parte es característico de la «rudeza>> el que ya
dos funciones, en el segundo caso ambas funciones están claramen-
el hecho de darse un sentimiento vital todavía no diferenciado en
te delimitadas incluso com o vivencias. El simpatizar (propiamente
vivencias distintas, de que incluso la simple existencia de una ma-
dicho), la «participación» efectiva, se presenta como una reacción
nifestación y una impulsión vital más elevada (como en la rudeza
al hecho, dado en el sentir lo mismo que otro, del sentimiento aje-
con los árboles o las plantas, por ejemplo, con las que no se puede
no y del complejo de valor correspondiente, incluso en el plano de
ser ((cruel») basta para caracterizar de «ruda» cualquier interrup-
los.fenómenos. Hay que distinguir, pues, con todo rigor las funcio-
ción violenta de esta impulsión.
nes en este caso dadas separadamente del sentir lo mismo que el
otro y del simpatizar. Toda una serie de descripciones de la simpatía
adolecen de la falta de esta distinción8.
3. Completamente distinto de estos casos es aquel en que falta
todo genuino fenómeno de simpatía, un caso gue, sin embargo,
Nada muestra con más claridad lo fundamentalmente diversas
muy a menudo se ha confundido con la simp atia. Esta confusión ha
que son estas funciones que el hecho de que la primera no sólo pue-
dado luego motivo a las erróneas teorías evolucionistas de los po-
de darse sin la segunda, sino que la primera también se halla donde
sitivistas acerca de la simp atia (Herbert Spencer) y a valoraciones
precisamente se erige lo contrario (de igual sentido) de un acto de
totahnente falsas, en particular, de la compasión. Aludo al caso del
simpatizar. Es lo que tiene lugar, por ejemplo, en el específico placer
mero contagio afectivo. Así, vemos que la jocundidad de una ta-
de la crueldad o, en menor medida, ya en la «rudeza>>. Al cruel le es
berna o de una fiesta <<contagia» a las personas que llegan y que
realmente dado, en una función del sentir lo mismo que el otro, el
acaso estaban todavía tristes, pero que son ((arrastradas») por esta
dolor o el padecer que causa. Precisamente experimenta alegría en
jocundidad. Naturalmente, estas personas se hallan alejadas por
el «atormentar)) y en el tormento de su víctima. Sintiendo, en el ac-
igual de una congratulación tanto del primer tipo como del segun-
to del sentir lo mismo que otro, crecer el dolor o el pesar de la víc-
do. Y lo mismo pasa cuando se ((contagia» la risa, como por ejem-
tima, aumenta su placer originario y el goce del dolor ajeno. La
plo, y muy en especial, entre los niñoS, y doblemente entre niñas,
crueldad no consiste, pues, en absoluto, y como pudiera pensarse,
cuyo sexo es menos sensible, pero reacciona con más intensidad.
en que el cruel sea meramente <<insensible» para el dolor ajeno. Es-
El mismo caso se da cuando una serie de gentes se contagia por el
ta <<insensibilidad»> es, por ende, en los seres humanos una falta
tono de larnentación de alguno de los presentes, como sucede con
completamente distinta de la falta de la simpatia.La insensibilidad
frecuencia entre las ancianas, cuando una de ellas relata sus cuitas,
se produce frecuentemente en los enfermos (como, por ejemplo, en
mientras las otras vierten crecientes lágrimas. Esto no tiene, natu-
la melancolía)', y se presenta en estos casos como la consecuencia
ralmente, lo rnás mínimo que ver con la compasión. Ni existe una
de un exclusivo sumirse en los propios sentimientos que no deja lle-
gar a una aprehensión afectiva de las vivencias ajenas en general.
intención afectiva dirigida ala alegria o a la pena del prójimo, ni
participación alguna en sus vivencias. Antes bien, es característico
8. Así en especial la teoría de la empatía proyectiva desarrollada por Th.
del contagio tener lugar pura y simplemente entre estados afecti-
Lipps. vos, y no presuponer en general ningún saber de la alegria ajena.
9. La fenomenología de las vivencias de simpatía contenida en el texto ha si- Así, por ejemplo, puede darse el caso de advertir sólo posterior-
do en parte verificada, en parte completaday ampliada por el lado psicopatoló-
gico, en el valioso trabajo de K. Schneider, Pathopsychologische Beitrcige zur mente que un sentimiento de tristeza en el que uno se halla des-
psychologischen Phcinomenologie von Liebe und Miffiihlen (<<Contribuciones psi- cansa en un <<contagio» procedente de una reunión visitada horas
copatológicas a la fenomenología psicológica del amor y la simpatía»), disertación antes. En esta tristeza no hay nada que indique este origen; única-
de Colonia, 1921: Zeitschr. F.d.ges.Neurol. u. Psychiatrie LXV (1921).
48 La simpatía Distinciones entre los./bnómenos de «sinrpatía» 49

mente por medio de raciocinios y de inferencias causales se pone lo «involuntariamente»», sino también (cuanto más expresos son)
en claro de dónde procede. Para semejante <<contagio» tampoco se <<inconscienternente»), en el sentido de que ((caemos)) por obra suya
requieren necesariamente vivencias afectivas ajenas. También las en estos estados, sin saber que sucede por esta causz, el proceso
cualidades objetivas de los sentimientos homónimos, que se adhie- mismo puede, sin embargo, ponerse al servicio de la voluntad cons-
ren a los objetos de la naturaleza o a un <<milieu>> y se dan en ellos, ciente. Es lo que tiene lugar ya, por ejemplo, siempre que buscamos
como la jubilosidad de un paisaje de primavera,la tenebrosa oscu- una «distracción», yendo a una <<reunión divertida» o acudiendo a una
ridad de un tiempo lluvioso, la miseria de una habitación, pueden fiesta, no por <«estar de buen humon), sino para «distraernos)); en es-
influir contagiosamente en este sentido sobre nuestros estados tos casos esperamos contaglarnos o que nos «<arrastre)» el buen hu-
afectivosro. mor de la reunión. Es perfectamente claro que cuando uno dice que
El proceso del contagio tiene lugar involuntariamente. Peculiar «quiere ver caras alegres en torno suyo)), no preten de congratular-
a este proceso es ante todo el tener la tenden cia a retornar de nue- se, sino buscar simplemente el ponerse de buen humor, efl la espe-
vo a su punto de partida, de tal suerte que los sentimientos corres- ranza del contagio. Por otra parte, la conciencia de un contagio po-
pondientes crecen en avalancha, por decirlo así. El sentimiento sur- sible engendra también una específica angustia del contagio, como
gido por contagio contagra a su vez por mediación de la expresión la que se produce en todos los casos en que alguien evita lugares
y de la imitación, de suerte que también crece el sentimiento con- tristes o esquiva la imagen de los sufrimientos (no éstos mismos),
tagioso; éste contagia a su vez, etc. En todos los casos de exalta- tratando de eliminar esta imagen de la esfera de sus vivencias.
ción de masas, incluso en la formación de la llamada «opinión pú-
blica», es singularmente esta reciprocidad del contagio que va tenso, en el sentido del complejo de Edipo. Llega por fin, acabada la pubertad el
tiernpo de trocar a la madre por otro objeto sexual. Entonces acaece un cambio re-
acumulándose, lo que conduce al desbordamiento del movimiento pentino: el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella, se con-
colectivo emocional y al hecho peculiar de que la <<masa)) en ac- vierte en ella y busca ahora objetos que pLledan reemplazarlapara él a su yo, ob-
ción sea arrastradatanfácilmente más allá de las intenciones de to- jetos a los qLle pueda amar y cuidar colllo él lo ha sido por parte de su madre. Este
es Lln proceso frecuente que puede confirmar cualquiera y que es naturalmente in-
dos los individuos y haga cosas que nadie «quiere» y de las cuales dependiente por collpleto de toda hipótesis que se haga sobre la fuerza orgánica
nadie ((responde»». Es, en efecto, el proceso mismo del contagio el impulsiva y los motivos del cambio repentino. Sorprendente en esta identificación
que hace brotar de sí fines que rebasan los designios de todos los es su expansividad. Convierte el yo en una parte sllfflamente importante, en el ca-
rácter sexual, con arreglo al rnodelo del objeto anterior. El objeto rnismo es aban-
individuos' r. Si bien estos procesos de contagio transcurren no só- donado. Si en absoluto o sólo en el sentido de que permanece en lo inconsciente,
cae aqlrí fuera de la discusión. La identificación con el objeto abandonado o per-
10. E,sto muestra que el proceso del contagio no consiste en la imitación de las dido, para reemplazarlo,la introyección de este objeto en el yo, ya no es cierta-
vivencias de expresión ajenas, aun cuando éstas pueden servir de intermediarias en nrente para nosotros una novedad. Un proceso semejante puede observarse en oca-
el caso del contagio por vivencias ajenas de los seres humanos y de los animales. siones de un modo inmediato en el niño pequeño. Hace poco se publicó en la
I l. Prescindo aquí de tratar el papel enorme que desempeña el «contagio» en lnternationale Zeitschrift ñir Psychoanalyse una observación semejante. Un niño
la génesis histórica de morales enteras, en la génesis de movimientos colectivos que estaba entristecido por la pérdida de un gatito declaró redondamente que él
psicopáticos (empezando por la./blie d deux hasta llegar a la génesis de usos y cos- mismo era el gatito,, poniéndose a andar a cuatro patas, a no querer comer a la me-
tumbres patológicos duraderos de pueblos enteros), en la génesis de pánicos y par- sa, etc. Markuszewicz, Beitrug zunt ctulistisc'hen Denken bei kinclern («Contribu-
ticularmente dentro de todos los movimientos revolucionarios de las masas. Cf. a ción acerca del pensamiento autista en los niños»): Internationale Zeitschrift ftir
este respecto Psychologie des.foules y L'ame revolutionnaire, de G. Le Bon. Cf. Psychoanalyse IV ( 1920).
además Tarde, Les lois I'imitation,y S. Freud, Massenpsychologie und lch-analy- Otro ejernplo de senrejante introyección del objeto nos lo ha proporcionado el
se, l92l (versión cast.: Psicología de las masas, Alianza, Madrid 1995). análisis de la melancolía, pasión que cuenta la pérdida real o afectiva del objeto
«La investigación psicoanalítica, que ocasionalmente ha atacado también ya amado entre sus motivaciones más visibles. Un carácter dominante de estos casos
los problemas más dificiles de las psicosis, podría mostrarnos a su vez la identifi- es el cruel autorrebajarniento del yo en unión con una autocrítica sin contempla-
cación en algunos otros casos que no son sin más asequibles a nuestra compren- ciones y alnargos reproches a sí rnismo. Los análisis han dado por resultado que
sión. Voy a tratar extensamente dos de estos casos como materia para nuestras con- esta apreciación y los reproches se dirigen en el fondo al objeto y representan la
sideraciones ulteriores. venganza del yo en él.La sombra del objeto -he dicho en otro lugar- ha caído so-
La génesis de la homosexualidad masculina es en un gran número de casos la bre el yo. La introyección del objeto es aquí de una innegable claridad» (S. Freud,
siguiente: El joven se ha fijado en su madre de un modo insólitamente largo e in- Massenpsychologie und Ich-anal),tr, l2-7 5).
50 La simpcttía
Distinc.iones entre los.fenóntenos de «simpatía» 5l
Como resulta harto notorio el que esta especie de contagio afecti-
«Multiplicadora de la miseria»» sería la compasión tan sólo si fuese
vo tampoco tiene lo más mínimo que ver con la simpatía, no merece
idéntic a al contagio afectivo. Pues sólo éste es {omo vimos- quien
la pena subrayarlo. Y, sin embargo, fuerzan a ello los yerros de muy
causa en el prójimo un padecimiento real, un estado afectivo de la
importantes autores. Así, casi toda la extensa exposición que Herbert
misma especie que el sentimiento contagioso. Pero justamente un tal
Spencer hace de la génesis de la simp atia (en parte también Darwin)
padecimiento real no interviene en el genuino simp atizar.
es una simple y cotinua confusión de la simpatiay del contagio afec-
tivo. Es en el reiterado error de estos autores de querer derivar la sim-
patia de la conciencia gregaria de los animales superiores y de las
4. Sólo un caso más intenso -por decirlo así, un caso límite del
contagio- es finalmente la genuina unificación afectiva (o identifi-
costumbres de los rebaños, donde esta confusión se vuelve constifu-
cación) del yo propio con un yo individual ajeno. Es un caso lími-
tiva. Dado este extravío de toda una dirección del pensamiento, por
te en tanto que aquí no sólo se tiene inconscientemente por propio
otra parte, no sorprende gue, ala inversa, Federico Nietzsche, dando
un determinado proceso afectivo ajeno, sino que se identifica lite-
por supuesto este .falso concepto de la simp atia, haya llegado a una
ralmente el yo ajeno (en todas sus actitudes fundamentales) con el
valorización cornpletament e errónea de ella, en especial de la com-
yo propio. También aquí es la identificación tan involuntaria como
pasión. Escoj o un pasaje -que vale por otros muchos- de sus desa-
hogos contra la compasión: «El padecer se torna contagioso por obra
inconsciente. Lipps ha querido ver este caso, sin razón, ya en la
empatía estética. Según é1, el espectador arrobado por un acróbata
del cornpadecer; en ocasiones puede alcanzarse con él una pérdida
total de vida y energia vital que está en una relación absurda con la que trabaja en el circo se unificaría afectivamente con el acróba-
ta, cuyos movimientos llevaria a cabo interiormente como un yo de
magnitud de la causa (el caso de la muerte del Nazareno)». «Este de-
presivo y contagioso instinto cruza el camino de aquellos instintos acróbata. Lipps piensa que sólo el yo real del espectador sigue
que se dirigen a la conservación y el acrecentamiento del valor de la siendo un yo distinto, mientras que su yo vivencial se funde total-
vida: como multiplicador de la miseria y como conservador de todo mente en el yo del acróbata. Esta opinión de Lipps ha sido someti-
lo mísero es igualmente un capital instrumento de intensificación de da por E. Stein (en el trabajo citado más arriba) a una fundada cri-
la decadencia>> (El Anticristo, Ts). Es patente que aquí -como en to- tica. Yo no soy -dice la autora- ((una)) con el acróbata, sino que me
dos los pasajes semejantes- se confunda el com-padecer con el con- limito a estar ((en él». Las intenciones e impulsos cinéticos ((coe-
tagio afectivo. El padecer mism o no se torna contagioso precisamen-
jecutados» son realizados por un yo ficticio del cual sigo teniendo
te por obra del compadecer. Antes bien, justamente alli donde un conciencia como un yo fenoménicamente distinto de mi yo indivi-
padecer se torna contagioso, resulta completamente excluida la com- dual, y solamente la atención está encadenada (pasivamente) al yo
pasión; pues, en la misma medida ya no me es dado como padeci- ficticio y por medio de él y a su través al acróbata.
miento del prójimo, sino como mi padecimiento que trato de supri- Pero hay otros casos que no han sido considerados ni por Lipps,
mir quitando de en medio la imagen del padecimiento. Más aún, ni por E. Stein, en los cuales semejante unificación afectiva es, sin
incluso allí donde se produce un contagio por obra de un padeci- duda alguna, plena, y además no representa sólo un <<éxtasis» ge-
miento, es justamente el compadecerse del padecimiento ajeno ((co- nuino, pero momentáneo, sino que puede durar largo tiempo e in-
mo ajeno» lo que puede hacer desaparecer el contagio. Exactamen- cluso hacerse habitual en fases enteras de la vida. Estos casos pre-
te igual ocurre cuando se vive, sintiéndola de nuevo, una vivencia sentan dos tipos polares: el idiopatico y el heteropático. Es decir, la
penosa anterior, que como tal aún está pesando como una carga so- unificación afectiva puede producirse en la dirección en que el yo
bre las vivencias presentes: su vivencia hace desaparecer la cargat2. ajeno es totalmente producido por el propio -inserido en éste-, re-
sultando completamente destronado y depuesto de sus derechos,
12. Lo que el «psicoanálisis» puede albergar en sí de fuerza curativa no des- por decirlo así, en su existen cia y esenci a para la conciencia; y la
cansa en la mera restauración del recuerdo de lo reprirnido, ni tampoco en la reac- unificación afectiva puede producirse de tal suerte que «yo)) (en
ción desviadora,, sino en este vivir lo mismo que otro.
sentido formal) esté tan consternado, preso e hipnóticamente enca-
52 La sintpatía Distinciones entre los fenómenos de «simpatía» 53

denado por el otro yo (en el sentido material e individual), que en cipación respecto de la primitiva unificación afectiva entre descen-
el lugar de mi yo formal aparezca llenándolo el yo individual ajeno diente y antepasado, y presupone la conciencia de la distinción tn-
con todas las actitudes fundamentales esenciales a é1. Yo no vivo dividual entre ambos yos. A mi parecer, esta especie de primitiva
entonces en ««mí»», sino totalmente en «él»), en el prójimo (como a unificación afectiva que, por decirlo así, el fenómeno de las masas
través de él). prolonga en la dimensión del tiempo histórico mediante la autoi-
Encuentro realizados estos casos típico-ideales de unificación dentificación con el «guía» (y a través de é1, de las partes de la ma-
afectiva por obra de un impulso de contagio activo y por un estado sa unas con otras), ha sido el punto de partida para la doctrina de la
de contagio de la existenciay de la esencia que llega, sin reservas, reencarnación, tan enormemente difundida por el mundo entero.
hasta el último límite del centro individual del yo, en muy diversas Esta doctrina es sólo una racion alización de estas identificaciones
especies de casos de la experiencia, de los que aquí sólo pueden ser primitivasra.
apuntados algunos de los tipos principales.
b) Una genuina ««unificación afectiva» de índole heteropática
a) Un caso de unificación afectiva sernejante se halla en las iden- se presenta también en los rnis terios religiosos de la Antigüedadts ,
tificaciones tan sui generis, pero todavía muy poco conocidas a en el curso de los cuales , y gracias a la producción del éxtasis, el
fondo, del pensamiento, la intuición, la afectividad <«prirnitivos» de iniciado se sabe verdaderamente idéntico con el ser, la vida y el des-
los pueblos más inferiores en estado de naturaleza, que reciente- tino del dios y de la diosa: ((se vuelve» el dios. Aquí la unificación
mente ha descrito Levy-Brühl con mucha penetraciónr3. Entre tales
afectiva no parte sólo de momentos en la existencia, esencia y vida
identificaciones figuÍan, por ejemplo, las de los miembros de un
del dios (que es representado por un animal, por ejemplo, el toro en
tótem con sendos rniernbros de la especie del animal totémico. Los
los misterios órficos y dionisíacos, o por un hombre), sino también
Boroso dan a entender, según Von den Steinen, que son realmente
de una determinada rítmica de su destino vital cuyos estadios son
idénticos a papagayos roj os (araras) y cada miembro del tótem a
recorridos extáticamente por los participantes en los misterios. Só-
un papagayo rojo. No se trata sirnplemente de que los destinos (na-
lo como resultado de una paulatina decadencia de estos misterios,
cimiento, enfermedad rnuerte) del totemista estén misteriosamen-
nace en muchos pueblos el arte del teatro y del espectáculor6. Úni-
te enlazados por mero modo causal con su animal totémico: este
camente aquí se degradala unificación afectiva extática hasta lle-
enlace es más bien la simple consecuencia de una verdad era iden-
gar a mera empatia simbólica.
tidad. Hasta con material inanimado (objetivamente), por ejemplo,
con determinadas piedras (Foy las llama piedras humanas) se da
c) La genuina unificación afectiva existe asimismo en los casos
este identificarse. También entra aquí la estricta identificación del
en que la relación entre el hipn otizador y el hipn otizado no es sólo
hombre con su antepasado. El hornbre no es solamente parecido a
una relación pasajera en que se sugieren actos de voluntad y accio-
su antepasado, o conducido y dominado por é1, sino que €s, en
nes particulares, sino que se convierte en una relación duradera, es-
cuanto viviente aquí y ahora, al mismo tiempo uno de sus antepa-
table, de tal naturaleza que el que es objeto de lahipnos¡s es «ab-
sados. Esta etapa de identificación del hombre y el antepasado pre-
cede a cuanto se denomina «culto de los antepasados)). Este culto y 14. Cf. los bellos ejemplos que aduce L. Frobenius en las páginas 42-47 de su
la vinculación emocional con los antepasados en forma de piedad libro Paideuma, sobre las formas de expresión de esta identificación en los etíopes.
de deber de rendirles culto, etc., representa ya una pnmera eman- 15. Cf. O. Caesel, Die Liturgie als Mysterienfeier (<<La liturgia como celebra-
ción de los misterios»), Freiburg i.B. 1922, un libro que recoge un gran número de
ejemplos de estas identificaciones tomados de los ritos mistéricos de la Antigüe-
13. Cf. Levy-Bnihl, Das Denken der Nattu'vólket' («El pensamiento de los pue- dad. Cf. además la obra clásica de E. Rohde, Psyche (versión cast.: Psiqué: el cul-
blos en estado de naturaleza>»),Wien 1921, especialmente 19. Cf. además D. Wes- to de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos, Labor, Barcelo-
termán, Tbcl uncl Leben bei clen Kpelle in Liberia, Pst,chol. Forschung I, cuaderno 1- na I 973).
2 (<<La muerte y la vida entre los Kpella de Liberia. La investigación psicológica»). 16. Cf. afirmaciones semejantes en L. Frobenius, Paideuma.
54 Lo,simpatícr Disfincione.\ ettÍre los./bnómenos cle «sint¡tatío» 55

sorbid o>> duraderantenf e en la totalidad de las actitudes individua- centro espiritual de los actos noéticos de toda especie, con la simul-
les del yo del hipnotizador, pensando sólo lo que éste piensa y que- fánea intensificación de la actividad del sisterna vital-automático
riendo lo que éste quiere, valorando corno él valora, arnando y justarnente en sus funciones y forrnas de movimiento más antiguas,
odiando con él -y convencido en todo ello de que este yo ajeno, y la sustitución, por decirlo así,, del <<centro»» de actos individual y
con todas sus actitudes, actos y formas,, es su «propio» yo-. Pero espiritual del hipnotizado por el centro de actos espiritual del hip-
mientras que en el caso de la primitiva unificación afectiva tene- notizador y sugestionador, en tal fonna que el centro vital e irnpul-
mos una genuina identificación de existencias, en el caso de la su- sivo del hipnottzado cae dentro de la esfera espiritual de domina-
gestión no sólo de determinados actos y acciones, sino de la vida ción, de instrulnentos y de influencia del hipnotizador: el juicio, la
interior concreta y total del hipnottzador -sugestión aulnentada por voluntad, el arnor y el odio del hipnotizado ya no son los <<suyos)),
las continuas hipnosis mencionadas-, sólo existe identidad de sino que son los del centro espiritual del hipnottzador -montado,, por
esencia con conciencia de una distinción de existencias. El estado decirlo así, como jinete sobre el caballo del automatismo irnpulsivo
de sueño hipnóticorT se lirnita, en efecto, a producir artificialmente del hipnottzado-. No cabe tampoco duda alguna de que el grado de
un printitivismo en la actitud psíquica., dando con ello un nuevo pá- esta identificación espiritual en los modos del ser con el h ipnotrza-
bulo a la sugestión (que no necesita ser voluntaria). Para Schilder dor depende ampliamente del carácter del que es objeto de la hip-
soll partes <<antiguas» del encéfalo -«antiguas)) desde el punto de nosis, ni de que los fenómenos de unificación afectiva y de identi-
vista filogenético (las centrales de la inervación simpático-para- ficación que se presentan aquí poseen una honda afinidad con
sirnpática, situadas en las inrnediaciones del tercer ventrículo cere- todos los restantes.
bral) aquellas cuya función se altera por obra de la hipnosis. Casi El placer de la propia sumisión espontánea y positiva del débil
todas las peculiaridades mentales características del niño y de los al fuerte, con el fin automáticarnente (no conscientemente) dado de
primitivos son reproducidas artificialmente en gran medida por participar en la plenitud de poder del fuerte, antecede como instin-
medio de la hipnosis. Así, la deficiente distinción de percepción y to impulsivo primitivo,, en nuestra opinión, & los fines de la propia
representación,, la forma extática de entregarse a lo qLre se ofre ce a conservación y protección frente al fuerte (temido). Tal placer es
la atención pasivamente encadenada, la mayor afectividad e impul- sirnplemente utiltzado por esta voluntad de propia conservación y
sividad del contenido de vivencias (Schilder cree incluso que toclos protección; puesto, por decirlo así., a su servicio. Una prueba es
los efectos que se producen en la hipnosis pueden provocarse tam- que el llamado instinto de sunlisión puede volverse totalmente ina-
bién por medio de los afectos), la predisposición a una diferencia- decuado, e incluso llevar a consecuencias opuestas a las que ten-
ción deficiente del yo y el tú y la sirnultánea propensión ala unifi- dría el llarnado instinto de la propia conservación. Schopenhauer
cación afectiva con un yo ajeno. Cuando la percepción sensible refiere la siguiente observación de un oficial inglés en las selvas de
secunda la voluntad del hipnotizador (pues no sólo la «creencia»» la India. Una ardillita blanca se queda tan consternada ante la rni-
en la existencia, por ejernplo, de una silla o de cualquier otrapar- rada de una serpiente que pende de un árbol y cuya expresión es la
te de tnundo circundante, como pensaba Lipps, sino también una de un violento apetito por la presa que se va acercando cada vez
genuina percepción de la silla puede llegar a engendrarse), ello nrás ala serpiente, en lugar de irse alejando de ésta, hasta que por
acontece únicamente pasando por la mediación de las disposicio- últirno ella misma salta dentro de las fauces abiertas. E,s indiferen-
nes impulsivas que condicionan también en última instanc ia toda te que se trate de una sugestión en estado de vigilia (naturalmente
percepción (incluso la normal). La fórmula psicológica final y más involuntaria por parte de la serpiente) o de una sugestión unida a
general del estado hipnótico hay que verla en la inactualizactón del un adormecimiento hipnótico de los centros superiores de la ardi-
lla antes despiertos: el instinto de la propia conservación resulta
17. Cf. sobre este punto los nuevos resultados de la investigación, también en patentemente vencido por una coejecución extática, por parte de la
el asp.ecto an¿rtón'tico y fisiológico, recogidos por Paul Schilder en slr notable tra-
bajo Ubet'clus Wesett der l'typno.se («Sobre la esencia de la hipnosis»), 1922.
ardillita, del apetito de la serpiente dirigido al fin <<desaparecer en
56 La simpatía Distinciones entre los -fenómenos de «simpatía» 57

las fauces)) . La ardilla está en unificación afectiva con la serpiente, análogos a las sensaciones sexuales brotan y se refieren al hipno-
y se torna, de una manera espontánea, también corporalmente <<una»» tizador; la fantasía tan frecuente de que éste ha abusado sexual-
con ésta, desapareciendo en sus fauces. mente de la hipnotizada durante la hipnosis (cf. los ejemplos cita-
El masoquismo en todas sus formas rudas y refinadas es, exac- dos por Forel en su libro sobre el hipnotismo) tienen su origen en
tamente como su contrario, el sadismo (con el cual alterna rítmi- todo esto. 2) Las inmediaciones del tercer ventrículo cerebral, cu-
camente con tanta frecuencia en un individuo, según la relación de yo funcionamiento se altera en la hipnosis, son también un centro
poder con el cómplice), tan sólo una conformación ambigua de la de la sexualidad. Las lesiones en esta zona traen también consigo
voluntad de poder erótica. Pues tampoco erl el masoquista es la pu- perturbaciones de la función sexual, como impotencia, trastornos
ra pasividad en cuanto tal, sino la participación por unificación menstruales, cambios en los caracteres sexuales secundarios. 3) La
afectiva en la superior actividad del cómplice, es decir, la adquisi- hipnosis animal (cf. el ejemplo puesto por Forel -p.23 de su obra
ción simpatética de poder,lo que viene a constituir el objeto del sobre el hipnotismo- sobre la especie de arañas cilíndricas galeo-
goce. El masoquismo y el sadismo, que encontramos mucho más des kaspicus turkestanus, efl la cual el macho, clavando sus pinzas
generalizado en el niño que en el adulto (en la alteración, porejem- en determinado lugar del vientre de la hembra, paÍaliza a ésta de
plo, de crueldad contra los animales, e incluso contra las cosas, con suerte que sufra el acto sexual) sugiere la hipótesis de que la hip-
una arrebatada unificación afectiva con ellos, o de obstinado egoís- nosis haya sido originariamente en el hombre una función bioló-
mo y abnegación ilimitada), son en el adulto simples estabilizacio- gica auxiliar de la sexualidad, o sea, una preparación y disposi-
nes de estadios primitivos del desarrollo (infantilismos). Ambos re- ción de la mujer para facilitar el acto sexual . 4) Como en todo ser
sultan fácilmente los puntos de partida de unificación afectiva humano dormita la sexualidad inversa, no es ninguna objeción
idiopática y heteropática. Schilder señala ala vista de ambos fenó- contra esto la hipnosis del varón por el varón y de la mujer por la
menos que <<esta unión aparentemente ilógica de rasgos contrarios mujer. Si esta atractiva hipótesis de Schilder resiste ulteriores crí-
en un mismo ser humano llama la atención sobre una ley psicoló- ticas, y se pudiera confirmar la más importante de sus pruebas, la
gica general de gran alcance, que se puede formular concisamente histórico-evolutiva, por un número mayor de hechos, se habria
diciendo que el amante se identifica con el amado, es decir, toma materi alizado entre los fenómenos de unificación afectiva eróti-
sobre sí las vivencias del otro, sintiéndolas como propias y dando cos e hipnóticos un lazo común de explicación que les ha faltado
expresión a esta identificación por medio de actos y de otros ras- hasta ahora.
gos» (p. 25s). Si bien no podemos conceder en modo alguno una
<<ley»» semejante paru el amor en general, tampoco podemos menos d) Igualmente son de considerar como genuinas unificaciones
de reconocer, por lo que respecta al vínculo erótico, una tendencia afectivas Qtatológicas) los casos aducidos por S. Freud en su libro
en este sentido (que es, después de todo, lo único que Schilder tie- Psicología de las masas y análisis del yo. Así, cuando al relatar el
ne aquí ante los ojos). caso de una colegiala que recibe una carta del amado secreto que
Schilder trata (lo mismo que S. Freud) de poner la hipnosis excita sus celos y a la que reacciona con un ataque histérico, en
misma en una relación genética con el vínculo sexual-erótico y de tanto que algunas de sus amigas «padecen)) este ataque por conta-
hacer comprensibles por esta relación ambos fenómenos de unifi- gio psíquico, observa Freud: «Sería inexacto afirmar que se apro-
cación afectiva. En pro aduce lo siguiente: l) Los procedimientos pian el síntoma por simpatia. Por el contrario, la simpatia surge so-
que favorecen la aparición de la hipnosis (los roces suaves, la per- lamente de la identificación (unificación afectiva), y la prueba está
suasión insistente, la mirada «fascinadora»), pero también el in- en que esta infección o imitación se produce también en circuns-
crepar a gritos) tienen un valor erótico . La «mirada extraviada» tancias en las cuales hay que suponer una simpatía previa todavía
antes de dormirse y después de despertar tiene la misma expresión menor de la que suele existir entre amigas de colegio» . La primera
que la mirada en la satisfacción erótica. Sentimientos de bienestar afirmación de Freud es seguramente exacta. Tan sólo impugnaria
58 La simpatía
Distinciones entre los fenómenos de «simpatía» 59

yo el que aquí «surja)) en general simpatia alguna, pues ésta presu- 0 Como casos de genuina unificación afectiva, pero alternan-
pone justamente la distancia fenoménica de los yos, suprimida aquí te con el darse el propio yo, deben considerarse también algunos
por la unificación afectivars. casos especiales de división de la conciencia descritos por K. Oes-
terreich", que él mismo reduce ala unificación afectivz, y qurzá
e) También la vida psíquica infantil, en tantos aspectosre dis- además ciertos fenómenos de la llamada ((posesión>>, sobre los
tinta de la del adulto, no en el grado, sino en la esencia, muestra cuales nos ha entregado él mismo hace poco una valiosa monogra-
unificaciones afectivas que presentan un tipo semejante al de es- fia. Lo que estas unificaciones afectivas e identificaciones nos per-
tos casos patológicos. Así, ya en el <<juego)) infantil, y en los casos miten poner particularmente en claro, es el hecho de que no se pro-
en que el niño va como espectador al teatro o al guiñol, podría ducen en modo alguno aditivamente por imitación y coejecución
existir una situación considerablemente distinta de la existente en de gesticulaciones, movimientos, actos particulares, sino que tie-
los casos análogos en que -según se dice- el adulto «juega» o nen lugar como a saltos, y de tal suerte que la previa identificación
((empatiza>> estéticamente. Lo que en el adulto es emp atia, es aquí con la otra persona (así, por ejemplo el caso de Flournoy, de la se-
unificación; lo que propiamente sólo en el adulto es (guego)), es ñora que se creía en ocasiones María Antonieta) es lo que también
aquí cosa <<seria»» y «realidad» momentánea por lo menos20. La en otras situaciones externas (en las cuales no podía encontrarse en
conciencia (individual) de sí mismo es demasiado lábil y dema- absoluto, por ejemplo, la Antonieta histórica) tiene como conse-
siado incoherente todavía en la vida psíquica infantil, para que cuencia puramente autom ática la correspondiente conducta en el
pueda resistir ala entrega (extática) ala entidad extraña represen- detalle.
tada «eidéticamente»», entrega que en el niño rebasa con mucho la
medida del adulto. Cuando la niña <<juega» a la mamá con su mu- g) Cuento además como genuina unificación afectiva que no
ñeca, el carácter ilusorio del «<juego)», es decir, el hacer ((como si»» pertenece ni al tipo idiopático, que otorga, por decirlo así, el propio
fuese una mamá, sólo existe para el espectador adulto . La niña yo individual, ni al tipo heteropático, en que el uno se «pierde>> por
misma (a ejemplo de la propia madre en relación con ella misma) completo en el otro yo, aquella unificación afectiva que se caracte-
se siente en el momento d. jugar absolutamente una con <«la ma- riza por lo que yo designo el «fenómeno de la fusión mutua». La
má» (aquí todavía una representación individual, no una expresión forma más elemental de esta unificación afectiva se da sin duda en
general ocasional) y siente a la muñeca una consigo misma. Por el acto sexual por amor (es decir, lo contrario del acto de goce, uti-
eso el niño reacciona con tanta facilidad también como espectador lizactón u otra finalidad análoga), pues ambas partes, etr una em-
en el teatro de una forma completamente distinta que el adulto. briagu ez eliminadora del ser-persona espiritual (que es a lo que es
inherente al ser-yo individual propiamente tal)22, creen sumergir-
se en un torrente de vida que ya no contiene en sí ninguno de los
18. Cf. S. Freud Massenpsychologie und lch-analyse,Viena 1921, 70 (dentro
del cap. 7, referido a la identificación; versión cast.: Psicología de las
'*oror, yos individuales aisladamente, pero que tampoco representa la
Altanz4 Madrid 1995); cf. también los casos de identificación anteriormente cita- conciencia de un nosotros fundada sobre el darse el yo por ambas
dos del mismo libro.
partes23. Este fenómeno, sin duda alguna, ha venido a ser la base
19. Cf. las investigaciones de E. Jaensch y sus discípulos sobre el tipo de re-
presentaciones infantiles llamado por él «eidéticas». En tales representaóiones se fundamental de la primitiva metafisica vital subyacente en los mis-
encuentra un primitivo fenómeno intermedio entre la «percepción» y la ((repre- terios y orgías báquicos, según la cual los iniciados participantes
sentación)), a partir del cual, únicamente, se desarrollan en doi direcciones diver-
gentes los distintos caracteres del acto y del contenido de la percepción y la re-
presentación del adulto. 21. K. Oesterreich, Phcinomenologie des lches («Fenomenología del yo»), y
20. Cf. el elocuente ejemplo que pone L. Frobenius, Paideuma,59, del niño Über Besessenheit («Sobre el estado de poseso»).
lge j.uega a «Juanito, Marga y la bruja») con tres piedrecitas. También el ejemplo
22. Cf. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik.
aducido anteriormente por S. Freu{ del niño y del gatito muerto, pertenecé más a 23. Cf. la expresión poético-musical de Richard Wagner en el Tristán Ade-
la psicología de la vida infantil que a la psicopatología. más, G. Hauptmann en el Ketzer von Soana (<<El hereje de Soana»).
60 La ,sintpafíct 6l

creen sumergirse en la fuente originaria y una de la <<naturo natu- i) Finalntente, existe el caso típico de unificación afectiva del
rans>>,con la disolución extática de toda individualidad. modo de ser que ha condr.rcido a todo Lur grlrpo de autores algo tnás
arrtiguos -citaré a E. vorl Hartrnann y H. Bergson- ala teoría de la
h) Pero el fenómeno de la unificación afectiva por fusión no se identificación del anror, es decir, a la tesis de que el «amor)) a otro
limita sin duda alguna a esta esfera erótica. Vuelve a encontrarse corrsiste en acoger el yo de este otro en el yo propio por rnedio de
en la esfera de la vida psíquica de la masa inorg antzada como la ha una unificación afectiva; el caso que ha sido el apoyo más fuerte
descrito G. Le Bon por primera vez. También aquí tiene lugar una para esta teoría es la conexión entre la mudr€ y el hijo. Aquí se tie-
unificación afectiva primero de todos los miembros con el guía, ne,, en efecto. el caso absolutanrente s¿ri generis de qlle el ser que-
que otorga idiopáticamente (o sea, que no puede ni debe fundirse rido ha sido originarianrente.,y ya desde el punto de vista corporal
él mismo en el alma de la masa), y sobre ésta, una fusión mutua de y espacial, Llna «parte»» del ser que anta, y qLre las variadas colnpo-
los rniembros (producida por contagio acumulativo y reflexivo) en nentes de la vivencia de los actos positivos y pasivos qLte conducen
una corriente afectiva e impulsiva cuyo ritmo propio condiciona a la fecundación (instinto e inrpulso cle reprodLlcción, irupr-rlso se-
por sí la conducta de todas las partes, y lleva caprichosamente por xual), llás la preñez del fruto (conversión, sit't solución de conti-
delante las ideas y los proyectos de acción, como las hojas la tor- nuidad., del instinto de reproducción y del intpr-rlso de la propia
menta. Sigmund Freud ha relacionado estrechamente la produc- conservación en los nrovirnientos del instinto de cuidado de la pro-
ción de esta alma de las lnasas (que presenta, en efecto, en todos le, que cotllienza ya antes del nacimiento), y finaltrente el cuidado
los casos las seis analogías, de esenc ia y forma de movimiento, del h¡o lnisn-ro ya desprendido del cuerpo (conversión continua del
con la conciencia de los sueños inferior al umbral de la vigilia, con instinto de cuidado de la prole en untot' nratertro de tono psíquico),
la conciencia hipnótica, con la conciencia animal, con la concien- parece todo ello proceder lo uno de lo otro sin saltos, antes bien de
cia de los pueblos primitivos, con la conciencia infantil -la masa es url modo continuo. Prescindimos de la cuestión todavia poco clara
un ((animal»> y un <<niño grande)>- y finalmente con muchas formas de si tal corno (según Pawlow) para la digestión es necesario cl
de conciencia patoló gica, en especial la conciencia histérica) con «appetitus»> (y su correlato, el jugo gástrico específico en cada ca-
el caso de la fusión erótica, pero a mí me faltan muchos de los so), para la fecundación efi caz es igLlalrnente necesaria una com-
miembros intermedios comprobables de esta teoría de las rlasas. ponente psíquica (acaso el movimiento del impulso automático de
Freud define la masa prirnaria: <<Es un conjunto de individuos que reproducción). Mas en ningún caso pueden utilizarse justantente
han puesto un mislno objeto (guía y modelo o 'idea'procedente de estos l-rechos, conto lo hace E. von Hartn-tann, para probar qr-re el
él) en lugar del ideal del yo de cada uno, y que como consecuencia anlor sólo es Lrna expansiórr del egoísnro o (con ntás selltido) del
se han identificado unos con otros>»2a. La fuerza vinculante sería la impr-rlso de la propia conservación más allá de los líntites del yo
<<libido\t, y? duramente desviada de sus objetivos sexuales y repri- propio rnediante la «<acogida»> del yo ajeno en el propio. Justatnen-
rnida en el subconsciente. Esta hipótesis que, si fuese verdad eÍa, te estos hechos hablan un lengr-raje opLlesto. El instinto de conser-
nos haria comprensible mediante una sola idea una gran serie de vación y cLtidado de la prole es ya antes del nacimiento clara y ne-
fenórnenos incoherentes hasta aquí (por ejemplo, también la hip- tamente clisf inf o del impulso de la propia conservación. E,l urieclo
nosis, que es según Freud una ((masa de dos»), no me parece, sin natural al aborto, cLryos motivos caen siernpre del lado del impul-
embargo, vista para sentencia antes de que hayan sido aclarados so de la propia conservación., lo prueba corl claridad suficiente. Ya
los problemas más elementales de la teoría freudiana del sexo y del antes del nacimiento forman la nladre y el hrjo,, incluso para la ma-
amor25. dre misnra, dos seres a los que corresponden impulsos distintos
tarnbién fenonténicamente. En ntodo ulguno aquí el irnpulso de la
24. S. Freud., Mas,senp.sychologie und lch-unalr,se, 88.
25. Cf. también acerca de esta cuestión el citado trabajo de Schilder sobre la
propia conservación (y sus movimientos) se convierte de lnanera
esencia de la hipnosis y lo que se expone en este libro sobre la ontogenia de Freud. <<continuada>) en aulor rnaterno. En relación psíquica de continui-
62 La simpcttía
Distinciones entre los.fenómenos cle «simpatía» 63

dad están más bien el instinto de reproducción y el instinto de cui-


referencia a las componentes instintivas de toda la relación. Pero
dado de la prole. Los «sacrificios» de la propia conservación ma-
con referenciaa estas componentes es bien cierto que no es tan só-
terna por la prole parida y su conservación, descritos muchas veces
lo un empírico comprender y sentir las mismas cambiantes necesi-
ya en el mundo animal, revelan una independencia y un antagonis-
dades y estados vitales dados a conocer en los fenómenos de expre-
mo de ambos impulsos, que seguramente no surgen por y tras el sión, lo que conduc e ala madre a ejecutar las acciones peculiares al
parto del fruto, sino que también antes del parto existen ya y son
cuidado de la prole, sino que estos signos fisicos me parecen limi-
incluso vividos como fenoménicamente distintos. Mucho menos tarse a poner un término temporal en cada caso a una conexi ón su-
que de un sentimiento de unificación de la madre con el h¡o en el
praempírica más profunda entre el ritmo vital de la madre y el del
sentido de esa ((recogida» del h¡o en el propio sí mismo (y su im-
hUo y las fases de la vida de éste con distinto contenido. Entre el
pulso de la propia conservación), como hace E. von Hartmann, se
ritmo, por ejemplo, con que el pecho de la madre se llena de leche
podría hablar normalmente de un frecuente sentimiento aproxima-
y provoca una urgencia de secreción y el ritmo de retorno del ham-
tivo de unificación de la madre con el yo del h¡o en el sentido de bre en el h¡o existe, en efecto, una adaptación -e igualmente entre
una entrega (extática) al yo del hUo.El estado de ensoñación carac-
el placer de la satisfacción que proporciona a la madre el dar de
terístico de la mujer entregada a su devenir y ser madre, en espera rnamar y al hUo el mamar-. Los movimientos del impulso del dar
de ello, es un éxtasis semejante, por decirlo así, intraorgánico, en
de mamat y del hambre del h¡o están en una correspondencia que
que se le da el fruto en gestación. Pero tampoco la «continuidad»
hace posible en principio ala madre darse cuenta por sus propias
entre el instinto de conservación y cuidado de la prole y lo único
fases del estado de hambre del h¡o. La madre lleva consigo (en as-
que tenemos derecho a llam ar atnor materno existe en la medida
pectos todavía poco estudiados) algo así como un sistema orgánico
en que se ha afirmado muchas veces. Yo me atrevería incluso a de-
de signos para el curso de la vida del hijo, que le hace <<saber>» de
cir que el instinto y el amor trabajan muy frecuentemente aquí el su hijo, en forma y por modo más profundos de lo que es asequible
uno contra el otro. El instinto -como prolongación del impulso fe-
a ninguna otra persona. Cuando la madre se despierta al más lige-
menino de reproducción- actúa tanto más inequívocamente cuanto ro ruido del hUo (y para nada ante estímulos mucho más fuertes de
más pequeño es el hijo y cuanto menos representa todavia un yo
otra procedencia), el estímulo apenas suscita aquí la imagen de un
anirnado independiente. Los incesantes cuidados justamente de las
movimiento expresivo del hUo que la madre tenga que comprender,
madres <<más maternales»> en este respecto impiden con frecuencia
sino que actuali za inmediatamente el instinto de cuidado de la pro-
precisamente toda especie de desarrollo psíquico independiente y
le siempre vivo, el cual se traduce en una actividad en que sólo lle-
propio del hr1o, y detienen a menudo el crecimiento psíquico-espi- ga a la percepción lo que en otros casos antecede como condición
ritual en la misma medida en que tienden a favorecer orgánicamen- del comprender. Por eso, puede la madre hacer pronósticos afecti-
te al hUo. <<Amor de monos» llama el alemán corriente a este conti-
vos sobre el desenlace de enfermedades que con frecuencia sor-
nuo cuidado, tutela y ternura sin fin. ¿No es como si el instinto puro prenden al médico. Por eso es el amor materno tan «<insustituible
de la madre -no mezclado con amor- quisiera con todo afán reco-
ger de nuevo al hUo en el cuerpo protector, por decirlo así? Única-
-y no sólo a causa del mayor interés-, como lo han estimado todos
los tiempos y pueblos. La unidad vital psíquica preconsciente no
mente el amor materno anula esta tendencia y apunta hacia el hijo
es desgarradatotalmente entre la madre y el hijo por la separación
como un ser independiente que se eleva lentamente desde la oscu-
orgánica de los cuerpos, de suerte que sólo fuese restaurable por
ridad de lo orgánico a laluz cadavez más intensa de la conciencia.
obra del sistema fisico de signos que son las manifestaciones com-
Como el amor en general, este amor toma al h¡o en su terminus ad prensibles de la vida.
quem, ya no como el instinto por su terminus a quo.
De unificación afectiva de la madre con los impulsos del hijo, k) Bergson ha puesto en estrecha relacióncon la «simpatía» los
de la cambiante ansia y necesidad de éste, sólo debe hablarse con hechos aducidos por Jules Fabre en su obra Souvenirs Enthomolo-
64 Lu sim¡tqtíct Distinciones entre los fenómenos de «simpatía» 65

giques -la mina más rica en descripciones precisas de acciones ins- las acciones instintivas de esta especie, en que hay un encadena-
tintivas- acerca del proceder de las arañas, las abejas, las avispas miento con sentido unívoco de las fases de la acctón que tiene lu-
que con una picadurapaÍalizan (sin matar) orugas en que depositan gar entre varios seres orgánicos, todo lo que hay que admitir se re-
sus huevos. Esta picadura (por lo general) es tanhábil y perfecta, duce a un enorme incremento de lo que hemos descrito como
tan adaptada ala anatomía de la estructura nerviosa y ala finalidad genuina unificación afectiva en la esfera hum ana27. También en
de «paralizar sin matar>>,, que un clruJano que hubiese estudiado ex- los demás casos estamos obligados a ((comprender)) por analogía
perirnentalmente la estructura nerviosa de la oruga no podría ha- al animal, pero no partiendo de las vivencias del adulto civlhzado,
cerlo rnejor de lo que lo hace la avispa sin ninguna expenencra pre- sino partiendo de los hechos de la psicología de los primitivos, del
via. Querer explicar este encadenamiento de los pasos -elección niño, de la psicolo gia de las masas y de los fenómenos patológi-
del centro nervioso que se va a picar., paralización sin muerte de la cos de desaparición de las actividades de los centros superiores
oruga, deposición de los huevos de la avispa-, que es un encadena- del hombre -hechos en que la cien cia actual nos ha enseñado a
miento con un sentido innegablernente objetivo y unívoco, como ver, en oposición ala de hace treinta años, diferencias de esencia,
una cadena de reflejos o por una acumulación de experiencias he- y no de grado, respecto de la vida psíquica de los adultos, civili-
reditarias, es una causa completamente perdida. Así, Bergson; así, zados y sanos2s-.
acerca de los genuinos instintos en general, también H. Driesch. Consideremos todavia otra cosa. A través de todas las funcio-
Alguna forma de primitivo ((saber»» (en el sentido más lato posible, nes modales de los sentidos se efectúa el acto de la percepción co-
de «tener algo en general») del proceso vital de la oruga por parte de mo un acto unitario y simple; lo que da como contenido total no
la avispa es aquí indubitablernente una presuposición. Bergson tra- forma primariamente una suma divisible en contenidos sensoria-
ta de describir este <<tener)) en las siguientes frases: «Mais-il n'en les parciales, sino una totalidad en la que la realida{ la unidad de
serait plus de méme si l'on supposait entre le sphex et sa victime valor y la forma del objeto está dada ya siempre como ((una y la
une »)mpathie (au sens étyrnologique du rnot) qui le renseignát du misma)», es decir, dada, como un complejo estructural en que se
dedans pour ansi dire, sur la vulnérabilité de la chenille. Ce senti- ordenan originariamente los contenidos parciales de los fenóme-
ment de vulnérabilité pourrait ne rien devoir á la percepción exté- nos modalmente distintos del oído, la vista, el olfato, el tacto, el
rieure, et resulter de la seule mise en présence du sphex et de la gusto2e: pues bien, de igual man eÍa se da a conocer la misma co-
chenille, considérés non plus comme deux organlsmes, lnals com- rriente vital unitaria y simple en una serie de impulsos fundados
me deux activités. Il exprimerait sous une forme concréte le rap- jerárquicamente unos sobre otros que resulta cadavez más espe-
port de l'un á l'autre»>26. Es claro que aquí «sympathie» significa cificada con la cambiante organizactón y posición de partida del
algo totalmente distinto no sólo de «simpatia>> en sentido corrien- organismo. Estos impulsos son tan sólo los correlatos en parte
te -puesto que aquí se trata de una acción hostil y que utlliza al ser subconscientes, en parte conscientes, de los actos parciales de la
ajeno para fines propios de la especie, en rnodo alguno de una ac- actividad vital unitaria en su sentido objetivo.Y puesto que sabe-
ción «al servicio ajeno»-, sino también del sentir lo mismo que
27 . Una secuencia de sentido objetivo unívoco requiere siempre un acto insti-
otro y del comprender. Lo único a lo que puede referirse aquí es a tuyente del sentido. Ya la incoación de un acto de conciencia está determinada, en
una especie de unfficación afectiva de la avispa con el proceso vi- efecto, por unidad de su «nóema»».
tal y el organismo de la oruga: una unificación afectiva con el pro- 28. Cf. las observaciones, tan finas y que abren tan importantes perspectivas,
de Erich Jaensch en las Actas del Vil Congreso de psicología experimental, Mar-
ceso vital unitario dimanente de un centro de vida que determina y burg 1921, Übe, die subjektiven Anschauungsbilder («Sobre las imágenes eidéti-
dirige tanto la organización nerviosa de la oruga como las sensa- cas subjetivas»), cap. II: «Beziehung der eidetischen und wahrnehmungspsycho-
ciones que tiene de su cuerpo. También me parece probable que en logischen Untersuchungen zu Fragen der Naturphilosophie» («Relación de las
investigaciones eidéticas y de psicología de la percepción con cuestiones de la fi-
losofia natural»).
26. H. Bergsorl, L'evolution créatrice, 188s. 29. Cf. con la teoría de la percepción en Der Forntalismus in der Ethik.
66 La sintpuÍíct DisÍittcione,\ entre los /bnómenos de «sintputíu» 67

mos que la percepción del valor precede ala percepción del ser en capacidad de la unificación afectiva es un aprehender lo ajeno y lo
el sentido del orden de fundarnentación de 1o dado -también en la distante, comparada con la percepción sensible en general3r.
vida psíquica superior del hombre, e incluso en la esfera del espí- Cuando la conclusión gnoseológica de este libro nos haya mos-
ritu- ¿no será posible que la unificación afectiva con la corriente trado que un mínimo de unificación afectiva inespecificada es jrs-
vital del ser ajeno (de la oruga en el caso anterior) especificada tanrente constitutiva de la aprehensión de todo ser viviente como
particularmente en cada caso, dé la forma de estructura dinámica ser viviente, incluso ya del rnás simple movimiento orgánico a di-
de la corriente vital especificada y el sentido de valor biológico de ferencia del movimiento inorgánico; cuando nos haya mostrado
sus direcciones impulsivas diferenciadas, determinado también en que cl más simple <<sentir 1o rnismo que otro»», y mucho más la más
cada caso, antes de la percepción y no apoyándose en ellas? Esto sencilla <<simpatia>>, y por encima de ambos toda ((comprensión»
no me parece en absoluto «misterioso)) cuando se ve claro lo que espiritual, se edifica sobre este fundamento, el más prirnitivo de to-
tan bellamente ha mostrado H. Driesch: que dondequiera que ne- dos,, de esta manera de darse el ser ajeno, parecerá mucho menos
cesitamos admitir reacciones suprarreflejas del organismo, jamás asombrosa esta capacidad de unificación afectiva especifi cada con
permiten entender la reacción en un sentido inequívoco la suma de la forma dinámica especificada de una corriente vital ajena. Lo
los distintos estímulos físicos y químicos que afectan al cuerpo or- úrnico que se podrá decir entonces es que por lo que respecta al
ganizado, sino que sólo permite comprenderla el todo indiviso del hornbre en general el instinto especificativo de unificación afecti-
objeto individualro, y aun este sólo como miernbro en la unidad de va se ha oscureciclo poderosarnente en comparación con lo que su-
una situación del medio entero con su eslructura típica, determi- cede en muchas especies animales, habiéndose al mismo tiempo
nada para cada especie antes de toda percepción y sensación. El desdiferenciado en estructuras muy generales de la vida ajena -pe-
hecho de que la motivación, la suscitación y la introducción tam- ro que en el niño, en el que sueña, en el enfermo (neurótico) de una
bién de la unificación afectiva en la articulada corriente vital aje- cierta especie, en el caso de la hipnosis, en el instinto materno y en
na esté igualmente vinculada con los eslímulos, eS algo tan poco el prirnitivo nos quedan todavía restos de las capacidades de unifi-
discutido como nosotros la discutimos para la simple percepción, cación afectiva mucho más considerables que en el hombre adulto
si bien ésta es más y algo totalmente distinto que las sumas de rnedio de una cltlización tardia-. Tal cosa no es en absoluto asom-
sensaciones, sólo posibles y nunca reales, correspondientes a las brosa. Tanto nuestras ideas acerca de la «evolución»» de la vida uni-
sumas de estímulos. Tarnpoco en las teorías de Bergson se puede versal hasta llegar al hombre, como del hombre en su prehistoria e
apenas discutir el condicionamiento de su «sympathie»» por los es- historia hasta llegar a la cllhzación actual, se han alterado profun-
tímulos. En otro caso habría que equiparar su idea ala afirmación damente en un punto muy esencial: la vida y el hombre en esta
de una telepatía entre la avispa y la oruga, lo que es sin duda un «evolución» no sólo han <<ganado)) en capacidades esenciales, sino
fenómeno de un orden totalmente distinto. Pero sí se tiene muy que también las han perdido. Así , ha perdido casi totalmente el
bien el derecho de hablar, en la «unificación afectiva instintiva»», hombre la capacidad especificativa de unificación afectiva del ani-
de una telepatiarelativa, en el sentido de que la unificación afec- mal y muchos de sus «instintos»», en favor de una hipertrofia del
tiva alcanza mas lejos que la percepción y no necesita edificarse <<intelecto»»; así, el civilizado ha perdido las capacidades de unifi-
sobre una percepción de los centros nerviosos -como, por ejem- cación afectiva del prirnitivo, y el adulto las del niño. Así, ha per-
plo, en el caso de estudio científico de los centros nerviosos que dido además el adulto las <<imágenes eidéticas)) que todavía en el
deben ser alc anzados por la picadura-. Así como la vista es, com- niño ocupan el lugar intermedio entre la percepción y la imagina-
parada con el tacto, un sentido relativo de la distancia, también la
31. En el libro Der Formalismus in der Ethik hemos mostrado en este mismo
30. Cf. H. Driesch, Philosophie des Organischen (<<Filosofia del mundo orgá' sentido que también el «apetito» y el <<asco»» revelan la significación biológica de
nico»»), 2u ed.,342. Cf. a este respecto mis consideraciones sobre el concepto de las sustancias cotno «alimenlo>> ctntes de la experiencia actual de su utilidad y no-
sensación en Der Formalismus in der Ethik. cividad, y qLle en este sentido son ((valoraciones a distancia»>.
6B La sim¡-tatíct Distittt'iones enfre los ./bnótnenos cle « sint¡tafíu » 69

ción, y de las cuales parecen proceder por diferenciación la per- indiviso de una especie. Hay que dejar a un lado en general la idea
cepción y la imaginaciónr2. Y parece que ciertas materias de cono- de la evolución colno una simple «<escala»», con la concentración
cirniento se adquieren sólo en la edad juvenil, o no pueden adqui- unitaria, ((monárquica)), de la evolución universal entera en el va-
rirse ya nunca. <<Lo que Juanito no aprende, ya no lo aprende rón civihzado e incluso en el varón civilizado europeo. Las fases
Juan>»,, este refrán alemán es verdadero en otro sentido además del de la evolución no son nunca rneramente «escalones)), sino que tie-
meraffrente cuantitativo. Así ha perdido visiblemente el hombre ci- nen un valor propio y Llna escala stri generis. La evolución no es
vilizado, como hemos mostrado en otra parte33, el <«sentido»» tras- nunca lneralnente progreso, slrlo también decadencia a la vez3a.
cendente religioso y tiene que <<guardar)) y ((creer)) lo que la Hu- En cuanto al <<hombre>» mismo, cs más el «primer)) ciudadano del
rlranidad más joven <<descubría» y <<veía»» (tenía «<originariamente») mundo viviente que su «dueño y señor»>.
aún. Determinadas formas de conocimiento para determinadas es- Solarnente la uni/icación afectiva en el terreno de lo vital35, y
pecies de objetos parecen estar justarnente enlazadas segtin leyes en el terreno de lo espiritual el arte de comprender las concepcio-
esenciales con deterntinadas fases de la evolución insustituibles nes del rnundo de otras formas y estructuras, prorneten tr compen-
por otras fases. Toda «evolución» de las fuerzas cognoscitivas es sando lentamente las estrecheces y particularidades específicas de
también una <<decadencia» de estas fuerzas -solamente que de dis- las cuales estamos todos rodeados como los ojos de los caballos
tinta índole en cada caso-. Únicamente la síntes¿s de proceso y con- por sus anteojeras. Pues por muy biológicamente uttles que sean
servación, respectivamente de reavivación de lo amenazado de pér- colno protectoras, el cognoscente en cuanto cogltoscente ha de ele-
dida y la integración de la división específicay temporal del trabajo varse sobre ellas, aprehendiéndolas a ellas mismas colno objetos y
entre las fases de la evolución dentro de cada especie, del animal extendiendo a ellas su conciencia o haciéndose consciente de ellas.
hasta el hombre, del primitivo hasta el civiltzado, del niño hasta el Si abarcaffros con una rnirada los mencionados tipos de casos
adulto, eS lo que debe valer como <<ideal>». También ala mujer -en de genuina «unificación afectiva)), resulta perfectamente clara su
sentido esencial- le son dadas fuerzas cognoscitivas que en el va- profunda diferencia de esencia, tanto por lo que respecta a todo
rón sólo existen rudirnentariamente y no son reemplazables por é1, <<sentir»» y ejecutar cofirprensivamente los mismos actos personales

por estar edificadas en aquélla sobre su instinto materno y la fuer- que otro, con-ro con respecto a todo lo que con sentido puede lla-
za específica de unificación afectiva dada con él (que se despliega rnarse «simpatía»>. Arnbas cosas -el sentir 1o mismo que otro y la
solamente en la propiay real maternidad, pero que no se lirnita só- sirnpatía- excluyen por completo el sentimiento de unificación y
lo al propio hUo o a los ((hijos)) en general, sino gue, una vez des- la genuina identificación. Pero todavía una segunda y más impor-
plegada, se dirige al mundo entero). tante cosa me parece clara al abarcar de una ojeada estos tipos de
Y otro tanto resulta válido para las bases raciales de los grandes casos de genuina unificación afectiva: el <<lugar)) dentro de la es-
círculos de cultura. Tampoco aquí existe ninguna plena posibilidad tructura total y unitaria de la esencia hum ana, espiritual y psicofí-
de <<sustitución» de las razas en la tarea conjunta del conocimien- sica, en el que únicamente pueden tener lugar unificaciones afec-
to «hutnano>». Tan sólo la temporal y simultánea cooperación cos- tivas. Este <<lugar» se encuentra en todos los casos en el punto
mopolítica y la integración de las partes insustituibles de la huma- medio entre la conciencia del cuerpo, que abraza en unidad de for-
nidad pueden poner en juego toda la fuerza de conocimiento rna específica todas las sensaciones orgánicas y los sentimientos
inherente a la humanidad como el todo espaci al y temporalmente
34. Cf-. mis consideraciones en Der Formulismus in tler Ethik, sobre el falso
método de H. Spencer, qLle mide al anirnal y u la planta por su valor de adaptación
32. Cf. los recientes trabajos de E. Jaensch sobre el tipo de representación ei- al medio humano.
dética, especialmente Über die subjektit,en Anschanungsbildet' («Sobre las irnáge- 35. La unificación afectiva tiene lugar siempre en el <<mundo interior y mun-
nes eidéticas subjetivas»»), cap. 2. do circundante>» del organismo (de los que el mundo interior tiene que inferirse por
33. Cf. mi libro Vom ew,igen int Menschen I (<«De lo eterno en el hombre»>), en la estructura del mundo circundante), como ha mostrado ya Uexktill. La compren-
Gesamntelte Werke Y. sión afecta solarnente a la noesis y al <<mundo>> intencional del hombre.
70 Lct sint¡tutíu Distinciones enÍre los fbnómeno.s de «sitttpatía» 7t

sensibles loc alizados, y el ser-persona noético-espiritual cofflo cen- tros centros qlle pueden alcanzar hasta una verdadera unificación
tro de todos los actos intencionales «supremos>». Pues una cosa me afectiva y fusión-. La mística exclusivamente naturalista -pantei-
parece cierta: ni el centro espiritual de nuestra perso¡¿36 y sus co- zante, que afirma una genuina y adecuada divinización de la exis-
rrelatos, ni nuestro cuerpo y, todos aquellos fenómenos de él que se tencia (fusión del alma con Dios)- no sólo la divintzactón (inade-
dan como rnodificación y determinación más precisa de esta esfe- cuada) de la esencia ser y de la <<forma)) por coejecución de los
ra (como las sensaciones orgánicas y las sensaciones afectivas o actos divinos (<<en Ti vivimos, nos movernos y somos)», o San Pablo:
sentimientos sensibles) permiten, con arreglo a sus leyes esencia- <«Yo vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí»»), se
les, la unificación con la cual tenemos que vcr cn todos los casos caracteriza siempre, como puede detnostrarse hasta el detalle, por
típicos mencionados. Tanto la conciencia del cuerpo cor11o el cen- una doble vitalización (es decir, una desespiritualizactón parcial o
tro espiritual de la persona, siernpre esencialmente individual, son total) falsa, a saber, tanto de Dios, como del centro de la persona
algo que tiene cada ser humano para sí solo. humana. La genuina mística del espíritu conserva siempre por lo
Si lo prirnero es algo tan indiscutible como indiscutido (cada menos la <<distancia intencional de la existencia>» a Dios como mí-
cual tiene sus y sólo .§¿r.r sensaciones orgánicas, sus sentimientos nimo de distancia y conduce a lo sumo a una unión inadecuada de
sensibles o sensaciones afectivas de placer y de dolor), podría exis- la esencia3s.
tir, a lo sumo, una duda con respecto a la segunda parte de la pro- Supongamos abolidala individualización de los hombres por su
posición anterior. Tal vez se nos podría oponer las vivencias de una cuerpo (con sus aquí y ahora esenciales)., e imaginemos abolidas
mística específicamente espiritual-rle refiero a la vivencia de la también todas las variedades esenciales de los correlatos noemáti-
fusión del alma espiritual con Dios, la llamada «unio mystica»», cos de los centros espirituales de sus yos en todas las correspon-
afirrnada por muchos- corno un caso de unificación afectiva y de dientes <«formas»» de la existencia consciente (o sea, todo «lo que»»
volverse uno no aducido aquí hasta ahora, y opinar que habíamos los hornbres piensan, quieren, sienten, etc.): seguiría existiendo la
<<olvidado»» esta forma suprema de la unificación afectiva. Pero a diferencia individual entre sus centros personales; y ello sin perlui-
esto tenemos que responder, con algunos de los rnejores conocedo- cio de la identidad de la idea de persona en todos.
res de la rnística del espíritur7, que el fenóffreno mentado con estas Las unificaciones afectivas radican todas -y es lo que prueban
palabras no existe, ya que realme nte sólo el centro espiritual de la justarnente las notas comunes a todos los tipos de casos menciona-
persona es actrvo en nosotros y ««Dios)) rnismo es pensado en este dos, por lo demás tan fundamentalmente diversos- en aquel reino
caso como puro ser espiritual. Donde el fenómeno parece presen- intermedio de la constitución de nuestra humana esencia que yo he
tarse, ni Dios se halla como puro ser espiritual ante los ojos espiri- llamado en otra parte, distinguiéndolo con todo rigor del espíritu
tuales del yo (formal), ni es el puro centro espiritual de la persona personal y del cuerpo, la <<conciencia vital»> (como correlato supra
lo que está dirigido a Dios. Antes bien, se trata siempre -como con o subconsciente), pero en la conciencia, del proceso vital orgánico
plena claridad se ve, por ejemplo, en todos los rnisterios de la An- objetivo, así como a su centro el «centro vital». Es la región y at-
tigüedad- de una idea de Dios que (cnenciona» a «Dios)) corrro vi- rnósfera psíquica del impulso de vida y de muerte, de las pasiones,
da total del mundo o que afecta a Dios con el fenómeno de la vida; de los afectos, de las tendencias e impulsos (y de sus tres especies
y adernás no se trata nunca del centro de nuestros actos espiritua- esenciales, el harnbre y la sed como impulso de nutrición, los im-
les, individuado en sí mismo, sino siempre a la vez del centro de pulsos vitales eróticos con todas sus formas, el impulso de poder,,
nuestro yo vital -que son la única idea de Dios y el único de nues- dominación, expansión y hacerse valer), la que puede conducir ala

36. He definido su esencia (y las leyes autónomas de sus actos) en rni libro 38. Cuando lleguemos a hablar en este libro sobre las interpretaciones meta-
Der Formalismlts in der Ethik. fisico-monistas de los fenómenos de la unificación afectiva (filosofía de la India,
31 . Y. Zahn, Ein/iihrung in die christlic'he Mvstik (<«lntroducción a la mística Schopenhauer, Hegel, von Hartmann, etc.), recibirá esta tesis una fundamentación
cristiana»), Paderborn l9l8, §29. más profunda.
72 La simpatía Distinc'iones entre los /bnómenos de «simpatía» 73

unificación afectiva e identificación genuina, en los fenómenos de Es decir: el animal evoluciona en la dirección del «hombre)),
conciencia pertenecientes a ella. volviéndose <<animal gregario»>. Pero el hombre se animahza tanto
La significativaluz que esta observación arroja sobre todas las más cuanto más es miembro de masas; y se <<humaniza>> tanto más
teorías metafisico-monistas del amor y la simpatia (Schopenhauer, cuanto más se individualiza espiritualmente3e.
Driesch, Bergson, en cierto sentido también E. Becher), se nos ha- Por consiguiente, toda tendencia haciala ((masa»» absoluta (un
rá cada vez más clara. Aquí se trata de que nos ocupemos por lo concepto límite) es simultáneantente tendencia hacia el heroísmo
pronto con hechos .fenomenológicos, que han de atender incondi- y el embrutecimiento a una: embrutecimiento del hombre en cuan-
cionalmente también todas las <<teorías»> metafisicas. to persona espiritual con todos sus «modelos e ideales» individua-
Y entonces nos parece ciertamente una considerable verificación les. Mas, por otra parte, es preciso también que en la aprehensión
de nuestra última tesis el hecho de que todas las unificaciones afecti- de todas las cosas haya sido eliminada toda referencia corporal al
vas genuinas tengan en su manera de producirse algo en común. I ) Se propio yo (y con ella toda autoerótica y propia estimación indivi-
producen siempre «<autom áticamente»», o sea, nunca ni <<voluntaria- dual o toda tenden cra a la propia conservación y utilidad, conse-
mente»», ni por «<asociación mecánica»». Nosotros expresalnos esto en cuencia únicamente de esta actitud), para que el hombre se sumer-
nuestra terminología diciendo: se siguen de la específica <<causalidad
ja en el sentimiento y en la actividad primitivos de la ((masa)). El
vital» que es específicamente distinta de la motivación noética con un hombre es al mismo tiempo «<elevado» sobre el estado de su cuer-
po y desposeído como ser espiritual. (¿No revela algo análogo la
sentido y de la causalidad mecánica (formalmente) por contacto. El
automatismo, la dirección y la marcha hacia un objetivo (no la «acti- auténtica pasión amorosa, <d'amour-passion>> de Stendhal, en con-
vidad con un firu»), la vis a tergo y la causalidad concreta del pasado traste con la erótica idiopática del goce, por un lado, con la aftr-
entero en cada caso (a diferencia de las causas inmediatamente pre- rnación espiritual de la individualidad psíquica ajena, por otro?).
cedentes, uniformemente retornantes e idénticas en esencia) son a/-
Si hay un hecho -en estos últirnos tiempos- que sea capaz de
probar la verdad de lo dicho, es la experiencia de la llamada ((gue-
gunas de las notas esenciales de esta fundamental forma de la rela-
rra mundial» ( l914-1918). El estado de guerra -prescindiendo de
ción causal. 2) Só1o surgen cuando dos esferas de la conciencia que le
cómo y de qué «culpa»», según se dice, haya nacido- hace que sur-
están dadas siempre y por necesidad esencial al hombre se tornan ín-
jan, como poderosas realidades unitarias, todas las ((comunidades
tegra o aproximadamente <<vacías»» de contenidos particulares: la es-
de vida)), es decir, todos los grupos y hombres que se sienten <<uno»»
fera «noética» del espíritu y de la razó,ru (personal por la forma) y la
en el proceso indivisible de su vidaa0. El estado de guerra heroíza al
esfera corporal de sus sensaciones y sentimientos (sensibles). Única-
individuo, pero a la vez adormece en alto grado toda individuali-
mente el poner fuera de circulación los <<actos»» y las «funciones)) ac-
dad espiritual. Se alza encima de todo cuidado respecto a los esta-
tivas en estas esferas hace al hombre propenso ala unificación afecti-
dos del yo corporal. Pero desfigura y degrada al mismo tiempo a la
vay capaz de ella --€n la medida que puede lograrse-.
persona espiritual. Las masas revolucionarias y sus movimientos
El hombre tiene a la vez que elevarse «<heroicamente»» sobre su
muestran los mismos estados de borrachera colectiva, en los cuales
cuerpo y sobre todo lo que es <<importante» para él y «olvidar»>, o al
menos -por decirlo así- no prestar «<atención» a su individualidad 39. Encontranlos pruebas empíricas de estas afinnaciones ante todo en aque-
espiritual, es decir, despojarse de su dignidad de espíritu y dejar co- llas unificaciones afectivas e identificaciones que hemos encontrado en los grupos
qlre se hallan en la pendiente de la desorganización (históricarnente «organizados»
rrer su «vida» impulsiva, para llegar a las unificaciones afectivas.
siempre aún en alguna medida).
Podemos decir también: tiene que hacerse más pequeño que un ser 40. Cf. mi libro Der Genius des Krieges und der Deutsche Krieg («El genio
del tipo del hombre, que tiene razón y dignidad; y tiene que hacer- de la guerra y la guerra alemana>»), sección «Die Realitát der Nation)), en Gesam-
melte Werke lY, l -250, y mi artículo Das Gesamterlebnis des Krieges («La viven-
se <«más grande») que un animal reducido a vivir y ((ser)) en los es-
cia totalitaria de la guerra))), en Gesammelte Wet'ke IY,267-282, en el libro Krieg
tados de su cuerpo, tanto más parecido sin duda a una planta que a und AuJbau (<<Guerra y reconstrucción»», actualmente publicado en lt'lation und
un animal, cuanto más cercano a este tipo límite. Weltanschauung -«Nación y cosmovisión»»-), en Gesammelte Werke VI, 158- 186.
74 La simpatía

el yo corporal y el yo espiritual sucumben simultáneamente, en un 3


movimiento vital y pasional del conjunto.
La determinación que acabamos de hacer del único <dugan) po- Teorías genéticas de la simpatia
sible de la unificación afectiva dentro de la constitución del hombre
nos será de importancia para enjuiciar toda una serie de interpreta-
ciones metafisicas que se han dado de los hechos de la simpatía. Me
refiero a las llamadas interpretaciones <<monistas»» (Hegel, Sche-
lling, Schopenhauer, von Hartmann, Bergson, Driesch, E. Becher)at.
Estas no van a ser impugnadas ni admitidas aquí. Pero sí se puede
inferir de lo encontrado hasta ahora que sólo tienen sentido en la
esfera de lo vital (es decir, alli donde se concluye la existencia me-
tafísica de una «vida») supraindividual en todo lo viviente, de una
protoentelequia en todos los entes organizados vitalmente), pero Hay una serie de teorías genéticas de la simpatía que -prescin-
que jamás pueden dar ocasión para admitir un principio del mundo diendo de su valor como explicaciones- atentan contra los hechos
espiritual, idéntico y unitario, como idénticamente activo en todos fenomenológicos que hemos hecho valer.
los espíritus finitos (Teoría del intellectus infinitus). Compadecer, vimos, es padecer por el padecer del prójimo co-
mo tal prójimo. Este ((como tal prójimo» pertenece a los hechos fe-
nomenológicos. En ningún caso se trata de una especie de unifica-
ción afectiva, identificación con el prójimo o de mi padecer con su
padecer. Aún en el primer caso anteriormente descrito, la función
de sentir se da de modo distinto en el padre y en la madre, y sola-
mente lo que sienten -el dolor uno- y el mismo complejo de valo-
res existen ahí como inmediatamente idénticos para ellos. Por el
contrario, en el puro contagio afectivo, el sentimiento ajeno conta-
gioso no se da «como ajeno», sino ((como propio)), y sólo su origen
causal se remonta hasta lo vivido por un prójimo.
He aludido ya a los hechos del animal gregario en relación con
el anim al guia, de la sugestión, de las acciones de las masas. Aña-
do que la misma forma de transmisión de las vivencias desempeña
también un poderoso papel en el proceso de formación de la tradi-
ción.La «tradición» es una transmisión de vivencias -sea transmi-
sión de ideas o de impulso de acciones- que representa lo contrario
de una mera ((comunicación)), <<enseñanza>> e igualmente de una
imitación consciente. Pues en ninguna forma de «<comunicación»
me es dado solamente «lo»> comunicado, sino también dado con
ello el que el prójimo <<juzga así»», «dice esto»», etc. Esto último fal-
ta en la tradición. En ésta juzgo que «<,4 es B>» porque el prójimo
juzga así y sin saber que el prójimo juzga así, es decir, ((co)»-juzgo
simplemente el juicio ajeno, sin que el acto de «comprender» el
41. Cf. supra, p. 6ls. «sentido» del juicio ajeno se destaque por separado del acto de jui-
76 La simpatía Teoríns genéticas cle la ,sirttputía 77

cio propio; siento, por ejemplo, sed de venganza o ira., o amor a La <<tradición)) es un término medio, por decirlo así, entre la he-
una causa, a un partido , porque lo hace mi entorno o porque lo han rencia de las disposiciones psíquicas y la comunicación consciente.
hecho mis antepasados, pero tomo estas elnociones que experi- Comparte con la herencia el carácter automático y subconsciente de
mento por una causa colno sentimientos míos y como fundadas en la «transmisión»»; con la comunicación consciente, el tener lugar
la naturalezade la causa, por ejemplo, del partido, sin sospechar su por rnedios primariamente psíquicos. Mientras que lo que en las
origen. En esto consiste la fuerza vinculatoria de la tradición: en actitudes psíquicas primarias de las emociones proviene de la he-
que tenemos las reacciones tradicionales por nuestras propias reac- rencia es indestructible, el odio y el arnor tradicional pueden de-
ciones, exclusivamente fundadas en la causa ala qlle se refieren. Y saparecer en un estadio posterior del desarrollo. El método psicoa-
unido a esto, el contenido tradicional no nos es dado, al rnodo del nalítico de Freud es, por ejernplo, un medio artificial de deshacer
recordado, ((coltlo pasado>», sino ((como presente»» (exactamente así determinadas tradiciones afectivas genninas, haciendo de lo tradi-
como el llarnado color de la nreffroria nos es dado cor-no manifes- cional un objeto de recuerdo consciente (y de la llamada reacción
tación sensorial de color presente).Yivimos aquí en el pasado, sin avulsiva subsiguiente de las emociones enlazadas con la situación
que nos sea dado conjuntamente el acto de recordar que nos ha y anteriormente reprirnidas). Las tradiciones colectivas de grtrpos
conducido al pasado; y precisatnente por ello sin sober que es en el enteros no pueden hasta aquí, por desgracia, ser objeto de una di-
pasado en donde vivirnosr. Así puede haberse transmitido tradicio- solución artificial semejante . La crítica histórica, que lleva las tra-
nalmente en una farnilia una actitud de inclinación o de aversión o diciones a su «disolución arrojando hacia el pasado, por decirlo
Lrna desconfianza hacia ciertos fenómenos de valor y ciertos valo- así, Ias ideas y las potencias del sentimiento qLre ensombrecen y es-
res -siendo indiferente la cosa o la persona en particular que los trechan la vida actual (por ejemplo, la crítica humanista en el Re-
aporte- o una costumbre, por ejernplo, del bisabuelo en la manera nacimiento, la rnoderna crítica bíblica, etc.), logran este resultado
de conducirse con la rr-rujer y los hijos, sin que el biznieto tenga una sólo dentro de pec¡ueños círailos de personas cultas, jamás entre
sospecha de que esta vivencia no está fundada en él ni en Ia cosa. todo el pueblo. Parece regir, adernás, la ley de que esta especie de
Piénsese en el odio tradicional de los güelfos y gibelinos, en la <<crítica)) únicarnente es posible allí donde la tradición <<viva>»,, si
<<hostilidad hereditaria>> entre germanos y galos, etc. todavía no ((muerta»», está empero en trance de morir. Es, pues,,
Hay,pues, tan-rbiéll un contagio afectivo interindividual temporal más un fenómeno secundario de la tradición moribunda por sí mis-
en que falta por conrpleto el característico vivir lo rnisrlto qLle otro ma que una verdadera causa de la muerte de ésta. Se lirnita a tener
-que disuelve justamente la fuerza de la tradición- y la conciencia la función del «sepulturero>»2.
de lo ((colnlrnicado>». E,ste contagio es --en el caso de un arnor tradi- De lo dicho resulta qlle toda teoría qLre descorlozca los hechos
cional- cornpletamente distinto del hecho de la «piedad»», que es una que prueban Ia distinción fenofflenológicamente dada entre ambos
forma especial de comprensión + sirnp atia para lo pasado. La <<pie- procesos de la compasión y del pesar ajeno, así como la referencia
dad» supone yala distancia temporal y el fenómelto de la propia ex- del primero al segundo, es una teoría erróne a; y que toda concep-
trañeza del estado de cosas, sobre el qLte ella tiene lugar, que no po-
ción sernejante tiene que fallar también en la valoración ética de la
see el contenido genuinamente tradicional. Mientras los hrjos viven,
por decirlo así, todavía en los padres, sintiendo, pensando, hablando 2. La distinción de lo hereditario y lo tradicional es en el caso particular lnlly
y obrando como éstos -sin sospechar el origen de todo ello- tiene difícil; donde más difícil, en la psicología animal. en los problemas del instinto y
la experiencia; cf. Lloyd Mórgan, Instittkt unel Gev,ohnheil (««lnstinto y hábito>>).
que faltarles completamente la <<piedctcl>> para con sus padres.
Sperrcer tiene las categorías de la visión natural del mundo por hereditarias, nrien-
tras que por el contrario, W. James,, Levy-Brühl (prólogo al Denken cl. lVafun,dlker
l. Cf. sobre unificación afectiva con una actitud fundamental preténta -diga- (<«Pensamiento de los pueblos en estado de naturaleza>>),las tienen sólo por tradi-
lnos, infantil- del yo propio, mis explicaciones en la disertación <<Reue uud Wie- cionales. Yo me inclino a esta últilna lnanera de ver, simplemente por el hecho de
dergeburt)> («Arrepentirniento y renacimiento»>), en mi libro L"om Etyigen im Men- las grandes diferencias histórico-culturales entre las fornras de visión natural del
.sclten I (<<De lo eterno en el hombre>>), en Gesumntelte WarkeY,27-59. rlundo.
78 La simpatíct Teot'íu.s genéticas de la simpatía 79

simpatía en una u otra dirección. Estas teorías, sin embargo, exis- congratulándonos o compadeciéndonos, sólo pudiésemos hacerlo
ten en gran número; aquí nos limitaremos a aducir sus variedades bajo el influjo momentáneo de la llamada ((suposición»> o incluso
típicas. En parte son psicológicas, en parte metafísicas. «ilusión>» <<de que nos pasase 1o misrno)), fenoménicamente se da-
Una serie de filósofos encuentran en el proceso fenomenológi- ría sólo una conducta dirigida a nuestro padecer y nuestra alegria,
co de la simpatia, como un miembro principal, una especie de re- es decir, una conducta egoísta. La dirección fenoménica al prójimo

.flexión que, traducida en palabras, tiene este sentido: «¿Qué sería si en cuanto prójimo no se presentaria como dirección inmediata del
me pasase lo mismo?»». Cualquiera que sea el lugar que esta refle- sentimiento. Y ello en especial medida cuando esta teoría -recono-
xión pueda ocupar en la vida, lo cierto es que no tiene nada que ver ciendo con justeza que semejante reflexión con seguridad no tiene
con la genuina sirnpatía. Y no lo tiene simplemente porque, con lugar en la forma de un juicio ni de un proceso de raciocinio- se
mucha frecuencia hay que responder: Si me pasase lo mismo, da- desarrollara en el sentido de la tesis de que., en lugar de la mera <<su-
do mi carácter, dadas mis disposiciones naturales, (cro rne iría tan posición>> <<si me pasase lo rnismo)), apareciera una «ilusión)) mo-
mal>»; mas para «él»» es malo, dada ((su)) naturaleza, dada <<su»» in- mentánea y automática de que es a mi a quien le ocurre esto, o bien
dividualidad. Ahora bien, la genuina sintpatía se anuncia justa- una alucinación afectiva: análogamente al típico caso de la aluci-
mente en que hace entrar la naturaleza y la existencia del prójimo nación afectiva que se da, por ejemplo, cuando en la guerra un sol-
y su individualidad en el objeto de la compasión y de la congratu- dado siente al sable levantado sobre él -pero que de hecho no cae-
lación . ¿Hay congratulación más profunda que la alegría de que al- cortar dolorosalnente su brazo. En este caso fuera la simpatiaen rea-
guien sea tan perfecto, puro, etc. , cot?to es? ¿Ni compasión rnás lidad una reacción afectiva idiopática que sólo por virtud de una
honda que la de que tenga que padecer como padece por ser una ilusión intelectual tomaría el pseudocarácter de una clase especial
((persona así»»? Particularmente en el fenómeno de la ««misericor- y genuina de sentimientos. Pues en el contenido de la ilusión o de
dia>» -que es simultáneamente una compasión rnás intensa que des- la alucinación rne sería dado fenomenológicamente rni propio tto
ciende de la altura, desde la altura de un poder y dignidad más conro el que padece; y rni reacción práctica tendiente a eliminar la
fuertes- es donde la compasión toma este carácter de referencia al causa del padecer -aun cuando esta causa consista en el dolor o en
ser. Dondequiera, pues, que la simpatia se dirige justamente al ser la situación aflictiva del prójimo- no se distinguiría en nada de
del prójimo o al padecer (o la alegria) sui generis e individual del cualquiera de las reacciones que sirven para evitar los propios do-
prójimo -lo que ciertamente apenas es posible sin el fundamento lores. Pero, entonces, es tarnbién claro que no es posible adjudicar
del amor- resulta de anterrano insuficiente la «reflexión»» anterior a esta conducta, como fundada en la ilusión y el engaño., ninguna
para comprender los hechos. Suponiendo justo, por lo demás, el clase de valor moral. La ética tendría que decir al hon'rbre: «Fíjate
adrnitirla, sólo podría alcanzar a aquellos casos en que los senti- bien que no te pase tonrar el padeclmlento aleno por proplo y gas-
mientos correspondientes se hallan más cercanos ala esfera de los tar energia en evitarlo»; y si no fuese posible obedecer a esta nor-
sentimientos sensibles y están lo más alejados de la esfera de los sen- n1a, habría que decir ala persona correspondiente: <<Haga el favor
timientos espirituales, que son al mismo tiempo los sentimientos de ir al médico>».
rnás individuales. Hay un caso que es semejante a este tipo de pseudosimpatíay
Pero lo decisivo es que tal «reflexión)) no se encuentra de hecho gue, a su vez, representa lo contrario de la sirnp atia: aquel en que
en la genuina simp atia. Es una construcción artificiosa de los teó- tiene lugar sin duda una comprensión del padecer ajeno y esta colrr-
ricos, que, al modo de la psicología y la moral de la Ilustración prensión suscita una reacción de padecer, pero en que la intención
francesa, presupone ya la naturaleza egoísta del hombre y, por lo del sentirniento no se dirige al padecer ajeno, sino alapropia reac-
mismo, pretende concebir también la simpatia, la heteropatia, co- ción de padecer. Tal tiene lugar cuando alguien se conduce en el
mo una consecuencia o como una especie de analogía del sentir y sentido de las palabras ((quiero ver caras alegres a rni alrededor)) y
la conducta idiopáticos. Si en el momento en que reaccionamos pone alegres a las personas de su entorrlo; o a la inversa, socorre al
80 La simpatía korías genéticas cle lu sintpuÍíct 8l

prójimo en sus penas y dolores porque ((no puede ver una cosa zar>> la aleg ria, sin que por este hecho tengamos que caer nosotros
sernejante)); o concede al mendigo, o al que hace una petición, lo mismos en un estado de ánimo jubiloso, po drá ser ((estupendo»»,
pedido <<para que se marche»> y le «libre de su presencia». Y estos pero es justamente el fenómeno de la genuina simpatia. Por el con-
casos conducen a aquellos otros de meros ((nervios de mantequi- trario, el causar, el contagiar, etc., el estado afectivo ajeno a estados
lla» -que Nietzsche con tan completa sinrazón identificó a su vez propios de la misma especie justamente no es ninguna genulna
con la genuina simpatia Aunto al caso del contagio afectivo)- en simpatía, sino sólo la «apariencia» de ésta, por obra de un engaño.
que alguien ((no puede ver sangre)) o no puede contemplar cómo En mi ensayo sobre los engaños acercade sí mismo5 he señala-
((se mata una gallina»». En este caso, lo que resulta mLly instructivo do aún otro tipo de casos en que tarnpoco se presenta igualmente
es que aquí la alegría propia o el propio padecer y la atención a ninguna genuina simpatia,justo porque de nuevo tiene lugar una
ellos se intercala como un estado, digámoslo así, por delante de la forma de identificación con el prójimo. Es en cierto modo el caso
alegria ajena o del padecer ajeno advertidos, y que la intención se contrario del acabado de exponer. Lo aludido tiene lugar donde
dirige al padecer propio o a la alegria propia intercalados. Justa- nuestra propia vida toma la tendencia a disiparse en el vivir las rnis-
mente por este caso ((no genuino)) vemos que la compasión y la mas vivencias de uno o varios prójitnos, donde somos arrastt"ados,
congratulación jamás son -allí donde son genuinos- estados afec- por decirlo así, en las agitaciones de ánirno y el círculo de intereses
tivos propios objeto de intención. Pero esto sólo se concibe no per- de un prójimo hasta el punto de que parecemos no viviryanosotros
diendo de vistala neta diferencia existente entre lasfunciones y los mismos, o de que nuestra propia vida sólo consiste ya en las rnúlti-
estados afectivos. He dicho anteriormenter: el padecer, por ejem- ples reacciones al contenido, a los objetos que nos son dados en ca-
plo, un dolor es algo distinto del dolor mismo; el padecer como da caso únicamente por este vivir la misnta vida del prójimo. Aquí
función tiene umbrales completamente distintos de los del dolor; nos acaece lo que acaece realmente al prójimo cotno si nos acaecie-
como también la capacidad de padecer, de alegrarse y de gozar es Ía a nosotros mismos (no sobre la base de una ilusión o alucinaciórl
algo distinto de la sensibilidad para el dolor o de la sensibilidad pa- del proceso afectivo correspondiente), sino porque vivirnos precisa-
ra el placer sensible; esta última es, por ejemplo, sumamente cons- mente su vtda y no <<nuestra» vid a; y simultáneamente el «vivirle a
tante en la histori a,la primera sumamente variable con el estado de él mislno)) -que es lo que determina de hecho este proceso- no es
la civilizacióna. Ahora bien, el genuino simpatrzar es exclusiva- algo dado paranosotros en absoluto6. Pero lo que distingue a este ti-
mente una ./ilncióru sin estado afectivo propio objeto de intención. po radica especialmente en la conducta con nosotros mismos y en
El estado afectivo de B dado en el compadecer está dado totalmen- los juicios de valor frente a nuestros intereses, a los actos de nuestra
te en el prójimo; ni emi gra a A, que com-padece, ni <«engendra)) en voluntad, a nuestras acciones y en sum z, z nuestro ser. Esta con-
A un estado «igual)) o «parecido»». Es simplemente compadecido, ducta y estos juicios se tornan exclusivamente dependientes de las
pero no tenido por A como vivencia real. El que podamos sentir los imagenes cambiantes que el prójirno tiene, puede tener y da a cono-
estados afectivos ajenos y <<padecerlos» verdaderamente; el que cer de nosotros; nos sentimos bien cuando lo estamos <<ante él»>, mal
podarnos, no e consecuencicr, por ejernplo, de la <<congratulación» cuando estamos mal <<ante él». También nuestros actos de voluntad
«alegrarnos de ellos»> -pues esto es nuestra alegria-, sino <<cogo- y acciones son determinados por las exigencias inmanentes de su
imagen de nosott'os. Esta imagen suya de nosotros no es -colrlo en
3. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, en
Gesamntelte Werlie II (versión cast.: Éticc,; nuet)o ensat)o defttndamentación cle un
el caso normal- una consecuencia del brotar espontáneo de nuestra
person(tlismo ético., Caparrós, Madrid 2001). Cf. además el ensayo <«Vom Sinn des
Leidens» ( l9l7) (<«Sobre el sentido del dolor»»), publicado dentro del texto titulado 5. Cf. M. Scheler, Die lclole der Selbsterkentttni,s, en Gesctmmelte Werke lll,,
Moralia, en Ges antmelte Werke Yl, 36-12. 215-392 (versión cast.: Los ídolos del ctutoconocintiento, Sígueme, Salamanca
4. Hay en la anestesia causada por los narcóticos una fase en la que el dolor 2OO3); también en mi libro Vom (Jntsturz derWerle («Del derrocatniento de los va-
sigue dado aún de un modo puramente objetivo, pero sin que tenga lugar padecer lores»), en Gesammelte Werke lIl.
de ninguna clase por é1. 6. Cf. los casos antes aducidos de identificación patológica.
B2 La sim¡tatía Teorías genéticcts cle la simputíct B3

acción y vida que luego -de modo secundario- acogemos recep- pendencia de toda condu cta, pensamiento y acción respecto del
ttvamente -alegrándonos, por ejemplo, de su ((aprobación»»-, sino ((espectadon» y de la «presunta>» impresión sobre é1, que tan parti-
9ue, a la inversa , es nLtestra acción y vida la que se torna plena y to- cularmente salta ala vista en la histeria. La presencia del especta-
talnrente dependiente de las imágenes cambiantes que él tiene de dor desaloja inmediatamente el natural «atenerse a sí mismo» y
nosotrosT. Con esto surge un «tipo de vida»» puramente <<reactivo)) pone, para el enfermo, en lugar de su yo y de su sentirniento de sí,
que sólo por ser reactivo es éticamente inferior. su propra intagen en e[ espectador y las leyes de los juicios de pre-
Esta conducta frente a la sociedad es característica del anor- ferencia entre valores propios del último. Es rnirando a esta ima-
malmente <<vanidoso)), quien -al contrario que el orgulloso- es to- gen y a las agitaciones de ánimo que suscita, como «habla)), ((se
talmente esclavo de la atención ajena, del juicio ajeno, quien se comporta»», <<obra)), por ejemplo, no comiendo nada o matándose
siente «existente»» moralmente únicamente como «visto, mirado, en ciertas circunstancias. Llarnar a esto lneramente «vanidad acen-
observado»» y a qLlien el <«papel» que desempeña oculta por com- tuada»), ((espectacularidad)), ((coquetería» del enfermo, como ha-
pleto el propio yo, sus deseos y sentimientos. Con modalidades cen algunos tratados de psiquiatria, sería erróneo. El vanidoso, el
muy distintas es característico también de un tipo que yo denomi- hornbre de treatro, la coqueta sienten, además de la imagen que
naría el «tipo del parásito» anírnico. Este tipo de <<homo)) vive aní- ofrecen, que son ellos los que la ofrecen. Pendulan de acá para
nricamente en su totalidad de su medio o bien de un hombre de su allá, por decirlo así, entre su yo y las vivencias reales de él y aque-
medio, en el sentido de que covive ((corrro suyas propias»» las vi- lla imagen. Pero el enferrro vive en esta imagen; la imagen posible
vencias de esfa persorta, no «asintiendo»», por ejempl o, z sus ideas de su yo se inmiscuye para él en ltrgar del yo propio. Las presun-
y juicios, sino pensándolos y expresándolos ((como suyos)) pro- tas variaciones de la imagen que tienen lugar en cada caso y que él
pios, coexperimentando como suyas propias las <<vivencias afecti-
-arrastrado al interior del prój irno- cree percibir, constituyen lo
vas)) de la otra persona. Es la conciencia del propio «vacío», de la que determina en cada caso el curso de sus reales vivencias, eX-
propia «nulidad>», lo que conduce a este tipo. Este vacío le expulsa presiones y acciones; no es que él ««quiera»> producir consciente-
de «sí mismo>>, para llenarse con vivencias ajenas el vientre vacío. mente estas vanaclones de la imagen tan sólo para reaccionar a
Y, finalmente, este tipo (como más pasivo) pasa el caso activistay ellas con el sentimiento de lo agradable. Por eso, un enfermo se-
mucho más peligroso de una conducta semejante, de un ((vampi- mejante no pondrá, por ejemplo, una cara triste lneraffIente para
rlslno)» psíquico, en el cual el vacío de la propia vida, unido con un provocar la compasión del prójimo, o una de regocijo para ale-
intenso afán de vivencias, impulsa a una penetración activa y sin lí- grarle -como hace aquel <«protagonista» todavía normal-; sino qLle
mites en el yo rnás íntimo de los dernás; y constantemente de un in- en el primer caso se inferirá realmente cualquier dolor intenso y
dividuo tras otro, no de uno solo, colxo en el caso pasivista para eventualmente se matará en realidad; o caerá realntente en un es-
llevar sobre la base de las vivencias de los dernás una vida propia y tado de viva jovialidad etc.; pero, sin embargo, exclusivamente en
colmar el <<vacío»». Strindberg ha pintado rnagistralmente un tipo función del espectador y de su presencia. Es lo que no hacen el va-
senrejante en su drama Danza macabra.
nidoso,, el actor, ni la coqueta, preclsatnente porqve no pierden la
Tarnbién en ciertas psicosis se forma frecuentemente un a va- conciencia de su yo y se limitan a «pendular» entre los estados rea-
riedad de la conducta general caracterizada. Se tratade la gran de-
les de su yo y la irnagen aJena.
En todos estos subtipos del tipo general indicado tenemos for-
7. Cf. a este respecto los finos análisis de E. von Gebsattels en el artículo Der
Einzelnc uncl sein Zu.schetrrcr (<«El individuo y su espectador»): Zeitschrift ñir Pa- mas que no trenen nada que ver con la «genuina simpatia>>, preci-
thopsychologie, II Gd.,, I Heft. Distinto es cuando nos limitamos a tomar el «yo samente porque aquilaconciencia de sí, el sentimiento de sí y, en
ideal» (es decir, el <«modelo») del prójimo como válido también paranosotros y a
tnedirnos por é1. Cf. sobre este punto el tomo II de Vont ev,iges int Menschen (<<De
una palabr a,la vida propia de la persona -que son el supuesto de la
lo eterno en el hombre»): Vorbilder uncl Fiihrer («Guías y modelos»>), en Gesam- simpatía genuina- y con ellos la «distancia»» vivida al prójimo, es-
ntelÍe Werke X, Schriften aus dem Nachlass, Bd. 1,255-344. tán en trance de destrucción. Pero justamente por ello resultan tam-
84 La ,simpatía Teorías genéticas de la simpatíct B5

bién estos casos de un valor ético negativo; por muy frecuente- vo. Lo característico de ella es la mezcla de dominación y de sim-
mente que se los confunda con una simpatia acrecentada o incluso patia «solícitz», «misericordiosa», del superior respecto del infe-
((con amon). Bien es verdad que no está excluido el que estas for- rior; un absorberse, autonegándose, en la voluntad y la vida del su-
mas de conducta lleven a acciones que son sumamente provecho- perior y una genuina simp atia <<arrob ada>> con su vida, por parte
sas para el prójimo. Todas estas personas son capaces de acciones del inferior. Es lo que expresa del modo más exacto, poÍ ejemplo,
de las que se llaman comúnmente <<sacrificios»». Pero de hecho se el tratamiento ruso de batiushka, «padrecito»».
limitan a parecerlo. Pues un ser humano que no vive él mismo y Pero volvamos a las teorías genéticas de la simpatia; y más pre-
cuya vida propia no tiene para él mismo ningún valor, tampoco cisamente al bien conocido punto de que en el genuino y ((puro))
puede «sacrificar» en favor del prójimo. En efecto, no le es en ab- compadecerse y congratularse no existe un estado propio de pade-
soluto «dado»» lo único que sería sacrificable: su vida propia. Pero cimiento ni de alegría. Contra este hecho fenoménico pecan todas
como quiera que esté deterrninado cualitativamente este prostratis- las teorías que (sin retroceder hasta aquel «raciocinio» o aquella
mo del sí mismo propio, corno ((provechoso»» y <<benévolo» para el «ilusión»» automática) creen hacer comprensible el hecho de la sim-
prójimo o como «perjudicial»» y ««malévolo)) -así, en el caso de la patía admitiendo que la percepción del movimiento expresivo del
pura «rnaldad»», que hace al malvado olvidar completamente su pro- padecer o de la aleg ria ajenos y de las circunstancias que los sus-
pio provecho y en circunstancias no tener en cuenta su propio da- citan provoc a inmediatantente una reproducción de un padecer o
ño-, puede decirse que es casi una ley rigLrrosa de la que, en el ca- de una alegria propios y semejantes anterionnente vividos; o bien
provoca esta reproducción por medio de una tenden cta a imitar el
so de que el proceso comience en la dirección de la benevolencia,
Íermine en odio; y tal cosa sucede cuanto más avance en esta falsa movimiento expresivo percibido. Dejemos a un lado esta última al-
ternativay atengámonos ala reproducción de los estados afectivos
autonegación de sí mismo, qLle es justamente lo contrario de una
vividos. Lipps') que,, corno Stórring"', hace preceder a toda simpatía
genuina y valiosa autoentrega. Sin un cierto sentimiento de sí y
una reproducción de sentimientos, admite gue, después de tener lu-
sentimiento del propio valor -que no se deriva únicarrrente de la
gar la reproducción que necesariamente presenta los sentimientos
impresión sobre los demás, sino que es originario-, no puede el
en cuestión ante todo colno sentimientos <<míos>» vividos con ante-
hombre vivir moralmente. Pero, cuanto más se destruye en este
rioridad, hay todavía el proceso de la <<empatia>» por medio del cual
proceso, con tanta mayor fuerza se alza una aspiración contraria; y
estos sentimientos deben ser transportados adernás al prójimo.
tanto rnás violenta se hace la lucha entre esta aspiración y la ten-
Lipps ve en esto un problema en el que no cae Stórring. Pues de
dencia adversa aperderse en el prójimo. Dicho en imagen: el <«es-
hecho ((creelnos)) al menos que en el simpattzar se nos da, de algún
clavo>>, si bien se ha entregado él mismo a la esclavitud de vivir no
modo, el sentimiento mismo del prójimo. Stórring no explica en
su vida, sino la del prój imo, sacude finalmente sus cadenas y se al-
absoluto esta ((creencia>»; Lipps, con arreglo a todo lo que he dicho
za contra su <<señor>». Por eso, esta inicial autonegación de aparien- antes sobre su teoría de la ernp atia,lo explica erróneamente. Pues,
cia igual a la del amor se convierte necesariamente en odio como según lo anteriormente mostrado, carece aquí de sentido una teoría
últirno medio de autoafirrnación8 genéti ca, ya que aprehendemos originariamente los estados rnis-
Una peculiar mezcla de sirnpatia genuina con el tipo de esta au- mos del ánifflo ajeno en los fenórnenos expresivos -sin necesidad
tonegación es el que representa, por ejemplo, la relación de autori- de ninguna ((empatía»-. Pero la cuestión es si semejante reproduc-
dad «<patriarcal>» entre los padres y los hijos, entre el señor y el sier-
9. Cf. Einleirung in clie P,sys¡rr¡ogie («lntroducción a la psicología») y
8. Con frecuencia se exterioriza este proceso en una alternativa <<ambivalen- Grunclfi'egen der EthiA («Cuestiones fundamentales de la ética»).
te>» de amor y odio, en que aparece el odio, en cllanto la negación de sí mismo es 10. Cf. Stórring, Beitrage zur EÍhit If («Contribuciones a la ética»»). Todavia
demasiado grande, para convertirse de nuevo en amor cuando de nuevo se recon- rnás detallada y rigurosa es la pr-rra teoría reproductiva y asociacionista de la siur-
quista el propio yo. La llamada angustia ante el amor es de hecho angustia ante la patia forjada y expuesta porA. Prandtl en su libro sobre Ein/iihlung (««Ernpatía») y
«negación de sí mismo>>. por B. Erdmann en su obra Reprocluktionspsvchologie (<<Psicología reproductiva»).
86 La sintpatía Teorías genéticas de la sim¡tatía 87

ción del propio padecer y de la propia alegría representa y puede ha mostrado certeramente Bergson") y el hecho de una intuición
representar en general un papel en el genuino y puro simpattzar. pura cuyo contenido total no es nunca divisible en parciales conte-
Tomemos ante todo casos en que se experimenta, sin duda al- nidos <<sensibles». Todavía una cosa: la vivencia reproducida, por
guna, esta reproducción. Seguramente nos ha sucedido a todos di- ejemplo, la tristeza o el dolor en la compasión por una persona tris-
rigirnos con alguna preocupación grave a alguien y comunicar la te o que padece un dolor, tendríaque ser una trtstezareal, un dolor
propia situación a este «pariente»» o ((amigo» solícito. Y también real (simplemente menos intenso que el estado vivido con anterio-
que este caballero o dama -en lugar de interesarse por el estado del ridad); pues,, después de lo dicho, no puede tratarse aquí del re-
visitante- aprovecha dicho relato para contarle una serie de bonitas cuerdo de un sentimiento, ni del volverlo a sentir, sino de la repro-
historias de la propia vtda en que «le ha pasado algo enteramente ducción del sentimiento, que en cuanto tal es siempre un nuevo
igual» y ante las cuales él o ella se condujo de tal o cual manera. sentimiento actual sirnplemente más débil. Para sentir compasión
«Sí, sí -nos habrán dicho- eso es, a mí me pasó acá o allá casi lo del que se ahoga, tendría yo, pues, que ser sacudido un instante por
mismo». Con cierta extrañ eza, se le hace notar al <<amigo»» que la una angustia semejante a la suya, e iguahnente experimentar yo
propia situación es, sin embargo,, ((un poco distinta»>, tratando de mismo ligeros dolores en el caso de cotnpadecerlne de quien sufre
desvi ar la mirada del entusiasmado narrador de su propia vida y un dolor. Pues bien, esto es precisamente lo que l1o sucede en ab-
haciendo todos los esfuerzos por dirigirla de nuevo al estado, a la soluto al simpatizar, cuanto más puro y genuino es éste. Mientras
preocupación del visitante. Pero el otro -sucede con frecuencia- que cuanto rnás sucede así, tanto más se acerca el caso al contagio
continúa narrando impertérrito. Y seguramente que todos nos he- afectivo, que consiste de hecho en semejante reproducción de sen-
mos encontrado también con gentes cuyo interés tiene por rnedida tirnientos determinada directamente o por las tendencias a irnitar la
y por objetivo exactamente aquello que en la vida les ha sido más expresión ajena; y tanto más sir valor moral resulta asirnismo la
alegre o desdichado. Pues bien, ¿es que este «desbordamiento de conducta.
vivencias propias», aun cuando se produzca de un modo puramen- Todavía el'r otra cosa yerra la teoría. Según ella tendría nuestra
te automático, efl una reproducción sin actos de recuerdo, es lnenos simpatía que lirnitarse necesariamente a aquellas vivencias y uni-
una fuente de engaños para el simpatizar que en el caso descrito dades de vivencia ajenas que hayarr-ros viviclo yq nosotros mismos.
hace un momento? ¿Es que es menos una desviación de la atención Pero esta afirrnación no responde a los hechos rnás que la otra de
desde el prójimo hacia sí? Creo que no. Esta teoría genética no ex- que sólo <<podernos colnprender lo que ya hernos vivido realmen-
plica el puro y positivo simpatizar, que es un verdadero trasladar- te alguna vez>>. Podemos tener una viva sirnpatía por penas y ale-
se al prójimo y a su estado individual y entrar en ellos; un verda- grías o sirnp attzar con ellos inrnediatamente, y también sentir ((colt)»
dero y real trascender el sí mismo propio; esta teoría se limita a los dernás los valores que ellos sienten, e incluso simpatrzar con el
explicar ciertos eventuale s .fbnómenos concotnitante^s y empírica- sinrpatízar de un segundo que sin-rpatiza con el dolor de un tercero,
mente cambiantes del funcionamiento del simpatizar, gue, sin em- sin que hayamos vivido jamás antes las cualidades correspondien-
tes. Quien nunca haya vivido por sí mismo la angustia ante la
bargo, lo estorban y parcialmente lo niegan más que lo crean y
muerte, puede «colnprenderla»» y <<sentirla al igual que el otro»», tan
producen. Las vivencias propias que se inmiscuyen por reproduc-
perfectamente como puede tarnbién «simpatizar») con ella. El pre-
ción entre el simpatizar y el estado del prójimo, son un medio per-
texto de que por lo menos tendrían que ser vividos realmente por
turbador del simpatizar genuino puro y positivo, que tiene sus raí-
nosotros los <<elementos»» del estado correspondiente o del valor
ces en la organizactón psicofísica y su idiosincrasia, distinta en
cada caso. Esta teoría genético-asociativa desconoce aquí el hecho -en nuestro caso, por ejernplo, la angustia o los <<elementos)) de la
angustia, algún ((sentimiento semejante al de la muerte>»- para po-
de la existencia de un <<pLtro simpatizar)) en general, lo mismo que
en lo demás desconoce, por ejemplo, los hechos de un recordar pu- 11. H. Bergson, Mqtiére et méntoirz (versión cast. en Obras escogidas.,Agui-
ro (que es independiente de la llam ada <<imagen mnémica»), corrro lar, Madrid 1973\.
88 La sintpalía Teorías genéticcrs de la simpatía 89

der simpatizar con é1, es absolutamente inútil. ¿Qué son estos <<ele- por ejemplo, seguramente para una persona normal casi irnposible
rnentos»? ¿Hasta dónde habremos de descender en busca de las llegar a la genuina comprensión de un placer sensible perverso, e
piedrecitas del alma con que esta psicología de mosaico se ima- imposible simpatizar con é1; lo mismo con el goce de un dolor;
gina compuestas las vivencias? ¿Y conforme a qué idea o regla también es difícil sirnpatrzar con el placer con que un japonés co-
habrán de componerse estos «elementos»», si no poseemos ya en me un pescado crudo; difícil ya para la persona culta dejar brotar
alguna forma lo que se trata de alcanzar por prirneravez, por ejem- un genuino congratularse de los goces del pueblo bajo, por ejen-r-
plo, la angustia ante la muerte? ¿Acaso habremos de andar mez- plo, de la alegria que experimenta con la música estruendosa, etc.;
clando los «elementos)) en la fantasía todo el tiernpo necesario has- mas, sobre todo, las fonrras de placer y desplacer sensible de los
ta que por azar se ajusten a los hechos? Esto sería un juego con anirnales nos son en su mayor parte extraños y la simp atia se niega
muy pocas probabilidades de conducir al fin. Bien es verdad que la a funcionar en este caso. Pero ya con respecto a los diversos modos
especie, por ejernplo, el hombre, así colno sólo dispone de un nú- del sentimiento de la vida se extienden comprensión y simp atia a
mero determinado de colores fundamentales,, tampoco dispone si- través del mundo entero de la vida., aun cuando disminuyan rápida-
no de un núm ero .finito de cualidades afectivas, por muchas que és- mente hacia abajo con respecto a las cualidades particulares en la
tas puedan ser. Pero sería un completo error decir que las cualidades serie animal. La angustia de un pájaro ante la muerte, su <«viveza»»
fundamentales de los colores necesitarían, por las leyes de su esen- o «alicaimiento>», etc., nos son ((comprensibles)» y suscitan nuestra
cia, pasar prirnero por la forma de la sensación y percepción real, simpatía, por completamente cerradas que nos estén las cualidades
para poder ser luego «imaginadas)); antes bien, esta limitación de de sus sentimientos sensibles dependientes de su particular organi-
rnaterias existe y vale de un modo igualmente originario para todas zactón sensorial. Y los misrnos seres humanos cuyas formas de go-
las formas de tener los colores, la percepción, la imaginación (rne- ce sensible la persona culta no puede <«comprender» y con las cua-
moria y fantasía, etc.), el juicio, y es sólo una consecuencia de la les esta persona tampoco puede «simpatizar>>, están en 1o que se
finalidad biológica en el orden de aplicación de las formas de actos refiere a su sentimiento de la vida francamcnte abiertos a nuestra
el que las cualidades sean por lo común sentidas sensiblemente, comprensión y suscitan nuestro profundo interés. Pero completa-
dados los estírnulos del medio,, antes de ser, por ejemplo, imagina- mente independientes de toda amplitud de oscilación en el casual
dasr2. Pues bien, exactamente lo mismo es también en nlrestro ca- haber vivido por sí rnismo como base de la comprensión y de la ca-
so. Con el círculo de las cualidades afectivas que en general posee pacidad de simpatizar son los sentimientos anínticos y todavía rnás
un hombre y con las cuales únicamente pueden edificarse también los esp irituales. La tristeza de Jesús en Getsemaní puede ser obje-
sus sentimientos reales,, le es dado llegar a comprender del mismo to de comprensión y simpatía independientemente de límites histó-
modo originario los sentimientos ajenos, aun cuando él mismo no ricos y étnicos, e incluso de límites humanos; y para ningún cora-
los haya vivido nunca ni en ninguna parte como unidad es reales (ni zónabierto que ahonda en ella constituye un medio de recordar o
sus elementos como elementos de unidades reales). reproducir los pro¡tios pesares grandes o pequeños, sino la revela-
Ahora bien, esto es tanto más cierto cuanto más se remontan los ción de algo grande y nuevo que no había conocido hasta entonces.
sentimientos desde el nivel sensible, a través del nivel vital, hasta el
leyes esenciales especiales correspondientes a cada uuo de estos grados, los he lle-
nivel del espíritu. Tan sólo tratándose de los sentimientos sensibles vado a cabo en nri libro Der Formali,\mus in cler Ethik. Del lado patológico ha sido
(««sensaciones afectivas))) se necesita indispensablemente de una verificada recientemente esta teoría mía por K. Schneider en su artículo Pathopst,-
reproducciónr3 para comprender y simpatizar con seguridad. Es, chologische Beitrage zur psvchr-tlogisc'hen Phtinomenologie von Liebe und Mitfiih-
len (<<Contribuciolles psicopatológicas a la fenomenología psicológica del amor y
la sirnpatía»): Zeitschrift f-. d. g. Neurol. u. Psychiatr., O.g. 65, H. l12. Cf . adernás
12. No se ha comprobado con seguridad hasta aquí si los ciegos de nacimien- K. Schneider, Bermerkungen zu einet' ¡thcinornenologischen Psltchologie der inver-
to no tienen ninguna clase de representaciones cromáticas. Íierten Sexualitcit und eroÍi.sclten Liebe (<<Observaciones para una psicología feno-
13. Un análisis a fondo de la esencia de los cuatro grados de profundidad del rnenológica de las inversiones sexuales y el amor erótico»): Zeitschrift f. d. Neu-
sentimiento -espiritual, psíquico, vital y sensación afectiva- y la discusión de las rol. u. Psychiatr., Org. 71.
90 La simpatía korías genéticcts de lu sim¡tatíct 91

Sólo por esto puede también el comprender, el sentir lo mismo los goces de la vida, cree descubrir y sentir en un par de fenomenos
que otro y el simpatizar, tanto en referencia a los estados ajenos co- de enfermedad y pobrezala totalidad del padecer del mundo, y cu-
mo a los valores y complejos de valores sentidos por el prójimo ya vid a real recibe por este medio una dirección completamente
(una complexión del mero simpatizar con el sentir valores) enson- opuesta ala seguida hasta entonces. O léase el cuento de Tolstoi
char verdaderamente nuestra vid a y elevornos por encima de la es- Amo y criado, que da un ejemplo de cómo el corazón pequeño y
trechez de nuestras vivencias reales; someter ya la producción de estrecho del amo, cerrado toda la vida, al vivir un primer acto pu-
unas y otras vivencias reales al imperio determinante de toda la ple- ro de simpatizar con el criado tiritante, se abre, flo sólo para el sen-
nitud de la vida que le es dada al corazón abierto mediante la com- tinriento lirnitado momentáneo, sino para todo lo que no había po-
prensión de los estados y valores del mundo circundante y de la his- dido ver, había dejado escapar y no había entendido hasta entonces
toria y el simpatizar con ellos. Con arreglo a las otras teorías aquí en su propia vidars.
rechazadas, en primer lugar, estaríamos necesariamente encerrados Pero no hay necesidad de tan altos ejemplos. Diariamente ve-
en la prisión de nuestras respectrvas vrvenclas, que son tan com- mos en nuestra vida que existe un ritmo alternante entre el cerrar-
pletamente distintas desde los puntos de vista individual, étnico e nos y el abrirnos, el hermetisrno idiopático y el ser acogedores y
histórico; y todo aquello que comprendiésemos y con que simpati- sirnpatizar con la vida de los demás hombres; que la corriente de
zásemos se reduciria a una selección de esta vida vivida realmente nuestro simpatizar no depende sólo del cambio de los estímulos ex-
por nosotros. Sólo, por ejemplo, lo que una época hubiese «vivido ternos, sino que dentro de arnplios límites varía independiente-
ella misma» sería lo que pudiera comprender y aquello con que pu- mente de ellos; así, por ejemplo, con frecuencia se resiste a apare-
diera simpatizar de épocas anteriores. «Qué asombrosamente lejos cer en presencia de un gran padecimiento y de sus signos externos,
hemos llegado)), se convertiria en el axioma de la ciencia histórica, y luego, a lnenudo sin ningún estímulo tan rudo, una pequeñezha-
y la comparación con la vida real presente (en analogías), que a de- ce qlle toda nuestra alma se abra durante días y semanas enteras a
cirverdad es un grave abuso de la historia, quedaría erigido en mé- las alegrías y penas humanas, como si de repente, en un cuarto os-
todo fundamental de la ciencia. Tarnbién la íntima solidaridad mo- curo, se encendiese una luz o abriese una ventana. Justamente aquí
ral de la humanidad -por encima del contacto real de sus partes- se nos presenta con especial claridad la función del simpatizar co-
sería una pura figuraciónra. En segundo lugar, según la teoría ex- mo una funció n independiente frente a los estados propios suscita-
puesta más arrlba, sería también necesario, con arreglo a leyes dos desde fuera.
esenciales, que el simpatizar, que con tanta frecuencia hace va-
riar nuestras voliciones y acciones efectivas o, más aún, todas
nuestras vivencias íntimas reales, dándoles, por ejemplo, la <<bue-
na dirección»> -así, haciéndonos abandonar un plan ya hecho que
perjudicara o lesionara a otro ser, o renunciar a ciertas resolucio-
nes- nunca podrá llegar más allá de la materia que nos dan nues-
tras vivencias reales hasta el momento. Como mero epifenómeno
de lo vivido realmente en cada caso, jamás podrían tener por natu-
ruleza el simpatizar y su objeto una significación realmente deter-
minante para el curso real de lo vivido. Y ahora puede verse, por el
contrario, un caso como el de la conversión de Buda, el cual, ha-
biendo crecido en medio de la pompa, de la fastuosidad y de todos 15. De qué manera un hombre preso en los goces de un corazón estrecho y en
una tradición clasista aprende a <<abrirse)) a la otra cara de la existencia y de la so-
14. Cf. mi análisis y deducción del «principio de solidaridad» en Der Forma- ciedad, con una lenta acumulación de «ejernplos»» de necesidad y n-riseria hutnana,
lismus in der Ethik. lo pinta con ffraestría la novela de J. Wassermann, Christian Wahnschqffb.
4

Las teorías metafisicas

1. Tboría de Schopenhauer

La más conocida entre las teorías del primer tipo limitadas a la


compasión es la de Schopenhauer. En la simpatía se alumbra se-
gún él una pluralidad de yos basada en la unidad del ser. Por obra
de la simpatía queda destruida, pues, una «apariencia»» que nos ro-
dea en todos los demás casos y que hace a cada cual considerar su
yo como algo real e independiente. De este modo aprehendería-
mos, según Schopenhauer, especialmente en la compasión y de un
modo inmediatamente intuitivo, la unidad del principio del univer-
so (car acterizada por él como el oscuro impulso y movimiento al
que denomina <«voluntad»); y, consecuentemente, ««penetraríamos»»
el carácter meramente aparente del espacio y el tiempo, que Scho-
penhauer considera con error como <grincipia individuationis>>.
Schopenhauer no carece de méritos para una interpretación de
la compasión más justa en varios puntos que la usual en la psico-
logía y la ética. Como tal debe considerarse ya el hecho de haber
reivindicado frente a Kant los derechos de las funciones emocio-
nales en la ética.También vio en principio correctamente el hecho
de que el compadecer es un <<inmediato» participar en el padecer
ajeno, y no descansa en <<raciocinios»», ni en forma artificial alguna
del «proyectarse dentro» del prójimo; y también se eleva por enci-
ma de la teoría moderna tradicional al reconocer a la compasión
(cierto que haciendo res altar de un modo de todo punto exclusivo
justamente esta función afectiva) un «sentido» intencional y no
considerarlacomo un estado ciego del alma susceptible de una ex-
plicación meramente causal. También ha descubierto con justeza
que los fenómenos de la simp atia suponen una unidad de la vida
94 Lu simputíct Lu,s teor'ías metc(í.s i ccts 95

independiente de la experiencia de los distintos organismos sepa- un ((consuelo» del propio padecimiento al conocer, por medio de la
rados por el espacio, aun cuando la forma ontológico-metafisica en compasión, la difusión y la universalidad del padecer. Al sentirse
que se la representa y todavía más la manera de designarla (volun- a sí mismo y a su padecimiento encerrados efi un gran y universal
tad ciega) irnplican sin disputa suposiciones infundadas. destino de padecimiento del mundo, inmutable por su naturaleza,
Pero, frente a estos progresos de su interpretación con respecto llega ala «resignación>» serena respecto a sus propios deseos egoís-
a las teorías tradicionales, se alzan errores y confusiones de una tas. Pero en el fondo de este giro, por muy <<patético y noble») que
magnitud tal, que hacen aparecer aquéllos como sirnplemente in- se presente, hay una vivencia emocional de un valor sulnamente
significantcs. Para Schopcnhaucr, lo que en la compasión tienc cn negativo y que, además, es literalmente inconciliable con la genui-
prirner lugar valor moral positivo r1o es Ia función de simpatía con- na compasión. Toda naturaleza moral pura que experimente ella
tenida en ella,, sino el paclecer que lleva en sí (cuyas courponentes, misma un padecimiento sentirá caer con duplicado peso sobre su
la ftrnción y el estado, adenlás no distingue). Es el padecer en ge- corazón el hecho de que también otros experimenten el rnismo pa-
neral lo que representa para él el verdadero «camino de salvación»: decimiento y la participación afectiva en el padecimiento aprehen-
por ello, cobra también la composión, como una especie del pade- dido en el sentir lo mismo que otro. Es evidente que Schopenhauer
cer y como urla forma del aprehender el padecirniento existente por confunde el <<sentir lo mrsmo que otro»> comprenslvo, meramente
todas partes, el valor positivo que le atribuye. Con esto se coloca en cognoscitivo y completamente indiferente desde el punto de vista
la doble oposición, no sólo frente a una justa apreciación filosófi- del valor moral, con la verdadera «simpatía»». Pues el consuelo, la
ca del valor moral de [a compasión, sino también frente al juicio resignación, etc., sólo podrían deparaÍ -aun cuando la esencia del
del sano entendimiento humano. Pues lo que la apreciación gene- mundo fuese una sola «voluntad» que padece en sí- justamente es-
ral experimenta en la compasión es, primero, qLre consiste en un re- te conocimiento de un destino inmutable, obtenido por medio del
basar simpattzando más allá de los lírnites del propio yo; qLle, ade- «sentir lo mismo que otro»», pero nunca la reacción a este padeci-
más, no aumenta el padecer, sino que, como dice el conocido miento en la simpatía. Justamente esta reacción se despeñaria de
refrán alernán, lo parte por la mitad, y que se presenta, las más de nuevo en aquel padecer percibido con anterioridad de un modo pu-
las veces, colno la causa concornitante de una doble satisfacción, ramente afectivo (como con unos gernelos de teatro, por decirlo
de aquella satisfacción que ya se encuentra en aquella participa- así) y prov ocaria involuntanamente un nuevo despliegue de fuerzas
ción en las vivencias ajellas en general que ensancha el propio yo, contra é1, pero, con ello, el hombre se envolvería de nuevo y cada
y en aquella otra que el objeto de la compasión experimenta, desde vez más profundamente en lo que Schopenhauer llama con los in-
luego colrro señal vivida del arnor y la participación, pero también dios ((sansara)). Al unir confusamente en una sola cosa el <<sentir lo
al sentir satisfechos sus deseos por el socorro del compasivo. En mismo que otro»» y la «simpatía»», Schopenhauer obliga a identifi-
Schopenhauer, por el contrario, la base de su apreciación funda- car tal <«sentir lo mislno que otro>», rnacttvo por su naturaleza, con
mental del valor de la compasión es justamente opuesta a todo es- la genuina <<compasión». Pero su teoría toma además en la exposi-
to. Descansa justamente en la función del corttpadecer en cuanto ción un carácter que delata incluso un cierto, aunque oculto, placer
tal, parala que la enfermeda{ la pobreza y la rniseria se limitan a cruel en el padecer ajeno. Ambas cosas se le escapan a veces en sus
representar occtsiones de producirse; no descansa en la señal del cartas, en las cuales apenas acierta a ocultar la alegria que le cau-
affror, ni tampoco en el socorro que aporta; y no es una disminu- san las noticias en que sus amigos le dan cuenta de sus preocupa-
ción, sino un auntento del padecer, del «camino de salvación»», lo ciones y luchas vitales, amigos a quienes no responde consolándo-
que constituye su valor moral de redención (como él hace resaltar los o ayudándolos, sino simplemente observando que así podrán
expresamente repetidas veces). Pero tampoco falta a su exposición reconocer en su propru catne la verdad de su doctrina.
un matiz eudemonista en la apreciación del valor de la compasión. Si Schopenhauer sacase lógicamente las consecuencias de los
El cornpasivo encuentra al mismo tiempo en el dolor de los dernás principios con arreglo a los cuales aprecia la compasión, la con-
96 La sint¡tatía Las feot'ías metafísica,s 97

clusión sería el forzoso imperativo de hacer padecer, simplemente incluso meritoria2. Estos son, prácticamente y en concreto, casos
a fin de crear sin interrupción la posibilidad de la vivencia de va- apropiados para ejemplificar la teoría de Schopenhauer
lor fundamental,laposibilidad de compadecer. Lo menos que sien- Una prueba de que lo que interesa a Schopenhauer en primer
te un hombre que se encuentra emocionado en el sentido de la des- término no es la estimación del valor positivo de la simpatía que
cripción que hace Schopenhauer de la compasión, ante la vista del hay en la compasión, sino el padecimiento contenido en ésta, eS
padecer ajeno, es una peculiar <«satisfacción» que le hace -en su también el hecho de que subraya no sólo la mayor difusión afecti-
opinión- capaz de ser tan <<bueno»>, tan «compasivo»». Los ojos de va, sino también el más alto valor ético de la compasión con res-
su espíritu pronto se ceg arán paru los valores positivos, incluso la pecto ala congratulación. En lugar de la razón meramente utilita-
alegria y la dicha, en torno suyo; su predisposición a ver padecer ria de hecho, como he mostrado, que en el juicio social vigente
dirigirá su atención en un sentido que le dará siempre nuevas oca- hace que la compasión sea preferible en valor moral ala congra-
siones de satisfacer su aJán de sentir el misn'to padecer que otro. tulación, creía poder otorgar a la compasión una función metafisi-
Hay un tipo de hombre netamente perfilado para el que Schopen- ca que rehúsa a la congratulación. Aquí prescindo por completo
hauer ha encontrado en su ética una expresión precisa. Tolstoi, por de su error de querer derivar también el amor de la cornpasión y,
ejemplo, pertenece por muchos rasgos igualmente a este tipo. En el en general, de sus esfuerzos totalmente insuficientes para reducir
drama póstumo La luz brilla en las tinieblas, en que expone con a la compasión todos los valores morales, e incluso la idea de la
una terrible y extrai'ta dureza sus propios conflictos anímicos, po- <g usttcla)).
niéndose a sí misrno en la picota,ha dado al héroe un afán análogo, Si ya lo dicho muestra que de hecho -corno F. Nietzsche3 vio
que encuentra nítida expresión en la escena de la sala de música: el
con justeza en muchos puntos, aunque por desgracia extendió tam-
héroe (que es él mismo) interrumpe sin motivo los joviales retozos
bién ala compasión genuina las observaciones acabadas de hacer-
de sus hijos y de los dernás niños, recordándoles los padecimientos
en el fondo de la idea schopenhaueriana de la compasión se en-
de los pobres, que prohíben una jovialidad semejante.
cuentra un irnpulso enfermtzo de vida decadente, que sólo por obra
En Schopenhauer vemos, pues, uno de aquellos engaños de va-
de un autoengaño es objeto de una interpretación moralmente posi-
lor de que he tratado en otra parter, a saber, una patente interpreta-
tiva, exactamente lo mismo rnuestra la exégesis metafisica monista
ción de un amor al dolory al padecer que se da curso tarnbiénatra-
a que Schopenhauer somete el hecho de compadecer. En efecto, se-
vés de la simpatía como una compasión aparentemente genuina y
gún é1, no sólo en el sentir lo mismo que otro y el simpatizar se ha-
moralmente valiosa. Los conocedores de los hospitales saben que
rían patentes valores y reacciones afectivas a valores, sino que la
la elección de la profesión de enfermeray, a veces, la de rnédico ci-
compasión desgarraria adernás, de un rnodo intuitivo e inmediato,
rujano (y otras profesiones análogas en estrecho contacto con ma-
la «tela de saco)) que nos oculta la uniclad clel ser (es decir, de la
les que saltan a la vista) es frecuentemente motivada por el deseo
voluntad una, ciega y que padece en sí), bajo la forma de la intui-
de ver padecimientos, dolores y su expresión externa, como heri-
ción del espacio y del tiempo que constituye para él el <<principium
das, sangre, etc. El motivo de esta elección de profesión no excluye
individuationis».
en lo más mínimo, naturalmente, el más severo cumplimiento del
deber de prestar auxilio, ni ninguna de las acciones de valor moral 2. En sus Princi¡.tios cle psic'ologíu,H. Spencer pretende encontrar mezclada a
positivo enlazadas con él («por deber profesional»»). IJn impulso en toda compasión una «voluptuosidad de la con'rpasión» de esta índole. <«La contem-
sí enfermizo puede llegar a ser perfectamente la energía secreta que plación misma del padecer ejerce un hechizo peculiar -se hace valer un deseo apa-
rentemente antinatural de detenerse en lo que es doloroso en sí-».
impulsa, en último término, una actividad profesional en sí buena e 3. Lo que hay de justo en las manifestaciones de Nietzsche sobre la simpatía
está muy bien puesto de relieve por E. Kramer, Das Phünomen des Milgefii'ihls in
l. Cf. para ello el ensayo Dus Ressentitnenf im Aufbau der Morctlen (1913), en der modernen Philosophie, insltesondere bei Schopenhauet'und F NieÍzsche (<<El
Gesuntntelte Werke III, 33- 147 (versión cast. de José Gaos editada por J. M. Vegas: fenómeno de la simpatía en la filosofia rnoderna, en particular en Schopenhauer y
El resenfimiento en la moral, Caparrós, Madrid 1998). F. Nietzsche>»), tesis doctoral., Colonia 1922.
La.s teot'ías nrctu/ísicas 99
98 La simpatía

bién la irnportancia metafísica y el sentido metafísico del amor y


Con esta interpretación concluye la teoría de Schopenhauer en
de sus especies fundamentales.
un caso especial de la errónea teoría que hace de la simpatía una
En todo caso,, las teorías metafisicas de la simpatía tienen, ya en
identificación, más concretamente, de su forma metafísica. Y, co-
el rnodo de plantear la cuestión, una superioridad importante sobre
rno de hecho, según se mostró antes, una identificación como la
las teorías empírico-psicológicas y genéticas tratadas hasta aquí.
que describe Schopenhauer sólo es posible en los casos de alguna
Sientan en principio como justo precisamente aquello que también
forma de contagio afectivo y unificación afectiva tal, que excluyen
justamente una comprensión del padecimiento ajenoa, su teoría im- han mostrado nuestros análisis y confirmado por via negativa
nuestra crítica y repulsa de las teorías empírico-genéticas: que el
plica también la confusión de la compasión moralmente valiosa
sentir lo mismo que otro y la simpatía son protofenómenos que só-
con la contagiosidad y la unificación afectivas. Si se hubiese lleva-
lo pueden ser mostrados en su esencia, pero no son fenómenos que
do de un modo puramente lógico hasta su término la teoría de la uni-
puedan derivarse psicogenéticamente de hechos más simples. Aho-
dad metafisica de mí mismo con los demás recognoscible en la com-
pasión, no habría manera de concebir cómo existiendo tal unidad e ra bien , protofbnrimenos inderivables son explicables -en la medi-
identidad del ser y el mero carácter aparente del pade cer indivi- da en que es explicable su existencia- sólo meta.fisicamente., es de-
dual, podría alcanzar un valor moral especial justamente el padecer cir, trayendo a cuenta aquel ente real y su orden, que, si bien ha de
obedecer, corno todo ente real., a las leyes esenciales que encontra-
-col1 otro (y, mucho menos, todo el socorro procedente de él)-.
Pues si «yo») soy el mismo ser y esencia que el prójimo (conforme rrlos en lo empíricamente existente,, ya no se halla en ninguna con-
ala sentencia india: <<Tat twam asi»), la lógica requiere que tam- catenación causal directa o indirecta con nuestra organización psi-
bién el otro sea el mismo ser y esencia que yo. Pero esto quiere de- cofísica real . La simpatia es un fenómeno de orden metafísico. En
cir también que una vivencia del propio padecimiento y una atenta esto tienen las teorías metafísicas plena razón Y el falso plantea-
concentración en él -y según el caso, la tendencia a escap ar a él o miento de la cuestión por parte de todas las teorías empírico-gené-
a padecerlo como <<camino de salvación»- tendrían también, con ticas de la simpatía (incluso de las filogenéticas,, en la medida en
exclusión de todo simpatizar, exactamente el mismo valor que el que pretenden explicar no sólo su desarrollo, sino su origen) con-
padecimiento dado en el simpattzar; puesto gue, en efecto, el ser siste en que desconocen esta verdad.
existente metafísicamente uno habría de ser igualmente cognosci- El tipo más conocido de las teorías metafisicas de la simpatía es
ble en tal vivencia. También el compadecer se convierte precisa- el tipo de la metafísica monista. Este tipo ha tenido en la historia un
mente en «apariencia»», si «apariencia»» es la distinción de los indi- gran número de defensores; desde la aparición de la primera edición
viduos, gue él supone. La disolución del yo en una fflasa universal de este libro se han agregado a las antiguas nuevas y muy notables
de padecirniento excluye totalmente una genuina colnpasión. teorías de esta especie. Nornbro -prescindiendo de la metafisica in-
dia antigua y budista (y de la rnística india y cristiana)- entre los
modernos, a Schelling, Hegel, Schopenhauer, E. von Hartmann,
2. El alcance de las teorías metafísicas en general G. Wundt; y entre los más recientes, a Bergson, Driesch, Becher,
Münsterberg, Volket, por no mencionar tnenoress.
No es posible exponer completamente en este lugar la teoría
metafísica de la simpatia y de sus especies. Es algo que tiene que 5. Para Hegel, cf. W. Dilthey, Jugendgeschic'hte Hegels («La juventud de He-
gel»); cf-. además la memoria de Schopenhauer sobre el Fundamento de la moral;
quedar reservado a una exposición sistemáttca de la metafísica, en E. von Hartmann, Phcinontenologie cles sinlichen Bev,usstseins. Berlin 1879 («Fe-
especial de la metafísica de la vida orgánica. Y únicamente esta nomenología de la conciencia moral»>). Cf. las indicaciones de Bergson en su libro
metafisica, junto con la metafisica del espíritu, podría abarcar tam- L'évolution créatric'e sobre <<el instinto y la simpatía» (versión cast.'. Lq ev,oluc'ión
creadora, Espasa,, Madrid l9l3), así colno el <<amor materno» ya en el Essai sur
les données inmediatez (versión cast.'. Ensayo sobre los datos inmediatos de la
4. Cf.., por ejemplo, la memoria premiada sobre los fundamentos de la moral, conciencia, Sígueme, Salanrauca I 999). H. Driesch, Philosophie des Organischen,
§ t8
t00 La simpatíct Lcts teot'ías me ta.fi si ccrs t0t

l.Una primera y muy esencial diferencia entre las teorías lne- ción schopenhaueriano-bergsoniana en todos los casos una gran
tafísico-monistas de la simpatia es ésta: ¿se atribuye a la simpatía verdad a su favor -sólo con que no se haga la palabra «conoci-
misma como función emocional una significación cognitiva, un miento» igual a conocimiento ideativo, es decir, a ((conocimiento»»
sentido cognitivo paralaunidad del ser absoluto (por ejemplo, de la en forma de representaciones, conceptos o juicios, y se borre y
«<voluntad»» en Schopenhauer, del <<élan vital» en Bergson, etc.), de abandone la antigua doctrina (Spinoza, Leibnrz) de la sirnple dife-
suerte que en el acto mismo de la simpatía nos daríamos cuenta <<os- rencia gradual entre la idea y el sentimiento, el pens ar y el sentir-.
cura y confusarrente» de una realidad metafisica que sin la simpa- Aquí está reconocida con justeza, al menos, la naturaleza intencio-
tía sería y permanec eria para nosotros o enteramente oculta, u ocul- nal del sentir lo mismo que otro, de la simpatía, así como su función
ta en una cualidad deterrninada por obra de este acceso especi al; o de dar materi a (a saber, valores como cualidades o las cualidades
bien debe la ontología metafisico-monista, por ejernplo, de la vida del sentimiento sin el sentimiento actual mismo). «Cognitiva)) es es-
((una)) en todo lo viviente, del espíritu ((uno)) en todos los espíritus, ta función en el mismo sentido prelógico en que también la per-
etc., lirnitarse a explicar a posteriori la posibilidad real del fenóme- cepción de cosas es ((cognitiva>>. La verdad de esta interpretación
no de la sirnp atia'l La prirnera interpretación se encuentra en la ffIe- aumenta considerablemente si se tiene en cuenta gue, segúrn otra
tafisica budist a, y sin duda alguna en Schopenhauer y Bergson; la ley de fundamentación descubierta por nosotros, en todas las esfe-
segunda, en von Hartmann, en Driesch, en Becher y en otros. ras de actos representativos (recordar, percibir, espe rar,la fantasía,
En otro lugar6 -para empe zaÍ hablando del último punto- he- el puro aprehender significaciones) las cualidades de valor de los
rrros intentado hacer patente el hecho de la existencia de senti- objetos mismos están presentes ya en un estadioT en que todavía no
mientos genuinos y originariamente intencionales (es decir, no nos está dada la imagen ni idea alguna de los objetos -o sea, que la
condicionados por una representación); pero precisamente all í ya aprehensión de valores es fundamento del resto de la aprehensión
fue rechazada la teoría de que en estos sentimientos intencionales de objetos-. Muy bien pudiera ser, pues, que el sentir lo mismo que
se nos franquee dc un rnodo <<oscuro y confuso)) un conocirniento otro, como la simpatia, nos procut"e tanto un conocirniento objeti-
citado. Lo dicho en ese lugar vale tarnbién para el sentir compren- vo del valor de un ente metafisicamente real, como prepare por ne-
sivamente el mismo sentimiento que otro dirigido intencionahnen- cesidad el conocimiento ideativo de la esencia de este ente real. En
te a un corrplejo de valores o no valores, así pues, también para el ningún caso nada de esto excluye necesariamente la naturaleza de
sintpatizar con el estado afectivo actual que tiene lugar en el próji- los fenómenos de simpatía.
mo sobre su sentir el complejo de valores o no valores, simpatizar Si, en lo que se refiere a nuestra cuestión, no distinguimos las
que se erige sobre el anterior sentir 1o mismo que otro. Ambas ve- especies de la simp atia que hemos reconocido, lo que se produce
ces es, sin embargo, el sentimiento un sentimiento de algo, es de- me parece ser menos un ((conocimiento»» positivo (en el doble
cir, de naturaleza intencional; en el primer caso, de un complejo sentido acabado de definir), que la supresión de una ilusión, de
objetivo de valores y no valores; en el segundo caso, de un estado una ilusión que es un ingrediente de toda visión y afirmación na-
afectivo en el prójimo. Pero, puesto que es así, tiene la interpreta- tural del mundo. Ya la sirnpatia (en un sentido distinto y más al-

II Teil («Filosofia de lo orgánico>>, segulrda parte), donde se aduce la sirnpatía co- 7. K. Koffka, Die Grundlagen der p»,chischen Enftyicklung, 96 (versión cast.:
mo señal de la unidad de la entelequia en oposición a la pluralidad de las entele- Las bases de la evolución psíquica: introducción a la psicología in/antil, Revis-
quias. Cf. la obra de E. Becher, Uber Pflanzengallen und /remddienliche Zv'ek- ta de Occidente, Madrid 1926), con motivo de la observación según la cual el ros-
itdssigkeil («Sobre las agallas vegetales y la finalidad al servicio ajeno>»); H. tro de la madre le es conocido ya en el segundo mes al niño y éste reacciona ya en
Münsterberg, Grundzüge der Pst,chologie und Philosop,hie det'Werre (<«Principios la mitad del primer año de distinta forma a Lln rostro amistoso que a uno hostil, en-
de psicologla y filosoña de los valorei»); J. Volkelt, Übe, das aesthetische Be- cuentro que «quedaría el pensar que 'amistosidad'y'no amistosidad'son fenóme-
v,usstsein («Sobre la conciencia estética»). nos más primitivos que una mancha azulrr, y añade: «Esta manera de pensar pue-
6. M. Scheler, Der Fonnalismus in der Ethik und clie materictle Wertethik, en de parecer absurda a un pensamiento psicológico que quiere construir toda la
Gesammelte Werke II (versión cast.: Éfica; nuevo ensavo de filnclamentación de un conciencia con elementos últimos, pero no cuando se piensa biológicamente»», etc.
personalismo ético, Caparrós,, Madrid 2001 ). (p e6).
t02 La sintpatía Las teot'í a s ntet a.fí.s i ca s t03

to: el amor santo, espiritual, como todavía se nos revelará) tiene mente el hombre natural -cuando se comparan entre sí, desde el
de hecho, y en tanto no está dirigida a atslados sentimientos rea- punto de vista del grado, la conciencia que tiene de su propia rea-
les y percepciones de valores de los coexistentes con nosotros, si- lidad y la misma conciencia con respecto a los demás- al menos un
no a la genuina entidad de los valores y sentimientos mismos (una solipsi sta relativo. Los demás hombres tienen ciertamente en cuan-
dirección de que la simpatia en cuanto acto intencional cognitivo to almas una existencia, pero sólo <<la sombra de una existencia»»
es tan capaz como el pensamiento y la intuición), la eminente sig-
-como se ha expresado certeramente-, y, además, una existencia
nificación metafísica de suprimir la ilusión natural que llamaré el simplemente relativa en su existir y en su esencia al propio ego, al
((egocentrt smo)). propio mundo de valores y ala propia realidad tomada como «ab-
soluta»>.La diferencia entre el solipsista y quien ha superado el so-
2. Por egocentrismo entiendo la ilusión consistente en tener el lipsismo natural en virtud de la función cognitivo-metafisic a de la
«mundo circundante»» de cada cual por el <<mundo» mismo, eS de- simpatía no consiste en la diferencia de que el primero se limite a
cir, el darse ilusoriamente el mundo circundante de cada cual como tenerse a sí mismo por real y a tener a los demás, digamos, por su
«el mundo»>. El egocentrismo es, con respecto a la aprehensión de «representación»» (en el sentido idealista subjetivo). Consiste en
la realidad de objetos,, «solipsismo»»; con respecto a la voluntad y la la doble diferencia: en el grado de la conciencia de la realidad y, la
conductapráctica, <<egoísmo)); con respecto a la actitud en el amor, rnás decisiva, de lo <<absolutamente real» frente a lo real sólo rela-
<<autoerotismo»»s. Pero laraiz común e idéntica del solipsismo, del tivamente en su existencia y esencia. Y la «ilusión»» natural que se
egoísmo y del autoerotismo es el egocentrismo timético, pues la ac- supera mediante la simpatía es, en relación alaconciencia de la rea-
titud ante los valores es la base comúrn de nuestro conocer (en imá- lidad, justo esta doble diferencia de la conciencia «<natural» de la
genes) y de nuestro querer. Por lo mismo llamaré al egocentrismo realidad propiay la conciencia de la realidad ajena. Lo que se su-
timético, es decir, a la propensión a identificar los valores propios pera es justo la mera <<referencia» óntica egocéntrica del <<otro»»,
con el mundo de valores circundante y el mundo de valores cir- como algo sólo en apariencia absolutamente real, al yo propio, re-
cundante de cada cual con el mundo de los valores, el egocentris- ferencia ala que -mientras existe- faltajusto la conciencia de ella:
rno pura y simplemente. Este egocentrismo también está en la ba- en la actitud egocéntrica y solipsista, tenemos al prójimo solamen-
se de la actitud «solipsista». Pero se preguntará con admiración: ¿es te referido a nuestro ser y a nuestra esfera de intereses justo por la
que hay también un solipsismo «natural»? ¿Es que no están todos última y absoluta realidad de él -y en esto precisamente consiste el
los hombres, justo en la actitud <«natural»», finnemente convencidos «engaño metafisico»»-. Ésta se supera en aquella reorientación, efl
de la realidad de sus prójimos como de unos entes que también aquel cambio de corazón del ser mismo de la realidad anímica que
sienten? Respondo: ciertamente que lo están, en primer lugar, den- se da a conocer en la simpatia de aquella especie que se dirige ala
tro de la conciencia, en la esfera del juicio; en segundo lugar, des- esencia; en modo alguno en meros <<fenómenos de conciencia»», en
de el punto de vista timético, hasta donde poseen constitutivamen- los cuales este cambio se limita a reflejarse y manifestarse. El so-
te simpatiaen general, y desde el punto de vista filotirnético, hasta lipsismo en este sentido conduce -cuando se hace consciente y se
donde llega la sirnpatia. Pero la simpatíatoca sus límites siempre convierte en teoría- a aquella visión del mundo que Stirner ha for-
mucho antes que la convicción de la existencia de los demás y de mulado tan plásticamente en su libro El único y su propiedad. El
ego es aqui para sí como lo absolutamente real -no como ego en
sus vivencias fundada en el juicio. En ambos casos es, pues, justa-
general-, en efecto el «único)). Todos los demás son objetos de uso,
8. Para designar los fenómenos patológicos de esta forma de hundirse en sí de dominación, de goce, por é1, lo que indica muy claramente la
mismo en la que desaparece todo «interés» por el mundo circundante, parece la expresión <«propiedad»e.
expresión bleuleriana de «autismo)» la más adecuada; una instructiva descripción
en este sentido de estados autísticos la hace Bleuler en su libro sobre Dementia 9. Cf. en mi Der Formalisntus in der Ethik la sección sobre «<Person in ethi-
praecox. schen Zusammenhágen» («La persona en sus relaciones éticas»).
Las teot'ías metafísiccts 105
t04 La sintpatía

siguiente, servir prácticamente para fomentarlo. El egoísmo es,


Ahora bien, la ilusión «metafisica» del solipsismo acerca de la
pues, consecuencia del cor azón y del espíritu encerrados en sí rnis-
realidad es -como dijimos- una consecuencia del egocentrismo de
mos, no la causa de esta actitud de espíritu -una causa que pudie-
forma timética. Pues únicamente la percepción de la igualdad de
ra eliminarse por medio de una mera acción sobre la voluntad, por
valor del hombre en cuanto hombre (o de lo viviente en cuanto vi-
medio de la idea del deber o por medio de la educación de la vo-
viente) que se produce en la simpatia,y gue, naturalmente, no ex-
luntad-. Tan sólo la supresión de la ilusión sobre la realidad en
cluye en lo más mínimo la diferencia secundaria de valor de «los»
principio, es decir, el llenar las ajenas existencias de sombra con la
hombres (de los organismos «vivientes»») en virtud de su esencia,
vida y la sangre roja que no se abren sino a un corazón vuelto
es lo único que tiene y que puede tener por consecuencla, slgulen-
<<francamente» a ellas -corazón que él mismo es obra de la supre-
do las leyes de su esenci a, la desaparición de esta ilusión sobre la
sión del egocentrislno timético- puede eliminar tarnbién al egoís-
realidad. Con la igualdad de valor se «<vuelve» para nosotros el pró-
mo como egocentrismo práctico.
jimo también igualmente real y pierde su forma de existencia de
Con esto, no se ha dicho todavía que el egocentrismo tirnético
simple <<sombra)) referida al yo. De esta obra sólo es capazla sim-
del sentimiento exclusivo del propio valor sea la raiz últirna de to-
patia cuando ejercita su intención en aquella dirección hacia la
da conducta egocéntrica (también de la egoísta y solipsista). Y
esencia (aquí la esencia del valor o la esencia del <<alter ego>> y de
quiero limitarme a expresar -sin probarla aquí- mi convicción de
strs ingredientes esenciales), de la que es tan capaz colno la intui-
que el ser y la conducta egocentricotiméticos están condicionados
ción en la «intuición de esencias»», el pensamiento en el «pensa-
a su vez por la afinnación autoerótica exclusivamente de sí rnis-
miento de ideas». El acto de simpatizar dirigido a realidades ajenas
ffio, que si desapareciese por completo, anularía incluso el llamado
particulares y accidentales en cuanto tal no basta a este fin. Por eso
impulso de la propia conservación.
vemos -como ya se indicó antes-, por ejemplo en el caso de la Si, como han mostrado el análisis positivo de la simpatiay la
conversión de Buda, que el cambio de corazón de que hablábamos refutación hecha de las teorías empírico-genéticas , la pura sim-
aparece allí y sólo allí donde un caso particular en sí, un «hecho patia pertenece a la esencia del espíritu humano, también queda
accidental» del ser y las vivencias ajenas, objeto de la simpatía, só- probado justamente con esto el «valor ajeno en general» como un
lo es considerado como un «<ejemplo» («un» mendigo, ((un)) enfer- acto apriorístico con la materia apriorística. Ninguna de las expe-
ffio, ((un)) muerto, etc.) en el cual se aprehende «ideativamente>> la riencias accidentales que hacemos a base de los demás hombres y
esencia del padecer ajeno en general, y la <<pura)) función de sim- de sus estados de ánimo la producen ni determinan su alcance: la
patizar como conducta duradera y constitutiva se hace libre y se desenvuelven meramente y le dan objetos accidentales a que apli-
despliega, lnuy por encima de esta prirnera ((ocasión» suya frente a carse y sobre los que actuarro.
todo ente y valor ajeno. Lo que aquí se aprehende inmediatamente,
sin representaciones ni conceptos, es el <<sentido» de la verdad que, 3. A diferencia de lo que hay de bien justificado, pues, en la teo-
traducida en forma d. juicio, diría aproximadamente: «El prójimo ría intuitiva de la simpatia,ha creído especialmente E. von Hart-
es, en cuanto ser humano, en cuanto ser vivo, igual en valor a ti; el mann poder edificar también sobre su concepción no intuitiva de la
prójimo existe tan verdadera y auténticamente como tú; valor aje- simpatía una interpretación metafisica (monista) de este fenómeno.
no es igual a valor propio>». «La simpatía -se dice en su rica y profunda Fenomenología de la
Pero no sólo el <<solipsismo)) es una consecuencia del «egocen-
trismo tirnético»>. No lnenos es también una consecuencia del ego- 10. Sobre la manera en que el «vacío>», la no impleción de la función inten-
cional apriorística de la <«pura» simpatía, incluso en el caso de que el hombÍe nun-
centrismo el egoísmo, es decir, el ser y la conducta egocéntricos
ca hubiese hecho la experiencia «accidental» de otro hornbre, contribuye a procu-
voluntativos y prácticos. Pues nuestras tendencias y voliciones es- rarnos la convicción intuitiva de que pertenecemos a una ((colrlunidad en general>»,
tán fundadas en las aprehensiones emocionales de valores, y quien cf. el último capítulo. No es la simpatía empírica, sino sólo la «pura>»,, la que entra
aquí en consideración.
no aprehende la esencia del valor ajeno, tampoco puede, por con-
t06 La simpatía t07
La s leot"í as m eÍa.fi ,s icas

conciencia moral- representa un engaño que no es nada insólito en nosotros, Schopenhauer, Bergson, ve en el «puro)> simp atizar un
lluestro intelecto, a saber, experimentamos un sentimiento que
acto originario, cuya función de <«dar» nos conduce en principio
no existe en ningun a otra parte que en nuestra propia alma, pero no
por encima de nuestro «bien y mal»» reales, tiene el derecho y el de-
pensamos en este sentimiento propio nuestro, sino en aquél que
ber de buscar una interpretación metafisica de la simp atia. «Racio-
despierta nuestra simpatía. De esta suerte, nos imaginamos sentir,
cinios causales)) oscuros y confusos explican aquí tan pocas cosas
por decirlo así, dentro de las almas ajenas y coexperimentar inme-
como explican en general por lo que se refiere a nuestras creencias
diatamente el sentimiento de un tercero, mientras que en realidad
en la realidad (del mundo exterior, del alma, de Dios). Pero, en nin-
nos limitarnos a sentir el reflejo que causa en nuestra propi a al-
gún caso, alcanzan a dar una interpretación metafisica a las viven-
ma))rr. Y añade muy característicamente: <<Este engaño responde
cias de simpatia descritas más arriba como «ilusión)), puesto gue,
en todo al del ciego que cree tener el tacto no en la rrano, sino en
según Hartmann, estas vivencias poseerían ya una interpretación
la punta de su palo, o todavia rnás en general, al engaño por el que
empírico-psicológica. Si la simpatía es <<propiamente»» una <<ilu-
creemos ver las cosas fuera de nosotros, cuando en realidad on
sión», mátese esta ilusión, pero no se enja además sobre ella una
nuestra conciencia sólo está encerrado el contenido de nuestra pro-
explicación metafisica de la «ilusión»». Este compromiso entre la ex-
pia representación». Bien se ve cómo esta concepción prefenome-
plicación psicológica y la metafisica es tan insuficiente como la ma-
nológica de los hechos es en E. von Hartmann sólo una consecuen-
yoría de los compromisos de la filosofia de compromisos que es la
cia de un tipo de realismo epistemológico, según el cual únicamente
por medio de un <<raciocinio causal»» llegaríamos de los datos de de Hartmann.
nuestros estados de conciencia tanto a un alma real como a un mun-
do exterior real y, finalmente , a la realidad del yo ajeno (en último
4. No hemos podido negar a la sirnpatia una función cognitivo-
término tarnbién al metafísico <<principio del mundo» a que está metafísica; mas una cuestión completamente distinta es la de si,
subordinada la relación sujeto-objeto). Corno rechazamos en prin- además de suprimir las ilusiones egocéntricas que indicamos, pue-
cipio esta forma de «realismo crítico trascendental>», rechazamos de tanto dar base a una meta.física monista como fuente de conoci-
también esta aplicación suya ala simpatía. Pero, o pesar de que von miento de esta metafisica, como, ala inversa, una metafisica de es-
Hartmann censura a Schopenhauer porque cree haber encontrado ta especie servir para explicar ontológicamente la posibilidad real
en la simpatía un resorte sobre el cual el bien y el mal ajenos obran de la simpatía. Que es así, ha venido siendo afirmado por los pan-
como un motivo sin la «mediación» del contacto del propio bien y teístas y monistas de antiguo cuño desde el famoso <<tat twam asi»>
malr2, dice esto: <<Por lo demás, con el reconocimiento de esta me- de la antigua sabiduría brahmántca que lleva en el budismo a des-
diación psicológica de la motivación no se hace en nada menos truir el orden de castas de la India antigua. Ni ha sido afirmado
maravilloso el problema de la compasión en sentido metafísico; menos por aquellos que, en oposición a Schopenhauer, han acerta-
simplemente ya no se dirige la admiración a la manera de ser mo- do en reconocer la naturaleza secundaria de la simpatia frente al
vida mi voluntad inmediatamente por el bien y mal de otro, sino al acto espontáneo del amor, por ejemplo, Hegel y E. von Hartmann.
hecho de que rni representación del bien o mal de otro despierte en Sólo que aquí se afirma justo de amor que únicamente no es un
mí una simpatía cuyo carácter placentero o desplacentero se dirige «engaño)) cuando la persona amante y la amada son idénticas por
en el mismo sentido que si el bien o el mal no afectase a otro, sino su esencia en el orden metafisico del ser, sin que exista una autén-
a mí mismo. Para este aspecto del problema conserva la solución tica diversidad sustancial de las personas, sino, o bien simplemen-
metafisica de Schopenhauer todo su valon>. No podemos menos de te una pura representación ilusoria de la diversidad de su esencia
combatir resueltamente esta tesis de Hartmann. Sólo quien como (teoría schopenhaueriana del principittm individuationis en virtud
del tiempo y el espacio), o bien una ilusión sin duda no referente a
I l. Cf. E. von Hartmann, Phcinontenologie cles sittlichen Bev'usstseins,2l9s. la existencia real empírica, pero sí una ilusión <<metafísica», Por
t2. Cf . ibid., 227 .
cuanto que las personas sin duda distintas desde el punto de vista
t0B La sintpatía t09

de la realidad objetiva empírica (o sea, independientemente de la lados inteligentemente por é1, de la <<finalidad al servicio ajeno»,
esfera de la conciencia) no representan sino unidades funcionales sobre los cuales basa su hipótesis metafísica de un agente suprain-
del espíritu divino absolutamente inconsciente; o sea, que serían dividual de la vida. Finahnente,, tarnbién Jean Marie Guyau ha de-
idénticas metafísicamente por su esencia y se limitarían a ser de sarrollado ideas análogasrs.
esencia diversa para el mundo objetivo de los fenómenos (monis- ¿Perrniten los fenómenos de sirnpatía señalados por nosotros
mo concreto de E. von Hartmann)r3. hasta aquí un juicio crítico acerca de estas teorías? Para responder
Si para estos rnetafisicos monistas y en parte panteístas la sim- a esta pregunta trataremos aparte la sirnpatia, el amor y la unifica-
patia y el amor delatarían algo en forma de ((presentimientos»» ción afectiva: dividiremos, adernás, la discusión en la crítica de las
acerca del principio mismo del rnundo (su unidad, por ejemplo), teorías rnetafísico-monistas y la de aquellas que creen poder apo-
considerablemente más modestos son aquellos que se contentan yarse en la simpatia para admitir al menos una unidad de la vida en
con ver tan sólo en la sin-rpatia y el amor o bien una referencia in- todos los seres orgánicos. Ante todo, elirninaremos la cuestión de si
tencional a la mera unidad de la vida en todo lo viviente, o hasta es la compasión, colno opina Schopenhauer, y en rnedida harto
una aprehensión de esta unidad (del élan vital en H. Bergson), o más débil E. von Hartmann, o también la congratulación lo que nos
bien un hecho que sólo es explicable y comprensible ónticamente delataria algo acerca del principio del mundo. Esta cuestión perte-
cuando se supone frente a una irreductible <<pluralidad de entele- nece al plano, cornpletarnente distinto, de la cuestión de si es ma-
quias vitales)) una única y unitaria entelequia vital -una «vida uni- yor la suma de padecimiento o la suma de placer en el universo, de
versal»» suprasingular- cuyas variadas funciones parciales repre- si la realidad del mundo -según piensa Hartmann-, o el mundo in-
senten las energías vitales operantes en cada uno de los miembros cluso en sll esencia, es, corrro un todo, antes un no-valor que un va-
parciales del sistema del mundo orgánico, descendiendo hasta el lor positivo -según adrnite Schopenhauer-. Dejemos aquí esta
individuo e incluso el tejido, el órgano y la célula. Entre muchas cuestión del optimismo, pesimisnto, meliorislno t6 o indiferentismo
otras razones que hablan contra una pluralidad de las entelequias y metafisico. Nos atenemos a la simpatía en general, que es la misma
en pro de la unidad de la entelequia, ha aducido H. Driesch -par- en el compadecerse y el congratularse.
tiendo de su vitalismo, que es al mismo tiempo un riguroso dualis- Decisivo para rechazar estrictamente las teorías metafísico-
mo metafisico- el dualismo del orden de la «sum a>» y del orden del monistas es para nosotros el hecho de que la <«distancia» de las
«todo»> (en términos populares, ((mecanicismo)) y «vitalismo>>), personas y la conciencia así propia corno recíproca de su diversi-
además de los hechos de la simpatía, del amor y de la conciencia dad subsiste en absoluto fenoménicarnente en la genuina simpa-
moral. También E. Becher se muestra inclinado a esta concep- tía, y ello en sus dos componentes, el <<sentir lo mismo que otro»»
ciónra. También él aduce el hecho de la sirnpatía como la compo- y la <<simpatía»» (en sentido estricto). Justamente la (genuina) sim-
nente de conciencia subjetiva, por decirlo así, en los hechos, seña- patia no es ni contagio, ni unificación afectiva. Incluso cuando

13. Cf., sobre este punto, E. von Hartmanrl, Psrchologie,en las conocidas ex- 15. Cf. J.-M. Guyau, Sittlic'hkcif ohtre P.flic'lrr (versiótr cast. . Esbozo cle unct
posiciones especiales de su doctrina. tttot'ul .sin obligoc'iritt tti suttc'ión, Júcar, Capellades 1978).
16. La cuestión es, naturalnrente, si este problerna tiene sentido, es decir, si
las alegrías y los dolores esencialmente distintos por sus cualidades y diferencias
de profiurdidad representan hechos s¿¿¡zables; y si estas ((surlas>> -sltponienclo que
existan- pueden ser conocidas por nosotros. La <«prueba» de Schopenhauer, por la
naturalezanegafiva del placer, qLre como <<satisfacción de una necesidad» sería ex-
clusivamente la supresión del desplacer (por ende, tarnbién el congratularse la su-
presión del compadecerse), ha quedado hace largo tiempo convicta de error. Cf-., a
ner PeÍitio P n der Erkenntnistheot'ie («Sobre el peligro de una petición de este respecto, también Der Formulismtts in tler Ethik y Wtm Sinn tle,s Leiclen.s (<«Del
prirrcipio en del conocirniento»»), en Jahrbuch /íir Philosophie und phcino- sentido del dolor>>), publicado dentro del texto titulado Morolia, en Gesantntelfe
menologisch ung lY, Halle 1921 . Werke VI, 3 6-72.
Las teot'ías metafísicus II I
I t0 La simpatíct

teoría de Schopenhauer, según la cual el orden espacio-temporal


una persona padece con la otra «el rnisrlo)) complejo de no-valo-
constituye el único principium individttationis, es por ende una
res y ««la misma)) cualidad del estado afectivo, o sea, en el caso
teoría totalmente errónear 7.
extremo de simpatía en que todavía no se han separado el sentir lo
Por lo tanto, la simpatía no indica la identidad de esencia entre
mismo que otro y la simpatía, resultan distintas las funciones del
las personas, colrro enseñan Schopenhauer y Hartmann, sino justa-
«sentir algo» y entra en el fenórneno mismo la conciencia de la
nrente la pura diversidad de esencia (como último fundamento
diversidad de sus puntos de partida separados, a saber, dos, o tres,
tarnbién de la diversidad real de existencia), supone, incluso, la ge-
o x yos individuales.
nuina simpatía. La existencia de un sentimiento, digarnos couro
Ya estos hechos fenoménicos ni contienen un conocimiento de
contenido de un espíritu supraindividual o conciencia universal, en
que las personas no sean realidades independientes, sino sólo mo-
el que sólo dos personas tuviesen parte en común, coincidiendo,
dos o funciones de un espíritu suprapersonal, ni dan ocasión de
por decirlo así, en él , no sería simpatía. Y si -como vimos- la fun-
concluir, para explicar la posibilidad real del fenómeno, la existen-
ción de la sirnpatía genuina es justarnente suprimir el engaño so-
cia metafisica de un ser espiritual supraindividual y suprapersonal.
lipsista , para aprehender la realidad de igual valor del «alter>> en
Por el contrario, el fenómeno prohíbe toda rnetafísica que suprima
cuanto «alter»)., no puede ser simultáneamente el conocirniento os-
una diversidad real y sustancial de los centros concretos de actos
crlro de que no existe en realidad ni el ego, ni el alter, sino sólo un
que llamarnos «personas)) en favor de un ente metafísico.
tercero del que ambos serían funclones.
Pero tenemos que ir todavía mucho más lejos: aun cuando pres-
Lo único que la simpatia significa como dato para una metafisi-
cindarnos de sus cuerpos vivos y de la distinción de éstos en el sis-
ca sólo puede ser, por ende, la disposición para ver que personas
tema del espacio y del tiempo, prescindiendo además de todo lo existentes con independencia, pero erl mutua relación, están tam-
que hace diferente en sí el posible contenido de su conciencia (de
bién ónticamente «destinctdas» a una vida en comunidad y coordi-
todas las esferas posibles de conciencia del mundo interior, el mun- nadas teleológicamente de un modo recíproco (prescindiendo de la
do exterior y el mundo humano), las personas se distingLten siem- existencia y la medida efectivas de su convivencia). Este <<destino»
pre por su propia esencia como centros concretos de actos. Se dis- óntico es 1o que en la sirnpatía se aprehende de un modo intuitivo
tinguirian, pues, aun cuando se pudiera imponer a sus cuerpos por el lado del annónico completarse en sus valores de los seres hu-
vivos y al contenido total de sus conciencias una plena <<coinciden- rnanos ,y al mismo tiernpo se exteriortza bajo forma consciente. Y
cia». Más aún, son los únicos casos de <«existencia independientes»» la consecuencia es indubitable: como una relación esencialmente
(sustancias) que están individuadas en sí mismas exclusivamente. teleológica entre destinos ordenados recíprocarrlente unos a otros (a
Justo porque no pueden ser individuadas por el espacio y el tiem- diferencia de una relación teleológica empíricamente accidental,
po, ni por el número y la cantidad (permaneciendo idéntico el res- eventualmente mecánica y explicable asociativamente) requiere
to de la esencia) -como cuerpos fisicos, por ejemplo-, sino que en con necesidad una razón elevada por encima de todas las personas
cuanto puros centros de actos se hallan elevadas sobre el espacio y finitas y dictadora de fines y destinos, gue, siendo causa de la exis-
el tiempo (como quiera que puedan influir en el mundo objetivo es- tencia de las personas, piense simultáneamente como idea la esen-
pacio-temporal gracias a la mediación de la fuerza vttal que cons- cia individuada en sí de cada una, la pura simpatia, precisamente
truye el cuerpo vivo con un material muerto), tienen que ser distin- porque no es susceptible de una explicación genético-asociativa,
tas y pueden serlo simplemente por obra de s¿¿ pura esencia misma viene a ser el cofundamento de la inferencia de Ltno y el mismo
(su <<sen) ((personal»»). Los cuerpos fisicos y aun los cuerpos vivos Creador de todas las personas originariamente partícipes de este
pueden ser idénticos por su esenctay, sin embargo, distintos reali- sentimiento. Si, pues, la sirnpatia ha de ser comprendida metafísi-
ter por su distinta situación en el sistema del espacio y del tiempo.
Las ((personas)) son realmente distintas en última instancia sólo por 17. Naturalmente,, todavía por razones enteramente distintas, que no se aducen
aquí.
ser distintas en esencia, es decir, por ser individuo s absolutos. La
1t2 La simpctfíct Lu,s Íeot'í a s ntett(í s i c'us t13

camente, lo será en contraste con la unificación afectiva y el conta- López de López,Pérez con el López de Pérez y López con elPérez
gio afectivo, que se encuentran también en el reino animal, en el de López, rrtientras que a los <<reales>> Pérezy López y el sentido
sentido no de una metafísica monista y panteísta del principio del «cabal» de su conversación sólo los ve y los oye el Dios qLle todo lo
mundo, sino de una metafisica teísta (eventualmente) panenteísta. sabe, es por desgra cia algo más que una mala historieta. Es literal'
Como la distancia fenoménica dada en la simpatía excluye una mente una verdadre. Ahora bien, estos hechos fenoménicos exclu-
explicación metafisica monista y no rnenos un fundamento cogniti- yen rigurosarnente una interpretación monista de la simpatia, colno
vo para una metafisica monista, también pugna contra esta concep- sin rnás se comprende de suyo.
ción el hecho de la imborrable doble trascendencia, tanto de la per- La simpatia es -siendo indiferente que se trate de congratula-
sona (esencialmente) indit,idual del prójimo que «tiene»» los estados ción o de compasión- esencialmente Lln <<padecer>» (edificado so-
de ánimo objeto de la sirnpatia, como de la persona absolutamente bre el sentir lo mismo que otro),, no un acto espontáneo; es una reac-
íntima del prójimo, de la que a prior"i sabernos, tarnbién en el caso ción, flo una ac'ción. Pero esto es para nuestra cuestión todavía de
de máxima ((cercanía»» del prójimo, que existe por necesidad esen- más consecuencia qLle lo acabado de decir. Se sigue de aquí que la
cial cofflo que permanece absolutamente cerrada a toda posibilidad simpatía ni siquiera puede desplazar el lírnite de la comprensión
de vivir sus vivencias. La conciencia de que nosotros, hombres fi- desde sí hasta la persona absolutamente íntima (como puede ha-
nitos, no nos vemos mutua e íntegramente <<en los corazones»» -ni cerlo el amor espontáneo en el caso de su más pura espiritualidad);
siquiera somos capaces de conocer plena y adecuadamente nuestro antes bien, que ya ante la persona relativatnente íntirna -que segÚrn
propio <<coÍazón>», mucho menos, pues, el «corazón>> de otro- se da se trate de conocirniento, carnaradería, anristad, matrimonio, o so-
fenoménicamente como ingrediente esencial de toda vivencia de ciedad, comunidad, nación, círculo de cultura, etc., efl sulna, según
simpatía (e incluso de todo ((afflor)) espontáneo). Y no menos se da la cualidad específica del vínculo qLle une a los seres humanos, en-
con ello el que los sentimientos reales objeto del sentir lo mismo cierra en sí un variado <<contenido>» de cosas conlprensibles en es-
que otro posean aún una diversidad cualitativa -al margen de toda ta <<forma))- tiene qLle permanecer quieta, por decirlo así, sin poder
posible diversidad en las cualidades de este sentir lo mismo que remover este lírnite desde sí en la dirección de la esfera de la per-
pueda descansar en un engaño de la comprensión o una inadecua- sona absolutamente íntirn a. La sirnpatía <«sigLre)) exclusivamente a
ción de ésta, o sea, incluso en el caso de un sentir lo mismo que la índole y la hondura del arnor20. No puede, plres, detenninar, en
otro realmente perfecto- una diversidad que no puede por su esen- absoluto, un cambio de fortna en la relación, haciéndola pasar, por
cia entrar jamás en una posible comprensión: esta diversidad cuali- ejemplo, de «periférica») a ((profunda». En cuanto fuente de mate-
tativa es aquella que tiene sus raíces simplemente ya en el hecho de ria parala ((comprensión» que ella puede producir en su primera
que la sientan diversas personas individualesrs. Así, el individuo ab- componente (como sentir lo mismo que otro)., permanece siempre
soluto, como la persona absolutamente íntima del hombre, es, en el lirnitada, en su form a y grado, a la naturaleza particular (y a la for-
sentido de la comprensión , esencialmente transinteligible (no sólo, rna) del vínculo que ha determinado ya por anticipado el contenido
pues, <<arracional» e «inefable»). Tan sólo el saber evidente de la de lo que resulta relativamente íntiffIo y, por ende, incomprensible.
existencia del individuo absoluto X y de la esfera de la person a ab- Únicamente el amor espontáneo puede hacer retroceder estos lírni-
solutamente íntima )'subsiste en la vivencia misma -sin que estas tes -en el caso extremo, hastala persona absolutamente íntima- y,
X e )'puedan llenarse nunca con un contenido último comprensi- con ello, trasladar activamente un vínculo desde una forma a otra2t .

ble-. La vieja historieta inglesa que dice que cuando el señor «Pé-
19. Muy certero en este punto es el libro sunran'tente valioso de Nicolai Hart-
rez>> y el señor «López>> hablan, habla sólo el Pérez de Pérez con el
mann, Mefapht,,sik cler ErkennÍnis. 1921, 156 y 265 (versión cast.: Mett(ísicu tlel
c'ottocintiento, Losada, Buenos Aires 1957).
18. Las persotlas sólo son en cuanto tales «distintas)) personas porq¿le son 20. Cf. sobre esto lo que sigue ntás adelante.
personas «irrdividuales»>. Sólo por la diversidad de su esencia pueden formar en ge- 21. Muy exacto aquí tarnbién E,. von Hartn-lattt, Phcittontenologie cles sittli-
neral una «pluralidad». chen Beu,usstseins.

t
t 14 La sintpatía
Las teot"ías melc(í siccts t 15

3. El atnor v las interpretaciones metafisico-monistas


El principio moral absoluto de la identidad de esencia plantea un
problema moral universal (la superación del egoísmo a favor de la
Si bien del arnor y del odio tratamos únicamente más adelante,
esencia una idéntica en todos los individuos): el amor es ya la so-
planteemos aquí, en obsequio ala unidad del tema, la cuestión de
lución buscada, aun cuando sólo en sentido particular, porque no le
si el amor requiere y admite en cuanto fenómeno una interpreta-
es conocida la universalidad del problenla, ni acaso el problema
ción rnetafí sico-moni sta.
mismo» (p. 193-794). Sobre la relación entre la simpatiay el amor
Oigarnos por otros muchos a E. von Hartmann: <<Hemos visto
se dice: ((en la simpatia llamea un instante el sentimiento de la uni-
más arrtba2' qu. el sentido rnás profundo del amor es el de tratar a
dad universal de los seres, para extinguirse ráptdarnente de nuevo
la persona amada como si fuese idéntica por su esencia con el yo
en medio del humo oscuro del egoísmo; en el amor, brota en llama
propio; ahora bien, si este supuesto instintivo del amor es una ilu-
tranquila y continua cuyo fuego da calor a la vida. La simpatía es
sión, también lo es el amor entero, que tiene su raiz en este supues-
un sentirniento pasivo y receptivo, obra de estados afectivos pasivos
to. Por el contrario, si el amor debe ser estimado como el sumo,
percibidos en los demás; el amor es un afán espontáneo y activo de
más noble y más divino entre todos los resortes morales instintivos,
realizar prácticamente el sentimiento de identidad» (p.27 l).
ni él ni su supuesto fundamental pueden ser una ilusión; y entonces
En esta concepción ya Hegel había precedido a Hartmann. He-
tenemos que ver en su anticipación afectiva y reahzación parcial
gel se ha franqueado con particular extensión acerca del arnor en
del principio de la identidad de esencia entre los individuos un pre- los fragmentos histórico-teológicos de su juventud que W. Dilthey
sentimiento de inspiración consciente que es indicio profético del ha analizado recientemente de un modo preciso en su bello traba-
fundamento absoluto de la moralidad y de la verdad de este funda- jo titulado La juventud cle Hegel2a. El amor es para Hegel <<el sen-
mento» (p. 793). Tarnbién se dice: «El arnor es afectiva y parcial- timiento del todo» (p. 95 ). «Es un sentirniento de lo viviente y en
mente lo mismo que es teorética y universalmente la evidencia de cuanto vivientes son los amantes una sola cosa») (p. 98). «Desde el
la identidad de esencia entrc los individuos; el amor lirnita la apli- sentimiento aislado corre la vida a disolverse disipándose en la
cación del principio moral absoluto de la identidad de esencia a multiplicidad de los sentimientos, para encontrarse a sí misma en
unas pocas personas, pero aporta por lo que se refiere a éstas la ga- este modo de la multiplicidad. En el amor no está contenido este
rantia afectiva de la realización práctica, rnientras que la evidencia todo como en la surna de muchas cosas distintas y separadas: en él
rleramente teorética de la universal identidad de esencia tiene que se encuentra la vida a sí misma como una duplicación de sí misma
luchar primero por conquistar una fuerza de motivación práctica y una unicidad de lo mismo)). Tarnbién el affror de Dios descansa
con ayuda del impulso de la razón o del sentimiento religioso. La para Hegel en la identidad de esencia entre el espíritu humano y el
evidencia (meramente teorética)23 de la identidad de esencia hace divino, QUe en el hornbre sólo se torna consciente de sí mismo en la
del egoísmo teoréticamente una ilusión, pero le deja intacto prácti- religión. <<Am ar a Dios es sentirse en el Universo de la vida, sin lí-
camente y en pie de combatir y quebrantar este poder efectivo en mites en lo infinito». El precepto evangélico: <<Ama a tu prójimo
los casos en que quiere hacerse actual; el amor, por el contrario, no como a ti rnismo)) no quiere decir «amarle tanto como a sí mismo
es consciente habitualmente de su fundamento metafisico y a pesar (en cuanto al grado); pues amarse a sí misrno es una expresión sin
de ello es frente a la persona amada la superación instintiva y real sentido; sino amarle porque él es tú; un sentimiento de la vida
del egoísmo, y en un grado tanto más alto, cuanto más intenso es. igual, ni más fuerte, ni rnás débil» (p. 8l ). Hegel y Hartmann re-
chazan, por ende, neta y rigurosamente la interpretación metafísi-
22. Cf. el capítulo que lleva por título El ¡srincipio moral del amor', donde el co-teísta del fenómeno del arnor2s (como ya Spinoza, para quien el
amor es descrito, a base de una <<identificación»» de la persona arnada con la aman-
te, como una ((ampliación del egoísmo»» por la recepción del prójimo en el propio
yo (págs. 266-297). 24. W. Dithey, Obrcts completas lY.
23. Las palabras entre paréntesis han sido ariadidas por el autor. 25. Cf. E. v. Hartmann, Phcinomenologie des sittlichen Bev,usstseins, espe-
cialmente hacia el final de la obra.
It6 Lu sintpatía Las teorías meta/ísicas I t7

alnor de los hornbres entre sí y a Dios sólo es una ((parte del amor)) Líbrame de los lazos de tu dulzura.
con que Dios se arna eternamente a sí mismo y para quien habría ¡Amor! No más de este vino de los besos.
ciertamente un amor del hombre a Dios, el ((amor intellectualis Esta nube de pesado incienso sofoca mi corazón.
Dei»», pero no un alnor de Dios al hornbre). Abre las puertas, haz lugar a la luz de la mañana.
A estas y análogas interpretaciones tenemos que oponer que no Estoy perdido en ti, preso en los brazos de tu ternura.
Líbrame de tu hechizo y devuélveme el valor
«salvan»» el fenómeno del arnor, sino que precisamente lo destru-
de ofrecerte mi corazón en libertad
.yen Justamente no es el «<sentido más profundo» del amor tomar y (R. Tagore, El jardinero).
tratar al prójirno como si fuese idéntico con el yo propio. El amor
no es justarnente una rrera y cuantitativa «<ampliación del egoís-
Este dar y tomar la libertad la independencia,,la individualidad
mo)) -no es la relación de una parte con un todo que en urunto <<to-
es esencial al «amor»). En éste se constituye clara y netamente den-
do» sólo aspirase a su (egoísta) conservación, utilidad o desarro-
tro del fenómeno la conciencia de dos person as distintas que pau-
llo-. Todo esto es un evidente.falseantiento del .fenónteno. Son los latinamente emerge de nuevo a partir de la unificación afectiva; y
heclros, toto coelo y esencialmente distintos, de la unificación
esta conclencla no es un mero supuesto previo del arnor, sino tam-
afectivz, y, adernás, de la subespecie de esta unificación puesta de bién algo que en el curso de su movimiento va brotando con la mis-
relieve por nosotros, de la unificación idiopática,los que sugerirían
ma pristinidad y plenitud. Éste es el momento que con más rigor
una descripción del amor como las que nos ofrecen Hegel y Hart-
separa al menos el amor psíquico y espiritual específicamente hu-
fflann. Si tomo y trato a alguien ((corno si» fuese idéntico en esen- mano del «hechizo)) -como dice el poeta-, es decir, de formas in-
cia al yo propio, esto quiere decir, prirnero, que sucurnbo a un en- feriores de la sugestión y la hipnosis. Esta libertad del amor, que
gaño aceÍca de la realidad y segundo, que sucumbo a un engaño no tiene nada que ver con el albedrío o con la libertad de elección,
acerca de la esencia. Lo prirnero es claro, puesto que en el mismo ni en general nada con la libertad de la voluntad, sino que más bien
momento su realidad en cuanto «prójimo» desaparecería en el ./b- radica en la libertad de la persona frente al poder de la vida impul-
nómeno, no habría ninguna genuina esencia de <<amor al prójimo>»,, siva, resulta totalmente anulada en la metafisica monista. Se ve al
sino qLle este anlor se limitaría a ser un caso particular accidental punto: se ignora y desconoce, en favor de los fenómenos de unifi-
y explicable psicogenéticamente de la esencia del amor propio e cación afectiva específicamente vitales, toda una clase esencial de
incluso de egoísrno; y ello porque en este caso no se ve ni se reco- emociones amorosa.s. Finalmente, se ignora también por completo
noce en el amor Lln carácter de acto independiente del objeto a que el límite de la persona absolutamente íntima, cuya conciencia de
se dirige, por ejernplo, ((yo mismo>» o el «prójimo»» y de la sustitu- este límite se nos abre y aclara justo por primeravez y hasta exclu-
ción de uno por otro, distinto de todo, por ejemplo, lo que es odio sivamente en el amor más hondo y más perfecto. Pues, con respec-
(el cual puede ser a su vez odio a sí mismo y odio al prójimo). Jus- to a ella, que es incognoscible de hombre a hombre, no se puede
tamente esta conducta es Llna anulación e incapacitación effrocional hablar eo ipso de <«ser una cosa)), <«hacerse una cosa)», <«saberse una
violenta del prójinto, corxo se la encuentra de hecho en la unifica- cosa)). Así pues, si E. von Hartmann dice: «Si el supuesto instinti-
ción afectiva idiop ática. Pero tarnbién lo segundo es claro. El amor vo del amor -la identidad de esencia entre las personas- fuera una
implica justamente el comprensivo <<entrar)) en la individualidad ilusión, lo sería también el amor entero)), yo digo a la inversa: <<Si
ajena ), distinta por su esencia del «yo» que entra en ella como en la diversidad de las personas fuera una ilusión y si fuera una ilu-
tal individualidad ajena y distinta; y, con todo, una afirmación sión la conciencia de la diversidad de la esencia de las personas
emocional calurosa y sin reservas de ((su)) realidad y de ((su)) esen- que acomp aña al amor -con una aproximación cada vez más res-
cia. Con mucha profundidad y belleza canta el poeta indio R. Ta- petuosa y continente al yo absolutamente íntimo del 'prójirno'- y
gore, pintando la transición repentina de la fascinación (erótic a) y que aumenta con la profundidad del amor, justo entonces sería el
el anhelo de Llna entrega alnorosa libre: amor mismo una ilusión».
il8 La simpatía Las teorías meta/ísic'as 119

El amor es, pues, todavía mucho menos susceptible de una in- necesarios que se refieren a nuestras valoraciones y acciones en re-
terpretación metafisico-monista que la simpatia,justo porque está lación ala comunidad. Pero el núcleo de toda éttca teórica, la doc-
dirigido «intencionalmente» de una manera mucho más personal, li- trina del orden jerárquico objetivo de los valores, puede edificarse
bre, independiente, espontánea y expresa que la simpatia; porque él sin atender para nada a la existencia de los hechos ((yo y los de-
es quren tropreza, por pnmeravez, con el yo absolutamente íntimo más»», «el individuo y la comunidad»», y es válida para el hombre en
como límite eterno y «descubre»» en su movimiento, por decirlo así, cuanto hombre -así pues, también para el individuo y para las co-
este yo. Y a esto se debe simplemente el que las interpretaciones munidades (entidades colectivas de toda especie)-. Toda .funda-
monistas clásicas del arnor en los índicos y en Schopenhauer pro- mentación social de la éttca debe ser rechazada con el mayor rigor,
pendan todas o a subsumir el amor en la simp atia, o a derivarlo de y con ello también toda fundamentación en una metafísica del fe-
ésta -si no lo confunden ya con la unificación afectiva-. nómeno social y del «todo»» real que pueda haber tras é1.
Cosa distintz, y sumamente drstrnta,, nos parece acontecer con
aquel grupo de fenómenos tan rico en estratos que hemos tratado
4. La ttnificación afectiva y la metafísica en el capítulo de la «unificación afectiva»»: un grupo de hechos que
moralmente es indiferente en cuanto tal, pero tanto más importan-
,Si, pues, hay hechos de simpatía que hablen seriamente en favor te metafisicamente . La naturaleza general ya caracterizada de estos
de la hipótesis metafisica de una y la misma realidad suprasingular hechos de genuina identificación fenoménica indica ya de suyo pa-
y supraindividual en la existencia y la esencia de todos los hombres, rala metafísica de «qué»», es decir, para la metaciencia de qué re-
es seguro que en ningún caso figuran entre ellos los fenómenos del gión del ser puede entrar en cuenta: a saber, exclusivamente parala
sentiruno con otro, del sentir lo mismo que otro y de la simpatia,nr metafisica de la vida, pero no para la metafísica del espíritu, del
los fenómenos del amor (sensu stricto). Mucho menos llamaria yo hombre, de su historia, ni tampoco, en primer lugaÍ, paÍa la meta-
-como hace H. Driesch en numerosos pasajes de sus obras- a la física del mundo inorgánico27. Fenómenos de esta especie única-
conciencia moral en general, al sentimiento del deber, etc., <<signos mente podrían aparecer sobre la base de eliminar en la mayor me-
de un todo suprapersonal, y de una genuina ((evolución D26, a dife- dida posible la actualidad de la conciencia vigilante del espíritu y
rencia de la ((acumulación)) en el desarrollo del mundo de la vida o de la conciencia sensorial del cuerpo -de las cuales la primera in-
de la historia de la humanidad . La conciencia moral define una re- dividúa ala persona humana en sí misma, la segunda la «singula-
lación determinada valiosa y que debe ser (idealmente) de cada riza»> como <<esta»» unidad corporal viva-únicamente aislando en la
hombre con Dios y consigo mismo (por ejemplo, genuinos valores mayor medida posible (como es natural, nunca plenamente alcan-
propios y deberes con Dios y consigo mismo) con la misma -por lo zable) el estrato vital del hombre en cuanto distinto y opuesto, por
menos- originalidad con que define relaciones con los demás y con un lado, al estrato puramente sensible y mecánicamente asociativo
la comunidad. El fenómeno moral no es un fenómeno esencial o y, por otro, al puramente noético de la conciencia espiritual. Ya se
exclusivamente <<social>>. Subsistria aun cuando desapareciese la trate de la unificación afectiva del centro vital de los hipnotizados
sociedad. La relación con los demás o con la comunidad no es esen- con el centro vital del hipnotizador'r; yu del fenómeno de la fusión
cial alaexistencia del fenómeno moral. Únicamente cuando y en la
medida en que hay comunidad -ciertamente, puede ser su existen- 27 . Sólo si la metafisica tuviese por resultado la necesidad de considerar el
cia una verdad esencial dada ya con la conciencia racional misma, «mundo inorgánico)) como derivado del orgánico y viviente y de reducir sus leyes
(en el orden metafisico, naturalmente tan sólo) a las leyes de la vida, sería posible
no un mero hecho accidental , y tal e.§ en nuestra opinión, con mu- una identificación metafisica también con el cosmos de lo muerto.
cha frecuencia expres ada- radican también en ella requerimientos 28. La persona puramente espiritual del hipnotizado no es eliminada o altera-
da cualitativamente por la hipnosis y la sugestión posthipnótica, sino sólo inte-
26. Cf. H. Driesch, Philosophie des Organischen,2" ed.,55l («Filosofia de lo rrumpida por su acción momentánea; y el yo moralmente relevante del hombre no
orgánico» ). puede, pues, ser perturbado en absoluto por ellas: es lo que muestran los hechos
t20 La sim¡tatía La s te ot"ía s n'teta.fi ,s i ca s t21

recíproca en el acto sexual en ((un)) torrente embriagador de vida; losóficos generales del autor de este libro, sólo diferencian de un
ya de la unificación afectiva de la madre con el hrjo (no en el caso modo muy insuficiente la esfera noética de la conciencia con res-
del amor materno, sino del instinto materno y de cuidado de la pro- pecto a la esfera mecánico-asociattva
le); ya del instintivo convivir y compartir el proceso vital y la ínti- En esta doble limitación ala unidad metafisica de la vida orgá-
ma forma de org anización del animal de presa y de sus mejores nica y a los hechos de la genuina unificación afectiva, me inclino
puntos de ataque; ya de la unificación afectiva en el fenómeno de en efecto a opinar que dicha unificación es tanto un índice subjeti-
las masas, en el rebaño y la horda; ya de la unificación afectiva ex- vo de conciencia a favor de la existencia metafisica de la unidad de
tática con la vida de divinidades; ya de fenómenos de duplicación todo lo viviente, como una percepción de ella (en el caso de la uni-
sucesiva del yo con sus raíces en la unificación afectiva;ya de las ficación afectiva recíproca), como, finalmente, el supuesto óntico
unificaciones afectivas patológicas y en los sueños y de las carac- de la posibilidad real de este fenómeno. Pero confieso que ni con-
tertzadas unificaciones afectivas de los primitivos, siempre es el sidero esta opinión como rigurosamente probada, ni le concederia
mismo estrato (estrato del ser y de la conciencia) el que en la uni- el grado de probabilidad que efectivamente le concedo, si un gran
ficación afectiva se torna fenoménicamente ((una cosa)):lustamen- número de otras tazones no me decidiesen a admitir un agente vi-
te la es.fera vital de los hombres, o de los otros seres. tal unitario y universal, suprasingular, cuya realidad abarcaría to-
Si, por ende, existiesen aún otras razones probables cuyo peso das las especies y géneros del rnundo orgánico sobre la tierra y
nos obligase a adrnitir la hipótesis de un todo de vida suprasingular cuya actividad enderezada a un fin dirigiria y guiaría todala evo-
y suprasensible y, por tanto, la real unidad de la vida universal en- lución real empírica por la que unas especies proceden de otras.
tera,podría verse, sin duda no en el amor y la simpatia,pero sí en
los hechos de la unificación afectiva (y de la conciencia de una
unidad vital en general), no sólo un índice de conciencia subjetivo 5. La unidad de la vida
en f-avor de la validez objetiva de este conocimiento metafisico, si-
no también una percepción afectiva inmediata de esta misma rea- La unidad rnetafisica de la vida es admitida hoy por pensadores
lidad vital universal. tan profundos y de métodos tan diversos como Bergson, Simmel,
Nos parece, por tanto, un indudable progreso sobre las viejas Driesch, Brecher, Lodge. Para definir ante todo y simplernente el
interpretaciones lnonistas de Hegel, Schopenhauer, Schelling, Hart- sentido de nuestra hipótesis frente a las doctrinas de los pensadores
mann y de la filosofia india, el que Bergson, Driesch, Becher y mencionados, haremos resaltar lo siguiente: rechazamos plena y
otros se limiten a sopesar la significación de la total esfera de he- totalmente el biologismo metafísico, es decir, la concepción del
principio rnislno del mundo como <<élan vital>>, «vida»», <<vida uni-
chos del «tener con») en general , para la cuestión de la unidad su-
prasingular de la vida orgánica y no ya del «principio del mundo»». versal»>, «<alma universal»>, etc., según lo han defendido Bergson,
Sin duda que al hacerlo han practicado todavía demasiadas pocas Simmel, Lodge y otros. El <<espíritu» el voúE ni en cuanto «espíri-
distinciones en los fenómenos mismos y confundido la unificación tu» cognoscente, intuitivo y pensante, ni en cuanto «espíritu»» elno-
afectiv a, la simpat ia, el amor e incluso la «<conciencia moral gene- cional y volitivo, es una «flor de la vida», una «sublimación de la
ral>», hasta el punto de recaer en el peligro de error de una metafí-
vida». Ninguna especie ni forma de legalidad noética se deja ((re-
sica monista también de la vida entera del alma y del espíritu. Y ducir» a la legalidad biopsíquica de los procesos automáticos y
(objetivamente) teleoclinos; cada uno de estos dos grupos es ((au-
ello tanto más cuanto gue, en contraste con los puntos de vista fi-
tónomo»>. Los valores del conocimiento, los valores éticos y esté-
bien confirmados de que, por ejemplo, los remordimientos y resistencias de con- ticos tampoco son variedades de los valores vitales2'). Las regiones
ciencia y hasta Llna conducta moral totalmente distinta, al hacerse la sugestión de las
«mismas»» situaciones (por ejemplo, el incendio de una casa en que una persona es- 29. Cf. las pruebas de ello en mi libro Der Formalismus in der Ethik y mi crí-
tá en peligro de abrasarse) subsisten en diversos caractet'es, a pesar de la hipnosis. tica de las doctrinas de Spencer, Guyau y Nietzsche.
t 23
t 22 La simpatía

del ser y las esferas de objetos a las que apuntan intencionalmente de probar que no es mecánico en los procesos vitales investigados
todos los actos noéticos genuinos (entre ellas también la región del objetivarnente, es para nosotros una v la misma realidad3", tanto
ser y de los objetos comprensiva de todas las cosas y procesos de la esencial como existencial y dinámicamente distinta del espíritu y de
esencia misma de la vida) ((son)) y existen todas independiente- su organtzactón personal, que es de lo que aquí se trata. No un lazo
mente de la esencia y existencia de la vida y de los organismos vi- de unidad sustancial, sino sólo uno dinántico-cattsal existe para no-
vientes; sólo por este medio puede la vida misma tornarse a su vez sotros entre el espíritu y la vida., la persona y el centro vital. Sólo
porque, según nosotros, puede probarse esta relación del espíritu y la
obieto del conocimiento objetivo y de la aprehensión de valores. Si
toda esencia y existencia o el conocimiento de ellas fuese <<relati- vida, la persona y el centro vital -partiendo de las formas de enlace,
esencialmente distinta s por.§¿r.s sentidos, de los procesos espirituales
vo)) (existencial o cognoscitivamente) a la «vida»», la vida misma
<<libres»» y de la naturaleza autom ática de los procesos psíquico-vi-
sería incognoscible. Pero justamente la esfera de la actualidad es-
tales, que sólo tiene sentido (pero no por los sentidos) teleoló gica y
piritual es rigurosamente personal, sustancial y tiene en sí misma
objetivamente- resulta posible y necesario admitir también una or-
una organi zación individual que llega al mismo Dios como perso-
gantzación de conjuntos y de unidades esencialtnente distinta en
na de todas las personas. Consecuentemente, tenemos por el mayor
los centros personales y en los agentes vitales. Pues, si fueran sus-
de todos los errores metafisicos todas las doctrinas que desde Ave-
tancialmente idénticos (como enseña, por ejemplo, la escolástica
rroes pretenden comprender las «personas)), es decir, los centros
tomista), sólo habría esta alternativa: o bien, eh la hipótesis de una
concretos de actos espirituales, como <<modos»», <<funciones»» de un
unidad primaria de la entelequia vital, también el espíritu es en to-
espíritu universal, de un espíritu absolutamente inconsciente (Hart-
das las personas realmente el mismo espíritu; o bien hay tantos
rnann), de una conciencia trascendental absoluta (Husserl), de una
centros vitales independientes unos de otros como espíritus inde-
razón trascendental (Fichte, <<panteísmo de la razón>» de Hegel) . La
pendientes unos de otros existen sin duda. Por el contrario, si sólo
persona humana, ni siquiera está individuada por su cuerpo, el cual
existe el enlace dinárnico del espíritu y la vida, muy bien puede ser
sólo puede ser distinguido en último término de todos los cuerpos
que a pesar de la sustancialidad personal de los espíritus individua-
vivos posibles en cuanto <«perteneciente» a la persona, en cuanto es les, la vida sea en todas las personas metafísicamente (en un senti-
su más inmediata esfera de dominación; ni tampoco está indivi-
do todavía por descubrir) una y la misma vida -aun cuando varia-
duada por el contenido total de sus actos o por los contenidos de damente organizada en sus direcciones dinámicas-. Esta variedad
objetos particulares de estos actos, ni por la ((conexión» mnémica de direcciones y funciones dinárnicas puede ser determinada más
de sus vivencias, ni ninguna otra temporal, sino que todo este con- exactamente por rnedio de las genuinas esencias e ideas del reino
tenido y conexión de la corriente de las vivencias es distinto en orgánico (como tendría que exponerlas un sistelna rnorfológico del
cuanto contenido porque son distintas en su esencia las personas mundo ideal)3r.
individuadas en sí a quienes pertenece. De esta manera,la persona
está <<elevada»» y en su pureza ((se cierne»» sobre su cuerpo y sobre
su «vida»» y cualquier otra vida, gue sólo son condiciones de su
existencia terrena al par que la materia a que da forma.
Por el contrario,, el agente que determina las reacciones vitales 30. Esta concepción ha sido defendida en los últimos tiempos prlmeramente
por E,. von Hartmann y más tarde también por H. Driesch (cf. Philosophie cles Or-
y creadoras de formas (movimientos espontáneos, movimientos ex- ganischen y Leib und Seele).
presivos, acciones), que en la esfera vital de nuestra conciencia nos 31. En esta cuestión metabiológica de la unidad y pluralidad (y de la índole de
resulta incompleta e inadecuadamente consciente (por ejemplo, en las variedades) del agente que se encuentra en la base de los fenómenos vitales no
se puede entrar, naturalmente, en este libro. La doctrina y la teoría, fundada en la
el sentimiento vital con sus especificaciones impulsivas o en el im- fenomenología y la ciencia positiva, de la <<unidad de la vida»» qtte hemos elabora-
pulso de muerte y sus especificaciones impulsivas), y que tenemos do desde haóe años y expuesto ya en lecciones acadén'ricas de Múnich y de Colo-
que suponer al mismo tiempo real para explicar todo lo que se pue- nia, será publicada en otro lugar.
5

Launificación afectiva cósmica en las grandes


formas históricas del esPíritu

Con frecuencia se ha llamado a las formas del ethos índico en


el brahmanismo y el budismo y al ethos de la doctrina estrecha-
mente emparentada con ellas de Laotsé un ethos de la simpatía ili-
mitada -y, principalmente, de la compasión- hacia todas las cria-
turas, incluso hacia el mundo entero. En esta idea resulta correcto
en todo caso el que no es un ethos del amor: ni una mística acos-
mística y espiritual del amor, como el ethos del cristianismo primi-
tivo, ascético e indiferente al mundo; ni un ethos del amor a Dios
y almundo, como el modo de pensar y de sentir en el culmen de la
Edad Media, que concili aba el amor a Dios y al mundo en el ((amor
del mundo en Dios»»; ni, finalmente, un ethos panteísta del amor,
como el ethos emb riagado y embriagador del «amor heroico»» de
G. Bruno, o del frío, espiritual ((amor dei intellectualis» de Spino-
za, o del ethos del amor de Schelling y Goethe. Lo que Buda esti-
ma positivamente en el amor es tan sólo -como he demostrado en
otra parter- el ser una <<redención del corazón>>, pero no el positi-
vo hac er feliz ni el que con la consecuencia <«casual»>, por decirlo
así, de sus actos de auxilio y de servicio al prójimo represente una
técnica mediante la cual el hombre se libera de la limitación en que
permanece encerrado su yo individual e incluso, efl el supremo es-

l. Cf. mis ensayos sobre Das Ressentiment im AuJbau der Moralen, en Ge-
sammelte Werke III, 33- 147 (versión cast.: El resentimiento en la moral, Caparrós,
Madrid 1998) y sobre «Liebe und Erkenntnisn, publicado dentro del texto titr¡lado
Moralia, értammelte WerkeYl,TT-98 (versión cast.: Amor y conocimiento, Sur,
"n 1960). Cf., para lo siguiente, el Buddha de Pischel, en Natur und
Buenos Aires
Geisteswelr; Heiler,'Die b,uddhistische Versenkung (<<El ensimismamiento budista»),
pero especialmente los discursos de Gotama Buda traducidos por K. E- Neumann.
126 La simpotía
La unificación a.fectiva cósmica t27

tadio del <<arrobo», de su individualidad y persona misma en gene-


na alcanzar la plen a extrañación al mundo, a Dios y a sí mismo y
ral. Lo estir-nado y ejercitado en las técnicas prescritas es tan sólo
««salin>, definitivamente, de la cadena causal de la realidad y del
lo que en el amor hay de apartamiento <«de»», no de vuelta ((a)), es-
padecimiento3.
to es, la auto encjenación, autonegación, autorrenuncia que hay en
Mas a mí me parece tan claro como lo anterior que tampoco el
é1, hasta llegar al sacrificio de sí misrn o, para cuya puesta en fun-
ethos índico es un genuin o ethos de la simpatía, con la nota espe-
cionamiento el ser ajeno se limita a suministrar «<pretextos>» ejem-
cífica de la compasión, como adrnitió muy erróneamente A. Scho-
plares. Por esto, no hay aquí ni ((amor a Dios»», ni un genuino
penhauer, aun cuando esta afirmación es algo mucho menos admi-
<<amot'a sí mismo» distinto del egoísmo. Ya no hay el prirnero, al
tida. Veo una prueba rigurosa de ello en el hecho de que el círculo
menos en el budismo, porque no hay Dios; ni hay el último, porque
de los objetos de esta compasión no es-como el de la simpatia«ge-
no hay un sí mismo individual espiritual cuya salvación fuese tan
nuina»> occidental, que supone ya la posesión de la individualidad
digna de amor colno el sí mismo espiritual del prójimo.Latécnica
espiritual- primariamente el hombre y el animal superior sólo en
budista de la desrealtzación quiere justarnente rebaj ar la realidad
cuanto se parece al hombre, sino todo lo viviente en general, o sea,
del yo propio al carácter de sombra que tiene el yo ajeno; no elevar,,
también los animales y las plantas por ellos mismos, e incluso, en
colno el amor cristiano a la persona que se expresa en el ((affla a
último término, el ser real del mundo entero, idéntica en extensión
Dios sobre todas las cosas y al prójimo corno a ti rnisfflo)), la reali- con el padecer (el grande y Ltno padecimiento universal). El panvi-
dad del yo ajeno hasta la realidad del propio yo ((en Dios»». A pesar
talismo se da ya por supuesto, pues solamente lo viviente «pade-
de esto, el objetitto de valor en este amor resulta un objetivo rigu-
ce)). Mientras que la genuina «simpatía)) es para el ethos cristiano
rosamente individual, e incluso solipsisfa, en cuanto qLle el verda-
de occidente, en parte función que predispone para el amor espontá-
dero <<sentido»» del amor es la disolución y aniquilación, la irreali- neo y dirigido a valores positivos., en parte y en cuanto simpatía que
zación de la realidad y de la naturaleza del arnante, pero no el penetra profundamente, la consecuencia de este amor, el «amor)) es
fomento ni la afirmación del valor de lo amado -una conducta del aquí tan sólo una primera estación en el camino que conduce a su-
<<santo)) que en el caso más elevado tiene para los dernás una signi-
mirse y padecer en el dolor universal de la <<realidad»» extraesencial
ficación «ejemplar>»2-. En todo caso, la <<redención del corazón» en general.
sólo negativa que Buda designa constantemente corno el <«amor)», De hecho, en el ethos índico tenemos, pues, ante nosotros una
no es todavía el estado final de la «via perfectionis»» del santo mon- prirnera forma de genuino ethos de la unificación aJbctiva -y en
je, sino únicamente la «extinción»» del yo, su irrealizacion, aniqui- verdad, la forma específica de ethos de la unificación afectiva cós-
lación, disolución, como lo exponen en giros siempre repetidos los mica y negativa, esto es, de la unificación en el padecer-. La gran-
sennones de Gotama Buda en la colección central del carlon pali. de, Ltnct y solidaria cornunidad en el padecer de todas las cosas
Incluso el amor más puro y rnás espiritual es considerado todavía
-que «padecen)) simplemente porque son reales y no sólo una
como una «dependencia>», todo lo refinada y sublimada que se ((esencia»» irreal- es el núcleo de este etho,s. Este ethos supone dos
quiera, QUe se corta, en cuanto últirna fase,, por decirlo así, del de- cosas de la doliente unificación afectiva con el primigenio padecer
pender respecto del mundo (o de los dioses) por el apetito, cuando del cosmos: una relación con la naturaleza, esencialmente distin-
le es dado al sujeto puro y libre de la individualidad y de la perso- ta de la que es propia a occidente, y la valorización negativa del
ser real en general'. omne ens est malunt (Simplemente una conse-
2. Una fortna senrejante, aurtque menos radical, del ethos negativo del arnor
clrencia de este protoaxioma metafísico es la naturaleza negativa
-pero rnanteniendo la idea teísta del rnundo- sólo ha aparecido en el Occidente
cristiallo, hasta donde yo sé, dos veces: en la mística del apartamiento del maestro del sentimiento de placer en general tomada de la doctrina de Bu-
Eckhart. y er1 el movimiento del arnor quietista de Molinos, Fénelon, Mme. Guyon, da y enseñada por Schopenhauer: el placer es la mera «satisfac-
resunrido del nrodo nrás nítido por Fénelon en sLr característico tratado del <<cunour
pur>> -la doctrina que combatió Bossuet y que acabó siendo condenada oficial-
mente por la lglesia-. 3. Cf-. la excelente traducción de Kari Eugen Neumann, München 1921, espe-
cialmente los discursos tercero y cuarto de la quinta parte.
I 2,\ La sim¡taÍía La uni/icación a./bctiva cóstnica 129

ción» de un ansia, de un impulso, de una necesidad es decir, el ción de todas las sensaciones orgánicas y partes orgánicas del do-
acluietamiento y la abolición de un impulso sin reposo). La <<otra»» lor hecha posible por tal reahzactón, sólo son tres técnicas concor-
rclación con la naturaleza ha sido bien apuntada recientemente por dantes que se end erezafi al fin comtin de la plena unificación en el
tt. Tagore al comienzo de su libro Sddhand. El pueblo indio es un padecer con el universo.Latécnica yoga desingularizay universa-
¡rueblo de la selva. En cuanto tal y en contraste con el mundo urba-
hza la «vida pura)) en el hombre, conduciendo a la evidencia de
no antiguo y cristiano, no ha vivido en la actitud de una voluntad que el cuerpo es sólo un objeto de la conciencia extrañaal yo y un
rlirigida ala dorninación y dirección de la naturaleza, como la pri- escenario del río de la vida universal que corre a través de todo lo
nraria voluntad de dominio y dirección en el norte de Europa, ni existente. La técnica neti se opone a la identificación de sí mismo
lunrpoco en la admiración y el affror a distancia de las formas plás- con un bien en particular, ser hutnano o cosa, efl favor de la unifi-
tic¿rs de aquélla, como el griego, sino que vive ((en)) ella, es decir, cación afectiva con el universo en su indivisa totalidad. La técni-
cn unificación afectiva vital con ella y su vida universal, y como ca tattwamasi, que supone las dos técnicas anteriores, es la prepa-
univcrsal vista. Por eso tampoco subordina el anirnal y la planta al ración más inmediata del acto de la unificación afectiva. Pero,
honrbre en su ser y rango rnetafísico -ni al modo de Platón y además, la correlación esencial justamente admitida del «querer))
Aristóteles, como al ilustre ápice de la aristocracia de la naturale- (- apetito) y la realidad es valorada en si negativamente, es decir,
/,1r, ni al modo del judío, como a su <<señor» y ((rey)), imagen de para que rechace la existencia en general basta la sola consideración
l)ios (la idea de la creación), al servicio del cual, por Dios querido, de que el mundo no es en absoluto Jauja, o lo que viene a ser lo mis-
sc halla toda restante vida e incluso existencia-, sino que lo rela- ffio, un cosrnos con un sentido lógico perfecto, sino que alberga po-
ciona con las criaturas vivientes y con la expresión de vida oculta sibles resistencias a nuestras aspiraciones, ((ser contingente»» y
<<mal» por todas partes; y, sobre todo, el no distinguir entre el espí-
para él incluso en lo inorgánico, como el «hermano)», el ((compa-
ñero»», el «amigo» de todas ellas, en todo caso como un igttal entre
ritu y la vida hace que tarnbién se distinga deficientemente entre la
iguale.§; no en un alnor qLle mira misericordioso haci a abajo (como, «voluntad espiritual»» y el <<impulso»», por todo lo cual esta unifica-
por ejemplo, en la expresión del Antiguo Testamento «el justo tie- ción afectiva es necesariamenle unificación en el padecintiento.
ne misericordia de su res>»), sino mirando de frente, los ojos en los
No se trata, por ende, de disminuir y eliminar cada vez más el
mal como existencia objetiva y transconsciente y sus causas reales,
ojosa. No hay aquí una separación rnetafisica -ni sustancial, ni sirn-
plernente funcional- del espíritu corl respecto a la vida, hi de la por medio de la acción,, la técnica material,la invención, la ciencia
((persona)) con respecto al ((ser viviente dotado de un cuerpo», al- natural, etc., como en la civiltzactón occidental, sino que se trata
tan sólo de abolir el padecimiento por el mal -después de haber re-
go que respondiese a la idea aristotélica del voúg noLqtr,Xóg, ffiu-
conocido plena y totalmente en este padecimiento la csencia de to-
cho menos a las doctrinas fundamentales de un santo Tomás, de un
Descartes o de un Kant. Pues ni siquiera la honda diversidad de las
do lo real- quebrantando toda «<resistencia» contra el mal y, en
particular, toda resistencia física y psíquica contra él que se pro-
mencionadas doctrinas occidentales logra abolir esta identidad.
duzca automáticamente, mediante un creciente e íntimo dominio
También esto ha sido justarnente observado por Tagore . La técnica
activo sobre todos los procesos y reacciones vitales psicofisico-au-
tattwantasi (la técnica del <<esto eres tú») y la técnica neti («yo no
tomáticos más posibles. lncluso la existencia de la más simple sen-
soy esto»», <<esto no es mío») y la técnica yoga de la no reahzación
sación de dolor, adernás de estar ligada al estímulo normal y a su
voluntaria de los procesos automáticos de la vida y de la objetiva-
proceso hasta el punto terminal en el órgano central, lo está tam-
4. Cf. también el libro de Th. Lessing, Europa untl Asien, donde se expone bién a un quantum de atención automático-involuntaria, pero es-
adecuadamente la idea de la democracia universal del ser; cf. además L. Ziegler, pontánea, con el tono de la resistencia (y probablemente a un pro-
Der ew,ige Budclhu («El eterno Buda») y el capítulo <«Die Mysterien der Gottlosen» ceso nervioso motor que corresponde a la atención). Si se logra
(«Los misterios de los sin Dios») en el segundo torno de la obra Gestaltu'andel der
Gótter («Transformaciones de los dioses»>). extender el dominio de la voluntad espiritual sobre el centro vital
La unificación afectiva c:ósmica I3 I
130 La simPatía

vimiento, su hacer y padecer, su nacer y fenecer resultan aprehen-


psíquico, sede de toda atención involuntaria, impulsiva, hasta el
didos en formas de la intuición y de la idea que se manifiestan de
punto de que esta «resistencia»» espontánea, que por lo común es
un modo más inmediato y más puro todavía en el organismo, pue-
completamente involuntaria y no recibe dirección alguna por par-
de elevarse la unificación afectiva hasta la unificación afectiva
te del espíritu, se torne dirigible y cese, entonces desaparece hasta
cósmica. Sólo entonces son todos los fenómenos de la naturaleza al
la misma sensación de dolor, como vemos en las técnicas de los
mismo tiempo un campo de expresión universal y cambiente de es-
faquire s. Mutatis mutandis este arte del completo «aquietarse»», de
te organismo uno del mundo y de su indivisa vida total. Y para es-
la perfecta «tolerancia»> sumamente activa en sentido espiritual,
te campo de expresión hay también necesariamente una gramática
también es aplicable frente a sentimientos de desplacer de una ca-
universal de la expresión, una mímica y patomímica cósnticas, por
pa mucho más profunda.
decirlo así, cuyas leyes operan misteriosamente en nuestra manera
Esta constitución del mundo como un padecimiento universal
de concebir la naturaleza y que, como muestran los grandiosos en-
sólo necesita ser confirmada en su carácter de esencial mediante
sayos de Novalis, Lavater, Goethe y Fechner, también han de poder
un par de casos ejemplares (como en la conversión de Buda), no se
ser descubiertas por larazón. Desde el sentido de la expresión (ex-
necesi ta para ello hacer ningún balance cuantitativo del placer y el
pressio) salta el yo de los sentimientos y las tendencias inmediata-
padecer. Sólo el hecho de colocar consciente o inconscientemente
mente (y no por medio, digamos, de un raciocinio) al interior del
el placer vital en el puesto de lo absoluto dentro de la serie de los
valores puede conducir a este rechazar por principio la realidad y la
viviente centro de las cosas y vive la forma,la figura, los atributos
volunt aü a dar esta vuelta compl eta a la más apasionada voluntad
intuitivos (colores, sonidos, olores, sabores, etc.) de éstas simple-
mente como el límite y la manifestación periferica de su específica
de vivir y de gozar, según percibimos análogamente en los estadios
finales de la escuela epicúrea, en el fundador de la Trapa, en Scho- vida interior. Como dice muy bellamente Rodin (que es el perfec-
penhauer (sólo que, por desgracia, en la forma mucho más ingrata to artista de la expresión en oposición al artista de la forma)': una
del pesimismo exasperado). cosa no es más que el límite periferico y la forma límite de la «lla-
Antes de señalar otras formas típicas de unificación afectiva ma)) que le da la existencia.
cósmic a, preguntamos qué es lo que constitutivamente implica es- Desde el punto de vista de la ciencia de la cosmovisión, la con-
ta unificación afectiva cósmica y hasta qué punto debemos admi- cepción organológica del mundo no sólo ha dominado plenamente
tir una interna justificación de ella. hasta hoy el mundo entero de los pueblos no occidentales en algu-
Por esencia sólo puede haber unificación afectiva cósmica na de sus mil formas, sino que también ha dominado en principio
cuando en la intención de la visión del mundo, éste se da como la corriente más importante de todo el pensamiento occidental has-
«totalidad»», como vn organismo universal por el que corre ((una)) ta el comienzo de la Edad Moderna. Únicamente aquí, e inicial-
vida: es decir, en el caso de una «imagen organológica del mun- mente sólo dentro del círculo de una pequeña aristoqacia de la cul-
do». Si esta presuposición es realizada en la visión del mundo, ade- tura, fue sustituida por una forma de visión del universo que era
más de las relaciones ideales y reales entre las partes del mundo mecánica en lo esencial. Esta concepción se hizo ((general» y se
(por ejemplo, causalidad, teleologia, etc.) que estudian la filosofia convirtió en una ((cosmovisión relativamente natural» por una len-
y la ciencia, hay una relación enteramente nueva que se extiende ta submersión en las masas, tan sólo en la tardía fase de la «<socie-
hasta donde llega lo real de la esencia de la vida: la relación de la dad» europeo-americana del siglo XVIII6. Con ello se abrió una
vida con la expresión de la vida -una relación específicamente
5. Cf. a este respecto A. von Hildebran{ Das Problem der Form (<<El proble-
«simbólica»-. Con lo muerto dado como muerto no hay constitu- ma de la forma») y su juicio sobre Rodin.
tivamente unificación afectiva (ni mucho menos, como es natural, 6. A la inversa, en el siglo XIX es sólo una serie de pequeñas cliques cultas
simpatía; esto último es mucho más comprensible de suyo que lo (Romanticismo, Goethe, Fechner, Bergson, etc.) quienes, protestando contra la
concepción general, descubren de nuevo y defienden estas ideas.
primero). Sólo cuando también el cuerpo muerto, su cambio y mo-
132 La simpatía La un i/icu ci ón a.fbctit,ct cósm icct t33

distancia espiritual enteramente nueva entre hombre y hombre, así que constituye la verdadera alma, por decirlo así, dentro del «alma
como entre el hombre y la naturaleza. del mundo»>. El último resorte dinámico del universo mismo es es-
Por lo que respecta a la antigüedad clásica, la doctrina platóni- te eros. El axioma ((ornne ens est bonum)) (según lo formuló más
ca del «alma del mundo»», como el agente intermediario entre el tarde la escolástica), viviente en todas las categorías fundamentales
mundo de las ideas y el pq óv de la materi a, y los conceptos aris- de Grecia como del Occidente en general, atestigua que esta uni-
totélicos de forma, entelequia y movimiento son testimonios de la ficación afectiva es un alegrarse del hombre al remontarse, unifi-
visión organológica del mundo; la doctrina según la cual sólo lo se- cándose afectivamente, a través de todas las cosas hasta la Divi-
mejante puede conocer lo semejante, que corre a través de toda la nidad (concebido como <<eterno»» y, por decirlo así, geométrica,
filosofia antigua clás ica, es igualmente testimonio de que la misma estáticamente, no temporal ni dinámicamente, como en la moderna
unificación afectiva cósmica profundarnente arraigada en el mitoT idea de evolución). Tanto la cualidad y la dirección, como la forma
y en la religión de la antigüedad clásica siguió imperando incluso de unificación afectiva son distintas de las que se encuentran en la
en los filosofemas más racion ahzados y conscientes -sistemas que India. Pero la distinción de espíritu y vida,logos y psiqtte, que em-
estaban muy por encima del politeísmo griegos-. Sin duda la índo- preza en la antigüedad clásica y resulta fundamental para todo el
le de la unificación afectiva de la antigüedad clásica es distinta de ser y el pensar occidental hasta el día de hoy, rebaja profundamen-
la del mundo índico y chino meridional (Laotsé). Es más del tipo te la unificación afectiva -sin suprirnirla- como vía metafísica de
que otorga que del tipo que se entrega: es unificación afectiva ac- conocimiento y de unión, y levanta una plataforma enteramente
tiva,,no pasiva; cualitativamente es más bien unificación en la ale- nueva de relaciones puramente espirituales del hornbre con las co-
gría que en el padecimiento con e[ universo, el <<animal bienaven- sas, de los hombres entre sí y del hombre con la Divinidad; una
turado» (¡rcrxcrgr,ov @r¡giov), como lo denomina Platón -en el más plataforma únicarnente partiendo de la cual resulta posible una «ge-
riguroso contraste con Buda-. Y por la dirección es unificación nuina simpatiar> y un ((amor espiritual espontáneo». El movimien-
afectiva del hombre que se inclina y hace descender su mirada so- to órfico, los misterios, con su genuina unificación afectiva son ya
bre el animal, la planta y lo inorgánico (como, según Aristóteles, el movimientos románticos de la antigüedad clásica contra este pro-
<<alma)) es sólo una forma activa entre las formas, la «primera en- ceso de disolución espiritual de la unificación afectiva -contra el
telequia de un cuerpo organi zado>>, de modo que el alma hum ana «apolinismo» del pensamiento griego, nacido en la ciudad-.
contiene verdaderamente en sí al alma vegetal y al animal como Lo que significa para la transformación profunda de la emoción
grados inferiores del voúg espiritual); pero no es un democrático amorosa el <<cristianisrno)) occidental histórico, esta síntesis de la
mirarse a los ojos unos seres a otros, como en la India budista. idea judía y romana de la dominación sobre la naturaleza, idea ex-
La unificación afectiva de la antigüedad clásica en una marcha trafla e incluso hostil a toda unificación afectiva,,y de la visión gre-
afectivamente unificativa del espíritu humano junto con la jerar- co-helenístico-románica del rnundo y de Dios con el evangelio de
quía única y aristocrática de los seres y el eros que condiciona es- Jesús, ha sido estudiado ya por mí en otra partee. Hagamos aquí só-

ta jerarquía, la cual mantiene al mundo entero en tensión y en un lo algunas observaciones. Frente a la antigüedad griega, por obra
vital movimiento agonal de concurrencia aristocrática desde la ma- de la doctrina tomadaa los judíos, surge la idea de que Dios es el
teria hasta remontar a la Divinidad, es un unificarse afectivamente invisible y el espiritual «Señor y Creadon» del mundo (ambos atri-
con el <<eros)) creador que eleva desde el pq óv hasta el óvtolg ó, y butos -<<señor)) y <«creador))- faltaban a la idea griega del dios, ex-
traña ala voluntad) una enorme desvitalización y desanimación de
7 .
El acto de engendrar es para Hesíodo la forma básica de toda causalidad. la naturaleza entera, en favor de una poderosa exaltación del hom-
8. Cf.la ¡otablJexposición del Untergang der biologischen Weltanschauung bre como ser espiritual individual por encima de la <<naturaleza>>,
(«Decadencia de la concepción biológica del mundo») que hace E, $1dl en su pre-
ciosa obra Geschichte dei biologischén Theorien in cler Neuzeit I («Historia de las
teorías biológicas en la edad moderna»), Leipzig l9l3; especialmente l4ls. 9. Cf . Das Ressentimen im Aufbcru cler Moralen.
I34 La simpatía
La unilicación a/bctiva cósmica r35

que estigm attzó como «pagana» toda unificación afectiva con la


mientras que, por ejemplo, para Aristóteles la voluntad no era nln-
naturaleza durante siglos -en rigor hasta el movimiento francisca- gún atributo del espíritu puro ni en Dios ni en el hombre, sino que
no, en que empezó a despertar de nuevo, fugazmente,la relación
únicamente aparece en la conexión del alma espiritual puramente
de hermandad del hombre con la planta, el animal, el viento, la nu-
intuyente con el ánima sensitiva y vegetativa del cuerpo humano.
be-. Al sentirse el hombre enérgicamente Juera de la naturaleza, La mística cristiana acosmístic a y espiritual del amor es, por
por obra del Dios invisible y del alma espiritual (que san Agustín
ende, el polo opuesto a la unificación afectiva índica e incluso grie-
y la patrística entera oponen al alma vital mucho más dualística- ga antigua con el «animal doliente>> o «bienaventurado»», respecti-
mente que Aristóteles y la Edad Media posterior, Alberto Magno y
vamente, del cosmos. Únicamente en la esen cia y la historia de los
santo Tomás, por ejemplo), para tomar todo el conjunto de fuerzas
misterios y sacramentos cristianos se llegó ala unificación afecti-
así puestas en libertad y recogerlas unitariamente en el acto de la
va esencialmente vital con los intrínsecos destinos del cuerpo del
unificación afectiva con Cristo y con los estadios de su carrera te- Señor -incluso con el cuerpo y la sangre misma del Señor-, con la
rrenal desde el bautismo hasta el sacrificio de la muerte y la re- mayor claridad en el bautismo, eucaristia, pasión, crucifixión y
dención respecto de su pobre vida (más tarde cristalizados y obje- muerte, y ascensión a los cielos. Sólo así logró también el acos-
tivados en la liturgia cristiana), acto que desde san Pablo está mismo ético-espiritual del amor cristiano de salvación a Dios y los
dirigido por el amor espontáneo y acosmístico a Jesucristo, se con- hombres la base vital orgánica de la unificación afectiva <<mágica»»
vierte por lo pronto la <<naturaleza>», pero también el hombre -el1 con la sangre y el cuerpo del Señor bajo las especies de pan y vino.
cuanto es naturaleza y carne (sarx), mas no alma espiritual a ima- Los cuerpos naturales ((pan)) y <<vino»», transustanciables eterna-
gen y semej anza de Dios, espíritu Qtneuma)-, por principio en un
mente en el cuerpo y la sangre del Señor, según sagrado precepto,
objeto de dominación concebido en proceso de desvivificación pa- con la institución de la eucaristia,han venido a ser, Se puede decir,
rala voluntad espiritual del hombre -primero en el ascetismo, más los únicos con los que es posible aquella forma de «unión» que pa-
tarde en la dominación material constantemente progresiva de la ra el mundo antiguo era posible con el cosmos entero. Totalmente
naturaleza por medio de la técnica-. La materiahzación (el desvi-
claro es también esto: el «tomar sobre sí» la cruz de Cristo y el pa-
vificarse) de la naturaleza y la espirttuahzación y exaltación del decer ((en él»», el resucitar ((en él», el ser exaltado ((en él» no son en
hombre al rango de un ser puesto por Cristo en una relación filial absoluto sirnpatía en sentido genuino. Son genuina unificación
con Dios, el Creador y Padre, es el fruto común de uno y el mismo afectiva, pero fundada en el amor alapersona. Nadie que sea razo-
proces o. Sólo el hombre es aquí «hermano)) del hombre, no las co-
nable caerá en la profana idea, casi ridícula, de gue, por ejemplo, el
sas naturales, que son más bien sus ((esclavos natos»» sobre los que paulino év6úrrv XQr,otoú, ((revestirse» de Cristo, entÍar, «penetraD)
él ejerce análogos derechos de señor y rey que Dios sobre la natu- en é1, padecer ((en» é1, ser clavado en la cruz ((en)) é1, ser sepulta-
ruleza. Las estrellas en cuanto «dioses visibles»» se apagan por pri- do «<en» é1, resucitar ((en)» é1, etc., flo sería nada más que tener <<sim-
mera vez ahora. No sin razón Malebranche ha denigrado, desde es- patia>>, digamos compasión, por Cristo, o que sería idéntico con la
ta posición cristiana, a Aristóteles por «pagano»; Schelling, que mera fe en que todo esto sucedió una vez en el mundo o sucedió
recogió la doctrin a antigua de la animación universal, y también ((por mí¡», es deci\paÍa mi salvación. Resulta, por el contrario, evi-
Baader, Hartmann, Fechner, han reprochado al pensamiento cris- dente que en estas expresiones de san Pablo, ebrias de pasión y os-
tiano y a su formulación en el «teísmo)) una tenden cia a convertir curas como expresiones órficas, Se trata de algo total y absoluta-
en desvivificaday relativamente mecánica toda la naturaleza infra- mente distinto de una mera simpatía, de una mera comprensión o
humana. Esta mecanizactón y desanimación de la naturaleza es la de la fe en lo que ha sido dicho (en efecto, Jesús no podía decir na-
consecuencia de la inserción del nuevo atributo de la <<voluntad da semejante durante su vida, ni tampoco lo dijo), de algo total-
creadora)) en la Divinidad puramente espiritual y de la admisión de mente distinto de todos los juicios de fe, pero también de algo to-
una «<voluntad espiritual»» pura en el alma espiritual del hombre, talmente distinto del «seguir la pobre vida de Cristo>> (en general,
t36 La simpatíct Lcr unif icución a.fbctit,ct c'ósmic'ct t37

san Pablo habla muy poco de la vida de Cristo): a saber, de una ge- como graci4 corno prestada -no como logro espontáneo de la per-
nuina identificación de esencia v de forma (no de identificación de sona-, una vez comprendida su esencia, es una proposición riguro-
existencia) de la persona de Cristo con la propia persona -no en el samente analítica. El ser agarrado, preso, subyugado, por la figura
sentido de un mero saber y «ser consciente>», sino de un volverse, esencial del maestro es aquí tan poderoso, gue el acto del asenti-
transformarse, infundirse la sustancia de la propia persona en la miento -que sin duda existe ónticamente en toda «fe en))- no llega
persona de Cristo-, efl sutna, de un proceso óntico. Pero este «vol- en modo alguno a conciencia reflexiva. La elección por la gracia
verse)) se efectúa por medio del acto de ponerse en lug ar e identi- sólo es una discutible racionalización metafísico-teológica de esta
ficarse sin reservas de la propia persona (de Pablo) de y en Cristo, vivencia fundamental del vivo origen de la fe. Cuando san Pablo
acto que trae consigo sin más la coejecución y la realización los dice: <<Yo vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en
mismos actos reales de Cristo, es decit, justo por obra de aquella mí» (Gal 2,20), tenemos ante nosotros simplemente la forma espi-
cosa tan totalmente específica y sui generi^s que san Pablo (y qui- ritual del proceso de la unificación formal mágtca que empieza a
zá él solo de esta manera específica, es decir, en este poner la pro- fijarse dogrnáticamente desde san Pablo en el sacramento de la
pia persona ((en lugar de» Cristo e identificarse ((en» él a la vez) eucaristía.
llama «fe en Cristo». Pero surgió la obra de uno de los mayores escultores del alma y
La «fe» religiosa es siempre y en todas partes una <<fe en»», nun- del espíritu en la historia europea, que consiste en el memorable in-
ca un mero ((creer que)); se trata, pues, de dos cosas radicalmente tento de dar unidad y sintetizar en un proceso vital la mística del
distintas. Y si, en efecto, he de decir lo que propiamente sea esta amor omnimisericordioso, acosmístico y personal, que ya no mira
«fe en)) una persona carismática a diferencia de toda creencia en hacia abajo sino hacia arúba, aportada por el cristianismo y fundi-
estados de cosas (del ((creer que...))), no encuentro ninguna otra ca- da con el amor de Jesús, junto con la unificación afectiva vital-cós-
racteristica sino justo lo que llamamos autoidentificación práctica mica con el ser y la vida de la naturaleza. Tal fue lararahazafradel
espiritual con una persona -un pleno ponerse a sí mismo en lugar santo de Asíslo.
de ella y en ella: el ponerse a sí mismo en lugar de la sustancia per- Lo que nos sorprende en seguida, aun tratándose sólo de un su-
sonal, y únicamente ella, tiene luego por consecuencia la unifica- perficial ocuparse con Francisco de Asís y las huellas que ha deja-
ción en el pensamiento, la voluntad y el sentimiento- y con ella el do sobre la tierra en lo referente a nuestra cuestión, es que llama
transformarse y el infundirse el propio yo en la esencia y figura del <<hermanos)) y «hermanas)) suyos también al Sol y ala Luna, al agua
maestro; una duradera cadena dinámica de reproducciones siempre y al fuego, y tarnbién a los animales y plantas de toda especie; es
nuevas de la figura espiritual del maestro en el rnaterial de los que lleva a cabo una expansión de la ernoción específicamente
propios modos de darse psíquicos, comparable a la ondulación cristiana del amor a Dios como Padre y al hermano y prójimo ((en))
transversal en que la.forma de la onda se extiend e a partículas de Dios, ala entera naturaleza infi"ahttmana; y al mismo tiempo lleva
agva siempre nuevas. Frente a esta identificación, cot1lo la en- a cabo o parece llevar a cabo una elevación de la naturaleza hasta
contramos en san Pablo, es incluso toda imitatio Chrisli de tiempos laluzy el brillo de lo sobrenatural.¿No era esto una grave herejía,
posteriores ya una conducta derivada e indirecta, aun cuando tam- visto desde la doctrina cristiana tradicional y practicada en la his-
poco aquí existe ninguna clase de <«imitación» en sentido literal toria entera del cristianismo, doctrina que había puesto al hombre a
(que siempre es un proceso de ftrera adentro, o sea, que empieza una clistancia enonne respecto de la naturaleza, por ser un ((ser ra-
con el gesto o con la acción), sino un coejecutar y realizar los mis-
mos actos espirituales de la persona y sus actitudes morales -hasta 10. Muchas cosas excelentes sobre este tema en D. von Hildebrand en Der
Geist tles hl. Frunziskus untl der clritte Orclen («El espíritu de S. Francisco y la Or-
tal punto, bajo circunstancias, que producen también asimilaciones
den tercera»»), München l92l . Adernás, últimamente, L. Ziegler, Gestalu'unclel cler
corporales a ellas, pero justarnente de dentro afuera (piénsese en las Gótter I; capítulo sobre el «Wegder Nachfolge» («Carnino de la imitación»»); la ca-
estigmatizactones)-. La necesidad de vivir tal «fe en)) como don, racterización de Francisco de Asís está especialntente bien lograda.
t38 La simpatía La unificación a.fectiva cósmica I 39

cional») pero todavía más por ser recipiente de la gracia sobrenatu- últimas palabras- la parábola es tan patente como donde se habla
ral y por ser un linaje elevado muy por encima de todarazón y na- del gorrión qlre no cae del tejado sin la voluntad del Padre, o de las
turaleza por obra del acto redentor de Cristo, el Hrjo del hombre y aves y los lirios que no se cuidan de nada «y a quienes sin embargo
de Dios? ¿Y si no una herejía del entendimiento -en este santo po- alimenta el Padre celestial» (Mt 6,26-28). Pero lo decisivo es que
co inclinado al mero «<entendimiento»», ciencia y escolástica- al en san Francisco no se puede seguir hablando de mere parábola o
menos una grave herejía del corazón? Ttene que haber muy pro- símbolo en este sentido. Si se intentase -como parece querer un su-
fundas razones para que no fuese sentida así la actitud espiritual til y competente investigadorrr- tom ar la relación de fraternidad
del santo, fundamentalmente nueva frente a todos los tiempos an- con el Sol, la Luna, el agua, el fuego, las abejas, los corderos, las
teriores. Aunque seguramente no faltó en el entorno del santo la chinches, las flores, las aves, los peces, etc., sentida y ditirámbica-
conciencia de la gran raÍeza, de la novedad y lo insólito de su acti- mente expres ada por san Francisco exclusivamente en el sentido de
tud. Tomás de Celano llega a enunciar la frase, digna de atención que acogía en su corazón al agva, por ejemplo, ((como símbolo del
palabra por palabra: «Llamaba sus hermanos a todas las criaturas,
santo sacramento de la penitencia como medio del bautismo»; a los
y de un modo y manera desusAdos, para los demás totalmente her-
dos corderitos atados por las patas que a cambio de su capa consi-
méticos, penetraba con la aguda mirada del corazón hasta lo más
guió le entregase un labrador que quería llevarlos al mercado para
hondo de cualquier criatura, como si ya hubiese entrado en la li-
que los matasen, en relación simbólica con las palabras de san Juan
bertad y la gloria de los hijos de Dios».
Bautista acerca del «Cordero de Dios que quita los pecados del
En realidad, san Francisco me parece que no tiene en esto nin-
mundo>», bien pronto se terminaria con semejante interpretación,
gtin precursor dentro de la historia entera del cristianismo en Oc-
en vista de la multitud de cosas naturales con toda seguridad no
cidente. La mística bernardina del amor y de la esposa es de una
simbólicas en este sentido a las que ((ve hasta lo más hondo con la
índole completamente distinta. En vano buscamos en ella una uni-
aguda mirada del corazón>>. También Jórgensen lo hace resaltar
ficación afectiva cósmica. En el Evangelio se encuentran cosas y
exactamente en su conocido libror2. Esto más bien es lo nuevo, lo
procesos naturales infrahumanos -hasta donde yo sé- también en
«desusado»», en la relación emocional de san Francisco con la na-
aquellos pasajes que denuncian el nobilísimo y profundísimo amor
turaleza: que las cosas y los procesos naturales cobran un sentido
ala naturalezay la purísima comprensión de ella que tenía el Sal-
expres wo propio sin relación parabólica al hombre ni en general a
vador, pero sólo citados como parábolas, parábolas de relaciones y
las cosas humanas; que también el Sol, la Luna, el viento, etc., que
lazos que existen propiamente entre el hombre y Dios u hombre
en rigor no necesitan para nada de un amor solícito o misericor-
y hombre. Ni a través de mi propia búsqueda, ni consultando insis-
dioso, son vividos y saludados por el alma como hermanos y her-
tentemente a conocedores científicos de la Biblia he logrado en-
manas; que las criaturas están referidas en metafisica coexistencia
contrar un solo pasaje que se relnonte por encima de esta naturale-
(y simplemente con inclusión del hombre) de un mo do inmediato a
za parabólica y que se refiera a una unificación afectiva cósmica
su Creador y «Padre)), como seres existentes por sí y de un valor
con una cosa natural, ni siquiera a una emoción de amor, ni menos
enteramente propio (en relación al hombre): esto es lo nuevo, lo
a un deber de amor ala naturaleza como tal, sustantivo, autóctono,
sorprendente, lo raro, lo antijudío de su actitud. Muy cierto que -y
independiente de la acción sobre el hombre o de la consideración
esto parece interesar ante todo a nuestro intérprete- a pesar de ello
del hombre (o bien a la naturaleza en relación inrnediata, no por
está san Francisco ((muy lejos de todo panteísmo»» (incluso en la
medio del hombre, con Dios). Para explicar el poder del H¡o del
hombre sobre el sábado se dice, por ejemplo (Mt 12, l1): «¿Quién I l. Cf. en D. von Hildebrand Der Geist des hl. Franciskus; cf. también en el
de vosotros será el hombre que teniendo una sola ovej a y cayéndo- mismo libro Die Wirkungen der/i"anziskanischen Geistes auf die Kunst («Los efec-
le ésta en sábado dentro de un pozo, no va y la saca? ¡Pues cuánto tos del espíritu franciscano sobre el arte»).
12. También J. Jórgensen sotiene esto en su libro Der heilige Franz von Assi-
mejor no es un hombre que una oveja!». Aquí -como muestran las si («San Francisco de Asís»).
t40 La simpafía La unificación afectiva cósmicct l4t

forma, de un color teísta todavía ffruy fuerte, propia de un Telesio, la que toma cuerpo en sus cosas, la que se ((expresa)) en sus fenó-
Campanella o Giordano Bruno). En cada cosa de la naturalezave menos y procesos. La naturaleza es un campo de expresión de esta
su alma amante una obra del invisible y espiritual Dios creador, un vida tumultuosa, una vida que toma cuerpo en todas las cosas natu-
trampolín de la naturaleza para elevarse a Dios, un escabel de los rales como manifestaciones de ella sin solución de continuidad en-
pies de ésta, una revelación de su magnificencia, un visible y audi- tre sí, y la «agudeza del corazón>> puede -mucho más que la mera
ble «gloria» al Señor y Padre. En este sentido, tampoco es para él simpatiay el amor solícito- apoderarse desde dentro de esta vida
la naturaleza objeto inrnediato de la unificación afectiva con una divina de la natnraleza.3) Dios no es sólo vivido y pensado como
vida universal desprendida del Dios espiritual, ni menos identifi- señor y creador de la naturaleza infrahumana y «padre)) sólo para el
cada con Dios (como para los panteístas del Renacimiento), sino hombre (a través de Cristo), sino también como padre bondadoso
sólo un símbolo y una parábola, como con harta claridad lo expre- de las cosas naturales, de suerte que éstas (a través de la redención
sa el Cántico de las criaturas. y la gracia de Cristo) entran igualmente en una relación cofilial con
En Francisco de Asís estamos tan lejos de la unificación afecti- é1., que en relación a nosotros, los hombres, tiene que ser natural-

va índica (o unificación en el padecer) y de la unificación afectiva mente una relació n de fraternidad . De este modo, sin embargo, san
griega (o unificación en la alegría), como de la unificación afecti- Francisco quebrantó plenamente en su núcleo mismo la exclusivis-
va del panteísmo naturalista y dinámico del Renacimiento poste- ta idea de la dotninación del hombre sobre la naturaleza, propia de
rior. Y, sin embargo, en él se ha llevado a cabo una interpretación judíos y romanos, que en el Evangelio no está superada, sino sólo
afectiva e intuitiva de la relación entre la naturaleza, el hornbre y mitigada. Más aún: cuando en cierta medida justifica, fundamenta
Dios, no sólo gradual, sino esencial y cualitativamente distinta -no y vivifica su interpretación y amor de la naturaleza frecuentemen-
comparable con nada de lo que encontramos en Occidente desde te con palabras de la Sagrada Escritura, me parece que lo que hace
los tiernpos más antiguos del cristianismo, y que está en la rnás ri- es mucho más infundir en estas palabras del evangelista un sentido
gurosa oposición a todo el anterior sentimiento de la naturaleza en más que parabólico y atribuir con frecuencia falsamente su genuina
el cristianismo prirnitivo, en la patrística e incluso en la Edad Me- unificación afectiva a los escritores evangélicos.
dia posterior-. Esto ((nuevo») es difícil de traducir en conceptos; y Pero éste es el gran misterio de san Francisco: que a pesar de
sin embargo resulta facil de ver y de sentir hasta para un niño. Tres dicha resurrección, preñada de consecuencias, de una genuina uni-
cosas me parecen esenciales: l) La cosa natural es para él,ya sim- ficación afectiva con una vida divina intuida en su unidad y que se
plemente por y en su existencia y esencia objetivas mismas, un limita a tomar cuerpo en las cosas naturales, ni la idea cristiana de
símbolo, un índice, una señal, un indicador, cuyo sentido lleva al Dios, ni el amor de Jesús y la imitatio Christi exaltada literahnente
Dios personaly espiritual. No, pues, sólo por <«interpretación» del en san Francisco -como se ha dicho con razón- hasta la <<embria-
hombre, por conocimiento del hotnbre, ni mucho menos por ((ra- guez de Jesús» (y hasta las llagas visibles), han resultado menosca-
ciocinios)) que el hombre haga; ni siquiera porque represente una bados lo rnás rnínimo en su ser-personal espiritual y acosrnístico, si-
parábola acerca de las relaciones de hornbre a hombre o del horn- no que justamente sobre la base de esta nueva unificación afectiva
bre con Dios -como en el Evangelio-. 2) La naturaleza no es con- con la vida de la naturaleza, para su tiempo de todo punto original
cebida al modo de la escolástica, como un reino de cosas y fuerzas y «desusada»), se alza en todo su rigor, asperezay ascética seque-
formales rigurosamente separadas unas de otras (san Francisco era dad de modo completamente orgánico y continuo y se hace fecun-
un enernigo jurado de la escolástica y de su doctrina de la grada- da en actos incomparables; rnás aún, dan espíritu, por decirlo así,
ción jerárquico-aristocrática de los seres), sino como una totalidad a aquella unificación afectiva.
viviente que se halla con los fenómenos visibles de la naturaleza en Si san Francisco hubiera sido teólogo y filósofo, lo que no ha
una relación análoga aproximadamente a la del todo de la fazhu- sido -felizmente para él y todavía más felizmente para nosotros-,
mana con sus distintos movimientos expresivos: es una vida divina si hubiera intentado reducir a conceptos rigurosos su visión de
La nnificación afectiva cósmica 143
t42 La simpatía

dones psíquicos del santo, tiene su indudable raíz en el movimien-


Dios y del mundo, gue se limitó a ver, vivir y a llevar a cabo, es se-
to erótico de Provenza, que toma su punto de partida de los árabes
guro que jamás hubiera resultado <<panteísta»; pero sí que habría
(según C. Burdach), y cuya emoción recibió así san Francisco con
tenido que aceptar en sus conceptos un tanto de ((panenteísmo». Lo
seguridad en su niñez y juventud antes de las ((conversiones))r3.
que habría respondido a su visión de Dios y de la naturaleza, en su
También aquí se confirma justamente que la última raiz de toda
núcleo religiosa y rigurosamente cristiana, en punto a fórmulas ra-
unificación afectiva es y será siempre el eros. El que se llamaba a
cionales, podría precisarse aproximadamente así: el acto redentor
sí mismo el <<trovador de Dios» y hasta su muerte tarureó para sí
sobrenatural de Cristo es -sin dejar de ser un hecho histórico- al
sus queridas cancioncillas francesas de trovador, y en sus relacio-
mismo tiempo un proceso milagroso de índole óntico-metafísica,
nes inefablemente delicadas con santa Clara siguió teniendo en las
eternamente reiterado en la Iglesia y sus sacramentos, empezando
manos el hilo de este pasado, incluso después de haberse vuelto el
por el sacramento de la eucaristía y el repetido encarnarse y hacer-
asceta riguroso y heroico que fue, ha logrado, con un arte psíqui-
se hombre de Dios en é1, al que tiene que corresponderse exacta-
co inconsciente e involuntario sin parangón, despojar a la gran
mente el ideal de una imitatio Christi ético-religiosa, hasta la plena
emoción histórica del movimiento provenzal, recibida temprana-
identidad de forma personal de los creyentes con Cristo. Pero a es- mente en su interior, de todo peso, de toda vinculación alatierra y
te ser y proceso sobrenatural responde al mismo tiempo de la ma- alamujer, de tal suerte que sólo subsistió, por decirlo así, su ritmo
nera más estrech a -y en esto consiste su novedad- un repetido en- libre de sensualidad y puro de materia; de modo que logró inser-
carnarse y vivir Dios Padre en la naturaleza -como una dinámica tarse en el amor acosmístico y espiritual a Dios, a Jesús y a la per-
prolongación de la creación, análoga al sacrificio de Cristo- por sona -que es naturalmente de un origen de todo punto autóctono-
obra de la cual mora en veÍdad en todas las criaturas una vida divi- en tal forma, gue esta herencia cristiana se «<vivificó» en una ca-
na, de tal suerte que, a su vez, estas criaturas pueden y deben ser pacidad de acción inaudita, en la misma medida en que aquella
consideradas por el hombre como manifestaciones expresivas de emoción provenzal se ((espiritualizó>> y cristianizó; pero además,
esta vida divina: como ((sacramentos naturales»>, por decirlo así, completamente <«funcionali zada>> y con ello desprendida de su pri-
como un simbolismo óntico-orgánico conducente a Dios Padre. Pe- mitivo objeto -la mujer-, traspasaba igualmente con su luz la na-
ro esta interpretación se produce en aquella unificasión afectiva turaleza entera, como clave psíquicay «ojos» nuevos para los mis-
con el «núcleo de las criaturas»» que el cristianismo histórico no co- terios de ella. Subsistió el ritmo -digo-; la emoción y el material
noció hasta san Francisco y que ha sido justamente lo ipsissimum de sensaciones de lo específicamente «erótico»), o sea, de la noble
de san Francisco y también la fuente de su misión social (mitiga- galanteria, de la veneración de la mujer, de la humillación viril y
ción de las oposiciones de estamento y clase y misión popular ca- caballeresca ante su delicada debilidad y su bella vinculación ala
ritativo-social, semejante, aunque en un grado mucho menor, ala naturaleza perduró en el alma de san Francisco como un arte orgá-
lucha de Buda contra el antiguo orden de castas índico); igualmen- nico de <«rendimiento»> y <«devoción»» de su centro vital y espiritual
te, de su acción sobre el arte del Trecenro (Giotto), que acabó con al núcleo de las criaturas, como devoción que da eternamente sus
todas las rigideces; del efecto indirecto, que no debe apreciarse latidos ante la vida divina en todas las criaturas.
menos de lo debido, sobre la nueva filosofía de la naturaleza y la Por consiguiente, aquí tampoco se trata de «<sublimación» -aun
ciencia natural (dinámica de la naturaleza y principios del nomina- cuando no se tome este concepto en el tosco sentido, absolutamente
lismo) que pusieron fin al rígido sistema de las formas, y que se inaceptable, de Freud'o-, de sublimación de un sentimiento de pro-
desarrollan con creciente intensidad en las escuelas franciscanas, cedencia erótica en un elevado y cristiano amor fraterno (un proceso
destruyendo finalmente la gran escolástica, aunque por desgracia
sin el genuino espíritu del maestro. 13. Cf. P. Sabatier, Vie de S. Francois d'Assise, cuyas tesis en este respecto si-
Pero ¿de dónde procede este nuevo ingrediente panenteístico de guen inconmovibles a pesar de mucha crítica barata.
14. Cf. lo que sigue.
la unificación afectiva? Prescindiendo de las irreductibles dotes y
La simpatía La uni/icación aJbctiva cósmicct t45
144

completamente imposible en general); pero tampoco se trata de la go-provenzal; asimismo, la embriaguez emocional de la naturaleza,
mera expansión de un autógeno, acosmístico y cristiano amor a Dios propia de la filosofía panteísta de la naturaleza, y el nuevo senti-
y alapersona de arraigo «sobrenatural»> en la naturaleza infrahuma- miento de la naturaleza que entra en escena con ellar6; finalmente,
na --como piensa acaso Hildebrand-. ¿Cómo concebirlo psicológica- el nuevo arte y forma del goce sexual y erótico consciente, al mis-
mente? Se trata de un singular encuentro de «eros» y «agape» (de mo tiempo, reflejo y desprendido de todo <<fin»>, pero también am-
una agape profundamente sumida en el amor Dei y el amor in Deo) pliamente independiente del estamento y lo nacional. Clara, Bea-
en un alma prístinamente santa y genial; finalmente, de una forma de triz, Laura, Fiametta, he aquí una serie de tipos femeninos que son
compenetración tan total de ambos, que representa el mayor y rnás muy característicos de las fases emocionales del Renacimiento en
sublime ejemplo de simultáneas «espintualtzación de la vida» y «vi- este respecto; que representan especialmente lo bueno y lo malo, lo
vificación del espíritu» que ha llegado a mi conocimiento. alto y lo bajo de esta gran época, pero que en conjunto no fueron
Nunca más ha vuelto a alcanzarse en la historia de Occidente posibles ni antes de ella, en la primera Edad Me dia, ni después de
una forma de las potencias simpáticas del alma como la que existió ella. [Jn creciente dualismo entre el espíritu y la vida es, en oposi-
en san Francisco. Nunca más tampoco la unidad y rotundidad de su ción a la Edad Media, el supuesto tanto de Beatriz como de Fia-
sirrrultánearepercusión en la religión, la erótica,la acción social, el metta, alavez que la base para la separación de la exaltación espi-
arte y el conocimiento. Nos encontramos más bien con que la mar- ritual y de la sensualidad refinada.
ca más general de todos los tiempos siguientes es la de que aquello 2. El protestantismo significa en nuestra cuestión ante todo
que en san Francisco está dotado de unidad se descompone en una cuatro cosas: a) eliminación de toda especie de amor al prójimo y
creciente pluralidad «de formas» del espíritu y del corazón, se es- al hombre y de amor místico objetivo al Dios del campo de los me-
cinde en diversos «movimientos)) y en diversos campo s parciales dios fundamentales de salvación; b) abolición de toda especie de
de repercusiónr5. unificación afectiva pagana con la naturaleza y, con ella, una po-
Fieles a nuestro propósito de no trazar aquí una historia, ni si- derosa intensificación de la fundamental tendencia judía y cristia-
quiera una teoría de los factores emocionales de la concepción del na arebaj ar la naturaleza al nivel de objeto excluslo del dominio v
universo, sino de aducir sólo algunos ejemplos de especies y for- del trabajo humanos; c) abolición de la espirituahzación del eros
mas de la simpatía descubiertas fenomenológicamente, vamos a por el repudio del ascetismo extramundanal y de su ideal (mon aca-
concluir indicando brevemente en qué orden se han sucedido las to); d) prosaísmo y aburguesamiento de la relación emocional en-
más simples y más claras de estas formas. Me limito a nombrarlas tre los sexos (máximo contraste con el Renacimiento).
brevemente y a precisar al mismo tiempo su lugar sistemático en la 3. La desaparición de la imagen organológica del mundo en to-
naturaleza humana. dos los sentidos por la marcha triunfal de la filosofía y la ciencia
l. Del Renacimiento proceden tres movimientos, de los cuales natural mecanicista, que hace de toda unificación afectiva una ilu-
los dos primeros todavía están en relación genética con el franscis- sión y un antropomorfismo (para Descartes incluso refiriéndose al
canismo, mientras que el tercero surge independiente al final del animal y la planta), de suerte que finalmente sólo subsiste una for-
Renacimiento y constituye, por decirlo así, la sombra necesaria de ma de simpatía surgente: la humanidad o el amor universal al hom-
laluz de los primeros. Son el platonismo erótico cristiano (Dante, bre, sobre la base de una existencia esenciahnente «social» de éste
Petrarca), igualmente muy teñido por el movimiento erótico arábi- (aislado de Dios y de la naturaleza).
Sólo tres formas y movimientos de igual orden de magnitud co-
15. Un buen material para una filosofia de la historia de estas formas del es- noce aún la historia moderna: son todos movimientos contra las
píritu occidental contienen las obras Drei Stufbn der Erotik («Tres grados de la eró-
iica»¡ de E. Lucka y, úrltirnamente, la obra tnuy diligente,, bien compuesta y digna
de loa de P. Kluckhohn, Dr¿s Problem der Liebe im I 8. Jahrundert und in der 16. Cf. sobre esto A. Biese, Geschichte des Naturge/íihls («Historia del sen-
cletfischen Romctntik (<<El problema del amor en el siglo Xvlll y en el Romanticis- timiento de la naturaleza»>) y los valiosos trabajos de Karl Joel sobre el panteísmo
mo aletnán>>), Halle 1922. dinámico del Renacirniento.
146 La simpatía

dos grandes formas de la simpatia humanitaria y del protestantis-


6
mo acabadas de nombrar. Es el movimiento romántico (también el
positivismo final de A. Comte pertenece a él), que trata de resta-
blecer a la vez la imagen organológica del mundo, la unificación Las leyes de fundamentación de la simpatia
afectiva y (con menos éxito) el amor cristiano acosmístico a Dios y
al prójimo. Es, además, el gran movimiento de resentimiento del
proletariado, que dudando de la energia activa de toda simpatia,ha-
ce de la lucha en la naturaleza (utilizando a Darwin) y entre las cla-
ses el exclusivo factor de movimiento en todo el curso de la histo-
ria. Y son los grupos de movimientos directamente actuales, que
sin lazos o con lazos con el gran movimiento de creación del Ro-
manticismo, quieren renovar la forma del corazón humano (círcu-
lo de Stefan George, Fechner, Bergson, fenomenol ogia, vitalismo, ¿Hay leyes esenciales de fundamentación entre unificación
movimientos j uveniles). afectiva, sentir lo mismo que otro, simpatía, amor al hombre, amor
acosmístico alapersonay a Dios? Creo que las hay.

l. La unificación afectiva es fundamento del sentir lo mismo que


otro

Tanto en el orden de la (intemporal) fundamentación de las fun-


ciones, como en el orden genético del desarrollo, me parece que la
unificación afectiva «fundamenta» el sentir lo mismo que otro. Tal
proposición vale sólo, sin duda, para I as .funciones afectivas, no
para los estados del sentimiento. No es, pues, que el mismo esta-
do afectivo de A, sentido también por B,haya tenido que ser con
anterioridad contenido total o parcial de una unificación afectiva,
ni menos con anterioridad inmediata. Pero resulta necesario que la
totalidad del sujeto, cuyo elemento parcial es el sentimiento senti-
do también por otro, sea accesible además a una unificación afec-
tiva por parte del mismo sujeto, que siente lo mismo o se unifica
afectivamente.La unificación afectiva no necesita en modo alguno
extenderse forzosamente también a todos los estados concretos del
sujeto dentro del cual tiene lugar, ni siquiera auna parte determi-
nada de ellos. Por consiguiente, puede ser unificación afectiva con-
creta o sólo abstracta (y esto en todos los grados). Según el caso,
puedo unificarme afectivamente con todo lo viviente, con la Hu-
manidad como un todo, con un pueblo, una familia, sin abarcar ala
veztodos los estados afectivos concretos que posee el sujeto con el
cual me unifico afectivamente. Característicos de la unificación
118 La sintpqtía Las le.t,es de filndamentación de la simpaf ict t49

af'cctiva resultan siempre: I ) su curso subconsciente, 2) su produc- mos en el rebaño, la horda y la masa, todavía una genuina unifica-
ciórr automática (no libre), 3) su inclusión subjetiva y objetiva en la ción afectiva, mientras que, por el contrario, en la ((comunidad de
csfera de la conciencia vital, rasgos todos ellos que no son válidos vida» (por ejemplo, la familia) sólo se encuentra el sentir lo mismo
para el sentir lo mismo que otro. Pero es menester que la cualidad que otro. (Los muy diversos sistemas de la venganzade sangre ape-
clcl estado que también es sentido por otro (a clara distancia del su- nas descansan ya en una genuina unificación afectiva con el com-
.jcto que es objeto del sentir lo mismo que él) se haya alcanzado al- pañero de familia, de estirpe, etc., gue es agraviado, sino en el ((sen-
gLrna vez por medio de una unificación afectiva con el género del tir lo mismo que otro>» y la «representación de los demás por uno»).
sujeto que es objeto del sentir lo mismo que él (directa o indirecta- Así, tenemos en los misterios de la antigüedad, todavía una genui-
nrente, por ejemplo, mediante una unificación con alguien que se na unificación afectiva, mientras que al contrario, en el teatro,
haya unificado afectivamente en ocasión anterior con el mismo gé- oriundo históricamente en todas partes del misterio y la liturgia,
nero), si es que ha de ser posible el sentir lo mismo que otro (que es aparecen en lugar de la unificación afectiva una empatia y un sen-
algo más distanciado). Las cualidades de los estados que son obje- tir lo mismo que otro de índole estética. (La actitud del espectador
to del sentir lo mismo que otro no necesitan en modo alguno -se- en la tragedia antigua, culto a medias todavia, debía de representar
gún se ha mostrado- haber pasado por la forma de existencia de lo una transición entre ambos tipos). Así, aparece en estadios poste-
«vivido por sí mismo)), para poder ser objeto del sentir lo mismo riores del desarrollo del hrjo, en lugar del amor materno instintivo
que otro. Pero, en la medida en que estas cualidades rebasan las y caracterizado por la unificación afectiva, el mero sentir lo mismo
cualidades de lo «vivido por sí mismo» (que naturalmente resultan que el h¡o, mientras que por el contrario el padre sólo de este sen-
aquellas que de un modo más fáctl e inmediato pueden ser objeto tir serí a capaz desde el primer molnento frente a su hUo. Estos son
del sentir lo mismo que otro), no pueden hacerse asequibles origi- sólo algunos ejemplos, que podrían aumentarse a voluntad. Análo-
nariamente por medio del sentir lo mismo que otro, sino que han de gamente, seguimos teniendo unificación afectiva, por ejernplo, en
hacerse originariamente asequibles rnediante una genutna unifica- la guerra, donde la unificación afectiva se produce con nuestro
ción afectiva. pueblo que padece y luch a, y no podemos tener ninguna unifica-
Es, por ende, una ley básica de toda evolución de los senti- ción afectiva más con el grupo ampliado, por ejemplo, con otros
mientos, tanto en el tránsito del niño al adulto, como del animal al pueblos en cuanto miembros del mismo círculo de cultura. Frente
hombre y del primitivo al civihzado, el que en el estado subdesa- a ellos existen sólo el sentir lo mismo que otro y la sirnpatía. En
rrollado encontremos todav ia unificación afectiva, mientras que en general, por todo ello, seguimos en unificación afectiva con el gru-
los estados de mayor desarrollo encontramos el sentir lo mismo po más estrecho, cuando con el más amplio sólo estamos ya en re-
que otro. Así, existe aún -corno se mostró anteriormente- en la lación por rnedio dcl scntir lo mismo que otro y, eventuahnente, de
conciencia femenina infantil, en el «<jugar a las mamás)), por ejem- la sirnp atía.
plo, una genuina unificación afectiva de la niña con la muñeca, o
de ella con la madre. En en el primer caso, se podría hablar de
unificación en el segundo, de unificación «enfórica>»,
<<ecfórica>>;
2. El senfir lo mismo que otro es.fundamento de lct simpatía
puesto que en el prirner caso se unifica el alter (la muñeca) con el
€go, en el segundo caso el ego con el alter (la madre): A:8, E--A.
La existencia de esta ley básica ha sido mostrada suficiente-
mente en lo que precede y sólo necesita ser recordada en este reslr-
Por el contrario, cuando la niña un poco mayor juega al mismo jue-
men sistemático.
go, sólo tenemos el «sentir lo mismo que otro»>. Igualmente en la
primitiva identificación con los antepasados tenemos todavía uni-
ficación afectiva, y más tarde sólo un sentir la misma vida de los
antepasados en el «piadoso)) culto de los antepasados. Así, tene-
Las leves de.fimdamentación de la simpatía I5 I
I 50 La ,simpatíu

Humanidad como sujeto de valores positivos específicos, es decir,


3. La simpatía es -fundamento del amor al hotnbre (humanitas) en su relación con el animal tanto como con lo Divino -como
quiera que por esencia en todo amor están dados también valores
La simpatia es -como se ha mostrado- en sus dos forrnas del
positivos-. El pathos del amor al hombre es un pathos absoluta-
<<sentir uno con otro»» y del «simpatizar con)) la que trae a nuestra
mente propio y específico, en el sentido de las palabras de Dios:
conciencia en el caso particular el «yo ajeno en general»> (dado an-
((pues yo he sido un hombre y esto quiere decir ser un luchador)).
tes ya como esfera), y t una conciencia de realidad igual ala rea-
En la sirnpatia aun no está dado este específico valor del hombre
lidad de nuestro propio yo. Este igual tener por real (y el juicio que
sólo en cuanto hombre. Cierto que el amor al hombre -una vez
descansa sólo en ella) es la presuposición para el movirniento del
puesto en lnovimiento por obra de una pura simpatía- puede ex-
espontáneo amor al hombre, es decir, del ((amor a un sen) mera-
tender por su parte activamente y a su gusto la esfera de las fun-
mente porque es <<hombre»>, porque tiene <<faz humana». El sentir
ciones de una genuina simp atia., dado que los círculos de los ob-
lo mismo que otro todavía no proporciona esta igual realidad, sólo jetos de posible sirnpatía se ensanchan cada vez rnás únicamente
proporciona la cualidad del estado ajeno, no su realidad. Por eso,
por obra de las experiencias que son el resultado de una activa
podernos perfectamente sentir las mismas alegrias y pesares que
ayuda a los demás, ayuda ala que conduce únicamente el antor, y
los personajes de las novelas, de las figuras ficticias de los dramas
no la sirnpatía, esencialmente pasiva. Pero esto no excluye que la
(de Fausto, de Margarita, por ejemplo) representados por el actor,
sirnpatía sea en general -como vivencia de acto intencional- ne-
pero no un genuin o simpatizar con ellos -y tal cosa mientras nos cesario fundamento de la posibilidad de que se produzca el amor
mantenemos, en general, en actitud estética y no de participación al hombre.
en la realidad, como hace al leer la colegiala-. No en vano, la sim-
patia está ligada por lelt esencial con el tener por real al sujeto con
quien se simpattza. Desaparece, pues, cuando en lugar del sujeto 4. El amor al hombre es .fundamenfo del amor acosnlistico a la
tenido por real aparece un sujeto dado como ficción, como <<ima- persona y a Dir¡s
gen». La plena superación del autoerotismo, del egocentrismo ti-
mético, del solipsismo real y del egoísmo, tiene lugar precisamen- No es necesario gastar aquí más palabras acerca de la íntima di-
te en el acto del sirnpatizar. ferencia de esencia entre el amor al hombre y el amor acosmístico
La «re alización»» emocional de la Humanidad como unidad de a la persona espiritual de todo (cualquier) prójirno en Dios, que
especie tiene, por ende, que haberse llevado a cabo ya en la simpa- apareció históricarnente por prirnera vez en el Cristianistno. He-
tia,para que sea posible el amor al hornbre en este específico sen- rnos tratado ampliamente este asunto en el ensayo El resentimiento
tido . La estrecha correspondencia de ambas cosas resulta también en la moral (<<Das Ressentiment irn Aaufban der Moralen»»). Pero,
evidente del hecho de que ni el amor al hornbre, ni la simpatía, de- hoy reconocerrros que con arreglo a nuesfia actual manera de ver
penden de previas distinciones entre los valores positivos o nega- en estas cosas fuimos demasiado lejos en varios pasajes del ensa-
tivos de los seres humanos o entre el valor de los sentimientos con yor.Nuestra tesis en aquel ensayo afirtnaba, entre otras cosas, que
los cuales se simpatiza. El genuino amor al hombre no distingue el «moderno amor al hornbre>» (humanidad, filantropía, etc.) es al-
entre compatriotas y extranjeros, el malhechor y el bueno, entre va- go que ha sido pura y exclusivamente <«esgrimido»» por «<resenti-
lor y no valor raciales, cultura e incultura, tampoco entre bien y miento»> contra el amor ala patria y el affror cristiano a la persona
mal, etc. Abarca a todos los seres humanos, exactamente como la y a Dios, o sea, que no ha sido ningún <<genuino)), <<autónotno)) mo-
simpatía, sólo porque son seres humanos, pero en específica sepa- vinriento de amor con fundamento positivo y propio en la esencia
ración respecto del animal y de Dios. Esto no excluye, sin embar-
go, que en el amor al hombre, en oposición ala simpatía (que pue- l. Reconozco hoy como esencialmente justificada en este sentido Ia crítica
hecha a mis tesis por J. Cohn.
de volverse tarnbién hacia el animal), se aprehenda también a la
t 52 La simpatía Lus let,es cle fundantentqción cle la simpatict 153

del espíritu humano, sino sólo una posición de protesta y de lucha tación está en que el específico yo vital y su sustrato real, el alma
contra el amor cristiano ala persona de Dios, por una parte, y con- vital del género hombre, ónticamente sólo es la base que condicio-
tra el alnor a la patria, por otra. Aún hoy tenemos, como entonces, na la producción en la realidad de los actos noéticos de la persona
la convicción de que la idea del amor universal al hombre con har- espiritual en el hornbre, y alavezel <<instrumento»» de este centro
ta frecuencia ha sido empleada polémicamente en este sentido a personal. Por el contrario, en cuanto al orden del darse y desarro'
base de resentimiento. También sostenemos aún hoy que el colocar llarse,las cosas son justo ala inversa, eS decir, la persona (sus ac-
el valor del amor universal al hombre por encima del amor cristia- tos noéticos puros y el sentido de estos actos) sólo pueden llegar a
no a la persona y a Dios, así como del amor a la patria, o del amor darse a otro ( por medio de la comprensión de este sentido pura-
a la nación y al hombre del propio círculo de cultura, como tam- mente espiritual) cuando por medio de la simpatiaya se ha tomado
bién el colocar el valor del utópico ((arnor al más lejano»» (Nietzsche) la actitud real del otro yo vital, o de su sustrato, igual al yo vital
por encima del «amor al prójimo»» es una obra de resentimiento que propio, y el espontáneo amor al hombre edificado sobre esto avan-
se limita a ((esgrimir» el primero (es decir, es una transformación zaltacia capas cada vez más profundas, hasta llegar al punto en que
ideológica del odio contra lo Divino, del odio contrala persona es- ernpieza el ser-persona en el hombre, por decirlo así. Para llegar a
piritual en el hombre y su posible perfección, del odio contrala pa- descubrir y hacer patente en lo que respecta al amor ala persona
tria, contra el «prójimo»»). De esta tesis no cedelnos lo rnás rníni- que sea posible en un sujeto la plenitud de centros personales espi-
mo. Pero precisamente sólo esta supraordenación del valor del rituales individuados en sí existentes en la Humanidad corno un to-
amor al hombre -mas no éste mismo según su esencia y su raiz- es do -aunque sóIo sea desde el punto de vista de su existencia- y no
una obra de resentirniento. Y no él mismo, sino sólo su «idea» pue- pasar por alto sin razón (culpablemente) a nadie, es, pues, necesa-
de, pues, ser «esgrimida» contra las mencionadas formas del arnor. rio, e incluso absolutamente indispensable, un universal amor al
El arnor al hornbre es en sí una forma de la ernoción amorosa de- hombre. Es decir, es indispensable para que ello sea así aquel amor
positada como posibilidad ideal en la esencia del hombre y que por al hombre que, fundado en la simp atia indiferente al valor, no ha-
su esencia y su dirección es positiva, tanto en lo que respecta a su ce aún diferen cia alguna de valor,, o diferencia en la preferencia
origen, como en lo que respecta a su valor. Esto no excluye gue, amorosa, entre hombre y hombre. Esto queda probado hasta la evi-
como todas las posibilidades esenciales e ideales de las emociones dencia con la contrapartida. En tanto los hombres, como posibles
amorosas del hombre, en cuanto movimiento histórico real sólo ha- objetos de amor y odio, son (antes del origen del universal amor al
ya resaltado poderoso y bien visible en lugares muy determinados hombre) divididos aún en ((amigos» y «enemigos»», libres y esclavos
de la historia, por ejernplo, dentro de la «humanidad clásica, cuyo de nacimiento (en el sentido esencial de Aristóteles, no sólo en el de
ideal fue dibujado luego por las escuelas cínicas, estoicas, epicú- la procedenci a y la sangre y de las instituciones jurídico-políticas
reas; en los movimientos humanitarios y filantrópicos de la ilustra- históricamente dadas), y en tanto estén aún moralmente sanciona-
ción occidental; en la historia de la cultura china, con la aparición dos y prescritos el amor a los arnigos, el odio a los enernigos, el res-
de la doctrina meridional de Laotsé y su amalgama con el budis- peto a los libres, el desprecio de los esclavos, sólo puede llegar a
mo; y, por últirno, en las modernas democracias del sentimiento, de darse el centro personal del otro en el caso del amigo, no del ene-
los siglos XIX y XX. migo, en el caso del libre, no del esclavo (cuya voluntad está <<en el
Reconocido esto, es ffrenester que se conceda esto otro (corno arlor)), según la certera expresión aristotélica). También el amor al
la tesis propia de este capítulo): que el amor acosmístico alaper- centro personal individual, gue es una nota esencial del amor cris-
sona y a Dios -con la idea inherente a él de la solidaridad de la tiano ala persona espiritual -cierto que colno atnor al centro per-
salvación de todas las personas espirituales finitas en Dios- está sonal individual de todo hombre- supone el amor al <<ejernplar» del
fundado en el amor universal al hombre, por lo que toca ala pasi- hombra, z diferencia rigurosa del amor universal al hombre, que se
bilidad de «originarse». La razón de ser de esta ley de fundamen- limita a abrazar a cada cual como ejemplar del género «hombre)).
La.s let,es de.fitndementación de lct simpatía 155
I 51 La simpatía

tas>> propia de los últimos profetas y de la antigüedad clásica, gue


el amor universal al hombre quien señala y limita prime-
[:s., pues,
había empezado por destruir en procesos históricos sobremanera
ro el lugar y el alcance del posible amor ala persona.
complicados el orden del amor al amigo y del odio al enemigo, del
Es en el amor espiritual a la persona donde por primera vez
respeto al libre y del desprecio al esclavo, que había sido el del an-
aparece la nueva ley esencial, según la cual, este amor -remontán-
tiguo mundo greco-romano.
dose por encima de la mera existencia dada de la persona ajena-
Como, en fin, el amor acosmístico alapersona está en una co-
originariamente ya no depende de manera exclusiva sólo de los ac-
nexión de sentido esencial y necesaria con el teísmo, es el univer-
tos espontáneos del que ama o comprende esta persona, sino tam-
sal amor a la persona una condición esencial para el amor a Dios,
bién del libre arbitrio de la persona que se trata de amar o com-
en la medida en que éste es algo más que un <<anlare Dettnt>), co-
prender espiritualmente. Las ((personas)) no pueden ser conocidas
nocido ya por Platón y Aristóteles, a saber, un <<an'tare in Deo)), Y
comprensivamente (en el llevar a cabo los mismos actos espiritua-
en el grado en que es vivido y pensado como teniendo por condi-
les que ellas), sin que ellas mismas se abran espontáneamente. ción un previo afflor de Dios al hombre3.
Pues las personas pueden también <<callar» y ocultarse. Las exte-
riorizaciones expresivas automáticas (involuntarias) en cuanto ta-
les, como fundamentos del conocimiento sólo alcanzan hasta el
contenido del específico del yo vital y anímico del hombre, pero
no hasta el conocimiento y la comprensión de los actos noéticos de
su persona. El lenguaje -pero con ello también el posible callar y
disimular- es, pues, esencial para la aprehensión del contenido de
la persona. En este sentido, la vida psíquica del animal es en prin-
cipio plenamente transparente para el hombre (como quiera que
suceda de facto), mientras que la persona espiritual del hombre no
lo es. Ésta puede cerrarse o abrirse. Pero una condición esencial
para la mera posibilidad de que se franquee es el puro amor recí-
proco al hombre, que es una consecuencia esencial del espontáneo
amor al hombre, con arreglo a la ley esencial, expuesta en otro lu-
EZt, de que <<ceteris paribus y sin especiales razones que lo 'impi-
dan', el amor engendra un amor recíproco de la misma índole>»2.
Por consiguiente, también la posible expansión de la individuación
de la person a ajena, hasta llegar a ser una individuación concreta
por obra de un libre franquearse de la otra persona, está necesaria-
mente vincul ada al universal amor a la persona sentido espontá-
neamente por el sujeto amante de la persona hacia un ser humano
determinado.
Lo que enseñan las relaciones esenciales de fundamentación no
hace sino confirmarlo la historia. El amor cristiano a la persona,
por ejemplo, sólo fue realiter posible sobre la base de la <<humani-
3. Pero sobre este punto se ha dicho ya lo necesario tanto en el citado ensayo
2. Cf . Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, en Gesam- sobre el resentimiento como también en mi libro Vt¡m ev,igen im Menschen | (<<De
ntelte Werke II (versión cast.: Éficr; nuevo ensay-o de.fundamentación de un per- lo eterno en el hornbre»»), en Gesamntelte Werke Y-
sonalismo ético, Caparrós, Madrid 200 I ).
7

La cooperación de las funciones simpáticas


(unificación afectíva, sentir 1o mismo que otro, simpatía,
amor al hombre, amor acosmístico alapersona)

Una vez obtenido -según lo hemos intentado aquí- un conoci-


miento de las fuerzas esenciales del «corazón>) como conjunto de
todos los actos y funciones emocionales intencionales y de conoci-
miento del valor; una vez apreciada la significación metafisica tan
radicalmente diversa de tales fuerzss, y habiendo mostrado por la
teoría de la cosmovisión y del ethos de qué manera el marco de le-
yes ideales a priori que encierra estas fuerzas se ha realizado his-
tóricamente -a través de los grandes movimientos históricos, en di-
versos círculos y edades de la cultura, tan pronto con la parcial
preferencia por una como por otra variedad de las fuerzas esen-
cialmente distintasr-, así, después de tener conocimiento de las le-
yes de fundamentación acabadas de lograr, es posible trazar una
imagen del «recto»» ordo amoris normativo (idealmente normativo,
no imperativamente normativo) que descansa en estas fuerzas. Se-
mejante «imagen)) es de singular importancia parala éttca y toda
suerte de ped agogia. naturalmente sólo para la formación del «co-
razón>». Aquí se ofrecen únicamente varias indicaciones sobre este
punto.
Ante todo, necesitan desarrollarse todas las fuerzas del corazón,
no sólo las de esta o aquella especie distinta, si es que ha de ganar-
se la plena humanidad idealmente posible en el hombre. Y esto, ya

l. Cf. respecto a la relación entre teoría genético-ideal e histórico-descriptiva


de las concepclones del mundo (y teoría del ethos y de la valoración estética) nues-
tro trabaj o Wot ist Weltanschauungslehre? («¿Qué es teoría de las concepciones del
mundo?»), en Gesammelte Werke YI.
t 5B La sirn¡tafíct La cooperación de las./itttciones simpáticas t59

sencillamente porque, como se ha mostrado, existe en un orden fi- existe la fundamentación del modo científico de considerar las co-
jo de fundamentación entre los actos y funciones emocionales, o sas sobre el modo vital-cósmico en la medida en gue, sin el ((sen-
sea, que la fuerza de valor más alto y, dlavez, por su esencia menos tido» y «valor)) positivo que la naturaleza sólo muestra en la unifi-
general no puede desarrollarse plenamente para los hombres si no cación afectiva vital-cósmica, no <<valdría» la pena de dominarla, y
está plenamente desarrollada la de valor más bajo, pero más gene- ya por esta razón, el intento de pensarla como dominable (ideal-
ral. Desaparecida para un individuo o para toda una época de la cul- mente) de un modo mecánico-formal sería un intento de suyo sin
tura la unificación afectiva vital-cósmica, desarrollada con gran- sentido. Por ello, todo nuevo descubrimiento científico de una re-
diosa parcialidad por indios y griegos, o sl se plensa que no es una gión del mundo empieza también históricamente por la unificación
<<real y verdadera»> fuente de conocimiento metafísico para ciertas afectiva con ella, y el ((amante»> entusiasta tiene siempre que pre-
facetas del universo existente en sí, si se la considera más bien en ceder necesariamente al ((conocedor»», según he corroborado con
su sentido y valor cognitivo como superada por la ciencia o por la ejemplos en otro luga 2
cristiandad o por la hurnanidad, entonces se cortan asimismo las Así, pues, la idea exclusivista del «sólo dominar» el hombre so-
prístinas raíces y fuentes de alimentación de todas las formas «más bre la naturaleza, oriunda históricamente del judaísffio, y que a pe-
altas»» de la vida emocional en el reino de la simpatia. sar de todos los movimientos en contra por parte del cristianismo
Se comprende que la ciencia de la naturaleza tenga que «<desac- primitivo, del franciscanismo, de Goethe, de Fechner, de Bergson,
tivar»»artificialmente la unificación afectiva vital-cósmi ca y pres- de la filosofía natural del romanticismo, resulta cada dia más un
cindir de los datos objetivos que ésta proporciona. Pero tal cosa no axioma del ethos del mundo occidental, por decirlo así, y que ha
estriba en que esta unificación afectiva no sea una justificada fuen- acabado teniendo por una de sus consecuencias la elevación del
te de participación cognoscitiva en el ser y el devenir de la natura- mecanismo y de la naturaleza al rango de lo absoluto por el mate-
leza, sino en que el principio de selección con que la ciencia de la rialismo, tiene que ser quebrantada en principio con vistas al futu-
naturaleza muerta y viva escoge los datos primitivos -entre otros ro. Tenemos que volver a aprender a mirar ala naturaleza igual que
principios de selección- es también el principio de la «fUación del Goethe, Novalis, Schopenhauer, como en el «pecho de un amigo»
fin técnico»» de lograr una imagen sirnbólica de la naturaleza que y tenemos que limitar la consideración «científic a>> mecanico-for-
hace de esta últirna algo dirigibln y dorninable- al lado de la ver- mal de ella, tan altamente necesaria para la técnica y la industria,
dad de la imagen (su coincidencia con la realidad) y dentro de los para la actividad profesional, <<artificial», del físico, el químico,
límites de esta verdad. La naturaleza dada en fenomenológica ple- etc. La educación del hombre (incluyendo la de su corazón) ha de
nitud sigue siendo, a pesar de esta manera necesaria, bien qve ar- preced eÍ a toda actitud «científico-profesional» frente a la natura-
tificial, de conducirse la ciencia, exactamente un ingente conjunto leza como un adversario que dorninar. Por tanto, tenemos que vol-
de campos de expresión de actos vital-cósmicos, dentro del cual ver a desarrollar -pedagógicamente- justo en primer término la
poseen todos los fenómenos un sentido amecánico y supramecáni- unificación afectiva vital-cósmi ca y despertarla de nuevo del sue-
co, comprensible por rnedio de la universal rnímica, pantomímica ño en que está en el hombre occidental de la sociedad de espíritu
y gramática de la expresión y que refleja las internas mociones de capitalista (con la imagen del mundo inherente por su esenua a es-
la vida universal. Esta comprensión emocional de la naturaleza y la
ciencia coexisten una junto a otra, cada una por su propio derecho, 2. Cf. M. Scheler, Vom Wesen der Phitosophie, en Vom Ewigen im Menschen
y deben ser traídas a unidad en la metafísica filosófica. Infantil y I («De lo eterno en el hombre»»), en Gesammelte Werke V (versión cast.'. La esen-
ci'a de la.filosofia ), la condición ntoral del conocer.filosófico, N9r?, Buenos Ai-
prirnitivo no es aquél que rinde acatamiento ala unificación afecti- res 31966) y «Liebe und Erkenntnis», publicado dentro del texto titulado Moralia.
va vital-cósmica como genLtina fuente de participación en el ser, si- en Gesammelte WerkeYI,lT-98 (versión cast.'. Amor y cot'tocimiento, Sur, Buenos
no aquél que esgrime esta unificación y la ciencia una contra otra Aires 1960), en Krieg und AuJbau («Guerra y reconstrucción»), 1922 (publicado
en «Nation und Weltánschauung»», ««Nación y cosmovisión»,, en Gesammehe Wer-
(con <<pueril» igrrorancia de sus esenciales límites). Mas si aún ke Yl, I 58- I 86).
t60 La simpatía La cooperación de las./unciones simpáticas 161

te espíritu: un universo de cantidades susceptibles de movimiento). sitivo, aunque no más alto, sino más bajo, pero necesanamentefun-
Hay que sacudir resuelta y totalmente el enorme error de creer que damental, de los valores vitales, con respecto a los valores espiri-
toda unificación afectiva vital-cósmica se reduce a una empatía de tuales de la cultura3. No en vano, es en conclusión una vida y un
específicos sentimientos humanos «<dentro»» del animal, de la planta, valor de la vida el que abarca todo lo viviente. Con necesidad ba-
de lo inorgánico, es decir, a mero <«antropomorfismo)), o sea, en prin- sada en leyes esenciales, no puede el retroceso de la unificación
cipio a un engaño acerca de la realidad. Más bien, es el hombre, en afectiva vital-cósmica dejar de concluir dañando también al amor
cuanto «microcosmos)), un ente, pues, que lleva en sí realidades de al hombre y ala simpatiahacta el hombre en cuanto hombre, al me-
todas las especies esenciales del ser, él mismo es cosmomórfico,y en nos, hasta donde se refieren al bienestar vital del hombre y al bien-
cuanto ente cosmomórfico, posee también fuentes de conocimiento estar de los grupos vitales específicos (comunidades de vida) entre
paru todo lo que contiene la esencia del cosmos. Prescindiendo de los hombres, en primer lugar de la familia. La misma dominación
los modelos en esto, gue poseemos en los movimientos del espíritu de la naturalezay la <«ciencia»», que está al servicio de esta domi-
occidental de este tipo y que han sido ya varias veces mencionados, nación, result an sin sentido cuando la aplicación de la última a la
se trata especialmente también aquí de promover poco a poco una técnica y la industria no se orienta hacia el hombre como fin, y ha-
mutua compenetración del ethos asiático (en particular, del índico) y cia el hombre incluso meramente en cuanto ente vital. Sólo el cre-
del occidental, en el sentido de que Asia aprenda a desarrollar el cimiento de los bienes de valor espiritual de la cultura y la forma-
amor acosmístico de Occidente ala persona en Dios y la humanitas, ción espiritual de la persona en el hombre, y los bienes religiosos y
y cada uno de nosotros, los occidentales, aprendamos a desarrollar sagrados, pueden en virtud de un derecho autóctono servirse del
en nosotros mismos la unificación afectiva vital-cósmica. hombre corno ente vital, para crecer incluso a costa suya. Los bie-
Pero si falta esta unificación afectiva de los hombres con la na- nes de lo útil y lo agradable no deben hacerlo nunca jamás. Están,
turaleza entera, quedaalmenos el hombre arrancado a su grande y en efecto, subordinados ya a los meros valores vitales del hombre.
eterna madre en una forma que no responde a su humana esencia. Así, impera una grande y terrible lógica -terrible en su férreo en-
Para dicho ethos, parecerán adecuados el amor y el cuidado frente cadenamiento- en la moderna decadencia de la historia occidental
al animal y la planta sólo en la medida en que la rude za o la cruel- desde el fin de la edad de la humanidad la propia idea de humani-
dad manifestada contra ellos pudiera exteriorizarse también contra dad de ésta ha sido un tardío destello de las épocas de unificación
el hombre. No se concede que tenga un val or propio el amor a la afectiva vital-cósmica y de una visión orgánica del mundo. Princi-
planta fundado en la unificación afectiva con su impulso vital, ni palmente han tenido que caer bajo las ruedas del rígido carro de la
un valor propio el amor al animal fundado en la unificación afec- clthzación utilitaria la mujer -y en particular la mujer femenina-
tiva con su vida y el simpatizar con sus sentimientos. Por tanto, no y el niño -en particular el niño infantil-, es decir, los seres que más
resulta asombroso que este ((amor al hombre»», arrancado a toda enlazan aún al <<homo sapiens>> con la naturaleza. El niño no está
unificación afectiva cósmica, se revele caprichosamente destructor sólo ahí «para)) convertirse en adulto, sino que la niñe z tiene un va-
contra la naturalezaorgánica entera, como ha sucedido en el indus-
lor propio insustituible. El destino del adulto está prefigurado en la
trialismo de la edad capitalista, especialmente del alto capitalismo, vivencia de la niñez.Lamujerno está sólo ahí para los fines de una
asolador y destructor de la naturaleza orgánica, con espanto de to-
civtlización intelectual hiperviril, como servidora y preparadora de
las arbitrarias actividades de la naturaleza del varón y su propen-
dos los conocedores de aquello de que se trataba. Ni tampoco re-
sión a sobreestimar la productividad, sino que en la fuerza de uni-
sulta asombroso que ya no se reconozca, igualmente, el rango más
ficación afectiva que le es peculiar por obra de su innato instinto
alto de los <<valores vitales>» (también como valores vitales huma-
nos) con respecto al máximo, incluso, de los valores de productivi- 3. Cf. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik,
dad y utilidad (producción de una provisión máxima de bienes en Gesantmelte Werke II (versión cast.: Éilrot nuevo ensayo de.fitndamentación de
materiales de la civilización); ni tampoco se reconoce el valor po- un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001).
l(t2 La simpatía La c'ooperetción de los .fitnciones situpáticcts tó3

maternal y que rebasa con mucho su función biológica encierra un En el desarrollo de la facultad de unificación afectiva vital-cós-
valor propio y un puro valor de ser-que determina ceteris paribus rnica desempeña un papel decisivo la unificación afectiva con la
un natural <«derecho» sobre el h¡o-. Tan sólo la mujer como ente corriente de la vida universal, que despiertay tiene lugar ante to-
de cultura y como guardiana de bienes religiosos (en especial la do recíprocamente entre los seres humanos como unidades vita-
«monja)) en el amplio sentido del término) puede y debe renunciar les . Parece ser j ustamente un a regla (no comprensible ya por otra
«libremente>» a este <<derecho natural>» y pretensión, es decir, no cosa que por sí misrna) el que tampoco la actuali zactón de la fa-
forzada por puras circunstancias económicas y las llamadas ((nece- cultad de unificación afectiva cósmica puede tener lugar directa-
sidades»» de la civilización utilitariay de su «progreso)). En general, nrente frente a la naturaleza extrahumana, sino que está ligada
deben y pueden sacrificarse la vida y los valores vitales de toda in- como a un término intermediario a la unificación afectiva de
dole, primero, para valores vitales de una vida más noble; segundo, hombre con hombre cuyas principales formas hemos descrito an-
para valores puramente espirituales y religiosos y sus bienes. Sin teriormente . La puerta de entrada ala unificación afectiva con la
embargo, nunca debe realizarse semejante sacrificio a favor de va- vida cósrnica es la vida cósrnica allí donde más cercanay afin es
lores de utilidad, ni siquiera a favor de la «<ciencia»», en la medida al ser human o: en el otro ser humano. A quien no haya conocido
en que la ciencia está a su vez sometida al principio del fin técnico. nunca -es indiferente cómo- la embriaguez dionisíaca de la uni-
Hay el «mártir»» de la filosofia como de la <<gaya ciencia» y el már- ficación afectiva entre ser humano y ser hulllano le estará por
tir de la fe, que con razón despiertan admiración. Los mártires de la siempre cerrado el lado dinámico de la naturaleza (la natura na-
<<ciencia»» no son sublimes, sino cómicos. turans, efl oposición a la natura naturata, con la cual se ocupa
solamente la ciencia natural y el conocimiento simbólico de la
Dondequiera que vuelva a estar viviente el movimiento de la naturaleza).
unificación afectiva cósmica, a él se adherirán de suyo determina- Cientos de veces -pero, ni de lejos todavía con exactitud y rigor
dos movimientos prácticos, por ejemplo, de protección a los ani-
suficiente- se ha descrito la profunda alteración, incluso la sustitu-
males, contra la vivisección, de protección a las plantas y de con-
ción de la irnagen de la naturaleza y del mundo, alteración que se
servación de los bosques y protección de los «paisajes)) (es decir,
produce con las.fases periódicas del crecimienfo ),el envejecimien-
de ciertas unidades de expresión de la naturaleza); y estos movi-
f o del hornbre como ser vivo. Poseemos considerables indicios de
mientos se encuentran unidos por leyes esenciales con todos aque-
una fenomenología de la infantil imagen del rnundo y del alma, ya
llos movimientos político-sociales que también dentro del círculo
de lo humano exigen la decidida real tzactón del axioma ético que glés Bertrand Russell, que en sus Prirtcipla.s of soc'ial reconsÍntction (61920), ca-
afirma la solicitud por las condiciones de una reproducción y lo pítulo cuarto, titulado «Propicdad»» (vcrsión cast.: Princi¡tio,s de rec'ottstt'ttcci(tn so-
más favorable de la especie hurnana, del desarrollo vital de los pue- c'iul., Espasa, Madrid 1975), la enuncia así: «Sólo quisiera mostrar cómo la adora-
ción del dinero es tanto la consecuencia como la causa de una disrninución de la
blos y de la conservación de su bienestar vital, o sea, de la salud de ftterza vital y cómo podrían ser modificadas nuestras instituciones para aminorar
la ruza y del pueblo, e n sentido físico y psíquico, de la conserva- la adoración por el dinero y elevar la tuerza vital general»». Y poco después: «Las
ción de la familia, de la protección ala mujer y al niño -y todo lo exigencias de la naturaleza no valen nada en comparación con el dinero. No es vis-
to como singular dureza el que una mujer reciba por única experiencia amorosa las
demás que pueda entrar en cuenta aquí- ha de tener prioridad in- prudentes y lirnitadas atenciones de un hombre que perdió su capacidad para las
condicionalmente frente ala preocupación por una máxima provi- pasiones en los años de una prudente continencia o de bajas relaciones con rnuje-
sión de bienes materiales y rique za. Toda inversión de este orden res que no respetaba. La mujer misma ignora que es una dureza. Pues también a
ella se le enseñó prudencia, por temor a descender en la escala social, y desde su
de valores descansa en un resentimiento de los vitalmente ineptos y más temprana juventud se le imprimió la idea de que los sentimientos fuertes no
representa un ethos corrompidoa. son convenientes para una mujer joven. Así se unen ambos para ir por la vida con
pleno desconocinliento de todo lo que merece saberse. Sus abuelos fueron retraí-
4. Fue para mí una alegría haber encontrado esta idea, desarrollada amplia- dos de las pasiones por el temor al fuego del infierno, pero ellos lo son por el más
mente en mi ensayo sobre el resentimiento, en el eminente filósofo y sociólogo in- pavoroso miedo de desempeñar en el mundo un papel inferior».
tó4 La simpatía La cooperación de las.funciones sirupaticas t6s

nrucho menos de una fenomenología de la fase de la pubertaü y A quien por necia gazmoñería o cualquier otra razón, descono-
casi nada serio de la fenomenología de las edades posteriores de la ciese que en el acto sexual por amor se abre para el hombre civili-
vida y de la senectud. zado, sin duda no un conocimiento, pero sí una fuente de materia
Ya con la fase de la pubertad empieza una alteración de la ima- para un conocimiento posible -de índole metafisica-, que o no es
gcn de la naturaleza que se puede llamar una súbita vivificación de reemplazable en general para é1, o lo es sólo muy deficientemente
todos los fenómenos naturales. Éstos cobran un nuevo e intenso (a saber, por las vivencias de las masas), y quien desconociese que
carácter expresivo . La naturaleza misma parece dar respuesta a los en él se halla como vivenc ta la clave natural para toda unificación
amorfamente caóticos anhelos que con cambiantes modalidades afectiva vital-cósmica, le negarí a la seriedad necesaria que merece
ernpiezan a agitarse ahora en el niño . La naturaleza se torna como esta cuestión. Sin duda, no en el «impulso sexual)), que sólo repre-
llena de mil fuerzas dinámicas que provocan ora una angustia des- senta la técnica del eros en los «<animales»» bisexuados, pero sí en el
conocida antes, ora un entusiasmo que era igualmente desconocido <<eros>> está el «foco» (como dice felizmente Schopenhauer) de to-
y parece ((nuevo)). Tampoco aquí resulta en absoluto significativa do impulso vital también del hombre -impulso que muy falsamen-
la teoría de la unificación por empatí a, tan poco significativa como te Schopenhauer identifica con una «<voluntad ciega»-, pero en su
para poder comprender el animismo prehistórico de los primitivos. «<metafisica del amor sexual» sólo tiene indudablemente en el pun-
No se trata sólo de un nuevo modo de vivir la naturaleza, se trata to indicado. Este <<foco») no está en el apetito, el hambre y la sed,
también de un vivir una nueva naturaleza. Resalta plenamente por como pensaba Marx, ni tampoco en el impulso de poder y domina-
primera vez el lado dinámico de la naturaleza, es decir, todo ((na- ción, como pensaba Nietzsche.
cer)), ((crecer>>, <<formar)) en oposición ala existencia acabada en el Y así, pues, decimos: a la idea del acto sexual tiene que serle
tiempo y el espacio. Edades enteras pueden ostentar este sello, por devuelta esta signficación metaJísica que le corresponde, de la
ejemplo, los primeros tiempos del renacimiento, gue en una elo- cual ha sido privada solamente por un pequeño grupo de la historia
cuente, pero todavía ni con mucho suficiente caracterización por su de Occidente, pero que le ha atribuido el coro acorde del resto en-
esencia erótica, ha llamado certeramente W. Sombart la «edad de la tero de la Humanidad culta. Esta significación y este sentido le co-
pubertad» del moderno amor sexual occidentals. Este rasgo se ha- rresponden prescindiendo totalmente del placer sexual, gue es su
lla en dicho tiempo ligado del modo más estrecho con la germi- incentivo fenómeno concomitante en la conciencia, pero también
nación del nuevo sentimiento hacia la naturaleza según nos lo ha prescindiendo no menos totalmente del sentido finalista, biológico
descrito tan finamente Jakob Burckhardt en su Cultura del Rena- objetivo, de la reproducción, y mucho más del designio subjetivo
cimiento, indirectamente con la aparición de las nuevas filosofías de engendrar y de conservar, aumentar o mejorar cualitativamente
naturales de Nicolás de Cusa, G. Bruno, Campanella, Vico, Tele- la Humanidad. El verdadero principio destructor de la recta regu-
sio. Mas, pubertad significa una preparación de aquella unifica- lación de las relaciones sexuales y de la reproducción cuantit atla
ción afectiva entre seres humanos dentro de la unidad de la vida y cualitativa en el moderno Occidente, el punto de partida de todos
universal que con arreglo a la causalidad del desarrollo biológico los errores y todos los extravíos en estas cosas, es, para nosotros,
tiene su natural fin y término en el acto sexual por amor; es decir, la degradación metafisica del acto sexual que estriba en una alter-
en el único caso de normal unificación afectiva recíprocamente hu- nativa que estableció aquí por primera vez la moral finalista del
mana con la vida universal que anteriormente pudimos encontrar. primitivo judaísffio, que por desgracia ni siquiera el cristianismo
Y aquí nos hallamos, de hecho, a la puerta de toda unificación histórico eclesiástico y no eclesiástico, ha sacudido sino sólo defi-
afectiva también en el cosmos y con el cosmos. cientemente de todos los matices, y que con la evolución que ha
traído al matrimonio burgués y ala burguesa prostitución no ha si-
5. Cuando se trata de una edad es siempre la ((nueva generación» (un con-
cepto vital), el sujeto de estas nuevas actitudes afectivas. Cf. W. Sombart, Luxus do ya nunca revisada. La alternativa del primitivo judaísmo dice: la
und Kapitalismus (versión cast.: Lujo v ca¡titalismo, Alianza. Madrid 1979). esencia del acto sexual reside en suy'n, y este fin o es la reproduc-
166 La simpatía La cooperación de las funciones simpáticas t67

ción o es el placer sexual. Ahora bien, efl primer lugaq la <<esencia»» ta- de aquella profundidad y embriagadora potencia que contribu-
de ninguna cosa reside en su «firu» .Laesencia del castigo, por ejem- ye aproducir el genuino sentimiento de pasión y unificación. Si el
plo, que es la expiación, no tiene nada que ver con el fin para la placer sexual es fin de la intención idiopátrcamente , falta en todo
consecución del cual puede ser empleado el castigo, por ejemplo, caso de manera total y absoluta el fenómeno de la fusión y unifi-
la protección y defensa de la socied ad la intimidación, la correc- cación afectiva: la pareja se convierte en medio de un goce autoe-
ción, etc. Ya por esto sólo es tal concepción errónea. En segundo rótico. Mas la generación tampoco <<debe» ser el <<fin». Esto es así,
lugar, el acto sexual en cuanto tal no pertenece a las llamadas ac- ya por la simple razón de que usar a otro ser humano como medio
ciones teleológicas, sino que representa una acción expresiva, en para un fin es en esta esfera doblemente inmoral. Y además por-
nada esencialmente distinta de las variadas acciones expresivas de eue , en primer lugar, el término objetivo natural (no «fin») del ac-
la ternura y del amor, como el beso,la caricia, etc. El acto sexual to sexual no está por su esen cia a la disposición de posibles inten-
en los animales aún está esencialmente determinado por el instin- ciones, pero, en segundo lugar, el fin natural se alcanza de un modo
to y se produce autom áticamente dadas ciertas combinaciones típi- tanto mejor cualitativamente, cuanto más la elección, guiada por el
cas de estímulos, además de estar ligado con un ritmo cronológico amor, de la pareja determina -ceteris paribus- la dirección del ac-
al curso de las estaciones por las épocas de celo; en el hombre el to sexual y el amor encuentra en éste simple expresión, es decir,
acto sexual mismo no se ha convertido en arbitrario -lo que es esen- cuanto la generación resulta ser menos subjetivamente intencionada
cialmente imposible-, sino sólo la admisión o no admisión espiri- como fin. El acto sexual sigue aquí la regla absolutamente general
tualmente voluntaria de que éste tenga lugar. Por esta razón, todo según la cual todos los movimientos expresivos automáticos, y no
intento de convertirlo en voluntario e intencionado, más aún, ya to- menos todas las acciones instintivas, no son favorecidos en la con-
da suerte de atención voluntaria más intensa a las manipulaciones secución de su término natural objetivo, sino destruidos y desvia-
necesarias en é1, impiden, como se sabe, su producción, dañando la dos de su verdadero término natural, por la intención espiritual
potencia psíquica para llevarlo a cabo. También el ritmo natural se subjetiva del «querer)), incluso ya de la atención. Pero todavía más
ha borrado muy considerablemente en el hombre, aunque no aboli- decisivo es lo ya mencionado: que la producción de seres humanos
do por completo, como han mostrado las investigaciones sobre rit- por los seres humanos, en el sentido de un fin de la voluntad, es un
mos de la vida hechas por Fliess, Swoboda y otros. En particular, y completo contrasentido por tres razones. Primero, porque ya la
debido ya a la producción y destrucción mensual del huevo y en concepción, tanto más el parto del fruto en sentido positivo, no es-
virtud de su esencia entera más profundamente vinculada ala mar- tán en absoluto a merced del hombre. Tan sólo la posibilidad de im-
cha de la naturaleza, la mujer sigue ligada a este ritmo con mucha pedir estos procesos naturales está sometida a la voluntad y la con-
rnás fuerza que el varón, más voluntario, más consciente, más ale- ciencia. Segundo, porque el hombre ni siquiera corporalmente es
jado de la naturaleza. Esta naturaleza esencial del acto sexual tam- un simple efecto de sus padres, sino que -prescindiendo de los va-
poco caduca en el hombre, de forma natural, por el hecho de que la lores y disvalores que le son transmitidos en la herencia directa e
acción expresiva, en sí instintiva y autom ática, de dicho acto se- indirectay que tienen sus raíces causales en la cadena entera de los
xual, puede presentarse en é1, que tiene un espíritu y una voluntad antepasados- debe en último término y metafísicamente su exis-
como un todo al servicio de «fines)) elegidos deliberadamente. De tencia, como todo organismo, a un acto creador de la vida univer-
igual manera, el actor, por ejemplo, pone movimientos expresivos sal, a un acto para la existencia del cualla acción de engendrar y
automáticos al servicio del «fin» de la representación artística. todos los procesos anejos a ella se limitan a ser las causas ocasio-
También el placer sexual y la generación pueden ser estos fines, nales fisicas . La concepción del organismo como un <«Estado celu-
aunque en modo alguno «deben» serlo éticamente. El «placer se- lar»» ha conducido también aquí a un profundo error. Cada ser hu-
xual»» no debe ser fin de la intención, antes sólo como fenómeno mano es, también corporalmente, un «individuo» absolutamente
concomitante de la expresión amorosa -y no como propósito y me- nuevo, original, que sólo en el sentido de una consideración esta-
I (t8 La simpatía La cooperación de las funciones simpáticas t69

rlística , y a causa del sustrato material que es el cuerpo humano, la casa, corte , riqueza, esto es, de un nuevo <<servidon» de cosas
presenta los mismos órganos y procesos que otro ser humano. Es la -de un nuevo ser humano para su administración, trastroca las ta-
gallina quien es antes que el huevo, el todo antes que laparte. Este blas de los valores faltando a la más mínima decencia incluso to-
producto en cada caso original de la vida universal, respecto al davía más que el mero hedonista que al menos busca algo tan huma-
cual la generación por medio de dos sexos sólo representa unatéc- no como el placer-, también estos actos vacíos de amor ((conservan))
nica de la naturaleza, este producto del eros creador de cuerpos vi- no menos bien la especie; ((conservan)) la especie como ((material
vos y de vida, de la verdadera ((vida» en el universo, está comple- humano» para el comercio, la industria, la guerra, etc. Pero se li-
tamente fuera del alcance del ((querer)) humano, incluso de una mitan areproducir, mientras que el amor produce.Pues el amor se-
simple causalidad por obra de los seres humanos en general. Siem- xual no es ninguna otra cosa que aprehensión emocional de valores
pre resulta el h¡o un presente de la gran potencia natural del eros en forma de anticipación de las posibilidades más favorables para
mismo y de su sublime y jocundo juego demoníaco. Pero, después la elevación cualitativa de la humanidad. Es, por decirlo así, pro-
de todo lo dicho, sí tenemos que admitir que la mutua unificación yecto emocional de «posibles» seres humanos, que como entes vi-
afectiva con el fondo y el medio común de la vida universal misma tales son «mejores)) que aquellos que sólo <<fueron»». Pues es ya una
es sólo el verdadero y completo correlato de conciencia psíquico anticipativa toma de contacto con el eros mismo de la vida univer-
del acto óntico-metafísico de elevar un nuevo individuo corporal sal, que siempre aspira y tiende a producir algo nuevo y mejor y
de las profundidades metafisicas de la vida. En efecto, esta secreta más bello que lo que «<fue»>.
participación instintiva de los progenitores humanos en tal tenden- El amor es siempre y en todas partes movimiento creador de
cia protocreadora de la vida universal es lo que en el acto sexual valores, no reproductor de valores. Lo es también allí donde se tra-
humano y a través de él se pone en trance de manifestarse en un ta de la producción o la mera reproducción del hombre como suje-
nuevo producto (dentro de la esfera del mundo inorgánico terrá- to y autor de toda historia. También allí donde el amor resulta de
queo),lo que se da a conocer conscientemente y se hace saber en el hecho infecundo -por las más variadas razones, como muerte, de-
sentimiento de unificación y fusión, en la inmersión fenoménica de sobediencia de los mecanismos materiales a cuyo funcionamiento
ambas partes en la gran madre primitiva de todo lo viviente y su está enlazada la concepción y el alumbramiento del hrjo, enferme-
purpúrea noche. Es un misterioso entrar en contacto con la vida da{ etc.-, por lo menos fue bello y nobl e esfuerzo por llegar al ser
universal misma, que tiende a producir ónticamente, los dos que humano vital mejor.
afectivamente se unifican. El amor en cuanto tal, como pura función, jamás yerra ni jamás
¿Y qué es entonces el amor sexual que arrastra a ambos sexos se engafia-si el hombre no se engaña acerca de su existencia, o de
uno hacia otro y que encuentra justamente su expresión definida en su autenticidad, o de su objeto-. Ni siquierayerra ni engaña allí don-
el acto sexual? Seguramente no es -como,ensaba Schopenhauer- de, en el sentido de los profundos, pero muy parciales Fragmentos
una emoción con la que el «genio de la especie» obliga como un sobre el amor,, de J. Simmel, quisiera existir por y para sí mismo
látigo a llevar a cabo la oscura y discutida obra de la mera repro- como «sentimiento puro)) y se limita a utthzar inteligentemente la
ducción6. Pues ¿qué sería una mera conservación de la especie sin diferencia biológica de los sexos y sus automáticas tensiones para
su elevación y ennoblecimiento? Y ¿por qué habría necesitado del existir por y para sí y resplandecer en las almas. Pues aquí se limi-
amor sexual, a diferencia del mero impulso sexual , para cuidar me- ta a haber caído en una «situación» terrena, efl una combinación,
ramente de la conservación de la especie? También el acto del he- por ejemplo, con una tendencia racial vitalmente decadente que le
donista que persigue el idiopático placer sexual y el archiburgués manda ser infecundo justo porque en cuanto amor quiere el ser hu-
acto sexual que en el lecho conyugal se acuerda del «heredero»> de mano «mejor)), y -como es imposible en este caso- siquiera como
pura «anticipación» sigue al menos impidiendo y deteniendo a los
6. Cf. A. Schopenhauer, Metaphl,sik der Geschlechtsliebe («Metafisica del
amor sexual»). hombres para que no se limiten a ((reproducirse)), es decir, a pro-
t70 La sintpatía Lu cooperación de las .funciones simpáticas t7t

longar la vida de su disvalor racial hasta las lejanías de la Humani- unirse a veces con él la amistad e incluso el amor metafísico a la
dad futura. Pero, tenemos que rechazar convertir este ((caso)) nega- persona individual. Pero como función psíquica vital jamás podrá
tivo -que sólo es un ((caso límite»» del amor-, efl norma, como ha- llegar a ser el amor sexual un valor propio supravital al que estu-
ce Simmel, en lugar de la excepción límite que confirma nuestra viera dado y fuese lícito tomar a su servicio la totalidad de la vida.
regla. La idea de Simmel, de que así como el arte, el conocimien- Lo único que puede llegar a ser, incluso en su más alta forma con-
to, el derecho, surgieron originariamente tan sólo de exigencias e cebible, es la más fina flor y la verdadera cima, la culminación, la
impulsos vitales y han permanecido durante siglos a su servicio (en corona de la vida del hombre en cuanto ente vital. Mas esto sólo
sentido objetivo), pero que luego, mediante un «giro», la vida y sus basta para rechazar con rigurosa certidumbre la opinión muy bur-
energías, a la inversa, han entrado al servicio de estos valores espi- geoise de que al amor sexual pueda ((ser puesto»» al servicio de la
rituales (por ellos mismos), así también el amor sexual, en el curso vida práctica, de la sociedad, del Estado (en la guerra) y hasta de la
de la evolución, y sin exceptuar el beso ni el acto sexual, estaba ori- economía, de la nación, y no sé de qué más todavía, según admiten
ginariamente al servicio objetivo de la reproducción, mas luego se las más de las veces con tan enorme ingenuidad los políticos ((na-
ha emancipado hasta adquirir un valor propio y coloc ar la vida a su cionalistas»» partidarios del aumento de la población. Támbién bas-
servicio, es una idea demasiado simple y demasiado «ingeniosa» ta para refutar la tesis de que pueda ser puesto subjetivamente al
para ser también verdad era. Esta idea ha sido a su vez defendida servicio de la reproducción (como incentivo para que se entre en el
viceversa por representantes de la llamada racionalización de la negocio tan sumamente sin importancia de una nueva repetición de
voluntad de reproducción, por ejemplo, H. Grotjahn. Pero estas seres humanos del mismo valor), o quepa representárselo simple-
analogías -tanto las más profundas de Simmel como las más su- mente puesto en sentido objetivo al servicio de esta mera repro-
perficiales de Grotjahn- carecen de un sentido justificado. Contra ducción. Pues aunque el genuino amor sexual sólo sea la más fina
Simmel hay que decir que en general en la última fase de su «filo- flor y la cima de la vida vital, no puede sacrificársele -dado el ca-
sofía de la vida» (que le ha sido sugerida por Bergson) desconoce so- para que en posibles actos de generación y relaciones sexuales
por completo la originalidad del espíritu y de sus correlatos de ob- sin él venga al mundo tan sólo una mayor cantidad de seres huma-
jeto, de sentido y de valor. No es precisamente exacto que el arte nos . La cima cualitativa de la vida orgánica no puede estar al ser-
puro, el conocimiento puro (esto es, el filosófico, no el científico vicio de acumulaciones solamente cuantitativas de la vida humana.
positivo), el derecho, las normas morales de validez universal, ni El amor como suma manifestación de la vida no debe sacrificarse
tampoco el «destino>» <<individual» hayan brotado nunca de la «vi- al poder, al honor, ala utilidaü a la riqueza (así como el valor de
da»», ni que hayan sido cultivados y producidos para servir a las ne- satisfacción del amor tampoco puede sacrificarse ala «salud>>, ala
cesidades e impulsos orgánicos de todos, como afirma Simmel. Lo «prosperidad nacional»), y tampoco puede sacrificarse al mero au-
que sí puede haberse venido aboliendo crecientemente son la limi- mento del número de los seres humanos. Más bien podría decirse
tación originaria de la expansión del espíritu, la angostura de sus que el sentido y el valor vitales de la mera reproducción implican
correlatos de sentido y de valor debido a los impulsos vitales y a las ya siempre el que el rnayor número posible de seres humanos en-
necesidades que le dirigen al proponerse sus metas (en las distintas cuentren la posible cima de su vida en la vivencia del amor sexual,
fases de la evolución humana). Pero siempre y en todas partes los y no que este amor exista para la mera reproducción.
actos espirituales han sido originales 1t han tenido sus propias leyes, La mera reproducción como la constante repetición de seres hu-
y sus correlatos de valor y de sentido han estado ensalzados y ele- manos del mismo valor no puede ser, por ende, el término natural
vados por encima de toda vida y de su sentido y sus valores. Por el del genuino amor sexual , yd que paru llegar a este término basta
contrario, el amor sexual, aun en sus más nobles y más puras ma- plenamente el mero impulso sexual e impulso de reproducción (in-
nifestaciones, pertenece radical e indeclinablemente ala esfera vi- cluso sin elección de ninguna especie). Mas el amor sexual mismo
tal del hombre -a la interna y a la externa-, aun cuando pueda no es ningún mixtum compositum de impulso sexual y amistad es-
172 La simpatía La cooperación de las funciones sintpáticas t73

piritual, respeto y otros modos de comportarse espirituales emo- diatamente por obra del genuino amor sexual en un objeto, única-
cionalmente afirmativos, sino que es una especie del amor ele- mente es conducido y arrastrado acá y allá por una actividad espi-
mental, indivisible, genuina y vital, con una dirección hacia un ti- ritual, por la unión con veleidades culturales, artísticas, científicas,
po, gue representa la norm a racial individuada para cada ente, el con relaciones sociales superficiales, etc. El amante ((romántico»
ideal racial correspondiente al destino. El gran error de la filosofia en el fondo sólo es hasta cierto punto un «amigo sensual». Siempre
sensualista-naturalista de Schopenhauer y S. Freud, ala que Sim- le falta, por ende, el elemental empuje y veracidad de la pasión
mel se opone con plena ruzón en esto, consiste en ver en el amor amorosa. Jamás se ata con esa instintiva exclusividad que produce
sexual sólo una secundaria, volátil y fantástica superestructura pa- el genuino amor sexual. Tiene constantemente muchas <<liaisons>>
ra el masivo impulso sexual originada únicamente por la represión que con una mezcla sui generis de espíritu y sensualidad pueden
del impulso; no una elemental función emocional del alma vital desplegarse pasajeramente en los ((momentos felices» de los que
que diferencia valores y elige entre ellos, sino un mero producto de nuestros románticos tienen tanto que contar y que encarecen tan gra-
inhibiciones de impulso y una transformación espiritual de estas vemente. Añádase que para el tipo romántico sólo se da el <«amon)
inhibiciones. Y justo aquí esta filosofia «cínica)) se encuentra de un bajo la forma del anhelo, de suerte que con la satisfacción en el ac-
modo singular con la vieja y falsa moral sacerdotal, que igualmen- to sexual -si no lo elude ya desde el principio- no queda lleno ni
te trata de reb ajar todo lo posible el amor sexual al rango inferior crece, sino gue, antes bien, las más de las veces se disuelve y desa-
del mero impulso y del apetito de placer libidinoso: en parte por parece. El «alejamiento)), como medio de hacer posible el anhelo
resentimiento estamental, que rebaja aquello a que tiene que re- orgiástico, es justamente constitutivo las más de las veces de este
((amor romántico». Pues bien, es este pseudo-amor romántico el
nunciar uno mismo; en parte por inquietud ante la posible pertur-
bación del mero negocio de la reproducción (que en pro del poder que resulta de hecho muy bien «explicado» por la doctrina de Scho-
y extensión de su iglesia es para los sacerdotes de particular im- penhauer y de Freud, de la represión y la transformación espiritual;
portancia cuantitativa); en parte por el motivo más noble y hondo pero jamás el amor sexual elemental, que tampoco es, en absoluto,
de evitar una pugna entre el amor a lo Divino y el amor sexual, ufl una mera «libido sublimada»». Lo es tan poco como el apetito es

peligro ciertamente digno de atención justo en las formas más altas «hambre sublimada».
del amor sexual. Pues esta «pugna)) es naturalmente tanto menos También Simmel se entrega sólo a este falso concepto románti-
posible cuanto más bajo es el nivel afectivo a que se mantiene la co del amor sexual, que tan cerca está del cínico concepto de los
relación erótica. Nadie se dejará arrebatar ni encubrir la Divinidad naturalistas y el que responde a las ideas del sacerdote medio. El
y su relación personal con ella por una mujer, que haya rebajado amor extstente como mero sentrmiento sólo y para él y que pone la
vida a su servicio, es una idea con que nos encontramos en casr to-
sólo a ser un medio del placer o a un medio para obtener un here-
dos los románticos7. Supone por igual la falsa sensualización del
dero, mientras que, por el contrario, el gran amor («amour pas-
espíritu y la falsa espiritualización de lo sensible. Es demasiado es-
sion») encierra siempre y con mucha fuerza el peligro de seme-
jante desviación. piritual y demasiado cínico a la vez. Esta idea hace del amor, e in-
cluso meralrlente de la conciencia del amor, es decir, de la reflexión
Pero esta concepción sensualista-naturalista de la esencia del
sobre el amor confundida con el amor mismo, por decirlo así, un
amor sexual también está ligada con la forma histórica del amor, al
l'art pour I'art. El genuino amor sexual es, por el contrario, po-
parecer polarmente opuesta, el ((amor romántico»», de un modo mu-
tencia vital creadora, es el eterno adelanto de la vida noble, gue
cho más profundo de lo que suelen saber los defensores de ambas
quiere remontarse sobre su nivel actu al a una más alta forma de
teorías. En efecto, el amor sexual romántico no carece menos del
existencia -sin duda en el sentido teleológico objetivo, no en el te-
genuin o <<amour passion>>; es sólo una transformación espiritual
ulterior de cambiantes movimientos del impulso y de una libido 7 . Cf. P. Kluckhohn, Das Problem der Liebe im l8 Jahrhundert und in der
(naturalmente) desenfrenada, que en lugar de concentrarse inme- deutschen Romantik, Niemeyer, Halle 1922.
t74 La simpqtía La cooperación de las./unciones simpáticas t75

leológico subjetivo-. Proyecta las mejores combinaciones posibles los valores vitales del movimiento puramente vital del espíritu):
de valores hereditarios para estos individuos que las sienten, no ba- frente a la salvación religiosa personal, por un lado, al pleno desa-
jo la forma de una <<representación>> o de un ((concepto», sino rrollo de las fuerzas de la personalidad espiritual individual, por
bajo la forma de un simple instinto aprehensor de valores. Platón y otro. Frente a estos dos sumos valores de persona y ellos solos pue-
Nietzsche han visto, por ende, aquí mucho más hondo que Scho- de y debe, pues, «sacrificarse>» también el más puro y más hondo
penhauer, Freud, Simmel y los ideólogos del amor romántico. El amor sexual; seguramente ya no frente a los meros valores de cosa
primero llam a al Eros un ((engendrar)), pero un ((engendrar en la y de utilidad inherentes a los actos espirituales de la cultura, pero sí
aún frente a los valores de cosa de la fe religiosa, «los bienes de la
belleza)), y ve en el impulso sexual sólo un dispositivo técnico de
fe»> reconocidos por la persona y su defensa y conservación. Nun-
la naturalezapara hacer posible este «engendrar en la belleza)); no
ca se comprende, pues, al llamado «progreso de la cultura»), nunca
ve, pues, en el Eros un resultado o una consecuencia, una represión
ala utilidad y a la llarnada prosperidad de la <<sociedad»; nunca, por
y sublimación del impulso sexual. Es el alma del mundo misma se-
ejempl o, z la «ciencia»» que a diferencia de la filosofia y sabiduría
gún Platón, quien anima y vivifica el cosmos entero como un <<ani-
no puede ser por su esencia un valor de persona, y que sólo tiene
mal bienaventurado»», y quien es en su más profundo centro <<Eros
que ver con la «cultura»> de la persona en la medida en que es un
creador»; quien penetrando a través del arnor humano de los aman-
rnedio para una «posible»» cultura fiunto a otros medios). Mas el
tes como hasta su emisario en las almas, engendra el nuevo ser. En
sacrificio de un alto amor sexual al amor de Dios es un sacrificio
lo que respecta Nietzsche, éste dice en el Zaratustra que el ({ardín
todavía más bello y más noble -allí donde puede ser hecho gozo-
del matrimonio» no debe servir a la reproducción de la planta hu-
satnente- que el mismo sacrificio de la propia honra. Pero sólo
mana, sino a su producción más perfecta, y pide una nueva respon-
cuando tiene lugar en la convicción: «tú, amado o amada, eres pa-
sabilidad en la decisión de «si eres un hombre que pueda y deba
ra mí en esta vida lo más caro; pero Tú, oh Dios, eres para mí to-
desear tener un hijo».
davia más caro)), éste es un auténtico <<sacrificio»», mientras Que ,
Dado que Simmel locali za el amor sexual demasiado alto entre
por el contrario, hay que rechazar sin condiciones la desvaloración
las capas esenciales de que consiste el hombre -y tambiénlocaliza
cínica del arnor sexual o la llevada a cabo por el sacerdote medio,
demasiado alto su valor al comparar este valor con los valores pro-
sea a favor de lo que quiera, o el sacrificio neoburgués a la riqueza,
pios supravitales del arte, del conocimiento puro, del derecho-, te-
la carrera, la salud, la prosperidad nacional,la conservación de una
nía que rechazar también la exigencia moral de sacrificar el amor empresa, la ciencia, el rnero obtener un resultado de cualquier ín-
sexual a la rcalización de estos valores. Pero al localizar al mismo dole, el poder político, la conservación incluso de una corona por
tiempo demasiado bajos -al menos en su origen- estos valores es- los príncipes. Pues el rnás alto despliegue del hombre por obra del
pirituales -pues los hace brotar de la «vida»), o hace brotar de ésta hombre -que independientement e y antes de toda posible política
los actos correspondientes , para hacerlos volverse, sin embargo, y racial en las costumbres y la legislación, exclusivamente negativa
mediante el «giro» por él supuesto de un modo enteramente arbi- y prohibitiva por esencia, impera positivamente, y como puesto pa-
trario, cosmos de la cultura con leyes propias y contenidos mate- ra ello por Dios y la naturaleza misma, efl el amor sexuzl-, es un
riales- vienen el amor sexual y estos valores espirituales a estar en asunto mucho más central y en la jerarquía de los bienes mucho
el mismo plano y se produce consecuentemente la aparente razón más alto que todas estas otras cosas, muy bellas y valiosass. Pero
de ser de un I'art pour I'art del amor. También Simmel es y pien- tarnbién aútr puede hacerse el sacrificio del amor sexual al desplie-
sa aquí como un archirromántico, vitalizando con error el espíritu gue de las posibilidades espirituales encerradas en una persona es-
y espirttuahzando con error lo genuinamente vital. Pero, con ello, piritual, como hizo, por ejemplo, Goethe en el caso de Federica de
Simmel tiene que desconocer los puntos en los cuales puede hacer
pie un sacrificio necesario y justificado, y una justificada renuncia 8. Cf. las notables consideraciones de Bertrand Russell en su libro Principles
y ascética incluso del amor sexual (el indubitable valor sumo entre o.f'social reconstruction, capítulo 6, con las cuales estoy completamente de acuerdo.
t76 La simpatía La c'oo¡terución de las filncione.s sirttpcitic'cts t77

Sesenheim; a menos que este amor no tenga una significación de- tamos, además, apetito para corner -incluso cuando estamos ya «lle-
cisiva para este mismo despliegue. nos)), es decir, cuando ya no tenemos hambre-. Y ala inversa: con la
Si en todo esto yeffa en gran medida Simmel, más todavía lo ha- mayor de las hambres, no podemos colner, si alavez tenemos asco
ce Grotjahn cuando dice que por todas partes hallamos que origina- de los manjares, ya que al «ahogarse)) de asco, el impulso arroja de
riamente los órganos y funciones , reacciones y acciones (como la la boca el bocado antes de que pueda quitar la sensación de prurito
boca, el oído, el ojo, el comer, el oír, el ver, el correr) al servicio de del hambre en el estómago, o sea, <<saciar»».
la vida humana en la civihzactón se han desligado de este servicio; Exactamente en el lugar del apetito se halla en otros casos la
luego también los órganos sexuales y el acto sexual deben y pueden moción autornática (por prirnitiva que sea) de la simpatia sexual.
desligarse de su estar al servicio de la reproducción, para colo car- Sin ella o con ((asco)» tampoco es posible la satisfacción del impul-
se, de acuerdo con las resoluciones de la voluntad racional, al servi- so sexual, ni siquiera cuando el «harnbre de sexo)) es la más fuerte
cio de la voluntad de reproducción o al del goce, según los casos. que podernos concebir. Ahora bien, los «apetitos», como podemos
Estas analogías son erróneas. Primeramente, no existe en absoluto la llamar en general a las funciones emocionales que distinguen de
entidad psíquica que muchos teóricos de la demografia llaman últi- valores y son siempre contrarias, a diferencia de los impulsos cie-
mamente «voluntad de reproducción». Existe efectivamente un im- gos, que se limitan a apreciar grados, están totalmente más allá del
pulso de reproducción y existe un acto positivo de la voluntad para querer y no querer del espíritu. Un comer puramente voluntario,
evitar la reproducción. Fuera de esto, cabe hablar aún con sentido de sólo por lo grato de los manjares, es, pues, una simple invención de
un <<deseo)) de tener huos que, sin embargo, ni puede ser ((voluntad» Grotjahn. Pero, además, si hay apetito, aun cuando comamos el
y nunca es «impulso>». Pero psicológicamente y para la teoría es de manjar por golosina y sin tener «harnbre)) alguna, el manjar es di-
todo punto erróneo admitir la existencia de una voluntad de repro- gerido y nutre. Con la «prohibición)) sería, pues, análogo sólo e/
ducción negativa y otrapositiva, entre las cuales existiría además al- caso en que nos limitarnos a tomar el manjar en la lengLla y fftover-
go así como una «elección». Pues «querer» sin conciencia de poder, lo, para escupirlo. Por otra parte, ni siquiera los más rigurosos ene-
no existe psicológicamente; la aspiración se queda en mero «deseo»» migos de la prohibición rehúsan dirigir la mera atención al placer
y, con ello, en nada serio y perteneciente a la esfera de la pura fan- en el acto sexual -como es propio de comer., por lo grato de los
tasía volitiva, cuando falta la conciencia de poder. Mas, como es manjares-. Estas analogías son, pues, totahnente absurdas. Con
comprensible de suyo, la reproducción no entra dentro del alcance ello, no se pretende decidirse aquí en ningún sentido acerca de la
del «queren). Tampoco existe una <<voluntad» del acto sexual como cuestión misma de la prohibición. Nos lirnitamos a rechazar este
tal, sino sólo en el caso de los impotentes. Pues este acto es un mo- intento de justific arla filosóficamente.
vimiento expresivo y no teleológico. También con respeio a é1, el Si ni siquiera corporalmente es el hombre una sirnple obra de
querer es a lo sumo un querer negativo, es decir, un no permitir. Por sus padres -tampoco la mera suma (potencial) de sus antepasados,
eso es aquí toda <<racionalización» ya por su propia esencia, negati- sino siempre además una nueva ntanifestación original de la vida
va y nunca positiva. También Grotjahn parte de la dañosa alterna- universal rnislna-, ntucho menos será, pues, semejante <<obra»» en lo
tiva de la vieja moral sexual judaica y admite una posibilidad de ele- concerniente a su persona espiritual. Esto tiene que reconocerse,
gir entre los «fines» del placer y la reproducción. Pero, no hay siendo indiferente que con Tornás de Aquino se traslade la indivi-
ninguna racionalizactón <<positiva)) en riguroso sentido. Sin embar- duación y singularidad de las personas en una <<prima materia>>,,
go, aún yerra más Grotjalin con sus analogías. Cierto que no come- con Averroes y los panteístas (por ejemplo, Spinoza, Fitchte, He-
lnos sólo por tener harnbre, sino también por lo grato de los manja- gel, Hartmann) en el cuerpo, con Kant en el contenido empírico de
res. Pero Grotjahn olvida aquí por lo pronto el hecho del «apetito». las ideas y vivencias conscientes, con Schelling en un acto creador
Sin ninguna huella de apetito, o cuando sentimos asco, flo nos gus- divino, con Schopenhauer en un acto libre y autocreador de un se-
tan los manjares objetivamente <<más gratos») y ((mejores»». Necesi- diente <<carácter inteligible». El acto de engendrar seguiría siendo
t7B La sint¡tatía
La cooperación de las filnciones sirn¡táticas t79

siempre tan sólo una causa occasionalis para produc r la vincula-


individual indeterminado en su esencia - X). Sirnplemente porque
ción real de un sujeto espiritual a la nueva unidad corporal en tran-
en lo real «espiritual» (es decir, extraespacial y extratemporal) só-
ce de llegar a ser. Sólo el puro materialisrno podría admitir que el
lo la distinción de esencia puede constituir en general el posible
hombre sea también psíquicamente el simple efecto de sus padres
fundamento de la distinción de existencia y con ésta de la plurali-
y de su acto generador. Las doctrinas panteístas y monistas-metafi-
da{ nos hemos decidido ya antes por lo primero. Pero, con entera
sicas se lirnitan a afirmar, por el contrario, que la esencia origina-
independencia de esta tesis ontológico-metafísi ca, hay hechos./e-
ria de toda individualidad es pura herencia, mientras que la singu-
noménicos que nos mueven a admitirlo. I ) Cuanto más a fondo pe-
lartzación del sujeto de la conciencia debe atribuirse en general a
netramos en un ser humano a través de un conocimiento compren-
su adscripción a un cuerpo. Nosotros pensamos que hay que recha-
sivo guiado por el amor ala persona, tanto más inintercambiable,
zaÍ por completo tanto las doctrinas materialistas colno las pan-
individual, único en su género, irreemplazable e insustituible se
teístas y monistas. Se trata por lo pronto de un simple resultado del
torna paru nosotros. Tanto más van cayendo las variadas ((envoltu-
estudio del problerna de la individuación personal hecho anterior-
ras)) de su centro personal individual, gue son y se llaman: el «yo»
mente. El amor espiritual no mostró nada de unificación afectiva,
social del hombre, siempre más o menos general, la general suje-
identificación, fusión. Pero, además, el rechazo de dichas concep-
ción a iguales irnpulsos, necesidades vitales, pasiones; los ídolos
ciones es una consecuencia, a pesar de lo poco que en detalle sa-
del lenguaje que nos ocultan los matices individuales de las viven-
bemos todaví a acerca de las reglas de la herencia de las cualidades
cias, haciéndonos emplear para ellos las mismas palabras y signos.
psíquicas, justamente de esto poco que sabemos acerca de estas co-
Otro tanto es válido para el conocimiento de sí mismo guiado por
sas. Pues esto poco enseña, efl todo caso, que las cualidades y ap-
Lln genuino amor de sí mismo. Esto significa que un ser humano es
titudes psíquicas que pueden ser heredadas residen exclusivamente
tanto más individtJo, cttonto mas íntima persona es, cuanto al mis-
en la zona de lo psíquico vital, pero no en la esfera purarnente noé-
mo tiempo más vivenciar tácito es («cuando habla el alma, ya no
ticae. Los «atributos del carácter)» son con segurid ad más hereda-
sigue hablando el alma»); cuando más,, en fin, se reduce a su ser li-
bles que las capacidades de pensar e intuir espirituales; y lo here-
bre del cuerpo . 2) Nuestro conocimiento de un ser humano (de su
dable en los «talentos)), según mi opinión, tiene que ponerse todo
ser anímico) no procede por inducciones, partiendo de sus distin-
en la disposición más favorable para acoger y actualizar los actos es-
tos estados temporales. En cada grado es para nosotros más bien,
pirituales, disposición de la «entelequia» una y por igual compren-
intencionalmente, un toclo concreto, aunque le atribuyamos una
siva de lo psíquico collsciente y lo vital objetivo. Ya hemos señalado
esencia, por lo pronto sólo de un modo hipotético. El contenido de
especialmente que no podemos admitir una pluralidad sustanc ial y
esta «hipótesis»» acerca de su carácter esencial es puesto a prueba,
real absoluta de sernejantes entelequias, sino sólo direcciones fun-
variado, corregido por Ia observación que parte de sus estados
cionales cualitativarnente determinadas de la vida una metafísica-
temporales y las partes de ellos (partes reales y abstractas); la hi-
mente universal. Las Íazones precisas por las que lo hacelnos serán
pótesis tiene que «verificarse») en ellos, pero guiándonos en esto
expuestas con detalle en otro lugar.
una imagen directriz a priori de la genuina estructura esencial,
Entonces quedala gran cuestión de si podemos adjudicar ala
aprehensible también en nosotros mismos, «del» hombre (o del
persona como unidad puramente espiritual una esencia original,
<<francés»», del «alemán»», del ((comerciante»>, del «<soldado»», etc.).
que sea una genuina ((esencia»», o sólo debemos atribuirle, como
Pues bien, este contenido de la hipótesis se torna, justamente en el
Tomás de Aquino, singularidad (es decir, la naturaleza de un ente
progreso del conocimiento , cada vez más individttal, más inexpre-
9. Así son los talentos susceptibles de acumulaciórr hereditaria, pero en modo sable («individuum est ineffabile»), pero alapar cadavez más se-
alguno el genio, cuya índole, esenciahnente distinta aun de la del ,,inayor» talen- guro. Exteriortzaciones de estados aislados, partes de estos estados
to, ha demostrado con todo rigor justo la ciencia de la herencia. Cf. a este respec- cobran un peso totalmente diverso para el conocimiento de la
to las interesantes pruebas del doctor A. Mjoens.
esencia de la persona, así que, por ejemplo, atribuimos al hombre
180 La simpatía La cooperación de las funciones simpáticas t81

un estado sólo a expensas de la «situación» o de una molnentánea tual, tenemos que afirmar ala inversa: el último y verdadero prin-
pérdida de sí, de una inhibición de la persona, mientras que en otro cipio de individuación reside ya para el hombre (y no únicamente
estado de éste y su exteriortzación creerlos haber echado una mo- para el «ángel»», como enseña Tomás) en su alma espiritual misma
mentánea mirada a su «verdadera esencia»». Es decir, es como si se (es decir, en el sustrato real de su centro personal); y cuerpo, rela-
<<descttbriese» sólo en el curso de sus estados temporales la autén- ciones sociales, sucesivo fl.rjo del desarrollo son más bien quienes
tica e idéntica esencia del ser hulnano. El ser humano como ente únicamente hacen posible un sistema de tipos humanos con arre-
espiritual se «descubre»», pues, en el desarrollo temporal real del glo a su estructura psíquica y una relativa generalización de los
ser humano colno psicofísica unidad vital. Análogamente nos li- «atributos»> y «rasgos característicos)) de los hombres. Proyectados
mitamos a inscribir tarnbién los distintos estados de nuestro propio sobre la esfera metaJísica, e s decir, absoluta del ser-hombre, se li-
«yo)) dentro de una visión total de nosotros mismos predominante rnitan todas estas generalizaciones a tener un carácter estadístico,
en cada caso. Nuestra conciencia de nosotros mismos no es una ul- y sólo en las distintas capas de la relatividad de la existencia en las
terior síntesis de las particularidades contenidas en estados mo- que se puede tener y consid erar a los hombres tiene la ««especie>»
mentáneos llevada a cabo por el lazo del recuerdo. También aquí una signrficación real. Por el contrario, en la esfera metafisica del
precede la aprehensión de la «.forma» de la persona ala aprehen- mundo muerto y del mundo entero de la vida tiene la especie una
sión del contenido fundarnental de la <<forma»>. Y esta «forma)) se plena significación real; en el mundo muerto es, incluso, más bien,
torna cada vez más individual, más única en su género, cuanto más ala inversa,la categoría del «individuo)) aquella ala que ya no co-
avanza el proceso del conocimiento. 3) Cuantos más seres huma- rresponde absolutamente ninguna significación real en la esfera
nos conocemos en quienes el principio espiritual actúa libre e in- metafisicaro.
dependiente de las necesidades vitales e impulsos, es decir, ad- Las sustancias-personas espirituales o sustancias-actos son,
quiere aquel carácter de desbordamiento por encima de la «vida» pues, las únicas sustancias que poseen una genuina esencia indi-
y de sus ((apremios» que constituye el destacado carácter del «ge- vidual y su diversidad de existencia se sigue en primer término de
nio»», tanto más individual y única en su género es la imagen del esta esencia suya individuada en sí. En tazón de esta esencia, ca-
hombre. Luego, tenernos que concluir de este caso lírnite que la da sustancia espiritual tiene también su <<determinacióru» indivi-
persona espiritual qua person a espiritual es en todo hombre igual- dual, frente a la cual el ser humano cuyo centro ocupa tal sustan-
mente individual en sí, y que sólo en su mayor encubrirniento por cia puede quedar rezagado activa y voluntariamente en cualquier
el modo de explayarse sin libertad, como en nuestra falta de inte- medida; puede quedar rezagado ya en su «destino»», es decir, en la
rés, en nuestra falta de amor por ella, estriba el que se nos presen- forma de insertarse su sustancia espiritual dentro de la constela-
ten tnenos individuales, o sea, colrro rnero ejemplo de un universal. ción de mundo vital, histórico y mecánico, mucho más, pues, en
Es decir, con el progreso del conocimiento desde la capa del alma su querer y hacer del llamado libre albedrío, codeterminado ya
sujeta a las leyes de la asociación hasta la capa vital y desde la ca- por el destino.
pa psicovital hasta el ser-persona espiritual -dando un salto en affr- Pero como tenemos que dar a toda genuina esencia un lugar en
bos lugares del tránsito de capa a capa-, crece la impresión de lo el reino de las esencias, cuyo sujeto personal es el principio mismo
individual hasta la plena individualidad. Muy lejos, pues, de que espiritual y personal del mundorr, toda alma espiritual representa
debamos ver en el cuerpo, en las relaciones sociales en que entra el por su esencia y quiddidad una eterna idea de Dios. Pues por su
hornbre (ser padre, ser alernán, ser profesor, etc.), en el encadena- quiddidad y por el contenido de determinación que se sigue de
miento y condicionarniento corporal de los actos de nuestro ser- ella, el contenido mismo de esta idea divina en modo alguno es una
persona espiritual, ell la fonna sucesiva de la corriente psíquica,
principia individuationis para una formación unay la misma en su 10. Ya en la fisica y química científica desaparece el ser-individuo de la ((co-
sa» de la concepción natural del mundo.
esencia (o sea, sólo distinta en la existencia) de la persona espiri- I I . Cf. M. Scheler, Vom Ewigen int Menschen I, l0l-354.
l¿t2 La sintpatía La cooperación de las.fttnciones simpaticas 183

lllera «lmagen)) de ella. El alma espiritual «descansa)) -no por su genuina especie del amor) -cuya idea, en cuanto tal, no supone en
cxistencia, pero sí por su esencia eterna- eternamente en Diosr2. modo alguno la existencia de la diversidad de sexos- se actúay rea-
Sin embargo, esta idea eterna (y no otra entre otras muchas in- hza de hecho <<accidentalmente»». Por el contrario, donde y cuando
l'irritas ideas de persona) es lanzada ala existencia por lo que hay de haya vida tenemos que suponer el <<eros>> en general en cuanto im-
<<voluntad» en Dios solamente con una condición: consiste constan- pulso a coengendrar -es decir, ((con)) la vida universal, con cuya
temente en la tendencia de la vida universal, siempre existente en unidad metafisica nos unificamos afectivamente en la vivencia de
ella, a manifestarse en todas sus direcciones cualitativas funda- la fusión mutua- como lado dinámico interno del proceso objetivo
n-rentales com o eros creador, dondequiera que lo permita la vida de la reproducción (en la medida en que ésta representa un enno-
del rnundo que encuentrala muerte en una técnica fUa y rígida, es blecimiento y no sólo una ((reproducción» de la especie constante).
decir, el llamado ((mecanicismo» del mundo. No, pues, el acto de ge- Al ero,s, no a la tenden cia a crecer y nutrirse (la tenden cia a crecer
neración de los seres humanos, sino la actu alización de una de es- es ya una condición para la «alimentación» real a diferencia de la
tas tendencias siernpre y constantemente existentes de todas las mecánica acumulación de materia), ni tampoco a la mera tendencia
posibles direcciones fundamentales cualitativamente determinadas a ampliar el propio poder y el propio medio, pertenece el carácter
de la vida universal, es lo que ya en sí constituye la prim era causo de la tendencia fundamental de la vida que lo domina todo. El eros
occasionalis para el acto creador del principio espiritual del mun- es la «vida misma>» in puro, su más profunda esencia demoniaca,
do de poner en existencia en suy' at creador esta alma espiritual y no por decirlo así.
ninguna otrar3.La segunda causa occasionahs para la incipiente ac- Actualmente ya no constituye una cuestión seria el que la hipó-
tualización de las potencias de la vida universal misma y a la vez tesis darwinista ha fracasado plena y totalmenter4, en tanto que pre-
paru el sentido de su dirección en la de un todo corporal en cada ca- tende reducir una genuina evolución de la especie ala simple ((con-
so individual tampoco está determinada primariamente por el acto servación» de los ejemplares accidentalmente mejor adaptados de
sexual, sino ya por el movimiento del genuin o amor sexual, que sin la especie. Ha fracasado, eh efecto, igualmente la metafisica meca-
un mínimo de «simpatia sexual» -al menos del lado de una parte nicista en general, en la psicolo gia tanto como incluso en la fisica
(en oposición al asco)- no es posible en general un acto sexual. El teórica, en la sociología como en la ciencia entera del mundo orgá-
impulsohacia el acto sexual, gue en sí no es electivo y que sólo es nico. Es una «res iudicata>>. Y, sin embargo, todas las interpreta-
capaz de un aumento y una disminución cuantitativas, es de natura- ciones naturalistas del amor, que parten de la primacía óntica del
leza meramente fisica, en oposición al amor sexual, que tiene por el impulso sexual sobre el amor sexual -y esto quiere decir partir
contrario una significación metafisico-demoníaca, aunque no ((es- siempre también de la primacia de la ((conservación>» sobre el ((en-
piritual» ni «divina». El impulso sexual y todos los impulsos adhe- noblecimiento)), y siempre también de la primacia del individuo,
rentes a é1, como el instinto de cuidado de la prole, el impulso de incluso en la esfera vital, sobre la especie (pues sólo en la esfera
reproducción y los correspondientes sistemas de órganos, sólo re- del espíritu tiene el individuo la prim acia óntica frente a la espe-
presentan, por ende, la técnica <<accidentalmente» dada en los ani- cie)- aún están dominadas, no sólo en la teoría, sino también en la
males terrenos bisexuados mediante la cual el amor sexual (como común vida práctica de occidente, por esta metafisica ffrecanicista;
e igualmente casi todas las instituciones y costumbres, el <<espíri-
12. Este es el gran error del platonismo histórico y de la doctrina de la reen-
carnación: hacer de esta preexistencia de la esencia una preexistencia de la existen- tu>» entero de la vida sexual y de la erótica occidentales. Pero esto
cia; mas el de la falsa doctrina de la inmortalidad sólo postmortal, el desconocer la
preexistencia de la esencia individual y atribuir a cada ser humano sólo el mismo 14. Cf. el libro de O. Hertwig., Die Zufallslehre in der Theorie cler Entw,ic-
«ejemplar» de altna,, cuyas cualidades y valores procederán sólo de la ulterior vida klung der Organisnten («La doctrina del azar en la teoría de la evolución de los or-
en la tierra,, con sus destinos y experiencias (e inclusión de los valores hereditarios). ganisnros»), rnás el excelente resumen de H. Driesch, Philoso¡thie des Organi-
13. De pluralidad, no de numerabilidad ni siquiera de formar un conjunto, schen («Filosofia de lo orgánico») y Rádl, Geschichte der biologischen Theorien II
puede hablarse aquí aún. («Historia de las teorías biológicas»).
l¿14 La simpatía La cooperación de las.fttnciones simpáticas 185

radica en que la metafisica mecanicista ya no sólo es teoría -cien- micamente»», como piensa el socialismo, ni tampoco sólo política-
cia, filosofia, en suma, cosmovisión formadora- lo que puede ha- mente) y que hay que eliminar al menos de su <<principado».
ber sido en los siglos XVII y XVIII, sino que representa lo que yo Sólo una condición para vencerle (que por sí sería práctica-
llamo la <<cosmovisión relativamente natural>> de un grupo o de mente insignificante y, sin embargo, es condición también paru una
una edad es decir, lo que es sentido y pensado como ((comprensi- posibl e práctica) es a su vez la interpretación metafísica, por no-
ble de suyo)), y que como ya no pesa sobre ello ningun a <<carga de sotros aquí expuesta, del origen siempre nuevo del hombre en el
la prueba»», tampoco es examinado ya en serio. Mas, en cuanto tal, nacimiento. Pues, en último término, la subordinación de los valo-
no abarca esta metafisica tan sólo una única unidad de cosmovisión res vitales a los valores de utilidad y al enorme delirio de creer que
cultural (como la que representan unidades tales cuales las iglesias, el hombre puede a su gusto y capricho <<hacer hombres)) (como ca-
sectas, partidos y grupos profesionales, de estamentos y de clases), jas de cartón y máquinas) -la pérdida de toda veneración ante el
sino que abarca el tipo burgués del hombre, el <<homo capitalisti- inaudito milagro siempre renovado del origen del hombre en el na-
cus)), que está en todos estos grupos y no está en minorías menores
cimiento- es lo que ha determinado la general actitud de los espí-
o mayores dentro de cada grupo. Ahora bien, las unidades de cos- ritus que hoy se encuentra, en mayor o menor grado, en la base de
movisión relativamente naturales son los fundamentos de todas las todas nuestras instituciones y costumbres. Pero ambas formas del
cosmovisiones culturales, y no sólo están -cuando las cosmovisio- delirio sólo son las «ideologías)) de un tipo de hombre que se en-
nes culturales se han hecho a su vez sólida tradición- por lo menos
cuentra biológicamente en decadencia y que tiene conciencia de
en aplicación práctica dentro de la correspondiente cosmovisión- ella, tipo que fue engendrado ya de un modo falso y perniciosors.
cultural, sino que forman la práctica también de aquellos grupos Mas, si las cosas son así, y la unificación afectiva del hombre
que poseen otra cosmovisióncultural. Por esta razón, no resulta sor-
con el cosmos de la vida universal está enlazada ala unificación
prendente que la metafisica materialista de la interpretación del
afectiva del amor sexual de tal suerte que ésta constituye la <<puer-
¿unor y de las relaciones sexuales domine a todos los grupos, a to-
ta>> de aquélla, por decirlo así (no el fundamento óntico, pero sí la
clas las confesiones, o todos los partidos y clases -ciertamente, me-
hodegética prescrita por la naturaleza misma para poner en acción
nos y más-, aunque sean diversas las consecuencias políticas prác-
la facultad humana de la unificación afectiva vital-cósmica -que
ticas que se sacan de ella según los variables intereses de los grupos.
en cuanto tal es totalmente independiente del amor sexual-), se
Será nuestra importante tarea mostrar en otro trabajo de índole
comprende fácilmente que la falsa interpretación del amor sexual y
gcrtcalógico-históri ca la formación de esta ((cosmovisión relativa-
del origen del hombre en el nacimiento, tenía que menos cabar tam-
Incnte natural» de la edad del capitalismo avanzado y tardio, aten-
bién en el curso del tiempo la unificación afectiva vital-cósmica. El
tlicndo también a su interpretación del amor a sus relaciones se-
agostamiento, incluso el vaciamiento de la primitiva verdad de la
xuales reales, y esbozar el programa de una real renovación de
idea creacionista en la idea de la creación de una sola <<sustancia
cstas interpretaciones y relaciones. Únicamente allí será posible
psíquica)) (sin verdadera esencia original) indeterminada en su
cntrar en las formas institucionales y consuetudinarias de la ex-
esenci a, igual para todos los seres humanos; el vaciamiento en una
pansión sociológica de las relaciones sexuales y de la reproducción
sustancia que únicamente llegaría a tener una esencia por obra de
(matrimonio monogámico, prostitución, amor libre, etc.), que en su
lo que la herencia y la experiencia terrestre inscriban sobre ella y lo
manera de darse y de ser interpretadas históricamente se presenta-
que ella misma haga «libremente»> (en el sentido de un «liberum
rán en último término, por una parte, como brotes y resultados de
arbitrium indifferentiae»); la interpretación del nacimiento corpo-
una falsa y perniciosa metafisica y étrca de estas cosas dominante
de la época, por otra parte, como consecuencia del señorío y prin- 15. En contraste con el anterior optimismo racial, el Congreso de biología de
cipado de un tipo biológico de hombre que hay que comprender só- las razas, celebrado en Nueva York en I 922,llegó mayoritariamente a la conclu-
sión de que el hombre europeo está en vías de una decadencia racial por el mo-
lo desde el punto de vista de la genéttcaracial (no, pues, <<econó- mento rncesante.
t86 La simpatía La cooperación de las funciortes sintpciticas t87

ral y del cuerpo nuevo como simple hecho consecuente de los pa- al prójimo. Pues con tanto como esta especie del amor es ((univer-
dres y de la generación por ellos (como en la actualidad enseñan sal» en el sentido de que se dirige sin distinción a todos los seres
también las iglesias cristianas casi universalmente), en lugar de in- humanos, no abarca sólo la esencia del hombre (para no decir nada
terpretarlo como una manifestación de la vida universal con oca- de la manifestación terrestre de la esencta <<hoffio)), es decir, de la
sión de la generación; la idea, en fin, de que la elevación cualitati- ((esencia de una persona espiritual finita ligada con un cuerpo ma-
va de los valores raciales es sólo una consecuencia del aumento terial»), sino a todas las personas espirituales finitas en general
cuantitativo de las variaciones accidentales; todo esto ha minado (también las esencias de personas con cuerpo inmaterial, y si las
los supuestos de toda unificación afectiva vital-cósmic a. Análoga- huy, sin cuerpo) e igualmente abarca en cada persona espiritual el
mente, en lugar de la «unio mystica»» de la esencia del ser humano centro esencial individual (lo que es mucho más importante para
individual en cuanto persona con la idea divina de esta persona, se nosotros, dada nuestra efectiva ignorancia del reino superior de los
ha puesto una mera «imagen)) de esencia indeterminada. Con nues- espíritus). Mas, éste es para la vida empírica del hombre, tanto res-
tra <<unio mystica» de la esencia de la persona espiritual en el hom- pecto de sí como de los dernás, siempre alavez el ideal de su eter-
bre y de «la misma)) esencia en Dios como idea de esta alma espi- na determinación. «Llega a ser (empíricarnente) lo que eres con
ritual no se ha instituido ni enseñado, sin embargo, ninguna clase arreglo a tu esencia individual», grita a todo hombre el amor acos-
de panteísmo. Pues con ella no se ha enunciado una unio mystica místico a la persona, y en el acto de su movimiento pone ante el
en el sentido de una fusión real o de un conocimiento ulterior de hombre, por decirlo así, precisamente esta imagen de su determi-
que la persona finita sea «realiter» sólo un modo o una función del nación -y no sólo una imagen de «valid ez universal»)- como su
Espíritu divino, sino sólo una posible aprehensión de la identidad «ideal»» primigenio. Pues con todo y ser los hombres todos reem-
de la esencia del alma espiritual y de su idea en Dios. Tampoco se plazables (según su tipo, en diversa medida) dentro del orden físi-
ha enunciado con ello una identidad esencial del hombre con Dios, co-empírico, en el reino acosmístico del orden metafisico son, bien
sino sólo una identidad esencial del alma espiritual con la esencia que de distinto valor, absolutamente insustituibles.
de Dios en el grado y medida enque la esencia de este mundo crea- Así es como el amor acosmístico ala persona -a diferencia del
do está prefigurada en el reino de las ideas divinas (entre otras in- universal amor al hombre y de todo amor al hornbre particulariza-
finitas ideas de Dios). De esta esencia del mundo es sin duda tam- do en grupos de índole determinada, por necesaria obra de la idea
bién la esencia de cada persona espiritual finita una auténti ca parte. de su propia posibilidad- requiere un centro espiritual de todas las
Pero el reino de todas las posibles ideas esenciales en Dios es y se- esencias de personas.finitas en la Divinidad espiritual, es decir, en
guirá siendo infinitamente más extenso y más rico que las estruc- «Dios en Dios»», si la prim era vez entendemos por Dios el Dios de
turas de esencias y de seres que podemos descubrir en los objetos la pura religión, y la segunda, Dios como principio metafísico del
del mundo creado, incluidos todos los posiblesy'cta de nuestra fan- mundo, al que hay que atribuir también la vida universal misma co-
tasía. Plena y totalmente inaccesible seguirá siendo para nosotros mo atributo esencial. El amor acosmístico ala.persona no es con-
la íntima esencia de la Persona divina misma, gue no se agotani si- cebible ni sostenible sin esta base teísta. El naturalismo, como toda
quiera en todas las ideas producidas por el divino pensar e intuir, y forma del panteísmo o del monismo irracionalista (Schopenhauer)
con la que tener, o ganar, o simplemente desear una <<unio mystica>» o del monismo irracionalista de la existencia (Hartmann) lo hacen
(y no se diga por medio de una mera actividad espiritual espontá- imposible y pugnan con su fenómeno fundamental . La conciencia
nea del hombre) fuera una absoluta osadía. de la solidaridad de la salvación está necesariamente basada en es-
En cambio, aquella unión esencial dentro de los límites en que te enlace y unidad óntico-metafísicos de las esencias individuales
la defendemos aquí es indiscutiblemente el fundamento metafisico de todas las personas espirituales en Dios, con una efectiva distin-
de la posibilidad de todo amor acosmístico a la persona, el cual ción de existencia (como consecuencia de esta esencia y de este
constituye en nuestra opinión la esencia (nafural) del cristiano amor sentido de determinación heterogéneos). Excluyen esta conciencia
/,Y8 La simpatía

tanto el individualismo metafísico absoluto (semejante a aquel al 8


que se acercó Leibniz), puesto que combate nuestra unidad en Dios,
como el monismo y universalismo metafisico, puesto que niega la Origen y desarrollo filogenéticos de la simpatia
sustancialidad metafisica de la existencia de la persona espiritual y
con ella su «libertad» (encerrada, sin duda, en los límites de su esen-
cia) para realizar o no realizar su esencia etern a, para seguir o no
seguir su determinación; pero, con ello, niega también la responsa-
bilidad propia. Responsabilidad propia y corresponsabilidad origi-
naria (no simplemente aceptada con libre responsabilidad de sí) se
alzan y caen juntas.
Así, pues, dentro del entero reino de las formas de la simpatiay
de las especies del amor, están la unificación afectiva vital-cósmi- He mostrado que la sirnpatia representa una función originAriA,
cay el amor acosmístico alapersona -fundado en el amor a Dios-, última, del espíritu, que no ha surgido en absoluto por modo gené-
por decirlo así, en los polos opuestos. Entre ellos se encuentran to- tico-empírico de otros procesos como reproducción, imitación, ilu-
das sus demás formas como si fuesen sus grados. Quien desea as- sión, alucinación, en la vida del individuo. Y esto no significa sólo
cenderpor esta escala, cae, si quiere dar el segundo paso antes que que la simpatia sea «innata» (a cada individuo humano), sino tam-
el primero. bién que pertenece a la constitución de todos los seres dotados de
afectividad en general. Pero, además la simpatia también es innata
y en modo alguno sólo adquirida en la vida individual, es decir, es
innata la disposición mayor o menor para servirse de estas funcio-
nes, para ejercerlas de hecho. Digo la disposición mayor o menor,
pues no admite duda alguna el que no podemos reducir las consi-
derabl es diferencia.s con que entra en acción la simp atia en las di-
versas razas, pueblos e individuos a la diversidad de sus vivencias.
El papel de la herencia en este punto aún no está suficientemente
investigado. Pero las disposiciones son de suyo radicalmente di-
versas, lo que enseña toda exacta observación de los niños. Estos
hechos los pusieron ya de manifiesto Shaftesbury, Hutcheson y
Adam Smith, en contra de todas las explicaciones asociacionistas
y utilitaristas de la sirnpatía.
El arnpho desarrollo que la sirnpatiaparece tomar en el indivi-
duo (se habla con razón del «egoísmo infantil», al que sólo poste-
riormente hace más y más sitio la simp atía) no debe atribuirse en
su parte esencial ala simpatía propiamente, sino al desarrollo de la
compresión de las vivencias psíquicas ajenas y de su naturaleza y
diferenciast . Hemos de tener presentes estos diversos factores, por

l. Tarnbién el interés por las vivencias ajenas recorre una evolución que pro-
gresa lentamente con creciente comprensión y cuyas fases sólo ha empezado a des-
cribir la psicología infantil.
t90 Lu sirtt¡tatíct Origen .y' clesa rrollo filogenéticos de lasint¡tutícr t9t

ejemplo, también cuando juzguemos acerca de los pueblos lnclvl- esta razón, en los que no viven en sociedad ni se desarrollaron, ni
lizados y de su conducta con otras tribus y con los extranjeros. Lo tomaron incremento (como, por ejemplo, en los animales de presa
dicho es también válido para los juicios acerca de la evolución his- que no viven en rebaño). Los sentimientos de simpatia son, pues,
tórica de las formas del sentimiento. Frecuentemente se han redu- epifenómenos de la vida social y del «instinto social»», que se dela-
cido los progresos de la clthzación, por ejernplo, la abolición de la tan en un impulso a buscar el rebaño, así como en un intenso des-
tortura, de la pena de muerte infame, de la pena de azotes, la abo- placer y consunción vital en la soledad (sin el rebaño), como un
lición de juegos bárbaros, como las corridas de toros, los juegos factor especial, aun cuando las restantes condiciones de la vida es-
circenses romanos con animales salvajes, a un despliegue más ri- tén mantenidas artificialmente de un modo perfecto . 2) El segundo
co de la <<sirnpatia>>. Muy sin razón, a nuestro parecer. Estas refor- principio de Darwin afirma que los sentimientos de simpatia ya
mas de las costumbres no deben cargarse en prirner término a formados se incrementan en la medida en que progresan el desa-
cuenta de un crecimiento de la simpatía, sino a cuenta de la mayor rrollo intelectual y la solidaridad y el enlace mutuo entre los inte-
capacidad parapadecer que trae consigo la civilización. El rnás ca- reses de los miembros de la sociedad, es decir, en que la lucha por
paz de padecer en general, eS decir, aquel que con un dolor igual la existencia de los miembros y participantes de una especie entre
padece rnás que otro, es también más sensible para el dolor de otro sí va convirtiéndose crecientemente en una lucha de la especie co-
que aquel que es menos cap az de padecer. Ahora bien, el quantum mo un todo con otras especies o con la naturaleza. Las mismas
de la capacidad de padecer es una constante de la conducta idiopá- ideas fundamentales (con algunas discrepancias) encontramos en
tica y heteropática. El incremento de esta rnagnitud no tiene nada Spencer, quien las aplica también a la historia humana y ve en el
que ver con un aurnento de la simpatía. Por otra parte, una mayor egoísmo y la falta de los sentimientos de simpatía en grado sobre-
capacidad de padecer no es en sí ningún valor positivo. Sólo a normal un <<atavismo)) que el «progreso de la especie» tiende a ir
igual capacidad de padecer es el más intensamente compasivo mo- eliminando crecientemente. La supresión de las guerras, el flore-
ralmente superior al otro. Por lo demás, existen aún otros motivos, cimiento de la «época industrial» y finalmente la conquista del
entre ellos tarnbién algunos moralmente valiosos, para que se lle- «equilibrio social») son, por ende, el ideal para é12.
ven a cabo estas reformas, pero que no son pertinentes aquí. Mas ¿son sostenibles tales principios? Creo que no. En primer
Concediendo que la simp atia sea innata en el individuo huma- término, Darwin confunde plena y totalmente los componentes de
no, se ha intentado mostrar que es una «adquisición de la especie»» comprensión integrantes del todo de un acto de participación con la
en la filogénesis. En particular Darwin y Spencer han desarrollado simpatía propiamente tal. O digamos mejor, el proceso através del
largay ampliamente esta idea. No es cosa de entrar aqui en detalles cual las vivencias de un animal resultan en algún modo determi-
empíricos de estas teorías, en el rico c intcrcsante material de he- nantes y operantes para otro, lo que en el hombre puede ser el acto
chos ofrecido por Darwin en sus libros Origen del hombt"e y Ex- de comprensión -pero no necesita serlo, pues el hombre puede
¡tresión de las etnocione^s, o en la fu¡ca y Sociología de Spencer. conducirse también como genuino <<animal gregario»» (por ejem-
Sólo unas palabras sobre los principios de esta explicación. plo, en las acciones de masas)-, mientras que en los animales en
Darwin antepone dos principios a su exposición. I ) El origen y general es la transmisión por contagio. Es sin duda correcto que es-
el desarrollo de los sentirnientos de sirnpatía es un fenolneno con- te proceso varia en todo caso en función del grado y de la orienta-
secuente al origen y desarrollo del instinto social. Es decir, para los ción de la vida social. Tanto la transmisibilidad de las vivencias por
animales que encontraron en el rnodo de vida social un factor fa- contagio, corno el ejercicio de la comprensión y de la capacidad
vorable ala conservación de su especie y en los cuales se fUó por de sentir lo mismo que otro crecen con la magnitud y la intensidad
tanto esta forma de vida -el rebaño- (desarrollándose una forma
de irnpulso a evitar la soledad), los sentimientos de simpatia no pu- 2. Los datos empíricos en que ambos pensadores apoyan sus afirmaciones
rnuestran que confunden la simpatía con el contagio de los sentimientos. Cf. Ch.
dieron menos de tener una preponderante utilidad para ellos. Por Darwin, Origen del hombre; Spencer, Etica l; Sociología lI.
l9: La sim¡tatíct Origen ), desarrollo Jilogenéticos de la simpatía 193

de la organl zactón social de la vida. Pero, como hemos visto, este es menos condición de los modos de conducirse heteropático s ne-
acto es justo también la presuposición para sentimientos e impul- gativos que de los positivos.
sos que representan exactamente lo contrario de la auténtica «sim- Se descubre aquí una ambigüedad del concepto de «simpatía»
patía»», por ejemplo, de la rudeza,la crueldadrla rnaldad, la envidia, altamente negativo para esta cuestión. Hay un alegrarse de la alegria
los celos, la alegría del rnal ajeno, etc.'. Alguna forma de la vida ajena y un padecer por esta alegria; un padecer por el padecimiento
social, así como alguna forma de transmisibilidad de las vivencias, ajeno y un alegrarse del ajeno padecer. Ambos presuponen la com-
se halla justo tan necesariamente enlazada con estos sentimientos prensión o la transmisión del estado. Mas comúnmente se habla de
colno con el compadecerse y el congratularse. No sería éste el ca- «simpatía»> sólo en el sentido del primer miembro de estos pares
so si estas últirnas maneras de comportarse fuesen reducibles a me- de contrarios, donde son iguales los signos de la cualidad de la fun-
ras consecuencias de una conducta idiopátrca egoísta por su inten- ción y del estado. Lo que dice Darwin sólo sería válido paraun con-
ción + lafalta de una forma de convivir las vivencias ajenas. Pero cepto de «simpatia>> que incluyese también el segundo miembro de
crueldad, alegria del mal ajeno, envidia, celos, rudeza no son en los pares. Esto es de la mayor importancia justamente desde el
absoluto meros modos de conducirse idiopáticos y egoístas -igual punto de vista ético. Es evidente que sólo la simpatia en el primer
que si los objetos de estos modos de conducirse fuesen inanima- sentido es moralmente de valor positivo y que toda conducta con el
dos e insensibles, unos tarugos, por decirlo así, dentro del fenó- signo inverso es con la misma evidencia de valor negativo.Pero al
meno-. Ni siquiera de la «rud eza>> es válido esto, corno ya se ha hacer depender la mera sociabilidad y su incremento exclusiva-
dicho. Quien tiene a un ser humano por un tronco de árbol o por al- mente de la existencia de los sentimientos de simpatía de valor po-
go muerto, no puede ser precisamente <«rudo») con é1. Y mucho más sitivo, en lugar de ponerla en relación con la existencia o la forma-
insensata sería la suposición, tratándose de la crueldad, envidia, ción de todos los sentimientos y cualidades heteropáticos -incluso
alegría del ajeno, maldad. Son todos éstos modos de conducirse de valor negativo -, Darwin cae en el error radical de suponer que
genuinamente heteropáticos, en los que la intención se endereza di- ya en la <<sociabilidad creciente» en cuanto tal hay una condición
rectamente al dolor ajeno, no al propio placer, aun cuando el placer del progreso moral y de las fuerzas moralmente positivas, hasta lle-
pueda ser la consecuencia objetiva de la satisfacción de la inten- gar ala afirmación de que <«bueno es vivir en rebaño)), ((malo es el
ción. Si es falsa la doctrina (ya frecuentemente rechazada), según que vive solo»», una idea que con razón despertó la violenta reac-
la cual el hornbre tiende a su placer tarnbién cuando socorre a otro ción de Nietzsche.
Esto es válido, naturalmente, también para el hombre y su his-
-aunque el socorrer puede deparar colno consecuencia placer-, no
lnenos falso es decir que estos modos hostiles de conducirse con- toria. Con el incremento de las relaciones sociales entre los pue-
sisten sirnplemente en que el individuo busca precisamente su pla- blos y grupos de un pueblo, y con el aumento de la solidaridad de
cer-con los ojos cerrados, por decirlo así, para las vivencias de los intereses no han crecido en sí las reacciones afectivas heteropáticas
dernás, o viéndolas, aunque no «<tomándolas en consideración»-. -a diferencia de las capacidades de comprensión-, con la mayor re-
No. La conducta heteropática puede apuntar al dolor o cualquier lación entre los hombres pero se han di.ferenciado enormemente,
suerte de menoscabo y aniquilación de valores ajenos de un modo ya que gracias a la mayor riqueza de los actos de comprensión han
tan perfectamente originario como al placer o a toda clase de in- recibido un material mucho más variado. Mas esta especificación
se ha producido exactamente lo mismo para las de valor negativo
creffIento y realtzactón de tales valores. La fonna de vida social no
que paru las de valor positivo.En el curso de la historia de la civi-
3. Cf. a este respecto mi escrito sobre Die Ursac'hen des Deut,schenhasse,s lizacton han surgido también nuevas formas de crueldad, rudeza,
(«Las causas del odio a los alemanes»>), en Gesamntelfe Werke IV 283-372, donde envidia, alegría del mal ajeno, etc., gue faltaban antes. Se han desa-
se rechaza la tesis sociológica de Spencer, de que el creciente contacto de los pue-
blos por obra de la civilización y las comunicaciones haya aumentado la sirnpatía
rrollado, pues, tanto más «vicios)) como «virtudes»», con la mayor
y el amor entre ellos. solidaridad de interés y relación.
t94 La simpatía

lgualmente infundado es el supuesto darwiniano de que los sen- 9


timientos de simpatía sean meros epifenómenos del «instinto so-
cial»», y éste a su vez una consecuencia del modo de vida social. La compasión y la congratulación y los modos de
Observemos que en lo tocante a la mera función perceptiva de
sus variedades
otros seres vivos como seres vivos y a la acogida de sus vivencias
por laviaque sea, no se tratade ninguna consecuencia del modo de
vida social, sino en alguna forma, por elemental que sea, de una
aptitud de todo viviente. No es la consecuencia, sino el supuesto de
toda <<sociabilidad» posible, que ya en cuanto tal siempre tiene que
ser más que una mera coexistencia en el espacio y una pura acción
causal de unas cosas sobre otras. No hay una ««sociedad» de pie-
dras. «Sociable» es sólo aquello que en algún modo existe además
((para)» otro. La sociabilidad y cualquier capacidad de los seres vi- Por 1o que toca a los modos de compadecer, hace ya el lenguaje
vos para vivir recíprocamente su vida son cosas que en ningún ca- distinciones características . Huy, por ejemplo, un ««tener misericor-
so se hallan, pues, en la relación de causa y efecto; no es la vida dia»»,un mero «lamentar»», un ((participar»; así como en la manera de
social objetivala causa empírica de la formación de semejantes ca- darse, las distinciones que se expresan en las frases: «participé en
pacidades. La relación imperante es más bien la relación de la co- ello» y ((me entró compasión»», o con más fuerza aún: «aquel sufri-
ordinación paralela. miento me partió el corazón»». En los primeros casos partiendo más
de nosotros espontáneamente, en el último afluyendo a nosotros la
corriente del dolor ajeno, por decirlo así. La forma más fuerte de la
compasión es el <<tener misericordia». El <<lamentar»» es su contrario
y algo tan distanciado y frío que el giro «lo lamento>> ha venido a ser
incluso una forma cortés de negar la ayuda pedida o deseada. El me-
ro <«lamentar»» no es, ante todo, capaz de impulsar a querer. Se con-
tenta con el deseo. Ya el «participar» es más fuerte que el «lamentar»».
Muy peculiar es el hecho, con mucha frecuencia puesto de relie-
ve, de que la compasión y la congratulación se diferencian enorme-
mente en la extensión y la difusión que poseen. En alemán, Mitleid,
compasión, es una legítima palabra que brotó de la naturaleza de la
lengua; Mitfreude, congrafulación, es una flaca formación analógi-
ca. Para variedades de la compasión hay en la mayoría de las len-
guas muchas palabras, no así para las variedades de la congratula-
ción. Esto indica, en todo caso, QUe la compasión está mucho más
difundida que la congratulaciónr. También en laéttcase ha mentado
siempre mucho más, con frecuencia estimando también más, la com-
pasión que la congratulación. La razón es muy dificil de precisar.
1) La ruzón metafisica de los pesimistas, según la cual la esfera del

l. Certeramente dice Jean Paul: «El compadecer es cosa de hombres; el con-


gratularse, de ángeles».
t9ó La simpatía La compasión y la congratulación t97

dolor es precisamente mucho mayor que la esfera de la felicidad, o De las variedades morbo,sa.s del simpatizar hay que decir que to-
que el desplacer es un estado positivo, en tanto que el placer sólo es das las variedades de perversiones, en tanto que tienen lugar frente
un estado negativo, carece de toda prueba.2)También se dice que el a estados propios, también tienen lugar frente a estados ajenos. Es
ser partícipe en el padecimiento es mayor porque la participación a decir, el inclinado a causarse dolor fisico se inclina también a cau-
menudo está acomp afiada por la aliviante idea: «qué bien que no me sarlo al prójimo; quien se alegra del propio dolor fisico se alegra
pasa a mí>>, mientras que la congratulación es inhibida por la envi- también del ajeno, y esto las más de las veces también cuando el
dia, que siempre despunta ligeramente. Esta razón descansa en una prójimo padece por ello. Este hecho es muy curioso. No hay que
observación exacta, pero es enteramente insuficiente, pues con se- confundirlo con la alegría por el padecer del prójimo debido al dolor
guridad es inconciliable con un genuino ser partícipe. 3) Cabría pen- fisico propia de la afectividad normal, es decir, con la crueldad. Es-
sar también que el dominio de aplicación de la compasión sea mayor ta alegría es, desde el punto de vista ético, de un valor totalmente ne-
por obra de los hechos del dolor fisico, al que no corresponde nin- gativo. En cambio, la alegría por el dolor fisico ajeno, si es que se
gún sentimiento de placer sensible tan cap az de intensificación y ge- tiene alegria en el dolor, no es en sí un valor negativo desde el pun-
neralmente difundido por el organismo entero; en particular, ningu- to de vista ético, sino un fenómeno patológico. Ambas cosas se con-
no que encuentre su expresión con un automatismo inmediato. Cada funden muy frecuentemente en la vida y en la teoría. Por ello, en se-
parte del cuerpo es capazde dolor, no así de placer sensible, o segu- mejante caso, primero siempre tiene que mirarse si huy maldad y
ramente no en los mismos grados y con arreglo a las mismas rela- genuina crueldad o una mera alegria por el dolor fisico (algofilia),
ciones de intensificación. También es lo que depara dolor fisico en que es perfectamente compatible con el simp atizan Huy, por otro la-
general más fácil de determinar que lo que depara placer sensible; y do, un tipo de hombre que se manifiesta muy compasivo, pero que
esto último es más variable según los pueblos y tiempos que lo pri- está exclusivamente lleno de solapada alegria por el dolor fisico. Es
mero. Pero estas diferencias existen por lo que respecta a las sensa- sabido cómo muchas mujeres se hacen enfermeras porque ven con
ciones afectivas, mas no relativamente a los modos del sentimiento gusto el dolor, pero que a pesar de esto prestan su ayuda por con-
de la vida y de los sentimientos espirituales. Y, sin embargo, dismi- ciencia del deber, limitándose a hacer de su perversión la base de su
nuye la difusión también aquí en el sentido anterior. 4) El hecho lin- actividad profesional. A este tipo corresponde, por otra parte, el tipo
güístico mencionado pudiera estribar simplemente en la diversa, es del «ávido de compasión»», a quien la visión del padecer ajeno por el
decir, más alta valoración social de la compasión que de la congra- propio padecer despierta alegría y, por ello, se dedica a provocar
tulación, no en su difusión real, y la valoración depender de la mayor compasión; no por consideraciones utilitarias, como el mendigo
importancia práctica de la compasión. Esta es causa de una activi- gue, por ejemplo, pretexta ser ciego, sino de alegria por el pade cef .
dad benéficay por ello es estimada de cualquiera, en la medida en
que es capaz de simpatia y al mismo tiempo juzga utilitariamente, 2. Distinto es, por el contrario, donde el provocar la compasión es tan sólo
una maniobra,, un «experimento)», ya para medir el grado del amor de la otra per-
más alto que la congratulación, que no tiene un efecto práctico tan sona, ya para hacerse momentáneamente sensible el amor conocido. También en-
directo. Esta me parece ser, en efecto, la verdadera razón de la dife- tra en este capítulo el «castigo» de otro dañándose y perjudicándose a sí mismo;
también en este fenómeno se usa del participar del otro en el daño de la persona
rencia. El puro valor ético de la congratulación, en su índole de acto
que se perjudica a sí misma como medio de castigarla. Mientras que entre nosotros
de simpatia, es completamente igual al de la compasión. Como ac- esta forma (en sus casos más fuertes, al menos) está limitada a los enfermo,s y en
to total es en sí más valioso que el acto de la compasión, pues la ale- particular representa un conocido síntoma del «carácter histérico)), es digno de no-
ta que en Japón y Chinahaya llegado a ser literalmente una costumbre nacional.
gria es preferible al padecer. En cuanto al valor de la ejecución del
Así, se suele «castigar)) a personas poderosas lesionándose o matándose y provo-
acto, es igualmente signo de un carácter más noble justamente por- cando la compasión general de la nación. La pasada revolución china fue impulsa-
que encuentra más motivos de inhibición en la envidia posible. Hay, da durante el antiguo régimen por una gran serie de tales «suicidios punitivos».
Análogamente, suele con frecuencia matarse a la mujerjaponesa, en el caso de ser
pues, una inversión util ttana de las verdaderas relaciones de valor en maltratada por su marido, para entregarle al general desprecio, a saber, por obra de
la estimación que encuentra su expresión en el lenguaje corriente. la compasión general por la muerte de la suicida.
10

Sobre el valor ético de la simpatía

Los actos de genuino simpatizar ostentan un valor ético positi-


vo, en modo alguno los sentimientos heteropáticos en gen eral. La
altura de este valor se mide por: 1) El nivel del sentimiento que pue-
de ser de simpatia espiritual, psíquica, vital o sensible.2) La dife-
rencia entre el compadecer del primer tipo y el mero «padecer con
alguien». Ninguna clase de dolor positivo, sino un valor negativo,
como simple aumento del padecer, presenta el contagio. 3) Con
arreglo a la diferencia existente entre que el simp atizar se dirij a al
central sentirse y autovalorarse de la personalidad o sólo a su esta-
do. 4) Pero, además, el valor total de un acto de simpatia se dirige
hacia el valor del estado de cosas sobre el cual se produce el ajeno
padecer y alegrarse. Esto significa que es preferible el simpatizar
con alegrías y padecimientos que ((responden ala realidad» al sim-
patizar con aquellas que no son tales. Igualmente, es preferible el
simpatizar con el estado de la persona de mayor valor al simpatizar
con la de menos valor.
Este valor de la simpatía existe en sí; no existe únicamente por
obra de las acciones benéficas hacia las que conduce la simpatía,
especialmente la compasión. Pues, ya «pena a medias, media pena;
alegria a medias, alegria y media»», se trata de uno de los pocos re-
franes que resisten el examen ético. Lo que sí es un «signo distinti-
vo)) de lo genuino del compadecer, es el que conduzca al acto de
socorrer al prójimo.
Las valoraciones expuestas aquí son, naturalmente, de todo
punto distintas de las hechas por la llamada «ética de la simpatia>>,
200 La simpatía

según la cual es la simpatía lo único que engendra el valor ético en 11


general. Justamente con arreglo a esta manera de valorar, no tiene
la simpatia un valor positivo, sino que todos los valores éticos se-
rían valores únicamente en relación ala simpatíar.
Relación del amor con la simpatía

Uno de los errores más decisivos de casi toda la ética inglesa


moderna -en oposición a la éttca griega y cristiana- ha sido el in-
tento de reducir los hechos del amor y odio ala simpatiat.Las más
de las veces ha sido poniendo en primer término la compasión y
colocando en lugar del ((amor» el llamad o <<querer bie¡z»» sin más
(frecuentemente, también, el ((querer bien desinteresado»). El con-
cepto cambiante del ((querer bien»), que en realidad a menudo está
fundado en la compasión (mucho menos en la congratulación), for-
ma, por decirlo así, una pseudo-transición al amor, como el «que-
rer mal» al odio. Ahora bien, el <<querer bien» no es, en absoluto,
amor. Primeramente, el dirigirse al «bien») no es, en modo alguno,
esencial y necesario para el amor. El amor se dirige íntegramente
a valores personales positivos y también al «bien>» sólo en tanto
se convierte en el portador de un valor personal. <«Amamos)) co-
sas respecto a las cuales no tiene ningún sentido el «querer bien»»,
por ejemplo, la «belleza>>, el <<conocimiento», el <<arte»»; amamos
a «Dios»», al cual sería muy ridículo ((querer bien». El amor a los
hombres puede conducir a ((quererles bien»; pero esto es una con-
secuencia del amor. Tampoco ((querer bien» de alguien es igual al
((quererle bien)), como fenómenos. En el ((querer bien»» hay una
distancia del que quiere bien desde arrlba, un cierto «favorecer)),
1. Cf. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die ruateriale Wertethik, que hasta excluye ligeramente el amor. Hay una distancia análoga
en Gesammelte Werke II (versión cast.: Éticr; nuevo ensat)o defunctamentación de
un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001). Partiendo de estos principios es l. Cf. mi trabajo sobre Das Ressentitnent im At(bau der Moralen, en Gesanx-
fácil mostrar las erróneas interpretaciones y valoraciones de la compasión hechas melte Werke III, 33-147 (versión cast. de José Gaos editada por J. M. Vegas: El re-
por Schopenhauer y Nietzsche. De un modo ejemplar lo ha hecho E. Kramer, Das sentimiento en la moral, Caparrós, Madrid 1998). Observaciones muy certeras en
Phcinomen des Mitgertihls in der modernen Philosophie, insbesondere bei Scho- C. Stumpf, Ueber ethischen Skeptizintus («Sobre el escepticismo ético») y en
penhauer und E Nietzsche (<<El fenómeno de la simpatía en la filosofia moderna, E. von Hartmann, Phcinontenologie des sittlichen Bewusstseins («Fenomenología
en particular en Schopenhauer y F. Nietzsche»), tesis doctoral, Colonia 1922. de la conciencia moral»), la crítica de la moral de la simpatía.
202 La simpatía Relación del amor con la simpatía 203

a la que hay en la habitual «compasión por otro»» a diferencia del


¿En qué relación efectiva se hallan, pues, entre sí la simpatia y
«padecer con otro»». Con todo, hay también en el fenómeno del el amor y odio? En primer lugar, el amor en sí está referido a un
((querer bien») una tendencia cuyo objetivo es el <<bien»» del otro
valor; y ya por esto no es ningún caso un simpatizar. También el
-pero no un ((querer» propiamente tal, sino un movimiento impul- <<amor a sí mismo»» está, en oposición al mero egoísffio, referido al
sivo (el querer bien ((germina», ((se excita>», etcétera)-. Mas en la valor y no puede ser por su propia índole ningún «simpatizar con-
esencia del amor no se encuentra en absoluto una tenden cia, aun sigo». En segundo lugar, el amor no es un ((sentir» (es decir, una
cuando le pert enezca la naturaleza de movimiento que también se función), sino un acto y un <<movimiento>>3. Todo sentir es un reci-
se encuentra en la tenden cia. En el acto del amor no «tendemos)) a
bir, tanto el sentir valores como estados (por ejemplo, «<padecer)),
nada, como tampoco en el acto del odio lo «repelemos)). El amor
«soportzrD, <<tolerar»); esto lo llamamos una «función». Pero el amor
es un movimiento hacia un valor positivo, pero la previa existencia
es un movimiento del ánimo y un acto espiritual. Es indiferente
o inexistencia de este valor es para el amor indiferente, mientras se gue, fenomenológicamente, el movimiento más bien tome su pun-
trata de su esencia.En el amor falta por completo la <«meta» de un
to de partida del objeto o sea vivido partiendo del centro del yo. El
contenido a realizar inmanente a toda tendencia (en el caso del concepto aqui empleado de «<acto»» no está ligado al «yo»», sino ala
querer es un «fin»). ¿Qué ((querria»> realizar la madre, cuando con-
persona, jamás susceptible de ser objeto. El amor puede darse tam-
templa amorosamente a su lozano hijo dormido? ¿Qué es lo que bién como <<incentivo»», como «invitación» por parte de su objeto,
habría que <<realizaD) en el amor a Dios? ¿O cuando amamos obras
lo que con respecto al sentir es imposible. El concepto del amor de
de arte? El amor puede tener por consecuencia el experimentar Aristóteles tiene, por ejemplo, este sentido, cuando dice: «Dios
múltiples tendencias, apetencias, anhelos por el objeto amado; pe- rnueve el mundo como lo amado mueve al amante»» (MetaJísica).
ro él mismo no es nada de esto. Es más, sigue una ley opuesta a la
Pero, ante todo, es el amor un act o espontáneo y lo es incluso en
de la tendencia. Mientras que ésta se extingue y aqureta con su
el <«amor recíproco)), como quiera que éste se halle fundado. Por el
«satisfacción», el amor, o sigue siendo igual, o crece en su acción,
contrario, es todo simpatizar una conducta reactiva. Sólo se puede,
en el sentido de un creciente adentrarniento en su objeto y una cre-
por ejemplo, tener simpatiapor seres que sienten; más el amor es-
ciente iluminación de su valor inicialmente escondido. En el acto tá totalmente libre de esta limitación.
del amor la «satisfacción)) no tiene sentido alguno, a menos que
No obstante, existen aquí esenciales relaciones sui generis. Las
no se entienda algo totalmente distinto, z saber, la «satisfacción» o
más importantes son: que todo simpatizar estáfttndado en un amor
el <<sentirse fehz»> en el llevar a cabo el acto mismo del amor. Una
y sin un amor cesa; pero no, en absoluto, a la inversa. Luego ,la ca-
fuente muy usual del equívoco denunciado es, por tanto, el con-
pa de la centralidad del objeto al que se refiere el simpatizar (esta-
cepto del «deber de amor»» estatuido por una parte de la moral ecle-
dos periféricos o el fondo de la persona; sentimientos sensibles, vi-
siástica. Por querer (falsamente) lo imposible, se ha puesto en lugar
tales y espirituales) está plena y totalmente dirigida por el objeto
suyo el «querer bien»», si es que no el práctic o hacer bien A la in-
previamente dado del amor que es fundamento del simpatizar, es
versa, eliminó Kant el amor de toda conducta moral valiosa, por no
decir, por la dirección del amor a la correspondiente capa.
poderse hacer de él un «deber)) y creyó (erróneamente) poder fun-
La primera proposición resulta notoria a la luz de la clara ley
damentar el concepto del valor moral sólo en el deber-ser y en el
por la que simpatizamos sólo en la medida y sólo con la profundi-
deber moral2.
dad en que y con que amamos. Allí donde no amamos profunda-
mente el objeto con que simpatizamos, pronto se termina nuestra
2. Lo erróneo de estos principios de la ética de Kant lo he mostrado a fondo en
mi tratado Der Formalisnxus in der Ethik, en Gesammelte Werke II (versión cast.: simpatiay con seguridad que ésta no llega al centro de la persona.
Ético; nuevo ensqyo de./undamentación de un personalismo ético, iaparrós, Ma- Ahora bien, nuestra proposición no quiere decir, en absoluto, que
drid 2001). En lugar de la superación de las leyes de la moral del Antiguo Testa-
mento, aparece con este falseamiento una nueva ley, tan sólo de otro contenido. Cf.
las certeras observaciones sobre este punto de F. von Baader, Religióse Erotik,,9.
3. De aquí que tenga sentido designar el amory el odio como «movimientos»
del ánimo; pero no como «<sentimientos»», por no decir como «afectos».
204 La simpatía Relación del amor con la simpatía 205

el objeto con que simpatizamos, tengamos que amarlo también. <«universal»» o <<todo)), que aquí todavía es amado y que funda indi-
Sólo se trata de una ley de fundamentación de los actos tomados rectamente el movimiento de compasión -y para el que el compa-
como esencias. Tenemos a menudo simpatia por una persona ala decido sólo es un ((caso)) o un <<miembro parcial»- visto en rela-
que no amamos. En el lamentar lo acaecido a una persona, por ción con el padecer individual al que se endereza la compasión,
ejemplo, no hay traza alguna de amor por ella; tampoco en el habi- suscita la vergienza que acompafra siempre al desplazamiento de
fual compadecerse «de ella». Pero aun en este caso están los movi- un valor radicado en la íntima sombra de la individualidad hasta la
mientos de la simpatia fundados e,n amor; el amor que los funda- esfera de una forma cualquiera de <«universalidad». También la se-
menta se endereza, ya a un todo del que la persona es parte y guridad con la que disminuye el grado de exigencia por parte del
miembro (familia, pueblo, género humano), o a un objeto general objeto de simpatizar con él cuando desciende su grado de ser ama-
del cual es un ejemplar para nosotros (por ejemplo, compatriota, do, tal como lo experimentamos a diario, es un indicio seguro de
pariente, miembro de la Humanidad incluso ((un)) ser vivo). Es de- que con el grado 0 de ser amado de algo que encierra, aun indirec-
cir, el objeto al que en el fenómeno se enderezael amor no necesi- tamente, el objeto de la simpatía, también la simpatia descendería
ta ser intencionalmente el mismo que el objeto de la simp atia. Pe- a 0. Por esto, vemos a su vez que todo exteriorizar compasión sin
ro el acto de simpatizar tiene que estar inmerso en un acto de amor amor a una persona es sentido como algo brutal incluso por la pro-
que lo abarque, si ha de lleg ar a ser más que un mero ((compren- pia persona compasiva cuando tiene una sensibilidad fina. En los
der» y ((sentir lo mismo que otro»>. Justamente porque es válida es- casos en que esta persona no puede amar al mismo tiempo al obje-
ta adición, es muy posible simpatizar con alguien a quien no ama- to que compadece, ocultará su movimiento de compasión. Mídase
mos; pero queda excluido el no simpatizar alli donde se ama. con esto todo el error de la opinión de que se puede reducir el amor
El acto del amor es, pues, lo que determina radicalmente con su a la simpatía.
propio radio la esfera en que es posible la simpatía. Esto hace com- Dondequiera que ha surgido esta doctrina, se puede estar segu-
prensibles dos cosas. Primero, el que resulte esencialmente exclui- ro de que la verdadera razón de ella es el resentimiento que consi-
clo odiar y simpatizar en un acto total. Allí donde odiamos tenemos dera al que padece, efl cuanto tal, como un ser de valor más alto,
trlcgría en el dolor y el daño y se produce la serie de los sentimien- conduciendo así a un pervertido amor al padecer. Este es el caso,
por ejemplo, en Schopenhauer y dondequiera que la poderosa idea
tos heteropáticos de valor negativo: envidia, alegría del mal ajeno,
(cristiana) del padecer «<voluntario»», pero al mismo tiempo «biena-
ctc. Por otra parte, comprendemos que cuando en verdad amamos,
venturado» (por algo de un valor más alto que el de aquello al sa-
pcro no el mismo objeto con que simpatizamos, se despierta en el
crificio de lo cual va unido el padecer) ha sido torcida en la per-
compadecido la conciencia del «orgullo ofendido»>, de la «vergüen-
'ttD, del «rebajamiento»». No «la compasión vertida idea del resentimiento que hace del «padecer» y de lo que
-en cuanto tal- va con- «padece)) un particular objeto del amor (por ejemplo, que Dios ve
trala vergüenza>», como dice Nietzsche, sino la compasión sin amor
con singular ((complacencia» a los que padecen, a los pobres,
a aquel que es compadecidoa. Lo único que hace soportable la com-
etc.)s. El amor no se dirige al padecer del que padece, sino a los va-
pasión es el amor que lo delata. En otro caso el compadecido sien-
lores positivos de que esté investido, y tiene sólo por consecuencia
te que el amor (que es el fundamento de la compasión) no se dirige
el hecho de socorrerle en su padecer. Por el contrario, es ese mise-
a él in concreto, sino a un objeto en general, como, por ejemplo, la
ricordioso sentimiento de un amor al que padece en cuanto tal jus-
Humanidad, su familia, su país, su pertenencia a una clase. Este
to el hecho básico, sumamente discutible, del que parten semejan-
tes intentos de derivar el amor del compadecer. A la inversa, el
4. Cf. también Así habló Zarathustra: De los compasivos. Cf., a su vez, E.
Kramer, Das Phcinomen des Mitgefi)hls in der modernen Philosophie, insbesonde- vivir la compasión llena de amor por otro, no es únicamente el ha-
re bei Schopenhauer und E Nietzsche (<<El fenómeno de la simpatía en la filosofia
moderna, en particular en Schopenhauer y F. Nietzsche»), tesis doctoral, Colonia 5. Cf. el siguiente estudio de M. Scheler, Sobre el pudor ! el sentimiento de
1922. vergüenza (1913), Sígueme, Salamanca 2004.
206 La simpatía

cer el bien lo que anuda nuestro corazón con el ajeno, sino que son
el propio amor y querer bien quienes hacenfelizy son delatados por
la compasión exterionzada tan sólo como base de conocimiento.
Certeramente jrvgaE von Baader: «El efectivo querer bien es ya de
suyo y en principio hacer bien, o el beneficio central, y por consi-
guiente el mayor, que un ser personal y libre pueda hacer a otro, y
sin el cual todos los demás beneficios no lo son, y por eso tampoco
engendran reconocimiento alguno>> (Erótica religiosa, l5).

Panrp SEGUNDA

ELAMORYEL ODIO
1

Para la fenomenología del amor y el odio

l. Lo que no son

Si con lo dicho hasta aquí queda excluidala posibilidad de re-


ducir el amor y el odio ala simpatía, no resulta menos excluidala
de reducirlos en general a hechos más simples o la de considerarlos
como un ((complejo» de estos hechos. Todo intento de reducirlos a
un complejo de sentimientos y tendencias yerra el golpe. Considé-
rese, por ejemplo, el perfecto absurdo de la definición de Spinoza,
según la cual el amor sería <<quaedam laetitia concomitante cousa
externa>>.Ya Malebranche pregunta justamente si es que amamos,
por ejemplo, la fruta que estamos devorando y que consideramos
como causa del placer que experimentamosl.Tratándose del amor
de una persona hum ana a otra (y del odio), estos actos se revelan
totalmente independientes con respecto al cambio de los estados
afectivos en el simple hecho de que permanecen en medio de este
cambio de estados como tranquilos rayos fijos sobre su objeto. Ja-
más el dolor o el pesar que nos depara una person a amada altera
nuestro amor por ella, jamás la alegria o el placer que nos depara
una persona odiada altera nuestro odio. Y en medio de los múlti-
ples cambios de alegriay de pesar que ocurren día tras día entre los
seres humanos, permanecen absolutamente intactas las relaciones
de amor y de odio entre ellos. Lo único que en este punto cabe de-
cir es que el objeto amado es una fuente más rica tanto de posibles
alegrias como de posibles pesares. Pero exactamente lo mismo de-
be decirse del objeto odiado: cuanto más odiado, tanto más apenan
su dicha o sus buenas prendas, tanto más regocija su desdicha, su

l. Cf. N. Malebranche, Recherche de la vérité.


2t0 El antot'y el odio
Para la fenomenología del amor ), el odio 21 I

nulidad, V tanto más ricas son las fuentes de posibles pesares y po-
valor (como aún se dirá), pero no son este conocimiento. En segun-
sibles alegrías que representa.
do término, aquello a que se dirigen estas intenciones no es un va-
Toda una serie de hechos de muy distinta índole es la que entra
lor, ni un valor <<más alto»», pura y simplemente, como cuando «pre-
en juego cuando se trata del funcionamiento del amor y el odio co-
ferimos)) un valor a otro, sino que son objetos valiosos y en cuanto
Ino caLtsas (no como efectos) de estados afectivos. Lo que en este
que lo son. No se ((ama)) un valor, sino siempre algo que es valioso.
caso pasa es, ciertamente, que la ejecución de estos actos constitu-
En sus bellas consideraciones sobre el amor y el odio ha emiti-
ye la más profunda de todas las «fuentes»> de aleg ria y pesar, más
do N. Malebranche2 la opinión de que consisten en sentimientos,
aún, de <<bienaventuranza» y «desesperación»». Así, el amor, inclu-
pero en senttmtentos que suponen un juicio sobre el valor o sobre
so cuando es <<desgraciado»> en el sentido de la falta de correspon-
la dignidad de un objeto para despertar una determinada alegria.
dencia, efl cuanto acto va acompañado, sin embargo, de un alto
En este sentido somete a una crítica la tesis de Spinoza. Es, sin em-
sentimiento de felicidad; y lo mismo sucede cuando el objeto del
bargo, fácil de ver que la opinión de Malebranche representa una
amor causa pesar y dolor. A la inversa, cuando, por ejemplo, el pe-
errónea racionalización del amor y de odio3. Puede haber actos
sar de la persona odiada causa alegría (como en la envidia, la ale-
emocionales para los cuales es necesarta la [d formulación de un
gria del mal ajeno, la tnaldad, etc. ),la ejecución misma del acto de
juicio (o mejor, de una apreciación). Un acto semejante me parece
odio, empero, se caracteriza colno «tenebrosa)) y «desventurada».
ser, por ejemplo, el ((respeto>». Este supone esa distancia originaria
Aun prescindiendo de considerar el amor y el odio como esta-
al objeto que hace únicamente posible una apreciación de valor an-
dos afectivos, para preguntarse sólo si son sentir intencional <<de al-
tes de que intervenga el acto emocional. También necesita tener
go)), es ntenester contestar también negativamente a esta pregunta.
presente en una intención especial el valor del objeto ala vista del
Pues es seguro que puede darse un valor positivo en el sentir, sin
cual se produce. Justamente esta distanciafalta al amor y al odio.
despertar amor al objeto que lo sustente. A Franz Brentano toca el
Éstos son modos absolutamen te primitivos e inmediatos de conr-
nrérito de haber descubierto así la naturaleza de actos del amor y
portarse emocionalmente respecto al contenido mismo de valor, de
el odio colno la naturaleza elemental de estos actos, llegando a con-
suerte que ni siquiera se da fenomenológicamente una función de
siderarlos como más prirnitivos que el propio <<juicio»». Lo hacemos
percepción del valor (por ejemplo, un sentir, un preferir); pero me-
resaltar tanto más cuanto que estamos convencidos de que este sen-
cillo descubrimiento levanta la perspic acia de Brentano en este nos que nada, una apreciación de valor. Y sobre todo, el corres-
asunto muy por encima de los errores psicológicos corrientes que
pondiente valor no se da por anticipado en una intención especial,
relegan el amor y el odio ya a la esfera de los sentimientos, ya a la como en el respeto. Nada atestigua tanto este hecho como la insó-
de las tendencias, ya a la de las emociones, o los consideran colno lita perplejidad en que vemos caer a toda clase de personas cuando
se les pide que <<razonen)» su amor o su odio. Justamente entonces se
un mixtum composittutt de estos hechos. Sin embargo, no podemos
seguirle cuando en el Origen del conocimiento moral los identifica revela hasta qué punto estas <<Íazones)) resultan buscadas siempre a
con el <<preferir» y el ((posponer)) . La relación del amor y el odio «posteriori» y en conjunto no se ajustan nunca exactamente, ni en
con estos actos ha sido dilucidada a fondo en el Formalismo. Limi- la extensión ni en la índole, a lo que tiene que <<razonarse)). Tam-
térnonos a hacer resaltar aquí que el preferir y el posponer pertene-
2. Cf. N. Malebranche, Recherc'he de la vérité ll.
cen a la esfera del conocimiento del valor (y, cabe añadir, del cono- 3. Si con la frase <<el amor se dirige al ser humano independientemente del va-
cirniento del estrato supremo del valor), mientras que el amor y el lor» -que se encuentra en casi todas sus obras- quisiera H. Blüher rechazar sim-
odio no cuentan entre los actos cognoscitivos. Amor y odio repre- plemente esta errónea racionalización,la razón estaría de su parte; pero en mo-
do alguno,, si lo que quiere decir es que el acto del amor, tampoco en su ejecución
sentan una peculiar fflanera de comportarse ante los objetos de va- en cuanto tal, está referido al valor. Mucho rnás hondo ve Baader, cuando observa
lor que, con seguridad, no es una mera función de conocimiento. que la belleza en cuanto <«amabilidad»» procede del arnor, la odiosidad del odio
Pueden, por una parte, servir de fundamento al conocimiento del y que la chari.s o la gracia es idéntica a la Charitus (gracia como don o inclinación)
(Religióse Erotifr, I 5).
2t2 El amot'v el odio Para la .fenontenología del amor ), el odio 2t3

bién se ve cómo objetos que tendrían exactamente las misma^s cua- efectos. Contra nada pecan tanto los hábitos mentales dominantes
lidades de valor aducidas como tazones de amor y odio no suscitan como contra esta afirmación. Lo dicho implica, primero, que el
en modo alguno estos actos. El amor y el odio se dirigen por ne- amory el odio no son relativos a los puntos de referencia<<yo» y el
cesidad a un núcleo individual de las cosas, a un núcleo de valor <<otro»>; es decir, el amor y el odio no son modos de comportarse

-si así puede decirse- que nunca admite el disolverse íntegramen- esencialmente socialesa como 1o son, por ejemplo, las funciones de
te en valores susceptibles de apreciación, ni siquiera sensibles, por la simpatia. Es posible, por ejemplo, ((amarse y odiarse a sí mismo»,
separado. La norma de estimación de los atributos valiosos depen- pero no se puede simpatizar consigo mismo. Pues cuando se dice
de,a la inversa, de que los valores sean portados por cosas amadas que (<una persona se compadece a sí misma)) o que siente, por ejem-
u odiadas: no el amor y el odio de esta estimación. Más aún, es un plo, «alegría de poder estar hoy tan satisfecha» (frases en que se
fenómeno peculiar el que nos parezcaya una especie de «falta» y tienen ala vista, sin duda alguna, fenómenos sumamente precisos),
de <<culpa>», un ((agravio»» al amor O) al odio), el subsumir nosotros un análisis más exacto revela siempre que hay un contenido de la
mismoS, o simplemente el ver subsumidos por otros, los valores de fantasía en que la persona de referencia se conternpla a sí misma
los objetos amados (y odiados) bajo categorías de valor conceptua- ((como si fuese otra»», por decirlo así, y es bajo la especie de «esta
les. Es imposible leer la cafta de una persona amada aplicando otra»» (ficticia) como simpatiza con sus propios sentimientos. Así,
((normas)), sea de gramática, sea de estética, sea de estilo: parece es posible colocarse imaginativamente en la situación del que va en
ya una «defección» el hacerlo. Todas las propiedades, actividades su propio entierro, etc. Fenomenológicamente, la sirnpatía sigue
y obras del objeto amado reciben su pleno valor tan sólo del obje- siendo en este caso un acto social. Esta forma de ilusión no es ne-
to que las tiene o del sujeto que las lleva a cabo. cesaria en el amor ni en el odio a sí mismo . Para que el amor y el
A una actitud racionalista, y sólo por este motivo, le parecen el odio tengan lugar no es en absoluto un supuesto necesario la direc-
amor y el odio «ciegos». Pero esto significa muy poco. Pues el he- ción del acto a <<otro)), ni en general ningún ligamen consciente de
cho de que con los «ojos del espíritu» del amor y el odio se vean las personas. Si llamamos ((actos altruistas» a los actos dirigidos a
otras cosas (en materia de valores), se vean valores más altos o más otros en cuanto tales, el amor y el odio no son, efl absoluto, actos
bajos que los que se pueden ver con el «ojo» de la ruzón, no prue- esencialmente altruistas. El amor se orienta primordialmente hacia
ba que todo se reduzca en este caso a ver ((peor)» lo mismo que con valores y hacia objetos (transparentes a través de los valores que
el ojo de la razón se vería «mejor)). Hay en el amor y el odio una portan), siendo en principio indiferente si soy ((yo)) o es «otro»» el
evidencia propia que no puede medirse por la evidencia de la <<ra- que tiene los valores en cuestión. El amor a sí mismo y el amor al
zón>>. Sólo aquel a quien falta esta evidencia y está condenado por prójimo, el odio a sí mismo y el odio al prójimo se oponen como
su constitución a vacilar en este punto puede cargarlo a cuenta de igualmente primitivos y originales. Por otra parte, actos dirigidos
una ((ceguera)) general de funciones y actos que sólo debía sopor- a otros en cuanto tales no son necesariamente, ni mucho menos,
tar su deficiente actividad individual. ((amor>». También la envidia, la maldad, la alegria del mal ajeno es-
Se hizo notar ya qLle el amor y el odio no representan acto al- tán dirigidas a otros en cuanto tales. Si se llama «altruismo)) a la
guno de <<tendencia». Justamente la «inquietud» de la tendencia re- actitud de la persona vuelta hacia otros, ala propensión a apartar
sulta tanto más apagada en el amor y el odio, cuanto más precisos, la vista de sí mismo y de la propia vida, esta actitud <<social»» no tie-
puros y claros son éstos. Tampoco se da en ellos nunca nada como ne absolutamente nada que ver con una actitud ((amorosa)) o ((ama-
«lo que hay que realizar»». Pero sobre estos volveremos más tarde. ble». Pero si un affror a otros está fundado en semejante acto de
Mas, ante todo, es de observar que el amor y el odio son ya en apartamiento de sí, es que está fundado sirnultáneamente en un
cuanto actos diferentes de todos los demás actos y entre sí; es de-
cir, que no llegan a ser lo que son, sea en relación a sujetos, sea en
4. Otros actos esencialmente sociales son, por ejemplo, prometer, obedecer,
mandar, obligar, etc. Cf. el detenido análisis de los actos «sociopsíquicos») en H. L.
relación a sus objetos, sea con respecto a sus posibles acciones y Stoltenb erg, Sozictpsvchologie, Berlin 19 I 4.
)t4 El amot' y el odio Para la fbnornenología del amor .t, el odio 2t5

odio todavía más radical, a saber, en el odio a sí mismo. El apartar da mi yo individual como objeto de amor, desprendido de todas las
la vista de sí, el no poder quedarse <<solo»» (un tipo es, por ejemplo, relaciones sociales y tomado sólo como soporte de aquellas supre-
cl <<fundador de sociedades») no tiene nada que ver con el amor5. mas especies de valores que encuentran su expresión, por ejemplo,
Pero exactamente en la misma escasa medida en que la direc- en el concepto de «<salvación», sino que me estoy dado a mí mismo en
ción hacia el otro es una característica esencial del amor, exacta- la tendencia como sólo ((uno entre otros»» que simplemente <<no to-
nrente en la misma lo es la dirección hacia la comunidad. Hay un ma en consideración» los valores de otros. Justamente el egoísmo
an'ror alacomunidad, en el doble sentido de un amoral conjunto de necesita, pues, del mirar al otro y también de un mirar a sus valo-
la «comunidad» y de un amor a cada individuo ((como miembro res y bienes, y consiste precisamente en el ((no tomar en conside-
de la comunidad»); pero al mismo tiempo hay un amor al individuo ración»> las exigencias de estos valores (que es ya un acto positivo
mismo que es completamente independiente de este amor ala co- y no la simple falta de un acto). El <«egoísmo)) no es un conducirse
munidady del que el individuo es objeto sin referencia alguna en ((como si se estuviera solo en el mundo»; por el contrario, supone
oposición a toda comunidad (amor al individuo íntimo).La comu- el individuo dado como miembro de la sociedad. Justamente el
nidad -en todos los sentidos- sólo es un objeto del amor entre otros egoísta está poseído por completo de su ((l/o social)», que le encu-
objetos. Si se entiende por <<carácter social»» una particular inclina- bre su íntimo yo individual. Ni tampoco tiene este yo social por ob-
ción a engolfarse en los <<asuntos de la comunidad>», este <<carácter jeto de un acto de amor, sino que está sirnplemente «poseído» de
social»» tampoco tiene con el amor lo más mínimo que ver. Lo que é1, es decir, vive en é1. Tampoco está dirigido hacia sus valores en
sí es posible es que a través del <<carácter social» se realice cierta cuanto valores (con los que se encuentra en sí por accidente), sino
especie de amor. Así, se puede querer trabajar en pro del conjunto a todos los valores, también a todos los valores de las cosas y a to-
de un pueblo, de una profesión, de un estamento o de una raza ((por dos los valores de otros; sólo en tanlo son o vienen a ser o pueden
amor a ellos»» fiamás a una «clase)), pues la clase es un conglome- ser.§uJ¡os, tienen relación con é1. Todo esto es 1o contrario exacta-
rado de intereses ajeno ala esfera del valor); pero es menester ser mente del antor o sí ntismo.
consciente de que en este alnor queda cornpletamente excluido el
amor a los individltos y toda voluntad de trabajar en pro de eÍlos.
Tarnbién es un fenómeno de todos los días el de odiar a una co- 2. Rasgos .fenomenológicos positivosT
munidad a cuyos miembros se ama -no en cuanto miembros de tal
comunidad, sino en cuanto individuo-. Así es como puede conci- En cuanto especies íntimas de actos, el amor y el odio pueden
liarse perfectamente el <<antisernitismo)), la «germanofobia» o la hacers e intuibles, no definibles.
<<francofobia»», etc., con el amor al individuo. Ante todo, el amor y el odio no se distinguen como si el odio
Hay, pues, tan originariamente un ((amor a sí mismo» y un fuese sólo el amor ala no-existencia de una cosa. El odio es, por el
<<odio a sí mismo)) como un ((amor al otro»» y un «odio al otro». El contrario, un acto positit)o en el que se da un disvalor tan inmedia-
««egoísmo)) no es el «amor a sí rnisrno))6. En el «egoísrno)» no se me tamente como en el acto del amor un valor positivo. Pero mientras
que el amor es un movimiento que va del valor más bajo al más al-
5. E,n uri trabajo RessenÍimentim Au/buu cler Moralet?, er1 Gesanunelte Werke to y en que relarnpaguea por prirneravez en cada caso el valor más
III, 33-147 (vet'sión cast. de José Gaos, editada por J. M. Vegas: El resentintiento alto de un objeto o de una persona, el odio es un movimiento opues-
en la morul, Caparrós, Madrid 1998) he mostrado qué error sin límites representa
la identificación positivista del amor y el «altruismo»». Por otra parte, son muchos
de los argumerrtos que F. Nietzsche dirige contra el amor en el capítulo del «Amor 7. En todo lo esencial se ha adherido a los análisis hechos en este capítulo
al prójimo» de su Así habki Zarctthustra, sólo válido para esta erróneq interpreta- Karl Jaspers en su Psychologie cler Weltansc'hauungen, Berlin 1919 (versión cast.:
ción positivista del arnor: altruisnro. Psicología de las concepciones del mundo, Gredos, Madrid 1967), en el capítulo
6. Cf. las finas observaciones de Aristóteles en la Éfica Nicontaqueo. capítu- «Die enthusiastische Einstellung ist Liebe»» («La actitud entusiasta es arnor»»), 101-
1o del ((alnor a sí mismo)). Cuán alto se halla en este punto ya Aristóteles frente a I19. Sobre el problema mismo, cf. tarnbién A. Pfiánder, Über Gesinnttngen («So-
todos aquellos que quieren entender «sociológicarnente»» el amor y el odio. bre los sentirnientos directos»).
216 El amot" v el odio Para la .fbnontenología del amor ), el odio 2t7

to. Con esto queda dado ya también sin más el que el odio esté di- dadas (o personas reales) meramente en virtud de los valores positi-
rigido ala posible existencia del valor más bajo (que en cuanto tal vos que tengan en sí y que estén «dados)) ya antes de entrar en es-
es un valor negativo), y a la anulación de la posible existencia del cena el amor. En esta idea hay de nuevo aquella «fijación»» del
valor más alto (la cual a su vez es un valor negativo). La dirección hecho meramente empírico que es al amor tan opuesta. Sin duda
del amor es la que lleva a poner el posible valor más alto, lo que es sentimos en el amor el valor positivo de las cosas amadas, por ejem-
un valor positivo (o a conservar el valor más alto), y a anular el po- plo, la belleza,lagracra y la bondad de una persona; pero lo mismo
sible valor más bajo (lo cual es un valor moral positivo). El odio no podemos hacer también sin ningún amor por ella. El amor sólo exis-
es, pues, en absoluto, un mero ((cerrarse)) al total reino de los valo- te allí donde al valor dado ya en él «como real»» se añade aún el mo-
res en general; está ligado, por el contrario, a un positivo dirigir la t imiento,la intención hacia valores «más altosn todavía posibles de

vista al posible valor más bajo. lo que son aquellos que ya existen y están dados, pero que todavía
Pero este ((ser-más alto» y ((ser-más bajo» de los valores se da no están dados como cualidades positivas. Sólo colrro posibles «fun-
por principio sin ningún acto de comparación de valores, como el damentos» de una estructura y una forma total son también estos va-
lores objetos de la intención.La consecuencia es que el amor de la
Que, por ejemplo, está siempre contenido en el «preferir». «Prefe-
rir»» no es elegir, no es en general ningún acto de tendencia, sino un
persona empíricamente dada esboza siempre una <<imagen de valor
ideal>>, por decirlo así, eue, sin embargo, es tomada como su ((ver-
acto de conocirniento ernocionals. Podemos ((preferir»), por ejem-
dadera»» y <«efectiva»» realidad y valía genuina, no dada todavía en el
plo Beethoven a BrahffiS, sin elegir realmente nada. El elegir se re-
sentir. Esta «imagen de valon» está <<apuntada>> en los valores empí-
fiere siernpre exclusivamente a la voluntad de hacer, nun ca a obje-
ricamente dados ya en el sentir; y sólo en tanto está apuntada en
tos en cuanto tales. El preferir supone siempre la existencia de dos
ellos, no tiene lugar ningún <<insuflarla»», ninguna «emp atía>> de ella,
valore s, A y B, entre los cuales se produce una preferencia. No así
etc., ni por ende ninguna ilusión; pero sin embargo no está ernpíri-
el amor y el odio. El arnor es el movimiento intencional en que , pzr-
camente <<contenida») en aquellos; a no ser como «determinación» e
tiendo de un valor dado A, de un objeto, se produce laaparición de
imperativo ideal objetivo de hacerse un todo aún más bello y rnejor.
su valor más alto. Y justamente este aparecer el valor más alto está
Justamente en este hecho de que el amor sea un movimiento en la
cn relación esencial con el amor. Éste no es, pues, en su esencia úl-
dirección del ((ser-más-alto del valor)) estriba su significación crea-
tinla, ni una mera ((reacción» a un valor ya sentido, colno, por ejem-
dora (ya reconocida igualmente por Platón). Esto no quiere decir que
plo, <«alegrarse)), «entristecerse>», ni una función modal, como ((go-
el amor cree los valores mismos o el ser-más-alto de los valores. En
zLu'»>, ni tampoco es urla fflanera de comportarse frente a dos valores
absoluto. Pero, referido a todo posible senti, y percibir valores, in-
previamente dados colno el <«preferir». Ahora bien, todo preferir es-
cluso a todo preferir, es decir, relativo a la esfera del sentir y la esfe-
tá «fundado» en el amor en cuanto que únicamente en el amor re-
ra del preferir -mucho más, pues, ala total esfera del querer, elegir y
larnpaguea el valor más alto, que entonces puede ser preferido.
obraq fundada en el preferir- hace entrar en la existencia para estas
Quien diga que el amor es sólo la «reacción» subsecuente a un esferas de lo dado valores completamente nuevos más altos. A saber,
valor sentido, desconoce, en prirner termino, su naturaleza de movi- es <<creador>> para una «existencia»> relativa a estas esferas. Al con-
miento, gue ya Platón reconoció tan claramentee. El amor no es la trario, el odio es por lo mism o <<aniquilador)) en el más riguroso sen-
fijación, por decirlo así, emocionalmente afirmativa de un valor que tido de la palabrz, yz que aniquila de hecho (para estas esferas) los
está ahí dado y presente ante nosotros. Tampoco se dirige a cosas valores más altos, y como consecuencia hace miopes y ciegos para
ellos los ojos del sentir y preferir cognoscitivo. Porque los aniquila
8.Clf., a este respecto, Der Formalisntus in det'Ethik und die materiale WerÍ-
ethik., en Gesammelte Werke II (versión cast.: Étict,; ntrcr)o ensa)to de /itndantenta-
(para estas esferas), es por lo que únicarnente se hacen insensibles'0.
ción de un personolismo ético, Caparrós, Madrid 2001).
9. En su definición del Banquele, segúrn la cual es un <<movimiento del no-ser 10. Por eso dice K. Jaspers, exactamente: «No hay valores que sean descu-
al ser»». biertos en el amor, sino qLre en el amor se hctce todo más valioso>>.
)18 El antot'y el odio Para lu.fertontenología del amor ), el odio 2t9

Procedamos a fundamentar de una manera más precisa estas la teoría naturalista del amor y el odio que se expondrá más ade-
afirmaciones. lante) que sólo el hornbre es el objeto originario del amor del hom-
bre y todos los demás objetos sólo lo son hasta donde y en tanto se
«empatizan» antropopáticamente procesos de vida humana en los
a) El amor con'to referido al valor en general objetos; que, así, por ejemplo, el alnor ala naturaleza, tanto a la vi-
va como a la muerta, está fundado exclusivamente en el hecho de
Viendo en los actos de amor y odio actos cuyas leyes esenciales
que pertrechamos antropopáticamente a los objetos naturales con
les hacen dirigirse en general a través de valores hacia objetos
nuestros sentimientos humanos, o que los consideramos desde el
(prescindimos ahora de cómo y de qué manera), rechazamos ante
punto de vista de imágenes y analogías de la vida human a. Lo mis-
todo cualquier doctrina que afirrne que se trata en ellos de hechos
mo -dice esta teoría- sería válido para la «obra de arte»> , paru el
e,specfficamente <<humanos)), es decir, peculiares al género huma- ((conocrrnrento»», etc., que excrtarían igualmente el amor sólo en
no, ligados a su particular naturaleza psicológica; y que, además,
cuanto «formas de exteriorizar»», en cLranto «medios de fomentar»»
sólo el «hombre»» es primariamente objeto de amor u odio. Ahora la vida human a; y lo mismo también para Dios, la idea del cual só-
bien, éste es por lo pronto el hecho nuclear en el gran movimiento lo representaría una consecuencia de la ernpatia de una vivencia
de la moderna «filantropia>>, el vivirla como partiendo de los hom- humana en el conjunto del universo o de su fundamento (L. Feuer-
bres en cuanto hombres y como dirigida también a los hombres; bach). Ahora bien, es claro que con estas tesis se da en hechos, pe-
las diversas teorías positivistas sólo son una consecuencia de esta ro que estos hechos no representan precisamente el genuino amor
rnanera de sentir histórico-social y se limitan a formular lo que ha a la naturaleza, al arte, al conocimiento, a Dios, sino sólo una for-
sobrevenido históricalnenter I . Pero, de hecho, el amor está dirigido ma aparente y fantasmal (específicarnente <<sentintental>») de este
originariamente a objetos con un valor y al hombre sólo hasta don- amor. El genuino amor a la naturaleza, por ejemplo, se denuncia
de y en tanto es portador de valores; y en tanto es cap az de una justarnente en que la naturaleza se toma objeto del alnor por ella
elevación dc valor. Podeffros, por ende, estudiar estos actos y sus '
misma, por su índole propia, extraña, pues, a lo humano. Justalnen-
leyes sin mirar en absoluto ni siquierala existencia del hombre co- te en ello se distingue el genuino amor a la naturuleza de la forma
mo portador del amor y del odio (es decir, con reducción fenome- aparente y <<sentimental)»12. De aquí tarnbién, por ejernplo, que la
nológica), y sin mirar en absoluto a los hechos empíricos en que rudeza con los seres de la naturaleza orgánica, por ejemplo, ani-
muchos de estos actos efectivamente llevados a cabo por seres hu- males o plantas, no sea <<mala»» simplemente porque se la tome co-
manos se refieren también a seres humanos. Se da justamente el mo signo de «posible» rudeza con las personasi es, antes bien, ma-
hecho -que tampoco la doctrina de la <<moderna filantropía» pue- la en sí misma. Así puede tarnbién un falso «sentimentalismo)) ante la
de borrar del mundo- de que amamos (y además, originariamente) obra de arte -es decir, la atención refleja a los propios sentimien-
muchísimas cosas que no tienen nada que ver con el hombre y cu- tos, en lugar de los valores investidos por ella (con la ilusión si-
yo valor y el conocimiento de cuyo valor es por completo indepen- multánea de que estos «sentimientos») son.s¿l.s valores)- conducir a
diente del «hombre» y de su valor, así como de su conocimiento senrejante forma de «amor al arte»», en el genuino amor al arte; por
del valor. lo contrario, estamos dirigidos exclusivamente a algo extra-huma-
También resulta desconocida la esencia de estos actos cuando no, a algo qLle eleva al hombre qua hombre sobre él mismo y sus
en oposición a los actos del pensamiento, por ejemplo, y tanto por vivencias. Pero en la medida más eminente es válido todo esto pa-
lo que respecta a sus portadores como a sus objetos, se atribuyen ra el amor a Dios. No a la <«sombra del hombre)) en el universo, si-
especfficomente al hombre; cuando, pues, se dice (atendiendo ya a
12. Como se expresa de la manera más rigurosa, por ejemplo, en las des-
I I . Cf. también mis consideraciones en el ensayo Ressenf iment im Au.fbau der cripciones del libro de W. Bólsches, Liebesleben der Tietz («Vida anlorosa de los
Moralen, 33-147, y además lo anterior. anirnales»).
220 El antot'y, el odio Para la fenomenología del amor ), el odio 22t

no a lo «Santo)), «Infinito>», «Bueno)) en sí, por su esen cta ttascen- tisfecho-, pero también sería falso decir que es una tenden cia a
dente al hombre, más aún, a todos los entes finitos, está este amor <<elevar)) su valor efectivo, ni siquiera a «<desearle») un bien, a ape-
dirigidors. Como según la teoría anteriormente estudiada, la sim- tecerlo o ((quererlo»» para é1, por ejemplo,tratar de «mejorar)) a una
patia sólo descansaría en la ilusión de vivir uno «<mismo)) el pade- persona o de ayudarle en cualquier forma a ser portadora de valo-
cimiento o la alegría que vive otro, así según esta manera de ver to- res más altos. Ciertamente puede ser también ésta una consecuen-
do amor a lo extra y sobrehumano reposaría en el hecho de vivir el cia del amor. Pero cuando digo que en el caso del amor a una per-
hombre en la ilusión de aprehender amorosamente <<otra»» cosa, sona en el movimiento mismo del amor, se <<esboza, por decirlo
mientras que de hecho nunca abrazaria amorosamente sino a sí así, una imagen ideal del valor de ella»», que no está <<tomada» de
mismo, a su mera irnagen o reflejo. Por lo que se refiere al amor a sus valores empíricos, que son sentidos, pero sí erigida sobre estos
Dios, ha desarrollado esta <<teoría>> ya L. Feuerbach; así como Au- valores sentidos, no quiero decir que esto signifique lo mismo que
gust Comte. una tendencia a elevar el valor del objeto amado, a querer hacerlo
mejor, etc. Un tal querer hacer mejor supone: I ) una actitud «pe-
dagógica»», que hace desaparecer al punto y necesariamente el va-
b) La manero de darse de los objetos de valor en el amor y en el
lor actual, 2) una distinción entre lo que la correspondiente perso-
odio
na ya es y lo que todavía no es y precisamente se limita a «deber))
El amor -hemos dicho- es el movimiento en la dirección <<valor llegar a ser. Pero justamente con respecto a esta distinción es el
más bajo-valor más alto»; y ello sir que forzosamente necesiten es- amor indiferente. Precisamente esta distinción es la que no se en-
tarnos dados antbos valores. Comúnmente nos está dado el valor cuentra en absoluto en el amor; ni tampoco se encuentra ninguna
más bajo, o bien en un sentir el valor que suscita el amor, corno en distinción entre lo que he llamado en el caso anterior <<hecho em-
el caso en que el acto de amor se inicia inrnediatamente, o bien, pírico de valor)) e imagen «ideal»» de valor.
después de tener lugar un acto de preferencia entre varios objetos Aquí es donde se da el punto más dificil de toda la cuestión. Lo
dados. Pero, como quiera que sea, ((arnor» al respectivo objeto o que tiene lugar no es el poner un objetivo en una tendencia o el po-
portador de valor solamente ernpieza cuando se inicia el movi- ner un fin en una volición, apuntando al valor más alto y a su rea-
miento hacia un posible valor más alto del objeto amado, con lo hzacion, sino que el amor mismo es quien hace eue, con perfecta
que no está dicho todavía en absoluto si este <<valor más alto» exis- continuidad, y en el curso mismo de su movimiento, emerja en el
te ya (estando sólo, por ejernplo, todavía no «percibido»>, no <<des- objeto el valor más alto en cada caso, como si brotase «de suyo»
cubierto») o si no existe aún y sólo «debe>» existir en él (en el sen- del objeto amado mismo, sin actividad ninguna de tendencia por
tido de lo ideal o individual que tiene el vocablo, no en el de lo parte del amante (ni siquiera un <<deseo»). Todo intento de encerrar
universalmente válido)ra. Justamente en el ser inddbrente con res- este fenómeno fundamental en la disyuntiva según la cual: o bien
pecto a estos dos casos reside un rasgo esencial del amor. Fuera, por todo se reduce a ver aquí un valor ya presente (algo así como si el
tanto, falso decir que el amor es la actitud en que buscamos siempre amor se limitase a abrir los ojos para los valores más altos presen-
nuevos y rnás altos valores en nuestro objeto, digámoslo así -se- tes, mientras que el odio cerraria los ojos), o bien el amor se ciñe
mejante búsqueda es sólo una consecuencia posible del amor insa- a ser una <<ocasión» para crear y engendrar volitivamente estos va-
lores, por medio de la educación, por ejemplo, o bien aúrn crea por
13. Cf. a este respecto lo muy exacto que dice R. Otto, Das Heilige, zl922 sí (sin esfuerzo ni tendencia) los nuevos valores -todo esto son des-
(versión cast.: Lo sanÍo: lo rucional ), lo irrctc,it¡nul en lq ideu cle Dios, Alianza, cripciones enteramente rudas e insuficientes que encubren justo el
Madrid 2001). Adernás, nuestros análisis del «acto religioso» en Vom ev,igen im
Menschen I («De Io eterno en el hornbre»>),, en Gesantntelte Werke Y. fenómeno fundamental-. Pues en ninguno de estos casos se da el
14. Sobre la diferencia entre el «deber ser ideal» y la conciencia del deber amor. Sí se puede decir que el genuino amor abre los ojos del es-
moral, cf. mi libro Der Formctlismus in cler Ethik. píritu para valores siempre más altos del objeto amado: hace verlos
222 El umu'), el odio Para la Jbnomenología del amor y el odio 223

y no precisamente ((ciega» (como dice un absurdo refrán que abier- dio de la educación, etc.,yd la he rechazado. Añado aún que por lo
tamente entiende por amor sólo la pasión impulsiva sensible). Lo general en el amor como tal no existe en absoluto un querer modi-
que hace «ciego)) no es nunca el amor en la emoción empírica, si- ficar el objeto amado15. Es enteramente justo decir: amamos (por
no los impulso.§ sensibles que siempre lo acompañan y que traban ley esencial) los objetos, por ejemplo, a una persona, como son.
y limitan efectivamente el amor. Pero este «abrir los ojos)) sólo es También nosotros decimos que es incluso ley esencial del amor el
una consecuencia del amor, que la tiene con respecto a la grada- que amemos el objeto como ((es)), con los valores que «tiene»); y
ción del «interés»>, la «atención»», el <<notar)), el <<advertir»», etc. Sin negamos que en el amor se dé un valor que sólo <<deba») ser en el
embargo, él mismo no es ninguna «búsqueda»» de nuevos valores objeto. Cualquier «tú debes ser tal»», tomado por decirlo así como
en el objeto amado. Todo lo contrario. Sernejante andar buscando «condición» del amor, destruye su esencia fundamentalmente. Es-
valores «más altos» sería sin duda un signo de una efectivafalta de to es, por ejemplo, extremadamente importante para la justa inter-
amor. Al misrlo tiempo sería un interés aumentado por los <<méri- pretación de la idea evangélica del amor, como he demostrado más
tos>» y un interés disrninuido por las «faltas» del objeto, es decir,tal
detenidamente en otra parte (Cf. Der Formalismus in der Ethik).
conducta se encontraría al menos camino de la ilusión. Mas lo ge- Jesús no dice a María Magdalena: <<No debes pecar más; si me lo
nuino del amor se denuncia plenamente en que vemos bien las prometes, te amaré y te perdonaré tus pecados»» (como, por ejem-
«faltas» de los objetos concretos, pero los amamos con estas faltas. plo,Paulsen lo entendió un día)r6, sino que le da señales de su
Y ¿qué sucedería si fuese el amor semejante «buscaD) y los busca- amor y del perdón de los pecados y dice luego como conclusión:
dos valores más altos no se encontrasen? No podría menos de pro- «Vete y no vuelvas a pecar)). E incluso estas palabras se limitan a
ducirse en todos los casos una desilusión y de cesar la «busca)). Pe- querer hacer ver a Magdalena la nueva y honda vinculación a él
ro lo que entonces cesaría no podría ser, seguramente , el amor al mismo y a dejarle ver que ya no puede pecar; para nada tienen en
objeto. Pues éste no cesa, precisamente, porque no se encuentre un absoluto el sentido de un imperativo obligatorio. Análogamente.,
valor buscado. No es, pues, este abrir los ojos para valores más al- tampoco en la historia del hiio pródigo es el arrepentimiento ya
tos que los dados lo que hace del amor el amor, sino que es a lo su- sentido por el hrjo base y condición del perdón y la amorosa aco-
lno su consecuencia -y esto sin el específico «buscar)) menciona- gida por parte del padre, sino que es a la vista del asombroso es-
clo-. El arnor abre los ojos para valores más altos que los que le son pectáculo de amor paterno como brota impetuoso el arrepenti-
dados al «interés», QUe ya es mucho más que una mera <<atención miento.La tesis, pues, «el amor se dirige a los objetos tal y como
nlits intensa)); es, incluso, lo que causa esta intensificación. son») es sin duda justa. De donde que si se esp era amor y se en-
Pero esta interpretación todavía pasaría por alto el fenómeno en cuentra el gesto educativo, un <<debes»», son obstinación y un orgu-
otro punto importante. Hemos dicho qlle el amor se dirige al <<ser llo agraviado la consecuencia. Esto es perfectamente regular. Tan
tnás alto de un valor»; ahora bien, esto es otra cosa que dirigirse ((a
sólo no debe tomarse erróneamente este «tal y como son»); no debe
un valor rnás alto»». Cuando se busca en un objeto ((un)) valor más equipararse con: ((amamos los objetos con los valores que sentimos
alto que el valor dado, este <<buscar» tiene ya por condición algu- en ellos)), o <<a través de estos valores los objetos». Pues precisa-
na forma de aprehensión del valor más alto en su cualidad ídeal. mente esta interpretación quita al amor el carácter de movimiento
Pero el valor más alto de que se trata en el amor no está «dado»
previamente en modo alguno, sino únicamente se abre en el movi- 15. J. Cohn me ha atribuido en su libro Geist der Erziehung («Espíritu de la
miento del amor -por decirlo así, a su término-. Tan sólo la direc- educación»»), Teubner 1919, 22l,la opinión de que es ««incompatible» amar a un ni-
ño y ver en él disposiciones para valores que deben desarrollarse. Pero lo que yo he
ción hacia un ser-más alto (cualitativamente carnbiante) del valor afirmado ha sido sólo que el amor y la actitud pedagógica se excluyen como fenó-
se halla necesariamente en é1. menos simultáneos igualmente actuales. También lo que sigue descansa en una
La segunda interpretación, eh la que el amor no es esencial- mala comprensión.
16. Cf. la crítica por Paulsen de la novela sobre Jesús de G. Frenssen, Hilli-
mente otra cosa que la ocasión para crear el valor más alto por me- genlei.
224 El amor y el odio Para lu ./bnomenología del antor el oclio 225
.v

que sin disputa le es inherente. El «ser» de que aquí se trata es pre- sólo la errónea degradación subjetivista de lo real y objetivo a lo
cisamente aquel <<ser ideal>> de ellos que ni es un ser empírico-exis- que no pasa de <«universalmente válido y evaluable» -uno de los
tencial, ni un «deber ser)), sino untercer ser, indiferente aún a esta más grandes errores de la filosofía subjetivista de Kantl8- lleva-
distinción. El mismo ((ser)), por ejemplo, que se encuentra en la ría con necesidad a otra conclusión. Pero de todas formas, en mu-
frase: «llega a ser quien eres)) que quiere decir algo distinto de «de- chos casos existe realmente una tal inclinación a la «ideal iza-
ber ser tal y cual)), pero también algo distinto del ((ser empírico- ción». Mas hasta donde existe, no es verdaderamente a cuenta del
existencial». Pues lo que se ((es)) en este último sentido, flo se ne- amor al otro, sino a cuenta del obstáculo que el amor encuentra
cesita llegar a serlotT . en ser presa de las propias inclinaciones, intereses, ideas, valora-
Completamente errónea sería también la tercera interpreta. ciones; y ésta es precisamente una consecuencia del «egoísmo»
ción, que el amor ((cree» los valores más altos en el otro y sea en parcial, del no salir de sí mismo y de los propios procesos psíqui-
este sentido un movimiento hacia el valor más alto. Pues esto só- cos transidos de sensaciones e impulsos hasta el objeto y su con-
lo podría significar que el amante introduce valores suyos en lo tenido de valor. Mas no deb e juzgarse el puro y genuino caso del
amado, es decir, lo provee con valores más o menos imaginados amor por las posibles ilusiones aquí existentesre. Hay, por ejem-
que en realidad no posee. O que «introduce afectivamente sus plo, también un ((presunto amor)) que sólo es un apego, porque
propios valores en el objeto»». Esto sería una ilusión. Natural- «<hemos hecho tanto por alguien)), porque «<hemos puesto en él
mente,hay tales «ilusiones)). Pero seguramente que no están con- tanta energía y solicitud»», etc., ala manera de la valoración pe-
dicionadas por el amor al objeto; sino que están causadas exacta- culiar del resentimiento «bueno es lo que mucho cuesta». O ((pre-
mente por su contrario, por el no poder deshacerse de la inclinación sunto amor)) por hábito: un elemento en lo que se dice ((ser ape-
a las propias ideas, sentimientos, intereses. La frecuentemente gado»,, o ((presunto amor)) por «huida de sí mismo» («no poder
aducida inclinación del amante (especialmente en el caso del amor estar solo»), o por ((colnunidad de intereses)), gue pueden inducir
sexual) a «sobreestimar», a ((realzao>, a <<idealizar»», etc., el obje- a los correspondientes sujetos del acto mismo a la ilusión de que
to del amor, no existe en absoluto en todos los casos en que sue- ((aman)) un objeto; o un ser presa patológico a causa de que el ob-
le ser aducida. Con frecuencia solamente los «fríos espectadores» jeto amado posee un rasgo similar con un objeto amado con an-
llegan a tener esta opinión, porque no ven los particulares valores terioridad; o una ((comunidad de caracteres)), que tampoco impli-
individuales que existen en el objeto, pero para los cuales única- ca necesariamente amor, sino que sólo descansa en el «respeto»;
mente el amor agudizala mirada. La «ceguera)) se halla entonces o ((comunidad de destino»», como, por ejemplo, la ((camaradería»»,
del lado de los «fríos espectadores». Más aún, la esencia de una que es muy distinta de la <<amistad»», que reposa sobre el amor.
individualidad ujena, que es indescriptible y jamás se resuelve en Por ninguna de estas posibles ilusiones deb e juzgarse la esencia
conceptos («individultm ineffibile>>), sólo en el amor o en el ver a del amor.
través de él brota pura e íntegramente. Si el amor desaparece, sur- Con esta repulsión de las tres falsas interpretaciones del fenó-
ge al punto en lugar del «individuo» la «persona social»), esa me- meno que representa el amor (en cuanto movimiento en la direc-
ra X de diversas relaciones (por ejemplo, «<ser tío»», ((ser tía»),la ción del «ser-más alto del valor»»), creo haber hecho más percepti-
X de una determinada actividad social (profesión), etc. En este ble el fenómeno fundamental. Si liberamos, pues, a este fenómeno
caso es justamente el amante quien ve más cosas existentes que de toda adherencia empíri ca y demás, podemos dec ir: El amor es el
los otros, y es é1, y no los «otros)», quien ve lo objetivo y real. Tan
18. Cf., a este respecto, mi ensayo Ressentiment intAufbau der Morctleny Der'
Fortnalismus in der Ethik.
17 . Aclarado coll más precisión resulta lo aquí dicho por mi teoría de la per- 19. Cf., a este respecto,, lo que he dicho sobre el errado método de juzgar del
sona de valor individual ideal y su «destino»», según la he expuesto en el libro Der caso normal por las ilusiones en mi libro Die ldole der Selbstet'kenntnis, en Ge-
Formalismus in der Ethik. Lo que en el proceso ernpírico del hombre es «desarro- samntelte Werke lll,21 5-392 (versión cast.: Los ídolos del autoconocintiento, Si-
llo», es, referido a su ser y esencia absolutos, sólo «descubrimiento». gueme, Salamanca 2003).
226 El amor y el odio

movimiento en el que todo objeto concretamente individual que 2


porta valores llega a los valores más altos posibles para él con
arreglo a su determinación ideal; o en el que alcanza su esencia Los valores fundamentales del amor
axiológica ideal, la que le es peculiar. Odio es el movimiento
opuesto. Si se trata de amor a sí mismo o amor al otro, queda inde-
y el ((amor al bien»
ciso aquí, como todas las demás diferenciaciones posibles.

El amor en general se dirige a objetos del reino entero del valor.


Pero no toda especie de valores a través de los cuales se dirige el
amor a objetos da al acto un carácter moralmente valioso. Ahora
bien, pudiera opinarse que el amor a lo bello o al conocimiento,
por ejemplo, no fuese un acto moralmente valioso; pero sí el amor
al bien. Tal cosa, sin embargo, sería muy errónea. ¿Qué valor po-
dria tener el amor a lo bello y al conocimiento, sino un valor mo-
ral? El amor a lo bello no es, él mismo, bello, ni el amor al cono-
cimiento tiene valor de conocimiento. También estas especies del
amor son portadoras de valores morales, en la medida en que los
actos de amor se toman como actos de una persona. ¿No lo será
entonces mucho más el amor al bien? Pero la cuestión es ante todo
ésta: ¿hay un amor al bien mismo? He aquí -como he mostrado en
otra parter- el gran punto de inflexión en el paso de la idea antigua
del amor a la cristiana. Según aquélla hay un amor al «bien»»; según
ésta es el amor quien porta el valor <«bueno)) en el más primitivo de
los sentidos. Respondo, por ende, alapregunta con un no. Hay un
amor a todos los valores, o mej or, a todos los objetos <<sobre laba-
se)) de todos los valores; pero no hay un ((amor al bien». Más aún,
el amor al bien qua bien es en sí malo, puesto que es necesariamen-
te fariseísmo, ya que la formula del fariseísmo es el mandamiento
((ama a los buenos)) o ((ama a los hombres en la medida en que son
buenos» y «odia al mal o a los hombres en la medida en que son ma-

l. Cf. Ress entiment im Auftau der Moralen, en Gesammelte Werke lll.33-147


(versión cast. de José Gaos, editada por J. M. Vegas: El resentimiento en la moral,
Caparrós, Madrid 1998).
228 El antor v el odio Los valores .fundamentales del anlor 229

los». Ama a todos, en la medida en que son portadores de valores, no es -como dice en algún sitio Shaw ingeniosamente- una escue-
es con razón el mandamiento cristiano -y a los malos incluso en la moral cuya existencia tenga como fin hacer mejor nuestro carác-
medida espe cialz-. ter. El fariseo quiere ((parecer)) bueno a sus propios ojos -o pare-
Mas ¿por qué así? Por la sencilla razón de que el <«ser bueno»» cerlo <«a los demás)) o a Dios-; pero no e.r bueno. Y también mostré
moralmente de una persona (en su sentido primitivo) -V para la es- allí que no hay un ((querer hacer mejores a los demás)), por la sen-
fera absoluta incluso único- se mide por el grado de amor que tie- cilla razón de que «<bueno)) es un valor cuyas leyes esenciales lo
ne; hasta el valor moral de una ((comunidad»), por ejemplo, por el vinculan exclusivamente a actos espontáneos y libres y al ser de la
grado del amor invertido en general en ella. No puede haber, pues, persona, cuyas leyes esenciales también los hacen incapaces de ser
amor <<a>> un «bien)) que pudiera resultar objetivo paraéI, justo por- influidos desde fuera. Exactamente así es en este punto. Enla eje-
que el amor -entre los actos- es portador del valor <<moralmente cución misma del acto de amor es donde aparece, donde resplan-
bueno») en el sentido eminente y más primitivo. Si fuese posible al- dece en el amante el valor «bueno)) en el sentido más primitivo. To-
go así como un genuino amor al bien, jamás podría ser el amor do presunto hacer objetivo <«el»» bien en el amor es una de estas dos
mismo portador del valor moralmente bueno en el sentido más pri- cosas: o la ilusión de que es el «bien»> lo que nos hacemos objetivo,
mitivo. Pero el amor es el portador mas primitivo (entre los actos) y no otro valor, o la ilusión de que es amor aquel acto en que se nos
del «bien». Precisamente en el movimiento del valor más bajo al aparece el bien, y no otro acto, por ejemplo, el mero representarse
más alto hace el valor <<bueno)) su más primitiva aparición. Queda, y sentir el bien, el alegrarse del bien, etc.
por ende, excluida también la posibilidad de amar el ser bueno pro- Esto es válido también con respecto a Dios . La suprema forma
pio, pues no se puede amar el propio amar a otra persona.Trátese del amor a Dios no es el amor ((a Dios» como el todo bonda{ es
de ponerse en el lugar de una persona que pretenda <<amar el bien». decir, a una cosa, sino la coejecución de su amor al mundo (omare
¿Socorrcrá a aquel, por ejemplo, de cuya bondad moral no se haya mumdum in Deo) y a sí mismo (amare Deum in Deo), es decir, lo
convencido primero? Pero ¿quién se atrevería a decir que esta per- que los escolásticos, los místicos y ya antes san Agustín llamaban
sona -si es que la encuentra <<mala)) en algún sentido- sería ((ma- <<amare in Deo». Si queremos atribuir a Dios la suma cualidad mo-
la»», si sólo hubiera sido suficientemente amada?, sea por sí, sea ral en un modo de ser infinito, solamente lo logramos convirtiendo
por otros. ¿Quién se atrevería a decir que no se haria una persona el amar (con san Juan y san Agustín) en su más íntima esencia mis-
mejor en y por el acto del amor? Aquí está el neto límite entre la ma y diciendo: es un ((amar infinito». A este núcleo del centro del
moral genuina y la farisaica. En otra parte3 hemos mostrado que acto divino se adhieren su «todo bondad» y su absoluta perfección
tampoco hay un ((querer el bien por el bien mismo». Quien socorre moral como «atributos»». Por esta razón, sólo hay una manera fun-
a otro, ((no como si le fuese algo en su bien o salvación» -según di- damental de conducirse moralmente entre <<buenos>»: el seguir el
ce Kant-, sino para ser <<bueno)); quien considera a la persona aje- ejemplo, imitándolo y compartiendo el amol.
na como una ocasión ((para ser bueno)), ((para obrar bien»» él mis- De este hecho y de la proposición, independiente de la expe-
ffio, etc., fli es bueno ni se comporta bien, sino meramente de tal riencia, de que todo amor genera un amor recíproco (en cuanto es
suerte que sin la efectiva aparición del valor «<bueno» en su ser, experimentado de alguna manera) y por consiguiente es causa de
querer y obrar, se limita a «poder juzgar)): ((soy bueno»». El mundo que haga su aparición un nuevo bien moral -pues también el ((amor
recíproco)» es en cuanto amor, portador del valor ((moralmente bue-
2. Cabría opinar que se debe amar a «los buenos>» y a los «malos»; pero, sin no))- se infiere un principio que vamos allamar el <<principio de la
embargo,, amar «<el»» bien y odiar ««el»» mal. Mas es inaceptable, porque no hay en
general amor ni odio a valores o ideas de valor como objetos independientes; todo solidaridad de todos los entes morales». Este principio dice que to-
amor y todo odio se dirigen a un ente concreto. '
3. Cf. Der Forrualismlts in der Ethik und die materiale Wertethik, en Gesam- 4. Cf. a este respecto mis consideraciones sobre el amor de Dios en los Pro-
melte Werke II (versión cast.: Éfica; nuevo ensavo de.fundamentación de un per- bleme der Religion (<<Problemas de la Religión»), en el libro Vom ewigen im Men-
sonalisnto ético, Caparrós, Madrid 200 I ) schen I («De lo eterno en el hombre»»), en Gesammelte Werke V 101-354.
230 El antor y el odio

dos son corresponsables de lo que valen moralmente todos; que 3


«todos salen por uno)) y «uno por todos>), en cuanto se trata de la
responsabilidad total ante la idea del ente moralmente perfecto;
gue, así pues, todos son ((co-reos)) de las «culpas» de los demás y
El amor y la persona
todos tienen originalmente parte en los valores morales positivos
de todos los demás.
El principio es ante todo una consecuencia de que no haya un
amor al bien: de gue, por tanto, la existencia de un malo esté siem-
pre fundada también -sea empíricamente demostrable o no- en la
culpable falta de amor de todos al portador del mal. Pues como el
amor determina un amor recíproco en cuanto es visto -lo que con
arreglo a las leyes de la posible comprensión de otros es esencial-
mente posible siempre, sin necesidad de pon er previamente la par- Hay especies de valores que están en una relación esencial con
ticular realidad corporal de los seres y de su acción causal mutua- el portador ((persona)) y que sólo a una persona pueden convenir; ta-
ró toda existencia de un malo estf necesariamente condicionada tam- les son, por ejemplo, los «<valores de virtud»». Pero hay además el va-
bién por la falta del amor recíproco, pero és a lo está por una falta lor de la persona como persona misma, es decir, como esencial por-
de atnor primitivo. Estas proposlclones son totalmente indepen- tador de estos valores de virtud. El amor al valor de la persona, es
dientes de los efectivos contactos empíricos de los hombres entre decir, a la persona en cuanto realidad a través del valor de la per-
sí; son también independientes de quién tenga in concreto esta cul- sona, es el amor moral en sentido estricto. He analizado detenida-
pa y quién no; de quién tenga los méritos morales y quién no. Son mente en otro lugarr el concepto de «persona). Aquí sólo quiero lla-
también independientes del hombre como ser vivo, terrestre y con- mar la atención sobre este punto: que el amor moralmente valioso
tingente. Hay, pues, una culpa mc¡rctl total y un análogo mérito to- es aquel que no fija sus ojos amorosos en la persona porque ésta
tal de la real comunidad moral de las personas en cuanto tal, que tenga tales o cuales cualidades y ejercite tales o cuales actividades,
nunca es meramente la suma de los valores morales de los seres porque tenga éstas o aquellas «dotes)), sea «bella»>, tenga virtudes,
individualess. sino aquel amor que hace entrar estas cualidades, actividades, dotes,
Pero si el amor al bien no es el amor moral, ¿qué es lo que de- en su objeto, porque pertenecen a esta persona individual. Él solo es
lirnita este amor moral? Pues con seguridad que no es todo amor en también amor <<absoluto>>, por lo mismo que no es dependiente del
general un acto moralmente valioso, aun cuando siempre sea un posible cambio de estas cualidades y actividades2.
acto de valor positivo, por ejemplo, el amor a lo bello, al conoci- Siempre que se nos dan individuos, se nos da algo último, gue
miento, ala naturaleza, al arte, a todos los valores de cosas. Estos en modo alguno puede componerse con notas, cualidades, activi-
actos no son inmediatamente, a buen seguro, portadores de valores dades. A la inversa, efl aquella manera de considerar las cosas, que
morales, aun cuando puedan ser valores de actos espirituales cuyos es la única que conduce a los individuos, entran siernpre las notas,
ser-más altos respecto de valores más bajos haga también a su por- cualidades y actividades que tienen un carácter sólo general y abs-
tador personal moralmente más perfecto. Respondo: este valor es- tracto, en tanto no sabemos de qué individuos son notas o cualida-
pecial lo tiene el amor en cuanto es amor de la persona a la perso- des. Ahora bien, acaece con la persona individual que sólo nos es
na misma.
l. Cf . Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, en Gesam-
melte Werke II (versión cast. : Éfica; nuevo ensayo de fundamentación de un per-
sonalismo ético, Caparrós, Madrid 200 I ).
5. La significación histórica de esta idea frente a la moral «moderna)» la he in- 2. Ya Aristóteles lo ha hecho resaltar enérgicamente en la Etica Nicomaquea,
dicado en Ressentiment im Au/bau der Moralen. en su profundo capítulo sobre la amistad.
232 El amor v el odio El amor y la persona 233

dada por y en el acto del amor, es decir, que también su valor como guir el ejemplo»»-. El núcleo moral de la persona de Jesús, por ejem-
individuo nos es dado sólo en el curso de este acto. La objetividad plo, sólo es dado a uno: a su discípulo. Únicamente el discipulado
como «objeto de amor)) es, por así decir, el único lugar donde la abre las puertas para que ella se dé. Y ella puede darse a un discí-
persona existe y por tanto puede surgir. Justo por ello es también pulo que no sep a nada «histórico»», en ningún sentido, de é1, nada
un ((racionalismo)) totalmente erróneo querer fundar todavía y co- de su vida externa, ni siquiera de su existencia histórica; pues .sa-
mo quiera que sea el amor a una persona individual, por ejemplo, berse discípulo -lo que supone, naturalmente, el saber de la exis-
en sus cualidades, hechos, obras, maneras de comportarse. Preci- tencia histórica del maestro- es ya otra cosa que ser discípulo. Por
samente en el intento de aducir esta fundamentación se nos pre- el contrario, nunca jamás puede darse al teólogo en cuanto teólogo,
senta con toda nitidez el fenómeno del amor a la persona indivi- por mucho que éste sepa del curso de su vida (incluidas hasta sus
dual. Pues entonces advertimos siempre que podemos concebir vivencias psíquicas): es necesariamente <<trascendente)» a su mirada.
cambiando y desapareciendo de cada uno estos hechos, sin que por Es lo que olvida nuestro docto intelectualismo teológico a diario.
ello podamos dejar en modo alguno de amar a esta persona; perca- Todos los valores que se adhieren al cuerpo físico, al cuerpo
tándonos, además, de que la suma de los valores que sus cualidades vivo, al alma, pueden dársenos todavía objetivamente; también en
y actividades tiene para nosotros, si los consideramos separada- el amor a estos portadores de valores. No así los puros valores de
mente y sumamos a ellos nuestros actos de inclinación, no logran persona, es decir, el valor de la persona misma. Siempre que <«ob-
alcanzar ni con mucho nuestro amor ala persona. Siempre queda jetivamos)) en algún modo a un ser humano, se nos escurre su per-
un plus <<sin fundamento posible». (Naturalmente, lo mismo es vá- sona de la mano y sólo queda su mera cáscara. Podemos amar ob-
lido para el odio). También el enorme cambio en las fundamenta- jetivamente los valores no morales de una persona, por ejemplo, su
ciones que solemos darnos a nosotros mismos de ((por qué» ama- valor como intelecto o como talento artístico, los cuales aprehen-
mos a alguien muestra que todas estas razones se buscan sólo demos en el vivir lo mismo que ellos; estos portadores de valores
posteriormente y que ninguna es la verdadera <<razón» del amor. se nos hacen, mediante el vivir lo misffio, «objetivos»». Pero jamás
podemos aprehender así su puro valor moral, pues éste es sólo por-
¿Cómo, además, se nos da la persona en el amor? Empecemos
por ponernos en claro lo siguiente: Si bien el amot, zpesar de ser tado originalmente por el acto de su amor. Este valor moral de per-
la man eru más personal de comportarse, es una manera de com- sona, el último de todos, sólo nos es dado, por ende, en la coejecu-
portarse perfectamente objetiva, en tanto y en el sentido de que en ción del propio acto de amor a la persona. Tenemos que amar lo
ella escapamos a toda cautividad en nuestros propios «intereses)), que ama el ejemplo, etr el <<coamar>>, para que se nos llegue a dar
«deseos»», ««ideas)) (de un modo supranormal), jamás empero aque- este valor moral. Sólo una cosa hay aún por la que, sin duda, no la
llo que en un ser humano es persona puede dársenos como «obje- persona misma pero sí su yo, puede hacérsenos objetivo, y cierta-
to»». Ni en el amor, ni en otros genulnos <<actos)), aunque sean ((ac- mente de un modo distinto de aquel en que tal puede ser el caso a
tos de conocimiento)), es posible objetivar personas. Persona es la través de los fenómenos de expresión inmediatamente. Donde
sustancia unitaria de todos los actos que lleva a cabo un ser, sus- quiera que la persona amada es sentida por nosotros como muy
tancia ignota, que jamás puede darse en el «saber»>, sino que es vi- superior, surge el fenómeno de apoderarnos de su ser-persona ((co-
vida individualmente; así pues, no ningún «objeto»», ni mucho me- ejecutando» los actos de su propio amor a sí misma y mirando a lo
nos una ((cosa)». Lo que puede dársenos objetivamente se reduce de que se nos da en estos actos coejecutados. Esta amaite participa-
modo exclusivo: I ) al cuerpo fisico ajeno; 2) a la unidad del cuerpo ción, por ejemplo, en el amor con que Dios se ama a sí mismo es la
vivo; 3) al yo y al «alma» (vital) correspondiente. Esto es también que últimamente Franz Br&ano en su libro sobre Aristóteles quie- !-n-

válido para cada cual respecto de sí mismo. La persona sólo puede re encontrar ya en la metafisica de éste (?) V la que algunos místi-
sernos dada <<coejecutando)) sus actos -cognoscitivamente, en el cos y escolásticos han llamado el <<amare Deum in Deo». Pero el
((comprender» y el «vivir lo mismo)), pero moralmente en el ((se- hecho análogo nos es también conocido entre los seres humanos.
234 El amor y el odio

Podemos en determinadas circunstancias amar a un ser humano 4


más de lo que se ame él mismo. Muchos, por ejemplo, que se odian
a sí mismos son amados y todaparticipación coejecutiva en sus ac-
Las formas, los modos y las especies del amor
tos de odio a sí mismos debería consistir en un «odiarlos»». Y, sin
embargo, hay casos en que el odio a sí mismo de un ser humano se y del odio
derriba con la palabra de alguien que le ama y es al mismo tiempo
amado por él en amor recíproco: <<No debe odiar así al que éste -el
amante- ama tanto»». Siempre que un ser humano no se odia a sí
mismo, sino que se ama, <<coejecutar)) su amor a sí mismo es una
de las formas que puede adoptar el amor al prójimo.

Lo que hemos presentado hasta aquí como actos de amor y de


odio son tan sólo aquellas últimas e idénticas esencias de actos que
son las mismas en medio de todas las diferencias presentadas por
estos actos. Ahora bien, podemos caracterizarlas, en esta diferen-
ciación suya, siguiendo tres direcciones que denomino sus varie-
dades desde el punto de vista delasformas, de las especiesy de los
modos del amor y del odio.
Respondiendo a la fundamental división de todos los actos en
actos vitales o del cuerpo, actos puramente psíquicos o del yo y ac-
tos espirituales o de la persona, también el amor y el odio se nos
presentan bajo tres formas de existencia: el amor espiritual de la
person a, el amor anímico del yo individual y el amor vital o pa-
sional. A pesar de que los actos vitales, psíquicos y espirituales
sean ya en sí diversos como actos y sean vividos diversamente (no
sólo con respecto a su portadores) están el ((cuerpo>», el ((yo)) y la
((persona)) esencialmente vinculados a estos portadores. Al mismo
tiempo se hallan estas formas de actos emocionales también esen-
cialmente vinculadas a determinadas especies de valores como a
sus correlatos noemáticos: los actos vitales a los valores de lo <<no-
ble» y «lo vulgar») o ((vil»; los actos anímicos a los valores del co-
nocimiento y de lo bello (valores culturales); los actos espirituales
a los valores de lo sagrado (y profano). Consecuentemente, la for-
ma suprema del amor es aquella que se dirige a objetos (o perso-
nas) que llevan en sí el valor «sagrado»; el amor anímico, el amor
del yo a cualesquiera valores culturales; el amor vital, el amor a lo
noble. Respecto de objetos que llevan en sí el valor <<agradable»
236 El amot" y el odio Formqs, ntodos y especies del amor ), del oclio 237

simplemente, no hay ni amor, ni odio; hay sólo un sentir lo agrada- Pues bien, la profunda distinción entre estas tres formas del
ble (y los modos reflexivos de este sentir, como el <<gozar>>), hay amor se expresa marcadamente en toda una serie de hechos. En
también un «interés» por las cosas agradables e indirectamente primer término, en el hecho de que la misma persona, en los tres
agradables, es decir, «útiles)», pero no hay un ((amon) a ellasr. Pues grados de su existencia y de sus valores, puede ser objeto del amor
si bien hablando corrientemente decimos, por ejemplo, que ((ama- y del odio simultáneamente en las tres formas de éstos (pudiendo,
mos un manjar»», el lenguaje no se ajusta en absoluto aquí al fenó- además, la inclinación sensible <<tomar aún una dirección espe-
meno. Las cosas meramente «agradables» no son susceptibles de cial»). Podemos, por ejemplo, amar profundamente a un ser hu-
ningún verdadero amor, como quiera que tampoco son susceptibles mano, sin que no obstante nos infunda una «pasión)); incluso pue-
de ninguna elevación de valor en el sentido en que ésta se halla ne- de simultáneamente repelernos del modo más extremo toda su
cesariamente vincul ada con la esencia del amor. Por eso, no hay apariencia vital. E igualmente acontece que alguien abrigue una in-
tampoco ningún <«amor sensible», en tanto que en esta expresión se tensa pasión de amor (no meramente una «inclinación sensible»)
entienda el «sensible»» como una determinación específica del amor, por otro, sin que por ello infunda amor también su existencia aní-
y no como un término que se limita a querer decir que en este ca- mica, su manera de sentir, sus intereses espirituales, su apariencia
so el amor va acompañado y está entretejido con un sentir sensible y porte en relación con su cultura espiritual. Los escritores han des-
y un tener sensaciones. Una conducta puramente <<sensible»», por crito frecuentemente el tipo del hombre que a la vez ama con pa-
ejemplo, con un ser humano es al mismo tiempo una conducta ab- sión a otro y odia la manera de ser del alma de este otro, despre-
solutamente.falta de amor y fria. Coloca, en efecto, al prójimo, ne- ciándole asimismo por tener que amar justo allí donde tiene que
cesariamente, al mero servicio de la propia sensibilidad de su uso odiar el grado, de un valor más alto en sí, de la existen cia y del va-
y -a lo sumo- de su goce. Pero semejante conducta es de todo pun- lor del otro. Mas, por otra parte, es posible que incluso en medio
to incornpatible con cualquier especie de intención de amor hacia del odio más profundo, comprensivo de todos los grados (fuera de
el otro en cuanto es el otro. Desde el punto de vista ético, semejan- la persona misma), se guarde el amor ala <<salvación del otro>>. El
te conducta está plenamente justificada, frente a objetos que no lle- odio que abarca incluso este grado sumo de la existen cia, es <<de-
van en sí otros valores que valores de lo agradable, es decir, siem- mbníaco)); el odio que alcanzala existenciaanimica, <<malvado»; el
pre frente a cosas muertas y dadas como ((muertas>». Si tiene lugar, odio vital, sólo «vil». Llamamos comúnmente a estos hombres en
por el contrario, frente a un objeto que lleve en sí fenoménicamen- los cuales resalta con tal fuerza semejante disención y semejante
te otros valores, valores «más altos» que lo «agradable sensible- <<pugna>> de su odio y de su amor, <«naturalezas desarmónicas)). Pe-
mente»), aunque sólo sea el menor y más insignificante valor vital, ro ya el hecho de que pueda haber aquí todas estas especies de
por ejemplo, frente a una planta o un animal, y si además tiene lu- <<desarmonía» habla en favor de la esencial separabilidad de estas
gar sola, no como mero fenómeno concomitante de otras intencio- funciones del amor, que también existe allí donde de hecho coope-
nes afectivas, semejante conducta es «vil» o ((malvada» (<<malva- ran armónicamente y se encuentran en un objeto. La <<naturaleza
da» en el sumo grado cuando se trate de una persona). Esto es armónica» sólo es, por tanto, un aislado <<azar feliz>>. Pero encima,
válido, naturalmente, también para toda conducta consigo mismo hay que rechazar la eventual objeción de que las <<naturalezas des-
que sea de tal índole2. Tampoco en este caso nos encontramos, na- armónicas»> de esta especie sean tan raras, que no se pueda derivar
turalmente, delante de ningún ((amor a sí mismo»», sino de una de- de ellas una ley general sobre la separabilidad de estas formas del
gradación de la persona espiritual y del cuerpo como la que hay en amor, diciendo que la naturaleza plenamente armónica en este sen-
la misma conducta con otros. tido con seguridad no es de menor rareza. Si, por ejemplo, para no-
sotros Goethe encarna una tal, por otra parte, otros grandes hombres,
l. Así ya exactamente N. Malebranche en su Recherche ele la vérite.
2. Así también conrazón I. Kant en sus Metaphl,sische Anfansgriinden der Tu- como Schopenhauer, Lutero, san Agustín, encarnan el tipo opuesto.
gendlehrz («Principios metafisicos de la teoría de la virtud») , al juzgar el onanismo. También los muy mencionados equívocos en el empleo del vocablo
238 El antor v el odio Fortnas, modos v especies del amor 1, del odio 239

((amor» aluden a estas tres formas fundamentales. Hablamos, en terliebe designa (resueltamente) el amor de la madre al hUo. Las
primer término, de ((amor)) en aquel sumo sentido en que el voca- especies del amor se manifiestan, pues, como genuinas especies
blo es entendido, por ejemplo, en los sermones de Buda o en los que pueden estar presentes en movimientos del ániffio, sin que es-
Evangelios, por ejemplo, en el mandamiento <<ama a Dios sobre to- té dado en imagen alguna el objeto a que se dirigen. Son genuinas
das las cosas y a tu prójimo como a ti mismo)). Si tratamos de ha- cualidades de los actos mismos. Quien, por ejemplo, flo tiene pa-
cernos intuitivo este amor, hallamos ante los ojos las más nobles y tria ni tierra natal puede, empero, vivir ese movimiento específica-
más santas figuras entre los personajes de la historia. En un se- mente cualificado del amor a la tierranatal y alapatria, aun cuan-
gundo momento, usamos la voz, por ejemplo, en las expresiones do no alcance a ningún objeto y por lo tanto se quede en anhelo
((amor de amigo)), ((amor conyugal»», ((amor patern al y fraternal»», insatisfecho. También puede el movimiento del amor a la tierrana-
casos todos en los cuales se entiende también aquel amor del alma tal, por ejemplo, brotar repentinamente lejos de é1, sin que todavía
a los demás individuos. Finalmente, usamos la voz ((amor» sin adi- se haya despertado ningún «pensamiento)) o ((una representación»
ciones para designar la pasión del amor entre el varón y la mujer. de la tierra natal. Vivimos aquí un poderoso impulso hacia algo le-
Por el contrario, ya el lenguaje opone las relaciones puramente sen- jano, un impulso de índole peculiar, e irrumpe en nosotros una ter-
sibles al amo\ y a todo amor. nura por algo que se alza ante nosotros bajo las cualidades de valor
De estas <<formas)) del amor diferenciamos las <<especies>> del de lo «familiar»>, lo <<natal»; y podemos padecer largo tiempo qui-
amor. Tocan a aquellas diferencias que son sensibles para nosotros zás bajo este anhelo no aquietado, sin saber que es por nuestra tre-
como cualidades especiales de la emoción misma, sin que necesi- rra natal por lo que suspiramos. Pero un ejemplo especialmente
temos mirar a los cambiantes objetos y a las notas comunes de és- claro de una genuin a especie de amor en este sentido es el que re-
tos que son objetos de dichas emociones. Así, pensamos gue, por presenta el antor materno. La existencia de este movimiento de
ejemplo, el amor materno, el amor al h¡o, el amor alatierra natal, amor (como también del impulso inherente a él) no está ligada en
el amor alapatria, el amor en el sentido estricto del «amor sexual»», absoluto a ninguna experiencia de «niños») por parte de la rnujer en
ya en cuanto emociones son diversas entre sí, y no sólo porque se cuestión; ni la existencia de esta específica <«maternidad)) supo-
dir¡ an a diversos círcuios de objetos, como, por ejemplo, el amor ne que la mujer en cuestión tenga huos, ni desaparecería el movi-
al Estado, el amor al arte, etc. Si fUamos la vista en los hechos de- miento en cuanto tal, si, por ejemplo, una mujer no hubiera visto
signados con estas palabras, encontramos que, aquí, ya los movi- nunca niños, e igualmente no tuviera idea del proceso de la gene-
mientos del amor presentan diverses cualidades separadas, y las ración de hijos. Sólo estas genuinas especies del amor, por ende,
presentan en un punto de su germinación en que carecen todavía de son también las que son capaces de un genuino <<cumplimiento>» en
objeto o en que apenas está dada aún la naturalezaempírica,lama- un objeto dado. Por el contrario, las especies del amor que sólo se
nera de ser objeto. En alemán se traduce con frecuencia esta dife- dejan diferenciar por los objetos, no son susceptibles de un ((cum-
rencia por la unión del nombre del objeto con la palabra amor en plimiento»>. Así, no corresponde, por ejemplo, al ((amor materno»»
una sola palabra que empieza con el nombre del objeto. Así, no hay un ((amor paterno)). Por eso también resulta el amor del varón al hi-
en alemán una Staatenliebe (amor del Estado) como hay una Hei- jo propio mucho más fuertemente condicionado por el amor del
matliebe (amor a la tierra natal) y una Vaterlandsliebe (amor de la varón ala madre, que ha parido el hrjo, que el amor de la madre al
patria), sino sólo una Liebe zum Staate (amor al Estado); no hay hUo por el amor al padre del hrjo; también mucho más fuertemen-
una Kunstliebe (amor del arte), pero sí una Gottesliebe (amor de te condicionado por el particular fisico y el carácter del hUo. Natu-
Dios). Tampoco hay, por ejemplo, una Vaterliebe (amor paterno) en ralmente, el amor del padre al hüo está determinado también por el
el mismo sentido en que hay una Mutterliebe (amor materno); el hecho de ser ((su propio hijo»; pero sólo es así por mediación del
término Vaterliebe nos deja incluso en la duda sobre si se trata del acto de juicio, no de ese modo inmediato que existe en el amor ma-
amor del padre o del amor al padre, mientras que el térm ino Mut- terno. Ese sentir inrnediatamente al h,jo como ((su hijo», e igual-
240 El amot" v el odio Formas, modos v especies del omor y del odio 241

mente el anhelo originario de <<cumplimiento» de esta especie del guaje en términos especiales, como, por ejemplo, bondad, bene-
amor, sentida ya por adelantado, pertenece ala constitución de la volencia, inclinación, afección, favor y aprecio, amabilidad (que
conciencia femenina en cuanto tal y no tiene analo gia en la con- verbalmente no significa el merecer ser amado, sino que designa
ciencia masculina. A esto responde el que sea también la mujer una conducta activa), ternura, afabilidad, amistosidad, rendimien-
sólo quien tiene una forma impulsiva originaria de tendencia a la to, apego, intimidad, gratitud, reconocimiento, piedad etc. De ellos
reproducción, mientras que en el varón tal tendencia sólo tiene ca- una parte representa fenómenos que no pertenecen al fondo básico
rácter de deseo, no carácter de impulso ni de instinto, lo que quie- de la naturaleza humana, sino que tan sólo existen en una cierta
re decir que siempre descansa en alguna ((razón>»3. El mismo hecho etapa histórica de la cultura. Así, son la bondad, la benevolencia, la
encuentra también su expresión en el de que el amor del padre al gratitud la ternura, por ejernplo y con seguridad, modos universal-
hUo únicamente despierta las más de las veces en un estadio más mente humanos del amor, que se encuentran independientemente
ayanzado del desarrollo infantil que en la madre. Es decir, única- de la etapa histórica de la cultura. No, por el contrario, la <<amabi-
mente cuando el «yo» psíquico-espiritual del h¡o alcanza ya con lidad» , la «afabilidad» , la «piedad», etc. Al lado de estos modos
más fuerza su expresióna.
del amor hay modos del odio que no enumero aquí. Finahnente,
distinguimos los «modos» de las meras combinaciones de senti-
De las especies del amor distinguimos, finalmente, los meros
mientos en que el odio y el amor sólo representan un elemento, sin
modos del amor, que se manifiestan en meras combinaciones de
dar al todo su carácter fundamental. Así, por ejemplo, la lealtad y la
actos de amor especialmente con modos sociales de comportarse y
humildad (para el amor); la envidia, la oj eriza,los celos, etc . (para
vivencias de simpatía. También ellos se han sedimentado en el len-
el odio).
3. La reproducción y generación es para el varón en lo esencial simplemente
una ((consecuencia» del acto sexual y no descansa en un genuino impulso de re-
producción. Así tarnbién exactamente el ginecólogo Sellheirn , Das Rcitsel des ewig
Weiblichen (<<El enigma del eterno femenino»).
4. Sin razón niegan algunos autores el instinto e impulso de reproducción
también en la mujer. Por ejemplo, Max Marcuse en sus muy dignas de lectura Wand-
lungen des Fortpflanzungs-Gedankens und-Willens («Vicisitudes de la idea y la vo-
luntad de reproducción»). Demasiado lejos va por otra parte Toop cuando (Comu-
nicaciones de la Gaceta central médica, 1906, l0) habla de una degeneración del
«impulso de reproducción natural y sano en impulso sexual» (también en el varón),
y ello en los tiempos históricos. Pero en todo caso es exacto que en la evolución
animal el impulso sexual estaba «decisivamente conformado y dirigido» por un
impulso de reproducción (lo que tarnbién concede Marcusc). Ladmann (según
Marcuse, p. l0), en su libro Grundfragen der Lebensre.form | («Cuestiones funda-
mentales de la reforma de la vida»), ha deducido para los mamíferos de la zona
templada las siguientes cinco leyes fundamentales: « l. El comienzo de la capaci-
dad de reproducción y de la sensibilidad sexual coincide con el pleno desarrollo
del cuerpo;2. el momento del apareamiento (celo) está determinado retroactiva-
mente por la estación más favorable para el nacirniento; 3. el nacimiento tiene lu-
gar siempre en aquella estación que ofrece a la rnadre y al h,jo las mejores posibi-
lidades de nutrición; 4. tras la concepción desaparece la apetencia sexual de la
hembra y cesa la emisión de olor excitante del celo, faltando también para el rnacho
el incentivo de la cópula; 5.en tanto la cría necesita ser alimentada por la madre ca-
lla en ésta el impulso sexual». Ladmann opina que el impulso sexual se emancipó
de la periodicidad del celo únicarnente durante la época glaciar, quedando con ello
separado del irnpulso de reproducción. Hasta qué punto residuos de la periodicidad
del celo existan aún en el hombre de hoy es una cuestión todavía no resuelta sufi-
cientemente (cf. la bibliografia en Marcuse, p. I I ).
5

Los límites de las teorías naturalistas del amor

Ya con ocasión del examen de las teorías de la simpatiahabia-


mos rechazado: 1) las teorías que explican el amor por la simpatia
(pasando por la benevolencia) y pretenden reducir la simpatia a
imitación, reproducción y emp atia o a una ilusión; 2) las teorías
que quieren hacer comprensible la simpatía por medio del instinto
y el impulso social. A esta última teoría, originariamente «filoge-
nética»), el positivismo primitivo y más reciente (por primeravezL.
Feuerbach) le ha emparejado otra serie de ideas, o saber, 3) una se-
rie de ideas filosófico-históricas, que forman a su yez la transición
históri ca a una muy moderna, 4) teoría «<ontogenética» del amor,
eue, si fuese verdadera,haria ilusorio todo lo que llevamos dicho.
Es la teoría de Sigmund Freud. Séame permitido designar juntas es-
tas cuatro teorías como las <<teorías naturalistas del amor>>.
Hay un instinto e impulso que -en todo caso, en los animales
bisexuados- es simultáneamente siempre un impulso social (in-
cluso en los animales que no viven en grupos); es el impulso que
mueve un sexo hacia otro. De aquí se piensa poder concluir que es
la <<raiz>> de todas las especies de impulsos sociales, una conclu-
sión muy discutible, ya que justamente el hecho de que todos los
animales bisexuados posean el impulso sexual, pero no todos el
impulso social, más bien muestra la recíproca independencia de
ambos. Tampoco hay ningún punto de apoyo para admitir que los
animales que no viven en grupos tengan en algún modo un menor
grado de impulso sexual (o, lo que no distingo aquí, de instinto de
reproducción). Sin embargo, yo Feuerbach trata de mostrar que to-
dos los impulsos sociales y los sentimientos heteropáticos que los
acomp aflan -que también él identifica erróneamente con los sim-
páticos (y con ello también las «formas de socializaciónr) eue des-
244 El amot' y el odio Los límites de las teorías naturalistas del amor 245

cansan sobre ellos)- se habrían formado a causa de que se des- ducción, ilusión, etc. 2) La teoría filogenética de Darwin y Spen-
prendieron del irnpulso sexual, en la medida en que resultó .frena- cer. 3) La teoría filosófico-histórica, cuyo ulterior desarrollo no
do en su acción por cualesquiera causas, impulsos parciales que se seguimos aquí.
dirigieron ante todo a los hijos, y primero por parte de la madre, Con todo, su clave, y con ella su plena y sintética rotundidad,
parapasar luego desde ellos al padre frente a los hijos y alamadre únicamente la alcanzó la «teoria naturalista)) con la incorporación
-incluso fuera de la prop ia y morrre ntánea unión sexual-. El ((amor de una todavía muy nueva teoría ontogenética de las especies del
materno»», ya ampliamente difundido en el reino animal (y que amor,, que supone y recoge el fondo general de principios de expli-
existe aún allí donde no se encuentra un amor conjunto de los pa- cación de la psicología asociacionista inglesa y de su doctrina de la
dres a los hijos), es la segunda de las raíces de las formas de la simpatia, pero intentando con su ayuda concebir el curso típico, y
sirnpatiay del irnpulso social, respectivamente del instinto de cui- al mismo tiempo también el atípico, que sigue en un individuo hu-
dado de la prole ligado con este arnor. Así surgirían, en tercer lu- mano el desarrollo de los movimientos del amor, de sus cambian-
E?t, el amor recíproco de los hijos a los padres y el arror fraternal, tes objetos, de sus especies y formas. Esto ha sido obra de Sig-
y con ellos los lazos de amor que obran en la «familia». Surgiria, mund Freud y su escuela. La obra maestra sobre el tema es el
al dirigirse estos irnpulsos a círculos cada vez mayores de seres trabajo de Freud: Tres ensayos sobre la teoría sexuat. Últimamen-
que entrarían con la farnilia en una unión decisiva para su destino te vuelve la escuela a su punto de partida filosófico-histórico2.
y bienestar, el amor ala gens, el <<amor a la estirpe)), el <<amor al No es mi propósito exponer aquí en detalle y someter a crítica
propio pueblo y a la patria»», un proceso que no puede menos de la teoría de Freud. Sólo quiero fijarme brevemente en sus princi-
buscar y encontrar su últirno término en la formación de un ((amor pios de explicación. Parte de un grupo de hechos en efecto dema-
universal a los hombres»». Sucesiva <<extensión» de los impulsos y siado poco conocidos antes de Freud: del hecho de que no desde la
de los sentimientos de sirnpatia por <<trasmisión>> desde el objeto edad de la pubertad, sino ya en el primer instante de su nacimiento,
prirnitivo a los seres enlazados causalmente en algún modo en su parece poseer el ser humano un impulso que le lleva hacia la sen-
bien e interés: he aquí el principio con el cual debe hacerse com- sación afectiva de la voluptuosidad sexual. Tales sensaciones las
prensible la <<evolución del arnor)) y de sus especies. El papel pri- tiene el niño de pecho, por ejemplo, según Freud, al chupetear
mario del arnor materno pareció ser corroborado por el hecho afir- -«ojos de placer))-, e igualmente en todas aquellas excitaciones ca-
mado especialmente por Bachofen y probado en rnuchos pueblos, suales, mecánicas o demás (por ejemplo, al limpiar al niño de pe-
de que ha habido al principio en todos los pueblos un estado de de- cho, en el baño, etc.) de aquellas zonas de su cuerpo que Freud de-
recho, de costumbres y de cultura que Bachofen llamaba el ((ma- nomin a <<zonas erógenas de la primera edad» y que no coinciden
triarcado», por hallarse en él la madre en el centro de la farnilia, primariamente en absoluto con los órganos al servicio de la repro-
entrar el esposo en la casa de la hUu y heredar también la hija en ducción, sino que están mucho más extendidas sobre la superficie
primer términor. En cuanto al amor a Dios -según Feuerbach- es del cuerpo. En estas sensaciones, a las que -una vez producidas
en todos los casos exclusivamente amor a un ser imaginario, en por excitación casual- se dirigen también secundariamente impul-
que se hipostata la «idea de la Hurnanidad» y cuyo contenido de- sos instintivos a reproducirlas y repetirlas, debe ponerse el último
pende por entero del particular contenido histórico de vivencias de
los distintos pueblos. 2. En tanto que aplica estos principios también a la comprensión histórica de
los mitos, la religión, las instituciones jurídicas. Cf. especiahnente [a revista «lma-
Hasta este punto habia ganado para sí la teoria <<naturalista» go». Cf. además S. Freud, Tbtem und ta'bu (versión cast.: Tótem .t,tabú, Alianza,
tres partes que se apoyan y sostienen mutuamente. I ) Las más an- Madrid 1996) y su libro anteriormente citado sobre psicología de las masas. K.
tiguas teorías inglesas de la simpatia: imitación, empatía, repro- Mittenzwey ha publicado en la Zeitchr. Pathopsltchologie una buena introducción
a lo que hay de teórico en S. Freud. Cf. además C. G. Jung,, Die Wandlungsformen
der Libido (versión cast.: Trans./brmacion€.\ 7t símbolos de la libido, Paidós, Bue-
l. Ct-. al respecto J. J. Bachofen, Das Muften'ec'ht (1861, ((El matriarcado»). nos Aires 1952).
246 El arnor y el odio Los límites de las teorías natrtralistas clel antor 247

material de construcción, por decirlo así, paratodas las especies de ceptos explicativos: 1) el de la <<represión de la libido>>; 2) el de la
sentimientos simpáticos y especies del amor que se encuentran de <<sublimación de la libido>r. Las fuerzas encargadas de practicar es-
hecho en la edad de la madur ez -hasta las formas supremas, más ta «represión)) son ante todo aquellos sentimientos e impulsos que
«sublimadas»> y «más espiritualizadas»»-. Al impulso instintivo de ha desarrollado la vida misma para restringir la libido en forma útil
producir tales sensaciones lo llama Freud «libido»» . La «libido >» no ala conservación de la especie. Tales son el asco, la vergienza y
es, pues, en absoluto un sinónimo del «impulso sexual». Freud no las <<masas de representaciones morales»», así como los sentimien-
dice que sea el «impulso sexual» la raiz de todas las especies del tos que ponen límite al incesto. Ellos hacen que la libido, al poner-
amor. Al contrario, el impulso sexual no es, según é1, un <<impulso» se en movimiento, sea repelida y represada, poÍ decirlo así; pero la
simple e innato, sino un edificio psiquico muy complicado que va libido sigue obrando en el «subconsciente»», como revela el análisis
surgiendo y se adquiere sucesivamente en cada vida individual, y de los sueños (nocturnos y diurnos). Sobre esta repulsión de la li-
que en el sentido riguroso de la expresión («impulso hacia el otro bido y de todos los contenidos a que se dirige descansaria la etio-
sexo») ni siquiera se adquiere siempre, como muestran los hechos logía de la mayor parte de las neurosis. Se viene a parar en éstas
insólitamente ricos de las perversiones sexuales. Las ((perversio- cuando la libido f,ja su contenido primitivo en el subconsciente
nes)) no son, según Freud extravíos de un impulso sexual prima- (sea un contenido perverso o normal), pero, en cuanto «reprimi-
riamente existente, sino que son unafijación de modos de compor- do»», no consigue la satisfacción. En este caso se transforma -según
tarse más primitivos y universalmente difundidos en la edad infantil. Freud- la «masa afectiva» reprirnida (impulso-sentimientos) en los
Allí donde, en efecto, un objeto produce sensaciones de la índole múltiples modos de expresión y síntomas de la neurosis (por ejern-
antes mencionada, la libido se dirige también a este objeto. Pero plo, convulsiones, etc.). Distinto es cuando la «libido» y la energía
una vez más ampliamente desplegada, no se dirige en absoluto pri- impulsiva contenida en ella se desprende de su contenido primiti-
mariamente al otro sexo, sino que <<tantea)), por decirlo así, en todas vo, de la sensación de voluptuosidad y todos los objetos que se en-
las direcciones posibles. De donde la tesis de Freud: <<el hombre na- cuentran en relación con ella, y a través de restos reproductivos , cz-
ce polimórficamente perverso)). El gue, en corlclusión, encuentre da vez más refinados, de la sensación de voluptuosidad (a la que en
su «vinculación objetiva» en un ejemplar del otro sexo, sólo es, se- Freud se reduce en conclusión toda conciencia de valor), se des-
gún Freud una casualidad particularmente favorable, por término plaza hacia otros objetos, los cuales son amados <<por ellos mis-
mos>> independientemente de su relación con la primitiva sensación
medio muy frecuente. Toda perversión, es pues, al par <<infantilis-
tno»», un refrenamiento de la evolución media y una fijación de una
de voluptuosidad. Este proceso es llamado por Freud <<sublima-
ción>>. En la «sublimación» de la «libido»> reprimida descansa, se-
etapa anterior. También las neurosis son reducidas por él en gran
gún esto, toda cultura de la sociedad, del conocimiento, del arte, de
número a tales <<refrenamientos>> de la evolución. La dirección ha-
la civil ización, en tanto se trata de la rueda impulsiva psíquica que
cia el otro sexo sólo triunfa allí donde tiene lugar la retractación , ti-
impele todas estas actividades. Sólo allí donde la «sublimación»» no
picamente normal, de la sensibilidad de todas las <<zonas erógenas
tiene lugar normalmente y a pesar de ello es reprimida, surge la
de la prirnera edad»», hasta desaparecer, paru sólo resultar posible la
neurosis; o, por fijación de una fase de la evolución, la perversión.
sensación de voluptuosidad en los órganos al servicio de la repro-
ducción. Es lo que tiene lugar en general con la pubertad alcanza-
da, y únicamente con ello surge -por término medio- el impulso
sexual normal. No hay ningún motivo para describir aquí el deta-
lle de este desarrollo. Para nosotros sólo son de importancia en es-
te lugar los conceptos de «libido» y de «impulso sexual>».
Pero ¿cómo llegar, además, al desarrollo de las diversas espe-
cies del amor? A esto responde Freud con dos fundamentales con-
6

Crítica de la teoria naturalista y principios de una


teoría edific ada sobre los fenómenos

l. El amor y el impulso

Si levantamos ahora -como es el supuesto de toda teoría expli-


cativa- la reducción fenomenológica, es decir, el prescindir por
principio de la constitución real de los portadores de los actos y de
la forma de ponerse los contenidos de éstos, claro es que las esen-
cias amor y odio, e igualmente sus formas, modos y especies, sólo
aparecen en el seno de los hechos concretos y extremadamente
complejos que traen consigo la índole peculiar de la organización
humana y de su real mundo circundante. Así es, por ejemplo, el
amor vital y su reino de valor -((noble» y «vulgar» (o «vil»)- toda-
vía una genuina esencia, no meramente el acto del amor mismo.
Pues la «vida)) es ella misma una esencla y no un concepto mera-
mente abstraído de los organismos empíricamente existentes. La
fundamentación fenomenológica de la biología es capaz de mostrar
que no sólo la forma viva y el movimiento, sino también el «<naci-
miento» y la <<muerte»», el <«crecimiento»> y la <<herencia>», y muchos
más conceptos biológicos fundamentales, representan conceptos
con especiales fundamentos fenoménicos que son totalmente inde-
pendientes de la observación de los organismos terrestres y de la
inducción partiendo de estas observaciones. Así es también para el
amor vital, que según nuestras consideraciones anteriores no en-
cierra nada más que un movimiento en la dirección de la elevación
del valor desde lo vulgar hasta lo noble. Mas cómo este movimien-
to se opere en las distintas especies de organismo s fácticos, con
qué fenómenos concomitantes y de qué modo se realice causal-
2 -50 El amot'v el odio (Jnq teoría edi/icada sobre los.fenómenos 25 t

mente, son cosas que radican por compl eto más qllá de la fenome- varlos de ningún hecho perteneciente a la esfera y amor vitales y
nología. El que, por ejemplo, el amor vital en el hombre, incluso en hacerlos comprensibles por é1. Pero éste es precisamente el error
todos los animales bisexuados, entre en una estrecha unión con la fundamental de ésta y otras tesis de la teoría naturalista: su actitud
especie del amor sexual, igualmente independiente en cuanto cua- toda la hace ciega para el hecho de que en el curso de la evolución
lidad, a buen seguro que no es ninguna relación esenci al y conste de la vida y de la humanidad aparczcan y pued an aparecer actos y
que dejo aquí indecisaladificil cuestión de si lo ((masculino» y lo cualidades completamente nuevos; para el hecho de que estas cua-
<<femenino»» mismo son también genuinas esencias o meramente lidades aparecen en una forma esencialmente súbita y jamás pue-
conceptos empíricos. Ahora bien, el que precisamente el amor se- den ser consideradas como transformaciones meramente graduales
xual en cuanto hecho empírico con duzca en el hombre a éstas y de las antiguas, al modo como ello es posible, al menos en princi-
aquellas actividades, sea acompañado por éstas o aquellas sensa- pio, por lo que se refiere a la organización corporal de los seres vi-
ciones orgánicas, e igualmente qué órganos intervengan aquí y de vos correspondientesr. Su actitud la hace también ciega paru el he-
qué modo y por qué víala cantidad de energía impulsiva que sirve cho de que en el curso de la evolución vital pueden en principio
a estas actividades se compense con las cantidades de energía de aparec er a la vista nuevos ! más hondos grados del ser y del valor
otros impulsos sobre la base de la limitación de la energía vital del y sobre ellos reinos enteros de objetos y valores paru la vida que se
hombre y sus posibilidades de aplicación determinadas por la or- desplie ga' más aún, que ante la vida que se despliega estos reinos
ganización humana, son cuestiones que en todo caso se plantean del ser y del valor empiezan únicament e a abri. y a franquear su ri-
para una ontogenia descriptiva y explicativa, y aun una filogenia queza de cualidades. Para la teoría naturalista surgen, sí, en princi-
del amor sexual humano, pero que con la fenomenol ogía ya no tie- pio contenidos meramente nuevos y nuevos contenidos ilusorios
nen nada que ver. entre los seres vivos y el mundo (colores, sonidos, valores, etc.).
Sin embargo, antes de que entre en este problema ontogenético Un ser vivo que sólo sintiera cuerpos sólidos y movimientos es
y su dilucidación por la teoría naturalista, apliquemos por lo pron- quien según ella estaría más cerca de las ((cosas en sí>». Cada cua-
to el hacha de la crítica al punto central de la teoría naturalista. lidad nueva signifi ca para ella una nueva ilusión. El hecho básico
Este «punto central»> consiste -juntamente con la ya rechazada de que el mundo «verdadero)) es siempre <<más rico» que el dado,
opinión de que el acto del amor en general pueda explicarse como lo desconoce en principio la teoría naturalista. Esta teoría es, colrro
un ((complejo)) o un ((producto evolutivo» de elementos más sim- la filosofía naturalista en general, una especulación por principio
ples del espíritu- en su perfecto pasar por alto la originalidad del «á baisse)). Ella se acerca a todo con el falso axioma fundamental
amor «espiritual» y «sagrado»», así como del ((amor individual ani- de que lo más simple y lo de más ínfimo valor en cada caso (que
mado»». El error de la teoría naturalista no consiste en ver bien, pe- -es verdad- es lo rnás fácil de comprender para un ((entendirnien-
ro en «explic ar>> errada e insuficientemente los hechos designados to humano)) dedicado a dirigir y dominar el mundo, porque es en
con estas expresiones. No. No ve en absoluto estos hechos; es lite- principio lo más dominable e igualmente lo más difundido y tam-
ralmente ciega para ellos. No ve los fenómenos en los cuales hace bién lo más fácilmente comunicable, en oposición a lo complicado
su aparición una capa de actos y valores mas alta, no sólo de nues- y a lo de un valor superior) tiene también el carácter de un prius
tra org anización vital fáctica, sino de la esencia de toda vida e in- ontológico y de una ((causa»» ontológica: como si el ser y los valo-
cluso (en «el amor sacro») de la esencia de todo orden <<anímico»> res tuvieran que regirse por las necesidades de comodidad de un
-capa de la cual es por completo indiferente la etapa de desarrollo <<entendimiento»» que esquematizapara fines prácticos. Bien es ver-
de la historia humana en que salga a la luz del día; e indiferente
también si irrumpe a estaluz en muchos seres humanos o sólo en l. Cf., a este respecto, las finas consideraciones de C. Stumpf en su confe-
rencia Die Entwicklungsidee in der Philosophie (<<La idea de evolución en filoso-
pocos-. Si la teoría naturalista viese los fenómenos del amor sacro fia»). Además mis conferencias sobre Entu¡icklunsstu/en del Seele («Fases de evo-
y del amor anímico, al punto vería también que es imposible deri- lución del alma»).
)52 El amor v el odio Unq teoría edi/icada sobre los /'enón'tenos 253

clad que ((raro)) es -más raro incluso que cualquier especie de inte- logía y étrca naturalista sólo puede interpretar éste y mil hechos se-
lcctualidad genial- el fenómeno del «amor sagrado»); encima, ab- mejantes, en que está encerrado el fenómeno del amor sagrado, de
solutamente indominable, insuscitable por ningún experimento, ni muy pocas rnaneras: o como una «perversión»» del sano impulso vi-
sic¡uiera por la educación. Cuando está ahí, y visible, sólo lo ven tal o colno una dirección «hostil a la vida» del sentimiento y de las
unos pocos; y aprehender plena y adecuadamente su valor, está li- tendencias, o como síntoma interno de decadencia vital, o como
gado -vimos- a la congenialidad espiritual del discipulado. Pero ((resentimiento»». (De este modo, Francisco, por ejemplo, no era ea-
los contenidos y valores no manifiestan en absoluto su rango den- paz de administrar regularmente su fortuna, no era capaz de hacer lo
tro de las relatividades de la existencia hasta elevarse a lo absoluto, que su padre pedía de é1, y después de haber vivido esta impotencia,
así como su rango en la serie de grados superiores e inferiores del dice que más <«quiere)) ser enteramente pobre, a fin de que cese el
orden objetivo del valor, con su frecuencia, comunicabilidad y la tormento). O bien interpreta los fenómenos como una «sublimación
llanrada «validez universal»; ni tampoco con la medida de su ((con- de la libido>), en el fondo ilusoria, en ((amor a Dios)), ((amor al mun-
cebibilidad»», referente a fines prácticos humanos y dependiente de do>», <<servicio de toda criatura»», etc. ¿No se ve la omnipotente «li-
ellos; sino que sólo por su interna naturaleza fenoménica se deter- bido» -se pregunta- en la imagen de la «prometida y arnada», bajo
mina su carácter absoluto y su altura de valor. la que se le aparece la «pobrezzD, y no también en el hecho de que
Válido ante todo también para el amor sagrado es lo siguiente. se sienta él mismo como el «trovador de Dios»), y en fftuchas cosas
Vemos a los seres humanos colmados de él padecer no contra su vo- semejantes, en su piadosa relación con santa Clara? Ahora bien, la
luntad y con pesar, sino voluntaria y beatamente cualquier dolor y explicación por perversión y resentirniento es aquí demasiado in-
muerte; no se trata de seres humanos para quienes la vida ya no se- sensata , para que sea menester considerarla. ¿Es que necesita al-
ría un alto bien -¿cómo podrian, si no, «sacrificarla»?-, sino de se- guien amar a Dios y al mundo y ser bondadoso con todo lo vivien-
res humanos que la aman como un alto bien -sólo que aman otro to- te, porno ser capazde administrar su fortuna? ¡Que así sucede a los
davia más-; seres humanos que padecen perfectamente el dolor -no ligeros derrochadores y vividores ! ¿Y no es un amor resentido y
que están embotados para él-, pero en los cuales este «padecer»» el una estimación de la pobreza, por no sentirse con fuerzas para ad-
dolor está acompañado por el amor y lealtad que en él encuentra su quirir o administrar una fortuna , otra cosa que el comportamiento
expresión para lo que es santo para ellos, de una beatitud tal, que del <<joven rico»» en el Evangelio, seguido por Francisco? Para él no
ante su brillo todas las alegrías y toda la dicha de la vida sólo son un es la pobreza portadora del valor positivo en cuanto tal, sino el ac-
bien que palidece en la sombra y algo insignificante. Por otra par- to hbre y autónomo del espíritlt que abandona la riqueza (que da,
te, los vemos, por ejemplo, tomar sobre sí libremente la «pobreza>>, lleno de <<largesse») y en cuya ejecución el joven rico no se vuelve
como Buda o como Francisco de Asís. Francisco, por ejemplo, asu- más pobre, sino inrnensamente más rico que antes; en el que se en-
me la pobreza no como un ((mal»», lo que la pobreza es con seguri- noblece con el valor de una altura que es superior por su naturaleza
dad referida a valores vitales, sino como ((una amada y prometida y su esencia a todos los valores vitales. En cuanto a la <<sublima-
radiante»». El Pobre de Asís la vio delante de él antes de su <<prime-
ción», la ética naturalista confunde aquí constantemente el meollo y
ra conversión»», después del jovial festín con los jóvenes caballeros,
la cásc ara. Cuando las personas santas, para hacer comprensible a
cada uno de los cuales había cantado una cancioncilla ala futura no-
los demás, incluso para hacer ((comprensible)) a sí mismas, en pala-
via; como una <<amada radiante»>, porque ella es para el acto del
bras -en palabras de nuestro lenguaje, no hecho para cosas tan ra-
amor sagrado, que Francisco sentía brotar tan intensamente de su
ras- el fervor de su alnor a las cosas espirituales y divinas, echan
propio centro, ufl obstáculo menor que la riqu eza, que dirige nues-
mano de imágenes, expresiones, alegorías que proceden de una es-
tro espíritu hacia lo material y en lo material nos enreda2. La psico-
fera en que también el hombre vulgar siente el fervor del amor que
2. Muchas cosas buenas sobre el «amor sin apetito» se encuentran en el libro aquéllas tienen para las cosas espirituales, en seguida se piensa: es
de Walter Rathenau., Mechanik des Geisles («Mecánica del espíritu»). un encubierto, enmascarado o refinado impulso sexual <<sublima-
254 El antot'y el odio [Jna teoría edi/icada sobre los fbnótnenos 255

do»». Pero ¿por qué se ha «encubierto»», ((enmascarado)), ((sublima- dos del amante. Esto nos hace asimismo bien concebible que sean
do»»,por ejemplo, en el caso del joven, bello, fuerte, rico y univer- los padres quienes deciden preponderantemente sobre la conclu-
salmente amado Francisco? ¿Por qué no hizo él como sus compa- sión del matrimonio, lo que pueden hacer porque la intención amo-
ñeros? Que viejos cansados de la vida, que viejas rnojigatas -según rosa de los hrjos sólo representaría la herencia de sus propias in-
el conocido proverbio- hagan de la necesidad virtud lo que supone tenciones. En esto se funda el que hasta hace poco haya estado
en todo caso una genuina «virtud» -como en todo fariseísmo- es vigente la ley que hacía posible la separación de un matrimonio
cosa sabida. ¿Pero de qué sirve esto aquí? simplemente a petición de la suegra; que en general el matrimonio
Mas otro tanto es ya válido para el amor anímico. La teoríana- sea aquí una parte de la gran familia más bien que la familia una
turalista no puede, naturalmente, hacer comprensible ese amor al parte y la flor del matrimonio; que cada individuo sólo sea desig-
alma individual -como quiera que aparezca injertado, en la amis- nado, incluso en su nombre, solamente como «huo de X»», y otras
tad, en el matrimonio, etc.- que se mantiene en medio de la mu- cosas más.
danza de las pasiones (con la vej ez, por ejemplo, en el matrimonio La idea de la <<monogamia»>, precisamente, jamás podrá derivar-
y el cambio de dirección de la pasión que se lleva a cabo en ella) y se de los supuestos naturalistas. Pues «único)) es sólo el amor al in-
permanece intacto ante ella. Pues medido por cualquier amor que dividuo. Si no hay un tal, entonces es la monogamia una coacción
sólo se enderece a fomentar los valore s vitales y esté referido a infundada. Casi todos los proyectos modernos para abolir la mono-
ellos, el amor anímico individual sólo puede pasar por una «abe- gamia, porque «daña ala especie» (por ejemplo, von Ehrenfels) se
rración)), por una errada fijación y enamoriscamiento, por decirlo asientan ya sobre este supuesto naturalistaa. Sólo cuando se concibe
así, del yo individual de otro. Pues a todas las fuerzas que sustentan el matrimonio colno una institución para la reproducción de la es-
la vida y su acrecentamiento y conservación les toca preocuparse en pecie fundada en una relación de amor anímico y simultáneamente
primer término por el acrecentamiento y la conservación de la es- se concibe el amor sexual, no como un amor uniforme que practi-
pecie y no del individuo, mucho menos del individuo anímico. Así, can sólo dos sujetos reales de un sexo corporalmente distinto, sino
es perfectamente cornprensible que allí donde, por ejernplo, la re- como una especie del amor que ya desde el punto de vista pura-
lación entre los sexos se mide sólo o al menos preponderantemen- mente anímico está cualificado de una manera peculiar, tiene la mo-
te por los valores biológicos, el matrimonio y otras formas de nogamia una última fundamentación fenomenológica. Pues sólo en-
unión de los sexos sólo valgan en cuanto «formas de la reproduc- tonces subsiste su vali dez independientemente de la constitución
ción» -como, por ejernplo, infonna Tácito de las mujeres germáni- contingente del organismo humano y sería válida aún para mundos
cas en la Germania, que en el rnarido no amaban al individuo, si- en los cuales ésta fuese una completamente distinta. La vieja expre-
no «al padre de los hijos»-. Así es el caso aún hoy, por ejemplo, en sión de que se concluyen los «matrimonios en el cielo» es sólo una
el Japón, donde es casi desconocida la idea de un atnor sexual al expresión mitológica nacida del hecho de que el «matrimonio mo-
otro individuo; pero con ello también la idea de una pura y absolu- nogámico» descansa en la posible existencia de una relación esen-
ta monogamia3. Los japoneses, por ejemplo, no conocen ningún cial que se da entre dos individuos (femenino y masculino) en cuan-
amor individual propiarnente tal entre los sexos; reducen el indivi- to tales -en cuanto concebidos como esencias, no simplemente
duo humano a una serie de notas, en particular de notas vitales (es- como identificadas por estos cuerpos reales-, de suerte que todas
tatura, cabello, paSo, voz, etc.); y el amor sexual se explica (en co- las contingencias empíricas en el encuentro de la pareja según el
nexión con el culto de los antepasados) por el hecho de existir en el tiempo, el lugar, el común ambiente, etc., sólo deben considerarse
obieto del arnor notas que ya habían amado también los antepasa- precisamente como caminos para llegar a esta idea única justificati-
va del matrimonio; e igual todas las instituciones matrimoniales
3.
Muy claramente encuentra su expresión este nexo de ntonogarnia y amor
psíquico individual en los pueblos polígamos como los mahometanos, donde al 4. Cf. mi conferencia sobre Weltanschauung und Bevólkerungspolitik. («Con-
mismo tiempo se le niega a la rnujer el ««alma»> (Corán). cepción del mundo y política demográfica», Actas del congreso, Colonia l92l).
:56 El amot'v el odio Un« teoríu edi/icuda .sobre lo,s /énómeno,\ 257

ntotlogámicas positivas, que han de entenderse como meras deci- Mas todo esto lo ignorala teoría naturalista. Por eso,, pretende
siortes, cambiantes con la civilización y la cultura, sobre las condi- también derivar el amor de <<impulsos» ciegos (no sólo intelectual-
cioncs en las cuales el Estado o la Iglesia positiva acepta la verda- mente ciegos, sino también ciegos para el valor), y obtener el con-
clcra existencia de una relación esencial semejante (para el término cepto de valor en general únicamente a base de la relación de un
lncclio de los casos). Todos los proyectos de «matrimonio tempo- objeto indiferente en cuanto al valor con una tendencia dada en sí
corrro el que existía en otro tiempo, por ejemplo, en el Japófl, o
r¿ll»», ciega. Pero el antor y el odio fttndan toda conciencia de valor de
de <<matrimonio de prueba»», etc., descansan, por ende, en supuestos otra índole (sentir, preferir, juicio de valor) y, naturalmente, tnucho
que todavía no se representan el amor sexual penetrado por el amor más toda tendencia, también orgánica que esté ella misma fundada
anírnico individuals. por la tenencia de un valor. Todo ser tiende a lo que ama y se apar
Volvamos al error fundamental de la teoría naturalista. ¿Cómo ta de lo que odia. Y no ala inversa: que alne aquello a que tiende, ni
se conducen el amor sagrado y el amor anímico respecto de nues- odie aquello de que se aparta. La manera de darse del arnor y la ten-
tro sis/ema de impulsos? Toda tendencia, incluso ya ((orgántca»» (el dencia (formas, especies, modos), mucho rnás la lnanera de reali-
fundamento fenomenológico del concepto de fuerza vital), está zarse empíricamente, es a este respecto de todo punto indiferente.
fundada en actos de tenencia en alguna manera de un valor (en la Pues bien, la relación que en principio tiene el amor con el im-
tenencia, también de conciencia del valor); no necesariamente en pulso no es la relación adrnitida por Ia teoría naturalista: que el
una «idea», una ((representación»», ni siquiera en su sentido más amor mismo sea un impulso o un producto genético de impulsos y
forrnal (como el de Leibniz), cosa que ya pensaba la filosofia inte- combinaciones de irnpulsos, sino una relación completamente dis-
lectualista que reducía errónearnente el <<valor» al ((ser») y ala ((per- tinta. Podernos formularla del siguiente modo: l) Un acto de amor
fección». Todos los conceptos de <<desarrollo»», de <<evolución)»,, en se realiza en una organizactón biopsíquica dada alli y sólo allí don-
primer término de «progreso)) (un concepto que hace ya suposi- de exi ste tctntbién un movimiento irnpulsivo hacia la misrna esfe-
ciones materiales positivas y supone yala idea de finalidad, lo que ra de valor hacia la que apunta el movin-riento del arnor. 2) Del rei-
todavía no hacen los conceptos vitales mencionados con anteriori- no de cualidades de valor objetivamente existente y claclo, sólo se
dad) contienen este elemento superlativamente formal. Pero movi- recortan para un ser real, como «valores de arror posibles» para é1,
mientos de tendencia meramente involuntarios y no procedentes aquellos valores cllyo portador es una cosa real que afecta en algún
del yo, sino que fenomenológicamente se acercan al yo, si son modo tarnbién a su sistema de irnpulsosT. Por consiguiente, es el
sistema de irnpulsos decisivo para el particular contenido de los va-
«ciegos)) en sentido intelectual no lo son en el sentido de una di-
lores en cada caso y en el sentido de su elección y diferenciación,
rección de valor en general que los funda. Más aún, la dirección de
pero no por su contenido fenomenológico. El sistema de irnpulsos
valor existe en el orden del origen de un movimiento impulsivo ya
en un grado de la conciencia en que todavía puede faltar la con-
y su «organizactón de urgencia»» es responsable, adetnás, del or-
den de esta elección, pero en ningún sentido responsable del acto
ciencia de la tendencia misffi&, de suerte que todavía es posible una
de amor misrno, ni del contenido de valor,, así como del ser más al-
opresión de la eventual tendencia cuyo germinar se ((anuncia»» por
medio de esta conciencia de valor6. l. La existencia del arlror vital y de la conducta correspondiente, por ejernplo.
comunicación, «regalo»» de alimentos, ya en los anirnales, la ha rnostrado nllly bien
5. No queda con lo anterior excluida la disolubilidad jurídico positiva del rna- W. Kóhler en su magistral descripción de las emociones y las formas de compor-
trimonio; tan sólo no significan las correspondientes leyes civiles y eclesiásticas tamiento afectivo de los cl'rirnpancés observados por él en Tenerife. Cf., Zut'
sobre el divorcio otra cosa que la indicación de las condiciones en las cuales un Ps.vchologie der Sc'hinlpctn,\en («Sobre la psicología de los chimpancés»») dentro de
matrimonio, o bien no está concluido jurídicamente, o bien hay que admitir que no la revista Ps.t,chologische Forschung: l92l,tomo I, fascículos I y 2. Pero con la mis-
ha existido nunca el vínculo esencial del matrimonio. ma claridad resulta de los hechos coulunicados que este amor está ligado a la susci-
6. Cf., a este respecto, Der Formalismus in der Ethik uncl die ntateriale Werf- tación por estados irnpulsivos (por ejemplo, periodos sexuales) y adenlás a la pre-
ethik, en Gesammelti Werke II (versión cast.: Éficn, ntrcvo ensovo cle.fimclamentct- sencia intuitiva. La <«adhesión» anirnal (por ejemplo, del perro a su dueño) no tiene,
ción de un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001). por el contrario, nada que ver con el amor.
(Jna teoría eelificada sobre los./bnómenos 25e
2s8 El amor y el odio

to o ser más bajo del valor. Así, pues, el sistema de irnpulsos es de- dedo o Carlitos tiene dolor de estómago. ¿Cómo obran tan diferen-
cisivo, en prirner luga\ para la forma real de suscitarse el acto de temente la mera narración de una desgracia y la asistencia a ella?
amor y, en segundo lugar, para la elección y orden de la elección ¿Córno aparece con tanta frecuencia en la historia el amor alafa-
de los valores, pero no para el acto de amor y su contenido (cuali- milia como enemigo del amor ala tribu, el amor ala tribu como
dades de valor), ni para la altura del valor y su puesto en el orden enemigo del alnor al pueblo y a la patna, éste colno enemigo del
jerárquico de los valores. Dicho con una imagen: los movimientos amor a todos los hombres y hasta el amor a Dios cotno enemigo
impulsivos son, por decirlo así, las antorchas que arrojan su res- del verdadero arnor a los hornbres? ¿Y por qué se extienden tan len-
plandor sobre los contenidos de valor objetivamente existentes que tamente la simpatiay el amor del círculo <<más estrecho» al <<más
pueden resultar determinantes de los objetos del amor. Por eso la ancho>r?, Ly qué quieren decir aquí <<más estrecho)) y «más ancho»?
relación que en principio tiene el <<amor)) con el «impulso») no es Pues bien, 1) el grado de <<afectibilidad» de nuestro sistema de im-
en general una relación de producción positiva, como si el impulso pulsos por los objetos de un círculo; 2) la urgencia del «impulso»;
produjera amor o éste «saliese de aquél», sino una relación de limi- 3) la intensidad del «rnovirniento irnpulsivo.
tación y de selección. Lo que antes llamamos equívocamente ((sus- Bien es verdad que estos hechos existen; pero la cuestión es: 1)
citación)) no es una relación causal, sino una relación de relatividad ¿Qué aspecto tienen efectivamente estos hechos? ¿Cómo superar la
de la existen cia; seres vivos empíricos reales de una determinada imprecisión de su forrnulación? 2) ¿Cómo hay que interpretarlos?
constitución sólo son capaces de amar lo que es al mismo tiempo y La teoúa naturalista, que explica todos estos hechos por una
relativamente a su particular sistema de impulsos llamativo e im- paulatina «difusión» del arnor y la simpatía mediante <<trasmisión»
portante para ellos. de la dirección del impulso (Feuerbach, por ejemplo, del objeto del
Estas afirmaciones teóricas, que no son en absoluto fenomeno- impulso sexual al h,jo, de éste al padre, finalmente ala «familia»>,
lógicamente evidentes, tienen sin embargo una base fenomenoló- la <<gens»», la «tribu>), etc.), hace de esta «difusión>» simplemente la
gica evidente. intensificación de una acción recípro ca y una dependencia mutua
Contribuye sin du da a la fuerza de la teoría naturalista el que de los impulsos y de los intereses. También Spencer procede con
parece explicar una serie de hechos que de momento pudieran pre- arreglo a este principio. Pero ¿ve la teoria, ante todo, justamente
sentarse como inexplicables sobre la base de nuestros supuestos,, los hechos?
pero gue, bien mirados, sólo son el apolto de éstos. Podemos reco- Yo afirmo que no.
gerlos bajo el concepto del «perspectivismo de los intereses)», ba-
jo cuyo dominio se hallan todos nuestros humanos movimientos
fácticos de amor (y también todos los movimientos de simpatia y 2. Los hechos de la perspectiva cle intereses
apreciaciones de valor). ¿Cómo la simpatia decrece tan fuertemen-
te, o parece decrecer, con la cercania o la lejanía sensible de los ob- Ante todo está guiada esta teoría por una suposición fundamen-
jetos amados? ¿Y además con la cercania y lejanía -no siempre talmente errónea sobre el valor del afflor en lo que respffa alapu- I'

sencillamente ((espacial» y «temporal», pero encontrando también ra magnitud y amplitud de su círculo de objetos, por la suposición
su expresión en esta forma de existencia-, con la significación o la de que, por ejemplo, el ((amor ala patria») sea peor que el «amor a
insignificancia de un objeto para nuestros «intereses)) condiciona- todos los hombres»», de que el amor ala familia ya en cuanto tal sea
dos por los irnpulsos? Cuando no vemos en largo tiempo a un ser peor que el amor alapatria, el amor a sí mismo peor que el amor al
humano querido, decrece lentamente nuestra attachement a é1. amigo, etc. Pero esto proviene: I ) De que la teoría no reconoce en
Cuando leemos en el periódico que se han ahogado 1000 japoneses estas especies del amor genuinas especies de movimiento amoro-
o incluso que han muerto de hambre 20 millones de rusos, esto ex- so y cree poder derivarlas de una y la misma especie de amor + el
cita nuestra simpatiamucho menos que si nuestra mujer se corta el ensancharniento cuantitativo del círculo de seres humanos que es
260 El ontot'v el odio Unu teot'ía ecli/ic'aclu .sobre los /bnóntano,\' 2(¡ I

objeto de ella . 2) Desconoce esta teoría, con la esencial referencia sitivos, por variable que sea el alcance numérico del «círculo» así
del alnor a los valores y a la elevación del valor que los valores cualificado en cada caso y por muy diversas que sean las ligas de
sensibles aún y rectamente sensibles con el aumento del círculo re- intereses de los grupos en sentido fláctico. Estos <«miembros funda-
sultan valores cada vez más periféricos y «rnás bajos)), es decir, se mentales)) de la Humanidad son constitutivos de la historia y no su-
mueven desde el <<valor de persona)) hacia la esfera de los estados perables por medio de ellaS. Cierto, el individuo «Humanidad)) es
sensibles; y que esta ley no tiene nada que ver con el número cre- en sí más digno de ser amado que, por ejemplo, cualquier pueblo y
ciente o decreciente de los sujetos de estos valores centrales o pe- patria. Pero no sobre el supuesto de que sea un ser human o qltq ser
riféricos. El amor ala Humanidad (cualquiera que sea la magnitud humano el portador del acto de amor. Pues con este ser queda esta-
de ésta, según el número cambiante de la población de la Tierra) es, blecido que el todo del individuo colectivo de la especie de que es
en cuanto amor a esta unidad de género, siernpre y necesariamen- miembro no pueda dársele jarnás, en su peculiaridad de portador
te también amor sólo a través de aquellos valores que convienen y de valor, con igual adecuación que aquellos individuos colectivos
pueden convenir en común a los individuos y a su suma en cuanto parciales a los que pertenece como rniernbro necesariamente. Por
rneros «ejemplares»» de este género, flo como franceses, ingleses, eso, es para un hombre el amor ala patria, por ejemplo, un amor
alemanes, etc. Pero, éstos son al mismo tiempo exclusivamente los más valioso por ley esencial que el amor ala Humanidad; y lo es,
valores vitales ínfimos y, en primer lugar, los valores sensibles de porque la patria representa por ley esencial una riqueza positiva de
lo agradable, no los valores de lo noble, que antes bien, se hallan li- valor, para la experiencia posible de un hombre, mayor que la «Hu-
gados en primer término a la unidad de laraza y a sus variedades; manidad»». Sólo Dios amaala Humanidad como individuo históri-
ni menos los valores espirituales ni los santos. 3 ) Desconoce que co total rnás que a un pueblo; sólo Dios puede y tiene, por decirlo
con el abandono de la dirección a la individualidad y sus valores, así, «el derecho de hacerlo».
tarnbién el amorpierde de suyo y por ley esencial en valor,,y que el El «amor a todos los hombres»> de las escuelas positivas no es.,
valor de la individualidad como miembro del círculo mayor ya no sin embargo, este descrito ((arnor a la Humanidad)» colno indivi-
puede darse en aquel grado de adecuación que el valor individual dtto, como un todo en el tiempo y en el espacio, cuyos miembros
en el círculo menor, y esto no por circunstancias históricamente va- soll <<solidarios»> entre sí, con arreglo a nuestro principio anterior,
riables, sino por ley esencial (y con toda independencia del núme- donde y cuando quiera que puedan haber vivido de hecho; sino que
ro de los miembros del círculo). No pienso aquí solamente en la es ese presunto y muy discutible amor a la circunstancial sección
«individualidad individual»», sino tarnbién en la «individualidad to- transversal de este individuo tentporal, es decir, de la Hurnanidad
tal»» de cualesquiera ((cosas colectivas». El género real ««hombre)), viviente en la actualidad, cuyos rniembros sólo son considerados,
por ejemplo, puede scr tomado corrro url individuo colectivo. Este adernás, desde el punto de vista de los valores que tienen <<en co-
género es distinto del concepto «hombre)). Este «individuo» es, en- mtin>»; e igualmente lo que es en común propio a distintas seccio-

tonces, el género humano entero en el curso entero de su historia, nes transversales cualitativarnente diferentes, en la progresión de
este uno, grande, viviente, pugnante, paciente ente -enfrentando a
los tiernpos. Pero con esto, los que ntas de prisa se disuelven, con
la totalidad del universo-. Este ente puede en cuanto tal ser objeto las diferencias de valor, son tarnbién los valores más altos en ran-
go, hasta que al fin del proceso mental sólo queda el (puro) placer
del arnor. Este «individuo>» encierra sin duda en sí todos los valores
sensible de la masa en cuanto masa. Pero este amor al mayor nú-
de la historia, incluso los mas altos. Sería de hecho rnás digno de
mero (como dice, por ejemplo, Bentham) es en realidad odio, odio
amor que cualquier pueblo en particular. Pero La quién le está dado
contra los valores positivos y además dados como positivos en la
este «individuo» con sus valores? Yo digo: las diferencias de ade-
<<tierra natal>», el <<pueblo>», la «patria» y «Dios)), un odio que limi-
cuación con que se nos dan los individuos <<Humanidad», ((pue-
blo»», «familia»», como portadores de valores, no tienen su raiz en 8. Cf. mi doctrina de las refbrmas esenciales de los grLlpos en el libro Der
relaciones que resulten variables a través de procesos históricos po- Formalismus in der Ethik.
262 El untot' y el oclio (Jna teoría edi/icada sobre los./bn(tmeno,\ 2ó3

tándose a esgrimir la Humanidad contra estos portadores de valo- bién de toda «posible evolución de la vida» sigue siendo este pers-
res específicamente superiores, sólo por una ilusión se presenta pectivismo un supuesto. Por ejemplo, también de un eventual «<su-
como ((amor)) -es lo que he mostrado en mi ensayo sobre El re- perhombre>».
sentimiento en la ntoral-. SeparaffIos, por ende, esta idea de la «Hu- En esto, pues, se funda la afirmación: «Amar a lo más cercano
rnanidad como individuo>», este gran todo como un ente que pade- en la perspectiva de intereses es más valioso que amar a lo más le-
ce, se regocija, lucha -solidario consigo mismo frente al universo, jano, siempre que el sujeto de este amor sea un ser vivo>». Es lo
y un ente sólo por Dios adecuadamente aprensible en su valor y que expresa también el concepto del ((amor al prójimo»»,, que se ha
amable por el amor de Dios-, de la <<Humanidad como ffrasa)), amar querido sustituir muy erradamente con un ((amor al lejano») (F.
a la cual más que al propio pueblo y a la patria, no se diga que a Nietzsche ).
Dios, no sólo es malvado e inmoral, sino de hecho un trastrueque
del orden del valor, obra del resentimiento corl la cual se tiende ne-
cesariamente a un creciente rebajamiento de valor de la Humani- 3. El problema de la ««transmisión»
dad como individuo. Y todavía una cosa: corno el amor ala Huma-
nidad en cuanto irrdividuo es arlor a un objeto que a Dios -y sólo a Pero la teoría naturalista ve todavía en otra dirección los he-
Dios- está dado en la totalidad de su valor, sólo hay Lma intención chos erróneamente. Ignora que es una ley fenomenológica la de
de amor que se dirij a a la Humanidad como individllo: es aquella que el amor se dirige a las cosas correspondientes a través de valo-
que conduce a través de Dio,s, aqLrella que «co»-ejecuta el acto de res y que representa un movimiento hacia el <<ser más alto del va-
amor de Dios haci a la Humanidad, sin que al portador de este acto lor»; incluso allí donde este valor más alto no está «dado»» todavía
coejecutado le esté dado tarnbién lo dado a Dios en su affIor y sólo en su ser especifico, er su calidad. Como sólo a través de valores,
a Ét. Es decir, el verdadero amor ala Humanidad está fundado en se dirige a cosas concretas, siempre son también objetos de la in-
el <<amare in Deo>>. tención de amor los portadores aún no sentidos ni «dados» del mis-
No, pues, en la lejanía espacial y ternporal y en la falta de contac- mo valor de las cosas. Esto significa que para la figura de valor
to causal y ausencia de solidaridad de intereses descansa la ((pers- sentida en cada caso siempre existe un tipo de <<trasfondo de valor>>
pectiva de intereses)) del arnor y de la simpatía. No descansa en tales que se pierde paulatinamente en la perspectiva de intereses. Así
cosas, que son históricarlente muy variables, segúrn la civilización ven los ojos del amor en todo ser vivo un «viviente)>, tomadala pa-
(también según el mayor grado de memoria histórica, en el sentido labra aquí sólo como esta especial cualidad de valor de lo viviente
de una mayor «historicidad de la vida», qLle no tiene nada que ver en cuanto tal. Ya que sólo llamamos fácticamente <<viviente» y «or-
con el progreso de la fflera ciencia de la historia), así como según ganismo)) al correspondiente portador de estos fenómenos donde
la mayor comunicación, según la mayor trabazón de los corres- hay fenómenos vitales, también hay para nosotros sólo un valor vi-
pondientes intereses de la Humanidad real, etc. Sino que radica en tal fáctico donde y cuando se presenta este fenómeno de valor. Es
la esencia del hombre como tal especie. Más aún, descansa -pres- inherente así a la esencia del amor el que lo que él ama, lo <«dado»»
cindiendo de las particulartzaciones como la farnilia, la patria, fenomenológicamente en el acto, es siempre más de lo que el
etc.- en un fundamento de más alto rango todavía: colno «pers- amante siente de valores justamente en la actualidad. Por eso, no es
pectivismo de intereses)) en general descansa y está en conexión menester el mecanismo <<de transmisión del amor de una cosa a
esencial con la esencia de todo lo vivient€, d la que es necesaria- otra>», de un círculo a otro, que admite la doctrina naturalista. Sólo
mente inherente alguna forma positiva del sistema de impulsos. para la vivificación del contenido objeto tambiénya de la intención
No, pues, este perspectivismo, sino sólo sus particulares unida- del acto del amor, para su nítida extracción del fondo también men-
des son «humanas)» (por ejemplo, la farnilia,la gens, la patria). En tado, o para su vinculación a éste o aquel objeto particular, es me-
otros seres vlvos aparecen en su lugar otras unidades; pero tam- nester el mecanismo impulsivo de la «transmisión». Esta concien-
264 El amot'y el odio Unu teoríu edific'aclu sobre los /éttóntctto,\ 265

cia de valor trascendente la ignora el naturalismo . La teoría ignora pleto de esto es en el ser humano actualmente el amor materno y el
que podemos amar y odiar lo que no hemos ((experimentado») nun- anhelo maternal, la <<maternidad»». El amor materno y el impulso
ca, en el sentido de la «experiencia)) sensible y de toda experiencia de reproducción (siempre y en la rnedida en que el amor muevaal
procuradapor presencias y estímulos reales; aunqLre sí el amor y el impulso,, hay también un impulso hacia la reproducción en sentido
odio contribuyen a determinar lo que así experimentamos entre la superior, por medio de la elección del cónyuge con las cualidades
infinitud de lo experimentable; ignora, además, el hecho del «fe- más nobles) es algo independiente y no necesita en absoluto ni la
nómeno de cumplimiento»», que surge cuando se nos presenta co- trasmisión del arnor al hUo por su progenitor (muchas madres aman
mo una cosa lo que en un principio estaba preenunciado en la in- a sus hijos precisamente en cuanto hijos de un marido no amado), ni
tención amorosa: ((esto es lo que yo amo». He aquí cómo lo expresa mucho lnenos es un «egoísmo extendido» a lo que era antes parte
profundamente Pascal en referencia al afflor de Dios: «No te busca- del propio cuerpo y «seguiría» sintiéndose como <<parte» debido a
ria, si no te hubiese ya encontrado>». La teoria naturalista ignora, una ilusión, por decirlo así. Hay, en efecto, esta «ilusión».La en-
además, que el amor es un movimiento y no un «estado estático» contramos, incluso muy frecuentemente, en las madres que nunca
capaz de <<trasmitirse)) rrecánicamente de un objeto a otro, de una quleren reconocer en sus hijos seres vivos individuales indepen-
parte de un objeto a una segunda parte (corno,por ejemplo, la lla- dientes y yos independientes,, ni siquiera al hacer su entrada en la
mada irradiación del estado de ánirno en el <<mal hurnor»); y ade- madurez; que tienden a rebajarlos, ya adultos, ala condición del
más un movirniento cuya intención se dirige por ley esencial al niño pequeño; que sólo pueden concebirlos de este oscuro modo
ser-más-alto del valor del objeto amado. Sin embargo, con estos orgánico, no como seres independientes, sino sólo como si real-
hechos ya no es menester semejante ««trasmisión»», cotno cree la mente siguiesen siendo «partes de ellas mismas»». Pero éstas sol'l
doctrina naturalista. las madres que precisarrente no tienen genuina maternidad son las
Pongatnos algunos casos. La trasmisión, por ejernplo, que ad- peores, flo son las mejores madres. Mas también conocemos esa
mite Feuerbach. El placer en la simpatiapor el objeto que acompa- maternidad un poco resignada, pero profunda y serena, de las mu-
ña a todo ejercicio del acto sexual y que desaparece al punto con el jeres que tratan a un niño adoptado como suyo proplo, sln qLle ln-
acto, se <<trasmitiría>> ante todo de la madre al hrlo como fruto de cluso hayan tenido hijos nunca; conocemos esta maternidad en mu-
proceso y como a una «parte de sí misma)); a continuación del hi- chas vírgenes y santas; y la imagen cristiana de la <<madre virginal»
jo al padre, y así sucesivamente. Pero jarnás ha sido dado a un ser de todos los hombres tiene en todo caso como símbolo de la ma-
humano (aquí la rnujer) la otra parte <<ante todo» sólo como la X in- ternidad «pura)» su profunda verdad y su alto valor. Exactamente lo
diferente de un estímulo de placer: siempre ha estado dada al mismo mismo, tampoco ha sido nunca el afflor infantil a los padres una
tiempo la vida en este ser humano, sus especiales cualidades como mera <<trasmisión» de los sentimientos de placer suscitados por los
«noble» y «vulgar»»,, siernpre y en todas partes también su ((ser hu- beneficios de la educación a sus promotores, sino que el amor de
rnano)) como un valor (por prirnitivo que fuera el concepto de ser los hrjos a los padres siempre ha sido enormemente independiente
humano); siempre tarnbién se ha dado este placer como «cumpli- del quanÍunt, y de la índole de los sentirnientos de placer vividos a
miento» de un movimiento de amor sexual y como satisfacción de este respecto. Por eso, en todos los pueblos ha sido también el
un anhelo, que no empezó por existir a causa de la efectiva sensa- mandamiento del alnor a los padres por completo independiente
ción de voluptuosidad (aun haciendo entrar en cuenta el placer pre- del trato dado a los hijos por los padres. Ni siquiera la «gratitud»
viamente engendrado por una estimulación ((causal»), sino que só- que por su naturaleza y por su ingrediente de amor tanto se retrlon-
lo por ella precisamente ha sido «satisfecho»». También un hombre ta sobre todo «pago»» (es cosa necesariatnente excluida el que los
y una mujer que no hubiesen experimentado ni percibido jamás la hijos pueden «pagar>) nunca a sus padres), asume el sentimiento
sexualidad ajena, habrían experimentado esta especie de anhelo entero. Existe aún otra cosa, que también se revela en los hrjos bien
que se llama amor e impulso sexual. Mas independiente por com- educados por padres adoptivos que, por ejemplo, han perdido muy
) (t(t El antor v el odio Una teoríq edi/icada sobre los /bnonteno.\ 267

tcmprano, al nacer, alamadre, y cuyo padre había fallecido ya an- Aquella <<transmisión)) no es menester, pues, tan pronto cotno
tcs del nacimiento, en su anhelo de padres ((reales»»: un amor por se ven rectamente los hechos.
los seres que les «dieron la existencia»». De aquí que históricamen-
te se presente al matricidio, más tarde también el parricidio, como
el más espantoso de los crímenes -aun allí donde los padres hubie- 4. La extensión por igual del amor 1t del odio
ran dado toda clase de motivos para el acto-. Cos a análoga podría
mostrarse también del «amor fraternal»». También en otro sentido es fulru la teoría positivista. Olvida,
Así, es la «familia»», como un todo, un edificio del amor, que de exactamente como Darwin en sus consideraciones filogenéticas,
antemano sólo podía existir como un todo y cuyos pilares en el al- que la <<extensión de los círculos)) no extendería sólo el amor, sino
ma humana son cualitativamente y de antelnano distintos. Ahora también el odio; que la creciente «solidaridad de los intereses» ja-
bien, cada miembro de la farnilia es amado por cada miembro de más puede engrosar el amor existente en el mundo ni siquiera en la
ella igualmente sobre el fondo de valor de la familia entera (sea anchura de un cabello, sino que tiene a lo sumo la consecuencia de
grande o pequeña). Sólo así se concibe la solidaridad tan elevada que un aumento del bienestar sensible cada vez mayor, gue ante-
en culpas y méritos que es más intensa que todas justamente en la riormente sólo era posible por obra del amor, ahora, con la «soli-
familia primitiva. Incluso entre nosotros, donde la farnilia está en daridad»> creciente, ya no es susceptible de ser promovido por el
trance de disolución por obra del industrialismo y progresiva res- alnor solo, sino que es acarreado ya por el mecanismo de la recí-
tricción del derecho de heredar, existe aún esta fuerte conciencia de proca trctbctzón de los impulsos. Así una buena división del trabajo
solidaridad cuando, por ejernplo, un miembro de ella es deshonra- sin amor es ciertamente rnás favorable al bienestar de la totalidad
do u ofendido. que una mala con arnorro. De esta manera ahorra, por ejernplo., la
Y lo que así en pequeño es válido, válido es a su vez en gran- antisepsia en el tratamiento de las heridas mucho ((amor)) en el cui-
de. También la familia es amada sobre algún fondo de valor, cons- dado de las mismas. Pero ¿tiene esto por consecuencia lo que cree
tante objeto sirnultáneo de la intención, el de la gens y latribu; la Spencer: e[ amor resultaría cadavez más superfluo en el mundo e
tribu, sobre el del pueblo; el pueblo, sobre el de la nación; la na- iguahnente todo el «sacrificio» del placer que en definitiva trae
ción, sobre el de la Humanidad. Jamás ha habido un pueblo que se consigo, y la <<meta final»» sería un mundo que -entregándose con
haya vivido como <<enteramente solo»» sobre la Tierra; enterarnen- plena solidaridad de intereses- estuviera «absolutamente vacío de
te solo en el tiempo y en el espacio y ante las estrellas; aun cuando amor))? («equilibrio social»» de Spencer). Aquí vuelve la teoría na-
no se hubiese planteado jamás la cuestión de sí estaba sólo. Y si turalista a ignorar que el amor es ufl tnovimiento hacia el ser-mas-
uno de sus miembros le hubiese dicho: <«estamos enterarnente solos alto del valor. Con ello, ignora tarnbién que, una vez dada una ac-
en este mundo»», todos se hubieran estremecido. Pero justamente en ción benéfica, una vez realizados irnpulsivamente cualesquiera
este <<estremecerse» hubiera resaltado que el objeto primitivo de la valores, el arlor se vuelve justo hacia los valores más altos que to-
intención de amor era mayor y rnás vasto que este pueblo. davía no se han realizado impulsivamente; que hace, pues, un avan-
Tarnpoco la Humanidad ha sido nunca ni en ninguna parte dada ce en la dirección «<más alto» dentro del reino del valor todavía
al lrombre como objeto aislado de valor para su amor. También pa- desconocido hasta entonces. Esto radica incluso en su esencia. Por
ra ella ha existido siempre el <«fondo de valor» de alguna forma de eso, es la idea de un <<estado ffroral y satisfactorio definitivo de la
lo «divino»». Esta dirección de su afflor ala cualidad de valor de lo Humanidad sin sacrificio ni amor)) un contrasentido. Incluso si hu-
divino es enteramente independiente de las ideas positivas sobre biese un estado de civihzactón, y respecto de los valores de la ci-
los <<dioses)) y precede ala formación de estas idease. vlhzación, «perfecto»» -el amor nunca estaría <<cumplido»-. Pues el
9. Cf. mi libro Vont cv'igen int Mensclten | (<<De lo eterno en el hombre»»)., en 10. Así lo observa Adam Smith con razón, y será siempre el problerna de la
Gesamntelte Werke Y. política económica llevar al grado de más alta perfección esta trabazón de intereses.
2()ll El omot'v el odio (Jna teoría edificada sobre los /bnóntcnos 269

trascender los valores positivos dados en la dirección ((más alto»» es causalidad anímica en general. El método freudiano es capaz aca-
inherente a su esencia fenomenológica. Un mundo perfectamente so de acercar a una comprensión enteramente nLleva esa cosa szi
civilizado pudiera ser al rnismo tiempo tn mLtndo absolutamente generi,s que llamamos el <<destino» de un ser humanor2. El «desti-
lleno de odio, es decir, un ((mundo demoníaco»». no)), en efecto, no es igual al conjunto de los estímulos y movi-
La última parte de la teoría naturalista -la teoría de Freud- tra- mientos que nos llegan desde fuera. Por otra parte, tampoco es ele-
baja con no menos erróneos supuestos fundarnentales. gido conscientemente en ningún sentido. Parece un conjunto de
todo aquello de lo que solemos decir comúnmente que «tal o cual
sólo podía suceder y pasar a una persona semejante»». El «destino»
5. Sobre la ontogenia de Freudt I
es la serie, el tropel de los <<acontecimientos»» que sin haberlos <<bus-
cado»», «presentido», ((esperado» o <<elegido» en modo alguno, sen-
El hacer una ontogenia de los sentimientos de la simpatía y del timos de un modo singularísimo <<conformes a nltestra manera de
amor, como se ha propuesto hacerla Freud, es sin duda una empre- ser>> -una vez que ya están ahí-; y que en su totalidad representan
sa de mérito eminente en cuanto tal. Representa, en efecto, una tal unidad en la dirección del curso de la vida, que ostentan como
obra que habia sido descuidada hasta aquí poco menos que com- forma total la marca de la individualidad de aquel del cual es el
pletamente. Támbién hay qLle reconocer un indudable mérito de los curso. Pues bien, del «destino>> en este sentido piensa Freud que es-
trabajos de Freud y su escuela en el hecho de haber dirigido su par- tá en sus líneas fundamentales real y verdaderamente preformado
ticular atención a la actividad de los sentimientos de la simp atia y en las impresiones, y según su opinión principalmente en las im-
del amor, y muy particularmente de sus formas eróticas y sexuales presiones eróticas de la primera infancia. Si se mira más hondo,
en la primera infancia (hasta los seis años). De hecho se ha descu- resulta que Freud se ha acercado a una idea que es quizá apropiada
bierto un territorio enteramente nuevo del alma infantil. En todo para borrar el contraste tradicional entre las concepciones «nati-
caso se ha observado exactamente que a los movimientos del ver- vistas»» y ((empiristas)) y alavezpara reemplazarlas con una nue-
dadero, habitualmente llarnado «irnpulso sexual», en la fase ante- va hipótesis fundamental. El «empirismo» había en principio su-
rior ala pubertad, preceden otros, de tinte erótico, dirigidos hacia puesto hasta aquí ser indiferente cuándo y en qué lugar del curso
objetos que deben ser sometidos a un estudio especial. Freud y su total de una vida psíquica ocurrala correspondiente «experiencia»»,
escuela han mostrado también, con un gran material de hechos, indiferente para la forrnay la magnitud de su efecto. Pero este su-
que la «fijación» de estos movimientos (en contraste con su típica puesto es en principio erróneor3. Toda experiencia, hasta la sensa-
desaparición sucesiva en el curso de un desarrollo normal) puede ción más sencilla, tiene sobre la estructura de la totalidad de la vi-
ser decisiva en singular medida para la forma que tome la vida da del individuo un efecto de una forma y de una magnitud de un
amorosa y la vida en general con ulterioridad. Así es como ha lo- valor local determinado y úrnico en el típico desarrollo y proceso de
grado Freud comprender genéticamente un buen número de formas madurez de la persona. Así,, puede una vivencia infantil influir de
de enfermedades psíquicas, por ejemplo, entre ellas muchas for- suyo muy diferentemente que en el caso en que el mismo estímulo
mas de perversiones sexuales, que antes se atribuían sin más a una objetivo y la posible unidad de vivencias correspondiente entren
«disposición»» ingénita -renunciándose, naturalmente,, a todo in-
tento de curar a los individuos enferffros-. 12. Sobre las leyes del modo de formarse los llarnados «destinos» de los in-
Y antes de entrar en el detalle, mencionaré un punto en el que dividuos y de los grupos, cf-. la teoría de la acción, modelo que expongo en el se-
gundo tomo del libro Vom ev,igen im Mensclten lI («De lo eterno en el hornbre»),
las ideas de Freud me parecen haber enriquecido nuestra idea de la en Ge,sammelte Werke X, bajo el título Vorbilder und Ftihret'(«Sobre rnodelos y
guías» \, 255-344.
I l. En este libro sólo se trata breverlente la doctrina de Freud acerca de la gé- 13. Cf. la irnportante distinciórr entre «aprender)» y «llegar a madurez)) que
nesis de las formas del amor. En más detalles entra rni libro Sobre el puclor.t,el hace K. Koffka en Die Gntndiagen cler psvchisc'hen E,nhricklung (1921),27 (<«Las
sentimiento de verg¡tienzu (19 1 3), Sígueme, Salamanca 2004. bases de la evolución psíquica: introducción a la psicología infantil»).
)70 El amot'v el odio Una teoría edi/icada sobre los lbnómenos 27t

tlt(is tarde en la vida de la misma persona. Una vivencia infantil principio general el apre crar exactamente, desde el primer instante
puede ser ((peligrosa»», otra «inofensiva», aquélla decisiva para la del nacimiento del ser humano, la significación de las impresiones
vida entera, ésta sólo de signif icación para el momento o un corto y experiencias también con arreglo al estado de desarrollo o de fal-
espacio de tiempo y resbalar en seguida sobre el individuo. No se ta de él del individuo correspondiente en cada momento, estaría
quiere decir sólo que una experiencia, una impresión, una vivencia, qurzá en aptitud de hacer comprensibles muchas cosas que perma-
en su efecto total sobre el yo, depende naturalmente de las viven- necían rehusadas al viejo «empirismo)), que sólo en la acumulación
cias anteriores que la persona reproduce, por ejemplo, y con cuyas de las experiencias y de sus enlaces mutuos había visto principios
«huellas)) se encuentra . Esta trivialidad, y la consiguiente diversi- para comprender sus heterogéneos efectos. Es seguro, por ejem-
dad del efecto de las vivencias en diversos lugares y en diversas plo, que las sentencias tan peregrina y curiosarnente absurdas que
edades del desarrollo humano, no ha dejado de verla, naturalmen- Schopenhauer nos sirve acerca de «las mujeres)), descansan sobre
te, jamás tampoco el ernpirismo, pues es la única que éste ha co- experiencias hechas por él en el curso de su vida. Schopenhauer
nocido. Pero justamente en esto estriba su error: en que en lugar puede apelar a ((sus experiencias»», tan perfectamente como en se-
de adrnitir una forma de diversidad del efecto de la impresión se- mejantes casos tantos que insisten en la fuerza demostrativa de su
gún su diverso valor local dentro de la historia típica de una vida, ((experiencia de la vida». Pero el que Schopenhauer hiciese justa-
cree poder derivar toda diversidad del hecho de que la impresión mente estas experiencias y no otras, el que hubiese en él una actitud
se encuentra acá y allá con huellas diversas de experiencias de que de todas las manifestaciones de lo femenino que se le presenta-
otro género. ron hiciera objeto de su «experiencia>» justamente las correspon-
Ahora bien, es inherente al carácter esencial de la causalidad dientes a sus ideas posteriores, es un punto que ni siquiera resulta
psíquica el que toda vivencia sólo una única vez es y puede ser lo tocado con la cuestión de si tales ideas están o no fundadas en ((ex-
que es, y sólo una vez produce el efecto que le es propio. Y este periencias»» objetivas (a diferencia de figuraciones, ilusiones y fal-
rasgo peculiar de la causalidad psíquica cobra todo su sentido par- sas interpretaciones). A nosotros nos parece indudable que la rela-
ticularmente riguroso gracias a la idea freudiana de que una viven- ción negativa y de rechazo con su madÍe, ya desde muy temprano
cia psíquica resulta determinada en la forma y la magnitud de su (el «fracaso de la trasmisión normal de la libido a la madre)), como
efecto también por el valor local que tenga dentro de la totalidad diría Freud), engendró en Schopenhauer una.forma de apercepción
de un ser humano (y ello, con independencia respecto a la índole negativa, desconfiada y regida por valores negativos, por obra de la
de las vivencias psíquicas anteriores). Una impresión, en cuanto cual fue su <«destino» precisamente el sólo «fuarse)) en aquellas
tiene lugar en el estado no desarrollado -allí donde el ser se halla mujeres que encajaban en tal «forma>> y que respondían de hecho
todavía cerca de aquel caso lírnite que se designa más o menos di- al «prejuicio» resultante ya de las tempranas impresiones infantiles
ciendo que todavía «todo puede desarrollarse a partir de todo))-, respectivas, y por ende el sólo conocer exactamente a estas muje-
determina especiahnente en un aspecto la vida de r¡tro modo que res y el hacer de ellas la base de sus juicios.
cuando afecta al ser en estado de desarrollo . La impresión se con- Con todo, hasta aquí no se ha arrojado claridad alguna sobre la
vierte en tal caso como en una <<forma de la apercepción>>, colno distinción de los conceptos «libido»» e <<impulso sexual)) en Freud.
en una <<categoría»» -por decirlo así- para todo el resto de la vida y ¿Qué hecho especial desi gna propiamente lapalabra «libido»», ad-
de la vida «posible>»; limita de un modo sui generis las posibilida- mitido que en ella no deba verse en modo alguno el hecho del im-
des y el espacio disponible de la vida ulterior. Hace que una cierta pulso sexual, antes más bien deba considerarse éste simplemente
especie de acontecirnientos, de <«determinantes del destino)), por como una fase especial del desarrollo de la libido que aparece en
así decir, gocen desde entonces de una preferencia para ser vividos, «los más de los casos))? Si se admite, como hace Freud, que la sen-
mientras que otros acontecirnientos y vivencias enc ontrarán dura- sación de la voluptuosidad y el sentimiento sensible que le acom-
deramente las puertas cerradas. Un «empirismo» que tomara por paña son una cualidad sui generis y última, y que semejantes sen-
)72 El umot' v el oclic¡ Unu teoría edi/icada sobre los./bnontcnos 273

saciones empezarian a ser generadas de un modo mecánico por una dida todavía acerca de su objeto en fases posteriores del desarrollo.
cxcitación causal de las zonas erógenas del niño de pecho, se po- Y sin embargo, ya están enlazados con las tendencias a que nos re-
dría propender a designar con el nombre de «libido» todo tender a ferimos la misma coloración cualitativa que es peculiar ala excita-
tcner de nuevo sensaciones de tal indole. Pero prescindiendo por ción sexual plenamente desarrollada y el mismo dirigirse a los va-
cornpleto de la dificultad de determinar si las sensaciones del niño lores cualitativos específicos de la sexualidad opuesta.
de pecho correspondientes a estas excitaciones poseen esta cuali- Por lo tanto, la afirmación de que el impulso sexual se origina
dad especial, de antemano hay que rechazarla idea de que la «libi- sólo a partir de un hecho totalmente diferente, es decir, de una ten-
do» no signifique vn apetito originario (que puede encontrar su dencia hacia un placer determinadamente cualificado en la vida in-
((cur-nplimiento>» en la aparición de semejantes sensaciones), sino dividu al, y de que este origen es el resultado de una <<feliz>r con-
algo que únicarnente surgiría sobre la base de la experiencia de junción más o menos casual de causas mecánicas extrínsecas, en la
sensaciones sernejantes. Ha sido un proceso característico del de- ausencia de las cuales no se llega a formar un impulso sexual, es
sarrollado de la teoría freudiana el de que cuanto más se ha queri- una afirrnación, pues, que no se sigue ni remotamente de los he-
do explicar las variadas relaciones de amor con el concepto de la chos aducidos por Freud. Lo único exacto es que la fase en que el
«libido»», tanto mas ha sufrido éste unaformalización. Así, observa impulso sexualha encontrado su objeto imaginativo especial en la
en alguna ocasión un discípulo de Freud, Jung, que por libido no representación del otro sexo supone otra en que aún no tiene lugar
debía entenderse en rigor nada más que el «tender»» pura y simple- esto, sino que el movimiento del impulso se dirige a los meros va-
mente14. Bien se comprende que poco se podía lograr con un con- lores de la sexualidad opuesta sin encontrar vinculados a determi-
cepto semejante, que ha perdido todo lo característico. Pero si se nados objetos imaginativos estos valores de una cualidad determi-
entiende por «libido» un apetito originario de sensaciones de la nada ya. Las transiciones de una de estas fases a la otra saltan
cualidad de la voluptuosidad, hay que objetar que no existe ningu- insólitamente a la vista cuando se observa el desarrollo infantil: a
na tendencia dirigida de suyo a la realización de sensaciones, sino la fase del dirigirse propiamente al otro sexo en su existencia per-
que toda tendencia se dirige a determinados contenidos, cuya rea- ceptible antecede un preguntarse afectivamente, presintiendo y
lización puede ir acompañada de semejantes sensacionesrs. Pode- tanteando en la oscuridad, por decirlo así, qué <<hacer)) con el mo-
mos, por ende, y es lo más fácil, dar todaví a al concepto de «libi- vimiento impulsivo vivido ya como un dirigente original y con la
do» un sentido en el que designemos colno perteneciente ala libido diversidad de los sexos conocida antenormente por expenencla.
todo acto de tendencia que en su real tzactón vaya acompañado de Justo esta manera de conducirse, presintiendo oscuramente, gue
sensaciones de la cualidad de las sensaciones de voluptuosidad. encuentra su resolución mediante una súbita vivencia de cumpli-
Mas, en este caso, los hcchos que aduce Freud no muestran en tno- miento enlazada a una forma de relación real con el otro sexo, es
do alguno que la «libido» no coincicle con la fonna más primitiva insólitamente característica de una determinada fase del desarrollo
del rnovirniento del impulso sexual. Es sin duda evidente que con del impulso sexual consciente de su objeto. En la teoría de Freud
estos movimientos no están enlazados todavía en los primeros años por el contrario, no encuentran estos hechos ninguna explicación.
de la infancia ninguna clase de irnágenes del otro sexo, ni de las Ya su construcción de la «libido» y mucho más del <<impulso se-
propiedades del mismo que entran especialmente en cuenta para xual»» resultante de ella se limita a representar una muy tosca apli-
dar satisfacción al irnpulso. Por lo tanto, pueden considerarse estos cación de la tradicional concepción asociacionista de las tenden-
movimientos como «<sin objeto)), o como «vacilantes») en alta lne- cias. Así, por ejemplo, se imaginan que el hambre del niño de
pecho se ha originado de la siguiente rnanera: los labios del niño
14. Cf . C. G. Jung,, Wtncllungs.fitrmen cler Libidr¡ (versión cast.: T'unsfitnna- emprczan por ponerse en contacto con el pecho de la madre en for-
cione,s y símbolos tle lu libido, Paidós, Buenos Aires 1952).
15. Cf-. mi análisis de las tendencias y la voluntad en Der Formalismus in cler ma simplemente me cántca a lo que sigue también mecánicamen-
Erhik. te el funcionamiento del rnecanismo de la succión; se produce la
274 El antor v el odio Una teoría edi/icada sobre los /énómeno.\ 275

sensactón gustativa de la leche dulce y del placer concomitante; término de ((perversión» rto serían, como este término sugiere, des-
desaparece el mero estado de displacer existente hasta entonces; y viaciones y extravíos de un impulso sexual innato, sino que serían
al repetirse este displacer se reproduce la serie entera de las viven- más bien las formas primitivas y difundidas por todas partes de los
cias que habían precedido a su desaparición; se establece, pues, por movimientos libidinosos en general, el <<material», por decirlo así,
ejemplo, una asociación de imágenes entre el pecho de la madre y con el que se construiría también siempre el impulso sexual nor-
las sensaciones vividas antes, al mam zt, y sólo con esto surgiría el mal. Es decir, las perversiones son, según Freud, meras fryaciones
hecho del «hambre))ró. Pero la verdad es que el hambre es desde el de fases infantiles del desarrollo; no extravíos de un impulso pri-
primer momento un impulso instintivo <<con una dirección>>,ligado mitivo, sino más bien los residuos de fases del desarrollo, que en
con el apetito y eventualmente con el asco, gue no desaparece sim- un momento determinado -en el caso normal -suelen ser supera-
plemente con la saciedad, sino que ((es satisfecho» por ella; y des- dos. Freud expresa esto diciendo que «el hombre nace polimórfi-
de el primer momento se da en é1, si no una imagen del alimento, camente perverso)). Mas acontece que justamente las perversiones
ni de la actividad que conduce a procurárselo y de sus condiciones son lo más apropiado para refutar las ideas de Freud; pues, justa-
externas, sí el carácter de valor del alimento. No sólo la tendencia mente ellas muestran a lo largo de toda su variedad que incluso en
en general es un hecho irreducible a la sensación, el sentimiento y ellas se conserva la dirección del movimiento hacta la <<otra>> se-
los procesos de representaciones, sino que hechos primitivos son xualidad, aun cuando los valores coÍrespondientes a esta otra sexua-
también la dirección utalitativa de la tenden cia y en el presente ca- lidad no se encuentren ni se busquen en un objeto realmente del
so del «tender a)) un lugar del cuerpo. Por eso, jamás se lograráha- otro sexo, sino ya en sí mismo (autoerotismo), ya realmente en el
cer comprensible cómo surja de meras sensaciones de voluptuosi- mismo sexo. En todas las perversiones homosexuales, por ejemplo,
dad producidas de manera accidental, mecánicamente lo que llama se encuentra el hecho de un reparto de las cualidades sexuales, ((re-
Freud «libido». También ésta es un hecho de tendencia originario, presentando»» siempre una parte de papel del varón y otra el de la
con un objeto determinado por un movimiento del amor vital que mujer. No sin motivo es la aferninación en lo anírnico y corpóreo
es por naturaleza distinto de esta tendencia.Y lo es ya cuando to- en general el necesario fenómeno concomitante de la homosexua-
davia no ha alcanzado el desarrollo del impulso sexual determina- lidad masculina. No es éste el lugar de entrar en una descripción
do por imágenes (cuando el amor vital no es todavía amor sexual), detallada de las diversas perversiones; empero, ha sido hasta aquí
y lleva en sí la intención del otro sexo simplemente en forma de el gran yerro de todas las descripciones de ellas el haberse limita-
una dirección de valor sin imágenes aún. En este sentido, pues, es do a definirlas objetivamente, en lugar de partir de las intenciones
el impulso sexual completamente «innato»». Lo que se <«despliega», y sus direcciones de valor. Mas es fácil rnostrar, por ejernplo, que
lo que <<madura)) y se <<desarrolla»>, no es una coordinación asocia- ni siquiera la real diversidad de los sexos excluye en absoluto la in-
tiva de una tendencia meramente general al placer o a la voluptuo- tención homosexualrT. Exactamente lo mismo es válido para todo
sidad ala idea del otro sexo también en general, sino sólo la coor- lo que Freud aduce sobre lasJases através de las cuales se llegaria
dinación, en un ritmo de fases sucesivas, de un impulso ya dirigido desde la libido sin dirección alguna todavía hasta el desarrollo de
al otro sexo en general, a un objeto determinado de este otro sexo. stJ normal vinculación objetiva al otro sexo y sus caracteres sexua-
Freud cree poder corroborar su idea de la construcción sucesiva les esenciales. Como tales fases se presentan en é1, por ejernplo, el
del impulso sexual en cada vida individual con el hecho de la gran amor del h¡o a la madre, de la hr1 aal padre, el amor entre herma-
variedad de las perversiones. Pues los hechos designados con el nos de distinto sexo, etc., movimientos del alnor que empezarian
por tener un tinte sexual, para sólo más tarde, después de realizada
16. El hecho de que tambiérr los movirnientos del niño al mamar descansan la normal vinculación al objeto, ser susceptibles de una «sublima-
sobre genuinos instintos, l1o sobre reflejos, lo muestra en detalle y con muchas ob-
servaciones dignas de nota sobre el «instinto»» en general K. Koffka, Die Grundia-
17. Cf. a este respecto los trabajos anteriormente citados por K. Schneider,
gen der psych isc'hen EnÍv,icklung.
sugeridos por lo dicho más arriba.
276 El amor v el odio Una Íeoría edi/icada ,sobre los /bnómetto,t 277

ción». En estas observaciones es lo único exacto la existencia de un ta analogía hay, sin embargo, dos gruesos errores. En prirner lugar,
múltiple andar tanteando y probando el impulso sexual antes de su se cree poder componer el hecho del amor sexual con un senti-
vinculación normal al ser sexuado real y no perteneciente a la fa- miento de amor absolutamente general o indiferenciado (benevo-
milia. Pero una perversión es siempre, cualquiera que sea la fase de lencia) y un impulso sexual completamente ciego y no electivo,
la vida en que tenga lugar, un extravío del impulso normal que es que se <<individualizaria» únicamente de un modo secundario gÍa-
más o menos morboso y, por ende, en modo alguno puede ser de- cias al enlace con aquel sentimiento de amor, dirigido en principio
signado como algo en general «innato». Así, por ejemplo, puede hacia hechos extrasexuales, como, por ejernplo, la belleza, la fuer-
suceder frecuentemente que el amor del niño a los padres, el del hi- za vital, etc. Así ha intentado, por ejemplo, Lipps interpretar el
jo a la madre, el de la h¡ a al padre, fundados en raíces de senti- amor sexual colno un «impulso sexual animado»>, es decir, como la
mientos y tendencias totalmente independientes, se confundan o se combinación de una sirnpatía puramente psíquica (que explica me-
mezclen acá y allá con el movimiento del irnpulso y del amor se- diante la <<empatía») con el irnpulso sexual (en sí no electivo)r8.
xuales. Pero la tesis de Freud" de que el amor del niño proceda de Frente a esto hago observar que el amor sexual no representa en
estos movimientos sexuales, o represente, en el caso más favorable, absoluto ninguna «combinación» sernejante, sino una especie par-
una mera «sublimación» de ellos, y que de la misma fuente proce- ticular de amor en el sentido definido anteriormente. Y, además,
da el amor entre hermanos, etc., debe rechazarse corno una inter- debe remarcarse que simplernente por ser la función más céntrica
pretación errada de los hechos correspondientes. Más bien existen del amor vital en general, y aun si se prescinde por cornpleto de to-
diversas cualidades originales del amor que no pueden ser reduci- das las relaciones de sirnpatia psíqui ca (y con ellas de toda suerte
das unas a otras, y efl las cuales se encuentran las relaciones cuali- de «empatia>> de determinaciones del yo en el fenórneno del cuer-
tativas más elementales del ser humano con sus semejantes como po ajetlo), practica una elección entre los fenórnenos que le hacen
prefiguradas en la estructura misma del alma. Pero en todas sus frente y prefiere la vida noble,.floreciente y t,igorosa a la vulgar,
deducciones referentes a esto, aquí como en tantos otros lugares de apagada y moribunda. Aun cuando pueda no tener lugar una indi-
sus obras, se hace Freud culpable del error metódico de querer ha- vidualización absoluta del amor sexual , tal que se dirij a a un ser
cer comprensible el caso normal por los hechos pertenecientes al sólo y sólo er-r él se satisfaga, sin la adición de una aprehensión del
anormal, poniendo los hechos cabeza abajo. yo individual ajeno en un acto de amor espiritual independiente de
En cambio, tenemos que defender las ideas de Freud, dentro de la esfera sexual., aun sin la adición de esta aprehensión, es el amor
ciertos límites, contra una objeción que se les ha hecho frecuente- sexual ya <<antor»> y no un rnero irnpulso genérico, y es tarnbién ca-
mente. Se ha argumentado: La qué fin dar en general preferencia al paz de llevar a cabo ya por sí una elección entre los fenómenos
impuls o sexual cuando se intenta hacer comprensibles las relacio- contranos que se remonta muy por encinra dc un irnpulso sexual
nes de amor cualitativamente diversas entre los seres humanos? El genérico y ciego. E,n segr-rndo término, no es ninguna casualidad
impulso sexual no representa en la génesis de estas relaciones nin- que en la esfera vital en general se designe por el lenguaje el amor
gún papel esencialmente distinto del que representan, por ejemplo, sexual como «el» alnor pura y simplemente, y flo, por ejemplo,
el hambre y la sed o cualquier otro impulso más o menos innato, aquel que puede ser suscitado rnediante la satisfacción de los afa-
como el deseo impulsivo de ajena estimación,, respeto, poder, el nes por alimentarse. Pues dentro de nuestro sisterna de impulsos
impulso de hacerse valer y otros semejantes. Cuan do amamos se- vitales y del correspondiente sistema de movimientos del amor, es
res a los que se dirige el impulso sexual no estamos en principio el irnpulso y el alnor sexual el factor printctrio l,.filndamenfal -co-
ante un hecho distinto de aquel ante el cual estamos cuando ama- mo en principio ve exactamente Freud- en el sentido de que todas
las dernás especies del arnor vital y de la vida impulsiva vital pier-
lnos a quienes nos alimentan y se cuidan de nosotros (por ejemplo,
el amor «<patriarcal»» del servidor a sus señores) o que cooperan de 18. Cf. Th. Lipps, Gund./i'agen cler Ethik («Cuestiones fundamentales de la
cualquier otro modo a dar satisfacción a nuestros irnpulsos. En es- Ética» ).
278 El amot'v el odio Una teoría edificada sobre los fenómenos 279

den su plena vitalidad y sucumben a una clerta desesperación y periencia objetiva acerca de la mejor forma de la reproducción
desmedro en la rnedida en que lo hace este impulso más céntrico para fomentar la raza. Hay que hacer resaltar literalmente como
de la vidare. Tampoco el amor ala «vida»), pura y simplemente, el un axioma esta afirmación, frente a toda una serie de formas ac-
hallarse el alma abierta a la multiplicidad de sus manifestaciones tuales de la llamada «ética racista»> y «politica racista». En virtud
en los vitales sentir con otro y sentir lo mismo que otro; tampoco de ella no puede haber de suyo una política directamente endere-
el amor a la naturaleza en el sentido no reflejo, pueden desarro- zada al ennoblecimiento de la raza, es decir, una política que tra-
llarse sin un cierto grado de dinamismo de éste, el más central de te de unir a los individuos más apropiados para la reproducción
los irnpulsos. Toda perturbación del desarrollo en esta dirección con arreglo a cualesquiera caracteres objetivos, sin tener en cuen-
impide en algún modo la entreg a a todos los valores vitales y em- ta como fundamento decisivo de la unión la elección inmediata
bota al par todas las formas del sentimiento de la vida. En conse- realizada y sólo realtzable por el amor sexual. También estas ideas
cuencia, no es el amor sexual meraffrente una especie del amor vi- tienen por fondo una básica idea mecánica, cornpletamente erró-
talmente condicionado, sino que es al mismo tiempo una especie nea, de la vida en general. Antes bien, todos los esfuerzos e insti-
básica v el rttndamento de todas las demás especies del amor vital tuciones tendentes al ennoblecimiento de la raza han de servirse
y, por decirlo así, su función más céntrica. Por eso, vemos también de la fuerza electiva del amor sexual residente originariamente en
córno, a pesar de la rnayor urgencia, por ejemplo, del irnpulso de el ser humano, e incluso en todo ser vivo de la naturaleza bise-
alimentarse (en relación con la autoconservación del individuo), xuada, y han de contar con su «insustituible»» existencia. Por eso,
suelen posponerse las satisfacciones de éste, y también de otros la verdadera y genuina «política racista»» consiste sólo en suprimir
muy urgentes impulsos, a la satisfacción del irnpulso sexual diri- en lo posible, por medio de una recta educación, las falsas des-
gido a través del arror sexual hacia un individuo determinado, y viaciones de los movimientos del arnor sexual espontáneo, sea
apenas hay un ((sacrificio» de los restantes valores vitales que no
por obra de las consideraciones utilitarias, sea corno efecto del di-
fuese hecho en circunstancias por el amor sexual. Al impulso se- rigirse a la mera satisfacción del impulso sexual, sea a conse-
cuencia del orientarse unilateralmente hacia el goce sensible, o en
xual corresponde un impulso de alimentarse, pero al amor sexual
no le corresponde ningún ((arrror de alimentarse)) o ((amor al ali- virtud de cualesquiera otros factores análogos. Lo que puede con-
mentador)). Por ello, aquella analogía pasa por alto una serie de he-
ducir a un verdadero fomento de la raza no es la «experiencia», ni
la reflexión científica edificada sobre ella, sino en cierto sentido
chos importantes.
a la inversa, la supresión de los velos y mantos echados sobre los
Es, pues, el amor sexual quien, a diferencia del impulso sexual
(que en cuanto tal se dirige sin elegir al otro sexo), practi ca ya por
movimientos instintivos del alnor sexual por la <«experiencia» y
por Ltna mera reflexión intelectual.
sí una elección, que en principio se prodllce en la dirección de las
De lo dicho se sigue que el intento de Freud para derivar de
cualidades «nobles)) de la vida. En esta función no puede el atnor
una única cualidad, que él llamala «libido»», las diversas cualida-
sexual ser sustituido como quiera que sea por ninguna clase de or-
des del amor, debe considerarse completamente como malogrado.
ganización racional, por ejernplo, fundada en la ciencia y en la ex-
Ni tampoco es factible, según mostramos, reducir el amor en ge-
19. La teoría sexual del envejecimiento en general no está aúrn, es cierto, ple- neral a un mero impulso. Ahora bien, Freud cree, en especial con
narnente probada (pues se escapan hasta aquí hechos coulo, por ejemplo, la dura- ayuda de un cierto concepto, poder operar, sin embargo, una tal
ción aproximadamente igual de la vida del varón, que pierde mucho más tarde su derivación a partir de la libido, incluso de las cualidades ((supe-
potencia sexual, y de la mujer, qlle la pierde antes), pero puede, sin embargo, adu-
cir en su favor una tal multitud de hechos, que tiene grandes perspectivas de con- riores»): es el concepto de la <<sublitnación». Freud opina que ((re-
firmarse definitivamente. Tarnbién los experimentos de rejuvenecintiento de Stei- chazado)) o automáticamente «reprimido» un irnpulso de la libido,
nach hablan en favor suyo, y no ffrenos los resultados conrparativos del estudio de la energía que se encuentra en él puede ser derivada hacia otros
la relación entre la edad y la reproducción de las rnistllas razas de animales y ve-
getales en diversos medios. objetos y tareas, incluso, por ejemplo, de naturaleza espiritual, de
280 El qmot'y el oclio (Jno teot'í« edilicada ,sobre los fbnrintetto,\ 28t

toda suerte de actividad cultural y trabajo profesional. Tarnbién to- Pero, ante todo,, hay qlre preguntar qué es 1o qlle en general se
das las formas superiores del amor, todas las clases de bienes del quiere decir con la palabra <<sublirnación». De la exposición de
alma, por ejemplo, representarían una <<sublimación» semejante de Freud parece resultar que éste admita que los actos del espíritu, co-
libido reprirnida. Sin embargo, nosotros no podemos rnenos, ante lno son los que se ejecutan en todo conocimiento y actividad ar-
todo, de adrnirarnos en el más alto grado de una cosa: cómo a ba- tística, en todo trabajo profesional, nazcan de libido reprimida. Si
se de los supuestos freudianos quepa llegar en general a poner un ésta fuese realmente la opinión de Freud, estaría de sobra una
dique cualquiera a la libido y a rechazarla. Freud dice que estas discusión; pues una alquimia espiritual, por cuyas artes se haga de
«<fuerzas represivas») en parte se <<edificarían por sí misrnas)) en el la «libido» ((pensamiento» y <«bondad»>., es cosa que nos ha resulta-
desarrollo de la vida individual, colllo, por ejernplo, el asco y la do hasta aquí absolutamente desconocida. Es, pues, de todo punto
vergüenza, en parte consistirían en («nasas de ideas lnorales»» que natural que no sólo se haya de dar por supuesto entodos los casos
le serían aportadas al individuo desde fuera, entre ellas en primer el reino entero de estos actos en general, sino que también se ten-
lugar las aportadas en las reglas de la moral sexual dominante en la gan qlre dar por supuestos, en cada caso de la vida individual, las
sociedad, por ejernplo, la prohibición del incesto, las fonnas del dotes específicas así como la dirección específica de los intereses
matrimonio, debidas a causas econórnicas o religiosas, etc. Sin a una u otra esfera de aplicación de estas dotes. Cabe,por ejernplo,
embargo, es ya difícil de concebir cómo a partir de la libido -si, erl querer explicar ala rranera freudiana cómo se manifestó finahnen-
fin, la «libido» (como en el caso de Freud) pretende tener el ca- te el genio estratégico y político de Napoleón en sus campañas y en
rácter de la energí a totul de la psique- puede salir una edificación su real arte del Estado, y ser de la opinión que habría dejado de
de fuerzas llarnadas justamente, en opinión de Freud a reprimir la manifestarse si hubiese sido más feliz de lo que fue con Josefina
libido y ponerle un dique. Aquí aparece la libido realmente casi Beauharnais. Pero sería naturalmente Llna empresa absurda qllerer
conlo un ente rnitológico; no se diferencia la anchura de un cabe- hacer comprensibles por las represiones y decepciones deparadas
llo del <<Yo» fichteano, que ((se pone lírnites a sí mismo». Pero to- por esta relación erótica a sus viejas inclinaciones wertherianas y
davía menos se puede comprender de dónde hayan salido a su vez rousseaunialras al «idilio amoroso)), sus dotes mismas, la génesis
estas (cnasas de ideas morales)) encargadas de lirnitar y rechazar la de su arnbición guerrera y política, etc. Si la voz «sublimación»» ha
libido del individuo desde «fuera)) por parte de la <«sociedad y del de tener, pLles, uh sentido racional, sólo puede querer decir que por
Estado»», etc.¿;Es que no están «la sociedad y el Estado»> arraiga- obra de este proceso que recltaza la libido es derivada hacia las ap-
dos en el alrna del hombre'/ ¿Cólro serán ni siqr-riera posibles las titudes y direcciones del interés espirituales existentes en forma
«ideas morales)) a base de la hipótesis de Freud'? Aquí cae Freud de disposiciones una energíu que les sería rehusada en el otro ca-
en un franco círculo vicioso. Todos los sentimientos y las tareas so, de una entrega sin lírnites ala <<libido»».
morales superiores, pero con ellos tarnbién los motivos morales No cabe, en efecto, ninguna duda de que de hecho y debido ala
mismos, serían un prodr-rcto de «libido sublirnada»». Mas para hacer lirnitación de la energía psíquica total de un hombre, una fecunda
comprensible a sll vez esta «<sr-rblimación», presupone Freud la actividad espiritual, cultural, profesional, como también las ope-
existencia de una ((moral>» en virtucl de cuyos preceptos es factible raciones de las forffras superiores de la sirnpatía y del amor, de-
una represión de la libido y con ella su posible derivación hacia penden hasta cierto grado de que se sujete el impulso sexual a un
<<tareas superiores)>2').
determinado orden y dorninio. Pero no es esta vieja verdad lo qLle
Freud tiene ante los ojos, aun cuando tomemos el concepto de la
20. Sobre Llna gran ve rtlutl purc'ictl de filosofia de la historia qLle contiene la
doctrina de Freud fiente a la teoría de la historia exclusivarnente ecoltómica y a la «sublimación» en el último y rnás racional sentido. Lo peculiar de
del poder político corno pLrranrente ideológica, cf-. mi ensayo Die Onlunng der his- su opinión consiste rnás bien en que Freud supone que a las varia-
Kuusul/hktorer («E,l ordeu de los factores c¿ulsales de la historia»»),, eu rni
tt¡t'isc'hen
das clases de actos espirituales no les corresponde originariamen-
libro Zur Soziologie untl W?ltetn,st'huuungslehre («Sobre sociología y teoría de la
concepción del mundo>>), en GescttttntelÍe Werl¡eYl. te una ((energía»» propia de ellos mismos, de forma que toda y ca-
282 El umor v el odio Una teoríu eclific«tlu sobre lo,s /bnrimanos 28J

da energía que hayan de recibir sólo puede serles aportada a costa fondo hasta donde lo permite simultáneamente esta energía total y
de la energía de la libido. La relación fundamental aceptada por su ley de distribución interna. Partiendo de esta regla hay que
Freud entre la «libido» y la «actividad del espíritu» consiste, pues, comprender los múltiples fenómenos de predorninio histórico de
en que una parte tiene que perder necesariamente en energía lo que unos impulsos sobre otros, más los hechos de las «formaciones
gar,a la otra. Si esta suposición de Freud fuese verdad, habría en la sustitutivas». Pero esta relación es considerablemente rnás com-
esencia del hombre un ingrediente absolutamente trágrco. Nuestra plicada de lo que supone Freud. Dentro de los límites en que tie-
conciencia del valor nos da a conocer con evidencia los bienes es- nen lugar, los hechos de la detención del aumento de la población
pirituales como <<más altos» que todos los bienes meramente ((sen- con la creciente cultura intelectual, pueden comprenderse muy
sibles»> y «vitales>»2r. Por otra parte, en la misma medida en que se bien admitiendo nuestra relación fundamental, y descansan ade-
produjese una sumisión práctica a esta evidente conciencia del va- más en el hecho de que, allí donde tienen lugar en proporción con-
lor, no podría menos el hombre en cuanto ser viviente de destruir- siderable, el «<ideal de cultura)) dorninante de estos pueblos es un
se a sí mismo y destruir las vitales raíces de su existencia y su re- ideal exclusivctmenÍe <<intelectualista»>. pero no es que haya de te-
producción. Sólo se le dejaria la elección entre, por un lado, una ner esta consecuencia una verdadera y genuina cultura, que some-
renuncta a la actividad del espíritu y la entrega a un prirnitivismo ta igualmente a una educación y ennoblecirniento las fuerzas aní-
que cuanto rnás consecuentemente producido tanto más le acerca- micas, y con ellas también las fuerzas que favorecen la adecuada
ria al animal y, por otro lado, una cultura de la actividad espiritual, selección de los individuos que llegan a la reproducción. Si, por
pero con una simultánea renuncia a la acción de la energía más otra parte, tuviese razón Freud en su sr-rposición fundamental, se-
central de la vida y de la dicha ligada con ella (y finalmente de la ría cosa de esperar que dondequiera que se practicase un durade-
reproducción de sí propio). En la misma medida en que creciese la ro asceti.snto sexual,, que conduce, colno enseña la experiencia, a
cultura espiritual de un individuo o de un grupo, Qu edarian conde- la desecación y muerte de la sirnpatiay del irnpulso sexuales, co-
nados el individuo y los pueblos que la sustentasen a la continencia ffio, por ejernplo, en los claustros monacales, se encontrarían ne-
y finalmente a la muerte; mientras que el dominio final pertenece- cesariamente las rnás altas energías espirituales, y en consecuen-
ría necesariamente a aquellos pueblos que evitasen derivar energia cia brotarian de ellos tarnbién las más altas obras de la cultura del
hacia los actos del espíritu y sustraerla a las fuerzas al servicio de espíritu. Sin embargo y a pesar de todo lo producido por los claus-
la reproducción. Pero justamente en admitir esta relación funda- tros, la experiencia no muestra nada de esto. O bien las reprirnidas
mental nos parece errar en principio Freud22. En nuestra opinión energías de la libido tendrían que haber encontrado el otro camino
corresponde a todas las capas de nuestra existencia anímica, empe- posible que según Freud les está igualmente abierto, y haber con-
zando por la sensación hasta los actos más altos del espíritu, una ducido con necesidad a enferrnar psíquicarnente, es decir, a la
cantidad independiente de energía psíquica, que no está tomada en neurosis. Pero tampoco lnuestra la experiencia nada de esto que
absoluto a la energía irnpulsiva de la libido. Dada la limitación de pudiera confirmar la ley de Freud.
la energia animica total de un hombre, sí es posible que el emplear la Lo que en éste echamos completamente de menos son indica-
energía de una de estas capas en cantidad excesiva, y no ajustada a ciones más precisas acerca de la diferenc'ia entre un «dominio»» jus-
la armonía y al equilibrio de las fuerzas anímicas, conduzca a sus- tificado y necesario sobre la libido y el impulso sexual y una ((re-
traer energí a a las capas restantes. Y ello en tanto que todas las presión» de ellos que segúrn él representaría una fuente capital de
energías correspondientes a las diversas capas participan en la li- las enfermedades nerviosas; y al mismo tiempo una descripción
mitada energía total del hombre y sólo pueden dar de su propio precisa de las diferentes condiciones que partiendo de la libido re-
primida conducirán unas veces en la dirección de la «sublima-
21. Cf., a este respecto, mi libro Der Forntalismlts in cler Ethik. ción», otras en la dirección de la «enfermedad». Mientras estos dos
22. Estudiaremos más exactamente estos hechos en Lln apartado especial de
esta obra. puntos no hayan sido objeto de una dilucidación exacta y precisa,
284 El amor y el odio

llevará en sí la teoría freudiana el gran peligro de meter por la fuer-


za ala ética en la alternativa de todo punto falsa entre «primitivis-
mo» o ((ascetismo)), y por otra parte el no menor peligro de velar
los límites entre el dominio moralmente necesario y justificado so-
bre el impulso sexual y una errónea ((represiónr» de él conducente a
la enfermeda d23 .

PanrE TERCERA

DELYOAJENO
23. Un intentode interpretar los hechos descubiertos por la escuela freudia-
na según una orientación filosófica esencialmente distinta y qu. está cercana a la Ensayo de una eidol ogia, teoría del conocimiento y
nuestra ha sido hecho últimamente por James J. Putnam, profesor de Neurología en
la Universidad de Harvard, en su artículo Ueber die Bedeutung philophischer An-
metafisica de la ex eriencia ] posir ionamiento real
schauungen und Ausbildung ffir die veitere Entwicklung der psychoanalytischen del yo ajeno y del ser vivo
Bewegung(«Sobre la importancia de las ideas y la formación filosóficaparael de-
sarrollo ulterior del movimiento psicoanalítico»): Imago (1912) 2.
1

Significación y orden de los problemas

Únicamente a 1o largo de un trabajo de muchos años sobre los


problemas que tocamos en el Apéndice ala primera edición de es-
te libro, so nos puso en claro toda la significación y todo el peso de
la cuestión que cabe designar concisamente como la cuestión de
los fundamentos esenciales, existenciales y cognoscitivos de los
lazos entre los yos humanos y las almas humanas.Ya Th. Lrpps ha-
biahecho resaltar con razón que la solución de esta cuestión y ella
sola puede dar un fundamento filosófico a la sociologíat. Su no
menor importancia (singularmente en su parte gnoseológi ca) para
la teoría de las ciencias del espíritu resultará evidente con lo que
va a seguir y ha sido puesta de relieve con razónpor O. Külpe en la
segunda parte de su libro sobre la <<realización»». También W. Dil-
they2, E. Becher3 y E. Sprange(la han reconocido justamente, si
bien ni de lejos en el grado y medida en que la afirmación es váli-
da parala gnoseología de la comprensión del prójimo, por ejem-
plo, para la cuestión de si la comprensión del projimo esta funda-
da en nuestro saber de la nafuraleza, en la posición de la realidad
de ésta, y hasta qué punto lo esté; cuáles sean los límites ala com-
prensión del prójimo en general; y cuáles los límites especiales
dentro de las distintas formas esenciales de grupos sociales y to-

1. Th. Lipps, Das Bqttusstsein vonfremden lchen (<<La conciencia de los yos
ajenos»).
2. W. Dilthey, Der Au/bau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissens-
chaften (versión cast.: El mundo histórico, Fondo de cultura económica, México D.
F. 1944).
3. E. Becher, Über Natur- und Ktlturwissenchaften («Sobre las ciencias na-
turales y culturales»»), 1922.
4. E. Sprange¡ Lebensformen (<<Las formas de vida»»), 2" ed.
T

Signi/icación ),orelen de los ¡troblemas 2,\9


l8B Del .t'r¡ a.f eno

dos históricos5. B. Erdrnann ha hecho resaltar igualmente, en su gía, como ha mostrado muy bellamente H. Driescho, simplemente
conocida disertación académica sobre nuestro asunto y en su últi- en cuanto que tan sólo la noción de los medios de conocer y los
ma obra sobre <<Psicología reproductiva>), que aquí se está ante un «criterios» para admitir la <<conciencia»»,la ((sensación»>, lo «psí-
problema básico,, más aún, ante <«el» problema básico de una fun- quico») en general, dentro de la serie de los seres vivientes, puede
damentación de las ciencias del espíritu. Cómo tarnbién la solución enseñarnos con qué amplitud se extiendan por el mundo la con-
de los problelnas axiológicos de la relación entre el individuo y la ciencia, el alma, etc., y sus fundamentales variedades y forrnas de
cou-turlidad irnplica necesariamente una solución de esta cuestión, enlace, y cómo se haya de investigar en la psicología de los niños,
tanto en el aspecto óntico-metafísico, colno en el gnoseológico, es de los animales y eventualmente de las plantas, como partes de la
cosa que puse de relieve con claridad en rni libro sobre la Éficct., biología evolutiva autónonta7. También la filosofía de la expre-
con ocasión de la fundamentación que he tratado de dar al «princi- sión, y del llamado origen del lenguaje, más la filosofía de los sig-
pio de solidaridad»>,, axioma supremo de toda filosofia social y éti- nos y símbolos, la semiótica, están interesadas del modo más ín-
ca social. Lo fundarnental de nuestra cuestión para la gnoseología tinro en nuestra cuestión. Y a mostrar cuán profundamente penetra
y rnetodología de toda psicología ernpírica y psiquiatría, lo ha nuestra cuestión hasta en los más altos problemas ónticos de la fi-
mostrado claramente la solución, orientada hacia J. G. Fichte, dada losofía, puede bastar ya el modo y lnanera, señalado en un pasaje
a nuestro problerna por H. Münsterberg en sus Principios de psi- anterior, en que, desde el precedente de Descartes, se han apoyado
cología y el trabajo de Kronfeld sobre la gnoseología psiquiátrica. recíprocalnente, para dar una apariencia del fundamento a la ver-
Estas ciencias presLlponen, en efecto., la existenciay la cognoscibi- dad de ambas doctrinas, una falsa metafisica mecanicista del mun-
lidad de los procesos psíquicos ajenos, 1z es cosa que se comprende do orgánico y una falsa teoría de la empatía, que quisiera hacernos
de suyo el qLle sirnplemente por ello no puedan resolver por sí los comprensibles las <<manifestaciones)) de la vida por rnedio de tal
problemas./ilosóficos ante los cuales aquí se está. El límite de to- empatía proyectiva, después de haber quitado de en medio del ca-
da psicología objetivamente en general, y de la psicología experi- mino la vida, colno una entidad natural objetiva, explicándola me-
mental en particular, únicamente puede ponerse en claro, y las cánicamente.
falsas pretensiones de estas ciencias únicamente pueden ser recha- Pero nuestro problema tiene una significación enteramente sus-
zadas con sentido, cuando se han fiiado con exactitud la naturaleza tantiva,, gue subsistirá como la más importante, aun cuando desa-
y capas del ser anímico-espiritr.ral hasta donde puede llegar la <<ob- pareciesen todos los dernás intereses acabados de mencionar, para
servación»» en general más allá del límite hasta donde pueden al- los hontbres mismos en cuanto hontbres. Pues lo que en general el
canzaÍ el puro experimento reactivo (en que es <<observador») el ex- hornbre pueda ser para el hornbre, o acaso simplemente lo que pue-
perimentador) y el experimento apoyado en una «<autoobservación da llegar un día a ser, y 1o que no -sea en el amor o en el odio, etr
sistem ática>> (en que es observador el sujeÍo de experiencia), y fi- el unirse y el entenderse bajo todas las formas o en la lucha-, lo
nalmente el experimento fenomenológico, no inductivo, que sirve que el hombre pueda ((comprender»» y cómo lo pueda, lo que pue-
sólo para hacer intuitivo algo <<mentado»>. Pero no nlenos está inte- da comprender y lo que no pueda comprender, sino sólo «expli-
resada en nuestra cuestión la gnoseología y rnetafísica de la biolo- car)); en qué formas fundamentales de posible agrupación pueda
percibir y valorar éstas o aquellas capas de la existencia y de las vi-
5. Muy claramente resalta así, por ejemplo, en O. Spengler. Quien debido a su vencias del convivente y del prójimo: todo esto depende de las for-
supuesto de la completa vinculación del espíritr,r cognoscente al <<allna de la culttr-
ra)>, por ende tan-rbién de la est-era a qLre alcanza la cornprensión por parte del es-
píritu, se hace incapaz de n-lostrar cónro él misnlo, miembro del círculo de la cul-
6. H. Driesch, Philoso¡thie des Organischett («Filosofía de lo orgánico»),2
ed., cf. la conclusión.
tura occidental ntás reciente . ¡tuecle comprender los otros círculos de cultura qLte
pretende ((comprender»>. Cf . Der Untergang des Abencllancles Il,25s (versiótt cast.:
7. Muchas indicaciones buenas y certeras sobre este punto las hace reciente-
mente K. Koffka, Die Grundlugen eler ps.vchischen Entv,ickung, l92l («Las bases
Lu clec'utlenc'itt cle Oc'ciclente: bo.st¡ue.jo tle unu mottblogía de la Historia Univer-
de la evolución psíquica: introducción a la psicología infantil»).
,sal, E,spasa, Madrid 1998).
290 Del .to ctjeno Sigrti/icctc'ión y ot'clen de los problentus' 29t

rnas de últimos encadenanlientos ónticos que existen y puedan 1 . ¿Qué relación esencial existe entre el yo y la comunidad en

existir entre hombre y hombre en las diversas esferas de la relati- general, tanto en sentido óntico como en el sentido del saber esen-
vidad existencial del ser-hombre mismo, y, en último térrnino, de la ctal? O rnejor, ¿existe aquí una relación esencial de pertenencia
esfera absoluta de la existencia. La metafisica del saber que el evidente, con rigurosa abstracción de la existencia de todo yo acci-
hombre tenga del hombre, del posible <<tener» el hombre al hombre dental deterntinado y de una colnunidad accidental? ¿O sólo exis-
-es decir, la cuestión de la manera en que estén ordenadas al prin- te en general una unión de hecho? ¿Existen, además, auténticas
cipio del universo las formas de relaciones ónticas y cognoscitivas, conexiones esenciales de disf ittfo género entre los entes vitales lla-
tan profundamente arcanas, del hombre con el hombre, y de las mados «hornbres)) y entre los entes espirituales y racionales llarna-
formas de «comercio» del hornbre con el hornbre que sean en ge- dos también «hombres»), o es una de estas dos relaciones una rela-
neral posibleS, y cuáles no, por razón del principio del universo y ción sólo accidental»»?
de su mediación- es lo único que en última instancia decide sobre
lo que el hombre sea y signifique para el hombre. Max Weber y 2. La cuestión lógico-crítica en sentido estricto, ¿qué razón
Ernest Troeltsch, ante todo, han descrito e ilustrado de un modo hay para que ((yo)), eS decir, el autor de estas líneas, ponga, bajo la
sumamente meritorio, lo que en la historia los sistemas de conoci- fornra de un juicio de realidad, a) la existencia de deterntinada co-
miento metafísicos y religiosos -que han respondido a esta cues- mutridad en general, b) la existencia de un determinado yo ajeno?
tión siempre de manera muy variada- han significado para todas Con gran daño para el éxito de la causa,raramenter0 se han distin-
las doctrinas sociales y sistemas sociales reales. E,n cambio, sólo guido esta cuestión de la cuestión anterior, cuya solución tiene que
muy esporádicamentes ha sido intentada hasta aquí una meta-so- estar dada ya cllando se plantee, con sentido, esta otra. Th. Lipps ha
ciología de dirección puramente objetiva,y en este punto seguimos confundido demasiado la cuestión crítica con las cuestiones del
alirnentándonos mucha veces de los meros bienes heredados de las origen y de la génesis psicológico-empirica del saber de los <<yr¡s>»
religiones y metafisica históricas (por ejernplo, de Hegel, de E. von ajenos, aun cuando es muy independiente de ambas. Es cosa que se
Hartmann, del individualisrno rnetafísico-monadológico de Leib- reconoce hoy claramente en O. Külpe, E. Becher y otros. Pero po-
niz), bienes heredados QUe, en mi opinión, por muy respetables que co rnenos que absolutamente descorrocido es que la solución de es-
sean, ya no responden a lo que sabemos o justamente a lo que po- ta cuestión no da absolutamente ninguna indicación sobre otras
demos saber". cuestiones muy distintas. I ) ¿Qué es el motttento cle la realidad ob-
El error capital de la manera de tratar la cuestión hasta aquí jetiva en general y cómo es dudo esencialmente a un sujeto espiri-
tual en cuanto tal? 2) ¿,Qué es la realiclad psíquica o espiritual de
-del que nosotros mismos tenemos que acusarnos aún acá y allá en
la primera edición de este libro- consiste: I ) en la distinción no un yo de conciencia y de una conciencia de un yo o de una con-
bastante clara de los problerna s; 2) en el desconocirniento del or- ciencia de sí rnisrro en general (siendo indiferente que se trate de
den en que deben plantearse;3) en el deficiente enlace sistemático rni propio ((yo)) o del otro), a diferencia de toda mera conciencia
«<de» esta realidad y de cómo se da esta realidad? 3 ) ¿Cómo y me-
de sus soluciorles.
En lo concerniente al ¡trimer punto, hay que distinguir seis diante qué se da originariamente la realidad de un centro anímico-
cuestiones, que hasta aquí han estado demasiado fundidas. Paso a espiritual ajeno en general, es decir, como algo más que un mero
enufflerarlas. saber, la forma de un juicio, de un yo de conciencia ajeno y de sus
contenidos'/ Porque es un gran error de toda teoría del conoci-
8. Algunas indicaciones muy acertadas en H. Hartnlann, h'leta¡th1¡sik der Er- nriento (no sólo de la del almaajena) el creer que se ha resuelto en
kenntnis (versión cast. . Meta.física clel conocitttienfo, Losada, Buenos Aires 1957). alguna forma el problema de la naturaleza de la realidad y de sll
9. Cf. lo muy fundamental de nuestra cuestión para una ((Sociología del co-
nocimiento»» en el libro colectivo Über Soziologie der Erkenntni.s (<«Sobre la so- manera de darse,, sirnplemente cuando se han sentado criterios pa-
ciología del conocimiento»)., editado por el Forsc'hungsinstirú /i'ir Sozialv,issens-
chaften de Colonia. 10. Cf . la segunda parte.
292 Del .t'o a.jeno Signi/ic'uci(tn .r,orden de los ¡troblemas 293

ra discernir en qué condiciones cabe atribuir realidad a un objeto origen del saber de sujetos ajenos vital-psíquicos humanos (o in-
de determinada esencia (o a un ente que no puede ser objeto, por frahumanos). También en este caso hay que preguntarse: ¿es este
ejernplo, <<acto)), ((centro de actos)», ((persona))), o a la inversa, atri- saber previo, simultáneo o subsecuente al saber de un mundo cor-
buir una determinada esencia ala realidad previamente dada de al- póreo (en cuanto esfera y como realidad)? Hemos de responder
go (:X). Ni siquiera el «autista» patológico extremo (en el sentido que ya nuestro primer saber de una naturaleza es un saber de la ex-
de los aducidos casos de Bleuler, por ejemplo) duda en sus juicios presión de seres vivos, o sea, que los fenómenos anímicos (que en
del hecho de que existen sujetos de conciencia ajenos a é1, y sin general se dan exclusivamente en complexiones constitutivas de
embargo pierde temporalmente toda conciencia de realidad del una estructura) se dan primariarnente siempre en unidades de ex-
mundo humano que le rodea. presión. ¿Es, aún, previo, simultáneo o subsecuente al saber de un
3. El problema del origen de la conciencia de la comunidad y mundo corpóreo (muerto)? Hernos de responder que es ((previo»».
del prójimo en general., esto es, el problema psicológico-trascen- Al prirnitivo colxo al niño no se le da en general el fenólneno de lo
((rruerto»»; todo lo dado es un gran campo de expresión sobre el
dental del saber de yos ajenos, problema que tiene tan poco que ver
con la cuestión del derecho a pronunciar un juicio, como con el fondo del cual se destacan unidades de expresión particulares. ¿Es,
problema de los llamados génesis y desarrollo empíricos de la con- en fin, previo, simultáneo o subsecuente al saber de una forma or-
ciencia del prójirno en el curso de una vida, desde la infancia has- gánica (en el hombre, el «cuerpo vivo»)) y de todo lo dado esencial-
tala madurez. Aquí se trata más bien -como en todas las genuinas mente con ella (medio, rnovimiento espontáneo, etc.)? Responde-
cuestiones de «origen»- de la cuestión del lugar dentro del orden mos: simultáneo. Únicamente partiendo de la totalidad del <<cuerpo
de <<fi,tndamentación»> de las intenciones del saber (o de los actos animado)), avanza la diferenciación del saber, en una dirección ha-
espirituales y reales de la persona correlativos) en que se inicia la cia el cuerpo fisico-cuerpo vivo, en otra hacia un ((mundo interior»
conciencia de una cofflullidad y de otros yos, o bien, de la especie del prójimo.
de actos de saber que han de haber sido llevados ya a cabo al ini- Con lo anterior habrá qr-redado claro qué es lo que entendemos
ciarse un saber del prójirno: así por ejemplo, si el saber de un yo por la <«cuestión del origen». Todas las cuestiones de origen, tan
ajeno supone la conciencia de un yo en general adquirida a base del importantes, de la teoría del conocimiento (a diferencia de la críti-
propio (a lo que hemos de responder que sí); si supone en su origen ca del conocimiento, que tiene que habérselas con las cuestiones de
una conciencia de sí mismo (a lo que hemos de responder que no); derecho y de criterio) tienen esto de propio: que pueden y deben
si supone una conciencia de Dios (en el sentido más formal de la plantearse con absoluta independencia respecto de determinados
expresión),, o es de un origen simultáneo al de ésta, o la sigue en el objeto s accidentales del saber, y con no menor independencia res-
orden de la génesis (nosotros creelnos poder demostrar -en oposi- pecto de toda fase determinada del desarrollo empírico del saber
ción a Descartes- que sigue a la conciencia de Dios). Si la con- que un deterrninado ser humano concreto tenga de estos objetos rea-
ciencia de un yo ajeno (en el sentido de un yo espiritualajeno) su- les accidentales (por ejemplo, de la génesis y desarrollo del saber
pone un saber de la esfera de la naturaleza y un saber de una que un niño determinado tenga de la existencia psíquica de su ma-
<<realitas>> en esta «esfera» (o sea, un ((rrtundo exterior real»>), o es dre y del contenido de la vida psíquica de ésta). Las meras leyes del
de un origen sirnultáneo al de este saber, o este saber sigue al saber orden de fiindamentación de los actos dirigidos a los objetos de
del yo ajeno (nosotros creemos deber decidirnos, en lo que respec- una misma esencia (por ejemplo, espacio, tiempo, cosas corpóreas)
ta al «yo espiritual>», por el tercer miembro §e la disyuntiva). Tan son las que recortan precisamente toda «fase» del desarrollo em-
sólo admitirelnos, colno dato previamente necesario a la actuahza- pírico de un saber humano en el tiempo objetivo; las que recortan
ción del acto del saber de sujetos espirituales ajenos a un sujeto de- asimismo el desarrollo interindividual promovido por las disposi-
terminado, lo que podemos llamar la existencia de un ((sentido ideal ciones heredadas. Estas leyes no tienen nada que ver con la exten-
de los signos)). Distinto será, por el contrario, con la cuestión del sión, la simplicidad o la complicación de este saber, nada con slt
294 Del .t,o cjeno Signi/ic'qción v orclen cle los problemus 295

adecuación o inadecuación (o plenitud de saber), ni mucho menos comprensibilidad anteriores a estos límites absolutos están riguro-
nada con el juicio que le es inherente acerca de la «<verdad» o <<fal- samente ligadas a las formas de los grupos (por ejemplo, amistad,
sedad»» (en sentido materi al y forrnal). Y sin embargo es la cuestión camaraderia, conocimiento, o & la relación del tú, usted, él,ya en la
del origen la cuestión por excelencia de la teoría del conocimiento expresión gramatical; y matrimonio, familia, patria, gens, raza, pue-
blo, nación, comunidad religiosa, círculo de cultura, etc.). Y tam-
-no la llarn ada cuestión del derecho y del criterio, que sólo tiene
que ver con la crítica lógica del conoctmrento-. bién entre estos grupos existen relaciones, sujetas a leyes, por el
A la cuestión del origen del saber del mundo psíquico de nues- origen del posible saber los unos de los otros.Y, finalmente, exis-
tros contemporáneos, precursores y sucesores, pertenece también ten semejantes relaciones en los posibles actos de saber del pasado
la serie de cuestiones, hasta aquí apenas vislumbradas, referentes al de una comunidad supraindividual, como los dados en las disposi-
orden de origen que exista entre el saber de las diversas.fbrmas ciones para comprender heredadas con la sangre,la genuina tradi-
esenciales de grupo,t, que debernos distinguir en la teoría de la tio y la mera comprensión histórica por medio de signos (fuentes,
esencia de los grupos sociales hunlanos, cosa que ya he empezado monumentos, etc.).
a fundarla en mi libro sobre el fonnalisrno en laética. Así, se pue- Esta cuestión del orden de origen y orden de fundamentación
de mostrar que el saber de la existencia y esencia de una vida aní- de los actos de saber de una comunidad es una cuestión cuya res-
puesta resulta tarnbién fundamental para la teoría del orden de las
rnica ajena dentro del grupo de la esencia <<cornunidad de personas
espirituales insustituibles», supone ya el saber de la existencia y capas que en la etnolo gia tratamos de establecer entre los monu-
mentos de la cultura y el estado anímico-espiritual de los grupos y
esencia de personas ajenas en el seno de la «sociedad>»; que el sa-
la respectiva relación entre individuo y colnunidad. La sociopsico-
ber urediato de los dernás que se encuentra en la forma de agrupa-
logía y la sociología psicológicarr del pensar, querer y sentir primi-
ción «sociedad» supone a su vez el saber, mucho más inmediato
por la nranera de darse, que tan sólo en ((coltlunidad de vida» (pri-
tivo sólo pueden ser ilustradas por esta teoría filosófica del origen,
después de haberse fuado empíricamente lo que sea posible saber
mariamente, la farnilia) podernos adquirir acerca de los demás; pe-
en este dominio. Ha sido un lnuy profundo yerro de los trabajos fi-
ro tampoco este saber puede surgir sino porque en fases muy tem-
losóficos gnoseológicos hechos hasta aquí en torno a nuestra cues-
pranas de la infancia, cuya estructura anírnica corresponde a la
tión del origen del saber del yo ajeno, el haber dado frecuentemen-
estructura que no podemos n'lenos de reconocer también al rebaño,
te soluciones gue, por ejemplo, sólo pueden tomarse seriamente en
la horda, la ntasa, acogerros inconscrentemente en nosotros, por
consideración para el actual europeo nórdico culto, lo gue, colxo
rnedio de una genuina unificación afectiva y una genuina «tradi-
verernos, es patentemente válido, por ejemplo, para la <<teoría del
tio>», contenidos y funciones anímicas ajenas (o disposiciones para
Íazonamiento de analogia»>, cuyo sentido es genético y no sólo
despertar ulteriormente estos contenidos y funciones) que en abso-
««justificativo», ni siquiera empírico-psicológico, pero no menos
luto no hubiésemos podido acoger más tarde o en una estructura
también para la teoría de la imitación y de la emp atía de Th. Lipps
anímico-sociológica de agrupación distinta de la <<horda, masa, re-
y la teoría reproductiva de B. Erdmann, inspirada puramente por la
baño»» precisamente. Tarnbién huy que precisar aquí las diferencias
psicología asociacionista. De aquí el que se hayan tenido por teo-
de pro.fitncliclacl del sujeto ajeno anímico-espiritual en que puede
rías de una validez absoluta teorías frecuentemente contradictorias
penetrar nuestro saber de otros. Terminan en el ser absolutamente
entre sí, que sólo poseen una validez relativa dentro de relaciones
inintcligiblc de la persona ajena, por ejemplo, en los actos de la y grupos de una determinada estructura. En cuanto se ven el carác-
persona ya no <<objetivables)) (que en el caso extremo sólo pueden
ter relativo y los límites, así de grupos como de capas históricas (a
ser co-ejecutados o tueltos a ejecutar), y en la esfera absolutamen-
diferencia de los histórico-cronológicos), de su significación, se
te íntirna de los contenidos del ser espiritual ajeno, que ni siquiera
el acto libre de una libre colnunicación por parte del otro sujeto es I l. Esta certera distinción la trae H. L. Stoltenberg en su Soziopsvcltologie,,
ya capaz de <<dar»». También las diferencias de profundidad en la primera parte, 1914.
296 Del vo ujeno Signi/icctc'ión v orden de los problemas 2e7

pone de manifiesto que la ((contradicción» no existe para nada. una función de reflexión, y lo que se ha fijado por medio de la ob-
Así, la teoría de Lipps no es simplemente <<falsa»», sino que es apro- servación ejercida sobre la retención inmediata de las vivencias y
xirnadamente exacta para la estructura psicológica de las masas; la se ha aprehendido luego en los juicios que se enuncian; y supone la
teoría del razonamiento de analogía tampoco es inexacta ni colrro «inteligibilidad» de estas comunicaciones.
genética ni siquiera corro empírico-psicológica, dentro de ciertos Lo que sea la percepción interna, cómo en ella sea posible en
lírnites , pzra el europeo en ((sociedad» y parala «<estructura cientí-
una pluralidad de actos una rigurosa identificabilidad del objeto
fica>» que corresponde a la socied ad. La teoría que expongo en las
percibido por parte de una pluralidad de percipientes, nada de esto
páginas que siguen y que llamo <<teoría de la percepción del yo aje-
puede precisar la psicología empírica por sí misma; precisarlo es co-
no)), tampoco es exacta slno para la forma en que se dan seres hu-
sa de la ontología de la esencia de lo psíquico y de la teorí, y críti-
manos en la ((cornunidad de vida>>. Pero de esta relatividad de va-
ca del conociruiento de la psicología. Otro tanto es válido para el
rias de las teorías propuestas hasta aquí no se sigue, naturalmente,
conocimiento de las condiciones de una «percepción interna» de al-
en modo alguno que en general sólo pueda haber teorías relativas go psíquico y los lírnites de esta percepción y las condiciones de la
del origen del saber del otro yo. Antes bien, hay sin duda alguna posibilidad de que avance hacia grados de mayor adecuación. No-
además una teoría absoluta, que sólo tiene que ser lo bastante for-
sotros llamamos a este problerna el problema del «sentido inter-
mal para abrazar en su seno estas teorías relativas como teorías no))r2. Nada es tan cierto -tal me parece- como la proposición: no
parciales para casos especiales de agrupaciones esenciales y de fa-
puede haber en absoluto ciencia de objetos no identificables. La de-
ses del desarrollo de las relaciones humanas.
finición de lo psíquico intentada por algunos, según la cual aquello
4. Totalmente diverso de los problemas mencionados hasta que en cada caso es dado sólo a ((uno»», excluiría por ende -si fuera
aquí es el de la psicología empírica del individuo (de la psicología exacta- la posibilidad de toda psicología empírica. Pues no sólo en
norrnal y diferencial y de la psicología patológica) y de la psicolo- una pluralidad de actos del ente individual tiene que ser identifica-
gía evolutiva ernpírica del hornbre corrro especie,, que se refiere a la ble lo psíquico dado a este ente individual, sino también por una
génesis y el desarrollo del saber que seres humanos concretos tie- pluralidad de personas. Sólo una psicologia realista en la que se dis-
nen de concretos mundos psíquicos concomitantes y circundantes. tinga exactamente entre el contenido de la percepción interna y lo
La irnpotencia de la psicología ernpírica entreg ada puramente percibido, esto es, el contenido psíquico real, perrnite llegar más allá
a sí misma paru encontrar un acceso a las cuestiones filosóficas del presente inmediato de la conciencia. No se ignore que la con-
aquí tratadas resulta en seguida evidente. En efecto, ya al cornen- ciencia en cuanto tal, es decir, según las leltes de su esencia, es tan
zar cualquiera de sus investigacion es sltpone sencillamente en for- sólo un presente de conciencia (aun cuando en éste se hallen inclui-
ma de afirmación ingenua todo aquello de que es cuestión aquí. dos como contenidos parciales la conciencia del presente, del pasa-
Supon e que huy efectivamente otros seres humanos y anirnales ani- do y del futuro). El notar, el fijarse, el observar, que -suponiéndose
mados, cuyo ser anímico puede ser conocido. Y lo supone exacta- en este orden, dentro del origen de los actos de saber de lo psíquico-
mente en el mismo sentido en que supone que hay un decurso real jamás pueden apresar lo mismo percibido interiormente, sino tan
de vivencias en el tiernpo objetivo; que hay no sólo los elementos de sólo lo dado aún en la retención; tampoco pueden ser estudiados en
conciencia de las vivencias que son por su esencia exclusivamente su esencia y en los límites de su rendimiento por la psicología errl-
presentes, sino también vivencias reales presentes, pasadas y futu- pírica misma, que en efecto se sirve de ellos como medios de corlo-
ras, que precisamente en estos elementos de conciencia advierten cimiento; estas cuestiones pertenecen a la teoría del conocimiento
(rnás o rnenos <<adecuadamente»> según los casos) a la <<conciencia» de la psicología como uno de sus problelnas. ¿Es la autoobserva-
y gradualmente a la percepción interna, ala atención, z la observa-
ción. Supone, finalmente, la comunicabilidad de todo aquello que 12. Cf. M. Scheler, Die ldole cler Selbstet"kenntnis (1912), en Ge,samntelÍe
Werke lll,215-392 (versión cast.: Los ídolt¡s clel uutoconocitniento, Sígueme, Sa-
se ha fijado por medio de una percepción y un acto internos, o de larnanca 2003 ).
Signi/icación ), orden de los problemus 299
298 Del vo ajeno

neral . La totalidad del ser psíquico-noético es <<capaz de ser obje-


ción, como especie de acto, anterior, sirnultanea o posterior en ori-
gen ala observación del prójimo (así como la percepción interna de to» sólo en parte, y la parte del todo psíquico-noético capaz de ser
sí mismo es con seguridad «anterior»» a la percepción interna del objeto puede a su vez ser observada y repetirse (sin alteración
prójimo)? ¿O es tan sólo una conducta analógica con uno mismo, esencial de su ser) sólo en una parte muy pequeña;y de nuevo só-
«igual que si fuera otro»)r3, como yaT. Hobbes -a nuestro parecer- lo en una parte es posible influir experimentalmente sobre lo psí-
quico observable, con un fin y siguiendo las directivas de un previo
había dicho corl razón? Y no menos es la teoría del conocimiento de
análisis eidético de sus componentes variables. Con gran frecuen-
la comprensión otro supuesto de la psicología empírica, no un obje-
cia oímos hoy a aquellos psicólogos experimentales que hacen ob-
to de explicación por parte de ella. Las «afirmaciones» del sujeto
jeto suyo la investigación experimental de las funciones <<superio-
experimental sobre lo que ha encontrado, por ejernplo, en una auto-
res)) (el pensar, el querer, los actos religiosos,, etc.), que tiene que
observación apoyada en un experimento, tienen que ser ((compren-
investigarse experimentalmente <«todo») ser psíquico-espiritual. En
didas», e incluso co-pensadas y re-pensadas por el experimentador,
contra de esto hay que afirmar que la totalidad de los actos noéti-
antes de que lo afirmado pueda tener la pretensión de ser la f¡ación
cos ni son «perceptibles» interiormente, ni cabe notarlos, fljarse en
de un «hecho científico»». No es la psicología empírica quien puede
ellos y observarlos, ni mucho menos son ni pueden ser nunca ase-
aclarar esta comprensión, este copens ar y repensar: tales actos son
quibles a la influencia del experimento, porque no es así en virtud,
un supuesto gnoseológico-social de su actividad.
por ejemplo, de unos límites del saber y de los métodos sLrperables
Si en el momento presente no tenemos ninguna clase de ideas
en principio, sino de la esencia óntica de tales actos: que, por tan-
claras y seguras acerca de los límites esenciales del conocimiento
to, se niega justo ónticamente lo esencial ala naturaleza humana (a
en la psicología empírica, es tan sólo porque no poseemos sino
diferencia del animal), a saber, la <<razón»» misma, al decir que pa-
unos primeros y débiles comienzos de una eidología óntica de la
ra mí sólo vale corno existente lo que se puede hacer asequible ex-
realidad psíqrtica y de una teoría del conocimiento de psicología y
perimentalmente. Todo lo que puede ser asequible experimental-
de la psicología experimental en particular. La cuestión, por ejem-
mente se encierra con exclusividad dentro de los lírnites del ser y
plo, de la posibilidad de que se repitan los procesos psíquicos en
del devenir vital-psíquico, automáticamente teleológico, es decir,
una pluralidad de sujetos, y la cuestión de las clases fundamentales
por debajo del reino de los «libres)) actos espirituales de la perso-
de <<procesos)) que puedan «repetirse>» y reiterarse experimental-
na. Sólo sus efectos sobre el ser y el devenir vital-psíquico, por una
mente, y las que no, así como de las fases del desarrollo del indi-
parte, y las condiciones en que se suscitan y tienen lugar actos es-
viduo y de los grupos en que sea todavía posible la repetición, y pirituales y personales de una determinada esencia, por otra parte,
con qué aproximaciónra, estas cuestiones tienen que estar aclaradas
se encuentran aún dentro de los límites del ser capaz de ser objeto,
primero,, si se quieren abarcar en alguna rnedida los límites cog-
que es el único con el que tiene que ver la psicología empírica ex-
noscitivos permanentes del experimento inductivo. El que todo ac- perimental. Bien es verdad que ha sido Lrn considerable progreso el
to de posible observación supone la visión de la esencia del hecho que la psicología más reciente haya empezado a reconocer la limi-
que se trata de observar, es algo que al presente está todavía muy
tación del esquema mecánico-asociativo (y, por el lado objetivo,
lejos de ser suficientemente reconocido.
del principio conductista y funcional) en el cual quería encerrarla
Ante todo echamos de menos la menor claridad acerca de los /i- todavía H. Münsterberg; el que en la sensación ((pura)> haya reco-
mites óntico s esenciales de lo psíquico capaz de ser objef o en ge- nocido un objeto que tan sólo va destacándose lentamente al pres-
cindirse de las diferencias de atención y de los datos previos de va-
I 3. La observación interna es también una interrupción artificial del curso de
la vida, es decir, una conducta ante el presente de las vivencias «igual que si»» éste lor, así como al prescindirse de las intenciones figurativas en cada
estuviese ya acabado y hubiese pagado. caso diversas, en suma, un objeto lírnite hipotético, quejamás es un
14. Cf., a este respecto, tar-nbién el trabajo de K. Koffka, Die Grundlagen det'
p.s.t'c h i,s c' h e n E n tv' i c' ku n g.
«factum)); el que en la asociación por contigüidad y en la repro-
300 Del .t,o ujeno Sign i/ic'ttt'iott .r' orden tle los prcblentus 30t

ducción mecánica que hacen posibles las disposiciones asociativas sión del prój imo es sólo aquella comprensión que tiene por su-
se haya reconocido tan sólo una componente inhibitoria de magni- puesto el <<percibir» en el sentido de la recepción de algo dicho li-
tud variable en el curso de la vida del ahna autom áttcamente diri- bre y espontáneamente, el tener lo cual no es sustituible por ningún
gido hacia «problernas)) o <<metas)) por impulsos o actos volunta- lnero saber ni conocer espontáneo del percipiente en este sentido).
rios. Pero la psicología se entregaria, según mi modo de ver, a una Cornprender es -tanto comprensión objetiva de actos, colrlo de
muy grosera ilusión, si creyera que con ello se había remontado sentido- la forma fundamental de participación de un ser de la ín-
por encima de la vida anímica vinculada a lo vital como correlato dole del espíritu en la esencia de otro espíritu, forma distinta de to-
posible del «sentido interno)), y que había arribado a la investiga- do percibir y en modo alguno fundada a su vez en la percepción
ción del se¡' noético-espiritual. Aquí se extiende todo un dominio -así como la identificación del yo y la coejecución es la fortna
del ser que rnás bien es transinteligible en general ala psicología fundamental de participación en la existencia de otro espíritur5-.
empirica (sea experimental o no), y esto en virtud de su esencia Por eso, la psicología comprensiva, como conocimiento de perso-
óntica. nas concretas y de las cornplexiones concretas con sentido de sus
De suerte que no es coll1o si en noética y psicología sólo se es- noémata, no es distinta de toda psicología de un ser real psíquico
tuviese ante una diferencia de método o de <<punto de vista» (corto capaz de ser objeto nlerarnente desde un punto de vista rnetódico,
creían, por ejernplo, Windelband, Münsterberg, Natorp y otros). sino desde un punto de vista óntico; y es falso creer que la psico-
Decisivas son, antes bien, aquí dos cosas. En prirner lugar, que la logía de observación experimental puede lograr erl ningún estadio
persona (espiritual) qua persona no es en absoluto un ser capaz de de su desarrollo lo que quiere lograr una psicología comprensiva
ser objeÍo, sino exactamente como el acto (y persona es tan sólo como base de las ciencias del espíritu. En segundo lugar, es deci-
una ordenación arquitectónica de actos, internporal e inespacial,, sivo que persona y espíritu representen un ente que es por su eselt-
cuya totalidad hace variar cada acto particular, o colno yo suelo cra transinteligible a todo conocer espontáneo (en el rnás tajante
decir, persona es ((sustancia de actos»»), un ser sólo susceptible de contraste con el ser muerto y con todo lo <«vital»), puesto que entra
que se participe ónticarnente en su ex¡s f encia por obra de coejecu- en su libre albedt'ío el hacerse perceptible en el ser-rtido antes indi-
ción (pensar, querer, sentir con otro, pensar, sentir lo mismo que cado y el darse a conocer o no. Las personas pueden callar y ocul-
otro, etc. ). Esta participación óntica, y ella sola, eS lo que ocupa tar sus pensamientos. Y esto es algo de todo punto distinto del me-
aquí el lugar del saber de objetos capaces de serlo de un saber, y lo ro no hablar. Es una ffranera activa de conducirse, mediante la cual
que puede ocuparlo, ya que el saber rrismo es tan sólo una varie- pueden esconder en cualquier medida su esencia a todo conocer
dad de participación óntica -a saber, la participación óntica en el espontáneo -sin que con ella necesite estar enlazada forzosamen-
ser capaz de ser objeto-, rnientras que «<conciencia»> en sentido te una expresión que se produzca de un modo automático y el fe-
subjetivo es tan sólo una e,specie del <<saber»>' el saber por obra de nónreno corporal correspondienter('-. La naturaleza, en su totali-
una reflexión sobre el contenido de los actos que dan el saber. Por
su esencia y sus correlatos de actos noéticos., es la persona y es su 15. Si se piensa a Dios conlo persona, el saberde esta persona no es tampoco
concebible conro saberde algo obietivo, sino sólo como c'ogifctre velle, umare «in
noesis (es el «espíritu»») solamente comprensible. «Comprender»»,
Deo». es decir, como coejecución de la vida divina y Lln <«oír»> su palabra, por me-
es, pues, por lo menos una fuente de hechos y datos intuitivos tan dio de la cual El lnisnro atestigua antes qlle por medio de nada su existencia conlo
prístinamente original como <<percibir»» (incluyendo el percibir «in- persona.
16. El comprenderse a sí rnisnro -originariartrente el supuesto para que Llna
terior»),, que por su parte es en el orden de origen de los actos su- persona pueda dar a corrprender a otra (haciéndose perceptible y dejándose apre-
puesto de toda observación interior y autoobservación. La com- hender) lo que ella es, piensa. quiere, anra, etc.- está ligado incluso en alta n'redi-
prensión no es en modo alguno exclusivamente comprensión del da a la técnica del silencio. De aquí el scutcfttttt ,silenfiunt en tantas colllunidades re-
ligiosas y nretafísicas (budistas, fflonacato cristiano, cuáqueros, etc.). Cf. a este
prójirno (digarnos sobre la base de lo percibido interiormente en respecto el bello estudio de Odo Casel sobre el <<sctttclutn silentiuttt>> dentro de los
uno mismo). Es, originariamente, autocomprensión . (Lacompren- nristerios antiguos (tesis doctoral. Bonn).
302 Del .t'o ajeno Signi/ic'ación y orclen cle lo.s ¡troblemus 303

dad no puede <<callar». Por tanto, la naturaleza con inclusión de lo pios del cuerpo fisico que es el cuerpo anirnado. Tampoco la hipó-
vital-psíquico, que tiene siempre un rniembro paralelo rigurosa- tesis metafisica peculiar a E. Becher, de un algo psíquico supraindi-
mente unívoco en los procesos fisiológicos, eS por lo menos erl vidual, ffie parece de un sentido compatible con el de su teoría del
principio cognoscible espontáneamente. razonamiento de analogía. ¿A qué unrazonamiento de analogiapar-
A la psicología empírica le están, pues , trazados muy estrechos tiendo del signo físico (no en el sentido de la cuestión psicológica
lín-rites en relación con nuestro problema. del origen de este saber, como se deja entender tarnbién en Becher,
5. Una teoría completa del conocimiento de la colnunidad y del sino colno fundarnento de derecho), si es metafisicamente probable
yo ajeno (yo real, ahna) tendría que encerrar también la metctfísiccr una conexión directa de dos sustratos de carácter de yo gracias a <<lo
psíquico supraindividual»? La teoría (tradicional) del razonamiento
cle este conocimiento y coll ella las relaciones de acción de alma so-
de analogía respollde, justo sólo colno pendant gnoseológico, a una
bre alma (ahna espiritual y vital). Es a rni parecer erróneo lo que
piensa E. BecherrT, qLre se pr"rede separarplena y totalmente la cues- de todo ptutto deterntinada ntetctfisica. la doctrina de Descartes y
de Lotze. de las dos sustancias y del influjo rnutuo, sin lahipótesis de
tión gnoseológica (que equipara además a la que es meramente ló-
gica y crítica del conocimiento) de la cuestión rnetafisica. Ello es sin
lo psíquico supraindividual. Y análogamente , para todos los idealis-
tas gnoseológicos (H. Rickert, Husserl y otros), o bien es un milagro
duda metódicamente necesario y posible, pero realmente imposible
de llevar a cabo. Pongo un ejernplo para ilustrar lo dicho. El riguro-
«injustificado» el adrnitir en general la realidad de un yo ajeno
(cuando, en efecto, el yo pasa por individuado en sí mismo,, no ex-
so paralelismo epifenomenalista, qLre niega toda realidad psíquica y
clusivamente por obra de su contenido ernpírico o la relación a su
toda causalidad psíquica, tendría, por ejenrplo y consecuentemente,
qLre a«ünitir también para todo conocimiento del yo propio qLre re-
cuerpo; no en vano, surnando esta hipótesis al idealismo de la con-
ciencia debería resultar propiamente el solipsisrno), o bien está el
base el instante de la conciencia ur1 ((razonarniento de analogía» co-
rnilagro injustificado en que haya en el contenido total de la <<con-
mo <<fundamento de derecho>> (aunque no conlo fuente de conoci-
ciencia en general»» (que tendría los yos individuales por otros tantos
miento)., no rnenos que lo admite E. Becher corno fundamento de
contenidos objetivos suyos) centros individuales con el carácter de
derecho del adnritir la existencia de una conciencia ajena. Las ((ver-
un yo necesitados de tomar de su existencia un mutuo conocimien-
daderas>» cadenas causales continLlas de naturaleza fisica, agentes de
to especial.
todo lo dado epif-enornénicamente en la conciencia, serían en la calr-
Estos ejernplos tienen por misión aquí la exclusiva de mostrar que
salidad intra e interindividual sólo diferentes segúrn su longitud. El
en nuestra cuestión ha de existir entre la teoría gnoseológica y la rne-
paralelismo idealista o rigurosamente monista no podría menos de
tafisica una unidacl cle estilo lógico, y que no cabe suponer que sea
hacer esperar una telepatía óntica y fenonrénica, el últirno al menos
aquí compatible toda teoría del conocimiento con toda metafisica.
de los ./bnómenos de la telep atia, y ambas doctrinas harían literal-
Pero, como en último ténnino hernos de hacer cornprensible rnetafi-
mente un ((rnilagro»» constante del hecho de la rnediación fisica real
sicamente todo <<saber)) en cuanto tal, es la metafisica del saber del
que normalmente tiene lugar siernpre en el conocimiento humano
prójimo incluso la úrnica solución concluyente de nuestra cuestión.
del prójitno. Un Íazonamiento de analogía como «fundamento» de
Sin duda que ésta se halla, pues, unida al problerna de la relación en-
derecho no sería propio de ninguna de ambas hipótesis metafisicas,
tre el alma y el cuerpo lo bastante estrechamente para que no pueda
pues ésta siempre parte de que de los otros no nos es dado prim aria-
separarse de é1. Ahora bien, con'ro son nuestros métodos los qr-re han
mente el todo concreto del cuerpo animado (corno, por ejernplo, en-
de ajustarse a las cosas y no las cosas a los rnétodos y a las ramas de
señaba W. Wundt en perfecta consecuencia con su paralelisrno),
la ciencia, es justamente inesquivable esta circunstancia, tan grave
sino que primariamente sólo nos son dados los <<signos fisicos» pro-
para toda filosofia, de la inseparabilidad real de las cuestiones.
17. Cf. E. Becher. Geitc,;wi,s,sc'nschiuficn uttrl lt'lutut'tt'isscnsc'hcrfÍen (<<Ciencias Tanto rnás irnportante es hallarse totahnente en claro acerca del
del espíritu y ciencias de la naturaleza>>),283ss. orden real cle los ¡troblemas siguiendo úuricaffrente el cual se pueda
IT
t?

304 Dcl .t'o ajeno Signi/icctc'ititt .t' orclen de Ios ¡trubIenrcr.; _105

encontrar el camino que conduz ca a esta solución concluyente de riedad. Tampoco para Münsterberg descansa nuestra prirnarla con-
la cuestión. Ahora bien, este orden es (como a nuestro parecer en vicción de la existencia de personas ajenas, ni en un razonamiento,
toda metafísica, o mejor, en todas las metaciencias) de la manera ni en unapercepción, o empatía e imitación, etc., sino en un acto de
qlle sigue. Base común tanto de la investigación gnoseológica co- ((reconocimiento»» (en el sentido práctico-ético) y <<consideración»
lno de la metafisica ha de ser, primero, el conocimiento eidológico, (en el mismo sentido) de la persona ajena conto punto de partida
o con abstracción de toda existencia., de la relación esencial entre el (X) de actos libres de posible reconocimiento y consideración recí-
yo y la comunidad en general; segundo, la exacta indagación de la procas. Tanto el objeto <<naturaleza)) cuanto el objeto de <<lo psíqui-
situación de hecho dentro de la idea natural del mundo. A ella con- co)) (como el resto de lo dado a la conciencia, el resto en cada ca-
tinúa inmediatamente la cuestión gnoseológica del origen del saber so todavía no objetivado erl <<naturaleza>> y dado sólo a <<uno»»).,
del yo ajeno, y a esta cuestión sigue la fundamentación en derecho tienen ya por supuesto este reconocimiento y consideración de su-
de este saber, en el caso del conocimiento empírico, por la crítica jetos de voluntad, resporlsables,, ajenos. Como una teoría prir-naria-
del conocimiento. Únicamente despachadas ambas cosas se puede mente ética del yo ajeno hay que designar también la manera de
y debe oír a la psicología comprensiva y de observación. ver de A. Riehl, que qr-risiera comprender por la <<simpatía» la con-
vicción de la existencia del yo ajenore. Tarnpoco H. Cohen se halla
6. El problema
del individuo y la coffrunidad y el del <«yo»» y los
tan lejos de esta básica rranera de ver, cuando deriva la existencia
conlo sujetos anín-ricos es, finalmente y en el sentido más
«<otros))
de las ((personas)) en general exclusivamente del reconocimien-
fundamental, también un problema de valor, tanto un problema éti-
to de un ser humano (en tanto este es mero objeto natural) corno
co como un problerna jurídico. Hay, en efecto, toda una serie de fi-
pública persona jurídica, hasta el punto de que una persona tendría
lósofos que incluso han intentado justificar, partiendo únicamente que valer colno no-existente (incluso en cuanto persona írltitra,
de este aspecto, la existencia de los sujetos personales ajenos, y que
moral, religiosa) mientras no estuviese reconocida colrlo específi-
consideran cualquier otra manera de poner la existencia de los mis-
ca ((persona j urídica))20.
mos exclusivamente como derivada del objeto de la idea de un ((ser
Estas teorías exclusivamente éticas, no se diga las jurídicas, de-
responsable>>. En la forma más exclusivista, pero también más clara
ben rechazarse en todos los casos. Representan la pura inversión de
y más rigurosa.,atacóya J. G. Fichte la cuestión por este lado. Argu-
la identificación antigua, platónica y aristotélica, del <<biell)) con 1o
menta aproximadamente así. partiendo de una primitivct cottciencia
«existente»» (omne ens est bonunr), del grado positivo del valor con
del deber, o de una pura conciencia de lo que debe ser (que para él el grado del ser, una identificación que se presenta de una fflanera
es no sólo, con Kant, el supuesto de toda aprehensión de un valor,
tan plástica, por ejernplo., en lavoz griega éoóóg (el noble y el li-
y de todas las decisiones prácticas, sino también de toda afinnación y
bre) que significa etimológicamente el que ((es)). Lo que hay de
negación teórica de hechos objetivos, en el sentido de su interpreta- parcial y torcido en ambas teorías lo hernos rechazado en otro lu-
ción del <<prirnado de la razón práctica sobre la teórica»»), en cuanto
EZr, fundando al rnismo tiernpo nuestra repLllsa (cf. Der Formalis-
núcleo y esencia del «yo>» puro, hay que «exigir»» la forzosa existen- t?tlts in der Ethik). Pero esta repulsa no debe hacer pasar por alto el
cia de sujetos cjenos con el carácter de un yo ((para los cuales») ((yo)) relutivo valor de verdad de estas dos teorías. Yo lo veo en que, si
pueda tener deberes (cualesquiera). Toda idea teórica acerca de la bien en el orden óntico la existencia de la persona precede necesa-
existencia del yo ajeno es dependiente de esta eviden cia práctica de riamente a slt valor, es sinrultánea con su esencia (en cuanto indi-
mi conciencia del deber, anterior a toda posición teórica de una exis- vidr-ro) en el rnisrno orden, en el orden paranosotros (flgóg ripclg)
tencia. Esta manera de pensar de J. G. Fichte ha sido en los últimos es de hecho el valor de la persona lo que se da con anterioridad, sin
tiernpos recogida singularmente por H. Münsterberg'* con toda se-
19. A. Riehl, Kt'iti:i.sttttt.s II; cf. la crítica de O. Ktilpe ert su libro Die Rculi-
18. H. Münsterberg, Gruntl:t'iga cler Ps.t,c'hologic («Principios de psicolo- tl (<<La rcalizaciórr»).
.siarung
gía»> ), prinrera parte. 20. H. Cohen, Erhil¡ tles rcinan Willar,s («Etica de la voluntad pr-rra»>).
30ó De I .t'o ujeno Signi/'ic'ttc'iltn .t' rtrden clc los ¡trcblcnru,s j07

duda no a su existencia -corno quiere nuestra teorí a éttca- pero sí cerrada intencionahnente con ellos la referencia esencial a otros se-
a su esencia. El darse el valor de la persona anteriormente al darse res y personas rnorales, remiten de hecho y ya de suyo, en virtud de
de su existencia (no al darse de su esencia sólo) es según leyes su naturaleza de actoS, & seres y personas ajenos, sin que por ello
esenciales irnposible, ya que no puede haber un ser de valor sin estas personas ajenas tengan que estar dadas ya previamente en la
existencia, ni en la esfera del darse, ni en la esfera del ser. Y esto es experiencia contingente; sin que, ante todo, se esté autorizado para
así n-rás aún cuando se añade encirna el otro error de querer fundar sLlponer que estos actos -nosotros los llamamos actos por su esen-
en los actos de reconocirniento y consideración el darse el valor, cia sociales- surjan y se prodLtzcan únicarnente en el comercio efec-
que es el fundamento de todo deber ser ide al y mucho más de todo tivo del holnbre con el hombre. Antes bien, justamente estos actos
((reconocimiento» de un deber ser tal. El acto de <«reconocimiento y vivencias r-nuestran., al hacer Llna investigación más exacta, que no
y consideración>> daría completamente en el <«vacío»>, si ya no le es- se les puede reducir a Lrna cornbinación de actos y vivencias pre-so-
tuviese dada de antelnano la existencia eu cuanto persona de algo ciales rnás sirnples sumados ala experiencia accidental de la exis-
V) V el ser de valor de este ente. tencia de otros seres humanos. Estos actos y vivencias muestran
Pero, no obstante, lo poco posible que es que la persona (como que ya con arreglo al contenido esencial de la conciencia hutnana,
«libre»> centro de actos moralnlente respollsable) <«valga)) y rnerez- es la sociedad de alguna manera interiormente presente a todo indi-
ca ((consideración»» antes de su existencia o se «<dé»» así antes de la viduo, y que no sólo es el hombre parte de la sociedad, sino qLre
misma, un punto es en esta teoría perfectarnente exacto: a saber, el también la sociedad es conlo lazo de uniór'l una parte esencial de él;
que de las puras relaciones de valor,, y de las correspondientes re- que no sólo es el yo un ((miernbro» del nosotros, sino también el
laciones de conducta dependiente del valor entre las personas, bro- nosotros Lln miembro necesario del yo22. Más aútn, será cosa de pre-
tan evitlenc'icts'emocionoles clel saber paro el .ser del vulor (y,,por guntar si esta esencial referencia del yo singular-individual a una
etrde, también de la existencia"),lr,"oJticts (esto es' autónomas) e in- posible comunidad no es una referen cta mtiltiplentente cualificada.,
clepenclientes de los fundamentos ónticos (teóricos), de las perso- de suerte que antes e independientemente de todo ernpírico y acci-
nas ajenas y de las contunidades de ellas. Es decir, sería de hecho dental tomar conocimiento, e independientemente de toda efectiva
un gralt error afirmar que un ser que se lirnitase puramente a sen- acciór-r recíproca de los hombres entre sí, pudiera encontrarse, por
tir, atnar y odiar, y querer (sin rudin-lento alguno de conducta teóri- medio de una investigación puramente inmanente y del conoci-
ca, esto es, aprehensiva de objetos), no podría poseer en absoluto miento del contenido esencial de actos de toclo yo,, esta referencia
ninguna clase de evidencia de la existencia de personas ajenas. Por a una pluralidad de formas de agrupación esencialmente diversas y
el camino indirecto de la conexión esencial que encadena necesa- de valores colectivos colllLures. Conlo Lrn caso especial de estas for-
riamente la existerrcia y el valor (o el juicio de existencia y la esti- rras de courunidad, pero ala vez conlo la condición fundamental y
mación del valor), muy bien podría un ficticio ser tal, puramente sLrpren-ra para la posibilidad ideal de la existencia de todas las de-
estinlativo y práctico, cornprobar Ia existencia de aquel frente al rnás, se pone de relieve la cornunidad de toda persona con Dios en
cual tuviese responsabilidad y deberes y por el cual sintiese silnpa- cuanto la persona de las personas, colnunidad fundada en los actos
tía. La conciencia llloral por sí sola es,, en efecto, Lrna ((garantía»> itt- retigiosos del amor de Dios, el temor de Dios, [a acloración de Dios,
direc'ftl, l1o directa.,y no se diga primaria, no sólo del posible valor, la responsabilidad y corresponsabilidad «<frente>» a Dios, la con-
sitto tanrbién de la existencia de las personas ajenas. No sólo éste ciencia de culpa, la gratitud, etc. ,, para con Diosrr. Es, en particular,
o aquel acto moral, sino todos los actos, vivencias y estados ltlo-
ralnrente relevantes ( culpa, mérito., responsabi I idad, coltc ierrcia del 22. Así ha fbrnrulado f-elizmentc est¿t idca rnía J. Plenge; cf. su LJber c'histli-
c'han Srriu I i,stn u.\ (<<Sobre el socialisrno cristiano» ).
deber, alnor, protnesa, gratitud etc.)., en la medida en que está er1- 23. Los criterios <<¿rcto reli-gioso)), es clecir, las notas con la pre-
esenciales del
sencia de las cuales el anlor, el temor, la gratitud tienen carácter <<religioso>>, los he
2l . Ell la rtrec-lida exactanlente en que a todo ser valioso de algo le es por ne- expuesto detalladamente en Lbm eu'igctt ittt Mcttsc'ltcn I (<<De lo eterno en el honr-
cesidacl <<inherente>> la existencia del nrislno algo. bre>»), en Gc,suttttttelfe W? rke Y.

)
308 Dcl .t'o u.f etto S i gn i./i c' ct c' i (t n .t, o rcl e n d e I o s' p rut b I e nt u.s _l09

la evidencia ética de la obligatoriedad objetiva de actos de prorne- en el sentido de la tesis de que la persona recibe su valor úntca-
sas, en general, lo que resulta en absoluto incomprensible sin recu- mente de la relación en que se halla (por ejemplo, W. Wundt) con el
rrir a Dios colno el sujeto correlativo de una relación entre perso- todo de una comunidad (por ejernplo, coll su ((voluntad general»»).
nas anterior por su origen a todas las demás. Y es claro, además., El materialismo pluralista y el sistema del valor del singularismo
que según la forrrla en que dentro de una determinada lltanera reli- de la lucha (al que pertenece, por ejemplo, también el <<socialismo>>
giosa de ver a Dios y el mundo se intuya, sienta y piense esta rela- marxista de la lucha de clases2t) se corresponden entre sí exacta-
ción social y colectiva con el Ser sLlpren'lo, habrán de conforffrarse mente con la r-nisma necesidad con que se corresponden el singu-
también, de un lrodo radicalmente distinto, todas las dernás rela- larismo de la armonia e individualisrno (por ejemplo, el liberalisnro
ciones éticas de la persona con la comunidad humana y sus varie- inglés clásico) y el sistema del deísmo; o como se correspottden el
dades furrdarnentales (corno también con la naturaleza viva infra- monisrlo, pandemonismo y panteísmo de toda suerte y el sistetna
humana). Este suprerno principio de toda sociología de la religión del valor del socialismo auténtico (el orgánico, es decir, en el que
y toda teoría de la idea religiosa de Dios y del n-lundo no está to- el individuo singular existe para el <<todo»)); y cotno se correspon-
mado a la experiencia histórica,, antes bien, tiene esta experiencia de el solidarisrno personalista con el teísrno (con arreglo a nuestra
que ser analizada bajo sur inspiración y direcciórr para descubrir las tesis, según la cual la persona y el todo existen independientelnen-
íntilnas y necesarias relaciones de sentido entre los sistenras reli- te y el uno para el otro, pero nunca sólo el uno para el otro, sino
giosos y los sisternas de cornunidad social de toda formara. Así co- ambos a la vez para Dios corno persona y únicametrte <<en»> Dios
Iro a toda teoría del conocirniento del yo ajeno corresponde, según tarnbién por su parte uno para el otro).No menos se corresponden,
lo antes dicho, una determinada n-retafísica de las relaciones socia- en el sentido de las congruencias de sentido que establece la teo-
les ónticas,, de análoga rranera corresponde tanrbién a ambas a sLl ría pura a priori de la idea del mundo, los sistemas de ideas gno-
vez un sistenra idealmente paralelo de ética social y un sistema re- seológicos y éticos. La antigua <<teoría del contrato»), qLle surrgi(t
ligioso (o antirreligioso) idealmente paralelo. históricalnente de la escuela de Epicuro, corresponde, por ejcnr-
Conduce tarnbién aquí a grandes errores el qLlerer tratar, por plo, exactamente alatcoría delrazonamiento de analogía y a la dc
ejemplo a la matrera de la escuela alenrana del suroeste, los pro- la subjetividad de las cualidades y fonnas (iunto con el consecuett-
blemas del valor con entera independer-rcia con respecto a los proble- te nonrinalismo de los conceptos). Pues si puedo tener en Lln saber
nlas de la existetrcia; conlo si fuese conciliable cualquier convicción cualquier contenido de conciencia, por eje plo, el azul de este lá-
acetca de la relación óntico-metafisica entre individuo y comunidad piz situado ante mi., idénticctmente en común con otro hon-rbre -y no
colt toda doctrina de la teoría del valor acerca de la relación del va- únicarnente en el sentido de la existencia de <<dos)) azules, lneros
lor de la persona con el valor de la conrunidad. Pregúrntese quien efectos iguales de una cosa sin cualidades sobre los nervios senso-
quiera seriamente si es posible a la vez negar la existencia metafisi- riales y el alma míos y del otro-, sucumbe ya el razonamiento de
ca sustancial de la persona espiritual (conlo Spinoza, Hegel,, Scho- analogía para <«todo»> contenido de conciencia aJeno.
penhaLrer, Hartmann, etc.)., considerándola conlo un modo o Lllta Estas y parejas ((congruencias de sentido» deben ser, pues, bien
función de Ltno y el misn-ro Espíritu infinito, y darle en el sentido tenidas en cuenta. Tarnbién la filosofía sistemática necesita justo
del personalisnro del valor e individualisnro un valor preferente so- para su progreso, su-r duda no por manera forzosa de la <<Historia de
bre el todo de la comLuridad de que es el nriernbro. O a la inversa: la filosofía>> que procede cronológicamettte, pero sí de ls teoríct
afirntar esta existencia sustancial y a la vez ser socialista del valor pura y aplicada de la idea del mundo, que, sin enunciar nada sobre
la verdad y la falsedad, somete a una investi gación independiente
24. Una descripción concreta de estas relaciones entre iglesias, sectas y de-
lnits clcntl'o clc los grLtpos cristi¿uros la lla hecho de un rnodo excelente E,. Troeltsch 25. Con toda claridad está encarnada tarnbién históricamente esta conexióll
t-rr slr Srriullagrctt dar t'hri.stlic'ltan Kirc'han ttntl Grup¡tctt (<<Doctrinas sociales de esencial en Dentócrito,, E,picuro, Lucrecio Caro, que reducen naturalezay sociedad
las iglesias y grLlpos cristianos>>). a la luerza y el choque de elernentos úrltinros; taurbién en T. Hobbes.
310 Del .t,o cjeno Signi/icación y orclett cle los ¡troblentas 3il
la congruencia, suj eta a leyes necesarias, entre las ideas de las dis- surgió por primeravez dondequiera que la población de un territo-
tintas partes de los tipos de sistemas filosóficos. rio o de un «país» cerrado creció en mayor medida por acumula-
Únicarnente construida por completo la teoría de los grados de ciones desdey'rcra (inmigración, etc.), que de su propia sangre. Así
la simpatia desde la unificación afectiva hasta el amor acosmístico es como acaba por ser la teoría de la <<sociedad>» l1or' é§oXt1v.
de la persona, podemos aclararnos filosóficamente todo lo que en Igualmente claro es que , a la inversa, la teoría de Aristóteles, del
la historia de los usos, costumbres y derecho, desde los primitivos üvrlgrrlfiog [óov ¡ro].LtLxóv, desarrollada por los yusnaturalistas de
hasta el presente, tiene relación con el gran problema de una «ad- la Iglesia que lo confirmaron a él junto con la filosofia del Pórtico,
hesión solidaria»», origen y disolución de siempre nuevas solidari- hasta hacer de ella la teoría de un <<instinto originario de la especie»
dades (asociación y disociación de los grupos). Los diversos siste- que vincula moral y jurídicamente al hombre con la comunidad ya
mas de la venganza de sangre, poÍ ejemplo, están fundados, en su antes de toda experiencia y de todos los «compromisos y contratos»»,
desarrollo hasta llegar al derecho penal del Estado, íntegramente tan sólo representa una formal tzactón y ampliación de aquellas rela-
sobre diversa s estructuras de conducta simpática26. Su historia es ciones cognoscitivas y morales entre los hornbres que existen en la
una reiterada disolución de más antiguas unificaciones afectivas, forma de la comunidad de vida (en la medida en que encierran jun-
hasta llegar a una simpatia cada vez más distanciada y finalmente tarnente la sangre,latradición, el país y el lenguaje natural, «<natu-
ala indiferenci a21 . La ((expansión»> de las simpatías y su elevación ralmente»» en oposición al lenguaje culto de forma personal) a la
ctralitativa y espiritualización (en el sentido positivo del amor y ne- relación con la especie en su totalidad. Como teorías aspirantes a
gativo del odio) significa siernpre al par una nueva reanudación y una validez universal deben, por tanto, ser rechazadas ambas.
una nueva disolución de unidades de agrupación solidarias. Tam-
bién a las mismas cambiantes teorías filosóficas de la sociedad de-
ben reconocérseles sus verdades parciales, partiendo del cambio
anterior de las estructuras de la simp atía. La teoría del contrato, por
ejemplo, está primitivarnente fundada, con seguridad, en el senti-
miento de extrañeza ante el que se tiene socialmente enfrente y con
el que se tiene que tratar (exactamente como la teoría del razona-
miento de analogía en cuanto teoría psicoló gica). Probablemente

26. La imposibilidad de que el irnpulso y la idea de la expiación, necesarios


a la constitución de la idea de la pena,, se deriven en ningúrn modo del simpatizar de
un tercero con el impulso de yenganza del perjudicado contra derecho, la he mos-
trado en Der Fbrmulismus in der Ethik uncl die materictle Wertethik, en Gesatnntel-
te Wbrke II (versión cast.: Étic'a; t'ttrcr,o ensovo cle.fitntlctrnent«ción tle Ltn persot'tu-
li.smo ético, Caparrós, Madrid 2001). Cf. también mi ensayo sobre <«Reue und
Wiedergeburt»> («Arrepentirniento y renacimiento»), en Vom ewigen im Menschen
I («De lo eterno en el hornbre»»), en Gesamntelte WerkeY,27-59.
27. El «prójimo»> puede ser definido (en cuanto fenórneno) justamente como
el ser humano en relación al cual ya no es posible originariamente sirnpatizar y sen-
tir las mismas vivencias que é1, hechas patentes directamente (o sea, sin ««interpre-
tación»,, «reflexión>», <<razonamiento»») en su expresión (traje, indumentaria). Esta
<<inseguridad»> frente a él (que ya depara ala comunidad natural el dialecto ajeno)
es lo que hace -en tanto el espíritu y el ánimo están preponderantemente vincula-
dos a la comunidad- que se le sienta tan fácilmente como «enemigo)), en todo caso
como el <<otro») respecto a la comunidad es decir, como un tal que ya no participa
en el «mundo sensible»» rigurosamente idéntico de la comunidad correspondiente.
2

La evidencia del tú en general

En mi libro Der Formalismus in der Ethik und die materiale


Wertethikt y tomando como base el experimento mental del «Ro-
binson» (gnoseológico), es decir, de un ser humano que nunca hu-
biese visto seres semejantes a sí mismo, ni percibido señales y hue-
llas de ellos de ninguna índole, ni hecho en cualquier otra forma la
experiencia de la existencia de tales seres, he planteado la cuestión
de si tal «Robinson» podria tener o no un saber de la existencia de
una comunidad y de sujetos psíquico-espirituales análogos a él
mismo; y si podría saber, además, que «pertenecía»» a semejante
comunidad. Y he respondido positivamente a ambas cuestiones y
afirmado que tal «Robinson» jamás pensaría: <<no hay ninguna co-
munidad y yo no pertenezco a ninguna; yo estoy solo en el mun-
do»; ni tampoco le faltariala intuición de la esenciay la idea de
una comunidad en general; sino que pensaría: «yo sé que hay co-
munidades y que pertenezco a una, o a vanas; pero no conozco a
los individuos que las constituyen, ni los grupos empíricos de
aquellos por quienes están compuestas las comunidades existen-
tes»». En el Apéndice a la primera edición de este libro, que apare-
ció antes que la Ética, no había distinguido todavía exactamente
estas dos cuestiones: saber de la esencia de la comunidad y de la
existencia de un tú en general y saber de la existencia contingente
de un miembro de la comunidad o de una determinada comunidad
histórica. A partir de la primera edición de la É¡ca, en todos mis
cursos he expuesto siempre mi teoría haciendo la más rigurosa dis-
tinción entre ambas cuestiones y las respuestas a ellas. Desde en-

l. M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, en


Gesammelte Werke II (versión cast. : Éficot nuevo ensayo dgfundamentación de un
personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001), en adelante Etica.
3t4 Del yo cjeno La evidencia del tti en generul i /-t

tonces no podía ser para mí una censura y un reproche, slno una o actualmente),, ni tampoco de ninguna <<certeza tntuitiva de algo
particular satisfacción, el ver reconocida iguahnente en toda su pu- que no se puede experimentar)), puesto que ciertamente son deter-
reza una <<certeza originaria del tú»>, e incluso ((una conexión esen- minadas experiencias de sí mismo -aunque intuidas y considera-
cial entre la certeza que el yo tiene de sí mismo y la que tiene del das eidológicamente- a paftir de las cuales o a parttr del «punto
tú»», en el libro de Johannes Volkelt, La conciencia estética (p. lll muerto» del las cuales Robinson se forma esta idea del «tú»», esta
de esta obra de 1920). Cierto que los fundamentos dados a su tesis idea de la ((comunidad en general».
por J. Volkelt son totalmente distintos de los dados por mí en la h¡- Hans Driesch ha polernizado de un modo muy interesante en sLl
ca,y mucho más de los algo más extensos que expongo aquí. Vol- Filoso.fia de lo orgánico (2 ed., p. 528-534) conTh. Lipps, mi doc-
kelt habla de una <<certeza intuitiva» -en el sentido en que ha ca- trina anterior presentada en el Apéndice y J. Volkelt. La teoría ern-
racterizado exactamente las notas generales propias de su esencia pirista del razonamiento de analogía no le basta a él tampoco. La
en su libro Certezo y verdad (1918,p. 539)-, definida como una afirrnación, por otra parte, de que «la intuición del tú particular tie-
<<aprehensión inmedtata de algo que no se puede experimentar»». ne lugar por medio, cuando menos, de la percepción intuitiva de
Como yo no comparto las teorías gnoseológicas fundamentales de los movimientos del cuerpo ajeno», afirmación que dirige contra
Volkelt en ningún punto -ni tampoco su doctrina de la <«certeza in- nrí, la concedo plenamente por lo que toca ala existencia de ((psi-
tuitiva)), y en particular no puedo admitir una <<aprehensión inme- coides»» (en el lenguaje de Driesch) ajenos y de su lado interior psí-
dtata de algo que no se puede experimentar»», antes no puedo me- quico real, o coordinado en forma consciente de un modo riguro-
nos de considerar esta teoría como un dogmatismo objetivista cuyas samente paralelo. No puedo concederlo por lo que toca al admitir
consecuencias no son en absoluto previsibles- tiene poca utilidad la existencia de personas espirituales, porque el admitir ésta sólo
que la critique y que polemice con ella aquí. Según mi ÉUca, tiene supone, como enseña lo que sigue, contenidos de un sentido racio-
la evidencia, y la evidencta a priori objetiva y subjetivamente, fren- nal en cualquier rnaterial significativo objetivo, en modo alguno
te sólo a la «experiencia»» accidental de la observación y la induc- necesariamente el que se dé un cuerpo vivo. Para Driesch n-rismo
ción, que el Robinson posee justamente una base intttitiva precisa se agre gan aún, sin embargo, el razonarniento de analogía, que re-
de la existencia de un «tú)) en general y de su pertenencia a una co- tiene en un plano secundario: l) La categoría a priorl, solamente
munidad. a saber, la conciencia precisa y bien delimitada del vacío intuible, de la <<totalidad»), que se llena de contenido empírico coll
o la conciencia de la no existencia (en el sentido de la existencia el cuerpo propio y con el ajeno de un modo igualmente prirnitivo,
accidental de una genuina esencia previamente dada) para actos y tarnbién con rni vida psíquica; 2) el saber de un «paralelismo>»
emocionales como los que representan, por ejernplo, los actos pro- ante todo entre la totalidad de rni cuerpo y la totalidad de rni alma.
pios de las «genuinas)) formas del amor al prójimo. En lo que res- Como me son dadas ambas cosas, admito por un razonamiento de
pecta a los actos de tendencia, se podría decir también: «la concien- analogía también almas ajenas, o los procesos de conciencia que
cia de falta de algo»», la «conciencia de no estar lleno»» que nuestro huy en ellas. Nosotros no decimos,, en nllestra terminología, otra
Robinson viviria, por imperativo de leyes esenciales, siempre que cosa sino que el mundo del túr o el mundo de la comunidad es una
llevase a cabo actos espirituales y afectivos que sólo pueden formar esfera esencial del ser exactamente tan independiente corrro la es-
una trnidad objetiva con sentido junto a posibles actos sociales re- fera del rnundo exterior, la esfera del rnundo interior, la esfera del
cíprocos. De estos vacíos esencialmente precisos e inconfundibles cuerpo vivo y su medio, la esfera de lo divino. Ahora bien, para to-
con que tropezaria, por decirlo así, la ejecución de sus actos inten- da genuina esfera irreducible del ser es válido qLre esté dada en
cionales, emergería para é1' en nuestra opinión, la intuición e idea cuanto totalidad esencial como <<fondo>> previamente a la posición
superlativamente positiva de algo que no estaria ahí como esfera de la realidad de todo posible objeto en ella, Que, por tanto, no corls-
del tti y de lo que tan sólo no conocería ningtin ejemplar. Ni se tra- tituye en modo alguno la sola suma de todos los facta contingentes
taba, ni se trata de ninguna de las llamadas «ideas innatas»> (virtual contenidos en ella. Esta doctrina del darse previo de determinadas
3t6 Del .t,o a.jeno Lu evitlenc'iu tlel tú ert gertuul 3t7

esferas del ser que se hallan en rigurosa correlación con clases de cuando la excitación de estos instintos y factores irnpulsivos de toda
actos, enteramente determinadas en cada caso, siendo en particular suerte les hace I ) preceder a la sensación y percepción del cuerpo
así en todo posible humano ((saber de algo»), constituye un supues- ajeno ; 2) condicionar y dirigir el paso del urnbral por la sensación
to general de eidología del conocimiento para toda la teoría del co- y percepción siernpre «posibles>>, pero sólo esto, colno efecto de
nocimiento profesada aquí como se mostrará más exactamente en los estímulos y procesos sensoriales; 3 ) capaces preelnpíricalnen-
otro lugar. Siempre y en todas partes hay que separar netamente es- te de captar e <«interpretar el sentido»>, digárnoslo así, de conteni-
te <<problema de las esferas»: l) del problema de la realidad -por dos del cuerpo vivo perceptibles, conlo, por ejernplo., los órgattos
ejernplo, la realidad del mundo exterior, la realidad de lo divino, sexuales y rnanifestaciones condicionadas sexualmente., por ejern-
etc.-; 2) de la cuestión de cuáles seanlosfacta o hechos reales pre- plo,, el reclaffio, el canto de las aves en la época del celo, sólo en es-
cisos y determinados que haya efectivamente en una de estas esfe- te caso es lícito considerarlos como factores vitales preentpíricos
ras previamente dadas. para el tener de la psique vital ajena.
Lo que no estaba precisado aún por nosotros o lo estaba sólo in-
suficientemente, tanto en la ÉUca como en el Apéndice, era la di-
.fbrencia tan profunda que existe entre la manera de darse los cen-
tros vitales psicofísicos unitarios ajenos (una cuestión que se
refiere igualmente al hombre, al animal y ala planta) y la manera
de darse los centros espirituales personales ajenos, y hasta qué
punto entra un factor a priori en el admitir unos y otros centros o
sólo en el admitir una de las dos clases. Pues no sólo en la esfera de
los actos espirituales (de conocimiento y morales, por ejemplo) es
lícito suscitar la cuestión de un previo darse a priori del «tú» en ge-
neral, sino con no rrrenor licitud en la esfera de todas aquellas for-
rras vitales psíquicas del saber (instinto) y del tender (factores im-
pulsivos con una «dirección» primitiva) que poseen un ser, una
esencia y unas leyes totahnente independientes de los actos noéti-
cos y de sus leyes. ¿Hay un instinto vital primitivo para todo lo vi-
viente en todo ser vivo y un impulso análogo, hostil o amistoso, del
ser vivo hacia el ser vivo en general, anteriormente a toda expe-
riencia precisa? ¿Hay un instinto del hornbre para el hombre en ge-
neral (y un análogo <<impulso social universal humano») o es la
asociación impulsiva e intuitiva (pacífica o en lucha) tan sólo una
consecuencia objetiva de instintos e impulsos de la especie, por
ejernplo, de los irnpulsos sexual y de reproducción, de apetitos de
presa especificados, es decir, <<orientados» por naturaleza y preem-
píricarnente hacia determinadas especies de seres vivos, y de aná-
logos irnpulsos de poder, dorninación, subyugación y los corres-
pondientes de entraEZ, servidurnbre, rendimiento e imitación?2. Sólo
preernpírico),, presuponen en rnodo alguno las llamadas ((representaciones intra-
2. Ya se ha dicho
que ni el concepto del impulso de dirección específica (ten- tas>>. Cf., respecto de esta cuestiórt, S. Freud, Ic'hunol_t'se und Mussett¡ts.t'c'hologie
dencia preempírica) ni tarnpoco el del instinto de dirección específica (saber vital (<<Psicología de las nrasas))), que niega un irnpulso social general.
3

La percepción del prój imo

Las dificultades de este problema se deben, en su mayor parte,


simplemente a haber admitido que a cada cual le es «dado»» <<ante
todo» tan sólo el yo propio y sus vivencias, y que entre éstas es
también sólo una parte de vivencias, imágenes, etc., las que se re-
fieren a otros individuos. La cuestión es entonces: l) ¿Cómo pue-
de distinguirse esta parte de la otra parte,la que se refiere en cada
cual a su propio vivenciar? 2) ¿Cómo adquiere la parte que se re-
fiere a otros el derecho de dar a conocer facticamente la existencia
de estos otros? Medios de resolver estas dificultades han sido has-
ta aquí tanto la teoría de que los ««razonamientos de analogía» son
los que conducen al resultado, concluyendo de la percepción de
movimientos expresivos iguales a los nuestros propios, que vivi-
mos como consecuencias de la actividad de nuestro yo individual,
la existencia de iguales actividades de un yo en el prójimo, como la
teoría, defendida especialmente por Th. Lipps, de que se trata de
una «creencia»» en existencias anímicas ajenas fundada en un «pro-
ceso de empatia>> del yo en el fenómeno del cuerpo ajenor. Pero
ninguna de ambas teorías logra alcarzar su meta.
La teoría del razonamiento de analogía como teoría genéticaya
ha sido sometida a una cntica anonadadora por Riehl y Lipps. En
primer término, y como indica ya Hume,la mencionada creencia
existe sin duda alguna también en los animales, que con seguridad

l.
Th. Lipps reduce a una creencia ciega también la existencia de la vida psí-
quica pasada, de la que igualmente sólo nos es <«dada» una imagen interpretada co-
mo ((ecuerdo»», así como el admitir la existencia de un mundo exterior. Esto es por
lo menos consecuente. Lipps consigue con ello que la existencia del yo ajeno no
sea siquiera menos cierta ni de otro modo que la existencia de la vida psíquica pa-
sada y del mundo exterior.
320 Del .t,o t4jeno
La percepción elel prójimo 32 t

no hacen ((razonafiiientos de analogía». W. Kóhler dice en sus in-


surgir nuestra imagen del mundo son exactamente puras ficciones.
vestigaciones Dentostración de la existencia de -funciones estructu-
Quizás es lícito, por lo que respecta a los primitivos -tal como los
rales sencillos en el chintpancé ! en la gallina: «No es dificil hacer,,
ha descrito muy bien Levy-Bnihl- ir todavia más allá y decir: Pri-
por ejemplo, que todos los chimpancés de la estación miren ala mariamente es todo lo dado en general «expresión)), y lo que lla-
vez exactamente hacia el mismo sitio, simulando de repente el es- mamos desarrollo por medio de un «aprehender») no es una adición
panto rnás vivo y fuando la vista como hipnottzados en el punto ulterior de componentes psíquicas a un mundo corpóreo de cosas y
que se desea. Inrnediatamente se estremece asimismo toda la so- ((muerto»>, previamente dado, sino una progresiva decepción de que
ciedad negra, corno herida del rayo, y queda fUa en el mismo sitio, tan sólo algunos fenórnenos sensibles se manten gan corno funcio-
aun cuando no hay a allí absolutarnente nada que ver. Con arreglo a nes representativas de una expresión, los otros no. «Aprender») es
la interpretación usual irnplica esto un razonarniento de analogía en este sentido una des-animación, no una animación creciente. Pe-
con tni conciencia»». También será dificil atribuir razonamientos de ro, no se puede atribuir e injertar al niño, ni se puede atribuir e in-
analogia a un niño de 25 dias. Y sin embargo declara Miss Shinnl jertar a los primitivos la imagen del mundo del adulto civilizado,
que su sobrina había manifestado interés por los rostros humanos para luego admitir procesos reales que tendrían por rnisión trans-
ya en aquella fecho, o sea, mucho antes de reaccionar a estímulos formar esta irnagen en la del niño y del prirnitivo. Con razón ha
cromáticos sirnples. Parejamente, son las unidades sonoras de la censurado Levy-Brühl este proceder en H. Spencer y otrosa. Pero,
voz humana, no estímulos acústicos sirnples, lo que primero des- además, sin duda que tenemos una conciencia de nuestros movi-
pierta la atención y el interés. Según las investigaciones de W. mientos expresivos -siempre que no pensemos en un espeJo nl na-
Stern sobre la psicología de la infancia, puede observarse ya en el da semejante-, sólo que exclusivamente en la forma de intenciones
segundo mes de la vida que el niño no permanece indiferente a la de movimiento,s y consecuencias de sensaciones de movimiento y
vozy alafaz de la madre, sino que es inducido por ellas ((a sonreír de posición, mientras que de otros seres sólo nos son dadas, en pri-
levemente»». Hacia la mitad del primer año de la vida puede com- ffler lugar, las imágenes ópticas de estos movimientos, que por lo
probarse la existencia de una conducta diferente ante las diferentes pronto no son iguales o parecidas en nada a aquellos otros datos
unidades de expresión de los rostros de los padres. Muy exacta- nuestros. De hecho pasan las cosas así, que sólo hacemos ((razona-
mente observa Koffka a este respecto: <<En este caso quedaría la hi- mientos de analogía» allí donde suponernos ya la existencia de al-
pótesis de que fenórnenos, con-ro 'alnistad' y 'hostilidad' serían gunos seres animados y tenemos alguna noción de sus vivencias,
más primitivos que,, por ejernplo, el de una manch a azul" (p . 96,, pero al darse movirnientos expresivos semejantes a los de otros se-
I . c). De éstos y sernejantes hechos inferimos nosotros que la «<ex- res rnejor conocidos por nosotros, tenelnos dudas acerca de si a un
presión>» es inclLlso lo printero de todo que el ser hurnano apre- movimiento le corresponde el sentido de un movimiento expresivo
hende en una existencia que se encuentra fuera de él; y que, por lo (así, por ejernplo, con los animales inferiores). Pero tampoco en es-
pronto,, sólo aprehende fenórnenos sensibles cualesquiera en el te caso (análogamente sucede, por ejemplo, al juzgar los movi-
grado y rnedida en que logran ((representarse)) en ellos unidades mientos de enfermos mentales o en el caso en que tememos una si-
anínricas de expresión. Pero no sólo no se trata aquí del «razona- mulación) lleva jarnás el razonamiento de analogia a admitir la
miento de analogía», sino que tampoco puede tratarse de los com- existencia de la animación en gen eral, sino sólo a admitir si se es-
plicados ((procesos de asimilación» que B. Erdrnann admite en sus tá ante ella en aquel caso determinados, o la especial calidad de vi-
trabajos, para explicar el primer ((comprender»»r. Los retales de
sensaciones de los que la psicol ogia asociacionista quiere hacer 4. Cf. también sobre esto las acertadas consideraciones de K. Koffka, Die
Grundlagen der ps),chischen Entv,ickung,224-248, ««sobre el tlundo de los niños».
2. M. W. Shinn, The mental clevelo¡tment o.f'u chikl (<«El desarrollo mental de 5. E. Becher considera que sólo con que haya anirnación de lo ajeno en un ca-
so particular, hay anirnación de lo ajeno en general. Es indiscutible. Pero lo deci-
un niño»»), [Jniv. of Calif. Stud., vols. [-4
sivo es que la aprehensión de un movimiento de una peculiaridad corporal como
3. B. Erdmann, Reprutdttkliort,s¡t,s.t,c'hologie («Psicología de la reproducción»). ((expresión» presupone ya admitir que el organisrno como un todo está animado,
322 Del ),o a.ieno La perce¡tción clel prójimo 323

vencias que pueda tener lugar en é1, pot ejemplo, memoria, aten- ferencia existente entre aquel círculo de casos en que errónea-
ción, placer, etc. En tercer lugar, es indudable que admitimos la mente empattzariamos un yo o un alma (como, por ejernplo, en
existencia de animación, incluso en aquellos animales cuyos movi- toda animación prirnitiva, infantil y mitológica de lo muerto) y
mientos expresivos (y «acciones») en nada se parecen a los nues- los otros casos, en que hay una efectiva animación, corno, por
tros humanos, por ejemplo, en los peces, aves, etc. Finalmente, el ra- ejemplo, en el de los demás hornbres. La teoria tampoco logra
zonamiento de analogía -aun cuando fuera hecho y existiese el distinguir, por un lado, la empatía como fuente de conocimiento
material necesario para hacerlo, y se hiciese siernpre que se admi- de la existencia de yos ajenos y,por otro, la empatia del conteni-
te la animación- no conduciría en ningún caso al contenido de la do y esencia del yo meramente estética, por ejemplo, en un retra-
suposición que está en cuestión. Pues sería lógicarnente correcto (y to, o de Harnlet, de esta persona del mundo artístico, en el gesto
no una quaternio terminorum), en efecto, el razonamiento de ana- corpóreo de un actor. Precisamente aquí no se puede dect a base
logía sólo cuando dijera que si existen movimientos expresivos de qué dato tendría lugar el proceso de la ((empatia>> del yo pro-
iguales a los que yo llevo a cabo, existe allí tantbién mi yo,pero no pio. ¿Bastan para ello, digamos, cualesquiera contenidos ópticos
Lm vo ajeno y distinto. Si el razonamiento pone un yo ajeno, distin- de la percepción? Seguramente no, puesto que no nos ((empatiza-
to de mi yo, es un Íazonamiento falso, una quaternio terminorum5. mos)) en toda clase de contenidos ópticos. Se dice que son nece-
Finahnente, obsérvese el contenido de esta suposición. Esta supo- sarios contenidos ópticos de <<movimientos expresiyos>» o al lne-
sición implica que hay otros individuos anímicos que en cuanto ta- nos de modos de conducirse de sere s vivos. Pero esta respuesta no
les son distintos de mi yo. Ahora bien, el razonamiento de analogía favorece la cosa . La idea de que las imágenes ópticas de movi-
sólo podría en todo caso conduc.r a la suposición de yos ajenos en mientos cualquiera, son irnágenes de movimientos expresivos, es
la rnedida en que éstos fuesen iguales a mi yo; jatnás, pues, ala una idea que presupone ya precisamente la noción de la existen-
existencia de individuos anímicos ajenos. cia de un algo animado ajeno. El interpretarlo colno ((expresión>»
Pero tarnpoco conduce a la meta la teoría de la creencia y de no es el fundamento, sino la consecuencia de esta suposición. En
la em¡tatía. Lo que ella da es una hipótesis sobre el proceso por el cuanto a la recurrencia a los seres vivos, no basta, porque, con
cual se llega a la suposición. Pero jamás podrá asegurarnos del arreglo a la teoría de la empatía, no puede existir un «fenómeno
derecho a hacer esta suposición. Sólo una ((creencia»> ciega, no de vida» dado como independiente y objetivo en la percepción ex-
una evidencia, ni siquiera una suposición fundada (como sería, terna, y cuyos objetos fenoménicos fuesen para nosotros «vivos))
empero, por naturaleza el razonamiento de analogía) es lo que la
por tener en sí este protofenómeno, sino que también el fenómeno
teoría haria comprensible. Pues la coincidencia del proceso de la de lo vivo en general debe ser explicado por una empatía de nues-
empatía con una animación real de los cuerpos corl los que ((em-
tro propio ^sentintiento de vida, es decir, de un hecho psíquico7.
patizaríamos>», sería aquí una pura ((casualidad». Por eso, tampo-
Sería, pues, una empatía doble con la que habría que contar aquí:
primero, una empatía de nuestro ((sentirniento de la vida)) en cier-
co logralateoría de la ernpatía señalar de ningún modo alguna di-
tos complejos sensibles, y una segunda «empatia del yo»), que ten-
y que la existencia de nna cualidad especial (placer, etc.) sólo puede concluirse dria lugar dentro del todo de este complejo ya «vivificado»». Pero
cuando están previamente dados tanto el real estar anirnado como la relación espe- entonces sólo estaría desplazada la cuestión. Pues habría que pre-
cífica entre la vivencia y la cualidad expresiva. guntar: ¿Con qué datos objetivos está justifi cada la empatía del
6. La den-lostración cle que no l-ray aquí uinguna qtrufernio terntinorum, inten-
tada por E. Becher (Über NuÍur- und Kulturu,i.ssencha/ien [<«Sobre las ciencias na-
turales y culturales>»] ,1922), no nos parece lograda. No se trata de cómo llegamos 7. Pienso mostrar en otro lugar qué erróneamente interpreta los hechos de la
a admitir distintas vivencias que se lin-ritan a no ser las nuestras, sino de cómo lle- vida la <«teoría de la ernpatía», que va rnano a rnano con la biología mecanicista
gamos a adrnitir un yo ajeno, QUe no tiene <<nuestras» vivencias por larazón de que desde Descartes. Apenas hay alasazón una tarea más irnportante para la filosofia
son s¿/s vivencias, es decir, del yo ajeno. El ser yo ajeno nos es dado antes de las que la de dar una base fenomenológica al conocimiento de la vida y con ella a Ia
distintas vivencias de este yo. El paso del yo propio al ajeno es un paso totalmente biología. Lo que en derecho le corresponde dentro de la teoría del conocimiento
diverso del paso de un yo ajeno dado a otro, segundo, a un tercero, etc. con igual independencia respecto de la química y fisica que de la psicología.
324 Del vo ajeno Lu ¡,terc'epción del ¡trójimo -il5

((sentimiento de la vida»?8. Finahnente, la teoría de la empatía En general, sería una suposición falta de todo fundamento la de
tampoco conduce al contenido de la suposición de la existencia de que la conciencia se presente como un yo individual, ya sea úrnica-
yos ajenos, es decir, ala suposición de individuos ajenos con un mente por rnedio de su actividad de expresión, o a través de la con-
yo. Tampoco ella lograría sino dar apoyo a la creencia en la exis- ciencia de un cuerpo vivo perteneciente a ella -desde el punto de
tencia de mi yo <<también»» allí, pero jamás ala de que este yo fue- vista objetivo, únicamente a través de los fenórnenos corporales
se un yo distinto. Sólo através de un engaño lograría dar apoyo a correlativos en el sistema nervioso y su pertenencia a un cuerpo fí-
tal suposicióne. Repárese además en el hecho de que no sólo sa- sico determinado- o también únicamente gracias a los conteniclos
bemos que hay individuos anímicos con un yo ajeno, sino que ernpíricos particulares de las vivencias, como se dan en la percep-
también sabemos que jamás podemos aprehenderlos adecuada- ción interna, rnientras que independiente de estos factores dife-
mente, en su peculiar esencia individual. Pero todavía sabemos renciales seriatan sólo la idea de una <<conciencia>> en general, la
precisamente esto. No es que sólo porque vivamos el yo aprehen- rnera <<forma de una conciencia»>. Sin embargo, bien podrían estar
dido como perteneciente a otro cuerpo, lo aprehendamos como cuerpos físicos y contenidos de la conciencia del cuerpo vivo, in-
una individualidad singular; sino que sabemos que también el yo cluso enteramente iguales, coordinados a individuos psíquicos con
mismo es un «individuo» que aprehendemos, y un individuo dis- un yo todavía diferentes. Tarnbién una ((conducta»» y un ((compor-
tinto de nuestro yo, y sólo por esto sabemos que es <<otro», lejos tamiento»» iguales pueden poseer correlatos psíquicos sensibles en-
de que sea para nosotros Lu1 individuo por ser <<otro)). Para saber de teramente diversos. Sin duda yo no digo con Lipps: mi cuerpo es el
la existencia de un yo individual, no se necesita en absoluto del <<mío»> sólo porque ((ffre)) sé como individuo y como este individuo

saber de su cuerpo. Tarnbién allí donde se nos dan cualesquiera que vive y es activo dentro de é1. Esto me parece demasiado decir.
señales y huellas de su actividad espiritual, colno, por ejemplo, Pero yo vivo mi cuerpo corxo rnío (y también el cuerpo ajeno cottto
una obra de arte o la sensible unidad de una acción voluntaria, perteneciente a otro), porque es ala misma persona concreta y uni-
aprehendemos sin más un yo individual activo. Con razón dice tarta ala que yo sé pertenecientes ambos, el yo y el cuerpo (colno
Xenopol, refiriéndose a la suposición de la existencia de personas cuerpo físico y animado). Tanto el yo como el cuerpo encuentra en
históricas: Si hubiese que partir de la noticia de haber sido visto la pertenencia, susceptible de ser vivida , a la persona unitaria, su
corporalmente un individuo por alguien, no podríamos atribuir últinra individualtzaciónrr. Y tampoco es únicarnente lo que yo
existencia histórica, por ejempl o, z Pisístrato. Pues ninguno de los pienso, siento, quiero, etc., es decir, el contenido de la conciencia,
autores de nuestras fuentes lo vio. En carnbio, percibirnos distin- lo que da por resultado la individualtzación del yo. Exactamente
tamente la huella de la unidad individual de su acción política las rnisrras vivencias (como se presentan a una percepción interna
dentro de la vida pol itica de Atenas, y esto basta para atribuirle idealmente perfecta) podrían pertenecer a yos individuales diver-
existencia. Por el contrario, no atribuirnos existencia, por ejem- sos. Un «individuo» anímico no es nunca el mero <<conjunto»» o la
plo, al diablo, bien que pretendan haberlo visto en cuerpo un gran ((sulna» de sus vivencias; o una <<síntesis»> de ellas cuyo sujeto sólo
número de autoreslo. fuese ya una actividad de conciencia ((supraindividual>», una ((con-
ciencia en general»>. Antes bien, a la inversa, es toda vivencia una
8. Además, ¿cómo se quiere definir con rnás precisión el <<sentimiento de la vivencia concreta (ya no el rrero concepto o aspecto de una viven-
vida>», suponiendo que el fenómeno de la <<vida»> descansa úrnicamente en una em- cia tal) sólo porque yo aprehendo en ella simultáneamente un indi-
patía y no siendo lícito orientarse en un fenórneno vital previamente dado'/
9. Pero, unavez reconocida esta ilusión, sería el solipsistno la única conse- viduo que es un yo, o porque me resulta un símbolo de la existen-
cuencia lógica.
10. Finalmente tenemos que admitir que a todas las unidades de sentido «ra- I l. Respecto al concepto de la ((persona»», cf. mi tratado Det' Forntalismus itt
cionales» que encontramos expresas en ((una materia»» cualquiera son inherentes cler uncl clie mctteriatá WerteÍhirt, en Gesctmntelte Werke II (versión cast.: Ét¡-
Ethik
actos determinados esencialmente, y a estos actos un centro personal que imprimió ca; rtuevo ensovo de filndamentación de un personalismo ético, Caparrós,, Madrid
a la materia tal «sentido». 200 r ).
326 Del vo ctjeno Lo perce¡tción clel pr'óiinrrt _t 27

cia de un individuo talt2. Por esta razón,jamás de otros aprehendo l. yo y


¿Quien dice, en efecto, que son el propio individuo del
¡lrimariamente lneras vivencias sueltas, sino siempre el psíquico sus vivencias lo que en la dirección de la intuición en que son esen-
carácter de totalidad del individuo en su expresión total. Pequeñas cial y exclusivamente aprehensibles lo psíquico, un yo y sus viven-
alteraciones métricas de los cuerpos físicos a los cuales está adhe- cias, es decir, en la dirección de la intuición o la percepción «inter-
rido (nanz, boca, ojos, etc.) pueden alterarlo por completo, otras, na)) es ((ante todo» «dado»? ¿Dónde está la prueba fenomenológica
considerables, le dejan totalmente igual. El ánimo amistoso u hos- de esta afinnación?r3.
til de alguien respecto de mí lo aprehendo en la unidad de expre- <<Cada cual sólo puede pensar sus pensamientos, sentir slls sen-
sión de la <<mirada>», mucho antes de que yo pueda indicar, por tirnientos»», ¿qué significa esta proposición? ¿Qué hay en ella de
ejemplo, los colores o el tamaño de los «ojos». ((comprensible de suyo»? Simplemente esto: que sl empezamos por
Mas preguntémonos ahora si es.fenomenológicamente exacto el suponer un sustrato real de las vivencias que, por ejemplo, yo tengo
doble punto de partida de ambas teorías: 1) Que nos es <<dado>> {s indiferente de qué índole-, todos los pensamientos y sentirnien-
<<ante todo>> exclusivamente el vo propio.2) Que lo que nos es da- tos que ((yo)) pienso y siento pertenecen justarnente a este sustrato
do <<ante todo» de otro ser humano es exclusivamente el.fénómeno real. Ésta es una proposición tautológica. Dos sustratos reales, dos
de su cuerpo.físico, sus alteraciones, ffrovimientos, etc., y que, ba- sustancias anímicas, por ejemplo, o dos cerebros, no pueden, sin du-
sándose únicamente en este modo de darse, se llega -de algún mo- da, entrar ((uno en otro»» o trasmlgrar el uno al otro. Pero, dejemos
do- ala suposición de que está animado, a la suposición de la exis- por lo pronto a un lado en este lugar tan discutibles hipótesis metafi-
tencia del yo ajeno sicas. Mas, si las dejarnos en serio a un lado, como en general todas
Ambas suposiciones se presentan de preferencia como ((com- las suposiciones realistas, y hacetnos pura fenomenologia, pierde la
prensibles de suyo)»; y ambas proclalnan gustosas que no ((plrede proposición toda traza de ser comprensible de suyo. Nada es enton-
ser de otra manera»>. ¿Es que podernos pensar otros pensamientos, ces más cierto que esto: que podemos pensar tanto nuestros ((pensa-
sentir otros sentimientos que los «<nuestros»»? ¿Y podemos lleg ar a mientos)) corrro los ((pensamientos»» de otros, sentir (en el sirnpati-
conocer la existencia de un ser humano ajeno de otro modo que zar) nuestros sentimientos tanto coltlo los de otros. ¿No hablamos un
percibiendo <<ante todo» su cuerpo físico? ¿Qué otra cosa, pues, dia tras otro de esto? ¿No andamos distinguiendo continuantente,
podríalnos percibir de él antes que su cuerpo físico? Sólo de éste por ejemplo, ((nuestros»» pensamientos y aquellos que hemos leído o
parten estímulos hacia los órganos de nuestros sentidos; sólo por que se nos corrrun ica? ¿«Nuestros» sentimientos de aquellos senti-
intermedio de estos procesos fisicos están ligados entre sí los indi- mientos ajenos que sólo nos limitarnos a sentir reproduciéndolos, o
viduos anímicos. de aquellos de los que estábalnos contagiados (inconscientemente,
Pero reflexionemos: De nadaha de guardarse tanto el filósofo según nos damos cuenta en un exaffren ulterior)? ¿«Nuestra»» volun-
como de tornar algo por ((corxprensible de suyo)), y en lugar de mi- tad de la voluntad a la que nos lirnitarnos a <«obedecer)) y que preci-
rar a lo dado, quedarse en lo que con arreglo a cualquier presunta samente por ello se presenta a nuestros ojos ((colno)) ajena? ¿Así co-
teoría realista, <<puede ser dado». Ahora bien, es claro que en las lrro rluestra propia y auténtica voluntad de la voluntad que se nos
suposiciones anteriores se ha abandonado por cornpleto la posición <<da» ((coulo») nuestra en un engaño sobre nosotros mislnos., pero
fenonrenológica, reemplazándola por una realista y reemplazándo-
la secretamente. 13. La <<perccpción interna» es conlo dirección de acto distinta de la ((percep-
ción externa>i 1e¡ cuya esencia no entra todavía el producirse por rnedio de fun-
ciones de los sentidoi, mucho menos de los órganos de éstos). Esta distinción no
12. Cf.. a este respecto, n-ri libro Die Ick¡le cler Selltslerkentttnis, en Gesctttt- tiene, como se comprende de suyo, nada qLle ver con lo que para un individuo da-
ntelte Werke lll,2l5-392 (versión cast.: Lo.s íclolo.s clel autoconocintiento, Sígueme,
do está <<de¡tro>» y <«fuera>>. A la aprehensión de lo psíquico es «inherente>> esen-
Salamanca 2003), e igualmente H. Bergson, lntroduction ei la Métaph.t,sique (ver-
cia¡nente la upe.óepción interna», siendo del todo indiferente que el percipielrte se
sión cast.: Introducción a la mefa/ísica: ltt itttuición /ilo,só./íca. Siglo Veinte, Bue- perciba a <<sí mismo»» o perciba a otro. Cf. también sobre estos conceptos el texto
nos Aires 1973 ). Die ldole tler Selbstet'kenntnis.
328 Del .t,o a.jeno
La percepción clel prólimo 3:e

que nos ha sugerido otro, por ejemplo, en la hipnosis?, etc. Ya en es- Pues bien, estos grados de <<darse)) son lo que constituye el pun-
tos ejemplos tan triviales encontramos Lrna serie de casos «posibles» to de partida común para el desarrollo de la atribución paulatina, ca-
,de aquellos que ((corno se comprende de suyo» sería imposible. davez más precisa, del material de vivencias así «dado») a ((nosotros
Puede suceder que nuestro pensamiento se nos dé también ((co- mismos» y a <«otros»; parala reivindicación cada yez más precisa de
lno)) nuestro pensamiento; el pensamiento de otro ((como» el pen- lo <<propio» y la repudiación de lo <<ajeno». No acontece, pues, co-
samiento de otro, por ejemplo, al comprender, meramente, una co- mo suponen aquellas teorías, que tengamos que fo.larnos imágenes
municación. Éste es el caso normal. de las vivencias ajenas con el material de «nuestras>» propias viven-
Pero puede suceder también que se nos dé el pensamiento de cias dado <<ante todo»», para insertar luego en los fenómenos corpo-
otro no ((como)) tal, sino como un pensamiento <<nuestro»». Éste es el rales de los otros aquellas vivencias que jamás podrían presentár-
caso, por ejernplo, en las llarnadas <<reminiscencias inconscientes»» senos inrnediatamente como «ajenas)); sino que <<ante todo» se da
de lo leído u oído. Es tarnbién el caso cuando, contagiados por una curso a una corriente de vivencias indifbrenfe con respecto al yo y al
genuina tradición, tenemos pensamientos ajenos -por ejernplo, los tti,que encierra de hecho indistinto y tnezclado lo propio y lo ajeno;
de nuestros padres o educadores- por nuestros propios pensamien- y en el seno de esta corriente van formándose sólo paulatinamente
tos; en este caso pensamos «lo mismo que otros»», o también senti- remolinos de forrna más fUa qLre van arrastrando lentamente en su
mos ciertos sentimientos, sin ser conscientes fenoménicamente de círculo elementos siempre nuevos de la corriente y que en este pro-
la función del pensar o sentir lo mismo que otros. Justamente por ceso van siendo coordinados sucesivamente y muy poco a poco a
esto se nos dan los pensamientos o sentrmrentos ((como nuestros)). diversos individuos. Pero lo que siernpre funciona en este proceso
Puede suceder tan-rbién que un pensamiento o un sentimiento corno conexión de esencia se reduce a estas proposiciones: I ) toda
que es nuestro se nos dé <<como)) el pensamiento o el sentimiento de vivencia pertenece a un )¡o en general; y siernpre que se da una vi-
<<otro»». Así solían gustosos los escritores rredievales <<leer en» las
vencia, se da con ella tarnbién un yo en general; 2) este yo es por ne-
fuentes y obras de la Antigüedad clásica pensamientos propios o de cesidad esencial un vo indiviclttal que está presente en toda vivencia
su tiempo, por ejernplo, interpretar a Aristóteles en el sentido de las
en tanto se da adecuadarnente, que, por tanto, no está constituido
ideas cristianas. Mientras que la tendencia histórica moderna con-
por el <<conjunto>» de las vivencias; 3) que hoy en general el vo ),el
siste en vivir y considerar pensamientos que han sido recogidos in-
tri. Pero qué yo individual sea aquel al que pertenezca una vivencia
«<vivenciada», si el nuestro propio o uno ajeno, no está necesaria-
conscientemente y pensados mil veces ((con'lo)) pensamrentos pro-
pios y nuevos, consistía la antigua (medieval) en leer pensatnientos mente dado con el darse prirnario de las vivencias.
que eran de hecho propios y nLlevos en aquellos escritores que esta-
Mas si hay una predorninante inclinctc'ión general humana hacia
ban revestidos de utra especial <<autoridad>». El caso del «engaño de una de las dos direcciones mencionadas de engaño posible, no es
segLrramente el llarnado engaño de la empatía, por el que introdu-
ernpatía)) es el segundo. Justamente porque no se da aquí el proceso
de la ernpatía, se presenta lo vivido por el sujeto mismo como la vi-
cirnos en otros lo vivido por nosotros rnisrnos, sino la dirección
opuesfct, en la que vivenciamos vivencias ajenas corno nuestras
vencia del otro, ((colno)) recibido.
propias. E,s decir, <<ante todo»» vive el hornbre más en los otros que
Pero si las mismas vivencias pueden darse ((como nuestras)) 1,,

((col-no las de otros»», según muestran estos ejemplos, huy tarnbién el en sí mismo; rnás en la coffrunidad que en su individualidad. Prue-
bas de esto son tanto los hechos de la vida infantil como los hechos
caso en que una vivencia se <<da» simplernente, sin dar,se atin corno
de toda vida psíquica primitiva de los pueblos. Las ideas y senti-
¡tropia o como ajena; así es, por ejemplo, por lo pronto, siempre que
mientos y tendencias en que vive un niño, son -prescindiendo de
dudamos si es lo uno o lo otro el casora.
las generales, como el tener hambre, sed, etc.- ante todo plena y
14. ¡Cierto! ««Referido al yo» de un modo puramente formal está tarnbién en
este darse el ((pensatniento», pues esto entra en su esencia. Pero este «yo)) es sólo do; nrucho rlenos el <<yo propio», qLre sólo puede darse en oposición relativarren-
te a uno «aJeno», a <<otro»>.
un valor Iocal en la fbrnra rlúrltiple y la fbnna unitaria de la couciencia, nada vivi-
330 Del )'o ujeno Lu percepción clel prójimo
)),
-)-) /

exclusivamente las del mundo qLre le rodea, las de sus padres , pa- to y que, cuando empreza a aprehender sus propias vivencias, si-
rientes, hermanos mayores, educadores, las de su patrta, de su pue- tuadas más allá de este prirnitivo umbral colectivo, puede emplear
blo, etc. Fundido en el «espíritu de la familia)), se le oculta ante to- también para comprender el mundo circundante, porque ellas mis-
do su propia vida casi por cornpleto. Perdido extáticamente e mas tienen en éste su origenr5.
hipnotizado por las ideas y sentirnientos de este mundo efectivo su- Exactamente esta fusión en el alma de la comunidad y en los
yo, sólo alcanzan a rebasar el nivel de su atención interna aquellas esquemas y formas de esta corriente muestra también toda huma-
incluso de sus propias vivencias que encajan en los esquemas so- nidad prirnitiva. Así coffro el poder del lenguaje penetra profunda-
ciológicamente condicionados que forman, por decirlo, así el lecho mente en la solitariay tranquila vida del alma, y donde falta la uni-
de la corriente psíquica del mundo psíquico que le rodea. Única- dad de la ¡talabra o cualquier otra forma socialmente válida de
mente de un modo muy lento elnerge., digamos, la cabeza de su expresión de una vivencia, ésta misma no suele destacarse por se-
propio espíritu de esta corriente que pasa rugiendo por encirna de parado de la corriente del vivenciar, así tarnbién es en general la
é1, y se encuentra a sí mismo como Lln ser que también tiene a ve- posible significación e importancia socialde una vivencia quien se
ces sentimientos, ideas y tendencias propias. Pero esto únicarnen- interpola como una forma selectiva de la interpretación posible en-
te tiene lugar en la rnedida en que el niño objetivct !, coll ello, ga- tre la pura percepción interna y lo vivido, y justamente con ello
na «distancia)) respecto de las vivencias de su mundo circundante proyecta su sombra, por decirlo así, sobre la propia vida individual
((en)) las cuales vive, ante todo, conviviéndolas. El material psíqui- y la oculta del individuo que la vive. Si hoy consideramos como
co de las vivencias que puede decirse que casi ((rnarna con la leche «patológico»» el que un ser humano parezca confonnar involunta-
materna)), no es el resultado de una transmisión de ideas vivida co- riamente sus vivencias con arreglo ala forma de consideración y a
mo una ((comunicación»» de éstas, etc. Pues para qLle haya ((comu- las direcciones de valoración de su mundo circundante (por ejenr-
nicación»» es esencial que ante todo comprendamos el <<contenido plo, conlo un síntoma de la histeria), este rasgo, al igual que otros
comltnicado>» colllo un producto del <«que lo comunica»», y al ((coln- rasgos análogos, es considerado hoy como rasgo característico de
prenderlo>>, vivamos simultánearnente su procedencia del otro. Pe- la vida prirnitiva en generalr6. El irnpulso de venganza del mienrbro
ro, justamente este aspecto falta en aquella especie de transmisión de una farnilia o de una unidad gentilicia ante toda lesión u ofensa
que tiene lugar ante todo entre el individuo y su mundo circundan- infligida a un miernbro de la rnisrna unidad, por ejernplo, no es el
te. Un juicio que se pronuncia, la expresión de una emoción, etc., resultado de una <<simpatía>» (la cual supone justamente que el do-
no es aquí ante todo «comprendido)) y vivenciado con-lo la exterio- lor se dé conto ajeno), sino de un vivir la lesión u ofensa inrnedia-
rización de un yo ajeno, sino que es coejecutado, sin que ni siquie- tamente corno «propia»>; un fenómeno que tiene su fundarnento
ra el ((co)) dc csta <<cocjecución»> llegue a darse fenoménicamente; precisamente en qlre el individuo vive ante todo mucho más en la
pero esto quiere decir que prirnariamente es vivido ((como»» juicio cornunidad que en sí mismo.
propio y ((conlo») ernoción propia. Únicarnente en el recuerdo, y en Pero ¿cómo es posible una percepción de la vida psíquic a aje-
na? Volvárnonos desde el hecho fenomenológico de que una vida
cuanto que en sazón del recuerdo ha progresado por «madurez)),, no
por experiencia, el proceso de separación del vivenciar propio res-
I5. En este hecho descansa el que una plerla comprensión de la historia de la
pecto del vivenciar ajeno (y rnediante ésta también la de los distin- vida espiritual de un pueblo (o de una comunidad religiosa) en úrltirno término, só-
tos contenidos de las vivencias), toma las rnás de las veces la vi- lo sea posible al que pertenece al grupo y ha pasado por su «tradición»». A recono-
vencia el carácter de una vivencia recibida de fuera. Pero mucho cerlo así llega también Lanrprecht en su artíctúo Kultur¡tolitili: Deutsche Revue
(l9l2) diciernbre.
antes de que un niño haya alcanzado ni siquiera de lejos el estadio 16. Este primitivisnro vuelve actualmente a estar vigente en los f-enómenos de
en que resulta capaz de practicar una neta clisfinción entre él mis- psicología de las masas, de los que sería fácil mostrar que encierran muchas cosas
qlre en el individuo habría qLle considerar como «patológicas»>. Es posible, por
mo y el mundo psíquico circundante, está ya llena, su conciencia
ejenrplo. encontrar en los procesos psíquicos de las masas toda una serie de fenó-
de ideas y vivencias cuyo origen efectivo le es perfectamente ocul- nlenos característicos de la histeria.
332 Del y6 ajeno La percepción del ¡trójimo 333

psíquica puede darse por medio de una ((percepción interna)), sien- éstas alteraciones corporales en A, a las cuales o se adhiriese (corno
do por lo pronto indiferente que se trate de «mi» vida o (en esen- efecto) una vivencia de A igual o semejante a la vivencia de B;
cia) de la de otro ,hacia la cuestión de cómo tal sea posible. ¿Es que mientras que de facto la percepción interna de A puede aprehender
la «percepción interna)) no es eo ipso <<autopercepción»? ¿Es posi- desde luego inmediatamente la vivencia de B,y los indicados pro-
ble «percibir»> internamente el yo y la vida de otro? cesos causales sólo condicionan las estimulaciones suscitantes de
La respuesta negativa, ((comprensible de suyo)), que ha encon- aquel acto y a la vez la elección del determinado contenido dentro
trado hasta aquí esta cuestión, ha sido sencillamente el resultado de de la esfera posible de la percepción interna del prójimor7.
no haberse distinguido las esferas de la «intuición» interna (así co- En el caso de que sea justa esta explicación, no habría de trans-
mo las esferas del interno percibir, representar, senti. y otras aná- currir el proceso objetivo en absoluto de otro modo que con arreglo
logas) y la esfera del «sentido interno». La «intuición interna)) no a la interpretación tradicional, según la cual la percepción interna
queda en absoluto definida con la definición por el objeto, según la de cada uno está limitada exclusivamente a las vivencias psíquicas
cual el sujeto de la intuición interna se percibiría «<a sí mismo». Yo propias y la transmisión de una vivencia de B a A sólo puede ser
puedo «percibirme exteriormente»» ((a mí mismo»» tanto como a objetivamente el resultado de que la vivencia de B actúe sobre su
cualquier otro. Cada mirada que dir¡o a mi cuerpo fisico, cada con- cuerpo, este cuerpo sobre el cuerpo de A, este último sobre su «<al-
tacto con el propio cuerpo vivo enseña esto: si toco con el dedo me- ma)), engendrándole así causalmente una vivencra igual, mientras
dio mi pulgar, existe en la doble sensación uno y el mismo conteni- que el conocimiento de la vivencia de B descansaría en un razofla-
do de sensación en las superficies de dos órganos diversos. La miento o una empatía de la vivencia de A en B. En el sentido de
infuición interna es, pues, una direcsión de actos en la que podemos nuestra interpretación tendríamos que decir: el acto de intuición in-
llevar a cabo los actos correspondientes frente a nosotros mlsmos y terna de A abarca no sólo los procesos de su propia alma, sino en
a otros. Esta dirección de actos abarca, €fr cuanto a sus «posibili- derecho y como posibilidad el entero reino existente del ahna -co-
dades», de antemano el yo y el vivenciar del otro tan exactamente mo una corriente todavía indistinta de vivencias-. Y así colno apre-
como abarca mi yo y mis vivencias en general y no sólo el inme- hendemos desde luego nuestro yo presente sobre el fondo de la lo-
diato ((presente»». Cierto que se necesrtan crertas condiciones para talidad de nuestras vivencias temporales -y no lo formamos
que en el acto de la intuición interna se me presenten vtvenclas aJe- únicamente mediante síntesis del yo presente con anteriores esta-
dos del yo recordados-, igualmente aprehendemos también nuestro
nas. Pero tales condiciones se necesrtan no menos para que se me
presente una vrvencra propia. Cierto que a estas condiciones tam-
propio yo siempre sobre el fondo de una conciencia que lo abarca
todo que se vuelve cadavez más indistinta, en que también se dan
bién pertenece la condición óntica de que mi cuerpo padezca efec-
el ser del yo y el vivenciar de todos los otros como en principio ((con-
tos cuyas causas residan en el cuerpo del otro o partan de é1. Por
tenidas con)) ella. No sería, pues, el percibir los yos ajenos y sus vi-
ejemplo, mi oído tiene que ser alcanzado por las ondas aéreas de su
vencias, sino sólo el contenido especial en cadacaso, el que de es-
voz, si he de comprender algo dicho. Pero esta condición no necesi-
te gran contenido total nos resultaría en cada caso justamente vivo,
ta en absoluto determinar unívocamente el acto de mi comprensión
la emergencia de un yo y de su vivenciar a partir de la gran co-
de estas palabrus; su existencia resulta comprensible también por el
rriente total de la vida anímica universal, lo que estaría <<condicio-
hecho de que con arreglo a leyes esenciales: l) a todo acto de posi-
nado»» por los procesos que tienen lugar entre nuestros cuerpos vi-
ble percepción interna es inherente un acto de posible percepción
vos. El peculiar proceso recíproco del comprenderse a sí mismo y
extern a; 2) al acto de la percepción externa es inherente de hecho
también una base «sensible» externa. El proceso por medio del cual 17. Sólo dentro de la exposición total de la teoría general del conocimiento
se le da al individuo A una vivencia del individuo B tiene que trans- tomada aquí por base se puede mostrar que tampoco en la percepción externa de-
termina nunca el estímulo la naturaleza de lo percibido, sino sólo el que se perci-
curnr en este espaclo de juego enteramente ((como si» esta vivencia ba esta naturalezay no otra, y que esto mismo es valido para la relación del recor-
tuvrese que provocar primero ciertas alteraciones corporales en B y dar con la reproducción y la asociación.

¡
334 Del vo ajeno La percepción del prójimo JJ5

a los otros que Schiller formula en las palabras: <<Sí quieres com- los fenómenos de expresión internos localizados en el cuerpo del
prender a los otros, mira a tu propio corazón, si quieres compren- yo, entonces aunque la vivencia seguiría modificando de alguna
derte a ti mismo, mira lo que hacen los demás>», ganaria mediante manerala totalidad de la intuición interna,yd no se productria nin-
esta interpretación una comprensibilidad muy distinta de la que tie- guna percepción especial. Así también la comprensión y la repe-
ne en aquella primera. Todo el que ha aprendido lenguas extranje- tición verbal interna de lo leído están tan estrechamente entrela-
ras sabe que únicamente por este medio se le han dado a conocer zadas que si se sujeta sólidamente la lengua, se rebaja fuertemente
así la particular arquitectura de las unidades de significación, como la comprensión. Estos hechos y otros análogos muestran que tam-
las restantes peculiaridades fundamentales de la propia lengua. ¿Y poco ante la intuición interna dirigida a nosotros mismos llega una
es menos válido esto para todas las direcciones de la vida y la con- vivencia a destacarse sobre la corriente total de la vida inmediata-
ducta nacionales, patrias, profesionales y demás regidas por la uni- mente, sino sólo por mediación de la acción de la vivencia sobre el
dad de un grupo? F,s exactamente el mismo acto de diferenciación estado del cuerpo vivo. En el fondo no existe, pues, en este punto
dentro de un todo por lo pronto poco diferenciado el que hace lle- absolutamente ninguna distinción tan radical entre la percepción de
gar a la claridad de la conciencia simultáneamente lo propio y lo sí mismo y la del prójimo. Aquí y allí sólo se llega a una percep-
aJeno. ción en tanto el estado del cuerpo vivo es modificado de alguna
Es una falla fundamental de las teorías que quieren derivar de manerz, y el estado del yo percipiente se traduce en alguna forma
<<razonamientos)) o procesos de <<empatia>> el conocimiento de los de expresión o en alguna rnodificación del cuerpo vivo. Así es co-
yos ajenos, el inclinarse de antemano a menospreciar la dificultad mo aprehendo no sólo, por ejemplo, la concepción artística de otro,
de la percepción de sí mismo, tanto como a sobreestimar la de la mediante el proceso y el resultado de su realtzación, sino que tatn-
percepción del prójimo. Ya no se comprende que justamente el bién la concepción artística propia rnadura únicamente en el lllis-
((conocimiento de sí mismo» haya sido designado desde antiguo mo proceso y recibe solamente su organtzactón precisa en t¿tttto sc
como el «más dificil»», y gue, por ejemplo, Nietzsche haya podido anuda a ella este procesors. Así como el pintor únicaltrcntc cn cl
proceso de realización penetra en la plenitud de colores, luz y sonr-
formul ar la profunda sentencia: <<cada cual es para sí mismo el más
lejano»» (a saber, para el conocimiento, y, añado yo, justo porque
bras de su objeto externo, pero no lo ve primero, para reproducirlo
luego, así también está ligada toda percepción de sí mismo ala tra-
prácticamente es ((para sí mismo el más cercano»). Lo Que, en
ducción de lo que se haya de percibir en tendencias expresivas.
efecto, no se advierte, es que aquella medida de viveza. también de
Fuera, pues, una idea totalmente erróneala de que primero nos
un proceso anímico propio, que es necesaria para que emerja de la
percibiríamos simplemente a nosotros y nuestras vivencias, para
vaga totalidad del propio vivenciar total en cada caso, se hall a tan
luego experimentar, en una mera agregación aditiva, nuestras ten-
poco vincul ada meramente al acto de la intuición interna como el
dencias y movimientos expresivos y nuestras acciones, así como
proceso anímico ajeno, sino igualmente ala posibilidad de causar
sus efectos sobre los estados de nuestro cuerpo vivo. Semejante
alteraciones determinadas y eficaces sobre la zona periférica del
percepción de sí mismo puramente «intraanímica)) es una mera fic-
yo corporal (o del cuerpo vivo del yo). Una vivencia propia llega
ción. Lo que sucede es más bien que la organización y la aplica-
a ser una percepción especial únicamente en la medida en que se
ción de ciertos valores de viveza en la corriente anímica, que nos
descarga en intenciones de movimiento y (por lo menos) en ten-
traen determinadas partes de ésta ala claridad de la percepción in-
dencias a la expresión. Así, es un hecho fácil de constatar que una
terna, es un resultado de la medida en que se dan las posibles uni-
fuerte represión de la expresión de una emoción siempre tiene la
dades de expresión e igualmente las posibles unidades de acción (y
tenden cia a expuls arla simultáneamente de la percepción interna.
su «significación» parael estado del cuerpo vivo) que están en si-
El júbilo o el amor cuya expresión se refrena, tampoco no sigue
siendo simplemente la mism a para la percepción interna, sino que 18. Cf., a este respecto, la teoría del arte de K. Fiedler, en especial su obra
se disipa. Si se alcanzara lo imposible, es decir, aniquilar también Urspung der lQ,tnsttritigkeir («Origen de la actividad artística»).
336 Del vo ajeno La percepción del próiimo 337

tuación de determinarlas. Tampoco de la esencia de nuestro ((ca- todo arte genuino: ni reproducir lo dado (lo que sería superfluo), ni
rácter») moral tenemos una experiencia completamente despren- crear algo en un juego subjetivo de la fantasía (lo que no podría me-
dida de la esfera de la acción, digamos por obra de una pura visión nos de ser efimero y de todo punto indiferente para todos los de-
previa del yo, sino sólo en el transcurso de nuestras acciones mis- más), sino avanzar en el universo del mundo exterior y del alma, pa-
ffIas. De aquí resulta comprensible también lo mucho que la direc- ra hacer ver y vivir objetos y seres que escondían hasta entonces las
ción específica de la percepción de sí mismo en cada caso, la se- convenciones y las reglas establecidas. La historia del arte es en es-
lección de lo que percibimos y no percibimos en nosotros, depende te sentido una sucesiv a marcha conquistadora del mundo de la in-
de las previas direcciones de la atención de nuestr o mundo circun- tuición -del mundo interior y del exterior- para la aprehensión po-
dante a nuestro yo. [Jna vivencia cuyo carácter general -el que sea, sible; y parauna forma de aprehensión que no habria ciencia capaz
por ejemplo, ((compasión»» o «<impulso de ven ganza>), ((vergüenza>> de dar. Un sentimiento eue, por ejemplo, hoy percibe en sí todo el
o «alegría»»- sabemos situado en las direcciones de la atención del mundo, tuvo que ser en otro tiempo arrancado para la percepción
mundo circundante, sin que necesite ser objeto de atención en el distint a a la pavorosa opacidad de nuestra vida interior por una cla-
momento, tiene una posibilidad mucho mayor de ser percibida tam- se de «poetas»; análogamente como en la vida económica es hoy
bién por nosotros mismos. E inconscientemente para nosotros mis- <<artículo para las masas)) lo que empezó por ser en otro tiempo un
mos, se conforman {n amplia medida- nuestro vivenciar con arre- lujo (por ejemplo, el café, el té, la pimienta, la sal, etc.).
glo a la organi zación de las direcciones de la atención de nuestro Hay dos teorías metafisicas de la relación entre el alma y el
mundo circundante. También el lenguaje y sus unidades psicológi- cuerpo que dificultan superlativamente la comprensión de los he-
cas de significación arrojan su red organi zadora. articuladora, en- chos del conocimiento de la vida anímic a ajena. La una es la anti-
tre nuestra intuició, y nuestro vivenciar. Aquello en nuestro viven- gua idea del influjo mutuo entre dos sustancias, es decir, la doctri-
ciar para lo cual hay un término de expresión -y esto es siempre un na de una <<sustancia anímica)) enc errada en sí, que sólo por medio
vivenciar que, en cuanto puesto de relieve por el lenguaje común a de acciones causales podría influir sobre el cuerpo correspondien-
todos, tiene que existir también para los <<otros»»- entra como vi- te, y por medio de la acción de éste sobre otros cuerpos, sobre el al-
venciar en nuestra percepción de nosotros mismos por modo total- ma de B.Laotra es la teoría del llamado «paralelismo psico-físi-
mente distinto de aquello que es «indecible»». Está dado en un plano co)), con arreglo a la interpretación predominante del cual toda
anterior alo indecible. Por eso, los poetas -y todos los creadores de vivencia psíquica de A debe tener en el cuerpo de A un correlato
lenguaje-, a quienes ((un Dios otorgó el decir lo que padecen»», unívoco, o sea, una acción psíquica de ,4 sobre B no podría sino ser
cumplen una función mucho más alta que la función de expresar producida por medio de la acción de los cuerpos de A y B uno so-
bella y grandiosamente sus vivencias, y las hacen recognoscibles a bre otro. Con arreglo a ambas teorías quedaria excluidala posibi-
quienes atienden a ellos como vivencias dadas ya a ellos. Sobrevo- lidad de una percepción interna del prójimo. Con arreglo a ambas,
lando por encima de las redes de esquemas dominantes en que, por viviría todo ser humano en cárcel psíquica propia y tendría que
decirlo así, el lenguaje dado apresa nuestro viven ciar, gracias a la esperar lo que el nexo causal metafísico introdujera por encanto
creación de nuevas formas de expresión, hacen también a los de- en ellare. Pero estas teorías yerran ambas los hechos y no prestan
más ver en sus propio vivenciar lo que puede entrar en estas nuevas
y más maduras formas; y ensanchanjustamente con esto la posible 19. Si se entiende este paralelismo como una relación de dependencia recí-
proca y unívoca entre cada cambio psíquico y cada cambio fisico, habría que ad-
percepción de sí mismos en los demás. Así dan un verdadero paso
initir támbién fenómenos «psíquicos» concomitantes de las ondas de aire y de luz
hacia delante en el reino del alma y resultan, bien se puede decir, que causan mi audición y visión de B, fenómenos que, naturalmente, habrían sido
descubridores en este reino. Ellos son los que trazannuevos surcos inventados sólo para favorecer la hipótesis. También este admitir impltcaría la ad-
misión además de una acción psíquica a distancia, como ya Sigwart (Logik, I I ) ha-
y miembros en la contextura de la corriente y enseñan así a quienes
ce resaltar con razón. Muchas indicaciones acertadas también en K. Osterreich, en
atienden a ellos lo que éstos viven. Tal es, en efecto, la misión de su libro sobre los fenómenos ocultos.
338 Del yo ajeno Lu percepción del prójimo 339

atención a los fenómenos2j . Nada de cuanto en lo dado de la intui- el proceso en el sistema nervioso. Antes bien, existe exclusiva-
ción interna y externa tiene fenómenos concomitantes corporales mente una relación de dependencia indirecta entre el contenido
(objetivamente exhibibles), es el puro contenido esencial de la in- particular de cada caso de percepción del sentido interno (como de
tuición, sino tan sólo la manera de darse de aquella parte del conte- la capacidad de distinción de los hechos de la intuición interna) y
nido total de ésta que tiene además con el cuerpo vivo una relación aquellos procesos; pero esta relación, gracias a que a todas las mo-
causal. Solamente los impulsos vitales de movimiento efectivos dificaciones de cada cuerpo vivo corresponden otras dos modifi-
(pero no por ello «dados»» sin más) del cuerpo vivo y de sus estados caciones simultáneas: l) procesos nerviosos en el cuerpo físico;
cambiantes tienen en el sistema nervioso fenómenos concomitan- 2) la elección de aquello entre la totalidad del vivenciar anímico
tes correlativos. Y sólo porque la modificación del sistema (inter- que cae dentro de la percepción interna por modificaciones del al-
no) del cuerpo vivo es también una condición para que se desta- ma correspondiente al cuerpo vivo2r.
quen los procesos psíquicos de aquello a que apunta la intuición Ahora bien, de lo dicho resultan comprensibles una serie de he-
interna hasta la esfera de una ((percepción»> posible, es también vá- chos que hasta aquí han sido demasiado poco atendidos. Lo que
lido mediatamente que hay parutodo distinguir, elegir, poner de re- por medio de la percepción del prójimo nunca podremos ((perci-
lieve (perceptiblemente) algo en la vida total, corrientes corporales bir»», son exclusivamente los estados del cuerpo del prójimo viven-
nerviosas que son una condición unívoca, no para el contenido ciados por éste, es decir, ante todo las sensaciones orgánicas y los
mismo del vivenciar, pero sí para su percepción. Así es el cuerpo sentimientos sensibles enl azados con ellas. Éstos son quienes cau-
vivo en conjunto sólo un analizador tanto del darse en el mundo san aquella forma de separación entre hombre y hombre que las
exterior y de lo que se <<destaca»» de é1, como de la corriente psí- teorías mencionadas admiten para la totalidad de las vivencias aní-
quica que tiende constantemente a desbordar sus límites. Es decir, micas. Cuando se ha intentado -muy erróneamente- distinguir lo
el cerebro y sistema nervioso y todos los procesos que tienen lugar psíquico en general de lo fisico, diciendo: «psíquico»» es lo que en
en él es lo único decisivo para la percepción, aunque no para la cada caso «sólo a uno)» puede darse, esta definición vale de hechtr
producción y el contenido de los procesos anímicos. La función del
exclusivamente para las sensaciones orgánicas y los sentimientos
sistema nervioso no es ((esencialmente» distinta para lo fisico que sensibles22. Nunca podré percibir el dolor fisico de otra persona o
para lo psíquico. Es condición de la percepción de su esencia, no
el placer sensible que le causa un manjar. Yo sólo puedo reprodu-
de su esencia misma, no se diga de su existencia. En la misma es-
cir una sensación semejante experimentada por mí mismo y con-
casa medida en que paru la existencia y naturaleza del sol y de la
cluir que el otro, ante excitaciones análogas, vive algo semejante a
luna hay determinados procesos corporales sin los que no podrian
lo que vivo yo mismo. Pero no pue do en este caso vivir lo mismo
existir estos cuerpos, sino sólo para el modo y manera de dársenos que otro o convivirlo, como, por ejemplo, un sentimiento espiri-
(como este círculo de luz en el cielo nocturno), en la misma hay en
tual de tristeza. Los estados cambiantes del cuerpo en punto a la
el sistema nervioso condiciones unívocas para la existencia y las sensación y el sentimiento están precisa y absolutamente ligados
propiedades de un proceso anímico; pero sí condiciones unívocas
al cuerpo determinado del individuo. Se puede, por ende, <<sentin»
para la manera de darse en la percepción interna. Es decir, el cuer-
rigurosamente el mismo padecimiento (aunque de un modo indi-
po vivo es con sus <<variaciones»> exclusivamente la condición de
vidualmente diverso), pero nunca experimentar la sensación del
las caras, los «aspectos»» que nuestro vivenciar toma para el senti-
do interno, pero jamás para este vivenciar mismo. 21. Exactamente la misma situación de hecho existe también en la percepción
No existe, pues, una concatenación causal inmediata, ni siquie- externa. Es un error pensar que su objeto, la naturaleza, tiene una relación de de-
ra una cadena de dependencia unívoca, entre la vivencia anímica y pendencia con el cuerpo esencialmente distinta que el curso de los procesos psí-
quicos. En todos los fenómenos de la naturalezahay más bien y de igual modo un
momento ónticamente dependiente del cuerpo y otro independiente.
20. La teoría del alma y el cuerpo aquí muy vagamente esbozada sólo resul- 22. Sobre el concepto de los ««sentimientos sensibles»», cf. mi tratado Der For-
tará plenamente inteligible en mi segundo tomo de MetaJísica. malismtts in der Ethik.
340 dcl ¡trtiiitrrtt j4 I
Del yo ajeno La percepc'ión

mismo dolor fisico; aquí existen siempre dos sensaciones distintas. mediante el estímulo físico. Análoganrclttc trata M Liltstcl'bcrg clc
Así, se puede también experimentar el mismo rojo (sin reducir ya definir el objeto natural como la X qLrc sería., aúut itlcntil'icablc clc
el color a un movimiento), oír el mismo sonido do que otro; pero una pluralidad de actos individuales e intcrilldivicltralcs tlc stticttls,
las sensaciones orgánicas que se intercalan en la vista y el oído só- de suerte que el concepto de lo «psíquico»> rcsultaría igrrtrl itl colt-
lo puede vivirlas el poseedor de estos órganos. junto de lo que en cada caso sólo puede <<darse)) ett ut't ¿tcto tlc tltl
Exactamente, por tanto, en la medida en que un hombre vive de sujeto, 1o que, con razónaún, sólo se da ((a uno»>. Cot-t art'cgltl ¿t
un modo preponderante en los estados de su cuerpo, ha de perma- estas doctrinas, quedaría excluida ex definilione la posibiliclac'l
necerle cerradala vida anímica de sus semejantes (e incluso sin du- de «percibir» nada psíquico ajeno; e incluso, hastalapercepciórr cle
da su propio vivenciar animico). Y sólo en la medida en que se ele- algo psíquico propio resultaría sólo indirectamente posible, a s¿l-
ve p$ encima de ellos y tenga conciencia de su cuerpo como un ber, partiendo del objeto de la realidad natural exterior, para defi-
objeto, purificadas sus vivencias anímicas de las sensaciones orgá- nir nuestro vivenciar como ((correlato») suyo. Es la lógica conse-
nicas siempre dadas con ellas, se extenderá ante su vista el campo cuencia de estas tesis el que no haya una unidad viva y propia del
del vivenciar ajeno. mundo anímico, ni individual, ni interindividual; pues, según ellas
No es, pues, el acto de la percepción interna el que tendría por su solamente sería idéntico con lo «psíquico») en cada caso aquel res-
esenciala posibilidad de dirigirse exclusivamente al vivenciar ani- to de lo «dado» que no entra en la construcción del objeto natural
mico del que percibe -coincidiendo ((percepción interna)) y ((auto- y de las acusaciones y leyes del cuerpo, y del cual eo ipso no cabe
percepción»-. Antes bien, sostenemos que vistas las cosas desde el admitir que forme en y por sí mismo un continuo concebible. Es
acto de la percepción interna y su esencia, así como en relación a la decir, el epifenomenalismo y la finalidad metódica de buscar todo
esfera de hechos que se presenta a la percepción interna, todo el enlace racional de las vivencias psíquicas únicamente poniendo de
mundo puede aprehender el vivenciar de sus semejantes exoctamen- manifiesto los procesos fisiológicos y fisico-químicos correlativt'rs,
te de la misma manera inmediata (y mediata) que el suyo propio. Es he aquí la consecuencia natural de semejantes supuestos.
exclusivamente la imborrable diversidad de los estados del cuer- Pero estas teorías sólo muestran en el fondo una cosa: que etl l¿t
po, en tanto que actuan decisivamente también sobre la elección de «idea natural del mundo)), en la cual <<ante todo» estamos íntegra-
aquello de la vida puramente anímica que se presenta a la percep- mente sumidos en el mundo exterior, sucumbimos con frecuencia
ción interna y que en esta función se llama «sentido interno)), lo que a la ilusión de tomar por la vivencia psíquica misma algo que de
hace que z B, aun en el caso de la misma vivenc ta fáctica que la de hecho sólo se nos da como objeto fisico. Especialmente a H. Berg-
A, se le dé siempre una «imagen»)23 de ella distinta de la dada a A. son corresponde el mérito de haber mostrado cómo todos nosotros
Se ha hecho (y por cierto, de diverso modo) el intento de de- nos inclinamos a introducir una multiplicidad espacial en la multi-
mostrar que ningún posible conocimiento y definición de unidades plicida ü toto coelo diversa, del almaza. Lo que es, pues, una parti-
de vivencia anímica es posible sino partiendo de una «definición» cular tendencia de la percepción interna al engaño, qurzá difícil-
por medio del objeto natural exterior. Así, opina Natorp, en su In- mente vencible, lo convierten estas teorías en la <<condición de la
troducción a la psicología, que a toda psicologiaha de preceder la experiencia psíquica en general». De este modo son conducidas
«objetivación» de lo dado en el objeto natural exterior (por medio también estas teorías a ver en el cuerpo vivo y sus alteraciones, en
de la «síntesis trascendental»), y únicamente partiendo de este pun- lugar de una condición meramente restrictiva de la percepción de
to, y a través de un proceder reconstructivo, es posible «definir» la la vida anímica real, la serie causal unívocamente determinante e
vivencia psíquica, tanto en la forma de una <<descripción)) como, independientemente variable de cuya secuencia es «dependiente»
mucho más, de una «explicación»», una sensación, por ejemplo, el curso mismo de la vida anímica. Estas consecuencias son el re-

23. Esta «imagen») no es, como de suyo se comprende, ningún «objeto»» real 24. H. Bergson, Les données inmédiates de la conscience (versión cast.'. En-
«particular,, sino sólo un ((aspecto»» limitado de las vivencias ajenas. savo sobre los datos inmediatos de la conciencia, Sígueme, Salamanca 1999).
342 Del .vo a.jeno

sultado del falso supuesto de que sea «psíquico lo dado en cad a ca- Sin etlbat'go., l)t'ccislullcttlt' ¡)()r'(¡rrt' l() l)sit¡ul( () l)ll('(1,' ,l.ll',(' l;tll¡
so sólo a uno)), o lo que no es identificable a través de una plurali- bién en una pluralirl¿rrl tlc lrctos. l)ur'(lr'un nttstnrt;tl!'r) l)'.lrllllt rr rl,tl
dad de actos de sujeto. Si lo psíquico fuera dado en cada caso «só- se a diversos indiviclttos. Así conr() llotlcnr()s ('n (llr,.'tr.,()" l¡t'¡ttprt', tlt'
lo a uno)), nunca podría ser comunicable. Aquí se observa que esta nuestra vida <«volvcr a sclltir'>» lit rttistult t'ir e tl('llt tlr' ¡l:rtlt't'ltttlt'ltlo,
teoría dice de lo psíquico en general, lo que de hecho sólo es válido <<acordarnos)) de ella, <<padeccrl¿l>>., nl¿is () nlcntls, lttlttl)tr'tt ¡lotl('ttt( )',
para las sensaciones orgánicas y los sentimientos sensibles2s. En su padecerla <<unos con otros»» conro una y la Inisnut. Nt¡ll(':t ltotlt'ttl():,
desarrollo tiene, por tanto, que desembocar siempre en el sensua- sin duda, experimentar la misma sensación clc ¡-lluccl'o tk'tlt,lr,¡
lismo, es decir, en el irnposible intento de reducir la totalidad de las sensible (localizadaen determinadas partes del cucl'po vivo). l',slos
vivencias a ((sensaciones)» y sus derivados26. Es precisamente de todo estados los tiene cada cual para sí y sólo pueden ser ((igtralcs>»,.i,,-
punto inexacto que no sea identificable una vivencia psíquica en más idénticos. Por el contrario, podemos muy bien dos seres htt-
una pluralidad de actos. ¿Es que no podemos sentir «el mismo)) pa- manos sentir el mismo padecimiento, rigurosamente el mismo, oo
decimiento, el mismo amor, en diversos tiempos, ya <«más»» , yd sólo un sufrirniento «igual»; aun cuando pueda estar diversamente
((menos)), o <<acordarnos)» varias veces de la misma viven cia, por teñido por diversas sensaciones orgánicas. Quien sostiene que lo
ejemplo, vivir actualmente y volver a sentir un mismo sentimiento? psíquico sólo a uno es dado en cada caso, jamás podrá hacer com-
¿No decimos con toda universalidad en la psicología que la misma prensible tampoco lo que significan propiamente frases como ((un
sensación óptica, ya se convlerte en un contenido visual o entra en mismo entusiaslno recorrió las filas de los soldados)); <«ma ale-
un contenido visual ,ya no (como en la ceguera histérica), o ya es gría, un pesali un arrebato se apoderó de la población>>, etc. Cos-
<<notada»>, ya no notada, <«observada» y no observada?
Quien sos- tumbres, lenguaje, mito, religión, mundo del cuento y la leyenda,
¿cómo se quiere comprenderlos dando por supuesto
tiene que es inherente a la esencia de lo psíquico el no poder ser que psíquico
nunca idéntico en una pluralidad de actos, confunde desde luego la es sólo aquello dado ((en cada caso a uno»»?
esfera de los fenórnenos psíquicos con la realidad psíquica; pero Lo dicho muestra que estas teorías confunden lo dado ¿t cacla
confunde además la esfera de los.fenóntenos en general, es decir, lo cual de su vivenciar psíquico (y el de todos los dernás) por el senti-
dado inmediatamente en cada reino de objetos, con lo psíquico. Es do interno, con la existencia y la esencia de lo psíquico en general.
lo que hace también W. Wundt, cuando hace lo psíquico igual a la Pero este error no sería mayor que el error de querer decir que la na-
((experiencia inrnediata», lo físico igual a la «experiencia media- turaleza consiste sólo en la suma de los rctazos que entran en la
ta». Pero, de hecho, hay dentro de la percepción externa y de la percepción sensible de todos los hombres. Pues, de hecho, están las
percepción interna, y consecuentemente dentro del ser natural co- cosas aquí exactarnente como allí. También en la percepción exter-
mo del ser anímico, tanto el plano de los objetos inmediatos como na (como intención de actos independiente) aprehendemos toda
el de los mediatos2T. sección de su esencia sobre el fondo del todo de la «<naturaleza>>; en
todo acto semejante resulta cierta la existencia de la naturaleza co-
25. Prescindo de qlle es completamente erróneo aceptar que basta el principio mo esfera, sin que se necesite de un <<razonamiento)» o de una ((em-
de identidad como fundamento de la reducción mecánica de los fenómenos, como
patía». Y también aquí está intercalado entre el sujeto del acto de la
piensa Münsterberg; pero «el misrno)) sonido puede de hecho ser percibido, ima-
ginado, recordado; igualnrente, ser sentido por una pluralidad de sujetos sin que percepción, que se dirige en derecho y en sus posibilidades al todo
sea necesario definirlo como movimiento, sólo en gracia ala identificación. So6re de la naturaleza, y su objeto el cuerpo vivo y la unidad de sus sen-
las reales razones que llevan a la reducción rnecánica de los fenólnenos naturales
diré lo esencial en otro lugar.
saciones (es decir, el «sentido externo»»), que se limita a elegir para
26 Muy bien se concibe por ende que Münsterberg adjudique a Ia psicología
la rnisión de «transforlrar)) todos los fenómenos psíquicos,-incluso la «voluntaá»», Selbstet-kenntnis,215-392.,Ia observación referente al artículo de E. Husserl en Lo-
en ((sensaciones»): yo soy incapaz de entender este ténnino de «transformar»>. gos. Cf. además el relevante examen de la cuestión en M. Geiger, Vom Unbewuss-
27. Cosa semejante expone últimamente también O. Külpe en su libro Die len @De lo inconsciente»»), en Jahrbuch.fl¡r Philosophie und phánomenologische
Realisierung («La realización»). Cf., a este respecto,, en mi libro Die ldole cler Forschung.
344 Del yo ajeno
Lu percepción del prójimo 345

contenido de la percepción aquello que es de importancia para los


posibles modos de conducirse del cuerpo. Y si bien estos <<conteni- y el dolor del prójitno, en su rubor su vergienza, en sus manos su-
dos» son para cada individuo otros distintos -incluso tratándose de plicantes su implorar, en la tiernamirada de sus ojos su amor, en
los mismos objetos- no dudamos de que es la misma naturaleza su rechinar de dientes su furia, en su puño amen azante su intimi-
dar, en sus palabras la significación de lo que él menta, etc. Al que
una lo que percibimos en estos contenidos2s.
Es una objeción esencial contra la tesis de que anímico es lo da-
me diga que esto no es ninguna ((percepción)), porque no ((puede»
do «sólo a uno)) la de gue , si las razones de esta tesis fueran justas, serlo, y que no ((puede»» serlo, porque una percepción es sólo ((un
las mismas razones tendrían que conducir también a la tesis de que
complejo de sensaciones sensibles>> y es seguro que no hay sensa-
asimismo la naturaleza se da «sólo a uno)). A esta tesis conduce, en ción de lo psíquico ajeno -y seguro que menos todavía estímulo-,
efecto, el «idealismo subjetivo>>. Con razón se ha objetado contra le ruego que desplace su atención de teorías tan discutibles a los
hechos fenomenológicos. Pero desde el momento en que lo haga
éste que si su argumentación fuera justa, habria que negar no sólo
la existencia del mundo exterior y de la mat eria, sino exactamente
ya no es necesario sino que compare los casos mencionados con
igual la existencia del contenido de conciencia pasado y laexisten- aquellos donde efectivamente se está ante aquello gue, fundándo-
se en sus teorías, se siente inclinado a admitir a priori también en
cia de yos ajenos. Solamente la existencia del yo momentáneo del
los primeros. A saber, un patente razonamiento. Así, por ejemplo,
solipsista resulta aquí de inatacable certeza. De hecho nos acerca-
puedo ser obligado por una serie de actos de la persona que habla-
mos a tal solipsista momentáneo exactamente en la medida en que
ba conmigo hace poco, y cuyos sentimientos e intenciones creia
vivimos en nuestro cuerpo. Pero tan importante como es esta con-
percibir, a hacer el razonamiento de gue , o la comprendí mal y me
clusión lo es también esta otra: quien niega la perceptibilidad de
engañé, o de que me mintió o simuló. Aquí hago efectivamente ta-
los yos ajenos y de sus vivencias tiene que negar con las mismas
zoflamientos sobre sus vivencias. De una manera semejante, es de-
razones también la perceptibilidad de la materia. No carece a este
cir, haciendo razonamientos a partir de su expresión acerca de sus
respecto de interés el ver que en la historia de la filosofia se ha ne-
pensamientos y sentimientos, puedo comportarme eventualmente
gado la existencia de una naturaleza real muchas más veces que la
pero también desde un principio, por ejemplo, si tengo que tratar
existencia de un yo ajeno -aun cuando nadie ha negado la percep-
con alguien del que temo que esté loco o chiflado; o cuando temo
tibilidad de la naturaleza y casi todos la perceptibilidad de la vida
una simulación, o una intención de engañar. Todo esto significa
anímic a ajena-. Se comprende por el hecho de que nuestra convic-
que en general siempre que encuentro impedido por cualquier
ción de la existencia del yo ajeno es mas profunda que nuestra
anormalidad mi vivir en percepción interna las mismas vivencias
convicción de la existencia de la naturaleza y anterior a ésta.
que el otro, o por <<razones)) precisas, positivas, imputables (en úl-
2. Mas volvámonos ya a la otra parte de los supuestos <<com- tima instancia) a la percepción, ffie veo forzado a admitir una ina-
prensibles de suyo» de las dos teorías mencionadas. ¿Cómo voy decuación entre la vivenciay la expresión, o un corte (automáttca-
yo, se pregunta, a poder percibir en otro ser humano otra cosa que mente condicionado o voluntario) en esta relación simbólica, que
su <<cuerpo /ísico>) y sus gestos? es independiente de las particulares vivencias y experiencias de la
Ahora bien, ciertamente muestran consideraciones fenomeno- individualidad2e. Entonces y sólo entonces empiezo a <<razonar)).
lógicas muy simples que aquí por lo menos no hay absolutamente Pero no hay que pasar por alto que las premisas materiales de estos
nada ((comprensible de suyo)). Es seguro, efl efecto, gue creemos razonamientos se construyen sobre simples percepciones tenidas
tener directamente en la risa la aleg ria, en el llanto el sufrimiento de la persona correspondiente o de otras person as; presuponen,

28. No se habla aquí aún de la específica manera de «darse la realidad», que 29. Cf. ahora lo expuesto por K. Koffka, Die Grundlagen der psychischen
en nuestra opinión no tiene nada que ver con la cuestión de la existencia de .si.- Entwickung, l92l («Las bases de la evolución psíquica: introducción a la psicolo-
ras y que consiste exclusivamente en Llna «resistencia» a nuestra conducta volitiva. gia infantil»), sobre la relación entre ««vivencia y expresión». También Koffka nie-
ga un enlace meramente «adquirido».
346 Del yo ajeno La ¡tercepción del prójimo -117

pues, tales percepciones inmediatas. Así, por ejemplo, no veo sólo <<interna>>. A base de estos grados del darse, podernos movernos se-
los «ojos)) de otro, sino también ((que me mira>>; incluso ((que me cundariamente en la dirección de una u otra percepción. Pero, el
mira como si quisiera evitar que vea que me mira)). Así percibo in- hecho de que con una unidad del cuerpo vivo individual senrejan-
cluso que él sólo «finge» sentir lo que no siente en absoluto, que te que nos está «dada»» <<ante todo»», se nos dé en general un posible
desgarra el lazo por mí conocido entre sus vivencias y la ((expresión objeto accesible a una percepción interna y a otra externa, está fun-
natural» de ellas, poniendo otro movimiento expresivo en el lugar dado en la conexión esencial de estos contenidos de la intuicióll
donde sus vivencias requerirían un fenómeno de expresión determi- -conexión que está en la base ya incluso de mi percepción de llrí
nado. Así puedo no sólo saber, por ejemplo, que mintió, por la prue- mismo-, pero no es el fruto de la observación y la intuición prac-
ba de que tenía que saber lo que drjo de otro modo y de que la cosa ticadas sobre mí mismo. La conexión es válida sin excepción para
resulta de una rlanera distinta de la que decía, sino que en ciertas el ser de formas vivas en general3r.
circunstancias puedo percibir inmediatamente su mismo mentir, el Pero los «fenómenos») que se presentan en esta unidad del cuer-
acto mismo del mentir, por decirlo así. Y puedo decir con sentido a po vivo individual son <<ante todo» no menos indiferentes desde el
alguien: <<usted piensa una cosa y dice otra: usted se expresa mal»; punto de vista psicofisico que esta misma unidad. ¡Ya se les puede
es decir, aprehendo el sentido qu e menta y que con seguridad no se dividir por el análisis, por ejemplo, en unidades de puras cualida-
puede inferir de sus palabras, ya que, si no, no podria yo corregir es- des cromáticas, líneas y unidades de forffio, unidades de cambio,
tas palabras según la «mención»» dada para mí ya antes. de movimiento y de alteración! Sin embargo, es toda «unidad de
Acaso se diga: existen esas diferencias; pero son diferencias, no expresión» de estos grados del fenómeno una unidad que está coor-
de la percepción ni del razonar, sino tan sólo entre un Íazonar sim- dinada al todo como todo individual de esta unidad de forma viva.
ple y primitivo, o un Íazonar «inconsciente»», y un razonar comple- En este grado carece todavía semejante unidad fenoménica de toda
jo y consciente. Pero dejemos estas objeciones hechas sólo a favor función simbólica, ya sea de la unidad del cuerpo fisico dada en la
de una falsa teoría, con las cuales se puede probar todo y nada3o. percepción externa-y de las partes de esta unidad-,yz sea de la uni-
Veamos ahora qué pasa con la afirmación de que no se «puede» dad del yo y de las vivencias del individuo correspondiente coor-
«percibir» nada más que <<ante todo» los cuerpos físicos ajenos y dinada a la percepción interna-, y de las partes de este individuo.
sus movunlentos. Ahora bien, los «fenómenos)» de este grado entran en muy diversas
Lo que percibimos en los seres humanos ajenos con quienes vi- formaciones unitarias y estructuras de ellos, según que adquieran la
vimos no son <«ante todo» ni <<cuerpos fisicos ajenos» (mientras no función de simbol izar (en el acto de la percepción externa) el cuerpo
nos encontrelnos rnetidos precisamente en un estudio médico ex- físico del individuo (y la serie de sus variaciones en relación a la
terno), ni «yos» ni «<almas» ajenas, sino que son totalidades unita- variación de otros cuerpos circundantes) o de simboltzar (en el ac-
rias que intuimos, sin que el contenido de estas intuiciones esté an- to de la percepción interna) el yo del individuo (y la serie de sus
te todo «dividido» en las direcciones de la «percepción externa)) e
31. Esto es válido tambiénpara los animales inferiores; se puede explicar los
30. El origen psicológico de esta «teoría»» es fácil de mostrar. Se nos presen- movimientos de un gusano cortado que se enrosca de un modo exclusivamente
ta -vista históricarnente- como nriembro del grupo de las teorías específicas de la «mecánico» y en cuanto fisiólogo reírse (como hace Jacques Loeb) de hablar de
que el gusano se ((enrosca)) de «dolor» (pues las partes privadas de la cabeza se en-
Ilustración (teoría del contrato para el Estado, teoría de la convención para el len-
guaje, etc.), todas las cuales juzgan la «sociedad» primitiva por analogía con una roscan igualmente). Sacar sobre la base de la posibilidad de esta explicación cau-
«sociedad»» «<artificial», en la que la desconfianza se ha hecho una actitud cons-
sal mecánica la conclusión de que este movimiento no es simultáneamente un fe-
tante. C.f. Das Ressenfintent im Aufbctu der Moralet?,, en Gesamntelte Werke III, 33-
nómeno de expresión de un dolor (pues, el gusano no siente ningún dolor allí
147 (t,ersión cast.'. El resentintiento en la moral, Caparrós, Madrid 1998).
donde falta la cabeza) es naturalmente de todo punto insensato. La conclusión es
Obsérvese, asirnismo, que también razonamos frecuentemente acerca de nues-
tan insensata como sería la de que el rubor de una persona no puede ser una ((ex-
presión»» de vergienza,puesto que hay un aflujo de sangre a las mejillas explicable
tras propias vivencias. Así, cuando decimos «qué tipo de hombre soy yo para hacer
(con seguridad) mecánicamente. ¿Qué tendrán, pues, que ver funciones simbólicas
esto»; o cuando queremos aclararnos a nosotros mismos un estado de ánimo que es
incornprensible en nuestra situación, etc. como son los fenómenos de la expresión, con una explicación causal-mecánica?
348 Del yo ajeno La ¡tercepción del prójimo 34e

variaciones frente a la vanaclón de los yos circundantes). Así, es si se cree poder «percibirlos»), a pesar de estos supuestos, el resul-
únicamente en estas diversas direcciones de la percepción -y según tado es esta singular conclusión: se puede «percibir» cuerpos aje-
que tenga lugar la una o la otra- donde se da una formación unita- nos, pero no yos ajenos. Una suma en parte de hechos falsos, uni-
ria de las mismas sucesiones de estímulos como un fenómeno en el da a una quaternio terminorltm, conduce a este resultado.
que entra en nuestra percepción el cuerpo Jísico del individuo aje- Pudiera por ello sernos indiferente aquí la teoríct de la percep-
no (o como un fenómeno que es una consecuencia intuitiva de im- ción a que se rinda homenaje. Quien piense que el contenido de la
presiones del mundo circundante), pero otra formación unitaria de ((percepción») es un complejo de sensaciones y derivados de ellas.,
las mismas sucesiones de estímulos como un fenómeno en el que por ejemplo, huellas de sensaciones anteriores excitadas en la nrc-
entra en nuestra percepción el yo del individuo ajeno (o como un moria, que no se imagine poder ((percibir» un cuerpo ajeno. Quicn
fenómeno que es la consecuencia intuitiva expresiva del mundo piense que la <<percepción» implica siempre un juicio, que se per-
interior). Precisamente por esto excluyen leyes esenciales que la cate de que entonces también se puede pronunciar este singular jui-
unidad de un «fenómeno)) (por ejemplo, una sonrisa, una <<mirada» cio «inmediato>>: que el otro experimenta vergüenza; si se dice que
amenazadora, o bondadosa, o tierna) se descompon ga jamás en una
encierra un <<razonamiento»», bien que <<inconsciente)), concédanse
suma, por grande que sea, de fenómenos cuyos miembros siguie-
también en la percepción de la psique ajena semejantes <<razona-
mientos inconscientes»>32. La necesidad de que lleguen a mi cuerpo
ran siendo unidades idénticas a las de una unidad fenoménica en la
que percibiésemos el cuerpo fisico o una unidad de impresiones
estímulos físicos, químicos, etc., gue partan del cuerpo del próji-
ffio, no requiere en modo alguno la necesidad -de que se me dé
procedentes del mundo fisico circundante. Si paso ala actitud de la
también un cuerpo ajeno, o de que se me <<den»» conscientemente
percepción externa, con arreglo a las unidades fenoménicas en ella
fenómenos sensoriales aislados correspondientes a estas unidades
dadas para mí que pueden llegar a ser aspectos con que ver inclu-
de estímulos, sonidos, colores, olores, etc.- antes de que se me dé,
so las partes más pequeñas del cuerpo del individuo, jamás encon-
por ejemplo, una ((expresión de amistad»», etc.
traré en ninguno de los posibles enlaces de estas unidades la unidad
Siempre y en todas partes nos son «dadas» y lo son también al
de la <<sonrisa)), o del ((ruego)) o del «gesto amenazador>», etc. Y
animal y al primitivo, primariamente estructuras total€s, y fenó-
así no es ni será nunca una cualidad de rojo que esté ante mi vista
menos sensoriales sólo en la medida en que funcionan como fun-
como pintura de la superficie corpórea de una mejilla la unidad
damento de estas estructuras, en que pueden tomar sobre sí, ade-
del «rubor» en cuyo rojo <<termina>», por decirlo así, un sentimien-
más, funciones significativas y simbólicas de estas totalidades.
to de vergüenza sentido también por mí. En esta rojez de la meji-
lla puede el mismo fenómeno primario de la cualidad de rojo indi-
car igualmente bien <<calor»», <<rojo de ira»», «rojo orgiástico» y el
reflejo rojo de un farol.
Quizá por aquí comprendamos un poco mejor aquel presunto
ser ((comprensible de suyo)) del no poder «percibir» sino «sólo
cuerpos físicos ajenos)). Se empieza por hacer de los colores, so-
nidos, formas, etc., ((sensaciones>>, rnientras que son «cualidades»»
que se presentan en compafiia de sensaciones, se hace, lo que es to-
32. El sensualismo puede ser muy ingenuo. Hume se admira de que los hom-
davía más, de la ((percepción»), que no construye sobre ((sensacio- bres se odien y combatan sólo por ser «amarillos»>, ((negros» o «blancos)). Así en-
nes)), sino sobre estos complejos de cualidades (nunca <<consiste»» tiende el odio racial y las luchas de razas. Nosotros, por el contrario, nos permiti-
mos admitir que los americanos no odian a los negros por ser ((negros)), pues no se
en ellos), «complejos de sensaciones»; y se olvida eue, con arreglo
ha demostrado hasta ahora que los americanos odien también las telas y las ropas
a esta manera de concebir la ((percepción»), en su doble error, se negras, sino que en el color negro de los hombres olfatean al negro (cf. La Histo-
podría «percibir» ((cuerpos») tan poco como, por ejemplo, ((yos)), y ria de Inglaterra, de Hume).

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