RELATORIA ¿Cómo educar para la democracia? – Carlos Gaviria
Bogotá D, C. RELATORIA ¿Cómo educar para la democracia? – Carlos Gaviria Díaz
En 2015, Carlos Gaviria Díaz, abogado, profesor universitario, magistrado y
político colombiano, acepta la invitación a una conferencia para los maestros del Gimnasio Moderno, la misma que posteriormente se convertiría en la última de toda su vida. Las grandes características de este gran profesor, magistrado, senador y candidato presidencial, son la exactitud, concisión, elegancia. Todas son propiedades de una vida ética y estética que Carlos exhibió siempre. La conferencia llevaba como eje temático el centro de la filosofía Socrática, que no fue otro que la educación. Algo que el manifiesta y recalca en toda la conferencia es que para desentrañar matices, desplegar capas de sentido y descubrir perspectivas diversas en la evaluación de hechos y valores sólo es posible si se ama y persigue el conocimiento a la manera de los griegos, quienes enseñaron a filosofar desde su existencia. Una democracia de simples mayorías, sin respeto a las diferencias y sin protección de las minorías, era para él inadmisible. Educar debidamente para la democracia implica una relación Individuo - Democracia, la utopía democrática y sus posibilidades reales, la actitud tolerante para formar buenos ciudadanos y la estrecha dependencia entre educación – autonomía - participación. La finalidad de la educación es en gran parte asegurar lo que se requiere para la democracia: criterio, constancia y pensamiento propio. Para ser realmente un sujeto democrático se debe ser libre, lo cual no solo se le aplica al individuo sino de igual forma al el pueblo. La autonomía la define como la capacidad de atreverse a pensar y a establecer normas propias, lo que requiere un proceso de formación del juicio y del carácter, de forma que se pueda valer del criterio mismo y no del de los otros en el momento de pensar y tomar decisiones. Así mismo menciona que la democracia es constitutiva, especificando que es la capacidad de pensar y decidir libremente, acudiendo a autores clásicos como Jean Jaques Rousseau, Immanuel Kant, José Ortega y Gasset y Jean Paul Sartre. Algo que explica a profundidad Gaviria es la tendencia a delegar las decisiones en otros, haciendo enfoque en lo gravoso que resulta tener que decidir con temor a equivocarse, lo que para él explica muchas veces la inclinación natural a buscar que otro decida por sí mismo; de esta forma se comparte la pesada carga de decidir y se elude la responsabilidad por las consecuencias de lo decidido. Carlos Gaviria recordaba a dos autores, Étienne de la Boétie en su célebre Discurso de la servidumbre voluntaria, y Eric Fromm en El miedo a la libertad. El primero resalta la propensión al servicio para aliviar el peso de ejercer la libertad, entre tanto el segundo describe la inseguridad generada por asumir el propio destino. La relación entre educación y democracia es abordada por Carlos Gaviria a propósito de la decisión política colectiva. Sin un exitoso proceso de educación que fomente la libertad, no podría asegurarse en la práctica un sistema de gobierno basado en la autonomía personal y colectiva. El acude al conocimiento de autores contemporáneos que también han estudiado esa relación en su empeño por realizar una democracia plena. John Dewey, definía la democracia como el mejor sistema político para liberar la inteligencia de los seres humanos y ponerla al servicio de los problemas sociales. La democracia utópica, era para Carlos Gaviria una en la cual la dignidad, es decir, la autonomía de la persona, es erigida en condición de la organización política. Trayendo a acotación a grandes como Rousseau y Kant, Gaviria relaciona la dignidad con el deber de obediencia, es decir, solo se es digno si se obedece las normas que así mismo se ha dado o se podría dar en cuanto seres libres, en una sociedad de iguales, esto es, en democracia. (Algo que en la conferencia no se ahonda explícitamente son las actitudes necesarias para el buen gobierno). Para Díaz en la ilustración del pueblo era una precondición de la democracia. La ilustración, como derecho y no mero ideal irrealizable, es la clave para construir una verdadera democracia y evitar la demagogia, método político usado para manipular al pueblo y someterlo a la exclusión y la ignorancia. Una verdadera democracia presupone personas que piensan, reflexionan, discuten y, por lo mismo, disienten permanentemente. El disenso es constitutivo de una democracia sana, mientras el fanatismo o la unanimidad todo lo contrario. Algo que se llama mucha la atención es la pregunta de ¿sólo porque el discernimiento está repartido por igual entre los seres humanos es posible construir el sujeto político de una verdadera democracia mediante la educación? Los clásicos permitieron presentar este punto en forma concreta; la democracia es posible porque somos esencialmente iguales en cuanto que todos gozan de discernimiento, algo resaltado por autores como Platón, Descartes y Erasmo de Rotterdam. En cuanto a Colombia, su crítica se dirige a la precaria formación para vivir la exigente libertad, la pregunta ¿Del porqué, el que se adhiera o no a una determinada convicción política, religiosa, filosófica se convierte en un tormento para una persona atrapada en el pensamiento teleológico, que ata el sentido de la vida a la realización de una finalidad determinada, preestablecida? Aquí la respuesta del Dr. es que sólo la educación basada en el ejercicio de la razón, sin la aceptación irreflexiva de una finalidad fija o preestablecida, permite decidir qué sentido se quiere dar a la vida, tanto individual como colectiva.
Aunque quedan muchas cosas por mencionar de la gran conferencia ofrecida
por el gran Carlos Gaviria Díaz, quisiera terminar con una frase que personalmente fue la que más me llamo la atención en toda la conferencia:
“La educación para la autonomía no puede ser heteronómica. Yo fui
buen estudiante, pero lo deploro. Como alumno sumiso, que es ser un mal alumno, repetía lo que el profesor decía... Esa persona irreverente, heterodoxa, es la más importante en una democracia…No sabemos disentir: al adversario lo convertimos en enemigo”.